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Ella era como de un mundo divino, como de otro universo, uno en donde ni las leyes de la cuántica podían regir, pues allí sólo existía una ley: ella.

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Versos bajo la luna llena


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AMAZON Un amperio es la intensidad de corriente que al circular por dos conductores rectilíneos paralelos e indefinidos, situados en el vacío, a… ̶ Explicaba un hombre de mediana estatura, ojos saltones y peinado ridículo parado frente al pizarrón lleno de diagramas. Él era mi profesor de Electromagnetismo al cual le encantaba hacer gestos curiosos con sus brazos para explicar mejor los temas demasiado abstractos de aquel curso. Aquello fue lo último que escuché de la clase de las 4:00 de la tarde en el aula 125 de mi facultad. Mi mirada estaba puesta con asombro en dos nubes con formas muy peculiares. Una de ellas era alargada, tenía sus bordes demasiado accidentados, parecía irreal porque conservaba una forma que a primera vista parecía hecha en algún sofisticado software de computadora; sin embargo la otra era más pequeña que la anterior, de forma nada peculiar, pero que, debido a su gran cercanía a la primera, parecía ganar una especie de relieve asombroso que al contrastar con el rojizo cielo y perderse juntas tras unas figuras pequeñas de árboles en el horizonte, hacían del cielo un paisaje encantador. Luego de esto mi atención se centró en el lapicero azul que tenía en mi mano, era el mismo que ella me había regalado en el pasadizo en el que la conocí un año antes. Mi cabeza estaba completamente llena de recuerdos de aquel día los cuales divagaban sin autorización alguna por todos los rincones de mi mente.

Yo salía de una larga clase de Filosofía, durante la cual en mi mente solo habían tenido lugar inecuaciones de un par de problemas que desarrollaba para el examen de esa tarde, cuando sentí a alguien tocarme el hombro izquierdo. Era una chica de mediana estatura y cabello oscuro, no me fijé mucho en ella puesto que seguía pensando en mi examen que tendría aquella tarde. Hola, ¿podrías ayudarme con un experimento, no tardará mucho? ̶ Dijo la chica de cabello oscuro. Ummh Lo siento, pero llevo prisa ̶ Respondí sin pensarlo mucho. Por favor, por favor me falta uno más y no es fácil encontrar a personas que quieran hacerlo. Si lo haces te doy eeh… este lapicero, por favor ̶ Dijo cambiando su expresión. Ella parecía que quería que aceptase a como dé lugar. Por primera vez me fijé en sus ojos, cafés y muy bien delineados, eran intensos. Al ver su expresión de súplica en el rostro, sentí que no me podía negar. Está bien, está bien. ¿Qué tengo que hacer? ̶ Dije de una manera más tranquila. Lo que me pedía hacer eran cosas realmente sencillas de entender, aunque era laborioso. Mas aun cuando llegó la ronda de preguntas a las que tenía que contestar con respuestas pre-establecidas por ella. Pude saber que se llamaba Celeste y que estudiaba Publicidad. Ella era asombrosa en muchos sentidos, tan opuesta a mí, tenía muy en claro lo que hacía y por qué lo hacía. Cada vez que hablaba de su carrera, inclinaba ligeramente su cabeza hacia un lado, en sus labios se marcaba una sonrisa jovial y sus ojos, ah…sus ojos brillaban como Vega. Sentía que todo esto que pasaba por mi cabeza era estúpido, era la primera vez que lo sentía. Era la primera vez que me había fijado tanto en alguien en tan poco tiempo, la primera vez que me sentía, no solamente a gusto, sino que realmente me sentía como en mi hogar con alguien que a penas la conocía, porque sentirse a gusto y sentirse como en casa son cosas totalmente distintas, muchas otras veces yo ya había experimentado la primera, mas la segunda era un mundo totalmente desconocido para mi. Por sobre todo esto, era la primera vez que sentía que se me era tan sencillo y al mismo

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tiempo tan complicado comunicarme con ella pues ella era como de un mundo divino, como de otro universo, uno en donde ni las leyes de la cuántica podían regir, pues allí sólo existía una ley: ella. Al finalizar, aquel sentimiento de quererme marchar lo más rápido posible se había convertido en una especie de nostálgica protesta hacia el cielo por no permitir quedarme más tiempo parado en aquel lugar junto a ella. Ah cierto, toma tu lapicero, te lo ganaste amigo ̶ Dijo Celeste con muchas frescura en sus palabras. No, no es necesario. Además me pareció interesante y divertido todo esto. ̶ Le respondí. En serio, tómalo. Aunque no lo creas, me has ayudado mucho. Ahora por fin podré avanzar con mi trabajo ̶ Replicó ella con tanta convicción que no pude negar aceptar el lapicero que tenía un diseño poco usual.

La circulación de corriente por la espira provocará… Pero, ¿qué quiero yo? ¿Qué debería hacer? ¿Sería correcto dejarlo así? ̶ En mi cabeza rondaban esas preguntas continuamente desde el día en que Celeste me contó lo que tenía planeado hacer. …Aparición de fuerzas magnéticas en ambos lados ̶ El profesor se apresuraba en explicarnos mientras la campana sonaba indicándonos que las dos horas de clase había acabado, y como si hubiese sido poseído por algún otro ser, guardé mis cosas en mi mochila, me despedí de mis compañeros y salí apresurado por la puerta delantera del salón de clase. No sabía con exactitud lo que iba a hacer, pero no podía quedarme de brazos cruzados mientras veía como se desenlazaban las cosas. Salí apresurado de la universidad y empecé a correr en una sola dirección. Por todo el camino no hubo pensamiento alguno que se atravesase por mi mente, no sentí el cansancio, ni sentí el frío intenso que envolvía a las calles en esa tarde. Llegué finalmente a su casa, ella estaba recostada sobre el almendro que vivía en su jardín desde hacía años, ella parecía como si estuviese esperando que algo pasara o que alguien llegase y la hiciera cambiar de ese estado pensativo en el que se encontraba. Llevaba puesta su chompa de algodón color rosa que hacía buen conjunto con su pantalón y bufanda gris claro con una estrella en el centro, efectivamente estaba mejor preparada para el frío que yo, quizá porque a donde se dirigía hacía mucho más frío que aquí, no lo sabía con exactitud, sólo sabía que se veía increíblemente bella. Hola, ¿Qué te pasó?, te ves agitado ̶ Me dijo con una expresión animada. ¿Qué es esto? ̶ pensé. No entendía nada, no entendía por qué estaba allí tan tranquila y me recibía de esa manera tan habitual. Mi mente estaba en shock y el cansancio que no había sentido en todo el camino de la universidad hasta su casa, apareció repentinamente y también ayudaba a evitar que pudiese pensar claramente. Amm… Sí, es que venía a… venía a… ayudarte a llevar las cosas ̶ Balbuceé temerosamente. Ah, ya veo, en ese caso… toma este maletín, yo me encargaré de llevar la mochila. ̶ Dijo con una gran sonrisa entre sus labios ̶ Y apresurémonos, que llegaré tarde si no lo hacemos. Si es así, ¿Por qué no tomaste taxi desde antes? ̶ Se escapó de mi boca sin querer, quizá porque quería respuestas.

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Ni yo lo sé. Quizá sea porque sentía que quería descansar y pensar un poco, y me perdí en el tiempo ̶ Dijo con un tono pensativo ̶ Pero, apurémonos, repitió acaloradamente. Tomamos un taxi, y durante todo el camino no hablamos mucho, pero no eran necesarias las palabras para comunicarnos, nuestro silencio lo decía todo. Al bajar del carro, ella le pagó al chofer, yo salí con mi mochila en mi espalda y el maletín en una mano y su mochila en la otra. El avión salía a las 6:50 pm. Dentro de la estación, ella hizo todo lo que necesitaba hacer para tener todo en orden, seguido a esto le entregó el maletín a la señorita encargada, para finalmente acercarse a mi cabizbaja. Lo siento ̶ Me dijo con voz muy tenue y con una mirada baja. Mi expresión era seria pero miserable a la vez. ̶ Está bien, no te preocupes, tenías que hacerlo ̶ Rompí mi serio rostro y le sonreí. Pero, ¿en qué estaba pensando yo? Ella es la chica de mis sueños, ella es a quien tenía como enamorada desde hacía 7 meses, es más, lo que más me encantó de ella era eso, su increíble pureza la cual, con todo esto que había hecho, estaba manteniendo intacta hasta el momento. Vamos, que nos haremos tarde para la clase de inglés ̶ Le dije con una gran sonrisa en mi rostro ̶ Espero que al profesor no se le ocurra encender el aire acondicionado otra vez, mas aún porque hace ya suficiente frío. ¡No digas eso!, siempre lo dices y siempre lo enciende ̶ Me dijo achinando los ojos mientras le devolvía su mochila ̶ Por qué crees que tengo que ir bien abrigada a sus clases. Salimos de la estación, mi mente estaba más clara ahora y la tensión entre nosotros ya no existía. Tomamos un taxi para ir a la universidad, mientras la maleta era regresada, prácticamente contra mi voluntad, a la tienda en España, y junto con ésta, se iba la suerte que tuve al recibirla unos días antes ¿Quién pensaría que un error de envío de una de las tiendas en línea más grandes de internet causaría este amargo sabor entre nosotros?

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