Mitos Griegos
HERACLES El mito
Heracles, en latín Hércules, era hijo de Zeus y de Alcmena, una mortal. Es el más famoso de los héroes griegos. Era famoso por su fuerza, coraje, resistencia, amabilidad, compasión, apetito y glotonería. Se le consideraba un protector de todo y se le invocaba en toda ocasión llamándolo “Alexikakos” (el que aparta la desgracia). Hera, la esposa de Zeus, lo odiaba desde su nacimiento por ser el producto de una de las múltiples aventuras de su marido, de manera que le sometió a una persecución implacable durante toda su vida. Nada mas nacer le envió dos serpientes, que Heracles estrangulo sin grandes dificultades. Anfitrión, el padre adoptivo de Heracles, lo envió a cuidar sus rebaños al monte Citerón y fue allí donde, a la edad de 18 años, mató un enorme león. En este monte mientras meditaba se le aparecieron dos mujeres: Placer y Virtud, ofreciéndole una vida de diversión, trabajo y gloria.
Heracles eligió a la última. A su vuelta liberó a la ciudad de un tributo y su rey, Creonte, le dio a su hija Mégara en matrimonio. Después de unos años Hera volvió a causar infortunios a Heracles enviándole un ataque de locura para que matase a su familia. Tras este desastre se marchó al exilio buscando el consejo del oráculo de Delfos preguntándole cómo se podía purificar. Heracles tenía que hacer una prueba: Ir a Tirinte para ponerse al servicio de Euristeo durante 12 años y alcanzar la inmortalidad con los trabajos que impusiese este rey.
Los 12 trabajos El león de Nemea, era un monstruo enviado por Hera al que Heracles estrangulo con sus brazos y después utilizó su piel como indumentaria. La Hidra de Lerna, era una serpiente venenosa de agua con numerosas cabezas que crecían cuando se cortaban. Para matarla recibió la ayuda de su sobrino Yolao. El jabalí de Erimanto, este trabajo consistía en capturar vivo al jabalí que vivía en el monte Erimanto, en Arcadia. La cierva de Cerinea, después de un año entero de cacería capturó viva a esta cierva que tenía cuernos dorados y estaba consagrada a Ártemis. Las aves del lago Estinfalo, eran numerosísimas. Heracles destruyo muchas de estas aves bien porque sus plumas servían como flechas o bien porque devoraban a animales y hombres. Los establos de Augias, el rey Augias, poseía enormes manadas de ganado y extensos establos. Heracles tuvo que limpiarlos sin que nadie lo hubiera hecho antes. El toro de Creta, Heracles capturó al toro y lo llevó para mostrárselo a Euristeo, después lo dejó libre.
Las yeguas de Diomedes, Diomedes, hilo de Ares, tenía unas yeguas salvajes que se alimentaban de carne humana. Heracles mató a Diomedes y se lo dio de comer a las yeguas, y de este modo volvieron a ser mansas. El cinturón de Amazona, la hija de Euristeo deseaba el cinturón de la amazona Hipólita y a por mandaron a Heracles. El ganado de Gerión, Gerión era un Gigante de tres cabezas que guardaba su ganado en el extremo occidente. Heracles mató al gigante y se llevó el ganado. Las manzanas de oro de las Hespérides, eran las manzanas que Gea le había regalado a Hera el día de su boda y estaban guardadas en un jardín en el extremo del mundo, después de matar a Lador, el dragón que las guardaba, consiguió llevárselas. El descenso a los infiernos para capturar a Cerbero, Cerbero es el perro guardián de los infiernos, Heracles lo capturó y ató y se lo llevó a Euristeo. Diferencias de la película con la verdadera historia de Heracles La principal diferencia es que en la película consta que Hércules nació siendo un Dios, cosa que no es cierta. Otro error es el de que su enemigo es Ares, Dios del infierno y de los muertos, y en realidad su auténtico
enemigo es la mujer de su padre, Hera. La película dice que se casa con una tal “Meg” pero en realidad tuvo varios amores, entre ellos Virtud, Mégara y Deyanira. Perseo. Perseo era hijo de una mujer mortal, Dánae, y del gran dios Zeus, el rey de cielo. El padre de Dánae, el rey Acrisio, había sabido por un oráculo que algún día su nieto lo mataría y, aterrorizado, apresó a su hija y expulsó a todos sus pretendientes. Pero Zeus era un dios y quería a su hija Dánae. Entró en la prisión disfrazado de aguacero de lluvia de oro, y el resultado de su unión fue Perseo. Al descubrir Acrisio que, a pesar de sus precauciones, tenía un nieto, metió a Dánae y a su hijo en un arcón de madera y lo arrojó al mar, esperando que se ahogaran. Pero Zeus envió vientos suaves para que empujaran a madre e hijo a través del mar hasta la orilla. El arcón llegó a tierra en una isla donde lo encontró un pescador. El rey que gobernaba en la isla recibió a Dánae y a Perseo y les ofreció refugio. Perseo creció allí fuerte y valiente, y cuando su madre se sintió incómoda por las insinuaciones que
no deseaba del rey, el joven aceptó el desafío que lanzó este molesto pretendiente. El desafío consistía en traerle la cabeza de la Medusa Gorgona. Perseo no aceptó esta peligrosa misión porque deseara adquirir gloria personal, sino porque amaba a su madre y estaba dispuesto a arriesgar su vida para protegerla. La Medusa Gorgona era tan horrorosa que sólo con mirarle a la cara convertía en piedra al observador. Perseo necesitaba la ayuda de los dioses para vencerla; y Zeus, su padre, se aseguró de que le ofrecieran esa asistencia. Hades, el rey del inframundo, le prestó un casco que hacía invisible al portador; Hermes, el Mensajero divino, lo proveyó de sandalias aladas, y Atenea le dio la espada y un escudo especial pulido con tanto brillo que servía como espejo. Con este escudo, Perseo pudo ver el reflejo de Medusa, y de ese modo le cortó la cabeza sin mirar directamente a su horrible rostro. Con esta cabeza monstruosa, convenientemente oculta en una bolsa, volvió para casa. Durante el viaje vio a una doncella hermosa encadenada a una roca que había en la playa, esperando la muerte a manos de un terrible monstruo marino. Supo que se llamaba Andrómeda y que la estaban sacrificando al monstruo porque su madre había ofendido a los dioses. Conmovido por su situación y por su hermosura,
Perseo se enamoró de ella y la liberó, convirtiendo al monstruo en piedra con la cabeza de la Medusa Gorgona. Después, regresó con Andrómeda para presentársela a su madre que, en su ausencia, se había sentido muy atormentada por las insinuaciones del malvado rey, hasta el punto que, desesperada, tuvo que buscar refugio en el templo de Atenea. Una vez más, Perseo sostuvo en el aire la cabeza de la Medusa, convirtiendo en piedras a todos los enemigos de su madre. Después le entregó la cabeza a Atenea, que la montó en su escudo, con lo que en adelante se convirtió en su emblema. También devolvió los otros dones a los dioses que se los habían dado. Andrómeda y él vivieron en paz y armonía desde entonces y tuvieron muchos hijos. Su único pesar fue que, cierto día, mientras tomaban parte en unos juegos atléticos, lanzó un disco que llegó demasiado lejos impulsado por una ráfaga de viento, y accidentalmente golpeó y mató a un anciano. Este hombre era Acrisio, el abuelo de Perseo. Al final, de esta forma se cumplió el oráculo que el difunto anciano tanto se había esforzado por evitar. Pero en Perseo no había ningún espíritu de rencor ni de venganza y, debido a esta muerte accidental, no quiso seguir gobernando su legítimo reino. En consecuencia, intercambió los reinos con su vecino, el rey Argos, y construyó para sí una ciudad poderosa, Micenas, en la que vivió largo tiempo con su familia en amor y honor.
EL MITO DE ULISES Ulises fue uno de los cuatro pretendientes de Helena. Casada Helena con Menelao, Ulises solicita la mano de la única mujer que puede competir en belleza con ella, Penélope, la hija de Icario. Hornero se refiere a Helena y a Penélope como a las dos mujeres más bellas de la tierra, y las compara en belleza a Ártemis, y en otro pasaje llama a Penélope «hermosa como Ártemis y Afrodita». Helena y Penélope son primas, pues sus respectivos padres (por lo menos sus padres legales), Tíndaro e Icario, son hermanos, hijos de Etalo, rey de Esparta, y de una hija de Perseo. También Penélope tiene varios pretendientes, y su padre, rey de Lacedemonia, la ofrece al que venza a los otros en la carrera. El vencedor es Ulises y recibe como premio a la segunda mujer de la tierra en belleza y a la primera en inteligencia, virtud y fidelidad. Y emprende con ella el viaje a Ítaca. Pero Icario, el padre de Penélope, no puede consolarse de la pérdida de su hija, sigue a la pareja y ruega a Penélope que no le abandone, a menos que esté muy enamorada del marido que le ha destinado. Ulises ruega a su mujer que sea sincera y que si no es capaz de quererle siempre y de serle fiel ocurra lo que ocurra, se quede con su padre. Y Penélope, por toda respuesta, se cubre la cabeza con el velo de novia. Quizá otra mujer en el mismo caso habría tratado de explicar su amor
con largos discursos. Parece que las bodas de Helena con Menelao y de Penélope con Ulises se celebraron a la vez. Penélope da a luz un niño y Ulises no tarda en abandonar su reino, a su esposa y a su hijo para tomar parte en la guerra de Troya. Esta guerra dura diez años y la ausencia de Ulises veinte, porque terminada la guerra vive otros diez años de aventuras antes de conseguir pisar el suelo de su patria. Llega un mensajero y comunica a Penélope la noticia de la muerte de Ulises. Ella se niega a darle crédito. Una voz interior le dice que su esposo volverá y decide esperarle siempre, ocurra lo que ocurra. Son muchos los que la pretenden por esposa. Es joven, es bella, es hija de un rey y lleva en dote otra corona. Pero ella se niega a aceptar ninguna proposición y se convierte así en el símbolo de la fidelidad, más fuerte cada vez a medida que pasa el tiempo. Todas las noches Penélope, antes de que el sueño la venza, recuerda a su esposo y llora, echada en la cama, para que la dejen llorar en paz. Los pretendientes están seguros de la muerte de Ulises y exigen de Penélope que elija a uno de ellos por esposo. Ella se resiste y se encierra en sus habitaciones, donde teje un sudario para el padre de Ulises, el viejo Laertes. Cuando los pretendientes insisten, Penélope les dice que no se decidirá por ninguno antes de terminar el sudario. Ellos aceptan este plazo, y ella todas las noches deshace el trozo que tejió durante el día, y
así va ganando tiempo. Con esta estratagema mantiene engañados durante tres años a los pretendientes. Hasta que una criada descubre el engaño, la delata, y los pretendientes quieren obligarla. Lo peor de la partida de pretendientes es que viven instalados en el palacio de Ulises, comen y beben de todo lo que hay almacenado en las despensas y arruinan la casa. Telémaco, el hijo, ha crecido y trata de ayudar a su madre contra los huéspedes, pero no consigue hacerles abandonar la casa. Y un día Ulises desembarca en Ítaca. Se da a conocer a su hijo, le pide que no diga todavía nada a la madre y se presenta en palacio bajo la figura de un mendigo. Soporta que los pretendientes le maltraten y que hasta las criadas le insulten. Tiene una primera entrevista con Penélope sin que ella le reconozca. Se hace pasar por un extranjero; cuenta que hace años conoció a Ulises, y lo describe con detalles tan verídicos que Penélope comprende que todo es verdad. Lo único que parece raro es que Penélope no le reconozca. Desde luego, han pasado muchos años, y aunque estuvieron casados y tuvieron un hijo, sólo vivieron juntos un año. Así, gracias a que ella no le reconoce, Ulises puede apreciar la emoción con que ella escucha todo lo que se refiere al marido ausente. Y no se da a conocer porque antes quiere castigar a los pretendientes. Hay cincuenta criadas en la casa. Euriclea, la más vieja, que fue nodriza de Ulises, y la mayoría de ellas, siguen fieles a la casa y a Penélope.
Pero una docena de criadas se ponen al servicio de los pretendientes y les ayudan a agotar todas las reservas de la casa. Una de esas criadas infieles, Melante, se atreve incluso a insultar a Ulises cuando le cree un mendigo harapiento. No sabe lo que le espera. La nodriza lava los pies de Ulises y le reconoce por una cicatriz que él tiene cerca de la rodilla. Ulises le impide gritar y le ruega el silencio hasta que llegue la hora. Recupera el famoso arco que sólo él es capaz de manejar, desafía a los pretendientes, les gana, y después de comer, cuando todos están repletos y bebidos, lucha contra ellos sin más ayuda que la de su hijo, y les mata a todos. Llama a las doce criadas infieles, les ordena que saquen de allí los cuerpos destrozados y que limpien la sangre. Y cuando todo está en orden, las reúne en el patio y las hace degollar. Después manda quemar azufre para purificar la casa. Y entonces se presenta a Penélope. Ella, al principio, no le quiere reconocer, y ordena a las criadas que lleven la cama de Ulises a otra habitación, para el forastero. Ulises le replica: —Es inútil que intenten mover la cama. Tú sabes que esta cama no la puede mover nadie. Y para que Penélope se convenza de quien es él, le cuenta la historia de la cama. —Hace años, aquí en el terreno donde decidí edificar este palacio, había
un viejo olivo. No lo quise arrancar y lo dejé arraigado en el suelo de mi habitación. Y en la madera del tronco mandé cortar mi cama, que sigue sujeta a la tierra por raíces poderosas. Todo es tan cierto que Penélope se convence al fin de que ha llegado la hora tan deseada y está de veras en presencia de su esposo. Ulises y Penélope, reunidos después de veinte años de separación, pasan la primera mitad de la noche contándose mutuamente sus aventuras. No dice la leyenda cómo pasaron la segunda mitad. Al amanecer, Ulises se despide, pues quiere visitar a su padre, que vive retirado, abandonado y pobre. Y cuando Ulises regresa a palacio después de visitar al viejo Laertes, le hacen un recibimiento triunfal, en el que Penélope aparece coronada y ataviada con las mejores galas. Parece que después viven muchos años felices, siempre juntos, y que al fin una dulce muerte se los lleva. En las versiones posthoméricas, la leyenda de Ulises se complica, y el héroe sigue siendo protagonista de aventuras y tiene muchos hijos, todos ellos fundadores de reinos y de ciudades. La figura de Penélope, que ha llegado hasta nosotros como símbolo de fidelidad conyugal por encima de todo, no siempre es respetada por la leyenda. Algunas versiones posteriores, infinitamente menos bellas que la primera —la única que merece ser conservada—, suponen que fue infiel y que Ulises a su llegada la repudió.
Otra versi贸n supone que Pen茅lope mata a un hijo que ha tenido Ulises con la hija de un rey. Pero de esas versiones no nos han llegado nombres ni datos concretos. Es posible que el origen de todas ellas sea la reconocida infidelidad del propio Ulises, que a lo largo de sus muchas aventuras tuvo hijos con algunas mujeres.