HISTORIA DE LA VENERABLE HERMANDAD DE NUESTRO PADRE JESÚS AMARRADO A LA COLUMNA
JULIÁN RECUENCO PÉREZ
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ÍNDICE
INTRODUCCIÓN ________________________________________________________ 3 EL TEMA ICONOGRÁFICO DE JESÚS AMARRADO A LA COLUMNA EN EL ARTE HISPANO _________________________________________________________ 7 1.- El tema de Jesús Amarrado a la Columna en la historia del arte _________________________ 7 2- La iconografía de Jesús Amarrado en la pintura_____________________________________ 10 3- La iconografía de Jesús Amarrado en la escultura ___________________________________ 17 4- La iconografía de Jesús Amarrado en la imaginería del siglo XX _______________________ 26 5.- Dos ejemplos conquenses renovadores del tema ____________________________________ 35
LA FLAGELACIÓN A TRAVÉS DE LOS SIGLOS ___________________________ 39 1.- La flagelación como castigo y como autodisciplina _________________________________ 39 2.- La flagelación de Jesucristo____________________________________________________ 42
EL ESPACIO: LAS PARROQUIAS DE SANTO DOMINGO Y DE LA VIRGEN DE LA LUZ A TRAVÉS DE LOS SIGLOS ______________________________________ 49 1.- La parroquia de Santo Domingo ________________________________________________ 49 2.- La parroquia de la Virgen de la Luz _____________________________________________ 56
EL CABILDO DE LA VERA CRUZ Y LA SEMANA SANTA DE CUENCA HASTA MEDIADOS DEL SIGLO XIX _____________________________________________ 61 1.- Origen y evolución de la Semana Santa de Cuenca__________________________________ 62 2.- El siglo XVI: los orígenes del cabildo de la Vera Cruz _______________________________ 66 3.- El siglo XVII: las hermandades satélites del cabildo_________________________________ 74 4.- El siglo XVIII: los años de la crisis ______________________________________________ 82 5.- La primera mitad del siglo XIX: la archicofradía ___________________________________ 87
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LA HERMANDAD Y LA ARCHICOFRADÍA ENTRE 1852 Y 1936 _____________ 93 1.- La Semana Santa de Cuenca entre 1852 y 1936 ____________________________________ 93 2.- Fundación de la hermandad ____________________________________________________ 95 3.- La archicofradía de Paz y Caridad en la segunda mitad del siglo XIX ___________________ 97 4.- La hermandad y la archicofradía en el primer tercio del siglo XX _____________________ 103
LA HERMANDAD DEL AMARRADO DESDE 1939 HASTA HOY_____________ 111 1.- La evolución de la Semana Santa de Cuenca en la segunda mitad del siglo XX___________ 111 2.- Reconstrucción de la hermandad tras la Guerra Civil _______________________________ 113 3.- De las indulgencias de don Inocencio al Concilio Vaticano II ________________________ 118 4.- Del concilio a la nueva archicofradía____________________________________________ 124 5.- De la reconstrucción de la archicofradía al final de la centuria ________________________ 132 6.- Aspectos económicos________________________________________________________ 136 7.- La hermandad hoy __________________________________________________________ 142
BIBLIOGRAFÍA _______________________________________________________ 149
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INTRODUCCIÓN La historia de la Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna no debe limitarse sólo a ese arco de ciento cincuenta años, aproximadamente, que van desde su fundación, en 1852, hasta el momento actual. Si se quiere comprender bien el fenómeno de una hermandad penitencial como la nuestra, al tiempo que de socorro (en el siglo XIX toda institución de este tipo estaba dotada también de unos fines asistenciales con los hermanos, por lo que éste, a pesar de lo que se ha dicho, no es un elemento diferenciador de nuestra cofradía), hay que tener en cuenta también los condicionantes que caracterizan a las organizaciones de nivel superior en la que se incluye, en este caso la archicofradía de Paz y Caridad y la propia Semana Santa de Cuenca. Sabido es que la archicofradía del Jueves Santo conquense, que hunde sus raíces en lo que anteriormente había sido el cabildo de la Vera Cruz y Sangre de Cristo, fue el impulsor, allá por el lejano siglo XVI, de la primera Semana Santa conquense, y por eso nuestra hermandad, aunque nacida trescientos años más tarde, de una forma u otra también participa de esa tradición. Por todo ello, antes de introducirnos de lleno en la historia de la hermandad, propiamente dicha, tendremos que adentrarnos en el periodo de tiempo anterior al nacimiento de la misma. En el capítulo tercero se estudiará tanto el nacimiento de la procesión del Jueves Santo como la fuerte crisis que pasó ésta en la primera mitad del siglo XIX, y que estuvo a punto de hacer desaparecer la procesión. Se estudia también el gran impulso alcanzado por el cabildo matriz, coincidente en el tiempo con lo que se ha venido a llamar la gran explosión barroca, y, paralelo a ese impulso, el nacimiento en su seno de 3
lo que se ha venido a llamar hermandades satélites, dependientes del cabildo matriz, y que con el tiempo llegarían a convertirse en las actuales hermandades del Jueves Santo. Se estudia también el siglo XVIII, marcado por la Ilustración, que supuso una nueva manera de entender el sentimiento religioso, y el inicio de la crisis; crisis que provocó el hundimiento definitivo del cabildo matriz y, al mismo tiempo, el importante auge de las cuatro cofradías que entonces dependían de él, y que llegarán en aquella época a sustituir a aquél en todas sus prerrogativas. Todo ello precedido, como no podía ser de otra manera, de un breve análisis sobre el origen y la evolución de la Semana Santa de Cuenca, a partir de la bibliografía existente sobre el tema. El siguiente capítulo, que arranca de mediados de la centuria decimonónica, momento en que se produce la fundación de la hermandad que estamos estudiando, y también su incorporación a la archicofradía de Paz y Caridad, estudia de forma paralela tanto a una institución como a la otra, así como también, una vez más, al conjunto de la Semana Santa de Cuenca. El capítulo abarca los años comprendidos entre este momento y el estallido de la Guerra Civil. Sigue siendo un periodo caracterizado por la escasa documentación que ha llegado hasta nosotros, aunque en líneas generales sí podemos decir que participa de las mismas características que son propias de este tipo de hermandades en otras ciudades de España. Durante toda la segunda mitad del siglo XIX se produce un auge creciente, llegando a su momento culminante a caballo entre las dos centurias; en este momento, se producen en las procesiones de Semana Santa algunas modificaciones significativas, como la incorporación de la luz eléctrica a los pasos, lo que va a conformar la nueva estética de la Semana Santa moderna; también, presumiblemente, la de un elemento tan característico para nuestras procesiones como es la tulipa. En el caso conquense, a ello se va a añadir la creación de dos nuevas procesiones y la nueva configuración de la procesión de la madrugada del Viernes Santo, así como la traslación de los desfiles, incluido el nuestro, a las calles burguesas de Carretería y Calderón de la Barca. Finalmente, el último capítulo está dedicado a estudiar la tercera etapa de la historia de la hermandad, la que abarca desde el final de la guerra hasta la actualidad. Es la más conocida por el nazareno conquense, no sólo por ser reciente, sino también porque cuenta con una documentación más exhaustiva, 4
a pesar de que el archivo de la hermandad, como el de muchas cofradías conquenses, cuenta con abundantes mermas que en ocasiones son importantes; el espíritu coleccionista de muchos nazarenos conquenses, de ayer y de hoy, ha perjudicado algunas veces la conservación de abundantes datos de interés. La aportación más importante de este capítulo es la confección de una serie de gráficos que permiten un acercamiento más profundo a los aspectos económicos de la hermandad, interesantes a pesar de que no suelen ser estudiados en un trabajo de estas características. Los gráficos reflejan tanto la contabilidad general de la hermandad, como los importes alcanzados cada año en la subasta de banzos, y en ambos casos, para permitir una mejor comprensión visual del proceso, se han dividido en dos fases, antes y después del periodo inflacionista de los años setenta. Pero un estudio monográfico de estas características no debe dejar nunca de lado cualquier aspecto que de una u otra forma pueda estar relacionado con el objeto de estudio. Cuando se trata, como es el caso, de una hermandad religiosa, entre esos aspectos deben contar siempre tanto el tratamiento que ha tenido a lo largo de la historia del arte el tema iconográfico representado por sus imágenes titulares, como también todo lo que se refiere al templo en el que esas imágenes reciben culto. Ambos aspectos serán tratados, a modo introductorio, en los dos primeros capítulos del estudio. Y particularmente en un caso como el que nos ocupa, la flagelación, también es importante estudiar diversos aspectos relacionados con la flagelación, como castigo y como autoinmolación, a través de los tiempos. Para terminar, unas breves palabras sobre las fuentes que he utilizado a la hora de realizar este libro. Por un lado, sobre la bibliografía hay que decir que ésta es abundante, pero poco clarificadora; es sabido que sobre la Semana Santa se escribe mucho y se investiga poco, de manera que los errores se repiten hasta la saciedad y luego resulta difícil poder corregirlos. No obstante, en los últimos años se ha avanzado en el conocimiento del pasado de nuestra Semana Santa. Los primeros capítulos se basan en esos conocimientos nuevos que ya he aportado en otros trabajos anteriores. La bibliografía que aparece al final de este capítulo está referida principalmente a diversas aportaciones sobre la Semana Santa de Cuenca en particular, o sobre otros aspectos del pasado conquense que, en cierta medida, proporcionan 5
también algunos datos de interés para conocer la historia de nuestra hermandad. En otras investigaciones anteriores se pueden encontrar algunas referencias a otras procesiones de Semana Santa que ayudan a comprender el proceso conquense. Para el último capítulo del trabajo, la fuente más importante ha sido, como no podía ser de otra forma, el propio archivo de la hermandad. Cuando no cito a pie de página, debe entenderse que la procedencia del documento es ésta. Además de este archivo, han sido complementarios para el trabajo el archivo de la Junta de Cofradías y las referencias de prensa; éstas últimas han sido extraídas de las colecciones que existen tanto en el Archivo de la Diputación como en la Biblioteca Pública “Fermín Caballero”.
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EL TEMA ICONOGRÁFICO DE JESÚS AMARRADO A LA COLUMNA EN EL ARTE HISPANO
1.- El tema de Jesús Amarrado a la Columna en la historia del arte Dentro de la iconografía propia de la Pasión, la escena de Cristo Amarrado a la Columna es una de las más representativas en la historia del arte. A este respecto, Miguel Forcada Serrano dice lo siguiente: “La tradición cristiana sobre la escena de la flagelación comenzó en los primeros siglos a través de los relatos de viajes a los santos lugares. Muy pronto se menciona la columna; este elemento, tan importante que ha llegado a dar nombre a la escena, no aparece, sin embargo, en ninguno de los relatos evangélicos. La tradición procedente de los primeros cristianos sitúa la columna en la casa de Caifás, en el pórtico del templo o en el centro del templo... Durante la Edad Media se representaba a Cristo con las manos atadas por detrás y sujeto a una columna alta, cubierto sólo con el paño de pureza; le azotan dos verdugos, y al fondo aparece algún elemento arquitectónico y varios personajes. Ya en el renacimiento desaparecen los elementos secundarios, incluidos los verdugos; aparece sólo la imagen de Cristo, atado a la columna, generalmente de tamaño superior a la imagen.”1 Precisamente es este momento, la presentación de Jesús ante el sumo sacerdote Caifás, lo que el pintor y miniaturista catalán Jaume Ferrer Bassa intenta representar en uno de sus frescos más característicos. Aunque en el conjunto pictórico Jesús aparece sentado, y no hay junto a él la columna de la
MIGUEL FORCADA SERRANO.- Historia de la hermandad de la Santa Veracruz y Nuestro Padre Jesús en la Columna. Córdoba, Cajasur, 2000. 72 p. 1
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que habla la tradición, tres sayones, vestidos con túnica de color plano, castigan al Señor. Uno de los grandes especialistas en iconografía religiosa, Emile Male, incide en la importancia que para la iconografía de Cristo amarrado a la columna tendrá la iglesia romana de Santa Práxedes: “¿Qué columna es ésta? Es la que todavía se conserva en Roma, en la iglesia de Santa Práxedes. En 1223 el cardenal Colonna la trajo de Jerusalén, donde se tenía por la misma columna de la flagelación. Fue colocada, como en joyero de oro, en la hermosa capilla de San Zenón, que el papa Pascual I, en el siglo IX, había decorado con mosaicos. Allí fue honrada durante muchos siglos, sin que los artistas jamás hubieran pensado en buscar en ella inspiración; pero, de pronto, hacia finales del siglo XVI, dicho tema se introdujo en la historia del arte.”2 Más adelante, Male conjuga en un solo tema la doble tradición de la columna baja y la alta, así como también los distintos lugares en donde había estado instalada la columna en el momento de la flagelación histórica de Cristo: “Es cierto que algunos eruditos hicieron observar que la corta columna de Santa Práxedes sólo podía ser un fragmento, puesto que San Jerónimo había visto en Jerusalén la columna de la flagelación sosteniendo un pórtico. Pero también se tuvo respuesta para este contratiempo... Había en Jerusalén dos columnas de la flagelación. La primera era la del pórtico del templo, donde Jesús fue flagelado durante la noche de la Pasión; es ésta de la que habla San Jerónimo. Una segunda era la del pretorio de Pilatos, en la que Jesús fue flagelado bajo la orden del procurador romano: era una columna baja, que permitía flagelar a la víctima tanto en el dorso como en el pecho; durante muchos siglos fue venerada en Jerusalén antes de que el cardenal Colonna la trajese a Roma. Esta explicación arrinconaba todas las dudas.”3 A partir de este momento, y aunque la versión de la columna alta no desapareció por completo en la historia del arte, la iconografía de la columna baja se extendió rápidamente, desde Italia al resto de Europa. Así, ya en el siglo XVI es representada por algunos de los mejores pintores italianos de la época, como Barroccio o Borcoli, y ya en la centuria siguiente es representada
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EMILE MALE.- El arte religioso de la Contrarreforma. Madrid, Ediciones Encuentro, 2001. 246 p. EMILE MALE.- o.c., 246-247 pp.
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de esta forma por los pintores franceses y flamencos: Le Sueur, Perrier, Rubens,... También en la pintura española, la columna baja va a sustituir a la columna alta con prontitud. Por otra parte, algunas veces se representa la columna sola, como uno de los atributos de la Pasión; es el caso de la representación realizada por Juan Conchillos en unos frescos del convento de las monjas clarisas de la Santa Faz, de Alicante, y que forma parte de un conjunto de ángeles portadores de reliquias. Un nuevo hito en la historia de esta iconografía lo supone la llegada del barroco, aunque en los últimos años del siglo XVI, con el manierismo, las primeras modificaciones ya se anticipan: “En la época manierista se elaboran excelentes tallas de este motivo iconográfico... En esta etapa se producen varias cumbres iconográficas que acabarán fijando las características que los modelos de Jesús en la columna van a tener en el barroco. Cristo aparece con las manos atadas por delante en vez de por detrás y con los brazos rodeando la columna, como si la abrazara. Más tarde la columna es acortada hasta una altura incluso inferior a la de la cintura de la imagen; se consigue así la flexión de la figura de Cristo por la cintura, que deja la espalda en la posición más propicia para recibir latigazos, pero también en la posición más dramática y con más posibilidades plásticas. Al quedar la columna en una posición tan baja, las manos, atadas, quedan más a la vista, adoptando distintas actitudes y posiciones. Ni los sayones ni ningún otro personaje aparecen en la iconografía durante esta época, al menos en las representaciones escultóricas.”4 Por lo que se refiere a la escultura, el modelo de Jesús en la columna, con sus diferentes variantes, es común por toda la península ibérica, y en el modelo procesional castellano (modelo que realmente es propio de casi toda la península, pudiéndose exceptuar sólo los lugares que pertenecían a la archidiócesis de Sevilla), es uno de los más característicos de la procesión que las hermandades de la Vera Cruz solían organizar la tarde-noche del Jueves Santo. Muchas de las esculturas que sobre este modelo se conservan fueron concebidas para participar en la procesión, y presentan modelos similares: ”Cristo flagelado es recurrencia habitual para acreditar los sufrimientos de la Pasión. Hay imágenes de una sola figura, de Cristo a la Columna. Pero la
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MIGUEL FORCADA SERRANO.- o.c., 72 p.
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emoción se acrecienta cuando se distingue la presencia odiosa de los flageladores. Los pasos que se conservan ofrecen siempre la figura de Cristo a la columna en medio. Pero el problema consiste en la colocación de los asistentes a la flagelación. Es común a todos los pasos el que se proceda a desmantelarlos al finalizar la Semana Santa. El Cristo flagelado subirá a un altar; el resto de las figuras se recogen en los almacenes de la cofradía... Las instrucciones referentes a un paso de la Flagelación, de la cofradía de la Pasión de Valladolid, revelan que la ceremonia estaba presidida por Pilatos, como acto sustanciado por la autoridad romana. En efecto, su figura se identifica entre las conservadas. Un sayón tiene a Cristo sujeto por una soga al cuello, como si fuera insuficiente estar atado a la columna. El resto de las figuras lo componen los propios flagelantes, que descargan el temible flagellum romano o ramas de erizado espino, como hizo Salzillo.” 5 El motivo de este capítulo, que no pretende desde luego ser un detallado y completo catálogo de representaciones de Cristo amarrado a la columna en el arte español, es intentar hacer una pequeña aproximación a esta iconografía, una de las más características, como se ha dicho, de la Pasión de Nuestro Señor, y comprobar hasta qué punto todo lo que hasta aquí se ha dicho desde el punto de vista teórico, se cumple en la pintura y la escultura españolas, así como intentar encontrar en esas representaciones los modelos adecuados para la imaginería procesional del siglo XX. Se estudiarán brevemente algunos ejemplares más característicos, realizados por los grandes maestros del arte que se desarrollará durante los siglos XVII y XVIII, y se mostrarán también, por su especial interés para el arte conquense, algunos ejemplares procedentes de nuestra diócesis en cada una de las artes estudiadas. Finalmente, se hará también un breve repaso por algunas de las tallas más representativas de la imaginería procesional del siglo XX.
2- La iconografía de Jesús Amarrado en la pintura Hay que decir antes de nada que esta iconografía no es propia sólo del arte español, sino que forma parte de una tradición importante en todo el arte JOSÉ MARÍA MARTÍN GONZÁLEZ.- “El arte procesional del barroco”. Cuadernos de arte español. Nº 95. Madrid, Historia 16, 1992. 14 p. 5
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europeo. Una de las principales representaciones de este tema es una pintura al temple sobre tabla de Piero della Francesca que en la actualidad se conserva en la Galería Nacional de las Marcas, en Urbino (Italia). Pintado a mediados del siglo XV, con un concepto plenamente renacentista, se puede apreciar al fondo, en una escena principal, un edificio de estilo romano, como lo demuestran las columnas corintias que lo enmarcan y la pequeña estatuilla dorada que corona a la propia columna de la flagelación, que representa a un dios, quizá a Apolo. Sentado a la izquierda un personaje importante, quizá el Sumo Sacerdote o quizá el propio Pilatos, observa como Jesús es golpeado por dos esbirros, mientras otro, de espaldas al espectador, cierra el conjunto. En primer plano tres personajes, ajenos a la escena, conversan entre sí y dan a la obra un marcado carácter costumbrista. Muy distinto es el cuadro de Michelangelo Merisi, “Il Caravaggio”, que se conserva en el Museo Capodimonte, en Nápoles. Como todas las obras de este gran pintor italiano, el lienzo responde al gusto del autor por el tenebrismo, muy propio del barroco. Una de las grandes conocedoras de la pintura de Caravaggio, Barbara Rose, la descrito así este cuadro: “La pintura se organiza en torno a la columna a la que está atado Cristo, donde se disponen dos de los torturadores –uno a la izquierda y otro detrás de la columna- cuyos gestos precisos y lentos se proyectan desde el fondo del cuadro y hacia el primer plano, donde se encuentra el tercero de los verdugos, inclinado. El torso iluminado de Cristo parece fluctuar en un movimiento danzante de recuerdo manierista, en total contraste con los movimientos, congelados en el esfuerzo, de los torturadores”6 A principios del siglo XVI, Sebastiano del Piombo había realizado sendas representaciones de este tema iconográfico, una al fresco para decorar la capilla Borgherini, de la iglesia romana de San Pietro in Montorio, y un lienzo que en la actualidad se conserva en el Museo Cívico de Viterbo. Además, y por poner algún ejemplo que no pertenezca a la península italiana, el pintor alemán Durero pintó al temple sobre madera en 1518 un cuadro sobre este tema que se inscribe dentro del estilo manierista. Con enorme expresividad, muestra a un Cristo, también enmarcado dentro de un templo clásico, que está sometido al
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BARBARA ROSE.- “Caravaggio”. RCS Libri. Madrid, 2004. 156 p
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castigo cruel de los sayones. Como curiosidad, en este caso concreto la columna se enmarca dentro de la propia sujeción del templo o palacio, en uno de sus extremos. Por acercarnos ya a la península ibérica, y antes de empezar a adentrarnos directamente en el arte español, se pueden citar sendas representaciones de este tema que pueden encontrarse en el Monasterio de los Jerónimos de Lisboa, sin duda el principal monumento del estilo manuelino, un período en el arte portugués que podría considerarse paralelo a lo que en España representaría el isabelino o el plateresco. En el claustro de este monasterio, obra de Teodosio de Frías, se conservan algunos relieves con imágenes de la pasión de Cristo, realizados por Diogo Vaz, entre los que se incluye una imagen de Jesús sujeto a una columna de fuste alto, terminada en un capitel de estilo sencillo. Un soldado sentado sobre el suelo contempla la escena, que se cierra por detrás de ambas imágenes con una pared de ladrillo, tras la cual pasea otro soldado del que apenas se le ve la cabeza. Todo el conjunto se enmarca dentro de un arco conopial, muy del gusto de este gótico flamígero. También del mismo edificio, aunque ya dentro de la iglesia, en una de las tablas del retablo del altar mayor, obra realizada por Lourenço de Salcedo entre 1570 y 1572 al gusto manierista, se puede citar también una hermosa representación en la que Cristo, con aire majestático como se puede observar en el nimbo que rodea su cabeza, está también sujeto con ambas manos a una columna de tipo alto que incluso termina más allá del propio borde de la tabla. Esta vez, los soldados han sido sustituidos por tres sayones que en cierto sentido recuerdan al observador, por su aire caricaturesco, a otro tipo de representaciones procesionales de esta misma advocación.
Ya centrándonos en el caso de España, posiblemente una de las primeras grandes obras de este modelo sea el cuadro de Cristo Atado a la Columna, realizado por Luis de Morales, “el Divino”, el célebre pintor extremeño cuyo renacentismo está suficientemente contrastado, al considerar la influencia recibida durante una parte de su vida por el italiano Rafael. En este cuadro se representa a Cristo con semblante paciente, sujeto a una columna alta por una gruesa soga que además le rodea el cuello; fue pintado en la segunda mitad 12
del siglo XVI. Sin embargo, el Cristo Atado a la Columna de Juan de Sariñena, que fue pintado poco tiempo después y se conserva en el Museo del Patriarca, en Valencia, presenta ya la columna baja y un modelo iconográfico más propio de los nuevos tiempos, con un cierto claroscuro que resalta el cuerpo de Cristo, dejando el resto de la escena entre las sombras. Este pintor, de cuya obra se conocen pocos datos, vivió entre 1550 y 1634, y algunos críticos han encontrado en su obra cierta influencia de la escuela veneciana. De finales del primer tercio del siglo XVII es el cuadro de la Flagelación, de Francisco Pacheco, pintor sevillano, maestro de Velázquez, que se conserva en el Museo de Bellas Artes de la capital andaluza. Fue realizado en 1631, y procede de un retablo pintado por Pacheco y ensamblado por Jerónimo Velázquez; en el mismo museo se encuentran otras tablas que proceden del mismo retablo y representan diferentes escenas de la Pasión de Cristo: la Oración del Huerto, la Coronación de Espinas y Cristo con la Cruz a cuestas. Esta obra presenta la variedad de mostrar a Jesús otra vez con las manos atadas a la espalda, no abrazado a la columna, como era propio sobre todo desde la incorporación de la columna baja. Presenta además un cierto tenebrismo, al iluminar con fuerza el cuerpo de Cristo y dejar entre sombras a los tres personajes secundarios de la escena. El paño de pureza, anudado al lado derecho, cae en su parte central con despreocupación, permitiendo ver el comienzo del vello púbico. La pintura española aportó a este tema una variante de gran importancia: Cristo, desatado por fin de la columna, con las carnes abiertas en la zona de la espalda por causa de la flagelación ya consumada, no puede sostenerse en pie y se derrumba sobre el pavimento del pretorio. De esta forma describe Male un cuadro de Murillo sobre este tema iconográfico: “España, que también conoció la columna baja de la flagelación, como lo atestigua el famoso Cristo de Fernández en el convento de las Carmelitas de Ávila, dio, sin embargo, un sello característico a esta escena de sufrimiento. Un trágico cuadro de Murillo representa a Cristo al fin desatado de la columna de Santa Práxedes y abandonado por sus verdugos; se arrastra por el suelo para alcanzar sus vestiduras, mientras dos ángeles llenos de piedad lo contemplan.
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Lo que se expresa aquí no es otra cosa que el sombrío carácter de España.”7 El autor francés encuentra la fuente de inspiración del pintor sevillano en las Meditaciones, del místico toledano Álvarez de Paz, como encuentra en las Revelaciones de Santa Brígida la inspiración, según el mismo crítico, otro pintor sevillano, Valdés Leal, para pintar a la Virgen presenciando la escena de la flagelación, en un cuadro que se conserva en el altar del Sagrario, de la catedral de Sevilla. Sobre este mismo tema es famoso el cuadro “Cristo flagelado recogiendo sus vestiduras”, obra del taller de Jacinto Espinosa, que se encuentra en el Museo Catedralicio de Orihuela. Alfonso E. Pérez Sánchez lo describe así en el catálogo de la exposición “La luz de las imágenes”, celebrado en el año 2002 en esa ciudad levantina: “Cristo desnudo, ceñido un paño a las caderas, se inclina al recoger sus vestiduras, y mira al espectador con mirada de dramática recriminación. Al fondo, en sombra, los sayones, con gestos de burla, y uno de ellos con en vergajo en alto. El lienzo copia, con calidad, algunas variaciones, y cierta dureza el cuadro de Jerónimo Jacinto de Espinosa que el Museo de Prado tiene depositado en el Museo del Greco de Toledo desde 1910. Es obra de interés que presenta un pasaje de la Pasión que no figura en los Evangelios, pero que fue bastantes veces representado en pintura y escultura, pues los artistas y los devotos consideraron mucho más expresivo y doloroso que tras la flagelación el propio Jesús recogiese sus vestiduras, dolorido y humillado, moviendo muy directamente a compasión.” Para terminar esta parte del trabajo deberemos dirigir nuestra mirada hacia la propia diócesis conquense. A este respecto, y perteneciente al primer renacimiento, se puede destacar la escena de la flagelación, de autor anónimo, que forma parte del retablo mayor de la iglesia parroquial de El Peral (Cuenca). Es una de las cuatro tablas que sobre la Pasión de Cristo conforman el banco de dicho altar. Sobre esta obra ha escrito Pedro Miguel Ibáñez, el mejor conocedor de la pintura conquense del renacimiento, lo siguiente: “Primer cuerpo, tabla exterior del lado de la epístola. En el centro de una estancia embaldosada y con techo de casetones, Cristo se halla atado a una columna corintia. A cada lado, le azotan dos sayones. En el muro del fondo se abre un 7
EMILE MALE.- o.c., 248 p. 14
airoso arco entre pilastras corintias. A través del oscuro pasadizo abovedado resplandece, bajo fuerte y clara iluminación, una ciudad fortificada, con altas torres almenadas de estilo italiano.”8 Después de estas breves palabras del profesor Ibáñez, tan sólo puedo decir que la imagen de Cristo, demasiado hierática, se muestra abrazado a una columna alta a la que parece ajeno. Más avanzada en la cronología es la representación que se conserva en el propio templo catedralicio. Sobre este cuadro, que se ubica en la pequeña capilla de Covarrubias, dice Jesús Bermejo lo siguiente: “Pero lo que de manera especial atrae nuestra atención en este retablo es la bellísima pintura que destaca en su zona central. Se nos muestra en ella la escena de Jesús atado a la columna y, a sus pies, a San Pedro, de medio cuerpo, colocado en el ángulo inferior izquierdo, con las manos juntas y en actitud de pedir perdón, luego de haber negado a su Maestro. En un segundo plano, y bajo el ángulo superior del mismo lado, hay un fondo de arquitectura en el que se figura un templo, con dos personas que pasan por delante conversando, un tanto artificioso e innecesario para el cierre de la composición; pero que muestra una influencia italiana muy concreta y avala la atribución que de este cuadro ha venido haciéndose normalmente a favor del conocido y famoso pintor extremeño del siglo XVI Luis de Morales, “el Divino”·... El cuadro, desde luego, es sumamente importante, bello, lleno de religiosa unción y muy dentro del manierismo que caracterizó toda la obra de este gran pintor del siglo XVI.”9 Es cierto que algunos elementos de la obra, como la propia figura de Cristo, vuelta hacia el rostro de San Pedro, la columna alta a la que se abraza el Maestro, la soga anudada a las manos y a la garganta de Jesús, recuerdan el lienzo del pintor pacense ya estudiado más arriba. Sin embargo, Pedro Miguel Ibáñez desmiente la atribución que se ha hecho al pintor extremeño, que arranca de Antonio Ponz, ya en el siglo XVIII. Y si Jesús Bermejo incidía en una posible influencia italiana para intentar demostrar esta teoría, hay que tener en cuenta que la ciudad del cáliz y la estrella fue durante la segunda mitad del siglo XVI una importante metrópoli donde establecieron taller diferentes artistas de origen francés, flamenco y, por supuesto, italiano. Entre PEDRO MIGUEL IBÁÑEZ MARTÍNEZ.- Pintura conquense del siglo XVI. Tomo I: Introducción. Primer Renacimiento. Cuenca. Diputación Provincial, 193. 255 p. 9 JESÚS BERMEJO DÍAZ.- La catedral de Cuenca. Cuenca. Caja Provincial de Ahorros, 1977. 196 p. 8
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ellos, hay que destacar a Bartolomé de Matarana, cuya obra puede apreciarse en distintos lugares de la diócesis.
Aunque
no
documentación demuestre,
el
puede
escrita
aportar que
profesor
lo
Ibáñez
atribuye precisamente esta obra al pintor italiano Bartolomé Matarana, que
mantuvo
taller
abierto
en
Cuenca entre los años 1573 y 1597: “Son numerosos los rasgos formales que vinculan a Cristo a la columna con San Pedro con la producción que asociamos al nombre de Bartolomé Matarana.”
Y
después
de
citar
algunas similitudes estilísticas entre ambas figuras, la de San Pedro y el Cristo, con otros cuadros que con seguridad son obra del pintor genovés, continúa diciendo: “Si Cristo a la columna con San Pedro es obra de Bartolomé Matarana, como aquí defendemos, tuvo Sebastián de Covarrubias numerosas ocasiones de concertar con el genovés la pintura. Debe tenerse en cuenta que el canónigo se vincula a la catedral de Cuenca desde 1579, y trataría frecuentemente a Matarana –pintor preferido del cabildo- a lo largo de casi dos décadas. Tendría también oportunidad de alternar en Valencia, en los años finales del siglo. Recordemos que Covarrubias, delegado por el nuncio papal, atendió desde 1596 a 1600 la evangelización de los moriscos de Valencia, y que la marcha del maestro italiano a la capital levantina se produjo en 1597, permaneciendo allí hasta 1605 como mínimo.”10 Desde luego, esta escena no fue ajena a la obra de Matarana, quien en 1588 y 1591 firmó sendos contratos por los que se comprometía a hacer entrega de dos esculturas terminadas (se entiende, policromadas) sobre este tema en Alcocer y Villanueva de Alcardete, pueblos ambos que entonces pertenecían al obispado de Cuenca; la segunda se completaba con las figuras
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PEDRO MIGUEL IBÁÑEZ MARTÍNEZ.- o.c. Tomo III. El Manierismo. 79-80 pp.
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tradicionales de los dos sayones.11 Sobre esta obra se hablará más detenidamente cuando se trate el tema de la escultura. Finalmente, creo interesante destacar un lienzo del siglo XVII que se halla en la clausura del convento de las Madres Justinianas, el anónimo “Cristo después de la flagelación”. Miguel Jiménez Monteserín, que ha analizado la obra para el catálogo de la exposición “Callada belleza”, que se celebró en la catedral conquense en 2007, emparenta el óleo conquense con una obra de Zurbarán, “Cristo recogiendo sus vestiduras después de la flagelación”, que se halla en la iglesia parroquial de Jadraque (Guadalajara). En el se representa a Cristo en solitario, después de haberse terminado el castigo, por lo que los verdugos ya no son interesantes para la concepción del cuadro. La columna es también aquí baja, por lo que el Maestro está obligado a agacharse, haciendo con ello más terrible el dolor de las heridas.
3- La iconografía de Jesús Amarrado en la escultura Diego de Siloé es a la escultura, en lo que a este tema iconográfico se refiere, lo que Luis de Morales es a la pintura. Su obra de Cristo Atado a la Columna, procesionada por la cofradía burgalesa de la Santa Columna hasta hace poco tiempo, cuando fue sustituida por una copia con el fin de evitar el deterioro que siempre supone el riesgo de montar y desmontar las imágenes sobre las andas, o la diferencia de humedad y temperatura a la que están sometidos los pasos procesionales, es una de las más características de este periodo de la historia del arte. Cristo, con el cuerpo arqueado y la cabeza caída, está atado a una columna que ya no es alta, como en el renacimiento pleno, pero tampoco baja como en el barroco. De esta preciosa escultura, realizada en la segunda mitad del siglo XVI, se ha dicho que es una “talla policromada, de exquisita, factura, que delata el íntimo dolor visible especialmente en el rostro, condensado en una mirada tierna, mansa, y
PEDRO MIGUEL IBÁÑEZ MARTÍNEZ.- Documentos para el estudio de la pintura conquense del Renacimiento. Cuenca. Diputación Provincial, 1990. 229 y 236 pp. 11
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cargada de emoción, que rememora al Cordero de Dios, del que habla el profeta Isaías.”12 A la escuela sevillana pertenece Juan Giralte, autor en 1563 de un Cristo atado a la columna, primer titular de la hermandad sevillana de la Sagrada Columna, popularmente conocida hoy como “Las Cigarreras” por tener su sede en la capilla de la antigua fábrica de tabaco. De origen flamenco, este escultor “se desenvuelve en una línea artística, híbrida, aunando elementos y técnicas de su formación norteña con la poética manierista que define los comienzos de la escuela sevillana de imaginería.” El especialista sevillano José Roda Peña, autor de estas palabras, continúa describiendo la imagen: “La cabeza es excepcional en todos los aspectos. Su expresión fisionómica queda traspasada por un sentido de íntima melancolía y profundo recogimiento... Vuelto el rostro directamente al fiel, sus ojos misericordiosos y labios resignadamente cerrados, parecen reclamar compasión por los tormentos padecidos. Aún así, no existe patetismo alguno en su actitud, sino más bien serena entereza y convicción manifiesta de su misión salvífica.”13 Actualmente se conserva en el colegio de los Salesianos de la capital hispalense. En 1602 fue realizada para la misma hermandad una nueva imagen de Jesús Amarrado, obra de Amaro Vázquez, que actualmente se conserva en la sacristía de la capilla de la fábrica de tabacos14. Dentro de la corriente manierista cabe citar también la imagen que, perteneciente a la cofradía penitencial de Nuestro Padre Jesús Atado a la Columna, se venera en la iglesia parroquial de Santiago el Real, de Medina del Campo, en la provincia de Valladolid. Su autor, el religioso jesuita Domingo Beltrán de Otazu, la realizó entre 1565 y 1569. Se trata de un Cristo a punto de caer, lo que consigue evitar al apoyarse en la columna, de tipo alto, con capitel sobriamente decorado en el lugar donde éste se une al fuste. La barba aparece decorada a base de finos golpes de gubia, a modo de rizos minuciosos. El paño de pureza, anudado a la cadera en el lado derecho, aparece al vuelo, llegando incluso a tocar la columna, por efecto de la caída. En la peana de la Mª. CARMEN PALACÍN GÁLVEZ.- “Cofradías burgalesas: cofradías de Pasión2. En Cuenca Nazarena, nº. 11. 62 p. 13 JOSÉ RODA PEÑA.- “Antiguas imágenes titulares de las cofradías sevillanas”. En Las cofradías de Sevilla en el siglo de la crisis. Sevilla, Universidad de Sevilla, 1999. 197 pp. 14 JOSÉ RODA PEÑA.- o.c., 202-205 pp. 12
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escultura, el autor ha dejado caer una cita procedente del libro de Isaías: “Corpus meum dedi percutientibus (Ofrecí mi cuerpo a los que me golpeaban)”. El jesuita esculpió otra imagen de estas características para los marqueses de Poza, que actualmente se halla en la iglesia palentina de San Pablo. También pertenecientes al siglo XVI se pueden destacar sendos relieves que forman parte de retablos más o menos complejos. En el año 1582, el escultor abulense Jerónimo Hernández, pero afincado en Sevilla desde 1561, concertó el retablo mayor del convento de San Leandro, de la ciudad hispalense, en una de cuyas cartelas conservadas figura un relieve de la flagelación15. Cuatro años antes, el guipuzcoano Juan de Anchieta había realizado para la catedral de Vitoria el retablo de San Miguel, uno de cuyos relieves, quizá el más importante, representa así mismo el momento de la flagelación. El tema responde al modelo pintado por Sebastiano del Piombo para la capilla Borgherini de la iglesia de San Pietro in Montorio, de Roma, a principios de aquella centuria, y difundido después por los dibujos de16. Pero
el
gran
hito
de
esta
representación en la escuela castellana de escultura, como en otros temas propios del barroco, es la figura de Gregorio Fernández, quien hizo varias representaciones de este tipo, poniendo de moda la columna de base ancha y de altura muy inferior a la de Siloé, de modo que las manos de Cristo siempre están por encima de su fuste. Ejemplo característico es el que procesiona por las calles de Valladolid en Semana Santa, con una columna estriada. Sin embargo, no es la única representación de estas características salida de la gubia de este escultor de origen lucense, pero vallisoletano de adopción porque
JAIME PASSOLAS JÀUREGUI.- Doce imagineros de la Semana Santa de Sevilla. Sevilla, ed. del autor, 2001. 31 p. 16 JOSÉ JAVIER VÉLEZ CHÁVARRI.- “Becerra, anchieta y la escultura romanista”. En “Cuadernos de arte español, nº 76. Madrid, Historia 16. 1992. 14 p. 15
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en esta ciudad castellana realizó prácticamente toda su obra. Martín González resume en las líneas siguientes las diversas esculturas que Gregorio Fernández realizó sobre este tema: “Primer ejemplar de la serie es el Cristo a la columna del convento madrileño del Sacramento. Excelente es el de pequeño tamaño que posee el convento de Santa Teresa de Valladolid. El de la cofradía de la Vera Cruz pertenecía al paso del Azotamiento, que se encontraba ya hecho en 1619. La imagen era objeto de veneración por la llaga de la espalda. Hay ejemplares en el convento de la Encarnación, de Madrid, Carmelitas Descalzos, de Calahorra (La Rioja) y convento de Santa Teresa, de Ávila. Éste formaba escena con la estatua de Santa Teresa arrodillada. La escultura de Cristo es personalísima interpretación del maestro.”17 También en las diferentes escuelas andaluzas del barroco se hicieron algunas importantes imágenes sobre este tema, principalmente en la provincia de Granada, donde encontramos ya en época manierista una talla de Cristo Amarrado a la Columna, que se conserva en el oratorio de San Juan de Dios de la ciudad de la Alhambra. También en Granada se puede admirar otra obra de estas características, en la iglesia de San Pedro de Alcántara, realizada en este caso por José de Mora. Finalmente, Alonso de Mena realizó sendas representaciones del tema iconográfico estudiado que se conservan en la actualidad en la iglesia de San Cecilio, de la propia ciudad andaluza, y en el pueblo cordobés de Priego, imagen que tradicionalmente había sido atribuida a algunos de los grandes maestros andaluces de la imaginería barroca: Juan de Mesa, Juan Martínez Montañés, Pedro de Mena, Alonso Cano o Pedro Roldán, entre otros. Sin embargo, Miguel Forcada, que ha estudiado la historia de la hermandad de la Vera Cruz de Priego, a la cual pertenece la talla, ha demostrado que la misma debe ser atribuida a Alonso de Mena18. Por lo que respecta a la escuela sevillana, quizá la obra más característica se encuentra también en la provincia cordobesa. Se trata del Cristo Atado a la Columna de la iglesia de Santiago, en Lucena, obra de Pedro Roldán. Alumno de Alonso de Mena y colaborador de su taller en Granada, regresó de nuevo a la capital andaluza, donde había nacido en 1624 aunque su JUAN JOSÉ MARTÍN GONZÁLEZ.- Escultura barroca en España. 1600-1770. Madrid, Cátedra, 1998. 60 p. 18 MIGUEL FORCADA SERRANO.- o.c., 75-78 pp. 17
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familia era de origen malagueño. En Sevilla colaboró estrechamente con el pintor hispalense Valdés Leal, quien policromó gran parte de sus obras. El Jesús Amarrado de Lucena muestra, como había sido tradicional hasta la centuria anterior aunque ya no estaba de moda en el arte del momento, las manos anudadas por detrás de la espalda. La cabeza, que mira al frente con serenidad, aparece coronada por tres potencias tachonadas de estrellas.
También se deben a la gubia de Pedro Roldán los relieves de las andas del paso de Cristo de la hermandad sevillana de la Exaltación, realizadas por él tras el incumplimiento de su yerno, Antonio Luis de los Arcos, esposo de su hija Luisa, quien se había comprometido
a
realizarlos
en
la
década de los años setenta de aquella centuria19; una de ellas representa la imagen de la flagelación. También del círculo
de
Pedro
Roldán,
aunque
talladas posiblemente por algún alumno suyo, son dos representaciones más de bulto redondo, realizadas la primera para la hermandad sevillana de las Cigarreras, sustituida a principios del siglo XX por otra de Joaquín Bilbao, y conservada la segunda en la iglesia de San Juan de la Orotova, en Tenerife20. Coetáneo a Pedro Roldán fue el imaginero Francisco Antonio Ruiz Gijón, uno de los últimos representantes de la escuela sevillana del siglo XVII. A este escultor se deben algunas imágenes de las que conformaban el Monumento Eucarístico de la catedral de Sevilla; por lo que a nosotros nos interesa, una de ellas es la de Jesús Atado a la Columna, imagen que presidía el tercer cuerpo de dicho monumento. José María Morillas describe la escultura de la siguiente
19 20
JAIME POSSOLAS JÁUREGUI.- o.c., 115 p.. JOSÉ RODA PEÑA.- o.c., 213-214 pp.
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manera: “La figura de Cristo atado a la columna, de gran potencia volumétrica, adopta un valiente escorzo, inclinando el cuerpo hacia delante para recibir el suplicio. Su rostro, de grandes facciones y acentuado expresionismo, queda delimitado por una abundante cabellera, con raya en el centro, que cae en dos masas laterales de guedejas; y por bigote y barba bífida.”21 Por otra parte, en la ciudad jienense de Osuna existía ya desde el siglo XVII o el XVIII una imagen procesional que representaba a Jesús caído junto a la columna en la que había sido azotado, una vez terminado ya el tormento; en 1963, no sin una gran polémica, fue sustituida esa imagen por otra que representaba también a Jesús caído, pero ya en la vía dolorosa, con la cruz a cuestas22. Muy de finales del siglo XVII es el Cristo Atado a la Columna, de Guillermo F. Colombo, que se encuentra en la catedral madrileña de la Almudena y está fechado en el año 1698. Con las piernas entrelazadas y la espalda ligeramente encorvada, con la mirada suavemente alzada y serena, anticipando lo que va a ser característico en muchas tallas de la centuria siguiente, esta obra madrileña presenta una columna todavía más baja de lo normal, en cuya base aparece la firma del artista y el año de ejecución. Las representaciones del estrasburgués Nicolás de Bussy, afincado en Murcia a caballo entre los siglos XVII y XVIII, no son propiamente imágenes de Cristo Atado a la Columna; estoy hablando de los das dos tallas de Cristo maniatado que se conservan en la iglesia del Carmen de Murcia, propiedad de la hermandad de la Preciosísima Sangre, y en la iglesia del Salvador de Caravaca (Murcia), así como del Ecce-Homo que se conserva en el Museo Frederic Marés de Barcelona. Son realmente representaciones de Jesús ante Anás, al estilo del tradicional Ecce-Homo. Sin embargo, la posición de las manos, ladeado, en lugar de frontal, como es tradicional en el tema, nos hace recordar a las imágenes de la iconografía que estamos estudiando, aunque falte la columna. El modelo lo tomó el imaginero sin duda del Ecce-Homo
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JOSÉ MARÍA MORILLAS ALCÁZAR.- “Arquitectura efímera de la catedral de Sevilla: el Monumento Eucarístico”. En Las cofradías de Sevilla en el siglo XX. Sevilla, Universidad de Sevilla, 1999. 222 p. 22 JOSÉ SÁNCHEZ HERRERO.- La Semana Santa de Sevilla. Sevilla, Sílex, 2003. 159 p.
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manierista de George Petel, realizado hacia el año 1630, que se conserva en la catedral de Augsburgo23. La Semana Santa de Salamanca presenta dos pasos sobre este tema, dos obras de gran calidad artística que cuentan con una diferencia cronológica de apenas veinte años. Una de ellas está fechada en 1740, y es obra de Alejandro Carnicero. En una guía sobre la Semana Santa de la ciudad del Tormes se describe este excelente grupo escultórico de la forma siguiente: “Consta de cuatro figuras; la de Cristo ocupa el centro, mientras un soldado con vistoso casco en forma de fauces de león lo sujeta con indiferencia y dos sayones lo golpean mostrando gran saña y ferocidad. Uno de ellos, que por el calzón que viste da el nombre popular al paso [culo colorao], le da también a Jesús un fuerte tirón de pelo.”24 Pertenece a la hermandad de la Santa Cruz y participa en el desfile penitencial del Viernes Santo. Restaurado recientemente, las figuras de los dos sayones responden también al esquema casi característico de este tipo de representaciones en la escultura de los siglos XVII y XVIII. La otra talla salmantina, que sale a la calle en la noche del Miércoles Santo y es una de las dos titulares de la hermandad de Nuestro Padre Jesús Flagelado y Nuestra Señora de las Lágrimas, es obra de Luis Salvador Carmona, quien la talló en 1760. Esta escultura, que se venera en la iglesia de la Clerecía, una de las más monumentales de la ciudad castellana, es un perfecto estudio anatómico, en el que se detallan con claridad venas, músculos y tendones. Sin embargo, lo que más destaca es su originalidad, pues refleja el momento en el que, desatado de la columna, que se mantiene en un ligero segundo plano, recoge otra vez sus vestiduras para intentar tapar su desnudez y ocultar de la vista del espectador las abundantes heridas provocadas por el castigo, de las que manan pequeños regueros de sangre. Un pequeño angelote, típico de aquella centuria, completa la escena. En la zona de influencia castellana, la escuela de Gregorio Fernández había pervivido con pocas alteraciones durante mucho tiempo, llegando incluso 23
Sobre este tema, es interesante el catálogo que se celebró en Murcia el verano de 2003 sobre la figura de Nicolás de Bussy, y que ha sido editado por el Ayuntamiento de Murcia. 24 FRANCISCO JAVIER BLÁZQUEZ Y LUIS MONZÓN.- Semana Santa salmantina. Salamanca, Amarú Ediciones, 1992. 123 p.
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a alcanzar hasta bien entrado el siglo XVIII. Un ejemplo característico de ello es la Flagelación de Jesús, uno de los pasos que forman parte de la Semana Santa de Tordesillas (Valladolid), que fue realizado en 1766 por Felipe de Espinabete, escultor formado en la capital vallisoletana, y que presenta todavía algunos de los elementos característicos del maestro, sobre todo en la figura de Cristo. Aún más característico de esta escuela es el paso de los Azotes, de Carrión de los Condes (Palencia), realizado en 1739 por Melchor García. Sobre la influencia de Gregorio Fernández en esta obra se ha escrito lo siguiente: “El paso estaba compuesto de tres sayones y el Señor atado a la columna, conservándose actualmente sólo la imagen de Cristo. El autor sigue el modelo procesional creado por Gregorio Fernández, de Cristo atado a la columna baja troncocónica. Se logra así un mayor patetismo acrecentando la dureza del suplicio, ya que la columna baja permite disponer los brazos abiertos, y mostrar el giro del cuerpo con respecto a la posición de las piernas. Todo el cuerpo es un excelente desnudo, concentrando la carga dramática de la escultura en el rostro. El amplio paño de pureza está surcado por varios pliegues, que le dan gran dinamismo a la obra.”25 Merece destacarse de modo especial la figura del imaginero murciano Francisco Salzillo, que representa la cumbre más importante de la escultura religiosa del siglo XVIII. Hijo de un escultor italiano afincado en Murcia, en napolitano Nicolás Salzillo, nació en la capital del Segura en 1707. Realizó diferentes pasos procesionales, de los que destacan los que talló para la hermandad murciana de Jesús Nazareno; uno de los más conocidos es el de los Azotes, tallado en 1777, y del que José Sánchez Moreno dice lo siguiente: “Último grupo que hizo para la Cofradía de N.P.J. Nazareno. Cristo está sujeto a la columna, mientras dos sayones le golpean y otro tirado en el suelo junto a las vestiduras del Salvador le mofa sacando la lengua. El Cristo es frío y sin expresión posible, aunque el modelado es perfecto; los sayones son figuras de buen movimiento –siempre el detalle de su estudio de la realidad-, pero de poco empeño en las expresiones, caso en que se halla el que está tendido tras la columna. Salzillo reproduce en el Señor el que hizo para el Monasterio de
ENRIQUE GÓMEZ Y RAFAEL A. MARTÍNEZ.- Semana Santa en Palencia. Palencia, Cálamo Ediciones, 1999. 59-60 pp. 25
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Santa Ana, de Jumilla (Murcia), pero con menor acierto.” Corresponde a la última época del escultor murciano, y por tanto se puede considerar, según el autor de estas palabras, más obra de taller que personal del artista. Fuera de la Semana Santa, el grupo se puede contemplar en el Museo de Salzillo, en la que fuera iglesia de Jesús, en la ciudad del Segura.26 Se ha citado otra obra de Salzillo de este tema en el monasterio de Santa Ana, en Jumilla (Murcia). Tallado en 1756, en la época de plenitud del artista, presenta muchas características similares a la talla de la capital murciana, aunque en este caso no presenta los dos sayones. Ligeramente anterior es el que actualmente se conserva en la iglesia de San Bartolomé, en el pueblo manchego de Belmonte (Cuenca). Recientemente trasladada a Murcia para participar en la magna exposición “Huellas”, celebrada entre las naves de la catedral durante los primeros meses del año 2002, de ella ha escrito Cristóbal Belda: “Imagen de Jesús a la columna, apoyado en un grueso pilar sobre el que cruza sus brazos, mirando hacia lo alto en gesto compasivo. Transparente encarnación del cuerpo, surcado por leves heridas y un paño de pureza de tonos azules.”27 Con esta imagen enlazamos ya con las diferentes representaciones escultóricas que sobre este tema están ubicadas en algún punto de la diócesis conquense. En este sentido hay que decir que si la talla de Belmonte es quizá la mejor representación escultórica de este tema que existe en la diócesis de Cuenca, se trata en realidad de una obra de origen no meramente conquense que, por causas desconocidas, ha llegado a nuestra diócesis en un momento concreto de la historia. Sin embargo, y por lo que respecta realmente a la obra autóctona de los talleres conquenses, hay que reseñar por su interés artístico y también por lo que representa para la historia del cabildo de la Vera Cruz, la ya tantas veces citada imagen que Baltasar de Matarana y Andrés Carrasco se obligaron a hacer para la hermandad de la Vera Cruz de Alcocer (Guadalajara), junto a una talla de Jesús Nazareno con la Cruz a cuestas que, en este último
JOSÉ SÁNCHEZ MORENO.- Don Francisco Salzillo, escultor. Murcia, Editora Regional de Murcia, 1983. 134 p. 27 CRISTÓBAL BELDA NAVARRO.- Huellas. Catálogo oficial de la exposición. Ficha correspondiente a la talla de Cristo atado a la Columna, de Francisco Salzillo. Murcia, Caja de Ahorros de Murcia, 2002. 560 p. 26
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caso debería seguir el modelo de la imagen que era propiedad de la hermandad homónima de Cuenca. Sobre esta imagen poco es lo que resta ya por decir. Tan sólo que hace algunos años se encontró, tras el derribo de una de las paredes de la iglesia que dejó al descubierto una cámara que hasta entonces era desconocida, una talla de Jesús Amarrado y un busto bastante deteriorado, que podrían corresponder a las obras citadas en el documento. Si sobre el busto apenas se puede reconocer nada de la factura original, pues se encuentra muy deteriorado, quizá con el fin de convertirlo en algún momento en una talla de vestir, sobre la imagen del Amarrado, algo mejor conservado a pesar de su deficiente restauración, apenas se puede confirmar que se trata de una obra de buena factura. La policromía apenas se percibe, pues las carnaciones presentan la madera original, y tan sólo presenta algo de color el paño de pureza, de color blanco, y la propia columna, de tonalidades marmóreas, que le llega a Cristo a la altura del pecho. También Giraldo de Flugo realizó en 1567 para la hermandad de la Sangre de Cristo de Castillo de Garcimuñoz una imagen de Jesús Amarrado a la Columna. Por otra parte, también se sabe que la cofradía de la Sangre de Cristo de La Almarcha poseía así mismo una imagen de esta advocación que era llevada en la procesión por cuatro hermanos28.
4- La iconografía de Jesús Amarrado en la imaginería del siglo XX Después del gran desarrollo alcanzado por la escultura religiosa durante los siglos XVII y XVIII, la centuria siguiente supuso una importante inflexión, cuyas causas hay que buscarlas, entre otras cosas, en todo lo que supuso la crisis del Antiguo Régimen y el nacimiento del pensamiento liberal. En efecto, con el liberalismo nacen algunos conceptos, como desamortización, que suponen un cambio radical para la Iglesia, y si hasta el siglo XVIII el Trono y el Altar son dos aspectos de una misma realidad, las dos caras en la moneda del poder, a partir de este momento ambos poderes empezaron a separarse. Ese
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Archivo Diocesano de Cuenca. Sección Parroquias. P-2465. Libro de las hordenanzas y quentas del cavildo de la sangre de Jesuchristo de La Almarcha (16471736).
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pulso entre ambos poderes lo perdió claramente la Iglesia, lo que supuso también la pérdida de gran parte de sus bienes económicos y el cierre al culto de un elevado porcentaje de templos, sobre todo de los pertenecientes a conventos de religiosos regulares. Ante esta perspectiva, no había necesidad ya de hacer grandes alardes artísticos para los altares, y por lo que respecta a las procesiones religiosas, sobre todo las de Semana Santa, en algunas ciudades dejaron temporalmente de realizarse, sumidas también en esa crisis genérica. El arte, que hasta entonces había sido eminentemente religioso, tendrá que buscar nuevas fuentes de inspiración y, sobre todo, nuevos comitentes para las obras. Sin embargo, a partir de la segunda mitad de la centuria la situación comenzó de nuevo a nivelarse paulatinamente, hasta el punto de que a finales del siglo XIX, a pesar de que el anticlericalismo se había asentado en gran parte de la sociedad española, a pesar también de que nuevas ideologías, como el socialismo y el anarquismo, habían aparecido en el horizonte social, la Iglesia había conseguido encontrar su nueva realidad. En este sentido, las procesiones de Semana Santa vuelven a cobrar un cierto impulso, que supuso, en definitiva, un nuevo auge de la imaginería procesional, la cual, estéticamente, seguiría manteniendo sin embargo las características propias del barroco. El primer tercio del siglo XX supuso así el nacimiento de un nuevo concepto artístico que, sin embargo, va a alcanzar su cenit en las décadas de los años cuarenta y cincuenta. Quizá la principal obra de Jesús en la Columna en las primeras décadas de la centuria, aunque en la actualidad se encuentra ya retirada del culto, sea la realizada por Joaquín Bilbao en 1916 para la hermandad sevillana de las Cigarreras, y que se constituyó de esta forma en el cuarto titular que la hermandad ha tenido a lo largo de su historia. En su época, sin embargo, no gustó demasiado a los hermanos, a pesar de la calidad que desde luego tiene la talla; ello se debió a la monumentalidad de la imagen de Cristo en comparación con la menor altura que muestran los sayones. Roda Peña describe así la imagen: “Innovadora desde el punto de vista compositivo, la escultura presenta las manos amarradas por la espalda, ubicándose la columna a la izquierda de la misma. El dolor producido por los crueles latigazos hace que el estómago se contraiga, el torso se adelante, y quede alzada la 27
cabeza. El rostro posee una intensa fuerza expresiva, de un patetismo inusual en nuestra imaginería, que nos atrae y conmueve a la vez.”29 Tras el estallido de la Guerra Civil, que entre otras cosas supuso la destrucción de iglesias en la España republicana y la desaparición de miles de obras de arte, esculturas y pinturas, realizadas muchas de ellas por nuestros mejores artistas del Siglo de Oro, había que volver a vestir los templos que habían podido salvarse, y los muchos que se estaban construyendo en los pueblos y ciudades para sustituir a los destruidos. Había mucho trabajo por hacer, y en todas las regiones de España los encargos de obra religiosa empezaban a ser abundantes. Los temas tratados son, como en el barroco, diferentes: tallas marianas, imágenes de santos y, sobre todo, los momentos más importantes de la Pasión de Jesucristo. En este sentido, uno de los temas vuelve a ser la flagelación, que durante las primeras décadas de la centuria había proliferado por muchas poblaciones españolas, con repetitivas imágenes en serie, faltas de expresividad y dramatismo, procedentes de los talleres de escayola de Olot, en la provincia de Gerona. Una de las primeras grandes obras de posguerra de este tema, ligeramente posterior al paso conquense, del que se hablará al finalizar este apartado, es la Flagelación que el escultor valenciano Enrique Galarza realizó en 1945 para la cofradía homónima de Orihuela (Alicante). La hermandad había sido fundada el año anterior, y participa en la procesión del Domingo de Ramos de la ciudad mediterránea. Como en el resto de su obra religiosa, entre la que destaca otro paso de misterio para la misma ciudad levantina, el de la Santa Cena, se puede apreciar en esta composición una cierta influencia de la escuela valenciana de escultura del siglo XVIII, representada por la dinastía de los Vergara. Cristo, con semblante doloroso y al mismo tiempo paciente, dirige su mirada al espectador, al mismo tiempo que dos sayones (el número de sayones que azotan a Cristo, aunque varía entre unos pasos y otros, suele ser éste en muchas de las composiciones de este tipo), uno de ellos agachado, castigan con saña la espalda de Cristo. Hay que destacar en esta obra, también, los rostros de los personajes secundarios, que ya no son caricaturas,
29
JOSÉ RODA PEÑA.- o.c., 234-236 pp.
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como había sido habitual hasta el siglo XVIII. La obra puede contemplarse durante todo el año en el Museo de Semana Santa de la ciudad levantina. Para no abandonar la región valenciana, se deben destacar también sendas imágenes de Jesús Amarrado que se conservan en Sagunto y Requena. La Flagelación de Sagunto fue realizada en 1947 por Vicente Rodilla Zanón, y muestra como característica destacada la columna, con forma de ánfora y policromía de tonos claros, simulando el mármol, y los sayones, transformados en soldados españoles del siglo XVI. En este sentido, vuelve el escultor a la tradición, que arranca de Hipólito del Rincón y Gregorio Fernández y continúa con el mismo Salzillo, de vestir a los personajes secundarios de sus pasos procesionales a la moda de la época; hay que tener en cuenta además que la estética procesional nunca ha dejado de ser la estética del barroco. Por lo que se refiere al paso de la antigua localidad conquense, Requena, perteneciente a la provincia de Valencia desde la segunda mitad del siglo XIX, la Flagelación del imaginero valenciano José Justo fue adquirida en 1953 por la cofradía del Santo Sepulcro, aunque en 1968 sirvió para organizar la nueva hermandad de la Flagelación del Señor. Presenta una columna más elevada, que llega hasta la altura de los hombros del Maestro; así puede apoyar todo su peso sobre ésta, perdiendo el espectador la visibilidad de una de las manos. De 1946 es la talla del murciano José Sánchez Lozano, realizada para la cofradía del Santísimo Cristo del Perdón de Murcia, y que se venera en la iglesia de San Antolín de la ciudad del Segura. Sobre esta imagen, José Luis Melendreras ha escrito lo siguiente: “Magnífica anatomía, tomada del natural, sin exageraciones ni estridencias. Rostro triste y melancólico, inspirado en Salzillo.”30 Ese mismo año, otro escultor murciano, Juan González Moreno, talló para la hermandad del Santísimo Cristo de la Agonía, de Cieza, una imagen de Cristo atado a la columna, en la que el crítico anterior ve una cierta inspiración en Gregorio Fernández aunque, como es usual en la escuela levantina, con menor dramatismo que las obras del maestro vallisoletano31. Este escultor es autor
de
algunos
pasos
de
carácter
dramático,
como
sus
sendas
JOSÉ LUIS MELENDRERAS GIMENO.- Escultores murcianos del siglo XX. Murcia, Ayuntamiento de Murcia, 1999. 147 p. 31 JOSÉ LUIS MELENDRERAS GIMENO.- o.c., 219-220 pp. 30
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representaciones del Entierro de Cristo para Albacete y Cartagena; también para la ciudad marinera talló en 1958 su Soledad de los Pobres. Sin abandonar la región murciana, se debe destacar también la imagen que el escultor valenciano Mariano Benlliure realizó en 1947 para la Semana Santa de Cartagena. La figura, una talla única que muestra a Cristo sujeto a una columna estriada, baja (en realidad, partida), ha sido descrita de la siguiente forma por los historiadores de arte Cristóbal Belda Navarro y Elías Hernández Albadadejo: “Es una pieza que está en la línea de los Cristos castellanos del siglo XVIII. Se advierte un concienzudo estudio anatómico y un interés por marcar la musculatura de la figura. Al ser una figura aislada, pues en realidad es un Cristo ya flagelado, hace que todo el interés se concentre en la escultura, y se olvide del carácter narrativo. El artista mantiene la idea de la columna más baja que la figura de Cristo, según el esquema que se había popularizado en el siglo XVII. Sin embargo, el diámetro del fuste sugiere una columna enorme, pero la ha cortado para que no se pierda la silueta de Cristo. En esta figura no hay tan sólo un problema de volúmenes, sino también de siluetas y de perfiles. Además, se rompe la frontalidad, pues Cristo mira hacia abajo, de tal manera que parece contemplar al espectador para suscitar una serie de sentimientos. Y como todos los Cristos de Mariano Benlliure, aparece sereno, sin alardes de aparatosidad, casi sin reflejar el dolor humano, expresando más bien el carácter divino del Redentor.”32 Pocos años antes, el artista valenciano había realizado otra talla sobre la misma iconografía para la ciudad de La Laguna, en Tenerife. La disposición en esta imagen es diferente, con un Cristo más erguido que el cartagenero, que mira directamente al espectador33. Espectacular es también el paso de la Flagelación que en 1948 talló para la Semana Santa de Tarragona el imaginero Soriano Montagut, en cuya procesión del Santo Entierro participa desde entonces. Aquí destaca la expresividad del rostro de Cristo, que eleva su mirada al cielo, como suplicando
32
CRISTÓBAL BELDA NAVARRO Y ELÍAS HERNÁNDEZ ALBADALEJO.- “Imagen sacra: la retórica de la Pasión”. En Las cofradías pasionarias de Cartagena. Tomo II. Cartagena, Asamblea Regional de Murcia, 1991. 822 p. 33 MARÍA VICTORIA BOTÍ ESPINOSA.- Flagelación. Cincuenta aniversario. 1946-1996. Cartagena. Agrupación del Santísimo Cristo de la Flagelación (Cofradía California)m 1996. 71 p.
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compasión, y el paño de pureza, ricamente policromado y estofado con suaves líneas verticales. La columna, ladeada hacia el lado izquierdo, permite la visibilidad completa del cuerpo de Cristo, un detallado estudio de la anatomía en torso, brazos y piernas. El escultor ha sustituido en su representación a uno de los sayones por un soldado romano, tocado de casco y clámide, y armado con lanza larga. Coetáneos en el tiempo son los dos grupos más representativos que este tema tiene en la región aragonesa, los de Teruel y Zaragoza, obras de Román y Salvador, y Bueno Jimeno respectivamente; ambos pasos fueron realizados en 1949. La talla del primero, que durante todo el año recibe culto en el convento de las claras, presenta también la columna ladeada, esta vez al lado derecho, por lo que la estética muestra un cierto equilibrio entre ésta y el paño de pureza con el que Cristo descubre su desnudez, anudado al lado derecho. La forma de la columna es bastante original, más parecido a un jarrón que a una columna, y presenta tonos rosáceos imitando al mármol. Por su parte, el Jesús Atado a la Columna de José Bueno Jimeno es una de las concepciones más originales de este tema. Procesiona en solitario, sin la presencia de los sayones, lo que unido a su policromía de tonalidad muy oscura, le da mayor expresividad a la escena. No refleja el momento del castigo; éste ya ha terminado, y Cristo, desfallecido por el dolor que le causan las heridas, apenas puede sujetarse a la columna que tiene a la espalda, alta, a pesar de las gruesas cuerdas que le rodean por la cintura y los antebrazos. Entre 1953 y 1955 se realizó el paso de los Azotes, de Ricardo Iñurria, para la Semana Santa de Bilbao. Presenta también la columna al lado izquierdo. El autor huye de todo lujo decorativo en este elemento trascendental de la composición, de modo que proyecta una columna basta de madera en la que Cristo se sujeta casi con indiferencia. El paño de pureza está policromado en un tono azulado, que contrasta con los colores rojizos en las vestimentas de los sayones, quienes, otra vez, vuelven a mostrar unos rostros que, por la fealdad que les caracteriza, están cercanos a la caricatura. Este paso sustituyó a una hermosa composición que había sido tallada en 1724 por Raimundo Capuz. Por su parte, en la Semana Santa madrileña participa desde los años cincuenta la imagen de la Flagelación, del escultor talaverano, pero con taller 31
establecido en la propia capital de España, Víctor González Gil. Comparado con las tallas anteriores, el Amarrado madrileño sufre de cierta inexpresividad en su conjunto, a pesar de que el rostro de Cristo es de gran belleza. Ya se han citado aquí las diversas imágenes titulares que la hispalense cofradía de las Cigarreras ha tenido a lo largo de su historia. Es el momento de estudiar someramente la talla actual de esta hermandad, realizada por Francisco Buiza en 1974. Recogemos ahora las palabras de Juan Miguel González Gómez: “Por último, Francisco Buiza talla en madera de pino de Flandes la efigie del Señor de la Columna. El misterio, totalmente creado por Buiza, se compone de Cristo flagelado por dos judíos, y un centurión romano. Este grupo escultórico, imbuido del espíritu barroco, contrapone la serena belleza y humilde actitud de Jesús con la brutalidad y caricaturesca presencia de los verdugos. De esta forma, a simple vista, el espectador detecta la diferencia existente entre el Bien y el Mal.”34 Este desarrollo del tema iconográfico que nos afecta en el conjunto de la imaginería procesional ha llegado también hasta los últimos años, y nuevas incorporaciones a los desfiles procesionales de Semana Santa se han realizado desde 1990; hay que tener en cuenta, para comprender mejor este dato, que a partir de la segunda mitad de los años ochenta se ha producido un nuevo desarrollo de estos ritos tradicionales en toda España, remontando de esta forma una aguda crisis que fue general, y que afectó sobre todo a los años sesenta y setenta. Así, a modo de ejemplo, se puede decir que sólo en el año 1991 se estrenaron dos pasos nuevos de esta misma advocación en lugares tan distantes entre sí como Gibraleón (Huelva) y Medina de Pomar (Burgos). El primero es obra del escultor Alberto Germán Franco, y presenta la particularidad de que Cristo está otra vez atado a una columna de tronco alto, cilíndrico, y ofrece las manos dispuestas a diferente altura. El de la villa burgalesa es obra del valenciano José Azpeitia Ureña, y presenta una columna baja, estriada, de fuste compuesto. Pero el máximo exponente de este tema iconográfico en la actualidad en los últimos años es el escultor murciano José Hernández Navarro, quien en 34
JUAN MIGUEL GONZÁLEZ GÓMEZ.- “La imaginería de la Semana Santa de Sevilla en la segunda mitad del siglo XX”. En Las cofradías de Sevilla en el siglo XX. Sevilla, Universidad de Sevilla, 1999. 319-321 pp.
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1995 aportó, como todo nazareno conquense sabe, una obra suya para la Semana Santa de Cuenca: el paso del Auxilio, de la hermandad de Jesús Nazareno. Su primera representación del Señor atado a la columna es el Cristo Flagelado, realizado en 1990 para las procesiones de Torres de Cotillas, en su provincia natal; profundamente realista, Cristo apoya directamente la cabeza sobre el tronco de la columna, de tipo alzado, y muestra al fiel la sangre que le brota de la nariz. En 1994 está fechada su segunda aportación a este tema iconográfico, el Cristo atado a la columna para la cofradía del Amparo, que procesiona en la capital murciana el Viernes de Dolores y recibe culto en la iglesia de San Nicolás de Bari. De 1999 es el Cristo atado a la columna que se venera en la iglesia de Santiago Apóstol de Zaragoza, también de Hernández Navarro, donde un Cristo desfallecido, a punto de caer al suelo, se sujeta con pesadez sobre la base plana de la columna, amarmolada, que le sirve de único apoyo. Finalmente, del mismo año es Nuestro Padre Jesús en su Flagelación, o Cristo de la Penitencia, que pertenece a la archicofradía del Santísimo Cristo de la Sangre, de Lorca (Murcia). De esta hermosa talla, José Carlos Gómez Fernández ha escrito lo siguiente: “Talla de Cristo que presenta el momento de la cruel flagelación. Hernández aprovecha la ocasión para mostrar en su obra el correcto estudio anatómico del cuerpo de Jesús, que se cubre con perizoma y presenta atadas las manos a la columna. La totalidad de la figura rebosa una armoniosa teatralidad, casi cinematográfica, sobre todo en el estudio de ambas manos abiertas, resistiendo con tensión, el dolor contenido por el castigo infringido. A la vez, la mirada baja hace cómplice al espectador o al fiel que participa psicológicamente del tormento.”35
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JOSÉ CARLOS GÓMEZ FERNÁNDEZ.- “Imaginería procesional de la Semana Santa de Lorca”. En Pasos de Semana Santa, nº 17. Enero-marzo 2002. 20-22 pp.
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Para finalizar este trabajo, no podemos hacerlo de otro modo que mencionado las tres esculturas que el imaginero conquense Luis Marco Pérez realizó sobre este tema; y lo haremos empezando por la más tardía en el tiempo, el paso que bajo los nombres de la Flagelación o la Desnudez hizo en 1958 para la cofradía de Jesús y Ánimas de Toro, en la provincia de Zamora, y que actualmente se encuentra en la Iglesia-Museo de Santa Catalina de Roncesvalles. La más desafortunada de las tres, el imaginero se vio obligado a copiar un paso que había sido destruido durante la guerra. El conjunto se compone de cuatro figuras, Cristo y tres sayones36. Mucha artística
tienen
mayor las
representaciones
calidad otras
dos
iconográficas
que el citado escultor realizó de Jesús atado a la columna, de Elche
y
Cuenca.
Entre
ellas
presentan un gran parecido, tanto en el rostro de Cristo como en el mismo paño de pureza, que hasta presenta la misma disposición en las arrugas de la tela. El cuerpo del Maestro aparece algo más encorvado en el caso conquense, pero ello es debido a que aquí la columna es baja, sin fuste, aunque no lo suficiente como para que las manos no puedan sujetarse directamente en ella, mientras que en el caso ilicitano, se trata de una columna alta de orden dórico. Éste fue realizado en 1940 para la Hermandad y Cofradía de Nazarenos de la Flagelación y Gloria. Por lo que se refiere a la talla de nuestra hermandad, suficientemente conocida de todos, tan sólo decir lo que el profesor Portela Sandoval dice de ella en su catálogo de la obra del escultor de Fuentelespino: “Cristo, con nimbo metálico,
JOSÉ PORTELA SANDOVAL.- Luis Marco Pérez, escultor e imaginero. Cuenca, Diputación Provincial, 1999. 191-192 pp. 36
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dorado y atado desde el cuello con dorado cíngulo de bordones a modo de soga, une sus manos a una columna baja conforme a la iconografía postridentina. Anatomía muy estudiada. Paño de pureza de pliegues quebrados un tanto geometrizados y, por ello, algo planos. El sayón, cuyo rostro es casi caricaturesco, presenta las mismas características, pero su calidad es notablemente inferior.”37 En resumen, la iconografía de Jesús Amarrado a la Columna se ha prodigado bastante en la historia del arte, principalmente del arte español. Los grandes maestros del barroco, principalmente los escultores, pero también los pintores, acudieron a ella, y modificaron algunos aspectos repetitivos que se habían estado utilizando en la Edad Media
y
en
el
Renacimiento.
Los
imagineros del siglo XX repitieron casi hasta
la
saciedad
los
modelos
escultóricos del barroco, de forma que Gregorio Fernández o Francisco Salzillo son los grandes referentes de esta iconografía en la Semana Santa de casi toda España.
5.-
Dos
ejemplos
conquenses
renovadores del tema Sin embargo, en otros aspectos del arte, también se puede ser original representando al Señor amarrado a la columna, azotado por los sayones o en solitario, cuando estos, se supone, ya han terminado el castigo. Un ejemplo característico de ello, a pesar de sus escasas dimensiones, puede ser la obra que, bajo el título “Ecce-Homo”, realizó el escultor salmantino, pero vinculado a Cuenca por razones de matrimonio, Jenaro Pinto, artista especializado en la talla de marfil en pequeñas dimensiones, que en el año 2000 se pudo
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JOSÉ PORTELA SANDOVAL.- o.c. 172 p.
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contemplar, junto a otras piezas del helmántico, en una exposición que se desarrolló en el salón de sesiones del ayuntamiento conquense. Con una altura inferior a cuarenta centímetros, se representa al Señor atado a una columna cilíndrica con fuertes cadenas que se sujetan a ambas muñecas con grilletes. La columna, de forma cilíndrica y dividida en tres tramos, está coronada, a modo de fuste, por una cabeza humana, partida en dos. En el lado de la izquierda se representa a un hombre con barba, símbolo de la vida. En el lado de la derecha, un cráneo, símbolo de la muerte. Unidas ambas cosas, el autor parece indicarnos que el misterio de la Pasión y Muerte de Jesucristo representa la unión de ambos opuestos en una realidad única.
Finalmente, al artista conquense Miguel Zapata renueva en su trabajo para las puertas de la iglesia de El Salvador, encargadas hace algunos años por la hermandad de Jesús Nazareno, la tradición renacentista de la columna alta. Cristo, vuelto de espaldas, cubre su rostro con el pelo, lo cual nos recuerda la conocida leyenda del Crucificado de Velázquez. Completa la escena un relieve de bronce en el que la tradición y la originalidad se complementan. Por un lado, el sayón, que recuerda mucho a las tradicionales representaciones que son características sobre todo de los siglos XVII y XVIII. Por otro lado, un grupo de sacerdotes, vestidos con sotana, que parecen salidos del tiempo presente; por otra parte, este aspecto renovador de la obra de Zapata recuerda también la costumbre barroca de vestir a los personajes 36
secundarios de las composiciones escenogrรกficas de sus obras al estilo contemporรกneo.
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LA FLAGELACIÓN A TRAVÉS DE LOS SIGLOS
1.- La flagelación como castigo y como autodisciplina La flagelación es una de las formas más antiguas que existen de castigar a los reos, y su utilización está suficientemente atestiguada en algunas de las culturas más antiguas. Así, en algunos de los primeros monumentos egipcios se puede apreciar como los capataces amenazan con el látigo a los esclavos que trabajaban en la construcción de los mismos. También se sabe que en países lejanos, como China o Japón, se utilizaba también este tipo de castigo, con ligeras variantes en lo que se refiere a los instrumentos propios para el azote usados en estos lugares del lejano oriente, como en bambú. Es Esparta, incluso, los jóvenes de cierto nivel social se enorgullecían de su estoica indiferencia ante los azotes. En el área mesopotámica, también aparece citado este tipo de castigo en el código de Hammurabi. Posiblemente fue de los egipcios de quienes adoptaron los hebreos la flagelación como sistema de castigo. En el Antiguo Testamento aparece recogido por primera vez cuando Antioco mandó azotar a los siete hermanos de Macabeo con látigos y nervios de buey, con el fin de obligarles a apostatar. También Roboam dice en un determinado momento: "Si mi padre los azotaba con látigos, yo los azotaré con scorpios", refiriéndose con este término a un tipo de látigo al que se le incorporaba también unos nudos o puntas de hierro con el fin de que el castigo fuera aún más doloroso. Por otra parte, si Moisés, en el Éxodo, permitía que los amos pudiesen azotar a sus esclavos siempre y cuando no llegaran a producirles la muerte, en el Deuteronomio se establece que el castigo de ninguna manera pudiera sobrepasar la cantidad de cuarenta latigazos; con el fin de no sobrepasar este tope, entre los fariseos se creó la costumbre de simbolizar este castigo con un
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total de treinta y nueve golpes, trece de ellos en el tórax y trece en cada uno de los lados de la espalda. De esta forma, el número trece se convertía en un símbolo, y al mismo tiempo que se castigaba, se recitaban versos de trece palabras en hebreo, versos que siempre terminaban con la cita siguiente: "Pero Él es misericordioso y perdonará sus pecados, y los destruirá." También entre los griegos y los romanos existía el castigo de la flagelación, si bien había notables detalles que la diferenciaban con la flagelación hebrea. Recogemos en este punto las palabras del doctor sevillano Antonio Hermosilla Molina, que ha estudiado desde el punto de vista médico todo lo relativo a la pasión de Cristo antes de ser crucificado y también sobre el madero de la Cruz, en uno de cuyos capítulos analiza todo lo relativo a su flagelación: "La flagelación según la ley romana difería notablemente de la de los hebreos. Para los romanos no había limitación en el número de golpes, que estaba condicionado sólo a que el condenado no muriera a consecuencia de los latigazos, y así poder continuar con el suplicio de la crucifixión hasta su muerte, o con otra pena capital como la decapitación o el abrasamiento. El mismo juez establecía el número de azotes en cada caso.”38 Este hecho es importante por cuanto hay que tener en cuenta en este sentido que la flagelación de Cristo no fue nunca una flagelación hebrea, sino judía. Desde el punto de vista del derecho romano hay que decir que en Roma, al igual que sucedía también en Grecia, la flagelación era un castigo reservado sólo a los siervos, de tal modo que la ley eximía de tener que sufrir este castigo a senadores, soldados y ciudadanos en general; el propio San Pablo, cuando fue amenazado con la flagelación, apeló para evitarlo a su condición de ciudadano romano. Por otra parte, se trataba de una pena de carácter delictivo, como complemento de una sentencia, y normalmente, era el preámbulo legal de toda condena a muerte. Diversos autores hablan en sus escritos de este tipo de castigo, y entre ellos Flavio Josefo, Cicerón, Suetonio, Plutarco y Tito Livio. Entre los romanos existían diferentes tipos de instrumentos para realizar este tipo de castigos, entre los cuales el más usual era el flagellum, que es el que ha dado nombre a este tipo genérico de castigar, y que era utilizado
HERMOSILLA MOLINA, ANTONIO.- La Pasión de Cristo vista por un médico. Sevilla, Ed. del autor, 1984. 47 p. 38
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normalmente para golpear tanto a los esclavos como a los animales, formado por dos, tres o más tiras de cuero. La verberatio se realizaba con varas verdes y flexibles, atadas con correas, y se trataba de un tipo de castigo menos infamante que la flagelación ordinaria. Parecido a este instrumento era el fustuarium, en el que se usaba un fustus o palo. Por su parte, el forum era un látigo mediano de mango corto con una correa de buey, que era con lo que se golpeaba al reo. Sin duda, los instrumentos de flagelación más crueles con el castigado eran el scorpio, el erizo y el flagrum. Los dos primeros eran muy similares: cuerdas con nudos en cuyos extremos se colocaban clavos. Por su parte, el flagrum, que no debe confundirse con el flagelo propiamente dicho, "se usaba en los grandes castigos y en las penas graves que conllevaban la flagelación; los golpes llegaban a herir profundamente la piel, a desgarrar los músculos o incluso a provocar fracturas en algunos huesos. Existían varias formas de flagrum, entre ellas el flagrum multifugis talis ovium tesseratum, terminando en unos huesecillos, los huesos tali o astrágalos de carnero, y el plumbum o plumbata, con mango de hierro formado por arcos de metal terminados en cadenas rematadas a su vez con bolas metálicas.” 39 Pero aparte de un castigo cruel, la autoflagelación se ha utilizado desde siempre como ofrenda expiatoria, y desde este punto de vista, y con el paso del tiempo, se puede decir que ha estado en el origen de la celebración de la Semana Santa; no quiero insistir demasiado en este aspecto, del que ya he hablado en otros trabajos anteriores y también en otro capítulo de esta misma monografía. Si quiero, sin embargo, referirme brevemente a que ya entre los sacerdotes de algunos dioses paganos, como Mitra o Cibeles, esta costumbre ya era muy usada como manera de hacer penitencia. También se sabe que los sacerdotes judíos se flagelaban unos a otros como forma de hacer expiación por los pecados cometidos. Bien como castigo o bien como autodisciplina, la flagelación era ya utilizada como método de autodisciplina por los primeros monjes cristianos. En el siglo quinto, Palladius afirmaba que los monjes jóvenes que transgredían la regla eran azotados antes de ser excomulgados. Dos siglos más tarde su uso
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HERMOSILLA MOLINA, ANTONIO.- o.c., 48-49 pp.
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estaba ya generalizado en todos los monasterios que seguían el régimen monacal de Columbano. Incluso el código de derecho canónigo que fue promulgado por el papa Gregorio IX reconocía la flagelación como castigo apto para los clérigos, siendo usada de manera expresa para delitos como la blasfemia o el concubinato. A partir del siglo XI, la autoflagelación se había convertido ya en algo bastante usual, normal sobre todo entre los miembros de las órdenes monásticas, desde que se había popularizado de la mano de Peter Damian, un monje benedictino que había nacido alrededor del año 1007. A partir de entonces, se fue extendiendo por todo el mundo cristiano, de tal manera que en las últimas décadas de la Edad Media fueron bastante usuales procesiones enteras de flagelantes que a la vista de todo el mundo utilizaban esta manera de autocastigarse a sí mismos, como forma de expiar los pecados propios y también los ajenos. La flagelación se ha usado a lo largo de la historia relacionada con muchos conceptos, y también los condenados a galeras estaban obligados a remar con la amenaza siempre real de un capataz armado con un látigo. Sin embargo, no estamos tratando aquí de hacer una historia completa de este cruel castigo, por lo que tan sólo, y antes de acercar al lector lo que debió suponer para Jesucristo este cruel castigo, quiero recordar que todavía es utilizado de forma legal en algunos países de tradición musulmana, como Irán o Arabia Saudí, sobre todo para castigar delitos de carácter sexual. Con cierta frecuencia saltan a las páginas de los diarios occidentales algunas noticias sobre este tema, o denuncias de algunas organizaciones no gubernamentales, como Amnistía Internacional, que se refieren a ello. A modo de ejemplo, se puede citar el caso de una mujer de diecinueve años, vecina de la ciudad árabe de Al Qatif, que después de haber sido violada en el año 2007 por un grupo de siete personas, fue condenada, ella también, a la flagelación, por el simple hecho de haberse hallado a solas con un hombre que no formaba parte de su familia más inmediata, pecado que en la ley islámica es conocido con el nombre de Shariah. 2.- La flagelación de Jesucristo Como ya se ha dicho anteriormente, Cristo tuvo que enfrentarse a la flagelación romana, mucho más dura y más cruel que la hebrea. El doctor 42
Hermosilla vuelve a describirnos cómo era realizado este castigo: "El suplicio de la flagelación se llevaba a efecto manteniendo al sentenciado con las manos amarradas y sujetas a la argolla de un poste o columna truncada de unos cuarenta centímetros de altura, desnudo y con las piernas abiertas de forma que ofreciera a los azotes la espalda como zona más vulnerable. Dicho poste podía hallarse en algún lugar destinado al efecto, aunque para castigar ciertos delitos solía azotarse a los delincuentes en lugares públicos... La sentencia romana era ejecutada entre los judíos por soldados legionarios y personal auxiliar de la cohorte. Formaba la cohorte ciento cincuenta soldados reclutados entre los enemigos del pueblo judío, como los sirios, y muy especialmente los samaritanos, más fieles a Roma. De ahí el ensañamiento en la aplicación de la sentencia contra los delincuentes judíos.”40 Conforme a esta descripción, Cristo fue atado a la columna del Pretorio romano, de fuste ancho y corto, de poco más de unos sesenta centímetros de altura, lo que le obligaba a inclinarse sobre ella, de tal forma que, desnudo como estaba, la piel de todo el cuerpo se quedaba tensa y los latigazos, al golpearla, le provocaban aún más daño por todo el cuerpo. Además, y debido a la flexión del tronco, quedaban "muy vulnerables partes tan esenciales como el área precordial, las zonas hepáticas y esplénicas y las regiones epi e hipogástricas, muy ricas en plexos nerviosos.”41 El doctor Hermosilla ha analizado de manera pormenorizada todas las lesiones que Cristo debió sufrir durante el martirio de la flagelación. El uso de términos médicos, difícilmente comprensible para todo aquél que no esté familiarizado con este lenguaje profesional, me obliga a que a partir de este momento, y con el fin de mantener el nivel comprensivo de cada uno de los conceptos utilizados, haya preferido reproducir al pie de la letra cada una de las frases utilizadas por el médico sevillano, a pesar de que ello pueda hacer demasiado extensa la cita: "La flagelación, suplicio muy violento, tuvo gran parte de responsabilidad en la muerte de Jesús. A ella llegó después del sufrimiento moral de la Última Cena, del abandono de sus discípulos, de los procesos durante toda la noche,
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HERMOSILLA MOLINA, ANTONIO.- o.c., 47-48 pp. HERMOSILLA MOLINA, ANTONIO.- o.c., 49 p.
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ante el Sanedrín, Caifás y Herodes como perturbador religioso, y ante Pilato como perturbador político. "Groenningen demostró que los traumatismos repetidos, por irritación de las terminaciones periféricas, pueden llegar a parálisis cardiaca por vía refleja. Nussvaum y sus discípulos, Wagner, Rush y Halm estudiaron y demostraron que la causa de la muerte no se producía sólo por neoroparálisis, sino por síncope ocasionado por la absorción rápida de sustancias sépticas eliminadas por las heridas. Gotees describió un shock, de gran valor en Medicina Legal, provocado por parálisis debida a una conmoción traumática de los nervios esplácnicos, que daba lugar a una plétora abdominal repentina y anemia fulminante en los territorios vasculares. "El flagelado se convertía en un amasijo de carne sanguinolienta que se desmayaba, no rara vez moría, según los textos, sumando a todo esto contusiones, bastonazos, golpes en los costados, en ojos, en pómulos, e incluso, era pateado en el suelo, echándole luego agua para reanimarlo y continuar la tortura. "Así pues, la gravedad del traumatismo estaba condicionada a la naturaleza del agente traumático, a la manera de actuar éste, al órgano vulnerado y a la morbosidad de los verdugos. "En el caso de la flagelación del Señor se darían todas estas circunstancias. Las contusiones provocadas por el propio flagelo, o sus terminaciones, tendrían varios grados, tipos y características que se repartirían en todo el cuerpo de Jesús. Una contusión simple que no altera la solución de continuidad de la piel, una zona de equimosis o amoratamiento de la piel, y una zona de hematoma o sangre agolpada. Si la contusión era más intensa, al apoyar la piel en algunas zonas sobre un plano duro, el hueso, el golpe provocaba una herida contusa de bordes irregulares. Más intensa en profundidad esta herida contusa daba lugar a roturas de aponeurosis, desgarros musculares, vasculares y de ramas nerviosas, cuando no graves lesiones viscerales. "Las lesiones se producían reiterativamente porque los tejidos se encontraban, golpe sobre golpe, ya mortificados, y cada lesión nueva agravaba la anterior.
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"Se ha calculado, muy hipotéticamente, la cantidad de sangre derramada. Si se calcula X la sangre perdida en total por el acto de la flagelación y x la vertida en cada golpe, X = 2x +4x+6x+8x... porque la pérdida de sangre sería progresiva al crear cada nuevo golpe nueva hemorragia. Calculando a x, por defecto, cinco gotas de sangre, la pérdida total tendría carácter serio, según los cálculos de Welter y Laudois. "Por los trabajos de Mayoll y Word-Muller se sabe que el organismo tolera importantes pérdidas de sangre respondiendo con una vascoconstricción refleja. Pero los estudios de Bash demuestran que el organismo responde mejor a este reflejo defensivo después de una hemorragia aguda, pero si ésta es lenta, los mecanismos reguladores no actúan porque no están lo suficientemente excitados. "La hemorragia en dichas circunstancias, como demostró en sus experiencias Albanese, hace perder la sangre su isofonía y su viscosidad y, lejos de contenerse la hemorragia espontáneamente, a cada nueva herida se va haciendo la sangre más incoercible, sumándose estos efectos mientras dura la causa provocadora de las lesiones, y por tanto, de la hemorragia. Es la llamada coagulopatía de consumo. "La hemorragia da lugar a derrames linfáticos en la misma sangre que, rompiendo el equilibrio osmótico, tienen como consecuencia una hidroemia asociada a una oligocitemia y leucocitosis, es decir, a una alteración de la viscosidad de la sangre, a una disolución de sus elementos formes y a un aumento de los leucocitos, según los trabajos de Hayen y Bizzozero. "La zona cardiaca se respetaba por los verdugos, pues conocían su peligrosidad ya que, por colapsante, podía acarrear la muerte. "Pilato pensó, con la flagelación, evitar la muerte del Justo, pues estaba convencido de su inocencia. Por eso hay quien sustenta que Jesucristo fue flagelado dos veces, una primera vez porque Pilato, según San Juan, mandó azotarlo antes de pronunciar la sentencia de muerte y, una segunda, porque la flagelación precedía siempre a la crucifixión. Así pues, Pilato creyó evitar la última pena y aplicó la flagelación a Jesucristo, por lo menos en su intención, a título de correctio. "La flagelación la ejecutaban verdugos expertos, parece ser que en número de seis, descansando dos; ya hemos dicho que estos verdugos eran 45
mercenarios romanos reclutados entre los enemigos de los judíos. La madre Catalina de Emmerich dice que los sayones eran hombres morenos, más pequeños que Jesús, de pelo crespo e hirsuto y barba rala. El silencio de Jesús tuvo que enardecer a los soldados. "Nunca podremos saber el número exacto de golpes que recibió Nuestro Señor. Se ha hecho el siguiente cálculo: en un minuto un hombre puede realizar cuarenta y dos o cuarenta y cinco movimientos o golpes, si hubieran sido seis verdugos, cuatro actuando y dos descansando, se puede pensar en unos ciento ochenta golpes por minuto, por tanto novecientos en cinco minutos, por lo que no es de extrañar, según algunos, que recibiera unos cinco mil golpes. Esta cifra, sin embargo, nos parece enormemente exagerada. "Si se utilizó el flagrum cada golpe, pensando que los huesecillos o bolitas terminales eran de tres a cinco, daría lugar a unas cuatrocientas cincuenta heridas, más noventa del flagelo en sí, harían un total de quinientas cuarenta heridas. En cinco minutos, calculando por defecto, serían unos dos mil o dos mil doscientos golpes. "Según Barbet, que estudió muy a fondo la Sábana Santa, observó una contusión en las cejas y arcos superciliares, como provocada por un palo, una herida suborbitaria en el lado derecho, de unos dos centímetros, que se reunía con otra contusión en la región nasal con probable fractura del cartílago. El profesor Judica, de Milán, lo interpreta como un golpe provocado por un palo y que lo dio alguien colocado al lado derecho de Jesús. La contusión la produjo el verdugo colocado en el lado derecho, empuñando el bastón con la mano izquierda. Esta interpretación coincide con la del profesor Hyneck. Este golpe, en griego, se llamaba rapisma, que significa golpe con un palo. La Vulgata lo traduce como bofetada. "Según la Sábana Santa existen lesiones por flagelo en la espalda, más en zonas posteriores, indicando esto que Jesucristo estaba atado a la columna con las manos hacia delante. Siguiendo las improntas de la Sábana Santa sólo han dejado sus huellas los latigazos que llegaron a lesionar la piel, ya que una simple zona equimótica no se habría señalado en el lienzo. "Barbet contó de cien a ciento veinte latigazos, provocados por el flagelo de tres correas, que hacen un número de sesenta golpes, sin contar las zonas equimóticas. Las heridas son irregulares, de unos tres centímetros, de forma 46
redondeada por las bolas de plomo, y una contusión lineal provocada por las correas. Esta contusión lineal tiene otra señal paralela de tres en tres. Las bolas de plomo dejaban la señal en forma de pesas de gimnasia, y las correas en tres líneas paralelas. "Las contusiones y heridas contusas son oblicuas en el tórax, horizontales en la región lumbar, oblicuas en los miembros inferiores, dependiendo de la altura de los verdugos. "En la cara externa de las piernas se observan heridas contusas de carácter lineal y las señales contusas producidas por las bolitas en la cara anterior, como si el látigo se hubiera liado o enroscado, con la violencia del golpe, alrededor del miembro. "Asimismo, se deduce que Jesucristo fue azotado estando totalmente desnudo, pues existen señales de golpes en los muslos, que de haber vestido el subligaculum hubieran permanecido ilesos. La Madre Ágreda dice haber tenido la visión del Señor desnudo, con la sangre helada y las llagas entumecidas. "El profesor Barbet ha llegado incluso a deducir que uno de los verdugos era más alto que otro, ya que en uno de los lados los golpes eran más oblicuos.” 42
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HERMOSILLA MOLINA, ANTONIO.- o.c., 49-51 pp.
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EL ESPACIO: LAS PARROQUIAS DE SANTO DOMINGO Y DE LA VIRGEN DE LA LUZ A TRAVÉS DE LOS SIGLOS
1.- La parroquia de Santo Domingo Como es sabido, la hermandad nació en la iglesia parroquial de Santo Domingo de Silos, en un enclave urbano entre la ciudad medieval y el límite que suponía hasta el siglo XVI el cauce del Huécar; una zona donde abundaban las pequeñas parroquias: El Salvador, San Vicente, San Andrés, San Juan y la propia iglesia de Santo Domingo, se alzaban cada una de ellas sobre una pequeña plaza, entrelazadas todas entre sí por pequeñas callejuelas que conformaban un barrio muy intrincado. Su antigüedad era bastante importante, y según algunos cronistas de la ciudad, aquí es donde fueron enterrados los caballeros que murieron en el primer asalto cristiano a la ciudad, en el año 1106, en tiempos del rey Alfonso VI. Hace algunos años, cuando se construyó sobre el antiguo solar de la iglesia un aparcamiento, se hicieron unas prospecciones arqueológicas en
las que
salieron
a
la luz algunos
enterramientos de gran antigüedad que pudieran corresponder con aquella época. No fue ésta la primera vez que han sido hallados en el solar de la iglesia enterramientos humanos. Sobre ello, Juan Pablo Mártir Rizo, que escribió en el siglo XVII una historia de Cuenca, dice lo siguiente: “Este es el discurso de la historia antigua, y así nos refiere su primera conquista, cuya narración me truxo a la memoria el parecer del Licenciado Jorge Guijarro, beneficiado de la parroquia de Santo Domingo de Silos de Cuenca, que me dixo que los años passados haziendo unos cimientos para esta iglesia, se halló en lo interior de la tierra quatro sepulcros hechos de yesso, que ya los tiempos parece que avía 49
convertido en piedra, y que abriéndolos, hallaron ceniças de cuerpos muertos, con algunas hevillas y pedazos de armas, destrozos del poder de los días, que todo lo consume, y que quando los vio se persuadió a que estos eran los cuerpos de aquellos varones muertos en aquella conquista que avemos referido.”43 Por lo demás, poco es lo que se sabe sobre esta parroquia durante la Edad Media. Jorge Díaz Ibáñez, que ha investigado la
Iglesia
conquense
durante todo este período en todos sus aspectos, desde sus bases militantes hasta la cúspide de la pirámide, esto es, el propio prelado de la diócesis, apenas dice respecto a esta parroquia lo siguiente: “Esta parroquia, situada entre San Salvador y San Andrés, encabezaba la collación del mismo nombre, que incluía en su espacio la puerta del Postigo. Se trataba de un barrio con un elevado índice de actividades mercantiles en consonancia con una población de nivel medio de pecheros y exentos. Por lo demás, hasta ahora no ha podido localizarse ningún tipo de documentación medieval sobre esta parroquia.”44 Los datos más antiguos que se tienen de la fábrica de esta antigua iglesia parroquial corresponden al siglo XVI. María Luz Rokiski, en su libro Arquitectura del siglo XVI en Cuenca. Arquitectos, canteros y carpinteros, aporta algún dato sobre esta iglesia. A mediados del siglo XVI, los canteros vizcaínos Juanes de Anduaga y Juanes de Mendizábal “el Viejo”, realizaron en su interior dos nichos funerarios, aunque esta autora no hace ninguna referencia a quiénes podían ser las personas cuyos restos deberían contener
MÁRTIR RIZO, JUAN PABLO.- Historia de la Muy Noble y Leal ciudad de Cuenca. Edición facsímil. Barcelona, El Albir,, 1979. 28 p. 44 DÍAZ IBÁÑEZ, JORGE.- Iglesia, sociedad y poder en Castilla. El obispado de Cuenca en la Edad Media (siglos XII-.XV). Cuenca, Alfonsípolis, 2003. 263 p. 43
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estos nichos45. De este último maestro se sabe que su posición económica era buena, y que estuvo relacionado con los principales artistas que en aquella época, mediada la centuria, se habían instalado en la ciudad, como Esteban Jamete y Pedro de Alviz. También trabajaron en la iglesia de Santo Domingo sus sobrinos, Juanes de Mendizábal “el Mozo” y Martín de Mendizábal. De la obra realizada por el primero en la ciudad, se sabe que fue también el autor de una portada en la cárcel real de Cuenca, y de la cabecera y la sacristía de la iglesia de la Santa Cruz46; por su parte, el segundo realizó en 1590 el puente del Chantre, sobre el Júcar, algunos kilómetros aguas arriba de la capital, apenas un año más tarde de que junto a Juan Pérez de Cela se obligara a construir, por encargo de Pedro Vidal, una capilla que el difunto Dionisio Vidal había comprado en la iglesia de Santo Domingo47. Respecto al propio espacio cultual
religioso de la iglesia de Santo
Domingo, hay que destacar la capilla que mandó levantar a mediados del siglo XVI el indiano Francisco Hernández de la Rambla. ¿Podría tratarse de la misma capilla en la que Juanes de Mendizábal había realizado esos nichos funerarios? Por las fechas, la respuesta podría ser afirmativa, aunque no podemos asegurarlo. En 1550, Martín Gómez, uno de los máximos exponentes de la pintura conquense del siglo XVI, se comprometía a realizar un retablo para esta capilla, retablo que estaría terminado tres años más tarde, según carta de pago redactada para Alonso González de Alcocer, mayordomo de esta iglesia. Según Juan Giménez de Aguilar y Pedro Miguel Ibáñez, pertenecía a este retablo el cuadro del martirio de San Juan Evangelista, que actualmente se encuentra en el palacio episcopal.48 El holandés Antón Van den Wyngaerde dibuja en 1565 sus dos famosas vistas de Cuenca, y en una de ellas refleja la iglesia de Santo Domingo en el centro de un barrio abigarrado, donde unas casas parecen apoyarse en los tejados de otras. Se muestra una iglesia no demasiado grande, con una torre que, como era costumbre en las iglesias de Cuenca en aquella época, no se
ROKISKI LÁZARO, MARÍA LUZ.- Arquitectura del siglo XVI en Cuenca. Arquitectos, canteros y carpinteros. Cuenca, Diputación Provincial, 1989. 144 p. 46 ROKISKI LÁZARO, MARI LUZ.- o.c., 147 p. 47 ROKISKI LÁZARO, MARI LUZ.- o.c., 227 p. 48 IBÁÑEZ, PEDRO MIGUEL.- Los Gómez, una dinastía de pintores del renacimiento. Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, 1991. 98-101 pp. 45
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alzaba demasiado sobre la línea horizontal del cuerpo de la iglesia. Sin embargo, Pedro Miguel Ibáñez, que ha estudiado los dos dibujos del pintor flamenco, opina que lo que en su vista se aprecia es más bien la iglesia medieval, menos elevada su planta de nave única con capillas de escasa profundidad entre los contrafuertes, lo que daría ese aspecto más esbelto a la torre que presenta el dibujo49. Así pues, y según el profesor Ibáñez, las modificaciones que se hicieron en la iglesia en ese siglo se harían después de la vista de Wyngaerde a Cuenca, aunque sí corresponde a la iglesia medieval la portada con arco de medio punto que se abría en la fachada
occidental
de
la
iglesia. Dos años más tarde, en 1773, Juan de Llanes y Massa realizaba otro alzado de esa parte de la ciudad, alzado en el que pueden apreciarse
algunas
ligeras
diferencias de importancia. El cuerpo
de
la
iglesia
desciende hasta la altura del río, lo que le da un aspecto de pesadez, pesadez que se hace
más
patente
al
compararse con la escasez de altura de la torre. En aquella centuria, desde luego, se hicieron algunas obras en el templo, pues a pesar de la ruina del solar sobre el que durante la primera mitad del siglo XIX se levantaría el antiguo colegio del mismo nombre, todavía podían apreciarse adosadas a la pared, restos de los viejos altares, profusamente adornados con
IBÁÑEZ, PEDRO MIGUEL.- La visita de Cuenca desde el oeste (1565) de van den Wyngaerde. Cuenca, Diputación Provincial, 2003. 308 pp. 49
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rocallas y capiteles barrocos, adornos que han sido respetados también por las obras del aparcamiento que sobre el solar se construyó hace pocos años. Estas obras fueron realizadas por José Martín de la Aldehuela. Nacido en 1724 en Manzanera (Teruel), en cuya provincia realizó sus primeros trabajos importantes, en la iglesia de la Compañía de Jesús de la capital turolense y en el templo parroquial de Orihuela del Tremedal, según algunos autores fue alumno en Teruel de algunos arquitectos franceses afincados en la ciudad aragonesa, aunque también dichos autores afirman la posibilidad de que hubiera podido terminar su formación artística en tierras levantinas, donde había varios focos importantes que ya estaban asimilando las nuevas concepciones arquitectónicas que en Europa ya se estaban desarrollando en este período. El caso es que después, este arquitecto llevaría hasta la ciudad del Júcar un exaltado rococó de estilo borrominesco y centroeuropeo que hasta entonces aquí no se conocía. Aldehuela había llegado a Cuenca, llamado por los hermanos Álvaro e Isidro Carvajal y Lancaster, canónigos los dos de la diócesis conquense, de la que llegaría después el segundo de ellos a convertirse en prelado, con el fin de llevar a buen término la fundación que en aquellos años ambos estaban realizando, el Oratorio de San Felipe Neri. Instalado en Cuenca, llegó a convertirse en maestro de obras de la diócesis, y como tal realizó en la ciudad diferentes obras en diversas iglesias, muy deterioradas desde principios de siglo por los daños sufridos durante la Guerra de Sucesión. Trabajó entonces en la restauración de algunos edificios religiosos de la ciudad, como en la ermita de Nuestra Señora de las Angustias, la iglesia conventual de San Pablo, la iglesia de San Pedro, la del hospital de Santiago, el convento de monjas de la Concepción Francisca, y algunas obras para la catedral: la capilla de la Virgen del Pilar, el vestíbulo de la Sala Capitular, y los retablos de la capilla de los Apóstoles y de la Virgen del Alba, entre otras. Una de esas iglesias en las que trabajó fue ésta de Santo Domingo, que había sido dañada por un incendio provocado por las tropas del archiduque Carlos de Austria, tras haber tomado Cuenca en 1706. Jesús Mora Pastor, quien ha investigado toda la obra del arquitecto turolense en Cuenca, afirma lo siguiente: “La nave no fue destruida, por tanto la intervención de nuestro personaje, si se llevó a cabo, sería la de asearla, limpiarla, renovarla en 53
barroco y dejarla lista para su uso religioso. Actualmente sólo se conserva de ella el muro norte descarnado, que enseña parte de la sillería anterior, con capillas-nichos en el mismo, flanqueadas por pilastras gigantes cajeadas y una fina decoración de rocalla en el cajeado (similar al de San Felipe), coronada por capiteles compuestos. No sabemos qué parte de intervención, pero su factura es aplicable a José Martín. Aquí vemos que todavía era considerado decorador, estamos en 1760 y no se conocía obra suya realizada, pero sí su capacidad y conocimiento que le valieron el reconocimiento posterior”.50 También se realizaron algunas obras en la torre de la iglesia en esta época. En 1773, el propio Aldehuela, ya convertido en maestro de obras del obispado, rdactaba las condiciones por las que debían realizarse las nuevas obras, que fueron adjudicadas a Vicente Montoya por una cantidad cercana a los quince mil reales. Si la iglesia fue destruida, la torre aún se conserva casi en su totalidad, a excepción del chapitel y la veleta, que fueron seccionadas por una grúa durante la última intervención realizada en el conjunto. Sobre ella ha opinado Mora Pastor lo siguiente: “Su aspecto exterior es de potencia, con muros de mampostería y sillares en las esquinas. Consta de dos cuerpos separados por una moldura que rompe su monotonía. En cada uno de ellos se abre un vano que en el primer cuerpo es adintelado, siendo de medio punto y mayor el del segundo y en sus cuatro caras, donde habrían de ir las campanas.”51 Durante los siglos XVIII y XIX, además de nuestra hermandad existieron en esta iglesia varias cofradías de diferente tipología. En la visita diocesana realizada a esta parroquia, así como al resto de las iglesias de la ciudad en 1761, junto a la correspondiente hermandad sacramental, que en este caso estaba bajo la advocación del Dulcísimo Nombre de María, se citan las hermandades de Cristo de la Agonía y Santo Rosario, San Cosme y San Damián, y María Magdalena52, la cual estaba agregada además a la cofradía sacramental de la cercana iglesia de San Andrés. De la primera apenas se puede decir nada, salvo que en aquella época raro era el templo donde no
MORA PASTOR, JESÚS.- Aproximación a la figura del arquitecto José Martín (Aldehuela) y su obra en Cuenca. Cuenca, Diputación Provincial, 2005. 163 p. 51 MORA PASTOR, JESÚS.- o.c., 166 p. 52 Archivo Diocesano de Cuenca. Curia Episcopal. Visitas. Legajo 14. 50
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hubiese una cofradía dedicada a dar culto al Santísimo Sacramento; por su parte, la de San Cosme y San Damián debía acoger en su seno al grupo profesional de los médicos. Más datos se tienen de las otras dos hermandades: la de María Magdalena era el gremio de los sastres, y entre los fondos del Archivo Histórico Provincial de Cuenca hay abundante documentación que demuestra hasta qué punto estaban vinculados gremio y hermandad. La del Cristo de la Agonía, mucho más conocida por nosotros, es la misma que a partir de los primeros años del siglo XX se convirtió en hermandad penitencial, al ser una de las firmantes de la concordia por la que se regulaba la procesión llamada “En el Calvario”. Medio siglo más tarde, cuando en 1834 el párroco de la iglesia responde a un interrogatorio que sobre el particular había realizado el obispo de la diócesis, menciona, además de las ya citadas del Santísimo Sacramento y del Cristo de la Agonía, una hermandad de carácter mariano dedicada a María Santísima de Guadalupe53. Pedro Miguel ibáñez se hace eco de la información remitida a finales del siglo XVIII al respecto de esta imagen por el vicario de la parroquia de Santo Domingo a Tomás López, autor del “Diccionario Geográfico de España”, respuesta que se haya en la sección de Manuscritos de la Biblioteca Nacional. Según este informe, la talla había sido hallada en 1220 en la zona de Nohales, en el camino de Chillarón, siendo trasladada después a esta iglesia por ser la sede dle arciprestazgo; conocida popularmente como la “Morenica de Santo Domingo”, era una de las imágenes más veneradas de Cuenca. La última referencia que se tiene del templo, ya entonces en ruinas, procede de la guía de Cuenca que el Museo Municipal de Arte publicó en 1923. En este libro se dice de la iglesia parroquial de Santo Domingo lo siguiente: “Cerrada al culto, recientemente, por ruinosa, la iglesia de Santo Domingo de Silos conserva cuadros e imágenes de gran interés artístico, entre ellas una estatua de San Juan Bautista, de Luis Salvador Carmona, y una pintura votiva del Ayuntamiento, que representa el martirio de San Juan ante Portam Latinam, de carácter flamenco muy marcado. En estas parroquias radicaban las capellanías de Baltasar Pareja, Santo Domingo (rico indiano) y Bartolomé
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Archivo Diocesano de Cuenca. Secretaría. Documento sin catalogar.
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Ximénez de Barajas”.
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Si el autor de esta parte de la guía, Juan Giménez de
Aguilar, se está refiriendo al hablar de la talla de San Juan a la misma que anteriormente había formado parte de la iglesia homónima, y que era la titular de la hermandad que desfilaba en aquellos años en la procesión del Miércoles Santo, el cuadro al que se refiere también es el mismo que había formado parte del retablo mandado pintar por el indiano Francisco Hernández de la Rambla, del que ya se ha hablado más detenidamente con anterioridad.
2.- La parroquia de la Virgen de la Luz La iglesia de Santo Domingo, como se ha dicho, quedó en estado ruinoso en los primeros años del siglo XX, por lo que las imágenes que en este templo habían recibido culto fueron trasladadas a otras iglesias de la diócesis. Por lo que respecta a la talla de Jesús amarrado a la columna, sería conducida hasta la ermita dedicada a la Virgen de la Luz, sin duda por el hecho de que el resto de las imágenes titulares de las hermandades que estaban integradas en la archicofradía ya recibían culto en este edificio. Esas otras imágenes, por su parte, habían sido trasladadas en 1818 a dicho templo, después de que dos años antes el ayuntamiento de Cuenca lo hubiera solicitado así a la Dirección General de Rentas, entidad a la cual pertenecía desde que a finales del siglo XVIII hubiera sido abandonado por los escasos religiosos antoneros que aún lo ocupaban. La historia de este edificio religioso se remonta casi hasta el momento de la conquista de la ciudad por las tropas de Alfonso VIII. La actual iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Luz tiene su origen en dos edificios religiosos aparentemente bien diferenciados, aunque en realidad su historia siempre ha ido pareja: por un lado, la antigua ermita de Nuestra Señora del Puente, edificada en un momento indeterminado de la Edad Media según la tradición, en la ribera del Júcar, en el lugar donde, cuenta la leyenda, se les apareció la Virgen a las tropas cristianas que cercaban la ciudad; por otro lado, el convento de los religiosos hospitalarios de San Antonio Abad, orden que se había instaurado en 1045 en Francia, y que ya antes de 1352 se instalaron en Cuenca. La comunidad de los religiosos antoneros se 54
GIMÉNEZ DE AGUILAR, JUAN Y OTROS.- Guía de Cuenca. Edición facsímil. Cuenca. Gaceta Conquense, 1986. 149 p.
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componía entonces de un comendador y de unos pocos legos, que al tiempo que pedían limosna por la ciudad atendían la casa aneja a la ermita.
Los siguientes datos históricos que se tienen sobre el edificio corresponden ya al siglo XV. En 1418 fray Juan de Sibuet, comendador de la casa de San Antón, daba licencia al cabildo de San Jorge para que fundara un hospital que pudiera atender a los pobres vergonzantes, entre las peñas que ya entonces se llamaban de San Antón y San Lázaro, pudiendo además abrir una puerta a la calle que desde el hospital llevaba hasta el puente cercano, llamado entonces del Canto. El compromiso obligaba al cabildo a pagar mil quinientos maravedises para la construcción de dicho hospital, así como el pan que fuese necesario para la manutención de la persona que debía cuidar dicho hospital. Es a finales del primer cuarto del siglo XVI cuando se emprenden nuevas obras en el edificio, siendo comendador de la comunidad el padre Cristóbal Agustín de Montalbo, pues la devoción que por entonces muchos conquenses profesaban ya a la imagen de Nuestra Señora del Puente había dejado pequeño el templo antiguo. De estas obras permanece en pie todavía la portada, de estilo plateresco, que hace muy pocos años fue por fin restaurada de manera acertada. Realizada por Gil Martínez Parejano en 1521, es una de
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las primeras muestras del renacimiento conquense, y el único elemento respetado por los trabajos que aquí realizara también José Martín de Aldehuela en el siglo XVIII. Según algunos autores, se trataba de un edificio de planta circular, con cúpula y linterna al modo renacentista, y a finales de la centuria se vería además ornamentado con pinturas desaparecidas del italiano, aunque afincado en Cuenca, Bartolomé de Matarana. Todavía hoy es posible leer una parte de la inscripción del friso que corona la portada: “Esta obra y la iglesia hizo el venerable fray Cristóbal Agustín de Montalbo, comendador de Cuenca, Murcia y Huete. Acabose en 1521.” Pero es el siglo XVIII el que va a dar a la iglesia su imagen actual, pues las diversas restauraciones que desde entonces se han realizado, han venido a respetar, con muy pocas alteraciones, la obra que a mediados de aquella centuria realizó el arquitecto turolense José Martín de Aldehuela. Por lo que respecta a la iglesia de San Antón, trabajó en ella a lo largo del año 1764. Sobre esta obra Luis Barrio Moya, uno de los mayores conocedores del barroco conquense, ha escrito lo siguiente: “La iglesia de San Antón, donde se venera la Virgen de la Luz, patrona de Cuenca, responde perfectamente a la estética de José Martín de Aldehuela, donde un exterior anodino y sin pretensiones contrasta con un interior donde la riqueza ornamental se conjuga con la originalidad de la planta... Responde, por su original disposición del espacio arquitectónico, a un elaborado plan, articulando su autor sabiamente nave, cúpula y profundo presbiterio, en una armoniosa unidad. El presbiterio se prolonga por el camarín de la Virgen, creando con ello un fuerte efecto escenográfico. Párrafo aparte merece la ornamentación de la iglesia, profusa, equilibrada y fastuosa, que constituye todo un recital de imaginación y fantasía”55. Es, desde luego, un soberbio templo, que nos recuerda más que ningún otro la combinación de inspiración borrominesca y rococó que el arquitecto había aprendido durante sus años en Valencia. En 1798 se aprueban en España las primeras leyes desamortizadoras, consecuencia de las cuales los exiguos bienes que tenían los religiosos antonianos, incluyendo el propio templo conquense, pasaron a la Dirección 55
BARRIO MOYA, JOSÉ LUIS.- “Cuenca barroca”. En IBÁÑEZ, PEDRO MIGUEL (COORDINADOR).- Cuenca, mil años de arte. Cuenca. Asociación de amigos del Archivo Histórico Provincial de Cuenca, 1999. 312-313 pp.
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Nacional de Rentas. El templo entró entonces en una fase crítica, en la que estuvo a punto de desaparecer, hasta que en 1814 el ayuntamiento y el obispado se pusieron de acuerdo para solicitar de Fernando VII que les fuera entregado de nuevo, con el fin de abrirlo otra vez al culto.
Así, la iglesia era entregada por fin al ayuntamiento al año siguiente, y enseguida comenzaban las nuevas obras de restauración, obras que habían terminado ya en 1818, siendo inaugurada otra vez la iglesia bajo la presidencia de la imagen de Nuestra Señora del Puente, que había sido reintegrada a su altar primitivo, después de haber pasado algunos años en la iglesia parroquial de San Juan Bautista. Para configurar el resto de altares, el ayuntamiento solicitó que fueran también trasladadas hasta aquí las imágenes que hasta algunos años antes habían permanecido en la ermita de San Roque, y que después de la destrucción de ésta por la invasión napoleónica habían sido trasladadas a la parroquia de San Esteban. Este es el origen de la permanencia en este templo de los pasos procesionales que todavía forman parte de la procesión del Jueves Santo. Una nueva destrucción del templo tuvo lugar en 1936, tras los incidentes que se desataron en las primeras semanas de la Guerra Civil. Sebastián Cirac 59
Estopañán describe así la situación en la que la iglesia se encontraba: “Destruyeron completamente los nueve retablos, que eran magníficos, especialmente el mayor, tallado en madera y dorado con pan de oro, habiéndose perdido hermosas y devotísimas imágenes, como el Ecce-Homo, de Juan de Torres; la de Nuestra Señora de la Luz, mutilada lastimosamente y con la cabeza cortada, fue hallada entre los escombros.”56 Una vez terminada la guerra fue nuevamente restaurada, cubriendo entonces las partes inferiores de los muros con placas de mármol. En los años sesenta, el templo fue convertido en parroquia.
CIRAC ESTOPAÑÁN, SEBASTIÁN.- Martirologio de Cuenca. Crónica diocesana de la época roja. Barcelona, Obispado de Barcelona, 1947. 169-170 pp. 56
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EL CABILDO DE LA VERA CRUZ Y LA SEMANA SANTA DE CUENCA HASTA MEDIADOS DEL SIGLO XIX
Todos los nazarenos conquenses saben que la Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna es, desde su mismo nacimiento a mediados del siglo XIX, una de las que conforman la Archicofradía de Paz y Caridad. También es sabido, desde que las últimas investigaciones vinieron a desmitificar alguno de los conocimientos que desde hace mucho tiempo se han mantenido sobre esta celebración popular como es la Semana Santa, la más querida de cuantas tienen por escenario la ciudad del Júcar, y a corregir errores lamentablemente asentados a través de las generaciones, que la archicofradía es heredera directa del antiguo cabildo de la Vera Cruz; no sólo heredera, sino que en realidad se trata de una misma institución que se remonta al siglo XVI, conformando de esta manera el origen de la Semana Santa conquense, y que por diversos motivos cambió su título originario por el que actualmente aún se conserva. Por todo ello, considero oportuno comenzar un trabajo de estas características haciendo un repaso somero, pero bastante ilustrativo, de ese viejo cabildo, que forma también parte de nuestro pasado como hermandad. Se trata, como digo, de un resumen de lo que sobre este tema ya he escrito en otras publicaciones anteriores, y a las cuales me remito, y a la amplia bibliografía reflejada en esos trabajos, a la que podrá acceder cualquiera que desee profundizar más en el conocimiento de cabildo y archicofradía.57 Pero RECUENCO PÉREZ, JULIÁN.- Huerto del Jueves Santo. Historia de una hermandad. Cuenca, V.H. de Nuestro Padre Jesús Orando en el Huerto, 1998. RECUENCO PÉREZ, JULIÁN.- Ilustración y cofradías. La Semana Santa de Cuenca en la segunda mitad del siglo XVIII. Cuenca, Junta de Cofradías, 2001. RECUENCO PÉREZ, JULIÁN.“Religiosidad popular en Cuenca durante la Edad Moderna. El origen de las cofradías penitenciales de Semana Santa”. Revista Hispania Sacra. Vol. LIII. Nº 107. Publicado también en el programa de Semana Santa de 1999. RECUENCO PÉREZ, JULIÁN.Ilustración y Cofradías. La Semana Santa de Cuenca en la segunda mitad del siglo 57
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antes de ello, y como también hay que tener en cuenta que nuestra hermandad forma parte de la Semana Santa de Cuenca, es conveniente, a mi modo de ver, hacer también un repaso, siquiera somero, a cómo evolucionó el conjunto de esta celebración durante todo ese largo período de tiempo; sólo de esta manera podrá entenderse mejor tanto la historia del cabildo de la Vera Cruz como la de la propia hermandad. Por otra parte, la historia del cabildo de la Vera Cruz no tiene en sí misma demasiado sentido si no se tiene en cuenta primero otros aspectos relacionados con la Semana Santa de Cuenca en su conjunto. Como ya he afirmado, el conocimiento que se tiene de esta celebración ha progresado en los últimos años de manera importante. Por ello, este capítulo habrá de servir como una breve síntesis de lo que sobre este tema ha sido publicado últimamente. Hay que tener en cuenta en este sentido que a pesar del ya mencionado avance historiográfico, siempre será necesario hacer, a tenor de los documentos descubiertos, algunas puntualizaciones a todo ese conjunto de datos que, algunas veces, no siempre son suficientemente bien interpretados.
1.- Origen y evolución de la Semana Santa de Cuenca Mucho es lo que se ha avanzado en los últimos años en el conocimiento histórico de la Semana Santa de Cuenca. En efecto, de un tiempo a esta parte, las hermandades han sido plenamente conscientes de que, más allá de las tradicionales rivalidades que han existido en cuanto a que una de ellas es más antigua que la otra, o a que los banzos de la primera alcanzan en la subasta mayor valor que los de la segunda, lo que de verdad importa es que sólo lo que se conoce de verdad, más allá de las leyendas y de los rumores, es lo que se llega a amar. Varios autores, a partir de la documentación extraída de los archivos o de los recortes de prensa, han contribuido de manera importante a esa revisión historiográfica de la que hablo, y otros trabajos míos han contribuido a ello. No quisiera hablar demasiado de esos trabajos, que muchos XVIII. Cuenca. Junta de Cofradías, 2001. RECUENCO PÉREZ, JULIÁN.- “La Semana Santa de Cuenca en el siglo del liberalismo”. Actas del IV Congreso Nacional de Cofradías de Semana Santa. Salamanca, Junta de Cofradías, Hermandades y Congregaciones de la Semana Santa de Salamanca, 2002. 261-278 pp.
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lectores ya conocen, pero sí quisiera contrastar algunas cosas de las que hablo en ellos con las conclusiones de otros estudios de este mismo carácter que, si bien coinciden en lo fundamental con mis propias hipótesis de trabajo, en algunos aspectos se alejan de esas mismas hipótesis58. Hay que tener en cuenta en este sentido que Pedro Miguel Ibáñez, gran especialista en Historia del Arte, especialmente en el renacimiento conquense, algunas veces ha criticado que los historiadores podamos abusar de hacer hipótesis de trabajo cuando esas hipótesis no se apoyan en una documentación suficiente, lo cual es bastante lógico, y sin embargo él mismo no ha tenido ningún problema en defender la posibilidad de que la imagen de Jesús Nazareno que pertenecía al cabildo de la Vera Cruz, podría haber sido realizada por el escultor flamenco Giraldo de Flugo59, aún cuando no existe ningún documento que pueda apuntar a tal posibilidad. Con ello no queremos decir que ello no sea posible, sino sólo que algunas veces, las hipótesis, cuando faltan los datos contrastados, pueden ser válidas para el trabajo histórico, siempre y cuando esas hipótesis sean la consecuencia lógica de una línea de argumentación suficientemente contrastada. Mi intención en esta parte del trabajo no es en ningún momento la de criticar la obra del profesor Ibáñez, sino sólo la de dar mi opinión sobre algunas de las críticas que él mismo me ha realizado, y en las que yo considero que está equivocado. Por una parte, y respecto al lugar en el que estaba edificada la ermita de San Roque, contra la opinión mantenida por él respecto a que el edificio religioso se hallaba en lo alto del cerro de San Roque60, más bien me inclino a pensar que se hallaba en la ladera de dicho cerro. En este sentido hay que decir que a mediados del siglo XIX, cuando de la antigua ermita quedaba apenas el recuerdo y, eso sí, todavía las ruinas de lo que había sido edificio dedicado al culto, el ayuntamiento se decidía a derribar esas ruinas con el fin de ampliar la glorieta de San Francisco, transformando el espacio en el primer jardín público de la ciudad61; esta glorieta de San Francisco es el espacio IBÁÑEZ, PEDRO MIGUEL.- Orígenes de la Semana Santa de Cuenca (siglos XVI-XVII). Cuenca, Editorial Alfonsípolis, 2007. 59 IBÁÑEZ, PEDRO MIGUEL.- o.c., 66 p. 60 IBÁÑEZ, PEDRO MIGUEL.- o.c., 44 p. 61 Archivo Municipal de Cuenca. Legajo 759. Expediente 9. Informe de la Comisión de Ensanche de la Glorieta. 10 de marzo de 1862. 58
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urbano en el que se edificaría algunos años después el palacio de la Diputación. Más importante que esa posible localización de la antigua ermita es lo que se refiere al propio origen del cabildo de la Vera Cruz. Al respecto, el profesor Ibáñez pone en mi boca lo siguiente: “Como ya apuntamos al inicio del estudio, se ha asegurado la existencia de la cofradía de la Vera Cruz desde 1525 en la ermita de san Roque; algo que, con los datos conocidos hasta ahora, carece por entero de base. Los acuerdos antes mencionados sólo sirven para el cabildo de la Misericordia y para los fines descritos, que provienen por cierto de la Edad Media y que afectan por igual, de una u otra manera, a cabildos o instituciones del mismo o distinto nombre que nada tienen que ver con Semana Santa”62 En realidad, yo nunca he dicho que debía tratarse de una misma institución, pero emplazo al lector a otros trabajos míos anteriores, en los que argumento de manera contundente cómo pudo llevarse a cabo el nacimiento de la advocación de la Vera Cruz en el seno del cabildo benéfico de la Misericordia, o, en todo caso, admito la posibilidad de unión, en una fecha indeterminada pero siempre anterior a los años setenta de dicha centuria, de ambos cabildos en uno sólo63. Sobre este aspecto volveré en el apartado siguiente de este mismo capítulo. No es éste de la vera Cruz el único de los tres cabildos clásicos afectados por estas críticas. Así, aunque el profesor Ibáñez no entiende que la hermandad de Nuestra Señora de Loreto, con la que el cabildo de San Nicolás de Tolentino firmaba en 1675 un convenio de fundación e independencia respecto del el cabildo de San Nicolás de Tolentino, pueda tener nada que ver con la actual hermandad de Nuestra Señora de la Soledad, de San Agustín64, lo cierto es que no son raros en toda España los casos de modificaciones en la advocación titular de una hermandad de Semana Santa. A este respecto hay que decir que en el lugar en el que fue edificado el convento de los religiosos agustinos, había estado situado con anterioridad una ermita dedicada a esta
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IBÁÑEZ, PEDRO MIGUEL.- o.c., 45 p. RECUENCO PÉREZ, JULIÁN.- Ilustración y Cofradías, La Semana Santa de Cuenca en el siglo XVIII, Junta de Cofradías, 2001. RECUENCO PÉREZ, JULIÁN.- Una espada te atravesará el corazón. Cuenca, V.H. de Nuestra Señora de la Soledad, del Puente, 2006. 64 IBÁÑEZ, PEDRO MIGUEL.- o.c., 130 p. 63
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advocación mariana, hecho que debió pesar en el ánimo de las personas que fundaron esta hermandad, primero y como se ha dicho como dependiente del cabildo matriz penitencial. No obstante, el hecho de que se hable directamente del cabildo de san Nicolás de Tolentino, que como se sabe organizaba la procesión de la madrugada del Viernes Santo desde principios de siglo, demuestra que se trata de una hermandad de carácter penitencial. Finalmente, y por lo que respecta al cabildo de Nuestra Señora de la Soledad y de la Cruz, el profesor Ibáñez niega la relación que desde un primer momento tuvo esta hermandad penitencial con el cabildo nobiliario de Caballeros y Escuderos, y afirma que esa relación se remonta sólo a algún momento concreto de los siglos XIX y XX65. Para ello, afirma que en la hermandad siempre han existido miembros de todas las clases sociales, y estima como lógico el hecho de que en todos los documentos conservados hasta la fecha, siempre hayan firmado en representación de la cofradía personas pertenecientes al estado noble por cuanto, en una sociedad con alto número de analfabetismo como era la sociedad española de la Edad Moderna, siempre eran personas de cierta categoría social las que ejercían los puestos directivos. Sin embargo, y por lo que respecta a otras hermandades como la de la Vera Cruz o la de San Nicolás de Tolentino, han llegado hasta nosotros algunos nombres de preostres o mayordomos que ejercían diversos trabajos manuales, como artesanos, boticarios,... Desde luego, hay datos suficientes que demuestran esa relación de dependencia del cabildo respecto de las clases nobiliarias, lo cual no es sinónimo de que ambas entidades sean una misma cosa; una cosa sería el cabildo de Caballeros y Escuderos, al que sólo podían pertenecer los individuos de este estado, y otra cosa distinta sería el cabildo de la Virgen de la Soledad, completamente dependiente del primero, pero al cual también podrían pertenecer otros tipos de miembros, aunque, eso sí, sin ninguna capacidad decisoria; algo similar a lo que ha venido sucediendo hasta hace muy poco tiempo. Pero es que además hay documentación escrita en el archivo del cabildo que incide en este mismo sentido. El 2 de julio de 1565, Juan del Barrio y
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IBÁÑEZ, PEDRO MIGUEL.- o.c., 78-118 pp.
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Alonso de Pedraza presentaban ante el provisor general de la diócesis de Cuenca, junto a las ordenanzas por las que habría de regirse, una solicitud para que les fuera aprobada la fundación de la congregación Hijosdalgo de la Soledad y del Santo Sepulcro de Cuenca66. Por lo que respecta a este hecho, igual que sucede con el resto de los aspectos que he tratado, de pasada en este apartado, no he intentado polemizar con el profesor Ibáñpez, sino tan sólo defenderme de unas críticas que considero injustas, y que en realidad afectan sólo a determinados aspectos de detalle, no de fondo, pues hay que tener en cuenta que los dos coincidimos defendemos la misma teoría respecto a cómo se produjo en Cuenca el nacimiento de la Semana Santa y cómo fue su desarrollo histórico. Se podría insistir mucho más respecto a ello, pero sería alejarnos demasiado del principal punto de interés de este capítulo, que no es otro que intentar profundizar en los orígenes de la Semana Santa de Cuenca en su conjunto, y principalmente en el que fue el primero de los cabildos o hermandades creadas para celebrar en la calle la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, el cabildo de la Vera Cruz.
2.- El siglo XVI: los orígenes del cabildo de la Vera Cruz Hoy por hoy, los primeros datos que se tienen del cabildo de la Vera Cruz se remontan a los años finales del primer cuarto del siglo XVI. Así, el 21 de agosto de 1526 el concejo de Cuenca solicitaba del rey Carlos I la aprobación de un cabildo de seglares que, bajo el título de la Misericordia, se encargara de enterrar a los ajusticiados, solicitud a la que el monarca respondió en sentido positivo al año siguiente, nombrando como primer prior de la nueva cofradía al regidor Juan de Ortega. Se conserva entre los fondos del Archivo Municipal de Cuenca una solicitud de otro de los regidores de la ciudad, Fernando de Valdés, el padre de los famosos gemelos escritores Alfonso y Juan de Valdés, dirigida a sus compañeros del concejo, con el fin de que entre todos tomaran las medidas oportunas para asegurar de forma
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PARADA LUCA DE TENA, M. DE.- “El Muy Ilustre Cabildo de Caballeros y Escuderos de Cuenca”. Conferencia de apertura del curso en el Instituto de Historia y Cultura Militar. 2004.
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definitiva la pervivencia económica de ésta67. Por otra parte, también hay que destacar que en ese mismo año de 1527 el propio Juan de Ortega encargaba al maestro Mateo, cantero, la realización de una cruz de piedra al lado del convento de San Francisco, curiosamente entre éste y los dos espacios en los que durante mucho tiempo se mantendría la vida social de la cofradía, la ermita de San Roque y el cadalso donde los reos debían ser ajusticiados.
No cabe duda de que estos documentos están relacionados entre sí, y que la obra estaba directamente relacionada con la cofradía que se acababa de crear bajo autorización real.68 Como ya he indicado en el apartado anterior, no pretendo decir que esta hermandad y la de hermandad penitencial de la Vera Cruz sean ya en este mismo momento una misma institución, pero sí que en un corto período de tiempo se transformaría en una cofradía de doble advocación, bien por unificación con una cofradía diferente o bien porque entre sus propios hermanos debió nacer la devoción a la Vera Cruz. Para comprenderlo mejor
67
Archivo Municipal de Cuenca. Legajo 1508. Expediente 3. Archivo Histórico Provincial de Cuenca. Protocolos Notariales. (83). Ruiz de Huete. 1527. 68
67
hay que seguir la secuencia cronológica de las obras que durante el siglo XVI se llevaron a cabo dentro de la propia ermita de San Roque. Así, la hermandad de Nuestra Señora de la Misericordia era la que contrataba en 1543 con el carpintero Cebrián de León ciertas obras en la capilla que ésta tenía, en la ermita de San Roque69. Sin embargo, no habían transcurrido
todavía
demasiados
años
cuando
se
hicieron
nuevas
transformaciones en dicha capilla; en efecto, en 1575 se firmaba un nuevo documento, esta vez con los carpinteros Diego Gil, Pedro de Iturbe y Juan Palacios, en el que se incluían, además de los trabajos capilla, hacerse
en los
la
propia
que
debían
también
en
la
parte superior de la misma, consistentes en almacén y sala de reuniones, provista ésta de chimenea. Algunas cosas han cambiado en este intervalo de tiempo, como es el hecho de que ha debido producirse un enriquecimiento del patrimonio económico (aunque el documento de 1543 no es demasiado explícito sobre las obras a realizar, el otro, mucho más detallado, nos habla ya de una obra de cierta consideración que debió transformar notablemente la configuración estética de la ermita). Pero sobre todo la modificación en el título oficial del cabildo, que por primera vez recoge la advocación de la Vera Cruz; en efecto, el documento respectivo habla ya del cabildo de Nuestra Señora de la Misericordia y de la Vera Cruz70. En este momento, por lo tanto, la fusión entre ambas devociones ya ha sido realizada.
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Archivo Histórico Provincial de Cuenca. Protocolos Notariales. Alonso de Molina (141). 1543-1545. 70 Archivo Histórico Provincial de Cuenca. Protocolos Notariales. Francisco Pardo (282). 1572-1577.
68
Para comprender mejor esta transformación hay que tener en cuenta tanto la concesión, por parte del pontífice Pablo III, de ciertas indulgencias y beneficios a los cofrades de la Vera Cruz de Toledo, extensibles también a todos los hermanos de esta advocación que pertenecieran a alguna de las hermandades extendidas tanto por Castilla como por Andalucía, y que provocaron en muchos lugares, grandes ciudades y también pueblos pequeños, el desarrollo de estas hermandades, y también, en aquellos lugares en donde no existían con anterioridad, el nacimiento de las respectivas. Así mismo, por supuesto, debió influir en ello el Concilio de Trento, que mientras tanto se había desarrollado en la ciudad italiana entre 1545 y 1563, a lo largo de tres ciclos de reuniones, y que favoreció el desarrollo, por causas suficientemente conocidas, de todo tipo de hermandades de laicos. A pesar de todo lo que en los últimos años se ha avanzado en el conocimiento de la Semana Santa conquense, en su faceta histórica, uno de los aspectos que permanecen todavía entre las brumas de lo desconocido es el proceso de transformación, si es que de verdad la hubo, desde el cabildo de la Misericordia al de la Vera Cruz. En este sentido, hay tres opciones: a) Que desde un primer momento existiera ya en el seno del antiguo cabildo de la Misericordia la devoción a la Vera Cruz, aunque ésta no figurara todavía en su título oficial, devoción que con el tiempo iría aumentando, hasta terminar por convertirse en la más importante de la institución. b) Que en algún momento de su más remoto pasado, antes siempre de 1575, entre los cofrades de la Misericordia hubiera surgido el culto a la Vera Cruz, motivado sin duda por el concilio y por las citadas indulgencias de Pablo III a los cofrades de Toledo, pero también por la cercana influencia que debió ejercer la orden de religiosos franciscanos. c) Que en el cercano convento de San Francisco, antes o después de esa fecha inicial de 1527, hubiera existido un cabildo de la Vera Cruz, diferente del de la Misericordia; en ese caso, la cercanía entre la ermita de San Roque y el convento de San Francisco debieron facilitar en gran medida la fusión entre ambas organizaciones. Considero que ésta es la más factible de las tres posibilidades, a pesar de que todavía no se ha encontrado documentación alguna que lo justifique. No obstante, la falta de documentación no es, por sí mismo, elemento suficiente para negar la existencia de esta posibilidad. 69
El primer testimonio directo que se tiene de la procesión del Jueves Santo está fechado en 1610. En este año, el mayordomo de la cofradía, Jerónimo Bayo, denunciaba a su antecesor en el cargo, Jerónimo de Pedraza, por la falta de una cantidad de dinero, cercana a los veinte mil maravedises, que él había enviado a Roma sin previa autorización del cabildo en pleno, con el fin de pagar algunas indulgencias que, sin embargo, no habían llegado a Cuenca, hecho que ponía en peligro, por falta de recursos, la procesión del Jueves Santo de aquel año71; sin embargo, las características propias de todas las hermandades de este tipo certifican por sí mismas la rotunda afirmación de que el desfile procesional debió existir
desde
momento
en
el que
mismo nace
la
advocación de la Vera Cruz. Por lo tanto, podemos afirmar que la procesión del Jueves Santo en Cuenca se remonta, cuando menos, a 1575, fecha en que se firma el contrato al que con anterioridad se ha aludido,
aunque
es
pensar
incluso
que
lógico esa
antigüedad se puede remontar algunos años más.
Para comprender mejor lo que significa para la Semana Santa de Cuenca la creación del cabildo de la Vera Cruz, es necesario estudiar con más detenimiento este tipo de cofradías, que presentan a lo largo de toda la geografía peninsular unas características similares que se repiten, con algunas lógicas excepciones, que sólo certifican la regla general, tanto en las grandes urbes como en muchos pueblos casi insignificantes. Muchas de estas características, casi todas, las comparte
71
Archivo Diocesano de Cuenca. Curia Episcopal. Audiencia. Legajo 822. Expediente 1745.
70
también la hermandad conquense. Por otra parte, el obispado de Cuenca es un reflejo fiel de la importante extensión que se da de este tipo de cofradías por Castilla y Andalucía, tanto en grandes ciudades como también en pequeñas aldeas casi despobladas; son relativamente bien conocidas las de la capital de la diócesis y Navalón72, así como la de Villar de Domingo García73. - Las hermandades de la Vera Cruz nacen en todos los lugares con un fin característicamente penitencial, hasta el punto de que no se entiende esta advocación sin un paralelo desarrollo en su seno de las procesiones de Semana Santa. En este sentido, José Sánchez Herrero ya ha demostrado que la hermandad de la Vera Cruz es, casi siempre, la hermandad penitencial más antigua y además, como efecto de su propio desarrollo interno a lo largo del siglo XVI, colaboró en el nacimiento y extensión de otras hermandades de carácter penitencial. El escenario cronológico en el que estas hermandades se desarrollan es la procesión de la tarde-noche del Jueves Santo, lo cual no significa que, sobre todo en los pueblos pequeños en los que otros tipos de hermandades no llegaron a desarrollarse, abandone otras procesiones fundamentales de la Semana Santa, como es el caso de la del Viernes Santo. Así, en algunos puntos de la geografía hispana las hermandades de la Vera Cruz organizaron también la procesión típica de la noche del Viernes Santo, la del Entierro de Cristo, y su ceremonia popular más característica, el Desenclavo, aunque en las ciudades, allí donde el nivel de socialización es más complejo, surgieran hermandades que bajo la denominación de la Soledad o las Angustias en encargaran de celebrar este rito; ésste, como se sabe, es el caso de Cuenca. En otros lugares como Salamanca, la hermandad de la Vera Cruz se encargaba de organizar también la procesión del Rompimiento del Velo, el Domingo de Resurrección. - Las hermandades de la Vera Cruz están íntimamente ligadas muchas veces a la orden de los franciscanos, lo cual no quiere decir sin embargo que todas las cofradías de este tipo tuvieran sus imágenes titulares en conventos pertenecientes a esta orden religiosa. En algunos lugares, las cofradías eran propietarias, o semipropietarias, de pequeñas capillas, instaladas normalmente Ver nota 1 ROMERO SAIZ, MIGUEL.- El Villar de Domingo García y la Santa Vera Cruz. Historia y Devoción. Villar de Domingo García. Hermandad de la Vera Cruz, 1999. 72 73
71
en las afueras de las ciudades, pero casi siempre cercanas a un convento franciscano. Ejemplos de esta preponderancia franciscana en la respectiva hermandad de la Vera Cruz se pueden encontrar en algunas ciudades de importancia, como Granada, Madrid, Cáceres, Zaragoza, o hasta la propia Sevilla. En otros lugares de población más escasa, y en los que no había llegado a establecerse la orden con carácter permanente, la vinculación con los franciscanos fue posible gracias a las tradicionales misiones, en las que eran los religiosos los que se desplazaban por las comarcas en fechas concretas del año, principalmente aprovechando la Cuaresma. En este sentido Fermín Labarga, que realizó su tesis doctoral sobre la advocación de la Vera Cruz en La Rioja, ha resaltado el paralelismo existente entre la fundación de estas hermandades y el calendario misionero que se observa en la documentación procedente de los grandes centros franciscanos de la región. Por lo que se refiere al caso conquense, ya se ha resaltado en este trabajo la más que posible relación entre la hermandad y el cercano convento de San Francisco. -
Por lo que se refiere al propio desarrollo procesional de la cofradía,
ésta se conforma usualmente, en un primer momento, alrededor de una simple cruz; de esta forma, la devoción a la cruz se convierte en un elemento aglutinador y socializador que refleja para los hermanos la devoción a Cristo, devoción que se va haciendo patente conforme el tiempo avanza, y la simple cruz del principio se convierte en un Cristo crucificado. Paralelamente a ello, una imagen de la Virgen se va incorporando paulatinamente a la procesión del Jueves Santo, incluso en los pueblos más pequeños. Después del Concilio de Trento, y conforme se va afianzando en la procesión el concepto de la Semana Santa barroca, los desfiles se van haciendo más complejos, apareciendo los que se han venido a llamar pasos de misterio; éste es sin embargo un concepto que se desarrolló más profundamente en el siglo XVII, por lo que se estudiará con más profundidad en el apartado siguiente. -
También es importante incidir en que estas procesiones se
desarrollan con la participación de hermanos de luz y de sangre, principalmente de estos últimos, hasta el punto de que la otra tipología está casi invariablemente reservada, por lo menos durante los primeros siglos, a los cofrades enfermos o a los de más edad. Los cofrades de sangre se caracterizan por su particular forma de participar en el desfile, disciplinándose 72
en una ceremonia particularmente regularizada en las distintas constituciones conservadas. Aunque en Cuenca no se conserva ninguna documentación en este sentido, o no la hemos encontrado, las propias características de estas hermandades permiten sospechar que la ciudad del Júcar no debió ser una excepción. Por otra parte, el color de la túnica era usualmente el blanco, abierta a la altura de la espalda en el caso de los hermanos de sangre; el color morado sólo se incorpora más tardíamente, sobre todo a partir del siglo XIX, por influencia de otras hermandades, como las de Jesús Nazareno, propias de la madrugada del Viernes Santo. -
En el ámbito de la organización externa, las hermandades de la Vera
Cruz suelen incorporarse a una archicofradía que con el fin de dar culto a la cruz tienen como sede matriz la iglesia romana de San Marcelo; estamos hablando de la Archicofradía del Santo Crucifijo, que había fundado en 1522 el cardenal Guillermo Raimundo de Vich, y que a lo largo del siglo XVI se había visto beneficiada por algunas decisiones de los papas Clemente VII y Pío IV. Es en esta incorporación, en la que sin duda debió participar también la hermandad conquense, en la que cobra sentido la afirmación que se ha hecho de que la Archicofradía de Paz y Caridad se hermanó el 17 de agosto de 1795 con la cofradía de San Marcelo (se identifica erróneamente la cofradía con la iglesia donde ésta recibe culto), y que presenta algunas inexactitudes de detalle. Por una parte, la archicofradía como tal (la de Paz y Caridad, desde luego) no nacería hasta algunos años más tarde de la fecha citada, por lo que el hermanamiento, que desde luego se produjo, afectaría más al cabildo de la Vera Cruz que a la todavía inexistente archicofradía. Por otra parte, y como ya he demostrado en otros trabajos anteriores, la fusión no se pudo realizar en ese año tan tardío; en todo caso, y contando con que no se tratara de un simple error de trascripción cometido en la redacción de los estatutos de la archicofradía, aprobados en 1865, esa fecha sólo recoge un posterior reconocimiento oficial de algo que sin duda debe remontarse a mucho tiempo atrás, posiblemente incluso a la centuria anterior. En este sentido incide también la admisión de la cofradía hermana de Villar de Domingo García a dicha archicofradía, que se produjo en 158674. ¿Cómo es posible que esta
74
MIGUEL ROMERO SAIZ.- o.c. 30 p.
73
hermandad se uniese a la institución romana más de doscientos años antes que la que existía, con anterioridad, en la capital de la diócesis? -
Finalmente, los fines propios de estas hermandades no deben ser
limitados a su salida procesional. Es lugar común a muchas de ellas, sobre todo en la mitad norte de España, la autoobligación por parte de los hermanos de enterrar a los ajusticiados de cada ciudad o villa, como lo demuestra la documentación correspondiente a algunas hermandades gallegas, la de Vitoria y, un poco más al sur, la de Béjar, en la provincia de Salamanca; también algunas hermandades de las comarcas de Navarra y La Rioja. En otros lugares, la hermandad encargada de este acto piadoso era, no ya la de la Vera Cruz, sino la de la Misericordia; en este sentido, en Cáceres se originó un pleito entre ambas cofradías por este motivo. Por lo que se refiere al caso conquense, no es preciso constatar, por suficientemente conocido, el hecho de que ambas asociaciones formaban parte de una misma institución, que ya desde su mismo origen tiene como fin principal el entierro de los ajusticiados. Otra actividad desarrollada por algunas hermandades de esta advocación era la de casar doncellas vírgenes que no tuvieran recursos económicos para hacerlo, como en el caso de la cofradía de Sevilla y, dentro de nuestra área de influencia, Villar del Domingo García75. Estos puntos de cohesión de la cofradía conquense de la Vera Cruz con otros institutos similares que se desarrollaron tanto en la región castellana como en Andalucía, se reflejan de forma espectacular haciendo un estudio paralelo con la hermandad de Sepúlveda. Todos los aspectos relacionados anteriormente se reflejan también en la hermandad segoviana, la cual, además, era incluso conocida, entre los diferentes nombres con los que es mencionada por la documentación existente, con el título ya conocido para nosotros de hermandad de Paz y Caridad.
3.- El siglo XVII: las hermandades satélites del cabildo El modelo de procesión barroca se hace más complejo tras la celebración del Concilio de Trento, y aparece entonces lo que Federico 75
MIGUEL ROMERO SAIZ.- o.c. 42 p.
74
Fernández Basurte ha llamado hermandades satélites. Se equivoca sin embargo el historiador malagueño al afirmar, tras comparar la Semana Santa de Málaga con el esquema sevillano, que este modelo de hermandades satélites, filiales de las grandes cofradías penitenciales, como la de la Vera Cruz, sea algo particular de aquella ciudad mediterránea. Como muy bien han demostrado otros estudiosos, se repite en otras muchas ciudades, no sólo de Andalucía, sino también de Castilla, de donde era más propio. También en la ciudad del Júcar, como no podía ser de otra forma, este modelo se repitió tanto en la cofradía de la Vera Cruz como en la de San Nicolás de Tolentino.
Quizá la primera de las hermandades filiales que surgieron en el cabildo de la Vera Cruz fuera la que actualmente se llama de la Soledad, y que todavía cierra el desfile penitencial del Jueves Santo, a pesar de que quienes de manera parcial han tratado la historia de la Semana Santa conquense coinciden en afirmar que las primeras actas (actas que, al menos oficialmente, ya no existen) datan de 1736. Sin embargo, la documentación conservada, correspondiente a la época en la que la cofradía no recibía aún el título de la Vera Cruz, habla concretamente del cabildo de Nuestra Señora de la
75
Misericordia, lo cual demuestra la existencia de una devoción de carácter mariano en el seno de la institución, ya desde los primeros años de su existencia, y presumiblemente, lo convierte en un antecedente directo de la actual hermandad de Nuestra Señora de la Soledad, del Puente. Hay que tener en cuenta, como ya se ha dicho, que desde muy pronto está presente la devoción a una Dolorosa en las hermandades de la Vera Cruz. Por otra parte, no sería el primer caso en el que una imagen de la Virgen de la Misericordia aparece representada como una Dolorosa, como ocurre por ejemplo en el pueblo conquense de Puebla de Almenara.
También la devoción a Nuestro Padre Jesús Nazareno está presente en el seno de la cofradía desde esa misma centuria, a pesar de que poco tiempo más tarde, recientemente inaugurado el siglo XVII, se va a fundar en la ciudad, previa autorización real de Felipe III, el cabildo de San Nicolás de Tolentino, con el fin de organizar en la ciudad la procesión que es propia de muchas hermandades de Jesús Nazareno: la de la madrugada del Viernes Santo. Sin embargo, la documentación conservada certifica de modo claro que al menos treinta años antes de que esto sucediera, el cabildo de la Vera Cruz contaba ya con una imagen de esta devoción. Así, en 1580 el escultor flamenco, pero 76
afincado en Cuenca desde algunos años antes, Giraldo de Flugo, y el pintor Gonzalo Gómez, se obligaban con el cabildo de la Vera Cruz de Zaorejas, población que actualmente se encuentra en la provincia de Guadalajara pero que entonces formaba parte del obispado de Cuenca, a realizar una imagen de Jesús Nazareno (el primero sería verdaderamente el encargado de la talla, mientras que el segundo haría la policromía y la encarnación); que esta imagen debía ser un paso procesional lo indica, además de la personalidad del comitente, una cofradía de carácter penitencial, alguna de las consideraciones reflejadas en el documento, como la obligación de ahuecar el cuerpo de la imagen con el fin de aligerar su peso, o la mención que se hace en el documento a cómo debían ser las andas76. Por otra parte, en el documento se dice que el modelo para el paso debía ser el que con la misma advocación disponía ya la cofradía de la Vera Cruz de Cuenca, modelo al que también debía corresponder la talla que ocho años más tarde se comprometía a realizar el italiano, afincado en Cuenca como el otro, Bartolomé Matarana, para el pueblo alcarreño de Alcocer77. La condición de Matarana como pintor hace pensar que éste, a pesar de firmar el compromiso antes aludido, sería el encargado de realizar el policromado, encarnado y estofado de la imagen; en ese caso, el verdadero autor de la imagen para Alcocer, a juicio de Pedro Miguel Ibáñez, estudioso del Renacimiento conquense, debía ser, como diversas tallas contratadas por el italiano para Cañete o Carrascosa de Haro, el escultor Andrés Carrasco. De este documento ya se ha hablado más profundamente en el primer capítulo de este trabajo Si bien, como decimos, la imagen de Jesús Nazareno era procesionada ya por el cabildo de la Vera Cruz desde la segunda mitad del siglo XVI, la hermandad filial de esta advocación debió fundarse, precisamente para organizar, la parte correspondiente al desfile de esta talla dentro de la procesión global del Jueves Santo, ya en el siglo XVII. Precisamente, es en
76
Archivo Histórico Provincial de Cuenca. Protocolos Notariales (498). Gabriel de Valenzuela. 1580. 77 Archivo Histórico Provincial de Cuenca. Protocolos Notariales (671). Diego de Alarcón. 1586-1590.
77
estos momentos cuando se está produciendo en toda España la eclosión de todas estas hermandades dependientes de las grandes cofradías penitenciales. En todo caso, lo cierto es que la hermandad existía ya en 1644, pues el 17 de marzo de ese año José Pérez y Cebrián de Ribagorda, actuando éste último como fiador de Juan Mateo, se comprometían a pagar al año siguiente a la hermandad de Jesús Nazareno una cantidad levemente superior a los mil reales, que ésta le había prestado78. Tanto en este documento como en otras cartas de obligación que en términos similares se fueron firmando en estas fechas, y que tuvieron como beneficiarios tanto a ésta como a las otras hermandades filiales que habían surgido del cabildo, se especifica claramente la situación de dependencia existente entre las hermandades satélites y la cofradía matriz, lo cual demuestra por sí mismo que se trata de las mismas hermandades que todavía participan en el desfile procesional del Jueves Santo.
Otra de las hermandades filiales de la Vera Cruz fue la del Paso del Huerto, devoción que también se repite en otras cofradías de este carácter en diversos puntos de Castilla. La hermandad conquense estaba fundada también
78
Archivo Histórico Provincial de Cuenca. Protocolos Notariales (786). Baltasar de Pareja. 1644.
78
ya en 1644, fecha en la que está datado el primer documento que la menciona: el testamento de María del Rincón, en el que la testamentaria solicita la asistencia de la hermandad a su entierro, algo que era usual en aquellos años79. Dos años más tarde está fechada una carta de obligación firmada por Francisco del Castillo de Albaráñez en beneficio de la hermandad del Paso del Huerto80. Algunos años más tarde, en 1665 y 1666, están fechadas también sendas cartas de obligación firmadas en los mismos términos por Asensio de Ocaña, que en realidad deben corresponder a una misma deuda, que no debió ser pagada en su totalidad al primer vencimiento de la misma; aunque estos dos últimos documentos los cita Jesús Moya, no han podido ser localizados entre los fondos del Archivo Histórico Provincial, al cual, sin duda, como el resto de los aquí citados, pertenecen.
La última hermandad filial del cabildo de la Vera Cruz
nacida
en
aquella
centuria fue la del Paso de la Caña. Los primeros datos que
se
tienen
de
ésta
corresponden ya a los años 1671 y 1672, y se trata también de sendas cartas de
obligación,
citadas
asimismo por Jesús Moya. Corresponde advocación
esta a
la
versión
conquense del Varón de Dolores, muy propio así mismo de este tipo de cofradías. Entre los fondos documentales existentes en esta hermandad, se conserva una descripción
79
Archivo Histórico Provincial de Cuenca. Protocolos Notariales (786). Baltasar de Pareja. 1644. 80 Archivo Histórico Provincial de Cuenca. Protocolos Notariales (1025). Juan de Solera. 1646.
79
bastante somera de la capilla que la cofradía de la Vera Cruz tenía en la ermita de San Roque, en la cual la imagen del Paso de la Caña ocupaba el colateral derecho de dicha capilla. Estas son las cuatro hermandades que pertenecían ya en los años del gran esplendor barroco, a la cofradía de la Vera Cruz. Quedan pendientes de resolución para posteriores investigaciones dos incógnitas que en anteriores trabajos salieron al paso del investigador. Por una parte, una hermandad del Ecce-Homo, hasta ahora ignorada, cuya imagen recibía culto en el convento de San Francisco, y que representa también una advocación típica entre las hermandades de la Vera Cruz; desde luego, no puede ser la misma que actualmente desfila en la procesión del Jueves Santo, por cuanto ésta, que entonces recibía culto en la iglesia de San Gil, no se incorporará al cabildo hasta las primeras décadas del siglo XIX. Por otra parte, en un libro conservado entre los fondos del Archivo Diocesano, y en el que están incluidas las actas del cabildo de la Vera Cruz entre 1750 y su aparente desaparición en 1810, se menciona como imagen titular de la misma un Jesús Nazareno con las Manos Atadas, cuya advocación no se muestra con demasiada claridad81. Sabido es que las hermandades de la Vera Cruz tenían como imagen titular, siempre, un Crucificado, y la de Cuenca no debió ser una excepción, como lo demuestra la talla que todavía preside la procesión del Jueves Santo, y que sigue siendo titular de la archicofradía: el Santísimo Cristo de las Misericordias. ¿Qué significa entonces ese Jesús Nazareno con las Manos Atadas, que no debe ser el mismo, a pesar de su aparente iconografía similar, que el ya citado Paso de la Caña? ¿Se trata de la misma imagen del Ecce-Homo a la que ya hemos aludido anteriormente? Por lo que se refiere a la advocación de Jesús Amarrado a la Columna, a pesar de que en otras hermandades similares ésta fue una de las devociones populares más características de estas cofradías del Jueves Santo (especial situación se da en el caso del pueblo cordobés de Priego, donde la advocación de Nuestro Padre Jesús de la Columna ha cobrado tanta importancia en el seno de la cofradía matriz, que actualmente comparte título oficial con ésta), y a pesar de que Pedro Miguel Ibáñez cree posible la existencia de una
81
Archivo Diocesano de cuenca. Sección Libros. L-58
80
hermandad de esta advocación ya en aquellos años del Barroco, considero bastante difícil su presencia hasta la consabida incorporación de la hermandad nacida a mediados del siglo XIX en la parroquia de Santo Domingo. Por una parte, la documentación no da ninguna pista en este sentido. Por otra parte, el compromiso firmado por Bartolomé Matarana, ya citado por el propio profesor Ibáñez, es claramente demostrativo de que por lo menos a la altura de 1588 la cofradía de la Vera Cruz no disponía de ningún paso de esta advocación, pues si bien éste se compromete a realizar las imágenes de Jesús Nazareno y Jesús Amarrado a la Columna, sólo en el caso de la primera talla se cita como modelo de la misma al paso de la hermandad conquense. El profesor Ibáñez, que tan contrario se muestra en algunas ocasiones a que el investigador pueda aventurar hipótesis de trabajo cuando no existe detrás un suficiente aparato documental que pueda dar fe de ello, otras veces, como es el caso que nos ocupa, no actúa de la misma manera. Estas hermandades filiales, que nacieron tras el Concilio de Trento con el fin de organizar, dentro del conjunto procesional del Jueves Santo, el desfile particular de una imagen en concreto, fueron cobrando con el paso del tiempo una importancia cada vez más creciente, hasta el punto de llegar a desbancar en algunos casos a la cofradía matriz. El caso conquense es un claro ejemplo de ello. En 1676 el corregidor de la ciudad, Manuel de Porres Monroy, recibió una solicitud enviada por los representantes de la cofradía de la Vera Cruz, Sangre de Cristo y Misericordia, que con esta triple advocación aparece citada ya en el documento, con el fin de conseguir la aprobación de unas constituciones más benignas que facilitaran a los conquenses la entrada en la hermandad, la cual apenas contaba en aquella época con un número reducido de miembros, insuficientes, se dice en el documento, para cumplir con sus obligaciones, tanto las procesionales como las puramente sociales. El texto certifica una situación aguda de crisis, que se fue haciendo más patente todavía conforme fue avanzando la centuria siguiente, hasta el punto de que si la procesión del Jueves Santo se mantuvo aún en la segunda mitad del siglo XVIII, ello se debió sin duda al impulso tomado por estas hermandades satélites mas que a la actuación de la propia cofradía matriz. Este hecho colocó a aquéllas en una situación de privilegio, lo que permitió que fueran
alcanzando
paulatinamente
ciertas
dosis
de
independencia, 81
independencia que tomó forma, ya con carácter definitivo, a mediados del siglo XIX, con la creación de la Archicofradía de Paz y Caridad. Fue esto lo que posibilitó un nuevo modelo de interrelacción entre todas las instituciones interesadas en el proceso.
4.- El siglo XVIII: los años de la crisis El siglo XVII había supuesto para todas las cofradías penitenciales una etapa de esplendor en la que tomó forma la gran explosión barroca; la centuria siguiente supuso una profunda crisis a la que muchas hermandades no pudieron sobrevivir, y el caso de la hermandad conquense de la Vera Cruz no fue una excepción. Ya se ha dicho que muchas de las obligaciones que eran propias de la cofradía se mantuvieron gracias a las hermandades filiales, que en esta centuria ya se pueden considerar plenamente independientes, y en este sentido es como se debe interpretar la repetida información de cuantos han escrito sobre la historia de la Semana Santa, y que datan en la primera mitad del siglo XVIII la fundación de las hermandades respectivas. Así debe entenderse también el hecho de que es en esta época cuando aparecen los primeros libros de actas y las primeras constituciones elaboradas y aprobadas por las hermandades, y que reconocen su personalidad jurídica, y también la aparición, por primera vez, de sus primeras juntas directivas. En este sentido, y sólo a modo de ejemplo, el primer secretario de la hermandad del Paso del Huerto fue Antonio Avendaño, que empieza a ejercer su cargo en 1741, fecha que coincide también con el año en que están datadas las primeras constituciones de la hermandad, así como la primera acta de la misma, recogida en el libro que a principios de siglo todavía se conservaba. Estas coincidencias inciden en un hecho concreto, y es la fecha en la cual la hermandad del Paso del Huerto debió haber completado con éxito su proceso hacia la independencia. No sabemos el momento concreto en el que las otras tres hermandades consiguieron hacerlo, pero todas ellas lo habían alcanzado ya en 1761, fecha en que se realiza una visita diocesana a la parroquia de San Esteban, en cuya jurisdicción se encontraba la ermita de San Roque, visita en
82
la cual se menciona ya a cada una de las hermandades de manera independiente82. Pero este impulso de las hermandades filiales no oculta la crisis en la que el propio desfile penitencial del Jueves Santo estaba también sumido. El propio modelo propugnado por el Concilio de Trento provocó al mismo tiempo que el desarrollo de las hermandades penitenciales, un mayor control de la jerarquía eclesiástica sobre las hermandades a todos los niveles, desde el parroquial hasta el diocesano, que originó al mismo tiempo una marcha de las hermandades en sentido contrario. En este marco, las hermandades pequeñas, a pesar de lo que puede parecer, pueden sobrevivir con más facilidad que las grandes cofradías, poderosas pero al mismo tiempo fuertemente jerarquizadas y burocratizadas, y sometidas por ello a un control mucho más estricto. Las dos formas más usuales de control por parte de la diócesis fueron los sínodos y las visitas diocesanas. Los primeros, regulados por el Concilio de Trento, eran reuniones periódicas de toda la Iglesia diocesana, a modo de pequeños concilios regionales en los que se aprobaban las constituciones por las que todos los aspectos relativos a la diócesis respectiva eran regulados de manera coherente. Durante toda la Edad Moderna, el último de estos sínodos se dio en Cuenca en 1636, durante el mandato del obispo Enrique Pimentel; los acuerdos tomados en él se mantuvieron en vigor durante muchos años, y sólo Inocencio Rodríguez, ya a mediados del siglo XX, volvió a convocar uno nuevo. Por lo que se refiere a las visitas, éstas eran como una especie de auditorías que desde el obispado se realizaban sobre las diferentes parroquias de la diócesis. Como se examinaba en ellas cualquier aspecto que tuviera que ver con la parroquia visitada, este tipo de documentos da siempre una información muy valiosa sobre las hermandades que en ella estaban radicadas. Por lo que a nuestra investigación interesa, se conservan entre los fondos del Archivo Diocesano las visitas realizadas a la parroquia de San Esteban, a la cual pertenecían jurisdiccionalmente tanto la ermita de San Roque como el convento franciscano, en 1732 y 1761; la información que proporciona esta última es ligeramente más rica que la de 1732.
82
Archivo Diocesano de Cuenca. Curia Episcopal. Visitas. Legajo 14. Expediente de las visitas realizadas a la ciudad de Cuenca en 1761.
83
El siglo XVIII es la centuria de la Ilustración. No se puede afirmar que, por lo menos en el caso español, la Ilustración sea un movimiento contra la Iglesia, y muchos son los representantes de la alta jerarquía católica entre las filas de la nueva ideología ilustrada; un caso bastante claro de ello es el que fuera obispo de Cuenca en los primeros años del siglo XIX, Antonio Palafox, pero que se muestra particularmente activo durante todo el último cuarto del siglo anterior, durante sus años como arcediano de Cuenca. Pero sí es cierto que los ilustrados entienden la religión de manera muy diferente a cómo lo hacían los miembros de las hermandades. Aquellos pretendían una religiosidad más intimista e intelectual, ajena por completo a esas grandes expresiones de culto exterior, teatralizado a menudo marcados por la superstición, que son las procesiones y las romerías. Por otra parte, y según diferentes informes realizados por algunos ilustrados, las hermandades de laicos, o en su caso directamente los propios hermanos que con carácter anual se sucedían como representantes de las mismas, realizaban grandes gastos que a menudo no podían soportar, con el fin de mantener un nivel económico basado sólo en las apariencias. Estos informes algunas veces eran exagerados por sus autores respectivos, aunque reflejan una realidad social contraria a la ideología de los ilustrados. Las medidas de los ilustrados contra las hermandades, sobre todo las penitenciales y las gremiales, pero también todas aquellas que estuvieran lejos de su radio de acción (de este proceso se mantuvieron ajenas las hermandades sacramentales, por el carácter parroquial que muchas de ellas tenían y, sobre todo, por las buenas relaciones que mantenían con el clero parroquial), se fueron haciendo cada vez más patentes conforme avanzaba la centuria, y tienen un carácter general para todo el país. Entre estas medidas hay que destacar, por su especial significación para el futuro de las hermandades, la cédula real firmada en 1777 por Carlos III, y que entre otros aspectos prohibía la participación de disciplinantes en las procesiones de Semana Santa. Aunque esta cédula no fue respetada en todo el país, y prueba de ello es la constante repetición de nuevas órdenes reales en el mismo sentido en los años siguientes, no cabe duda que para el cabildo conquense de la Vera Cruz fue finalmente la gota que colmaba el vaso de su crisis. Hay que tener en 84
cuenta en este sentido el hecho de que aunque la documentación conservada no incide en una posible procesión de disciplinantes, las propias características que presentan todas las hermandades de esta advocación hacen pensar que la de Cuenca no debió ser una excepción en este sentido. Aunque también es posible que los disciplinantes hubieran desaparecido del Jueves Santo conquense, por efecto de la crisis, mucho tiempo antes de que la cédula real hubiera sido promulgada. Las leyes reales no eran los únicos peligros a las que la hermandad de la Vera Cruz debía enfrentarse. Hubo también otras medidas que, con carácter periódico, se fueron tomando desde el ámbito de la propia ciudad. En este sentido hay que destacar la prohibición, firmada en 1729 por el corregidor Juan Francisco Luján de Arce, de que ninguna persona anduviera vestida de nazareno fuera del recorrido oficial de las procesiones del Jueves y Viernes Santo, con el fin de evitar, en la medida de lo posible, los altercados públicos y los graves problemas de seguridad que todos los años se venían repitiendo, aprovechando el anonimato que el capuz proporcionaba83. Por otra parte, ya a punto de finalizar el siglo, en 1793, y teniendo otra vez como escenario las procesiones de Semana Santa, tuvo lugar un grave conflicto de jurisdicción que enfrentó al obispo y al corregidor de la ciudad, y que tuvo que solucionarse tras la intermediación del propio Consejo de Castilla, quien dio la razón al representante de la Iglesia84. El motivo de este conflicto jurisdiccional estaba basado en un hecho aparentemente coyuntural y poco importante: la participación de los celadores del tribunal eclesiástico en la procesión, portando varas altas como símbolo de la institución a la que representaban. En realidad, el proceso refleja también los enfrentamientos que en aquella época había entre la Iglesia y el Estado, a pesar de que, al menos aparentemente, se mantenía aún la tradicional alianza entre el Trono y el Altar. Por lo que afecta al plano propiamente eclesiástico, y siguiendo con el caso de Cuenca, se puede apreciar entre los años cuarenta y sesenta la repetitiva aprobación de diferentes constituciones a varias de las hermandades que, en algunos casos, vuelven a reflejar, como ya se ha dicho, la
83 84
Archivo Municipal de Cuenca. Legajo 1287. Expediente 7. Archivo Histórico Nacional. Sección Consejos. Legajo 23957. Expediente 1.
85
independencia de éstas respecto de la cofradía matriz. Pero además, en esta confluencia de aprobaciones en un periodo concreto del pasado se puede apreciar también el interés patente que había en el obispado por controlar todo lo relacionado con las hermandades de laicos, control que sólo se hace posible mediante unos estatutos rigurosos. Así, por lo que al círculo del viejo cabildo de la Vera Cruz respecta, si en 1741 eran aprobadas las constituciones de la hermandad del Paso del Huerto, tras una visita realizada veinticinco años más tarde al antiguo cabildo matriz, el visitador ordena a los hermanos la redacción de unos nuevos estatutos, estatutos que vienen a reflejar una institución religiosa radicalmente venida a menos. En ningún momento se habla en estos estatutos, un escaso cuerpo formado sólo por seis reglas, de la procesión del Jueves Santo. Entre los fondos del Archivo Diocesano de Cuenca se encuentra un libro de actas y contabilidad, ya mencionado, en una de cuyas hojas se transcriben las constituciones anteriores, que había sido propiedad de la cofradía de la Vera Cruz; no cabe duda que se refiere a la misma hermandad de la que estamos hablando, y para ello nos basamos en algunos datos proporcionados por el mismo libro. Por una parte, en él se afirma que la hermandad se encuentra radicada en los llamados Portales Largos, un escenario cercano al convento de San Francisco pero que no es el propio templo conventual (así lo demuestra la propia descripción que de él se hace en el documento: “frente al convento de San Francisco”). No considero necesario incidir una vez más en lo que son esos Portales Largos, y su situación cercana a la ermita de San Roque, que por entonces estaba sumida, como certifican los informes del arquitecto Mateo López, en una situación de ruina. Por otra parte, aunque el libro en cuestión se cierra aparentemente con un decreto de la autoridad eclesiástica, dando por extinguida la cofradía y autorizando el reparto entre los hermanos sobrevivientes de los escasos fondos que formaban su patrimonio, el año en que está fechado este documento, 1810, invadida la ciudad por las tropas napoleónicas, y la documentación existente entre los fondos de la actual hermandad de Nuestro Padre Jesús con la Caña, y que se analizarán con más detalle en el apartado siguiente de este mismo capítulo, certifican que esta extinción es algo puramente coyuntural,
86
dentro del agudo proceso de crisis en el que la hermandad se hallaba sumida, y que ésta recuperó su actividad pocos años más tarde. Un tercer detalle vuelve a incidir en el mismo sentido, y es la mención que se hace en una de las actas recogidas en el libro. Se trata de la insinuación de que las cuatro hermandades (no se menciona en el texto cuáles son esas hermandades, pero no cabe duda de que se trata de las mismas que habían dependido de ella con anterioridad, y que para entonces, aunque se habían independizado, seguían manteniendo algún tipo de relación con ella) aprobaran la adquisición que se había hecho de una túnica nueva para la imagen titular del propio cabildo. Esta afirmación indica otra vez que estas cuatro hermandades habían llegado a suplantar en muchos sentidos a la antigua cofradía matriz en una procesión que, como se ha visto con anterioridad, no había llegado nunca a desaparecer.
5.- La primera mitad del siglo XIX: la archicofradía Así pues, el antiguo cabildo de la Vera Cruz, que bajo la advocación inicial de Nuestra Señora de la Misericordia había sido fundado en 1527, podía darse aparentemente por finalizado, de hacer caso a la documentación citada con anterioridad, en 1810. En esta fecha los fondos de la hermandad, consistentes sobre todo en la cera que debían pagar los hermanos en concepto de sitios y entradas (alguien ha hablado de una “cultura de la cera” para definir el mundo cofradiero hasta el siglo XIX), habían sido incautadas por las tropas francesas del general Coulincourt que, además, incendiaron aquel mismo año algunos templos de la ciudad, entre ellos la ermita de San Roque, en la que, como es sabido, habían recibido culto las imágenes que formaban parte de la procesión del Jueves Santo. Por lo tanto, el tribunal diocesano aprobaba aquel año el reparto de los escasos bienes que aún permanecían en las arcas del viejo instituto entre los pocos hermanos que aún pertenecían a éste (hay que pensar también en la aguda crisis demográfica que supuso para Cuenca, como para el país entero, el cambio de siglo y la Guerra de la Independencia), al mismo tiempo que las imágenes, que milagrosamente pudieron salvarse de las llamas, fueron trasladadas primeramente a la iglesia de San Esteban.
87
Sin embargo, ya se ha dicho que la supresión de la cofradía, aún dentro de un reconocido clima de crisis, fue sólo un hecho coyuntural. A partir de 1814, una vez recobrado en la ciudad un clima favorable, gracias en buena parte a la finalización del conflicto bélico, la hermandad volvió a renacer. Algunos años después, las imágenes serían trasladadas a la iglesia de Nuestra Señora de la Luz, de manera que la procesión del Jueves Santo cambió su marco escénico. Por otra parte, la propia hermandad recuperó su actividad habitual, tanto en lo que respecta a la procesión como en la que había sido la principal obligación de sus hermanos desde el mismo momento de su nacimiento: el entierro de todos aquellos que muriesen a
manos de la
justicia.
La
hermandad
es,
desde luego, la misma, no una
nueva institución
que
naciera como virtual heredera del antiguo cabildo. Es el mismo
proceso
que
se
repetiría un siglo más tarde, después del paréntesis que supuso
para
la
vida
de
nuestras hermandades otro conflicto bélico, en este caso la Guerra Civil. Si en 1939 se trataba de las mismas hermandades, porque eran los mismos hermanos los que se reunieron entonces para impulsar nuevamente la devoción a las mismas imágenes sagradas (aunque nuevas, porque el hacha o las llamas las habían destruido tres años antes, se trataba de una misma devoción a esas tallas que habían sido encargadas para sustituir a las desaparecidas), ahora, en 1810, se trata también de una misma cofradía renacida.
88
Entre los fondos de la hermandad de Nuestro Padre Jesús con la Caña, como a estas alturas ya se sabe una de las que, desde el siglo XVII formaban parte de la cofradía de la Vera Cruz, se conserva un legajo del siglo XIX que proporciona abundante información, no sólo sobre la propia hermandad, sino también del viejo cabildo, documentación que demuestra por otra parte que para entonces había sido ya recuperado, y del proceso de transformación de éste en la actual archicofradía de Paz y Caridad. A partir de esta rica documentación se pueden clarificar los términos del acuerdo que provocó el nacimiento de ésta, y que no fue, como se ha dicho tantas veces, una decisión coyuntural
de
hermandades
que de
las
Semana
Santa empezaran a participar de
una
costumbre,
la
de
enterrar a los ajusticiados, que antes había sido ajena a ellas, sino una relación perpetuada en el tiempo, y un proceso crónico que
terminó
por
invertir
la
relación de dependencia de todos los institutos implicados. De
una
unidireccional cofradía satélites, transformó
estructura y
jerarquizada
matriz-hermandades el
modelo en
se unas
hermandades penitenciales plenamente ya independizadas, agrupadas como simple modelo de colaboración, en torno a una imagen que había sido titular del viejo cabildo: el Cristo de las Misericordias.
Entre la rica documentación conservada por la hermandad del Paso de la Caña figuran algunas cuentas que, al mismo tiempo que ofrecen datos de interés sobre la situación económica de la hermandad en las primeras décadas del siglo XIX, demuestran que la cofradía de la Vera Cruz no había desaparecido en 1810. En efecto, se aprecia claramente como los gastos 89
originados por la procesión y por el resto de las actividades en las que las hermandades participaban en conjunto, era repartido a partes iguales entre las cuatro hermandades, entre las cinco a partir de la incorporación, en una fecha indeterminada de aquella época, pero siempre en la década de los años diez de esa misma centuria, de la hermandad del Ecce-Homo. Por otra parte, también se conservan algunas cartas en las que se demuestra que a pesar de la independencia de las hermandades, las relaciones, a nivel organizativo, seguían manteniéndose. Así, un documento fechado en 1847, pocos años antes del nacimiento efectivo de la archicofradía, demuestra la existencia aún del cabildo de la Vera Cruz y Sangre de Cristo; se trata de una carta remitida por éste a la hermandad del Paso de la Caña, en el sentido de que ninguna de las imágenes respectivas pudiera salir en procesión si no era con la autorización expresa del resto de las hermandades, y acompañada siempre por la talla del Cristo de las Misericordias. La carta había sido motivada por la sensación de desorganización que se había dado en la reciente procesión de rogativas que por la escasez de agua había sido organizada por la corporación municipal, con la imagen de Nuestra Señora del Puente (o de la Luz), y a la que habían sido invitadas todas las hermandades con sus cetros e insignias. La hermandad de Jesús Nazareno, como se sabe una de las que formaban parte del cabildo, se había presentado a la procesión, no ya con sus insignias, sino incluso con la propia talla titular Para entonces, el proceso de conversión de cabildo a archicofradía estaba ya iniciado, como lo demuestra otro documento procedente del mismo legajo, y que recoge la decisión adoptada por una llamada Junta Principal de Caridad, parte integrante del cabildo de la Vera Cruz, en el sentido de evitar gastos reduciendo los actos litúrgicos en honor a la imagen del Cristo de las Misericordias a una misa con diácono, sermón y dos cantores acompañados por órgano, evitando mayores dispendios a no ser que estos corrieran a cargo de la hermandad que los encargara. Esta Junta Principal de Caridad es un más que posible paso previo a la creación de la archicofradía de Paz y Caridad. Por lo que se refiere al traslado de las imágenes a una nueva iglesia, la ermita de la Virgen de la Luz, adosada al que había sido convento y hospital de los religiosos antoneros, ésta había sido desamortizada, como se ha dicho, a finales del siglo XVIII. A principios de la centuria siguiente la ciudad solicitó a la 90
Dirección Nacional de Rentas el edificio religioso, con el fin de recuperarlo para el culto, solicitud que fue aprobada mediante una Real Orden firmada en 1817, y
que originó la
concepción
del templo como
patronato
municipal,
consideración que aún conserva a pesar de haber sido transformado en parroquia en los años sesenta del siglo XX. Como primera medida para adornar los vacíos altares, se trasladó a la ermita, convenientemente restaurada, la imagen de Nuestra Señora del Puente, que había sido llevada a la iglesia parroquial de San Juan, a cuya jurisdicción había pertenecido, tras la incautación del templo por el Gobierno. Por otra parte, en 1818 se solicitaron las imágenes que desde la ermita de San Roque habían sido trasladadas algunos años antes a la iglesia de San Esteban. Poco tiempo después, la solicitud fue aceptada tanto por parte de la cofradía de la Vera Cruz, titular del Cristo Crucificado, como por las cuatro hermandades interesadas. De este modo, la iconografía del ya restaurado templo pudo ser completada de acuerdo a una perspectiva no casual, sino estudiada a partir de un eje central formado por el altar mayor, al que por supuesto se devolvió la imagen de la Virgen de la Luz, y dos transversales, ocupados por lo que se podría llamar el crucero y, más cerca de la entrada, dos capillas principales, en las cuales fueron colocadas las cuatro imágenes correspondientes a cada una de las hermandades del Jueves Santo. Posiblemente la advocación de Nuestra Señora de las Angustias, actualmente representada por la talla de Marco Pérez, que es titular de una hermandad de reciente creación (su antigüedad se remonta a 1926), estuviera ya presente desde entonces a la iglesia, trasladada quizá desde la de San Juan junto a la otra imagen mariana, o desde el cercano convento de trinitarios; se sabe de la existencia en el siglo XVII de una hermandad de esta advocación que estaba asentada en esta parroquia, y que organizaba una procesión penitencial el llamado Domingo de Cuasiomodo, esto es, el domingo anterior al de Ramos. Por otra parte, las advocaciones de San Roque y San Antonio debieron acompañar también a las tallas procesionales desde la antigua ermita que había sido dedicada al santo francés. Paralelamente a este hecho, en 1816 se había organizado una procesión, con carácter extraordinario, desde la iglesia de la Virgen de la Luz hasta la catedral, en honor a San Roque, por los beneficios alcanzados para la ciudad gracias a su intercesión; no cabe duda que debió tratarse de una 91
procesión de desagravio por la destrucción de la ermita que en el siglo XVI había sido dedicada por los conquenses a aquél, abogado contra la peste. En este periodo de tiempo ocurrió otro hecho de gran importancia: la incorporación al cabildo de una nueva hermandad, la del Ecce-Homo, que para entonces recibía culto aún en la iglesia de San Gil. No se sabe la fecha exacta de la incorporación, aunque para el año 1819 ésta ya se había producido. Desde el primer momento, surgieron en el seno de la procesión algunos problemas, causados por la incorporación de la nueva hermandad al desfile desde un lugar diferente al de la salida de dicha procesión. Motivado sin duda por estas dificultades, la hermandad solicitó en 1828 del Consejo de Castilla autorización para organizar un desfile propio el Miércoles Santo, y basaba su petición en el hecho de que la hermandad ya había organizado antiguamente esta procesión en dicho día85. Aunque no se conserva en el expediente la decisión de los miembros del Consejo, la propia hermandad acordaría dos años más tarde solicitar el archivo definitivo del expediente. También es conveniente decir que, según se desprende de las actas conservadas por la hermandad del Paso de la Caña, la costumbre de enterrar a los ajusticiados aún se mantenía, siendo trasladado sin embargo el lugar de inhumación de los fallecidos de esta manera a la ermita del Cristo del Amparo.
85
Archivo Histórico Nacional. Sala del Consejo de Castilla. Legajo 3.764. Expediente
1.
92
LA HERMANDAD Y LA ARCHICOFRADÍA ENTRE 1852 Y 1936
1.- La Semana Santa de Cuenca entre 1852 y 1936 Poco es lo que se conoce sobre la Semana Santa de Cuenca durante esos ochenta años aproximadamente que van desde la fundación de la hermandad de Jesús Amarrado a la Columna hasta la grave crisis que supuso el estallido de la Guerra Civil, y sobre todo en lo que afecta al cabildo de la Vera Cruz. Sí se puede afirmar, sin embargo, y a nivel general, que desde algún tiempo antes, el ayuntamiento de la ciudad había empezado a subvencionar las procesiones de Semana Santa, como es el caso de los veinte mil reales las autoridades municipales entregaron para este fin. Aparte de este hecho, apenas se pueden citar algunos datos sueltos, como el hecho de que en 1855 la hermandad de San Juan Evangelista, que como todo el mundo sabe había sido fundada en el seno del cabildo de San Nicolás de Tolentino, tuvo que hacer frente a la severa epidemia de cólera que por aquel entonces estaba asolando a toda la ciudad, y que, al haber tenido que aumentar de forma importante la cantidad de dinero que la hermandad debía dedicar a enterrar a los hermanos difuntos, provocó en ella una grave falta de recursos económicos. El proceso se enmarca en una aguda crisis que provocó diversos períodos de tiempo en los que la hermandad dejó de funcionar, proceso que llegaría a su cenit en 1873, cuando por causa de la invasión carlista los bienes que se hallaban depositados en la casa de la camarera fueron destruidos en su totalidad. No obstante, a pesar de esa tendencia nefasta para la Semana Santa, también hay que decir que sobre todo a partir de la Restauración borbónica, la Semana Santa de Cuenca, como otras celebraciones de este tipo a lo largo y ancho del país, empiezan a recuperarse. Para el caso conquense, este proceso 93
desembocó, con el cambio de siglo, en la creación de nuevas hermandades, incluso también nuevas procesiones, proceso al que no son ajenas las élites sociales que entonces dominaban la ciudad. En efecto, si en 1902 se creaba la nueva procesión de los Cristos, la denominada actualmente “En el Calvario”, a partir de la procesión particular que desde el siglo XVIII realizaba la hermandad del Cristo de la Luz la mañana del Viernes Santo una vez hubiera terminado la procesión de los Nazarenos, tres años después se crearía también un nuevo desfile procesional para la noche del Miércoles Santo. Para todo ello se crearían nuevas hermandades, y se transformarían algunas hermandades de gloria ya existentes, dándoles un nuevo carácter procesional que hasta entonces no tenían. No considero necesario profundizar demasiado en estos aspectos, pues son ya bien conocidos de todos los enamorados de la Semana Santa de Cuenca. Sí quiero decir que este proceso se fue extendiendo durante las primeras décadas de la centuria, siendo incluso más importante durante la dictadura del general Primo de Rivera, y aún cuando, con la proclamación de la República las procesiones empezaron a entrar en una crisis incipiente, sí se puede decir que en Cuenca, al contrario de lo que pasó en otras ciudades como Sevilla, las procesiones siguieron saliendo durante todo el período republicano, incluso en 1936, a pesar de que en algunos momentos esos desfiles estuvieran caracterizadas por unas graves tensiones sociales. El estallido definitivo de la guerra en el verano de 1936, que desencadenó el terror en la ciudad sobre todo durante los primeros meses del conflicto, fue el único factor que conseguiría, esta vez sí, poner una paréntesis de tres años a las procesiones penitenciales de Semana Santa, obligando a los hermanos que le sobrevivieron a hacer un gran esfuerzo económico para restaurar una celebración que por entonces ya ocupaba el corazón de muchos conquenses, conquenses que tuvieron que partir entonces de cero para conseguir la recuperación de las procesiones de Semana Santa. Por otra parte, para un mejor conocimiento de la Semana Santa en el período renovador que caracteriza al cambio de siglo existe una fuente literaria que, sin embargo, debe ser tomada con pinzas: la novela “Un amor de provincia”, que fue publicada por Andrés González Blanco en 1908. En uno de sus capítulos, el autor conquense, que había abandonado la ciudad algunos 94
años antes, incorpora algunos recuerdos de su niñez para describir unas procesiones de Semana Santa que si bien en algunos momentos parecen describir cómo eran las procesiones conquenses, otras veces la imaginación del autor se desborda, describiendo unos desfiles muy diferentes a los reales.
2.- Fundación de la hermandad A mediados del siglo XIX existían en Cuenca dos hermandades religiosas de laicos bajo la advocación de Jesús Amarrado a la Columna. Una, de la que se sabe muy poco, tenía su sede en la iglesia de San Miguel, junto a la hoz del Júcar. Antonio Pérez Valero, en su libro titulado A través de mi capuz, recoge, sin citar la procedencia, el documento fundacional de esta hermandad, fechado en el año 1860: “Gerónimo Laso, vecino de esta ciudad por sí y a nombre de sus convecinos cuyos nombres se expresan al final, a V.I. respetuosamente exponen: que en la Iglesia parroquial de San Miguel de la misma se halla la imagen de Jesús atado a la Columna a la que al parecer tiene poco culto, animados y deseosos de que aquellos se eleven a un estado más sublime del en que se [sic] encuentran en la actualidad... suplican se sirva conceder la instalación y formación de una hermandad bajo el nombre de Jesús atado a la Columna con el objeto expresado.”86 La otra, la que más nos interesa en estos momentos, fue fundada en 1852 en la iglesia parroquial de Santo Domingo de Silos, a medio camino entre la ciudad vieja y el Huécar; es ésta que poco tiempo después, en 1853, fue aceptada en el seno de la recientemente creada archicofradía de Paz y Caridad. Entre los fondos del Archivo Diocesano de Cuenca, en su sección de Secretaría, hay un expediente que certifica de manera clara este dato, y niega por tanto la afirmación que algunos cronistas de la Semana Santa han hecho, tomando como antecedente de la hermandad penitencial del Jueves Santo a la cofradía homónima de San Miguel. Como se puede ver, la hermandad que nos ocupa es incluso anterior a esa otra de la que se ha dicho ser antecedente suya.
PÉREZ VALERO, ANTONIO.- A través de mi capuz. Cuenca, Diputación Provincial, 1997. 195 p. 86
95
Este documento es una solicitud firmada el año 1859 por el que era entonces hermano mayor de la hermandad radicada en la iglesia de Santo Domingo, en los términos siguientes: “Que en el año de 1852 se fundó esta hermandad para darle veneración y culto que se merece el Señor; por consecuencia, hubo necesidad de tallar la efigie, retocarla, y demás que le correspondió, ascendiendo sus gastos a 2.900 reales, y hubo necesidad de suspender el comprar los tres sallones ^[sic], o sean, calabreses que le azotaron; pero ahora los hermanos que la componen, con el mayor anhelo, deseamos que se pongan, y sea el verdadero paso. Por consiguiente, se tienen que hacer otras andas, y estén para la procesión del Jueves Santo próximo siguiente. Se atreven a proponer a V.I. que en el pueblo de Palomera hay una efigie con el mismo título, y por su estatura colosal pertenece mejor para los dichos sallones que el que se tienen, por ser de menos estatura (sin embargo que está mucho mejor que el solicitado). La hermandad que suscribe no tiene inconveniente en gastarse alguna cantidad para dejarlo como corresponde, y supuesto que dicha efigie no tiene hermandad ni culto, los que hablan sin titubear y franqueza que les caracteriza, se dirigieron a el señor vicario de la parroquia de Palomera, manifestándole si encontraba dificultad en quedarse con este efigie, y cediesen el de su yglesia, y contestó que su mayor gusto era el de accederlo, pero que de los vecinos del pueblo no sabe su parecer, aconsejando que para evitar disgustos dirigiéramos la acción a V.I., y que su digna autoridad podía remitir un atento oficio, reclamando como por fabor [sic] que desea de hacerse con aquel efigie, entregándose otra de tan buena figuración por...”87 El expediente está incompleto, pues falta el resto de la solicitud, que debía estar en otra hoja que se ha perdido. Por ello, de su exclusiva lectura no se puede extraer ningún tipo de conclusiones sobre si la permuta de ambas imágenes, la de la iglesia de Santo Domingo y la de Palomera, llegó a realizarse, aunque por otras vías, como se verá, se sabe que dicha permuta no llegó a efectuarse. Lo que es cierto es que el doctor Cervera y Frías, provisor entonces de la diócesis, decidía el 28 de junio de aquel año solicitar que desde el pequeño pueblo serrano, muy cercano a la ciudad, se remitiera un informe
87
Archivo Diocesano de Cuenca. Sección Secretaría. Legajo 29. Expediente 110.
96
sobre la posible permuta de ambas tallas: “Digan al teniente de cura de Palomera, su ayuntamiento o las personas de cuya propiedad sea la efigie a que se refiere esta exposición, si están o no conformes con que se lleve a efecto la permuta que se solicita, para acordar lo que procediere.”88. Un dato curioso del expediente mencionado es la denominación que en él se hace de los sayones, como calabreses. La palabra en sí misma parece hacer referencia a la tradición propia de diferentes pasos de Semana Santa, y extendida por toda la geografía peninsular, de utilizar modelos burlescos y costumbristas para las tallas secundarias de los pasos. Por su parte, Antonio Pérez Valero recoge también algunos datos que complementan el expediente del Archivo Diocesano: “Antonio Masegoso y Victoriano Escribano en fecha 12 de julio del mismo año, en nombre del pueblo de Palomera y de la parroquial de San Justo y Pastor, manifiestan ser una donación de un caballero descendiente del pueblo, y, del disgusto que para éste sería la permuta, acatando no obstante la voluntad del obispo. Este último, no duda el 14 de julio en dirigirse a la hermandad denegando la permuta.”89 Para entonces, y como se desprende de la lectura de esta petición de permuta, la hermandad de Jesús Atado a la Columna se había incorporado ya a la archicofradía de Paz y Caridad y a la procesión del Jueves Santo. En efecto, la hermandad se incorporó a la archicofradía en 1853, tras ser aprobada dicha incorporación, en representación de ésta última, por su presidente, Fulgencio González.
3.- La archicofradía de Paz y Caridad en la segunda mitad del siglo XIX El nacimiento de nuestra hermandad coincide en el tiempo con un momento de inflexión en la crisis que supuso a todas las hermandades de Semana Santa, a las de Cuenca como a las de otros lugares de la península, primero la Ilustración y después el primer liberalismo. En efecto, tras una primera mitad difícil, marcada por algunas leyes dirigidas contra las cofradías y por el proceso desamortizador, las últimas décadas de la centuria significaron un nuevo crecimiento de estas tradiciones, que paulatinamente fueron 88 89
Idem. ANTONIO PÉREZ VALERO.- o.c., 196 p.
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buscando su propia personalidad en la nueva situación política y social. Siguen existiendo en el periodo, desde luego, algunos momentos duros, como la revolución progresista, que supuso el final del reinado de Isabel II y la proclamación de la Primera República, pero aún en estos momentos la situación tampoco puede compararse con la que existía durante los primeros años del periodo. Por lo que se refiere a la archicofradía de Paz y Caridad, heredera del viejo cabildo de la Vera Cruz, aunque también logró remontar la crisis, no lo hizo sin haber llegado a perder antes parte de su identidad. Ya se dijo que la crisis le había empezado a afectar desde el mismo siglo XVII, y que durante toda la centuria siguiente, las hermandades filiales tuvieron que mantener las costumbres que tradicionalmente habían sido cosa de la cofradía matriz. Este proceso llegó a sus últimas consecuencias el 11 de marzo de 1849, cuando aquéllas, cinco ya, tras la incorporación de la hermandad del Ecce-Homo, firmaron la concordia por la que a partir de ese momento habrían de regularse las relaciones entre las distintas instituciones implicadas. Aquella concordia desembocó a su vez en la creación de la archicofradía de Paz y Caridad, cuyas constituciones fueron aprobadas por Miguel Payá y Rico, obispo diocesano de Cuenca, en el mes de febrero de 1865, y después fueron publicadas ese mismo año en la imprenta de Pedro Mariana. Como ya he demostrado en otros trabajos anteriores, los Mariana, familia de impresores afincados en la ciudad desde el primer tercio de la centuria y vinculados, al menos el primero de ellos, Valentín, al liberalismo, desempeñaron al mismo tiempo durante casi todo el siglo la secretaría de una de las hermandades que formaban parte de la archicofradía, la del Paso del Huerto. La primera parte de las constituciones hacen referencia a la institución de la archicofradía: “Esta corporación reconoce su existencia legal por la Bula de incorporación, espedida [sic] por el protector de la cofradía de San Marcelo de Roma, en virtud de la cual quedó unida a la de la Vera-Cruz y Sangre de N.S.J.C. en el día diez y siete de Agosto de mil setecientos noventa y cuatro, con rescripto del Nuncio apostólico y aprobación del Ilmo. Diocesano.”
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Ya se
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Constituciones y Reglamento de la Archicofradía de Paz y Caridad de la ciudad de Cuenca, formadas al tenor de la bula pontificia y de la concordia del 11 de marzo de
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ha dicho en el capítulo anterior como han de interpretarse en realidad estas palabras, con las que da comienzo el texto legal, que, por otra parte, especifica en el párrafo siguiente: “Esta Corporación, que en su día fue esclusiva [sic] y existió en la ermita de San Roque de esta ciudad, se halla hoy formada por las Hermandades de Jesús en el Huerto, Jesús con la Caña y Jesús Nazareno, con la de Nuestra Señora de la Soledad, sitos en la iglesia de San Antonio Abad; la del Ecce-Homo en la parroquial de San Juan, y la de Jesús a la Columna en la de Santo Domingo, en virtud de la concordia referida.”91 En el artículo tercero de este mismo apartado se habla también de las obligaciones a las que la nueva institución se somete, como heredera de la antigua cofradía, y entre las que destaca la de “cumplir las obras de caridad y misericordia con los condenados a la última pena y encarcelados, según lo permitan las circunstancias de la corporación.”92 Mantiene como titular al Santísimo Cristo de las Misericordias y promete a sus hermanos los mismos auxilios que son tradicionales en este tipo de instituciones. Por otra parte, se establecen en los cuatro últimos capítulos de esta introducción el nuevo modelo de relación entre las distintas hermandades que componen la archicofradía, la cual contaría con fondos propios y administración separada de la de cada una de las hermandades, así como con una Junta de Gobierno, elegida cada cinco años entre los hermanos de las seis cofradías independientes. Los acuerdos de esta Junta de Gobierno eran, sin embargo, de obligado cumplimiento, aunque, y según se recoge en el artículo décimo de este apartado, “todas y cada una de las Hermandades son independientes de la Archicofradía para el culto de sus Patronos, Gobierno y Administración particular, pero dependen y están sujetas a la Junta de Gobierno de Paz y Caridad para los actos religiosos, Gobierno y Administración de la Archicofradía de Paz y Caridad.”93 A partir de esta introducción comienza, propiamente hablando, el reglamento. Por el artículo primero de éste se estipula la celebración de la Invención de la Santa Cruz, el día 3 de mayo, con misa solemne y sermón el domingo inmediato a ese día, en honor al Santo Cristo de las Misericordias, y 1849, y aprobadas por el Ilmo. Sr. Diocesano en 26 de febrero de 1865. Imprenta de Pedro Mariana. Cuenca, 1965. 3 p. 91 Idem. 3 p. 92 Idem. 3-4 pp. 93 Idem. 4 p.
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exposición del Santísimo Sacramento, como mínimo durante toda la mañana. Estipulan también otros artículos del texto los auxilios de los que todos los hermanos de cualquiera de las cinco hermandades se pueden beneficiar, y que consisten en viático con doce hachas y entierro con seis; a estos actos están obligados a asistir un hermano por cada una de las cofradías que la componen. Además, el tercer domingo del mes de noviembre se celebrará también misa de aniversario por todos los hermanos difuntos, a la cual, así como a la función que se realiza en honor al Cristo de las Misericordias, están obligados a asistir todos los cofrades. La Junta de Gobierno de la Archicofradía de Paz y Caridad está formada por un presidente, un vicepresidente, dos secretarios, un contador, un depositario, los hermanos mayores y los secretarios de cada una de las hermandades, y dos diputados más por cada una de ellas. Estos cargos, de obligada aceptación, tienen cometidos similares a los de cualquier institución de estas características. Por otra parte, se estipula la celebración de una Junta General Ordinaria cada cinco años, el día 1 de enero, para proceder al nombramiento de los diferentes cargos; ya con carácter anual se celebran otras reuniones de este tipo el primer domingo de Cuaresma, con el fin de tratar de la procesión del Jueves Santo; el Domingo de Ramos, para organizar la función al Cristo, que se celebrará, como ya se ha dicho, el 3 de mayo; el primer domingo de octubre, para hacer lo propio con la misa de aniversario; y finalmente el segundo día de Pascua de Navidad, esta vez con el único fin de rendir cuentas a todos los hermanos. Sobre este aspecto relativo a los fondos, se estipula por el primer capítulo del apartado correspondiente la obligación que tiene cada uno de los cofrades de las seis hermandades, de pagar ocho maravedíes al mes en concepto de sitio, así como dos reales en concepto de entrada para los nuevos hermanos, aunque en previsión de que pudiera darse el caso de que hubiera alguien que perteneciera a más de una de las hermandades de las que constituyen la archicofradía, estos sólo tienen obligación de pagar por una de ellas. Además de los ingresos recaudados por este concepto, hay que contabilizar también los provenientes de la cuestación pública que se hacía el Jueves Santo durante la procesión, así como cada vez que la archicofradía tuviera que enterrar a algún reo. Finalmente, se regulaba también la existencia 100
de un nuncio, que estaba obligado a cumplir los mandatos que los miembros de la Junta de Diputación pudieran encomendarle para el funcionamiento regular de la archicofradía. Ya se ha dicho que la archicofradía de Paz y Caridad heredó todas las prerrogativas tradicionales del antiguo cabildo de la Vera Cruz, y entre ellas, la de enterrar a los ajusticiados. El capítulo más largo de este reglamento se ocupa de regular todo lo relativo a este aspecto. Así comienza el apartado correspondiente: ”Cuando al Presidente de la archicofradía le sea cierto por el Tribunal de Justicia de ser colocado algún reo en Capilla, avisará a los hermanos mayores de las seis Hermandades, para que por cada una de ellas sean nombrados seis individuos que puestos a la orden del Presidente, alternen noche y día en la custodia y cuidado de los reos.”94 Y más adelante, por el artículo cuarto, “constituido el reo en Capilla, se conducirá procesionalmente a la cárcel al Santísimo Cristo, acompañado por seis hachas o velas de cada Hermandad y hermanos en igual número que los conduzcan y el cetro de la Archicofradía por el presidente, debiendo recitarse por tres cantores los salmos penitenciales.”95 Por el artículo quinto se especifica cómo debía ser la procesión de acompañamiento a los reos. Desde la cárcel al patíbulo, el Cristo de las Misericordias era llevado a hombros delante de aquél, de espaldas al sentido de la procesión, de modo que el reo siempre podía ver ante sí la imagen de Cristo Crucificado. Cada hermandad, como ya se ha dicho, acompañaba a la comitiva con seis hermanos. Una vez en el patíbulo, “el Sacerdote que conduzca al Santísimo Cristo se colocará al pie de él, vuelto de cara al reo. Expirado el reo, los hermanos que le hayan acompañado se retirarán procesionalmente a la Parroquia jurisdiccional del sitio de la ejecución, en la que depositarán al Santísimo Cristo hasta la hora del entierro; más el cetro de la Archicofradía quedará sobre la argolla del patíbulo, si hay hermanos que de dos en dos horas quieran alternar en vigilancia del reo.”96 Para sufragar los gastos, además de los propios fondos de la archicofradía, se instalaban algunas mesas petitorias que, a tañido de 94
Idem. 5 p. Idem. 5-6 pp. 96 Idem. 6 p. 95
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campaña, pedían en algunos lugares de la ciudad. Hay que tener en cuenta que los reos que estaban en capilla debían recibir “por cuenta de la Archicofradía cocido de gallina, teniendo a disposición inmediata chocolate y dos vinos generosos. La condimentación del cocido para los reos se hará en casa del Sr. Presidente, el que durante la Capilla queda autorizado para cualquier necesidad imprevista, debiendo después dar cuenta a la Junta de lo ocurrido”97. Por otra parte, también los pobres que hubieran sido encarcelados en la ciudad se veían beneficiados, cuando los fondos de la archicofradía lo permitían, de una comida gratuita en la festividad del Santísimo Cristo, esto es, el mismo día de la Invención de la Santa Cruz. Finalmente, una vez ejecutada la pena capital, el reo fallecido se beneficiaba con un total de doce misas rezadas ante el altar que el titular de la archicofradía tenía en la ermita de San Antón. Sobre el tema ya sólo resta decir que representando a la hermandad de Jesús Amarrado firmaron estas constituciones los cofrades Enrique Lázaro, Gregorio Valentín Montero, Baltasar Fuero, Pedro Guijarro, Marcelino Salamanca e Inocencio Larrubia. Pero algunos aspectos del texto no habían quedado suficientemente claros, y ya en 1867, sólo dos años más tarde de que los estatutos de la archicofradía hubieran sido aprobados, Manuel Mariana, secretario de la hermandad del Paso del Huerto y vicepresidente de la archicofradía, enviaba a la Curia Diocesana un escrito solicitando que se aclarasen algunos aspectos relativos a los estatutos que, según una parte de los hermanos, ofrecían varias dudas. Eran los capítulos correspondientes a las obligaciones de los miembros de la Junta Directiva y a cómo debían realizarse las juntas extraordinarias. En contestación a esta petición, y basándose en el informe realizado por el fiscal eclesiástico, el provisor diocesano contestaba a la institución en el mes de octubre de ese año en los términos siguientes: “Decretamos que el artículo 1º del capítulo <<De las obligaciones de los Individuos de la Junta>> queda derogado, y sustituido con el siguiente: Los cargos de la Junta son obligatorios por el tiempo marcado, a no ser que la misma encuentre justa causa para su renuncia o separación. Y que el artículo 2º del capítulo <<De las juntas>>
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Idem. 5 p.
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quede sustituido con el siguiente: Habrá junta extraordinaria cuando haya de ponerse un reo en capilla, y dentro del quinto día en que se lo pida al Presidente dos Hermanos Mayores, dos Secretarios y dos Diputados.”98 Durante la segunda mitad del siglo XIX, y tras la incorporación a la archicofradía y a la procesión del Jueves Santo de dos nuevas hermandades que no tenían sus imágenes titulares en la iglesia de San Antón, una de ellas, como ya se sabe, la hermandad del Amarrado, se tuvo que solventar algunos problemas de orden interno. En 1861 Saturnino Villalba, presidente entonces de la archicofradía, solicitaba otra vez del tribunal diocesano alguna modificación en el itinerario procesional, en el sentido de que el desfile descendiera desde la catedral hasta la iglesia de procedencia por las calles del Peso, Solera, Agua y Carretería (hay que entender que se está refiriendo en realidad a la calle Juego de la Pelota, actual Calderón de la Barca); hasta entonces, el trayecto de bajada del desfile era el mismo que el de subida, por las calles actuales de Palafox, General Mola, Andrés de Cabrera y Alfonso VIII. A esta modificación se manifestó contraria en primer término la hermandad del Ecce-Homo, por el mayor gasto que supondría la medida99. Hay que tener en cuenta que esta cofradía era en gran parte la causante de estos problemas, lógicos si tenemos en cuenta que su incorporación, primero desde la iglesia de San Gil y después desde otros templos, como los de San Juan o San Andrés, era la más problemática del desfile.
4.- La hermandad y la archicofradía en el primer tercio del siglo XX Según Antonio Pérez Valero, la hermandad había entrado en crisis iniciado ya el siglo XX, llegando incluso a desaparecer, y siendo refundada con una nueva talla donada en 1916 por Pedro José Cobo y Jiménez100. Este dato, que contrasta con todo lo que sabemos sobre el desarrollo de la Semana Santa conquense a caballo entre el siglo XIX y la centuria siguiente (hay que recordar
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Archivo Diocesano de Cuenca. Sección Curia Diocesana. Secretaría. Legajo 29. Expediente 117. 99 ANTONIO PÉREZ VALERO.- A través de mi capuz. Cuenca, Diputación Provincial, 1997. 178 p. 100 ANTONIO PÉREZ VALERO.- o.c. 197 p.
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el nacimiento de la procesión del mediodía del Viernes Santo en 1902 y, tres años más tarde, la del Miércoles Santo, y la aprobación de nuevas constituciones de muchas hermandades en aquellos años, asignando una mayor importancia al desfile penitencial), plantea algunos interrogantes. ¿Llegó realmente a desaparecer la hermandad en un momento en el que, como decimos, no se puede hablar bajo ningún concepto de crisis en la Semana Santa
de
Cuenca
en
su
conjunto?
¿Qué
elementos
fueron
los
desencadenantes de esa crisis? ¿Qué pasó con la imagen titular que la hermandad había tenido en los años anteriores a la fecha en la que se produjo la donación del prócer conquense? Sí es cierto que nuestra hermandad no debía ser una de las más florecientes de la Semana Santa conquense, cuando el 4 de marzo de 1906, se decide a solicitar, y ante el aumento del desfile procesional, “que teniendo en cuenta lo largo de la carrera de la procesión, el peso de la imagen y el corto número de hermanos tal vez se vea obligada a que ayuden a llevar la Imagen hermanos de otras hermandades que componen la Archicofradía.”101 La escasez de datos que se tienen de esta etapa es casi absoluta. Sólo Antonio Pérez Valero y Ángel Martínez Soriano realizan en sus respectivos trabajos algunas aportaciones de interés, que se refieren en ambos casos al Reglamento para el Régimen y gobierno de la Hermandad de Socorro de Jesús Amarrado a la Columna, publicado en 1917 en la imprenta de Emilio Pinós. Este reglamento había sido aprobado en el mes de abril de aquel año tanto por el gobernador eclesiástico de la diócesis como por el gobernador civil de la provincia. Por su interés para conocer los nombres de algunas de las personas que en el pasado trabajaron para impulsar la hermandad e iniciar esta nueva etapa de la misma, se relaciona a continuación la lista completa de los mismos, lista que abre el reglamento mencionado: Gregorio Saiz, Celestino López Navarro, Leandro García, Nicasio Cañas, Lesmes Ruiz, Mariano Rincón, Baltasar Iniesta, Lucio González, José Chust, Anselmo Vega, Bonifacio Mayordomo, Manuel Chumillas, Segundo Collado, Jesús Valiente, Pablo Muelas, Mariano
101
ANTONIO PÉREZ VALERO.- o.c. 197 p.
104
González, Emilio García, Alejandro Fernández, Froilán Muñoz, Luis Plaza, Damián Ruiz, Florencio Gabaldón, Benito López Chust, Sinforiano Galdrán, Francisco Iniesta, Esteban Martínez, Abdón Martínez, Gregorio Vilches, Julio Buil, Román López, Casimiro López, Inocente Mora, Florencio Rejas, Fortunato Carbonero, José López, Florencio Patón, Vicente Mena, Rufino Martínez y José Hernáiz. También se menciona en la lista, como hermano mayor honorario, a Pedro José Cobo y Jiménez102 Tanto Martínez Soriano como Pérez Valero ofrecen algunos datos de interés sobre esas constituciones de 1917. El primero dice que en los estatutos “se hacía constar que la hermandad tenía por objeto socorrer a los Hermanos que cayeran enfermos, con las condiciones establecidas en el Reglamento, no permitiendo el ingreso a la misma de los individuos que tengan más de cuarenta años y estén enfermizos.”103 El motivo de este hecho lo especifica en el párrafo siguiente: los hermanos que caían enfermos tenían derecho a ser socorridos por la hermandad con la cantidad de una peseta diaria durante los primeros cuarenta día de enfermedad, reduciéndose después en la mitad durante otros cuarenta días más. Por otra parte, el mismo autor también afirma que en aquella época se celebraban las reuniones en una pequeña tienda de la Puerta de Valencia; en este sentido hay que tener en cuenta que el último de los hermanos citados, José Hernáiz, era propietario de una carnicería en aquel lugar, frente al convento de las religiosas Concepcionistas. ¿Podría ser el mismo lugar que cita en su trabajo Ángel Martínez Soriano? Se pretendía evitar así que algunas personas, en aquellos difíciles días de absoluta inseguridad ante la muerte, pudieran hacerse hermanos, no por devoción, sino sólo para asegurarse una ayuda cuando el estado de salud les impidiera trabajar. De esa ayuda se exceptuaban, por otra parte, aquellos hermanos cuya enfermedad hubiera sobrevenido por heridas de armas de fuego, blancas, o de palo, esto es, por causas de violencia física, y por mujeres, esto es, por enfermedades venéreas. Por lo que respecta a las mujeres, que también podían ingresar en la hermandad con los mismos derechos que los hombres al menos por lo que respecta al cobro del bien, “no MARTÍNEZ SORIANO, ÁNGEL.- Pinceladas históricas de las cofradías de Semana Santa de Cuenca. Cuenca, Caja de Ahorros de Cuenca, 1981. 19 pp. 103 ÁNGEL MARTÍNEZ SORIANO.- O.C. 20 pp. 102
105
tendrán derecho a socorro cuando se hallen enfermas a consecuencia de embarazo o alumbramiento, hasta transcurridos cuarenta días desde éste último.”104 Por su parte, Antonio Pérez Valero es más explícito. El artículo primero recoge los fines de la cofradía: “Esta hermandad tiene por objeto socorrer a los hermanos que cayeran enfermos con las condiciones establecidas en este Reglamento, siendo la primera constitución que sea titular y patrono de la misma, Nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna”105. Profundiza más en el tema del socorro económico a los hermanos enfermos, insistiendo en que “es requisito indispensable para tener derecho a socorro, el presentar certificación declaración o nota firmada por un médico, teniendo efecto desde la declaración del facultativo hasta la fecha de alta inclusive. Bien entendido que cuando la hermandad dude del origen de cualquier enfermedad, podrá acordar la visita de un médico distinto al que asista al enfermo, procediendo a lo que haya lugar.”106 También menciona otros artículos de esas constituciones, en los que se habla de la cuota de entrada para nuevos hermanos, que ascendía a cinco pesetas en metálico y una libra de cera, y el valor del sitio, esto es, de la cuota que con carácter temporal pagaban los hermanos, cincuenta céntimos al mes. El último de los artículos mencionados estipula lo siguiente: “Constituida la hermandad, no podrá ser disuelta mientras haya doce hermanos que quieran continuar en ella, a no ser por disposición gubernativa o sentencia judicial.”107 Uno de los aspectos que más llama la atención en este reglamento es la nula información que ofrece sobre la procesión del Jueves Santo, en un momento en el que, como es sabido, se palpa un fuerte impulso de la Semana Santa en toda su extensión. Tan sólo en uno de los artículos adicionales, se dice lo siguiente: “La asistencia a la procesión, será obligatoria con la indumentaria que tiene establecida dicha Hermandad; el hermano que faltara por cualquier circunstancia, se le impondrá una peseta de multa, salvo que
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ÁNGEL MARTÍNEZ SORIANO.- O.C. 20 pp. ANTONIO PÉREZ VALERO.- o.c., 197 p. 106 ANTONIO PÉREZ VALERO.- o.c., 197 p. 107 ANTONIO PÉREZ VALERO.- o.c., 197 p. 105
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justifique estar enfermo o ausente de la localidad.”108 ¿Podría indicar acaso esta escasa referencia a todo lo relacionado con la procesión en sí misma, que la organización de la misma seguiría corriendo a cuenta principalmente de la archicofradía? Por lo que se refiere a la imagen titular de la hermandad, otro de los artículos adicionales dice lo siguiente: “La Hermandad es propietaria en absoluto y dispondrá siempre del Santo, como dueña de su Titular; en virtud del generoso donativo que hizo a la misma del referido Paso, el Excelentísimo Señor D. Pedro José Cobo Jiménez en el año 1916, cuyo Paso se halla instalado en una de las Capillas de San Antón Abad de esta Ciudad, y podrá trasladarlo por cualquier circunstancia a donde mejor le estime por conveniente.”109 Por otra parte, la información que se tiene sobre esta etapa de su historia vuelve a presentar un largo vacío, hasta que en 1930 la hermandad aprueba nuevas constituciones, dato que aportan, en términos prácticamente idénticos, Ángel Martínez Soriano y Antonio Pérez Valero. Por lo que se refiere a la archicofradía de Paz y Caridad, a la que pertenecía y pertenece la hermandad del Amarrado, y al desfile procesional del Jueves Santo en general, Antonio Pérez Valero recoge la crónica que, firmada por H. Reguerón, publicó el Correo Católico en su número correspondiente al día 13 de junio de 1903, sobre la ejecución del reo Ramón Pérez Torrijos: “Ayer, cuando los primeros albores del día se señalaban en el horizonte, a las cuatro en punto de la mañana, la venerable imagen del Cristo de las Misericordias, era trasladada silenciosamente desde la iglesia de San Antón hasta la cárcel Correccional, siendo la señal precursora del sensible suceso que en la misma iba a desarrollarse... Seguido de una excitación nerviosa que poco después lograron calmar los piadosos consejos y cuidados de los hermanos de la Archicofradía de Paz y Caridad, entre cuyos dignos individuos figura el celoso depositario Pablo Elvira, permaneciendo a su lado casi toda la noche para acudir a todas las necesidades familiares.” 110
Reglamento para el régimen y gobierno de la Hermandad de Socorro de Jesús Amarrado a la Columna. Cuenca, Imprenta de Emilio Pinós, 1917. 9 p. 109 Idem. 9 p. 110 Recogido en ANTONIO PÉREZ VALERO.- o.c., 183 p. 108
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Este hecho significa la última referencia claria respecto de aquella tradición que había sido propia del cabildo de la Vera Cruz desde su propio origen: la de acompañar a los ajusticiados durante las últimas horas de su vida y enterrarlos cristianamente, primero entre los muros de la ermita de San Roque y ya en la época que estamos tratando en este capítulo, en la del Cristo del Amparo. Por otra parte, este hecho se inserta además cronológicamente en un debate periodístico que había saltado a las páginas de los periódicos El Radical y El Progreso a partir del mes de agosto de 1890, tras la ejecución del reo Isaac Casamayor, acusado de dar muerte a la monja Ángela Peral, debate que estaba destinado a luchar por la abolición de la pena de muerte. Sin embargo, y como se ha visto, en las crónicas de aquellos periódicos de ideología progresista se destacaba sin embargo la labor realizada por los hermanos de la archicofradía. Eran en ese momento presidente y secretario de ésta Francisco María Moreno y Lázaro Pérez respectivamente. En el año 1902, la archicofradía aprobó también nuevas constituciones, que fueron examinadas y autorizadas después por Timoteo Fernández Mulas, provisor y vicario general del obispado. Estas constituciones, que estaban firmadas por Francisco María Moreno, que aquel año seguía siendo presidente de la institución, por Cesáreo Martínez como secretario, y por los vocales Daniel Cerrillo, Carmelo Ortega, Esteban Arias, Francisco Lucas Olmeda y Ramón Lázaro, forman parte de un proceso general de renovación de reglamentos propios de las distintas hermandades del Jueves Santo, así como también de otras cofradías de la Semana Santa conquense. Así, y por lo que respecta sólo a las que formaban parte de la archicofradía, en 1898 habían aprobado estatutos nuevos las hermandades de Jesús con la Caña y Jesús Nazareno; por su parte, si en 1902 aprobaba estatutos la hermandad de Jesús Orando en el Huerto, la del Ecce-Homo haría lo propio dos años más tarde. Según estas constituciones, se determinaba que "todas y cada una de las hermandades son independientes de la Archicofradía para el culto a sus patronos, gobiernos y administración particular; pero dependen y están sujetas a la Junta de Gobierno de Paz y Caridad para los actos religiosos, gobierno y administración de la archicofradía.111” Así mismo, “cualquier tema interno de
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ÁNGEL MARTÍNEZ SORIANO.- o.c., 28 p.
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ellas debe ser puesto en conocimiento de la archicofradía, quien según el motivo de ello deberá tomar nota o dar su consentimiento para que el acuerdo de la hermandad sea efectivo.”112 En los primeros años del siglo XX se hacen algunas modificaciones en la procesión del Jueves Santo, como la decisión, aprobada en 1915, de unificar la uniformidad de los banceros del Cristo, para evitar el supuesto mal efecto por el colorido que presentaban al llevar las túnicas y capuces, como sucede también actualmente, del color de las hermandades a las que cada uno de ellos pertenecía; por este motivo, ese año se decidió que los portadores de la talla titular llevarían túnica y capuz negros. Por otra parte, en 1912 se aprobó realizar un descanso de quince minutos en la Plaza Mayor antes de iniciar el descenso, pues hay que tener en cuenta que hasta aquel año, había sido tradicional hacer, como en otras ciudades de España, estación penitencial en el interior de la catedral, entrando por una puerta y saliendo por la otra, después de haber dado la vuelta alrededor del altar de San Julián, Sin embargo, la modificación más importante se había llevado a cabo seis años antes, en 1906, y significa la traslación de una parte del trayecto hacia las calles Carretería y Calderón de la Barca, para lo que la procesión se desviaba en el descenso a la altura de la calle del Peso, en dirección a la iglesia del Salvador y a la Puerta de Valencia. Desde la segunda mitad de la centuria anterior, estas calles se habían convertido en lugar de asentamiento de los sectores burgueses de la ciudad, y en aquellos momentos se encontraban todavía en pleno apogeo. Se recoge a continuación una descripción detallada de la procesión del Jueves Santo, tal y como se hacía en la década de los años veinte. Procede del programa oficial de Semana Santa de 1925, que entonces publicaba la Cámara de Comercio e Industria, y fue otra vez publicado íntegramente en el correspondiente a 1929; con escasas diferencias, esta descripción es la misma que se halla repetida en todos los programas correspondientes a este periodo: “La archicofradía de Paz y Caridad dirige y ordena el acto, en el que toman parte las hermandades de la Oración del Huerto, la Flagelación, el EcceHomo, Jesús Nazareno con la Cruz, el Cristo de las Misericordias y Nuestra
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ANTONIO PÉREZ VALERO.- o.c. 128 p.
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Señora de la Soledad. A las cuatro y media de la tarde se organiza en la iglesia de San Antón y con gran orden y asistencia de numerosos cofrades recorre la totalidad de las calles principales de Cuenca. “La escultura de Jesús con la Caña y Nuestro Padre Jesús, tienen valor artístico. La Flagelación, aunque moderna, es una talla magnífica. Pero ninguna de ellas es comparable con el bellísimo busto del Ecce-Homo, que es, sin disputa, la mejor escultura de su género de Cuenca, obra de imaginero de la buena época española y digna de la estimación que se le tiene. “La procesión tiene una enorme visualidad, no sólo por el orden y compostura que se observa, y el decoroso lujo de los pasos, sino por las túnicas moradas y escarlatas, y por la prodigalidad de las luces. “La mayor parte de las imágenes proceden de la ermita de San Roque, que incendiada en la Guerra de la Independencia, trasladáronse sus esculturas a San Antón. El Ecce-Homo estuvo muchos años en San Andrés, pero procedía de las derruidas parroquias de San Gil y San Juan. “El largo recorrido procesional no es obstáculo para que el acto conserve hasta el último momento su ordenado y solemne aspecto, que solo se turba momentáneamente para hacer estación frente a la casa de algún enfermo o como muestra de gratitud a los protectores. Al terminar la procesión se dice el sermón de Mandato en la iglesia de San Antón.”113
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“La Semana Santa en Cuenca”. Programa oficial de Semana Santa de 1925. Cuenca, Cámara de Comercio e Industria, 1995. 7-10 pp.
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LA HERMANDAD DEL AMARRADO DESDE 1939 HASTA HOY
1.- La evolución de la Semana Santa de Cuenca en la segunda mitad del siglo XX La Semana Santa de Cuenca, desde 1939 hasta la actualidad, ha pasado por diversos períodos de crisis y de apogeo, que todos los nazarenos conquenses conocemos. Luis Calvo, en el libro que redactó en el momento en que estaba celebrándose el cincuentenario de aquella recuperación procesional que se inició nada más finalizado el conflicto bélico, ya dejó claro esa secuencia cronológica, de tal forma que muy poco es lo que a este respecto puede añadirse. Si conviene decir que desde 1990, fecha en la que ese libro fue publicado, aquel periodo de apogeo que el periodista conquense ya apuntaba, se extendería aún una década más, y que sería aproximadamente con el cambio de siglo cuando el proceso se invertiría hacia una crisis que, si bien no ha llegado a ser todo lo profunda que algunos hermanos por aquel entonces llegaron a vaticinar, todavía, en nuestro humilde modo de ver, no ha llegado a tocar fondo. No quiero iniciar este capítulo con una profusión de fechas, que por sí mismas nada significan. Sí es mi deseo, sin embargo, dar unas pinceladas de la situación social, política y religiosa en la que Cuenca y España se encontraban en cada uno de los momentos del período, porque ésta es la única forma de poder comprender en profundidad las motivaciones de ese proceso de ida y vuelta, que afectaron a las procesiones de Semana Santa. Así, Francisco Javier Moraleja Izquierdo e Israel José Pérez Calleja han demostrado en un reciente trabajo hasta qué punto intervinieron las élites nacionalcatólicas, que se habían alzado con la victoria en la contienda bélica, 111
en la recuperación de las hermandades penitenciales conquenses114. No se trata de echar por tierra el trabajo desinteresado de nuestros abuelos en este proceso, que quizá se hubiera realizado de todas maneras sin ese apoyo de las élites políticas aunque de modo mucho más trabajoso y dilatado en el tiempo, pero no se puede dejar de lado el hecho, por otra parte lógico, de que se produjera al mismo tiempo una contribución económica y moral de las autoridades al proceso, como proyección publicitaria del sistema, más cuando se trataba de colaborar con un sector social que había sido claramente perjudicado por el sistema republicano. Sucedió así en Cuenca, en efecto, pero sucedió también en cualquier rincón de España. Pasados esos primeros años de catarsis colectiva, que se extendieron sobre todo durante la década de los años cuarenta aunque, sus efectos se mantuvieran, si bien de manera inercial, durante la primera mitad de la década siguiente. A esa etapa le sucedió otro periodo de crisis que se inició en la segunda mitad de esa misma década, pero que alcanzó sus momentos más determinantes durante los años sesenta y setenta del siglo XX. Esta crisis fue provocada por la propia situación social por la que el país entero estaba atravesando durante ese período, y sobre todo, por lo que a la propia Iglesia en sus aspectos internos afectaban, por el desarrollo y aplicación en España del concilio Vaticano II. En otro trabajo anterior ya he analizado este problema de manera más profunda115, pero de momento quiero insistir en el hecho de que desde la jerarquía de Roma, y también desde las diócesis, se propugnaba una religiosidad más profunda y personal, a la que eran ajenas tanto las procesiones como otras celebraciones multitudinarias de este tipo, así como también la profusión desmedida en el culto irracional de las imágenes sagradas; no es casual el hecho de que en toda España, como se puede ver también para el caso conquense, y a pesar de la crisis en la que la Semana Santa estaba sumida, se desarrollaron más que nunca las hermandades de Jesús Entrando en Jerusalén o de Jesús Resucitado.
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MORALEJA IZQUIERDO, FRANCISCO JAVIER; Y PÉREZ CALLEJA, ISRAEL JOSÉ.-“El resurgir de la Semana Santa de Cuenca en la década de los años cuarenta. Una aproximación para su estudio riguroso”. En Cuadernos de Semana Santa 2008. Cuenca, V.H. de Nuestro Padre Jesús Nazareno, del Salvador. 2008. 15-68 pp. 115 CALVO CORTIJO, LUIS.- 50 años,... y un día, de la Semana Santa de Cuenca (19401990). Cuenca, Ayuntamiento de Cuenca, 1991.
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Los años ochenta supusieron un nuevo desarrollo de los desfiles procesionales, lo que se enmarca en la gran atracción que se vivió en toda España por recuperar las tradiciones populares a partir de la transición y de la recuperación democrática. España se había librado del encorsetamiento que había producido en el país el franquismo. No obstante, y debido al escaso tiempo transcurrido desde entonces, se trata de un proceso difícil de ser analizado, como también es difícil de analizar la nueva fase crítica en la que actualmente estamos sumidos. Si se puede decir respecto a ello, sin embargo, que esta crisis se enmarca a su vez en el proceso generalizado que se está dando en la sociedad española de alejamiento de las iglesias, y en el hecho de que los jóvenes de hoy, que son los que debían incorporarse a los banzos, son, en buena parte, los hijos de aquellos que fueron jóvenes en los años sesenta, cuando la Semana Santa estaba sumida en una crisis mucho mayor que la actual. A este respecto hay que decir también que esta crisis afecta sobre todo a los banzos, pero no a la incorporación a las filas de las hermandades, cuyo número sigue siendo bastante alto.
2.- Reconstrucción de la hermandad tras la Guerra Civil Aunque el primer libro de actas de la hermandad correspondiente a la etapa de posguerra no se inicia hasta el año 1942, tanto en esta cofradía como en otras los trabajos para rehacer las procesiones de Semana Santa después de la tragedia que supuso la Guerra Civil comenzaron, prácticamente, nada más haber sido liberada la ciudad por las tropas “nacionales”, dirigidas por Mateo Alemany, oficial tercero honorífico del Cuerpo Jurídico Militar, en representación del general jefe del Ejército de Aragón. Luis Calvo, en su obra 50 años,... y un día, de la Semana Santa de Cuenca, dice que ya el día 21 de marzo de 1940, Jueves Santo, a las cinco de la tarde, pudo salir la procesión de Paz y Caridad, con las distintas hermandades que desde antiguo habían formado parte de la archicofradía del mismo nombre, desde la Casa de la
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Beneficencia, al otro lado del puente de San Antón, por hallarse la iglesia de San Antón en procesoo de restauración aquel año116. Por su parte, Antonio Pérez Valero cita a la hermandad del Amarrado como una de las primeras en constituirse, tomando parte de esta forma en la Semana Santa de aquel año: “A las cuatro de la tarde del Jueves Santo, desfila la Archicofradía de Paz y Caridad, con los pasos de Jesús orando en el Huerto, Jesús amarrado a la columna (a cuya cofradía se unen en esta ocasión las del Huerto de San Francisco y San Juan Bautista), el paso de “la Caña” desfila con su hermandad y con la del Ecce-Homo de San Miguel, el paso de Jesús del Puente y la talla de la Soledad, que cuenta con el acompañamiento de la hermandad del Descendimiento.”117 Aunque algunas de las asimilaciones de otras hermandades que hace el autor no son ciertas, lo que sí está claro es que nuestra hermandad es una de las primeras en incorporarse a la Semana Santa de la posguerra. Tampoco es objetable el hecho de que ya aquel año la hermandad pudo salir a la calle con la talla actual, obra de Luis Marco Pérez, el escultor de Fuentelespino de Moya, que aquel mismo año había restaurado también la imagen de Cristo, de candelero para vestir, titular de la hermandad del Paso del Huerto. De esta forma, la talla del Amarrado se constituyó en la primera contribución, después de finalizada la guerra, que el imaginero conquense realizó para la Semana Santa de Cuenca. Antes, como todo nazareno sabe, había realizado los grupos escultóricos del Descendido y la Santa Cena, bárbaramente destruidos durante el conflicto, y el ángel del Paso del Huerto, la primera de todas, en 1926, que aún forma parte del conjunto que actualmente se venera en el pueblo manchego de San Clemente. Por lo que se refiere a la talla del Amarrado, a la que poco tiempo más tarde se le cambió la cabeza por otra realizada también por Marco Pérez, no contaba aún con la imagen secundaria del sayón, que da al conjunto un aspecto más impactante y trágico, que fue incorporado en 1956. Como se ha dicho anteriormente, la primera acta que la hermandad conserva corresponde a la reunión del 15 de marzo de 1942. De su lectura se RECUENCO PÉREZ, JULIÁN.- Y al tercer día... resucitó. Cuenca, V.H: de Nuestro Señor Jesucristo Resucitado y María Santísima del Amparo, 2003. 117 ANTONIO PÉREZ VALERO.- o.c., 27 p. 116
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desprende que la hermandad se hallaba ya totalmente constituida, lo cual viene a incidir aún más de la precocidad de nuestra hermandad en la reorganización de las procesiones de Semana Santa. Aún así, se tomaron algunas medidas importantes. Se eligió una Junta Directiva para afrontar las primeras necesidades básicas de la cofradía, formada por Benito Zamora Gismero como secretario, Carlos Albendea Martín como vicesecretario, Amancio Ruiz de Lara como depositario, y tres vocales más, en las personas de Agustín Navarro, Román López Molina y Felipe Ruiz de Lara; a ellos se les sumaron, como hermanos colaboradores de la Junta Directiva, los cofrades Julián Ruiz de Lara, Carlos Cañas, José Hernáiz Palomino, Francisco Martínez y Juan Cañas, con el fin de organizar todo lo relacionado con la procesión del Jueves Santo. A estos nombramientos había que añadir el del Benito López como hermano mayor honorario, perpetuo, y Julián Pacheco como nuncio, con una gratificación éste último de cinco pesetas anuales. No hay forma de saber el número de hermanos con los que contaba la cofradía en aquellos primeros años de su reconstrucción, pero todo hace suponer que si bien no es una de las más importantes en este sentido, tampoco se puede decir que dicho número fuera escaso. Hay que tener en cuenta que todavía en 1947, cuando se echaba a suertes el nombramiento de hermanos mayores (un hermano mayor y un teniente de hermano mayor hasta 1945; dos hermanos mayores a partir de ese año), resulta beneficiado en el sorteo el hermano Eugenio Páez Muñoz, que tenía entonces el número 113 de la lista. Luis Calvo, da en 1946 un número aproximado de ciento treinta hermanos, en un momento en el que las hermandades que contaban con mayor número de cofrades eran las de la Soledad de San Agustín y San Juan Evangelista, unos cuatrocientos, mientras que los de la Oración del Huerto, de San Antón y el Ecce-Homo de San Miguel ni siquiera llegaban a la centena118. Algunos de los nombramientos realizados en 1942 fueron ratificados en los años siguientes. Otros directivos fueron sustituidos paulatinamente. Así, en 1944 fue nombrado para el cargo de vicesecretario el hermano Gonzalo Caruda, al mismo tiempo que Máximo Zornoza y Juan Miguel Morate eran
LUIS CALVO CORTIJO.- o.c., 34 p. Datos extraídos del periódico Ofensiva, del número 406 correspondiente al 18 de abril de 1946. 118
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elegidos vocales de la Junta de Diputación; sin embargo, este nombramiento no debió llevarse a efecto, pues al año siguiente eran nombradas algunas personas diferentes: Fernando Navarro como vicesecretario, y Abdón Martínez Martínez y Fortunato Carbonero Ortega como vocales. Por su parte, ya en 1943 el nuncio había sido destituido, siendo nombrado para sustituirle José María Martorell; dos años más tarde, su sueldo ascendía a ciento cincuenta pesetas anuales. En una nueva Junta General, celebrada el 29 de marzo de 1942, se aprobaba encargar una “misa con responso para todos los hermanos caídos o fallecidos del 18 de Julio del 36 a la liberación de esta capital, y pagar el bien a los familiares de los fallecidos desde la liberación a la fecha de esta Junta General, y seguir en bigor [sic], para todos los hermanos, según prebiene [sic] el artículo 20 de nuestro Reglamento.” En aquella reunión se aprobaba así mismo la obligatoriedad de asistir a la procesión del Jueves Santo para todos los hermanos de la cofradía, bajo multa de cinco pesetas a aquellos que no asistieran a ella; de esta prohibición sólo eran exceptuados los cofrades enfermos. A este respecto, en 1943 se acordaba lo siguiente: “Que todos los hermanos asistan a la procesión uniformados y el que carezca de él con el emblema de la hermandad sobre la solapa, bajo multa de cinco pesetas la no asistencia.” Nuevas decisiones en este sentido se tomaron en 1945, 1946 y 1947, prohibiéndose ya la participación en la procesión vestido de paisano, por prohibirlo así la autoridad eclesiástica. Esta primera época se caracteriza por una absoluta pobreza de medios, y por una gran riqueza de ilusión por parte de algunos hermanos. Por lo que respecta al conjunto patrimonial, todavía escaso, Pérez Valero indica que las primeras andas con las que esta imagen de Jesús Amarrado pudo salir en procesión a partir de 1940 habían sido prestadas a la hermandad por el Ayuntamiento119. En 1943, la hermandad encargó un nuevo trono a los hermanos Vera, quienes para ello habían tenido que ganar un pequeño concurso al que se presentaron también Luis Estival y Nemesio Pérez. Fueron adjudicadas en la cantidad de mil quinientas pesetas. Por otra parte, el año anterior había sido nombrada una pequeña comisión, integrada por el
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ANTONIO PÉREZ VALERO.- o.c., 198 p.
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secretario y por el depositario, con el fin de solicitar del Ayuntamiento, propietario de la iglesia en la que la hermandad tenía establecida, desde principios de siglo, su sede canónica, permiso para arreglar la capilla en la que la talla estaba instalada. Finalmente, en 1944 fueron incorporados a las andas los grupos de luz, cuatro racimos de tulipas que fueron instalados en las esquinas del trono, pagadas mediante una suscripción directa realizada entre los hermanos. El 10 de marzo de 1946 era aprobada por el obispo de la diócesis, Inocencio Rodríguez Díez, la Junta de Cofradías, con el fin de organizar todo lo relacionado con la Semana Santa de Cuenca; no obstante, sabido es que esta Junta de Cofradías ya venía trabajando, al menos oficiosamente, desde el mismo momento de la finalización de la guerra. Como una de las primeras medidas adoptadas, clasificaba a todas las hermandades penitenciales de la ciudad en seis categorías, habiendo sido la de Nuestro Padres Jesús Amarrado a la Columna integrada dentro del grupo de las de cuarta categoría120. Por otra parte, solicitaba de todas las hermandades, la elección de una terna de cofrades más comprometidos, de la que debía salir, elegido por el obispado, un representante de la hermandad en la Junta de Cofradías, quien se constituía en un enlace directo entre ambas instituciones. La terna elegida aquel año era la formada por los hermanos Manuel Martínez Carrascosa, Antonio Benítez Lumbreras y Román López Molina. De ellos, finalmente fue nombrado primer representante de la hermandad de Nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna, el primero de los hermanos citados. En resumen, una época en la que la hermandad, como todas las que conforman entonces la Semana Santa de Cuenca, está sometida a graves dificultades económicas, pero que cuenta al mismo tiempo con abundantes dosis de entusiasmo entre el grupo de cofrades. Ambos aspectos se reflejan en las actas, y toman forma sobre todo en dos decisiones relacionadas directamente con el aspecto social y filantrópico. En 1944, tras haber sido acordado por el cuerpo de la hermandad la supresión de los socorros a los hermanos enfermos, aprobada en el reglamento de 1917, por las dificultades económicas por las que pasaba, se realizó una suscripción entre los cofrades
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ANTONIO PÉREZ VALERO.- o.c., 36 p.
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con el fin de ayudar económicamente a un hermano necesitado, Faustino García, que se encontraba gravemente enfermo. Al año siguiente, la hermandad aprobaba un donativo por valor de ciento cincuenta pesetas, extraídas de sus arcas, para el sostenimiento del seminario. 3.- De las indulgencias de don Inocencio al Concilio Vaticano II En 1948, ya completamente asentada de nuevo la hermandad de Jesús Amarrado a la Columna en el conjunto de la archicofradía de Paz y Caridad, y de la Semana Santa de Cuenca, el obispo de la diócesis, Inocencio Rodríguez Díez, concedía diez días de indulgencia plenaria a los hermanos de la cofradía121. El texto íntegro, que se puede contemplar en el altar donde se venera la talla titular de la hermandad, a los pies de ésta, dice lo siguiente: “Nos, el Lic. D. Inocencio Rodríguez Díez, por la gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, Obispo de Cuenca, Señor de las villas de Pareja y Casasana, etc. etc. Deseando promover el culto divino en cuanto esté de nuestra parte y fomentar la devoción del pueblo cristiano, alentándola con espirituales gracias, donado generosamente lo que en la misma forma hemos recibido de la Divina Misericordia, y usando de nuestras facultades, por las presentes concedemos CIEN días de indulgencias a todos los fieles cristianos de uno y otro sexo, de nuestra Diócesis, que devotamente rezaren arrodillados ante la imagen de JESÚS AMARRADO A LA COLUMNA que se venera en la iglesia de Nuestra Señora de la Luz, UN CREDO O TRES PADRENUESTRROS, pidiendo a Dios Nuestro Señor por la exaltación de la Santa Fe católica, paz y concordia entre las naciones, extirpación de las herejías, conversión de los pecadores y demás fines de la Iglesia. Dadas en Cuenca a veinticuatro de marzo de mil novecientos cuarenta y ocho. Inocencio, obispo de Cuenca. Por mandado de S.E.Rvdma. el obispo, mi señor, Dr. Salvador Alonso, Canciller Secretario. No se hace mención en ninguna de las actas conservadas en el archivo de la hermandad a la concesión de estas indulgencias por la máxima autoridad diocesana. A este respecto, hay que decir que la información que dichas actas ofrecen es muy escasa. Por una parte, no se realizan reuniones de la Junta de Diputación de la hermandad hasta 1952 o, en caso de realizarse, nunca se
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ANTONIO PÉREZ VALERO.- o.c., 199 p.
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levantaba acta de las decisiones adoptadas en ellas; tampoco hay actas correspondientes a juntas generales con carácter extraordinario, a pesar de que durante el periodo de tiempo que se corresponde con esta parte del trabajo, la cofradía tuviera que enfrentarse a algunos asuntos de importancia, como la ampliación del paso procesional a mediados de los años cincuenta.
Por otra parte, las propias actas de las reuniones ordinarias son muy repetitivas y parcas en información, respondiendo todas ellas al esquema siguiente: fecha y lugar de la reunión, que hasta la adquisición de un edificio propio por la Junta de Cofradías en la
calle
Solera,
se
realizaba
usualmente en los locales de los colegios de San Antón y del patronato Palafox, y en alguna ocasión en el Hospital Provincial; lectura del acta de la sesión anterior; ajuste de cuentas por parte del depositario; sorteo de hermanos mayores para el año entrante; subasta de banzos; y, finalmente, ruegos y preguntas, apartado éste en el que a pesar de su importancia raras veces se adoptaba
decisión
alguna
de
importancia. Considero que este esquema repetitivo responde más a una forma de actuar del secretario que en aquella época dirigía los designios de la hermandad, que seguía siendo Benito Zamora Gismero, que a una situación de crisis en el seno de la misma. Hay que tener en cuenta el periodo estudiado, los años siguientes a una guerra distinta, entre hermanos, que además había supuesto la desaparición de gran parte de la documentación de las hermandades, quemadas por desidia o por miedo, y marcados además un elevado porcentaje de los hermanos por una falta de preparación cultural seria. En definitiva, los cofrades de los años cuarenta y cincuenta daban mayor 119
importancia al presente de la hermandad, al desfile penitencial, en este caso la tarde del Jueves Santo, y al amor manifestado hacia las imágenes de devoción; no se pensaba en esos momentos que después, en el futuro, esa devoción conjunta podría ser fuente de estudio para los historiadores. Por otra parte, esa sensación que se tiene ante las actas de esta hermandad se puede hacer extensible hacia todas las hermandades de la época. En todo caso, la lectura de las cifras económicas demuestra que al menos en este aspecto, la situación no respondía, desde luego, a esa supuesta crisis. Por un lado, aunque todo lo relacionado con la economía se estudiará con más detenimiento en otro apartado de este capítulo, a partir del examen del libro de cuentas conservado por la cofradía, los datos que ofrecen las propias actas sobre el resultado de las subastas de banzos indican que durante todo el periodo los ingresos por este concepto fueron creciendo, desde las cerca de setecientas pesetas de 1948 hasta una cifra algo menor de cinco mil pesetas, conseguidas en 1964. Por otra parte, aunque no existen en el archivo de la hermandad listas anuales del número de hermanos, y aunque las listas de conjunto que se conservan no ofrecen información más detallada en este sentido, se aprecia a simple vista un constante incremento, juzgado en términos de la época, en el número de cofrades, que Luis Calvo sitúa en unos doscientos para el año 1966, cuando algunas hermandades marianas, las de la Soledad de San Agustín y la Virgen de las Angustias, habían pasado ya de los mil hermanos.122 Este creciente aumento del resultado de las subastas, principal concepto, como es sabido, en el que se basa la economía de las hermandades conquenses de Semana Santa, unido al aumento de la cuota a satisfacer por los hermanos, situada en 1955 en doce pesetas anuales, permitió aumentar la gratificación al nuncio hasta una cantidad variable, que debía suponer el veinte por ciento de las cuotas cobradas y el cinco por ciento del volumen correspondiente a la subasta. Permitió además que la hermandad pudiera recuperar su labor filantrópica, que había caracterizado desde sus inicios a muchas instituciones de este tipo, ofreciendo diferentes donativos, como el que realizó en 1952 a las Conferencias de San Vicente de Paul, por un importe de
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LUIS CALVO CORTIJO.- o.c., 78 p.
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cincuenta pesetas, cantidad más importante en aquella época de lo que a primera vista nos podría parecer. Desde luego, lo más importante en este sentido fue la colaboración, dos años antes, en los festejos de la coronación canónica de la imagen de Nuestra Señora de la Luz, patrona de la ciudad y titular de la iglesia donde la hermandad tiene establecida su sede; festejos a los que la cofradía colaboró con la cantidad de cien pesetas. Por lo que se refiere a los festejos de la coronación, ésta se realizó el 1 de junio de 1950, aunque el día de antes habían empezado a llegar las distintas tallas marianas que, procedentes de muchos pueblos de la diócesis, participaron en la solemne procesión.
Si en algún tema concreto las actas ofrecen una información algo más abundante, este tema es, desde luego, la sucesiva incorporación de nuevos hermanos a la junta directiva. En este sentido, el cargo en el que más movilidad hubo a lo largo del periodo fue el de depositario, cargo desempeñado por Amancio Ruiz de Lara desde 1951 hasta 1956, José Hernando San Julián a partir de esta fecha, y Román López Molina, quien en 1959 era nombrado para el cargo por haberlo estado ejerciendo hasta entonces con carácter interino. Por el contrario, Benito Zamora siguió siendo secretario durante todo el 121
periodo. En 1952 fue nombrado vicesecretario el hermano Cesar Gutiérrez. Por otra parte, cinco años más tarde, teniendo que presentar la hermandad nueva terna para que de ella saliera el representante de ésta en la Junta de Cofradías, se aprueba que se recomiende la continuación en el cargo de la misma persona que hasta entonces lo venía desempeñando, Antonio Benítez. Finalmente, varios fueron los hermanos que desde 1948 hasta 1964 desempeñaron el cargo de vocal de la Junta de Diputación: Carlos Cañas, José Hernáiz Palomino, Cecilio Albendea Page, Vicente Rodrigo, Florencio Ruiz de Lara, Pedro Ramos Blázquez, Bernardo González Galindo, Román López Molina, Eduardo Fernández Serna, Valentín Redondo Ibáñez, Cesáreo Noeda y Manuel Saiz Abad. Por lo que se refiere al aspecto patrimonial, en 1955 se aprobó la adquisición de nuevos faroles para el paso, faroles que sin embargo no llegaron a encargarse por la decisión al año siguiente, más importante a todas luces, de aumentar el paso procesional con la adquisición de un sayón que, siguiendo la tradición iconográfica del tema, estuviera en disposición de azotar a Cristo. Esta decisión fue adoptada en la Junta General Ordinaria celebrada el 19 de marzo de aquel año, y a esta incorporación debería sumarse también la sustitución de las andas de los hermanos Vera por otras más amplias, por no tener su perímetro las dimensiones suficientes para las dos tallas. El 10 de enero de 1957, volvió a reunirse la hermandad para estudiar nuevamente el tema: “Reunida la Junta de Diputación para examinar el proyecto presentado por don Luis Marco Pérez de la ampliación del paso con un sayón y andas, y examinados los modelos presentados para la confección de las andas por los industriales don Apolonio Pérez y don Nemesio Pérez, se acuerda hacer la adjudicación a don Apolonio Pérez en la cantidad de 12.000 pesetas, terminadas sin banzos ni faroles, las que entregará en la primera semana de marzo, y hacer el encargo al señor Marco Pérez del sayón en la cantidad de 12.000 pesetas, cantidad que se hará efectiva con la subención [sic] que en su día fijará la Junta de Cofradías y las aportaciones que en su día puedan hacer los hermanos con sus donativos para dichos fines.” Sobre el tema de la subvención de la Junta de Cofradías para la adquisición de esta talla secundaria, podemos leer en el acta correspondiente a la junta general que esta institución mantuvo del día 6 de marzo de ese año lo 122
siguiente: “Subvencionar en la cuantía siguiente a aquellas Hermandades que se relacionan, y en una cantidad equivalente aproximadamente al 10% del coste de la obra que realiza y en la forma siguiente...” Entre las hermandades mencionadas figura la de Jesús Amarrado a la Columna con las citadas doce mil pesetas, de lo que se deduce, o bien hay un error en el acta, o la Junta subvencionó el total del coste. En el mes de marzo de aquel año, durante la celebración de la junta general ordinaria, se realizó la suscripción para hacer frente a estos cuantiosos gastos, “haciendo sus aportaciones la mayor parte de los hermanos”. Por otra parte, y recogemos otra vez la cita literal del acta correspondiente, “como nuestro paso a quedado [sic] ampliado con el sayón, se toma el acuerdo para que se cambie el título de esta Hermandad, prebia [sic] consulta con un sacerdote.” A partir de este momento, el título oficial de nuestra hermandad pasó a ser el siguiente, como así consta en la primera hoja del segundo libro de actas, que se inicia en 1976: Venerable Hermandad de la Flagelación de Nuestro Padre Jesús (Amarrado a la Columna). Tres años más tarde se expresaba el deseo de algunos hermanos de que fuesen doradas las nuevas andas “en caso de que la situación económica de la Hermandad lo permita”. Sin embargo, en octubre de ese mismo año la Junta de Diputación de la cofradía expresaba la dificultad en que ésta se encontraba, tras los importantes gastos a los que estaba teniendo que hacer frente. No se había terminado de pagar la deuda contraída con el autor de las andas, Apolonio Pérez Llandres, y se había hecho necesaria la adquisición de nuevos faroles para el paso. Para hacer frente a estos gastos hubo que firmarse una operación de crédito con la Caja Provincial de Ahorros, operación que tuvo que ser garantizada por los hermanos Manuel Saiz Abad, Román López Molina y Valentín Redondo Ibáñez. En este orden de cosas, en 1958 se aprueba que a partir del año siguiente fueran reservados seis banzos, que serían adjudicados gratuitamente por riguroso orden de antigüedad. Ya al final del periodo, en 1962, se aprueba que los hermanos mayores, que seguían siendo elegidos por sorteo, fueran nombrados, ya no durante la junta general que se celebraba en los días previos a la Semana Santa, sino tras la celebración de la función que se hacía a la
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imagen titular de la hermandad, en el mes de septiembre, y en fecha lo más cercana posible a la celebración de la Exaltación de la Cruz.
4.- Del concilio a la nueva archicofradía En este periodo, las actas siguen siendo tan parcas en palabras como en la etapa anterior. Únicamente, y al contrario de lo que sucedía antes, empieza ahora a hacerse relación de los hermanos que cada año se adjudicaban los banzos durante la subasta, como es sabido la parte más esperada, por su especial significación de cara al desfile procesional, en las reuniones de nuestras hermandades. Por otra parte, esas actas suelen terminar con una mínima referencia al horario de la procesión, que en todo este tiempo no ha variado, estando marcada siempre la hora de salida a las cuatro y media de la tarde, con una posible prórroga de dos horas en caso de lluvia, y un
recordatorio
a
los
banceros,
indicándoles
que
debían
asistir
obligatoriamente a la puesta en andas, el Martes Santo por la tarde, aún no había sido trasladado este tradicional rito al día anterior por causa de la procesión del Perdón, y a la restitución de la talla a su altar de la iglesia de San Antón el Sábado de Gloria por la mañana. Ya en la segunda mitad de la década de los años sesenta empiezan otra vez a encontrarse nuevos datos puntuales sobre la actividad de la cofradía. En 1967, la Junta de Cofradías había adquirido en la calle Solera un edificio donde poder llevar a cabo todas las reuniones y juntas que celebraban tanto la propia institución central de la Semana Santa como las diferentes hermandades; además, había allí suficiente espacio, o en aquel momento parecía que lo había, para poder exponer, a modo de museo, las andas y demás enseres de las mismas. En este sentido, en el acta correspondiente a la junta celebrada el 6 de marzo de ese año puede leerse lo siguiente: “El secretario da lectura a un oficio de la Junta de Cofradías en el que solicita una subención [sic], para atender a los gastos con ocasión de la compra de un edificio para museo y custodia de andas y demás enseres de las hermandades, por lo que la Junta se manifiesta a favor de dicha subvención.” Ya por entonces, sin embargo, la Semana Santa en su conjunto caminaba hacia una profunda crisis, de la que tardaría casi veinte años en 124
escapar. Los motivos de esta crisis son diversos, aunque está claro que a ello no fue ajena la propia sociedad española en su conjunto, sumida en un cambio profundo que afectó también a los aspectos puramente religiosos. En efecto, 1968 marca un hito en la historia contemporánea de España, y también de todo el mundo desarrollado que, más allá de las revueltas universitarias que lo simbolizan, significaron en realidad un proceso de apertura en el agotado régimen de Franco. La Iglesia, que en las décadas anteriores se había constituido en un claro aliado de la dictadura, se vio por ello sometida a diferentes fuerzas contrapuestas que de una manera u otra llegaron a afectar a todas sus instituciones. Por otra parte, el concilio Vaticano II, más abierto a una religiosidad de fondo, intimista, que a la religiosidad popular, a veces superficial y teatrera, influyó también en esa crisis.
Fue precisamente ese mismo año, 1968, cuando la crisis afecta de forma determinante a la archicofradía de Paz y Caridad, la institución pionera y decana de la Semana Santa conquense. Ese año no figura en la relación de adjudicatarios
de
los
banzos,
los
dos
que
tradicionalmente
habían
correspondido a la hermandad de Jesús Amarrado a la Columna para llevar las andas del Santísimo Cristo de las Misericordias, titular de la archicofradía. Ello 125
indica que fue precisamente a partir de esa fecha cuando otra de las que habían sido hermandades filiales del viejo cabildo de la Vera Cruz, la de Jesús Nazareno, se hiciera cargo de sacar a la calle la talla del popular Cristillo. Tres años más tarde, desaparece también la figura del acompañante de la hermandad en el paso del Cristillo. Dos aspectos sí son repetitivos en la lectura de las actas. Por un lado, y sin entrar de lleno en aspectos económicos, la constante aunque no demasiado importante elevación de las cuotas. En 1969 se aprueba que a partir del año siguiente éstas fueran elevadas a veinticuatro pesetas anuales. En 1974, éstas aumentaron a treinta y seis. Finalmente, ya en 1979, se aprueba volver a subir la cuota a cien pesetas anuales, cantidad que se mantuvo ya como tradicional en algunas hermandades durante relativamente mucho tiempo. El otro aspecto levemente repetitivo es el de la renovación de los cargos de la Junta Directiva, aunque en este periodo se observa una mayor estabilidad que en la etapa anterior. Así, hasta iniciada la década de los años sesenta se mantuvo activa la junta que había terminado el periodo anterior. Sólo en 1972 se elegiría un nuevo equipo, formado por los hermanos siguientes: José López Moya como depositario, Luis Benítez Cruz como secretario y al mismo tiempo como representante en la Junta de Cofradías; Benito Zamora Gismero como vicesecretario; y como vocales, Ramón López Malo, Ramón López Sánchez, Eduardo Fernández Serna y Valentín Redondo Ibáñez. Cuatro años más tarde se revalida en parte esta junta, siendo nombrado secretario Francisco Alarcón Díaz; Luis Benítez mantenía su cargo de representante, al tiempo que eran nombrados como vocales Valentín Redondo, que ya lo era desde mucho tiempo antes, Enrique Garrote González, Félix Nielfa Segovia, Jesús Serrano Navarro, Gonzalo López Campos y Luis Castreño Estévez. Por su parte, en 1978 el depositario se veía en la obligación de dimitir de su cargo, al tener que compatibilizar las tareas anejas a éste con las propias de la Junta de Cofradías, a la cual también pertenecía. Fue sustituido por Florencio Ruiz de Lara Serrano, mientras que López Calvo pasaba a a ocupar una de las vocalías, junto a Gonzalo López, Jesús Serrano y Félix Nielfa, que ya lo eran, y el recientemente incorporado Benito Palenciano Cañas. En aquella misma reunión eran nombradas también como camareras Milagros Saiz Mateo y Conchita Arias Caballero. Por otra parte, hay que decir también 126
que aunque se mantenía el sorteo como manera normal de elegir a los hermanos mayores, algunos años, como en 1970, no se celebró dicho sorteo, por haberse presentado voluntarios para desempeñar el cargo algunos hermanos presentes en el acto. Por otra parte, aquel mismo año se había acordado hacer, a cuenta de la hermandad, seis trajes completos para la procesión, consistentes en túnica, capuz y cordones, con el fin de prestarlos, a cambio de una pequeña cantidad de dinero, a los hermanos que carecieran de él, y garantizar así la uniformidad adecuada de los participantes en el desfile procesional. Así mismo, y se recoge literalmente, “otro para el nuncio, con el fin de que no vaya en el desfile de paisano, por el mal efecto que hace.” Cuatro años más tarde, y por lo que afecta ahora al patrimonio artístico de la hermandad, se arregló el altar de la iglesia de San Antón, al tiempo que algunos de los hermanos empezaban a tomar conciencia de la necesidad que había de restaurar la imagen titular. También
se
adquirieron
cordones
nuevos para la talla. En 1974, la Junta de Cofradías premió con su distintivo morado a la hermandad. A partir de 1976 se aprecia en las actas la mano del nuevo secretario que había sido elegido, pues éstas son más extensas y detalladas. Aquel año y los siguientes, algunos hermanos hicieron diversas propuestas que, sin bien muchas no fueron llevadas a la práctica, demuestran una cierta concienciación de grupo. Entre estas ideas fallidas destaca la de cambiar la fecha de las juntas con el fin de que pudieran asistir a ellas más hermanos. Así mismo, tampoco se decidió nada en concreto sobre la propuesta de otro hermano de organizar en el seno de la cofradía un coro, con el fin de cantar el Miserere a la talla titular. Tampoco se aprecia una determinación clara en la propuesta de un hermano de que el cetro de capataz de bancero no sea subastado, sino que 127
sea entregado a hermanos preparados y con la suficiente experiencia para hacer que el desfile de la imagen por las calles de Cuenca fuera el adecuado; en este sentido, la hermandad del Amarrado se adelantó o otras, pues hoy en día todas las cofradías tienden a dejar el paso en manos de un capataz adecuado, evitando que hermanos sin experiencia como banceros, por el hecho de pujar más alto que los demás, asuman una responsabilidad para la que no están preparados, y perjudiquen al conjunto de los portadores. Volviendo al año 1976, y se recogen otra vez las palabras del acta respectiva, “la Junta está de acuerdo en este aspecto, y no ve más conveniente que este cetro está dado a perpetuidad desde hace muchos años al hermano Ramón López Malo, y que éste cuando no desfilaba con él fue su deseo que se subastase, por todo lo cual se llega a la determinación de hablar personalmente con él para rogar le deje a disposición de la Junta.” Lo cierto es que durante todo el periodo que abarca esta etapa, el cetro de capataz de banceros siguió siendo subastado. En 1977 fue rebajado el número de banceros de turno a siete. Al año siguiente, el compositor conquense Julián Aguirre estrenó la marcha procesional que bajo el título de Amarrado a la Columna dedicaba a nuestro paso titular. Con motivo de este hecho, la junta de diputación, el día 20 de febrero de 1979, nombraba al autor de la composición hermano de honor, título que fue corroborado más tarde por la junta general, en la reunión que con carácter general mantuvo dos meses más tarde en los locales de la Junta de Cofradías. Finalmente, y por lo que se refiere otra vez al aspecto patrimonial de la hermandad, ya se ha dicho que desde 1974 una parte de los hermanos se habían ido concienciando de que la talla de Cristo, después de veinticinco años de desfiles procesionales, sometida por lo tanto a la manipulación de los hermanos, siempre bienintencionada pero algunas veces inadecuada, y a los constantes cambios de temperatura y humedad, estaba necesitada de una restauración acuciante. A este respecto, en la misma acta del 20 de febrero, “se informó sobre la ya conseguida restauración de nuestra Venerada Imagen, que fue llevada a cabo por los hermanos Pérez del Moral, de nuestra capital, quedando esta Junta Directiva satisfecha del resultado de su labor.” También se notificaba a continuación que las monjas del convento de las Esclavas del 128
Santísimo Sacramento de Cuenca, popularmente conocidas como las “Blancas”, habían confeccionado el nuevo guión. Y ya al año siguiente se aprobaba también la restauración de la talla del sayón y de las andas. Para la primera, los encargados del trabajo serían los hermanos Pérez del Moral; para las andas, la restauración correría a cargo de los hermanos Carretero. No querrá la nube ser caricia de umbría A Tu torso descarnado. Ni llegar sedante la lluvia al curso de TU sangre. Ni ser sudario la nieve de la Serranía Para TUS carnes uncidas. ¡Sólo herirá el látigo con desgarro de uña y fuego en TUS espaldas de AMARRADO! Arañarán buscando al músculo Mimbre y sarmiento, Dura centella que se clavará en TUS llagas Para engendrar sementera De promesas y primavera En la tarde Jueves Santo. Enmudecerán pájaros y campanas Cuando el flagelo Hienda carnes y nervios, Retumbará el eco por alcores y espliegos. La tarde desolada clavará al sol En el corazón del cielo, Podrá sobre el cierzo un llanto de espinas, Que será Miserere de dolor Por la rosa de los vientos. JOSE LUIS LUCAS ALEDÓN
Al final de esta etapa se volvió a debatir el tema del capataz de banceros, aprobándose en 1981 que este puesto de responsabilidad bajo las andas de la imagen no se subastara; aquel año fue elegido para el mismo Francisco Alarcón Díaz. Ese mismo año se había renovado casi en su totalidad 129
la junta de diputación de la hermandad; únicamente la hermana Rosa Cárdenas Gómez fue nombrada camarera en sustitución de Conchita Cañas, quien había causado baja voluntaria en la hermandad. En otro orden de cosas, en 1982 se restauraron por fin las andas por los hermanos Carretero, trabajo que costó a la cofradía cerca de doscientas mil pesetas. Al año siguiente se aprobaba en junta general que dos de los banzos fueran sorteados entre los hermanos que, estando en disposición de ser banceros, acudieran el día de la función por la imagen titular en la parroquia de la Virgen de la Luz. Aquellos primeros años de la década de los ochenta, se puede decir, la talla de Marco Pérez estaba de moda. Por una parte, el poeta José Luis Lucas Aledón publicaba su famoso poema sobre el Amarrado, que poco tiempo después se convertía en uno de los clásicos de la literatura de la Semana Santa. Por su parte, Julián López Martínez publicaba su libro de dibujos La Semana Santa de Cuenca paso a paso, con una concepción artística bastante original, realizado basándose en líneas a plumilla dirigidas en sentidos contrarios, y decidía incorporar a su portada la imagen titular de la hermandad. Por estos motivos, tanto uno como otro fueron premiados por la hermandad con sendos reconocimientos. Un año más tarde, en 1982, la talla del imaginero conquense volvió a ocupar las primeras páginas de los periódicos al ser el motivo principal del cartel oficial de la Semana Santa de ese año, obra de Amancio Contreras. El 21 de abril José López Moya informaba a los hermanos presentes en la junta de diputación sobre la reorganización de la archicofradía de Paz y Caridad, y sobre la nueva regulación de las relaciones por las que ésta debía basarse a partir de entonces: “La archicofradía quedará formada por una junta directiva compuesta de doce miembros, repartidos entre las distintas hermandades proporcionalmente al número de hermanos que la componen, correspondiéndole a la nuestra dos miembros. Estará formada por los cargos siguientes: un presidente, un vicepresidente, un secretario, un depositario y un vocal contador, y el resto de vocales natos. El reparto de banzos para portar el Cristo de Paz y Caridad el Jueves Santo se hace igual que los miembros de la junta directiva, correspondiente por tanto a esta hermandad dos banzos. El aporte económico a la misma también se hará proporcionalmente al número de hermanos de cada hermandad. Se nombran los dos miembros que formarán la 130
junta de la archicofradía por parte de la hermandad, y que serán José López Moya y Jesús Serrano.” Un mes más tarde, el 14 de abril, se reunían los representantes de las siete hermandades que desfilan en la procesión del Jueves Santo, con la presencia también del vicepresidente de la Junta de Cofradías, Eduardo Fernández Palomo, para dar forma definitiva al convenio. En el segundo párrafo del documento que recoge la concordia, una de cuyas copias se encuentran aún en el archivo de la Junta de Cofradías, se citan los motivos que llevaron a la firma de la misma: “Es objeto de este documento la manifestación de revitalización de la Archicofradía de Paz y Caridad, con el propósito solemne de cumplir y hacer cumplir lo que en su día resulte del contenido de los estatutos que se redacten, y que deseando todos los comparecientes, representantes natos de las hermandades a las que representan, llegar a una serie de principios básicos en orden a la actualización y adecuación a nuestros días de la repetida archicofradía, y la llevan a efecto con sujeción de las siguientes condiciones.”123 A partir de ahí, se establece un mínimo reglamento, formado por apenas trece condiciones, que en lo esencial reflejan lo que López Moya había ya informado a la hermandad. Por la primera establece la forma de repartir los doce banzos del Cristillo entre las siete hermandades, y la cuota con la que cada una de ellas debe contribuir con los gastos generales de la archicofradía. Así, la hermandad de Jesús Nazareno, que había de contribuir con la tercera parte de todo el presupuesto por ser la que más hermanos tenía, disfrutaría de cuatro banzos, mientras que las de Jesús Amarrado y Nuestra Señora de la Soledad, a las cuales se les reservarían dos puestos bajo las andas, contribuirían con el 17% de los gastos. Por su parte, el resto de las cofradías, Nuestro Padre Jesús Orando en el Huerto, Jesús con la Caña, Ecce-Homo y Verónica, contribuirían sólo con el 8,25%, por lo que apenas disfrutarían de un banzo cada uno. La condición segunda establecía la existencia de una Junta de Diputación, cuya distribución por hermandades es idéntica a la del número de banzos, y una Asamblea General, compuesta por treinta y cinco miembros, en
123
Archivo de la Junta de Cofradías. Legajo de papeles sueltos.
131
este caso distribuidos de manera equitativa, a razón de cinco miembros por cada una de las hermandad que la forman; esos siete representantes de cada hermandad deberían ser, obligatoriamente, los secretarios, representantes en la Junta de Cofradías, depositarios, hermanos mayores, y contadores de cada una de ellas. Estos cargos tendrán una duración de cinco años, aunque pueden ser reelegibles, y el presidente de la archicofradía sería al mismo tiempo representante de ésta en la Junta de Cofradías. Finalmente, el tercer artículo regula la alternancia de las siete hermandades en la presidencia de la procesión del Jueves Santo: “Cada una de las 7 hermandades que componen la Archicofradía, presidirá la procesión del Jueves Santo, a través de su Representante, un año de cada 10. Los otros 3 años restantes, presidirá la procesión la propia Archicofradía solamente a través de su Presidente y Vicepresidente. En los 7 años que presidan los representantes de las Hermandades, actuarán en esa presidencia de la procesión conjuntamente con la Archicofradía, a través de su Presidente. Todos los miembros que salgan en procesión en representación de la Archicofradía, ostentarán en el capuz el escudo de la Archicofradía.” El sorteo hizo que a la hermandad del Amarrado le correspondiera presidir en los años terminados en nueve.
5.- De la reconstrucción de la archicofradía al final de la centuria Desde mediados de los años ochenta se observa en el conjunto de la Semana Santa de Cuenca, como sucede también con otras celebraciones de este tipo en muchos puntos de España, un amplio desarrollo procesional que, en líneas generales, se muestra creciente, alcanzando sus cotas más elevadas en los últimos años de la década de los noventa. Por lo que se refiere a la hermandad de Nuestro Padre Jesús Amarrado a la Columna, ese proceso se muestra también bastante claro, algo que se puede observar tanto en el apartado patrimonial como en las últimas medidas adoptadas por su Junta de Cofradías, de las que se hablará al final de este capítulo. Los primeros datos del periodo afectan a su Junta de Diputación. En 1984, Luis Benítez dimitía como representante de la Junta de Cofradías, siendo sustituido en el cargo otra vez por José López Moya. Ese mismo año, Jesús 132
Serrano Navarro era nombrado depositario, al mismo tiempo que Aurelio Lorente González se incorporaba al grupo de los vocales. Al año siguiente, Félix Nielfa era nombrado secretario, pasando a ocupar Francisco Alarcón el cargo de vicesecretario, hasta que en 1987 le sustituyó en el mismo José María Jiménez Puado; ese mismo año se estrenaba como vocal José Luis Martínez Martínez. Siguiendo la rueda de nombramientos, en 1989 se sumó al grupo de vocales José Cartinas Vega. Cuatro años más tarde vuelven a cambiar algunos de estos directivos, quedando en este momento la Junta de Diputación formada de la manera siguiente: José María Jiménez Puado, secretario; Juan Carlos Jiménez Puado, vicesecretario; José Cortinas Vega, depositario; José Martínez Martínez, contador; Gonzalo López Campos, representante en la Junta de Cofradías; Javier Caruda de Juanas, consejero de asuntos económicos; Francisco Alarcón Díaz, Pedro Ortega Canales, José Juan García López y José Luis Ortega Gallén, vocales; Francisco Alarcón Alcántara, consiliario; y Fuencisla Martínez Martínez, camarera. En la Junta General celebrada dos años más tarde, el único cambio que se puede citar es el hecho de que el depositario y el contador, José Cortinas y José Martínez, intercambiaron sus cargos. Finalmente, al año siguiente dimitió el representante en el órgano central de la Semana Santa, siendo sustituido por el presidente actual de la Junta de Cofradías, Javier Caruda. En otro orden de cosas, la hermandad continuó con su política de integración en la parroquia, haciendo un donativo a la misma de diez mil pesetas, y en los medios de comunicación de la ciudad, donde el título de hermano honorario a Radio Cuenca FM, por su labor en beneficio de la hermandad y de la Semana Santa; ambas decisiones se tomaron en 1964. En 1987 la hermandad aprobó nuevos estatutos , más acordes con la realidad social del momento, que sin embargo tardaron demasiado tiempo en ser confirmados por la autoridad eclesiástica. Y al año siguiente se adoptaron también dos decisiones de gran interés: la incorporación de nuevo a la subasta del cargo de capataz de banceros, un paso atrás para asegurar el buen desfile del paso, y el aumento a cuatro en el número de hermanos mayores, quienes, sin embargo, seguían siendo nombrados el día de la función. También hay que citar la decisión adoptada ya en 1994 de subir la cuota que pagaban los hermanos a las doscientas pesetas. 133
Otro grupo de medidas adoptadas afectan al patrimonio de la cofradía. En este sentido, en 1988 se adquirieron unas gualdrapas para las andas, y cinco años más tarde se estrenaron también los nuevos estandartes. En 1994, por otra parte, se instalaba en la pared de una casa de la calle Virgen de la Luz, haciendo esquina con la calle Colón, frente al jardín que actualmente ocupa lo que fue solar del antiguo convento de los trinitarios, a imagen de lo que otras hermandades habían ya hecho, un mosaico con la imagen de la talla titular, que había diseñado Margarita Benítez. Sin embargo, el hito en lo que a este apartado patrimonial se refiere fue el encargo del altar que en 1995 se instaló en la hornacina de la imagen, en la iglesia de San Antón. A este respecto, en el acta correspondiente a la reunión de la Junta de Diputación celebrada el 24 de abril de 1993, puede leerse lo siguiente: “Por parte del hermano Florencio Ruiz de Lara, y dando por comienzo al punto número uno del orden del día, presenta un boceto de arreglo de la capilla donde se venera nuestra imagen, en la iglesia de Ntra. Sra. Virgen de la Luz, el cual ha sido realizado por los Talleres Santa Rufina, de Madrid, exponiendo el boceto presentado, y comunicando que el coste sería de 2.400.000 pts. aproximadamente. Después de varias intervenciones de los hermanos asistentes, se acuerda que dado el coste de dicha obra, sería preciso de pedir [sic] varios presupuestos más a otros talleres, para poder comparar trabajo, material y coste del mismo. A tal fin los hermanos José Juan García y Gonzalo López pedirán presupuesto a varios talleres de Cuenca, para poder tener varios presupuestos.” El día 26 de junio de ese mismo año fue celebrada una nueva Junta de Diputación, y en ella se tomó la decisión de encargar la obra a José Antonio Martínez, de Horche, en la provincia de Guadalajara: “Comenzada la reunión con el primer punto del día, y exponiendo el hermano Florencio Ruiz de Lara el presupuesto presentado por parte de la empresa José Antonio Martínez, de Horche (Guadalajara), los hermanos asistentes a la reunión estuvieron deliberando entre los presupuestos presentados por esta empresa y por Talleres Santa Rufina, dado que el presupuesto pedido a un taller de nuestra capital por parte del hermano Gonzalo López no ha sido entregado, quedando por todos que el más completo es el de Talleres José Antonio Martínez Horche (Guadalajara) [sic], aún esperando el presupuesto del taller de Cuenca, por si 134
pudiera verse en la próxima Junta de Diputación, antes de la asamblea religiosa a celebrar en el mes de septiembre, pero no parando el proceso meticuloso de las obras de restauración de la capilla del titular.” La decisión final, en este mismo sentido, fue aprobada por la Junta General
que,
con
carácter
extraordinario,
fue
citada
para
estudiar
monográficamente este tema. El retablo fue por fin bendecido dos años más tarde, estrenándose en el acto de bendición del mismo el motete Dominum Flagellavit, que para el momento había compuesto Luis Carlos Ortiz Izquierdo, director del coro Alonso Lobo de polifonía, y muy vinculado con la hermandad desde hace algunos años, hasta el punto de encontrarse en el momento en que se escriben estas líneas componiendo una misa en honor de la imagen titular. Por lo que se refiere a la archicofradía de Paz y Caridad, la imagen del Cristillo estrenó andas nuevas en 1993. Tres años más tarde se había abierto un debate en el seno de las cinco hermandades, y las actas de la hermandad del Amarrado son muestras claras de la discusión, sobre la forma en que la talla del Cristo de las Misericordias debía marchar dentro de la procesión. Una parte de los nazarenos, queriendo de esta forma rescatar la tradición de la archicofradía según la cual la imagen, cuando acompañaba a los ajusticiados, lo hacía procesionando de espaldas al sentido de la marcha, dando en todo momento la cara al reo, pretendía que en la procesión del Jueves Santo lo hiciera de la misma manera. La votación en esta hermandad fue contraria al cambio, que no llegó a fructificar: “Posteriormente es tratado el asunto de desfilar el Cristo de Paz y Caridad vuelto hacia atrás; tras varias deliberaciones, se procede a efectu7ar votación en tal sentido, quedando de la forma siguiente: a favor, 2; en contra, 6; y una abstención.” Por otra parte, en el año 1998 se aprueba una nueva reglamentación en la archicofradía de Paz y Caridad. La modificación fundamental respecto a los estatutos de 1986 es que, contrariamente a estos, todas las hermandades que la componen pasan a tener los mismos derechos y los mismos deberes; esto es, tanto la cuota de participación en los presupuesto global de la archicofradía como el reparto de banceros se hace de manera equitativa.
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6.- Aspectos económicos Se van a estudiar a continuación algunos aspectos relacionados con la situación económica de la hermandad en todo el periodo estudiado a lo largo de este capítulo. Para ello, se han realizado sendos gráficos, en los que se pueden apreciar cómo ha sido la evolución que ésta ha tenido desde los primeros años de la posguerra hasta la actualidad. Ambos gráficos han sido divididos en dos periodos, con el fin de facilitar la comprensión de los datos que ofrecen. Hay que tener en cuenta que entre los años setenta y ochenta se produjo en España una importante inflación; mantener un mismo gráfico para todo el periodo supondría que en los primeros años la longitud de las barras sería tan insignificante que apenas podría apreciarse ningún movimiento en un sentido u otro. Por tanto, he creído conveniente diferenciar dos periodos, creando en cada uno de esos dos periodos una escala diferente para el eje.
VENERABLE HERMANDAD DE NUESTRO PADRE JESÚS AMARRADO A LA COLUMNA. CONTABILIDAD GENERAL (1942-1975)
70.000,00
60.000,00
50.000,00
40.000,00
30.000,00
20.000,00
10.000,00
0,00
INGRESOS
CARGOS
En primer lugar se estudiará la contabilidad general de la hermandad, utilizando para ello un gráfico de columnas en el que, con carácter anual, se desarrollan el conjunto de ingresos y gastos. Como se ha dicho más arriba, se ha dividido el periodo en dos etapas, respondiendo a ese carácter inflacionista: 136
de un lado, desde 1942 hasta 1975; por otra parte, desde 1976 hasta 1998. En primer lugar se estudiará la primera etapa de la posguerra. Desde 1942 hasta 1956, la relación entre ingresos y gastos se mantiene nivelada en torno aproximadamente a las dos mil pesetas para cada uno de los conceptos, aunque con una ligera diferencia en beneficio de los ingresos. Son años de claro equilibrio económico. El año 1955 marca la cota del periodo, llegando los ingresos a alcanzar la cantidad de ocho mil pesetas, al tiempo que los gastos se mantienen equilibrados en la mitad de ese importe.
El año
siguiente marca, sin embargo, un importante descenso de aquel concepto, que no se puede achacar sino a un paralelo descenso del importe recogido en la subasta. Los años comprendidos entre 1957 y 1960 marcan un periodo de transición entre esta etapa de equilibrio y la siguiente, caracterizado por fuertes disonancias entre un año y otro. Los dos años marginales del periodo representan sendos picos en el gráfico, tanto en lo que respecta a los ingresos como en lo que se refiere al conjunto de los gastos. En 1957, este brusco aumento viene afectado sobre todo por la adquisición de la imagen del sayón, que supuso tanto el aumento de los ingresos (la subvención recibida de la Junta de Cofradías, por un valor equivalente al coste de la talla), como de los gastos (el propio pago de la escultura al imaginero); se trata, por tanto, de una elevación ficticia de estos conceptos, por importe de doce mil pesetas, que no responde a la realidad. También la sustitución de las andas influye en este hecho, teniendo en cuenta que la adquisición de las nuevas, que fueron pagadas también en este ejercicio, supuso un desembolso de cinco mil pesetas, importante en aquella época, al tiempo que la venta de las andas anteriores había supuesto el ingreso de una cantidad similar, cuatro mil pesetas, en las arcas de la hermandad. Por lo que se refiere al año 1960, el volumen de ingresos y de gastos casi se equilibra en torno a las treinta mil pesetas, aunque en el concepto de los ingresos debe anotarse, cubriendo las dos terceras partes de ese presupuesto, el préstamo que aquel año había concedido la Caja de Ahorros de Cuenca. Por el contrario, los ejercicios correspondientes a 1958 y 1959, principalmente el primero, mantienen una línea similar a todo el periodo
137
anterior. Dentro de esa situación de equilibrio, 1959 representa el pico inferior del gráfico. El periodo comprendido entre 1961 y 1975 se muestra mucho más irregular, reflejando una sinuosa línea de cotas en ambos sentidos. Son años de desarrollo 1963, 1965, 1967, 1969 y 1971, mientras que los ejercicios correspondientes a 1961, 1962, 1964, 1966, 1968, 1970 y 1972 responden a una tendencia decreciente que, en cierto sentido, responde también a una tendencia similar, como se verá en su momento, en la subasta de banzos. A partir de 1973, la tendencia alcista se mantiene, y enlaza de alguna forma con el gráfico siguiente. Esta tendencia discontinua, sobre todo en lo que respecta a los gastos, viene marcada por las liquidaciones del prétamo adquirido. Los años 1974 y 1975 vienen ya marcados por una tendencia levemente inflacionista, que se ve reflejada en el aumento de los precios y de las cantidades a abonar por diversos trabajos en beneficio de la cofradía.
VENERABLE HERMANDAD DE NUESTRO PADRE JESÚS AMARRADO A LA COLUMNA. CONTABILIDAD GENERAL (1976-1998)
4.000.000,00 3.500.000,00 3.000.000,00 2.500.000,00 2.000.000,00 1.500.000,00 1.000.000,00 500.000,00 0,00
INGRESOS
GASTOS
La segunda etapa en la que el gráfico ha sido dividido, a pesar de que corresponde a un periodo de crisis en el conjunto de la Semana Santa, al menos en sus primeras columnas, hasta mediada la década de los años ochenta, refleja una trayectoria claramente alcista, continuada, y proporciona una leve inclinación de la balanza en favor de los ingresos hasta 1992. A pesar 138
de ello, los ejercicios correspondientes a 1982, 1986 y 1989 reflejan una pequeña inclinación a favor de los gastos, prácticamente insignificantes, al tiempo que se destaca el volumen de ingresos correspondiente a 1984, cercano a las setecientas mil pesetas, que no se volverá a alcanzar hasta cinco años más tarde. Una vez más, este volumen de ingresos no responde a una situación real, sino al préstamo recibido por la hermandad de San Juan y la Virgen de la Amargura. Por lo que se refiere a los ejercicios deficitarios, todos responden a un importante aumento patrimonial de la hermandad: en 1982, éste se debe a la restauración de las andas; en 1986, a la adquisición de cordón nuevo para la imagen y de algunos enseres de orfebrería, adquiridos en la casa Orrico, de Valencia; finalmente, en 1989, la compra de gualdrapas para el paso procesional supuso a la hermandad un desembolso de trescientas mil pesetas. El ejercicio correspondiente a 1993 es clave para la hermandad, pues supone el final de esa tendencia alcista en su economía, y el inicio de un periodo de altibajos y de crisis leve; el motivo no es otro que la adquisición de algunos bienes patrimoniales, y entre ellos, y por encima de todos, el altar, que sería instalado dos años más tarde en su capilla de la iglesia de San Antón. En ese año, al mismo tiempo que los ingresos se mostraban parejos con los del ejercicio anterior, los gastos se elevaban por ese motivo hasta una cantidad superior a los dos millones de pesetas. De ellas, novecientas mil pesetas, esto es, casi la mitad del presupuesto, correspondía al pago del segundo plazo de los nuevos estandartes. Este déficit, con ser importante, se muestra casi insignificante si se compara con el de 1995, el año de instalación del altar, que supuso en total cerca de millón y medio de pesetas (poco más de dos millones de ingresos para unos gastos que supusieron en su conjunto más de tres millones). Del total de los gastos, casi la tercera parte correspondía al primer plazo de dicho altar, un millón de pesetas, para una obra que en su conjunto costó cerca de dos millones y medio. Desde 1996 hasta 1998, la economía de la hermandad se mantiene en una tendencia alcista, relativamente importante, tanto en lo que respecta a los ingresos como también a los gastos, con un equilibrio bastante apreciable entre los dos conceptos.
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VENERABLE HERMANDAD DE NUESTRO PADRE JESÚS AMARRADO VENERABLE DE NUESTRO PADRE JESÚS AMARRADO A A LAHERMANDAD COLUMNA. SUBASTA DE BANZOS (1974-2001) LA COLUMNA. SUBASTA DE BANZOS (1942-1973) 2500000 12000
10000 2000000 8000
1500000 6000
4000 1000000 2000
500000 0
0
Dentro del conjunto de los ingresos, un volumen muy importante de estos responde al concepto de la subasta de banzos, por lo cual he creído conveniente analizar este concepto de una forma aislada. Para ello, y por la misma razón ya explicada anteriormente, he dividido todo el periodo en dos etapas: de 1942 a 1973, y de 1974 a 2001. Cada una de estas dos etapas permiten hacer también ciertas subdivisiones.
De 1942 a 1951 se aprecia un cierto equilibrio, donde las diferencias entre un ejercicio y otro son escasas. La cota de esta etapa la marca el año 1959, en el que los ingresos por este concepto superan un volumen ligeramente superior a las mil doscientas pesetas, mientras que en 1942 ni siquiera se llegaron a las cuatrocientas pesetas por el total de los banzos. En la década siguiente, entre 1952 y 1962, los banzos suponen en su conjunto unos ingresos ligeramente superiores a las dos mil pesetas cada año; la excepción a la regla, en este breve periodo de tiempo, la supuso el año 1956, en el que la subasta apenas alcanzó las mil quinientas pesetas. A partir de 1962 se inicia un periodo claramente alcista, hasta 1965, tras, un trienio de equilibrio en torno a las siete mil pesetas, en 1968. Este ejercicio, en el que se obtuvo una cantidad cercana a las diez mil pesetas, marca la cota más elevada del periodo por lo que a este concepto se refiere. A partir de este momento, sumida ya la 140
Semana Santa en la crisis ya conocida, la tendencia empieza otra vez a ser bajista, a pesar de que en 1973 la subasta de banzos llegó a alcanzar cerca de siete las siete mil pesetas.
Los primeros años de la etapa siguiente enlazan con los últimos de la etapa anterior, con unos ingresos prácticamente inamovibles, y siempre inferiores a esas siete mil pesetas. El año 1979 marca una nueva etapa alcista, superando por primera vez ese año la cantidad ya citada, llegando a las doscientas mil pesetas el año siguiente, superando las trescientas mil en 1982, y llegando al medio millón sólo seis años más tarde. Esa tendencia alcista se hace más patente a partir de 1991, alcanzando su cota máxima en 1994, cuando se llegaron a superar el millón y medio de pesetas en concepto de subasta. Entre 1995 y 1998, el volumen de ingresos por este concepto desciende hasta cantidades casi alarmantes, aunque nunca ya por debajo del millón de pesetas. Los motivos de este descenso se escapan a la lógica; hay que tener en cuenta que en el conjunto de la Semana Santa de Cuenca todavía los años finales del siglo XX estuvieron marcados por una tendencia alcista, una tendencia que no se modificó hasta alcanzar posturas de equilibrio en los años correspondientes al cambio de centuria. A este respecto, en la Junta de Diputación celebrada el 24 de abril de 1995, primer año de trayectoria bajista, se debatió el tema del descenso de los banzos: “Respecto a la baja significativa del valor total de la subasta, se cree que puede ser por varios motivos, ser sábado, con menos asistencia de hermanos, el tema de que los banceros sean gente más joven y puede influir el tema económico, también que el año pasado los precios fueron bastante elevados, y posiblemente ha pasado lo que en otras hermandades, que han bajado bastante las subastas, pudiera ser por la crisis que a nivel de ingresos tiene la sociedad.” Este descenso en el importe de los banzos, se puede decir, llegó en uno de los peores momentos para la balanza económica de la hermandad, cuando ésta tenía que hacer frente a ciertos gastos de importancia, como el nuevo altar. Sin embargo, en los tres años siguientes el volumen de ingresos por este concepto volvió a ascender, llegando otra vez a alcanzar, en cada uno de los 141
ejercicios que marcan el cambio de siglo, el millón y medio de pesetas. En el año 2001 se batió el récord absoluto desde la restauración de la hermandad después de la Guerra Civil; ese año la subasta alcanzó una cantidad ya muy cercana a los dos millones de pesetas.
7.- La hermandad hoy En los últimos años, la hermandad sigue trabajando en beneficio de la Semana Santa conquense, siendo una de las más activas tanto por su labor social como puramente religiosa. El hecho de que haya sido durante años representante en la Junta de Cofradías, Javier Caruda, el anterior presidente de la misma, no debe ser ajeno a todo ello, proyectando de esta forma hasta el conjunto de la Semana Santa esa importante labor descrita. Se van a destacar a continuación algunos aspectos sobresalientes que siguen manteniendo actualidad año tras año. En 1997, el mismo año que se nombraba hermana honoraria a Carmen Román García, “como reconocimiento a todo el trabajo realizado a nuestra hermandad y a la Semana Santa de Cuenca”, se iniciaba el hermanamiento con la cofradía de la Flagelación y Gloria, de Elche (Alicante). Varias son las coincidencias que mantienen ambas hermandades, como es el autor de las tallas titulares de ambas, Luis Marco Pérez, y el gran parecido físico que hay entre ambas, realizadas las dos en la misma época. El acto se llevó a cabo entre los días 13 y 14 de septiembre de ese año, coincidiendo con la función. Para ello se trasladaron a Cuenca unos cincuenta hermanos de Elche, que fueron recibidos en la Diputación Provincial. A partir de ese año, el hermanamiento se sigue repitiendo, de forma que cada Semana Santa se produce un intercambio de representantes de una cofradía en la procesión de la otra, hecho que se puede llevar a cabo porque la hermandad levantina procesiona el Lunes Santo. Además algunos miembros de la hermandad conquense participan como invitados en el pregón de la hermandad alicantina, que se celebra los días previos a la Semana Santa. El aspecto social de la hermandad se mueve alrededor de la Campaña de Navidad, que todos los años organiza en beneficio de los pobres de la parroquia de Nuestra Señora de la Luz, campaña a la cual se han sumado ya 142
algunas otras hermandades de la Semana Santa, como la de Nuestro Padre Jesús Orando en el Huerto, con la cual comparte archicofradía e iglesia. Pero el compromiso con el barrio de San Antón aún va más lejos, y cada la talla de Cristo, sin el sayón, por las estrechas y empinadas calles del barrio, una procesión a la que cada año acuden más personas, algunas de ellas ajenas incluso a la cofradía, que acompañan a la talla de Marco Pérez a la luz de las velas. Estas acciones, por su proyección más allá de la propia hermandad, destacan todos los años en el conjunto de la Semana Santa. Sin embargo, en estos últimos años se han adoptado también algunas decisiones que no dejan de tener importancia, aunque traten de aspectos internos. En 1997 era nombrada como vocal una mujer, Milagros Saiz Mateo. En 1998 se aprobaba la subida anual de las cuotas de los hermanos a quinientas pesetas, lo que permitió a la cofradía colaborar en las obras de la nueva instalación eléctrica de la iglesia con la cantidad de cien mil pesetas. En 1999, el mismo año que empezaba a organizarse la Campaña de Navidad antes citada, entraba como depositario el hermano Juan Soria Sánchez, al mismo tiempo que ocupaban sendas vocalías José Andrés Mejías Caurín y Julio Millas Romero. Por lo que respecta al patrimonio de la hermandad, en el año 2000 se estrenaba un nuevo guión, donado por un hermano anónimo, y Raimundo Cruz Solís, quizá el más importante restaurador a nivel nacional, restauraba la imagen de Cristo amarrado a la columna. El informe realizado por el restaurador indica algunas deficiencias importantes en el soporte de la talla, concretamente en ambos pies, en el costado izquierdo del Señor, así como en el brazo izquierdo, hombro derecho, espalda y cabeza, concretamente a la altura del cabello y de la frente. Por lo que respecta a la policromía, además de la oxidación de algunas partes de la capa protectora, lo que distorsionaba el equilibrio cromático de la imagen, en algunos puntos concretos presentaba también pérdidas, incluso levantamientos y craquelados; en algunos lugares se habían realizado repintes inadecuados para ocultan daños puntuales. Por ello, se procedió a encolar las piezas de madera que presentaban algunas griegas o separación de ensambles, reforzando las uniones con espigas y enfiletados de maderas curadas, asegurando el sistema de anclajes por medio de una fuerte espiga que fue introducida desde la parte inferior de la 143
peana. Por lo que respecta a la policromía, se procedió a la fijación de la capa pictórica con adhesivos de origen animal, menos dañinos para la madera pues tiene un carácter reversible.
Se procedió además a eliminar la suciedad
acumulada, principalmente la producida por las oxidaciones del barniz protector. Asimismo, se procedió también a levantar los repintes, reintegrando el color en todas las zonas que habían perdido su policromía original. Finalmente, se procedió a realizar un tratamiento preventivo contra los ataques de insectos xilófagos y barnizado del conjunto, a base de resinas acrílicas con acabado satinado, con el fin de proteger la escultura
de las
condiciones climáticas, tanto en su permanencia en la iglesia como en sus salidas procesionales. De esta restauración se exceptuó el pie izquierdo “por considerarlos provocado por actos religiosos.” . A finales del año 2001 se adelantó a otras hermandades de la Semana Santa, incluso a la propia Junta de Cofradías, en el mundo de las nuevas tecnologías, poniendo en la red su propia página web. La página, diseñada por el hermano Carlos Millas Romero, presenta un diseño bastante agradable para la navegación por internet y una información abundante, lo que permite afirmar que es una de las mejores páginas creadas por las hermandades de Semana Santa a nivel nacional. Y al año siguiente Luis Carlos Ortiz, director del coro Alonso Lobo, compuso para la hermandad un motete bajo el título “Dominus Flagelavit”, al mismo tiempo que Jesús Martínez de los Santos, de la Asociación de Belenistas de Cuenca, realizaba también una maqueta del paso, de gran calidad, que en la actualidad se halla expuesta en la sede de la hermandad, todas las figuras, Cristo con el sayón montado en el paso y portado por los veinticuatro banceros y el capataz de banceros, tienen una altura de veinticuatro centímetros. Ese mismo año se aprobó el presupuesto presentado por el hermano Juan Soria, para restaurar la imagen del sayón, que no había sido restaurada cuando Raimundo Cruz Solís restauró la del Cristo, presupuesto que habían firmado las restauradoras Elena Suay y Marta Díaz Martínez. En la siguiente junta general, celebrada el 30 de marzo de 3003, se informaba a todos los hermanos que la restauración estaba prácticamente finalizada; un vez acabada, se aprobó que el sayón fuera expuesto durante todo el año en el local de la hermandad de San Juan Evangelista, que se había ofrecido antes para 144
ello. Al mismo tiempo, se informaba también de que se habían encontrado en Villar de Olalla las andas antiguas, y que se intentarían arreglar con el fin de que pudieran ser usadas durante el Vía Crucis por el barrio de San Antón. Ese mismo año se aprobaba la restauración de las andas procesionales, según el presupuesto cercano a los seis mil euros que había presentado Mar Brox.
Por otra parte, aquel año la nueva Junta de Diputación quedó formada de la siguiente manera: secretario, Julio Millas Romero; vicesecretario, Emiliano Prieto Soto; depositario, Ricardo Palenciano Osa; contador, José Andrés Mejías Caurín; y como vocales, Ángel Fernández Chillarón. Juan Soria Sánchez, Gregorio Moraleja Izquierdo y Fulgencio Page Martínez. En el año 2006, Gregorio Moraleja pasaba a ocupar el cargo de vicesecretario, , siendo nombrados como vocales, además de Juan Soria, que ya lo era con anterioridad, los hermanos Emiliano Prieto Soto, Eva de la Hoz Villalba y Ángel Fernández Chillarón. En el año 2007 fue nombrado contador Emiliano Prieto, siendo elegidos como vocales, en sustitución de éste y de Ángel Fernández, que también había presentado la dimisión, Julián Alberto de León Belmar y Javier Millas Romero. Ya en el año 2005 se le cambió el látigo al sayón, así como también se adquirió un cordón para la imagen de Jesucristo. También hay que recordar 145
que en este momento se aprobó por parte de toda la archicofradía de Paz y Caridad el cambio de sentido en el recorrido procesional, con el fin de solucionar los abundantes problemas que cada año se creaban en el momento en el que el desfile estaba llegando a su final, a partir sobre todo de la calle Carretería. Con tal motivo, Antonio Abarca, vicepresidente de la archicofradía, elaboró un pormenorizado informe, en el que se aseguraba que la única forma de atajar todos esos problemas era cambiando el sentido del recorrido, de tal modo que ya no sería necesario acortar la procesión, que era lo que hasta ese momento se pretendía desde algunos sectores nazarenos. La propuesta fue aprobada por casi todas las hermandades. Así, y tras dos años en pruebas, al comprobarse la eficacia de los cambios aplicados, se aprobó definitivamente este cambio de sentido en el recorrido procesional.
En estos últimos años, y hasta llegar a la fecha actual, han sucedido varios hechos, que por derecho propio merecen ser incluidos en este resumen del paso de la Historia por nuestra Hermandad. Así, en 2006, se produce un hecho de gran importancia, como es la adquisición en régimen de alquiler, y durante 10 años, de una sede al final de la Calle del Peso, en su confluencia con la Puerta de San Juan. Se trata de un local que si bien cuenta con reducidas dimensiones, cumple fielmente los cometidos por los que fue 146
adquirido, puesto que en él, la Hermandad conserva los diferentes enseres que se utilizan en el desfile procesional, a la vez que ofrece una función de Archivo, puesto que al fondo, en un pequeño cuarto, se guardan actas, documentos, carteles, en definitiva, la Historia de la Hermandad. La sede, que se encuentra decorada con cuadros y fotografías propiedad de la Hermandad, sirve así mismo como lugar de encuentro, en el que se reúne periódicamente la Junta de Diputación para debatir sus asuntos y tomar decisiones. Preside la sede, el nuevo Guión de la Hermandad, bendecido en el año 2007. En el año 2008 la hermandad estrena andas para desfilar en el Vía Crucis. Hasta la fecha, se había realizado en unas andas donadas por la Hermandad de San Julián. A raíz de encontrar en Villar de Olalla las antiguas andas de la Hermandad, se llegó a pensar en restaurarlas para poderlas utilizar en el Vía Crucis, proyecto que finalmente se desecha debido al elevado coste que podría suponer dicha restauración dado el mal estado de conservación de las citadas andas. Es por ello, que en el citado 2008, se encargan unas nuevas andas al herrero conquense Rafael Redondo. Éstas son realizadas en aluminio, y rematadas por una tela de damasco amarillo y terciopelo morado, terminada en una tira de flecos de oro, realizada por Enrique Ruipérez, quien también se encargó, en el año 2010, de cubrir con una tela morada las nuevas mesas que sirvieron a partir de ese año de soporte a las andas en la parroquia. Las andas se completan con cuatro faroles realizados en un taller toledano, y que se asemejan en parte a los que luce cada Viernes Santo, la talla de Jesús Nazareno del Salvador. Con ellas, la Hermandad desfila cada Primer Viernes de Cuaresma desde entonces, por las calles del barrio de San Antón. En otro orden de cosas, destacar que en el año 2009, la Hermandad lanza al mundo nazareno el audiovisual “… Y Mandó Azotarle”, realizado por Grupo Desenfoque, un proyecto que nace en el año 2001, con motivo de los preparativos del 150 Aniversario de la Fundación de la Hermandad, pero que finalmente por motivos económicos tiene que ser pospuesto, hasta que de nuevo, en el año 2007, se acomete su elaboración. Tras dos años de grabaciones, montaje, edición y maquetación (con pruebas y más pruebas), finalmente, se obtiene un DVD de gran calidad, con una cuidada selección musical, un gran nivel de imagen, y rematado con los comentarios de varios Hermanos que, con sus experiencias, dan un toque más íntimo al producto 147
final. El 25 de Marzo de ese año 2009, se realiza en el Centro Cultural Aguirre de Cuenca, un acto de presentación del DVD, en el que se proyecta una parte del mismo, con el aplauso emocionado de los asistentes, muchos de ellos reflejados en el audiovisual. Se contó también con la participación de la Asociación Musical “Música para el Tercer Milenio” que interpretaron varias marchas procesionales. A la finalización del mismo, se comenzó a distribuir el DVD al precio de diez euros. Al respecto de la página web de la Hermandad, en los días previos a la Semana Santa 2010, fue totalmente remodelada, adaptándose a los nuevos tiempos, integrándola en las nuevas redes sociales, y dotándola de un diseño más moderno y atractivo, sin perder un ápice de su interactividad y funcionalidad. Este cambio, fue del agrado general de los hermanos, y permitió que la web del “Amarrao” siguiera siendo referente de la Semana Santa en la red. En el año 2011, cumple una década de vida. El número actual de hermanos es de mil ciento setenta y ocho, de los cuales setecientos treinta y cinco son hombres y cuatrocientos cuarenta y tres son mujeres.
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