Jan freed bajo otra identidad

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Bajo otra identidad Jan Freed

Jan Freed - Bajo otra identidad (5.03.1999) Título Original: The wallflower (1998) Editorial: Harlequin Ibérica Sello/ Colección: Internacional, 186 Género: Contemporáneo - Identidad oculta Protagonistas: Jack Morgan y Sarah Davidson

Argumento: Sarah Davidson era la única testigo de un brutal asesinato. Después de que el asesino atentara contra su vida, la policía la colocó bajo protección; pero uno de los agentes la traicionó y se vio obligada a ocultarse en un lugar donde nadie la pudiera encontrar. La solución de Sarah era sencilla: el instituto Roosevelt. Se haría pasar por una estudiante de bachillerato e intentaría confundirse entre los alumnos. Pero "la chica de California" era demasiado original para pasar desapercibida. Sobre todo ante Jack Morgan, su profesor de literatura. En circunstancias normales, Jack sería el hombre perfecto para ella; pero Jack no estaba dispuesto a tratarla como a una mujer a menos que revelara su verdadera identidad. Lamentablemente, Sarah sabía que podía poner su vida en peligro si le decía la verdad.


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Prólogo Ya no tenía miedo. De hecho, sólo la certeza de saber que el asesino de John Merrit deseaba acabar con su vida evitaba que muriera de aburrimiento. Sarah Davidson se ajustó su camisón de franela, apretó el cinturón del albornoz y abrió la puerta del cuarto de baño, lleno de vapor, para dirigirse al salón. La sala era bastante impersonal, a pesar del árbol de Navidad que decoraba una de las esquinas. Sobre la desgastada alfombra de color crema descansaba la chaqueta negra de un traje de esquiar, y sobre la mesa había una bolsa de patatas fritas, abierta. Sonrió y negó con la cabeza. Mike, uno de los dos policías que velaban por su seguridad, había vuelto del supermercado. A juzgar por los sonidos que procedían de la cocina, su agente preferido estaba preparando algo de cenar. En cuanto a Larry, supuso que se habría retirado a dormir. Sarah se sentó en el sofá y extendió una mano para tomar el mando a distancia de la televisión, pero no lo encontró en su sitio. —Eh, ¿dónde está el mando a distancia? —preguntó. En la cocina se hizo el silencio. —No lo sé. Supongo que estará donde lo dejaste. Sarah vivía sola, o más bien había vivido sola hasta entonces, y no estaba acostumbrada a los pequeños problemas y roces de la convivencia. Deseó volver a llevar una vida normal, la vida que llevaba en su inmaculada casa de Dallas. Trabajaba en relaciones públicas, y había alcanzado el éxito en su profesión, pero sabía que su carrera no resistiría cuatro meses más de ausencia; estaba tan desesperada que pensó que si las cosas seguían así se pegaría un tiro y evitaría las molestias al asesino. El sonido del triturador de basuras interrumpió los pensamientos de Sarah. Cuando el teléfono sonó, segundos más tarde, dejó que Larry contestara en el dormitorio. Sólo podía ser algún agente del departamento de policía. No permitían que Sarah recibiera llamadas, ni que las hiciera. Sarah intentó no sentir lástima de sí misma, por su penosa situación, y buscó el mando a distancia entre los cojines del sofá. La puerta de la cocina se abrió poco después, y Mike apareció con un plato y un vaso de leche. —He preparado una tortilla de muerte —declaró—. Si te portas bien, te daré un poco. Sarah miró la tortilla, que tenía demasiado aceite. —Desde luego que es de muerte. Tú eres el que necesitas que te protejan. Si sigues comiendo esas cosas te dará un infarto.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Hablas como si estuvieras realmente hambrienta —dijo el agente de mediana edad, mientras se sentaba en un sillón cercano—. Según el último examen médico que pasé, tengo el cuerpo y la salud de un treintañero. —Sí, y el cerebro de un niño de dos años —se burló Sarah. Los ojos marrones de Mike brillaron con ironía. —Las mujeres hambrientas siempre están de mal humor. ¿Seguro que no quieres probar la tortilla? —No, gracias —mintió. El policía se inclinó hacia delante y le pasó el plato por delante de la cara, para provocarla. —Tiene buen aspecto, ¿no te parece? Venga, da un bocado. ¿Qué daño te puede hacer? Sarah estaba realmente hambrienta, pero no quería probar la tortilla. Un hombre que comía como Mike no podía entender su miedo a dejarse llevar, primero con un bocado, luego con otro, hasta despertar una mañana y descubrir que su precioso cuerpo se había convertido en una bola de grasa. —No tengo hambre —insistió. Mike se llevó el tenedor a la boca. En cuestión de segundos había desaparecido la mitad de la tortilla. Sarah se resignó a su suerte y pasó una mano por detrás del cojín más alejado. El mando a distancia estaba detrás, y en un rápido movimiento encendió la televisión y comenzó a cambiar de canal. —¡Espera! Vuelve al canal anterior —ordenó Mike. —No, de eso nada, me niego a ver otro partido de baloncesto. —No es ningún partido, te lo aseguro —prometió, mientras tomaba un poco de leche. Sarah arqueó una ceja, pero obedeció. —Sí, ya veo que no es un partido. Supongo que no todos los espacios publicitarios responden a una confabulación para sembrar el caos en el país y destruir a las familias —comentó ella, con ironía. —Y que lo digas. Mi ex esposa era adicta a la teletienda. Sarah observó la pantalla. Una mujer con cierto parecido a Claudia Schiffer estaba presentando ropa interior femenina. —Y pensar que todos estos años podría haber sido alta, rubia y atractiva si me hubiera comprado un camisón como ese... —comentó con sarcasmo—. Rápido, dame el teléfono y me lo compraré. —No te hagas la graciosa. Sé que sólo quieres que te haga un cumplido. Aunque estarías preciosa con ese atuendo.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Sarah rió. —Oh, vamos, parecería una niña jugando a disfrazarse de mujer, y lo sabes. Sarah pensó que el maquillaje y la ropa adecuada ayudaban mucho, aunque en muchos locales no podía pedir una cerveza sin que le pidieran el carnet de identidad. Lo que había resultado molesto cuando tenía veintiún años, resultaba realmente irritante a los veintisiete. Mike dejó el plato vacío y el vaso en el suelo y la miró, pensativo. —Hazme caso: agradecerías esa cara de ángel que tienes si... El policía no terminó la frase. Volvió la cabeza hacia atrás y sonrió. —Hola, Larry, ¿qué sucede? Sarah también miró al hombre de pelo rojo que estaba en el umbral del salón. Sus pecas contrastaban abiertamente con su pálida piel, y llevaba una bata; por su aspecto, parecía que hubiera tenido una pesadilla. —¿Qué ocurre? —preguntó Mike, de nuevo—. ¿No podías dormir? —El teléfono me ha despertado. Mike se puso en tensión, al igual que su compañero. Era una tensión tan palpable que Sarah se estremeció. Entonces, Larry sacó una pistola de uno de los bolsillos de la bata. Sarah lo miró, confusa. Por un momento, pensó que era algún tipo de broma; pero aquello iba en serio. —Levanta las manos lentamente, Mike. Si haces algo raro, dispararé. Y tú, Sarah, no te muevas. Sarah no habría podido moverse aunque hubiera querido. De hecho, se había quedado sin respiración. —Cometes un error —dijo Mike, a modo de advertencia—. Vamos, deja esa pistola y charlemos un rato. No queremos que alguien salga herido. Sarah pensó que estaba ocurriendo otra vez, y el pánico atenazó sus sentidos. La pistola de Larry se convirtió en un cuchillo; su pelo rojo, en rubio; y sus ojos azules, en un pálido reflejo de la luz de la luna. La escena la había devuelto al pasado; una vez más se encontraba en el jardín trasero de John Merrit; sabía que su cliente estaba en peligro, pero no podía hacer nada salvo permanecer escondida detrás de unos arbustos, contemplando el cuchillo que atravesó su pecho, algo que no olvidaría en toda su vida. —No —susurró ella, mientras se levantaba del sofá. Sarah miró a Mike, y acto seguido se interpuso deliberadamente entre los dos hombres. Larry gritó. Mike echó mano a su cartuchera y empujó a Sarah para apartarla de la línea de fuego.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Un segundo más tarde, y mientras Sarah caía, se oyó una fuerte detonación. La mujer permaneció en el suelo unos instantes, hecha un ovillo y temblando. —¿Sarah? Sarah gimió, pero siguió en posición fetal. —Ya ha terminado, pequeña. Era Mike. Sarah suspiró y levantó la mirada. Por alguna razón, captó todos los detalles con sorprendente claridad. Notó la pequeña gota de leche que Mike tenía sobre el labio, unas cuantas migas en su jersey y, sobre todo, el brillo de preocupación de sus ojos marrones. Sin embargo, Mike no guardó la pistola. Y algo hizo que Sarah empezara a comprender. —La llamada telefónica... —dijo ella—. Era para ti, ¿verdad? Mike asintió de forma amistosa. —Sí, pero esperaba que llamaran mañana. Larry ha estado actuando de forma extraña últimamente; supongo que se ha hecho pasar por mí, y que el cretino que ha llamado ha caído en la trampa. Maldita sea... odio trabajar con aficionados. —Oh, claro. Supongo que los canallas profesionales tenéis que mantener cierto nivel de calidad —comentó ella, con ironía. La amistosa expresión de Mike se desvaneció, pero Sarah no se preocupó demasiado. De todas formas sabía que le quedaban pocos minutos de vida. Así que se incorporó y se sentó en el sofá. —Por curiosidad, ¿cuánto valgo? —preguntó ella, intentando mantener la compostura—. Supongo que lo suficiente como para sufragar los gastos de tu ex mujer. —Ah, Sarah... creo que voy a echar de menos tu lengua viperina. Pero te diré que vales más de lo que piensas. Lo suficiente para pagar una pequeña fortuna en deudas de juego, por no mencionar mi cuello. Y ahora, pórtate bien y levántate. Mike se acercó a ella, la levantó y le puso el cañón de la pistola en la sien. —Se suponía que la bala debía salir de la pistola de Larry, pero te prometo que no te dolerá si te quedas ahí, sin moverte. Cierra los ojos, pequeña —dijo, casi en un susurro. —No —espetó ella, mirándolo a los ojos—. Quiero que te lleves a la tumba el recuerdo de lo que vas a hacer. Mike la soltó y se apartó de ella. Justo entonces sonó otro disparo. Mike miró hacia atrás, por última vez, y se derrumbó a los pies de Sarah, con un brillo de sorpresa en sus ojos. Un segundo disparo acabó con su vida. Sarah sentía un intenso frío. Un frío insoportable.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Sarah... —dijo Larry, con voz débil. Sarah saltó por encima del cadáver de Mike y se inclinó sobre el joven policía, que estaba tendido boca arriba. Había sangre por todas partes. Sarah se quitó el albornoz, se arrodillo, y apretó la tela contra la herida de su pecho. —Te pondrás bien —murmuró ella—. Aguanta, Larry. Voy a llamar a comisaría. Vuelvo enseguida. Pero Larry la agarró por la muñeca con una fuerza sorprendente para un hombre que agonizaba. —No, no hay tiempo para eso —dijo, con un esfuerzo evidente—. Él va a venir... no confíes en nadie, Sarah... escóndete hasta el día del juicio... Larry la miró con intensidad y añadió, en voz más alta: —¡Huye! —¿Qué huya? ¿A dónde? ¿Quién va a venir, Larry? ¡Contéstame! —preguntó ella, presa del pánico. Pero Larry dejó de respirar en aquel instante. El terrible silencio se rompió entonces. Sarah recobró el sentido de la realidad y oyó la televisión, que aún estaba encendida. Estaban pasando un anuncio de joyas, y una voz de barítono recomendaba que se regalaran en Navidad. Sarah se volvió y miró la pantalla. Tenía frío. Un frío insoportable.

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Uno Casi todos los ciudadanos de Houston pensaban que los estudiantes del instituto Roosevelt sólo eran un atajo de niños ricos y mimados; no obstante, y por razones evidentes, el pequeño grupo de personas con grandes mansiones, piscinas y criados, no compartía la opinión de la mayoría. Era un detalle lógico, pero Jack Morgan creía que generalizar era injusto. Al menos, casi siempre. En aquel momento, no era capaz de ponerse en el lugar de aquellos chicos; no podía ser objetivo. Sobre todo cuando consideraba que el precio de la ropa que llevaba alguno de los estudiantes de la clase habría bastado para pagar la universidad de su hermana Kate, en el caso de que Kate quisiera ir a la universidad. Pero no quería. Frunció el ceño, tomó el lápiz que había dejado sobre su desgastado escritorio y se concentró en el plan de lecciones. Dudaba que algún estudiante hubiera leído Las uvas de la ira durante las vacaciones navideñas, exceptuando a Elaine Harper, pero no estaba dispuesto a olvidar el trabajo que les había encargado sólo porque era el primer día de clase. Aunque, por otra parte, era lo que habían hecho profesores de las otras asignaturas. Mientras echaba un vistazo al plan, escuchó fragmentos de las conversaciones que mantenían los estudiantes que iban entrando en clase. Se quejaban sobre lo aburrida que había sido la temporada de esquí en Veil, o hablaban sobre lo “guay” que era el coche o el equipo de música que les habían regalado. En aquel momento, Jack se puso en tensión. Kate le había pedido el año anterior que le regalara unos discos. Él había comentado que tal vez al año siguiente, pero lo había olvidado por completo, y el sentimiento de culpabilidad incrementó su irritación. Las conversaciones de aquel grupo de niños de papá lo enojaron tanto que escribió la palabra “niñatos” en la hoja de papel que tenía entre las manos, y lo hizo con tanta fuerza que rompió el lapicero, así que tomó otro mientras se servía una taza de café. Entonces, sonrió. La taza se la había regalado Beto García, un alumno de quinto y a la sazón uno de los peores estudiantes que había conocido. Pero tenía sentido del humor, y el recuerdo consiguió animarlo. Intentó convencerse de que aquellos adolescentes no eran, necesariamente, un grupito de niñatos. Se dijo que sólo eran adolescentes normales, con los problemas típicos de su edad, pero con recursos económicos de los que no disponía la mayoría. Si conseguía que demostraran tanto entusiasmo por el aprendizaje como el que demostraban por sacarle dinero a sus familias, no tendría que darles algunas lecciones sobre la vida, además de las lecciones de lengua y literatura inglesa. Alguien tenía que hacerlo, antes de que tuvieran que enfrentarse a un mundo lleno de jefes exigentes, en el ámbito del trabajo, o de profesores impersonales y abúlicos

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https://www.facebook.com/novelasgratis en la universidad. Antes de que incrementaran la larga lista de personas infelices de una generación desilusionada. Antes de que renunciaran a sus sueños. Miró el reloj que había en la pared e hizo sonar la campanilla para que supieran que sólo tenían un minuto más para entrar. Los cuatro chicos que estaban en la entrada lo miraron con desagrado, pero entraron de todos modos y se dirigieron a sus pupitres como si sentarse hubiera sido idea suya. En pocos segundos, el aula se comenzó a llenar. Elaine, la empollona del curso, apretaba los libros contra su pecho; intentaba sentarse en su pupitre, pero Jessica Bates estaba de pie, charlando con una amiga, y no le dejaba pasar. Elaine decidió dar la vuelta, pero se topó con Tony Baldovino. Jack pensó que si no le dejaba pasar, se encargaría de que no aprobara la asignatura. Pero su mejor alumna decidió abrirse camino entre dos pupitres. Lamentablemente, se enganchó en uno de ellos y todos sus libros cayeron al suelo. La pobre chica se ruborizó y se inclinó para recogerlos. Jack ya se había levantado de su silla, para echarle una mano, cuando se acordó de Wendy Johnson y decidió permanecer en el sitio. Wendy, la chica más «popular» de la clase, lo había acusado por acoso sexual el año anterior, y desde entonces hacía lo posible por no acercarse a ninguna de las alumnos. Por suerte, habían trasladado a Wendy a otra clase; había recibido la notificación de que su puesto lo ocuparía una chica nueva, procedente de California, pero aún no había llegado. —Kim, ¿te importaría cerrar la puerta? —preguntó a la alta morena que estaba sentada en la primera fila—. Tony, Jessica, sentaos, por favor. Tony lo miró con cara de pocos amigos; resultaba evidente que se había creído la falsa acusación de Wendy, pero Jack lo comprendió perfectamente, porque Wendy era su novia. —Bueno, sacad el trabajo que teníais que hacer durante las navidades. Como sospechaba, se elevó un murmullo de protesta que al menos sirvió para que dejaran de mirar a Elaine. La joven aprovechó el momento para sentarse, visiblemente aliviada. Jack aún esperó unos segundos antes de hablar de nuevo. Tenía intención de soltar el típico discursito de bienvenida después de unas vacaciones, pero acababa de abrir la boca cuando la puerta de la clase se abrió. Una joven de pelo rojo entró en la clase y se detuvo. Llevaba un jersey de color verde lima, y una pequeña mochila amarilla. —Siento llegar tarde, señor Morgan. El instituto es muy grande, y he tenido que pasar por secretaría para arreglar el papeleo antes de venir. La joven se acercó al profesor y le dio un documento para que lo firmara, con tanta naturalidad como si pensara que interrumpir su clase era la cosa más normal del mundo, como si la corta explicación que acababa de dar lo arreglara todo. Para

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https://www.facebook.com/novelasgratis empeorar las cosas, llevaba una falda tan corta que Jack no pudo evitar admirar sus piernas. —¿Le importaría firmarlo, sorprendentemente madura.

por

favor?

—preguntó,

con

una

voz

Jack comprendió en aquel momento que no estaba mirando, precisamente, el documento de la secretaría del instituto. Levantó la mirada, avergonzado, pero se encontró con unos ojos azules con cierto tono violeta que lo dejaron aún más anonadado. No había visto unos ojos tan bellos en toda su vida. Hasta entonces, ni siquiera sabía que existieran. La joven arqueó una ceja y lo miró con impaciencia. —Me han dicho que tienen que firmarlo todos los profesores. Hay algún problema, ¿señor Morgan? —No, en absoluto —respondió, carraspeando, mientras se disponía a firmar—. Bienvenida a Texas, Sarina. Como es tu primer día de clase, olvidaré que has llegado tarde. Pero espero que a partir de ahora llegues a tiempo. —Haré lo que pueda. Un segundo murmullo, esta vez de aprobación, se elevó en la clase. —Mira, sé que eres nueva en este lugar, y hasta es posible que las cosas fueran de otro modo en California. Pero la puntualidad es la primera norma que exijo en mis clases. Sin excepciones de ninguna clase. Si llegas tarde, tendrás que asumir las consecuencias. ¿Está claro? —No exactamente. Jack no podía creerlo. —¿Qué es lo que no has entendido? —Lo de las consecuencias. Mi profesora de literatura, en California, siempre decía que la claridad es la base de la comunicación. ¿No podrías ser un poco más específico? —preguntó, tuteándolo por primera vez. Entre el murmullo de los alumnos se alzó la inconfundible risa de Beto García. La recién llegada sonrió y miró a sus compañeros de soslayo, con complicidad. Jack empezaba a pensar que estaba tomándole el pelo. —Las consecuencias por llegar tarde son muy simples. Por cada minuto de retraso, te quedarás quince minutos después de clase. —¿Está hablando en serio? —preguntó la joven, cuya sonrisa se había esfumado. Jack ni siquiera se molestó en responder. —¿No se da cuenta de lo lejos que está el gimnasio? —preguntó la joven, mirándolo con rabia—. Se tarda cinco minutos en llegar, y eso cuando los pasillos no

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https://www.facebook.com/novelasgratis están llenos de gente. Haré lo que pueda para llegar a tiempo, pero puede que sea físicamente imposible. —En tal caso, vas a tener que quedarte muchos días después de clase —declaró él, mirándola a los ojos—. ¿Ya has terminado? La joven apretó los labios, se tragó su orgullo y asintió. Jack hizo un esfuerzo para que los alumnos no notaran su tensión y dijo: —Sarina, el mundo es un lugar absolutamente injusto. Si no te gusta, intenta cambiarlo. Pero en cualquier caso, tendréis que aprender a enfrentaros a la adversidad. De lo contrario os convertiréis en las típicas personas que se pasan la vida culpando a los demás por sus problemas, tengan razón o no. Jack tomó un ejemplar extra de Las uvas de la ira y se lo dio. —Por favor, siéntate en el pupitre libre de la quinta fila y empieza a leer el primer capítulo. Ya hemos perdido demasiado tiempo —dijo Jack, hablando para toda la clase—. A menos, claro está, que prefiráis hacer las presentaciones de vuestros trabajos... Un tercio de los alumnos apartó la mirada. Cinco o seis más gruñeron entre dientes y los demás abrieron la novela de Steinbeck con absoluto desinterés. Pero a Jack no le importó. Había conseguido su objetivo, aunque fuera a costa de sacrificar su popularidad. Era una cuestión profesional, de principios. Y a veces pensaba que esos principios eran lo único que se interponía entre él y el inquieto desconocido que habitaba en su interior. A veces, la confianza era lo único que se interponía entre Sarah y el vacío interior que se burlaba de la imagen de valentía que daba. En cualquier caso, su primer objetivo aquella mañana era iniciar el curso sin sobresaltos, pero el profesor, el señor Morgan, había decidido ponerla en su sitio y ella no había sido capaz de contenerse. Había cometido un error, y de paso le había dado un buen motivo para vigilarla con atención. —No mires a tus compañeros, Beto —declaró Jack Morgan—. Si hubieras hecho tu trabajo, ahora no tendrías que intentar copiar. Sarah miró al alto hombre de hombros anchos mientras entregaba las hojas de un examen rápido a los alumnos. Todo el mundo escondía algo, algo que no mostraba ante la gente. De modo que siguió observándolo mientras simulaba leer el libro. El corte de pelo, corto, le quedaba muy bien; pero resultaba evidente que su armario necesitaba modernizarse. Llevaba una camisa blanca, una corbata azul y unos pantalones que no hacían justicia al resto de su cuerpo; aquel hombre estaba hecho para llevar trajes más elegantes, que realzaran su figura.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Muy bien, tenéis veinte minutos para responder a las cinco preguntas. Si termináis antes, traedme los exámenes y empezaremos con la lectura del capítulo cuatro —el profesor, mientras se sentaba detrás del escritorio—. Buena suerte. Sarah lo maldijo. No podía creer que un profesor se empeñara en que sus alumnos leyeran a Steinbeck durante las navidades. Sospechaba que no era un profesor muy popular; al menos, entre los chicos. Estaba segura de que habría roto unos cuantos corazones con aquellos ojos intensos, con el pelo corto que le caía sobre la frente y con su fuerte y cuadraba mandíbula, que mostraba barba de dos días. Cuando levantó la mirada, vio que el profesor la estaba mirando. —¿Ya has terminado de leer el capítulo? —preguntó. Sarah se ruborizó en contra de su voluntad. No sabía cómo lo había hecho, pero aquel hombre había logrado romper su habitual compostura. Y no podía pasar cuatro meses en aquel lugar si no mantenía la calma. Si se exponía, de cualquier modo, pondría en peligro su vida y el trabajo de su amiga Donna Kaiser, una de las socias más importantes del Instituto Roosevelt. Su amiga, que había estudiado con ella en la universidad, había pensado que el plan de Sarah era excelente: aprovecharía su juvenil rostro para hacerse pasar por una jovencita de dieciocho años, aunque tuviera veintisiete y fuera una mujer de carrera. Una semana atrás, Sarah había estado de acuerdo con su amiga, pero ahora ya no estaba tan segura. El miedo podía quebrar el buen juicio de las personas. Justo entonces, y sin poder evitarlo, comenzó a sufrir un ataque de pánico. Apenas podía respirar, y desde luego era incapaz de leer el libro. Una vez más, la asaltaron las imágenes de lo que había sucedido. Recordó el vaso y el plato que Mike había dejado en el suelo, junto a un charco de sangre. Recordó el brillo de urgencia en los ojos de Larry, mientras moría. Recordó la sangre que tenía en las manos y en el albornoz, la sangre que manchaba la alfombra y hasta su alma; y sintió náuseas. Sin darse cuenta, gimió. —Sarina, ¿te encuentras bien? —preguntó el profesor. Sarah levantó la cabeza. Y el inesperado brillo de preocupación que encontró en los ojos verdes de Morgan la confundió. Sarah reaccionó con rapidez y asintió. Pero el profesor siguió mirándola unos segundos, no muy convencido por su respuesta, así que la joven bajó la mirada y simuló que seguía leyendo. Pero no podía leer. La delicadeza que acababa de demostrar aquel hombre, con un simple gesto, la había emocionado aunque no supiera por qué; aunque fuera un desconocido. Lentamente, y casi a regañadientes, alzó una vez más la mirada. El profesor estaba escribiendo algo en su escritorio, y su concentración era tan intensa que Sarah pensó que había imaginado aquel instante de compasión. Se sintió decepcionada, pero al oír a los otros estudiantes, que rellenaban sus exámenes, se dijo que era mejor así. No quería que aquel hombre se diera cuenta de que podía quebrar su aparente determinación.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Por primera vez, echó un vistazo al aula; no tenía ventanas, y resultaba demasiado seria, sin gracia, sin elegancia. Por lo que sabía hasta entonces, se parecía al profesor que daba clase en ella. En una de las paredes había un tablero de corcho, con algunas notas, y la pizarra era de un color negro intenso, como si la lavaran en lugar de limpiarla con un trapo. Bajo el enorme reloj había un cartel que proporcionaba la única nota de color en la clase. Empezaba a pensar que aquel hombre era el típico profesor exigente y lleno de manías, empeñado en que sus alumnos llegaran con puntualidad marcial, con poco sentido del humor y poco comunicativo. Un profesor con un concepto bastante conservador de la enseñanza, que seguramente pensaba que las ropas ajustadas no eran muy adecuadas en las chicas, porque rompían la concentración de sus compañeros. Sin poder evitarlo, sonrió. Y la idea le pareció tan divertida que la sonrisa se convirtió en una carcajada, muy a su pesar. Fue como si hubiera empezado a reír en una iglesia. Todos los alumnos, y desde luego el profesor, se volvieron hacia ella. Beto la miró y sonrió, y Morgan hizo sonar su campanilla para que siguieran haciendo el examen. —Está prohibido reír durante el examen —dijo Morgan, muy serio. Sarah no pudo evitarlo. Ya no podía controlarse, y volvió a reír. El profesor se inclinó hacia delante y comenzó a dar golpecitos con los dedos sobre el escritorio. —Te importaría decirnos qué te resulta tan gracioso, ¿Sarina? Como relaciones públicas, y de cierto prestigio, siempre había aconsejado a sus clientes que expresaran su opinión manteniendo la mirada, con educación y con absoluta sinceridad. Así que decidió aplicar su teoría. —No, gracias. Morgan palideció. —En realidad, no es nada gracioso —añadió Sarina. —¿Por qué no permites que seamos los demás quienes lo juzguemos? — preguntó Morgan. —Si se empeña... me estaba riendo de la campanilla. —¿De la campanilla? —preguntó él. —Sí. Hace un ruido tan gracioso... me ha sorprendido, eso es todo —respondió. La respuesta de Sarah, que había decidido no empeorar la situación, satisfizo al profesor. —Es posible, pero resulta muy efectiva para impedir los comportamientos inadecuados.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Yo diría que ese sonido distrae más a los estudiantes, durante un examen, que las risas. Sus compañeros de clase la miraron con evidente asombro. Y Sarah comprendió, aunque demasiado tarde, que había cometido otro error. Morgan se levantó y caminó hacia ella muy despacio. La lentitud de sus movimientos era más inquietante que cualquier demostración de enojo. —Haz el favor de salir un momento al pasillo, Sarina. Quiero hablar contigo. Sarah se levantó del pupitre, haciendo una demostración de serenidad que, en todo caso, no podía competir con el aplomo de Morgan. Tuvo que echar mano de todo su control para llegar a la puerta de la clase; afortunadamente para ella, había aprendido muy bien las lecciones de asertividad. Se dijo que superaría aquel momento, de algún modo. Se dijo que lograría enfrentarse a Morgan sin derrumbarse por completo. Pero entonces notó el aroma de su loción de afeitado, un aroma que reconoció de inmediato; era la loción que siempre había usado su abuelo. Se volvió hacia el profesor, lo miró, y tuvo que hacer otro esfuerzo extraordinario para no sufrir otro ataque de risa.

Elaine miró hacia la puerta de la clase y vio que Sarina sonreía antes de salir. —Vaya, vaya... —dijo Beto, rompiendo el silencio de la clase. Casi de inmediato, todos los alumnos comenzaron a hablar sobre la recién llegada. Todos menos Elaine, que permaneció en silencio. No tenía problemas de comunicación con los profesores; en cambio, no podía decir lo mismo de sus compañeros. Era baja, algo gruesa y tímida, una combinación que la hacía blanco de todas las críticas. Se estremeció al pensar en el tropiezo que había tenido minutos antes, cuando se le cayeron los libros, pero intentó pensar en algo que no la avergonzara y decidió pensar en Sarina. Le parecía que hasta su nombre era elegante. No era alta, pero tenía un cuerpo precioso y vestía muy bien. Confiaba en sí misma y parecía capaz de hacer cualquier cosa. De hecho, nunca había conocido a nadie que se atreviera a enfrentarse con Morgan. —¡Silencio! La orden de Tony detuvo las conversaciones de los alumnos e interrumpió los pensamientos de Elaine. —Callaos. Quiero escuchar lo que dicen —dijo Tony, mientras pegaba una oreja a la puerta. Elaine se sorprendió intentando escuchar la conversación, como todos sus compañeros.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Si esperas asistir a mi clase, tendrás que cambiar de actitud —estaba diciendo Morgan—. ¿Está claro, Sarina? Sarina tardó más de lo normal el responder. —Sí, amo. —Es muy valiente —murmuró Jessica. —Es cierto —dijo Tony. Los comentarios de los alumnos terminaron ahí, y todos se concentraron en las siguientes palabras de Sarina. —Quieres que venga a clase, que me siente y que obedezca sin rechistar. Pero dime una cosa, si respiro cuando hagas sonar esa campanilla, ¿cometeré una infracción? —¡Ya basta! —exclamó él. Los alumnos no podían creerlo. Hasta entonces, Jack Morgan nunca había gritado a ningún alumno. Ni siquiera a Wendy Johnson, a pesar de que lo había acusado por acoso sexual y a pesar de que había estado a punto de perder su trabajo. —Mira —continuó él, con más calma—, es tu primer día de clase y supongo que el cambio debe ser difícil para ti, sobre todo porque estamos a mitad del curso. Pero enfrentarte a mí no te va a facilitar las cosas. Hay ciertas normas que tienes que respetar en mi clase. Sencillamente, me gusta trabajar en un ambiente relajado, que facilite el aprendizaje, y no creo que sean normas abusivas. Si las cumples, no tendremos ningún problema. —Estoy segura de que tú también sabrás que el respeto no es algo que se gane con normas y obligaciones —declaró ella, con tanta seriedad como él—. Pero, a pesar de todo, espero que me disculpes por mi comportamiento. Y te ruego que no lo pagues ahora con los chicos. Elaine no pudo creer que hubiera dicho «los chicos» para referirse a sus compañeros de clase. A fin de cuentas, era uno de ellos. Pero la conversación había terminado, así que bajó la mirada para seguir con su examen y pensó que Sarina había conseguido el respeto de todos sus compañeros en apenas unos minutos; en cambio, ella no lo había logrado en tres años. Sin embargo, no los culpaba. Suponía que no podía esperar que la admiraran cuando ni siquiera se gustaba a sí misma.

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Dos A las cinco y media de la tarde, Jack aparcó su vehículo. Pero no apagó el motor de inmediato. Permaneció en el interior unos minutos, escuchando el sonido de su viejo utilitario. Por un momento sintió el deseo de volver a la autopista y seguir su camino, sin parar, hasta llegar a Los Ángeles. A fin de cuentas, era donde quería estar. Quería estar cerca de los profesionales del cine, labrándose un futuro como guionista, lejos, muy lejos de allí. Se hubiera sentido algo mejor si hubiera terminado de pagar, al menos, los plazos de su casa. Pero su modesto salario no daba para más. Sin embargo, sólo faltaban dos años para que fuera suya, y su hermana terminaría los estudios en tres, así que las posibilidades que se abrían en su futuro bastaron para que se acelerara su corazón. Apoyó la cabeza en el asiento, cerró los ojos y se dejó llevar por su fantasía preferida. Imaginó que podía despertar por las mañanas tan tarde como quisiera, y que luego se reunía con su agente para tratar sobre algún guión cinematográfico con éxito, para más tarde volver a casa y trabajar hasta altas horas de la madrugada. Siempre era más creativo por la noche. Era una fantasía maravillosa. Como estar en el cielo. Pero no duró demasiado. Alguien dio unos golpecitos en la ventanilla del coche, y Jack volvió a la realidad. —¿Jack? Jack abrió los ojos y vio que Vera Morgan se encontraba junto al vehículo, con una mano levantada, como si estuviera a punto de volver a llamar. Vera lo miró y Jack bajó la ventanilla. —La cena ya está preparada —dijo ella, con irritación—. ¿Se puede saber qué estás haciendo aquí? Jack tuvo que hacer un esfuerzo para mantener la calma. Pero no le costó demasiado. Tenía años de práctica. —Estaba escuchando el sonido del motor. Necesitaba relajarme con algo. —Pues déjalo para más tarde y entra en casa antes de que la cena se enfríe. Tu hermana no ha tenido la cortesía de llegar a tiempo, así que empezaremos sin ella. Antes de que Jack pudiera hablar, Vera se dio la vuelta y se dirigió a la entrada de la modesta casa a la que se habían marchado a vivir tras la muerte del padre de Jack. Vera era una mujer esbelta, de pelo castaño, y de espaldas parecía una jovencita en lugar de una viuda de cincuenta y tres años. Sólo cuando la miraba de frente, y contemplaba sus arrugas, recordaba su verdadera edad.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Jack subió la ventanilla del coche, apagó el motor y tomó su libreta. Sentía curiosidad por saber dónde se habría metido Kate. Sólo tenía quince años y no le gustaba que llegara tarde a casa. Estaba saliendo del vehículo cuando oyó el sonido de otro coche, que se acercaba. Se volvió hacia él y esperó. Podía oír el inconfundible sonido de unas risas. Era una camioneta de color negro, que se acercaba a gran velocidad. Cuando el conductor quiso dar la curva de la calle, estuvo a punto de chocar con un coche aparcado. Por suerte, frenó a tiempo; Jack se sintió intensamente aliviado, porque había reconocido a su hermana, que viajaba en el interior. —Maldita sea... es el señor Morgan —dijo alguien. Jack se acercó a la camioneta y llamó a una de las ventanillas. —Sal enseguida, Kate —ordenó. Kate salió de la camioneta y se despidió de uno de sus amigos. —Gracias por traerme, Tony —dijo. —Vamos, Tony, arranca de una vez —dijo otro chico, desde el interior del vehículo—. Tengo que estar en casa dentro de cinco minutos. Jack miró a Kate con frialdad, dio la vuelta al vehículo y llamó a la portezuela del conductor, que bajó la ventanilla de inmediato. Los chicos llevaban tan alto el volumen de la radio que Jack tuvo que pedirles que la bajaran. Acto seguido, miró en el interior de la camioneta. Temía que estuvieran borrachos, lo que podría haber explicado el accidente que habían estado a punto de sufrir, pero no era así. En cualquier caso, resultaba evidente que Tony Baldovino no esperaba encontrarse con él. El atleta más famoso del instituto no estaba muy contento. Pero Jack, tampoco. —Hola, Tony, no sabía que Kate y tú fuerais amigos. —No lo somos —dijo Tony—. Sólo la conozco de vista. Nos encontramos en el centro y me pidió que la llevara a casa. —¿Te lo pidió? —Sí, me pidió que las llevara a ella y a Pam. —Comprendo —dijo Jack. El profesor miró hacia la parte trasera de la camioneta. Los cuatro chicos que viajaban atrás también eran estudiantes del centro. En cambio, no reconoció a las chicas, que lo miraron con evidente interés. El interés de las mujeres siempre le había agradado en el pasado. Estaba acostumbrado a llamar la atención, incluso entre las quinceañeras del instituto; suponía que a su atractivo personal se sumaba el atractivo de la diferencia de edad, que lo hacía más excitante. Pero todo había cambiado tras el problema con Wendy; había empezado a coquetear de un modo tan agresivo y persistente con él que no había tenido más remedio que ponerla en su sitio. Nunca había animado a ninguna

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https://www.facebook.com/novelasgratis chica para que coqueteara con él. Y, desde luego, nunca había sentido la tentación de dejarse llevar. Lamentablemente, sus pensamientos hicieron que recordara a la nueva estudiante, y en términos demasiado inquietantes. De modo que intentó volver a la realidad. —¿Cuál de vosotras es Pam? Una chica rubia levantó una mano. —La próxima vez que estés con Kate y que necesitéis que os lleven a casa, dile a mi hermana que me llame por teléfono, ¿de acuerdo? —preguntó Jack, con una sonrisa. Las tres chicas sonrieron a la vez, ante el desagrado de los chicos. —¿Qué problema hay, tío? —preguntó Tony. —Me llamo Jack, y el problema es que conduces demasiado deprisa. Si quieres matarte, es asunto tuyo. Pero no tienes derecho a arriesgar la vida de ocho personas más. Como conductor, eres responsable de lo que les suceda. Tony lo miró con intensidad, desafiante. —Sólo estábamos divirtiéndonos. No ha pasado nada. —Esta vez no ha pasado nada —puntualizó el profesor—. En cierta ocasión, cuando tenía vuestra edad, iba en la parte trasera de una camioneta con un par de amigos. También nos estábamos divirtiendo como vosotros, pero el conductor perdió el control. Cuando me di cuenta de lo que había pasado, vi que el fémur de la pierna derecha se me había partido y que había atravesado el muslo y los vaqueros que llevaba. —Vaya... —murmuraron las chicas. —Uno de mis amigos salió ileso, sin un solo rasguño. En cambio, mi mejor amigo cayó de cabeza. Pensamos que había muerto. Tenía el cráneo hundido y podíamos ver su cerebro —dijo, mientras recordaba la terrible escena—. Un vecino llamó a la madre de Jimmy, que llegó al lugar antes que las ambulancias. Ella lo quería mucho. Se acercó a él y cuando lo vio se puso a llorar desconsoladamente; lo tomó de una mano, y no quería dejarlo. Ni los vecinos, ni los enfermeros de la ambulancia, ni los médicos, consiguieron que se apartara de él. Al final tuvieron que darle un sedante. La madre de Jack también se había preocupado mucho, pero su padre seguía vivo en aquella época, y consiguió tranquilizarla. Fue la última crisis que vivió Brian Morgan como cabeza de familia. Dos meses más tarde murió, dejándolos solos. —¿Y qué le pasó a Jimmy? —preguntó una de las chicas, en voz baja. —No salió nunca del coma. Aún sigue en el hospital, y su madre va a visitarlo todos los días. Tal y como esperaba, Tony lo miró con incomodidad.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Hazme caso, Tony —continuó el profesor—. Deja que tus amigos se burlen de ti si quieren. Que te llamen cobarde, o lo que sea. Cualquier cosa es mejor a que sus madres te llamen asesino por un simple accidente. Prométeme que conducirás con más cuidado de ahora en adelante. Tony quiso encogerse de hombros, pero no lo hizo. —Lo haré. Jack asintió y extendió una mano. Tony lo miró, y tras unos segundos, estrechó la mano del profesor. Satisfecho con la responsabilidad recién adquirida de Tony, Jack se apartó y observó la camioneta mientras se alejaba a cuarenta kilómetros por hora. Al menos, mantuvo la velocidad hasta que desapareció. Jack se sorprendió al comprobar que Kate se había quedado en la acera. Y se sorprendió aún más cuando vio que lo esperaba para entrar en la casa. —Nunca me habías contado esa historia —dijo ella, con una mirada de curiosidad— . Sabía que te rompiste la pierna una vez, antes de que yo naciera, pero no me contaste cómo. —¿De verdad pensabas que iba a admitir que era un cretino a tu edad? — preguntó él, pasando un brazo por encima de sus hombros. Kate no se apartó de él, como sucedía habitualmente, así que Jack se sintió mucho más animado. De hecho, decidió dejar las recriminaciones para más tarde. —¿Quieres decir que no has sido siempre tan perfecto? Tu madre y sus amigos siempre han dicho que debajo de esa camisa tienes alas —declaró ella, con cierta amargura. Jack se detuvo, la tomó de los hombros y la miró. Su hermana era muy atractiva. Tenía el pelo oscuro y largo, y rasgos delicados. —Mamá sabe de sobra que no soy perfecto, pero tiene miedo de que la deje sola cuando termines tus estudios. Así que últimamente me trata mejor que de costumbre. Kate lo miró con asombro. No podía creer que hubiera confiado en ella, que le hablara como si fuera una adulta. —¿Y vas a hacerlo? ¿Vas a marcharte cuando termine los estudios? —Es posible —respondió—. De hecho, es más que probable. Estoy cansado de intentar ser perfecto. Te aseguro que es un trabajo muy duro, y me encantaría poder romper unas cuantas normas para variar. Su hermana lo miraba con tal asombro que Jack rió. Pero la mirada malévola de Kate borró su sonrisa. —He oído que hoy ha llegado una alumna nueva a tu clase, y que ha roto unas cuantas normas, como dices —comentó, con ironía—. ¿Qué ocurre, hermanito, es que ya has empezado a cambiar?

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https://www.facebook.com/novelasgratis Jack no podía creer que la voz se hubiera corrido tan deprisa. En realidad había pasado casi todo el día pensando en el asunto; no entendía que aquella joven lo hubiera sacado de sus casillas con tanta facilidad, y no entendía que hubiera sido tan amable con ella después de lo sucedido. Normalmente le habría pedido que hablara con el director Miller, o con su ayudante, Kaiser. —Lo tengo todo bajo control —le aseguró—. Todos los estudiantes nuevos merecen una segunda oportunidad. Sarina la ha gastado en sus primeros cinco minutos de clase, y a partir de ahora la trataré como a todos los demás. Sin embargo, y mientras abría la puerta de la casa, Jack pensó que había mentido. No podía tratarla como al resto de los alumnos, por la sencilla razón de que era completamente diferente.

Sarah estaba contemplando el ventilador del techo, tumbada en el sofá de su nueva casa. Había llegado a la conclusión de que cualquier persona que le siguiera el rastro podría dar con la casa de Donna, así que habían decidido que se escondiera en la casa de su abuela, justo detrás de la propiedad de los Kaiser. De ese modo, Donna podía ir a verla con la excusa de visitar a su abuela, sin despertar sospechas. Además, la casa estaba muy cerca del instituto y podía ir y volver andando. Se frotó uno de los pies y miró a su amiga. —Te aseguro que he armado un lío tremendo. Entre las opiniones políticas que he dado en la clase de sociología y mi enfrentamiento con Morgan, Sarina Davis debe de ser la comidilla de todo el instituto. —Bah, los alumnos tienen mala memoria —dijo Donna—. Seguro que no ha sido tan malo. —Lo ha sido, en serio. He adquirido la sana costumbre de decir lo que pienso, y de lograr que los adultos me escuchen. Hacer de alumna de un instituto va a resultar mucho más difícil de lo que había pensado. ¿No podrías cambiar mi horario? No quiero llegar tarde a las clases de Morgan. Seguro que tiene una lista con los nombres de los alumnos más conflictivos en la sala de profesores; y si es así, habrá subrayado mi nombre con un rotulador rojo. No puedo creer que alguien tan... tan... —¿Atractivo? Sarah no respondió. Sencillamente, no podía quitarse aquel rostro de la cabeza. —¿Trabajador? —siguió preguntando su amiga—. ¿Honrado? ¿Inteligente? Vamos, Sarah, tienes que admitir que es una joya. Sarah entrecerró los ojos. —Sí, pero es demasiado conservador. —Te equivocas. Es un gran tipo.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Algo en el tono de voz de su amiga hizo que Sarah la mirara con interés. Donna era una mujer preciosa, de cabello rojizo; a pesar de que acababa de llegar del trabajo, parecía tan fresca como si se acabara de levantar. Era algo asombroso. Y su traje azul estaba tan impecable como si acabara de llevarlo a la tintorería. —¿Estáis saliendo? —preguntó Sarah. —Bueno... hemos salido a tomar algo un par de veces —respondió Donna, con ojos brillantes. —Es un obseso del control. Te aseguro que cuando me meta en la cama esta noche aún estaré oyendo esa ridícula campanilla. En lugar de un profesor parece un recepcionista llamando a un botones. Donna rió y se echó el pelo hacia atrás. —Sí, puede que Jack sea un poco estricto, pero admiro su sentido de la responsabilidad. Ha sido como un padre para su hermana Kate, y por lo que sé, se ha desvivido por ayudar a su madre durante los últimos años. Su situación familiar es algo complicada. —¿Su madre está enferma? —Físicamente no. He tenido ocasión de hablar con ella varias veces, siempre por cuestiones relacionadas con su hija. Kate es una chica muy problemática, pero Vera no quiere enfrentarse a ello. La última vez que insinué que hablara con ella, para que variara su actitud, se lavó las manos y puso toda la responsabilidad en Jack. —¿Cuántos años tiene Jack? ¿Treinta y tantos? —Treinta y dos. —Mmm... Sarah pensó que Jack tenía demasiados problemas familiares y que no podía ser un buen partido para Donna, así que decidió interesarse por su último novio conocido. —Por cierto, ¿qué ha pasado con David, el banquero? Donna rió. —Se casó hace dos años con una cliente importante y dejó el trabajo para convertirse en su «asesor financiero». Espero que le vaya bien —añadió con ironía. Sarah sintió cierta vergüenza. Se había concentrado tanto en su trabajo, durante los últimos años, que no se había interesado demasiado por los problemas de sus amigos. Ni siquiera por los problemas de Donna, su mejor amiga. —Siento haberte involucrado en este lío, Donna. Pero no sabía qué hacer, no sabía a quién acudir. Te agradezco todo lo que estás haciendo por mí. Arriesgas tu trabajo, dejas que viva aquí e incluso me compras ropa... no merezco tantas atenciones. Sarah no podía acudir a sus padres, aunque había sido su primera intención. Sabía lo que podía esperar de Denise y de Bob Davidson: unos cuantos abrazos y varios besos, seguidos de una permanente irritación por haber introducido un

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https://www.facebook.com/novelasgratis elemento de inestabilidad en sus vidas y por interminables peleas entre sus padres, a cuento de lo que Sarah debía hacer. Llegados a tal punto, Sarah se marcharía y ellos ni se darían cuenta. Lo sabía de sobra. A fin de cuentas, había vivido escenas muy similares durante años y años. En aquel instante, Donna la tocó en el brazo, sacándola de sus pensamientos. —Mira, cuando murieron mis padres caí en una profunda depresión. Y tú me ayudaste, de algún modo, a salir. Conseguiste que riera y que siguiera viviendo a pesar de todo el dolor que sentía. Me habría hundido si no me hubieras devuelto las ganas de vivir —declaró, con solemnidad—. Me ayudaste a superar la peor crisis de mi existencia, Sarah, y te estoy muy agradecida por darme la oportunidad de devolverte el favor. Sarah miró a la preciosa mujer con la que había compartido habitación en la facultad de la universidad de Saint Edward. —¿El favor? La única que debe algo soy yo. Convertiste a una mujer aburrida y llena de temores en una persona capaz de enfrentarse a cualquier problema. —No seas tonta. El problema no eras tú, sino tu timidez. Tras años de vivir con Donna, Sarah había asimilado las habilidades sociales de su amiga y su estilo, desde la forma de vestir a los gustos culinarios. Ahora sabía que Donna tenía razón, pero en su juventud no había sido así; Sarah había sido una joven tímida, convencida de que los hombres no se acercaban a ella porque estaba gorda. Ahora comprendía que perder peso no cambiaba a una persona; era una cuestión de actitud, de confianza. No obstante, el problema de su juventud había servido para algo positivo. Había asumido el poder de la imagen, y la manera en que ésta podía cambiar las reacciones y actitudes de los demás, así que había centrado su carrera en profundizar ese ámbito del conocimiento. De repente, Donna se levantó y dijo: —Si algo ha cambiado en tu vida, para bien, la única responsable eres tú misma, Sarah Davidson. No me debes nada. Sarah miró a su amiga, que caminó hacia la cocina, y pensó que no era cierto. Se dijo que encontraría algún modo de demostrarle su gratitud cuando pasara el juicio. Si es que seguía viva para entonces. Donna había dejado varias bolsas con comida en la encimera de la cocina, media hora antes. De modo que tomó la más grande y empezó a meter las cosas en el frigorífico, de espaldas a Sarah. —Creo que mi abuela se alegra de que hayas venido. Es obvio que le preocupa tu situación, pero ahora la veo más a menudo. —Es un encanto. Le agradezco que me permita vivir en su casa. Y la señora Anderson también ha sido encantadora. Me ha traído dulces caseros dos veces. —Sabía que se convertiría en tu bienhechora en cuanto conociera tu historia. Al fin y al cabo ama a los niños.

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https://www.facebook.com/novelasgratis La señora Anderson, el ama de llaves, pensaba que Sarah era algo así como una bisnieta que necesitaba estar en un lugar tranquilo para acabar sus estudios. Le habían dicho que los padres de Sarah no podían tenerla en casa porque acababan de divorciarse. —Estoy segura de que la llamada que hiciste a la policía habrá revuelto unos cuantos asientos —dijo Donna, con seriedad—. Nadie ha venido todavía a hacer preguntas, pero no podemos relajarnos. Tenemos que mantenernos en guardia. Habían decidido que se pusiera en contacto con Tom Castle, el fiscal, para que supiera que Sarah estaba viva y dispuesta a declarar en el juicio. Tom se había empeñado en que Sarah se pusiera bajo la protección de la policía, otra vez, hasta que llegara la fecha del juicio, pero Sarah no había aceptado. De hecho habían calculado la duración de la llamada para que no pudieran rastrearla. —Intentaré traer comida todos los fines de semana —dijo Donna, cambiando de conversación—. Pero si te quedas sin ella o si quieres algo especial, llámame por teléfono. Ah, por cierto, espero que sigas siendo adicta a los productos bajos en calorías, porque casi todo lo que he comprado entra en esa categoría. ¿Te parece bien? Sarah no podía creer que le preguntara algo así. Iba a alimentarla, a vestirla y a proporcionarle un hogar durante cuatro meses, y a pesar de todo le preocupaba que no le pareciera adecuado. Sabía que Donna era rica; había heredado una enorme fortuna cuando sus padres se mataron, en un accidente de tráfico. Pero ésa no era la cuestión. Aunque le sobrara el dinero, lo hacía porque era una mujer generosa y solidaria, una amiga en el sentido más profundo de la palabra. Donna se volvió y la miró como si le hubiera leído el pensamiento. —Ah, y no te sientas culpable. Te aseguro que estoy guardando todas las facturas, para que lo pagues todo cuando salgas de este lío —bromeó—. Te prohíbo que salgas a comprar cosas por tu cuenta. —De acuerdo, de acuerdo. —Me alegro de que lo entiendas. Ayudarte no es un acto de caridad. Me has dado una ocasión perfecta para tomarle el pelo a esa sabelotodo de Linda, la que trabaja en secretaría. Sólo necesité tres intentos para acceder a los archivos del instituto. Linda habría tardado todo un día, aunque dudo que hubiera sido capaz de encontrar la contraseña. Cree que es una especie de hacker, pero yo sé mucho más de informática que ella. —Tienes razón. —Y tanto. Además, es tan vaga que no se toma ninguna molestia. Ni siquiera se molestó en comprobar la carta en la que envíe los documentos. Me esforcé para conseguir un sobre con el matasellos de San Diego, y una dirección de respuesta, y ni siquiera lo miró. Sarah sonrió, se levantó y se dirigió a la cocina. —Eres genial. No sé cómo has conseguido registrarme en el instituto con una nueva identidad, y no sé si quiero saberlo, pero admiro tu talento. Gracias.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —De nada. Yo también admiro tu talento. Lo estás haciendo muy bien. Acertaste al decidir que sería mejor que aparecieras en clase con tu estética habitual; no habrías quedado muy bien disfrazada de jovencita de buena familia. —¿Estás diciendo que no soy de buena familia, sólo por mi aspecto? —sonrió—. Pues te recuerdo que fuiste tú quien me enseñaste a vestir bien. Por cierto, ¿has comprado el tinte que te pedí? —Sí, está en una de las bolsas. A todo esto, has acertado en la elección del color de tu pelo. —No sé... tal vez debería haberme teñido de rubio. —No, en absoluto. A primera vista, ni siquiera yo podría reconocerte. Aunque debo admitir que tienes un aspecto diferente. Yo diría que Sarina Davis parece... una estrella del rock. En todo caso, das una imagen muy distinta a la habitual, opuesta a la imagen clásica de una ejecutiva. Mientras sacaba las cosas de las bolsas, Sarah pensó que todo aquello era bastante curioso. En la caracterización del personaje de Sarina estaba rompiendo muchas más normas que en su trabajo como relaciones públicas en Worldwide Public Relations. Le habría gustado saber lo que habría pensado Mark de haberla visto. —¿Quién es Mark? —preguntó su amiga. Sarah miró a su amiga con asombro. Al parecer, había pronunciado su nombre en voz alta mientras pensaba. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando comprendió que era la primera vez, desde que contempló la muerte de Larry, que pensaba en Mark. —Has palidecido... —continuó Donna—. ¿Es que Mark es el hombre que intentó matarte? —No, en absoluto —respondió ella, con una débil sonrisa—. Mark es el hombre que intentó casarse conmigo.

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Tres Al día siguiente, Sarah guardó sus textos legales y el libro para aprender español en un cajón y saco Las uvas de la ira y el libro de texto de la case de ciencias. El edificio en el que se encontraba tenía varias ventajas en comparación con la sede del instituto; las taquillas de los alumnos tenían cerraduras de combinación, y por si fuera poco el moderno edificio disponía de una cafetería y de un pequeño restaurante. Pero si no se marchaba con rapidez, tendría que comer en diez minutos para no llegar tarde al resto de las clase. Sarah movió la cabeza en gesto negativo y se puso a la cola, como todos los alumnos. Pensó que Mark habría encontrado muy divertida la situación. Después de haber disfrutado de los mejores restaurantes de Dallas, y de la comida de los mejores chefs, se encontraba en la cola del comedor de un instituto. Sabía que a Mark siempre le había impresionado el trato de preferencia que recibía en los locales públicos. Sarah había ganado una merecida reputación en su gremio, y sus contactos con los medios de comunicación podían ser de gran ayuda para un joven político. Tal vez por eso, sabía que le iba a pedir que se casara con él. A fin de cuentas tenían muchos intereses en común. Sin embargo, Sarah también sabía que el interés no era una base suficiente para mantener una relación. En cualquier caso, frunció el ceño y decidió dejar de pensar en aquellos términos, mientras la cola avanzaba. Se dijo que la relación que había mantenido con Mark había sido la más hermosa de su vida, aunque no estuvieran locamente enamorados. —¡Sarina! Espera un momento... Sarah se volvió. Era Jessica, una chica de pelo rubio que también asistía a las clases de Morgan. —Llevas un vestido precioso. Pero no he visto nada parecido en las tiendas de la zona. ¿Dónde compras? —Donde puedo —respondió—. Esto lo compré en San Diego. —¿Eres de San Diego? Yo estuve allí el verano pasado, para visitar a mi tía. Me gusta mucho esa ciudad. —Sí, a mí también. Pero volviendo al tema de la ropa... —dijo, para cambiar la conversación— ¿cuál es el mejor sitio para comprar cosas interesantes en esta zona? Jessica mordió el anzuelo y le dio una larga lista de tiendas de moda. Sarah apreciaba mucho los esfuerzos de su amiga Donna, pero aquel día se había sobrepasado un poco con el vestido de terciopelo, especialmente porque contrastaba mucho con su pelo rojo.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Quieres que nos sentemos juntas hoy? —preguntó la joven—. He hablado con Wendy y ha dicho que te reservará una silla en su mesa. —Gracias, me encantaría. ¿Quién es Wendy? —Wendy Johnson. —¿Debería conocerla? —Pues claro... es la novia de Tony Baldovino, la chica más popular del instituto. Además, quiere conocer a la persona que se ha atrevido a enfrentarse a Morgan. Wendy también lo odia. —De todas formas, creo que Morgan no es tan malo como pensaba. —Confía en mí, es peor de lo que pensabas. El año pasado fue tutor personal de Wendy, y se excedió con ella. Sarah la miró. No podía creer que Morgan fuera capaz de hacer algo así. —Morgan le ofreció a Wendy un aprobado si se acostaba con él —continuó la joven—. Pero no había testigos, de modo que no lo juzgaron. Oh, vaya... hemos llegado tan tarde que casi no queda comida. ¿Te apetece un poco de pizza? —No, gracias, prefiero algo más ligero. —Bueno, cuando termines aquí reúnete conmigo en la parte de atrás y te llevaré a la mesa de Wendy. Sarah asintió, distraída, y pensó que había algo que no encajaba en aquella historia. Morgan era un profesor rígido, pero sospechaba que completamente incapaz de abusar de una joven. Además, sólo un loco o un idiota arriesgaría su futuro profesional por sobrepasarse con una alumna. —Eh, muévete —protesto un chico, a sus espaldas. Sarah avanzó en la cola. Estaba detrás de una chica de cabello castaño. Era muy bonito, pero con un peinado excesivamente conservador. Además, la ropa que llevaba hacía que pareciera más gruesa. Ella había actuado del mismo modo cuando tenía su edad. Intentaba ocultar su sobrepeso con prendas inadecuadas, sin éxito. Pero dudaba que aquella chica quisiera aceptar un consejo, y mucho menos de una completa desconocida. Entonces, la joven miró hacia un lado y Sarah pudo ver su perfil. Era una compañera de clase. —¿Elaine? —dijo Sarah—. Soy Sarina Davis. Estamos juntas en la clase de literatura. —Sí, lo sé. Sarah sonrió. —Supongo que impresioné a la gente con mi actitud, pero no volveré a llegar tarde a clase. —¿Has conseguido que te cambien los horarios?

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Sí, claro. Elaine arqueó una ceja. —Qué raro. En general no suelen cambiarlos con tanta rapidez. —Supongo que he tenido suerte —explicó Sarah. No podía decirle que una de sus mejores amigas trabajaba en la dirección del instituto, así que optó por una estrategia de distracción. —Tienes un pelo precioso. pelo.

La joven la miró con desconfianza, como si pensara que le estaba tomando el

—Lo digo en serio —continuó ella—. Mira cómo brilla a la luz... Tiene un color tan bonito que podrías hacer anuncios de champú. —Si tú lo dices... preferiría tener tu pelo. —¿Mi pelo? Bueno, ¿qué te parece si te lo tiñes el miércoles? Ponte algo de color crema y asombrarás a todo el mundo. En aquel momento, Sarah oyó que se había armado un pequeño revuelo en una mesa cercana, llena de chicas. Dos hombres avanzaron hacia la mesa. Uno de ellos era Jack Morgan, que avanzó por el comedor con toda la confianza del mundo. Llevaba pantalones marrones, camisa a juego y una corbata, también en tonos marrones. Sarah pensó que Morgan habría roto muchos corazones más si hubiera tenido tanto gusto con la ropa como Mark. Tenía carisma, un cuerpo excelente y confianza. Y por si fuera poco, resultaba muy masculino. —¿Qué está haciendo aquí? Pensaba que los profesores comían en la sala de arriba. Sarah se refería a una sala separada del comedor, y un poco más elevada, donde comían veinte adultos, ajenos al caos del comedor de los jóvenes. —A Morgan y al señor Williams les ha tocado ser supervisores del comedor durante unos días. Pero no intervienen nunca a menos que alguien se exceda. Sarah volvió a mirar a Jack. El profesor se había acercado a la mesa de las chicas y estaba hablando con ella. Las chicas lo miraban más con admiración que con respeto, como si su atractivo fuera aún más intenso en las distancias cortas. De todos modos, Sarah intentó pensar en otra cosa. Al fin y al cabo, desarrollar un interés personal por Jack sería algo estúpido y desleal. Sabía que le gustaba a Donna. Conocía bien a su amiga, y era consciente de la profundidad de su interés. —No me gustaría estar en su lugar —dijo Sarah, en voz baja. —No creas. Morgan será justo con ellas. —Suena como si te cayera bien ese cretino...

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Bueno... creo que es un buen profesor. Estricto, desde luego, pero muy bueno. Me cae bien porque se preocupa por nosotros y por su trabajo. Quiere que aprendamos. El sincero comentario de la joven hizo que la estima de Sarah creciera. —¿Puedes sentarte a comer conmigo, o te sientas en algún sitio en concreto? —¿Quieres que me siente contigo? —preguntó Elaine, asombrada. —Si quieres, sí. Pero primero tendrías que servirte algo de comer. Sarah rió y la empujó ligeramente para que se sirviera. Cada comida en el comedor era una verdadera batalla. Sarah dejó su bandeja sobre las barras de hierro del autoservicio y observó la comida que había elegido: un poco de ensalada de patata, un filete, un pedazo de tarta de chocolate, una botella de agua mineral y una manzana. Pagó la cuenta y luego hizo un gesto a Elaine para que la siguiera. Jessica la estaba esperando. —¿Ya lo tienes todo? —Sí —respondió Sarah—. ¿Sabes si hay más sitio en la mesa? —¿Por qué lo dices? —Porque le he pedido a Elaine que se siente con nosotras. Jessica miró a Elaine como si fuera la primera vez que reparaba en ella. Acto seguido, miró a Sarah de nuevo, sin decir nada, y se dirigió a la zona izquierda del comedor. —Creo que será mejor que me siente en otro sitio —dijo Elaine—. No me importa, en serio. —No, no, espera... Estoy segura de que cabremos todas en la mesa. Venga, será divertido. Las mesas eran rectangulares, y en cada una de ellas cabían doce alumnos. Varios estudiantes saludaron a Jessica por el camino; al parecer, era bastante popular. En cambio, nadie saludó a Elaine; la chica avanzaba cabizbaja, como si se dirigiera al patíbulo. Sarah no había recordado, hasta entonces, que la jerarquía que se establecía en los comedores de Estados Unidos era muy rígida. Seguramente iban a sentarse en «la mesa de Wendy», e imaginaba que no les gustaría que Elaine estuviera presente. En la mesa había ocho chicas, que ni siquiera levantaron la mirada de sus platos cuando apareció Sarah. Todas ellas eran atractivas, delgadas y elegantes. Pero una de ellas irradiaba un carisma especial; resultaba evidente que estaba ante la niña mimada del instituto Roosevelt. La chica más popular del lugar era una joven extremadamente bella, tal y como esperaba. Tenía el pelo de color rubio platino, y rasgos de muñeca de porcelana. Por si fuera poco, sus ojos eran de color esmeralda, y sus rasgos, perfectos. En cuanto a su

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https://www.facebook.com/novelasgratis cuerpo, no era el cuerpo de una quinceañera: era el cuerpo de una mujer. De hecho, parecía mayor de lo que realmente era. —Wendy, te presento a Sarina Davis. Sarina, te presento a Wendy Johnson. Jessica también le presentó al resto de las presentes, pero Sarah no se quedó con los nombres. —Tony me ha contado lo que hiciste en la clase de Morgan —dijo Wendy—. Estoy impresionada, sinceramente. Me habría gustado ver la cara de ese cretino. —Creo que me excedí. De hecho se portó bastante bien conmigo, a pesar de lo que hice. Wendy la miró con sorpresa y disgusto. —Ese hombre es un cerdo —espetó—. Deberían haberlo expulsado. —Entonces, ¿por qué no lo han hecho? Los ojos de Wendy brillaron con irritación. —Porque yo fui la única chica del instituto que tuvo el valor de denunciarlo ante el director. Aunque por tu actitud sospecho que no me crees. No era una pregunta, sino una afirmación. Sarah pensó que era una chica perceptiva, pero no le sorprendió. Las personas con poder solían ser perceptivas. Era una cualidad muy útil para manipular a los demás. —Todas las historias tienen varios puntos de vista —comentó Sarah, antes de cambiar de conversación—. En fin, será mejor que me siente. Esta bandeja pesa demasiado. Varias chicas rieron, pero la sonrisa de Wendy fue bastante falsa. —Jessica, apártate para que Sarina pueda sentarse frente a mí. Jessica obedeció y miró a Elaine con cierto nerviosismo. Sarah recordó a la chica con la que había estado hablando e hizo un gesto para que se acercara. —He invitado a alguien para que se siente con nosotras. Supongo que ya conocéis a Elaine, ¿verdad? Las jóvenes se miraron entre sí con incredulidad. —Oh, vamos, será una broma, ¿verdad? —preguntó una de ellas. —Todos conocemos a Elaine —dijo otra chica—. Elaine la empollona. —Sí, claro, la niña lista, ¿verdad, Elaine? —se burló otra. Wendy miró fijamente a Sarah y dijo: —En esta mesa sólo pueden comer las personas que yo invite. Estoy segura de que Elaine lo comprenderá. ¿Verdad, Elaine? Elaine bajó la mirada, en un gesto tímido que Sarah comprendió muy bien, y se alejó de la mesa. —No te preocupes, Sarina, estará bien —dijo Wendy—. Vamos, siéntate.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Sarah miró a las jóvenes con evidente desaprobación. Su actitud era indignante. —No os comprendo. ¿De verdad creéis que herir a Elaine os hace más listas, o más populares? ¿Sois tan ingenuas como para creer que eso hace que esta mesa sea más especial? —Vamos, no exageres —declaró Wendy—. Elaine es una perdedora y tenemos que cuidar de nuestra reputación. —Sí, claro. Reputación de crueles y de groseras. —¿Groseras? —preguntó Wendy—. ¿De dónde has sacado esa palabra? Sarah comprendió que había utilizado una palabra demasiado seria para un grupito de adolescentes, de modo que intentó corregir la situación. —En California todos usamos esa palabra como si fuera de argot. Seguro que el año que viene también se utilizará en Texas. —Texas es tan aburrido... —se quejó otra de las chicas. —Cállate, Pam —espetó Wendy. —¿Lo ves? Vuelves a ser grosera otra vez —dijo Sarah, con ironía—. Oh, lo siento, había olvidado que no te gusta esa palabra. Pero espera un momento, ya lo tengo... ¿prefieres que te llame bruja asquerosa? Wendy se ruborizó, llena de ira. —¿Quién te crees que eres para hablarme de ese modo? Eres patética y estúpida. Esta mesa es especial. Podías haberte sentado aquí y ser una privilegiada durante el resto del curso, pero eres una perdedora. —Te equivocas. Si me siento contigo, la gente pensará que soy como tú. Y sinceramente, prefiero sentarme con Elaine. Ya ves, yo también tengo que cuidar mi reputación. Sarah se volvió y se alejó con absoluta tranquilidad. Acababa de enemistarse con la chica más popular del instituto, un hecho que la habría destrozado nueve años antes. Pero ahora una mujer madura, y tenía una perspectiva de las cosas mucho más adecuada. Su sonrisa creció a medida que avanzaba. Empezaba a pensar que su segundo paso por el instituto iba a resultar muy divertido.

Jack contempló toda la escena desde la pared del fondo de la cafetería, en la que estaba apoyado. Resultaba evidente que Sarina había causado un gran revuelo entre las jóvenes que estaban sentadas a la mesa; sus gestos de incredulidad, o de rabia, lo decían todo. Al parecer, Sarina no era una joven que pasara desapercibida. Acababa de poner en su sitio a un pequeño grupo de alborotadoras cuando vio que Jessica y Sarina se acercaban a la mesa de las «elegidas». Pero lo que más llamó

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https://www.facebook.com/novelasgratis su atención fue la presencia de Elaine. Y no se arrepintió de haber contemplado la escena; había sido como una película del gran Griffith, sin sonido. Un drama puramente visual. Pero no necesitaba subtítulos, ni sonido, para entender lo que había pasado. Las brujas de la mesa de Wendy se habían burlado de Elaine, y la nueva alumna de California les había hecho frente. Era algo asombroso, e hizo que se sintiera muy satisfecho, sobre todo después de haber contemplado la profunda tristeza de Elaine. Mientras observaba a Wendy, pensó que nunca la había visto tan humillada. Ni siquiera cuando tuvo que ponerla en su sitio, después de que intentara besarlo. La joven rubia era una enemiga temible, sobre todo cuando no se estaba sobre aviso. Frunció el ceño y observó a Sarina. Sonreía con confianza, y caminaba como una pantera que acabara de matar a una presa. Al parecer, era perfectamente capaz de enfrentarse con éxito a Wendy. Jack la observó con evidente interés, mientras la joven caminaba hacia el lado opuesto de la cafetería; pero, cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, apartó la mirada. No podía creer que estuviera admirando su precioso cuerpo, ni el vestido de terciopelo que se ajustaba a sus curvas. Era una alumna, y la mayor parte de los estudiantes aún lo miraban con desconfianza por la falsa denuncia de Wendy. Lo sucedido le había afectado tanto que ya ni siquiera sonreía a las jóvenes; y, desde luego, no las tocaba nunca ni permanecía a solas con ellas en ninguna habitación. Una vez más, se apoyó en la pared y miró a su alrededor. Casi esperaba que alguien lo estuviera mirando con desaprobación, pero sólo se encontró con la mirada de Kate, que arqueó una ceja. Jack hizo un esfuerzo por controlar su incomodidad y miró a Bruce Logan antes de volver a mirar a su hermana. Estaba buscando alguna excusa para librarse de Bruce, un niñato rico con fama de mujeriego que no quería que se acercara a su hermana. En todo caso, Kate entendió el mensaje y apartó la mirada. Kate había dejado bien claro que no quería que interviniera en sus relaciones personales en el instituto, pero Jack no estaba dispuesto a pasar por alto que estuviera comiendo con semejante canalla. A pesar de todo, Jack se relajó. Esta vez había tenido suerte. Había salido con bien de la denuncia de Wendy, pero a pesar de todo sabía que pasaría bastante tiempo antes de que recobrara la confianza de los demás, y no podía poner en peligro su situación, sobre todo porque su hermana aún estaba en el instituto. Sin embargo, se animó un poco al pensar en su futuro. Había enviado un guión a Irving Greensbloom. La secretaria del agente le había comentado que normalmente contestaban a los autores de guiones no solicitados en un plazo de seis a doce semanas, y estaba dispuesto a esperar. Jack se apartó de la pared y comenzó a dar la vuelta habitual por el comedor. Mientras caminaba, pensó que no debía hacerse ilusiones. Aunque el agente de Los Ángeles decidiera responderle, las posibilidades de vender el guión de Free Fall eran muy escasas. De todos modos, estaba preparado y sabía que podría soportar una

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https://www.facebook.com/novelasgratis negativa. En cambio, no estaba preparado para algo que había descubierto recientemente: enseñar ya no le divertía. En el pasado, la enseñanza lo había sido todo para él; pero sólo quedaba un rescoldo, y débil, de aquella pasión. A escasa distancia vio que un chico estaba lanzando patatas fritas al aire. Era Tim Williams, pero Jack decidió no intervenir y pensó que el alumno tenía suerte de que estuviera cansado de ser el malo de la película. Poco después, un cabello rojizo llamó su atención. Su pulso se aceleró, algo que le disgustó en extremo; y aún se sintió más incómodo cuando se dio cuenta de que, por alguna razón, no podía variar la trayectoria. Se sentía irremisiblemente atraído por Sarina, aunque intentó justificar su actitud pensando que sólo estaba preocupado por Elaine. La joven estudiante estaba comiendo con la recién llegada. Parecía que mantenían una conversación interesante. Al menos, Sarina estaba hablando. Elaine se limitaba a escuchar, con una mirada sospechosamente brillante. La joven asintió en determinado momento, y para desesperación de Jack, derramó una lágrima que resbaló lentamente por una de sus mejillas. Sarina tomó las manos de Elaine, se echó hacia delante y dijo: —Hazme caso. Elaine asintió de nuevo, sonrió con debilidad y acto seguido hizo algo que Jack no esperaba: rió. No fue una carcajada en toda regla, pero su juvenil rostro se iluminó. Jack miró la sonrisa de Sarina, igualmente brillante, y sintió algo en su interior que no pudo definir. Algo muy intenso. Se dio la vuelta con rapidez y se dirigió, de nuevo, a la pared. Sólo faltaban diez minutos para que terminara su turno; entonces podría comer. Su madre le había preparado un asado el día anterior, y llevaba una buena ración en un recipiente de plástico. Vera lo hacía porque necesitaba sentirse útil, y su hijo lo sabía. Aunque su madre cocinaba muy bien, Jack habría preferido cocinar y encargarse de las labores de la casa personalmente; de ese modo, habría podido pasar más tiempo con Kate. Su hermana estaba en una edad problemática, y necesitaba que la apoyaran. Pero a pesar de la preocupación que sentía por su familia, el profesor se sorprendió, de nuevo, mirando a Sarina. Una vez más, apartó la mirada con rapidez y decidió que saldría al exterior y que comería en algún lugar tranquilo y apartado. Necesitaba tiempo para pensar, tiempo para examinar sus emociones y para recordarse a sí mismo que debía respetar el código deontológico de todo profesor. Tenía que recobrar la compostura y su expresión inescrutable. Y debía hacerlo antes de entrar en la clase de Sarina.

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Cuatro Desde su regreso a la vida académica juvenil, Sarah no dejaba de culpar a su falta de práctica por su escaso rendimiento en la clase de economía doméstica. A fin de cuentas, su madre nunca había necesitado ni había aceptado su ayuda en las tareas de la casa. Cuando estaba en la universidad, Sarah se las arreglaba bastante bien con comidas preparadas y con la ayuda de la mujer que trabajaba para Donna; su amiga tenía mucho dinero y podía permitirse el lujo de contratar gente para ciertas tareas. De modo que no tenía costumbre de limpiar y no había aprendido a cocinar. Sin embargo, intentaba justificarse pensando que era perfectamente capaz de limpiar su propia casa, arreglar pequeños desperfectos e incluso cocinar de vez en cuando. En todo caso, no veía por qué tenía que hacerlo cuando había cosas mucho más importantes en su vida. Era una mujer de carrera, y no había razón para que perdiera el tiempo con ciertos asuntos cuando se podía permitir el lujo de contratar a otra persona para que los solucionara por ella. Lamentablemente, las justificaciones no le iban a servir en la clase de economía doméstica, de la señora Dent, en la que se encontraba en aquel momento. La prueba más evidente de ello se encontraba ante ella, en una encimera roja. Acababa de echar un vistazo a las pequeñas cocinas de la sala del instituto y había comprobado que todos sus compañeros habían preparado platos perfectos, desde tartas a dulces de todo tipo. No podía negar que ella y su compañero, Fred Adler, eran los peores de la clase; el profesor les había pedido que trabajaran en parejas, y Fred tampoco se distinguía por sus habilidades culinarias. —Bueno, seamos positivos —dijo ella—. Al menos huele bien. —Si te gusta el olor a quemado... —No sé, tal vez podríamos decir que es una nueva receta de comida cajún, ya sabes. —Ya. ¿Y qué vamos a decir de eso? —preguntó, mirando hacia un bol con algo parecido a un dulce. —Vamos, Fred, anímate. Seguro que sabe muy bien, aunque no tenga buen aspecto. Fred alzó los ojos al cielo. Después, tomó un palillo y pinchó una de las tartas. El palillo se rompió. —Sarina, me temo que está algo duro. —Pues he seguido las instrucciones de la receta. —Lo dudo. Te habrás saltado algo o habrás leído mal. Debiste permitir que yo midiera los ingredientes. Pero ya no tiene remedio; supongo que no sacaremos buena nota.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Te recuerdo que tú te has encargado de calcular el tiempo, Fred. —Sí, pero he sacado las cosas del horno cuando tenía que hacerlo. Si lo hubieras hecho bien, no se habría quemado. —Lo sé, lo sé, tienes razón, no valgo para esto. Sencillamente, no sé cocinar. Le diré a la señora Dent que ha sido culpa mía. Sarah sabía que la profesora aparecería en cualquier momento. Miró a su alrededor y vio varios ordenadores en la sala; con cierta nostalgia, pensó que sabía cómo enfrentarse a ellos; en cambio, no sabía utilizar un simple horno. —No, no, debí prestar atención a lo que estabas haciendo en lugar de... bueno, debí ayudarte más, eso es todo —declaró, ruborizándose. Sarah le dio una palmadita en la espalda y se acercó a la pila. Ni siquiera había notado que su compañero no había prestado atención a las recetas porque no dejaba de admirar a Kate Morgan. Obviamente, le gustaba. —¿Por qué no terminas la tarta mientras yo lavo los cacharros? —De acuerdo, pero ten cuidado con el agua. Podrías quemarte. —La ironía no te va, Fred —espetó, sonriendo. Sarah miró los cacharros que habían dejado en la pila y se subió las mangas del jersey. Al menos no era la primera vez en su vida que fregaba, y se sentía perfectamente capaz de hacerlo. Pero, mientras lo hacía, sus pensamientos se dirigieron hacia uno de los temas que más despertaban su curiosidad. Desde que había descubierto que Kate era la hermana de Jack, Sarah había observado a la joven con suma atención; aunque no habían intercambiado ninguna palabra. Kate parecía decidida a romper todas las normas que tanto respetaba su hermano. Durante las últimas semanas, la señora Dent había enviado dos veces a Kate al despacho del director, para que hablara con él. La primera ocasión, por dedicarse a charlar por Internet, durante la clase de informática, en lugar de hacer lo que le habían pedido; y la segunda, por enfrentarse a la profesora. Al parecer, le había dicho que no había hecho cierto trabajo porque era una tontería y porque ella no era una «ignorante en términos de informática», como su profesora. Parecía una joven bastante rebelde, pero después de observarla con detenimiento Sarah había llegado a la conclusión de que su rebeldía era pura fachada. Había algo que no encajaba en ella. Hasta en su atrevida indumentaria, aunque le quedara bien. Suponía que actuaba de aquel modo sólo para molestar a su hermano. Al fin y al cabo, Donna le había dicho que su madre había delegado toda responsabilidad sobre Kate en Jack. Mientras fregaba, miró a su compañero. Fred Adler, todo un genio de la informática, estaba terminando de arreglar la tarta. Sarah sospechaba que llegaría lejos, y que Kate lo recordaría. Pero en aquel momento, actuaba como si ni siquiera supiera de su existencia; tal vez, porque la conservadora vestimenta de Fred no hacia justicia a su atractivo. —¿Qué te parece tan gracioso? —preguntó Fred, al ver que Sarah sonreía.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Yo... no, nada, un chiste que me contaron —mintió. —Pues cuéntamelo. No me importaría reír un poco antes de que aparezca la profesora. —Mmm. Bueno, está bien, pero no le digas a nadie que te lo he contado yo. ¿Cómo pone una bombilla Wendy Johnson? —No lo sé. —Empuja la bombilla contra el casquillo mientras el mundo gira a su alrededor. Fred empezó a reír a carcajadas, con una risa sorprendentemente masculina. Todas las chicas se volvieron, incluyendo a Kate, y lo miraron con interés. Los ojos de Kate eran más verdes que los de Jack, pero muy parecidos, y tenía unas pestañas tan largas como las de su hermano. —Oh, no... ya viene... —dijo Fred, de repente. Una mujer de pelo canoso entró en la sala y se detuvo. —Aquí huele muy bien —dijo—. El comité organizador del baile se alegrará mucho. Habéis trabajado muy bien, así que he decidido que se contentarán con cuatro tartas de cada clase. ¿Tenéis alguna idea de lo que podemos hacer con las tartas sobrantes? —¡Comérnoslas! —gritaron varios alumnos, a la vez. La profesora sonrió. —Bueno, bueno, tranquilizaos. Aún tenemos tiempo de tomar un pedazo antes de que suene el timbre. Melanie, por favor, trae unos platos. Thomas, los cubiertos de plástico están en el armario que se encuentra encima de ti. Venga, rápido, moveos... Pero, ¿qué tarta vamos a cortar? Era viernes, y todo el mundo estaba contento. Casi todos los alumnos levantaron las manos para que la profesora se decidiera por sus tartas. Sarah y Fred, en cambio, no compartían el entusiasmo de los demás. Y la profesora lo notó. Sonrió hacia y ellos y preguntó: —¿Qué estáis escondiendo? Venga, apartaos para que pueda verlo... oh, Dios mío... La profesora miró la tarta con el gesto de repugnancia más evidente que Sarah había observado en toda su vida. Y no era para menos. Fred había hecho un gran trabajo intentando arreglar lo inarreglable; había intentado nivelar la superficie poniendo nata extra en algunas partes y había mejorado bastante el aspecto inicial, pero no era Houdini. A pesar de sus esfuerzos, si alguien la hubiera puesto en un cercado con ganado, la gente habría pensado que se trataba de otra cosa. —Es culpa mía —se apresuró a decir Sarah—, no de Fred. Yo soy la responsable de la tarta. Fred sólo se ha encargado de la decoración y de la nata, y es seguro que sabrá muy bien. Le ruego que nos califique por separado para que... —No, eso no es cierto, yo también soy responsable —declaró Fred—. Y la calificación debe ser para los dos.

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https://www.facebook.com/novelasgratis La anciana profesora se ajustó el cuello de su jersey rosa, intentando encontrar las palabras adecuadas. Pero, cuando parecía que iba a hablar, miró la tarta y miró a los dos alumnos y sonrió. Y su sonrisa se convirtió, en seguida, en carcajadas. Fue la excusa que necesitaba toda la clase para unirse a la fiesta. Automáticamente, todos empezaron a hacer bromas al respecto. Unos sugirieron que donaran la tarta al equipo de lanzamiento de disco. Otros, que la utilizaran como yunque en una herrería. E incluso alguno tuvo el atrevimiento de sugerir que la pusieran en la silla del director, para que se llevara una sorpresa cuando se quisiera sentar. Cuando la clase terminó, se encontró con Kate a la salida. —Estás en la clase de Morgan, ¿verdad? —preguntó Kate. —Sí. ¿Cómo lo sabías? Sarah pensó que cabía la posibilidad de que Jack le hubiera hablado de ella. —Lo sabe todo el mundo. Has roto sus normas y has vivido para contarlo. Todo el mundo habla sobre ello. —No sé por qué, la verdad. Desde entonces, he sido una alumna modélica. Jack Morgan era un profesor estricto, pero había descubierto que también era un excelente profesional. De hecho, comenzaba a disfrutar de sus clases. —Mmm... eso no es lo que dice mi hermano —sonrió la joven. —Muévete, Sarina —dijo alguien, a sus espaldas. Sarah comprendió que estaban bloqueando el paso y se apartó. Entonces vio a un chico alto y atractivo, de pelo tan negro como su cara cazadora de cuero. Más que un jovencito, parecía un hombre. Por la edad que parecía tener, imaginó que había repetido el curso más de una vez. No era la primera vez que lo veía; se sentaba a menudo con Kate, durante la comida, y Jack los miraba con cara de pocos amigos. Sarah comprendió el motivo de la desconfianza de Jack. Kate miraba al joven con evidente fascinación. El chico le apartó un mechón de la cara, dijo algo que no pudo entender y metió algo en uno de los bolsillos de Kate. Fue un movimiento casi imperceptible, que Sarah no habría notado si no se hubiera encontrado tan cerca de ellos. —Oye, Kate... —dijo Sarah. Kate se apartó del joven, con cierto gesto de alivio. En cambio, el chico parecía irritado. —¿Quieres sentarte a comer conmigo? —preguntó Sarah—. Hay sitio de sobra en la mesa. Elaine y Sarah habían empezado a comer juntas en una mesa vacía. Pero se estaba llenando de gente a una velocidad asombrosa. —Kate se sienta conmigo, preciosa —dijo el joven.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Sarah se volvió hacia él y lo miró. Y en aquel momento sucedió algo inesperado. Los ojos azules del joven le recordaron a un individuo muy distinto. Volvió a regresar al pasado, volvió a ver un cuchillo que brillaba a la luz de la luna y se sintió desfallecer. —Sarina... ¿Te encuentras bien? —preguntó Kate. Sarah parpadeó, confusa, y respiró profundamente. —Sí, sí, no es nada. Supongo que necesito comer algo, eso es todo. —Por un momento he pensado que estabas de tripi —dijo el joven. —No suelo drogarme —declaró Sarah. El joven sonrió. —De modo que eres una buena chica, ¿eh? —Sólo una chica inteligente —puntualizó ella. —Sea como sea, no nos hemos presentado. Soy Bruce Logan. Y tú debes de ser la chica de California de la que tanto he oído hablar... —Supongo que sí. Lamentablemente, no he oído hablar de ti —declaró ella, sólo por molestar—. Pero volviendo a lo que estaba diciendo, Kate... ¿te gustaría comer conmigo? Kate tampoco tuvo ocasión de responder esta vez. Tony Baldovino se acercó al trío y se dirigió a Bruce. —Vaya, por fin te encuentro —dijo—. Tengo que hablar contigo, tío. Casi me he quedado sin... bueno, ya te lo diré más tarde. Bruce pasó un brazo por encima de los hombros de Kate. —Estaré contigo enseguida— dijo, antes de volverse hacia Sarah—. Ya te he dicho que Kate se sienta conmigo, a menos que yo diga lo contrario. Se lo estás pidiendo a la persona equivocada. Sarah arqueó una ceja. —No, no me he equivocado. Se lo estoy preguntando a ella, no a ti. Y estoy segura de que es perfectamente capaz de decidir por sí misma, ¿verdad, Kate? Kate se ruborizó y miró a Bruce y a Tony con nerviosismo, antes de responder. —Bueno... tal vez podríamos comer juntas en otra ocasión. Los ojos de Bruce brillaron, triunfantes. —Claro, cuando quieras —dijo Sarah. Bruce sonrió con insolencia. —Si quieres, puedes sentarte en mi mesa. Está llena, pero podrías acomodarte en mi regazo. —Buena idea —dijo Tony, sonriendo.

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bien.

—¿Qué te parece, preciosa? —preguntó Bruce—. Seguro que nos llevaríamos —Lo dudo —dijo Sarah, con tranquilidad. —Creo que eso es una negativa —dijo Tony.

—¿Estás segura? —preguntó Bruce, sin dejar de mirarla—. Piénsalo, pequeña. No sabes lo que te pierdes. Bruce se llevó una mano a la entrepierna, y Sarah la miró con desprecio. —Lo sé de sobra. Si fuera tan grande como tu ego, cabría la posibilidad de que me sintiera tentada. Pero es evidente que no es así. Tony estalló en una carcajada, y Sarah volvió a mirar a Kate. —¿Estás segura de que no quieres sentarte conmigo? Kate negó con la cabeza. —Como quieras. De todas formas, te recuerdo que la invitación sigue en pie. Puedes sentarte conmigo cuando quieras. Bruce la miró con abierta hostilidad, pero Sarah mantuvo la mirada de Kate hasta que la joven asintió. Después, se despidió de Tony y se alejó. —¿Quién se ha creído esa bruja que es? —oyó que decía Bruce, a sus espaldas. Kate respondió algo que Sarah no pudo entender, y lo lamentó, porque le habría gustado oír la respuesta. Últimamente, no sabía quién era. Sólo sabía que ya no era la antigua Sarah.

Dos horas más tarde, Jack se estaba preparando para dar la clase a la que asistía Sarina. Día a día, había crecido en él un sentimiento de anticipación; pasaba todo el día esperando aquel momento, por mucho que le disgustara. Sin embargo, no dejaba de repetirse que si conseguía dominar sus emociones no tendría ningún problema. Y de momento, lo estaba consiguiendo. Seguía siendo tan responsable y tan justo en su comportamiento como lo había sido su padre. Seguir los pasos de Brian Morgan no era tan sencillo, pero Jack hacía lo que podía. Siempre lo había hecho. El primer paso había consistido en rechazar la oferta que le había hecho la Universidad de California, para que asistiera a la facultad de cine y televisión. En realidad, no había tenido otra opción. Tenía que cuidar de su madre y de su hermana, y llevaba once años haciéndolo, siguiendo el ejemplo de su padre. Sólo había fallado una vez. Al menos, desde el punto de vista de su madre. Tal y como ella había observado, podía haber estudiado empresariales por la noche, una carrera que a su madre le parecía potencialmente más lucrativa. Pero Jack había decidido estudiar filología inglesa, y cuando terminó la carrera se decidió por la enseñanza. Vera Morgan no lo entendía. No comprendía la importancia social del

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https://www.facebook.com/novelasgratis magisterio, y consideraba que enseñar era un simple divertimento que le permitía tener más días de vacaciones en Navidad y en verano, para perder el tiempo con sus guiones. Lógicamente, Jack no estaba de acuerdo con ella. Pero en aquel momento pensó que tal vez tuviera razón. Habían pasado cinco semanas desde que había enviado el guión de Free Fall y no había recibido ninguna respuesta de Irving Greenbloom. De todos modos, los alumnos empezaron a entrar en clase y Jack olvidó el asunto. Algunos, como Elaine Harper, entraban con tranquilidad y se sentaban en sus pupitres. Otros, como Beto García, aparecían riendo, aunque en seguida adoptaban una actitud más seria. En cierta ocasión, Tim Williams se había interesado por los métodos que utilizaba Morgan para mantener un buen ambiente en sus clases. —Los chicos conocen mis normas —había explicado Jack—. No son excesivas, ni injustas, y saben que les conviene asumirlas. Es tan sencillo como eso. Morgan no había añadido, por mucho que le apeteciera, que hacía algo no demasiado común entre los profesores: las normas valían para todo el mundo, sin excepciones de ninguna clase. Jessica Bates entró poco después, al igual que Tony Baldovino y cuatro chicos más. Estaba a punto de sonar el timbre y faltaban dos alumnos. Uno de ellos era Sarina, pero Jack sabía que se encontraba en el instituto porque la había visto en la cafetería. Por fin, sonó el timbre. Y cuando estaba a punto de dejar de sonar, apareció Sarina. Si Jack hubiera sido un policía de tráfico, la habría detenido por saltarse un semáforo cuando estaba en naranja. Pero Sarina le sonrió y el corazón de Jack se aceleró. Cuando consiguió recobrarse, Sarina ya se había sentado en su pupitre. Jack pensó que, de haber sido policía, se habría arrestado a sí mismo. No podía controlar sus emociones. Entonces, Kim se levantó y cerró la puerta sin que Jack se lo pidiera. —Gracias, Kim —dijo Jack. Era viernes, y los chicos estaban más animados que de costumbre. Algo que también ocurría con los profesores. —Supongo que no podríais divertiros este fin de semana si no sabéis el resultado de los exámenes que hicisteis ayer —continuó él—, así que anoche estuve corrigiéndolos, hasta altas horas de la madrugada. Jack se levantó, ante las protestas de la clase, y comenzó a repartir los exámenes. Las preguntas no habían sido demasiado difíciles. Cualquiera que hubiera leído los primeros ocho capítulos de Las uvas de la ira habría aprobado. Pero, a juzgar por las notas, sólo lo habían leído dos tercios de los alumnos. —Kathleen, será mejor que revises el segundo capítulo. Por lo demás, has hecho un buen trabajo. En cuanto a ti, Beto, el Noah al que me refería en la pregunta era el hijo mayor de los Joad, no el Noé de la biblia.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Beto tomó su examen y lo miró con disgusto. —Vaya, hombre. ¿No merezco una nota más alta por haber ojeado la Biblia? Es un libro bastante más largo que Las uvas de la ira —declaró, sonriente. Jack apreciaba a Beto. Era un chico brillante e inteligente, pero más interesado por hacerse el gracioso que por sacar buenas notas. —Me alegra que leas algo de vez en cuando, Beto. Y es posible que la Biblia te sea útil en el futuro, porque tendrás que rezar mucho si quieres aprobar la asignatura. A no ser, claro está, que empieces a tomarte las cosas en serio. Jack lo miró con ironía antes de dirigirse a Elaine. —Muy bien, Elaine, como de costumbre. Ojalá que todos fueran tan responsables como tú. Elaine se ruborizó y evitó las miradas de sus compañeros. Jack siguió repartiendo los exámenes, hasta que llegó al pupitre de cierta mujer de cabello anaranjado. Sarina había leído los ocho capítulos, pero en una de las preguntas no se había atenido a las pautas. Al parecer, estaba empeñada en ser diferente. —Sarina, vuelve a leer el capítulo tres y todo irá bien —declaró, mientras se alejaba de ella—. Buen trabajo, Bonnie. Y en cuanto a ti, Tony, tu beca de deportes no te servirá de nada si no apruebas el curso. Espero que seas consciente de que... —¿Me perdonas un momento? —lo interrumpió Sarina. Jack se detuvo, nada sorprendido por la interrupción. —¿Sí? —No entiendo qué error he cometido en esa pregunta —declaró ella. —No has contestado adecuadamente. Por si no lo habías notado, se trataba de elegir entre las opciones que os había dado. No de añadir una nueva. —Por supuesto que lo noté. Pero, ¿has leído mi explicación? —La tortuga del capítulo tres es la metáfora de la lucha del ser humano contra su incontrolable destino. —¿Y quién dice eso? —Sarina... —dijo Jack, con tono de advertencia. —No pretendo ser poco respetuosa. Sinceramente, me gustaría saber por qué es la explicación correcta. Los ojos de Sarina denotaban tanta inteligencia como interés. Parecía que la asignatura le interesaba realmente, así que Jack decidió dar una explicación más profunda. —Los especialistas están de acuerdo en que Steinbeck era un maestro del simbolismo en la realidad. Piensa en la escena de la tortuga. La escribió con tanto detalle que todos somos esa tortuga. Una tortuga que deambula de un lado a otro

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https://www.facebook.com/novelasgratis hasta que finalmente se enfrenta al semáforo. Del mismo modo en que el hombre se enfrenta a un universo hostil. —No niego en modo alguno el simbolismo —declaró Sarah—. Pero, bajo mi punto de vista, la tortuga es el paradigma del valor, del esfuerzo continuado a pesar de los obstáculos. Es un símbolo de la fortaleza, no del victimismo. Entre las posibles respuestas a la pregunta no habías incluido ninguna con la que estuviera de acuerdo, de modo que añadí una. La respuesta de Sarina sorprendió a Jack. Era una respuesta mucho más lógica, estructurada y razonada de lo habitual entre los alumnos. —En cualquier caso, no puedes añadir respuestas cuando se trata de elegir entre interpretaciones de reconocidos expertos en literatura. —¿Por qué? —Sarina... —Una vez más insisto en que respeto las opiniones de esos expertos. Pero no veo por qué tengo que limitar la interpretación de una obra a sus puntos de vista. Estoy segura de que a Steinbeck no le habría importado discutir conmigo al respecto. Jack se cruzó de brazos. La situación comenzaba a divertirle. —Lo dudo mucho. La opinión pública no le importó nunca, y probablemente te habría echado a patadas del bar en el que estuviera. De hecho no fue muy apreciado en su época. —Sin embargo, ahora lo es... —En efecto, pero ha tenido que pasar mucho tiempo para que apreciaran su trabajo. —¿Lo ves? —preguntó ella—. Los expertos de su época deploraban su obra, y no habrían compartido los puntos de vista de los expertos actuales. Así que, ¿quién dice que mi interpretación sobre la escena de la tortuga no será la más aceptada en el futuro? Jack no fue capaz de responder. Sarina tenía razón. —Yo pensaba que querías que los alumnos desarrolláramos nuestras propias opiniones, que analizáramos los temas con independencia. —¿Es que crees que no es así? —preguntó él. —Si me atengo al resultado de mi examen, tengo serias dudas. Al menos me he tomado la molestia de ofrecer una explicación imaginativa y razonable. —¿Es que los profesores de tu antiguo instituto permitían que añadieras respuestas propias en este tipo de exámenes? —preguntó él. —El instituto Milburn utiliza métodos de enseñanza más progresistas y abiertos. Los profesores de literatura han descubierto que la literatura y el álgebra no son la misma cosa. Jack entrecerró los ojos.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Ah, sí? Explícame eso. —En los exámenes de literatura, no hay contestaciones erróneas si la gente demuestra que ha leído los libros y se atiene a los temas. —Puede que sea un método acertado, pero, por ponerte un ejemplo con el examen de Beto, Noah Joad no construyó un arca, ni la llenó de animales. Sarina rió de buena gana. Y lo hizo de un modo tan sensual y femenino que Jack se estremeció. —Tienes razón. Pero sabes de sobra que me refiero a otra cosa. Jack también sonrió. —Sí, creo que me hago una idea. Jack pensó que era preciosa, aunque no le gustara su color de pelo ni la ropa que llevaba. Se preguntó si su piel sería tan suave como parecía, y admiró el intenso color de sus ojos. Entonces se sobresaltó y por primera vez fue consciente de que estaba mirándola con demasiada intensidad. Se había cruzado de brazos y estaba apoyado, cómodamente, en el pupitre de uno de los alumnos. Así que hizo un esfuerzo para recobrar la compostura y carraspeó. Veintiocho alumnos lo miraban como si acabara de llegar de otro planeta. Frunció el ceño y siguió entregando los exámenes. Se había dejado encantar por los ojos de Sarah. No obstante, y por bellos que fueran sus ojos, sabía que lo que más le atraía en ella era su inteligencia. Definitivamente tenía un problema. Ya no controlaba sus emociones, y sabía que ya no se parecía nada al responsable y honrado hombre que había sido su padre.

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Cinco Sarah tomó el último pastel que quedaba en el plato y lo examinó. —¿Crees que algún día fabricarán cosas sin ninguna caloría? —preguntó—. Creo que no debería comérmelo. —Oh, vamos, ya te has comido uno —dijo Donna—. Déjate llevar. Es sábado. Donna tenía razón, y Sarah estaba encantada con ello. Necesitaba pasar un tranquilo fin de semana para recobrarse del episodio que había vivido en clase de literatura, el día anterior. Sin darse cuenta, se había puesto a discutir con Morgan como una adulta, en lugar de la joven alumna que se suponía que era; y para empeorar las cosas, se había descubierto admirando a su profesor, embelesada, como si el resto del mundo hubiera desaparecido. Ya no podía negar que se sentía sexualmente atraída por él. —Ese pastel era fresco cuando lo compré esta mañana —bromeó Donna—. Así que no me culpes si está duro como una piedra cuando por fin te decidas a probarlo. Sarah regresó a la realidad y miró el pastel. —No sé, creo que no debería comérmelo, pero... —Si no quieres comértelo, no te lo comas. Dámelo a mí. Sarah lo hizo, aunque a regañadientes. —Había olvidado que eres perfectamente capaz de comerte cinco pasteles y... —Seis —corrigió Donna, mientras daba cuenta del dulce. —Pues eso. Había olvidado que puedes comerte seis pasteles y tener una silueta perfecta. Donna alzó los ojos al cielo y se cruzó de piernas. Llevaba pantalones negros y un jersey blanco de cachemir. Su pelo rojo brillaba, y sus ojos azules estaban llenos de energía. Era una mujer muy atractiva. Sarah bajó la mirada y contempló el traje gris que llevaba; lo había comprado Donna, a instancias suyas. Pensó que Steinbeck habría encontrado una enorme carga simbólica en la comparación estética entre ellas. Donna era la elegancia clásica, y ella poseía una elegancia mucho más popular. No obstante, y a pesar de las evidentes diferencias, se había desarrollado una larga y profunda amistad entre ellas con el paso del tiempo. Cuando terminó con el pastel, Donna tomó su refresco bajo en calorías. —De todas formas, no me alimento de pasteles —dijo Donna, riendo—. Sólo los tomo cuando estoy de buen humor. —Es cierto, estás de un humor demasiado bueno para haber perdido una preciosa mañana haciendo la compra. ¿Qué ha ocurrido? Venga, cuéntamelo.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Oh, Sarah, no te lo vas a creer. —Si me lo cuentas, lo veremos. —Ayer, cuando estaba en la sala de profesores... —Venga, sigue... —En realidad, ya había renunciado a la esperanza —dijo Donna. —Oh, vamos, Donna, cuéntamelo de una vez. Donna parpadeó. —Bueno, te lo contaré. Jack Morgan me ha pedido que salga con él. Sarah se quedó helada, pero intentó disimular. —¿Salir con él? ¿A tomar un café o algo así? —No, no... a cenar. De modo que salimos juntos anoche. Con todo el tiempo que ha pasado y por fin me ha pedido que salga con él... —dijo, con una enorme sonrisa. Sarah pensó que obviamente se había equivocado con Morgan. Pensaba que se sentía atraído por ella, pero supuso que todo habría sido un error de apreciación por su parte. —¿Qué te parece? —preguntó Donna. —Bueno... que es extraño que te invite a cenar por la tarde para salir esa misma noche. Es un poco apresurado. —Se disculpó —dijo Donna—. Al parecer tenía otros compromisos, pero se anularon. Vamos, Sarah... sé que Morgan no te gusta, pero deberías alegrarte por mí. Sarah intentó recobrar la compostura. Aunque Morgan se sintiera atraído por ella, no podía esperar que actuara de forma inapropiada con alguien que se suponía que tenía dieciocho años y que era, además, alumna suya. Ya se sentía suficientemente culpable por las muertes de John Merrit y de Larry, y no quería añadir a su curriculum la destrucción de la carrera de Morgan. —Claro que me alegro. Me alegro mucho por ti, de verdad. Pero bueno, ¿dónde estuvisteis cenando? ¿Qué hicisteis? Sarah no quería saberlo, pero tuvo que escuchar la explicación de Donna. Eran muy amigas, y se lo contaban todo al detalle. Lamentablemente, los detalles de aquella historia fueron como pequeños cuchillos que se iban clavando en el corazón de Sarah. Al cabo de una hora, Sarah sabía que la chaqueta de Jack hacía que sus ojos parecieran más marrones que verdes, y también sabía que cuando se entusiasmaba con algún tema parecían más verdes. Sabía que iba a menudo al cine, que le gustaba jugar al baloncesto, que pasaba horas en las librerías y que salía a pescar a la bahía de Galveston. Además, había averiguado que le gustaba la buena comida y el vino. Según Donna, el color preferido de Jack era el morado; su libro preferido, Matar a un ruiseñor; y en cuanto a películas, le habían gustado mucho Fargo; de los

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https://www.facebook.com/novelasgratis hermanos Coen, y Terminator II. Cuando terminó de hablar sobre sus gustos, empezó a describir su maravilloso aroma, lo que había sentido cuando le había puesto una mano en la espalda, y la elegancia que había mostrado al acompañarla a casa. —Mira, Donna —interrumpió, incapaz de soportarlo más—. Me siento una mirona. Creo que deberías mantener ciertas cosas en privado. Sarah miró a su amiga y se sintió muy culpable. La había interrumpido, sencillamente, porque estaba celosa. Y no entendía por qué. —Lo siento, Sarah. He sido tan egoísta., no he debido hablar tanto sobre un hombre tan atractivo cuando tú estás virtualmente prisionera en un instituto. Debes echar de menos charlar y... bueno, imagino que echas de menos a Mark. Sarah se ruborizó. —Hoy no es mi día, según veo —continuó Donna—. Intento arreglarlo y sólo consigo que te sientas más incómoda. Espero que puedas perdonarme. —Claro, no te preocupes. Sarah se levantó y llevó el plato y los vasos vacíos a la cocina. Después, se tomó su tiempo metiéndolos en el lavaplatos. No estaba dispuesta asumir los confusos sentimientos que albergaba hacia Jack. Pero podía corregir la impresión que había dado sobre su relación con Mark, de modo que se dio la vuelta y se apoyó en la encimera. —Echo de menos a Mark, es cierto —continuó—, pero ni siquiera llegamos a hacer el amor. Donna la miró con asombro. —Pensé que manteníais una relación... —Bueno, ya me conoces. Me cuesta confiar en la gente. De todas formas, no era ningún secreto que Mark quería que me casara con él. Pero ahora... se me ocurren un par de candidatas que aprovecharán la ocasión en mi ausencia. Donna frunció el ceño. —Si te ama, estoy segura de que te será fiel. Has dicho que la policía le ha explicado lo sucedido, y que sabe por qué te has marchado. Es probable que esté muy preocupado. —Sí, seguro que sí —dijo Sarah—, pero va a presentarse a la alcaldía dentro de unos años, y tiene que asistir a muchos acontecimientos sociales. Y como sabes, a los políticos de este país les conviene llevar mujeres del brazo. Dudo que espere a que regrese. Sarah sintió una intensa angustia. En realidad, nadie estaba preocupada por ella. Ni sus padres, ni Mark, ni sus amigos de Worldwide Public Relations. Sin embargo, sabía que la policía intentaba mantenerla a salvo, y que contaba con el apoyo de los fiscales en el caso por el asesinato de John Merrit. Al fin y al cabo necesitaban que testificara en el juicio.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Sarah, cariño... sé que todo esto es muy duro para ti. Has tenido que dejar tu trabajo, has dejado atrás a la gente que quieres y por si fuera poco te están tratando como si fueras una adolescente otra vez. Por no mencionar los deberes del instituto, la enemistad de Wendy y de sus amigos, y la obligación de llevar una aburrida existencia entre el instituto y esta casa. Pero el plan está saliendo bien. Estás a salvo, y eso es lo importante a largo plazo. Lo superaremos, ya lo verás. Y antes de que te des cuenta, todo habrá sido un mal recuerdo. Sarah la miró y pensó que se había equivocado. Donna estaba muy preocupada por ella. —No, no será un mal recuerdo, sólo un recuerdo extraordinario —rió Sarah—. Pero no malo, gracias a ti. Eres la mejor amiga del mundo. ¿Cómo podré pagarte lo que estás haciendo por mí? —No seas tonta —dijo Donna—, ya te he dicho que pienso cobrarte todos los gastos. Ya me lo pagarás cuando termine el juicio. Por cierto... aún quedan cinco pasteles más en el frigorífico, ¿verdad? Sarah rió y negó con la cabeza. —No, pero volviendo al tema que estábamos tratando, no te confíes demasiado. Puede que Jack sea un simple aprovechado. Sarah intentó convencerse de que sólo estaba preocupada por Donna. Su amiga parecía muy ilusionada, y no quería que le hicieran daño. Lo que significaba, para empezar, que tendría que alejarse de Morgan.

Jack miraba la pantalla de su ordenador, con las manos sobre el teclado. Normalmente pasaba las tardes de los sábados trabajando en casa, con sus guiones. Empezaba a trabajar después de comer y no dejaba de hacerlo hasta bien entrada la madrugada, de modo que el domingo se levantaba tarde. Era maravilloso, y sólo lamentaba no poder hacerlo el resto de la semana. Pero aquel día no se podía concentrar. Dos mujeres pelirrojas llenaban sus pensamientos. Conocía a la primera de ellas desde hacía años. Siempre le había gustado, y la respetaba. Donna Kaiser era una mujer inteligente y atractiva, y una excelente administradora del instituto. Una persona de la que cualquiera se podía sentir orgulloso. Pensó, con cierta amargura, que no se parecía nada a Susan. La última mujer con la que había mantenido una relación lo había obligado a elegir entre ella y su hermana y su madre. Jack no había tenido más remedio que decantarse por su familia; al fin y al cabo, dependían de él. Desde entonces había estado solo, aunque últimamente había sentido la necesidad de volver a salir con una mujer, aunque sólo fuera de vez en cuando.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Jack no quería mantener ninguna relación seria hasta que Kate terminara los estudios y recobrara su libertad. Pero Donna Kaiser deseaba algo más que una relación superficial, y Jack lo sabía. A pesar de ello, y a pesar de lo que había sentido en la clase de literatura de Sarina, había decidido pedirle el día anterior que salieran a cenar. Lamentablemente, durante la cena había notado que el interés de Donna era excesivo para él; no quería que se hiciera falsas ilusiones. Pero, por alguna razón, se había despedido de ella con un beso e incluso le había pedido que volvieran a salir la semana siguiente. Al parecer, tenía un problema. Y el problema se llamaba Sarina. Aquella joven era todo un problema. Un problema para su carrera, para su sentido de la justicia e incluso para su honradez. Durante las agradables horas que había pasado con Donna, no había pensado en ella en ningún momento. De modo que había decidido utilizar a Donna como una especie de antídoto. No era muy caballeresco, pero no se le ocurría otra cosa. Además, Donna sabía cuidar de sí misma. Era una mujer adulta, a diferencia de Sarina. Jack decidió concentrarse en el trabajo y leyó lo que había escrito: De noche. En el exterior de la mansión del senador Maxwell. Vestido con prendas oscuras, y con la cara pintada de negro, Mike arroja una cuerda con un garfio que se engancha en la barandilla del segundo piso. Después, sube por la cuerda, alcanza la balconada y saca una ganzúa para abrir la puerta. Visión general de la cámara, de modo que aparezca toda la mansión mientras Mike se introduce en la casa y desaparece de vista. Interior del dormitorio, por la noche. Todo está oscuro. Mike avanza con sumo cuidado hacia la cama en la que duerme Ann Maxwell, iluminada por un rayo de luna. Una mujer de treinta y pocos años, rubia, con un modesto camisón blanco de algodón. De una belleza angelical. Zoom de la cámara en el rostro de Mike, cuya expresión tensa se suaviza mientras contempla su sueño. Imagen general. Mike avanza y tapa la boca de Ann con una mano enguantada. Ann abre los ojos, se sobresalta y mira, aterrorizada, a Mike. Mike se inclina sobre ella para decirle, al oído: No grites, me envía Jerry. No voy a hacerte daño. Si lo has entendido, asiente con la cabeza. La mujer asiente y Mike aparta la mano. Ann, en tono de urgencia: Hay un guardia de vigilancia en el exterior de la casa. Puede que no lo hayas visto, pero estará aquí muy pronto. Viene a la habitación cada dos horas, para comprobarlo todo. Mike, con una sonrisa: Esta noche no vendrá. Digamos que se ha quedado dormido, y que tendrá un pequeño problema cuando tenga que explicárselo a tu padre. Lamentablemente, Jack no sabía cómo continuar. En principio, tenía intención de que Ann Maxwell fuera la impotente víctima de un padre corrupto, que

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https://www.facebook.com/novelasgratis dependería totalmente de Mike Ransom para salvar la vida. Pero el personaje de Ann daba para más, como si quisiera tener un papel más activo en la trama del guión, así que Jack estaba considerando la posibilidad de darle más carácter. Al pensar en ello, recordó a la joven pelirroja que había defendido a Elaine ante Wendy y sus amigas. Supuso que, de haberse encontrado en el papel de Ann, Sarina se habría empeñado en ayudar a Mike, a pesar del peligro. Pero los pensamientos de Jack se interrumpieron de inmediato. Estaba haciéndolo otra vez. Sin darse cuenta, permitía que aquella joven se introdujera en ellos, y la atracción que lo dominaba comenzaba a convertirse en una obsesión. Tenía que hacer algo. Hasta entonces se había limitado a intentar evitarla; pero, por primera vez, pensó que tal vez sería mejor que intentara averiguar más cosas sobre ella. Hablaba y se comportaba con una madurez muy rara entre los alumnos, una madurez que debía de haber adquirido en alguna parte. Se dijo que el lunes echaría un vistazo a su ficha para descubrir más cosas de su vida y comenzar el proceso de desmitificación de Sarina Davis. Tenía la esperanza de que la fascinación que sentía por ella desapareciera entonces. La perspectiva bastó para que se sintiera mucho mejor, y comenzó a escribir de nuevo, hasta que al cabo de un rato oyó voces en la cocina. Intentó recobrar la concentración, pero sus temores se confirmaron; una vez más, Vera y Kate se estaban peleando. —¿Jack? La voz de su madre lo irritó. Por una vez deseó que Vera lo dejara al margen de sus conflictos con Kate, de modo que no respondió; esperaba que la disputa se resolviera sin su intervención. No obstante, minutos más tarde se abrió la puerta de su despacho. Y Vera Morgan entró como una exhalación. —¡Ya no lo soporto más! Me rindo. No le importan los sentimientos de los demás. —¿Qué ocurre ahora, madre? —preguntó, con cansancio. —Si no te importa lo que le ocurra a Kate, me da igual. Te dejaré a solas y llamaré a la policía. Puede que ellos se encarguen de tu hermana. Jack se volvió y miró a su madre. Parecía realmente preocupada. —¿De qué estás hablando? Vera se metió la mano en un bolsillo y sacó unas pastillas. —De esto. Las encontré en la habitación de Kate. Jack, tu hermana es drogadicta. ¿Qué piensas hacer al respecto? Jack se levantó de su butaca, se acercó y las examinó. Eran anfetaminas. —¿Dónde está Kate? —preguntó Jack.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —En la cocina, si es que no se ha marchado para ver a ese chico. A veces la espera en la esquina. Kate cree que no lo sé, pero Phyllis Lowrey los vio por la ventana de su cocina y me lo dijo. —¿Está saliendo con un chico? ¿Desde cuando? —Desde las vacaciones de Navidad. Phyllis dijo que parecía demasiado mayor para ser un alumno del instituto. Al parecer es alto, de pelo negro, con aspecto deportivo y un coche de color rojo. Jack lo identificó de inmediato. Era Bruce Logan. —Es obvio que Phyllis Lowrey no tiene nada mejor que hacer que espiar a la gente —murmuró Jack—. De todas formas, ¿por qué no me lo habías contado? Su madre adoptó una actitud defensiva. —Porque siempre estás encerrado aquí, trabajando hasta altas horas de la madrugada, y no quería molestarte. Phyllis dijo que no los había vuelto a ver desde diciembre, así que olvidé el asunto. Además, sabes de sobra que Kate no me hace caso. Y yo me limito a hacer todo lo que puedo. Jack no quiso discutir con su madre, de modo que se dirigió a la cocina. Vera lo siguió a escasa distancia. Jack había dado clase a Bruce el año anterior, y sabía que sólo era otro niño mimado. Tenía mucho dinero y se rumoreaba que lo gastaba con bastante generosidad, pero no tenía el menor sentido de la responsabilidad. El profesor supuso que estaría saliendo con Kate para vengarse de él; primero se había dedicado a comer con su hermana delante de sus narices, y ahora le daba anfetaminas, algo que Jack no estaba dispuesto a permitir. Sin embargo, sabía que le esperaba una buena discusión con Kate. Su hermana estaba sentada a la mesa, con expresión de infinito aburrimiento. Tenía el pelo revuelto y llevaba una camiseta negra, demasiado grande para ella. Vera siempre la regañaba porque no compartía su gusto estético; Jack tampoco lo compartía, pero lo respetaba. Decidió evitar los preámbulos y le enseñó las pastillas. —¿De dónde las has sacado? —Las he encontrado debajo de la almohada. Las habrá dejado un duende —se burló. —Vamos, Kate, hablo en serio. Kate apretó los labios y apartó la mirada, sin decir nada. —Ya te lo he dicho, Jack —intervino su madre—. No le importamos los demás. Es una suerte que su padre no esté con nosotros. Se sentiría terriblemente avergonzado. Jack notó la emoción en los ojos de su hermana y dijo: —Eso no es cierto, madre.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Déjalo, Jack —dijo Kate—. No cambiará nunca de opinión con respecto a mí. No merece la pena intentarlo. —Lo único que sé es que tu hermano nunca escondía drogas en su habitación — espetó Vera—. Aunque él era una estrella del baloncesto y no habría hecho nada tan estúpido, nada que pusiera en peligro su salud. Nada de esto habría pasado si te hubieras metido en el equipo de voleibol del instituto. Kate se levantó. —No pienso seguir escuchándote. En lo que a ti respecta, nunca hago nada lo suficientemente bien, nunca seré suficientemente inteligente ni suficientemente responsable. Desde tu punto de vista, nunca conseguiré ser tan buena como Jack, haga lo que haga. Kate miró a su madre y rogó, en silencio, que le dijera a Kate que la quería. Pero no lo hizo. —Tengo la impresión de que no lo intentas —espetó Vera. Kate apartó la mirada, con una sonrisa amarga. —Me voy. —Kate, espera... —dijo Jack. Pero Kate no esperó. Segundos más tarde, entró en su dormitorio y cerró la puerta de golpe. Jack se sentía muy frustrado. No había conseguido averiguar la procedencia de las pastillas, ni había podido hablar con ella, y desde luego no había tenido ocasión de averiguar si Bruce Logan tenía algo que ver. Pero después de lo que había ocurrido, no tenía corazón para presionar a su hermana. Miró a su madre a los ojos, pero Vera no mantuvo la mirada. Se volvió y siguió cocinando. Siempre había utilizado la cocina para escapar de las cosas. —No sé por qué me miras así —declaró la mujer—. He sido dura con ella, es cierto, pero sólo porque quiero que desarrolle todo su potencial. En fin... esta noche cenaremos pollo asado y ensalada. Ah, por cierto, hay cartas para ti sobre la panera. Jack tampoco tenía corazón para culpar a su madre. Sabía que había amado a Brian Morgan con todo su corazón. De hecho, tardó todo un año en recuperarse de su muerte, y sólo gracias a la medicación contra la depresión. Además, notó que le temblaban las manos, así que decidió dejar sus preocupaciones para otro momento. Pensó en lo que sentiría cuando fuera libre, cuando no tuviera que cargar con la responsabilidad de la familia, y se animó un poco. Caminó hacia la pila, se lavó las manos y tomó el correo. Y entonces lo vio. Entre la propaganda, un par de revistas y diversas cartas, se encontraba una que llamó su atención de inmediato. Era de la agencia Greenbloom. Su corazón empezó a latir más deprisa. Pensó que lo había conseguido. Intentó abrir la carta, pero estaba tan nervioso que no lo conseguía. Cuando por fin lo logró, la leyó con avidez. Y cuando terminó de leerla, volvió a leerla de nuevo,

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https://www.facebook.com/novelasgratis con incredulidad. Decían que les había gustado mucho el guión, que tenía un gran potencial, que querían hablar con él para discutir sobre el proyecto y que se pusiera en contacto con ellos cuanto antes. No podía creerlo. Acababa de pensar en lo que sentiría cuando fuera libre, y ahora lo sabía. Era la sensación más maravillosa del mundo.

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Seis El lunes siguiente, Sarah había conseguido convencerse de que Jack sólo había demostrado el natural interés de todo profesor por una alumna inteligente e informada; pero, a pesar de ello, se estremeció cuando entró en el comedor. Supo de inmediato que Jack estaba allí, en alguna parte. Pero se dijo que se comportaría con tranquilidad aunque fuera así. De modo que se dirigió al autoservicio y echó un vistazo a su alrededor. Jack estaba a unos metros, a punto de servirse una pizza. Y justo entonces, se volvió y la miró como si hubiera notado su presencia. Había algo raro en su mirada. Tal vez curiosidad, o tal vez sospecha. En todo caso, Sarah sólo supo que el mundo parecía haberse detenido. Cuando Jack apartó la mirada, Sarah respiró profundamente y avanzó en la cola. A pesar de todo lo que se había dicho, una simple mirada había bastado para que se estremeciera. No entendía por qué la había mirado de aquel modo. Era como si la hubiera apuntado con un rifle, observándola por la mirilla, y no hubiera disparado. Además, y por alguna razón, hacía que se sintiera muy frustrada. Echó un vistazo al comedor y vio a Elaine, que sonrió desde la mesa que compartían. Desde el día que había rechazado la invitación de Wendy, la amistad entre las dos se había profundizado. Elaine le recordaba mucho a la chica que había sido a su edad. Sus obsesiones y sus preocupaciones eran casi idénticas. Hasta tenía unos padres problemáticos, que se pasaban la vida discutiendo y que sólo servían para reducir su autoestima. Pero Elaine era más tímida y tranquila de lo que Sarah había sido. Ella nunca había sido una alumna modélica, y ni siquiera contaba con el aprecio de los profesores. Bien al contrario, siempre había sido una chica rebelde. Pero su temperamento se había tranquilizado un poco cuando empezó a trabajar. De hecho, durante seis años se había comportado con absoluta seriedad, evitando cualquier conflicto. Sin embargo, hacer el papel de Sarina le permitía la posibilidad de actuar con libertad, de opinar abiertamente sin preocuparse de nada. Y era una sensación maravillosa. Se sentía viva, algo que necesitaba con desesperación después de haber pasado un año y medio viviendo de los recuerdos, de sensaciones intensas como el contacto del cuerpo de un hombre, como el calor de una piel desnuda, como unos músculos duros y unas manos delicadas. Lamentablemente, el curso de sus pensamientos la llevó de nuevo al hombre que se había convertido en su obsesión. Se imaginó haciendo el amor con Jack y se ruborizó, avergonzada. De repente se sentía muy incómoda, y tenía calor. Intentó justificar el calor pensando que en la cafetería siempre hacía cuatro o cinco grados más que en el resto del edificio, y se sirvió la comida como si no hubiera pasado nada. Cuando fue a pagar, el cajero la miró y preguntó:

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿No te cansas de comer pavo? —¿Es que lo has notado? —Claro. Siempre pides lo mismo, y sentía curiosidad. En aquel momento, uno de los chicos que estaba detrás, en la cola, intervino para protestar: —Déjate de charlas. No quiere hablar contigo. Sarah miró al joven con cara de pocos amigos y se volvió hacia el cajero, de nuevo, para pagar. —¿Cómo te llamas? Yo soy Sarina Davis. —Roger —respondió el chico, con timidez, mientras recogía el dinero. —Está esperando que le des el cambio, idiota —espetó el joven de la cola. —Oh, lo siento —dijo Roger. Sarah sonrió con calidez. Pero el chico estaba tan nervioso que dejó caer el cambio al suelo. —¡Vaya cretino! —exclamó otro chico. —Déjame en paz —dijo Roger. —No le hagas caso. En cuanto a lo que me preguntabas —dijo Sarah—, no me canso nunca del pavo. Pero me gustaría que vendierais manzanas frescas, o naranjas. ¿No sabes con quién podría hablar para pedirlo? —Supongo que podría hablar con el señor Crowley. Es el que nos trae la comida. —¿Podrías hacerlo? Te estaría muy agradecida. ¿Cuánto tiempo llevas trabajando aquí? Parece un trabajo interesante... —Desde hace un par de años. —Eh, ¿se puede saber qué estáis haciendo? —preguntó el chico de atrás, irritado. —Charlando —respondió Sarah, molesta—. Algo que, al parecer, tú no sabes hacer. Y por cierto, antes te has equivocado. Me apetece hablar con Roger. —Y los demás queremos pagar para comer —dijo el chico. —¿Quieres comer? Pues pídele perdón a Roger. —De eso nada. Sarah sonrió con frialdad antes de mirar al cajero otra vez. —Dime, Roger, ¿qué clases tienes este año en el curso? Te lo pregunto porque... —¡Eh, maldita bruja, no puedes tratarnos así! ¡Muévete de una vez! El chico de atrás la empujó, y Sarah se volvió y alzó los puños, dispuesta a defenderse.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Qué piensas hacer, atacarme con técnicas marciales? —preguntó, riendo. —Déjala de una vez, Greg —dijo otro chico—. Te estás comportando de forma grosera. Segundos más tarde, Sarina escuchó una voz ronca que la sorprendió. —¿Ocurre algo, Roger? —No, señor Morgan, no pasa nada. Sarah miró al profesor y pensó que había crecido durante el fin de semana. Hasta sus hombros parecían más anchos. Llevaba una camisa blanca y estaba más impresionante que nunca. Además, olía a la misma loción de afeitar. Pero esta vez no le recordó a su abuelo. —¿Estás esperando el cambio, Sarina? —preguntó Jack. Sarina estaba tan anonadada que no respondió. —¿Sarina? —¿Sí? —Estás entorpeciendo el paso. ¿Esperas el cambio? —No, ya me lo ha dado. Sólo espero una disculpa. Jack la miró con ojos entrecerrados. —¿Y eso? —Sí, pero no creo que merezca la pena entrar en detalles —respondió Sarina, volviéndose hacia el chico de atrás—. Con un «lo siento, Roger», bastaría. —¿Roger? —preguntó Jack, sorprendido. —En efecto. Pero no quiero aburrirte contándote la historia. Sólo espero una disculpa, como acabo de decir. Segundos después, el chico de la cola miró al cajero y se disculpó, aunque a regañadientes. Sarah asintió y se despidió de Roger. —Adiós, Roger, nos veremos mañana. —Hasta luego, Sarina —dijo Roger, sonriendo. —Te veré en clase, Jack —dijo Sarah. Acto seguido, Sarah se alejó de la cola. Estaba bastante nerviosa, y sólo esperaba que Jack no lo hubiera notado. No quería que descubriera que se sentía atraída por él. Sarah se dirigió a la mesa como si aquel lugar la protegiera de Jack. Dejó la bandeja y saludó a sus compañeros. En aquella mesa no eran alumnos; eran, sencillamente, amigos. Se sentó y sonrió. A su lado estaban Beto, el ligón; Fred, el genio de los ordenadores; Janice, la altísima y tímida chica con la que coincidía en clase de

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https://www.facebook.com/novelasgratis gimnasia; y Derek, un chico que tenía la costumbre de meterse en los asuntos de los demás. —¿Ocurre algo? —preguntó alguien, a su derecha—. ¿Has tenido algún problema con el señor Morgan? Era Elaine. —No, sólo quiso interesarse por un pequeño problema del cajero. —¿Podéis pasarme ese plátano? —preguntó Beto. —No se lo deis —dijo Fred—. Si se lo dais, querrá comerse toda vuestra comida. —Eso me recuerda que a mi primo Randy lo arrestaron por escándalo público —intervino Derek, de repente. Todos lo miraron con asombro. Sarah sonrió y siguió comiendo. —Mi tía Doris dice que no podrá volver al supermercado porque se moriría de vergüenza —continuó Derek—. Al parecer, Randy se bajó la cremallera de los pantalones. —¿Qué has dicho? —preguntó Sarah. —Lo que has oído. Y lo hizo junto a una mujer que estaba comprando fruta. Pero supongo que no habría pasado nada si Randy no le hubiera dicho que lo probara a él en lugar de probar el melón que estaba a punto de comprar. Todos rieron, pero Beto se apresuró a decir: —No comprendo que seas capaz de decir algo así. —¿Por qué? —¿Crees que a tu tía y a tu primo les gustará que nos cuentes algo que obviamente los avergüenza? Tendrías que pensar las cosas antes de abrir esa bocaza. Derek se ruborizó, porque poco tiempo antes habían estado charlando sobre el derecho de la gente a la intimidad. —No te preocupes, Derek —dijo Janice—. Yo pienso demasiado antes de hablar, así que normalmente no digo nada. —Sí, la timidez también es un problema para Beto —dijo Fred—. Cada vez que intenta decir algo... Fred no terminó la frase, porque Beto le pegó un codazo. —Caramba, Adler —dijo Beto, mientras se tocaba el codo derecho—. Pensaba que lo único duro en tu cuerpo era tu cabeza. En aquel instante, Elaine se dirigió a Sarah. —¿Elaine? He traído las cosas conmigo. Lo digo por si quieres que vayamos a correr cuando terminen las clases. —Magnífico —dijo Sarina—. No me vendrá mal un poco de compañía. —Pero te recuerdo que es posible que no soporte tu ritmo.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Descuida, no intentaré ganar ninguna carrera. —De acuerdo, pero si hay alguien en la cancha volveré al instituto. —No creo que haya nadie hasta que empiecen las prácticas en primavera. Sarah esperaba tener razón, porque el ejercicio era muy útil para mantener la autoestima, y quería que Elaine se beneficiara de él. —Venga, así podremos cotillear un poco. No te veo muy a menudo en el instituto. —¡Eh, Adler! —dijo Beto de repente, con tono de urgencia—. Despierta. Morgan viene hacia aquí. Sarah miró a su alrededor, asustada. No podía creer que Jack se acercara a ella. Pero no lo pudo ver por ninguna parte, y en seguida comprendió que Beto se refería a Kate, no al profesor. En cualquier caso, la hermana de Jack parecía bastante triste. —Hola, Kate —la saludó Sarah—. ¿Qué tal estás? —Bueno, he suspendido el examen de álgebra esta mañana, el señor Williams me ha echado por comer chicle, mi hermano no permite que me siente a comer con quien yo quiera y en general mi vida es un desastre. Pero a parte de eso, todo va divinamente. —¿Él cretino de tu hermano no permite que te sientes con Bruce? —El único cretino es Bruce —murmuró Fred. Kate miró a Fred con desagrado, pero no dijo nada al respecto. —El viernes dijiste que podía sentarme contigo cuando quisiera. ¿Hablabas en serio? Sarah lo había dicho en serio, pero no quería molestar a Fred, ni a los otros chicos que estaban en la mesa. —Por supuesto que sí. Pero, ¿por qué quieres sentarte conmigo? —A mi hermano le molesta que me siente con Bruce. Pero le molestará aún más que me siente contigo —explicó, con ojos brillantes. Sarah notó la tensión de sus compañeros, pero a pesar de todo hizo un esfuerzo y sonrió. —Bueno, en tal caso toma una silla y siéntate. Aún tengo diez minutos para poder corromperte.

Elaine apenas podía soportarlo. Ya habían dado una vuelta al desierto campo de fútbol, y dudaba que consiguiera dar cuatro a pesar de que Sarina intentaba animarla. Hacía un frío intenso, pero su amiga actuaba como si no le afectara; en cierto modo le recordó a sus abuelos, que vivían en Michigan. Estaban

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https://www.facebook.com/novelasgratis acostumbrados a temperaturas muy bajas, y aquello les habría parecido un clima tropical. Pero Elaine no estaba acostumbrada. Tenía la cara y las manos heladas y le dolían todos los músculos del cuerpo. En aquel momento se arrepintió de haber salido a correr con Sarina. Correr le parecía una tortura; no entendía que la gente lo hiciera voluntariamente, y mucho menos que se hubiera prestado a algo así,. —Ánimo, Elaine, lo vamos a conseguir —dijo Sarina. Elaine miró a su amiga y enseguida comprendió que hubiera aceptado. Sarina la había invitado a correr a ella, no a Wendy, ni a Jessica, ni a ninguna de las chicas más populares del instituto. La había invitado a ella, a la chica tímida y estudiosa que nadie quería. El enfrentamiento de Sarina con Wendy había dado mucho que hablar. Algunos habían dicho que la pelirroja estaba loca, y otros que era una chica muy valiente. Pero Elaine sólo sabía que Sarina se había comportado como una amiga y que, por alguna extraña razón, era mucho mayor de lo que parecía. Además, se estaba convirtiendo en una especie de leyenda viva del instituto Roosevelt. —Dobla los codos y mueve los brazos como yo —dijo Sarina—. El ejercicio será más efectivo y te cansarás menos. Elaine la imitó y echó un vistazo a su alrededor. No había nadie, y se alegró mucho, porque pensaba que debía de tener un aspecto ridículo. —Magnífico. Ahora, sincroniza el movimiento de tus brazos con el de tus piernas. ¿Lo ves? ¿A que corres más deprisa? Elaine comprendió, sorprendida, que Sarina tenía razón. Le seguía doliendo todo el cuerpo, pero ya no era tan malo. Ya no sentía tan pesadas las piernas, y de hecho tenía menos frío. —No lo entiendo. Ni siquiera jadeas —dijo Elaine, con esfuerzo—. En cambio, yo estoy muy cansada. —Tendrías que haberme visto la primera vez que lo hice. Te aseguro que pensé que me iba a morir. En serio. No conseguí hacer ni un solo kilómetro. —Pero al menos no estabas gorda. —Te equivocas, lo estaba. Elaine la miró con sorpresa. Estaba acomplejada con su peso, y nunca hablaba con nadie sobre su problema. —¿Es que no me crees? —preguntó Sarina. —No dudo que quisieras perder peso —dijo Elaine, sin dejar de correr—. Pero dudo que estuvieras gorda. —Pesaba más o menos lo que pesas tú, y eso que soy algo más baja. Sé lo que se siente cuando los chicos se burlan de una, lo que se siente cuando te tratan como si fueras invisible, o estúpida, o algo peor. Y sé lo que se siente cuando te dicen que

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https://www.facebook.com/novelasgratis tienes una cara bonita, pero que tu vida sería mucho mejor si perdieras peso. Y lo sé porque a mí también me pasó. Me crees, ¿verdad? —preguntó, mirándola. —Sí —respondió Elaine—. Pero, ¿cómo lo hiciste? —No fue ninguna dieta milagrosa, te lo aseguro. Intenté hacer varias dietas, desde luego, pero no logré nada. De hecho, empecé a perder peso cuando dejé de hacer dietas —respondió, sonriendo—. Anda, cierra la boca y sigue corriendo. Luego te contaré más cosas sobre mi pasado. Elaine se sintió mucho más esperanzada. Pero no dijo nada. Se limitó a apretar los dientes y a seguir corriendo.

Sarah estaba disfrutando de una ducha caliente. Hacer cinco kilómetros con aquel frío había resultado una experiencia agotadora, que la había dejado exhausta física y mentalmente. Pero había merecido la pena. Ahora estaba más relajada de lo que lo había estado desde el asesinato. Tomó el jabón y se frotó el cuerpo. Olía muy bien. No se parecía nada al perfume caro que utilizaba en su trabajo, un perfume refinado, a la altura de sus obligaciones como relaciones públicas. Pero le gustaba su trabajo. Le gustaba pensar que ayudaba a la gente a alcanzar sus sueños o sus objetivos. Cerró el grifo de la ducha, apartó la cortina y salió de la bañera. Sólo quedaba una toalla limpia, así que se dijo que tendría que lavar. Donna le había dado a Sarah los códigos de la alarma y de la puerta principal de la propiedad, así como una llave para entrar en la mansión por la puerta trasera, de manera que no tuviera que molestar a la señora Kaiser, en sus idas y venidas. Minutos más tarde, Sarah salió del cuarto de baño con un camisón de franela, entre el vaho. Mientras recogía la ropa sucia, para lavarla, pensó en Elaine. Esperaba que lo que le había contado acerca de su pasado le sirviera de ayuda; había cambiado algunos nombres y detalles, pero lo esencial era cierto. Donna había aprendido muchas técnicas para mejorar la autoestima tras la muerte de sus padres, técnicas de relajación y de evaluación que ayudaron a Sarah a romper su timidez. Y cuando consiguió convencerse de que era mejor de lo que pensaba, de que tenía más virtudes de lo que creía, dejó de utilizar la comida como una forma de reducir la ansiedad. Sarah empezó a quererse, y en consecuencia, perdió peso. Mucho peso. Pero dejó de pensar en el pasado y regresó a la realidad. Se había vestido, se había puesto unas zapatillas y llevaba una bolsa con la ropa que tenía que limpiar. Eran las seis de la tarde y no tenía mucho que hacer, así que sonrió y se dirigió a la puerta de la casa. Y cuando la abrió, gritó aterrorizada.

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Siete El grito de Sarina dejó helado a Jack, que estaba a punto de llamar a la puerta. Sarina palideció y dejó caer la bolsa con la ropa sucia, así que Morgan se acercó a ella y pasó un brazo por encima de los hombros de la mujer, para tranquilizarla. —Soy yo, Sarina, Jack Morgan. Tranquilízate. Venga, respira profundamente... Sarah aún estaba aterrorizada, pero el contacto de Jack hizo que reaccionara. Se sentía increíblemente pequeña a su lado, pero era algo muy agradable. Jack apartó la bolsa de ropa con un pie, la hizo entrar en la casa y la llevó hacia uno de los dos sofás. —Siento haberte asustado —declaró, mientras la ayudaba a sentarse—. He ido a la mansión, pero la señora Anderson me ha dicho que vivías aquí. Sarina frunció el ceño. —La señora Anderson se marcha a las cinco. Y, además, no enviaría a un desconocido a mi casa. —Al parecer se ha quedado hasta más tarde para ayudar a la señora Kaiser. Me ha dicho que no se encontraba muy bien, pero que ahora está mejor —dijo Jack—. En cuanto a lo que has dicho sobre los desconocidos, tienes razón. Sin embargo, conocí a la señora Anderson en la fiesta de Navidad que dio cierta amiga tuya, Donna. Jack la miró con intensidad, para observar su reacción. Pero Sarina mantuvo la calma. —El caso es que se acordaba de mí —continuó él—. Le he dicho que Donna estaría al caer y que la esperaría en el salón. —¿Quieres decir que la señora Anderson se ha marchado a casa? Entonces, ¿cómo es que no estás esperando en el salón de la mansión, como acabas de decir? Jack podría haber dicho muchas cosas. Podría haber dicho que hacía días que no conseguía conciliar el sueño porque no hacía otra cosa más que pensar en ella; o podría haber dicho que había echado un vistazo a sus datos, en el instituto, y que había descubierto cosas muy interesantes. Pero se limitó a responder: —Porque Donna no va a venir. Mentí. —¿Por qué? —preguntó, extrañada. —Porque era la única manera de que la señora Anderson se marchara. Sin embargo, no soy yo quien tiene que responder a algunas preguntas. ¿Por qué has mentido, Sarina? ¿De dónde eres realmente? —¿Cómo? —He comprobado tus datos. Al parecer, estudiaste en el instituto Washington de San Diego, pero dijiste en clase que fuiste al instituto Milburn. Y no hay ningún

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https://www.facebook.com/novelasgratis instituto Milburn en San Diego. No mientas, porque lo he comprobado. Además, hay otra cosa que me extraña... ¿qué pintan los Kaiser en todo esto? —¿Qué quieres decir? La señora Kaiser es tía mía. —Qué extraño. Donna me ha dicho que no tiene más familia que su abuela, pero tú dices que la señora Kaiser es tu tía, de modo que tú también debes ser familiar de Donna, al igual que tus padres, ¿no es cierto? —preguntó—. Por cierto, ¿qué tal están Paula y Todd? —Bueno, están a punto de divorciarse —acertó a responder—. Querían que terminara los estudios lejos de casa, para no involucrarme en sus problemas, así que me enviaron aquí. Jack pensó que Sarina era una buena actriz. Había captado su interés desde el principio. Pero a la curiosidad que sentía se añadía ahora el enfado. —He intentado ponerme en contacto con tus padres, Sarina. Pero el número de teléfono que viene en tu historial académico no existe. —Mi madre se ha cambiado de número, y se ha dado de alta con el apellido de soltera. En cuanto a mi padre, se ha marchado de la ciudad. Jack pensó que no era una mala excusa. Pero no se lo creyó. —Tenía la impresión de que habías dicho que aún no se habían separado. Que seguían juntos, aunque discutiendo todos los días. De hecho acabas de decir que te enviaron aquí para que sus peleas no interfirieran en tus estudios. —¿A qué vienen todas estas preguntas? —¿Por qué te has asustado tanto al verme? Te he observado en el instituto, y no se puede decir que seas tímida. De hecho, no sé nada sobre ti, salvo que no actúas como ninguno de los alumnos que he tenido durante mi experiencia académica. Jack la miró. Llevaba unas zapatillas y una chaqueta que se había colocado encima de un camisón de franela. Además, tenía el pelo revuelto y húmedo, como si acabara de salir de la ducha. —¿Y bien? ¿No vas a decir nada? —continuó él—. Sé que está pasando algo, y quiero que me lo cuentes antes de que vaya a hablar con la directora. Sarina no habló. Se limitó a mirarlo con rabia. —Como quieras. Supongo que debí hablar antes con Donna. —No metas a Donna en esto —espetó ella, indignada—. Has mentido al ama de llaves para entrar, me has asustado, te has presentado sin invitación y encima amenazas a una de tus alumnas con preguntas típicas de una mala serie de televisión. No tienes derecho a meterte en mi vida, de modo que te sugiero que te marches por donde has venido antes de que sea yo quien proteste ante la dirección del instituto. Y no creo que tu reputación soporte otra denuncia por acoso sexual. —¿Me estás amenazando, Sarina? —preguntó, con calma. —Sólo hablo de hechos. Sé que te declararon inocente de los cargos que te imputó Wendy, pero eso no importaría demasiado, ¿verdad? Déjame en paz, olvida

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https://www.facebook.com/novelasgratis todas esas preguntas y no montaré otro escándalo diciendo que has venido a mi casa por la noche, aprovechando que estaba sola, y que te has librado del ama de llaves para tener acceso. Jack dio un paso adelante, amenazador. —Adelante, ve a decir lo que quieras. No hubo ningún escándalo la primera vez, de modo que no vas a empezar otro. Como tú misma has dicho, me declararon inocente. —Vamos, sé realista. Una chica atractiva como Wendy y un hombre como tú, que eras su tutor privado. Colócalos a los dos en una habitación y en este país tendrás un escándalo, seas o no culpable. Y sería aún peor si te denuncio, porque empezarían a dudar sobre el caso de Wendy. De modo que será mejor que me dejes en paz. —«Un hombre como yo» es una expresión muy adecuada para describirlo. Llevo diez años en el instituto, y si se trata de elegir entre tu palabra y la mía, creerán en mí. Yo no miento nunca, y la gente lo sabe. —Eso cuéntaselo a la señora Anderson. Además, no me refería ni a tu honradez ni a tu sentido de la responsabilidad. Puede que sea cierto lo que dices, pero la imagen es más importante que los hechos. Tal vez seas un profesor estricto, pero he notado cómo te miran las chicas, y no se puede decir que te respeten, precisamente, por tus virtudes morales. Jack la miró con interés. —¿Podrías explicarme qué has querido decir con eso? —¿Para qué? ¿Para alimentar aún más tu ego? No, gracias. Márchate de inmediato o llamaré a la dirección del instituto y te denunciaré por acoso. —Ya está bien de discursitos en plan «Lolita». No pienso marcharme hasta que... —¿Lolita? —Sí, la protagonista de una novela muy conocida. Pero si no has leído la novela, tal vez te acuerdes de la película. Es una quinceañera que manipula a James Mason y que... —Sé quién es, pero no puedo creer que hayas dicho algo así. Yo no me he comportado como una mujer de esa clase en toda mi vida, pero si lo hiciera, sería peor que ella. —No lo dudo. Pero quiero respuestas, Sarina. ¿A qué estás jugando? ¿Qué haces en casa de la abuela de Donna? Sarina se dio la vuelta, dispuesta a llamar por teléfono al instituto, pero Jack la tomó por la muñeca. —Dime lo que escondes, Sarina. Tal vez te pueda ayudar. —¡Suéltame!

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https://www.facebook.com/novelasgratis Sarah intentó liberarse, pero sin éxito. La atmósfera se cargó de tensión, y Sarina decidió que tendría que actuar realmente como Lolita para salir de aquel callejón sin salida. Así que alzó la mano libre y acarició la cara de Jack, que la miró con evidente sorpresa. —Supongo que no tiene sentido que me resista, puesto que ya lo has descubierto —dijo ella, haciéndose la mujer fatal—. Es una lástima que no te hayas afeitado antes de venir. Jack sentía una intensa atracción por ella, pero no se dejó engañar tan fácilmente. Bien al contrario, se apartó de ella como si quemara. Sin embargo, sólo logró que Sarah pasara una mano por detrás de su cuello. —Ya basta, Sarina. Ya te has divertido lo suficiente. —Te equivocas, aún no he empezado a divertirme —dijo, acariciando los labios de Jack—. Ni tú tampoco. Jack retrocedió, pero Sarah no se apartó de él. —A veces, cuando estamos en clase, me he dejado llevar por la fantasía de poder acariciarte —dijo ella. —Muy bien, tú ganas. Me marcho. —No, no te vayas. Jack tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para alejarse de allí. —Jack... El sonido de su nombre lo detuvo. Morgan la miró, incapaz de moverse. Era preciosa; tan bella, que sentía la irresistible necesidad de tocarla, aunque sólo fuera una vez, y a pesar de lo que le decía su sentido común. Segundos más tarde se había dejado llevar por sus deseos. Extendió una mano y acarició una mejilla de Sarah. Su piel era tan suave como había imaginado, tan suave como el terciopelo, y su aroma resultaba igualmente encantador. Ningún perfume lo habría excitado tanto. Olía maravillosamente bien. No obstante, Jack sabía que Sarina era una fruta prohibida para él. Tenía que alejarse de allí en seguida. Y lo habría conseguido si no la hubiera deseado tanto. Tenía la impresión de que lo único que importaba en el mundo, en aquel momento, era ella; y Sarah debió notarlo, porque se apretó contra él. —Sarina... —dijo él, en voz muy baja. Jack bajó la mirada y vio que Sarina se había humedecido los labios con la lengua. Acto seguido, alzó una mano y acarició el labio superior de la mujer, que entreabrió la boca. Estaba excitada, y la evidencia de su excitación aumentó aún más la excitación del profesor. —Dime lo que te gusta —murmuró Jack, a su oído—. Dime lo que quieres. Sarah se quedó muy quieta, como si estuviera pensándolo. Jack no había estado tan excitado en toda su vida.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —No lo sé —dijo ella—. Nunca había sentido nada así. Quiero... lo quiero todo. —Bueno, creo que podemos arreglarlo. Entre adultos podemos hacer todo lo que... Jack no terminó. Acababa de recordar que allí sólo había, hipotéticamente, un adulto. En un instante de lucidez, comprendió que estaba a punto de cometer un error. Era un profesor, un hombre adulto que estaba a punto de seducir a una alumna, a una joven que ni siquiera era mayor de edad, a una joven sin experiencia, vulnerable. Tenía que marcharse, así que se apartó de ella. —Jack, no pasa nada... —dijo Sarina. —Te equivocas —declaro él, confuso—. ¿Es que no comprendes lo que he estado a punto de hacer? Un minuto más y habrías estado tumbada en el sofá, o en el suelo. —Jack... —Te lo juro, Sarina. Nunca había tocado a ninguna alumna de ese modo, en toda mi vida. Sólo quería unas cuantas respuestas, y no sé cómo es posible que haya terminado comportándome de ese modo. —Jack... y...

—No te preocupes. Yo mismo hablaré con la dirección mañana a primera hora

—¡Jack! —espetó Sarina, para que la escuchara—. Deja de culparte. He sido yo quien ha empezado esto, y no he querido detenerte en ningún instante. Además, no vas arruinar tu carrera con algo tan absurdo. Y ahora, si me escuchas... —¿Por qué? —preguntó él, atormentado—. No puedes decir nada que haga que me sienta mejor, nada que excuse un comportamiento inexcusable. Así que será mejor que no lo intentes. Sarina lo miró con ojos brillantes, con intensidad, y Jack no pudo hacer nada salvo escuchar. —Me llamo Sarah Davidson, no Sarina Davis. Soy de Fort Worth, de Texas, no de San Diego. Y para tu información, no tengo dieciocho años, sino veintisiete. Como ves, soy mayor de edad.

Sarah cerró las manos sobre una taza de té mientras se preguntaba por lo que Jack estaría pensando. El profesor estaba sentado a su lado y no había dicho nada desde que Sarah comenzó a contarle su historia. Y ahora, parecía perdido en sus pensamientos. Se lo había contado todo. Le había contado todo lo que había que saber sobre su pasado y todo lo relativo al asesinato de John Merrit y a las muertes de Mike y de Larry. Y, desde luego, le había contado que era amiga de Donna desde hacía tiempo

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https://www.facebook.com/novelasgratis y que le había pedido que la ayudara. Su destino estaba en manos de Jack, y lo sabía. Supuso que debía sentirse nerviosa por ello, pero no era así. Bien al contrario, se sentía aliviada y mucho más tranquila. Jack levantó su taza de café y lo probó, aún en silencio. Sarah aprovechó la ocasión para admirarlo con detenimiento. No llevaba la indumentaria seria que siempre utilizaba en clase; se había puesto botas negras y unos vaqueros que se ajustaban perfectamente a sus piernas; estaban en perfecto estado, aunque desteñidos, con un color que no podían imitar los vaqueros lavados a la piedra. Pero en todo caso, la perfección de aquellos vaqueros no estaba en el tejido, sino en las piernas del hombre que los llevaba. Eran largas y musculosas, y deseaba tocarlas o sentarse encima de ellas. Se sentía muy avergonzada. Estaba desesperada y atrapada en una situación muy peligrosa, pero se dijo que no tenía justificación alguna que explicara que se hubiera arrojado literalmente a sus brazos. Había bastado que la acariciara para que deseara besarlo. En realidad, no había mentido. Deseaba todo lo que pudiera darle y más. Pero era el hombre equivocado en el lugar equivocado y en el momento equivocado. Era el hombre de Donna. Sarah dejó la taza de té a un lado, y se preguntó por el lugar al que habría ido a parar la pragmática y fría mujer que había sido. La mujer que había estado a punto de casarse con Mike por puro interés. —Muy bien —dijo Jack, de repente—. Háblame otra vez sobre el hombre que asesinó a John Merrit. —¿Qué quieres saber? —Me has contado lo que hizo y también sé que alguien, probablemente contratado por él, te disparó al día siguiente rompiendo uno de los cristales de tu casa. Sarah se estremeció al pensar en ello. Si no se hubiera apartado en aquel preciso instante para cambiar de canal de televisión, la habría matado. —Háblame sobre ese hombre, y sobre sus motivos. —Se llama Lester Jacobs. No lo supe hasta que di la descripción a la policía y me enseñaron su fotografía. Al parecer es dueño de una constructora. Cuando legalizaron los casinos en Texas, compró una propiedad en Galveston y otra en San Antonio. —En tal caso, debe de ser rico... —Creo que tiene muchas deudas. Tom Castle, el fiscal que lleva el caso, me comentó que estaba endeudado hasta las cejas. Dijo que había invertido todo su dinero en ese negocio. —Comprendo. Pero Merrit se había presentado a gobernador y tenía intención de prohibir los casinos... Sarah asintió.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —En efecto. Merrit era muy conservador, pero tenía carisma y sus posibilidades ascendían día a día. La última encuesta, antes de que lo mataran, decía que iba a ganar las elecciones. —Y Jacobs decidió asesinarlo. Sí, todo encaja. Tuve ocasión de conocer a Merrit el año pasado. Vino a dar una conferencia al instituto, y me pareció un hombre muy carismático, como dices. De hecho, se suponía que iba a volver este año para hablar con la dirección del instituto sobre los fondos públicos para educación. Sarah tuvo que apartar la mirada. Estaba a punto de llorar. Había hecho todo lo posible por olvidar la muerte de John Merrit, pero no lo había conseguido, y la mención de su nombre bastaba para sumirla en una profunda depresión. Lo habían matado cuando sólo tenía cincuenta y dos años, cuando estaba a punto de alcanzar la cima de su carrera. Y con su muerte, Sarah había perdido a uno de sus mejores amigos. De repente, Jack la tomó de la mano para animarla. Sarah lo miró. Era una mano grande y cálida, y le dio el valor suficiente para enfrentarse a un secreto que había ocultado durante meses. —Jack... yo maté a John Merrit.

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Ocho Jack no reaccionó ante la declaración de Sarah. Se limitó a mirarla como si no hubiera dicho nada. —Eso es ridículo —declaró al cabo de unos segundos—. Lo hizo Lester Jacobs. Tú misma lo viste. —Exacto. Lo vi, pero no hice nada. No intenté ayudarlo, y ni siquiera grité como esas estúpidas mujeres de las películas que tanto me disgustan. No sé, si hubiera gritado tal vez lo habría confundido. —Tal vez, pero habría sabido que estabas allí. Hiciste lo correcto, Sarina. Perdón, Sarah —corrigió—. Gracias a eso, estás viva y puedes declarar en el juicio. Además, no habrías podido enfrentarte a él con éxito. Te habría matado con el cuchillo que usó para asesinar a Merrit, y no creo que el regalo que llevabas te hubiera servido como defensa, ni siquiera como arma arrojadiza. Sarah le había contado que aquel día había ido a ver a Merrit para regalarle una corbata. Había estado trabajando todo el día y no había podido hacerlo antes, pero nadie abrió la puerta cuando llamó. De hecho, se dirigió al jardín trasero porque oyó voces y pensó que Merrit estaría allí. —Fallé a John cuando más me necesitaba, y le debo tanto... fue el responsable de que me ascendieran en el trabajo. Se fijó en los resultados que había obtenido con algunos clientes y pidió personalmente que trabajara con él hasta el día de las elecciones. Podría habérselo pedido a alguno de los directivos de la empresa, o a una persona con más experiencia, pero no lo hizo. Creyó en mí. —Lo haría porque eres buena en tu trabajo —dijo Jack—. No te hizo ningún favor. Sólo quería a la mejor. Sarah rió con amargura. —Sí, no puedo negar que era buena. Mejoré su imagen e incrementé el efecto de su carisma. Le ayudé mucho con la opinión pública. Y no dejo de pensar que si no lo hubiera ayudado tanto, Lester Jacobs no habría tenido ningún motivo para asesinarlo. —Sarah, ¿piensas realmente lo que dices? Los motivos de Jacobs no guardan ninguna relación con tu trabajo como relaciones públicas. Ese Jacobs creó su propio infierno, y una noche prendió fuego a todo lo que le rodeaba. Deja de culparte por ello. —Soy una cobarde, Jack, y no me siento orgullosa de ello. Pero por fin puedo confesarlo en voz alta. Sarah lo miró y pensó que su mejor amiga tenía razón. Los ojos de Jack cambiaban de color dependiendo de su humor. Pero Donna no le había contado un par de detalles que acababa de descubrir. Cuando Jack estaba irritado, las motas marrones de sus ojos se notaban mucho más. Escaneado por Alix-Sira y corregido por ID

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Vamos a ver si lo he entendido —dijo Jack—. Eres una cobarde porque puedes testificar contra el asesino en lugar de haber asistido a tu propio entierro. Eres una cobarde por haber puesto tu vida en peligro y por tener que alejarte varios miles de kilómetros de tu casa. Supongo que verte obligada a cambiar de identidad también es una cobardía. Venga, Sarah... hasta los profesores están impresionados por el valor que demostrarte al enfrentarte a Wendy y a los suyos. Hay muchas cosas que podría decir cuando pienso en ti. Pero la palabra «cobarde» no se encuentra entre ellas. Y en cuanto a lo que le dijiste a Bruce... bueno, me habría gustado ver su cara. Sarah lo miró, sorprendida. —¿Cómo sabes eso? —Piénsalo un poco. Hablaste con él delante de Tony, y esos dos han estado compitiendo desde que llegaron al instituto. Tim Williams escuchó la conversación que mantenían ciertos alumnos, y luego me lo contó en la sala de profesores. Me dijo que Kate estaba con Bruce en el corredor. —Sí, es cierto. —¿Te pareció que estaban saliendo juntos? Sarah se puso tensa. No quería hablar de Kate, pero Bruce era un gran problema. —Bruce actuaba de forma posesiva, pero tengo la impresión de que Kate no se encontraba cómoda. Por eso me acerqué a hablar con ellos. Ah, lo olvidaba... Bruce le metió algo en el bolsillo. Probablemente sólo era una nota, pero he pensado que deberías saberlo. —Ya lo sabía, y no era una nota. Mi madre encontró unas anfetaminas en la habitación de Kate. Sospeché de Bruce inmediatamente, pero mi hermana no quiso decir nada. Pensé que Kate estaría a salvo de ciertas cosas en el instituto Roosevelt, pero me equivoqué; esos chicos tienen demasiado dinero y están demasiado mimados. —¿Cómo reaccionó tu madre cuando lo supo? Jack suspiró, frustrado. —Le he prohibido a Kate que se relacione con Bruce, pero no puedo vigilarla las veinticuatro horas del día. —Está resentida contigo, ¿lo sabes? —preguntó Sarah—. Pero es natural a su edad. Lo malo del asunto es que sólo eres su hermano mayor. Tal vez sería mejor que interviniera vuestra madre. —A mi madre no le importa. Ni siquiera le importó que yo tuviera que olvidar todos mis sueños con tal de... Jack no terminó la frase, pero ya había despertado la curiosidad de Sarah. —¿A qué te refieres? —Olvídalo. No tiene importancia.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Es que no te gusta enseñar? Eres tan buen profesor que... —Me encanta enseñar. No tiene nada que ver con eso. Sarah pensó en lo que acababa de decir. Por alguna razón, Jack se había visto obligado a renunciar a sus sueños, siquiera temporalmente. Y Sarah sabía mucho acerca de lo que eso significaba. No en vano, había tenido una adolescencia muy problemática, una adolescencia llena de temores, sin nadie en quien confiar, sin contar con nadie que la escuchara. —Vamos, Jack, cuéntamelo —declaró—. No nos vendrá mal una brisa fresca. Además, necesito olvidar el asunto de John. Sé que se trata de algo demasiado personal y entenderé que no quieras contármelo, pero me interesa de verdad. Me encanta conocer los sueños de los demás. —¿Me estás presionando? —En cierto modo, sí. Ten en cuenta que me dedico a trabajar con la imagen de los demás, ayudándolos a obtener lo que desean. Ese es mi sueño. Quería labrarme un futuro profesional, sin contentarme con un trabajo cualquiera y con la posibilidad de tener hijos en el futuro. —Es decir, no quieres ser un ama de casa normal y corriente. —Desde luego que no. Además, mi horario de trabajo no deja mucho tiempo para tener hijos. Pero volviendo al tema... ya te he contado mi sueño, y sería justo que tú me contaras el tuyo. Jack la miró con ironía. —Supongo que no tienes intención de permitir que cambie de tema... —Has acertado —sonrió. —Muy bien, como desees. Quiero ser guionista de cine. —Vaya... ¿por eso llevas siempre esa libreta? ¿Para escribir guiones? Jack asintió. —No esta nada mal —sonrió ella—. ¿Has terminado alguno, o estás en ello? —He terminado varios guiones, pero sólo he conseguido que me acepten uno. Jack lo dijo con un entusiasmo poco habitual en él. Sarah estaba encantada con el cambio que se había producido en el serio profesor. Había empezado a gesticular más, a actuar con más libertad. Veinte minutos más tarde, cuando ya había escuchado toda la historia, estaba sinceramente impresionada. —¿Y qué ocurrirá si Free Fall es un éxito? ¿Dejarás la enseñanza? El entusiasmo de Jack disminuyó un poco. —Sí. Me prometí a mí mismo que lo dejaría cuando Kate termine los estudios. A partir de entonces, será mi madre la que tenga que ocuparse de ella. Pero el asunto de las anfetaminas me preocupa. No he tenido ocasión de hablar con Kate sobre los peligros de experimentar con ciertas cosas.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Quieres hablar con ella, o recriminarle su actitud? —Recriminársela, desde luego —respondió él, con ironía—. Y luego la encerraré durante varios meses en su habitación. —¿A pan y agua? Jack se relajó un poco. —No, sin agua. Cuando llueva, podrá sacar una taza por la ventana y llenarla. Por primera vez en mucho tiempo, Sarah rió de buena gana. Se sentía mucho más tranquila después de haber compartido sus temores con Jack, y el profesor la encontró más atractiva que nunca. —Deberías reír más a menudo —dijo él, en voz baja. —Sí bueno... te recordaré eso en clase. Jack no sonrió, pero ella tampoco lo hizo. Estaban demasiado cerca el uno del otro, y la tensión era evidente. Podía sentir el calor del cuerpo de Jack, y le costaba respirar. —Menos mal que tienes veintisiete años —dijo él, súbitamente—. Empezaba a pensar que soy un bicho raro. Te comportabas de un modo tan maduro, con tanta inteligencia..., sabía que había algo raro en ti, algo poco común en una jovencita, y no podía dejar de pensar en ti. Pero puede que no me hubiera fijado si no te hubieras enfrentado a mí por el asunto de Steinbeck. Por cierto, ¿de qué color es tu pelo realmente? —¿Cómo? —preguntó, llevándose una mano a la cabeza—. Ah, mi pelo... Es rojo. Bueno, rojo anaranjado. Pensé que sería adecuado para la caracterización de Sarina. Sé que es bastante atrevido, pero Donna está de acuerdo conmigo en... —Sarah... Sarah dejó de hablar y lo miró. —Me refería a tu color natural —continuó él. —Ah, claro. Es oscuro, como mis cejas. No me las he teñido. —Entonces tienes el pelo de color negro, como Elizabeth Taylor. Aunque supongo que te habrán comparado con ella muchas veces, ¿no? —Bueno... Mark solía decir eso cuando me vestía de forma particularmente elegante, o cuando necesitaba un favor. —¿Mark? —preguntó él, con evidente interés. —Mark Granger. Es concejal en Dallas. Nosotros... estábamos saliendo. —¿Era algo serio, o superficial? Sarah deseaba decir que no era serio, que no significaba nada para ella, pero se decidió por la verdad. —Era algo serio. De hecho, es posible que nos casemos.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Comprendo —dijo Jack, con expresión de tristeza—. Bueno, te aseguro que me acordaré de ti cuando consiga vender mi primer guión. Las palabras de Jack fueron muy dolorosas para Sarah. Pero no supo qué decir, de modo que tomó su taza de té, ya vacía, y se dirigió a la cocina. Acababa de levantarse cuando sonó el teléfono y tuvo que contestar. —¿Dígame? —Menos mal que estás bien —dijo Donna, muy aliviada—. He llamado a la abuela, pero ha saltado el contestador. Supongo que se habrá dormido, pero me he preocupado de todas formas. —No se sentía muy bien, así que se ha ido temprano a la cama —explicó—. Pero pareces bastante preocupada... ¿ha ocurrido algo? —Sarah... ¿mi abuela te ha dicho algo sobre alguna persona que haya pasado por casa preguntando por ti? Sarah miró a Jack. —No —se apresuró a responder—. ¿Por qué lo preguntas? —Porque he pasado veinte minutos hablando con un tipo del ministerio de justicia. Creo que he conseguido convencerlo de que no sabía nada del asunto, pero si consigue seguir tu pista... Sarah no necesitó que terminara la frase. —Si da conmigo, también podría hacerlo el asesino —declaró.

Cuatro noches más tarde, Jack estaba delante del espejo. Se había puesto una camisa de seda, pantalones de vestir y una chaqueta. Hasta entonces nunca había dado demasiada importancia a la ropa, pero desde que había hablado con Sarah las cosas habían cambiado. Sin embargo, se encontraba ridículo; demasiado elegante, como si intentara imitar a Don Johnson o algo así. Pensó que no debería haber prestado atención a los comentarios de Sarah sobre su estética, pero todo lo que hacía o decía aquella mujer era importante para él. Y precisamente por eso, había llamado a Donna para salir a cenar. Necesitaba distraerse un poco. Además, la cita con Donna era una excusa perfecta para ir a ver la nueva obra de la compañía de teatro Alley, y por si fuera poco, quería demostrarle a Sarah que no le importaba que estuviera saliendo con Mark Granger. Frunció el ceño, y se guardó las llaves de la casa y la cartera. Jack había decidido que no diría la verdad sobre Sarina, para no ponerla en peligro. Donna no había pasado por casa de su abuela en toda la semana, y el funcionario del ministerio de justicia no había vuelto a llamar. La costa parecía desierta.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Le gustara o no, Jack tendría que ver a Sarah todos los días, en el instituto. Y no se podía arriesgar a que alguien notara la atracción que existía entre ellos; si llegaba a ocurrir, sería terrible para su reputación y para su carrera. Durante unos momentos, sin embargo, dejó a un lado todas sus justificaciones y pensó en lo que había sentido al tenerla entre sus brazos. Su caracterización de Lolita había sido tan buena que habría aplaudido con mucho gusto. Pero lo peor de todo vino después, cuando Sarah le descubrió que había algo más en ella, algo mucho más profundo que el simple deseo: un sentimiento de soledad que no habría imaginado si no hubieran hablado sobre asuntos tan personales como sus sueños. Jack miró el reloj. Las cosas habían salido tan bien durante la semana que hasta había conseguido que Kate se alejara de Bruce. Y todo habría sido perfecto si hubiera logrado convencerse de que Sarah no hablaba en serio sobre ese Mark. Pero lo había dicho muy en serio, y empezaba a pensar que era la historia de su vida. Miró la fotografía enmarcada de su padre y recordó las últimas palabras de su padre: «Prométeme que cuidarás de tu madre y de tu hermana. Cuento contigo, hijo». Suspiró y entró en el cuarto de baño. Abrió un frasco de colonia que había comprado el día anterior y se puso un poco. Le había costado cuarenta dólares más que su loción de afeitar habitual, y no le parecía que la diferencia de precio estuviera justificada. A fin de cuentas, le gustaban los olores menos refinados, más naturales. Acto seguido, salió al pasillo. Donna estaría a punto de llegar. Tenía que trabajar hasta tarde y había sugerido que la esperara en casa. Estaban más cerca del centro de la ciudad, y de ese modo no perderían el tiempo. Cuando entró en el salón, contempló una escena sorprendentemente relajada. Su madre estaba sentada en un sillón, acariciando al perro; Kate descansaba en el sofá mientras veía la televisión. Y las dos mujeres levantaron la mirada al mismo tiempo. —Dios mío... —dijo su madre. Kate se quedó boquiabierta y silbó. Jack se ruborizó levemente y pensó que el cambio de imagen tal vez había merecido la pena. Después, avanzó hacia la mesa para echar un vistazo al periódico. —Deja que vaya a buscar la cámara... —dijo Vera Morgan, mientras hacía ademán de levantarse. —No —dijeron Jack y Kate al mismo tiempo. —Bueno, bueno, no hace falta que gritéis. No creo que hacer una fotografía a mi atractivo hijo sea un delito. —Estás muy bien, hermanito —dijo Kate—. Creo que empiezo a comprender tu éxito entre las mujeres. Jack no se dejaba llevar por los cumplidos, pero era humano, como todo el mundo.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Mi éxito? —preguntó, con cierta altanería. —Desde luego. Todas dicen que eres demasiado estricto, demasiado duro, demasiado serio... pero si te soltaras un poco en el instituto, tendría que marcharme a otro lugar. No harían otra cosa que hablar bien de ti. —Tu hermano tiene una reputación excelente, Kate —intervino Vera—. Deberías preocuparte más por lo que la gente dice de ti. Deberías preocuparte por ese horrible chico con el que sales, por la ropa que te pones, por las drogas que usas quién sabe para qué... La alegría de Kate desapareció de inmediato. —No sigas, mamá. Ya me he hecho una idea. Jack miró a su madre con recriminación. —La señora Dent me dijo ayer que Kate ha mejorado mucho —observó el profesor—. Quería comentártelo antes, Kate. —Gracias —dijo su hermana, antes de volverse hacia su madre—. ¿Qué te parece si por una noche actúas como si no te avergonzaras de mí? —Kate, yo no me avergüenzo... —Estaremos en mi habitación casi todo el tiempo, así que no te molestaremos con nada. —¿Estaremos? —preguntó Jack—. ¿Es que has quedado con alguien? Su madre lo miró con gesto de sorpresa. —¿Es que no lo sabías? Kate me dijo que le habías dado permiso. Kate corrió a defenderse. —Dijiste que no podía salir con mis amigos. Pero no dijiste que mis amigos no pudieran venir a verme. Kate y su madre miraron a Jack, expectantes. Pero Jack no tuvo tiempo de decir nada, porque el timbre de la puerta sonó en aquel instante y Kate se apresuró a abrir. Era una ocasión excelente para escapar de allí, y su hermano decidió olvidar el asunto. No tenía ni tiempo ni ganas. —Ten cuidado al conducir —dijo su madre. Era la forma que tenía Vera de decir que no tenía intención de saludar a Donna. Las dos mujeres habían charlado un par de veces sobre el comportamiento de Kate, y no se llevaban bien. —Tendré cuidado. Buenas noches, mamá —dijo Jack. Kate acababa de abrir la puerta. —Buenas noches, Donna. Mi hermano te estaba esperando. Kate se apartó para que Donna pudiera entrar en el pequeño vestíbulo, y entonces vio a la persona que iba con ella. —Vaya, hola...

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https://www.facebook.com/novelasgratis La sonrisa de Jack desapareció. Acababa de reconocer a la segunda mujer. Era Sarah, y llevaba unos vaqueros ajustados que remarcaban su esbelta figura. No sabía lo que estaba haciendo allí. Pero fuera como fuera, enseguida descubrió que no era el único que se había quedado sin habla. Sarah y Donna lo observaban como si fuera la primera vez que lo veían. —Te lo dije, hermanito —se burló Kate—. Creo que se han tragado la lengua. Donna sonrió. —Tienes muy buen aspecto, Jack. —Gracias. Tú estás tan atractiva como siempre —declaró Jack, pensando que tenía que ser amable con Donna—. ¿No has tenido problemas para encontrar la casa? —No. Tus instrucciones fueron bastante exactas, y además, Sarina tiene un gran sentido de la orientación. —¿De verdad? —preguntó Jack, mirando a Sarah—. Hola, Sarina. No sabía que fueras a acompañarnos. —He venido a ver a tu hermana —dijo Sarah, siguiéndole el juego—. No quería que todo el mundo supiera que Donna es mi prima, pero cuando Kate llamó esta mañana ella respondió a la llamada y tu hermana la reconoció de inmediato. —Dijiste que podía llamar cuando quisiera —dijo Kate. —Y lo dije en serio, de verdad. Me alegra que me llamaras. Donna siguió con la explicación. —He pasado por casa para cambiarme de ropa. Además, pensé que Sarina podía llevarse mi coche a casa, si es que no te importa llevarme a casa de mi abuela cuando termine la obra de teatro. —No, claro que no. Pero, ¿crees que es buena idea que Sarina conduzca sola de noche? —No lo sé, pero estaba deseando salir de casa y no fui capaz de impedírselo. —Eh, un momento. Os recuerdo que no sois mis padres —intervino Sarah, en su papel de jovencita—. Me marcharé a las diez y estaré en la cama a las once. Kate rió. —¿Quieres tomar algo, Sarah? —preguntó la hermana de Jack—. Creo que tenemos refrescos sin calorías en el frigorífico. —¿Sin calorías? Perfecto. —En tal caso, sígueme. La cocina está a la derecha. Buenas noches, Donna. Hasta luego, Jack. Ah, y no hagáis nada que yo no hiciera... Sarah hizo ademán de seguirla, pero se detuvo un momento y miró a su amiga. —Tendré cuidado, no os preocupéis. Y divertíos. Donna sonrió.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Lo haremos. En fin, creo que será mejor que nos marchemos. —De acuerdo —dijo Jack—. Pero, ¿estás segura de que no quieres tomar algo antes? —No, gracias. Puede que tome una copa de vino en el restaurante, o después de la obra, si te apetece. Muchos hombres se habrían alegrado ante la invitación implícita de Donna, pero Jack se limitó a sonreír de mala gana. Estaba saliendo de casa con una mujer preciosa y sin embargo deseaba volver a entrar para tomar un refresco en la cocina.

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Nueve Fiel a su palabra, Sarah se despidió de Kate y se marchó de la casa de los Morgan a las diez en punto. A las diez y media estaba entrando en la casa de invitados de los Kaiser, y a las once se había metido en la cama como una buena chica. Mientras miraba al techo, pensó en los tensos minutos que había vivido en el vestíbulo de la casa de Jack. No sabía qué la había hecho más infeliz, si el atractivo aspecto de Jack, que parecía salido de una revista de modelos, o la belleza de su amiga. Pero no podía negar que estaba celosa. Le había costado mantener la compostura, pero lo había hecho, aunque había cometido el error de mirar una última vez antes de entrar en la casa; y cuando vio que Jack ponía una mano en la espalda de Donna, se sintió desfallecer. Sin embargo, no podía culparlo por ello. La culpa era enteramente suya. Donna le había pedido que no saliera de la casa, pero ella se había empeñado y ahora era víctima de su obstinación y de su estupidez. Se apoyó en un codo, colocó la almohada y se volvió a tumbar. Había ido a ver a Kate porque quería conocer la casa de Jack, y porque sentía curiosidad por su madre. Quería conocer el lugar en el que escribía sus guiones, y sobre todo quería tener otra ocasión de verlo. No obstante, también lo había hecho por su hermana; resultaba evidente que estaba aburrida, y no quería que su rebeldía la empujara a hacer algo estúpido. La cita de Donna y Jack la había alterado tanto que decidió pensar en otra cosa. Y no encontró mejor tema que Vera Morgan. Era una mujer insufrible. Había entrado en la cocina poco después de que lo hicieran Kate y ella, y desde entonces no había dejado de darle órdenes. Se metía con la joven por cualquier cosa, y parecía un sargento en un campamento militar. Sarah había tenido que morderse la lengua varias veces para no interferir, porque no quería avergonzar aún más a Kate, así que decidió desviar la atención de Vera haciendo algunos comentarios positivos sobre la cocina. Cinco minutos más tarde se encontró devorando todo tipo de dulces. Un simple cumplido había bastado para que el gesto de irritación de Vera se transformara en una mirada dulce y relajada. Y la madre de Kate empezó a hablar de cocina como si cocinar fuera lo más importante del mundo. Sarah sintió una intensa angustia al pensar en Kate. Vera había sido muy amable con ella, pero no había dedicado ni una sola palabra cariñosa a su hija en toda la noche. En aquel momento, tuvo la impresión de que alguien acababa de cerrar la portezuela de un coche. Pero no sabía si lo había imaginado. Además, era demasiado

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https://www.facebook.com/novelasgratis pronto y no creía que Donna y Jack ya hubieran regresado. Suponía que estarían bailando en algún local, o tomando una copa, o haciendo algo más placentero en la habitación de un hotel. Desesperada con el curso de sus pensamientos, pensó que sería mejor que dejara de contemplar el techo. Si seguía haciéndolo, corría el peligro de volverse loca. Así que decidió preparar un té para tranquilizarse un poco. Se levantó de la cama y abrió la puerta del dormitorio. El salón estaba muy oscuro, y tropezó con la mesa mientras se dirigía a la cocina. Cuando llegó, encendió la luz. La idea de tomar un té ya no le parecía tan interesante. Estaba harta de tomar infusiones para relajarse, harta de permanecer encerrada; así que tomó la chaqueta que había dejado sobre una silla y caminó hacia la puerta principal. Necesitaba un poco de aire fresco, necesitaba pasear un rato para aclarar sus ideas. Así que abrió la puerta y salió al exterior. Todo estaba muy tranquilo. No se oía ningún ruido, nada que pudiera molestar a la anciana señora Kaiser. Pero cabía la posibilidad de que Jack y Donna se encontraran en el vado, de modo que decidió evitar aquella zona de la propiedad. Se abrochó la chaqueta y contempló las estrellas. Hacía frío, y como había salido descalza consideró la posibilidad de volver a entrar en la pequeña casa. Pero entonces oyó que alguien reía, y avanzó hacia el lugar del que procedía el sonido. Segundos después se encontró a escasa distancia del portalón de la propiedad, y decidió esconderse detrás de un arbusto. No era la primera vez que hacía algo así. No era la primera vez que se escondía, en plena noche, y que veía a dos personas. Pero la vez anterior había contemplado un asesinato, y ahora contemplaba una escena que alimentó aún más sus celos. Jack y Donna estaban de pie, junto a un vehículo. Donna se había apoyado en uno de los costados del coche, y Jack permanecía a un par de metros de distancia. Hablaban en voz baja y Sarah no pudo entender lo que decían, pero el tono le pareció bastante íntimo. Imaginó que estaban en el preámbulo del típico beso de buenas noches, observando el protocolo de una cita con un poco de conversación, unas cuantas sonrisas, y tal vez algún contacto inocente. Donna rió en determinado instante y tiró de la solapa de la chaqueta de Jack, en un evidente gesto de seducción. En aquel instante, Sarah odió a su preciosa amiga casi tanto como a sí misma. No podía soportar la visión de la escena, pero tampoco podía alejarse. Justo entonces, tomó una decisión. Si el beso era largo y apasionado, sería buena y se alejaría de ellos. Pero si era corto y delicado, lucharía por Jack. Le diría que Mark era cosa del pasado y se dejaría llevar por la atracción que sentía. Donna y Jack dejaron de hablar. Su amiga se acercó a Jack, y el profesor avanzó hacia ella. Entonces, Donna alzó la cabeza y Jack la bajó ligeramente, pero no se movió. En aquel instante, Sarah pensó que sus sospechas eran ciertas; pensó que Jack

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https://www.facebook.com/novelasgratis se sentía atraído por ella y que no podía reaccionar con deseo ante ninguna otra mujer. Pero, de repente, Jack bajó la cabeza. Sarah cerró los ojos para no verlo y se dio la vuelta. Después, se alejó del lugar con cuidado de hacer ruido, aunque suponía que de todos modos no la habrían oído. Cuando llegó a la casa, abrió la puerta, entró y cerró con llave. Cinco minutos más tarde estaba en la cama, como una buena chica. Estaba a salvo, pero no se podía decir que fuera, precisamente, feliz.

Jack observó a Donna, que sonrió a modo de despedida y subió a su vehículo para dirigirse a casa. Al cabo de unos segundos, su coche había desaparecido en la distancia. Pero el profesor no se movió. Se volvió y miró el portalón de hierro. Todo estaba oscuro, y no podía ver la casa de invitados, en la que se encontraba Sarah. Suponía que estaría durmiendo tranquilamente, ajena a su proximidad, ajena a la frustración que sentía. Se sentía culpable. Había utilizado a Donna para no pensar en Sarah, aunque también había intentado corregir el error advirtiéndole que no quería mantener una relación seria con nadie. Era una excusa tan vieja como evidente, pero Donna la había aceptado con suma elegancia. Tal vez, con demasiada. De hecho, lo había encajado tan bien que estaba seguro de que Donna no lo había tomado en serio. Seguramente había pensado que muchos hombres decían cosas similares al principio de sus relaciones, y que más tarde cambiaban de opinión. Se maldijo a sí mismo y entró en su utilitario. Después, cerró la portezuela y apoyó la cabeza en el volante. Pensó que todo lo que estaba ocurriendo era culpa suya. De haberse limitado a darle un beso de buenas noches, rápido y sin apasionamiento, no habría ocurrido nada. Pero no lo había hecho. Había querido demostrarse a sí mismo que era capaz de sentir deseo por otra mujer, además de Sarah, y se había entregado al cien por cien. Donna era una mujer muy bella, pero a pesar de ello sólo había sentido una ligera calidez. No se parecía nada a lo que había experimentado con Sarah, con una simple caricia. Jack arrancó el vehículo y se dijo que, en cualquier caso, ya no importaba. Sarah ya mantenía una relación con otro hombre, que la esperaba en Dallas, con un hombre llamado Mark. En menos de cuatro meses habría declarado en el juicio y volvería a casa. No podía hacer nada. Así que se dijo que todo iría bien si conseguía mantener las distancias hasta entonces.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Sarah empujó la bandeja sobre las barras de hierro del autoservicio del instituto. Tras seis semanas de hacer cola en el comedor, podía encontrar lo que deseaba con los ojos cerrados. Pero aquella tarde decidió cambiar de plato; unas calorías extra, siendo lunes, no importarían demasiado. Cuando llegó a la caja, sacó la cartera para pagar. —Vaya, hoy no has elegido pavo. —Qué inteligente. Creo que sé distinguir entre el pavo y la ternera. Roger se ruborizó de inmediato, y Sarah corrió a disculparse. —Lo siento, Roger, he tenido un mal día, pero no me hagas caso. Roger le dio el cambio. —Descuida. Yo tengo muchos días malos. —¿Cuándo libras, Roger? —Los viernes —respondió el chico, con una sonrisa—. Me preguntaba si lo habrías notado. —¿Bromeas? ¿Cómo quieres que no note esa sonrisa? Laurie tendrá que tener mucho cuidado contigo si no quiere que te cace otra —dijo Sarah, refiriéndose a la nueva novia de Roger. Sarah se alejó de la caja, muy contenta. Roger tenía mucho mejor aspecto; había ido a un dermatólogo y su cara ya no estaba cubierta de acné. En realidad, ella había tenido algo que ver en el asunto. Sospechaba que la timidez del chico se debía a un problema tan trivial como ese, de modo que había hablado con Donna, quien a su vez se había puesto en contacto con los padres del chico. Se dirigió a la mesa, para comer, intentando no pensar en Jack. Pero el profesor se encontraba a cierta distancia, apoyado en una pared. Hizo un esfuerzo para no mirarlo, pero fracasó y sus miradas se encontraron. Fue como si hubiera sentido una descarga eléctrica, algo muy poderoso que no podía controlar. Sin embargo, Jack apartó la mirada casi de inmediato. Sarah pensó que siempre la apartaba. Y una y otra vez, se decía que lo había imaginado todo, que el brillo de deseo que había creído notar en sus ojos no existía. Había observado con detenimiento a Donna y había notado que hacía lo posible por estar cerca de él, pero Sarah no había intervenido. Sencillamente, tenía la impresión de estar muriendo, poco a poco, cada día. Era incapaz de contener el deseo que dominaba su cuerpo conquistándolo inexorablemente. Pero no quería pensar en eso, de modo que siguió avanzando hacia la mesa. Tres meses más y se habría marchado del instituto, aunque pensó que en cierto modo lo echaría de menos, sobre todo cuando sus compañeros la saludaron, con el entusiasmo de costumbre. —Vaya, vaya —dijo Elaine, mirando la bandeja de Sarah—. Llevas tantas calorías en ese plato que debe pasarte algo terrible.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Un mes antes, Elaine no habría dado ninguna importancia a la comida. Pero ahora hacía lo posible por controlarse. —Ya veo que he creado un monstruo —dijo Sarina—. Pero has acertado, algo va mal. Por el camino me he topado con Bruce. Sarah se había tropezado con Bruce, literalmente, en el corredor. —¿Y qué quería? —preguntó Kate. —Quería que supiera que da una fiesta el viernes. Dijo que estarías allí, pero que sus padres no estarían presente. Kate se ruborizó. —Sólo le dije que lo pensaría. —En tal caso, no hay problema. Porque si piensas en ello, no irás. Sarah había desarrollado un profundo aprecio por Kate, al margen de la preocupación que sentía por el simple hecho de ser la hermana de Jack. No habían salido juntas otra vez, pero charlaban muy a menudo en el instituto, o por teléfono. —De todos modos, sospecho que no nos lo has contado todo —intervino Elaine—. ¿Qué más te ha dicho? —Lo típico en un idiota como él. Nada que no pueda manejar. Elaine sabía que Bruce se metía con Sarina cada vez que podía. Pero no sabía que la fuerza física y la hostilidad de Bruce inquietaban a Sarina más de lo que estaba dispuesta a aceptar. Acababa de definirlo, con palabras bastante exactas, lo que pensaba hacer con Kate, y Sarah había tenido que esforzarse para contener su ira. Aquel individuo era perfectamente capaz de aprovecharse de Kate para hacerle daño a ella, y lo sabía. —Sarina.. —dijo Janice, desde el otro lado de la mesa—. ¿Es cierto que hoy se reúne el comité de festejos? —Creo que se reúne mañana. ¿Por qué lo dices? —Porque Wendy quiere que hagan una fiesta temática, y que todos vayamos disfrazados de Barbie y Ken. Espero que te opongas, porque me niego a hacer el ridículo de esa forma. Sarah rió, al igual que el resto de sus compañeros. —No sé si servirá de algo mi oposición, pero lo intentaré. —He oído que a Wendy le gustaría ser Barbie por una noche, y que espera que Tony haga de Ken —rió Derek—. Hasta han comentado que los alumnos que quieran podrán hacerse una foto con ellos. Como si fueran celebridades, o algo así. Kate rió. —Preferiría fotografiarme con una rata —espetó Elaine.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —No sé, tal vez estamos siendo algo groseros —declaró Beto—. Sería una buena oportunidad para estar junto a una rubia atractiva. ¿Quién sabe? Es posible que tuviera suerte. —Si recuerdo bien la anatomía de una Barbie, necesitarás algo más que suerte —dijo Fred—. A esa muñeca le falta de todo, arriba y abajo. Necesitaría una buena operación de cirugía estética. Pero, ¿qué os parece si nos olvidamos de ese asunto? Me aburren las conversaciones sobre fiestas. Venga, que alguien cambie de conversación. Derek decidió hacerle caso y cambió de conversación. —He oído que Morgan se acuesta con Donna Kaiser —declaró, mientras se llevaba un buen trozo de pan a la boca. Sarah se quedó sin aliento. —¿Por qué me miráis de ese modo? —preguntó Derek. —Porque hablar con la boca llena no es de buena educación. Caramba, tío, tienes que mejorar un poco tus modales —dijo Beto, haciendo un gesto hacia Kate. Derek lo comprendió enseguida. —Oh, vaya, lo siento, Kate. A veces olvido que Morgan es tu hermano. Como nunca hablas de él... —Lo sé, no te preocupes. Es cierto que está saliendo con Donna, pero no es nada serio. ¿Quién te ha dicho que se acuestan? —Lisa Meyer. Tyler Wilkes le dijo a Lisa que Karen Polk le había dicho que su hermana mayor vive en el barrio de Donna Kaiser. Al parecer, la hermana de Karen vio un hombre que salía de su casa a las tres de la mañana, el pasado sábado. Bueno... supongo que entonces sería el domingo. El caso es que Karen supuso que debía de ser Morgan, puesto que Donna Kaiser siempre está coqueteando con él. Sarah había perdido el apetito. Donna decía que intentaba evitar a Jack en el instituto, porque sabía que a la dirección no le gustaban ciertas cosas. De hecho, a menudo se quejaba de lo difícil que era mantener las distancias; pero resultaba evidente que no estaba haciendo un buen trabajo. Pero ya no importaba. Las palabras de Derek habían destrozado las últimas esperanzas que albergaba. Ahora sabía que la relación de Donna y Jack iba en serio, y no podía esperar que el profesor demostrara el menor interés por ella.

Aquella tarde, poco después de comenzar la clase a la que asistía Sarah, Jack anunció algo que sorprendió a los alumnos. —Os recuerdo que, según el plan inicial de estudios, tenéis que hacer un examen muy importante dentro de dos semanas. Los estudiantes lo miraron con desagrado, y algunos protestaron, pero Jack continuó hablando.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Pues bien, ya no lo vais a tener. Ahora bien —añadió, para que su júbilo no fuera demasiado lejos—. Antes de que os pongáis a celebrarlo, tengo un nuevo trabajo para vosotros. Jack se levantó de la silla, sacó un montón de papeles y los pasó a los chicos que estaban en las primeras filas para que se los fueran pasando a sus compañeros. Había pensado mucho sobre la asignatura desde el día en que Sarah se había enfrentado a él a propósito de la interpretación que había dado a un capítulo de Las uvas de la ira, y había decidido cambiar de estrategia para que los chicos desarrollaran mejor sus posibilidades. De hecho, estaba deseando saber cómo lo encajarían. Miró a Sarah, como para adivinar su reacción, y comprobó que estaba más pálida que de costumbre, y algo nerviosa, como si estuviera asustada. Se preocupó de inmediato, pero había visto a Donna el sábado anterior y no le había mencionado nada preocupante sobre su seguridad. —Bueno, como podéis ver vamos a intentar algo nuevo —declaró—, algo más interesante que lo habitual. Quiero que os fijéis en el medio en que vivís, en el colegio, en vuestras casas o en vuestras comunidades, y que os concentréis en una persona o en un aspecto de la sociedad. Luego tendréis que comparar el personaje o aspecto que hayáis elegido con un personaje o con un aspecto social de los descritos en Las uvas de la ira. Los alumnos lo miraron sin demasiado entusiasmo, de modo que Jack continuó. —Os he dado unas cuantas ideas, pero sólo a título orientativo; no tenéis que ceñiros a ellas. De hecho, espero que hagáis vuestras propias interpretaciones, que penséis por vuestra cuenta, no que repitáis las opiniones de los demás. Jack volvió a mirar a Sarah. Esperaba que aquel cambio fuera de su agrado, pero Sarah parecía ausente, y se sintió muy decepcionado. —¿Alguna pregunta? ¿Sí, Jessica? —No lo entiendo —respondió la chica. —¿Qué es lo que no entiendes? —Nada de nada. ¿No podríamos seguir con el antiguo trabajo? Me parecía más comprensible que éste. —Sí, Jessica tiene razón —declaró Tony. —Esto es demasiado difícil —dijo un tercero. —¿Por qué lo has cambiado? —preguntó Kim. Jack estaba a punto de caer derrotado, pero en aquel instante Beto alzó la mano. —Adelante, Beto. —Yo prefiero el nuevo trabajo. Si lo hacemos, ¿nos subirás la nota? Beto demostraba tanto entusiasmo que Jack desconfió. —¿De verdad te gusta?

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Claro. Mi abuela conoció a mi abuelo en McAllen, mientras trabajaba en la vendimia. Eran emigrantes, como muchos personajes de los que aparecen en la obra. —Comprendo. —Pues bien, he hablado con ella, le he hecho algunas preguntas sobre su vida y me ha contado historias geniales. Creo que algunas de esas historias serían perfectas para este trabajo —explicó Beto, con cierta ansiedad—. Es lo que quieres que hagamos, ¿verdad? Jack estaba tan contento que no pudo evitar sonreír. —Es exactamente lo que pretendía —declaró con entusiasmo—. Es una idea muy interesante, Beto. Y en cuanto a lo que has dicho sobre la nota, no os subiré la nota general de la asignatura. Pero alégrate: es posible que tu trabajo sea el mejor de toda la clase. Jack miró a su alrededor, esperando que alguien añadiera alguna cosa más. —¿Y bien? ¿Alguien tiene más ideas? Nadie dijo nada, así que Jack miró a la única persona con la que podía contar para mantener un debate en cualquier momento, a la única alumna que siempre expresaba sus opiniones. —¿Qué te parece el trabajo, Sarina? Por primera vez desde la hora de comer, Sarah miró a Jack directamente. Y cuando lo hizo, se quedó en blanco.

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Diez —Aún no sé lo que haré —declaró Sarah, al cabo de unos segundos—. No estoy segura de haber entendido bien el trabajo. Jack pensó que estaba mintiendo. Normalmente, Sarah no necesitaba que le explicaran dos veces la misma cosa. Era evidente que le pasaba algo. —¿De verdad? Bueno, en tal caso intentaré ser más claro. ¿Al leer la obra de Steinbeck, no has reconocido a alguien, a algún amigo, conocido o familiar, en alguno de los personajes? ¿No has sentido algo especial en alguna escena? Si lo has hecho, es posible que hayas identificado la situación con alguna experiencia, tal vez personal. La expresión de asombro de Jessica llamó la atención de Jack. —¿Qué ocurre, Jessica? ¿Quieres compartir algo con el resto de la clase? —Bueno, yo... —Venga, suéltalo. Toda idea es bienvenida. ¿Has identificado alguna situación de la novela con algo personal? Jessica asintió. —Mi padre se quedó sin empleo el año pasado, aunque ha encontrado otro hace poco tiempo. Sin embargo, mientras leía el libro pensé en él. La historia de Tom Joad y de los otros personajes que buscaban trabajo hizo que pensara en lo que se siente cuando estás en el paro, en lo que sentía mi padre. Pero no sé si podría escribir sobre ello. Jack sospechaba que tenía miedo de avergonzar a su padre. —Bueno, puedes limitarte a comparar los problemas que tenían los trabajadores en la época de la depresión, a la hora de encontrar un trabajo, con los que tienen ahora. Porque estoy seguro de que tu padre no se quedaría sentado a esperar que lo llamaran. —No, claro que no. Envió muchos currículums y hasta se puso en contacto con varias empresas a través de Internet. Pero tienes razón... sí, podría preguntarle al respecto. Vaya, ahora que lo pienso puede ser un trabajo interesante. Jack sonrió. —¿Lo ves? Ya has entendido el trabajo. Alguna otra pregunta? Varios alumnos levantaron las manos. La reacción de los alumnos animó a Jack. Su trabajo merecía la pena, precisamente, por eso. Era lo único que justificaba las aburridas horas que pasaba corrigiendo exámenes, las interminables reuniones con la administración o las horas y horas perdidas ante alumnos apáticos o insolentes. De todas formas, no hablaron todos los estudiantes. Y uno de los silencios más notables fue el de Sarah. Pero Jack estaba muy contento, porque sabía que había

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https://www.facebook.com/novelasgratis despertado el interés de los chicos. Cuando miró su reloj, comprobó que sólo quedaban cinco minutos para que sonara el timbre. —Bueno, no os olvidéis del trabajo. Tenéis dos semanas para hacerlo. Yo os ayudaré con la composición, pero el contenido es asunto vuestro. ¿Comprendido? Tony levantó una mano. —Quería recordarte que la semana que viene estaré fuera tres días. La sonrisa de Jack se desvaneció. Tony tenía que visitar varias facultades que le había ofrecido un puesto en sus equipos deportivos. A Jack no le agradaba la obligada ausencia de la estrella deportiva, pero sabía que era algo importante para él. —Lo sé. Pero, ¿a dónde quieres llegar? —El nuevo trabajo me va a llevar más tiempo que el anterior. Y tengo que hacer dos trabajos más para otras asignaturas antes de marcharme, así que... Jack no estaba dispuesto a ceder en ese asunto. Sobre todo porque la vida académica en la universidad sería aún más dura para Tony. —En tal caso será mejor que empieces de inmediato. Para el martes que viene quiero un borrador de tu trabajo en mi escritorio. —¿No podríamos hablar después de clase? —No hay nada que discutir al respecto, Tony. Tus habilidades deportivas no sirven para que tengas privilegios especiales en clase. Si no entregas el trabajo, tendrás que atenerte a las consecuencias. El sonido del timbre interrumpió la discusión. Tony se levantó y salió de clase como el resto de sus compañeros. Jack intentó encontrar a Sarah con la mirada. Aún no había salido, así que se dirigió a ella. —Sarina, ¿puedo hablar contigo un momento? —Lo siento. Llegaré tarde a la próxima clase. —Te escribiré una nota. Por favor, no tardaré demasiado. Sarah asintió a regañadientes y cruzó los brazos por encima de sus senos. Jack estaba acostumbrado a ver a chicas atractivas en clase, pero aquella era una mujer de veintisiete años, y por si fuera poco, Sarah. La diferencia era bastante importante. —Bueno, ¿qué querías decirme? —preguntó Sarah, ante el silencio de Jack—. No tendrías que estar hablando conmigo, sino con Tony. Es el único que tiene un problema. —Si hablara con él, sólo conseguiría que los dos perdiéramos el tiempo. Lo que he dicho iba en serio. No puede tener privilegios especiales. —Pero ha trabajado muy duro para obtener esa beca en la universidad. Ten en cuenta que tiene que estudiar tanto como los demás alumnos y, además, entrenarse. El viaje que va a hacer la semana que viene es la culminación de sus sueños, y tú

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https://www.facebook.com/novelasgratis tendrías que entenderlo mejor que nadie. De vez en cuando hay que ser flexibles y romper las normas. —Tony ha elegido una forma de vida que puede ser dura, desde luego, pero tendrá que acostumbrarse. Especialmente, porque nadie hará excepciones con él en la vida real, cuando salga del instituto. —Vaya... ahora lo comprendo. —¿A qué te refieres? —Estás celoso. —¿Cómo? —preguntó, sorprendido. —Es verdad, estás celoso. Sientes celos de un chico que está a punto de alcanzar sus sueños, porque tú no lo has hecho. Sientes celos de todos los alumnos porque son jóvenes y libres, porque pueden divertirse, cosa que tú no pudiste hacer a su edad. Por eso te empeñas en mantener tus normas, por rígidas que sean. Jack rió. —Sí, claro. En realidad, no quiero que salgan preparados del instituto. Todo lo que hago, lo hago por celos. Un análisis muy interesante, aunque algo irracional — declaró con ironía—. Pero dime una cosa, ¿por qué crees que he cambiado de idea con el trabajo sobre la obra de Steinbeck? —No sé lo que quieres decir. —Lo sabes de sobra. Normalmente tengo que esforzarme para que cierres la boca, y hoy no has dicho nada, a pesar de que me habría venido muy bien tu participación. ¿Qué te ocurre? Sarah se encogió de hombros. —Tengo un mal día, eso es todo. No me apetecía hablar. —¿Ha ocurrido algo que te haya asustado? ¿Alguien ha estado haciendo preguntas a Donna otra vez? —El único que se dedica a revolotear alrededor de Donna eres tú —espetó con ironía. Sarah se volvió y se dirigió a la salida, pero Jack la interceptó. —Apártate de mi camino —ordenó ella. Jack sabía que cualquiera que se asomara a la puerta podría verlos, poniendo el peligro su reputación, pero no le importó demasiado. —¿Qué quieres decir con eso? —Como si no lo supieras. Pero será mejor que dejemos esta conversación. Donna no merece que hablemos a sus espaldas. Jack se puso tenso. —¿Se puede saber qué te ha dicho Donna sobre nuestra relación?

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Nada. Eso es asunto vuestro. No nos dedicamos a discutir vuestra vida amorosa. —¿Vida amorosa? —preguntó, mientras se metía las manos en los bolsillos—. No hay ninguna vida amorosa. Somos amigos, eso es todo. Desde el principio he dejado bien claro que no quiero mantener ninguna relación. Si te ha dicho otra cosa, ha mentido. —Pero... —¿Pero qué, maldita sea? ¿Qué es lo que crees que sabes? —La hermana de una alumna dice que vio que un hombre de pelo oscuro salía de la casa de Donna el sábado pasado, hacia las tres de la madrugada. Y se dice que eras tú. —¿Y tú crees en los rumores? Sarah bajó la mirada, avergonzada. —El sábado pasado llevé a Donna a ver una película, y luego nos tomamos un café en su casa, pero me marché hacia las once y media. No sé si salió un hombre de allí a la hora que dices, pero no era yo. Me crees, ¿verdad? —Donna es una mujer muy atractiva. ¿Y me estás diciendo que en todo este tiempo no habéis hecho nada? Jack no se dignó a contestar. Ya le había explicado que no mantenía una relación seria con su amiga, de modo que caminó hacia el escritorio para recoger su libreta. —Lo siento mucho, Jack —dijo Sarah, de repente—. No debí prestar atención a los rumores. Pero el otro día vi cómo os besabais y... Sarah se dio cuenta de lo que estaba diciendo y no terminó la frase. Sin embargo, ya era demasiado tarde. —¿Cómo? ¿De qué estás hablando, Sarah? Sarah no respondió. —¿Cuándo dices que nos viste? Sarah se había metido en un callejón sin salida y no tenía más remedio que responder. —La otra noche, en el vado de la señora Kaiser. —¿Quieres decir que nos estabas espiando? —preguntó con incredulidad. —No, yo... estaba dando un paseo y vosotros llegasteis en el preciso momento en que yo pasaba por delante de la puerta. No quería molestaros, así que... —Así que te escondiste y nos espiaste —la interrumpió—. ¿Y se puede saber por qué lo hiciste? —Ya te lo he dicho, yo no quería...

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Ya, ya sé, no querías molestar —dijo con ironía—. De modo que viste que nos besábamos y llegaste a la conclusión de que me estaba acostando con ella. Una lógica un poco apresurada, ¿no te parece? —Vamos, Jack, la besaste con apasionamiento. Jack sonrió. —Ahora lo entiendo. Estás celosa... Sarah palideció. —Te has vuelto loco. —¡Estás celosa! —rió él. Sarah estaba tan incómoda con la situación que giró en redondo y salió de allí a toda prisa. Jack la observó desde la puerta de la clase, sonriendo. Resultaba evidente que no le gustaba que saliera con Donna. No sabía lo que podía hacer con semejante información, pero tenía que hacer algo, aunque las interesantes posibilidades que se abrían ante él no conseguirían colmar sus sueños. Para soñar tenía que dormirse antes, y sospechaba que aquella noche no lograría conciliar el sueño.

Elaine llevaba unos minutos corriendo, para calentar los músculos. Tenía un entrenamiento con el equipo una hora después, y le pareció un incentivo perfecto para correr un poco más. Aunque estaban en febrero, hacía un día bastante cálido y Elaine empezó a sudar en seguida. Pero esperaban un frente frío en los días siguientes, y la consecuente bajada de las temperaturas. Las gentes de Houston tenían un dicho: «Si no te gusta el tiempo, espera cinco minutos y cambiará». —¿Por qué quería hablar Morgan contigo? —preguntó a su acompañante, sin dejar de correr. Sarina no contestó. —¿Te ocurre algo, Sarina? ¿Algún problema con Morgan? —¿Problemas? No, ningún problema. Sólo quería preguntarme por el silencio que mantuve durante el pequeño debate, eso es todo. ¿Puedes creerlo? No te preguntó a ti, aunque apenas hablaste. Pero yo no dije nada sobre su maravilloso trabajo —comentó con ironía—, así que quería saber si me ocurría algo. ¿Hablo tanto normalmente como para llamar la atención cuando no lo hago? —Bueno, no sé si hablas demasiado o no, pero no te importa dar tu opinión, y eso es bueno. Las clases son mucho más divertidas desde que llegaste. Y creo que Morgan ha sido muy amable al interesarse por ti. —¿Amable? —preguntó, mientras aceleraba el ritmo.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Elaine aún no había conseguido alcanzar el ritmo de Sarina, aunque había mejorado mucho durante las últimas semanas. Las dos mujeres habían establecido una relación muy especial; Sarina se había convertido en una especie de enciclopedia ambulante para Elaine, una enciclopedia con todo tipo de información útil para sentirse mejor y aumentar su estima. En aquel momento notó un movimiento en la pared de ladrillo del edificio que albergaba el gimnasio. Se abrió una puerta y apareció un chico en pantalones cortos, sin camiseta, que empezó a hacer unos cuantos estiramientos. Era Tony Baldovino. Sarina bajó el ritmo de inmediato. —Tranquilízate, no pasa nada. Seguiremos corriendo como habíamos pensado. —Debí ponerme algo más interesante —dijo Elaine. —Venga, Elaine, Tony es como el resto de los chicos que vemos por aquí. Sólo quiere hacer ejercicio, eso es todo. Ni siquiera habrá notado nuestra presencia. Tony terminó de calentar enseguida, y cuando las vio, sonrió. Aquella sonrisa bastaba para que el corazón de Elaine se acelerara peligrosamente, y Sarah lo notó. —Elaine, mírame. No pierdas el ritmo de la respiración. Tony empezó a correr, y segundos más tarde se había puesto a la altura de Sarina. —Hola, chicas. ¿Os parece que lo hago bien? —Sólo si quieres parecer aún más estúpido que nosotras —respondió Sarina, sonriendo—. O si estás intentando desahogar tus frustraciones con un poco de ejercicio. Haz como si Morgan corriera delante de ti. Conmigo funciona. Tony rió. —No es mala idea. Pero yo necesito correr más deprisa. Que os divirtáis. Ya nos veremos. —Sí, supongo que nos doblarás enseguida. Tony rió y se alejó en la distancia. —¿Lo ves? No ha sido tan malo —dijo Sarina. —No ha sido tan malo porque estás conmigo. Si hubiera estado sola, habría sido mucho peor. —Es probable. Elaine la miró con sorpresa. —Elaine, actúas como si llevaras un cartel que dijera: métete conmigo. Das por sentado que la gente quiere tomarte el pelo, que van a excederse contigo. Y mientras sigas haciéndolo, es posible que lo consigas. —Haces que parezca como si yo deseara que se metan conmigo. Pero no es así. —Si tú lo dices...

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Vamos, Sarina. Ya has visto cómo se comporta Wendy conmigo, por ponerte un ejemplo. Yo no le he hecho nada, y desde luego no le he pedido que me trate de ese modo. Ni siquiera sé por qué lo hace. —Te trata así porque se lo permites. Es una estúpida, y disfruta metiéndose con la gente. Es cierto que también lo hace con personas que se defienden, pero los que se defienden salvan su estima. Confía en mí, sé de lo que estoy hablando. Hasta las personas que nos quieren se limitan a tratarnos como nosotros queremos que nos traten. Piensa en Tony, por ejemplo. Es un buen chico. Se ha acercado a nosotras para tomarnos el pelo, pero es cierto que tenemos un aspecto algo estúpido. ¿Y qué? Lo he aceptado, y todos nos hemos reído. Si hubiera reaccionado de otro modo sólo habría caído en un victimismo inútil. Elaine suspiró. —Se me ocurren peores cosas que ser víctima de Tony. —Tienes razón. Elaine rió. De repente, las dos mujeres estaban riendo. Y reían tan alto que tuvieron que detenerse. —Bueno, creo que ya no podemos seguir. ¿Te parece que lo dejemos para otro día? —preguntó Sarah. —No, hagamos un par de kilómetros más. —¿En serio? Me dejas anonadada. Tony pasó ante ellas en aquel instante, ajeno a su conversación. —Haremos de galgos —dijo Elaine, riendo—. La primera que alcance al conejo, gana.

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Once Al día siguiente, Sarah abrió su taquilla, se puso una chaqueta y se dirigió a la reunión del comité de festejos. Era a las tres y media en el comedor. El comité estaba formado por quinceañeros que se dedicarían a discutir sobre decoración, refrescos, música y cosas por el estilo, y la perspectiva le resultaba bastante agradable. Resultaba muy refrescante, y se sintió en deuda con Donna por haberle permitido que regresara a su juventud. Se le ocurrió pensar que pondría su nombre a la primera hija que tuviera, pero enseguida se dijo que no esperaba tener hijos pronto. Mark ya no era un horizonte en su vida. Si conseguía sobrevivir, hablaría con él en cuanto regresara a Dallas. Antes de contemplar el asesinato de Merrit, nunca había pensado en la posibilidad de tener hijos. Pensaba que no tenía tiempo para ser una buena madre, y no quería cometer los errores que habían cometido sus padres. Mark estaba de acuerdo, y ésa había sido una de las razones añadidas para plantear un matrimonio de conveniencia. En cualquier caso, encontrar al hombre adecuado no resultaba nada fácil. Nunca había conocido a ninguno que la satisficiera; al menos, a ninguno que estuviera soltero. Hasta que conoció a Jack. Estaba segura de que Jack sería un excelente padre, y un marido igualmente maravilloso. En aquel momento, se detuvo. Acababa de tener una terrible sospecha. Cabía la posibilidad de que estuviera enamorada de él. Se dijo que sólo era deseo, pero había deseado a otros hombres a lo largo de su vida y no cabía ninguna comparación. La diferencia entre ellos y Jack era evidente. La diferencia estribaba en que se había enamorado del profesor, pero no sabía qué hacer. La noche anterior había hablado con Donna. Le había contado que los chicos decían que mantenía una relación con Jack, y que alguien había dicho que lo había visto salir de su casa a las tres de la madrugada. Donna dijo que no le habría importado que fuera cierto, pero que no era así. Su amiga le confesó que estaba enamorada de él, pero también dijo que Jack no sentía lo mismo por ella. Así que tenía el campo libre, y eso la obligaba a tomar una decisión muy difícil. Tenía que decirle a Jack lo que sentía. Era la única solución. De ese modo, no se rendiría sin luchar. No se alejaría de él sin saber lo que habría podido pasar de haber tenido la valentía necesaria para confesar su amor. Justo entonces miró a su alrededor y vio que el pasillo estaba casi vacío. Si no se daba prisa, llegaría tarde. Cuando llego al comedor, contó a los presentes. Siete chicas y cinco chicos. Entre ellos se encontraban Wendy, Jessica y Tony. También reconoció a los demás, aunque no recordaba sus nombres.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Donna presidía la mesa, y tenía una carpeta entre las manos. Cuando la vio, sonrió. —Vaya, ya has llegado. Estaba a punto de borrarte de mi lista de voluntarios — declaró, antes de volverse a los demás—.Para los que no la conozcáis, me gustaría presentaros a Sarina Davis. La he invitado a unirse al comité porque su anterior instituto hace unas fiestas magníficas. Pero siéntate, Sarina. Estábamos hablando sobre el tema a elegir. Todos los presentes miraron a Sarah, que se quitó la chaqueta y se sentó. En su carrera profesional había hecho multitud de presentaciones y conferencias de prensa. Pero estaba convencida de que ningún auditorio era más complicado que un grupo de jóvenes. —Bueno —dijo Donna—, primero escucharé vuestras propuestas y luego decidiremos. Catherine, ¿por qué no empiezas tú? —¿Tengo que empezar yo? ¿No podría hablar más tarde? Donna asintió. idea?

—Por supuesto, no hay ningún problema. ¿Y tú qué dices, Russ? ¿Tienes alguna —No, la verdad es que no. —Sería la primera vez que tuviera una idea —murmuró Wendy. Donna decidió intervenir.

—Os advierto que estoy dispuesta a echar de la reunión a cualquiera que no se comporte como es debido. No te preocupes, Russ, esto no es un examen. Si se te ocurre algo más tarde, dínoslo. ¿Y tú, Kevin, tienes alguna idea? Kevin bajó la mirada, avergonzado. Donna sonrió y dijo: —Bueno, alguien tiene que empezar. Si todos os mantenéis en silencio no llegaremos a ninguna parte. —Es cierto, tienes razón —dijo Jessica—. Vamos, Kevin, piensa un poco. Dos días antes, Jessica no se habría atrevido a abrir la boca. Y Sarah sintió cierto orgullo por la nueva actitud de la joven. —Ya tuvo que hablar la niña mimada de los profesores —espetó Wendy. —¿Sabes una cosa, Wendy? Estoy realmente cansada de que intentes ridiculizar a todos los demás. Deja de comportarte de ese modo y empieza a hacerlo con cierta madurez. Wendy cerró la boca, y varios chicos sonrieron. —De acuerdo, tengo una idea —empezó a decir Kevin—. El año pasado hicimos una fiesta temática en plan nostálgico, con máquinas de discos y cosas así. De modo que este año podríamos hacer lo opuesto. Una fiesta futurista.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Buena idea, Kevin. La apuntaré —dijo Donna—. ¿Y tú, Heather, tienes algo que decir? —El año pasado empecé a hacer submarinismo, y os aseguro que estar bajo el agua es un experiencia increíble. Creo que podríamos utilizar el tema del mar como elemento central de la fiesta. —Excelente —dijo Donna—. Ya lo he apuntado. ¿Más sugerencias? En general, las chicas se decantaron por los temas románticos y los chicos por cosas más activas. La idea de Wendy no despertó demasiadas simpatías entre los presentes, y al final le tocó el turno a Sarah. —Creo que podríamos hacer una fiesta mágica. Una fiesta sobre la magia. Es un tema que da mucho de sí. Sarah lo sabía porque había organizado varias funciones benéficas, con magos, en Dallas. Y los resultados habían sido excelentes. Pasaron la hora siguiente discutiendo sobre la fiesta. Al final, aprobaron por unanimidad que contratar a un mago podía ser un complemento excelente al habitual grupo de música. Después, decidieron que se reunirían todas las semanas, en el mismo sitio y a la misma hora, para discutir los detalles. Cuando la reunión terminó, todos estaban de buen humor. Todos, excepto Wendy. La reina había perdido el trono, y no le había hecho demasiada gracia. Sarah no tenía intención de interponerse en su camino, pero los hechos se habían empeñado en lo contrario. —Sarina, espera —dijo Donna, antes de que se marchara—, quería darte las gracias por habernos ayudado. ¿Quieres que te lleve a casa? Nadie pensará nada raro si te llevo a casa después de la reunión. Hace mucho frío, y me sentiría culpable si fueras andando. Sarah no quería acompañarla. Viajar con ella significaba hablar sobre Jack, y no era un tema que quisiera tratar en aquel momento. —No te preocupes. Me apetece dar un paseo, en serio. Necesito un poco de ejercicio. Donna frunció el ceño y suspiró. —Al menos podías utilizar el coche de mi abuela los días de lluvia. No lo usa nunca, y sólo sirve para acumular polvo. Además, no creo que sea muy conveniente que vayas andando por ahí. —De acuerdo. La próxima vez que llueva tomaré el coche. Pero me temo que va a llamar la atención. El coche de la señora Kaiser era muy lujoso, demasiado para un instituto. —Sí, supongo que es cierto —dijo Donna, sonriendo—. En fin, ve a dar tu paseo. Te llamaré esta noche. —Estaré en casa.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Sarah se despidió de su amiga con un gesto de mano y se dirigió a la salida del instituto. La reunión había sido muy larga y ahora tendría que apresurarse si quería llegar a casa antes de que anocheciera. A unos cuantos metros de distancia caminaban Wendy y Tony, que iban de la mano. Tony se inclinó sobre la joven para besarla, pero la joven salió corriendo, para jugar, y su acompañante la persiguió de buena gana. Poco después, desaparecieron en un pasillo lateral. Sarah se había detenido sin darse cuenta. Se sentía sola, más sola que nunca. Oyó que alguien cerraba una taquilla en alguna parte del edificio, y que alguien estaba limpiando los suelos con una aspiradora, en una de las clases vacías. Siguió caminando, lentamente, pero en seguida sintió la necesidad de salir de allí, de respirar un poco de aire puro. Sentía deseos de gritar. Había acelerado tanto que al llegar al siguiente pasillo tropezó con un hombre. Automáticamente pensó en Bruce, pero era Jack. —¡Jack! —dijo, con ansiedad. —Tranquilízate. Sí, soy yo. ¿Te he hecho daño? —No, en absoluto. No estaba mirando y me he tropezado contigo. ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó. —Esperarte a que salieras de la reunión. Tengo algo que decirte. —Muy bien, te escucho —dijo, ligeramente asustada. —Hace un rato he comprobado mi correo en la sala de profesores, y había un mensaje nuevo que... Jack no terminó la frase, porque en aquel momento oyeron voces que se acercaban. —Serán el resto de los chicos que han asistido a la reunión —dijo ella. Jack echó un vistazo a su alrededor, la tomó de la mano y la llevó a una habitación. En realidad era una sala pequeña que utilizaban para almacenar objetos de limpieza. Entraron en ella y Jack cerró la puerta. —Cuando se cierra, no se puede abrir desde afuera. Pero se puede abrir desde dentro —declaró Jack. Acto seguido, puso un dedo sobre los labios de Sarah para que no dijera nada. Pero no era necesario, porque Sarah no habría sido capaz de hablar. Mientras tres o cuatro alumnos pasaban por delante de la puerta, ella miró a Jack con los ojos de una mujer enamorada. Su pelo oscuro estaba algo revuelto; tenía una nariz bastante grande, pero recta y noble; y su mandíbula era cuadrada, autoritaria y muy masculina, sobre todo cuando tenía barba de dos días, como entonces. Habría dado cualquier cosa por tocarlo, por acariciar su cabello, su cara y su boca. De hecho, deseaba besarlo con tantas fuerzas que alzó la cabeza. Jack lo notó y bajó la mirada.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Acababa de descubrirla mientras lo observaba con admiración, y por si fuera poco no podía alejarse de él. El aire se cargó de tensión y su respiración se aceleró de inmediato. Sin poder hacer nada, notó que el color de los ojos de Jack cambiaba del marrón al verde. Sólo podía hacer una cosa. Interesarse por lo que Jack quería decirle. —Yo... ¿qué querías contarme, Jack? has dicho que había un mensaje en tu correo. cosa.

Jack tardó unos segundos en responder, como si estuviera pensando en otra

—Ah, sí. Era un mensaje de Irving Greenbloom. Quería que me pusiera en contacto con él tan pronto como me fuera posible, así que lo llamé por teléfono desde la sala de profesores. Dos productoras están interesadas en mi guión, e Irving va a ir a Houston el viernes para discutir los términos de la negociación conmigo. Cree que tengo grandes posibilidades de hacer la adaptación del guión, siempre y cuando me interese. —¿Hacer la adaptación? ¿Para qué? —Ya sabes, todos los directores cambian los guiones a su antojo. Y generalmente se trata de cambios bastante importantes, así que suelen contratar a escritores o guionistas de confianza para que adapten los guiones al gusto de los directores. Puede ser una magnífica oportunidad para mí, Sarah. —¿Cuándo te marchas a Houston? —No lo sé. Ni siquiera sé si voy a hacerlo. En realidad, no lo he pensado. —Lo has conseguido, Jack, y estoy tan orgullosa de ti... Si pudiera te invitaría a marisco y a champán. Pero tendrás que contentarte con mis felicitaciones. Sarah sonrió, al igual que Jack, que se pasó una mano por el pelo con cierto nerviosismo. —Preferiría contentarme con un abrazo —dijo él. Sarah se arrojó a sus brazos de buena gana. Apretó la cara contra su pecho, de manera que podía escuchar los latidos de su corazón, y era una sensación tan maravillosa que habría pasado allí el resto de su vida. Después, cerró los ojos y aspiró su aroma. —Hueles tan bien... —murmuró ella. —Tú sí que hueles bien —dijo él—. Tu cabello huele a melocotón. ¿Sabías que es mi fruta preferida? A veces he pensado que lo hacías a propósito, para volverme loco. —No, es que en la casa de invitados de los Kaiser tienen toda una gama de productos con olor a melocotón. Jabón, champú, lociones, polvos de talco y hasta aceite para dar masajes. Pero el aceite no lo he usado hasta ahora. No sé, tal vez lo haga pronto. ¿A ti qué te parece? —Me parece que te gusta vivir peligrosamente.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Depende de lo que entiendas por peligro. No me gusta saber que en algún lugar hay una bala con mi nombre, pero me gusta volverte loco. Te está bien empleado, por despertar mis celos. Dime una cosa, Jack, ¿por qué besaste aquella noche a Donna con tanto apasionamiento, como si quisieras acostarte con ella? Jack suspiró. ella.

—Fue una especie de experimento. Quería saber si era capaz de acostarme con —¿Y qué descubriste? —Ya te he contestado a eso.

—No, no lo has hecho. Has dicho que no quieres mantener una relación con ella, no que no la desearas. —Pues no la deseo. Sarah estaba tan aliviada que tardó un segundo antes de darse cuenta de que Jack le estaba quitando el macuto que llevaba a la espalda. —¿Qué haces? —En primer lugar, librarte de eso. Jack le quitó el macuto y lo dejó en el suelo. —Y ahora pienso liberarte de esta maldita chaqueta, que por cierto, no me gusta nada —continuó, mientras se la quitaba—. Así podré ver el vestido morado que llevas. Me encanta. Y ahora, Sarah Davidson, vamos a hacer un pequeño experimento. —¿En serio? —preguntó, con debilidad. —En serio. Jack la tomó por la cintura, la atrajo hacia sí y bajó la cabeza.

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Doce Sarah lo miró a los ojos y esperó el beso. Pensaba que sería algo violento y apasionado, pero el primer contacto de sus labios fue dulce, sutil, sensual, apenas una caricia de piel contra piel. La joven cerró los ojos y puso las manos en los hombros del profesor. El placer que sentía era, sencillamente, indescriptible. Y Jack siguió besándola con delicadeza, como si tuviera la paciencia y el cuidado de un científico en su laboratorio. Sin embargo, Sarah podía notar la tensión de su cuerpo y sabía que no estaba precisamente relajado. Todos sus músculos estaban en tensión, en una prueba evidente de que no se había equivocado a la hora de juzgar sus sentimientos. Y además, podía sentir su erección. Sarah pasó los dedos por el cabello de Jack y comenzó a acariciarlo. Segundos más tarde, el beso se hizo mucho más apasionado y salvaje. Nunca había experimentado nada tan intenso, tan cálido. Era excitante y natural, avasallador y absoluto. Estaba tan excitada que se frotó contra él. Jack puso las manos en su trasero y la levantó del suelo. Sarah dejó de besarlo por un momento y lo miró; estaban a punto de llegar más lejos, pero no sabía a dónde. Entonces, Jack se inclinó sobre ella y besó sus senos por encima del vestido. Sarah deseó que le hiciera el amor en aquel momento, en aquel mismo lugar. —Sabía que sería algo muy intenso —dijo él. Jack la posó sobre unas cajas, y ella cerró las piernas alrededor de su cadera. Estaban a punto de hacerlo en una habitación del instituto, pero no le importaba en absoluto. —Sarah, Sarah... he intentado alejarme de ti, pero no lo he conseguido. Dime que estás enamorada de ese Mark y no volveré a molestarte. —No estoy enamorada de Mark —murmuró—. Nunca estuve enamorada de él. —Eres tan suave, tan increíblemente suave... Jack metió una mano por debajo de la falda del vestido y comenzó a acariciar sus muslos. Sarah pensó que se moriría si se detenía entonces. —Eres tan valiente, tan apasionada y tan... oh, Sarah... y estás tan húmeda... El profesor introdujo un dedo entre sus piernas, y Sarah se aferró a la camisa de Jack, apretando con fuerza la tela de algodón para besarlo. Lo hizo con toda la pasión de la que era capaz, con desesperación, devorándolo con la boca mientras él la masturbaba. No dejó de besarlo ni siquiera cuando alcanzó el clímax. En realidad habría estado besándolo hasta el fin de sus días si Jack no se hubiera apartado de ella de repente. Lamentablemente, había tenido buenas razones para ello.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Sarah miró hacia atrás y se sorprendió. Una mujer de la limpieza acababa de abrir la puerta de la habitación y los había descubierto. Pero no fue su gesto de horror lo que más llamó la atención de Sarah, por terrible que fuera. Fue el brillo de unos ojos azules, de los ojos de otra mujer que estaba a su lado, y que parecían acusarla de una terrible traición. En aquel momento, supo que Donna acababa de borrarla de su lista de amigas.

Al viernes siguiente, la agitación de Sarah se había convertido en una intensa e irreductible angustia, de la que no podía escapar. Estaba en una clase, pero no era capaz de concentrarse en lo que hacía. Miró a su alrededor para ver si Fred podía ayudarla, pero estaba concentrado trabajando con un ordenador, así que no tenía más remedio que seguir sola. La señora Dent había dicho que era un trabajo muy fácil, pero en aquel estado no había trabajo fácil par ella. No podía concentrarse en un trabajo del instituto cuando sabía que su mejor amiga lo estaba pasando mal por su culpa, cuando sabía que le había infligido un dolor insoportable. Debía haberle confesado que amaba a Jack; de ese modo, no se habría sorprendido tanto al verlos. Pero no lo había hecho, y ya no tenía remedio. —Dios mío... —¿Sarina? —preguntó la señora Dent—. No habrás roto otra aguja, ¿verdad? —No, no he roto nada más. —Menos mal. Bueno, estaré en la cocina si me necesitas para algo. Y si tienes algún problema, pide ayuda a algún compañero. —Gracias, lo haré. Sarah siguió con lo que se suponía que debía hacer. Aquel día estaban utilizando las máquinas de coser, pero Sarah era tan mala costurera como cocinera. Una vez más, pensó en el incidente con Donna. Donna se había recobrado con rapidez, y ordenó a la mujer de la limpieza que se marchara, no sin antes asegurarle que se tomarían las medidas disciplinarias adecuadas. Pero no había hecho nada desde entonces. Nada de nada. No le había dirigido la palabra en toda la semana, y evitaba mirarla. Ni siquiera había llamado a la casa para asegurarse de que se encontraba bien, y Sarah echaba de menos su amistad. En cuanto a Jack, se había escondido detrás de sus normas y de sus manías como si pudieran protegerlo de algún modo, como si no hubieran hecho nada en aquel cuarto. No podía decir que se estuviera comportando de un modo grosero con ella. Se había limitado a alejarse, y tenía la impresión de que creía que estaba esperando que le propusiera el matrimonio o algo así. Pero era una mujer madura, perfectamente

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https://www.facebook.com/novelasgratis responsable de su comportamiento sexual. Había hecho aquello porque quería hacerlo, y se dijo que no tenía que responder, de ningún modo, al código moral de Jack. Estaba tan enfadada que perdió la concentración con la máquina de coser y el hilo se enredó en la tela. Acababa de cargarse otra aguja. —¡Odio esta maldita máquina! —exclamó. Sus compañeros la miraron con asombro. Resultaba evidente que Sarina estaba a punto de sufrir una crisis de histeria, así que Kate se levantó de su asiento y se acercó. —Un mal día, ¿eh? Anda, toma esto, te vendrá bien. Kate dejó un objeto en la palma de la mano de Sarah. Por un momento, pensó que se trataría de alguna droga. Pero no era así. Sólo era otra aguja para la máquina. —Gracias, Kate, te debo una. Sarah no quería pedirle otra aguja a la señora Kent, porque no quería batir todas las marcas de estudiantes inútiles en corte y confección. No, si tenía que batir alguna marca, lo haría con algo más retorcido, como hacerse pasar por una estudiante de bachillerato años después de haber terminado la carrera. Definitivamente, era mucho más interesante. —¿Quieres que te cuente algo divertido? —preguntó Kate—. ¿Te acuerdas del examen de álgebra que tenía? Sarah asintió. —Pues bien, he sacado un notable. —¿En serio? Vaya, eso es magnífico. Sabía que podías conseguirlo... ¿se lo has contado a tu madre y a tu hermano? —Sí se lo dije, y sólo conseguí un discurso sobre lo buen estudiante que era Jack cuando estaba en la universidad. Y añadió que ya que no quería ir a la universidad, lo mínimo que puedo hacer es aplicarme ahora en mis estudios. Sarah pensó que podría haber asesinado a aquella mujer. Vera Morgan no parecía ser consciente de que comparar a una persona con otra era de mal gusto, y de que cada comparación empujaba a Kate a rebelarse contra ella. De hecho, rebelarse era lo único que podía hacer para demostrar que podía ser mejor y más fuerte que su hermano. —Sé que es muy duro para ti, pero intenta que no te afecte demasiado. Estoy segura de que tu madre tiene buena intención. Dijiste que intentó encontrar trabajo cuando tu padre murió, pero que no logró ninguno por falta de estudios. Es posible que no quiera que te pase lo mismo. —Buena teoría. Pero tiene un problema. —¿Cuál? —Que no fue mi madre quien lo dijo, sino Jack.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Sarah miró a la joven con asombro. —No me parece propio de Morgan —dijo. —No, no lo es, pero está muy nervioso porque esta noche tiene una reunión con... bueno, da igual. El caso es que se ha pasado los últimos días gritando por cualquier cosa, como si tuviera una cita con el presidente. Sarah no dijo nada, pero sospechó que su nerviosismo se debía, sobre todo, al incidente en el cuarto de limpieza. —Sea como sea, se metió conmigo. Y esta vez, por sacar un notable. Pero no es mi padre, Sarina, no es mi padre y no puede decirme lo que tengo y lo que no tengo que hacer. Me volveré loca si tengo que seguir en esa casa, observando a mi madre mientras lee revistas o cocina. Estoy deseando ser mayor de edad para aprender a conducir y marcharme a donde quiera, no sé, lejos de casa. —No le des tanta importancia, Kate. Si tu hermano estaba nervioso por algo, olvídate del tema de momento y vuelve a planteárselo más tarde. Estoy segura de que será mucho más razonable cuando esté relajado. —No. Hablar con Jack no es posible. No se habla con él; él te habla a ti. ¡Te aseguro que lo odio! El resto de sus compañeros se volvieron para mirarlas, Fred incluido. Estaba muy concentrado con el ordenador, pero ninguna concentración podía resistir el numerito que estaban montando. Fred se levantó, pero Sarah lo miró y negó con la cabeza, a modo de advertencia. De modo que el chico frunció el ceño y siguió a lo suyo. Sarah puso una mano sobre uno de los hombros de Kate, para intentar animarla. —Mira, sé que tu posición es muy complicada. Llámame esta noche y ya se nos ocurrirá algo. Pero prométeme que no harás ninguna tontería antes de que hablemos. Kate se levantó de súbito y se apartó de ella, mirándola con recriminación. —¿Es que tú también crees que soy estúpida? Yo te diré lo único que es realmente estúpido. Lo único estúpido es malgastar la vida con tonterías cuando podría estar divirtiéndome. Pensé que lo entenderías. —Kate... —Sigue cosiendo, pero esta vez intenta coser en línea recta —espetó la chica, mirando la máquina—. Pareces una chica con mucho aplomo, de modo que no debería resultarte demasiado complicado. Kate se dio la vuelta y se alejó. Sarah miró el trozo de tela que tenía en la máquina y pensó que su vida era muy parecida. Algo arrugado, frágil, mal hecho y confuso. Cuando llegó al instituto pensó que podría divertirse un poco, revivir una fase de su vida contando con la experiencia de los años. Pero en lugar de eso había desarrollado un intenso afecto por un grupo de chicos muy notables, que podrían hacer lo que quisieran con un poco

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https://www.facebook.com/novelasgratis más de confianza y de experiencia. La experiencia llegaría con el tiempo, pero ella podía ayudarlos con la confianza. En aquel momento pensó que debía redoblar sus esfuerzos. De algún modo, podía ayudar a aquellos chicos; y la posibilidad resultaba muy excitante. Se concentraría en Kate, en Elaine, en Fred y en los otros y así no tendría que pensar en Jack. Sarah ajustó el trozo de tela negra, cambió la aguja y siguió cosiendo, más decidida que nunca.

Kate aún no había llamado por teléfono a las ocho de la tarde, así que Sarah descolgó el auricular y llamó a la casa de los Morgan. Pero Kate estuvo distante y fría, y no quiso que fuera a visitarla. —No necesito una niñera —espetó la joven, con sarcasmo, antes de colgarle el teléfono. Y ahora, a las diez y media, Sarah tomaba un té, sentada, mientras intentaba librarse de la sospecha de que algo no andaba bien. Kate no sólo había estado grosera con ella; además, parecía nerviosa, como si planeara hacer algo cuando su hermano estuviera lejos de casa. Se dejó llevar por un impulso, descolgó el teléfono y volvió a marcar un número que había memorizado semanas atrás. —¿Dígame? —preguntó Vera Morgan. —¿Señora Morgan? Hola, soy Sarina Davis. ¿Podría hablar con Kate, por favor? —Probablemente estará dormida. Yo, al menos, lo estaba. —Siento llamar tan tarde, pero es algo importante. Le agradecería mucho que fuera a buscarla. —De acuerdo. Espera un momento. Sarah esperó y miró hacia el reloj de la cocina. Sentía curiosidad por saber cómo habría ido la reunión de Jack con el agente de Los Angeles. Suponía que en aquel momento estarían tomando algo en un bar, limando cualquier posible aspereza con unas copas. Segundos más tarde volvió a oír la voz de Vera. —No está en su dormitorio —dijo, tensa. —¿Ha mirado en el resto de la casa? —Sí, claro que sí. Ni siquiera ha deshecho la cama. Seguro que se ha fugado, probablemente con ese chico, aunque su hermano le prohibió que lo viera. Bruce Logan, no podía ser otro. Además, Sarah sabía que aquella noche daba una fiesta en su casa, aprovechando que sus padres habían salido.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Si Jack estuviera en casa... —continuó la mujer—. Él sabría que hacer. —Señora Morgan, ¿tiene el número de teléfono de Bruce, o su dirección? —¿El número de ese chico horrible? ¿Cómo quieres que lo tenga? —Es posible que Kate se encuentre en su casa. De todas formas, buscaré su dirección e iré a buscarla. Mientras tanto, llame a sus amigos por si está con alguno de ellos. ¿Tiene un bolígrafo a mano? —¿Un bolígrafo? Sí, espera un momento. Sarah le dio el número de su teléfono móvil y añadió: —Si la encuentra, o si averigua su paradero, llámeme. Si yo la encuentro antes, la llamaré. —Sarina, ¿sabes algo que no me hayas contado? ¿Es que Kate está en peligro? Sarah pensaba que lo estaba, pero no dijo nada. —No, seguro que está perfectamente. Pero a veces las fiestas se van de las manos y los vecinos llaman a la policía. Aún es pronto. Si está allí, hablaré con ella y la llevaré a casa. —Es terrible que Jack no esté en casa. Seguro que tiene los números de teléfono de los amigos de Kate en alguna parte. —Señora Morgan, su hijo no puede ayudarla todo el tiempo —declaró ella—. Tiene que actuar por su cuenta. Y por favor, llámeme si averigua algo. Hasta luego. Sarah sabía que había sido bastante grosera con la madre de Jack, pero no tenía ni tiempo ni ganas para actuar de otro modo. Sabía que Vera padecía una depresión crónica, pero también sabía que recibía el tratamiento adecuado y que podía reaccionar y salir del bache, tal y como habían hecho otras personas en su situación. Por otra parte, encontrar a Kate era lo más importante en aquel momento. Sarah llamó a Elaine. Su joven amiga tenía la dirección de Bruce, así que se la dio; Elaine insistió en acompañarla, y como Sarah no quiso, se empeñó en que la llamara más tarde para asegurarse de que se encontraba bien. Sarah tomó su teléfono móvil y entró en el coche de la señora Kaiser. Después, salió de la propiedad y se dirigió a casa de Bruce. No tenía ganas, ni mucho menos, de ir a una fiesta.

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Trece Minutos más tarde, Sarah había llegado a la casa de Bruce. No había luz en la casa, ni se oía música, ni había coches aparcados en la calle. Al parecer, no había ninguna fiesta. Sarah intentó convencerse de que era una buena señal, pero a pesar de ello apretó el volante con más fuerza. En el vado de la casa había un descapotable y una camioneta. El descapotable era de Bruce, y la camioneta podía ser de cualquier otra persona. Miró hacia las ventanas de la casa, como si pudiera comprobar de ese modo la posible presencia de Kate, pero no podía ver nada a través de las cortinas. El teléfono móvil no había sonado todavía, lo que significaba que la señora Morgan aún no había localizado a su hija. Sabía que podía llamar a Bruce por teléfono para saber si Kate se encontraba con él, pero imaginaba que no diría la verdad aunque así fuera. Tendría que comprobarlo personalmente, por desagradable que resultara. Tomó el teléfono, salió del coche y cerró la portezuela, pero no cerró con llave. Si tenía que salir corriendo de la casa, no quería tener que buscar apresuradamente las llaves del vehículo. Como la apertura no era automática, ni siquiera podía abrirlo desde lejos. Sarah caminó hacia la entrada, intentando convencerse de que no iba a ocurrir nada. Cabía la posibilidad de que los padres de Bruce se encontraran en la ciudad, contrariamente a lo que el chico había contado. Y en tal caso, Kate se encontraría en casa de alguna amiga. Aquello no tenía nada que ver con aquella noche en Dallas, cuando llamó a la puerta de Merrit. No guardaba ninguna relación. Pero su cuerpo no escuchaba. Recordó la noche del crimen, sin poder evitarlo, y cuando llegó a la entrada estaba tan tensa que apenas se podía controlar. Respiraba aceleradamente y una ligera capa de sudor cubría su frente. Pero, a pesar de todo, llamó al timbre. Poco después, la puerta se abrió. Sarah se encontró mirando a un joven de fríos ojos azules, como salido de una película de terror. Bruce se apoyó en el marco y sonrió. —Vaya, vaya, vaya. He echado un vistazo por la mirilla y he pensado que eras tú, pero no podía creerlo. ¿Vienes a la fiesta, preciosa? Sarah no hizo caso. —¿Está Kate aquí? Tengo que hablar con ella. —Claro, pequeña. Entra. —Preferiría que saliera, si no te importa.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Pídeselo tú misma. Está en el salón —declaró—. Vamos, no me digas que Sarina Davis tiene miedo. Sarah estaba aterrorizada, pero no podía abandonar a Kate. No podía escapar y dejar que le ocurriera algo malo, como había hecho con Merrit. —¿Qué le has hecho a Kate? ¿Por qué no puede salir? ¿Qué estás ocultando? —¡Eh, Bruce! —exclamó un chico, desde el interior de la casa—. Ven ahora mismo o no te esperaré. —No le pongas las manos encima hasta que yo te lo diga —exclamó Bruce, antes devolverse hacia Sarina—. La pizza se está enfriando. Pero Bruce no engañó a Sarina. Sarah sabía que no se trataba de ninguna pizza. —Haz que Kate salga ahora mismo o llamaré a la policía y os acusaré por secuestro. Y tengo la impresión de que si la policía entra en tu casa encontrará algo más que a mi amiga. Sarah sacó el teléfono móvil y empezó a marcar. —¡Espera!— exclamó el chico. Sarah se detuvo, y Bruce la miró con cara de muy pocos amigos. —No seas estúpido —continuó ella, con dureza—. ¿De verdad quieres que tus padres reciban una llamada de la policía? Seguro que no sería la primera vez, y es posible que te quitaran el deportivo, entre otras cosas. Bruce sabía que Sarah tenía razón. No quería enfrentarse a sus padres, de modo que giró en redondo y entró en la casa. Sarah se sintió desfallecer y dejó caer el teléfono sin darse cuenta. Se agachó para recogerlo, pero ya era demasiado tarde; no funcionaba. Lo había roto y ya no serviría para nada. Segundos más tarde miró a la puerta y vio que Bruce llevaba a Kate en brazos. —Maldito canalla... ¿se puede saber qué le has hecho? —Nada. Se lo ha hecho ella sólita. No soporta el alcohol, según parece. ¿Dónde quieres que la ponga? Sarah caminó hacia el coche y abrió la portezuela derecha del vehículo para que la dejara en el asiento. Mientras Bruce dejaba a Kate en el lugar, sin demasiada delicadeza, Kate sacó las llaves del vehículo. —No creas que voy a olvidar este asunto, maldita bruja —espetó él—. La próxima vez terminaré lo que había empezado con Kate. Sarah lo creyó, pero no quería enfrentarse otra vez con él, porque el teléfono se había roto. De modo que asintió y se puso al volante. Después, cerró la portezuela de Kate, arrancó y salió disparada de allí. A un par de manzanas de distancia vio que se acercaba un coche a gran velocidad en dirección contraria y pensó que sería algún borracho. Sin poder controlarse, comenzó a temblar. Estaba tan nerviosa que tuvo que detener el vehículo

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https://www.facebook.com/novelasgratis a un lado. Miró a Kate, que seguía inconsciente, y quiso abrocharle el cinturón de seguridad, pero le temblaban tanto las manos que no pudo hacerlo. Entonces vio que el vehículo que se acercaba se detenía al otro lado de la calle. Sarah deseó no haber aparcado allí. Un hombre alto, de anchos hombros, salió del coche. En su nerviosismo, quiso arrancar el vehículo para alejarse, pero no lo consiguió. Y cuando miró de nuevo, se sintió inmensamente aliviada. No era ningún borracho. Era Fred. Rápidamente, bajó la ventanilla. —¿Se encuentra bien? —preguntó el joven, cuando llegó. —No lo creo. Es posible que sólo esté borracha, pero no lo sé. —Sal del coche. Sarah obedeció, con piernas temblorosas. Fred le tomó el pulso a Kate, miró sus pupilas y tocó sus costillas para comprobar que no se había roto nada. Actuaba con confianza y serenidad, en una demostración evidente de que conocía los primeros auxilios. El simple hecho de observarlo calmó a Sarah. —Está inconsciente, pero sus signos vitales son estables y no parece herida. Cuando se despierte tendrá un buen dolor de cabeza, pero nada más. Alguien tendría que examinarla con más detenimiento para ver si... —Menos mal que he llegado a tiempo —intervino Sarah—. Elaine no debería haberte llamado, pero creo que nunca me había alegrado tanto de ver a alguien. Gracias, Fred. Fred asintió. —Enciende la calefacción del coche, y cuando llegues a casa de Kate, tómate algo caliente. Te llamaré más tarde para comprobar que se encuentra bien —dijo, antes de dirigirse a casa de Bruce. —Fred, al menos hay otro chico con Bruce. No hagas ninguna estupidez digna de «machos». —No se me conoce precisamente por mi falta de aplomo, Sarina. Y te aseguro que no soy ningún estúpido. Sarah entró en el vehículo y arrancó, aunque no le agradaba dejar a Fred allí. El joven no estaba, precisamente, de buen humor. Pero, tal y como había dicho, no era ningún estúpido. Y no podía ocurrirle nada malo. O eso esperaba.

Fred Adler le había dado una buena paliza a Bruce Logan. Ya habían pasado cinco días desde entonces, pero Jack seguía bastante molesto. Fred le había robado el placer de arreglar las cuentas con aquel cretino, aunque habría tomado cumplida venganza de todas formas si el médico no hubiera constatado que Kate se encontraba

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https://www.facebook.com/novelasgratis bien. Además, la posibilidad de que Sarah hubiera resultado herida lo enervaba. Cuando pensaba en ello, perdía los estribos. Estaba solo en una clase, con la puerta cerrada. Intentó concentrarse en el plan de estudios, algo que generalmente bastaba para tranquilizarlo, pero en aquella ocasión no le sirvió de ayuda. Entonces, repasó mentalmente lo que había sucedido durante los últimos días. Jack había hablado con los padres de Bruce el domingo, y había comprobado el terrible estado que presentaba después de su enfrentamiento con Fred. Pero, de todos modos, había sido su amigo el que había calmado sus ánimos. El chico que se encontraba en la casa con él había confesado que habían puesto unas pastillas en la cerveza de Kate, y había revelado los detalles de la pelea. Los padres de Bruce no habían querido que el asunto llegara a los tribunales, pero Jack estaba contento de todos modos. La reputación de Bruce en el instituto estaba destruida, y eso era mucho peor, para él, que tener que vérselas con la policía. Para el lunes por la tarde, la historia ya había llegado a oídos de los profesores. Fred, el rey de los ordenadores, había dado una buena lección a Bruce. Jack sonrió al pensarlo. Nadie habría creído que Fred era cinturón negro de kárate, pero lo era. Resultaba evidente que Bruce tampoco lo esperaba, de modo que acabó por los suelos, completamente derrotado. Al menos, ya no volvería a molestar a su hermana. Sus padres y el propio Fred se asegurarían de ello. Además, la heroicidad de Fred le había ganado la admiración y el respeto de todas las chicas del instituto. Mientras pensaba en ello, Jack no pudo controlarse más y comenzó a reír. Sarah había tenido que contar una y mil veces la historia de lo que había sucedido. Su pequeño grupo de amigos se había convertido, en muy poco tiempo, en ejemplo de todos los estudiantes. Pero aquel pensamiento lo llevó a pensamientos más problemáticos. Comenzó a pensar en lo que había experimentado con ella, en su calor y en el deseo que sentía. Sabía que si Donna no hubiera abierto la puerta del cuarto de la limpieza habrían terminado haciendo el amor. Cerró los ojos, desesperado. Una vez más, estaba excitado; de hecho se había convertido en un estado crónico desde el episodio del cuarto. Pero se dijo que se lo merecía. Era consciente de que Sarah sospechaba que se arrepentía de lo sucedido, pero estaba seguro de que no sabía por qué. La persona que más lo comprendía, la persona que lo volvía loco, era un verdadero peligro para él. Hacía años que deseaba estar solo, vivir por su cuenta y sin depender de nadie para poder desarrollar su creatividad. Pero sospechaba que una simple palabra de Sarah bastaría para que lo abandonara todo y se fuera con ella. En aquel instante, alguien llamó a la puerta. Un par de segundos después apareció Donna, vestida con un precioso vestido blanco. Era una mujer muy hermosa y tenían muchas cosas en común, pero su visión no bastaba para que su pulso se acelerase.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Acaban de traer una nota para ti. Linda dice que es de un hombre, y que es urgente. Pensé que querrías saberlo. En cuanto vio el papel, supo que era de Irving Greenbloom. Probablemente querría que lo llamara de inmediato. —¿Ocurre algo, Jack? ¿Son malas noticias? —No lo sé. ¿Te importa que use el teléfono de tu despacho? —No, claro que no. Vamos, me aseguraré de que no te molesten. Jack la siguió al departamento de administración. Irving le había dicho que no esperaba ninguna noticia de las productoras hasta el fin de semana, pero cabía la posibilidad de que hubiera pasado algo nuevo. Donna lo llevó a su despacho. Jack llevaba muchos años en el instituto, pero sólo había estado allí dos o tres veces. A pesar de todo, sabía que era la tercera habitación a la izquierda. Una habitación ordenada, sin ventanas y poco imaginativa. Como su propia aula. Jack se sentía muy incómodo. Donna había salvado su empleo cuando la mujer de la limpieza lo había descubierto con Sarah. No habían hablado sobre lo sucedido, pero sabía que también le había hecho daño a ella. —Bueno, puedes llamar cuando quieras. Marca el nueve si quieres llamar fuera del instituto. Le diré a Linda que retenga mis llamadas. Tómate el tiempo que quieras. —Gracias. Jack esperó, pensando que Donna lo dejaría a solas en el despacho. —Jack, por cierto... Sé que fuiste muy sincero conmigo desde el principio, al decir que no querías mantener una relación. Pero espero que hagas lo mismo con Sarah. En este momento es muy vulnerable, y necesita apoyarse en alguien. —¿Sarina, la chica sin miedo, la defensora de los débiles? —preguntó, con ironía—. No te engañes. Sarah no necesita a nadie. Se sentiría insultada si intentara ayudarla. Donna lo miró con frialdad. —Sarah es perfectamente capaz de luchar por las personas que aprecia, pero no se quiere demasiado a sí misma —declaró, enfadada—. Eres un buen hombre, Jack. Inteligente, responsable, y trabajador. Pero, por lo visto, no conoces a las personas. Donna se volvió y cerró la puerta a sus espaldas. Jack miró la puerta, asombrado. Era la primera vez que Donna perdía los estribos en su presencia. Por fin había logrado algo de lo que podía enorgullecerse. Pero Donna tenía razón y lo sabía. Durante años había intentado entender a las personas que lo rodeaban, especialmente a Kate y a su madre, y sólo había conseguido que fueran infelices.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Acaso había llegado el momento de que se concentrara en sus propios asuntos, por una vez en su vida. Y tal vez, podría hacerlo sin que un montón de mujeres llenaran sus pensamientos.

Dos horas más tarde, Sarah salió del cuarto de baño y se dirigió a la cocina para prepararse una taza de té. Era su hora preferida del día. La tensión de tener que ver a Donna y a Jack en el instituto ya había quedado atrás, al igual que sus paseos y carreras. Se había lavado el pelo y se sentía refrescada y relajada. Al menos, todo lo relajada que podía estar sabiendo que el hombre que amaba, y que su mejor amiga, la evitaban como si tuviera la peste. No obstante, había algunas cosas buenas en su vida. Se había ganado el afecto y la gratitud de Kate, y Fred se había convertido en el héroe de todo el instituto. Sonrió al pensar en su compañero, llenó la tetera con agua y la puso al fuego. En cierto modo, el éxito de Fred era su éxito. Cuando terminara con él, la fama de Fred rivalizaría con la de Tony Baldovino. Pero para eso tenía que contar con su cooperación. Y si la obtenía, se lo agradecería cuando sus descubrimientos en informática dieran la vuelta al mundo. Justo entonces, sonó el teléfono. La señora Anderson le había entregado su teléfono móvil, reparado, el día anterior; Donna se había encargado personalmente del asunto, y se lo había dejado al ama de llaves para que se lo diera. —¿Dígame? —Sarah, soy Jack. Sarah no dijo nada. —Mira, llevo un rato dando vueltas en el coche, y no sé cómo me las arreglo, pero siempre termino pasando por delante de tu casa. Ahora estoy en la tienda que hay junto al instituto. ¿Te importaría abrirme la puerta de la propiedad? Tengo que hablar contigo y no quisiera molestar a la señora Kaiser. —Muy bien, pero no es necesario que vaya a abrirte. Te daré el código de seguridad y podrás entrar tú solo. Sarah se lo dio y Jack le dio las gracias. —Estaré ahí dentro de cinco minutos. Hasta ahora. —Hasta ahora. Sólo tenía cinco minutos, de manera que Sarah corrió al dormitorio para mirarse al espejo. Tenía el pelo mojado y se había quitado el maquillaje. No tenía tiempo para cambiarse de ropa y ponerse algo más elegante, pero podía hacer algo para que, por una vez, Jack la viera como a la mujer de veintisiete años que era. Rápidamente, se maquilló y se pintó los labios. Acababa de secarse el pelo cuando oyó el sonido de la puerta eléctrica de la propiedad. Apagó el secador y se

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https://www.facebook.com/novelasgratis miró al espejo, intentando tranquilizarse un poco. No quería hacerse falsas esperanzas. Sin embargo, no pudo evitar que su corazón comenzara a latir más deprisa cuando oyó el timbre de la puerta. Caminó hacia la entrada y abrió. Jack llevaba una camiseta gris y una chaqueta negra, y se había apoyado en el marco de la puerta. —Hola —dijo él, con suavidad. —Hola. —¿Puedo entrar? —Claro, adelante. Sarah se apartó para permitir que pasara. Estaba muy nerviosa, pero el súbito pitido de la tetera le dio una excusa excelente para recobrar la compostura. —Estaba a punto de tomar un té. ¿Quieres una taza, o prefieres café? —Prefiero café, si no es molestia. —No, no es ninguna molestia, sólo tardaré un momento —dijo, mientras cerraba la puerta de la casa—. ¿Qué ocurre, Jack? —Nada malo. Acabo de recibir una oferta de trescientos mil dólares y una oferta para adaptar el guión. Ya es oficial. He hablado esta tarde con Irving, desde el instituto. —¡Jack, eso es maravilloso! Oh, Dios mío... deberíamos tomar champán, no café. Sarah corrió al frigorífico y abrió, como si esperara que apareciera una botella de champán por arte de magia. —Lástima —continuó—, no tengo nada excepto refrescos sin calorías. Pero supongo que preferirás café. Sarah cerró la puerta del frigorífico y lo miró de nuevo, sonriente y mucho más relajada. —Venga, cuéntamelo todo —siguió hablando—. ¿Qué es eso de que estabas dando una vuelta en coche y de que pasabas una y otra vez por delante de la casa? ¿No les has dado la buena noticia a Kate y a tu madre? Se alegrarán mucho por ti, Jack. —No lo creo —dijo, con seriedad. —Oh, vamos... estoy segura de que se alegrarán. —Lo dudo. El director quiere que vaya a Los Ángeles y que empiece a trabajar a finales de la semana que viene. Si aceptó, tendré que vivir allí por tiempo indefinido. —Ah. —¿Qué debo hacer, Sarah?

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Catorce Al parecer, Jack no sólo pretendía clavarle una flecha en el corazón, sino que se despidiera de él con una sonrisa cuando hiciera las maletas. La expresión del profesor evocaba su alegría por lo conseguido y la confusión de tener que elegir. Pero en lugar de ir a casa para contárselo a su madre y a su hermana, había decidido hablar con ella en primer lugar, tal vez porque necesitaba su apoyo y su comprensión. Sarah hizo un esfuerzo e intentó encontrar la energía necesaria para seguir hablando con él, la energía para soportar que se alejara de ella y que saliera de su vida. —¿Qué quieres decir con eso, Jack? Márchate a Los Ángeles, es evidente. Si quieres hacerme alguna pregunta, que sea más inteligente, por favor. Jack se cruzó de brazos. Estaba muy atractivo. —Ya. ¿Y cómo se las arreglarán mi madre y mi hermana sin mí? No pueden permanecer diez minutos en la misma habitación sin acabar discutiendo. ¿Y qué harán mis alumnos? Si me marcho, tendrán que cambiar de profesor en mitad del curso. Beto y Tony van algo atrasados, y Jessica podría empeorar de nuevo si no me encargo de ella... —Espera un momento. Enfréntate a las cosas una a una. Siéntate, te serviré un café e intentaremos analizar la situación con objetividad. Jack asintió, aunque no parecía demasiado convencido, y se sentó en una silla, desde la que observó a Sarah. La joven estaba haciendo verdaderos esfuerzos para controlar su emoción y su nerviosismo, para no preguntar lo que deseaba. «¿Y qué hay de mí? ¿No soy importante en tu vida?». Poco después sirvió el café, se sentó a la mesa y lo miró. Estaban tan cerca que sus piernas casi se tocaban. —Veamos, Jack. Aunque creas lo contrario, nada es imposible. Las personas somos increíblemente flexibles. Tu madre y Kate te echarán de menos, desde luego, y seguro que se pelearán a menudo cuando no estés a su lado. Pero con el tiempo se acostumbrarán y aprenderán a convivir. Lo digo en serio, Jack. Dependen demasiado de ti y tal vez sea contraproducente. Cuando no cuenten contigo no tendrán más remedio que hacer las cosas sin ayuda. —No todas las personas son tan fuertes e independientes como tú, Sarah. —Las personas son tan fuertes como tienen que ser. Todo depende de las circunstancias —declaró—. Cuando te marches a Los Angeles, aprenderán a vivir sin ti. Ya lo verás. Y en cuanto a tus alumnos... se adaptarán a su nuevo profesor. Sobre todo si te llevas esa maldita campanilla.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Sospecho que vas a echar de menos esa maldita campanilla —dijo él—. Ya lo verás. Sarah hizo caso omiso del comentario, aunque le dolió. —Al margen de tu familia y de tus alumnos, ¿hay alguna persona más que necesites para poder vivir? Jack la observó con detenimiento, mientras tomaba un poco de té. —Dímelo tú. Sarah supo en aquel momento que Jack sabía que estaba enamorada de él. Se sintió tan humillada que estuvo a punto de perder los estribos. Pero en lugar de eso, se levantó, tomó las dos tazas ya vacías y las llevó a la pila. —Hablar contigo ha sido muy agradable, Jack, pero creo que será mejor que te marches. Vete a casa y cuéntale la buena noticia a tu madre y a tu hermana. Así podrás romper dos corazones más. Jack se levantó, la siguió, y la abrazó por detrás. —Deja esas tazas a un lado. Sarah se estremeció. —Venga, déjalas a un lado. De lo contrario me las vas a tirar encima y me mancharás la ropa que llevo. Me ha costado un mes de sueldo, y sólo la compré para impresionarte. —Ahora eres rico, así que podrás comprarte todos los trajes que quieras — espetó, antes de caer en la cuenta de lo que había dicho—. ¿Lo compraste para impresionarme? Jack se encogió de hombros. —Sí, pero antes no me habría importado que me mancharas con el café. Venga, deja las tazas. —No. —Sarah... —Dame una buena razón para hacerlo. —¿Una buena razón? Necesito que las dejes en la pila para que puedas darte la vuelta. Necesito ver tus ojos —dijo, con tanta tristeza como delicadeza. —¿Por qué? —Porque has insinuado que he roto tu corazón y no puedo soportarlo. —¿Por qué? —Porque eres una mujer maravillosa, llena de sensibilidad, de fuerza y de valentía. Y romper tu corazón sería un delito espantoso. —¿Lo sería? —Lo sería.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Por qué? —volvió a preguntar. —Porque si te rompiera el corazón, me rompería el mío. ¿Es eso lo que querías escuchar? Sarah dejó las tazas en la pila. Jack le dio la vuelta y la miró con intensidad. Sarah había bajado todas sus defensas, y se mostró ante él tal y como era, con su corazón roto, con aquel corazón que sólo le pertenecía, irremisiblemente, a él. —¿Es que no lo sabías? —preguntó ella, apoyando las manos en su pecho. Jack negó con la cabeza. —No, no lo he sabido hasta ahora. Llamaré a Irving y le diré que me quedo aquí. Eso no afectará a la venta del guión. Sencillamente, tendrán que encontrar a otra persona para cambiarlo. —No, no harán tal cosa. Lo harás tú, y lo harás muy bien. Tienes que ir a Los Ángeles. Es una oportunidad maravillosa. La oportunidad que esperabas para desarrollar tu talento. Jack bajó la cabeza y apoyó la frente en la frente de Sarah. —Sarah, Sarah... no puedo marcharme ahora. No puedo. —Puedes y debes hacerlo, Jack. Si te quedas, terminarás odiándome y odiándote á ti mismo por no haberlo hecho —dijo, con una sonrisa débil—. Sé que lo que estoy diciendo suena a película mala, pero es cierto. Aunque no me vendría mal que alguien me revisara los guiones. —Si lo deseas, acabas de conseguir a un guionista maravilloso. Dime cómo quieres que se desarrolle la escena y te lo concederé. —Sólo sé que no quiero sentimientos de culpabilidad ni rencores entre nosotros —dijo ella, en un murmullo—. Y no quiero arrepentimientos, ni dolor. Esto es una escena de amor, Jack. Un hombre y una mujer que disponen de una noche antes de que él se marche. No saben lo que les deparará el futuro, así que deciden disfrutar del tiempo que tienen, sin ataduras, sin promesas que tal vez no puedan cumplir. Sarah se detuvo un momento antes de continuar. —Deciden hacer algo hermoso, para poder recordarlo cuando estén separados. Un recuerdo que les haga sonreír cuando envejezcan —dijo—. Esa es la escena que quiero. ¿Crees que podrás hacerlo? Jack respondió con un beso apasionado, pero esta vez no se abrió ninguna puerta, nadie los interrumpió. Eran dos adultos que tenían tiempo e intimidad para hacer lo que quisieran. ti.

—Eres tan maravillosa —dijo él, mientras la acariciaba—. Nunca me cansaré de —Inténtalo.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Los bíceps de Jack eran tan duros como parecían, al igual que su espalda. Sarah lo acarició, algo que había deseado hacer durante mucho tiempo, y bajó una mano hacia su entrepierna. —Espera —dijo él. Jack se desabrochó los pantalones, y después le quitó la ropa a Sarah con una rapidez sorprendente. En cuestión de minutos, Sarah estaba en la cocina en paños menores. Sólo llevaba el sujetador y unas braguitas a juego. Sintió vergüenza y quiso taparse, pero él se lo impidió. —No lo hagas. Eres perfecta. He esperado tanto este momento, y te deseo tanto... que creo que ha llegado el momento de buscar otra localización para nuestra escena. Jack la tomó en brazos y la llevó al dormitorio. Una vez allí, la dejó sobre la cama. —Desnúdate —dijo ella. Él obedeció sin vergüenzas de ninguna clase, sin dejar de mirarla, y Sarah pudo contemplar su erección. Aquella visión fue el mejor cumplido que le habían dedicado en toda su vida, y Jack lo descubrió cuando por fin le quitó el sostén y las braguitas y comprobó la excitación de su amante. —Ven aquí —dijo ella. Jack se tumbó a su lado y Sarah comenzó a besarlo con apasionamiento. —Tranquila... —No, no quiero que lo hagamos con delicadeza. Te deseo demasiado, Jack. Quiero hacer el amor ahora mismo. Jack, por favor... deja que te demuestre lo mucho que te quiero. —No, yo tengo una idea mejor. Deja que nos lo demostremos el uno al otro. Jack se colocó sobre ella y la penetró. En aquel instante, Sarah supo que no lo olvidaría nunca. Y entonces comenzó el sensual baile de los amantes, en un ritmo sin tiempo, tan emocionante como descender los rápidos de un río. Gimieron, giraron el uno sobre el otro y rieron, hasta que Sarah alcanzó el éxtasis y susurró el nombre del profesor entre espasmos. Jack alcanzó el clímax pocos segundos después, y se tumbó sobre ella, apretando la cabeza contra su cuello. Sarah se dejó llevar por la maravillosa sensación y lo acarició con suavidad. Sabía que el dolor llegaría más tarde, cuando se marchara, y que sería insoportable. Pero tenían toda una noche por delante, y un montón de recuerdos por crear. Y estaba dispuesta a hacer una escena que Jack no pudiera olvidar.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Tenía que marcharse. Casi era media noche y no quería que Kate y su madre sospecharan algo raro, cosa que seguramente harían si volvía por la mañana, a tiempo de dirigirse al instituto. Si lo hacía, tendría que responder a demasiadas preguntas. Y ya tenía suficientes problemas con la venta del guión. La luz de la luna se filtraba entre las ramas del roble que había junto a la ventana, dando un tono plateado a la mujer que dormía a su lado. Sarah parecía una escultura clásica, muy distinta de la joven pelirroja y llena de energía que había conocido. La observó durante unos segundos con la admiración de un asiduo visitante de museos, pero con el apasionamiento de todo amante. Era perfecta. Su mirada recorrió todo el cuerpo de Sarah, hasta llegar a su precioso perfil, para volver a bajar más tarde a la estrechísima cintura que cabía entre sus manos. Entonces notó que estaba excitado otra vez. Su prolongada abstinencia, empero, no podía justificar el insaciable deseo que sentía hacia aquella mujer. Había imaginado que las relaciones sexuales con ella serían maravillosas, pero no había imaginado que fueran tan intensas. Durante unos minutos se limitó a observar su respiración, escuchando el sonido, un sonido que podría oír todos los días si se marchaba a Dallas con ella en lugar de dirigirse a Los Angeles. Jack apartó la mirada y volvió a mirar por la ventana. Sentía un intenso vacío, y no estaba seguro de haber tomado la decisión acertada. Kate y Vera tendrían una situación económica muy acomodada, y Sarah tenía razón en lo relativo a su relación. Dependían demasiado de él, y en cierto modo había resultado contraproducente. Su marcha les dolería, pero aprenderían a vivir por su cuenta. En cuanto al instituto, sabía que la dirección tendría problemas para encontrar a otro profesor cuando sólo faltaban tres meses para que terminara el curso, pero no era la primera vez que se marchaba un profesor y siempre habían solucionado los problemas. No obstante, la perspectiva de marcharse sin ver cómo terminaban los estudios sus alumnos le resultaba demasiado dolorosa. Pero, tal y como Sarah había insinuado, les había dado todo lo que podía darles. Y tal vez merecieran librarse de sus estrictas normas. Tal y como la propia Sarah había comentado en otra ocasión, Jack sentía celos de ellos, celos de su juventud y de su libertad. Pero, en realidad, su verdadero dilema se encontraba más cerca, a su lado, en aquella cama. No creía que llegaran a odiarse si decidía permanecer con ella; sin embargo, tampoco quería arriesgarse a cometer un error. Lamentablemente, sospechaba que su corazón no resistiría la separación de Sarah. Entonces la miró y vio que se había despertado y que lo estaba observando con una sonrisa.

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https://www.facebook.com/novelasgratis La excitación de Jack se desató de inmediato. Quería hacerlo otra vez, pero tenía que contenerse. Habían hecho el amor muchas veces durante la noche, y Sarah ya no podía más. —No tienes prisa por marcharte, ¿verdad? —preguntó ella. —Bueno... Sarah se levantó de la cama y abrió la puerta del dormitorio. —Espera, Jack. La mujer desapareció en el interior del cuarto de baño, y apareció segundos más tarde con una sonrisa maliciosa en los labios. —He pensado que podríamos usar esto, si estás dispuesto a colaborar. Jack estaba tan concentrado en la belleza del cuerpo de Sarah que tardó más de lo normal en entender lo que decía. Entonces vio el pequeño frasco que llevaba en una mano, un pequeño frasco con una etiqueta en la que se veían unos melocotones. Se acercó y vio que era aceite para dar masajes. Acto seguido, Jack levantó la mirada, excitado, y sonrió. —Desde luego. No tengo ninguna prisa.

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Quince Había muchas cosas que no habían resultado fáciles a Sarah a la hora de entrar en el instituto a los veintisiete años, como la estructuración del horario, los deberes y la actitud condescendiente de los supuestos adultos. Tampoco encajaba en la compleja jerarquía social que determinaba la felicidad de los alumnos. Todos aquellos factores, combinados con el miedo a que se descubriera su tapadera, habían hecho que los meses de enero y febrero le resultaran muy difíciles de sobrellevar. Sin embargo, la clase de literatura era algo que siempre la animaba. Al principio porque era un cambio agradable en la rutina cotidiana, y más adelante, porque la hacía pensar y a veces la emocionaba. Era lógico que se hubiera enamorado. Además, como había comprobado personalmente, la visión de Jack no era simplemente agradable. Merecía figurar en un calendario. Durante las dos semanas transcurridas desde que hicieron el amor había pasado horas imaginándolo en doce poses distintas. Tenía una noche de recuerdos maravillosos. Debería conformarse con aquello, porque los dos habían convenido en que no sería aconsejable repetir, aunque ninguno de ellos había explicado por qué. Los motivos de Sarah no tenían nada que ver con la ética, sino con el miedo. Jack había decidido marcharse, y ella tenía que respetarlo. Ahora, por las noches, cuando se apartaba las mantas dispuesta a ir a casa de Jack y meterse en su habitación por la ventana, cerraba los ojos y se imaginaba de rodillas en el suelo, rogándole que no se fuera. Aquello era bastante para disuadirla. El último día de clase de Jack, a finales de febrero, pensaba que estaba preparada para apartarse de él. Lo había animado a irse. Incluso había ayudado a organizar la fiesta de despedida. Aunque los alumnos se quejaran de él por lo estricto que era, las notas que escribieron en la tarjeta denotaban afecto y respeto. La visión de Jack Morgan emocionado provocó una epidemia de ojos acuosos. Hasta Tony se había puesto melancólico. Habría sido un buen anuncio si alguien lo hubiera fotografiado. Un momento casi tan impresionante como el de la despedida de Jack y Sarah. Jack estaba en el vestíbulo, con las cosas que había recogido de su mesa. Estaban rodeados de gente. Sarah lo miró a los ojos y murmuró unas palabras que había olvidado en el acto. Pero no olvidaría nunca la desesperación que había sentido al oír los escuetos buenos deseos de Jack para el futuro, y su recomendación de que tuviera cuidado. Tampoco olvidaría la angustia de verlo subir a su coche con intención de irse a Los Ángeles por la mañana. Los separaban tantos kilómetros de hielo que no se podrían derretir en toda una vida.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Creía que estaba preparada para separarse de él. Pero se equivocaba.

Marzo y abril fueron los dos meses peores y mejores de su vida. Lo peor empezaba al atardecer, cuando los demás se iban a casa con su familia, con su animal doméstico o al solitario remanso de paz que habían creado a su gusto, con sus recuerdos personales. Sarah se iba a un lugar decorado por otra persona, lleno de libros que habían dejado los inquilinos anteriores y fotografías de familias ajenas. Ni siquiera la ropa que llevaba era suya; pertenecía a la inexistente Sarina, o en realidad, a Donna. Cada vez sentía más deseos de irse a su casa, sentarse en los muebles que ella había comprado y leer los libros que ella había elegido; ver las fotografías de sus padres, de sus amigos y de su niñez. Quería ponerse su ropa elegante de mujer adulta e ir de compras o al cine. A cualquier sitio que no fuera aquél. En cierto modo, se sentía identificada con las personas como Kate. Su prisión, aunque privilegiada, se le hacía insoportable. Siempre hacía lo mismo al salir de clase. Se duchaba con gel de melocotón y al frotarse reavivaba el recuerdo de las manos de Jack en la piel. Después sacaba una cena congelada, la metía en el microondas y esperaba a que sonara el timbre. Aquel sonido reavivaba el recuerdo de un timbre en un escritorio, lo que hacía que tardase quince minutos en cenar, en vez de diez. Si tenía suerte había acumulado bastante ropa sucia para poner una lavadora, y así mataba más tiempo. Ya no le costaba tanto hacer los deberes como al principio, pero la distraía más que la televisión. Cuando tenía suerte le llevaban tres horas, o cuatro si tenía un examen al día siguiente. La profesora de literatura que había sustituido a Jack, una joven deseosa de demostrar su valía, era una fanática de los exámenes sorpresa. Sarah estudiaba diversas lecciones, reavivaba el recuerdo de la primera vez que Jack las había explicado y a veces veía un poco la televisión. Al final aceptaba lo inevitable, se lavaba los dientes y se introducía entre las sábanas frías, donde los recuerdos y la soledad eran más intensos. Se preguntaba cómo estaría Jack, si era feliz y si la echaba de menos, aunque sólo fuera un poco; si estaba deslumbrado por las bellas mujeres que lo rodeaban, y que sin duda estarían deslumbradas por el nuevo guionista. Sabía que estaba viviendo en la casa de Hollywood del director, y que colaboraban estrechamente, aunque no siempre en armonía, con los arreglos. No había escrito ni la había llamado desde que se marchó. La poca información que tenía la había obtenido de Kate, con cuidado de evitar que dijera a su hermano que Sarina había pedido detalles.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Cuando tenía suerte no daba demasiadas vueltas en la cama, ni se levantaba desvelada a prepararse un té. Cuando tenía suerte se quedaba dormida a una hora razonable y se levantaba descansada. Aquello estaba bien, porque las mejores horas de aquellos días interminables empezaban por la mañana, en el instituto. Ya se sentía más cómoda en el papel de Sarina Davis, que se fundía con su antigua personalidad para formar una nueva. Un proceso muy adecuado para la primavera, cuando las mariposas salían de sus capullos, los árboles se cubrían de hojas y el rejuvenecimiento estaba a la orden del día. El resultado era una Sarah Davidson menos negativa, menos propensa a pensar que las apariencias eran sólo las máscaras de la persona que se deseaba ocultar al mundo. A veces era así, pero no siempre. No normalmente. Había necesitado conocer a muchos alumnos del instituto Roosevelt para recuperar la fe en la gente y sentirse orgullosa de su profesión. Si no hubiera tenido a sus compañeros aquella primavera fatídica se habría vuelto loca.

Sarah corrió al vestuario femenino, dejó la bolsa de deporte en un banco y empezó a ponerse la ropa de gimnasia. Se había retrasado. Elaine ya estaba fuera, en la pista. Donna había convocado una reunión urgente para organizar la fiesta de fin de estudios. Sólo faltaban diez días para el acontecimiento. La venta de entradas se disparó cuando corrió la voz de que Alan Chaney iba a asistir. El mago y humorista criado en Houston se estaba haciendo cada vez más célebre. Nadie se podía creer que un cómico en plena ascensión al estrellato fuera a asistir a una fiesta de instituto. A fin de cuentas, había sido él quien poco tiempo atrás estampó contra el suelo la cámara de un fotógrafo. El mejor de sus trucos era el de parecer encantador y sincero, cuando en realidad era un canalla sin escrúpulos. Con una sonrisa sarcástica, Sarah se puso las zapatillas y se sentó para abrochárselas. Le encantaba que el momento adecuado, los conocimientos y la suerte se combinasen para que algo ocurriera. Se había puesto en contacto con el agente de Alan, haciéndose pasar por Donna, y lo había convencido de que tenía que contrarrestar la publicidad negativa. Los medios de comunicación de Houston divulgarían el acontecimiento por todo el país, y la gente tendría la impresión de que era una buena persona, dispuesta a trabajar gratis a cambio de proporcionar a los adolescentes de su ciudad natal una noche memorable. Se alegraba de que la negociación y otros aspectos de la organización de la fiesta las hubieran obligado a Donna y a ella a trabajar juntas. Al final habían hablado de Jack, y al darse cuenta de que Sarah se sentía mucho peor que ella, Donna acabó por reconocer que no tenía derecho a esperar nada, que él había sido sincero y ella se había obstinado en negarse a darse cuenta de que no tenían futuro.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Se subió los calcetines y se dirigió a la pista. Su futuro era una gran interrogación. El lunes siguiente al baile empezaría el juicio por asesinato de John Merrit. Esperar hasta entonces no suponía ningún problema, pero llegar sana y salva al juzgado no sería fácil. Como no habían conseguido encontrarla por el momento, era probable que volvieran a intentar asesinarla entonces. Contuvo un estremecimiento y salió al sol de la tarde, aliviada. Se detuvo para acostumbrarse a la claridad, e inhaló el aroma de la hierba recién cortada. El viento le agitaba el pelo. Se sentía mucho mejor. Era difícil creer en el hombre del saco en un ambiente tan normal. La pista roja estaba llena. Miró a Elaine. Con los brazos levantados, volviendo de vez en cuando la cabeza para intercambiar algún comentario con los demás corredores, no parecía la tímida adolescente que apenas conseguía dar dos vueltas en enero. Para empezar, ya sólo le sobraban cinco kilos, aproximadamente. A medida que su estructura facial y sus curvas empezaron a salir a la luz, dejó de necesitar que alguien la motivara para hacer ejercicio y comer bien. Pero eran sólo cambios estéticos, positivos para ganar la aceptación en una sociedad que prestaba demasiada atención al aspecto, aunque no suficientes para alcanzar la felicidad. Sarah había trabajado con muchas mujeres bellísimas cuya vida era un desastre. Se sentía muy orgullosa de la profunda transformación de su joven amiga. Tenía mucha más confianza en sí misma que antes. Ahora parecía ir por el mundo convencida de que merecía la pena conocerla, y no de que no valía nada, como antes. Era una lástima que aún no tuviera suficiente valor para pedir a un chico que la acompañara al baile. Se negaba a ir sola, como había hecho Sarah en su momento. Se dijo, con sarcasmo, que no podía esperar otra cosa, después de haber dicho a Elaine lo mal que se sintió. Ocupó su lugar junto a Elaine, olvidando la culpa de momento. Su amiga la saludó con una sonrisa retadora. Sarah empezó a correr lentamente para calentar. No tenía tiempo para ejercitarse más, pero no podía pasar por alto el desafío. Cuando Elaine llegó a su lado, ya tenía los músculos desentumecidos. —Hola —saludó, aumentando lentamente la velocidad—. ¿Cuántas vueltas has dado? —Diez cuando llegue a la marca. ¿Quieres que hagamos una carrera en las dos que me quedan? —De acuerdo. Pero si gano tendrás que ir al baile. Elaine levantó las cejas. —No estoy dispuesta a ir sola. Ya te lo he dicho.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Y no estoy sorda. Yo te proporcionaré el acompañante, y te prometo que será presentable. ¿Qué te parece? Nos estamos acercando a la marca. —No vas a dejar de darme la lata con ese baile, ¿verdad? —No —contestó con una sonrisa. —De acuerdo, pero si gano yo, no quiero oír ni una palabra más. ¿Trato hecho? —Trato hecho. Los pies deben estar en contacto con la pista todo el tiempo. No te mates intentando ganar. Para si no tienes más remedio. —Más quisieras. La carrera había comenzado. Sarah no estaba acostumbrada a perder apuestas, pero se dio cuenta de que Elaine no se lo iba a poner fácil. Tenía las piernas muy largas, lo que constituía una gran ventaja, y por supuesto, estaba en plena forma después de dar diez vueltas. Empezó a pensar que había cometido un error. Pero no se daría por vencida tan fácilmente. Tal vez fuera más baja y tuviera los músculos más tensos, pero era mayor y estaba más acostumbrada al deporte que su rival. Aceleró la marcha, decidida. Elaine tenía las piernas demasiado largas. Por cada paso que daba, Sarah tenía que dar dos. En la primera vuelta iban a la par. Sarah sentía que le ardían los músculos, y no tenía los pulmones mucho mejor. Si aceleraba acabaría por desmoronarse antes de llegar a la meta. Había empezado a sudar, y lo que era peor, tenían espectadores. La gente que había cerca empezó a gritar sus nombres, animando a una u otra. Elaine fue la que recibió más gritos de ánimo. Sarah se concentró en su objetivo, haciendo caso omiso al dolor. Pero Elaine tenía las piernas muy largas. Habían llegado al tramo final. Aquél era el momento. Si Sarah no crecía quince centímetros en unos segundos, Elaine se quedaría en casa durante la fiesta del instituto y se perdería toda la diversión. No asistiría a un baile con el que todo el mundo soñaba. No podía permitir que ocurriera aquello. Se dijo que había llegado el momento de comerse la lata de espinacas, de meterse en la cabina telefónica a colocarse el traje de Superman. Hizo acopio de fuerzas y consiguió situarse a la cabeza en el último tramo. —He ganado —proclamó al llegar a la meta.

El sábado, Sarah tuvo que salir. Si había algún asesino al acecho, cosa muy poco probable, le pegaría un tiro con mucha facilidad. Había prometido a algunos de sus compañeros que iría con ellos al centro comercial, para echarles una mano con los preparativos del baile. Había hecho lo que había podido, enseñándoles fotografías de revistas y catálogos con estilos y peinados que creía que les sentarían bien, pero de algunas cosas se tenía que encargar personalmente. No estaba dispuesta a defraudarlos en el último momento.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Kate no estaba segura sobre el color del vestido que había encargado. Fred había accedido por fin a cortarse el pelo, pero Sarah no confiaba en que supiera dar las instrucciones al peluquero. Elaine necesitaba una varita mágica para convertirse en princesa cuando el príncipe azul la acompañara al baile. Sonriendo para sí, Sarah buscó un sitio libre en el aparcamiento. Estaba más orgullosa de haber convencido a Elaine que de haber conseguido que un mago y humorista famoso amenizara la velada. Greg Lake, el alumno de la universidad de Rice que cuidaba el césped y el jardín de los Kaiser, le había preguntado la noche anterior si la casa de huéspedes quedaría libre cuando se marchara. Aquella mañana se le había ocurrido una idea. Había convencido a la señora Kaiser de la conveniencia de alquilar la casa, y le había recomendado a Greg como inquilino, a cambio de que él acompañase a una bella muchacha a una fiesta a ver a Alan Chaney. Tanto la señora Kaiser como Greg estaban encantados con el acuerdo. Elaine no estaba tan entusiasmada, porque la idea de ir al baile con un desconocido la ponía nerviosa, pero Sarah había ganado la carrera. Sarah vio que una mujer cargaba el maletero de un coche, y encendió los intermitentes para indicar que quería ocupar aquel espacio. Cinco minutos después entró en el centro comercial. La libertad era maravillosa, aunque sólo fuera durante un día. Se quedó parada para absorber las visiones, los sonidos y los olores que tanto había echado de menos durante varios meses. Una madre que empujaba un carrito de bebé, una pareja que miraba el escaparate de una joyería, un hombre, con expresión aburrida, sentado en un banco junto a un montón de paquetes, hasta que se animó cuando una atractiva joven pasó a su lado. Aquello le encantaba. Todo estaba lleno de cosas interesantes. No entendía cómo en el pasado le molestaban los centros comerciales. —¡Estás aquí! —la voz de Fred interrumpió sus pensamientos—. Habíamos quedado delante del cine. Sarah sonrió y se acercó al grupo. —Ya te dije que probablemente estaría aquí —dijo Elaine. Los tres la miraron, y Sarah aprovechó para observarlos. Había decidido que el estilo deportivo encajaría con la constitución de Fred y realzaría su imagen. En efecto, estaba muy guapo con la camisa vaquera, los téjanos negros y las botas de montar. Pero el cambio más sorprendente se había producido cuando se cambió las gafas por lentillas. Se alegraba de que Kate hubiera visto la luz después de que él defendiera su honor. Desde que empezó a arreglarse, las chicas del instituto se habían olvidado de que lo consideraban poco interesante, y ahora envidiaban a Kate. La joven estaba más guapa que nunca, sobre todo porque últimamente sonreía mucho. En ausencia de Jack, la compañía de Fred había ejercido una buena influencia sobre ella. Se adoraban, y los dos estaban radiantes de felicidad por la admiración

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https://www.facebook.com/novelasgratis que despertaban en el otro. De repente, querían tener buen aspecto. La actitud positiva de Kate, que también había subido la nota, hacía que su madre estuviera de mejor humor. Elaine llevaba unos vaqueros y una camisa muy anchos. Un mes atrás le estarían ajustados. Cuando alcanzara su peso ideal, sus padres le renovarían el guardarropa con mucho gusto. Estaban orgullosos de su disciplina durante los últimos cuatro meses. Antes tenía el pelo precioso, largo y rizado, pero el corte por los hombros resultaba muy elegante y enmarcaba a la perfección su rostro ovalado. Con un poco de suerte encontrarían un vestido que resaltara sus mejores características. —Vaya, nos está mirando con esa cara —advirtió Elaine a sus amigos. —¿A quién querrá cambiar ahora? —preguntó Kate. —¡Deprisa! —bromeó Fred—. El último en llegar a Sam Goody será su conejillo de indias. —Muy bien, listillo —Sarah se acercó y lo tomó del brazo—. Empezaremos por tu corte de pelo. Las tres lo acompañaron a la peluquería. Sarah pasó diez minutos dando instrucciones al peluquero. Tres cuartos de hora después, todos convinieron en que sabía lo que hacía. Fred estaba arrebatador, con el pelo negro más corto, pero no mucho, revuelto como si el viento se lo hubiera alejado. —No te voy a perder de vista —le advirtió Kate mientras salían de la peluquería. Fred se volvió para mirar a Sarah y le agradeció el favor con una sonrisa. A continuación fueron a ver el vestido de Kate, aunque ella insistió en que Fred esperase fuera. Quería sorprenderlo el día de la fiesta. Al verla con el vestido verde esmeralda, sin tirantes, Sarah declaró que, sin lugar a dudas, lo sorprendería. Aquel color encajaba muy bien con su pelo y resaltaba el verde de sus ojos. Le recomendó que se lo comprara. Ya iban dos. Sólo faltaba una. Los enamorados se fueron al cine. Sarah y Elaine se quedaron a solas. Después de dos horas, cuando estaban al borde de la desesperación, dieron en el blanco. Encontraron un vestido de color marrón otoñal, con el corpiño ceñido y la falda de mucho vuelo. El color era perfecto, como si lo hubieran hecho para encajar con su pelo. Por primera vez desde que había perdido la apuesta se le iluminaron los ojos ante la perspectiva de ir a la fiesta. Fue entonces cuando Sarah lo supo. Hiciera lo que hiciera en el futuro, se dedicaría a ayudar a los adolescentes a sentirse bien. El trabajo de relaciones públicas la llenaba de orgullo, pero no la hacía feliz. Era curioso que hubiera tenido que convertirse en adolescente para crecer.

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Dieciséis Jack se echó unas gotas de aceite en la palma y se frotó las manos. Miró con avidez a la mujer que esperaba su contacto. No sabía por dónde empezar; estaba llena de curvas, todas ellas tentadoras. Tenía la piel pálida y suave, iluminada por la luna. Se preguntó cómo cambiaría el aceite su contacto. Extendió la mano, y... —¿Jack? Jack parpadeó. La luz del sol deshizo la visión. Estaba de vuelta en Los Angeles, comiendo al aire libre con Gail Powers, productora ejecutiva de Swan, y con Daniel Harris, director de Free Fall. —Perdona, ¿has dicho algo? Gail levantó una ceja perfilada. —He dicho que deberías probar uno de estos daiquiris de melocotón y de repente has desaparecido. Jack sintió un escalofrío. El fuerte aroma de los melocotones era un tormento incapaz de pasar por alto. —Perdona —tomó su cerveza—. Ya he vuelto. Pero no del todo. A medida que pasaba el tiempo y se iba familiarizando con la ciudad, una parte de sí se negaba a abandonar Houston. Gail lo miró pensativa por encima del vaso, se apoyó en la silla y se cruzó de piernas. Con más de sesenta años, seguía teniendo unas piernas preciosas. —Daniel dice que no duermes muy bien. Pareces cansado. Jack miró sorprendido al director, que se encogió de hombros. —El dormitorio de Consuelo está al lado de la cocina. Te oye levantarte varias veces todas las noches. Además, pareces un muerto viviente. Eres el único habitante de Los Angeles que no está bronceado. —¿Se puede saber a qué vienen tantas críticas? Creía que estabas contento con mi trabajo. —No es para menos. La última escena que has remodelado va a dejar al público boquiabierto. El otro día le comentaba a Robert de Niro que tienes mucho futuro. Está impaciente por leerse el guión —tomó su martini y se puso a juguetear con la aceituna—. Eres un tipo decente. No quedan muchos como tú en esta ciudad. Pero algo te preocupa. Se lo comenté a Gail y propuso que comiéramos juntos, simplemente por comer. A veces nos concentramos tanto en el trabajo que nos olvidamos de la vida personal. —¿Qué tal está tu familia? —intervino Gail—. Tu madre y tu hermana viven en Houston, ¿verdad? Escaneado por Alix-Sira y corregido por ID

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https://www.facebook.com/novelasgratis Jack sintió una punzada de nostalgia. —Sí. Están bien. Esta noche mi hermana irá al baile de graduación. Me encantaría poder verla. Pero estoy segura de que mi madre le hará un montón de fotografías. —¿Por qué no le haces unas cuantas tú también? —propuso Gail. Jack la miró extrañado. —Tengo entendido que Houston tiene aeropuerto —continuó la mujer—. Si te das prisa puedes llegar a tiempo. ¿Por qué no te vas a pasar el fin de semana? —Necesito también el lunes. En cuanto lo dijo, Jack se dio cuenta de que había tomado la decisión antes. No podía permitir que Sarah fuera sola al juicio por asesinato. No era guardaespaldas, pero le daba igual. Daría la vida por protegerla si era necesario. —Vaya, no hemos tenido que presionar mucho —dijo Daniel—. Claro, tómate también el lunes libre. La verdad es que creo que hasta el miércoles no te necesitaré para nada. —Ya tienes mejor aspecto —dijo Gail—. ¿Cómo se llama? —¿Mi hermana? Kate. Gail alzó la vista. —Me refiero a la mujer de Houston de la que estás enamorado. Jack estuvo a punto de atragantarse con la cerveza. El insomnio, el desinterés por el sueldo, las imágenes y los olores que lo sumían en ensoñaciones los habían llevado a una conclusión que no podía negar. —Se llama Sarah Davidson. Pero algunas personas la llaman Sarina.

—¡Donna! ¡Mi ropa! ¡Me has traído mi ropa! Sarah abrió la puerta de la casa de invitados y saludó a sus prendas como si fueran viejas amigas. —Te dije que te la traería. Había ido a Dallas el día anterior para asistir a un seminario, y se había ofrecido a pasar por la casa de Sarah para recoger unas cuantas cosas. —¿Viste a alguien? Donna se dirigió al dormitorio y dejó caer la ropa en la cama. —¿A las cinco de la mañana? No. No he traído muchas cosas. Si todo marcha bien, el lunes podrás volver a ser tú misma. ¿Es éste el vestido que me dijiste que querías ponerte? —Exactamente.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Era un vestido sin mangas ni tirantes, de color rojo vivo. La falda larga tenía una pronunciada abertura. —Es precioso. Estarás guapísima. Lo siento, pero tu ficus ha pasado a la historia. Ya que el ministerio de justicia te paga el alquiler, podrían mandar a alguien a regar las plantas de vez en cuando. Una casa muy bonita, por cierto. —¿Cómo estaba la casa? —Solitaria. Un poco polvorienta. Nada que no se pueda arreglar rápidamente. Pero no te pongas nostálgica ahora. Podrás volver dentro de muy poco. Sarah asintió. —Ya lo sé. Es sólo que has hecho muchas cosas por mí, y ahora esto. —Tú has hecho mucho por el instituto Roosevelt. Has conseguido que Alan Chaney asista a la fiesta y has cambiado a varios de tus compañeros. Todos echaremos de menos a Sarina cuando se vaya. Pero se va a ir por todo lo alto. —¿Qué demonios...? Donna buscó el bolso, enterrado entre la ropa de la cama, y sacó una caja de cartón. Era tinte de pelo, negro azulado. Sarah sonrió encantada. Volvería a ser ella misma, de la cabeza a los pies. —¿De verdad crees que debería? —Adelante. Estoy harta de verte con ese color pajizo. Nos vemos a las siete. No me hagas esperar. Ah, no te voy a traer flores, no te hagas ilusiones. Sarah aprovechó al máximo las seis horas siguientes. Se sintió feliz cuando terminó de enjuagarse la cabeza después de teñirse, pero cuando observó su reflejo se asustó. Parecía una desconocida. Tendría suerte si no salía con esquizofrenia de aquella experiencia. Se pintó las uñas de rojo vivo, a juego con el jersey. Se depiló las piernas, se tomó un emparedado a media tarde y se echó una siesta para estar radiante a la hora del baile. Aunque no iba a bailar, pensó dos horas después. Pero estaba deseando ver a sus amigos. No sabía qué opinarían de su pelo, pero ya era demasiado tarde para pensarlo. Se encogió de hombros mientras se lavaba la cara con agua fría, y después se maquilló. Por primera vez en el papel de Sarina utilizó todos los cosméticos que quiso. Cuando terminó aparentaba veintisiete años. En el baile de graduación no tenía importancia. Casi todas las quinceañeras aparentarían veintiocho. Pasó más tiempo del acostumbrado peinándose, experimentando con la espuma y las tenacillas. Al final consiguió un peinado perfecto. Cuando se dio cuenta de que tendría que ir sin sujetador, porque allí no tenía ninguno sin tirantes, empezó a ponerse un poco nerviosa. Era traspasar el umbral entre llevar demasiado y no llevar lo suficiente.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Cuando se miró al espejo comprobó que tenía exactamente el aspecto que pretendía: el de una elegante buscona vestida para matar. Su acompañante se mostró de acuerdo. De camino al hotel en el que se celebraba la fiesta, Donna no dejaba de mirarla de reojo. —Por favor, no apartes la vista de la carretera —le rogó Sarah. —No debería perderte de vista esta noche, con tantas hormonas adolescentes desatadas. Debería ser ilegal vestirse así. —¿Es que no te has mirado al espejo? Las empleadas de dirección tampoco tienen ese aspecto. Donna se sonrojó. —¿Recuerdas que te comenté que me encanta el vecino? Pues a lo mejor se pasa a ver el espectáculo de magia. Le dije que dejaría su nombre en la entrada. —Ah —sonrió Sarah—. Le encantará tu vestido. Cuando llegaron a la puerta del hotel, varios hombres se volvieron para mirarlas mientras caminaban hacia la sala de baile. Dentro, la decoración era perfecta, sacada de un cuento de hadas. El techo estaba lleno de globos de helio plateados y negros. En los centros de mesa había pequeños sombreros de copa y conejos de chocolate, con envolturas plateadas y negras. De todas partes colgaban estrellas de cartón. La cara que ponían los asistentes al entrar merecía todas las horas que habían pasado planeando la fiesta. El aspecto de Sarah también causó sensación. La cara de estupor de Wendy, seguida por una mirada asesina, resultó particularmente satisfactoria. Sobre todo cuando se volvió hacia Tony, que lanzaba a Sarah una sonrisa deslumbrante. Sus amigos se quedaron boquiabiertos y se deshicieron en alabanzas, las chicas más que los chicos. Beto, Derek y Fred la rodearon como si fueran sus orgullosos hermanos mayores. —¿Qué pasa? Vuestras acompañantes se van a enfadar. —No podemos dejarte sola con esa pinta. Como nos alejemos se te van a echar encima. Sarah miró hacia un grupo de chicos sin acompañante que la miraban con deseo. Tendría que ser inhumana para no sentirse halagada. —Os agradezco la preocupación, pero sé cuidarme. Id a divertiros. Por cierto, ¿alguien ha visto a Elaine? Nadie la había visto, y el corazón de Sarah dio un vuelco. Se preguntó si algo habría salido mal. Pasó un cuarto de hora con la vista clavada en la puerta, y de repente llegaron, causando un revuelo considerable. No era para menos. Juntos tenían un aspecto impresionante. El pelo rubio de Greg contrastaba con el traje negro. Todos los compañeros de clase de Elaine, que sólo la habían visto con ropa ancha, repararon por primera vez en su belleza. El aspecto de universitario de Greg hizo subir considerablemente la

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https://www.facebook.com/novelasgratis posición social de Elaine. Lo mejor era que parecía embelesado con ella. Cuando Elaine miró a Sarah, al otro lado de la habitación, y le lanzó una sonrisa, estaba claro que la velada sería un éxito. La presencia de Alan Chaney había atraído a las cámaras de televisión, por lo que se vio obligado a esmerarse. Ya podía desechar otra preocupación. Observó que el vecino de Donna había aparecido. En efecto, era muy guapo. La euforia de Sarah duró hasta el principio del baile, que fue rápido y divertido. Aceptó unas cuantas invitaciones a la pista, pero las rechazó cuando su humor empezó a cambiar. El baile se hizo más lento. Más meloso y romántico. Y de repente ya no era divertido. Fred y Kate bailaban metidos en una burbuja, ajenos al mundo. Wendy y Tony estaban en la cama, aunque de pie. El príncipe azul trataba a Elaine con infinita delicadeza, como si tuviera miedo de que se le rompieran las zapatillas de cristal. Y si no era Donna la que demostraba en la pista ser la mejor vecina del mundo, Sarah era una calabaza. Encadenada a su lugar junto al ponche, sintió una punzada de melancolía. No podía pensar en nada peor que estar sola, rodeada de parejas; nada más hiriente que saber que la pareja perfecta prefería estar en otro lugar antes que seguir con ella. Si había algo más doloroso, prefería no experimentarlo en toda su vida. Una noche mágica para recordar se convirtió en una ocasión de sufrimiento. Quería marcharse, pero si pedía a alguien que la llevara a casa le estropearía la velada. Como una idiota, no se le había ocurrido llevar dinero para el taxi. Tendría que esperar. Y mirar. Y sufrir. Volvió la espalda a la pista de baile y se sirvió una copa de ponche. Fingió admirar la decoración, soportó la música y echó de menos a un hombre que se encontraba a miles de kilómetros. Dejó la copa y se dirigió a la pared. Todo era distinto, y sin embargo, todo seguía igual. Siempre sería una flor de pared. Lentamente, con reticencia, volvió a mirar hacia la pista de baile. Observó el escenario en el que Alan había actuado y se dijo que era una buena profesional. Miró hacia los jóvenes a los que había ayudado a tener confianza y se sintió orgullosa. Contempló la decoración y sintió la satisfacción del trabajo bien hecho. Pero no era suficiente. El vacío seguía en su interior. Hasta que miró hacia la puerta. Y encontró su pareja. El grito involuntario que dejó escapar acompañó al vuelco de su corazón. Era Jack. Sarah recobró la vida. El hombre llevaba unos vaqueros desgastados, una camiseta negra y unas botas de motociclista, pero aventajaba a todos los hombres bien vestidos de la sala. Estaba mirando a su alrededor, desde la puerta, hasta que encontró a quien buscaba.Sarah sintió la descarga eléctrica cuando sus ojos entraron en contacto. El mundo desapareció. Sólo existía aquel hombre. Para siempre. Se detuvo a un metro de ella y le tendió la mano.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Me concede este baile? Sarah aceptó su ofrecimiento, feliz. —Creía que no me lo pedirías. El impecable y rígido Jack Morgan se había presentado en vaqueros entre sus alumnos ataviados con esmoquin, sin prestar atención a los murmullos, y había sacado a la pista a una supuesta menor de edad. Bailaron abrazados delante de todo el instituto. Las preguntas y las respuestas podían esperar. Por ahora tenía bastante con sentir los brazos de Jack alrededor del cuerpo y mirar sus ojos. Era todo lo que necesitaba. Hasta que Jack bajó la cabeza y susurró: —Te amo, Sarah.

Jack se terminó el ponche y dejó la copa vacía junto al bol. En teoría, la fiesta iba a acabar en cuarenta y cinco minutos, pero cuando Sarah se terminó la bebida, desaparecieron por arte de magia. Se volvieron hacia Donna, que contenía los rumores sobre su escandalosa conducta comportándose con naturalidad. Cuando el lunes se supiera todo, la considerarían un personaje heroico de la leyenda del instituto. —Nos vamos —le dijo Jack—. Creo que es mejor que nos alejemos de aquí para que la gente se tranquilice. —No creo que sea posible a estas alturas, aunque estoy de acuerdo en que deberíais marcharos. Pero si no has aprendido más sobre cómo tratar a Sarah desde que te fuiste, te mataré con mis propias manos. ¿Está claro? —Como el agua. He sido un idiota. Gracias por mantenerla a salvo. A partir de ahora me encargo yo, si ella me deja. El alivio de Donna disipó parte de la culpa que sentía por haberle hecho daño en el pasado. Se inclinó hacia delante, la besó en la mejilla y se apartó con una sonrisa. —Eres una mujer notable. Un hombre alto, de pelo negro, apareció de la nada y rozó levemente la espalda desnuda de Donna. Fue un gesto inconsciente que demostraba lo mucho que le importaba. Donna se ruborizó. Jack se apartó más animado. Recordó todo lo que había experimentado desde que se marchó del restaurante de Los Ángeles. Después de hacer el equipaje en casa de Daniel a toda velocidad, corrió al aeropuerto. La frustración por el retraso de su avión lo situó al borde de la locura. Durante las interminables horas que transcurrieron hasta el aterrizaje, la impaciencia lo consumía.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Tenía tanta prisa por ver a Sarah que fue directamente al hotel en vez de pasar por su casa para cambiarse, y se presentó en la sala de baile con unos vaqueros y el corazón en la garganta. Cuando vio a la arrebatadora mujer de pelo negro sola contra la pared, nada del mundo podría haberlo detenido. —¿Nos vamos? —preguntó. —Si seguimos aquí, te arrastraré ahí debajo —señaló una mesa con mantel hasta el suelo— y el escándalo será mayor aún.. Jack la tomó del brazo y los dos se dirigieron hacia la salida, acompañados de los susurros. Pero ni siquiera los oían, y desde luego, no les importaban. Salieron de la sala casi corriendo. Sarah tropezó y Jack la sujetó a tiempo. —No tan deprisa —protestó, señalando los tacones—. No puedo correr. Pero Jack la tomó de la muñeca y no deceleró la marcha. Era incapaz. Tenía que quedarse a solas con ella. Tenía el coche de alquiler en el aparcamiento. —Jack —murmuró Sarah cuando volvió a tropezar. Jack se detuvo y miró a un lado y a otro del pasillo. Su mirada se detuvo un momento en la puerta del servicio de señoras, pero lo desechó de inmediato. Vio un cuarto de limpieza cerca de la salida. Era una locura, pero estaba loco por ella. Se acercó y comprobó que la puerta no estaba cerrada. Los dos entraron en la oscuridad. No podía verla, pero podía oír su respiración entrecortada y aspirar el aroma de melocotones. Cerró los ojos, casi dolorido. —Sarah —susurró, implorando perdón, rogándole que lo absolviera dando el primer paso. Los dedos de Sarah avanzaron con precaución en la oscuridad hacia su pecho. Un cuerpo de mujer se apretó contra el suyo. —He cambiado de idea. Quiero los niños y la casa rodeada de una valla blanca. Me da igual dónde esté, siempre que tú estés dentro. No podría haber dicho nada que lo excitara más. —Ven conmigo, Jack. Ven a casa —añadió. Excepto aquello. Se besaron apasionadamente. Sarah sabía a ponche de frutas. Bebió de su boca, incapaz de saciarse, con el cuerpo y el alma deshidratados por dos meses y medio de sed. Aquella mujer era todo lo que necesitaba en su vida. Junto a ella su creatividad florecía y su vida era perfecta. Dedicaría el resto de sus días a amarla, y el resto de sus noches, a demostrarle cuánto. Su piel rivalizaba en suavidad con la seda que cubría sus senos. Tenía que tocarlos ahora o se moriría. Le bajó la cremallera y ocupó con la boca el lugar del vestido. Sarah le hundió las manos en el pelo.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Sus gemidos de placer lo enloquecían. Necesitaba más. Le subió lentamente la falda. No llevaba medias, afortunadamente. Sólo unas braguitas de seda. Consiguió quitárselas en vez de arrancárselas. Levantó la cabeza y se desabrochó los pantalones. Los dedos de Sarah lo esperaban para acariciarlo. Ahora era él quien dejaba escapar sonidos de placer. La tomó por los hombros, para ponerla contra la pared. Sarah no necesitó instrucciones. Rodeó su cuello con los brazos, mientras él la levantaba por los muslos. Lo rodeó con las piernas y le dio la bienvenida. Intercambiaron palabras de deseo y amor poético en el lenguaje enfebrecido de las personas predestinadas. El clímax los sacudió a la vez. Jack la besó y absorbió su grito de felicidad. Respiraban lentamente en la oscuridad, apretados contra la pared. Estaban en un cuartito de limpieza. Jack se dijo que aquélla no era manera de tratar a la mujer que amaba. Se apartó de ella y la ayudó a bajar hasta tocar el suelo con los pies. No sabía qué decir. Esperaba que Sarah no estuviera pensando que era un animal. A fin de cuentas, parecía tan impaciente como él. —Bueno, Morgan —susurró Sarah, pasándole la mano por la mejilla, divertida—. Veo que desde que te marchaste has aprendido a ser menos estricto. Espero que no se te olvide. Jack rió y la apretó contra su corazón. Nunca se sentiría atado por aquella mujer; todo lo contrario. Sólo junto a ella se sentía libre. Se arreglaron lo mejor que pudieron en la oscuridad. Después, Jack abrió la puerta y miró a su alrededor. No había nadie a la vista. Indicó a Sarah que lo siguiera. Salió tambaleándose, tan atractiva que estuvo a punto de empujarla de nuevo al pequeño cuarto. Pero ya se dirigía al servicio, a mitad de camino del pasillo. —Voy a refrescarme un poco —le dijo. Jack asintió y se quedó admirando el contoneo de sus caderas. Más satisfecho que nunca. No sabía qué lo impulsó a mirar a un hombre de traje oscuro que tomaba el pasillo. Un ejecutivo que se dirigía a su coche. No tenía nada raro. No había ningún motivo para que la piel de Jack se erizara, para que se le congelara la sangre y el sexto sentido le indicara que ocurría algo. Sarah se encontraba a diez metros de la puerta del baño. Estaba demasiado lejos. Demasiado cerca del hombre, que en aquel momento se llevaba una mano debajo de la chaqueta. —¡Al suelo, Sarah! —gritó Jack antes de ver la pistola. Ella no reaccionó. No podría alcanzarla a tiempo. Sintió que todo su futuro se derrumbaba. Se lanzó contra el hombre, desesperado. Sonó un tiro. Golpeó a Sarah con el hombro. La rodeó con los brazos para que cayera sobre él.

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https://www.facebook.com/novelasgratis Su amada estaba inmóvil, en el suelo y sobre su pecho. Era demasiado tarde. No la había salvado. —Te estás tomando demasiado en serio esto de la pasión animal —murmuró Sarah mientras se incorporaba. Jack dejó escapar un grito de júbilo y miró al lado. El asesino estaba boca abajo en el suelo. En la mano llevaba una pistola con silenciador. Otro hombre, también ataviado con un traje oscuro, llevó la mano al cuello del hombre caído. Después sacudió la cabeza y se incorporó. Jack y Sarah también se pusieron de pie. Se abrazaron estrechamente mientras se acercaba su salvador, mostrándoles la identificación. —Policía judicial Walt Stone. ¿Están ustedes bien? Miró rápidamente a Jack. Se tomó un poco más de tiempo para observar a Sarah. —¿Se puede saber qué ha pasado? El pasillo se estaba llenando de gente. El policía miró con aprensión a la multitud. —Pronto llegarán los refuerzos, y les explicaremos lo ocurrido con detalle. En resumen, sospechábamos que Lester Jacobs había contratado a otro policía además de Mike Clancy. A medida que se acercaba el juicio observé cuál de mis compañeros estaba más nervioso. Nadie sabía si Mike le había dicho quién era su cómplice antes de morir. —No mencionó su nombre. Sólo comentó que era un aficionado. Su tono de voz triste encogió el corazón de Jack. —Era el agente Kelch —dijo el policía judicial, señalando el cadáver—. Un novato. Cuando empezó a vigilar su piso de Dallas sospechamos que se estaba desesperando. —Donna —murmuró Sarah—. Estuvo en mi piso y recogió este vestido y unas cuantas cosas. Debió de seguirla para llegar a mí. Y usted lo siguió a él —añadió, mirando al policía—. Lo que no entiendo es por qué no ha intentado matarme esta misma tarde. —Creo que me vio en el aeropuerto —dijo el agente Stone, algo avergonzado—. Me hizo dar vueltas por todo Houston, y consiguió despistarme en un centro comercial. Cuando se quedó libre, usted ya estaba en el baile. Menos mal. Tardé un poco en seguirle la pista. Cuando llegué aquí, Kelch acababa de salir por este pasillo. Parece que la había perdido. Buscó un momento en la sala de baile y después volvió al pasillo. Cuando los vio, prácticamente salió corriendo. En aquel momento llegaron dos policías, y el pasillo bulló de actividad. Jack miró a Sarah, tan atónito como ella. Se acababan de dar cuenta de que su visita al cuarto de limpieza les había salvado la vida.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —¿Qué vamos a decir si nos preguntan dónde nos habíamos metido? —susurró Sarah. —La verdad. Que nos fuimos a casa.

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Epílogo Un año después. Sarah tomó a Jack de la mano, contenta de que la ocultara a las miradas curiosas, y se apeó de la limusina. Debería haberse puesto un atuendo más práctico. El vestido de noche blanco brillante que modelaba su figura también se le ajustaba a los tobillos, impidiéndole caminar. Recorrieron la alfombra roja hacia el cine. Sin duda, el estreno de Free Fall saldría en las noticias de las diez, en Houston. Probablemente también ocuparía la portada de algún periódico. Y si Jack no colaboraba, aparecería dando pasitos cortos detrás de su marido, como una geisha obediente. —Ve despacio —le rogó entre dientes. Jack la miró de arriba abajo y sonrió. —¿No lo hago siempre? El comentario íntimo le recordó sus manos sobre la piel. Aquella misma mañana había visto un tarro de aceite de masaje con olor de melocotón en el cuarto de baño. —Sigue pensando en eso hasta que lleguemos a casa —susurró Jack, como si leyera su mente. Sarah entrelazó el brazo con el de Jack. Los focos los iluminaban, para mostrar al mundo su emoción. Ocho meses de matrimonio sólo habían conseguido que aumentara su deseo. Sarah forzó una sonrisa, y sintió que Jack hacía lo mismo. Más adelante, a mitad de camino de la entrada, una atractiva rubia esperaba para interceptarlos, con el micrófono en la mano. Era la presentadora de un programa de emisión nacional. Sarah maldijo en voz baja su vestido y siguió caminando, tirando del brazo de Jack para que no la pusiera en ridículo delante de todo el país. Aunque la periodista no se fijó en su forma de andar. Tenía la mirada clavada en Jack, que estaba impresionante con su esmoquin. —Tranquila, Sarina —susurró Jack. Sarah le devolvió la sonrisa falsa y contempló embelesada la risa sincera de su marido. Se detuvieron delante de la periodista, que se había vuelto para hablar con la cámara.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Aquí llega Jack Morgan, el genio creativo que ha hecho posible esta película, junto con Sarah, su encantadora esposa —se volvió hacia ellos—. Jack, tengo entendido que escribiste este guión mientras enseñabas literatura en un instituto. Has llegado muy lejos desde entonces. ¿Cómo te sientes al haberte convertido de repente en el guionista de moda de Hollywood? —Tendrás que preguntar a algún guionista de moda de Hollywood. Yo sigo siendo un profesor de instituto de Houston. —Eres demasiado modesto. La crítica prevé que tu primera película gane el Óscar al mejor guión. Se rumorea que Matthew McConaughey y Claire Danes serán los protagonistas de Hide and Seek, tu próxima película. No creo que a estas alturas tengas necesidad de seguir enseñando literatura. —No imagino una profesión más necesaria ni más satisfactoria. No tengo intención de abandonar la enseñanza. —Así se habla, Morgan —gritaron algunos de sus alumnos, entre el público. Sarah sintió tanto orgullo que le dolió el pecho. —Bueno —dijo la periodista, riendo—, parece que mucha gente está de acuerdo con tu decisión, y al parecer, eso no te impide escribir, ni tener tu vida personal — miró con admiración a Sarah antes de volverse hacia la cámara—. Si alguien no la ha reconocido, Sarah Morgan fue la testigo clave en el juicio de John Merrit, el año pasado. De hecho, conoció a su marido mientras se hacía pasar por alumna de instituto para escapar a las amenazas de muerte, y estuvo a punto de perder la vida. No parecía muy probable que nadie hubiera olvidado la participación de Sarah en el famoso juicio. El brazo de Jack se tensó bajo sus dedos. Lester Jacobs estaba entre rejas, pero Jack seguía sintiéndose culpable por lo que había estado a punto de ocurrir en el pasillo del hotel. —Cuéntanos, Jack —dijo la reportera—, ¿es cierto que el personaje femenino de tu próxima película está inspirado en tu mujer? —Inspirado, sí. Pero mi mujer es mucho más valiente y profunda de lo que se puede explicar en ciento treinta y cinco minutos de película. —Muchas gracias por dedicarnos unas palabras. Felicidades por tu éxito, y que disfrutéis de la velada. Ah, aquí llega Gail Powers, productora ejecutiva de Swan Productions, con alguien a quien no reconozco. Sarah caminó tan deprisa como el vestido le permitía para huir de los focos. —Despacio —recordó a Jack. —Perdona. —Perdonado. Y gracias por el cumplido. —Es la verdad —miró a su alrededor, inseguro—. No me gusta tanta publicidad. El instituto ya salió bastante en los medios de comunicación el año pasado.

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https://www.facebook.com/novelasgratis —Tonterías. A todo el mundo le gusta que el profesor de literatura sea una celebridad, y les encanta la publicidad. Un año atrás, Sarah había alabado en todas las entrevistas que le hicieron la calidad de la enseñanza que se impartía en el instituto Roosevelt, así como el heroísmo de la subdirectora y el profesor de literatura. A la junta de enseñanza no se le pasó por la cabeza la posibilidad de expulsar a Donna o no volver a contratar a Jack. —Donna y Jim han llamado antes para disculparse —recordó Sarah de repente—. Ayer tuvo una falsa alarma, y está en reposo absoluto. El vecino de Donna había caído en sus redes. Llevaban siete meses casados, y Donna estaba embarazada de siete meses. —Ya ha terminado la luna de miel —comentó Jack mientras llegaban a la puerta—. ¿Qué te pasa, Sarah? —Nada. Mira cuánta gente hay dentro. —¿Ves por algún lado a Kate y a mi madre? —preguntó Jack, buscando entre la multitud. —Seguro que están en la mesa de la comida. Desde que había iniciado su negocio de comidas, Vera no desaprovechaba nunca una oportunidad para comprobar la calidad de la competencia. Jack condujo a Sarah a través de la multitud, deteniéndose varias veces para saludar, hasta que por fin encontró a Vera y a Kate junto a un majestuoso cisne de hielo, probando de todos los platos. —Mira —dijo Kate sin preámbulos, metiendo algo en la boca de su hermano—. Los pastelillos de cangrejo de mamá son mucho mejores, ¿verdad? —Oh, Kate —protestó Vera—, dices eso de todo lo que hago. —Es que todo lo que haces es estupendo —confirmó Jack. Kate lanzó a su madre una mirada triunfante antes de volverse hacia Sarah. —No dejo de intentar convencerla para que amplíe el negocio. Por cierto, estás guapísima. Debería buscar trabajos más importantes que la reunión mensual del club de jardinería. Si yo le llevo la promoción podrá doblar la actividad. Sarah levantó una ceja. —¿Cuánto cobras de comisión a tu pobre madre? —El veinte por ciento —reconoció Kate con una sonrisa—. Pero merecerá la pena. El mes que viene va a llevar la comida de la fiesta de Larry Epstein. Vera dejó el plato y rodeó con el brazo la cintura de Kate. hijo.

—Basta de hablar de nosotras. Es la noche de Jack. Estoy muy orgullosa de ti,

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https://www.facebook.com/novelasgratis Un año atrás, Vera no había abrazado a su hija. Un año atrás, Kate no escucharía embelesada a su madre. Sarah sintió un nudo en la garganta. Tomó la mano de Jack y la apretó. La ruidosa llegada de sus otros «compañeros de clase» impidió justo a tiempo que se le corriera el rímel. —¿Veis? Os dije que estarían donde la comida —proclamó Elaine. —Has acertado por casualidad —dijo Beto—. Querías probar las gambas. —Mi hermana se encontró una uña en su cóctel de gambas del club de campo —intervino Derek—. Al principio pensó que era un trozo de cascara, pero miró más de cerca y... —¡Derek! —interrumpió Fred. Kate y él se miraron con amor. Sarah volvió a sentir un nudo en la garganta. Después del juicio había vuelto a Houston y había hablado en privado con todos sus amigos. Se disculpó por haberlos engañado y les rogó que la perdonaran. Su comprensión la animó a seguir adelante con su plan de cambiar de trabajo. Tres meses después había fundado Inside Out, un servicio de consultoría estética y psicológica para jóvenes. —Estás guapísima, Sarah —dijo Elaine—. Tú también, Jack. —Gracias —contestó Sarah, divertida por el rubor de su marido. —Parece que va a empezar la película —dijo Jack—. Sarah y yo tenemos asientos en la sección reservada, pero será mejor que entréis para encontrar un buen sitio. Nos volveremos a ver después de la película. —Sigo sin creerme que escribieras parte mientras me dabas clase de literatura —comentó Beto—. Gracias otra vez por la invitación. Jack rió. Aunque los estudiantes seguían tratando a Sarah con familiaridad, seguían sin saber cómo comportarse con él. Cuando ya no quedaba casi nadie en el vestíbulo, Sarah levantó la mirada hacia Jack. —¿Qué pasa? —Estoy asustado —le confesó—. Todas las personas que me importan están entre el público. ¿Y si no les gusta la película? El corazón de Sarah se encogió. —Les encantará. No hay una sola persona a la que no le haya gustado. —Pero ¿y si no les gusta? ¿Y si se aburren, o se ríen cuando no deben, o abuchean al final? Sarah no sabía durante cuánto tiempo habría albergado aquellos miedos irracionales. —De acuerdo. Supongamos que tu película les parece espantosa. ¿Qué sería lo peor que pudiera ocurrir?

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https://www.facebook.com/novelasgratis Jack parecía a punto de desmayarse. —¿Detendrían el rodaje de Hide and Seek? —continuó Sarah. —No. —Entonces podrías tener una segunda oportunidad, y los dos sabemos que el guión es muy bueno. Pero ¿dejarías de escribir el guión que tienes ahora entre manos? Jack meditó un momento. —No. —Bueno, ¿te echarían del instituto? ¿Los vecinos te tirarían tomates por la calle? El color de Jack era mejor, y el pánico de sus ojos iba desapareciendo. —Supongo que no. —¿Dejaría yo de amarte? —Espero que no —dijo con fervor. —¿Dejaría de quererte nuestro hijo? —susurró. —¿Nuestro...? La miró con los ojos muy abiertos durante unos segundos. Después, la tomó por los hombros y la observó detenidamente. —¿Estamos embarazados? Sarah rió, feliz y aliviada. —Me gustaría que fuéramos los dos. Sin embargo, seré yo quien tenga contracciones a principios de enero. Iba a darte la noticia después del estreno, pero necesitas algo que te haga reaccionar. Jack la interrumpió con un beso. Cuando levantó la cabeza, los dos respiraban con dificultad. —¿Sigues asustado? —preguntó Sarah con ternura. —Aterrorizado. ¿Y si soy un padre horrible? Sarah lo tomó de la mano y lo condujo hacia la puerta. —Los hombres guapos, honrados y trabajadores no pueden ser padres horribles. Vamos. A este paso no llegaremos ni a los títulos de crédito del final. —Cariño, soy el hombre más feliz del mundo, y te lo debo todo a ti —tomó el tirador de la puerta y se detuvo—. Ten cuidado al andar hasta que se te acostumbren los ojos a la oscuridad. cine.

Iluminada desde dentro por el amor, Sarah siguió a su marido al interior del

Fin Escaneado por Alix-Sira y corregido por ID

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