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LA VIDA Y VIAJES DE MORMON Y MORONI Escrito por Jerry L. Ainsworth
Traducido al Español por Esteban Mejía e Ixchel Mejía.
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CONTENIDO Lista de Ilustraciones ............................................................................................. Cronología de eventos ............................................................................................. Prefacio .................................................................................................................... Reconocimientos ..................................................................................................... Capítulo 1 Mi Introducción a los Mayas.................................................................... Capítulo 2 Aprendiendo el Arte de la Exploración .................................................... Capítulo 3 Señalándonos la Dirección Correcta ........................................................ Capítulo 4 Nuestra Asociación con el Dr. Padilla ...................................................... Capítulo 5 Obtenemos Artefactos Antiguos .............................................................. Capítulo 6 ¿Contradicciones? .................................................................................... Capítulo 7 La Geografía del Libro de Mormón ......................................................... Capítulo 8 La Civilización Jaredita (Olmeca) ............................................................ Capítulo 9 Una Configuración Diferente de las Tierras ............................................ Capítulo 10 La Migración de los Mulekitas .............................................................. Capítulo 11 La Civilización Nefita-Lamanita ............................................................ Capítulo 12 Principales Ciudades de los Nefitas ....................................................... Capítulo 13 Determinando la Ubicación de Cumorah ............................................... Capítulo 14 ¿Qué Sucedió con el Pueblo de Ammón? .............................................. Capítulo 15 Los Años de Infancia de Mormón .......................................................... Capítulo 16 Mormón Dirige los Ejércitos Nefitas ..................................................... Capítulo 17 Los Años Finales de la Historia Nefita ................................................... Capítulo 18 La Batalla en Cumorah y lo que Siguió.................................................. Capítulo 19 La Transferencias de los Anales Nefitas ................................................ Capítulo 20 La Vida y Ministerio de Moroni............................................................. Capítulo 21 La Estancia de Moroni en los Países del Norte ...................................... Capítulo 22 Moroni Presenta un Segundo Testigo..................................................... Capítulo 23 Los Años Errantes de Moroni ................................................................ Capítulo 24 El Ministerio Post-mortal de Moroni ..................................................... Apéndice A Las Planchas de Oro............................................................................... Apéndice B Directrices y Términos del Libro de Mormón ........................................ Apéndice C La Tierra de Jersón................................................................................. Apéndice D Análisis y Pruebas en Descargo sobre las Planchas de Padilla ...............
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ILUSTRACIONES 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27.
La pirámide de El Castillo en Chichén Itzá en la Península de Yucatán en 1976 El autor sobre la pirámide de El Castillo en Chichén Itzá en 1976, con el Templo de los Guerreros en el fondo José Dávila guiando a miembros de una clase en el sitio de Tulúm, en la Península de Yucatán en 1978 El Autor en 1979 junto a una estela en Bonampak, en el estado de Chiapas, México Cerro Bernal en el estado de Tamaulipas, México; viéndolo desde el oeste Cerro Bernal muy de mañana, en el estado de Tamaulipas, México; visto desde el norte Esteban Mejía y José Dávila preparando una cornisa para dormir en el lado empinado del Cerro del Bernal en 1980 Las cinco planchas de oro que José Dávila obtuvo del Dr. Padilla Facsímil de los caracteres que se encuentran en las planchas de oro de donde fue traducido/ transcrito por José Smith el Libro de Mormón La piedra que contiene sobre su superficie caracteres de Egipcio Reformado en relieve El besote de oro La delgada hoja de oro que consiste de seis figuras grabadas Las nueve calaveras de oro Las siete planchas de oro que contienen caracteres de Egipcio Reformado e inscripciones ―Mayas,‖ anverso Las siete planchas de oro que contienen caracteres de Egipcio Reformado e inscripciones ―Mayas,‖ reverso El Punzón, que proviene de la misma tumba que las doce planchas de oro Cómo se usaba el punzón para escribir sobre planchas de oro El lado opuesto de la misma estela, que contiene glifos ―Mayas‖ y grabados en su superficie Esteban Mejía en el patio trasero de la casa del Dr. Padilla con una antigua estela que contiene en su superficie caracteres en Egipcio Reformad La ciudad de Zacualpan, Tlaxcala, México (―Ciudad de la gente de la Gran Torre‖) Una representación de las cabezas de las siete familias de los Quinamis (Jareditas) viajando hacia esta tierra a través del mar en ―cuevas‖ La ―tierra de las montañas con puntas blancas‖ –volcanes cubiertos de nieve en Puebla, México (Popocatépetl e Iztaccihuatl) ―La tierra de las montañas humeantes‖ –volcán humeante en Puebla, México (Popocatépetl) La gran pirámide de Cholula, en el estado de Puebla, México Una maqueta de las varias estructuras súper-impuestas sobre la pirámide de Cholula Pirámide redonda y en espiral en Xochitécatl a once kilómetros de Cholula Una placa sobre la pared del palacio municipal de Cholula que contiene fragmentos de la historia más antigua de esta gente 4
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Las ruinas de Monte Alban, un antiguo ―lugar alto‖ en las montañas de Oaxaca, México; posiblemente el sitio de Morón, en el Libro de Mormón 29. Una de las muchas pirámides en el sitio de Tikal, un antiguo ―lugar alto‖ en las tierras bajas del norte de Guatemala 30. Algunas de las muchas pirámides en las ruinas de Tikal, un antiguo ―lugar alto‖ en las tierras bajas del norte de Guatemala 31. Una representación artística de los Quinamis (jareditas) caminado desde su tierra natal hasta el agua, luego viajando por mar al Nuevo Mundo y finalmente saliendo de siete ―cuevas‖ hacia tierra firme 32. Representación artística de Quetzalcóatl apareciendo ante los primeros habitantes de Cholula, en el estado de Puebla, México 33. Representación artística de Quetzalcóatl dando instrucciones a los pobladores sobre la manera de hacer y llevar sus anales sobre metal 34. Un grupo de nativos en la parte central de la altiplanicie mexicana, capturando y matando a un gigante 35. Figura de mano con seis dedos sobre el Entrepaño E de la casa A, Palenque, Chiapas, México 36. Pié con seis dedos sobre el tablero de la Puerta Norte del Templo del Sol Palenque, Chiapas, México 37. El autor al lado de una cabeza Olmeca en el museo de Xalapa, estado de Veracruz, México 38, 39. Pirámide parcialmente sumergida en Cerros, Belice 40. Estela 3 de La Venta, mostrando a gente recién llegada con vestimentas a semejanza de un atuendo del Mediterráneo 41, 42. Reverencia hacia un pequeño niño, posiblemente Mulek, el infante hijo del rey Sedequías en una estela encontrada en La Venta, México 43. El Río Usumacinta (Río Sidón) que separa a Guatemala y México 44. El Río Usumacinta (Río Sidón) que separa a Guatemala y México 45. El rostro de un hombre, tal vez un mulekita, sobre el muro exterior de un templo en Lamanai 46. Un lienzo histórico del Museo de Antropología en la ciudad de México, posiblemente mostrando las migraciones de los nefitas 47. Acercamiento de la primera sección del lienzo que muestra a un hombre dirigiendo (dando nacimiento) a personas en esta tierra. Tiene un instrumento al que se le refiere como el Girón-Gagal, ―brújula‖ o ―director‖ 48. Pirámide en Calakmul, una ciudad mulekita y luego nefita, en el norte de Campeche, México 49. Pirámide en Calakmul, una ciudad mulekita y luego nefita en el norte de Campeche, México 50. Placa a la entrada de Calakmul que apoya la hipótesis de la ocupación mulekita alrededor del 600 a.C. y los mulekitas interactuando con los nefitas alrededor del 200 a.C. 51. Pirámide en Calakmul, una ciudad mulekita y luego nefita en el norte de Campeche, México 52. Lago Atitlán en las tierras altas de Guatemala, posiblemente el sitio de las Aguas de Mormón 28.
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53. 54. 55. 56. 57. 58, 60. 61. 62. 63. 64. 65. 66. 67. 68. 69. 70. 71. 72. 73. 74. 75. 76. 77. 78. 79. 80.
Manantial de aguas puras y termales y bosque cerca del Lago Atitlán; posible lugar donde Alma se escondió del rey ―Las Aguas de Mormón... cuan hermosas son‖ (Mosiah 18:30) El autor en Yaxchilán, posible lugar de la ciudad de Zarahemla Ruinas de Yaxchilán, posible lugar de la ciudad de Zarahemla Dibujo de cómo pudo haberse visto la antigua ciudad de Yaxchilán en tiempos del Libro de Mormón 59. El río Usumacinta (Río Sidón), visto desde el aire, mostrando las ruinas de Yaxchilán, posiblemente la ciudad de Zarahemla Parapeto defensivo de madera, del tipo del que rodeaba la ciudad de Abundancia del Libro de Mormón Pintura de cómo se miró Palenque alrededor del 600 d.C.; posiblemente la ciudad de Abundancia del Libro de Mormón Poza cerca del lugar de las ruinas de Palenque, posible lugar del bautismo de los doce discípulos Templo de las Inscripciones y el Palacio en Palenque, Chiapas, México, posible Ciudad de Abundancia Templo de las Inscripciones en Palenque, estado de Chiapas, México Corte transversal del Templo de las Inscripciones que muestra los nueve niveles y setenta y dos escalones para llegar a la tumba El Palacio en Palenque, estado de Chiapas, México Vista aérea que muestra terrazas y canales en la costa de Belice, ahora casi llenos por la erosión Dibujo artístico de los canales y terrazas y como las usaban las culturas precolombinas Pirámide del Sol en Teotihuacan, México Pirámide de la Luna y la Avenida de los Muertos en Teotihuacan, México Pirámide de Quetzalcóatl representando la vida en esta tierra, en Teotihuacan, México Dibujo artístico de la antigua ciudad de Teotihuacan, centro de instrucción espiritual durante la época de Mormón El cerro de La Malinche en el estado de Tlaxcala, México; posible lugar del Cerro Shim Pintura de una de las plazas de un complejo habitacional en Teotihuacan Pintura de un complejo habitacional en Teotihuacan Pintura desenrollada de una vasija Maya de Ratinlixul, Guatemala, donde se muestra el uso de una litera Calca de una pequeña porción de la estela 21 de Izapa, en la parte sur del estado de Chiapas, México, que muestra una liter El uso de una litera para transportación Pintura de una sección de El Mirador, una antigua ciudad en la parte norte de Guatemala (Zarahemla) Pintura de una sección de Copan, una antigua ciudad en la parte norte de Guatemala, donde se muestra la súper-imposición de nuevos edificios sobre los ya existentes 6
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Pintura de una sección de Tikal, una antigua ciudad en la sección norte (Peten) de Guatemala (Zarahemla) La cancha del juego de pelota en las antiguas ruinas de Xochicalco, en el estado de Morelos, México; posible lugar de la ciudad de Josué Salida del sol en el Cerro Bernal, en el estado de Tamaulipas, México; vista desde el oeste Vista desde la punta del Cerro Bernal, posible lugar del Cerro de Cumorah Una de las muchas fuentes y manantiales de agua alrededor del Cerro Bernal Dibujo de la batalla final en Cumorah, 385 d.C. Pintura de Casas Grandes en el norte de México y suroeste de los Estados Unidos Posiblemente la manera en que un oficial del ejército lamanita/maya se veía en el tiempo de la batalla de Cumorah Copia de una pintura en las paredes de Cacaxtla, Puebla, México, mostrando vestimenta ceremonial de líderes militares y sus prisioneros durante el período alrededor del 600 d.C. Escena de una batalla mostrando a los tlaxcaltecas peleando con los españoles usando cimitarras con filos de obsidiana Réplica de un tipo de cimitarra que usaron los mayas y pueblos circunvecinos Rostro de barro encontrado en la base del Cerro Bernal que data de alrededor del 400 d.C. Mano de molcajete (temolote) encontrado junto a la carita de barro en la base del Cerro Bernal Dos planchas de Metal provenientes de una cueva cerca de Manti, Utah Caja de piedra, cerrada, proveniente de una cueva del sur de Utah, que contiene planchas de metal Caja de piedra, abierta, proveniente de una cueva cerca del sur de Utah, donde se aprecian planchas de metal Caja de piedra, cerrada, que contiene planchas de metal, proveniente de una cueva del sur de Utah Caja de piedra, cerrada, que contiene planchas de metal, proveniente de una cueva del sur de Utah Caja de piedra, abierta, que contiene planchas de metal, proveniente de una cueva del sur de Utah Petroglifos en las afueras de Filmore, Utah. Algunas personas le atribuyen esto a Moroni Petroglifos en las afueras de Cedar City, Utah. Algunas personas le atribuyen esto a Moroni Tamaño aproximado de las planchas que José Smith recibió de Moroni Punzón de cobre usado para escribir sobre metal; tomado de la tumba de donde salieron las pequeñas planchas de oro Replica del escritorio portátil que usó Jesé Smith para ocultar las planchas Réplica del escritorio portátil que usó José Smith, conteniendo modelos de las planchas de oro, el pectoral, y el Urim y Tumim Ilustración artística del posible proceso de dividir en cuartos las tierras mayas La ciudad de Tenochtitlán dividida en cuartos Metate grande con mano usado para aplanar metales 7
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CRONOLOGÍA DE EVENTOS 90 a.C. 77 a.C. 74 a.C. 46 a.C.
34 d.C.
34-200.1 210 244-260 260-300 300
310 321 322
322 323
324 325 326 326-360 326
Ammón convierte a los lamanitas en la tierra de Ismael. Ellos se llaman a sí mismos Anti-Nefi-Lehitas (Alma 19:22). Los Anti-Nefi-Lehitas se trasladan a Jersón y son llamados el pueblo de Ammón (Alma 27:21-22). El pueblo de Ammón se traslada a la tierra de Melek (Alma 35:13). El pueblo de Ammón se traslada a la tierra del norte, a una distancia inmensa, a las grandes extensiones de aguas (Helamán 3:12). Yo entiendo que esta es la tierra alrededor de Teotihuacan, así como el estado de Jalisco, en México Aparece el Salvador y establece la ley de Consagración. Muchos cambios en la tierra –la Península de Yucatán empieza a conectarse con la tierra firme (3 Nefi 8:12). Se vive la ley de consagración. No hay ―-itas‖ (4 Nefi 1:17) Aquellos que rechazan el evangelio se separan en tres grupos diferentes – lamanitas, lemuelitas, e ismaelitas (4 Nefi1:38). Los inicuos sobrepasan el número de personas justas (4 Nefi 1:40-41). Los fieles nefitas que quedaban dejan sus tierras y se trasladan a las tierras del norte. La familia de Mormón pudo haber estado entre esta gente. Todos aquellos que permanecieron en Zarahemla y en la tierra de Nefi, ambos nefitas y lamanitas son igualmente perversos. No queda más gente digna en estas dos tierras (4 Nefi 1:45). Mormón todavía no ha nacido. Nace Mormón al norte de la estrecha lengua de tierra, Probablemente en Teotihuacan. Ammarón esconde las planchas en el Cerro Shim (4 Nefi 1:48). Ammarón llama a Mormón para ser el historiador de la Iglesia y le da instrucciones de ir a la tierra Antum cuando tenga veinticuatro años y sacar las planchas Mayores de Nefi (Mormón 1:2-3; compárese con 1 Nefi 17:5). Mormón es transportado por su padre a la tierra de Zarahemla (Mormón 1:6). Una batalla entre nefitas y lamanitas toma lugar en las fronteras de Zarahemla junto a las aguas de Sidón. Los lamanitas son expulsados de regreso a sus propias tierras (Mormón 1:10-11). Los tres discípulos nefitas son retirados de entre la nación nefita (Mormón 1:13). Mormón es seleccionado para ser el comandante sobre los ejércitos nefitas (Mormón 2:1). Mormón dirige un ejército hacia su primer batalla (Mormón 2:2), probablemente en la tierra de abundancia. Pierde su primera batalla. A Mormón se le prohíbe predicar a los nefitas por un total de treinta y tres años (Mormón 1:16). Mormón es seleccionado para ser el comandante de toda la nación nefita (Mormón 2:3). 8
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327-330 334 345 346-349 349-350
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Mormón tiene un número de batallas con los lamanitas. Sus ejércitos hacen retirada hacia los ―países del norte‖ antes de ganar la victoria (Mormón 2:3-9). Mormón regresa al cerro Shim y obtiene las planchas Mayores de Nefi. Él empieza a describir los eventos de los nefitas durante sus días (Mormón 2:17). Los nefitas son repelidos hasta la ciudad de Jasón (Mormón 2:16-17). Mormón expulsa a los lamanitas a través de la estrecha lengua de tierra de regreso hacia sus propias tierras (Mormón 2:21-27). Mormón habla con los líderes políticos de las ciudades en la tierra del norte. Probablemente durante este tiempo Mormón se lleva a su familia a la ciudad de Morón (Monte Alban, Oaxaca, México). Es probable que en este tiempo y en este lugar haya nacido Moroni. Mormón hace un tratado con los lamanitas, dividiendo sus tierras en el estrecho pasaje (Mormón 2:29). No hay guerras entre nefitas y lamanitas durante este periodo (Mormón 3:1-2). Nuevamente Mormón trata de predicar el arrepentimiento a los nefitas. Ellos rechazan el evangelio y endurecen aun más sus corazones (Mormón 3:2-3). Probablemente durante este tiempo Moroni asiste a la escuela de los escribas en la ciudad de Morón. Los lamanitas le advierten a Mormón que vienen a la batalla. Los nefita los derrotan en tres grandes batallas (Mormón 3:4). Los nefitas se jactan de su fuerza y Mormón se rehúsa a seguir siendo su comandante o su líder (Mormón 3:9-11). Los nefitas pelean batallas sin Mormón y son forzados a retroceder más hacia la tierra del norte (Mormón 4:1-22). Probablemente durante estos doce años Mormón se reúne con su familia en la ciudad de Morón y se traslada nuevamente a la ciudad donde había nacido, Teotihuacan. Mientras se encontraba en ese lugar él está en posibilidades de enseñar a Moroni las cosas esenciales que se requieren para ser un historiador nefita. Él probablemente también comienza a enseñarle el evangelio. También durante este tiempo Mormón inicia el compendio de las planchas, manufacturando las veinticuatro planchas que va a necesitar, también es durante este tiempo que Mormón transfiere todos los anales nefitas del cerro Shim al cerro Cumorah. Mormón regresa con los nefitas y acuerda guiar nuevamente su ejército (Mormón 5:1). Debido a que Mormón dice “regresé,” podemos asumir que Moroni no es parte de la milicia en ese entonces. Probablemente se queda en el complejo habitacional de la familia. Los lamanitas atacan y hacen retroceder a los nefitas aún más hacia la tierra del norte. Mormón acuerda con los líderes lamanitas tener una batalla final en la tierra de Cumorah (Mormón 6:2). Todos los nefitas se reúnen en Cumorah. Mormón manda a los enfermos, viudas, huérfanos, ancianos, y desvalidos con un regimiento hacia el noroeste para reubicarlos con el pueblo de Ammón (Moroni 9:1-2). Mormón le da planchas a Moroni para que las termine. Se lleva a cabo la batalla y solamente sobreviven veinticuatro nefitas. Mormón 9
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38? 38? 386-399 386-399
399 400 40? 41?
41?-420 421
1823 1830 1830
es uno de los supervivientes así que Moroni le regresa las planchas. Tres de los cuatro ejércitos lamanitas regresan a su tierra natal. Mormón, Moroni, y los otros veintidós sobrevivientes nefitas comienzan su viaje hacia el Noroeste para unirse a los nefitas que habían partido hacia allá con anterioridad. Mormón alcanza a su regimiento, mientras que Moroni se separa y se dirige a otro lugar. Moroni es llamado al ministerio (Moroni 8:1). Mormón se reúne con otros nefitas y soldados. Él tiene otras batallas con los Lamanitas (Moroni 9:19). Mormón predica a los miembros de la Iglesia, pacíficos discípulos de Cristo (Moroni 7:1-4), el pueblo de Ammón. Mormón le escribe a su hijo y le pide que regrese por las planchas. Moroni regresa y recibe las planchas. Había estado haciendo obra misional por muchos años. Mormón es muerto en batalla (Mormón 8:2-3). Moroni no estuvo en la batalla donde fue muerto su padre. Moroni se va a un lugar seguro y escribe Mormón 8:1-13. En el verso 11 él escribe que los tres discípulos nefitas le han ministrado a él y a su padre. Moroni tiene acceso a las planchas de Éter y ve la visión del hermano de Jared. Él escribe la mayor parte de lo que vio, así como su interpretación (Éter 4:4-5; Éter 5:1). Entonces entierra las planchas de Éter (Éter 1:4), probablemente antes de empezar su travesía hacia el este. Moroni viaja hacia la parte este de los Estados Unidos, enseñando el evangelio en las pequeñas comunidades al ir viajando. Moroni llega al norte del estado de Nueva York, donde regresa al libro de su padre y termina los capítulos ocho y nueve. Entonces escribe el prefacio en el reverso de la última plancha. Más tarde escribe su propio libro en el reverso de la última plancha, entonces entierra las planchas en el cerro que se encuentra en norte del Estado de Nueva York. Algún tiempo después de enterrar las planchas, él es asesinado. Moroni revela a José Smith la localización de las planchas José Smith regresa las planchas a Moroni. Moroni entierra el Urim y Tumim y probablemente las planchas en el mismo lugar que las veinticuatro planchas de Éter (Éter 1:4).
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PREFACIO Mi propósito al escribir este libro es hacer que las personas tengan un mayor aprecio por el Libro de Mormón, por los dos grandes hombres que lo escribieron, y más importante, por Jesucristo de quien testifica. Esta obra no tiene la intención de representar los puntos de vista de ninguna organización o de nadie más que los míos propios. Si existen errores, son míos, pero he escrito con el más sincero esfuerzo enfocado hacia lo correcto. Que aquellos a quienes cito y quienes me pusieron en este camino son y fueron humanos, no puede negarse, pero he tratado de mantener un punto de vista benévolo y global y he juzgado por mí mismo si su información es válida y fidedigna. Al escribir este libro consideré varios puntos de vista y sus aparentes evidencias de apoyo, desechando algunas, aceptando otras que yo sentí que debería confirmar posteriormente. El proceso me llevó a muchos descubrimientos que yo mismo hice. He aprendido durante los ocho años que me llevó escribir este libro que ciertamente aprender acerca de las escrituras es un proceso en el que verdaderamente se revela ―línea sobre línea, precepto tras precepto; un poco aquí, y otro poco allí‖ (D y C 128:21). Tales perspectivas reveladas me han confirmado que el Libro de Mormón es más preciso y más correcto de lo que yo me hubiese atrevido a creer. Debido a la escasez de información acerca de Mormón y Moroni, por necesidad tuve que recoger la mayor parte de la información de breves comentarios y de comentarios indirectos. Fue necesario tomar todos estos fragmentos de información y con ellos tejer una red, mostrar un patrón, y construir bases. No fue una labor fácil, pero al final me llevó a las conclusiones presentadas en este libro. La información que he reunido, sin duda chocará con algunas opiniones diferentes; eso está bien y hasta cierto punto es saludable. Espero que el diálogo no llegue a la crítica. Estoy preparado para entablar cualquier diálogo positivo e ilustrativo acerca de la posición y conceptos que presento en este libro. He desarrollado un gran amor por Mormón y Moroni y confío en que lo que he escrito nunca sea la causa de discusiones o contenciones, los mismos comportamientos a los que Mormón y Moroni se opusieron a lo largo de toda su vida. Me he visto a mí mismo en un largo viaje –uno que todavía continúa– y espero que el lector someta a la prueba de la verdad esta información, tal como yo lo he hecho. Ya sea que a usted como lector esto le conduzca o no a aceptar cualesquiera o todas mis conclusiones es, por supuesto, ese maravilloso don del albedrío. Mi esperanza es que pueda aprender algunas cosas nuevas y emocionantes acerca de Mormón y Moroni, y que al hacerlo, obtenga un mayor aprecio por el segundo testamento de Cristo, el Libro de Mormón. Si puedo agregar unos cuantos pequeños pedazos a la tela del entendimiento del Libro de Mormón, será para mí recompensa suficiente. Al haber escrito este libro, ahora puedo testificar más de lo que jamás creí posible, que Mormón y Moroni fueron dos hombres de carne y sangre que vivieron y pasaron penurias sobre este continente. Ellos fueron grandes hombres de Dios. Amaron al Salvador con quien caminaron y conversaron. Son tan reales para mí como si fueran miembros de mi propia familia. Ahora tengo un mayor aprecio y amor por ellos. También tengo un testimonio más grande de que Jesucristo, de quien Mormón y Moroni testificaron tan apasionadamente, es el hijo de Dios y el salvador del mundo. Espero y confío que el contenido de este libro tenga un efecto similar en usted. Hay un cierto número de ilustraciones en el libro que se usaron con el permiso de varias organizaciones tales como la National Geographic Society, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y varias universidades. El permiso para usar su material de ninguna manera implica o apoya los puntos de vista expresados en este libro. Jerry L. Ainsworth Octubre de 1999 11
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RECONOCIMIENTOS En el transcurso de los ocho años que tomó escribir este libro, muchas personas han tenido un impacto significativo en su formación, documentación, y escritura. Además de esta asistencia, muchos han sido de ayuda al amonestarme a que terminara el proyecto. A aquellas personas deseo expresar mi aprecio. Estoy agradecido a los miembros de mi grupo de apoyo de martes por la noche por su firme demanda de que llevara a buen término este esfuerzo. Los miembros de ese grupo incluyen al Dr. Rodney Lane, decano de la Escuela de Educación, Southern Connecticut State University; John Bustelos, presidente y CEO del Hospital Griffin; el Dr. Douglas Gibson, radiólogo; el Dr. Paul Nussbaum, urólogo; el Dr.Steven Sinatra, cardiólogo en el Manchester Comunity Hospital; el Dr. Steven Horowitz, cardiólogo en el Beth Israel Hospital en Nueva York; y el Dr. A. Harris (Bud) Stone, minimalista. Deseo agradecer a James Arrington por su continuo apoyo y valiosas sugerencias y referencias. Les Campbell ayudó en la localización de un número de fuentes de información. Gracias a David Schwab por su apoyo en tiempos de dificultad, el cual culminó con la obtención de algunos de los artefactos que se muestran en este libro. También gracias a John Kromberg por su ayuda personal, económica y espiritual en este esfuerzo. Aprecio a J. Golden Barton por su inspiración y ánimo en un principio. Por aquellas personas que han ayudado en la producción de modelos fotográficos, estoy muy agradecido. Gracias a Brian Duda y Bruce Blake por producir algunos de los prototipos para el fotógrafo. Debo hacer una mención especial de un querido amigo de veinticinco años quien me inspiró a través de la fuerza pura de su humilde y dulce espíritu: Irv Leveton. Él dibujó un número de ilustraciones para el libro, así como los primeros bocetos para la cubierta. Él murió dos años antes de que se terminara el libro. Estoy muy agradecido por su cálido espíritu, inspiración, y sobresaliente trabajo artístico. A David Lindsley expreso mi gratitud por su intensa búsqueda por una valiosa, y sin embargo correcta representación de Mormón y Moroni para la cubierta de este libro. Él fue muy generoso con su tiempo y talentos. Sería un descuido mío no recordar a mi hermana y a mi cuñado, Bibbit y Jimmy Pierce. Por más veces de las que recuerdo, me hospedaron en su casa cuando encontraba una salida de la selva e iba de regreso a Louisiana. En muchas ocasiones fueron lo suficientemente inteligentes como para simplemente quemar toda mi ropa y equipo lleno de garrapatas en lugar de intentar limpiarlos. Aprecio a mi hermano el Dr. Charles Ainsworth por leer el manuscrito y darme algunos consejos prudentes y a Jan Hemming por sus tempanas y sabias admoniciones. Debo hacer una mención especial al Dr. Marlin Dearden, con quien he viajado a muchas zonas arqueológicas durante los últimos veinte años. Estoy muy agradecido por sus sugerencias acerca del manuscrito y por su perspectiva y conocimiento acerca de los mayas y el Libro de Mormón. Aprecio la contribución de Al Cooper, quien me mostró la manera en que el manuscrito podía ser significativamente mejorado. Debo mucho a mi buen amigo Carl Ruediger y a Joel Felber por mantener mi computadora funcionando y por recuperar material cuando el disco duro se estrelló. Mi querido amigo el Dr. Joel Eisenberg fue de mucha ayuda a través de su continuo aliento y sostén para este proyecto. Después de buscar por años a una hábil persona para producir imágenes cartográficas con 12
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Adobe Photoshop, estuve muy complacido al saber que casi por accidente mi líder del sacerdocio se encargó de eso al asignar a Kevin Webster como mi maestro orientador. Kevin es un maestro con este software. Le debo una gran cantidad de gratitud por producir los mapas. Cuando estuve en México, la familia Dávila –Ruth, Hazle, y especialmente José– me ayudaron mucho al compartir sus puntos de vista y conocimientos acerca de la arqueología y el Libro de Mormón. Un agradecimiento especial a la Señora Amelia Ortega Gómez por ser tan comprensiva con respecto a los viajes de su esposo Esteban. No podría agradecerle suficiente por lavar nuestra ropa, cocinar tantos maravillosos alimentos, y mantener una vigilia de oración, con paciencia, mientras nosotros viajábamos a y desde cada concebible lugar en México y allende fronteras. Doy mis gracias al compadre de Esteban, Silvestre quien viajó con nosotros como nuestro ―mecánico de a bordo.‖ Zeniff, el hermano de Esteban fue de mucha ayuda siempre que nos faltaba un chofer. Le debo mucho a la familia Padilla, especialmente a David por su amor y bondad durante los muchos años que hemos insistido en este proyecto. Deseo expresar mi aprecio a Abraham Gileadi por sus maravillosas habilidades en la revisión y corrección, perspectivas, y contribuciones al manuscrito. Casi al final de este proyecto, Jennifer y Linda ayudaron tremendamente en la corrección del manuscrito final y en la preparación del índice. Estoy en deuda con Jane Clayson, quien diseñó el estilo trazado del libro y tipografió el manuscrito. Lo mismo debe decirse de Douglas Cole, quien diseñó la cubierta y dibujó los maravillosos elementos gráficos. Sus sugerencias y talento artístico garantizaron la belleza del libro como producto terminado. Por sus conexiones, aliento, y fe en el libro durante las etapas finales de este proyecto, a Larry Barkdull no se le podría agradecer suficientemente. También debo reconocer a dos muy queridos amigos quienes apoyaron mis esfuerzos y me animaron a llevar a buen término este proyecto –Gary y David. En conclusión, quisiera agradecer a mi socio, co-investigador, amigo de mucho tiempo y hermano, el Señor Esteban Mejía. Sin él y su amor por los mayas y el Libro de Mormón, la creación de este manuscrito hubiese sido imposible. No tan solo este libro es acerca de la vida y viajes de Mormón y Moroni, sino también es acerca de la vida y viajes de Jerry y Esteban. Hemos pasado por muchas cosas y compartido muchas experiencias emocionantes durante los dieciocho años de nuestra amistad. Este libro atestigua del gozo y significado de algunas de esas experiencias.
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CAPÍTULO 1 MI INTRODUCCIÓN A LOS MAYAS Con frecuencia me he preguntado como es que se forma un gran hombre de Dios. La configuración peculiar de su vida parece ser determinante tanto por las exigencias de sus días y edad, como por su relación personal con Dios. Tan raro como parezca, cuando se requiere de una persona para desarrollar un papel importante en la historia del pueblo de Dios, tal persona aparece en ese preciso momento. La relación que existe entre la necesidad de dirigentes dignos y la vida digna de un hombre, demuestran la presciencia de Dios para escoger a alguien quien Él sabe puede llevar a cabo la obra. Tal divina presciencia puede, inclusive, involucrar dos generaciones de siervos especiales de Dios, uno complementando el trabajo del otro. Esto lo podemos observar en las vidas de Lehi y su hijo Nefi, de Alma Padre y Alma Hijo, de Mormón y Moroni. Y es principalmente sobre el último par –Padre e Hijo –Mormón y Moroni– sobre el cual escribo éste libro. A medida que he procurado rastrear sus pasos en la historia del Pueblo de Dios sobre este Continente Americano, sus vidas me han intrigado de tal manera que me he sentido compelido a compartir con ustedes lo que he descubierto. Estoy bien consiente de que la búsqueda de conocimiento sobre cualquier tema, especialmente de conocimiento espiritual, trae consigo un precio. Para poder adentrarse en las mentes de hombres como Mormón y Moroni –hombres de profundo conocimiento espiritual- no es sencillo y puede requerir hacer a un lado muchas antiguas presuposiciones. Muy frecuentemente lo que nosotros ‗sabemos‘ de personajes de las escrituras en realidad lo traemos de historias contadas en nuestra infancia, de las ideas populares de nuestros días, y de cosas simplemente tomadas a la ligera sin haberlas investigado por nosotros mismos. Y así fue conmigo (quien parecía el candidato menos apto para estos estudios espirituales), cuando, casi involuntariamente fui llevado a la búsqueda de conocimiento sobre este preciso asunto. Al principio la vida y viajes de Mormón y Moroni habían despertado poco interés en mi. Sin embargo, sobre el transcurso de veinticuatro años, se ha convertido en una apremiante preocupación. Muchos de mis recursos personales, y muchas horas de estudio e intensa oración he invertido en mi intento por aprender acerca de estos dos siervos especiales de Dios. Esta petición mía tuvo sus principios durante el verano de 1975. Me encontraba disfrutando el almuerzo con dos de mis colegas de la Southern Connecticut State University donde imparto la cátedra de Salud Holística. Platicaba con mis colegas sobre mi intención de impartir un curso sobre salud internacional. Yo había contemplado llevar un grupo de estudiantes a Brasil e impartirles esa clase allí para que pudieran experimentar de viva mano como se practicaba la salud en otro país. Uno de mis asociados sugirió que en lugar de lo anterior, llevara a mi clase a México, llamando mi atención hacia un lugar que apenas se estaba desarrollando –un lugar llamado Cancún. No habiendo estado en ninguno de los dos, Brasil o México, el uno me sonaba tan interesante como el otro. Casi por casualidad escogí México como el lugar para impartir mi clase sobre salud internacional. Tal decisión cambió por completo las directrices de toda mi vida. Para el verano de 1976, mi clase se había materializado, la cual incluía una extensa estancia en el Sureste de México. Veinte estudiantes se habían registrado para la clase de salud internacional la cual incluía la aventura con mochila en la espalda en la península de Yucatán. Y lleve a este grupo a Yucatán, sin embargo sin hacer ninguna clase de reservaciones en hotel o de transportación del grupo. ¡Lo peor de todo era que ninguno de nosotros hablaba español! Que 14
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inexperto era yo al llevar a cabo tal conducción. Sin embargo, a pesar de todo eso, algunas cosas positivas surgieron. El evento más importante de nuestro viaje fue nuestra visita a las ruinas de Chichén Itzá. Habíamos rentado tres minivans y manejado de Cancún a Chichén Itzá en nuestro camino hacia Mérida, la capital de Yucatán. Al llegar a Chichen Itza a media mañana, estacionamos nuestros vehículos bajo el follaje de los árboles y caminamos hacia el descubierto. Era un día claro y hermoso, blancas nubes vagaban en el cielo azul. El sitio tenia pocos visitantes y el rocío de la mañana todavía cubría el suelo. Al mirar por entre el follaje de los árboles, mis ojos se posaron sobre la gran pirámide llamada El Castillo (ilustración 1). Me quedé helado frente a este gran edificio, totalmente asombrado de su grandeza pétrea, su misterioso silencio. Me quede sin poder hablar o moverme –solamente me quede parado mirando. Entonces mi corazón empezó a acelerarse. Escalofríos llenaron todo mi cuerpo. Finalmente comencé a llorar. No recuerdo por cuanto tiempo las lágrimas rodaron por mis mejillas, pero sí recuerdo que fue un momento inolvidable. Por alguna inexplicable razón, me sentía conectado a este lugar, a sus antiguos habitantes y a sus modernos descendientes. Entonces y allí nació en mí el tremendo deseo de aprender acerca de los mayas y de visitar sus antiguos lugares (ilustración 2). Después de varias semanas de estancia, regresamos a los Estados Unidos, pero yo no podía dejar de pensar en mi experiencia. Las ruinas mayas que habíamos visitado continuaban fascinándome, así que empecé a leer la literatura básica maya acerca de su cultura e historia. Inclusive intenté el desafiante proceso de aprender a leer los jeroglíficos mayas. Me mantuve al día concerniente a los descubrimientos arqueológicos e hice todo lo posible por educarme a mí mismo acerca de ello. Mi reciente afección por la cultura maya no tenía nada que ver con el Libro de Mormón o con La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, de la cual soy miembro. Para mí no importaba si aquellas personas fueron de las cuales hablaba el Libro de Mormón. Yo simplemente me enamoré de la cultura maya. Y como con la mayoría de los amores, uno solamente reacciona, uno no se pregunta por qué. Debido a que yo no estaba interesado en saber si los mayas estaban relacionados con el Libro de Mormón, yo no buscaba una conexión. Ni tampoco veía ninguna. Solamente disfrutaba aprendiendo sobre ellos –de su lenguaje y su antigua cultura. Fue mi afinidad con los mayas, así como mi deseo de conducir un curso de calidad en Yucatán, lo que me animó a dirigir un segundo viaje. El siguiente verano impartí otro curso de Salud Internacional en Cancún. Este estaba un poco mejor organizado que el primero –y tuvo mayor éxito. Esto me daba la oportunidad de visitar ruinas mayas y explorarlas más ampliamente. El siguiente año, 1978, conduje el tercer grupo de estudiantes hacia la Península de Yucatán. Ya empezaba a sentir que México era mi segundo hogar. Durante los viajes anteriores habíamos visitado las ruinas de Tulúm y no habíamos encontrado a nadie allí. Sin embargo, en esta visita, conocí a un pequeño y energético guía llamado José Dávila Morales. El se acercó a mí que dirigía un grupo de veintidós personas hacia las ruinas y ofreció guiar nuestra visita por una modesta tarifa. Debido a que yo había conducido éste tour los dos años pasados, actuando como nuestro propio guía, le dije que estaba acostumbrado a guiar a los estudiantes yo mismo –había leído toda la literatura sobre el tema. José se alebresto y pregunto si es que yo pensaba que estaba tan informado como él. Él había estado trabajando como guía por muchos años. Le aseguré que yo era tan competente para dar el tour como él. Con esa aseveración, me coloqué en una de esas difíciles situaciones de intenso desacuerdo. En este punto de la conversación, un colega, el Dr. Marlin Dearden, se interpuso y sugirió que 15
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intentáramos llevar un guía ese año. Mientras discutíamos eso, José hizo una sugerencia: ―Déjenme hacerles el recorrido, y si al final del mismo ustedes no están satisfechos con mi trabajo, entonces no me pagan nada. Pero si están convencidos de que les mostré cosas que ustedes no sabían, entonces pagan mi tarifa‖. Yo estuve de acuerdo y el recorrido comenzó (ilustración 3) Después de la más ilustrativa, amena y vivificante presentación acerca de los mayas que haya escuchado la cual duro una hora, José preguntó mi reacción. Yo le pagué dos veces más de lo que originalmente había pedido. Después del tour de José, me di cuenta de que había más posibles conexiones entre los mayas y el Libro de Mormón de lo que yo había percibido. Tan pronto como regrese a casa en Connecticut envié a José, por correo, una copia en español del Libro de Mormón. Estaba yo seguro de que él se quedaría sorprendido al encontrar muchas de las ideas que había presentado, duplicadas en ese libro. La arquitectura y simbolismo de las ruinas de Tulúm, tal como José las había explicado, borraron cualquier duda en mi mente acerca de los orígenes de la religión maya. Había pasado un año, y cuando conduje otro grupo en Yucatán el siguiente verano, estaba ansioso por saber si José seguía en Tulúm. Si había recibido el libro que le había mandando por correo. Cuando llegamos a Tulúm, me dio gusto verlo nuevamente, y para que nos hiciera el recorrido otra ves. Le pregunte si había recibido el libro que le había enviado. No lo había recibido. Cuando le dije que era el Libro de Mormón, él me informó que era el Presidente de la Rama en Cancún de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Mi asociación con José empezó en serio a partir de ese momento. Pase varias horas con él, mientras los estudiantes andaban de compras. Se me ocurrió que debía pasar más tiempo absorbiendo lo que él sabia. José hizo los arreglos para que yo le trajera un autobús de escuela a Cancún, para que pasara el resto del verano con él (después de concluir mis clases sobre salud internacional) y servirle de chofer en sus grupos de caravanas. Ese verano conocí a la esposa de José y a sus hijas, me hospedaron en su casa, y pronto me convertí en un miembro más de la familia. José es una de ésas persona con una mente extraordinaria que nunca se le olvidan las cosas. Él puede citar capitulo y versículo de cada libro que ha leído. Al viajar juntos, hablábamos de Velikosky, John Lloyd Stevens, Sylvanus Morley –y el Libro de Mormón. Constantemente me asombraba su perspectiva e intelecto. Durante ese verano, aprendí de José algunos de los conceptos concernientes a la relación entre los pueblos precolombinos y el Libro de Mormón. Aún cuando eso era emocionante para mí, yo sin embargo luchaba con –y frecuentemente rechazaba- muchas de sus ideas. Recuerdo cuando él me hablaba acerca de los viajes de Mormón y Moroni, perspectivas que no coincidían con mi manera de leer tales acontecimientos. En cierta ocasión, le dije a José ‗Moroni hizo un trabajo muy pobre con su registro. Sus escritos son confusos y entran en conflicto con aquellos de Mormon.‘ No pude haber ofendido más a José si lo hubiese abofeteado. De una manera firme pero amable, me explicó que me sentiría diferente después de que finalmente entendiera los escritos de Moroni – después de que llegase a conocer al hombre, al escritor, y al profeta. Él tenia razón, esto lo descubrí por mí mismo en un corto tiempo. A fines del verano de 1979, José empezó a conducir grupos con un socio de él – Esteban Mejía Mora. Aprendí que Esteban era el primer consejero en la misma presidencia de rama que José. Al unírsenos Esteban en el tour, él y yo tuvimos unos intercambios de ideas los cuales nos condujeron a una nueva amistad. Esteban y yo desarrollamos una cierta amistad diferente a la clase de amistad que ninguno de nosotros tenía con José. Con Esteban podía hacer preguntas, debatir acerca de un cierto tópico, e inclusive ofrecer mi opinión. Con José me sentía compelido a 16
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simplemente escuchar. El conocimiento de José acerca de los Mayas y el Libro de Mormón iban mas allá del mío, él tenia poca paciencia con mis esfuerzos por ponerme al corriente. Recuerdo cierto día en que los tres habíamos estado discutiendo todo el día acerca del Libro de Mormón. Cuándo Esteban y yo nos encontrábamos solos, me dirigí a él y dije, ―¿Verdaderamente sabe José de lo que esta hablando, o esta loco?‖. Esteban no me contestó. Él me hizo saber que José era una persona especial para él. Aprendí que había, y aun existe, un gran amor entre estos dos hombres. Aquel verano leí más, estudie más, y pensé más acerca del Libro de Mormón que durante toda mi vida hasta ese momento. Todavía no había hecho una fuerte conexión entre ese libro y los antiguos habitantes de Mesoamérica (que consiste en el Sur de México, Belice, Guatemala y Honduras). A mí simplemente me gustaba la idea de ir a nuevos y difíciles lugares, el desafío de cruzar la selva, de descubrir cosas que nadie más había descubierto. En mi mente no existía tal cosa como un mal sitio arqueológico en Mesoamérica. Visité Ruinas por el puro gusto, no por razones académicas. Este fue el principio.
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CAPÍTULO 2 APRENDIENDO EL ARTE DE LA EXPLORACIÓN Después de regresar a casa de mi viaje con José Dávila y Esteban Mejía. Me tomé una ausencia sabática por un año e intensifiqué mis estudios en esta nueva área de interés. Asistí a la Universidad de Brigham Young e investigué los pueblos precolombinos relacionados con planchas de oro y el Libro de Mormón. Una gran variedad de planchas metálicas, presuntamente de origen antiguo, había aparecido en la Universidad de Brigham Young. Todas, sin excepción, habían sido declaradas como fraudulentas. También escuché historias concernientes a José Dávila, las cuales se remontaban a la época en que había visitado la Universidad de B. Y. Escuché de sus ―maquinaciones‖ acerca de planchas enterradas en Utah y acerca de antiguas inscripciones encontradas en ése estado. Les di seguimiento a esas historias, conociendo a varios de los amigos de José, al resto de su familia, y a sus detractores. Durante tales investigaciones, pasé algún tiempo en Manti siguiendo historias de cuevas, cajas de piedra, y de escritura sobre planchas. También aprendí acerca del pronunciamiento de Brigham Young de que Moroni había estado en ésa área. Con anterioridad había acordado con Esteban hacer un viaje a través de México al final de mi año sabático. Yo pienso que Esteban nunca se imaginó que verdaderamente manejara yo hasta su casa, en el estado de Puebla, en la parte sur central de México, en mi regreso indirecto a Connecticut, pero lo hice. Manejé bajando por todo el Pacifico Mexicano y entonces giré al este. Para sorpresa de Esteban, aparecí en su casa. Esteban era empleado de tiempo completo, así que en sus ratos libres, nos las arreglábamos para visitar ruinas. Hablamos acerca de muchas de las historias que José había compartido con nosotros. Leímos a conciencia el Libro de Mormón. En cierta ocasión, me encerré en mi departamento solamente con el Libro de Mormón, determinado a no salir sino hasta después de haber adquirido un conocimiento más amplio de su contenido. Leí, ayuné, y oré por ocho días consecutivos y finalmente surgí con un conocimiento acerca de la geografía del libro. Esteban y yo empezamos a ver algunas de las cosas que José había visto. Ahora entendíamos y aceptábamos las perspectivas que había compartido con nosotros, especialmente aquellas concernientes a los viajes de Mormón y Moroni. Durante aquel tiempo, Esteban y yo desarrollamos una cálida amistad. Cuando primero nos conocimos, su esposa acababa de dar a luz a su primera hija. Ella sin embargo fue lo suficientemente amable como para permitirle viajar. Éramos libres para explorar lo desconocido a nuestras anchas. Típico de algunos viajes, primeramente nos dimos a la tarea de tratar de visitar las ruinas de Bonampak en el estado de Chiapas, en el sur de México. Por años, la única manera en que uno podía llegar allí era contratando un avión, pero habíamos escuchado de un nuevo camino que se había construido. Así que partimos en mi confiable vehículo. Cuando pasábamos por cuadrillas de trabajadores, nos deteníamos para asegurarnos de que todavía estábamos en el camino correcto a Bonampak. Cada cuadrilla contestaba, ―sí señor‖, pero entre mas viajábamos, las cosas se ponían más difíciles. Se nos agotaba la gasolina pero persuadimos a un lugareño de que nos pasara algo de la gasolina de su carro. Estando determinados a llegar allá, continuamos manejando a través de arroyos, raíces y charcos de lodo. Siempre nos deteníamos para preguntar a los grupos de trabajadores si es que este era el camino a Bonampak. ―Sí señor‖. Finalmente el camino se deterioró hasta convertirse en una vereda para dos ruedas y después en nada. Al final, se encontraba trabajando una cuadrilla. ―Creímos que este era el camino a Bonampak.‖ ―Lo es señor, pero todavía no esta terminado.‖ Pasaron varios años antes de que finalmente lográramos llagar a 18
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Bonampak-después de aprender de tan tropezado comienzo (ilustración 4). Dejé Puebla y manejé hasta Cancún, visitando algunas de las ruinas que no había visitado. En ése viaje mi carro se descompuso. Esta fue otra experiencia para mí, porque pude saborear la amabilidad del pueblo mexicano. Me ayudaron a llevar mi carro hasta un pueblo a unos ochenta kilómetros de distancia. Recuerdo a un mecánico adolescente. Simplemente se quedó allí parado, rascándose la cabeza. Trataba de entender una maquina Porsche que nunca antes había visto. Le expliqué que era un motor Porsche y que como tal, no usaba carburador. ―Si Señor,‖ me dijo, ―Este es su problema.‖ Fue tan frustrante entonces como es asombroso ahora. Sin embargo yo sentía que Dios estaba observando mis ingenuos esfuerzos, viendo que tenía la determinación de descubrir e indagar acerca de su antiguo pueblo al precio que fuese. Después de aquello, José, Esteban y yo, decidimos visitar el cerro que José consideraba ser el Cerro de Cumorah. De una manera presuntuosa nos dispusimos a descubrir la antigua biblioteca Nefita que presumiblemente se encontraba en el cerro. Con esa arrogante meta en nuestras mentes, empezamos a escalar un cerro de más de 1,800 pies de altura llamado Cerro del Bernal en el estado de Tamaulipas (ilustraciones 5 y 6). Decidimos ascender por su parte más difícil, escalando escarpados riscos. Nos habíamos proveído de mochilas, fuertes sogas, cantimploras y machetes, así que nos sentíamos bien equipados. (La ubicación del Cerro de Cumorah será abordada en el capitulo 13.) Escalamos por cinco horas, cambiando en dos ocasiones nuestra estrategia debido al terreno impenetrable. Al haber fracasado en alcanzar la cúspide antes del atardecer, nos encontrábamos varados sobre un costado del risco, a unos 800 pies de altura. Nos dimos cuenta de que tendríamos que pasar la noche allí, así que localizamos una pequeña grieta sobre el costado del acantilado. Usando nuestros machetes, hicimos una plataforma para dormir sobre ella (ilustración 7). En nuestra acalambrada situación, la mayor parte de nuestro equipo, y nuestras piernas, colgaban sobre la orilla del risco. Antes de sosegarnos para pasar la noche, leímos del Libro de Mormón y oramos. Estábamos preparados para hacer lo mejor de una situación difícil. Dos horas después de que obscureció, comenzó a llover, y la lluvia aumentaba en intensidad. Empapados, observamos el principio de una caída de agua que bajaba hacia la grieta donde estábamos recostados. Empezamos a orar sinceramente. Cada uno de nosotros tomó su turno, después de lo cual, la lluvia empeoró. Entonces empezaron los rayos y truenos. El cielo nocturno se llenó con la brillantez de los relámpagos y con el bramido de la tormenta. El agua de lluvia que bajaba por la grieta, se convirtió en un torrente, llevándose consigo parte de nuestro equipo y debilitando las sogas y las ramas de los árboles que habíamos unido y atado para hacer la plataforma. Algunos rayos pegaron sobre el costado del acantilado y algunas rocas empezaron a mecerse y caer cerca de nosotros. Por supuesto, nadie sabía dónde estábamos o cómo es que habíamos llegado allí. Ciertamente nadie jamás encontraría nuestros restos si es que fuésemos arrastrados, ya que el cerro se encuentra en una muy remota área en México. Entonces, cuando ya había aceptado la idea de que iba yo a morir, José se levantó y con los brazos alzados, empezó a rogar y a demandar en un lenguaje que yo no conocía. Él hizo esto dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales. En la cuarta vez, la lluvia y tormenta se detuvieron instantáneamente y el cielo se aclaró. Después escuché de Esteban de otras ocasiones en las que las oraciones de José habían sido contestadas de la misma manera. Cuando amaneció a la mañana siguiente, decidimos regresar a casa. La mayor parte de nuestra comida y gran parte de nuestro equipo había sido arrastrado y nos quedaba poca agua. Se volvió una urgente necesidad el encontrar el camino de regreso al carro lo mas pronto posible. Intentamos regresar por un camino diferente para evitar la gran serpiente que habíamos encontrado en nuestro camino al cerro. José le había pegado en su gran cabeza, por atrás, con su machete 19
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mientras me miraba amenazante, pero su machete simplemente había rebotado. Nosotros pensábamos que la herida serpiente nos perseguiría si es que regresábamos por la misma vereda que habíamos tomado. Sin embargo, en nuestro intento por evitar a la serpiente, muy pronto nos extraviamos. Esteban y yo seguíamos a José, creyendo que él encontraría el camino por la selva. Caminamos todo el día en un calor sofocante y se nos agotó el agua. Al empezar a ponerse el sol por segunda ves, nuevamente empezamos a preocuparnos extremadamente por nuestro bienestar. Yo tenía un paquete de rollos de canela que habían sobrado y nos detuvimos a comerlos, pero no podíamos tragarlos por no poder producir saliva. Cuando una vez más estaba yo a punto de darme por vencido, José descubrió un charco de agua como a kilómetro y medio cerro abajo desde donde nosotros estábamos. Entonces empezamos a correr hacia el charco. Nos metimos al agua junto con las vacas, tomando la lodosa agua como si hubiese salido de un cristalino manantial. De pie en el charco, nos quitamos la ropa y nos arrancamos más de cien garrapatas de nuestros cuerpos. Pasaron varios años más antes de que ascendiéramos con éxito a ese cerro. Extrañamente, cada ves que lo hicimos, tuvimos similares encuentros cercanos con la muerte que requirieron de todas nuestras energías para afrontarlas. Por esa razón, en realidad nunca pudimos explorar el objeto de nuestra razón de estar allí. Nosotros creemos que el cerro permanece prohibido hasta este tiempo. José, Esteban y yo tuvimos muchas otras experiencias similares en nuestros intentos por descubrir nuevos e interesantes lugares. Decir que somos amigos cercanos, es una subestimación. Confiaría mi vida a cualquiera de éstos dos hombres; de hecho, lo he hecho en numerosas ocasiones.
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CAPÍTULO 3 SEÑALÁNDONOS LA DIRECCIÓN CORRECTA Durante los siguientes siete años –de 1980 a 1987– viajé por muchos lugares ya sea con Esteban o con José. Aprendí de muchas más conexiones entre los antiguos pueblos de éste continente y el Libro de Mormón. Ahora ya tenía bastantes evidencias de quiénes fueron las gentes del Libro de Mormón y cómo podían identificarse sus descendientes con el pueblo llamado maya. Continué fortaleciendo mi amistad con Esteban. Él y su esposa tuvieron cuatro hijos más durante esos años. Cuando tuvieron a su cuarto y quinto, se me dio el honor de ponerles su nombre. Puesto que me las había arreglado para que a Esteban lo despidieran de su trabajo debido a nuestros muchos viajes juntos, él y yo creamos un negocio de importación para ayudar a sostener a su familia y nuestros viajes. Y me tomé otro año sabático, el cual incluía un proyecto en el Departamento de Salud Social de la Universidad de México. Eso me permitió pasar un semestre de estudios en serio con Esteban. Él compró una casa vacante junto a la suya y se convirtió en ―mi casa‖. Allí fue donde hablamos seriamente acerca de escribir éste libro. A medida que aprendíamos nuevas verdades, él y yo empezamos a comprender la validez de muchas de las verdades que José nos había enseñado años atrás. Frecuentemente cuando descubríamos evidencias adicionales del Libro de Mormón, exclamábamos, ―¡Nuevamente José tenía razón!‖ Esteban ahora sirve como un guía oficial en las ruinas mayas en México. Él domina el inglés y español. Como un historiador consumado, él recita la historia de su país sin ningún esfuerzo y con orgullo. Su entrenamiento escolar, le ha permitido ayudar en la traducción de algunas obras de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Frecuentemente se le pide traducir discursos en importantes conferencias de la Iglesia en México. Esteban también sirve en el Sumo Consejo de su estaca. Con gusto trabaja con los económicamente más necesitados y con ramas y barrios con dificultades. Él es una de esas personas calladas y dedicadas miembros de la Iglesia que ayuda a las personas a mudarse a una nueva casa, aconseja a aquellos con problemas, o lleva alimentos a aquellos que no los tienen. Y nunca menciona a nadie sus esfuerzos. Esteban tiene un grado de maestría en ciencias y ha trabajado conmigo en la Southern Connecticut State University. Además de ayudarme con los viajes en curso de estudiantes a México, me ayuda con el International Health Congress que yo conduzco anualmente. Todavía no he conocido a alguna persona que no haya reconocido inmediatamente el calor y amor que Esteban irradia. Él tiene una amorosa esposa y hermosos hijos, y posee toda la dignidad y amor que uno se pueda imaginar de una persona espiritual. Aún cuando de orígenes humildes, él es un gigante de hombre. Él emana un amor de Dios y familia que raramente he visto en otros. Por ultimo, Esteban es mi amigo y hermano. Hay algunos que conocen a Esteban, a José, y a mí, quienes dirán que Esteban y yo hemos tomado las ideas de José y escrito un libro para nosotros. No hemos hecho eso. Aún cuando José nos ha indicado la dirección, nosotros hemos seguido adelante, nos hemos tomado la molestia de confirmar todas y cada una de las cosas por nosotros mismos. Además, hemos sido bendecidos para hacer muchos descubrimientos por nosotros mismos. Habiéndosele dado la opción de estar involucrado en escribir el libro, José ha escogido ser un ―redactor contributivo‖. Sin embargo, Esteban y yo deseamos darle a José Dávila el crédito que merece. Sin las directrices y enseñanzas primarias de José, sin sus profundas perspectivas y sapiencia, sin su amor por los mayas y por Dios, nos hubiera sido difícil desarrollar los conceptos y perspectivas presentadas en éste singular libro. 21
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Por años escuché a José proclamar una relación entre las ceremonias mayas y la astronomía. Mucho de lo que se ha escrito en la iconografía maya no es tan histórico como es descriptivo de los movimientos astrológicos. Yo, junto con otros, rechacé frecuentemente éstos no convencionales conceptos de José. Eran simplemente los puntos de vista de un hombre inculto en arqueología. Sin embargo, en un reciente libro sobre los mayas, escrito por dos eminentes eruditos se establece ― hemos estado estudiando estos antiguos registros mayas acerca de la creación por muchos años y pensábamos que entendíamos lo que decían acerca de los eventos que dieron origen al mundo. ¡Oh cuan equivocados estábamos!‖ (Freidel and Schele, Maya Cosmos, 60). José nos enseñó como es que los mayas tenían un concepto del tiempo que era cíclico en lugar de lineal. Para los mayas, el tiempo según Dios es un proceso de círculos continuos y recurrentes. El Libro de Mormón expresa ese concepto: Veo que se os ha hecho saber, por el testimonio de su palabra, que él no puede andar en sendas tortuosas; ni se desvía de aquello que ha dicho; ni hay en él sombra de apartarse de la derecha a la izquierda, o del bien al mal; por tanto, su curso es un giro eterno. (Alma 7:20; cursivas agregadas) David Freidel y Linda Schele, los autores de Maya Cosmos, casi citaron esa idea cuando expusieron, ―lo que es importante es que los mayas del periodo clásico concibieron el tiempo en tan grande escala cíclica. Para los mayas, el tiempo parece solamente moverse en línea recta. La fecha de la creación es un punto de círculos cada vez más grandes dentro de los círculos del tiempo‖ (Maya Cosmos, 63). Tal como lo demostraré, muchos de los conceptos de los Mayas aparentan ser similares a los de la doctrina mormona. Muchas de las perspectivas originales de José no están tan apartadas de las principales corrientes, como se había sospechado originalmente. Las palabras no pueden describir la emoción de sentarse bajo las estrellas alrededor de una fogata con solamente su ingenio y un machete para sobrevivir, escuchando a José exponer acerca de los mayas y el Libro de Mormón, ambos de los cuales él ama tan entrañablemente. Hemos padecido juntos a través de las selvas, manejado donde no se supone que carros transiten, nos hemos bañado en heladas corrientes de agua y hemos bebido agua de charcos lodosos. Hemos estado varados en la cima de una montaña sagrada donde ha nevado por primera vez según la historia de México. Hemos caminado las veredas de los antiguos y de profetas. Hemos engañado a la muerte más veces de las que quisiéramos recordar. Casi siempre, cuando los temas han sido comprobados, hemos encontrado que José estaba en lo correcto en sus puntos de vista sobre los mayas y su conexión con el Libro de Mormón. José y yo hemos descubierto muchas otras cosas más acerca de los pueblos, lugares, y eventos del Libro de Mormón que no podemos escribir. Es apropiado decir que hay mucha más información sobre éste tema de la que pueda contener un libro como éste. Esteban y yo apreciamos a José Dávila y todo lo que nos ha enseñado. A pesar de sus detractores, nosotros admiramos su conocimiento acerca de los mayas y el Libro de Mormón. Respetamos profundamente su amor por Jesucristo. Creemos que a medida que el lector tome en consideración con una mente abierta las ideas que presentamos en éste libro, él o ella terminaran viendo algunas de las verdades que nuestra asociación con José nos ha llevado a descubrir.
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CAPÍTULO 4 NUESTRA ASOCIACIÓN CON EL DR. PADILLA Debido a que un numero considerable de los artefactos que se ilustran en este libro provienen de una sola fuente, y a que la historia de tal fuente es controversial, presentó aquí una cándida descripción de sus antecedentes. Simplemente expondré la información tal y como la recibí o como fuimos capaces de determinar su veracidad. El Dr. Jesús Padilla Orozco, un hombre de buena reputación en la ciudad de Cuautla, en el estado de Morelos, México, fue el hijastro de Alfonso Caso. Este último, fue el ministro de arqueología de varios presidentes de México, empezando con el presidente Francisco I. Madero. En calidad de hijastro de Caso, el Dr. Padilla fue privilegiado con los más recientes descubrimientos de ruinas, tumbas, y algunos otros descubrimientos arqueológicos de su tiempo. En esa capacidad, se convirtió en un frecuente visitador de excavaciones tanto oficial como extraoficialmente. El Dr. Padilla nos contó a Esteban y a mí que él estuvo presente cuando se abrió la tumba de Pacal en Palenque, en el estado de Chiapas, en el sur de México. De hecho, nos dijo que en realidad fue él quien descubrió la actual puerta de la cripta. Después de excavar un profundo y angosto hueco por aproximadamente un año, los excavadores se toparon con pared sin salida. Cuando Padilla se recargo en una de las paredes de los lados, en el fondo del hueco, cayó polvo del sello de la puerta de la tumba. El Dr. Padilla nos dijo que él también había estado presente en las excavaciones de muchas de las tumbas en el estado de Oaxaca, tales como Monte Alban, y en numerosos lugares por todo México. En una ocasión similar, a finales de los años 1950, fue invitado para ayudar en una excavación no oficial de una tumba que él reportó se encontraba al noroeste del Río Verde, en el área de San Pedro Amuzgos, en el estado de Oaxaca, que colinda con el estado de Guerrero. Cada una de las siete personas participantes en la excavación, tomó un gran número de artefactos para sus colecciones particulares. El Dr. Padilla nos dijo que entre los artículos que él tomó se encontraban doce pequeñas planchas de oro, las cuales se muestran en las ilustraciones 8, 14 y 15 en éste libro. Dos misioneros mormones (Elder Richard L. Averett y su compañero el Elder Kammerman) reportaron en febrero de 1961 que mientras andaban folleteando en Cuautla, México, ellos vieron tres pequeñas planchas de oro con bisagras que el Dr. Padilla había tomado de la tumba. El Dr. Padilla, quien no sabia nada de la Iglesia mormona hasta que ésos misioneros llegaron a su hogar, les dijo que él creía su historia de las planchas de oro del Libro de Mormón porque él mismo había encontrado planchas de oro con caracteres similares sobre ellas. La noticia acerca del descubrimiento de las planchas se esparció rápidamente entre los miembros de la Iglesia. El Elder Averett mandó una carta al departamento de antropología de la Universidad de Brigham Young pero fue desanimado a seguir adelante con el asunto. Ross T. Christensen respondió que probablemente las planchas eran fraudulentas. En aquel tiempo, José Dávila escuchó de la existencia de las planchas y visito al Dr. Padilla en Cuautla. El Dr. Padilla le mostró a José cinco de las planchas de oro, incluyendo las tres con bisagras (ilustración 8) Él también le dijo acerca de otra plancha de oro más grande. José se ofreció comprar las planchas, pero el Dr. Padilla se rehusó a venderlas. En favor de José, debo agregar que él contribuyó con considerable conocimiento y experiencia para aclarar éste asunto. Él se había convertido en un guía de turistas con licencia para 23
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las zonas arqueológicas en México desde 1945. Desde 1947 hasta aquel entonces había servido en varias funciones en la Misión Mexicana de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. También fue miembro, en 1950, de expediciones arqueológicas de la Universidad de Brigham Young a áreas mayas. Había acompañado al Elder Milton R. Hunter a visitar a los indios blancos (lacandones) en las cercanías de Bonampak, México en 1955 y había explorado partes de Guatemala y México para la New World Archeological Foundation. Por lo tanto, José estaba familiarizado con toda clase de artefactos de origen mexicano. Él tenía muchos años de experiencia para poder distinguir entre piezas autenticas o replicas que fueran ofrecidas como ―autenticas‖ para su venta. Finalmente, él tenía un sentido intuitivo de la veracidad de un artículo, tal como me lo demostró ampliamente en mis posteriores encuentros con él. José sabía el valor de las cinco planchas de oro –las cuales él sabía que eran autenticas– para el Libro de Mormón. Su meta, tal como nos lo dijo, era presentarlas a la Iglesia SUD como una evidencia de ése libro. Siete meses después de la entrevista de José con el Dr. Padilla, éste último se vio imposibilitado para cumplir con ciertas obligaciones financieras críticas. En octubre de ese mismo año (1961), la señora Padilla visitó a José Dávila en su casa en Puebla. José anteriormente había ofrecido los ahorros de su vida, que ascendían a $ 2,000.00 dólares, por las cinco planchas. Ahora, bajo ésas presiones financieras, los Padilla estaban dispuestos a hacer una transacción por ese precio. El intercambio se hizo al siguiente día. Desgraciadamente, en los siguientes años, surgió un conflicto entre José Dávila y el Dr. Padilla relacionado con ésta transacción. José reclamaba haberle comprado las planchas a Padilla; mientras Padilla reclamaba habérselas prestado a José. Tal conflicto eventualmente se hizo más amargo y así permaneció sin solución. A principios de los años 1970 la controversia entre José Dávila y el Dr. Padilla se agravó a tal grado, tanto privada como públicamente, que las casas de ambos hombres fueron saqueadas por federales mexicanos. Ellos confiscaron de la casa del Dr. Padilla grandes cantidades de artefactos que se llevaron por camiones, pero éste había tomado las precauciones de proteger sus artículos más valiosos. El Dr. Padilla dijo que los federales le trataron rudamente y como resultado su salud empezó a decaer. Él culpa a José Dávila de que los federales hayan saqueado su casa. El mismo Dávila fue arrestado y puesto en prisión, aunque más tarde fue liberado de los cargos. Esta cadena de eventos se convirtió en un asunto tan traumático para el Dr. Padilla que decidió negar que él tenía las siete planchas restantes. En numerosas ocasiones llegaron a él personas proponiéndole comprárselas. Él les decía que los federales las habían confiscado junto con los otros artefactos que en su encontraron en su casa. Sin embargo Dr. Padilla nunca vendió esas siete planchas, las cuales permanecieron como su más preciada posesión. Mientras tanto, en diciembre de 1961, José Dávila había llevado las cinco planchas de oro que había obtenido, a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en Salt Lake City. Sin embargo, las autoridades de la Iglesia no le aceptaron a él con el entusiasmo que él esperaba, aunque le trataron cordialmente. Le animaron a comparar los caracteres inscritos en las planchas, con aquellos en el Manuscrito Anthon, Egyptian Grammar por José Smith, y con el Facsímile #2 de la Perla de Gran Precio. Él observó muchas similitudes entre los varios caracteres de éstos documentos y pasó un tiempo considerable estudiándolos. Durante ese tiempo, se le canalizó al Departamento de Antropología de la Universidad de Brigham Young, donde fue recibido con mucho menos que entusiasmo. Encontrándose rechazado por aquellos quienes él creyó que serían de más apoyo, José intentó crear interés en las planchas entre los miembros de la Iglesia SUD. Finalmente habiéndose convertido en una figura controversial en Utah, regresó a México en 1970, defraudado y desilusionado. En aquel tiempo, 24
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reasumió su profesión como guía de turistas en zonas arqueológicas. Después del fracaso de José Dávila para obtener apoyo, el mismo Dr. Padilla buscó ayuda. Escribió una carta a Paul Cheesman del departamento de religión de la Universidad de Brigham Young pidiendo asistencia en llevar a cabo una expedición científica al lugar de la tumba de donde habían provenido las planchas de oro. Ahora el Dr. Padilla se había convertido en un miembro de la Iglesia de SUD y también pudo percibir el valor de las planchas como apoyo al Libro de Mormón. Cheesman era el responsable de evaluar y catalogar artefactos e información relacionada con el Libro de Mormón. Como respuesta a la carta de Padilla, Paul Cheesman y Ray Matheny (del departamento de Antropología de la Universidad de Brigham Young, visitaron al Dr. Padilla en su casa en Cuautla, México, en enero de 1972. Ellos examinaron las restantes siete planchas en poder de Padilla, junto con otros artefactos de la misma tumba. Matheny consideró que los artefactos pertenecían al periodo Postclásico [maya] (circa 1000 al 1200 d.C.). Ambos hombres se quedaron impresionados con la fina hechura de las planchas. Sin embargo, en enero del siguiente año, Paul Cheesman, Ray Matheny y Bruce Louthan publicaron un reporte negativo concerniente a la autenticidad de las doce planchas que se habían originado con el Dr. Padilla (―A Report on the Gold Plates Found in Mexico‖). Ray Matheny produjo un agregado a éste reporte el cual fue publicado en el Vol. 19, No.1, del BYU Studies. Una valoración y unos cuantos comentarios refutantes se proveen en el Apéndice D.
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CAPÍTULO 5 OBTENEMOS ARTEFACTOS ANTIGUOS Como lo mencioné, después de asistir a la Universidad de Brigham Young durante mi sabático de la SCSU, manejé a México, llegando hasta la casa de Esteban Mejía. Fue durante mi estancia allí que, al reconocer varios sitios, tomamos la decisión de localizar al Dr. Padilla. Queríamos saber acerca de las siete planchas restantes. En junio del mismo año (1980), manejamos a Cuautla, en el estado de Morelos, la última ubicación que teníamos del Dr. Padilla. Debido a que no teníamos ningún domicilio, empezamos a buscar al Dr. Padilla en clínicas de salud, hospitales, y finalmente en farmacias. Después de seis horas de búsqueda, encontramos al empleado de una farmacia que lo conocía. Nos dio generalidades para llegar a su casa. Empezamos una búsqueda de puerta en puerta para localizar al Dr. Padilla. Al caer la tarde y casi a punto de darnos por vencidos por ese día, localizamos su casa. Cuando tocamos el timbre de la puerta de su casa y preguntamos por el Dr. Padilla, los miembros de su familia empezaron a sospechar de nosotros. Estaban renuentes a dar cualquier información acerca de su padre, especialmente cuando me vieron a mí –un gringo. Se nos dijo que regresáramos al día siguiente, así que manejamos dos horas de regreso a la casa de Esteban. Regresamos al día siguiente y finalmente hicimos contacto con el Dr. Padilla. Después de relacionarnos un poco, le hablamos acerca del reporte negativo que los profesores de la Universidad de Brigham Young habían hecho sobre de las doce planchas de oro. Queríamos saber su reacción. Pareció un poco lastimado y triste por lo que le contamos pero no se mostró a la defensiva. El Dr. Padilla estaba dudoso de hablar con nosotros libremente. Principalmente debido a su confianza en Esteban –un paisano– compartió algunas cosas acerca de las planchas. Él nos dijo que años atrás había encontrado un total de doce planchas de oro en una recientemente abierta tumba junto con una variedad de otros artefactos. Sin embargo fue enfático al decirnos que el no tenía las otras siete planchas. Fue durante esa visita al hogar del Dr. Padilla que nuestro mutuo interés por la salud y la medicina nos dio tópicos de los cuales podíamos hablar. A pesar de la dificultad del momento, pudimos disfrutar de la mutua compañía. Durante el siguiente año, visitamos frecuentemente al Dr. Padilla. Él nos explicó de su debilitante artritis la cual lo mantenía en el encierro. Después de estar más en confianza con nosotros, él nos dijo que una vez que él estuviera en posibilidades de viajar que le daría mucho gusto llevarnos a algunos de los sitios a los que él había asistido en su exploración. Le traje medicinas de los Estados Unidos para ayudarle a recuperarse de su artritis. Esteban le construyó una cama de agua que le permitiera dormir más confortablemente. Después de dos años de desarrollar una amistad con el Dr. Padilla, él nos confió que sí tenia las siete planchas. Las mismas que nos mostraría en el futuro. Durante esa memorable visita, él nos mostró una interesante piedra redonda. Él la llamó ―el candado.‖ Nos dijo que la había encontrado junto con las planchas de oro. Nos emocionamos mucho con éste artefacto y le tomamos fotografías (ilustración 10). Hicimos algunas calcas de los caracteres de egipcio reformado que estaban en el relieve de su superficie. Estos también tenían una semejanza con aquellos del Manuscrito Anthon (ilustración 9). En todas nuestras investigaciones acerca de las planchas del Dr. Padilla, nunca se nos dijo de la existencia de ésta piedra. Yo concluí que los autores del negativo reporte debieron no haber estado enterados de ella. Mientras estuve en la Universidad de B. Y., hablé con Paul Cheesman y Ray Matheny sobre 26
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el tema de las planchas de Padilla. Mi experiencia personal fue que ellos tenían puntos de vista opuestos acerca de las planchas aún cuando los nombres de ambos aparecían en el negativo reporte. En cierta ocasión me reuní con el grupo arqueológico de Ray Matheny en El Mirador, en la parte norte de Guatemala, antes de mi asociación con el Dr. Padilla. Mientras sostenía una conversación con el Dr. Matheny, le pregunté que es lo que haría si descubriese planchas de oro con inscripciones como las del Libro de Mormón. Su respuesta me ayudó a comprender cuánto tal evento, o pronunciamiento público por un arqueólogo mormón destruiría su credibilidad (su objetividad) en la comunidad arqueológica. De mi conversación con los Padilla, era evidente que a ellos les gustaba Paul Cheesman. El Dr. Padilla pidió que compartiésemos toda información con él, lo cual hicimos. El Dr. Padilla fue enfático de no compartir las cosas con nadie más que con el Dr. Cheesman. A pesar de nuestros mejores esfuerzos por mantener en silencio nuestro nuevo descubrimiento, hubo gente que se entero de nuestra penetración con el Dr. Padilla. Supieron que habíamos confirmado su posesión de las planchas. En menos de un mes, hubo personas que se aparecieron en la casa del Dr. Padilla. Le dijeron que ellos sabían que él tenía las planchas y ofrecieron comprárselas. El Dr. Padilla les dijo a estas personas que el no tenía las planchas. En nuestra siguiente visita el se mostró frió para con nosotros. Nuevamente nos vimos obligados a iniciar el proceso de ganarnos su confianza. Después de otro año de visitar al Dr. Padilla, finalmente decidió mostrarnos las planchas. Ya habían transcurrido tres años desde nuestra primera entrevista con él. En una de nuestras visitas regulares en ese tiempo, se dirigió hacia su estudio privado, le quitó la cerradura a una puerta y sacó una caja que originalmente había contenido una Biblia familiar grande. De esa caja, sacó un número de artículos de oro. Primero sacó un besote de oro (ilustración 11), entonces, una delgada hoja de oro que consistía de seis figuras grabadas (ilustración 12) Entonces sacó nueve cráneos de oro (ilustración 13). Finalmente sacó las siete planchas de oro que queríamos ver (ilustraciones 14 y 15). Tanto Esteban como yo palpamos las planchas. Le sugerimos al Dr. Padilla que en una fecha futura deberían de estar en poder de alguien o de alguna organización que les tuviera el debido cuidado. Él nos dijo que en una fecha futura nos las daría a nosotros. También nos dijo que nos llevaría a la tumba de donde provenían. Cada verano, a partir de ese entonces, rentaba un camper, manejaba a México, y visitaba varias ruinas. Leía libros sobre los Mayas y en ocasiones buscaba oro enterrado por los españoles. Esteban me acompañó frecuentemente aunque algunas veces fui solo. Durante uno de esos veranos, el Dr. Padilla se encontraba con salud lo suficientemente buena como para ir con nosotros en una excursión. Él tenía un amigo que poseía dos grandes estelas (grandes piedras planas) con caracteres de egipcio reformado sobre ellas. Por un largo rato tratamos de localizar a este hombre pero no pudimos encontrarlo. Aprendimos que había vendido las dos estelas a unas personas de Florida y que había abandonado su casa, llevándose el dinero. Nuestro viaje hizo estragos en el Dr. Padilla. Nos dimos cuenta de que tendría que efectuarse un milagro para que él pudiese llevarnos a la tumba de donde habían venido las planchas. Yo regresé a los Estados Unidos. En enero de 1987 recibí una llamada por teléfono en Connecticut de Esteban. Él me explicó que el Dr. Padilla estaba seriamente enfermo y que probablemente no sobreviviría. Prontamente hice arreglos para dejar mi trabajo por un tiempo e hice reservaciones de vuelo. Un amigo miembro de la Iglesia de nombre John Kronberg me preguntó si me podía acompañar en el viaje. Yo le contesté que si podía empacar y partir el siguiente día, era bienvenido. John viajó conmigo a México. 27
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John y yo volamos a la ciudad de México donde fuimos recibidos por Esteban. Manejamos a Cuautla al siguiente día. A nuestra llegada a su casa, encontramos al Dr. Padilla y a su esposa muy enfermos. Tenían poca comida debido a que el Dr. Padilla ya no practicaba la medicina. Les ofrecimos ministrarles y darles una bendición del sacerdocio, la cual aceptaron. Ese día descubrimos que ambos habían sido bautizados en la Iglesia años atrás. En su reticencia de hablar de ellos mismos, nunca nos lo habían dicho. Después de haberles administrado las bendiciones, la señora Padilla sugirió que deberían darnos por lo menos uno de los artículos en los cuales estábamos interesados. El Dr. Padilla accedió. Fue hacia su estudio y extrajo la piedra redonda y me la dio. Él sugirió que debía usarse para llevar a cabo la obra de la Iglesia. Él dio testimonio de la veracidad de la Iglesia y del evangelio de Jesucristo. Me dirigí hacia John Kronberg y le pregunte si tenia algo de dinero. (Esteban y yo andábamos en bancarrota como de costumbre.) John metió la mano en su bolsa y sacó mil dólares. Le pedí que se los diera a los Padilla, y así lo hizo. Simplemente no puedo describir la emoción que experimentamos de la obtención de esa piedra. Tenía inscritos en su superficie caracteres de egipcio reformado. Pensamos que esta piedra y las doce planchas de oro son los primeros artefactos jamás descubiertos que contengan Egipcio Reformado escrito en ellos. Habíamos estado haciendo nuestra ―orientación familiar‖ con los Padilla por más de cuatro años ¡y de que manera habían sido recompensados nuestros esfuerzos! Poco tiempo después de esta experiencia, el Dr. Padilla, nos mostró su colección. Incluía cientos de diferentes clases de artefactos que los federales no se habían llevado. Esteban y yo continuamos visitando a los Padilla durante el resto de los años 1980. La señora Padilla eventualmente murió por complicaciones de la diabetes. Y también era obvio que la salud del Dr. Padilla iba empeorando. Esteban y yo decidimos hacer nuestra visita regular a los Padilla el 3 de marzo de 1988, casi ocho años después de nuestra primer visita. Al estar Esteban orando antes de nuestra partida a Cuautla, sentí la impresión de que debíamos pedirle las planchas al Dr. Padilla y compartí este sentimiento con Esteban. Él me dijo que seguiría lo que yo empezara. Si yo se lo indicara durante nuestra reunión con el Dr. Padilla, él le presentaría nuestra petición en español. La partida de mi diario para ese día se lee de la siguiente manera. Hoy fue uno de los días más memorables de mi vida. Fue la culminación de ocho años de trabajo y de mucha oración, ansiedad y frustración. Esteban y yo salimos para Cuautla a las 8:30 AM Llegamos a las 10:30 AM y encontramos a la familia Padilla apenas terminando de desayunar. Esteban y yo habíamos acordado que en este viaje, yo dirigiría la conversación. Si su familia no nos daba privacidad, la solicitaríamos. Teníamos que hacerlo. Así que después de cuarenta y cinco minutos socializando, pedimos hablar con el Dr. Padilla en privado. Los tres de nosotros nos dirigimos a su estudio y después de una conversación acerca de mastodontes yo inicié la conversación. Le dije que no representábamos a la Iglesia pero que teníamos un interés espiritual en las planchas. Él dijo que lo entendía. Entonces yo le dije al Dr. Padilla que necesitábamos las planchas. Él nos dijo que estaba preparado para darnos las planchas y cualquier otra cosa que necesitáramos. Entonces le ayudamos a incorporarse de su silla, porque estaba enfermo. Se movió muy lentamente hacia su recamara arrastrando los pies. Regreso con una caja blanca (que alguna vez había guardado una Biblia) y se sentó en su silla frente a nosotros. Inclinó la cabeza y ofreció la más impresionante y conmovedora oración en español. Comenzó a llorar. Con lágrimas rodando por su cara tomó con ambas manos la caja y la extendió hacia mí. Fue como si le estuviera quitando una verdadera parte de su corazón. 28
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Tomé la caja y todos permanecimos sentados en silencio mientras el Dr. Padilla lloraba. Me pidió que abriera la caja y mirara adentro. Abrí la caja más grande y posteriormente una más pequeña en el interior. Había nueve calaveras de oro. Entonces abrí una segunda caja. Encima de todo se encontraba una frágil y delgada plancha de oro que tiene inscripciones como las que se pueden observar en Palenque. Todos eran tan pequeños, que era difícil sacarlos. La saqué de la caja. Estaba envuelta en una servilleta de papel, debajo de ella, se encontraban las siete planchas de oro: una larga con inscripciones en ambos lados, dos pequeñas con figuras en un lado, y cuatro planchas de oro cuadradas con inscripciones en ambos lados. Las inscripciones eran en ―escritura del Libro de Mormón‖ como el manuscrito Anthon. Pero las figuras de las personas eran mayas. También había inscripciones mayas que no eran jeroglíficos. Entonces abrí una tercera caja (pequeña) que contenía una pieza de oro. No sé para que servia. Estaba listo para cerrar las cajas cuando el Dr. Padilla dijo que había una pieza que no había visto. En el fondo de la caja más grande, envuelto en papel de libreta, se encontraba un ornamento de oro con seis figuras humanas. Él dijo que también era de la tumba. Nadie además de él la había visto jamás. Entonces prometí cuidar de todos ellos. Nos levantamos y Esteban abrazó al Dr. Padilla. Ambos lloraron. Entonces yo le abracé y ambos lloramos. Yo le dije que le amaba y entonces me abrazo nuevamente. Abandonamos la casa sintiéndonos como si estuviésemos llevándonos una parte muy preciada de la vida de ésta persona. Yo pensé que sentiríamos un gran gozo al obtener las planchas, pero no fue así. Nos sentimos mal por el Dr. Padilla, pero agradecidos a Dios, quien había permitido que esto se llevara a cabo. Inmediatamente pusimos en un lugar seguro las planchas y empezamos a hacer planes para ayudar a que los Padilla recibieran sus bendiciones del templo. Esa siempre había sido una meta para nosotros. Continuamos visitando a los Padilla regularmente. Él estaba sorprendido de que continuáramos visitándole una vez que habíamos obtenido las planchas. Le reiteramos que estábamos interesados más que nada en el bienestar suyo y de su familia. Que siempre seriamos parte de su ―familia agregada.‖ Nuestras visitas al Dr. Padilla siempre fueron recompensadas. Él invariablemente tenía una historia o experiencia que compartir. Periódicamente nos mostraba uno o dos artefactos más. En cierta ocasión, le pregunté acerca del hecho de que los mayas no habían tenido herramientas de metal para grabar en piedra –lo cual es lo que los arqueólogos sostienen. Se fue hacia su estudio y regresó con un juego de cinceles de metal que según nos dijo, procedían de una antigua tumba maya. Entonces nos mostró un punzón que había sido usada para grabar sobre metal (ilustraciones 16 y 17). Nos dijo que procedía de la misma tumba que las planchas. Entonces nos dimos cuenta de que esa era una cosa más que deseábamos obtener. Nos prometió que algún día nos la daría. Durante el siguiente año, Esteban se mudó a Cancún donde trabajó como guía. No visitamos a los Padilla durante ese tiempo, no hasta que Esteban regresó a Puebla con su familia. Entonces, el 8 de febrero de 1991, una vez más manejamos a Cuautla para visitar al Dr. Padilla. Él estaba emocionado de vernos y preguntó dónde habíamos estado el año pasado. Le explicamos que Esteban había estado trabajando en Cancún. Entonces el Dr. Padilla dijo, ―tengo algo para ustedes,‖ se apresuro arrastrando los pies a través de una puerta trasera hacia una gran estela recargada sobre un árbol. La parte de enfrente de la antigua piedra contenía numerosos caracteres de Egipcio Reformado cincelados en una de sus 29
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superficies. El otro lado de la piedra contenía jeroglíficos tipo maya y gravados en relieve. Esta característica de positivo-negativo de las dos caras de la piedra, daba la impresión de que los dos lados estaban relacionados, no tan solo físicamente sino en su contenido o significado. Los grabados en los dos paneles de la pesada estela, de aproximadamente veinte centímetros de grosor, estaban enmarcados por angostos bordes rectangulares (ilustraciones 18 y 19). (Posteriormente observé una estela ―positivo-negativo‖ similar en tamaño en el museo de Arqueología de Monte Alban, piedra que también tiene los mismos bordes rectangulares en cada uno de sus lados. Sin embargo, las pictografías e inscripciones de tal piedra no son Egipcio Reformado.) En un lado de la estela que el Dr. Padilla nos mostró había un ―Maya‖ en ropas ceremoniales vistiendo un efod y empuñando un bastón de pastor. La escritura y caracteres sobre este lado, estaban en relieve, hacia fuera de la piedra. Debido a este eslabón positivo-negativo que une a las dos caras, tal vez, la cara que contiene egipcio reformado representa la sustancia de una naturaleza interna y sagrada, mientras que la escritura maya, representa la información publica externa de la persona representada en esta estela. Al mirar esta piedra, Esteban permaneció calmado, pero yo estaba tan emocionado que difícilmente podía contenerme. Examinamos la piedra y encontramos telarañas, nidos de avispas, y tierra metidas en sus muescas. Palpé con mis manos ambos lados, lleno de asombro por ésta magnífica reliquia del pasado. Esteban me ordenó que no me emocionara tanto. Trate de calmarme. El Dr. Padilla se dirigió a nosotros y dijo, ―Es de ustedes, por favor, llévensela lo más pronto posible.‖ Partimos inmediatamente para Puebla, donde conseguimos prestado un camper. Regresamos el mismo día con cuatro personas más para ayudarnos a levantar la piedra. La piedra era pesada y difícil de mover. Después de mucho esfuerzo, la metimos al camper. Tan pronto lo hicimos, el Dr. Padilla se arrodillo y besó la piedra. Lloró. Presionamos al Dr. Padilla a que nos dijera el origen de la piedra. Nos dijo que provenía de Xochicalco y que fue encontrada en una cueva donde marcaba una tumba que él había excavado años atrás. Él nos contó esta historia con una mueca de timidez, así que concluimos que había más sobre esta historia de lo que nos estaba diciendo. A la semana siguiente cuando regresamos a ver al Dr. Padilla, él se encontraba muy débil. De alguna manera se las arregló para contarnos algunas historias acerca de sus exploraciones. También nos mostró unos cuantos artículos que tenía en casa. En esta visita, nos pidió que le ayudáramos a meterse en su cama porque difícilmente podía moverse. Así lo hicimos, lo abrazamos y dejamos su presencia por última vez. El Dr. Padilla murió en paz el día siguiente. Nosotros hemos permanecido en contacto con la familia del Dr. Padilla, especialmente con uno de sus hijos. Su hijo nos dio el punzón dos años después que le dijimos que su padre nos la había prometido. Había otras piezas en poder del Dr. Padilla que esperábamos obtener algún día. Sentimos que nuestro siguiente paso era autentificar todos los artefactos. Sin embargo eso seria caro y quizás riesgoso. Recordamos lo que había sucedido con las cinco planchas de oro que José había llevado a la Universidad de Brigham Young. Esteban y yo teníamos la opción de gastar nuestros limitados fondos en análisis caros, análisis que muchas veces eran contradictorios, o continuar haciendo lo que hacíamos mejor, que era explorar y retirarnos. Optamos por lo segundo.
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CAPÍTULO 6 ¿CONTRADICCIONES? Habiendo ahora visto muchas conexiones entre la historia y cultura de los mayas y el Libro de Mormón, enfoqué mi atención en la geografía del Libro de Mormón. Tenía particular curiosidad en la localización del cerro de Cumorah, el cual es un punto controversial entre los eruditos del Libro de Mormón. Pasé años investigando la posible localización de éste cerro, lugar de la gran batalla de exterminio de los nefitas. Finalmente, giré mi atención hacia el estudio de las vidas de dos sobrevivientes de aquella batalla –Mormón y Moroni. Los escritos de Mormón y Moroni acerca de los eventos de su tiempo me llevaron a enfocarme en varias aseveraciones que hicieron, las cuales, superficialmente aparentan contradecirse unas a otras. Aun cuando observaba estas ―contradicciones‖ como insignificantes, seguía sintiendo la necesidad de resolverlas en mi propia mente. Tal como dijo el Profeta José Smith, ― al probar contrarios, la verdad se manifiesta‖ (History of the Church, 6:428). Para mí, uno de los gozos del estudio de las escrituras ha sido el descubrir cosas que no son obvias a primera vista. Cuando finalmente me enfoqué en éstos temas, no solamente encontré las respuestas a muchos acertijos, sino que esto me motivó a escribir este libro. Por lo tanto, presento aquí ejemplos de aparentes contradicciones las cuales eventualmente pude resolver. Mormón dice que antes de convertirse en comandante de los ejércitos nefitas (entre los doce y catorce años de edad) sus intentos por predicar a los nefitas y lamanitas fueron en vano. En realidad le fue prohibido predicar en ese tiempo. Él dice, ―E intenté predicar a este pueblo, pero me fue cerrada la boca, y se me prohibió que les predicara, pues he aquí, se habían revelado intencionalmente contra su Dios...‖ (Mormón 1:16; cursivas agregadas). Mormón dice que tanto nefitas como lamanitas se habían vuelto excesivamente perversos el uno tanto como el otro (ver 4 Nefi 1:45). Esa condición de perversidad había prevalecido entre la nación nefita-lamanita desde el año 300 d.C., diez años antes del nacimiento de Mormón. Mormón dice que ambos pueblos continuaron en ese estado de perversidad a lo largo de toda su vida. Los conspiradores ladrones de Gadiantón habían contribuido a esa condición. Mormón dice, ―... los ladrones de Gadiantón se extendieron por toda la superficie de la tierra...‖ (4 Nefi 1:46) Mormón continúa diciendo que ―... jamás había habido tan grande iniquidad entre todos los hijos de Lehi, ni aún entre toda la casa de Israel, según las palabras del Señor, como la que había entre este pueblo‖ (Mormón 4:12; cursivas agregadas). Solamente ocurrió una excepción a la prohibición de predicar en los días de Mormón. Él dice ―Y aconteció que el Señor me dijo: Clama a este pueblo: Arrepentios, y venid a mí, y sed bautizados, y estableced de nuevo mi Iglesia, y seréis preservados‖ (Mormón 3:2). Tal intento de Mormón por predicar en el año 360 d.C. (treinta y cinco años desde su primer intento) también fracasó, pues su pueblo solamente endureció su corazón (ver Mormón 3:3). La Iglesia que Cristo había establecido había dejado de existir entre el pueblo del que Mormón estaba escribiendo. En su relato, Mormón describe a un pueblo que se había vuelto tan inicuo como era humanamente posible. Él indica que no habían sido bautizados y que la Iglesia les había sido quitada. El mensaje de Mormón hacia ellos fue el de arrepentirse y nuevamente establecer la Iglesia de Dios. Dadas éstas circunstancias, las siguientes aseveraciones resultan preocupantes: Y ahora yo, Moroni, escribo unas pocas de las palabras que mi padre Mormón habló concernientes a la fe, a la esperanza y a la caridad; porque de esta manera habló al pueblo, mientras les enseñaba en la sinagoga que habían construido como sitio donde adorar... Por tanto quisiera 31
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hablaros a vosotros que sois de la iglesia, que sois los pacíficos discípulos de Cristo, y que habéis logrado la esperanza necesaria mediante la cual podéis entrar en el reposo del Señor, desde ahora en adelante, hasta que tengáis reposo con él en el cielo. Y juzgo esto de vosotros, mis hermanos, por razón de vuestra conducta pacifica para con los hijos de los hombres. (Moroni 7:1, 3-4; cursivas agregadas) En estos versículos, Moroni indica que Mormón había predicado a un pueblo de sus propios días quienes tenían las siguientes características: (1) Ellos eran miembros de la Iglesia; (2) habían construido una sinagoga en la cual pudiesen adorar; (3) eran pacíficos seguidores de Cristo; (4) caminaban en paz con los hijos de los hombres; y (5) vivían el evangelio lo suficientemente bien como para tener ―la esperanza necesaria mediante la cual podéis entrar en el reposo del Señor.‖ Mormón llama a éstas personas ―mis hermanos‖ en contraste con ―este pueblo‖ o ―mi pueblo,‖ términos que él usa generalmente. Aparentemente esto contradice la restricción que el Señor le había puesto de no predicar, así como la perversa condición de los nefitas y lamanitas. Además, Moroni escribe acerca de los lamanitas –después de haber destruido a los nefitas en la gran batalla en Cumorah– ―Porque he aquí, sus guerras entre ellos mismos son extremadamente furiosas; y por motivo de su odio, matan a todo nefita que no niegue a Cristo‖ (Moroni 1:2; cursivas agregadas). Por tanto, cerca del final de su vida, Moroni describe a algunos nefitas quienes por su gran fe, aceptaban la muerte antes que negar a Cristo. Nuevamente esa aseveración parece inconsistente con la descripción que Mormón hace de los nefitas. Cerca del año 380 d.C., Mormón describe a los lamanitas matando a todo nefita que encontraban. Él dice ―... aquellas tierras que habíamos dejado atrás, cuyos habitantes no fueron recogidos, los lamanitas las destruyeron; y sus pueblos, y aldeas, y ciudades fueron quemados con fuego...‖ (Mormón 5:5; cursivas agregadas). Y aún así, en el año 420 d.C. –apenas cuarenta años más tarde– Moroni dice que los lamanitas seguían matando solamente a aquellos quienes no negaban a Cristo. Mas aún, en la ocasión en que a Mormón se le ordena predicar a los nefitas, su mensaje fue de arrepentimiento, no de fe, esperanza y caridad. Así que la pregunta surge, ¿a quién estaba predicando Mormón? ¿Dónde pudo haber encontrado miembros de la Iglesia –quienes eran de tan gran fe como la que describe Moroni– entre un pueblo que había degenerado a tan alto grado de iniquidad? De hecho, ¿dónde existían nefitas tanto tiempo después de Cumorah quienes no negarían a Cristo? Otra aparente contradicción es aquella respecto al llamamiento de Moroni al ministerio. En su propio libro, Moroni comparte una carta de su padre que da principio con las palabras ―Una epístola de mi padre Mormón, escrita a mí, Moroni... poco después de mi llamamiento al ministerio‖ (Moroni 8:1) Si a Mormón le fue prohibido predicar a los nefitas y lamanitas debido a su iniquidad, debemos asumir que existía la misma prohibición para su hijo. Sin embargo, hay una carta en la cual Mormón elogia a Moroni por su llamamiento al ministerio. ¿No nos hace esto preguntarnos a quiénes fue llamado Moroni a ministrar? La carta de Mormón implica también que Mormón fue avisado del llamamiento de Moroni después de haberse efectuado. Sin embargo, para todo asunto oficial, Mormón era la ―cabeza de la Iglesia‖. ¿Cómo es posible que él no supiera de antemano acerca del llamamiento al ministerio de su hijo?. Mas aún, ¿quién podría haber tenido la autoridad para apartarlo? Si Mormón y Moroni eran los únicos supervivientes nefitas dignos, entonces ¿quién llamó a Moroni al ministerio y con qué propósito? Además de éstas anomalías, la carta de Mormón a Moroni indica que Moroni había encontrado desacuerdos sobre la edad de los niños que calificaban para el bautismo. Mormón escribe, ― Y ahora, hijo mío,... si he sabido la verdad, ha habido disputas entre vosotros concernientes al bautismo de vuestros niños pequeños‖ (Moroni 8:4-5). 32
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De estos escritos aprendemos no tan sólo que Mormón predicaba a los miembros de la Iglesia quienes eran los pacíficos discípulos de Cristo, sino también que Moroni había sido llamado a ministrar en la Iglesia y que se estaban llevando a cabo bautismos. Estas aseveraciones no concuerdan con aquellas que Mormón había hecho con anterioridad acerca de la completa iniquidad de los nefitas desde el tiempo de su juventud. Declaraciones como estas fueron las que me llevaron a hacer el comentario a José acerca de que los escritos de Moroni eran confusos. La mayoría de los escritores han asumido que los ministerios en la Iglesia a los cuales Mormon se refiere ocurrieron muchos años antes de la batalla de Cumorah. Moroni solamente hace referencia a ellos para el beneficio del lector. Pero tal idea no tiene fundamentos bajo un escrutinio. Mormón claramente establece que su pueblo era tan inicuo –antes y después de su nacimiento– que se le prohibió predicarles a ellos. Presumiblemente a su hijo tampoco se le permitió hacerlo, puesto que de ser así, hubiese sido inconsistente con las directivas divinas. Mormón dice que nadie respondió a su llamado al arrepentimiento. Con excepción de los Tres Nefitas, no se podía encontrar una persona digna entre su pueblo (ver 4 Nefi 1:46). Y finalmente, otra aparente contradicción es la concerniente a los supervivientes de la gran batalla de Cumorah. Mormón describe los preparativos para esta batalla que ocurrió en el año 385 d.C. Él dice ―...cuando hubimos reunido en uno a todo nuestro pueblo en la tierra de Cumorah, he aquí que yo, Mormón, empezaba a envejecer; y sabiendo que iba a ser la última lucha de mi pueblo...‖ (Mormón 6:6; cursivas agregadas). Mormón más adelante relata que hubo solamente veinticuatro supervivientes: ―Y cuando hubieron pasado [los lamanitas] por en medio y derribado a todos los de mi pueblo, salvo a veinticuatro de nosotros...‖ (Mormón 6:11; cursivas agregadas). Mormon dice haber sido herido en la batalla de Cumorah pero sobrevivió (ver Mormón 6:10-11). Sin embargo Moroni describe como su padre fue muerto posteriormente mientras los lamanitas cazaban a los nefitas que habían escapado. Moroni dice, ― tras la grande y tremenda batalla en Cumorah, he aquí, los lamanitas persiguieron a los nefitas que habían escapado a las tierras del sur, hasta que todos fueron destruidos. Y mi padre también murió a manos de ellos....‖ (Mormón 8:2-3). Sin embargo, Moroni agrega que su padre fue ―muerto en batalla (Mormón 8:5), lo cual despierta la pregunta de cómo es que Mormón tubo batallas después de Cumorah con solamente veinticuatro sobrevivientes. Asumiendo que todos los veinticuatro permanecieron con Mormón, ¿podría llamarse batalla a un conflicto en el que existía tal desventaja? Aún más perpleja es la pregunta de dónde pudo haber ocurrido tal batalla. Si los nefitas habían abandonado sus ciudades que se encontraban al norte de la estrecha lengua de tierra y aquellos que escaparon hacia el sur habían sido cazados y destruidos, entonces ¿bajo qué circunstancias había muerto Mormón en batalla?. Después de años de estar batallando con estas aparentes contradicciones, concluí que había más en ésta historia de lo que la gente había asumido. Claramente se observaba que había piezas faltantes del rompecabezas. Además, debería haber buenas razones por las cuales Mormón y Moroni habían excluido algunos detalles. En sus registros, ambos hombres prueban ser historiadores ejemplares, lo cual sugiere que su omisión de algunas partes de la historia fue a propósito, no por accidente. Finalmente concluí que a Mormón se le mando escribir un compendio de la historia de su propio pueblo, y no de ningún otro (Ver Mormón 5:9-13). En su registro, Mormón no describe los asuntos de los lamanitas, mulekitas, o jareditas, excepto a manera de resumen al relacionarse con los asuntos de los nefitas. Siendo ese el caso, los ―hermanos‖ de los que se habla el Libro de Moroni, están fuera de contexto de los parámetros de Mormón como historiador. Aun cuando estas gentes hayan sido nefitas, Mormón tomó la decisión de no escribir acerca de ellos porque no eran 33
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parte de la nación nefita. Por otra parte, Moroni no tuvo tales restricciones, y tal vez esa fue la razón por la que él colocó ciertos escritos de Mormón en su propio libro. Dentro de sus propios escritos, Moroni hace un resumen de la historia de los jareditas. También con frecuencia hace mención de los gentiles, después de haber visto sus días. Sirve como una advertencia a los gentiles de los últimos días de que lo que les sucedió a los nefitas y jareditas, podría pasarle también a ellos. Efectivamente, no existen contradicciones entre los escritos de Mormón y Moroni, sino solamente una contraposición en los propósitos de sus escritos. Existen muchas evidencias para establecer la certeza y consistencia del Libro de Mormón. Por ejemplo, Éter 1:1 indica que Moroni está escribiendo el registro de los jareditas –muchos años después de la destrucción de los nefitas en Cumorah– en ―este país del norte.‖ Esto nos lleva a preguntarnos dónde se encontraba el ―país del norte‖ hacia el cual Moroni había escapado. Presumiblemente, Moroni gozó de un cierto grado de seguridad ahí, puesto que vivió allí por más de veinte años. Tal como otros profetas-escribas antes que él, él mismo tuvo que haber hecho las planchas sobre las cuales escribió, quizás con la ayuda de personas que vivían en ese país del norte. Años atrás, él había descrito como es que las planchas de Mormón estaban llenas, ―y mineral no tengo‖ para hacer más planchas (Mormón 8:5). ¿Es posible que las diferentes circunstancias de Moroni puedan proveer una solución a los acertijos que yo he propuesto? ¿A quiénes en realidad ministró Moroni y quiénes fueron bautizados? ¿A quiénes se dirigió Mormón en su extenso discurso sobre la fe, esperanza y caridad? ¿Quién era el pueblo que tenía la ―conducta pacifica para con los hijos de los hombres‖ en el tiempo en que ninguno de los nefitas era digno? El que Mormón haya sabido acerca del llamamiento de Moroni al ministerio después de ello, ¿tuvo que ver con consideraciones geográficas? Yo creo que para poder contestar a estas preguntas es necesario que veamos la geografía de la tierra sobre la cual vivieron Mormón y Moroni. He llegado a comprender que la geografía de las tierras del Libro de Mormón afecta por completo nuestro entendimiento del Libro de Mormón. Quizás, por esa razón se incluyeron tantas referencias con respecto a las ubicaciones y direcciones. Una vez que entendamos más acerca del terreno, lugares como los ―países del norte‖ se vuelven más fáciles de localizar. Y una vez que aprendamos la relación que existe entre el norte y el sur, de las historias por separado de los pueblos que vivieron allí, las aparentes contradicciones que hemos discutido desaparecen.
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CAPÍTULO 7 LA GEOGRAFÍA DEL LIBRO DE MORMÓN Hasta que escribí este libro, yo supuse que las evidencias que identificaban al sur de México y Centroamérica (Mesoamérica) como tierras del Libro de Mormón eran tan abrumadoras que la mayoría de los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días las aceptaban. No fue sino hasta que éste libro estaba siendo editado que fui persuadido de que tal percepción no era universal. Por tanto presento un resumen de las evidencias geográficas que sostienen tales puntos de vista. Este resumen también ayudará a aclarar hacia dónde viajaron Mormón y Moroni y a dónde llevaron acabo su obra espiritual. Hasta lo mejor de mi conocimiento, el profeta José Smith nunca identificó ninguna parte de América del Norte o Sudamérica como territorio del Libro de Mormón. Por otro lado, tal como lo mostraré más adelante, él específicamente identificó a Centroamérica como tal. Aun más, con excepción de un incidente mal entendido –el episodio Zelf– José Smith nunca identificó a ninguna persona o evento mencionado en el Libro de Mormón que haya vivido u ocurrido ni en Norteamérica ni en Sudamérica. Aún cuando existían muchas ruinas, montículos y artefactos de los indios en Norteamérica, aún en el área donde vivió José Smith, él nunca se refirió a ninguno de ellos en conexión con el histórico informe contenido en el Libro de Mormón. De hecho, el profeta José Smith nunca hizo mención al lugar donde encontró las planchas de oro como el Cerro de Cumorah. Tal cerro fue llamado Cumorah años después por otros. De igual forma, fue años después, y no en sus días, que las personas supusieron que la nación nefita-lamanita existió a lo largo y ancho de todo Norte, Centro y Sudamérica. En 1841 José Smith se convirtió en el editor del Times and Seasons. En la edición de marzo de 1844 (710) él escribe, ― Solamente yo me hago responsable del mismo‖ refiriéndose al contenido del periódico. En esa misma edición del Times and Seasons apareció un resumen de un libro escrito por John Lloyd Stevens llamado Incidents of travel in Central America, Chiapas and Yucatan. Ese libro contenía muchos dibujos de ruinas mayas. Podemos suponer que el editor –José Smith– fue quien escribió el resumen del libro, puesto que ningún otro nombre le acompaña. Esto es lo que él dijo: Vallamos al tema... del Libro de Mormón, donde esas maravillosas ruinas de Palenque son de entre las grandiosas obras de los nefitas... Estos grandes desarrollos de la antigüedad quedan claros a los ojos de todas las personas al leer la historia de nos nefitas en el Libro de Mormón. Vivieron cerca de la estrecha lengua de tierra que ahora comprende a Centroamérica, con todas las ciudades que pueden ser encontradas. Centroamérica, o Guatemala, está situada al norte del Istmo de Darien [El canal de Panamá] y en algún tiempo abarcaba varios cientos de millas de territorio del norte al sur... La ciudad de Zarahemla... se irguió sobre ésta tierra. (Times and Seasons, marzo de 1844, 914-915; cursivas agregadas) Estos comentarios del Profeta José Smith, son de las pocas declaraciones fidedignas que tenemos acerca de la geografía del Libro de Mormón. Estas esencialmente disipan la creencia de que el Istmo de Panamá era la estrecha lengua de tierra a la que se refiere el Libro de Mormón. Puesto que el Libro de Mormón describe a Zarahemla al sur de la estrecha lengua de tierra, y José Smith, describe a Zarahemla al norte del Istmo de Panamá, eso elimina a Panamá como la estrecha lengua de tierra. También sugiere solamente otro candidato para ser la estrecha lengua de tierra, que seria el Istmo de Tehuantepec en el sur de México (Mapa 1). De hecho, la mayoría de los eruditos del Libro de Mormón aceptan al Istmo de Tehuantepec como la estrecha lengua de tierra. 35
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José Smith también identificó a Palenque como una ciudad nefita. Palenque se localiza en el estado de Chiapas, México, cerca del Istmo de Tehuantepec. El apóstol Orson Pratt también identificó al Istmo de Tehuantepec como la estrecha lengua de tierra. Él dijo que la ciudad de Desolación se encontraba en Centroamérica, cerca de o en Yucatán (Millenial Star, Nov. 15, 1848, 347). Debido a que la ciudad de Desolación estaba cerca de la estrecha lengua de tierra y Yucatán adjunta al Istmo de Tehuantepec, es claro que Orson Pratt consideró que la estrecha lengua de tierra se localizaba en el sur de México. En nuestra propia generación, el erudito en el Libro de Mormón Hugh Nibley dijo, ―¿Y que hay de las majestuosas ruinas de Centroamérica? Les concierne a aquellos que las conocen hablar de ellas... Estamos convencidos de que las pruebas del Libro de Mormón sí existen en Centroamérica‖ (An Approach to the Book of Mormon, 376). En un documento entregado en 1972, el especialista en el Libro de Mormón Garth Norman establece, ―Como consecuencia de la abundante cantidad de evidencias que sostienen a Tehuantepec como la correlación de la estrecha lengua de tierra, parece casi imposible que tanta controversia haya existido por tanto tiempo acerca de la localización de las tierras principales del Libro de Mormón‖ (―Book of Mormon Geography Study on the Narrow Neck of Land,‖ 12). Sin embargo, muchos escritores han concluido que el registro del Libro de Mormón cubre todo el Continente Americano. Tal opinión no tan solo va en contra de los escritos del profeta José Smith, sino que contradice la abrumadora abundancia de evidencias arqueológicas que colocan a Centroamérica como el centro del escenario de tales eventos. En ninguna otra parte del mundo encontramos restos de tantas antiguas ciudades que se asemejen al relato del Libro de Mormón. Mormón dice que cuando fue hacia el sur desde la tierra del norte siendo todavía un niño, él pudo ver que ―toda la superficie de la tierra había quedado cubierta de edificios, y los habitantes eran casi tan numerosos como las arenas del mar (Mormón 1:7). Tal descripción –para ese periodo de tiempo (aprox. 322 d.C.)– coincide únicamente con Centroamérica, donde las masivas ruinas de ciudades contiguas se extienden a lo largo de cientos de kilómetros. Uno solamente tiene que visitar las tierras bajas del sur de México y el norte de Guatemala para apreciar la magnitud de sus antiguas civilizaciones y comprender lo poco que estos sitios han sido excavados. Hoy día, metrópolis completas se encuentran escondidas dentro de grandes senderos de selva, aparentemente como si nunca hubiesen existido. ¿En qué otro lugar encontramos evidencias concretas de algo que se le compare? A diferencia de Norteamérica, Sudamérica contiene sustanciales ruinas antiguas que pueden llevarlo a uno a creer que la civilización nefita-lamanita se extendió hasta esos confines al sur. Sin embargo, de acuerdo con evidencias arqueológicas las ruinas de los Incas en Sudamérica, tuvieron su origen en el segundo milenio d.C., cientos de años después de los tiempos del Libro de Mormón. El profesor de arqueología de la Universidad de B.Y. John Sorenson hace notar que ―el único rival en escala y en elaboración social [de Centroamérica] fue Perú y en la circundante área andina gobernada por los Incas. Ellos aparecieron en escena aproximadamente cuando lo hicieron los aztecas, surgiendo de la obscuridad hacia el dominio en un periodo de tres centurias antes de la invasión de los españoles en 1532‖ (Sorensen, An Ancient American Setting for the Book of Mormon, 105). En otras palabras, las únicas ruinas de una civilización en el Continente Americano que vayan de acuerdo con la descripción del Libro de Mormón aparecen exclusivamente en Centroamérica. Sin embargo, no afirmo que todos los pueblos que vivieron en Centroamérica tuvieron conexión con el Libro de Mormón. Es evidente que aquí es donde se desenvuelve la historia nefita-lamanita. Tal como lo expreso el finado profesor de la Universidad de B. Y. William E. 36
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Berret, Deben recordar aquellos que creen en el Libro de Mormón que de la gran masa de descubrimientos arqueológicos en América no todos se relacionan con las civilizaciones jaredita o nefita... El Libro de Mormón no es la historia de todo el Continente Americano, ni una historia completa de ninguna parte del mismo. (The Restored Church, 62) De hecho, ni siquiera podemos suponer que la nación nefita de Centroamérica haya sido la única en este continente entre quienes fue establecida la Iglesia. La escritura de 2 Nefi 1:5-7 fácilmente podría referirse a otros antiguos grupos de personas que hayan sido dirigidos a este continente por el Señor. Jesucristo pudo haber aparecido a otros pueblos israelitas en el continente Americano ya sea de origen nefita o no. El Libro de Mormón establece que el Señor hablaría ―a todas las naciones de la tierra,‖ incluyendo aquellas ―tanto en el este, como en el oeste, y en el norte, así como en el sur, y en las islas del mar,‖ y ellas escribirían las palabras que él les habló (2 Nefi 29:12, 11). Jesús les dijo a los nefitas que se manifestaría a ―otras ovejas‖ además de ellos, quienes no eran de ―esta tierra.‖ Ni de la tierra que ellos ocupaban entonces (3 Nefi 16:1-3). Esta bien documentado el hecho de que muchos pueblos llegaron al Continente Americano a lo largo de varios milenios. Los arqueólogos han encontrado evidencias de culturas, arribos, y escrituras no relacionadas con el Libro de Mormón. Una de las razones por las que ha habido tantos desacuerdos entre los miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y los arqueólogos es que los primeros han tratado de encajar a todas las culturas precolombinas en el contexto del Libro de Mormón. La verdad es que no todas se relacionan. El Libro de Mormón hace referencia a tres pueblos precolombinos que llegaron a éste continente. Y provee un registro compendiado de dos de ellos. Ahora procederé a presentar algunos de los puntos de información más sobresalientes que documentan estos arribos. También trataré de identificar dónde se establecieron éstos pueblos, que no necesariamente son los mismos lugares a donde llegaron.
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CAPÍTULO 8 LA CIVILIZACIÓN JAREDITA (OLMECA) Una de las culturas precolombinas de Centroamérica mejor documentadas comienza alrededor del año 3000 a.C. De acuerdo con el historiador azteca Fernando de Alba Ixtlixóchitl, los ―antiguos‖ que él llama Quinamis arribaron a ésta tierra en el 2993 a.C. En conexión con su arribo al Nuevo Mundo, Milton R. Hunter y Thomas Stuart Ferguson hicieron la siguiente anotación: ―Ixtlixóchitl le pone fecha al gran diluvio, siendo esta la primera gran calamidad, en el 3513 a.C. (1717 años después de la fecha que ellos tienen de la creación, 5229 a.C.) La fecha de arribo de los primeros artesanos a quienes él siempre se refiere como los ―Antiguos‖ que llegaron a Huehuetlapallan (antigua tierra de abundancia) en el Nuevo Mundo, la coloca en el 2993 a.C. Debido a que habían transcurrido 104 años desde su partida de la ‗gran torre,‘ la fecha de su partida seria 3097 a.C., de acuerdo con su cronología‖ (Ancient America and the Book of Mormon, 35). El periodo de arribo de los Quinamis coincide con el registro del Antiguo Testamento de la Torre de Babel, donde Dios confundió el lenguaje de la gente y fueron esparcidos por todo el mundo (ver Génesis 11:1-9). El registro bíblico establece, ―... Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. Y dijeron: Vamos, edifiquemos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra‖ (Génesis 11:3-4). Fray Bernardino de Sahagún (1499-1590) en su libro Historia de las Cosas de la Nueva España, cita a Ixtlixóchitl en cuanto al arribo de los Quinamis al Nuevo Mundo: [La historia de los tultecas cuenta] como después que los hombres se multiplicaron, hicieron una Zacuali muy alta y fuerte, que quiere decir la torre muy alta, para protegerse a sí mismos dentro de ella cuando fuese destruido el segundo mundo. Cuando las cosas estaban en su apogeo, su lenguaje fue cambiado, y no pudiendo entenderse el uno al otro, se fueron por diferentes partes del mundo; y los Tultecas (los más ancianos) que eran tantos como siete compañeros y sus esposas, quienes entendían su legua entre ellos mismos, vinieron a estas partes, habiendo primeramente cruzado grandes tierras y mares, viviendo en cuevas y sufriendo grandes tribulaciones hasta que llegaron a esta tierra, la cual encontraron buena y fértil para habitarla. (Citado en Hunter y Ferguson, Ancient America and the Book of Mormon, 24,35) Hoy, en el Estado de Tlaxcala, México, existe un pueblo llamado Zacualpan (ilustración 20), cuyo nombre Náhuatl, la lengua de los habitantes antiguos de México, significa ―ciudad de la gente de la gran torre.‖ El uso de la expresión ―gran torre‖ es significativo porque términos idénticos en el Libro de Mormón describen la Torre de Babel (ver Éter 1:3,33). El Libro de Mormón habla de ―la construcción de la gran torre, cuando el Señor confundió el lenguaje del pueblo y fueros esparcidos por toda la superficie de la tierra‖ (Mosíah 28:17; cursivas agregadas). La tradición oral de los Quinamis los describe viviendo en ―cuevas‖ en su camino hacia esta tierra, viajando por encima y debajo del agua (ilustración 21). No teniendo la terminología para expresar esta manera de viajar, el término cuevas es el que más se aproxima a su magnifica experiencia. El Libro de Mormón tiene esto que decir acerca de los jareditas cruzando el océano después de que la gente fue esparcida de la gran torre: Y aconteció que muchas veces fueron sepultados en las profundidades del mar, a causa de las gigantescas olas que rompían sobre ellos, y también por las grandes y terribles tempestades causadas por la fuerza del viento. Y sucedía que, cuando eran sepultados en el abismo, no había 38
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agua que los dañara, pues sus barcos estaban ajustados como un vaso, y también estaban ajustados como el arca de Noé, por tanto, cuando los envolvían las muchas aguas, imploraban al Señor, y él los sacaba a la superficie de las aguas (Éter 6:6-7). Un punto de controversia entre los lectores del Libro de Mormón, ha sido la ubicación del lugar de llegada de los Jareditas. Algunos suponen que arribaron por la costa oeste de Centroamérica. El propio registro jaredita no nos sugiere que Jared y su grupo hayan ido hacia el este al partir de la gran torre para así eventualmente cruzar el Océano Pacifico y arribar a la costa oeste de Centroamérica. Todo lo contrario. El Señor dio instrucciones a los jareditas de ir hacia el norte hasta que ―descendieron al valle de Nimrod‖ (Éter 2:1,4). La torre de Babel, su punto de origen, estaba situada cerca del Río Éufrates en la antigua Babilonia, y los nombres Babel y Babilonia en semítico, significan lo mismo. Dirigiéndose hacia el norte desde la gran torre, el grupo de Jared hubiese llegado a la cuenca del Río Tigris. Siguiendo el Río Tigris hacia el norte llegarían al área del antiguo Nimrud (Nimrod). Si ellos hubiesen seguido el río Tigris, los llevaría hacia una dirección noroeste hasta llegar a las cercanías del Mar Negro. Cruzando el Mar Negro en ―barcos‖ (ver Éter 2:6) hubiesen llegado a lo que hoy es el sureste de Europa. Entonces al atravesar Europa en dirección oeste, eventualmente llegarían a la Península Ibérica en lo que hoy es Portugal y España. Si los jareditas se hubiesen dirigido hacia el norte al partir de la gran torre y luego hacia el este en lugar del oeste, casi inmediatamente hubieran enfrentado difíciles cordilleras montañosas antes de cruzar el Mar Caspio. Entonces también tendrían que viajar dos veces más lejos por tierra sobre uno de los terrenos más inhóspitos que hay sobre la tierra –las grandes estepas, grandes desiertos, y las altas cordilleras de montañas de Asia– para poder llegar al Océano Pacifico. Finalmente, tendrían que haber viajado el doble de distancia por mar para poder llegar a Centroamérica. De hecho, las corrientes del océano los hubiesen arrastrado lejos de, y no hacia Centroamérica. Sin embargo, si el Señor hubiese guiado a los jareditas por las partes más fértiles de la tierra, así como lo hizo con los nefitas, eso explicaría el por qué hasta cierto punto, casi se olvidaron de continuar su viaje. Cuando llegaron al ―gran mar que separa las tierras‖ ellos ―vivieron en tiendas a la orilla del mar por el término de cuatro años‖ antes de que el Señor los reprendiera (Éter 2:13-15). Fue hasta entonces cuando construyeron los ocho barcos que los llevaron a la tierra prometida (ver Éter 2:16-17). Las corrientes marinas de la Península Ibérica los llevaría en dirección al sur cruzando el Océano Atlántico y hacia el Golfo de México. Como lo veremos más tarde, la Península de Yucatán se encontraba parcialmente bajo el agua en aquel entonces. Sahagún reporta que los barcos de madera que usaron los Quinamis llegaron por el Río Pánuco, cerca de la ciudad de Tampico, que se encuentra en el estado de Tamaulipas sobre la costa este de México (citado en Hunter and Ferguson, Ancient America and the Book of Mormon, 30-31). En el antiguo idioma náhuatl tam significa ―raíces‖ mientras que pico significa ―punta‖. Por lo tanto, Tampico significa el ―punto de nuestras raíces‖ (mapa 2). A su llegada por el río Pánuco, estos antiguos colonizadores rápidamente se dirigieron hacia una tierra en las montañas de México. Sahagún relata: Los viejos solían contar, en cierta época que ya nadie mas puede contar, ―Por agua en sus barcos vinieron, en muchos grupos. Y llegaron a la orilla de las aguas, sobre la costa norte, y donde dejaron sus barcos se llama Panutla. Significa, ‗por donde uno cruza el agua.‘ Inmediatamente siguieron por la costa del mar y fueron buscando montañas, algunos por montañas blancas y las montañas humeantes.‖ (Citado en la respuesta de David Palmer a los ensayos de V.G. Norman y J.L. Sorensen, Book of Mormon Geography Symposium, Brigham Young University, April 39
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1975,11) Esta relación parece describir a un contingente de jareditas dirigiéndose hacia los valles de Puebla y Tlaxcala, en la parte sur central de México. Estos valles se encuentran rodeados de cuatro volcanes que están perpetuamente copados de nieve y emiten humo intermitentemente. Es el único lugar en México –o Centroamérica– donde existen ―montañas humeantes‖ copadas de nieve (ilustraciones 22 y 23). Leyendo acerca de los jareditas, me sorprendió la manera tan consistente y enfática en que los escritores mencionan que estas personas se dirigieron a la tierra de montañas con ―puntas blancas‖ inmediatamente después de llegar a este continente. Fueron tan enfáticos los escritores que empecé a cavilar en la posibilidad de que hubiera más en esta historia que simplemente geografía. Fue leyendo el registro de los jareditas que Éter 2:2 me impresionó. Mientras se encontraban haciendo los ocho barcos para viajar hacia este continente, los jareditas hicieron uno de estos barcos para transportar peces, presumiblemente de la variedad de agua dulce. Ciertamente el diluvio había acabado con todos los peces de agua dulce, y mientras Noé reabastecía al continente en el que había aterrizado, este continente aun no había sido reabastecido. Yo me supongo que por esta razón los jareditas construyeron y llenaron un barco con peces. Así que cuando los jareditas desembarcaron, siete de los barcos contenían personas y animales, mientras que el octavo contenía peces de agua dulce. Si uno tuviese que reabastecer los ríos de este continente con estos peces, ¿dónde sería el mejor lugar para hacerlo? Ciertamente uno de los mejores lugares sería la tierra de montañas con puntas blancas, la división continental de donde fluyen los ríos de las montañas con puntas blancas hacia todas direcciones. Por lo tanto concluyo que esta fue la razón por la que los antiguos escribas pusieron tanto énfasis en mencionar que los jareditas se dirigieron a la tierra de ―puntas blancas‖. Los jareditas no se dirigían allá por razones de comodidad personal, sino para cumplir con las instrucciones del Señor de reabastecer los ríos de este continente con peces de agua dulce. Habiendo viajado del área de Tampico, México al valle de Puebla, la tierra de las montañas con ―puntas blancas,‖ sé lo difícil que el viaje es y cuán desafiante debió haber sido cargar con un barco lleno de peces subiendo por esas escarpadas montañas, tratando de mantener vivos a los peces. ¿Cómo pudo ser posible llevar a cabo exitosamente tan difícil tarea?. El secreto puede estar en Éter 12:30, donde Moroni nos dice que por medio de la fe el hermano de Jared transportó la montaña Zerín de un lugar a otro. Así que aparentemente esta historia de los jareditas viajando a la tierra de las montañas con ―puntas blancas,‖ la división continental de Mesoamérica, es más que meramente un recuento de los viajes geográficos de este pueblo. Hay ruinas en el estado de Puebla que datan del tiempo de los Quinamis, quienes fueron contemporáneos de los olmecas. La pirámide de Cholula en esa área, que es la estructura más grande del mundo, esta formada de muchas pirámides superpuestas. Cuando los arqueólogos cavaron túneles en esta estructura para documentar las superposiciones, concluyeron que la pirámide original justo en el centro fue construida por un pueblo de la época de los olmecas (jareditas), alrededor del año 2500 a.C. Los arqueólogos ahora hacen una distinción entre los olmecas, el pueblo antiguo del lado del Caribe Mexicano, y el pueblo de las tierras altas del centro de México (valles de Puebla y Tlaxcala), y aquellos de la costa oeste de México. Parece que aunque aparentemente estas gentes comparten rasgos y hábitos culturales similares, eran considerados ―países‖ distintos y separados (David Groves en una conferencia sobre el descubrimiento del Occidente de México, 1998). 40
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Construir sobre pirámides ya existentes era una practica común entre los mayas así como entre otras culturas Mesoamericanas (ilustraciones 24, 25). Graham Hancock reporta en su libro Fingerprints of the Gods, ―Aun cuando no se supo quienes habían sido los primeros constructores aqui, hasta donde ha sido posible establecerse, el edificio primario mayor en el sitio consiste de una alta pirámide cónica en forma de una cubeta invertida, allanada en la cúspide donde había existido un templo‖ (116). Aún cuando esta pirámide no esta accesible para el público –habiendo sido cubierta por tantos otros edificios superpuestos sobre ella– hay otra pirámide circular en espiral que no lo esta. Una de las tres pirámides de la zona de Xochitécatl, a sólo once kilómetros de Cholula, esta claramente visible como una del tipo redondo y en espiral (ilustración 26). Un antiguo, aunque fragmentado, relato que menciona a la primer pirámide de Cholula, aparece en una placa en la pared del palacio municipal de esa ciudad. Es una costumbre en México llevar registro de las tradiciones locales en los palacios municipales de la misma ciudad o de la ciudad más cercana. Las representaciones artísticas de estas tradiciones, hechas generalmente en tiempos modernos, acompañan frecuentemente la versión escrita de las tradiciones orales. El registro en Cholula menciona ―siete hermanos‖ quienes fueron salvados de las aguas ―en las grutas de la montaña.‖ Su líder fue ―Xelhua el gigante‖ cuyo nombre en la antigua lengua maya significa ―vomitado de las aguas‖. Él construyó la pirámide de Cholula en conmemoración de su salvación (ilustración 27). Aparentemente este antiguo registro combina tradiciones que datan de la época del diluvio con unas posteriores acerca de la Torre de Babel y la migración a esta tierra. Cuatro ramales distintos de tradición se vuelven aparentes: (1) ―...En la época del diluvio moraban sobre la tierra los gigantes, muchos perecieron sumergidos en las aguas‖; (2) Una pirámide fue construida la cual ―amenazaba con llegar a las nubes‖ y entonces ―el padre de todos los dioses‖ mandó ―fuego celeste‖ que ―mató a muchos de los constructores‖ ―dispersándose los demás y no pasó adelante la construcción‖; (3) ― siete hermanos se salvaron en las grutas de la montaña‖; y (4) ―Xelhua el gigante fue al sitio que después se le llamó Cholollan [Cholula] y allí ―comenzó a construir la pirámide en memoria de la montaña en que fue salvado.‖ Son evidentes las similitudes entre este relato y el relato de las escrituras. El Antiguo Testamento registra que vivieron gigantes antes del diluvio y ―engendraron hijos‖ (Génesis 6:4). De acuerdo con el libro de Moisés, vivieron gigantes en la tierra en los días de Enoc (ver Moisés 7:15). También vivieron gigantes después del diluvio (ver Números 13:33). El libro de Éter describe al hermano de Jared como ―un hombre grande y dotado de mucha fuerza‖ (Éter 1:34) La relación del Génesis registra cómo el pueblo quería construir una torre ―cuya cúspide llegue al cielo‖ (Génesis 11:4). El Libro de Mormón dice que su propósito era ―construir una torre suficientemente alta para llegar al cielo‖ (Helamán 6:28). Sin embargo, cuando Dios los esparció de la torre ―dejaron de edificar la ciudad‖ (Génesis 11:8). Las ―cavernas de la montaña‖ a las que se refiere la tradición de Cholula pueden, desde luego, referirse a cuevas literalmente hablando. Sin embargo, otras tradiciones que hablan de cuevas, tales como la de Ixtlixóchitl y el propio contexto de la historia de un diluvio, pueden remontarse a los jareditas sobreviviendo su travesía por el océano. El Libro de Mormón hace referencia a ―gigantescas olas‖ que rompían sobre ellos durante su travesía y que eran ―sepultados en el abismo‖ (Éter 6:6), todo lo cual puede ayudar a explicar la tradición Cholulteca. Como se puede notar, la arquitectura espiral de la primer pirámide de Cholula también fue influenciada por la Torre de Babel. Por otro lado, la arquitectura de las posteriores superposiciones no es del tipo espiral. Los muchos cientos de pirámides que salpican 41
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Centroamérica, de hecho son del tipo rectangular o cuadrado. Sin embargo, en lugar de ser un desarrollo posterior, ese diseño rectangular podría en realidad haber sido anterior a la primer pirámide que los Quinamis (jareditas) construyeron, así como la que existe en la cercana Xochitécatl. Edificios y pirámides en espiral se encuentran también en la costa oeste de México en los estados de Colima y Jalisco. De acuerdo con el profeta José Smith, vivió gente en el Continente Americano desde el tiempo en que Adán y Eva fueron expulsados del Jardín del Edén. Él declaró que el Jardín del Edén se encontraba en el Continente Americano (Doctrines of Salvation, Vol. III, 74). El libro de Moisés registra que existieron muchas naciones en los días de Enoc, a las cuales Enoc predicó el arrepentimiento (ver Moisés 7:9-13). Este continente, por lo tanto, pudo haber sido habitado por personas por primera vez alrededor del año 4000 a.C. De hecho, el pueblo de Enoc, que construyó una ciudad ideal llamada Sión (ver Moisés 7:19), pudo haber influido en el diseño arquitectónico de ciudades posteriores que se construyeron en el Continente Americano. No podemos imaginarnos que la ciudad de Enoc no tuvo un templo o templos y otros lugares de adoración. Y si en efecto tuvieron tales templos, ¿qué arquitectura usaron? ¿Por qué no pudieron sobrevivir al Diluvio los restos de tales estructuras?. Por ejemplo, los arqueólogos fechan las estructuras piramidales más antiguas en los alrededores de la Ciudad de México –que fueron encontradas bajo capas de lava–―por lo menos de hace siete mil años‖ (Hancock, Fingerprints of the Gods, 115). El Libro de Moisés habla de que el Señor vino a habitar con su pueblo –quienes eran llamados Sión– en los días de Enoc. ―La gloria del Señor‖ vino sobre su pueblo y ellos ―fueron bendecidos sobre las montañas y en los lugares altos‖ (Moisés 7:16-17; cursivas agregadas). Los ―lugares altos‖ de los que se habla pueden estar refiriéndose a lugares de adoración del estilo piramidal. Enoc había ido por toda la tierra ―y subía a las colinas y a los lugares altos‖ testificando en contra de la iniquidad del pueblo. El pueblo se ―ofendió‖ con la predicación de Enoc porque él los censuraba en sus lugares sagrados (Moisés 6:37-38; cursivas agregadas). Hoy en día en Centroamérica, las ruinas de las pirámides generalmente están coronadas con templos o santuarios de adoración. Abundan las evidencias de sacrificios hechos en tales sitios, aun cuando corrupciones posteriores malinterpretaron el propósito original de tales sitios. La misma tendencia aparece en el Antiguo Testamento. En un principio los ―lugares altos‖ de Israel fueron usados para ofrecer sacrificios aceptables para Dios (ver 1 Samuel 9:10-19; 1 Reyes 12:28-33). Posteriormente, cuando fue corrompida la religión del pueblo, los ―lugares altos‖ se convirtieron en sitios para las prácticas idólatras (ver 1 Reyes 12:28-33). En las tierras altas de Centroamérica, las ruinas de las pirámides y sus templos predominan en muchas montañas o áreas elevadas (ilustración 28). Por otro lado, en las tierras bajas, las pirámides mismas proveen ―lugares altos‖ para la adoración (ilustraciones 29 y 30). Los eruditos en el área maya Linda Schele y David Freidel consideran que los templos piramidales encontrados en las tierras bajas de Centroamérica son ―simbólicas montañas sagradas‖ que eran usadas para la adoración (A Forest of Kings: The Untold Story of the Ancient Maya, 106). Estos autores explican la interrelación que hay entre los lugares sagrados hechos por la mano del hombre con aquellos inherentes en la topografía de la tierra: Para el maya, la tierra tenia vida y estaba empapada con una santidad que se concentraba especialmente en puntos específicos, como cuevas y montañas. El patrón principal de los puntos de poder había sido establecido por los dioses cuando fue creado el cosmos. Dentro de esta matriz de terreno sagrado, los seres humanos construyeron comunidades que se combinaban con los patrones generados por los dioses y a la vez crearon una segunda matriz de puntos de poder hecha por el hombre. Los dos sistemas eran percibidos como complementarios, no separados... El Mundo de los 42
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seres humanos estaba conectado con el Otro Mundo junto con el eje llamado wacah chan que fluía a través del centro de la existencia. Este eje no estaba localizado en ninguno de los ejes de esta tierra, pero podía ser materializado a través de un ritual en cualquier punto del terreno natural o hecho por el hombre. Aun más importante, era materializado en la persona del rey, quien le daba existencia al permanecer cautivado en visiones de éxtasis sobre la cúspide de su montaña-pirámide. (Forest of Kings, 67; para más información sobre este tema, ver el Apéndice B) ¿Será posible que la arquitectura de las antiguas pirámides de Centroamérica sea la que más se aproxime a la divina arquitectura de los templos en una ciudad de Sión? Las muchas profecías del Antiguo Testamento y el Libro de Mormón que predicen la reconstrucción en el futuro de desoladas ciudades antiguas ciertamente incluyen las ruinas y las ciudades y templos que se encuentran en esta tierra (ver Isaías 61:4; 3 Nefi 10:7; 22:3). De ser así, entonces su arquitectura piramidal será conservada –así como fue conservada cuando los nefitas construyeron sobre ciudades jareditas, y los jareditas construyeron sobre los sitios existentes desde los días de Enoc. Una parte de la historia de los valles de Puebla y Tlaxcala se encuentra preservada en registros que se conservan en el palacio municipal de Tlaxcala. Las partes más importantes de esa historia fueron nuevamente escritas y pintadas en las paredes del palacio. Cada escena busca mostrar partes de una historia que ha sido transmitida en el idioma náhuatl. Desde luego, tales escenas consisten en una representación artística posterior de antiguas tradiciones orales. Estas representaciones pudieron haber sido modificadas por la misma cultura del artista. Por lo tanto, lo expresado no necesariamente tiene que ser interpretado de manera literal sino simbólica. Las escenas en las paredes del palacio municipal de Tlaxcala hacen referencia al pueblo de aquel valle cruzando el océano en ―siete cuevas.‖ Se muestra a los Quinamis dejando su tierra natal, subiéndose en barcos, y llegando a esta tierra. Se pintan pequeños pies en dirección a la orilla del agua, y luego continúan al otro lado del agua. La siguiente escena muestra estos pequeños pies saliendo de siete cuevas (ilustración 31). El término chicomostoc, que aparece debajo de la representación simbólica del artista, en náhuatl significa ―Siete Cuevas‖ (México a Través de los Siglos, 1:107). La conjunción de estas dos escenas transmite la idea de que siete familias cruzaron las aguas hacia esta tierra en siete navíos –navíos que eran como cuevas debajo de las aguas. Es asombroso que tales historias acerca de personas cruzando el océano en bolsas de aire por debajo del agua hayan permanecido intactas por 4,500 años o más. Desde luego que el Libro de Mormón describe que ocho navíos llegaron a esta tierra, así que ¿qué pasó con el octavo? Una explicación es que la octava nave fue usada para transportar los peces de agua dulce que trajeron con ellos (ver Éter 2:2). Otra representación artística de una antigua tradición aparece en las paredes del palacio municipal de Cholula, en el estado de Puebla. Allí, Quetzalcóatl es representado apareciendo a los primeros habitantes de Cholula, aparentemente en un acto de estarles enseñando a llevar registros en planchas de oro. Las montañas con puntas blancas de Puebla, aparecen al fondo (ilustración 32). Aunque Quetzalcóatl aparece con la figura de un Cristo español, lo cual muestra la influencia de un artista moderno, la historia de la aparición de Quetzalcóatl en Cholula se remonta a sus primeras tradiciones. La historia de Cholula coincide con la relación del Libro de Mormón de varias maneras. Como los nefitas, los jareditas tenían la costumbre de llevar registros en planchas de oro. Los hombres del rey Limhi, quienes descubrieron los huesos de los jareditas después de la destrucción de los mismos, encontraron veinticuatro planchas de ―oro puro‖ llenas de grabados (Mosíah 8:9; ver también 28:11). El Libro de Éter también registra que el ―Hijo de Justicia‖ se apareció en los días de Emer, un justo rey de los jareditas (Éter 9:21-22). 43
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Uno de los dos marcos que aparecen en la parte inferior de la representación artística en Cholula, se titula ―Quetzalcóatl en Cholula‖ y se lee, ―A los Cholultecas les manifestó su aversión a toda suerte de crueldades, les enseñó el arte de la fundición. También las leyes con que desde entonces se gobernaron, de los ritos y las ceremonias de su religión y la manera de los tiempos y su calendario. Después de haber estado veinte años en Cholula, decidió continuar su viaje‖ (ilustración 33). El segundo cuadro, que aparece abajo de la representación que el artista hace de Quetzalcóatl y que tiene el título de ―Fundación de Cholula,‖ establece, ―De acuerdo con los códices antiguos, la tribu cholulteca fue una de las peregrinantes que, con los huoxotzinca, tlaxchateca, tepaneca, etc., salió de Chicomoztoc después de las tribus náhuatl, para dispersarse en distintas partes del país.‖ Habiendo atravesado la mitad del mundo, los jareditas no serian disuadidos por migraciones tierra adentro. Oaxaca tiene numerosas zonas arqueológicas que datan de los tiempos de los jareditas. De hecho, muchos eruditos del Libro de Mormón designan a Oaxaca como la ―Tierra de Morón‖ de los jaredita (Éter 7:6), incluyendo a Joseph Allen, David Palmer, John Sorenson y Bruce Warren (ver Sorenson, ―The Geography of Book of Mormon Events: A Source Book.‖) Los arqueólogos generalmente coinciden en que tanto los sitios de Oaxaca como los de Puebla se remontan al año 2500 a.C. o más. Sylvanus Morley fecha el periodo ―Pre-maya‖ (jaredita) en el 3000 a.C. (The Ancient Maya, 38). (61) Existe considerable evidencia arqueológica y de otro tipo que muestra que algunos de los Quinamis (jareditas), después de haberse establecido en el área de Puebla y Tlaxcala, migraron a Oaxaca y Nayarit, que se encuentran en la parte sur central y oeste de México respectivamente. Eso coincide con el registro de Éter, que establece que ocurrieron migraciones de personas después de que los jareditas se habían extendido ―sobre la faz de la tierra‖ (Éter 6:18; ver también Éter 7:4, 8:2, 9:3). Existen numerosos anécdotas del hallazgo de restos de gigantes en cada uno de estos tres estados. En la página 8v del códice Vaticano A, nativos de la altiplanicie central de México están capturando y dando muerte a un gigante (ilustración 34). El historiador Ixtlixóchitl, hizo unas observaciones respecto a la estatura y destino de los aborígenes de México que habitaron estas tierras: En esta Nueva España hubo gigantes. Además de la demostración [prueba] de sus huesos, que se encuentran en muchas partes, los antiguos historiadores tultecas dicen que ellos [los gigantes] eran llamados Quinametzin [Quinamis] y que llegaron a conocerlos y tuvieron muchas guerras y disensiones con ellos, especialmente en toda la tierra que es ahora llamada la Nueva España. Ellos fueron destruidos y exterminados por grandes calamidades y castigos del cielo, por algunos pecados que ellos mismos habían cometido, y hay incluso opiniones en algunas de estas historias antiguas de que estos gigantes descendían de los chichimecas mismos. Y dicen que en estas tierras del norte [de Centroamérica], donde se erigió el imperio antiguo de los chichimecas, hay algunas provincias donde viven hombres de más de 30 cuartas. (Citado en Hunter y Ferguson, Ancient America and the Book of Mormon, 49-50) En este relato, la gente llamada chichimecas corresponde con los primeros habitantes de la región, quienes datan del tiempo de la Creación. Enoc predicó a siete naciones de estos habitantes, quienes incluían gigantes, y de quienes se formó el Pueblo de Sión (Ver Moisés 7:9-19). Se informa que el profeta José Smith declaró que el Pueblo de Enoc fue trasladado al cielo procedente del área del Golfo de México (Brooks, LDS Reference Enciclopedia, 120-121). El Libro de Mormón describe a los jareditas como ―hombres grandes y fuertes‖ (Éter 15:26). 44
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Pectorales jareditas encontrados por los nefitas alrededor del año 130 a.C., eran ―de gran tamaño‖ y aun en ese tiempo ―perfectamente conservados‖ (Mosíah 8:10). El Libro de Mormón también describe como ―el rigor del Señor cayó sobre ellos, de acuerdo con sus juicios, que son justos; y sus huesos se hallan esparcidos en la tierra del norte‖ (Omni 1:22). Ixtlilxóchitl data el deceso de los habitantes gigantes de México. Él dice, ―La mayor destrucción que estos Quinametzin tuvieron fue en el año y figura que los nativos llaman ce Toxtli, que significa conejo..., 299 años antes de la encarnación de Jesucristo‖ (citado en Hunter y Ferguson, Ancient America and the Book of Mormon, 50). Como será discutido más adelante, esta fecha concuerda con el periodo en el Libro de Mormón de la destrucción de los jareditas. Existe evidencia de que los Quinamis pudieron haber tenido una condición similar a la de los gigantes mencionados en el Antiguo Testamento: ―Después hubo otra guerra en Gat, donde había un hombre de gran estatura, el cual tenía doce dedos en las manos, y otros doce en los pies, veinticuatro por todos; y también era descendiente de los gigantes‖ (2 Samuel 21:20). Diego de Duran, un monje franciscano quien visitó Cholula (en el estado de Puebla) en 1585, escribió acerca del área, ―Inmediatamente después de que la luz y el sol salieron en el este aparecieron hombres gigantes de estatura deforme quienes poseían la tierra‖ (citado en Hancock, Fingerprints of the Gods, 113). Aún cuando el relato indica que los antiguos gigantes de Cholula estaban deformes de alguna manera, no especifica la naturaleza de tal deformidad. No obstante, una deformidad sí aparece en el arte maya, seis dedos en las manos y seis dedos en los pies, pintados en personas sobre las paredes de estructuras en Palenque, en el estado de Chiapas. Además, los antiguos habitantes del sur de México tenían un nombre que describía esta deformidad, el cual es chicoace. Este término es usado para describir gente con seis dígitos. A causa de que los restos de esqueletos en tumbas antiguas se desintegran rápidamente una vez expuestos al aire, los dedos de las manos y los pies no sobreviven intactos para ser examinados posteriormente. A la fecha, nadie parece haber fotografiado esqueletos con esta deformidad. El Libro de Mormón registra que no habría ―nación mayor‖ que los jareditas ―sobre toda la superficie de la tierra‖ (Éter 1:43). Otras culturas seguramente reverenciaban a los quinamis u olmecas, como parece entenderse en sus intentos por identificarse con ellos. De hecho, era común en posteriores pueblos pre-Colombinos el re-escribir su historia y genealogía para hacer parecer que eran descendientes de ellos. Los aztecas y muchos reyes mayas hicieron esto. De tal manera que el acto de representar un rey en Palenque con seis dedos en las manos y en los pies pudo haber sido una manera de decir que el rey estaba relacionado con los quinamis (ilustraciones 35 y 36). Como observa un escritor, ―mientras estaban en el proceso de adaptar las costumbres de la cultura antigua... finalmente asimilaron el antiguo lenguaje y creencias a tal grado que después de que pasaron algunas generaciones ya habían olvidado sus obscuros orígenes, y los jefes de las diferentes tribus se auto-proclamaban descendientes del glorioso pueblo que floreció en estas mismas regiones en tiempos antiguos‖ (Sejourne, Burning Waters, 20-21). No sólo pueblos como los aztecas, los mayas y otros, incorporaron la cultura olmecas a la suya, también los nefitas lo hicieron. Los cuatro hijos de Jared, por ejemplo, se llamaban Jacom, Gilgah, Mahah, y Orihah. Los últimos dos nombres terminan in hah, lo cual significa ―por, o conectado al agua.‖ Estos dos hijos, en otras palabras, pudieron haber nacido mientras viajaban por el océano o vivían a sus orillas. Una búsqueda de nombres del Libro de Mormón desde Lehi hasta Mosiah no proporciona ninguno con terminación hah. Sin embargo, una vez que el Rey Mosiah tradujo las planchas de Éter, el término hah se empezó a usar. El término hah aparece en nombres propios nefitas y en nombres de ciudades nefitas. El que los nefitas incorporaran éste y otros términos jareditas en su vocabulario muestra su estima por la 45
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cultura jaredita. Aun hoy, cualquier ciudad maya cuyo nombre termina en ha o hah esta situada o conectada al agua. Altun-Ha, por ejemplo, es el sitio de una antigua ciudad maya junto a un río en la costa de Belice. Xel-Ha es un sitio antiguo sobre la costa de la Península de Yucatán que hoy es usado como un parque acuático. Misol-Ha es el sitio de una cascada y ruinas antiguas junto a un río al sur de Palenque, en el estado de Chiapas, en el sur de México. Es, entonces, una suposición segura que los nombres de las ciudades nefitas Moroniah y Nefiah se refieren a su proximidad con el agua (en inglés ―Moronihah‖ y ―Nefihah‖). La grandeza de los jareditas es tal que uno encuentra muy pocas referencias de escritos sagrados en los cuales ocurrieron incidentes como los que Éter describe. El hermano de Jared recibió maravillosas revelaciones y realizó cosas al igual que los grandes profetas de la historia registrada. Se le fue mostrada cada alma que había nacido y que nacería sobre esta tierra. Un recuento completo de lo que vio el hermano de Jared aparece en la porción sellada del Libro de Mormón. Su fe y logros al guiar un grupo de personas a cruzar el océano hacia esta tierra son inspiradores. El profeta Éter también vio los días de Cristo y lo que ocurriría en este continente hasta el fin del tiempo. Él vio la Creación de nuevos cielos y una nueva tierra, y él registró la historia de los jareditas. Los jareditas construyeron ―muchas grandes ciudades‖ sobre esta tierra y prosperaron grandemente en sus tiempos de rectitud (ver Éter 9:16-23, 10:19-28). Las grandes cabezas de piedra atribuidas a los olmecas (ilustración 37) son del periodo y ubicación de los jareditas.
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CAPÍTULO 9 UNA CONFIGURACIÓN DIFERENTE DE LAS TIERRAS Antes de discutir las migraciones de otros pueblos con relación a la geografía del Libro de Mormón, me gustaría hacer notar que antiguamente la configuración de las tierras no era la misma de hoy. Después del Diluvio, por ejemplo, tomó un largo tiempo –quizás cientos de años– para que tanta agua retrocediera de la faz de la tierra (ver Éter 13:2). Además, al tiempo de la muerte de Cristo ocurrieron tremendos levantamientos que cambiaron significativamente la apariencia de la tierra. Muchas eminentes ciudades de los nefitas se hundieron bajo el mar, nuevas montañas y cerros se levantaron, nuevos valles se formaron, y toda la faz de la tierra se deformó comparada con lo que era (ver 3 Nefi 8:9-18; 9:4-12). El libro de Éter registra que en la parte final de su historia, los jareditas ―construyeron una ciudad grande cerca de la estrecha lengua de tierra, cerca del paraje donde el mar divide la tierra‖ (Éter 10:20; cursivas agregadas). Esto indica que en cierto momento una sección de tierra estaba separada de la tierra firme cerca de la estrecha lengua de tierra. La zona de San Andrés Tuxtla bien podría ser el área de tierra que estaba separada. Históricamente, La Venta, uno de los primeros sitios mulekitas, inicialmente se representa siendo una isla. Esta separación de tierra, entonces, podría haberse extendido desde San Andrés Tuxtla hasta y pasando La Venta (mapa 3). Esta topografía de Centroamérica –de una tierra dividida por el mar– concuerda con la manera en que los hombres del Rey Limhi describieron la tierra que los jareditas habitaron, parte de la cual estaba aun bajo el agua. Ellos hablaron sobre sus descubrimientos de numerosas ruinas de edificios y huesos de hombres, los cuales yacen al norte en ―una tierra entre muchas aguas‖ (Mosíah 8:8, cursivas agregadas). La expresión muchas aguas en el Libro de Mormón se refiere a las aguas del mar (ver 1 Nefi 13:10-17), al igual que en el Antiguo Testamento (ver mayim rabbim, ―muchas aguas‖, Isaías 17:12-13). La tierra entre las aguas del océano es una descripción precisa de esta tierra. Secciones de tierra estaban literalmente dispersadas entre las aguas del océano. De hecho, un significado hebraico antiguo del termino ca-mr-ah es la mezcla uniforme de tierra y agua. Esta área que he estado describiendo, tierra cubierta de agua o pantanosa, se extendía desde la ciudad de Tampico a través del Istmo de Tehuantepec, y hacia arriba hasta la Laguna de Términos, en la base de la Península de Yucatán. Esta área era llamada Tlapalco, lo cual en el antiguo lenguaje náhuatl significa ―tierra mojada o inundada‖ (mapa 4). Esta tierra mojada o inundada se extendía por tres cuartos de la longitud del Istmo de Tehuantepec. Era la razón principal por la que los nefitas y los lamanitas por igual siempre tenían acceso a la tierra del Norte por el estrecho paso adyacente al mar del oeste. La tierra del Istmo del lado del Caribe estaba demasiado mojada y/o lodosa para viajar por ella con seguridad. Aún si estaba suficientemente seca a veces, si llovía mientras se cruzaba, estaría uno ―muerto en el agua.‖ Un ejercito o un grupo grande de personas nunca hubiera intentado cruzar el Istmo por ese lado. Cuando los españoles llegaron a lo que hoy se conoce como Veracruz, llamaron a la mitad de esta área húmeda (desde Tampico hasta el Istmo) el estado de Veracruz. A la sección restante de tierras húmedas (desde el Istmo hasta la Península de Yucatán) se le llamó Tabasco, lo cual tiene el mismo significado que en la lengua náhuatl: Tierra mojada o inundada. Ochenta por ciento del estado de Tabasco esta rodeado por tierras húmedas o agua (ver Diccionario Geográfico Histórico y Biográfico de los Estados Unidos Mexicanos). Estas eran tierras entre las aguas del océano, lo cual es precisamente como Mosíah 8:8 describe la tierra. Debido a que el Diluvio estaba fresco en la memoria de los jareditas, ellos emigraron a áreas 47
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montañosas después de que llegaron a tierra. Su colonización subsecuente de las partes más bajas de la tierra –las cuales se convirtieron en ―la tierra entre muchas aguas‖ –probablemente fue influenciada por la mayor fertilidad de esa tierra al igual que por consideraciones políticas (ver Éter 9:3). Para el tiempo de su destrucción, los jareditas ocupaban ambas áreas, como lo muestra su historia final. El libro de Éter registra que no mucho antes del final ―toda la faz de la tierra del norte se hallaba cubierta de habitantes‖ (Éter 10:21; cursivas agregadas). Un tiempo y lugar posteriores en el Libro de Mormón también ilustran en cuanto a la configuración de las tierras. Leyendo ese libro, uno puede preguntarse por qué los lamanitas, al multiplicarse, no fueron hacia el sur para heredar la tierra. Hasta donde sabemos, Sudamérica estaba esencialmente deshabitada, con excepción de unas cuantas culturas primitivas. En vez de eso, los Lamanitas siempre buscaron desposeer a los nefitas de sus tierras, las cuales yacían al norte y al oeste de las tierras que ocupaban los lamanitas. Había sin duda mas que simplemente razones políticas para que los lamanitas se movieran hacia el norte. Hoy día, hay un número de pequeños países entre el Sur de México y Panamá, a saber, Belice, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, y Costa Rica. Hay razones para creer que la mayor parte de las tierras altas del sur de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua constituían la ―Tierra de Nefi‖ en la cual vivían los lamanitas. Por otro lado, las tierras bajas del sur de México, el norte de Guatemala y Belice constituían la ―Tierra de Zarahemla‖ y sus alrededores, como lo atestigua una abundancia de evidencias (mapa 5). En los tiempos de los nefitas, ambas áreas juntas eran virtualmente una isla. Alma dice que la única cosa que mantenía las tierras de Nefi y Zarahemla de estar completamente rodeadas por agua era la estrecha lengua de tierra (el Istmo de Tehuantepec), el cual conducía hacia la tierra del norte. Él dice, ―la tierra de Nefi y la tierra de Zarahemla casi se hallaban rodeadas de agua, y había una pequeña lengua de tierra entre la tierra hacia el norte y la tierra hacia el sur‖ (Alma 22:32; cursivas agregadas; ver también mapa 6). Así, la descripción que hace Alma de la configuración de las tierras hace poco probable una expansión lamanita a Sudamérica. Quizá esa misma configuración de tierra llevó a Nefi a decir –quinientos años antes– ―nos hayamos en una isla del mar‖ (2 Nefi 10:20). Otra posibilidad para que las aguas casi rodearan el extremo sur de la tierra tiene que ver con la frontera entre Nicaragua y Costa Rica. En tiempos de los nefitas, aun esa área pudo haber estado bajo el agua. Casi la mitad de la frontera entre los dos países hoy en día consiste en agua –los lagos Managua y Nicaragua. La tierra fronteriza entre Nicaragua y Costa Rica es el único lugar adyacente a, y al sur, de ―la tierra de Nefi‖ que esta desprovista de montañas. Esa área fue considerada también para ser el sitio del canal Atlántico-Pacifico que fue finalmente fue construido en Panamá. Yo creo que esta separación de tierra continuó hasta los grandes cambios topográficos que tuvieron lugar durante la Crucifixión, en la cual las separaciones comenzaron a desaparecer durante los levantamientos de la tierra. Después de muchos años todo lo que queda actualmente de esta división son los grandes cuerpos de agua, los dos lagos antes mencionados. Otra diferencia en la configuración de las tierras concierne las costas de Belice, el país que yace sobre la costa este entre Guatemala y la Península de Yucatán. Hoy en día, existe un arrecife a unos dieciséis kilómetros de la costa de Belice y la información arqueológica sostiene la idea de que una porción del área entre la costa y el arrecife se encontraba sobre el agua antes del tiempo de Cristo. En mis primeras investigaciones, había concluido que la ciudad de Moroni, la cual se hundió en el agua durante los grandes levantamientos del año 34 d.C., había sido construida cerca de la costa de Belice (ver 3 Nefi 8:9, 9:4). Esteban y yo visitamos al ministro de arqueología de Belice en diciembre de 1989. Él 48
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confirmó que había una ciudad ―maya‖ bajo el agua fuera de la costa precisamente donde yo había supuesto. De hecho, nos dijo, hay varias ciudades bajo el agua fuera de la costa de Belice. Una de ellas esta adyacente a las ruinas de Cerros; otra se encuentra un poco más hacia el sur. Evidencias de estos sitios antiguos pueden comprobarse por la presencia de pedazos de vasijas que arroja el mar de manera regular. Algunas ciudades, de hecho, yacen solo parcialmente sumergidas. Las ruinas de Cerros, por ejemplo, se encuentran sobre una pequeña península cerca de Corozal, en el extremo norte de Belice. El sitio llega hasta la orilla de esa península y derecho hacia el mar. La cúspide de una pirámide, adyacente a otra pirámide más grande, sale del agua (ilustraciones 38 y 39). El ministro de arqueología nos dijo que una parte de la ciudad se hundió alrededor del 50 d.C., lo cual se aproxima al tiempo de los grandes levantamientos descritos en el Libro de Mormón. Una cosa que causa perplejidad acerca de estas ruinas submarinas es la resistencia que la mayoría de los arqueólogos opone a que la costa de Belice se haya hundido en el océano en algún tiempo. Existe evidencia de que la Península de Yucatán también pasó por tales cambios. Los geólogos de la Península me dijeron que ciertamente ocurrió un movimiento de las masas de tierra. Sin embargo, ellos sostienen que esto ocurrió hace millones de años. Aún así, sabemos que hay ciudades ―mayas‖ bajo el agua fuera de la costa de Belice, y a menos que éstos pueblos antiguos hayan construido ciudades bajo el agua, debemos creer que esta tierra se hundió en un tiempo mucho más reciente. La Península de Yucatán se extiende hasta el Golfo de México. Como se hizo notar anteriormente, desde ese golfo la gente de Enoc fue trasladada al cielo junto con la tierra en la cual vivían. ¿Será posible que la Península de Yucatán sea la tierra que emergió del mar en los días de Enoc? Tan grande era la fe de Enoc que él movió montañas, cambió el curso de los ríos, y causó que la tierra temblara. En un tiempo ―también salió una tierra de la profundidad del mar, y fue tan grande el temor de los enemigos del pueblo de Dios, que huyeron y se apartaron lejos y se fueron a la tierra que salió de lo profundo del mar‖ (Moisés 7:4). Sin embargo, eventualmente toda la gente que quedo sobre esta nueva tierra se ahogó en el Diluvio, el cual ocurrió tres generaciones después de Enoc (ver Génesis 5:22-29). El Diluvio seria la razón por la cual la Península quedó sumergida por segunda vez. El Código Dresden sugiere que han ocurrido tres ―diluvios‖ hasta ahora, quedando un cuarto aun por ocurrir (citado en The Ancient Maya, 215). Estos diluvios representan cuatro grandes destrucciones de pueblos en este continente y coinciden con el ahogamiento de la gente en los días de Noe, la guerra de aniquilación de los jareditas, la victoria de los lamanitas sobre los nefitas y la destrucción de los gentiles de los últimos días. Le pregunte a un geólogo de la reserva de Sian Kan en Cancún sobre el que la plana Península de Yucatán haya emergido del mar. Él dijo que esto ocurrió en dos ocasiones, ambas hace millones de años. Sin embargo, ningunas ruinas de importancia aparecen inmediatamente sobre la base de la Península sino hasta bastante después del año 34 d.C., lo cual nos hace preguntarnos sobre su habitabilidad antes de ese tiempo. Por otro lado, existe evidencia de habitación humana años antes de Cristo, como petroglifos en cuevas, en la parte norte de la Península. Esa área, posiblemente una isla en ese tiempo, pudo haber estado separada de la tierra firme por pantanos o por el océano. Existen muchas ruinas muy hacia el norte de la línea desde la Laguna de Términos (sobre la costa oeste de la Península) hasta Chetumal (sobre la costa este de la Península) que datan de antes de Cristo. Existen también muchos sitios al sur de esa línea, pero ninguno inmediatamente hacia el sur de ella que date de antes del año 350 d.C. (mapa 7). Asumo que la gente no construyó centros de habitación sobre la base de la península ya sea porque estaba bajo el agua o porque era demasiado pantanoso para colonizarse. Tal condición podría explicar declaraciones del Libro de Mormón 49
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acerca del mar ―dividiendo la tierra‖ y el que la tierra estuviera ―casi totalmente rodeada de agua.‖ En la pagina 173 de México a Través de los Siglos, tomo I, el libro declara que la ―Península maya,‖ la Península de Yucatán, ―salió del agua.‖ Esto podría referirse a toda la península en sí o a la parte que estaba bajo el agua separándola de la tierra firme. En la pagina 226 de esta misma publicación, se refiere a la Península como una isla. Este documento histórico de México, en su impresión original cita documentos antiguos de esta área y sostiene la tesis de que la Península de Yucatán estaba sumergida durante el tiempo de los mayas. De hecho, este texto declara que el término maya en realidad significa salir de abajo del agua. Dos mapas que fueron dibujados para mostrar la geografía de este continente previo a su descubrimiento en el siglo XV se incluyen en la Cartografía Histórica del Encuentro de Dos Mundos (mapas 8,9). Estos mapas muestran a la Península de Yucatán estando separada de la tierra firme. Se prepararon para ser incluidos en este documento histórico celebrando el aniversario 500 del Continente Americano. La figura de la Península de Yucatán, como esta representada en estos mapas, junto con la ubicación de sitios arqueológicos, o la falta de ellos, fueron usados para proyectar la figura y condición de la Península previo a la Crucifixión. Una última pieza de información tiene que ver con víboras. Éter describe a serpientes ponzoñosas que plagaban a los jareditas y a sus ganados (ver Éter 9:31-33). Estas serpientes se conglomeraban en el área de la estrecha lengua de tierra, o el Istmo de Tehuantepec (ver Eter 9:33; 10:19-21). Hoy en día, esa área de México se llama Coatzacoalcos, lo cual significa ―tierra de víboras‖ (ver mapa 10). La tierra, desde los manantiales del Rió Coatzacoalcos hasta Yucatán es tan conocida por sus serpientes que la ciudad de Cancún fue nombrada para reflejar esta fama –cancún significa ―nido de víboras.‖
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CAPÍTULO 10 LA MIGRACIÓN DE LOS MULEKITAS El Libro de Mormón indica que el pueblo de Mulek ―había salido de Jerusalén en la época en que Sedequias, rey de Judá, fue llevado cautivo a Babilonia‖ (Omni 1:15; ver Mosíah 25:2). El cautiverio en Babilonia ocurrió en el año 587 a.C. Sin embargo, para el año 1000 a.C. los barcos del Rey Salomón ya habían recorrido el Cuerno de Africa. Los barcos fenicios estaban llegando y colonizando las tierras europeas. En efecto, los viajes en alta mar ya se estaban llevando a cabo en los tiempos del cautiverio en Babilonia. Los mulekitas desembarcaron en Mesoamérica en la misma área en que fueron destruidos los jareditas. Leemos que ―la tierra que había sido poblada y sus habitantes destruidos, de cuyos huesos ya hemos hablado, la cual fue descubierta por el pueblo de Zarahemla, por ser el sitio de su primer desembarque‖ (Alma 22:30; cursivas agregadas). Esta nota sugiere que el pueblo de Zarahemla (los mulekitas) desembarcaron en más de una ocasión en las costas de Mesoamérica. También indica que el primer desembarque en éste continente fue en la tierra del norte (ver Helamán 6:10), la cual fue ocupada por los jareditas. Por otra parte, cuando los nefitas descubrieron a los mulekitas, alrededor del 170 a.C., los mulekitas se encontraban viviendo en las tierras del sur –en la tierra de Zarahemla (ver Omni 1:12-16). La tradición local en Lomas del Real, cerca de Altamira, al norte de Tampico, sobre la costa este de México, sugiere que el desembarque original de los mulekitas se llevó a cabo allí (ver mapa 2, capítulo 8). Desde un lugar alto en ésta área, ellos hicieron un reconocimiento de esta tierra y entonces migraron al sur. Si éste es el caso, entonces su primer desembarque debió ponerlos cerca del primer desembarque jaredita dos milenios atrás, el cual también ocurrió en el Golfo de México. Parece evidente que en el tiempo del desembarque de los mulekitas, los jareditas se encontraban en un acalorado conflicto que eventualmente llevó a un completo exterminio de los jareditas. Muchas personas creen que ellos ya habían sido destruidos para el tiempo en que llegaron los grupos de Mulek y Lehi, pero ese no es el caso. Por lo menos un sobreviviente, Coriantumr, fue descubierto por el pueblo de Zarahemla ―y vivió con ellos por el término de nueve lunas (Omni 1:21). El Libro de Mormón no nos indica en qué punto de la historia mulekita Coriamtumr vivió con ellos, aún cuando aparentemente fue después de que los mulekitas se habían establecido, lo cual sucedió en la tierra del sur. Tal como lo indicaremos en capítulos posteriores, la fecha 299 a.C. ha sido documentada para tal encuentro. Debido a que las guerras jareditas se estaban llevando a cabo en la misma área donde los mulekitas hicieron su primer desembarque, podemos suponer que los mulekitas rápidamente se dieron cuenta de que ese no era lugar para que ellos se establecieran. Por lo tanto, subieron nuevamente a su barco o barcos y navegaron hacia el sur. Desembarcando cerca de la estrecha lengua de tierra, los mulekitas eventualmente ―llegaron hasta el desierto del sur‖ (Alma 22:31), el cual se encontraba al sur de la estrecha lengua de tierra. Éter registra que los jareditas no movieron su civilización al sur de la estrecha lengua de tierra sino que preservaron dicha tierra para la caza (ver Éter 10:21). Siendo este el caso, los mulekitas fueron hacia un área donde habría menos posibilidades de que los sobrevivientes jareditas les molestaran. Ya hemos determinado que la tierra de Zarahemla se encontraba en lo que hoy es la parte sur de México y la parte norte de Guatemala. Habiendo dado estos parámetros, La Venta –una zona arqueológica en la tierra del sur, apenas abajo del Istmo de Tehuantepec– parece ser el lugar más probable al cual pudieron emigrar los 51
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mulekitas. Una preponderancia de piedras labradas en ésa área costera es contemporánea a ése periodo de tiempo y a ése evento. El Libro de Mormón testifica la practica de grabar sobre estelas de piedra durante ese tiempo (ver Omni 1:20). Una gran piedra encontrada en La Venta, llamada Estela 3, describe a gente recién llegada siendo recibida por uno de los lugareños (¿un jaredita?) en el siglo sexto a.C. (ilustración 40). Muchas estelas que datan del mismo periodo y lugar, muestran reverencia a un niño pequeño. Aun cuando éstas piedras fueron encontradas en La Venta, fueron trasladadas a un museo y parque en la cercana ciudad de Villahermosa (ilustraciones 41 y 42). Ambos lugares se localizan en el estado de Tabasco, en el sur de México. Un obvio candidato para el niño en éstos grabados es Mulek, el hijo infante del rey Sedequias que sobrevivió a la destrucción en Jerusalén (ver Helamán 6:10, 8:21). El nombre implica rey o realeza, que se deriva de la palabra hebrea melek, que significa ―rey, ‖ mientras que la vocal u implica ―último en línea.‖ Hacia este segundo lugar de desembarque el pueblo de Mulek pudo nuevamente haber viajado por mar. La descripción de Sahagún de un grupo llegando por mar, sugiere que el desembarque final de los mulekitas pudo haberse llevado a cabo en Potonchan (Códice Matritense, citado en Hunter and Ferguson, Ancient America and the Book Of Mormon, 123-124). Esa es el área de Frontera, también en el estado de Tabasco, México. Se localiza aún más lejos a lo largo de la costa, en el punto donde el Usumacinta- el candidato más probable para el Río Sidón- desemboca en el Golfo de México (mapa 11). De allí, los mulekitas pudieron haber emigrado tierra adentro siguiendo el Río Sidón, hacia las tierras bajas de lo que hoy es el sur de México y norte de Guatemala (ilustraciones 43 y 44). A esa tierra posteriormente le pusieron el nombre de Zarahemla, un término judío que significa ―semilla (o ‗retoño‘) de compasión.‖ Zarahemla era el título o nombre del líder mulekita en el tiempo en que los nefitas los descubrieron (ver Omni 1: 14). Quizás debido a la proximidad de las culturas jaredita y mulekita –tanto en tiempo como en lugar– los arqueólogos tienen dificultad para diferenciarlos. Hasta hace poco, ambos eran llamados olmecas, sin embargo, la nueva información ha permitido hacer una diferenciación entre ambos. El New York Times informa: Las nuevas excavaciones en Guatemala han descubierto ruinas de templos y monumentos de lo que los arqueólogos creen fue uno de los centros ceremoniales más antiguos de la cultura maya. Ellos dicen que el sitio es un lugar que promete para investigar los orígenes de la más compleja sociedad pre-colombina en America. El descubrimiento, descrito por los estudiados como sorprendente y emocionante, saca a la luz una elaborada civilización maya con grandes ciudades que se remontan a 600 años a.C. (New York Times, Nov. 14, 1989) El New York Times aquí esta haciendo referencia a un gran sitio maya llamado Nakbé en la parte norte de Guatemala. Esa área en general, tal como ya fue mencionado, fue identificada por el profeta José Smith como la tierra de Zarahemla. Se convirtió en un sitio nefita únicamente en el siglo II a.C., sin embargo, cuando el pueblo del Rey Mosiah bajo de la tierra de Nefi (las tierras altas del sur de Guatemala), hacia la tierra de Zarahemla, (las tierras bajas del sur de México y norte de Guatemala), en cuya ocasión nefitas y mulekitas se convirtieron en un solo pueblo (ver Omni 1:19). Por años esa área de las tierras bajas fue ignorada por los arqueólogos quienes supusieron que se trataba de ―simples villas.‖ En 1980 visite El Mirador en la parte norte de Guatemala. Mientras estuve allí, un grupo de cartógrafos estaba tratando de determinar los limites de esta antigua ciudad. Una persona podía pararse sobre la cúspide de la gran pirámide de El Tigre en El Mirador y ver montículos –más pirámides– alargándose por el horizonte. A lo lejos, en la distancia, se encontraba Nakbé, aún cuando las excavaciones no habían empezado allí. Después de trabajar por varias semanas, los cartógrafos concluyeron que no se podían determinar los limites de El Mirador. La ciudad se 52
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fusionaba con los limites de Nakbé y de huestes de otros sitios que se alargaban en el horizonte. Toda el área de las tierras bajas del sur de México, norte de Guatemala y Belice – desde la base de la península de Yucatán hasta el lado oeste del Río Usumacinta y la costa este de Belice– aparentaba ser un entretejido de antiguas ciudades. En términos del siglo XX, esto sería el equivalente de tener un área contiguamente poblada desde Washington D.C. hasta la ciudad de New York –cerca de 400 kilómetros– cubren una área de la mitad del tamaño de Utah. La parte sur de México, norte de Guatemala, y Belice, están repletas de ruinas de edificios que tuvieron su origen en tiempos de los mulekitas. Esa antigua tierra, que una vez tuvo a millones de habitantes, ahora permanece en silencio. Solo quedan selvas tropicales y animales salvajes. Literalmente uno puede rascar casi en dondequiera en esa área y encontrar evidencia de una civilización altamente desarrollada. En tiempos del Libro de Mormón, ésta fue la tierra de Zarahemla. Fue el lugar al cual Mormón se refirió cuando dijo que ―toda la superficie de la tierra había quedado cubierta de edificios, y los habitantes eran casi tan numerosos como las arenas del mar‖ (Mormón 1:7). Desde el tiempo de su asentamiento en la tierra de Zarahemla, los mulekitas vivieron solos por más de cuatro centurias. El Libro de Mormón registra que ―en la época en que (el Rey) Mosíah los descubrió, habían llegado a ser numerosos en extremo. No obstante, habían tenido muchas guerras y graves contiendas, y de cuando en cuando habían caído por la espada‖ (Omni 1:17). Para el tiempo en que los mulekitas se unieron a los nefitas, ellos eran más numerosos que los nefitas (Mosíah 25:2). El historiador Ixtlixóchitl parece localizar con toda precisión la ubicación de una reunión con los jareditas sobrevivientes cuando dice, ― en las orillas del Río Atoyac que es el que pasa entre Puebla y Cholula... encontraron a algunos de los gigantes que habían escapado la calamidad y exterminio de la segunda era (referencia de Hunter and Ferguson, Ancient America and the Book of Mormon, 136). El río Atoyac tiene sus orígenes al este de la división continental en el estado de Puebla, México, y fue en éste lugar en donde Ixtlixóchitl dice que fue descubierto un remanente de los gigantes. Verdaderamente, el nombre Cori-antum-r puede reflejar esto, indicando el lugar donde fue descubierto éste sobreviviente jaredita en relación con la tierra Antum (ver capítulo 15 y Apéndice B). Por tanto, los mulekitas habían establecido su propia civilización en la tierra del sur mucho tiempo antes de que los nefitas finalmente emigraran hacia allá. Los mulekitas con quienes el Rey Mosíah y su pueblo se unieron pudieron no haber sido los únicos viviendo en Centroamérica. El hecho de que los mulekitas, viviendo en la ciudad de Zarahemla, ―habían tenido muchas guerras y graves contiendas‖ (Omni 1:17) desde el tiempo de su llegada al Nuevo Mundo, sugiere que pudieron haber habido otras comunidades de mulekitas que eran enemigos de ellos, quienes tal vez incluían a la gente de Nakbé y otras ciudades. Un perenne problema al ponerles fecha a las ruinas en Centroamérica es que sus antiguos habitantes levantaron nuevas estructuras sobre las ya existentes. Por ejemplo, para poder observar una estructura en la tierra de Zarahemla fechada 300 a.C., uno tendría que demoler las superestructuras que fueron construidas tal vez por los siguientes mil años. Esa no es una proposición atractiva. Así que cuando visitamos éstos sitios hoy día, podremos estar mirando un sitio mulekita que fue cubierto nuevamente varias veces por otras estructuras y por subsecuentes civilizaciones. Sin embargo, yo sé de por lo menos una excepción a la regla. Por alguna razón, un antiguo sitio en el norte de Belice no fue cubierto por otro. Se construyeron nuevas estructuras adjuntas a él 53
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y la ciudad creció en dirección al sur. Al visitar esa antigua ciudad hoy en día, uno puede observar una estructura que verdaderamente fue construida en tiempos mulekitas. Las estructuras adyacentes las construyeron los nefitas y lamanitas y finalmente, por sus descendientes, a todos estos grupos los arqueólogos les llaman mayas. Por tanto, esta ciudad contiene un templo que data del año 300 a.C. En la pared exterior del templo aparece el rostro de un hombre, tal vez un mulekita (ilustración 45). Esta misma ciudad es una de las pocas que los españoles nunca conquistaron. Era de dificil acceso durante la conquista española e igualmente es de dificil acceso hoy. Y ya que los españoles no capturaron la ciudad, no mataron a sus habitantes. Tampoco le pusieron nuevo nombre a la ciudad, como hicieron con otras ciudades. Ni tampoco fue olvidado su antiguo nombre, como fueron los nombres de las otras ciudades. Tiene el mismo nombre hoy que el que tuvo antes –Lamani, que suena como una variación de un nombre del Libro de Mormón.
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CAPÍTULO 11 LA CIVILIZACIÓN NEFITA-LAMANITA La historia del éxodo de Lehi de la‖tierra de Jerusalén‖ al Nuevo Mundo es bien conocida para los Santos de los Últimos Días. Lynn y Hope Hilton han hecho un trabajo admirable documentando la posible ruta del viaje del grupo de Lehi por la Península Arábiga a la tierra de Abundancia original, donde Nefi construyó el barco que los llevó a la tierra prometida (Discovering Lehi). Los Hilton han identificado lugares como el Valle de Lemuel, Shazer, y Nahom en Arabia. Ellos también han inspirado a otros como Scot y Maurine Proctor a llevar las investigaciones más adelante. La visita de éstos últimos al Emirato de Omán ha producido información que sostiene que Wadi Sayq en Omán es una posible ubicación de la tierra de Abundancia original (Light from de Dust). La mayoría de los investigadores del Libro de Mormón ahora están de acuerdo en que la llegada de Lehi al Nuevo Mundo tuvo lugar en la costa del Pacifico de Guatemala o El Salvador (Sorenson, ―The Geography of Book of Mormon Events: A Source Book‖). Siendo guiados por su brújula (la Liahona) a la tierra prometida, el grupo de Lehi pudo haber llegado cerca de partes las más fértiles del Nuevo Mundo (ver 1 Nefi 18:21-25). La subsiguiente migración de Nefi de su lugar de llegada en la costa habría sido igualmente guiada por la Divinidad y por ende habría prosperado (ver 2 Nefi 5:5-11). Los investigadores del Libro de Mormón basan sus creencias de que la costa del Pacifico sea el lugar de llegada de Lehi, en el florecimiento de una nueva civilización en las tierras altas de Guatemala alrededor del año 600 a.C. John Sorenson lo pone de éste modo: ―Nefi no nos dejó información alguna en el Libro de Mormón sobre la ruta, ni nos dijo en términos modernos a dónde arribaron; pero cuando analizamos las declaraciones del Libro de Mormón a cerca de geografía y eventos, la ―tierra de la primera herencia‖ sólo puede quedar sobre la costa oeste (del Pacífico) de América Central‖ (An Ancient American Setting for the Book of Mormon, 139). Un posible punto de llegada de Lehi en el Nuevo Mundo se encuentra en el área de tres ríos sobre la costa del Pacifico de Guatemala (ver mapa 2, capitulo 8). Cada río tiene un nombre que sugiere la llegada desde otro lugar: (1) río Nahualate –palabra en náhuatl que significa ―desde el otro lado de las aguas‖; (2) río de la Puerta –o de la ―entrada‖; (3) río Madre Vieja –lo cual es otro modo de referirse a un antiguo lugar de nacimiento o de origen. Un tapete colgado en el Museo de Antropología en la Ciudad de México parece confirmar la llegada de Lehi. El tapete es un códice que se remonta a tiempos antiguos. Muestra a un grupo de personas saliendo del océano como si fuera un vientre. El hombre que dirige la compañía esta cargando un objeto redondo frente a su rostro (ilustración 47). Su última ubicación parece haber sido el Estado de Michoacán, en el norte de México, de donde proviene el tapete. La escena representada en el tapete es comparable con el relato de la Liahona, la cual Lehi usó como ―director‖ o ―brújula‖ en todos sus viajes (ver Alma 37:38). El nombre en Quiché del objeto representado en el tapete es Giron-Gagal, lo cual significa ―director‖ o ―brújula.‖ Los enemigos de los Quiché creían que quien poseyera éste objeto no podría ser derrotado en batalla porque tenia la bendición de los dioses (El Título de los Señores de Totonicapán, 170). Sorenson habla acerca de un área no lejos del lugar de llegada de Lehi y su compañía: La ―tierra de Nefi‖ original. Nefi y su compañía emigraron hacia esta tierra cuando Laman, Lemuel y otros intentaron matarlo (ver 2 Nefi 5:1-9). Sorenson dice, Dos poderosas razones resaltan para considerar al Valle de Guatemala como la tierra de Nefi 55
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original. La primera es que el sitio de Kaminaljuyu (junto a la ciudad de Guatemala) fue por muchos siglos el centro cultural dominante de todas las tierras altas de Guatemala, el punto más importante en varios cientos de kilómetros a la redonda. El gran tamaño (por lo menos 1.6 kilómetros cuadrados) e impresionantes y antiguas construcciones de Kaminaljuyu acentúan su importancia y la del valle. De la misma manera, la tierra de Nefi es representada en el Libro de Mormón como dominante entre sus vecinos. Una segunda gran razón para considerar que Nefi haya estado aquí es que las costumbres, detalles del terreno, y la antigüedad de los restos arqueológicos corresponden en gran manera con lo que se reporta en el Libro de Mormón. (An Ancient American Setting for the Book of Mormon, 141) El Libro de Mormón indica que aquellos que vinieron a este continente con Lehi eventualmente se dividieron en siete tribus –nefitas, jacobitas, josefitas, zoramitas, lamanitas, lemuelitas e ismaelitas (ver Jacob 1:13). Aún cuando Lehi tuvo un hijo llamado Sam, la posteridad de éste último nunca se menciona como una tribu. Al otorgarle su bendición patriarcal a Laman y Lemuel, Lehi se refirió a sus ―hijos e hijas" (2 Nefi 4:3-9). Sin embargo, al otorgarle su bendición patriarcal a Sam, Lehi simplemente dijo, ―tu posteridad será contada con la de él (Nefi)‖ (2 Nefi 4:11), sugiriendo que Sam tenía hijas, pero no hijos. El Popol Vuh, una historia antigua de los mayas de las tierras altas, afirma que el padre original de los mayas tuvo cuatro hijos. Uno de ellos, no teniendo hijos varones, nunca se convirtió en tribu (197). Al tiempo que Nefi se estableció en la tierra de Nefi, sus hermanos Jacob y José aún no tenían familias propias. Los hijos de Lehi que tenían familias al tiempo en que Nefi emigró de la tierra de la primera herencia a la tierra de Nefi eran Laman, Lemuel, Sam y Nefi mismo (ver 2 Nefi 5:6). Otro documento antiguo, El Título de los Señores de Totonicapán, confirma la versión del Popol Vuh. También agrega que un total de ocho hombres –posiblemente Nefi, Sam, Jacob, José, Laman, Lemuel y los hijos de Ismael– se convirtieron en siete tribus, divididas en dos grupos, uno que consistía de cuatro tribus y otro de tres (El Título de los Señores de Totonicapán, 169-170, 172). Esto concuerda con el registro del Libro de Mormón de la división de los descendientes de Lehi en nefitas y lamanitas. Alrededor del año 200 a.C., unos cuatrocientos años después de que la familia de Lehi llegara al Nuevo Mundo, los conflictos entre nefitas y lamanitas se intensificaron. Como resultado de éste conflicto, el Rey Mosíah guió una compañía de nefitas desde las tierras altas de Guatemala (la tierra de Nefi) a las tierras bajas de Guatemala y el sur de México (la tierra de Zarahemla). Con toda probabilidad, él también usó la ―brújula‖ o ―director‖ que Lehi usó en sus viajes. En las tierras bajas de Mesoamérica, el Rey Mosíah descubrió al pueblo de Zarahemla –los mulekitas. Estos mulekitas entonces se unieron a los nefitas (ver Omni 1:19), ambos grupos siendo de origen hebreo. Las eruditas en la cultura de los mayas Linda Schele y Mary Ellen Miller hablan acerca de lo que parece ser el efecto de esa unión: Los mayas de las tierras bajas dramática y repentinamente (en el sentido de tiempo arqueológico) cambiaron sus actitudes hacia el arte publico en la segunda mitad del periodo preclásico tardío. En algún momento entre el año 200 y 50 a.C., los mayas de las tierras bajas explotaron con un programa de construcción masiva que alteró para siempre su paisaje. Restos de éstas construcciones han sido encontrados en Tical, Uaxactún y El Mirador en Guatemala y en Cerros y Lamanai en el norte de Belice. ¿Por qué ocurrió tal transformación? ¿Por qué fue tan repentina, si no en su causa, incuestionablemente en sus efectos? Blood of Kings, 105) Es seguro que algo les sucedió a los ―mayas‖ de las tierras bajas (mulekitas) después del año 56
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200 a.C. que cambió dramáticamente su sociedad. Sin embargo, éstos autores no están seguros de qué causó el cambio cultural. La respuesta obvia para los lectores del Libro de Mormón es que los nefitas emigrantes, quienes eran altamente civilizados, se mezclaron con los mulekitas, quienes habían perdido mucho de su cultura y religión hebrea. Hablando de una nueva época en la historia maya que comenzó en el 236 a.C., Sylvanus Morley observa que ―con la introducción del calendario, cronología y escritura jeroglífica, todas de invención sacerdotal, la religión maya experimentó importantes modificaciones‖ (The Ancient Maya, 209). Ésta declaración tiene mucho sentido con respecto a los antecedentes del papel del Rey Mosíah como el rey-sacerdote de los nefitas y su nuevo papel como líder de la coalición nefita-mulekita. El subsiguiente establecimiento de la Iglesia entre los nefitas de las tierras bajas por Alma Padre explica aún más las evidencias arqueológicas. También en el sentido agrícola, el área de las tierras bajas fue mejorada por la unión de los nefitas con los mulekitas. Morley una vez más hace notar que ―los mayas probablemente desarrollaron su sistema agrícola, sobre el cual se basaba toda su civilización, en las tierras altas de Guatemala... [mientras que] su cultura altamente especializada se originó en la cuenca interior y alcanzó su expresión estética más brillante en el exuberante Valle del Usumacinta‖ (The Ancient Maya, 4). Este fenómeno nuevamente se asemeja a los descendientes de los nefitas de las tierras altas del sur de Guatemala a las tierras bajas del norte de Guatemala y del sur de México y su florecimiento en esa área de las tierras bajas. En agosto de 1996, Esteban y yo visitamos unas ruinas mayas en un lugar que acababa de ser abierto al público. Estaban situadas lejos de la carretera, a la mitad del camino entre la carretera que conecta Chetumal y Escárcega, en las tierras bajas (ilustraciones 48 y 49). Nosotros pensamos que éste sitio, Calakmul, fue originalmente una ciudad mulekita que se convirtió en nefita después de la migración de Mosiah a esa área. De acuerdo con nuestro mejor juicio, éste sitio se localizó al oeste de la ciudad de Lehi y al noreste de Zarahemla. No tenemos nombre en el Libro de Mormón para ella, pero no hay razón para creer que el Libro de Mormón menciona cada ciudad que existió en ese tiempo. Cuando llegamos a ese hermoso lugar, nos encantó leer un letrero cerca de la entrada que parecía confirmar nuestras conclusiones. El letrero indicaba que esa área fue ocupada por primera vez entre los años 900 y 300 a.C. y que ―algunos siglos más tarde los descendientes de los primeros habitantes establecieron relaciones interregionales con los habitantes de las tierras altas de Guatemala (ilustraciones 50 y 51). Así, ésta evidencia de la arqueología sostiene el informe del Libro de Mormón sobre el hecho de que los mulekitas se establecieron en la tierra de Zarahemla alrededor del año 600 a.C., permaneciendo ahí por cuatro siglos, y reuniéndose después con el pueblo del Rey Mosíah, quienes venían de la tierra de Nefi (las tierras altas de Guatemala). Poco después de la llegada de los nefitas a la tierra de Zarahemla, Zeniff guió una pequeña compañía de nefitas de regreso a las tierras altas de Guatemala, a la tierra de Nefi (ver Mosíah 9:1-7). Talvez el reto de empezar una nueva civilización que fuera tan altamente desarrollada como la que habían dejado atrás era demasiado difícil de enfrentar para algunos nefitas. Una diferencia en la temperatura de unos 20 o 30 grados [Fahrenheit] pudo haber sido un factor climático que influenciara su decisión de regresar; las tierras bajas son calientes en comparación con las tierras altas. Después de vivir en las tierras altas de Guatemala (la tierra de Nefi) por otras tres generaciones, éstos nefitas regresaron a las tierras bajas de Guatemala y el sur de México –a la tierra de Zarahemla (ver Mosíah 22:1-11). Históricamente hablando, las ―relaciones interregionales‖ con la tierra de Nefi se mantuvieron así por un tiempo. De hecho, unos cincuenta años después de esto, muchos lamanitas que fueron convertidos por los hijos de Mosíah también 57
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bajaron de la tierra de Nefi a la tierra de Zarahemla. Algunos nefitas de segunda generación que habían regresado a la tierra de Nefi se separaron del grupo principal cuando su rey –Noé– los persiguió. Estos nefitas tenían la costumbre de reunirse en las Aguas de Mormón (ver Mosíah 18:25, 30). La mayoría de los eruditos que aceptan a Mesoamérica como la tierra del Libro de Mormón sostienen la idea de que el Lago Atitlán, en las tierras altas de Guatemala, incluía las Aguas de Mormón (ilustraciones 52 y 54) (ver Sorenson, An Ancient American Setting for de Book of Mormon, 176; et al.). Mormón cuenta que ―había en Mormón una fuente de agua pura, y Alma allí acudía; y cerca del agua había un paraje poblado de árboles pequeños, donde se ocultaba, durante el día, de las pesquisas del rey‖ (Mosíah 18:5; cursivas agregadas). Hoy en día, existe una fuente de aguas termales cristalinas un poco hacia el norte del Lago Atitlán, cerca de la ciudad de Chimaltenango (ilustración 53). Este manantial y su poza pueden ser los candidatos para el lugar en el que se bautizaron los seguidores de Alma (ver Mosíah 18:10-16). Es probable que para evadir ―las pesquisas del rey‖ los seguidores de Alma se desplazaban alrededor de esa área en lugar de reunirse en un solo lugar. La compañía de nefitas que también solía reunirse en las Aguas de Mormón eventualmente regreso a la tierra de Zarahemla (ver Mosíah 24:17-25). Después de éstas migraciones, los lamanitas se apoderaron permanentemente de la tierra de Nefi y de toda el área de las tierras altas de Guatemala. Los nefitas, por otro lado, habiéndose mezclado con los mulekitas, ocuparon las tierras bajas del norte de Guatemala y el Sur de México (ver Mosíah 25: 13). Ésta división de las tierras en altas y bajas se hace evidente en el hecho de que la gente del libro de Mormón subía a la tierra de Nefi entre los lamanitas (ver Alma 47:1 [versión en inglés]), y bajaba a la tierra de Zarahemla entre los nefitas (ver Alma 53:10 [versión en inglés]). Un posible mapa de América Central relacionado con los pueblos del Libro de Mormón se encuentra en la página 36 del libro de Milton R. Hunter y Thomas Stuart Ferguson, Ancient América and the Book of Mormon. He revisado un poco este mapa y lo muestro en la siguiente página (mapa 12). El Libro de Mormón describe ―una angosta franja de terreno desierto‖ que dividía las tierras de los nefitas y los lamanitas (Alma 27:14 [versión en inglés]). Esa angosta franja de terreno desierto abarcaba ―desde el mar este hasta el mar oeste‖ y hacia el norte por las costas hacia la tierra de Abundancia (ver Alma 22: 27-29 [versión en ingles]), y ―circundando‖, virando hacia el sur, pasando por Zarahemla, y terminando en los manantiales del río Sidón (mapa 13). Ésta angosta franja separaba a los nefitas y a los lamanitas y conformaba los desiertos del sur, oeste y este. Los nefitas vivían en las tierras baja, mientras que los industriosos de entre los lamanitas vivían en las tierras altas, cada cual construyendo sus ciudades. La ―parte más perezosa de los Lamanitas vivía en el desierto, y moraba en tiendas‖ y también habitaron la tierra o ―sitio de la primera herencia de sus padres‖ (Alma 22:28), la costa oeste de Guatemala. Toda la tierra al sur de la estrecha lengua de tierra fue llamada ―desierto‖ por los jareditas. Estaba ―llena de toda clase de animales silvestres, parte de los cuales habían llegado de la tierra del norte en busca de alimento‖ en el tiempo en que los juicios de Dios vinieron sobre los jareditas (Alma 22:31; ver Éter 9:31-32). Este era el mismo desierto en el cual la compañía de Lehi encontró ―toda clase de animales silvestres, los cuales el hombre podía utilizar‖ después de que desembarcaron en la tierra de promisión (ver 1 Nefi 18:25). La angosta franja de desierto que separaba la tierra de Zarahemla de la tierra de Nefi fue llamada ―la tierra desierta del sur‖ (Alma 16:6-7). Cumplía la función de ser algo así como la tierra de nadie entre los nefitas y los lamanitas. El Libro de Mormón, al igual que la Biblia, usa el término ―desierto‖ para referirse a áreas en donde no había civilización alguna (ver 1 Nefi 2:2-6; Éxodo 14:11-12). Aún ahora, una angosta franja de terreno desierto se extiende después de una cadena de 58
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montañas que separan las tierras altas de las tierras bajas. Esto puede observarse en el mapa topográfico como una línea obscura que va desde el mar del este al oeste (mapa 14). Siempre que los nefitas o los lamanitas cruzaban ésta línea de demarcación ellos ―entraban en el desierto‖ (Alma 43:23 [versión en inglés]). Esto implica que el desierto no estaba exclusivamente ni arriba ni abajo, sino ambos. El desierto se extendía desde la cumbre de las montañas en la tierra de Nefi hasta la base de ellas en la tierra de Zarahemla. Era una demarcación posiblemente oficial entre estos dos grupos. Es posible que Moroni no haya puesto este acuerdo en su compendio o que era parte de las 116 páginas perdidas. Eventualmente, los Ladrones de Gadiantón ocuparon éste desierto, ya que ni los nefitas ni los lamanitas tenían ciudades ahí (ver Helamán 2:11). El desierto, el cual estaba provisto de animales silvestres o de caza, les sirvió bien a los ladrones por cientos de años. Sin embargo, hacia el final de la historia del Libro de Mormón los ladrones se habían esparcido en las tierras altas y las tierras bajas, entre los nefitas y los lamanitas (ver 4 Nefi 1:46). Los arqueólogos se refieren a éstos dos grupos principales de antiguos habitantes de México y Centroamérica como los mayas de las tierras altas y de las tierras bajas. La división de la tierra le dio a los lamanitas una ventaja estratégica sobre los nefitas en el extremo oeste del Istmo de Tehuantepec. Los lamanitas más perezosos ocuparon el área costera desde la tierra de Nefi a la tierra de Abundancia (ver Alma 22:28-29). Entonces, como los lamanitas capturaban las ciudades de la tierra de Zarahemla, en lo que hoy es Belice, ―los nefitas se hallaban casi rodeados por los lamanitas‖ (ver Alma 22:29). Este rodeo de los nefitas se hace aún más aparente si uno toma en cuenta que la parte más baja de la Península de Yucatán estaba ya sea bajo el agua o eran tierras pantanosas en ese tiempo (mapa 15). (Para una discusión de los mares del este y oeste, norte y sur, ver Apéndice B.)
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CAPÍTULO 12 PRINCIPALES CIUDADES DE LOS NEFITAS Tal vez sorprendentemente, uno de los sitios antiguos más difíciles de determinar ha sido la ciudad de Zarahemla. De acuerdo con el Libro de Mormón, la ciudad de Zarahemla se localizaba en el ―corazón‖ o ―centro‖ de la tierra de Zarahemla (ver Helamán 1:18, 24-27), tierra que cubría un área extensa. Entonces, para localizar el ―centro‖ de la tierra de Zarahemla, debemos primero identificar las fronteras o periferia de esa tierra (ver mapa 10, Pág. 75; ver también Apéndice B). Una ―angosta franja de desierto‖ que iba desde el ―mar este hasta el mar oeste, circundando por las costas del mar, y los límites del desierto que se hallaba hacia el norte, cerca de la tierra de Zarahemla, por las fronteras de Manti‖ dividía la tierra de Zarahemla de la tierra de Nefi (Alma 22:27 [versión en inglés]). Este desierto separaba las tierras bajas de México y Guatemala de las tierras altas de éstos países. El perímetro este de la tierra de Zarahemla consistía de tierras colindantes con la costa de lo que ahora es Belice. Antes de ser ocupadas por los nefitas, estas tierras fueron ocupadas por unos cuantos jareditas y, en mayor número, por los mulekitas. Los nefitas sacaron a los lamanitas de éstas tierras y los hicieron retroceder hacia la tierra de Nefi para no verse rodeados por los lamanitas por tres lados (ver Alma 50:7-9). En esta región este, existían las ciudades de Antionum, Moroni, Nefíah, Aarón, Omner, Gid y Mulek (ver Alma 31:3, 50:13-15; 51: 22-26). La arqueología data las ruinas de ciudades antiguas en esta área de antes de que Mosíah descubriera a los mulekitas. Algunas de éstas ciudades fueron construidas en tiempos de los jareditas, algunas en tiempos de los mulekitas, y algunas en tiempos de los nefitas. Varias ciudades nefitas fueron construidas contiguas a ciudades construidas por los jareditas y a algunas ocupadas por los mulekitas. La gente de Zarahemla había estado involucrada en ―muchas guerras y graves contiendas‖ antes de que los nefitas se les unieran (Omni 1:17). Esto sugiere que había otros mulekitas además de aquellos que vivían en la ciudad de Zarahemla. La ―ciudad de Mulek,‖ la cual se localizaba en esa área este (Alma 51:26), sugiere la misma idea. Algunas de estas ciudades recién construidas se hundieron en el mar durante la gran destrucción que ocurrió al tiempo de la muerte de Cristo (ver 3 Nefi 8:9,14). La frontera norte de la tierra de Zarahemla consistía en muchas ciudades construidas ―en el norte‖ (Alma 50:15). Lehi, una estas ciudades, estaba construida ―en el norte‖ (Alma 50:15) y se extendía tan hacia el este que compartía una frontera con Moriantón, la cual se localizaba en la frontera este (Alma 51:26), posiblemente en la esquina noreste de la región (ver Apéndice B para una discusión en cuanto a este lugar). De esta manera había muchas ciudades en la frontera este de Zarahemla, algunas de las cuales son nombradas. Había también muchas ciudades construidas al norte de Zarahemla que no son nombradas, con excepción de la ciudad de Lehi. La tierra de Abundancia empezaba donde estas muchas ciudades ―en el norte‖ terminaban, y llegaba hasta la costa oeste en el norte, cortando por la estrecha lengua de tierra (ver Alma 63:5; Helamán 4:6-7). Hoy en día, la frontera norte de la tierra de Zarahemla se extendería aproximadamente desde Palenque en el sur de México, al sur de las ciudades mencionadas en Alma 50:15, y al este hacia Belice. La frontera oeste de la tierra de Zarahemla se encontraba al este de las montañas altas de la Depresión Central de México, la cual era el extremo oeste del área principal de ocupación nefita. La tierra de Zarahemla, entonces, no se extendía hasta la costa oeste, sino hacia frontera con el área 60
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montañosa que yace al este de la Depresión Central. Los nefitas también se establecieron en la tierra costera ―sobre el mar del oeste, hacia el sur‖ (Alma 53:8) para prevenir que los lamanitas los rodearan (ver Alma 22:29, 33). Las ciudades de Manti, Zeezrom, Cumeni, Antiparah y Judea estaban localizadas en esa área (ver Alma 56:13-15). Hoy, la frontera oeste de la tierra de Zarahemla corresponde a la Sierra Norte de Chiapas, la cadena montañosa que divide las tierras bajas del sur de México y el Norte de Guatemala de la Depresión Central adjunta a la zona costera del Pacífico. La ciudad de Zarahemla no solo estaba localizada en el centro de esta tierra (ver Apéndice B), también se situaba al lado oeste del Río Sidón, cerca del río (ver Alma 6:7). El único candidato real para el Río Sidón es el Usumacinta. Morley hace notar que ―el Río Usumacinta con sus tributarios era el principal camino acuático del Viejo Imperio maya‖ (The Ancient Maya, 5). El río divide parcialmente el Sur de México y el Norte de Guatemala y finalmente desemboca en el Golfo de México. El Río Usumacinta corre por en medio del área que comprendía la tierra de Zarahemla en los tiempos del Libro de Mormón (ver mapa 11, página 81). Para viajar entre la tierra de Nefi y la tierra de Zarahemla, uno tenía que cruzar ―el Río Sidón en la tierra desierta del sur‖ (ver Alma 16:6-7) –el desierto que corría parcialmente entre el mar del este y el mar del oeste. No hay ningún río de importancia, además del río Usumacinta entre estas áreas centrales de habitación nefita-lamanita. El río Chixoy en Guatemala, el principal tributario del Usumacinta, es el candidato más probable para ser ―los manantiales del río Sidón‖ que uno tenía que cruzar para ir de la tierra de Nefi a la tierra de Zarahemla (ver Alma 22:27). Una razón por la cual es difícil localizar el antiguo sitio de Zarahemla hoy en día no es la falta de ruinas o posibles candidatos de esa ciudad, sino la inaccesibilidad del terreno. Las ruinas en esa área de las tierras bajas, que son muy prolíferas, se encuentran en el sur de México y el norte de Guatemala por igual. Sin embargo, como sitios arqueológicos viables, estos lugares han estado un tanto en la periferia de las excavaciones. Numerosos sitos ahí no han sido limpiados y están en espera de ser desarrollados. Tomando la información geográfica dada en el Libro de Mormón, tentativamente he determinado que el sitio grande que mejor encaja en la descripción de la ciudad de Zarahemla son las ruinas de Yaxchilán (ilustraciones 55-57). Yaxchilán, en el estado de Chiapas, en el sur de México concuerda con toda la descripción de la ciudad de Zarahemla. La ciudad se localizaba sobre la ruta comercial más importante, con fácil acceso a las ciudades al este, norte y oeste de su localización. Yaxchilán también se localiza en el centro del área que hemos determinado, al oeste del Usumacinta, en una curva del río (ilustraciones 58 y 59). En realidad, la ciudad se extendió a ambos lados del Usumacinta en sus últimos años, como lo muestran las evidencias arqueológicas. Otros sitios en el área, como El Cayo (el cual yace más al norte sobre la rivera del Usumacinta), son también candidatos para ser la ciudad de Zarahemla. Sin embargo, mientras progresan las excavaciones en Yaxchilán, revelando más información, ese sitio parece encajar mejor en la descripción del Libro de Mormón. Ruinas mayas grandes en tamaño como Tical, Uaxactún, Zacatal, El Mirador, Uxmal, Calakmul y Nakbé yacían sobre las fronteras norte y este de la tierra de Zarahemla. Las ruinas de Bonampak, Lacanja, Landeros, Tzendales, Agua Escondida, Toniná y el Cayo yacían sobre sus fronteras sur y oeste. Existen otros cientos de sitios a ambos lados del Usumacinta, pero pocos han sido excavados. El Mirador (en el norte de Guatemala), que se convirtió en una ciudad lamanita cuando los lamanitas tomaron posesión de las tierras nefitas, fue un clásico ejemplo de lo que originalmente era una ciudad nefita. El sitio de Calakmul, en el estado de Campeche, México, debió aproximarse 61
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a la frontera norte de la tierra de Zarahemla. Como ya hemos dicho, Calakmul, que se localiza en la base de la Península de Yucatán, fue habitada por primera vez alrededor del año 600 a.C., correspondiendo a los asentamientos mulekitas en el área. La tierra y ciudad de Abundancia cubría otra área importante de la colonización nefita. El Libro de Mormón describe como la tierra de Abundancia hacía frontera con la tierra de Desolación por la estrecha lengua de tierra (ver Alma 22:31-32; 63:5). Servía como una zona de protección entre la tierra de Zarahemla y la tierra del norte, la cual se localizaba más allá de la estrecha lengua de tierra (ver Alma 22:33, 52:9). La tierra de Abundancia incluía parcialmente las tierras bajas junto a las costas de Pacifico en el sur de México pero también se extendía hacia el norte y el este. Su forma semicircular llevó a algunos a creer que había dos Abundancias. A primera vista, las descripciones de Abundancia en el Libro de Mormón podrían dar a entender dos ubicaciones. Por un lado, la tierra de Abundancia se describe estando en el desierto junto a las costas en el oeste, al sur de la estrecha lengua de tierra (ver Alma 22:31-32, Helamán 4:6-7). Por otro lado, se describe estando hacia el norte, haciendo frontera con la tierra hacia una costa (ver Alma 51:32, 52:23, 27-28). No obstante, el contorno semicircular de la tierra resuelve esta discrepancia. La tierra de Abundancia hacía un arco alrededor de la punta norte de la Depresión Central de México (mapa 16). La sección norte de Abundancia pasaba por la estrecha lengua, hasta llegar al área referida como el mar norte, así como el mar del este, y ambos son correctos. (Una explicación adicional de esta aparente contradicción es provista en el Apéndice B.) Varios sitios antiguos califican como candidatos para la ciudad de Abundancia. De éstos, Palenque, en el estado de Chiapas, en el sur de México, parece ser el más probable. Una razón es que la ciudad de Abundancia estaba rodeada por un gran muro de tierra ―de una altura extraordinaria.‖ Moroni, el comandante del ejército nefita, utilizó prisioneros lamanitas para cavar la muralla de la ciudad (Alma 53:4). De acuerdo con los lugareños de ésta área, existen hasta estos días restos de una enorme muralla de tierra (de muchas millas de largo) alrededor del área de Palenque. Uno puede ver partes erosionadas de esa muralla extendiéndose por millas junto a la carretera entre Emiliano Zapata y Villahermosa. Del tamaño total de estos restos, uno podría postular que pudo haber existido una muralla alrededor de esa área de al menos unos sesenta kilómetros en circunferencia. Los muros defensivos alrededor de ciudades nefitas eran comunes (ver Alma 50:1). La muralla alrededor de la ciudad de Abundancia, sin embargo, parece haber sido más elaborada que otras. Estaba diseñada para proteger la ciudad del exterior y para mantener a los prisioneros lamanitas dentro. Su muralla hizo de la ciudad de Abundancia ―una plaza sumamente fuerte‖ de los nefitas (Alma 53:5). Las murallas de tierra de las ciudades nefitas cargaban ―obras de maderos‖ en la cima (ilustración 60). Y sobre estos montones de tierra hizo colocar [el capitán Moroni] vigas, si, obras de maderos, erigidas a la altura de un hombre, alrededor de las ciudades. E hizo que sobre estas obras de maderos se construyeran estacadas por todos lados; y eran altas y fuertes. E hizo que se erigieran torres más altas que estas estacadas, e hizo construir resguardos en estas torres, para que las piedras y las flechas de los lamanitas no los hirieran. (Alma 50:2-4) Así mismo, la muralla de tierra alrededor de la ciudad de Abundancia tenía ―un parapeto de maderos sobre el borde interior del foso,‖ el cual fue cavado para hacer la muralla (Alma 53:4). 62
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Esteban y yo hemos observado restos de tal obra de maderos sobre el borde interior de un foso cerca de la ciudad de Emiliano Zapata en el área de Palenque. El diccionario en Español, define palenque como ―valla o estacada de madera.‖ Aparentemente en algún tiempo, un cercado de madera rodeaba el área de Palenque. Un pueblo en esa misma área, Palizada, tiene un nombre similar. Palizada significa ―un lugar cercado con palos‖ o ―muro de maderos.‖ Palenque es considerado como uno de los sitios más sagrados y únicos de los mayas. La antigua belleza del lugar se demostró en una pintura de ésta ciudad propiedad de la National Geographic Society, que muestra cómo debió haberse visto en el pasado (ilustración 61). Cuando Jesús apareció a los nefitas en la ciudad de Abundancia, Él seleccionó doce discípulos. En su bautismo, ellos ―descendieron a la orilla del agua‖ y ―en el agua‖ (3 Nefi 19:10-11). De esta manera, el lugar del bautismo se identifica con el término agua en singular. A diferencia de los grandes cuerpos de agua, tales como las ―Aguas de Mormón,‖ las ―Aguas de Sidón, o las ―Aguas de Sebus,‖ el lugar donde los doce fueron bautizados aparentemente sólo poseía una fuente de agua. El río Usumacinta (el Río Sidón) y el Lago Atitlán (las Aguas de Mormón) tienen varios ríos como fuentes de agua. Tal vez por esa razón, en su caso, el término aguas aparece en plural (ver Mosiah 18:8; Alma 4:4). Un posible lugar para el bautismo en Abundancia es un riachuelo que desemboca en una charca como a un kilómetro y medio del Templo de las Inscripciones en Palenque. La charca tiene un diámetro como de unas cien yardas, con orillas que descienden gradualmente al agua. Es la única charca de agua clara de su tipo en el área (ilustración 62). Una de las estructuras principales en Palenque es el Templo de las Inscripciones (ilustraciones 63-65). Dos características únicas de ese templo son sus nueve gradas y setenta y dos escalones que suben de la cámara mortuoria situada en la base de la estructura (ilustración 66). De acuerdo con el relato del Libro de Mormón, Jesús les prometió a nueve de sus doce discípulos que ―después que hayáis llegado a los setenta y dos años de edad, vendréis a mí en mi reino; y conmigo hallareis reposo‖ (3 Nefi 28:3). El diseño arquitectónico de las antiguas estructuras mayas (nefitas-lamanitas) poseía un significado religioso y astronómico. A pesar de que los arqueólogos creen que tienen un significado para éstas nueve gradas (los nueve Señores del inframundo), no ofrecen significado alguno para los setenta y dos escalones. ¿Podría esto sugerir, tal vez, el número de años que Jesús les dijo a nueve de sus discípulos que vivirían –setenta y dos? Aún cuando el Templo de las Inscripciones pudo haber sido construido durante los tiempos de los lamanitas (alrededor del año 600 d.C.), el Libro de Mormón da a entender que los apóstatas no abandonaron todas las enseñanzas de Cristo ya que sólo ―[negaron] la mayor parte de su evangelio‖ (4 Nefi 1:27). Se asume entonces que ellos mantuvieron algunas de sus tradiciones, y el templo posiblemente honra a los nueve discípulos que vivieron setenta y dos años. En la Mesa Redonda de 1996 en Palenque, se reportó que varias tumbas en el área inmediata del templo sorprendentemente no contenían cuerpos cuando fueron abiertas. Esa información fue publicada también en folletos turísticos que ahora son distribuidos en el museo cerca de la zona arqueológica. Todos los ornamentos o artículos con los que usualmente enterraban los cuerpos yacían dentro de las tumbas selladas en las precisas posiciones donde normalmente se encontrarían. Sólo faltaban los restos humanos.
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CAPÍTULO 13 DETERMINANDO LA UBICACIÓN DE CUMORAH Uno de los temas más debatidos entre aquellos que aceptan a Mesoamérica como la tierra del Libro de Mormón es la ubicación del Cerro de Cumorah. Ahí es donde se encontraba la biblioteca nefita y donde, en el año 385 d.C., tuvo lugar la gran batalla final entre los nefitas y los lamanitas. Se han escrito libros enteros sobre este tema. Aquí un breve análisis debe ser suficiente. Los eruditos del Libro de Mormón generalmente no concuerdan con la ubicación de Cumorah. Sin embargo, existen algunas razones apremiantes para que esté localizado cerca del Golfo de México. El Rey Limhi proporciona una de las mejores descripciones de lo que parece ser la tierra de Cumorah en el Libro de Mormón. Alrededor del año 130 a.C., Limhi, cuyos súbditos nefitas vivían en esclavitud entre los lamanitas, mandó cuarenta y tres hombres de la tierra de Nefi a buscar la tierra de Zarahemla. Ya hemos visto que la tierra de Zarahemla se localizaba en lo que ahora es el norte de Guatemala y el sur de México, al sur del Istmo de Tehuantepec. En la relación del Libro de Mormón, Limhi relata que sus hombres ―estuvieron perdidos en el desierto por el espacio de muchos días, y a pesar de su diligencia, no encontraron la tierra de Zarahemla, sino que retornaron aquí después de haber viajado por una tierra entre muchas aguas, y de haber descubierto una región llena de huesos de hombres y bestias, y también estaba cubierta de ruinas de edificios de todas clases; y descubrieron una tierra que había sido habitada por un pueblo tan numeroso como las huestes de Israel‖ (Mosíah 8:8; cursivas agregadas). Quinientos años mas tarde –en el año 385 d.C.– Mormón describe la tierra de la siguiente manera: ―Emprendimos la marcha a la tierra de Cumorah, y plantamos nuestras tiendas en derredor del cerro de Cumorah; y se hallaba en una región de muchas aguas, ríos y fuentes‖ (Mormón 6:4; cursivas agregadas). Mormón no describe la tierra como estando ―entre muchas aguas,‖ como la describió Limhi. En los siglos transcurridos, las aguas pudieron haberse drenado aún más haciendo la tierra más accesible. Igualmente, después de destruir los árboles en esa área, dejándola desolada, la lluvia pudo haber deslavado la tierra de las montañas y llenado los canales que rodeaban estas terrazas. En cualquier caso, la tierra estaba cerca del océano, como lo indica la expresión ―muchas aguas.‖ Lagos de agua, los cuales el Libro de Mormón llama ―grandes extensiones de agua‖ (ver Alma 50:29; Helamán 3:4), no se mencionan en conexión a Cumorah. La falta de apreciación de este hecho ha causado que algunos, por error, identificaran otras áreas sobre las costas del Golfo de México, tales como Cerro Vigía, como Cumorah. Mormón da a entender que la tierra de Cumorah era plana cuando dice, ― mi pueblo, con sus esposas y sus hijos, vieron a los ejércitos de los lamanitas que marchaban hacia ellos‖ (Mormón 6:7). Estos ejércitos no subían ni bajaban marchando a la batalla. Los nefitas podían verlos venir, lo cual significa que el área no era montañosa o con cerros, sino plana. El Libro de Mormón indica que la tierra de Cumorah se encontraba en la tierra del norte más allá de las tierras de Abundancia y Desolación –―la cual [la tierra de Desolación] estaba tan al norte, que llegaba hasta la tierra que había sido poblada y sus habitantes destruidos, de cuyos huesos ya hemos hablado, la cual fue descubierta por el pueblo de Zarahemla‖ (Alma 22:30). Entre los jareditas, el Cerro de Cumorah era conocido como Ramah. Moroni dice, ―era el mismo cerro en donde mi padre Mormón ocultó los anales que eran sagrados, para los fines del 64
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Señor‖ (Éter 15: 11; ver Mormón 6:6). Ramah es una palabra semítica que significa ―prominente‖ o ―alto.‖ Usado geográficamente, el término es apropiado para un cerro que se yergue solitario, que es más prominente que otros cerros pero no tan alto como una montaña. Fue en los alrededores del Cerro Ramah que los jareditas congregaron a su pueblo ―durante cuatro años‖ para pelear unos con otros (Éter 15:11-14). Fue ahí que el profeta Éter presenció la completa destrucción de la nación jaredita (ver Éter 15:13-33). Muchos millones de gentes murieron en un corto periodo de tiempo (ver Éter 15:2). Fue también el área en donde los jareditas y mulekitas desembarcaron por primera vez en el Nuevo Mundo. De estas descripciones de Cumorah en el Libro de Mormón, podemos asumir con seguridad que el cerro donde se llevó a cabo la batalla del año 385 d.C. no es el cerro que se encuentra en el norte del estado de Nueva York, donde Moroni enterró las planchas de oro. Sabemos que la tierra de Zarahemla (las tierras bajas del sur México y el norte de Guatemala) se ubicaba a unos 400 kilómetros de distancia de la tierra de Nefi (las tierras altas de Guatemala) en sus principales centros de población. Esa es una distancia razonable para que caminaran exploradores como los hombres de Limhi. Sin embargo, aparentemente ellos recorrieron esa distancia varias veces en sus fallidos intentos por encontrar la tierra de Zarahemla. Por otro lado, el cerro en el norte del estado de Nueva York está a más de 64000 kilómetros de las tierras altas de Guatemala. No existe evidencia alguna de que el territorio entre el norte de Guatemala y el norte del estado de Nueva York estuviera ―cubiert[o] de ruinas de edificios de todas clases.‖ El cerro en el estado de Nueva York no esta cerca del océano. Tampoco hay evidencia de que ésta área haya sido ocupada antiguamente por un pueblo ―tan numeroso como las huestes de Israel.‖ Aunque los hombres de Limhi se perdieron, pensaron que habían descubierto la tierra de Zarahemla (no la ciudad), un área que ellos sabían que no estaba tan lejos: ―Sin embargo, hallaron una tierra que había sido poblada; sí, una tierra que estaba cubierta de huesos secos; sí, una tierra que había sido poblada y destruida; y habiendo creído que era la tierra de Zarahemla, ellos se volvieron a la tierra de Nefi‖ (Mosíah 21:26; cursivas agregadas). Hay una posible explicación de por qué los hombres de Limhi no encontraron la tierra de Zarahemla. Pudieron haber seguido la cabecera del Río Grijalva de las tierras altas a las tierras bajas, en lugar de seguir la cabecera del Usumacinta. Ambas cabeceras comienzan en la tierra de Nefi, no muy lejos de la ciudad de Nefi. No teniendo una idea clara de dónde estaba el Río Sidón, los hombres de Limhi pudieron haber seguido el río equivocado como direccional. La primera cosa que Limhi describe sobre el viaje de sus hombres es que ellos se ―perdi[eron] en el desierto‖ (Mosíah 8:8). Esto sugiere que al atravesar el desierto del sur (el cual se localizaba entre la tierra de Nefi y la tierra de Zarahemla, del mar este al mar oeste) fallaron en localizar el río correcto (mapa 17). Siendo este el caso, si siguieron río abajo por el Grijalva hacia las tierras bajas, debieron haber viajado considerablemente al oeste de los asentamientos nefitas, perdiéndolos completamente. Buscar la tierra de Zarahemla en el lado oeste del río Grijalva (en lugar de en el lado oeste del Usumacinta) los habría llevado precisamente en dirección de la estrecha lengua de tierra que llevaba hacia la tierra del norte. Viajar junto al río Grijalva, de hecho, se habría asemejado a viajar junto al Usuamacinta. Ambos son ríos grandes con cadenas montañosas a ambos lados. Sin embargo, una diferencia importante entre los dos es que la Depresión Central, por la cual corre el Grijalva, contiene pocas ruinas antiguas. Por el contrario, el área a ambos lados del Usumacinta abunda en ruinas. Ese sólo hecho hubiera excluido al Grijalva de ser el Río Sidón. Además, el Grijalva no corre por el centro de la tierra sino más hacia el oeste de ella. Después de descubrir y tomar el antiguo camino en esta área, el paso estrecho, y descubrir las 65
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antiguas rutas jareditas hacia el norte, los hombres del Rey Limhi debieron haber llegado a la tierra de Morón (Oaxaca). De ahí, debieron haber continuado sus exploraciones por rutas bastante viajadas antiguamente hacia los valles de Puebla y Tlaxcala. Las rutas bastante viajadas van desde éstos valles hasta la costa oeste, así como hasta el Golfo de México. Estos cuarenta y tres exploradores debieron haber tomado el camino del este, llevándolos a los alrededores del Cerro Ramah (Cumorah), en la ―región de muchas aguas.‖ Fue aquí que el profeta Éter completó su registro de la destrucción de los jareditas (Éter 15:33). La ―diligencia‖ de los hombres de Limhi en buscar Zarahemla fue recompensada de otra manera. Al encontrar los restos de la civilización jaredita en la tierra del norte, debieron haber persistido en sus exploraciones. Ciertamente Mosíah 8:8 dice que ellos fueron diligentes. Seguramente debieron seguir las rutas de los antiguos, pasando muchas ciudades abandonadas, hasta que llegaron a donde se llevó a cabo la ultima batalla de los jareditas. En ese sitio, el profeta Éter había escondido las planchas de Éter ―de tal modo que el pueblo de Limhi los encontró‖ (ver Éter 15:33). Aún cuando se nos dice que los cuarenta y tres hombres del Rey Limhi pensaron que habían descubierto la tierra de Zarahemla, no debemos suponer que ellos pensaron que el área de Cumorah era esa tierra. Una vez que llegaron a esta tierra, la cual se encontraba junto al océano, seguramente supieron que de algún modo habían pasado la ciudad de Zarahemla. Asumo que una vez que se encontraron perdidos, ellos terminaron entre antiguas ciudades jareditas, posiblemente en la tierra de Morón. Después de encontrarse con tales ciudades, ―fueron diligentes‖ y continuaron explorando esta nueva tierra, la cual estaba llena de muchas ciudades. Su diligencia finalmente los llevó al sitio de la batalla final, antes de decidir regresar a la tierra de Nefi. Hoy en día, existe documentación de que la parte costera de la ―tierra hacia el norte‖ estuvo entre muchas aguas. La fotografía satelital y otras evidencias topográficas del área de Tampico, en el Golfo de México, y hacia el sur, muestra que los primeros habitantes de estas tierras (los jareditas) construyeron terrazas, canales, y reservas a lo largo de la costa del este. Eran usadas para capturar y criar peces, trasportar alimentos, sembrar cultivos, etc., y son una notable característica de un pueblo civilizado que utilizaba los recursos naturales de la tierra (ilustraciones 67 y 68). Similares ―jardines pantanosos‖ existen en Magdellena, en el estado de Jalisco, sobre la costa oeste de México. Además de estos jardines pantanosos, la tierra estaba esparcida entre las aguas del océano, como lo demuestran los mapas 18 y 19. En la XIII Conferencia Maya Anual en la Universidad de Pennsylvania, en abril de 1995, Joyce Marcus de la Universidad de Michigan hizo notar que una seña del periodo Pre-Clásico tardío olmeca (jaredita) era un sistema sofisticado de control del agua. Los primeros habitantes de la tierra construyeron presas, canales de desagüe, y finalmente irrigación variada. Ella afirma que los campos elevados datan del año 500 a.C. (ilustración 68) (―The Pre-Clasic Rotos of Mesoamerican Civilization‖). David Freidel y Linda Schele, en The Forest of Kings, declaran, ―tan importante era la agricultura en los pantanos a las orillas de los ríos para el estado maya que los reyes adoptaron a los nenúfares o flores acuáticas como una metáfora del poder real. Los nobles eran, literalmente, Ah Nab ‗Gente de los nenúfares o flores acuáticas‘‖ (84). En los días de Mormón, sin embargo, los canales y reservas hechos por el hombre, adyacentes a la tierra de Desolación, al norte de la estrecha lengua, se habían llenado de limo, aun cuando todavía existían ríos y otros recursos naturales de agua. Tal erosión pudo haber ocurrido con el paso del tiempo debido al descuido o al abuso del medio ambiente. Ese cambio fue notado por el arqueólogo Richard Hansen de la Universidad de California en Los Ángeles en la misma Conferencia Maya, como fue reportado en el New York Times: Se tendrían que quemar alrededor de veinte árboles grandes y todas sus ramas para hacer solo 66
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un pequeño montón de limo ( o producir estuco) de un metro de alto. Así que talaron los bosques. La deforestación llevó a la erosión del suelo y eso llenó los pantanos temporales donde habían estado recolectado turba para fertilizar sus terrazas o jardines agrícolas. Hicieron estas áreas inhabitables. La primera vez que esto sucedió fue entre el año 150 y 250 d.C. (New York Times, 11 de Abril de 1995) Hansen agregó que los olmecas (jareditas) hicieron canales navegables rascando muchos de los pantanos adyacentes al Golfo de México y usándolo para construir terrazas agrícolas. La gente en las áreas de las tierras altas, por otro lado, despojaba la tierra de bosques, quemando enormes cantidades para hacer limo. Con esto hacían estuco para construcciones, además de usarlo para cubrir cientos de millas de carreteras y plazas con una capa de uno o dos pies de grosor (Hansen, ―The Rise and Fall of Maya Civilization‖). El Libro de Mormón menciona este último fenómeno. La tierra hacia el norte ―[había] quedado desolad[a] y sin madera, por motivo de los numerosos habitantes que habían heredado la tierra previamente‖ (Helamán 3:5). Esto hizo ―sumamente escasa la madera en la tierra del norte‖(Helamán 3:10). Por supuesto, la práctica de construir con ladrillos y ―asfalto‖ (estuco) era conocida desde la Torre de Babel (Génesis 11:3). Los nefitas que emigraron a la tierra del norte también aprendieron esta práctica (ver Helamán 3:7). También es posible que los levantamientos de la tierra en este continente al tiempo de la muerte de Cristo pudieran haber alzado la tierra sobre el nivel del mar más de lo que antes estaba, lo cual correspondería con los cambios que ocurrieron en la Península de Yucatán, partes de la cual se han elevado del mar o de una condición pantanosa, mientras que la costa este de Belice se ha sumergido. Tales cambios en la topografía de la tierra podrían explicar algunas de las preguntas restantes que tenemos sobre la geografía del Libro de Mormón. El cerro en el norte del estado de Nueva York, donde Moroni enterró las planchas de oro, no tiene ninguna de las características del Cerro de Cumorah que son mencionadas en el Libro de Mormón. Aun así, la Cuarta Edición del Libro de Mormón impresa en Chicago sostiene que el cerro donde se llevó a cabo la gran batalla entre los nefitas y los lamanitas está en Manchester, Nueva York (559). También menciona que la tierra de Zarahemla está en Sudamérica (303). Estas referencias geográficas, las cuales fueron incluidas en esa edición del Libro de Mormón por un comité editorial, fueron removidas alrededor de 1900, muy probablemente porque probaron ser problemáticas. El Profeta José Smith mismo no identificó al así llamado ―Cerro de Cumorah‖ en el estado de Nueva York como tal. Cuando se refirió al lugar donde recibió las planchas de oro, él lo describió simplemente como ―un cerro en Manchester‖ (Teachings of the Prophet Joseph Smith, 119). Un relato en el que la gente se basa para sostener la idea de que el Cerro de Cumorah esta en el norte del estado de Nueva York, es el ―incidente Zelph.‖ Ese episodio tuvo lugar en Illinois, donde unos de los primeros lideres de la Iglesia desenterraron un esqueleto, el cual mostraron al Profeta José Smith. El Profeta prontamente proclamó que los huesos pertenecían a un guerrero lamanita. La historia de este incidente, como fue originalmente escrita, más tarde fue editada por José Smith. La versión corregida aparece en la edición de 1903 de The History of the Church, Vol. I.. En esa versión, el esqueleto se representa perteneciendo a un guerrero ―lamanita blanco,‖ un ―hombre de Dios.‖ El Profeta eliminó una referencia de que este lamanita estuvo involucrado en la batalla de Cumorah. Ciertamente no hubo guerreros lamanitas justos en Cumorah. Sin embargo, en la edición de 1948 de The History of the Church la versión sin correcciones reemplazó a la versión editada del relato. Zelph era entonces representado como un participante de la batalla de Cumorah. 67
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La versión incorrecta del relato ha llevado a confusiones innecesarias sobre este tema y sobre la ubicación del Cerro de Cumorah. David Palmer proporciona una buena explicación para esta discrepancia: He obtenido una copia fotostática del registro original escrito a mano, y la razón de la discrepancia entre las ediciones es clara. Dentro del manuscrito hay numerosas inserciones y supresiones, justo lo que uno podría esperar cuando la historia está siendo escrita por un escriba, sujeta a revisiones y correcciones posteriores. La edición de 1903 incluía la mayoría de las correcciones... La... reconstrucción del Profeta de la historia del incidente Zelph muestra que todas las referencias a ―nefitas,‖ ―Cumorah,‖ y ―ultima‖ batalla fueron afectadas cuando el manuscrito fue revisado. (In Search of Cumorah, 76) Hay un punto adicional que podría agregarse a este relato. El Libro de Mormón registra que no había ―hombres de Dios‖ lamanitas en las tierras del Libro de Mormón durante el tiempo que vivieron Mormón y Moroni. Sin embargo, como veremos más adelante, existe una posible explicación de cómo un hombre tal podría estar en el área de Illinois. Hay razones para creer, por las pistas que el Libro de Mormón proporciona, que este no era un hombre de la tierra de Cumorah sino de un lugar y periodo de tiempo diferente. Otro incidente que algunas personas creen que sostiene el que el cerro en el norte del estado de Nueva York sea Cumorah tiene que ver con el que José Smith y Oliver Cowdery visitaran la biblioteca nefita. Existen por lo menos siete reportes de este relato en diferentes diarios y discursos escritos por los primeros miembros de la Iglesia. Estos reportes varían en cuanto a lo que José y Oliver en realidad vieron. William H. Dame escribe en su diario que José y Oliver caminaron a un cuarto en el que había un tronco, sobre el cual yacían unas planchas de oro, la espada de Laban y un pectoral (William H. Dame Diary, 14 de enero de 1955). Wilford Woodruff registra en su diario que José y Oliver entraron a una cueva que contenía una gran cantidad de planchas de oro, con la espada de Laban colgando en la pared. En una visita subsiguiente, ellos vieron la espada sobre una mesa y fuera de su funda (Wilford Woodruff Journal, 11 de diciembre de 1869). Otras versiones del incidente describen varios cuartos, no sólo uno. Algunas mencionan un ángel a la puerta, mientras que otras describen al ángel en el cuarto. Otros omiten esa parte del relato. Brigham Young reporta, ―Oliver dice que cuando José y [él] fueron ahí, el cerro se abrió, y entraron en una cueva, en la cual había un cuarto grande y espacioso... [había] una mesa grande en el cuarto. Bajo ésta mesa había un montón de planchas como de dos pies de alto, y había en conjunto en éste cuarto más planchas de las que cabrían en muchos carretas, apiladas en las esquinas y junto a las paredes (Journal of Discourses, 19:38). Los comentarios de Heber C. Kimball sobre este incidente son ilustrativos cuando él dice, ―¿cómo se compara eso con la visión que José y otros tuvieron, cuando entraron en una cueva en el Cerro de Cumorah, y vieron más registros que los que diez hombres podrían cargar? (Journal of Discourses, 4:105; cursivas agregadas). Heber C. Kimball describe lo que aconteció como una visión, no como una visitación física. Aun así, este incidente y el que involucra los huesos de un lamanita han sido citados repetidamente para sostener al cerro en el norte del estado de Nueva York como Cumorah. Los hechos del asunto son que la ubicación del Cerro de Cumorah sigue siendo un misterio hasta este día. Escritores de la Iglesia de los primeros años de este siglo probablemente llegaron a conclusiones erróneas porque sabían por el Libro de Mormón que la tierra de Zarahemla estaba al sur de la estrecha lengua de tierra y que la tierra de Nefi estaba al sur de Zarahemla. Estas dos tierras estaban casi completamente rodeadas de agua con excepción de la estrecha lengua de tierra. 68
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También sabían, por los descubrimientos arqueológicos hechos en su tiempo, acerca de las muchas ruinas en Sudamérica –aquellas de los Incas. Esa información pudo haberlos llevado a creer que la estrecha lengua de tierra era el Istmo de Panamá y que Sudamérica incluía las tierras de Nefi y Zarahemla. Lo que estos escritores de la Iglesia no sabían es que estas ciudades Incas no fueron construidas sino hasta el siglo XII d.C. Las ruinas de Centroamérica, por otro lado, datan de los tiempos del Libro de Mormón. Tampoco sabían que este continente del norte estaba separado de Sudamérica por agua. Si esa información hubiera estado disponible para ellos, creo que habrían llegado a una conclusión muy diferente con respecto a la geografía del Libro de Mormón. Regresaré al tema de Cumorah más adelante.
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CAPÍTULO 14 ¿QUÉ SUCEDIÓ CON EL PUEBLO DE AMMÓN? El registro antiguo que llegó al cerro en el norte del estado de Nueva York abarca muchos siglos en el tiempo. Las planchas que el Profeta José Smith tradujo y publicó como el Libro de Mormón tienen el sello de dos profetas –Mormón y Moroni. Entre los dos, estos hombres lograron grabar y preservar este registro. Recayó sobre ellos la responsabilidad de preservar todos los sagrados registros de los nefitas en un tiempo de extraordinaria agitación y constante peligro personal. Vivieron durante los últimos días de un imperio que se había elevado a la grandeza y que ahora caía en la degradación. Sin minimizar la contribución de otros hombres de Dios quienes nos han dado ese extraordinario libro, Mormón y su hijo Moroni son de los grandes hombres de Dios que han caminado en la tierra. Durante el tumulto de una guerra civil y enfrentando a enemigos empeñados en destruirlos y en destruir sus registros, ¿cómo lograron estos hombres cumplir con su tarea? La aniquilación de la nación nefita en Cumorah debe figurar como una de las batallas más significativas jamás peleadas. ¿Cómo, entonces, pudo Moroni evadir ser capturado a manos de verdaderos ―ejércitos‖ de perseguidores? Más aún, ¿cómo se las ingenió para transferir los registros antiguos a través de miles de kilómetros de territorio desconocido? ¿Dónde pudo haber encontrado refugio durante los años de esfuerzo solitario que marcaron las últimas décadas de su vida? ¿Qué conocimiento pudo haberlo habilitado para sobrellevar obstáculos que no podemos adivinar? Trataré de contestar algunas de éstas preguntas. Tan raro como parezca, solo podemos comprender los viajes de Mormón y Moroni y el cómo transportaron las planchas, retrocediendo más de cinco siglos antes de su tiempo. Debemos entender algo de la historia, manera de vivir y movimientos migratorios del pueblo de Ammón si es que queremos contestar algunas de estas intrigantes preguntas. Así que regresemos al periodo entre los años 90 y 45 a.C. El rey Mosíah tenía cuatro hijos: Ammón, Aarón, Omner e Himni. Estos hombres renunciaron todo derecho al trono de su padre, y en su lugar, sirvieron una misión de catorce años entre los lamanitas. Viajaron a través de selvas, sufrieron aflicciones, y se enfrentaron a una posible muerte entre sus enemigos los lamanitas. Alma describe a estos lamanitas como ―un pueblo salvaje, empedernido y feroz... que se deleitaba en asesinar a los nefitas‖ (Alma 17:14). Al llegar entre los lamanitas, los cuatro hermanos se separaron en sus labores misionales, y Ammón se fue a la tierra de Ismael. Al encontrarlo ahí, los lamanitas lo ataron y lo llevaron con rey Lamoni para ser asesinado. Sin embargo, milagrosamente Ammón convirtió al rey y estableció la Iglesia en la tierra de Ismael. Por todo, siete ciudades-estado en la tierra de Nefi aceptaron la predicación de los hermanos (ver Alma 23:8-13). Estos lamanitas conversos se apesadumbraron y se arrepintieron por los muchos nefitas que habían asesinado. Entraron en un convenio con Dios de nunca volver a pelear, aunque eso significara poner sus vidas en peligro. Miles de ellos llevaron a cabo una ceremonia en la cual enterraron sus armas de guerra en lo profundo de la tierra (ver Alma 24: 17-18). Cuando los lamanitas no convertidos empezaron a masacrar a estas indefensas personas, Ammón los guió a la tierra de Zarahemla entre los nefitas (ver Alma 27:4-26). Los nefitas les asignaron la tierra de Jersón para heredarla. Las fronteras de Jersón empezaban ―al este junto al mar,‖ yendo hacia el oeste y hacia el norte hasta llegar a la frontera sur de la tierra de Abundancia en las tierras bajas (Alma 27:22, 26). Una de las fronteras de Jersón yacía sobre las regiones del 70
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sureste de la tierra de Zarahemla, colindando con la tierra de Anionum, la cual era la tierra de los Zoramitas (ver Alma 28:1, 31:3). Así, la tierra de Jersón estaba muy cerca de (y tal vez colindando en ciertos puntos) la parte norte del desierto del sur, el cual estaba entre la tierra de Nefi y la tierra de Zarahemla (ver mapa 20; ver también el Apéndice C para una explicación de las fronteras de Jersón). El Libro de Mormón describe al pueblo de Ammón como ―celoso y amado, un pueblo altamente favorecido del Señor‖ (Alma 27:30), agregando que eran ―completamente honestos y rectos en todas las cosas; y eran firmes en la fe de Cristo, aun hasta el fin‖ (Alma 27:27). En suma, aquellos que fueron convertidos por Ammón y sus hermanos ―nunca más se desviaron‖ (Alma 23:6; cursivas agregadas). Tal descripción del pueblo de Ammón debe excluirlos de los nefitas y lamanitas que Mormón describe al tiempo de la batalla de Cumorah. El pueblo de Ammón, sin embargo, vivió en la tierra de Jersón solo cuatro años (posiblemente un tiempo de purificación). Durante ese tiempo, los nefitas los protegieron de los guerreros lamanitas, a costa de un gran peligro para ellos mismos, sufriendo mucho derramamiento de sangre (ver Alma 28:1-6). El pueblo de Ammón trajo sobre sí mismo la ira de casi todos aquellos que no eran nefitas. Los amalekitas y amulonitas, quienes eran nefitas apóstatas, incitaron a los lamanitas no-creyentes a matarlos (ver Alma 24:1-2, 28-30). Después de eso, los zoramitas apóstatas se unieron a los lamanitas y también procuraron matarlos (ver Alma 35:8-11). De esta manera, en el año 74 a.C. el pueblo de Ammón abandonó la tierra de Jersón para evitar ser la causa de mas guerras (ver Alma 35:13). Aún cuando ésta seguramente es una razón por la cual el pueblo de Ammón se mudó de Jersón, su permanencia ahí por el espacio de cuatro años sí nos hace preguntarnos el porqué. Ciertamente los nefitas sabían que los ammonitas no pelearían, y no les tomaría a los nefitas cuatro años para darse cuenta de que esto iba en serio. Es más que probable que los cuatro años fueran un tiempo de ―probación‖ requerido por los nefitas, un tiempo establecido para que el pueblo demostrara su sinceridad. La tierra de Jersón también fue heredada por los arrepentidos de entre los zoramitas que fueron echados de la tierra de Antionum cuando respondieron favorablemente a la prédica de Alma y sus compañeros (ver Alma 35:14). Una vez más, aquellos que se rebelaban en contra de los nefitas parecen haber sido puestos en una tierra de probación, una tierra convenientemente ubicada entre los nefitas y los lamanitas (ver mapa 20; también mapa 5, capítulo 9). El pueblo de Ammón viajó hacia el oeste, subiendo y ―atravesando‖ hacia la tierra de Melek (ver Alma 35:13). La tierra de Melek era montañosa. El pueblo de Ammón, habiéndose originado en las tierras altas, de esta manera habría estado más cómodo viviendo a una mayor altitud. Ahí buscaron refugio con una comunidad justa de nefitas que vivían en la periferia de la civilización nefita ―al oeste [del Río Sidón], cerca de las fronteras del desierto‖ (Alma 8:3; ver Apéndice C para una explicación de ―al oeste‖). Alma había enseñado al pueblo de Melek ―de conformidad con el santo orden de Dios‖ cinco años atrás y ellos aceptaron su predicación (Alma 8:4). El pueblo de Ammón podría entonces conocer los principios mayores de la ley de Dios por medio de los nefitas que vivían en la tierra de Melek. Los nefitas se habían establecido en las partes del oeste de la tierra cerca de la estrecha lengua de tierra para prevenir que los lamanitas que vivían en el área oeste de Zarahemla se mudaran al área que controlaba el acceso a la tierra del norte. Los nefitas habían ―cercado a los lamanitas por el sur, para que de ese modo no tuvieran mas posesiones en el norte, y así no pudieran invadir la tierra del norte‖ (Alma 22:33). La migración hacia el oeste puso al pueblo de Ammón muy cerca de la estrecha lengua de tierra. Su proximidad con esa área sin duda los hizo estar conscientes del acceso a la tierra hacia el norte, que se localizaba más adelante. Esa tierra era celosamente protegida por los nefitas como un 71
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lugar de refugio, más o menos a partir del año 77 a.C. (ver Alma 22:32-34). Se registran intentos de nefitas desobedientes por ocupar la tierra del norte desde el año 68 a.C. (ver Alma 50:29-34). Por razón de que el pueblo de Ammón era un refugiado en la tierra de Melek, seguramente estaban buscando una tierra para ellos mismos. Idealmente dicha tierra debería estar lejos de los conflictos entre nefitas y lamanitas pero lo bastante cerca para mantener los lazos familiares. Ningún grupo había ido antes a la tierra del norte para heredarla por la asociación con los jareditas que habían sido destruidos, quienes en gran parte la habían dejado desolada (ver Helamán 3:5-6). Sin embargo no debemos suponer que sólo porque el Libro de Mormón no menciona grupos en la tierra del norte antes del año 64 a.C. la tierra estaba deshabitada. Investigaciones arqueológicas indican que había numerosos grupos de personas esparcidas por todo el centro y norte de México, y que el comercio se llevaba a cabo en gran manera en estas áreas antes de la llegada de los nefitas y el pueblo de Ammón. De acuerdo con David Grove y Phil Weigand, dos de los principales arqueólogos de las tierras altas centrales y del área oeste de México, los olmecas, teotihuacanos y las culturas mexicanas del oeste tuvieron una mayor influencia sobre las subsiguientes culturas en Mesoamérica que cualquier otro grupo. Esto incluye a los mayas (Disertación en el panel de la Conferencia sobre el Occidente de México). Tal declaración sostiene la idea de que los mayas (el pueblo del Libro de Mormón) aprendieron más de las culturas al norte de la estrecha lengua de tierra que a la inversa. Esto también indicaría que aún cuando la civilización jaredita fue destruida alrededor del año 300 a.C., doscientos años más tarde otros pueblos habían ocupado sus antiguas tierras y se mantenían y/o desarrollaban ciudades sofisticadas y rutas de comercio. Es probable que entre los años 74 y 46 a.C. estos mismos acontecimientos causaron que el pueblo de Ammón empezara sus migraciones hacia el norte más allá de la estrecha lengua de tierra. El Libro de Mormón registra grandes migraciones del pueblo de Ammón y de grupos de nefitas a la tierra del norte alrededor del año 46 a.C. (ver Helamán 3:3-12). También habían ocurrido migraciones de miles de personas a la tierra del norte en el año 55 a.C. Estas incluían viajes por el mar hacia el norte en ―barcos‖ construidos por Hagot (Alma 63:4-9). Alma 63:5 registra que Hagot echó al mar sus barcos ―a la mar del oeste, cerca de la estrecha lengua de tierra que conducía a la tierra del norte‖ (mapa 21). Habiéndose establecido como rey de los lamanitas gracias a una conspiración, el nefita apóstata Amalickiah buscó conquistar la tierra del norte con un ejército lamanita alrededor del año 66 a.C. (ver Alma 52:1-2). Los ―dos mil soldados jóvenes,‖ quienes eran de la generación creciente del pueblo de Ammón, pelearon en guerras nefitas en el oeste al principio del año 64 a.C. (ver Alma 53:22-23), diez años después de su llegada a la tierra de Melek. Sin embargo, podemos asumir que el Libro de Mormón sólo ha registrado las migraciones principales. Es probable que las migraciones iniciales hacia el norte hayan comenzado mucho antes de las fechas mencionadas. Antes de que tantos miles de personas abandonaran las tierras de su herencia, una vanguardia de personas debió haber preparado el camino. ¿Pudo ésta vanguardia haber sido el pueblo de Ammón, que no tenía nada que perder? Como una coincidencia, durante ese mismo periodo fue establecida la ciudad de Teotihuacan, en centro sur de México. Esta ciudad en la tierra del norte, con el tiempo llegó a convertirse en ―el centro cultural y comercial más grande de todo el Nuevo Mundo, alcanzando la cumbre de su riqueza y poder con una población que probablemente llegaba a los 200,000 [habitantes].‖ No obstante, ―Teotihuacan parece no haber tenido ni preparaciones defensivas ni cualquier organización miliar para venir al rescate de la ciudad en caso de un ataque... Por todo su poder económico y grandeza arquitectónica era una ‗capital avanzada‘ -un lugar expuesto sobre la orilla norte del dominio cultural Mesoamericano‖ (Malstrom, Cycles of the Sun, Mysteries of the 72
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Moon, 185-187). Tal descripción concuerda con la filosofía antimilitar del pueblo de Ammón, pero no con la de los nefitas.' Algunos eruditos mencionan que Teotihuacan, en el estado de México, fue inicialmente establecida alrededor del año 1500 a.C, aún cuando la mayoría esta de acuerdo en que se convirtió en una colonización grande entre los años 150 y 1 a.C. (Thomkins, Mysteries of the Mexican Pyramids, 233). Ambos cálculos pueden ser correctos. Como Teotihuacan no estaba lejos del corazón de las tierras jareditas -Cholula, en el estado de Puebla, México- es razonable suponer que los jareditas se establecieron en el área alrededor del año 1500 a.C. Por otro lado, después de la destrucción de los jareditas esa tierra debió haber sido una ubicación primordial para una nueva colonización. Teotihuacan está a unos 650 kilómetros al norte de la tierra de Melek (mapa 22). Maria Longhena en su libro Ancient México declara que alrededor del año 100 a.C. ―empezó a tomar forma un verdadero centro ceremonial, y los edificios sagrados más antiguos tal vez datan de éste periodo‖ (173). Esto parece concordar con el periodo en el que el pueblo de Ammón estaba emigrando hacia la tierra del norte. 1
Aun cuando no existen evidencias de una presencia militar en la construcción de Teotihuacan, se encontraron doscientos guerreros enterrados (posiblemente sacrificados) en el Templo de Quetzalcóatl. Ofrezco dos posibles explicaciones para estos guerreros. Primero, el pueblo de Ammón ciertamente no era el único pueblo que vivía en Teotihuacan en el año 200 a.C, doscientos cincuenta años después de haberse establecido. Así como hay gente de todas religiones en Salt Lake City, Utah, así también pudo haber habido gente de una variedad de religiones en Teotihuacan. Segundo, es enteramente posible que el pueblo de Ammón haya hecho de la guerra algo ilegal en esta tierra. Justo como Alma 30:10 indica que la gente era castigada “ con la pena de muerte” por crímenes, es posible que éstos guerreros hayan sufrido tal sentencia. El Libro de Mormón no nos dice acerca de los métodos usados para llevar a cabo la pena capital.
Habiendo establecido una avanzada tan al norte, el pueblo de Ammón pudo haber apresurado otras migraciones hacia la tierra del norte que ocurrieron en ese tiempo. Mormón registra que ―muchísimos salieron de la tierra de Zarahemla, y se dirigieron a la tierra del norte, para heredar la tierra. Y viajaron una inmensa distancia, a tal grado que llegaron a grandes extensiones de agua y muchos ríos‖ (Helamán 3:3-4; cursivas agregadas; ver mapa 21). Como se hizo notar, tan sólo nueve años antes ―una compañía numerosa de hombres, sí, la cantidad de cinco mil cuatrocientos hombres, con sus esposas y sus hijos, salieron de la tierra de Zarahemla para la tierra que se hallaba al norte‖ (Alma 63:4). Entonces, solamente en esa ocasión un grupo de quizás más de veinte mil gentes emigró hacia el norte. Al final, mientras los nefitas y lamanitas en guerra invadieron a la gente que vivía en la tierra del norte, algunos de estos sin duda emigraron a tierras aún más distantes. Por ejemplo, existen restos arqueológicos encontrados recientemente que conectan a El Piñón, sobre la costa oeste de México, con Teotihuacan, en el centro de México y con Casas Grandes, en el norte de México (Pickering, ―Discovering the Occidente,‖ 44). Las personas en éstas regiones del norte comerciaban libremente unos con otros y gozaban de semejanzas culturales. Dicha opinión fue sostenida por Phil Weigand y Patricia Anawalt en la conferencia sobre pueblos Pre-Colombinos del Oeste de México en 1998. Ellos declararon que hubo rutas de comercio bien desarrolladas entre Teotihuacan y la costa oeste de México, en los estados de Colima, Guadalajara y Jalisco. Estas rutas comerciales iban desde la costa oeste hasta Casas Grandes, en la frontera norte de México. Para éste tiempo, en éstos lugares, no hay evidencia real de reyes o de guerras. Aún cuando ciertos pasos y rutas eran defendidos, las ciudades parecen no haber tenido defensas militares. Existe evidencia de que durante generaciones subsiguientes muchos de entre el pueblo de Ammón guardaron su convenio de no pelear. Cuando los españoles llegaron a este continente y empezaron a explotar a los indígenas y a destruir su cultura, encontraron un grupo sobre la costa oeste de México que no peleaba. Estos indígenas reclamaban una historia de nunca haber peleado y 73
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declaraban que no comenzarían ahí (México a través de los Siglos, 2:459). La historia de México registra que antes de 1600 d.C. el Océano Pacífico era llamado ―El Mar del Sur‖; alrededor del año 1600 d.C. se le cambió el nombre a ―El Océano de los Pacíficos.‖ El cambio de nombre fue atribuido a la creencia de que no había ocurrido ninguna guerra de importancia entre la gente de la costa del Pacífico de México. (México a través de los Siglos, 2:459). La función principal de la ciudad de Teotihuacan parece haber sido la instrucción religiosa. La arquitectura de sus tres complejos piramidales –del sol, de la luna y del inframundo– manifiesta simbólicamente tres grados de progreso espiritual (ilustraciones 69-72). Caminar físicamente desde el complejo de las estructuras que representan el inframundo (el reino telestial) a la pirámide del sol (el reino celestial) es en sí mismo una travesía espiritual por una serie de valles y mesetas hacia la exaltación. Los habitantes de Teotihuacan vivían las enseñanzas de Jesucristo y seguramente desde el año 34 al 180 d.C. ellos vivieron la ley de consagración y administraron las ordenanzas del templo durante este tiempo. En esa ciudad, los vivos y los muertos eran ―convertidos en dioses‖ por medio de los rituales del templo. La ciudad eventualmente recibió un nombre para reflejar esa idea. En el lenguaje náhuatl, teo significa ―Dios‖; tehuan significa ―reunirse con‖ y can significa ―ciudad‖ o ―lugar.‖ Este era literalmente un lugar donde la gente iba a ser transformada en dioses o para reunirse con Dios. ¿Qué pueblo calificaría más para llevar a cabo dichas ordenanzas sagradas si no aquellos que no tenían sangre sobre sus manos? Recordamos que aún al Rey David, en el Antiguo Testamento, no le fue permitido construir un templo al Señor. David había ―derramado mucha sangre‖ y había ―hecho grandes guerras‖ y por ésa razón no estaba calificado (1 Crónicas 22:8). Si en realidad el pueblo de Ammón empezó su influencia espiritual en Teotihuacan alrededor del año 40 a.C., seguramente ellos se habrían quedado ahí durante los 180 años que los nefitas y lamanitas vivieron la ley de consagración (desde el año 34 al 200 d.C.). Mormón nos menciona que en éste tiempo empezó a haber una seria apostasía en la Iglesia y que para el año 300 d.C. no se podía encontrar un sólo nefita o lamanita justo en todas sus tierras. Si se era una persona justa en este tiempo, por necesidad se tendría que buscar un mejor lugar para vivir. Un lugar ideal debió haber sido Teotihuacan, donde el pueblo de Ammón seguía viviendo el evangelio y viviendo en paz. Longhena, en Ancient America, declara que el desarrollo espiritual de Teotihuacan empezó en serio alrededor del año 200 d.C., alcanzando su cenit alrededor del año 350 d.C. (26). Esto es lo que uno esperaría si los nefitas justos dejaran sus tierras para trasladarse hacia el norte, huyendo de los efectos y el inminente destino de la apostasía. Las autoridades sobre Teotihuacan parecen estar de acuerdo en que el sitio perdió su vitalidad y decayó moralmente entre el año 480 y el 600 d.C. Sin embargo, los murales en Teotihuacan, así como la construcción en general y la naturaleza del centro ceremonial, parecen sugerir un alto grado de espiritualidad previo al año 400 d.C. (Willey, 1964, 469). En la XIII Conferencia Anual Maya, Kent Reilley de la Universidad Southwest Texas State declaró que ―todos los rituales mayas y olmecas reflejan tres lugares distintos de la siguiente vida: el mundo celestial, el mundo terrestre y el inframundo‖ (―Visions to Another World‖). En la misma conferencia, David Freidel de la Universidad Southern Methodist declaró que ―los rituales de los mayas eran para hacerlos progresar hasta el punto en la siguiente vida en donde ascenderían a un mundo celestial, siendo como y viviendo con el primer Padre Eterno‖ (―Establishing the Royal Path of Resurrection‖). En la XV Conferencia Anual Maya, llevada a cabo en Abril de 1997, Karen Bassie de la Universidad de Alberta declaró que ―el entrenamiento de los escribas empezaba en los primeros años de sus vidas, alrededor de los siete años de edad. Avanzaban a grados más altos más o menos 74
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cada dos años. Estos escribas podían finalmente progresar hasta la posición de vidente, la cual era la posición sacerdotal más alta a la que podía progresar un escriba‖. Bassie agregó que ―los primeros progenitores de los adivinos mayas eran llamados videntes‖ (―Diviners‖). De acuerdo con Flora S. Clancy de la Universidad de Nuevo México, quien habló en la misma conferencia, Teotihuacan se convirtió en el principal centro de poder del mundo maya del año 300 al 700 d.C. (―Curl Nose at Teotihuacan‖). Sus símbolos religiosos, glifos y arte estilizado fueron un estándar que unificó a todas las lenguas, tribus y naciones de personas que los arqueólogos llaman mayas. Por extraño que parezca, ese periodo en la historia del Libro de Mormón incluye la apostasía final y la destrucción de los nefitas. ¿Cómo, entonces, explicamos el florecimiento de Teotihuacan como una ciudad durante uno de los eventos más traumáticos de todos los tiempos? En su reporte sobre Teotihuacan, Clancy declaró que ―lideres de todas las ciudades-estado en la región hacían peregrinaciones a éste lugar de manera regular para obtener símbolos de poder y autoridad, los cuales incluían cetros y emblemas.‖ Ella agregó, ―era muy posiblemente el centro de educación, donde la gente joven iba para ser entrenada como escribas‖ (―Curl Nose at Teotihuacan‖). Es bueno suponer que el padre de Mormón, un hombre justo, haya dejado la tierra de Zarahemla, huyendo hacia un lugar seguro y espiritual. Esto podría fácilmente ponerlo en la Meca espiritual de ese tiempo, Teotihuacan, donde Mormón seria instruido en el sacerdocio y observado por su maestro, Ammarón (ver Mormón 1:2). Seguramente ése es el porque Ammarón, la persona que llevaba la historia nefita durante el nacimiento de Mormón, dejó las tierras nefitas y residía ahora en una ciudad espiritualmente vibrante y segura. Un excelente candidato para este lugar es Teotihuacan. Mormón registra que en el año 301 d.C. ―tanto el pueblo de los nefitas como el de los lamanitas se habían vuelto sumamente inicuos, los unos iguales que los otros‖ (4 Nefi 1:45). Por lo menos para el año 321 d.C., todos los registros sagrados de los nefitas, que habían sido transmitidos a Amós y a su hermano Ammarón, habían llegado a la tierra del norte. En ese año, Ammarón escondió los registros Nefitas en el Cerro de Shim, que se encontraba en la tierra del norte (ver 4 Nefi 1:48; Mormón 1:3; Éter 9:3). Es dentro de éste mismo periodo de tiempo, 325 d.C., que los Tres Discípulos [Nefitas] dejaron la tierra de Zarahemla debido a la iniquidad del pueblo (ver Mormón 1:13-16). El lugar más lógico a donde ellos pudieron haberse dirigido sería el centro espiritual de Teotihuacan, donde ellos podrían ministrar a aquellos que eran justos y que tenían o aceptarían el evangelio. El estado espiritual de los nefitas era tal, que aquellos que llevaban los registros nefitas en ese entonces estaban viviendo en la tierra del norte, no en la tierra del sur. La apostasía de los nefitas había causado el cambio del principal centro espiritual de la civilización nefita a una ubicación fuera de ella. De ésta manera, las observaciones de Clancy coinciden con las circunstancias históricas de la nación nefita-lamanita en ese tiempo. Entre los años 380 y 385 d.C., los nefitas juntaron a toda su gente en la tierra de Cumorah para la gran batalla con los lamanitas. Debido a que en esa ocasión Mormón volvió a enterrar todos los registros sagrados de los nefitas en el Cerro de Cumorah (ver Mormón 6:6), podemos suponer que la tierra de Cumorah se localizaba aún más al norte que el Cerro Shim. Para el año 380 d.C., los lamanitas estaban empezando a destruir todas las ciudades nefitas en la tierra del norte y el mismo Cerro Shim estaba en peligro (ver Mormón 4:23, 5:5-6). Al tiempo en que los nefitas se reunieron para la gran batalla en Cumorah, todos los nefitas que vivían en Teotihuacan seguramente se habrían reunido con ellos, de no ser porque ya se habían ido a tierras más seguras más hacia el norte. Sin embargo, con el pueblo de Ammón las circunstancias pudieron haber sido diferentes. Estas gentes, que eran lamanitas de nacimiento, aparentemente se habían convertido en ese tiempo en los guardas de la herencia espiritual de todos 75
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los descendiente de Lehi, ambos nefitas y lamanitas. Como fue dicho, por casi un siglo antes de la derrota de los nefitas en Cumorah –y por más de tres siglos después de ella– de acuerdo con los arqueólogos Teotihuacan floreció como el centro espiritual y educacional de los ―mayas,‖. Aunque la división en nefitas y lamanitas recurrió cerca de cien años antes de Cumorah (ver 4 Nefi 1:35-38; Mormón 1:8-9), el Libro de Mormón en ningún lugar incluye al pueblo de Ammón en éstas categorías. Mormón registra que a aquellos lamanitas que fueron convertidos por los hijos de Mosíah ―los nefitas los llamaron el pueblo de Ammón; por tanto, se distinguieron por ese nombre de allí en adelante‖ (Alma 27:26; cursivas agregadas). El pueblo de Ammón, por otro lado, simplemente se describe como estando ―entre el pueblo de Nefi, y también eran contados entre el pueblo que era de la iglesia de Dios‖ (Alma 27:27). En contraste con el pueblo de Ammón, otros pueblos que fueron convertidos por los nefitas eran ―contados entre los nefitas‖ (Mosíah 25:12-13). Aún los lamanitas que fueron convertidos más adelante en la historia nefita fueron ―contados entre éstos [los nefitas]‖ (3 Nefi 2:14). También era único el pueblo de Ammón por el hecho de que ellos eran los únicos de quienes se habla que entraron en un convenio con Dios de nunca volver a tomar las armas (ver Alma 24:16-18). La falta de cualquier preparación defensiva en Teotihuacan refleja la filosofía religiosa de éste pueblo y su orientación hacia la vida. Su naturaleza pacifista se conservó en evidencias por generaciones, tanto en Teotihuacan como en otros lados. Este rechazo del pueblo de Ammón a participar en el derramamiento de sangre – aún con el riesgo de perder sus propias vidas– pudo haber sido un factor para que continuaran evitando involucrarse en el conflicto entre los nefitas y los lamanitas. Mientras éstos dos partidos se reunían para una confrontación final, cada uno reconoció que el pueblo de Ammón no estaba obligado a participar. En lugar de verlos masacrados otra vez, ambos lados prefirieron dejarlos en paz, así como lo habían hecho antes (Alma 24:21-25, 27:23). Parece probable que el pueblo de Ammón en Teotihuacan se convirtió en una distinta casta sacerdotal y como tal era respetado y tal vez protegido por ambos lados del conflicto. En la XIII Conferencia Anual Maya, Joyce Marcus de la Universidad de Michigan declaró que la gente de Teotihuacan eran un pueblo separado de los mayas geográfica y políticamente (The Pre-Classic Roots of Mesoamerican Civilization‖). En otras palabras, el pueblo de Ammón no podía ser considerado ni nefita ni lamanita en el sentido tradicional. Para que los lamanitas hayan aceptado dicha casta sacerdotal en ese punto de su historia, sus miembros debieron haber sido lamanitas de nacimiento, aun cuando ellos habían emigrado de entre los lamanitas casi cinco siglos antes. Teotihuacan recae fuera del área considerada ―la tierra de los mayas.‖ Estaba fuera de la tierra de los nefitas y de los lamanitas. Quizá los lamanitas vieron en el pueblo de Ammón una realización a su deseo de muchos años por la primogenitura. Esto podría ayudar a explicar la idea de que lideres ―mayas‖ (lamanitas) de las ciudades-estado en las áreas conquistadas hacían peregrinaciones a Teotihuacan para obtener los símbolos de poder y autoridad. En ese momento, los nefitas como pueblo le habían dado la espalda a Dios para siempre y de su propia voluntad habían renunciado al derecho de la primogenitura. Aun cuando el pueblo de Ammón no participaría en la batalla de Cumorah, su creciente población todavía tendría que haber apresurado las migraciones para alejarse del conflicto. Ese conflicto se había convertido en ―un ciclo continuo‖ de derramamientos de sangre mucho antes de Cumorah (ver Mormón 8:7-8), y continuaría como tal por un largo tiempo (ver Moroni 1:2). Es posible, por ejemplo, que un grupo de personas que dejaron Teotihuacan pudieron haber ido a la Península de Yucatán. La historia de la península indica que un gran número de personas entraron 76
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a esa tierra cerca de Chetumal alrededor del año 400 d.C. y buscaron un lugar para construir una ciudad. Empezaron a construir la ciudad de Chichén Itzá alrededor del año 421 d.C. (Edmonson, ―The Chilam Balam of Chumayel,‖ 2:1-4). Linda Schele y David Freidel escriben que aun que la genealogía de la gente de Chichén Itzá esta incompleta, el padre original de estas personas se llamaba Señor Quijada (Forest of Kings, 362). Cualquier diccionario bíblico identificaría el nombre hebreo Lehi que significa ―quijada.‖ Estos autores reportan más adelante que los antiguos moradores de esa área nunca designaron reyes para ellos mismos. En otras palabras, ellos no pudieron haber sido aquellos que el Libro de Mormón tradicionalmente identifica como lamanitas, quienes siempre fueron gobernados por reyes. En su lugar, ―tres hermanos‖ gobernaban a la gente de Chichén Itzá, y ninguno era visto como superior a los otros (Forest of Kings, 359-360). Estas declaraciones sugieren que la gente de Chichén Itzá pudo haber sido guiada hasta ahí, así como gobernada, por los Tres Nefitas. Su emigración hacia la tierra del norte pudo haber comenzado en el año 326 d.C., cuando Mormón tenía quince años de edad. En ese tiempo, los Tres Nefitas se separaron de entre la nación nefita en general (ver Mormón 1:13-15). Schele y Freidel hacen notar que los tres hermanos eran llamados ―señores del fuego‖ (Forest of Kings, 360). El Libro de Mormón registra que los Tres Nefitas poseían poder sobre el fuego (ver 4 Nefi 1:32). Había buenas razones para que la gente se mudara a la Península de Yucatán durante ese tiempo de conflictos. Ninguna ciudad de importancia había sido construida en esa área debido a que el acceso a ella había sido difícil. También tenía un clima caluroso, el suelo era casi improductivo, y no existían ríos sobre la superficie. Además, el terreno tenía pocos recursos naturales y estaba infestada de serpientes. Es muy poco probable que los lamanitas hubieran considerado vivir ahí, y les habría sido muy difícil a sus ejércitos llegar a ella. Si un pueblo amante de la paz habitaba ese desolado lugar, seguramente sería dejado en paz. Y lo fue por muchos años. Sobre la Península de Yucatán, de acuerdo con Sylvanus Morley, ―durante los siglos del cuarto al dieciseisavo de la era Cristiana, floreció la más brillante civilización del Nuevo Mundo‖ (The Ancient Maya, 3; ver también 13, 51). Aún cuando hay ruinas en el sur de México y Belice que datan del 2000 a.C., no aparecen ciudades en el norte de la Península sino hasta cientos de años más tarde. Hay evidencias de ocupación en el área –la cual o era una isla o estaba separada de la tierra firme por pantanos– antes del año 400 d.C. Sin embargo, aparentemente la inaccesibilidad y lo no deseable del terreno impidió que fueran construidas ciudades ahí hasta cerca del año 400 d.C. Aún hoy, cuando llueve continuamente por días, la franja que va desde la Laguna de Términos sobre el lado oeste de la Península hasta Chetumal en el este (justo arriba de la base de la Península) se sumerge o se inunda con agua hasta hacerla imposible de pasar. Es probable que otros grupos de personas, incluyendo a los nefitas y al pueblo de Ammón, emigraran más al norte hacia lo que ahora son las partes norte de México y el oeste o suroeste de los Estados Unidos. Los indios Anasazi y Hopi de Arizona y Nuevo México son ejemplos de gente pacífica con una historia de migraciones que originaron en América Central. Los indios Huicholes de las regiones del norte de la Sierra Madre de México son un pueblo pacífico casi indemne de las influencias del exterior. El jefe de ésa tribu me relató que su pueblo se había mudado a las montañas para evitar confrontación con los españoles. Mormón hace notar que menos de la centésima parte de la historia nefita que tiene que ver con migraciones aparece en su registro (ver Helamán 3:10-14). También nos dice que las migraciones de personas de entre los nefitas (el pueblo de Ammón) llevaban sus propios registros, muchos de los cuales eran ―particulares y muy extensos‖ (Helamán 3:13) 77
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Mormón sugiere que tan sólo desde el año 55 al 43 a.C. más de 100,000 personas emigraron al norte para alejarse del conflicto entre los nefitas y los lamanitas. Si siguieron la ruta antigua desde la estrecha lengua, debieron llegar a los valles de Puebla y Tlaxcala, en México. Desde ésta ubicación antigua había dos rutas bien desarrolladas de donde escoger. Una iba al noreste, llegando a la costa alrededor de Tampico, México. La otra iba al noroeste, llegando hasta los estados de Colima y Jalisco, México. Aunque la gente pudo haber emigrado en ambas direcciones, los emigrantes a los que hace referencia el Libro de Mormón ―viajaron una inmensa distancia, a tal grado que llegaron a grandes extensiones de aguas y muchos ríos‖ (Helamán 3:4). Dos áreas en México encajan en ésta descripción. Al tiempo de esta migración, había dos lagos bastante grandes en el área de Guadalajara, en el estado de Jalisco. Uno de esos lagos, el Lago de Chapala, aún existe. Es uno de los lagos más grandes en México y tiene numerosos sitios arqueológicos adyacentes a él. Esta parte de México es también a donde llegaba la antigua ruta de comercio desde Teotihuacan. Del área de Guadalajara, las rutas comerciales iban al norte de México, en el estado de Chihuahua. Esta área contiene varios lagos grandes –Laguna Guzmán, Laguna de los Frailes, Laguna de Sta. Maria, Laguna de la Ascensión, El Barreal y Ojo del Diablo. Los ríos en ésta área incluyen el Río Grande. Esta es una posible ruta del pueblo de Ammón mientras emigraban a ―los países del norte.‖ Estas rutas no sólo estaban bien establecidas, sino que también la gente vivía en ciudades a lo largo de ellas. También debemos considerar el hecho de que la gente que emigraba continuó multiplicándose y se esparció por toda la tierra a la que Mormón y Moroni se refieren como ―los países del norte‖ (ver mapa 23). Estos países del norte se habían convertido en lugares de retiro para los nefitas que huyeron de los lamanitas hasta el año 328 d.C. (ver Mormón 2:3), como cuatrocientos años antes la ―tierra del norte‖ se convirtió en un lugar de retiro para los nefitas que vivían en la tierra del sur. En los cuatro siglos y medio que cubren desde el año 65 a.C. al 385 d.C., tantos miles de personas se habrían multiplicado en grupos muy grandes y dispersos. Estando tan alejados del grupo principal de nefitas, estas gentes no sólo habrían llevado sus propios registros, sino que habrían tenido sus propios lideres políticos y religiosos. Sus historias, entonces, no son necesariamente una parte del compendio que hizo Mormón de la historia nefita. Cuando Mormón habla de ―toda la faz de la tierra‖ y de ―mi pueblo,‖ él se está refiriendo a los nefitas de Mesoamérica, no necesariamente al pueblo de Ammón y a los nefitas que vivían en los países del norte. Aquellos que emigraron –quizá el pueblo de Ammón que se había mudado de Teotihuacan al norte– son, de hecho, los únicos candidatos reales para los ―pacíficos discípulos de Cristo‖ a quienes Mormón enseñó ―en la sinagoga que habían construido como sitio donde adorar‖ (Moroni 7:1-3). Como Mormón pudo haber pasado su niñez en Teotihuacan, él sin duda habría encontrado la oportunidad para mantenerse en contacto con aquellos que habían sido sus hermanos en Cristo. En resumen, el pueblo que tenía ―una conducta pacífica para con los hijos de los hombres‖ en los días de Mormón y Moroni (Moroni 7:4) no eran ni los nefitas ni los lamanitas en el sentido tradicional. Por toda la nación nefita-lamanita, ―prevaleció la maldad sobre la faz de toda la tierra‖ (Mormón 1:13). ―No hubo dones del Señor, y el Espíritu Santo no descendió sobre ninguno, por causa de su iniquidad e incredulidad‖ (Mormón 1:14). Desde la niñez de Mormón hasta la destrucción de los nefitas, todos los nefitas y los lamanitas que se hallaban en la tierra de la jurisdicción de Mormón (Mesoamérica) vivían en un estado de degradación espiritual y moral. Otros (nefitas y ammonitas) habían emigrado a tierras distantes hacia el norte. Mormón no era responsable de los registros ni representante de ésos migrantes. Su registro compendiado no los cubre, ni tampoco habían alcanzado la degradación moral de la que Mormón habla tan 78
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elocuentemente. Evidencia de esto se encuentra en Alma 23:6-7, donde Mormón declara que los conversos de Ammón ―nunca más se desviaron.‖
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CAPÍTULO 15 LOS AÑOS DE INFANCIA DE MORMÓN El siglo cuarto d.C. fue un tiempo de cambios religiosos y sociales en todo el globo, no tan solo en Mesoamérica. En el Antiguo Mundo, Constantino el Grande asumió el poder y reunificó al dividido y sobre-expandido Imperio Romano. Estableció su nueva capital en el sitio de un antiguo asentamiento romano en el Estrecho de Bósforo. Bajo su gobierno fue prohibida la persecución de los cristianos en todas las tierras gobernadas por Roma. Como resultado, la primitiva iglesia cristiana gozó de un efímero periodo de crecimiento antes de tambalearse. Con la adopción del Credo Apostólico de Necea en Constantinopla en el 381 d.C., la iglesia finalmente abandonó la doctrina de su fundador. En Mesoamérica, la iglesia que Jesucristo estableció después de su resurrección experimentó primero una época de oro sin paralelo (ver 4 Nefi 1:1-23). Sin embargo, después de dos siglos, los nefitas se convirtieron en un pueblo débil debido a sus excesos materialistas, lo que resultó en una ceguera espiritual y en apostasía. El Señor había advertido a Nefi mil años atrás que si sus descendientes se rebelaban en contra de su Dios, los lamanitas actuarían como un ―azote‖ contra ellos (1 Nefi 2:24). Él había dicho: ―y si no se acuerdan de mí, ni escuchan mis palabras, los castigarán hasta la destrucción‖ (2 Nefi 5:25; cursivas agregadas). Parece difícil de aceptar que del año 201 al 300 d.C. hubo una total apostasía entre los nefitas y lamanitas. Mormón dice que no había ni una persona digna entre los nefitas y lamanitas y que ambos eran igualmente perversos (ver 4 Nefi 1:45-46). Sin embargo lo más seguro es que la vasta mayoría apostató, mientras que aquellos que permanecieron fieles simplemente abandonaron el lugar, viajando hacia las tierras del norte. El Libro de Mormón nos dice que para el año 210 d.C., los que habían rechazado el evangelio se habían separado llamándose lamanitas, lemuelitas, e ismaelitas (ver 4 Nefi 1:38). La apostasía continuó a tal paso que entre los años 244 y 260 d.C. los inicuos habían superado en número a los justos (ver 4 Nefi 1:40-41). Sin embargo, durante este tiempo aquellos que deseaban permanecer fieles y vivir entre gente recta, no tenían más que una elección –dejar las tierras nefitas y dirigirse a las tierras del norte. Sin duda, durante esos cuarenta años (260-300 d.C.) mucha gente fiel cruzó la estrecha lengua de tierra, la demarcación de la nación Maya, hacia uno de los países del norte. Moroni 7:3-4 aclara que muchos fieles miembros de la Iglesia habían emigrado al norte antes de la apostasía total de la nación nefita. Sabemos que el guardián de los registros nefitas, Ammarón, se había trasladado a esas tierras antes del año 300 d.C., y se puede especular con seguridad que la familia de Mormón habría hecho lo mismo. Fue en esta tierra del norte que Mormón, como un jovencito, conoció a Ammarón. La meca espiritual en este tiempo, al norte de la estrecha lengua de tierra y fuera del territorio nefita, fue la ciudad que hoy se conoce con el nombre de Teotihuacan. No tan solo era la meca espiritual de ese tiempo, sino que era también la más grande, más rica y de mayor influencia en su tiempo. Debido a que Mormón provenía de una familia muy bien acomodada, lo cual trataré mas adelante, Teotihuacan sería el lugar más natural a donde mudarse. Por lo tanto, no necesariamente todos los nefitas habían apostatado, solamente todos aquellos que permanecieron en sus tierras, al sur de la estrechez de tierra. Ya para el año 300 d.C. todos y cada uno de los que seguían en las tierras de Zarahemla y Nefi habían alcanzado un nivel extremo de iniquidad. También se debe recordar que después de ciento sesenta de vivir la ley de 80
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consagración (del 34 al 201 d.C.), los lamanitas y nefitas se habían vuelto ―sumamente ricos‖ (4 Nefi 1:23). Ciertamente, fue su excesiva riqueza lo que contribuyó a la apostasía, lo cual sucede frecuentemente con el pueblo de Dios. Los arqueólogos llaman a éste período entre los mayas el Periodo Clásico, un tiempo en que la gran riqueza de los mayas empezó a mostrarse públicamente. Algunos arqueólogos dicen que la gente de este tiempo tenía tanto dinero que se convirtió en una sociedad de ―usar y tirar.‖ Compraban bienes costosos y después de usarlos por un mes o más, se deshacían de ellos. El equivalente de esto en nuestros días sería algo como comprar y tirar un televisor a colores cada mes. El padre de Mormón dejó esta sociedad y se mudó a la tierra del norte. Había inscrito a su hijo en la mejor escuela de esos días; el joven Mormón fue instruido por el historiador de la Iglesia, Ammarón. Acerca de su ascendencia, Mormón dice que era ―descendiente directo de Lehi‖ (3 Nefi 5:20) y un ―descendiente de Nefi‖ (Mormón 1:5). Mormón provenía de la aristocracia. Él tenía un linaje ―puro,‖ fue educado en las mejores escuelas, y pertenecía a una familia aristócrata y de recursos. A la edad de once años, Ammarón lo describe como ―un niño serio y presto para observar‖ (Mormón 1:2). Él se describe a sí mismo como ―de carácter algo serio‖ y ―grande de estatura‖ (Mormón 1:15). La apostasía y separación aparentemente se había culminado en los días de Mormón. Él dice que los su pueblo ―se habían revelado intencionalmente contra su Dios‖ y que la tierra había sido maldecida por causa de ellos (Mormón 1:16-17). Mormón inicia sus intentos por predicar a los nefitas alrededor del año 326 d.C. cuando apenas tenía un poco más de quince años. En el 327 d.C. el Señor instruye a Mormón que cese sus esfuerzos debido a la iniquidad de los nefitas; fue en este mismo año que los tres discípulos nefitas fueron llevados de entre la nación nefita (ver Mormón 1:13,16). Debido a que ellos partieron en el mismo año en que a Mormón se le mandó dejar de predicar, podemos suponer que la predicación de Mormón estuvo coordinada y posiblemente bajo la dirección de los tres discípulos. Mormón por lo tanto, fue un amigo y compañero en el ministerio de los tres discípulos. Sabemos que ellos ministraron a Mormón así como a Moroni. La manera en que Moroni describe esto (ver Mormón 8:11) implica que los tres discípulos ministraron a padre e hijo cuando estuvieron juntos. Una ocasión razonable para que ellos hicieran esto debió haber sido después de la batalla de Cumorah, cuando Moroni tuvo que tomar la decisión de dejar a su padre, y así responder a un llamamiento al ministerio mientras que los lamanitas seguían persiguiéndolo. Para este tiempo, toda la civilización nefita estaba en peligro, debido tanto a sus tradicionales enemigos lamanitas como al terrorismo de una sociedad conspiradora organizada conocida como los Ladrones de Gadiantón (ver Mormón 1:18-19). Estas circunstancias requerían de un liderazgo fuerte e inspirado. La seguridad de muchos registros sagrados se encontraba en peligro. Aún cuando la misma nación nefita podría perecer, sus registros debían de ser preservados. Entre los nefitas, la costumbre de llevar y pasar registros escritos de una persona a otra, con frecuencia de padre a hijo, se extendió por diez siglos. Los nefitas comenzaron esta práctica alrededor del año 580 a.C. (ver 1 Nefi 19:1-6). Ammarón recibió los registros de su hermano Amós en el 306 d.C. (ver 4 Nefi 1:47). Sin embargo, después de esa transferencia ocurrió una interrupción en la tradición. En lugar de delegar las planchas que contenían los registros a un hijo o pariente o a alguna otra persona calificada, Ammarón las escondió. Mormón relata que ―Ammarón, impulsado por el Espíritu Santo, ocultó los anales que eran sagrados –sí, todos los anales sagrados que se habían transmitido de generación en generación‖ (4 Nefi 1:48). Ammarón escondió los anales en el Cerro Shim. La ubicación de ese cerro es otra clave para 81
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entender dónde vivía Mormón durante su niñez en la tierra del norte. Mormón explica como se le acercó Ammarón cuando tenía diez años de edad y le dijo ―cuando tengas unos veinticuatro años de edad, quisiera que... [fueses] a la tierra de Antum, a una colina que se llamará Shim; y allí he depositado para los fines del Señor todos los santos grabados concernientes a este pueblo‖ (Mormón 1:3 [la versión en inglés dice ―tierra Antum‖]). De acuerdo con Libro de Mormón, el nombre de Antum tiene que ver con agua. En el año 592 a.C. cuando Lehi y su familia llegaron al mar –después de caminar por el desierto de Arabia por ocho años– Nefi relata: ―vimos el mar, al que dimos el nombre de Irreántum, que significa muchas aguas‖ (1 Nefi 17:5). Hugh Nibley hace notar que el término Egipcio an-t se refiere a agua, mientras que la palabra iaru, un nombre no semítico, se refería antiguamente al Mar Rojo (Collected Works of Hugh Nibley, 7: 171-72). Debido a que irre-antum identifica un lugar donde el agua termina, es posible que antum identifique un lugar relacionado con el agua, quizás donde las aguas se originan. Si Ammarón se hubiese referido al área del Cerro Shim como tierra de Antum, eso hubiese implicado que se le dio el nombre de esa persona, tal como fueron nombradas otras tierras nefitas. En su lugar, se refiere a ella de tal forma que implica que el nombre era descriptivo; identificaba como era el lugar. Un lugar en la tierra del norte que mejor encaja con la descripción de Ammarón son los valles de Puebla y Tlaxcala en México. Estos valles adjuntos están rodeados por cuatro volcanes cubiertos de nieve –el mismo lugar a donde emigraron primeramente los jareditas. Los dos volcanes más al oeste se asientan en la división continental. Desde ese punto, las aguas fluyen tanto para el litoral del oeste como para el del este. El área en realidad describe el lugar donde las aguas se originan o una ―tierra Antum‖ (Mapa 24). La ciudad principal más antigua en estos valles es Cholula, la cual se asienta al pie de los volcanes cubiertos de nieve. Su nombre Olmeca (Jaredita) es Atl-xoloayan, que quiere decir ―Donde las aguas empiezan a fluir‖ o literalmente, ―El lugar de huida de las aguas.‖ Un prominente cerro llamado Malinche se asienta en medio del valle de Puebla. Sus numerosas cuevas son consideradas un tabú por los lugareños. No permiten que nadie entre en ellas so pena de muerte. Las personas que han intentado entrar han perdido la vida; algunos apenas pudieron escapar. Quizás en una o más de estas cuevas Ammarón escondió las planchas que contenían los registros nefitas antes de que eventualmente Mormón las recuperara. Parece posible, o más aún probable, que el Cerro Malinche sea el Cerro Shim (ilustración 73). La ventaja de esconder los anales en un cerro como la Malinche es su magnitud vertical. Su majestuoso y variado terreno contiene muchos posibles lugares que serían adecuados para el albergue de anales, y haría que dichos anales fuesen difíciles de descubrir. Tales ventajas debieron ser importantes para Ammarón cuando tomó en consideración dónde esconder los anales. Según el libro de Éter, el cerro Shim estaba situado en una área anteriormente habitada por los jareditas. De este modo podía haber servido ya como un lugar para guardar anales de los jareditas. El cerro Shim se localiza en una ruta directa entre la tierra de Morón (Oaxaca) y la tierra Cumorah. De acuerdo con Moroni, ―el sitio donde fueron destruidos los nefitas‖ se encontraba cerca de la costa este de la tierra del norte (Éter 9:3). Considerando que el Cerro Cumorah (donde Mormón enterró los registros por segunda vez) se encontraba al norte del cerro Shim, lejos de la agresión lamanita, el valle de Puebla nuevamente aparece como el candidato más factible para ser la tierra Antum. Debido a que Oaxaca (la tierra de Morón) se localiza al sur del valle de Puebla, la tierra Cumorah –cerca de la costa este de la tierra del norte– se debe encontrar al norte de esta. En efecto, eso pondría a Cumorah sobre la costa este del Golfo de México. 82
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Ammarón le pidió a Mormón ir a la tierra Antum (el valle de Puebla), no le dijo que subiera o bajara para llegar a ella (ver Mormón 1:2-3). De acuerdo a la topografía del Libro de Mormón, eso significa que Mormón no tendría que escalar o bajar montañas para llegar desde donde él estaba al lugar donde Ammarón había escondido los anales. A la edad de diez años, Mormón pudo haber estado en una elevación igual a la de la tierra Antum. El relato de Mormón también sugiere que él conocía el área a la que se estaba refiriendo Ammarón (mapa 25). A diferencia de Mormón, en tiempos de los jareditas Omer ―cruzó sobre‖(la versión en ingles dice came over) dos cordilleras de montañas para poder ir de la tierra de Morón a la tierra de Cumorah (Éter 9:3; cursivas agregadas). Una cordillera de montañas se encuentra entre Oaxaca y los valles de Puebla y Tlaxcala. La otra cordillera se encuentra entre estos valles y la costa este del Golfo de México hacia el norte de los mismos. Muchos grandes y hermosos sitios antiguos se localizan en y alrededor de los valles de Puebla y Tlaxcala. Si estoy en lo correcto al suponer que estos valles comprendían la tierra Antum, entonces ¿dónde pudieron haberse encontrado Ammarón y Mormón cuando Mormón tenía diez años de edad? Los pondría fuera de esa área pero no significativamente arriba o abajo de ella. Usando un proceso de eliminación, eso nuevamente nos señala hacia la antigua ciudad de Teotihuacan. Los valles de Teotihuacan y Puebla se encuentran en una elevación similar y cercanas uno de otro, esto se puede apreciar cuando uno viaja por entre ellos. De hecho, la distancia entre Teotihuacan y el cerro Malinche es menor de ciento sesenta kilómetros (mapa 25). Esa es una razonable y accesible distancia para que hubiese señalado Ammarón. El cerro Malinche en el valle de Puebla se encuentra al este de Teotihuacan pero no requiere que uno cruce cordilleras montañosas, como lo tuvo que hacer Omer. Pudo haber tenido sentido que Ammarón instruyese a Mormón en Teotihuacan que en ese entonces era la cuna del aprendizaje y de las ordenanzas del sacerdocio en Centroamérica. A diferencia de los nefitas que se encontraban más al sur (al sur de la estrecha lengua de tierra), los habitantes de Teotihuacan llevaron a cabo rituales del templo durante el año 321 d.C. (Thomkins, Mysteries of the Mexican Pyramids, 233). Poco tiempo después de eso, a Mormón le ―visitó el Señor, y prob[ó] y conoci[ó] la bondad de Jesús‖ (Mormón 1:15). Sin duda que fue en Teotihuacan el lugar donde Mormón dijo: ―y empezaba a adquirir alguna instrucción en la ciencia de mi pueblo‖ (Mormón 1:2). Fue donde Ammarón le dijo a Mormón: ―Veo que eres un niño serio, y presto para observar‖ (Mormón 1:2). Yo creo que es seguro suponer que Mormón era uno de los estudiantes más sobresalientes en este centro espiritual de entre algunos de los del pueblo de Ammón. Annabeth Headrick de la Universidad de Vanderbilt en el Quinceavo Simposium Maya, en Austin, Texas describió las condiciones de vida de las personas de más influencia que habitaban en Teotihuacan. En un ensayo titulado (en parte) ―... la Conceptualización de los Ancestros en Teotihuacan,‖ ella establece que por más que lo intentaron, no pudieron encontrar evidencias de reyes en Teotihuacan, una condición muy diferente a la de sus vecinos más al sur, los mayas. En lugar de reinado, aparentemente la ciudad tuvo complejos habitacionales gobernados por hombres que eran seleccionados a través de la primogenitura. El hijo mayor heredaba el derecho de gobernar a aquellos en su complejo habitacional. Cada complejo albergaba entre sesenta y cien personas y los departamentos eran construidos alrededor de una plaza. La plaza era el lugar central para los miembros de la familia en tal complejo, y la familia llevaba a cabo reuniones frecuentes en esta plaza o patio (ilustración 74). Esther Pasztory, en TEOTIHUACAN: An Experiment in Living, describe aún más a detalle 83
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esos complejos habitacionales cuando dice que eran equivalentes, si no es que superiores, a los complejos habitacionales de la gente rica de la antigua Roma. Pasztory usa el término ―espléndido‖ al describir las condiciones de vida en estos complejos, con sus plazas, sus pórticos, y sus patios. Ella también establece que no tan solo la gente de dinero habitaba tales lugares, sino que, como en la antigua Roma, incluso la gente de clase media tenía lo suficiente como para vivir en tales lujos. Más de dos mil de éstos complejos existieron en esta antigua ciudad (ilustración 75). Pasztory establece que éstos complejos habitacionales eran unidades multifamiliares. Ella los percibe siendo administrados por un representante sacerdotal en cada complejo, ―formando un cuerpo de consulta, legislativo o de asesoría que se reunía o a quien consultaban directamente los sacerdotes gobernantes con propósitos políticos y económicos de la tierra [sino directamente por los sacerdotes gobernantes, entonces a través de los líderes de los barrios]‖ (Teotihuacan, 49). Un sistema así suena muy similar al orden patriarcal. Es probable que la familia de Mormón poseyera y viviera en uno de esos complejos. También es igualmente probable que Mormón hubiese sido criado en una ciudad y entre un pueblo (el pueblo de Ammón) que estuviese viviendo la ley de consagración y el orden patriarcal. Pasztory se refiere a estos complejos como ―barrios‖ y probablemente era común que las familias tuviesen reuniones sacramentales en el patio central. Viviendo en ésta ciudad y en éstas condiciones le pudieron haber dado a Mormón un acceso directo a las mejores escuelas, las cuales enseñaban tanto las dimensiones espirituales de la vida como las académicas. Este sería el lugar donde uno esperaría que él conociera a Ammarón.
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CAPÍTULO 16 MORMÓN DIRIGE LOS EJÉRCITOS NEFITAS A la edad de once años, en el año 322 d.C., Mormón fue llevado por su padre desde la tierra del norte, a la tierra de Zarahemla (Mormón 1:6 [la versión en inglés dice cargado]). Esa tierra se encontraba en la parte central del trayecto que recorre el Río Sidón (el Usumacinta), aproximadamente a 1000 kilómetros de distancia de Teotihuacan. Ser llevado [cargado] por esta distancia es probablemente una descripción adecuada de lo que en realidad ocurrió y posiblemente nos indica la posición socioeconómica de Mormón. En la parte 2 de del texto Izapa Sculpture, Garth Norman nos dice: ―Se sabe que los dignatarios mayas eran transportados en cestas cargados por dos asistentes‖ (ilustraciones 76, 77 y 78). Ciertamente, las familias pertenecientes a la realeza, al igual que los ricos y aristócratas, comúnmente eran transportados en cestas o canastas sobre un excelente sistema de carreteras en este periodo de tiempo. Tal parece que Mormón pudo haber viajado de esta manera junto con su padre al cruzar estos cientos de kilómetros. A Mormón fácilmente se le pudo haber visto como una persona perteneciente a la nobleza. Mayor evidencia de esto es el hecho de que su padre lo llevo a hacer un recorrido por Zarahemla por cuatro años. Se requeriría de cierta posición económica para financiar un viaje de cuatro años con uno de sus hijos y aún así tener fondos suficientes para atender a los miembros de la familia que se quedaron atrás. Uno se pregunta qué razones habría para que el padre de Mormón sacara a su hijo de un lugar de excelencia espiritual y lo llevara a la tierra de Zarahemla, un lugar de apostasía y decadencia. Parece probable que el padre de Mormón sabia del llamamiento profético de su hijo y se dio cuenta de que si su hijo debía anotar fielmente los eventos de esta tierra, debería saber por cuenta propia lo que estaba sucediendo. Aunque Mormón no nos dice a qué parte de la tierra de Zarahemla él y su padre fueron, sí indica que ―toda la superficie de la tierra había quedado cubierta de edificios, y los habitantes eran casi tan numerosos como las arenas del mar‖ (Mormón 1:7). Mormón también da a entender que atravesó lo largo y ancho de esta tierra durante los cuatro años que viajó con su padre. La descripción de Mormón de la tierra de Zarahemla va de acuerdo con los numerosos sitios arqueológicos que existen en las tierras bajas de Centroamérica, en ambos lados del río Usumacinta, especialmente en la parte este. Para el tiempo en que Mormón fue hacia del sur, la tierra se encontraba completamente cubierta de ciudades que se unían unas con otras. Tales condiciones –sobre este continente y en ese periodo de tiempo– existieron solamente en la parte sur de México y norte de Guatemala, tal como se ha explicado. No se han encontrado sitios arqueológicos dentro de las fronteras de norte y Sudamérica que coincidan con la descripción de Moroni de ese tiempo y lugar. Se había desatado una guerra entre los nefitas y lamanitas en las fronteras de la tierra, cerca del Río Sidón (Mapa 26). Esta fue la primera guerra que ocurrió desde la venida de Jesucristo; los nefitas resultaron victoriosos y la paz se restauró (ver Mormón 1:10-11). Tan sólo cuatro años más tarde (los cuatro años que Mormón les anduvo predicando), los nefitas y lamanitas comenzaron otra guerra. Para entonces, los nefitas asignaron a Mormón, quien tenía quince años de edad, ―para que fuese su caudillo, o sea, el caudillo de sus ejércitos‖ (Mormón 2:1). Mormón dice que a pesar de que era joven, era ―grande de estatura‖ (Mormón 2:1). Era práctica común entre los mayas seleccionar a gente grande como sus caudillos militares. Parece que los nefitas sabían también acerca de la excepcional familia de donde provenía Mormón. Si Mormón era de una familia adinerada y aristócrata, tal como aparenta ser, entonces sus viajes por 85
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toda la tierra de Zarahemla no pasaron desapercibidos. Ciertamente el nombre de su familia, linaje, y estrato eran bien conocidos entre los nefitas. Es posible concebir la idea de que durante esos cuatro años la información acerca del llamamiento de Mormón como historiador se hizo pública, especialmente debido a que se esforzó por ―predicar a este pueblo‖ (Mormón 1:16). El pueblo había comprendido que él [Mormón] había sido ―visit[ado por] el Señor y prob[ado] y conoc[ido] la bondad de Jesús‖ (Mormón 1:15). Indudablemente sabían de lo excelente de su educación y de su noble y/o aristocrático linaje, así como también de sus raíces espirituales. Debido a esto, Mormón había sido la elección perfecta para tal posición militar Los nefitas por largo tiempo habían mantenido la costumbre de escoger a una persona con el don de profecía, como su caudillo militar (ver 3 Nefi 3:19). Esa costumbre resultaría particularmente relevante en un tiempo en que la nación entera carecía del espíritu de profecía. El que los nefitas hayan seleccionado a Mormón pudo haberse reflejado en la influencia que tenía Teotihuacan como un centro espiritual tradicional, y quizás también por Ammarón como custodio de esa tradición. Mormón 2:1 nos ofrece una confirmación de que Mormón no había sido criado entre la gente de Zarahemla, sino que esencialmente era de una tierra diferente, la tierra del norte: ―el pueblo de Nefi me nombro para que fuese su caudillo, o sea, el caudillo de sus ejércitos‖ (cursivas agregadas). Si Mormón hubiese sido criado entre estos nefitas, ciertamente él se hubiese referido a esos ejércitos como nuestros ejércitos en lugar de sus ejércitos. Sin embargo, después de haber servido como caudillo de los ejércitos nefitas por un año, Mormón escribe, ―los lamanitas vinieron contra nosotros con una fuerza sumamente grande, al grado de que llenaron de temor a mis ejércitos (Mormón 2:3; cursivas agregadas). Aparentemente después de haber sido el comandante de los ejércitos nefitas por lo menos dos años y habiendo vivido en Zarahemla tantos años como en la tierra del norte, él ya se consideraba como uno de éstos nefitas. Los tres ejércitos nefitas que ahora comandaba eran de él y no de ellos. Aunque Mormón empezó como caudillo del ejercito nefita en el año 325 d.C., para el 360, él se había convertido en ―el caudillo [de los ejércitos] y el líder de este pueblo.‖ Ahora él llevaba los asuntos de toda la nación nefita, no tan sólo de los ejércitos. Desde luego que para entonces [la nación y los ejércitos] esencialmente eran uno y lo mismo. Mormón describe como las dos partes en guerra se dividen en nefitas y lamanitas. Sin embargo, en realidad, entre ambos formaban siete grupos por separado, una distinción que, a excepción de una interrupción, había permanecido por más de novecientos años. Estos grupos los formaban los nefitas, jacobitas, josefitas, y zoramitas por un lado, y los lamanitas, lemuelitas, e ismaelitas, por el otro (ver 4 Nefi 1:37-38; Mormón 1:8-9). De estas descripciones podemos asumir que el pueblo de Ammón se había retirado de esta área de conflicto. El que los nefitas y lamanitas se organizaran en divisiones tribales nos ayuda a entender las referencias del Libro de Mormón en cuanto a diferentes ―ejércitos‖ en ambos lados. El primer enfrentamiento de los ejércitos de Mormón con los lamanitas ocurrió en el año 328 d.C., cuando Mormón tenía diecisiete años. Sus ejércitos tenían temor de enfrentar a los lamanitas cuando éstos últimos atacaron con fuerza, y los nefitas empezaron a retroceder (ver Mormón 2:3). Dirigiéndose hacia el norte, hacia la ciudad de Angola, fortificaron la ciudad, únicamente para ser echados de allí (ver Mormón 2:4). Los ejércitos de Mormón también fueron echados de la tierra de David (ver Mormón 2:5). Entonces retrocedieron a la tierra de Josué, cerca del Océano Pacífico (ver Mormón 2:6; mapa 27). Para llegar a la ciudad de Josué, Mormón probablemente tuvo que cruzar dos sustanciales cordilleras montañosas, así como selvas o desiertos [terrenos despoblados]. Al hacer esto, tuvo que haber encontrado a dos grupos de personas: lamanitas y ladrones de Gadiantón. Los ladrones de 86
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Gadiantón ―se hallaban entre los lamanitas‖ en el desierto (Mormón 1:18). Quizás ésta sea la razón por la que en éste punto de la marcha de su ejército, Mormón hace la observación de que ―la tierra estaba llena de ladrones y lamanitas‖ (Mormón 2:8). Descendiendo por la parte montañosa más lejana al oeste, Mormón llegó a la ciudad nefita de Josué. Aún cuando esa era una distancia considerable para llevar a un ejército, cerca de 320 kilómetros, el transcurso de tiempo de aproximadamente un año era suficiente para que un ejército se trasladara o recorriera esa distancia (ver mapa 27). En la ciudad de Josué, el ejército de Mormón de cuarenta y dos mil hombres derrotó a un ejército lamanita de cuarenta y cuatro mil hombres (ver Mormón 2:9). Probablemente el ejército lamanita era diferente de aquel con quien había combatido en Angola. Aparentemente en aquel entonces existían por lo menos tres ejércitos lamanitas. Además, los ladrones de Gadiantón se encontraban organizados para robar y pillar a los nefitas. Mormón tenía veinte años de edad después de la batalla en Josué. Durante los siguientes quince años, del 321 al 345 d.C., no reporta conflictos de importancia con los lamanitas. Ese periodo de tiempo incluía llegar a la edad de veinticuatro años, cuando tenía que seguir las directrices de Ammarón y retirar las Planchas Mayores de Nefi. Sin duda Mormón hizo los arreglos con sus deberes como caudillo de tal forma que le permitiera regresar a la tierra Antum, retirar las Planchas Mayores de Nefi y seguir con el registro a partir del año 320 d.C., año en que Ammarón enterró las planchas. Durante ese periodo de quince años, Mormón escribió una historia completa de los eventos de su propio tiempo, tal como se lo había indicado Ammarón (ver Mormón 1:4). Él escribió esa historia sobre las Planchas Mayores de Nefi, de la misma manera en que otros escribas antes que él lo habían hecho (ver Mormón 2:17). Además, Mormón pudo en ese tiempo haber formulado una estrategia para saber el número de planchas que necesitaría para hacer el compendio, el cual finalmente se convertiría en el Libro de Mormón. Podemos suponer que empezó a relacionarse con los varios registros nefitas, dándose una idea de lo extenso de los registros nefitas que ahora tenía en su poder, y de los cuales ahora era responsable. Mormón era comandante del ejército desde la edad de dieciséis años y vivió y peleó entre gente inicua, todo lo cual le dificultó el seleccionar una esposa. Sin embargo, es probable que Mormón se haya casado durante este tiempo. Los quince años de paz le permitieron a Mormón regresar a la tierra donde Ammarón había enterrado los registros, mismo lugar donde algunos de los justos descendientes del pueblo de Ammón vivían. Mormón pudo inclusive haber conocido a alguien con anterioridad en su juventud por quien se sentía atraído. También es posible que Mormón haya tenido hijos durante estos años. Debido a que no se nos dice si él tuvo otros hijos además de Moroni, no hay manera de estar seguro. Sin embargo, es de dudar que Moroni haya nacido durante este tiempo. Si Moroni hubiese nacido durante este periodo, él hubiese tenido cerca o más de cien años para cuando llegó al norte del estado de Nueva York. Conociendo todos sus deberes, esto parece ser muy improbable. Es difícil imaginarse a un anciano de noventa y nueve años atravesando lo ancho de Norteamérica, cargando un juego de planchas de oro y demás equipo esencial para vivir y sobrevivir. También el nombre de Moroni puede ser indicativo de que pudo haber nacido en la tierra o ciudad de Morón (Monte Alban, en el estado de Oaxaca, México). En lenguas semíticas, el nombre Moroni significa una persona de Morón. Sin embargo, el texto de éstos años nos indica que Mormón se encontraba muy distante hacia el norte de la tierra de Morón durante estos quince años. Aún que no se nos dice si Mormón tuvo otros hijos, es posible que Amorón (A-morón), su oficial de inteligencia, haya sido un hijo o pariente cercano de Mormón, uno en quien pudiese confiar tan importante tarea (ver Moroni 9:7). El nombre A-morón, también refleja una posible 87
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asociación con la tierra de Morón. Mormón decide no mencionar con quien se casó, pero una declaración de Moroni lo lleva a uno a pensar que pudo haberse casado con una a mujer del pueblo de Ammón, quien vivía en la tierra del norte. Moroni dice, ―Soy hijo de Mormón y mi padre era descendiente de Nefi‖ (Mormón 8:13; cursivas agregadas). Si Mormón se hubiese casado con una Nefita, seguramente su hijo hubiese dicho que el mismo era descendiente de Nefi, no solamente su padre. Si en realidad Moroni tuvo una madre de entre el pueblo de Ammón, tal linaje hubiese creado una dinámica interesante. Moroni habría tenido una madre de una cultura (el pueblo de Ammón) que no creía en pelear o matar, y al tiempo un padre que era comandante de los ejércitos nefitas. Esto puede explicar por qué Moroni sobrevivió en la batalla de Cumorah. De los veintitrés comandantes de diez mil en Cumorah, Moroni es el único comandante que aparentemente resultó ileso. Todos los demás fueron muertos, con excepción de Mormón, quien fue dado por muerto (ver Mormón 6:10). Si el oficial de inteligencia de Mormón, Amorón, era otro de los hijos de Mormón∗ (nacido fuera de la tierra de Morón), nos puede indicar la manera en que Mormón estaba manejando un conflicto en potencia. Si la madre de sus hijos era una descendiente del pueblo de Ammón, entonces probablemente les haya enseñado a sus hijos a no pelear. Esa puede ser la razón por la que Amorón, posiblemente uno de sus hijos, le fue asignado un papel en la inteligencia militar, un papel en el que no tenía que combatir. Esto también nos puede explicar el por qué Moroni no resultó herido en la batalla de Cumorah. Aún cuando él era un comandante de diez mil, aquellos soldados pudieron haber sido algo así como reservas o reemplazos. Como líder de tales tropas, Moroni pudo haber mandado una porción de sus hombres para reforzar defensas que se estaban debilitando, y así no estar directamente involucrado en combate él mismo. Esto nos puede explicar la razón por la cual cuando todos los otros comandantes de diez mil fueron muertos y su padre seriamente herido en Cumorah, Moroni sobrevivió, posiblemente sin ser lastimado. Mormón relata que después de quince años en que no hubo conflictos considerables, los lamanitas se lanzaron a la guerra sobre los nefitas. Persiguieron a su gente hasta la tierra de Jasón, que se encontraba cerca de la tierra Antum. Un posible candidato para ser la ciudad de Jasón es el área de las ruinas de Xochicalco, en el estado de Morelos (ilustración 82). Mormón dice que los nefitas ―fueron perseguidos aún hasta que llegaron a la tierra de Jasón antes que fuera posible detenerlos en su retirada‖ (Mormón 2:16). Él dice, ―la ciudad de Jasón se hallaba situada no lejos de la tierra donde Ammarón había depositado los anales para los fines del Señor, con objeto de que no fuesen destruidos‖ (Mormón 2:17; ver mapa 28). ∗ El lector podrá preguntarse por qué Mormón identifica a Moroni como su hijo y no así a Amorón, quien también pudo haber sido su hijo. Debemos recordar que cuando Moroni es mencionado por Mormón, es en el texto en que Mormón escribe a las generaciones futuras, para nosotros. Por tanto, era imperativo que él hiciera la aclaración de que Moroni era su hijo, especialmente teniendo la perspectiva en el contexto de la misión que Moroni tenía que desempeñar. Por otro lado, cuando Mormón menciona a Amorón, él no está escribiendo sobre el compendio del registro. Este mensaje no tuvo la intención de que llegara a nosotros. Él está escribiendo una carta a su hijo Moroni (ver Moroni 9:7). Bajo tales circunstancias, no hay razón
Podemos con seguridad asumir que Mormón se encontraba trabajando en los registros nefitas en o cerca de la tierra Antum. Eso explicaría cómo es que los nefitas ―vinieron‖ hasta allá cuando los lamanitas los persiguieron. Las palabras de Mormón implican que él mismo estuvo involucrado en detener la huida de los nefitas y expresa su preocupación por la seguridad de los registros nefitas sobre los cuales había estado trabajando. De la tierra de Jasón, los lamanitas expulsaron a los nefitas hacia el norte a la tierra y ciudad 88
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de Shem (ver Mormón 2:20). Tal nombre sugiere que el área fue nombrada tomando en cuenta el nombre de una persona llamada Shem. La ciudad de Shem tuvo que estar cerca de la ciudad de Teotihuacan y fue quizás la ciudad fortificada de Tlaxcala. Es posible que haya una conexión entre la ciudad de Shem y el Cerro Shim, donde Ammarón escondió los registros nefitas. Aparentemente ambos parecen haber estado en los mismos alrededores. Los nefitas fortificaron la ciudad de Shem, y en el año 345 d.C. ellos nuevamente resistieron a los lamanitas. Mormón dirigió un ejército de treinta mil contra un ejercito lamanita de cincuenta mil y los derrotaron (ver Mormón 2:25). Durante los siguientes para que Mormón haga mención de quien era Amorón –ciertamente Moroni estaba consciente de eso. Pero si Amorón era el hermano de Moroni, entonces habría sido bastante apropiado que Mormón mencionara su nombre, dejandole saber a Moroni que Amorón estaba cumpliendo bien con sus obligaciones y que todavía estaba vivo. cuatro
años, expulsaron a los lamanitas por todo el territorio de la estrecha lengua de tierra, fuera de las tierras bajas, de regreso a las tierras altas de Guatemala. Mormón condujo a su ejército ―contra los lamanitas y los ladrones de Gadiantón hasta que de nuevo tomamos posesión de las tierras de nuestra herencia‖ (Mormón 2:27; ver mapa 28). Esta victoria constituyó un gran logro militar para Mormón, uno igual o mayor que las victorias militares logradas cuatrocientos años atrás por el Capitán Moroni. No tan sólo el ejército de Mormón sacó a los lamanitas de la tierra del norte, sino también los sacaron de la tierra de Zarahemla hacia su propia tierra, la tierra de Nefi. Sin embargo, Mormón no detalla sobre sus victorias militares en su compendio de la historia nefita. Durante algunos de los años siguientes, Mormón estuvo elaborando una propuesta para los lamanitas. La propuesta era cambiar los límites territoriales que dividían a ambos grupos. El nuevo límite territorial sería la estrecha lengua de tierra; los lamanitas tendrían la tierra al sur del Istmo y los nefitas tendrían toda la tierra al norte de ésta estrecha lengua de tierra. Esta no era una tarea pequeña para Mormón puesto que había mucha gente, posiblemente cientos de miles quienes vivían en las tierras al norte de la estrecha lengua de tierra. Estas eran personas (nefitas y del pueblo de Ammón) quienes muchos años atrás habían escapado de las contiendas entre los lamanitas y los nefitas. Así que además de hacer los arreglos para el tratado con los lamanitas, también tenia que tener sensibilidad para tomar en cuenta los puntos de vista de las personas que estaban viviendo en las tierras del norte. Naturalmente que aquellos nefitas que inicialmente se habían mudado allí, escapando de los conflictos, ya se habían mudado más hacia el norte, y si no, ciertamente lo harían ahora. Así mismo, es de suponer que Mormón también cambió su lugar de residencia hacia la ciudad de Morón, que se encuentra cerca de la estrecha lengua de tierra. Esto le permitiría organizar los ejércitos para prevenir que los lamanitas cruzaran la estrecha lengua de tierra. Este cambio pudo haber tomado lugar entre los años 349 y 350 d.C. Yo creo que éste fue el lugar donde nació Moroni en el año 350 d.C., en la ciudad de Morón. En el año 349 d.C. los nefitas tomaron una de las más trascendentales decisiones que un pueblo pudo haber tomado. Ellos estuvieron de acuerdo en abandonar todas sus tierras y ciudades que se encontraban al sur del estrecho pasaje y mover su civilización hacia la tierra del norte. La demarcación que duró más de quinientos años entre nefitas y lamanitas fue de éste modo remplazada por una nueva. Mormón dice: Concertamos un tratado con los lamanitas y los ladrones de Gadiantón, mediante el cual quedaron divididas las tierras de nuestra herencia. Y los lamanitas nos cedieron la región del norte, sí, hasta el estrecho pasaje que conducía a la región del sur; y nosotros dimos a los lamanitas toda la tierra del sur.(Mormón 2:28-29) En lugar de que la división entre ellos fueran las tierras bajas y las tierras altas, ahora era el estrecho pasaje que se localizaba en el Istmo de Tehuantepec (mapa 29). 89
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Uno esperaría que hubiera evidencias arqueológicas que sostuvieran un evento tan significativo como el que los mayas de las tierras bajas abandonaran sus ciudades y los mayas de las tierras altas pasaran a ocuparlas. Eso es precisamente los que dos de las más reconocidas autoridades mundiales sobre los mayas nos dicen. Linda Schele y Mary Ellen Miller establecen que en el año 350 d.C. las tierras bajas mayas comenzaron a desarrollar dinastías individuales (característica de los lamanitas), contrario a la sociedad generalizada que era común entre los mayas de las tierras bajas (los nefitas) antes de ese tiempo. Schele y Miller establecen que después del 350 d.C., los mayas de las tierras altas perdieron su vitalidad y dejaron de participar en las manifestaciones elitistas de la cultura maya (Blood of Kings, 27). Por supuesto que ese fenómeno es lo que uno esperaría cuando los de la élite de la sociedad lamanita (los mayas de las tierras altas) dejaron sus propias ciudades y se mudaron hacia las hermosas ciudades abandonadas por los nefitas (los mayas de las tierras bajas). A simple vista, este movimiento hecho por los nefitas bajo las órdenes de Mormón parece ser un considerable sacrificio, renunciar a sus tierras y sus hermosas ciudades por los lamanitas. Pero cuando uno percibe las desventajas tácticas de los nefitas, tal decisión se vuelve sabia y estratégica. Tal como se puede observar en el mapa 15 (pág. 98), los nefitas se encontraban casi rodeados por las tierras que ocupaban los lamanitas. Las tierras altas que casi llegaban a la estrecha lengua de tierra les daban a los lamanitas un fácil acceso hacia el estrecho pasaje. Si ellos obtenían el control de éste pasaje, podrían haber detenido cualquier retirada de los nefitas. Los nefitas se encontrarían en una desventaja estratégica. El acuerdo negociado por Mormón era más una ventaja para los nefitas que para los lamanitas, especialmente porque Mormón había sido criado en ésta tierra del norte y la conocía mejor que la tierra de Zarahemla. Esto ayudó a prevenir la destrucción de la nación nefita por unos cuantos años más. Durante los siguientes diez años, Mormón preparó a su pueblo para la guerra. El acuerdo entre nefitas y lamanitas solamente mantendría a los nefitas sin guerra por un corto tiempo. Sin embargo, Mormón vio ―que el día de gracia había pasado para ellos, tanto temporal como espiritualmente.‖ Él había visto ―que miles de ellos eran talados en rebelión manifiesta contra su Dios‖ (Mormón 2:15). Él sabía que debido a su iniquidad, los nefitas y lamanitas finalmente regresarían a matarse unos a otros. Durante el periodo de diez años después del tratado, Mormón fue instruido a llamar a su pueblo al arrepentimiento, lo cual hizo, pero en vano. Los nefitas solamente endurecieron sus corazones contra su Dios (ver Mormón 3:2-3). En conexión con el respiro de la guerra que obtuvieron gracias al tratado, Mormón describe que ―no comprendieron que era el Señor el que los había librado, y les había concedido una oportunidad para arrepentirse (Mormón 3:3). Moroni pudo haber sido un niño pequeño en ese tiempo y por lo tanto es probable que haya sido inscrito en la escuela de los escribas en Morón. Javier Urcid de la Universidad Brandeis estableció en el decimoquinto ―Maya Texas Symposium‖ en Austin, Texas, que ―Monte Albán era el centro intelectual para escribas‖ durante este periodo. Teotihuacan era el centro de excelencia espiritual, mientras que Monte Albán era el centro de excelencia intelectual. Si Moroni asistió a la escuela en Morón, eso explicaría su falta de conocimiento del evangelio, mientras que a Mormón, quien fue educado en el centro espiritual, se le habían enseñado las verdades del evangelio desde su juventud. En el año 360 d.C., el rey de los lamanitas le informó a Mormón de sus intenciones de ir nuevamente a la guerra contra los nefitas. Como respuesta a ese anuncio, Mormón colocó su ejército ―en la tierra de Desolación, en una ciudad que se hallaba en las fronteras, cerca del pasaje estrecho que conducía a la tierra del sur‖ (Mormón 3:5). Mormon tenía la determinación de prevenir que los lamanitas entraran en la tierra del norte nuevamente. 90
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Para llegar al ―pasaje estrecho‖ al que se refiere Mormón ―la distancia no era sino de día y medio de viaje para un nefita,‖ (Alma 22:32). Existe un popular concepto mal entendido acerca del estrecho pasaje. Muchos concluyen que el pasaje iba del mar este al mar oeste, y que esto representaba lo ancho de la estrecha lengua de tierra. Sin embargo, el Libro de Mormón no dice eso. El pasaje no va del mar este al mar oeste. El pasaje no se extiende por todo lo largo del Istmo de Tehuantepec, que en este caso sería de norte a sur, ni tampoco del este al oeste. El pasaje estrecho abarca desde la dirección del este, luego hace un giro y llega hasta el mar del oeste (mapa 30). Resulta interesante que una ciudad que se localiza en el centro de éste pasaje hoy día se le llame ―Paso Real‖. Yo siempre me pregunté por qué Alma dice en sus días que ―un nefita‖ podía cruzar el estrecho pasaje en un día y medio. Esto implica que un lamanita no podía hacerlo así. La respuesta vino a mi muchos años después de haber leído la descripción que Alma hace. En 1993 Esteban y yo intentamos caminar el estrecho pasaje. Una vez que uno lo intenta, es obvio el por qué sólo un ―nefita‖ podía caminarlo en un día y medio. El pasaje corre entre dos pequeñas cordilleras y se encuentra completamente a nivel del mar. También es uno de los lugares más calurosos de México. Para caminar tal distancia en un clima tan opresivo, la persona tendría que estar aclimatada a laborar en temperaturas de entre los 90 y 100 grados [Fahrenheit]. En los tiempos del Libro de Mormón, las áreas fuera del estrecho pasaje se encontraban muy posiblemente bajo el agua o en una condición pantanosa, haciéndolas impenetrables. Alma dice que solamente ―una pequeña lengua de tierra‖ les permitía el acceso de la tierra del sur a la tierra del norte, lo restante de la tierra se encontraba ―rodeadas de agua‖ (Alma 22:32). En otras palabras, el Istmo de Tehuantepec era mucho más angosto en tiempos del Libro de Mormón de lo que hoy es. En los días de Alma, los nefitas habían vivido en las tierras bajas -abajo de las montañas- por más de cuatrocientos años. Por otro lado, los lamanitas siempre habían ocupado las tierras altas o la parte alta de las montañas. La primer área es calurosa; la segunda es fría. Cuando uno esta acostumbrado a trabajar en temperaturas de 65 grados [Fahrenheit], no puede caminar, cargando todas las cosas esenciales, al mismo paso que aquel que esta acostumbrado a un clima más caliente. En el estrecho pasaje de tierra, Mormón y sus ejércitos repelieron a los lamanitas por dos años consecutivos (ver Mormón 3:7-8). Sin embargo, los ejércitos lamanitas que atacaron a Mormón, no pudieron haber sido aquellos que se habían posesionado de la tierra de Zarahemla, quienes vivían en la tierra del sur. Aquellos que les estaban atacando indudablemente eran de las tierras altas. Mormón dice: ―los lamanitas llegaron [bajaron] a la ciudad de Desolación para luchar contra nosotros‖ (Mormon 3:7 versión en inglés). Asumiendo que estoy en lo correcto con respecto al tiempo en que nació Moroni, él todavía sería un niño pequeño para este tiempo. Por lo tanto es de dudarse que él estuviera involucrado en esas batallas de los años 359 al 362 d.C.
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CAPÍTULO 17 LOS AÑOS FINALES DE LA HISTORIA NEFITA Después de que los ejércitos de Mormón hubieron ganado las dos grandes batallas sobre los lamanitas, los nefitas comenzaron a alardear de su propia fuerza. Juraron por el trono de Dios que vengarían la muerte de sus seres queridos que habían muerto en batalla. Decidieron que invadirían la tierra de Nefi (las tierras altas), y que irían [subirían] y atacarían a los lamanitas en su propio territorio (Mormón 3:9-10). Tal conducta vengativa ofendió tanto a Mormón que se rehusó a servir como comandante nefita a partir de ese entonces (ver Mormón 3:11,16). El intento de los nefitas de pelear contra los lamanitas sin Mormón, en la misma tierra de los lamanitas, los condujo a una matanza de consecuencias desastrosas (ver Mormón 4:1-2). Por un tiempo el conflicto fluctuaba alrededor de la estrecha lengua de tierra, cada uno capturando ciudades y repeliendo a los otros hacia atrás y adelante (ver Mormón 4:2-15). Sin embargo, después de catorce años los ejércitos lamanitas empezaron a ―descender‖ sobre los nefitas en números incontenibles de modo que los nefitas no pudieron derrotarlos nuevamente (ver Mormón 4:16-21). Durante los trece años siguientes a la renuncia de Mormón, los lamanitas expulsaron a los nefitas desde la estrecha lengua de tierra hasta la tierra de Antum. Es de suponer que Mormón mudó a su familia de la tierra de Morón a un complejo habitacional familiar en Teotihuacan. Temiendo que los lamanitas encontraran y destruyeran los registros nefitas, los sacó del Cerro Shim. Para poder hacer eso, Mormón no tuvo que subir o bajar para llegar al cerro, simplemente tuvo que ir al cerro, así que resulta fácil concluir que residía en los alrededores (ver Mormón 4:23). Este cambio de lugar de los registros despierta una interesante pregunta ¿por qué sacar los registros de un cerro (Cerro Shim) solamente para depositarlos en otro cerro (Cerro de Cumorah), el mismo lugar donde tendría lugar la batalla final? Dos razones parecen ser las más probables. Primero, seguramente había gente que sabía que los registros nefitas se encontraban en el Cerro Shim; Mormón pudo haber sido visto en ese lugar en varias ocasiones. Con ese tipo de información en el extranjero, los lamanitas habrían localizado y destruido las planchas, puesto que ese era uno de sus objetivos. Segundo, llevándoselos al lugar de la batalla final, Mormón tendría acceso a la biblioteca mientras se preparaba para la llegada de los lamanitas. Es probable que durante estos trece años, del 362 al 375 d.C., Mormón haya comenzado el compendio de los registros sagrados. Para el año 362 d.C. Moroni todavía seguía siendo un jovencito, acercándose a la edad de doce años. Sin embargo, debido a que Mormón se había retirado de los deberes militares, podemos asumir que Moroni no estuvo involucrado tampoco en la milicia durante esos trece años. Es, por lo tanto, probable que hasta el 375 d.C. Moroni no había servido en el ejército. Estos trece años habrían sido un tiempo ideal para que Mormón familiarizara a Moroni con la biblioteca nefita, con la manera de escribir egipcio reformado, y con otras obligaciones que finalmente Moroni tendría que asumir. Esto pudo haberle dado a Moroni la oportunidad de aprender los deberes de un escriba, tales como la manera de hacer oro, o cómo fabricar y limpiar planchas de oro. Entonces pudo haber aprendido el arte de hacer grabados y quizás familiarizarse con el Urim y Tumim y demás implementos sagrados. No sabemos la cantidad de registros que Ammarón depositó en el Cerro Shim. Mormón nos hace saber que había un gran numero de ellos. Después de llevarlos a Cumorah, él dice que encontró las planchas menores de Nefi solo hasta después de que ―bus[có] entre los anales‖ 92
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(Palabras de Mormón 1:3). Había suficientes registros como para que Mormón haya buscado entre una cantidad equivalente a ―muchas carretadas‖ de acuerdo con Brigham Young, un Presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días,. Algunos asumen que todas las planchas depositadas en el Cerro Cumorah (las cuales vieron José Smith y Oliver Cowdery) eran registros nefitas. Sin embargo, hay rezones para pensar que ya había registros jareditas en ese cerro. El cerro de Cumorah fue conocido entre los jareditas como Ramah (ver Éter 15:11). Por lo menos, Mormón tuvo que haber movido las planchas de bronce de Labán, las planchas Menores de Nefi, las planchas Mayores de Nefi, las planchas de Éter, la espada de Labán, la Liahona, el Urim y Tumim, y otros registros civiles y sagrados que los nefitas habían acumulado en las varias tierras donde habían vivido –registros que cubrían un milenio de historia nefita. Sin duda Mormón recibió ayuda para mover los registros del Cerro Shim al Cerro de Cumorah, una distancia de unos cuatrocientos ochenta kilómetros (mapa 31). Mormón debió haber tenido cerca de setenta años en ese momento. Moroni debió haber tenido alrededor de veinticuatro. Como se ha mencionado anteriormente, Mormón probablemente pertenecía a una familia adinerada. Los miembros de su familia y aquellos que les servían debieron haber vivido muy cómodamente en el complejo habitacional familiar de Teotihuacan. Este lugar se encontraba a corta distancia de donde estaban enterradas las planchas. Estas serían las personas a quienes Mormón podría recurrir para que le ayudaran a reubicar las planchas en un cerro a casi quinientos kilómetros al este. De hecho, para entonces Mormón ya sabía con seguridad acerca del predecible fin de la nación nefita y del riesgo que representaba vivir en una tierra que ahora estaba siendo habitada por los nefitas. Este sería un buen tiempo para que mandara a todos sus familiares más hacia el norte por seguridad. No despertaría muchas sospechas el que toda una familia se trasladara con todas sus pertenencias a un lugar más seguro, especialmente si era una familia acaudalada. Bajo tales condiciones, los registros nefitas pudieron fácilmente ser ocultados entre las pertenencias de la familia, despertando pocas sospechas de la misión que estaba a la puerta. El séquito de Mormón compuesto por todos sus familiares, sirvientes, y trabajadores, bien pudo haber llegado a las cien personas. Un grupo tan grande, con todas sus posesiones, no era poco común, especialmente cuando que muchas familias, por años, se habían estado trasladando hacia el norte o noreste alejándose del conflicto. Debieron haber dejado Teotihuacan, viajado a los valles de Puebla y Tlaxcala y parar en el Cerro Shim para recoger la biblioteca nefita. Habiendo asegurado estos registros entre sus posesiones, debieron haber proseguido su camino por cuatrocientos ochenta kilómetros bajando hasta llegar a un camino bien transitado. Debieron haber viajado hacia el noreste, alejándose de las altas áreas montañosas y hacia la costa, siguiendo el mismo camino que los jareditas desarrollaron miles de años atrás cuando vinieron desde el punto de su desembarque a la parte alta de las montañas. Antes de partir, o en conjunción con su viaje, Mormón hace mención de que recogió ―todos los anales‖ del Cerro Shim (Ver Mormón 4:23). Él solamente nos indica que recogió las planchas, no que las haya depositado en algún otro lugar. Él no menciona haber depositado los anales (en el Cerro de Cumorah) sino hasta el 385 d.C. Por lo tanto es seguro suponer que Mormón no escribió sobre las planchas durante éstos diez años, del 375 al 385 d.C. Al llegar a la tierra de Cumorah, Mormón, Moroni, y aquellos que estaban con ellos, probablemente ocultaron las planchas en el Cerro de Cumorah. Lo más probable es que entonces hayan mandado a sus familiares y asociados hacia el norte para localizar a parientes y familiares hasta donde hoy es conocido como la parte norte de México y sureste de los Estados Unidos de Norteamérica. Mormón, Moroni, y otros, entonces pudieron haber regresado a lo que era el remanente de la nación nefita. Aún cuando Mormón había sido criado en lo que hoy es la parte central de México, él nunca había ido a la costa este del país. Este viaje a la tierra de Cumorah le 93
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dio la oportunidad de familiarizarse con el lugar en el que finalmente tendría que juntar a su pueblo y contender contra los lamanitas en el 385 d.C. Aun cuando Mormón debió haber sabido acerca de la visión de Nefi y de la profecía de Alma concerniente a la destrucción de los nefitas por los lamanitas, aún así procuraba preservarlos si fuese posible. Cuando él se dio cuenta de que los lamanitas estaban a punto de derrotar a su pueblo, faltó a su promesa de no ayudarlos. Hizo arreglos con el general lamanita para una gran y final batalla entre los nefitas y lamanitas en la tierra de Cumorah (ver Mormón 6:2-3). Sin duda las consideraciones geográficas y climáticas orillaron a Mormón a escoger ese lugar. Él dice, ―Aqui esperábamos obtener ventaja sobre los lamanitas‖ (Mormón 6:4). En cuanto a la batalla final, ¿qué ―ventaja‖ esperaban los nefitas obtener sobre los lamanitas en ese lugar? Primero, muchos lugares eran pantanosos, los cuales eran inundados por el océano en diferentes estaciones del año. Segmentos de la tierra, tales como San Lorenzo, habían sido virtualmente islas en el pasado, debido a las condiciones pantanosas de la tierra. Como ya fue dicho, los jareditas anteriormente habían desarrollado un sistema de canales, represas, y zanjas de irrigación en esa área. De acuerdo con el libro de Éter, este continente estaba completamente cubierto de agua en tiempos del diluvio en los días de Noé. Tomó tiempo para que las aguas recedieran de la tierra (ver Éter 13:2). Aún después de que las aguas habían recedido, debió tomar tiempo para que la tierra se desalinizara y se secara. Esto hubiese sido especialmente verdad para aquellas áreas adyacentes al océano, como en el caso de la tierra de Cumorah. Esto podría explicar por qué el pueblo de Jared se dirigió a la tierra de montanas ―con puntas blancas‖ cuando recién desembarcaron. Hoy en día, la tierra de su desembarque –Tampico, México– es un lugar productivo y hermoso. Pero cinco mil años atrás, debió haber sido húmedo, pantanoso e indeseable. Una Segunda ventaja para los nefitas debió haber sido el clima caluroso del lugar. La tierra de Cumorah se encontraba a nivel del mar (una tierra baja), a la cual los nefitas estaban acostumbrados, mientras que los lamanitas todavía estaban acostumbrados a condiciones más frías. Tercero, existían muchos ríos. Para poder llegar a los nefitas, los lamanitas tendrían que cruzar éstos ríos, haciéndolos vulnerables a los ataques desde las orillas de los ríos. Cuarto, esa área mantendría a los lamanitas alejados de su línea de alimentación y fuente de víveres. Sin lugar a dudas, el cerro Cumorah fue el puesto de comando de Mormón. La quinta ventaja fue que los nefitas podían recolectar y amontonar las viejas armas de Guerra de los lugares donde habían combatido los jareditas (puntas de lanzas y de flechas, etc.). La descripción que hace Mormón de la tierra de Cumorah como ―una región de muchas aguas, ríos y fuentes (Mormón 6:4), corresponde al área que exploré en 1980 con José y Esteban. Siete ríos corren por los alrededores de un singular cerro de 600 metros de altura – aquel cuyo lado empinado alguna vez tratamos de escalar (ilustraciones 83 y 84). El cerro –Bernal– se encuentra como a cuarenta kilómetros de la costa. Un mapa topográfico del área identifica más de veinte antiguos ―cementerios,‖ en los que se han encontrado restos humanos precolombinos en sitios de entierros masivos (ver mapa 18, Capítulo 13). En una reciente visita al lugar, Esteban y yo quisimos verificar la presencia de las ―fuentes‖ de agua que Mormón describe. Con anterioridad habíamos visto manantiales de agua en el mismo cerro, pero Mormón indica que había muchos en los alrededores. Hablamos con un campesino al oeste del área, quien nos dijo que había docenas, si no es que cientos de cenotes. Nos preocupó el hecho de que él se haya referido a ellos como cenotes puesto que habíamos visto cenotes en Yucatán y sabíamos que eran ojos de agua clara, que emanaban de ríos subterráneos, y no manantiales en el sentido normal. 94
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Manejamos por horas sobre caminos polvorientos y abruptos hacia una zona despoblada en el estado de Tamaulipas. Para nuestra sorpresa y regocijo, cuando llegamos a estos cenotes, nos dimos cuenta que eran diferentes de los que habíamos conocido. Estos eran manantiales de agua fresca que burbujeaban de ríos subterráneos y se levantaban en el aire como una ―fuente‖ (ilustración 85). Esta agua corría por cincuenta o cien metros para nuevamente regresar a su fuente subterránea original. Tales ―fuentes‖ debieron haber proveído de agua fresca a los nefitas durante los años en que se congregaron y esperaron la batalla contra los lamanitas. A medida que se acercaba el tiempo de batalla, probablemente los nefitas se colocaron en las cercanías del cerro de Cumorah de tal forma que los lamanitas ―vinieron a la batalla contra nosotros‖ (Mormón 6:8). Esta descripción implica que la batalla se llevó a cabo en terreno plano. Los lamanitas no subieron o bajaron para pelear, como la mayor parte de las narraciones describen. Entonces se nos da a entender que esta batalla ocurrió en una área donde el Cerro de Cumorah era una excepción al el resto del terreno. La ventaja estratégica de los nefitas en las áreas alrededor del cerro le lleva a uno a creer que los lamanitas perdieron más soldados que los nefitas. Los lamanitas tuvieron que haber cruzado varios ríos para poder enfrentar a los ejércitos nefitas alrededor del cerro. Ciertamente los nefitas esperarían a la orilla de cada río, listos para enfrentar al enemigo mientras intentaba cruzar.
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CAPÍTULO 18 LA BATALLA DE CUMORAH Y LO QUE SIGUIÓ La primer cosa que menciona Mormón acerca de la batalla de Cumorah es que sus diez mil habían sido muertos y que él se encontraba herido. Tal parece, por lo que dice el relato, que Mormón mismo pensaba que iba a ser asesinado. Le había dado a su hijo Moroni los anales nefitas y las instrucciones para poder completar el compendio de la historia nefita. Seguramente habría colocado a su hijo Moroni para que sobreviviera y atendiera éstos deberes. Mormón mismo dirigió a sus diez mil ―al frente‖ de la batalla. Ahora tenía setenta y cinco años de edad. Eso nos lleva a creer que no sobreviviría a una batalla en la cual peleó al frente de sus tropas, especialmente cuando que, con excepción de Moroni, los capitanes de los otros veintidós grupos de diez mil fueron muertos en batalla (ilustración 86). Por otro lado, Moroni nunca menciona nada acerca de estar involucrado en la guerra o que haya sido herido. Es Mormón quien describe como los ―diez mil‖ de Moroni fueron muertos. Debido a la edad de Moroni y a las circunstancias militares de ese tiempo, es posible que Moroni no haya estado involucrado directamente en una campaña militar antes del año 385 d.C. La batalla de Cumorah bien pudo haber sido su primer enfrentamiento. Si estoy en lo correcto concerniente a que ésta era la primera batalla de Moroni, ¿por qué se le dio mando sobre diez mil? En un principio esto suena como una extraña posición de inicio para Moroni. En la milicia de hoy, una persona tiene que abrirse brecha para llegar a esa posición de liderazgo. ¿Cómo es que esos diez mil que comandaba Moroni podían tener fe en un novato sin experiencia? La respuesta se encuentra en el mismo razonamiento que llevó a los nefitas a colocar a Mormón, quien a la edad de trece años, y no teniendo ninguna experiencia militar, fue puesto al mando de todo un ejército. Moroni poseía casi las mismas credenciales que Mormón tuvo. Él pertenecía a una familia que era admirada. Era un hombre digno que había sido educado en las mejores escuelas. Era el hijo de un gran comandante. Y finalmente, yo creo que Moroni fue colocado en un papel de no combatiente. Este pudo haber sido un mando como el de estar a cargo de diez mil refuerzos. En una posición tal, estando Moroni en la cúspide del cerro de Cumorah, podía observar cuando uno de los otros veintidós regimientos se había debilitado. Moroni entonces mandaba a mil o más de sus diez mil para reforzar una sección débil del ejército nefita. Tal papel tendría tres propósitos. Primero, mantendría al inexperto Moroni en una posición menos precaria en la que se garantizara su supervivencia. Después de todo, a Moroni se le había encargado la responsabilidad de proteger y completar el compendio de Mormón. Segundo, asumiendo que la madre de Moroni era una descendiente del pueblo de Ammón, ella habría criado a su hijo con el entendimiento de no matar. Y por último, el colocar a Moroni en una posición no-combativa pudo haber sido el plan del Señor para preparar a este futuro vidente y mensajero angelical. De este modo, Moroni no sería un ―hombre de guerra,‖ una característica de David, el rey de Israel, que le impidió construir el templo del Señor en Jerusalén (1 Crónicas 28:3). Podemos asumir que Mormón colocó a sus numerosos regimientos estratégicamente alrededor del Cerro de Cumorah. Los ―cementerios‖ que aparecen en el mapa topográfico de esa área nos sugieren que pudieron haberse llevado a cabo batallas individuales a varios kilómetros de distancia del cerro mismo. La ausencia en los mapas de tales cementerios fuera de esa área, apoya la suposición de que una pesada batalla se llevó a cabo en esta área. Existen más de veinte cementerios, cada uno con grandes cantidades de restos humanos, alrededor del promontorio del Cerro del Bernal. 96
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El organizar a un ejército en grupos de diez mil guerreros era una práctica común en el área donde Mormón pasó su niñez. Los Tlaxcaltecas, quienes vivían aproximadamente a unos ochenta kilómetros de dónde Mormón fue criado, ―fueron desplegados sobre el campo de batalla en diez mil, cada una de esas unidades encabezadas por su capitán con sus diez mil, a quienes podía conducir a la batalla, o no, como líder de la estructura misma de la unidad bajo su dominio lo decidiera‖ (Bernal Díaz Chronicles, 1956, 105-106). Aparentemente los lamanitas pudieron haber organizado sus ejércitos en regimientos de diez mil, tal como se establece en México a Través de los Siglos (1:201): ―La lanza con la gran punta de obsidiana parece haber sido el arma de los más nobles y distinguidos personajes del sur. El jefe de la clase guerrera era el Hunpictok; él era el jefe de diez mil lanzas.‖ Esto tiende a mostrar que los ejércitos lamanitas así como los nefitas eran organizados en grupos de diez mil. También parece que cada regimiento de diez mil se especializaba en una arma específica (diez mil arqueros, diez mil lanceros, etc.). El Cerro de Bernal mismo es extremadamente grande y alto (ver ilustraciones 83 y 84, páginas 175-176). Ciertamente, a medida que los lamanitas destruían un regimiento nefita, se apresuraban a rodear y segmentar a otros. Bajo tales condiciones Mormón pudo haber regresado al cerro después de haber sido herido y subir a la cumbre para unirse a los demás supervivientes. Habiendo yo mismo escalado a la cumbre de ese cerro, entiendo qué tan fácilmente veintidós hombres pudieron haberse escondido entre las rocas –en la parte más alta del cerro existen suficientes lugares para esconderse. En cierta ocasión, a cuatro de nosotros nos tomó seis horas escalar hasta la punta, para darnos cuenta que existe solamente un lado accesible, el cual se encuentra en la parte que no podían ver los acometientes lamanitas. El otro lado del cerro, como lo habíamos comprobado con anterioridad, es demasiado empinado como para escalarlo libremente. Desde la punta del cerro uno puede tener una vista del área de 360 grados. Podemos suponer que Mormón, Moroni, y los demás sobrevivientes permanecieron ocultos en o sobre el cerro de Cumorah tiempo suficiente como para que los lamanitas se retiraran. Para entonces ya habrían sacado los anales necesarios de dentro de la cámara del cerro y planeado su escapatoria. El primero de entre los registros que sacaron pudo haber sido el compendio que Mormón hizo de la historia nefita. Aun cuando Mormón no lo menciona, podemos suponer que los lamanitas pasaron algún tiempo enterrando a sus muertos, atendiendo a sus heridos, y recogiendo recuerdos y artículos que los guerreros codiciaban. Durante ese tiempo, seguramente trataron de encontrar a Moroni y demás sobrevivientes nefitas para matarlos. Entonces los lamanitas habrían emprendido su viaje de regreso a sus tierras. Los registros y las tradiciones orales de los mayas hacen mención de cuatro ejércitos victoriosos que tomaron parte en una batalla en la desembocadura del río Pánuco, que es llamada Chiconautlan en maya. Chiconautran se refiere a los siete ríos en los alrededores de Tampico, México –la misma área sobre la cual hemos estado tratando. Estos victoriosos ejércitos tomaron cuatro diferentes caminos después de la batalla (Edmonson, ―Chilam Balam of Chumayel,‖ 2:180-190). Tres ejércitos regresaron a sus tierras de origen. Una se dirigió a Holtun Zuyua, el segundo a Kincola Peten, y el tercero s Bolon Te Uitz o Nueve Cerros. Entiendo que esas tres ubicaciones geográficas son las siguientes: Holtun Zuyua es Palenque y sus alrededores, en el estado de Chiapas, México (la ciudad y tierra de Abundancia); Kincola es el área del Peten de Guatemala y las tierras bajas del sur de México (la tierra de Zarahemla); y Bolon Te Uitz o Nueve Cerros son las tierras altas de Guatemala (la tierra de Nefi). El mapa 32 muestra las posibles rutas de éstos viajes. 97
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Un cuarto grupo emigró a un lugar llamado Na Cocob, que en maya quiere decir ―casas grandes‖. Es mi entender que este lugar es Casas Grandes en el Estado de Chihuahua, en el norte de México (ilustración 87). Esta área se encuentra adjunta a la ―región de muchas aguas‖a donde el pueblo de Ammón había emigrado muchos años atrás. Es muy probable que los de este cuarto grupo de lamanitas hayan sido aquellos que continuaron persiguiendo y matando a los sobrevivientes de Cumorah que habían escapado hacia el norte y a cualquier nefita que encontraban a su paso. Existen evidencias de que no todos los nefitas estaban presentes en la gran batalla de Cumorah. En el año 384 d.C., Mormón dice, ―habíamos recogido a todo el resto de nuestro pueblo en la tierra de Cumorah‖ (Mormón 6:5). Aún cuando acepto lo que Mormón establece, estoy seguro de que la destrucción de los nefitas, que perduró por un año, no incluyó a cada individuo nefita. Sin embargo, sí fue la destrucción de los nefitas como nación. Debemos tomar en consideración varias cosas. Ya hemos hecho notar que decenas de miles de nefitas y muchos del pueblo de Ammón –siglos atrás– habían dejado la tierra de Zarahemla y partido hacia la tierra del norte, habiendo viajado ―una gran distancia.‖ Más aún, los del pueblo de Ammón eran lamanitas, no nefitas. Tales pueblos emigrantes llevaron sus propios registros, y muchos de ellos no peleaban ni derramaban sangre, aún después de varias generaciones. Asumiendo que la organización de los ejércitos nefitas era similar a la de los mayas, sus ejércitos debieron haber consistido de soldados que peleaban, sus esposas que cocinaban y los hijos mayores que ayudaban a hacer las armas, actuar en asignaciones de ayuda y cuidar de los heridos. Estos pudieron haber sido las personas que se reunieron y permanecieron en Cumorah para la batalla final. Por otro lado, ningún general que presumiera de serlo –nefita o lamanita– hubiese llevado a tan significativa batalla a los ancianos y desvalidos, a los enfermos e incapacitados, a las viudas y huérfanos, a los retrasados mentales y a los infantes. No había necesidad para que ellos estuvieran allí –habrían dificultado la batalla, no ayudado. Con seguridad Mormón no retuvo a tales personas en Cumorah para que participaran en la lucha. Pero tampoco podía dejarlos en sus ciudades porque los lamanitas venían de paso y masacrando a cualquiera que no estuviera reunido con los suyos. Entonces, ¿qué fue lo que hizo Mormón con ellos? Una posible respuesta es que una vez que los nefitas se hubieron congregado en Cumorah, Mormón mandó un regimiento de soldados hacia el norte con aquellos no aptos para la batalla. Estas tierras del norte habían sido colonizadas por los nefitas y el pueblo de Ammón más de cuatrocientos años atrás. Estos eran parientes de los nefitas, personas que entendían las condiciones en la tierra del sur –condiciones por las que ellos mismos habían salido. Seguramente éstos emigrantes le darían refugio a cualquier nefita que viniera en retirada o que fuera sobreviviente. Quizás Mormón también se sintió responsable de defender de los lamanitas a tales comunidades de emigrantes de las tierras del norte, especialmente aquellos que eran ―pacíficos discípulos de Cristo‖ (Moroni 7:3). El ejército que Mormón pudo haber mandado para proteger a éstas personas posiblemente estaba compuesto de un comandante con ―diez mil‖ soldados. Estos pudieron haber formado el vigésimo cuarto regimiento de nefitas que se había reunido en Cumorah. (Veinticuatro es un número recurrente y simbólico en la historia nefita y jaredita.) Todo el contingente –los soldados, sus esposas e hijos, y aquellos a quienes fueron mandados proteger– bien pudieron haber sumado más de cien mil. No hay evidencia de un a ruta específica que pudieron haber tomado los soldados y refugiados nefitas al dirigirse al país del norte para localizar a sus familiares. Sí sugiero que antes 98
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de la batalla de Cumorah, un contingente pudo haber dejado el grupo principal de nefitas en Cumorah y haber seguido esencialmente la misma ruta que emigrantes anteriores habían tomado. Pudieron haber viajado por toda la costa del Golfo de México hasta llegar al Río Grande, después seguir en dirección noroeste hasta llevarlos a sus familiares en lo que hoy es la parte norte de México y suroeste de los Estados Unidos de Norteamérica. Por supuesto que los nefitas y el pueblo de Ammón que se encontraban viviendo en esas áreas del norte no son mencionados en relación con la nación de los nefitas debido a que hacía mucho tiempo habían dejado de ser parte de ella. Ellos vivían en otros ―países‖ los cuales, sin embargo, siempre estaban presentes en las mentes del pueblo como lugares de retirada (ver Mormón 2:3). Aquellos norteños tenían sus propios gobiernos y habían desarrollado su propia cultura, aunque eran tanto nefitas como lamanitas de origen. También llevaban sus propios anales sagrados. No tenían reyes, y aunque eran grupos nefitas y lamanitas, los lamanitas eran descendientes del pueblo de Ammón. Ninguno de los dos grupos era guerrero, pues en su mayoría eran gente de paz. Moroni los describe como ―los pacíficos discípulos de Cristo‖ (Moroni 7:3; cursivas agregadas). En el siguiente versículo Moroni se refiere a ellos como aquellos que tenían una ―conducta pacífica para con los hijos de los hombres‖ (Moroni 7:4; cursivas agregadas). Los refugiados nefitas del conflicto del sur sin duda eran ayudados para localizar a sus familiares distantes por algunos que habían mantenido contacto con el resto de su familia en el norte. Cualquier nefita que permaneció en Teotihuacan y que se encontraba entre los ―pacíficos discípulos de Cristo‖ también había sido obligado a abandonar la ciudad e ir más al norte, o ser asesinado por los lamanitas. Por otro lado, los del pueblo de Ammón en Teotihuacan eran lamanitas de nacimiento y por lo tanto no estaban obligados a irse. Muchos de los del pueblo de Ammón seguramente emigraron a varias partes de los países del norte durante los cuatrocientos años que habían transcurrido desde su salida de Zarahemla, pero no por temor a los lamanitas. Durante este periodo, los ejércitos lamanitas asesinaban solamente a los nefitas. Asumiendo que Mormón mandó a su vigésimo cuarto regimiento de soldados para acompañar a los refugiados que se dirigían hacia el norte, parece improbable que esos soldados hayan sido de las tropas selectas de Mormón. Lo más probable es que hayan sido inferiores, menos entrenados, y posiblemente de edad avanzada y menos capaces. Era práctica común en el antiguo Israel mandar lejos de la batalla a los débiles de corazón y a cualquiera que dificultara la pelea (ver Deuteronomio 20:8). Mormón hace referencia a tales tropas inferiores cuando le escribe a su hijo Moroni después de la batalla de Cumorah. Él dice ―Y el ejército que esta conmigo es débil... No tienen ni orden ni misericordia. He aquí, no soy mas que un hombre, y no tengo más fuerza que la de un hombre, y ya no me es posible poner en vigor mis órdenes‖ (Moroni 9:17-18). Tal como lo trataré más adelante, existe amplia evidencia de que aquellas palabras fueron escritas años después de la batalla del 385 d.C., cuando los soldados del vigésimo cuarto regimiento ya sabían que todo había terminado. Por tanto, mientras que Mormón estaba preparando a sus mejores tropas en Cumorah, con sus esposas e hijos mayores, otro contingente de nefitas, acompañados por las tropas más débiles de Mormón se dirigía hacia el norte a las tierras que habían sido colonizadas siglos atrás. Evidencias implícitas de tal escenario aparecen en las cartas de Mormón y en los sermones que Moroni incluye en su propio libro. Otro ejemplo de tal evidencia aparece en la declaración de Mormón a su hijo de que hay muchas viudas y sus hijas que permanecen en Sheriza; y la parte de las provisiones que los lamanitas no se llevaron, he aquí, el ejército de Zenefi la ha tomado consigo, y a ellas las ha dejado para que anden errando por donde puedan hallar alimento; y muchas ancianas se desmayan por el 99
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camino y mueren. (Moroni 9:16) Uno de los comandantes de Mormón, (posiblemente el comandante de la vigésimo-cuarta división) había tomado las provisiones destinadas para aquellos no aptos para la batalla. Su ejército había empezado a huir de los lamanitas sin preocuparse por aquellos de quienes estaban a cargo de proteger. Estos eventos se desarrollaron más de diez años después de la batalla de Cumorah, entre los años 390 y 399 d.C. Es en este contexto que Mormón describe su situación y la de los guerreros que permanecen con él cuando dice, He tenido una reñida batalla con los lamanitas, en la cual no vencimos; y Arqueanto ha caído por la espada, y también Luram y Emron; sí, y hemos perdido un gran número de nuestros mejores hombres. (Moroni 9:2) Bajo tales circunstancias, es completamente posible que los mismos habitantes de los países del norte estuvieran ahora involucrados en batallas contra los lamanitas quienes estaban persiguiendo a los nefitas que habían escapado hacia el norte. La ilustración 88 es una concepción artística de la vestimenta y armas de batalla comunes entre los mayas de ese tiempo. La ilustración 89 muestra la vestimenta ceremonial militar de los guerreros de la altiplanicie central de México, típica de su tiempo. Aún cuando no podemos estar seguros de que ésta pudo haber sido la vestimenta de los guerreros y líderes militares de ese tiempo, éstas son las mejores representaciones que podemos encontrar entre la literatura aún existente. En las ilustraciones 90 y 91 hay ejemplos de las cimitarras (macanas), una arma muy común que usaban los mayas de ese tiempo. Documentos españoles indican que los guerreros aztecas podían arrancar toda la cabeza de un caballo con un golpe de una de éstas cimitarras de obsidiana. El capítulo nueve de Moroni no es un compendio de la historia nefita, es una carta personal de su padre. En ella Mormón escribe personalmente a su hijo. Los tres hombres que él menciona en Moroni 9:2 posiblemente eran amigos o camaradas de Moroni. Estos hombres pudieron haber sido parte del vigésimo cuarto regimiento que fue mandado a los países del norte antes de la batalla de Cumorah. Su trabajo pudo haber sido proteger a las miles de viudas y huérfanos, los ancianos, los enfermos y los desvalidos. El que Mormón haya mandado a un contingente de nefitas a la cabecera del Río Grande ciertamente no pudo haber sido un secreto, ni para los emigrantes que vivían allí ni para los lamanitas. Los lamanitas que continuaban cazando a los nefitas después de Cumorah, seguramente sabían a dónde irían los nefitas para escapar. El ejército lamanita que se dirigió al norte a Na Cocob (Casas Grandes) pudo haber recibido la asignación de eliminar a los refugiados y emigrantes nefitas que se encontraban en los países del norte. No sabemos cuánto duró la batalla de Cumorah, pero basado en los artefactos encontrados en el área, pudo haber durado semanas, o tal vez meses. Dos artefactos encontrados en una tumba poco profunda en un costado del Cerro Bernal fueron una mano de molcajete (temolote) que era usada en la preparación de alimentos, y un talismán que se usaba alrededor del cuello. La pieza del collar es el rostro de una mujer, probablemente de la persona que lo portó, con un pequeño recipiente sobre la cabeza (ilustraciones 92 y 93). La cara de barro ha sido analizada y da la fecha del 400 d.C. El propósito del pequeño recipiente sobre la cabeza de barro era probablemente para quemar incienso. Se supone que la razón por la que una mujer quemaría incienso bajo su nariz sería para apartar malos olores. Debido a que los restos de ésta mujer fueron encontrados en la base del cerro, ella pudo haber sido una de las últimas que quedaron. Aquellos que habían sido muertos antes que ella pudieron haber causado el olor del cual ella estaba tratando de tener alivio. 100
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CAPÍTULO 19 LA TRANSFERENCIA DE LOS ANALES NEFITAS El que Mormón haya encargado a su hijo Moroni los registros de los nefitas, es un hecho que sigue el patrón de anteriores transferencias. Primero, los registros eran comúnmente transferidos de un padre digno a su hijo. Segundo, el hijo mismo daba evidencias de una rectitud ejemplar. Tercero, el hijo que recibía los anales tenía experiencia en ministrar al pueblo en un llamamiento espiritual. Todos estos elementos estaban presentes en la transferencia de los anales de Mormón a Moroni. Si en verdad la madre de Moroni era del pueblo de Ammón (lamanita), y siendo el padre de Moroni Mormón, el profeta-guerrero de los nefitas, entonces el llamamiento de Moroni a un ministerio espiritual en los países del norte parecería natural. Su presencia entre el pueblo de Ammón (emigrantes) en los países del norte –el único lugar donde aún había personas dignas– le habría proveído a Moroni la ocasión de adquirir tal experiencia. Sin lugar a dudas fue bajo éstas condiciones que Moroni recibió su ―llamamiento al ministerio‖ (Moroni 8:1). El hecho de que Moroni haya sido llamado al ministerio y ordenado en el sacerdocio, confirma dos de las tesis de este libro –que había personas dignas y buenas al norte de la nación nefita en Mesoamérica, y que la Iglesia todavía existía en los países del norte, con poseedores del sacerdocio capaces y dispuestos a llamar a jóvenes a llevar a cabo deberes ministeriales. Indudablemente fue también en los países del norte donde Mormón dio su sermón sobre fe, esperanza, y caridad. Los nefitas y el pueblo de Ammón en esas tierras sabían de la intención de los lamanitas de destruir a los nefitas. Bajo las condiciones de un ataque final de los lamanitas, la amonestación de Mormón de tener fe, esperanza, y caridad los fortalecería y motivaría a ser bondadosos con los refugiados. Una de las cartas de Mormón deja entrever que al principio Moroni no tenía mucha experiencia en la enseñanza del evangelio. Cuando Mormón escuchó que Moroni estaba involucrado en una disputa concerniente al bautismo de infantes, escribió una severa respuesta a su hijo. Tales circunstancias afirman que Moroni estaba ministrando a personas que pertenecían a la Iglesia en un tiempo en el que la Iglesia ya no existía más en el sur. Sin embargo, los miembros de la Iglesia tenían dificultades con algunos principios fundamentales del evangelio, quizás debido a que eran una comunidad aislada. La carta de Mormón también aclara que había algunas personas que se esforzaban por vivir rectamente en tiempos de completa iniquidad entre los nefitas más al sur. Estos paradójicos eventos nos dicen varias cosas importantes. Primero, Moroni quizás no había tenido la oportunidad de estudiar el evangelio profundamente durante los años antes de Cumorah, debido posiblemente a las guerras que había entre nefitas y lamanitas. Debemos recordar que Moroni no fue educado en Teotihuacan, en donde se enseñaba el evangelio. Él había sido educado en Morón, en la escuela de los escribas. Era el mejor centro académico de su tiempo, pero no enseñaba el evangelio. De lo contrario, él hubiera entendido los principios acerca del bautismo. Segundo, Mormón estaba recibiendo reportes al día de los movimientos y circunstancias del pueblo en esa parte del país. Él estaba informado de lo que estaba sucediendo inclusive en lugares distantes, quizás debido a que él había estado allí y había establecido las comunicaciones. Por último, al referirse Mormón a los niños en cuestión como ―vuestros niños pequeños‖ (Moroni 8:5), implica que ellos pertenecían a un pueblo diferente a aquellos de cuya historia Mormón había 101
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compilado. De no ser así, él les hubiera llamado ―nuestros niños pequeños.‖ Ahora me gustaría abordar las siguientes preguntas: ¿cuándo fue que Mormón y Moroni predicaron y bautizaron personas? ¿Fue antes o después de Cumorah? Aún cuando muchos lectores del Libro de Mormón creen que fue antes de la gran batalla, la evidencia apunta a que su predicación fue después de ese tiempo. El hecho es que todas las predicaciones de Mormón a la nación nefita cayó en oídos sordos (ver Mormón 1:16; 3:2-3). Su pueblo se rehusaba a arrepentirse y Mormón vio que estaban condenados a la destrucción (ver Mormón 2:15, 5:2). Como los jareditas antes que ellos, habían madurado en la iniquidad. Además, antes de Cumorah, Mormón se encontraba comprometido en dirigir a los nefitas y en hacer preparativos para la guerra. Con excepción del periodo de trece años, cuando se negó a ayudarlos, Mormón trabajó toda su vida como comandante nefita. Durante los diez años que precedieron a Cumorah, él condujo a los nefitas en sus esfuerzos por defenderse de los lamanitas. Eso nos puede ayudar a explicar la inexperiencia de Moroni al enseñar el evangelio. Aún cuando había sido enseñado en una de las instituciones educativas más famosas de ese tiempo, es decir, la escuela de los escribas en Morón, y criado por Mormón el gran profeta-guerrero nefita, Moroni tenía muy poca o nada de experiencia en enseñar el evangelio. Ese no era su llamamiento, ni tampoco había tenido una oportunidad hasta después de Cumorah. Durante los años después de Cumorah, es claro que él y su padre comenzaron a servir como emisarios del evangelio de Cristo a los nefitas y al pueblo de Ammón en los países del norte. Los siguientes párrafos son evidencia de ello: He aquí, continuamente estoy afanándome con ellos; y cuando les hablo la palabra de Dios con severidad, tiemblan y se enojan conmigo. . . (Moroni 9:4). Y ahora bien, mi querido hijo, pese a su dureza, trabajemos diligentemente. (Moroni 9:6) Debemos considerar más la obligación de Mormón de llevar los registros de los nefitas. Mormón fue mandado por Amamarón a que grabara sobre las planchas mayores de Nefi una relación de la historia de los nefitas que fuera de acuerdo con sus días (ver Mormón 1:3-4). Podemos asumir que Mormón comenzó a escribir la historia de su pueblo a partir del tiempo en que tuvo veinticuatro años de edad. Sin duda que continuó haciéndolo durante el resto de su vida, tal vez particularmente en los años en que se rehusó a dirigir a los nefitas. A Mormón también le mandó el Señor escribir un compendio de la historia nefita para beneficio de los lamanitas, judíos y gentiles de los últimos días (ver Mormón 5:9-15). Esa historia espiritual de los nefitas se ha llegado a conocer como El Libro de Mormón. Para completar tal compendio, a Mormón se le requirió hacer planchas de oro con sus propias manos (ver 3 Nefi 5:10-11). Debió ser una labor ardua la de Mormón al buscar entre todos los registros nefitas y obtener un amplio entendimiento de la historia de su pueblo. Mormón hizo su compendio de esa historia basándose en las planchas mayores de Nefi. Como encargado y protector de los anales nefitas, Mormón seguramente no habría viajado lejos de donde se encontraban los registros, a menos que fuera necesario. Partes del quinto capítulo de Mormón, en donde el Señor manda a Mormón hacer un compendio de sus días, aparentemente fueron escritas después de la batalla en Cumorah. Por ejemplo, en ese capítulo Mormón predice que el pueblo que vivía entonces (los lamanitas) finalmente degeneraría a un estado de maldición. Serían dispersados y llegarían a ser una gente de ―color oscuro, inmunda y repulsiva‖ (Mormón 5:15). Mormón establece que aún en su tiempo eran ―echados de un lado para otro como paja que se lleva el viento‖ y que ―Satanás los lleva[ba]‖ (Mormón 5:16,18). Más adelante todavía, ―los gentiles los perseguirán y esparcirán‖ y éstos 102
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últimos, ―poseerán la tierra‖ (Mormón 5:19-20). Alrededor del 600 a.C., Nefi había visto en una visión que finalmente los lamanitas dominarían y destruirían a sus descendientes, los nefitas (ver 1 Nefi 12:19). Él también vio que los lamanitas ―se convirtieron en una gente obscura, repugnante y sucia‖ (1 Nefi 12:23), y que serían ―dispersados delante de los gentiles y afligidos‖ por ellos (1 Nefi 13:14). Claramente, Mormón –en Mormón 5– se está refiriendo a los lamanitas, no a los nefitas cuando describe a aquellos que todavía vivían. Los nefitas habían sido exterminados en Cumorah. En el mismo capítulo, Mormón lamenta la perversidad de los nefitas lo cual ha traído ―la destrucción de éste pueblo‖ (Mormón 5:11). Él profetiza que sus registros finalmente saldrían de entre los gentiles (ver Mormón 5:8-10). Su compendio de la historia nefita no tuvo la intención de ser para su propio pueblo, quienes para entonces se hallaban virtualmente extintos. Ciertamente, el mandato del Señor a Mormón de hacer un compendio de la historia nefita para beneficio de las personas que vivieran en los últimos días, tendría poco sentido hasta que la destrucción de los nefitas fuese virtualmente completa. En el siguiente capítulo (Mormón 6), Mormón se da a la tarea de concluir ―mi relato concerniente a la destrucción de mi pueblo, los nefitas‖ (Mormón 6:1; cursivas agregadas). En otras palabras, él había sido testigo de la destrucción completa, o casi total, de su pueblo para poder ahora relatar acerca de ella. Mormón describe cómo es que él fue herido en la batalla de Cumorah y que fue uno de los únicos veinticuatro supervivientes (ver Mormón 6:10-11). Claramente ese capítulo fue escrito después de Cumorah. Ese mismo capítulo corresponde, y en algunos aspectos es paralelo a lo que dice Mormón casi al principio de las Palabras de Mormón. Allí él dice, ―he presenciado casi toda la destrucción de mi pueblo, los nefitas‖ y establece que estaba ―a punto de entregar en manos de mi hijo Moroni los anales que he estado haciendo‖ (Palabras de Mormón 1:1; cursivas agregadas). Aparentemente ambos escritos –Mormon 6 y Palabras de Mormon– fueron producidos casi al mismo tiempo. Mormón también dice que ha agregado las Planchas Menores de Nefi en su propio compendio o registro, el cual ha hecho tomado de las Planchas Mayores de Nefi (ver Palabras de Mormón 1:6,9). Nuevamente él dice, ―que he presenciado casi toda la destrucción‖ de su pueblo y que ahora ―procedo a concluir mis anales‖ de la historia de los nefitas (Palabras de Mormón 1:9; cursivas agregadas). Sus palabras en ambos escritos son casi idénticas. La ―destrucción‖ de los nefitas, de la cual habla Mormón en Mormón 6 y en las Palabras de Mormón, casi con seguridad se refiere a aquella en Cumorah. En ese periodo de tiempo la única gente que pertenecía a la nación nefita y de quienes no habría presenciado su destrucción, hubiera sido su regimiento veinticuatro y aquellos que no calificaron para la batalla de Cumorah. Él dice, ―mi alma ―se partió‖ de angustia a causa de los de mi pueblo que habían muerto‖ (Mormón 6:16, cursivas agregadas). Si Mormón hubiese escrito esto inmediatamente después de Cumorah, probablemente hubiese dicho ―mi alma se parte.‖ Estas cosas significan que Mormón tuvo tiempo de ―terminar [sus] anales‖ después de Cumorah, tanto sus anales de la historia nefita sobre las Planchas Mayores de Nefi como su compendio de esa historia. Parece posible que también tuvo tiempo después de Cumorah para predicar a los familiares dignos en los países del norte. Aún cuando el registro a veces parece confuso, al analizar los registros de Mormón y Moroni parte por parte, emerge un panorama de muchos eventos post-Cumorah, que incluye sus predicaciones y ministerios en los países del norte. La transferencia de los registros de Mormón a Moroni provee otra importante pista para los eventos post-Cumorah. Primero que nada, Mormón dice que antes de la batalla en Cumorah él escondió en el Cerro Cumorah todos los anales nefitas con excepción ―de estas pocas planchas que 103
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entregué a mi hijo Moroni (Mormón 6:6). Las ―pocas planchas‖ a las que se refiere Mormón eran seguramente el compendio ya terminado de Mormón de la historia nefita. Mormón debió haber supuesto que moriría en la batalla y por lo tanto, antes de ella entregó su compendio a Moroni. Sin embargo, una vez terminada la batalla, y no habiendo muerto Mormón, debemos asumir que Moroni regresó las planchas a su padre permitiéndole a él, ―terminar mi relato concerniente a la destrucción de mi pueblo, los nefitas‖ (Mormón 6:1; cursivas agregadas). Habiendo Mormón tomado nuevamente la responsabilidad de los registros nefitas debió haberle dado a Moroni la oportunidad de ser ―llamado al ministerio‖ algunos años después de la batalla en Cumorah. Moroni finalmente informa en el 400 d.C. –quince años después de Cumorah– que ―mi padre ha sido muerto en batalla y todos mis parientes y no tengo amigos ni a dónde ir‖ (Mormón 8:5). Más adelante Moroni dice –también quince años después de Cumorah– que ―los lamanitas han perseguido a mi pueblo, los nefitas, de ciudad en ciudad y de lugar en lugar, hasta que no existen ya‖ (Mormón 8:7). Eso quiere decir que inmediatamente después de la batalla en Cumorah la destrucción de los nefitas no era completa. No fue sino hasta el año 400 d.C. que Moroni pudo haber dicho lo siguiente de la nación nefita: ―Mas he aquí, han desaparecido‖ (Mormón 8:3). Por tanto, la descripción de Mormón de ―casi toda la destrucción de mi pueblo‖ se refiere a la batalla en Cumorah. Un ejercito lamanita persiguiendo a los nefitas en los países del norte explicaría las ―batallas‖ después de Cumorah como en la que un número de los ―mejores hombres‖ fueron muertos (ver Mormón 9:2) y aquella en la que Mormón mismo fue muerto (ver Mormón 8:5) Suponiendo que Mormón mandó un regimiento de soldados hacia el norte con los ancianos y los desvalidos, hubieran sido el blanco más importante de la hostilidad lamanita, especialmente si todavía estaban bajo el mando de Mormón (aunque fueran indisciplinados). La destrucción de los nefitas no siendo completada sino hasta quince años después de Cumorah parece apoyar esta escapada de los refugiados nefitas hacia los países del norte. Sin embargo, habiéndose acabado la zona parachoques que la nación nefita les había proveído con anterioridad, aquellos habitantes de los países del norte ahora estaban directamente expuestos a la agresión lamanita. Por lo tanto concluimos que por lo menos una parte de los primeros quince años después de Cumorah, Mormón estuvo en constantes conflictos, escaramuzas, batallas con los lamanitas. Lo que Mormón había temido no era solamente la ―casi completa destrucción‖ de su pueblo como en Cumorah, sino ―su entera destrucción... como los jareditas‖ (Moroni 9:22-23; cursivas agregadas). Para el año 400 d.C., esa entera destrucción le pareció a Moroni que estaba completada. Tal como Curiantumr, el solitario sobreviviente jaredita, Moroni permaneció sólo en ese tiempo para escribir ―el triste relato de la destrucción de mi pueblo‖ (Mormón 8:3). No solamente Nefi, mil años atrás, predijo la entera destrucción de los nefitas, sino que también Alma. En el año 73 a.C., Alma le dijo a su hijo Helamán que el pueblo ―los nefitas, degenerar[ían] en la incredulidad dentro de cuatrocientos años a partir de la época en que Jesucristo se manifest[ó] a ellos. Sí, y entonces verán guerras y pestilencias; sí, hambres y el derramamiento de sangre, hasta que el pueblo de Nefi sea exterminado‖ (Alma 45:10-11; cursivas agregadas). Alma continúa y dice ―Mas quienes quedasen, y no fueren destruidos en ese grande y terrible día, serán contados entre los lamanitas, y se volverán como ellos, todos, menos unos pocos que se llamaran los discípulos del Señor; y a éstos los lamanitas los perseguirán hasta que sean exterminados. Y a causa de la iniquidad, esta profecía será cumplida‖ (Alma 45:14; cursivas agregadas). Tal como Alma lo hace notar, no son destruidos en la destrucción principal de ―ese grande y terrible día‖ sino más adelante, cuando los lamanitas ―persigan‖ y maten a todo el resto de los nefitas que no se conviertan en lamanitas. Alrededor del año 399 d.C. Mormón debió haber estado consciente de que su muerte era 104
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inminente al estarse acercando a los noventa años de edad. Por tanto él escribe a su hijo y le pide que deje sus labores misionales y regrese a su lado. Mormón deseaba darle a su hijo el compendio de la historia nefita que ya había ―terminado,‖ esto es, terminado hasta el final de su vida. Él le escribió a Moroni: ―Escribe pues, algunas cosas, si eres preservado y yo muero y no te veo más; pero confió en que pueda verte pronto, porque tengo unos anales sagrados que quisiera entregarte‖ (Moroni 9:24). Hay dos cosas que se notan en esta relación entre Mormón y su hijo. Primero, Mormón no le pide a Moroni que regrese y pelee en las batallas finales. Él solamente quiere que Moroni reciba y complete las planchas. Segundo, el hecho de que Moroni se alejó del lado de su padre en primer lugar. Hubo veinticuatro que sobrevivieron y dejaron Cumorah y aparentemente Moroni dejó a su padre poco después de la batalla del año 385 d.C. Estos dos eventos parecen confirmar el hecho de que Moroni no era un guerrero. Él era un hombre de paz. Dejó a su padre después de Cumorah para convertirse en un ministro del evangelio y cuando regresó a su padre en el año 399 d.C. fue para obtener las planchas, no para participar en la batalla. No debemos deducir de esto que Moroni era falto de valor. El camino que escogió y la misión que llevó a cabo, probablemente requirieron de más valor que el que se necesitaría para entablar combate mano a mano con un lamanita. Aparentemente Moroni había adoptado la filosofía del pueblo de Ammón, a quienes ahora él estaba sirviendo, que eran los de ―la conducta pacifica para con los hijos de los hombres.‖ Habiendo sido llamado al lado de su padre antes de la muerte de Mormón, Moroni encaró tres divergentes obligaciones. La primera fue tener que darle ―fin al registro de mi padre‖ (Mormón 8:1), de acuerdo con los deseos de Mormón (ver Moroni 9:24). Segundo, aún tenía el llamamiento de llevar a cabo sus labores en el ministerio para con los pacíficos discípulos de Cristo en los países del norte. Tercero, había sido llamado a ―traducir‖ las veinticuatro planchas de Éter. Quizás debido a eso, Moroni no supo ―a donde ir‖ (Mormón 8:5). ¿Debería permanecer con los anales y terminarlos él mismo o continuar con sus labores misionales en los países del norte? Sin embargo, tal como veremos, Moroni eventualmente llevó a cabo todas éstas obligaciones. La Segunda transferencia de los anales de Mormón a Moroni, durante los quince años después de Cumorah, le dejó a Moroni muy poco espacio en las planchas sobre el cual escribir. Su padre le había mandado lo que debía escribir (ver Mormón 8:1,5). Solamente en trece versículos él describe la destrucción de los nefitas después de Cumorah. Al tiempo en que él escribe, dice, ―no hay sino lamanitas y ladrones que existen sobre la faz de la tierra (ver Mormón 8:9). La faz de la tierra a la que hace referencia es Mesoamérica, no los países del norte. Al escribir los trece versículos, (Mormón 8:1-13) Moroni se detiene. No regresaría para añadirle al libro de su padre sino hasta muchos años después. La muerte de Mormón terminó con la vida de uno de los más fieles siervos de Dios. Mormón había servido al Señor desde sus años de adolescencia hasta cerca de los noventa. Finalmente él es muerto mientras todavía se esforzaba por preservar a los nefitas que se encontraban esparcidos en lugares que hoy se conocen como la parte norte de México y el suroeste de los Estados Unidos de Norteamérica. Moroni había sido visitado por los Tres Nefitas (ver Mormón 8:11). A él lo ―visitó el Señor y prob[ó] y conoci[ó] la bondad de Jesús‖ (Mormón 1:15) mientras servía en uno de los más altos llamamientos que Dios otorga, sin embargo Mormón es testigo de las maneras más perversas de la degradación humana. A pesar de todo, trabajó firmemente en la preservación física y el retorno espiritual de su pueblo, los nefitas. Mormón se mantuvo fiel al Salvador a quien amó hasta el final.
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CAPÍTULO 20 LA VIDA Y MINISTERIO DE MORONI De todas las voces que nos hablan procedentes de los anales de la antigua América, ninguna es más elocuente que la de Moroni. Sus palabras suenan con una sincera vibración, habiendo sido forjadas en el crisol del holocausto y templadas en un conocimiento previo de los eventos de un futuro distante. Muchos de esos eventos futuros por sí mismos dependían del desempeño exitoso de su ministerio. La imagen de él mismo que surge de los escritos de Moroni está creada tanto por lo que dice como por lo que no dice. Él escribe muy poco acerca de sí mismo. La característica más notable de este guardián de registros sagrados es su humildad. Cuando él habla de sí mismo, lo hace en un contexto de lo más impersonal. Podemos observar esto cuando admite su conflicto sobre el principio fundamental del bautismo. Lo podemos ver cuando habla de sus temores de que las personas puedan burlarse de las cosas de Dios debido a lo inadecuado de sus habilidades como escriba. Moroni el soldado creció en la casa del más grande comandante nefita de todos los tiempos. Al mismo tiempo, posiblemente él fue criado por una madre que era pacifista. Moroni el escriba e historiador maduró a la sombra del hombre quien, él sólo, compendió siglos de la historia de su pueblo. Sin embargo, Moroni el hijo parece nunca haber sido opacado por la grandeza de su padre. Por el contrario, parece ennoblecerse por una relación que por siempre moldeó su larga y productiva vida. La soledad que embargó a Moroni al final de esa relación se pone de manifiesto cuando escribe, ―Mi padre ha sido muerto en la batalla, y todos mis parientes, y no tengo amigos ni adónde ir; y cuánto tiempo el Señor permitirá que yo viva, no lo sé‖ (Mormón 8:5). De esta manera, Moroni describe lo extremoso de su situación. Junto con su inefable modestia, la devoción a su deber lo marca como un hombre de historia. Él dice, ―Mi padre ha preparado estos anales, y ha escrito el objeto de ellos. Y he aquí, yo también lo escribiría, si tuviera espacio en las planchas; pero no lo tengo, y mineral no tengo, porque me hallo solo‖ (Mormón 8:5). Después de esa breve y sobria introducción, Moroni completa los anales de su padre, como le había sido mandado. También compendia los registros jareditas. Entonces escribe lo que popularmente se le conoce como la parte sellada del Libro de Mormón. Además, escribe su propia sección en el Libro de Mormón –el Libro de Moroni–antes de cerrar este singular y sagrado registro. El volumen de la obra de Moroni rivaliza y probablemente excede al de su padre. Para empezar, él carecía de espacio sobre las planchas para poder escribir todo lo que se le había mandado, y aún más, carecía de oro para producir más planchas. Él venció éstos obstáculos. Viniendo de un hombre que se lamentaba de su débil habilidad de escribir, y que no sabía lo que le deparaba el futuro, el mundo recibió un regalo invalorable y perdurable. Por lo tanto es obvio por la conclusión final, que las circunstancias de Moroni cambiaron significativamente después de la muerte de su padre. Pero debido a que nos dice muy poco acerca sus viajes y circunstancias, nos deja a la tarea de armar un retrato de lo que sucedió usando los pocos comentarios personales que hace, los aún más escasos documentos, algunas escrituras indirectas y nuestros intentos especulativos por entender su vida. Empezaré la historia de los viajes de Moroni desde el tiempo en que vio a su padre por última vez. En la última carta de Mormón a Moroni, Mormón expresa su preocupación de que los ejércitos 106
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de los lamanitas se encontraran en medio del ―débil‖ ejercito que estaba con él en Sherriza (ver Moroni 9:17). Sus ―muchas viudas y sus hijas‖ buscaron refugiarse de los lamanitas (Moroni 9:16). Los lamanitas habían tomado muchas provisiones de una fortaleza en Sherriza y habían alimentado a mujeres y niños con carne humana (ver Moroni 9:7-8). Aparentemente los lamanitas seguían persiguiendo a Mormón y al remanente de su ejército en el norte o el noroeste. Posiblemente fue también bajo esas circunstancias que Mormón estableció su último campamento. Por lo menos una parte de los quince años siguientes a la batalla de Cumorah, Mormón y lo que quedaba de su regimiento pudieron haber sido perseguidos por unos 2400 kilómetros –desde Tampico, siguiendo por el Río Grande hacia el norte, para entrar en las áreas que actualmente se conocen como Texas, Nuevo México, y Arizona, hasta las tierras ocupadas por los nefitas y el Pueblo de Ammón quienes migraron a esos lugares cientos de años atrás. Es mi entender que Mormón, junto con el remanente de su último regimiento, fue perseguido hasta Utah antes de ser asesinado por los lamanitas. Seguramente les llevó muchos años a los lamanitas descubrir a los nefitas en las tierras del norte. El pueblo de Ammón y los nefitas que se habían establecido en Norteamérica para entonces pudieron haberse esparcido por toda la mayor parte de lo que hoy son los Estados Unidos. Sin duda que en cada punto de esta persistente persecución, ésta gente trataba de escapar de los hostiles lamanitas. Moroni hace mención de que los nefitas trataban de escapar ―a las tierras del sur‖ (Mormón 8:2). Mormón describe a algunos llegando hasta la ciudad de Moriántum, donde violaron, torturaron, y comieron la carne de las hijas de los lamanitas en la ausencia de sus padres y maridos (Moroni 9:9-10; ver Apéndice B para la localización de Moriántum). Moroni dice que los lamanitas perseguían y mataban a todos aquellos que trataban de escapar hacia el sur. Moroni también tuvo sus desafíos. Mientras evadía a los lamanitas, también tenía que proteger el compendio de la historia de los nefitas que su padre le había dado junto con las Planchas Menores de Nefi. Debido a que él posteriormente tradujo los anales jareditas, Moroni debió haber tenido en su poder las veinticuatro planchas de Éter y el Urim y Tumim. Además, también debió haber llevado algunos artículos esenciales para vivir, tales como alimentos y armas. El peso de todas éstas cosas debió haber sido considerable. Más aún, cerca del 400 d.C. Moroni debió haber tenido entre cincuenta y sesenta años de edad. Después de haber escrito trece versículos en el Libro de Mormón (Mormón 8:1-13) en donde nos dice que se encuentra sólo, Moroni deja de escribir. Regresa a su tarea y termina el libro de su padre en el 421 d.C. –veintiún años después. Para ese tiempo, él ya estaba en el cerro que se encuentra en lo que hoy se conoce como el norte del estado de Nueva York, listo para enterrar las planchas (ver Mormón 8:14). Cuando en el 400 d.C. Moroni dice que se encuentra sólo sin ―parientes‖ o ―amigos‖ (Mormón 8:5), nosotros no debemos entender que se estaba refiriendo a todos los descendientes que migraron hacia el norte muchas generaciones atrás. Sería difícil llevar cuenta de las migraciones sucesivas por cientos de años en distancias excesivamente grandes. Tales migraciones seguramente continuaron aún más al norte de donde empezaron. El proceso de eliminar a los nefitas remanentes –aquellos que se negaban a convertirse en lamanitas– les pudo haber llevado a los lamanitas más de quince años después de Cumorah. Aún cuando Moroni se consideraba completamente sólo, (sin ―parientes‖ o ―amigos‖), muchos años después habla que los lamanitas ―matan a todo nefita que no niegue a Cristo‖ (Moroni 1:2). Debido a que tales justos nefitas seguramente fueron sus ―amigos‖, eso significa que no estaban en las cercanías del área donde se llevó a cabo la batalla final, ―Cumorah,‖ o en ninguna de las tierras que actualmente se conocen como Mesoamérica –las tierras que los nefitas ocuparon durante los tiempos del Libro de Mormón. Moroni ahora se encontraba a muchos kilómetros al norte o al 107
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noroeste de esas tierras. Él ya había estado, o estaba en camino a Manti, Utah, debido a que sabemos que él dedicó el futuro sitio del templo de Manti. Algunas tradiciones nos indican que Mormón fue muerto en el sur de Utah. Muy probablemente, las migraciones nefitas y del pueblo de Ammón debieron haberse acelerado durante los años finales del conflicto entre nefitas y lamanitas, especialmente cuando la amenaza de la extinción nefita se avecinaba como una cosa eminente. Quizás Mormón y Moroni, temerosos de la ―total destrucción‖ de los nefitas, previnieron a los seguidores de Cristo en los países del norte para emprender una migración más hacia el norte a lugares aún más distantes. La historia antropológica atestigua que hubo una sucesión de migraciones hacia el norte, como una ola tras otra, de varias tribus que avanzaban más al norte de México y más adentro de Norteamérica (Anawalt, Ecuatorian Presence in West Mexico). El fenómeno de tal ―dispersión‖ y la hostilidad entre tribus que esto causaba, seguía en proceso en el tiempo en que los gentiles vinieron a este continente. Los gentiles mismos contribuyeron a la dispersión de los lamanitas, llevándolos de un lugar a otro en cumplimiento a la profecía del Libro de Mormón. Cuando Moroni dice en el año 400 d.C., ―Y he aquí, también los lamanitas están en guerra; y toda la superficie de esta tierra es un ciclo continuo de asesinatos y derramamiento de sangre‖ (Mormón 8:8), no debemos entender que esto se refiere a todas las tierras que habían sido ocupadas por los nefitas y lamanitas. Los lamanitas de ese tiempo seguían en disputas por el botín de la guerra, la mayor parte del cual se encontraba en el sur de México y norte de Guatemala. Los nefitas habían abandonado cientos de ciudades adyacentes a la estrecha lengua de tierra, y todo esto esperaba ser reclamado por alguien. Eso causaba una guerra ―continua‖ entre los propios lamanitas. El Libro de Morón nos indica que los lamanitas siguieron peleando entre ellos después de que hubieron destruido a los nefitas. Los registros históricos nos indican que éstas guerras entre ciudades mayas continuaron hasta el siglo séptimo. Moroni especifica ―la superficie de ésta tierra‖ (Mormón 8:8) para describir las guerras de los lamanitas. De esta manera, él concuerda con los anales de su padre (los cuales él está terminando) en lo que concierne a sí mismo y la historia de los nefitas como nación. Las palabras de Moroni de que ―no hay quien conozca al verdadero Dios‖ en la tierra (Moroni 8:10) y otros comentarios parecidos caen en la misma categoría. Estos acontecimientos tratan de lo que está ocurriendo en México y en Centroamérica entre los nefitas y lamanitas, y no en las lejanas tierras entre los emigrantes. Un aspecto mal entendido de los escritos de Mormón y Moroni son esta clase de comentarios que parecen agrupar a todas las etnias sobre éste continente. Aún cuando no siempre se establece explícitamente, la agenda de Mormón obviamente consistía en dar un informe de la historia de los nefitas como una nación. Esto no abarcaba a aquellos que vivían en los países del norte. Los arqueólogos han documentado la presencia de muchos grupos de personas sobre éste continente, sin embargo Mormón nunca habla de ellos en su compendio. Ellos no le incumben porque él está relatando su historia para el beneficio de los descendientes de los lamanitas quienes destruyeron a su pueblo. Sus últimas palabras en el Libro de Mormón están dirigidas a los lamanitas. Él dedica todo un capítulo en rogarle a los lamanitas de los últimos días que regresen al conocimiento de sus padres y a que crean en Jesucristo (ver Mormón 7). Para todos los propósitos prácticos, Mormón 8:1-13 que escribe Moroni en el 400 d.C. termina el compendio de Mormón. Mormón 8:14 expresa la intención de Moroni de enterrar las planchas, aún cuando no estuvo preparado para hacerlo sino hasta veintiún años después (ver Moroni 10:1-2). Por lo tanto, Mormón 8:14 y los capítulos siguientes fueron escritos un tiempo después. 108
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Los primeros escritos de Moroni indican que él no entendía completamente el significado de su propia misión. Sin embargo, una vez que hubo adquirido experiencia con lo que el hermano de Jared vio –de donde él escribió la parte sellada del Libro de Mormón– Moroni fue transformado. A partir del tiempo en que Moroni vio lo que contenían las planchas de Éter, su perspectiva en cuanto a la eternidad lo llevaron a testificar audazmente y con convicción. Empezando con Mormón 8:14, es un Moroni diferente el que habla. En Mormón desde el capítulo 8:14 al 9:37 Moroni se dirige a los gentiles de los últimos días –tanto a los gentiles que pertenecen a la Iglesia o a aquellos que creen en Jesucristo, como a aquellos que no. Sus palabras son penetrantes y poderosas, y él habla como uno que tiene autoridad. Él dice, ―Jesucristo me os ha mostrado, y conozco vuestras obras‖ (Mormón 8:35). Tal como el hermano de Jared, Moroni había recibido una visión de los últimos días. El discurso de Moroni a los gentiles de los últimos días es paralelo al discurso de Mormón a los lamanitas de los últimos días. Ambos grupos recibirían el registro nefita que Mormón había compendiado. Por tanto, es apropiado que Moroni se dirija a los gentiles a quienes ha visto en una visión. Con ese discurso él termina el libro de su padre. Cuando Moroni dice ―yo... doy fin al registro de mi padre‖ (Mormón 8:1), no quiere decir solamente el propio libro de su padre, sino todo el compendio de la historia nefita que su padre había hecho. Cuando Moroni termina la última parte del registro de su padre y termina diciendo ―Amén‖ (Mormón 9:37), él quiso decir precisamente eso. El compendio de la historia de la nación nefita estaba completo. Lo que siguió después fue una historia diferente. Por tanto, el registro jaredita que Moroni resumió, no debe ser considerado como parte de la historia de la nación nefita. Ni tampoco el libro de Moroni. Si el libro de Moroni describiera a la misma nación nefita acerca de la cual su padre escribió, hubiera tenido sentido colocar sus escritos dentro o inmediatamente después del libro de su padre, y no al terminar el libro de Éter. El mismo razonamiento se aplica a las cartas que Mormón escribió a Moroni. Moroni colocó esas cartas en su propio libro, no en el de su padre. Las cartas fueron escritas a Moroni mientras se encontraba laborando entre el pueblo de Ammón y los nefitas en los países del norte, después de la batalla de Cumorah. Por otra parte, los nefitas que habían escapado o habían sido mandados a los países del norte inmediatamente antes de Cumorah, todavía seguían siendo perseguidos por los lamanitas años después de Cumorah. En su propio libro, Moroni dice, hablando de los lamanitas, ―Porque he aquí, sus guerras entre ellos mismos son extremadamente furiosas; y por motivo de su odio, matan a todo nefita que no niegue al Cristo‖ (Moroni 1:2; cursivas agregadas). Yo pregunto nuevamente, ¿dónde había nefitas que no negaran a Cristo de entre todo el pueblo del que tenemos conocimiento? No entre aquellos que pertenecían a la nación nefita. De hecho, el comportamiento del pueblo de Mormón era tan repugnante que causó que Mormón escribiera, Y es imposible que la lengua relate o que el hombre escriba una descripción completa de la horrible escena de sangre y mortandad que existía entre el pueblo, así nefitas como lamanitas; y todo corazón se había endurecido, de modo que se deleitaban en derramar sangre continuamente. Y jamás había habido tan grande iniquidad entre todos los hijos de Lehi, ni aún entre toda la casa de Israel... como la que había entre este pueblo. (Mormón 4:11-12). Bajo las condiciones que Mormón describe, con nefitas y lamanitas asesinando, violando, e inclusive comiéndose unos a otros, no sería difícil de lograr que alguien negara a Cristo. Por tanto, los nefitas de los que trata Moroni no se encuentran entre aquellos que Mormón está describiendo. Después de perseguir a lo que quedaba del regimiento veinticuatro que había sido mandado al norte, los lamanitas comenzaron a matar a los nefitas que habían migrado muchos años atrás. A medida que los lamanitas descubrieron nefitas en los países del norte –gente que había 109
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vivido allí por cientos de años– les daban muerte si es que no negaban a Cristo. De hecho, los emigrantes nefitas son los únicos candidatos viables de quienes podría decirse ―Nefitas que no nieguen al Cristo‖. Ellos, así como el pueblo de Ammón, eran el pueblo a quienes Moroni había ministrado. Estos dos grupos eran a quienes Mormón se había dirigido en su sermón de fe, esperanza, y caridad (ver Moroni 7:1-48). De ellos, Mormón dice, ―quisiera hablaros a vosotros que sois de la Iglesia, que sois los pacíficos discípulos de Cristo, y que habéis logrado la esperanza necesaria mediante la cual podéis entrar en el reposo del Señor, desde ahora en adelante, hasta que tengáis reposo con él en el cielo. Y juzgo esto de vosotros, mis hermanos, por razón de vuestra conducta pacífica para con los hijos de los hombres‖ (Moroni 7:3-4; cursivas agregadas). Finalmente, Moroni no escribió su propio libro sino hasta después de haber resumido las planchas de Éter, incluyendo la parte sellada de las planchas. Al comenzar el compendio de la historia de los jareditas, Moroni es explícito con respecto a la posición geográfica. Él dice, ―Y ahora yo, Moroni, procedo a hacer una relación de esos antiguos habitantes que fueron destruidos por la mano del Señor sobre la superficie de este país del norte‖ (Éter 1:1; énfasis agregado). En otras palabras, cuando él escribió el libro de Éter, Moroni vivía en uno de los países del norte. Sin embargo, para el tiempo de la muerte de su padre (alrededor del 400 d.C.), Moroni dice que no tenía planchas de oro sobre las cuales escribir ni tampoco mineral para hacer planchas. Moroni, por tanto, debió haber llevado a cabo todas esas tareas en el mismo país del norte donde escribe. ¿Cuáles suponemos serían las condiciones que contribuyeron a las circunstancias cambiadas de Moroni? Una respuesta es que las personas que vivían en los países del norte, tales como el pueblo de Ammón, pudieron haberle prestado ayuda a Moroni. Tal como Moroni lo descubrió, todavía había nefitas justos que vivían, y sin lugar a dudas, también comunidades pertenecientes al pueblo de Ammón. Personas como aquellas quienes lo habían llamado al ministerio y entre las cuales había laborado, serían los candidatos más ideales para brindarle tal ayuda, sin embargo, habían emigrado muy lejos. Es inclusive posible que los tres discípulos nefitas le hayan ayudado a Moroni. Ellos habían dejado Zarahemla en el 327 d.C. y posiblemente viajaron entre el pueblo en los países del norte y les ministraron. Sabemos que los tres discípulos ministraron a Moroni, tal como lo establece en Mormón 8:11. Ya lo he propuesto en el capítulo 15 que ellos pudieron haber ayudado a Moroni a tomar la decisión de dejar a su padre después de la batalla de Cumorah, decisión que seguramente dio principio a las labores misionales de Moroni. Sin embargo, no existe razón para pensar que su ministerio estuvo limitado a una visita. Estos tres individuos fácilmente pudieron haber ayudado a Moroni durante sus característicos tiempos de desafío y necesidad, especialmente en relación con la producción del gran número de planchas de oro que Moroni tenía que fabricar. Históricamente, una de las primeras cosas que el Señor enseña a su pueblo, es a llevar registros. Para los antiguos de éste continente, eso significaba aprender cómo refinar los metales y grabar sobre planchas de oro. Cualquier comunidad de personas dignas, sin importar hacia dónde hayan emigrado, debió de haber tenido la costumbre de llevar sus registros. Más aún deberíamos preguntar por qué los lamanitas no mataron al pueblo de Ammón mientras andaban matando a los nefitas. La respuesta más probable es que la intención de los lamanitas era destruir a los nefitas y sus registros. Los registros nefitas contenían la legitimidad de la primogenitura que pertenecía a Nefi en lugar de a Laman. Mil años después de que Nefi y Laman vivieron sobre la tierra, los lamanitas todavía seguían peleando el hecho de que ―les habían sido robados sus derechos‖. La destrucción por parte de los lamanitas de los nefitas y sus registros, hubieran borrado los reclamos nefitas de la primogenitura.
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CAPITULO 21 LA ESTANCIA DE MORONI EN LOS PAISES DEL NORTE Existen numerosas historias en la parte sur y central del estado de Utah acerca de cuevas que contienen registros antiguos. John Heinemann registra muchas de tales historias (Spiritual Wisdom of the Native Americans, 22-26). Estas historias describen cuevas cerca del templo de Manti y otras en el sur de Utah que contienen cajas de piedra y planchas de metal. Por lo menos dos personas han sacado muestras de esas planchas (ilustraciones 94-99). Manti pudo haber sido el lugar donde Moroni empezó la traducción y el compendio del libro de Éter. Ya sea que ese haya sido el lugar o no, no podemos estar seguros, aunque sí sabemos que Moroni estuvo en el área. La historia detrás de la selección del sitio del templo de Manti nos informa acerca de esto. Cuando Brigham Young comisionó a algunos líderes de la estaca en el área para que escogieran un sitio para el templo, ellos seleccionaron varios lugares, los cuales rechazó el presidente Young. Finalmente él mismo escogió el lugar, diciendo que era el mismo lugar que Moroni había dedicado para un templo en ésta dispensación. Orson F. Whitney reporta, Temprano en la mañana del 25 de abril de 1877, el presidente Brigham Young le pidió al Hermano Warren S. Snow que fuera al cerro del templo. El hermano Snow dice, ―Estábamos los dos solos; el Presidente Young me llevó al lugar donde iba a erguirse el templo; nos dirigimos a la esquina sureste, y el Presidente Young dijo: Este es el lugar donde estuvo el profeta Moroni y dedicó éste pedazo de tierra para ser el sitio de un templo y esa es la razón por la que la ubicación fue escogida aquí‖ (Life of Heber C. Kimball, 1888, 436). Charles L. Walker, uno de los primeros miembros de la Iglesia, hizo una anotación en su diario el 26 de enero de 1881, acerca de que ―Moroni había dedicado [los] sitio(s) de los templos de lo que ahora llamamos St. George, Nauvoo, Jackson County, Kirtland y otros de los que todavía no sabemos‖ ( Diary of Charles Lowel Walker, 2:526). Walker expresó una creencia comúnmente sostenida durante los albores de la Iglesia. Parece que Moroni pudo haber dedicado otros sitios en éste continente para futuros templos. Habiendo visto nuestros días en una visión, Moroni debió haber sabido dónde se establecerían varios templos de ésta dispensación. Algunos sitios de los actuales templos de los Santos de los Últimos Días (SUD) en los Estados Unidos de Norteamérica sugieren parte de la ruta que siguió Moroni desde Utah hasta el norte del estado de Nueva York (mapa 33). Tales aseveraciones ciertamente colocan a Moroni en Utah mucho antes de sus viajes al lugar donde eventualmente enterraría las planchas. Algunos atribuyen las inscripciones encontradas en Filmore y en Cedar City, Utah, a Moroni (ilustraciones 100 y 101). Moroni mismo dice acerca de las planchas de Éter que ―el que las encuentre estará facultado para obtener la historia completa‖ (Éter 1:4). Esto puede indicar que Moroni enterró las planchas de Éter en ese lugar. Habiendo sido testigo de toda la historia del mundo a través del Urim y Tumim, no había razón para que él cargara las planchas de Éter por todo el camino hasta el norte del estado de Nueva York, especialmente siendo que él escribió los registros de Éter de memoria (ver Éter 5:1). Si él necesitaba ayuda, especialmente para recordar datos o lugares específicos, todavía tenía consigo el Urim y Tumim. Moroni nos dice que hubo partes de las planchas de Éter que no compendió. Él dice, ―no escribo, pues, esas cosas que ocurrieron desde los días de Adán hasta esa época; pero se hallan sobre las planchas‖ (Éter 1:4; cursivas agregadas). Es interesante ver que Moroni no dice que las cosas que no incluyó se encuentran escritas sobre las planchas de Éter, como por ejemplo, en el 111
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Libro de Mormón dice acerca de otras planchas (ver 1 Nefi 19:21; Alma 44:24; Éter 4:4). En cambio Moroni dice que se hallan sobre las planchas. Esa puede ser la llave para comprender como la historia de la Creación, además de la historia de la humanidad desde la caída de Adán hasta la celestialización de éste mundo, así como la historia de los jareditas pueden estar contenidas en tan sólo veinticuatro planchas –las planchas de Éter. Tal parece que el lenguaje (o los símbolos) que usaron el hermano de Jared y el profeta Éter para escribir sobre las planchas en verdad causaban que los eventos fueran ―mostrados‖ al lector. Una persona usando el Urim y Tumim para poder obtener la información vería, entonces, los eventos inscritos sobre las planchas. Tal vez por esa razón a las personas que tienen la habilidad de ver los eventos de los registros antiguos se les llame ―videntes.‖ En ese caso, usando una forma abreviada de escritura –un conjunto de códigos– a un vidente escribiendo sobre las planchas no se le requeriría escribir una descripción de cada evento. Simplemente escribiría los símbolos que causasen que el Urim y Tumim mostrara al usuario los eventos mismos. Eso puede explicar por qué Moroni escribió que lo hacía ―según mi memoria‖ (Éter 5:1), y no de acuerdo con el registro palabra por palabra. Moroni mismo vio los eventos, tanto del pasado como del futuro. Moroni, quien había sido un misionero, un comandante, y un historiador, se había convertido en un vidente. Por ejemplo, su conocimiento personal de los futuros gentiles es más detallado y completo que el de ningún otro en registros que se usan como escrituras. Por lo tanto, como un vidente, Moroni se convirtió en ―un gran beneficio‖ para los gentiles que hicieran caso de sus advertencias (Mosíah 8:18). Cuando él dice: ―Jesucristo me os ha mostrado, y conozco vuestras obras‖ (Mormón 8:35), está advirtiendo a los gentiles de no cometer la misma clase de errores que causaron la destrucción tanto de jareditas como de nefitas. Ammón describe a un vidente como un ―revelador y profeta; y que no hay mayor don que un hombre pueda tener, a menos que posea el poder de Dios‖ (Mosiah 8:16). Él dice que ―un vidente puede saber de cosas que han pasado y también de cosas futuras; y por este medio, todas las cosas serán reveladas‖ (Mosíah 8:17). Por lo tanto, Moroni escribe ―las mismas cosas que vio el hermano de Jared‖ (Éter 4:4), no necesariamente las cosas que el hermano de Jared había escrito. Moroni vio lo que el hermano de Jared había visto. Por lo tanto, los registros que el hermano de Jared había guardado aparentemente fueron escritos en dos idiomas. La historia de su pueblo fue conservada en un idioma, al cual tenía acceso su pueblo. Por otro lado, las cosas que vio a través de la fe, las que le fueron mostradas a través del Urim y Tumim, fueron escritas en un lenguaje diferente. Moroni nos dice: Y sucedió que el Señor dijo al hermano de Jared: He aquí, no permitirás que vayan al mundo estas cosas que has visto y oído, sino hasta que llegue el tiempo en que he de glorificar mi nombre en la carne; de modo que guardarás las cosas que has visto y oído, y no las manifestarás a ningún hombre. Y he aquí, cuando vengas a mí, las escribirás y las sellarás a fin de que nadie pueda interpretarlas; porque las escribirás en un lenguaje que no se podrá leer. Y he aquí, te daré éstas dos piedras, y también las sellarás junto con las cosas que escribas. Porque he aquí, he confundido el idioma que escribirás; por tanto, haré que en mi propio y debido tiempo estas piedras clarifiquen a los ojos de los hombres las cosas que tú escribirás. Ycuando el Señor hubo hablado estas palabras, mostró al hermano de Jared todos los habitantes de la tierra que había habido, y también todos los que había de haber; y no los ocultó de su vista, aun hasta los cabos de la tierra. (Éter 3:21-25; cursivas agregadas) En su traducción de las planchas de Éter, Moroni acababa de llegar a la parte en que el hermano de Jared había visto todas las cosas. Moroni tenía las mismas dos piedras que el Señor le 112
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había dado al hermano de Jared. Moroni mismo estaba a punto de ver toda la historia de ésta tierra, desde el principio hasta el fin, incluyendo cada persona que había vivido o que viviría sobre ella –así como lo había visto el hermano de Jared. Con toda probabilidad, la descripción que hace Moroni de la visión del hermano de Jared está intercalada sobre las planchas en la historia jaredita de la cual Moroni estaba haciendo un recuento. La historia jaredita incluía las cosas que había visto el hermano de Jared. Por lo tanto, cuando Moroni tradujo esa historia, y escribió las cosas que el hermano de Jared había sellado, él debió haber escrito ambas en el mismo juego de planchas en el orden en que ocurrieron. En otras palabras, la porción sellada del registro de Moroni se encuentra escrita sobre las mismas planchas en donde Moroni hizo el compendio de la historia de los jareditas, y no en las últimas planchas, como es concebido popularmente. Al empezar a escribir la historia de los jareditas, Moroni avanzó hasta el punto de la visión del hermano de Jared. Después de haber tenido esa visión, el hermano de Jared selló dos cosas, no solamente una. Selló primero las cosas que había visto y escuchado mientras se encontraba en la presencia del Señor (ver Éter 3:22). Segundo, selló el Urim y Tumim de acuerdo con el mandamiento del Señor (ver Éter 3:23). Por lo tanto, éstos ―sellamientos‖ debieron haber sido hechos por el poder de Dios, y no por un broche físico, como la interpretación pictográfica que hacen algunos artistas. Moroni quitó el sello a las cosas que el hermano de Jared vio y escuchó y al Urim y Tumim por medio del mismo poder de Dios. Al hacerlo, él vio las mismas cosas que había visto el hermano de Jared. Al hacerlo, dos problemas debieron haber surgido. La visión debió haber creado muchas preguntas en la mente de Moroni. Con seguridad él deseaba saber la interpretación de lo que él vio. Cuando Nefi tuvo una visión del árbol de la vida, él pidió su interpretación (ver 1 Nefi 11:8-11). En visiones subsecuentes el Espíritu del Señor le explicó a Nefi el significado de todo lo que vio (ver 1 Nefi 11:12, 14:30). Lo mismo debió haber sido verdad para Moroni. Él no tan solo vio la visión, sino que también recibió su interpretación. Una cosa sería que Moroni viera la creación del mundo y de Adán (ver Éter 1:3), y otra un tanto diferente sería comprender quienes fueron los padres de Adán y como están relacionados con la creación. Más aún, como Nefi, Moroni tenía que resolver la manera de escribir la interpretación de lo que vio. Él habría querido preservar para la posteridad la interpretación de lo que vio, al igual que lo que vio. En primera instancia Moroni escribió y selló solamente ―las mismas cosas que vio el hermano de Jared‖ (Éter 4:4; cursivas agregadas). No existe evidencia de que el hermano de Jared haya escrito la interpretación de lo que vio. Por otro lado, Moroni selló lo que el hermano de Jared vio así como su interpretación (ver Éter 4:4-5). El proceso de transcribir la visión y su interpretación probablemente llevó meses, si no es que años. La visión misma pudo haberse extendido en ese tiempo a través del repetido uso del Urim y Tumim. La pregunta era, ¿debía Moroni escribir la interpretación junto con todo lo que él vio o debía ponerla en otro lugar? Es posible que mientras Moroni escribía lo que vio y la explicación de lo que significaba, estuviera trabajando al mismo tiempo sobre dos grupos de planchas ―selladas‖. Cada juego de planchas pudo haber sumado más de veinte en número, puesto que la visión era grande. Moroni seguramente habló desde un conocimiento personal sobre el tema cuando dijo, ―y jamás se manifestaron cosas mayores que las que le fueron mostradas al hermano de Jared‖ (Éter 4:4). Asumiendo que Moroni escribió lo que él vio(que es lo que vio el hermano de Jared) sobre dos juegos de planchas al mismo tiempo, hubiera precedido Éter 4:1-19. En Éter 4:4 Moroni dice ―he escrito sobre estas planchas las mismas cosas que vio el hermano de Jared‖ (cursivas 113
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agregadas). En otras palabras, ha escrito la visión del hermano de Jared en las mismas planchas sobre las cuales él continúa escribiendo, no en planchas posteriores. Por otro lado, Moroni describe la manera en que el hermano de Jared tuvo su visión en Éter 3:6-28, acontecimiento que ocurre inmediatamente antes de Éter 4. Tal perspectiva de la porción sellada significa que la mitad de la parte sellada de las planchas –la visión del hermano de Jared– se encuentra localizada entre Éter 3:28 y Éter 4:1. Mientras se encontraba escribiendo la transcripción y el epílogo de la visión del hermano de Jared, Moroni estaba, al mismo tiempo, escribiendo en un juego de planchas adyacentes la interpretación de cada una de las cosas que vio. Moroni termina la tarea de escribir lo que vio y termina ese juego de planchas diciendo ―Amén‖ (Éter 4:19). Ese ―Amén‖ representa la terminación de las planchas (posiblemente cerca de veintitrés) de lo que él había visto. Sin embargo, durante ese mismo período de tiempo, Moroni había completado en un juego de planchas adyacentes la interpretación de lo que había visto. Entonces él terminó ese juego de planchas (posiblemente otras veintidós) y escribió Éter 5:1-6, nuevamente terminando con ―Amén‖ (Éter 5:6). La sección sellada de las planchas que contiene la interpretación se encuentra intercalada entre Éter 4:19 y Éter 5:1. Tal como con el hermano de Jared, el Señor habló con Moroni ―cara a cara‖ y habló con él ―así como un hombre lo dice a otro, concerniente a estas cosas‖ (Éter 12:39). Cuando Moroni dice ―estas cosas‖ significa la condición de los gentiles que vendrían a ésta tierra (ver Éter 12:35-38). Tal como el hermano de Jared vio y escucho estas cosas, así también Moroni. Así como lo hizo con anterioridad, Moroni escribe un epílogo para éste segundo juego de planchas –Éter 5:1-6. Él escribe la interpretación de la visión del hermano de Jared ―según [su] memoria,‖ escribiendo solamente ―las palabras que se [le] mandaron‖ (Éter 5:1). Entonces, una vez concluida la transcripción y el epílogo de la interpretación de la visión, lo que era una tarea extensa, Moroni nuevamente dice ―Amén‖ (Éter 5:6). (Las siguientes veces en las que Moroni dice ―Amén‖ son al final del libro de su padre, al final de su propio libro, y al final del capitulo doce en el libro de Éter. El ―Amén‖ al final del libro de Éter, no es de Moroni, sino de Éter mismo.) Las cinco veces que Moroni dice ―Amen‖ representan cerrar eventos significativos, periodos de tiempo, y/o discursos o escritos mayores.. El escenario que he descrito ayuda a explicar la declaración de Moroni de que ―el Señor me ha mandado que las escriba; y las he escrito. Y me mandó que las sellara; y también me ha mandado que selle su interpretación; así que he sellado los interpretes, de acuerdo con el mandamiento del Señor‖ (Éter 4:5; cursivas agregadas). Los ―intérpretes‖ –las dos piedras que comprenden el Urim y Tumim– eran los mismos que usó el profeta José Smith, quien de ese modo les quitó el sello nuevamente. Mucho antes de que él llegara a la parte sellada de las planchas, el joven José Smith había sido advertido ―No toques las cosas que están selladas‖ (2 Nefi 27:21) –refiriéndose a su traducción de las cosas escritas, y no al uso del Urim y Tumim. En Éter 5:1 Moroni repite esa advertencia al Profeta. El sellar y quitar el sello de las cosas sagradas se lleva a cabo por medio del don y el poder de Dios, y no por candados físicos. Como el hermano de Jared, quien selló lo que había visto y el Urim y Tumim, Moroni selló lo que había visto el hermano de Jared, además de la interpretación de lo que había visto y el Urim y Tumim. Esto descarta un candado físico como el método de sellar, porque las planchas selladas serían intercaladas entre los capítulos 3 y 5 del libro de Éter. Cuando Moroni dice que escribe solamente ―las palabras que se [le] mandaron‖ (Éter 5:1), él implica que había cosas adicionales acerca de la visión y su interpretación que no escribió. Si él 114
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hubiera escrito todo textualmente de las planchas de Éter, no hubiera habido razón para que escribiera la porción sellada. Lo único que tenía que hacer era colocar las veinticuatro planchas de Éter junto con los registros de su padre y enterrar ambos en el norte del Estado de Nueva York. La versión de Moroni es diferente porque en ella hay algunas cosas que se le manda no escribir, además de que agrega la interpretación de los eventos que vio. Por tanto, mientras que las planchas de Éter hacen un total de veinticuatro, las planchas selladas de Moroni hacen un total de casi el doble. Debido a que el profeta José Smith tenía el Urim y Tumim, pudo haber leído y traducido las planchas de Éter tan fácilmente como Moroni. Eso le hubiera ahorrado a Moroni el problema de volverlas a escribir, lo cual quizás le tomó años de trabajo. También le hubiera ahorrado a Moroni la transportación de la parte sellada hasta el norte del estado de Nueva York. Solamente esas planchas (quizás alrededor de cuarenta y cinco) habrían pesado casi el doble que las planchas de Éter.
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CAPÍTULO 22 MORONI PRESENTA UN SEGUNDO TESTIGO Debió haber algún propósito oculto detrás del hecho de que Moroni emprendiera la tediosa tarea de volver a escribir lo que estaba en las planchas de Éter. Quizás la interpretación de Moroni de lo que vio el hermano de Jared nos provea una explicación de por qué lo hizo. La interpretación de Moroni también será un segundo testigo de tan extraordinaria visión. En efecto, la porción sellada del Libro de Mormón nos proveerá una versión escrita de lo que las planchas de Éter aparentemente contienen en una forma codificada. Cuando finalmente obtengamos la porción sellada del Libro de Mormón y las planchas de Éter, los dos registros tendrán mucho en común. Por otro lado, habrá mucho en cada uno que aclarará más que el otro. Refiriéndose a ―el que las encuentre‖ –las planchas de Éter– (Éter 1:4), Moroni indica que él mismo ―estará facultado para obtener la historia completa.‖ Esto nos puede dar una clave para saber dónde enterró Mormón el Urim y Tumim, y posiblemente el compendio de Mormón, después de retirárselos a José Smith. Una cosa queda absolutamente clara. Los registros de los nefitas y de los jareditas son sorprendentemente similares. Al compendiar la historia jaredita y agregarla al registro que su padre hizo de la historia nefita, Moroni le da a los gentiles de los últimos días un segundo testigo. Ese testigo dice lo que le sucede a la gente que habita éste continente cuando se olvidan de Dios y maduran en la iniquidad. Al explicar en términos simples la razón de la caída de los nefitas y los jareditas, Mormón y Moroni hacen una advertencia a los gentiles. Habiendo visto nuestros días, también explican la clase de iniquidades que existen entre nosotros [los gentiles]. No es de asombrarse que esas iniquidades sean las mismas que existieron entre los nefitas y jareditas. Con ese parámetro, quizás la segunda porción de las planchas conduzca la historia de nuestros últimos días hacia el siguiente paso en el tiempo, ya que tales acontecimientos no fueron una prerrogativa en lo que Mormón y Moroni tenían que decirnos. Después de escribir la porción sellada, Moroni continua con la historia de los Jareditas. Él dice, ―Y ahora yo, Moroni, procedo a dar la historia de Jared y su hermano‖ (Éter 6:1; cursivas agregadas). Una de las dificultades que tuvo Moroni al traducir el registro jaredita es lo que él llama la ―debilidad en escribir‖ de los nefitas (Éter 12:23). En lugar de traducir el registro jaredita al hebreo cuya traducción ―no habría tenido ninguna imperfección‖ (Mormón 9:33), Moroni traduce al egipcio reformado (ver Mormón 9:32). El aparentemente limitado uso que hacían los profetas nefitas de los caracteres del egipcio reformado puede explicarnos por qué tan pocas evidencias de ellos se han encontrado en México y Centroamérica. En sus inicios, la forma escrita del egipcio reformado parece haber estado limitada a la escritura de registros sagrados. El desafío de Moroni de convertir los anales jareditas a ése leguaje fue considerable. El hecho de que el egipcio reformado haya sido un método de taquigrafía para escribir, nos ayuda a entender algunas de las dificultades que enfrentó Moroni. El egipcio reformado era un leguaje tan abreviado que todo el juego de planchas que tradujo José Smith, incluyendo la porción sellada, tenía probablemente menos de 2.5 centímetros de espesor (ilustración 102). De esas planchas, él tradujo más de quinientas páginas en inglés, dejando dos tercios de las planchas (la parte sellada, o el equivalente a unas mil páginas más en inglés) sin traducir. Si Mormón y Moroni hubiesen tenido más planchas disponibles que éstas, hubiesen escrito en hebreo, lo cual ellos hubiesen preferido (ver Mormón 9:33). 116
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Es concebible pensar que a Moroni le llevó años traducir todo el libro de Éter, tanto la parte sellada como la parte no sellada. Solamente para traducir la parte sellada, a él le fue requerido escribir, o más bien inscribir, el doble de lo que su padre había transcrito. Además, Moroni completó el compendio de su padre de la historia nefita, agregando dos capítulos al propio libro de Mormón. Después de traducir el libro de Éter, escribió su propio libro –el Libro de Moroni. El tipo de punzón que se usó para escribir sobre planchas metálicas se muestra en la ilustración 103. Aún cuando a José Smith solamente le tomó dos meses traducir el Libro de Mormón, él tuvo las planchas por casi un año. Durante ese tiempo, fue perseguido por chusmas y le era requerido proveer para su familia. Aún con estas dificultades, su condición fue un tanto diferente a la de Moroni. José Smith tenía solamente que traducir el texto y un escriba apuntaba todo a medida que él hablaba. Moroni, por otra parte, tenía que traducir el texto y con mucha dificultad inscribirlo en un lenguaje con el cual no estaba familiarizado y en planchas de oro. Al escribir los eventos finales de la historia jaredita, Moroni hace varios paréntesis importantes. Él hizo esto cuando las condiciones entre los jareditas se asemejaran a aquellas que él había visto que ocurrirían entre los gentiles de los últimos días. Él dice, por ejemplo, Y yo, Moroni, no escribo la manera de sus juramentos y combinaciones, porque se me ha hecho saber que existen entre todos los pueblos, y se hallan entre los lamanitas; Y han causado la destrucción de este pueblo del cual ahora estoy hablando, y también la destrucción del pueblo de Nefi. Y cualquier nación que favorezca tales combinaciones secretas para adquirir poder y riquezas, hasta que se extiendan sobre la nación, he aquí, será destruida; porque el Señor no permitirá que la sangre de sus santos, que fue vertida por ellos, clame siempre a él desde el suelo pidiendo venganza, sin que él los vengue. Por lo tanto, oh gentiles, está en la sabiduría de Dios que se os muestren estas cosas, a fin de que así os arrepintáis de vuestros pecados, y no permitáis que os dominen estas combinaciones asesinas, que se instituyen para adquirir poder y riquezas, ni que os sobrevenga la obra, sí, la obra misma de destrucción; sí, aun la espada de la justicia del Dios Eterno caerá sobre vosotros para vuestra derrota y destrucción, si permitís que existan estas cosas. Por consiguiente, el Señor os manda que cuando veáis surgir estas cosas entre vosotros, que despertéis a un conocimiento de vuestra terrible situación, por motivo de esta combinación secreta que existirá entre vosotros; o ¡ay de ella, a causa de la sangre de los que han sido asesinados! Porque desde el polvo claman ser vengados de ella, y también de los que la establecieron. (Éter 8:20-24) Después de esa aleccionadora admonición a los gentiles, Moroni regresa a su narración: ―Y ahora yo, Moroni, prosigo mi relación‖ (Éter 9:1; cursivas agregadas). Presumiblemente Moroni ahora se encontraba viajando hacia el este, habiendo pasado muchos años inscribiendo la parte sellada de las planchas. Tal parece que Moroni se detuvo en lugares apropiados para enseñar el evangelio, introduciendo los principios y ordenanzas fundamentales. Fue durante estos viajes hacia el este, posiblemente después de haber llegado, que escribió otro capítulo que consideró suficientemente significativo para colocar un ―Amén‖ cuando terminó. Antes de esto, él solamente había terminado dos segmentos de sus escritos con ―Amén,‖ los capítulos cuatro y cinco de Éter, que seguían a las partes selladas. Así como Mormón, algunos treinta años atrás, había dado un discurso sobre la fe, esperanza, y caridad, a los creyentes en Cristo, también Moroni al acercarse el fin de su ministerio hace lo mismo. Solo que en ésta ocasión Moroni se dirige a los gentiles concerniente a su disposición para carecer de caridad. Moroni expresa al Señor su temor concerniente a los gentiles. Él ruega al Señor que la falta de caridad de los gentiles no sea el resultado de su debilidad al escribir. Finalmente 117
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Moroni implora al Señor ―que diera gracia a los gentiles para que tuvieran caridad (Éter 12:36). Como se indica posterior-mente en éste capítulo, el Señor exonera a Moroni de la inminente catástrofe entre los gentiles. Ahora que Moroni se estaba acercando al final de su misión terrenal, habiendo visto la completa destrucción de su pueblo y habiendo sufrido años de tribulación, se le había prometido lo que toda persona digna añora: el Señor le prometió que debido a su fidelidad, heredaría el reino celestial. Fue sellado por el Santo Espíritu de la Promesa que saldría en la resurrección de los justos. Su llamamiento y elección le fueron asegurados. Y acompañando a tan sagrado evento, recibió la visita personal del Salvador. Moroni nos da un pequeño vislumbre de éste evento tan sagrado compartiendo lo siguiente: ―Y entonces sabréis que he visto a Jesús, y que él ha hablado conmigo cara a cara‖ (Éter 12:39). Entonces no nos causa mucha sorpresa que Moroni concluya el capítulo doce de Éter con un ―Amén.‖ De todas las cosas que Moroni había visto, entendido, y escrito en la parte sellada, esta visita del Salvador había rivalizado en belleza y majestuosidad a todas ellas. Este ―Amén‖ fue con toda propiedad un amén a las tentaciones y temores del mundo. Le fue asegurado que finalmente había vencido al mundo. Él pasaría la eternidad con el Salvador a quien amaba y había servido. Existe un punto más de interés en el capítulo doce de Éter. En el verso 38 Moroni se despide de los gentiles, ― y también de mis hermanos (los lamanitas) a quienes amo‖ (cursivas agregadas). Ambos, Mormón y Moroni se refieren a los nefitas como ―mi pueblo.‖ Mormón, como casi todos los profetas del Libro de Mormón, se refiere a los lamanitas (que no son miembros de la Iglesia), como ―los lamanitas.‖ Se resisten a referirse a los lamanitas no-miembros como ―mi pueblo‖ o ―mis hermanos.‖ Moroni, por otro lado, llama a los lamanitas sus hermanos. Si en verdad su madre era descendiente del pueblo de Ammón, Moroni era en parte lamanita, y estas gentes eran en verdad sus hermanos.
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CAPÍTULO 23 LOS AÑOS ERRANTES DE MORONI Después de terminar la traducción del libro de Éter Moroni ―había pensado no escribir más‖ (Moroni 1:4). Sin embargo, escribe su propio libro mientras anda ―errante por donde puedo, para proteger mi propia vida‖ (Moroni 1:3). Aparentemente Moroni tuvo el mismo problema al evadir a los lamanitas durante ese tiempo en que se encontraba escribiendo, que José Smith al tener que evadir a la chusma. El marco cronológico de estos eventos fue entre el año 400 y el 421 d.C. Mormón había sido asesinado algún tiempo antes del 400 d.C. Seguramente a Moroni le llevó un tiempo considerable trasladarse hacia un lugar seguro donde pudiese hacer planchas de oro y escribir sobre ellas. Eso nos lleva a creer que quizás empezó la traducción del libro de Éter años después del 400 d.C. Sin duda deseaba asegurar el Libro de Mormón para el profeta José Smith tan pronto hubo terminado de traducir el libro de Éter. Por lo tanto, podemos creer que a Moroni le llevó un largo tiempo, quizás más de diez años, traducir el libro de Eter. Ese libro –las veinticuatro planchas de Éter– a Moroni le fue mandado ―ocult[tarlo] otra vez en la tierra‖ (Éter 4:3; cursivas agregadas). Esto nos dice que las planchas de Éter habían sido enterradas con anterioridad, sin duda antes de que Moroni las recibiera. También nos dice que él enterró las planchas antes de terminar el libro de Éter, probablemente en el oeste, antes de iniciar su viaje hacia el este. Habiendo hecho esto, entonces no tendría que cargar estas planchas, con todo ese peso extra, hasta el norte del estado de Nueva York. También es posible que Moroni hubiese estado involucrado en sus deberes del ministerio durante el tiempo que duró la traducción. Aunque muchos años antes Moroni había debatido el asunto del bautismo de infantes con gente de los países del norte, para este tiempo, él ya tenía un perfecto entendimiento del evangelio. Él había visto al Señor. Más aún, habiendo traducido la parte sellada del libro de Éter, Moroni era la persona más informada sobre éste continente. Él debió haber tenido mucha demanda como un hombre de Dios entre los creyentes en cualquiera de los lugares por donde pasaba. Él nos hace saber que todavía había nefitas que no negaban al Cristo (Moroni 1:2). De hecho, esta aseveración indirectamente nos hace saber que la mayoría, si no es que todos los nefitas en el país del norte creían en Cristo, a diferencia de sus contemporáneos en Mesoamérica. Alma 45:10-11 indica que debido a la iniquidad de sus progenitores, los nefitas, ―llegarían a ser extinguidos.‖ Como ésta profecía se estaba cumpliendo en los días de Moroni, la manera más definitiva para que un nefita fuese exterminado era que creyese en Cristo. A pesar de que los nefitas habían emigrado los países del norte desde hacía más de cuatrocientos años, y que les llevó a los lamanitas más de veinte años (del 400 al 421 d.C.) localizar y destruir a todos ellos, podemos suponer que había un cierto número de nefitas en los países del norte que aún creían en Cristo. Esto es un considerable contraste comparado con la iniquidad de los nefitas de Mesoamérica, cuya historia Mormón había compendiado y quienes ya habían sido destruidos. Comúnmente se cree que Moroni anduvo errante sólo por Norteamérica por veintiún años, terminando sus viajes en el norte del estado de Nueva York. Uno ve dibujos de él atravesando las vastas llanuras sólo. Sin embargo, parece que ése no fue el caso. Existe a través de todo el territorio de los Estados Unidos un gran número de antiguas historias de los nativos americanos acerca de un ―profeta‖ que llegaba a una aldea de sorpresa, enseñaba paz y amor, y luego se iba (ver Hansen, He Walked the Americas). Algunos creen que éstos acontecimientos describen a Jesucristo visitando las aldeas de los nativos americanos. Sin embargo, un candidato más ideal para ser aquel visitante es Moroni. Moroni no habría aparecido milagrosamente en una aldea, sino que habría llegado y se 119
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habría marchado exactamente como lo describen las historias. Por otro lado, de acuerdo con el Libro de Mormón no se sabe que Jesús haya caminado por las praderas visitando aldeas de la localidad después de su resurrección,. Cito de varias historias nativas americanas registradas en el libro He Walked The Americas: Todavía recordamos al profeta. En la Tienda Wisaco y en muchas otras hay algunos que todavía saben su leguaje secreto, pero esas cosas se están olvidando fácilmente. (75) Vino sólo. Él organizó las iglesias, cambió los templos, enseñó el sacerdocio. Algunos dicen que les enseñó un lenguaje secreto con ciertas señales de saludo... Él no solo caminó entre nosotros, también caminó en el reino de lo futuro. (69) Se dice que nos dijo de hombres blancos que vendrían, y cuando lo hizo, sus ojos tenían una mirada triste como mirando en ellos las escenas del futuro. (79) En barcos muchos hombres barbados vienen del otro lado de donde sale el sol. Muchos son los barcos como los copos de nieve de invierno. Y veo a esos hombres tomando la ancha tierra; y los montes, que tienen las crestas de nuestras ciudades son para ellos, ay, y solo la a tierra para el que la toma. Ellos no respetan nuestros árboles de cedro. Solo tienen hambre, niños incultos, y con ellos la visión se cierra. (43) Él estaba triste ese día que nos habló, porque nos estaba dejando para viajar hacia el norte. (79). Dejó a nuestra gente una noche en que estaba nevando. El debía ir a los Cree hacia el norte a Canadá, y después de ver a la gente del norte iría hacia la puesta del sol y al río del oeste que corre hacia el océano donde se pone el sol. Dicen que mientras caminaba, los copos de nieve danzaban en el cielo haciendo dibujos. Había dos lobos que siempre estaban con él y ahora ellos siguen sus pasos. Uno era blanco y uno plateado oscuro. Él se rió cuando ellos le ofrecieron guiarlo... él conocía bien el campo. (89) Hubiese sido apropiado que Moroni visitara las esparcidas comunidades de migrantes y que compartiese con ellos el mensaje de paz mientras viajaba cruzando Norteamérica. Sin lugar a dudas, muchos de los grupos del pueblo de Ammón, así como de nefitas que vivían en éste continente, estarían listos para ministrarle en sus necesidades y proveerle alimento y alojamiento. Lo más probable es que Moroni haya pasado extensos períodos de tiempo en tales lugares para poder descansar de su viaje (mapa 32). El profeta Onandagus, de quien José Smith hace mención (History of the Church 2:79), pudo haber sido contemporáneo de estos acontecimientos. Si así lo fue, con seguridad habría ayudado a Moroni en sus viajes y esfuerzos misionales. El ― gran profeta Onandagus... fue conocido desde el mar del este hasta las Montañas Rocallosas‖ (ver Palmer, In Search of Cumorah, 76). Si este profeta no estaba vivo durante este tiempo, otros profetas en los países del norte con seguridad lo estaban y habrían estado al tanto de la misión de Moroni. Antes de escribir este libro siempre me pregunté por qué Moroni decidió incluir los capítulos tres, cuatro, cinco y seis de su libro. Dada la naturaleza histórica de los acontecimientos de él y su padre, y considerando las circunstancias a las que se enfrentaba en ese tiempo, los capítulos siempre parecían estar fuera de contexto para mí. No fue sino hasta que entendí la misión de Moroni durante los treinta y cinco años después de Cumorah, que empecé a apreciar lo que había escrito y el por qué. Los capítulos siete, ocho y nueve de Moroni aclaran que él, y hasta cierto grado su padre, ministraron y establecieron la Iglesia entre el pueblo en los países del norte. Ese ministerio parece haber estado enfocado en el desarrollo de nuevas ramas de la Iglesia, bautizando nuevos miembros, ordenando poseedores del sacerdocio e instituyendo el sacramento entre los nuevos conversos. Moroni, habiendo llevado a cabo estas ordenanzas fundamentales de la Iglesia a lo largo y 120
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ancho de los países del norte, naturalmente que escribiría esas ordenanzas en su libro. Tal como lo sugieren las citas de He Walked the Americas, Moroni debió haber viajado de pueblo en pueblo enseñando el evangelio, bautizando a conversos, ordenando al sacerdocio, y dirigiendo reuniones sacramentales bajo la dirección del Espíritu Santo. Estos deberes llevaron a Moroni desde la esquina suroeste del actual territorio de Estados Unidos de Norteamérica cruzando todo lo ancho del continente, y posiblemente a Canadá, hasta el norte del estado de Nueva York, donde terminó varias tareas. Él regresó al compendio de su padre a partir de donde Mormón se había quedado muchos años atrás. Moroni dice, ―Yo soy el mismo que esconde esta historia para los fines del Señor‖ (Mormón 8:14). Entonces él escribió Mormón 8:14 hasta el 9:37, culminando así el libro de su padre. Él escribió estos versículos finales algún tiempo después de completar la parte sellada del Libro de Mormón. El tiempo fue alrededor del 421 d.C. (ver Moroni 10:1). Después de haber terminado la traducción del registro de Éter, Moroni cree que su labor como escritor está terminada. Por lo tanto, se dirige a la última plancha de oro que le quedaba, la cual estaba limpia en ambos lados. Sobre ella escribió lo que se conoce como la portada del Libro de Mormón. Como en los leguajes semíticos, Moroni estaba escribiendo de derecha a izquierda, así que la última plancha debió haber estado en el lado izquierdo del juego de planchas. Uno supone que fue entonces cuando Moroni hizo la caja de piedra que el profeta José Smith encontró enterrada. En esa caja Moroni guardó las planchas de oro, el Urim y Tumim, y el pectoral. Entonces preparó una gran piedra lisa que sirviera como tapa de esta ―cámara‖ de piedra para que se enterraran estos artículos sagrados. Ahora que su misión había terminado, Moroni dio por hecho que sería descubierto y asesinado. Sin embargo, hasta que ese evento sucedió, él persistió escribiendo su propio libro en la parte derecha de la última plancha de oro (siendo que la carátula estaba en el lado izquierdo). Cuando Moroni dice ―había pensado no escribir más, pero no he perecido todavía‖ (Moroni 1:1), él nos está diciendo dos cosas. Primero, que ahora se encontraba en el cerro que está en el norte del estado de Nueva York donde debía enterrar las planchas. Segundo, él daba por hecho que sería asesinado. Habiendo visto todos los eventos de este mundo, por medio del Urim y Tumim, con seguridad sabía lo que el destino le deparaba. Es una suposición segura que después que Moroni hubo asegurado los tres artículos sagrados en la caja de piedra, fue descubierto y muerto. Es muy probable que selló su testimonio con su sangre, tal como el joven vidente de quien iba a ser tutor mil cuatrocientos años después. Moroni incluye en su propio libro varios tópicos, tales como los reglamentos concernientes al bautismo y la confirmación, ordenaciones al sacerdocio, y las oraciones sacramentales. En un principio a mí me pareció raro que Moroni haya escogido tales cosas para terminar su registro. Sin embargo, cuando me di cuenta de que probablemente él estaba enseñando estas mismas cosas al pueblo entre quienes viajaba, entonces tuvo un perfecto sentido. De hecho, es posible que Moroni haya ayudado a organizar o reconstituir algunas ramas de la Iglesia durante el curso de sus viajes a lo largo del territorio de Norteamérica. Moroni también escribe en su propio libro el discurso de su padre sobre la fe, esperanza, y caridad. Como lo más probable es que Moroni no haya estado presente cuando Mormón dio este discurso a los pueblos en los países del norte, podemos asumir que Moroni tuvo acceso a este sermón por vía del Urim y Tumim. Moroni entonces agregó dos de las cartas que había recibido de su padre, para así mantener el espíritu del hombre cuyo compendio de la historia nefita constituye la mayor parte del Libro de Mormón. Durante los muchos años que Moroni estuvo lejos de su padre llevando a cabo su ministerio (del 386-399 dC), con certeza su padre le había escrito muchas cartas. Las dos cartas que Moroni incluye en su libro, así como el discurso de su padre, nos pueden revelar 121
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un muy sutil mensaje acerca de Moroni el hombre, así como el mensaje que deseaba transmitir acerca de sí mismo y su padre. La primera carta de su padre que Moroni incluyó en su libro es el capítulo ocho. Se refiere al llamamiento de Moroni al ministerio, así como el tópico concerniente al bautizo de infantes. La segunda de las cartas de Mormón indica que nuevamente había empezado a predicar el evangelio de Cristo al pueblo entre el que se encontraba. Moroni cita a Mormón cuando escribe: ―He aquí, continuamente estoy afanándome con ellos, y cuando les hablo la palabra de Dios con severidad, tiemblan.‖ Y por último, pero no de menor importancia, Moroni incluye el discurso de su padre sobre la fe, esperanza, y caridad (Moroni 7). Este discurso fue dado a aquellos que eran ―los pacíficos discípulos de Cristo‖ y quienes habían experimentado una ―conducta pacífica para con los hijos de los hombres,‖ aquellos quienes, después del juicio, tendrían ―reposo con él [el Señor] en el cielo‖ (Moroni 7:3-4). Parece que Moroni deseaba trasmitir que aún cuando él servía en la milicia cuando era necesario, él era mejor conocido como un ministro del Señor, un hombre de paz. Él tenía sus raíces entre el pueblo de Ammón. Él no era un guerrero. Su padre, por otro lado, era el comandante de los ejércitos nefitas. Él sí era un hombre de guerra. Aún cuando era un gran profeta, y un sobresaliente historiador, Mormón había tenido limitadas oportunidades para predicar el evangelio de Cristo. Los llamamientos en sus vidas parecen haber estado yuxtapuestos a cada uno, tanto en sus llamamientos como en su linaje. Todo el libro de Moroni llena doce páginas escritas a máquina, lo que significa que hubiese requerido un lado de una plancha de oro (ver apéndice A). Es un libro que hace énfasis en los principios salvadores del evangelio de Cristo, no en la destrucción de la nación nefita. Es un libro que representa a su padre como un gran maestro, un ministro de Cristo –un hombre de Dios. Ya que el compendio de su padre hablaba tanto acerca de las guerras, debió haber sido importante para Moroni recordarnos que su padre era un gigante espiritual. Por necesidad, era el comandante de la armada nefita. Él era un ministro del evangelio de Jesucristo debido a su amor por el Salvador. Finalmente, Moroni inscribió la siguiente despedida para sus hermanos los lamanitas: Y cuando recibáis estas cosas, quisiera exhortaros a que preguntéis a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si no son verdaderas estas cosas; y si pedís con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo, él os manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo; Y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas. (Moroni 10:4-5) ¡Qué excepcional admonición de Moroni cuando escribe a los descendientes de aquellos que estaban terminando con los últimos nefitas que quedaban vivos, y quizás con él mismo! ¡Qué mensaje de amor para los descendientes de aquellos que habían jurado matar a los profetas y destruir sus registros, quienes lo habían perseguido, así como a sus amigos y a su familia por más de treinta y cinco años! Después de escribir su mensaje final a los lamanitas, Moroni sella las planchas de oro con el Urim y Tumim y su pectoral en la ―cámara‖ de piedra que había preparado. Después de eso, no hay registro que nos indique qué pasó con él. Este hijo del gran comandante y profeta Mormón había terminado su propia misión sobre la tierra. Él había estado involucrado en la gran batalla de Cumorah en un intento por preservar a los nefitas. Él había servido por muchos años en su llamamiento al ministerio. Había caminado más de 6,400 kilómetros, traducido los antiguos registros y conversado con Jesús cara a cara. Los tres nefitas le habían ministrado cuando había sido necesario. Se había convertido en un vidente. De esta posición, Ammón dice: ―un vidente es también revelador y profeta, y no hay mayor don que un hombre pueda tener, a menos que posea el 122
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poder de Dios‖ (Mosiah 8:16; cursivas agregadas). Si Moroni nació en el 350 d.C. debió haber tenido setenta y un años de edad cuando terminó y enterró éste registro en el año 421 d.C. Por lo tanto, es posible que después de que Moroni enterró las planchas, vivió lo suficiente para cumplir setenta y dos años antes de ser asesinado por los lamanitas. Esto significa que Moroni tenía la misma edad que los nueve discípulos de Jesús cuando murieron (ver 3 Nefi 28:3). Su edad, setenta y dos años, también equivaldría al total del número de planchas que enterró. Setenta y dos, siendo un múltiplo de un perfecto numero entero, veinticuatro, puede también reflejar a los tres miembros (perfectos) de la Trinidad, a quienes Moroni sirvió tan fielmente. No existen fuentes de información de primera instancia que nos indiquen cómo murió Moroni. Un registro de tercera instancia establece que el Hermano Higgenson expresó que Thomas Marsh le dijo que el profeta José Smith había dicho que Moroni murió en un combate de espadas, en el cual peleó mano a mano con seis indios. Después de matar a tres de los indios, Moroni ―quedó agotado‖ y entonces fue asesinado por el cuarto indio con quien cruzó espadas (Peterson, Moroni: American Prophet, Modern Messenger, 77). Si en realidad Moroni fue hijo de una madre perteneciente al pueblo de Ammón, y si él mismo vivió bajo el principio de no matar, este acontecimiento resultaría un tanto inconsistente con ese estilo de vida. Este acontecimiento tampoco parecería característico de un vidente, ni de Moroni en vista de lo que escribió acerca de los lamanitas. En su propio libro, así como en lo que escribió para el beneficio de los gentiles y lamanitas de nuestros días, él dice: ―Y ahora yo, Moroni, me despido de los gentiles, sí, y también de mis hermanos a quienes amo‖ (Éter 12:38; cursivas agregadas). Al terminar Moroni su admonición a los gentiles y lamanitas en el libro de Éter, él se refiere a los lamanitas de una manera muy inusual –él les llama sus hermanos. Esta caracterización de los lamanitas como ―mis hermanos‖ casi no es usada por los escritores del Libro de Mormón, a excepción de los comentarios de Nefi y Jacob, los hermanos de Laman y Lemuel. Moroni no tan solo se refiere a los lamanita no miembros de esta manera poco común, sino que además agrega la frase ―a quienes amo,‖ una expresión nunca antes aplicada por un nefita para referirse a un lamanita en el Libro de Mormón. No parece normal que un gran vidente escriba una proclamación para ―mis hermanos los lamanitas‖ y profese su amor por ellos, y luego elimine a tres de ellos por la espada, especialmente si la persona en cuestión era un hombre de paz. Tal historia podría haber tenido sentido si es que Moroni estaba protegiendo las planchas de ser descubiertas y/o destruidas. Pero durante este período de tiempo, después de haber enterrado las planchas, seguramente sabía que tenía que sellar su testimonio con su vida. Dadas estas circunstancias, ¿por qué matar en ese proceso a tres lamanitas a quienes amaba? Debido a que Moroni apareció a José Smith como un ser resucitado, sabemos que murió. Sin una declaración fidedigna sobre el tema, las circunstancias de su muerte son meras especulaciones. Sin embargo, tal como su padre y el joven vidente de quien se convertiría en tutor, Moroni indudablemente selló su testimonio con su sangre. Ahora, esperaría su misión post mortal en el paraíso de Dios.
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CAPÍTULO 24 EL MINISTERIO POST-MORTAL DE MORONI La siguiente vez que Moroni apareció en la tierra fue durante la noche del 21 al 22 de septiembre de 1823. Apareció al joven José Smith como un ser resucitado, anunciando que había llegado el tiempo para la restauración del evangelio de Jesucristo. Él apareció a José tres veces en una noche y además de dar su mensaje de la restauración, le informó acerca de las planchas de oro que debía recoger y traducir. Durante los siguientes cuatro años, Moroni se entrevistó con José cada año en el sitio donde se encontraban depositadas las planchas. Moroni hizo más que simplemente guiar a José Smith al lugar donde se encontraban enterradas las planchas –era el mentor y tutor del joven vidente. Finalmente, en el año de 1827 a José se le fue permitido tomar las planchas y traducirlas. José tenía veintidós años de edad, solamente dos años más joven que Mormón cuando se hizo cargo de las planchas de Nefi. Después de esta ocasión, Moroni apareció en varias ocasiones más. Él tomó nuevamente las planchas que tenía José Smith por un breve tiempo en 1828, cuando fueron extraviadas las primeras 116 páginas traducidas; apareció a los Tres Testigos en 1829 y les mostró las planchas; y cuando José Smith finalmente hubo traducido el Libro de Mormón y estaba listo para su publicación, éste regresó a Moroni las planchas, con el Urim y Tumim y el pectoral. Es de esperarse que Moroni participará en su descubrimiento nuevamente cuando los gentiles reúnan las condiciones para traducir la parte sellada del Libro de Mormón. ¿Qué debemos suponer que hizo Moroni con las planchas de oro y el Urim y Tumim una vez que se las regresó José Smith? Algunos creen que él las retuvo en su poder, pero eso parece inconsistente con las leyes universales. Las planchas consisten de elementos temporales que son parte de ésta tierra. Así como Moroni originalmente las enterró para esperar su traducción por el Profeta José Smith, lo más seguro es que Moroni las haya depositado nuevamente en la tierra para esperar una traducción posterior, tal como lo había hecho con las planchas de Éter. Asumiendo que Moroni las haya escondido nuevamente, ¿dónde debemos suponer que lo haya hecho? Pudo haberlas regresado al cerro en el norte del estado de Nueva York donde José Smith las encontró, pero eso las haría vulnerables a ser descubiertas una vez que la localización del cerro se hizo pública. También pudo haberlas llevado al Cerro de Cumorah donde se encuentra la antigua biblioteca nefita, pero eso podría ponerlas geopolíticamente fuera de alcance de aquellos de quienes deben proceder nuevamente. Otra posibilidad es que Moroni las haya depositado en el lugar donde depositó las planchas de Éter. Esta posibilidad suena más creíble una vez que leemos Éter 1:4. Es enteramente posible que después que José Smith regresó el Urim y Tumim a Moroni, fueron enterrados con las planchas de Éter. Supuestamente las planchas de Éter fueron enterradas por Moroni en el oeste de los Estados Unidos de Norteamérica antes de comenzar su viaje hacia la parte norte del estado de Nueva York. Esto pondría al Urim y Tumim a disposición de quien encuentre las planchas de Éter (ver Éter 1:4). Si Moroni enterró el Urim y Tumim con las planchas, probablemente también enterró en el mismo lugar las planchas que José Smith le regresó. La cosa importante es que ambos registros saldrán sin duda tan pronto como califiquemos para recibirlas. En ese tiempo, cuando el Señor lo juzgue conveniente, debemos suponer que oiremos de Moroni una vez más. Contrario a la opinión popular, el tamaño y peso de las planchas que Moroni cargó desde Utah hasta el norte del Estado de Nueva York fueron relativamente delgadas y ligeras. El número total de planchas, tanto selladas como no selladas, creo que suman setenta y dos. Las planchas 124
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mismas, entre todas, tenían un poco menos de 2.5 cm. de grosor y pesaban entre quince y veinte kilogramos (ver ilustración 102; también ver Apéndice A). El profeta José Smith guardaba las planchas en un escritorio portátil de madera (ilustraciones 104-105). El escritorio tenía solamente diez centímetros de alto al frente y quince en la parte trasera y aún así, había espacio para las planchas, el Urim y Tumim y el pectoral (1989 Seminary Manual, 44). La explicación de por qué son representadas erróneamente como de quince centímetros de espesor, se encuentra en el Apéndice A. De acuerdo con las escrituras, el evento final en el cual Moroni estará involucrado será en el tribunal de Dios. Entonces Dios confirmará que lo que Moroni escribió sobre las planchas es verdad y comprometedor para quien las lea. Las últimas palabras de Moroni en su relato terrenal se encuentran en esta hermosa despedida y promesa: Y ahora me despido de todos. Pronto iré a descansar en el paraíso de Dios, hasta que mi espíritu y mi cuerpo de nuevo se reúnan, y sea llevado triunfante por el aire, para encontraros ante el agradable tribunal del gran Jehová, el Juez Eterno de vivos y muertos. Amén. (Moroni 10:34).
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APENDICE A LAS PLANCHAS DE ORO Con excepción de sus deberes militares, la vida y viajes de Mormón y Moroni fueron dedicados a escribir, compendiar, transportar, proteger, y finalmente esconder los registros históricos y religiosos de los nefitas. Lo asombroso es que hicieron estas cosas para el beneficio de aquellos viviendo en nuestros días, no para su propio pueblo, quienes estaban condenados. Además, estos hombres fabricaron las planchas sobre las que escribieron. Ninguna de las tareas que llevaron a cabo hubiese sido fácil bajo ninguna circunstancia. Para complicar las cosas, con frecuencia llevaron a cabo tales labores en un territorio con el cual no estaban familiarizados, mientras se encontraban en el camino, y con enemigos que intentaban matarlos. Tales eran las circunstancias bajo las cuales laboraron Mormón y Moroni para hacer y preservar los registros de su pueblo. Aquí intentaré ilustrar algunas características de su obra, las dificultades que tuvieron al escribir, y el idioma involucrado. Trataré, hasta donde me sea posible, aclarar las características físicas de las planchas que obtuvo José Smith –el material de que estaban hechas, su contenido, y las inscripciones mismas. Para poder aclarar estas cosas, he hecho cálculos basándome en algunos artefactos de mi propiedad, en declaraciones hechas por algunos de los primeros líderes de la Iglesia, y en descripciones que hace del Libro de Mormón. Características de las Planchas de Oro Para poder tener una visión del tamaño y número de las planchas de las cuales José Smith tradujo el Libro de Mormón, son necesarios ciertos pedazos de información. Lo que sigue, es mi intento por extrapolar una pieza clave de información. Fue casi por accidente que observé el recurrente uso del número veinticuatro en el Libro de Mormón. Cuando lo hice, me ayudó a entender muchas de las cosas contenidas en ese libro y en otros. Mientras estaba estudiando el registro que Mormón hace de la batalla de Cumorah, observé dos referencias que aparentemente eran inconsistentes acerca de los veinticuatro sobrevivientes. En la primera referencia Mormón dice ―Y cuando hubieron pasado por en medio, y derribado a todos los de mi pueblo, salvo a veinticuatro de nosotros... (Mormón 6:11; cursivas agregadas). Esta declaración implica que Mormón fue uno de los veinticuatro sobrevivientes de la batalla en Cumorah. Sin embargo, en la segunda referencia, unos cuantos versículos más adelante, él se excluye a sí mismo de los veinticuatro sobrevivientes. Él dice, ―si, había caído todo mi pueblo, salvo los veinticuatro que estaban conmigo‖ (Mormón 6:15; cursivas agregadas). Esta aseveración implica que Mormón no era uno de los veinticuatro sobrevivientes. Al estar tratando de resolver la discrepancia entre estas dos declaraciones, observé otras referencias de veinticuatro en el Libro de Mormón. Al investigar más a fondo, concluí que el asunto que Mormón estaba tratando de transmitir no era el número preciso de sobrevivientes sino el número veinticuatro. Por lo tanto la discrepancia con respecto a los veinticuatro sobrevivientes de Cumorah, no quiere decir que verdaderamente no existiera ese número. Lo que sí significaba es que el número veinticuatro contenía un mensaje. Ese número por sí mismo transmitía un mensaje que era más importante que el hecho de saber si Mormón era o no uno de los veinticuatro. Al final concluí que veinticuatro tiene que ver con definitivo, total, finalización, o terminación. Encontramos otras instancias de veinticuatro en el Libro de Mormón. Por ejemplo, Mormón debía retirar las planchas que Ammarón había escondido cuando llegara a la edad de veinticuatro. Las planchas de Éter, que eran un registro completo de los jareditas, hacían un total de veinticuatro. Había un total de veinticuatro regimientos de soldados en el ejército de Mormón, veintitrés en 126
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Cumorah, y uno que debía proteger a aquellos que no calificaban para la batalla. Sería difícil creer que tales usos del veinticuatro son una mera coincidencia. Llegué a la conclusión de que tenía que haber una razón para tal situación que reflejara la importancia del número veinticuatro. El factor común de los eventos en los cuales ese número es usado es en definitivo o total. Así como veinticuatro horas completan un día, así el uso del veinticuatro en conexión con éstos eventos parece que tenía la intención de transmitir implícitamente un mensaje de terminación. Si ―un día es para el Señor como mil años, y mil años como un día‖ (2 Pedro 3:8), entonces los mil años de historia de los nefitas –del 600 a.C. al 400 d.C.– hubiesen sido veinticuatro horas de acuerdo al horario del Señor. La organización del ejército de Mormón en veinticuatro regimientos con veinticuatro capitanes era, por tanto, ilustrativa acerca de la batalla. Significaba ―el fin del día‖ de la nación nefita, la terminación de ese capítulo de la historia del pueblo de Dios. Con toda intención, la historia de los nefitas terminó en Cumorah, aunque ocurrieron eventos importantes post-Cumorah. En la Biblia encontramos que de los lomos de Abraham procedieron veinticuatro príncipes, doce de Ismael y doce de Jacob (Génesis 17:20, 35:22). Israel organizó su ejército asignando 24,000 soldados a cada regimiento (1 Crónicas 27:1-15). Veinticuatro ancianos sentados en veinticuatro tronos rodean el trono de Dios, alabándole por siempre (Apocalipsis 4:4). Además de los usos del veinticuatro, captó mi atención que Jesús le prometió a nueve de los doce discípulos que vivirían hasta la edad de setenta y dos. Setenta y dos equivale a tres veces veinticuatro. Los doce que escogió Jesús de entre los nefitas juzgarán a los descendientes de Lehi bajo la dirección de los doce que Jesús escogió en Palestina, entre ambos suman veinticuatro (ver Mormón 3:19). El número veinticuatro también aparece en los albores de la Iglesia restaurada. José Smith tenía veinticuatro años cuando fundó la Iglesia –la misma edad que Mormón cuando retiró los registros nefitas del cerro Shim. A partir del tiempo en que José Smith recibió la Primera Visión hasta su muerte transcurrieron veinticuatro años. Veinticuatro Sumo Sacerdotes estuvieron presentes en la organización del primer Sumo Consejo. Mi propósito al abordar estas paralelas no es tan sólo para que tengan sentido las declaraciones de Mormón acerca de los veinticuatro sobrevivientes en Cumorah, sino que también es para hacer una proyección acerca del número de planchas que Mormón usó en su compendio de la historia nefita. Mormón escribe que él mismo hizo las planchas sobre las cuales escribió su compendio. Debido a que estaba poco preparado para hacer planchas de oro después de Cumorah –así como también Moroni antes del 400 d.C.– debemos sacar en conclusión que Mormón las hizo antes de Cumorah, tal vez durante los catorce años en los cuales se negó a guiar a los nefitas en contra de los lamanitas. No habiendo tenido responsabilidades militares entre los años del 362 al 376 d.C., Mormón debió haber tenido tiempo suficiente para leer los registros históricos de Mosíah, Alma, Helamán, etc., y empezar a organizar su compendio. Por otro lado, durante los diez años antes de Cumorah, (lo que, junto con los catorce años de su retiro suman otros veinticuatro años), Mormón estuvo profundamente involucrado en guerras y en la preparación de su pueblo para la batalla. En Cumorah, se tuvieron que tomar muchas decisiones para establecer una ―ciudad‖ artificial que albergara a miles de personas por varios años en un lugar con el que no estaban familiarizados. La fabricación de implementos de guerra, entrenamiento militar, estrategias de batalla, y alimentación de tanta gente debieron haber ocupado el tiempo de Mormón. Basado en el uso que Mormón hace del número veinticuatro y en observaciones que hicieron acerca del grosor de las planchas algunos de los que las vieron, concluyo que Mormón hizo 127
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veinticuatro planchas de oro sobre las cuales podría escribir su compendio. También deduzco que Mormón diseñó ese número de planchas y determinó de antemano el número de planchas que asignaría a cada profeta y periodo de la historia nefita. El profeta José Smith reportó que las planchas no eran siquiera del grosor del estaño común. En 1830 el estaño común era aproximadamente de .027 a .038 cm. de grueso, así que las planchas debieron haber tenido un grosor de .025 cm. más o menos. Él también dijo que la parte sellada abarcaba aproximadamente dos terceras partes de las planchas. Las planchas por sí mismas medían alrededor de 20 cm. por 15 cm., y el ―volumen‖ total era de ―casi 15 cm. de grueso‖ (History of the Church, 4:537). El problema con respecto a la conceptualización del tamaño de las planchas no tiene que ver con lo largo o ancho de las mismas sino con su grosor. Un juego de planchas de quince centímetros de espesor no hubiese cabido en la caja que José Smith usó para esconderlas (ilustración 105). Esa caja –un escritorio portátil– era de diez centímetros de profundidad al frente y de quince centímetros en la parte trasera. Si las planchas mismas medían quince cm. de grueso, no hubiesen cabido dentro de la caja. Por lo tanto, la referencia de ―casi quince centímetros de grueso‖ debe describir a las planchas con sus anillos. Los anillos que sujetaron a las planchas eran probablemente de quince centímetros de alto, mientras que las planchas mismas no eran tan gruesas, quizás menos de dos y medio centímetros. Esto va de acuerdo con la manera en que el Profeta las describió. ―Estaban... unidas en un volumen... con tres anillos que las atravesaban. El volumen era de aproximadamente quince centímetros de grueso‖ (History of the Church, 4:537; cursivas agregadas). Los quince centímetros a los que se refiere son del juego completo, con todo y anillos, no solamente a las planchas. James E. Talmage es uno de los pocos que pudieron percatarse de la diferencia que hay entre el grueso del volumen comparado con el grueso de las planchas. Él establece que las planchas ―estaban sujetas por tres anillos que atravesaban las planchas cerca de una de las orillas; juntos [las planchas y los anillos] formaban un libro de cerca de quince centímetros de grueso (Artículos de Fe, 262-63). Mucha de la información que he obtenido con respecto a las planchas proviene de mi propia experimentación con planchas para así poder duplicar, en lo posible, su logística. Hice fabricar un juego de setenta y dos planchas de acuerdo a las medidas y espesor que el Profeta José Smith había indicado y aprendí que pesaban 5.450 kilogramos (ver ilustración 102). Desde luego, dejé espacio para agregarle las planchas menores de Nefi y la porción sellada de las planchas. Debido a que el oro pesa como el doble de lo que pesa el bronce, planchas de oro (con un poco de aleación) de dos y medio centímetros de grueso deben pesar entre nueve y once kilogramos. Si el grosor hubiese más que eso –quince centímetros– hubiesen pesado entre 54.5 y 68 kilogramos y le hubiese sido imposible a José Smith escapar del populacho con las planchas en las manos, tal como se informa que lo hizo. Si el total de las planchas hubiese sido de quince centímetros de grueso, cada plancha teniendo aproximadamente el grueso mencionado anteriormente, habría habido espacio suficiente para que Mormón y Moroni escribieran su registro en hebreo, que era lo que ellos habrían preferido (ver Mormón 9:3). El hecho de que hayan escrito en Egipcio Reformado es una evidencia más de que había ―pocas planchas‖ tal como Mormón lo establece en Mormón 6:6. Supongamos que estoy en lo correcto respecto al número de planchas que Mormón hizo para su compendio –veinticuatro. Debido a que se escribía en ambos lados, entonces darían un total de cuarenta y ocho lados. Dividiendo el número de páginas de la traducción en inglés del Libro de Mormón entre esos cuarenta y ocho lados, podemos determinar que cada lado de una plancha de oro contiene aproximadamente diez páginas de la traducción en inglés. Mi Libro de Mormón 128
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–hasta el final de Mormón– contiene unas 480 páginas en inglés. Diez páginas impresas de la traducción en inglés serían un promedio, ya que la proporción de páginas en inglés por lado de una plancha variaría dependiendo del número de nombres propios y fechas que fueran empleados. Cuando se usa esta fórmula, emergen algunas interesantes posibilidades. El Libro de Mosíah contiene setenta y dos páginas en inglés; a un promedio aproximado de diez páginas en inglés por lado, nos daría un total de seis lados o tres planchas de oro. El Libro de Alma contiene ciento sesenta y un páginas en inglés; a un promedio de diez páginas en inglés por lado nos darían dieciséis lados u ocho planchas de oro. El libro de Helamán contiene treinta y nueve páginas en inglés; que harían un total de cuatro lados o dos planchas de oro. Tercer y Cuarto Nefi contienen sesenta y un páginas en inglés –seis lados o tres planchas de oro. Mormón contiene veintidós páginas –dos lados o una plancha de oro. Eso hace un total de setenta y dos planchas, comenzando desde el libro de Mosiah. Por otro lado, de Primer Nefi hasta Palabras de Mormón hay como ciento cuarenta páginas en inglés –dejando un mayor espacio para notas al calce en esta parte de la presente edición del Libro de Mormón de lo que se deja en el resto del libro. Desde Primer Nefi hasta Palabras de Mormón es una traducción tomada de las planchas menores de Nefi y no del compendio hecho por Mormón. Suponiendo que las planchas menores de Nefi contienen aproximadamente la misma cantidad de información abarcando el mismo período que las planchas que en el compendio de Mormón –del 600 al 130 a.C.– podríamos aumentar otros catorce lados o siete planchas que Mormón habría elaborado. La traducción de esas planchas comprende las primeras 116 páginas manuscritas de la traducción de José Smith que fueron extraviadas y que nunca se publicaron. La primera parte del Compendio de Mormón, que se traduce en las 116 páginas perdidas, en efecto cubría el mismo periodo de historia nefita que las planchas menores de Nefi. El número de páginas manuscritas para reemplazar las 116 páginas fue el mismo –115– que se convirtió en lo que conocemos como 1 Nefi hasta Palabras de Mormón. El número de páginas impresas en mi Libro de Mormón que cubren éstas páginas manuscritas es de 134. Normalmente una plancha de oro hecha por Mormón contenía el equivalente a cerca de diez páginas impresas en inglés por cada lado. En el caso de las 134 páginas desde 1 Nefi hasta Palabras de Mormón (que fueron tomadas de las Planchas menores de Nefi), parece haber 9.6 páginas impresas por cada lado de una plancha de oro, haciendo un total de siete planchas de oro para las 116 páginas. Las planchas menores de Nefi y las planchas de Mormón que cubren el mismo periodo pueden, por lo tanto, sumar siete cada uno. En ese caso, solamente las planchas de Mormón debieron haber sumado veinticuatro –diecisiete desde Mosíah hasta Mormón, y siete cubriendo el mismo periodo que 1 Nefi hasta Palabras de Mormón. El resto de las planchas de oro que formaron el juego de donde tradujo José Smith fueron hechas por Moroni muchos años después de la muerte de Mormón. Esas planchas restantes comprenden el Libro de Éter, la porción sellada del Libro de Mormón, y el libro de Moroni. El compendio de Mormón, desde Nefi hasta Mormón, requiere de veinticuatro planchas de oro –cuarenta y ocho lados para escribir. Por lo tanto, las planchas que representan el compendio de Mormón se pueden dividir de la siguiente manera: 1 y 2 Nefi, Jacob, Enós, Jarom, Omni, y Palabras de Mormón = 7 planchas Mosiah = 3 planchas Alma = 8 planchas
Helamán = 2 planchas 3 y 4 Nefi = 3 planchas Mormón = 1 plancha = 116 páginas perdidas 129
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= 60 páginas en inglés = 164 páginas en inglés = 39 páginas en inglés = 60 páginas en inglés
= 19 páginas en inglés TOTAL = 24 planchas de oro
Suponiendo que estoy en lo correcto respecto al número de páginas en inglés por plancha de oro (veinte), entonces Mormón debió haber empezado su libro personal en la parte interna de la plancha número veinticuatro. Eso habría sido congruente con el carácter del hombre cuyo uso de ese número aparece tan consistentemente en su libro. Mormón mismo escribió siete capítulos –el equivalente a doce páginas en inglés– cubriendo los eventos de sus propios días. Eso lo llevaría al reverso de la plancha número veinticuatro, dejando cuatro quintas partes de ese lado para que Moroni la terminara. Así que cuando Moroni empezó a escribir, dice, ―He aquí que yo, Moroni, doy fin al registro de mi padre Mormón. He aquí, no tengo sino pocas cosas que escribir, cosas que mi padre me ha mandado... mi padre ha preparado estos anales, y ha escrito el objeto de ellos. Y he aquí, yo también lo escribiría si tuviera espacio en las planchas, pero no lo tengo‖ (Mormón 8:1;5; cursivas agregadas). Se puede observar claramente de esta declaración que a Moroni se le dejó muy poco espacio sobre las planchas de Mormón y por lo tanto estaba limitado en cuanto a lo que podía escribir. También dice que en ese tiempo no tenía mineral con el cual poder hacer más planchas. El juicioso uso del espacio que había disponible en el último lado de la plancha veinticuatro es evidente por la manera en que Moroni resume los quince años inmediatamente después de Cumorah en tan sólo trece versículos (Mormón 8:1-13), lo que hace una página en inglés. En ese momento deja de escribir. Por algún motivo, él dice ―He aquí, ceso de hablar concerniente a este pueblo. Soy hijo de Mormón y mi padre era descendiente de Nefi‖ (Mormón 8:13). De este modo, a Moroni se le deja como la mitad del último lado de la plancha número veinticuatro en blanco. Esa parte en blanco la llena veintiún años más tarde con aproximadamente cinco páginas en inglés (Mormón 8:14-9:37). Él escribe la fecha de sus escritos en ese tiempo: 421 d.C., lo cual es treinta y seis años después de Cumorah. Para entonces, Moroni ya había hecho nuevas planchas de oro, sobre las cuales había traducido el libro de Éter, había escrito la parte sellada, e inscrito su propio libro –el libro de Moroni. Moroni dice en ese entonces ―Y soy el mismo que esconde esta historia para los fines del Señor‖ (Mormón 8:14). Esas palabras son similares a las de la portada del Libro de Mormón, la cual dice que este libro está ―escrito por vía de mandamiento, y... sellado por la mano de Moroni y escondido para los propósitos del Señor a fin de que apareciese en el debido tiempo por medio de los gentiles.‖ Por lo tanto, la mano de Moroni evidentemente está presente en ambos escritos. El Libro de Mormón permanecería ―sellado‖ hasta que Moroni y/o el Señor le quitara el sello. Los tres testigos del Libro de Mormón dieron opiniones diferentes en cuanto a qué porcentaje de las planchas de oro permanecieron selladas después de que al libro mismo le fue quitado el sello. Oliver Cowdery y Martín Harris nos indican que cerca de dos terceras partes de las planchas estaban selladas (Journal of discourses, 3:347). En los escritos de John Poulson él nos indica que David Whitmer declaró que ―como la mitad del libro estaba sellado.‖ Cada uno de los tres testigos vio las planchas a medida que el ángel Moroni cuidadosamente le iba dando vuelta a las hojas. Ellos confirmaron que los caracteres eran ―pequeños y hermosos.‖ El relato oficial en el libro History of the Church indica que solamente una parte de las planchas estaba sellada (History of the Church, 4:537; cursivas agregadas). 130
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Si los testigos del Libro de Mormón consideraron la porción sellada basándose solamente en el compendio de Mormón, entonces probablemente se pudo ver como dos terceras partes. Si ellos observaron la porción sellada comparándola con el compendio de Mormón, las planchas menores de Nefi, el libro de Éter, y el libro de Moroni, entonces probablemente se observó como la mitad. El hecho de que los testigos no estuviesen seguros acerca de lo extenso de la porción sellada es un buen argumento en contra de que las planchas hayan estado selladas por cinturones, los cuales hubieran sido obvios. Hasta donde se puede aseverar, la porción sellada se encuentra intercalada entre aquellas partes del libro de Éter que lo mencionan. Teniendo en mente estas dimensiones aproximadas, posiblemente Moroni hizo el doble de planchas de oro de las que Mormón hizo, quizás cuarenta y ocho, haciendo un total de setenta y dos entre ambos grupos. Sobre éstas planchas Moroni compendió el libro de Éter, en el cual intercaló la visión del hermano de Jared y su interpretación. Primero, Moroni llenó el lado de una plancha con Éter 1-3, lo cual da siete páginas de la traducción al inglés. Eso da tres páginas menos de lo que hemos identificado por un lado. Sin embargo esa parte de los escritos de Moroni contienen una extensa genealogía, la cual, debido a los nombres propios requiere de mucho más espacio en el egipcio reformado de lo que se requiere en una narrativa normal. Segundo, Moroni escribió la visión del hermano de Jared, la cual selló, concluyendo su relato de esa visión con su epílogo –Éter 4. Tercero, Moroni escribió la interpretación de la visión del hermano de Jared, la cual también selló. Esa interpretación la escribió de memoria, concluyendo su relato con su epílogo –Éter 5. Moroni da fin a ambas partes selladas y sus epílogos con un ―Amén.‖ Enseguida, Moroni escribió el equivalente a veintiún páginas en inglés –Éter 6-15, o una plancha de oro∗. Moroni guardó la última plancha de oro para que en ella pudiese escribir la portada del Libro de Mormón. La Portada apareció al final del juego de planchas, no al principio. El profeta José Smith declaró que ―la portada del Libro de Mormón es una traducción literal tomado de la última hoja, a mano izquierda de la colección o libro de planchas... el idioma de todo iba lo mismo que toda la escritura hebrea en general (esto es, de derecha a izquierda)‖ (Comprehensive History of the Church, 1:168). Suponiendo que la conclusión a la que he llegado acerca de la proporción de páginas en inglés por plancha de oro sea correcta, y también suponiendo que Moroni hizo como el doble de planchas de oro de las que hizo Mormón, podemos entonces calcular que la parte sellada del Libro de Mormón consta de aproximadamente cuarenta y cinco planchas y media. Ese número de planchas, (noventa y un lados) se convierten como en 910 páginas en inglés. Sumándole el actual Libro de Mormón que consta de 530 páginas en inglés, harían un total de unas 1,440 páginas. Por lo tanto, cuando por fin todo el libro salga a la luz, la influencia de Moroni se dejará sentir mucho más que hoy. Después de que Moroni hubo escrito todo lo que se le mandó, o que se sintió obligado a escribir, él se preparó para enterrar las planchas y morir. Sin embargo, aunque ya había apartado la última plancha de oro para la portada, Moroni todavía tenía un lado de la plancha para poder escribir. Entonces usó ese lado en blanco y escribió sobre él su propio libro –el equivalente a doce páginas en inglés. Habiendo hecho esto, enterró las planchas en el cerro, donde permanecieron hasta que José Smith las localizó. LOS IDIOMAS DEL LIBRO DE MORMÓN El Libró de Mormón habla de muchos más idiomas además del Egipcio Reformado. De hecho, cerca de diez idiomas se mencionan en todo el libro. Primero, ―el idioma de los egipcios,‖ o egipcio, un idioma Hamítico relacionado con el Semítico, pero que no era el mismo. Lehi hablaba 131
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Egipcio (1 Nefi 1:2), que era la lingua franca de ese tiempo. Algunas partes de las planchas de bronce, las cuales trajo Lehi de Jerusalén, estaban escritas en ese idioma (ver Mosíah 1:3-4). Las planchas de bronce contenían los ―cinco libros de Moisés,‖ incluyendo la historia de la creación del mundo y de Adán y Eva (1 Nefi 5:10-11); ―la historia de los judíos desde el principio, aun hasta el comienzo del reinado de Sedequías, rey de Judá‖ (1 Nefi 5:12); ―las profecías de los santos profetas‖ desde el principio, incluyendo aquellas de Zenoc, Neúm, Zenós, Isaías, y muchas profecías de Jeremías ( 1 Nefi 5:13, 19: 10-23) y una genealogía de Lehi y Labán, su pariente, los dos siendo descendientes de José, quien fue vendido en Egipto (ver 1 Nefi 5:14-16). José se casó con Asenat, una mujer egipcia (ver Génesis 41:45, 50), y muchos de sus descendientes tenían nombres egipcios. ∗ La habilidad de Moroni para obtener el equivalente a doce páginas en inglés por lado de una plancha de oro probablemente refleja la eficiencia que alcanzó al haber compuesto el doble de planchas que su padre y al hacerlo en un período de veinte años.
Las profecías de José en cuanto a las generaciones de sus futuros descendientes se encuentran escritas sobre las planchas de bronce (ver 2 Nefi 4:1-2). En efecto, las planchas de bronce son un registro como la Biblia, excepto que ellas contienen más información que la Biblia. Puede parecer sorprendente que algunas partes de las planchas de bronce hayan sido escritas en egipcio, mientras que la Biblia, que contiene muchas de las mismas cosas, este escrita en hebreo. Sin embargo, las planchas de bronce son la historia específicamente de José y sus descendientes, quienes hablaban egipcio. Aún después de haberse establecido en la tierra de Canaán, indudablemente las tribus de José mantuvieron contacto con Egipto a través de viajes y del comercio. La tierra de Israel se encontraba en la ruta comercial entre Egipto y Mesopotamia, de donde los israelitas podían obtener ganancias. Durante siglos después que se establecieron en Canaán, las tribus de José habitaron y dominaron las partes del norte del territorio, donde mantenían cierta autonomía. Más tarde se separaron completamente de Judá y encabezaron el Reino de Israel de las tierras del norte. ¿Cómo es que los descendientes de José llegaron a vivir en la parte sur del territorio—el Reino de Judá? La respuesta a esta interrogante es un misterio. Es posible que los fieles ancestros de Lehi hayan llegado al sur en el tiempo en que Jeroboam, rey de Israel, instituyó la idolatría en el norte cuando estableció becerros de oro (ver 1 Reyes 12:28-33; 2 Crónicas 13:8-11). Jeroboam, un efrainita, tuvo un considerable contacto con Egipto e huyó hacia allá por un tiempo (ver 1 Reyes 11:40). Así como lo hicieron muchos israelitas en tiempos de problemas (ver Jeremías 42: 13-16). Por lo tanto, parecería natural que los descendientes de José y otros israelitas fuesen bilingües, quizás inclusive desde el tiempo en que vivieron en Egipto. Existe otra posible explicación para aclarar cómo es que Lehi y otros josefitas llegaron a vivir en Judá. Sus ancestros pudieron haber llegado al sur al tiempo en que Asiria conquistó el Reino de Israel y se llevó a las diez tribus del norte. Al escapar de Jerusalén con las planchas de bronce en el tiempo en que Babilonia amenazó a Judá, Lehi pudo haber estado siguiendo una tradición –sus fieles ancestros escapando con las planchas de bronce hacia el reino de Judá. Aún cuando Lehi y Labán eran llamados judíos (descendientes de Judá), originalmente eran descendientes de José. El hecho de que gran parte de las planchas de bronce hayan sido escritas en egipcio crea otra pregunta. ¿Pudo Moisés originalmente haber escrito los Cinco Libros de Moisés en egipcio? Por supuesto, las profecías de José concernientes a su descendencia fueron escritas en egipcio. Al igual que José, Moisés vivió la mayor parte de su vida en Egipto y fue criado en la corte del faraón. Al asentarse los israelitas en la tierra de Canaán, gradualmente debieron haber adoptado el leguaje de Canaán, el cual era el hebreo. Entonces, cuando el hebreo se convirtió en su idioma principal, pudieron haber traducido los libros de Moisés al hebreo. 132
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Por otro lado, los habitantes del Reino de Judá –los judíos– sin duda eran parciales al hebreo. Su ancestro, Judá, tuvo hijos a través de una mujer cananita (ver Génesis 38), los cuales, como todos los cananitas, hablaban hebreo. Por tal razón, los lazos tradicionales de los judíos con los cananitas y su idioma eran más fuertes. Indudablemente la historia del Reino de Judá y las profecías de los profetas judíos fueron escritas en hebreo desde el principio, inclusive en las planchas de bronce. No cabe dentro de lo posible que tales escritos fueran traducidos del hebreo al egipcio cuando se anotaron en las planchas de bronce. Por lo tanto, también el hebreo era conocido por los profetas del Libro de Mormón (ver Mormón 9:33). Mormón y Moroni pudieron haber recibido su conocimiento del hebreo de las planchas de bronce, así como de los registros históricos nefitas, los cuales se llevaban primordialmente en hebreo. El conocimiento del hebreo y del egipcio entre los nefitas, tuvo su origen en la tierra de donde vinieron. Con el tiempo, el idioma hebreo o sus caracteres fueron alterados por los nefitas (ver Mormón 9:33). Aún mil años después de que Lehi abandonó Jerusalén, los profetas del Libro de Mormón todavía sabían hebreo, aún cuando habían adaptado su uso para sus propios propósitos. Quizás cuando copiaron las palabras de los profetas hebreos para poderlos diseminar entre su pueblo, continuaron escribiéndolos en su lengua original pero en una escritura modificada. El idioma hebreo en Palestina atravesó precisamente por tales cambios después de que Lehi abandonó Jerusalén. La escritura del arameo reemplazó a la escritura Paleo-Hebraica, aún cuando el idioma hebreo mismo –su gramática y pronunciación– permaneció sin cambios. Por tanto los nefitas pudieron retener un conocimiento del hebreo, al igual que los judíos del presente. A pesar de que el idioma hebreo no fue hablado por ninguno de estos grupos durante siglos de exilio, aún así su conocimiento se mantuvo a través de la proliferación de las Escrituras. También el egipcio reformado fue modificado por los nefitas para que sirviera a sus propios propósitos. Moroni dice que los caracteres de ese lenguaje fueron ―transmitidos y alterados conforme a nuestra manera de hablar‖ (Mormón 9:32; cursivas agregadas). Por lo tanto, Moroni hace notar que ―ningún otro pueblo conoce nuestra lengua‖ (Mormón 9:34). Podemos documentar las alteraciones nefitas en el egipcio reformado comparando los caracteres de una estela que date del primer siglo d.C. con aquellos en el Manuscrito Anthon que datan del 385 d.C. Aún en el transcurso de tres siglos, se pueden notar ligeras diferencias entre las dos escrituras. Desde luego que tales diferencias se pueden atribuir a la diferencia de escribas en diferentes lugares. Sin embargo, por lo general el idioma de los nefitas se hablaba de una manera uniforme entre ellos. De hecho el idioma maya, que emergió en Centroamérica entre el 100 y el 200 d.C., puede ser un idioma híbrido que surgió de varias corrientes de estos antiguos idiomas y la manera de escribirlos. Durante ese tiempo –después de la aparición de Jesús entre los nefitas– la historia nefita alcanzó su ápice. Los descendientes de Lehi avanzaron espiritualmente y se convirtieron en un pueblo instruido y prosperaron mucho más que en cualquier otro tiempo desde sus orígenes en el año 600 a.C. A medida que se vaya entendiendo la escritura maya, sin duda se podrá uno dar cuenta que contiene muchos elementos del evangelio conocidos por los lectores del Libro de Mormón, pero quizás desconocidos para los lingüistas seculares. Además del egipcio, el egipcio reformado, el hebreo, y otras formas alteradas de egipcio reformado y hebreo, en el Libro de Mormón se mencionan otros idiomas. Uno es el idioma que hablaban los mulekitas al tiempo en que se unieron a los nefitas para ser un sólo pueblo. El Libro de Mormón dice que el idioma de los mulekitas ―se había corrompido,‖ lo cual se atribuía al hecho de que ―no habían llevado anales consigo‖ (Omni 1:17). Aún cuando ambos pueblos se habían originado en Jerusalén, para el tiempo en que se encontraron –cerca del año 200 a.C.– ninguno podía entender al otro. Por lo tanto el Rey Mosíah ―hizo que se les enseñara [a los mulekitas]su 133
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idioma‖ (Omni 1:18). Supongo que el ―idioma de Mosíah‖ era la versión particular de egipcio y/o hebreo que los nefitas hablaban en ese tiempo. Una gran diferencia entre los idiomas de los dos grupos debió haber sido que el idioma de los nefitas había mantenido sus patrones estructurales y gramaticales, los cuales se basaban en registros escritos; por otro lado, la estructura del idioma de los mulekitas aparentemente había cambiado. También en esta categoría se encontraba el idioma de los lamanitas alrededor del año 130 a.C. Habiendo estado separados de los nefitas por cuatro siglos y medio, los lamanitas ya no hablaban el mismo idioma. Los sacerdotes del Rey Noé, quienes eran disidentes de los nefitas, se convirtieron en el instrumento para enseñarle a los lamanitas la lengua nefita. El Libro de Mormón registra que el rey Laman ―nombró maestros de entre los hermanos de Amulón para todas las tierras que poseía su pueblo; y así se empezó a enseñar el idioma de Nefi entre todo el pueblo de los lamanitas‖ (Mosíah 24:4; cursivas agregadas). Ese evento se convirtió en la preparación para una futura obra misional, puesto que para el tiempo en que los hijos de Mosíah vinieron entre ellos, los lamanitas pudieron entenderles. De hecho, los registros en poder de los nefitas, tales como las planchas de bronce, fueron un instrumento en la conversión de los lamanitas. Alma dice, ―si no hubiese sido por estas cosas que estos anales contienen, las cuales están sobre estas planchas, Amulón, y sus hermanos no habrían podido convencer a tantos miles de lamanitas de las tradiciones erróneas de sus padres; sí, estos anales y sus palabras los llevaron al arrepentimiento‖ (Alma 37:9). El efecto que los anales de los nefitas tuvieron sobre el pueblo fue tal que se ―ensanchó la memoria‖ de aquellos que las leyeron y convencieron ―a muchos del error de sus caminos‖ (Alma 37:8). Sin duda se desarrollaron otros idiomas en comunidades de gente que emigró de entre los nefitas, ya sea a la tierra del norte o a ultramar. Los grupos migrantes escribieron muchos anales después de que se separaron del cuerpo principal de la nación nefita (ver Helamán 3:13, 15). Por lo tanto, no debe sorprendernos que todo tipo de idiomas y escrituras hayan sido encontrados en el Continente Americano. Si con el tiempo el idioma mismo de los nefitas cambió, también así debió haber cambiado el idioma de las comunidades migrantes. Otro de los idiomas que se mencionan en el Libro de Mormón es el idioma de Jared y su hermano. Cuando ―el Señor confundió el lenguaje del pueblo‖ en la gran torre y los esparció por toda la tierra, Él ―se compadeció de Jared y ―no confundió el lenguaje‖ de Jared y su hermano y sus amigos (Éter 1:33-37). Por lo tanto ese idioma no confundido pudo haber sido el lenguaje común de la gente que descendió desde Adán hasta Noé, y posteriormente a Jared y su hermano, quienes vivieron entre el 3000 y 2500 a.C. Antes de ese tiempo ―tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras‖ y el pueblo era uno (Génesis 11:1,6). Por lo tanto, puede abrirse una línea de investigación en cuanto al lenguaje de Jared y su compañía que era el lenguaje adámico. Por lo menos, hasta antes de ese tiempo, no se hace mención de cambios en el idioma. Sin embargo, es posible que el lenguaje de Jared y su compañía haya permanecido sin ser confundido únicamente ―entre ellos‖ –pudo haber derivado del adámico. No hay indicios de que los jareditas hayan traído anales consigo desde el Antiguo Mundo que pudiesen haber preservado intacto el lenguaje adámico. Por lo tanto, creemos que después del esparcimiento que ocurrió en la torre, el lenguaje de los jareditas –como todos los demás– cambió con el tiempo. Aún cuando el libro de Éter menciona una relación de la creación del mundo y de Adán, la cual se encuentra registrada en las planchas de Éter (ver Éter 1:3), lo más seguro es que tal suceso haya sido registrado por el hermano de Jared. El hermano de Jared tuvo una visión de ―todos los habitantes de la tierra que había habido, y también todos los que había de haber‖ (Éter 3:25). De esa visión pudo haber escrito la historia del mundo desde la creación hasta sus propios días a la cual se 134
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refiere el libro de Éter. Toda la historia de los jareditas sobre éste continente abarca más de dos mil años –más del doble de la historia de los nefitas. Por lo tanto, el idioma de los jareditas en sus últimos días de esa historia debió de haber sido diferente de su idioma en el principio. No existe razón para pensar que el idioma de los jareditas haya permanecido sin cambios por tantos siglos mientras que todos los demás idiomas cambiaron o fueron alterados con el transcurso del tiempo. Sin embargo, es improbable que Éter, quien escribió las veinticuatro planchas de Éter (ver Éter 1:6), haya escrito la historia jaredita en un idioma de su tiempo. Moroni, después de haber traducido el relato de Éter de esa parte de la historia, dice, ―y ni la centésima parte he escrito yo‖ (Éter 15:33). El libro de Éter abarca treinta y dos páginas en inglés. Si fuésemos a multiplicar eso por cien, nos daría tres mil doscientas páginas, que es mucho más de lo que cualquier idioma secular podría registrar en veinticuatro planchas. El lenguaje que usó Éter para escribir sus anales pudo haber sido aquel con el cual el hermano de Jared escribió su visión. Ese idioma sagrado difería del lenguaje secular de los jareditas. De hecho, el contenido de la visión del hermano de Jared no debía darse a conocer hasta que Jesucristo muriese en la cruz (ver Éter 3:21; 4:1). Después de que Jesús se manifestó a los nefitas, Él ―mandó que se dieran a conocer‖ [las cosas que el hermano de Jared vio] (Éter 4:2). La generación de nefitas a quienes se les dieron a conocer estas cosas sagradas eran todos fieles (ver 4 Nefi 1:1-18). El lenguaje en el que el hermano de Jared escribió su visión fue ―confundido‖ de manera que nadie pudiera leerlo excepto a través del Urim y Tumim (Éter 3:22-24). El profeta Éter que transcribió en las planchas de Éter el relato de aquella visión, sin lugar a dudas que lo hizo en el mismo idioma ―confundido‖ en el que el hermano de Jared lo había escrito. Tal parece que Éter también tuvo conocimiento de la visión del hermano de Jared. Él profetizó sobre los descendientes de José que vendrían a este continente, acerca de una nueva Jerusalén, un nuevo cielo y una nueva tierra –inclusive hasta el final del tiempo (ver Éter 13:6,9). De las planchas de Éter, Moroni tradujo la relación de Éter de la visión del hermano de Jared hacia la parte sellada de sus propias planchas. Debido a que solamente la parte sellada abarca más de veinticuatro planchas, debemos suponer que el profeta Éter escribió su relación de la historia jaredita, tanto espiritual como secular, en un mismo idioma –el idioma en que el hermano de Jared escribió su visión, el cual el Señor había confundido. Al estar Moroni traduciendo de las planchas de Éter no estableció precedente al hacerlo. Siglos atrás (en el año 130 a.C.), el Rey Mosíah, también usando el Urim y Tumim, tradujo toda la relación de Éter a su propio idioma (ver Mosíah 28:11-17). Sin embargo, de acuerdo con el mandamiento del Señor, ocultó al pueblo el conocimiento de la visión del hermano de Jared (ver Éter 4:1). Él y otros custodios de las planchas también ocultaron del pueblo el conocimiento de los juramentos secretos de los jareditas que les condujeron hacia su destrucción (ver Alma 37:27-29). Es probable que los nefitas en el tiempo de Cristo hayan obtenido de la traducción de Mosiah el conocimiento de la visión del hermano de Jared. Los gentiles de los últimos días también tendrán el conocimiento de la visión del hermano de Jared. El Señor ha prometido que, basándose en las mismas condiciones –o sea, que los gentiles ejerzan una gran fe y santidad– Él les manifestará ―las cosas que vio el hermano de Jared‖ (Éter 4:6-7). Lo que el hermano de Jared vio, antes que nada, fue al Señor mismo. Después de eso, el Señor le mostró ―todas las cosas‖ de acuerdo a su fe (Éter 3:25-26). Para alcanzar el mismo fin, los gentiles de los últimos días, así como el hermano de Jared, también deben rasgar ―el velo de la incredulidad que os hace permanecer en vuestro espantoso estado de iniquidad‖ –deben invocar ―al Padre en mi nombre, con un corazón quebrantado y un espíritu contrito‖ (Éter 4:15). Aparentemente en ese tiempo los gentiles tendrán acceso tanto a la porción sellada del Libro de 135
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Mormón y a las plancha de Éter (ver Éter 1:4; 4:4-7). Un último idioma mencionado en el Libro de Mormón es aquel que usó Jesús cuando oró a su padre durante su visita a los nefitas. En cierto momento, cuando Jesús oraba ante la multitud, ―tan grandes fueron las palabras que oró, que no pueden ser escritas, ni tampoco puede el hombre expresarlas‖ (3 Nefi 19:34). Aun cuando las personas ―comprendieron en sus corazones las palabras que él oró,‖ no pudieron ser expresadas por la lengua humana (3 Nefi 19:32-33). El lenguaje de Cristo sobrepasa a todos los demás en su poder de expresión. Del anterior estudio de los idiomas del Libro de Mormón, observamos una aparente relación entre la cantidad de espacio que ocupa un idioma escrito y su pureza o poder de expresión. El compendio de Mormón de la historia nefita, quizás inscrito sobre veinticuatro planchas de oro, se traduce en aproximadamente 480 páginas en inglés (no incluyendo los libros de Éter y Moroni). Por lo tanto, el inglés requiere de diez veces más espacio para escribir que el egipcio reformado. Por otro lado, la traducción del Libro de Mormón al hebreo, requiere como de la mitad de las páginas que el inglés. Mormón y Moroni hubiesen preferido escribir en hebreo, pero no tenían suficiente espacio en las planchas (ver Mormón 9:33). Por lo tanto, el hebreo abarca más espacio que el egipcio reformado –quizás cinco veces más– pero la mitad del espacio que requiere escribir en inglés. Si Mormón hubiese escrito en el lenguaje de Éter, su relación le hubiese tomada aún menos espacio que el egipcio reformado. Sabemos esto por el hecho de que la historia completa de los jareditas (menos de una centésima parte de lo que Moroni tradujo), una relación desde la creación del mundo hasta la gran torre, y la visión del hermano de Jared (la cual abarcó un espacio considerable en la porción sellada del Libro de Mormón) fueron escritos en tan sólo veinticuatro planchas. Estas cosas parecen dar a entender que a medida que la gente se acerca más a Dios, su poder de expresión se vuelve menos torpe y más conciso. Bajo ese concepto, podemos entender mejor la declaración de Moroni acerca del lenguaje que usó el hermano de Jared, cuando dijo, ―porque le concediste que las cosas que él escribiera fuesen tan potentes como tú lo eres, al grado de dominar al hombre al leerlas‖ (Éter 12:24). Una declaración similar describe el idioma de Enoc en el Libro de Moisés, que dice, ―y todas las naciones temieron en gran manera, por ser tan poderosa la palabra de Enoc, y tan grande el poder de la palabra que Dios le había dado‖ (Moisés 7:13). Por medio de una analogía, podemos pensar acerca de las diferencias que existen entre los idiomas como medios de expresión telestial, terrestre, y celestial. El nuevo idioma de ―pureza de labios‖ (Sofonías 3:9) que el pueblo hablará en el milenio será, por lo tanto, un idioma de la gloria terrestre –que vaya de acuerdo con la gloria terrestre que en aquel entonces asumirá la tierra. Aun cuando individuos como Enoc y el hermano de Jared pudieron haber dominado un idioma celestial, la gente en general escribirá y hablará en el idioma de la gloria a la cual pertenezca. El Señor mismo habla a sus ciervos ―en su debilidad, según su manera de hablar‖ (D y C 1:24). Quizás debido a eso el Señor hizo que Moroni tradujera la visión del hermano de Jared en la porción sellada del Libro de Mormón. En lugar de poner las planchas de Éter con las planchas de Mormón para que José Smith las encontrara, Moroni ―redujo‖ la relación de Éter para beneficio de aquellos de un nivel espiritual inferior. Al mismo tiempo, Moroni extendió a sus lectores la posibilidad de obtener más que la porción inferior de su relato. Aquellos a quienes Jesucristo se manifieste, recibirán una porción mayor, incluyendo la visión del hermano de Jared.
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APÉNDICE B HACIENDO QUE TENGAN SENTIDO ALGUNAS DIRECTRICES Y TÉRMINOS DEL LIBRO DE MORMÓN MARES Una de las controversias entre aquellos que han escrito acerca de la geografía del Libro de Mormón es la localización de los mares del este y del oeste. La controversia también ha puesto en tela de juicio los cuatro puntos cardinales. Algunos autores sostienen que el mar del este fue el Golfo de México, visto desde el lado norte del Istmo de Tehuantepec (mapa 34). Otros autores sostienen que el mar del este estaba al este de la costa de Belice. Aquellos que sostienen que el Golfo de México era el mar del este, necesariamente tienen que girar los puntos cardinales del Libro de Mormón noventa grados. Tales autores han utilizado una variedad de estratagemas para sostener sus puntos de vista de que el norte era el este para los nefitas, el este era el sur, y así sucesivamente. Concluyo que ambos puntos de vista acerca del mar del este están esencialmente en lo correcto (esto es, que el mar del este se encontraba tanto al este de Belice como al norte del Istmo de Tehuantepec). El mar del este, como lo concibieron y describieron los nefitas, fue el océano Atlántico. Ya sea que tal océano se encontrara fuera de la costa de Belice o dentro del Golfo de México era irrelevante para ellos porque tenían toda una visión del Continente Americano. Entendían que la costa del Norte, Centro, y Sudamérica esencialmente daban de frente al este y que no había un océano en particular en este lado del continente. El término mar del este se menciona tres veces en el Libro de Mormón , mientras que el término mar del oeste se menciona nueve veces. Existe una buena razón para esto. El mar del oeste, el Océano Pacífico es mucho más fácil de identificar. Su costa tiene menos giros y vueltas que la costa del mar del este, el Océano Atlántico. También los nefitas vivieron cerca del mar del oeste por cuatrocientos años más que el tiempo que vivieron cerca del mar del este. Cuando en el Libro de Mormón se usan los términos mar del este y mar del oeste, se están refiriendo a los océanos Atlántico y Pacífico respectivamente. Los términos mar del norte y mar del sur nunca se usaron en el Libro de Mormón. Los términos mar norte y mar sur (―sea north‖ y ―sea south‖ en la versión del Libro de Mormón en inglés) no se refieren a mares con esos nombres. Tampoco los términos mar este y mar oeste (―sea east‖ y ―sea west‖) deben confundirse con los mares del este y del oeste. Estos términos tienen dos significados por separado, aún cuando pudieran estarse refiriendo a las mismas ubicaciones. Por ejemplo, cuando Alma 22:27 menciona mar este (―sea west‖), sucede que éste lugar se encuentra en el mar del este. Sin embargo, cuando se usa el término mar norte (sea north) en Helamán 3:8, Mormón se está refiriendo al mar del este, pero en el límite norte del terreno (ver mapa 35). Los términos mar norte y mar sur (―sea north‖ y ―sea south‖) son usados únicamente una vez en el Libro de Mormón y solamente para mostrar los dos opuestos (Helamán 3:8 [versión en inglés]). En otras palabras, el término mar norte es usado únicamente cuando se yuxtapone a la dirección sur, la cual se encontraba en el mar en el lado opuesto del lugar. Esto también es verdad concerniente a los términos mar este y mar oeste (―sea east‖ y ―sea west‖). Estos términos se usan solamente para mostrar direcciones opuestas (Alma 22:27). Los términos nunca se usaron independientemente. Las dos escrituras mencionadas anteriormente y Helamán 11:20 son las únicas veces en que se usan estos términos de esta manera. El término mar norte (―sea north‖) significa al lado del mar en la parte norte del lugar. Esto 137
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es una manera diferente de decir que se encontraban en la playa sobre la costa norte del territorio. La costa a la que se hace referencia, aún cuando no se menciona, es el mar del este, el Océano Atlántico. Nosotros le llamaríamos el Golfo de México. Lo mismo es verdad con el término mar sur (―mar sur‖). Esta escritura se refiere a la parte sur del territorio, en donde se junta con el mar. El mar al que se refiere, aunque no se menciona, es el mar del oeste, como en Alma 53:8. Esta modesta confusión se atenuaría si hubiese existido una coma precediendo la dirección. Entonces se leería desde el mar, este hasta el mar, oeste. De hecho, para Alma 22:27 esa es la manera en que aparece en la primera publicación del Libro de Mormón en inglés. Una coma aparece en ―mar, este‖ (sea, east). En el manuscrito entregado al impresor, la coma aparece en la mitad de estas referencias. Existe información adecuada para poner en duda ese uso del término mar norte y mar sur, sin comas. El uso de los términos direccionales los mares, tal como se explica anteriormente es adecuado para tratar con el ya complicado contorno de las tierras que ocuparon los nefitas. Sin embargo sí causa una complicación para Helamán. En Helamán 3:8 cuando está describiendo la manera en que se expanden exponencialmente las poblaciones, no limita su explicación a las tierras nefitas; también hace mención de la expansión de las poblaciones en la tierra hacia el sur hasta la tierra hacia el norte (―in the land southward to the land northward‖). Debido a que tal descripción cubre a ambas tierras nefita y lamanita, pudo haber dicho con certeza desde el mar[,] sur hasta el mar[,] norte, desde el mar[,] oeste hasta el mar[,] este (―from the sea[,] south to the sea[,] north, from the sea(,) west to the sea(,) east‖). Sin embargo, más adelante en el registro de Helamán (Helamán 11:20), nuevamente describe la expansión del pueblo nefita, sin incluir a los lamanitas. Haciendo esto, no podía usar el término mar norte hasta el mar sur sea (―north to sea south‖), debido a que la parte sur de la tierra estaba ocupada por lamanitas. Luego entonces Helamán describe la expansión de los nefitas de esta manera: Y así aconteció que el pueblo de Nefi empezó a prosperar de nuevo....y empezaron a multiplicarse y a extenderse... tanto hacia el norte como hacia el sur, desde el mar oeste hasta el mar este‖ (from the sea west to the sea east‖). (Helamán 11:20; versión en inglés; cursivas agregadas) Esta descripción excluye las cordilleras montañosas del sur de México y Guatemala, que ocupaban los lamanitas (mapa 35). Debido a que estaba describiendo la expansión de los nefitas, la expansión no era hacia el ―mar sur‖ (sea south), sino solamente hacia el sur. De hecho, el término tanto hacia el norte como hacia el sur es descriptivo. Esta es la manera nefita de decir hacia en sur y la frontera más al norte de estos dos cuartos (ver explicación de cuartos más adelante en éste apéndice). AGUAS Los términos agua y aguas son por sí mismos instructivos en el Libro de Mormon. Los escribas de este registro parecen hacer una distinción entre las aguas de un río y el río mismo. Aparentemente él término río se refiere al canal, el cuenco por donde fluye el agua. Cuando el escriba se está refiriendo al agua de un cierto río, se usa el término aguas. Por ejemplo, en Alma 42:22 después de la batalla cerca del Río Sidón ―echaron sus muertos en las aguas de Sidón‖ (cursivas agregadas). Los muertos no fueron echados en el Río Sidón, sino en las aguas de Sidón. Alma 4:4 también hace la misma distinción cuando ―muchos fueron bautizados en las aguas de Sidón (cursivas agregadas). No tan solo el agua de un río era vista diferentemente del río mismo, sino que no era necesario que el agua estuviese en el canal del río. Las aguas que estaban en las orillas del Río 138
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Sidón pero que todavía no habían llegado al canal del río, se les podía referir como las aguas de Sidón. Esta diferencia entre el agua y su canal aparentemente se hace también cuando el término mar y/o sus aguas es usado en el Libro de Mormón. Tal como se registra en 1 Nefi 17:5 el término muchas aguas se refiere al mar. Por lo tanto cuando Mosíah (8:8) establece que la tierra de Cumorah era una tierra ―entre muchas aguas‖ (entre las aguas del océano), no necesariamente esa tierra estaba en el océano mismo (cursivas agregadas). Las aguas del océano, como las aguas de Sidón, en realidad podrían haber estado en las costas de la cuenca del océano y ser consideradas como las ―muchas aguas,‖ aguas del océano. La frase ―tierra entre muchas aguas‖ como se usa en Mosíah 8:8, ciertamente describe una tierra intercalada con las aguas (canales y lagunas), que eran, ya sea parte del océano o lo suficientemente cerca para ser considerados como aguas del océano, ―muchas aguas.‖ Esta tierra que está describiendo Mosíah es el lugar donde las aguas del océano y las aguas de los ríos, pantanos, y canales se mezclan (ver ilustraciones 67, 68, página 120; también ver mapa 18, página 121). Esta era en realidad una ―tierra entre muchas aguas.‖ HACIA EL NORTE Y HACIA EL SUR Otros dos términos muy comunes usados en el Libro de Mormón son hacia el norte y hacia el sur. Esencialmente, hacia el norte significa ―noroeste,‖mientras que hacia el sur se refiera a una dirección esencialmente al sureste, la demarcación entre estas dos secciones es, por lo general, la estrecha lengua de tierra (ver mapa 6, capítulo 9). DESOLACIÓN Desolación en el Libro de Mormón generalmente se refiere a las tierras donde no había madera para construcción. La mayor parte de esta tierra fue despojada de madera por los jareditas (ver Helamán 3:5). Sabemos que la tierra de desolación, el área sin madera, empezaba al norte de la estrecha lengua de tierra y continuaba hacia el norte y noreste, incluyendo las cordilleras de montañas al oeste de la tierra de Cumorah (ver Alma 22:30). Existen excepciones para esta regla, como en Alma 16:11, donde se establece que la tierra era llamada Desolación de los Nehores debido a que ―perecieron; y sus tierras quedaron desoladas.‖ DESIERTO El término desierto, como se usa en el Libro de Mormón, se refiere a áreas que no habían sido colonizadas, lugares donde no existía civilización. El Libro de Mormón usa este término para describir tierras que descubrieron antes de hacerse a la mar hacia este continente. El término también se usó de una forma general para describir grandes segmentos de éste continente que, aunque existían personas viviendo en ellos, aún así se les consideraba desierto. La tierra al sur de la estrecha lengua de tierra cae en ésta categoría. Aunque arqueológicamente sabemos que existieron pueblos al sur de la estrecha lengua de tierra durante los días de los jareditas, y sí sabemos que hubo algunas ciudades considerablemente grandes, aún así los jareditas se refirieron a toda esa región como desierto. El uso del término en este contexto pudo haber sido más geopolítico que geográfico. Claramente sabemos que las principales ciudades jareditas existieron al norte de la estrecha lengua de tierra. Cuando Lehi y su familia desembarcaron por primera vez en este continente, se refirieron a casi cualquier tierra que ellos no habían habitado como desierto. Sin embargo, con el transcurso de cientos de años y ciudades floreciendo por toda la tierra, el término desierto parece una vez más 139
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haber asumido su significado geopolítico. Alma 22:27 establece que la tierra de Zarahemla (tierra de los nefitas) estaba separada por ―una angosta franja de terreno desierto.‖ Aparentemente también esa angosta franja iba desde la parte alta de las montañas hasta la parte baja de las mismas. Aún cuando el Libro de Mormón no lo establece como tal, aparentemente los nefitas y lamanitas habían llegado a un acuerdo (ya sea formal o informal) de que los lamanitas ocuparían las cimas de las montañas, mientras que los nefitas ocuparían las tierras de abajo. Las faldas de las montañas, desde la cima hasta abajo sería tierra de nadie o desierto. Esta demarcación estaba caracterizada por una cordillera montañosa que iba de una manera casi derecha desde el mar del este hasta el mar del oeste, tal como lo describe Alma 22:27. Debido a que esta alta cordillera montañosa también circundaba la Depresión Central de México, esta angosta franja de desierto, necesariamente, giraba hacia el norte al llegar al mar del oeste. Entonces se extendía hacia norte, acercándose a la angosta lengua de tierra. Desde esa ubicación giraba ―circundando,‖ continuando hacia el sur y terminando en la tierra de Manti en los manantiales del Río Sidón (ver Alma 22:27). El problema ahora era tener que darles nombre a estas tres áreas designadas como desiertos. Debido a que los nefitas eran los que ponían los nombres (llevando los registros) le llamaron a la angosta faja que iba del mar del este hasta los mares del oeste – la parte sur de sus fronteras– el desierto del sur. (Los lamanitas probablemente le llamaron el desierto del norte). La franja angosta que iba hacia el norte por la costa del Pacífico se llamó el desierto del oeste. Esto dejaba un desierto más que quedaba por nombrar, el que iba desde la parte alta de Zarahemla, a lo largo de la frontera con Abundancia, al sur hacia la tierra de Manti, y terminando en los manantiales del río Sidón. A éste desierto le llamaron el desierto del este. Se encontraba al este con relación al desierto del oeste, no con relación a la tierra de Zarahemla. Es algo parecido a lo que pasa en los Estados Unidos de Norteamérica donde existe un Dakota del Norte y un Dakota del Sur. Dakota del Sur no se encuentra en la parte sur de los Estados Unidos, sino que es solamente la parte sur de Dakota del Norte. El desierto del este se encontraba al este del desierto del oeste. Su función era mostrar la separación entre los nefitas y lamanitas (geopolíticamente), y no para identificar las tierras en Zarahemla que no habían sido habitadas. Estos tres desiertos se muestran en el mapa 13, capítulo 11. TIERRAS El término tierras no siempre se usa consistentemente en el Libro de Mormón. Por ejemplo, la tierra de Zarahemla en realidad era una sección del sur de México y el norte de Guatemala. Sin embargo, cuando Alma (22:32) usa el término Zarahemla, lo esta usando para referirse a toda la tierra entre la tierra de Nefi y la estrecha lengua (ver mapa 5, capítulo 9). PAISES El Libro de Mormón hace mención de un país del norte, los países del norte, así como de países circunvecinos. (ver Éter 9:35). Moroni nos indica que se encuentra en uno de los países del norte cuando escribe el Libro de Éter (ver Éter 1:1). Todos éstos países del norte estaban localizados al norte de la estrecha lengua de tierra, el Istmo de Tehuantepec. A la tierra inmediatamente al norte de la estrecha lengua de tierra se le refiere como ―desolación‖ o la ―tierra del norte.‖ Yo creo por lo tanto, que los países del norte estaban localizados a una distancia significativa de la estrecha lengua de tierra, por lo menos lo suficientemente al norte como para acercarse a la frontera de México y Estados Unidos (ver Mormón 2:3). Es seguro suponer que Mormón no consideró a los pueblos que habitaron estos países del norte como parte de la historia 140
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que él estaba escribiendo. A no ser por el registro de los jareditas, el Libro de Mormón nunca menciona directamente a la gente del país del norte. No son parte del compendio de Mormón, a no ser para decirnos que estas personas empezaron a dejar las tierras de Nefi y a emigrar hacia los países del norte alrededor del año 43 a.C. Mormón sí nos dice que ellos llevaron sus propios registros (ver mapa 22, capítulo 14). CUARTOS Era común para los antiguos de este continente el dividir sus tierras en cuartos. Estos cuartos parecen haber sido creados dividiendo las tierras de esquina a esquina formando cuatro cuartos triangulares (Taube, Aztec and Maya myths, 12; ver ilustraciones 106, 107). Esta manera de seccionar la tierra era en cuartos triangulares, no cuadrantes. Cuadrantes se formarían dividiendo la tierra en cuatro cuadrados. El proceso se llevaba a cabo identificando el centro del área a dividir en cuartos, ya fuese el piso de un hogar o la tierra de cultivo de ese hogar. Desde esa posición central, la persona podía entonces designar las cuatro esquinas. Este proceso se completaba determinando el punto de referencia de la salida del sol durante el solsticio de verano, entonces se alineaba la estaca del centro del suelo o terreno con ese punto. La segunda demarcación se determinaba de la misma manera, pero desde la posición donde salía el sol durante el solsticio de invierno. Desde estas dos posiciones en el este, se tensaba una cuerda desde la estaca a la parte central de esa tierra. La cuerda del solsticio de verano se tensaba primero de la estaca al centro del piso o terreno. Entonces se tensaba una segunda cuerda desde la estaca que designaba la salida del sol durante el solsticio de invierno, causando que las dos cuerdas se unieran y formaran una bisectriz en el centro. Estas dos cuerdas eran tensadas en líneas rectas hacia las dos estacas en el poniente de la propiedad. Estas cuatro divisiones tenían un gran significado religioso para el maya. Cada cuarto era representado por un color diferente (ilustración 106). Los cuatro colores –rojo, negro, blanco, y amarillo– representan los cuatro colores diferentes del maíz, su alimento básico, así como otros aspectos significativos de sus creencias. El proceso anterior es mencionado en 3 Nefi 22:2 cuando Nefi establece: ―Ensancha el sitio de tu tienda, y extiéndanse las cortinas de tus habitaciones; no seas escasa, alarga tus cuerdas, y haz más fuertes tus estacas (cursivas agregadas). Una descripción completa de este proceso se encuentra en la página 244 del Popol Vuh. Para una casa, se usaba una cuerda adicional para dividir en cuartos el área. Esta se estiraba desde el centro del piso hasta donde debería llegar el techo. Esta cuerda que se usaba del piso al techo, no tan solo indicaba la altura del techo, sino que también representaba la conexión con el cielo, el cordón umbilical, por llamarlo de alguna manera. En el Quinto Simposium Anual Maya de Austin, Texas, Gary Gossen, de la Universidad Estatal de Nueva York en Albany, describe con más claridad este proceso. Él menciona que después del nacimiento del primogénito de una pareja, enterraban el cordón umbilical bajo el piso en centro de la casa. Eso representaba su conexión familiar ―umbilical‖ con ―Dios, el Primer Padre.‖ El uso del término cuarto no aparece en el Libro de Mormón sino hasta Alma 43: 26 (de la versión en inglés) que fue después de que el Rey Mosíah tradujo las planchas de Éter. Los registros de los jareditas aparentemente usaron éste concepto (Éter 2:5 y 14:15). Por lo tanto concluyo que los nefitas adoptaron tal concepto de los jareditas, así como lo hicieron con otros tantos conceptos lingüísticos, calendáricos, arquitectónicos y religiosos. El Libro de Mormón frecuentemente usa el término cuartos para referirse a las tierras bajas de los nefitas. Cuando se usa el término en el norte [on the north, en inglés], se refiere al borde más 141
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al norte de ese cuarto de forma triangular. Alma 50:15 establece que los nefitas ―empezaron a construir muchas ciudades... una de un modo particular... en el norte‖ [―in the north‖ en inglés] (cursivas agregadas). Las ciudades a las que se está refiriendo esta escritura se estaban construyendo en la orilla más al norte de las tierras nefitas, y una de ellas, la ciudad de Lehi, fue construida ―en el norte,‖ –in the north– lo cual significa que se encontraba dentro de ese cuarto triangular, pero a orillas del mar. Eso nos da una descripción bastante buena de dónde estaba ubicada la ciudad de Lehi. El mapa 36 muestra como es que la ciudad de Zarahemla ciertamente estaba en el centro de la tierra (ver Helamán 1:27). Un punto interesante es que aún cuando Alma 50:15 ubica a la ciudad de Lehi ―en [dentro] el norte junto a la orilla del mar,‖ Alma 51:26 coloca a la ciudad de Lehi ―en [sobre] las fronteras del este, junto al mar.‖ Este entendimiento del uso de cuartos explica como es que la ciudad de Lehi podía estar ―en [sobre] las fronteras del este,‖ y a la vez estar ―en [dentro de]‖ el cuarto norte. El mapa 36 muestra también como la alineación de estos dos solsticios no necesariamente atraviesa todo lo largo del litoral oriental de Belice. Esto permite que parte del cuarto del norte en realidad este sobre ―las fronteras del este‖ tal como se encuentra registrado en Alma 51:26, y todavía estar ―en [dentro de]‖ el cuarto norte‖ (ver Alma 50:15; mapa 36). Todavía es una práctica común que los campesinos mayas dividan sus tierras y los planos del piso de sus casas o tiendas en cuartos. Esto se hace construyendo primeramente un altar en el centro de la tierra, y haciendo un sacrificio en la primera luna llena. Al mismo tiempo, ellos determinan el lugar de la salida del sol durante el solsticio de verano; y repiten el mismo proceso para el solsticio de invierno. Desde estos dos puntos orientales, trazan líneas que cortan en dos el centro de su tierra, formando así cuatro cuartos. Para los campesinos esto es más que un mero proceso para dividir los terrenos –es un proceso de cálculo de los tiempos y estaciones, el cual les permite hacer juicios acerca de cuando plantar y rotar las cosechas. Debido a que sus vidas dependían de este proceso, era muy sagrado para ellos. NOMBRES Y DIRECCIONES Los mayas tenían la tradición de dar a una persona una variedad de nombres. No era poco común que un hombre tuviese de tres a cinco nombres durante el transcurso de su vida. A una persona se le daba un nombre al tiempo de su nacimiento, el cual generalmente reflejaba el mes y/o el año en que nació. Por ejemplo, una persona con el nombre de Diez Venados debió haber nacido en el décimo mes del año venado. A una persona también se le podía dar un nombre que estuviese relacionado con algún nombre de la familia. El hermano de Jared es un nombre de este tipo. Luego, a lo largo de la vida de una persona, durante un evento especial como en el bautizo, a la persona se le pudo haber dado un segundo nombre. Él o ella podían recibir un tercer nombre al tiempo del casamiento y/o en otra ocasión religiosa importante, y otro nombre al cumplir con alguna función significativa en la vida. Cuando Mormón se encontraba haciendo el compendio de la historia de la nación nefita, tuvo que seleccionar cuál de estos nombres usar al escribir el condensado documento. Con el propósito de abreviar pudo haber escogido cada nombre que pudiese ayudar a trasmitir significados, y con esto ahorrar espacio en las planchas. Aparentemente tomó una decisión diferente para cada individuo. Tal como lo explicaremos más adelante, Coriantumr parece revelar el evento excepcional cerca del final de su vida. El nombre de Moroni parece revelar el lugar donde nació. Mormón nos dice que se le puso ese nombre ―por la tierra de Mormón‖ (3 Nefi 5:12). Tal parece que un número de nombres que aparecen en el Libro de Mormón son 142
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primordialmente nombres descriptivos. El texto ya ha mencionado algunos –Antum, el cerro Ramah y Moroni. Existen evidencias apremiantes para pensar que esto puede ser cierto en el caso de otros nombres del Libro de Mormón. Como lo he explicado con anterioridad, el nombre de Antum puede estar relacionado con la división continental en la tierra de México. Por lo tanto es posible que otros nombres que tengan Antum como un segmento o parte del mismo puedan estarse refiriendo a esta misma área. El jaredita que encontraron los mulekitas fue nombrado Cori-antum-r. Tal como se menciona en el capítulo 10, él los encontró en los manantiales del Río Atoyac, el cual está casi exactamente al este de la división continental, la tierra Antum. Cori, por lo tanto, podría significar ―este‖ [refiriéndose al punto cardinal]. Cori-antum-r podría significar ―la persona que se encontró al este de la tierra Antum.‖ Si esto es correcto, el término Mori podría significar ―oeste.‖ Tal como los términos en español para este y oeste son ori[ente] y poni[ente], los términos nefitas (o más probablemente jareditas) para el este y oeste pudieron haber sido cori y mori. Si esto es así, entonces tenemos una clave para dar con la localización de la ciudad de Moriantum (Moroni 9:9). Esta ciudad, Mori-antum, pudo haber estado ubicada al oeste de la división continental en México, hacia el Océano Pacífico. También es posible que el nombre del hermano de Jared sea descriptivo. Él es la única persona en el Libro de Mormón para quien tenemos más de un nombre. Moroni se refiere a él como el hermano de Jared; José Smith nos dice que su nombre era Mahonri Moriancumer. Mahonri pudo haber sido su nombre propio o nombre de familia, mientras que Mori-ancum-r puede ser un título descriptivo. En el idioma jaredita, el término Ripliancum (Éter 15:8) es el equivalente del término nefita Irreantum (1 Nefi 17:5): Irre –término nefita que quiere decir ―muchos‖ Antum –término nefita que quiere decir ―aguas‖ Ripli –término jaredita que quiere decir ―grande o que excede a todo‖ Ancum –término jaredita que quiere decir ―aguas‖ r –la persona que... Mori-ancum-r = la persona que nos condujo al lado oeste del océano. Otros nombres en el Libro de Mormón como Seantum, Teancum, Coriantor, Coriantón, Gadiantón, pueden en verdad darnos una clave en cuanto a la localización de lugares y eventos al determinar los significados de estos nombres descriptivos.
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APÉNDICE C LA TIERRA DE JERSÓN De todas las tierras que se mencionan dentro y alrededor de Zarahemla, la tierra de Jersón para mí fue la más difícil de localizar. Las referencias contiguas que da Alma son lo suficientemente claras –pero fueron difíciles de ajustar a las tierras tal como yo las entendía. Para hacer que Jersón se ajustara a las directrices dadas en el Libro de Mormón, parecía haber la necesidad de manipular mucho toda la información dada. No fue sino hasta que finalmente acepté la extraña forma de esta tierra que empezó a emerger el posible significado e importancia del nombre. CARACTERÍSTICAS DE JERSON COMO SE MENSIONAN EN EL LIBRO DE MORMON Alma 27:22 ―Jersón, que se halla al este junto al mar, y colinda con la tierra de abundancia, y queda al sur [on the south] de la tierra de Abundancia...‖ Alma 27:23 ―....colocaremos a nuestros ejércitos entre la tierra de Jersón y la tierra de Nefi...‖ Alma 27:26 ―...y descendieron a la tierra de Jersón...‖ Alma 28:1 ―Los ejércitos de los nefitas fueron colocados alrededor de la tierra de Jersón, sí, por toda las fronteras que circundaban la tierra de Zarahemla, he aquí, los ejércitos de los lamanitas habían seguido a sus hermanos al desierto.‖ Alma 30:19 ― Y este hombre fue (cruzó sobre) también a la tierra de Jersón...‖ Alma 31:3 ― Ahora bien, los zoramitas se habían reunido en una tierra que llamaban Antionum, situada al este de la tierra de Zarahemla, que se hallaba casi contigua a la costa del mar, al sur de la tierra de Jersón, que también colinda con el desierto del sur, el cual estaba lleno de lamanitas.‖ Alma 35:1 ―...y se fueron (cruzaron sobre) a la tierra de Jersón...‖ Alma 35:6-8 Se encuentra ―cruzando‖ desde la tierra de Antionum. Alma 35:1-6 nos indica que los zoramitas que deseaban cambiar de sus supercherías sacerdotales al evangelio, dejaron Antionum y cruzaron hacia la tierra de Jersón. Alma 43:22 Los lamanitas salieron de Antionum, se adentraron en el desierto del sur, viajando paralelamente a los límites de Jersón, terminando arriba en Manti, que se encuentra en los manantiales del río Sidón. Alma 43:25 144
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Esta escritura nos indica que la tierra Manti estaba separada de Jersón por una cadena montañosa, la cual uno debe ―cruzar‖ (go over) para llegar a Manti. RESEÑA DE ESTAS DESCRIPCIONES EN LAS ESCRITURAS Habiendo dado las citas de las escrituras, yo le atribuyo las siguientes características a la tierra de Jersón (ver mapa 16): 1. La tierra de Jersón se encontraba en una latitud más baja que la tierra de Nefi, puesto que el pueblo de Ammón tuvo que ―descender a la tierra de Jersón‖ (ver Alma 27:26). 2. Una de las fronteras de la tierra de Jersón se extendía hasta el mar del este, mientras que la otra se encontraba al sur de la tierra de Abundancia (ver Alma 27:22). 3. La frontera sur de Jersón se encontraba cerca de la frontera norte de la tierra de Nefi (ver Alma 27:23). En realidad estaban separadas por la angosta franja de terreno desierto. 4. Las fronteras de Jersón no eran lineales sino tortuosas. Los ejércitos acampados para proteger Jersón no se encontraban estacionados en línea recta sino ―circundando‖ las fronteras de Jersón. 5. Aparentemente Jersón tenía cadenas montañosas en sus fronteras este, norte, y oeste. La gente de Antionum, Zarahemla y Manti tenían que ―cruzar sobre‖ (go over) para poder llegar a Jersón (ver Alma 30:19; 35:1, 6, 8). 6. La frontera este de Jersón estaba separada del desierto del sur por la tierra de Antionum, que se encontraba muy cerca del mar del este (ver Alma 31:3). 7. La frontera sur de Jersón se extendía desde el mar del este hasta la tierra de Manti, limitando con el desierto del sur, el cual separaba a Jersón con la tierra de Nefi (ver Alma 43:22, 25: ver mapa 16 página 107). 8.Aquellos que venían de ―tierras extranjeras‖ al ser exilados de entre gente de alianza dudosa o cuestionable, aparentemente se quedaban en la tierra de Jersón antes de adentrarse más al norte hacia de las principales tierras nefitas. Esto pudo haber sido un plan prediseñado para asegurarse de que los exiliados eran sinceros y que se les podía tener confianza. Recordemos que Ammón tuvo que convencer a los nefitas para que permitieran que el pueblo de Ammón se les uniera, puesto que muy poco tiempo antes estos lamanitas habían sido guerreros, peleando contra los ejércitos nefitas. 9.Esta última característica de Jersón puede ser el origen de su nombre. UN POSIBLE SIGNIFICADO DE JERSON Leví, el tercer hijo de Jacob, tuvo tres hijos. Su primogénito fue llamado Gersón, un nombre hebreo que significa ―exilio‖ (ver Éxodo 6:16). El primogénito de Moisés fue llamado Gersom, cuyo significado en hebreo es ―extranjero,‖ un nombre con una connotación similar a Gersón. Es completamente posible que el nombre de Jersón en el Libro de Mormón se haya dado a esta tierra porque era un lugar de exilio, un lugar para que habitaran los extranjeros antes de ser aceptados por los nefitas. Gente forzada a abandonar sus tierras de origen (exiliados) y aquellos de alianza cuestionable y/o dudosa eran asignados a esta tierra. Los dos grupos de personas de las que se tiene registro de haber habitado la tierra de Jersón, el pueblo de Ammón y los conversos zoramitas, eran gente de antecedentes apóstatas y gente por la que un nefita no tendría ningún legítimo interés. Suponiendo que esto es correcto, la tierra de Jersón pudo fácilmente haberse extendido por 145
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toda la frontera de la tierra de Zarahemla, como una demarcación del terreno, separando a la tierra principal de la tierra de sus enemigos, los lamanitas. Esto causaría que la tierra de Jersón se extendiera desde el mar del este, a la tierra de Manti, entonces circundando y extendiéndose en dirección al norte. Esto efectivamente sería un ―jersón,‖ un lugar para exiliados, una tierra en la cual las personas podían habitar para poder probar su lealtad. Este es el lugar donde habitó primeramente el pueblo de Ammón, así como los zoramitas quienes fueron exiliados de la tierra de Antionum. El pueblo de Ammón esencialmente fue exiliado de su tierra, la tierra de Ismael, hacia la tierra de Jersón, en el año 77 a.C. Ellos permanecieron allí por cuatro años. Después de su tiempo de probación, en el 74 a.C. se mudaron a la tierra de Melek, ya dentro de las tierras nefitas. Melek se encontraba peligrosamente cerca de la estrecha lengua de tierra de la cual los nefitas eran tan protectores. Esencialmente le llevó cuatro años al pueblo de Ammón probar su lealtad. En las escrituras, el número cuatro, cuarenta, y cuatrocientos, indica cumplimiento, purificación o probación. Ya sea ayunando por cuarenta días y cuarenta noches, deambulando por el desierto cuarenta años o los cuatro codos que se usaban frecuentemente en el tabernáculo, estos números aparecen frecuentemente en las escrituras. También Moroni requirió que José Smith pasara cuatro años en instrucción, esperando obtener las planchas de las cuales tradujo el Libro de Mormón. Es completamente posible que los cuatro años que el pueblo de Ammón pasó en Jersón, fueron los años de purificación para exiliados, el período de prueba antes de ser admitidos en la tierra de Zarahemla. La ―tierra de Jersón‖ puede por lo tanto significar la tierra a donde los exiliados deben entrar para probar su lealtad.
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APÉNDICE D ANÁLISIS Y PRUEBAS EN DESCARGO DEL REPORTE SOBRE LAS PLANCHAS DE PADILLA Tal como se menciona en el capítulo 4, tres profesores en el Departamento de Antropología de la Universidad de Brigham Young –Paul Cheesman, Ray Matheny, y Bruce Louthan–produjeron A Report on the Gold Plates Found in Mexico [Un Reporte sobre las Planchas de Oro Encontradas en México]. Una vez publicado el reporte, muy poco se escuchó acerca de esas planchas con la posible excepción de unas pruebas en descargo escritas por J. Golden Barton de Bountiful, Utah. Algunos de los comentarios de Barton están incorporados en este apéndice. De alguna manera se olvidó la petición de Jesús Padilla Orozco de asistencia arqueológica en la excavación del verdadero sitio de su hallazgo. En lugar, hubo un obvio sesgo político por parte de los profesores de la Universidad de Brigham Young proclamando que las doce planchas eran fraudulentas. Las muchas coherencias en la historia del Dr. Padilla fueron ensombrecidas por el enfoque del autor en inconsistencias menores que pudieron haber sido resueltas a través de una investigación posterior. Ese reporte no descartó la autenticidad de las planchas de oro, sin embargo sí desacreditó a aquellos que creyeron que las planchas eran valiosas como evidencia para el Libro de Mormón. De hecho, no apareció en el reporte un argumento convincente netamente definido a favor o en contra de las planchas. Sin embargo, el resultado final del caso fue que a partir de entonces las planchas de Padilla fueron virtualmente olvidadas. Poco después de aparecer el reporte negativo, Barton escribió pruebas en descargo de donde he citado un poco de información biográfica. José Dávila había dejado las cinco planchas de oro que había obtenido al cuidado de Barton antes de regresar a México. Barton se acercó a Paul Cheesman justamente antes de que saliera el reporte y Cheesman le compartió una copia del reporte aún no publicado. Entonces Barton dejó temporalmente las cinco planchas con Cheesman –quien no había tenido acceso a ellas con anterioridad– y le presentó evidencias no contenidas en el reporte. Cheesman admitió a Barton que el reporte era tendencioso y que lo revisaría basado en esta nueva información. Sin embargo, el reporte fue publicado sin revisión casi inmediatamente después. En sus pruebas en descargo, Barton hace notar que ninguna de las doce planchas estaba en posesión de los autores antes de que ellos escribieran el reporte. Hizo la observación de que el examen que ellos hicieron de las planchas fue puramente visual y que su investigación acerca de la historia de Padilla no se basaba suficientemente en fuentes de primera instancia. Debo agregar que tanto Barton como los autores desconocían en ese tiempo la existencia de varios artefactos que podrían haber aportado datos importantes sobre la autenticidad de las planchas. Durante mi estancia sabática en la Universidad de Brigham Young en 1980, conocí a Barton y pude observar las cinco planchas que José había dejado en su poder. Aunque a mí me parecieron auténticas, me di cuenta que era un novato en tales cosas. Eran los primeros artefactos que observara conteniendo caracteres de egipcio reformado (ver ilustraciones 8, 14, y 15 en las páginas 18 y 25). Los caracteres se asemejaban a aquellos del Manuscrito Anthon que fueron copiados de las planchas que el ángel Moroni le mostró al profeta Jesé Smith (ver ilustración 9, capítulo 5). Tenían la apariencia de una ―hechura exquisita ‖ tal como se declara en el Libro de Mormón. Yo quería 147
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saber más acerca de las planchas, pero para entonces todas las personas con las que hablé habían perdido la pista del Dr. Padilla. No pude encontrar a alguien que supiera dónde vivía. Las objeciones que los autores del reporte de la Universidad de Brigham Young tuvieron en contra de las planchas de Padilla incluyeron la probabilidad de que varias planchas hayan sido hechas de oro rolado y no amartillado. Nadie en los círculos arqueológicos creía que los pueblos precolombinos hubiesen poseído la tecnología para allanar oro por medio de rodillos, aunque se admite que tuvieron tecnologías en las cuales estuvieron tan avanzados como nosotros. Sin embargo, desconocidos para los autores del reporte, hoy día existe en exhibición un número de rodillos de piedra pesados y lisos que han sido extraídos de excavaciones de ruinas mayas. Uno de ellos se encuentra en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México. Otro se encuentra en el museo de la Universidad de Pensylvania, en Philadelphia (ilustración 108). Los autores del reporte también observaron diferentes grosores en las planchas de Padilla. Sin embargo, un grosor variable o uniforme por sí mismo no iba a ser evidencia en pro o en contra de su autenticidad. Los autores aceptaron el testimonio de un grabador –Max Weaver– que establecía que los caracteres en las planchas fueron grabados con una herramienta metálica con filo, que tenía una punta cortante, puesto que el movimiento inicial y final de cada uno de los grabados terminaban en punta. Ellos sugirieron que la herramienta usada era de algún metal endurecido, como cobre, bronce o acero. De una manera rara, los autores opacaron totalmente la posibilidad de que las planchas hayan tenido origen antes del 1000 d.C., porque dijeron que la ―orfebrería... no apareció en México sino hasta el período Tolteca, alrededor del 900 d.C.‖ (A Report on the Gold Plates Found in Mexico, 14). Desde luego que un criterio tan empírico descarta la autenticidad de las planchas de oro del Libro de Mormón y la autenticidad de las planchas de las cuales ese libro es un compendio. El Libro de Mormón sugiere que Nefi hizo planchas de mineral de oro en época tan temprana como el 589 a.C. (ver 1 Nefi 18:25, 19:1). Otra de las objeciones que los autores del reporte expresaron acerca de las planchas de Padilla fue su forma rectangular y esquinas cuadradas. Ellos sintieron que estos rasgos de las planchas constituían evidencia de un origen moderno y que podía ser un argumento poderoso en contra de la autenticidad de las planchas. Por otro lado, sabemos que las planchas de oro del Libro de Mormón eran rectangulares con esquinas cuadradas. Esto nos lleva a preguntarnos si los autores del reporte descalificarían al Libro de Mormón sobre esas bases. Yo personalmente he visto numerosas estelas de piedra y murales de forma rectangular con esquinas cuadradas que contienen crónicas antiguas u obras de arte no descifradas. No hay razón para creer que, a excepción de planchas de oro, tales documentos no mantendrían su forma rectangular. De igual manera, los autores vieron con sospecha ―la incidencia de extraños caracteres no mesoamericanos sobre las planchas‖ –refiriéndose a su estilo de egipcio reformado. Ellos consideraron la ―naturaleza en línea recta‖ de éstos caracteres ―totalmente extraña al sistema curvilíneo de escritura Maya‖ ( A Report on the Gold Plates Found in México, 19-20). Nuevamente esta misma norma para juzgar a las planchas, automáticamente encontraría sospechoso cualquier registro nefita o posiblemente jaredita también. La suave textura y brillo de las planchas fue también problemático para los autores. Aún cuando el proceso de desmanchar superficies de oro era conocido en la Mesoamérica precolombina, los autores hicieron notar que por lo general las obras de oro encontradas en esa área no mostraban evidencias de tal brillo. Sin embargo el Libro de Mormón establece que las planchas de bronce mantendrían su brillo, así como todas las planchas que contienen sagradas escrituras (ver Alma 37:3-5). ¿Sería posible que el proceso de desmanchar superficies de oro entre los pueblos del Libro de Mormón fuese hecho para registros religiosos, pero no fuese un proceso común para 148
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artículos seculares? El trabajo artístico que tienen varias de las planchas les pareció a los autores del reporte ser copias de antiguas obras mayas y aztecas. Este trabajo artístico daba la apariencia de ser paralelo o muy parecido a los caracteres de egipcio reformado de las planchas. Los autores no descartaron la posibilidad de que las formas artísticas pueden repetirse de tiempos antiguos a tiempos modernos, sino que pusieron en tela de juicio su parecido. En otras palabras, el problema era: ¿Qué relación había con el trabajo artístico de periodos posteriores a la historia maya con el egipcio reformado? Sin embargo, uno puede observar que las enseñanzas del Libro de Mormón fueron transmitidas sin cambios por más de mil años en la historia nefita. ¿Sería posible que tales enseñanzas escritas en clave o expresadas en antiguas formas artísticas, cambiasen con el tiempo pero no así en su mensaje? ¿No se tomarían las precauciones para preservar lo más posible las sagradas formas artísticas de manera que su mensaje así mismo permaneciera sin cambios? La cabeza chica egipcia es un ejemplo de formas artísticas que se han preservado intactas a lo largo de muchos siglos como un medio para retener sin cambios un mensaje religioso. Finalmente, los autores del reporte pusieron en tela de juicio la recurrencia de caracteres de egipcio reformado en las planchas de Padilla que se encuentran en las primeras cuatro líneas del Manuscrito Anthon. Esos caracteres aparecieron en un folleto dado al Dr. Padilla por los dos misioneros mencionados anteriormente. Ellos pensaron que Padilla pudo haber sido influenciado por las fotografías de las planchas de oro de Mormón mostradas en el folleto para fabricar sus propias planchas de oro. Sin embargo, el Dr. Padilla creyó en la historia del Libro de Mormón que le contaron los misioneros debido a que él mismo ya tenía en su poder planchas de oro que contenían caracteres en egipcio reformado. Él les mostró a los misioneros varias de las planchas inmediatamente después de su primer visita. De hecho, ninguna de las doce planchas del Dr. Padilla se asemeja a las planchas de oro del Libro de Mormón que se muestran en el folleto de los misioneros. Las planchas de Padilla muestran diferentes tamaños y formas, no tienen anillos ni poseen ninguna característica que den la impresión de ser fraudulentas.
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