153 Aniversario

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153ยบ ANIVERSARIO

DE GALES A CHUBUT

1865 - 2018

El trรกnsito de los tiempos


153º ANIVERSARIO GESTA GALESA

Un mundo está lleno de muchos mundos, enramaje de vidas que llegan y se van en la línea del tiempo puntos sucesivos en el espacio que arrastran a la humanidad por las constantes imperceptibles y tiran de la existencia y de la conciencia de nos otros el alma que respira y late en el fondo de la borra del té, en el olor de las flores de manzano en el tintineo de un idioma es la cultura de la permanencia la doncella reflejada en el río del tiempo que va por los siglos y no necesita escritos baila en círculos blancos en torno a una identidad de grupo y talla su ritual de leguaje como una rosca de un frasco, sobre lo dicho -que es esencialy lo callado -que es fundamentalpara atrapar un interior cuya vacuidad es el sentido nuevo. Ella, la conciencia cultural, esa dama que parió millones de pasos en tierras diferentes y lavó su pelo en las cenizas de sus ancestros para liberar las almas del pueblo, navegó a otros mundos una y otra vez y se volvió carne, nombre, manos, sensaciones, miradas, pequeñas historias nuestras


LA INSPIRACIÓN LA DEFENSA DEL SER EL RELATO LO ESCRITO

Saber, decir, ser

P

ara entender la Gesta Galesa en Chubut, hay que entender la lógica de los celtas, un nación cultural dispersa en grupos tribales que impregnó desde Europa gran parte del mundo desde la edad de hierro. Tal vez fueron los primeros en atravesar el Tigris arrastrando escritos, sin embargo no son tantas las certezas que la cultura celta estuvo dispuesta a imprimir, además de sus cuerpos tallados de días, noches, símbolos y sentidos

De todas las corrientes que emigraron, los celtas mantuvieron una constante: la búsqueda de una tierra prometida. Sería “El viaje de Brad”, aquel cuento del siglo VII que invitaba a esos “Otros Mundos” hacia donde cumplir la misión alegórica de llevar una rama de manzano de Emain. Territorios cristalinos, de capullos generosos, caballitos de mar briosos, dulce armonía y ninguna tristeza. Un reino mágico “más allá del océano del oeste” La inmigración galesa trajo ese espíritu pegado en el alma. Y la comunicación fue clave para mantener el espíritu vivo. La prensa fue uno de los pilares para la construcción social, y los primeros periódicos consistían en que cada uno donaba una hoja donde se escribían las principales novedades y luego se repartían entre los vecinos. Y porque los caminos de preservar el

ser son interminables, las historias, las canciones y los poemas fueron y son la especialidad de los bardos pero a costa de oralidad, los escritos se convirtieron en piezas casi sagradas. La memoria conserva la tradición, y cuando lo desea le da sentido a la luz de Awen, el fluir de la inspiración. Todo sucede a través de los seres. Por eso los bardos, el primer estadio iniciático debían estudiar siete años y llegar a memorizar trescientos sesenta y cinco historias, una por cada día del año, luego reformularlas en cuentos que enseñen e inspiren, capaces de conservar conceptos como de mover al público. De este modo, la historia se transformaba en mitos y leyendas que informaban un sentido de identidad personal y cultural. Aquellas letras eran las verdaderas maestras de la transformación. A través de ellas se aprendía el comportamiento correcto, las creencias de los antepasados, la naturaleza de los dioses, la magia que conserva la vida cotidiana y sus increíbles desafíos, el Otro Mundo y sus habitantes, el ir y venir por el ser. Ellos, solo eran el medio. Como el periodismo que intentamos…

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4 UNA TRAVESÍA INCREÍBLE, UN BARCO QUE NO ERA TAL, CON DESERCIONES Y CONSPIRACIONES POLÍTICAS A FLOTE, UN CAPITÁN DEMASIADO JOVEN, PLAGADO DE FALLECIMIENTOS Y NACIMIENTOS

De Gales a Chubut, de costa a costa A

l cumplirse el siglo y medio de esta emocionante y fundadora historia de nuestra tierra, vale reeditar nuestra mirada periodística sobre ella. Con retazos de relatos, abundante bibliografía y respetuoso análisis de lo que fue una verdadera aventura que queremos contar, en honor a la memoria, que es siempre vivificante y buena. La dimensión de la gesta está en el tesón que supero cualquier tipo de contrariedades. Porque la realidad de los colonos que llegaron a Patagonia fue menos romántica y mucho más dura e improvisada de lo que a veces cuentan algunas crónicas. El Halton Castle, el barco contratado por los galeses para establecer una colonia en la Patagonia donde poder mantener su idioma, su religión y su cultura amenazada por los ingleses, y por el que se había pagado, nunca llegó. Los estafaron. Habían juntado dinero y armado una larga campaña de adhesión de viajeros que terminó diezmada por las conspiraciones políticas de quienes pretendían

otros asentamientos en América del Norte, y además, por las tremendas demoras y grandes inconvenientes para materializar la expedición, con causa impensadas, como la estafa con el transporte. Pero no se dieron por vencidos y merced a enormes esfuerzos se consiguió otro barco para la fecha estipulada, el Mimosa. Esta embarcación en la que cruzarían el mundo no daba tanta confianza, tenía doce años y su madera crujía. Por no tener velocidad ni capacidad de carga había perdido su condición de “ship” y por entonces era catalogado solo como un “barque”, uno de los pocos a flote, porque los demás de su tanda, ya se habían hundido. Un destino que también le alcanzaría con los años al Mimosa. Quienes pensaban en llegar a Patagonia pensaban y pensaban en subir o no a tremenda aventura. Llegarían en invierno, tiempo poco propicio para explorar cualquier mundo nuevo y adaptarse a él. No sabían el tiempo que demorarían, y tampoco tenían idea si alguna vez

podrían volver. Michael Jones pagó las dos mil quinientas libras -con la herencia de su esposa- a Vining & Killey, y supo luego que era por el casco pelado. Otra vez los habían estafado. Por eso tuvieron que adaptar todo tipo de estructuras en madera (camas, mesas, bancos) que luego serían útiles para instalar directamente en sus casas en la colonia. Pero no dejó de significar un trabajo enorme y un esfuerzo extra para lograr adaptar un casco pelado en un barco de pasajeros en poco tiempo y prácticamente sin dinero. El capitán Pepperell, que no era el capitán original que los conduciría a cargo de tamaña aventura (porque el contratado había renunciado), fruncía el seño, y se daba corte de viejo lobo de mar, pero en realidad no conocía el océano Atlántico, ni las corrientes marinas, ni los vientos que debió enfrentar en los 13 mil kilómetros que navegó para llegar a la Patagonia. Apenas tenía 25 años y su segundo al mando era bastante


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mayor con 39 años, por lo que además de su falta de experiencia se le acumulaban reproches y desautorizaciones varias por cuestiones de edad, en una época donde las canas eran verdaderamente valiosas. Y por si faltaba conflicto, además ganaban lo mismo. Para completar el cuadro de endebleces, el titular de a bordo había desertado días antes, reemplazándolo el auxiliar “aprendiz”, Robert Tagle. Richard Berwyn, el notario, registró desde el principio y por años, más pérdidas que ganancias, y no disimulaba sus dudas sobre el éxito posible de aquella intentona. Tomas Green era el único médico novato que se animó a la aventura y para colmo era irlandés, lo que indicaba que poco se quedaría en la colonia galesa, además de tener que someterse a la permanente duda sobre sus prácticas por portación de origen. Estaban todos arriba, habían agitado los pañuelos, llorado y reído, cantado y enarbolado las banderas. Sin embargo, la marea era tan baja que ese día el barco no pudo zarpar, como si se negara al lance. Pero al día siguiente, casi de prepo, fue remolcado y lanzado al océano inmenso. El primer día de navegación les deparó una tormenta sin igual que casi devora a los aventureros, al punto que un bote salvavidas intentó rescatarlos insistiéndoles que bajaran, pero ante la negativa de los tozudos inexpertos, los dejó a su destino. Continuaron la navegación casi resistida por todos los oráculos. A los cinco días, las aguas se calmaron y aprovecharon para casarse Williams Huges y Anne Lewis. A los diez días comenzarían los velorios: murió Jane Thomas (2 años) y un día después James Jenkins (2 años). Un día más y nacía el hijo de Mary Morgan Jones, y unas semanas más y nacía Rachel Jenquins. Los últimos en ir a parar al armario de Davy Jones (al fondo del mar) fueron los pequeños John Davies (2 años), Mary Jones (3 años) y Elizbeth

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que llegaron

Salomón (2 años). Mientras, los futuros colonos que iban quedando perseguían en sueños sus angustias, meditaban sobre la loca expedición, organizaban rutinas de convivencia, oraban en dos confesiones diferentes en distintas horas del día y cantaban, para pedirle al cielo un destino definitivo. Pasaron como dos meses, y el mar se fue poniendo frío y eterno. Las necesidades eran muchas, el agotamiento inmenso, las provisiones pocas. Pero los vapores de las ballenas recuperaron la atención de todos en el horizonte. Desde el 26 de julio de 1865 cuando comenzaron a rodear la Península de Valdés el ánimo volvió a los cuerpos. Pepperell daba órdenes, preparaba las velas y recorría la cubierta dejando huellas triunfales. Los viajeros sobrecogidos y encontrados por la tierra, ya no durmieron. Cuando el sol entibió la cubierta, se calzaron sus mejores ropas y se aprestaron en masa. Era el 28 de julio de 1865, habían llegado a una “Bahia Nueva”. La mañana era diáfana y fría, hermosamente extraña, como la tristeza de la partida, como la incertidumbre del tránsito, como la alegría de la llegada. Punzante, contradictoria, melancólica, silenciosa. Desde entonces los chubutenses recreamos un día como hoy con ese mismo ánimo: el “Gwyl y Glaniad”, la fiesta de aquel desembarco. Felicidades vecinos!!

En el histórico desembarco el 28 de julio de 1865 descendieron en Chubut, 153 galeses que entraron a la historia de las grandes aventuras culturales del mundo. Ellos fueron: AWSTIN Thomas, William; BERWYN Richard; DAVIES Evan y Ann, Margaret, James, John, John y Cecilia, Lewis y Rachel, Thomas, Thomas y Eleanor, David, Hannah, Elizabeth, Ann. Robert y Catherine, William, Henry William; ELLIS Richard y Frances; THOMAS, John; EVANS Daniel y Mary, John D., Elizabeth, Thomas; GREENE Thomas; HARRIS Thomas y Sarah, William, John, Thomas, Daniel; HUGHES Catherine, Griffith y Mary, Jane, Griffith, David, Hugh y Elizabeth, Jane, David, Llewelyn, John y Elizabeth, William, Myfanwy, Samuel, Henry. Rhydderch y Sarah, Meurig, Jane, Richard, William y Anne, Mary William y Jane, Jane, HUMPHREYS Lewis John, Maurice y Elizabeth; JENKINS Aaron y Rachel, Richard, Rachel, Thomas, William; JOHN David Mary; JONES Anne, David, Elizabeth, Evan, Thomas, David, Lisa, George, James y Sarah, James, Mary Anne, John y Elizabeth, Ann, Margaret, Richard, John(h) y Mary, Morgan, Joseph, Joshua, Lewis y Ellen, Mary, Stephen, Thomas, William y Catherine, Mary, Jane; LEWIS Mary, MATTHEWS Abraham y Gwenllian, Mary, MORGAN John; NAGLE Robert; OWEN Ann, PRICE Edward y Martha, Edward, Ellen, Griffith; PRITCHARD Elizabeth, RHYS James, William, RICHARDS William, ROBERTS Edwin, Elizabeth, Grace, John, Mary, Thomas, William; SOLOMON Griffith y Elizabeth; THOMAS John, Robert y Mary, Mary, Thomas; WILLIAMS Amos y Eleanor, Elizabeth, Catherine, David, John y Elizabeth, Elizabeth, John, Robert, Richard, Thomas y Mary, William, Wesley y Louiza; y WOOD Elizabeth.


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7 El proyecto de Ley para la Colonización galesa en Chubut se trató en 1863 por el Primer Congreso Argentino. La reunión se hizo en el edificio de la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, en la actual calle Perú 272, en la sala de representantes construida en 1821, que todavía existe y forma parte de la Manzana de las Luces. El primer presidente del país, Bartolomé Mitre llevaba dos años en ejercicio.

EL PROYECTO DE LEY DE COLONIZACIÓN FUE RECHAZADO POR EL PRIMER PARLAMENTO ARGENTINO

La política y la tierra “no prometida” E

l viaje hacia la Nueva Patria ya había comenzado en la cabeza de los galeses, y en las campañas de reclutamiento, y en el ahorro de dinero y en una ola imparable que rompería en una costa que quedaba a 13 mil kilómetros de lo conocido. Mientras, el 27 de agosto de 1863 se presentaba ante el Senado el ministro del Interior, doctor Guillermo Rawson para elevar un proyecto de ley aprobando un contrato de colonización para los galeses. Los senadores, muchos de ellos viejos caudillos, fruncieron el ceño al conocer el proyecto. El Poder Ejecutivo al mando de Bartolomé Mitre, proponía un convenio con una compañía de inmigrantes formada en Gran Bretaña, en el país de Gales. La propuesta contemplaba la llegada de contingentes galeses que se instalarían cerca del Río Negro y el gobierno les daría tierras para explorar. En nombre de esta compañía firmaban John Love Parry, conde de Madryn y miembro de la Cámara de los Comunes, y Lewis Jones. Por nuestro gobierno firmaba el doctor Guillermo Rawson. Felíx Frías fue el primero en oponerse explicando que no convenía la llegada de pobladores de religión protestante que podrían

tener demasiada expansión. No sería el único. “El sólo pensamiento me asusta” diría Madariaga, y Valentín Alsina iría aún más lejos, alegando que hasta el lugar era un problema, dado que “Todos los campos que median entre el Río Negro y el Chubut, no sirven para nada; son salitrales inmensos o no tienen destino en lo humano”.

No pero sí El rechazo fue categórico: 21 votos en contra y 5 a favor. No sería la primera vez que la política erraría una predicción social… Afortunadamente y pese a todo, el ministro Guillermo Rawson defendió el proyecto con el apoyo de Mitre, y los tesoneros galeses hicieron lo suyo. Ni la oposición de los políticos ingleses ni la de los senadores argentinos pudieron torcerles la mano. Se encomendaron a los dioses de todos los tiempos, enarbolaron el dragón y llegaron un 28 de Julio de 1865 a la Bahía Nueva. Después de un viaje sin retorno que duró de una costa a la otra dos meses y tres días, descendieron en lo que hoy es Puerto Madryn y desde allí comenzaron una lenta pero persistente colonización del Chubut, dejando su impronta en todas y cada una de las comunidades hasta hacernos lo que somos.

El ministro Guillermo Rawson defendió el proyecto a capa y espada. Mitre y los tesoneros galeses hicieron lo suyo. Ni la oposición de los políticos ingleses ni la de los senadores argentinos pudieron torcerles la mano


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Cuevas escarpadas en la roca, donde se emplazaron las primeras casillas (proyectadas en simulador), donde se alojaron los galeses en la actual “Punta Cuevas”, conocida zona de “El Indio”, actualmente sitio histórico en Puerto Madryn

LA INMESIDAD DESOLADORA LA CARENCIA ABSOLUTA LA ADAPTACIÓN INCREÍBLE

El temible exceso de entusiasmo E

n el viaje habían muertos varios, sobre todos niños, el futuro, la razón de cualquier familia. Eran imágenes duras e imborrables en la vida familiar. Cuando Michael Jones festejó en el muelle del Victoria Dock que la colonización estaba a flote y se disponía a elevar anclas, también meditaba profundamente sobre sus desvelos. Entre el grupo embarcado solo quedaban dos agricultores, el resto eran mujeres y niños y aventureros. Sin embargo, el entusiasmo fue una receta más secreta aún que la de la torta negra.

Mentiras piadosas A los inmigrantes les habían contado que el Valle del Chubut se extendía unos 450 kilómetros y en realidad no eran más que 90. Que el río era navegable decenas de kilómetros y en realidad eran sólo 2. Que había árboles llenos de manzanas, grosellas y uvas en abundancia a tal punto que cuando maduraban, caían al río y agitaban su superficie, pero pocos frutos había comestibles por estas latitudes. También decían que había innumerables rebaños de vacas a la espera de quienes las ordeñaran, mientras que el

Un grupo de colonos y descendientes posando con sus mejores atuendos de época en una postal para el recuerdo, festejando muchos años después aquel histórico desembarco en zona del Valle Inferior del Río Chubut.

guanaco era plaga, al igual que el puma y el choique. David Williams vendía en el Manual del Colono, “fértiles tierras con colinas cubiertas con bosques de toda clase por la zona de Madryn”. Toda una utopía.

El cachetazo de realidad En realidad cuando llegaron los colonos mareados y vomitosos, Lewis Jones y Edwin Roberts que esperaban desde junio al contingente, subieron a bordo y les hablaron de este modo, palabras más palabras menos: “Veo en la lista de nombres que ustedes vienen de diferentes condados de Gales y que entre ustedes hay toda clase de oficios. Como este año ya pasó la temporada de preparar la tierra y sembrar, opino que será mejor encarar otros trabajos que nos darán ganancias inmediatas. (…) Al norte de Madryn (hacia el lado de Valdés) hay mármol negro que se vende a 5 libras la tonelada. En Valdés también hay caballos que fueron abandonados por los españoles y que a los jóvenes seguramente les gustará ir a


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Las costas de Playa Unión, desembocadura del río Chubut, un día de asentamiento de caravanas en tránsito donde la inmensidad de la geografía y la agresividad del clima, contrastaba con las limitaciones humanas.

juntarlos para poner al servicio de los colonos. Además, cerca de la boca del río hay cascajo de conchillas valuado en 2 libras la tonelada. Es un lugar conveniente para que personas mayores las junten y preparen la carga de un barco. Más hacia el sur hay una isla llena de guano donde los de edad mediana pueden ir por unos pocos meses y preparar cargamentos, ya que se vende a 5 libras la tonelada. Los carpinteros y otros pueden construir casas y cuidar de las familias, y al final de la temporada distribuiremos las ganancias para comenzar a trabajar las chacras. Ahora me voy a Patagones a buscar mas provisiones para ustedes (…)”. En tierra los esperaban apenas cuatro caballos, dos carros, una decena de vacas, ovejas y apenas unas sorprendentes cuevas empalizadas que oficiaron de refugios semi-excavados en la roca. Un depósito de víveres, un pozo de agua salobre y un primer tramo de no más de cinco kilómetros de camino abierto a pico y pala hacia el Valle completaban la mínima avanzada. Tratando de atajar el frío insoportable de un invierno patagónico como el de ahora, los colonos se cobijaron en los socavones de la actual “Punta Cuevas” y en lo más tibio de cada día salían a explorar de a poco el terreno. Un testimonio escrito en amarillento diario personal asegura En la soledad de la Bahía y atenuado por el viento cortante se escuchó el “Hip, hip, hurra!” de algunos, mientras la arena disimulaba las lágrimas de otros.

“Desde Liverpool hasta el desembarco nadie había pasado necesidad alguna, pero desde el día en que llegamos empezamos a tener un contratiempo tras otro. (…) Éramos poco más de 150 personas de ambos sexos y de todas las edades, que nos encontrábamos en la costa de un país desconocido, lejos de las comodidades acostumbradas, y que teníamos que cruzar decenas de millas de campo seco para alcanzar el valle donde pretendíamos establecernos.” Este relato inicial es de David William que tenía 36 años. Fue el primero en avanzar solo hacia el Valle dada su ansiedad luego del desembarco. Se perdió ese mismo día y fue hallado muerto en noviembre de 1867 en el “Bajo de los Huesos”, que debe su nombre a este hallazgo. Así sería el inicio de la colonia, extrema, cautivante, sorprendente, avasalladora… Desde que el primer grupo avanzó hacia el río y se quedó sin agua a los dos días, pasando por el avance a la cordillera en busca de las leyendas del oro, y hasta el tendido del ferrocarril, todo implicó sueños extremos e iguales angustias Atrás la inmensa masa oceánica tapaba con su vaivén chilloso los cantos congregacionales, las estrofas Hen Wlad Fy Nhadau (himno) dejando demasiado lejos la Cymru an byth (Gales para siempre), los olores de Cardiff, los pasos del rey Arturo y la seguridad de su mágica Caledfwlch (espada), el santo equilibrio de los dolmen. Adelante, el inmenso horizonte que separaba la actual Madryn con Trelew o Esquel prometía otra vida, lejos del yugo inglés, espacio inmenso para atesorar los propios valores y cantar los versos en el “idioma del cielo”, pero todo estaba por hacerse. Dicen que Edwin Roberts –por ejemplo- desmontó él sólo, ocho kilómetros de maleza abriendo camino mientras esperaba la llegada del Mimosa con sus compatriotas. Cada paso era temido, cada colina ocultaba supuestos, cada remolino de viento a la distancia parecía un malón cercano… Así fueron los comienzos de Chubut.

Los colonos debieron desmontar los casi 100 kilómetros desde la Bahía Nueva donde desembarcaron hasta el río Chubut, actual zona de Trelew, a puro pico y pala y entusiasmo para que pudieran avanzar las carretas.


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11 EL PARTO TODO UN RENACIMIENTO DE LA RAZA

Maria, la primera argentina-galesa L

a magia de la vida sin embargo permitió superarlo todo. Apenas a los doce días de estar en esta inmensidad devoradora, exactamente el 10 de agosto de 1865 nació la primera bebé de padres galeses en territorio argentino: Maria Humprheys. En el sitio que hoy se conoce como “Loma María”, en la Ruta 3, antes de llegar a Trelew. Tenía pocos meses cuando protagonizó, junto a su madre, un hecho paradigmático de la cultura de lo femenino. El tiempo fue pasando y nada sabían de los indios, tanto que pensaron que en realidad no existían por esos lugares. No por ello sus preocupaciones terminaron. Todos los días espiaban las nubes por ver si traían la lluvia que necesitaban para hacer crecer las semillas, pero nada. Las provisiones que el gobierno argentino les había dado se estaban terminando y como eran humanos, desesperaron, entristecieron y hasta quisieron volverse. ¿No era desafiar a Dios pretender doblegar una tierra de la que nada se conocía? Hasta la corteza del pan usaron para hacer té y contaban que los chicos tenían la boca verde de comer hierbas, raíces y tunas cubiertas de espinas. Mientras, la vida continuaba. Como los campos eran grandes las casitas quedaban muy lejos unas de otras. Un día, Elizabeth estaba en su casa con su pequeña Mary --la niña que había nacido en la playa--, mientras su marido, que era carpintero, se hallaba ausente por trabajo. Los indios aparecieron silenciosos mientras Elizabeth estaba distraída en sus quehaceres. No los escuchó llegar, hasta que allí los vio. ¿Cómo adivinar las intenciones en esos rostros curtidos e impasibles? Las pieles que los cubrían les daban un aspecto amenazador, salvaje y diferente. Elizabeth quedó paralizada. Trató de recordar lo que se había hablado acerca de qué hacer cuando llegaran los indios, pero sólo atinó

a tomar en sus brazos a su bebé y quedarse quieta. ¿Cómo decirles que ellos eran mujeres y hombres de paz? Se dejó guiar por su instinto y apeló al amor maternal: buscó la mirada de la mujer india que estaba con el grupo, caminó hacia ella y le puso a Mary en los brazos. No hicieron falta palabras

Aquella galesa Esa huella profunda, mansa, firme que marcó Elizabeth Harriet Adams de Humprehys al ofrecer a la pequeña Mary como voto de confianza a los nativos, fue haciendo camino. Elizabeth casada con Morris Humprehys, el carpintero que armó todo el interior del barco Mimosa, tuvo seis hijos más. Uno de ellos, Eduardo Humprehys casado con Elizabeth Heinge tendría a su vez nueve hijos. Una de ellas, Isabel Andes Humprehys se casaría con Ataliba Santiago Centeno, y de esa unión nacería nuestro periodista y amigo ya desaparecido, Roy Centeno Humprehys. ¿Cómo no atesorar entonces cada historia familiar de esta Colonia que indefectiblemente llega de algún modo hasta nosotros en cada vínculo?

El descendiente Apenas tres puntos en la línea del tiempo antecedieron a Roy. A la imagen y rol imponente que tuvo aquella primera galesa, la bisabuela Elizabeth; no

Elizabeth Harriet Adams de Humprehys, primera mujer galesa en Patagonia, madre de la primera argentina Maria Humprheys, y bisabuela de Roy Centeno Humprehys, un colaborador de este diario.

menos importante le resultó la impronta que marcó con su espíritu el abuelo Eduardo, uno de los miembros más ilustres de la Colonia, comisario de 16 de Octubre y uno de los fundadores de Esquel. Es su vida casi de novela, su lucha ética en defensa de los derechos humanos de los aborígenes y los presos, hecho que lo enfrentó con la posición de las autoridades nacionales, que utilizaron la fuga de Butch Cassidy, Sundance Kid y su compañera Ethel como buen pretexto para tomar revancha por eso y exonerarlo, en lugar de aceptar su renuncia indeclinable. Un hombre de convicciones, fortaleza inigualable y gran tesón. Su hija Isabel casada con Ataliba Centeno, traerían un cuarto punto en esta corta línea de la historia: Roy. Un compilador de miles de pequeñas huellas que construyeron parte del otro camino, el cultural, el que vale la pena seguir transitando por sus libros: “El Evangelio y don Eduardo”; “Capraro, el emperador de Bariloche”; “Go Patagonia, dijo Edwin”, “El hombre que se creía tango” y “La Sobrina”, además de los valiosísimos relatos en nuestras contratapas que editó nuestro Diario y donde Roy sintetizó hasta su partida el 10 de junio de 2012, con inigualable pluma, incomparable humor, datos históricos excluyentes y anécdotas invaluables “Cómo nos cambió la Vida”. Todo un sendero entre Gales y Patagonia.


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13 LA CONVIVENCIA CON LOS PUEBLOS ORIGINARIOS

Carnes de cañón P

ara dar idea del ánimo que debían tener los llegados galeses, basta conocer el marco en el que se subieron a la Mimosa. Días antes por ejemplo, apareció impreso en Y Druch Americanaidd un escrito bajo el seudónimo “Garibaldi” -que según Abraham Mathews era el nombre fantasía usado por John Williams Jones interesado mas que en denostar a la Patagonia, en sumar inmigrantes a Kansas y Nebraska-, un montón de falsedades sobre la región destinadas a desanimar a los galeses. El argumento más fuerte sostenía que era un país salvaje, lleno de peligrosos indios que comían hombres blancos. Y la sola idea de ser fagocitados por un salvaje pegó, y varios se borraron de la aventura de inmediato. Hacía menos de cinco años el mundo se había conmocionado por la masacre de ocho misioneros anglicanos en Tierra del Fuego, y entonces la figura era muy fuerte. Otros sin embargo se quedaron firmes, y recibieron apoyos como este, expresado en una carta de despedida: “De todos los planes locos y salvajes que me he enterado, el más loco y salvaje es el de la Patagonia (…)” “Sólo puedo esperar contra toda esperanza que ustedes tengan éxito (…)” “También espero que los indios que se los comerán a todos tengan una indigestión (…)” Fue entonces comprensible el menudo espanto de uno de los colonos que casi muere de un infarto el día en que vio a un gran tehuelche que merodeaba la aldea de Rawson, saborear una larga pata como de humano, pero de un sabroso guanaco. Dicen que fue tal la conmoción para ambos, que el nativo no se animó a comer

nada más delante de un blanco por muchos años.

El miedo tonto Ya en la Colonia se dispuso instrucción militar una vez por semana a cargo del capitán Edwin Roberts. Siempre se especulaba sobre la aparición posible de los indios. Y pese a que los primeros contactos dicen que fueron pacíficos, no estaba de más un poco de desconfianza. Los muchachos exploraban y describían el territorio visto como para analizar estrategias si un día finalmente aparecía el malón. En Rawson se llegaron a hacer fosos para que el agua obstaculizara el paso de los nativos. Y sin embargo fue un día inesperado en medio del primer y doble casamiento entre el mismísimo jefe militar Roberts y Anne Jones, y Richard Jones y Hannah Davies cuando se dio la aparición. Berwy los había casado y un cortejo de seis soldados de a caballo y con penachos de avestruz y cintas rojas habían precedido a los esposos hacia “Plass Hedd”. En la casona y durante el almuerzo fue cuando dos aborígenes se presentaron y dejaron sin aliento a todos. Mientras un jinete daba aviso al Fuerte Viejo, nadie atinó a más nada, solo a intentar comunicarse. Fue el pan que tomaron sigilosamente, el que acortó las distancias, pudiendo más que las balas y cualquier estrategia. El hombre y la mujer pasaron la noche con ellos. A la mañana siguieron su viaje sin decir palabra ni mirar hacia atrás.

El aviso clasificado

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a mayoría de los pasajeros del Mimosa (los que no desertaron) se sumaron a la Gesta entusiasmados por elocuentes proclamas de los pioneros y avisos como este que se publicaba en los periódicos de Gales: “El buque Halton Castle de 700 toneladas, capitán Williams, zarpará de LIVERPOOL a la COLONIA GALESA, el 25 de abril de 1865 Costo del Pasaje: adultos 12 libras, menores de 12 años 6 libras. Reservas mediante seña: adultos 1 libra, menores 10 chelines a enviar al tesorero, Sr. O. EDWARDS, 22 Williamson square, Liverpool, resto a pagar al embarcar. Hay cien acres de tierra, caballos, bueyes, ovejas, trigo y herramientas de regalo para cada tres inmigrantes en el buque mencionado: la prioridad en la elección de la tierra según el orden de reservas. (…) El formulario de inscripción y mayores detalles pueden obtenerse escribiendo a los Secretarios (…)”


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Los hombres que impulsaron la gesta galesa en Chubut (De izq a der): Michael Jones, el reverendo visionario; Lewis Jones, el líder periodista; Abraham Mattews, el garante social; Sir Love Jones-Parry, Conde de Madryn, el negociador político; Richard Jones Berwyn, el primer maestro; Edwyn Cymrig Roberts, el minero planificador

UNA EMPRESA DE LÍDERES POLÍTICOS RELIGIOSOS LABORALES Y SOCIALES

Los grandes pioneros

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ue un grupo grande de gente que trabajó para que la empresa colonizadora se cumpliera, pero algunos fueron los hombres claves cuyos nombres permanecerían en la memoria popular, por el tesón y empeño que pusieron para que el proyecto se cumpliera. La mayoría de ellos sumó su vida, sus profesiones, sus ideales y el destino de sus familias y estirpes a la nueva tierra patagónica definiendo las bases de las nuevas sociedades.

Michael Jones - El reverendo visionario Es imposible explicar la creación de Y Wladfa (La Colonia) en la Patagonia sin referirse al reverendo Michael Jones. Ministro congregacionista nacido en Llanuwchllyn, en el norte de Gales y criado en Carmarthen y Londres. Viajó a Estados Unidos en 1847 y se ordenó en Cincinnati, Ohio en 1848. Sus experiencias allí lo indujeron a pensar en la posibilidad de una segunda patria, políticamente independiente para los galeses. En el centro del pensamiento de Jones, estaba la lengua galesa y su futuro, sus creencias, sus costumbres. Su esposa Anne lo apoyó incondicionalmente e incluso financió en gran parte el primer viaje. (Con su herencia se pagó las 2500 libras que costó el acondicionamiento del Mimosa). Considerado hoy por muchos galeses como un visionario social. Fue el principal arquitecto del proyecto chubutense, aunque a diferencia de los otros dirigentes no se instaló allí, aunque visitó la colonia en 1882 y dedicó su vida a promoverla y sostenerla desde afuera.

Lewis Jones -El líder periodista Nació en Caernarvon, en el norte de Gales, en 1837. Fue tipógrafo y editor. A los veinte años formaba parte de una sociedad literaria que discutía seriamente la emigración galesa. En 1858 era editor asociado del periódico Y PWnsh Cymraeg (El Punch Galés). En 1860 conoció a Edwin Cynrig Roberts en Liverpool y se icorporó a la

sociedad que concretaría el proyecto patagónico. En 1862 viajó a la Argentina con Love Jones Parry. Fue uno de los dirigentes más destacados de la colonia. Fundó algunos de los periódicos patagónicos. Gestionó el ferrocarril entre Madryn y Trelew. Escribió el libro Y Wladfa Gymreig y seis años después murió en Trelew, en 1904.

Abraham Mattews - El garante social Nació en 1832 al sur de Gales. Cuando en 1856 decidió hacerse pastor entró en contacto con el reverendo Michael Jones, rector del seminario y ardiente nacionalista y tutor de la colonia. Viajó en el Mimosa con su cuñado John Mrray Tomas. Fue un chacarero más, maestro de escuela, pastor prominente e influyente líder político y espiritual. En 1873 viajó a Gales y Estados Unidos a reclutar nuevos colonos. En 1894 publicó en Gales el primer libro sobre la colonia, Hanes y Wladfa Gymreig. Desde ese año y por cinco más, dirigió Y Drafod, el diario fundado por Lewis Jones. Murió en 1899 en Trelew.

Sir Love Jones-Parry, Conde de Madryn El negociador político Fue uno de los principales integrantes de Y Gymdeithas Wladfaol (La sociedad colonizadora). Viajó a la Argentina con Lewis Jones en 1863, dos años antes del viaje del Mimosa, para iniciar las gestiones que dieron lugar al asentamiento patagónico, al que también apoyó económicamente. Fue quien negoció políticamente con el Parlamento Nacional que votó en contra del poyecto. La ciudad de Madryn lleva el nombre de su terruño.

Richard Jones Berwyn El primer maestro Nació en 1837 en el norte de Gales, en las montañas de Berwyn. A los quince años completó su entrenamiento como maestro

y luego de pasar dos años becado en Londres. Luego se dedicó al periodismo. Militó con entusiasmo a favor de la emigración galesa. Entre 1863 y 1865 viajó a Estados Unidos para hacer propaganda del proyecto patagónico. Llegó a Chubut en el Mimosa. En 1866 fundó la primera escuela de la colonia para la que compuso un manual de lectura. Hasta 1871 enseñó en forma gratuita. Por casi 10 años redactó un folleto quincenal manuscrito llamado Y Brt (La Crónica) que marcó los alborez del periodismo patagónico. Fue administrador de correos, jefe del registro civil, traductor del gobierno y colaborador de periódicos de Europa y América. Murió en 1917 en Trelew.

Edwyn Cymrig Roberts - El minero planificador Nació en 1838 al norte de Gales pero se crió en Winsconsin, Estados Unidos. La asimilación de los galeses a la cultura norteamericana lo convirtió en un activo promotor de la gesta patagónica, a tal punto de adelantarse al Mimosa viajando con Lewis Jones a Chubut previamente, para preparar la llegada de los colonos. Defendió la empresa aun en las peores circunstancias. Participó en la observación y planificación del mantenimiento y la proyección de la comunidad. Por su interés en la minería exploró todo el territorio chubutense como pocos evaluando cuidadosamente sus múltiples posibilidades de desarrollo. A principio de la década de 1890 viajó a Gales a organizar una empresa minera y murió allá.


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Michael Jones con su esposa Anne, y sus hijos Llwyd (sentado), Myvanwy, Mihangel y Maironwen (de pie de izq a der)

La Parroquia Sagrado Corazรณn, punto de encuentro en el Golfo Nuevo

Vecinos de Madryn mejorando la calle y tendiendo servicios

Puerto Madryn, acto en la Avenida Roca con circulaciรณn contraria y boulevard


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Alumnos de la primera escuela de Rawson. 1880

Un dĂ­a de esparcimiento en un parador costero

Caravana partiendo de Gaiman a la Colonia 16 de Octubre, Esquel. 1910

El popular Hotel Touring en plena Avenida Fontana de Trelew


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Con respaldo oro E

n Gales, había quedado un pequeño “gobierno” vinculado a la nueva Colonia. En esta en cambio el que gobernaba era un Comité que se ocupaba de sus Asuntos Internos y también legislaba de acuerdo a las necesidades. Poseían dinero para pagar todo trabajo público y el generado del provecho, como del guano u otras cosas que podrían dar ganancia. Había papel moneda impreso de 1 libra, 10 chelines y 5 chelines que decía en azul: “La Colonia Galesa de la Patagonia reconoce este billete por una libra de dinero circulante de la Colonia Galesa. Thomas Ellis”

La economía primero E

l trabajo y la fe eran la base de la austera vida que anhelaban los migrantes. Por ello contar con su parcela y su vínculo con la tierra, producir bienes básicos y disfrutar del entorno familiar lo era todo. Con la visión de conjunto que se generó en la colonia, se conformó probablemente la institución más influyente fue la cooperativa de la Compañía Mercantil del Chubut, cuyo idioma de manejo cotidiano fue el galés hasta bien entrado el siglo XX. Tuvo efecto vinculante galés-argentino y dio un sentimiento de logro y control sobre los asuntos económicos que tenía influencia concreta en las transacciones que se hacían en toda la Colonia, desde la costa a la cordillera. El sustento económico de los galeses era la agricultura pero difícil fue la tarea en una tierra árida y con escasas lluvias. Cada cosecha fracasada era motivo para pensar en abandonar la zona y buscar tierras más benévolas. A finales de 1867, Rachel Jenkins descubre que se puede regar la tierra desviando la corriente del río Chupat. A partir de ahí, les llevó diez años aprender el cultivo por riego y construir los canales que les permitiría disponer de un valle fértil. A mediados de 1870 comenzaron los grandes cosechas y hasta incorporaron máquinas importadas, llegando a exportar trigo. Intentaron comprar un barco propio y luego vendría el ferrocarril con la posibilidad de unir el territorio acortando distancias y trasladando mercancías, pero con el también los capitales y ciudadanos ingleses.

Ricos de espíritu P

ara 1884 cuando se define la Ley de Territorios Nacionales en el país, en Chubut hacía casi veinte años que la Colonia Galesa crecía aceleradamente. Un censo arrojaba que solo en el Valle había 1.205 habitantes de los cuales 783 eran galeses. Producían trigo, cebada, forrajeras y hortalizas. Contaban con 6.193 cabezas de ganado, de las cuales una tercera parte eran vacas lecheras, tenían más de 2 mil lanares, 2 mil caballos, 200 cerdos y unas 3 mil aves de corral. Y eso que recién hacía 10 años que habían podido poner a funcionar bien los canales de riego, un proyecto de ingeniería que llevó adelante el agrimensor Eduardo Willliams con sistemas de compuertas que permitió no sólo potenciar el Valle, sino superar en parte las imprevisibles inundaciones que año a año les destruía todo.

La Colonia tuvo sinsabores, desencantos, fracasos, desencuentros políticos, pero por sobre todas las cosas a su gente les sobraba tanta romántica aceptación como pragmática decisión para superarlo todo. Lo sintetizó un gastado grabado en un añejo sauce del Valle que dicen que rezaba: “mis lágrimas te cedo porque tu madera será cuna, cama y féretro”


Nada de lujos D

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e 1865 al 69 entre los envíos que recibía la Colonia no había ni jabón, ni velas, ni aceite ni madera porque el dinero no alcanzaba. Pero el ingenio todo lo pudo. Hirviendo tripas de animales gordos se producía una jalea a la que le agregaban cenizas de varas de matas quemadas y en un caldero la mezcla se fundía, dejándose enfriar y convirtiéndose en improvisado jabón. Del mismo modo, con grasa de buey a baño María se introducía una mecha rodeada de varas atadas que se completaban con el cebo, hasta transformarse en esbeltas velas. También se recuperaron maderas de barcos hundidos, se utilizó trozos de sauces secos, juncos para tejer superficies y hasta extrañas construcciones con incorporaciones de telas o cueros tensados como biombos y catres. La piel de lobo fue buena para tientos, aperos y bozales. La de ñandú para oficiar de vidrios por su delicada transparencia. Las sábanas y telas se reciclaban en enaguas, volados de vestidos y cofias. De la costura a mano poco a poco se pasó a contar con ágiles máquinas. De apisonar la manteca a mano se pasó a pequeñas prensas a manija. Los colonos supieron hacer de la nada, todo.

Crisis eran las de antes A

unos cuatro meses del desembarco las promesas del Gobierno argentino no se cumplían porque el Senado no había aprobado la instalación de la Colonia. Lewis Jones debió partir con varios para Buenos Aires a destrabar la cosa, pero de entrada le costó ser relevado como dirigente del grupo. Del grupo dirigente debieron viajar unos ocho colonos, de los cuales muchos volverían ocho años después, entre quienes estaba el doctor Green. Los que quedaron se mantuvieron guardando dos tesoros casi inservibles para aquellas latitudes: un cofre de dinero, en un lugar donde no se podía comprar nada; y un cofre completo de medicinas, pero todas rotuladas en latín, por lo tanto nadie se daba ni la menor idea de que cosa aplicar en cada padecimiento. Ocho meses después llegaría el buque Tritón, y en él, un doctor, que les tradujo los nombres de los medicamentos por fin.

La burocracia de siempre E

l Comité gobernante funcionó en principio en Madryn. La comida se vendía. Había una cuenta precisa de cada comprador. El salario semanal era de una libra para todos los que hubieran trabajado, sin distinción en tareas públicas y comunitarias. Todos eran muy cuidadosos con sus cuentas. Dicen que después, cuando el Comité funcionó en el Fuerte Viejo, en Rawson, “el plan fracasó enteramente”, recordaba Thomas Jones. Parece que la distancia que debía recorrerse en carreta o a caballo, el control de las cuentas y las dificultades para cumplir con los compromisos puso en crisis la organización por un buen tiempo.


22 UNA ORGANIZACIÓN HUMANA QUE LABRÓ LA HUELLA DEL PROGRESO

El fruto del trabajo P

ara 1884 cuando se define la ley de Territorios Nacionales en el país, en Chubut hacía casi veinte años que la Colonización Galesa estaba en la zona creciendo aceleradamente. Con instituciones fortalecidas y democracia efectiva. Un censo arrojaba que solo en el Valle había 1.205

habitantes de los cuales la mayoría eran galeses (783). Producían trigo, cebada, forrajeras y hortalizas. Se contabilizaban 6.193 cabezas de ganado de las que una tercera parte eran vacas lecheras, más de 2 mil lanares, otro tanto de caballos, unos 200 porcinos y unas 3 mil aves de corral. El progreso era innegable

y eso que recién hacía 10 años que habían podido organizar bien los canales de riego, con suficiente profundidad y sistemas de compuertas, superadas las inundaciones y prevenidas las crecientes del deshielo, cuando llegó el agrimensor recién recibido Eduardo J. Williams a quien se reconocería durante años como el


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labrador de “las venas de plata del Valle” La Colonia tendría sinsabores, fracasos, desencuentros políticos, boicots, disturbios sociales, pero por sobre todas las cosas a su gente les sobraba decisión y aceptación. Lo sintetizó un gastado grabado en un añejo sauce que decía: “mis lágrimas te cedo, tu madera será cuna, cama y féretro”. El comercio fue una buena medida de la prosperidad: en 1874 por ejemplo se vendieron 7 mil libras de manteca, 7 mil de pluma de avestruz, 1.200 quillangos y 300 toneladas de trigo. En seis años, esas sumas subieron a 16 mil libras de trigo, 16 mil de plumas, 15 mil de quillangos y unas mil doscientas libras entre cueros, cerdas y lana. En 1884 ya había ocho casas de comercio y dos barcos con línea regular a Buenos Aires. Nada mal. Cada hábito estaba en el fondo íntimamente ligado con un destino común. El té -que era una tradición social- en la Colonia permitía simplificar una de las comidas ahorrando provisiones, y cerrar la tarde temprano, ahorrando energías. La torta negra fue la receta descubierta para mantener durante años, trozos que permitían leudar otras masas. El Eisteddfod fue el festival de la Vieja Tierra en la Nueva Patria

para conservar lo poco del idioma que se podía, en comunidades donde la operatividad propulsó el inglés y el castellano, esperando que la lengua, como la torta, en otras generaciones, leudara también luego. Los pilares fueron los caminos trazados, los canales de riego, el ferrocarril, los rifleros, las

escuelas, las capillas, el telégrafo, los periódicos, las bromas cotidianas, las anécdotas, el sentido de grupo, la identificación, semillas de si mismos… Sólo en el libro de Thomas Jones figuran 12 “Jones”, 9 “Davies”, 8 “Williams”, 6 “Huges”, 5 “Humprheys”, 5 “Evans”, y muchos otros.


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25 LA AGRICULTURA FUE LA BASE DE SUBSISTENCIA Y ALTERNATIVA PRODUCTIVA. LA MINERÍA, LA ESPERANZA DE ALCANZAR RIQUEZA

Los galeses y la minería

L

os colonos vinieron desde Gales huyendo de años de pobreza por el fracaso de cosechas, por la presión tributaria del gobierno inglés, por las trabas a la libertad de cultos, de idioma y por los onerosos arrendamientos, además de la sangre celta que seguía empujando la vieja tradición emigratoria de sus ancestros. En Gales la incipiente industrialización se forjaba a partir de las explotaciones de minerales. Del hierro que se extendió hacia el oeste y hacia el interior de Neath y Swansea, donde se extraía carbón de antracita. Desde la década de 1840 la minería del carbón se extendió a los valles de Aberdare y Rhondda y esto condujo a un rápido aumento en la población de estas zonas, acotando también las posibilidades. Es cierto que Patagonia representaba vivienda, tierra para cultivar, libertades del alma, pero también expectativas mineras. Más allá de que algun relato radicalizado de descendientes alguna

vez interpretó que dejaban la minería en Gales, a cambio de la agricultura en Chubut, esa es una mirada sesgada y probablemente una interpretación libre de la historia. Los galeses, como tantos pueblos europeos, pudieron convivir con la minería, aunque siempre priorizando la vida, que respira en la tierra misma. Y de hecho, vinieron tras la riqueza. Hay numerosos documentos, pero particularmente uno sintetiza las primeras avanzadas. Relata el propio Lewis Jones que “la inmensidad del campo, extraña e intimidante, dejaba atónitos en los primeros tiempos a los colonos”. Pero también que “hay un encanto especial en explorar e introducirse en lugares donde nadie ha estado antes, maravillándose y haciendo conjeturas…” “Entre los que bullían de estas ansias se encontraban JD Evans, Zecaría Jones y Juan Murray Thomas. Mientros estos iban de aquí para allá explorando, algunos viejos

buscadores de oro de Australia y la Columbia Británica que estaban a la sazón en la Colonia, aguzaron el oído cuando se levantó el rumor que se había hallado polvo amarillo y pepitas en el río Chupat”. Todo esto fue encendiendo la fiebre, y en 1890 un grupo de unos diez hombres cargaron carros y enfilaron para la Cordillera. Tardaron varios meses en volver tras incontables peripecias, vivos, andrajosos, pero obteniendo del Gobierno la concesión minera de los lugares reconocidos. A partir de allí comenzó a circular en la colonia la `leyenda del oro´ y el murmullo fue propalándose hasta que la imaginación popular convirtió a la zona en Eldorado. Los descubridores mandaron la noticia a Gales y pronto se reunieron con ellos

dos mineros muy entendidos: D. Richards (de Harlech) y R. Roberts (de Nueva York). Hubo avalancha de entusiastas que salieron a zarandear las aguas del río por todas latitudes. Dice Lewis Jones en su libro “La Colonia Galesa” que en la zona de Tecka “No tardamos en comprobar que había en la arena buenas señales de la presencia de oro”. También ampliaron las expediciones hacia diversos puntos. Afirma en la página 197: “Esta meseta está formada por varios estratos de tosca, caolín, arenisca colorada, etc. En algunos lugares está bien expuesta la formación terciaria, cuya estructura, plena de ricos sedimentos, llamará algún día la atención del mundo minero”. Y así fue nomás…


26 EL SÉPTIMO DÍA, EL VÍNCULO DIVINO, LA PERMANENCIA DEL SER, CREER PARA VIVIR

La fe que movió montañas

Los altares de culto en la Colonia eran muchos y propios y no sólo estaban en las Capillas. En cualquier estante se ubicaba una imagen que traía fe, fotos, recuerdos, versos, libros, adornitos, flores, piedras raras, vajilla linda. Como los que cualquiera de nosotros mantiene aun hoy en su casa. Un rincón preferido, un mueble, un escondijo iluminado, un espacio que sin saber, es de culto de “lo que hace bien”. Dicen los druidas, que el altar es sencillamente el recuerdo diario de la dimensión espiritual de nuestras vidas.

P

ara el servicio religioso en principio cualquier espacio vino bien. Unas bolsas de harina con tablones servían para sentarse, y un cajón con mantelería permitía apoyar la Biblia. Los pastores Abraham Matthews y Lewis Humphreys predicaban alternadamente con y Robert Williams (protestante bautista).

El pozo Había cánticos desde la mañana, luego el culto, escuela dominical a la tarde, reunión de oración al anochecer y reunión de confraternidad los viernes a la noche. Todos estaban orgullosos de guardar el día de reposo y ponerse sus mejores trajes para las reuniones. Era un momento donde volvían a sentirse parecidos. Hacían tal como hoy, salmodias grupales,

que dicen que produce el efecto de concentrar el espíritu de los miembros, creando un pozo de inspiración. La entonación suele ser baja, produciendo una vibración distinta en el vientre, que sube hasta la barbilla o la cabeza. Dicen –además- que es una experiencia personal y global donde cada sílaba se extiende tanto como la respiración y la vida lo permite.

Caminos Algunas de las denominaciones mayoritariamente protestantes que existieron fueron: Metodistas-Calvinistas, Anglicanos, Congregacionalistas, Bautistas, Independientes, Unificadas y la Unión de Iglesias Libres del Valle. Las bolsas de harina “produjeron” más de un centenar de bellas capillas con paredes

de adobe impecablemente alisadas con bosta impermeabilizante y blanqueadas con cal. Bancos, e instrumentos musicales. Olor a limpio, flores doradas, cantos que subían por las cúpulas y confirmaban que el espacio sagrado se hace lugar en los corazones primero, y en la tierra después. Aproximadamente en el año 1965 (para le época del centenario) tuvo lugar la división de las congregaciones de las capillas galesas, las personas mayores y más conservadoras querían seguir manteniendo las actividades y principalmente el servicio de culto en idioma galés y los jóvenes y personas de mediana edad querían hacerlo en castellano. Prevaleció la Iglesia Metodista Argentina que ya tenía pastores y personal trabajando en la zona en idioma castellano. Se produce así la división con todos los problemas familiares y generacionales que eso acarreó.


LA DEFENSA DEL IDIOMA, LAS PALABRAS DEL CIELO, LA POESÍA, LOS COROS, EL EISTTEDFOD

Sabiendo que la palabra, crea

“H

ágase la luz y la luz se hizo”, dice la Biblia que dijo Dios ejemplificando el poder de la palabra como primer acto de creación y dejando claro la fuerza del decir. San Patricio, patrón de Irlanda, ordenó que nadie durmiera o hablará mientras alguien contaba un cuento, y prometió que eso aportaría éxito en lo que respecta a niños, amor, matrimonio, temas legales o caza, protección a los marinos, paz en las salas de banquetes y libertad a los cautivos.

En Haití está prohibido contar cuentos de día. Se debe hacer de noche, donde vive lo sagrado. “y quien sabe contar cuenta sabiendo que el nombre es la cosa que el nombre nombra”, dice Galeano Los narradores tradicionales celtas hablan de generaciones anteriores de cuentistas que permanecen de pie detrás de ellos, mientras cuentan uno de los cuentos antiguos. Al permitirse estar abiertos a estos espíritus de los antecesores, las historias fluyen, quizá cubriendo partes que se habían perdido.

Los mitos contados revelan realidades posibles, deja libre los pensamientos, nos hace dioses. Los Galeses supieron decir y hacer, y establecieron un espacio heredado donde mantener vivo el idioma a pesar de haberse impuesto el inglés y el castellano en lo cotidiano de la Colonia. Lograron atesorar el “idioma del cielo” en el Eisttedfod, el encuentro literario por excelencia que cada año sigue celebrándose en la distintos puntos del Chubut, galardonando a su bardo y escuchando el mágico sonido de los tiempos, para que se cumpla el acto. Así las palabras traen y llevan, y hacen la luz.

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Madryn, la cabecera de playa L

ove Parry y Lewis Jones la vieron en sus sueños. Puerto Madryn fue la cabecera de playa, literal y política. La gigantesca

boca del Golfo que se convierte en puerta de entrada y salida, en vientre acuoso pero también tierra firme que dio paso a una construcción

colectiva y a una Provincia. Los primeros 153 que pisaron su arena, dejaron su huella fresca y multiplicante para dar paso a medio millón de habitantes que ahora compartimos Chubut. El puerto le dio el sentido definitivo a las posibilidades de ir y venir por el mundo y el ferrocarril hizo lo suyo para abrazar un territorio que se hizo paso obligado entre Buenos Aires y Punta Arenas. En el inicio, en esa cabecera de playa ya mostró su perfil cosmopolita, recibiendo provisiones, consolidando cultura, desperdigando la noticia que prosperaba una sociedad aguerrida que seguiría luchando por un crecimiento con dignidad. Un mensaje en la botella del tiempo que hace 153 años sigue a flote, ante la mirada cómplice de las ballenas, las testigos infaltables de nuestros sueños.


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Reconociéndonos en el tiempo L

a Colonia tendría sinsabores, fracasos, desencuentros políticos, boicots, disturbios sociales, pero por sobre todas las cosas a su gente les sobraba decisión y aceptación. Lo sintetizó un gastado grabado en un añejo sauce que decía: “mis lágrimas te cedo, tu madera será cuna, cama y féretro”. Cada hábito estaba en el fondo íntimamente ligado con un destino común. El té -que era una tradición social- en la Colonia permitía simplificar

una de las comidas ahorrando provisiones, y cerrar la tarde temprano, ahorrando energías. La torta negra fue la receta descubierta para mantener durante años, trozos que permitían leudar otras masas. El Eisteddfod fue el festival de la Vieja Tierra en la Nueva Patria para conservar la mística, la lengua y la arenga a una vida austera pero inmensamente intensa, esperando que la libertad, como la torta, en otras generaciones, también leudara. Chubut, Chupat, el transparente, diáfano,

sinuoso. Madryn, el conde, el terruño, la puerta de entrada. Trelew, la ciudad de Luis, el punto de encuentro. Rawson, el funcionario clave, la institucionalidad, el fuerte. Gaiman, la piedra fundamental, afilada. Dolavon, la vuelta del río, la chacra. Esquel, el abrojal, el paraíso natural. Trevelin, el pueblo del molino, la paz. Comodoro, el cargo, el recurso, el futuro.28 de Julio, la fecha, ayer y hoy, lo que queda, lo que falta. Pueblos del Chubut, Felicidades!!


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Desde la celda de uno mismo Por Marisa Rauta

U

n método tradicional para despertar el flujo de Awen era practicado en los colegios bardos de Gales, Escocia e Irlanda, y era conocido con el nombre de la Celda de la Canción. Se les daba a los bardos un tema con el que componer un poema. Entonces se les dejaba solos en celdas oscuras sin ventanas durante un día y una noche. Durante ese tiempo, los bardos permanecían extendidos en sus camas, a menudo con las cabezas envueltas en trapos para privarlos de sensaciones. En la oscuridad, apartada de cualquier distracción, la mente yerra libre, y entra en un estado entre el sueño y la vigilia en el que las asociaciones que la conciencia normal no tendría o dejaría pasar, se suceden por senderos de pensamientos hasta remotas y a menudo salvajes e ilógicas conclusiones. Las defensas sensoriales normales se derrumban según pasan las horas, permitiendo a Awen fluir libremente. Después de veinticuatro horas, se les llevaba a los bardos velas y estos escribían los poemas que habían creado. Entonces se reunía de nuevo la clase y se leían los poemas para pedir consejo. La calidad de los versos daba una indicación muy clara de la intensidad de la conexión entre cada uno de los bardos y Awen. Esta es la única razón por la que en el druidismo como en el periodismo, que intentamos, se usa la inspiración para crear: para que nuestro mensaje pueda ser juzgado por los demás a través de la calidad de nuestras creaciones. Este puede ser un proceso aterrador, pero nos anima a mejorar y pulir constantemente lo que hacemos, y porque no, también a repetirnos en nuestra morada de ideas recreadas. Además, los productos de nuestra creatividad sirven de ofrendas en intercambio por la inspiración que recibimos y el trabajo que podemos seguir realizando. Así se mantiene el flujo de Awen. Para todo lo que pueda ser, sea trasmitido…

El círculo sigue intacto, los antepasados han despertado. Que las canciones de la Tierra y de su pueblo sean ciertas. Bienvenido, espíritu del lugar; de raíz y rama, diente y garra, piel y plumas, tierra y cielo y mar. ¡Sed Bienvenidos!


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