Hasta Aquiles respetó su memoria histórica Θάπτε με ὅττι τάχιστα, πύλας Ἀίδαο περήσω : (zapte me hoti tájista pülas aidao pereeso) "Entiérrame conforme a los ritos lo antes posible, para que pueda atravesar las puertas del Hades". Estas son las palabras que Patroclo le dice a Aquiles apareciéndosele en sueños. Para los griegos el que no recibe los ritos funerarios y la despedida de sus familiares no puede descansar entre los muertos. Yo no creo en la vida de ultratumba pero nuestros muertos viven en nosotros y en nosotros deben encontrar la paz de un reconocimiento y una despedida. Nada más hermoso del que puede despedirse de sus familiares y dejar su vida en orden. Héctor, el troyano, muere defendiendo su ciudad ante los griegos. Cumpliendo con su deber de ciudadano. ¿Cuál era el deber de los ciudadanos de la República Española, un régimen democrático elegido por sus conciudadanos? Debían permitir que un dictador golpista les arrebatara todo. Héctor, al que Aquiles ha atravesado la garganta con su lanza, le suplica en la Iliada: "Te ruego por tu vida, y por tus rodillas y por tus padres que no dejes que los perros devoren mi cadáver. Envía a casa mi cuerpo cuando esté muerto para que los troyanos y sus esposas puedan llorarme y cumplir los rituales con mi cadáver." Supongo que muchos de los republicanos asesinados en las cunetas o de otros que no tuvieron más culpa que ser maestros y enseñar a sus alumnos los libros prohibidos esperarían, por lo menos, que el poder llorar sus cuerpos trajera algo de consuelo a sus familiares. Los griegos se peleaban por recuperar el cadáver de aquellos que habían muerto en la lucha. Y los cadáveres, la gente respetable, los devolvía, temerosos del castigo de Zeus. Llámalo Zeus, o llámalo justicia. El propio Príamo, rey de Troya, acude disfrazado a la tienda de Aquiles para suplicarle que le devuelva el cadáver de su hijo. "Acuérdate de tu padre ¡oh, Aquiles igual a los dioses! De mi edad es él y se halla en el umbral fatal de la vejez. Quizá durante tu ausencia le opriman sus
conciudadanos, y no tiene a nadie que le aparte el ultraje y la desdicha; pero al menos sabe que estás vivo, y se regocija en su corazón, y todos los días espera ver a su hijo de regreso de Ilión. Pero yo, ¡desdichado de mí! que en la gran Troya engendré a hijos irreprochables, aún no sé si me queda alguno. Cincuenta tenía cuando llegaron los aqueos. Del mismo seno salieron diecinueve, y en mis moradas parieron a los otros diversas mujeres. El impetuoso Ares ha roto las rodillas de la mayoría de ellos. Sólo uno defendía a mi ciudad y a mis gentes, Héctor, a quien acabas de matar cuando combatía por su patria. Y por él vengo a las naves de los aqueos; y para rescatarle te traigo presentes infinitos. Respeta a los dioses, Aquiles, y acordándote de tu padre, ten piedad de mí que soy más desdichado que él, pues me he visto obligado a hacer lo que no hizo en la tierra ningún hombre, a acercar mi boca a las manos del que mató a mis hijos." Sí, Príamo, sí. A estos hombres que quedaron huérfanos les oprimieron durante cuarenta años sin nadie que pudiera defenderles. Yo no creo en los dioses ni en el Dios del Libro. Pero alguien debiera respetar las creencias de las personas. De esos ancianos que se están muriendo sin poder recuperar los huesos de su padre, su hermano o su tío para poder, al menos, aliviar su dolor. Poder saber dónde está enterrado tu padre no es un capricho. Pero todavía nos sacan más los colores nuestros clásicos. Antígona es hermana de Etéocles y Polinices. Ambos han muerto en una guerra civil (¡!) en Tebas. Polinices ha sido declarado culpable por el poder establecido. Antígona responde: la ética, los derechos humanos, están por encima de las leyes. Antígona discute con su hermana Ismene que prefiere no crear problemas y respetar las leyes injustas: "Y, ¿cómo no, pues? ¿No ha juzgado Creonte digno de honores sepulcrales a uno de nuestros hermanos, y al otro tiene en cambio deshonrado? Es lo que dicen: a Etéocles le ha parecido justo tributarle las justas, acostumbradas honras, y le ha hecho enterrar de forma que en honor le reciban los muertos, bajo tierra. El pobre cadáver de Polinices, en cambio, dicen que un edicto dio a los ciudadanos prohibiendo que alguien le dé sepultura, que alguien le llore, incluso. Dejarle allí, sin duelo, insepulto, dulce tesoro a merced de las aves que busquen donde cebarse. ... el que transgreda alguna de estas órdenes será reo de muerte, públicamente lapidado en la ciudad. Estos son los términos de la cuestión: ya no te queda sino mostrar si haces honor a tu linaje o si eres indigna de tus ilustres antepasados."
Pero os lo advierto. Hasta el propio Creonte se arrepintiĂł de su falta de piedad para las victimas. Os recomiendo que leais la obra. Hasta los que se creen mĂĄs insensibles tienen conciencia y esa puede ser una pesada carga en la vejez. ÂżSomos dignos de nuestros antepasados?