CAPITULO XV
El tren se detuvo en la estación. Picaporte se apeó el primero, y fue seguido de mister Fogg, quien ayudó a su joven compañera a descender al andén. Phileas Fogg pensaba ir directamente al vapor de Hong-Kong, a fin de instalar allí convenientemente a mistress Aouida, de quien no quería separarse mientras estuviese en aquel país tan peligroso para ella. Cuando mister Fogg iba a salir de la estación, se acercó a él un agente de policía diciéndole: -¿El señor Phileas Fogg? - Yo soy. -¿Es ese hombre vuestro criado? -añadió el agente designando a Picaporte. -Sí. -Tened ambos la bondad de seguin-ne. Mister Fogg no hizo movimiento alguno que demostrase la menor sospecha. El agente era un representante de la ley, y para todo inglés, la ley es sagrada, Picaporte, con sus hábitos franceses, quiso hacer observaciones, pero el agente le tocó con su varilla, y Phileas Fogg le hizo seña de obedecer. -¿Puede acompañarnos esta joven dama? -preguntó mister Fogg, -Puede hacerlo -respondió el agente. Mister Fogg, Aouida y Picaporte, fueron conducidos a un “palki-ghari”, especie de carruaje de cuatro ruedas y cuatro asientos, tirado por dos caballos. Partieron sin que nadie hablase durante el trayecto, que duró unos veinte minutos. El carruqie atravesó primeramente la ciudad “negra” de calles estrechas formadas por unos casuchos donde pululaba una población cosmopolita,
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