CONTENIDO
Índice
Lunes 11 de Febrero de 2019
7
Colima lee a Villoro por Brenda Rosales
12
¿Amar la trama o el desenlace?
por Karina Ortiz Bonales
8
Divagaciones de una mente sin reposo por Sugey Navarro
10
El Ojo Dominante por Brenda Rosales
13
Letronauta
por Wliberto Palomares
14
Los ojos de mi madre, la voz de mi padre por José Alejandro Torres
Cuadro moderno al óleo sobre lienzo. “Colección niños en la playa XXIV” Las opiniones firmadas por sus autores no son responsabilidad de quienes editan este semanario ni de la U de C.
DIRECTORIO
Juan Villoro
Tomada de: www.exoticae.com
M.A. José Eduardo Hernández Nava Rector Christian J. Torres Ortíz Zermeño Secretario general Vianey Amezcua Barajas Coordinadora general de Comunicación Social Jorge Vega Aguayo Director general de Información
El Comentario Semanal José Ferruzca González Director Yadira Elizabeth Ávalos Rojas Coordinadora de edición Brenda Rosales Peña Información y corrección Ma. Guadalupe Venegas Peregrina Diseño
Fotografía/ Carlos Arévalos Vallejo e-mail:comentariosemanal@gmail.com
2
Síguenos en
El Comentario Semanal
Villoro
Lunes 11 de Febrero de 2019
Universidades públicas, palancas del desarrollo de México:
** El laureado escritor mexicano expone que la clave para el fomento de la lectura es revelar la literatura no como una imposición, sino como una parte elemental del ser mismo
Por César Barrera Vázquez
E
l escritor, poeta, ensayista y periodista, ganador del Premio “Herralde”, Juan Villoro Ruiz, expuso, en entrevista exclusiva para El Comentario Semanal, que las universidades públicas son centrales en el desarrollo de México. “Primero que nada, son una forma democratizadora de transmitir el conocimiento. En los últimos años se han puesto de modo algunas universidades privadas, pero creo que la educación no debe ser exclusivamente de élites, sino que el conocimiento debe impartirse a partir de espacios públicos”. Uno de los mejores escritores mexicanos contemporáneos, a nivel mundial, explicó que las universidades cubren un papel no solamente de conocimientos específicos, sino de formar ciudadanos, una de las cuestiones más complejas. “Los ciudadanos deben ser personas integrales, que tengan una consciencia ética de la vida, que sepan cómo relacionarse con su sociedad y, al mismo tiempo, tengan un campo de estudio específico”. Juan Villoro precisó que esa formación integral sólo la pueden dar las universidades públicas. - Sin dejar de lado la parte humanista, porque a veces la educación, y más en estos tiempos, la ven como sólo en el aspecto utilitarista.
- Claro, por eso la especialidad es de suma importancia. En cuanto al conocimiento, esas tienen que ser áreas donde se aprendan cuestiones de un campo bastante detallado. Una de las tragedias del conocimiento contemporáneo es que hay ramas donde la gente sabe cada vez más, de cada vez menos. Es decir, llega a un nivel de especialización tan grande que le cuesta trabajo establecer contacto con otras áreas del saber o con otras maneras de comportarse en la vida social. Por eso, aclara el escritor, lo más importante de una universidad pública, sobre todo a nivel licenciatura, es la formación de ciudadanos integrales, que puedan tener esas características que les permitan ser críticos ante sus contextos sociales y, por ende, ser agentes de cambio estructurales. - En ese sentido, ¿cómo impulsar a las universidades públicas, como la Universidad de Colima? - Lo primero que se necesita es muchísimos recursos. Se necesita tener una vocación política que entienda que las universidades públicas son una palanca de desarrollo. Si nosotros vemos proyectos que han habido absolutamente extraordinarios como la construcción de Ciudad Universitaria, pues estamos ante una idea visionaria de lo que es la universidad y su importancia. “Si nosotros vemos otros tipos de proyectos - agrega Villoro - que se han dicho redes universitarias en el país; también nos damos cuenta cómo han cambiado las condiciones de vida donde han llegado las universidades. Compara las puertos mexicanos que están dedicados exclusivamente al turismo con los puertos que tienen universidades y son tan atractivos como los lugares que sólo son turísticos, pero al mismo tiempo tienen una vida de ciudad mucho más digna”. Juan Villoro asegura que la presencia de una universidad pública cambia la vida de cualquier lugar. - ¿Cómo ve la estrategia nacional de fomento a la lectura y qué crítica constructiva le puede hacer?
Foto/ Carevall
Juan Villoro
Juan Villoro.
Los ciudadanos deben ser personas integrales, que tengan una consciencia ética de la vida, que sepan cómo relacionarse con su sociedad y, al mismo tiempo, tengan un campo de estudio específico.
- Está empezando y no se puede decir nada muy concreto. Simplemente ha habido un anuncio y el anuncio me parece muy favorable. Que se haya hecho en provincia me parece muy significativo. Creo que ya se debe eliminar la idea de que todo debe estar centralizado en México, y eso me parece muy importante.
3
Villoro
4
dará las bases para leer otros libros, como los clásicos, que forman parte de otra época, los cuales son necesarios pero que requieren cierta predisponibilidad. “Lo que es muy importante es revelarle a los jóvenes que la literatura es necesaria y que la literatura lo incluye. Que no es una imposición, sino que tú formas parte de ella”.
Foto/ Brenda Rosales
*Periodista egresado de la Falcom
Foto/ Brenda Rosales
“También me parece decisivo que muy pronto este gobierno - de Andrés Manuel López Obrador - haya hablado de un plan nacional de fomento a la lectura. Entonces estoy muy contento con la iniciativa. Ahora, entiendo que esto será un proyecto abierto que se tendrá que ir mejorando y al que se irán sumando muchos actores”. El escritor puntualiza que no se puede fomentar la lectura por decreto. Precisó, al respecto, que no basta con tener libros baratos para que las y los mexicanos sean lectores, sino que tiene que ser un esfuerzo integral en el cual se involucren padres de familia y docentes que sepan inculcar verdaderamente la lectura sin imponerla. “Se necesita establecer contacto con librerías, bibliotecas, escritores; todos los que formamos parte de la cultura de las letras. Yo, personalmente, estoy dispuesto a hacer cosas más que desinteresadas en este plan de la lectura y de intentar aportar lo que me corresponda”. - ¿Qué clase de libros? Ahorita más por la masa informe de los gustos juveniles, ¿sería editar a los clásicos? - No. Creo que uno de los grandes errores que se han cometido en la pedagogía nacional es pensar que los jóvenes deben comenzar su aprendizaje literario con obras clave que no están en condiciones de apreciar. Yo mismo fui víctima de ese sistema: a los doce años nos dieron a leer el Lazarillo de Tormes y El Cantar del Mío Cid, y obviamente nos estrellamos con estas obras extraordinarias, pero que nosotros no estábamos capacitados para entender. “Creo que es mucho más fácil invertir el procedimiento - añade Juan Villoro- y hacer que los niños o los jóvenes se acerquen a libros que tienen que ver con ellos, que les hablen de su propia realidad, que los pongan ante un espejo y les revelen cómo son ellos. Cuando tú te identificas con un libro, siendo niño o joven, entiendes que la literatura te incluye, que la literatura forma parte de tu vida y puedes, fácilmente después, entrar a libros ya más alejados de tu experiencia”. Juan Villoro pone como ejemplo el caso de un niño que lee La peor señora del mundo, de Francisco Hinojosa, libro que le permitirá tener un disfrute, un divertimiento y que posteriormente le permitirá establecer un contacto inmediato con ese libro, cuyo personaje principal le evocará otras personas que conoce y le dará las bases para tener una entrada muy importante que después la
Lunes 11 de Febrero de 2019
Lo que es muy importante es revelarle a los jóvenes que la literatura es necesaria y que la literatura lo incluye. Que no es una imposición, sino que tú formas parte de ella.
Villoro
Lunes 11 de Febrero de 2019
Juan Villoro y mi periplo lector Por Alberto Llanes
C
y el primer libro que me firmó aquella incipiente vez que lo conocí cuando Avelino Gómez Guzmán nos invitó al primer encuentro regional de narradores, el invitado especial era Juan Villoro quien además daría un taller con nosotros, nacientes autores regionales. La madrina de aquella ocasión fue la maestra querida Guille Cuevas quien tuvo que compartir casa con nosotros –jóvenes en aquellos días– que andábamos en el desmadre total. Por esos días Juan Villoro, si mal no lo recuerdo traía el libro Safari accidental –que si buscamos en la Wikipedia la biografía de Villoro, no lo tiene contemplado dentro de sus libros de crónicas #VolpiDato–. Con el correr de los días me di cuenta que, casi sin querer pero sí queriendo, mi biblioteca personal Juan Villoro iba en aumento. Materia dispuesta, El disparo de Argón, La casa pierde y Albercas fueron los siguientes títulos que adquirí y leí sin parar; podría ser curioso pero a la librería que fuera ahí, buscando algo para comprar, siempre hallaba algo de Villoro, como
Fotografías proporcionadas por el autor.
olima ha sido generosa conmigo. No lo puedo ni lo quiero negar. Muchas cosas gratas me ha dado y ha cambiado, creo, poco a poco le voy devolviendo el favor; no sé si la vida me alcance para lograrlo pero… Era un incipiente alumno de la Facultad de Letras y Comunicación; área Letras y Periodismo de la Universidad de Colima de donde ahora soy egresado, cuando conocí a Juan Villoro. Me refiero a conocerlo en persona, físicamente. De autor a alumno, por decirle así. Tenía muchos sueños en esos ayeres; me quería, como es normal a esa edad –normal y sano–, comer el mundo a puños. Esto no quiere decir que ahora no tenga sueños, creo que han ido en aumento. Quería ser escritor y que alguien me leyera. Obviamente previo a conocer en persona a Juan Villoro lo había conocido por sus letras. La noche navegable fue
el primer libro que leí y me encantó ese estilo juvenil. Luego me enteré que ese también fue su primer libro publicado por la editorial Joaquín Mortiz en el año de 1980. De inmediato quise leer más sobre o de Juan Villoro. Debo reconocer que por aquellos años no era común tener el internet tan al alcance de la mano. Cuando pude, me informé sobre más de la vida y obra –literalmente hablando o escribiendo– del escritor y fue entonces que me enteré que era fanático del futbol –cosa que me gustó mucho–; que era rockero por antonomasia –lo que me pareció excelente– y que era lector fiel de José Agustín –que fue la cereza en el pastel–. Debo confesar que literariamente conocí primero a José Agustín que a Juan Villoro, pero al maestro José Agustín todavía no tengo el gusto de saludarlo en vivo; espero que la vida nos dé para ello… Así que con todos estos ingredientes –futbolero, rockero y JoséAgustinero– no podía esperar nada más, salvo el siguiente libro de Juan Villoro.Palmeras de la brisa rápida: un viaje a Yucatán fue el siguiente
5
Villoro si el mismo Juan quisiera que lo encontrara cuando ya lo había encontrado. Por eso tengo algunos libros de Juan que son unas verdaderas rarezas –rarezas en el sentido de que ahora son prácticamente imposibles de conseguir–. Tuve una época maravillosa cuando descubrí al Profesor Zíper y la fabulosa guitarra eléctrica y a ese título le siguió de inmediato: El té de tornillo del profesor Zíper, Autopista sanguijuela y Las golosinas secretas. Obviamente que mi tesis de licenciatura la hice pensando en la obra de quien se volvería no sólo mi autor favorito, sino una de las plumas más importantes del país. Tópicos contraculturales en un cuento de La noche navegable de Juan Villoro es el título de ese experimento vuelto tesis. Un libro que hasta hace unos tres años logré conseguir pero lo tuve y lo tengo en fotocopias desde mis días de estudiante fue Tiempo transcurrido. Crónicas imaginarias, sí, como ese álbum del grupo Café Tacuba; es obvio decir que primero conocí el álbum de Café Tacvba que el libro que se publicó por vez primera en 1986, pero así pasa algunas veces, me di cuenta que las crónicas de Juan Villoro eran maravillosas y que además había tenido un programa de radio: El lado obscuro de la luna –una especie de tributo a Pink Floyd– que me hubiera encantando oír y que seguro estoy, estará en podcast por ahí pero no me he dado a la tarea de buscarlo. Me percaté de igual forma que le iba a los Rayos del Necaxa. Los once de la tribu, Dios es redondo, Mapa movedizo y Balón dividido fueron los siguientes libros y en ese inter le siguieron: El testigo, Llamadas de Ámsterdam, La gota gorda, La cancha de los deseos, Efectos personales, El taxi de los peluches, La calavera de cristal, Muerte parcial –su primera obra de teatro escrita a los cincuenta años–, Funerales preventivos, Baterista numeroso, La máquina desnuda, Manuel Felguerez, Cazadores de croquetas, La alcoba dormida, Espejo retrovisor, Los culpables y El libro salvaje. El primer libro que tengo de Juan Villoro totalmente digital vía Amazon Kindle es:La cuchara sabrosa del profesor Zíper –donde parece que la saga del grupo de rock Nube líquida sigue y sigue–. Y lo
6
Lunes 11 de Febrero de 2019
Foto/ Brenda Rosales
Con el correr de los días me di cuenta que, casi sin querer pero sí queriendo, mi biblioteca personal Juan Villoro iba en aumento. Materia dispuesta, El disparo de Argón, La casa pierde y Albercas fueron los siguientes títulos que adquirí y leí sin parar... tengo en digital porque hay que migrar poco a poco a dispositivos móviles de lectura pero sin olvidar los impresos en papel. Los libros que me hacen falta en mi biblioteca personal Juan Villoro y que obviamente no he leído son: Arrecife, Forward Kioto, El filósofo declara, Conferencia sobre la lluvia, De eso se trata, El apocalipsis (todo incluido), El ojo en la nuca, La utilidad del deseo, El eterno retorno de la mujer barbuda, Diego Armando Maradona. Vida, muerte, resurrección y algo más, Desde Berlín. Tributo a Lou Reed. La guerra fría y otras
batallas (teatro reunido) y su más reciente título: El vértigo horizontal. Una ciudad llamada México. No soy ni por mucho un conocedor ni un experto en la obra de Juan Villoro ni pretendo serlo, pero desde aquellos días de escuela donde incluso le escribí algunos correos que muy generosamente me contestó –correo que conseguí gracias a su hermana Carmen Villoro–, he sido un lector fiel y seguidor de la obra de Juan Villoro, a quien ahora le agradezco doblemente por su generosidad, que quedó de manifiesto la noche de ayer cuando le llevé a presentar mi biblioteca Juan Villoro al mismísimo Juan Villoro, otra vez en persona, –cerca de treinta títulos–; yo pretendía que me firmara únicamente tres, uno para mí y los otros dos para mis dos hijos: Santiago y Ricardo. Pero Juan, generoso conmigo como lo ha sido siempre, me firmó todos y se lo agradezco infinitamente. Todavía hay muchos libros del autor que me faltan por leer y conseguir. Así que seguiré con mi periplo lector como cuando lo conocí allá en mi etapa de estudiante. Gracias Colima, cómo no agradecerte por tanto.
Lunes 11 de Febrero de 2019
Villoro
Colima lee a Villoro Por Brenda Rosales
J
uan Villoro se destaca por ser un autor apto para todo público. Algunos lectores habituales tuvieron sus primeros encuentros con la literatura con libros de Villoro, como El profesor Zíper y la fabulosa guitarra eléctrica o Las Golosinas secretas, obras que de manera entrañable forman parte de un acervo que se comparte entre generaciones a través de los hijos que husmean entre los libreros de sus padres o que quizá se ven también enamorados por las fabulosas ilustraciones que caracteriza a éste tipo de literatura. Sin embargo, las crónicas de Villoro siempre sobresalen entre los comentarios del público que de manera atenta se ha dejado fluir por la sincronía de palabras que desfilan entre las páginas con relatos futbolísticos y demás. Un breve sondeo entre el público que asistió a las dos conferencias que impartió el autor (“La conciencia narrativa” y “Viaje al centro de la mente literaria”), nos revela qué lee Colima de Villoro:
Carlos Ramírez, secretario de Cultura: Palmeras de la brisa rápida y Dios es redondo Víctor Uribe, director general de la Secretaría de Cultura: El profesor Zíper y la fabulosa guitarra eléctrica Eréndira Cortés, editora y locutora: Crónicas Luis Ángel Gaona, escritor: Tiempo transcurrido Ihovan Pineda, poeta: El libro salvaje Alberto Llanes, escritor y profesor de la Falcom: El profesor Zíper y la fabulosa guitarra eléctrica y La calavera de cristal Brian Vadillo, estudiante de la Licenciatura en Letras Hispanoamericanas de la U de C: Las golosinas secretas Fátima Carrillo, estudiante de la Licenciatura en Letras Hispanoamericanas de la U de C: El testigo y Las golosinas secretas Guillermina Cuevas, escritora y poeta: La noche navegable y El testigo Indira Torres, poeta y promotora cultural: El profesor Zíper y la fabulosa guitarra eléctrica Rubén Carrillo, analista y profesor universitario: La utilidad del deseo y Efectos personales
7
Libros
Divagaciones
Lunes 11 de Febrero de 2019
de una mente sin reposo
Grandes historias se vislumbran a través de los incendios pequeñitos en Fiat Lux de Paula Abramo Por Sugey Navarro el cerillo revela las distancias entre las cosas acusa oposiciones simetrías cuando todo era negro y luego todo al negro vuelve Paula Abramo, Fiat Lux
D
igo cerilla y pienso en la pequeña vendedora del cuento de Hans Christian Andersen en que relata la muerte de la pequeña en plena víspera, en medio de la nieve, con sus ropas insuficientes para la crudeza del frío. El contraste con el fuego del fósforo, el de las memorias que invoca en los últimos minutos de su existencia, sin saber que son más un deseo y que recuento de lo atravesado en la corta vida: estar en casa, volver a ella. Regresar desde el exilio, el abandono, la lejanía, volver del frío de la tierra de lo desconocido, el idioma que no se habla y al que hay que adentrarse para recibir instrucciones que abonen a la supervivencia: Angelina tiene el hambre de su abuela; más allá: tiene el hambre de la abuela de su abuela. (…) permiso para decir que acalambra que como lepra el hambre se extiende en manifestaciones ambarinas noche adentro día adentro el hambre vencer el hambre, ganar comida; vender el alma por un trozo de pan, vender las horas de vigilia a una gran compañía para encontrar el calor, asilo, el fuego de una
8
casa, la luz que ilumine el nuevo camino. Fiat lux. Fabricar la propia lumbrera. Hacer el fuego. Crear con sus propios dedos la llama, que ha de depositar en la punta de un trocito de madera. Dejar una parte de sí en la luz, habitar un poco dentro de la astilla que se arrastra contra la superficie áspera para ser encendida y aparecer dentro del fuego, con cartas e historias; con la propia historia que busca un hilo para ser conducida al futuro que huele un poco a ceniza y un tanto al bosque que en un principio fue. El árbol que, obligado a desenraizarse para volverse flama, replicará memorias. El fuego ilumina los cuentos que habrán de ser contados, se abre camino en la oscuridad, dibuja sombras que el rabillo del ojo no podrá interpretar en su totalidad, para no distraerse del punto de fuga de la luz, el calor, del palpitar de la llama. El poemario Fiat lux, avanza entre las cartas del exiliado Fulvio Abramo y la recreación de muchas historias, a través de la confluencia de otras tantas a quienes Paula dedica el agradecimiento; de las sombras de las sombras que son las memorias de varios entrevistados para construir una sola, que sobrepuestas delimitarán con intensidad la silueta de lo que se habla: de la distancia. La poeta se acerca y fabrica con palabras, la luz que ha de iluminar el rastro de una ficción que tiene mucho de realidad, que se sigue repitiendo y reinventando con el paso de los años. Nos lleva de la mano, como el joven rey de Oscar Wild, pero a través de su poesía impecable, a lo que hay detrás de un objeto que por su tamaño parece pecar de insignificante y nos desconecta de lo que hay al fondo: naturaleza, familias, vida. Hace el fuego a través de la ficción o imprecisión que anuncia en las primeras páginas; arma la fogata para transmitirnos las historias recopiladas, mismas que han de ser leídas bajo la duración de una cerilla encendida, como fotografías, una imagen distante de la otra
y sin embargo, pertenecientes al mismo álbum de dolor, familia y gente que se va, gente que se encuentra en un lugar parido por la nada, para encontrar su sitio, para volverse a construir desde el mutis del desconocimiento de la palabra, a través del cuerpo que se agota, enferma, mancha en una fábrica de fósforos, al ofrecerse al trabajo, único idioma universal para aliviar el hambre. la palabra cerillo algo tiene de breve y fricativa dos o tres dedos que se unen la palabra fósforo algo dice de incendio pequeñito… La poeta y traductora Paula Abramo nació en la Ciudad de México en 1980, estudió la Licenciatura y la Maestría en Letras Clásicas en la
Libros
Lunes 11 de Febrero de 2019 en la construcción de este poemario que sin traducción ni traición, incluye pasajes en portugués, que cercano al español por la tradición de las lenguas romances, no resultan en su totalidad inalcanzables, además de ser resueltos por el ritmo y la imagen que se construye en cada poema, que puede ir desde una carta hasta la escena completa de un adiós prolongado por la nostalgia. ¿Aquí tendría cabida el saudade?. El velo que se coloca al tener una parte de la historia en distinto idioma, logra ponernos en los zapatos de la niña que sin conocer la lengua del país al que arriba, ya se encuentra navegando en sus labores, adentrándose en su sistema, dando de su luz para encender otras. Comunicándonos la llama que ha de iluminar el avance en el libro, que a pesar de ir del español al latín, atravesando un portugués que bien anuncia la compañía de cerillas, como
enuncia a la distancia y su pesadez a través de la cadencia de su pronunciación, con que todo sabe a nostalgia. Y a veces, la pequeña llama, pasa de un diminuto incendio, a una flama que quema en lo más hondo de las memorias ajenas, iluminando, sin disimulos, capítulos de exilio, presidio político, la ausencia obligada; nos hace pasar del desconocimiento al dolor, nos lleva hasta la ansiedad de los interrogatorios en busca de enemigos, en un intento por perpetuar el poder, regar el hambre, jugar con la necesidad. El lenguaje pasa de la calma a la furia, la lectura se acelera. El fuego que irradia ya no ilumina; quema sin límite alguno. Nos vuelve también incendio, pero con la necesidad de rebuscar entre las cenizas, de regresar a leerle para encontrar más historias con los restos de luz que han quedado entre las brasas.
Foto/ noticias.canal22.org.mx
UNAM; su obra se incluye en las antologías La edad de oro, antología de poesía mexicana actual (Luis Felipe Fabre, UNAM, 2012), Siete rutas hacia un bosque alemán /Sieben fade in einen deutschen wald (Luis Armenta Malpica, Mantis Editores 2016) y Sombra roja. Diecisiete poetas mexicanas 1964-1985 (Rodrigo Castillo, Vaso Roto, 2017) y Fiat Lux la hizo merecedora del Premio de Poesía Joaquín Xirau Icaza en el año 2013. Su blog como traductora, incluye sus nuevas aportaciones a la reinvención de las obras en las que ha trabajado para llevarlos de un idioma a otro, con la siguiente advertencia: Todas las traducciones que aparecen en este blog son mías y aspiran a traicionar de manera más o menos decorosa. Quién sabe si lo logren. que si bien procura estar limitada a la labor de traducir, puede tener injerencia
9
Fotografía Fotografía
Por Brenda Rosales
Lunes 7 de Agosto de 2017
El ComEntario SEmanal
Lunes 11 de Febrero de 2019
Colima:
Una mirada a su horizonte
ay paisajes enormes que se encapsulan al interior de una flor, de una ventana; que abierta o cerrada devela secretos peculiares para cada espectador. Esta semana en el Club Fotográfico de Colima, recopilamos algunas fotografías que nuestros colegas han capturado en nuestro estado, deteniéndose en los pequeños detalles de los que está compuesto.
H
A continuación nuestra galería destacada de la semana:
César Aceves.
Uri Álvarez.
Juan Carlos Romero.
10 10
Carlos Garza.
Fotografía Fotografía
El ComEntario SEmanal Lunes 11 de Febrero de 2019 Lunes 7 de Agosto de 2017
Daniela Martínez.
Eduardo Sotelo.
Alma Delia Chávez.
Luis Martínez.
Alma Delia Chávez.
Ismael Aguirre.
Alma Delia Chávez.
9 11
Libros
¿Amar
Lunes 11 de Febrero de 2019
la trama o el desenlace?
Una de dos de Daniel Sada Por Karina Ortiz Bonales
L
as historias que reflejan la cotidianeidad me gustan. Esta sección de reseñas se ha caracterizado por poner sobre la mesa temas transgresores, de frontera y no sólo refiriéndose a la situación migratoria, sino de límites. Esta semana reseñamos una novela que aunque es transgresora, sigue siendo cotidiana pero hasta cierto punto, tradicional. Encontraremos sorpresas con el uso del lenguaje: modismos, habla popular, frases hechas y dichos coloquiales. Se trata de Una de dos de Daniel Sada. Daniel Sada nació en Mexicali, Baja California, en 1953. Estudió la Licenciatura en Periodismo en la Escuela “Carlos Septién García”. Dirigió varios talleres de poesía y narrativa en la Ciudad de México y otras ciudades del país. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores, del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA)-Fondo Nacional para las Actividades Sociales, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y, desde 1994, formó parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte. Entre sus premios destacan en 1992 el Premio “Xavier Villaurrutia”, por Registro de causantes, en 1999 Premio Nacional de Literatura “José Fuentes Mares”, por Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, en 2006, el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima para Obra Publicada, por Ritmo Delta, en 2008 el Premio “Herralde” de Novela, por Casi nunca y 2011 Premio Nacional de Ciencias y Artes, en la categoría de Lingüística y Literatura. Falleció el 18 de noviembre de 2011 en la Ciudad de México, víctima de una deficiencia renal, consecuencia de la diabetes. Horas antes ganó el último galardón mencionado: Premio Nacional de Ciencias y Artes, del que ya no pudo ser notificado. Una de dos es un trabajo que no persigue a profundidad su característica de ser un artesano del lenguaje pulcro, porque recurre al uso de neologismos, arcaísmos y a
12
Lo que voy a decirte es algo que he pensado desde que éramos niñas… a ver qué te parece… Mira, el que seamos gemelas hasta el tope de la exageración por un lado me llena de alegría y por el otro no, y ese <<no>> me preocupa. Alguna vez dijimos que nuestro parecido era una maldición y a mí se me hace que Dios nos castigó desde que se murieron nuestros padres, pues ¡Qué casualidad que al paso de los años no nos desemejemos ni siquiera un poquillo! Daniel Sada, Una de dos
una construcción sintáctica compleja. Parte de una anécdota en una comunidad ubicada en el norte desértico, dónde no pasa nada mucho más allá de los chismes de pueblo. Allí estará la clave: el lenguaje (otra vez) despliega todo su poder y nos muestra una radiografía rica, empleando regionalismos y una habilidad para narrar apasionante. La historia se centra en dos hermanas muy parecidas: Gloria y Constitución Gamal, mujeres en una edad que puede estar considerada como lejana del horizonte de la vida conyugal, limitadas en sus expectativas de libertad, con la exigencia de encontrar un marido; sin los medios para desarrollarse dentro de una sociedad conservadora. Allí viene la parte cómica y jocosa, en la manera en que se empeñan en atraer a una persona del sexo opuesto. Las hermanas buscan el amor a toda costa. En ese caso, al contrario de buscar su individualidad, la simbiosis se va haciendo más profunda: optan por mirarse la una en la otra. Una es la otra y ambas conforman
una entidad. En el fondo, la santurronería y moralina son burladas por las estrategias soberbias y algo perniciosas. Eso no se da con dolo, pues a final de cuentas hay un aire de desconocimiento por falta de experiencia en esa vida tan reducida a las labores de costura y la buena imagen social. Llegado el hombre soltero en disputa, ¿cómo resolverán el conflicto? Una hermana cederá el lugar para involucrarse en la vida conyugal y la otra quedará fuera de la ecuación. Eso lo dejamos para que se adentren en la historia de Constitución y Gloria, las hermanas que sin ser gemelas, lo proyectaban. La novela fue llevada al cine por Marcel Sisniega y Daniel Sada escribió, en colaboración, el guion. Vale la pena ver la película y detectar si se coincide en la imagen de las hermanas Gamal construida a partir del libro y lo que se proyecta en la pantalla grande. La edición que consultamos es de Tusquets, que en su vigésimo aniversario editó títulos especiales. Incluye un bello prólogo de Adriana Jiménez, pareja de Daniel Sada, que nos da unos destellos interesantes del devenir de esta novela editada originalmente en 1994. __________
*Puedes escuchar la reseña semanal a las 11 AM todos los viernes por 94.9 FM en Universo Radio durante el programa “Aquí entre nos”.
Opinión
Lunes 11 de Febrero de 2019
Letronauta
Estigma Por Wilberto Palomares
E
fímero, levedad, amor, etéreo. Son algunas de las llamadas “palabras más bellas del español”. Las amamos, las usamos a diario, a propósito, porque nos gusta sentirlas en la lengua o verlas salir de la pluma. Pero, ¿qué hay de las otras palabras? Las feas, las difíciles de pronunciar, las confusas, las malas y sucias. ¿Qué hay de infierno, arma, muerte, guerra, imbécil? Todo en nuestras vidas es “equilibrio”. Nos premian cuando hacemos algo bueno, nos castigan por hacer algo malo. Lo mismo pasa con las palabras. Mientras crecemos y vamos aprendiendo a comunicarnos con otros memorizamos palabras y significados, tratamos de pronunciar la r y de recordar cuáles vocales son fuertes y cuáles débiles. Y un día
cualquiera, mientras repasamos qué letra viene después de la t, nos frenan. Cariñosamente, nuestra madre en casa y la maestra en la escuela nos dicen: “Los niños buenos no dicen palabras sucias”, y nos dan una lista de vocablos impronunciables. El castigo por desobedecer nunca es claro (lavarnos la boca con jabón, una semana sin salir a jugar, un mes sin televisión) pero la advertencia nos sigue como nuestra sombra en verano. Y así crecemos. Así vamos por la vida. Presumiendo las palabras buenas y escondiéndonos de las malas. La verdad, cuando niño, nunca entendí por qué algunas palabras estaban prohibidas. Aún hoy, ya rebasados mis treinta años, sigo sin entenderlo. Creo que las palabras están más allá del bien y del mal, más allá de las definiciones de diccionario y los juicios morales. Somos nosotros quienes las convierten en armas. De nosotros depende si le recordarán al amor de nuestra vida que siempre estaremos ahí o al taxista que casi nos atropella que tiene un pase directo al rincón más oscuro del averno, junto con su progenitora. ¿No me creen? Pensemos en la palabra
“adicción”. Inmediatamente pensamos en alcohol, drogas, muerte, dolor, sufrimiento. ¿Y si les digo “adicción al chocolate” o “adicción a los libros”? Ah, entonces la adicción es algo bueno, a qué aferrarse para ser felices, algo digno de presumirse incluso. Hay un viejo refrán, “La pluma es más poderosa que la espada”, déjenme completarlo “La pluma es más poderosa que la espada. De ti depende el poder de las palabras”. Neruda enamoró a generaciones enteras con sus palabras, simples y dulces palabras, al mismo tiempo que Hitler las usó para sembrar odio y caos en el mundo. No debería haber una lista de palabras feas, prohibidas o malas. Aún el más vil vocablo de nuestro lenguaje, es parte de nosotros y debemos estar orgullosos. Tarde o temprano habremos de expresarnos con alguno de ellos. Abracemos pues, a todas esas palabras rechazadas, señaladas, denostadas. Aprendamos a convivir con ellas y hacerlas parte de nosotros. Aprendamos que todas las palabras son, hermosas a su manera y que tarde o temprano harán eco en nuestra memoria.
Próximo universitario Por Naomi Arelí Villafuerte Martínez.
H
ey tú, próximo universitario, sé que elegir una carrera puede ser una decisión bastante estresante. Es completamente normal pensar en ello hasta el punto de parecer paranoico, pues nos pintan la universidad como algo súper importante, con exageradamente mucho peso en nuestro futuro. No es un secreto que muchos nos pasemos la noche pensando en qué rayos estamos haciendo con nuestras vidas, y qué será de nosotros mañana. Si bien, muchos en el último segundo no tienen ni la menor idea de qué decidir, o eligen cualquier cosa con tal de seguir estudiando, no será una sorpresa que la cursen de mala gana, o la dejen en cuanto tengan oportunidad. Entrar a una carrera es invertirle tiempo, dinero y esfuerzo; no es cualquier cosa. Por lo tanto, es importante tomen nota de las recomendaciones de
personas cercanas a ustedes. “Lo más importante es que A TI te guste.” De seguro esta frase la has escuchado cientos de veces. Aun así te sorprenderá saber la cantidad de personas que estudian algo que no quieren, pero ahí están. Todos tenemos habilidades o se nos facilita hacer alguna cosa en específico, elaborar una lista es esencial, para tenerlo a la mano. Así podrás descartar las carreras que no lo incluyen. “Estudia algo que te deje dinero.” Si bien sabemos que en nuestra sociedad el dinero hace girar al mundo, pues lo necesitamos para cambiarlo por productos o servicios –que es básicamente el bien vivir-, tenemos que poner nuestras prioridades en orden. Es mejor tener un trabajo que te guste y en el que seas feliz, pero ganes menos; a sentirte miserable y ganar más. Puesto que al trabajar de buena gana, uno producirá más y se sentirá bien consigo mismo. “Vete a lo más sencillo.” Muchas veces preferimos hacer las cosas más simples
para acabar rápido, y ya hacer las cosas que nos gustan. Entre menos se le invierta es mejor, o eso dicen. Pero olvidamos que el esfuerzo de hacer algo extraordinario de verdad lo vale. Un curso, un año más, al final todo eso cuenta. Ahora, si tienes necesidad de trabajar y estudiar al mismo tiempo, debes entender que tu prioridad debes ser tú mismo. Si no comes a tus horas, o duermes debidamente, esto afectará tu salud. Lo mejor es conseguir otro empleo, o buscar una alternativa escolar. Recuerda siempre que tu salud es primero. No tienes que romperte la cabeza escogiendo una carrera. Céntrate en lo que te gusta, ve las materias de la universidad de tu preferencia, platica con egresados, investiga las opciones de trabajo. Tienes todo un futuro por delante, no te desanimes si las cosas no se dan a la primera. Y recuerda darlo todo para recibirlo todo. Al final todo vale la pena. naomi.villaf@gmail.com
13
Periodismo
Lunes 11 de Febrero de 2019
Los ojos de mi madre, la voz de mi padre Crónica de cuatro meses de angustia e impotencia Por José Alejandro Torres Covarrubias*
S
i él hubiera sospechado que aquel apretón de manos que le dio a su padre antes de partir a Guadalajara sería lo único que tendría de él en un largo tiempo, seguramente lo habría abrazado a pesar de esa figura de padre frío y de temperamento fuerte que rara vez daba una muestra de cariño. Lo hubiera abrazado, porque lo iba a necesitar; porque ese abrazo serviría de cama mullida para los meses de incertidumbre, desvelos, tristeza, impotencia y soledad. La soledad corroe tu ser, te trastorna. Te vuelve un híbrido de pensamientos fatídicos y noches de esperanza con poco aliento; te aleja de lo poco que te queda. Por eso ese abrazo era necesario, según estuvo pensando camino a su destino. Y no era una cuestión de apego padre e hijo. Era una necesidad que no se atrevió a expresar. Ellos siempre se despedían con un apretón de manos, pero esa vez necesitaba de un abrazo y no entendía por qué; tampoco se atrevió a pedírselo. Fueron tres horas y media de viaje. El trayecto de Colima a Guadalajara fue eterno y no por la distancia, sino por la velocidad en la que su cerebro generaba pensamientos fatídicos. Tenía un mal presentimiento. La única tranquilidad era saber que llegaría el domingo a tierras tapatías, mientras que sus padres el lunes por la noche. ¿Qué podría pasar si estaba un día sólo? Esa pregunta retumbó gran parte del camino. No entendía de dónde provenían esos pensamientos. Por fin, a cuarenta minutos de llegar a su destino, cerró los ojos. Fue el cansancio, el miedo o las ganas de no pensar, las que lo metieron en un sueño profundo. Lo despertó una empleada de la cadena de autobuses para informarle que habían llegado. Se frotó la cara con las manos y procedió a recoger las maletas. Por un momento había olvidado ese pensamiento que lo atormentó gran parte del viaje. Con maletas en mano tomó un taxi para ir a su departamento. Mandó
14
un mensaje a sus papás avisando que se encontraba en Guadalajara y estaba a minutos de llegar a su hogar. Sus papás le contestaron y eso calmó el miedo que traía clavado desde que salió de Colima. Ya en el departamento encendió las luces, prendió la televisión y vio películas, deseando que el tiempo se pasara volando para ver a sus padres al otro día y así tener calma. Afortunadamente estaba muy cansado y logró dormir pronto. El lunes en la mañana fue preso de la maldita rutina: se levantó a las 4:50 de la madrugada, se metió a bañar y dejó correr el agua tibia por su cara y por la espalda; tomó un poco de agua con la boca y después escupió. Terminó, se arregló, agarró su maleta y se dirigió a la escuela. En todo ese tiempo la idea que un día antes lo estaba royendo no se presentó, pero le bastó con ver a un niño tomado de la mano de su padre, de camino a la escuela, para pensar en él. En su padre. Era extraño porque no eran muy apegados, pero ese sentimiento fatídico lo hacía desear con todas sus fuerzas ser los más cercanos del mundo. Guadalajara es una ciudad grande con 1 millón 500 mil habitantes. Nadie tiene tiempo de detenerse para ver a la gente de su alrededor; si lo hacen, probablemente serán asaltados creyendo que son turistas. Al ver la cara de ese niño y sus manos aferradas a las de su padre, rompió en llanto y no entendía por qué. Lloró todo el camino a la escuela; por un momento se planteó no entrar, buscar algún jardín, sentarse en una banca y perderse en ese pensamiento, vivirlo, ser consciente de lo que sentía y desde ese punto, tratar de entender las cosas y esclarecer su mente. Sin embargo, era demasiado responsable para faltar a clase: era época de entrega de proyectos y no podía arriesgarse a bajar su promedio porque había una beca que mantener. Llegó a la escuela y no saludó a nadie. No era una cuestión de mala educación, quería estar bien con sus amigos, no lastimarlos con algún comentario desafortunado consecuencia del estado mental en el que se encontraba. Tomó su clase. El profesor de mez-
clas sonoras preparó una cátedra más aburrida de lo acostumbrado. Fueron cuatro largas horas de teoría del sonido y aunque el profesor buscaba esa cara de interés en la materia que siempre tenía, esta vez no lo logró. Físicamente estaba allí, pero mentalmente divagaba. Se terminó la clase, todos salieron y él se quedó sentado en su mesa banco. El profesor se acercó a cuestionar su actitud. “Solo es un mal día profesor, mañana volveré a mi estado natural”, respondió. El profesor se marchó y Alejandro -nombre que estaba guardando hasta este punto del texto- se levantó y pensó que ya faltaba poco para tener a sus padres cerca, como si tenerlos cerca aminorara la probabilidad de que no sufrieran peligro. Alejandro se dirigió a su casa y durmió toda la tarde para que el tiempo se pasara más rápido. Cuando despertó tenía un mensaje de sus padres avisando que estaban a 30 minutos de llegar a Guadalajara. La tranquilidad regresó a su cuerpo. Eran solo malos pensamientos, probablemente ansiedad. Ese mal presentimiento lo consideró estúpido, incluso gracioso. Aprovechó para arreglar su departamento. Terminó de asear y se sentó en la sala a esperar. Por fin, después de 30 minutos que se convirtieron en 50 por el famoso tráfico de la ciudad de Guadalajara llegaron a casa. Su papá no se bajó del auto porque iría a una reunión con amigos. La preocupación había disminuido: ya no era víctima de esa horrible sensación, pero aún tenía un poco de miedo. Quería tener a su padre, verlo. Llegó el ritual de la noche: cenar, bañarse y acostarse para el día siguiente asistir a la escuela. Estaba confiado en que por la mañana vería a su padre y entró en un sueño profundo. A las 4 de la madrugada su madre lo despertó. Ella tenía la cara pálida y los ojos desorbitados. Con la voz quebrada y el alma a punto de brotar de su cuerpo, le dijo: “¡Alejandro, tienen secuestrado a tu padre! Recibí una llamada y era la voz de tu papá. Alejandro, por favor, reacciona ¿Qué vamos a hacer?”. Cuando Alejandro se volvió consiente de lo que su madre de-
Periodismo
Lunes 11 de Febrero de 2019 cía, se desplomó. Se convirtió en un objeto más de la habitación. Su madre lo buscaba entre la oscuridad, pero estaba perdido, no pensaba en nada pero sentía todo. Mil imágenes pasaron por su mente, aunque dejó un espacio dedicado a ese momento. Alejandro se levantó de la cama, miró a su madre y encontró en su mirada la tormenta más oscura y destructiva que había visto en su vida. Los dos se buscaban con la mirada, pero no había nada más allá. El silencio de la habitación era ensordecedor; no existían palabras. El teléfono de la sala sonó. Alejandro contestó sin saber que del otro lado de la línea estaba su padre. Cuando tomó el auricular y desde el momento en que lo posó en su oído, reconoció sus exhalaciones. Alejandro sintió un escalofrío que recorrió cada centímetro de su pálida y sudorosa piel. Sus ojos se convirtieron en dos platos de cerámica y su garganta no dejaba pasar ni un poco de saliva. - Hijo, estos cabrones me van a matar. No les des nada, sigan con su vida y olvídense de… Después de escuchar eso, Alejandro le gritaba al teléfono con la voz hundida en un llanto que lo desangraba. En cada lágrima se iban sus esperanzas, recuerdos, proyectos, planes y su padre. Sentía que perdía en cada lágrima derramada un poco de su padre. Alejandro esperaba que llamaran, que los secuestradores fueran más ambiciosos que viscerales y pidieran rescate. La cantidad de dinero no importaba. Justo eso fue el culpable de su desgracia: el maldito dinero. Un objeto que tiene más valor que la vida y tranquilidad de una familia. Esperó esa llamada por días, semanas y meses. Fueron los más difíciles de su vida. Todos los días salía a las calles a pegar volantes, asistían a la Procuraduría a pedir información sobre el caso y siempre recibía como respuesta un: “Estamos realizando la investigación, cuando tengamos algo de información, los contactamos”. Alejandro no vivía. Actuaba por inercia, comía porque de no hacerlo, moría. Y no quería morir, no podía dejar a su madre sola contra el mundo. Una parte de él ya estaba muerta y la otra recorría todos los días Guadalajara con la esperanza de encontrar un camino que lo llevara con su padre. Encontró en las diez mil familias que sufrieron un secuestro en los últimos seis años en México, un lugar al que per-
tenecía. De alguna forma no estaba solo. Eran muchísimos más los que como él vivían o habían vivido una situación igual. Habían pasado tres agonizantes meses y Alejandro no encontraba señal alguna de su padre. Lo buscaba en la cara de todos, lo imaginaba sentado en su sala viendo la televisión, lo escuchaba en su habitación tocando la guitarra. No lo encontraba. Fue un 23 de junio de 2016 a las 7 de la mañana, antes de salir a realizar unos pagos, que el teléfono sonó. No sonó como siempre: era un timbrado diferente. Se ahogaba entre la tensión del ambiente. Alejandro contestó y lo que escucho le devolvió parte de su alma y le regresó un poco de esperanza. “Escúchame bien pendejo: tu papá sigue con vida; ya le quemamos una pierna con el soplete y vamos por la otra; hasta eso, se ha portado bien el cabrón. Quiero que dejes tres millones de pesos a un lado de la fuente que está en el jardín de la colonia Lázaro Cárdenas. No intentes pendejadas. Nosotros te hablaremos para preguntar si ya tienes el dinero y darte indicaciones”. Después de recibir la llamada se quedó estático. No podía creer que la vida de su padre valía tres millones de pesos. Tomó en sus manos la situación y acudió como desesperado al banco para conseguir el dinero que salvaría vida de su padre. Después de muchos trámites bancarios e investigaciones, logró conseguir el dinero. Jamás habló con la policía, no creía en ellos. Alejandro sabía que su padre estaba con los secuestradores que llamaban con esa voz distorsionada tan telenovelesca; sabía que dándoles ese dinero lo tendría
de vuelta. No importaba nada más; era él y el amor por su padre lo que importaba. Esperó días que se convirtieron en semanas para escuchar la voz de los secuestradores dejando indicaciones. Atendió puntualmente y con toda la valentía y fe del mundo dejó el dinero en la fuente. Regresó a casa emocionado y nervioso. Volvería a encontrarse con su padre después de casi cuatro meses. Cayó la noche y la ansiedad por recibir la llamada que indicaría dónde recoger a su padre no lo dejaba tranquilo. Alejandro miraba a su madre, tenía el rostro lleno de ilusión y los ojos rojos de tanto llorar. Pasaron horas, días y la esperanza se desdibujaba. Sus rostros volvían a ese estado de tristeza y agonía que habían adoptado. Perdidos y sin esperanza, sintiéndose muertos y estafados, continuaron su rutina de agonía. Una mañana de julio tocaron la puerta. Alejandro caminó lento para atender y cuando abrió la puerta, estaba ahí: era su padre. Después de cuatro meses de agonía lo tenía en frente. Era como si hubiera regresado del peor viaje al que se puede asistir. Se miraron a los ojos y fue la conversación más bonita que habían tenido nunca. Se reconocieron con la mirada, lloraron y se abrazaron. Jamás en la vida se volvieron a soltar.
*Alumno del 2º Semestre de Comunicación de la Falcom
15
Lunes 11 de Febrero de 2019
16