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LA REALIDAD ¿SE INVENTA O SE DESCUBRE?
Para hablar de plantas reverenciadas durante siglos es difícil encontrar las palabras más apropiadas, al seleccionar un término adoptamos un punto de vista frente a ellas y (aún sin querer) pondremos una serie de aspectos de nuestra propia cultura, perspectivas personales y, muchas veces, especulaciones teóricas (de nuestros autores favoritos o de las corrientes de pensamiento de nuestra época revisadas durante la formación profesional).
Cuando analizamos un aspecto de la realidad, desarrollamos construcciones teñidas con las connotaciones del lenguaje escogido. Más aún, si lo que estudiamos proviene de una cultura distinta, nuestras explicaciones serán diferentes a las de los nativos, y serán una especie de traducción o interpretación conforme a con nuestras creencias.
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Muchos de los sentimientos profundos que un curandero selvático o andino puede tener hacia las plantas y los espíritus o “madres” que habitan en ellas son simplemente inefables. No accesibles mediante lectura de textos sino a través de intensas vivencias que muestran conocimientos sobre el uso terapéutico de los vegetales.
Una seria limitación de nuestras explicaciones sobre cualquier aspecto del chamanismo es que convertimos vivencias emocionalmente intensas y fuertemente intuitivas en un lenguaje explicativo y racional que limita lo que aceptamos como real o existente y aquello con lo que podemos comunicarnos y cómo.
20 La medicina tradicional peruana Dr. John Eddowes Villarán Email: eddowersj@yahoo.com
acepta la posibilidad de dialogar con los seres vivos, lugares y entidades diversas, como lo han hecho por siglos los pobladores de estas tierras para el bienestar de su comunidad mediante la comunicación con entidades físicas y espirituales de sus territorios.
Los primeros españoles que llegaron a América reconocían la habilidad de los médicos nativos y solicitaban ser curados por ellos, grandes conocedores de plantas y recursos medicinales de la gran biodiversidad de nuestra región. Pero para los evangelizadores resultaba inaceptable el vínculo con fuerzas sobrenaturales, consideras demoníacas, pues sólo un gentil -no bautizado- podía venerar a los espíritus de las Plantas, las Lagunas, las Huacas, los Apus y recibir orientación de ellos. La sabiduría de los pobladores primigenios se alimentaba de estos vínculos.
En este diálogo con diversos elementos del universo han jugado un rol fundamental las plantas “maestras”, sustancias rituales utilizadas desde la antigüedad por nativos, mestizos y, en décadas más recientes, extranjeros de diversos lugares del planeta.
Estos conocimientos indígenas eran –y son aún- considerados propios de una raza que debía ser evangelizada, educada y civilizada para sacarla del atraso y la ignorancia. Esto se refleja en la formación de los profesionales de la salud en nuestro país que, desde la fundación colonial de las universidades, excluye el estudio de las prácticas tradicionales y recursos naturales utilizados eficazmente por la población.
Resulta difícil incorporar en una mentalidad occidental y científica el uso de vegetales psicoactivos que facilitan el acceso a estados modificados de conciencia, centrales en la cosmovisión y espiritualidad indígena. Sólo al participar de una ceremonia es posible comprender el tipo de relación que puede establecer un indígena con estas plantas y, a través de ellas, acceder a universos desconocidos. De hecho los prejuicios pueden ser modificados mediante la información y experiencia directa, una sola experiencia puede abrir un sistema cerrado de creencias, hay un número creciente de profesionales de la salud que creen en el alto poder terapéutico de las plantas, especialmente para casos difíciles.
Dada la gran biodiversidad de nuestro territorio, existen numerosas plantas sagradas, pero son tres las que constituyen ejes en torno a los cuales se aprende y practica la medicina tradicional peruana, pues sirven para ver los problemas y las soluciones, limpiando el cuerpo, la mente y el espíritu del paciente.
En la costa y sierra norte está el cactus columnar conocido como el San Pedro ( Trichocerius pachanoi), básico para los rituales que se practican en las Huacas costeñas y en los entornos de las lagunas de las Huaringas. Esta planta aparece representada en culturas tan antiguas como Chavín. En la amazonía está la liana conocida como ayahuasca ( Banisteriopsis caapi), básica para el aprendizaje y la curación en los
bosques lluviosos, lugares poblados de múltiples formas de vida que comunican a través de ella sus propiedades y poderes curativos. Estos conocimientos obtenidos en estados alternos de conciencia -aprovechados extensamente por la industria farmacéutica- están hoy en el centro de un debate sobre la propiedad intelectual de los pueblos nativos.
En el sur andino del Perú, el lugar central lo tiene la hoja de coca, maravillosa planta cuyo uso laboral, medicinal y ritual le ha merecido el apelativo de hoja sagrada, su presencia es notable en las ofrendas, adivinación y las actividades sociales del ande peruano.
A estos vegetales poderosos se les habla con veneración; ellos nos abren el corazón para poder escuchar a los espíritus de las plantas, los antepasados, las lagunas, las huacas, los cerros y los lugares poderosos. Se les llama madrecitas, taytitas, y se les pide con respeto que nos enseñen la medicina, que nos abran el camino, atiendan nuestras necesidades y curen el cuerpecito. El chamanismo es una institución tan antigua como la humanidad, pero desde la perspectiva occidental sólo ha sido objeto de estudio desde el siglo pasado. Inicialmente se utilizó un lenguaje desarrollado por la psiquiatría, que describió al chamán como un esquizofrénico cuyo consumo de alucinógenos producía en él una disociación. La alucinación es definida como “una percepción sin objeto”, es decir, algo sin sentido o que no existe en la realidad.
Desde el año 1979 un equipo de investigadores formado por Gordon Wasson, Ott, Hoffmann y Ruc propusieron el término enteógenos para referirse a las plantas reverenciadas por los pueblos nativos.
Este neologismo proviene de la raíz griega theos (dios), más el prefijo en- (dentro) y el sufijo -gen (que despierta o genera) y que, por tanto, significa lo "que genera dios dentro de mí". Desde un punto de vista etnológico, es un concepto adecuado para referirse a estas sustancias visionarias consumidas en diferentes lugares a lo largo del tiempo: Peyote, hongos psilocíbicos, Ayahuasca, Amanita muscaria, San Pedro, daturas, Belladona, Cannabis y hasta más de 200 plantas y hongos. El término enteógenos resulta más respetuoso y amplio que los propuestos antes (psicotomiméticos, psicodélicos, psiquedélicos, psicodislépticos, alucinógenos, etc.). El consumo de estos vegetales se ha realizado con profundo respeto para una búsqueda espiritual, de conocimiento y con fines curativos dentro de cuidadosos rituales.
Medios científicos especializados a nivel mundial aceptan y utilizan con frecuencia el término enteógenos (pese a la discusión alrededor del concepto de "divinidad"). Se habla ya de "enteología" (el estudio de los enteógenos) y de "enteobotánica" (el estudio de las plantas con efectos enteógenos).
Es fundamental ampliar la discusión sobre las plantas sagradas, sus profundas implicancias espirituales, el rol que juegan en la medicina tradicional y el potencial que contienen para el avance de la medicina y la ciencia.