La Firma XLVIII La mañana del pasado día 26, Algeciras amanecía con la triste noticia de la muerte de Paco de Lucía. El latido de la ciudad se paraba mientras esperaba la llegada de los restos de nuestro hijo predilecto. Un dolor profundo, desgarrador, atenazaba el corazón de los algecireños mientras, bajo una luna flamenca, llegaba el féretro del mejor guitarrista de la Historia del Flamenco. Un dolor que se enroscaba en la garganta de los que hacían cola en la madrugada de febrero para estar junto a Paco por última vez. Un roto en el alma que convertía la admiración hacia el artista en el respeto más profundo hacia su persona. Algeciras lloraba lágrimas por bulerías al paso de Francisco Sánchez Gómez, el hombre grande y humilde que había decidido regalar a su pueblo su último paseo por las calles que le vieron crecer. El sábado por la mañana, todos llevamos a
cuestas a Paco por la calle Convento. Cruzó la Plaza Alta, la misma que tantas veces recorriera de la mano de Lucía la portuguesa, en volandas, sobre los hombros de sus amigos. Y al salir de la iglesia, Algeciras seguía esperándole bajo la lluvia, como la madre que espera entre bambalinas el último concierto de su hijo. Porque Paco se ha bajado de los escenarios internacionales para volver a sus orígenes, al lugar donde nació y donde cultivó la pasión que le llevaría a la gloria. Paco ha vuelto, por deseo expreso, para quedarse. Y ese ha sido el acto más generoso que un artista que amaba a su pueblo podía tener con él. Nunca te olvidaremos Paco, como tú no nos olvidaste nunca, porque siempre viajaste con Algeciras en tu maleta, con tu casa a cuestas Descansa en paz entre los tuyos, acunado por el canto de las gaviotas de nuestro Estrecho, el murmullo de la orilla del Rinconcillo y sacudido por el viento de Levante. El lugar perfecto, Paco. Tu lugar: un lugar Entre dos aguas.