Revista Poligrafías

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Primera edici贸n, Mayo 2014

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Universidad de San Buenaventura Licenciatura en Lengua Castellana a h a h a h a h w

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Porfirio Barba Jacob:

Heraldo emisario del dolor o amante de la muerte. b p

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De pu帽o y letra: Porque las palabras nos mueven a

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Los puntos cardinales que marcan la lectura

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Narraci贸n inconclusa: el viaje a煤n no termina

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La licenciatura somos todos q

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Nuestro Objetivo L

a Licencaitura en Lengua Castellana busca fortalecer las competencias que los educadores en formación, tienen a nivel del saber, saber hacer, saber comunicar y saber formar en una sociedad que cada día más, requiere de sujetos conocedores y un buen dominio de su lengua no solo para funciones comunicativas y académicas, sino también valorativas, afectivas, constructivas y consensuadas, mediante las cuales se puedan construir, utilizar, comunicar y resignificar saberes que unan escenarios escolares y sociales en bien del entorno en el que nos desenvolvemos. El educador de Lengua Castellana de la Universidad de San Buenaventura se caracteriza por ser un provocador de todas las posibles interacciones (lingüísticas, escriturales, pictográficas, iconográficas, literarias y poéticas entre otras), a las que pueden acceder los niños y jóvenes en una acción compartida y flexible que ayude al logro de los objetivos que persigue la formación en Lengua Castellana: el lenguaje como experiencia, su apropiación para el desarrollo de prácticas discursivas, mediante procesos de escritura, lectura, habla y escucha, procesos en los que se vislumbra el programa con un carácter no solo social sino también cognitivo y cognoscitivo, es decir, en su incidencia en los procesos de conceptualización y en su rol crucial en la construcción del saber específico de las demás áreas de conocimiento. En este sentido la Facultad de Educación de la


Universidad de San Buenaventura y específicamente el programa de Licenciatura en Lengua Castellana, pretende aportar a la formación de educadores competentes en la docencia escolar del área de Lengua Castellana, pero especialmente, como partícipes activos en la construcción de comunidades que se recrean a partir de prácticas comunicativas significativas. En esta perspectiva el maestro como ser humano se constituye como sujeto en y por el lenguaje; que al apropiarlo, hace de los signos adquiridos un discurso con sentido que le permite construir su

experiencia. Lo anterior lleva a reconocer al maestro no sólo como ser que desarrolla una acción, sino como sujeto de experiencia, una experiencia que es constitutiva de su esencia como ser humano y que en un proceso reflexivo, está orientada por la construcción de significaciones que le permiten mirar la acción pedagógica, como una acción social para la diversidad y la multiplicidad de formas de aprendizaje. Reconocer al maestro como un sujeto, implica un nuevo sentido de educar, donde no es entrenar para pensar y actuar, sino que educar significa abrir horizontes que hagan posible la afirmación del sujeto y su participación en la vida cotidiana de la escuela y la sociedad.


Narración inconclusa: El viaje aún no termina Nuestro destino de viaje nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas. Henry Miller

Por Pedro Eduardo Hernández Fuentes 1

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e acuerdo con Concepción Company Company, el verbo coger sufrió una resemantización en el español mexicano aproximadamente en el siglo XVIII. Etimológicamente proviene del vocablo latino colligere, cuyo significado es “reunir con la mano, juntar o asir”; sin embargo, en el español mexicano el nuevo sentido que adquirió fue el de “tener relaciones sexuales”2 . Por ello, el gran choque lingüístico que tuve en Colombia fue cuando me dijeron que “cogiera un taxi”; evidentemente entendí la frase; no obstante, uno nunca olvida las significaciones que tienen determinadas palabras en su país. Elegí Colombia porque me gustaron sus paisajes naturales, me agradaron sus planes de estudio con enfoque hacia la pedagogía, me llamó la atención su gente; pero nunca consideré que atesorara algo más: signos lingüísticos y, sobre todo, no lingüísticos extremadamente diferentes a mi cultura, por ejemplo. Enfrentarse con palabras y frases como chimba, bacano, parce, maluco, verraco, gas, dar papaya, a lo bien, me hicieron sentirme en algún momento incompleto y totalmente solo en un lugar desconocido: con un dialecto diferente. La situación se agravó cuando probé la primera arepa “paisa” y me atascaban de arroz diariamente: ¡gas! La comida fue lo que más extrañé en un principio: el chile, las tortillas, el pozole, los tacos, las tortas de

1 Estudiante de la Universidad Autónoma de México, se encuentra realizando intercambio académico en la Licenciatura en Lengua Castellana, Facultad de Educación, Universidad de San Buenaventura. 2 Company Company, Concepción. “Gramática del deseo” en Revista de la Universidad de México. No. 68. México: UNAM, 2009. pp. 40-43.

chorizo… Pero no todo ha sido negativo, pues incluso en la comida, he degustado platillos que seguramente extrañaré en mi país. En la universidad también he encontrado grandes diferencias con respecto a mí: los contextos en los que cada persona se desenvuelve son totalmente únicos, pero naturalmente comparten muchos rasgos políticos, religiosos y lingüísticos. Aunque nunca he tenido conflictos con este tipo de cuestiones, he comprendido que todo depende de la cultura en la que crecemos. El modo de pensar de cada quien se va modificando y abriendo según nuestras propias experiencias tanto individuales como sociales, así como también influyen aquellos factores externos e históricos que parecieran lejanos a nosotros, pero que sin duda nos construyen como personas diariamente. Alejarme de mi lugar de origen por varios meses ha implicado un reto mayor. Separarme de la familia, de los cuates, de los carnales, de los maestros y evidentemente de la pareja es algo que se resiente constantemente. En contraposición, conocer otra cultura, otros docentes, otros dialectos, otros métodos de enseñanza y otras ideas, me ha ayudado a comprender muchas cosas académicas, pero sobre todo infinidad de cuestiones para la vida. En México tengo varios amigos, a quienes deseo ver ansiosamente, pero sólo en Colombia dejaré a grandes parceros que recordaré con alegría por haberme ayudado desde que cogí el taxi hasta que vaya de regreso a mi país…


Los puntos cardinales que marcan la lectura Luisa María Gómez3 Para hablar de mi relación con la lectura, debo mencionar algo tal vez incomprensible pero que ha tejido mi vida y la ha enmarcado en instantes que se unen y crean un mapa, lleno de puntos cardinales para saber a dónde ir. Para esto debo hablar de la sensibilidad. En mí, nunca ha sido solo el acto de leer libros, pues siento cada hoja, cada letra, todo. Pero te preguntarás ¿cómo es posible que los sienta? Lo hago a mi manera y trataré de explicarlo: mi vida y los momentos importantes con los que está conformada, están cosidos siempre a un fragmento que al leerlo me sacudió, me llego al hueso, lo sentí y lo hice mío, por ejemplo cuando murió papá lloraba cada noche leyendo a José Manuel Arango:

Cada noche converso con mi padre. Después de su muerte nos hemos hechos amigos. Esa, la poesía, me salva y me enferma, todo en un mismo instante. Pero me he adelantado un poco en la historia, volvamos en ella. De niña mi relación con los libros fue escasa, mis padres nunca me motivaron a leer, mamá piensa que es una pérdida de tiempo y que las personas que leen mucho son depresivas. Nunca tuve un libro de cuentos pero cuando aprendí a leer leía todo lo que encontraba, carteles de publicidad, menús de comida china, envolturas, en fin. Luego de adolescente, el primer libro, el primer amor que tuve entre mis manos fue El principito, era de mi tío y lo tiró porque en sus palabras era un libro aburrido, para niños, y él nunca supo cómo cambio mi vida, lo que despertó en mí esas primeras líneas Pido perdón a los

niños por haber dedicado este libro a una 3 Estudiante de primer semestre de la Licenciatura en Lengua Castellana, Facultad de Educación, Universidad de San Buenaventura.

persona mayor. Todavía creo poder sentir el olor sus hojas. Luego de ello no pude parar fue como enfermarse de belleza, de asombro, de todo lo que pueden causar las palabras, la tristeza, el amor, la vida contenida toda ella en libros. No sé si lo comprendan pero leer me estremece, es encontrarme para perderme de nuevo y amarrarme a un fragmento, podría contar mi vida con ellos. La poesía, los libros, el pájaro en mi tobillo, Monelle y la desconfianza hacia los cadáveres, Joyce que se embriaga con el olor en los mataderos, lo absurdo, la casualidad, el dolor, todo en un instante, todo yo. Ahora el norte lo tengo marcado con el verso de Javier Heraud porque Sucede

simplemente que no tengo miedo de morir entre pájaros y arboles .


Porfirio Barba Jacob: emisario del Las últimas décadas del siglo XIX fueron determinadas por una fuerte industrialización y una ascendente fuerza del capitalismo, fenómenos ante los cuales los países latinoamericanos no permanecieron ajenos pese a que el desarrollo y la estabilidad económica no eran favorables por ser aún de carácter colonialista. Esto no evitó que la literatura y en particular la poesía tuvieran un desarrollo dinámico, estimulado por el modernismo como corriente estética. Con el modernismo y el sistema social de la época se dio la división y “valoración” del trabajo -no sólo de labores industriales, sino también de las artesanales e intelectualesal trabajo pues en tanto producción se le dio otro valor, y uno de ellos fue la literatura.


que -deseoso de leer a los clásicos en su lengua original- llegó a dominar, no así el alemán por lo cual se resignó a leer a Goethe, uno de sus preferidos, en traducciones regulares.

dolor o amante de la muerte Juan Carlos Hernandez Palencia4

Pese a la asimilación del modernismo hubo escritores que no simpatizaron con las rígidas formas del lenguaje propuestas por los llamados parnasianistas, quienes preferían sacrificar el sentir para mantener la métrica y la perfección estructural del poema; pero tampoco lo estaban con la idea de centrar la percepción en un acto egoísta e individual propuesta por los románticos…entre estos Porfirio Barba Jacob se distinguió como un poeta diferente en sus formas, su lenguaje y sus imágenes. Miguel Ángel Osorio, nombre notarial del poeta, nace un 29 de julio de 1883 en Santa Rosa de Osos, Antioquia; nace el niño fulano de tal no el poeta, nace quizás el maestro si en la patria no fuera más importante un panteón que un capitolio, maestro que encontró en la palabra la búsqueda del mundo y de sí. En sus años de juventud, después de que su infancia quedara dispersa entre Bogotá y Medellín -debido a la extraña relación de sus padres- regresó a Angostura donde ejerció como ayudante de profesor en la escuela de éste pueblo y donde encontró además -como lo señala una de sus cartas- lo únicos recuerdos verdaderos y donde su abuelo le aconsejaría la lectura de los clásicos, de Alighieri y sus versos depurados que recrean el mundo en una visión irónica, o sonriente, o lagrimosa. Allí estudia el francés, el inglés y el italiano (siempre de manera autodidacta) idiomas

En 1901 hubo un suceso “trágico” para el poeta, fue reclutado para la última guerra civil colombiana, de la cual quedó con pésimos recuerdos según puede observarse en otra de las cartas enviadas a su amigo y también poeta Juan Bautista Jaramillo Mesa donde afirma “fui soldado sin quererlo y sin pensarlo de una guerra civil, actué en ella como autómata porque sí, porque una fuerza superior -el gobierno, después de reclutarme- me obligó a marchar, hoy en un batallón, mañana en otro en busca de un batallón contrario de hermanos para dispararles al primer encuentro” 5 Al terminar la guerra, regresó a Santa Rosa de Osos donde fue profesor, de allí viajó a Bogotá donde desempeñó varios oficios y donde además fundó El cancionero antioqueño en el que utilizó su primer seudónimo Maín Ximenez (Maín por semejanza con Caín, personaje bíblico) Ximenez (por Ximeno, que significa :apartado, separado de…) ; puede afirmarse fatalisticamente que el destino de Maín, de Porfirio, de Miiguel… ya estaba decidido, sería el ciudadano de América y de ningún lado; la perla que caída en el dolor sería heraldo; ángel y demonio que abofetearía con su verso a la muerte. Porfirio Barba Jacob, el heraldo emisario del dolor que a través de su creación poética no expresa un dolor nuevo sino uno más humano, un dolor en el que el verso es un intermediario por el cual nos cuenta su angustia de una manera vertiginosa para acercarnos a su alma; en la que la muerte se alza como única reina a partir de los abatimientos existenciales del poeta. 4 Docente de la Licenciatura en Lengua Castellana, Facultad de Educación, Universidad de San Buenaventura. 5 JARAMILLO MESA, Juan B. Pág. 42 6 Ibid. Pags 35-36


La familia de Teresita quería a Miguel Ángel, hermano espiritual de Francisco, amigo de la casa, camarada cordial de todos ellos, pero que se opuso a aquel amor. El poeta no era un hombre práctico, no tenía una profesión lucrativa, no tenía dinero a sus veintitrés años; su instinto migratorio, su carácter rebelde, su inconformidad con la vida provinciana, era un obstáculo para la vida del hogar. Pero el rechazo de sus amores había abierto honda herida en su alma, lo impulsó decepcionado a marcharse y se marchó. De esta manera el sentido de la muerte se introduce en la vida y en la poesía de Porfirio a través del dolor y deja de ser una experiencia literaria. La ruptura con Teresa significó para él, “una muerte espiritual” que le impuso una agonía permanente, agonía que sumada a la muerte

de su abuela, llevó al poeta a desprenderse de todo vínculo social para asumir una posición fatalista en la que aceptaba su destino de “gentilhombre” y buscar en su interior, donde se dan movimientos más fuertes. La vida misma. Esta fuerza es la que en Barba Jacob asume también la identidad de la muerte, pues aunque con tanta o poca intensidad se quiera o se pueda vivir, sabe que el final estará entre los brazos de esa dama de cabellos ardientes que protagoniza sus poemas. Esa muerte y las diferentes imágenes a través de las que se le alude, logra dar a la poesía de Barba Jacob, un sentido y una importancia en la literatura de finales del siglo XIX hasta el presente. Así la reflexión sobre la muerte es la primera realidad del espíritu humano, así la propia muerte es la primera realidad de la vida, la única esencial, poco es todo lo demás, pues todo se torna en muerte….reina soberana y omnipotente sobre la vida, un presente constante que parece tocarse con la mano.

“Hay en la plenitud de la mañana un inútil rebase, bruma densa vendrá a cubrir el farallón lontano y la noche en la luz la noche intensa que se palpa con la mano” 7 En la visión oscura y la palpabilidad de la muerte se percibe una sensualidad que no propone un aviso sobre la muerte misma, no hay una complementación entre vida y muerte, sólo una descripción sensitiva que inicia con la oscuridad; esa imagen de muerte va mutilándose o conformándose como una sinfonía en el resto de su obra, pues en otro poema, en el que la confrontación entre vida y muerte concibe una poética en la que vida termina en muerte y muerte en vida…odio y amor, dolor y placer se corresponden en un ciclo perfecto e interminable. 7 BARBA JACOB, Porfirio. Fragmento de Asfaltite. Pág. 110.


no se apaga con el viento más fuerte- no representa un existencialismo sartreano (evidentemente), pero se perciben él cierto sentido de de vida comprometida con su propia existencia, no importándole su destino, esto debido quizás a la formación clásica que se brindó en los colegios hasta finales del siglo XIX, básicamente de los filósofos epicureistas, quienes en los movimientos del espíritu humano, observaron la relación de la vida y el mundo a través del gozar - a veces al amparo de Dionisio- más nunca como una forma de escape de la realidad y el mundo, sino como una valoración a través del goce o el sufrimiento del espíritu.

“La antorcha crepitante está al viento Y de siglos va encendida La muerte sopla su huracán violento Y fulge más la vida Un niño los ojos ya entreabrió Pero mi torvo corazón no olvida ¡no,no,no!” 8 La imagen del fuego como símbolo de la vida es situada entre la de lo pasajero del viento; el tiempo reafirma una primera situación de la vida, mientras ensancha su fuerza y valor pues no importando el viento huracanado, fulge más la llama. Es notable la visión y la posición existencial del poeta, pues la vida -como llama que 8 Ibid. Fragmento de Cancion de la noche diamantina. Pág. 95

Así pues la muerte se hace repetitiva en la poesía de Barba Jacob, quien ya acostumbrado o habiendo aprendido a asimilar cada golpe en la vida como condicionamiento de su fatalidad, refleja hasta en sus escritos más íntimos y familiares una esencia de muerte, ahora no tengo duda alguna -dice- con respecto a ciertas formas fundamentales me acuerdo a propósito de aquellos versos de Machado…”Un golpe de ataúd en tierra es algo perfectamente serio”. Obsesión o simple consideración de la vida en la muerte, pero definitivamente la idea de muerte en Barba Jacob es la que sostiene una identidad poética, pues la declaración y la habitabilidad en esta, no puede ser más clara ni más profunda. Es allí donde la poesía porfiriana asume diversas actitudes frente a esa muerte que dibuja constantemente, siempre contemplada, confrontada, vital, llena de alegría, soberbia y adolescente que se afirma y confirma en el deseo de esa muerte que parece purificadora a través de un dolor , que asume la imagen del fuego.

“Yo tuve ya un dolor tan íntimo y tan fiero De tan cruel dominio y trágica opresión Que a tientas en ráfagas de su huracán postrero fui hasta la muerte Un alba se hizo en mi corazón” 9 9 Ibid. Fragmento de Canción de la hora feliz. Pág. 108


La imagen de la muerte presentada en este poema cumple un efecto doble que lo coloca primero en un nimbo que succiona hasta casi la muerte física y luego expulsa al espíritu ya acrecentado hacia la vida, similar a la imagen Dantesca que baja al infierno para luego ascender y colocar la existencia entre dos extremos (muerte-vida/infierno-cielo) cielo que en su poesía, se concibe en la tierra, no más allá de lo humano. Esta fijación en la muerte como algo “benévolo” obtiene mayor sentido cuando en la visión angustiante y agónica del espíritu moribundo, se percibe una imagen de destrucción que paradójicamente, también la construye. Ante esa postura frente a la muerte, el poeta se encuentra solo, alejado incluso de las figuras poéticas modernas que hicieron estallar la alegría y la esperanza para evadirla, como lo hace Antonio Machado en su poema Los sueños malos, en el que la muerte es el espectro del cual se huye a través de la fascinación de la alegría, mas no a través de la oposición o la lucha aguerrida para mantener la existencia como si lo hizo Barba Jacob por medio de la fuerza y la belleza de su poesía, pues la muerte sigue ahí, no se rehúye tan fácilmente, pues ser para la muerte es la condición última del hombre… lo sabe el poeta como lo supo Heidegger y como los pocos sabios que en el mundo han sido, pero frente a la cual la poesía restablece la posibilidad de SER, anulando la sensación de destrucción.

“Se digna de este horror y de esta nada Y activa valerosa Oh alma mía!” 10 Activando de nuevo la “normalidad” apasionada que existe entre la vida y la muerte, entre ese ciclo perfecto e interminable. 10 Ibid. Fragmento de Acuarimantima. Pág. 69

Bibliografía Barba Jacob, Porfirio. Obra poética. Bedout. Medellín, 1984. Jaramillo Mesa, Juan Bautista. Vida de Porfirio Barba Jacob. Instituto Colombiano de Cultura. Bogotá, 1972. Puiggros, Oskar. Notas para una biografía analítica acerca de la vida y obra de Porfirio Barba Jacob. Revista de Lingüística y Literatura., Vol 4, num 6. Ene-Jun. Universidad de Antioquia. 1983. Págs. 9-34.



De Pu単o y Letra.

Porque las palabras nos mueven

Este es un espacio donde las letras y la inventiva de los estudiantes de la licenciatura se dejan ver.


Poema de los amantes Natalia Montoya11

Los poetas románticos empedernidos, anticuados ilusionistas de la palabra. Esos que se esconden tras un velo de costuras erróneas para mostrarse y ocultarse. Los poetas, detrás de muros, bajo el amparo de Selene deambulan a letras cortas. Hijos de la noche perdidos que no saben usar el idioma del mundo inquisidor. Los poetas, los seres con lengua de tinta y oído de piedra. ¿De qué pueden hablar si no saben escuchar? Si para ellos la realidad es una probable ficción bifurcada. Vanos sueños, mirada ensimismada, ya no saben poetizar. Escriben para decir que ya no pueden hacerlo. Que ya no quieren. Que tienen miedo. Tienen miedo de las Sangrías, de los Venenos, de los Perfumes. De los ojos de basilisco, ojos asesinos y profundos que los dejen indefensos. …Y sin embargo siguen escribiendo Están caminando, se dirigen a un vacío, se desvían del sendero. Si no despiertan van a caer ¡Y a veces cayendo, encuentran el camino!

11 Estudiante de quinto semestre de la Licenciatura en Lengua Castellana, Facultad de Educación, Universidad de San Buenaventura.


Poemas Aicardo Rivera12

Hijo Despierta del sueño se mira al espejo pensando en el día que comienza. Sale al patio el cielo es gris pájaros negros revuelan en ritual.

Madre Muele el maíz calienta el agua de panela, espera la llegada del hijo.

Hijo Recoge dos hombres en el taxi. Muerte: sangre en la bala.

Madre Lleva el desayuno a la mesa. Canta ríe baila

Mujer Una mujer me espera, ella todo lo contiene. Walt Whitman

Tu sexo, es el desnudo de una flor al ser tocada por el sol. ¡Deseo entregarme, cavilar en tus ojos! Mujer no seas egoísta mírame. Con aroma a café despojamos de las prendas. Ven entrégate, juguemos con el sonido de Beethoven para que la exaltación del deseo alcance notas prohibidas. Mujer, bésame, abrázame cántale a mi alma.

12 Estudiante de tercer semestre de la Licenciatura en Lengua Castellana, Facultad de Educación, Universidad de San Buenaventura.


Melancolía Juan Fernando Escobar Cuartas13

Me he quedado únicamente en palabras y mi cielo se ha quedado sin una nube que le adorne ni constelación que me guíe, mi tránsito no va definido por un curso a seguir y todo lo que observo luce perdido al ver que lo que me rodea no me llena; entonces fijo mi atención a eventos de antaño y que son de mi ser... ahí vuelve aquella sensación de añoranza de todo aquello que se vivió pero que jamás volverá. Al darme cuenta de esto último la grieta en mí se hace más grande y el rumbo, de nuevo, lo siento más lejano. Quiero seguir adelante pero el vacío momentáneo me frena, luego el cielo da una muestra de una hermosa estrella que se posa bajo la constelación que me protege, Aldebarán; la estrella más brillante de la constelación de Tauro, su lejanía y soledad aparente trazan una dirección que mi espíritu debe seguir y la pena se hace más grande ya que este nuevo sendero es desconocido en su gran mayoría y lo que antes conocía cada vez se aleja para parecer tan solo una sombra de cosas dulces y sonrisas que hoy día son eco, y que irán atormentándome hasta que mi estrella se apague.

13 Estudiante octavo semestre Licenciatura en Lengua Castellana, Facultad de Educación, Universidad de San Buenaventura.


CANCIÓN DE LA VIDA PROFUNDA Hay días en que somos tan móviles, tan móviles, como las leves briznas al viento y al azar. Tal vez bajo otro cielo la Gloria nos sonríe. La vida es clara, undívaga, y abierta como un mar. Y hay días en que somos tan fértiles, tan fértiles, como en abril el campo, que tiembla de pasión: bajo el influjo próvido de espirituales lluvias, el alma está brotando florestas de ilusión. Y hay días en que somos tan sórdidos, tan sórdidos, como la entraña obscura de oscuro pedernal: la noche nos sorprende, con sus profusas lámparas, en rútiles monedas tasando el Bien y el Mal. Y hay días en que somos tan plácidos, tan plácidos... (¡niñez en el crepúsculo! ¡Lagunas de zafir!) que un verso, un trino, un monte, un pájaro que cruza, y hasta las propias penas nos hacen sonreír. Y hay días en que somos tan lúbricos, tan lúbricos, que nos depara en vano su carne la mujer: tras de ceñir un talle y acariciar un seno, la redondez de un fruto nos vuelve a estremecer. Y hay días en que somos tan lúgubres, tan lúgubres, como en las noches lúgubres el llanto del pinar. El alma gime entonces bajo el dolor del mundo, y acaso ni Dios mismo nos puede consolar. Mas hay también ¡Oh Tierra! un día... un día... un día... en que levamos anclas para jamás volver... Un día en que discurren vientos ineluctables ¡un día en que ya nadie nos puede retener!


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