La firma Emy Luna 120315

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La Firma 55 Hay frases que, sin pedirnos permiso, retumban en nuestra memoria trayéndonos el recuerdo de aquellas personas que nos las decían, devolviéndonos a un pasado lejano y obligándonos a volver sobre nuestros pasos como si de una máquina del tiempo se tratara. Frases que aunque las creíamos manidas o trasnochadas, con su aparición esporádica demuestran que hay cosas que nunca cambian y fórmulas que siguen sirviendo a pesar del tiempo transcurrido. Frases que se dejan atrapar de nuevo y nos permiten que las liberemos del envoltorio opaco que el tiempo depositó sobre ellas. Escribiendo estas reflexiones me viene a la memoria una frase aprendida en mi casa desde que tuve uso de razón: nunca es tarde para aprender. Cuando era pequeña, no podía entender el alcance de estas sentencias que salían de la boca de nuestros mayores, pero según fui creciendo, pude comprobar que esas palabras, que se hilvanaban astutamente unas a otras, iban cogiendo consistencia con los años, llegando a adquirir un maravilloso sentido de eternidad, porque todo lo vivido tiene un hueco dentro del alma, y el alma es eterna. El martes pasado paseaba tranquilamente hacia la Plaza a hacer la compra cuando me detuve en el paso de peatones que hay frente a la Caixa, en la calle de Correos. Pensaba en mis cosas cuando una conversación a mis espaldas me atrapó. Deduje que el que hablaba era un señor mayor y decía, "¿ves este escalón? este es el filo de la acera. Aquí debes parar" Escuché un repiqueteo de algo metálico sobre el asfalto y esperé a que continuase la conversación. El acompañante preguntó: "¿y ahora qué hago? "Pues muy fácil, le respondió el señor mayor, sólo tienes que esperar a que el coche pare o a que alguien te acompañe a cruzar al otro lado. "El repiqueteo continuaba cantarín sobre la acera. La curiosidad me pudo y volví la cabeza. Era un chico de unos treinta años, ciego, que recibía los consejos de un monitor de la Once. "Pero, ¿querrá cruzarme


alguien?" Me emocionó su tono desvalido pero esperanzado, la postura erguida de su cabeza, como queriendo atrapar todo el sol en sus párpados vacilantes, moviendo el bastón de uno a otro lado intentando aprender la geografía de la calle... Una calle que desconozco si conocería con anterioridad o nunca la conoció. De una ciudad que tampoco sé si es suya o no lo es. "¡Claro que te querrán cruzar, hombre! Y si no...cruzas tú solo. Ya, ya, contestó el chico riendo e interrumpiendo una frase que había empezado su monitor, ¡no me lo digas más por Dios! Ya sé que nunca es tarde para aprender." Me acordé de mi padre, de mi madre... Desde aquel día, miro todos los pasos de peatones para encontrármelo de nuevo y ofrecerle mi brazo, pero aún no lo he visto...

Emy Luna Algeciras 12 de Marzo 2015


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