La firma Paula Tobalina, La Estación 240915

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LA ESTACIÓN

Ayer miré a través de la ventana y, aturdida, no supe bien en qué nueva estación me encontraba. No había calendario colgado en la pared y sentí que el tiempo perdido no había conseguido matar el propio tiempo y que era yo simplemente la que pasaba. Sólo sé que el nuevo día, justo ese día, ayer, me incitó a la reflexión y a la calma; y aun sabiendo que de sobra es conocido que el equilibrio no es jamás perdurable, que el aire se lleva una belleza y trae otra, que una pesadumbre se lleva y vuelve otra, deseé que anidase en mí la serenidad que la nueva estación simbolizaba y sin saber bien el porqué soñé al otro lado del cristal un mundo en armonía. Por más que intenté mirar a mi alrededor, la bella estación aparecía vacía y sentí su desnudez y su sombra. Por temor al arañar del viento que soplaba fuera, al frío que los huesos calaba, volé dejándome llevar por la brisa que movía dentro de mí las hojas y busqué en la maleta de la vida los momentos de plenitud que trajeron a destiempo la luz que me sigue tenuemente acompañando y que cuando la recuerdo, intacta, viva y roja… acerca hacia mí el calor que quieren arrebatarme hoy las sombras. Como dice el poeta “Si nos penetra el mar es porque somos él: nos confundimos…Como si fuese la primera vez o la última, como si fuese la vez única… para ciertos recuerdos hay un álbum de agua”. Fue tan bella en otro tiempo la estación, fueron tantas inciertas primaveras las que trajo, llenas de dudas y esperanzas que incluso hoy quiero seguir aguardando no sé qué en este lugar vacío y solitario. Nadie es dueño de sus recuerdos, ellos se acercan o


huyen a su antojo y cuando más quieres que brillen lo único que encuentras es tu mirada ida evocando otros cálidos otoños, mirando el vaho del tiempo que emborrona los perfiles y también lo hace con los ojos, sabiendo que el pasado no vuelve simplemente porque lo evocas. A lo lejos suena el silbo del nuevo tren que llega anunciando su destino. Debo cogerlo, me digo. Debo intentarlo. Pero una fuerza mayor que el movimiento me deja clavada en la solitaria estación. Cierro los ojos por no verlo y escucho el tren que arranca sin mí llevándose de nuevo otro nuevo otoño.


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