PO_1_Los ojos sobre el olvido

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A IMAGEN Y SEMEJANZA Jordi Güell

LOS OJOS SOBRE EL OLVIDO Jordi Güell

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LOS OJOS SOBRE EL OLVIDO Jordi G端ell



Je meurs de lassitude. C’est le tombeau, je m’en vais aux vers, horreur de l’horreur! Satan, farceur, tu veux me dissoudre, avec tes charmes. Je réclame! Je réclame! un coup de fourche une goutte de feu. (Muero de cansancio. Estoy en la tumba, voy entre gusanos, ¡horror de los horrores! Satanás, farsante, quieres disolverme, con tus encantos. ¡Reclamo, reclamo!, un golpe con la horquilla, una gota de fuego). Arthur Rimbaud. Un saison en enfer.

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A tanta inocencia que muere en una guerra. A tanto amor que nos reinventa de nuevo.

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Debemos deshonrar los pensamientos. Convertir en hormigueros las orejas que engullen sus mentiras. Dejar esos bellos cartílagos como la palabra los crea: a su imagen y semejanza. ¡Eso es!. Exactamente incapaces de comprender las frases demasiado verdaderas. Hoy son miles los retoños carcomiendo los libros. Y los herbívoros-poetas no debemos engullir tantos insectos. Para liberarnos, y devolver al hombre lo que es suyo y reinstaurar el paganismo, tan sólo es necesario un día. Señoras y señores las palabras tienen hambre. Para saciarnos las sienes hay pechos rociando sinpalabras. Somos príncipes del hambre almacenando barriles de leche calidoscópica. Como si fuéramos tiernos cachorros, repletos de bocas, masticamos y masticamos sin parar. ¡El poeta mastica olvidos! Y ese compás resuelve la insensata tozudez del pensamiento. ¡Mastiquemos! Son tantas las mentiras. Y tan diestras las muelas. Las palabras tienen hambre y se reirán. Jordi Güell. Barcelona. 29 de abril 2003

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Uno. Tristezas



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El niño muerto

Concedo mi razón al tobogán amarillo. Mastico en su locura, resbalo. Mi cabeza brindo hundido, en la escritura. Hasta el cuello germino, al otro lado. Caído de los parques. Contemplo mis dedos asomarse, yo ausente. Son detrás papeles blancos semillitas que tiemblan, que estallan. Y a los globos de feria persiguen trepando, tu ovillo de voz niño que te despides. Un niño muere mientras suben sus ojos. Mis manos vacías no contestan, desatadas sus lunas, de esta mesa. No sé qué sentido tiene conversar con el loco. ¡Hoy un niño ha muerto fusilado!

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Y allá en las nubes de dulce caramelo, recordemos.

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Dos. Poeta



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Aprieta al silencio escritura

Así un bosque araña el cielo con sus puntas negras. Así amaina la noche, cerrada y tierna. Así toma el soñador una escalera. Así agarra un corcel la mentira del poeta, hasta el sol que avanza el día. Con cuerdas apresando las nubes y el cielo. Un domingo de caracoles. Así ve su sortilegio parecido a las piedras soñando un balcón. Así van las tumbas escuchando, recuerdos que la calma deja escrita. Aprieta al silencio escritura que bebes del rocío un llanto. El alma en la tormenta resbala, hacia el rostro con la lluvia, de no conocerme llorando, de verme tartamudo de tiempo,

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de venir breve a escucharme. Mendigo que rompan ra鱈ces para verme escrito ma単ana. Con manos de hiedra blanca, en los tiempos de ni単o muerto, en los tiempos que voy ausente.

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Sus palabras tienen hambre

Los ríos se llevan guijarros de niño al mar. La alcantarilla de las ciudades escupe golosinas. Las piedras engordan de sombra y olvido. Las calzadas están llenas de bocas con ovillos y agujas, cosiendo las calles con bombillas. Y los peces hilvanan mentiras de azul plastificado. Y cosen recuerdos que se pegan aplastan. Con sus mapas en las calles. Cultura de tatuajes. Sanguijuelas. Maquillaje del becerro comandante bestia. Tumbas, losas. Erguidas al bosque. Masticad como dientes el cielo. Ah, escritura de tiempo detenido. Pedernales, sepulcros tendidos. ¡Tumbas! ¡De huidos que duermen!

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Queda la vida encharcado en ella. Y a un sendero de letras confío la brisa. ¡Que retome el viento un suspiro! ¡Que se agiten olivos de espada erguida! Visto el día y la noche en una misma sartén. Vistas las horas caídas en una taberna de chocolate. Vistas las calles resolviendo las barrigas con helados de fruta silvestre. Reconocida la vaguedad de las luces. De sus coches matando días. Lavado el caparazón de los crustáceos, de los caracoles, de las conchas. Llenos los cubos de dientes que mastican mastican. Servida en la mesa un festín de lombrices gordas. Hoy. Finalmente hoy. Hoy enfermo el tornasol, la capilla, y el oro siamés de los profetas. Ajado el vientre de las nubes, de las constelaciones, y de los dioses reordenados. Hoy molido todo a lluvia negra y a nervio de fábrica. Justo cuando caminan sincopadas las gargantas. Justo cuando las sienes devoran los cabellos de tanto pensamiento. Justo cuando los campos cosechan ojos, y el mercado re-

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bosa de neones. Hoy. ¡Hoy! Enfundo el verbo, de nuevo. Y mastico. Mastico como un cordero. Justo cuando veo el esqueleto de la vida en las ciudades. Justo cuando creo verme como un mundo de penumbra. Esa inercia extraña, ¡vital!, reanuda su juerga de besos, alcoholes, y desvaríos dados a la escritura. No comprendo por que se olvidan las tormentas. No comprendo esos días que encierro sentimientos, mareas palpitando, llenando venas, ¡sangre!, golpeando sal que ahoga mis retinas. Hoy es tiempo de corderos y no sé por que. ¡No sé por que! Pero voy a romper los tímpanos del hambre masticando. Y a rescribir mil veces, con mis muelas, que un niño ha muerto muerto. Esas calles son como un estómago inmenso que apesta a olvido. Llamo a las palabras. ¡Ah palabras! Morded. ¿Alguien desconoce esos labios que adormecen a la sangre

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con temblores de fría pluma? ¿Alguien olvida el cianuro, y su beso, que a los cabellos troquela en el sin fin del miedo? Ah, recojan mi ceniza. Quemado. Sí. Aquí quemado en el jardín de las bestias. Esperando vaciarme. Y sin sangre estar caído en una piel. Cubro terrazas, jardines, con paredes de poesía. Y abejas del viento, con lentos de polen, acuden al lecho del cordero. Mastico. Mastico. Herbívoro y poeta. ¡Ah, poesía! ¡Alabastro! Rompe en sombra el alma. Y enjuto anochece en tu pozo callando. Las yemas se sueltan de ti marchitas. Alicaídas del cuerpo a pedazos olvidado. Sí. Rígido. Antártico. Saqueando de rostro montañas. ¡Como un viento huracanado! Masticar. Masticar.

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Las palabras tienen hambre. Líquenes. Parásitos. Caparazones de insecto. Carroña de dudas y recuerdos. En los establos engordan las bombillas. Su brazo recorta con tijeras. Los jilgueros se contraen como un ojo. El nenúfar se ahoga reflejado en su pantalla. Y hay polillas en la luz que se golpean y se golpean. Y poetas. ¡Poetas! No importa. Los insectos se consumen agarrando esa bombilla. Y los poetas masticando sus olvidos con ternura. Se acerca el día del gran banquete. Ah niño niño. ¿Quién te olvida? Ah pantalla. Ah mi sueño tan frágil. Tus días se pegan a los zapatos de una alfombra errando, de mañanita hacia los sueños. Tus letras se consumen con la luna broches de cera con liturgia pasajera tan sólo.

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Sueños que llenan tus ojos y explotan. Sí. Habrá que masticar. Masticar más. Esa bombilla miente. ¡Mata!

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Los ojos que no son

—Por fin se han detenido tus palabras. ¿Dónde estás? Te cazaré en otro festín. Herbívoro. Maldito. La piel robó al sol el semblante de un cuero carcoma bebido rojo y cohete al centro del cerebro, demorando en el campo alfileres sobre un negro desprendido que se cae palabra para siempre en orejas mediodía. No voy a detenerme. Los rayos se enroscan como espirales. La eternidad se almacena en frigoríficos. En los comedores hay un cielo. Mosquitos a millares se pelean en su frente. Y la inocencia se golpea con una lavadora.

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En los campos las vacas llevan pantallas en la frente. En el día ultrareal el gran manjar es ser poeta. Su lengua enloquece en la certeza. ¿Quién no está llorando? Un niño ha muerto. ¡Vivamos el festín de la centrifugadora! Oyes la certidumbre: Mastica. Mastica. La vaca centrifuga y la poesía se salpica. Ah cultura. Tatuajes. Deberás cocinar los pensamientos. Ver armarse las mañanas con los versos. Al poeta maldito meando atardeceres. Bañados con vértigo, la rosa sufre alzada. Alzadas las faldas del día con tus genitales. El poeta nubla la comprensión del mundo. Sí, de acuerdo. Te has muerto niño. ¿Recuerdas? Y te abandono, maldito. ¡Maldito! Atascado el verbo en tu gesto.

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Rota la cadera, el cuello y la cintura. Regalados los miembros en mercados de regaliz. Robadas las sonrisas del inmenso televidente. Presas las cabezas en pantallas. ¡Imitados bigotes del gran dragón chino! No creo en cápsulas de vino ni en cuernos de cabrón. Ni en salones con peines en el techo que maquillan las cabezas. Ni en palacios elevados en los quietos de los ríos. Ni en monasterios de papel rescrito en mañanas felpudo. La impertinencia de las palabras. Siembran, como bueyes. Explotan. ¡Están aquí! Gimen y furiosas preguntan: ¿Quién soy? ¡No! Te abandono. Tu identidad se vacía con el susurro de los dientes. Debes masticar. ¡Nada más! Este es el último verso: las mentiras empiezan a comernos. Tus colores se acercan. ¿Quién soy? Pestilencialuz disparomuerte.

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La claridad se aposenta en ti: el desterrado. El cavernícola de la realidad. El submarino pagano propietario de bombas bostezando el alma. Eres parte de una generación de corderos. La pestilencia ya cubrió el recuerdo. ¡Mastica! ¡Consúmete! No tienes ni rostro ni nombre. Vivirás labrado, desollado, con esos ojos sin órbita. La imagen es siniestra. La última temperatura de certeza viniendo a rescatarte. Corderos que llevan congelado el horror en sus membranas. Con la frente fusilada por las bombillas. ¡Corderos! Calcografía del último episodio de vida arrastrada a la luz. Ofrecen al poeta un instante de certeza indescriptible. Sublimación del tiempo consciente que embriagó a los modernos. Creo que podemos vernos de ese modo mientras engullimos y engordamos. Con esa misma clarividencia. Nuestra cara se retorcerá de espanto. Y nuestra memoria jamás volverá a conocernos.

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Somos asesinos en silencio. Y en esa luz la penitencia es virtual. Que nadie recuerde. ¡Esto mata! Nuestra memoria es insuficiente para tanto. El pensamiento está obsoleto. ¡Ah, mundo ultrareal! ¿Estás aquí?. El niño murió para siempre. ¡Ah corderos! ¡Poetas!. Ah, el olvido miradlo, ¡el olvido! Ah, happy day, happy day.

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La cabeza ultrareal

Finalmente engullido televidente agarrado a la bombilla. Masticando su azulejo alicatado de sueño batido de vainilla y fresa. La pantalla gira como un amuleto sin ojos. Y al otro lado de su piedra de luz, de su piedra eléctrica, una locomotora cobre aplasta una vértebra en la nuca. Los fotogramas corren mercurio. Sus vagones confunden ventanas y noches. Las luces se han quedado intermitentes. Y las estrellas orinan revueltas en sus bragas. Mientras el tiempo se atasca para siempre hoy en la casicabeza. Sí. Hoy es el primer día ultrareal. Hoy los granjeros de la metahistoria contemplan. Ordeñan pantallas vaciando sus tetas.

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Y mientras embotellan la bebida del alma en conservas. Hoy el mundo es desechable. Un cuerpo yace muerto. Mientras las bocas se atragantan con comidas. Muerte de no sé quién. Da igual. Hay envases latas y muertes desechables. Y ese cristal calidoscopio mordisco, de neones con centellas colores supermercado. Belleza de superficie que envuelve una mierda. Así somos los desarrollados. Conocedores del horror hermoso delicado. Sí. Y entonces robamos el rostro de sus niños. Comemos sus cabezas y engordamos. ¡Engordamos! La poesía es ultrareal. Nada. Y la muerte se horroriza al verse reflejada en los espectadores.

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Tres. Invocaci贸n



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Diario del ausente LUNES Ayer vi un niño sentado junto Afonía, golpeando. De día separaba sus silencios y palabras a martillazos. De noche intentaba medir paredes con las manos. A instantes quedó ausente. Es tartamudo. Embriagado de no-tiempo. Y a menudo una brisa se lo lleva. ¡Se lo lleva!

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MARTES Hoy resuelvo los mitos del dueño, el enfermizo, y los mendigos del alma. En la brisa hay fuegos salpicando la noche, pececitos rojos en el cielo. (Creo que vendrá) De un muelle con aguas verdes perecen colgando recuerdos masticados por el mar con escollos de tiempo despacito, que va no siendo mío. Mis pupilas buscan tus olvidos niño. Y engordan de tanta espera. En copitos de leche ahogadas, mientras cuentan tus horas.

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MIÉRCOLES Terminé con los huecos del intestino y almacené la ausencia de mensajeros. No hay flores heráldicas ni papilas gustativas. (No estás. Aún no estás)

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JUEVES Puse los pies en casa de nativos y de hermanos. Y creí comer la vida a porciones. Pero los pantanos degeneran en noches de espera. Se tornan muebles y casas y hogares. Esa lumbre sigue rica en mosquitos que se golpean. Hay teles y teles y teles. Y los dedos que se hunden después de las nubes alicates, bailan pasitos que perdieron los relojes. Las lombrices gordas comen tierra de cartón. Mientras creo no esperarte merodeo las esquinas. Y ruego la nieve, al pecho blanco pantalla. En el dormitorio siembras, cosechas de antaño a la vida el recuerdo enfurecido grito creyendo no esperarte ¿dónde estás? ¿Huir? ¿Dónde estás, a quién escribes?

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VIERNES POR LA MAÑANA Hoy sí finalmente. Te busco. Te invoco. Ausente entre papeles ¿dónde estás? Los cirios se llevaron las almas al cielo, retablos en blanco, conversando la mentira y la duda. Me llevé dinamita para verles cercanos carruseles llorando caballitos sus viajes, de ninguna parte al morir. He prendido los campo establo iglesia, y robado el tiempo de las putas. Para que lloren tu muerte éste día las balas. Para que estalle a pedazos la memoria. Las balas silban. Que vengan más palabras.

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SABADO POR LA NOCHE Creo verte ausente en perfil alumbrado por tu luz de mesita de noche Bienvenido. Reflejado en platos. En vasos. En el vino y en los panes. Te sospecho Bienvenido en las paredes hirviendo, lo que es pasado, en un caldero de ojalata. Son tantas tus muertes olvidadas y caminos que al fuego se apresuran. Y acuden los montes con sus voces haladas de sus tumbas abiertas. Tantas veces son escritas en blancos papeles voces peque単as ara単as. Caligraf鱈a de ausente Bienvenido. Los montes recobran tu nombre de las nieblas. La lamparilla escupe tu cuerpo. Tanta sombra va corriendo la puerta a tu otro lado. Tanta vida es secreta en los perfiles de tu noche.

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Sobre el mantel estarás escrito. En paredes rimas que cruzan un río sombra. (¿Ya vienes?) La cabeza del poeta se derrite, mientras Sueños rodea Sinlímite. Mojado es el parto en esa frente. Hundido en los vasos de esa noche. ¡Ve! No esperes llorando tus pieles caídas, de la serpiente a la mariposa. Niño niño. ¡Ve! Así marchan mis rimas buscando hacia la voz tus globos volando al Semillero.

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Cuatro. Bienvenido



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Olvidar

Ahí están los olvidos. El sentimiento se desprendealeja. Y empachado de verbo alcanzo a provocarme el vómito. Y con tan sólo esa muestra de instinto la humanidad prevalece suficientemente viva. Si de algún modo somos misteriosos es debido a nuestra extrema sutileza y sofisticación para mentirnos. Cualquier verdad llegará a ser mentira. Y con ello giramos detonantes de la humanidad más caprichosa, enigmática y animada. Abandona el sueño. Ahí está el manantial de la mentira. Sí, de acuerdo. Te abandono niño, te abandono. Mastico la pantalla y me apago. Bienvenido.

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Bienvenido

Me desprendo de mi cuello para no verte Sintiempo. De ese modo sobrevivo sincero. Degollado deambulo sin alcanzar a caerme. No hay suelo. No hay techo. La desproporción del espacio es inquietante para la sutileza del miedo. A menudo tengo un deseo de vértigo de algo de cualquier cosa. Ultrareal es un espacio donde la brisa es cruel con los días. Y no hay tiempo. Por supuesto. Cualquier pensamiento es lanzado al infinito.

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Mis ojos de cordero poeta siguen aplastados, embriagados de ultrareal. Su embudo sigue comiendo. Su monitor es eternamente nieve blanca. Su cuerpo mercurio me contempla ensoñecido. Y un manantial de paz eléctrica nos engorda.

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Los ojos sobre el olvido

PRIMER OLVIDO Desprovisto de tiempo renacer es un giro incomprensible que estalla sólo en madrugadas de mentira, justo antes de despertar. Me reconozco confuso. Eso es todo. Y en la confusión el tiempo transcurre a borbotones. A tirones se lleva los días y las noches. Sin comida que apacigüe el alma. Y retroceder al Jardín que encumbraba la inocencia protege del despertar pero no de la extravagancia del tiempo.

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SEGUNDO OLVIDO ¡Nada es celeste! El tiempo a muerto y la historia es grosera, impertinente para todos. Está falta de armonía suficiente, de orden suficiente. Y entre las turbulencias del tiempo debemos reconocernos incapacitados para el pensamiento. Eso es todo.

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TERCER OLVIDO Cada respuesta representa un peldaño en el vientre. Me elevo. Y esa necesidad de vomitar es a cada paso más apremiante. El vértigo abrasa. Con diques de hormigón alzados en el interior tan solo alcanzo a encumbrarme para ver la magnitud del temporal. La marea se lo llevará todo cuando le plazca.

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CUARTO OLVIDO Cada pequeño retorno, ojeando ese paraje consumido por el polvo y las arnas, entre huecos de vacío inmóvil, debilitado por la escasez de riego, de calor; se desnuda el rostro hasta el hueso, despacio. El pensamiento está obsoleto.

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QUINTO OLVIDO ¡Soy un cráneo! ¡Ah!, ¡y las paredes siguen ahí! Puedo alzarme y contemplar a mi antojo. Nada me impide elevarme ante el firmamento. Y regocijarme de ser el visionario, el clarividente. ¡La muerte es televisada! ¡Ah, mundo ultrareal!

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SEXTO OLVIDO Creo que empieza a invadirme el silencio. He decidido no verme. Nublar la conciencia y renunciar a mí mismo se convierte en mi nueva esperanza. Esperanza. Definitivamente la humanidad pervive en un complejo equilibrio con sus futuros. No puedo reducirme simplemente a vivir. Necesito imaginar también mis muertes.

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SÉPTIMO OLVIDO Esperando no verme recorto una lámpara con ciertos rincónes del cuello, del intestino, y del corazón. La sangre salpica los papeles donde escribí mi última poesía. Porciones de mí están tendidas en una sartén de esperanzas. Todo está preparado para freír cada molécula de mi cuerpo. No deseo pensar ni prever la transformación. Tengo el rojo del amanecer rescrito, dispuesto a descomponerme. Bienvenido seas.

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Finalmente engullido televidente agarrado a la bombilla. Masticando su azulejo alicatado de sueĂąo batido de vainilla y fresa. La pantalla gira como un amuleto sin ojos. Y al otro lado de su piedra de luz, de su piedra elĂŠctrica, una locomotora cobre aplasta una vĂŠrtebra en la nuca. Los fotogramas corren mercurio. Sus vagones confunden ventanas y noches. Las luces se han quedado intermitentes. Y las estrellas orinan revueltas en sus bragas. Mientras el tiempo se atasca para siempre hoy en la casicabeza.


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