El próximo domingo conmemoramos el Día de la Mujer trabajadora. Una reivindicación que desde 1911 se lleva celebrando. Comenzó en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza y de ahí se fue extendiendo a otros países. Fue en 1977 cuando la Asamblea General de la ONU proclamó el 8 de marzo como Día Internacional por los derechos de la mujer. Si echamos la vista atrás, en el siglo V a.C encontramos un referente literario de la lucha de la mujer en la figura de Lisístrata, protagonista de la obra de Aristófanes, y su ya conocida huelga sexual contra los hombres para forzarlos a poner fin a la guerra. Conocemos también de la existencia de Hipatia y más familiar se nos hizo con la instructiva y bella película de Amenabar, Ágora. A Hipatia se la reivindica como icono de la libertad de pensamientos y la autonomía personal de la mujer. Y así han pasado siglos y siglos de lucha hasta encontrarnos en la actualidad en la que podemos decir que se han conseguido muchos logros pero que también todavía se ventilan muchas evidencias. La expresión ya tan manida de que “la que manda en casa es la mujer”, que es en la mayoría de los casos una realidad, no deja de esconder una trampa. No es un piropo hacia nuestra condición de amas de casa, es un análisis
reduccionista de nuestras verdaderas capacidades. Habrá quien quiera mandar en casa y habrá quien no, habrá a la que le guste más la otra frase que dice “mujeres al poder” y es aquí donde nos topamos de bruces con la evidencia y así como en la mayoría de los casos la primera, la de mandar en casa, es casi una verdad, esta segunda se convierte en casi una mentira. El poder en las altas esferas no está repartido igualitariamente. En los cargos de los picos de las pirámides, sean del sector que sean, el que manda es el hombre, no nos engañemos. Durante la semana se están celebrando actos por toda la comarca reivindicando el sitio que nos corresponde en la sociedad, recordándonos que queda mucho por hacer y que aunque mandar en casa sea una responsabilidad de alto nivel, no todas la queremos en exclusividad, queremos compartirla. Conseguimos, y nos costó lo nuestro, el derecho a formarnos en igualdad de condiciones, ahora solo nos queda la dura tarea de conseguir, sea el ámbito que sea, el derecho a igualarnos en oportunidades.