Antologia desarrollo adol ii

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INTRODUCCIÓN La educación secundaria tiene, como nivel educativo obligatorio, características distintivas y demandas pedagógicas propias, que constituyen un desafío profesional para todos los profesores de este nivel, independientemente de la disciplina en cuya enseñanza se especializan. Por esta razón, el Plan de Estudios para la Licenciatura en Educación Secundaria señala, como un propósito principal para la formación inicial de los futuros profesores, contribuir al desarrollo de su capacidad para comprender los procesos de desenvolvimiento de las y los adolescentes mexicanos, y la relación entre esos procesos y la experiencia en la escuela secundaria. A través del conjunto de cursos que se estudian durante los cinco primeros semestres de la Licenciatura, los estudiantes normalistas adquirirán un conocimiento sólido acerca de las intensas transformaciones en la adolescencia y la profunda influencia que esos cambios ejercen sobre los intereses y las prioridades vitales de los alumnos de educación secundaria. En el primer curso de esta asignatura se estudiaron los aspectos generales de la adolescencia, partiendo de una reflexión sobre el carácter histórico y el concepto de este fenómeno, en relación con los cambios sociales y culturales que en el último siglo han hecho posible una transición crecientemente prolongada entre el final de la infancia y la plena incorporación a la vida social activa. Asimismo, se revisaron los aspectos generales de cambios en los ámbitos biológicos, de la constitución de la identidad personal y en el cognitivo, resaltando su carácter integral como uno de los criterios básicos para lograr una comprensión correcta de los cambios que se dan en este periodo. El curso Desarrollo de los Adolescentes II. Crecimiento y Sexualidad está enfocado al estudio de los procesos del crecimiento corporal y del desarrollo de los órganos y las funciones sexuales como procesos interrelacionados. Aunque el tratamiento del tema es fundamentalmente biológico, se analizan los efectos que estos cambios ejercen sobre la autopercepción de los adolescentes y sobre las formas más comunes de manejo personal y familiar de las transformaciones que están experimentando. El curso destaca la importancia de considerar las variaciones individuales en relación con las pautas generales de crecimiento y cambios biológicos seguidos por los hombres y por las mujeres a lo largo de las tres fases en las que se ha sugerido dividir el estudio de la adolescencia. Además, se otorga importancia al análisis de los factores genéticos y nutricionales asociados con las variaciones de crecimiento y desarrollo, así como a las formas en que los cambios corporales y sexuales son procesados subjetivamente por las y los adolescentes, modificando la percepción que tienen de sí mismos. Las experiencias de trabajo que los estudiantes tendrán en este semestre al visitar la escuela secundaria, observar a los adolescentes y charlar con ellos, así como el análisis de la información que realizarán en la escuela normal, contribuirán a la adquisición de la sensibilidad que se pretende desarrollar en ellos y al convencimiento de que el maestro de secundaria puede contribuir mejor a la formación de los adolescentes cuando los conoce, los entiende y es capaz de establecer con ellos una comunicación adecuada. ORGANIZACIÓN DE LOS CONTENIDOS El curso está organizado en tres bloques temáticos. En cada uno de ellos se presentan los temas de estudio y la bibliografía básica para su análisis. Asimismo, se incluye un apartado de bibliografía complementaria cuya finalidad es ampliar la información de los temas correspondientes, de acuerdo con las necesidades e intereses particulares de maestros y estudiantes de las escuelas normales. En el bloque I, “La interrelación entre el crecimiento corporal y la maduración sexual”, los temas están orientados a que los estudiantes conozcan con precisión los cambios físicos y de maduración sexual que se presentan durante la pubertad. Se estudian los patrones de crecimiento y el desarrollo de los órganos sexuales a partir de pautas y secuencias generales, así como de medidas estadísticas establecidas en relación con talla, peso, estructura corporal y la manifestación de caracteres sexuales secundarios. Con este marco y a partir de las experiencias personales, los estudiantes comprenderán que existen variaciones individuales en el desarrollo de los procesos de cambio, lo que contribuye a evitar la tendencia a establecer estereotipos rígidos en los que se ubique a todos los adolescentes. 1


El estudio de los temas se combina con el trabajo directo en la escuela secundaria a través de actividades de las que se obtiene información relacionada con el peso, la talla y la estructura corporal de adolescentes. Esta información permite tener elementos para la discusión en la clase, sustentada sobre todo en el análisis y el uso de la información contenida en los textos de la bibliografía sugerida. Otro aspecto fundamental es el estudio de las repercusiones del inicio más temprano o tardío de los cambios biológicos en algunos adolescentes. La manifestación de los cambios físicos de forma temprana hace suponer a los demás un cierto desenvolvimiento en la vida diaria y una manera “madura” de enfrentar situaciones, lo que trae como consecuencia que a los adolescentes se les asignen mayores responsabilidades o se les exija una forma de pensar y de actuar que rebasa sus posibilidades reales. Una situación similar se presenta cuando se inician los cambios de manera tardía. En un grupo, si un adolescente se “desfasa” del proceso seguido por sus iguales, es motivo de preocupación, tanto para él mismo como para los grupos con los que se relaciona, convirtiéndose en ocasiones en un problema difícil de manejar, sobre todo cuando se presenta rechazo de parte de los demás. Esta situación propicia a veces situaciones de conflicto en el aula que requieren de un manejo adecuado o de orientación oportuna por parte del maestro. En el bloque II, “Los aspectos biológicos del crecimiento y de la maduración sexual”, se revisan los factores genéticos y nutricionales que influyen en el crecimiento y en el desarrollo de los adolescentes. Los estudiantes reconocerán la importancia de la información genética en estos procesos, evitando una visión reduccionista que atribuye a este factor las características y cambios que se dan en este periodo; en cambio, se destaca la idea de que, aun cuando el factor genético es fundamental, existen otros factores que también influyen en estos procesos, como son los aspectos nutricionales. En relación con este tema se estudian los hábitos y las costumbres de alimentación en los adolescentes. La anorexia, la bulimia y la obesidad, como trastornos de alimentación, son temas que se analizan en este bloque con la finalidad de reflexionar sobre la influencia de los medios de comunicación en la ideas que los adolescentes se forman de los modelos de belleza y sobre el impacto de la publicidad en sus hábitos de alimentación, que en ocasiones les llevan a situaciones que ponen en riesgo la salud. En el bloque III, “El procesamiento personal y subjetivo de los cambios biológicos”, cobran relevancia las situaciones narradas por los propios adolescentes. A partir de opiniones, reflexiones y casos reales, los estudiantes analizarán las formas en que los cambios físicos y de maduración sexual son procesados subjetivamente y cómo, a partir de esos cambios, los adolescentes modifican la percepción que tienen de sí mismos. De manera similar al bloque II, se analiza la influencia de los medios de comunicación, esta vez centrándose en la formación de ideas que los adolescentes llegan a formarse acerca del significado de “ser hombre” y “ser mujer”, tomando en cuenta la influencia de las normas culturales. Asimismo, se estudian las nuevas relaciones que se establecen con los iguales y con el sexo complementario, asociadas a las manifestaciones de los cambios físicos y de maduración sexual. Los estudiantes comprenderán que la aceptación de compañeros del otro sexo en los equipos o en los grupos de amigos, las citas y la búsqueda de la pareja se convierten en situaciones “normales” que se manifiestan de manera cotidiana en la escuela secundaria. Respecto a las implicaciones de los cambios biológicos en la vida familiar y escolar, se estudian las características de las relaciones familiares y la influencia que la comunicación ejerce dentro de la familia sobre las formas en que los adolescentes viven sus cambios físicos. Asimismo, se pretende que los estudiantes reflexionen sobre las actitudes que observen en los adolescentes ante diferentes situaciones de la vida escolar: las tareas escolares, la comunicación con el maestro y la convivencia con los compañeros. ORIENTACIONES DIDÁCTICAS Y DE EVALUACIÓN Estas orientaciones tienen como finalidad contribuir al logro de los propósitos del curso y a que las actividades de enseñanza y de aprendizaje respondan a las características del enfoque desde el cual se estudia el desarrollo de los adolescentes. A continuación se destacan algunos aspectos básicos a tener en cuenta en el tratamiento de los contenidos del curso, en la lectura de los materiales de 2


estudio y en las actividades de indagación que los estudiantes realizarán dentro y fuera de la escuela normal. 1. Como se señaló en el curso anterior, y de acuerdo con el enfoque que se plantea, el desarrollo de los adolescentes se estudia de manera integral. Se pretende superar una visión exclusivamente psicológica, que ha sido muy frecuente en los medios académicos y que, si bien pone de relieve transformaciones cognitivas y afectivas esenciales, omite el conocimiento de otros componentes del desarrollo igualmente importantes. Es necesario que el estudio del desarrollo biológico no se analice de manera aislada, sino tomando en cuenta las múltiples relaciones que existen entre los procesos de cambio en la adolescencia, los factores internos y externos que los influyen, así como sus distintas manifestaciones. 2. Los criterios básicos para el estudio de la adolescencia serán el punto de partida para abordar el conjunto de temas del programa. En correspondencia con la visión integral, estos criterios permitirán a los estudiantes comprender que, si bien existen medidas estadísticas, pautas y secuencias generales de los procesos de cambio, éstos ocurren en cada persona con un margen amplio de variaciones. Si bien pueden identificarse maneras compartidas de enfrentar los cambios, o modos similares de vivirlos, estos procesos se manifiestan de diversas formas y en distintos tiempos. Los estudiantes comprenderán que el sentido del cambio personal se produce en relación con el entorno y con el significado que adquiere para cada uno y para quienes le rodean. Lo anterior permitirá a los estudiantes tener presentes los “criterios” al acercarse a observar o a platicar con los alumnos de la escuela secundaria, pero además, estos criterios formarán parte de la manera de pensar del futuro maestro, ya que ello le permitirá favorecer la comunicación con los adolescentes, tanto en el ámbito de la enseñanza como en el de las relaciones personales. 3. El tratamiento de los temas del curso implica la revisión de aportes teóricos diversos. A diferencia de los cursos que usualmente se centran en el estudio de una corriente o escuela a partir de la cual intentan ubicar a todos los adolescentes en patrones generales de conducta, en este curso se promueve el acercamiento a diferentes puntos de vista con el propósito de que los estudiantes desarrollen habilidades para comparar distintas perspectivas de estudio y para usar la teoría como una herramienta de análisis de la realidad. Por las características de este curso, se incluyen diversos artículos de revistas con la finalidad de que los estudiantes se acerquen a información actualizada y a diferentes perspectivas. Para enriquecer el análisis de estos planteamientos se pueden consultar otros apartados de los textos de la bibliografía básica, de los materiales sugeridos en el primer curso de la asignatura y buscar otras fuentes bibliográficas en la biblioteca de la escuela normal o en los Centros de Maestros de la entidad. 4. Por las características del curso y los temas que se analizan, las experiencias personales de los estudiantes son un recurso de gran utilidad. Existen múltiples posibilidades de analizar las experiencias propias, fundamentalmente las que se relacionan con los cambios físicos y de maduración sexual que se estudian en este curso. Las opiniones, reflexiones o los casos específicos que se retoman de algunos textos podrán ser motivo para que los estudiantes recuerden, comparen, analicen y propongan experiencias personales para comentar en clase. En la discusión en equipo o en grupo de estas experiencias, es importante que el maestro tome en cuenta dos situaciones: a) centrar el análisis de acuerdo con los temas que se están estudiando, para evitar que se conviertan en descripciones anecdóticas, y b) no permitir que las experiencias narradas sean motivo de análisis con fines terapéuticos. 5. El curso promueve la observación y el diálogo con los adolescentes en situaciones extraescolares como un medio para contrastar la información y las explicaciones estudiadas con hechos reales. Además, las visitas programadas en el curso Observación del Proceso Escolar constituyen una valiosa oportunidad para que se observen, en distintas circunstancias, el desenvolvimiento personal de los adolescentes, las relaciones que establecen entre compañeros y con el maestro, así como las actitudes que asumen en diferentes momentos de su vida escolar. Los temas de los tres bloques demandan que los estudiantes observen a los adolescentes, razón por la cual es necesario que desde el principio del curso se establezcan acuerdos para registrar y organizar la información, de tal forma que se pueda utilizar para el análisis de los temas que estén estudiando. 3


6. Por las características de los contenidos, se exige que el ambiente de trabajo en la escuela normal sea congruente con uno de los principios que se plantea en el programa: el respeto a la diversidad. De este modo, el maestro promoverá un ambiente de respeto y evitará que los estudiantes hagan comentarios de burla o que ridiculicen a los compañeros. 7. El análisis y la reflexión son habilidades que se promueven a través de recursos diversos. El programa propone un conjunto de textos cuya lectura previa e individual es imprescindible para la adquisición de los conocimientos y la discusión argumentada; por esta razón, es conveniente propiciar la lectura de textos, la elaboración de síntesis, ensayos breves y diversos registros de información, a través de los cuales cada estudiante exprese sus ideas, puntos de vista y conclusiones que sirvan de apoyo para el trabajo colectivo. Además de la lectura de los textos que se proponen en el programa, es importante que lean obras literarias que les permitan identificar situaciones, experiencias u opiniones acerca de los adolescentes y argumentar sus puntos de vista en las discusiones que se organicen o en los trabajos escritos. En este caso se recomienda la lectura de los siguientes libros: Los secretos de Margarita, de Maite Ibargüengoitia, Ritos de iniciación, de Gustavo Sainz u otros que los propios maestros y estudiantes seleccionen. 8. Además de la lectura, el curso es propicio para usar el audio, el video y el cine. Es conveniente que, en correspondencia con los contenidos del programa, el maestro y los estudiantes seleccionen diversos recursos a partir de los cuales se pueda discutir o reflexionar; por ejemplo, acerca de los modelos establecidos en los medios de comunicación en diferentes épocas, o bien las manifestaciones de los cambios físicos y de maduración sexual. Al respecto, es importante no confundir el análisis con la simple observación del video o de la película; se requiere proporcionar orientaciones que permitan obtener el mayor provecho posible de esa actividad. 9. Es necesario que desde el inicio del curso el maestro de la asignatura acuerde con sus alumnos las formas de evaluar, de esta manera todos podrán orientar su desempeño según los compromisos establecidos. La evaluación debe ser congruente con el enfoque del programa, los propósitos educativos y las actividades de enseñanza. Por ejemplo, si durante la clase se promueve la realización frecuente de actividades en las que los estudiantes leen individualmente y discuten en pequeños equipos, interpretan información, proponen hipótesis, etcétera, sería poco acertado evaluar sólo con un instrumento que demande la transcripción de definiciones memorizadas. El instrumento o la forma de evaluación debe conciliar tanto el enfoque del programa como el proceso de enseñanza empleado en el aula. 10. Para evaluar puede aprovecharse la valoración de los argumentos que los alumnos expresan en clase, las preguntas que formulan, su intervención efectiva en los trabajos de equipo, así como los trabajos (ensayos, registros de lectura) e indagaciones realizadas. Si se aplican pruebas escritas, de preferencia éstas deben plantear a los estudiantes retos en los que apliquen la capacidad de análisis, juicio crítico, comprensión, relación, síntesis, argumentación, etcétera. Las pruebas objetivas (de correspondencia, opción múltiple y selección de enunciados falsos o verdaderos) deben considerarse complementarias a los procedimientos de evaluación sugeridos. 11. Antes de iniciar el curso, el maestro puede planear los momentos en que realizará actividades específicas de evaluación, así podrá dosificar los contenidos y prever el tiempo y los recursos que se requieran. La evaluación puede aplicarse al comienzo, durante y al final del semestre o de cada sesión. Con la evaluación inicial se conoce lo que saben los estudiantes al empezar los temas y constituye el punto de partida del maestro para planear las estrategias y actividades de enseñanza de acuerdo con las capacidades de los integrantes del grupo; la que se realiza durante el curso permite conocer cotidianamente lo que se aprende en cada clase y ayuda a perfeccionar las estrategias de enseñanza, y con la evaluación final se puede comprobar en qué medida se lograron los propósitos educativos del curso. Lo importante es que la evaluación se realice de manera permanente, se asuma como una extensión de las actividades de enseñanza y sea formativa para estudiantes y maestros, es decir, que aporte información para corregir y mejorar su participación y los resultados del proceso educativo. PROPÓSITOS GENERALES DEL CURSO Mediante el estudio de los contenidos y la realización de las actividades de este curso se pretende que los estudiantes normalistas: 4


1. Identifiquen los procesos de cambio relacionados con el crecimiento corporal y el desarrollo de los órganos y las funciones sexuales de los adolescentes y reconozcan las pautas generales que explican la manifestación de estos cambios, como un referente para entender que hay tantas variaciones individuales como adolescentes existen. 2. Establezcan relaciones entre la manifestación de los cambios biológicos en los adolescentes y las actitudes y formas de relacionarse que se presentan entre los estudiantes de la escuela secundaria. 3. Identifiquen, a partir de situaciones reales, las distintas manifestaciones de los cambios biológicos en los adolescentes y adviertan las posibilidades de intervención del maestro para favorecer una mejor comunicación con ellos, tanto en el ámbito de la enseñanza como en el de las relaciones personales fuera del aula. ACTIVIDAD DE INTRODUCCIÓN AL CURSO De manera individual, analizar el siguiente texto y escribir las ideas que más llamen la atención: Hay un momento en la adolescencia en que todo parece perdido: la vida duele y no se es de ningún lugar, ni se pertenece a ninguna persona, institución o moral. Se sueña con el príncipe, la princesa, el curso, el viaje, el maestro o la maestra que vendrá a salvarnos o a reconocernos. Se cuestionan la religión, los roles sociales, la sexualidad. Se teme el futuro, o se anhela el futuro y se teme el papel que se asumirá en ese mundo que se aproxima. Se camina en puntas de pie para ver el paisaje como lo veremos cuando termine nuestro crecimiento. Se ensayan peinados, posturas para fumar o echarse los cabellos hacia atrás. Se exprimen en la soledad de un cuarto de baño las primeras espinillas. Se ríe sin motivo aparente. Se es torpe, irregular y hasta desconcertante en las respuestas e interrelaciones. Se escriben poesías, o canciones, o se empieza un “Diario”, o se leen manuales de hipnotismo, fotonovelas o historias del deporte. Se reconoce el cuerpo y hay quien se avergüenza del cuerpo. Se goza la brisa contra la cara pedaleando una bicicleta, la velocidad en patines o en el coche de los padres o en el de los hermanos mayores. Se disfrutan también los primeros cigarros y las primeras borracheras, el primer baile, el primer beso, las primeras peleas. No se es niño ni adulto. Se puede serlo todo y no se es nada. Empieza la cacería sexual en la que se es perseguido o perseguidor. La música expresa mejor que cualquier otra cosa los deseos y temores más oscuros e indescifrables, los desplantes y arrogancias, las alegrías y las mitificaciones. Se quiere la independencia pero se es incapaz de valerse por uno mismo. Se busca la autoafirmación, pero el espejo, la familia, la iglesia, la escuela, el Estado y hasta los amigos y las amigas parecen cuestionarlo todo, ponerlo en duda, inestabilizarlo todo. Se inventan mitos porque se necesitan para tener algo mejor dónde reflejarse. Se inventan pautas de conducta porque los temperamentos oscilan terriblemente. Despiertan nuevas energías y no se sabe cómo preguntar, pedir ayuda, o no se quiere pedir consejo, o no se sabe cómo, no obstante que se le necesite urgente, angustiosamente, y a veces hasta con desesperación. Parece saberse mucho acerca de todo esto pero poco se dice, pues sobrevive la idea ciertamente mórbida, de que todo debe ser cabalmente experimentado: es la adolescencia y son sus ritos de iniciación.

BLOQUE I LA INTERRELACIÓN ENTRE EL CRECIMIENTO CORPORAL Y LA MADURACIÓN SEXUAL TEMAS 1. Los patrones de crecimiento y el desarrollo de los órganos sexuales en hombres y mujeres durante las fases de la adolescencia.

Modificación de la estructura corporal.

El aumento de la talla y el peso.

El incremento de la fuerza y destrezas musculares.

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Evolución de los caracteres sexuales secundarios: aparición de la menstruación y producción de espermatozoides.

2. Variaciones en el crecimiento y desarrollo de los adolescentes.

Las diferencias individuales frente al establecimiento de estereotipos rígidos.

Diferencias entre géneros.

Diferencias entre países y grupos.

El inicio más temprano de la pubertad y sus repercusiones en el desenvolvimiento personal y en las relaciones con los demás: familia, escuela y grupo de pares.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA •

Delval, Juan (1997),“La pubertad y la adolescencia”, en El desarrollo humano, 7ª ed., Madrid, Siglo XXI (Psicología), pp. 531-544.

Hiriart Riedemann, Vivianne (1999), “¿Qué están viviendo los jóvenes?: una etapa de cambios”, en Educación sexual en la escuela. Guía para el orientador de púberes y adolescentes, México, Paidós (Maestros y enseñanza, 5), pp. 79-102.

Martí, Eduardo (1997), “El cuerpo cambiante del adolescente”, en Eduardo Martí y Javier Onrubia (coords.), Psicología del desarrollo: el mundo del adolescente, vol.VIII, Barcelona, ICE/Horsori (Cuadernos de formación del profesorado, 8), pp. 35-46.

SEP/Secretaría de Salud del Gobierno del Estado de Puebla (1998),“La sexualidad en la pubertad y en la adolescencia”, en la serie Educación sexual, equidad de género y prevención de adicciones, videocinta núm. 2, México (Taller de Capacitación con Equipos Técnicos Estatales).

Secretaría de Salud (1994),“Tablas de referencia para valorar talla/edad de los 5 a los 18 años”, en Norma oficial mexicana para el control de la nutrición, crecimiento y desarrollo del niño y el adolescente, México, pp. 36-37 y 39-40.

ACTIVIDADES SUGERIDAS 1. Con base en las experiencias obtenidas durante las visitas a la escuela secundaria en el semestre anterior, comentar en grupo los siguientes aspectos y registrar la información por escrito:

Los cambios físicos que han logrado identificar como característicos en las alumnas de primer, segundo y tercer grados de secundaria.

Los cambios físicos que se identifican como característicos en los alumnos de primer, segundo y tercer grados de secundaria.

Las posibles causas de los cambios físicos en los adolescentes.

Algunos de los cambios físicos más evidentes en hombres y en mujeres.

2. En forma individual, analizar del texto de Juan Delval (las páginas 531 a 534), y el de Vivianne Hiriart; identificar la información que explique los puntos de la actividad anterior y elaborar fichas de resumen. 3. Tomando en cuenta los resultados de la actividad anterior, analizar el video “La sexualidad en la pubertad y la adolescencia”. Escribir las ideas centrales que aborda. En equipos, discutir las siguientes cuestiones: •

¿Cuáles son algunos indicadores del inicio de la pubertad en hombres y en mujeres?

¿En qué rangos de edad se presentan estos cambios y a qué se deben las variaciones?

4. Individualmente, analizar del texto de Juan Delval (las páginas 534 a 544), y realizar las actividades que se enuncian. En equipos, analizar y explicar las gráficas que se presentan en las páginas 542 y 543. Comentar la información que presenta el autor respecto a los siguientes puntos: 6


a) Las variaciones que se han manifestado a través del tiempo: - En la talla (tanto de hombres como de mujeres). - En la aparición de la menstruación. b) Los factores que han influido en las variaciones y su interrelación. 5. En equipos, obtener información sobre edad, talla y peso de 10 adolescentes (cinco hombres y cinco mujeres) de los tres grados de secundaria y de estudiantes de la escuela normal. Organizar los datos obtenidos y registrarlos en una tabla como la siguiente: Tabla de talla y peso Edad

Mujeres Talla

Hombres Peso

Talla

Peso

Cada equipo entrega a los demás la tabla que elaboró, para organizar y sistematizar el conjunto de datos obtenidos por el grupo basándose en los siguientes indicadores: a) El promedio de talla por edades registradas. b) El promedio de peso por edades registradas. c) Diferencias de talla y peso entre hombres y mujeres. d) Promedio de talla entre hombres en los rangos 11-13 años; 14-16 años; 17 y 20 años. e) Promedio de talla entre mujeres en los rangos señalados. Explicar la información obtenida por cada equipo apoyándose en la tabla correspondiente. En grupo, comentar y responder las siguientes preguntas:

¿Qué diferencias se observan entre la estatura y el peso de los hombres y de las mujeres en los rangos señalados, relacionados con las tres fases de la adolescencia?

¿Qué diferencias en talla y peso identifican entre los adolescentes de la escuela secundaria y los estudiantes de la escuela normal?

6. Analizar en forma individual los datos de la “Norma Oficial”, publicada por la Secretaría de Salud, e identificar la información que se pide:

Variaciones de talla en mujeres entre 11 y 13 años; entre 14 y 16 años; entre 17 y 20 años.

Variaciones de talla en hombres entre 11 y 13 años; entre 14 y 16 años; entre 17 y 20 años.

En equipos, comparar los datos identificados en la “Norma Oficial” con los que se obtuvieron para elaborar las tablas de las actividades anteriores y responder las siguientes preguntas para exponer las respuestas al grupo:

¿Qué diferencias identifican y a qué pueden atribuirse?

¿Cómo se identifican las variaciones individuales o los cambios que se presentan en relación con la evolución de las tendencias de talla y peso?

Analizar en grupo el siguiente problema y argumentar las opiniones con base en los conocimientos que se han adquirido durante el curso:

Si tuvieras un alumno o una alumna de 13 años con una estatura de 1.35 m, ¿considerarías que está fuera de las pautas generales de crecimiento y que por lo tanto requiere alguna atención especial? ¿Por qué?

7. Leer de manera individual el texto de Eduardo Martí y elaborar un resumen con las ideas principales del autor, respecto a los cambios físicos y de maduración sexual de los adolescentes. Algunos aspectos que pueden incluirse en el resumen son: 7


Cómo se entiende la pubertad.

Principales cambios físicos en hombres y en mujeres.

Diferencias en la aparición de los cambios entre hombres y mujeres.

8. En equipos, comentar una de las siguientes ideas que con frecuencia se escuchan sobre los adolescentes. Posteriormente, argumentar en grupo los acuerdos y desacuerdos:

Los hombres tienen más músculo y las mujeres tienen más grasa en el cuerpo.

Los hombres crecen más que las mujeres.

Las niñas se transforman “en mujeres” antes que los niños “en hombres”.

Un adolescente que ha crecido mucho ya piensa como los adultos y un adolescente que es “bajito” todavía piensa como niño.

El cuerpo de las muchachas es esbelto y el de los muchachos es fuerte y corpulento.

9. En equipos, analizar uno de los siguientes casos: Caso 1 Manuel era un muchacho sin cualidades notables. Era bajo para su edad, hablaba con voz atiplada, demostraba talento artístico y era un poco “nenita” comparado con otros niños, lo cual le costaba enfrentar constantes burlas en las clases. Jugaba de manera exagerada basquetbol y comía desesperadamente con la idea de que así crecería unos cuantos centímetros y ya lo invitarían a las fiestas o las muchachas saldrían con él y no estarían todo el tiempo soñando con Carlos, ese grandulón y fortachón que todo lo sabe. Anónimo Caso 2 Mis manos y mis pies estaban... lejos de ser femeninos y delicados. Hacia los dieciséis años mis senos eran rudimentarios brotes, podían ser considerados solamente como hinchazones de piel, aun por el crítico más benévolo. La línea de mi cintura a mis rodillas caía recta, sin un pliegue que alterara su dirección. Las niñas más jóvenes que yo se jactaban de tener que rasurarse bajo sus brazos, en cambio, mis axilas estaban tan lisas como mi cara. Maya Angelou En equipo, comentar cada caso a partir de las siguientes preguntas y sintetizar las ideas: •

¿Cómo te imaginas que se sentía el o la adolescente?

¿A qué crees que se debe el malestar que expresa?

¿Cómo es su desenvolvimiento personal?

¿Cuál es el trato que recibe de los otros compañeros?

La situación que se presenta, ¿afectaría su vida futura? ¿De qué manera?

Como actividad de cierre del bloque, analizar individualmente las siguientes afirmaciones y presentar los argumentos a favor o en contra:

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Los cambios físicos en los adolescentes están en estrecha relación con la edad y responden a los patrones o pautas generales establecidas.

Los conflictos que enfrentan los adolescentes debido a los cambios físicos que experimentan pueden afectar su relación con los otros.


BLOQUE II LOS ASPECTOS BIOLÓGICOS DEL CRECIMIENTO Y DE LA MADURACIÓN SEXUAL TEMAS 1. Los factores genéticos y nutricionales que influyen en el crecimiento y desarrollo de los adolescentes.

El papel de la información genética en relación con los rasgos físicos, la estructura corporal y la manifestación de caracteres sexuales secundarios.

Hábitos y costumbres en la alimentación de los adolescentes.

La importancia de una alimentación variada y equilibrada.

2. Principales problemas que enfrentan los adolescentes en relación con los hábitos alimentarios. Su influencia en el crecimiento y desarrollo.

Anorexia y bulimia.

Obesidad.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA •

Eisenstein, Evelyn (1995), “Nutrición y salud en la adolescencia”, en Matilde Maddaleno et al. (eds.), La salud del adolescente y del joven, Washington, D. C., Organización Panamericana de la Salud (Publicación científica, 552), pp. 144-154.

Kaplan, J. Louise (1996),“Anorexia nerviosa. Una búsqueda femenina de la perfección”, en Adolescencia. El adiós a la infancia, 2ª ed., México, Paidós, (Psicología profunda, 106), pp. 217245.

Leal, Aníbal (1989),“Problemas de la alimentación: la obesidad, la anorexia y los festines”, en Cómo sobrevivir la adolescencia de su adolescente, México, Javier Vergara, pp. 290-296.

López Munguía, Agustín (2000),“La moda alimenticia. El bocado light”, en Una mirada a la ciencia. Antología de la revista ¿Cómo ves?, México, UNAM/SEP (Biblioteca para la actualización del maestro), pp. 48-51.

Mondragón, Mariana (2000),“El determinismo genético”, en Una mirada a la ciencia. Antología de la revista ¿Cómo ves?, México, UNAM/SEP (Biblioteca para la actualización del maestro), pp. 64-67.

Salcedo Meza, Concepción (2000),“La adicción por la delgadez”, en Una mirada a la ciencia. Antología de la revista ¿Cómo ves?, México, UNAM/SEP (Biblioteca para la actualización del maestro), pp. 44-46.

ACTIVIDADES SUGERIDAS En parejas, analizar los siguientes textos: Texto 1 Son muchos los estudios sobre diferentes poblaciones que muestran las variaciones de la aceleración secular para grupos de individuos de diferentes niveles socioeconómicos. Uno de los más antiguos data de 1884 y fue realizado por la British Association; en él ya se muestran marcadas diferencias en la evolución de la estatura de niños pertenecientes a clases socioeconómicas diversas. Otros estudios concuerdan en que el incremento de estatura en niños y adolescentes en función de la edad recibe una fuerte influencia del ingreso, con el consiguiente perjuicio de los niveles menos favorecidos. Se documentó el fenómeno inverso mostrando el aumento de la estatura y el peso en adolescentes japoneses de la posguerra a causa de la mejora del patrón nutricional y de las condiciones económicas del país... Es innegable la fuerza de la herencia en la determinación de la estatura final del individuo, lo cual la hace tan previsible en los países desarrollados. No obstante se sabe que la altura definitiva resulta de la acción del ambiente sobre el potencial genético que puede 9


verse afectada cuando el ambiente es adverso... Llama la atención la cantidad de adolescentes de ambos sexos con diagnóstico de baja estatura que, junto al retraso en la maduración sexual, presentan desnutrición en esta fase de la vida. Es pertinente recordar las correlaciones existentes entre la altura y acontecimientos de la pubertad como el estiramiento, el tope de velocidad máxima, el fin del crecimiento e incluso la menarquía... Texto 2 La altura definitiva de su hijo depende de tres factores principales: herencia, nutrición y variación individual. La herencia tiene un efecto obvio: padres altos tendrán hijos altos... Dado que algunos estudios han demostrado que son los adultos de mayor estatura los que logran mayor éxito material, los padres cuyos hijos están genéticamente destinados a ser bajos, a veces piden que les administren hormonas del crecimiento. Con esto se logra que el niño crezca por encima de su potencial genético... Escribir las ideas personales que surjan de la lectura de los textos. 1. En forma individual, analizar el artículo de Mariana Mondragón y organizar un debate sobre el determinismo genético en las características de los adolescentes. Una parte del grupo defenderá la postura y otro argumentará en contra. Es conveniente consultar otras fuentes de información para lograr una participación fundamentada. 2. Individualmente, escribir en tarjetas una opinión breve sobre las siguientes ideas que expresan algunos adolescentes:

“Comas lo que comas, de todos modos creces, la estatura depende de cómo son tus papás”.

“No importa lo que comas, lo mejor es sentir el estómago lleno”.

“Las muchachas delgadas son las más atractivas”.

“Hacer una buena dieta y que bajes de peso es lo importante aunque te quedes con hambre, ¡la vanidad es primero!”.

Intercambiar las tarjetas con los compañeros de equipo. 3. Analizar individualmente el texto de Evelyn Eisenstein centrando la atención en las ideas que expone la autora sobre los aspectos que se enuncian:

Influencia de la nutrición en el crecimiento de los adolescentes.

Necesidades nutricionales de los adolescentes.

Efectos de una alimentación inadecuada.

En grupo, comentar la información obtenida y, con base en ella, fundamentar los acuerdos o desacuerdos personales con la opinión escrita en la tarjeta que cada quien tiene. 4. Individualmente, leer los textos de Aníbal Leal, Concepción Salcedo y Louise Kaplan y en equipo elaborar tres cuadros como el siguiente, para registrar información sobre anorexia, obesidad y bulimia. Anorexia Factores que originan el trastorno

Características

Manifestaciones

Aníbal Leal Concepción Salcedo Louise Kaplan Presentar los cuadros al grupo y explicar la información guiándose en los siguientes aspectos:

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¿Qué relación puede identificarse entre los cambios físicos y los trastornos alimentarios como la bulimia, la anorexia y la obesidad?


¿Cuáles son algunos de los factores que han influido en el incremento de los índices de estos trastornos en adolescentes?

5. En la visita a la escuela secundaria, entrevistar a dos o tres adolescentes de diferente sexo y preguntarles cuál o cuáles son sus personajes favoritos (cantantes, grupos musicales, actores de cine o televisión). Registrar por escrito sus opiniones. En equipo elaborar un registro estadístico con las opiniones que se presenten con mayor frecuencia. Indagar las características físicas de esos modelos de hombre y de mujer y responder las siguientes preguntas: •

¿Qué aspectos pueden llamar la atención de los adolescentes hacia esos personajes?

¿Qué rasgos de ellos parecen imitar los adolescentes?

¿Cómo influirían estos modelos en las ideas que los adolescentes se formen del “ser hombre” y “ser mujer”?

6. Preparar una mesa redonda con base en el siguiente procedimiento: De manera voluntaria tres participantes investigan y obtienen información sobre uno de los temas que se señalan: a)

El tipo de alimentos que constituyen una dieta balanceada.

b)

Los alimentos light (qué son, qué contienen y efectos de su consumo frecuente).

c)

La modificación que se ha dado en los hábitos de alimentación (a qué se debe y a través de qué medios se ha propiciado).

Todo el grupo analiza el texto de Agustín López Munguía con la finalidad de tener elementos que fundamenten la participación colectiva. Para llevar a cabo las actividades en la mesa redonda, cada “experto” presenta los resultados de su investigación. Al término de la exposición, se abre una sesión de intervenciones en la que se expongan de manera fundamentada los acuerdos o desacuerdos con los planteamientos iniciales. Como cierre de la actividad, elaborar conclusiones centradas en los puntos que se señalan:

La influencia de la publicidad en los hábitos de alimentación de los adolescentes.

Los efectos de los hábitos de alimentación inadecuada en el crecimiento y desarrollo de los adolescentes.

BLOQUE III EL PROCESAMIENTO PERSONAL Y SUBJETIVO DE LOS CAMBIOS BIOLÓGICOS TEMAS 1. La imagen de sí mismo en relación con los cambios físicos y sexuales.

Las reacciones de valoración-devaluación de los adolescentes frente a los cambios biológicos.

Influencia de los medios de comunicación en la formación de imágenes y explicaciones en relación con los cambios.

Influencia de las normas culturales en la adopción de la imagen de género.

2. Manifestaciones de los cambios físicos y de maduración sexual.

Nuevas relaciones con compañeros. La participación en grupos de ambos sexos.

El interés en el sexo complementario; el cortejo; el inicio de las relaciones de pareja.

3. Implicaciones de los cambios biológicos de los adolescentes en la vida familiar y escolar. 11


El papel de las culturas familiares más comunes en México sobre la vivencia del cambio y su procesamiento personal y subjetivo.

El papel del maestro frente a los cambios de los adolescentes.

Actitudes de los adolescentes ante las tareas escolares, comunicación con el maestro, convivencia con los compañeros.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA •

Aguado, José Carlos (1995),“Sexualidad y adolescencia”, en La enseñanza de la Biología en la escuela secundaria, audiocinta, México, SEP (Programa Nacional de Actualización Permanente).

Dubet, François y Danilo Martuccelli (1998),“Crecer”, “Grandes y pequeños”, “Chicas y muchachos” y “El rostro y los sentimientos”, en En la escuela. Sociología de la experiencia escolar, Eduardo Gudiño Kieffer (trad.), Barcelona, Losada, pp. 196-202 y 216-223.

Fierro, Alfredo (1997),“Temas adolescentes”, en Eduardo Martí y Javier Onrubia (coords.), Psicología del desarrollo: el mundo del adolescente, Barcelona, ICE-Institut de Ciències de l´Educació-Universitat de Barcelona/Horsori, (Cuadernos de formación del profesorado. Educación secundaria, 8), pp. 79-86.

Giddens, Anthony (1991),“Género y sexualidad”, en Sociología, Madrid, Alianza, pp. 189-198.

Horwitz Campos, Nina (1995),“La socialización del adolescente y el joven: el papel de la familia”, en Matilde Maddaleno et al. (eds.), La salud del adolescente y del joven, Washington, D. C., Organización Panamericana de la Salud (Publicación científica, 552), pp. 112-117.

Krauskopf, Dina (1995), “Los grupos de pares en la adolescencia”, en Matilde Maddaleno et al. (eds.), La salud del adolescente y del joven, Washington, D. C., Organización Panamericana de la Salud (Publicación científica, 552), pp. 118-124.

Noshpitz, Joseph D. (1995),“El encuentro con un cuerpo nuevo” y “Perturbaciones del desarrollo”, en Matilde Maddaleno et al. (eds.), La salud del adolescente y del joven, Washington, D. C., Organización Panamericana de la Salud (Publicación científica, 552), pp. 105111.

ACTIVIDADES SUGERIDAS 1. Escribir tres ideas precisas que respondan a estas preguntas: a) Cuando inició tu adolescencia, ¿cómo viviste los cambios físicos que experimentabas?, ¿cómo te sentías?, ¿qué actitudes asumías con tu familia, con tus amigos y en la escuela? 2. Analizar individualmente los casos siguientes: Caso 1 Sábado 13 de abril Hoy me peleé con Eduardo. Siempre anda haciéndose el gracioso. Mamá dice que así son los hermanos, pero ¡a él qué le importa si tengo granitos en la cara! Es mi cara, no la de él. Me fastidia cuando dice que Héctor nunca se va a fijar en mí porque las otras niñas son más bonitas. ¡No es cierto, no es cierto! Soy diferente, pero no fea. De eso estoy segura. ¡Ya quisiera él mi cara para un domingo de paseo! Para colmo, me lavé el pelo con el jabón de pasta y siento que tengo un zacate en la cabeza. Sin el “secreto de familia” de Griselda no me queda tan suave como a ella. Me la va a pagar. Jueves 18 de abril ...Me choca Lucero, sólo lo hizo para llamar la atención de Héctor. Me choca esa niña presumida. ¡Como es la única a la que le han crecido los pechos, se siente la muy señorita! A Lupe también le están saliendo espinillas y quedamos de acuerdo en preguntar qué hacer en esos casos. Luego se nos ocurrió buscar secretos de belleza para estar muy lindas el día de la fiesta. Quedamos en invitar a Griselda, pero sólo si nos da su “secreto de familia”. 12


Caso 2 Estaba pasando por una época difícil: estaba feísima con una total falta de tacto, mi padre solía hacer comentarios sobre mi cutis, mi acné y mi torpeza, lo que sólo hacía que me sintiera aún más desdichada. Simone de Beauvoir, Memoirs of a Dutiful Daughter Caso 3 La adolescencia es una de las mejores épocas en la vida. Dejas de ser el chiquito al que todos tienen que cuidar, empiezas a “madurar” y a asumir tus responsabilidades. Rodrigo, 15 años En equipo comentar los casos a partir de las preguntas que se presentan:

¿En qué casos se identifican actitudes de valoración o de devaluación?

¿Qué factores crees que influyen en la manifestación de tales actitudes?

3. Con base en el texto de Joseph Noshpitz, en equipo elaborar explicaciones acerca de las diversas formas de actuar, de sentirse, de relacionarse con los demás, de percibirse a sí mismo y de percibir al mundo (entre otras) que están vinculadas con los cambios físicos que experimentan los adolescentes. 4. Leer en forma individual el texto de Anthony Giddens, reflexionar a partir de las preguntas siguientes y anotar las opiniones:

¿Por qué se señala que lo masculino y lo femenino son construcciones sociales?

¿Qué influencia ejercen los medios de comunicación para formar en los adolescentes la imagen de “ser hombre” o “ser mujer”?

¿Qué papel juegan las normas culturales en las ideas que cada quien se forma respecto a “ser hombre” o “ser mujer”?

5. El siguiente conjunto de actividades tiene como finalidad obtener y analizar demanera crítica la información acerca de los medios de comunicación que prefieren los estudiantes de secundaria. a) En grupo, elaborar preguntas para diseñar una encuesta que todos puedan aplicar con dos o tres alumnos de cada uno de los grados de secundaria. b) Para redactar las preguntas se sugieren los siguientes temas: Revistas comerciales.

Programas de radio.

Historietas.

Comerciales publicitarios.

Programas de televisión.

c) En equipo, elaborar un registro estadístico de las preferencias más recurrentes de las alumnas, y las más recurrentes en los alumnos. d) Elegir dos de los temas para obtener la siguiente información: •

Mensajes que proporcionan. Tipos de imágenes.

Estereotipos que fomentan.

Roles en relación con el género.

Modelos que promueven.

e) Exponer en grupo los resultados del análisis de los equipos y, tomando en cuenta lo que han observado en los adolescentes en la escuela secundaria, responder la pregunta siguiente:

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¿Cómo influyen los modelos y la información que se promueven a través de los medios de comunicación, en las ideas y el desenvolvimiento de los adolescentes, en sus actitudes y en sus relaciones con los demás?

6. De manera individual, leer los textos de Alfredo Fierro (pp. 79-86) y de François Dubet (pp. 216223) y anotar las ideas principales de los autores sobre: •

Las relaciones con el sexo complementario.

La amistad entre adolescentes.

El coqueteo y el inicio de las relaciones de pareja.

Las fantasías de los adolescentes.

Los problemas de convivencia entre compañeros.

7. Analizar la información contenida en el audio de José Carlos Aguado y tomar notas individuales de los aspectos que se consideren relevantes. A partir de los conocimientos adquiridos y utilizando la información del audio, elaborar explicaciones referentes a los siguientes aspectos:

Cómo se entiende la sexualidad.

El papel que juega la cultura en los estilos de cortejo.

El inicio de las relaciones de pareja.

Las ideas predominantes en nuestra sociedad acerca de “ser hombre” y de “ser mujer”.

8. A partir de la información obtenida en las actividades anteriores, comentar en grupo las cuestiones siguientes: •

¿Cómo se manifiestan en los adolescentes los cambios físicos y de maduración sexual?

¿Cómo influyen o pueden influir en su desenvolvimiento personal o en el ámbito escolar?

¿Qué repercusiones tienen en las relaciones con sus iguales?

9. A continuación se presenta una serie de opiniones, expresadas por adolescentes, con la finalidad de involucrar a los estudiantes normalistas en la reflexión de situaciones reales. A partir de este ejercicio, los estudiantes podrán identificar el tipo de orientaciones requeridas y la actitud a asumir. Para el análisis de estos casos se sugiere, en equipo, comentar dos o tres y responder las preguntas que se formulan: Caso 1 Nosotros en general no les hablamos de noviazgo, ni de sexo porque no nos entienden y todo lo echan a perder con consejos y recomendaciones. Rodrigo A., 14 años Caso 2 Me encanta estar en casa porque siempre la pasamos bien juntos. Mamá y papá siempre están riendo y bromeando. Es raro que discutamos, pero cuando lo hacemos lo superamos rápidamente. Nadie guarda rencor. De verdad somos felices juntos. Anónimo Caso 3 Cuando los papás no nos explican el porqué de las prohibiciones, nos confundimos tanto que entonces queremos probar lo prohibido. Tania P., 17 años •

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¿Cómo puede influir la comunicación en la familia sobre las formas en que los adolescentes viven los cambios físicos y emocionales?


¿Qué características pueden tener las relaciones de los adolescentes con su familia durante los procesos de cambios físicos?

¿Cómo repercuten las relaciones que se establecen en la familia sobre la imagen que se forman los adolescentes de sí mismos?

Caso 4 Desde secundaria te empiezas a identificar con un determinado grupo de personas, no sólo por tu forma de vestir, sino de pensar, valores y educación, que se van conjuntando hasta que forman tu grupo. El intercambio de ideas es muy importante, desde contar tus problemas hasta oír los de los demás, enriquecerte con sus experiencias, saber que cuentas con una mano, con un amigo. Rodrigo A., 19 años Caso 5 Es difícil destacar e incluso entrar en un grupo; yo tuve que llegar a los golpes para que me dieran mi lugar. Adriana R., 16 años Caso 6 A mis amigos no les importa que yo sea mejor en matemáticas que cualquiera de ellos. Incluso me llaman “profesor” amigablemente. Pero me preocupa que, si soy mucho mejor que todos los demás en todas las materias, me puedan llegar a decir que soy medio raro y que pierda a todos mis amigos. Daniel, 12 años •

¿Qué aspectos favorecen y cuáles obstaculizan que un adolescente sea aceptado en un grupo?

¿Cómo influyen los grupos en el desenvolvimiento personal y en las decisiones de los adolescentes?

¿Qué situaciones pueden ocasionar dificultades en los grupos de adolescentes?

10. Analizar los textos de Nina Horwits y de Dina Krauskopf, contrastar los planteamientos de las autoras con las respuestas que se dieron a los casos anteriores. Elaborar conclusiones respecto a las implicaciones de los cambios físicos en la vida familiar y en la convivencia con los compañeros. 11. Analizar individualmente las páginas 196 a 202 del texto de François Dubet. En grupo, comentar: •

Qué situaciones identifican en el texto que comúnmente ocurren en el ambiente escolar.

La influencia de los adultos en las “tensiones que viven los adolescentes”.

Los elementos que están presentes en el proceso de adaptación de los adolescentes al ambiente de la escuela secundaria.

Las formas a través de las cuales los adolescentes tienden a expresar sus gustos y sus formas de pensar, sus deseos de “ser grandes”, sus preocupaciones, sus miedos...

Las actitudes que asumen frente a las responsabilidades que les corresponde asumir de acuerdo con su género.

12. Durante las visitas a la escuela secundaria, observar a los adolescentes en diferentes momentos y registrar por escrito las observaciones. Para guiar la actividad, algunos referentes pueden ser: •

Las actitudes que manifiestan los alumnos hacia los compañeros que tienen características físicas particulares.

El trato de los maestros a los alumnos que hacen preguntas o comentarios sobre los cambios físicos o sus manifestaciones. 15


Las actitudes que asumen los maestros cuando los alumnos se burlan o ridiculizan a otros compañeros.

El trato diferenciado de las maestras y los maestros hacia las alumnas y hacia los alumnos.

Las diferentes formas de relación entre los alumnos en la escuela.

Las actividades que realizan dentro de la escuela en el tiempo libre (juegos, deportes, entre otras).

La comunicación entre los estudiantes y el personal que labora en la escuela y el trato que reciben de él (autoridades, maestros, prefectos y personal de asistencia educativa).

El trato de los padres de familia hacia sus hijos en la escuela.

Las principales preocupaciones que comparten los padres con los maestros acerca de sus hijos.

13. Seleccionar y analizar alguna película cuyo contenido se relacione con los temas estudiados. Algunos ejemplos pueden ser: Mente indomable, dirigida por Allan A. Goldstein, Martín Hache, de Adolfo Aristerain, entre otras. 14. Para finalizar, los estudiantes elaboran individualmente un escrito en el que expresan sus reflexiones personales sobre el curso. Algunos títulos que pueden ser útiles para elaborar el texto se presentan enseguida:

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Mis desafíos como futuro profesor de adolescentes.

El significado del respeto a la diversidad en el trato con los adolescentes.

La escuela secundaria, un espacio de convivencia entre maestros y adolescentes.


MATERIAL

DE

APOYO

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EL DESARROLLO HUMANO LA PUBERTAD Y LA ADOLESCENCIA Si comparamos las conductas de niños y jóvenes nos damos cuenta rápidamente de que durante un período que podemos situar entre los doce y los quince años (con el riesgo de fijar arbitrariamente unos límites), se producen cambios profundos en los sujetos que se manifiestan en todo lo que hacen. Los niños y niñas dejan de serlo para pasar a convertirse en adolescentes. Esos cambios son tanto físicos como Psicológicos o sociales. Por decirlo brevemente y de una manera muy esquemática, desde el punto de vista físico se observa una gran aceleración del crecimiento, pero también cambios en la forma del cuerpo; desde el punto de vista Psicológico, una manera diferente de abordar los problemas y de entender la realidad y la vida, que va unida a capacidades intelectuales muy superiores y a un gusto por lo abstracto y por el pensamiento; desde el punto de vista social, el establecimiento de unas relaciones distintas con el grupo de los coetáneos y con los adultos, y la búsqueda de un lugar propio en la sociedad. En este capítulo y los dos siguientes vamos a ir examinando estos distintos cambios, comenzando por el desarrollo físico. Los cambios físicos en la adolescencia Aunque los cambios en el crecimiento no constituyen los únicos fenómenos que se producen en la adolescencia, sin embargo resultan los más llamativos a primera vista, porque son muy evidentes. Además están estrechamente relacionados con los cambios sociales, pues son los que van a posibilitar que los jóvenes se inserten en la sociedad adulta. Durante este período los humanos alcanzan su capacidad reproductiva, lo cual constituye un índice esencial de la llegada a la etapa adulta. El comienzo de la adolescencia viene marcado por modificaciones físicas muy aparentes que constituyen lo que se denomina la pubertad. Pero la pubertad es un fenómeno físico que conviene diferenciar de la adolescencia, la cual, como veremos, depende mucho de factores del ambiente social. Desde el punto de vista físico y fisiológico, se producen transformaciones de una profundidad y

rapidez muy superiores a las de la etapa anterior y que sólo tienen comparación con las que habían tenido lugar durante la etapa fetal y los momentos posteriores al nacimiento. El cambio físico más evidente se refiere al tamaño y la forma del cuerpo y también al desarrollo de los órganos reproductivos, pero además de eso hay otros muchos cambios menos visibles, por lo que el proceso de desarrollo físico es bastante complejo. No podemos entrar aquí en todos los detalles de este fenómeno, que han sido estudiados con bastante cuidado. Entre los autores que han contribuido a nuestro conocimiento de este tema se encuentra James M. Tanner, autor de numerosas monografías y estudios de conjunto sobre el desarrollo físico del hombre. En las páginas que siguen nos vamos a apoyar, como hace la mayor parte de los que se ocupan de este tema, en sus diversos escritos, especialmente en sus trabajos de 1961, 1970 y 1978. Un tratamiento extenso de los distintos problemas del crecimiento puede verse en Falkner y Tanner (1986). Como decimos, al comienzo de la adolescencia se produce una importante aceleración del crecimiento, en talla y pesos, que se había ido ralentizando después del nacimiento. En el capítulo 8 habíamos recogido las tablas que reflejan ese crecimiento en cifras absolutas, así como las referentes al incremento en talla y peso, expresado en centímetros o kilos por año. Como se ve en las figuras 8.2 (que reproducen los datos de Hernández y colaboradores sobre niños-as españoles), en un determinado momento se produce un rápido aumento en la velocidad de crecimiento. Puede observarse en las figuras que la aceleración alcanza su máximo hacia los 12 años en las niñas y hacia los 14 años en los niños y puede llegar a un aumento de talla de 12 centímetros en un año en los chicos y 9 centímetros por año en las chicas, siendo la media de 8,8 y 7cm, respectivamente. Algo semejante sucede con el peso, como se aprecia en las figuras. Los cambios en el adolescente son producidos por las hormonas, algunas de las cuales aparecen por primera vez mientras que otras simplemente se producen en cantidades mucho mayores que anteriormente. Cada hormona actúa sobre diversos receptores y, por ejemplo, la testosterona actúa sobre receptores en las células del pene, la piel de la cara, los cartílagos de las uniones del hombro y algunas partes del cerebro. Los cambios que producen estas hormonas afectan al aumento de la longitud del cuerpo, a su forma y a las 19


relaciones entre las partes, al desarrollo de los órganos reproductivos y a los caracteres sexuales secundarios. Muchos aspectos del crecimiento son semejantes en varones y hembras, mientras que otros son específicos. El control hormonal del crecimiento es diferente del que se producía en etapas anteriores, y quizá por ello, el crecimiento de la adolescencia es independiente del que tuvo lugar antes, de tal forma que, durante la adolescencia, un chico o chica pueden cambiar su estatura en relación a los de su edad, convirtiéndose en más alto/a o más bajo/a de lo que era antes respecto a la media. Además, las diferencias entre unos individuos y otros respecto al momento en que comienzan los cambios, como veremos en breve, pueden ser muy grandes.

En los varones se produce un crecimiento de los músculos muy superior al de las chicas, estableciéndose unas diferencias que antes eran desconocidas. En la gráfica de la figura 21.1 se recogen los datos referentes a los cambios de fuerza en el brazo, basados en un estudio longitudinal desde los 11 a los 17 años. La medida de tirar con el brazo se refiere a separar las manos, colocadas delante del pecho, agarrando las asas de un dinamómetro, y la de empujar, al movimiento inverso. Las diferencias, que eran apenas perceptibles a los once años, se empiezan a agrandar a partir de los trece años, alcanzando cifras muy distintas a los 17, que hacen que la fuerza de los varones sea doble que la de las mujeres. Al mismo tiempo se produce también en los varones un mayor desarrollo del corazón y los pulmones, una mayor presión sistólica sanguínea, un ritmo cardíaco más lento y una mayor capacidad para transportar oxígeno en la sangre, así como más posibilidades para 20

eliminar los productos de desecho del ejercicio muscular, tales como el ácido láctico. Tañer señala que todos estos cambios hacen al varón más capaz de realizar ejercicio físico, y de luchar, cazar, transportar objetos pesados y, en una palabra, le convierten en un ser bien adaptado a la vida de cazadores y recolectores que nuestros antepasados han realizado durante cientos de miles de años, hasta una etapa relativamente próxima en el tiempo, que se puede remontar a unos diez mil años. Estas características, en cambio, parecen menos útiles y ese dimorfismo sexual menos importante en una sociedad como la nuestra en que la mayor parte de las tareas que se realizan no implican grandes esfuerzos físicos y en que se busca la igualdad entre los individuos de distinto sexo. Pero sea como fuere, sucede así, y los cambios que están teniendo lugar en nuestra vida no van a alterar en poco tiempo las adaptaciones que se han producido de la misma manera desde hace muchos miles de años. El desarrollo, que hasta ahora había sido muy parecido en varones y mujeres, se diferencia, pues, con claridad. El hecho de que se produzca el “estirón” de la adolescencia con unos dos años de adelanto en las mujeres respecto a los hombres, hace que, aunque la talla final de éstas sea menor, durante un tiempo las chicas son más grandes que sus compañeros de la misma edad. Algo parecido sucede desde el punto de vista de la fuerza muscular. Aunque ésta es mayor en los hombres, como el desarrollo rápido empieza antes en las mujeres, éstas les aventajan en la fuerza para empujar durante un tiempo, para luego invertirse la situación. En atletismo, por ejemplo, los récords masculinos son siempre superiores a los femeninos. El desarrollo de los caracteres sexuales Desde el punto de vista del desarrollo del sistema reproductivo, en los varones se produce una secuencia de acontecimientos que Tanner describe de la siguiente manera: El primer signo de pubertad en el chico es usualmente una aceleración del crecimiento de los testículos y el escroto con enrojecimientos y arrugamiento de la piel. Hacia la misma época puede empezar un débil crecimiento del pelo púbico, aunque usualmente tiene lugar un poquito más tarde. El estirón en la estatura y el crecimiento del pene comienza por término medio aproximadamente un año después de la primera aceleración testicular.


Concomitantemente con el crecimiento el pene, y bajo los mismo estímulos, las vesículas seminales y la próstata y las glándulas bulbouretrales se ensanchan y desarrollan. El momento de la primera eyaculación de líquido seminal está, en alguna medida, determinado tanto cultural como biológicamente, pero generalmente tiene lugar durante la adolescencia y alrededor de un año después del comienzo del crecimiento acelerado del pene [Tanner, 1970, p. 917]. En las chicas, los primeros signos de la pubertad son el crecimiento de los pechos y la aparición de pelo púbico, al mismo tiempo que se desarrolla el útero y la vagina. La menarquía, el primer período menstrual, aparece más tarde y tiene lugar, casi siempre, con posterioridad al vértice del estirón. Aunque supone el comienzo de la madurez uterina, todavía no se alcanza una función reproductiva completa, sino que hay un período de esterilidad que dura entre un año y año y medio después de la menarquía. Tanner señala que las chicas crecen alrededor de seis centímetros más después de la primera menstruación.

FIGURA 21.2. La pubertad en chicos y chicas. Representación de la secuencia de cambios que tienen lugar en la adolescencia. La figura de arriba se refiere a los cambios en las chicas. Las cifras indican la variabilidad que puede producirse entre distintos individuos (tomada de Tanner, 1978).

En la figura 21.2 se reproduce un diagrama de Marshall y Tañer (Tañer, 1978, fig. 22), que se recoge en casi todos los textos, en donde aparecen resumidos los cambios que tienen lugar durante la adolescencia en chicas y chicos referido a la población británica. En las gráficas hay contenida de forma condensada una gran cantidad de información. En la gráfica superior, referente a las chicas, se señala primero el estirón respecto a la talla que se produce, por término medio, hacia los 12 años. Pero hay variaciones individuales y debajo se indican las edades extremas, que pueden ir desde los nueve años y medio hasta lo catorce años y medio, lo que quiere decir que en algunas niñas puede producirse mucho antes que en otras. En la línea siguiente están los datos referentes a la menarquía, que se produce hacia los 13 años, por término medio, pero que puede variar entre los diez y medio y los dieciséis y medio. En la tercera línea aparecen los datos relativos al crecimiento de los pechos y los números 2, 3, 4 y 5 hacen referencia a estándares convencionales sobre el tamaño de los pechos (pueden verse en Tanner, 1978, p.197). El nivel 5, por ejemplo, constituye el desarrollo completo de los pechos que se produce hacia los quince años, pero que puede variar entre los 12 y los 18. Lo mismo puede decirse respecto al vello púbico, que aparece también referido a unos estándares. En éstos la puntuación 1 corresponde al nivel prepubescente y la 5 al adulto. La gráfica inferior contiene datos semejantes, pero correspondientes a los chicos; comparándolos se pueden ver las diferencias referidas al estirón de la talla. En la segunda línea, los datos relativos al pene indican que la aceleración del crecimiento comienza hacia los doce años y medio, y se completa hacia los catorce años y medio. Pero los números situados debajo de la barra negra nos indican que puede empezar ya a los diez años y medio, o retrasarse el comienza hasta los catorce años y medio. Se puede completar en los sujetos avanzados a los doce y medio o no tener lugar hasta los dieciséis y medio. Los datos de la tercera línea se refieren al desarrollo de los testículos, que empieza a los once años y medio, y se completa hacia los quince, aunque con diferencias individuales que se señalan debajo. El nivel genital o el del vello púbico están referidos, como en el caso de los pechos en las chicas, a unos estándares organizados en cinco categorías (que pueden verse en Tañer, 1978, pp. 198-199).

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Diferencias individuales Como se desprende de lo que acabamos de señalar, aunque el orden de sucesión del desarrollo de los distintos aspectos se producen en todos los individuos de la misma manera, o de forma muy semejante, sin embargo existen notables diferencias entre sujetos en cuanto a la edad de comienzo y terminación.

La figura 21.4 ilustra de forma gráfica estas diferencias de velocidad que a veces son muy llamativas. En la parte superior aparecen tres chicos todos exactamente de catorce años y nueve meses, y en la parte inferior tres chicas de doce años y nueve meses, todos ellos completamente normales y sanos y que, sin embargo, presentan diferencias de desarrollo muy marcadas.

La figura 21.3 refleja, en la parte de arriba, el momento en que se produce el estirón adolescente de cinco varones distintos de un estadio inglés. Cuando se superponen unas a otras (como se hace en la gráfica de abajo) se observa que tienen todas las mismas formas, aunque los chicos que comienzan el estirón antes presentan un incremento de talla mayor. La línea de puntos representa la media de los datos individuales.

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Estas diferencias individuales, aunque no tienen efectos con respecto al resultado final, y no predicen cuál va a ser la estatura final alcanzada, pueden tener, sin embargo, consecuencias psicológicas muy importantes que no deben desdeñarse. Recordemos que durante la etapa de la adolescencia los jóvenes son especialmente susceptibles y se sienten como centro de las miradas de los demás en una manifestación de egocentrismo de carácter social. Intentar conformarse al grupo y adaptarse a los estándares de los coetáneos es una de las tendencias más acusadas en los adolescentes y, por ello, un crecimiento demasiado rápido, o sobre todo un crecimiento que tarde mucho en empezar, pueden verse como divergentes respecto a la media y producir gran preocupación en el sujeto. Un desarrollo retrasado en un chico puede suponer también menos fuerza menos rapidez en relación a sus compañeros, y peor


participación en actividades deportivas, así como sentirse niño todavía mientras los compañeros se sienten adultos. Esto tiene influencias, a su vez, sobre las relaciones con el otro sexo, que comienzan tímidamente en esta época. Todo esto puede afectar Psicológicamente a la chica o al chico, pero esos efectos pueden atajarse o combatirse mediante una información adecuada que pueden proporcionar los adultos, padres, profesores o médicos, explicando que la velocidad de desarrollo y el momento en que se produce es propia de cada individuo y no tiene más que consecuencias muy pasajeras. Las diferencias de tamaño y forma del cuerpo están determinadas por factores genéticos y ambientales, aunque la forma está más controlada por factores hereditarios que el tamaño, el cual depende mucho de la alimentación, el ejercicio y otros factores externos. Los gemelos monocigóticos, es decir, los que provienen de la división de un mismo cigoto, tienen exactamente la misma dotación genética, y generalmente son muy parecidos. Sin embargo, cuando se han criado en distintos medios y circunstancias diferentes pueden llegar a tener un aspecto físico muy distinto, como se muest4ra en la figura 21.5, que representa a un par de gemelos homocigóticos criados desde el nacimiento en ambientes diversos.

El dimorfismo sexual Junto a los cambios que hemos venido señalando hay otros muchos, algunos de los cuales presentan características diferentes en varones y mujeres. Por ejemplo, la aparición del pelo en la cara de los varones, que sigue un orden definido empezando por los ángulos del labio superior y terminando por la parte inferior de la barbilla. Se producen también cambios en las glándulas de la piel que, sobre todo en las axilas y las regiones anales y genitales, dan lugar a un olor característico, más marcado en los varones que en las mujeres. Por efecto de la actividad andrógena, se producen cambios en la piel, con un aumento de los poros que puede provocar acné y que, por el origen andrógeno, es más frecuente en los varones que en las chicas. Esos molestos granos, que generalmente desaparecen solos, pueden constituir un motivo de preocupación para sus portadores en este período en que, como venimos señalando, el aspecto físico constituye uno de los elementos importantes de la identificación. Otro cambio notable que se produce en la adolescencia es el que tiene lugar en la voz, más marcado en los varones que en las mujeres, y que se produce relativamente tarde. Se debe al aumento de la laringe y al alargamiento de las cuerdas vocales y da lugar a modificaciones en el tono y también en el timbre. En algunas especies de primates, las diferencias entre el macho y la hembra son escasas, mientras que en otras son muy notables. El hombre ocupa una posición intermedia, y esas diferencias están presentes desde el momento del nacimiento, pero se incrementan durante la pubertad. Las diferencias más notables son la mayor talla del varón, mayor amplitud de hombros y más masa muscular, así como pelo en la cara y más pelo en el cuerpo, mientras que las mujeres presentan pechos más abultados y caderas más anchas, con más curvas.

FIGURA 21.5 Gemelos monocigóticos criados en diferentes medios. Aunque los gemelos monocigóticos, que tienen exactamente la misma dotación genética, suelen ser muy parecidos físicamente, sin embargo, cuando se han criado en condiciones muy distintas pueden presentar diferencias acusadas, como sucede en la pareja que aquí se muestra. Esto pone de manifiesto la interacción entre factores genéticos y ambientales (tomada de Tanner, 1978)

Según Tanner, varios de estos caracteres diferenciales pueden haber perdido su función originaria y haberse convertido simplemente en signos-estímulo para otros miembros de la especie que desencadenan determinadas conductas, por ejemplo, en el terreno de la reproducción. Entre ellos se podría contar el pelo púbico o el pelo de las axilas que está relacionado histológicamente con las glándulas odoríferas de otros mamíferos. En todo caso, muchos de los caracteres sexuales, 23


como la forma de las caderas, los pechos o los rasgos de la cara, así como en general la forma del cuerpo, son elementos desencadenantes de las conductas de emparejamiento, aunque sea de una forma muy mediada y mucho menos directa que en los restantes mamíferos. Pero todo eso tiene unas influencias psicológicas innegables, ya que determinan en una medida importante las relaciones del individuo con los otros, del sexo contrario y del mismo sexo. La aceleración del desarrollo Aunque parece que los cambios que se producen en la pubertad suceden de la misma manera que hace miles de años, sin embargo se están produciendo importantes modificaciones en la cuantía del desarrollo físico y la velocidad a la que se produce, lo que se denomina la tendencia secular. No disponemos de datos fiables de épocas alejadas, pero sí de períodos más recientes, y se observa una tendencia a un aumento de la estatura, que además se va acelerando. Según los datos recogidos por Tañer, en la Europa occidental los hombres apenas aumentaron su estatura entre 1760 y 1830, mientras que entre 1830 y 1880 hubo un aumento medio de 3 milímetros por cada década y desde 1880 a 1960 un aumento de 6 milímetros por década. Pero además de esto hay un aumento en la velocidad de crecimiento. En épocas pasadas, la estatura adulta no se alcanzaba hasta los veinticinco años mientras que ahora se alcanza, en los varones, hacia los 18 ó 19. Los niños crecen bastante más deprisa que antes y esta tendencia ha comenzado hace tiempo, pues en 1876 un médico inglés señalaba que los chicos de nueve años pesaban en ese momento lo mismo que los de diez años en 1833.

Quizá un índice todavía más llamativo de esta aceleración es el relativo a la aparición de la primera menstruación en las chicas, que se denomina menarquía. En la figura 21.6 se reproducen datos según los cuales en algunos países como Finlandia se ha rebajado la edad de la menarquía desde cerca de los diecisiete años a poco más de los trece, en un período de algo más de un siglo. De muchos países no hay datos tan antiguos, pero en los más recientes se manifiesta la misma tendencia. Antes un factor muy importante en la edad de aparición de la menstruación era el nivel económico, que en las clases desfavorecidas se traducía en un retraso. Pero en la actualidad, en los países occidentales ha dejado de tener efectos, y el factor más determinante ha pasado a ser el número de hijos en la familia. En Inglaterra, la edad media de la menarquía para hijas únicas es de trece años; para chicas con un hermano, trece años y dos meses; con dos hermanos, trece años y cuatro meses; con tres hermanos y más, trece años y siete meses. Posiblemente los factores que más influyen sobre esta aceleración son múltiples, pero entre ellos la nutrición parece tener una considerable importancia, junto con la disminución de las enfermedades, mientras que el clima, que a veces se ha mencionado como factor importante, parece tener menos relevancia. En la actualidad la edad media de la menarquía en las poblaciones occidentales bien alimentadas se sitúa entre los doce años y ocho meses y trece años y dos meses, mientras que en la meseta de Nueva Guinea es de dieciocho años y en África Central de diecisiete años, aunque las africanas bien

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alimentadas tienen una edad media de catorce años y cuatro meses o menos, comparable con la de las europeas. Vivir en una zona rural o urbana constituye también un factor importante, como se muestra en la figura 21.7, ligado posiblemente a las diferencias en las condiciones de vida. Así, mientras que en Finlandia las diferencias entre el medio urbano y rural son pequeñas, entre las bantúes de África del Sur son mucho más amplias.

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¿QUÉ ESTÁN VIVIENDO LOS JÓVENES?: UNA ETAPA DE CAMBIOS SE SUELE CONFUNDIR LA PUBERTAD CON LA ADOLESCENCIA; a veces se las trata como si fueran una misma etapa, o se asocian los cambios físicos con la primera y la adecuación a éstos con la segunda. Aunque hay algo de cierto en ello, existen otras diferencias importantes entre ambas, como se verá a continuación. La pubertad El periodo de la pubertad transcurre entre los nueve y los trece años de edad y es la etapa en la que el individuo alcanza la madurez sexual, es decir, cuando sus órganos genitales empiezan a funcionar. La palabra viene del latín pubertas, que significa “edad de la virilidad”; en ella el individu9o se transforma en hombre o en mujer. El vocablo pubesceré también está relacionado, y significa “cubrirse de pelo”. Así, la pubertad se inicia con los primeros cambios en el cuerpo y termina cuando éste ya tiene la estructura y apariencia adultas. Digamos que es una etapa intermedia que comparte tramos con la niñez y con la adolescencia. Aunque los significados e interpretaciones de estos periodos de la vida –la pubertad y la adolescencia- dependan mucho de la cultura en la que esté, los cambios físicos se presentan de manera general e invariable y acompañados de alteraciones psicológicas, emocionales y temperamentales. Es tan así que en la época de Aristóteles existía la preocupación de saber qué era lo que hacía que se desencadenaran los cambios, sin falta, en esa etapa particular de la vida, y se observaba, ya entonces, que éstos venían acompañados de cambios en la conducta y el carácter [Hurlock 1994]. La pubertad se refiere específicamente a los cambios físicos y fisiológicos relacionados con la madurez sexual, y la adolescencia abarca más bien los cambios emocionales, de conducta, de carácter y de posición dentro de la sociedad. Ahora bien, eso no implica que mientras se están dando los cambios físicos no haya alteraciones conductuales, ni que durante la adaptación y los cambios psicológicos, el desarrollo físico ya haya terminado por completo. La pubertad es el periodo en el que con mayo velocidad e 26

intensidad se presentan cambios en todas las áreas. LOS CAMBIOS FÍSICOS ¿A qué se deben estos cambios? A una determinada edad –que varía dependiendo del individuo, de su salud general y de las características genéticas y raciales-, la hipófisis o glándula pituitaria empieza a producir principalmente dos hormonas relacionadas con el desarrollo: La hormona del crecimiento y la hormona gonadotropina. La hormona del crecimiento está asociada con el aumento de talla en general, hecho muy característico en este periodo. Tanto los niños como las niñas crecen mucho en poco tiempo. Este fenómeno se suele presentar primero en las mujeres, lo que hace que entre los once y los más varonil y madura. En general, tanto el desarrollo físico como el emocional se dan primero en las mujeres que en los hombres; no obstante, existen excepciones pues hay algunos hombres que a los doce años ya han crecido mucho, y sobresalen o se ven distintos del resto de sus compañeros. Esta situación los hace sentir incómodos porque piensan que no los aceptan de la misma manera o porque creen que ya no comparten tantas cosas con ellos. Se dan situaciones así, por ejemplo, cuando el muchacho más desarrollado ya no es aceptado tan fácilmente como antes en un juego de fútbol, o cuando sus compañeros se niegan a competir contra él en atletismo o en alguna otra disciplina, porque piensan que la competencia no es justa y que les lleva ventaja; la consecuencia será que aquel joven se sentirá desplazado. Es recomendable tener presente casos como éste cuando se está frente al grupo, pues la forma en que se maneje la información al detectar este tipo de conflictos puede ser muy provechosa tanto para el individuo como para el grupo. Se puede hablar de esto de una manera impersonal, como algo que llega a suceder con frecuencia, y comentar cómo podría sentirse la persona. Habrá que mencionar los diferentes ritmos en el desarrollo y subrayar que el valor de la persona no estriba en su físico. Los jóvenes pueden identificarse con las diferentes situaciones descritas y tratar de encontrar opciones o pedir abiertamente que se les aclare alguna duda. La segunda hormona, la gonadotropina, estimula el funcionamiento de las gónadas, las cuales producen otras hormonas que estimulan la maduración de los genitales y la


aparición de secundarios.

los

caracteres

sexuales

El proceso de maduración sexual dura entre uno o dos años, aproximadamente. EL DESARROLLO FEMENINO En la mujer, lo primero que ocurre es el aumento de tamaño de la estructura ósea. Posteriormente se inicia el desarrollo de los pechos, que a veces puede ser doloroso. Esto es a menudo motivo de preocupación entre las jóvenes, que no saben si lo que les está sucediendo es normal o si es algo que deba inquietarlas. Dependiendo mucho de la formación y la información que tengan, tomarán los cambios con naturalidad o les causarán gran incomodidad y vergüenza, lo que provoca que las niñas se cubran constantemente y hasta se joroben para evitar que se les noten los cambios. Existe gran ambivalencia al respecto: por un lado, se desea crecer, pero, al mismo tiempo, se sabe que esto implica perder la condición infantil de la que se gozaba. Como siguiente paso en el proceso de transformación, empieza a aparecer el vello púbico, primero de manera discreta, al mismo tiempo que el cuerpo sigue creciendo y el pecho se sigue desarrollando. Entonces aparece la primera menstruación o menarca, generalmente unos dos años después de que los senos empezaron a crecer y un año después del surgimiento del vello púbico. Posteriormente aparece el vello axilar. LA MENARCA La menarca es un acontecimiento al que se le ha conferido gran importancia. Se toma como parámetro que marca la conversión de la niña en mujer, pues le anuncia la posibilidad de ser madre, y para muchos esto define el sentido de su existencia; la maternidad determina su futuro desarrollo y el curso de su vida. Ciertamente es un acontecimiento importante, pero conviene tener presente que son otros aspectos los que dan valor tanto a la niña como a la joven que ya menstrúa. La maternidad puede ser una parte muy importante de su vida, pero existen muchas otras; es simplemente una capacidad, que podrá concretarse o no. La manera suele ser vista de una manera ambivalente; por un lado, se festeja como un acontecimiento, y al mismo tiempo se

depositan en ella una serie de cargas negativas y de sufrimiento. Algunas personas la consideran algo sucio y vergonzoso. La menstruación es parte del cuerpo femenino y de la condición de ser mujer; lejos de ser sucia o vergonzosa, es un proceso completamente natural. La menstruación, y la posibilidad de procrear que representa, se valora en todas las culturas de manera distinta. Por ejemplo, en algunas sociedades, a las jóvenes que ya han empezado a menstruar, por ser madres en potencia, se les brinda un trato y cuidados distintos. Asimismo, cuando las mujeres llegan a la menopausia, además de experimentar las alteraciones hormonales y los efectos psicológicos que ésta conlleva, pueden sentir cuestionada su identidad femenina y quizá esto sea causa de conflictos. ¿En qué estriba el valor femenino? Es una pregunta que valdría la pena plantearse e incluso discutir con los jóvenes, intentar definir lo que hace valioso a un hombre podría ser también tema de análisis. EL DESARROLLO MASCULINO En los hombres, al igual que en las mujeres, lo primero que ocurre es el crecimiento del esqueleto. Ellos alcanzan su estatura final cerca de los dieciocho años o aun después, lo que en las mujeres se presenta alrededor de los dieciséis años. Gradualmente, los testículos y el pene aumentan de tamaño y empieza a aparecer vello en la zona del pubis. En los primeros momentos de la pubertad, incluso antes de que se presenten las primeras eyaculaciones, los varones experimentan erecciones espontáneas provocadas por diversos estímulos, no siempre sexuales. La voz cambia por los efectos de la testosterona y, comúnmente, entre los trece y los catorce años (esto puede variar) se presentan las primeras eyaculaciones. Casi al mismo tiempo comienza a salir bigote (muy delgado) y vello en as axilas; más tarde aparece la barba y por último vello en el pecho. Para los púberes, el pene y los testículos adquieren una importancia muy grande, pues con su tamaño y su funcionamiento pretenden medir su grado de madurez, su virilidad y su seguridad como hombres. Es común que se midan el pene en estado flácido y en erección, para determinar “quién es más hombre”, o concursan para ver quién eyacula más, o más lejos o más rápidamente. Esto puede dejar una grave sensación de desventaja, 27


inferioridad e inadecuación a quien pierde en los concursos, y posiblemente intente compensarlo de alguna otra manera, lo que repercutirá en sus aproximaciones a los demás jóvenes o al otro sexo, así como en la imagen y el concepto que se forme de sí mismo.

los contextos sociales; sin embargo, de una manera u otra, cuando se crea necesario, es pertinente hablar de ellas.

La pubertad y la adolescencia son etapas en las que es esencial la información y la posibilidad de hablar abiertamente y en confianza con alguien con quien los jóvenes se sientan aceptados, para poder resolver estos conflictos adecuadamente y continuar con su desarrollo de manera satisfactoria y positiva. Habrá que reafirmarlos, contenerlos o apoyarlos cuando sea necesario.

Todos los cambios que tienen lugar en este periodo son objeto de dudas, producen sensación de rareza y la necesidad de compararse con el resto del grupo para saber si el desarrollo propio es adecuado o no. Si a las compañeras les ha empezado a crecer el busto y a una de las jóvenes no, esto puede causarle angustia o sentimientos de inadecuación cuando no tiene la información pertinente. El desarrollo personal más lento o, por el contrario, más precoz, puede ocasionar angustia, lo que repercute de manera negativa en la socialización, la seguridad, el autoconcepto y la imagen corporal. Hurlock [ 1994, p 64] menciona que los individuos que están en esta etapa se hacen las siguientes tres preguntas, casi sin excepción: ¿soy normal?, ¿estoy adecuado a mi sexo?, ¿qué puedo hacer para que mi cuerpo alcance la figura de mi ideal?

OTROS CAMBIOS Los cambios hormonales también provocan alteraciones en la piel, la cual se engruesa tanto en los hombres como en las mujeres; a veces sale acné en la cara. También cambia el olor del cuerpo y algunas de sus secreciones; todo esto debe tratarse con los púberes. La necesidad de usar desodorante, de lavarse la cara con mayor frecuencia, o los cuidados y medidas que hay que tomar durante la menstruación rara vez se abordan en grupo. Sin embargo, ya que son muy frecuentes las dudas al respecto, es conveniente aclararlas sin divagaciones. Por ejemplo, cuando se habla de menstruación, de qué es y por qué ocurre, también es importante mencionar el uso de las toallas sanitarias y de los tampones, así como algunas cuestiones prácticas acerca de cómo se colocan, cómo se desechan y con qué frecuencia deben cambiarse. También es necesario hablar claramente del flujo que secreta la vagina los días en que no se está menstruando y que aparece meses antes de la menarca, ya que sobre esto se da poca información y suele ser motivo de duda y ansiedad; en general las adolescentes no saben si es normal o si padecen alguna infección o anomalía. Hablar de las consecuencias de rasurarse las piernas y las axilas no es muy común. No se trata de decir si deben o no depilarse, lo importante es informar de las consecuencias de hacerlo, para que sean conscientes de la acción y no se arrepientan ni sufran un accidente. Muchas niñas y adolescentes se rasuran por imitación, pensando que nunca más les van a crecer vellos, o, lo que es peor, algunas han llegado a quemarse o a sufrir otros accidentes con cera caliente. Estas prácticas dependen mucho de las culturas y 28

LAS DUDAS SOBRE EL DESARROLLO Y LA IMAGEN CORPORAL: ¿SOY NORMAL?

Cuando el adolescente no tiene claro esto y se aferra a conseguir el cuerpo de la revista de moda o el ideal que rige en su entorno, siente gran inconformidad y frustración. Puede someterse a dietas estrictas, intenta esconder o modificar las partes de su cuerpo que no le gustan, se obsesiona por el ejercicio, o utiliza fajas, maquillajes u otros medios que lo ayuden a aproximarse a esa imagen; con todo, en el fondo el sentimiento de inadecuación persiste. Es necesario aclarar que cada individuo tiene un ritmo de crecimiento específico y que, tarde o temprano, los cambios se van a presentar. También hay que ser conscientes de que habrá quienes sean más altos, más fornidos, con formas más redondeadas o más delgadas; eso depende de la carga genética de cada quien. El cuerpo que se adquiere una vez vivida la transformación no siempre coincide con el ideal que de él se había imaginado ni con los estereotipos sociales; no obstante, es el cuerpo propio y es conveniente aceptarlo como es: distinto del de todos los demás, con partes que nos gustan y otras que no.

Además de comparar su crecimiento con el de sus coetáneos, hay otras preocupaciones en torno a su desarrollo y si éste es el adecuado para una persona de su sexo. En algunos momentos pueden surgir, de manera pasajera, características que en apariencia son


del otro sexo, y si no se tiene información al respecto9, esto puede crear gran angustia. En algún caso, en los varones llega a sobresalir el pezón, que en lugar de ser plano, se levanta un poco, tal como les sucede a las niñas cuando empiezan a desarrollarse. Frente a esto, es común que los otros muchachos hagan bromas, y digan que el sujeto está teniendo un desarrollo femenino. Hasta cierto momento esto parece una broma, y quizá el joven se ría, pero si no tiene claro que lo que le sucede es normal, el hecho puede crearle serias dudas y aumentar sus preocupaciones. Así como cada individuo tiene un proceso de crecimiento y un desarrollo propios, los caracteres secundarios y las transformaciones que se viven también siguen su propio ritmo. Es importante explicar a los adolescentes que cada parte del cuerpo se desarrolla a un ritmo distinto y también que alcanzan su madurez en momentos diferentes. ALGUNOS EFECTOS DEL DESARROLLO Con todos estos cambios, es evidente que el cuerpo es muy distinto del que se tenía en la infancia; la imagen corporal del púber está completamente alterada. Su esquema corporal se encuentra en constante cambio, y su inestabilidad se refleja también en otras áreas de la vida. Como el crecimiento corporal es muy rápido, sobre todos en los varones, el control de los movimientos se hace más difícil y se vuelven más torpes y toscos. Cuanto más rápido sea el crecimiento, más acentuada será esta característica. Es como si de pronto le pusieran una extensión a sus piernas y brazos y le pidieran que los moviera con igual destreza que antes. Esta falta de habilidad corporal hace que los jóvenes tiendan a sentirse incómodos y en ocasiones eviten el contacto con la gente, que se aíslen y eludan las situaciones que hacen este malestar más evidente. Asimismo, el crecimiento acelerado puede provocar cansancio e hiperactividad alternadamente, en virtud del constante movimiento interno, tanto físico como emocional. Quienes ya han pasado por eso aparentemente olvidan las sensaciones que esos cambios producían, las ganas de que los demás no los notaran, de pasar inadvertido, o de no ser molestado en algunos momentos y, casi como un reflejo, repiten las mismas conductas y hacen los mismos comentarios que les molestaban: “¡Pero si ya le está saliendo bigote! Ya es todo un muchacho” o

“¡Mira qué grandota y desarrollada estás!” Aunque en su momento no sabían adónde meterse, ahora hacen lo mismo. Se les olvida lo que sentían y en general no lo hacen con mala intención; sin embargo, todos podríamos recordar esto con mala intención; sin embargo, todos podríamos recordar esto y tratar de ser un poco más sensibles. Los cambios mismos, la sensación de rareza y el cansancio hacen que el púber tienda a volverse más introvertido, a querer estar más tiempo solo y a fantasear continuamente; el aspecto sexual se vuelve entonces uno de sus intereses principales. Por ejemplo, la maduración de los órganos sexuales y los cambios hormonales se relacionan estrechamente con la toma de conciencia de uno mismo como ser sexuado y con el aumento en el interés y el deseo sexuales característicos de la edad. Sin embargo, los aspectos culturales y sociales influyen mucho en la manera de percibir la nueva situación. Repercuten en la actitud que se toma y en las formas de expresión de dicho interés y deseo. El ambiente social puede fomentar la represión, permitir que se exprese con naturalidad, o que se exalte, y esto influye en la forma en que el joven ve y vive su propia sexualidad [Muss 1993]. Los cambios que se experimentan en esta etapa generan diversas emociones; es extraño descubrirse con un cuerpo distinto del que se tenía y que provoca sensaciones diferentes. Hay que habituarse al nuevo aspecto, y reconocer el nuevo cuerpo. El autoerotismo (o masturbación) se vuelve una actividad típica de esta edad; quizá sea éste el momento de la vida en que se practica con mayor frecuencia, lo que no implica que sólo se presente en esta etapa. El autoerotismo es causado por la necesidad de conocer y sentir el cuerpo en su nueva forma, así como por las sensaciones y emociones placenteras que provoca; por eso en esta etapa se da con mayor frecuencia y de manera más universal. En el proceso del desarrollo intervienen una parte física y una social. Es en la social en la que los maestros podemos influir de manera positiva.

La adolescencia El término “adolescencia” proviene de la palabra latina adoleceré que significa “crecer” y “desarrollarse hacia la madurez”. Es el período de transición entre la niñez y la edad adulta, y por eso mismo, como describe Hurlock [1994], es como estar en medio de un viaje en el cual ya se ha dejado el punto de 29


partida, pero todavía no se llega al destino. En alguna ocasión, un hombre muy sabio dijo: “Lo que sucede es que se ha cerrado una puerta sin todavía haberse abierto la otra, por lo que uno se encuentra en medio de la oscuridad sin saber lo que encontrará al otro lado.” En realidad, la adolescencia ha variado y varía según la época, las circunstancias y la cultura. Hace algunos años, eswte período del desarrollo era muy corto y las responsabilidades de la vida adulta se asumían antes. Se empezaba a trabajar más joven, se contraía matrimonio a menor edad, y se tenían hijos antes que lo que es la media actual. Hoy día, la adolescencia se ha prolongado, a veces hasta cerca de los 25 años. No obstante, en ciertos medios, en las zonas rurales o en algunas culturas no occidentales, la adolescencia sigue siendo muy corta o casi inexistente. Por ejemplo, los niños de la calle se ven obligados a vivir este momento de una manera muy distinta de cómo la vive un estudiante joven. E3n algunas culturas africanas, el paso de la niñez a la edad adulta se marca con un rito de iniciación, a partir del cual cambian el papel y las funciones del joven o la joven en la comunidad. El hecho de que la adolescencia se viva de maneras distintas no hace que una persona tenga un desarrollo más completo o, por el contrario, truncado; simplemente se vive de un modo diferente. De hecho, todos hemos vivido situaciones distintas y de una manera u otra, más lenta o más rápidamente, hemos vivido una etapa de preparación y transición a la edad adulta.

La adolescencia es un período durante4 el cual el individuo busca la adaptación sexual, social, ideológica y vocacional, así como la independencia de los padres. El final de la etapa tiene que ver con el grado de adaptación y madurez alcanzado. Con adaptación no me refiero a vivir según los parámetros socialmente esperados, sino a un sentimiento de adecuación, responsabilidad y seguridad que permita la independencia no sólo económica, sino también emocional, que no siempre es muy fácil de alcanzar. El inicio de la adolescencia se relaciona con el momento en que se ha alcanzado la madurez sexual; esto no significa que el crecimiento haya llegado a su fin. Sin embargo no es algo que tenga un inicio ni un término tan definidos. Aun desde antes de que los órganos sexuales alcancen su madurez total, empiezan a manifestarse los cambios emocionales y de 30

intereses; una vez culminada la maduración, el crecimiento y los cambios continúan y siguen siendo un tema de interés. El surgimiento del bigote y la barba, por ejemplo, puede seguir siendo motivo de preocupación hasta después de los 18 años; o saber con certeza si los senos ya han dejado de crecer o no. No obstante, es cierto que después de cierta edad (esto depende de cada individuo) los intereses varían y se orientan más a la relación con los padres, a la reafirmación de los propios valores e intereses, a las relaciones interpersonales entre gente de la misma edad a las relaciones amorosas. En la preadolescencia, las inquietudes se centran más en el desarrollo físico, en el cambio de la imagen corporal y social; se quiere saber “qué me está pasando y qué me va a pasar, así como qué le está sucediendo a los demás, por qué me siento de esta manera y qué nuevos cuidados debo tener con mi cuerpo”. También existe mucha curiosidad acerca de la concepción, del embarazo y de las relaciones sexuales; esta última es una inquietud funcional –es decir, cómo se hace, cómo puede la gente saber cómo tener relaciones sexuales y los efectos de éstas en diferentes momentos de la vida-, más que una curiosidad que los afecte personalmente, aunque se podría dar el caso de que así fuera. Se llegan a presentar casos en los que los niños de diez u once año pregunta qué pasaría si ellos tuvieran relaciones sexuales, a lo cual yo recomendaría dar una respuesta amplia, que abarque aspectos físicos y emocionales. Sería importante investigar qué es lo que suscitó la pregunta. Es común que en los primero momentos de la pubertad los chistes con connotaciones sexuales, de doble sentido y escatológicos aparezcan recurrentemente [Gesell, Ilg. y Ames 1987].Las primeras poluciones nocturnas (emisiones de semen durante el sueño) suelen despertar culpa, y ansiedad por falta de información, y aunque no haya preguntas abiertas sobre esto, sería recomendable abordar el tema. ¿Qué son los tampones? ¿Cómo es la menstruación? ¿Si estás embarazada y tienes relaciones sexuales, te puedes volver a embarazar? Todas éstas son preguntas frecuentes a esta edad. Una vez pasada la pubertad, la atención suele centrarse más en el grupo de compañeros y en las relaciones que se establecen con ellos o a través del grupo, sin hacer a un lado, por supuesto, los aspectos del desarrollo físico y la imagen corporal, que siguen en proceso. Se


podría hablar de los primeros ensayos de relación amorosa (en los que entran en juego much9os factores) y de un interés por los aspectos sociales y morales de la sexualidad: ¿Cómo me puedo acercar a la chica que me gusta? ¿Hasta dónde debo permitir que llegue el juego sexual? ¿Qué les interesa a las mujeres y a los hombres? Las inquietudes y las dudas se modifican conforme se va creciendo y según se va integrando la identidad. La pubertad difiere de la adolescencia en que es el periodo en el que se alcanza la madurez sexual; mientras que la segunda abarca todos los aspectos del crecimiento y la maduración. A lo largo de esta especie de viaje, el adolescente debe prepararse para enfrentar el mundo adulto, que es su destino aparente. Para ello debe abandonar el mundo infantil, en el cual tenía una posición de dependencia y la necesidad de protección, con un papel, comodidades y responsabilidades distintos. De la misma manera, el adolescente se despoja de un cuerpo infantil en constante cambio sin que él tenga ningún control sobre ello. Así también deja atrás a sus padres de la infancia; la relación con ellos cambia y se modifican los lazos para establecer nuevas maneras de relación y comunicación. Todo cambio y todo proceso emotivo se acompañan de tensión emocional; en este caso es importante dejar atrás viejos hábitos, parámetros de acción y pensamientos ya conocidos, para establecer otros nuevos. Hay ambivalencia tanto en el adolescente como en sus padres, pues por un lado se desea crecer y por el otro se teme perder lo conocido.

LAS READAPTACIONES, ADAPTACIONES Y REACCIONES PROPIAS DE ESTE PERIODO Existen ajustes emocionales cuyo objetivo es asumir el cambio de apariencia y de estructura, lo provocado interna y externamente por el desarrollo, la diferencia de status, las expectativas del medio y las propias y el cambio en las relaciones interpersonales. El individuo constantemente tiene que poner a prueba sus habilidades y capacidades de adaptación en una situación desconocida y ante la necesidad de ser aprobado por el medio. En la búsqueda de aceptación y reconocimiento socia, el adolescente tiende a guardarse emociones que socialmente no son bien vistas; por ejemplo, reprime la ira, el temor y los celos, que se manifiestan

entonces en una fachada de extrema seguridad y reto constantes; se pueden traducir también en aislamiento y depresión o en falta de interés por lo que lo rodea. Algunas actitudes pueden servir de máscara para ocultar otros sentimientos. En ocasiones, el adolescente puede ser muy impulsivo y activo, y poco tiempo después aislarse y perder el interés por completo. A veces tiene arranques de furia y desaprobación frente a algo que momentos después le parece lo mejor que ha visto. También tiene con frecuencia grandes dificultades para tomar decisiones; decidir siempre implica perder algo y, cuando no se sabe realmente lo que se quiere, renunciar a una opción por otra cuyos resultados se desconocen parece complicado. El temor se relaciona con el miedo a no ser capaz, con la angustia de equivocarse o de estar actuando inadecuadamente. Es posible que el muchacho sienta que al cometer un error perdería la aceptación y el cariño de quienes lo rodean. Es conveniente por ello que los padres y los docentes permitan a los jóvenes experimentar y probar sus propias habilidades; es menester hacerles sentir que confiamos en ellos y que ellos pueden estar seguros de que estamos ahí para lo que sea necesario; se recomienda permitir al adolescente tener su espacio, con ciertos límites que lo contengan, sin alejarse demasiado pero dando confianza y seguridad. El adolescente necesita experimentar y ensayar en un ambiente de seguridad, cariño, aceptación y confianza.

Los nuevos logros y poner a prueba con éxito las habilidades tanto sociales como físicas e intelectuales son fuente de grandes satisfacciones, así como los momentos que se comparten con el grupo de amigos cercanos. Los logros de los primeros ensayos realizados en conjunto brindan mayor confianza y seguridad en uno mismo. No todo tiene que ser temores y preocupaciones; de hecho, a esta edad se pueden tener muchas satisfacciones, se puede desarrollar la creatividad y explotar la energía en actividades constructivas e innovadoras. La capacidad de idear y fantasear puede ser muy vasta, lo cual, bien encausado, será de gran provecho al individuo. En ocasiones, por la impulsividad propia de la edad, se presentan algunas dificultades de control. A menudo se observa también cierta desubicación temporal; es decir, en un momento determinado al joven le puede parecer que es 31


inminente resolver una situación que va a presentarse dentro de varios meses, y, paralelamente, un problema del momento puede no recibir mucha atención de su parte. No hay una definición real del pasado, el presente y el futuro, y algo que ya sucedió o lo que va a ocurrir dentro de mucho tiempo puede ser motivo de angustia. Un conocimiento profundo de la adolescencia ayudará a comprender el comportamiento de los jóvenes y a responder a sus intereses. Será más fácil tener una actitud empática y así, muy probablemente, el programa tendrá mejores resultados.

LA IDENTIDAD Y LA SEPARACIÓN DE LOS PADRES En esta etapa, el adolescente intentará reafirmar su identidad, su autoconcepto, su sentido de responsabilidad, sus capacidades de comunicación y relación, su autonomía y su habilidad para resolver problemas [Monroy 1994]. Esto hace que el joven –sobre todo en los primeros momentos de la adolescenciaentre en un periodo de crítica y reto constante a la autoridad, en el que rechaza los principios y los valores aprendidos. En este proceso pone a prueba su bagaje, para seleccionar e internalizar lo que, en su opinión, lo definirá en su vida futura. El interés por los padres disminuye y el adolescente opta por los momentos de soledad y por la compañía de sus coetáneos. Busca una imagen que le sirva de guía, que puede ser una persona cercana, como un profesor a algún pariente mayor que él, una figura famosa o algún líder, con la que se identifica y a la que toma como punto de referencia. El adolescente trata de separarse de sus padres para edificar su propia identidad, y por ello rechaza de entrada muchas de las imposiciones o reglas establecidas por sus padres. Es el momento de separarse, para poder volver a acercarse, después, desde otra perspectiva. El adolescente intenta alejarse de los padres para verlos como individuos independientes de él mismo, y crear entonces una identidad propia y autónoma, sin que esto implique rechazar a los progenitores.

Esto no quiere decir que el adolescente propiamente dicho o el niño no tengan una identidad; sí la tienen, pero en este periodo se reafirma, se redefine y reestructura. En el proceso, el joven adopta identidades transitorias, ocasionales y circunstanciales [Aberasturi y Knobel 1996]; esto significa que 32

a ratos ejerce una postura muy adulta, o muy infantil, segura o seductora, y después la cambia por otra quizá totalmente distinta, dependiendo de las circunstancias. Esto forma parte, justamente, de la identidad adolescente. El objetivo final, según Erikson [citado en Aberasturi y Knobel 1996], es conseguir una estructura estable y continua, que permita los cambios y el dinamismo, y que así se conserve. Conforme se alcanza la madurez, el distanciamiento de la familia se va haciendo menos marcado, y la convivencia con los padres se restablece, aunque distinta de la que se tenía en la niñez. Por supuesto, esto depende del tipo de relación existente entre padres e hijos. También hay que tener claro que cada individuo vive este proceso de manera distinta y que en algunos la rebeldía y el reto se manifiestan mucho más que en otros; en cuanto a las diferencias entre los padres e hijos o entre docentes y alumnos no hay regla; pueden ser bastante llevaderas, o, por el contrario, motivo de distanciamiento, pleitos y discusiones constantes. Cuando ya ha logrado integrar su propia identidad, el joven adquiere mayor capacidad para fijarse metas reales, establecer relaciones íntimas, aceptar su propia imagen corporal y diferenciarse de su grupo de compañeros. Mientras lo logra, el adolescente tiende a fantasear y a intelectualizar, tal vez como una manera de controlar y dar sentido a lo que le sucede; asimismo, como parte del proceso en curso, el grupo de amigos adquiere para él vital importancia y se convierte en el centro de su atención. EL GRUPO La socialización es un proceso de aprendizaje y adaptación a las normas y expectativas sociales, y su importancia en esta etapa es decisiva. Una buena socialización y los sentimientos de adecuación que se logren en este periodo repercutirán directamente en la vida futura del individuo. El adolescente y las personas que lo rodean son conscientes de la necesidad de cambiar las conductas y las actitudes. El joven se da cuenta de qué reacciones y conductas son las que le generan mayor éxito social y una sensación de adecuación y conformidad consigo mismo, y cuáles son las que alejan a sus semejantes. No siempre es sencillo manejar esto pues, en ocasiones, aunque se tenga una idea de lo socialmente esperado, no se cuenta con las herramientas necesarias


para cumplir las expectativas. Otras veces los caminos que llevan al reconocimiento de los demás no son congruentes con la persona y le causan conflicto. Si bien uno puede advertir, por ejemplo, que se consigue popularidad siendo extrovertido, no siempre se logra vencer la timidez; quizá también se sepa que está bien visto salir con muchas personas del otro sexo, sin embargo, tal vez a uno no le entusiasme la idea. Como ya se ha dicho, la nueva condición que ofrece el aspecto del cuerpo casi adulto, entre otros factores, despierta el interés por el sexo complementario y la preocupación por parecer atractivo para éste. El adolescente se esmera en resaltar las características que podrían llamar la atención y se dan las primeras aproximaciones a personas del otro sexo, con la ayuda y la contención del grupo. El grupo se transforma en una identidad sumamente importante en la cual el adolescente encuentra seguridad y estimación personal. En el grupo se observa un fenómeno de identificación muy fuerte en el que parecería que todos son iguales, que no toleran la diferencia y que se trata de una entidad indivisible. El adolescente se vuelve dependiente del grupo de amigos y transfiere el bienestar que antes sentía en su familia a esta nueva entidad tan importante para él. Sentirse aceptado por un grupo externo a su núcleo familiar lo motiva a independizarse y le da mayor seguridad. El grupo se transforma en su continente, pues, desde un punto de vista social, el adolescente necesita imperiosamente pertenecer a un clan. Los adolescentes comparten situaciones y tienen preocupaciones comunes; y hacen ensayos de relación, independencia e individuación, en un marco que les da la seguridad de pertenencia, ya que todos ellos están pasando más o menos por la misma situación. Dentro del clan de amigos, el adolescente puede expresar muy libremente sus ambivalencias, temores y antagonismos. Esto se observa muy claramente cuando se dan los primeros galanteos; veamos un ejemplo. Mariana y Pedro se gustan, pero no se lo dicen directamente el uno al otro. Lo comentan con sus amigos o amigas, quienes se encargan de que el otro se entere. Se supone que ella no debe saber que él lo sabe, y viceversa. Los amigos insisten en que Mariana es una chica atractiva y que haría bien en salir con ella, y a Mariana le dirán cosas similares que la alienten. Todo está preparado y lo más seguro es que ambos acepten. Quizá planeen una salida en grupo, durante la cual los camaradas buscarán el momento de dejarlos solos, incitándolos a que hablen del tema y establezcan una relación.

La presencia cercana del grupo, sus consejos y comentarios tienen una función importante. A los jóvenes les resulta mucho más sencillo acercarse a la otra persona de esta manera que por iniciativa propia. La socialización con el grupo puede ser un aspecto muy positivo, pues permite que se hagan los primeros ensayos de nuevas situaciones; sin embargo, en ese afán imperioso de sentirse parte de algo, el joven puede restringir su expresión personal, actuar de manera estereotipada y emprender conductas con las cuales no necesariamente está de acuerdo. Utilizando el mismo ejemplo, sería posible que a Mariana no le gustara Pedro y, sin embargo, por la insistencia de sus amigas y por la presión que siente, acceda a salir con él sin que realmente lo desee; esto le dejaría sensaciones desagradables, de incomodidad e impotencia. A veces es tanta la presión que se ejerce sobre el individuo que busca seguridad y pertenencia, que éste prefiere renunciar a sus propias convicciones con tal de no estar solo. Los grupos están tan herméticamente cerrados que es casi imposible que un nuevo miembro se pueda integrar; por ello limitan las oportunidades de aprender cosas nuevas y expresarse en la diversidad. Finalmente, los grupos hacen que quienes no logran pertenecer a ellos se sientan solos y menospreciados. Es importante entonces valorar con los jóvenes su individualidad, aun cuando pertenezcan a un grupo. Para ejemplificar con ellos la dinámica del grupo, se pueden simular situaciones en las que un muchacho intente pertenecer al grupo y los demás le nieguen o condicionen la entrada. También se puede hacer un ejercicio que consiste en formar un círculo y establecer una clave de entrada; la clave es el requisito que el joven que desea ingresar debe satisfacer: bailar, cantar algo en especial, hace algo, en fin, lo que ellos decidan. Entonces, un joven que desconoce la clave intenta entrar. Tiene que averiguar qué hacer para no quedarse fuera. En ambos casos, el ejercicio sirve para analizar cómo se sienten al estar fuera, cómo al estar dentro, cuáles son las diferencia, qué similitudes tiene esto con lo que viven a diario y qué otras opciones hay. Asimismo, éste es un buen momento para reflexionar sobre lo que hace valiosa a una persona y cómo ser diferentes nos enriquece y no enseña nuevas cosas. Esto se relaciona mucho con la autoestima y la seguridad en uno mismo.

Los clanes de adolescentes crean sus propias reglas, explícitas o implícitas, y todos los 33


integrantes deben siendo aceptados.

cumplirlas

para

seguir

En la primera etapa de la adolescencia, este fenómeno se presenta de manera más abierta y está claro que para pertenecer al grupo hay que cumplir con ciertos requisitos y condiciones, como pasar por un ritual o una iniciación, y después mantenerse leal a lo pactado. Existen restricciones, como no tratar con cierto tipo de gente, manejar un lenguaje específico y realizar algunas actividades. Sobre todo en este momento, compartir con un semejante los cambios corporales y sociales que se experimentan cobra vital importancia. Más adelante, esto ya no resulta tan claro ni se acepta del mismo modo, pero el joven sabe que tiene que cumplir con ciertas características para poder convivir con el grupo y acceder por este medio a un status, a la práctica de algunas actividades y al éxito con el sexo complementario. Si la necesidad de aceptación del adolescente es muy grande y su grupo exige, por ejemplo, conseguir drogas para ser alguien importante, se puede sentir presionado a hacerlo aunque en el fondo no esté de acuerdo. Y lo mismo sucede si se siente incómodo porque el resto de sus amigos ya tuvieron experiencias sexuales y él no. Hurlock [1994] menciona que para el adolescente la experiencia de ser menospreciado o rechazado por sus coetáneos puede ser muy deprimente, y ser aceptado o elegido como líder puede ser una de las que más lo enorgullezcan. La posición que ocupa en el grupo está determinada por el grado de aceptación que le conceden sus semejantes; esto, a su vez, es el parámetro que utiliza para medirse él mismo. Mantener la identidad personal, aun dentro de esta fusión, es indispensable. Para que el individuo pueda negarse a cumplir todas las reglas del grupo, que en ocasiones llegan a ser humillantes, debe sentirse seguro y confiado, tener claro que su valor como persona va más allá de que satisfaga o no los requisitos grupales y que tiene mucho más que ofrecer. La socialización con los camaradas es una de las principales preocupaciones del adolescente; a menudo no se siente preparado para ella. Los padres prefieren no interferir mucho porque suponen que como el muchacho está acostumbrado a convivir con otros jóvenes y tiene amigos y actividades, no necesita mayor ayuda al respecto ni es algo que lo agobie. Los docentes pueden creer que es algo íntimo de los jóvenes y que no se 34

relaciona con su asignatura, por lo que no les corresponde intervenir. Es un hecho que lo que el adolescente siente sobre este asunto es algo íntimo y personal, pero le hace bien ser escuchado, comprendido y alentado por personas importantes para él, como lo son sus padres y sus profesores. Una cosa es orientar y apoyar y otra decirle al joven lo que debe hacer. Existen algunos aspectos que ayudan a tener una socialización adecuada en la adolescencia [Hurlock 1994]: - Tener bases adecuadas desde la infancia que permitan forjar un modelo de conducta funcional. Haber tenido la oportunidad de socializar adecuadamente en la infancia, haber aprendido a respetar los límites de los demás y expresar los propios límites y necesidades. - Tener un modelo positivo, imagen a seguir.

un guía a una

- Tener oportunidades de socializar, de conocer gente y nuevos grupos de amigos. Para que el joven pueda aprender a socializar, es necesario que los padres se lo permitan, que lo dejen salir con amigos de ambos sexos y tener actividades con ellos. - Saber que existen diferentes expectativas, valores y visiones del mundo. Esto facilita el respeto, el pensamiento flexible, la tolerancia y la valoración de los seres humanos más allá de los estereotipos. La sexualidad y las actitudes hacia ella también son algo que se moldea en la socialización, y la pubertad y la adolescencia son momentos decisivos para ello. Las actitudes hacia la sexualidad son particularmente vulnerables a los mensajes que se envían en los medios masivos de comunicación, y tienden a cumplir con estereotipos que, a juicio de los adolescentes, les darán mayor status dentro del grupo de amigos y en el mundo adulto [McCary 1996]. Los adolescentes suelen atribuir mucho valor a la atracción sexual, que les funciona como un buen medio para ganar el reconocimiento de los demás y sentirse así más seguros. Según los mensajes que reciben, el hombre alcanza el éxito y la aceptación por su capacidad de seducción: cuanto mayor sea el número de mujeres que logre conquistar, mayor será su valor como hombre entre sus semejantes, y también para algunas de las personas mayores que lo rodean. Esta idea puede convertirse en un valor social, y de hecho existe como valor arraigado en algunos


adultos, quienes siguen repitiendo patrones en sus relaciones.

estos

Por otro lado, siguiendo la misma pauta, la mujer cree que adquiere más valor si es sexualmente atractiva y si sus compañeras –a veces también su propia madre- la admiran por su capacidad de seducción. Al mismo tiempo se espera que sepa detener la conquista en el momento oportuno y que no tenga conductas sexuales que puedan dañar su reputación, haciéndola quedar como una chica “fácil”. Desde la infancia se aprende que la apariencia física es un medio eficaz para que las mujeres sean reconocidas, mientras que los hombres destacan más por las actividades que realizan y por sus habilidades corporales. Esta idea se acentúa en la adolescencia, y a veces perdura toda la vida. La adopción de estas ideas está estrechamente relacionada con la socialización de la sexualidad y con los resultados que se obtienen al presentar ciertas conductas. Si ya de por sí en este periodo del desarrollo se le da gran importancia al aspecto físico, a partir de estas premisas sobre el reconocimiento y el éxito, este factor se vuelve primordial. Frecuentemente las jóvenes se obsesionan por estar esbeltas y a la moda y por lucir atractivas, muchas veces no sólo para los hombres sino para sus mismas compañeras, entre quienes la competencia por la aceptación se hace evidente. Asimismo, la necesidad de demostrar a los demás que se es capaz se centra muchas veces en la capacidad de seducción, ya sea por la apariencia o por las habilidades físicas, como la fuerza o la destreza. Aunque todos estos aspectos pueden formar parte de un desarrollo normal, también pueden generar sentimientos de inadecuación e inseguridad en quienes no cumplen por completo con los parámetros exigidos para ser aceptados en el grupo de amigos.

35


PSICOLOGÍA DEL DESARROLLO: EL MUNDO DEL ADOLESCENTE Eduardo Martí EL CUERPO CAMBIANTE DEL ADOLESCENTE Durante la segunda década de la vida, importantes cambios biológicos van transformando a niños y niñas en personas maduras tanto física como sexualmente. El cuerpo se modifica e forma visible y este cambio es el que nos indica que los niños y las niñas entran en una nueva etapa –la adolescenciade grandes repercusiones psicológicas. De forma concomitante, la maduración sexual convierte a los jóvenes en individuos capaces de experimentar y satisfacer su deseo sexual y de procrear. A todos estos cambios biológicos, muchos de los cuales se traducen de forma visible por cambios morfológicos, se les denomina pubertad (ver Cuadro 1). Cuadro 1. El mecanismo biológico de la pubertad Un complejo entramado de regulaciones entre el sistema nervioso (principalmente el hipotálamo), el sistema endocrino (hipófisis, tiroides, glándulas suprarrenales y gónadas –ovarios y testículos) y las hormonas sexuales y de crecimiento secretadas por estos órganos, es el responsable de los cambios morfológicos y sexuales de los adolescentes. Aunque a lo largo de la niñez, niños producen bajos niveles de hormonas masculinas (andrógenos) y femeninas (estrógenos) en cantidades parecidas, es a partir de cierta señal enviada por el hipotálamo que se produce la producción hormonal propia de las chicas (que empieza alrededor de los 9 ó 10 años) y de los chicos (que empieza alrededor de los 10 ó 11 años). Al cabo de unos cuatro años sus cuerpos ya son básicamente unos cuerpos adultos y ambos son maduros sexualmente. Pero la secreción hormonal continúa aumentando a lo largo de la adolescencia y en la etapa adulta temprana llegando a su cumbre a los 20 años.

Pubertad y adolescencia son, pues, dos realidades íntimamente asociadas pero que es necesario distinguir. Mientras que el término “pubertad” hace referencia a las transformaciones biológicas y morfológicas que ocurren en un periodo muy característico de la vida de cualquier persona (sobre todo entre los 10 y los 16 años), el término de 36

“adolescencia” se refiere a los cambios psicológicos asociados a la etapa de la vida que transcurre entre la infancia y la etapa adulta. La pubertad suele ser un periodo mejor delimitado que la adolescencia, pues, depende de unas causas más precisas que los cambios psicológicos que constituyen la adolescencia. Es posible que un niño empiece su pubertad algo después de que se hagan patentes los primeros cambios psicológicos propios de la adolescencia (una nueva manera de relacionarse con sus amigos, una nueva conciencia sobre las cosas y sobre sí mismo, un replanteamiento de su identidad). Es también posible (y bastante frecuente en nuestras sociedades tecnológicamente avanzadas) que un joven de 20 años, por ejemplo, biológicamente maduro, presente todavía aspectos psicológicos típicamente asociados a la adolescencia (en su forma de pensar, en su comportamiento social, en sus intereses, en su personalidad). Pero pubertad y adolescencia están naturalmente asociadas, pues, muchos de los cambios físicos del adolescente, aunque no constituyan causas simples y directas de su comportamiento pueden tener claras repercusiones en su conducta sexual, en el desarrollo de su identidad (autoimagen, identidad sexual, gustos y preferencias) y posiblemente en el afianzamiento de determinados comportamientos sociales (relaciones con los amigos y con la familia, escala de valores, elección profesional). Por esto es importante conocer cómo se transforma el cuerpo de las chicas y el de los chicos durante la pubertad, sobre todo en aquellos aspectos que suelen tener claras repercusiones psicológicas (para conocer más detalles sobre el desarrollo físico y biológico se pueden consultar las obras clásicas de Tanner –1962, 1978- o algunos capítulos de la obra de carácter más divulgativo de Corbella y Valls, 1993). 2.1 EL ESTIRÓN DEL ADOLESCENTE No hay nada más común que el comentario “¡pero cuánto ha crecido!” dedicado a un adolescente que está en plena fase de pubertad. El aumento de estatura es uno de los rasgos más claros de la transformación del cuerpo del adolescente. Pero curiosamente, y en contra de lo que se podría pensar, no es durante la adolescencia cuando las personas crecen más deprisa sino a lo largo de los dos primeros años de vida. Pero dejando aparte este periodo en el que los bebés no tienen ni voz ni voto a pesar de lo mucho que crecen


(alrededor de 20cm en el primer año), la velocidad de crecimiento va disminuyendo a lo largo de la infancia hasta volver a aumentar de forma repentina durante la adolescencia. Así, la media de crecimiento entre los 3 y 4 años es de 7cm aproximadamente, entre los 9 y los 10 años es de 5, 6cm mientras que a partir de los 10-11 años la media de crecimiento vuelve a aumentar para las chicas y a partir de los 12-13 años vuelve a aumentar para los chicos. El crecimiento se detiene a una edad media de 16 años en las chicas y de 19 años en los chicos (ver Tabla 1 y Figuras 1ª y 1b).

La puesta en marcha de los factores que estimulan el crecimiento durante la pubertad suele empezar tres o cuatro años antes de la aparición de los caracteres sexuales secundarios (vello axilar y pubiano, desarrollo del pene y de las mamas, etc.). Aunque el ritmo de crecimiento en estatura durante la adolescencia es muy parecido en ambos sexos, los chicos consiguen una altura más elevada que las chicas ya que su periodo de crecimiento prepuberal es más largo (los chicos suelen iniciar la pubertad después que las chicas y parten de una talla más alta que la de las chicas cuando se produce el estirón).En un mismo individuo el crecimiento no siempre es igual y uniforme y depende de diferentes factores fisiológicos y ambientales. Hoy se sabe, por ejemplo, que los típicos estirones que se perciben tras una enfermedad (una gripe por ejemplo) no son sólo fantasías de la madre o elucubraciones de la abuela; parece ser que la fiebre es un estimulante de la liberación de la hormona de crecimiento. También suelen haber variaciones estacionales en el crecimiento, siendo más frecuente el aumento de altura en primavera y verano. El crecimiento está programado genéticamente: existe una clara correlación entre la estatura de los padres y la de los hijos. Pero también es cierto que sobre esta base genética, diferentes factores ambientales relacionados con los hábitos de vida (como por ejemplo la calidad y equilibrio de la nutrición, las horas de sueño, el ejercicio, la ausencia de enfermedades graves, etc.) resultan esenciales para garantizar un crecimiento óptimo del cuerpo. Por esto no es extraño que, un mismo país y dependiendo de factores sociales y económicos, la estatura de los jóvenes se modifique a lo largo de los años (ver Cuadro 2). Cuadro 2. estatura

Los

cambios

seculares

de

la

En el siglo XV, los hombres españoles no llegaban a 1.60 metros de estatura. Actualmente, la altura del hombre se sitúa en 1,75 y la de la mujer en 1,62. La evolución de la estatura ha sido muy clara durante los últimos 25 años. De los datos que se conocen sobre los chicos de 18 años, si en término medio en 1967 la estatura era de 1,67, en 1992 fue de 1,75. Esta tendencia se ha podido encontrar también en otros países como Estados Unidos o Japón. Se da también la circunstancia de que las personas no sólo crecen más sino que lo hacen de forma más rápida: actualmente los chicos alcanzan la altura máxima alrededor de los 19 años mientras 37


que hace cincuenta años no la alcanzaban hasta los 29 años. (Datos oficiales citados en Silvestre, Solé, Pérez y Jodar, pág. 20; ver también, Corbella y Valls, 1993, pág. 39)

La morfología del cuerpo también se transforma durante la pubertad, y a veces de forma poco sincrónica. Algunas partes (como los pies, las manos, los brazos o las piernas) pueden crecer antes que otras (como la anchura de las espaldas y la caja torácica), lo que puede conducir a ciertas desproporciones que pueden preocupar al adolescente; pero estas desproporciones desaparecen una vez completado el desarrollo corporal. Igualmente, la forma del cuerpo se va moldeando de forma diferencial en chicos y chicas durante la adolescencia hasta llegar a la morfología típica de un cuerpo adulto. Los chicos presentan una espalda más ancha y un cuello musculoso mientras que las chicas desarrollan los pechos y ensanchan sus caderas. En los chicos, los depósitos de grasa disminuyen, lo que les hace aparecer más musculosos y con formas más angulares que las chicas. En estas últimas los depósitos de grasa aumentan notablemente a partir de los 15-16 años con lo que la proporción muscular es menos que en el chico y la apariencia general más redondeada y menos angulosa. Naturalmente, estas transformaciones tienen una repercusión clara en el peso, que aumenta de forma considerable durante la pubertad y cuya evolución va pareja con el crecimiento físico general del cuerpo. Como veremos más adelante, el peso, en tanto que indicador claro de la transformación global del cuerpo, es uno de los factores que preocupa más a los adolescentes (sobre todo a las chicas) en el lento proceso de aceptación de su cuerpo. Los cambios físicos tienen también una clara repercusión en la fuerza que desarrollan chicos y chicas durante la pubertad. Mientras que antes de la pubertad existe muy poca diferencia entre la fuerza de unos y otros (por ejemplo la fuerza de presión de la mano o de empuje del brazo), a partir de los 13-14 años, la diferencia se acentúa. Esta diferencia juega un papel importante no sólo en el tipo de actividades que chicos y chicas son capaces de hacer y eligen sino que, al igual que otras muchas características físicas y sexuales, constituyen la base física a partir de la cual se van elaborando las identidades diferenciales de uno y otro sexo.

38

2.2 EL DESARROLLO SEXUAL Paralelamente a estos cambios del tamaño y de la forma general del cuerpo de los adolescentes, una serie de cambios físicos, directamente ligados a la maduración sexual ocurren también a lo largo de la pubertad. Los órganos sexuales primarios (aquellos órganos implicados en la reproducción) crecen y consiguen un funcionamiento maduro. En las chicas, gracias a diferentes hormonas sexuales entre las que destacan los estrógenos, los ovarios son capaces de producir y desprender óvulos maduros que si no son fecundados originan la menstruación (lo que comúnmente se conoce como “la regla”). En los chicos, los testículos, gracias a la acción de variadas hormonas masculinas entre la que destaca la testosterona, consiguen producir espermatozoides que junto con otros elementos producidos por los mismos testículos y otros órganos (como la próstata) componen el semen. Los chicos son entonces capaces de eyacular. Aunque el pene tiene capacidad de erección desde el nacimiento, hasta la pubertad los chicos no presentan erecciones con facilidad, ya sea espontáneamente (poluciones nocturnas) o ante algún tipo de estimulación sexual. Paralelamente a la maduración de los órganos sexuales primarios, van apareciendo signos anatómicos y fisiológicos externo, las características sexuales secundarias, que señalan con claridad la diferencia entre chicos y chicas (vello axilar y pubiano, mamas, pene y testículos principalmente). La aparición de éstas y otras características asociadas (como el acné y el cambio de voz) pueden diferir considerablemente de un individuo a otro según variados factores internos y ambientales, aunque existe una secuencia temporal bastante característica que puede servir de orientación general (Ver Tabla 2).


Padres y adolescentes suelen considerar la menarquía (primera menstruación) como el signo del inicio de la pubertad. En realidad, la menarquía aparece en una fase avanzada en el conjunto de los cambios de la pubertad. Y mucho antes de que ésta se produzca, la producción de estrógenos aumenta y genera ya los primeros cambios visibles en el cuerpo de las chicas. Otra confusión frecuente es creer que la menarquía es signo de madurez reproductiva. Sin embargo, los primeros periodos menstruales suelen ser irregulares y en muchos casos ocurren sin ovulación. Es cierto que algunas adolescentes pueden concebir poco después de su primera menstruación, pero muchas no son fértiles hasta pasados uno o dos años.

de los 17 años, unos dos o tres años más tarde que hoy en día. Todos estos cambios en la aparición de la pubertad (o para ser más precisos, de algunas manifestaciones de la pubertad) son, pues, moneda corriente e independientemente de su interpretación última, nos han de ayudar a aceptar la gran variabilidad de los ritmos de crecimiento de los chicos y las chicas adolescentes. Factores ambientales como la nutrición, el estrés, el ejercicio físico, el tamaño de la familia o el nivel socioeconómico pueden ser decisivos en el ritmo del desarrollo puberal.

Aunque en término medio la menarquía suele aparecer a los 13 años y medio, puede ocurrir entre los 9 y los 17 años. Numerosos estudios confirman que la edad de aparición de las primeras menstruaciones se ha ido adelantando en las últimas décadas. Pero no está claro que esta tendencia haya existido siempre (ver Cuadro 3).

Como se verá en el capítulo 4, la imagen que los adolescentes y las adolescentes van elaborando de su cuerpo es una dimensión muy importante en la progresiva construcción de sus personalidades.

Cuadro 3. La aparición de la menarquía A finales del siglo XIX, la mayoría de muchachas americanas tenían su primera regla entre los 14 y los 15 años; actualmente esto ocurre alrededor de los 13 años. Igualmente, estudios realizados en Noruega indican que la edad media de la menarquía ha descendido notablemente: ha pasado 17 años (en el año 1850) a 13 años (en el año 1960). Pero esta tendencia no ha de tomarse como algo absoluto. Hay indicios que nos muestran que en siglos aún más anteriores, los jóvenes alcanzaban la pubertad alrededor de los 13 ó 14 años, edad en la que se solían realizar muchos matrimonios. Es, pues, muy posible que la tendencia muy marcada de atraso en la aparición de la menarquía en el siglo XIX se deba a condiciones de vida muy miserables ligadas a la concentración de la población en ciudades y suburbios. Esto nos muestra, una vez más, que una serie de factores ambientales (nutrición, higiene) ligados a las condiciones de vida pueden jugar un papel decisivo en el ritmo de aparición de las diferentes manifestaciones de la pubertad.(Ver Hoffman, Paris y Halls, 1996, pág. 6 y Corbella y Valls, 1993, pág. 39)

Datos parecidos han sido obtenidos para los chicos: parece que actualmente los chicos entran en la pubertad antes del momento en que lo hacían hace unos siglos. Así lo atestiguan los archivos del siglo XVII de la iglesia de Leipzig que nos indican que la mayoría de chicos cambiaban la voz alrededor

2.3 CONSECUENCIAS PSICOLÓGICAS DE LA PUBERTAD

Ante los cambios físicos tan drásticos que acaban de ser descritos no es de extrañar que el adolescente necesite un tiempo para integrar y aceptar psicológicamente la imagen de su cuerpo. No es extraño tampoco que pueda preocuparse por los cambios que va experimentando. Es de sobras conocido el interés que los adolescentes tienen por su desarrollo físico, por su talla, por su peso y por el desarrollo de los diferentes caracteres sexuales secundarios. Esta autoconciencia les lleva muchas veces a exagerar y a marcar, a través de diferentes comportamientos ligados a la moda o a la indumentaria, su identidad sexual. Pero los adolescentes no se preocupan por igual de todos los signos externos de la pubertad y esta preocupación difiere en algunos casos si se trata de chicas o de chicos (ver Cuadro 4) Cuadro 4. Algunas de las características corporales que más preocupan a los adolescentes españoles. (Se indica el porcentaje de chicos y chicas que citan las características en cuestión Moraleda, 1992, pág. 191) %de Chicos % de Chicas Desarrollo lento

42

37

Bajo/a

35

23

39


Alto/a

25

51

Poca fuerza

30

--

Acné

50

80

Grueso/a

25

56

Flaco/a

25

50

Rostro vulgar

--

45

Los adolescentes se fijan, pues, de manera prioritaria en aquellas características salientes valoradas por su entorno: el peso (sobre todo en las chicas), la estatura, la fuerza (en los chicos), el acné o el hecho de que consideran que su desarrollo es demasiado lento. La imagen de un modelo de cuerpo –un cuerpo ideal- vehiculado por sus compañeros, su familia o por los medios de comunicación, les hace ser sensibles a las desviaciones que perciben entre sus cuerpos y este modelo de referencia deseado. Es innegable que las reacciones de los adolescentes a su propia pubertad dependerán en gran medida de las pautas de comportamiento, sentimientos y valoraciones sobre la sexualidad que han tenido durante la niñez y de la reacción de sus padres y compañeros a su cambio de apariencia. Este proceso de integración y aceptación del cuerpo es diferente para las chicas y los chicos. En términos generales, las adolescentes suelen aceptar con más dificultad que los adolescentes sus cuerpos: se siente, con más frecuencia que los chicos, feas y poco atractivas. Es bien conocida la preocupación que las chicas tienen sobre su cuerpo y especialmente sobre su peso. Cuando alcanzan la madurez sexual, las chicas, en una alta proporción, no aceptan el aumento normal de grasa en sus cuerpos y desean ser más delgadas. Esta tendencia se encuentra en todas las clases sociales, aunque es más acentuada en las clases altas. En muchas chicas (no en los chicos), el ideal de belleza genera, pues, autoevaluaciones negativas de su cuerpo aunque el desarrollo físico sea normal. Esto puede llevarlas, en el caso de que perciban una gran distancia en relación a su cuerpo ideal, a un sentimiento de baja autoestima y a comportamientos alimenticios que pueden ser 40

nocivos para su desarrollo (Lerner y Foch, 1987, pág. 192). En algunos casos, estas dificultades pueden combinarse con otros conflictos psíquicos y desembocar en trastornos graves de la conducta alimenticia como la anorexia mental, que exige un tratamiento médico y psicológico específico. Es imprescindible insistir, de cualquier manera, en la importancia de una alimentación sana y equilibrada, tanto más importante en un período como la pubertad que exige dosis suplementarias de aportes nutritivos. Se sabe que los hábitos alimentarios adquiridos en esta etapa suelen perdurar en la vida adulta, lo que hace que sea primordial corregir cualquier anomalía y educar a los adolescentes en la adopción de hábitos alimenticios y físicos apropiados. Cuando aparece el crecimiento rápido, la ración de alimentos tiene que incrementarse hasta alcanzar los niveles de la dieta adulta en los grupos básicos de alimentación: carnes (carne, pescado, huevos, legumbres), frutas y vegetales (los que comportan vitamina C – como los cítricos- y A –verduras-), cereales y pan (granos integrales, arroz, pasta y pan) y leche (queso, yogur, postres con leche). Un adolescente en pleno crecimiento necesita al menos un litro de leche diaria (o su equivalente) para satisfacer sus necesidades de calcio y obtener proteínas de buena calidad. En el momento en que se inicia la menstruación, las chicas necesitan un suplemento de hierro. En todos los casos, es importante que se inculque en los adolescentes la preocupación por el papel que tiene la nutrición para aumentar la capacidad energética necesaria en este período e indispensable para desarrollar una buena forma física e intelectual (Corbella y Valls, 1993, pág. 100). La reacción de las chicas a la menstruación depende en gran parte de la preparación que tengan para valorar y comprender este acontecimiento: las chicas que saben lo9 que va a suceder suelen tener menos síntomas, incluyendo dolor. El momento en que aparece la menarquía también juega un papel importante. Las chicas que tienen la regla mucho antes que sus compañeras tienden a experimentar más sentimientos negativos que las que la manifiestan más tarde o “en su momento”. De todas formas, lo que parece esencial es la creencia sobre el momento adecuado en que la menarquía ha de aparecer (apreciación subjetiva) más que el momento real en que aparece (Hoffman, Paris Halls, 1996m pág. 8).


De igual forma, se sabe que el momento en que llega la pubertad afecta a los sentimientos de ambos sexos sobre sus cuerpos, pero de forma distinta. Los chicos que maduran antes que sus compañeros suelen estar más satisfechos con sus cuerpos, seguramente porque se ven más altos y musculosos que sus compañeros. Parece también que tanto los compañeros como los adultos consideran que los chicos que alcanzan la pubertad antes son más maduros psicológica y socialmente. Pero estos resultados contrastan con otros datos que muestran que los chicos cuya pubertad es precoz suelen manifestar menos estabilidad emocional y muestran menor capacidad de autocontrol que los chicos que maduran más tarde. Presentan también, en términos generales, más comportamientos adictivos (fuman y beben más, consumen más drogas) y relaciones conflictivas con su entorno (Cole y Cole, 1993). Los resultados que se conocen para las chicas suelen mostrar que, en términos generales, el efecto de una maduración temprana aparece como menos positiva que para los chicos. Las chicas que maduran pronto suelen sentirse peor en relación a su peso; les preocupan sobre todo los depósitos de grasa más que otros aspectos visibles de la pubertad. Pero a medida que las compañeras van madurando y sus cuerpos también se transforman, sus sentimientos negativos suelen disminuir. Tal como apuntan algunos estudios, es posible que en el caso de las chicas, su maduración temprana les sitúe en una posición difícil ante nos compañeros que de manera general tardarán más en alcanzar su madurez sexual que ellas. Parece también, que igual que ocurre con los chicos, las chicas que alcanzan pronto la pubertad, presentan menor estabilidad emocional y menor capacidad de autocontrol. Globalmente, y sobre todo para los chicos, parece pues que una maduración temprana es ventajosa a causa del éxito social que acarrea, con la consecuente autosatisfacción que ello genera. Sin embargo, un pubertad temprana puede también tener sus efectos negativos, pues, reduce el tiempo indispensable que necesitan chicos y chicas para abordar, desde el punto de vista psicológico, la construcción de su identidad y la adopción de roles acordes con su nuevo estatus de edad.

percepción subjetiva que los adolescentes tienen sobre su cuerpo (este aspecto volverá a ser tratado en el capítulo 4, relacionado con la construcción de la personalidad). Esta percepción es una compleja elaboración que se forja en íntima relación con factores culturales y educativos. En esta línea, cabe destacar la importancia que juega el contexto escolar en los efectos de la maduración temprana de los adolescentes y la relación entre la aparición de la pubertad y la transición entre la escuela primaria y la secundaria. Tal y como lo indican algunos estudios, las diferencias entre el contexto más reducido, “familiar” y protegido de la escuela primaria y el contexto más amplio e impersonal de la escuela secundaria pueden ser decisivas a la hora de apreciar cuáles serán las consecuencias de una entrada temprana en la pubertad. Cada contexto presenta sus exigencias y sus demandas, algunas de las cuales pueden favorecer la valoración positiva que hace el adolescente de su entrada precoz en la adolescencia; otras, al contrario, dificultarán esta valoración. A esta diferencia en las exigencias y en las expectativas que crean en el adolescente los diferentes contextos escolares, se le ha de añadir el hecho de que en algunos casos (sobre todo cuando se da el paso a la secundaria) el adolescente cambia de compañeros y es más frecuente que se relaciones con otros jóvenes mayores que él; en cambio, en otros casos, si el inicio de la pubertad ocurre en la escuela primaria tendrá más posibilidades de permanecer con su grupo de amigos (Lerner y Foch, 1987). En todos estos casos, la escuela puede jugar un papel educativo importante, complementario al jugado por la familia, ayudando a los adolescentes a aceptar los cambios ligados a la pubertad. Esto lo puede hacer no sólo a través de la transmisión de contenidos de enseñanza ligados a la biología del cuerpo humano, a la salud y a los hábitos alimenticios, sino transmitiendo también una serie de actitudes y valores positivos sobre la importancia de una plena aceptación de los cambios físicos de cada alumno y el respeto por las formas diferentes que tiene cada uno para este logro, un punto de partida importante para su maduración psicológica.

Este panorama complejo sobre los efectos psicológicos del momento de aparición de la pubertad en chicos y chicas nos muestra hasta qué punto es importante tener en cuenta no sólo los cambios físicos de la pubertad y el momento de su aparición sino también la 41


LOS ASPECTOS BIOLÓGICOS DEL CRECIMIENTO Y DE LA MADURACIÓN SEXUAL ANOREXIA NERVIOSA UNA BÚSQUEDA PERFECCION

FEMENINA

DE

LA

Dentro del útero no hay imágenes reflejadas. El feto, el líquido amniótico, la placenta y la madre conforman una unidad completa en sí misma. Y el recién nacido, por su parte, no tiene más referencias que sus reflejos, sentidos y músculos para indicarle quién o qué es. El recién nacido toma y trata de obtener. Escupe lo que no quiere ingerir, borra lo que no desea ver y se aparta de lo que le molesta. Esta maravillosa omnipotencia de sus gestos y acciones será el modelo, de sus primeros actos psicológicos: esos deseos que le permiten ser cualquier cosa que quiera. Desea no ser molestado; desea alivio y satisfacción. Y obtiene todo esto, al menos por un momento. El comportamiento que tiene el recién nacido acerca de sí mismo se reduce a sus tensiones y excitaciones, a sus gestos de tender hacia lo que quiere y apartarse de lo que no quiere. El bebé busca, pero no tiene noción de qué está buscando hasta que sus movimientos lo ponen en contacto con algo que corresponde a su búsqueda. Es un invocador que crea magia sin comprender qué es lo que está invocando: el pezón viene al encuentro de su boca ávida, su cuerpo se amolda a una suavidad que tiene su mismo aroma, la cabeza halla un límite del espacio en el cual apoyarse. El bebé tiene la ilusión de que él mismo ha creado el pezón, el cuerpo de la madre y el confín del universo. Este mundo invocado es su punto de referencia, es el espejo que lo refleja. A los dos meses de edad, el bebé ya percibe que ciertos hechos especiales que ocurren fuera de su cuerpo son los que lo protegen de la tensión y las excitaciones. Siente una presencia cuyos olores, tacto, latidos y movimientos armonizan a la perfección con sus propios estados corporales. La correspondencia entre la presencia de la madre y los gestos del bebé le bastan a éste para mantener su ilusión de ser omnipotente. En presencia de la madre, el bebé puede aún ser cualquier cosa que desee. 42

Inexorablemente, el bebé se ve arrastrado a la red de seguridad de su existencia. Las tensiones y excitaciones son refrenadas por su necesidad de esa presencia que lo gratifica, lo escuda, lo raciona, lo frustra y lo introduce en la legalidad. El bebé comienza a evaluarse a sí mismo según lo refleja esa otra persona. A veces ese reflejo se aproxima mucho al de los días mágicos en que el bebé podía ser lo que deseara. La voz arrulladora y la mirada resplandeciente de la madre e le dicen: “Qué lindo eres. Qué bebé tan maravilloso. Cuánto me gusta tenerte en mis brazos” es algo casi tan placentero como la omnipotencia. El bebé mira atentamente a su madre, responde a sus arrullos, y se ve reflejado como todas esas cosas magníficas y poderosas que a veces imagina ser. La admiración que refleja la madre es una caricia que lo llena de orgullo. De allí en adelante, y a efectos de compartir la gloria y el poder de ese otro ser que lo refleja, el bebé estará dispuesto a renunciar a la omnipotencia de sus gestos y acciones. De allí en adelante, la angustia ante el peligro de verse separado del otro pondrá freno a su omnipotencia. Es cierto que la comparación entre su propio poder limitado y el que detentan esos otros seres gloriosos, de los que depende para obtener amor y seguridad, le provoca resentimiento y envidia. Pero vale la pena. Porque toda vez que se sienta vulnerable, inferior a lo que desearía ser, tendrá a su alcance la manera de recobrar su confianza. Si no puede alcanzar la cuchara para comer solo, si se limita abrir la boca y esperar que lo alimenten, los ojos de su madre se iluminarán para transmitirle el mensaje: “Eres perfecto”. El reflejo deslumbrante del amor entre sí mismo y otro puede ser un gran engañador. Una chica de catorce años se inspecciona ante el espejo. Su mirada se ilumina al verificar la excepcional delicadeza de su rostro y la esbeltez de su cuello, hombros, senos, caderas, muslos, pantorrillas y tobillos. Su piel clara y suave, el contorno agudo y anguloso de su cuerpo casi inmaculado, libre de toda gordura, la llenan de satisfacción. Una sombra de preocupación empaña su alegría: ha descubierto una leve prominencia a la altura del estómago. Pero fuera de este indicio premonitorio, la chica se siente momentáneamente satisfecha de haber logrado acallar ese apetito, ese Fresslust que domina su existencia. Pero lo que ven la madre y el padre en esa imagen del espejo es algo muy diferente. Ven


un espectro, apenas reminiscente de la maravillosa hijo que conocían: el cabello opaco y deslucido; la piel áspera, manchada y macilenta; el tronco, la espalda, los brazos y piernas cubiertos de un vello largo y sedoso; las uñas amarronadas; los huesos descarnados, y los ojos febriles y hundidos. Es como un cadáver, como un esqueleto andante. Los padres deciden que la absurda dieta que sigue su hija ya ha llegado demasiado lejos. La chica condesciende a que su madre la lleve al médico. La ofende que sus padres pretendan oponerse a sus esfuerzos. Al fin y al cabo, salvo ocasionales calambres de estómago, la constipación que puede controlar con laxantes, y ciertos cosquilleos e insensibilidad en las manos y pies, el hecho es que se siente perfectamente bien. En realidad, nunca se ha sentido mejor. El médico advierte de inmediato todos los signos externos de la caquexia, o emaciación física. La chica mide 1,57m y pesa 36 kg. El grado de emaciación está muy próximo del que representaría un riesgo de muerte. Cualquiera que sea el diagnóstico final, anuncia el médico, lo cierto es que a menos que la niña comience inmediatamente a alimentarse, se verá obligado a recomendar su internación. El examen clínico revela temperatura por debajo de la normal, ritmo cardíaco inferior a 60 latidos por minuto, inflamación de los pliegues angulares, hinchazón y amoratamiento de manos y pies, disminución de la transpiración y la secreción sebácea, y deshidratación. Los análisis de laboratorio probablemente indicarán la presencia de algún tipo de anemia, sea por deficiencia de hierro o de la síntesis proteica. Puede haber una disminución de glóbulos blancos, que son los que ayudan a mantener las defensas del cuerpo contra las enfermedades o bien un aumento anormal de estos glóbulos. El médico prevé una depresión, entre moderada y grave, de la médula ósea, además de disfunción del páncreas y una reducción de entre el 20 y el 40 por ciento en el metabolismo basal. Como el peso del cuerpo ha bajado hasta el punto de revertir el sistema de realimentación hipotalámico-pituitariogonadal , lo ciclos menstruales se han interrumpido. Las radiografías mostrarán una desaceleración en el ritmo de crecimiento esquelético. La pubescencia ha quedado detenida. Hay peligro inminente de crisis metabólica, que produciría una falla renal o un paro cardíaco. Se el deterioro físico de la niña no se

revierte, si se vuelve crónico, alguno de los órganos internos –el corazón, los riñones, el cerebro- podría sufrir una atrofia irreversible. La chica podría quedar estéril. Y si la emaciación se acentúa, la llevará a la muerte. La madre informa que en el hogar todo funciona bien y en perfecto orden. Ella trabaja medio día en su profesión, y por lo general está en casa para supervisar las tareas escolares y las comidas de los chicos. Su otra hija asiste a la universidad, donde le va muy bien. No hay discordia en la familia. El marido delega el manejo doméstico y la crianza de los hijos en su esposa. Ninguno de los progenitores tiene en su familia antecedentes en enfermedad mental ni de enfermedad física grave. Hasta hace un años, esta criatura flaca, testaruda e irritable era una niña ejemplar: hacendosa, obediente, hermosa, bien alimentada, robusta, inteligente, ambiciosa y bien educada. Era, de hecho, la abanderada de su hogar feliz y armonioso. La madre se queja de lo repentino que fue el deterioro físico de su hija. En cierto momento, la chica inició una dieta alimentaria. Simultáneamente, empezó a pedirle a la maestra que le asignara tareas adicionales, abandonó sus clases de gimnasia y danza por considerarlas poco exigentes, y comenzó a correr varios kilómetros todos los días. La madre tuvo los primeros indicios de que algo andaba mal cuando la niña, hasta entonces obediente, se tomó discutidora, despectiva, terca y mandona. Empezó a controlar los horarios de las comidas de toda la familia. Fue entonces cuando los padres notaron que la chica, al tiempo que planeaba el menú diario, supervisaba su preparación, tendía la mesa, coleccionaba recetas y corregía los modales del padre en la mesa, apenas probaba bocado durante las comidas. Nada de lo que le dijeran los padres la inducía a comer más. Cuatro meses después de haber observado por primera vez la falta de apetito de su hija, el peso de ésta había bajado de 50 a 36 kilos. El médico tiene la convicción de que el adelgazamiento y el cambio de conducta de la niña son síntomas de anorexia nerviosa. Pese a que su práctica abarca ya 30 años, nunca había estado frente a un caso de esta enfermedad hasta fines de la década de 1970; en los últimos dos años, sin embargo, ha debido internar a otras cuatro chicas. De todos modos, procede metódicamente a descartar la presencia de trastornos físicos que también provocan pérdida de peso, como tuberculosis, disfunción de las glándulas suprarrenales, espasmo de esófago, cáncer de 43


estómago o anemia perniciosa. También considera la posibilidad de aquellos trastornos psíquicos en los cuales la negativa a comer y la emaciación son síntomas secundarios de un cuadro clínico más amplio, como ciertas formas de esquizofrenia y las reacciones depresivas que son tan comunes durante la adolescencia. En los últimos años, las publicaciones especializadas han alertado al médico sobre el hecho de que también hay versiones atípicas de la anorexia, que se presentan sin ningún otro trastorno físico o psíquico de gravedad. Estas anorexias atípicas por lo general son consecuencia de un descontrol en el ascetismo dietético o las huelgas de hambre coercitivas que a veces ponen en práctica los adolescentes, y son relativamente fáciles de revertir a corto plazo. En vista de lo que sabe acerca de esta chica y de su madre, el médico no tiene muchas esperanzas de estar frente a un caso de anorexia atípica. Desearía que así fuera, pues en tal caso contaría con la cooperación de la chica para el tratamiento. La niña reconocería su carácter de paciente que necesita ayuda. Ella misma lamentaría la pérdida de peso y admitiría que el espectro que ve en el espejo está lejos de ser una ninfa hermosa. No querría seguir estando tan delgada y acataría, con sólo un mínimo de oposición, las indicaciones dietéticas del médico. Para poder diagnosticar una anorexia atípica, el médico espera que esta criatura flaca y patética muestre algún signo de preocupación por su actual estado físico. Pero tras entrevistarse en privado con ella, confirma que es un caso de anorexia nerviosa primaria y típica. La actitud y los modales de la chica revelan todas las características distintivas de la enfermedad: la total ausencia de preocupación por su adelgazamiento, la convicción inamovible de estar procediendo en forma razonable y correcta, el vigor y la terquedad con que defiende su exquisita delgadez. La niña insiste en lo bien que se siente, en que corre o camina varios kilómetros por día sin sentir ninguna fatiga, y en que sólo precisa dormir tres o cuatro horas diarias. Esta orgullosa afirmación de su perfecto estado físico y mental resulta particularmente asombrosa en vista de su aguda emaciación. La chica alega que come lo suficiente y que nunca siente hambre. El médico sabe que ella ha perdido la capacidad de reconocer la sensación de hambre y que, además, no sufre de falta de apetito, puesto que en la anorexia nerviosa primaria la paciente está 44

obsesionada por la idea de la comida. “Anorexia” significa, en general, “pérdida del apetito”, y literalmente, “pérdida de la voluntad de vivir”. Pero ambos sentidos del término son inapropiados: los apetitos de la chica son enormes, y ella no desea morir. Los primeros en dar a este trastorno su denominación médica de “anorexia” fueron Ernest Laségue, en Francia, en 1873, y Sir William Gull, en Inglaterra, en 1874. Gull destacó el estado mental generalizado que acompañaba a la aparente falta de apetito, y de allí surgió el término “anorexia nerviosa”. Laségue, quien creía que la etiología del trastorno era histérica, la llamó anorexie hystérique. Algunos años más tarde, otro médico francés Henri Huchard, desestimó la etiología histérica y recomendó denominar al trastorno anorexie mentale, término con el que se le conoce desde entonces en Italia y Francia. En Alemania se lo llama Pubertätsmagersucht –emaciación puberal compulsiva-, que sugiere un diagnóstico mucho más cercano a los hechos observados. La verdadera anoréxica no se queja de nada más que de la insistencia de sus padres en que se alimente. Simula compartir la visión simplista de los padres, quienes creen que su hija ha perdido el apetito. Pero sabe muy bien que a menudo no puede controlar el hambre. Roba comida y se la lleva, a escondidas, a su dormitorio. A veces se atiborra hasta que se le hincha el estómago y luego se depura, vomitando todo lo que ingirió o tomando laxantes en fuertes dosis. La extrema delgadez de su cuerpo es señal de que está ganando la batalla contra su Fresslust. Pero en casi todos los demás aspectos de su vida, se siente detenida y dominada. No puede liberarse de la sensación interior de estar siempre actuando bajo órdenes de otros. Excepto en lo que concierne a sus actos de seguir la dieta, correr y no dormir, se siente ineficaz y poco valiosa. Su único triunfo es la emaciación. Los historiadores médicos informan que antes de fines de siglo XIX sólo se contaba con descripciones esporádicas y aisladas de enfermedades semejantes a la anorexia: el caso de un buda que trataba de alcanzar la iluminación, en el siglo III; el de un joven príncipe que sufría de melancolía, en el siglo XI; el de una jovencita francesa, en 1613, que hizo ayuno durante tres años; dos casos descriptos como tisis de origen mental, con emaciación, amenorrea, constipación, hiperactividad y pérdida del apetito, en 1689;


varios casos en Inglaterra, a fines del siglo XVIII y el de una niña que murió por este trastorno, en Francia. Esta muerte fue atribuida a la influencia perniciosa de la madre. A partir de la década de 1870, las descripciones médicas del trastorno pusieron el acento en la trama familiar. En su trabajo clásico, “Sobre la anorexia histérica”, Laségue advertía: “El paciente y su familia conforman una totalidad estrechamente entrelazada, y si limitamos nuestras observaciones al paciente, obtendremos un falso panorama de la enfermedad”. Gull aconsejaba aislar al paciente de su familia. En 1895, Gilles de la Tourette, quien también recomendaba la separación del niño del medio familiar, fue el primero en llamar la atención sobre el hecho de que el paciente no sufría de falta de apetito. Según él, las características fundamentales del trastorno eran la negativa a comer y una percepción distorsionada del propio cuerpo. Excepto durante el período comprendido entre 1915 y 1935, en que la anorexia y casi todos los trastornos relacionados con la subnutrición se atribuían al mal de Simmonds –el marasmo hipofisiario descubierto por el doctor Morris Simmonds-, la mayoría de los especialistas siempre ha tenido conciencia de que la emaciación es provocada, mantenida y luego llevada al grado de inanición, por causas psicológicas. Existe el consenso de que la trama familiar, en especial la relación entre madre e hija, juega un papel fundamental en este trastorno. Al aumentar el número de casos que se les presentaban, los médicos y los psicólogos se vieron frustrados ante su incapacidad de resolver los enigmas de este extraño trastorno, cuya forma primaria típica se daba casi exclusivamente en niñas adolescentes de clase alta y media alta. Proliferaron entonces las especulaciones sobre la dinámica psicológica subyacente en estas niñas y sus familias. Debido a que los psicoanalistas y otros investigadores presentaban especial atención a la característica más evidente y dramática del síndrome de la anorexia – la negativa a comer-, sus teorías se centraron, inicialmente, en los componentes “orales” del trastorno. Se consideraron, entre otras dinámicas psicológicas, las fantasías antropofágicas: el deseo de incorporar oralmente a la madre, el temor de tragar a la madre y el anhelo de fecundación oral por el padre.

Las interpretaciones efectuadas a la paciente sobre la base de estas especulaciones no sirvieron para desviar a las niñas anoréxicas de su feroz determinación, y con frecuencia tenían el efecto opuesto, reforzando su decisión de no comer. Algunas ex pacientes, al referirse a este tipo de terapia, señalaron que habían tenido la impresión de que las palabras del médico las invadían y penetraban, y se habían sentido tan dominadas por la relación terapeutapaciente como por sus funciones corporales. Su respuesta consistía en absorber, de mala gana, todo lo que les decía el médico y luego “vomitar” el mensaje por vía de borrarlo de su memoria. La proliferación de teorías no contribuyó ni a disipar los enigmas ni a curar a las pacientes anoréxicas. Hasta hace poco tiempo, en que se redujo al dos por ciento, la tasa de mortalidad de esta enfermedad se mantuvo estable en un 15%, y muchas niñas perseveraron en su empeño y se convirtieron en anoréxicas crónicas, viviendo el resto de sus días al borde de la inanición. Hay un hecho incuestionable: en las sociedades occidentales, la anorexia ha ido aumentando en forma sostenida. Anualmente, durante los últimos treinta años, se ha informado la aparición de aproximadamente un nuevo caso cada 200.000 habitantes. En Escandinavia el número de casos se ha quintuplicado. Y en el Japón, donde antes de su occidentalización la anorexia era tan escasa como para considerársela inexistente, el trastorno ha llegado a ser casi tan frecuente como para considerársela inexistente, el trastorno ha llegado a ser casi tan frecuente como en los Estados Unidos y en Gran Bretaña. Por otra parte, mientras que en un tiempo la anorexia se circunscribía a las niñas blancas de clase alta y media alta, ahora se ha extendido por sobre los límites de clase o étnicos y se presenta en familias ascendentes y ambiciosas de cualquier raza o clase social. Si las estadísticas incluyeran los casos de bulimia, o sea los de las personas que comen en exceso y luego se purgan, pero sin llegar a ayunar, las cifras correspondientes serían mucho mayores. La anorexia, pese a su creciente frecuencia, seguía figurando, hasta 1982, en la categoría de las “enfermedades raras”, con una proporción de un caso por cada 250 niñas adolescentes. En cuanto a la bulimia, se estima que ocurre en aproximadamente el 13% de los adolescentes, mientras que el 30% presenta algún síntoma de este trastorno. Por cierto que no hay ningún modo de estimar el número, indudablemente enorme, 45


de estudiantes universitarias, bailarinas o modelos que conservan su “peso ideal” por vía de vomitar lo que ingieren. Las estadísticas tampoco toman en cuenta la legión de “gordas enflaquecidas”, esas mujeres estilizadas, esbeltas, delgadas, cuya figura se adecua al ideal de belleza occidental pero que para lograrlo se ven obligadas a reprimir sus apetitos, por lo que se vuelven irritables, tensas, nerviosas, compulsivamente ordenadas, controladas, emocionalmente necesitadas y envidiosas. Como expresó Heckel, el médico que en 1911 acuñó el término “gordos enflaquecidos”: “un obése amaigri; mais il est toujours un obése”. En la última década, aproximadamente, a medida que los casos de anorexia se multiplicaban en proporciones alarmantes, se hizo evidente que los así llamados aspectos orales del trastorno no eran más que un componente mínimo y visible de un problema mucho más profundo. Los especialistas comenzaron a presta atención a los otros aspectos dominantes del síndrome de la anorexia: la manera distorsionada en que la niña percibe su cuerpo y sus funciones corporales, su feroz ambición, su perfeccionismo e hiperactividad. Los psicólogos de todas las corrientes terapéuticas –psicoanalistas ortodoxos, conductistas, terapeutas de la familia, y hasta los anticuados médicos partidarios de la medicación y la alimentación por la fuerzaadvirtieron con creciente interés el carácter reflejante de la relación madre-hija y el intrincado vínculo existente entre todos los miembros de estas familias supernormales, bien organizadas, ordenadas y armónicas. A medida que los psicólogos se fueron familiarizando con los pormenores del proceso de separación-individuación, se comenzó a pensar que la relación madre-bebé era la clave que permitiría aclarar los enigmas de la anorexia. Las teorías sobre los componentes orales fueron gradualmente reemplazadas por distintas versiones de la dinámica de la separación-individuación. Las interpretaciones normalmente se agrupan en dos tendencias. Por un lado, se plantea que la anoréxica es una niña que no logró separarse satisfactoriamente de la madre durante su infancia. Al llegar a la pubescencia o a la pubertad y enfrentar la necesidad de despegarse de su madre, la niña no tiene elementos para manejar los conflictos que implica este acto. Su alternativa es restaurar el estado de unidad con la madre: “...su euforia puede comprenderse si se asume que, 46

inconscientemente, estaba unida a la madre que la amamantara”. Estos especialistas sugieren que se ha producido una detención en el nivel simbiótico del desarrollo: “la simbiosis madre-hija original, de la primera infancia, no se limitó a marcar una predisposición sino que constituyó el comienzo de un proceso que se mantuvo constantemente activo, en forma latente o manifiesta, durante toda la vida de ambas”. La otra tendencia que siguen las interpretaciones se centra en la lucha, compuesta de amor y odio, entre la anoréxica y su familia, en especial la ambivalencia mutua entre la hija y la madre. La niña, se dice, ha retrocedido a la subfase de reacercamiento del proceso de separaciónindividuación: se aferra a la madre y al mismo tiempo lucha por liberarse de ella, como el niño de un año durante el angustioso período de reacercamiento. “Conservar a la madre y librarse de ella son los temas centrales de la crisis del reacercamiento. . . Paradójicamente, esta regresión le brindará al mismo tiempo autonomía, liberación de la madre, adquisición de autodeterminación, y también lo opuesto, o sea el mantenimiento de la díada omnipotente.” Estas interpretaciones de la etiología infantil y la dinámica presente de la anorexia son, por cierto, meritorias. Pero cuando sólo se consideran los orígenes infantiles de los síntomas, se pierde de vista el hecho esencial de que para las adolescentes la anorexia constituye una solución a los dilemas asociados a la circunstancia de convertirse en mujer. Es cierto que los comportamientos y las fantasías actuales de la niña nos llevan a suponer que han existido deficiencias en las subfases de la separación-individuación y de la relación edípica infantil, y que esas insuficiencias la han llevado a reaccionar con excesiva ansiedad ante la pubescencia y la pubertad. Indudablemente, la chica llega a la adolescencia, y sus previsibles problemas, con una personalidad singularmente frágil. Y si la observamos en el momento en que el ayuno ya se ha posesionado de su vida, llegamos a la conclusión de que se ha producido una regresión; los diálogos de amor de la infancia se han infiltrado en las soluciones de la adolescencia. Sin embargo, nada de estos es suficiente, pues si olvidamos que inicialmente, en la pubescencia, la niña hizo un esfuerzo heroico por obedecer ciertos imperativos paradójicos del tabú del incesto, no alcanzaremos a comprender cabalmente su situación. La paciente anoréxica no es un bebé que lucha con las vicisitudes de la separación-


que

brindaba el hecho de convertirse en una extensión narcisista de la madre.

La solución de la anorexia implica una advertencia sobre la precaria posición en que se encuentran los adolescentes. A veces, estas inevitables regresiones temporarias que hemos mencionado pueden dominar la vida de los adolescentes e impedir su progreso hacia el futuro. A los jóvenes que tienen este tipo e predisposición, las soluciones tales como el ascetismo dietético, la masturbación compulsiva, la promiscuidad, las perversiones, la drogadicción y el alcoholismo pueden por sí mismos hacerlos retroceder aun más hacia el pasado. Algunos pueden llegar tan atrás que ya no encontrarán el camino de regreso al presente.

Sin embargo, ningún observador clínico serio se atrevería a predecir, a partir de la relación de una niña con su madre durante la infancia, la aparición de una solución anoréxica en la adolescencia. Con el transcurso de los años pueden producirse ciertos cambios en el contexto emocional de la familia: el nacimiento de otro hijo, la mayor participación del padre en los asuntos domésticos, la reacción melancólica de la madre a la muerte de su propia madre, una mudanza a otro barrio, la pérdida de prestigio profesional del padre, etc. Estos cambios, junto con otro factor aun más importante, que es el florecimiento durante el período de latencia y a comienzos de la pubescencia de condiciones temperamentales, artísticas e intelectuales hasta entonces dormidas, pueden amortiguar, modificar, potenciar o exacerbar las posibilidades puestas en marcha por las privaciones de la infancia.

individuación, sino una adolescente intenta asumir su genitalidad.

La anoréxica no emprende su aventura dietética con el deseo inconsciente de retornar a la omnipotencia de la primera infancia. Comienza con la pregunta inconsciente: “¿Debo renunciar al deseo genital y permanecer fiel al pasado? ¿O he de dirigir mis deseos fuera de mi familia y abandonar mi idealización del pasado?” En la opción entre mantenerse atado a los padres de un modo infantil y no genial, o afirmar la vitalidad genital y su compromiso con la vida presente, el adolescente normal decide renunciar al pasado. De manera similar, la anoréxica quiere liberarse del pasado y afirmar su independencia. Pero en su caso el pasado, que aun en condiciones normales no resulta fácil de abandonar, es particularmente tenaz. En las niñas con esta predisposición, el pasado arcaico insiste en su exigencia de ser reinstaurado. Pero el segundo impulso de individuación le brinda a la niña la oportunidad de rectificar las humillaciones de la infancia. La chica no se limita a someterse al pasado sino que trata de encontrar el modo de serie fiel y al mismo tiempo afirmar su individualidad y su autonomía. Su solución, atroz y terrorífica como es, constituye una forma ingeniosa de conciliación. Al considerar la infancia de sus pacientes anoréxicas, la que han reconstruido a partir de las entrevistas con los padres y de los recuerdos, informes, experiencias de transferencia y fantasías de la propia paciente acerca de sus primeros meses y años de vida, los médicos tienden a juzgar que el factor principal del trastorno es una distorsión del proceso de separación-individuación. El cuadro que surge de los informes retrospectivos es el de una niña inteligente y dócil que sometió, con demasiada facilidad y de buen grado, su omnipotencia y su amor por sí misma a cambio de la autoestima que le

Cuando estudiamos los enigmas de la anorexia desde el punto de vista de la adolescencia, encontramos una dinámica central que aparece en forma reiterada. La mayoría de los clínicos concuerda con la conclusión general que expuso Hilde Bruch a fines de la década de 1960, según la cual la anorexia representa un esfuerzo desesperado por lograr un sentido de identidad personal, una necesidad urgente de tomar posesión del cuerpo y la mente propios para convertirse en un sí-mismo autónomo. La conclusión de Bruch parte de la premisa de que la niña anoréxica, como cualquier otro adolescente, está tratando de independizarse de su familia. El enigma se refiere a las fuerzas que se oponen a este empeño de la anoréxica por lograr un sentido de autenticidad personal. El principal peligro que ronda a la adolescencia es la posibilidad de que se vuelvan a despertar los apegos amorosos de la primera infancia. Como hemos visto, los conflictos más importantes son los relacionados con la remoción, como esfuerzo por desvincularse del pasado. Las ansiedades que genera la necesidad de decirle adiós a la infancia son más de lo que puede controlar la niña anoréxica. En efecto, sus síntomas podrían considerarse como un proceso de duelo que no culminó, como una melancolía. Freud se acercó a la verdad cuando, en 1895, se refirió a la anorexia como a “una melancolía en que la sexualidad está sin desarrollar”. ¿Por qué le resulta tan difícil a la anoréxica renunciar al pasado? Como señalo Bruch recientemente, el ayuno no es sino el 47


paso final en un trastorno evolutivo de larga duración. Precediendo al ayuno y aumentando más tarde en intensidad como síntomas colaterales se encuentran la ambición y el perfeccionismo excesivos de la niña. Al igual que otras niñas de su edad, la anoréxia comienza por procurar individuación y autonomía. Su fracaso es obra de su excesiva ambición y de su desesperada búsqueda de perfección. Por lo tanto, la anorexia es una forma patológica de los problemas comunes de la transición adolescente. Un espejo fidedigno y no distorsionado refleja la imagen de un espantapájaros, un cadáver ambulante que no se parece en nada a una adolescente corriente; su aspecto es tan extraño, que seguramente se encuentra fuera de los límites de la experiencia humana común. ¿Qué tiene que ver la anoréxica con los adolescentes normales, que degluten pizza, salchichas y golosinas con fruición? Pero si la miramos a través de su propio espejo, debemos admitir que ha logrado esa gloria con la que sueñan todos los adolescentes: bondad, pureza, perfección de cuerpo y mente, castidad, valor, sabiduría –en suma, la virtud absoluta-. Mientras que la mayoría de los adolescentes está condenada a fracasar en su búsqueda de la perfección, la anoréxica, a su modo, ha triunfado . Mientras que el adolescente común pasa de sus modos infantiles a formas adultas de pensar, imaginar, experimentar, sentir y actuar a través de vías arduas e intrincadas, empleando el método lento y gradual de los éxitos y fracasos, el ensayo y el error, y los retrocesos temporarios, la anoréxica intenta liberarse del deseo de la noche a la mañana; en la esperanza de esquivar el dolor, la angustia, las luchas y los conflictos, opta por tomar un atajo para llegar instantáneamente a la virtud. El reflejo deslumbrante de su propio espejo la engaña, haciéndole creer que ya ha llegado al futuro, que ha encontrado “el camino” y que pronto renacerá como una persona nueva y mejor. La solución que ha encontrado la anoréxica es extraordinaria, pero los dilemas que intenta resolver son idénticos a los que enfrentan los adolescentes comunes. Esos dilemas se refieren al deseo, al diálogo de amor, a la autoridad y a las tres corrientes del narcisismo: el amor corporal, la autoestima y la omnipotencia. Por encima de todo, la anoréxica se esfuerza por permanecer fiel a sí misma. Pero su ordalía de perfección ha borrado las diferencias entre la vanidad y la autoestima, entre la soberbia y el poder. Su 48

invocación la ha vuelto ciega y sorda frente a la razón y la necesidad. Está sola, perdida en el infinito, perdida en su imaginación, sin la eficacia que brindan el verdadero trabajo, el diálogo de amor, el compañerismo, las inquietudes sociales y el sentido comunitario. ¿Cómo se perdió? ¿Cómo fue que sus esfuerzos heroicos por convertirse en una persona nueva y mejor la llevaron al borde de la muerte? En el caso de la anorexia, como en el de cualquier otra solución adolescente, lo sexual y lo moral se entrelazan. Todo lo demás se desenvuelve en torno de estos dos factores. La recaída brusca y dramática de la anoréxica en los modos propios de la infancia, así como sus extraños comportamientos, que a primera vista parecen una réplica de las subfases del proceso de separaciónindividuación, pueden fácilmente ocultar la causa de sus angustias inmediatas el temor de someterse emocionalmente a la madre protectora y el miedo al incesto. Cuando la chica llega a la consulta médica, después que el ayuno se ha adueñado de su personalidad, ya ha perdido sus conexiones emocionales con la adolescencia. Pero si la hubiéramos examinado unos meses antes, justo cuando se disponía a embarcarse en su fanática búsqueda de la perfección, habríamos observado versiones exageradas de las típicas estrategias adolescentes cuyo principal objetivo es la remoción. Para el momento en que la anoréxica potencial llega a la pubescencia o a la pubertad, sus lazos familiares son tan fuertes y ella es en tal grado una extensión de su madre, que debe librar una batalla mucho más decidida y valiente que lo normal contra sus deseos incestuosos. El carácter exagerado de las estrategias adolescentes indica el alcance del efecto del pasado. En el arranque de pánico que le provoca la sensación premonitoria de no ser lo suficientemente digna y virtuosa como para combatir la lujuria que está invadiendo su cuerpo, la chica hace acopio de todas las estrategias adolescentes: ascetismo corporal, ideales intransigentes, escape de la familia, reversión del amor-deseo en odio, y a veces las emplea todas al mismo tiempo. Con todas las armas a su alcance, procura vencer al deseo y cortar los lazos que la unen a su familia. La anoréxica es una criatura salvaje, enloquecida por el deseo, la lujuria y los apetitos, en su caso, triunfa el ascetismo. La chica es inflexible en su batalla contra el placer físico: lo que comenzara como una


capricho típicamente adolescente, de hacer régimen de comidas, se transforma en una forma perversa de ayuno. La anoréxica se viste con harapos, corre varios kilómetros por día y no duerme más que cuatro horas diarias. Es totalmente intransigente en sus pensamientos y actitudes. Las reglas, la obediencia y el deber son lo único que cuenta. La combinación de cosas opuestas, o la posibilidad de llegar a un acuerdo entre puntos de vista contrarios, le resultan intolerables. En consecuencia, lucha por proteger su mente de las sucias tentaciones del cuerpo. La vitalidad de su despertar genital la induce a desempeñar todos los papeles en la comedia humana, pero no se atreve a asumir ninguno que no sea una extensión de alguna otra persona. Sólo oye las voces de la primera infancia y la niñez, que exigen la limitación de los papeles, el renunciamiento y el sacrificio. El papel para el que está mejor dotado es el de santa. Pero luchar contra el deseo y vencerlo no es suficiente. La anoréxica pronto recurrirá a otras estrategias adolescentes, destinadas a aflojar los lazos pasionales que la unen a su familia. Por lo común, la separación de la libido de los padres se efectúa a través de un proceso gradual, paso a paso; pero la anoréxica no puede tolerar un método tan lento y potencialmente riesgoso, por lo que recurre a tácticas más inmediatas y dramáticas. Antes de llegar al ayuno, muchas chicas que todavía no son anoréxicas se obligan a sí mismas a emanciparse e independizarse, así como antes se impusieron la obligación de ser bebés dóciles y obedientes. Pero sus intentos de escapar del nido familiar realizando un viaje a Europa, o pasando un año en un internado, tienen el efecto de precipitar la anorexia. Lejos del hogar, se sienten temerosas, solitarias, vulnerables, inseguras respecto de quiénes o qué se supone que son ellas. En estos casos, la niña regresa de su abrupta aventura independentista convertida en un esqueleto ambulante. Habiendo fracasado en su intento, debe ahora recurrir a la reversión del amordeseo en odio. Cuanto más se interna en las profundidades del odio familiar, menos capaz se vuelve de transferir el amor-deseo fuera de la familia. Y como la adolescente no puede tolerar por mucho tiempo esa destrucción dirigida a sus padres, la consecuencia eventual de la reversión es que esos deseos destructivos se vuelven contra sí misma. Llega así a la autodenigración y a una severa degradación

propia: el amor-deseo revertido en odio-deseo se convierte en odio a sí misma. A medida que avanza la emaciación autodestructiva de la anoréxica, la niña se convence de que todos los adultos son sus perseguidores; son opresores cuya sola finalidad es despojarla de la perfección que ha logrado. Los efectos fisiológicos de la emaciación se combinan ahora con las desesperadas estrategias de remoción de la anoréxica. La chica pasa a establecer sus propias leyes, totalmente absorta en el funcionamiento de su cuerpo, reforzando su autoestima y afirmando el control que ejerce sobre sus deseos. La patética ironía que hay en la huida de la anoréxica de sus deseos incestuosos es que termina por regresar al pasado. Luchará hasta el final, hasta la muerte, incluso. Pero sus frenéticos intentos de lograr la remoción la van hundiendo cada vez más profundamente en el pasado. Sus palabras son una parodia de los valores de sus padres, de su pretendida perfección moral. Su cuerpo esquelético es una caricatura del bebé que su madre necesitaba que fuera: un bebé sin deseos, en perfecto control de sus funciones corporales. Vemos entonces, en la anoréxica, el sutil entrelazarse del pasado y el presente. Primero, y ante todo, es una adolescente tratando de liberarse de los lazos del deseo familiar. El pasado y el futuro compiten por apoderarse de su alma. Y por ahora, quizá para siempre, el pasado ha ganado la batalla. Las historias de la existencia humana siempre están constituidas por las leyendas entrelazadas de diversas fases de la vida. Por ser el nexo entre la infancia y la edad adulta, la adolescencia es siempre el campo de batalla en el que combaten el pasado y el futuro. La anorexia primaria casi nunca se inicia antes de los once años y es muy poco frecuente en mujeres de más de veinticinco años. Desde su primera infancia, la niña predispuesta a la anorexia tiene un desarrollo físico e intelectual relativamente precoz. En su caso, la pubescencia y la menarca suelen comenzar uno o dos años más temprano que en el promedio. Pero ya sea que su pubescencia se inicie temprano, a los diez años, o tarde, a los catorce, la anoréxica potencial no es una verdadera anoréxica hasta el momento en que debe enfrentar el dilema de convertirse en mujer. Si no se hubieran producido los cambios biológicos propios de la pubescencia, la enfermedad latente de la infancia podría no haberse manifestado. El ayuno, la ambición y 49


el perfeccionismo de la anorexia pueden considerarse los temas centrales de una fantasía adolescente que, al proyectarse al pasado, expone los diálogos de amor infantiles tal como realmente fueron. De no ser por los conflictos que entraña la adolescencia, quizá nunca habríamos descubierto que esta niñita ejemplar, perteneciente a un medio social próspero, dotada por la naturaleza de casi todas las cualidades físicas y temperamentales (excepto, probablemente, de suficiente agresividad para la individuación), provista por su bien intencionada familia de todas las ventajas que brindan el dinero y el poder, se vio privada de la omnipotencia, el amor corporal y la autoestima que la mayoría de los bebés comunes y corrientes pueden dar por sentados. Si hubiera podido permanecer en la tierra de nadie de la infancia, esta niña obediente quizás hubiera sido la ciudadana modelo de una utopía. Su punto fuerte radica en el control de sus funciones corporales. En la utopía, se esforzaría por descifrar las inescrutables expectativas de las autoridades y por vivir de acuerdo con ellas. Aceptaría con entusiasmo el uniforme y el número que le asignaran. La regimentación la complacería enormemente. Podría satisfacer su excesiva ambición acatando las reglas mejor que nadie. Puesto que todos serían iguales, su amourpropre no sufriría al compararse con los demás. El destierro de los poetas que se practica en las utopías le resultaría muy conveniente. El inicio de la pubescencia saca a la niña del ámbito escolar, incitándola a escapar de su capullo doméstico bien organizado, ordenado, armónico y sofocante. La pubescencia le da la oportunidad de rectificar el curso de su vida. Al igual que a la mayoría de las adolescentes que se hacen mujeres en una sociedad modernizada, durante las últimas décadas del siglo veinte, a la anoréxica potencial se le ha concedido el permiso de emplear sus talentos y dar rienda suelta a sus inquietudes intelectuales. Se la ha autorizado a concretar sus deseos sexuales de la manera que le parezca y con quienquiera considere deseable. Toda esta libertad de opción la abruma. En realidad, podría ser abrumadora para cualquier adolescente, y ciertamente lo es para una niña cuya primera infancia y cuya niñez fueron guiadas por la obediencia y la sumisión absolutas a las exigentes reglas del diálogo infantil. La niñita ejemplar se vio privada de las ventajas narcisistas que son un derecho innato de todos los bebés humanos, y de la 50

autoridad interior para regular sus propios deseos. Un motivo de estas privaciones fue la facilidad con que la niña se convirtió en una extensión reflejante de su madre. Otro es la relativa ausencia, durante su primera infancia y a comienzos de la niñez, de una presencia paterna. Es como si la niña nunca hubiera avanzado, en cuanto a su noción del bien y del mal, más allá de la necesidad de controlar satisfactoriamente la ingestión y evacuación de alimentos, pero sin experimentar que su cuerpo y su mente le pertenecían. Sólo se trataba de complacer o disgustar a la madre, aun si ésta delegaba el cuidado de su hija a una niñera. Y el padre no ofreció ninguna alternativa al diálogo madre-bebé. Su presencia no se hizo sentir al concluir la primera infancia. El padre no interrumpió el romance madre-bebé; no hizo conocer a su hija la autoridad del orden social. La niña se quedó tan sólo con las prohibiciones y los permisos propios de la moralidad de la infancia. Todo bebé llega al mundo con un temperamento que le es propio algunos son más fáciles de conformar que otros; algunos son callados y perseverantes, otros más ruidosamente exigentes; algunos son más astutos y comprenden con más rapidez cómo complacer a sus protectores; otros no pueden soportar ninguna clase de frustración, y aun otros toleran todo tipo de restricciones y prohibiciones con admirable ecuanimidad. Por regla general, las bebas son más dóciles, toleran mejor la frustración, tienen mejor carácter, se adaptan con más facilidad a las exigencias de la civilización y están más dispuestas a ser una extensión especular de la madre. Les resulta más fácil que a los varones el destete y el aprendizaje del control de esfínteres. Los padres aceptan y toleran de mejor grado las travesuras, la agresividad, el despliegue de energía motriz y la turbulenta actividad exploratoria en los varones que en las niñas. En el momento de afirmar su diferencia y su separación respecto de la madre, casi todos los varones tienen la sensación interior de que se parecen más al padre que a la madre, y de que el papá es su aliado. Durante la infancia, cuando el impulso fundamental de la vida es la diferenciación, el principal rol emocional del padre consiste en ayudar a su hijo a diferenciarse a sí mismo de la madre, a la madre de los demás, y a lo femenino de lo masculino. Por lo general, el apego de la niña hacia su padre la aparta de su relación exclusivamente reflejante con la madre. La presencia emocional del padre


desvía hacia él mismo parte de la actitud posesiva del niño con respecto a la madre. Su masculinidad complementa la incipiente femineidad de su hija. Con la presencia activa del padre en su vida cotidiana, la niña empieza a experimentar la posibilidad de tener una identidad femenina fuera de la relación exclusiva con su madre. Descubre que ser una niña o una mujer no significa ser su mamá. Durante estos primeros meses y años de vida, el niño percibe a su padre como a un intruso, que representa la brecha emocional entre la madre y el hijo. Tanto los varones como las niñas suelen desviar hacia el padre sus anhelos por la madre. Se vuelcan al padre en busca de diversión y juegos, de consuelo y compensación por algunas de las frustraciones y decepciones del diálogo madre-bebé. Entonces la madre pasa a ser la intrusa, la que ordena: “Basta de juegos. Es hora de irse a dormir”. A través de sus gestos de gratificar, racionar, dosificar y frustrar, la madre hace conocer a su hijo las reglas básicas de la ley y el orden. Ella es, al mismo tiempo, la primera en brindar placer y la primera en imponer el principio de realidad en la familia. El padre viene a representar la ley y el orden de la sociedad, la voz que dice: “Basta de tanto reflejo madre-bebé. Yo soy la ley. Mamá es mía, no tuya. Tú eres el niño. Nosotros somos los adultos”. Finalmente, durante la fase edipica, el tabú del incesto, tal como lo representa la “voz del padre”, lleva a la definitiva conclusión de los diálogos de la infancia. Entonces el niño se convierte en el intruso. En este triángulo posterior y más concluyente, los padres adquieren una nueva versión del poder. Por primera vez el niño vive la experiencia de ser excluido de los diálogos de amor, que ahora tienen lugar entre sus padres. La imaginación, las expectativas y la fantasía son sus únicas claves para conocer lo que sucede en estas relaciones entre adultos. Su imaginación se alimenta únicamente de lo que el niño ha conocido: comer, ir de cuerpo y la excitación de sus genitales inmaduros. Esta amarga constatación de ser pequeño, vulnerable, incapaz de participar en los deseos adultos, motiva al niño a parecerse a sus padres por todos los medios a su alcance. Compensa su derrota adquiriendo, para sí mismo, algo del poder y la autoridad morales de sus padres. También se vuelven parte de su experiencia de sí mismo ciertos modos de hablar, de caminar y de pensar de los padres. Los intereses, actitudes, valores, prohibiciones y autorizaciones de éstos se convierten en su

propia experiencia interior. A cambio de su exclusión, el niño adquiere el derecho de participar activamente en los principios de la ley y el orden que rigen el mundo social en el que ha de crecer. Cuando el triángulo edípico está débilmente articulado, la niña se ve privada de la oportunidad de adueñarse de su propia conciencia. La seguirá gobernando la conciencia del destete, de la ausencia, del entrenamiento del control de esfínteres y de la regulación de sus funciones corporales. Continuará considerando a las prohibiciones y mandatos de los padres como provenientes del exterior, o como voces interiores ajenas. Una de las principales quejas de la anoréxica es que no consigue librarse de la sensación de actuar siempre según las órdenes de otros. “Hay otro ser, un dictador que me domina. . . Un hombrecito me grita cuando pienso en comer”. No todas las niñas privadas de la influencia orientadora del padre están condenadas a sufrir de anorexia. Pero la “ausencia de padre”, en su sentido más amplio, sin duda afecta todos lo aspectos de la vida emocional o intelectual de un niño. Las diferencias entre la femineidad y la masculinidad se desdibujan. La niña, para hacerse femenina, se convierte en una versión caricaturizada de la madre. Para el varón, volverse hombre es algo misterioso y atemorizante; o bien aspira a adquirir algún tipo de masculinidad, o siente que debe someter sus genitales a la madre, como antes sometiera los contenidos de su cuerpo. En esencia, el niño percibe a su cuerpo y su mente como posesiones de la madre. Cuando los genitales de un niño pertenecen a la madre (o al padre), su conciencia nunca llega a desarrollarse plenamente. En su forma infantil, la conciencia no es más que un conjunto inconexo de reglas, prohibiciones y amonestaciones. Al contar con una conciencia de este tipo como única guía hacia la legalidad, la niña se ve forzada a obedecer en forma automática, a cumplir cada regla al pie de la letra, a imitar literal y concretamente la conducta que ha sido prescripta como correcta, pero sin llegar a captar las implicaciones sociales y morales más amplias de dicha conducta. No llega a establecer ninguna distinción entre la flexibilidad y la transgresión. En algunas niñas, esta forma primaria de legalidad da lugar a una obediencia implacablemente estricta. En otras, podría conducir a ciertas formas literales de desobediencia. Mientras que la niña normal obtiene gran satisfacción al comprobar que una autoridad interna le 51


permite regular sus apetencias y deseos, la que ha sido privada de la presencia de su padre encara cada acto como si se lo hubiera ordenado algún tirano cruel e implacable. La niña se convierte en esclava del deseo, de los mandatos de su conciencia y de la perfección. Se vuelve una caricatura de la bondad, confundida en canto a su cuerpo y sus funciones corporales, y abrumada por la profunda convicción de ser inútil, indigna y nunca lo suficientemente buena. “Lo suficiente significa llegar al colapso, a que el cuerpo no resista más.” No es casual que los padres de niñas anoréxicas sean, por lo general, hombres en extremo ambiciosos en sus roles profesionales y notoriamente pasivos e inaccesibles respecto de los asuntos domésticos. Estos padres aspiran a que sus hijos y sus esposas se comporten a la perfección, pero delegan en sus eficientes mujeres el manejo del hogar y las trivialidades de la crianza infantil. Tampoco es una casualidad que las niñas anoréxicas hayan sido particularmente buenas cuando eran bebés, que fueran el orgullo9 y la alegría de la madre y una fuente de enorme satisfacción para el padre. El rol de “niñita ejemplar” es fácil de aprender si se es inteligente, si no se es demasiado agresiva, exigente o posesiva respecto del tiempo y la energía de la madre, y si se es medianamente capaz de captar lo que quiere el público para luego reflejarlo fielmente. Las reglas que rigen ese rol son relativamente simples; radican en observar el rostro del otro y luego emular lo que éste espera que uno sea. De la niña ejemplar se espera que complazca a sus padres, que logre lo que ellos desean, que aprenda temprano a hablar y a caminar, que arme con rapidez sus rompecabezas, que duerma dos horas de siesta y luego espere con paciencia a que la levanten, que juegue con muñecas, que nunca sienta demasiado apetito, que no trate de llamar la atención, que no sea autosuficiente ni se muestre triste o enojada. A veces se espera que sea una especie de protectora de la madre, que la tranquilice y la haga sentirse bondadosa y feliz por vía de mostrarse ella misma buena y alegre. Otras veces se espera que refleje las ambiciones maternas en cuanto a inteligencia y perfección de cuerpo y mente, o sea todas esas cosas que la madre habría querido ser y no pudo. El mensaje materno expresa: “Debes ser mi niñita perfecta, debes destacarte por tu buen humor y tu inteligencia. Pero no seas codiciosa. No pidas que te mime o te arrulle. Nada de quedarte demasiado tiempo en a bañera, ni chuparte el dedo, ni comer muchas golosinas, ni ensuciarte con goma de pegar, o 52

barro o crayones. Mis abrazos y caricias serán contados; debes conformarte”. En otras palabras, nada de omnipotencia y poco amor corporal; en su lugar, recibirás muchísima admiración reflejante cuando hagas lo indicado para que mamá se sienta feliz e importante. J.B. Watson, el psicólogo norteamericano que en la década de 1930 trató de enseñar a los padres cómo extirpar los deseos indómitos de los niños, habría dado su aprobación a esta particular relación madre-hijo. Hay un modo razonable de tratar a los niños. Trátelos como si fueran adultos jóvenes. Vístalos, báñelos con cuidado y recato. Procure que su trato siempre sea objetivo y amablemente firme. Nunca los abrace ni los bese; nunca les permita sentarse en su falda. Si no puede evitarlo, béselos una vez, en la frente, al darles las buenas noches. Estrécheles la mano por la mañana. Déles una palmadita en la cabeza si han realizado excepcionalmente bien alguna tarea difícil. Pruébelo. . . Se sentirá muy avergonzado del modo sentimental y empalagoso con que los ha tratado hasta ahora. Watson y los demás psicólogos que iniciaron el método de la modificación de la conducta buscaban preparar al niño para la vida civilizada. No sabían que sofocar la omnipotencia y el amor corporal del niño, y tratar de eliminar el deseo, son excelentes medios de fomentar la rebeldía y el egocentrismo narcisista. Estos métodos pueden corromper el sentido moral del niño tanto como las actitudes de exagerar su omnipotencia y sobregratificar sus deseos. En un contexto acorde con el criterio de Watson, el diálogo madre-bebé carece de la sensualidad y los sentimientos normales que constituyen la esencia del amor parental. Pero el deseo nace, de todos modos. Y una vez que ha nacido, lucha por sus derechos. El deseo sabe cómo apaciguar, cómo disfrazarse, cómo esperar con paciencia a que llegue su turno. Mientras tanto, el superyó es un tirano absorbente, tentador, atento, sádico, sólo acallado temporariamente mediante procedimientos masoquistas. Al mismo tiempo, el ideal de yo es despiadado: no se conforma con nada que esté por debajo de la perfección absoluta. Para la niña perfecta, la infancia se convierte en un período de prueba en que se le exige estar a la altura de expectativas


ajenas, con la constante angustia de nunca sentirse suficientemente buena en comparación con los demás. Como sabe reflejar con eficacia lo que sus padres esperan de ella, muy pocas veces merece penitencias o reproches. Las palizas no son necesarias. Esta niña especial es objeto de muchos cuidados, atención y dedicación por parte de los padres. Pero no puede captar qué es o que ellos realmente piensan o sienten, más allá de sus gestos sonrientes y aprobatorios. La niña tiene la sensación de que en cualquier momento puede decir o hacer algo, o manifestar alguna emoción, que provocaría el rechazo y la crítica de los padres. Estos padres son simuladores, preocupados por la imagen que de ellos tienen los demás. Para tranquilizar a sus padres y preservar la armonía, la niña se vuelve experta en el arte de la simulación. Con frecuencia se siente triste, pero lo disimula ante sus padres. A veces la enoja toda esta sumisión, pero jamás lo manifiesta. La niña está tan fuera de contacto con sus estados emocionales como con sus funciones corporales. Cree que la función de la mente es controlar la inquietud del cuerpo y ocultar el torpe balbuceo de sus emociones. Más adelante, una vez que se haya convertido en anoréxica, su cuerpo habrá de gobernar a la mente. En el caso de la anoréxica, nada es tal como parece ser. No hay pérdida de apetito. El deseo está desatado. La niña simula aspirara la bondad. Fuera del ámbito familiar, y aun cuando esté rodeada de amigos, la niña permanece emocionalmente aislada. Como está acostumbrada a buscar en la mirada de sus padres lo que se espera que sea ella, la anoréxica potencial no cree en sí misma ni tiene un sentido firme de su propia individualidad. Durante el período de latencia se percibe como una página en blanco, como un trozo de material con el cual las otras niñas puden modelar el tipo de amiga que desean: una amiga simpática y buena, con los gustos, aversiones y vestimentas apropiados. La niña tiene muy pocas amistades, y por lo general de a una por vez. Con cada nueva amiga adquiere una nueva identidad, con nuevos intereses y actitudes. La niña es una gran emuladora, pero nunca tiene la seguridad de estar haciendo lo que debe. “Era como si dentro de mí no hubiera una persona de vedad. Yo trataba, con quienquiera que estuviese, de reflejar la imagen que tenían de mí, de hacer lo que esperaban que hiciera.” Al carecer de criterios emocionales internos, de estándares personales para

autoevaluarse, durante el período de latencia la anoréxica potencial se ve consumida por el amour-propre. Se compara continuamente con otros, y por mejor que sea su desempeño o por más elogios que reciba de sus padres y maestros, siempre se siente en falta. En la escuela vigila atentamente a sus compañeros, tratando de discernir si aprenden más o menos que ella. Si las chicas de su clase están pendientes de la ropa, procura vestirse igual que todas ellas. La madre, que por lo general toma todas las decisiones pero que también desea que su hija esté contenta y tenga aceptación, accede a comprarle las prendas que solicita, aunque le parezcan grotescas, pero oponiendo alguna que otra vez su veto. Para la niña, vestirse cada mañana es una dura prueba. Se cambia de ropa tres o cuatro veces y nunca está segura de si su apariencia satisfará a sus compañeros. “¿Qué van a decir de mi? ¿Me encontrarán bien?” La característica peculiar del amour-propre de esta ambiciosa niña es que a ella no le interesa destacarse entre sus pares sino simplemente estar bien, pasable, correcta. Sólo más adelante, aproximadamente un año antes de iniciar la diete, la niña renunciará a ser como las demás. Se aparta entonces del desafío que implica la amistad. Se aísla socialmente. Los juicios severos e inflexibles que antes dirigiera a su propia persona, se emplean ahora para rebajar a los demás. “Son tan infantiles, tan superficiales en sus valores. . . En lo único que piensan es en los chicos y en la ropa.” La aplicación de las reglas al pie de la letra, que tan útil le resultara durante la infancia, ya no le sirve en la realidad nueva y extraña la adolescencia. A medida que la niña se aparta de sus pares, la despiadada inhumanidad de su vida moral se vuelve dominante, a veces bajo la apariencia de una actitud humanitaria: “Siento que no puedo limitarme a vivir según la escala común de las aspiraciones humanas. Siente que debo contribuir a que este mundo sea mejor, y que debo hacer todo lo humanamente posible a este efecto. Lo que debo realizar es algo que me exigirá todas mis fuerzas, hasta dejarme agotada; de otro modo, no habré dado lo suficiente. Sólo cuando lo haya dado todo y ya no tenga nada más para dar, habré cumplido mi deber”. Al aproximarse a la pubescencia, es muy frecuente que la niña en edad escolar sienta cierta vergüenza por la relativa robustez y el leve exceso de peso de su cuerpo. Trata de controlar su apetito; se pone a dieta rigurosa; se hace vegetariana. Lo que distingue a la 53


anoréxica potencial de la escolar y normal es la intensidad de su ambición. Ella es la que obtiene las mejores notas, la elegida para ayudar a la maestra, de quien es la alumna preferida. La maestra piensa que esta niña es una maravilla, que si todos sus alumnos fueran como ella, dar clase sería una gloria. Pero otros maestros no opinan lo mismo: “Es perfecta en lo que se refiere a obedecer reglas, contestar correctamente a la preguntas y memorizar datos. Pero no es capaz de comprender conceptos abstractos. Los problemas que requieren imaginación e inventiva no le entran en la cabeza”. “No participa en las discusiones en el aula. O bien suministra la respuesta “acertada” de inmediato, o bien espera a que todos hayamos elaborado la contestación correcta, y entonces la repite como un loro.” Si se le corrige un pequeño error, o se cambia la disposición de los bancos en el aula, o los horarios de clase, se siente confundida y se le llenan los ojos de lágrimas.” La anoréxica potencial es una alumna perfeccionista. No soporta equivocarse y es en extremo sensible a las críticas. Si varían las reglas, si se alteran las estructuras rutinarias de su vida, si alguien la corrige o la observa, la acomete un pánico indecible. Los cambios de rutina, las situaciones embarazosas, las decepciones, los reproches, los rechazos, los desaires o un comentario jocoso sobre su aspecto regordete han de tener una influencia decisiva, un efecto catalítico sobre una niña hipersensible, en extremo ambiciosa y perfeccionista, en el momento de su vida en que también está tratando de enfrentar las modificaciones biológicas y los dilemas Psicológicos de la adolescencia. La anoréxica potencial reacciona ante la menstruación, la erección de sus pezones, la formación de sus senos y el aumento del tejido adiposo en sus pantorrillas, caderas, muslos y pechos con una profunda sensación de temor. La niña, que desde muy temprano ha controlado rigurosamente sus funciones corporales, se siente ahora totalmente indefensa. Los cambios físicos se apoderan de su cuerpo como un violador. La asalta el temor de perder el control que hasta ahora ha ejercido. ¿Y si no pudiera acallar sus apetitos? ¿Habrá de dominarla la lujuria? El carácter irrevocable de la femineidad, la idea de que ahora debe convertirse en mujer, sin otra alternativa, son para ella un golpe, un grave insulto, una terrible constatación de que por más fuerte, astuta y buena que sea, no puede controlar a la naturaleza. Sus posibilidades son limitadas. 54

La niña está desolada. No se atreve a manifestar su temor. Se pregunta: “¿Qué me está pasando. . .? ¿Por qué son tan débil y tan mala. . .? ¿Qué puedo hacer para volverme más atractiva?” Se dispone entonces a rectificar esta situación terrorífica y humillante. No puede controlar a la naturaleza, pero sí puede dedicarse con ahínco a las tareas escolares, hacer más gimnasia y esforzarse más en todo. Y si estos actos no bastan para aplacar su ansiedad, hay una actividad que puede controlar: la alimentación. Ponerse a dieta es algo que uno puede hacer por su cuenta, sin pedirle ayuda a nadie, sin tener que admitir que uno se siente atemorizado, vulnerable y solo. Sus amigas tratan de hacer régimen, sin éxito. La madre vive pendiente de sus pesos. El padre se jacta de su figura delgada y fuerte. Todo el mundo está haciendo gimnasia, aerobismo y algún tipo de régimen alimenticio. Hacer régimen es algo bueno: es un acto virtuoso. La dieta comienza como parte de una resolución de convertirse en una persona mejor, una persona fuerte y autosuficiente, una persona admirada, superior. Al principio la niña procede igual que cualquier otra chica que hace régimen. Habla con entusiasmo de su dieta a quienquiera que la oiga. Controla la cantidad de hidratos de carbono que ingiere e intensifica los ejercicios gimnásticos. Más tarde elimina la carne, luego los huevos y todas las verduras excepto una o dos. Muy pronto estará comiendo unas pocas pasas de uva como desayuno, dos hígados de pollo y unas rodajas de zanahoria por toda cena, a más de tres galletitas y algunos trozos de manzana y de queso en el resto del día. Condimenta estas frugales comidas con vinagre o pimienta para darles un sabor exótico. En pocos meses la chica ha pasado de un simple régimen a un semiayuno. Está en camino hacia la emaciación. Para cuando haya rebajado los primeros diez o quince kilos, el ayuno se habrá convertido en el dueño de su vida, Si los Benefactores y los Hermanos Mayores de las utopías la vieran ahora, le retirarían su número y su uniforme; la desterrarían junto con los poetas y los místicos recalcitrantes. Su soberbia autosuficiencia, su intimidad con la pasión, han transformado a la obediente ciudadana en una amenaza para la sociedad, más peligrosa que cualquier delincuente juvenil común, al que se puede someter por medio de la persuasión, el lavado de cerebro, la tortura o la mutilación. Una vez que se pone en marcha, nada puede disuadir a la anoréxica de su búsqueda de la perfección. Si la internan en un hospital, llega a conocer los


médicos de reeducación mejor que sus captores. Y los derrota a todos: a la alimentación forzada por vía oral o nasogástrica; a la terapia con insulina, destinada a provocarle transpiración, ansiedad, mareos y apetito; a la hiperalimentación intravenosa; a la clopromazina, de la cual se espera que reduzca su temor a comer; a la terapia electroconvulsiva; a los regímenes de modificación de la conducta, que le permitirán correr sólo si ingiere alimentos y aumenta de peso, e incluso a la neurocirugía, pues la leucotomía la hará comer pero la convertirá en bulímica, llevándola a vomitar en secreto. Las anoréxicas son solitarias, reservadas, pretensiosas, evasivas, insinceras y taimadas. Sólo a sus diarios íntimos o a algún terapeuta en quien confían revelarán estas niñas calladas e inteligentes sus pensamientos: “creo que mi verdadera obsesión sea el temor de engordar, sino el deseo continuo de comer. Esta avidez por la comida debe ser la causa primordial. El miedo de engordar funciona como un freno. Es en este Fresslust donde encuentro la real obsesión. Me ha atacado como una fiera y me siento desarmada ante su acometida”. El hambre es una fiera, un perseguidor, un poder siniestro, una maldición, un espíritu maligno, un demonio implacable, un sabueso de afilados colmillos a punto de soltarse de la correa. Algunas niñas que iniciaron la dieta con el propósito de lograr una silueta esbelta y delgada se renden ante la fiera. . . pero no del todo. Aprenden, a veces en forma casual, por una compañera de clase o un artículo de una revista, que existen ciertas tácticas fáciles para engañar al sabueso. La bulimia es una de estas soluciones. Aun después de haberse alimentado en abundancia, la niña bulímica suele sentir una repentina necesidad de comer. En dos horas es capaz de ingerir cuatro hamburguesas, casi un kilo de helado, una docena de bizcochos y tres paquetes de caramelos. Una vez que tiene el estómago repleto y a punto de estalla, la niña se depura por medio del vómito autoinducido, o de laxantes y diuréticos. La anoréxica se aparta de la comida. La bulímica, que está igualmente ansiosa de sentirse aceptada y aprobada, se vuelca hacia la comida para aliviar su ansiedad. Para la bulímica la comida es algo seguro, reconfortante, con lo que puede contar. Las grandes comilonas anestesian sus temores y adormecen su angustia y soledad. Come en procura de consuelo emocional. Pero pronto la acomete el temor de engordar

demasiado y exponerse así a la desaprobación que procura evitar. La purgación pasa a integrar, entonces, su particular ortopedia emocional. El ritual de atiborrarse de comida para luego purgarse se hace cada vez más frecuente, hasta convertirse en una especie de adicción. La ingestión excesiva adormece sus emociones y la purgación las arrastra lejos. El acto de purgarse le proporciones tanto alivio y le resulta tan purificador que comienza a comer con la finalidad de purgarse. Los trastornos físicos que acarrea la purgación son graves: daño irreversible al esófago, ruptura de vasos sanguíneos oculares; deterioro del esmalte dental, caries, arritmia cardíaca y para cardíaco. La niña bulímica es incapaz de rebajar de peso en forma sistemática, o de seguir una dieta durante cierto tiempo, se deja llevar por apetencias e impulsos. Entre una comilona y la siguiente, si tiene los medios necesarios, se dedica a hacer compras en forma desenfrenada. Si no tiene bastante dinero, roba lo que le apetece. Se vuelve experta en escamotearle dinero a los padres para pagarse sus hábitos. Emplea el dinero que le dan para comprar libros y pagar la matrícula escolar en comprar alimentos para sus festines. Las chicas bulímicas también se rinden ante sus apetencias de contacto corporal, caricias, calidez, aprobación y admiración. Algunas son frenéticas sexuales, que buscan con desesperación los abrazos y la adoración que ansían. Mientras que sus aparentes hermanas, las bulímicas, sólo consiguen apaciguar a la fiera, la anoréxica parece haber vencido al Fresslust, a las ansias de posesión y al apetito genital. Es posible que de vez en cuando la niña anoréxica robe alguna chuchería para adornarse, o que esconda comida en su dormitorio. Muchas anoréxicas incurren esporádicamente en la cleptomanía o en la práctica de atiborrarse de comida para luego purgarse. Pero, tal como lo atestiguan sus cuerpos delgados y frágiles, son esencialmente puras y están por encima del deseo y del apetito. Sin embargo, la historia que ellas mismas nos cuentan es muy diferente: “Me estoy arruinando de veras en esta interminable lucha contra la naturaleza. El destino dispuso que fuera robusta y fuerte, pero yo quiero ser delgada y frágil.” “Siempre tenía hambre y no podía concentrarme en nada. No recuerdo nada de los libros que leí cuando ayunaba, ni me acuerdo de las películas que vi en ese período. Nunca pensaba en nada más que en comer.” 55


“Aprendí el truco de permitirme disfrutar intensamente de la comida. Sólo comía cosas que me gustaban, en cantidades mínimas. No es que me negara a comer. Me negaba a aumentar de peso.” “Era como si debiera castigar a mi cuerpo. Lo odio y lo desprecio. Si le permitía funcionar normalmente por unos días, luego tenía que someterlo a privaciones. Me siento atrapada en mi cuerpo. En tanto lo mantenga bajo control estricto, no podrá traicionarme.” La pretendida victoria de la anoréxica sobre el deseo constituye su perdición. Sus hermanas, las niñas rollizas, las gordas-flacas y hasta las bulímicas antes de caer en los ciclos de comer y purgarse, por más desesperadas e indignas que se sienta, tienen un compromiso con la vida. Estudian, trabajan, tienen amigos, relaciones sexuales y cierta sensación inmediata de pertenecer al orden social y participar en él. No así la anoréxica. Ella es un ser solitario y aislado. Antes de llegar al grado de emaciación, la niña tiene conciencia de sus aislamientos. Ansía intimidad, conversación, miradas aprobatorias, manos que estrechen la suya, calor humano. “Veo a los demás como a través de un cristal; me llegan sus voces. Anhelo estar en contacto con ellos. Lo intento, pero no me oyen.” El miedo a las apetencias, al apetito sexual o al deseo, es uno de los dos ingredientes principales de la anorexia. El otro, ése sin el cual el ayuno no sería posible, radica en la calidad de la conciencia de la anoréxica. Aun la más pura de las anoréxicas tiene momentos de flaqueza. Pero una vez que ha resuelto hacer algo, su conciencia garantiza una obediencia casi absoluta. Debido a que la anoréxica tiene una enorme fuerza de voluntad, debido a que es inteligente, ambiciosa y perseverante, debido a que los ojos vigilantes y las ásperas voces prohibidoras nunca fueron domesticadas, las obedece sin dudar. Y como los ideales según los cuales se evalúa son tan exquisitos, tan perfectos, tan estrictos e inflexibles, se inclina ante ellos en actitud de sagrada adoración. Su conciencia es salvaje, pérfida y corrupta. Sólo cuando el tabú del incesto impone sus dilemas morales es que emerge a la superficie la duplicidad moral de la anoréxica. Esta duplicidad ha estado latente desde la infancia, oculta tras la pantalla de una estructura familiar y un orden social que aplaudían la ambición de la niña, sus ansias de poder y su virtuosa obediencia del deber. Su batalla frontal contra el deseo es un gran engaño. 56

Parecería haber erradicado todas las tendencias sensuales y eróticas. Pero en realidad, la anoréxica ha logrado estar totalmente embargada de erotismo, en especial de Fresslust. El deseo es su constante compañero. Con más devoción y empeño que cualquier adolescente común, la anoréxica enfrenta constantemente al deseo. Lo sopesa, lo reparte, aviva sus llamas y se asegura de que no deje de exigir ser atendido. Aunque lo mantiene oculto, la anoréxica sabe muy bien que el deseo siempre está allí, esperando la oportunidad de irrumpir, abrirse paso, arremeter y tomar posesión. Su conciencia, jamás aplacada por las lealtades grupales del período de latencia ni por las apasionadas amistades y alianzas de los primeros años de la adolescencia, es un tirano implacable, enteramente modelado de acuerdo con sus deseos; su conciencia absorbe, explora, inspecciona, tienta y atormenta: “Me sentía como si un capataz de esclavos me llevara a latigazos de una actividad a otra”. El deseo y la autoridad son cómplices. Al silenciar el gran debate entre el deseo y la autoridad, el narcisismo progresa sin restricciones. La niña se preocupa por la comida, por el funcionamiento de sus intestinos y por el sexo, pero la ternura y el afecto han quedado abolidos. Para tener la absoluta certeza de que no volverá a caer en las redes del amordeseo familiar, la anoréxica ha revertido el amor-deseo en odio-deseo. Ahora no precisa escaparse de la casa. La fuerza de su odio y sus fantasías persecutorias la mantienen a salvo. Consumida por la lujuria y el odio, la niña dirige esos apetitos caso enteramente a su cuerpo. Con el mismo gesto mágico con que emprende el ayuno, se flagela el cuerpo con frenesí para hacerlo perfecto, y simultáneamente lo sacrifica. Se queda en su casa, “literalmente, como un esqueleto en un festín”.l Es omnipotente, de manera que no puede morir aunque su cuerpo se destruya. Esta vez, nadie podrá arrebatarle el poder. “Querían que aumentara de peso para no tener que ver loo infeliz que era. Pues no les hice el gusto. ¡Porque era muy infeliz! Es que ellos son muy felices, y quieren que su nenita buena sea linda y feliz también. Querían que yo fuera un adorno. ¡Pues no les hice el gusto!” A la niña la consume el despecho. Su venganza de los captores es como una comida que la satisface. “Ya ven lo obediente que soy. No como de más. No exijo nada. Tengo pleno control sobre mis apetitos. Esto es lo que ustedes querían: la niña perfecta con su


cuerpo perfecto. Aquí lo tienen, para que lo vea todo el mundo.” Ahora que el efecto y la ternura han quedado abolidos, ahora que tiene una conciencia autosuficiente, más allá de la moralidad, la ira de la anoréxica no conoce límites. Antes de descender de las soberbias alturas a que ha llegado para volver a integrarse al género humano, la niña tiene una cuenta pendiente que ajustar. Esclava y ama están ligadas de por vida: “Ella es yo, yo soy ella. Al destruirme, también destruyo a mi madre”. La esclava obediente sacude sus cadenas. La gordura de sus muslos, los pechos redondeados y la menstruación son sus enemigos, pero la oleada de fresca vitalidad que expande cada uno de sus apetitos y deseos también libera las estructuras del pasado. Aunque es tan lujuriosa como un bebé, aunque establece sus propias reglas, la anoréxica no retoma, simplemente, los modos del pasado. La niñita ejemplar está sacudiendo sus cadenas. Toda la vida de la niña ha sido una magnifica representación. Más tarde, en un poco habitual arranque de franqueza, llegará a admitir que “la mascarada más grande de todos los tiempos”. Su acto mortal de ayunar casi hasta la inanición, su emaciación, es el premio otorgado a su actuación, es el triunfo de la emulación que ha estado ensayando desde que era un bebé. El público está aterrado, pero también hechizado, lo que a su vez provoca una ilusoria sensación de poder a la artista del hambre. Desde su punto de vista, la niña se ha consagrado como actriz. Sólo más adelante, cuando recobre su peso y reconozca la demencia de su arte, podrá contarnos que dentro de ella había una débil voz que le rogaba que se detuviera, una parte de sí misma que observaba su actuación con el mismo horror que todos nosotros. Pero en general, mientras permanece en estado de emaciación, la niña está dedicada por entero a su representación. Cuando más dure su enfermedad, más se concentrará en sí misma. Pronto se olvida del público. El narcisismo la domina por completo. La anoréxica está exigiendo que le devuelvan la mente y el cuerpo, los está reclamado; está afirmando la omnipotencia que una vez cediera a cambio de admiración reflejante. Ahora, ni esta admiración ni las miradas prohibitorias de los padres podrán doblegarla. Ella misma es su propio espejo. Se sale de sí misma y es al mismo tiempo observadora y observada: “Logré mi deseo de ser de un tercer sexo, niña y varón al mismo tiempo. Al mirarme al espejo, veía una mujer hermosa y atractiva.

Mi otro yo, el cuerpo que enfrentaba al espejo, era un joven lascivo que se disponía a seducir a la chica del espejo. Yo mantenía un romance conmigo misma”. La chica está alerta, en marcha, durmiendo sólo tres o cuatro horas diarias. Atrás quedaron los días en que se pasaba las horas haciendo tareas escolares adicionales, ganando competencias de natación y disertando ante sus aburridos compañeros sobre la teoría de la relatividad. Ahora está en plena exaltación: mareada, desfalleciente, con la sensación de estar en absoluta sintonía con el mundo del tiempo y el espacio. Las contradicciones entre el “yo” y el “no-yo”, entre lo animado y lo inanimado, se mantienen en suspenso. Aquí no hay divisiones. En su mística unidad con el entorno físico, la niña ya no necesita a nadie más. Ha llegado a una cúspide trascendental. Tiene infinita resistencia y enorme agudeza mental. Aunque ya no puede concentrarse en los libros ni en las palabras, en las lecciones ni en las tonterías de la escuela, es astuta en lo que se refiere a la preservación de su alma. Su estado, al borde de la inanición, y su incesante actividad física, le producen ahora una exaltación similar al efecto de la morfina: “Uno se siente fuera de su cuerpo, al costado de sí mismo; luego cae en una especie de trance y puede soportar el dolor sin inmutarse. Eso es lo que yo hacía con el apetito. Sabía que lo tenía –puedo record y hacerlo consciente- pero en ese momento no sentía ningún dolor”. Los teólogos conocen bien los excesos morales que acompañan a este tipo de éxtasis, las desilusiones espirituales causadas por el ayuno prolongado, y sus matices sexuales. “La conciencia de tener poder espiritual aumenta, y con ello el peligro de perder de vista lo que a cada uno de nosotros se nos ha asignado, los límites de nuestra existencia finita, de nuestra dignidad y nuestras capacidades. De ahí que existan los peligros del orgullo, la magia y la embriaguez espiritual.” La niña anoréxica, que se siente inútil en casi todos los demás aspectos de la vida, a través de su ayuno y su hiperactividad adquiere un enorme poder, mayor, incluso, de lo que ella pretendía. A medida que se intensifica el ayuno, los efectos físicos colaterales potencian y confirman los sueños de gloria de la anoréxica. Ella no había buscado el éxtasis, sino tan sólo controlar las fuerzas físicas que la invadían. La santidad le ha llegado como un subproducto accidental de su ayuno. Ahora está ávida de hambre, como antes había tenido avidez de comida. La 57


exaltación que le produce el ayuno constituye su victoria sobre las pasiones del cuerpo, su triunfo sobre sus amos. Una vez que ha salido de su cuerpo, es fiel a sí misma, a sus propios dictados y poderes. El suicidio es poco frecuente en las enfermas de anorexia. Sólo en caso de perder su batalla contra el Fresslust o de verse forzada a rendirse ante sus captores, la niña intentará suicidarse. Pero la convicción de su omnipotencia la engaña. La anoréxica no tiene conciencia de la precariedad de su estado físico, pero su cuerpo puede ganarle la partida, como cuando sobreviene un paro cardíaco, una crisis metabólica o un colapso circulatorio. Se dice que justo antes de morir, la anoréxica parece tener conciencia de que su espíritu se está desprendiendo, lentamente, de su cuerpo. Su mirada es distante, inexpresiva, como fuera de contacto con el mundo. La niña está escapando de la prisión de su existencia.

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PROBLEMAS DE LA ALIMENTACIÓN: LA OBESIDAD, LA ANOREXIA Y LOS FESTINES Algunos expertos sugieren que hemos llegado a equiparar el engrosamiento con la decadencia y la pérdida del autocontrol. Esto crea una doble norma: Deseamos comer y en efecto comemos, porque de ese modo no sólo mantenemos la vida sino que gozamos, pero nos sentimos culpables de nuestros excesos y lamentamos nuestra autocomplacencia, o avanzamos un paso más y hacemos dieta (o fingimos hacerla). Los adolescentes son sobremanera vulnerables a las tendencias culturales, y reflejan los modos de comer y hacer dieta de los adultos. Algunos adolescentes, los afortunados, comen normalmente y no prestan mucha atención al alimento, fuera de que tiene buen o mal sabor, y les agrada o no les agrada: saben cuándo tienen apetito y cuándo no lo tienen. Otros adolescentes llegan un poco más lejos; como equiparan la concurrencia a los lugares donde sirven comidas rápidas con la aceptación social, utilizan la comida como una forma de entretenimiento. Pero para un número cada vez más elevado de adolescentes, la búsqueda de la delgadez tiene precedencia, pues creen que una persona delgada cuenta con la garantía de una vida sin problemas. Por desgracia, no atinan a ver que tales conceptos son fantasiosos, y como intentan alcanzar la meta a través de un uso equivocado de los alimentos, adquieren costumbres extrañas y enfermizas, y pierden el control a tal punto que apareen desórdenes como la anorexia nerviosa o la bulimia, que llegan a dominar la vida de los afectados. Otros adolescentes utilizan la comida como una pantalla detrás de la cual ocultarse cuando las presiones de la vida real son excesivas. Pueden convertirse en personas excedidas de peso, incluso obesas, y aunque parezca irónico, ellos mismos provocan acentuadas presiones sociales. En el caso de muchos de los adolescentes modernos, se ha deformado el significado de los alimentos y de su ingestión, ante lo cual es posible que los padres reaccionen con sentimientos de cólera, frustración o desesperación, pero está no es la actitud más apropiada.

ACERCA DE LOS ALIMENTOS SIN VALOR, LOS HÁBITOS DE ALIMENTACIÓN Y LA BUENA NUTRICIÓN Un estudio reciente comprobó que los alumnos del último año de secundaria no saben acerca de la nutrición mucho más que los alumnos de escuela primaria. Los hábitos de alimentación de los adolescentes a menudo son erráticos, y están adaptados casi por completo a la ingestión de alimentos ocasionales, en lugar del consumo de comidas programadas regularmente que incluyan alimentos pertenecientes a los cuatro grupos principales. Esta afirmación, sin duda, no constituye una noticia impresionante para la mayoría de los padres de adolescentes, pero en todo caso destaca una tendencia alarmante: los adolescentes no sólo no conocen lo elemental acerca de los hábitos apropiados de alimentación, además, parece que el tema no les importa. Existe una masa enorme de propaganda acerca de los alimentos, destinada a los adolescentes, porque éstos son individuos muy impresionables que todavía no conocen bien los productos que compran, y también porque gastan mucho dinero en comida. Los adolescentes reaccionan de un modo más o menos previsible frente a las campañas de publicidad, y por lo tanto los anuncios comerciales referidos a los alimentos y las bebidas sin alcohol exhiben imágenes de nivel superficial. Invitamos al lector a situarse un momento en el lugar del adolescente. Está mirando el anuncio de determinada marca de hamburguesa. Los actores y las actrices adolescentes tienen cutis perfectos, cuerpos atléticos, y pertenecen al tipo de los que acaudillan a los grupos de partidarios del equipo de nuestro colegio. Están sentados alrededor de una mesa, comiendo hamburguesas y papas fritas, y consumiendo bebidas sin alcohol. El mensaje, la imagen, es que las personas populares y atractivas consumen estos alimentos, y uno debería hacerlo también. O considere cualquiera de los anuncios de bebidas sin alcohol; también en este caso los modelos adolescentes son todos personas inteligentes, de aspecto sexy, ¡y además bailan y cantan maravillosamente! El observador comienza a asimilar estas imágenes. En efecto, uno empieza a equiparar los productos con la popularidad, la sensualidad y el talento representados en los anuncios televisivos de medio minuto, y acepta el mensaje de que si utiliza los productos puede llegar a ser como las personas que aparecen en la pantalla. Se adquiere impulsivamente un artículo, porque 59


le agradó el tipo de producto, y porque se identifica con los mensajes no del todo subliminales. A pesar de todo, los adolescentes rara vez ponen en riesgo su salud a causa del consumo de alimentos sin valor. Si pretendemos mostrarnos racionales en todo esto, debemos reconocer nuestro propio aporte como modelos: sin tenemos mediocres hábitos de alimentación, en vedad no podemos pretender que nuestros hijos, como por arte de magia, durante los años de la adolescencia prefieran el pan integral y los alimentos no procesados. Asimismo ¿debemos tratar de mantener cierta distancia emocional frente al tema de la alimentación; no nos agradaría mucho que un tercero supervise cada bocado que ingerimos; por eso mismo, no es probable que a nuestros hijos adolescentes les agrade ese tipo de atención. Si podemos mostrar una actitud racional y esclarecida frente a la nutrición, estaremos en condiciones de admitir que si bien una dieta regular de salsa de tomate, papas fritas y bebidas sin alcohol no es sobremanera saludable, muchos alimentos a los cuales consideramos desprovistos de calorías o sin valor desde el punto de vista e la nutrición, después de todo, no son tan inferiores como suponemos. Por ejemplo, incluso la pizza tiene cierto valor nutritivo: tres porciones de pizza contienen 54 gramos de hidratos de carbono, 25 gramos de proteínas y 15 gramos de grasa, es decir, 50 calorías, el equivalente nutritivo aproximado de una chuleta de cordero, un plato de habas y una pequeña patata asada. Las cuestiones relacionadas con la alimentación no tienen por qué convertirse en batallas entre las generaciones o provocar la falta de armonía de la familia. La comida debe ser un placer, no un problema con P mayúscula. Los padres tienen que comprender y tratar de aceptar el hecho de que todos los adolescentes modernos ingieran, hasta cierto punto, alimentos sin valor nutritivo. Para fijar el límite es necesario determinar si el jovencito goza de buena salud, y si sus hábitos de alimentación permiten un estilo de vida normal o bien interfieren en la vida cotidiana, hasta el extremo de ser perjudiciales. Quizá debamos recordar los libros referidos al cuidado de los infantes y los niños, que muchos de nosotros leímos cuando nos iniciamos en la función de padres. Estas obras solían destacar que los niños más tarde o más temprano eligen una dieta equilibrada si se les deja elegir libremente los alimentos, porque el cuerpo de una persona reclama ciertos nutrientes y ansía los alimentos que 60

los contienen. Si el niño pequeño puede obtenerlos, en definitiva consume los alimentos apropiados, pero quizá no en la secuencia que puede parecer aceptable para el adulto. Si excluimos la presencia de un desorden de la alimentación, esta afirmación es válida también para lo adolescentes. La obesidad adolescente

en

la

perspectiva

del

No existe ley alguna que afirme que los adolescentes tienen que ser delgados, estar bien vestidos y ser atractivos para que se conviertan en participantes totalmente aceptados. Sin embargo, la mayoría de los adolescentes se comportan como si éstas fuesen norma que es necesario aplicar rígidamente. Para muchos, el exceso de peso equivale a la maldición definitiva, la condición de proscrito social; y así utilizan la dieta para evitar ese destino imaginario. Si la dieta no aporta los resultados deseados y no se convierten en Cenicientas o Príncipes Encantados, viven una adolescencia agobiada por el sufrimiento y los traumas. Otros adolescentes utilizan el exceso de peso para evitar la interacción social con los pares, y achacan muchos o la totalidad de sus problemas a la obesidad que padecen, y nunca aprenden a afrontar de manera constructiva los desafíos de la adolescencia. Tratan de consolarse comiendo más que tratando con los amigos o la familia, y de hecho utilizan el exceso de peso para aislarse del resto. En posible que los adolescentes se sientan inseguros acerca del funcionamiento y la apariencia de su cuerpo, y que se preocupen constantemente por el modo en que otros los perciben, De esta manera, los adolescentes son especialmente vulnerables a los sentimientos de menor valía, e incluso a la depresión cuando su cuerpo no se convierte en una réplica de los jóvenes y las muchachas perfectamente formados, a quienes ven desde hace tanto tiempo en las revistas destinadas a la juventud, así como en la televisión. Se diría que no es suficiente que los adolescentes se inquieten por el estado de su piel, su propia anatomía sexual y su capacidad para atraer a tros miembros del sexo opuesto; cuando aparece el problema del peso se agrega otro problema a la lista de inquietudes adolescentes que no ceden fácilmente al escalpelo de la lógica. El padre que dice: “No te preocupes, todos tuvimos momentos desagradables cuando éramos jóvenes”, no facilita las cosas a la jovencita de 15 años a


quien nunca invitaron a la fiesta del colegio, o al joven de 16 años elegido siempre en último término cuando llega el momento de formar los equipos en el gimnasio. La inequívoca oposición de nuestra cultura a las personas excedidas de peso se ve perpetuada por una serie de mitos que consideran a la obesidad como el signo de cierta falla del carácter, de la pereza o del descuido, una condición autoinducida caprichosamente y que puede modificarse con facilidad gracias a la fuerza de voluntad. Los adolescentes, que de todos modos ya tienen escasa confianza en ellos mismos, adoptan esta tendencia y a menudo no saben cómo reaccionar frente a sus pares obesos que no se ajustan a las normas aceptables. Un modo de afrontar lo que uno no conoce bien es evitar la relación con eso, y muchos jóvenes de peso mediano proceden así en sus reacciones frente a los adolescentes excedidos de peso. Puede mostrarse intencionadamente crueles e insensibles, y rechazar totalmente a los que no se atienen a las mismas normas físicas. Quizá intentan mostrarse cordiales, pero acaban adoptando una actitud de superioridad. Es interesante el hecho de que si se establecen relaciones amistosas, las dimensiones corporales ya no dominan el vínculo. Ciertamente, no todos los adolescentes excedidos de peso son objeto de rechazo. Algunos son individuos que muestran confianza en su propia personalidad, que están satisfechos de su modo de ser, y se muestran participantes activos y eficaces en todos los aspectos del típico colegio de adolescentes y de los medios sociales. A esta categoría corresponden los adolescentes varones que han sido corpulentos desde la niñez, y cuyos padres y otros miembros de la familia están excedidos de peso. Por desgracia, las muchachas y los que han aumentado de peso hace poco no tienen la misma suerte. Uno de los principales problemas que la obesidad origina, en el caso de los adolescentes, es la salida con miembros del sexo opuesto, una situación que puede ser realmente terrible. Las jóvenes y los varones excedidos de peso pueden temer que su apariencia llegue a convertirlos en individuos tan indeseables que nadie quiera salir con ellos. Además de este miedo al rechazo, muchos temen también que en la salida resulten ridiculizados a causa de sus abundantes proporciones. Otro temor aún más grave es la posibilidad de que sus compañeros de salida se alejen si comienza a establecerse

alguna forma de intimidad. Así, la oportunidades de relación interpersonal y sexual, que en la práctica deberían preparar a los adolescentes para papeles adultos, pueden verse anuladas por completo a causa de la obesidad. A la larga, estos adolescentes pueden convertirse en adultos que prefieren abstenerse por completo de la socialización. Por otra parte, hay muchos adolescentes que no son objeto de la discriminación ejercida por sus pares como resultado del problema del peso. En general, los varones soportan la obesidad mejor que las muchachas, porque para la cultura es más aceptable que los hombres sean corpulentos. Consideremos un momento el número de varones robustos que tienen un papel destacado: los levantadores de pesas, los luchadores de la categoría máxima, y las figuras deportivas que son macizas pero musculosas: jugadores de fútbol, profesionales de la cultura física, todos muy visibles en las exhibiciones deportivas que la televisión transmite los fines de semana. No puede extrañar que los pediatras a los médicos especializados en medicina de la adolescencia informen que pocos muchachos solicitan dieta que les ayude a perder peso; en cambio, prefieren modificar las proporciones de su cuerpo apelando al ejercicio. Asimismo, los padres rara vez critican a los varones cuando aumenta su peso. Pero los padres de las jóvenes se preocupan por las figuras de sus hijas y por las consecuencias si no son esbeltas o bonitas, y por su parte los padres de los muchachos tienden más bien a afirmar que sus hijos tienen el cuerpo sólido o desarrollado. Los padres de las jóvenes con frecuencia tratan de proteger a sus hijas, y quizá inconscientemente las inducen a evitar la resolución de los problemas fundamentales, y a remplazar el análisis de ellos por la costumbre de utilizar el alimento como panacea. Los varones o las muchachas que son populares y tienen éxito social o intelectual a pesar del considerable exceso de peso son, precisamente, los adolescentes que han aprendido a abstenerse de utilizar el peso como un escudo o un revestimiento que, en definitiva, debilita sus sentimientos positivos; son los mismos que no permiten que el peso sea interpretado negativamente por otro. Son los jóvenes que integran su apariencia, su personalidad y sus cualidades en una unidad que se convierte en imagen total; un aspecto no tiene por qué dominar a los restantes, o funcionar a expensas de los otros.

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UNA MIRADA A LA CIENCIA REVISTA ¿CÓMO VES? Agustín López Munguía LA MODA ALIMENTICIA Sin duda, el avance del conocimiento ha tenido uno de sus mayores impactos en lo que comemos. En cada bocado hay una “carga” de ciencia y de etnología; de nutrimentos; de cultura e historia; de globalización y, desde luego, de placer (claro, también puede tener una carga de bacterias, pero ese es otro asunto). Cada aspecto relacionado con lo que comemos es igualmente importante y debe ser sujeto de reflexión cada vez que nos encontramos a punto de elegir frente al menú o al refrigerador, o empujando el carrito en el supermercado. Y es que, desafortunadamente, no siempre damos a cada una de estas “cargas” el peso específico debido, y cada vez más, a que lo que sabemos sobre alimentos y nutrición (o lo que nos han hecho creer a través de la mercadotecnia) domina otros criterios igualmente importantes en la elección. El origen del bocado Hagamos un ejercicio en este espacio, imaginando a uno de los lectores de la revista sentado a la mesa de la cocina, preguntándose al observar el tenedor detenido justo a la mitad del trayecto entre el plato y su boca: ¿De dónde proviene todo ese material orgánico comestible que llamamos alimento?; ¿es fresco?; ¿alguna vez estuvo vivo y con ojos?; ¿es un producto agrícola, viene del mar , de un árbol, o de un hormiguero, como los escamoles?; ¿quizá lo produjo alguna empresa? (deja el tenedor en la mesa y toma un trago de refresco de cola); ¿o tal vez fue trasportado y entregado fresco para su consumo directo? (desvía la mirada hacia los mangos que desprenden su aroma desde el frutero): ¿quizá fue transformado en alguna de tantas empresas alimenticias? (mira el pedazo de tortilla de maíz que le sirve para no empujar con los dedos); ¿o simplemente se trata de una combinación de orígenes incluida la transformación casera? (un pedazo de filete de res, bañado en salsa verde, al que acaba de adicionar un poco de sal de mesa.) Es fácil concluir que en el plato del lector hay un poco de todo, y si bien existe en la actualidad una tendencia a consumir más productos frescos que procesados (“si es 62

fresco es mejor”), todo tiene sus “asegunes”. A veces el procesamiento es indispensable para mejorar la calidad nutricional de un alimento, como la nixtamalización del maíz o el cocimiento de los cereales, cuyo fin es conseguir una mejor digestibilidad de sus componentes. También hay muchas ventajas en procesar por ejemplo la leche, y así enviarla a zonas donde no hay vacas o sería imposible mantenerla fresca por más de 24 horas. Actualmente, en muchos casos el procesamiento es una garantía de seguridad alimentaria, basta con observar las tendencias en el consmo de agua. Por lo tanto, seleccionar alimentos frescos no está mal, pero tampoco deben desdeñarse las ventajas del procesamiento, que de ninguna manera es sinónimo de “no natural”. Los antecedentes del bocado El alimento atrapado en el tenedor, que no acaba de llegar a su destino, ha perdido ya un poco de calor. Pero antes de ingerirlo, no podemos dejar de lado una pregunta básica en el contexto cultural: ¿de dónde viene? Hay probabilidades de que se trate de un alimento de orígenes prehispánicos (un caldo de guajolote, aunque a algunos pavos que reniegan de su origen no les guste que les digan así); que sea producto de la conquista (lomo de cerdo con alubias) o de la fusión de culturas, que en lo que a alimentos se refiere se dio por cierto sin mucha violencia (tacos de carnitas, una tostada de pata o una torta de tamal). O tal vez el quiso no se remonta a decena de siglos de cultura prehispánica, o a 507 años desde que nos “descubrieron”, sino sólo a unos cuantos de globalización) hot dog con Coca-Cola). Quizá la historia de cómo es que el alimento llegó hasta el tenedor requiera de armar un equipo multidisciplinario, pues para cada caso, además de la carga históricocultural, habría que analizar la educativa) o falta de ella), la de conveniencia (así le dicen ahora a la prisa), la necesidad, el compromiso, la dependencia económica (nuestra y del país) y, ciertamente también, la carga de hambre. Se requeriría de especialistas en conducta humana para explicar por ejemplo cómo es que la hamburguesa, el hot dog y la pizza han ganado terreno al taco, la torta y el tamal, o la Coca-Cola a las aguas de jamaica, horchata y tamarindo, con la consecuente globalización del más grave problema de salud pública que enfrentan los Estados Unidos: la obesidad.


La digestión del bocado Una vez en nuestro mundo inferior, lo que le pasa al alimento es visto por otro conjunto de disciplinas que estudian el cuerpo humano, su funcionamiento, sus necesidades de sustancias químicas, la forma en que éstas son asimiladas, y el impacto de lo que comemos en lo que somos. Dicen por ahí: “dime qué comes y te diré quién eres)” (por eso dejé la carne de res). Sería imposible abordar en este espacio todo lo que esto implica, pero en cierta medida es el origen de que ahora se diga cada vez más: “Necesitas comer carbohidratos, proteínas, vitaminas y minerales”, en vez de “Come cereales, pescado y fruta”. La composición química de los alimentos y el eventual efecto de ciertas sustancias específicas en la salud se ha vuelto noticia cotidiana, lo que generalmente da la impresión de que todo este asunto responde a una simple relación de causa-efecto. Y si bien, como muchos otros avances científicos, el conocimiento ha traído beneficios, también ha sido objeto de abuso y charlatanería, a veces ignorancia, otras, aprovechándose de ella. En los años ochenta el sentir de la población era que había que consumir proteínas, muchas proteínas. Después vino el furor por la fibra. En México repercutió esta moda a pesar de que la dieta del mexicano –desde que Quetzalcóatl nos proporcionó el maíz- nunca ha sido deficitaria en fibra. Ahora, la situación es más compleja. Poco a poco la preocupación por lo que no debemos comer ha ido desplazando al interés por alimentarse correctamente, y en el centro de esta preocupación se halla el enemigo número uno de nuestros vecinos del norte: la grasa. El bocado light La primordial preocupación actual en los Estados Unidos, el país de la abundancia, es justamente la abundancia, pero de grasa. Se vive una “grasofobia”. De acuerdo con un estudio del Food Marketing Institute, 70% de los estadounidenses dice consumir alimentos con bajo contenido en grasa, los denominados light, lo que resulta lógico si se considera que uno de cada tres está excedido de peso. Así, es probable que el observador del bocado en los Estados Unidos se esté preguntando: “Cuánta grasa tendrá esto?, ¿será light?”. Aunque al parecer el consumo de alimentos light ha empezado a menguar en aquel país, es posible que sea como resultado del fracaso de esta estrategia, pues de acuerdo con un análisis reciente publicado en la revista Food Technology “En los Estados Unidos se engorda

a base de alimentos libres en grasa”. El asunto aquí es ¿cuántos mexicanos y mexicanas jóvenes se hacen la misma pregunta?, ¿qué tan nuestro es ese problema? Encontramos ya los supermercados bien surtidos de productos de bajo contenido de grasa, pero también hemos multiplicado el consumo de hamburguesas y helados, e introducido en los cines las cubetas de palomitas, en lugar de la moderada bolsita de antaño. De acuerdo con la mencionada “grasofobia”, si el bocado en el tenedor fue frito en cualquier tipo de aceite, tiene problemas. No se diga si contiene mantequilla, algún tipo de aderezo o mayonesa (aunque sonría). En general la gente no esta bien informada, y aunque considera que en los que se refiere a los aceites comestibles no es lo mismo el de oliva que el de palma, tampoco le es fácil explicar por qué, pues desconoce las diferencia entre grasas saturadas, mono y poli-insaturadas. En ese contexto, quizá parezca atractivo que el bocado sea una papa que haya sido frita en un sustituto de grasa que la FDA (Food & Drug Administration, organismo estadounidense encargado de la regulación de medicinas y alimentos) aprobó en 1996. Se trata de una sustancia químicamente parecida a la grasa natural (ácidos grasos unidos a la glicerina mediante enlaces éster), sólo que contiene sacarosa en vez de glicerina por lo que el sistema digestivo no la reconoce y pasa directo a las heces. Este producto, que se denomina Olestra y fue desarrollado por la empresa Procter & Gamble, tiene que ser saturado en vitaminas solubles en grasa, para que no se lleve las del cuerpo, puede generar calambres y, peor aún, cuando se consume en exceso llega a producir un flujo anal. Pero éste es un caso extremo (cero calorías); hay otras opciones menos drásticas; docenas de productos comerciales que se emplean en la formulación industrial de alimentos de bajo contenido calórico. En general, se trata de sustitutos a base de proteínas (Simplese) o almidón (Litesse). ¿Cómo proteínas en lugar de grasa? Lo que sucede es que se da a las proteínas (de leche y huevo por ejemplo) un tratamiento de microencapsulación que les confiere una nueva textura y con ella la propiedad de provocar la sensación de que se está comiendo grasa. Pero al ser proteína, proporciona menos calorías. Incluso hay sustancias, como los glucanos que se obtienen de las levaduras, que directamente generan esta sensación. Prueba un poco de levadura (de pan o de cerveza) y la percibirás “grasosa”. Pero no hay tal, son los betaglucanos de la pared de las células los que 63


provocan esa sensación, ahora también explotada por la industria. Existen también sustitutos elaborados con fibra soluble (Oatrim) o con fibra obtenida de la cubierta de semillas a las que se da un tratamiento para que al combinarse con agua, formen un gel, fundamentalmente a base de celulosa (ZTrim). El mercado de los alimentos light genera miles de millones de dólares en ventas de postres, dulces, aderezos, margarinas, pastas para untar, imitaciones de crema, etc., que aportan mucho menos de las nueve kilocalorías de un gramo de grasa. En otros casos, como el de los productos lácteos, lo más sencillo es extraer la grasa y así ofrecer leche o sus derivados, parcial o casi totalmente desgrasados. En un futuro bastante cercano aparecerán en los mercados nuevas grasas obtenidas de las semillas de oleaginosas tradicionales, en las que se habrá empleado la ingeniería genética para cambiar sus propiedades nutricionales o fisicoquímicas. ¿Grasa como la del chocolate en la soya, o como la del coco en loa colza? Se trata de la segunda generación de las llamadas planta transgénicas. De cualquier manera no se trata aquí de productos que directamente adquirimos en el mercado, sino de ingredientes y procesos con los cuales se elaboran los alimentos light, originalmente destinados a una población con un cuadro clínico determinado y, en el mejor de los casos, bajo supervisión médica. Pero en la medida en que estos hábitos van ganando terreno entre la sociedad, en particular entre los jóvenes en pleno desarrollo, se corren riesgos a nivel individual y colectivo. Todos hemos visto a individuos que combinan una Coca-COLA light ¡para no engordar! Con diez tacos de buche y cinco de maciza. Otros riesgo que ya comentamos es el de adquirir un esquema de alimentación ajeno a nuestra cultura, esquema que por lo general tiende a sustituir, y no, como ha sido hasta ahora con otras influencias, a complementar, adaptar y mejorar nuestra alimentación. En la medida en que mantenemos una dieta diversa y rica, lo cual no necesariamente implica prescindir de ningún tipo de alimento, nos aseguramos de que nuestras necesidades nutricionales estarán satisfechas. Por otro lado, el efecto de muchas de las nuevas sustancias en el mercado, consumidas de manera compulsiva y por sectores de la población que no las necesitan, es el de una bomba de tiempo en lo que se refiere a salud.

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La Obesidad La obesidad es un problema de salud pública principalmente en países industrializados, pero que empieza a afectar a países como México, no obstante los millones de personas que viven en la pobreza y que, de acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), 22% de la población infantil sufre desnutrición crónica por deficiencias en la dieta. Dentro de los factores de riesgo demográficos para la obesidad se ha señalado el país de residencia (de acuerdo con el número de agosto de 1996 de la revista Scientific American, 59% de los adultos en los Estado Unidos cae dentro de la definición clínica de obesidad), la región (en México hay mayor propensión a la obesidad en el norte y centro del país), el medio ambiente urbano, el grupo racial, el género (es dos veces mas frecuente en mujeres que en hombres), el nivel socioeconómico y de educación. Dentro de los factores personales destacan los antecedentes familiares, el tabaquismo, el consumo de drogas, el embarazo y la menopausia en mujeres, la inactividad física y la dieta. Se han identificado mecanismos fisiológicos y varios genes relacionados con la obesidad, lo que ha permitido desarrollar un gran número de medicamentos para tratarla, muchos de ellos ciertamente controversiales. De acuerdo con datos del doctor Jorge González Barranco, jefe de la Clínica de Obesidad del instituto Nacional de la Nutrición, el problema de la obesidad avanza de forma alarmante en México, considerando la migración de zonas rurales a áreas urbanas y a los Estados Unidos como uno de los factores de mayor inducción. De acuerdo con datos de 15 estadísticas realizadas entre 1970 y 1997 en diversas zonas del país, la frecuencia de obesidad estaría alrededor del 35%. Por otro lado, en 1996 la revista Salud Pública dio a conocer los resultados de una encuesta nacional realizada con 15,811 mujeres y 6,987 menores de cinco años. Entre otros datos, destaca que 17% de las mujeres de 12 a 49 años de edad padece de sobrepeso, así como 4.7% de los menores. De las mujeres sin hijos, sólo 9.2% son obesas, mientras que en mujeres con cinco o más hijos la cifra alcanza 33%. El bocado ideal Pero como el observador del bocado que imaginamos es un joven moderno que se hace preguntas, quisiera poder definir cuál es el bocado ideal, qué debería contener y qué no. Está abrumado con tanta información. Pero a


los que luchan “por una sociedad sin grasa”, habría que recordarles que tanto en la lucha como en el sueño requerimos de energía; que necesitamos vitaminas como la A y la D que ingerimos con la grasa, pues es ahí donde se disuelven; que hay ácidos grasos de suma importancia por sus funciones y efectos en el organismo (en particular los no saturados). Son necesarios, entre otras cosas, para el sistema inmunológico, la limpieza de la sangre, la reducción de riesgos de trombosis y de los índices de colesterol, y por su relación con el efecto de otros nutrientes como la fibra en la prevención del cáncer. Finalmente, y de acuerdo con un artículo de la edición de marzo de este año del Americam Journal of Clinical Nutrition, los individuos que suspenden de golpe la ingestión de grasa sufren una redistribución de la que ya está en su orgnismo; aumentan los niveles de triglicéridos en la sangre y con ello los riesgos de enfermedades cardiovasculares. Entonces, ¿qué hacer? Simplemente preferir el bocado ideal: un poco de esto, algo más de aquello, déjame probar de lo tuyo, pásame los frijolitos..., recordando que “todo en exceso es malo, hasta la virtud”.

espectacular, al grado que hoy se emplea en todo el mundo para endulzar productos alimenticios, principalmente los refrescos “de dieta” y el café. Su éxito radica en que se elabora a partir de sustancias que existen naturalmente en las proteínas (el ácido aspártico y la fenilalanina, esta última metilada) y en ser 200 veces más dulce que la sacarosa, el azúcar de la caña (si usualmente se emplea una cucharada de azúcar para endulzar el café, se necesita una cucharita doscientas veces mas chica de aspartamo). Otras sustancias recientemente desarrolladas para este sector incluyen a la sucralosa, que es un derivado clorado de la sacarosa, y el acesulfame, producto de síntesis química. Más sorprendente aún es el descubrimiento de que en diversas frutas existen proteínas muy dulces. ¿Qué tan dulces?, pues hasta 2,000 veces más que la sacarosa. Tal es el caso de la talina, encontrada en una fruta africana, la modelina y, más recientemente, la brazeína. Mediante técnicas biotecnológicas es posible producir estas proteínas usando microorganismos, por lo que no es aventurado pensar que pronto se podrá disponer de ellas en la industria alimentaria.

Esta historia tiene un final feliz: nuestro reflexivo lector se llevó al fin bocado a al boca. ¿Qué lo convenció?, ¿nuestro discurso?, ¿el hecho de que la maestra de gimnasia, que se ve muy sana, dice que al menos una tercera parte de la energía que requerimos debe venir de la grasa? No, a nuestro amigo lo convenció algo igualmente importante: la grasa también desempeña un papel fundamental en el sabor de los alimentos. Y no necesariamente porque tenga un sabor por sí misma, sino por el efecto que tiene en el sabor en su conjunto. Así que ahí lo tenemos, no sólo saciando el hambre, sino también disfrutando su bocado, percibiendo el aroma, el sabor y la textura; sonriendo mientras como. Casi se le puede oír decir: ¡qué sabroso está! Sabor dulce bajo en calorías Uno de los sectores que más se han visto afectados por el interés del consumidor en disminuir la ingesta de calorías es el azucarero. La aparición de edulcorantes alternativos con bajo contenido calórico cambió nuestra relación con el azúcar. Aunque la sacarina, producto de la síntesis química, se encuentra disponible desde el siglo pasado, el desarrollo del edulcorante aspartamo mediante un proceso biotecnológico moderno, permitió expandir este mercado de manera 65


LA ADICCIÓN POR LA DELGADEZ Concepción Salcedo Meza La anorexia nervosa y la bulimia son enfermedades devastadoras que han cobrado una dimensión inusitada entre los jóvenes de todo el mundo y de todas las clases sociales, pero que atrapan y golpean con mayor fuerza a las mujeres. “YO TENÍA ANOREXIA y creo que después bulimia. Quería a fuerza tener un cuerpo como el de las modelos que pintan a la gente muy guapa. Pero creo que me obsesioné. Primero hice dietas y después me negaba a hacerlas, entonces empecé a comer muchísimo y a vomitar. Tenía pavor de engordar. Cuando me sentí muy mal fui a ver a un psicólogo para que me quitara esa obsesión. No fue fácil”. Este testimonio refleja la influencia que tiene el modelo de la delgadez entre las jóvenes, pero también evidencia que Erika –quien nos relató esta experiencia- tenía un problema psicológico que la llevó a esa conducta. Según datos médicos, de diez enfermos de anorexia o bulimia nueve son mujeres de entre los 15 y 26 años de edad, obsesivas, dependientes, obedientes y que pertenecen a familias rígidas, estrictas y poco tolerantes a los cambios. Pero los hombres también tienen su historia. “Yo fui bulímico –narra Ezequiel, de 19 años-. Formaba parte del 5% de los bulímicos del sexo masculino, ya que el 95% restante son mujeres. Comencé haciendo una dieta bajo control médico porque estaba excedido de peso, pero pronto y sin darme cuanta caí en la bulimia. Comencé a dejar de comer y aunque adelgazaba, seguía viéndome gordo en el espejo. Empecé a provocarme vómitos, cada vez que me daba un ataque de hambre y me comía todo. Luego incorporé los laxantes. Tomaba ocho o diez por día. Esto produce gran irritación, tanto en los intestinos, como en la faringe, lo cual puede ser causa de úlceras y cáncer. Seguí así por un año y varios meses. De 85 kilos había bajado a 50, pero yo me miraba al espejo y me veía de 100. No podía sentarme en una silla de madera sin que me salieran moretones; tampoco apoyar los codos en la mesa. Sentía terribles dolores abdominales por causa de los laxantes y sólo quería estar dormido”. Este testimonio refleja el infierno que viven los jóvenes que padecen bulimia. Existen informes que evidencian que ya desde el siglo 66

XIX había personas que se provocaban el vómito, después de comer en forma excesiva. En 1940 este trastorno se consideró un síndrome y en 1980 la Sociedad Americana de Psiquiatría incluyó a la bulimia en el manual de psiquiatría como una enfermedad diferente a la anorexia. Ambos trastornos vienen desde la antigüedad, pero es ahora cuando se les ha estudiado, tipificado y definido. Se sabe que son producto de múltiples factores, que pueden incluir trastornos emocionales y de la personalidad, así como presiones familiares, una posible sensibilidad genética o biológica y el vivir en una sociedad en la cual hay oferta promisoria de comida y una obsesión por la delgadez. Esta idea de la estética transmite a los jóvenes sistemas de valores que se basan en el “buen look” y el problema es que puede derivar en una adicción por la delgadez del cuerpo y producir enfermedades. Cierto es que esta estética, esta moda, es sólo un disparador que afecta negativamente familiares y con desajustes de personalidad. El pavor a engordar El término anorexia nervosa proviene del latín y quiere decir sin apetito, y el adjetivo nervosa expresa su origen psicológico. Sin embargo, no es cierto que los jóvenes anoréxicos no sientan hambre, al contrario, la reprimen por el pavor que tienen a la obesidad. Estos jóvenes rechazan en forma contundente el mantener un peso corporal por encima de los valores mínimos aceptables para una determinada edad y talla. “El miedo que experimentan hacia la obesidad los lleva hasta la inanición y a la pérdida progresiva de peso. Y lo más grave es que no tienen conciencia de su enfermedad”, señala la nutrióloga Marcela Palma, del Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubirán (INN). Los anoréxicos llegan a perder por lo menos el 15% de su peso corporal y, en casos extremos, hasta el 60%, lo que puede ocasionar la muerte. El trastorno tiene diversas caras y, según Marcela Palma, puede clasificarse en etapas primaria y secundaria. Las múltiples caras de la anorexia En la etapa primaria sólo se tiene un miedo intenso a subir de peso y ésta se caracteriza por dos tipos de padecimientos: la anorexia nervosa restrictiva y la bulimarexia. En la primera, se utiliza el ayuno y la disminución exagerada de la ingestión de alimentos para


controlar el peso sin utilizar el vómito o los laxantes como métodos de control. En la bulimarexia se combinan periodos de ayuno con periodos de ingestión compulsiva y después se provoca el vómito, y se aplican purgas y enemas para controlar el peso. En la etapa secundaria, la anorexia nervosa es consecuencia de alguna enfermedad psiquiátrica como la esquizofrenia o a depresión; en esos casos, la anorexia se debe a una interpretación falsa de la alimentación y no a la búsqueda de pérdida de peso. Por lo que respecta a la cantidad de casos de anorexia se da más en los países sajones que en las sociedades orientales. En Latinoamérica, y específicamente en México, los estudios estadísticos y epidemiológicos son muy pocos; carecemos de la información suficiente sobre la incidencia de los trastornos de la conducta alimentaria, aunque en la actualidad diversos grupo investigan este fenómeno. ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DEL ANORÉXICO Y EL BULÍMICO

Después de comer siente culpa y vergüenza, oculta el hábito de vomitar con diversas tácticas. EJEMPLOS DE LAS MANIFESTACIONES CLÍNICAS

Anorexia nervosa •

Desnutrición

Deshidratación

Hipotermia: baja temperatura corporal

Disminución de la presión arterial y de la frecuencia cardiaca.

Amenorrea: menstruación

Deficiencia de osteoporosis)

Deficiencias de otros minerales como zinc, magnesio y potasio

Depresión

suspensión calcio

de

(puede

la causar

Bulimia

El anoréxico

Disminución de lo electrolitos (sodio y potasio)

Sobresale en los estudios

Amenorrea (puede haberla o no)

Experimenta sentimientos de bajo amor propio(autoestima)

Creencia irracional de que está gordo, sin importar que esté delgado

“cara de ardilla” (aumento de las glándulas parótidas, submaxilares y submandibulares)

erosión del esmalte dental

Carece de dominio sobre su vida personal

ruptura esofágica y desarrollo de úlceras

Extrema rigidez en el control del apetito

Negación del riesgo que implica el bajo peso

arritmia cardiaca (por el abuso medicamentos para el vómito)

Perfeccionista, obediente

obsesivo,

dependiente,

de

El infierno de la bulimia El bulímico •

Conflictivo, impulsivo y poco tolerante a las presiones

Ingiere gran cantidad de comida (de alto contenido energético)

Después de los atracones vacía estomago con purgas y vómitos

el

Combina orgías alimenticias con dietas severas

Le aterra comer debido a las calorías, pero consume alimentos de manera voraz

La palabra bulimia proviene del griego y significa “hambre de buey”. Generalmente se presenta entre los 18 y 28 años de edad. Al igual que en la anorexia, el 95% de los pacientes bulímicos son mujeres. Según Marcela Palma, “este trastorno se caracteriza por la ingestión rápida de gran cantidad de alimentos; la culpabilidad provoca por el abuso al comer y la autoinducción al vómito; la utilización en forma indiscriminada de laxantes y diuréticos y el ejercicio excesivo, debido a que estos jóvenes tienen pavor a subir de peso. También es característico que durante mucho tiempo ellos nieguen estas conductas”. 67


Según datos INN, en muchos países la frecuencia de la bulimia es mayor que la de la anorexia nervosa, pero en México tampoco se tienen cifras sobre la incidencia de este trastorno, debido a que, aun cuando se han aplicado cuestionarios entre la población de riesgo, se esconden los síntomas. La anorexia y la bulimia, ¿desafíos? Entrevista Meléndez

al

Dr.

Armando

Barriguete

“Los trastornos de la alimentación, sobre todo la anorexia y la bulimia, se presentan en la adolescencia como parte de la crisis del desarrollo, del crecer, del descubrirse”. Así explica este fenómeno el psicoanalista y psiquiatra Armando Barriguete Meléndez. Advierte que también es producido por múltiples factores: neurobiológicos, socioculturales, psicológicos y familiares. “Estos trastornos suceden dentro de una época de mucha crisis, de redefiniciones sociales y personales. Vivimos en un entorno donde al afecto, a la intimidad y a las relaciones no se les presenta atención, los jóvenes inmersos en este entorno encuentran problemas para redefinir su identidad y para poder describir, conocer e identificar sus emociones. El especialista afirma que “La crisis del crecer de la adolescente va ligada a los cambios del cuerpo. Su cuerpo evoca que llega una nueva etapa; que tiene nuevos deseos e inquietudes; que tiene gran susto por crecer y desarrollarse y el pavor a aumentar en medidas y peso la lleva a intentar detener su desarrollo mediante estas conductas alimenticias”. “Algunos jóvenes no asumen estos cambios – asevera- debido a que implican una manera de ser vistos y de ver; una manera de relacionarse con sus padres, de redefinir los interjuegos de poder frente a ellos. El cuerpo escuálido de los anoréxicos, que no evoca formas ni movimientos, va relacionado con el deseo de no manifestar lo que sienten. La esbeltez representa –aclara- un desafío, un desacato a lo voluptuoso, al deseo. Las jóvenes se autocastigan dejando de comer y dejando de expresar sus emociones y sentimientos, que no es otra cosa que dejar de ser ellas mismas”. Señala, además, que estos trastornos afectan entre el 1% y el 5% de la población universitaria en los países desarrollados y que de esta cifra 95% son mujeres. ¿Por qué? Armando Barriguete responde: “Durante 68

mucho tiempo creímos saber lo que era lo femenino a partir de la descripción del hombre. Desde hace unos 50 años la mujer se ha dado a la tarea de reflexionar y escribir sobre sí misma. Se está descubriendo. Esto ha generado la idea de que lo que se creía que era la mujer no lo es, pero tampoco lo que se creía que era el hombre; son identidades que se están redefiniendo de manera mutua y crítica. Sin duda, el ser mujer tiene un rasgo extra de crisis por la desigualdad social que existe con respecto al hombre”. Respecto a los factores familiares, el especialista subraya que “es en el contexto familiar donde cohabitan tanto la crisis de pareja de los padre, como la crisis del adolescente. Desafortunadamente, no siempre son manejadas en forma adecuada a las niñas con anorexia o bulimia no han podido aceptar los cambios producidos en su familia”, señala. El especialista en trastornos de la alimentación nos da su opinión acerca de la influencia que ejercen los nuevos modelos femeninos promovidos por la cultura de masas y la moda: “La moda por sí misma no propicia el trastorno, pero se suma a las dificultades que lo facilitan; las verdaderas causas surgen de la compleja naturaleza humana”, concluye. Sugerencias a los jóvenes para prevenir trastornos de la conducta alimenticia •

Aprender a reconocer sentimientos.

y

expresar

Aprender a identificar las necesidades propias y satisfacerlas sin perjudicar a otros.

Aceptar que nadie es perfecto y toda persona comete errores.

No ridiculizar, ni hacer bromas acerca de la figura o el peso.

Cuidar entrenamientos y dietas, sobre todo los atletas y bailarines.

No hacer dietas sin el consejo de un médico.

Aceptar su cuerpo, cuidarlo y quererlo.

Procurar hacer comidas estrechar lazos de afecto.

Rechazar la moda de la delgadez como una llave al éxito y a la aceptación social; recordar que los valores humanos son más importantes.

en

familia

los

y


Enfermedades integral

complejas,

tratamiento

Los jóvenes que padecen anorexia o bulimia requieren de un tratamiento integral en el que debe participar un equipo de especialistas como nutriólogos, psicoanalistas y médicos o endocrinólogos, además de la familia. La participación de ésta es fundamental, ya que lo aspectos familiares son muchas veces la causa de estos trastornos. Si algún joven sospecha que puede padecer este tipo de problemas, debe recurrir a alguna instancia de salud pública o privada y evitar a tiempo el infierno dantesco que hacen vivir la anorexia nervosa y la bulimia.

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GÉNERO Y SEXUALIDAD Anthony Giddens ¿Qué es ser un hombre? ¿Qué es ser una mujer? Jan Morris, el famoso escritor de viajes, fue un hombre. Como James Morris, fue parte de la expedición británica que, dirigida por sir Edmund Hillary, alcanzó la cima del Everest. De hecho, era un hombre bastante “varonil” –fue piloto de carreras y practicaba muchos deportes- pero siempre había sentido que era una mujer en un cuerpo de hombre. De modo que e sometió a una operación de cambio de sexo y desde entonces ha vivido como una mujer. En el libro que escribió Morris relatando su experiencia de cambio de sexo hace inteligentes observaciones acerca de los diferentes mundos en que habitan hombres y mujeres: Nos dicen que la separación social entre los sexos se está reduciendo pero yo sólo puedo decir que, habiendo experimentado en la segunda mitad del siglo XX la vida en los dos papeles (masculino y femenino), me parece que no hay ningún aspecto de la existencia, ningún momento del día, ningún contacto, ninguna gestión, ninguna respuesta que no sea distinta para los hombres y las mujeres. El tono de voz con el que ahora se dirigían a mí, la postura de la persona que estaba junto a mí [en la cola], la sensación cuando entraba en una habitación o me sentaba a la mesa de un restaurante, constantemente subrayaban el cambio de mi estatus. Y si cambiaron las reacciones de los otros, también lo hicieron las mías. Cuanto más me trataban como a una mujer, más mujer me hacia. Me adaptaba, quieras que no. Si se suponía que yo era incapaz de dar marcha atrás a los coches o de abrir botellas, me encontraba volviéndome extrañamente incapaz. Si se pensaba que una maleta era demasiado pesada para mí, inexplicablemente así la encontraba yo... Me divierte pensar, por ejemplo, cuando me invita a comer alguno de mis más civilizados amigos varones, que no hace tantos años ese obsequioso camarero me hubiera tratado a mí como ahora le está tratando a él. Entonces me habría atendido con respeto y seriedad. Ahora abre mi servilleta con un ademán juguetón, como para contentarme. Entonces se hubiera ocupado de mis peticiones con un profundo interés, ahora espera que diga algo frívolo (y lo digo). (Morris, 1974.) 70

A la mayoría de nosotros nos cuesta concebir que una persona que era “él” pueda convertirse en “ella”, porque las diferencias sexuales tienen mucha influencia en nuestras vidas. En general, ni siquiera nos damos cuenta de ellas, precisamente por ser tan omnipresentes. Desde el principio están enraizadas en nosotros. En este capítulo estudiaremos la naturaleza del comportamiento sexual humano y analizaremos el carácter complejo0 de la sexualidad –los modelos sexuales- y las diferencias en este sentido. Como tantas otras cosas, la vida sexual en la sociedad contemporánea está sufriendo importantes transformaciones que influyen en nuestra vida emocional. Incidiremos en cuáles son estos cambios e intentaremos interpretar, hacia el final del capítulo, su importancia general. Comenzaremos investigando los orígenes de la diferencia entre chicos y chicas, hombres y mujeres. Los estudiosos no han llegado a una acuerdo acerca de hasta qué punto las características biológicas innatas tienen un impacto duradero en nuestra identidad de género y en nuestra actividad sexual. En lo que se centra en realidad el debate es en qué grado de aprendizaje existe. Ya nadie supone que nuestra sexualidad sea instintiva en la misma medida que la de muchos animales inferiores, como los recurrentes pájaros y abejas. Sin embargo, algunos autores conceden más importancia que otros a las influencias sociales a la hora de analizar el género y la sexualidad. Sexo, género y biología La palabra “sexo”, tal como se usa en el lenguaje cotidiano, es ambigua, pues se refiere tanto a una categoría de personas como a actos que la gente realiza, como en la expresión “practicar el sexo”. Para ser más claros debemos distinguir entre el sexo que se refiere a las diferencias biológicas o anatómicas entre la mujer y el hombre, y la actividad sexual. Es preciso hacer otra distinción fundamental, entre SEXO Y GÉNERO. Mientras que sexo hace relación a las diferencias físicas, género alude a las de tipo psicológico, social y cultural entre hombres y mujeres. La distinción entre sexo y género es fundamental, ya que muchas diferencias entre varones y hembras no tienen un origen biológico.


Diferencias de género: frente a la educación

la

naturaleza

¿Hasta qué punto las diferencias en el comportamiento de mujeres y hombres son producto del sexo más que del género? En otras palabras, ¿en qué medida se deben a diferencias biológicas? Algunos autores sostienen que existen diferencias de comportamiento innatas entre las mujeres y los hombres, que aparecen, de una u otro forma, en todas las culturas y que los hallazgos de la sociobiología apuntan claramente en esta dirección. Por ejemplo, suelen llamar la atención sobre el hecho de que en casi todas las culturas los hombres, y no las mujeres, toman parte en la caza y en la guerra. Sin duda, señalan, ¿ello demuestra que los hombres poseen tendencias de base biológica hacia la agresión de las que carecen las mujeres? A otros autores no les convence este argumento y afirman que el grado de agresividad de los varones varía considerablemente de una cultura a otra, al igual que el nivel de pasividad y dulzura que se espera de las mujeres (Elshtain, 1987). Añaden, además, que el hecho de que un rasgo sea prácticamente universal, no implica que su origen sea biológico; pueden existir factores culturales generales que lo produzcan. Por ejemplo, en casi todas las culturas la mayoría de las mujeres pasan una parte considerable de su vida al cuidado de los hijos y no les resultaría fácil participar en la caza o en la guerra. Según este punto de vista, las diferencias en el comportamiento de hombres y mujeres se desarrollan principalmente mediante el aprendizaje social de las identidades femenina y masculina, de la feminidad y de la masculinidad. La investigación con animales ¿Qué demuestran los datos existentes? Las diferencias entre la estructura hormonal de los sexos son una posible fuente de información. Algunos autores han indicado que la hormona sexual masculina, la testosterona, está relacionada con la propensión del hombre a la violencia. Las investigaciones muestran, por ejemplo, que si se castra a los monos machos cando nacen, éstos son menos agresivos; por el contrario, si se da testosterona a las hembras, éstas se hacen más agresivas que las hembras normales. Sin embargo, se sabe también que si a los monos se les da la oportunidad de dominar a otros aumenta su nivel de testosterona. Por lo tanto, el

comportamiento agresivo puede influir en la producción de la hormona, en vez de provocar ésta una mayor agresividad. Otra posible fuente de información es la observación directa del comportamiento animal. Los autores que vinculan la agresividad masculina con las influencias biológicas a menudo hacen hincapié en la existencia de esta característica entre los animales superiores. Afirman que, si nos fijamos en el comportamiento de los chimpancés, los machos son siempre más agresivos que las hembras. Sin embargo, existen grandes diferencias entre los diversos tipos de animales. Por ejemplo, entre los gibones se pueden percibir pocas diferencias entre los sexos por lo que se refiere a la agresividad. Además, muchos primates hembras se muestran muy agresivas en determinadas situaciones, como cuando sus crías están amenazadas. La investigación con seres humanos Por lo que respecta a los seres humanos, la fuente de información básica es la experiencia de los gemelos idénticos, que proceden del mismo huevo –sin univitelinos- y tienen exactamente la misma composición genética. Una vez se dio el caso de que uno de los componentes de un par de estos gemelos sufrió heridas graves al ser circuncidado y se decidió reconstruir sus genitales como si fueran femeninos. Posteriormente se le educó como a una niña. A los seis años cada uno de los gemelos presentaba los típicos rasgos masculinos o femeninos habituales en la cultura occidental. A la niña le gustaba jugar con otras niñas, ayudaba en la casa y quería casarse cuando se hiciera mayor. El niño prefería la compañía de otros niños, sus juguetes favoritos eran los coches y los camiones y quería ser bombero o policía. Durante algún tiempo se consideró que este caso demostraba de forma concluyente la arrolladora influencia del aprendizaje social en las diferencias de género. Sin embargo, cuando la niña era ya una adolescente fue entrevistada en un programa de televisión y la entrevista demostró que se sentía un tanto incómoda con su identidad sexual y que incluso pensaba que, después de todo, quizá fuera “realmente” un chico. Para entonces ya estaba al corriente de lo inusual de su situación y puede que esta revelación fuera responsable de esta percepción alterada de sí misma (Ryan, 1985). 71


Este caso no refuta la posibilidad de que haya influencias biológicas en las diferencias de comportamiento que se observan entre hombres y mujeres, Aunque, si éstas existen, su origen fisiológico no ha sido aún identificado. El asunto sigue despertando polémica pero muchos estarían de acuerdo con la conclusión del genetista Richard Lewontin: El hecho de que una persona se autodefina, en principio, cómo hombre o como mujer, con la multitud de actitudes, ideas y deseos que acompañan a esa identificación, depende de la etiqueta que se le haya adjudicado a esa persona cuando era pequeña. Si los acontecimientos siguen un curso normal, esas etiquetas se corresponden con diferencias biológicas en cuanto a los cromosomas, hormonas y morfología. De esta manera, dichas diferencias se convierten en un signo y no en la causa de los diferentes roles sociales. (Lewontin, 1982.) La socialización en el género Aunque los datos biológicos contribuyen a nuestra comprensión del origen de las diferencias de género, también se puede seguir otro camino, que es el estudio de la socialización en el género: el aprendizaje de los roles de género mediante factores sociales como la familia y los medios de comunicación. Reacciones de los padres y adultos Se han realizado numerosos estudios para determinar en qué medida las diferencias de género proceden de las influencias sociales. Los estudios sobre la interacción entre la madre y el bebé muestran diferencias de trato respecto a niños y niñas aunque los padres piensen que sus reacciones son las mismas. A los adultos que se les pide que describan la personalidad de un bebé lo hacen de diferente manera dependiendo de si creen que el bebé es un niño o una niña. En un experimento ya clásico se observó a cinco madres jóvenes interactuando con una niña de seis meses llamada Beth. Le solían sonreír continuamente y le daban muñecas para que jugara. Decían que era muy “dulce”y que tenía un “llanto suave”. La reacción de un segundo grupo de madres con un niño de la misma edad llamada Adam fue notablemente diferente. Le solían ofrecer un tren u otro “juguete masculino” para que se entretuviera. Beth y Adam eran 72

de hecho el mismo bebé, vestido de diferente manera (Will y otros, 1976). El aprendizaje del género Casi con seguridad el aprendizaje del género por parte de los niños es inconsciente. Antes de que el niño o niña pueda etiquetarse a sí mismo como de un género o del otro, recibe una serie de claves preverbales. Por ejemplo, los adultos varones y hembras suelen tratar a los bebés de distinto modo. Los cosméticos que usan las mujeres contienen aromas diferentes de los que los niños aprenderán a asociar con los varones. Las diferencias sistemáticas en el vestir, el corte de pelo, etc., proporcionan a los niños claves visuales en su proceso de aprendizaje y alrededor de los dos años de edad ya tienen un conocimiento parcial de lo que significa el género. Saben si son niños o niñas y, en general, pueden clasificar correctamente a los demás. Sin embargo, hasta los cinco o seis años no saben que el género de una persona no cambia, que todos tienen género y que las diferencias entre el sexo de las niñas y los niños tienen una base anatómica. Los juguetes, los libros ilustrados y los programas de televisión con los que los niños pequeños entran en contacto tienden a destacar la diferencia entre los atributos femeninos y los masculinos. Las jugueterías y los catálogos de venta de juguetes por correo clasifican normalmente sus productos en función del género. Incluso los juguetes que parecen neutrales en este sentido no lo son en la práctica. Por ejemplo, los gatitos y conejitos de juguete se recomiendan para las niñas, mientras que los leones y los tigres se consideran más apropiados para los niños. Vanda Lucia Zammuner estudió los juguetes que preferían los niños entre siete y diez años en Italia y Holanda (Zammuner, 1987). Se analizaron las actitudes de los niños hacia distintos tipos de juguetes; se incluían los estereotipos de juguetes masculinos y femeninos, y otros que no parecían ser propios de ningún género en particular. Se pidió a los niños y a sus padres que dijesen cuáles eran los juguetes apropiados para niños y cuáles para niñas. Hubo bastante acuerdo entre los adultos y los niños. Como media, más niños italianos eligieron juguetes propios de uno de los sexos que los holandeses; un resultado que se ajustaba a las expectativas, ya que la cultura italiana suele tener una idea del género más tradicional que la holandesa. Al igual que en


otros estudios, las niñas de ambas sociedades elegían con frecuencia juguetes neutrales en cuanto al género o juguetes de niños, pero pocos varones querían jugar con juguetes de niñas. Cuentos y televisión Hace veinticinco años, Lenore Weitzman y sus colaboradores realizaron un estudio de los roles de género en algunos de los libros infantiles más utilizados por niños de preescolar y se dieron cuenta de que existían claras diferencias en los roles de género (Weitzman y otros, 1972). En las historias e ilustraciones había más varones que mujeres, en una relación de 11 a 1, y si se incluían los animales cuyo género estaba definido, la relación era de 95 a 1. También diferían las actividades de uno y otro sexo. Los varones tenían aventuras y participaban en actividades al aire libre que exigían independencia y fortaleza. Cuando aparecían mujeres, se las representaba como seres pasivos que solían limitarse a actividades caseras. Las chicas cocinaban y limpiaban para los chicos o aguardaban su regreso. Prácticamente lo mismo les sucedía a los adultos de los libros de cuentos. Las mujeres que no eran esposas o madres eran criaturas imaginarias, como brujas o hadas madrinas. No había ni una sola mujer en los libros analizados que trabajara fuera de casa. Por el contrario, a los hombres se les retrataba como guerreros, policías, jueces, reyes, etc. Las investigaciones más recientes indican que las cosas han cambiado en laguna medida, pero la mayor parte de la literatura infantil permanece básicamente igual (Davies, 1991). Los cuentos de hadas, por ejemplo, plasman actitudes profundamente tradicionales hacia el género y hacia la clase de fines y ambiciones que se esperan de las chicas y de los chicos. “Algún día llegará mi príncipe azul”: en las versiones de los cuentos de hadas de hace siglos esto significaba que una chica de una familia pobre soñaba con la riqueza y la fortuna. Hoy día, su significado está más íntimamente ligado a los ideales del amor romántico. Algunas feministas han reescrito algunos de los cuentos de hadas más célebres, dándoles la vuelta: No me había dado cuenta de que tenía una nariz graciosa. Y realmente estaba más guapo vestido con ropas elegantes. No es tan atractivo como me pareció la otra noche.

Así que haré como si esta zapatilla de cristal me apretara. (Viorst, 1987.) Sin embargo, como ocurre en esta versión de Cenicienta, estas nuevas interpretaciones se encuentran en libros dirigidos al público adulto y apenas han afectado a las historias que cuentan los innumerables libros infantiles. Aunque existen honrosas excepciones, los análisis de programas de televisión dirigidos a la infancia se corresponden con las conclusiones a las que se ha llegado al analizar la literatura infantil. Los estudios de los dibujos animados de más éxito demuestran que prácticamente todos los protagonistas son masculinos y que ellos dominan los papeles más activos. Imágenes similares pueden encontrarse en los anuncios que se intercalan en estos programas. Dificultades de la educación no sexista June Statham estudió las experiencias de un grupo de padres decididos a no dar una educación sexista. La investigación incluía a treinta adultos de dieciocho familias, con niños de edades comprendidas entre los seis meses y los doce años. Los padres eran de clase media y la mayoría tenían trabajos académicos como maestros o profesores. Statham encontró que la mayor parte de ellos no sólo trataban de modificar los roles sexuales tradicionales, intentando que las niñas se parecieran más a los niños, sino que buscaban una nuevas combinaciones de lo femenino y lo masculino. Querían que los chicos fueran más sensibles a los sentimientos de los demás y más capaces de expresar cariño, mientras que animaban a las niñas a que no perdieran oportunidades de aprender y de progresar en la vida. A todos los padres les parecía difícil luchar contra las pautas de aprendizaje del género existentes. Tuvieron un cierto éxito en su intento de que los niños se entretuvieran con juguetes que no fueran marcadamente sexistas, pero incluso esto resultó más difícil de lo que muchos habían esperado. Una madre le comentaba al investigador: Si entras en una juguetería, está llena de productos bélicos para los niños y de juguetes domésticos para las niñas, y esto resume la sociedad tal y como es. Así se está socializando a los varones: resulta aceptable que se les enseñe a matar y a hacer daño, y creo que esto es terrible, me repugna. Intento no entrar en las jugueterías porque me pone de mal humor. 73


En la práctica, todos los niños y niñas tenían juguetes sexistas que utilizaban y que les habían regalado sus parientes. Ahora hay libros de cuentos con niños fuertes e independientes que son las protagonistas, pero hay pocos que muestres a los niños en roles no tradicionales. La madre de un niño de cinco años decía lo siguiente de la reacción de su hijo cuando cambió los sexos de los personajes de una historia que le estaba leyendo: Se enfadó un poco cuando, al leerle un libro que representaba a un niño y a una niña en roles tradicionales, cambié todos los él por ella y los ella por él. Cuando empecé a hacerlo, me dijo: “A ti no te gustan los niños, sólo te gustan las niñas”. Le tuve que explicar que eso no era cierto y que lo que ocurría era que había muy poco escrito sobre las niñas. (Statham, 1986.) Es evidente que la socialización en el género es muy profunda y que cuestionarla puede resultar perturbador. Una vez que “se asigna” un género, la sociedad espera que los individuos se comporten como “mujeres” o como “hombres”. Estas expectativas se consuman y reproducen en las prácticas de la vida cotidiana (Lorber, 1994; Bourdieu, 1990). La práctica del género Nuestra concepción de la identidad de género, así como nuestras actitudes y las inclinaciones sexuales que conllevan, se configuran tan pronto que cuando somos adultos solemos pensar que siempre han sido así. Sin embargo, el género es algo más que aprender a comportarse como una chica o un chico. Vivimos con este tipo de diferencias todos los días. En otras palabras, no sólo existe el género sino que todos, como indican algunos sociólogos, “practicamos el género” en nuestras interacciones sociales diarias con los demás (West y Zimmerman, 1987). Por ejemplo, Jan Morris tuvo que aprender cómo practicar el género cuando se dio cuenta de lo diferente que era el comportamiento que se esperaba de ella en un restaurante una vez que ya no era un hombre. Morris afirma que “no hay ningún aspecto de la existencia” que no esté determinado por el género. Sin embargo, ella no se dio cuenta de esto hasta que no cambió de sexo. Nuestra manera de practicar el género adopta formas tan sutiles y éstas se encuentran tan imbricadas con 74

nuestra vida que no las percibimos hasta que nos faltan o hasta que cambian radicalmente. El hecho de que el género se vaya aprendiendo continuamente pone de manifiesto la importancia del concepto de reproducción social (véase el Capítulo 1). En el curso de un día reproducimos socialmente – hacemos y renovamos- el género en miles de acciones menores. Este mismo proceso nos ayuda a comprender el género como institución social que se crea y recrea en nuestra interacción con los demás. Como veremos en capítulos posteriores, las diferencias de género también constituyen una parte importante de otras instituciones sociales, como son la familia, la religión, el trabajo o la clase. IDENTIDAD DE GÉNERO Y SEXUALIDAD: DOS TEORÍAS SOBRE EL APRENDIZAJE DEL GÉNERO La Teoría freudiana Quizá la teoría más influyente –y polémicaacerca de la aparición de la identidad de género sea la de Sigmund Freud, para quien el aprendizaje de las diferencias de este tipo de los bebés y en los niños pequeños se centra en si tienen o no pene. “Tengo pene” equivale a “soy un chico”, mientras que “soy una chica” equivale a “no tengo pene”. Freud aclara en este punto que no son sólo las diferencias anatómicas los importante, sino que la presencia o ausencia del pene es símbolo de masculinidad y de feminidad. La teoría freudiana dice que alrededor de los cuatro o cinco años el chico se siente amenazado por la disciplina y la autonomía que le exige su padre y se imagina que éste desea cortarle el pene. En parte conscientemente, pero sobre todo de forma inconsciente, el niño reconoce en el padre a un rival con el compite por el afecto de la madre. Al reprimir los sentimientos eróticos hacia su madre y aceptar al padre como un ser superior, el niño se identifica con él y se hace consciente de su identidad masculina. Renuncia al amor por su madre porque siente un miedo inconsciente a ser castrado por el padre. Por el contrario, las niñas supuestamente sufren de “envidia del pene” porque carecen del órgano visible que caracteriza a los niños. Los transexuales como Jan Morris son personas que desean pertenecer al otro sexo y que se someten a una operación quirúrgica


para conseguirlo. También tienen tratamientos hormonales para alterar su complexión física y la distribución del vello y desarrollar características sexuales secundarias como son la barba o los pechos. Este “reacomodo sexual” no es un cambio de sexo completo ya que no se alteran ni los cromosomas ni órganos internos como el útero. Un transexual ahora llamado Mark Rees señala: “La completa convicción de que se vive en el cuerpo equivocado no se soluciona en absoluto con un tratamiento psiquiátrico. La única alternativa a esa lucha atroz entre el cuerpo y la cabeza pasa por la experiencia interminable, agotadora emocionalmente, con frecuencia vergonzosa y siempre dolorosa del reacomodo sexual. Sin embargo, la recompensa es la libertad de ser el auténtico yo”. Por desgracia, esta libertad está limitada por un sistema que, en el mejor de los casos, parece ilógico y en el que Gran Bretaña va por detrás de países como Canadá, Italia, Alemania, Holanda, Noruega, Suecia, Polonia, Suiza, Turquía e Indonesia, así como de 48 estados de los EE.UU. Rees señala que “el gobierno [británico] permite que se alteren otros documentos, desde los pasaportes y títulos universitarios a los permisos de conducir o los carnés de biblioteca. Reconoce que la transexualidad es un problema médico e incluso cubre los tratamientos psicológicos, hormonales y la operación; sin embargo, después de todo eso, se niega a modificar el único documento que es vital para conceder reconocimiento legal y derechos humanos completos”, que es la partida de nacimiento. La madre se devalúa a los ojos de la niña porque también ella carece de pene y es incapaz de proporcionarle uno. Cuando la niña se identifica con la madre, acepta la actitud sumisa que supone reconocer que sólo se es la “segunda”. Una vez que se termina esta fase, el niño o niña ha aprendido a reprimir sus sentimientos eróticos. Según Freud, el período que va desde los cinco años aproximadamente hasta la pubertad es un período de latencia, ya que las actividades sexuales se suspenden hasta que los cambios biológicos que se producen en la pubertad reactivan los deseos eróticos de un modo directo. El período de latencia, que cubre los primeros años de escuela y los intermedios, es la época en la que los grupos de compañeros del mismo sexo son de gran importancia en la vida del niño o de la niña.

Se han planteado objeciones importantes a las ideas de Freud, especialmente desde el feminismo, pero también por otros muchos autores (Mitchell, 1973; Coward, 1984). En primer lugar, Freud parece establecer un vínculo demasiado directo entre identidad de género y conciencia genital; es seguro que muchos otros factores más sutiles también han de tenerse en cuenta. En segundo lugar, la teoría parece apoyarse en la idea de que el pene es superior a la vagina, que se considera como la mera carencia del órgano masculino. Pero ¿por qué no habría de pensarse que los genitales femeninos son superiores a los del varón? En tercer lugar, para Freud el padre es el principal agente disciplinario, mientras que en muchas culturas la madre representa un papel más importante en este sentido. Finalmente, Freud cree que el aprendizaje del género se concentra alrededor de los cuatro o cinco años. La mayoría de los autores posteriores han destacado la importancia de un aprendizaje anterior que comienza cuando se es un bebé. La teoría de Chodorow Aunque muchos autores han utilizado el enfoque freudiano para estudiar el desarrollo del género, con frecuencia lo han modificado en muchos aspectos. La socióloga Nancy Chodorow es un ejemplo (1978-1988). Esta autora señala que el aprendizaje para sentirse varón o hembra se deriva del apego que siente el niño por sus padres desde una edad muy temprana. Hace más hincapié que Freud en la importancia de la madre, en vez de en la del padre. El niño tiende a sentirse vinculado emocionalmente a la madre, ya que ella suele ser la influencia dominante al principio de su vida. Este apego tiene que romperse en algún momento para lograr un sentido del yo independiente; se exige entonces del niño que dependa menos de su madre. Chodorow señala que el proceso de ruptura tiene lugar de diferente manera para los chicos que para las chicas. Ellas siguen estando cerca de su madre y pueden, por ejemplo, continuar abrazándola y besándola, e imitarla. Al no producirse una ruptura radical con la madre, la niña, y más tarde la mujer adulta, tiene un sentido del yo más vinculado a los demás. Es más probable que su identidad se mezcle con la de otros o que dependa más de la de ellos: esto ocurre primero con su madre y después con su hombre. Para Chorodow, esta es la razón por la que la sensibilidad y la compasión emocional tienden a producirse en la mujer. 75


Los chicos definen su yo mediante un rechazo más radical de su apego original a la madre, forjándose su idea de la masculinidad a partir de lo que no es femenino. Tienen que aprender a no ser “afeminados” o niños “enmadrados”. El resultado es que a los chicos les falta cierta habilidad para relacionarse íntimamente con los demás y desarrollan formas más analíticas de contemplar el mundo. Su posición ante la vida es más activa, haciendo hincapié en conseguir cosas; sin embargo, han reprimido la capacidad de comprender sus propios sentimientos y los de los demás. Hasta cierto punto, Chodorow da la vuelta a Freud. La masculinidad y no la feminidad, se define como una pérdida, que es la ruptura del estrecho vínculo de continuidad con la madre. La identidad masculina se configura a través de la separación; de este modo, los hombres, en su vida posterior y de un modo inconsciente, sienten que su identidad corre peligro si establecen relaciones emocionales estrechas con los demás. Por el contrario, para las mujeres la ausencia de una relación de este tipo con otra persona supone una amenaza para su autoestima. Estas pautas pasan de una generación a otra, debido al papel primordial que ellas tienen cuando comienza la socialización de los niños. Las mujeres se expresan y se definen a sí mismas principalmente en función de las relaciones. Los hombres han reprimido estas necesidades y la postura que adoptan ante el mundo es más manipuladora. La obra de Chodorow ha recibido distintas críticas, Janet Sayers, por ejemplo, ha indicado que Chodorow no explica la lucha de las mujeres, especialmente la actual, por ser seres autónomos e independientes (Sayers, 1986). Las mujeres (y los hombres), señala Sayers, tienen una estructura psicológica más compleja de lo que la teoría de Chodorow sugiere. La feminidad puede ocultar sentimientos de agresividad o de afirmación, que se revelan sólo de n modo oblicuo o en ciertos contextos (Brennan, 1988). También se ha criticado la concepción de la familia en Chodorow, que se basa en un modelo de clase media blanco. ¿Qué ocurre, por ejemplo, en los hogares monoparentales o en aquellas familias en las que a los niños los cuida más de un adulto? Estas críticas no socavan completamente las ideas de Chodorow, que siguen siendo importantes. Explican muchas cosas sobre la naturaleza de la feminidad y ayudan a comprender el origen de lo que se ha denominado inexpresividad masculina, es 76

decir, la dificultad que tienen los hombres para manifestar sus sentimientos a los demás. La sexualidad humana Al igual que al estudiar las diferencias de género, los estudiosos también discrepan en lo referente a la importancia que tienen para el comportamiento sexual humano las influencias biológicas frente a las sociales y culturales. Las investigaciones en estos dos campos se parecen porque ambas han mirado al mundo animal para entender el de los humanos. En primer lugar nos ocuparemos de algunos argumentos biológicos y de las críticas que éstos han recibido. Después examinaremos las influencias sociales sobre el comportamiento sexual, lo cual nos conducirá al análisis de las tremendas variaciones que se dan en la sexualidad humana. Biología y comportamiento sexual La sexualidad tiene una clara base biológica porque la anatomía femenina es diferente de la masculina y también lo es la experiencia del orgasmo. Así mismo existe el imperativo biológico de la reproducción, sin el cual la especie humana se extinguiría. Algunos biólogos indican que la tendencia del varón a ser más promiscuo tiene una explicación evolutiva (véase el Capítulo 2). Según este argumento los hombres están predispuestos biológicamente para poseer al mayor número posible de mujeres, con el fin de asegurarse de que su semilla tiene mayores posibilidades de supervivencia. Las mujeres, que sólo disponen en cada contacto de un óvulo para la fecundación, no tienen intereses biológicos de ese tipo y lo que quieren son compañeros estables que protejan la herencia biológica que se ha invertido en el cuidado de los niños. Esta explicación se apoya en estudios del comportamiento sexual de los animales para afirmar que los machos son normalmente más promiscuos que las hembras de la misma especie. Sin embargo, estudios más recientes han demostrado que la infidelidad femenina es en realidad bastante habitual en el reino animal y que las actividades sexuales de muchos animales son mucho más complejas de lo que se pensaba. Antes se creía que las hembras se apareaban con los machos que tenían unas posibilidades genéticas mayores que legar a sus crías, pero un estudio reciente de pájaros hembra ha cuestionado esta idea, señalando que las hembras se aparean también con un


segundo macho no por sus genes sino porque puede ser mejor padre y ofrecer una zona mejor para la cría de los polluelos. La conclusión de este estudio es que “la cópula es algo más que una trasvase de esperma. Puede que estas hembras estén pensando en su futuro” (citado en Angier, 1994). Las conclusiones de esta investigación son sólo una propuesta, especialmente en lo que se refiere a su relación con el comportamiento sexual humano. Como veremos, la sexualidad es demasiado complicada como para reducirla a los rasgos biológicos. Influencias sociales comportamiento sexual

en

el

En todas las sociedades la mayoría de las personas son heterosexuales, es decir, buscan en el otro sexo sus relaciones íntimas y el placer sexual. La heterosexualidad constituye en toda sociedad la base del matrimonio y de la familia. Sin embargo, también existen otras muchas tendencias sexuales minoritarias, Judith Lober distingue hasta diez identidades sexuales diferentes en los seres humanos: mujer heterosexual, hombre heterosexual, lesbiana, homosexual masculino, mujer bisexual, hombre bisexual, mujer travestida (que se viste regularmente como un hombre), hombre travestido (que se viste regularmente como una mujer), mujer transexual (un hombre que se convierte en mujer, como Jan Morris) y hombre transexual (una mujer que se convierte en hombre). Las prácticas sexuales son todavía más diversas. Freud dijo que los seres humanos tenían “perversiones polimorfas”. Con esto quería decir que las tendencias sexuales humanas son muy variadas y que las personas pueden practicarlas aunque, en una sociedad dada, algunas se consideren inmorales o sean ilegales. Freud comenzó sus investigaciones a finales del siglo XIX cuando muchas personas eran pacatas en cuestiones sexuales; sin embargo, sus pacientes le revelaban que sus costumbres en este sentido eran de una sorprendente variedad. Entre las posibles prácticas sexuales se encuentran las siguientes: un hombre o una mujer pueden mantener relaciones sexuales con mujeres, con hombres o con ambos sexos. La relación se puede tener con una persona o con varias a la vez; también con uno mismo (masturbación) o con nadie (celibato). Pueden darse relaciones sexuales con travestidos o con personas que utilizan la vestimenta del

otro sexo con fines eróticos; utilizar la pornografía o instrumentos sexuales; practicar el sadomasoquismo (someter y hacer daño con fines eróticos); tener relaciones sexuales con animales, etc. (Lober, 1994). En todas las sociedades las normas sexuales aprueban ciertas prácticas y frenan o prohíben otras. Sin embargo, dichas normas varían considerablemente de unas culturas a otras. La homosexualidad es un buen ejemplo. Como analizaremos más tarde, algunas culturas han tolerado o, en determinados contextos favorecido activamente esta práctica. En la antigua Grecia, por ejemplo, el amor de los hombres por los adolescentes era idealizado y considerado la más alta manifestación del amor carnal. La aceptación de los distintos tipos de comportamiento sexual también cambia de una cultura a otra, lo cual constituye una de las razones por las que sabemos que las respuestas sexuales son aprendidas y no innatas. El estudio más amplio sobre este asunto fue el que llevaron a cabo hace más de cuatro décadas Clellan Ford y Frank Beach (1951), quienes analizaron datos antropológicos de más de doscientas sociedades. Encontraron enormes diferencias en lo que se considera comportamiento sexual natural, así como en las normas que rigen el atractivo sexual. Por ejemplo, en ciertas culturas resulta deseable, e incluso necesario, que el acto sexual se vea precedido de una estimulación prolongada, que puede durar incluso horas; mientras que en otras la estimulación es prácticamente inexistente. En ciertas culturas se tiene la idea de que los contactos sexuales demasiado frecuentes producen debilitamiento físico o enfermedad. Entre los Shenyang del sur del Pacífico los ancianos del pueblo aconsejan que se espacie el contacto amoroso, ¡aunque también creen que una persona de pelo blanco puede copular legítimamente todas las noches! En la mayoría de las culturas, las normas del atractivo sexual (que tienen tanto las mujeres como los hombres) se centran más en la apariencia física de la mujer que en la del hombre; situación que parece estar cambiando en Occidente a medida que las mujeres se van incorporando a esferas de actividad fuera del entorno doméstico. Sin embargo, los rasgos que se consideran más importantes para la belleza de la mujer varían notablemente. En la cultura occidental contemporánea se admira un cuerpo esbelto y menudo, mientras que en otras se considera más atractiva una complexión de formas más prominentes (véase el Capítulo 6). A veces los 77


pechos no se consideran una fuente de estímulo sexual, pero en otros contextos se les atribuye una enorme carga erótica. Algunas sociedades dan mucha importancia al contorno del rostro, mientras que otras destacan la forma y el color de los ojos o el tamaño y la forma de la nariz y de los labios. La sexualidad en la cultura occidental Las actitudes occidentales hacia el comportamiento sexual fueron modeladas durante cerca de doscientos años de forma determinante por el cristianismo. Aunque las diferentes sectas y grupos cristianos tenían ideas muy diversas sobre el lugar que ocupaba la sexualidad en la vida, la idea dominante en la iglesia cristiana era que toda conducta sexual es sospechosa, a no ser que tenga como fina la procreación. En ciertos períodos esta concepción generó una mojigatería extrema en el conjunto de la sociedad, pero en otras épocas muchas personas hacían oídos sordos a las enseñanzas de la Iglesia o reaccionaban contra ellas mediante prácticas (tales como el adulterio) prohibidas por las autoridades religiosas. Como se dejo en el Capítulo 1, la idea de que la satisfacción sexual puede y debe alcanzarse en el matrimonio era poco común. En el siglo XIX, las premisas religiosas sobre sexualidad fueron en parte reemplazadas por las de tipo médico. Sin embargo, la mayoría de los primeros escritos de los médicos sobre este tema eran tas estrictos como los de la iglesia. Algunos señalaban que cualquier tipo de actividad sexual no relacionada con la reproducción acarrea graves perjuicios físicos. Se decía que la masturbación producía ceguera, locura, enfermedades cardíacas y otros males y que el sexo oral producía cáncer. En la Gran Bretaña de la época victoriana abundaba la hipocresía en materia sexual. Se pensaba que a las mujeres virtuosas la sexualidad les era indiferente y que sólo aceptaban las atenciones de sus maridos como un deber. Sin embargo, en las pequeñas y grandes ciudades que se estaban desarrollando, la prostitución se hallaba muy extendida y con frecuencia era abiertamente tolerada, considerándose que las mujeres “fáciles” eran una categoría completamente separada de la de sus respetables hermanas. Muchos hombres de la época victoriana, cuya apariencia era la de ciudadanos juiciosos de comportamiento irreprochable y solícitos maridos para con sus esposas, visitaban 78

regularmente los prostíbulos o tenían amantes. En los hombres, tal comportamiento se juzgaba con indulgencia, mientras que las mujeres “respetables” que tenían amantes eran tachadas de escandalosas y la buena sociedad les daba la espalda si sus actividades salían a la luz. Las actitudes divergentes hacia el comportamiento sexual de hombres y mujeres crearon un doble rasero que ha perdurado largo tiempo y cuyos restos aún persisten. En la actualidad las actitudes tradicionales hacia la sexualidad coexisten con otras más liberales, que se desarrollaron principalmente en la década de los sesenta. Algunas persona, particularmente aquellas que están influidas por el dogma cristiano, creen que las experiencias sexuales prematrimoniales son malas y desaprueban, en general, toda forma de conducta sexual que no sea la actividad heterosexual dentro de los confines del matrimonio; aunque hoy está mucho más aceptado que el placer sexual es algo deseable e importante. A otros, por el contrario, les parecen legítimas las actividades sexuales prematrimoniales y lo proclaman activamente, a la vez que mantienen una actitud tolerante hacia otras prácticas sexuales. Las actitudes hacia el sexo se han hecho, indudablemente, mucho más permisivas en los últimos treinta años en la mayoría de los países occidentales. En el cine y el teatro aparecen ahora escenas que antes hubieran sido del todo inaceptables y el material pornográfico está al alcance de la mayoría de los adultos que lo desea. Comportamiento sexual: el informe de Kinsey Podemos hablar con mucha más confianza de los valores públicos que de las prácticas sexuales ya que, por su propia naturaleza, éstas no suelen estar documentadas. Cuando Alfred Kinsey comenzó sus investigaciones en los Estados Unidos en los años cuarenta y cincuenta, era la primera vez que se llevaba a cabo un estudio de envergadura sobre la conducta sexual real. Kinsey y sus colaboradores se enfrentaron a la condena de numerosas organizaciones religiosas y su trabajo fue tachado de inmoral en la prensa y el Congreso. Sin embargo, Kinsey persistió en su empeño y finalmente obtuvo la historia de la vida sexual de 18,000 personas, una muestra bastante representativa de la población blanca estadounidense (Kinsey y otros, 1948, 1953).


Los resultados que obtuvo Kinsey sorprendieron a la mayoría y resultaron importantes para muchos, ya que revelaban una profunda diferencia entre las ideas dominantes en la opinión pública del momento acerca de la conducta sexual y lo que era el comportamiento sexual real. Kinsey descubrió que aproximadamente un 70% de los hombres habían visitado a prostitutas y que un 84% habían mantenido relaciones sexuales antes del matrimonio. Sin embargo, aplicando el doble rasro, el 40% de los hombres esperaba que su mujer fuera virgen al casarse. Más del 90% habían practicado la masturbación y alrededor de un 60% algún tipo de sexo oral. Entre las mujeres, alrededor de un 50% había tenido alguna experiencia sexual antes del matrimonio, aunque la mayoría había sido con sus futuros esposos. Alrededor de un 60% se masturbaba y el mismo porcentaje de mujeres había tenido contactos genitales orales. La diferencia que había entre las actitudes aceptadas públicamente y comportamiento real que demostraban las conclusiones de Kinsey es muy probable que fuera especialmente grande en aquel momento, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. Un poco antes, en los años veinte, había comenzado una fase de liberalización sexual en la que muchos jóvenes se habían librado de los estrictos códigos morales que habían gobernado a las generaciones anteriores. Probablemente, la conducta sexual cambio muchos, pero las cuestiones relacionadas con la sexualidad no se discutían abiertamente como es habitual hoy en día. Aquellos que practicaban actividades sexuales que aún recibían la desaprobación de la opinión pública las ocultaban, sin darse cuenta de hasta qué punto otros muchos estaban inmersos en prácticas similares. La era más permisiva de los años sesenta acercó las actitudes expuestas abiertamente a las realidades de la conducta sexual. El comportamiento sexual después de Kinsey En los años sesenta, también los movimientos sociales que cuestionaron el orden establecido, como los relacionados con formas de vida contraculturales “hippies”, rompieron con las normas sexuales existentes. Estos movimientos predicaban la libertad sexual y la aparición de la píldora anticonceptiva para la mujer permitió que hubiera una separación clara entre placer sexual y reproducción. Los

grupos empezaron además a presionar para que hubiera una mayor independencia con respecto a los valores sexuales masculinos, para que se rechazara el doble rasero y se reconociera la necesidad que tenían las mujeres de lograr una mayor satisfacción sexual en sus relaciones. Hasta hace poco tiempo era difícil saber con certeza en qué medida había cambiado el comportamiento sexual desde el estudio de Kinsey. A finales de los años ochenta Lillian Rubin entrevistó a mil estadounidenses de entre trece y cuarenta y ocho años para tratar de averiguar qué cambios se habían producido en el comportamiento y en las actitudes sexuales en los treinta años anteriores. Según sus conclusiones, la evolución había sido significativa. La actividad sexual comenzaba, en general, a una edad más temprana que en la generación anterior; además, las prácticas sexuales de los adolescentes solían ser tan variadas y amplias como las de los adultos. Aún existía un doble rasero, pero no era tan importante como antes. Uno de los cambio más notables era que las mujeres se habían acostumbrado a esperar que las relaciones les proporcionaran placer sexual y lo buscaban activamente. No sólo esperaban proporcionar satisfacción sexual sino también recibirla; fenómeno que, según Rubin, tiene importantes consecuencias para ambos sexos. Las mujeres están mas liberadas sexualmente que antes, pero, junto a esta evolución, de la que se alegran la mayoría de los hombres, ha surgido n nuevo deseo de autoafirmación que a muchos de ellos les resulta difícil de aceptar. Los hombres a los que Rubin entrevistó solían decir que “no se sentían competentes”, que tenían miedo de “no acertar nunca” y que les parecía “imposible satisfacer a la mujer de hoy” (Rubin, 1990). ¿Los hombres se sienten incompetentes? ¿Acaso esto no contradice lo que antes esperábamos? Porque en la sociedad actual los hombres siguen dominando en la mayoría de las esferas y, en general, se muestran más violentos hacia las mujeres que éstas hacia ellos. Lo sustancial de esta violencia es que está dirigida a mantener el control y la subordinación de la mujer. Sin embargo, hay autores que han comenzado a señalar que la masculinidad es tan gratificante como pesada. Gran parte de la sexualidad masculina, añaden, es compulsiva más que satisfactoria. Si los hombres dejaran de utilizar la sexualidad como una forma de control, no sólo saldrían ganando las mujeres sino también ellos. 79


¿Una nueva fidelidad? En 1994 un equipo de investigadores publicó The Social Organization of Sexuality; Sexual Practices in the United States (La organización social de la sexualidad: prácticas sexuales en los Estados Unidos), el más amplio estudio sobre este tema llevado a cabo en cualquier país desde el informe de Kinsey. Para sorpresa de muchos, las conclusiones señalaban que existía un conservadurismo sexual básico entre los estadounidenses. Por ejemplo, el 83% de los entrevistados sólo había tenido relaciones con una persona (o con ninguna) en el año anterior y, entre los casados, la cifra subía al 96%. La fidelidad al cónyuge también es bastante habitual: sólo el 10% de las mujeres y menos del 25% de los hombres confesaron haber tenido una aventura fuera del matrimonio en toda su vida, Según este estudio, los estadounidenses mantienen un promedio de tres relaciones a lo largo de su vida. A pesar de que la pauta del comportamiento sexual tiende a la estabilidad, del estudio se desprenden determinadas transformaciones, siendo una de las más significativas el aumento progresivo del número de experiencias prematrimoniales, especialmente entre las mujeres. De hecho, alrededor del 95% de los estadounidenses que se casan hoy en día han tenido experiencias sexuales previas (Laumann y otros, 1994). Las encuestas con las que se estudia el comportamiento sexual están plagadas de dificultades. No podemos saber hasta qué punto las personas dicen la verdad sobre su vida sexual cuando les pregunta el investigador. The Social Organization of Sexuality parece demostrar que la vida sexual de los estadounidenses es mucho menos azarosa que cuando Kinsey llevó a cabo su estudio. También puede ser que éste no fuera del todo fiel a la realidad. Quizá el miedo al sida ha llevado a las personas a reducir el abanico de actividades sexuales o quizás en el clima político conservador de hoy en día la gente tiende a ocultar más ciertos aspectos de su vida sexual. No podemos estar seguros. La validez de las encuestas sobre el comportamiento sexual ha sido objeto de un intenso debate en los últimos tiempos (Lewontin, 1995). Los críticos de la investigación que acabamos de exponer han señalado que los estudios de este tipo no generan información fiable sobre las prácticas sexuales. Parte de la polémica se centra en las respuestas obtenidas en las entrevistas a personas mayores. Los investigadores afirmaban que el 45% de los hombres que tienen entre ochenta y ochenta y cinco años 80

dicen que mantienen relaciones sexuales con su pareja. Los críticos tienen la sensación de que la falsedad de esto es tan evidente que pone en duda las conclusiones de todo el estudio. Los investigadores se defendieron de esta acusación y tuvieron cierto apoyo de especialistas en la tercera edad, quienes acusaron a los críticos de albergar estereotipos negativos sobre la ancianidad. Señalaron que en una encuesta realizada entre varones ancianos que no vivían en residencias, el 74% de ellos eran activos sexualmente. De hecho, la conclusión de uno de estos estudios era que, incluso a los noventa años, la mayoría de los hombres seguían teniendo interés por el sexo. Homosexualidad La homosexualidad existe en todas las culturas. Aun así, la idea de que existen personas homosexuales –alguien claramente diferenciado de la mayoría de la población por sus gustos sexuales- es relativamente reciente. En sus estudios sobre la sexualidad, Michel Foucault ha demostrado que antes del siglo XVIII esta idea apenas parece haber existido (Foucault, 1978). La sodomía era condenada tanto por las autoridades eclesiásticas como por la ley y en Inglaterra y en otros países europeos se podía castigar con la muerte. Sin embargo, este acto no estaba específicamente definido como un delito homosexual. Se aplicaba a las relaciones entre hombre y mujer, hombre y animal, así como entre hombres. El término “homosexualidad” fue acuñado en la década de 1860 y desde entonces se consideró cada vez más que los homosexuales eran un tipo de persona diferente y con una aberración sexual particular (Weeks, 1986). El uso del término “lesbiana” para referirse a la homosexualidad femenina es algo posterior. La pena de muerte por “actos no naturales” fue abolida en los Estados Unidos después de la independencia y en Europa entre finales del siglo XVIII y principios del XIX. Sin embargo, hasta hace pocas décadas la homosexualidad continuaba considerándose una actividad delictiva en casi todos los países occidentales. Este hecho ayuda a comprender por qué, a pesar de que el rechazo a los homosexuales ya no está consagrado por la ley, todavía persiste en las actitudes emocionales de muchas personas.


La homosexualidad en las culturas no occidentales En algunas culturas no occidentales se aceptan las relaciones homosexuales y en algunos grupos son incluso fomentadas. Los batak del norte de Sumatra, por ejemplo, permiten las relaciones homosexuales masculinas antes del matrimonio. En la pubertad los jóvenes abandonan el hogar paterno y duermen bajo el mismo techo que doce o quince hombres de su edad o mayores. La relación sexual se establece entre parejas del grupo y los más jóvenes son iniciados en las prácticas homosexuales. Esta situación se prolonga hasta que se casan. Una vez casados la mayoría de los hombres, pero no todos, abandonan las actividades homosexuales (Money y Ehrhardt, 1972). Entre los moradores de East Bay, un poblado de Melanesia, en el Pacífico, la homosexualidad también es tolerada, aunque también exclusivamente estre varones. Antes del matrimonio y mientras habitan en la vivienda para hombres los jóvenes practican la masturbación mutua y el contacto anal. Sin embargo, también existen relaciones homosexuales entre varones mayores y jóvenes que suelen ser demasiado pequeños para vivir en la casa de los hombres. Todo tipo de relaciones es completamente aceptable y tratada abiertamente. Muchos hombres casados son bisexuales y mantienen relaciones con chicos jóvenes al tiempo que disfrutan de una vida sexual activa con sus esposas. Sin embargo, una homosexualidad que carezca de interés por las relaciones heterosexuales parece desconocida en estas culturas(Davenport, 1965; véase también Shepherd, 1987). La homosexualidad occidental

en

la

cultura

Kenneth Plummer, en un estudio ya clásico, distinguió cuatro tipos de homosexualidad dentro de la cultura occidental actual. La homosexualidad casual es un encuentro homosexual pasajero que no estructura sustancialmente el conjunto de la vida sexual del individuo. Los amores escolares o la masturbación mutua en ejemplos de ella. Las actividades localizadas designan circunstancias en las que las prácticas homosexuales ocurren regularmente, pero en las que no se convierten en la preferencia primordial del individuo. En ámbitos como las prisiones o los campamentos militares, la conducta homosexual de este tipo es corriente

y se considera un sustituto de la conducta heterosexual, más que una práctica preferible a esta. La homosexualidad personalizada se refiere a los individuos que prefieren las actividades homosexuales pero que están aislados de los grupos en los que éstas se aceptan con normalidad. En estas condiciones la homosexualidad es una actividad furtiva, que se oculta a los amigos y colegas. La homosexualidad como forma de vida se da en individuos que declaran abiertamente su condición y que han convertido en una parte crucial de su vida las relaciones con otros de gustos sexuales similares. Esta personas suelen pertenecer a subculturas gay, en las que las actividades homosexuales están integradas en un estilo de vida específico (Plummer, 1975). El porcentaje de población (tanto hombres como mujeres) que han tenido experiencias homosexuales, o experimentado fuertes inclinaciones hacia la homosexualidad, es mucho mayor que el de aquéllos que llevan un estilo de vida abiertamente gay. El alcance aproximado de la homosexualidad en las culturas occidentales se dio a conocer por primera vez al publicarse la investigación de Alfred Kinsey. Según ésta, no más de la mitad de los hombres estadounidenses son completamente heterosexuales, teniendo en cuenta sus actividades e inclinaciones sexuales después de la pubertad. El 8% de la muestra dee Kinsey había tenido relaciones exclusivamente homosexuales durante períodos de tres años o más. Un 10% había tenido más o menos el mismo número de actividades homosexuales que heterosexuales. El hallazgo más sorprendente de la investigación de Kinsey fue que un 37% de los hombres había tenido al menos una experiencia homosexual con orgasmo. Además un 13% había tenido deseos homosexuales, pero no los había llevado a la práctica. El índice de homosexualidad entre las mujeres que indicaban las investigaciones de Kinsey era más bajo. Alrededor de un 2% era exclusivamente homosexual. Un 13% declaró haber tenido experiencias de este tipo, mientras que un 15% admitió haber tenido deseos homosexuales que no había llevado a la práctica. Kinsey y sus colaboradores estaban realmente asombrados por los índices de homosexualidad que revelaban sus estudios, por lo que los resultados fueron revisados empleando otros métodos diferentes; sin embargo, las conclusiones no 81


se vieron alteradas (Kinsey y otros, 1948, 1953). Los resultados de The Social Organization of Sexuality ponen en cuestión llos hallazgos del estudio de Kinsey en lo relativo a la preponderancia de la homosexual. En contraste con el 37% de Kinsey, sólo el 9% de los hombres de este último estudio admitió haber tenido un encuentro homosexual con orgasmo, únicamente un 8% decía tener deseos homosexuales (frente al 13% anterior) y sólo menos del 3% afirmaba que había tenido un encuentro con otro hombre en el año anterior. Como los mismos autores de este estudio reconocieron, el estigma que aún padece la homosexualidad contribuyó a que, en general, se admitieran menos comportamientos homosexuales. Y, como señaló uno de los críticos del estudio, la muestra aleatoria de éste no explicaba la concentración geográfica de homosexuales que se da en las grandes ciudades, donde este grupo constituye probablemente cerca del 10% del conjunto de la población (Robinson, 1994). Los grupos de lesbianas no suelen estar tan organizados como las subculturas homosexuales masculinas y las relaciones casuales entre ellas son menores. La homosexualidad masculina suele recibir más atención que el lesbianismo y se trata con frecuencia a estos grupos de activistas femeninas como si sus intereses fueran los mismos que los de los homosexuales masculinos. Sin embargo, aunque a veces se da una cooperación estrecha entre gays y lesbianas, también existen diferencias entre ambos, especialmente si ellas son feministas activas. Los sociólogos están estudiando en la actualidad con más detalle el carácter específico de la vida de la mujer lesbiana. Las parejas de lesbianas tienen hijos con frecuencia, bien mediante una relación con un hombre o a través de la inseminación artificial, pero se han encontrado con muchos problemas para obtener la custodia. Para muchas lesbianas, declarar abiertamente su condición sigue siendo difícil. Hay que informar a los padres, a otros parientes y a los amigos e hijos, si los hay. Sin embargo, la experiencia puede ser gratificante. En There’s Something I’ve Been Meaning to Tell You, Loralee MacPike reunió una serie de descripciones de mujeres que habían decidido manifestar abiertamente su homosexualidad. De su propia experiencia escribió: 82

Como muchas “lesbianas renacidas” estaba encantada con haber encontrado mi nuevo ser y haber definido una nueva vida. Ni mi compañera ni yo habíamos mantenido antes una relación lesbiana, de modo que ninguna pudo aportar las bases sociales y las amistades que forman parte de las comunidades homosexuales, pero comenzamos a hacer discretas aproximaciones hacia otras personas que, de una forma u otra, nos parecía que estaban revelándonos s condición [...] Hemos tenido mucha suerte [...] los resultados han sido mucho más positivos y enriquecedores de lo que hubiera podido imaginar.(MacPike 1989.)

Actitudes hacia la homosexualidad Las actitudes de intolerancia hacia la homosexualidad han sido tan acusadas en el pasado que los mitos que la rodean no se han disipado hasta muy recientemente. La homosexualidad no es una enfermedad y no ésta directamente asociada con ninguna forma de perturbación psíquica. Los hombres homosexuales no están concentrados en ningún sector laboral concreto, como la peluquería, la decoración de interiores o el arte. Determinados tipos de comportamiento y de actitudes de los homosexuales varones podrían entenderse como intentos de alterar la conexión habitual entre masculinidad y poder, razón por la que quizá la comunidad heterosexual ve a menudo a los homosexuales como una amenaza. Los hombres homosexuales tienden a rechazar la imagen del afeminado popularmente asociada con ellos, apartándose de ella de dos formas diferentes. Una consiste en cultivar un afeminamiento escandaloso, una masculinidad “amanerada” que parodia el estereotipo. La otra consiste en desarrollar una imagen de “macho”. Tampoco es ésta una masculinidad convencional: los hombres vestidos de motoristas o de vaqueros también parodian la masculinidad exagerándola (Bertelson, 1986). Sin embargo, en cierto sentido, la homosexualidad se ha normalizado estando cada vez más aceptada en la vida social cotidiana. En algunos países de Europa, como Dinamarca, Noruega y Suecia, ya se permite que las parejas homosexuales se inscriban en un registro oficial y que tengan la mayoría de los derechos de los matrimonios. Las ciudades y autoridades locales de Holanda, Francia y Bélgica también han comenzado a reconocer las relaciones homosexuales. En Hawai, el


matrimonio homosexual puede obtenerse legalmente mediante un proceso judicial. Cada vez hay más activistas homosexuales que intentan que se legalice completamente el matrimonio homosexual. ¿Por qué les preocupa estos ahora que entre las parejas heterosexuales el matrimonio parece estar perdiendo importancia? Les preocupa porque quieren el mismo reconocimiento, derechos y obligaciones que los demás. Hoy día el matrimonio es, sobre todo, un compromiso sentimental pero, al estar reconocido por el Estado, también tiene unas claras connotaciones legales. Desde un punto de vista médico, otorga a los contrayentes el derecho de tomar decisiones que afectan a la vida y la muerte; también concede el derecho a heredar, recibir una pensión y otros beneficios económicos. Las “ceremonias de compromiso” –matrimonios no legales- que son frecuentes entre los homosexuales y heterosexuales de los Estado Unidos, no otorgan estos derechos y obligaciones. Por otra parte, ésta es una de las razones evidentes por las que muchas parejas heterosexuales deciden hoy en día posponer su boda o no casarse nunca. Los que se oponen al matrimonio homosexual lo condenan por considerarlo frívolo o antinatural. Creen que legitimaría una orientación sexual que el Estado debería hacer lo posible por reprimir. Hay grupos de presión en los Estados Unidos que intentan que los homosexuales cambien su comportamiento y se casen con personas del otro sexo. Algunos creen todavía que la homosexualidad es una perversión y se oponen violentamente a toda medida que pueda normalizarla. Sin embargo, la mayoría de los homosexuales lo único que pretenden es que se les considere personas normales. Señalan que ellos necesitan como todo el mundo una seguridad económica y emocional. En su libro de 1995, Virtualy Normal, Andrew Sullivan hace una vigorosa defensa de las virtudes del matrimonio homosexual. Al ser católico y homosexual, le atormentaba no saber cómo hacer compatibles sus creencias religiosas con su sexualidad. Señala que, en parte, la homosexualidad es innata, es decir, que no es algo que se pueda simplemente “elegir”. Pedirle a alguien que deje de ser homosexual es pedirle que renuncie a la posibilidad de amar y ser amado por otra persona. Su conclusión es que el matrimonio homosexual debe ser legalizado para que los homosexuales no se conviertan en una minoría alineada.

Para terminar este capítulo nos ocuparemos del problema de la prostitución, que, practicada por hombres, es habitual en algunas subculturas homosexuales. Sin embargo, la prostitución femenina está mucho más extendida en todo el conjunto de la sociedad y en ella vamos a centrarnos. Prostitución puede definirse como la oferta de favores sexuales a cambio de una ganancia económica. La palabra “prostituta” comenzó a emplearse en el leguaje común a finales del siglo XVIII. En la antigüedad, la mayoría de los proveedores de placer sexual por razones económicas eran las cortesanas, las concubinas (amantes) o las esclavas. Las dos primeras ocupan con frecuencia una elevada posición en las sociedades tradicionales. Un aspecto clave de la prostitución actual es que la mujer y sus clientes no suelen conocerse. Aunque los hombres pueden convertirse en clientes “habituales”, la relación no se establece en un principio sobre la base de un conocimiento mutuo. Esta no era la regla en la mayoría de los formas de oferta sexual por razones materiales de otros tiempos. La prostitución está directamente relacionada con la desarticulación de pequeñas comunidades, el desarrollo de grandes áreas urbanas y la comercialización de las relaciones sociales. En las pequeñas comunidades tradicionales las relaciones sexuales estaban controladas por su propia visibilidad, mientras que en las nuevas áreas urbanas se establecen con facilidad conexiones sociales más anónimas. La prostitución en la actualidad Hoy día, la mayoría de las prostitutas del Reino Unido, al igual que ocurría en el pasado, proceden de estratos sociales pobres, pero ahora se les ha unido un número considerable de mujeres de clase media. El aumento del número de divorcios ha llevado a muchas mujeres empobrecidas a la prostitución. Además, algunas de las que no encuentran trabajo después de la universidad se colocan en salas de masajes o en redes de prostitución que actúan por teléfono, mientras tratan de encontrar otra oportunidad laboral. Paul J. Goldstein ha clasificado los distintos tipos de prostitución teniendo en cuenta la dedicación y el contexto ocupacionales. La dedicación ocupacional se refiere a la frecuencia con la que la mujer practica la prostitución. Muchas mujeres sólo se dedican a ella temporalmente, vendiendo su cuerpo unas cuantas veces antes de dejar esta 83


actividad por un prolongado período de tiempo o para siempre. Las “prostitutas ocasionales” son aquéllas que aceptan dinero a cambio de sexo con cierta frecuencia, pero de un modo irregular y como complemento a ingresos que proceden de otras fuentes. Otras practican la prostitución habitualmente, siendo esta actividad su principal fuente de ingresos. El contexto ocupacional alude tanto al ambiente de trabajo como a los procesos de interacción en los que se desenvuelve la mujer. Las que “hacen la calle” buscan su trabajo en este ámbito. Las call-girls entran en contacto con sus clientes por teléfono y los hombres van a su domicilio o ellas los visitan. Las hay que trabajan en un club privado o en un burdel, mientras que otras dan sus servicios en un establecimiento que se supone que ofrece únicamente masajes y tratamientos para la salud que están dentro de la legalidad. Muchas prostitutas establecen un trueque con su trabajo; es decir, aceptan que se les pague con ciertos bienes o servicios, en vez de con dinero. La mayoría de las call-girls que estudió Goldstein practicaban regularmente el trueque sexual, aceptando a cambio de sus servicios televisiones, reparaciones en su coche y en aparatos electrónico, ropa, asesoría legal y arreglos dentales (Goldstein, 1979). Una resolución de las Naciones Unidas aprobada en 1951 condena a aquellos que organizan la prostitución o que se benefician de las actividades de las prostitutas, pero no prohíbe la prostitución como tal. Un total de cincuenta y tres estados miembros, incluyendo el Reino Unido, aceptaron formalmente la resolución, aunque su legislación sobre esta práctica varía considerablemente. En algunos países la prostitución es ilegal. En otros, como Gran Bretaña, se prohíben únicamente ciertos tipos, como la prostitución callejera o la infantil. Algunos gobiernos nacionales o locales dan licencias a burdeles y salones dedicados al sexo, como el Eros Centre en Alemania Occidental o las casas del sexo en Ámsterdam. Muy pocos países autorizan la prostitución masculina. La legislación contra la protitución pocas veces castiga a los clientes. No se detiene ni procesa a los que compran servicios sexuales y en los juicios estos pueden mantener al anonimato. Existen muchos menos estudios sobre los clientes que sobre quienes venden sexo y no se suele sugerir, como se dice o insinúa a menudo de las prostitutas, que los que acuden a ellas tengan alguna alteración psicológica. Este desequilibrio en las investigaciones expresa sin duda una aceptación acrítica de 84

los estereotipos ortodoxos de la sexualidad, según los cuales es “normal” que los hombres busquen distintos tipos de desahogo sexual pero se condena a quienes satisfacen esas necesidades. Prostitución Infantil Es frecuente que en la prostitución participen niños. Según un estudio realizado en los Estados Unidos, Gran Bretaña y lo que fue Alemania Occidental, la mayoría de los niños que se prostituyen se dedican a esta actividad porque, tras haberse escapado de casa, carecen de ingresos. El hecho de que muchos niños que se han escapado de casa se dediquen a la prostitución es, en parte, una consecuencia no deseada de que los empleos para menores estén regulados, pero de ningún modo todos los niños que se prostituyen han huido de su hogar. Se pueden distinguir tres grandes categorías de prostitución infantil (Janus y Bracey, 1980): fugitivos, aquéllos que o han abandonado el hogar y no son encontrados por sus padres o persisten en el intento cada vez que se les devuelve a casa; los que van y vienen, que viven principalmente en casa pero se ausentan de ella por algún tiempo, por ejemplo si tienen la costumbre de dormir fuera varias noches seguidas; expulsados, cuyos padres son indiferentes a lo que hagan a les rechazan. En todas las categorías hay niños y niñas. La prostitución infantil es parte de la industria del “turismo sexual” en distintas zonas del mundo, por ejemplo en Tailandia y Filipinas. Hay viajes organizados orientados a la prostitución que arrastran a numerosos hombres de Europa, los Estados Unidos y Japón a estos lugares (en Gran Bretaña, este tipo de viajes ya no es legal). Las asociaciones de mujeres de Asia han organizado actos de protesta contra esta práctica que, no obstante, continúa llevándose a cabo. El turismo sexual en el Extremo Oriente tiene su origen en el aprovisionamiento de prostitutas para las tropas estadounidenses durante las guerras de Corea y Vietnam. Se construyeron centros de “descanso y recreo” en Tailandia, Filipinas, Vietnam, Corea y Taiwán. Algunos funcionan todavía, especialmente en Filipinas, y reciben regularmente grupos de turistas, así como a militare destinados en la región. ¿Por qué existe la prostitución? Es, sin duda, un fenómeno persistente que se resiste a los intentos de los gobiernos por eliminarlo. Casi siempre se trata de mujeres que venden


favores sexuales a hombres, más que al contrario; aunque existen algunos casos, como en la ciudad alemana de Hamburgo donde existen “casas de placer” que proporcionan servicios sexuales masculinos a las mujeres. Evidentemente, también hay varones jóvenes y adultos que se prostituyen con otros hombres. La prostitución no puede explicarse en función de un único factor. Podría pensarse que, sencillamente, los hombres tienen necesidades sexuales más imperiosas o persistentes que las mujeres y que, por lo tanto, necesitan del desahogo que proporciona la prostitución. Pero esta explicación no es plausible ya que la mayoría de las mujeres son capaces de desarrollar su sexualidad de un modo más intenso que los hombres de edad similar. Si la prostitución existiese únicamente para satisfacer los deseos sexuales habría, sin duda alguna, muchos hombres prostituyéndose para satisfacer a las mujeres. Desde un punto de vista general, la conclusión más convincente a la que se puede llegar es que la prostitución pone de manifiesto, y hasta cierto punto ayuda a perpetuar, la tendencia de los hombres a tratar a las mujeres como objetivos que se pueden “usar” con fines sexuales. La prostitución evidencia en un contexto concreto las desigualdades de poder entre hombres y mujeres. Pero, sin duda, hay que tener en cuenta otros muchos aspectos. La prostitución proporciona un medio de conseguir satisfacción sexual a aquéllos que, debido a problemas físicos o a la existencia de códigos morales restrictivos, no consiguen encontrar otras parejas. Las prostitutas satisfacen a hombres que están fuera de casa, que desean encuentros sexuales sin comprometerse o que tienen gustos sexuales inusuales que otras mujeres no aceptarían. Sin embargo, estos factores son importantes para comprender la magnitud de la práctica de la prostitución, más que para entender su naturaleza. Conclusión: desigualdad

género,

sexualidad

y

En los últimos años, hay pocas áreas de la sociología que se hayan desarrollado de forma tan significativa o que se hayan hecho tan cruciales para el conjunto de la disciplina como el estudio de las relaciones de género. En gran parte, ello es reflejo de los cambios en la propia vida social. Las tradicionales diferencias entre las identidades, aspecto

exterior y formas de comportamiento típico de la mujer y del hombre se enfocan ahora de un modo distinto. El estudio del género plantea problemas difíciles a la sociología contemporánea, sobre todo porque este asunto no ha solido considerarse una de las preocupaciones principales de la disciplina. ¿Qué conceptos podemos utilizar para comprender la importancia del género en la sociedad? ¿Es posible imaginar una sociedad en la que desaparecieran las diferencias de este tipo, de forma que todos fuéramos andróginos, es decir, que tuviéramos las mismas características de género? La sexualidad también se nos muestra como un área del comportamiento humano enormemente compleja, que está sufriendo cambios fundamentales en las sociedades contemporáneas. Nuestra actitud hacia el sexo y nuestro comportamiento sexual reflejan las transformaciones sociales globales de las que nos ocuparemos en los siguientes capítulos. Resumen 1. El término “sexo” es ambiguo. Según se utiliza normalmente, indica las diferencias físicas y culturales que existes entre hombres y mujeres (el “sexo masculino” y el “sexo femenino”, así como el acto sexual en sí mismo. Es útil distinguir entre sexo, en el sentido fisiológico o biológico del término, y género, que es un constructor cultural (un conjunto de pautas de comportamiento aprendidas). 2. Algunas personas sostienen que las diferencias de comportamiento entre los sexos están genéticamente determinadas, pero no existen pruebas concluyentes. 3. La socialización en el género comienza tan pronto como nace el bebé. Incluso los padres que creen que tratan a sus hijos exactamente igual, tienden a reaccionar de un modo diferente ante los niños y las niñas. Estas diferencias se ven reforzadas por otras muchas influencias culturales. 4. Las dos teorías principales sobre el desarrollo de la identidad de género son las de Sigmund Freud y Nancy Chodorow. Según Freud, la presencia o ausencia del pene, símbolos, respectivamente, de la masculinidad y de la feminidad, son cruciales para la identificación del niño con el padre y de la niña con la madre. Chodorow subraya la importancia de la madre. Tanto las niñas como los niños se 85


identifican primero con la madre, pero éstos se partan de ella para afirmar su masculinidad, mientras que las niñas permanecen vinculadas a ella durante más tiempo. Chodorow da la vuelta a Freud: la masculinidad, no la feminidad, se define en función de una pérdida, la del vínculo continuo e íntimo con la madre. Esto explica la inexpresividad masculina: dificultad que encuentran los hombres a la hora de expresar sus sentimientos. 5. El género no viene dado. Es algo que todos debemos “practicar” en nuestra actividad cotidiana. La experiencia de los transexuales –aquellos que se someten a un tratamiento médico para cambiar sus atributos sexuales físicos- pone de manifiesto hasta qué punto es difícil pasar de un género a otro. 6. En Occidente, el cristianismo ha sido muy importante a la hora de configurar las actitudes sexuales. En las sociedades en las que los códigos sexuales son rígidos es habitual la hipocresía y la existencia de una doble moral. La distancia que separa las normas de la práctica real puede ser enorme, como han demostrado los estudios de comportamientos sexuales. Las prácticas sexuales varían mucho de una cultura a otra y dentro de un mismo contexto cultural. En Occidente, las actitudes represivas hacia la sexualidad dejaron paso, en los años sesenta, a puntos de vista más permisivos, cuyos efectos todavía hoy son patentes. 7. La identidad sexual es un asunto complejo. Algunos autores han señalado que hay hasta diez identidades sexuales diferentes, incluyendo a los heterosexuales, homosexuales, bisexuales y transexuales. 8. Padece que el homosexualidad existe en todas las culturas, aunque el concepto de “un/una homosexual” es una idea relativamente reciente. Ha sido en los últimos cien años cuando ha empezado a considerarse que la actividad homosexual es algo que cierto tipo de personas realiza; una categoría de anormalidad y desviación construida por oposición a la categoría del “heterosexual normal”. 9. La prostitución es la prestación de favores sexuales a cambio de un cierto pago. En las sociedades modernas existen diferentes tipos de prostitución, incluyendo la masculina y la infantil. La prostitución permitida legalmente es aceptada por los 86

gobiernos nacionales o regionales en algunos países pero en la mayoría las prostitutas operan al margen de la ley.


EN LA ESCUELA SOCIOLOGÍA DE LA EXPERIENCIA ESCOLAR Crecer Mientras que los escolares viven en una continuidad relativa su estatuto de niño y su estatuto de alumno, los colegiales hacen la experiencia de una verdadera tensión, es decir una ruptura entre el alumno y el adolescente. Con la adolescencia se forma un “sí mismo” no escolar, una subjetividad y una vida colectiva independientes de la escuela, que “afectan” a la vida escolar misma. Toda una esfera de la experiencia de los individuos se desarrolla en el colegio, pero sin él. Grandes y pequeños Ningún período de la vida está, como la adolescencia, definido por la influencia de los interrogantes sobre el hecho de “crecer”. Esta preocupación es constantemente reforzada por las actitudes de los adultos. “Sí, me lo hacen notar continuamente; ¡qué alta que está, creció desde la última vez, tiene por lo menos cinco centímetros más! Siempre lo mismo y me enerval.” Los colegiales están presos entre los desajustes constantes de la infancia y la adolescencia, ya no viven en un mundo homogéneo y son siempre demasiado grandes o demasiado pequeños. La prueba de Gulliver encuadra su universo social. Toda su existencia está sometida a los cambios de las órdenes de crecimiento en función de las situaciones y los interlocutores. “Cuando estamos en primaria somos los más grandes, el rey. Y después, en sexto, somos los pequeños.” “Depende de la persona con la que uno se encuentra: si esa persona es un pequeño uno se va a sentir más adulto, si es más grande uno se va a sentir inferior, no sé.”Además los adultos participan activamente en el mantenimiento de esta sensación. “En casa, depende. A veces me tratan como a muy chico cuando les conviene, y después, cuando me piden algo: ¡ahora eres grande!” Pero es en el colegio donde se experimentan más claramente estas disparidades de “tamaño”. Los alumnos se redescubren “pequeños”, sin estar no obstante protegidos como los pequeños. “El primer día de clase una de sexo se dejó empujar por una más grande, se cayó y durante dos semanas tuvo

que andar con muletas.” “¡Te aplastan! ¡Te dicen: ah, los pequeños!” La disparidad de tamaños habla también de las jerarquías subjetivas de madurez. Para los “grandes” de tercero, los “pequeños” son siempre demasiado “pequeños”. “A veces me pregunto qué hago ahí, porque hay pequeños que no tienen nada en la cabeza, uno los mira, ésa salta a la cuerda, aquél juega a pelota.” Esta observación es acompañada por la impresión permanente de que, actualmente, los pequeños crecen más rápidamente. “En nuestras generaciones las chicas con cada vez más jóvenes; cuando una mira a las más jóvenes ve que son más avispadas.” Pero a las representaciones de de los grandes hay que oponer las de los pequeños. Y aquí el sentimiento es más bien unánime: para los “pequeños” de quinto, los “grandes” de tercero no son nunca bastante “grandes”. “Los de tercero son unos cretinos; hacia el fin del liceo la cosa empieza a ser un poco mejor.” El grado de madurez juega como un signo de distinción personal en el seno del universo colegial. “Uno está en una edad en la que hay algunos muy maduros y otros no. Yo no me considero una mujer, pero hace falta una mentalidad más avanzada de la que se cree una chiquilla que trata de hacerse la mujer y todo se acaba ahí...” En la desorganización general de los “tamaños”, los colegiales son siempre “inadaptados”, juegan en falso y nunca se sienten en el lugar donde deberían estar exactamente. Esta prueba provoca en los más pequeños una nostalgia de la infancia y de la escuela primaria, cuando el mundo era claro e integrado. “En sexto, cuando se habla del primario, es inolvidable. Uno recuerda cosas y le gustaría mucho vivirlas todavía. Uno se dice que eran buenos tiempos, uno se sentía bien, uno se divertía, uno era grande. Teníamos un poco más de autoridad que antes de entrar a sexto. ¡Vaya si era mejor!” Algunos no quieren crecer. “¡Quisiera ser siempre un bebé!” “Si, yo también hice una regresión.” Son sobre todo los alumnos de quinto, pertenecientes a clases medias, los que abandonan la infancia penosa mente. “Cuando se va al colegio, es como si uno debiera crecer de golpe. Como si ya no se debieran tener recuerdos de infancia. Como si nos privaran de todo eso. Todavía tengo ojos de niño y juego muy bien y no tengo vergüenza.” “Tengo Barbies, muñecas, y siempre siento miedo cuando invito a nuevas compañeras, es vedad que se burlan de mi.” A la inversa, los alumnos de tercero quieren crece, pero no sin temores. El liceo es aprendido como un mundo de libertades donde “al menos al mediodía se puede ir a 87


McDonald”. El control familiar se torna pesado. En todo caso, hay que afirmarlo ante los demás para demostrar su “tamaño”. “Cuando voy a alguna parte estoy obligada a hacerlo delante de mi madre o mis parientes.” El hecho de volverse mayor se asocia a una serie de caracteres positivos: se tiene más “seguridad”. Se es más “razonable”, más “independiente”... El deseo de seguir siendo pequeño y crecer a la vez invade a todos los colegiales. Domina las relaciones en el interior de la clase, relaciones que parecen siempre desajustadas. Los alumnos son, a la vez, demasiado grandes y demasiados pequeños, y se reconocen en sutiles signos de madurez. En el transcurso de un año pasado en una clase de quinto pude (F. Dubet) observar las transformaciones de los alumnos, especialmente en las chicas que cambian sus maneras de vestir de un día para otro y dejan de ser crías. A medida que se producen estas transformaciones, las parejas de alumnos que se sientan juntos se hacen y se deshacen según la madurez de cada uno. Otros, al crecer, se acercan a un camarada que se ha quedado pequeño para ser su protector, el hermano o la hermana mayor: así marcan su grandeza. Contra estas tensiones múltiples y cambiantes, los colegiales se encierran en el presente frente a un futuro inquietante. Quieren crecer pero expresan abiertamente el miedo a hacerlo. “Uno tiene miedo de fracasar en su vida, de ser autónomo.” “Sí, eso es, prefiero que mis padres estén detrás de mí.” El discurso puede tomar una tonalidad cínica. “Prefiero permanecer adolescente, así uno está tranquilo con los padres.” En todos estos juegos de tamaño, la cultura de masas adolescentes tiene un lugar esencial, distribuyendo los códigos de la madurez en la vestimenta, lo gastos musicales... Chicas y Muchachos A las tensiones de los “tamaños” hay que añadir la de los géneros. La vida en el colegio está dominada por una viva oposición entre los sexos. Chicas y muchachos comparten la clase en dos espacios distintos, no comen juntos y no frecuentan los mismos lugares en el patio. En algunos grupos de investigación, se ubicaron en lugares opuestos de la mesa. Esto no impide ni las amistades, ni los flirteos, ni los amores, pero se desarrollan sobre un fondo de “guerra” de los sexos y de afirmación exacerbada de los estereotipos. Del punto de vista escolar, las chicas ostentan un comportamiento más conforme a las 88

exigencias de la institución escolar y mayor seriedad. Los alumnos mismos señalan que las chicas son descritas como “más serias”, lo que es denunciado por los muchachos como una injusticia. “Los profes prefieren las chicas a los muchachos”. Los muchachos se proyectan al futuro como jefes del hogar. “Cuando uno está en el servicio militar, con un departamento, una novia o no, debe tener responsabilidades.” Las chicas aprenden ya su rol de amas de casa. “Debes hacer las tareas domésticas y todo, sí, cocinar y todo. Me gusta hacerlo de vez en cuando, pero bueno, todos los días...” Los muchachos afirman su virilidad formando parte de una “banda”-“si vamos a lo de alguien lo hacemos en grupo, unos quince”-, mientras que las chicas tienen afinidades más reducidas: “Yo prefiero quedarme en la calle con una o dos compañeras”. En la frontera de los dos sexos, los incidentes y las agresiones se multiplican. “De todos modos, en mi clase todas las chicas están locas. Uno dice una tontería sobre ellas, se hacen juegos de palabras o cosa así, y recibo bofetadas de todos lados.” Las chicas proclaman en voz alta y fuerte su mayor madurez. “Las chicas crecen más rápido que los muchachos, tanto física como mentalmente.” Los muchachos siguen siendo chicos. “Se ve cuando, en pleno cuestionario o en el curso de golpe uno escucha: ¡uf!, yo no sé... Incluso cuando juegan como chiquilines en tercero. ¡Es el colmo!” Los muchachos juegan porque son chicos, las chicas hablan porque son grandes. Los muchachos son agresivos. Hay tres tipos de chicas: la “que no respeta nada ni a nadie”, la “niña bien” y la “puerca que se acuesta con todos”. La tipología de los chicos, menos violenta, es de la misma naturaleza: los “tontos”, los “bien” y los “no bien”. Evidentemente estos estereotipos cruzados dejan un espacio a los juegos amorosos, pero fundan la agresión de los muchachos. Las chicas siguen a menudo, sufren siempre, se rebelan a veces. Deben aprender a “protegerse”. “La última vez hacía buen tiempo por la tarde, vine con una falda y sin medias, me había puesto unos pequeños zoquetes y llegaba clase así. Y cuando pasé los grandes me miraban con mi falda bastante corta, no me gusta que me miren.” “Como cuando estuvimos en la piscina, teníamos miedo de que los muchachos dijeran cosas sobre nosotras. También allí estábamos completamente estresadas y por la noche no comí nada. Pero también ellos estaban estresados como nosotras, pese a sus aires de


qué me importa.” Pese a su “miedo”, los muchachos no cesan de burlarse de las chicas. “Son super-gordas, aquella está sonada. Y además dicen cosas pero no son verdad, vamos.” Los flirteos no escapan de la amenaza de los estereotipos de las chicas y las burlas de los varones. “Solo hay muchachos burlones. Hay una chica que quiere salir con uno y se lo pide, y él va a contarlo rápidamente a sus compañeros.” Los muchachos se vanaglorian. “Hasta van más lejos, cuentan cosas raras, salen con una chica y la dejan y van a contar a sus amigos que fueron ellos quienes la largaron, que han tenido cosas con Ella.” Las chicas no son tontas ante los juegos de los varones. “Los muchachos también tienen un corazón pero no lo muestran, son machos. “Son como las chicas pero lo esconden, de hecho. No quieren mostrar nada.” Ellas saben que los muchachos son “dobles”. “Cuando está con sus compañeros se cree el más pintón, el más fuerte, piensa que puede salir con todas las chicas; y cuando está con una es una pulguita saltarina. Y a la pulga yo la aplasto.” La subjetividad de los colegiales se forma en el seno de múltiples estratos. Los grandes y los pequeños, los muchachos y las chicas, los buenos y los malos alumnos rompen la continuidad de las categorías escolares y de las identidades personales. Pero ninguno de los elementos que forman la experiencia colegial es verdaderamente estable: ni la conformidad con las normas escolares, ni la utilidad percibida de los estudios, ni la identidad personal. La experiencia colegial está dominada por las diferencias de estratos y las tensiones. Las pruebas colegiales El colegial está obligado a establecer una distancia con la escuela y la familia, apoyándose en la preocupación por construir un “yo” y en la identificación con su grupo de pares. Pero si la intensidad de esta puesta en distancia varía en función de los públicos sociales, en todos los casos, el colegial se ve confrontado con el descuartizamiento y la combinación necesaria de estos diferentes dominios y procesos: aprende el “oficio de alumno”. La experiencia colegial está dominada por la afirmación progresiva de un principio de subjetivación adolescente opuesto a las lógicas escolares. A diferencia de los niños, para los cuales el principio rector del juicio es el del Bien y el Mal, lo Justo y lo Injusto, los colegiales buscan una “autenticidad”, a menudo confundida de hecho

con el conformismo grupal y los códigos de las culturas adolescentes. Pero este movimiento hacia la autenticidad a menudo está compuesto de oposiciones y de reacciones. La formación de un sujeto ya no procede de la sola integración de las expectativas, sino de las tensiones entre las diversas dimensiones de la experiencia colegial. Tensiones entre la integración adolescente y las normas escolares Las fricciones entre el grupo de pares y las exigencias de la escuela dominan al colegio. Están latentes en el clima de la clase y en las relaciones ambivalentes de los colegiales con la disciplina y los docentes. La oposición se manifiesta por la omnipresencia del ruido en la clase. El ruido procede meno de una protesta escolar que de la invasión del colegio por el modo natural de expresión de los adolescentes. Los alumnos lo saben bien, puesto que subrayan la disociación entre el ruido y las competencias o la simpatía hacia un docente. “Podemos entendernos bien con una profe e igual hacer ruido. En clase de francés la profe es simpática y aun durante las tareas discutimos entre nosotros. Ella no tiene autoridad pero sabe hacerse respetar.” Para los docentes el ruido es insoportable, para los alumnos es una manera de expresarse, y toda voluntad de dominarlo es vivida como control disciplinario. Este hecho, a sus ojos, es evidente: “Creo que el silencio es algo que no existe.” Se puede hasta pensar, en el límite, que el ruido es a la palabra adolescente lo que la preocupación por el rostro es a la personalidad. En ambos casos se trata de avanzar a cubierto. Pero el carácter inestable de esta oposición es evidente en las críticas que los colegiales hacen contra la disciplina escolar, siempre percibida como necesaria y excesiva. En un primer tiempo, denuncian el “todo disciplinario”. “El colegio es el infierno en la tierra”. Pero la denuncia de la disciplina está siempre asociada a la constatación de su cotidiano desfallecimiento. Las frases se suceden en continuidad y oposición. Se señala que “al director no se lo ve casi nunca en los corredores”, y que “no se puede hacer nada sin recibir un reto”. En el fondo, los colegiales no protestan nunca hasta el extremo acerca de la necesidad de disciplina. “A veces me digo: en el colegio estamos llenos de prohibiciones. Y después, de hecho, cuando lo pienso a veces, me digo que no es para tanto. ¡Porque estamos tan acostumbrados a hacer cualquier cosa!” 89


Pero es a propósito de la relación pedagógica que esta ambivalencia se hace particularmente manifiesta, atravesada por un doble sentimiento de apego y desapego. Que el último sea manifiesto y excesivo, y el primero denegado y culpable, no debe inducir a error. La relación pedagógica en el colegio está constituida por ambos elementos. Desde el punto de vista de los alumnos, dos grupos se observan siempre y se enfrentan a veces; “Ellos” y “Nosotros”. Separación y proximidad, los rumores van y vienen. “Parece que algunos profes tienen depresiones nerviosas. Hay una profe a la que se le oye llorar todo continuamente.” “Al fin y al cabo los profes, lo hacen para tener una reputación. Porque si no ponen amonestaciones y castigos.... Pienso que se lo creen.” En esta visión de las cosas, los castigos hasta cambian un poco de naturaleza, manifiestan la agresividad que se opone a estos dos mundos. “Hay cosas que... no quisiera decir sádicas pero... ¡Llegan a ponernos horas de castigo los miércoles a mediodía!” Los castigos son experimentados como un efecto de la maldad de los profesores. De un solo golpe, los diferentes principios de justicia se funden en este único espectro crítico. El poder de los docentes se toma arbitrario y perverso. “Hay una profe que, durante el curso, verdaderamente tiene preferidos. En un momento en que no levanté la mano me preguntó adrede, sólo para fastidiarme. Sabe que no sé...y entonces me pregunta.” “El año pasado, ya con cinco o seis años de música, no me acuerdo bien...¡y la profe nunca me preguntaba! Porque sabía que yo conocía las respuestas. A fin de año me puso en la libreta: debes hacer algún progreso. ¡Pero vamos! ¡Nunca me pregunta y después me sale con algo así!” La tensión entre los profesores y los alumnos no es la guerra, porque ninguno de los polos es una red de identificaciones. Por una parte las normas escolares exigen “psicológicamente hablando, un proceso de identificación con el profesor, que impulsa a actuar bien en clase con el fin de gustar a la mujer-profesor, la que a menudo es sostenida por los padres. Por otra parte, las normas del mismo grupo de pares, que permiten la independencia frente a 19 adultos, confieren el reconocimiento de los semejantes. La clase es el lugar del conflicto entre estas dos fuentes mayores de identificaciones. Pero, salvo en casos extremos, es difícil concluir en la oposición radical entre ambos universos. En el seno mismo de esta división o de este rechazo, está larvada una demanda afectiva difícil o imposible de expresar porque, en el fondo, es ilegítima a los ojos de todos. La 90

búsqueda de una relación afectiva, infantil o “amorosa” con el profesor, se expresa con mayor frecuencia en términos de frustración. En el colegio, no se tiene el derecho de manifestar un interés por un docente, pero es totalmente legítimo expresar su decepción frente a la indiferencia de los docentes. “A veces es la profesora de matemáticas la que nos dice: bueno a las 15 horas 50 se van porque tengo que hacer una llamada telefónica. ¡Y nosotros registramos cuando nos salen con eso!” La oposición al docente está influida por una decepción vinculada con el noreconocimiento. “Lo que es superenervante también es cuando la profe nos habla y no nos mira. ¡Vamos! Para la de dibujo somos inodoros, incoloros... “Los profes, fuera de la clase, no tienen nada que hacer con nosotros. Les pagan para enseñar ocho horas por día por ejemplo, y después no les importamos nada de nada, eso es todo.” Estas observaciones manifiestan una demanda que no puede formularse directamente, so pena de traición. Aparece en la irritación de esa alumna de tercero, excedida por el tono burocrático de sus boletines. “Lo que me hace reír es el concepto: puedes hace más, valor. Siempre lo mismo.” Le gustaría tener otros comentarios. “Yo no sé: pese a sus resultados mediocres Séverine participa, pasan cosas así. Yo no tengo resultados muy buenos pero con todo existo. ¡Estoy en la clase, claro! Pero en la realidad no es así.” En verdad, el triángulo pedagógico de la escuela primaria se ha vuelto más claro y más duro. Más claro: ya no hay fusión que buscar con el docente. Al contrario, se trata de afirmar su subjetividad contra el docente. Más duro: la demanda de reconocimiento, todavía legítima en los niños, se convierte, ante los mismos ojos del colegial esa expectativa es ilegítima e inconfesable. El triángulo cede el paso a una danza imposible donde todo el mundo se pisotea. El grupo pisa al docente porque se trata siempre de resistir a la tentación de colaborar con él. El docente pisa al alumno porque cree siempre percibir en él una demanda y no deja nunca de hacer avances, siempre si no mal vividos al menos mal juzgados por el colegial. En sentido opuesto, se repliega detrás de su rol profesional, y decepciona a ese mismo alumno. En fin: el alumno contra sí mismo. Cuanto más manifiesta un ostracismo hacia el docente, más reprime sus propias demandas. La presión del grupo de pares le prohíbe admitirlas. Nada muestra mejor este juego que la capacidad de los colegiales para ponerse en el


punto de vista de los profesores, a través de una empatía y el llamado a un docente capaz de instaurar su autoridad. Las críticas se revierten. “Cuando hay alumnos que arman un gran bochinche en clase y llegan a reventar a los profesores, pienso que no está bien. Que traten de ponerse en el lugar del profesor y ver... Si un alumno hace eso: ¿cómo actuarían? Entonces se darían cuenta de que no hay que hacer eso.” Esta empatía conduce hasta la desaprobación moral de sus camaradas y de sí mismo. “Tenemos una profe que se hacía insultar, sí, ésa es la palabra, se hacía insultar. A veces tirábamos un papel y ella iba a recogerlo, después lo tirábamos al otro rincón y así...¡Ve a buscarlo! ¡Eso se oía en la clase! Era horrible para la profesora.”Pero los alumnos no pueden escapar al juego del grupo, “es terrible pero es más fuerte que nosotros”. Sienten “piedad” y terminan por llamar a la autoridad capaz de aliviarlos de su propia violencia. La relación entre colegiales y docentes es de naturaleza muy inestable: oscila constantemente, sea hacia una relación de autoridad, es decir, de fuerza y vivida como tal, sea hacia una relación efectiva difícil, es decir prohibida. En concreto: la relación pedagógica misma no es sino esos desplazamientos y esos deslizamientos. Tensiones entre la autenticidad y los resultados escolares Una parte de la autenticidad individual se manifiesta en el rechazo a la obligación de un trabajo escolar cuyo sentido –como hemos visto- se torna problemático. Se crece oponiendo sus libertades al trabajo. “Para mí está primero el momento de ocio y después el trabajo, lo tomo en el último momento. Por ejemplo: tengo todo el fin de semana para hacer la tarea pesada y bueno...empezaré el domingo por la noche, a las diez.” Otros llegan hasta a rechazar la primacía de la obligación escolar. “No veo por qué tengo que trabajar en lugar de salir.” En definitiva, la vida adolescente se inscribe como el revés del sentimiento de obligación escolar. “En realidad uno viene por los compañeros, no para trabajar.” A veces una verdadera oposición se instala entre las jerarquías escolares y las jerarquía juveniles. Los registros de tamaño se oponen; el que es “grande” en el dominio escolar es considerado “pequeño” en el universo de la adolescencia, puesto que cuanto más se pliegue uno a las expectativas de los adultos, más pequeño es. El grupo de colegiales se despega de la lógica de los

resultados escolares. Aunque la rivalidad escolar de todos sea las más triviales, hay que negarla o condenarla. La competencia escolar es considerada por el grupo de pares como un detalle de la infancia, y se convierte en un tema relativamente tabú. No porque la competencia escolar no exista, al contrario, sino porque no se manifiesta sino bajo la forma de críticas. Si el grupo de colegiales es incapaz de encarar la práctica, la competencia escolar es de un valor dudoso. Pero la oposición a la competencia se manifiesta sobre todo en la voluntad de poner a distancia la prueba del fracaso y el riesgo del cuestionamiento de la imagen de uno. Para contrariar los juicios escolares, los colegiales recurren a la concepción del trabajo como garante de la igualdad fundamental de todos. Aunque ya presente en la escuela primaria, sólo en el colegio la idea según la cual a un trabajo igual debe corresponder una nota igual, deviene en cimiento de todas las interpretaciones de resultados. Pero la consolidación de este argumento se acompaña todavía, en el colegio, con el reconocimiento de las diferencias de dones y talentos. Dicho de otro modo: en el colegio emerge un doble movimiento contradictorio; de un lado, se consolidad la idea de la intercambiabilidad absoluta de los resultados individuales en función de la masa de trabajo, y de otro lado sobrevive aún la convicción –tan fuerte en la escuela primaria- de que la nota mide un don y el fracaso es una prueba de “idiotez”. Es en el colegio donde se manifiesta con más claridad la contradicción entre estas dos proposiciones. Los alumnos pasan sin solución de continuidad de un voluntarismo sin fallas a un innatismo sin fisuras. Para empezar, la universalidad del esfuerzo. Se trata, en este registro, de disculpar el error o el fracaso. “Nadie es tonto. Sucede porque no saben hacerlo, esto es todo. No saben explotar lo que dicen.” Buenos o malos alumnos son fundamentalmente iguales porque si algunos fracasan es porque “no quieren” trabajar, pero los que quieren trabajar sí pueden, ante todo hay que querer”. “En la base somos todos iguales pero después están los que trabajan y los que no trabajan.” El postulado de igualdad de todos implica la responsabilidad de cada uno. “Es culpa nuestra, sólo nos concierne a nosotros. Si uno tiene ganas de subir, uno sube; en general los malos alumnos son los que quieren serlo.” Pero apenas acaban los colegiales de expresar la primacía de la voluntad, sus discursos se revierten. Aceptan el hecho de que “hay quienes tienen mucha más facilidad que otros”. Cada uno cuenta entonces su 91


experiencia personal, rompiendo así el postulado igualitario. “Yo dedico mucho tiempo para aprender mis lecciones. Resultado: no consigo adelantar para nada. A mí me hacen falta cuatro horas todos las tardes, termino a las ocho.” Un alumno evoca sus dificultades de aprendizaje: “Ayer pasé tres horas haciendo mis ejercicios de matemáticas sobre fracciones, no entendí nada”. Los otros lo “hunden” muy naturalmente: “Bueno, pero es tan simple como decir buen día, yo tardé media hora”. Todos aceptan la evidencia del talento. “A veces uno pone todo para tener buenas notas y después ella... ella no hace nada, no nos lleva el apunte.” El rostro y los sentimientos La amistad. Como la amistad infantil, la amistad adolescente está marcada por el sello de la confianza. La buena compañera es “aquella quien se le cuenta todo, todo se le puede decir y no repetirá por ahí”. La amistad adolescente convoca a la confidencia. Pero la lógica del rostro hace que la expresión sea difícil. Ser amigo de alguien consistiría entonces en compartir un secreto inexistente, en permitir sin cesar a otro defenderse y “reventar”. Al fin de cuenta, el verdadero amigo es aquel que sabe que el otro está, ante todo, definido por su dificultad de aceptarse, por lo límites de su desapego hacia los adultos; el que conoce el carácter tan aleatorio de su subjetividad. A esta amistad “pasiva” hay que oponer una amistad “activa”, la que participa del proceso de construcción de la subjetividad gracias a la “crítica”. Al criticar a un amigo, siempre definido por una muy fuerte vulnerabilidad a la mirada de los otros, pero dándole al mismo tiempo pruebas de amistad, se constituye una subjetividad más autónoma porque es capaz de afirmarse frente a los demás. Lo esencial de la amistad adolescente no reside en desvelar el sí mismo, sino en la capacidad de aceptar –de la única persona de la cual puede verdaderamente aceptarla-, una crítica de sí. Los adolescentes tienen amigos para aprender a resistir el juicio de los otros. De ahí el carácter conflictivo de la amistad adolescente. El amigo niega la falsa autenticidad para obligar al otro a individualizarse, lo que explica la inestabilidad de las amistades colegiales. “Yo... con mi mejor amiga tengo altos y bajos. Siempre cambié de mejores amigas”. Hay que discernir el mecanismo. La sociabilidad en el colegio está fuertemente marcada por las críticas y los rumores. Las críticas a veces son benigna: “¡Chabón! ¡Boludo! Depende de cómo te lo 92

digan”. Otras veces la crítica es más dolorosa, “El colegio está lleno de hipocresía”. La desconfianza es de rigor, porque “si alguien te da demasiada confianza, después te la saca”. “¡Siempre hay desconfianza! Cada uno desconfía del otro, todo el mundo está obligado a ser hipócrita. No nos gusta la hipocresía pero de todos modos, un día u otro, estamos obligados a ser hipócritas. Es una engranaje.” En el seno de este universo hay que reubicar el arte de la crítica colegial. La verdadera traición es la indiferencia y, sobre todo, la detención de la crítica íntima. No hay nada que desvelar a los otros, hay todo para esconder. Por esos la buena pareja de amigos adolescentes no deja de criticarse constantemente. “Mis amigas critican todos lo que hago.” Por allí todo pasa: el cuerpo, los miedos, los amores, los fracasos escolares, los padres, la ropa. Pero a través de este juego de la crítica amistosa, los colegiales construyen un mundo personal, privado, más autónomo pues se despega de la influencia del conformismo cultural adolescente. En el colegio, el amigo es un crítico comprometido. El amor. La debilidad de la subjetividad adolescente torna particularmente difícil la expresión del sentimiento amoroso. Por el amor, el adolescente recorre los extremos de su subjetividad. “Pasa algo, cuando un chico me invita a salir me siento más linda... Se ve que una le gusta a los muchachos, eso es agradable.” Sin duda yace en la relación amorosa de los colegiales un deseo de explorar su propio. Yo con la ayuda de un compañero. Aquí el individuo quiere ser amado y reconocido, pero teme ser abandonado. Esto produce la temporalidad tan particular de los amores adolescentes. La pena de amor precede al amor, con la timidez, el miedo a declararse, el miedo a ser abandonado, la búsqueda de pruebas de amor, el miedo de caer en ridículo... “Si tomas una gaseosa con ella se pasa rápido.” El miedo de desvelarse comanda el conjunto de técnicas utilizadas para dar parte de su amor. Los miembros de los grupos insisten en la obsesión de la puesta en escena de la declaración de amor. En el límite, es lo único que parece causar problemas. En primer lugar está la propuesta directa, una fórmula no exenta de jactancia. “No te preocupes, vas y se lo dices y ya está.” A veces se atenúa gracias al teléfono. “Cara a cara me parece imposible. ¿Cómo mirarla a los ojos y decirle si quiere salir conmigo? No, por teléfono puede ser...” Y está también la eterna carta de amor. “Si amo no lo digo, no podría,


jamás. Escribiría, una carta.” “Me gustarían las cartas, pero a los varones les parece tonto,” Queda entonces, al menos para ciertas chicas, recurrir a la seducción. “Espero que él me lo pida. No le vas a pedir a un chico que salga contigo, te pondrías en evidencia. Él debe dar el primer paso, y yo prefiero que lo haga solo”. En el fondo, les gustaría mucho no tener que hacer nada. ¿Y el alcahuete? Sólo en quinto es posible recurrir a sus servicios. “Se espera un ratito y después, si verdaderamente te gusta, le dices a una compinche que se lo pregunte. Después ella va y se lo pregunta, le dice: hay una chica rubia, le gustas mucho. Entonces él mira, mira y cuando cree que encuentra dice –si le gustas- que sí, da su respuesta. Se citan cuando saben que van a salir juntos.” En tercero ya no es posible, el amor ya no ésta al servicio de la cohesión del grupo. Entonces recurrir a mediadores es una “astucia” para esconder a los demás su timidez y nadie se engaña. “En general, cuando se manda a un compañero, puede pasar que la chica quiera salir contigo, pero en general ella bromea.” “Es una chiquilinada. Demasiado chiquilín es un tipo que envía a un compañero para decir; bueno, querría salir contigo.” En el fondo, se envían compañeros para “mostrarse”, es decir esconder la timidez delante de los compañeros. Los colegiales tratan de protegerse por todos los medios. “A los tipos les dices no, entonces se vuelven, no, yo no quería, blablablá... Yo tenía un compañero que lo hacía y cada vez le decían no, es un mamerto. Los colegiales disponen de dos leguajes para hablar del amor. Un discurso “romántico” lleno de referencia sobre el amor eterno, y un discurso “terapéutico” centrado en la necesidad de crecer. En el amor romántico, sólo e termina de amar a través de la puesta en escena de un imaginario amoroso. Todas las constantes del texto amoroso se están haciendo, una después de la otra. Primero, por supuesto, la duración. Todas las historias cortas serán juzgadas y condenadas en nombre del verdadero amor. “¡Pero eso no es amor! Una semana o dos con una chica o un muchacho... no veo verdaderamente qué podría haber en eso de amor, vamos”. “Son pequeños enamoramientos de colegio, en concreto: sólo para hacerse de una reputación, eso es todo”. Las primeras “verdaderas” historias de amor están colocadas bajo el signo de la imposibilidad; el compañero ideal se fue a otro colegio, la historia está prohibida por los padres... El imaginario amoroso puede entonces

desplegarse libremente. “A Fred lo amé verdaderamente y creo que todavía lo amo. De esto hace un año y medio, no dejo de pensar en él y cuando veo un chico lindo lo comparo con Fred y no pasa nada... Además tengo la impresión de que no me enamoraré de ningún otro porque siempre comparo. Y siempre será él”. Pero a veces los colegiales abandonan el discurso romántico y hablan como “terapeutas” del alma. El amor se toma en buena inversión psicológica y todas las fases del amor son así releídas desde esta óptica. Especialmente en cuanto al número y la duración de las historias de amor. El romántico valora el amor eterno, el “terapeuta” valora el cambio y su utilidad. “Si lo conservas para siempre no sirve de nada, me parece que hay que tener varios compañeros”. Por otra parte, el abandono forma parte de la vida. “Es la vida, es normal, si no lo amas lo largas y listo.” El amor se torna interesante en la medida en queda seguridad y permite crecer. “Eso también nos desarrolla, nos hace crecer. Sin el amor sería difícil vivir, yo no podría crecer.” “¡En ciertos casos hasta puede ayudar! Cuando uno no anda bien consigo mismo puede ayudarte a superar montones de cosas.” A través de estos dos modelos discursivos se enuncia el interés por las series televisadas “color rosa”, como útiles de una educación sentimental. En los grupos, las etapas de la discusión son siempre las mismas. Después de una reacción inicial de denegación, se confiesa: “Me da un poco de vergüenza decir en el colegio que veo Hílene et les garcons; se van a burlar de mí. A veces hacía creer que no la miraba, cuando en realidad me quedo clavada frente a la tele y la miro con placer, qué tanto”. Después se da el desencadenamiento crítico. “No está muy bien. Además, nadie se lo cree. Y para colmo actúan mal, es super-monótono, uno se duerme frente a la tele.” “De vez en cuando miro porque es tonto, tan tonto que me hace reír”. El mundo de las series no es real. “¿Pero viste el dormitorio de ella? Es la única que tiene una habitación así. Eso no muestra la vida real de hoy.” En fin, se confiesa el significado para sí de este tipo de emisiones o de revistas. Desde un punto de vista “romántico”, se adelanta la compresión de los códigos del amor, aun en forma crítica. “Pero si besas a un muchacho... es una prueba de amor con todo”. “Un día tomé Salut y la hojeé, decía cómo seducir a tu compañerito, era algo verdaderamente flojo, tonterías. ¡Si yo hiciera eso, ahí se acabaría todo!” Desde 93


un punto de vista “terapéutico”, los colegiales subrayan el rol de esas series y revistas en su desarrollo personal. “Aprendes cosas que te instruyen. Yo miro Hélene et les garcons porque es algo que me habla, no sé, sí que tengo pequeños flirteos y todo, es lindo cada tanto. Y está Joana que es un poco como yo”. Presa por la preocupación de salvar su rostro, la expresión del amor es una experiencia difícil; no basta solamente con vencer los miedos interiores, aún hace falta lograr resistir la burla, y el “verdadero” amor establece una ruptura con el mundo de la jactancia, de la colección y del levante. La vergüenza viene de que nada es secreto, ni en el colegio ni en la escuela primaria. Pero esta publicidad de lo íntimo cambia radicalmente de significado. En la escuela primaria, uno de los fines del juego amoroso es precisamente “que esto se sepa”. En el colegio, sólo hay amor en la medida en que se sustrae a la mirada de los camaradas. “En el colegio te hacen pasar vergüenza delante de todo el mundo para joderte mejor.” “A veces da asco porque no quieres que hay gente que sepa que sales con una chica. Prefieres que nadie lo sepa.” La mejor prueba de amor en el colegio no es la timidez, es el silencio. Nada se opone claramente tanto al amor como el acecho ruidoso, tanto para las chicas como para los muchachos. El acecho apunta al grupo, el amor despega del grupo. “Hablo, sí, porque es lindo chico y me gustaría salir con él, pero no hablo de cosas sentimentales que me tocan verdaderamente.” Entre los varones “no decimos nada, no se dice nada”. La profusión de discursos relativos a la declaración de amor se opone fuertemente al silencio de la intimidad amorosa. La subjetividad adolescente es bastante fuerte como para desafiar al grupo, pero aún demasiado débil para librar toda la extensión de su debilidad. El amor en el colegio no será sino una manera privilegiada de aceptarse a sí mismo, una marca de libertad que, según Nietzche, permite “no ruborizarse de sí”. El amor es tanto el hecho de “no tener complejos ante él, ni nada”, como el hecho de que “él no tenga vergüenza de nosotros ante los compañeros”. La prueba de la intimidad se prolonga en la puesta a prueba delante del grupo. “Salgo con él y hay chicas que me dicen: él no está tan bien, ¿por qué sales, qué le ves? Y yo decía: bueno, es que lo amo, lo amo y no es cosa de ustedes.” “Una vez me sucedió: a mi compañera no le gustaba el chico con el que yo salía, y bueno, peor para ella. Para los varones. “Si salgo con una chica y un compañero me dice que es fea, le digo: no eres tú el que sale con ella, soy yo. Eso es 94

todo. Aunque él piense que es fea. Bueno, y qué”. El amor es uno de los primeros “yo” del individuo contra el “nosotros” del grupo. Y hasta puede ser que una parte de la nostalgia de los amores adolescentes en la vida adulta provenga del recuerdo de aquel acto fundador. En el colegio, el amor rompe el rostro. La experiencia colegial está dominada por un estallido de las dimensiones que la estructuran. Este fenómeno provoca una suerte de desajuste constante de las relaciones y de las identidades. Ni el conformismo infantil, no los cálculos de utilidad, ni la subjetividad adolescente están en condiciones de estabilizar esta experiencia. Entonces los colegiales abandonan las identidades concebidas como interiorizaciones de rol, por los aprendizajes de los juegos del rostro en el seno de los cuales logran –más o menos- construir un proceso de subjetivación. Oscilan sin cesar entre el conformismo y la ruptura, en función de los ritmos que les imponen sus orígenes sociales, sus resultados escolares, su sexo y su edad. Es en ese momento cuando acepta o rechazan un “destino”. Dominada por el rostro, esta prueba no se estabiliza jamás y arrastra una subjetividad vacía, oscilante entre la búsqueda de una autenticidad imposible y un conformismo social percibido como “hipócrita”. Por esta razón los colegiales nunca son plenamente miembros o ciudadanos de su establecimiento. Pero la matriz general de esta experiencia varía muy fuertemente en función de los contextos sociales y de los resultados escolares. Las diferencias aparecidas en la escuela primaria se marcan intensamente. Pero esta razón debemos ahora analizar el trabajo de los grupos formados en establecimientos netamente contrastados.


LA SALUD DEL ADOLESCENTE Y DEL JOVEN Dina Krauskopf LOS GRUPOS DE PARES EN LA ADOLESCENCIA INTRODUCCIÓN En la adolescencia se produce el pasaje de la situación dependiente que tiene el niño en el grupo familiar, a una posición independiente. Los sentimientos de autoestima de loas niños provienen de sus padres; los de los adultos, de su trabajo y de la construcción de la familia, la participación comunitaria, etc. En cambio los adolescentes, en su proceso de crecimiento y desarrollo, se perciben a sí mismos como si un público imaginario o constituido por sus pares pudiese verlos, y es precisamente frente a estos espejos donde ensayan la nuevas facetas de su identidad e inserción social. A partir de la pubertad la forma de vida evolucionan desde un estilo subordinado al de la familia de origen hasta un proyecto existencial, propio, que debe ser puesto a prueba a cada paso en la adolescencia. En efecto, para los adolescentes la autoestima deja de basarse en una valoración dependiente de los padres y se toman importantes las propias capacidades y la confirmación del propio valor expresada por las nuevas figuras significativas que surgen en este período. El reconocimiento y prestigio ante los adultos es valioso para el adolescente en la medida en que no sean valorados desde una perspectiva de dependencia, sino a partir de sus propios aportes. La maduración sexual, la culminación del crecimiento físico, la mayor movilidad en el medio, así como el desarrollo de importantes procesos intelectuales y emocionales, llevan a una reestructuración de las pautas del comportamiento, de las relaciones e interacciones. En el proceso de individuación los jóvenes tienen que ir más allá de la síntesis de las identificaciones adquiridas durante la niñez. Para ello, buscan una posición que no proceda directamente de los padres, y se vuelven hacia nuevas influencia socioculturales. Los modelos de éxito que provee la sociedad, los vínculos y las nuevas vivencias permiten el progresivo decantamiento de la identidad.

El papel de las amistades Para todos los seres humanos la importancia del papel de los amigos es comprensible pues estos permiten la intimidad emocional y la confianza. Estas relaciones interpersonales son particularmente trascendentes en los momentos críticos de la vida. Las variaciones y los cambios físicos van asociados a sentimientos de inseguridad frente a los cuales los pares constituyen un público primordial para afirmar el atractivo y la aceptación sexual y afectiva. Durante la adolescencia los grupos de pares cumplen un papel efectivo y socializador fundamental. Las redes sociales brindan por un lado consejos para la solución de los problemas, y por otro ayudan a reafirmar la autoestima y pueden apoyar un repertorio variado de funciones. Los amigos resultan fundamentales para la elaboración de dimensiones de la identidad tales como el enriquecimiento interpersonal, los valores, los papeles sexuales, el reconocimiento de destrezas, la ampliación de las opciones y de la participación social. Estudios analizados por Stevens-Long y Cobb revelan que los adolescentes tienen interacciones significativamente más frecuentes con sus pares que con los adultos, en las que, además, se sienten más relajados y felices. Afirman estos autores que tales resultados no son sorprendentes en la medida en que los jóvenes adultos y los mismos padres interactúan también predominantemente con personas de edades similares a ellos. Un estudio nacional efectuado en Costa Rica confirma lo anterior: en dos tercios de los adolescentes predominan las actividades cotidianas realizadas con sus amistades, y la participación en grupos organizados solo alcanzó a una cuarta parte de esta población. La familia y los pares Los grupos son un instrumento de desarrollo psicosocial y psicosexual que, en las culturas centradas en la familia, ha sido descuidado. Tal fenómeno ha adquirido importancia ante el impacto que los cambios sociales produjeron en el grupo familiar. En efecto, la familia ha ido perdiendo cada vez más sus características de sistema cerrado y estable, al modificarse sus posibilidades de dar a los hijos adolescentes una socialización excluyente de otros canales, que la modernidad incentiva. Otras instituciones, el medio de comunicación masiva y la calle se 95


han convertido en ámbitos de reconocida influencia para la juventud. Los valores y las normas del grupo brindan la oportunidad, durante la adolescencia, de analizar las actitudes y creencias alcanzadas hasta ese momento. Es precisamente frente a sus iguales donde los jóvenes pueden provar sus nuevas capacidades y alcanzar posiciones que satisfagan su creciente búsqueda de autonomía. El grado en que esto se tome conflictivo depende de la capacidad de los adultos para respetar las necesidades de diferenciación y contribuir oportunamente a la búsqueda de las soluciones apropiadas. Los grupos de pares pueden también exacerbar los sentimientos de inseguridad y tensión de alguno de sus integrantes, cuando recalcan la desaprobación, traicionan la confianza, actúan con irrespeto o efectúan demandas excesivas. De ahí la desconfianza que muchas veces sienten los adultos en relación con la influencia de las amistades durante la adolescencia. Sin embargo, no es infrecuente que desconozcan las dimensiones que los grupos aportan a sus hijos adolescentes. Su aprensión paree más bien basarse en el temor a la pérdida del vínculo, el duelo que les genera la separación y la diferenciación, la necesidad de control y el desconocimiento de mecanismo de protección, fundados en el sólido desarrollo de su autonomía. Una de las grandes preocupaciones de los padres es que sus hijos adopten valores diferentes a los de la familia. No obstante, la llamada presión del grupo ha sido estudiada y se ha concluido que son pocas las verdaderas divergencias que en este plano se crean en el interior de la familia. Los adolescentes por lo general se agrupan con otros de origen social similar con los que comparten barrios, características étnicas, tipo de ingresos. La orientación de la vida del adolescente está influida por la familia, mientras que en la actividad cotidiana los pares parecen tener más peso. En decisiones sobre asuntos como el matrimonio, la educación y la religión, los padres pueden mantener su influencia sobre los hijos, en especial si son exitosos, si les ofrecen apoyo y protección, y si su interacción con ellos no es demasiado permisiva o autoritaria. Los grupos Slavson identifica las características constitutivas de los grupos y señala que “donde hay acción en grupo, también hay 96

interacción entre sus miembros”. La interacción dependerá de la libertad con que las personas se asocien, el tipo de liderazgo que ejerzan, la presencia de propósitos comunes, el grado de cohesión derivada de la identificación mutua y la disposición a ser asimilado por un grupo. La excesiva lealtad al grupo puede limitar el campo de desarrollo de la propia experiencia. Es necesario un equilibrio entre la individuación y la integración grupal que permita los desplazamientos de un grupo a otro. En la cohesión grupal predominan los aspectos emocionales que llevan a un sentimiento básico de aceptación mutua y un afecto compartido que puede ser de simpatía u hostilidad hacia el líder o situación. La cohesión da permanencia al grupo cuando los afectos son positivos, y se distingue de la estabilidad grupal en torno a un propósito común pues se basa en la cooperación para el logro de las metas. Los cambios biológicos que se producen en la adolescencia demandan inevitablemente nuevos papeles que generan ansiedad, la cual se resuelve con los cambios psicosociales que los Jóvenes alcancen. En este contexto, es destacable la contribución que pueden hacer los grupos de iguales para disminuir la ansiedad adolescente. Slavson plantea que la capacidad de adaptación a la vida en grupo es un requisito del desarrollo personal equilibrado. Por otro lado, tanto el aislamiento como la búsqueda permanente de actividades grupales refleja tensiones internas ys expresión en mecanismo evasivos. Las agrupaciones juveniles pueden constituir verdaderas subculturas dentro de la cultura oficial. Recuérdese sin embargo que una persona pertenece a menudo a varias subculturas, particularmente en esta época de la globalización social y económica. Se pueden distinguir diferentes tipos de grupos durante la adolescencia. Es posible también que un mismo grupo se clasifique con diversas denominaciones según la perspectiva que se adopte. Así, se los puede analizar según su grado de reconocimiento y legitimidad social, de acuerdo con las necesidades psicodinámicas que expresen o satisfagan, o según la edad o el sexo de sus integrantes. Por ello, la siguiente clasificación no pretende ser exhaustiva ni formalmente sistemática; su objetivo es profundizar en las características principales de los grupos en relación con el desarrollo adolescente.


Los grupos juveniles según su función psicodinámica Fernández Mouján diferencia las interacciones grupales durante la adolescencia de acuerdo con su contribución a los conflictos psicológicos y a las tareas de la adolescencia. Señala, así, la existencia de grupos de elaboración, de sinceramiento y de apoyo. En los primero se elabora el desarrollo de las nuevas adquisiciones de la etapa adolescente, en que se marcan las características de esa edad transicional. En ellos se confrontan los sentimientos de duelo y confusión por los cambios y las pérdidas vividos; se alcanzan nuevos grados de destrezas y adoptan funciones que, a la vez, serán puestos a prueba mediante las nuevas experiencias. Stevens-Log y Nov señalan que los amigos ayudan durante la adolescencia a revisar las fantasías y a discriminar si son erradas o tienen posibilidades de concreción. Los amigos son lo depositarios de los sentimientos que no se quieren compartir con otros. Así, los grupos de sinceramiento permiten la expresión de conflictos no resueltos. Los grupos de apoyo son los que brindan ayuda a contención a jóvenes que no encuentran en su hogar un ámbito de comprensión y seguridad apropiadas. El caso siguiente ejemplifica la función de un grupo de apoyo. María, de 15 años, consulta por conductas que no puede controlar y mal rendimiento escolar. La joven expresa su confusión; no entiende por qué lo único que le interesa es estar con sus amigos y escuchar música a todo volumen. Sus padres se divorciaron; ella se quedó con la madre, que se siente defraudada y resentida por haber perdido el apoyo directo del marido proveedor. La madre comprende los deseos de separación de la hija, pero los vive como otro abandono, de manera que reprende con enojo sus salidas y trata de que loa joven esté en la casa y demuestre su permanente compromiso con el hogar, como condición para autorizar otras actividades. El padre se volvió a casar con una mujer ordenada, autoritaria y con hijos. Él valora en extremo esta situación y le cuesta incorporar a la hija al nuevo entorno y establecer con ella una relación en que no domine la nueva familia. La muchacha fracasa en los estudios, su autoestima desciende notoriamente, se siente triste y resentida. Solo cuando está con la barra de la calle y asiste a sus fiestas se alegra y olvida su falta de un espacio

apropiado. Maneja fantasías de fugarse a casa de sus amigos. Grupos formales e informales Los grupos juveniles pueden clasificarse en informales y formales. Los primeros son, en general, menos numerosos y su grado de cohesión y estabilidad es variable. Pueden estar constituidos por un pequeño círculo de amigos íntimos, o ampliarse para incluir a las pandillas y barras de amigos. A menudo sirven como recurso de retroalimentación y consejos para el desarrollo de nuevas habilidades sociales. También suelen permitir el sinceramiento, operar como apoyo, o bien ser un instrumento para la evasión. Una característica notoria de estos grupos es la escasa permeabilidad e interacción con otros con otros grupos cuando se encuentran reunidos en un ámbito social más amplio como las fiestas, las actividades escolares, etc. Este comportamiento revela la necesidad de reforzar los vínculos de pertenencia grupal que afirmen los papeles e identidades, que durante la adolescencia se encuentran aún en proceso de elaboración. Por ello, estos grupos no son percibidos por sus integrantes lo suficientemente fuertes como para brindar seguridad en la interacción de patrones grupales diferentes. Las agrupaciones formales tienen una orientación públicamente reconocida y legitimada, a la que se pliegan sus miembros. Su ordenamiento define las actividades principales y los lineamientos para la ejecución. Están constituidas por un extenso número de miembros. No es infrecuente que el adolescente esté acompañado por amigos provenientes de su círculo en la agrupación formal. A menudo hay miembros adultos en calidad de asesores o dirigentes. En esta categoría se encuentran las asociaciones políticas, religiosas, deportivas. Los grupos formales brindan a los jóvenes oportunidades de ejercitar las destrezas y funciones adquiridas y ofrecen un ámbito que les permite conocer una mayor variedad de personas con las cuales ampliar el campo de experiencias e identificaciones. No subrayan tanto los aspectos afectivos como base de la interacción grupal, sino que facilitan una pertenencia social más amplia. La participación grupal por edad La edad de los adolescentes es otro factor que influye en las características de los grupos, de 97


acuerdo con el aprendizaje heterosexual y con la elaboración de los papeles sexuales en cada etapa de la adolescencia. Grinder analiza diversos estudios sobre la evolución grupal de acuerdo con la edad. En ellos se aprecia que, durante la pubertad, las agrupaciones de pares son preferentemente unisexuales. Permiten así la afirmación de la propia identidad sexual, antes de iniciar la fase de las asociaciones heterosexuales. En esta etapa los adolescentes expresan interacciones superficialmente antogónicas entre ambos sexos, lo cual puede interpretarse como una aproximación defensiva. Se produce luego la cohesión en torno a actividades que incorporan jóvenes de ambos sexos. En la etapa final de la adolescencia los grupos se disuelven paulatinamente ante la aparición de diferentes intereses y de parejas más estables, momento en el cual pueden funcionar como una asociación de parejas vagamente relacionadas. Stevens-Long y Cobb destacan que al final de la adolescencia los jóvenes han adquirido identidades más estables y mejores habilidades sociales, por lo cual pueden revertir las energías, que volcaban en la interacción con el propio sexo hacia la relación con el sexo opuesto. La amistad con personas del mismo sexo se mantiene, pero sus características difieren, ya que hay una menor necesidad de que los amigos desempeñen el papel de un reflejo del sí mismo emergente de las etapas más tempranas. La participación grupal por sexo El sexo es también un elemento importante que debe considerarse al analizar la participación grupal durante la adolescencia. Muchachos y muchachas difieren con respecto a las características de las relaciones interpersonales que establecen y los recursos que utilizan en estas interacciones. Para los varones es fundamental desarrollar sentimiento de fuerza personal e inhibir la expresión emocional íntima. Las mujeres procuran relaciones cercanas y de ayuda mutua. La cultura latinoamericana promueve una mayor participación de los varones en actividades fuera del hogar, y canaliza en diferentes tipos de grupos la participación de los adolescentes de ambos sexos. En la investigación costarricense mencionada se observa que los adolescentes varones tienen 98

una mayor tasa de participación en actividades informales extra-hogareñas y con amigos, en tanto que las mujeres se vuelcan predominantemente a actividades caseras. Las figuras paténtales consideran apropiada tal diferenciación. Además, los varones integran prioritariamente grupos deportivos, y las muchachas grupos religiosos y culturales. Los grupos transgresores La adolescencia se presenta como una encrucijada que es vivida de diferente modo según las condiciones culturales y socioeconómicas. Así, pueden reconocerse grupos de adolescentes que proceden de situaciones de protección, y otros que se encuentran inmersos en estrategias de supervivencia; para algunos jóvenes el futuro es una instancia organizadora de la elaboración de la identidad, y para otros el presente es vivido como un callejón sin salida, un desafío a que lo transformen mediante gratificaciones inmediatas. Estos últimos suelen organizarse en pandillas para las cuales es fundamental el fuerte sentimiento corporativo, que asegura formas organizadas para rechazar las pautas de la sociedad y buscar un sentido autoafirmativo a su presente. A menudo son adolescentes discriminados racial o económicamente. Estos jóvenes no alcanzaron los objetivos aceptados de éxito social, al no contar con los medios socialmente aprobados para lograrlo. En ellos confluyen sentimientos de elevada frustración, ansiedad, escaso desarrollo académico y pocas oportunidades de desarrollo constructivo. Sus grandes necesidades de satisfacción inmediata, posesión de objetos físicos y participación en situaciones sociales que permitan un protagonismo social, frecuentemente van unidas a actos agresivos dirigidos contra el medio, que los unifican en torno a un objetivo y que pueden desembocar en la delincuencia (8). Las intervenciones grupales preventivas en la adolescencia Durante la adolescencia las intervenciones grupales son de extraordinaria utilidad, dada la tendencia gregaria característica de este período y el valor de los pares en cuanto a la socialización y el crecimiento personal. El espacio grupal, conducido por un facilitador competente, sirve como agente estabilizador en esta etapa de elecciones transitorias para sus integrantes, posibilita la afirmación de la


propia inserción social, permite hablar de la extrañeza ante las nuevas emociones, de los sentimientos que despiertan el crecimiento y la imagen corporal, de los conflictos con los adultos y pares en su búsqueda de la autonomía, los sentimientos de soledad y las satisfacciones del encuentro. El grupo favorece a los adolescentes, dado que rompe los patrones de asilamiento que presenta algunos, y permite trabajar las modificaciones internas que emergen a raíz de las situaciones de cambio que viven. Las técnicas empleadas pueden ser muy diversas. La expresión verbal no será siempre suficiente. El juego, la expresión corporal, las técnicas dramáticas, la actividad gráfica y plástica, la interacción en situaciones como las comidas, las acciones compartidas, permiten que fluya la confianza, el autoconocimiento, la interacción a la superación progresiva de los problemas. Reflejar lo que ocurre, más que interpretar, facilitará el proceso. En las intervenciones preventivas es importante analizar cuidadosamente la forma de constitución de los grupos adolescentes. Para ello, conviene tomar en cuenta las edades sin que eso signifique que deban ser necesariamente homogéneas, pues existen actividades de análisis y prevención en las cuales la s experiencias que viven los adolescentes en diferentes etapas contribuyen a que se ayuden mutuamente. Las posibilidades de participación según el sexo también difieren en las distintas culturas. Encontrar la manera de fomentar la participación del sexo que menos participa en los grupos más diferenciados puede tener consecuencias muy positivas. Un aspecto con frecuencia minimizado es la identificación de las barras o agrupaciones juveniles relativamente estables que existen en el sector que se ha seleccionado para trabajar. Es aconsejable trabajar con la asociación grupal y no dispersarla entre diferentes grupos. En caso de que se dispersen, es necesario considerar la presencia de tensiones propias de miembros de barras opuestas. Existen numerosos modelos grupales de prevención durante la adolescencia. Morales et al. (10) relatan experiencias de talleres de salud mental para jóvenes pobladores marginales que solo tuvieron éxito cuando incluyeron los temas y las modalidades que solicitaban sus participantes, y ofrecieron un espacio de desarrollo que permitiese a los adolescentes operar sobre sí mismos. La OMS

(11) coincide con estos resultados al recomendar la participación de los jóvenes en el planeamiento e instrucción de los programas. Para la prevención del consumo de drogas y otros problemas sociales de la juventud, la OMS y la OPS destacan la importancia de entregar la información exacta, y recomiendan la formación de grupos pequeños que permitan la discusión de actitudes en un clima de libertad de expresión que faciliten la comparación de opiniones y experiencias, y se orienten a propiciar la independencia del pensamiento y el interés por el significado y el valor de la vida. Consideraciones finales La actividad grupal es parte de la inserción social y el equilibrio personal de la mayor parte de las etapas del ciclo vital humano. La adolescencia es, sin embargo, el período en el cual dicha actividad cumple la función crucial de brindar alternativas de socialización, imprescindibles para la satisfacción de sus necesidades de ampliación del desarrollo personal. Pero la juventud no siempre encuentra un ámbito grupal y de valorización social de las amistades con suficiente estructuración y opciones. Estos es particularmente válido para los sectores periurbanos y rurales. Es necesaria una nueva visibilidad de la adolescencia, que haga menos amenazante para los adultos las expresiones y necesidades grupales juveniles. Un mayor reconocimiento de los procesos de individuación, del carácter diferenciador de las expresiones del crecimiento, y de los instrumentos sociales requeridos para la incorporación social pueden llevar a quienes formulan las políticas, y a los adultos cercanos, a proveer a los adolescentes el acceso a las actividades grupales que favorezcan su desarrollo. Se requiere una planificación social que permita construir espacios grupales válidos a fin de que los jóvenes interactúen y puedan expresar sus inquietudes respecto del presente, analizar las opciones y descubrir sus potencialidades. Asimismo, se los debe apoyar para que encuentren las oportunidades que les ofrezcan las suficientes gratificaciones e instrumentos que motiven y posibiliten la construcción de un futuro.

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