Fragmento de la Carta Prohemio de Juan Boscán a la Duquesa de Soma Porque estando un día en Granada con el Navagero (al cual por aver sido varón tan celebrado en nuestros días he querido aquí nombrarle a vuestra Señoría) tratando con él en cosas de ingenio y de letras y especialmente en las variedades de muchas lenguas, me dixo por qué no provava en lengua castellana sonetos y otras artes de trobas usadas por los buenos autores de Italia. Y no solamente me lo dixo assí livianamente, más aun me rogó que lo hiziesse. Partíme pocos días después para mi casa, y con la largueza y soledad d´el camino discurriendo por diversas cosas, fuy a dar muchas vezes en lo que el Navagero me avía dicho. Y assí comenzé a tentar este género de verso, en el qual al principio hallé alguna dificultad por ser muy artificioso y tener muchas particularidades diferentes d´el nuestro. Pero después, pareciéndome quiçá con el amor de las cosas proprias que esto començava a sucederme bien, fuy poco a poco metiéndome con calor a ello. Mas esto no bastara a hazerme passar muy adelante si Garcilasso, con su juyzio, el qual no solamente en mi opinión, mas en la de todo el mundo, ha sido tenido por regla
cierta, no me confirmara en esta mi demanda. Y assí, alabándome muchas vezes este mi propósito y acabándomelo de aprovar con su exemplo, porque quiso él también llevar este camino, al cabo me hizo ocupar mis ratos ociosos en esto más fundadamente. Y después, ya con su persuasión tuve más abierto el juyzio, ocurriéronme cada día razones para hazerme llevar adelante lo començado. Vi que este verso que usan los castellanos, si un poco assentadamente queremos mirar en ello, no ay quien sepa de dónde tuvo principio. Y si él fuesse tan bueno que se pudiesse aprovar de suyo, como los otros que ay buenos, no avría necessidad de escudriñar quiénes fueron los inventores d´el. Porque él se traería su autoridad consigo y no sería menester dársela de aquellos que lo inventaron. Pero él agora ni trae en sí cosa por donde aya de alcançar más honra de la que alcança, que es ser admitido d´el vulgo, ni nos muestra su principio con la autoridad d´el qual seamos obligados a hazelle onra. Todo esto se alla muy al revez en este otro verso de nuestro segundo libro, porque en él vemos, dondequiera que se nos muestra, una disposición muy capaz para recebir qualquier materia: o grave o sotil, o dificultosa o fácil, y assí mismo para ayuntarse con cualquier estylo de los que hallamos entre los authores antiguos
aprovados. De más desto, ha dexado con su buena opinión tan gran rastro de sí por donde quiera que aya pasado, que si queremos tomarlo desde aquí, donde se nos ha venido a las manos y bolver con él atrás por el camino por donde vino, podremos muy fácilmente llegar hasta muy cerca de donde fue su comienço. Y assí lo vemos agora en nuestros días andar bien tratado en Italia, la qual es una tierra muy floreciente de ingenios, de letras, de juizios y de grandes escritores. Petrarcha fue el primero que en aquella provincia le acabó de poner en su punto, y en éste se ha quedado y quedará, creo yo, para siempre. Dante fue más atrás, el qual usó muy bien d´el, pero diferentemente de Petrarcha. En tiempo de Dante y un poco antes, florecieron los proençales, cuyas obras, por culpa de los tiempos, andan en pocas manos. D´estos proençales salieron muchos autores excelentes catalanes, de los quales el más excelente Osías March, en loor d´el qual, si yo agora me metiesse un poco, no podría tan presto bolver a lo que agora traygo entre las manos. Mas basta para esto el testimonio d´el señor Almirante, que después que vio una vez sus obras las hizo luego escrivir con mucha diligencia y tiene el libro dellas por tan familiar como dizen que tenía Alexandre el de Homero. Mas tornando a nuestro propósito, digo que, aun bolviendo más
atrás de los proençales, hallaremos todavía el camino hecho deste nuestro verso. Porque los hendecasýlabos, de los quales tanta fiesta han hecho los latinos, llevan casi la misma arte, y son los mismos, en quanto la diferencia de las lenguas lo sufre. Y porque acabemos de llegar a la fuente, no han sido d´ellos tampoco inventores los latinos, sino que los tomaron de los griegos, como han tomado otras muchas cosas señaladas en diversas artes. De manera que este género de trobas, y con la autoridad de su valor proprio y con la reputatión de los antiguos y modernos que lo han usado, es digno, no solamente de ser recebido de una lengua tan buena como es la castellana, más aun de ser en ella preferido a todos los versos vulgares. Y assí pienso yo que lleva camino para ello. Porque ya los buenos ingenios de Castilla, que van fuera de la vulgar cuenta, lo aman, lo siguen y se exercitan en él tanto que, si los tiempos con sus desassosiegos no lo estorvan, podrá ser que antes de mucho se duelan los italianos de ver lo bueno de su poesía transferido en España. Pero esto aún esta lexos, y no es bien que nos fundemos en estas esperanças hasta vellas más cerca. De lo que agora los que escriven se pueden preciar es que para sus escritos tengan un juyzio de tanta autoridad como el de vuestra Señoría, porque
con él queden favorecidos los buenos y desengañados los malos. Pero tiempo es que el segundo libro comience ya a dar razón de sí y entienda cómo le ha de yr con sus sonetos y canciones. Y si la cosa no sucediere tan bien como él dessea, piense que en todas las artes los primeros hazen harto en començar y los otros que después vienen quedan obligados a mejorarse.
Transcrito de Las obras de Boscán y algunas más de Garcilasso de la Vega, repartidas en quatro libros. Barcelona, 1554, ofrecido por Google Books.