ENTRE LA ILUSIÓN Y EL SUEÑO.En plena cuesta de Enero, en la que en realidad estamos todo el año oyendo milongas sobre la salida de la crisis mientras el personal lo sigue pasando canutas, permítanme hoy, queridos oyentes de Radio Algeciras, en este ochenta aniversario de nuestro nacimiento, una pequeña licencia literaria y radiofónica, sin que nos envíen a la unidad de vigilancia de Isaías Lafuente. Reconozco que soy critico, pero de natural optimista, ya que para hacer crónicas negras y desalentadoras se basta y se sobra la realidad. Me gustaría, que por unos momentos imagináramos que echamos a volar y que impulsado por nuestras alas, fuésemos capaces de dar un paseo por este bendito rincón del Estrecho. Una mañana al despertarme, tras la ducha y el primer café, descafeinado por supuesto, como ICARO, empecé a contemplar nuestro paisaje desde las alturas. Me dí cuenta que muchas cosas habían cambiado, era Enero de 2049, y que aquellos discursos tantas veces repetidos y aquellas promesas de nuestros políticos hablándonos de nuestro desarrollo y de nuestras potencialidades eran una realidad palpable.
La Mancomunidad había desaparecido y el proyecto de Área Metropolitana había quedado atrás y desfasado y ahora éramos el AIE, Ámbito Internacional del Estrecho.Todo era como una gran megápolis, con un solo y único gobierno interterritorial en el que estaban incluidos los municipios del antiguo Campo de Gibraltar, el de la ex colonia inglesa y las ciudades de Tánger y Ceuta. El enlace fijo entre los dos continentes era quizás el lugar de encuentro más importante de civilizaciones. Nos habíamos convertido, de verdad, en unos de los lugares más prósperos de aquel mundo digitalizado. A pesar de nuestro grado de desarrollo, habíamos sido capaces, después de tantos años de mantener y potenciar nuestros parques naturales, de recuperar nuestros ríos y playas y nuestra Bahía, que ahora se llamaba de Hércules, era como un gran lago de aguas cristalinas y transparentes. Aterricé en la calle y dejé las alas en un aparcamiento especial a tal fin, y guiado por mi curiosidad me dediqué a observar, y me producía una cierta sensación entre el éxtasis místico y el placer erótico ver a nuestros representantes dedicarse en cuerpo y alma a dialogar civilizadamente, plantear nuevos proyectos para mejorar aún mas las condiciones de este maravilloso lugar y encontrar vías de acuerdo en beneficio de todos y todas. Me sentí muy a gusto siendo integrante de la especie humana y habitante de este lugar del mundo, y me asaltó la duda, sería verdad todo aquello que me estaba pareciendo vivir, un bonito sueño, una calentura de mi imaginación o solo el deseo futurista de alguien que sigue ilusionándose con un mundo mejor. Juan Antonio Palacios Escobar.