Firma Eva Reyes 300915

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Los alcaldes de la comarca acaban de cumplir cien días al frente de los ayuntamientos de sus municipios y es el momento de hacer balance para equipos de gobierno y oposiciones. Algunos ya saben que es someterse al escrutinio tanto de los ciudadanos como de la oposición, pero para otros todo es nuevo. Tal es el caso del primer edil de La Línea, Juan Franco, un funcionario de carrera, de los de verdad, muy preparado y honesto, al que sin embargo todavía se le nota que esto de convertirse en Alcalde le pilló, como a casi todos, por sorpresa. Son muchas las críticas que están suscitando el estado de la ciudad entre los partidos de la oposición y los ciudadanos, especialmente en materia de limpieza y mantenimiento urbano. Y es que la ciudad está sucia, muy sucia, tan sucia como estaba antes de que hubiera un cambio de signo político en el Ayuntamiento y la Junta de Andalucía aprobara, de cara a las elecciones, varios planes de empleo para lavar la cara, nunca mejor dicho, a muchas localidades de la comunidad autónoma. Cien días son muy poco, poquísimo tiempo para medir la capacidad de un alcalde y de un equipo de gobierno para llevar las riendas de una ciudad, pero lo que es claro y meridiano es que, especialmente a nivel local, las cosas no cambian de un día para otro cuando los mimbres con los que cuentas están cogidos con pinzas. Son muchos los ciudadanos de La Línea los que ya no parecen recordar en qué estado comatoso dejó el PP, antes GIL, el Ayuntamiento, hasta el punto de que los funcionarios no tenían ni luz, ni siquiera folios, en muchos departamentos municipales. Esa fue la situación con la que se encontró el PSOE primero en solitario y luego en compañía del PA, un equipo de gobierno que, aunque cometió muchos errores, también realizó un imprescindible trabajo: el de taponar una herida que no paraba de sangrar. Esa labor la conoce bien Juan Franco, el actual alcalde, pues trabajó codo con codo, en su calidad de funcionario, con el tristemente fallecido Juan Carlos Villalba, el hombre que se echó a sus espaldas la responsabilidad de dotar a las cuentas municipales de algo de sentido y coherencia. Eso equivale a decir que la situación que se han encontrado Juan Franco y su equipo es mejor que la de 2011, decir lo contrario sería faltar a la realidad, pero el Ayuntamiento de La Línea es un enfermo, por desgracia, casi crónico. Sigue


quedando mucho por hacer porque la enfermedad es grave, porque los que llegaron en 2011 sólo taponaron la herida y los que están ahora no son la patrulla X. Las cosas están igual que estaban antes de las elecciones de mayo, tal y como era de esperar, pero Franco tampoco podrá escudarse siempre en la delicada salud de la empresa pública que dirige. Ya le pasó al equipo de gobierno anterior, al que la ciudadanía no perdonó la prestación de unos servicios municipales deficientes a pesar de lidiar con una situación peor y en plena crisis. Los ciudadanos quieren que se les presten aquellos servicios por los que pagan, es decir que sus calles estén limpias, no tener que recorrer cientos de metros para encontrar una papelera y ver a la Policía Local al menos de vez en cuando por su barrio, lo normal. El nuevo alcalde tendrá que demostrar que tiene un plan para la ciudad y sus más de 65.000 habitantes y no sólo para el Ayuntamiento cuyas entrañas conoce tan bien.


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