Óxido y Calles en la Mirada Poética. Out of the blue and into the black (Rust never sleeps/El Óxido nunca duerme – Neil Young 1979) Es mejor quemarse que oxidarse Es mejor quemarse que desvanecerse
El óxido nunca duerme, crece bajo el borde de la vida y en las miradas, salitre de la existencia. Es el agua que herrumbra los recuerdos, los fugitivos sueños, oxígeno líquido sobre los deseos rotos por la sucia y lenta destrucción.
Miradas, la pintura sobre la cal, texturas sobre otras texturas, espectros paralelos, bandas de octavas eléctricas que transforman las ganas de ver la poética de las cosas, de ver sobre ellas, desenfocándolas, captando imágenes en las que transciende lo puramente descriptivo mientras el espectador se detiene y observa, abarca los objetos y rodea las figuras completando la obra con su interés por lo textural y las formas, por la definición o el desvanecimiento de éstas en el espacio, pero también por complemento de las figuras en el entorno reproducido.
Lo que dejan de hacer si la mano no está, las Cosas callan, cesan. (Jose Javier González – 2007)
No es el resultado lo que cuenta, sino el trance, el momento que vives cuando estás con la cámara. (Alberto García-Alix)
Es importante observar el conjunto de la obra para así obtener una lectura especial que reciba la intención y el enfoque concreto que el artista transmite, que amplíe el campo de intereses visuales y estéticos de_su/de_nuestra nueva forma de ver, como en un permanente Rastro en el que la búsqueda no tiene fin sino en uno mismo. Las superficies, la visión de las mismas y lo que enmarca la mirada, o lo que sobre aquellas descansa; sombras y volúmenes, las profundidades de muros y paredes, esculturas o elementos arquitectónicos de los que forman parte, contribuyen a ser un medio de expresar sentimientos y emociones del autor mediante su representación en la obra. Las materias de las que están hechas las cosas, el espesor superficial, las grietas y hendiduras a veces más profundas que lo aparentemente visible, como las de nuestro corazón, el autor las desliga y separa de su entorno inmediato convirtiéndolas en obras de arte reconocibles, cotidianas metáforas de nuestro paseo por las calles, caminos o rincones, centros públicos, articulándolas con las figuras humanas que los habitan, gracias a la luz y al encuadre, a la representación fragmentada a veces misteriosa y otras inexplicable de la piel de la vida. -
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En mis fotos espero que no se vea exclusivamente lo que hay en la primera mirada, sino que induzcan a que uno se obligue a ver y perciba lo que puede aportar a lo que la fotografía esté transmitiendo aunque sea de una manera incipiente. Aspiro a que esa transmisión no te deje indiferente como espectador. La fotografía, como yo la entiendo, es una forma de poesía y, como en ella, no puedo contar con expresar mis sentimientos abiertamente sin dejar un margen al lector/espectador.
José Javier González http://laderivadelasombra.blogspot.com/
Los tres tercios de la exposición
1 Calles - Streets Calles, barreras y espacios vacíos que esperan un relleno humano. Noria de nuevos lenguajes con origen y final en el hombre. Figuras distorsionadas. Movimiento. Círculo continuo de símbolos. Arquitectura y hombres. También Soledad.
2 Fuera de foco / Gente - Out of Focus / People Sobre el vacío de las calles aparece la figura humana, desenfocada en la vida, alimentándose de reflejos y agobiada por un continuo afán de placer. Cotidianas metáforas de nuestro paseo por calles, caminos o rincones, centros públicos, articulando las figuras humanas, gracias a la luz y al encuadre, a la representación fragmentada a veces misteriosa y otras inexplicable de la piel de la vida.
3 Óxido, el óxido nunca duerme - Rust, rust never sleeps El óxido nunca duerme, crece bajo el borde de la vida y en las miradas, salitre de la existencia. Es el agua que herrumbra los recuerdos, los fugitivos sueños, oxígeno líquido sobre recuerdos y deseos rotos. Oscurece la luz que llegaba de las calles vivas, y Oniria se torna gris. Hasta volver a empezar.
Lo Textural, la Forma y el Espacio Lo textural y la forma son lo aparente, así como la definición o el desvanecimiento de ésta en el espacio, pero lo importante es dónde surge la necesidad de darle valor a la textura, a la rugosidad de las formas reales o a las miradas, a la forma de ver la obra… surge en el autor, para él y para el interior del espectador. Lo descriptivo debe tener un límite, y así ofrecer la posibilidad de que el espectador pueda aportar sobre lo propuesto. Ya en el siglo X, en Japón, Murasaki Shikibu en su ‘Novela de Genji Esplendor’ decía que “destacaba lo pintado por artistas clásicos llenos de fuerza, fluidez y gracia, y que, a pesar de su tamaño reducido, daban margen a la imaginación del espectador para que lo ‘completase’ a su gusto”. El propio autor debería imponer ese límite para enriquecer la obra. El artista desarrolla su trabajo dejando que, de alguna manera, quede aparentemente incompleto y despierte en la sensibilidad de quien lo observa la necesidad de trabajar la parte ausente, de aportar su pincelada, la explicación final. Las texturas llaman a ese despertar y pueden ser un punto de entrada para entender las formas. Aquellas, lo sabemos bien los miopes, son algo más que tacto, algo más que uno de nuestros sentidos en uso, pueden servir para darnos cuenta que existe otro mundo más allá del evidente brillo coercitivo, nosotros mismos somos texturas. Sin embargo las hay que no están asociadas a materiales, sino con visiones y miradas, a maneras de ser, a la soledad, al óxido que nunca se detiene y avanza de mil formas incluso debajo de las pinturas “el óxido nunca duerme”. Con la forma sucede algo similar, se puede circular por la ciudad, dar un paseo por un lugar mil veces recorrido y no apreciar que algo pueda estar gritando: ¿qué me ves?, ¡mírame así!, ¿pero, cómo?, pues de ésta manera, o de aquella otra, pero piensa que hoy no soy como todos los días, sino que me puedo mostrar ‘especial’ si haces el esfuerzo de observar, de “ver lo que todo el mundo puede ver y no ve” (Paul Valery-Cuadernos). La forma también se deja completar, de manera que, a través de la propuesta del artista, se pueda apreciar la definición que lleva a la aparición de la textura, al acercamiento al material puro, al grano o a la astilla, a la comunión con el origen a través de la disección o estando próximo a hacerla. Ese estado incompleto de la forma expuesta es lo que el autor sitúa ante los ojos para que, pareciendo un rompecabezas, se encuentre la pieza que ponga la belleza en la mirada. El proceso también puede ser a la inversa, el artista propone el desvanecimiento de la forma en el espacio, desaparece la textura real y emerge otro tipo de relieve, de masa que sugiere, tal vez borrosa, un concepto que puede transmitir soledad, interiorización de sensaciones, privacidad, dolor, movimiento, fuga o huida, límites que no son tales y, en definitiva, fronteras abiertas. Como en un permanente Rastro en el que la búsqueda no tiene fin sino en uno mismo, “sólo se encuentra, reconociéndolo, lo que uno lleva consigo dentro”, debe ser el espectador quien detenga su mirada, y el artista quien sepa provocar su interés, sea por el uso de imágenes en las que trasciende lo descriptivo o por el exceso de definición. Cuando las formas se desvanecen en el espacio ofrecen un tamizado de la realidad para que quien observa reflexione y se abstraiga de su evidencia, un paso hacia el origen de la idea del autor, tal vez a lo que le sugirió realizar su obra, llevando a observar la realidad como si fuera desconocida, “a
través de la mirada brumosa en tiempos en que se pondera la aceleración, los juegos de luces polícromas, los límites afilados, reposando la cámara para dibujar con claroscuros paisajes difuminados (Hiroshi Sugimoto)” No es infrecuente que el miedo guarde la puerta por la que sale al exterior esa expresividad, el reconocimiento de la coincidencia con la visión del autor y la certeza de que, como espectador, se estremecerá si se detiene a sentirla. Existe rechazo hacia la distorsión por lo que conlleva de ruptura con el canon establecido por/para la mayoría. Hay recelo a asumir que un desencuadre sugiera la existencia de acción adjunta, de participación en el entorno cercano. Ambas técnicas cumplen perfectamente con su cometido a la hora de estimular al espectador pero es él quien debe poner de su parte para que esa ayuda externa no se vea como marginal o simplemente provocadora, sino como excitante de su imaginación, como llave para cruzar el umbral cotidianamente anodino y recatado y, así, ayudar a lograr, poco a poco, un ensanchamiento de miras que no viene nada mal en estos días.
José Javier González http://laderivadelasombra.blogspot.com/