Firma Paula Tobalina 020415

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La verdad, los anuncios publicitarios de Ikea me suelen sorprender gratamente por lo ingenioso de sus creadores y por la cercanía con las cosas cotidianas que a todos en algún momento nos suceden. Aunque he de confesar que lo único que aporto a esta poderosa empresa es mi entusiasmo ante su ingenio publicitario ya que jamás he visitado ninguna de sus instalaciones. Las diferentes situaciones que el anuncio plantea terminan siempre con su conocida sentencia: “Nada como el hogar para amueblarnos la cabeza”, y en esto estoy totalmente de acuerdo con ellos. La publicidad bien hecha es arte así que cada uno, como un poema o un cuadro, lo interpreta a su manera. Tal como yo la aplico a mi vida a la frase le faltaría algo. Yo daría un fundamental paso más y diría: “Nada como el hogar y los amigos para amueblarnos la cabeza” Hoy me despierto y todo es silencio, Jueves Santo, el mesías va camino de la cruz y yo todavía, sin embargo, sigo con resaca celebrando la vida. Dos días seguidos bebiendo de la copa de la felicidad en compañía de los míos y todo ha sucedido dentro de casa. El martes celebré mi cumpleaños y fueron muchos los familiares y amigos que vinieron a amueblarme la cabeza con sus sinceros mensajes lanzados directos al corazón. Muchos de ellos se desplazaron desde otros pueblos y ciudades para compartir conmigo el gozo de cumplir: cincuenta años. Al día siguiente cuando me desperté después de un breve descanso y me paseé por toda la casa y el jardín en busca de las señales de lo vivido el día antes, pensé que lo que tenía ante mis ojos también hubiese sido un buen


anuncio para estos ingeniosos publicistas ya que el hogar manifestaba, con su bendito desorden, toda la alegría vivida. Durante la jornada del martes formamos un gran hogar con tres generaciones diferentes: los pequeños, hijos de mis amigos; los medianos amigos de mi hija; y los grandes, la familia y amigos. Cuando desde la puerta de la cocina los observaba a todos disfrutando del frescor y el reencuentro bajo la sombra de los árboles, anulando con sus conversaciones el sonido cotidiano del canto de los pájaros, fue tal la sensación de gozo experimentada que cuando recorrí en soledad al día siguiente los rincones del festín, todo lo invisible y sutil seguía flotando y oliendo en el ambiente. Nada mejor que el hogar, es cierto. Pero el hogar se construye no sólo con la familia biológica sino también con la que sin serlo extrañamente parecen llevar tu sangre. Así que nada mejor que el hogar y los amigos para amueblarnos el corazón y la cabeza.


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