Firma Juan Luís M. Retamino Voy contra corriente. Es mi sino. Probablemente sea políticamente incorrecto, pero prefiero antes ser correctamente político. Los grandes partidos tradicionales, es decir Partido Popular y Partido Socialista han firmado un pacto antiterrorista o algo así que a mí no me gusta. Y no es que yo esté a favor de los asesinos ni de los pederastas. Eso es bien sabido. Guillermo Cabrera Infante, antiscastrista, le dijo a Javier Marías en cierta ocasión que todo el que asesina una y otra vez; todo el que lo hace de manera sistemática, o el que nunca descarta recurrir a ello si lo juzga ‘necesario’, es un asesino en primer lugar. Y yo estoy de acuerdo con esa afirmación. Quien mata para liberar al pueblo vasco, o para implantar el estado islámico, o la mate porque era mía, por ejemplo es un asesino. Y yo añado, todo el que mata en nombre de la ley creo que también. No se debe matar en nombre de la ley. Yo estoy en contra de la pena de muerte aquí ahora y siempre, en oriente y en occidente. Incluso para el más vil de los islamistas, de los etarratas, violadores o pederastas. Así que pena de muerte no nunca jamás. Y añado: estoy en contra de la cadena perpetua, o de la pena de prisión permanente. En el actual marco constitucional que
tenemos no cabe esa pena de prisión, aunque lo digan los actuales partidos mayoritarios. Una cosa mala respaldada por una mayoría no por eso deja de ser una cosa mala. Cuestión distinta es que las penas de prisión, en esos casos tan execrables, se cumplan en prisión completamente íntegramente. Es decir, veinte años de prisión en prisión sin salir un solo día a la calle. Ni uno solo. Digo estas cosas porque observo el pulso de la calle, que ahora se mide en las redes sociales donde visceralmente se clama porque se instaure la pena de muerte o se apruebe la cadena perpetua, llámese como se llame. Cuando aúlla el corazón calla la cabeza. Cuando grita la visceralidad enmudece la sensatez. Dicho esto y siguiendo a contra corriente también observo que el ser humano no quiere tener responsabilidad nunca en sus errores y siempre achaca sus equivocaciones a los demás, al sistema, etc. Viene a cuento esta reflexión a propósito de los accidentes habidos recientemente en el túnel de Algeciras. Dicen que es muy peligroso. Pero yo he circulado por túneles más peligrosos en Madrid o en La Coruña y no existe el descontento social en esas localidades como el que detecto aquí. Si la señal de límite de velocidad a 40 (o de 50 que había antes) se respetara escrupulosamente, puede afirmarse que no ocurrirían estos accidentes. He llegado a conocer casos de conductores de motos que han chocado contra un árbol, a más de 10 metros más allá del arcén, después de salirse de la carretera, claro, en pleno campo que se han quejado de la ubicación arbórea. Tanto en la barbarie como en la imprudencia, no se trata de castigar más sino de educar mejor.