Un siglo de luz en arequipa

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Celebraci贸n del Centenario de la Batalla de Ayacucho - 1924


Un siglo de luz en Arequipa


Calle Mercaderes - 1926


ÍNDICE Presentación........................................................................................................... 05 I. Arequipa antes de la luz eléctrica....................................................................... 07 II. La llegada de la luz............................................................................................. 11 III. Charcani I........................................................................................................... 15 IV. Arequipa de Noche............................................................................................ 19 V. Desarrollo de la Industria y el Comercio............................................................21 VI. El auge de las Comunicaciones...................................................................... 27 El boom de la radio en Arequipa...................................................................... 29 VII. El Transporte: El tranvía.................................................................................... 37 VIII. La electricidad en nuestros días..................................................................... 43 Créditos.................................................................................................................. 45

Nocturno de Arequipa


Plaza de Armas a fines del siglo XIX

Portal de Flores - 1880


PRESENTACIÓN EGASA se complace en presentar la publicación “Un Siglo de Luz en Arequipa” como un homenaje a aquellos visionarios hombres de Empresa que hace justamente un siglo constituyeron la Sociedad Eléctrica de Arequipa Ltda. – SEAL, e instalaron la Central Hidroeléctrica Charcani I, ahora a cargo de EGASA, iniciando un proceso de constante desarrollo para la Región Arequipa a partir del suministro eléctrico. La publicación contiene ocho capítulos excepcionales con expresiva narración de Antonio Ugarte y participación del equipo Editor de EGASA, que han querido recordar lo que eran las costumbres del poblador arequipeño antes de la llegada de la luz eléctrica: Hombre de jornada que vivía bajo la influencia de la naturaleza y profundamente dedicado a los designios de Dios desde el amanecer hasta el ocaso. Se describe el gran acontecimiento que significó la llegada de la luz al centro histórico de Arequipa. La historia cuenta que la catedral, portales, fuente y jardines de la plaza mayor se iluminaron por primera vez hace un siglo ante los ojos de los espectadores como jamás había ocurrido, y permitió que Arequipa fuera una de las primeras ciudades de América en ingresar a la modernidad, gracias al suministro eléctrico. A partir de este momento, la vida de la población cambió totalmente, se agregaron horas nocturnas al día, se prolongó el tiempo útil de la vida pública y social. La ciudad dio un giro notable en su apariencia, las calles ahora más iluminadas ofrecían la arquitectura de sus edificios, aspectos que pudieron ser capturados por los Hermanos Vargas en bellas fotografías nocturnas, algunas inéditas, que presentamos aquí mostrando ese rostro único y singular de Arequipa del siglo pasado. La industria y el comercio adquieren mayor protagonismo que nunca a partir de la llegada de la luz eléctrica con la conformación de gremios especializados desde 1905, ostentando Arequipa una robusta y visionaria personalidad descentralizadora. Las comunicaciones en el siglo XX alcanzan un auge sorprendente con la electricidad, tanto o más que la invención de la imprenta en el siglo XV y la del teléfono a finales del siglo XIX. El invento de la televisión y sobre todo de la radio, transformaron las costumbres y la forma de vida de las personas, permitiendo recibir las noticias en tiempo real y convirtiéndose a la vez en la principal fuente de entretenimiento. El transporte se vio favorecido con la aparición del tranvía eléctrico que reemplazó al de tracción animal y cuya simpática presencia era emblemática de ese progresismo humanista de principios de siglo XX. Es difícil imaginar como sería nuestra vida sin la electricidad, ya que hoy en día todas las actividades cotidianas requieren de este servicio imprescindible al que estamos acostumbrados y vemos como algo natural; sin embargo también es un servicio escaso del que muchas personas están privadas principalmente en las zonas rurales del país. Queda pues aun mucho por hacer, por ello hemos querido presentar la experiencia vivida en nuestra ciudad que hoy celebra jubilosa y con justa razón: “UN SIGLO DE LUZ EN AREQUIPA”.

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Nocturno: Puente, gente y vista del Misti

Nocturno: Cementerio con vista del Misti


I.- AREQUIPA ANTES DE LA LUZ ELÉCTRICA Las costumbres de los habitantes de Arequipa al finalizar el siglo XIX, seguían siendo las mismas de siglos anteriores. Hombre de “jornada” por su antigua vocación agrícola, el arequipeño del campo o de la ciudad, vivía bajo la influencia de la naturaleza. Despertaba con el canto de los gallos y el trinar de las aves que anunciaban el amanecer. Se levantaba cuando el sol, asomando su luminosa faz entre las crestas de los volcanes Misti y Pichu Pichu, inauguraba en el cielo el celeste purísimo de la aurora; y en la tierra, la policromía prodigiosa del paisaje: dorado del trigo; verde intenso de la alfalfa, verde claro del maizal y violeta trémulo del patatal en flor. En el medio, como perla engastada entre esmeraldas, la sorprendente arquitectura de la ciudad hecha de sillar, se animaba al toque tempranero de las campanas de las seis, que en su llamado de bronce cantarín recordaban al hombre su primera obligación: la de cumplir con Dios. Resplandeciente espectáculo de luz, color y sonido vibrando en la inmaculada diafanidad del aire. Luego del rezo matinal, el aseo y el tibio pan del desayuno, el arequipeño se disponía a iniciar su rutina diaria bajo la pauta luminosa del sol. Hombre, ciudad y campiña; río, valle y volcanes recibiendo el cálido beso de la mañana. Sea en el taller, la oficina, la escuela o la chacra, la jornada se verificaba siguiendo el discurrir del astro rey por la esfera limpísima del cielo. Así, cuando en su mayor esplendor marcaba con enceguecedora luz la mitad de la jornada y su calor abrasador y agobiante hacían pedir tregua al músculo y sosiego al cerebro, campanas en la ciudad y rebuznos en los campos anunciaban que llegaba la hora del descanso y el alimento. Entonces, bajo la fresca sombra de una ramada en la chacra; entre las protectoras paredes de adobe de la choza con techo de paja y barro de la aldea; o en la ventilada casa solariega de la ciudad, la familia reunida en torno a la mesa hogareña, se persignaba y rezaba con la intensidad y devoción de quien en diálogo directo agradece a Dios las bondades recibidas y el sustento por recibir, que el olfato ya anticipaba suculento. Las tentadoras emanaciones de la cocina anunciaban la apetitosa presencia de la incomparable comida arequipeña: sustanciosa y creativa mezcla de la sabiduría culinaria de España y del Perú, en la alquimia amorosa del fogón a leña. La andina chicha de maíz en el sencillo tablón de la mesa campesina o el hispánico vino de las haciendas de los valles de Vítor, Siguas y Majes en la mesa con mantel de la ciudad, acompañaban al merecido alimento. Después del necesario reposo, nuevamente al trabajo, que el sol sigue en el cielo, y mientras su luz alumbre, ha de continuar el hombre el designio que Dios le ha querido imponer: trabajar hasta que el sol, cumplido también su periplo, se aleje ocultando tras los cerros de Sachaca y Tiabaya, la sobrecogedora visión del ocaso. “UN SIGLO DE LUZ EN AREQUIPA”

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Rezo del Rosario al anochecer

Hora dramática y sagrada, agonía de la luz que las campanas del Ángelus acompañan graves. En el rojizo escenario que domina campo y ciudad, hombres y mujeres se arrodillan para rezar la oración del “Ángelus”...”y el ángel del Señor anunció a María: Dios te salve María llena eres de gracia el Señor es contigo, bendita eres

entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre: Jesús”

La tristeza que el silencio de la hora impone, se dulcifica con el vaticinio milagroso: En el vientre sin pecado de María, el Espíritu Santo engendraría un niño divino que traería luz al mundo de los hombres. Bella metáfora de la promesa de un nuevo día en el cotidiano renacer del sol. Así, con el alma en paz, el habitante de Arequipa se recogía a la seguridad tibia de su morada, mientras en los confines se iba empozando la intimidante penumbra de la noche. En el interior de las viviendas alumbradas por candelabros, después que los niños realizaban sus tareas escolares bajo la vigilancia colaboradora de los padres, la familia volvía a congregarse a la mesa para “comer” (el término “cenar” se usó poco en Arequipa) y nuevamente todos reunidos incluyendo servidumbre, se disponían con el mayor recogimiento a rezar el Santo Rosario coreando al unísono las monótonas letanías de la oración. 08

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Concluida esa larga obligación religiosa con la que se daba fin a la rutina diaria,... todos a acostarse. Era entonces el momento en que los pequeños pedían “un cuento para dormir” cuya narración corría a cargo de uno de los padres o alguna persona mayor de la casa. Estos relatos – muchos de origen español y que hasta en dos ocasiones fueron editados en el siglo XIX por el impresor arequipeño don Francisco Ibáñez – siempre contenían una moraleja y eran escuchados con suma atención, sobre todo aquellos que relataban historias de fantasmas o aparecidos, como aquel que habla de “la procesión de las ánimas”, séquito de esqueletos de túnica y capucha portando cirios de canilla humana y que asustaban y se llevaban a ultratumba a quienes se atrevieran a mirar la macabra procesión. Era narrado precisamente para desalentar la curiosidad que las tinieblas de la noche siempre suscitan en el alma infantil. Y es que afuera, al margen de la ficción – la ciudad apenas alumbrada por faroles, quedaba desierta y tenebrosa; y después de las nueve, hora en que se apagaban esas débiles luminarias, Arequipa era verdaderamente fantasmal y su propia monumentalidad contribuía a esa siniestra apariencia. Sólo el paso de la caballería de la guardia urbana que efectuaba su última ronda, o el ladrido alarmado de algún perro, rompía el silencio de las solitarias calles únicamente iluminadas por la luna. Muy de vez en cuando, una serenata en la que no faltaban las quejumbrosas notas de un yaraví o el sonido aristocrático de algún piano, ponía música a la noche. Arriba, sobre el terciopelo negro del cielo, las constelaciones exhibían el nítido resplandor de su enjambre de estrellas. Abajo, custodiada por sus volcanes, la ciudad dormía. Así transcurría la vida en Arequipa cuando su calma habitual no era alterada por el furor de un terremoto, o el estallido de una revolución civil o militar. En ese panorama, los arequipeños sencillos y, aún los más instruidos, no podían imaginar que se avecinaba una revolución de tal magnitud y naturaleza que afectaría definitivamente el ritmo del progreso de la ciudad y transformaría su existencia.

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Esa revolución – de origen científico – recorría vertiginosamente el mundo, inaugurando a su paso una era en el proceso de la civilización: la Era de la Energía Eléctrica. Esta nueva energía poseía sorprendente y poderosa capacidad dinámica. Con ella podía funcionar maquinaria de todo tipo que hasta entonces se accionaba por esfuerzo humano, tracción animal, combustible y fuerza hidráulica o eólica. Y no sólo eso. La incandescencia de esta maravillosa energía, producía una iluminación nunca antes vista: la Luz Eléctrica. Su fulgor, intenso como el rayo, atravesaba las tinieblas y el hombre, inicialmente deslumbrado, muy pronto comprendió su extraordinaria utilidad y en el horizonte de la noche así iluminada, vio prolongarse el día y por lo tanto, la vida. El don de la inteligencia que le permite al ser humano “pensarse a sí mismo” hizo que su mente – también de pronto iluminada – percibiera quizá por vez primera los impulsos eléctricos que animaban y relacionaban las neuronas de su cerebro para producir el pensamiento. Si en la antigüedad, en su intento de explicar el descubrimiento del fuego, los griegos crearon el mito de Prometeo, según el cual, este héroe robó el fuego a los dioses, entregándoselo a la humanidad para que tuviera lumbre y calor en la noche; pudiera cocinar alimentos; fundir y forjar metales; producir alfarería y otros usos que le permitieron iniciar el largo proceso de la cultura y la civilización; esta vez, el hombre dominando esta poderosa energía cuya maravillosa luz superaba al fuego, desterraba para siempre la sombra del mito y la superstición. Y un histórico día, esta luz, llegó a Arequipa.

Plaza de Armas luego de la llegada de la luz


II.- LA LLEGADA DE LA LUZ El prodigioso acontecimiento habría de verificarse el 27 de julio de 1898. Aquel día, desde temprano, Arequipa bullía con la excitación de citadinos y habitantes de los distritos y la campiña que acudieron al Cercado de la ciudad; y hasta de gente llegada de provincias que venía a ver el maravilloso espectáculo con el que los “characatos” celebrarían las Fiestas Patrias. Al respecto conviene consignar aquí que sólo a partir de 1875 – cincuenta años después de producida definitivamente la Independencia del Perú – Arequipa la conmemoraba; y lo hacía de manera muy sobria y ejemplar mediante la convocatoria a la juventud a participar en concursos de arte, ciencia e industria. No es de extrañar pues, que en esta ocasión, los arequipeños exaltados por el amor patrio cada vez más consolidado desde la Guerra con Chile, desearan reafirmar su peruanidad designando las Fiestas Patrias para este acontecimiento en lugar de hacerlo el 15 de agosto, su aniversario de fundación. Además, en esos momentos el Perú era gobernado por un arequipeño: Don Nicolás de Piérola. El centro de la atracción era la Plaza de Armas, donde cuadrillas de obreros plantaban postes de pino de Oregón, conectaban cables y otros aditamentos, despertando la curiosidad general y los más variados comentarios sobre “este asunto de la luz eléctrica”. No faltaba sin embargo el presuntuoso testimonio de algún tambeño que, con voz que quería ser oída por todos, aseguraba haber visto personalmente “esa luz” en la casa de don Víctor Lira allá en Tambo. Y era la pura verdad. Don Víctor F. Lira personaje de progresista visión y carácter emprendedor, había adquirido hacía algunos años, un generador modesto pero efectivo con el que iluminaba su casa hacienda de “Pampa Blanca”, ingenio azucarero que poseía en el Valle de Tambo. En cualquier caso, la curiosidad se intensificaba conforme avanzaba el día y se acercaba la noche y con ella, la hora en que se vería si el espectáculo correspondía a tan gran expectativa. La realidad se encargaría de superar el más optimista de los pronósticos. El sol inició su descenso y el crepúsculo tiñó de rojo el horizonte. El momento se acercaba. A las seis, las campanas de la catedral anunciaron el “Ángelus”. La concurrencia toda, se arrodilló y con palpitante fervor elevó su plegaria al cielo ya oscuro de esa memorable tarde de invierno. La noche, parecía más oscura que nunca, pues para hacer más impactante el suceso, esta vez no se encendieron los faroles de kerosene. Súbitamente, todo se iluminó con tal intensidad y resplandor, que la concurrencia sorprendida sólo atinó a exhalar una exclamación de asombro. Cuando sus ojos superaron el deslumbramiento inicial, pudieron fijarse en los detalles que componían el fulgurante espectáculo: el entorno y el recinto de la histórica plaza: catedral, portales, fuente y jardines resplandecían en una nueva dimensión visual, gracias a las más de 800 bombillas sabiamente distribuidas en el magnífico escenario. El júbilo estalló y los prolongados aplausos y vítores marcaron el inicio de un festejo que duró justificadamente varios días hasta casi finales del mes de julio, pues el memorable acontecimiento introdujo masivamente en los arequipeños el conocimiento de lo que era la luz eléctrica y sus maravillosas posibilidades de progreso. “UN SIGLO DE LUZ EN AREQUIPA”

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Beneficios de la llegada de la luz

Primer Ferrocarril en Arequipa -1871


Esto fue posible por la iniciativa de los empresarios don Francisco La Rosa y don Francisco Velasco, fundadores de la Empresa Eléctrica de Arequipa, quienes encargaron al ingeniero Eduardo López de Romaña el delicado aspecto técnico del proyecto que incluía la instalación de turbinas y generadores monofásicos en la Central Hidroeléctrica Charcani I. Cabe mencionar, que López de Romaña llegaría a ser Presidente de la República tres años después. Arequipa demostraba así el espíritu tenaz de su pueblo, el carácter progresista de la gestión de sus autoridades y el empuje de sus agentes económicos, que a pesar del desastroso sismo de 1868 y la trágica Guerra con Chile una década después, permitieron que en el consenso internacional siguiera siendo considerada la ciudad más ilustrada del Perú. En lo comercial, era la segunda en importancia por su intensa actividad en el rubro de las exportaciones e importaciones con Europa y su hegemonía regional como proveedora de bienes y servicios que el ferrocarril consolidó. En efecto: el "Camino de Hierro" que unía Arequipa al puerto de Mollendo, le permitió convertirse - gracias a ese nexo directo con la vía marítima - en el más dinámico núcleo exportador de productos del sur peruano y de Bolivia a los mercados europeos y norteamericanos, de los que a su vez importaba diversos artículos. El "Ferrocarril de Arequipa" fue posible por la vigorosa gestión de tres arequipeños: el Dr. Mariano Felipe Paz Soldán, Presidente del Directorio Provisional de Obras Públicas; el Dr. Juan Manuel Polar, Jefe del Gabinete de Gobierno y el General Pedro Diez Canseco, Presidente del Perú. El ferrocarril que se inauguró apoteósicamente en 1871, fue construido en tiempo récord por el ingeniero norteamericano Enrique Meiggs. En el largo periodo de 30 años que duró la reconstrucción de la Ciudad Blanca, se realizaron importantes obras públicas como la restauración – con ciertas variantes de la derruida catedral erigiendo un imponente monumento; la remodelación de la Plaza Mayor; la reconstrucción de los portales; el traslado del mercado que funcionaba en la Plazuela San Francisco hacia la Alameda San Lázaro, denotando una intención higienista y de ornato; la prolongación de arterias; el ensanchamiento de calles a 20 metros y se crean alamedas y paseos. Además se potencia el atractivo del balneario de Tingo haciendo un lago artificial. En lo que respecta a servicios básicos, se inaugura en 1895 el suministro de agua potable desde Yumina abasteciendo con suficiencia a la población, se instalan cañerías de drenaje y se construyen parapetos en las torrenteras. Hay que recordar que el espectáculo de luz que se vivió en aquel memorable julio de 1898 sólo se circunscribió a la Plaza de Armas. Hubo que esperar hasta 1905 para que la población de Arequipa pudiera servirse plenamente de las bondades de la energía eléctrica proveniente de la Central Charcani I.

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Tambo La Cabezona


III. CHARCANI I La Empresa Eléctrica de Arequipa fundada en 1898 no prosperó por problemas económicos y fue adquirida por los empresarios y comerciantes arequipeños Manuel Ugarteche, Alejandro von der Heyde, Juan Barclay, Francisco Gómez de la Torre y Juan Manuel Polar, quienes decidieron unir esfuerzos y forjar una nueva sociedad generadora de energía eléctrica, aprovechando las valiosas instalaciones existentes ya en Charcani I. Así el 18 de marzo de 1905 fundaron la Sociedad Eléctrica de Arequipa Ltda. (hoy SEAL) con un capital de 60 000 libras esterlinas, iniciando un proceso de implementación que se manifestó pronto en la adquisición de dos unidades Voith Siemens con 1,2 Mégawatts de potencia (que son las que actualmente conserva EGASA), suficientes para abastecer de energía eléctrica a la población de aquel entonces. Charcani I, es una Central Hidroeléctrica, inmersa en una ciudadela construida en la margen derecha de la quebrada del río Chili, a 20 km. aguas arriba de la ciudad de Arequipa, con cortas callecitas, plazoleta, bellos jardines e iglesia consagrada a la “Virgen de la Candelaria”.

Central Hidroeléctrica Charcani I - 1905


Tablero de Control Charcani I

Central HidroelĂŠctrica Charcani I - 1920


La central se encuentra en medio de los volcanes Misti y Chachani entre las altas paredes del cañón del río Chili, que muestran claramente las sucesivas capas de lava que depositaron las erupciones de estos colosos. Atrae la atención, la “Casa del Superintendente”, una encantadora construcción de principios de siglo, con techos rojos a dos aguas que complementan una fachada de perfecta gracia y armonía. Se aprecian también las habitaciones que ocupaban entonces los más de cien trabajadores que laboraban y vivían en la planta. Concita especial interés, las obras de la central propiamente dicha: La bocatoma que capta las aguas del Chili y las dispara sobre las turbinas; la pequeña oroya con dos sillas en las que se balanceaban los aforadores del caudal del río diariamente; una ruidosa cascada de hilo estrecho originada en los reboses del agua del canal; y en conjunto, la prueba del trabajo tesonero de los que hicieron la luz y la fuerza por primera vez en la historia de la ciudad de principios del siglo pasado. Causa impacto la casa de máquinas, construida con paredes de sillar de metro de espesor, que aloja los motores alemanes de 1905, que aún se encuentran operativos y en funcionamiento, pintados de rojo brillante; el gran tablero de mármol con manómetros y contadores de agujas oscilantes tipo barco de 1900, todo cuidadosamente mantenido. Y en la puerta, cuelga, una pequeña vieja campana color bermellón, que marcaba la señal de las alarmas. La Central Hidroeléctrica Charcani I contribuyó a que Arequipa fuera considerada una de las primeras ciudades de América en contar con el suministro eléctrico. Esta central se encuentra a cargo de EGASA desde 1994; su pequeña unidad generadora de energía es operada por un técnico y la ciudadela se conserva intacta como testimonio mudo del origen de la industria eléctrica de Arequipa.

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Plaza de Santa Marta - 1920


IV.- AREQUIPA DE NOCHE Una vez establecido el servicio de luz eléctrica en Arequipa, que permitió agregar horas nocturnas al día, se prolongó el tiempo útil de vida pública y social, y la ciudad transformó notablemente su apariencia nocturna. En 1909 se había contratado el alumbrado de la ciudad por 10 años con la Sociedad Eléctrica, que comprendía: 840 lámparas de luz incandescente; 32 en los portales y 24 de luz de arco en la Plaza de Armas. Las casas comerciales extendieron su atención en nuevo turno exponiendo su mercancía en bien iluminadas vitrinas a los clientes que cada vez con mayor frecuencia acudían al “centro” para admirar y ver precisamente esa brillante exhibición de artículos importados por empresarios ingleses, italianos, españoles o “turcos” que así se les llamaba a los palestinos. Los conceptos de “moda” y “novedad” adquirieron importancia y la nueva luz servía para que la gente también mostrara su atuendo y su belleza. En los portales y arterias adyacentes se habían instalado cafés, salones de té, confiterías, etc., que propiciaban una socialización fluyente y atractiva y constituían el punto de encuentro o estación obligada para un refrigerio antes y después de asistir al teatro o la máxima atracción del momento: el cinema o “biógrafo” como curiosamente se le dio en llamar al cinematógrafo. Pasear en las noches por la ciudad resultaba pues una experiencia muy agradable. Las calles ahora más iluminadas ofrecían a la vista con mayor amplitud y profundidad su trazo y con detalle, la arquitectura de sus edificios. Y aunque después del sismo de 1868 al reconstruirse la ciudad, sufrió modificaciones el estilo abovedado que predominaba; y a inicios del siglo XX la influencia de estilos francés e inglés es notoria; el respeto por la uniformidad de escala, la continuidad del uso del sillar en muchos casos, y un evidente “buen gusto”, brindaban a los ojos del paseante nocturno una perspectiva volumétrica y monumental de un atractivo estético no exento de misterio y encanto. Fotógrafos con visión artística como los Hermanos Vargas, supieron capturar en bellos “nocturnos” ese rostro inédito y singular de Arequipa.

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Fábrica de chocolates La Ibérica


V.- DESARROLLO DE LA INDUSTRIA Y EL COMERCIO En el siglo XX, la industria y el comercio, importantes motores de desarrollo en la historia de la civilización, adquirieron mayor protagonismo que nunca con la llegada de la energía eléctrica. La industria potenció sus posibilidades y la maquinaria se hizo más eficiente. La producción mecanizada demandaba menos tiempo que la manual y permitía eliminar errores generalmente ocasionados por el hombre. Si esto disminuyó inicialmente la demanda de mano de obra, se compensó con la adición de nuevas horas de trabajo (horario nocturno) y la contratación de obreros especializados. La condición de “especialización” que exigían las factorías a su personal, promovió la aparición de institutos tecnológicos que ofrecían enseñanza de manejo y aún reparación de maquinaria. Gracias al ingeniero arequipeño Pedro Paulet, propulsor y primer director de la Escuela de Artes y Oficios de Lima, esa institución se convirtió en uno de los mejores centros de enseñanza técnica de Sudamérica al que muchos arequipeños acudieron para adquirir los conocimientos que los nuevos tiempos demandaban y que luego difundían en la Ciudad Blanca. Hubo también quienes realizaron estudios de ingeniería mecánica por correspondencia, mediante excelentes cursos a distancia difundidos vía correo desde Estados Unidos. De esta manera aleatoria y de “reacción espontánea”, se fue formando un número importante de obreros calificados que hacían honor a la bien ganada tradición de versatilidad e ingenio del trabajador de oficios arequipeño, que se remonta a la colonia y cuyo origen está en la sabia institución de los “gremios” en que se formaron los mejores artesanos y obreros del virreinato del Perú. La persistencia de esta tradición de excelencia, la encontramos hasta en las postrimerías del siglo XIX y bien entrado el XX, en la fama que adquirió a nivel continental, la extraordinaria capacidad técnica demostrada por los obreros de la Maestranza del Ferrocarril del Sur; y aún en nuestros días la persistencia continúa en los términos “maestro” y “aprendiz” que utilizamos con tanta frecuencia en nuestro trato con artesanos y obreros, y que son términos típicos de la institución gremial. Adicionalmente, la creciente capacidad de producción en muchos casos abarataba los costos y, en consecuencia, la demanda de los productos crecía, con lo que el comercio paralelamente florecía. Esa cadena de progreso estuvo eslabonada en Arequipa por empresas emblemáticas cuya relación transcribimos de la edición “Centenario” del diario “El Pueblo” del 02 de enero del 2005: ALMACENEROS O GRANDES COMERCIANTES EXPORTADORES E IMPORTADORES: Braillard, Jorge Stafford y Cía, Zizold y Colsman y Cía, Gibson Forga, Caballero, etc.

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Estudio de Arte Vargas Hnos., Portal de San AgustĂ­n - 1928


Palladoras de lana - 1920

HOTELES: Hotel Americano, Lafetti, Hotel Italiano, etc. RESTAURANTES Y FONDAS: Pastelería La Italiana, Restaurant del Comercio, Mesón de Arequipa. BANCOS: Banco de Arequipa, Sociedad de Crédito de Arequipa, Banco Italiano. CASAS COMERCIALES: Ricketts, Sugars y Berrier, Manuel Muñoz Nájar, etc. CURTIEMBRES: Mortemousque y Cía, Ibáñez, Gutiérrez, etc. DIARIOS: El Deber, La Bolsa, El Pueblo. TAMBOS: Tambo de Santa Rosa, Tambo de Ruelas, Tambo del Matadero, Tambo de la Cabezona, etc. EMPRESAS VARIAS: Cerveza Pilsener de Ernesto Hunter, Fábrica de Cigarros El Pacífico, fábrica de jabón y velas La Excelsior, fábrica de velas La Extranjera. Agua Gaseosa Cosmos, Fideos Cavallero Hnos., Sociedad Eléctrica de Arequipa, bujías Sol del Misti, fósforos Paramount, Fábrica de Hilados y Tejidos la Industrial del Huayco, Empresa de Ferrocarriles. Además de estas entidades había una gran cantidad de gremios que agrupaban a los trabajadores menores que se ocupaban de diferentes oficios, a continuación la lista de gremios existentes en 1905: “UN SIGLO DE LUZ EN AREQUIPA”

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Oculista - 1922


Clase de anatomía - 1920

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Carpinteros: Alberto Weis, Santiago Mostajo, etc. Cigarreros: Mariano Belaúnde, Mario Ballón, etc. Bodegueros: Manuel Muñoz Nájar, Marino Tenorio, etc. Arquitectos: Augusto Gilardi, Nicolás Cuba, etc. Peluqueros: Juan de Dios Pages, Manuel R. Ballón, etc. Sastres: Ariel Halphen, León Bachman, etc. Talabarteros (correajes): José A. Ramírez, Domingo Mendiburo, etc. Herreros: Luis Armengaud, Pedro Cárdenas, etc. Abogados: Manuel Alcázar, Fidel Carreño, etc. Escribanos: Tomás Laguna, Mateo Zegarra, etc.

Y otros gremios como el de Hojalateros, Agrimensores (Topógrafos), Carniceros, Zapateros, Médicos, Impresores, Fotógrafos, Dentistas, Joyeros y Relojeros. Por nuestra parte añadiremos que la Cámara de Comercio e Industria de Arequipa ya era representativa en cuanto a asociación de gestión y liderazgo. Otras empresas que merecen ser mencionadas por su supervivencia son “Anís Nájar” con 150 años de existencia y las famosas “La Ibérica”; “Fábrica América Pedro P. Díaz” y “Azúcar Chucarapi” que se aproximan al siglo de vida en Arequipa. Para finalizar este capítulo, diremos que en la época que nos ocupa (última década del siglo XIX y dos primeras del XX), Arequipa ostentaba una robusta y visionaria personalidad descentralizadora que ojalá en el futuro próximo pueda recuperar. “UN SIGLO DE LUZ EN AREQUIPA”

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Dr. Edmundo Escomel Arequipa - 1923

Oficina de contabilidad - 1918


VI.- EL AUGE DE LAS COMUNICACIONES El siglo en que vivimos, es sin duda el siglo de las comunicaciones. Tal como lo vaticinara Marshall McLuhan1 en la década de los setentas del siglo pasado, el planeta Tierra se ha convertido merced a la conexión satelital en una “aldea global” y vía Internet podemos decir que efectivamente, los habitantes del globo estamos comunicados en tiempo real. Así, resulta lógico que a este fenómeno se le haya llamado “globalización”. Sin embargo, ésta no es la primera globalización de la historia. La primera se produjo en el siglo XV y se debió a la imprenta de caracteres móviles inventada por Gutemberg el año 1450 en Mainz – Alemania, que permitió la impresión o reproducción en serie del libro, masificando el conocimiento a nivel del mundo conocido de la época. Tan masiva fue la difusión de los libros y diversos impresos – entre los que se contaban mapas y cartas marítimas – que gracias a ello, el navegante Cristóbal Colón, pudo efectuar el descubrimiento que lo hizo inmortal y de paso abrió la ruta para que el nuevo mundo también pudiera beneficiarse del conocimiento transmitido en los libros. Así fue que nos llegó la Biblia (el primer “best seller” de la historia, y el primero durante 500 años). Así fue también que empezamos a comunicarnos europeos y americanos y, finalmente todo aquel ciudadano del orbe que supiera leer. La segunda onda de comunicación global, podemos atribuirla al telégrafo de Samuel Morse, o al teléfono de Graham Bell, ambos de finales del siglo XIX. Casi paralelamente, el fonógrafo, la cámara de cine y el proyector de Thomas Edison, hicieron posible capturar los sonidos y las vistas en movimiento, que era una manera “milagrosa” de detener el tiempo y viajar al pasado con sólo reproducir aquellos sonidos e imágenes. La tercera onda de globalización está directamente relacionada con la electricidad en cuanto adelanto tecnológico en beneficio de las comunicaciones, y podemos ubicarla con claridad en 1907, que es cuando DeForest inventa el bulbo al vacío, inaugurando el fascinante mundo de la radio y la televisión. En Arequipa, conocimos – diríamos oportunamente – el libro impreso en el siglo XVI; el telégrafo y el teléfono, en el XIX; y la radio y la televisión en la segunda y la sexta décadas del siglo XX respectivamente. No obstante el atractivo de la imagen que nos brinda la televisión, es la radio el invento que más profundamente conmovió la percepción que del mundo teníamos y transformó definitivamente nuestras costumbres. 1 Licenciado en Letras y Artes Canadiense, autor de la obra “Imperio y Comunicación”. Falleció en 1980.

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Estaci贸n Radiotelegr谩fica - 1918


EL BOOM DE LA RADIO EN AREQUIPA. Esta auténtica onda de globalización que se instala en el siglo más caracterizado por cambios trascendentales y revolucionarios, tuvo su primera señal en Arequipa en la frecuencia de onda corta entre 1920 y 1930 para establecer comunicación comercial entre la Casa Ricketts y la Hacienda Chucarapi, en la banda de “radioaficionados”. La emisión precursora de señal eléctrica como medio de comunicación, fue la que transmitió en 1932 “Radio Arequipa” entonces propiedad de la familia Arévalo. Casi simultáneamente, aparece “Radio Landa” que fue la pionera en difundir publicidad, entonces llamada propaganda comercial. El primer “réclame” (que así se denominaba a lo que hoy decimos “aviso” o “spot”) fue para la Casa Álvarez que precisamente distribuía los famosos radios y vitrolas RCA Víctor. Fue un aviso gratuito. Aquí vale consignar un comentario: no obstante el manifiesto beneficio de la propaganda, el Ing. Max Landa, dueño de la radio, tuvo que gestionar el permiso de la familia Álvarez para la emisión del mensaje. Es recién en la década de los ‘40’s cuando con motivo del Congreso Eucarístico Nacional que se realiza en Arequipa, la radio se hace masiva con la inauguración de “Radio Continental”. Esto se produce por la circunstancia especial de requerir que el congreso fuera transmitido a nivel internacional. Ni Radio Arequipa, ni Radio Landa podían alcanzar con sus equipos la cobertura deseada, por lo que el Comité “UN SIGLO DE LUZ EN AREQUIPA”

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Campanario de la Iglesia de Cayma - 1922


Calle La Merced - 1916

de Relaciones Públicas del Congreso, cursa invitación a un inversionista limeño, el Sr. Antonio Umbert proponiéndole que realice esta cobertura, considerando que poseía “Radio Universal” que operaba en Ica y cuya potencia era la adecuada. El Sr. Umbert accede y traslada los equipos a nuestra ciudad para cubrir el evento a escala continental. Por esta razón es que la radio transplantada a Arequipa, es rebautizada con el nombre de Radio Continental ya con membresía arequipeña y a la vez, constituye el inicio de una cadena de difusión que culminaría en la empresa “América Televisión”. Sin embargo, fue Radio Landa la primera en producir programas que además de transmitirse por las ondas de la radio, eran expectados en el auditorio que poseía la emisora. Allí se presentaban cantantes, orquestas y grupos de teatro. Allí se hicieron por primera vez los “radio teatros” que luego habrían de ser conocidos como “radio novelas”. Estas producciones se realizaban con talentos locales y para muchos fue el trampolín que los impulsó a la fama nacional. Estos fueron los inicios de la radio en Arequipa y como mencionamos líneas arriba, también fueron el comienzo de una nueva forma de sentir la vida. La posibilidad de recibir información mediante las ondas sonoras de la radio, sobrepasaba la mejor expectativa de quien estuviera ávido de noticias frescas. El periódico aunque fuera de aparición diaria contenía noticias un tanto “atrasadas”. En cambio, la información que emitía la radio, era recibida en lo que hoy llamamos “tiempo real”. Es decir, en el momento mismo en que se “UN SIGLO DE LUZ EN AREQUIPA”

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Calle Moral

producía la señal sonora. Así, podíamos captar las inflexiones y matices emotivos de la voz de un político mientras pronunciaba un encendido discurso. Adicionalmente, la radio ofrecía al gran público un amplio programa de variado entretenimiento: desde el inefable disfrute de la música clásica - la más excelsa de las artes -, la amena lectura de obras famosas de la literatura, dramatización de obras teatrales, presentaciones en vivo de cantantes y orquestas de moda, concursos de aficionados, espacios humorísticos...¡y hasta el rezo del Santo Rosario! Con tan atractiva oferta se comprenderá fácilmente la gran demanda de aparatos de radio en Arequipa. Todos querían tener radio y como para los comerciantes importadores era un gran negocio, se multiplicaron las tiendas que los vendían y competían para mostrar las ventajas de las marcas y modelos que representaban, atrayendo a los clientes de dos maneras: mediante la invitación impresa de un anuncio impactante en los diarios, o la exhibición directa en salones adecuadamente acondicionados donde se podía ver - y sobre todo escuchar - “cantar” a las radios. El cliente, fascinado por la magia de la música, se animaba a entrar y, una vez adentro, el dueño o un vendedor –según el rango social del cliente- se encargaba de convencerlo sin mayor esfuerzo de la necesidad impostergable de adquirir una de esas maravillas cuya posesión anhelaba cualquier familia; sin mencionar el status de modernidad que esa compra adjudicaba instantáneamente al feliz poseedor de una radio. Ante razones tan poderosas, el potencial comprador, seguía dócil y atento a la demostración de modelos y tamaños sabiamente dispuestos para acrecentar 32

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Casa Forga en el viejo Boulevard Parra - 1928

paulatinamente la admiración y el deseo de posesión de una radio. Aquellos artefactos trascendían su condición de “máquinas” pues los tubos, alambres, bobinas y demás ingenio mecánico que las constituían, estaban convenientemente protegidos y ocultos por una caja de fina madera que podía ser pequeña y sobria, o grande y lujosa o hasta de estilo, pues había modelos de tan artístico diseño que merecían ser lucidos como parte del mobiliario del salón de la casa. Todo dependía de lo que podía pagar el cliente. Sea como fuere, tarde o temprano, al contado o a plazos, había que comprar una radio. Y es que era increíble. Con la posesión de una radio ya no teníamos que salir de casa para tener música, teatro, literatura –y como ya dijimos- hasta el oficio divino de la misa. Tanto era así que en Semana Santa, la radio transmitía el Sermón de las Tres Horas que antes se hacía desde el púlpito de la iglesia. Ahora el solemne acto podía ser transmitido vía ondas sonoras a la comodidad del hogar. Desde temprano, a la par que se propagaba la “frugal” (siempre abundante y deliciosa) comida de Semana Santa, se sahumaba la casa con incienso; y llegada la hora, todos los habitantes se congregaban con el debido respeto alrededor de la radio. Podemos imaginar el impacto emocional de la familia que asistía compungida entre lágrimas y suspiros de compasión, al dramático y pormenorizado relato del cruel sufrimiento a que fue sometido Jesús en el sacrificio sublime de su crucifixión. Una vez más, la Iglesia Católica aprovechaba el poder de un medio de comunicación para la propaganda masiva de su fe. Primero fue la Biblia impresa por Gutemberg. Esta vez era la “palabra” difundida por la radio. Tiempo después, diversos credos también utilizarían otro poderoso medio de comunicación: la televisión. “UN SIGLO DE LUZ EN AREQUIPA”

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Nocturno: Plaza de Armas de Arequipa

Fiesta de San Juan - 1916


En contraste con la difusión religiosa, la radio ofrecía la transmisión de un entretenimiento ciertamente mundano: las radionovelas. Estas eran historietas dramatizadas por voces especializadas, que contenían una extraordinaria carga de conflictos conyugales, infidelidades, hijos ilegítimos, paternidades desconocidas, censurables amoríos entre patrones y sirvientas, entre blancos y negros, etc. Todo mezclado en un vértigo de pasiones de nunca acabar y que, lejos de ser repulsivo, conmovía hasta las lágrimas al elemento femenino del hogar por aquel mecanismo que la psicología llama “de transferencia” para darle terminología al siempre ávido apetito de chisme, tragedia e inmoralidad que gran parte del género humano fatalmente aún posee. Prueba de ello es la progresiva escala de la radionovela a la telenovela y de ésta a los malhadados talk show y reality show hoy tan en boga. Por supuesto, hay que remarcar que no es el medio en cuanto a instrumento de comunicación sino el contenido de lo que emite, lo que convierte en censurable o no lo transmitido. Felizmente, por regla general, la radio se especializó en la difusión de noticias. En este campo había para escoger: desde los noticieros locales hasta los internacionales como el de la “BBC de Londres” que era emitido en varios idiomas. Así los arequipeños pudimos enterarnos diariamente de los terribles sucesos de la Segunda Guerra Mundial. Y es que el gran aporte de la radio a la humanidad es su capacidad de informar sin demora los sucesos. El término inglés “flash” que significa en español “relámpago” expresa perfectamente el concepto de la noticia inmediata. Esa virtud de la radio, ha de ser siempre reconocida; así como su insuperable capacidad de amical compañía en territorios donde no llega la televisión; en la intimidad del dormitorio, en la soledad del guardián nocturno que la escucha en su versión portátil y hasta en la celda carcelaria, la radio es la comunicación sonora con el mundo a través de las noticias; es la continuidad de la tradición oral de la humanidad; es la expansión infinita y sideral de la música y mucho más pues como dice el slogan: “la radio está más cerca de la gente”. Para concluir este capítulo, hay que reconocer, que la luz eléctrica al traer múltiples entretenimientos como televisión, radio e Internet, trajo consigo también el que la unidad familiar se viera afectada por la disgregación de sus miembros. Sino basta recordar cuando ha ocurrido un apagón prolongado en horas de la noche y estos aparatos de distracción dejan de funcionar, la familia vuelve a reunirse en casa a la cálida luz de una vela para conversar después de mucho tiempo y compartir momentos gratos como se hacía en antaño. Afortunadamente, la luz eléctrica también ha aportado diversos beneficios en el desarrollo de las comunicaciones en general, con la telefonía fija, celular e internet, que permiten una comunicación a distancia en tiempo real con los seres queridos, que antes era imposible de imaginar.

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Estaci贸n del Ferrocarril de Arequipa - 1915

Grupos de la Central Charcani II que permitieron el funcionamiento del Tranv铆a en 1913


VII.- EL TRANSPORTE La instalación en 1905 de la energía eléctrica en Arequipa trajo como consecuencia lógica la implementación del servicio de tranvía eléctrico que reemplazó al “tranvía de sangre” llamado así por ser de tracción animal (caballos percherones). En efecto, en 1907 el Concejo Provincial de Arequipa otorgó a don Carlos Espejo y Ureta una concesión para la construcción y explotación de ese nuevo sistema de transporte de pasajeros. En mayo de 1908 el supremo gobierno aprobó la operación y al año siguiente, el Sr. Espejo en su condición de Gerente del “Crédito Urbano de Arequipa”, compró los derechos y acciones de la “Empresa de Tranvía Urbano de Tracción Animal” que transportaba pasajeros y carga. Así, una sola entidad era propietaria de los derechos de los dos medios de transporte de la Ciudad Blanca. Desafortunadamente, le fallaron los cálculos al Sr. Espejo y lo que prometía ser un buen negocio, devino en fracaso. Consecuentemente, el “Crédito Urbano” quebró. La preocupante perspectiva de colapso de un servicio de tanta importancia, obligó a la urgente conformación de una junta liquidadora que tuvo que asumir la responsabilidad de la concesión del tranvía eléctrico. Carente de fondos y con la carga del Crédito Urbano, la junta intentó vender el tranvía de sangre para contar con el dinero que permitiera echar a andar el tranvía eléctrico. Lanzada la oferta, no concitó el interés de inversionistas locales, por lo que hubo de iniciarse gestiones con instituciones crediticias de Lima que tampoco mostraron entusiasmo alguno. Es en medio de estas circunstancias desfavorables cuando surge una posibilidad de solución en la asociación de tres grandes empresas: el Banco Italiano (antecesor del actual BCP), el Banco del Perú y Londres y la firma W.R. Grace y Cía., que ofrecen reflotar el negocio - siempre que parte del capital fuera suscrito por capitales arequipeños - requisito que no se logró, por lo que finalmente el consorcio decide asumir la empresa y se funda la Sociedad Anónima del Tranvía Eléctrico de Arequipa que emite bonos de primera hipoteca por 70 000 Libras Peruanas para cubrir el presupuesto de la primera etapa del proyecto. Esto es: instalación de vías férreas, tendido de cables y adquisición de coches. La primera ruta se inauguró en 1913 y cubría el tramo de Arequipa – Tingo que más que una ruta inter-urbana, era una ruta de paseo y excursión a ese concurridísimo y pintoresco balneario mistiano. Para hacer posible este proyecto, Sociedad Eléctrica construyó la Central Hidroeléctrica Charcani II en 1912. En 1924, el tranvía amplió el servicio extendiendo líneas inter-urbanas que unían la ciudad con poblados aledaños: Antiquilla – Yanahuara; Paucarpata – Cementerio; y posteriormente Miraflores. Aunque nunca fue un negocio lucrativo en el sentido mercantilista del término, el tranvía brindó sus servicios hasta 1966 en que se abandonó este eficaz, limpio y agradable medio de transporte cuya simpática presencia era emblemática de ese progresismo humanista que caracterizó a las empresas arequipeñas de principios del siglo XX. “UN SIGLO DE LUZ EN AREQUIPA”

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Paso del Ferrocarril por el Puente Bolívar

Tranvías en la Plaza de Armas de Arequipa


Quienes alcanzamos en nuestra niñez a usar – mejor diríamos “gozar” – del tranvía, guardamos gratísimas impresiones que al evocarlas nos devuelven sensaciones que ni el tiempo ni las ocupaciones de la vida han logrado borrar. Al avistar desde el paradero su esperada figura metálica avanzando sobre los rieles con el cadencioso bamboleo producido por una velocidad cuidadosamente controlada por el maquinista, nuestro ánimo infantil se tornaba atento y – como en un acto reflejo, se predisponía a una actitud de urbanidad y civismo aprendida en la casa y permanentemente recordada en el colegio, que nos obligaba a esperar – una vez detenido el tranvía – a que subieran primero las damas y caballeros - que el respeto a los mayores era precepto incuestionable que los niños debíamos observar - según el célebre “Manual de Carreño”. Luego subíamos nosotros en un ordenamiento formal y espontáneo que decía mucho de nuestra educación. Ya en la entrada del vagón pagábamos el boleto – o los que tenían pase lo mostraban al cobrador, señor de impecable uniforme, quien de un solo vistazo dejaba ingresar gratis a los más pequeños pues sólo a partir de cierta talla, era obligatorio el pago a los niños. Cuando existían dudas o reclamos, se recurría a la verificación exacta de la estatura poniendo al niño muy derechito y apoyando las espaldas en la pared lateral del vagón en cuya lustrosa madera, una raya de color rojo marcaba el límite de la talla para merecer el derecho de gratuidad. Si la cabeza del niño pasaba la raya, tenía la obligación de pagar. Pero como en toda ley hay excepciones, los “chatos” gozaban de una impunidad

Aeropuerto de Arequipa - 1932


Funeral en Plaza de Armas de Arequipa


Estación de Tranvías

natural – siempre que un precoz desarrollo no los denunciara con el inocultable (y doloroso) granito en la nariz, o el graciosísimo graznido de la voz “con gallos”. Entonces la decisión dependía del buen humor del señor cobrador que por lo demás nunca abusaba de su prerrogativa y más bien solía ser permisivo. El ambiente interior del tranvía ofrecía la nítida impresión de ingresar al vagón de un tren inglés. El diseño de las bancas; la limpieza general; el característico olor de “la máquina” que sugería modernidad; la sensación de estar sobre rieles; en fin, todo el entorno proponía una experiencia especial. El personal, desde el maquinista generalmente con mostachos (a propósito, recuerdo a uno con barba que siempre me dio la impresión de un Miguel Grau urbano); el cobrador, al que ya hemos aludido; el inspector, que parecía el de más rango y autoridad; la cortesía y urbanidad de los pasajeros, conformaban una atmósfera tan simpática que el martirio de ir al colegio se dulcificaba con el comportamiento amable de todos. Los pasajeros se saludaban sin distinción y se cuidaban de no proferir improperios. Muy por el contrario, procuraban la conversación discreta en un despliegue de buenas maneras que a los niños nos comprometía a mantener un comportamiento ejemplar, y si estando sentados nos percatábamos de que una señora o un anciano se encontraba de pie, le cedíamos el asiento sin ninguna afectación en un acto de natural respeto. No ha de creerse sin embargo, que todos los niños eran ejemplo de urbanidad. Quizá lo fueran los que todavía eran pequeños e inocentes. Afortunadamente “UN SIGLO DE LUZ EN AREQUIPA”

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Plaza de Armas de Arequipa en la actualidad

– ahora así me lo parece – existía una considerable minoría que gozaba de esa rebeldía sin causa que se nos instala en el cuerpo al mismo tiempo que los vellos y que nos impele a “la palomillada”, que en buena cuenta es el ejercicio del más saludable deporte: el de la libertad sin restricciones. Estos díscolos representantes de la desobediencia eran los “gorreros”, mozuelos que tomaban el tranvía en plena marcha, agarrándose con rápida y envidiable precisión de la barra de acero cromado que servía de pasamanos y en atlética flexión del cuerpo, saltar para poner un pie, y luego los dos en el primer escalón del estribo de la puerta posterior del tranvía y permanecer agazapados. Esta arriesgada operación se llamaba “subir al vuelo” para viajar de “gorra” o gratis al tranvía. Llegado el momento, todos los niños aprendimos a hacerlo y hay que confesar, que pocos placeres se asemejan a esa sensación que experimentábamos con el cuerpo casi por entero expuesto a la ráfaga en contra del aire, cómplice de nuestra inocente chiquillada. Era tan intensa y gratificante esa emoción, que aún sin necesidad de “gorrear”, subíamos y bajábamos al vuelo por el puro placer viril de hacerlo. Hoy después de tantos años, quisimos averiguar cual fue el destino de esas entrañables máquinas. Nos enteramos que algunos tranvías fueron a dar a pueblos jóvenes para ser usados como aulas. Noble fin es cierto, pero que fatalmente duró poco, pues mutilados, y vendidos por partes como chatarra, han desaparecido por completo.

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VIII.- LA ELECTRICIDAD EN NUESTROS DÍAS Resulta difícil imaginar como sería nuestra vida sin electricidad. El ambiente familiar sería inconcebible sin iluminación, sin el uso de electrodomésticos y artefactos eléctricos a los que ya estamos acostumbrados para nuestra alimentación, aseo, entretenimiento y otros. Tampoco cabe pensar en el desarrollo normal de la sociedad sin energía eléctrica. La industria, el comercio y las oficinas no funcionarían normalmente, ni los servicios de salud, educación y seguridad. ¿Puede alguien pensar en nuestros días, en un quirófano sin luz, una oficina o escuela sin computadoras, una fabrica sin maquinarias y equipos eléctricos, o fuerzas armadas sin sistemas de comunicación? Es indudable que casi todas las actividades del mundo moderno necesitan directa o indirectamente de la electricidad. Este servicio imprescindible que vemos como algo natural y cotidiano, requiere de gran esfuerzo e inversión para ser producido y distribuido a los hogares e industrias. Son las empresas generadoras de electricidad como EGASA las que se encargan de producir la energía eléctrica las 24 horas del día de manera ininterrumpida, ya sea mediante el uso de fuentes naturales como el agua para mover turbinas hidráulicas o empleando petróleo o gas natural recientemente en las centrales térmicas.

Central Hidroeléctrica Charcani I en la actualidad


Panorámica de Arequipa - 1922

Hace un siglo, la pionera Charcani I inició sus operaciones en Arequipa con 1,2 Mégawatts (MW) de potencia para iluminar el centro de la ciudad. Desde entonces la generación local de energía eléctrica se ha ido incrementando, y hoy a cargo de EGASA, alcanza 320 MW producidos en seis centrales hidroeléctricas Charcani y dos centrales térmicas, que abastecen a la Región Arequipa y a parte del Sistema Eléctrico Interconectado Nacional. Es importante mencionar que desde que llegó la electricidad a nuestra ciudad, la cobertura eléctrica ha ido en aumento paulatinamente, siendo Arequipa, con 96%, la segunda ciudad del Perú con mayor índice de electrificación después de Lima, que tiene el 99%. Sin embargo, existen muchos pueblos del interior del país que no gozan de los beneficios del fluido eléctrico, ya que el Perú a la fecha tiene un 75% de cobertura, es decir de cada 100 peruanos 25 no tienen electricidad. Esta carencia, es más evidente en las áreas rurales. Para que nuestro país siga progresando, es necesario que en los próximos años se incremente el índice de electrificación, que permita potenciar los demás sectores como motores de desarrollo y se cubra la brecha existente, tarea que nos compete a todos: Estado, población y Sector Privado, siguiendo así el ejemplo de nuestra ciudad que hoy celebra jubilosa y con justa razón: “UN SIGLO DE LUZ EN AREQUIPA”. 44

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“UN SIGLO DE LUZ EN AREQUIPA”


CRÉDITOS Textos y Recopilación: Antonio Ugarte y Chocano Colaboración en textos: - Presentación por José Estela Ramírez - Revisión por Fernando Chaves Belaunde. - Equipo Editor de EGASA: Cap. III: Charcani I Cap. VIII: La Electricidad en nuestros días.

Equipo Editor de EGASA: - José Estela Ramírez - Jessica Estremadoyro Agramonte - Alfredo Passano Constantini - Juliana Landa Zapata Diseño: Equipo Editor de EGASA Diagramación: Leonel León López

Fotografías: - Hermanos Vargas (Derechos autorizados por Jaime Laso Vargas) - José Rey de Castro - Dante Lucioni - Archivo fotográfico de EGASA

Impresión: LAYCONSA IMPRESIONES

Dibujos: Leo Ugarte

Año: 2005

Propiedad: Empresa de Generación Eléctrica de Arequipa S.A. - EGASA


EMPRESA DE GENERACIÓN ELÉCTRICA DE AREQUIPA S.A.


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