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Operación Paperclip
La glamurosa actriz Zsa Zsa Gabor afirmaba: “Nunca odié lo suficiente a un hombre como para devolverle sus diamantes”. Al acabar la Segunda Guerra Mundial, los aliados bien pudieron decir, parafraseando a la artista, que nunca Al acabar la guerra, EUA reclutó a 1,600 investigadores alemanes pasando por alto sus servicios a Hitler. Para sacarlos de Alemania, el servicio de inteligencia urdió un plan. Por Jesús Hernández la Lista Osenberg, por el nombre del ingeniero que había seleccionado a esos científicos. La providencial lista facilitaría el trabajo a los estadounidenses, que ya sabían a quién tenían que buscar, pudiendo adelantarse a los soviéticos.
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En efecto, la ciencia bajo el Tercer Reich se hallaba, en algunos campos, muy adelantada a la desarrollada por los aliados. Con Alemania derrotada, estadounidenses y soviéticos pugnaron por llevarse lo mejor del plantel de científicos germanos. El que esos hombres de ciencia pudieran tener o no un pasado turbio al servicio de los nazis pasó a ser intrascendente para los vencedores de la contienda.
En septiembre de 1943, los estadounidenses ya habían fijado su atención en los avances científicos del enemigo. Para ello lanzaron la Operación Alsos, destinada a obtener información de estos progresos, especialmente de los destinados a conseguir la bomba atómica, y tratar de que no cayeran en manos de los soviéticos al acabar la guerra. En 1944, con los lanzamientos de las bombas volantes V1 y V2, los aliados comprendieron que en ese campo se encontraban muy atrasados respecto a los alemanes, por lo que hacerse con esa tecnología se convirtió en una prioridad.
La Lista Osenberg En abril de 1945, a los aliados occidentales les cayó por suerte una lista con los nombres de los científicos más destacados que trabajaban para el esfuerzo bélico alemán. Ese papel, que fue descubierto de manera casual por un técnico polaco en un lavabo de la Universidad de Bonn, sería conocido como cesora de la CIA, se encargaría de localizar a los científicos. En un primer momento, el objetivo era sólo interrogarlos, pero de inmediato se decidió trasladarlos a Estados Unidos para que siguieran desarrollando allí su trabajo. Así, centenares de científicos de la Alemania nazi comenzaron a ser enviados a Norteamérica con sus familias.
Comenzaba así la Operación Overcast, por la que la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), la anteodiaron lo suficiente a los nazis como para prescindir de sus científicos...
Había llegado también el momento de apoderarse de la tecnología empleada en los cohetes V2. Poco antes de que la base de Peenemünde pasara a formar parte de la zona ocupada por los soviéticos, los estadounidenses se llevaron 400 toneladas de material; pero el botín más preciado era el jefe del diseño de los V2, el ingeniero Wernher von Braun, quien se entregó a los norteamericanos junto a medio millar de sus colaboradores.
Tanto en el caso de Von Braun como en el de otros científicos germanos, la OSS tuvo que enfrentarse a un espinoso dilema. El presidente estadounidense, Harry Truman, cuando autorizó oficialmente la Operación Overcast en agosto de 1945, ordenó de manera expresa que se prescindiera de los científicos que habían pertenecido al Partido Nazi y apoyado el militarismo alemán. Eso reducía de modo considerable la nómina de científicos que podían ser reclutados. Con conocimiento o no del presidente, la OSS finalmente decidió dejar de lado la ética y apostar por el pragmatismo, procediendo a disipar a los científicos de su pasado nazi limpiando para ello sus expedientes.
Wernher von Braun: entre el águila y la esvástica Javier Casado, Mesulina, 2009. Este libro se centra en una figura clave en el desarrollo tecnológico del siglo XX, colaborador de los nazis para conseguir la hegemonía en Europa y luego reclutado por EUA.
LIBRO
Los estadounidenses no se conformaron con reclutar a los científicos nazis para establecer una ventaja en la Guerra Fría. Al no disponer de una red de espionaje en la Unión Soviética –al contrario que Moscú, que tenía una amplia nómina de espías en Estados Unidos–, los norteamericanos creyeron que la solución era reutilizar en su favor la infraestructura de inteligencia utilizada por los alemanes durante la guerra en el Frente Oriental.
El máximo responsable de esa red era el general Reinhard Gehlen, quien en marzo de 1945, ante la inminente derrota alemana, decidió ocultar todo el material recopilado durante su labor de espionaje, microfilmándolo y enterrándolo en cilindros herméticos. Al acabar la guerra, Gehlen se entregó a los estadounidenses y les ofreció sus conocimientos sobre la inteligencia soviética y su preciado material a cambio de permanecer libre. Los norteamericanos aceptaron la componenda y Gehlen garantizó así su libertad y la de sus colaboradores.
Agentes al servicio de EUA. Se creó de este modo la llamada Organización Gehlen, al servicio de la Agencia de Inteligencia estadounidense, que realizó labores de espionaje, contraespionaje e infiltración tras la Cortina de Acero, llegando a contar con más de 4,000 agentes, incluyendo a criminales de guerra. En 1956 la organización fue reasignada al gobierno de Bonn. La eficacia de Gehlen y su red es objeto de controversia, debido a que los soviéticos lograron, a su vez, infiltrarse en ella.
Organización Gehlen, al servicio de la CIA
Reinhard Gehlen (en la fotografía) fue reclutado por Estados Unidos mediante la Operación Paperclip para usar su red de espías alemanes contra la Unión Soviética.
Cuando los estadounidenses liberaron Dachau, se llevaron la documentación relacionada con el control mental.
Primer satélite
artificial. El éxito soviético en el lanzamiento del Sputnik al espacio supuso un primer triunfo en la carrera espacial contra Estados Unidos. Abajo, ilustración que conmemora el hito del satélite ruso.
Por ejemplo, Von Braun era perfecto conocedor de las condiciones de esclavitud de los trabajadores que construían las V2, ya que visitó en varias ocasiones las factorías, en las que murieron 20,000 prisioneros. También realizó una visita a Buchenwald –uno de los más grandes campos de concentración de Alemania– para escoger trabajadores entre los internos. Aun así, EUA se hizo el disimulado tanto con él como con sus colaboradores directos, que también conocían el trabajo esclavo. Alguno de ellos, como Walter Dornberger, no tuvo tanta suerte y en agosto de 1945 cayó en manos de los británicos, que lo tuvieron preso dos años, aunque luego pudo ir a Estados Unidos para reunirse con sus compañeros. Otro de los integrantes del equipo de Von Braun, Arthur Rudolph, acabaría participando en el programa espacial de la NASA, pero en 1983 se le advirtió de que iba a ser juzgado por su responsabilidad al frente de las factorías de trabajo esclavo si permanecía en suelo estadounidense, por lo que decidió regresar a Alemania.
Reservas morales pasadas por alto Pero hubo casos en los que los estadounidenses tuvieron que taparse bien la nariz, como en el del médico y fisiólogo Theodor Benzinger, quien había experimentado con humanos en Dachau. Sus estudios, que acababan siempre provocando la muerte de las víctimas, habían servido a la Luftwaffe para conocer los efectos del frío o la altitud sobre sus pilotos. Fue detenido en septiembre de 1945 pero, antes de ser juzgado, fue repentinamente liberado y trasladado a Estados Unidos. Siguió investigando para la Marina y se anotó la invención del termómetro de oído. Otro fisiólogo implicado en experimentos con cobayas humanas, Hubertus Strughold, gozó de protección ante las investigaciones y acusaciones de que fue objeto; no sería hasta después de su fallecimiento, en 1988, cuando se admitió su responsabilidad, siéndole retirados entonces los honores obtenidos en vida.
En noviembre de 1945, la Operación Overcast se convirtió en el proyecto Paperclip; el nombre hacía referencia al nuevo expediente, limpio de polvo y paja nazi, que se añadía al original en el que figuraba ese turbio pasado. Aunque Paperclip era secreto, en diciembre de 1946 la existencia del plan salió a la luz pública. Albert Einstein y otros hombres de ciencia mostraron su rechazo al programa, pero éste continuó adelante, ignorando esas reservas morales. La Guerra Fría obligaba a aprovechar todos los recursos disponibles.
Reciclaje de técnicas nazis Los estadounidenses no mostrarían sólo atención a la más avanzada tecnología nazi: también se interesarían por los progresos en el campo del control mental. En el campo de Dachau, el doctor de las SS Kurt Plötner había estado experimentando métodos químicos para lavar el cerebro y controlar la conciencia en prisioneros. Para ello se utilizaban diversas drogas, como barbitúricos, morfina y mescalina. La administración de ese “suero de la verdad” desataba la lengua del sujeto, precisamente lo que necesitaban los interrogadores de la Gestapo.
Cuando los estadounidenses liberaron Dachau, se llevaron toda la documentación del programa. Con ese material, los experimentos continuarían en un instituto de la Marina en Washington y se prolongarían durante la década de los 50; el objetivo era usar esas técnicas para desenmascarar a espías soviéticos. Plötner no entró en la Operación Paperclip, quizá porque su pasado nazi resultaba demasiado fétido, pero lo cierto es que, tras la guerra, el doctor de las SS no sufrió ninguna persecución y pudo vivir tranquilamente en Alemania, por lo que no se descarta que los norteamericanos hubieran obtenido de él algún tipo de colaboración.
La Unión Soviética había conseguido hacerse también con una plantilla de científicos germanos en una operación denominada Osoaviakhim. El 22 de octubre de 1946, 2,000 científicos y técnicos fueron apresados en la zona de ocupación soviética y, junto a sus familias y pertenencias, enviados a Rusia en 92 trenes. Debido a su aportación, además de disputar a los estadounidenses el monopolio atómico, los soviéticos tomarían ventaja en la carrera espacial, con el lanzamiento en 1957 del primer satélite, el Sputnik.
Armas de represalia. Así llamaron a las bombas volantes V1 y V2 que, con la guerra ya casi perdida, Alemania usó entre junio de 1944 y marzo de 1945 contra sus enemigos, como fue el caso de Bélgica (izquierda, Bruselas tras la explosión de una V1). Arriba, una reproducción del bombardero que transportaba el misil de fabricación nazi.
Absolución de un pasado oscuro Daba comienzo así la carrera espacial, en la que los soviéticos se anotarían los éxitos iniciales, como el envío del primer hombre al espacio. Sin embargo, Von Braun y su equipo demostrarían su extraordinaria valía creando el cohete Saturno V de la NASA que llevaría al hombre a la Luna. Con ese éxito, Von Braun, quien adquirió gran popularidad, acalló las voces que todavía lo atacaban por su implicación en el trabajo esclavo.
El que los estadounidenses lograran imponerse a los soviéticos en la carrera espacial sería el fruto más espectacular de aquella operación que llevó a 1,600 científicos nazis a Estados Unidos, absolviéndolos de su oscuro pasado al servicio de Hitler. Las aportaciones de aquellos hombres a la industria aeronáutica y espacial, la guerra biológica y química o la investigación nuclear resultarían determinantes para que Estados Unidos mantuviera su liderazgo mundial en esos campos de la ciencia.
Lanzamientos del programa Apolo
Desde Cabo Cañaveral, el Centro Espacial Kennedy ha sido usado para todas las misiones espaciales tripuladas desde 1968, impulsadas por el gran cohete Saturno V (abajo), el vehículo de lanzamiento operacional más grande y poderoso del momento.
de alcoba Secretos La vida privada de los dirigentes
Matrimonio a dos bandas. La vida marital del presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt y su mujer, Eleanor (en la foto, en los años 30), tuvo una doble cara: en público y para los retratos políticos se mostraban como una pareja bien avenida, y de puertas adentro cada uno vivió su historia de amor con otra persona.