Lehi en el Desierto y el Mundo de los Jareditas.
Hugh B. Nibley.
La Colección Literaria de Hugh Nibley. Volumen 5:
LEHI EN EL DESIERTO Y EL MUNDO DE LOS JAREDITAS. Por Hugh Nibley.
© Editorial Deseret.
Traducción Libre al Español por Alberto Caraveo Gutiérrez.
Contenido Tabla de Figuras Clave de abreviaturas Prólogo de la Edición de 1952 Introducción de la Edición de 1988 Notas
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Lehi en el Desierto y el Mundo de los Jareditas.
Hugh B. Nibley.
Prólogo a la Edición de 1952. El Libro de Mormón, la obra literaria mas interesante de la Iglesia es en esencia el recuento de tres migraciones provenientes de tierras asiáticas hacia América. Los Jareditas llegaron a América al tiempo de la confusión de lenguas; un segundo grupo hizo lo propio bajo el liderazgo del profeta Lehi en la época de Sedequías, rey de Israel y el tercero, guiado por Mulek llegó en esa misma época. Mientras que la historia de estos pueblos en su hogar adoptivo es tratada abundantemente en el Libro de Mormón para brindar al lector una comprensión perfecta de sus objetivos y filosofías, muy poco se nos dice sobre sus vidas antes de que iniciaran su viaje hacia tierras occidentales. Esto hace al libro del Dr. Nibley doblemente interesante. El autor ha intentado, tras una larga y exhaustiva investigación, abordar la historia del pueblo de Jared; su ‘modus vivendi’, así como las razones que los motivaron a abandonar sus hogares en Asia para aventurarse en una nueva tierra, conocida ahora como América. A partir de innumerables fuentes el Dr. Nibley ha reunido este material que en conjunto describe a este primer pueblo, que, buscando las verdades de Dios decidió abandonar su hogar en pos de un mundo hasta entonces desconocido. Este estudio se ha realizado de manera tal que permite comprender las motivaciones de estas personas, apareciendo ante nosotros como personajes reales de carne y huesos de aquella época, a pesar de los miles de años que nos separan de ellos. El Dr. Nibley ha procedido de forma similar con los grupos restantes; el primero bajo el liderazgo del profeta Lehi y el segundo guiado por Mulek años mas tarde. El entorno cultural del que fuera el hogar de Lehi es descrito con toda minuciosidad. La obra del Dr. Nibley responde a las interrogantes que han sido abordadas someramente en el Libro de Mormón; ¿Quién era Lehi? ¿Qué hacía en Jerusalén? ¿Dónde se ubicaba su hogar? ¿Qué le impulso a salir y buscar un nuevo hogar allende el Gran Océano? Las respuestas a estas cuestiones insuflan de vida a estas personas, que de otra forma, permanecerían entre las sombras. Esta obra del Dr. Nibley confirma además la historia presentada en el Libro de Mormón; ofrece respuestas a las causas de la migración y explica sobre la base de la evidencia histórica el cómo y el por qué ocurrieron ciertos eventos mencionados en el Libro de Mormón. El estudio del pueblo Jaredita, del pueblo de Lehi en el desierto y del grupo de Mulek, cubre un amplio terreno de la investigación histórica que hasta ahora no había sido abarcado por los eruditos modernos. El libro jamás hubiera salido a luz de no ser por la vasta colección de fuentes consultadas, además de que es necesario hacer notar que ha sido escrito bajo la inspiración del espíritu de Dios. Tal vez lo mejor del libro es que se convierte en un testimonio adicional de la autenticidad de José Smith como profeta divinamente inspirado para llevar a cabo la obra de la traducción del Libro de Mormón y la Restauración del Evangelio de Jesucristo.
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Las evidencias a favor de la autenticidad del Libro de Mormón aumentan día con día. Por tal motivo esta obra se convierte en un poderoso testigo de el; y por lo tanto, doblemente valioso para todo Santo de los Últimos Días. Tanto el Dr. Nibley como los editores de esta obra agradecen que la serie de artículos que primeramente fueron publicados en la revista “Improvement Era” hayan dado pie a este libro. Dr. John A. Witdsoe.
Introducción de la Edición de 1988. Con la llegada del alba del 6 de Junio de 1944, las primeras lanchas de desembarque de las fuerzas aliadas atracaban en las playas de Normandía. En la playa conocida por los aliados con el nombre clave de Utah, una docena de hombres a bordo de uno de esos jeeps de combate vitoreaban a su pintoresco conductor como si hubiera surgido triunfante de debajo de la superficie de las heladas aguas del Canal de la Mancha. Ese conductor, un elemento de inteligencia del ejército de Estados Unidos poseedor de un doctorado en historia antigua por la Universidad de California en Berkeley, no era otro que Hugh Nibley, de 34 años. Mientras se preparaba la invasión, Nibley ya había visitado algunas librerías antiguas de Londres –saliendo con una gran cantidad de tesoros de la literatura Arabe y Griega bajo el brazo. Una vez hecho esto, a hurtadillas escondió un ejemplar del Libro de Mormón en el interior de una de las cincuenta y cinco bolsas de faena de su regimento que integraba, junto con otros, las tropas de inteligencia. El jeep que conducía Nibley rodeó una duna de arena y desapareció de la faz de la tierra sin que jamas se volviera a saber de él. “yo estuve ahí, en la playa Utah,” recuerda vívidamente el autor, “estuvimos un par de pies bajo del agua; un hecho que realmente me impresionó profundamente, tan profundamente como la veracidad del Libro de Mormón. Nunca había reflexionado en ello hasta ahora, pero todo lo que puedo recordar de ese día es lo maravilloso que era para mí este Libro de Mormón.” Independientemente de la norma empleada para juzgarlo, el Libro de Mormón no es un libro ordinario. Tan certera parece ser esta afirmación que el más ilustre erudito que lo ha investigado siempre ha quedado fascinado de una manera no menos ordinaria. Después de su estadía en la playa Utah, Hugh Nibley no volvería a ser el mismo, ni el mismo erudito en el Libro de Mormón. Hugh Nibley probablemente es conocido por sus grandilocuentes investigaciones sobre los entornos culturales e históricos del Cercano Oriente de Nefitas y Jareditas. Esos estudios clásicos están contenidos en este volumen –el primero de una serie de libros que forman parte de la colección literaria de Hugh Nibley con relación al Libro de Mormón. Hasta el día de hoy, Nibley recuerda cuán emocionado estaba mientras realizaba estos descubrimientos y los escribía.
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Sin embargo para Nibley, estos y otros paralelos históricos únicamente on útiles para entender el contexto de los mensajes fundamentales presentados en el Libro de Mormón. En última instancia, la importancia del Libro de Mormón, en su opinión, es que esboza un panorama extraordinariamente claro y convincente del Plan de Salvación. Expone sin ambigüedades las flaquezas de la condición humana y los desafíos que toda persona debe enfrentar para lograr su supervivencia temporal y espiritual. Estos mensajes –de urgente relevancia en nuestros días– son para Hugh Nibley, el núcleo central y el corazón del Libro de Mormón. Su excursión a través de la historia, lenguaje, cultura y entorno del Libro de Mormón únicamente son un método desarrollado para entender y apreciar ciertos aspectos de ese mensaje. Desarrollar esta comprensión del mensaje presente en el Libro de Mormón ha sido un reto en el que ha empleado la mayor parte e su vida. Esta labor dió inicio en 1948 con la publicación de su artículo “El Libro de Mormón como un Reflejo de Oriente,” que creció hasta convertirse en tres sagas, “Lehi en el Desierto” en 1950, “El mundo de los Jareditas” en 1951-52 y “Había Jareditas” en 1956-57 que fueron publicados en la revista Improvement Era. En 1952 la colección de artículos que formaban los títulos “Lehi en el Desierto” y “El Mundo de los Jareditas” fueron publicados en un libro intitulado “Lehi en el Desierto y el Mundo de los Jareditas” que ha gozado de gran aceptación desde hace 35 años. En el presente volumen, el trabajo de los editores se ha limitado únicamente a cuestiones de carácter técnico. El texto original permanece sustancialmente intacto, aunque sujeto a ediciones de carácter superficial. Toda la información disponible en “El Libro de Mormón como un Reflejo de Oriente” (mucha de la cual se insertó en “Lehi en el Desierto” en 1950) y las notas de “Lehi en el Desierto,” han sido reestructuradas en el texto así como la mayoría de las ilustraciones. La saga “Había Jareditas” se incluye por primera vez en este volumen y todas las notas en esta edición especial se han verificado y simplificado; especialmente gracias a la labor de Stepher Callister, Darrell Matthews y Rebeca Bishop. Un trabajo minucioso con estos artículos y sus fuentes correspondientes hacen ahora más evidente el hecho de que tanto “El Libro de Mormón como un Reflejo de Oriente” y “Lehi en el Desierto” lucen actualizados. Desde esa época, este insigne investigador ha producido otras frutíferas investigaciones que corroboran la solidez de su innovador enfoque. El vasto conocimiento histórico del Cercano Oriente y en especial su dominio de la lengua árabe le han permitido al Dr. Nibley reconstruir los probables ambientes culturales de hombres como Lehi y Nefi, así como escudriñar el Libro de Mormón para identificar posibles evidencias de su mundo cultural. Mucha de esta evidencia es completamente precisa y sólida; en otras ocasiones es sutil y remota. En este último caso, nadie mas se ha percatado de tales cuestiones; y si se dejaran de lado esas ideas perspicaces, la vida de Lehi y los Jareditas “permanecería en las sombras,” como lo señalara el élder John A. Widtsoe en el prólogo de la edición de 1952. La metodología empleada en “Lehi en el Desierto” es, como lo explicara en una ocasión el Dr. Nibley, “simplemente concederle al Libro de Mormón el beneficio de la duda.” Si se asume que Lehi vivió en Jerusalén alrededor del año 600 a.C. entonces emerge un cuadro consistente entre lo que ahora sabemos de ese período
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histórico desde una perspectiva secular y lo que encontramos en el mismo libro. De la misma forma, si se se asume que Jared abandonó Mesopotamia alrededor del año 2000 a.C. entonces la naturaleza de la sociedad y la historia reflejada en los primeros registros de esta gente deberían ser consistentes con lo que se conoce sobre esa época. Las costumbres del Cercano Oriente y las observaciones del Dr. Nibley se cotejan con los detalles presentes en el Libro de Mormón en las áreas del lenguaje y la literatura; la arqueología y la historia; así como la política y la cultura. Un puñado de hechos, una vez reunidos, resultan abrumadoramente aplastantes, pero tambien encajan perfecta y convincentemente en lo que el autor llama “El Panorama Completo.” En esos primeros años, Hugh Nibley se sintió gratamente recompensado al ver que sus investigaciones eran dinamita pura en contra de los críticos del Libro de Mormón. Sus observaciones plasmadas en “Lehi en el Desierto” y en “El Mundo de los Jareditas” convergen en un asunto fundamental: No existe punto de discusión a la cuestión: ¿Quién escribió el Libro de Mormón? Habría sido prácticamente imposible escribir el libro tanto para el hombre mas instruido de 1830 como para José Smith. Y quienquiera que desee explicar el relato del Libro de Mormón mediante cualquier otra teoría propuesta debe –con excepción de una– descartar las primeras cuarenta páginas. Escribir una historia sobre lo que pudo haber sucedido en los albores de la historia escrita habría estado tan lejos del alcance de cualquier erudito de la época de José Smith como la posibilidad de que pudiera construirse una bomba atómica. A pesar de que la solidez de estas ideas es difícil de ignorar, no se debe estar satisfecho con esto. Esto sirve solo a manera de aperitivo. Durante años el Dr. Nibley ha permanecido sin descanso hasta poder entender los mensajes presentados en el Libro de Mormón a la luz de sus antecedentes históricos. Por lo tanto, el lector no se conformará con dar la vuelta a la última hoja de este tomo, sino que deseará ir mas allá tras el conocimiento de las perspectivas presentadas en “Un Acercamiento al Libro de Mormón y “Desde Cumorah” así como una serie de artículos subsecuentes con relación a los mensajes proféticos del Libro de Mormón. De igual forma, el legado e influencia del Dr. Nibley con toda seguridad continuará estimulando el pensamiento crítico de generaciones con respecto al Libro de Mormón durante mucho tiempo. Sin embargo, este volumen es necesariamente el punto de inicio esencial para comprender las contribuciones que el Dr. Nibley ha hecho durante más de cuatro décadas con relación al Libro de Mormón. En sus escritos, como fácilmente lo comprobará el lector, el autor nos enseña algunos puntos importantes: Nos enseña a ver con un mayor detenimiento al Libro de Mormón. “Necesitamos hacer del Libro de Mormón objeto de un estudio mas serio y concienzudo.” Además, agrega que, “la superficialidad es completamente ofensiva para el Señor. No hemos puesto la suficiente atención al Libro de Mormón.”
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Nos desafía a entender el Libro de Mormón. “El Libro de Mormón puede llegar comprenderse plenamente…si no aceptamos este reto, perdemos de antemano.” Mediante el examen riguroso, nos muestra que el Libro de Mormón permanece incólume ante el más exigente escrutinio. Al observar cuidadosamente en el Libro de Mormón, al establecer inferencias, al reflexionar sobre cada palabra o frase significativa presente en el libro, el lector descubrirá más tesoros que los que el ojo es capaz de reconocer. El Dr. Nibley también nos enseña lo sorpresivo que puede resultar el estudio del Libro de Mormón: “Estudié algunos temas durante años sin que por un momento se me ocurriera que eran de suma importancia en el Libro de Mormón.” Pero por encima de todo, nunca pierde de vista la importancia espiritual que el Libro de Mormónn encierra. “Pero sobre todo, el Libro de Mormón es un testigo de la preocupación que Dios tiene por sus hijos, así como de la posibilidad de un encuentro íntimo con Jesucristo para todos aquellos que lo reciban.” Independientemente de su gran conocimiento y sabiduría –o para ser mas precisos, a pesar de ello– Hugh Nibley sabe que cualquier método científico es de naturaleza y alcances limitados. Sabe que no puede ofrecerse una prueba empírica definitiva de la autenticidad del Libro de Mormón: “La evidencia que afirmará o negará la autenticidad del Libro de Mormón no existe.” En su opinión, toda esta erudición simplemente establece el escenario para dar por sentadas las preguntas fundamentales sobre la existencia humana. En cierto momento, una persona se da cuenta de que no puede explicarse todo lo que se encuentra en las páginas del Libro de Mormón; tal persona se encuentra finalmente en el sitio en que Moroni quiere que se encuentre; en el punto en el que esa persona recurra a Dios para averiguar si el contenido del Libro es verdadero. Lo único que Mormón y Moroni piden a lector es “no contendáis por que no véis.” Consecuentemente, Hugh Nibley se expresa con franqueza sobre la relevancia que el Libro tiene en nuestra época. “Me propongo tomar a Moroni como mi guía personal con respecto a la situación actual del mundo.” “En mi juventud pensaba que el Libro de Mormón estaba demasiado preocupado con situaciones extremas; situaciones que, creía yo, tenían poca o nula relación con la rutina diaria del quehacer humano. ¿Qué interés tendría este tan civilizado mundo moderno en saber sobre el exterminio de naciones? En la actualidad cualquier comentario al respecto esta de sobra.” “En el Libro de Mormón, las mismas cuestiones que el día de hoy oprimen por igual a liberales y conservadores, así como la inminente caída de sus creencias, se encuentran registradas con toda claridad y perfección. Ningún otro libro ofrece tan perfecta y exhaustiva explicación de este problema de carácter escatológico. En este libro se encontrará y responderá cada objeción lógica que la inteligencia y vanidad de los hombres incluso de esta época tan sofisticada ha sido capaz de concebir en contra de la palabra del Señor. Y aquí tambien se puede encontrar una descripción de las condiciones de nuestra propia época tan detalladamente precisa y vívida que nadie puede equivocarse en reconocerla.”
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De esta forma, el autor nos coloca en una nueva posición con respecto al Libro de Mormón para que podamos apreciarlo desde una perspectiva eterna que empieza a tornarse urgente. “El Libro de Mormón debe convertirse en un asunto de alta prioridad. No hemos puesto la suficente y debida atención al Libro de Mormón. Esto es un asunto urgente.” Esta sensación de imperiosa necesidad –no menos enfática hoy de lo que fuera en los días en que conducía su jeep en las playas de Normandía– es el sello indeleble del legado e influencia de Hugh Nibley. Después de conocer a Hugh Nibley, ya no somos los mismos. Se nos ha advertido pero estamos tranquilos. Después de todo, nosotros también somos como Lehi en el Desierto. John W. Welch. Editor.
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Primera Parte
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Capítulo 1 El Problemático Oriente. El Planteamiento Los primeros dieciocho capítulos (aproximadamente 40 páginas) del Libro de Mormón relatan la manera en que Lehi condujo a una compañía de Israelitas desde Jerusalén hasta las playas del mar cruzando Arabia a principios del siglo VI a.C. Desde la publicación del Libro de Mormón han salido a luz innumerables historias sobre antiguas travesías en el Cercano Oriente; esos relatos han sido aceptados como auténticos o declarados ficticios siempre en función de su capacidad o incapacidad para cumplir con ciertas condiciones. Por ejemplo, el Profesor Albright califica el relato de Sinuhé el Egipcio como “un episodio substancialmente verdadero en su propio contexto” ya que (1) “su matiz local es extremadamente plausible” (2) además describe “una condición de la organización social” que “coincide en todo sentido con toda la evidencia arqueológica y documental existente;” (3) ”los nombres Amoritas mencionados en la historia concuerdan perfectamente con la región y período de tiempo estudiados” y (4) “finalmente, no hay nada que pueda considerarse como descabellado en la historia en sí”1 En cuanto a la historia de Wenamón, la misma autoridad la acepta como genuina en cuanto a su geografía e historia política, haciendo notar que ”refleja de manera correcta tanto el horizonte cultural así como las prácticas e ideas religiosas de su tiempo.”2 Ciertos episodios de la Odisea Lieblein se consideran auténticos debido a que revelan “un amplio conocimiento sobre las condiciones e instituciones egipcias” en su composición.3 Por otra parte, historias como ‘El Capitán del Barco Maldito’ pueden ser calificadas como fantasías, debido a “la ausencia total de un trasfondo histórico o geográfico, así como de contexto; es decir, la historia en sí misma también es, mítica y extravagantemente improbable.”4 Con tales ejemplos ante nosotros, procedamos ahora a examinar la historia de Lehi: ¿refleja correctamente”el horizonte cultural, las prácticas, ideas sociales y religiosas de su tiempo”? ¿posee un auténtico trasfondo histórico y geográfico? ¿su contexto es mítico, altamente imaginativo o extravagantemente improbable? ¿su matiz local es correcto y sus nombres convincentes? Hasta hace pocos años se formulaban las mismas preguntas sobre el Libro del Éxodo; los eruditos con pesimismo señalaban con el pulgar hacia abajo hasta que la evidencia acumulada a favor sobre el particular se encargó de cambiar las cosas. Como lo describiera un estudiante, el asunto consiste en que “es mejor demostrar, a través de innumerables pequeñas coincidencias, lo que Ebers acertadamente ha llamado la “egiptización” del Pentateuco, que intentar establecer algún punto histórico particular mediante una monumental evidencia externa”5 De manera que el problema en 1er. Nefi consiste en establecer tanto su “egiptización” como su “arabización” mediante incontables coincidencias. El hecho paradójico de que el Libro de Mormón sea un texto moderno y al mismo tiempo no lo sea tanto como para explotar los frutos de la arqueología a su favor, supone un doble obstáculo al
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asunto, e incluso en vista de las afirmaciones realizadas por José Smith, no puede alegarse inmunidad para evitar el escrutinio a través de las mismas pruebas que han revelado el origen auténtico de documentos antiguos. Si el Libro puede pasar tales pruebas, no hay forma alguna de impugnar su antigüedad y autoría. Virtualmente todo lo que es conocido del mundo en el que Lehi asegura haber vivido ha sido descubierto en los últimos cien años –la mayor parte en los últimos treinta–6 ¿coincide esta información con lo referido en el Libro de 1er. Nefi? Antes de colocar ambas referencias lado a lado para una comparación, debemos describir brevemente la naturaleza de la evidencia moderna. En lo que a nosotros concierne, la evidencia se centra en cuatro categorías: 1.- La primera y más valiosa es el conjunto de documentos hallados en el área geográfica en la que Lehi vivió y que han sido fechados como correspondientes a su época. Gran cantidad de ellos han salido a luz en años recientes: sellos, asas de jarrones, grabados, y, las más notables, las cartas Laquish descubiertas en 1935. Estas últimas son los restos de la correspondencia de un oficial de la milicia acantonada en la ciudad de Laquish, situada aproximadamente a 35 millas al suroeste de Jerusalén al tiempo de la destrucción de ambas ciudades, las cuales son un retrato de la época de Lehi –un pequeño atisbo tal vez, pero libre de obstáculos. En esas cartas, ”entramos en contacto íntimo con la vida religiosa, política y militar de la tribu de Judá en este período.”7 Dado que 1er. Nefi pretende acercarnos a la sociedad de su tiempo, tenemos aquí un importante punto de “control.” 2.-Los nuevos hallazgos han generado una extensa revisión y revaloración por parte de los eruditos más capaces sobre la situación en Jerusalén al tiempo de su caída; dichas investigaciones y sus conclusiones correspondientes nos evitarán el problema y riesgo de elaborar las propias. 3.-Las descripciones presentadas en el Libro de Mormón con respecto a la vida en el desierto deben ser cotejadas con relatos idénticos de la vida en esos mismos desiertos, de ser posible dentro de períodos de tiempo similares. Dado que el territorio y la gente involucrada se encuentran entre los menos proclives al cambio de todos los existentes en el mundo, hay muchas cosas que hoy son tan ciertas y reales como lo fueron en el año 600 a.C. que proveen información intacta a través del tiempo; información de naturaleza altamente especializada y que se encuentra a disposición en forma de: (a) Un incontable número de publicaciones científicas sobre el territorio en cuestión, entre las cuales, la editada por la Fundación para la Exploración de Palestina se encuentra a la cabeza. (b) Un creciente acervo bibliográfico sobre la vida entre los Arabes, que inicia con los estudios de Burckhardt en 1829; pero la mayoría de ellos desarrollados en nuestra propia época: Doughty, Philby, Lawrence, Hogart, Thomas, etc. (c) Una importante cantidad de Norteamericanos están dándose cuenta que las oportunidades lingüísticas y culturales se encuentran disponibles para cualquier estudiante serio en cualquier parte de la tierra. Ninguna ciudad importante en Estados Unidos carece de sus propias comunidades de Sirios, Griegos, Armenios, etc., que frecuentemente conocen las antiguas costumbres de su país y están llenos de las tradiciones del Cercano Oriente. ¿Quién podría imaginarse que quien hasta hace poco guiaba una caravana de camellos en el desierto, un árabe de sangre pura y devoto mahometano, se establecería en la inmediaciones de un lugar como
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Provo, Utah; o que los desiertos del sur de California albergarían grupos de Arabes criando ovejas, gallinas y cultivando dátiles exactamente como sus ancestros lo hicieran en los desiertos de Oriente? Tales personas a menudo son maravillosos informantes por que son poseedores de una memoria asombrosa y porque además no hay nada que les agrade más que rememorar tales historias durante una partida de backgammon tan larga como la noche misma.8 4.- Aunado a los reportes de viva voz, tenemos las palabras de los ancestrales poetas árabes. La historia en prosa del Bani Hilal es sumamente útil; en primer término como “manual o instructivo” sobre la migración en el desierto, y en un segundo término, como una historia que mantiene un sorprendente paralelismo en algunos puntos con relación a la historia escrita por Nefi. Una vez reunidas, estas fuentes permiten hacer un escrutinio mas minucioso del Libro de 1er. Nefi que el que habría podido realizar una generación anterior. Sin embargo, ello no es más que el panorama general que creemos se ciñe a los lineamientos que debería tener un correcto análisis de la historia de Lehi y que, adicionalmente, se ha ofrecido la evidencia necesaria y suficiente para justificar las conclusiones a las que se llegarán al final de este estudio.
La Ubicación en Jerusalén Cuando hablamos de Jerusalén, es importante señalar la preferencia de Nefi por una expresión no-bíblica; “la tierra de Jerusalén” (1 Ne. 3:10) para referirse a su lugar de origen. Mientras que sus hermanos y él siempre se referían a “la tierra de Jerusalén” como su hogar, queda perfectamente claro, por cierto número de pasajes que “la tierra de la herencia de nuestro padre” (1 Ne. 3:16) posiblemente no formaba parte de la ciudad, ni de su vecindad inmediata; sin embargo, Lehi “había morado en Jerusalén todos sus días” (1 Ne. 1:4). Los términos parecen confusos, sin embargo, reflejan correctamente las condiciones imperantes; en las cartas Amarna leemos sobre “la tierra de Jerusalén” como un área mas extensa que la ciudad en sí, e inclusive aprendemos que “una ciudad de la tierra de Jerusalén, BetNinib, ha sido capturada.” Era una regla en Siria y Palestina, como lo muestran las cartas referidas, designar como ciudad a una amplia zona alrededor de la misma, incluidos sus habitantes.9 Esto fue una práctica común desde aquellas épocas en las que campos y ciudades eran consideradas una unidad política simple, comprimida bajo el término ciudades-estado; cuando estas últimas eran absorbidas para formar parte de un imperio, la identidad original se preservaba, no así su significado político.10 La misma condición hizo posible que Sócrates fuera considerado un ateniense de pura cepa, a pesar de ser originario de la villa de Alopeke, situada a cierta distancia de la ciudad.11 Mención particular merece esta circunstancia, ya que muchos han señalado como una perfecta prueba de fraude la declaración registrada en Alma 7:10 de que el Salvador nacería “en Jerusalén, la tierra de nuestros antepasados”. A pesar de la oposición, la antigua terminología fielmente preservada, describe perfectamente un sistema que ha últimas fechas ha sido redescubierto. A pesar de haber”morado en Jerusalén”, Lehi no vivía en la ciudad, ya que solo después de haber fallado en su intento de obtener las planchas de bronce en Jerusalén es que sus hijos deciden ir a “la tierra de herencia de nuestro padre” (1 Ne. 3:16) y reunir la suficiente riqueza para comprarle las planchas a Labán.
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Cargados con cuanto pudieron llevar, “fueron a la casa de Labán nuevamente” en Jerusalén (1 Ne. 3:23). El Libro de Mormón emplea las expresiones “bajar” y “subir” exactamente en la misma forma en la que lo hacen los Egipcios y los Hebreos para referirse a su ubicación con respecto a Jerusalén, y por tanto, queda claramente establecido que la propiedad de Lehi se encontraba en algún punto exterior y no dentro de los muros de Jerusalén.12 Muy poco sabemos sobre la estructura del gobierno judío de una ciudad, salvo que los “ancianos” desempeñaban un papel principal. El vocablo “ancianos” debe entenderse como “los líderes de las familias mas influyentes de la ciudad.”13 Lo anterior podría colocarlos en posición similar a la de aquellos príncipes, nobles y oficiales conocidos con el título de Sarim en las cartas de Laquish; el término Sarim se aplica, de acuerdo con J. W. Jack, a “miembros de la casta oficial, p. ej. ‘Oficiales’ actuando por mandato del rey como sus consejeros y gobernantes.” En las cartas de Laquish encontramos a un Sarim denunciando a Jeremías ante el rey y solicitando su ejecución inmediata debido a su influencia negativa sobre la moral del pueblo (Jeremías 38:4-5).14 Al acusar a Jeremías de insurrecto, los judíos influyentes de Jerusalén eran apoyados por la mayoría de la gente y por embusteros, cuyos falsos oráculos, “el judaísmo tradicionalista,” condujeron a la mayoría “en pos de un fanatismo tendencioso,” logrando con ello, por decirlo de alguna manera, constituirse como una seria amenaza para quien sostuviera una opinión contraria.15 Para el gobierno a cargo de un Sedequías débil e incompetente significaría colocarse en ruta de una política suicida de alianza militar con Egipto “convenientemente convincente.”16 El país había experimentado un crecimiento económico sin precedentes, gracias al intercambio comercial cada vez más importante sostenido con Egipto, lo cual había propiciado el florecimiento sin paralelo de algunos capitales privados. “Galeras fenicias colmaban las riberas del Nilo, y los mercaderes semitas… abarrotaban el Delta.”17 El grueso del comercio marítimo pasaba a través de Sidón, puerto que dominó la escena comercial de principio a fin.18 Las listas de los bienes importados a Egipto desde Palestina muestran que los grandes hombres de Oriente tomaron para sí el oro de Egipto a cambio de su vino, aceite, grano y miel; siendo por mucho los tres primeros, artículos de suma importancia.19 En ciudades del interior del país como Jerusalén, las caravanas de príncipes mercaderes desfilaban como en los días descritos en las cartas Amarna; los caminos aparecieron hasta la época de los Romanos. Con el devenir del siglo, la situación internacional arrojaba una obscura sombra sobre el cuadro. Babilonia, liberada de otras preocupaciones se movía rápidamente hacia una confrontación con Egipto; la “caña rota” en la que los imprudentes líderes judíos cifraban todas sus esperanzas. Incluso las nubes de una guerra inminente no eran tan obscuras como las sombras proyectadas por una actitud religiosa laxa y un declive moral; condiciones que, de acuerdo con Jeremías, aparecieron después de una época de excesiva prosperidad y un desmedido aprecio por artículos de manufactura egipcia (Jeremías 43:10-13; 44:1-30; 46:1126). No resulta extraño que el Sarim, teniendo ya suficientes problemas intentando mantener a flote su programa de “el negocio por encima de todo,” denunciara al melancólico profeta como traidor, activista y colaborador de Babilonia. El país estaba dividido en dos facciones o bandos, “ambos bandos, pro-egipcios y probabilónicos, coexistían en el territorio. El rey Sedequías, sus príncipes y gobernantes, así como probablemente la mayor parte del pueblo se inclinaban a
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favor de Egipto….en tanto que Jeremías y sus seguidores sugerían favorecer a Babilonia.”20 Era una época de “disensiones e incertidumbre; cuando opiniones encontradas dividían a la triste ciudad de Jerusalén,”21 y las circunstancias funestas empeoraron rodeadas de una atmósfera “cargada con desolación y pesimismo,…Sedequías…obsecadamente siguió el patrón hacia la ruina inminente al conspirar, haciendo mancuerna con el faraón egipcio, en contra de Babilonia.”22 La inquietud y alarma estaban plenamente justificadas, ya que cuando el problema estalló, los resultados fueron de dimensiones catastróficas; incluso mas catastróficas de lo que los eruditos han estado dispuestos a admitir, debido a que “casi todas, o virtualmente todas las ciudades fortificadas de Judá…fueron arrasadas.”23 No fue sino hasta 1925 que aprendemos que “Tiro, de hecho, cayó” en esa época.24 La soberbia y fatal alianza con Egipto, ampliamente responsable de tal calamidad, es una excepcional característica de la historia. ¿Por qué el gobierno de Judá se mantuvo tan leal a un Egipto que desde hacía tiempo atrás había perdido el poder para hacerse obedecer? Por una sencilla razón: por que ahora sabemos que los lazos culturales y económicos eran mas fuertes de lo que hasta ahora se había supuesto. J. W. Jack señaló en 1938 que “los trabajos de excavación han mostrado una relación mas cercana con la tierra de los faraones de lo que se había supuesto;…las autoridades de la ciudad de Laquish muy probablemente emplearon, o al menos estaban familiarizados con el calendario y el sistema numérico egipcios, en sus registros locales.” Sin embargo, esta situación data de época mas antiguas, ya que “toda la evidencia apunta hacia una sólida y estrecha relación con Egipto que continuaría sin interrupción hasta los últimos días de la monarquía Judía.”25 Cierto antropólogo inclusive fue aún más lejos al llamar la atención sobre el hecho de que la ciudad de Laquish era, en aquella época, una colonia egipcia; sin embargo las investigaciones muestran que la morfología física “egipcia” y el predominio de tal cultura es una constante en otras latitudes de Palestina.26 Los estudios preliminares practicados en los entierros descubiertos a lo largo y ancho del territorio, así como las piezas de marfil, sellos, grabados y efigies halladas recientemente narran una historia común: una inesperada y abrumadora preponderancia de influencia egipcia,27 que es a su vez solo comparable con la sorprendente ausencia de influencias de origen babilónico y asirio.28 En la propia Jerusalén, donde los trabajos de excavación son necesariamente restringidos, los sellos y asas atestiguan el amplio reinado de la cultura egipcia.29 Al mismo tiempo, el papiro Elefantino menciona otro aspecto que los eruditos jamás habrían pensado como posible y de lo cual la mayor parte de ellos era reacio a creer; a saber, que colonias enteras de soldados y comerciantes judíos habitaban cómodamente en algunas regiones del Alto Egipto, sitios en los que libremente podían practicar su religión.30 Los lazos entre Palestina y Egipto eran además relaciones a largo plazo debido a los “siglos de un entorno hebreo-egipcio común” tan necesario para producir la infiltración de las formas egipcias de expresión y pensamiento en el sustrato social hebreo que diera lugar al empleo del vocabulario egipcio, prescindiendo de términos propios de Palestina y Siria.31 Nuevamente estudiado, el texto Aechtungs muestra que a principios del año 2000 a.C. “Palestina era, al menos en gran parte, tributaria de Egipto,“ en tanto que los trabajos arqueológicos realizados en Biblos, un lugar que parecer ser un “Egipto a escala”, aporta evidencia sustancial de la presencia del Imperio Egipcio en siglos posteriores.32 Acreditar el predominio de la cultura egipcia en un área determinada no implica necesariamente argumentar a favor de presencia y dominio egipcios. De
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acuerdo con Hogarth, Egipto ejerció su dominio imperial articulando tres ejes: el primero de ellos consistió en gobernar por medio de un despliegue de fuerza directa, el segundo “por medio del temor que los guardias, los agentes creados para tal objeto y el talante del conquistador pudieran sembrar y mantener vivo en las mentes de sus administradores indirectos, súbditos y vasallos” y finalmente el tercero “mediante el empleo de una reducida esfera de poder formada por la élite aristocrática del bando perdedor, y de quienes se esperaba un tributo; sin embargo, esta esfera de poder no estaba restringida o supervisada por guardias o representantes del imperio…solo ocasionalmente.”33 Dado lo anterior, vemos que la posición de Egipto como “la nación mas favorecida” en Judá bien pudiera catalogarse como una pérdida creciente del dominio, e incluso cabría la posibilidad de establecer para estas circunstancias particulares en Palestina un patético y decadente cuarto eje de dominio.34 La larga herencia cultural, más que su forma gobierno, era lo que permitía a Egipto detentar todo el poder; tal influencia se mantuvo fuertemente arraigada en Palestina incluso mucho tiempo después de que Egipto había cedido su lugar como potencia hegemónica del Mundo Antiguo. 35 Durante la época dorada de Egipto el reconocido Ipuwer se jactaba diciendo que “todo extranjero había llegado a ser como un egipcio”, y un contemporáneo de Lehi habría cuestionado, “he aquí, ¿no son instruidos el Etíope, el Sirio y todo extranjero en la lengua de Egipto?”36 Durante siglos fue costumbre que los príncipes sirios enviaran a sus hijos a Egipto para ser educados allí.37 No importa cuando lamentemos la grave situación de Egipto, las jactanciosas afirmaciones registradas de sus gobernantes –algunas de ellas en ciertas ocasiones sumamente pueriles– proclaman la absoluta e incuestionable superioridad de la civilización egipcia sobre el resto: para los Egipcios, tal presunción es un asunto de vida o muerte. Al igual que los Ingleses de nuestros días, los Egipcios demostraron una y otra vez la habilidad para mantener el poder e influencia del mundo de su época, siempre en función de sus recursos materiales. Sin mayor ayuda que la perfecta y tenaz confianza en la divina superioridad de Egipto y Amón, Wenamón casi logra intimidar al gran príncipe de Biblos. ¿Se preguntaría alguien en ese momento en que Egipto disfrutaba de un breve pero casi milagroso resurgimiento del esplendor que había marcado a la décimoctava dinastía, con su asombroso repunte del comercio mundial si el crédito de ese éxito tendría algo que ver con la tierra de Jerusalén? No obstante, ahora toca el turno al Libro de 1er. Nefi. ¡Cuán perfectamente su autor bosqueja la situación que hasta hace poco se describía! El autor explica que no intenta escribir una historia política, aunque en númerosas ocasiones nos parece intuirla; inclusive la cantidad de información que comparte de la forma más casual y desenfadada posible es simplemente asombrosa. Considérese en primer término la descripción que se hace de Lehi. Lehi era un judío sumamente acaudalado y se sentía orgulloso de su educación de origen egipcio; hablaba y escribía egipcio e insistió en que sus hijos también lo aprendieran. Era poseedor de una abundante riqueza en forma de “oro, plata y toda clase de riquezas” (1 Ne. 3:16), bienes que no habían sido fabricados en Jerusalén; poseía estrechos vínculos comerciales con Sidón (uno de los nombres mas populares en el Libro de Mormón, ya que aparece registrado tanto en su forma semítica como en su forma egipcia, Giddona); e incluso vivía en una región del país a la que llamaba “la tierra de su herencia” (1 Ne. 2:4), y muy
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probablemente era experto en cuestiones sobre vino, olivo, higos y miel; de manera que es casi seguro que sostenía tratos comerciales con Egipto. Proveniente de uno de los mas antiguos linajes familiares y en posesión de una educación y un bagaje cultural incuestionables, este hombre, súbitamente se encuentra enemistado con “su gente.” Primeramente las burlas y mofas, acto seguido la ira y finalmente, tentativas para quitarle la vida (1 Ne. 1:19-20). Ante tales intentos, cada vez mas serios, seguramente apoyados desde las altas esferas, debido a su abierta adhesión a Jeremías (1 Ne. 7:14) se había convertido en traidor a los de su propia tradición y clase: los miembros de su propia familia se volvieron contra él aliándose con “los judíos que estaban en Jerusalén” (1 Ne. 2:13) y, como lo explica Nefi, acusaron a su padre de ser un anarquista criminal por pretender enseñar y predicar que ”la gran ciudad de Jerusalén seria destruida” (1 Ne. 1:4), exactamente en la misma forma en que Sarim acusó a Jeremías de prédicas conspiratorias. Tan poderosamente persuasivo era el punto de vista de la clase gobernante de Jerusalén que los dos hijos mayores de Lehi compartían con el resto de los judíos el deleznable crimen de “procurar quitarle la vida” (1 Ne. 17:44). En ninguna otra parte puede apreciarse con mayor claridad “la disensión e incertidumbre que privaba en la triste ciudad de Jerusalén”38 que en estas consternadoras escenas dentro de la propia familia de Lehi. Los hijos mayores, acostumbrados a una vida de elegancia egipcia y pensando disfrutar ampliamente de una fortuna que tenía reminiscencias y vínculos con Egipto, fueron acérrimos defensores del “statu quo”, mientras que los hijos mas jóvenes, menos influenciados por los acontecimientos, habían estado alejados del verdadero origen de la crisis suscitada en Jerusalén, la cual no era de carácter político o económico, sino básicamente de índole moral (1 Ne. 1:19). Los hermanos mayores no comprendían: “la gente que estaba en la tierra de Jerusalén”, protestaron, “era gente justa porque guardaban los estatutos… de acuerdo a la ley de Moisés; por tanto, sabemos que eran gente justa” (1 Ne. 17:22). Tal era el tradicionalismo mojigato de los falsos profetas y su evangelio “convenientemente convincente”. El clima de histeria y desolación que prevalece en la historia de la Jerusalén de Nefi es, como se ha visto, estrictamente auténtica, y el peligro de una ulterior destrucción de Jerusalén que como presagio de ominoso destino corre a través de todas las páginas del Libro fue, una vez verificado tal acontecimiento, ampliamente justificado.
El Lenguaje y el Libro de Mormón El mundo siempre ha fijado sus altivos y burlones ojos en las constantemente frecuentes alusiones del Libro de Mormón sobre cuestiones egipcias. Con una mezcla sorpresa e incredulidad, ahora se sabe que la cultura egipcia se había enraizado en Palestina en el año 600 a.C. con mayor fuerza que lo que cualquiera hubiera supuesto. Es significativo que las alusiones del Libro de Mormón con relación a Egipto son de naturaleza estrictamente cultural –jamás se menciona a faraón o se habla sobre el gobierno egipcio; solo de la cultura egipcia y en particular del lenguaje. Queda perfectamente claro, sin embargo, que el egipcio fue para Lehi como un segundo idioma, “por que habiendo sido instruido en el lenguaje de los egipcios por tanto él pudo leer estos grabados y enseñárselos a sus hijos” (Mos. 1:4). Hemos visto que el idioma egipcio se enseñaba a “Etíopes, Sirios y a todo extranjero” en los días de Lehi. Moroni nos informa (Mormón 9:32-33) que el idioma de los descendientes de Lehi no era ni hebreo ni egipcio, sino una mezcla de
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ambos, producto de un paulatino proceso de corrupción, de tal suerte que ”ningún otro pueblo conoce nuestra lengua”; tales circunstancias hubieran sido poco menos que improbables si únicamente hubieran dominado el idioma hebreo. El antiguo idioma hitita era en cierto sentido una forma de lenguaje dual. La declaración “ningún otro pueblo conoce nuestra lengua” continua vigente hasta el día de hoy, ya que el inglés es el resultado de la imposición del idioma francés sobre los nativos sajones; de la misma forma se llevó a efecto la imposición del idioma egipcio sobre los hebreos nativos de la Palestina de los días de Lehi. En una daga ceremonial, cuya empuñadura labrada de oro blanco nos recuerda la espada de Labán, se lee el nombre Ja‘qob-her, “Jehová se ha complacido,” un nombre que combina enteramente el egipcio y el hebreo en un proceso de fusión del que ahora existe un cúmulo de evidencia y que ha estado presente desde épocas anteriores a los días de Lehi.39 Era común, tanto en idiomas antiguos como modernos, utilizar una misma palabra (p. ej. en español “discurso”, en egipcio “ra”) tanto para “lengua” como para “idioma,”40 sin embargo, este estilo tan común en el Libro de Mormón no se conoce en el idioma hebreo. Cuando Nefi menciona, “así se expresaba mi padre en alabanzas a su Dios” (1 Ne. 1:15), no esta refiriéndose al idioma en que su padre se expresaba, sino que intenta decirnos que lo que hace es citar o parafrasear las palabras de su padre. De forma similar, al decir “hago la relación en el lenguaje de mi padre” (1 Ne. 1:2), sugiere que va a citar o parafrasear de lo escrito por su padre (1 Ne. 1:16). Nefi explica que su padre escribió el registro en egipcio, de acuerdo a la manera de los judíos, pero nunca afirma que el egipcio sea la lengua nativa de su padre. El condicionante que aparece al principio de 1 Ne. 1:2 “y se compone de…” por supuesto que no esta refiriéndose al “idioma” o al “autor”, sino al “registro”. Las dos primeras son sintácticamente posibles, pero carecen de sentido: un idioma no consiste en una sola lengua, pero un registro sí. La frase esta escrita en un inglés torpe y poco elegante, pero al igual que muchas otras contenidas en el Libro de Mormón, es muy similar a una típica construcción semítica que bien podría leerse como: “hago un registro, en el lenguaje de mi padre, consistente en la sabiduría de los judíos,” etc. José Smith jamás dictó signos de puntuación durante el proceso de traducción del Libro de Mormón. Algunos sostienen que el Libro de Mormón fue escrito en hebreo, pero empleando para ello caracteres egipcios. Sin embargo Moroni (Morm. 9:32-34) enfatiza que los Nefitas habían alterado la manera de escribir el idioma egipcio para ajustarlo de acuerdo con su particular forma de hablarlo, “pero también hemos alterado el hebreo,” obteniendo como resultado el que “ningún otro pueblo conoce nuestra lengua.” Su idioma no era ni egipcio ni hebreo. Moroni tiene en alta estima la claridad y exactitud del hebreo, que a la sazón, ya no era hablado por su pueblo (Morm. 9:33) y renuentemente escribe “en los caracteres que entre nosotros se llaman egipcio reformado,” simplemente porque ocupan menor espacio. Ahora el egipcio podía escribirse empleando para ello un espacio menor que el ocupado por el hebreo, por que en los días de Lehi la escritura demótica era una especie de taquigrafía, abreviada y extremadamente apretada;41 y era taquigráfica por la sencilla razón de su naturaleza completamente idiomática, es decir, peculiarmente adaptada a la fonética y a los procesos cognitivos de un solo y único idioma. Podía emplearse exitosamente para escribir egipcio, pero no para otro idioma. De hecho, no mucho tiempo después de la época de Lehi, los conquistadores persas
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aprendieron arameo en lugar del egipcio por que la escritura egipcia era demasiado difícil de aprender.42 Ahora nos vemos forzados a creer que los judíos revirtieron este proceso y adoptaron los caracteres egipcios incorporándolos a su propio lenguaje. Estas declaraciones establecen que los Nefitas declinaron el uso de su santa y magnífica escritura, de la que Torczyner escribe: “La escritura de Laquish permite darnos cuenta por primera vez que el alfabeto hebreo-fenicio es… una escritura inventada y empleada particularmente para escribir con tinta sobre papiros, cuero y tela. Ahora comprendemos como los antiguos judíos podían escribir rápida y eficientemente, con fluidez artística y con la encantadora estética propia de aquellos que disfrutan de la escritura.”43 ¡y los Nefitas se deshicieron de esto para aprender en su lugar el mas difícil, incómodo e impráctico sistema de escritura jamás creado por el hombre! ¿para que tanto problema? simplemente para ahorrar espacio. ¿qué espacio? el invaluable espacio en planchas. ¿Cuándo inició tal costumbre? Con Lehi. ¿Cuándo y donde aprendió “el idioma de los egipcios”? En Palestina, naturalmente, aún antes de considerarse a sí mismo como un historiador. ¿Su riqueza le permitió aprender caracteres egipcios solo para sentarse en su casa en la tierra de Jerusalén a escribir signos demóticos que únicamente le ahorrarían algunos centavos al mes en materiales para escritura? ¿Y ordenó a sus hijos que aprendieran egipcio solamente para que pudieran ahorrar espacio cuando tuvieran que guardar registros? Por supuesto que no: cuando aprendieron el idioma, ni Lehi ni sus hijos tenían la más mínima idea de que algún día les sería útil para conservar registros en planchas de metal. No tenían ninguna otra razón para aprender caracteres egipcios que la de saber leer y escribir egipcio. Fue hasta hace poco, cuando los historiadores se dieron cuenta de la necesidad de espacio al registrar los acontecimientos, que vieron la ventaja de continuar escribiendo en egipcio. Los caracteres egipcios fueron preservados por el uso, ya que implícitamente se preservaba el lenguaje; aquellos que no estuvieran tan interesados en la cuestión del espacio no habrían continuado escribiendo el hebreo empleando los engorrosos caracteres egipcios durante cientos de años, cuando la escritura habría sido menos complicada empleando los prácticos y sencillos veintidós caracteres del alfabeto hebreo, que durante tanto tiempo habían estado a su completa disposición. Pueden esgrimirse innumerables razones para rechazar esta interesante teoría; sin embargo, la simple y sencilla declaración de Moroni debería ser suficiente para borrar la vana ilusión de que cualquier persona con elementales conocimientos del hebreo conoce el idioma original del Libro de Mormón. Si así fuese, su traducción mediante el don y el poder de Dios no hubiera sido un milagro, y en lugar de Urim y Tumim, un breve listado de caracteres egipcios con sus correspondientes equivalentes en hebreo hubiera sido la única herramienta necesaria tanto para la generación de José Smith como para la nuestra. Hay mucho en lo escritos de Nefi que muestran, como él mismo declara, que esta escribiendo en egipcio –no en caracteres egipcios. Cuando Nefi nos dice que su registro y el de su padre están escritos en el idioma de los Egipcios (no debe entenderse que el idioma de los egipcios fuera el idioma de su padre), podemos estar seguros que eso es exactamente lo que significa. Por lo tanto, ¿Habría algo mas natural que eligiera para grabar su mensaje, dirigido no solo a los Judíos, sino
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al “resto de la casa de Israel”(1 Ne. 19:19) y a los gentiles (1 Ne. 13:39-40) de entre las lenguas del mundo a su propio lenguaje hebreo tribal?¿no adoptarían mas tarde los Judíos al griego como idioma internacional por encima del hebreo, incluso como vehículo de la Santa Palabra de manera que esta se difundiera lo mas ampliamente posible no solamente entre los gentiles sino aún entre los mismos judíos? Los primeros tres versículos de 1er. Nefi son totalmente diferentes del resto del texto; son un típico prefacio o introducción, una figura literaria que frecuentemente aparece en las composiciones egipcias. Un ejemplo de ello es el famoso papiro Bremen-Rhind, que inicia con un prefacio que contiene (1) la fecha, (2) el nombre de su autor, Nasim, (3) los nombres de sus padres y una descripción de sus virtudes, con un especial énfasis sobre el llamado profético de su padre, (4) una maldición lanzada en contra de todo aquel que pretenda “apropiarse del libro,” probablemente “debido al temor de que el libro pudiera llegar a caer en manos impuras.”44 Compárese lo anteriormente expuesto con el prefacio o prólogo escrito por Nefi: (1) su nombre, (2) los méritos de sus padres, llamando particularmente la atención del lector sobre las valiosas lecciones aprendidas de su padre, (3) una solemne declaración (equivalente a la maldición de Nasim) sobre la veracidad de la historia, así como la aseveración, “y se escribe por mi propia mano” (1 Ne. 1:3) condición indispensable de cualquier introducción auténtica, ya que su propósito es establecer con claridad la identidad del primer redactor (no del último escribiente) del texto. Las obras literarias egipcias regularmente cierran con la fórmula iw-f-pw “por lo tanto así es” “y de manera que así es.”45 Nefi concluye las principales partes de su Libro con la frase, “Y así es, Amén” (1 Ne. 9:6; 14:30; 22:31). La gran preocupación y cuidado mostrados en el Libro de Mormón por las cuestiones sobre redacción, la obsesión de Lehi por registrar prolija y escrupulosamente cada episodio (1 Ne. 1:16) y la sobrada confianza de los redactores en su habilidades retóricas son características particularmente egipcias. “Y se escribe por mi propia mano” es simplemente la equivalencia egipcia de “lo escrito de mi mano,” y casi nos parece escuchar de boca de Nefi las palabras de un aforismo egipcio: “Tomad las palabras de vuestros padres que os han precedido… por que he aquí, sus palabras se hallan ante vosotros. Abrid, leed y tomad.” Ciertamente Nefi mismo fue diligente en seguir este consejo.46 Fue el egipcio y no el hebreo el que mostró su efectividad en el arte de la escritura.47 Es completamente egipcio el espíritu didáctico de Lehi y su hábito de dirigirse formalmente a sus hijos sobre temas de índole moral y religiosa “a la manera de sus padres.” Como lo haría un buen egipcio, se aseguró, por supuesto, de escribir esas palabras.48 La forma de tales discursos, con su introducción y figura retórica sin lugar a dudas tienen su origen en el academicismo egipcio; sin embargo, su contenido se asemeja mas a la “ciencia de los judíos,” como el mismo Nefi nos lo indica (1 Ne. 1:2). Sin embargo, tanto en forma como en contenido, los escritos de los profetas y la sabiduría de Israel poseen profundas similitudes con la literatura “profética” y la “sabiduría” egipcias,49 de modo que no debe sorprendernos que las profecías de Lehi perfilen ese mismo estilo. A finales de siglo los eruditos estaban fascinados por el hallazgo de una profecía demótica, fechada en la época de Bocchoris (718-712 a.C.) en la que se profetizaban destrucciones anteriores a la aparición del Mesías, y que fue colocada en la boca de “un cordero” (pa-hib). Las fuentes griegas nos informan que tal profecía disfrutó de amplia difusión en tiempos antiguos.50 La extraña sintaxis de la gran profecía de Lehi, conocida como “El Cordero” (1 Ne. 13:34, 41), no es mas
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que un anacronismo que habría sobrevivido desde tiempos Helenísticos o Cristianos. Un ejemplo típico de los profetas egipcios es Neferrohu, cuyas profecías, a pesar de que no han podido fecharse, se consideran muy antiguas. Este hombre se describe a sí mismo como un hombre común y corriente; mucho menos se considera valiente o “dueño de grandes riquezas;” sin embargo, se enorgullece de su habilidad como escriba. Al igual que Lehi, pone de manifiesto que había reflexionado mucho “sobre lo que habría de suceder en la tierra,” y habiendo obrado así fue impulsado a profetizar:” Alégrese mi corazón, y laméntese esta tierra en donde sois nacidos…la tierra ha perecido completamente, y nada queda en pie…la tierra ha conocido la miseria a causa de aquella comida de los Beduinos que corrompen la tierra”. Incluso aquí se prefigura la llegada de un rey-salvador.51 La situación no es única, sino una constante tanto en Judá como en Egipto, y nadie podrá negar que si Lehi jamás existió, al menos su arquetipo sí. Nefi enseña que su padre no fue sino uno de los muchos profetas de su época.
Políticas Egipcias en el Nuevo Mundo. El indicio mas fuerte de la influencia de la civilización egipcia sobre la posteridad de Lehi se encuentra en cierto episodio posterior de la historia nefita.52 En el Libro de Mormón: Actuando por recomendación del Rey Mosíah, quien ansiaba evitar una controversia por el trono, los nefitas de principios del siglo I a.C. sustituyeron la monarquía por un sistema de gobierno basado en jueces, “hombres sabios como jueces, quienes juzgarán a este pueblo según los mandamientos de Dios” (Mos. 29:11). No se nos dice de donde Mosíah obtuvo la idea; sin embargo, por la disposición y docilidad con la que el pueblo adoptó el sistema implica que ya estaban familiarizados con el (Mos. 29:37-41). Lo anterior queda plenamente demostrado en el episodio registrado sobre un tal Korihor, quien fue capaz de ganar un gran número de seguidores al acusar al “sumo sacerdote, y también juez superior del país” de revivir “ordenanzas y ceremonias que establecen antiguos sacerdotes para usurpar poder y autoridad” del pueblo (Al. 30:21-24). Que existiera un peligro real al rehabilitar una antigua forma de gobierno sacerdotal es aparente debido a que no mucho tiempo después de haberse establecido el sistema, cierto Nehor, intentando convertirse en el nuevo juez superior, fue acusado de ser el primero en introducir la superchería sacerdotal “entre este pueblo.” En esa ocasión, el juez superior afirmó que si la superchería sacerdotal fuera impuesta sobre el pueblo “resultaría en su entera destrucción” (Al. 1:12). Resulta paradójico que la superchería sacerdotal no había sido practicada en el Nuevo Mundo, sin embargo, esa tradición era vivamente rememorada, por lo que sus orígenes deben buscarse en el Mundo Antiguo si es que creemos en lo narrado en el Libro de Mormón. El Mundo Antiguo: A partir de la decimoséptima dinastía egipcia en adelante, la historia documenta de manera amplia los incesantes esfuerzos de los sacerdotes de Amón, con su sacerdote en jefe encabezándolos, por obtener el control del país. Para el
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año 1085 a.C. el sacerdote en jefe de Amón ya se encuentra ocupando el trono del sur, y en esa época “el sumo sacerdote de Amón podía -y de hecho lo hizo- reducir al rey a una posición de servidumbre.”53 El nombre del sumo sacerdote que tomó el trono de Tebas para sí era Herior o Kherihor.54 El fundamento del régimen sacerdotal consistía en un nuevo sistema de fiscalías, en las que los sacerdotes de Amón fungían como jueces y cuya influencia fue extendiéndose cada vez más hasta competir y finalmente suplantar por completo al poder judicial en todo el territorio.55 La tendencia separatista tan característica de la historia sacerdotal quizá se vió ensombrecida durante la reunificación de las cuatro regiones del sur como una sola unidad administrativa bajo el liderazgo de Nehi, el gran gobernador de la decimoctava dinastía, así como la aparición, que inicia con Nehri, de diversas estirpes gobernantes en Tebas bajo el auspicio de Amón.56 Al tomar el nombre de Sam Tawi (el que unifica a dos tierras), el sucesor de Nehri prefigura el surgimiento de una nueva dinastía.57 El que los nombres de Nehi y Nehri tengan o no de alguna manera cierta relación con el nombre de Nefi (no existen nombres egipcios mas semejantes) aún falta por investigar. Sin embargo, ningún filólogo se rehusará a reconocer la posible similitud entre el Korihor del Libro de Mormón y el Kherihor egipcio, así como también, sea filólogo o no, negará el asombroso parecido entre Sam [Tawi] y Sam (el hermano de Nefi). Libro de Mormón: El autoproclamado “pueblo de Ammón” (Al. 30:1), comunidad notable por su celo para con Dios, presentó a Korihor ante su líder, Ammón, “que era el sumo sacerdote de ese pueblo.” Posteriormente “lo llevaron ante el sumo sacerdote, y también el juez superior del país.” A su vez, la instancia en turno lo envió “a la tierra de Zarahemla…ante Alma y ante el juez superior que gobernaba todo el país” (Al. 30:19-21, 29-31). El Mundo Antiguo: El gobernador en jefe de Egipto era “el sumo sacerdote de Amón (o Ammón), el equivalente en egipcio –neter hem tep- significa “siervo [Hem] en jefe de Dios.”58 Hem es un prefijo usado en nombres egipcios y tiene la misma función que el tan comúnmente conocido prefijo asiático Abdí, propio de las regiones occidentales (p. ej. el Abdulá de origen árabe: “siervo de Dios”). Es sumamente interesante que en el Libro de Mormón el nombre de uno de los hermanos de un Ammón anterior haya sido Hem (Mos. 7:6). En vista que Amón (o Ammón) es uno de los nombres más comunes en el Libro de Mormón y también es el más común y más reverenciado de los nombres en el Egipto de los faraones durante su última etapa (después del 930 a.C.)59 que pretende absorber Palestina y establecer a Jerusalén como una dependencia política. La reverencia mostrada al nombre Amón de ningún modo indica ni remotamente la mas mínima concesión al paganismo por parte de los judíos, ya que Amón no es más que la versión egipcia de su único y universal DiosCreador; el Gran Espíritu, quien jamás fue concebido como una forma animal, ni representado por imagen alguna.60 Su primera aparición se remonta aproximadamente al año 2140 a.C. en Tebas, en la parte sur de Egipto, lugar al que parece haber llegado procedente de la parte occidental de Asia.61 ¿Podría tratarse
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del Dios de Abraham? Es por demás significativo que el nombre llegara a alcanzar preeminencia años después de la presencia de Abraham en Egipto, y cerca de un lugar en donde más tarde se ubicaría una de las más importantes colonias de judíos.62 Una réplica del lienzo egipcio bosquejado hasta el momento, bien pudiera hallarse en las ciudades costeras de Palestina, generalmente bajo la influencia egipcia, cuya administración y gobierno se encontraba en manos de jueces y sacerdotes, los cuales ocasionalmente usurpaban la autoridad del rey. Tales acontecimientos se presentaban tanto en la ciudad de Sidón como en la de Tiro; en esta última vivían dos usurpadores sacerdotales que ostentaban el nombre de Maitena o Matena –un nombre con un número de variantes tal, que ello sugiere una fuerte implicación con el nombre Matoni que aparece en el Libro de Mormón. El Libro de Mormón: El experimento de un gobierno regido por jueces-sacerdotes finalmente colapsó, debido principalmente, a la rivalidad por el asiento judicial surgida entre los tres candidatos, todos ellos hijos de Pahorán, el gran juez superior. Sus nombres: Pahorán, Paanqui y Pacumeni (Hel. 1:1-3). El Mundo Antiguo: La rivalidad entre familiares ocasionada por la disputa del oficio de Sumo Sacerdote es una característica del sistema egipcio; de hecho, pareciera que tal potestad era una posición heredada no a causa de un derecho legalmente constituido, sino producto de la tradición.63 El nombre Pahorán parece evocar el nombre palestino Pahura (del egipcio Pa-her-an; también Pa-her-y, “el Sirio”), que es egipcio “reformado”, es decir, un título egipcio genuino pero alterado en tal forma que permita adaptarse a la forma de expresión oral cananita. Pahura (o Puhuru, como también puede escribirse) fue un gobernador (rabú) egipcio de Siria en tiempos de Amarna. Este hombre o algún otro con el mismo nombre fue colocado por faraón como gobernador sobre la provincia de Ube, con sede en Kumedi 64 (también el sufijo –kumen que aparece en nombres del Libro de Mormón tiene su origen aquí). Paanqui es simplemente el bien conocido Paiank egipcio (o Pianchi, Paank, etc.) El primer hombre de importancia en llevar el nombre fue ni más ni menos que el hijo del ya mencionado Kherihor. No fue sucesor de su padre en el trono, contentándose con asumir la suprema potestad del oficio de sumo sacerdote en jefe del culto de Amón; sin embargo, Panezem, su hijo, si lograría alcanzar el trono.65 A mediados del siglo octavo, otro Pianhki, rey de Nubia, conquistó virtualmente todo el territorio de Egipto y reclamó para sí el oficio de sumo sacerdote de Amón y el título de faraón, en Tebas.66 En los días de Lehi, cuando los Asirios invadieron Egipto, su sucesor se refugió en una ciudad fortificada, cuya ubicación aún es desconocida y que era conocida como Kipkip o Kibkib, un nombre cuyo manejo de la forma rítmicométrica parece evocar con fuerza a la ciudad/nombre de Gidgid-doni (véase también Gimgim-no, en 3 Ne. 8:9). Pacumeni, el nombre del tercer vástago, se asemeja mucho a los nombres comúnmente usados por los últimos gobernantes-sacerdotes de Egipto, cuyos
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nombres tienen ciertas similitudes Pa-menec, Pa-mnk, Pamenches, etc. Los Griegos (que normalmente poseían la clave para la lectura correcta de los nombres egipcios) lo pronunciaban como Pacomios. La figura más destacada que ostentó el nombre fue un hombre que comandó a la totalidad de los ejércitos del sur y sumo sacerdote del culto de Horus. Al menos algún otro de los gobernadores generales de Egipto llevaron el nombre.67 Una extraordinaria coincidencia es el predominio del prefijo Pa- en los nombres de los jueces, tanto nefitas como egipcios. En el idioma egipcio contemporáneo esto es tremendamente común, y simplemente tiene la misma función que en una frase en español cumple el artículo definido.68 Otro juez del Libro de Mormón, Cezóram tiene un nombre que sugiere pudiera derivar del nombre de un gobernador egipcio de cierta ciudad Siria: Chi-zi-ri.69 No esta por demás señalar que al subir al trono, Panezem, de quien ya se ha hablado con anterioridad, cambió su nombre por el de Meriamón, que suena, fonéticamente hablando, muy similar al Moriantón del Libro de Mormón, incluso si no lo leemos Moriantón –una variante perfectamente posible. Sidón era el puerto oficial a través del cual los Judíos establecieron el tráfico comercial con Egipto. Debido a que Lehi y su pueblo fueron hábiles comerciantes, no es una sorpresa el que Sidón sea la única ciudad Palestina cercana a Jerusalén cuyo nombre figure de manera tan prominente en el Libro de Mormón. Es más, dado que Sidón era el punto terrestre de reunión tanto para hebreos como para egipcios y que los nombres de ambos linajes concurren en el Libro de Mormón, uno podría esperar que el nombre de tan popular sitio de reunión apareciera tanto en su forma egipcia como hebrea. La forma egipcia es Dji-dw-na, la cual tiene una extraordinaria similitud con el nombre Giddona registrado en el Libro de Mormón (Al 30:23).70 No podemos dar término a este breve resumen sobre las “cuestiones egipcias” sin hacer mención del hecho significativo de que los antepasados de Lehi no eran oriundos de Jerusalén. En Mosíah 1:4 aprendemos que ciertas planchas estaban escritas “en el idioma de los egipcios.” Nefi nos informa (1 Ne. 3:19) que esas mismas planchas estaban escritas “en el idioma de nuestros padres”, y que la posesión de las mismas era necesaria si el conocimiento del idioma iba a ser preservado para su pueblo. Para preservar simples caracteres, habría sido necesaria menos de una sencilla página de signos hebreos y egipcios, y tanto Lehi como sus hijos habrían producido muchas referencias de memoria, ya que ellos ya habían enseñado la palabra. Y si el idioma en cuestión era el hebreo, los hijos de Lehi podrían haber producido con sus propios recursos cualquier cantidad de libros en su propio idioma, de manera que cuando Nefi cree que con un solo volumen de planchas el idioma se perdería –el antiguo idioma de sus padres– posiblemente no estaba refiriéndose al hebreo. La conservación del hebreo naturalmente requería de la posesión de las escrituras, el canon completo en un lenguaje puro, pero podrían encontrarse en cualquier parte de Judea y la misión a casa de Labán habría sido innecesaria. El idioma de los antepasados de Lehi era una lengua extranjera; y cuando Nefi indica que era el idioma de los egipcios, eso es exactamente lo que quiere decir. Desde tiempos inmemoriales los israelitas habían estado exiliándose en Egipto, tanto colectiva, como individualmente, y no debería sorprendernos la posibilidad que los ancestros de Lehi se encontraran entre estas personas.
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Capítulo 2 Los Hombres de Oriente Nombres Extraños. La huella de Egipto estampada en la posteridad de Lehi puede distinguirse con claridad en los nombres ostentados por ellos y sus descendientes. Los nombres hebreos y egipcios en conjunto destacan por su mayoría abrumadora y presencia en cantidades muy similares, lo cual es exactamente lo que uno podría esperar de la declaración de Mormón en el sentido de que ambos idiomas fueron empleados por su pueblo (lo que ciertamente no sería el caso si únicamente se hubiera usado el idioma hebreo), sin embargo, también están presentes elementos Jonios, Hititas y Arabes. Primeramente, examinemos algunos nombres egipcios, comparando los nombres anotados en el Libro de Mormón (LM) con sus contrapartes equivalentes del Mundo Antiguo (MA).1
Aha (LM), hijo de un comandante en jefe nefita. Aha (MA), nombre del primer faraón egipcio; significa “guerrero” y es un término común. Amínadab (LM), misionero nefita durante la época de los jueces. Amanatabí (MA), jefe de una ciudad cananita bajo el dominio egipcio. El nombre es egipcio “reformado”. Ammón (LM), el nombre que con mayor frecuencia aparece en el Libro de Mormón. Ammón (Amón, Amún), el nombre más común en el imperio egipcio: el gran Dios universal del imperio. Ammoní[ah] (LM), nombre de una ciudad nefita. Ammuni-ra (MA), príncipe de Beirut, ciudad sometida bajo el régimen de gobierno egipcio. La relación es similar a la que Camení[ah] (LM), un general nefita, tiene con Khamuni-ra (MA), nombre Amarna, quizá un símil de Ammuni-ra.2 Cezóram (LM), juez superior nefita. Chiziri (MA), gobernador egipcio de una ciudad de Siria. Giddona (BM), a) juez superior que juzgó a Korihor, y b) padre de Amulek. Dji-dw-na (MA), el nombre egipcio para referirse a Sidón.
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Gidgiddoni y Gidgiddona (LM), generales nefitas. Djed-djhwt-iw-f y Djed-djhwti-iw-s agregando la terminación –ankh (MA), son nombres egipcios que significan “Dios ha determinado: que él viva,” y “Dios ha determinado: que ella viva,”, respectivamente.3 Tomando como patrón lo anterior, los dos nombres nefitas significan “Dios ha determinado: que yo viva,” y “Dios ha determinado: que nosotros vivamos,” respectivamente. Giddiani (LM), general y jefe de los ladrones de Gadiantón. Djhwti-anhki (MA), “Thoth es mi vida”; véase líneas arriba. Gimgim[no] (LM), ciudad de Gimgim, compárese con la expresión bíblica No-Amón, “ciudad de Amón.” Kenkeme (MA), ciudad egipcia, también Kipkip, un asentamiento en Nubia de la dinastía egipcia. Hem (LM), hermano del primer Ammón, un explorador nefita. Hem (MA), significa “siervo”, específicamente siervo de Amón, como en la frase Hem tp n‘Imn; siervo principal de Amón” usado por los sumos sacerdotes de Tebas. Helamán (LM), un gran profeta nefita. Her-amón (MA), “en la presencia de Amón”, muy similar a otro nombre egipcio Herii-her-imn.4 La letra “L” de las lenguas semíticas se escribe como “R” en el idioma egipcio, ya que este último carece de “L”. De manera inversa, la letra “R” en el idioma egipcio es considerada como una “L” en los lenguajes de origen semítico. Himni (LM); un hijo del rey Mosíah. Hmn (MA), nombre del Dios-Halcón egipcio, símbolo del emperador. Korihor (LM), un agitador político apresado por el pueblo de Ammón. Kherihor (en ocasiones escrito como Khuhor, etc.) (MA), el gran sumo sacerdote de Amón, quien ascendió al trono de Egipto en Tebas alrededor del año 1085 a.C. Mantí (LM), el nombre de un soldado nefita, una tierra, un cerro y una ciudad. Manti (MA) es una forma semítica de un nombre egipcio, por ejemplo, Mantimankhi, príncipe del alto Egipto alrededor del año 650 a.C. Manti una derivación idiomática tardía de Month, dios de Hermontis. Matoni (LM), el discípulo nefita. Maitena, Mattenos, etc. (MA), dos jueces de la ciudad de Tiro, que en diferentes épocas llegaron a ser reyes, muy posiblemente bajo el auspicio y dirección egipcias.
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Moriantón (LM), el nombre de una cuidad nefita y el de su fundador, también la provincia nefita de Moriántum. Meriatón y Meriamón (MA), nombres de príncipes egipcios; “Elegido de Atón” y “Elegido de Amón”, respectivamente. Nefi (LM), fundador de la nación nefita. Nehi, Nehri (MA), destacados integrantes de la nobleza egipcia. El nombre de un capitán egipcio era Nfy. Ya que en el Libro de Mormón en inglés el nombre de Nefi aparece siempre escrito con “ph”(Nephi), esta forma en el idioma inglés es muy semejante a Nihp, el nombre original del dios Pa-nepi, el cual, en un principio bien pudo haber sido Nephi.5 Paanqui (LM), hijo de Pahorán y candidato al asiento judicial. Paanqui (MA), hijo de Kherihor, a) gran sumo sacerdote de Amón, b) gobernador de la tierra del sur, conquistador de Egipto y sumo sacerdote de Amón en Tebas. Pahorán (LM), a) gran juez superior, b) hijo de este mismo juez. Pa-her-an (MA), embajador de Egipto en Palestina, lugar en donde el nombre ha sido “reformado” como Pahura; el nombre Pa-her-y en egipcio significa “el Sirio” o nativo de Asia. Pacumeni (LM), hijo de Pahorán. Pakamen (MA), nombre egipcio cuyo significado es “ciego”; al igual que Pamenches (en griego, Pacomios), nombre de un comandante de la región sur y sumo sacerdote de Horus. Pacus (LM), líder revolucionario y usurpador del trono. Pa.ks y Pach-qs (MA), nombres egipcios. Compárense con Pa-ches-i, “el que clama.” Sam (LM), hermano de Nefi. Sam Tawi (MA), en egipcio “el que unifica a dos tierras,” es un título tomado por el hermano de Nehri tras alcanzar el trono. Cezór[am] y Zeezr[om] (LM), un juez inicuo y un abogado entre el pueblo, respectivamente. El nombre de este último mas tarde sería llevado por una ciudad nefita. Zoser, Zeser, etc. (MA), gobernante de la tercera dinastía y uno de los más grandes e importantes faraones egipcios. Zemna[ri][ah] (LM), un jefe de la banda de ladrones de Gadiantón.
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Zmn[ha][re] (MA), nombre egipcio: los mismos elementos lingüísticos del nombre anteriormente mencionado, solo que en diferente orden –una práctica egipcia común. Zeniff (LM), líder de una colonia nefita. Znb, Snb (MA), elementos frecuentemente empleados en los nombres egipcios, cf. Senep-ta. Zenoc (LM), de acuerdo con varios autores del registro nefita, fue un antiguo profeta en Israel. Zenekh (MA) nombre egipcio; en otro tiempo propiedad exclusiva de un diosserpiente. Se habrá notado que los nombres comparados rara vez son exactamente iguales, exceptuando el caso de los monosílabos Sam y Hem. Extrañamente, tal circunstancia es una sólida confirmación de un origen común, debido a que los nombres fueron obligados to sufrir algún cambio con el tiempo y la distancia; por lo tanto, si el parecido fuera perfecto, nos veríamos forzados a atribuirlo, por mas descabellado que pudiera parecernos, a una simple coincidencia. Debe haber diferencias; y lo que es mas, tales diferencias no deberían ser incongruentes sino mostrar tendencias concretas. Esto nos conduce a la cualidad más impresionante de los nombres del Libro de Mormón. Tomemos como ejemplo el caso de Ammón. Siendo un nombre tan popular, se podría esperar que apareciera tanto en nombres compuestos como en solitario, y con toda seguridad, sería el elemento mas frecuentemente hallado en los nombres compuestos, tanto en occidente como en Egipto. Pero en nombres compuestos Amón o Amún sufre una metamorfósis, siempre de acuerdo con una regla general. En su tratado sobre Gramática Egipcia, Gardiner escribe: Entre los nombres compuestos existe una categoría sumamente importante conocida como teóforus, en la que uno de los elementos que integran la composición es el nombre de una deidad. En las trascripciones greco-romanas ahora se aplica como regla que cuando el nombre de la deidad se encuentre al inicio del nombre, este elemento se pronuncie con menor fuerza que cuando aparezca solo o al final.6 Acto seguido, el autor procede a demostrar que, en algunos casos, Amón o Amún frecuentemente se convierte en Amén, mientras que en otros su pronunciación desaparece por completo. Basta considerar los nombres Amínadab, Aminadí, Amnor, Amnihú, etc. del Libro de Mormón para ver cuán perfectamente dicha regla tiene su aplicación. Por otra parte, en el nombre Helamán permanece la pronunciación acentuada, debido a que “el nombre divino” no esta “situado al inicio” del nombre. En vista que la “L” semítica equivale a una “R” en lengua egipcia (la cual, no tiene letra L) Helamán necesariamente aparecería en el egipcio “sin reformar” como el típico nombre egipcio de Heramón.
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La presencia constante del elemento Mor- en los nombres del Libro de Mormón concuerda sorprendentemente con el hecho de que en las listas de nombres egipcios compilados por Liblein y Ranke el elemento Mr junto con Nfr son, por mucho, los más comunes. En un artículo publicado en la revista Improvement Era en Abril de 1948, el autor dirigía su interés a la peculiar tendencia que tienen los nombres del Libro de Mormón de ser exclusivamente oriundos del Alto Egipto y del sur de Tebas; en esa ocasión no pudo hallar una explicación satisfactoria a tan extraño fenómeno, pero ahora la respuesta es muy clara.7 Tras la caída de Jerusalén, muchos de los contemporáneos de Lehi que lograron escapar huyeron a Egipto, en donde su principal asentamiento parece haber sido en Elefantina o Yeb, al sur de Tebas. De hecho, todo parece indicar que la colonización mas importante de Elefantina se efectuó en esa época y proveniente de Jerusalén.8 ¿Que podría ser entonces mas natural sino que los refugiados que escaparon de la Jerusalén de Lehi huyendo a Egipto tuvieran nombres similares a los del Libro de Mormón ya que los integrantes del grupo de Lehi los habían tomado de la misma fuente? Una seria objeción para utilizar los nombres del Libro de Mormón como evidencia filológica no debe quedar sin respuesta. Al tener ante sí tan extrañas palabras ¿cómo pudo un iletrado José Smith haber sabido como pronunciarlas? y al escucharlas ¿cómo pudo su escribiente haber sabido como escribirlas? Recordemos que estos nombres no son traducciones al inglés como el resto del libro, sino auténticas expresiones propias del idioma nefita. Entre ellas, las suposiciones del Profeta al pronunciarlos y las suposiciones de Oliverio Cowdery al escribirlos forzaría a realizar un arduo ejercicio de suposiciones mutuas para completar exitosamente el proceso. Solo que no había nada que suponer. De acuerdo con los testimonios de David Whitmer y de Emma Smith publicados en el diario "The Saints Herald" y facilitados al autor por Preston Nibley, José nunca pronunciaba los nombres registrados en las planchas; siempre los deletreaba.9 De modo que no hay duda que su significado es tan preciso y fidedigno como es posible interpretarlos mediante el uso de nuestro alfabeto. Sin embargo, Egipto no era lo único. Palestina siempre fue una olla en ebullición y más aún en la época de Lehi, cuando el Cercano Oriente por entero se encontraba intensamente involucrado en operaciones comerciales y de tipo bélico. Listas de nombres de obreros calificados que vivieron en Babilonia tras la caída de Jerusalén muestran una increíble variedad de tipos.10 Dado que José Smith disponía del Antiguo Testamento, no hay errores al listar los nombres en hebreo, pero sus variantes en el Libro de Mormón son sumamente significativas. La fuerte tendencia a terminar en –iah es particularmente notable, ya que la gran mayoría de nombres hebreos hallados en Laquish finalizan de la misma forma, lo cual indica que los nombres con el sufijo –iah fueron sumamente recurrentes en la época de Lehi.11 Los nombres hebreos grabados en antiguas jarras provenientes de algunas otras partes de Palestina guardan cierta familiaridad con los hallados en el Libro de Mormón: Serón, Memsat, Zif (L. de M., Zif), Méter, Efer, Jalón, Ezer, Méname, Lécah, Amnon (L. de M., Amnor), Zoet, etc.12 y nunca se sospecharía de ellos si fueran insertados en una lista de nombres del Libro de Mormón. El Libro de Mormón ofrece el tipo correcto para nombres hebreos.
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Algo verdaderamente sorpresivo es que cierto número de nombres del Libro de Mormón posiblemente son de origen hitita y algunos de ellos indudablemente lo son. Así que, mientras Mantí sugiere las voces egipcias Mont, Manti, Menedi, etc. y el nombre de una ciudad hitita, Manda y un elemento característico de los nombres Hurrian (mucho de lo hitita es hurrian, como lo ha demostrado el Prof. Goetze) –anti, -andi, es igualmente común en el Libro de Mormón.13 De la misma manera lo son Cumeni, Cumen-oni, Kish-kumen (del hitita Kumani, una importante ciudad), Seántum (del hitita Sandon, Sandas), Akish (del hitita Achish, una denominación para Chipre), Gadiandi (de una ciudad hitita, Cadianda).14 Su variante egipcia indica que estos nombres llegaron a la gente de Lehi a través de otras rutas, no directamente; sin embargo, recientemente se ha demostrado que algunos contemporáneos de Lehi de cierto renombre eran hititas; los asentamientos y nombres hititas seguían sobreviviendo sobre la montañosa Judea de su época.15 La presencia de nombres tales como Timoteo y Laconeo en el Libro de Mormón es estrictamente correcto, sin embargo en primera instancia parecería ser contradictorio. Ya que al menos en el siglo XIV a.C. Siria y Palestina habían estado en permanente contacto con el mundo Egeo y que a mediados del siglo VII mercaderes y mercenarios griegos se encontraban fuertemente ligados a intereses egipcios (los mercenarios egipcios mas capaces siempre fueron griegos), diseminados por todo el Cercano Oriente.16 La gente de Lehi, muy aparte de sus actividades mercantiles, no habría podido evitar un considerable contacto con esta gente en Egipto y especialmente en Sidón, la cual hasta esos días era alabada por los poetas griegos como el más grande centro del comercio mundial. Es interesante anotar que Timoteo es un nombre Jonio, ya que los griegos de Palestina eran jonios (de ahí el apelativo de “hijos de Javanim”) y –debido a que Laconeo significa “un Laconiano”- que los mas antiguos mercaderes griegos eran Laconianos con colonias en Chipre (Akish en el Libro de Mormón) que por supuesto comerciaron con Palestina.17 El recopilador de estas investigaciones se mostró tremendamente sorprendido por la ausencia total de nombres Baal en el Libro de Mormón. ¿Qué desafortunada circunstancia habría intervenido para que los autores del Libro de Mormón olvidaran incluir por lo menos un nombre que contuviera el elemento Baal, tan común en los nombres del Antiguo Testamento? Habiendo descubierto, como pensábamos, que el libro estaba en un error, evitamos criticarlo al momento y de hecho su reticencia a presentar en sus páginas nombres de Baal --lo que ha sido asombrosamente justificado en años recientes-- sería una marca condenatoria contra el libro. Ahora sabemos que el obstinado prejuicio de nuestro texto mostrado hacia los nombres de Baal es en realidad la actitud correcta, y este descubrimiento, plantado frente a nuestras preconcepciones y cálculos, debería con toda justicia ser ponderado como una evidencia de peso a favor de la autenticidad del libro, dado el supuesto error histórico que sus páginas presentaban. Sucede que por una u otra razón los judíos a principios del siglo sexto a.C. no habrían tenido nada que ver con los nombres Baal. Una revisión a las listas de los nombres de Elefantina muestra que “el cambio de los nombres Baal, por sustitución, concuerda con la admonición de Oseas en el sentido de que no deberían ser usados mas por los Israelitas y consecuentemente resulta mas
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interesante averiguar la forma en que los últimos descubrimientos arqueológicos confirman al profeta, ya que de los mas de 400 nombres escritos en el papiro de Elefantina ninguno de ellos esta compuesto por la palabra Baal.”18 Debido a que Elefantina fue ocupada durante mucho tiempo por los Israelitas que escaparon de Jerusalén posteriormente a su destrucción, sus nombres deberían mostrar las mismas tendencias que los presentes en el Libro de Mormón. Sin embargo el traductor del libro quizá por el ejercicio de una astucia sobrehumana habría sido advertido por Oseas 2:17 a omitir los nombres Baal, ya que el significado de ese pasaje esta tan lejos de lo obvio que Albright, ya para 1942 encuentra como “muy significativo que los sellos e inscripciones de Judea…tan numerosas en los siglos séptimo y octavo parece que no contienen nombres Baal en absoluto.”19 Realmente muy significativo, pero difícilmente mas que la extraña perspicacia que el Libro de Mormón muestra sobre el particular. Con respecto a la presencia de algunos nombres de origen árabe en el Antiguo Testamento, Margoliouth hace notar que, “considerando… que los nombres registrados son una fracción infinitesimal de la población, tal evidencia resulta extraordinaria.”20 Esta consideración encuentra aplicación con mucha fuerza en el Libro de Mormón, en donde los nombres coincidentes con las diversas formas lingüísticas del Mundo Antiguo representan “solo una fracción infinitesimal” de la población nefita.
Lehi y los Arabes Lehi era sumamente rico y era también un mercader; su riqueza se perfilaba bajo la forma de “toda clase de riquezas” (1 Ne. 3:16) traídas de diversos y exóticos lugares. Su mundo era un mundo de viajeros y comerciantes. Los príncipes del delta eran mercaderes,21 los príncipes de las ciudades sirias y palestinas eran además, como las tablas Amarna muestran, mercaderes; la historia de Wenamón nos relata que los príncipes de Fenicia y Filistea eran mercaderes; los príncipes árabes del desierto fueron mercaderes; y los mercaderes de Egipto y Babilonia se reunían en sus tiendas para realizar las transacciones comerciales;22 los dos hombres mas sabios de Grecia y contemporáneos de Lehi, Solón y Tales de Mileto viajaron constantemente hacia el Este –por cuestión de negocios. Resulta significativo el hecho incidental de que Lehi tuviera una visión en un lugar desierto “mientras iba por su camino” (1 Ne. 1:5), para orar, se nos dice, y al hacerlo tuvo una visión. El efecto producido por la visión lo hizo regresar apresuradamente “a su casa en Jerusalén” (1 Ne. 1:7), en donde fue testigo de manifestaciones aún mas gloriosas, mostrándosele con ello que no era necesario “ir por el camino” para orar o recibir visiones; no iba por el camino esperando una visión –porque cuando la hubo recibido inmediatamente regreso a casa– sino que la recibió en el transcurso de un viaje rutinario de negocios que lo obligó a cambiar de planes. El oro y los objetos preciosos que Lehi poseía eran el resultado del intercambio efectuado como pago por su vino, aceite, higos y miel (productos para los cuales parecía ser un hábil comerciante), riquezas que no solamente habían sido transportadas por mar (de ahí la importancia de Sidón), sino necesaria y
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especialmente en caravanas. “Israel”, dice Montgomery, “volvió la vista hacia el desierto. Ahí era comercialmente posible obtener beneficios a través de las grandes rutas comerciales… a Siria… a Egipto y el Mediterráneo, o… hacia el Eúfrates y el Golfo Pérsico. Al Oeste el mercado estaba saturado con Egipcios, Filisteos, Fenicios y Sirios, todos ellos comerciantes mas hábiles y sagaces que los Hebreos.” Ya que Egipto controlaba el comercio occidental, es fácil ver como Lehi podría sacar el mayor provecho de su bagaje cultural egipcio. Sin embargo estos contactos occidentales estaban abiertos en la época de Lehi debido a una política de estrecha cooperación con los poderes del occidente en contra de Babilonia; la regla siempre había sido que el comercio del desierto, específicamente el del desierto del sur era la única fuente confiable de riqueza para los hombres de Jerusalén.23 Existe amplia evidencia en el Libro de Mormón, como era de esperarse, que Lehi fue un experto sobre viajes en caravana. Considérense algunas generalidades. Al recibir una advertencia a través de un sueño, Lehi esta aparentemente preparado y listo al momento de recibir la orden de tomar a su “familia, provisiones y tiendas” y dirigirse al desierto (1 Ne. 2:4). A pesar de no llevar absolutamente mas que las provisiones necesarias (1 Ne. 2:4), sabía exactamente que tipo de provisiones debía llevar, y cuando se le ordenó regresar a la cuidad para atender ciertos requerimientos inesperados, envió por los registros de Labán, no por cosas necesarias para el viaje. Todo ello denota en el hombre un alto grado de preparación y conocimientos, así como la magistral forma de establecer un campamento-base a fin de reunir fuerzas para la gran jornada a la usanza de los modernos exploradores de Arabia.24 Hasta el momento de abandonar el campamento-base, es decir, hasta el día en que recibe la Liahona da la impresión que sabe exactamente lo que esta haciendo y hacia dónde se dirige: no parece estar siendo “guiado por el espíritu, sin saber de antemano” como sucediera con Nefi en las obscuras calles de Jerusalén (1 Ne. 4:6) Su familia lo acusa de demente por salir de Jerusalén y no consideran sus sentimientos al mofarse de sus visiones y sueños, aunque nunca cuestionan su habilidad para guiarlos. Se quejan, como todos los árabes, de los terribles y peligrosos desiertos por los que viajan, pero no incluyen el desconocimiento del desierto entre los peligros inherentes; sin embargo sería la primera y última objeción a su descabellado proyecto, ya que la gran ciudad de Jerusalén representaba, desde la perspectiva de Lehi, un desafío mayor que el agreste y peligroso mundo de los lugares desolados. Lehi mismo jamás menciona a la inexperiencia como uno de los obstáculos a vencer. Algunos miembros de la familia ríen maliciosamente cuando Nefi propone construir un barco (1 Ne. 17:17-20), y probablemente recordaron el viejo y conocido refrán, “no le muestres a un árabe el mar o a un sidonio el desierto, por que su trabajo es diferente.”25 Pero a pesar de que decían que “le faltaba juicio” (1 Ne. 17:19) para construir un barco, nunca se burlaron de sus habilidades como cazador o lo trataron como a alguien que no esta acostumbrado a las rudas condiciones en el yermo. El hecho de que trajera su arco de fino acero y que supiera como manejar bien tan difícil instrumento muestra que Nefi había cazado bastante durante su corta existencia.
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Lehi tenía fuertes lazos con el desierto entre sus antecedentes familiares. Doscientos sesenta años antes los Judíos se sintieron mucho mas afines con la gente del desierto que en épocas subsecuentes. “Llegamos a darnos cuenta,” dice Montgomery, “que Israel tenía su rostro dirigido hacia aquellas regiones que llaman el desierto; su vecino mas cercano.” Los Judíos mismos originalmente fueron gente del desierto y jamás lo olvidaron:26 “Este constante ir y venir de vagabundos del desierto aún continua… No existen barreras de raza, lengua, casta o religión” entre ellos y sus primos del desierto.27 Frecuentemente se nos ha informado que los antiguos patriarcas fueron Beduinos errantes, sin embargo lo anterior no es indicativo de que vivieran en la barbarie;28 su lenguaje era el propio de la gente del desierto, del que muchas palabras hasta el día de hoy se asemejan mas al hebreo que al árabe moderno.29 En fechas tan recientes como el año 2000 a.C. el árabe y el hebreo aún no habían surgido de lo que “sustancialmente era un lenguaje común entendido desde el Océano Indico hasta Taurus y desde Zagros hasta las fronteras de Egipto. Este lenguaje común (excluyendo el acadiano…) probablemente era casi tan homogéneo como lo era el árabe hace mil años.”30 Una curiosa y persistente homogeneidad cultural y lingüística ha caracterizado a la gente del Cercano Oriente en cada época histórica, de tal manera que Margoliouth puede afirmar que “un sabaeano (Arabe del Sur) bien podría haber encajado en el primer versículo del Génesis.”31 “Los Hebreos continuaron siendo árabes” es el veredicto de un erudito moderno; “su literatura…en sus formas registradas, es del tipo y estructura árabe.”32 No es sorpresa que el Prof. Margoliouth sostenga que los Arabes parecen tener “la clave para cada enigma” en el estudio del Antiguo Testamento. En años recientes la tendencia de equiparar al hebreo con el árabe ha sido cada vez mayor, y Guillaume concluye el mas reciente estudio sobre el tema dictaminando que ambos apelativos son en realidad variantes de un origen común, en referencia a “los hijos de Heber”.”33 El calificativo ‘Arabe’ no es empleado para referirse a alguna nación, tribu o raza en particular y “no existía distinción alguna entre Hebreos, Armenios y Arabes en la época de los patriarcas,” según Albright;34 sin embargo, el término simplemente define un estilo de vida y los Judíos continuaron aplicándolo a sus parientes que habrían permanecido en el desierto una vez que ellos mismos se habían asentado en las ciudades del país.35 Una relación interesante entre Israel y los Arabes no debe dejarse pasar por alto ya que tiene una aplicación directa con el Libro de Mormón. Nos referimos a cierta genealogía hebrea cuya nomenclatura es no-hebraica, es decir, con peculiares formas antiguas de terminación –an, -on, y en ciertos casos de un origen árabe en particular.”36 “La pérdida de la terminación es completamente común en los nombres de sitios palestinos,” de acuerdo con Albright en referencia a lugares mencionados en documentos egipcios.37 Uno puede recordar cualquier cantidad de lugares mencionados en el Libro de Mormón –Emrón, Heslón, Jasón, Morón, etc., que han preservado esta arcaica terminación –on, indicativo, en lo general, de un pintoresco tradicionalismo entre la gente de Lehi, y en particular, de lazos con la gente del desierto. Ahora bien, de todas las tribus de Israel, Manasés fue la única que vivió en las regiones mas apartadas del desierto entrando en contacto frecuente con los árabes, a menudo casándose entre ellos y al mismo tiempo sosteniendo la tradicional estrecha relación con Egipto.38 Y Lehi pertenecía a la tribu de Manasés (Al. 10:3). La preeminencia del nombre de Ammón en el Libro de Mormón quizá
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tenga que ver con el hecho de que los Amonitas fueran los vecinos mas cercanos de Manasés y frecuentemente pelearan contra ellos en los desiertos al Este del Jordán; al mismo tiempo, una conexión prehistórica con el Ammón de Egipto no es algo que deba descartarse.39 La naturaleza cuasi-nómada de la tribu de Manasés quizás explicaría el porqué Lehi parece tan fuera de lugar con respecto a las cosas de Jerusalén. Por primera vez “descubrió” (1 Ne. 5:16) de los registros conservados en la casa de Labán que era descendiente directo de José. ¿Porque no lo sabía? Nefi siempre habla sobre “los judíos que estaban en Jerusalén” (1 Ne. 2:13) con cierto desapego curioso; 1er Nefi nunca se refiere a ellos como “la gente” o “nuestra gente” sino que siempre lo hace de manera totalmente impersonal como “los judíos.” En este sentido, es interesante que las cartas de Elefantina únicamente hablen sobre Judíos y Arameos, nunca sobre Israelitas.40 Nefi y Lehi no se encargan únicamente de mostrar una marcada frialdad sobre el asunto de la lealtad tribal, sino que agregan que la tribu no es un factor decisivo para alcanzar la salvación; que las mismas bendiciones están a disposición de todos los hombres en todas las épocas y en todas partes del mundo (1 Ne. 10:17-22); que “el Señor estima a toda carne igual” (1 Ne. 17:35); que no hay tal cosa como una “selección” arbitraria de las personas (1 Ne. 17:37-40). Este es un marcado contraste con el férreo tradicionalismo de los judíos de Jerusalén, así como del pronunciado carácter cosmopolita de Lehi en ciertos aspectos. Lehi, al igual que Moisés, y su propio antepasado José, era un hombre producto de tres culturas, educado no solamente en “la ciencia de los judíos y el idioma de los egipcios” (1 Ne. 1:2), sino también en las cuestiones del desierto.41 “Existen un matiz y atmósfera peculiares en la vida bíblica”, dice el Prof. Montgomery, “que le otorgan su tono característico…y ello proviene del amplio y libre tránsito de los hombres en la región que conocemos como Arabia.”42 La dualidad cultural egipcioisraelí habría sido imposible de no existir el vínculo árabe que las uniera, de la misma forma en que el comercio entre ambas naciones hubiera sido impensable sin el Beduino que guiara las caravanas por el desierto. Sin la empática cooperación de los Arabes, cualquier intento de cruce a través de sus desiertos era un riesgo terrible, por decir lo menos, y un comerciante era el único que sabía como negociar con los Arabes –porque era uno de ellos.43 La carta de Laquish No.6 en la que se denuncia al profeta Jeremías como el responsable de esparcir el pesimismo, tanto en la ciudad como en las regiones circunvecinas, muestra que Lehi, un adherente del profeta, habría estado activo en esa misma región de “la tierra de Jerusalén” (1 Ne. 3:10). Incluso la declaración sobre que Lehi “había morado en Jerusalén toda su vida” (1 Ne. 1:4) no habría sido hecha por gente que no pensara vivir en otro lugar, y una morada “en Jerusalén” sería una ayuda mas que un obstáculo para el viajero frecuente,44 por que “el páramo de Judea al norte de Jerusalén es un refugio efectivo de los desiertos árabes.”45 El ilustre antecesor de los árabes es Ismael. Su nombre es uno de los pocos nombres del Antiguo Testamento propios de la antigua Arabia.46 Su lugar de residencia tradicional era el Tih, desierto situado entre Palestina y Egipto y su gente habitaba “los límites” entre el desierto y la ciudad;47 era reconocido como descendiente legítimo de Abraham y madre egipcia. Su nombre no fue de buen augurio, por que el ángel le advirtió a su madre, “será un hombre indómito; su mano se alzará contra la de todo hombre y la de todo hombre contra la suya,”48 de modo
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que las posibilidades de que uno cuyo nombre fuera causa de desprecio tuviera buenas razones familiares para viajar serían mínimas; no obstante en Ismael, el amigo de Lehi, encontramos con toda seguridad a un hombre del desierto. Lehi, enfrentado con la posibilidad de realizar un largo viaje en el desierto, envió por Ismael, quien de inmediato lo siguió a la cabeza de un nutrido grupo; esto significa que debió haber aceptado el viaje mas fácilmente que el mismo Lehi. Lo interesante radica en que Nefi se lleva a Ismael (a diferencia de Zoram) por propia voluntad de este último, sin mayores explicaciones –el hecho de enviar por él parece ser la cosa mas natural del mundo, así como el matrimonio de sus hijas con los hijos de Lehi. Ya que siempre ha sido costumbre entre la gente del desierto tomar por esposa a la hija de su tío paterno (bint ‘amni); es difícil no tener la ligera sospecha de que Lehi e Ismael eran parientes.49 Hay una notable asociación entre los nombres de Lehi e Ismael con el desierto del sur, en donde se ubicaba el legendario lugar de nacimiento y santuario central de Ismael llamado Be’er Leía-ro’i.50 Wellhausen interpretaba el nombre como “quijada de buey salvaje,”51 sin embargo Paul Haupt ha demostrado que Lehi (así se lee el nombre) no significa “quijada” sino “mejilla,”52 lo que deja sin aclarar el extraño significado del nombre. No obstante una cosa es cierta: Lehi es un nombre. Hasta hace poco el nombre era prácticamente desconocido como nombre propio, salvo como nombre de un lugar, pero en Elat y en otro sitio al sur sus nombres han cambiado a una forma que ha sido identificada por Nelson Glueck con el nombre Lahai, “que frecuentemente aparece como parte de un nombre compuesto, o como nombre de una deidad o persona, particularmente en el Minaeano, el Tamúdico y otros textos árabes.”53 Existe un Beit Lahi, “casa de Lahi,” entre los antiguos nombres de lugares de las provincias árabes alrededor de Gaza, pero el significado del nombre se ha perdido.54 Si tuviera que hacerse un último apunte sobre el particular, el nombre Lehi es propio de la gente del desierto, y que nosotros sepamos, de nadie más. Lemuel no es un nombre hebreo convencional, pero aparece solo en un capítulo del Antiguo Testamento (Proverbios 31:1, 4), en donde se supone que no es mas que un misterioso sinónimo poético de Salomón. Sin embargo, al igual que Lehi, el nombre es propio del desierto del Sur, en donde un texto edomita sobre “un lugar ocupado por descendientes de Ismael” ostenta el nombre, “Las Palabras de Lemuel, Rey de Massa.” A pesar de ello, esta gente hablaba un lenguaje que no era árabe, sino que caía dentro de la esfera de influencia de la religión judía, ya que “no tenemos evidencia alguna para decir que los Edomitas emplearan algún otro nombre para nombrar a su deidad” diferente de “Yahwe, el Dios de los Hebreos.”55 El único ejemplo del nombre Lamán encontrado en cualquier otro lado hallado por el autor nos remite a un antiguo Mukam o lugar sagrado en Palestina. La mayoría de estos Mukams son desconocidos, y muchos de ellos datan de tiempos prehistóricos. En el antiguo Israel, solo la tribu de Manasés los construyó.56 Es una coincidencia sorprendente que Conder vea en el nombre Leimun, como él lo traduce, una posible corrupción del nombre Lemuel, brindando un origen común a estos dos nombres relacionados de manera tan cercana en el Libro de Mormón, en el que el nombre de Lamán aparece en primera instancia.57 Alma fue un nombre mucho mas popular entre los árabes de lo que lo fue entre los Nefitas; puede significar un joven, un bolso con correo, una montaña o un símbolo.58 En tanto que
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Sam es con toda certeza un nombre egipcio y también la típica forma árabe de Sem, el hijo de Noé.
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Capítulo 3 En el Desierto. Lehi el Soñador. Lehi posee en gran medida las características y los rasgos de un típico Jeque del desierto. Es noble, generoso, impulsivo, ferviente y visionario; así como dotado de una fantástica capacidad para la elocuencia y los sueños. Al igual que en sus sueños, cuando los árabes vagan sienten que son guiados por medio de sueños, y sus jeques son frecuentemente dotados para ello.1 La parte medular de los sueños de Lehi es altamente significativa, ya que los sueños de los hombres representan, incluso cuando son inspirados, las cosas que a diario observan, aúnque combinadas en maravillosas y extrañas formas. Es común que los hombres de todas las epocas sueñen, por ejemplo, con barcos; pero un hombre de la época de Lehi debería soñar únicamente con cierta clase particular de barcos. En sus sueños, Lehi se ve a sí mismo vagando “en un oscuro y triste paraje,” un “oscuro y lúgubre desierto,” por el que caminó “en la oscuridad por el espacio de muchas horas,” perdido y sin ayuda (1 Ne. 8:4-8). De todas las imágenes que pudieran llegar a obsesionar a los antiguos poetas árabes esta es, por mucho, la mas común; es la clásica pesadilla de un árabe; y es la suprema presunción de todo poeta que en solitario ha recorrido grandes distancias entre oscuros y lúgubres yermos.2 La oscuridad de manera invariable se presenta como la principal fuente de terror (durante el día, el calor y el resplandor del sol, casi nunca mencionados; ocupan un plano secundario), y el paroxismo del horror casi siempre es un “vapor de tinieblas;” una espesa mezcla de polvo y pegajosa niebla que, agregada a la noche, completa el cuadro de confusión experimentado por cualquiera que se atreve a vagar en el yermo.3 Contrariamente a lo que uno esperaría, estos vapores húmedos han sido mencionados por los viajeros de todas partes de Arabia,4 y AlAjajj, uno de los más grandes poetas antiguos del desierto, relata como un “vapor de tinieblas” le impidió continuar su viaje a Damasco.5 En su naturaleza y efectos, el “vapor de tinieblas” de Lehi (1 Ne. 8:23) coincide por completo con este extraño fenómeno. Cuando Lehi sueña con respecto a la vanidad del mundo, contempla “un largo y espacioso edificio,” suspendido en el aire a gran altura de la tierra y colmado de personas elegante y finamente vestidas (1 Ne. 8:26; 12:18). Eso es exactamente lo que el Beduino del desierto, para quien las grandes casas de piedra de las ciudades son una abominación, ve como la perfecta representación de un mundo inicuo; y como los árabes de la ciudad continúan burlándose de sus primos nómadas (a quienes envidian secretamente) ante cada muestra de franco desprecio recibido, entonces ellos son la gente bien vestida en el gran edificio “en actitud de estar burlándose y señalando con el dedo” (1 Ne. 8:27) al pequeño y pobre grupo de sucios y harapientos vagabundos, tan hambrientos que comían del fruto de un árbol, y tan humildes que su pobreza los colocaba en franca pena. Uno casi puede recordar por las imágenes de Lehi las grandes casas de piedra de los antiguos árabes, “de diez a doce niveles que…representan auténticas reliquias de la antigua arquitectura babilónica,”6 con sus ventanas, por razones de seguridad, dispuestas a
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quince pies del suelo. Durante la noche estas ventanas iluminadas indudablemente producirían el efecto de estar suspendidas sobre la tierra. Es interesante que el padre de José Smith, de acuerdo con su esposa, tuviera el mismo sueño, ya que encuentra consuelo al comparar las tribulaciones de su propia familia con las del “padre Lehi”. Sin embargo, lo significativo del sueño no es la similitud entre ambos, sino las totalmente diferentes circunstancias de ambos; cuando el padre del profeta se soñó a sí mismo extraviado en “esta parte [de] el mundo,” no “podía ver nada, salvo la muerte, en medio de una arboleda,” una imagen que por supuesto nos recuerda su propio antecedente inmigrante.7 Cuando Dante, otro personaje del mundo occidental, se ve a sí mismo perdido en medio de su jornada mortal (uno de los mas comunes y mas antiguos sueños, que, repetimos, es clásico) se encuentra vagando en un denso y oscuro bosque; el bosque de su nativa Toscana. Un gesto mucho mas placentero le permite a Lehi observar “un campo grande y espacioso a semejanza de un mundo” (1 Ne 8:20); exactamente la misma forma en que el poeta árabe describe el mundo o maydán, un campo grande y espacioso.8 Cuando sueña con el río de agua, es un verdadero río del desierto, una corriente de agua de gentil anchura que brota de un manantial situado a cierta distancia (1 Ne. 8:13-14)9 o también un horrible cauce de agua fangosa, una fuente de “aguas sucias” que arrastra a la gente hacia su destrucción (1 Ne. 8:32; 12:16; 15:27). En el año 960 d.C. de acuerdo con el Bar Hebraeus, un nutrido grupo de peregrinos que regresaban de la Meca “acamparon en el lecho seco de un río por el que hacía mucho tiempo no fluía el agua. Durante la noche, mientras dormían, la lluvia repentina ocasionó una corriente de agua tan grande que barrió a los hombres y a sus posesiones hasta el Gran Mar pereciendo todos.”10 Según Doughty, incluso un descuidado jinete y su cabalgadura pueden quedar atrapados y ser arrastrados por la súbita aparición de “un torrente.”11 Uno de los peores lugares para estos voraces torrentes de lodo y agua “son las agrestes y áridas montañas que corren paralelas a la costa occidental de Arabia;… las tormentas chocan contra este gran macizo montañoso y producen casi de forma inmediata espantosos torrentes –la creciente de Arabia– que barre cualquier obstáculo sin previo aviso y es responsable de la pérdida de vidas humanas y del ganado.”12 Esta fue la región que Lehi atravesó durante su gran jornada. El manantial y el arroyo son los dos únicos tipos de “río” (los árabes los consideran como tales) conocidos en el desierto árabe.13 Lehi sueña con personas transitando por senderos equivocados; perdidos en desoladas extensiones; “desviándose por senderos extraños” (1 Ne. 8:23, 32) o internándose en “caminos anchos, de modo que perecen y se pierden” (1 Ne. 12:17) a causa del “vapor de tinieblas” (1 Ne. 8:23). Sentirse desorientado es, naturalmente, el destino que enfrenta todo morador del desierto, tanto en sueños como en la vida real, y los poetas conocen el inmenso pavor producido por “senderos extraños” y “caminos anchos.”14 Para simbolizar lo que es completamente inaccesible, a Lehi se le muestra “un grande y terrible abismo”(1 Ne. 12:18), “un horroroso abismo” (1 Ne. 15:28), una tremenda sima con un único objetivo: separar al (árbol de la vida) enloquecedoramente visible del otro lado; solo aquellos que han viajado por el desierto conocen el sentimiento de completo desamparo y frustración que se experimentan al encontrarse repentinamente obstaculizado por uno de esos
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espantosos desfiladeros de pendientes tan pronunciadas –nada mas abruptamente brutal, mas absolutamente devastador, desconcertante y abrumador; y así será con los malvados en el día del juicio final.15 Independientemente de que pudieran encontrarse algunos otros paralelos en estas cosas, tal combinación de ellas solo podría venir de un hombre conocedor del desierto. Rubah, uno de los poetas del desierto, describe en un breve y sencillo poema el terror provocado por la soledad, la interminable jornada, el vapor de tinieblas (denso y sofocante), el “horroroso abismo,” los caminos anchos y los caminos exasperantemente retorcidos.16 El Libro de Mormón nos provee de algunos claros y vívidos episodios (aún faltan mas) de la vida en otro mundo –del mundo del desierto– que pueden parecernos pintorescos, pero que ofrecen pruebas convincentes de su propia autenticidad. El comentario de Nefi “pues intentaban quitarme la vida, para luego abandonarme en el desierto, a fin de que fuera devorado por animales salvajes” (1 Ne. 7:16), es, en palabras del poeta árabe, el procedimiento habitual y correcto de ajustar cuentas entre los Arabes, y dada su popularidad entre los poetas, no se trata de una metáfora, sino de una certeza.17
La Huida al Desierto El que un prominente ciudadano de Jerusalén abandonara la tierra de su herencia de un momento a otro y sin mayores argumentos que un sueño podría parecer a primera vista altamente improbable, por decir lo menos. A pesar de que Lehi había reflexionado larga y ansiosamente sobre el incierto destino de Jerusalén, orando “con todo su corazón, a favor de su pueblo” (1 Ne. 1:5), cuando el sueño se presentó, él estaba preparado. Por otra parte, al emprender su inesperada marcha, Lehi estaba haciendo no solo lo más sensato, sino también la cosa más común. Desde tiempos antiguos hasta el día de hoy la acción correcta a tomar cuando la situación se tornaba peligrosa en las ciudades y regiones del Cercano Oriente era simplemente escapar y buscar refugio en el desierto. Sinuhé, un alto oficial de la corte de Amenothep I, intuyendo una revuelta en palacio tras la muerte del faraón, huye durante la noche hacia el desierto, en donde casi muere de sed de no haber sido recogido por ciertos árabes amistosos que sostenían tratos comerciales con Egipto. Su historia, ciento treinta años más antigua que la de Lehi, ilustra la facilidad con la que los hombres pasaban de la ciudad al desierto y nos muestra cuán natural era el impulso de ir tras el desierto durante una crisis. ¿No habían Moisés y los profetas, inclusive el mismo padre Abraham encontrado refugio de sus enemigos en el desierto? ¿No había hecho el pueblo de Israel lo mismo? Pero lo que hace extremadamente llamativa la historia de Lehi es el descubrimiento reciente de que cuando algunos líderes de los judíos en Jerusalén, cuya iniquidad había obligado a Lehi a salir de la tierra mientras aún era posible hacerlo, hallaron la ciudad al borde de la destrucción y se enfrentaron con las consecuencias de sus desatinos, se ocultaron “en el desierto durante el asalto a la ciudad” y al ver todo perdido huyeron a Egipto.18 “Ocultarse en el desierto” fue exactamente lo que hicieron Lehi y aquellos que posteriormente lograrían escapar. El desierto al que escapó Sinuhé era el de la región sur de Palestina; la clásica región-escondite de Egipcios y Judíos, en donde a “hombres de toda raza y condición social…les parece haber encontrado en el bando árabe un refugio seguro.”19 Mientras que, por otra parte, el desierto de Siria es “un lugar nada
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envidiable y habitación de tribus proscritas.”20 El hogar adecuado para el desterrado, el tránsfuga y el fugitivo era aún la región de Edom y el sur del país; “tierra de grupos marginados y de individuos desertores, en donde tribus árabes seminómadas se alternan con sociedades sin oficio ni beneficio, con esclavos clandestinos, bandidos y todo tipo de escoria humana.”21 Incluso los grandes mercaderes que comerciaban con los ‘civilizados’ Nabatenos basaban su confianza, dice Diódoro, en su habilidad para desaparecer rápida y fácilmente en el desierto – como cualquier Beduino.22 De manera que no supongamos que Lehi fue el primer gran mercader en dejar atrás su tierra en compañía de su preocupada familia. Aún en el siglo actual, los campesinos y aldeanos árabes, para escapar de las exigencias de un tiránico gobierno Turco, huían al desierto y adoptaban la vida de los Beduinos nómadas,23 y en años recientes miles de fellahines, acostumbrados a la vida agrícola, han sido vistos llevando una miserable existencia en las arenas del desierto de Siria como resultado de una precipitada y desatinada huida de sus hogares.24 Hemos mencionado que “los judíos que estaban en Jerusalén” finalmente se fugaron cuando la ciudad cayó y terminaron en Egipto. Muchos de ellos se asentaron en las regiones altas del Nilo, en las ciudades de Elefantina o Yeb.25 Esta famosa colonia ha sido descrita como una estrafalaria desviación del curso principal de la historia hebrea: culturalmente hablando, no llegó a ninguna parte y no tuvo peso e influencia en el desarrollo del judaísmo egipcio.”26 Podemos utilizar las mismas palabras para describir la propia migración de Lehi –una desviación excéntrica que se desprende por completo de la corriente principal de la historia judía, pero, al igual que el asentamiento de Elefantina, preservando de manera intacta su peculiar y particular versión de judaísmo trasplantado. La historia de Elefantina, que presenta la posibilidad de un desarrollo que los eruditos al principio hallaban inconcebible y que durante mucho tiempo se rehusaban a creer, confirma la posibilidad de tales expediciones, similares a la de Lehi. Los judíos, a lo largo de su historia muestran, como observa Montgomery, una tendencia constante por “revertir el proceso” y regresar al desierto; y Lehi no sería ni el primero ni el último en hacerlo.27 Además, no es inusual que gente acaudalada de pueblos y ciudades e incluso campesinos pobres tomen esa clase de ‘vacaciones’ por una temporada y experimenten de cuando en cuando un poco de la vida nómada; de tal suerte que el comportamiento de Lehi al convertirse en Beduino fue totalmente convencional y decente. Por supuesto que quienes toman esa clase de periplo son aquellos que han gozado ya de cierta experiencia en el desierto y han adquirido cierto gusto por el.28 El Libro de Mormón es claro y especifico en cuanto a la dirección tomada por el grupo de Lehi. Tomó lo que ahora nosotros sabemos podría haber sido la única ruta de escape; ya que con un peligro inminente amenazando desde el Norte y las tierras al Este y al Oeste gobernadas por poderes opuestos al borde de una guerra, solo quedaba una opción. El desierto del sur, la única tierra en donde los mercaderes y negociadores de Israel se habían sentido a través de los siglos como en casa, permanecía abierta –incluso después de la caída de Jerusalén así continuó. Y el único camino de ese desierto era la gran ruta comercial que corría a través de las ardientes depresiones del Arabá.29 Durante mucho tiempo la compañía viajó con dirección sur-sureste y entonces, repentinamente, viraron en línea recta al Este, cerca de un desierto particularmente terrible y alcanzaron las playas del mar
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en un punto que será tema de discusión mas tarde. Nefi cuidadosamente nos mantiene al tanto del curso principal seguido durante cada etapa de la jornada, y nunca menciona alguna desviación de la ruta hacia el Oeste o hacia el Norte. La compañía viajó durante ocho años solamente en dos direcciones, sin retrasarse o desfallecer, toda una hazaña considerando que la mayor parte de la jornada fueron largas marchas forzadas. El argumento anterior excluye por completo a la península del Sinaí como el escenario de sus viajes y encaja a la perfección con un recorrido a través de la península Arábiga. A un ritmo de marcha lo mas lenta posible “en dirección sursureste” a través de la península del Sinaí se habría alcanzado el mar en diez días y habría sido necesario virar al Norte; pero hasta el momento, el grupo de Lehi había viajado “durante muchos días,” quizá meses enteros, en dirección sur-sureste, manteniéndose cerca de la costa del Mar Rojo todo el tiempo. Un viajero a pie invierte diez días en cubrir la distancia de esa costa de Sinaí que corre en dirección sur-sureste – ¿y qué con respecto al resto de los ocho años? Lo que excluye por entero al Sinaí como la geografía del viaje de Lehi es la ausencia en todo momento de árboles maderables con los cuales construir un barco; mucho menos la existencia de una exuberante y hermosa tierra de abundancia. “¿Es completamente posible,” escribe un erudito contemporáneo, “que Salomón tuviera que transportar sus naves o el material empleado en su construcción, del Mediterráneo, en cuyas playas podría encontrarse la madera para tal efecto?”30 El desierto en el que Lehi se refugiara y estableciera su primer campamento es conocido desde tiempos del Antiguo Testamento como inhóspito por excelencia. Gracias a la Biblia esta es la parte de la tierra en el que el término inhóspito se aplica más literalmente que en ningún otro; de modo que al emplearlo, Nefi lo hace en su más amplio sentido.31 De 1er. Nefi 8:4,7 aprendemos que por inhóspito él intenta describirnos un páramo, no una jungla. Hoy continuamos llamando a la región un desierto, aunque Woolley y Lawrence prefieren el término anterior para designar a este desierto –el páramo inhóspito de Zin. “El término ‘inhóspito’ no significa necesariamente un lugar inhabitable” escribió Kenyon (asociando por tanto las dos palabras en la forma en que Nefi lo hace), “sino un lugar que los nómadas pueden habitar, con oasis y arroyos en donde pueden cultivarse plantas.”32 De manera que el páramo inhóspito de Lehi tenía “partes mas fértiles” en las que era posible sobrevivir (1 Ne. 16:16). El yermo particular en el que Lehi asentó su primer campamento se encuentra entre los desiertos menos atractivos de la tierra, sin embargo, ciertos observadores creen que la zona antiguamente gozaba de una mayor precipitación pluvial que la presentada hoy en día y coinciden en señalar que el cambio climático ha sido insignificante desde tiempos prehistóricos –casi tan inclemente como lo es actualmente.33 Incluso si Lehi tomó la ruta sur del Arabá, lo cual con toda probabilidad hizo, era el camino más directo hacia el Mar Rojo y una ruta de caravanas conocida por todos los mercaderes, lo que forzaría al grupo a moverse hacia el desierto en su intento de evadir a los Beduinos que, como plaga, infestaban la ruta. Tampoco vemos señales o monumentos dejados a su paso: “Los Egipcios, los Patriarcas, los Judíos, los Romanos, los Crusados y los Arabes siempre transitaron esas mismas regiones y lo único que se dignaron a otorgarles fue un nombre. Probablemente a su parecer el país era tan detestable como para
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merecer mayor referencia.”34 Al parecer, también lo era para la compañía de Lehi que “murmuró” por haber sido conducida a la antesala de un verdadero infierno.
Gente en Tiendas. Los editores del Libro de Mormón otorgaron un versículo entero a la lacónica declaración de Nefi, “vivía entonces mi padre en una tienda” (1 Ne. 2:15), lo cual es correcto, ya que al mismo Nefi el hecho le parece sumamente significativo y señala la tienda de su padre como el centro de su universo.35 para un árabe, la expresión “vivía entonces mi padre en una tienda” es sumamente descriptiva. “Los actuales habitantes de Palestina,” escribe Canaan, “al igual que sus antepasados se dividen en dos tipos: pobladores de ciudades y aldeas y El Beduino. La forma de vida y hábitos de un tipo difieren radicalmente de los del otro, como también su habitación. Las casas de las aldeas y las ciudades se construyen con materiales duraderos;… por otra parte las moradas de los Beduinos son tiendas, artefactos que se adaptan mas a la vida nómada.”36 Un antiguo poeta árabe presume que su gente es “la orgullosa y refinada gente del caballo y el camello; moradores de tiendas, y no miserables arreadores de bueyes.”37 Aproximadamente cincuenta años después de la caída de Jerusalén, un rey persa se jactaba de que todos los reyes “y los Beduinos que viven en tiendas trajeron sus costosos presentes y arrodillándose, me besaron los pies,”38 de modo que hace la misma distinción que el poeta. Uno de los juramentos más comunes de los árabes, reporta Burckhardt, es “por la vida de los moradores y dueños de esta tienda,” mientras que simultáneamente coloca una mano a la mitad del poste principal de su tienda.39 Si al morir, un hombre careciera de bienes, los postes de su tienda se quiebran y la lona es hecha jirones,” mientras que por otra parte, “la colocación de una nueva tienda en el desierto es un evento celebrado con banquete y sacrificio.”40 La cultura de la tienda también era importante para los Hebreos. En efecto, la palabra hebrea “tienda” (ohel) y la palabra árabe “familia” (ahl), originalmente fueron una misma palabra.41 “El Beduino le prodiga un profundo afecto a su tienda,” dice Canaan, “no la cambiará ni por una casa.”42 Así pues Jacob fue “un hombre sencillo, viviendo en tiendas” (Gen. 25:27), sin embargo, no por ello en condiciones de pobreza: “Ciertos viajeros de Oriente que solo han visto las sucias y deprimentes tiendas de los gitanos Beduinos… quizás se sorprenderían con la amplitud y el austero lujo propios de la tienda de un gran Sheik del desierto.”43 De manera que en la afirmación hecha en el sentido de que su “padre habita en una tienda,” Nefi hace notar que ha asumido el estilo de vida del desierto como requisito necesario para su travesía. Cualquier oriental apreciaría cabalmente la importancia de tal expresión, la cual, para nosotros los occidentales, es casi una trivialidad. Si Nefi parece pensar en la tienda de su padre como el eje de todo es porque simplemente intenta expresar el punto de vista de cualquier Beduino, quien considera que la tienda de un sheik representa la sábana que cobija su existencia.44 Una bandera blanca, se nos informa, algunas veces se coloca en la parte alta de la tienda para guiar a visitantes y extranjeros. Toda visita es conducida de inmediato a la tienda [del sheik].”45 Cuando Nefi instó a un aterrorizado Zoram a unirse al grupo en el desierto, él dijo: “si bajas al desierto adonde esta mi padre, habrá lugar para tí entre nosotros” (1 Ne. 4:34). La validez de la proposición estriba no solamente en el correcto papel de Lehi de recibir miembros e invitados en la tribu sino también en la típica expresión “habrá lugar para tí entre nosotros.” Desde tiempos inmemoriales la
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frase adecuada de bienvenida a todo extraño que entra en una tienda ha sido ahlan wa sahlan wa marhaban, que literalmente (tal vez) significa, “¡una familia, un sitio cómodo, y un amplio lugar!”46 Expresiones equivalentes se encuentran en el Antiguo Testamento, como cuando Abraham invita a su visitante celestial a sentarse debajo de su árbol (Gen. 18:4); tales detalles son rasgos de un estilo de vida beduino. Sin embargo, ninguna de las expresiones bíblicas es tan típicamente “árabe” como la invitación de Nefi.
El Orden de la Marcha. El Libro de Mormón nos informa abundantemente sobre la forma en que Lehi y su gente viajaron por el desierto y el registro puede ser comparado con información de primera mano sobre la vida cotidiana de los árabes durante los últimos cien años y específicamente de los últimos cuarenta en adelante. Todo ello concordaría con Nefi de que la tónica de la vida en Arabia es una vida llena de privaciones: “la vida es difícil; una incesante lucha por la existencia en contra de hombres y naturaleza.”47 “No es una exageración,” escribe un erudito, “al decir que un Beduino se encuentra permanentemente en un estado de inanición.”48 “En muchas ocasiones entre sus provisiones,” reporta Doughty, “no queda ni una sola jarra con agua en la tienda del sheik.”49 La crónica de Palgrave sobre el particular resulta verdaderamente impresionante: “finalmente una breve pausa; insuficiente para descansar o dormir después de mas de tres o cuatro horas de marcha, interrumpida insistentemente por la advertencia, ‘si nos quedamos aquí, moriremos de sed’ retumbando en nuestros oídos, y entonces volvemos a los lomos de nuestras agotadas bestias y seguimos adelante a través de las tinieblas de la noche que se aproxima debatiéndonos entre la constante posibilidad de un ataque y saqueo por parte de errantes merodeadores…y aproximadamente una hora antes del atardecer habíamos avituallado a nuestros camellos lo mejor que pudimos para preparar un banquete nocturno precisamente en la misma forma descrita como típica de estas regiones y mas frecuentemente, por miedo a que el humo de nuestra fogata anunciara nuestra presencia a algún distante vagabundo del desierto, contentándonos con degustar algunos dátiles secos y un descanso de hora y media en la arena.”50 Esto es, sin duda alguna, marchar bajo presión; pero las condiciones –sin el uso del fuego, la carne cruda y “sufriendo mucha aflicción” (Hel. 3:34) son duplicadas con exactitud en el Libro de Mormón. La compañía de Lehi se encuentra viajando a través del desierto durante algunos días (tal vez tres o cuatro) y entonces acampa “por algún tiempo” (1 Ne. 16:17); esta es exactamente la forma en que los árabes viajan. Las velocidades desarrolladas por las caravanas oscilan entre dos punto veinticinco y casi cuatro millas por hora: treinta millas es, de acuerdo con Chessman, “un buen promedio” por día, y sesenta millas lo máximo.”51 ”La estimación promedio para un buen día de marcha calculada por los escritores árabes es de entre veintiocho y treinta millas: bajo circunstancias especiales o favorables podrían alcanzarse cuarenta.”52 Por otra parte, una jornada lenta para un “nómada en burro”, moviéndose mas lentamente que los guías de los camellos es de veinte millas diarias.53 El número de días empleados para acampar en un lugar varía (como en el Libro de Mormón) de acuerdo a las circunstancias. “Entre diez y doce días es el promedio de tiempo de permanencia de un campamento Beduino de regular tamaño
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en el lugar,” de acuerdo con Jennings-Bramley, quien, sin embargo, observa, “he sabido que han llegado a permanecer en un lugar hasta cinco o seis meses.”54 Lo usual es acampar en un lugar tanto como sea posible; hasta que las bestias lo ensucien, la multiplicación de las pulgas se vuelva intolerable y los alrededores sean incapaces de proporcionar mas pastura, es entonces cuando las tiendas se desarman y el campamento se levanta.”55 “En las planicies de Siria y Arabia,” de acuerdo con Burckhardt, “los Beduinos acampan durante el verano… cerca de los pozos de agua, en donde permanecen generalmente durante un mes.”56 El itinerario de Lehi, por lo tanto, parece ser completamente normal y los ocho años que invirtió en atravesar Arabia no constituyen un progreso ni muy rápido ni muy lento –Bani Hilal empleó veintisiete años para cubrir una distancia mucho menor. Después de alcanzar la playa, la gente de Lehi simplemente acampó ahí durante “muchos días” (1 Ne. 17:7) hasta que una revelación los puso nuevamente en movimiento.
El Problema de las Provisiones. Las nobles bestias que componían la caravana de Lehi ¿eran burros o camellos? Indudablemente esto último. El tiempo requerido y todo en el Libro de Mormón insiste en ello. Pero antes de pasar a la evidencia sería bueno corregir la teoría, en ocasiones propuesta, de que la compañía viajó a pie. Cuando el Señor encarga una tarea al hombre, le proporciona los medios para cumplirla, como Nefi mismo lo señala; y a Lehi le había proporcionado, en efecto, amplios medios. La imagen de un rico mercader y su familia dirigiéndose al desierto en una caravana de cierta magnificencia jamás habría despertado el menor comentario de sus vecinos. Burckhardt describe como un hecho sin precedentes el paso de la caravana de un rico mercader de Maskat en el desierto: “Tenía diez camellos para transportar a sus mujeres, hijos, sirvientes y provisiones.”57 Lehi habría tenido solo una. Pero para un anciano y aristocrático hebreo cargar consigo mismo, su esposa y sus hijos con tiendas, utensilios, armas, comida y otros implementos en un viaje a pie habría sido impensable, tanto entonces como ahora. “Sin el camello,” escribe un moderno erudito, “hubiera sido imposible para los nómadas llevar sus tiendas y mobiliario a través de las vastas regiones arenosas, en donde los asnos difícilmente pueden pasar y llevar solo una pequeña carga.”58 La clave decisiva es el hecho de que el grupo de Lehi llevó granos consigo, así como “toda suerte de semillas de toda especie” (1 Ne. 8:1). Los Arabes, como se verá mas adelante, hacen esto cuando emigran en forma definitiva, empacando las semillas en grandes sacos negros de 150 a 180 libras; un par de estos se colocan en un camello. Al menos deben cargar con el grano suficiente para realizar una siembra transitoria en algún lado o para alimentarse con el durante el camino –¿y quien podría cargar lo suficiente sobre su espalda? Para atravesar el corazón de Arabia sobre el mejor camello del mundo se requiere de una resistencia casi sobrehumana –¡mucho menos pensar en cosas ridículas como llevar tiendas, libros, alimento, mobiliario, armas y grano en la espalda! Raswan menciona que “los criadores de camellos no temen a las extensiones desprovistas de agua del desierto como los criadores árabes de ovejas -y de cabras- lo hacen; por esa razón los dueños de camellos son mas libres e independientes.”59 Por otra parte, estos últimos siempre están en peligro de inanición, y cuando leemos que la gente de Lehi estuvo continuamente ante tal
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peligro y se apoyaron en la caza de tal suerte que un arco roto podría significar la muerte por inanición, podemos estar seguros que fueron nómadas viajando a lomo de camello y sin rebaños, como lo requería su apresurada huída de Palestina. Entre la lista de las cosas que llevaron consigo no se mencionan rebaños, que por supuesto habrían tenido; la referencia a “toda clase de…rebaños” (Et. 1:41) de los Jareditas siempre aparece en primer término en el relato de su migración y con toda seguridad podemos asumir que el silencio de Nefi con respecto a este asunto indica que su pueblo no viajó como un grupo de pastores a cargo de sus rebaños. Pero Nefi tampoco menciona a los camellos. ¿Por qué no? Por la misma razón por la que no se mencionan en númerosos poemas árabes que describen el viaje en el desierto; simplemente porque se da por hecho. En Oriente las palabras comunes para hacer referencia a un viaje tienen, sintácticamente hablando, una estrecha relación con la palabra empleada para referirse a un camello; por lo tanto, rahal y safar, dos palabras básicas, ambas significan “embarcarse en un viaje” y también “ensillar un camello;” se infiere, por lo tanto, la presencia de camellos debido a que no se hace mención especial de ellos. Cuando digo que conduje desde Heber hasta Salt Lake, nadie en esta época pensaría preguntar “¿en automóvil?” aunque todos mis lectores saben que quizás he conducido también una carreta o un triciclo. De la misma manera, cuando el árabe reporta haber viajado por el desierto nunca agrega “en camello,” porque en su idioma “viajar” supone que lo hizo por camello. Si el grupo de Lehi hubiera viajado durante nueve días a pie, algo al respecto habría sido asentado en el registro –porque tal cosa jamás fue vista ni escuchada antes o desde ese día. Pero a pesar de que el camello es la única forma de viajar, resulta tan innecesario mencionar a los camellos para describir un viaje como lo sería especificar que se navegan los mares “en un barco.” Hay un episodio, sin embargo, en el que los camellos desempeñan un papel protagónico en el Libro de Mormón. Desde su campamento-base en el valle de Lemuel, los hijos de Lehi hicieron un viaje a toda prisa de regreso a Jerusalén. Fueron Nefi y sus hermanos quienes realizaron el viaje que, como era de esperarse (1Ne. 3:5), sería peligroso. Es un procedimiento actual establecido por los árabes para los jóvenes de la tribu que buscan gloria y fama el que estos realicen relampagueantes incursiones en ciudades y tribus vecinas. En tales expediciones nunca se llevan tiendas, ya que su transportación restringe la libertad de movimiento y, como se intuirá, en estos casos, la velocidad es un factor esencial.60 Nefi quiere hacernos saber que este viaje a Jerusalén no era una incursión, porque llevaron sus tiendas con ellos (1 Ne. 3:9); ellos fueron audaz y abiertamente ante Labán y manifestaron sus pretensiones. Solo cuando Labán los trató como ladrones es que se vieron forzados a actuar como tales, moviéndose sigilosamente como verdaderos Beduinos desde fuera y entrando a la ciudad únicamente durante la noche. Un episodio oriental típico de la historia es la frenética persecución fuera de los muros de la ciudad y en el desierto –¡cuántos intrusos han terminado de esa manera en manos de valientes Beduinos! “Tú me persigues y yo te persigo,” es la esencia de las tácticas del desierto de acuerdo con Phylby.61 De tan electrizante persecución, Nefi nos informa (1 Ne. 3:27) “y huimos al desierto sin que nos alcanzaran los siervos de Labán, y nos escondimos en la hendidura de un peñasco.” Nótese que fueron perseguidos en el yermo inhóspito, pero no estuvieron
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a salvo sino hasta que alcanzaron el desierto y se ocultaron en la cavidad de una roca. Nefi y sus hermanos pudieron haber escapado a una corta distancia de la ciudad a pie, pero huir al “páramo inhóspito” era otra cosa; ahí habrían sido capturados rápidamente por jinetes, a menos que ellos hubieran escapado rápidamente, pero Nefi menciona que se esconden solo después de haber dejado atrás a sus perseguidores, que fallaron en su intento de capturarlos. El poderoso e influyente gobernador seguramente contaba con una cuadrilla de corceles que podían haber dado alcance fácilmente a un camello, pero dada la súbita huida de Nefi y sus hermanos no habrían tenido tiempo de ensillarlos; –un antiguo poeta árabe y rey, Imrul-Qais, habla de un caballo fenomenal que “pasaba la noche entera con silla y bocado…sin haberlo enviado al establo.”62 Pero otros caballos, incluido el de Labán necesitarían más atención y perderían más tiempo en ser preparados; por lo que con toda confianza podemos asumir que tanto perseguidores como perseguidos emplearon camellos en su odisea nocturna. Sobre la posibilidad de que Nefi y sus hermanos cabalgaran en caballos es algo remota, porque el caballo no puede llevar cargas en el desierto e incluso los criadores árabes de caballos rara vez montan sus animales durante largas distancias; pero siempre que es posible, estos viajan junto con sus camellos, sin jinete o carga. Raswan ofrece muchos ejemplos de esto. El uso de camellos esta implícito en cada episodio de la historia de la misión para obtener las planchas de Labán: de otra manera la descabellada idea de llevar tiendas, el viaje de retorno para reunir bienes “excesivamente cuantiosos” (1 Ne. 3:25) para llevarlos al palacio de Labán (¡difícilmente podría haberse hecho sobre los hombros!), la huida de la ciudad y la persecución en el desierto y finalmente el largo y necesario viaje de regreso (porque eran hombres buscados y posiblemente el rumbo de su escape había sido notado) al campamento-base secreto. Así como los Santos que contaban con los medios jamás cruzaron las planicies a pie, así también podríamos pensar que los hijos de Lehi hubieran sido imprudentes si no se hubieran procurado de los medios de transporte que todos usaban –porque los camellos eran tan comunes como lo son los automóviles actualmente.
El Problema del Alimento. Hace algunos años el profesor Frankfort escribió lo siguiente con relación al desierto del sur, “El secreto para moverse a través de sus desolados parajes ha sido siempre guardado celosamente por los Beduinos.”63 Los intrépidos exploradores de nuestra propia época han aprendido el secreto y Lehi también lo conocía. Como un repentino destello de inspiración aparece la declaración que establece que Lehi, bajo instrucción divina, “nos dirigió por los parajes mas fértiles del desierto” (1 Ne. 16:16). Woolley y Lawrence describen las “partes mas fértiles” como “una estrecha faja de la planicie en forma de largas líneas a manera de filamentos.” Son las depresiones provocadas por cauces secos de agua, algunas veces de cientos de millas de longitud.64 Son, de acuerdo con Bertram Thomas, las “arterias de vida en la estepa; el patrón de movimiento de los Beduinos y el hábitat de los animales en razón de la vegetación –la poca que existe– que florece en sus lechos.”65 En Arabia la práctica de “seguir las partes mas fértiles del desierto” (1 Ne. 16:16) es lo que permite tanto a hombres como a animales su supervivencia. Cheesman le llama “recorrido” a la común práctica de hombres y bestias de
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moverse por el desierto de lugar en lugar por los puntos fértiles del mismo que varían con las estaciones del año.66 El Beduino árabe constantemente esta buscando, merodeando, rastreando y espiando; de hecho, algunos suponen que la raíz de las palabras ‘Arabe’ y ‘Hebreo’ es el resultado de una combinación de sonidos que significan “al pendiente de la emboscada.” “Todo Beduino es un competidor tanto por gusto como por necesidad,” escribe un observador, quien explica como en familias con muchos integrantes algunos de los miembros mas jóvenes son elegidos para pasar la mayor parte de su tiempo aprendiendo las artes de la caza.67 Nefi y sus hermanos se convirtieron en cazadores de tiempo completo y traicionaron la tradición familiar del desierto ya que Nefi había llevado consigo un arco de fino acero: Sin embargo, consideremos otra vez el acero con relación a la espada de Labán, ya que habíamos mencionado que un arco de acero no era necesariamente una pieza sólida de metal, no mas que las “carrozas de hierro” cananitas (Jos. 17:16-18; Jue. 1:19; 4:3) que eran de hierro sólido, o que otros implementos mencionados en el Antiguo Testamento como hechos de “hierro”; por ejemplo, herramientas de carpintería, plumillas, instrumentos agrícolas los cuales eran totalmente de hierro. Muy probablemente se trataba de un arco de acero acanalado, ya que se rompió al mismo tiempo que los arcos de madera de sus hermanos “perdieron su elasticidad” (1 Ne. 16:21). Únicamente en Palestina se usaban arcos combinados, es decir, arcos formados por mas de una pieza; un arco con dorso de acero sería llamado “arco de acero” de la misma forma en que una carroza adosada con hierro sería llamada una “carroza de hierro.” Por cierto, el fundador de la dinastía turca seljuk de Irán se llamaba Yaqaq, nombre que en turco significa, de acuerdo con nuestro informante árabe, “arco hecho de hierro.”68 El hecho de que “flecha de hierro” fuera un nombre harto común entre esa gente y en realidad se refiera a una flecha con la punta de hierro es una fuerte indicación de que el mismo arco de acero pudiera referirse también a un arma de verdad. La cacería en las montañas de Arabia en estos días se efectúa a pie y sin la ayuda de halcones o perros; en épocas clásicas el cazador en esta área estaba equipado con un arco y una honda –exactamente igual que Nefi.69 La afirmación de Nefi de que la mejor caza estaba únicamente en “la cima de la montaña” (1 Ne. 16:30) concuerda con experiencias posteriores, ya que el Orix es “un tímido animal que viaja rápido y muy lejos en las estepas y el desierto en busca de alimento, pero que se retira a las montañas arenosas mas inaccesibles en busca de refugio.”70 En la región oeste de Arabia las montañas no son arenosas sino rocosas y Burckhardt reporta que “en estas montañas ubicadas entre Medina y el mar, todo el camino hacia el norte (esto incluye el área de Lehi) se conoce como hábitat de la cabra montés, y los leopardos no son del todo raros.”71 Julius Euting nos ha legado vibrantes relatos del peligro, la emoción y el agotamiento resultantes de la cacería de la gran presa que abunda en esas montañas, las cuales son escarpadas y escabrosas.72 Las cosas se pusieron verdaderamente difíciles cuando Nefi rompió su arco de fino acero, ya que los arcos de sus hermanos habían “perdido su elasticidad” (1 Ne. 16:21; note el peculiar uso semítico del plural por un sustantivo de calidad) y a pesar de ser hábiles en el arte de la caza, sabían muy poco sobre la fabricación de arcos, actividad reservada para especialistas, incluso entre los pueblos mas
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primitivos. De manera incidental vale la pena recordar que los expertos en arquería mencionan que un buen arco mantiene su elasticidad durante aproximadamente cien mil disparos; por lo que uno podría calcular que la compañía de Lehi, en el momento de la crisis de los arcos habían estado viajando por lo menos de uno a tres años. Quedaba fuera de toda posibilidad fabricar el familiar arco de fino acero, y fue algo sorprendente cuando Nefi “hizo un arco de madera” (1 Ne. 16:23); un cazador, el mas precavido de los hombres, ni en sueños estaría dispuesto a dejar su arco de fino acero por un arco común y corriente. Aunque parece simple al leerlo, fue una gran hazaña de Nefi el hacer un arco, así como posteriormente lo sería la construcción del barco, y justificadamente se enorgullece de su proeza. De acuerdo con los antiguos escritores árabes, la única madera útil para la fabricación de un arco disponible en toda Arabia era la madera del nabc que crecía únicamente “en medio de los peñascos agrestes e inaccesibles” de los montes Jasum y Azd, los cuales están situados exactamente en al región en donde, si seguimos el relato del Libro de Mormón, ocurrió el incidente del arco roto.73 ¡Cuántos factores deben estar correctamente concebidos y correlacionados para hacer que la aparentemente simple historia del arco de Nefi parezca auténtica! Las elevadas montañas cercanas al Mar Rojo en un considerable viaje descendente hacia la costa; la presa en los cerros; cazando con arco y honda; el hallazgo de madera para hacer arcos visto por la compañía como una especie de milagro –¿que posibilidad hay de reproducir tal situación por mera conjetura? Con respecto al grano traído por Lehi, es importante considerar que no fue consumido durante el trayecto, ya que era “semilla de toda clase” (1 Ne. 16:11), una inquietud innecesaria por la amplia variedad de las mismas a menos que fueran a sembrarse. Mientras que los viajeros apenas llevan grano como alimento”74 en el desierto, es algo común para los Beduinos llevar semillas con ellos pensando –a veces vagamente en realidad– que posiblemente si el año es bueno podrían tener la oportunidad de sembrar un incipiente cultivo. En Sinaí, “el Beduino anualmente siembra en los lechos de los arroyos, pero lo hace con la ligera esperanza de recoger mas de una cosecha cada tres o cuatro años.”75 Bajo ninguna circunstancia Lehi, buscando una tierra prometida, habría partido sin una provisión para obtener cultivos seguros en su nuevo hogar. Al viajar, “el trigo se deposita en sacos o fardos de fabricación casera elaborados con pelo de cabra…el fardo, saco en hebreo (Gen. 42:25) contiene entre 150 y 180 libras de trigo. Se colocan un par de sacos por camello.”76 La mención de la costumbre en el libro de Génesis muestra que era una antigua práctica, inclusive para la época de Lehi.
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Capítulo 4 Costumbres y lugares del Desierto El Altar de Lehi Como primer acto protocolario realizado una vez que el campamento y su tienda quedaron instalados, Lehi “erigió un altar de piedras y ofreció un sacrificio al Señor, y dió gracias al señor su Dios” (1 Ne. 2:7). Para todo el mundo es como si se hubiera estado leyendo a Robertson Smith: “La marca artificial ordinaria de un santuario semítico (el hebreo y el árabe lo son) es el altar del sacrificio; el montón de piedras o el altar rústico… sobre el que el sacrificio es presentado a Dios…en Arabia…no encontramos un altar propiamente, sino un tosco amontonamiento de piedras sobre el que la víctima es sacrificada.”1 Fue en este mismo “altar de piedras” que Lehi y su familia “ofrecieron sacrificios y holocaustos…y dieron gracias al Dios de Israel” (1 Ne. 5:9) por el regreso a salvo de sus hijos de su peligrosa expedición a Jerusalén. Cuando Raswan reporta “un bebé camello fue traído a la tienda de Misha’il como ofrenda en sacrificio en honor del regreso a salvo de Fuaz,”2 no podemos sino pensar en la misma escena desarrollada en la tienda de Lehi por el venturoso retorno de sus hijos. Esto es lo que los árabes llaman dhabihat-al-kasb; un sacrificio para celebrar el exitoso retorno de guerreros, cazadores y espías. “Este sacrificio,” escribe Jaussen, “siempre es en honor de un ancestro,”3 y Nefi menciona dos veces al Israel tribal ancestral en su breve relación. Al mas puro estilo del desierto, inmediatamente después de haber ofrecido los ritos de acción de gracias, Lehi procedió a examinar los “anales” (1 Ne. 5:10). Hasta el día de hoy el Beduino realiza sacrificios en cada ocasión importante; no por razones de índole mágica o supersticiosa, sino porque vive bajo la constante impresión de que lo rodea una fuerza suprema.”4 San Nilus, en el relato mas antiguo conocido sobre la vida entre los árabes de Tih dice, “sacrifican sobre altares de piedras rústicas apiladas unas con otras.”5 Es sumamente significativo que el altar de Lehi fuera un altar que cumpliera no únicamente con la antigua ley que demandaba el uso de piedras no cortadas con mano (Ex. 20:25), sino también con la expresión del Libro de Mormón “un altar de piedras,” ya que no es lo mismo que “un altar de piedra.” Pequeños montones de piedras, sobrevivientes de todas las épocas, todavía pueden verse por todo el desierto del sur.
Encuentros en el Desierto El Libro de Mormón no hace mención sobre encuentros de la compañía de Lehi con otras personas durante sus ocho años de peregrinación. Tener encuentros casuales con extraviadas familias de Beduinos en aquel entonces como ahora no merecería atención especial, pero ¿Cómo fueron capaces de evadir cualquier contacto humano de importancia durante ocho años y en más de 2,500 millas de travesía? Una brillante “comentario” de Nefi lo explica todo. Nefi subraya que solo hasta que lograron alcanzar las playas del mar fue que su gente pudo encender fuego sin riesgo alguno, “por que hasta entonces el Señor no había permitido que 47
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encendiésemos mucho fuego al viajar por el desierto; pues dijo: yo haré que vuestros alimentos sean sabrosos para que no tengáis que cocerlos; y también seré vuestra luz en el desierto” (1 Ne. 17:12-13). Eso es. “Recuerdo bien,” escribe Bertram Thomas, “haber tomado parte en una discusión sobre la incensatez de las fogatas durante la noche; la apagamos de inmediato a pesar del inclemente frío.”6 El guía del mayor Cheesman no le permitió emplear ni siquiera la tenue luz de una pequeña lámpara a fin de anotar las coordenadas de navegación y jamás se atrevieron a encender un fuego al descubierto en la llanura, ya que “llamaría la atención de las bandas de merodeadores a pesar de las grandes distancias, lo cual sería una franca invitación a recibir un ataque.”7 En cierta ocasión, mientras nos encontrábamos favorablemente refugiados en una cavidad “nos atrevimos a encender fuego que no podía ser visto desde algún otro punto,” escribe Raswan.8 En otras palabras, el fuego no esta totalmente fuera de todo el asunto, sino el raro y riesgoso –no mucho fuego, fue la regla de Lehi. El fuego continúa siendo en la actualidad casi tan peligroso como la noche misma: Palgrave narra como su grupo fue forzado “por miedo a que el humo del fuego alertara a algún distante vagabundo, a limitar su dieta a dátiles secos” en lugar de alimentos cocidos.9 Por supuesto que la ausencia de fuego para cocinar no tiene por que significar el consumo de comida cruda. ¿Y que puede hacerse si la dieta consiste en carne? “Durante una travesía por el desierto,” escribe Buckhardt, “siempre que una oveja o cabra muere, las personas generalmente consumen crudos el hígado y los riñones agregándoles un poco de sal. De algunos árabes de Yemen se dice que comen crudas no solo estas partes, sino además rebanadas enteras de carne; tal conducta se asemeja a la de los Abisinios y Drusos del Líbano, quienes frecuentemente se dan el lujo de consumir la carne cruda; de esto último, yo mismo fui testigo.”10 Nilus, escribiendo catorce siglos antes, relata como el Beduino del Tih vive de la carne de animales salvajes y a falta de estos “sacrifican un camello, una de sus bestias de carga, alimentándose con su carne cruda como los animales,” o maceran la carne con las brasas de una pequeña fogata lo suficiente para no tener que desgarrarla “como si fueran “perros.”11 Cuán bien encajan estas cosas en la austera economía de Lehi: “sufrieron mucho por la falta de víveres” (1 Ne. 16:19); “vivimos de carne cruda en el desierto” (1 Ne. 17:2). Todo esto nos lleva a pensar, apoyados en la experiencia moderna y la evidencia arqueológica, que Lehi se movía a través de un mundo peligroso. En épocas antiguas, los comerciantes Judíos que viajaban a través del desierto y que frecuentemente caían en manos de bandoleros Beduinos a principios de la era cristiana tenían un simple adjetivo para referirse a sus captores: “¡Arabes!”12 Grabados árabes de la época de Lehi muestran que “en la península… había una constante conmoción,” al igual que en épocas modernas.13 Momentos ordinarios se vuelven malos cuando, en palabras de los antiguos poetas árabes, “el hombre honorable no se atrevió a permanecer en el país y huyó sin salvar al cobarde.”14 “Una vida solitaria,” escribe Philby, “…una vida con temor perpetuo…la ansiedad es una constante en el desierto.”15 Angustia, peligro, soledad, temor –todo ello bien conocido por la gente de Lehi. ¿Cuál era el peligro? “Las tribus árabes se encuentran en un estado de guerra casi perpetuo entre ellas…sorprender al enemigo mediante un ataque sorpresivo y saquear el campamento son objetivos clave de ambos grupos.”16
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Saquearlos le da sabor a la vida… eso es cierto y el hombre siempre teme por su vida y sus posesiones.”17 Lehi no podía permitirse el enfermar para quedar enredado entre esas perennes enemistades del desierto; aún él era un intruso en cualquier parte –la única manera de que disponía para permanecer fuera del problema era observar una costumbre que Thomas reporta como empleada incluso actualmente por los viajeros del desierto: “Un grupo que se aproxima pudiera ser aliado, pero siempre se asume que es enemigo.”18 En palabras del antiguo poeta Zuhair, “todo aquel que viaja debería considerar a su amigo como un enemigo.”19 Nilus describe la marcha de los Beduinos del siglo quince como poseída por el mismo nerviosismo e insoportable tensión reportados por Cheesman, Phlby, Thomas, Palgrave, Burckhardt y otros autores: Ante la mas mínima señal de la presencia de un hombre armado, relata Cheesman, su Bedú huyó alarmado “presa del pánico,” y así continúan “agobiados por el temor que los hace exagerar el peligro y ocasiona que imaginen cosas fuera de la realidad aumentando su terror a cada momento.”20 De esta forma es como sus modernos descendientes “viven bajo la sensación de que una invasión esta en marcha y toda sombra sospechosa o movimiento en el horizonte llama su atención,” de acuerdo con el perspicaz investigador Baldensperger. Este estado de aprehensión que raya en lo histérico es, de hecho, una primera condición necesaria para sobrevivir en el desierto: “Un Beduino nunca dice su nombre,” menciona el investigador, quien agrega, “ni el nombre de su tribu, ni habla de sus asuntos, ni del paradero de su gente, aún encontrándose en una región aliada…deben ser y son sumamente cautelosos;…una palabra inapropiada puede acarrear muerte y destrucción.”21 Cuando Bani Hilal emigra lo hace “cubierto por el delicado manto de la noche,” evitando las regiones pobladas silenciosamente y al amparo de la oscuridad. ¿Qué podría describir mejor tal circunstancia que la expresión del Libro de Mormón “un pueblo solitario y reservado” (Jac. 7:26)? Doughty decía que nunca conoció a un hombre “alegre” entre los Arabes –y el Libro de Mormón es un libro serio. Esta falta de humor difícilmente es accidental: Si los Hebreos heredaron tales características de sus antepasados del desierto, ¿porque no habría de ser lo mismo con el lamanita? Sir Richard Burton, uno de los pocos individuos que han tenido contacto directo tanto con el indio americano como con el Beduino árabe estaba grandemente impresionado por el parecido entre uno y otro; un parecido tan asombroso que debe advertir a su lector el evitar atribuirles un origen en común, explicando el perfecto paralelismo de temperamento y conducta debido a “la independencia casi absoluta” de su estilo de vida.22 Incluso muchas tribus igualmente independientes de otras partes del mundo en ningún modo se asemejan a estas dos. Uno de los mejores amigos de quien esto escribe es un venerable pero emprendedor libanés que ha pasado muchos años entre los Beduinos del desierto y entre los indios de Nuevo México como comerciante; él asegura que no hay absolutamente ninguna diferencia entre las dos razas en lo referente a usos y costumbres. Los árabes que ahora residen en Utah y que han tenido cierto contacto con los indios del Oeste, afirman lo mismo con énfasis considerable. Es un problema interesante para el sociólogo y el autor solamente lo menciona porque ha llamado su atención varias veces. Alguna relación habrá. La compañía de Lehi, como ya se mencionado, era un grupo de intrusos, al igual que Bani Hilal, en cualquier parte en que se encontraran. Cada centímetro del
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desierto es reclamado por una u otra tribu, la que demandará como pago por tal osadía, la vida del intruso.23 “No existen fronteras físicas que delimiten áreas y es común que cuestiones de territorialidad sean dirimidas mediante la lucha, que llega a convertirse en un episodio anual; en tanto que, por otra parte, el saqueo de camellos empieza a alcanzar las dimensiones de un hábito,” de acuerdo con Cheesman.24 De ahí la necesidad de guardar extrema cautela y una estricta elusividad por parte del grupo de Lehi: “En muchos casos,” dice Jennings-Bramley, “los Arabes no consideran prudente el permitir a los merodeadores acercarse lo suficiente como para decidir si son amigos o enemigos,” y a continuación describe un típico encuentro en el desierto: “tanto ellos como nosotros hicimos lo mejor que pudimos para no ser vistos.”25 Naturalmente que esta clase de situaciones llevan a enfrentar situaciones verdaderamente cómicas, temores infundados y prejuicios ridículos, pero en un juego de vida o muerte nada puede dejarse al azar y la apuesta de Lehi era muy alta. Ello nos deja ante el cuadro de un impasible grupo de vagabundos que durante años recorren el yermo; aunque nos parezca imposible, es algo normal en las desoladas extensiones del desierto, lugar en el que el susceptible, peligroso y antisocial Beduino se erige como una de las mas desafiantes, difíciles y fascinantes criaturas sobre la tierra.26
Asuntos de Familia Pero ¿cómo es que los miembros de un núcleo social tan íntimamente emparentado tuvieron fricciones entre ellos mismos? Es la historia doméstica que presenta el verdadero desafío a todo aquel que intentara escribir una historia de la vida de los Beduinos. Para manejarla de forma convincente debería poner a prueba el conocimiento del mejor psicólogo, y mas le valdría conocer las costumbres peculiares del desierto oriental, costumbres que podrían tomar por sorpresa y atrapar a cualquier incauto occidental a la vuelta de la esquina. La antigua familia hebrea era una organización peculiar, autosuficiente e impaciente ante cualquier autoridad que no fuera la propia: “Esas eran obviamente las condiciones más importantes,” escribe Nowack, “que aún hoy pueden observarse entre los Beduinos.”27 Entonces, sea que empleemos fuentes árabes o hebreas para informarnos, deben coincidir con el Libro de Mormón. Lehi siente remordimiento de conciencia al desertar de Jerusalén y cuando sus hijos piensan en su hogar, piensan concretamente en la tierra de su herencia, su herencia familiar, la cual añoran. Ni siquiera Nefi parece mostrar algún grado de lealtad hacia “los judíos que estaban en Jerusalén” (1 Ne. 2:13), quienes estaban divididos en grupos de interés en pie de lucha. En efecto, Nefi habla de su historia como “un relato…de mis hechos, y mi reinado y ministerio” (1 Ne. 10:1), como si la familia errante no reconociera mas autoridad que la de quien la encabeza. Esto evoca uno de los términos en los que uno de los primeros poetas Beduinos, Ibn kulthum, habla abundantemente del “jefe de una tribu que habían investido con la corona de autoridad y que se encargaba de proteger a todo aquel que le solicitara refugio,” como si todo sheik del desierto fuera realmente un rey.28 Mientras Lehi vivía, desde luego que era el sheik y la relación entre él y su familia es descrita por Nefi de la forma mas precisa hasta en sus mínimos detalles. Con la usual destreza, certeza y precisión, el libro muestra a Lehi dirigiendo (no ordenando) a su gente únicamente mediante el empleo de su persuasiva elocuencia
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y su supremacía espiritual, mientras que sus rebeldes hijos manifiestan una conducta beduina exactamente igual a la descrita por Philby, como “un flujo oculto de tensión entre los miembros del grupo durante todo el día,” y una gran dificultad para aplacar sus malvadas y envidiosas almas.”29 “Dejamos atrás Swaykah,” dice Burton, “la mayoría de nosotros con muy mal humor…tan ‘molestos’ estaban mis compañeros, que al atardecer, Omar Efendi fue el único del grupo que probó alimento. El resto del grupo se sentó en el suelo quejándose y refunfuñando…como un clan de niños malcriados, condiciones que he observado en raras ocasiones incluso manifestadas entre los hombres de Oriente.”30 El carácter y comportamiento de Lamán y Lemuel se ajusta dicho patrón. ¡Cuán auténticos son los largos, amargos, irascibles y peligrosos arranques del beduino! Cuán perfectamente ellos se asemejan a los árabes de Lawrence, Doughty, Burton y del resto en sus repentinos y completos cambios de estado de ánimo después de que su padre los había reprendido; de cólera encendida a un gran impulso hacia la humildad y un asombroso arrepentimiento, ¡solo para ser seguido por un renovado resentimiento y más desdichada discusión! No son incapaces de controlar su descontento y por ello “murmuran” continuamente: “El hecho de que todo cuanto sucede en el campamento es conocido y que cualquier cosa que se diga tiene una estrecha relación con los otros, convierte a la intriga en una situación casi insoportable.”31 “Todos formamos una familia y un grupo entrañable,” comenta Doughty, pero entonces describe la otra cara de la moneda; Los niños árabes se gobiernan mediante ruegos…he sabido de un niño malcriado que golpeaba con una vara la espalda de su abnegada madre…y los árabes dicen, hay tantos muchachos malcriados entre nosotros, que si fueran lo suficientemente fuertes ¡podrían golpear a su propio padre!”32 El hecho de que Lamán y Lemuel fueran adultos no mejoraba las cosas. “Las discusiones diarias entre padres e hijos en el desierto constituyen el peor aspecto del carácter del Beduino,” dice Burckhardt, y describe la fuente recurrente del problema: “El hijo, una vez que ha alcanzado la madurez, es demasiado orgulloso para pedirle a su padre algunas cabezas de ganado… a su vez, el padre se siente lastimado por causa del comportamiento arrogante de su hijo y la mayoría de las veces, se crea una brecha afectiva.” El hijo, especialmente el mayor al sentir que no obtiene lo que busca se comporta como el niño mimado que es. La actitud del padre al lidiar con su hijo: “El joven, generalmente desobediente, es regañado llamándolo el tormento de su vida, Sheytan, nunca se le amenaza, lo cual esta muy lejos de la mente del padre Beduino.”33 Es común, dice Burckhardt, que madres e hijos se enreden en disputas ante el padre, en las que el hijo “a menudo es expulsado de la tienda del padre para reivindicar los argumentos de su madre.”34 En este caso Sariah toma el papel de sus hijos al reprender a su propio marido, haciendo los mismos reclamos contra su esposo (1 Ne. 5:2-3) al considerarlo el único responsable de su angustia. ¿Se sorprenderá ahora alguien de que Lamán y Lemuel hayan desahogado su frustración reprimida golpeando a su hermano menor con una vara cuando se ocultaron en la cavidad de la roca? Todos los hombres libres llevan consigo una vara, el símbolo ancestral de independencia y autoridad; y todo hombre impone su autoridad sobre sus inferiores con su vara, “que muestra que su poseedor es un hombre de posición, superior al obrero o al jornalero. Los oficiales del gobierno, oficiales superiores, recaudadores de impuestos y mentores usan esta vara para
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amedrentar –o si fuera necesario azotar– a sus subordinados sin distingo alguno.” El empleo de la vara es muy antiguo. “Un azote para el esclavo,” reza la antigua máxima de Ahikar, y la adecuada designación para un subordinado es cabd-al-casa, “siervo de la vara”.” Este es exactamente el sentido en el cual Lamán y Lemuel proyectaron dar un pequeño escarmiento a Nefi, ya que cuando el ángel intervino les preguntó, ¿Por qué golpeáis a vuestro hermano menor con una vara? ¿No sabéis que el Señor lo ha escogido para que sea un dirigente sobre vosotros?” (1 Ne. 3:29). Lo único que salvó la vida de Nefi en otra ocasión fueron los ruegos de una de las hijas de Ismael y de su madre –otro detalle auténtico, ya que el orgulloso semita solo se rendiría ante las súplicas de una mujer. Burton recuerda que “aún los ladrones perdonarán a una víctima que apele en nombre de su esposa.”35 Por todo ello, Lamán, como el hijo mayor, es el actor mas desagradable: “Cuando hay únicamente un hijo en la familia se convierte en un tirano y si puede lo dominará todo y a todos.”36 Así que podemos ver que Lamán continua pensando en dominarlo todo y resultaba una idea enloquecedora el que un hermano menor poseyera talentos superiores. La rivalidad entre los hijos de un sheik “a menudo da lugar a sangrientas tragedias en su propio hogar,”37 y Nefi tenía nulas posibilidades de evitar tales circunstancias. La naturaleza de la autoridad de Lehi se muestra con claridad en el Libro de Mormón. De un sheik árabe tenemos el comentario hecho por el connotado Burckhardt: sus decisiones eran tratadas con desprecio; pero sus consejos eran objeto de deferencia…El gobierno real de los Beduinos pudiera descansar en la fortaleza individual de los integrantes de la familia…. El árabe solo puede ser persuadido por sus propios parientes.” Las órdenes del sheik “nunca son obedecidas, pero su ejemplo siempre es imitado.” Esto es más notorio durante la marcha; mientras la tribu se encuentra en marcha el sheik “asume “toda la responsabilidad y el control total.”38 Incluso durante el trayecto él no da órdenes: una vez que decide que llegado el momento de recoger su tienda “momento conocido como rala,” el resto del grupo empieza a recoger las suyas sin necesidad de que se les diga; y “cuando se ha llegado a un lugar para acampar el sheik solo tiene que apearse de su bestia para que las tiendas sean armadas nuevamente.”39 La tienda del sheik es el lugar en el que se llevan a cabo los concilios de la tribu y en ellos se decide todo lo concerniente al viaje (1 Ne. 9:1; 15:1-2), pero “ni el sheik ni el concilio pueden condenar a un hombre a muerte o siquiera inflingirle un castigo; solo esta facultado para (cuando el caso lo amerite) imponer una multa y aún en este punto no puede obligar al infractor a realizar el pago correspondiente.”40 Ya que no había ley alguna que se los impidiera, ¿Por qué entones Lamán y Lemuel simplemente no desertaron del campamento y crearon el propio como lo hacen a veces los árabes descontentos?41 Es un hecho que al menos en una ocasión intentaron hacerlo (1 Ne. 7:7), aunque finalmente fueron persuadidos por dos cosas que, según Philby, mantienen a cualquier Beduino como integrante de un grupo –temor y codicia. Por que sí eran codiciosos: esperaban una tierra prometida y cuando llegaron al mar sin hallarla, su amarga queja fue, “he aquí, hemos padecido en el desierto estos muchos años; y durante este tiempo hubiéramos podido disfrutar de nuestras posesiones” (1 Ne. 17:21). Y su condición era precaria: Nefi les hizo ver lo peligroso de regresar a Jerusalén (1 Ne.7:15), y ¿adonde irían si desertaban? Como hemos visto, para esta gente la familia lo es todo y todo árabe o judío permanecerá con “su propia gente” por que es lo único que tienen en el
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mundo.42 La familia es la organización social, civil y religiosa básica, encabezada por el padre.43 Una orfandad de tribu o familia significa la pérdida de la identidad individual; nada es más terrible que ser “desarraigado” y ese era exactamente el inexorable destino que aguardaba a Lamán y Lemuel si se rebelaban (1 Ne. 2:21). “En los confines de su propio país,” reza un proverbio árabe, “el Beduino es un león; fuera de ellos es un ratón.”44 Cuando el Señor tiene una tarea que debe hacerse escoge al hombre indicado para tal obra basandose en su carácter y experiencia. Cuando Moisés huyó a Madián, viajó a pie por los desiertos por los que mas tarde conduciría a los hijos de Israel; vivió y se casó entre la gente del desierto, cuyo estilo de vida enseñó entre su propio pueblo.45 Lehi no estaba menos preparado y calificado para su gran misión: abundantemente dotado con medios y experiencia, experto en las cuestiones del desierto, firme, ingenioso, prudente, impasible, independiente y difícilmente intimidable (1 Ne. 1:18-20; 2:1-4), irreprensible ante la provocación, es el arquetipo perfecto de lo que Philby ha declarado en una inspiradora frase –que solo la fortaleza de carácter del mas grande líder puede conducir a salvo a un grupo a través del desierto mas peligroso: “Durante muchos días he resistido la constante e inevitable fricción producto del roce de mi fijo e inalterable propósito contra el sólido peso de la apatía nacional innata dirigida en mi contra por parte de mis acompañantes. Paso a paso hemos progresado hasta alcanzar esta etapa del viaje en la que ahora nos encontramos, pero cada paso ha sido conseguido solo por el pequeño margen ganado con el triunfante ímpetu de una resolución inquebrantable sobre la masa inerte del pesimismo, siempre lista para retroceder ante tan azaroso objetivo.”46 Estas palabras bien pudieron haber sido escritas para describir la proeza conseguida por Lehi. De haberlo deseado, el Señor podría haber “trasladado” al grupo de Lehi; pero aparentemente El deseaba que hicieran todo lo posible por conseguirlo por sus propios medios, con un mínimo de intervención de carácter milagroso. De todos los hombres justos de Jerusalén, solo Lehi fue elegido para una tarea que requería de la combinación de cualidades y de una medida de fe que pocos hombres poseían. A pesar de todo, Lehi no era un hombre ordinario y en este sentido, debería empezar a emerger en este punto de nuestro estudio una consideración particular: que fue una persona de carne y huesos lidiando con una situación real y no un personaje dramático y ficticio de algún relato novelesco moviéndose entre escenarios fantasiosos en los que una delirante imaginación lo ha colocado recreando de manera espléndida al Cercano Oriente.
Personalidades y Temperamentos Diversos Eruditos sobre el tema de oriente frecuentemente han observado que la personalidad del árabe y en menor grado la del judío es excepcional por su ambigüedad: por un lado, el semita es completamente noble y orgulloso, el alma honorable, el hombre de familia perfecto, el verdadero amigo, fiel hasta la muerte; y por la otra, el rastrero y astuto embustero, el malicioso homicida, la peligrosa y falaz compañía y el bribón impredecible. Cada página de la obra de Doughty refleja esta extraña paradoja presente en la personalidad de la gente del desierto, la cual ha recibido un tratamiento tal, que es considerado como un clásico en el tercer capítulo de la obra de Lawrence ‘Los Siete Pilares de la Sabiduría’: el oro puro mezclado con
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la peor escoria, todo ello dentro de una familia.47 ¿y donde podría encontrarse mejor ilustración de ello que en la propia familia de Lehi? Por tal motivo, llega a ser uno de los asuntos importantes presentes en el Libro de Mormón. Esta increíble coincidencia oppositorum es el conflicto entre el blanco y el negro. Entre los árabes, blanco significa ser bendecido con su aprobación, mientras que negro es ser maldecido con su desaprobación; Existen expresiones idénticas en hebreo y egipcio. ¿Y cómo se relaciona esto con la gente de Lehi? Resulta significativo el que la maldición lanzada contra los Lamanitas es muy similar a la empleada en oriente para afligir a los hijos de Ismael, que a la vista de la gente de piel clara de los pueblos parecían “una gente obscura, repugnante y sucia, llena de ocio y de todo genero de abominaciones…un pueblo ocioso, lleno de maldad y astucia,” etc. (1 Ne. 12:23; 2 Ne. 5:24). Es digno de mencionar que todos los descendientes del Ismael del Libro de Mormón fueron maldecidos (Al. 3:7), como si su ascendencia beduina los hubiera predispuesto a ello. El Libro de Mormón siempre menciona la maldición de una piel obscura con relación y como parte de una idea mayor: “Después que degeneraron en la incredulidad se convirtieron en “una gente obscura, repugnante y sucia,” etc. “a causa de la maldición que había venido sobre ellos, se convirtieron en un pueblo ocioso…y cazaban animales fieros en el desierto” (2 Ne. 5:24). La afirmación de que “Dios causó que los cubriese una piel de color obscuro” (2 Ne. 5:21) describe el resultado, no el método empleado, el cual se describe a continuación. Por lo tanto se nos dice (Al. 3:13, 14, 18) que mientras los inicuos “se marcaron ellos mismos,” era ni mas ni menos que el Señor quien los marcaba: “Pondré una marca sobre ellos,” etc. Tan humano y natural fue el proceso que no sugiere nada milagroso al observador, y los “Amlicitas no sabían que estaban cumpliendo las palabras de Dios cuando empezaron a marcarse;…fue menester que la maldición cayera sobre ellos” (Al: 3:18). Aquí Dios coloca su marca sobre la gente en forma de maldición, aunque es una marca artificial la que se colocan a sí mismos. La marca no era algo racial, sino que era adquirida por “todo el que se dejaba ser desviado por los Lamanitas” (Al. 3:10); Alma además define a un nefita como cualquiera que creía en “las tradiciones correctas de sus padres” (Al. 3:11). Lo que establece la diferencia entre un nefita y un lamanita ¿es de origen cultural y no étnico? ¿Es aplicable también con relación a la piel obscura? Nótese que la alusión a la piel obscura nunca se menciona de manera aislada, sino siempre asociada a un estilo de vida depravado, lo cual es descrito como resultado directo de la maldición. Cuando los Lamanitas se tornan “blancos” nuevamente, es porque están viviendo entre los nefitas y como nefitas, es decir, adoptando el estilo de vida nefita (3 Ne. 2:15-16). El panorama cultural quizá no explique por completo la historia de la piel obscura de los Lamanitas, pero es una parte importante de esa historia y es relatada con gran énfasis por el Libro de Mormón en sí. No hay en ninguna parte mención alguna de piel roja, ni de manera incidental, sino solamente de piel obscura (negra) y blanca, los términos son usados en la misma forma en que son usados por los árabes.
Sitios en el Desierto Al río que encontró durante su primer campamento Lehi le dió el nombre de su primer hijo; al valle, el nombre de su segundo hijo (1 Ne. 2:8). Al oasis en el que el grupo estableció un campamento posterior “dimos al lugar el nombre de Shazer (1 Ne. 16:13). A la fructífera y fértil tierra cercana al mar “llamamos Abundancia,” y al océano mismo “dimos el nombre de Irreántum” (1 Ne.17:5)
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¿Con que derecho esta gente cambia los nombres de ríos y valles a su antojo? Ningún occidental toleraría tal arrogancia. Pero Lehi no esta interesado en los convencionalismos occidentales; sigue una costumbre oriental muy antigua. De entre las leyes “que ningún Beduino soñaría siquiera en transgredir,” la primera, de acuerdo con Jennings-Bramley, es que “cualquier fuente de agua que se descubra, tanto en su propio territorio como en territorio de otra tribu será conocido con un nombre.”48 De modo que en Arabia un gran wady (valle) tendrá diferentes nombres en diferentes puntos geográficos; una respetable cantidad de nombres dados “a un mismo valle… el mismo valle puede ser conocido con varios nombres, así como el río que corre a la distancia o la montaña a cuyos pies se encuentra; todo será llamado de modo diferente por tribus diferentes,” de acuerdo con Canaan,49 quien relata que a menudo los árabes “acuñan un nuevo nombre para un lugar que no lo tiene o cuyo nombre desconocen,” el nombre dado generalmente es el de alguna persona. Sin embargo los nombres dados por las tribus nómadas “no son ni generalmente conocidos ni comúnmente usados,” de manera que no debe esperarse que los nombres que Lehi otorgó a tales lugares hayan sobrevivido.50 Hablando del desierto, “propiamente del Negeb”, el área del primer campamento de Lehi, Woolley y Lawrence reportan riscos y peñascos que tienen diferentes nombres entre las diferentes tribus árabes y desde diferentes puntos geográficos,”51 y del cercano desierto del Tih Palmer dice, “en toda localidad, cada objeto, roca, montaña, barranca o valle tienen su propio nombre,”52 mientras que Raswan recuerda como “afortunadamente cada colina y valle tienen un nombre.”53 Pero, ¿qué tan confiables son esos nombres? Philby relata un caso típico: “Zayid y Alí tenían una vaga idea de la nomenclatura de esas partes y solo por medio del irritante proceso de cuestionar continuamente y examinar minuciosamente sus inconsistentes y contradictorias respuestas es que fui capaz de armar el complejo rompecabezas que representaba la topografía de la región.”54 En una región mas lejana de oriente, Cheesman enfrentó problemas similares: “señalé una tercera colina y me dió el mismo nombre que había escuchado ya en dos ocasiones anteriores. El sabía que era el mismo nombre, pero así las habían llamado.”55 La irresponsable costumbre de renombrar todo una y otra vez parece provenir de épocas mas tempranas y probablemente, sea o no sea así, los Israelitas nombraron su propios campos o inconscientemente en su negligencia confundieron un nombre nativo.”56 Aún a pesar de su indudable antigüedad, solo los mas recientes exploradores han comentado sobre tan singular práctica, que parece ha escapado de la atención de los viajeros hasta que los exploradores de nuestro tiempo empezaron a trazar mapas. Aún mas caprichosa y carente de sentido podría parecer para un occidental el comportamiento de Lehi al nombrar un río con el nombre de un hijo y un valle con el nombre de otro. Pero los árabes no piensan de la misma forma. En el país Mahra, por ejemplo, “es común el caso de que, al igual que las montañas, las fuentes de agua reciban diferentes nombres de parte del descubridor.”57 Asimismo podríamos suponer que después que ha nombrado el río con el nombre de su primer hijo, la ubicación del campamento estaría dado, como cualquier occidental lo haría, con referencia al río. En cambio, el Libro de Mormón sigue el sistema arábigo de designar el campamento no por el nombre del río (que fácilmente podría secarse en algún momento posterior), sino por el nombre del valle (1 Ne. 10:16; 16:6).
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Otra sorpresa: Nefi se refiere al río Lamán como “desembocando en la fuente del Mar Rojo” (1 Ne. 2:9). ¿Desde cuándo el Mar Rojo es una fuente? En primer lugar deberíamos notar que Nefi no llama una fuente al Mar Rojo sino que habla de un cuerpo de agua como “una fuente del Mar Rojo.” ¿A que se estaba refiriendo? “El vocablo hebreo yam,” escribe Albright, “significa ‘río (largo)’ y ‘lago de agua fresca’ así como ‘mar’ en español. En nuestro caso, sin embargo, no podemos asegurar si el término yam vino de tierra adentro, refiriéndose al agua fresca pura como fuente de vida o…si se refería al Mediterráneo como la principal fuente de sustento cananita.”58 En el primer caso ‘surtidor’ es la mejor traducción de la palabra y ciertamente en este sentido ‘terrestre’ es que Nefi la usa por que él emplea una expresión totalmente diferente, como se verá, cuando habla del océano. El Nilo y el Eúfrates antiguamente fueron llamados yams y esto ha sido explicado como “probablemente un tipo de hipérbole poética, basada en el hecho de que anualmente se inundan sus riberas.”59 Ahora bien, la anchura promedio del golfo de Aqaba es de doce millas y Musil reporta que uno puede abarcar con la vista “en la península de Sinaí no solo las montañas de la parte sur de la península, sino también las llanuras que se extienden al norte…al sur teníamos una vista de la parte mas grande de la playa Taima (sur del Sinaí).”60 Desde el lado árabe, entonces, la larga extensión noreste del Mar Rojo de mas de cien millas, es decir, el sector donde el grupo de Lehi posiblemente alcanzó el mar (1 Ne. 2:5), no es totalmente mar abierto y no es el Mar Rojo; es una amplia y larga franja de agua como el Nilo y el Eúfrates al fluir, y al igual que ellos no es un cuerpo de agua cerrado –no se trata de un gran lago- pero abre hacia el mar en su desembocadura, fluyendo a través de dos canales de casi cinco millas de largo cada uno. Un vistazo al mapa mostrará que hay una extensión noroeste del Mar Rojo también, muy parecida a la del noreste. Este brazo antiguamente tenía el misterioso y tan discutido nombre de Yam Suph, “Mar (o surtidor) de algas (o juncos).” Si fue llamado un yam, ¿Qué sería mas natural que el que su golfo gemelo del Este llevara la misma designación? Esta última ciertamente fue con la que los antiguos, de acuerdo con la definición de Albright, llamaron un yam; el término se aplicada independientemente que fuera agua dulce o salada, el significado básico de fuente o surtidor. Cuando el grupo de Lehi vió este cuerpo de agua, que alimenta al Mar Rojo con sus torrentes burbujeantes manando en el mar (1 Ne. 2:9), le llamaron yam, es decir, un yam en el sentido en el que el Nilo y el Eúfrates lo son. Cuando los viajeros alcanzaron el océano, “vimos el mar,” recuerda Nefi, “al que dimos el nombre de Irreántum, que significa muchas aguas” (1 Ne. 17:5). Pero ¿Por qué no le llamaron simplemente el mar y ya? Obviamente porque no había un nombre en su idioma para designar este mar en particular. Los antiguos regularmente recurrían a seudónimos cuando hablaban de los océanos, como “el verde” de los Egipcios y “la catacumba” de los Hebreos. En cóptico, una última variante del idioma egipcio, el Mar Rojo era conocido como fayum nehah (phiom nhah); literalmente “muchas aguas.” Si se quisiera especular, sería fácil rastrear Irreántum en retrospectiva hasta alguna derivación que contuviera la terminación egipcia wr (muchas) y n.t (copt. nout “aguas calmas”), o identificar la terminación –um con el común (Eg., Copt., Heb.) yem, yam, yum, “mar” y el resto de la palabra con el cóptico ir-n-ahte “grande o mucho. Pero no necesitamos ir tan lejos. Basta
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con saber que en los días de Lehi el océano era llamado mediante motes o sobrenombres y que el mar del Este era llamado “muchas aguas” por los egipcios.61 La primera parada importante después que el grupo de Lehi dejó su campamento-base fue en el lugar que llamaron Shazer (1 Ne. 16:13-14). El nombre es intrigante. La combinación shajer es completamente común en los nombres palestinos usados para denominar lugares: significa “árboles,” y muchos árabes (especialmente en Egipto) lo pronuncian como Shazer. Aparece en el nombre Thoghret-as-Sajur (el paseo de los árboles), derivación del antiguo Shaghur, escrito como Segor en el siglo sexto.62 Puede confundirse con Shaghir “filtración,” que es casi idéntico que Shihor, el “río negro” de Josué 19:36.63 Esto último en Palestina toma la formas Sozura, sugiriendo el nombre de un famoso pozo situado en el sur de Arabia,64 llamado Shisur por Thomas y Sisar por Philby.65 Es un“pequeño bosque” y uno de los puntos mas solitarios del mundo.66 Así que tenemos Shihor, Shaghur, Sajar, Saghir, Segor (incluso Zoar), Sajar, Sozura, Shisur y Sisar, todos de alguna manera u otra conectados y denotando también “filtración” –un pequeño pero confiable suministro de agua– o una arboleda. Cualquiera que se prefiera, la gente de Lehi difícilmente pudo haber escogido un mejor nombre para el lugar de su primer alto en el camino que Shazer. Cuando Ismael murió durante la jornada, “fue enterrado en el lugar llamado Nahom” (1 Ne. 16:34). Nótese que no dice “el lugar que llamamos Nahom,” sino el lugar así llamado; un cementerio en medio del desierto. Jaussen reporta que aún cuando los Beduinos a veces sepultan a sus muertos en el lugar en que fallecen, muchos recorren grandes distancias con los restos para darles sepultura en el sitio adecuado.67 La raíz árabe NHM tiene el significado básico de “suspirar o lamentar,” y se presenta casi siempre en tercera persona “se suspira o se lamenta.” El nombre hebreo Nahúm, “consuelo,” esta relacionado, pero no es la forma que se encuentra en el Libro de Mormón. Se nos dice que en este lugar “las hijas de Ismael se lamentaron sobremanera,” lo cual nos recuerda que entre los Arabes del desierto las muestras de luto son monopolio exclusivo de las mujeres.68
Un Apunte sobre los Ríos Antes de dejar el tema de los ríos sería bueno subrayar que la mención de Nefi sobre la existencia de un río en una de las más desoladas regiones de Arabia ha causado una buena cantidad de reacciones de incredulidad y sorpresa completamente innecesarias. Aún cuando Hogarth menciona que en Arabia “probablemente nunca ha tenido un verdadero río dentro de los confines de su inmensa territorio,”69 eruditos modernos que incluyen a Philby, están convencidos que la península ha mantenido algunos ríos de magnitud respetable incluso en tiempos históricos. El punto a considerar, sin embargo, es que Lehi realizó su descubrimiento durante la primavera, ya que la historia de Nefi da inicio “al comenzar el primer año del reinado de Sedequías” (1 Ne. 1:4) y se desenvuelve con suma rapidez con los judíos; “en la Biblia, siempre que se refiere al ‘primer mes’ esta refiriéndose al primer mes de la primavera.”70 En primavera las montañas del desierto están llenas de corrientes torrenciales. El hecho de que Nefi emplee el término “río” (1 Ne. 2.6), y ni que decir del éxtasis que seguramente provocó en Lehi al encontrarlo, muestra que ellos solían pensar en términos de ríos secos –los “ríos de arena” de Oriente.71 La expresión bíblica “ríos de agua” ilustra el punto de
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manera admirable, ya que la palabra “río” en este caso no es nada convencional sino el raro vocablo aphe, que significa canal o cauce (p. ej., Ez. 32:6; 35:8); en uno de los episodios de la Biblia en donde se mencionan “ríos de agua,” en realidad, ya están secos (Joel 1:20); en otro no solamente contiene agua, sino vino y leche (Joel 3:18); y en un tercero (Cantares 5:12) la interpretación del término, como en muchas traducciones modernas, es “riachuelos.” Uno solo habla de “ríos de agua” en un país donde los ríos no corren todos a la vez. Pero en primavera no deja de ser inusual encontrar ríos en las regiones por las que transitara Lehi como se mostrará a continuación. “Descendimos…al valle Waleh. Era un hermoso arroyo, un pequeño río corriendo a través de su cauce rocoso y lleno de peces….la corriente es muy buena,…bordeada por la espesura de perfumadas adelfas. Aquí y allá se estrecha para formar un torrente profundo.”72 Al describir la muralla de roca que corre, al igual que nuestro Hurricane Fault en Utah, a lo largo del lado Este del Mar Muerto, el Arabá y el Mar Rojo, un viajero antiguo dice: “Mas hacia el sur el país es absolutamente intransitable, con inmensos desfiladeros de quince mil pies de profundidad y de hasta una milla de ancho en algunos lugares [¡compárese con el “horrible” abismo de Lehi! (1 Ne. 15:28)], quebrados por las grandes corrientes que fluyen en invierno sobre precipicios perpendiculares al mar.”73 El mar al que se hace referencia es el Mar Muerto, pero las mismas condiciones prevalecen por todo el gran macizo montañoso hasta “las orillas cercanas al [Mar Rojo]” (1 Ne. 2:8). Se nos recuerda cuan impresionado estaba Lehi al ver al río Lamán fluyendo “en la fuente del Mar Rojo“(1 Ne. 2:9). Por el desértico camino a Petra durante la primavera “hay que cruzar algunos cauces anchos, la mayoría de los cuales crean una emoción ligeramente placentera.”74 Un grupo viajando mas al norte reporta que “casi de inmediato nos encontramos con el profundo Wady’allan, que en este punto corta la llanura en dos. ¡Cuán delicioso fue el burbujeo y salpicar del agua corriendo por su lecho rocoso en el fiero calor de ese día sirio!”75 Entonces, dada la correcta estación del año, –y el Libro de Mormón esta obligado a darlo– no se debe estar sorprendido de la existencia de ríos en el noroeste de Arabia. Este fenómeno estacional fue el que condujo a Ptolomeo a ubicar un río entre Yambú y La Meca con exactitud perfecta.76 El invaluable investigador e infatigable sabueso, Ariel L. Crowley, ha sugerido perspicazmente que el río Lamán era una corriente de naturaleza muy diferente a la de los “ríos de agua” de que hemos estado hablando; siendo nada menos que el canal de Neco que fluye del Nilo al Mar Rojo.77 La mayor parte del estudio del hermano Crowley se enfoca en demostrar que hubo un canal, pero esa no es la cuestión, ya que es indiscutible. Lo que no podemos admitir es que el río Lamán fuera una gran acequia y eso por un número de razones de las que solo necesitamos aquí citar solo dos. Primeramente, mientras que el relato del éxodo de Nefi “esta tan precisamente redactado que revela el sello de un deliberado y cuidadoso empleo de la palabra escrita,” Crowley falla en notar que nada es mas preciso y específico que el reporte de Nefi sobre la dirección de la marcha y que, como hemos visto, nunca menciona estar dirigiéndose al Oeste. El hermano Crowley asume que “hacia el desierto” (1 Ne. 2:2) significa por los “caminos del desierto” a Egipto; primero “como
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hipótesis,” posteriormente y sin evidencias, como un hecho.78 No existe una expresión mas común en oriente que “hacia el desierto,” la cual, desde luego no esta restringida a un área en particular. El último sitio en el mundo para escapar de la curiosidad de los hombres sería la frontera con Egipto, por que desde tiempos antiguos estaba fuertemente resguardada (veáse la historia de Sinuhé); y como miembro de un grupo anti-egipcio, Lehi sería el último hombre en el mundo en buscar refugio en Egipto. Segundo, Crowley llama canal de Neco a “una poderosa corriente,” y menciona que se encuentra “en el antiguo cruce de los continentes, tal vez tan bien conocida como cualquier otro lugar de la tierra en el año 600 a.C.”79 Entonces ¿Por qué no la conocía Lehi? Era el mas grande triunfo de la ingeniería de la época, la vía fluvial mas importante del mundo desde la perspectiva puramente comercial; era, por mucho, la vía mas transitada de la antigüedad si no es que de la historia; situada a unos cuantos días de viaje de Jerusalén sobre una llanura costera; era el único río mas cercano a Jerusalén exceptuando el Nilo, del que era un brazo y aún así la corriente era desconocida por Lehi [!], de otra manera hubiera sido improbable que él le hubiera dado un nuevo nombre. “En este sentido,” dice Crowley, “queda por confirmar la reciente creación de la corriente.”80 Solo que ¿cuanto tardan en viajar las noticias en oriente? El canal tenía al menos diez años, y habría tomado algunos mas el construir una maravilla del mundo; una inestimable ventaja para el tráfico comercial mundial a menos de doscientas millas del hogar de Lehi si se transitaba por un camino principal e incluso en el clímax del incesante y febril ir y venir entre Egipto y Palestina, ¡pero ni Lehi, el gran comerciante con su reputada educación egipcia, ni sus emprendedores y ambiciosos hijos habían escuchado de ello! Es imposible creer que Lehi no supiera que si uno viajaba hacia Egipto y llegaba a cruzar una poderosa corriente en un desierto, este pudiera ser algún cauce desconocido y sin descubrir. Si alguien sabía del canal de Neco, ese alguien era Lehi. Pero coincidimos con Crowley en que el río Lamán obviamente le era desconocido. Por lo tanto el canal de Neco y el río Lamán no podrían ser el mismo. “Ningún río como el descrito por Nefi podría haber quedado fuera de los registros históricos profanos,” dice Crowley.81 ¿Por qué no? escapó al escrutinio de Lehi, un hombre como él, tan empapado en el saber popular de egipcios y judíos. Por lo tanto, no habría sido un caudal de importancia, y mucho menos uno de los más excepcionales de la tierra, o Lehi lo habría sabido. Tampoco Nefi menciona o insinúa que fuera un gran río; no era una vía fluvial, sino un “caudal de agua,” lo cual es algo muy diferente.
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Capítulo 5 La Ciudad y la Arena Lehi el Poeta La potente elocuencia empleada por Lehi para mantener a raya a sus rebeldes hijos es un talento demandado a todo sheik del desierto que se precie de ello, y, en efecto, es la única arma que el sheik esgrime contra el orgullo y la susceptibilidad del Beduino, porque, como ya se ha visto, la única fuerza que emplea es la fuerza de la persuasión. El verdadero líder, afirman los antiguos poetas árabes “no permanecía en silencio una vez que la discusión se iniciaba.” Cuando los hombres se reúnen en concilio en la tienda del jefe, el líder “se dirige a la asamblea con una sucesión de sabios consejos entremezclados con oportunos proverbios,” exactamente en la forma en que Lehi lo hizo. Las personas de otros países que los escuchan hablar, menciona nuestro informante, “los suponen investidos de un don sobrenatural.”1 “Declaraciones poéticas…surgieron a mi alrededor,” recuerda Burton, “mostrando cuán profundamente teñido por la imaginación llega a ser el lenguaje del árabe bajo la influencia de una fuerte pasión o exaltación religiosa.”2 Visitemos la tienda de Lehi:”volví a la tienda de mi padre,” dice Nefi, “y…ví a mis hermanos, y estaban disputando entre sí concerniente a las cosas que mi padre les había hablado… y…después de haber recobrado la fuerza, hablé a mis hermanos” (1 Ne. 15:1-2, 6). “Y…después que yo, Nefi, hube terminado de hablar a mis hermanos…se humillaron ante el Señor” (1 Ne. 16:1-5). El poder de la palabra entre la gente del desierto es grande y si el lenguaje de Lehi nos parece fascinantemente elocuente y expresivo, es porque es el resultado de un antiguo modelo; “por el espíritu del Señor que estaba en nuestros padres” (1 Ne. 15:12). Aún más, Lehi era un poeta y no hay pasaje mas excepcional en el Libro de Mormón que los elocuentes versículos que en una ocasión memorable dirigiera a sus indisciplinados hijos. Fue justo después de haber acampado por primera vez debido a la preocupación por la realización de los ritos de acción de gracias en el “altar de piedras” (1 Ne. 2:7), que Lehi, viéndose entonces libre para contemplar el lugar mas tranquilamente (porque entre la gente del desierto es la mujer la encargada de instalar y levantar el campamento, aunque el sheik tiene que oficiar durante el sacrificio), procedió, como era su derecho, a dar por nombre al río el de su primer hijo, y al valle el nombre del segundo (1 Ne. 2:6-8, 14). Los hombres examinaron el terreno mas concienzudamente, como siempre lo hace todo árabe después de instalar su campamento en un lugar en el que espera pasar algún tiempo, y descubrieron que el río “desaguaba en la fuente del Mar Rojo,” en un punto “cerca de su desembocadura” (1 Ne. 2:8-9), lo cual sugiere el Golfo de Aqaba, en un punto no lejos sobre los estrechos de Tiran. Cuando Lehi contempló el paisaje, tal vez desde el lado del monte Musaza o el monte Mendisha,3 se volvió hacia sus dos hijos mayores y recitó sus extraordinarios versos. Parece que Nefi estaba presente en la ocasión, pues cuidadosamente toma nota de la situación:
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Y cuando mi padre vió que las aguas del río desembocaban en la fuente del Mar Rojo, habló a Lamán diciendo: ¡Oh, si fueras semejante a este río, fluyendo continuamente en la fuente de toda justicia! Y dijo también a Lemuel: ¡Oh, si fueras tú semejante a este valle, firme, constante e inmutable en guardar los mandamientos del Señor! Ningún otro tema ha sido estudiado mas intensamente y durante tanto tiempo que el de la poesía semítica primitiva; y en ninguna otra parte podría encontrarse una ilustración mas perfecta de los puntos que ahora sabemos concuerdan en naturaleza y forma con la lírica semítica auténtica, que en este breve relato de Nefi. Primeramente, surge la ocasión: Fue la visión del río fluyendo hacia el mar lo que inspiró a Lehi a dirigirse a sus hijos. En un famoso estudio, Goldziher señaló que los primeros poemas del desierto siempre mencionaban “aquellos Quellenlieder (cantos compuestos al agua dulce) que, de acuerdo con el relato de St. Nilus, los antiguos árabes entonaban después de haberse bañado y refrescado en algunos cuerpos de agua descubiertos en el transcurso de una larga travesía.”4 El propio relato de Nilus es una fotografía de lo experimentado por el grupo de Lehi: “Al día siguiente…después de encontrar nuestro camino en el desierto de la manera acostumbrada, tomando atajos, vagando sobre terreno difícil, viéndonos forzados a desviarnos de nuestro camino rodeando montañas, tropezando en el terreno escabroso, abriéndonos paso a través de rutas infranqueables, mis compañeros vieron a la distancia un punto de verdor en el desierto; y esforzándose por alcanzar la vegetación que pudiera proveernos de un lugar para acampar e incluso sostenernos [estamos leyendo la palabra nómada en lugar del término mónada, carente de sentido] como ellos se imaginaban, fijaron sus ojos y su determinación en el oasis de la misma forma en que los fija en el puerto el capitán cuya nave ha sido sacudida durante muchos días por la tormenta. Al llegar, encontraron que el oasis cubría ampliamente sus expectativas y que sus febriles fantasías no los habían guiado a falsas esperanzas. El agua era abundante, clara a la vista y dulce al paladar, de modo que era una cuestión importante dilucidar si la vista o el gusto era el sentido que gozaba de mayor disfrute. Por otra parte, había suficiente forraje para los animales; de modo que descargaron las cosas de los camellos y los dejaron retozar libremente. En cuanto a los hombres, estos no se apartaron del agua ni un instante, bebiendo, salpicando y bañándose como si nunca la hubieran disfrutado lo suficiente. Así que en medio de su éxtasis, recitaron alabanzas en su honor [del arroyo], y compusieron himnos al manantial.”5 Ibn Qutayba, en un famoso trabajo sobre poesía árabe, citó a un gran poeta del desierto, Abu Sakhr, al decir que nada en la tierra trae a la mente versos poéticos más fácilmente que la contemplación de corrientes de agua y sitios con abundante flora.6 Esto aplica no solamente a los manantiales sino a todo caudal de agua. Thomas relata como sus compañeros árabes al alcanzar Umm al-Hait le saludaron con una canción de alabanza a la “perpetua y fluida lluvia,” cuya generosidad había llenado el lecho del arroyo, “fluyendo en su cauce.”7 Así que merecidamente Lehi aparece como el más admirable de los ejemplos “este río, fluyendo continuamente”; por que para la gente del desierto no hay nada más milagroso y maravilloso sobre la tierra que el agua fluyendo continuamente. En el
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episodio mas atrayente de la obra de Saint –Exupery “Viento, Arena y Estrellas”, los jefes árabes contemplan las maravillas de París con impasible indiferencia pero estallan en gritos de verdadero éxtasis cuando observan un torrente descender por los Alpes.8 Cuando el Bani Hilal se detuvo en el primer oasis, su belleza y la vegetación les recordaron el hogar que había quedado atrás, “y derramaron muchas lágrimas al recordarlo.”9 Fue precisamente por que Lamán y Lemuel se lamentaban grandemente por la pérdida de su amada “tierra de Jerusalén…y sus cosas preciosas” (1 Ne. 2:11), que su padre se dirigió a ellos en esta particular ocasión. Si los primeros poemas del desierto fueron cantos inspirados en la placentera contemplación del agua fluyendo a la manera de un río, nadie sabe hoy la estructura literaria que tenían. Solo pueden hacerse conjeturas basadas en las primeras formas de los versos semíticos conocidos. El saj c, es una breve exhortación o declaración expresada con tal solemnidad y fervor que cae dentro de la categoría del canto religioso. Ejemplos de ello podrían ser los encantamientos mágicos, las maldiciones y los pronunciamientos formales de maestros, sacerdotes y jueces. Desde las épocas más antiguas el saj c fue la forma en que la inspiración y la revelación se anunciaban.10 Si bien el orador del saj c no intentaba conscientemente una métrica, sus palabras necesariamente, más que simple prosa, eran interpretadas por sus escuchas como poesía. El saj c tenáa el efecto, se nos dice, de intimidar por completo al oyente y era considerado absolutamente incómodo para la persona a quien iba dirigido; su objetivo era compeler a la acción.11 Las palabras de Lehi a sus hijos toman justamente esta forma de súplica breve, solemne y rítmica. El hecho de que las palabras dirigidas a Lamán coincidan con exactitud con las de su hermano muestra que aquí tenemos una declaración muy parecida al saj c. El orgullo mas grande del que puede jactarse un poeta del desierto es que, “yo declamo un verso y de inmediato surge su hermano;” para la consumación del arte poético eran necesarios dos versos con un paralelismo perfecto en forma y contenido. Pocos lograban conseguirlo, y Ibn Qutayba observa que el primer verso es seguido no por un “hermano” sino por lo menos por un “primo.”12 Hasta Lehi parece haber salido airoso ante tal prueba. Del fervor moral e intención didáctica de su recitación no puede haber la menor duda; el hecho de que Nefi haya registrado dicho episodio en el registro en el que únicamente había, como él mismo afirma, espacio para cosas de gran valor, muestra la profunda impresión causada. Al dirigirse a sus hijos en lo que parece un pequeño canto, Lehi esta haciendo exactamente lo mismo que Isaías (1 Ne. 5:1-7) cuando se dirige al pueblo de Israel en un sirhat dodi, “un canto litúrgico amistoso;” un canto popular sobre el sarmiento se convierte en una seria invectiva de carácter moral una vez que ha ganado la atención del oyente.13 En otra ocasión, como hemos notado, Isaías emplea la popular figura del olivo. La frase introductoria del antiguo poema del desierto es, “¡Oh mis dos amados! (o amigos),” una introducción que Ibn Qutayba dice, debía evitarse, “ya que solo los antiguos sabían como usarla apropiadamente, enlazando una gentil y natural forma introductoria con la grandiosidad y magnificencia del resto del poema.”14 El poema de Lehi es un claro ejemplo de lo anterior: se dirige a sus dos hijos por separado, pero en ambos casos con la peculiar y típica inflexión árabe “¡Oh, si fueras…!” (Ya laytaka), describiendo el río y
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el valle en términos de brevedad y sencillez inusitados; la forma vaga y lacónica empleada por los auténticos poetas del desierto, sobre la que Burton comenta que, “hay una indeterminación de la idea y cierta vaguedad proyectada sobre el objeto infinitamente atractiva, pero indescriptible.” El lenguaje de Lehi es de esta clase; simple y noble, pero vago.15 De acuerdo con Ritchter, el mejor ejemplo posible del primitivo qasida árabe (nombre dado a la poesía más antigua del desierto) es proporcionado por los antiguos poemas en los que el ser amado se compara con una tierra “en la que abundantes cauces fluyen corriente abajo… tan impetuosa y turbulentamente, que el agua se desborda continuamente cada noche.”16 El agua “fluyendo continuamente” aquí se compara a la persona a quien el poema va dirigido, como en el “canto” de Lehi a Lamán. El qasida original fue construído, según lo asegurado por el mismo erudito, alrededor del motivo de súplica (werbenden, de ahí el nombre qasida), no necesariamente de origen erótico, como se había supuesto, sino mas bien relacionado con alabanzas a toda virtud (tugendlob).17 Ibn Qutayba incluso llega a afirmar que la alusión introductoria al asunto del amor era simplemente un artificio para llamar la atención del auditorio femenino y no parte medular del poema.18 El patrón esbozado es simple: (a) la atención del poeta es arrebatada por un impresionante fenómeno natural, usualmente un caudal que fluye; (b) esto lo impulsa a recitar unas pocas palabras en su alabanza que atraigan la atención de un amado acompañante, y (c) convertirlas en una enseñanza para este último, urgiéndole con ello a ponerlas en práctica. Burton ofrece un buen ejemplo: Al contemplar la vista del Wady al-Akik el poeta nómada es constreñido a exclamar, Oh amado mío, este es Akik, por tanto, prepárate. para evitar ser distraído por amor, si no eres un verdadero amante.19 El poema parece ser una especie de canción de amor, aunque una canción muy peculiar, sobre la que algunos han afirmado que así era la estructura poética del antiguo qasida.20 Pero Burton y sus amigos árabes conocen el significado real, “el significado esotérico de estas coplas,” como él las llama, las que escapan a la comprensión del lector occidental y requieren de cierta interpretación: ¡Hombre! Esta es una parte sublime de la creación de Dios: Por lo tanto prepárate, y aquí aprende a amar Las virtudes de tu Supremo Amigo 21 Compárese con la exhortación de Lehi a Lemuel: ¡Oh, si fueras tú semejante a este valle, firme, constante e inmutable en guardar los mandamientos del Señor! (1 Ne. 2:10) Nótese el asombroso paralelismo. En cada caso el poeta, que vagaba por el desierto con sus amigos, se conmueve por la contemplación de un placentero valle, un amplio wady con agua; él llama la atención de su querido acompañante sobre el hecho y le encomia a aprender una lección del valle estando “preparado,” firme e
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inmutable en el amor por las sendas del Señor. Listemos brevemente las condiciones cumplidas por el relato de Nefi del qasida de su padre y las demandadas del verdadero y auténtico poeta de antaño: 1) Son Brunnen –o Qellenlieder, como los alemanes los llaman; es decir, cantos inspirados por la contemplación de agua brotando a borbotones de un manantial o recorriendo un valle. 2) Están dirigidas a uno o (usualmente) dos compañeros de viaje. 3) Alaban la belleza y excelencia de la escena, llamando la atención del escucha como un modelo propicio para una enseñanza. 4) El escucha es exhortado a poner en práctica las virtudes representadas en la escena que se presenta ante sus ojos.22 5) Los poemas son recitados en el lugar empleando la improvisación y con gran sentimiento. 6) Son muy cortos; cada copla es un poema completo en sí.23 7) Un verso debe ir precedido por su “hermano,” formando un perfecto par. Aquí se conjugan más allá de toda duda todos los elementos de una situación de la que ningún occidental tenía ni la más remota idea en 1830. Lehi aparece ante nosotros como un poeta, así como profeta y líder, tal y como debía ser. “El arte poético de David,” dice el profesor Montgomery, “tiene su contraparte en los primeros poetas árabes…algunos de los cuales también fueron reyes.”24 Siempre se ha dicho que no hay poesía genuina en el libro de Mormón –es decir, verdadera poesía inglesa. Por supuesto que no; tampoco poesía rusa o italiana, ya que Lehi no compuso en esos idiomas. Cada vez que la poesía semítica es traducida a un idioma moderno, si alguien intenta conservar el significado original, el resultado es verdaderamente terrible. Los Salmos son hermosos en el idioma inglés, por ejemplo, porque los traductores desconocieron durante mucho tiempo los puntos finos de lo que estaban leyendo, de modo que escribieron en un inglés libre y desinhibido.25 Pero la exactitud es el primer y último objetivo de nuestro texto del Libro de Mormón, y si hubiera buena poesía en el libro, ello sería motivo de sospecha; incluso Burton, al invocar las similutes encontradas con los genios de los poetas del desierto, es cuidadoso al señalar que ellos son por completo “carentes del toque poético, como nosotros lo definimos.”26 A los críticos “literarios” de Lehi solo necesitaríamos responder que no es posible el suponer que Nefi estuviera escribiendo buena poesía inglesa, y que ellos pudieran, con igual justicia, sostener que no hay buena literatura en el Munatanabbi o el Kitab-al-Aghani porque, ninguno de los innumerables poemas contenidos en ellos jamás ha sido traducido en un gran o al menos buen verso en inglés –no puede ser de esa forma y aún así contener algo de su estructura o contenido original. Aún aquellos que conocen bien estos libros
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insisten en que esto representa un alto porcentaje no solo en la árabe, sino en la totalidad de la poesía lírica. Como si se quisiera demostrar que ningún occidental podría haber imaginado el relato de Nefi, se nos reta con la extraordinaria expresión, “como este valle, firme, constante e inmutable” (1 Ne. 2:10). ¿Qué persona del hemisferio occidental pensaría en tal imagen? Al menos el editor habría notado la pifia, que se habría corregido cuidadosamente en ediciones subsecuentes. Porque nosotros, por supuesto, sabemos todo sobre collados eternos y montañas inmutables, el movimiento de las cuales es la ilustración mejor conocida del infinito poder de la fe; pero ¿quién alguna vez a escuchado algo como ‘un valle constante’? Los Arabes, naturalmente. Para ellos es el valle y no la montaña, el símbolo de permanencia. No es al refugio en la montaña al que ellos acuden, sino al refugio en el valle. Las grandes depresiones que corren por cientos de millas a través de la península arábiga pasan la mayor parte a través de llanuras desprovistas de montañas. Es en estos antiguos remansos solamente en donde el agua, la vegetación y la vida animal pueden encontrarse, mientras que el resto es únicamente desolación. Solo ellos ofrecen a hombres y animales los medios para escapar de sus enemigos y liberarse de una muerte segura a causa de hambre y sed. Las cualidades de firmeza y constancia, de protección confiable, descanso y refugio seguro cuando todo lo demás falla, y que otras naciones atribuyen de manera natural a las montañas, los árabes lo atribuyen a los valles.27 De esta forma el antiguo Zohair describe la conducta de un grupo que podría ser igual al de Lehi: “Y cuando llegaron al agua, límpida y natural, dejaron caer sus báculos como quien ha alcanzado un permanente lugar de descanso.”28
Aventura en Jerusalén Nefi y sus hermanos viajaron en dos ocasiones de regreso a Jerusalén. El segundo viaje fue solo a “la tierra de Jerusalén” (1 Ne. 7:2) en busca de Ismael. El hecho de que esta era una simple y sencilla misión en un momento en el que las cosas habrían estado muy difíciles para Nefi y su hermanos en la ciudad (en donde con toda seguridad ya habrían sido boletinados por la guardia de Labán en su anterior incursión y serían reconocidos instantáneamente), implica que Ismael, al igual que Lehi, vivía en las regiones aledañas (1 Ne.7:2-5). Pero la primera misión fue una excitante y peligrosa asignación. Si bien no era una simple intrusión, como hemos visto, los hombres llevaron sus tiendas con ellos y marcharon abiertamente; previeron problemas y, por tanto, echaron suertes para ver quien iría a ver a Labán. El registro nos habla de incursiones a hurtadillas tras las murallas de la ciudad; cautelosos recorridos por calles obscuras, frenéticas persecuciones, peligrosas suplantaciones de personas, hazañas desesperadas y amargas disputas –una típica novela ambientada en el oriente, se podría decir, y es típica porque tales cosas suceden y siempre han sucedido en las ciudades de oriente. Siempre ha sido un convencional y establecido acto de valentía de algún bravo Beduino por cuya cabeza se ha puesto un precio el arriesgar su vida internándose en la ciudad debajo de las propias narices de la policía y a plena luz del día –indiscutiblemente un gesto realmente dramático; pero del cual mis amigos árabes me aseguran se ha realizado muchas veces. Fue mientras leía la epopeya
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del Bani Hilal que quien esto escribe quedó impresionado sobremanera por la estrecha similitud del comportamiento de los hijos de Lehi en ese viaje relámpago a Jerusalén con el de los valientes jóvenes del Bani Hilal cuando visitaron una ciudad bajo las mismas circunstancias. Los relatos de los vagabundos de la tribu Amer cuentan la misma historia –un campamento cerca de las murallas, echar suertes entre ellos, la incursión furtiva y una huída a la medianoche a través de las calles de la ciudad29 –todo ello presente en el libro de Mormón y completamente auténtico. Verdaderamente típico también es que Nefi y sus hermanos se escondieran en las cuevas cercanas a la ciudad mientras esperaban a que se calmara la agitación provocada por la guardia de Labán y discutían con ardor y pasión oriental su siguiente movimiento (1 Ne. 3:27-28). Desde que la revista de la Fundación para la Exploración de Palestina apareciera hace algunos años, sus lectores han recibido un constante flujo de reportes oficiales sobre cuevas redescubiertas en y cerca de Jerusalén. La región se encuentra salpicada de ellas; ya que en el área sur de la ciudad, “es difícil ofrecer un recuento de las principales excavaciones en ellas (cuevas) sin que ello deje de parecer una exageración… Intentar levantar un inventario de estas cuevas también sería fútil. La simple tarea de explorar en las colinas, por ejemplo…sería casi interminable.”30 Es mas, el área de Beit jibrin “contiene una cantidad innumerable de cavernas creadas artificialmente,”31 y los desiertos de Tih y Moab están plagadas de ellas.32 Muchas de estas cavernas, siendo de origen artificial, son posteriores a la época de Lehi, pero muchas otras son más antiguas y han sido usadas como escondites.33 Pero ¿quién en América sabía de estos escondites hace cien años? El propósito de este primer viaje de regreso a Jerusalén era el de obtener ciertos registros escritos en planchas de bronce (tanto en libro de Mormón como en la Biblia en inglés aparece la palabra “brass” (cobre), pero debe entenderse como bronce). Lehi tuvo un sueño en el que se le ordenaba obtener tales registros que él ya sabía se encontraban en casa de un tal Labán. Nefi no sabe con certeza la razón para ello y asume, equivocadamente como se comprueba después, que el objetivo era “preservar el idioma de nuestros padres” (1 Ne. 3:19).34 Es interesante que el Bani Hilal en preparación para su gran viaje considerara necesario conservar un registro de sus padres y a ello agregar su periplo, “para que así el recuerdo de ello pudiera permanecer para futuras generaciones.”35 La conservación del daftar, como se le llamaba, también era conocido entre otras tribus nómadas. Pero ¿Qué hacían los registros en casa de Labán y quien era este personaje?
Los Tratos con Labán Durante siglos las ciudades de Palestina y Siria han estado más o menos bajo el yugo de gobernadores militares de sangre nativa; pero, al menos en teoría, obligados a rendirle cuentas a Egipto. “Estos comandantes (conocidos como rabís en las cartas Amarna) estaban subordinados al príncipe de la ciudad (chazán), quien comúnmente se dirigía a ellos con el título de ‘hermano’ o ‘padre.’”36 Eran, por mucho, una sórdida pandilla de ambiciosos cuya autoridad dependía de la aplicación constante del engaño y la intriga, si bien recibieron sus puestos como herencia y a veces hasta llegaban a adoptar actitudes y desplantes solo comparables a las de los reyes. En las cartas Amarna encontramos a estos
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hombres asaltando las caravanas de otros de su misma clase, acusándose unos a otros de promesas y pagos sin cumplir, denunciándose unos a otros como traidores a Egipto y llevando su autoridad hasta límites reservados solo para el alto funcionario de Oriente; buscando siempre, ante todo, incrementar su fortuna personal. Las cartas Laquish muestran que estos hombres eran los ‘Dioses del Olimpo’ en la época de Lehi –los caciques de las aldeas alrededor de Jerusalén continuaban actuando en estrecha cooperación con Egipto en cuestiones de tipo militar, confiando en la fuerza de Egipto para sostener su poder corrupto e incluso comportándose como viles, repugnantes e inescrupulosos oportunistas.37 Una de las principales funciones de cualquier gobernador en oriente ha sido siempre la de escuchar peticiones, y la práctica establecida siempre ha sido robar a los solicitantes (o a alguien mas) siempre que sea posible. La historia del Campesino Elocuente, escrita quince siglos antes de la época de Lehi y los innumerables Relatos de los Cádiz, escritos quince siglos después forman parte del mismo cuadro y Labán encaja en todo ello como anillo al dedo. “Lamán fue y entró en la casa de Labán y habló con él mientras estaba sentado en su casa. Y le pidió a Labán los anales que estaban grabados sobre las planchas de bronce que contenían la genealogía de mi padre. Y…Labán se lleno de ira y lo echó de su presencia, y nos contó lo que Labán había hecho; y no quiso que tuviera los anales. Por tanto, le dijo: He aquí, tú eres un ladrón, y te voy a matar. Pero Lamán huyó de su presencia, y nos contó lo que Labán había hecho” (1 Ne. 3:11-14). Mas tarde los hijos de Lehi regresaron con Labán cargados con los objetos de valor de la familia, confiando ingenuamente en poder comprarle las planchas. Debieron haber supuesto lo que sucedería: “Y aconteció que cuando Labán vió nuestros bienes, y que eran grandes en extremo, el los codició; por lo que nos hechó fuera y mandó a sus siervos para que nos mataran, a fin de apoderarse de nuestras riquezas. Sucedió, pues, que huimos delante de los siervos de Labán, y nos vimos obligados a abandonar nuestros bienes, que cayeron en las manos de Labán” (1 Ne. 3:25-26). Comparemos la cita anterior con la ahora clásica historia de la entrevista de Wenamón con el codicioso Zakar Baal, gobernador de Biblos, casi exactamente quinientos años antes. El egipcio entró a la casa gobernador y “lo halló sentado en la recámara del segundo piso, con la espalda apoyada sobre la ventana,” exactamente como Lamán encontró a Labán “sentado en su casa” (1 Ne. 3:11). Cuando su visitante solicitó del príncipe comerciante –y de comerciantes– algunos troncos de cedro, este último montó en cólera y lo acusó de ladrón (“He aquí, ¡tu eres un ladrón! dice Labán en 1 Ne. 3:13), demandándole que presentara sus
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credenciales. Zakar Baal entonces “envió por los registros de sus padres, y una vez en sus manos, procedió a examinarlos,” lo cual hace evidente que los registros importantes de la ciudad estaban guardados en su casa y conservados sobre tablillas. De este “diario de sus padres,” el príncipe-gobernador demostró a Wenamón que sus antepasados nunca habían recibido órdenes de Egipto y aunque el egipcio trató de suavizar la tensa situación con su anfitrión en cierta forma al recordarle que Amón, el señor del universo, gobiernaba sobre todos los reyes, el funcionario lo despachó sin mayores miramientos y mas tarde hasta le enviaría a sus siervos –sin embargo, no para matarlo, sino con la mas generosa y tardía ocurrencia de llevarle algo a manera de refrigerio al sentirse de alguna manera apenado. Con cínica cortesía el gobernador le ofreció a Wenamón mostrarle las tumbas de otros emisarios egipcios menos afortunados, cuyas misiones no fueron todo lo exitosas que hubieran deseado y cuando el negocio finalmente se completó, Zakar Baal, mediante un tecnicismo legal, devolvió a su invitado de regreso a su país embarcándolo en las galeras de una flota pirata que acechaba afuera del puerto.38 Durante todo este episodio descrito, Zaak Baal sonreía y ofrecía los respetos correspondientes, ya que, después de todo, Wenamón era un oficial egipcio; mientras que los hijos de Lehi perdieron su poder de negociación al perder sus bienes. La historia de Labán es un elocuente episodio de una Jerusalén madura para la destrucción. Unos cuantos toques diestros y reveladores esbozan al pomposo Labán con precisión fotográfica. Sabemos que estaba al mando de una guardia de cincuenta hombres; que se reunía, ataviado con toda su armadura ceremonial, con los ‘ancianos de los judíos’ para llevar a cabo reuniones secretas durante la noche; que tenía en custodia un tesoro; que pertenecía a la antigua aristocracia judía, siendo pariente lejano de Lehi; que probablemente había heredado su cargo gracias a sus antepasados, dado que era sumamente difícil que lo hubiera recibido por méritos propios; que en su casa se encontraban depositados anales muy antiguos; que era un hombre grande, de mal genio, astuto y peligroso, además de cruel, codicioso, inescrupuloso, débil y dado a la bebida Una guardia compuesta por cincuenta hombres parece ser ridículamente pequeña para ofrecer una adecuada seguridad en una gran ciudad como Jerusalén. Habría sido tan fácil para el autor de 1er. Nefi elevar generosamente la cantidad y haber dicho “cincuenta mil” para hacerlo parecer realmente impresionante. Hasta los hermanos mayores, aunque deseaban enfatizar el gran poder de Labán, solo mencionan cincuenta (1 Ne. 3:31), a lo que Nefi, a modo de respuesta les recuerda que el Señor es “mas poderoso que Labán y sus cincuenta,” y agrega “o aún con sus decenas de millares” (1 Ne. 4:1). Como alto jefe militar, Labán tenía sus ‘decenas de millares’ en el campo, pero Lamán y Lemuel no estaban preocupados por una armada de tales dimensiones, están preocupados por esos “cincuenta” que seguramente los están buscando; la permanente guarnición regular de Jerusalén. Cincuenta es una cifra que encaja a la perfección con el cuadro pintado por las cartas Amarna en el que las fuerzas militares siempre son sorprendentemente pequeñas y una tropa de entre cincuenta y ochenta hombres se considera adecuada hasta para grandes urbes. Esto se encuentra perfecta justificación en una carta de Nebucadnezar, contemporáneo de Lehi, en la que se leen las instrucciones del gran rey “a los cincuenta que estuvieren bajo tus órdenes, o que hubieren desertado, o a fugitivos regresarlos a las filas.” Comentando sobre esto, Oxford
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dice, “en estos días es interesante notar la indicación hecha aquí, de que en el ejército de Babilonia un pelotón esta compuesto por cincuenta hombres;”40 además, podríamos agregar, que dicho cuerpo era llamado “el cincuenta,” –de ahí la frase “Labán y sus cincuenta” (1 Ne. 4:1). Por supuesto que en la Biblia se mencionan compañías de cincuenta así como de diez, cien, etc., pero no como guarniciones de grandes ciudades y tampoco como la unidad militar estándar de la época. Labán, al igual que Hosaías de Laquish, tuvo una guarnición permanente a su cargo y como Jaush (su posible sucesor), trabajó en estrecha cooperación con las autoridades en Jerusalén. Al regresar durante la noche en un tercer intento por obtener los registros, Nefi tropezó con el exánime cuerpo de Labán, quien yacía completamente ebrio en la desierta calle (1 Ne. 4:22). Había estado (como su siervo mas tarde le dijera a Nefi) en un concilio con “los ancianos de los judíos…durante la noche” (1 Ne. 4:22) y vestido con toda su armadura. ¡Cuánto puede inferirse de esto! Podemos percibir tal gravedad de la situación en Jerusalén que los “ancianos” estan tratando todavía de disimular; escuchamos la reprimida agitación de la urgente charla de Zoram cuando él y Nefi apresuran sus pasos hacia las puertas de la ciudad (1 Ne. 4:27), y de la disposición de Zoram para cambiarlo todo y dejar la ciudad podemos estar seguros que él, como secretario de Labán,41 sabía que las cosas estaban yendo en la dirección equivocada. A través de las cartas Laquish queda claro que grupos informados en Jerusalén estaban totalmente conscientes del estado crítico de las cosas en Jerusalén, incluso mientras sarim “los ancianos”, estaban trabajando con todas sus fuerzas para suprimir todo signo de crítica y antipatía. ¿Cómo podían hallar la forma de defender la ciudad y sus propios intereses sin causar alarma o dar lugar a un rumor general y al recelo? Sosteniendo sus reuniones en secreto, desde luego; sesiones a medianoche entre líderes civiles y militares como a las que Labán había estado asistiendo. Con gran renuencia, pero urgido persistentemente por “la voz del espíritu” (1 Ne. 4:18), Nefi toma la propia espada de Labán y le corta la cabeza con ella. Este episodio es visto con horror e incredulidad por gente que recientemente aprobó y aplaudió la inmisericorde matanza de hombres en las Islas del Pacífico. Samual ibn Adiyt, el poeta judío de Arabia más famoso de la antigüedad, ganó fama imperecedera en oriente por permitir que su hijo fuera cruelmente asesinado ante sus ojos en lugar de entregar cierta armadura de gran valor que un amigo le había dejado en custodia.42 La historia, cierta o no, es un recordatorio de que los estándares de oriente y occidente no son los mismos, y que la insensibilidad de los Estadounidenses en muchas cuestiones de derechos humanos conmocionaría a los Arabes más que lo que cualquier cosa que los Arabes hicieran nos pudiera conmocionar a nosotros. El libro de Mormón no esta mas limitado a relatar afables y placenteros episodios de lo que lo esta la Biblia; la mayor parte es un triste y penoso relato de la enajenación humana. Sin embargo, nadie parece mas perturbado por la defunción de Labán, que el propio Nefi, quien lleno de dolor explica su postura (1 Ne. 4:10-18). Primero, él fue “constreñido por el espíritu” a que matara a Labán, pero dijo en su corazón que el jamás había derramado sangre humana y tal era su repulsión que “me sobrecogí y desee no tener que matarlo” (1 Ne. 4:10). El espíritu le habló nuevamente y, a sus argumentos, Nefi agregó sus propias razones: “y yo también sabía que había
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intentado quitarme la vida, y que él no quería escuchar los mandamientos del Señor; y además, se había apoderado de nuestros bienes” (1 Ne. 4:11). Pero aún no era suficiente; el espíritu le habló una tercera vez, explicándole las razones del Señor y asegurándole que estaría en lo correcto; a lo que Nefi añade aún mas argumentos propios, recordando que su gente solamente prosperaría al guardar los mandamientos del Señor, “y también consideré que no podrían guardar los mandamientos del Señor…a menos que tuvieran esa ley (1 Ne. 4:15), y que el peligroso y criminal Labán solo se había limitado a guardar los registros, sin sacar provecho alguno de ellos. “Y además, sabía que el Señor había puesto a Labán en mis manos para este fin…por lo que obedecí la voz del espíritu” (1 Ne. 4:17-18). Finalmente, Nefi puso en ejecución la orden, de la que cuidadosamente se deslinda, poniendo la responsabilidad en el Señor. Si el Libro de Mormón fuera una novela de ficción, nada hubiera sido mas fácil que colocar a Labán ya muerto en la escena cuando Nefi lo encontró u omitir simplemente un episodio que consterna tanto al escritor como al lector, considerando que la muerte de Labán no es mas censurable que lo que fue la decapitación del inconsciente Goliat. En algunas ocasiones se sostiene el alegato de que la historia de la muerte de Labán, sino absurda, es imposible. Se afirma que Nefi no habría podido matar a Labán y lograr su escape. Sin embargo, aquellos que están familiarizados con el patrullaje nocturno en tiempos de guerra, verán en la historia de Nefi un acontecimiento convincente y real. En primer lugar, los críticos mas hostiles aparentemente no parecen percatarse que la iluminación de las calles de la ciudad, excepto en celebraciones de algún tipo, es una bendición desconocida en épocas anteriores a la nuestra. Pueden citarse cientos de pasajes de escritores antiguos, tanto clásicos como orientales, para mostrar que en tiempos pasados las calles de incluso las ciudades más grandes estaban completamente en tinieblas y por lo tanto eran muy peligrosas. Transitar a altas horas de la noche sin lámparas de aceite y guardias armados era arriesgarse a un asalto casi seguro. En el famoso juicio de Alcibíades por la mutilación de Hermes, tenemos la declaración de un testigo, quien, encontrándose completamente solo, observó a la luz de la luna la escena de destrucción ocasionada por una banda de ebrios en el centro de Atenas, por lo que es claro que las calles de una de las ciudades mas grandes del mundo occidental permanecían peligrosamente a obscuras y desiertas durante la noche. En tiempos de agitación social las calles durante la noche prácticamente estaban en manos del bajo mundo, como en algunas ciudades europeas durante los apagones de la segunda guerra mundial. La estrechez extrema de las antiguas calles las hacía doblemente efectivas durante un apagón. De las civilizaciones Griega, Romana y de los poetas árabes aprendemos cuan bien atrancadas y seguras debían estar las puertas de las casas por la noche; la arqueología nos ha mostrado ciudades orientales en las que aparentemente no existe ni una sola ventana abierta hacia la calle, e incluso pocas situadas al nivel de la calle. Tanto en oriente como en occidente, los residentes simplemente se encerraban durante la noche como si se tratara de una fortaleza bajo asedio. Incluso en los días de Shakespeare observamos el cómico terror de la noche pasando por las calles en horas en que la gente decente se encuentra ya en casa. En una palabra, las calles de cualquier antigua ciudad al caer la noche eran un escenario perfecto para la comisión de actos violentos sin temor a ser descubierto.
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Ya estaba muy entrada la noche cuando Nefi encontró a Labán (1 Ne. 4:5, 22); las calles se encontraban vacías y a obscuras. Imagine el lector lo que haría si se encontrara con una patrulla cerca al cuartel del enemigo durante un apagón y se tropezara con el inconsciente cuerpo de algún general enemigo particularmente sanguinario. Debido al brutal código de guerra, el enemigo no tiene forma de solicitar un juicio formal, por lo que si se debe tomar una decisión al respecto es ahora o nunca. Labán traía puesta su armadura, de modo que la única manera de despacharlo rápidamente, sin dolor y con seguridad era cortarle la cabeza –el trato convencional para los criminales en oriente, cuya decapitación se efectúa con la espada y en donde el verdugo podía ser sancionado si fallaba en liquidar a su victima en primera instancia por conducto de un decisivo y fulminante golpe. Nefi desenvainó la pesada y filosa espada y permaneció ante Labán durante largo rato, debatiéndose sobre la elección de un único curso de acción entre dos posibles (1 Ne. 49-18). Era un experto cazador y un hombre sumamente fuerte: cualidades que lo habilitaban para hacer un rápido y eficiente trabajo además de que evitaría mancharse con sangre. Pero ¿por qué debería preocuparse por ello? ni en un millón de años se toparía con algún decente ciudadano, y en la oscuridad nadie notaría la sangre. Lo que notarían sería la armadura que Nefi se pondría, la que, al igual que la espada, fácilmente podría limpiarse. Vestirse con la armadura fue el acto más inteligente y natural realizado por Nefi. Existen innumerables ejemplos que podrían citarse sobre la última guerra que muestran que un espía en el campo enemigo no esta a salvo hasta que logra vestirse con las insignias de un oficial militar de alto rango –obtenidas después de no mucho tiempo de espera, y Nefi no tenía la intención de hacer tal cosa. Nadie se atreve a desafiar una poderosa guardia demasiado cercana (mucho menos la de un voluble e iracundo Labán); sus asuntos siempre son “ultra secretos,” y sus uniformes les permiten libremente ir y venir a todas partes sin ser cuestionados. Nefi nos dice que era “guiado por el espíritu” (1 Ne. 4:6). No estaba tomando riesgos infranqueables, pero ante tan tensa situación siguió la fórmula más segura, propia de todos aquellos que alguna vez han salido airosos de asignaciones peligrosas. Su audacia y rapidez fueron recompensadas, y al punto se encontraba fuera de los muros de la ciudad antes de que algo fuese descubierto. En todo el relato de esta hazaña no hay nada que mínimamente pudiera calificarse como improbable. Que Nefi se haya vestido con las ropas de Labán y engañara a su siervo para ingresar al lugar del tesoro son auténticos trozos de una novela oriental y de la historia por igual. Uno no necesita sino pensar en las sorprendentemente audaces personificaciones de Sir Richard Burton en oriente, desplegadas a plena luz del día durante meses y completamente exitosas, para darse cuenta que tal cosa es enteramente posible. Cuando Zoram, el siervo, descubrió que no era con su amo con quien había estado discutiendo los hechos secretos de los ancianos mientras caminaban a las afueras de la ciudad, el terror se apoderó de él por completo. Ante tal situación, solo había una cosa que Nefi posiblemente hizo, tanto para salvar a Zoram como para evitar que diera la voz de alarma –y ningún occidental habría podido suponerlo. Nefi, un hombre poderoso, sujetó al aterrorizado Zoram lo suficiente para jurarle solemnemente al oído, “como vive el Señor, y como vivo yo” (1 Ne. 4:32) que no le haría daño si escuchaba sus palabras. Zoram inmediatamente se tranquilizó, y Nefi le juró que sería libre si se unía al grupo: “Por
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lo tanto, si bajas al desierto adonde esta mi padre, habrá lugar para ti entre nosotros” (1 Ne. 4:34). Ya hemos considerado la validez de las expresiones “bajar” y “habrá lugar,” así como la necesidad de llevar a Zoram ante nadie mas, sino específicamente ante Lehi. Cuán asombroso parece al lector de occidente el efecto casi milagroso del juramento de Nefi a Zoram, quien después de escuchar tan pocas palabras repentinamente se transforma en una persona razonable; en tanto que para Nefi y sus hermanos, tan pronto como Zoram “nos hizo juramento que permanecería desde entonces con nosotros…cesaron nuestros temores respecto a él” (1 Ne. 4:35, 37). La reacción de ambas partes tiene sentido cuando uno se da cuenta que el juramento es la cosa mas sagrada e inviolable entre la gente del desierto: “Difícilmente un árabe quebrantará su juramento, incluso aunque su vida misma esté en juego,”43 porque “entre los nómadas no hay nada mas fuerte y mas sagrado que el juramento,” e incluso entre los árabes de la ciudad, bajo ciertas condiciones.44 Pero no cualquier clase de juramento: para ser mas solemne y comprometedor un juramento debe ser invocado en función de algo, incluso si así fuera por una brizna; el único juramento mas sagrado que “por mi vida” (o el menos común) “por mi cabeza”,” es el wa hayat Allah, “por la vida de Dios,” o “como vive el Señor,” el equivalente árabe del antiguo hai Elohim hebreo.45 Hoy es empleado superficialmente por la gentuza de las ciudades, pero antiguamente era algo sagrado y terrible al mismo tiempo; tal y como lo sigue siendo entre la gente del desierto: “Ratifiqué mi respuesta ante mi compañero Beduino,” dice Doughty. “entonces júrelo por su vida…me dijo,… bueno, juro por ¡la vida de Ullah (Dios)! … le respondí,… una figura que los nómadas usan en ocasiones especiales, pero ellos dicen, por la vida de usted,…por si acaso.”46 De esta manera podemos ver que el único recurso inmediato que tenía Nefi para tranquilizar a un inquieto Zoram en ese instante era invocar el único juramento que ningún hombre osaría quebrantar; el mas solemne de los juramentos semíticos: “como vive el Señor, y como vivo yo” (1 Ne. 4:32).
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Capítulo 6 Lehi el Vencedor Un Apunte sobre las Planchas Hemos visto como el gobernador de Biblos, buscando anotarse un punto a favor al negociar con Wenamón, tenía en su poder los registros y acontecimientos de su familia que sacó y leyó. En las tablillas Amarna, el rabú de una ciudad de Palestina le escribe al príncipe de una ciudad vecina: “el rey ha permitido que su ciudad se le escape de las manos; busque el rey en las tablillas conservadas en la casa de su padre y aprenda si aquel que gobierna Gubla ha sido su fiel siervo.”1 Tanto en este caso como en el de Biblos, los registros eran guardados en el hogar de la familia que detentaba el poder; incluso en Roma, tan distante, tanto geográfica como cronológicamente de Lehi, los registros de los que posteriormente fueron compuestos los anales parecen haber sido preservados en tablillas guardadas en las casas de las familias dominantes.2 En aquel tiempo, tal práctica parece haber sido de carácter general por todo el Mediterráneo. En aquellos casos en que los registros eran verdaderamente importantes se empleaban planchas de cobre, bronce o incluso metales preciosos en lugar de tablillas de plomo, madera o arcilla. Uno de los mas recientes descubrimientos de este tipo en Palestina es “una tablilla de cobre o bronce” escrita en hebreo, que data del siglo veinte a.C. y contiene un mensaje de “carácter enteramente secular y profano,” pero lo suficientemente importante como para ser grabado sobre el perdurable pero poco práctico metal.”3 Documentos más preciados como el famoso tratado de 1287 D. C. entre los reyes de Egipto y los Hititas fueron conservados en planchas de plata y los registros reales de las hazañas de Darío merecieron nada menos que el oro, recibiendo considerable atención de investigadores SUD. Los misteriosos textos en “egipcio reformado” de Biblos están grabados en planchas de bronce y la crónica demótica de Egipto originalmente fue conservada en planchas de metal. Hay un interesante acontecimiento en Idrisi (1226 d.C.) de la apertura de la tumba de Micerinos en la tercera de las grandes pirámides. El autor reporta que todo lo que se hallaba en la tumba era un sarcófago azul que contenía “los restos momificados de un hombre, pero ningún objeto de valor, salvo algunas tablillas de oro grabadas con caracteres de un lenguaje que nadie pudo entender.” Las tablillas fueron usadas para pagar a los obreros y el oro del que estaban hechas valdría unos doscientos dólares.4 Dejamos al lector el especular sobre lo que pudo haber estado escrito en esas planchas de oro como para que uno de los faraones mas grandes de Egipto aparentemente lo considerara como el tesoro mas grande con el que podía ser sepultado. Desde una inesperada dirección llega una nueva y posiblemente significativa luz sobre el tema de las planchas-registro. En fechas recientes, un número considerable de planchas de cobre grabadas, perforadas y unidas por aros de metal han aparecido en la India. Tomemos como ejemplo típico (aunque estas son mas cortas que la mayoría) a las planchas Kesaribeda: “El juego consiste en tres planchas de cobre unidas por un aro…la circunferencia y diámetro del aro son 7.4 y 2 pulgadas respectivamente…las planchas miden aproximadamente 7.5 pulgadas de largo y media pulgada de ancho cada una. Las esquinas están redondeadas…las planchas contienen a su derecha un orificio de 1/5 de pulgada de
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diámetro por el que atraviesa el aro.” Todas las planchas están escritas por ambos lados.5 La fecha aproximada de las planchas es 324 d.C. El contenido; un edicto real, establece las condiciones bajo las cuales la tierra sería gobernada. Mas hacia el Este, pero aún dentro de la esfera de influencia de la cultura india, han aparecido planchas grabadas del mismo tipo, pero cuya escritura ya no puede leerse; estas planchas son transmitidas de “padre a hijo” como amuletos de origen sobrenatural,6 mostrando de manera fehaciente el como la idea de autoridad y santidad se ciñe a las planchas incluso mucho después de que los hombres han perdido la capacidad de leerlas. Entre los Karens, una plancha, formada por dos tipos de planchas soldadas entre sí, una aparentemente de oro y otra de cobre, era el “talismán” con el que “el jefe gobernaba a la gente;”7 lo que significa que el derecho a gobernar la tierra era posible mediante la posesión de dichas planchas – posiblemente porque las planchas fueron originalmente un edicto real. Aunque la India, de hecho, parece estar demasiado lejos del mundo cultural de Lehi, ya que la escritura tanto antigua como moderna del área se derivó de las formas fenicias y arameas, tomadas del egipcio.8 Dado que la escritura conocida más antigua de la India (sin contar los glifos prehistóricos de Mohenjo-Daro, etc.) se encuentra en las planchas, es muy probable que la escritura y las planchas fueran introducidas al mismo tiempo y que la gente que introdujo el alfabeto semítico en el área conservó su registros en planchas unidas entre sí por aros; la forma preservada por los mismos hindúes en sus mas sagrados y antiguos registros. El caso de los Karens es particularmente interesante porque esa gente mostró una sorprendente afinidad cultual con los Judíos; tanto que algunos investigadores afirman que tales semejanzas tienen un origen judío.9 Si así fuera, su historia sería paralela a la de Lehi en muchas formas. Muchos capítulos con respecto a la Diáspora judía faltan por escribirse. Pero lo que se intenta señalar aquí es que el conocimiento y empleo de planchas de metal para conservar registros de importancia comienza a surgir como una práctica general entre todo el mundo antiguo. No pasará mucho tiempo en que los hombres olviden que en los días de José Smith, el profeta fue objeto de burla y desprecio por su descripción de las planchas, más que por cualquier otra cosa. Nefi estaba sumamente impresionado por la espada de Labán: “El puño era de oro puro, labrado de una manera admirable, y…la hoja era de un acero finísimo” (1 Ne. 4:9). Tales espadas y dagas ceremoniales con empuñaduras de oro exquisitamente trabajadas han sido comunes en el Cercano Oriente desde tiempos históricos. Muchos ejemplares procedentes de Egipto y Babilonia reposan actualmente en nuestros museos,10 pero ninguna es más famosa o bella que la fina daga de acero con empuñadura de oro puro labrado de manera exquisita que fue encontrada entre los tesoros del joven faraón Tutankamón.11 Se ha sugerido que esta daga es una de las dos enviadas años atrás por el rey Dushratta del Mitanni al entonces faraón reinante como el mas suntuoso de los regalos y descrita en un documento contemporáneo como un artículo con una empuñadura de oro y su hoja de corte fabricada en acero.12 La expresión “acero finísimo” empleada por Nefi para describir la calidad de la hoja es interesante, por que en sus días el acero auténtico era, por mucho, mas preciado que el oro; acero fabricado posiblemente a partir de hierro y poseedor de una calidad muy superior, de acuerdo con Jacob –lo cual es indicio de un origen muy antiguo.13 Incluso en la Palestina moderna, las
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dagas y espadas son en su gran mayoría de “manufactura Siria o Egipcia.”14 Ningún príncipe árabe en estos días que se encuentre ataviado con su ropaje nativo puede ser visto sin portar su khangar, la larga espada de perfil curvo fabricada con acero de Damasco y fina empuñadura de oro. Este tipo de armas ceremoniales generalmente son reliquias familiares de gran antigüedad e inmensa valía. De cualquier época del periodo Amarna (siglo 15 a.C.) hasta el presente, entonces, Labán sería parte de la aristocracia de Oriente; circunstancia necesaria para llevar un tipo de arma como la descrita por Nefi.
El Camino del Desierto En un viaje por el desierto, los expertos nos dicen que un día es tan deprimentemente como otro. Durante miles de años el lenguaje del desierto ha permanecido virtualmente intacto, empleándose las mismas palabras y expresiones inalteradas de siglo en siglo, porque las cosas que describen no han cambiado. Con perfecto acierto, Margoliouth usa la epopeya del Bani Hilal para ilustrar las migraciones de los hijos de Israel miles de años antes de la suya: “No emigran desordenadamente” sino que envían exploradores y antes de realizar cualquier movimiento son cuidadosos en conocer la voluntad del cielo mediante “diversos presagios y augurios.” Esto es cierto en el grupo de Lehi, con Nefi y sus hermanos explorando y cazando incesantemente. Para conocer la voluntad de los cielos, ¿Qué mejor artefacto que la maravillosa e inestimable Liahona? El nombre sugiere tantas interpretaciones hebreas y egipcias posibles (“interpretado, es una brújula,” Al. 37:38) que las especulaciones de un hombre al respecto son tan buenas como las de otro y no nos preocupa aquí ya que como algo milagroso, no tiene paralelo en la vida cotidiana. Por otra parte, puede encontrarse fácilmente un paralelo en el comentario de Nefi sobre la maravillosa forma en que las mujeres parecían soportar el arduo estilo de vida Beduino (1 Ne. 17:2), ya que este fenómeno siempre ha impresionado a los visitantes de los árabes, porque, dice Burton, “entre los extremos de fiereza y ternura, el sexo débil… suple sus carencias con valentía, tanto física como moral.”15 No hay razón para que Nefi nos ofrezca en su relato un registro diario de su larga y monótona jornada a través de las arenas del desierto; nos ofrece un panorama general, como hemos visto, del malhumor, cansancio y el peligro que son una constante en todo relato de un viaje por el desierto y no hay mucho mas que decir al respecto. Pero no puede ocultar la emoción y el placer experimentados a la conclusión del mismo. Después de viajar una gran distancia en dirección sur-sureste (1 Ne. 16:13, 33), el grupo vira hacia el Este atravesando el peor de los desiertos; en donde “padecieron mucha aflicción,” hasta emerger del mismo en un estado de casi extenuación total en un completamente inesperado paraíso frente al mar. Ese paraíso se encuentra en las montañas Qara situadas en la costa Sur de Arabia. Para llegar hasta allí viajando siempre “casi hacia el Este” (1 Ne 17:1) desde la costa del Mar Rojo, se debe virar al Este a la altura del paralelo diecinueve. En la revista Improvement Era de 1950 el autor publicó un mapa en el que su primera preocupación era hacer que Lehi llegara al mar en el boscoso sector de Hadhramaut y ningún otro factor se tomó en consideración cuando se dibujó el mapa. Descuidadamente el autor pasó por alto un hecho que el Dr. John A. Witdsoe
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había publicado en el mismo medio algunos meses antes y que afirma ser una “revelación de José [Smith] el vidente,” en la que se establece que el grupo de Lehi “viajó en dirección sur-sureste hasta llegar al grado diecinueve de latitud Norte; entonces se dirigió al Este hasta llegar al Mar de Arabia.”16 Por una interesante coincidencia, la ruta mostrada en el mapa que el autor desarrolló viraba hacia el Este exactamente en el paralelo diecinueve. Esta correlación de datos provenientes de dos fuentes totalmente diferentes es una fuerte indicación de que ambas son correctas. La única ruta alterna posible habría sido bajar por la costa occidental del Mar Rojo hasta el canal de Neco, y esa trayectoria no permite virar al Este hasta que se ha pasado el paralelo diez y entonces el lugar al que se ha llegado no es el Mar de Arabia, sino el Océano Indico. Aunado a lo anterior, deben satisfacerse algunas otras condiciones rigurosas que solo pueden hallarse en la costa sur de Arabia. De las montañas Qara situadas en el sector limítrofe de la costa sur de Arabia a las que Lehi debió haber llegado si viró al Este en el paralelo diecinueve; Bertram Thomas, uno de los pocos europeos que las ha visto escribe: ¡Que lugar tan glorioso! imponentes montañas de mas de tres mil pies de altura sobre un océano tropical, sus aterciopeladas faldas costeras abundan en ondulante selva, sus flores fragantes en verdes y ondulantes praderas, mas allá donde las montañas se inclinan hacia el norte en una estepa de arena carmesí….Grande fue mi asombro cuando repentinamente me encontré en este paraíso y fuera de las áridas planicies de la parte sur de Arabia.17 El capitán Thomas (al que Lowell Thomas llama “el mas grande de los exploradores contemporáneos”) continúa describiendo los arbustos aromáticos del lugar, los valles poblados de verdes árboles, “el distante murmullo del mar estrellándose en los rocosos acantilados de las montañas,” y la espléndida belleza de las escenas que aparecieron a su vista al transitar a través de los exuberantes bosques hacia el mar.18 Compárese lo anterior con el cuadro pintado por Nefi: Y llegamos a la tierra que llamamos Abundancia, a causa de sus muchos frutos y también miel silvestre….y vimos el mar…y a pesar de que habíamos sufrido númerosas aflicciones y mucha dificultad, si, tantas que no podemos escribirlas todas, nos regocijamos en extremo cuando llegamos a las playas del mar; y llamamos al lugar Abundancia, por causa de su mucha fruta…y…la voz del Señor vino a mí, diciendo: Levántate y sube al monte (1 Ne. 17:5-7). Prácticamente es la misma escena: las montañas, los exuberantes bosques con la madera necesaria para construir barcos, los verdes valles colmados de árboles, un paraíso para las abejas, la vista del mar al fondo y sobretodo el jubiloso alivio tras salir repentinamente de “la árida planicie;” uno de los peores desiertos de la tierra. Thomas, por supuesto, no estaba interesado en encontrar miel, pero para aquellos que viven permanentemente en el desierto no hay tesoro más grande que hallar miel, como lo ponen de manifiesto un gran número de raíces y formas derivadas del vocabulario árabe.19
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Mucho de la descripción podría coincidir con las montañas de Omán ubicadas mas al Este y cerca del paralelo veinticinco; este descubrimiento llegó como una gran sorpresa en 1838.20 Cuando en el año de 1843 Von Drede ofreció una amplia descripción de las montañas de Hadhramaut a las que Lehi llegó, el gran Von Humboldt y el mundo entero simplemente se resistían a creerle.21 Las montañas descubiertas por Thomas eran desconocidas para occidente hasta hace poco menos de veinticinco años. Aunque “la costa sur de Arabia tiene puertos admirables,” parecían no haber sido usados, con honrosas excepciones, hasta bien entrada la era cristiana.22 Al observar a la cansada comitiva de Lehi dirigir sus pasos entre los placenteros valles para descender hacia la costa del mar, uno no puede menos que reflexionar en el hecho de que habían recorrido una distancia inconmensurable solo para construir un barco. Queda en el lector el sugerir alguna otra ruta. El mejor catálogo sobre Arabia en la época de la traducción del libro de Mormón imaginaba lagos y bosques en la parte central de la península, en tanto que insistía que toda la costa era “un macizo rocoso… tan árido y estéril que ni una brizna de hierba” puede encontrarse.23 El libro de Mormón invierte el cuadro y Lehi evita el centro de la península para encontrarse ante placenteros bosques en la costa sur. ¿Dónde más podría haber encontrado la madera necesaria en toda la costa de Arabia? ¿“Es completamente posible,” como lo afirma un erudito moderno, “que Salomón transportara sus barcos, o el material para construirlos desde el Mediterráneo, ya que en las playas del Mar Rojo se puede encontrar la madera para la construcción de barcos”?24 ¿Hay alguna otra ruta que le permitiera a Lehi llegar felizmente a esta playa? Al norte un país enemigo; el Mediterráneo era un conjunto de puertos y mares cerrados, tan peligrosos como en los días de Wenamón, quien en repetidas ocasiones fue detenido por enemigos y piratas; los desiertos al Este de Jerusalén estaban atestados de hostiles tribus guerreras, las partes orte y central de Arabia eran las clásicas arenas de combate entre los árabes residentes y sumamente transitada por las rutas comerciales en la época de Ptolomeo; “ tanto que parecía que había poco del inaccesible desierto….en general, Ptolomeo no sabía de desiertos.’”25 Egipto no ofrecía posibilidad de escape a aquellos señalados como enemigos por el grupo pro-egipcio. Solo quedaba un camino abierto, el mas agreste y difícil; a través de las montañas que bordean el Mar Rojo y entonces virar hacia el Este sobre la planicie occidental del terrible “páramo desolado” en donde el grupo padeció mucha aflicción. Ellos tuvieron que girar al Este en donde lo hicieron debido a que la punta suroeste de la península comprendía el reino de los Sabaeanos, probablemente el más fuerte, más rico y mas densamente poblado asentamiento humano que ha tenido Arabia. Así que el largo y agobiante itinerario de Lehi sería no solamente el más corto y seguro, sino el único que podrían haber tomado. En las playas del Mar de Arabia es cuando propiamente la historia de Lehi en el desierto finalmente concluye. A pesar de que esto ha sido un relato preliminar, aún queda suficiente material como para justificar algunas reflexiones a manera de resumen.
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Lehi en el Estrado Nunca hemos estado realmente interesados en “demostrar” la autenticidad del Libro de Mormón; para nosotros su origen divino siempre ha sido una cuestión de fe y sus aspectos históricos son, por mucho, lo menos importante. Pero “El Mundo” insiste en que el libro es una vulgar y estúpida falsificación, un descarado fraude perpetrado por un ignorante campesino que con dificultad podía escribir su nombre. Han lanzado la acusación; dejémosles probarla. Eso sería muy fácil si tuvieran razón, un simple escrutinio de unas cuantas páginas y señalar los abundantes errores detectados, ya que el acusado los ha cometido contra sí mismo en términos muy precisos y en abundancia. La naturaleza del documento que él pretende se examine es tan singular, y los requisitos que debe cumplir tan precisos y escrupulosos, que su autor ciertamente debe estar convencido de un vistazo si él esta mintiendo. Por otra parte, si sus escritos muestran cualquier tendencia a conformarse de acuerdo a las condiciones prescritas, sus críticos deben tener una buena cantidad de explicaciones para ofrecer, y si manifiesta una tendencia constante a adecuarse a aquellas condiciones más difíciles, sus críticos estarán arruinados. Creemos que este pequeño estudio, de ensayo y limitado como es, no obstante indica tal tendencia más allá de cualquier duda razonable. ¿Qué se ha demostrado? Simplemente que todo lo que en 1er. Nefi se dice que sucedió realmente pudo haber sucedido; no que sucedió: probar eso es innecesario e imposible. Los hechos particulares de la historia nunca pueden reconstruirse con total fidelidad, pero los sucesos característicos relacionados – usos, costumbres, rituales, etc., es decir, cosas que suceden no únicamente una sola vez sino una y otra vez estableciendo patrones de probabilidad– pueden ser objeto de absoluta certeza. Por eso ellos, y no los eventos particulares, son las cosas más difíciles de falsificar; este patrón general es importante en pruebas de falsificación e identificación de documentos. El principio queda perfectamente bien ilustrado en la crítica de Cheesman a Palgrave. Aunque las últimas descripciones de Hufhuf estan tan llenas de “imprecisiones absolutas” y “brillantes incongruencias” que parecieran puras invenciones, y a pesar de que “el mapa de Hufhuf de Palgrave esta tan lleno de imperfecciones que no sería capaz de orientarme con el,” aun así y no obstante lo anterior, Cheesman concluye que “el cuadro de Hufhuf de Palgrave, sus jardines, sus arcos, su industria y gente…solo podría ser esbozado por un testigo ocular.” Con todas sus imperfecciones, el panorama general presenta objetos que no se mencionarían si no se hubieran visto. “Es sumamente fácil,” escribe el mismo autor, “mas se debe tener cuidado para evitarlo, caer en pequeñas imprecisiones en un esfuerzo de poner ‘color’ en la descripción de un país, y lo es todavía mas, como lo he hallado, el señalar los defectos de un predecesor.”26 Esto es un poderoso argumento a favor del sobrio y detallado relato de Nefi, cuyos errores en los detalles podríamos perdonar si pudiéramos llegar a descubrirlos. Al hablar sobre Lehi en el desierto tenemos que llamar, si fuera posible, al viejo patriarca al estrado como testigo en el caso de José Smith vs. El Mundo. El Profeta ha sido acusado (¡y en que forma!) de prácticas fraudulentas y Lehi es un testigo crucial para la defensa. Lehi afirma haber pasado años en ciertas partes del Cercano Oriente hace aproximadamente 2250 años. ¿Esta diciendo la verdad? Durante generaciones, un ejército de sagaces y determinados fiscales han fracasado en su intento de minar la fuerza del testimonio de Lehi o de descubrirlo
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cayendo en contradicciones. Eso debería ser suficiente para satisfacer hasta al crítico mas exigente. Pero ahora, observamos que, procedentes del oriente, llegan nuevos testigos –el capitán Hosaías de Laquish y una horda de exploradores de broceada piel que regresan de los desiertos de Lehi para decirnos como es la vida ahí; los antiguos poetas de los árabes, cajas y cajas de objetos en exhibición ordenados de la A a la Z, sellos, inscripciones, cartas, artefactos de la propia región natal de Lehi. ¿Alguien podría haberse imaginado que algún día Lehi sería confrontado con testigos oculares sobre las mismas escenas que afirma que presenció? A la luz de toda esta nueva evidencia, la defensa solicita de la manera más atenta que el caso sea reabierto. De modo que Lehi y los nuevos testigos son examinados paralelamente y sus respuestas comparadas. Las preguntas son breves y concisas: ¿Cuál es tu nombre? ¿No sabes que ése nombre no corresponde al de una persona? (un vino se produce desde la época de Lehi y lleva el nombre Lehi, no uno fuera de lo común.) ¿Dónde vivías en aquella época? ¿Qué quieres decir con “la tierra de Jerusalén”? ¿No significa la ciudad de Jerusalén? (la defensa presenta una antigua carta que muestra que el territorio aledaño a la ciudad era conocido como la tierra de Jerusalén.) ¿Quiénes gobernaban Jerusalén? ¿Qué clase de hombres eran? ¿Qué les hiciste para que se volvieran en tu contra? ¿De dónde obtuviste la gran riqueza de la que hablan tus hijos? ¿Cómo aprendiste el idioma egipcio? ¿No era una pérdida de tiempo? ¿Por qué no aprendiste el babilonio, un idioma mucho mas parecido al tuyo? ¿Cuál fue el problema suscitado entre los miembros de tu familia? Tengo una lista de nombres aquí –de tus pretendidos familiares y antepasados: ¿esperas que la corte crea que son genuinos? Si es una lista auténtica, ¿Por qué no contiene nombres con el prefijo Baal? Dices que tenías sueños: ¿sobre qué? ¿Un río? ¿Qué clase de río? ¿Qué es esa locura del “vapor de tinieblas”? ¿Has visto algo parecido mientras has estado despierto? (docenas de testigos declaran.) ¿No crees que un sueño es un pretexto débil y patético para abandonar tu hogar y salir del país? ¿En que dirección huiste? ¿Cómo pudiste formar una gran caravana sin ser experto en ello? ¿Qué te llevaste? ¿Viajaste a pie? ¿Cómo te las arreglaste para sobrevivir con mujeres y niños en un terrible desierto? ¿Cómo escapaste de ser asesinado por vagabundos y merodeadores? ¿No sabes lo peligroso que puede ser el desierto? ¿De qué te alimentaste? ¿Viajaste continuamente? Cuando acampaste, ¿qué fue la primera cosa que hiciste? ¿Qué tipo de altar? ¿Qué tipo de presa cazaste? ¿Dónde? ¿Cómo? ¿Quién fue el cazador? Dices que tu hijo hizo un arco; ¿en qué parte de la desolada Arabia encontró madera para tal cosa? ¿Qué derecho tenías para ir por ahí dando nuevos nombres a los lugares? ¿Crees que alguna persona en sus cabales le daría al río y la valle nombres diferentes? (una oleada de protestas de los Arabes presentes en la sala se deja escuchar.) ¿Alguien llamaría al Mar Rojo una fuente? ¿Desconoces que no hay ríos en Arabia? Ese breve discurso que diste a tus hijos, ¿no te parece un poco rebuscado? (mas protestas por parte de los Beduinos.) ¿No te parece algo tonto describir un valle como “firme e inmutable”? ¿Dónde estuvieron tus hijos cuando regresaron a Jerusalén? ¿Qué es eso de una cueva? ¿No son las planchas de metal un material mas difícil para grabar registros en el? ¿No son cincuenta hombres una cantidad pequeñamente ridícula para una guarnición en una ciudad como Jerusalén? Describes encuentros nocturnos entre los ancianos y el comandante: ¿no hubiera sido más sensato sostener tales encuentros durante el día? ¿Quieres que la corte crea que llevaste semillas durante un viaje tan largo y agotador? ¿Estás intentando
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decirle a la corte que encontraste un paraíso en el borde sur de la región más inhóspita de la tierra? Y así sucesivamente. Quizá el lector pudiera agregar algunas preguntas a la lista—hay mas de cien posibilidades señaladas en nuestro estudio y la mayoría de ellas nadie en el mundo podría haberlas respondido correctamente hace 120 años. El autor de 1er. Nefi fue confrontado con cerca de cien problemas interrelacionados delicadamente y de extrema dificultad. La probabilidad de salir airoso con una declaración plausible por simples conjeturas una o dos veces es suficientemente vaga, pero las probabilidades de repetir acertadamente cien veces en rápida sucesión es infinitamente remota. El mundo a través del que Lehi viajó era para el ciudadano occidental de 1830 un acertijo indescifrable, perdido en la profundidad de una impenetrable niebla; los mejores estudiantes de la Biblia estaban irremediablemente mal informados sobre Palestina. El estudio científico de la Tierra Santa da inicio con Edward Robinson en 1838, y cuarenta años mas tarde un importante autor escribiría que: “pocos países son mas visitados que Palestina; y paradójicamente las costumbres y hábitos de esta gente son las menos conocidas.”27 Diez años después, la declaración oficial de la Fundación para la Exploración de Palestina establece que “en definitiva no se conoce lo suficiente sobre el desierto [de las tribus nómadas].”28 La misma Biblia, en lugar de aclarar los problemas, es la principal causa de “grandes discrepancias” en los reportes de los investigadores, de acuerdo con Palmer.29 El ejemplo clásico de esto es el trabajo sobre Kadish Barnea del Dr. H. Clay Turnbull, calificado por los eruditos en 1884 como el estudio mas exacto sobre el desierto del sur y “aceptado por geógrafos de la Biblia como la autoridad sobre la región,” desde esa época y ‘casi’ hasta nuestros días, cuando Woolley y Lawrence exploraron el área y descubrieron que esta infalible guía era simplemente “fantástica.”30 A la obra de Clark sobre la misma región, publicada un año después de la de Turnbull, los mismos críticos se conformaron con señalar: “sin comentarios.”31 En una fecha tan cercana a nosotros como el año de 1935, el coronel Newcombe escribiría: “Tenía algunos libros sobre el tema de los nómadas del desierto; pero casi todos fueron escritos por idealistas de moral intachable, pero inexpertos visitantes del desierto….La mayoría de esos libros estaban completamente extraviados de la verdad debido a la falta de conocimiento sobre el país o la compresión de la mente del Beduino. Cada autor parecía exagerar enormemente su propia y limitada teoría a expensas de las de los otros.”32 Así que no supongamos que el acceso a la Biblia hubiera hecho más fácil la tarea de fabricar la historia de Lehi –solo la hubiera complicado más. Sin embargo encontramos que nuestro guía luce confiado y marchando con paso firme y seguro, sin desviarse jamas de su curso, sin dudar en algún momento o buscar refugio tras evasivas imbricaciones, nunca se excusa o cae en el viejo y gastado argumento de que todo debe entenderse únicamente en el sentido religioso, nunca se esconde detrás de cortinas de humo o se ve consciente o incoscientemente envuelto en una situación confusa..
Unas Pruebas Sencillas. El tratamiento presente a la historia de Lehi deja mucho que desear (podemos solicitar ansiosamente la indulgencia del lector por usar el término judío tan libremente o generar alguna vaga suposición sobre el lenguaje), pero si solo una fracción de nuestra información es correcta, 1er. Nefi posiblemente no pueda explicarse en términos de simples coincidencias. Para ilustrar esto, usted, estimado
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lector, realice la siguiente prueba. Tome asiento y escriba una historia sobre la vida, digamos, del Tíbet a mediados del siglo XI d.C. Construya su relato basado completamente en lo que en este momento sabe sobre el Tíbet del siglo once –que representará justamente aquello que era conocido en 1830 sobre la antigua Arabia, p. ej., que era un lugar y que era muy misterioso y romántico. Al componer su fantasía tibetana disfrutará de una gran ventaja: ya que el lienzo esta en blanco, tiene la libertad de llenarlo con cualquier cosa que satisfaga su imaginación. De modo que no debería tener problemas en conseguir “adentrarse sin el menor obstáculo en su narración” –que la señora Brodie parece creer que era el único desafío enfrentado por el autor del libro de Mormón. Pero habrá otros obstáculos, porque en su crónica del antiguo Tíbet deberemos insistir en que observe escrupulosamente ciertas condiciones: (1) no debe hacer ninguna declaración absurda, forzada o contradictoria; (2) una vez que haya terminado, no podrá hacer cambios al texto –la primera edición debe permanecer intacta; (3) debe afirmar que su “narración” no es ficción sino verdad, aún mas, es historia sagrada; (4) debe invitar a los orientalistas mas capaces a examinar el texto con cuidado, y esforzarse diligentemente por ver que su libro se encuentre en las manos de los hombres mas sagaces y competentes para exponer cualquier error en el. El “autor” del Libro de Mormón observa todas y cada una de estas asfixiantes normas de la manera mas escrupulosa. En su epopeya tibetana, en determinado momento, pudiera aspirar a tener argumentos correctos producto de un afortunado accidente, pero no lo espere. A manera de consuelo remítase a cualquier novela histórica importante relacionada con el mundo antiguo y marque cada anacronismo, incongruencia e imprecisión presentes en el libro. El resultado es atroz, pero misericordioso. Para darse cuenta de las dificultades enfrentadas para la creación de historias, uno no tiene más que contemplar la vasta producción de los últimos críticos del libro de Mormón. Fue demasiado fácil para este autor, tan carente de la inefable ventaja del ingenio o erudición, mostrar las partes en las que, al intentar fabricar una historia distante en menos de cien años de nuestra época, la señora Brodie se contradecía una y otra vez.33 Un Víctor Hugo o un Anatole France pueden producir un relato convincente siempre y cuando éste se encuentre ambientado cerca de su propio lugar y época; pero permítale a cualquier escritor, incluso el mas avezado, deslizarse retrospectivamente en el tiempo un par de miles de años y situarse algunos miles de kilómetros fuera de su país y se encontrará de inmediato en terreno peligroso del que solo puede escaparse empleando las alas de la fantasía. No son los detalles particulares sino el ambiente y el trasfondo general de sus relatos lo que obliga a White y Douglas a guiñar pícaramente y decirnos que después de todo no se trata mas que de entretenimiento. Cualquier catálogo de antigüedades Griegas o Romanas puede aportarle a cualquier escritor la ingente cantidad de detalles precisos que necesitará para llevar a cabo su labor; pero ninguno hasta la fecha ha logrado moldear exitosamente una masa de información de dimensión considerable y vaciarla en una simple, natural e impecable historia. Thornton Wilder y Naomi Mitchison evitan cuidadosamente todos los escollos de la reconstrucción histórica concentrándose en cuestiones atemporales como montañas, mares y emociones humanas, logrando de esta manera fabricar historias verosímiles. Pero Nefi no disfruta de concesiones o excepciones; escribe su relato en forma de una
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disertación tan simple, desenfadada y sin rebuscamientos que el lector fácilmente pasa por alto la gran cantidad de detalles que se encuentran entretejidos en el simple y natural patrón del relato. ¿Qué escritor de ficción histórica ha podido siquiera acercarse a tal realización? Pero ¿no hemos sido arbitrariamente parciales a favor de Lehi? Desde luego que sí. Somos su abogado defensor. Nosotros hemos elegido a quienes serán nuestros testigos, pero nadie puede negar que son competentes e imparciales. Invitamos a que la parte acusadora los interrogue, algo que hasta el momento no ha hecho; lo que sí ha hecho es traer a sus propios testigos ante la corte; intelectuales puestos tan al día que pueden decirnos hasta exactamente en que estaba pensando el acusado cuando escribió el Libro de Mormón. Tal evidencia no lo es en absoluto –es ciencia nociva, historia espuria que sería rechazada por cualquier tribunal del mundo. Pero podrían impresionar al jurado medianamente educado, y ese es su propósito. Podemos explicar mejor la nueva tendencia de la crítica hacia el Libro de Mormón mediante una pequeña parábola: Hace mucho tiempo un joven afirmaba haber encontrado un gran diamante mientras araba su campo. Puso la piedra en exhibición para que todos pudieran admirarla gratuitamente. Todos tenían una opinión al respecto. Un psicólogo demostró, citando algunos casos de estudio famosos, que el joven estaba sufriendo de una bien conocida forma de delirio. Un historiador demostró que otras personas también ya habían afirmado haber encontrado diamantes en los campos y todo había sido un engaño. Un geólogo probó que no había diamantes en esa área sino cuarzo. Cuando se le pidió que examinara la piedra, el geólogo declinó hacerlo indicándolo con un gentil movimiento de cabeza y una agradable sonrisa en los labios. Un lingüista mostró que el joven empleó para describir su diamante casi el mismo lenguaje y términos empleados por otras personas que habían descubierto diamantes en bruto. Un matemático mostró que solo tres de 177 asistentes de cuatro ciudades importantes del país creían que el diamante era auténtico. Un clérigo escribió un libro para demostrar que no había sido el joven, sino alguien más, el que había descubierto el diamante. Finalmente un modesto joyero llamado Snite señaló que ya que el diamante todavía podía ser examinado, la respuesta a la cuestión de si era genuino o falso no tenía absolutamente nada que ver con que el diamante fuera descubierto por una u otra persona, o que su descubridor fuera honesto o no, o que la gente creyera o no, o que el descubridor supiera distinguir entre un diamante y un guijarro o no, o que los diamantes se encontraran en campos o en algún otro lugar, o que la gente fuera engañada con cuarzo o vidrio; sino única y exclusivamente con someter la piedra a ciertas pruebas bien conocidas para probar su autenticidad. Entoces se llamaron a varios expertos en diamantes. Algunos de ellos declararon al diamante como genuino. El resto pasó el tiempo fabricando chistes –producto de su nerviosismo– sobre el diamante y declararon que no podían poner en juego su dignidad y reputación aparentando tomar el asunto demasiado en serio. Para disimular la mala impresión creada, algunos salieron del aprieto con la teoría de que la piedra era en realidad un diamante sintético, habilidosamente fabricado, pero al fin y al cabo una imitación. La objeción a esto estriba en que la manufactura de un buen diamante sintético hace 120 años hubiera sido un evento mas excepcional que incluso el hallazgo de uno auténtico.
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La moraleja de esta historia es que el testimonio ofrecido por la parte acusadora, a pesar de ser especializado, es completamente irrelevante y carente de sustento. Es innecesario observar que también es improcedente, debido a que es altamente argumentativo y basado enteramente en las percepciones de los testigos que, además, en sus mentes prevalece ya la idea de que el acusado es culpable. Una cosa más; la parte acusadora debe probar su dicho hasta las últimas consecuencias: no es suficiente demostrar, aun cuando pudieran hacerlo, que el Libro de Mormón tiene errores, pues todos los seres humanos cometemos errores; lo que deben intentar explicarse y explicarnos es como el “autor” del libro pudo acertar en tantas cosas. Después de aproximadamente ochenta años de búsqueda, la Fundación para la Exploración de Palestina ha descubierto poco o casi nada que provenga de la época del Éxodo; hasta el día de hoy “de la historia de Saúl, David, Salomón, o incluso de su existencia no existe indicio en alguna parte de Palestina.” Aunque la falta de evidencia en ningún modo refuta a la Biblia. No debería desilusionarnos ni sorprendernos que persista un absoluto silencio en los registros de la historia con respecto a las cuestiones relevantes del Libro de Mormón; están muy lejos de ello. Si un hombre comete un error al resolver un problema matemático muy complejo, eso no prueba nada con respecto a su habilidad como matemático, ya que hasta los más grandes se equivocan. Pero si encuentra la solución correcta es imposible no ir más allá para explicar su éxito como un accidente y debemos reconocerle, trátese de quien se trate, que es un auténtico matemático. Así es con el autor de 1er. Nefi: si podemos detectar errores en su obra, podríamos explicarlos fácilmente y olvidarlos, pero si en cada ocasión tiene la respuesta correcta, no tenemos más remedio que aceptar su explicación como auténtica. Un aspecto significativo de la historia de Lehi en el desierto no debe pasarse por alto. Es enteramente una historia, de principio a fin, del Mundo Antiguo. No hay en ella alusiones al “noble piel roja.” Nada en ella permite concebir las más ligera sospecha de que el drama va a terminar en el Nuevo Mundo. El pueblo de Lehi pensó que había encontrado su tierra prometida en el lugar llamado Abundancia; por ello se disgustó terriblemente cuando Nefi, que había realizado proezas consideradas imposibles, emprendió por mandato divino, la construcción de un barco (1 Ne. 17:8-9). Entonces, ¿que novela de oriente fue plagiada para hacer el libro de 1er. Nefi? Compárese con cualquier intento por reproducir el fondo y la forma del glamoroso oriente, desde Voltaire hasta Grillparzer; y más aún, con las más soberbias historias ambientadas en la misma época y de inmediato se pondrá de manifiesto cuan ficticias, extravagantes, exageradas y estereotipadas son, y cuan escrupulosamente Nefi ha eludido esos yerros en los que los mejores eruditos estaban seguros que caería. No existe punto de discusión a la cuestión: ¿Quién escribió el Libro de Mormón? Habría sido prácticamente imposible escribir el libro tanto para el hombre mas instruido de 1830 como para José Smith. Y quienquiera que desee explicar el relato del Libro de Mormón por cualquier otra teoría propuesta debe –con excepción de una– descartar las primeras cuarenta páginas.
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Notas de la Parte 1 Notas del Capítulo 1: El Problemático Oriente 1. William F. Albright, Archaeology and the Religion of Israel (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1942), 62. 2. Ibid., 63. 3. Jens D. C. Lieblein, Handel und Schiffahrt auf dem rothen Meere in alten Zeiten (Leipzig: Christiania, 1886; reprinted Amsterdam: Meridian, 1971), 8. 4. Albright, Archaeology and the Religion of Israel, 63. 5. Henry G. Tomkins, "Egyptology and the Bible," PEFQ (1884), 54. 6. "Si bien la investigación arqueológica se remonta a mas de un siglo en Siria y Palestina, es desde 1920 que nuestro material es lo suficientemente extenso y claro para ser interpretado como de valor realmente decisivo." Albright, Archaeology and the Religion of Israel, 37. 7. J. W. Jack, "The Lachish Letters--Their Date and Import," PEFQ (1938), 165. 8. Como resultado de sus conversaciones con los árabes, el Dr. Nibley anotó en la versión original de "Lehi en el Desierto,” que fue publicado originalmente como una serie de artículos en la revista Improvement Era, que "el autor ha consultado extensamente con Arabes, Sirios, Iraquíes, Libaneses, Egipcios, etc. modernos, y después de quince años de investigación esta listo para declarar al Sr. Mose Kader de Provo, Utah, como un auténtico Beduino. El mismo espíritu aventurero que trajo a este hombre extraordinario a asentarse en una solitaria granja cerca de la boca del Rock Canyon fue el que impulsó a su padre, dueño de una granja cerca a Jerusalén durante su juventud, a pasar muchos años entre los Beduinos del desierto; y es la misma tenaz actitud conservadora que le ha permitido criar una familia como estrictos musulmanes miles de kilómetros lejos de otros musulmanes es lo que ha mantenido fresca en su memoria los días en el desierto en tiempos anteriores a la primera guerra mundial. En ciertos detalles muy particulares, es un maravilloso informante." Hugh W. Nibley, "Lehi in the Desert," IE 53 (1950): 15. Nibley mas tarde escribió que "en 1932 el Sr. Kader regresó a Palestina para conseguir una esposa. Aunque ella no viajó por el desierto como su marido, el conocimiento de la Sra. Kader de las costumbres de Palestina es enciclopédico, y tiene la sorprendente habilidad de no verse limitada por las difíciles cuestiones de lectura y escritura propias de Palestina," ibid., 70, n. 8. 9. J. A. Knudtzon, Die El-Amarna-Tafeln (Leipzig: Hinrich, 1915; reprinted Aalen: Zeller, 1964) 1:864-67, 872-77, tablets 287 and 289; for Bet-Ninib, ibid. 1:876-77, tablet 290, lines 15-16. 10. See Albrecht Alt, "Die syrische Staatenwelt vor dem Einbruch der Assyrer," ZDMG 88 (1934): 247; and Wilhelm Nowack, Lehrbuch der hebräischen Archäologie (Freiburg i/B: Mohr, 1894), 149.
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11. El paulatino crecimiento de la ciudad de Atenas mediante el acto de abarcar poco a poco pequeñas comunidades hasta engullirlas por completo es descrita por Georg Busolt, Adolf Bauer & Iwan Müller, Die griechischen Staats-, Kriegs-, und Privataltertürmer (Nördlingen: Beck, 1887), 106-7. 12. "Bajar" en el Libro de Mormón significa viajar lejos de Jerusalén (1 Ne. 4:33-35), mientras que "subir a la tierra" es regresar a Jerusalén (1 Ne. 3:9, 7:15). La palabra egipcia ha, "bajar," cuando se refiere a viajes significa "ir a Egipto." Adolf Erman & Hermann Grapow, Wörterbuch der Aegyptischen Sprache, 5 vols. (Leipzig: Hinrich, 1929), 2:472. De modo que en el Antiguo Testamento él "bajó a Egipto" (Génesis 12:10), y "subió a Jerusalén. . . bajó a la tierra de Egipto" (1 Re. 12:28). Y en las cartas Laquish leemos, "el comandante bajó. . . a Egipto." Harry Torczyner, The Lachish Letters (London: Oxford University Press, 1938), 1:51 (carta no. 3). La altura del territorio donde se asienta la ciudad de Jerusalén era bien conocida por los judíos, así como la bajas planicies del territorio de Egipto, y detrás de este hecho se encuentra el origen y uso de estas expresiones, correctamente empleadas en el Libro de Mormón. Por otra parte, en el Libro de Mormón uno simplemente “va” a una casa de la ciudad (1 Ne. 3:4, 11), así que cuando Nefi y sus hermanos "subieron a la tierra de nuestra herencia . . . y después . . . subieron a la casa de Labán" (1 Ne. 3: 22-23), es perfectamente claro que su propiedad se encontraba necesariamente fuera de la ciudad, tal y como los términos “subir” y “bajar” lo confirman. 13. Nowack, Lehrbuch der hebräischen Archäologie, 300-4. Quote is on 304. 14. Jack, "The Lachish Letters--Their Date and Import," 175-77. Cf. William F. Albright, "A Brief History of Judah from the Days of Josiah to Alexander the Great," BA 9 (February 1946): 4. 15. Jack, "The Lachish Letters--Their Date and Import," 175-77. 16. Para un resumen reciente y pormenorizado de la situación internacional prevaleciente en el 600 a.C., además de los estudios mencionados, veáse John Bright, "A New Letter in Aramaic, Written to a Pharaoh of Egypt," BA 12 (February 1949): 46-52. 17. James H. Breasted, A History of Egypt, 2nd ed. (New York: Scribner, 1951), 577. "Loa artistas ya no trabajan solamente para la corte y los templos; ahora tenían pedidos enteros de la alta burguesía."Alexandre Moret, Histoire de l'Orient (Paris: Presses Universitaires, 1941), 2:728. 18. Albright, Archaeology and the Religion of Israel, 69; Eduard Meyer, Geschichte des Altertums, 2nd ed. (Stuttgart: Cotta, 1928), vol. 2, pt. 1, p. 98. 19. Meyer, Geschichte des Altertums (Stuttgart: Cotta, 1909), vol. 1, pt. 2, p. 260; (1928) vol. 2, pt. 1, pp. 98, 135. El “Príncipe de los Reyes” de Tiro y Sidón "acumuló una gran riqueza y pudo disfrutar de los beneficios de la cultura egipcia," al ser propietario del lucrativo negocio de transportar los bienes de los príncipes de Siria y Palestina, cuyos "higos, vino, miel, aceite, árboles frutales, cereal y ganado," eran la fuente de su riqueza. George Steindorff, Egypt (New York: Augustin, 1943), 64.
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Sobre la economía de los estados palestinos, véase Philip J. Baldensperger, "The Immovable East," PEFQ (1908), 290-98, and (1918), 121. 20. Jack, "The Lachish Letters--Their Date and Import," 177. 21. Albright, "A Brief History of Judah from the Days of Josiah to Alexander the Great," 6. 22. Ibid. 23. Ibid. 24. William F. Albright, "The Seal of Eliakim and the Latest Preexilic History of Judah, With Some Observations on Ezekiel," JBL 51 (1932): 93-95. 25. Jack, "The Lachish Letters--Their Date and Import," 178. 26. The theory of D. L. Risdon as discussed by Arthur Keith, "The Men of Lachish," PEFQ (1940), 7-12. 27. James L. Starkey, "Lachish as Illustrating Bible History," PEFQ (1937), 177-78; Alan Rowe, "Excavations at Beisan During the 1927 Season," PEFQ (1928), 73-90; Richard D. Barnett, "Phoenician and Syrian Ivory Carving," PEFQ (1939), 4-5, 7; J. W. Crowfoot and Grace M. Crowfoot, "The Ivories from Samaria," PEFQ (1933), 7, 18, 21; Charles C. Torrey, "A Hebrew Seal from the Reign of Ahaz, "BASOR 79 (October 1940): 27-28; Bright, "A New Letter in Aramaic, Written to a Pharaoh of Egypt," 46-48; H. Louis Ginsberg, "An Aramaic Contemporary of the Lachish Letters," BASOR 3 (October 1948): 24-27. 28. Abraham S. Yahuda, The Accuracy of the Bible (London: Heinemann, 1934), xxix; Stephen L. Caiger, Bible and Spade (London: Oxford University Press, 1936), 83-84, 91-92. Desde los dias de la escuela Pan-Babilonica, "el péndulo de la teoría de los orígenes. . . se balanceaba hacia Egipto." James A. Montgomery, Arabia and the Bible (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1934), 1. 29. Archibald H. Sayce, "The Jerusalem Sealings on Jar Handles," PEFQ (1927), 216; J. Garrow Duncan, "Fifth Quarterly Report on the Excavation of the Eastern Hill of Jerusalem," PEFQ (1925), 18-20. 30. "Ya en los días de los faraones de Egipto sus padres habían construido ese templo en Yeb." Arthur E. Cowley, Aramaic Papyri of the Fifth Century B.C. (Oxford: Clarendon, 1923), 120. These papyri "have shed undreamed light on some of the darkest areas of Jewish history," says Albright, Archaeology and the Religion of Israel, 41. 31. Yahuda, The Accuracy of the Bible, xxix-xxx; veáse especialmente del mismo autor, The Language of the Pentateuch in its Relation to Egypt (London: Oxford University Press, 1933), 1:xxxii-xxxv.
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32. William F. Albright, "The Egyptian Empire in Asia in the Twenty-first Century B.C.," JPOS 8 (1928): 226-30; cf. William F. Albright, "Palestine in the Earliest Historical Period," JPOS 2 (1922): 110-38. 33. David G. Hogarth, "Egyptian Empire in Asia," JEA 1 (1914): 9-12. 34. Breasted, A History of Egypt, 516, 518, 526, 529, 580; Harry R. H. Hall, "The Eclipse of Egypt," and "The Restoration of Egypt," Cambridge Ancient History (New York: Macmillan, 1925) 3:256-57, 261, 295-99. 35. Hogarth, "Egyptian Empire in Asia," 13-14. Incluso en la época Davídica, el estado debía su amplia organización administrativa a los modelos egipcios." Albright, Archaeology and the Religion of Israel, 108; el mismo autor examinó la debilidad de Egipto en un periodo posterior en su obra "Egypt and the Early History of the Negeb," JPOS 4 (1924): 144-46. 36. Para la primera cita, Henri Frankfort, "Egypt and Syria in the First Intermediate Period," JEA 12 (1926): 96; para la segunda, Moret, Histoire de l'Orient 2:787. 37. Meyer, Geschichte des Altertums, vol. 2, pt. 1, pp. 132-33; Hogarth, "Egyptian Empire in Asia," 12. 38. Jack, "The Lachish Letters--Their Date and Import," 177. 39. Meyer, Geschichte des Altertums, vol. 1, pt. 2, pp. 297-99; Meyer apunta que aparecen las variantes Ja'bqhr and Ja'pqhr e inclusive otras. El asocia estos nombres con el del dios Ja'qob. Véase especialmente, William F. Albright, Vocalization of the Egyptian Syllabic Orthography (New Haven: American Oriental Society, 1934). 40. Abraham S. Yahuda, The Language of the Pentateuch in Its Relation to Egypt (London: Oxford University Press, 1933), 51. 41. E. A. Wallis Budge, Papyrus of Ani (New York: Putnam, 1913) 1:50. 42. Theodor Nöldeke, Die semitischen Sprachen (Leipzig: Tauchnitz, 1899), 34. 43. Torczyner, The Lachish Letters, 15. 44. Raymond O. Faulkner, "The Bremner-Rhind Papyrus," JEA 23 (1937): 10; Elias J. Bickerman, "El Prólogo del Libro Griego de Esther," JBL 63 (1944): 339-62, muestra que la tradición de un prólogo o introducción era preservado cuidadosamente en Egipto; Francis L. Griffith, "The Teaching of Amenophis the Son of Kanakht, Papyrus B.M. 10474," JEA 12 (1926): 195. 45. Con la fórmula iw-f-pw concluye la historia de Sinuhé y las Máximas de las Sagas de Ptahotep y Kagemeni. Kurt Sethe, Aegyptische Lesestücke (Leipzig: Hinrich, 1924), 17, 42, 43, and Erläuterungen zu den Aegyptischen Lesestücken (Leipzig: Hinrich, 1927), 21, 58, 61. Con la frase " y así termino" concluye la
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Disertacion de Amenophis. Griffith, "The Teaching of Amenophis the Son of Kanakht, Papyrus B.M. 10474," 225. 46. Alan H. Gardiner, "New Literary Works from Ancient Egypt," JEA 1 (1914): 25; la obra aquí citada tenia relación con Palestina, ibid., 30. 47. Meyer, Geschichte des Altertums, vol. 1, pt. 2, p. 176. 48. La Disertacion Amenophis esta dirigida: "a su hijo, el mas joven de todos, en comparación con el resto de sus hermanos." Entoces sigue un largo texto que presenta munerosos paralelos con el libro de Proverbios y particularmente interesante con el libro de 1ra. de Salmos; el hombre justo comparado con un árbol fructífero. Griffith, "The Teaching of Amenophis the Son of Kanakht, Papyrus B.M. 10474," 197. Compárese esto con (2 Ne. 2-3). La descripcion de Lehi del fruto como de color “blanco” (1 Ne. 8:11) es una tipica metáfora egipcia. Vease Erman & Grapow, Wörterbuch der Aegyptischen Sprache 3:206-7, 211-12. 49. Meyer, Geschichte des Altertums, vol. 1, pt. 2, p. 274; Albright, Archaeology and the Religion of Israel, 21; David C. Simpson, "The Hebrew Book of Proverbs and the Teaching of Amenophis," JEA 12 (1926): 232. 50. August von Gall, Basileia tou Theou (Heidelberg: Winter, 1926), 65-68. 51. Ibid., 49-55. 52. Las siguientes comparaciones entre el Libro de Mormón y el antiguo Egipto aparecieron primeramente en Hugh W. Nibley, "The Book of Mormon as a Mirror of the East," IE 51 (April 1948): 202-4, 249-51; reprinted IE 73 (November 1970): 1520, 122-25. Este articulo iniciaba con esta introduccion: “`El hombre común y corriente,' escribió el gran A. E. Housman, `cree que los textos de autores antiguos generalmente son autenticos, no porque este familiarizado con los elementos del problema, sino porque se sentiría incómodo si no lo creyera.' El Libro de Mormón no ha gozado de tal tipo de aceptacion popular. Ciertamente, nada le encantaría mas al `hombre comun' que verlo completamente refutado de una vez por todas; le ha hecho sentirse incómodo durante mas de un siglo. ¿Qué esta retrasando entonces el ansiado espectáculo? Solamente una cosa, que el Libro de Mormón es inmune a los ataques de la civilizacion occidental. No importa cuanta evidencia arqueológica se amontone a un lado u otro, el hecho importante es que el Libro de Mormón nunca ha reclamado estar narrando el relato de gente que viviera en el hemisferio occidental. Incluso dentro de sus limitados dominios, como el profesor Sidney B. Sperry ha demostrado, ya que se trata de una compilación” y solo tiene relación con varias ramas de algunos grupos procedentes del mundo antiguo. Por lo tanto cualquier investigación en tierras de América posiblemente pueda revelar mayores evidencias en apoyo del libro de Mormón, ya que ningun resultado puede considerarse inequívocamente como evidencia en su contra. Es un relato totalmente diferente dado que nuestro libro presume de invadir el mundo de Oriente, aportando nombres, lugares y fechas especificas. Cualquier impostor de 1820 en este punto se encontraría pisando terreno peligroso. No se podría tener un mejor pretexto por parte de la vasta y rigurosa crítica para desacreditar la autenticidad del registro que las cuantiosas alusiones del Libro de Mormón sobre cuestiones egipcias. Al insistir
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sobre el peculiar lenguaje neo-egipcio de los nefitas, al proporcionar una lista de sus nombres personales y de lugares, al pretender describir conflictos políticos originados en el mundo Antiguo, el autor del Libro de Mormón esta cayendo bajo la lupa de los criticos modernos. El Cercano Oriente del 600 A. C. ya no es la ignota región de fascinantes misterios que era en la época de Jose Smith. Cualquier invención de él o de cualquier erudito de su época aparecería necesariamente hoy como una masa de disparates mezclados con algunos datos verdaderos; detalles que serían detectados una vez, pero difícilmente dos. ¿Tenía el autor o traductor del libro algun conocimento con respecto a esa region del mundo de la que se afirma que el libro tiene su origen? Ese es el asunto en cuestion. A manera de respuesta— y como simple ejercicio— discutamos brevemente un par de años de la historia en el Libro de Mormón; ese tormentoso periodo de tiempo durante el que el sistema de gobierno por jueces pasó por algunas de las más severas pruebas, las que finalmente probaron su ineficacia. Hagamos coincicir el relato paso a paso con cierto número de paralelos del Mundo Antiguo, y despues de algunos comentarios, permitámosle al lector decidir por sí mismo el valor que deban atribuírseles a estas semejanzas." 53. Hall, "The Eclipse of Egypt," 268. 54. Budge lo llama Heriher en la edición de 1925 de su obra La Momia, en contraste con su primera definiciion Her-Heru de la edicion de 1893. Véase E. A. Wallis Budge, The Mummy (London: Cambridge University Press, 1925), 103, and The Mummy (London: Cambridge University Press, 1893), 52. It is read Hurhor in ZASA 20 (1882): 149B, Plate II, Fig. V.7A; Her-Hor by Alfred Wiedemann, "Beiträge zur ägyptischen Arabs and to engage in trade, see Elias Auerbach, Wüste und Gelobtes Land, 2 vols. (Berlin: Schocken, 1932). Geschichte" ZASA 23 (1885): 83 ; and Hrihor by Breasted, A History of Egypt (New York: Scribner, 1912), 513, 519-21. Estamos basándonos en el studio mas reciente, realizado por Moret, que lo llama Herihor. Moret, Histoire de l'Orient 2:591. 55. Moret, Histoire de l'Orient 2:569. 56. Herbert E. Winlock, "The Eleventh Egyptian Dynasty," JNES 2 (1942): 256, 266. 57. Ibid., 266. 58. Moret, Histoire de l'Orient 2:518. 59. Con respecto a la alternancia de los nombres Ammón-Amón, véase Alan H. Gardiner, Egyptian Grammar (London: Oxford University Press, 1950), 435. 60. Moret, Histoire de l'Orient 1:437-39, 2:567-69; see generally, Walter Wolf, "Vorläufer der Reformation Echnatons," ZASA 59 (1924) : 109-19; Hans Bonnet, "Zum Verständnis des Synkretismus," ZASA 75 (1939): 45-46. 61. Winlock, "The Eleventh Egyptian Dynasty," 250; Moret, Histoire de l'Orient 1:209, 436-38.
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62. La version original de este material incluía lo siguiente: "Esta colonia en Elefantina era quizá muy antigua, ya que de acuerdo con los registros egipcios habría sido costumbre de la gente de Palestina y de Siria desde tiempos inmemoriales el buscar refugio en Egipto y establecerse en dichas comunidades. Se admite, a cualquier costo, que la colonia es en buena medida mas antigua que los registros hebreos que aparecieron en ella y que datan del siglo quince A. C.; la antigüedad de la colonia posiblemente data de mediados del siglo 17 a.C. James H. Breasted, Ancient Records of Egypt (Chicago: University of Chicago Press, 1906) 3:27. Harry R. H. Hall, Cambridge Ancient History (New York: Macmillan, 1925) 3:294. Esto la haría antigua para la época de Lehi y ofrecería una posible explicación para la extraña tendencia presente en el Libro de Mormón en el sentido de que gran parte de sus nombres provienen de la región del Alto Egipto." 63. Para estudiar la asombrosa analogía en el relato del Libro de Mormón, véase Hall, "The Eclipse of Egypt," 254. 64. Knudtzon, Die El-Amarna-Tafeln 1:528-29, tablet 122; 1:562-63, tablet 132; notes in 2:1222, and index in 2:1566. 65. Las listas de los reyes-sacerdotes estan publicadas en ZASA 20 (1882): 149B, plate II, fig. V. 7A. 66. Harry R. H. Hall, "The Ethiopians and Assyrians in Egypt," Cambridge Ancient History (New York: Macmillan, 1925) 3:273. 67. Wilhelm Spiegelberg, "Der Stratege Pamenches," ZASA 57 (1922): 88-92. Compárese el nombre Amarna Pa-kha-am-na-ta, en Knudtzon, Die El-AmarnaTafeln 2:1566, gobernador de Amurru sometido a Egipto. 68. En este punto, la version original ofrecía la siguiente informacion adicional: "Para los nombres de sacerdotes egipcios Pachom, Pamenchi, Pakybis y Panas (Spiegelberg, "Der Stratege Pamenches, "91), no existen similitudes en el Libro de Mormón, pero de la lista de nombres nefitas no debemos dejar pasar de largo el nombre de Pacus, ya que a pesar de que no lo he detectado en la limitada cantidad de documentos a mi disposicion, el nombre es totalmente egipcio (significa `él – Amón– ha suplicado'), ambos elementos aparecen frecuentemente en los nombres egipcios. Winlock, "The Eleventh Egyptian Dynasty," 275, encuentra plebeyos egipcios en Tebas cuyos nombres son Hesem y Hesi. 69. Knudtzon, Die El-Amarna-Tafeln 1:951, tablets 336 and 337, and index in 2:1562. 70. Albright, Vocalization of Egyptian Syllabic Orthography, 67, list 22, B-4.
Notas del Capítulo 2: Hombres de Oriente 1. Los nombres egipcios se pueden encontrar en Hermann Ranke, Die ägyptischen Personennamen (Glückstadt: Augustin, 1935); Jens D. C. Lieblein, Dictionnaire de noms hiéroglyphiques (Christiania: Brögger & Christie, 1871); J. A. Knudtzon, Die
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El-Amarna-Tafeln (Leipzig: Hinrich, 1915; reprinted Aalen: Zeller, 1964) 2:1555-83; and scattered throughout the JEA. 2. Knudtzon, Die El-Amarna-Tafeln 2:1561. 3. Ranke, Die ägyptischen Personennamen, 412, lines 8 and 9. 4. Ibid., 252, line 15. 5. Wilhelm Spiegelberg, "The God Panepi," JEA 12 (1926): 35. 6. Alan H. Gardiner, Egyptian Grammar (London: Oxford University Press, 1950), 437. 7. Hugh W. Nibley, "The Book of Mormon as a Mirror of the East," IE 51 (1948): 249. En 1948, se decía lo siguiente: "No se requiere un gran esfuerzo de la imaginación para detectar un cierto paralelismo entre los dos listados. Pero ¿no estaremos utilizando una violencia injustificada al sacar simplemente los nombres al azar y colocarlos juntos? Eso es justamente lo más excepcional; que elegimos los nombres al azar, y teniendo a todo el Cercano Oriente a nuestra entera disposición como recurso, los nombres egipcios no tienen un predominio numérico en las listas que tenemos frente a nosotros. De hecho, todos los nombres del Mundo Antiguo que presentan similitudes con los del relato del Libro de Mormón vienen de Egipto, pero no de cualuier región de Egipto, sino en especial de la región sur, en donde una colonia judía, cuya fecha de asentamiento es indefinida, pero se calcula de al menos de mediados del siglo diecisiete floreció. Lo que es mas, todos estos nombres pertenecen a las últimas dinastías, ya en decadencia. El Libro de Mormón nos relata que Lehi fue un rico mercader que había “morado en Jerusalén todos sus dias”, disfrutando de una cultura y educacion egipcias que se había empeñado en transmitir a sus hijos. El libro continuamente hace referencia a la doble vertiente cultural de la familia de Lehi: profundamente hebrea, pero orgulosa de su ascendencia egipcia. `La civilizacion egipcia fue una de las mas admiradas e imitadas,' escribe Harry R. H. Hall, al hablar de la tierra y época de Lehi. Los únicos nombres no-hebreos que disfrutaban de popularidad entre los nefitas debieran, de acuerdo con el relato del Libro de Mormón, ser egipcios, y se ha descubierto que ese es el caso.” Tras disertar sobre los nombres de Sam y Amón de la forma presentada líneas arriba, el artículo concluye así: Regresando a nuestro asunto: ¿Qué sabía Jose Smith, traductor del Libro de Mormón, del Mundo Antiguo? Todo parece indicar que era toda una autoridad, pues conocía: "(1) Una cantidad respetable de nombres egipcios comunes; palabras de un sonido extraño que en ningún sentido se asemejan al hebreo o a alguna otra lengua conocida en la epoca de José Smith. (2) Sabía el tipo de trama y escenario en el que dichos nombres figuraban en el Mundo Antiguo y parecen naturalmente adaptados a la escena egipicia. (3) Ofrece un panorama correcto y claro de las relaciones culturales entre Egipto e Israel, enfatizando su naturaleza esencialmente comercial, en la extraordinariamente convincente radiografía del relato de Lehi—un típico comerciante del siglo siete A. C. El bosquejo de la vida del antiguo Oriente que el Libro de Mormón nos permite reconstruir es el mas maravilloso comparadas a la luz de aquellas fantásticas ideas del espléndido Oriente que pululaban en las mentes
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de los mas avezados eruditos de esa época. El tema de los nombres en el Libro de Mormón continúa a la espera del cuidadoso estudio que merece—el propósito de lo presente es simplemente indicar que tal estudio conducirá a cualquier otra parte menos a un callejón sin salida. Como un ejemplo válido de esa aseveración, citemos un principio establecido por Albright: `La pérdida de la terminación –on es completamente común en los nombres de sitios palestinos.' William F. Albright, The Vocalization of the Egyptian Syllabic Orthography (New Haven: American Oriental Society, 1934) 10:12. En el egipcio o el egipcio `reformado' tal terminación seíia conservada y de este modo tenemos en el Libro de Mormón los nombres Emrón, Heslón, Jasón, Morón, Moriantón, etc. No es una proeza pequeña, como ha quedado demostrado en Harold Lundstrom, `Original Words of the Book of Mormon,' IE 51 (February 1948): 85, el simplemente haber escogido una buena cantidad de nombres extraños y originales de la nada. Pero ¿qué se puede decir de un hombre que fue capaz de elegir los correctos?" 8. William F. Albright, "A Brief History of Judah from the Days of Josiah to Alexander the Great," BA 9 (February 1946): 4-5. 9. E. C. Briggs, Saints Herald (21 June 1884), 396-97. 10. William F. Albright, "King Joiachim in Exile," BA 5 (December 1942): 51. 11. Harry Torczyner, The Lachish Letters (London: Oxford University Press, 1938) 1:198. We are following the spelling used in Torczyner's text rather than the transliterations in his list. 12. R. A. Stewart Macalister, "The Craftsmen's Guild of the Tribe of Judah," PEFQ (1905), 333. 13. Ephraim A. Speiser, "Introduction to Hurrian," AASOR 20 (1941): 216 (index). But Jens D. C. Lieblein, Handel und Schiffahrt auf dem rothen Meere in alten Zeiten (Leipzig: Christiania, 1886; reprinted Amsterdam: Meridian, 1971), 143-44, encuentra el nombre Anti en el lejano Sur, alrededor del Mar Rojo. 14. Otras referncias a los nombres egipcio-httitas pueden encontrarse en Sidney Smith, "Kizzuwadna," JEA 10 (1924): 108; Anton L. Mayer & John Garstang, "Kizzuwadna and Other Hittite States," JEA 11 (1925): 24 (Cadyanda), 26 (Kumani); Gerald A. Wainwright, "Keftiu," JEA 17 (1931): 27-29, 43 (Sandon), 35, 38, 40 (Achish). 15. Emil O. Forrer, "The Hittites in Palestine II," PEFQ (1937), 100. 16. Robert H. Pfeiffer, "Hebrews and Greeks Before Alexander," JBL 56 (1937): 9195, 101; William F. Albright, "A Colony of Cretan Mercenaries on the Coast of the Negeb," JPOS 1 (1921): 187-94; Joseph G. Milne, "Trade Between Greece and Egypt Before Alexander the Great," JEA 25 (1939): 178; F. B. Welch, "The Influence of the Aegean Civilization on South Palestine," PEFQ (1900), 342-50. At Tel-elHesy, just west of Lachish, "the Greek influence begins at 700 [b.c.], and continues to the top of the town." William M. F. Petrie, in PEFQ (1890), 235. Nelson Glueck, "Ostraca from Elath," BASOR 80(December 1940): 3.
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17. Eduard Meyer, Geschichte des Altertums, 2nd ed. (Stuttgart: Cotta, 1928), vol. 2, pt. 1, p. 553. 18. Joseph Offord , "Further Illustrations of the Elephantine Aramaic Jewish Papyri," PEFQ (1917), 127. 19. William F. Albright, Archaeology and the Religion of Israel (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1942), 160. 20. David S. Margoliouth, The Relations between Arabs and Israel Prior to the Rise of Islam, Schweich Lectures (London: Oxford University Press, 1924), 13. 21. Harry R. H. Hall, "The Eclipse of Egypt," Cambridge Ancient History (New York: Macmillan, 1925) 3:256, 269, 292. 22. Meyer, Geschichte des Altertums (Stuttgart: Cotta, 1909), vol. 1, pt. 2, p. 156; Hall, "The Eclipse of Egypt," 256. 23. James L. Montgomery, Arabia and the Bible (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1934),52; la segunda cita esta en la pag. 18. 24. El peligro de realizar los preparativos para una expedición en la ciudad son obvios, ya que una curiosidad despierta conduce a que se formulen preguntas peligrosas que pueden traer consecuencias de largo alcance. Véase, Bertram Thomas, Arabia Felix (New York: Scribner, 1932), 36; para un relato de los preparativos y actividades en el "campamento-base," véase ibid., 112-13; Harry S. J. B. Philby, The Empty Quarter (New York: Holt, 1933), 9-13. 25. Arthur E. Cowley, Aramaic Papyri of the Fifth Century B.C. (Oxford: Clarendon, 1923), 226 (col. 14, 1, 208). 26. Actualmente hay campesinos en Palestina que pasan mucho de su tiempo viviendo en tiendas en el desierto; nuestro amigo Mose Kader fue de este tipo. Véase George E. Kirk, "The Negev or the Southern Desert of Palestine," PEFQ (1941), 60. Por otra parte, H. H. Kitchener, "Major Kitchener's Report," PEFQ (1884), 206, informaba que los árabes moradores en tiendas, verdaderos Beduinos, siembran cebada en las regiones próximas a Gaza. Con relacion a los árabes del Moahib Doughty escribe: "Una vez realizada la cosecha, levantan sus tiendas y junto con su ganado siguen adelante vagando como nómadas," Charles M. Doughty, Travels in Arabia Deserta (London: Cape, 1926) 1:276. Carl R. Raswan, Drinkers of the Wind (New York: Creative Age Press, 1942), describe en detalle la forma tan facil en que se viene y se va del desierto a la ciudad y viceversa; los árabes ricos de la ciudad a menudo salen a pasar algunas horas o una corta temporada en las arenas del desierto. Vease tambien J. W. Crowfoot and Grace M. Crowfoot, "The Ivories from Samaria," PEFQ (1933), 24. Casi un contemporáneo de Lehi es "el jefe árabe que acampó en las afueras de Jerusalén en la época de Nehemías y llevaba el típico nombre de Geshem (Jusham) tan propio de la región Norte." Nabih A. Faris, ed., The Arab Heritage (New Jersey: Princeton University Press, 1944), 35.
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27. Montgomery, Arabia and the Bible, 23; the Montgomery quote earlier in the paragraph is on 185; see also Eduard Meyer, Die Israeliten und ihre Nachbarstämme (Halle, 1906; reprinted Darmstadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1967), 209-561. 28. Margoliouth, The Relations between Arabs and Israel Prior to the Rise of Islam, 25; Montgomery, Arabia and the Bible, 186; Philip J. Baldensperger, "The Immovable East," PEFQ (1922), 163, and (1926), 93-97. Esto no debe entenderse como que los patriarcas eran "primitivos," ya que "estamos aprendiendo el pensamiento de los inmigrantes no como nómadas en un estado salvaje o semisalvaje, sino como colonizadores que llevan a sus nuevos hogares los recuerdos de una organización política desarrollada, con usos y costumbres y con una historia implícita." Margoliouth, The Relations between Arabs and Israel Prior to the Rise of Islam, 25. See also, Edouard P. Dhorme, "Le Pays de Job," RB 8 (1911): 102-7; George A. Barton, "The Original Home of the Story of Job," JBL 31 (1912): 63. 29. Baldensperger, "The Immovable East," PEFQ (1923), 176. 30. William F. Albright, "Recent Progress in North-Canaanite Research," BASOR 70 (April 1938): 21. 31. Margoliouth, The Relations between Arabs and Israel Prior to the Rise of Islam, 5, 8; Theodor Nöldeke, Die semitischen Sprachen (Leipzig: Tauchnitz, 1899), 52, 57; Meyer, Die Israeliten und ihre Nachbarstämme, 305-7 . 32. Montgomery, Arabia and the Bible, 53, citing Duncan B. MacDonald, The Hebrew Literary Genius (Princeton: Princeton University Press, 1933), 26-27. 33. "No creo que exista la menor duda de que los hebreos fueron lo que nosotros llamaríamos árabes; empleando el término en su sentido mas amplio." Alfred Guillaume, "The Habiru, the Hebrews, and the Arabs," PEFQ (1946), 65-67. 34. Albright, "Recent Progress in North-Canaanite Research," 21. 35. Guillaume, "The Habiru, the Hebrews, and the Arabs," 64-85; Stephen L. Caiger, Bible and Spade (London: Oxford University Press, 1936), 84-85. 36. Montgomery, Arabia and the Bible, 47. 37. William F. Albright, Vocalization of Egyptian Syllabic Orthography (New Haven: American Oriental Society, 1934), 50 (ch. 10, C, line 12). 38. Abraham Bergman, "The Israelite Tribe of Half-Manasseh," JPOS 16 (1936): 225, 228, 249; Moses H. Segal, "The Settlement of Manasseh East of the Jordan," PEFQ (1918), 124. 39. Se ha sugerido que Ammón, al igual que su competidor Atón, fueron originalmente deidades propias de la región Siria-Palestina; una teoría que ha ido a
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la alza, en especial desde que Wainwright ha demostrado las relaciones palestinas pre-historicas con el Min de Coptos (el Amón original). Gerald A. Wainwright, "The Emblem of Min," JEA 17 (1931): 185-95; and Gerald A. Wainwright, "Letopolis," JEA 18 (1932): 161-63. 40. Albright, Archaeology and the Religion of Israel, 171. 41. En la versión original de 1950, Nibley anotó: "Esta cultura tripartita es un patrón establecido en esa parte del mundo en donde las caravanas de Egipto e Israel se cruzaban unas con otras en el camino, guiadas a traves de las arenas por aquellos hombres del desierto que fueron el primer e inmemorial punto de enlace entre ambas civilizaciones." Hugh W. Nibley, "Lehi in the Desert," IE 53 (1950): 155. "El carácter natural de las tribus de Beduinos siempre ha consistido en actuar como una especie de intermediarios, sin una política establecida." Baldensperger, "The Immovable East," PEFQ (1925), 85. Incluso hoy "los Beduinos ‘Arishiye(t)’ instalados en las fronteras con Egipto transportan bienes por vía terrestre de Gaza a Egipto y viceversa. Son una peculiar clase intermedia; practican el comercio, la agricultura y son criadores de camellos." Ibid., PEFQ (1922), 161. Cf. John L. Burckhardt, Notes on the Bedouins and Wahábys (London: Colburn & Bently, 1831), 1:9, 26-27, 30-31, 275-76. En el siglo seis A. C. los árabes ocuparon Gaza, el extremo Norte de la ruta comercial egipcia. Herodotus, Histories III, 5; III, 7; III, 91; William F. Albright, "Egypt and the Early History of the Negeb," JPOS 4 (1924): 130. Los comerciantes árabes, enriquecidos por el comercio tripartita fundaron el estado de Nabataean. Kirk, "The Negev or the Southern Desert of Palestine," 62. En todo momento el comercio egipcio-palestino fue el más importante, además de ser la única fuente de riqueza para esa gente. Taufik Canaan, "Byzantine Caravan Routes in the Negeb," JPOS 2 (1922): 144. Sobre el tema del comercio tripartita, véase Lieblein, Handel und Schiffahrt auf dem rothen Meere in alten Zeiten, 76, 134-36; William J. T. Phythian-Adams, "Israel in the Arabah," PEFQ (1941), 61-62; Stewart Perowne, "Note on I Kings, Chapter X, 1-13," PEFQ (1939), 201; Albright, "Egypt and the Early History of the Negeb," 130-32. 42. Montgomery, Arabia and the Bible, 5. 43. Baldensperger, "The Immovable East," PEFQ (1925), 85, and (1922), 161; Burckhardt, Notes on the Bedouins and Wahábys 1:9, 26-27, 30-31; Kirk, "The Negev or the Southern Desert of Palestine," 62; Canaan, "Byzantine Caravan Routes in the Negeb," 144; Phythian-Adams, "Israel in the Arabah," PEFQ (1933), 143; Perowne, "Notes on I Kings, Chapter X, 1- 13," 201; Albright, "Egypt and the Early History of the Negeb," 131-41. Sobre las relaciones entre Beduinos, campesinos y comerciantes de Palestina y Egipto, Warren dice: "Nadie que tome en sus manos el problema de investigar y comprender estas relaciones encontrará comparativamente fácil establecer tratos con las tribus del desierto, por mas lejos que esten." Charles Warren, "Notes on Arabia Petraea and the Country Lying between Egypt and Palestine," PEFQ (1887), 45, n. 23. Desde un principio los judíos se vieron forzados a negociar con ellos como consecuencia de su ubicación geográfica. 44. Sin embargo "los árabes de la región sur, una vez que asentaban su campamento, eran indomables viajeros y comerciantes." Guillaume, "The Habiru,
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nombres persas, babilonios e “incluso árabes”, ya que se consideraban así mismos como buenos judíos. Samuel A. Cook, "The Jews of Syene in the Fifth Century b.c.," PEFQ (1907), 68-73.
Notas del Capítulo 3: En el Desierto 1. W. E. Jennings-Bramley, "The Bedouin of the Sinaitic Peninsula," PEFQ (1906), 106, and (1907), 281. 2. Frank E. Johnson, tr., Al-Mucallaqat (Bombay: Education Society's Steam Press, 1893), 17-18, lines 46-49; 42-44, lines 34, 40-41; 106-7, lines 40-43; 175-76, lines 25-28; W. Ahlwardt, Sammlungen alter arabischer Dichter (Berlin: Reuther & Reichard, 1903); in vol. 2, nos. 3:21-38; 5:58-63; 12:24-26; 15:40-49; 22:1-45; 30:911*; 31:47-80*; 40:51-69*; in vol. 3 , nos. 1; 10:37-56; 16:28-44; 18:33-44; 25:91115; 27:29-36; 31:l-26; 33:48-77; 34:9-36; 40:l-14; 54:57-77; 55:34-66; 58:44-65. All passages starred in vol. 2, and all passages given in vol. 3, refer to unpleasant mists in the desert. Other poets are cited in Carl Brockelmann, Geschichte der arabischen Litteratur (Leiden: Brill, 1943), 10, 16-17, 19-22, 54, 91. 3. El capítulo entero sobre "Viajes," en la obra de Kabir al-Din Ahmad & Gholam Rabbani, eds., The Diwán Hammásah of Abu Tammam (Calcutta: n.p., 1856), 2069, está completamente impregnada del agotamiento y terror producidos por viajar entre la obscuridad del desierto. El vapor de tinieblas se menciona casi en todos los párrafos como nota al pie de la página. 4. En la región limítrofe entre Egipto y Palestina, segun Charles Warren, "Notes on Arabia Petraea and the Country Lying between Egypt and Palestine," PEFQ (1887), 44, "durante los meses de noviembre, diciembre y marzo frecuentemente aparece una densa bruma. . . . Esta niebla depende del viento y generalmente se alterna con sequías intensas." Harry S. J. B. Philby, The Empty Quarter (New York: Holt, 1933), 96, 134, 183, reporta el mismo fenomeno en las regiones deserticas del Sur de Arabia: " Una fina niebla descendió y ocultó el paisaje despúes del atardecer además. . . . todo estaba sucio por causa de la arena húmeda y la luz del sol era muy tenue. . . . una ligera y bochornosa brisa del norte gentilmente desvaneció el húmedo banco de neblina." 5. Ahlwardt, Sammlungen alter arabischer Dichter, 2, no. 1. 6. Edward J. Byng, The World of the Arabs (Boston: Little, Brown, 1944), 64-65. 7. Lucy Mack Smith, History of Joseph Smith (Salt Lake City: Bookcraft, 1958), 4750. El relato del sueño no puede ser examinado minuciosamente, ya que solo existe el testimonio de la madre de José Smith sobre dicho sueño, el relato del cual le había sido comunicado 34 años antes; véase "Introduction," vii and ix. 8. Thus al-Buhturi, cited in Brockelmann, Geschichte der arabischen Litteratur, 88; también Lebid, cited in ibid., 55. Maydán en árabe significa tanto "campo grande, espacioso," como "una larga vida".
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9. "El escenario de un oasis del desierto, con su arroyo fluyendo desde y hacia algún punto desconocido, perdido tal vez entre las arenas del desierto." James L. Montgomery, Arabia and the Bible (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1934), 6. 10. E. A. Wallis Budge, The Chronography of Bar Hebraeus (London: Oxford University Press, 1932) 1:167. 11. Charles M. Doughty, Travels in Arabia Deserta (London: Cape, 1926), 2:229. 12. Montgomery, Arabia and the Bible, 85. 13. "El término ‘río' es una forma imperfecta de comunicar la idea," pero ya que carecemos de alguna otra palabra en español, se le utiliza en el Libro de Mormón. Richard F. Burton, Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah (London: Tylston & Edwards, 1893) 1:250, n. 2. 14. E.g., Al-cAjjaj, in Ahlwardt, Sammlungen alter arabischer Dichter, 2, no. 1; Theodor Nöldeke, Delectus Veterum Carminum Arabicorum (Berlin, 1890), 111; Psalm 1:6 es otro ejemplo. 15. Con respecto a la existencia de tales acantilados en los desiertos de la época de Lehi, veáse Burton, Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah 1:207, que describe "gigantescos muros de roca, elevadas torres, enormes bastiones defensivos y fosos tan profundos y obscuros como el que mas." Véase "Un apunte sobre los ríos" en el texto original. 16. In Ahlwardt, Sammlungen alter arabischer Dichter 3, no. 1. 17. Nöldeke, Delectus Veterum Carminum Arabicorum, 95; Brockelmann, Geschichte der arabischen Litteratur, 19, 21; Johnson, Al-Mucallaqat, 188, line 61. 18. William F. Albright, "A Brief History of Judah from the Days of Josiah to Alexander the Great," BA9 (February 1946): 4. 19. Philip J. Baldensperger, "The Immovable East," PEFQ (1922), 170-71. 20. C. Leonard Woolley and Thomas E. Lawrence, The Wilderness of Zin (London: Cape, 1936), 34. 21. William F. Albright, Archaeology and the Religion of Israel (Baltimore: Johns Hopkins Press, 1942), 101. 22. Diodorus XIX, 94, 100. 23. Antonin Jaussen, "Mélanges," RB 3 (1906): 95. 24. En la versión original de este material el Dr. Nibley continúa diciendo: "Con respecto a la huida de Lehi al desierto, el Libro de Mormón muestra una impecable descripción de los detalles: la forma de preparar su huída se encuentra en estricto apego con todo lo aprendido sobre el particular, y se dirige en dirección de lo que
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nosotros ahora sabemos era la única ruta posible que podía haber tomado." Hugh W. Nibley, "Lehi in the Desert," IE 53 (1950): 202. Es evidente que en aquella época las rutas de escape restantes estarían cerradas; el mayor peligro estaría, naturalmente, hacia el Norte. Veáse John L. Myres, "God and the Danger from the North in Ezekiel," PEFQ (1932), 213-15. Debido a que el desierto del sur siempre permaneció abierto como ruta de escape, algunas colonias judías "parecen haber escapado de la destruccion" por completo. Albright, "A Brief History of Judah from the Days of Josiah to Alexander the Great," 6. 25. Albright, "A Brief History of Judah from the Days of Josiah to Alexander the Great," 4-5. En la versión original del Dr. Nibley, pág. 202, dice: "es en esa región que ubicamos en un artículo anterior algunos nombres importantes presentes en el Libro de Mormón, sin percatarnos en aquella ocasión que esos nombres pertenecían a descendientes de contemporáneos de Lehi." Hugh W. Nibley, "The Book of Mormon as a Mirror of the East," IE 51 (1948): 202-4. 26. Stephen L. Caiger, Bible and Spade (London: Oxford University Press, 1936), 188. 27. Montgomery, Arabia and the Bible, 15. 28. Carl R. Raswan, Drinkers of the Wind (New York: Creative Age Press, 1942), illustrates this meeting of town and desert. 29. "Los Hebreos tenían auténticas relaciones de parentesco con las tribus nómadas del Este y Sur de la región sirio-palestina; especialmente con estas últimas. . . . la única aventura marítima emprendida por la política de Judea fue el establecimiento de la ruta comercial del Mar Rojo (p.ej., 1 Re. 9:26); es decir, las perspectivas comerciales del Estado apuntaban hacia Arabia," Montgomery, Arabia and the Bible, 12, 51-52, 185. 30. Stewart Perowne, "Notes on I Kings, Chapter X, 1-1 3," PEFQ (1939), 200. 31. David S. Margoliouth, The Relations between Arabs and Israel Prior to the Rise of Islam, Schweich Lectures (London: Oxford University Press, 1924), 47. 32. Woolley & Lawrence, The Wilderness of Zin, 11. 33. "Creemos que es natural y correcto asumir que durante todos los períodos históricos del hombre, el desierto del sur ha sido tal y como lo conocemos actualmente." Ibid., 36. 34. Ibid., 37. 35. 1 Ne. 2:6, 3:1, 4:38, 7:5, 7:21, 9:1, 10:16, 16:6. 36. Taufik Canaan, "The Palestinian Arab House," JPOS 12 (1932): 225. 37. Georg Jacob, Altarabisches Beduinenleben (Berlin: Mayer & Müller, 1897), 226.
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38. Caiger, Bible and Spade, 181. 39. John L. Burckhardt, Notes on the Bedouins and Wahábys (London: Colburn & Bently, 1831; reprinted New York: Johnson Reprint, 1967) 1:127. 40. Jaussen, "Mélanges," 93-94. Si una mujer quiere divorciarse de su marido, simplemente voltea su tienda. Jacob, Altarabisches Beduinenleben, 212. 41. Philip J. Baldensperger, "Tent Life," PEFQ (1923), 179. 42. Canaan, "The Palestinian Arab House," JPOS 13 (1933): 57. 43. William B. Seabrook, Adventures in Arabia (New York: Harcourt, 1927), 6; cf. Grace M. Crowfoot,"The Tent Beautiful," PEFQ (1945), 34-46. 44. "Al amanecer los integrantes de la caravana se asoman desde sus tiendas para ver si el harem del sheikh ya desmontó la suya; de ser así, esto es el rahla." Doughty, Travels in Arabia Desert, 1:257. De la misma forma, cuando el sheikh instala su tienda, el resto le imita sin discusión; la tienda del sheik representa el tabernáculo que los guía a través del desierto. Se recordará que la Liahona fue encontrada frente a la entrada de la tienda de Lehi. Es notable el hecho de que aún el mas acaudalado sheik "jamás ha morado en mas de una tienda," de acuerdo con Burckhardt, Notes on the Bedouins and Wahábys 1:42. El Dr. Nibley ofrece un último comentario en la version original: "No es inusual que en Oriente los ricos de aldeas y ciudades vayan de visita al desierto por una temporada, de modo que Lehi no esta haciendo algo inverosímil o extraño; quienes así actúan son aquellos que desde luego ya han acumulado una cantidad importante de experiencias del estilo de vida en el desierto y se han acostumbrado a ello." Hugh W. Nibley, "Lehi in the Desert," pag. 276. Por lo tanto, todo sheik ‘decente’, "pasa el invierno en su ‘casa de piedra' y el verano en su ‘casa de tela.' " Jaussen, "Mélanges," 95. 45. Canaan, "The Palestinian Arab House," JPOS 13 (1933): 55. 46. Frederic D. Thornton, Elementary Arabic (Cambridge: Cambridge University Press, 1943), 156. 47. Max von Oppenheim, Die Beduinen (Leipzig: Harrassowitz, 1939) 1:28. 48. Claude S. Jarvis, "The Desert Yesterday and To-day," PEFQ (1937), 122. 49. Doughty, Travels in Arabia Deserta 1:259. 50. William G. Palgrave, Narrative of a Year's Journey Through Central and Eastern Arabia (London: Macmillan, 1865), 1:12-13. 51. Robert E. Cheesman, In Unknown Arabia (London: Macmillan, 1926), 27, 52. 52. William J. T. Phythian-Adams, "The Mount of God," PEFQ (1930), 199. 53. Albright, Archaeology and the Religion of Israel, 97.
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54. Jennings-Bramley, "The Bedouin of the Sinaitic Peninsula," PEFQ (1907), 30. 55. Baldensperger, "The Immovable East," PEFQ (1923), 180. 56. Burckhardt, Notes on the Bedouins and Wahรกbys, 1:227-28. 57. John L. Burckhardt, Travels in Arabia (London: Colburn, 1829; reprinted London: Cass, 1968), 402. 58. Baldensperger, "The Immovable East," PEFQ (1922), 163. 59. Raswan, Drinkers of the Wind, 129. 60. Burckhardt, Notes on the Bedouins and Wahรกbys, 1:157-60. 61. Philby, The Empty Quarter, 229-30. 62. Johnson, Al-Mucallaqat, 26. 63. Henri Frankfort, "Egypt and Syria in the First Intermediate Period," JEA 12 (1926): 81. 64. Woolley & Lawrence, The Wilderness of Zin, 32. 65. Bertram Thomas, Arabia Felix (New York: Scribner, 1932), 141. 66. Cheesman, In Unknown Arabia, 338-39. 67. W. E. Jennings-Bramley, "Sport among the Bedawin," PEFQ (1900), 369. 68. Ibn cAli al-Husayni, Akhbar 'al-Dawla al-Saljuqiyya (Lahore: University of the Panjab, 1933), 1. 69. Baldensperger, "The Immovable East," PEFQ (1925), 82-90. 70. Philby, The Empty Quarter, 249. 71. Burckhardt, Travels in Arabia, 403. 72. Julius Euting, Tagebuch einer Reise in Inner-Arabien (Leiden, 1892) 2:76-80, 9293. 73. Jacob, Altarabisches Beduinenleben, 131-33. Mt. Jasum is in the Mecca area; Mt. Azd in the Serat Mountains is farther south but also near the coast. 74. Jennings-Bramley, "The Bedouin of the Sinaitic Peninsula," PEFQ (1907), 284. 75. Ibid., PEFQ (1914), 9.
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76. Baldensperger, "The Immovable East," PEFQ (1923), 181.
Notas del Capítulo 4: Costumbres y lugares del Desierto 1. W. Robertson Smith, The Religion of the Semites, Burnett Lectures (London: Black, 1907), 200-201. 2. Carl R. Raswan, Drinkers of the Wind (New York: Creative Age Press, 1942), 237. 3. Antonin Jaussen, "Mélanges," RB 3 (1906): 109. 4. Ibid., 110. 5. Nilus, Narratio (Narrations) 3, in PG 79:612. 6. Bertram Thomas, Arabia Felix (New York: Scribner, 1936), 137. 7. Robert E. Cheesman, In Unknown Arabia (London: Macmillan, 1926), 228-29, 234, 240-41, 280. 8. Raswan, Drinkers of the Wind, 200. 9. William G. Palgrave, Narrative of a Year's Journey Through Central and Eastern Arabia (London: Macmillan, 1865), 1:13. 10. John L. Burckhardt, Notes on the Bedouins and Wahábys (London: Colburn & Bently, 1831; reprinted New York: Johnson Reprint, 1967), 1:242. 11. Nilus, Narrations 3, in PG 79:612. 12. David S. Margoliouth, The Relations between Arabs and Israel Prior to the Rise of Islam, Schweich Lectures (London: Oxford University Press, 1924), 57. 13. Ibid., 54. 14. Frank E. Johnson, tr., Al-Mucallaqat (Bombay: Education Society's Steam Press, 1893), 218, line 38. 15. Harry S. J. B. Philby, The Empty Quarter (New York: Holt, 1933), 27. 16. Burckhardt, Notes on the Bedouins and Wahábys, 1:133. 17. Thomas, Arabia Felix, 142. 18. Ibid., 172-73. 19. Johnson, Al-Mucallaqat, 87, line 58. 20. Nilus, Narrations 6, in PG 79:669.
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21. Philip J. Baldensperger, "The Immovable East," PEFQ (1925), 81; second quote is from PEFQ (1922), 168-69. 22. Richard F. Burton, Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah (London: Tylston & Edwards, 1893), 2:118. 23. Por eso se considera un acto gallardo y de valentía acampar a las afueras de los dominios de una tribu nómada. Georg Jacob, Altarabisches Beduinen-leben (Berlin: Mayer & Müller, 1897), 211. 24. Cheesman, In Unknown Arabia, 24. En el artículo original, el Dr. Nibley agrega: "Después de una incursión de este tipo, la totalidad de la tribu irá a esconderse durante un tiempo con la finalidad de evitar represalias," Hugh W. Nibley, "Lehi in the Desert," IE 53 (1950): 383. W. E. Jennings-Bramley, "The Bedouin of the Sinaitic Peninsula," PEFQ (1912), 16, establece que "no se veía ni un alma, durante el tiempo en que la tribu permaneció escondida; la tribu celebrando el regreso a casa después de una incursión exitosa y las víctimas a la espera diaria de ‘devolverles el favor’ oportunamente." 25. Jennings-Bramley, "The Bedouin of the Sinaitic Peninsula," PEFQ (1908), 31, 36. 26. Con respecto a la naturaleza anti-social del árabe, véase Baldensperger, "The Immovable East," PEFQ (1922), 168-70; Antonin Jaussen, "Chronique," RB 3 (1906): 443; Edward H. Palmer, Desert of the Exodus (Cambridge: Deighton, Bell, 1871) 1:79-81. 27. Wilhelm Nowack, Lehrbuch der hebräischen Archäologie (Freiburg i/B: Mohr, 1894), 152. 28. Johnson, Al-Mucallaqat, 139, line 30. 29. Philby, The Empty Quarter, 219. 30. Burton, Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah, 1:276. 31. Jennings-Bramley, "The Bedouin of the Sinaitic Peninsula," PEFQ (1905), 213. 32. Charles M. Doughty, Travels in Arabia Deserta (New York: Random House, 1936), 1:272, 282-83. 33. Burckhardt, Notes on the Bedouins and Wahábys, 1:354; Doughty, Travels in Arabia Deserta, 1:258. 34. Burckhardt, Notes on the Bedouins and Wahábys, 1:114. 35. Burton, Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah, 2:102. 36. Philip J. Baldensperger, "Women in the East," PEFQ (1901), 75.
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37. Max von Oppenheim, Die Beduinen (Leipzig: Harrassowitz, 1939), 1:30. 38. Burckhardt, Notes on the Bedouins and Wahábys, 1:116-17; Jaussen, "Chronique," RB 12 (1903): 107-8; Oppenheim, Die Beduinen, 1:30. 39. John Zeller, "The Bedawin," PEFQ (1901), 194; Jaussen, "Mélanges," RB 12 (1903): 254. 40. Jennings-Bramley, "The Bedouin of the Sinaitic Peninsula," 217. 41. H. H. Kitchener, "Major Kitchener's Report," PEFQ (1884), 215. 42. Eliahu Epstein, "Bedouin of the Negeb," PEFQ (1939), 61-64; Baldensperger, "The Immovable East," PEFQ (1906), 14. "La tiranía del parentesco es mas severa. . . que la estocada de una daga india," dice el antiguo poeta Tarafah. Johnson, AlMucallaqat, 57, line 81. 43. Nowack, Lehrbuch der hebräischen Archäologie, 154; Jacob, Altarabisches Benduinenleben, 212. 44. Jaussen, "Chronique," RB 12 (1903): 109. 45. Philby, The Empty Quarter, 216. 46. Ibid. 47. Thomas E. Lawrence, Seven Pillars of Wisdom (New York: Garden City Publishing, 1938), ch. 3. 48. Jennings-Bramley, "The Bedouin of the Sinaitic Peninsula," PEFQ (1908), 257. 49. Taufik Canaan, "Studies in the Topography and Folklore of Petra," JPOS 9 (1929): 139; cf. David G. Hogarth, The Penetration of Arabia (London London: Lawrence & Bullen, 1904), 162. 50. Canaan, "Studies in the Topography and Folklore of Petra," 140. Este es el estudio estándar en cuanto a nombres de sitios en el desierto se refiere, Burton, Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah 1:250, n. 3: "Una minuta de contabilidad no podría albergar ni un registro de ‘3 meses’ de tales nombres, así de numerosos eran. 51. C. Leonard Woolley & Thomas E. Lawrence, The Wilderness of Zin (London: Cape, 1936), 70. 52. Palmer, Desert of the Exodus, 1:20. 53. Raswan, Drinkers of the Wind, 131. 54. Philby, The Empty Quarter, 39.
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55. Cheesman, In Unknown Arabia, 261. 56. Woolley & Lawrence, The Wilderness of Zin, 86-87; cf. Claude R. Conder, "Lieut. Claude R. Conder's Reports, XXXII," PEFQ (1875), 126. 57. Thomas, Arabia Felix, 50-51. 58. William F . Albright, Archaeology and the Religion of Israel (Baltimore: Johns Hopkins Press, 1942), 149. 59. Joseph Offord, "The Red Sea," PEFQ (1920), 179. 60. As cited by William J. T. Phythian-Adams, "The Mount of God," PEFQ (1939), 204. 61. Wilhelm Spiegelberg, Koptisches Handwörterbuch, 204, 258. 62. Claude R. Conder, Survey of Eastern Palestine (London: Palestine Exploration Fund, 1889), 1:239, 241; Edward H. Palmer, "Arabic and English Name Lists," in Survey of Western Palestine (London: Palestine Exploration Fund, 1881), 8:116, 134. Another transliteration of the Arabic is Thughrat-al-Shajar. 63. Claude R. Conder, "Notes on the Language of the Native Peasantry in Palestine," PEFQ (1876), 134; Edward H. Palmer, The Survey of Western Palestine, Name Lists (London: Palestine Exploration Fund, 1881), 29, 93. 64. Claude R. Conder and H. H. Kitchener, "Memoirs of the Topography, Orography, Hydrography and Archaeology," in Survey of Western Palestine (London: Palestine Exploration Fund, 1881), 2:169. 65. Thomas, Arabia Felix, 136-37; Philby, The Empty Quarter, 231. 66. Thomas, Arabia Felix, 136-37. 67. Jaussen, "Chronique," RB 10 (1901): 607. 68. Ibid.; Taufik Canaan, "Unwritten Laws Affecting the Arab Women of Palestine," JPOS 11 (1931): 189: "En las procesiones fúnebres las mujeres no se mezclaban con los hombres. . . . una vez finalizado el entierro, las mujeres se reúnen. . . . para visitar la tumba . . . y siempre van solas." también Baldensperger, "Women in the East," 83; and Burckhardt, Notes on the Bedouins and Wahábys, 1:101: "Al momento de su muerte, sus esposas, hijas y toda mujer con algún grado de parentesco se unen en un llanto de lamentacion." Entre los Judíos, los hombres desempeñan un papel mas prominente dentro de los ritos mortuorios, e incluso no era desconocida la existencia de endechadoras profesionales. Nowack, Lehrbuch der hebräischen Archäologie, 196. Tanto la raiz Nhm (gemir, sufrir, quejido) como su símil nhm (suspiro, llanto, consolar) son relevantes. 69. Hogarth, The Penetration of Arabia, 3.
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70. Abraham S. Yahuda, The Accuracy of the Bible, (London: Heinemann, 1934), 201. 71. Cf. Burton, Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah, 2:72. 72. Edward H. Palmer, "The Desert of the Tíh and the Country of Moab," in Survey of Western Palestine, Special Papers (London: Palestine Exploration Fund, 1881), 4:67. 73. Conder, "Lieut. Claude R. Conder's Reports, XXXII," 130. 74. Gray Hill, "A Journey to Petra--1896," PEFQ (1897), 144. 75. W. Ewing, "A Journey in the Hauran," PEFQ (1895), 175. 76. Burton, Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah, 2:154. 77. Ariel L. Crowley, "Lehi's River Laman," IE 47 (1944): 14-15, 56, 59-61. 78. Ibid., 15, 56. 79. Ibid., 15, 61. 80. Ibid., 61 (emphasis added). 81. Ibid., 15.
Notas del Capítulo 5: La Ciudad y la Arena 1. Philip J . Baldensperger, "The Immovable East," PEFQ (1925), 81. 2. Richard F. Burton, Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah (London: Tylston & Edwards, 1893), 1:280. 3. El río debería fluir entre esas dos elevaciones geográficas, tal y como se encuentra en los mapas del área. El valle parece ser lo suficientemente amplio. Proponemos una investigacion: desde épocas remotas ha sido una costumbre de los viajeros del desierto el grabar sus nombres en las rocas cercanas al lugar elegido como campamento. "Hemos encontrado cientos de esos nombres grabados." Theodor Nöldeke, Die semitischen Sprachen (Leipzig: Tauchnitz, 1899), 37. Es casi seguro que la gente de Lehi dejó sus marcas en los lugares más importantes en donde hicieron un alto durante su jornada. 4. Ignac Goldziher, Abhandlungen zur arabischen Philologie (Leiden, 1896), 1:58. 5. Nilus, Narratio (Narrations) 5, in PG 79:648. 6. Ibn Qutayba, Introduction au livre de la poesie et des poetes (Muqaddamatu Kitab-ish-Shicre wash-Shucara) (Paris: l'Association Guillaume Budé, 1947), 18.
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7. Bertram Thomas, Arabia Felix (New York: Scribner, 1932), 153. 8. Antoine de San Exupéry, Wind, Sand and Stars (New York: Harcourt, Brace, 1967), 104. 9. Kitab Taghribat Bani Hilal (Damascus: Hashim), 54. 10. Goldziher, Abhandlu ngen zur arabischen Philologie 1:67-71. 11. Ibid., 1:59, 72 -75. 12. Ibn Qutayba, Introduction au livre de la poesie et des poetes, 25; cf. Goldziher, Abhandlungen zur arabischen Philologie 1:74. 13. Pierre Cersoy, "L'apologue de la vigne," RB 8 (1899): 40-47. 14. Emmanuel Cosquin, "Le livre de Tobie et `L'histoire du sage Ahikar,' " RB 8 (1899): 54-55. 15. "No puedo explicar debidamente el efecto que la poesía árabe provocará en alguien que no ha visitado el desierto." Burton, Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah, 2:99. 16. Gustav Richter, "Zur Entstehungsgeschichte der altarabischen Qaside," ZDMG 92 (1938): 557-58. The passage cited is from `Antara. 17. Ibid., 563-65. 18. Ibn Qutayba, Introduction au livre de la poesie et des poetes, 13. 19. Burton, Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah, 1:278. 20. Carl Brockelmann, Geschichte der arabischen Litteratur (Leiden: Brill, 1943), 16. 21. Burton, Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah, 1:278, n. 3. 22. Richter, "Zur Entstehungsgeschichte der altarabischen Qaside," 557-58. 23. Brockelmann, Geschichte der arabischen Litteratur, 12. 24. James L. Montgomery, Arabia and the Bible (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1934), 21. 25. Incluso la interpretación del Salmo 23 sigue siendo cuestionada. 26. Burton, Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah, 2:98. 27. Véase "El problema del Alimento" expuesto en el texto líneas arriba.
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28. Frank E. Johnson, tr., Al-Mucallaqat (Bombay: Education Society's Steam Press, 1893), 71, line 13. 29. J. Dissard, "Les migrations et les vicissitudes de la Tribu des 'Amer," RB 2 (1905): 411-16. 30. Frederick J. Bliss & R. A. Stewart Macalister, Excavations in Palestine (London: Palestine Exploration Fund, 1902), 204. 31. Ibid., 269. 32. Edward H. Palmer, "The Desert of the Tíh and the Country of Moab," in Survey of Western Palestine, Special Papers (London: Palestine Exploration Fund, 1881), 4:19-21. 33. Bliss & Macalister, Excavations in Palestine, 266-67; W. F. Birch, "Hiding-Places in Canaan," PEFQ (1884), 61-70, also (1880), 235, and (1881), 323-24. 34. Es un hecho, que el lenguaje no fue preservado incluso en la antigüedad y cuando llegó el momento de que el registro cumpliera su noble propósito de ser un testigo ante el mundo, tenía que ser traducido por el don y el poder de Dios. De esto último Nefi ningún conocimiento tenía. 35. Kitab Taghribaht Bani Hilal, 14. 36. Eduard Meyer, Geschichte des Altertums, 2nd ed. (Stuttgart: Cotta, 1928), vol. 2, pt. 1, p. 137. 37. J. W. Jack, " The Lachish Letters--Their Date and Import," PEFQ (1938), 168. 38. El relato de Wenamón puede encontrarse en James H. Breasted, A History of Egypt, 2nd ed. (New York: Scribner, 1951), 513-18; James Baikie, The History of the Pharaohs (London: Black, 1926), 285-87;James H. Breasted, "The Decline and Fall of the Egyptian Empire," Cambridge Ancient History (Cambridge University Press, 1931), 2:193-94. More recently, Hans Goedicke, The Report of Wenamun (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1975). 39. Jack, "The Lachish Letters--Their Date and Import," 168. 40. Joseph Offord, "Archaeological Notes on Jewish Antiquities," PEFQ (1916), 148. 41. William F. Albright, "The Seal of Eliakim and the Latest Preexilic History of Judah, With Some Observations on Ezekiel," JBL 51 (1932): 79-83, muestra que el título de "siervo" en la Jerusalén en aquella época significaba algo así como "representante oficial;" y mas que degradar, el título honraba a su poseedor. 42. Brockelmann, Geschichte der arabischen Litteratur, 34. 43. W. Ewing, "A Journey in the Hauran," PEFQ (1895), 173.
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44. Antonin Jaussen, "Mélanges," RB 12 (1903): 259; también C. ClermontGanneau, "The Arabs of Palestine," in Survey Western Palestine, Special Papers (London: Palestine Exploration Fund, 1881), 4:327. 45. Clermont-Ganneau, "The Arabs of Palestine," 326-27; Baldensperger, PEFQ (1910), 261. 46. Charles M. Doughty, Travels in Arabia Deserta (New York: Random House, 1936), 2:27.
Notas del Capítulo 6: Lehi el Ganador 1. J. A. Knudtzon, Die El-Amarna-Tafeln (Leipzig: Hinrich, 1915; reprinted Aalen: Zeller, 1964) 1:372-73, tablet 74. 2. Livy, Ab Urbe Condita (From the Founding of the City) VIII, 40, 4; cf. IV, 16, 3 ; kept on "boards" (tabulae, pinakes) or sacred tablets (en hierais deltois), Dionysius of Halicarnassus, Roman Antiquities I, 73, 1; I, 74, 3-5. 3. Julian Obermann, "An Early Phoenician Political Document," JBL 58 (1939): 22931. Albright le llama "una carta hebrea del siglo doce" grabada en una plancha de cobre o broce. William F. Albright, "A Hebrew Letter of the Twelfth Century," BASOR 73 (February 1939): 9-13. 4. The Idrisi passage is quoted at length by E. A. Wallis Budge, The Book of the Dead (New York: Dover, 1967), xix, n. 3. 5. G. Ramadas, "Kesaribeda Copper Plate," Journal of Bihar Research Society 34 (1948): 32; 34-35 lists besides these the Mattapad plates of Damodaravarman 6 3/8" by 1 1/2"; the Kauteru plates of Vijayaskandavarman 5 1/2" by 4/5"; the Peddavegi plates of Salankayan a Nandivarman 6 4/5" by 2 1/10"; the Koroshanda copper plates of Visakharvarma 7 1/2" by 2"; the Chikulla plates of Vikramendravarma 7 1/8" by 2 1/4"; the Komarti plates of Chandavarma 7 1/2" to 7 5/8" by 2 1/4" to 2 3/8". 6. Alonzo Bunker, "On a Karen Inscription-Plate," JAOS 10 (1872): 172-77. 7. Median 6 3/16" por 2 1/ 8". Ibid., 175. 8. See Fritz Hommel, Ethnologie und Geographie des alten Orients (Munich: Beck, 1926), 201-3. 9. E. B. Cross, "The Karens," JAOS 4 (1854): 308. 10. Eduard Meyer, Geschichte des Altertums, 2nd ed. (Stuttgart: Cotta, 1928), vol. 2, pt. 1, p. 205; R. Maxwell Hyslop, et al., "An Archaeological Survey of the Plain of Jabbul, 1939," PEFQ (1942), 23, plate VII, fig. 14; un arma ceremonial de hierro fue recientemente descubierta y tenía una empuñadura finamente trabajada en cobre y oro. Theodore H. Gaster, "On an Iron Axe from Ugarit," PEFQ (1943), 57-58. 11. Gerald A. Wainwright, "The Coming of Iron," Antiquity 10 (1936): 17-18.
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12. Ibid. 13. Georg Jacob, Altarabisches Beduinenleben, (Berlin: Mayer & Müller, 1897 ), 151-52. 14. Philip J. Baldensperger, "The Immovable East," PEFQ (1903), 168. En el artículo original continúa la disertación del Dr. Nibely: "El asunto del hierro en el Mundo Antiguo aún no ha quedado debidamente establecido. Los Babilonios distinguían entre ’eru’, que puede ser hierro, plomo o cobre, y ‘eru brillante’ " que podría ser cobre o acero". Fr. Lenormant, `Les noms de l'Arain et du Cuivre . . . ,' Biblical Archaeological Society Transactions 5 (1876): 344-45. En Egipto se hacía una distinción similar entre el hierro común, que no solo era conocido sino usado en la manufactura de utensilios en épocas tan antiguas como el Antiguo Reino y el tipo de hierro conocido como tehazet, que algunos interpretan como hierro de origen asiático. Felix von Luschan, "Eisentechnik in Afrika," Zeitschrift für Ethnologie 41 (1909): 47. Otro tipo, benipe, es ‘el hierro del cielo,' p. ej., que pudiera tratarse tanto de hierro meteórico o, como Von Luschan afirmaba, ‘metal con los colores del cielo' (Metall von Himmelsfarbe), ibid., 48, que bien podría haber sido acero. Las espadas ceremoniales dibujadas en las tumbas de las primeras épocas del Antiguo Egipto estaban pintadas con azul para representar al hierro y al acero, de acuerdo con el mismo erudito, ibid., 49. En tanto que el problema sobre el origen y edad del hierro y el acero continúa sin ser resuelto, cada paso dado en los últimos cuarenta años en pos de la solución al enigma parece conducirnos a la antesala del descubrimiento de un uso mas difundido y de mayor antigüedad de estos metales del que hasta hace poco se creía fuera posible." Hugh W. Nibley, "Lehi in the Desert," IE 53 (1950): 707. 15. Richard F. Burton, Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah (London: Tylston & Edwards, 1893) 2:94, 141-42. 16. John A. Widtsoe, "Is Book of Mormon Geography Known?" IE 53 (1950): 547. 17. Bertram Thomas, Arabia Felix (New York: Scribner, 1932), 48-49. 18. Ibid., 48. 19. Burton, Pilgrimage to Al-Medinah and Meccah, 2:130. 20. David G. Hogarth, The Penetration of Arabia (London: Lawrence & Bullen, 1904), 137-39. 21. Ibid., 148-50. 22. James L. Montgomery, Arabia and the Bible (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1934), 71, 74. 23. Josiah Conder, A Popular Description of Arabia, Modern Traveller Series (London: Duncan, 1926), 9, 14-15, 348-49. 24. Stewart Perowne, "Notes on I Kings, Chapter X, 1-13," PEFQ (1939), 200.
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25. Montgomery, Arabia and the Bible, 75. 26. Robert E. Cheesman, In Unknown Arabia (London: Macmillan, 1926), 67-71. 27. C. Clermont-Ganneau, "The Arabs in Palestine," PEFQ (1875), 202. 28. Edward H. Palmer, "The Desert of the TĂh and the Country of Moab," in Survey of Western Palestine, Special Papers (London: Palestine Exploration Fund, 1881), 4:73. 29. Edward H. Palmer, The Desert of the Exodus (Cambridge: Deighton, Bell, 1871), 2. 30. Charles M. Watson, "The Desert of the Wanderings," PEFQ (1914), 18-23; C. Leonard Woolley & Thomas E. Lawrence, The Wilderness of Zin (London: Cape, 1936), 71-72. 31. Woolley & Lawrence, The Wilderness of Zin, 73, n. 1. 32. S. F. Newcombe, "T. E. Lawrence--Personal Reminiscences," PEFQ (1935), 110-11. 33. See further Hugh W. Nibley, No Ma'am, That's Not History (Salt Lake City: Bookcraft, 1946).
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Segunda Parte El Mundo de los Jareditas
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Capítulo 1 El Ocaso de una Civilización Nota del autor: La presentación de esta serie de artículos en forma de cartas es la forma típica en la que el autor expone sus puntos de vista. El profesor F, quien es el destinatario de esa correspondencia no es mas que un antropólogo ficticio de una universidad del Cercano Oriente y toda la situación no es mas que una extrapolación de un evento real. Si el profesor F parece ser demasiado tolerante e influenciable se debe a que dado el reducido espacio a nuestra disposición, hemos suprimido largas e innecesarias discusiones.
El Planteamiento Estimado Profesor F: Te advertí que encontrarías el Libro de Mormón repleto de cosas extrañas y peculiares. Por favor, no dudes en decirme lo que piensas al respecto y, sobre todo, que no te preocupe demasiado el hecho de que con ello pudieras ofender mis creencias religiosas. El libro de Mormón es fuerte; le sienta bien que se investigue su contenido; aunque quizá, como muchas otras personas, tú ya lo hayas descartado de antemano, pero te prometo que llegarás al límite de tus fuerzas en tus intentos por desacreditarlo antes de que puedas siquiera hacerle mella. Como primera objeción, dices sentirte perturbado por el aparente intento del Libro de Mormón de establecer el origen de los Indios Americanos en una ciudad del Cercano Oriente y en una fecha tan reciente como el año 600 a.C. Esto podría parecerte una explicación demasiado simple y limitada para ello. Debo reconocer que a mí también me lo parece. Pero, ya que has iniciado la lectura del Libro de Mormón, solamente tengo una petición personal que hacerte; ¡continúa! Hay una gran sorpresa esperándote en el libro de Eter. Lejos de ser un relato excesivamente simplificado, esta peculiar historia es extremadamente variada y sumamente complicada. Como sabes, en los primeros días de la Iglesia, los misioneros presentaban al mundo el Libro de Mormón como una “historia de los Indios Americanos;” uno de los pocos temas sobre el que el ciudadano norteamericano promedio poseía alguna información y cuyo interés podía fácilmente despertarse. Pero es un hecho que el Libro de Mormón no es tanto una historia de los Indios Americanos, sino más bien de sus remotos ancestros –gente tan diferente a ellos en tantas cosas como lo fueron los anglosajones de nosotros. La historia de los Indios Americanos inicia justamente cuando el Libro de Mormón termina: antes de eso se relaciona ampliamente con aquellas naciones constructoras de grandes ciudades del sur de Asia, de quienes tú conoces más que yo. Pero incluso antes de que el Libro de Mormón empiece a invadir tu glamoroso campo de estudio, sería pertinente hablar sobre otra cultura; una que ha sido estudiada mucho en nuestros días y que todavía podemos examinar de primera mano: los árabes del desierto, que el libro de 1er. Nefi describe de manera tan vívida y con una claridad tal que, creo yo, habla en gran medida en favor de la
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autenticidad de la historia. Asimismo el libro nos ofrece un panorama del estilo de vida de los civilizados y prósperos “judíos de Jerusalén” en la época de Sedequías un poco mas breve pero no por ello menos claro y específico que el cuadro de la vida en el desierto. Como puedes ver, este extraordinario documento contiene información sobre al menos cuatro culturas completamente diferentes. Hubiera podido darte una precisa y detallada descripción de cualquiera de ellas –con la posible excepción de algunas tribus- empleando para ello las fuentes materiales disponibles en la época de José Smith. Pero con respecto a una cultura número cinco es sobre la que ahora quisiera dirigir tu atención; su historia se encuentra al final de Libro de Mormón bajo el título del libro de Eter, que en mi opinión, es más maravillosa que la primera. Este relato nos traslada al ocaso de un mundo de la proto-historia en donde el velo de la historia se descorre para permitirnos contemplar las irregulares sombras proyectadas por los primeros imperios asiaticos que ahora en nuestros días empiezan a tomar una forma reconocible. Como sabes, mi consuetudinaria curiosidad por esclarecer todo asunto vago, poco claro y misterioso irresistiblemente me ha traído a esta peligrosa área y abiertamente me declaro culpable de ser el autor material e intelectual de una buena cantidad de artículos sobre el particular que gente sensible encontrará insufrible. Puedes reírte de esto último si así lo deseas, pero si piensas que estoy exagerando, ¡que dirías de un hombre que intentó dar un relato de la vida de ese mundo prehistórico con base en lo que se sabía de el hace 120 años! Con el mismo paso despreocupado y firme con que nos condujo a través de las arenas de Arabia (y estarás de acuerdo conmigo en que fue una ejecución magistral), el autor del Libro de Mormón nos conduce ahora en pos de un mundo tan remoto, tan completamente diferente de cualquier cosa inscrita al ámbito del estudiante bíblico, que si intentáramos seguirlo, tendríamos que adquirir nuevo equipo y provisiones para la jornada. Creo que estamos de acuerdo en que cualquiera requeriría de una gran cantidad de esfuerzo para adquirir el conocimiento necesario para componer el libro de 1er. Nefi. ¡Ahora imagina a alguien lo suficientemente loco para intentar, después de realizar semejantes esfuerzos, escribir otra historia del mismo tamaño y cantidad de detalles pero en esta ocasión sobre una raza de gente totalmente diferente geográfica y cronológicamente hablando! Que yo sepa, José Smith nunca obtuvo cierta notoriedad por haber logrado tal proeza (si es que él es el autor del libro de Mormón), que todos damos por hecho. Pronto te darás cuenta de que el autor del libro de Eter pudo haber conseguido algo de ayuda de los materiales que fueron usados en la composición del libro de 1er. Nefi. Pero por el contrario, la experiencia anterior solo podía desalentar cualquier nuevo intento de escribir una historia, lo que obligaría a su autor a entrar en una nueva etapa de preparación y búsqueda de información. Lo que el autor del libro de Eter tiene que proponer no es una nueva trama argumental sino un escenario y personajes totalmente novedosos. Toda época tiene sus propias guerras, alianzas, migraciones y cosas así, pero siempre en un escenario diferente; así que esa es la forma de demostrar la veracidad o falsedad de un documento de carácter histórico que, como ya hemos insistido en varias ocasiones, no se basa en la historia en sí, sino en los detalles incidentales que solo un testigo ocular podría haber presenciado. Tanto la historia de Jared como la de
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Lehi convergen en un mismo argumento; el de un hombre religioso que conduce a su gente fuera de un mundo perdido e inicuo. No hay nada de original en ello: también es la historia de Noé, Enoc, Abraham y Moisés; “la Iglesia en el desierto,” y, por cierto, la Iglesia Restaurada…pero ¡vaya escenario! ¡Qué prácticas e instituciones tan extrañas! ¿Cómo ser capaces de revisar aspectos tan insospechados? Esto va a requerir de un poco de trabajo y te advierto que vayas preparándote para un largo asedio de mi parte. Como bien sabrás, desafortunadamente tengo el hábito de escribir cartas terriblemente extensas (veinte páginas por lo menos) o mejor nada. Debido a que tú iniciaste esto al acusar al Libro de Mormón de proponer una historia excesivamente simplificada sobre los Indios Americanos, no dejaré de retorcerte la muñeca hasta que, como Hamlet, te haya forzado a considerar con detenimiento algunos perturbadores y extraños detalles. Si los Jareditas hubieran vivido en el limbo, su historia estaría hoy fuera del alcance de la crítica; pero no vivieron en un limbo: el libro de Eter menciona que continuaron en el Nuevo Mundo con los mismos vicios y prácticas que habían florecido en el Antiguo. De modo que si podemos averiguar que tipo de gente fue la que salió de su tierra natal en aquella época, tendremos nuestro ‘punto de control’ para el relato presentado en el libro de Eter. Esto, como recordarás, fue la manera en que manejamos el problema de Lehi en el desierto: averiguando lo que sucedía en el mundo que Nefi estaba supuestamente describiendo y entonces comparar los datos con lo que él nos dice. La tarea de verificar las actividades de Lehi se simplificó grandemente por el hecho de que los beduinos de Arabia hacen hoy muchas de las cosas que la gente de Lehi hacía en su propia época. Lo que hallamos en el Asia Central —la tierra de Jared— son costumbres igualmente estables. “Pero,” te escucho interpelar, “¿qué hay con respecto a la evidencia?” la evidencia es solo una cosa; admitiré saber el idioma árabe y balbucear un poco el casto lenguaje mongol. Aquí en el aislamiento de Utah no es posible hacer más que leer superficialmente lo mejor de nuestras fuentes; pero si consultaras rápidamente la bibliografía de obras como las de McGovern y Vernardsky, verás que incluso ellos difícilmente han hecho algo más. Hasta que no surja alguien que sea verdaderamente competente para lidiar con los documentos difíciles –un especialista que sea también un sinologista, indologista, experto en lenguas semíticas, turca, eslava y, por que no, en resumen, otro Vanberry—deberemos conformarnos con el limitado material a nuestra disposición como el fundamento de nuestras conclusiones. Nuestra justificación es que son lo suficientemente adecuados para, en el caso de Lehi, demostrar lo que queremos probar y nada más. ¿Que tenemos que probar? El que ciertas cosas extrañas y poco familiares descritas en el libro de Eter realmente suceden como se dice que sucedieron, porque sucedieron –particular y repetidamente—en aquellas áreas culturales en las que, de acuerdo con el Libro de Mormón, los Jareditas adquirieron su cultura y civilización. Y ¿qué hay con respecto a esos “materiales” a los que tan superficialmente hemos hecho alusión? Se presentan periódicamente. Para ilustrarlo, digamos que hay una peculiar costumbre –por ejemplo de la corte real o sobre el tema de la cacería—que se describe en el libro de Eter. Encontramos la misma costumbre descrita por los modernos exploradores del Asia Central (fuente de información no.
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1); los comerciantes cristianos y musulmanes, geógrafos y misioneros reportan la misma costumbre peculiar en la misma región durante la Edad Media (fuente de información no. 2); nos movemos retrospectivamente setecientos u ochocientos años y encontramos que los espías y embajadores de la corte Bizantina describen la misma costumbre (fuente de información no. 3 y así sucesivamente) ¡con lo cual empezamos a recibir cierta medida de respeto! Moviéndonos hacia atrás en el tiempo, encontramos que los historiadores clásicos, desde Casiodoro hasta Heródoto, separados entre sí por mas de mil años, mencionan la misma costumbre y entonces deslizándonos otros mil quinientos o dos mil años hacia atrás, leemos referencias sobre el particular en registros asirios y babilonios y, finalmente, los arqueólogos rusos encuentran evidencia de lo mismo en épocas prehistóricas. La unión de todos esos puntos de referencia proyectará una suave curva directamente hacia los Jareditas y con toda seguridad se asumirá que cuando el libro de Eter describe las costumbres narradas en el registro de la antigua Asia, lo hace sustentado bajo sólidos argumentos. En última instancia, sin embargo, tendrás que ser el juez, ya que lo único que podemos ofrecer en el presente intervalo de tiempo es un ejemplo de la evidencia. Quizá tengas que esperar treinta años para conocer el resto. Por favor toma nota que estamos limitando nuestra curiosidad al tipo de cosas que sucedieron. El tiempo y lugar exactos de algún evento en específico no es importante para nosotros. Tales aspectos siempre están abiertos a la discusión y, en el caso de los Jareditas, no empiezan a aparecer a prudente distancia. Ten en mente que esa gente vivió en un reino lejano removido del curso de la historia mundial; en una era indeterminada cronológicamente hablando, tomaron su cultura de alguna fuente común y, a partir de ese momento, fue suya hasta que desaparecieron de la faz de la tierra. ¿Qué importancia reviste el que las batallas se hayan librado en algunos u otros puntos; en ciertos años o en otros? Lo importante aquí es que se libraron batallas y, convenientemente para nosotros, que tales luchas siguieron patrones de guerra propios del Asia Central, y nosotros somos especialistas en patrones. El primer capítulo del libro de Eter nos ofrece una advertencia no dogmática sobre la cronología. En la lista de los treinta nombres que desfilan ininterrumpidamente hasta “la gran torre” la palabra “descendiente” aparece, en donde algunas generaciones pudieran estar separadas (Et. 1:23; 10:9) y en dos ocasiones haciendo mancuerna con la palabra “hijo” (Et. 1:6, 16 también 10:31; 11:23). Como sabes, en el hebreo y otros idiomas “hijo” y “descendiente” son interpretaciones de una palabra de origen común. Una y otra describen tano a un moderno judío como a Isaac “hijos” de Abraham –la palabra se entiende diferentemente en cada caso, pero se escribe de la misma manera. Una persona limitada a un texto escrito no tendría forma de saber cuando debería ser interpretada como “hijo” en su sentido original o cuando simplemente significara “descendiente”. Los antiguos hebreos sabían perfectamente bien cuando realizar la distinción: al igual que los árabes y los maoríes, ellos guardaban sus registros de memoria y al mencionar a un patriarca en particular, se suponía que el oyente estaba familiarizado con la genealogía de su mas cercano descendiente y por lo tanto, las listas escritas solo eran simples apuntes para establecer conexiones entre linajes particulares –el nombre del patriarca era suficiente para indicar su linaje, el cual no se escribía. Sir Leonard Woolley tiene algunas cosas interesantes que decir
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con respecto a este tema en su libro “Abraham”. El libro de Eter ahora demuestra, al menos a los Santos de los Ultimos Días, que “hijo” y “descendiente” eran empleados por igual en los antiguos registros genealógicos, que por lo tanto jamás presentan una relación de padre a hijo trunca. Se nos informa que la genealogía presentada en el libro de Eter pertenece a la segunda parte de los registros y que “la primera parte…se encuentra entre los judíos” (Et. 1:3). De modo que deberíamos considerar la genealogía del Antiguo Testamento como la primera parte de esta misma lista y entonces enfrentar la posibilidad, tan largamente sospechada por muchos, que las genealogías bíblicas deben leerse a veces como “hijo” y a veces como “descendiente,” ya que los hombres han perdido desde hace tiempo el conocimiento que permitía al antiguo jefe hacer la necesaria distinción. El resultado es, desde luego, que nuestras genealogías bíblicas como las leemos actualmente pueden ser demasiado cortas. Por cierto, la genealogía del capítulo uno del libro de Eter, explica el porque ni el hermano de Jared ni sus hijos son nombrados. (No se nos informa cuantos hijos tenía, aun cuando los propios hijos de Jared están listados). Esto en alguna ocasión me desconcertó, ya que el hermano de Jared es a todas luces el personaje más importante del libro de Eter. Pero esto se debe a que “quien escribió el registro” es un descendiente directo de Jared (Et. 1:2, 32) y no descendiente del hermano de Jared, por lo que solo esta dando la historia de su propio linaje.1 Involucrarse con las ochenta y ocho versiones diferentes del diluvio recopiladas por Andreé o las sesenta y cuatro conflictivas versiones de la dispersión compiladas por Von Schwarz pueden poner en peligro la suavidad y brevedad que dan a nuestras notas la calidad de una gema. Por lo que consignaremos el tema al decente ostracismo de una nota al final del capítulo.2 Tan grande como tu insistencia por tener evidencia de todo, por cierto, no puedes objetar una ocasional referencia en unas breves líneas. El problema con la historia de la torre de Babel es que se dice muy poco al respecto. Unos cuantos y enigmáticos versículos en el libro de Génesis no nos son suficientes para justificar las reconstrucciones y suposiciones dogmáticas que han circulado sobre la torre. Eter contaba con el apoyo del material documental basado en Génesis 10, en el sentido de que cuando la torre fue construida, la gente ya había sido “esparcida por toda la tierra después del diluvio” durante algún tiempo.3 Es sumamente interesante que todos los relatos concernientes al lugar en que la familia humana se estableció para vivir tras el diluvio sean sumamente vagos; la mejor versión, atribuida a Berossos reporta que “los sobrevivientes del diluvio están ‘perdidos’ y solo mediante la revelación divina podrá saberse en donde se encuentran.”4 Cuando nuestra fuente describe una región particular como “aquella parte donde ningún hombre jamás había estado” (Et. 2:5), implica que los hombres ya habían estado en algunas otras. Es mas, la gente de Jared estaba renuente a dejar sus hogares y cuando finalmente “salieron de la tierra,” llevaron consigo sus rebaños así como semillas de toda clase junto con todo el conocimiento (incluso llevaron sus libros) necesario para establecer una gran civilización, todo ello producto de una economía próspera y largamente establecida. La civilización descrita en las páginas del libro de Eter no parece estar en una etapa de decadencia. Uno en vano busca signos de evolución en el Libro de Mormón. Esto es una broma para los sociólogos, lo sé, pero es por que los sociólogos no leen
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documentos históricos, los que, si tan solo supieran, son exhaustivas notas de campo y de laboratorio de la raza humana. Para aquellos cuyo conocimiento del mundo proviene de libros de texto, pareciera increíble que la primera civilización dinástica de los Sumerios, por ejemplo, debería cronológicamente hablando estar mas alejada de culturas subsecuentes, las que "comparadas con esto pareciera ser que las ultimas son las mas decadentes; la manufactura de productos deberia haber alcanzado una asombrosa perfeccción."5 Parece difícil de creer que la gran civilización babilónica que floreció durante muchos siglos simplemente avanzaba sin dificultad absorbiendo los logros de una civilización mas antigua y considerada como “primitiva”; esta es exactamente la imagen que nos ofrece Meissner en su extraordinario estudio.6 Parece ir contra las reglas que aquellos logros por los cuales Egipto se destaca –los incomparables retratos, los maravillosos vasos de piedra, el exquisito tejido—alcanzaran su clímax en las primeras épocas históricas de su civilización, concretamente en el periodo predinástico, como es el caso. Es en las primeras dinastías y no en las últimas, que la perfección técnica y el toque artístico de los egipcios en joyería, mobiliario, cerámica, etc., “son los mas avanzados.” “Aquí se presenta un extraño fenómeno,” comentaba recientemente una autoridad británica. “En la literatura lo mejor de cada género aparece súbitamente una vez y jamás vuelve a aparecer. Lo anterior es una idea perturbadoramente inaceptable e incómoda para aquellos adeptos a la doctrina de la evolución humana. Pero yo creo que debe admitirse como cierta. De entre el cúmulo de obras de los distintos géneros literarios, la obra maestra se caracteriza por ser única, sin precedentes y sin que otras puedan siquiera aproximarse o compararse con ella.”7 Aun mas impresionante es el reporte del egiptólogo Siegfred Schott: “de un momento a otro en el desarrollo de la cultura egipcia los monumentos de una nueva época presentan algo hasta ese momento desconocido en un estado de perfección completamente desarrollado.” Schott enlista como artículos con tales características la repentina aparición de los textos de las pirámides, “la sorprendente aparición de la arquitectura de los templos y sus muros decorados con inscripciones, carentes de un antecedente que indicara un desarrollo paulatino,” los edificios de Zoser en Sakkara, las tres grandes pirámides y los relieves de los templos que despliegan una maestría en estilo y técnica en sus primeras épocas.8 ¿no son las primeras pinturas de la raza humana inigualables hasta el día de hoy? Nota por favor que solo somos capaces de juzgar aquellas cosas que han logrado sobrevivir desde aquellas remotas épocas: siempre hemos supuesto que estas personas eran rústicas y primitivas hasta que la situación cambió y, paradójicamente, muestran ser muy superiores a nosotros. Debemos admitir, por ejemplo, que los grabados en piedra de ciertos cazadores paleolíticos nunca han sido igualados; lo mismo sucede con los implementos de piedra usados por esa gente que han sobrevivido –¿tendrá alguien derecho a negarles la perfeccion en otras cosas? ¿Existe alguna razón para suponer que sus trabajos en madera o en cuero eran inferiores? Cualquier persona con una educación moderna te dirá sin dudar que los primeros logros de nuestros ancestros debieron haber sido sumamente rústicos. Sin embargo, cuando y contrariamente a lo esperado, algunas prendas de ropa antigua fueron encontradas, los expertos franceses las examinaron cuidadosamente y las declararon tan finas como las que somos capaces de producir actualmente.9 Las únicas armas que han sobrevivido desde tiempos prehistóricos están mas lejos de ser lo mas adecuado para su propósito que un rifle moderno. La más mortífera de las armas de caza que ha sobrevivido hasta nuestros días es la flecha con punta de piedra (no de metal). En mis recientes labores con flechas
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marcadas tuve la oportunidad de reunir una cantidad impresionante de evidencia sobre este tipo de flecha.10 Eyre recientemente ha aportado una respetable cantidad de evidencia para probar que nuestros “primitivos” ancestros disfrutaron de mucho mayor comfort, seguridad y bienestar que nosotros.11 Es mas, como antropólogo tú sabes perfectamente bien que esa retrasada y primitiva gente quizá tenía una inteligencia igual o superior a la nuestra; observa a los aborígenes australianos de Elkin o, si te parece que están demasiado lejos, yo puedo llevarte con unos indios que en ciertas cosas pueden hacernos sentir como unos cretinos. En caso de que esto no fuera suficiente, podría mostrarte que la teoría de la evolución de la raza humana no es más que un grado ‘summa cum laude’ con el que el siglo diecinueve se ha premiado así mismo. El hombre moderno es un genio auto-certificado que habiéndose colocado el distintivo en la solapa, procede a repartir los premios entre los diferentes candidatos más o menos parecidos a él. “Cierto,” te escucho decir, “pero debe haber una larga evolución detrás de esos primeros logros.” Lo cual es causa de prueba y no de suposiciones si eres un científico. Lo único cierto a la fecha es (a) que su antecedente evolucionista no ha sido descubierto y (b) que no existen registros de mejoras subsecuentes durante esos miles de años. Así que deja que los biólogos se encarguen del tema de la evolución; para el historiador no tiene significado alguno. Incluso el profesor Van der Meer, quizá el mas avezado investigador de cronología antigua, no puede menos que lamentarse diciendo que “la influencia de la teoría de la evolución ha entorpecido de forma por demás desafortunada el estudio de la historia antigua.”12 Me imagino que te he llevado a una situación tal que te indispone a continuar leyendo más, incluso si yo tuviera tiempo para escribir algo más. Te dejo por ahora con la promesa de próximas sorpresas, y en espera de tu buena voluntad para continuar con la charla. Espero tu respuesta a esta carta y me encargaré de responderte a la brevedad.
La Torre de Babel13 Estimado Prof. F: En respuesta a mi sostenida crítica del día 17 de este mes, me tachas de “ingenuo y crédulo por mi aceptación de la historia de la torre de Babel.” Sabía que lo harías. La mayoría de la gente cree ingenuamente también que Lincoln escribió las cartas Gettysburg, pero su completa aceptación acrítica del hecho no le impide que sea verdadero. Tú puedes aceptar ingenuamente una historia o someterla a la crítica. ¿Qué dirías si te acusara de simple e ingenuamente rechazar la historia de la torre? Los fundamentos de la “erudición” en nuestros días consiste en la cómoda doctrina de que la respuesta no puede ser completamente un no o un sí; una proposición que hasta donde yo sé, nunca se ha demostrado. Discúlpame si mi argumento te parece algo recalcitrante, pero encuentro sin sentido que una habilidad mas apreciada y recompensada en esos círculos en donde uno constantemente escucha sobre “la mente inquisitiva” y sobre la importancia de “averiguar por uno mismo” sea el don y el poder de dar las cosas por hecho. Incluso nuestros intelectuales Santos de los Ultimos Días estan convencidos que la forma de impresionar no es realizar un despligue magistral de sus herramientas críticas
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(¡que poco saben del latín!), sino simplemente defender sus propias opiniones sobre cualquier tópico. Regresando al asunto de la torre, mi buen amigo; repasemos el primer acto registrado de la dramaturgia histórica. ¿Qué es lo primero que vemos al levantarse el telón? Gente por todos lados construyendo torres, ¿y para qué construyen torres? para alcanzar el cielo. La torre era, para emplear la formula babilónica, el lugar marcado o irsitim, el “punto de enlace entre el cielo y la tierra,” en donde se podía establecer contacto entre el mundo superior y el inferior.14 Eso no aplica solo para Babilonia sino para el mundo antiguo por entero como lo he señalado en mi estudio el "Hierocentric State," de inmisericorde extensión.15 Las torres eran montañas artificiales, como te lo dirá cualquier libro de texto, y ningún complejo de templos podría prescindir de una. Los trabajos de Dombart, Jeremías, Andrae, Burrows y otros nos evitarán la pena de mostrarte esas torres diseminadas por todo el mundo antiguo como el medio ideado por los hombres para llegar al cielo.16 Las leyendas concernientes a ellas son innumerables; sin embargo, muchas de ellas presentan un mismo patrón: en el principio una ambiciosa raza de hombres intentaron llegar al cielo escalando una montaña o construyendo una torre; al fallar en sus intentos se dieron a la tarea alterna de conquistar el mundo. Una versión típica de la historia se encuentra en las variantes halladas en los escritos apócrifos de autores cristianos y judíos en la que los hijos de Set (en otras versiones se trata de ‘angeles’) ansiosos por recuperar el paraíso perdido por Adán, subieron a lo mas alto del monte Hermón para dedicarse a una vida en completo ascetismo, autonombrándose “los vigías” y “los hijos de Elohim.” Esto fue un intento por establecer el orden que rige en los cielos, y cuando todo falló, el frustrado grupo descendió de la montaña para romper el convenio casándose con las hijas de Caín y engendrar una estirpe de “notables ladrones y asesinos.” Determinados a adueñarse la tierra si no podían adueñarse del cielo, los hombres de la montaña se negaron a aceptar su fracaso; crearon un sacerdocio falso y obligaron a los habitantes de la tierra a aceptar los reyes que les fueran impuestos.17 En esta historia sin duda reconocerás una obvia variante del extremadamente antiguo y ampliamente difundido ciclo del Cazador, sobre lo cual escribí en un artículo con referencia al origen de las sociedades.18 El Cazador como recordarás, reclamaba ser el legítimo gobernante del universo, retando a Dios mediante una prueba de destreza con el arco y construyendo una gran torre desde la que tenía la esperanza de disparar sus flechas al cielo. Sir James Frazer ha recolectado un gran número de versiones de los Indios Americanos de esta historia para ilustrar paralelos con el mundo antiguo, ya que el relato es conocido por los primitivos cazadores de todo el mundo.19 En Génesis 10:4 leemos que Nimrod, el “poderoso cazador ante el Señor,”20 fundó el reino de Babel y en el siguiente capítulo encontramos que Babel era el nombre de la torre construida para llegar al cielo. Este Nimrod pareciera ser el arquetipo original del Cazador.21 Su nombre encarna, para los judíos de todas las épocas, el mayor símbolo de rebelión contra Dios y de la autoridad usurpada; “llegó a convertirse en un cazador de las almas de los hombres,” estableció un falso sacerdocio y un falso reino a semejanza del de Dios e “hizo que todos los hombres pecaran.”22 un escrito de principios de la era cristiana nos informa como los descendientes de Noé lucharon entre sí después de su muerte para dirimir quien debería poseer el reino; finalmente un descendiente de los lomos de Cam prevaleció y de él se derivaron los reinos y sacerdocios de egipcios, babilonios y
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persas. “Del linaje de Cam,” dice el texto, “surgió por sucesión mística (todo lo opuesto a la santidad) uno llamado Nimrod, quien fue un gigante contra el Señor…y a quien los griegos llamaron Zoroastro y que gobernó el mundo forzando a todos los hombres mediante sus falsas artes mágicas a reconocer su autoridad.”23 La Crónica Pascal reporta una tradición ampliamente difundida en el sentido de que este gigante que construyó Babilonia no era únicamente el rey de Persia, el cosmocreador, sino también el primer hombre que enseñó el sacrificio y consumo de la carne de animales; una creencia también expresada en el Corán.24 Existe otra tradición común en el sentido de que la coronación de Nimrod era ilegítima y que gobernó sin derecho en la tierra sobre todos los hijos de Noé y que estos estaban subyugados a su poder y consejo; jamás anduvo por las vías del Señor y fue mas inicuo que todos los hombres que le habían antecedido.25 La antigüedad de estas historias partir de un registro babilónico muy antiguo sobre un rey inicuo que primeramente mezcló “mezquindad y grandeza…en la colina” y ocasiónó que todos pecaran, ganando para sí el título de “rey de la noble montaña” (y de la torre), “dios de la anarquía,” dios del caos.26 En las primeras tradiciones Indoeuropeas este personaje es Dahhak, “el tipo de poca monta, el engañador y el rey de los desenfrenados,” quien se sentó en el trono durante mil años y forzó a todos los hombres a inscribir sus nombres en el libro del dragón, para de ese modo sujetarlos a él.27 Lo anterior nos recuerda la muy antigua tradición de que cuando Set sucedió a Adán en el sacerdocio, ordenó se conservara un registro especial que fue llamado el Libro de la Vida y que se ocultó de los hijos de Caín. El libro del dragón era una imitación de esto.28 Existe una tendencia constante en los registros antiguos a confundir a Jemshid, el fundador de los reinos de la tierra y padre de la raza humana, no con Adán, sino con un falso Adán o impostor.29 En el libro de Eter, el nombre de Nimrod esta asociado con “el valle que esta al norte” y que se encuentra “en esa parte en donde ningún hombre ha estado jamás” (Et. 2:2, 5), lo cual encaja muy bien con el legendario personaje de Nimrod como el cazador de las estepas. El nombre de Nimrod siempre ha sido un misterio para los filólogos, quienes nunca han sido capaces de localizarlo –aunque Kraeling ahora acepta la muy dudosa teoría de Edward Meyer en el sentido de que el nombre es una mezcla egipcio-libia, lo cual se ajusta perfectamente con nuestra creencia con respecto a la maldición sobre Cam,30 pero a finales del siglo pasado el explorador y erudito Emin encontró ese nombre asociado a leyendas (la mayoría del tipo del cazador) y a nombres de lugares en la región del lago Van; el gran sistema de valles situados al norte de la alta Mesopotamia.31 No voy a insistir ni un minuto mas en el hecho de la existencia del legendario Nimrod. Como te mencioné anteriormente, solamente estoy interesado en el tipo de cosas que sucedieron y después de haber examinado cientos de leyendas procedentes de todas partes del mundo antiguo, todas relatan sustancialmente la misma historia; dado lo anterior, creo que alguien encontrará difícil negar, en vista de la evidencia, que hubo un evento común detrás de todos ellos. Es mas, parece que fue un evento único. ¿Cómo es eso? Dije que encontramos montañas, torres y los ritos asociados a ello en todo el mundo antiguo; ahora iré más lejos y digo que esas montañas y torres así como las construcciones de las grandes culturas asociadas a ellas no fueron invenciones locales sino imitaciones derivadas de un modelo original. En todo santuario de la antigüedad se ha encontrado la leyenda de cómo en el principio esta se transportó por el aire desde alguna misteriosa y lejana tierra. Esta tierra lejana
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siempre parece converger siempre en el Asia Central. Nuestro nórdico Othinn llegó proveniente de la tierra habitada por gigantes del Este; el culto griego, de la tierra de los hiperbóreanos mas al norte de Grecia; la gente del Cercano Oriente señalaba a una misteriosa montaña blanca al norte como el asiento de su culto primordial; los chinos al paraíso o montaña del oeste, y así por el estilo. Puedes enlistar las leyendas encontradas y en tu tiempo libre determinar que todas ellas tienen un punto de origen común.32 Me parece extraño el hecho de que el padre fundador y “summus deus” de cada nación de la antigüedad es alguien que ha sido declarado un impostor y parte de un fraude; un vulgar vagabundo que desde lejos reclama una suprema autoridad que no permite sea sometida a un cuidadoso escrutinio. Piensa en Prometeo retando a Zeus; en el chantaje de Loki a Othinn; en la dudosa “justificación de Osiris;” en el terror del todopoderoso Anú cuando Tiamat reta su autoridad, y así por el estilo.33 Deja correr esas leyendas y encontrarás que en cada caso, el usurpador proviene del Asia Central. Hasta Isaías (Is.14:12-14) nos recuerda que en el principio el adversario colocó su trono “sobre las montañas del norte” pretendiendo ser “semejante al Altísimo.” Para todo ello se indica un mismo origen y, sin importar si son ritos o relatos, la diferencia es mínima. Existe un aspecto de Nimrod que es demasiado interesante como para dejarlo pasar por alto, especialmente para el antropólogo. Se trata de la tradición o leyenda del garment robado.
El Garment Robado Nimrod reclamó su derecho al trono una vez que hubo derrotado a todos sus enemigos;34 sin embargo reclamaba su derecho al sacerdocio en virtud de afirmar poseer el “garment de Adán.” Las leyendas de los judíos nos aseguran que fue en virtud de poseer este garment que Nimrod fue capaz de reclamar el poder para gobernar sobre toda la tierra y que se sentaba en su torre para que los hombres le adorasen.35 Los escritores apócrifos, tanto cristianos como judíos, tienen mucho que decir al respecto. Citemos a uno de ellos: “las investiduras de piel que Dios creó para Adán y su esposa Eva cuando fueron expulsados del Jardín de Edén le fueron dadas a Enoc tras la muerte de Adán;” de Enoc pasaron a manos de Matusalén y de Matusalén a Noé, de quien Cam las robó cuando dejaron el Arca. Nimrod, el nieto de Cam las obtuvo de su padre Cus.36 Con respecto a la legítima herencia de esta prenda, en un fragmento muy antiguo recientemente descubierto se dice que Miguel, “desvistió a Enoc de sus ropas terrenales y lo vistió con sus propias ropas celestiales,” para llevarlo a la presencia de Dios.37 Este garment de Enoc se suponía era el mismo garment de pieles que usó Juan el Bautista y que los primeros cristianos llamaron “el garment de Elías.”38 Una versión árabe de la ‘vida de Juan el Bautista’ menciona que Gabriel se lo trajo a Juan desde el cielo como “el garment de Elías”; “si regresamos,” dice John Chrysostom, “al principio del mundo, a los tiempos en los que Adán necesitaba cubrirse, descubriremos que el garment en sí mismo es el símbolo del arrepentimiento.”39 Otros creían que era el mismo garment que Herodes y mas tarde los romanos guardaron cuando deseaban persuadir a la gente a colocar a un candidato de su propia elección y del que se dice que los judíos intentaron conseguirlo por la fuerza y ponerlo sobre El Bautista para convertirlo, en lugar de Herodes, en su Sumo Sacerdote.40 Sea cual sea su origen, el uso de un garment de arrepentimiento, símbolo de la vida del hombre en su
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estado caído era conocido por los antiguos cristianos y practicado por ciertos cultos ultraconservadores hasta tiempos modernos.41 Por cierto, el relato del garment robado tal y como es narrado por los viejos rabinos, incluido el gran rabino Eleazar, llama la atención por la interpretación enteramente diferente del de la extraña historia de Génesis 9 de la versión ReinaValera de nuestra Biblia. Parece ser que para ellos el cerwath de Génesis 9:22 no significaría una “desnudez” del todo, sino que debería interpretarse en términos de la raíz primaria que significa “cubierta de pieles.” Interpretándolo el vocablo de esta forma, ahora entendemos que Cam tomó el garment de su padre mientras dormía y se los mostró a su hermanos, Sem y Jafet; sacó un molde o lo copió (salmah) o incluso tejió uno de forma similar (simlah) que pusieron sobre sus hombros para regresar el garment de piel a su padre. Cuando despertó Noé reconoció el sacerdocio de sus dos hijos pero maldijo al hijo que intentó robarle el garment. Por un extremadamente peculiar tipo de sustitución, el término simlah de Génesis 9:23 podría muy fácilmente derivar un original tsimlah (copia, patrón o imitación) o por igual tipo de transposición un salmah (vestido o manto), como en Miqueas 2:8. Incluso el mismo término simlah significa un garment de tejido y difícilmente puede referirse al original garment de piel. Esto es, aparentemente, el origen de la tan ampliamente difundida leyenda de que Cam robó el garment de Noé y reclamó poseer el sacerdocio en virtud de su ilegal acto. Los descendientes de Cam, Cush y Nimrod –ambos viviendo en Africa, aunque Nimrod en sus viajes se movió a Asia–42 interpusieron el mismo reclamo. Es interesante que de acuerdo con ciertas escrituras antiguas que los Santos de los Ultimos Días reclaman haber recibido por revelación en nuestra época mencionan que faraón (quien representa el linaje afroasiático de Cush–Nimrod) fue bendecido con el reino pero maldito en cuanto al sacerdocio y le ofreció a Abraham el privilegio de usar su propia insignia real con la esperanza de que éste, al devolverle el favor, le permitiera usar el manto sacerdotal (Abr. 1:26-27). De acuerdo con una tradición muy antigua, faraón codiciaba el sacerdocio de Moisés exactamente en la misma forma en que su antecesor lo codició de Abraham y se decía que los faraones de Egipto vestían un garment de piel “para mostrar que su origen era más antiguo que el tiempo mismo.”43 De acuerdo con el Talmud, “el gran éxito de Nimrod en la caza se debía al hecho de que usaba el garment de piel que Dios hizo para Adán y Eva.”44 Existe la leyenda de que Nimrod, celoso por el éxito de Esaú en la caza, le preparó una emboscada pero fue vencido por Esaú y este le cortó la cabeza y “tomó el valioso garment de Nimrod…con el que había prevalecido sobre toda la tierra y fue y lo escondió en su casa.” Este garment, dice el reporte, era ni más ni menos que la ‘primogenitura’ que Esaú mas tarde le vendió a Jacob.45 Se pueden obtener dos conclusiones significativas de todo esto: (1) que cualquier reconstrucción histórica de lo sucedido es innecesaria, ya que todo ha llegado hasta nosotros como una masa inerte de leyendas y relatos contradictorios y (2) que estos reportes y leyendas contradictorios, sin embargo, coinciden en ciertos puntos principales que son muy antiguos y fueron considerados por los antiguos eruditos judíos como de gran importancia, y cuyo significado se ha perdido en épocas posteriores. Los sacerdotes y los reyes de la antigüedad ciertamente usaron dichos garments,46 y el garment de piel fue imitado frecuentemente en
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materiales tejidos;47 es mas, el garment de piel fue creado como el sustituto de un garment mas antiguo y hecho de las hojas de la especie “jardinnis edennus.”48 No me disculpo por haberte llevado en pos de esas partes extraviadas del pasado. Frecuentemente has declarado estar interesado en todas las cosas y en especial las inusuales como parte y obligación de carácter profesional. Aun falta una cosa por considerar para mostrarte cuan sobrio, factible y sensato es en realidad el libro de Eter. Regresemos a Babel.
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Capítulo 2 La Partida La Dispersión El libro de Eter bosqueja la migración de la torre de Babel de una numerosa población, mostrándolos no como individuos sino como grupos de individuos; no solamente grupos familiares, sino grupos familiares con parientes y amigos: “tus amigos y sus familias y los amigos de Jared y sus familias” (Et. 1:41) No tenía sentido el dejar el lenguaje de Jared sin confundir si no había nadie mas que pudiera entenderle, así que su hermano le suplicó al Señor que sus amigos también pudieran retener su lenguaje. Lo mismo, sin embargo, sería valido para cualquier otro lenguaje: si todo individuo hablara una lengua diferente a las de los seres humanos a su alrededor, las razas no habrían simplemente sido esparcidas sino completamente aniquiladas.1 No debemos caer en el viejo vicio de leer en las escrituras cosas que no están ahí. Nada se dice en las escrituras con respecto a que repentinamente un hombre súbitamente empezara a hablar una nueva lengua. Se nos dice en el libro de Eter que las lenguas fueron confundidas con y por la “confusión” de la gente: “suplica al Señor,” dice Jared (Et. 1:34), “que no nos confunda de modo que no podamos entender nuestras palabras.” La declaración es significativa por varias razones. ¿Cómo puede ser posible que digan “que no podamos entender nuestras palabras”? las palabras que no entendemos bien pueden tratarse de sílabas sin sentido o quizá de algún lenguaje extraño, pero en este último caso, no son palabras en nuestro idioma. La única forma posible en que no podemos comprender nuestras palabras es tener palabras cuyo significado ha cambiado entre nosotros. Eso es exactamente lo que sucede cuando las personas, y por lo tanto los idiomas, están “confundidas,” es decir, mezcladas o separadas. En el relato de Eter, la confusion de la gente no debe considerarse separada de la confusion de lenguas; son y siempre han sido un único y un mismo proceso: El Señor, se nos dice (Et. 1:35-37), “no confundió el lenguaje de Jared; y Jared y su hermano no fueron confundidos…y el Señor tuvo compasión de sus amigos y de las familias de ellos también, y no fueron confundidos.” La expresión “confundir” como se emplea en el libro de Eter significa propiamente “revolver o mezclar juntamente” y su aplicación en el contexto puede verse en la profecía de Eter 13:8 en el sentido que “el resto de los de la casa de José se establecerán sobre esta tierra…y no serán confundidos mas,” la palabra aquí significa mezclarse con otro pueblo cultural, lingüísticamente o de alguna otra manera. Incluso otra expresión bíblica nos ayuda a dilucidar nuestro texto: aunque Eter nada dice con respecto a que “toda la tierra era “de un mismo idioma y un mismo linaje” (Gén. 11:1), nos ofrece una interesante sugerencia sobre el cómo debe entenderse este término. Así como “hijo” y “descendiente” son la misma palabra en hebreo y puede fácilmente confundir a los traductores (quienes no tienen manera de saber, salvo por el contexto en el que se encuentra, en qué sentido debe entenderse la palabra), de esa misma manera “tierra” y “mundo” significan lo mismo; el bien conocido eretz. En vista del hecho de que el libro de Eter, al hablar sobre los Jareditas, señala que “no hubo ninguno de los bellos hijos e hijas sobre la faz de toda la tierra que se arrepintiese de sus pecados” (Et. 13:17), parecería que la 125
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expresión “toda la tierra” (kol ha aretz) del Antiguo Testamento no siempre debe tomarse en el sentido de referirse al planeta entero. Evidentemente es completamente legítimo pensar en los días de Peleg, dada la forma en que los antiguos escritores judíos la describen, como la época en que “los hijos de Noé empezaron a repartirse la tierra.”2 como si visualizaran, sin autoridad alguna, la separación de los continentes o la distribución del globo terráqueo. La primera reacción de un lector ante un antiguo y fragmentado texto usualmente es convertirlo en un credo; si bien a últimas fechas, la investigación y la revelación se han combinado para desacreditar tan obvia y fácil solución a todo misterio. Cuando comenzamos a examinarlo, el libro de Eter, al igual que el de 1er. Nefi, esta encaminado en dirección de fundamentarse como un sobrio y factible relato; nunca apostando a favor de proyectarse como un trampolín para la imaginación. Por ejemplo, nuestro registro no atribuye la dispersión de la gente, como uno inocentemente pudiera suponerlo, a la confusión de lenguas. Después de que el hermano de Jared había recibido la promesa de que el idioma de sus familiares y amigos no sería confundido, la cuestión de si serían sacados de la tierra permanecía sin respuesta: eso era otro asunto y es obvio que el idioma que hablaran poco tenía que ver con el hecho de ser sacados de la tierra o de la determinación de su derrotero. Fue algo más lo que impulsó a los renuentes Jareditas a dejar sus hogares ¿Qué pudo haber sido? Una historia sobria y factible no tiene porque lidiar con el monótono recuento diario. La confusión y dispersión de la gente de la torre de Babel no fue el lento resultado de un proceso histórico. Fue un proceso repentino y terrible, y el libro de Eter ofrece el indicio más claro posible de su causalidad. Pero esto nos guía a un tema del que me es imposible hablar brevemente, por lo que lo postergaré para una ocasión posterior.
Un apunte sobre el Clima3 Estimado F: Es gratificante saber que al menos estas leyendo el libro de Eter y has encontrado que no es, a pesar de su nombre, “cloroformo impreso.” El asunto que tú ahora objetas, “el extravagante y exagerado relato sobre la forma en que atravesaron el océano,” es el mismo asunto al que mi carta anterior se dirigía. Finalizamos, como recordarás, con la observación de que debió haber sido algo terrible lo que obligó a los Jareditas a dejar su país natal. ¿Qué fue? Las tormentas del Asia Central son terribles en cualquier época. Viajero tanto antiguos como modernos coinciden en relatar casi increíbles pero similares historias sobre los horribles vientos que casi a diario arrastran grandes masas de arena, polvo e incluso guijarros de una parte del continente al otro.4 Las grandes cuencas del este y el oeste de Asia que rodean una vasta extesion del continente son mudos testigos de las mas mortíferas tormentas de arena que han acompañado la desecación del territorio después de la última era glacial. Pero es cuando el clima mundial se sale de control, como ha sucedido en algunas ocasiones en la historia, que las imponentes tormentas de arena de Asia llevan a la ruina a poderosos imperios; sepultando grandes ciudades casi durante una noche, esparciendo a las tribus en todas direcciones para invadir y sumergir en arena a las civilizaciones mas favorecidas de oriente y occidente. El clima de Asia es el gran mecanismo impulsor
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central de la historia mundial. Es solo en años reciente que los hombres han empezado a correlacionar las grandes migraciones de la historia, incluidas sus guerras y revoluciones, con esas enormes crisis climáticas; como los fuertes vientos y la sequía que se presentaron en el periodo 2300-2200 a.C., así como el diluvio universal del año 1300 a.C. que ahora sabemos tuvo lugar en el curso de la historia escrita.5 Tan hipnotizados han estado los estudiantes de la sociedad con la facilidad y franqueza con que la regla del pulgar puede aplicarse a todas las contingencias de la vida, que la relación entre la violencia de los elementos y la caída de los imperios pasa desapercibida en sus gráficas y libros de texto. Con crasos ejemplos tan grandes como la tierra misma, aun desdeñan reconocer la simple validez de plagas y terremotos, ni reconocen la espantosa velocidad con la que estas escenas de la historia mundial a menudo cambian. Sir Aurel Stein en su libro “Lou-Lan” describe las casas y calles desiertas de esa ciudad exactamente como eran hace mas de catorce siglos, cuando sus habitantes fueron azotados por una sequía tan súbita y tan severa que ni la madera de los bosques frutales ni la mas delicada ni los mas delicados tejidos han sido trabajados desde entonces.6 La poderosa ciudad de Etsina se transformó en un desierto súbitamente hace seiscientos años y no fue hallada hasta 1909: “toda vida pereció. Los árboles del bosque fueron arrancados (refiriéndose por supuesto a los terribles vientos)…y las tormentas que surgieron pronto sepultaron el país en arena.” Hasta la fecha los troncos de los árboles permanecen sin descomponerse,”como momias secas por el sol, muertos, desnudos y grises…sobre una vasta región, de lo que alguna vez fuera un umbroso bosque descansan por miles…pasamos sobre otras ruinas de artefactos abandonados y con extrañas sensaciones rondándonos desenterramos objetos que ningún ser humano había tocado en mas de seiscientos años.”7 El mismo viajero que reporta estas cosas fue testigo de la recurrencia de esta familiar tragedia asiática con sus propios ojos: Llegamos a una aldea abandonada, en donde nuevamente hallamos diques y pozos sin terminar de excavar que atestiguaban la desesperada lucha de la población, que finalmente huyó, por retener el agua que paulatina y literalmente se desvanecía…pero llegó el día en que ya no hubo mas agua. Los animales de pie en los abrevaderos buscando en vano la refrescante humedad, las mujeres llorando en sus casas y los hombres reunidos en la mezquita para suplicarle a Alá por el milagro que pudiera salvar sus hogares (también veáse Et. 1:38). Pero ningún milagro sucedió, la aldea no obtuvo agua y en situación de hambruna extrema la gente había cargado sus bienes mas indispensables en las mulas y caballos que aun quedaban y precipitadamente abandonaron sus hogares y la tierra de sus padres para seguir a su aksakal o jefe de la aldea (el hermano de Jared del libro de Eter) a los confines de su sediento país en pos de una desesperada búsqueda de agua.8 El destino de los infelices nómadas es descrito: En ocasiones nos topamos con grupos pequeños de esos antiguos aldeanos agrícolas que ahora vagaban por las estepas como desdichados nómadas. Los fugitivos habían sido obligados a dividirse en pequeños grupos, ya que ningún pozo podía dar cabida a todos ellos.”9 ¿No se trata del relato de una dispersión a escala? Tú sabes la historia de cómo los ancestros de los etruscos salieron del Asia Menor a causa de la sequía y
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se dirigieron al oeste en búsqueda de una tierra prometida. No es simplemente agua lo que esta gente busca, sino una tierra mejor; la mejor de todas, los mejores pastos. En la epopeya del Bani Hilal se nos muestra como una de las más grandes tribus árabes fue conducida desde sus hogares, durante siete años y en medio de ardientes vientos, en búsqueda de una tierra prometida; primero en el Asia Central y después en Marruecos. Mientras que el resto del mundo era castigado con una hambruna atroz, Egipto se convirtió en el refugio de los patriarcas porque “había alimento en Egipto.” Como bien sabrás existen dos centros o puntos clásicos de radiación desde los que todas las grandes migraciones de la antigüedad se han originado –el corazón de Asia y (en menor grado) el desierto de Arabia. ¿No es curioso que las migraciones del Libro de Mormón hayan partido de estos mismos centros? Debes desterrar de tu mente la idea de que el paso de la historia se mueve lentamente incluso de forma majestuosa. No es así. La repentina calamidad que cayó sobre una aldea de Asia en 1927 ha golpeado repetidamente en el pasado, diseminando a los habitantes de poderosas ciudades para convertirlos en nómadas sobre la tierra y “cuando la tormenta cesó las nubes de arena se dispersaron los aterrorizados nómadas hallaron toda la faz de la tierra totalmente trastornada e irreconocible.”10 De todas las innumerables ciudades e imperios dispersados por las repentinas ráfagas de ardiente aire, Babel, la ciudad de la gran torre, ha permanecido como el más rico depósito de leyenda y tradición. Eusebio en sus ‘Crónicas’, que sorpresivamente han demostrado ser una de las fuentes mas confiables de información de los inicios de la historia de oriente, menciona el Sibyl con relación a que “cuando todos los hombres hablaban una sola lengua, algunos de ellos construyeron una gran torre a modo de montaña para subir al cielo, pero Dios destruyó la torre mediante poderosos vientos.”11 dos siglos antes, Teófilo de Antioquía ofreció una versión mas completa de la historia, citando el Sybil en verso: Después del cataclismo (el diluvio) las ciudades y los reinos tuvieron un nuevo inicio de esta manera. La primera ciudad de todas fue Babilonia…y uno de nombre Nimrod se convirtió en su rey…debido a que en aquellos tiempos los hombres solían ser dispersados, tomaron consejo entre sí y no del Señor de construir una ciudad y una torre cuya parte alta alcanzaría el cielo, de modo que su propio nombre pudiera ser glorificado… entonces habla el Sybil: pero cuando las promesas de destrucción que el gran Dios les había hecho a los mortales se cumplieron en su momento, ellos construyeron la torre en tierra Asiria. En aquel tiempo todos hablaban una misma lengua y quisieron organizarse para alcanzar el cielo estrellado. Pero de inmediato el Eterno causó que fuertes vientos derribaran la torre obligando a los mortales a ayudarse mutuamente. Cuando el proyecto de la torre fracasó, la lengua original se dividió en varios dialectos, de modo que la tierra llegó a ser huésped de incontables reinos.”12 El libro del Jubileo (escrito en el siglo II a.C.) relata como “el Señor envió un poderoso viento en contra de la torre derribándola a tierra; la torre se ubicaba entre Asur y Babilonia en la tierra de Sinar y los hombres le llamaron ‘tropiezo’”13 El perspicaz erudito persa Tha’labi (aprox. 1030 d.C.) reporta que la gente fue dispersada de la torre por una horrible sequía, acompañada de vientos de tal intensidad que derrumbaron la torre.14 “y cuarenta años después que la torre fue terminada,” dice Bar Hebraeus, quien recolectó gran cantidad de las tradiciones del Asia Central en el siglo trece, “dios envió un viento tan fuerte que volcó la torre y Nemrodh(Nimrod) murió en ella.”15 La imagen de
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violentos disturbios atmosféricos acompañados de agitaciones sociales; la dispersión de los grupos sociales y la diversidad de lenguas no pueden sino referirse a una experiencia real; no es únicamente la clase de cosa que uno esperaría, sino que también es, en definitiva, algo que ha sucedido recurrentemente –no hay razón para dudar que una gran ciudad llamada Babel sufrió el mismo destino que la gente de ‘Ad y Thamud, de Lou Lan, de Etsingol o los Nasamonios.16 Pero ¿qué tiene que ver con el Libro de Mormón? En sorprendente contraste con la historia de Lehi en la que los peligros afrontados por tierra y mar, incluido un tifón, no les eran ajenos o desconocidos, en la historia de la migración jaredita tenemos una situación verdaderamente insólita. El Señor le ordenó a Nefi construir “un barco” –un navío común y corriente que sus hermanos pensaron que nunca sería capaz de fabricar. Una vez que finalizara la obra, la familia se haría a la mar. Los hermanos de Nefi, pese a sus burlas, aparentemente no hicieron comentarios desdeñosos sobre el tipo de embarcación que Nefi estaba construyendo. De lo que concluimos que lo construido fue lo que en repetidas ocasiones llamaron simplemente “un barco,” y siendo Nefi un hombre acostumbrado a la vida en tierra necesitó una orientación especial (1 Ne. 17:8). Ahora bien, la gente de Lehi tuvo que atravesar al menos el doble y probablemente el triple o cuádruple de la distancia por mar que los Jareditas recorrieron, y un barco convencional era suficiente para ello. Pero las naves de Jared fueron totalmente diferentes. El señor le dió al constructor instrucciones especiales para cada detalle a considerar. Tenían que ser sumergibles y tener la capacidad para deslizarse con ligereza sobre las olas. “Eran pequeñas y ligeras sobre el agua,” incluso construidas para soportar una tremenda presión hidrostática: “excesivamente ajustadas”, “ajustadas como un vaso,” con orificios especiales de ventilación sellados que no podrían ser abiertos cuando la presión externa del agua fuera mayor que la presión del aire en el interior. El Señor explicó porqué era necesario construir tan peculiares naves: porque iba a desatar vientos de increíble violencia que harían del cruce una experiencia terriblemente formidable: cualquier ventana, advierte, sería hecha pedazos; el fuego era una cuestión impensable; “seréis como una ballena en medio del mar; por que las inmensas olas estallarán contra vosotros…no podéis atravesar este gran abismo, a menos que yo os prepare contra las olas del mar, y los vientos que han salido, y los diluvios que vendrán. Por tanto, ¿Qué deseáis que prepare para vosotros, a fin de que podáis tener luz cuando seáis sumergidos en las profundidades del mar? (Et. 2:23-25). Esto no era una travesía normal y tampoco una tormenta pasajera: “el viento no dejó de soplar hacia la tierra prometida mientras estuvieron sobre las aguas” (Et. 6:8) –“el Señor causó que soplara un viento furioso sobre la superficie de las aguas;…muchas veces fueron sepultados en las profundidades del mar, a causa de las gigantescas olas que estallaban sobre ellos, y también por las grandes y terribles tempestades causadas por la fuerza del viento” (Et. 6:5-6). Queda perfectamente claro en nuestro relato que el grupo pasó una buena cantidad de tiempo ¡bajo la superficie del océano! Por supuesto que tan fenomenales y constantes vientos no pueden haber sido una simple perturbación atmosférica de carácter local y podemos confiadamente suponer que el libro de Eter estaría reportando los mismos poderosos vientos que se nos dice posiblemente causaron la destrucción de la torre. En pocas palabras, el libro de Eter nos dice que al tiempo de la dispersión el mundo fue barrido por vientos de colosal violencia. Hay tres maneras de verificar esto: (1) las antiguas leyendas sobre la torre, la mayor parte de las cuales
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mencionan los vientos, (2) las investigaciones de los paleometeorólogos que han correlacionado sus descubrimientos con registros históricos que muestran que el mundo repetidamente ha pasado por cambios climáticos catastróficos en los últimos 6000 años, p. ej., la gran sequía mundial y los tornados del 2200 a.C.; la terrible sequía en el 1000 a.C.; los diluvios igualmente violentos del 1300 a.C. y los fenómenos climatológicos del 850 a.C. etc17 y (3) registros históricos actuales de sitios que han sufrido el mismo destino que Babel, mostrando que no es una fantasía, sino una situación característica de la historia mundial. Un buen ejemplo de tales registros es la cosmografía de Qazwini, que registra como durante la Edad Media el gran domo de Bagdad, “símbolo de Bagdad; joya del país y el principal logro de los hijos de Abbas,” se colapsó durante una gran ventisca. Los eruditos a menudo han señalado que la torre de Babel, al igual que el domo de Bagdad, simbolizaba el poder y la unidad de sus constructores (Gen. 11:4).18 La Biblia no hace referencia alguna al asunto de los vientos, pero el Libro de Mormón apenas lo hace de manera casual, aunque específicamente a modo de explicación sobre el porqué las naves Jareditas fueron construidas como lo fueron y para describir la travesía marina. Esta referencia fortuita es un fuerte argumento a favor del relato.
La Salida19 Estimado F: De las planicies de Sinar los Jareditas se trasladaron al norte, hacia el valle de Nimrod, el poderoso cazador y de ahí a “aquella parte donde ningún hombre jamás había estado” (Et. 2:5). Esto los llevaría a la tierra de amplios valles en donde los ríos Tigris, Eúfrates, Kura y Araks tienen sus afluentes; un centro de radiantes valles y caminos a los que el Eúfrates debe su importancia como ruta comercial y de penetración militar.”20 La frecuente aparición de Nimrod en esta area, que como ya hemos visto, quizá no este desprovisto de un auténtico significado, ya que ningún otro fenómeno histórico ha sido mas ampliamente demostrado que la extrema tenacidad de nombres de lugares. En muchos casos, los nombres de lugares que todavía se encuentran en uso entre campesinos analfabetas o nómadas han demostrado provenir de épocas prehistóricas. El que el grupo de Jared se haya movido hacia el este o el oeste del valle de Nimrod no merece mayor atención, debido a que una serie de circunstancias favorecen un curso hacia el este.21 Una razón se inclina a su favor; la larga distancia de la jornada: “durante estos muchos años hemos permanecido en el desierto” (Et. 3:3); una situación propicia no solo por las vastas extensiones por las que se puede vagar, sino porque es un terreno favorable para grupos nómadas criadores de ganado y una región “en la que ningún hombre jamás había estado,” condiciones que se ajustan mas a las áreas asiáticas que europeas. Pero sin duda mas revelador es el reporte en el que se afirma que “el viento no dejó de soplar hacia la tierra prometida mientras estuvieron sobre las aguas, y de ese modo fueron impelidos ante el viento” (Et. 6:8). Ahora bien, independientemente de que los Jareditas hubieran zarpado desde playas del este o del oeste, necesariamente tendrían que cruzar el océano entre los paralelos trece y dieciséis norte, en donde los vientos dominantes se desplazan siempre hacia el oeste en todo el planeta.
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Debido a que el origen de esos vientos esta relacionado con la rotación de la tierra y la frialdad relativa proveniente de las regiones polares, puede asumirse que los mismos vientos prevalecían en la época de Jared así como en nuestra propia época. Por supuesto que no se puede ser demasiado dogmático en este punto, ya que el clima ha cambiado a través del tiempo y tormentas inesperadas pueden ocurrir; dada la extrema estabilidad del viento fuertemente sugiere una dirección hacia es el oeste y el cruce del oceano pacifico norte, ya que ello significaría tener el viento en contra si los viajeros hubieran intentado el cruce del oceano atlantico. La duración de la travesía marítima, 344 días, no es relevante, ya que las embarcaciones, aunque impulsadas por el viento, aparentemente no estaban equipadas con velas: las casi perpetuas condiciones huracanadas habrían inutilizado el velamen si lo hubieran tenido. Sin embargo, el hecho de que el grupo pasó casi un año en el agua, incluso con vientos detrás de ellos, ciertamente sugiere el Océano Pacífico y nos trae a la memoria muchos relatos de navíos chinos que a través de los siglos han sido inútilmente conducidos en contra del viento para finalmente terminar después de un año de travesía, encallados en las playas de nuestra costa oeste.22 Así también, no debemos olvidar que una montaña de “extremada altura” se situaba cerca del punto de embarque jaredita (Et. 3:1) y que no hay montañas de esas características en el litoral atlántico europeo, como las hay en tantos puntos de las playas de Asia. Pero sea el este o el oeste, del báltico al pacifico, “del desierto de Gobi y la frontera de Corea al bajo Danubio y los montes Cárpatos,” una simple forma de vida ha prevalecido desde el amanecer de la historia condicionado por una sorprendente uniformidad del tipo de terreno.23 Se han realizado numerosos estudios sobre el llamado “arte de las estepas” y las excavaciones de los rusos en años recientes han confirmado las mas extravagantes especulaciones sobre el extenso, antiguo y uniforme grupo que conforman las culturas de las estepas. La cultura Kelteminariana nuevamente descubierta por ejemplo, pareciera agrupar a las principales lenguas de Europa y Asia Central en un vasto, único y prehistórico tronco que abraza no solo a la familia de lenguas Indo-europeas sino la Turaniana e incluso a los antiguos lenguajes no-arios de la India.24 Asia es la clásica tierra de naciones y tribus nómadas con un tipo de cultura y sociedad comunes que, como veremos, esta perfectamente ejemplificada por los Jareditas. Solo el libro de Eter ve los ahora secos y polvorientos paisajes bajo condiciones peculiares: “y aconteció que viajaron en el desierto, y construyeron barcos, en los cuales atravesaron muchas aguas, y la mano del Señor los guiaba continuamente y no quiso el Señor permitir que se detuvieran del otro lado del mar, en el desierto, sino dispuso que avanzaran hasta llegar a la tierra de promisión” (Et. 2:6-7). El cruce de ‘muchas aguas’ bajo dirección continua llega a manera de sorpresa; “el mar” en cuestión aparentemente es –aunque formidable- solo una parte de las muchas aguas que debían cruzar. Ahora se considera un hecho que en tiempos remotos las planicies de Asia estaban cubiertas por “muchas aguas,” que ahora han desaparecido, pero que la historia registra de su existencia; por supuesto fueron mas abundantes en la época de Jared. Incluso tan tarde como Heródoto, la tierra de los escitas (la región a través de la que la gente de Jared avanzó) presentaba formidables barreras de agua a la migración: “La faz del país quizá ha diferido mucho de lo que es ahora,” dice Vernadsky, “los ríos eran mucho mas profundos y muchos lagos formados en la era glacial se convirtieron en pantanos.”25
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De hecho, la teoría del desarrollo de la civilización a partir de culturas-oasis de Pumpelly descansa en la asumida existencia de vastos mares interiores ahora desaparecidos, pero de los que existe testimonio en los cronológicamente hablando tardíos anales chinos, que hablan de “extensos cuerpos de agua de los que el LobNor y otros diminutos lagos y las pozas de agua salobre son sus resecos sobrevivientes.”26 La desecación continua y estable del “corazón central” de Asia desde finales de la última era glacial es uno de los hechos básicos de la historia e incluso algunos expertos lo han catalogado como determinante en la historia del mundo. Pero esto es un descubrimiento relativamente reciente. Quien haya escrito el libro de Eter mostró una notable previsión al mencionar cuerpos de aguas en lugar de desiertos a lo largo de la ruta de la migración, ya que la mayoría de los desiertos son de un origen muy reciente, en tanto que todo vestigio de los antiguos cuerpos de agua se ha desvanecido completamente. Solo recordemos que Sven Hedin ha descubierto que hay lagos que de hecho ¡cambian de lugar en el Asia Central!
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Capítulo 3 Jared en las Estepas El relato del “cruce de las planicies” del libro de Eter es un idilio asiático. Nada de lo esencialmente importante se ha omitido. Primero que nada, la estepa esta colmada de “rebaños, macho y hembra de toda especie” y si observamos con mayor minuciosidad encontraremos aves de corral, peces, abejas y “semillas de la tierra de toda clase.” Incluso al hermano de Jared se le ordenó admitir en el grupo a cualquiera que le pareciera útil: “tus familias; y también tu hermano Jared y su familia; y también tus amigos y sus familias y los amigos de Jared y sus familias” (Et. 1:41). Aquí tenemos otro sorprendente contraste con la historia de Lehi: a diferencia de la gente de las arenas, estos antiguos pioneros no formaban sus sociedades en base al parentesco –los amigos de Jared y los amigos de su hermano eran dos grupos separados, lo cual no sería posible si todos hubieran sido parientes. Aparentemente quienquiera que sea un amigo es un apoyo y miembro de la tribu, y esta norma, lo suficientemente significativa, ha sido una regla común en la sociedad asiática desde tiempos inmemoriales, cuando la fórmula “fueron contados entre mi pueblo” se aplicaba a cualquier pueblo que un rey pudiera sojuzgar, independientemente de su lengua o raza.1 Todas estas familias con sus rebaños y provisiones se movilizaron a través de los valles hasta alcanzar las planicies con la intención y las expectativas de convertirse en “una gran nación” y encontrar una tierra prometida; todo ello típico de las tribus nómadas de Asia de la vieja guardia, circunstancia tal que unos pocos ejemplos pondrán de manifiesto. Ammianus Marcellinus, escribiendo en el siglo IV d.C. describe la marcha de la tribu de los Alanos en el sentido de parecer “una ciudad ambulante.” Toda la gente de Asia emigra en la misma forma, nos explica, conduciendo grandes rebaños doquiera que van, montados en los lomos de sus bestias y con sus familias y posesiones viajando en carretas tiradas por bueyes. A pesar de disponer de ganado, relata Ammianus, la gente caza y saquea por donde va.2 Los Hunos, que vencieron y sustituyeron a los Alanos, mantuvieron las mismas costumbres que tomaron de sus antecesores y así sucesivamente3 hasta el siglo XIII d.C., cuando Guillermo de Rubruck, viajando como espía y embajador de Luis IX de Francia parece emplear casi las mismas palabras de Ammianus para describir la forma en que las culturas asiáticas emigran: “al día siguiente nos topamos con las carretas de Scacatai cargadas con tiendas y pensé que una poderosa ciudad venía a mi encuentro. También me maravilló sobremanera el enorme tiro de bueyes, los caballos y los rebaños de ovejas.”4 En este siglo, Pumpelly describe como “unas mil familias Kirghiz descendieron de los montes con sus múltiples filas de camellos cargados con sus riquezas y cada caravana con sus rebaños de ovejas y cabras, ganado y caballos.”5 Nótese que los rebaños de esa gente están integrados por todo tipo de animales –que a nosotros nos parece una mezcla inconcebible: “rebaños de toda clase,” dice Eter, quien parece saber de lo que esta hablando. Si quisieras moverte retrospectivamente en la escala del tiempo, te encontrarás en una era aun mas remota que la de Ammianus, tan alejada como la de este último se encuentra de la nuestra; los anales de los reyes asirios rebosan de relatos similares sobre inmensos rebaños de ganado, ovejas, caballos, camellos y seres humanos,
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todos ellos mezclados y moviéndose a través de las planicies como prisioneros de poderosos conquistadores o como exploradores en busca del refugio y seguridad propios de una tierra prometida.6 Es una paradójica y trágica imagen el que unas tribus nómadas se encuentren buscando nuevos terruños –tierras prometidas en donde pudieran asentarse y convertirse en “naciones poderosas.” Casi sin excepción esta gente, sin importar cuan terrible puedan parecernos o les hayan parecido a las tribus mas débiles que encontraron a su paso, fueron refugiados que habían abandonado sus granjas y aldeas nativas debido a la presión de otras tribus, que a su vez se vieron forzadas a trasladarse por la necesidad común que el clima les imponía de cuando en cuando a los pobladores de los pastizales marginales y submarginales.7 Si los Jareditas mezclaron su ganado, parece ser que también mezclaron sus profesiones y quizá te preguntarás ¿fueron cazadores, pastores o agricultores? Pudieras preguntar lo mismo de cualquier sociedad asiática y obtener la misma respuesta: eran las 3 cosas juntas. McGovern insistentemente señala que las tribus de las estepas desde siempre han combinado la caza, la agricultura y el pastoreo del ganado en una sola actividad.8 Y en mis mas recientes estudios sobre la región he mostrado que fueron los originales edificadores de la ciudad. Todas las tribus que hemos mencionado, por ejemplo, fueron expertos cazadores, aunque ninguna carecía de animales, de lo cual poseían en abundancia. Típico es el caso de los Manchu-Solonos quienes al perder sus rebaños se convirtieron en agricultores, incluso ellos cultivaron la tierra en tanto el hambre los obligaba a ello y cuando la caza abundó dejaron de hacerlo,”9 es decir, que eran cazadores, pastores y agricultores según las condiciones lo requirieran o permitieran. Seamos cuidadosos entonces, de no simplificar demasiado nuestra imagen del estilo de vida de las primeras civilizaciones evitando ideas al estilo de Cecil B. DeMille sobre “primitivas” condiciones de vida que nunca existieron. Es realmente extraordinario que la mención sobre los rebaños esta notoriamente ausente en la historia de Lehi, en vista de la manera tan detallada en la que se escribió. ¡que contaste tan sorprendente! Uno de los grupos huye apresuradamente de Jerusalén en secreto para vivir una vida como cazadores y ocultándose en el desierto, lo que casi les provoca la muerte por inanición y el otro grupo aceptando voluntarios, como en realidad sucedió, de todas partes, moviéndose en una especie de frente masivo, conduciendo innumerables bestias y llevando desde libros hasta ¡colmenas de abejas y recipientes con peces! Sería difícil de concebir dos tipos mas opuestos de migración, ya que cada una se ajusta perfectamente con los usos y costumbres registrados a través de la historia en esa parte del mundo que el Libro de Mormón les asigna. Pero ¿cómo pudieron llevar tantas cosas con ellos? Pues de la misma forma en que otras tribus de Asia siempre lo han hecho; en carretas. ¡y que carretas! “Al medir el ancho entre ruedas de una de sus carretas,” nos reporta Guillermo de Rubruck, “encontré que era de mas de veinte pies….conté veintidós bueyes que integraban el tiro de una carreta en la que prácticamente iba montada una casa…el eje de la carreta era de un tamaño verdaderamente espectacular, a semejanza del mástil de un barco.”10 Marco Polo pudo contemplar las casas de los Tártaros montadas “sobre una especie de carro con cuatro ruedas.”11 Mil setecientos años
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antes de Marco Polo, Jenofonte contempló enormes carretas en las planicies de Asia tiradas por ocho yuntas de bueyes,12 e incluso mil años antes tenemos reportes de cómo los filisteos ingresaron a Palestina con sus familias y sus bienes cargados en un enorme y sólido artefacto rodante tirado por una yunta de cuatro bueyes.13 Hasta el día de hoy el arcaico tipo de carreta ha sobrevivido en las inmensas carrozas ceremoniales de la India y en los enormes carros en los que los hombres de las planicies como la tribu de los Buriatos llevan sus pertenencias a través de las estepas.14 Pero ¿cómo podemos afirmar que la carreta es posiblemente tan antigua como los Jareditas? Con toda probabilidad lo es. Ahora tenemos algunas muestras de tal antigüedad que parecen indicar un origen inmediatamente posterior al diluvio, y aun así esos vehículos ya habían adquirido la forma y la perfección que las mantuvo sin mayores alteraciones o modificación durante miles de años. Los tiros de bueyes y las carretas plasmadas en las tumbas reales de la ciudad de Ur; la carreta El-Agar encontrada en 1937; el carro de Kaghaje y las huellas de carretas prehistóricas por doquier, todo ello apunta hacia un origen muy antiguo y asiático de la carreta.15 El vehículo al que hemos estado haciendo referencia, que probablemente date del cuarto milenio a.C., también era tirado por caballos y justifica a Gertrudis Hermes quien entre sus conclusiones establece que el caballo no solamente era conocido “sino en realidad usado, al menos en algunos lugares, como un animal de tiro en carros de guerra” en una época sorprendente muy antigua.16
H. G. Wells alguna vez realizó una vívida descripción sobre la forma en que un hombre prehistórico desinhibido desde una rama un día aterrizó para su sorpresa sobre el lomo de un caballo que caminaba despreocupadamente bajo su árbol. En este evento, cree él, estaría registrado más lógicamente el descubrimiento del arte de la equitación. Tal vez, pero no es la forma en que sucedió de acuerdo con el consenso actual, el cual parece ser que las bestias fueron usadas “primeramente como fuerza motriz que como cabalgadura.” Es mas, McGovern menciona en fechas recientes que “los Escitas y los Sarmatianos tuvieron la brillante y original idea de montar al animal que desde hacía tiempo ya era empleado como animal de tiro.”17 Generalmente se esta de acuerdo en que los vehículos tirados por bueyes fueron mas antiguos que los tirados por caballos; no obstante, ambos se remontan al cuarto milenio a.C. y aunque hubiera sido posible para los Jareditas realizar su hornada a pie, no habría sido posible para ellos en tales circunstancias llevar consigo jaulas con aves, colmenas y recipientes con peces. No existe nada que nos pueda hacer pensar que no usaron sus carretas para tal fin, especialmente cuando no carecían de una cantidad suficiente de bestias para tirar de ellas.
En Relación al Desierto18 Estimado Profesor F: Con toda probabilidad el pasajero más interesante y atractivo del grupo de Jared fue Deseret, o sea, la abeja melífera. No podemos dejar pasar de largo a esta criatura sin examinar su nombre así como el posible significado del mismo, debido a que nuestro texto muestra un interés particular en ‘deseret’ que va mas allá de un 135
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simple respeto por haberse logrado transportar al insecto, por destacable que ello sea. El vocablo deseret, se nos dice que, “interpretado significa abeja” (Et. 2:3), siendo un vocablo procedente del idioma jaredita, ya que Eter (o Moroni) ve la necesidad de interpretarlo. Resulta una coincidencia notable el hecho de que el vocablo deseret, o un término muy parecido, gozara de un lugar destacado entre los ritos de los fundadores de la civilización egipcia clásica, en donde se le asociaba con el símbolo de la abeja. Los fundadores de lo que conocemos como la segunda civilización parecen haber ingresado a Egipto desde la parte noroeste, como parte del movimiento producto de la gran dispersión de pueblos que así mismo llevara a Mesopotamia a los fundadores de la civilización babilónica clásica.19 De manera que tenemos que los fundadores de las dos civilizaciones madres de la antigüedad ingresaron a sus respectivos nuevos territorios aproximadamente en la misma época, partiendo de un punto de origen común –que aparentemente fue el mismo punto del que también partieron los Jareditas. Los pioneros egipcios llevaron consigo un culto totalmente desarrollado y el simbolismo correspondiente tomado de su cuna asiática.20 Entre sus objetos de culto, la abeja parece haber ocupado un lugar prominente, pues la region de Egipto que colonizaron inicialmente sería conocida posteriormente como “la tierra de la abeja,” diseñándose un jeroglífico con el dibujo de una abeja; mientras que, por otra parte, todo rey de Egipto en su modalidad de “Rey del Alto y Bajo Egipto,” ostentaba el título de “el que pertenece a la juncia y a la abeja.”21 Desde un principio, los estudiosos de la escritura jeroglífica se preguntaban qué sonido se le daría la dibujo de la abeja.22 Tras el surgimiento de una nueva dinastía, los egipcios, de acuerdo con Sethe, ya habían olvidado el vocablo,23 y Grapow califica al título-dibujo de la abeja como “indescifrable.” ¿No resulta extraño que tan común e importante vocablo fuera olvidado? ¿qué sucedió? Una característica no tan inusual en la historia de los rituales y cultos consiste en la omisión o prohibición deliberada de un vocablo considerado como sagrado. Sabemos que no siempre se incluía el dibujo de la abeja, sino que en su lugar aparecía a menudo el dibujo de la Corona Roja, la majestad del Bajo Egipto y ello por razones de superstición. Si bien no conocemos el nombre de la abeja, sí sabemos el nombre de esta corona roja –nombre que se le otorgaba cuando aparecía en lugar de la abeja. El nombre era dsrt (las vocales no se conocen, pero podemos estar seguros que eran las que aparecen en el libro de Eter); la s en dsrt se pronunciaba con énfasis y tal vez sonaba como “sh,” pero representada por un símbolo especial –una s en cuya parte superior los egipcios agregaban una delgada línea jeroglífica que en conjunto representaba la tierra y la corona a la cual servían. Aun en los casos en que la corona aparecía en lugar del dibujo de la abeja, no obstante lo anterior, se le continuaba llamando “abeja,”26 incluso cuando aparecía la abeja, aunque era el equivalente de la corona, no se empleaba el mismo principio con respecto a dsrt. Esto último indudablemente sugiere una omisión deliberada, en especial si se considera que dsrt también significa “rojo,” una palabra que presenta una peculiar relación con las abejas. Si los egipcios fueron reacios a dibujar la figura de la abeja “por razones supersticiosas,” seguramente también vacilarían en pronunciar su verdadero nombre. Al significar “rojo” el vocablo dsrt podría ser pronunciado con seguridad sin una alusión directa al nombre-título “abeja.” Un paralelo familiar viene a nuestra mente. Actualmente nadie conoce el nombre hebreo de Dios, YHWH es pronunciado así por que ningún hebreo osaría pronunciarlo aunque lo supiera, pero en su lugar cuando alguien ve esta palabra
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escrita siempre la sustituye con otra palabra, Adonai, para evitar por completo el terrible sonido del nombre. Incluso la combinación de las vocales HWH es una raíz verbal común en el lenguaje hebreo y se ha empleado desde siempre. Por otra parte, existen otros ejemplos de tales sustituciones en el lenguaje hebreo y también en el lenguaje jeroglífico que, como señala Kees, en realidad son una especie de lenguaje en doble sentido. El que los egipcios deliberadamente evitaran llamar a la abeja Deseret mientras aplicaban el nombre a todas aquellas cosas que la simbolizaban e incluso la sustituyeron por ella se encuentra indicado en otro sorprendente hecho. El símbolo de la abeja se esparció en otras direcciones de su hogar natal, cualquiera que haya sido, para disfrutar de un lugar prominente en los asuntos místicos de los Hititas, apareciendo en ese archivo viviente de la prehistoria, el Kalevala, e inclusive sobreviviendo en los ritos orientales de algunas naciones. En todos estos ritos, la abeja es el agente a través del cual el rey o el héroe resucita y es por medio de esta conexión que la abeja también figura en los ritos egipcios.27 En virtud de lo anterior, el pueblo de “Deseret”, los fundadores de la segunda civilización, los “intelectuales de On,” reclamaron que su rey y solo él poseía el secreto de la resurrección, lo que de hecho era la piedra angular de su religión; esto era ni mas ni menos que el famoso “secreto del rey,” el poder sobre la muerte mediante el cual ejercía su autoridad sobre los hombres de ahora en adelante.28 Si la abeja tenía una parte importante en el profundamente secreto real de los ritos de la resurrección del antiguo reino –¿qué mas se puede decir de su presencia en las versiones posteriores y mas populares de los mismos ritos?– y esta muy claro que es porque su nombre real y oficio fueron escondidos del mundo. Además, el hecho de que la corona dsrt es la “corona de la abeja” se encuentra, en mi opinión, claramente indicado por la característica mas prominente de la corona, a saber; la larga antena que sale de la base de la misma y que en los dibujos antiguos no esta tan rizada como en los posteriores, pero que asemeja con exactitud la extremadamente larga y prominente antena en los primeros jeroglíficos de abejas. Algunos entomólogos han manifestado la creencia de que este signo de la abeja no lo es en realidad, sino el de un abejorro y ciertos egiptólogos han acordado interpretarlo como tal; esto convierte el asunto en uno aun mas misterioso; sin embargo, ya que esto deja a los egipcios fanáticos de la abeja sin una palabra para referirse a ella, indica una censura del término. En lo personal, creo que la denominación ritual y arcaica para referirse a la abeja era Deseret; un “término de poder” demasiado sagrado para ser confiado al vulgo y una de las claves del “secreto del rey.” En ciertas ediciones del Libro de Mormón, no la primera, la palabra Deseret esta escrita con mayúsculas, ya que los editores han reconocido que la palabra no es solamente un vocablo, sino también un título, “que interpretado significa abeja,” a diferencia de los enjambres de abejas que llevaron consigo. En ese caso se podría justificar, aunque no insistiremos en ello, ver en el término Deseret el símbolo nacional o ‘tótem’ del pueblo jaredita,29 ya que el autor del registro parece otorgarle una importancia inusual. A través de la neblina de la prehistoria nos parece alcanzar a atisbar a las tribus moviéndose hacia el exterior de un centro común ubicado en alguna parte al norte de Mesopotamia para formar una civilización afín en varias regiones de la tierra. “Toda migración importante sin excepción,” escribe Eduard Meyer, “han cambiado repetidamente en el curso de la historia el rostro del continente euroasiático…desplazándose a regiones distantes de occidente desde
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un punto central de Asia.”30 Y de todas esas olas migratorias, la más importante se movió bajo la tutela y regencia de la abeja melífera. No necesitamos recurrir a la especulación, a pesar de ello, para que Deseret se convierta en un caso interesante. Enlistemos los hechos conocidos y tendremos que (1) los Jareditas en sus viajes llevaron con ellos una “abeja” a la que llamaron en su lenguaje Deseret, así como “enjambres de abejas.” (2) Los fundadores de la segunda civilización de Egipto consideraban a la abeja como el símbolo de su tierra, su rey y su imperio, todo lo cual converge en el vocablo Deseret o algún otro muy similar.31 (3) Aunque nunca llamaron a la abeja en sí dsrt, su signo se escribe, “por razones supersticiosas” en lugar de aquella para designarla. (4) El signo de la abeja siempre fue considerado por los egipcios como sumamente sagrado: “resulta conclusivo,” dice Sethe, “lo significativo del hecho de que siempre fuera colocado antes que otros.”32 Como es bien sabido, tal prioridad es prerrogativa para los objetos mas sagrados solo en su representación mediante la escritura jeroglífica. Esta santidad extrema y su papel en el ritual secreto explicarían ampliamente e incluso demandaría la supresión de su nombre verdadero al leer los textos sagrados. De regreso a la época moderna, resulta una coincidencia sumamente pintoresca que cuando el pueblo del Señor en estos últimos días emigró a las inexploradas regiones del oeste norteamericano en busca de una tierra prometida, llamaron a esa tierra Deseret y tomaron como símbolo de su sociedad y gobierno a la abeja. Naturalmente, el libro de Eter es directamente responsable de esto, pero es difícil imaginar como el libro pudo provocar una extraordinaria repetición de la historia sin que el mismo tenga una base histórica auténtica. Cuando un registro histórico menciona a personas e instituciones que ya existían, siempre se ha asumido que el registro en esos aspectos tiene una relación auténtica con el pasado. Tanto Deseret como la abeja parecen encajar perfectamente en el ocaso del mundo prehistórico, de manera alternativa ocultándose y explicándose mutuamente, pero nunca separadamente. Los numerosos lazos y paralelos existentes deben esclarecer el asunto que aun permanece a la espera de ser investigado. Por lo pronto basta mostrar que la evidencia existe. Como insigne naturalista no dudarás en protestar en este punto en el sentido de que la abeja era desconocida en la antigua América, habiendo sido introducida por el hombre blanco en el Nuevo Mundo en el siglo XVII d.C. Existen siete referencias con relación a abejas o miel en el Libro de Mormón, y sin excepción, todas ellas pertenecen al viejo mundo. El grupo de Lehi, ávido por la dulzura de la miel, estalló en júbilo y acción de gracias, como los árabes siempre lo han hecho, al descubrir el preciado tesoro, pero estaba aun en Arabia. Los Jareditas llevaron enjambres de abejas desde su hogar en Babel hacia el desierto durante un viaje de muchos años, pero no se hace mención de abejas como parte del cargamento de sus naves (Et. 5:4) –una omisión significativa, ya que nuestro autor además deja de mencionarlas a partir de este punto del relato. La supervivencia del término abeja en el Nuevo Mundo después de que las abejas en sí habían quedado atrás, es un fenómeno que presenta muchos paralelos en la historia del lenguaje; pero en el Libro de Mormón jamás se menciona la existencia de abejas o miel en el hemisferio occidental.
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Los primeros Asiáticos y la Civilización Jaredita: Un Panorama General Ahora algunos párrafos sobre lo que he sugerido en el sentido de que los Jareditas fueron al menos una de “varias tribus moviéndose hacia el exterior de un centro común…para formar una civilización protohistórica afín en varias regiones de la tierra.” Estaba pensando en vista de las más recientes investigaciones y no se me ocurrió en el momento que el panorama de la gran dispersión es exactamente como la descrita en el Libro de Mormón. Si creemos eso, entonces una gran civilización fue esparcida por el mundo en el principio y los historiadores han aprendido ahora que ese es el caso. Los eruditos han dejado de argumentar sobre si fue Egipto o Mesopotamia la cuna de la civilización, ya que ahora sabemos que ambas derivaron de un origen común; “una civilización universal, diseminada en un area inmensa y que no se ubicaba en Oriente.” Con el hallazgo de los cementerios reales en Ur, los eruditos empezaron a sospechar que tanto Egipto como Babilonia tomaron su civilización “de una fuente común y desconocida,” la que “al menos en el principio,” unificó a todas las civilizaciones del mundo en una civilización universal de la que las subsecuentes civilizaciones no son mas que variaciones.33 En mis recientes estudios sobre el origen del “Estado Global” he intentado mostrar que el antiguo corazón y centro de esta civilización universal estaría localizado en algún lugar del Asia Central, parte de la cual habría sido desparramada por las hordas conquistadoras en forma periódica por las provincias o áreas periféricas de China, India y Europa para establecerse como reinos o dinastías sacerdotales. Y ahora parecería que el Nuevo Mundo debería ser incluido en este sistema asiático, ya que el Prof. Frankfort reporta que “en los sorprendentes casos del primer bronce de la china, o el diseño de la escultura mexicana o la de los indios americanos del noroeste, uno debe considerar un mayor roce, del que la mayoría de nosotros hasta ahora estaba preparado para admitir, con la posibilidad de la difusión de influencias culturales provenientes de Europa Oriental o el Medio Oriente.”34 Hace unos cuantos años esto habría sido considerado alta traición a los ojos de los arqueólogos americanos. Esto sirve ahora como otra indicación de la unidad de la civilización universal de la que empezamos a darnos cuenta que era una característica tanto de la historia antigua como de la moderna. En el caso de los nefitas, era posible localizar los centros culturales del mundo antiguo de los que su civilización derivó, ¿podemos hacer lo mismo con los Jareditas? Me parece que sí, ya que provenían de esa región que sirvió en tiempos antiguos como una genuina área de combate para enfrentar las invasiones. Ahí es de donde proviene su cultura y donde finalmente encaja. Aun es demasiado prematuro intentar bosquejar un panorama detallado de la vida en la época de la dispersión. “La arqueología de las regiones nómadas del Asia Central aun esta en su infancia,…” escribe G. N. Roerich; “una nueva rama de la ciencia histórica esta por aparecer, cuya finalidad será formular leyes que reconstruirán el estado nómada y estudien los restos de un gran pasado que ha permanecido olvidado.”35 Pero el panorama general empieza a tomar forma. Permíteme esbozarte rápidamente los primeros trazos. El aspecto básico es el espacio; vastas extensiones de pastizales, bosques y montañas donde los cazadores y pastores habían desde tiempo inmemorial traspasado el territorio de otros incursionando en sus asentamientos, robando su 139
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ganado e inexorable y alternadamente convirtiendose en perseguidores y perseguidos. En periodos de tiempo favorables, las tribus se multiplican y se convierten en multitudes; en días aciagos se ven forzados a invadir tierras ajenas en busca de pastos. El resultado de esto es un caos crónico; una condición que ha sido un reto permanente para el ingenio y la ambición de hombres con talento para el liderazgo. Periódicamente Un Líder aparece en Asia para unir a sus desorganizados compañeros de tribu en torno a una fanática y demencial devoción a sí mismo, subyugar a sus vecinos uno tras otro y finalmente construir una gran coalición que permita toda la fuerza posible para, por lo menos, llevar al mundo “la paz y el orden naturales.” La interminable expansión de las estepas y la ausencia de fronteras naturales claman por la habilidad política en gran manera; el concepto y las técnicas del imperio de hecho tienen un origen asiático. Durante algún tiempo una mentalidad sagaz tiene éxito en gobernar al mundo, pero llega un rápido reacomodo cuando El Líder muere. En medio de la feroz lucha por el trono entre sus ambiciosos parientes, el imperio universal se colapsa: el espacio, la fuerza que produjo el Estado Global, ahora lo destruye permitiendo a los disgustados y belicosos herederos y aspirantes salir hacia regiones distantes y fundar nuevos Estados con la esperanza de que en un tiempo futuro, alguno de ellos absorba al resto y se restaure el dominio universal. El caos de las estepas no es el primitivo desorden de pequeñas tribus salvajes que accidentalmente colisionan de vez en cuando durante sus migraciones. Es más que eso y siempre ha sido un astuto juego de ajedrez, disputado por hombres de ambición ilimitada y formidable intelecto que como armas poderosas mantienen a su disposición.36 Ahora volvamos a los Jareditas. Toda su historia es el relato de una fiera y encarnizada lucha por el poder. El libro de Eter es una típica crónica antigua, una historia política y militar aderezada con referencias casuales sobre la riqueza y el esplendor de los reyes. Notarás que toda la estructura de la historia jaredita esta basada en la sucesiva aparición de hombres poderosos; la mayoría de ellos personajes sumamente terribles. Pocos anales de igual claridad y brevedad están cargados con tal cantidad de maldad. Las páginas del libro de Eter se encuentran bajo las sombras de la oscuridad proyectadas por la intriga y la violencia de manufactura estrictamente asiática. Cuando un rival del reino es vencido, este se oculta en el desierto y espera el momento oportuno para atacar mientras reúne a un “ejercito de proscritos.” Este ‘reclutamiento’ de hombres se realiza otorgando generosos pagos o sobornos. Las fuerzas que se han obtenido a través de medios ilícitos ahora son retenidas pactando absoluta fidelidad por medio de terribles juramentos. Una vez que el aspirante al trono finalmente es lo suficientemente fuerte para disponer de sus rivales mediante el asesinato, una revolución o una batalla campal, el hasta entonces bandido y forajido se convierte en rey y tiene que lidiar, a su vez, con un nuevo grupo de rebeldes y aspirantes. Es exactamente como si se estuviera leyendo lo peor de Arabshah y la deprimente vida de Timur; la típica biografía de un conquistador asiático con sus obscuras alusiones a lo sobrenatural y especialmente a las obras del demonio. Esto es una extraño y salvaje cuadro de las perturbadoras políticas que el libro de Eter pinta; pero es, históricamente hablando, un cuadro profundamente real. Tomemos algunos ejemplos del mundo antiguo. Entre los registros mas antiguos de la humanidad encontramos al supremo dios, fundador del Culto y del Estado “ganando su derecho al trono mediante la lucha, a menudo empleando la violencia contra sus antecesores familiares que
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generalmente involucran incidentes espantosos y obscenos.”37 Las “abominaciones de los antiguos,” sobre lo cual Eter tiene mucho que decir, parece ser que son de una respetable antigüedad. Ahora existen amplias razones para creer que los imperios mas antiguos conocidos por nosotros no fueron, por mucho, los primeros y que este proceso tan familiar se remonta a tiempos prehistóricos: “Los imperios deben haber surgido y caído entonces como los que los precedieron.”38 Esos imperios “no fueron el producto de un desarrollo o expansión gradual sino que rápidamente llegaron a ser enormes imperios bajo el liderazgo de un solo hombre,” dice McGovern, “y bajo el reinado de sus sucesores lenta pero inexorablemente llego su declive,” aunque en muchos casos se “desintegraron inmediatamente después de la muerte de sus fundadores.”39 El fugitivo que reúne efectivos en el desierto40 “reclutando” gente de su rival es, estrictamente hablando, una figura convencional de la estepas. Ese es el modo en el que todo gran conquistador comienza su cruzada. Lu Fang, “el líder de una pequeña banda de insurgentes, mitad soldados y mitad ladrones,” casi vence a los imperios Huno y Chino hace doscientos años y lo habría logrado de no haber sido por que sus ambiciosos oficiales desertaron en la misma forma en que él mismo había desertado.41 Solo después de haber engañado a su hermano para obtener el trono es que Atila “intentó someter a las principales naciones de la tierra,”42 y después de su muerte dos de sus descendientes escaparon al desierto y cada uno por su cuenta reunió sus “ejércitos de marginados” con la esperanza de recuperar el imperio para sí mismo.43 Recordarás que Genghis Khan vivió durante años como proscrito y como bandido hasta que consiguió reunir la fuerza militar que le permitiera conquistar a todos sus rivales, y que esa fuerza fue “reclutada” de los ejércitos de sus propios rivales. Bajo el sistema nómada, “los líderes, los caudillos y todo insurgente, procuraron ser independientes atrayendo adeptos y seguidores a su causa.”44 Los grandes gobernantes de Asia regularmente pasaron de la riesgosa posición de bandido en jefe a la menos comprometedora de gobernador del mundo –y el proceso nuevamente se repite en un mundo “en el que todo hombre estaba lleno del anhelo de convertirse en un príncipe independiente” y en donde todo príncipe deseaba convertirse en señor de todas las cosas.45 “Los aventureros mas…audaces se congregaban impacientemente alrededor de un nuevo y exitoso caudillo de su raza,” en el principio así como en sus propios días, cuando la juventud del Asia Central alcanzó la edad estándar de quince años, Ma Chung-ying “con toda calma trazó un plan para la conquista del mundo.”46 No solo es la práctica jaredita de buscar “reclutar” a su propio bando a los seguidores de un rival mientras se integra un ejército en el desierto a la usanza tradicional de Asia, sino el método de hacerlo de acuerdo con la tradición mejor aceptada.47 Por lo tanto Akish reunió a sus seguidores alrededor del núcleo de su propia familia (los conquistadores asiáticos son fanáticamente consientes del valor de la familia) mediante abundantes obsequios, ya que “los del pueblo de Akish codiciaban las riquezas, así como Akish ambicionaba el poder; por tanto, los hijos de Akish les ofrecieron dinero, por medio de lo cual se ganaron a la mayor parte del pueblo” (Et. 9:11). Fueron los hijos de Genghis Khan, como seguramente recordarás, quienes realizaron la mayor parte de la campaña para él y desde el mismo inicio el secreto de su poder era el enorme montón de objetos de valor que permanecían cerca de su trono y del que tomaba algo, de acuerdo con la vieja costumbre de las estepas, para recompensar a quien se le unía.48 En el siglo VI a.C.
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Menandro, un embajador romano ante la corte del gran Khan, contempló quinientas carretas llenas de oro, plata y ropas de seda que acompañaban al monarca en sus viajes,49 ya que “la antigua ley de los Khan” establecía que nadie debía entrar en la presencia del gobernante con las manos vacías, ni partir de ahí sin ser recompensado.50 El patrón del imperialismo de las estepas, de acuerdo con Vernadsky, iniciaba con “la riqueza acumulada en las manos de algún caudillo competente,” que le permitía expandir su influencia entre los clanes vecinos.51 Los observadores del sistema asiático han comentado sobre el dedicado celo con el que los hombres de las estepas se consagran a dos objetivos –poder y lucro. Poder y lucro por supuesto son inseparables, y uno engendra al otro, pero en ninguna otra parte puede apreciarse mejor que todo esta gobernado sobre la base del mas franco estilo mercenario que en Asia, en donde los embajadores mas venales de occidente han sido avergonzados igualmente por la franqueza y astucia de sus anfitriones, para quienes la vida se resume a simples cuestiones de negocios. El que esta cualidad sea peculiar en la sociedad jaredita resulta del hecho de que los dos aspectos, poder y lucro, reciban una mayor atención en el libro de Eter que cualquier otro en el libro de mormon y como un vistazo a las similitudes con el antiguo mundo lo mostrará. Pero si el ambicioso caudillo obtiene adherentes mediante el soborno, ahora los mantiene haciéndoles prestar juramento. El juramento es la piedra angular de la condición asiática del jaredita. Akish nuevamente nos ofrece un excelente ejemplo: Y sucedió que Akish reunió a toda su parentela en la casa de Jared y les dijo: ¿Me jurareis que me seréis fieles en la cosa que exija de vosotros? Y aconteció que todos le juraron por el Dios del cielo, y también por los cielos y por la tierra y por su cabeza, que el que se opusiera a la ayuda que Akish deseara perdería la cabeza…. Y él les administró los juramentos que fueron dados por los antiguos que también ambicionaban poder, juramentos que habian sido transmitidos desde Caín (Et. 8:13-15). Nota que esos terribles juramentos explícitamente se remontan al mundo antiguo. Los textos mas antiguos escritos en “el lenguaje mas antiguo del mundo,” de acuerdo con Hommel, son encantamientos “con una conclusión estereotipada: ¡júralo (o conjuro) por los cielos, júralo por la tierra!”52 Desde el diluvio los documentos que han llegado a nuestras manos nos enseñan las maneras de los hombres en el amanecer de la historia y parece ser que los juramentos, conspiraciones y combinaciones secretas fueron el orden establecido desde el principio. Que mejor ilustración podríamos tener de esto que el himno de año nuevo de la gran Babilonia; el “Enuma Elish,” en el que Tiamat, aspirando a ser la señor del universo, “recluta” a los dioses de su lado, por lo que estos “conspiran incesantemente noche y día” contra el legítimo soberano y “se reúnen en multitud a fin de presentar batalla.” Cuando el verdadero rey escucha tan funestas noticias se sienta en su trono “triste y sin decir palabra alguna,” entonces en un ademán de frustración se golpea con las manos las rodillas, se muerde los labios e intentando controlar la voz que se negaba a escapar de su garganta,” finalmente atina a dar la orden para que prepararan a su ejército –la aclamación del cual toma la forma de un
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juramento de lealtad y respaldo para su líder Mardok.53 Esta historia, que se remonta al principio de los tiempos (el texto procede de la primera dinastía babilónica), no es mera fantasía primitiva: es una descripción típica y auténtica del gran Khan quien se ha enterado que un familiar y también rival esta formando un ejército en el desierto para presentarle batalla. La historia del ascenso y carrera de cualquier gran conquistador es un grueso catálogo de terribles juramentos concertados y de juramentos sin cumplir. El mas solemne de estos juramentos era sellado bebiendo sangre, como en la ocasión en que “el rey de los Commainos…obligó al emperador de Constantinopla y a su gente a que bebieran mutuamente su sangre.”55 El estudio de los anales más antiguos de Asia nos conduce, como también el estudio de las antiguas lenguas, al interior de un mundo lleno de convenios y juramentos.56 Pero ¿por qué es así? La explicación es simple; el propósito del juramento es ligar –la palabra egipcia para “jurar,” solo por mencionar un ejemplo, es ankh, que significa “nudo.” En un mundo de vastos espacios abiertos y población limitada en el que los nómadas son independientes unos de otros mediante la cacería de animales o la crianza del ganado sobre inmensas y verdes praderas ¿cómo podrían obligarse a obedecer a un líder? Debe ser por medio de juramentos, ya que no hay otra forma de establecer una relación de autoridad. Por supuesto que todo esfuerzo era realizado para convertir el juramento como de carácter obligatorio, es decir, tan terrible como sea posible y naturalmente que los juramentos con esas características se rompían siempre que fuera conveniente. La facilidad con que los hombres de las estepas pueden pasar de un bando a otro siempre mantenía a sus reyes en un estado de suspicaz alerta, de manera que la monarquía asiática en todo momento se encuentra envuelta en una sofocante –al mas puro estilo jaredita, atmósfera de sospecha e intriga. Mitra reina soberano, nos relata el Avesta, en virtud de sus diez mil espías, los cuales lo convierten en el más infalible de todos los reyes.57 Esta es la institución conocida comúnmente como “los ojos y oídos del rey,” perfeccionada por los Persas y adoptada por los monarcas de otros reinos. El éxito de cualquier conspiración en contra de la realeza tan alerta y vigilante depende por lo tanto de la sorpresa y discreción que se pueda mostrar ante ellos, de modo que el infalible accesorio adjunto y némesis de los reinos asiáticos es la sociedad secreta, infectando a todo y a todos con una paralizante sensación de inseguridad, como acertadamente Hoemes apunta, y capaz de derribar dinastías e imperios en una sola noche.58 El regalo de Asia al mundo ha salvado muchas veces a este de ser gobernado por asiáticos, ya que cuántos han sido los conquistadores Asirios, Persas o Mongoles que han tenido que darle la espalda a Occidente, cuando se encontraban a punto de emprender una campaña de conquista total, por tener que apagar el fuego de la rebelión encendido por las conspiraciones secretas de su parentela ¡tramadas a espaldas suyas! La conformación tradicional de un imperio asiático, escriben Huart y Delaporte, esta basado en “el despotismo atemperado por el derrocamiento y el asesinato,” en el que el clero juega un papel principal.59 Para bien o para mal, cada gobernante de las estepas, independientemente de cuan grande sea su poder y prestigio personales, tiene que contar con la presencia de una casta de ambiciosos y poderosos sacerdotes –usualmente chamanes. Incluso Genghis Khan, el mas poderoso de todos, estuvo a punto de perder su trono a manos de un ambicioso sumo sacerdote, y en el amanecer de la historia mas de uno de tales sumos
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sacerdotes tomaron el trono para sí mismos.60 El caso del hermano de Shared, a quien su “sumo sacerdote asesinó mientras se encontraba sentado en su trono” (Et. 14:9) es, por lo tanto, completamente típico y no una simple y disparatada coincidencia. No únicamente se nos dice que el sistema fue heredado “de los antiguos” y perpetuado por los mismos métodos utilizados por las sociedades secretas; bandas familiares, sobornos, juramentos, asesinatos, etc. como en el mundo antiguo, sino que también se nos ofrece una imagen clara del trasfondo físico. Se nos dice, por ejemplo, como el hijo del rey Akish, enfurecido con su padre por la muerte cruel de su hermano a causa de la inanición (¡nada mas típico!) fue y se unió a las crecientes fuerzas del depuesto rey Omer, quien desde que había sido derrocado por “una combinación secreta de Akish y sus amigos” había morado en tiendas y reunido una fuerza para intentar reconquistar el trono (Et. 9:3, 9) Toma nota de la aparente flexibilidad de la sociedad jaredita –la posibilidad de grandes grupos de gente vagando de un lado a otro sobre un continente escasamente poblado. Advierte también cuán bien se duplican las condiciones “sobre la faz de este país del norte” de las que prevalecen en las mismas latitudes al otro lado del mundo, en donde casi prevalece el mismo paisaje. Esto, como se verá mas adelante, es sumamente significativo, ya que plantea mucho sobre el posible origen de muchas de las costumbres indias entre los cazadores y nómadas de Asia en una fecha muy antigua: ¡la misma tesis que a menudo ha sido lanzada como el argumento mas sólido en contra del Libro de Mormón es propuesta por el mismo! Pero más de ello en otra ocasión.
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Capítulo 4 La Cultura Jaredita: Esplendor y Ruina Un Mundo de Prisiones Los Jareditas, al igual que sus parientes asiáticos y a diferencia de los Nefitas, fueron de ascendencia profundamente monárquica y su monarquía es el bien conocido despotismo asiático con accesorios incluidos. ¿Dónde se podría encontrar un mejor retrato del típico gobernante asiático que en los cuatro versículos de describen el reinado de Riplákish? (Et. 10:5-8). La lujuria y la crueldad, la magnificencia y la opresión se encuentran por igual. Esa clase de cosas que eran bien conocidas en la época de José Smith –después de todo, Hajji Baba apareció en 1824– pero el libro de Eter va mas allá de una imagen que nos muestra costumbres completamente ajenas a la experiencia de la gente de occidente. Una práctica común consistía, como se menciona muchas veces en el libro, en mantener a un rey prisionero durante toda su vida, permitiéndole engendrar y criar una familia en cautividad incluso aunque los hijos una vez crecidos desearan casi seguramente buscar venganza para su padre y poder para sí mismos llegado el momento. Por lo tanto, cuando Kib fue encerrado por su propio hijo Corihor, engendró otro en cautiverio y murió a una avanzada edad. Para vengar a Kib, su hijo Shule derrotó a Corihor, a quien sin embargo, ¡se le permitió gozar de cierta autoridad en el reino! Shule a su vez fue hecho prisionero por Noé, el hijo de Corihor, solo para ser rescatado de la prisión y restituido al reino por sus propios hijos. Y así, sucesivamente, “Set…vivió en el cautiverio todos sus días;…Morón vivió cautivo el resto de sus días y engendró a Coriantor. Y sucedió que Coriantor vivió en cautiverio todos sus días. Y engendró a Eter y murió, habiendo vivido en el cautiverio todos sus días.”1 Esto a nosotros nos parece un sistema sumamente ridículo, aunque concuerda perfectamente con la inmemorial costumbre asiática. Es por eso que cuando Baidú y Kaijatú se disputaron el trono de Asia, los consejeros de este último le dijeron una vez que obtuvo el trono: “Es correcto que Baidú sirva bajo tus órdenes y que sea un esclavo el resto de su vida, de modo que debe evitarse que su mano intente quitarte la vida o hacerte algún daño.” Kaijatú falló en observar este consejo para su desgracia, ya que su hermano logró invertir los papeles y lo encerró en una torre por el resto de sus días, pero se rehusó a matarlo.2 La expresión “sirva bajo tus órdenes” nos recuerda que en el libro de Eter eran obligados “a servir muchos años en cautiverio” (Et. 8:3; 10:15; 10:30). Benjamín de Tudela narra como el Califa, el guía espiritual de toda el Asia occidental arregló “para sus hermanos y otros familiares” una vida llena de lujos, comodidades y seguridad: “Cada uno de ellos posee un palacio en el interior del palacio del Califa, pero todos están apresados con cadenas de hierro y un oficial fue puesto sobre cada miembro de la familia para vigilar sus movimientos y evitar una rebelión en contra del gran Califa.”3 En sus inicios Genghis Khan fue encadenado y presentado ante la corte de un príncipe rival como un prisionero permanente –su escapatoria se consideró sobrehumana. Su descendiente Timur y su esposa también fueron hechos prisioneros permanentes y mantenidos en un establo por un gobernante rival.4 En una emergencia el Sha de Persia fue incapaz de prestar ayuda como aliado al mismo Timur porque, como explicaba “su nieto Mansur le había arrebatado el mando de su ejército y lo había arrojado en la prisión” –hasta
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que fue capaz de escribir ciertas cartas de liberación.5 Cuando Izzudín derrotó a su hermano Alluddín en su disputa por el trono del imperio Seljuk, lo encerró en prisión, pero cuando siete años después su hermano Izzudín murió, Alluddín fue liberado de inmediato y puesto sobre el trono sin disputa alguna –había sido puesto tras las rejas ¡solo como precaución!6 Era costumbre de los antiguos reyes Turcos, durante tanto tiempo cuestionado por los eruditos pero comprobado recientemente, permitir a su rivales vencidos sentarse sobre sus tronos durante el día, ¡pero encerrarlos en jaulas de hierro durante la noche!7 Estos señores de las estepas, como el gobernador Mamluke que controló a un general disidente llevándolo ante la corte en una jaula,8 estaban siguiendo los pasos de reyes mas antiguos. Senaquerib reporta que nada menos que el rival rey de Babilonia “fue encadenado y arrojado en una jaula y traído ante mí. [se le capturó en la puerta central de Nínive como a un puerco].”9 Y con respecto al rey de Arabia, Asurbanipal dice: “Lo coloqué dentro de una perrera. Junto a los perros y chacales(?) le hice montar guardia a las puertas de Nínive.”10 Moviéndonos hacia atrás hasta los registros mas antiguos, encontramos una cantidad de leyendas por todo el mundo antiguo narrando como un dios victorioso en el principio encadenó y encerró a sus rebeldes parientes –sin matarlos, ya que ellos son partícipes de su naturaleza divina; los mitos mas antiguos de Zeus y Osiris de inmediato asaltan la mente.11 Advertirás que los reyes cautivos en el libro de Eter siempre son encarcelados por sus parientes. La costumbre de realizar trabajos forzados en prisión se encuentra intimamente relacionado con el confinamiento permanente de los reyes. Riplákish “logró toda su obra exquisita, si, aun su oro fino hacía que se refinara en la prisión, y hacía que allí fuese elaborada toda suerte de obras preciosas” (Et. 10:7). El trabajo en prisión, nos es dicho, era la alternativa para el pago de onerosos impuestos (Et. 10:6). Mucho del mismo sistema fue usado en el principio por los Asirios: Tiglat Pileser III menciona que “recibí el tributo y los impuestos de sus manos;…sus caballos, mulas, camellos, ganado y ovejas…sus innumerables obreros que puse a mi servicio… todo hábil artesano astutamente empleé para tener siempre lo mejor. Impuse cuotas feudales, trabajos forzados y capataces en toda la tierra de Nairi.”12 Observa la combinación de cuotas y trabajos forzados –la misma que esta presente en el libro de Eter. Incluso los reyes eran obligados a servir, como hemos visto en el caso de los Jareditas: “Los reyes, su gobernantes, todos ellos quedaron a mi servicio y les impuse tareas serviles.”13 Los gobernantes posteriores de Asia continuaron con la tradición; los Escitas consideraban al resto de la gente como sus esclavos y sus sucesores los Partianos obligaron a los habitantes de enormes regiones a trabajar en sus grandes granjas.14 Mientras en el Asia Occidental Alarico y Atila trataron a todos los hombres como siervos, 15 en el Este los conquistadores Wei mantuvieron trabajando a un millón de cautivos en cuevas durante cien años para producir “toda suerte de obras preciosas.”16 “En una casa edificada para tal propósito,” nos cuenta Marco Polo al describir las costumbres de Asia, “todo artesano es obligado a trabajar un día a la semana al servicio de su majestad.”17 Cada pariente del gran Khan “recibía cierto número de obreros calificados, artesanos, artistas y así sucesivamente que estaban a su entera disposición y que vivían en donde mejor le pareciera.”18 Tamerlane acaparaba a esos artesanos, especialmente los orfebres y los alfareros, forzándolos a vivir hacinados en campos de concentración en Samarcanda de una manera muy similar a la que AssurNazirPal había esclavizado a los obreros Arameos 3000 años antes.19 Inclusive en nuestra propia época el Ja-Lama forzó a todos a sentir su poder; “oficiales
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tibetanos,…peregrinos mongoles,…comerciantes chinos,” así como una innumerable cantidad de soldados y campesinos “para trabajar en la construcción de edificios, torres y murallas” que perpetuaran su majestad y gloria. 20 No debemos pasar por alto los ambiciosos programas de construcción de los reyes Jareditas, ya que nada es mas típico de estos primeros gobernadores de Oriente, en donde incluso las leyendas prehistóricas insistentemente mencionan la construcción de edificios.21 Coriántumr “edificó muchas grandes ciudades” (Et. 9:23); el magnífico Riplákish “construyó muchos suntuosos edificios” (Et. 10:5) y Moriantón “edificó muchas ciudades, y durante su reinado el pueblo se hizo sumamente rico…en edificios” (Et. 10:12) Es extraño que reyes guerreros y vagabundos mostraran una pasión por la construcción, pero eso es un hecho tanto en Asia como en América: ”Las ciudades se multiplicaron como hongos en honor del Khan gobernante, la mayoría de las cuales estaban sin terminar y rápidamente caían en la ruina. Ejércitos de artesanos eran reunidos para tal propósito (otra práctica jaredita);…entonces el Khan moría y de toda la gloria precedente solo quedaban como testigos un montón de ruinas.”22 Un torpe y gravoso procedimiento que generalmente conducía a la ruina financiera y a una revolución, lo aprendemos tanto de las páginas del Bar Hebraeus como del Riplákish del Libro de Mormón (Et. 10:5-8): “porque tuvo muchas esposas y concubinas; e impuso sobre los hombros del pueblo lo que era gravoso de llevar; sí, les impuso pesadas contribuciones; y con los impuestos construyó muchos suntuosos edificios…y…el pueblo se sublevó en contra de él, al grado de que mataron a Riplákish, y echaron a sus descendientes de la tierra.” He tratado el asunto de esta extraña pasión por la construcción de edificios en un reciente artículo, pero lo que quiero aquí es llamar la atención sobre la exacta similitud de la práctica jaredita con la del mundo antiguo. Por cierto, las esposas y concubinas son una parte importante del cuadro, ya que proveyeron el principal artículo oneroso y la principal causa de la ruina financiera entre los gobernadores de las estepas, en donde la regla era que todo rey desplegaba su riqueza y poder en función del número de esposas y concubinas, cada una de las cuales poseía un completo séquito de sirvientes a su disposición.23 La particular importancia otorgada al trono de Riplákish (Et. 10:6) es otro aspecto auténtico. El plano para la construcción del trono real se decía que le había sido revelado a Gudea, el famoso hechicero de Lagash desde el cielo y también había la creencia ampliamente difundida en Asia en el sentido de que solo podía haber un trono verdadero en el mundo y que cualquier persona no autorizada que intentara sentarse en el sufriría graves consecuencias.24 La trascendencia del trono25 queda perfectamente bien ilustrada en la historia de la maneraen que el mongol Baidú fue conducido al error por los aduladores y llegó a considerarse a sí mismo como dueño del orgullo y magnificencia…había traído el trono que estaba en Tabriz… y se sentó en el e imaginó que de ahora en adelante su reino estaba asegurado.”26 Es muy famosa la historia de cómo Merdawij de Persia, buscando asumir el título y dignidad de rey del universo en el siglo nueve, construyó un trono dorado de acuerdo con el patrón heredado de los antiguos monarcas Persas e ingenuamente creía que el trono le daba majestuosidad.27 Con relación al trono del gran Khan, Carpini escribe: “había además una plataforma de cierta altura construido con tablas en donde el trono del emperador era colocado, el cual estaba adornado con marfil, oro y piedras preciosas y había algunos peldaños para llegar hasta el y tenía el respaldo curvo.”28 De este tipo de trono seguramente era el
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“excesivamente bello trono” de Riplákish, ya que todos los tronos antiguos encontrados parecen, como el trono del dragón, el trono del pavo real, el trono de grifón e incluso la sella curulis romana, remontarse al antiguo patrón originado en le Asia Central.29
El Episodio de la Hija de Akish Hay una trama de intriga en el libro de Eter que presenta antiguos y ampliamente difundidos (aunque recientemente descubiertos) paralelos con historias del mundo antiguo. Se trata de la historia de la hija de Jared. Esto inicia con un hijo (Jared) que se rebeló contra su padre, “lisonjeó a muchos, por motivo de sus palabras astutas, hasta que hubo logrado la mitad del reino. Tomó cautivo a su padre,” después de vencerlo en la batalla, “y lo hizo servir en el cautiverio” (Et. 8:23). El rey en cautiverio engendró a otros hijos que finalmente trastornaron los planes de su infiel hermano derrotando a sus huestes en una escaramuza nocturna. Al bisoño aspirante al trono sus hermanos le perdonaron la vida cuando prometió devolver el reino a su padre, pero no contaban con la hija de Jared, una joven ambiciosa que había leído, o al menos preguntó a su padre si había leído en “los anales que nuestros padres trajeron a través del gran mar;” un recuento sumamente instructivo de los procedimientos mediante los cuales los hombres de antaño “lograron reinos y gran gloria.” ¿No ha leído él los anales que nuestros padres trajeron a través del gran mar? He aquí ¿no hay en ellos una relación concerniente a los antiguos, de cómo por medio de sus planes secretos lograron reinos y gran gloria? Ahora pues, envíe mi padre por Akish, el hijo de Kimnor; y he aquí, soy bella, y bailaré delante de él, y le agradaré, de modo que me deseará por esposa. Por tanto, si te pide que me des a él por esposa, entonces le dirás: te la daré, si me traes la cabeza de mi padre, el rey (Et. 8:9-10). Históricamente, el punto central de esta historia es que parece ser completamente burda. Se supone que así debe ser. La doncella le pregunta a su padre si ha leído “los anales” y le hace mención particular de que en ellos se describe como “los hombres de la antigüedad…obtuvieron reinos.” En concordancia con esto ella entonces traza un curso de acciones a tomar que están validadas por “los anales”. Concordaba con un plan de acción (para conquistar cualquier reino, ya que la palabra aparece en plural) el que una joven doncella bailara ante un extasiado extraño, ganara su corazón y lo indujera a traicionar al rey, desposarla y obtener el trono. La siniestra hija de Jared pone en marcha un plan que involucra a todos. Habiendo conseguido que su abuelo capitule y su padre alcance el trono, ella procede a desposarse con el homicida Akish quien ya había “administrado los juramentos de los antiguos [otra vez el viejo sistema]…decapitando a su suegro mientras estaba sentado en el trono” (Et. 9:5). ¿Y ahora quien era el responsable de este nuevo crimen? “Fue la hija de Jared quien le puso en el corazón hacer resurgir estas cosas de tiempo antiguo; y Jared lo insinuó en el corazón de Akish” (Et.8:17). Primeramente ella influenció a Akish mediante Jared, pero una vez que se convirtió en su esposa, Akish por supuesto actuó directamente bajo su influencia para liquidar al siguiente rival. De acuerdo con el antiguo patrón (ya que Eter insiste en que todo esto se remonta a “los antiguos”), tan pronto como Akish se da cuenta que
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un posible sucesor aparentemente lo marcaría a él como la próxima víctima, y con toda seguridad lo era, lo encontramos sospechando hasta de su propio hijo a quien encierra en prisión y lo deja sin comer hasta que muere; pero él tenía otros hijos, de manera que “empezó a haber guerra entre Akish y los hijos de Akish,” lo que derivó en la completa ruina del reino (Et. 9:12). Años mas tarde el pernicioso mal es revivido por Het, quien “empezó a adoptar los planes secretos de los tiempos antiguos,” destronado a su padre, “matándolo con su propia espada; y reinó en su lugar” (Et. 9:26-27). Esto es, en efecto, una extraña y terrible costumbre por la sucesión al trono; incluso no hay una tradición mejor atestiguada del mundo antiguo que el ritual de la princesa danzante (representada por la sacerdotisa salina de los Babilonios, de ahí el nombre Saloila o Salomé) quien se gana el afecto de un pretendiente y lo induce a desposarla, decapitar al viejo rey y obtener el trono. Personalmente reuní una gran cantidad de información sobre esta nefasta mujer e incluso hasta leí un artículo sobre ella en una reunión anual de la Asociación Americana de Historia. 30 Te invito a que investigues todo lo concerniente al sórdido triángulo formado por el anciano rey, el aspirante al trono y la bella bailarina en los trabajos de Frazer, Jane Harrison, Altheim B. Schweitzer, Farnell y algunos otros estudiosos del folclore antiguo.31 El asunto a señalar aquí es que parece que ha habido una sucesión de ritos antiguos que han seguido este mismo patrón. La historia oculta detrás de la máscara de los ritos efectuados en Olimpia y el Ara Sacra o las escandalosas y desenfrenadas danzas del ritual hierodulaico, presentes en todo el mundo antiguo, el verdadero rostro de un origen muy antiguo y común.32 Aunque no carece de paralelos históricos genuinos, como cuando en el año 998 d.C. la hermana del Califa obtuvo como obsequio la cabeza del gobernador de Siria,33 el episodio de la princesa danzante es en toda época esencialmente un ritual y el nombre de Salomé tal vez no es accidental, ya que su historia puede calificarse como se quiera pero no como una historia original o inédita. Probablemente el libro de Eter nos ofrezca el posible origen más plausible al atribuir la conducta de la hija de Jared a la fascinante influencia ejercida por textos de antiguos rituales –secretos preceptos sobre el arte de deponer a un envejecido y anacrónico rey. La versión jaredita, dicho sea de paso, es completamente diferente de la historia bíblica de Salomé, pero idéntica en muchos aspectos que han llegado hasta nosotros a través de los documentos mas antiguos de la historia humana.
Cristal, Acero y Seda Antes de adentrarme en el recuento de los tristes y deprimentes anales que componen la mayor parte de la historia jaredita, así como de toda historia antigua, será un verdadero placer considerar brevemente las escasas y casuales referencias contenidas en el Libro de Mormón a la cultura de los materiales de esta extraña nación. Hace unos cuantos años tu mas sonora objeción a la historia jaredita habría sido seguramente con respecto a las desafortunadas alusiones sobre el hierro e incluso el acero (Et. 7:9) en una era en la que el hierro y el acero eran materiales supuestamente inconcebibles. Actualmente las protestas han perdido fuerza, incluso en aquellas trincheras que “aun permanecen bajo la influencia de la teoría de la evolución [que] ha entorpecido de forma por demás desafortunada el estudio
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de la historia antigua.”34 Nada ilustra mejor la frustración al intentar aplicar la pulcra, ordenada, conveniente y mecánica regla del progreso a la historia que el estado actual de las investigaciones sobre las distintas eras de los metales. Permíteme remitirte al reciente estudio de Wainwright: “El surgimiento del Hierro.” En el aprenderás que el empleo del hierro es tan antiguo como el de cualquier otro metal: “El uso de trozos de hierro meteórico por parte de la civilización egipcia predinástica durante la Era Carbonífera de ningún modo se considera inusual. Los esquimales así lo hicieron, aunque empleándolo de otra forma y en la Era del Hueso, así como los Indios de Ohio del periodo neolítico. Los Sumerios de Ur en aquel momento se encontraban en la Eera del Bronce, aunque mas tarde experimentaron una regresión a la Era del Cobre.”35 La posibilidad de una involución es significativa –no hay razón para suponer que otras naciones no habrían podido involucionar como los Sumerios. Pero los trozos de hierro meteórico no fueron la única fuente de obtención de este metal, ya que “ahora resulta que, a pesar de no estar interesado en él, el hombre fue capaz en una época muy temprana de extraer su propio hierro a partir del mineral y emplearlo en la fabricación de armas.”36 Pero ¿cómo podría el hombre haber realizado tan grandioso descubrimiento o haber perpetuado tan magnífico arte y paradójicamente no estar interesado en él? Solo podemos suponer que en alguna parte hubo gente interesada en ello y que esa gente, como hemos estado viendo, de hecho habría morado en lo que alguna vez fuera la tierra natal de los Jareditas. Definitivamente ya no hay razón alguna para rechazar la idea del hierro jaredita si es que estos últimos lo consideraban de valor. La hoja de un cuchillo de origen mesopotámico “fabricado con hierro no meteórico” y su empuñadura han sido fechados con absoluta certeza como pertenecientes al siglo XXVIII a.C.; el hierro encontrado en la Gran Pirámide se remonta al año 2900 a.C. y “quizá fue extraído de un mineral.”37 Incluso los egipcios, lejos de especializarse en el hierro, nunca pusieron demasiada atención al asunto, excepto en sus rituales primitivos –el último lugar en el que esperaríamos hallarlo si fuera un descubrimiento tardío. Mientras que el mismo Wainwright ha encontrado cuentas de hierro en la ciudad egipcia de Gerzah que “datan del año 3500 a.C. o anteriores…paradójicamente Egipto fue el último país del Cercano Oriente en ingresar a la Era del Hierro y lo hizo debido al incremento de las influencias del provenientes de las regiones ubicadas al norte.”38 De hecho en el año 1000 a.C., Egipto “aun permanecía varado en la Era del Bronce.”39 Habiendo probado que la aparición del hierro es tan antigua como la civilización, los egipcios entonces demuestran que una civilización es completamente libre para ignorarlo, para desgracia de los apologistas del evolucionismo. Fueron los asiáticos quienes emplearon mayormente el hierro. Tan temprano como el año 1925 a.C., “un rey Hitita poseía un trono hecho de hierro y entre los inventarios de los templos Hititas el hierro se destacaba como el metal mas común y no el bronce, al que se esta acostumbrado en otras latitudes del Cercano Oriente.”40 Si nos movemos mas al Este, a la región en la que los Jareditas surgieron, encontraremos el proceso de manufactura del hierro tan avanzado en el periodo Amarna que el monarca pudo enviarle al rey de Egipto dos espléndidas dagas “cuya hoja es de kliabalkinu,” expresión que generalmente se traduce como “acero.”41 Aunque la traducción no es absolutamente segura, las alusiones literarias con referencia al acero son muy antiguas. El Zend Avesta se refiere constantemente al acero y antecede al hierro en las cuatro Eras de Zaratustra,42 recordando un aspecto de la doctrina védica que establece que el cielo fue creado con el acero y por ello era el “metal color azul cielo” de los primeros egipcios y babilonios.43 Las leyendas de las tribus de Asia
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están colmadas de referencia sobre aves, flechas y otros artículos místicos hechos de acero y el fundador de la dinastía Seljuk de Irán era llamado, como lo hemos mencionado, el arco de hierro o acero.44 La fabricación del hierro en el Asia Central es practicada hasta por las tribus mas primitivas y Marco Polo se refiere a ellas mas como mineros del “acero” que del hierro.45 El “acero” bien podría ser alguna especie de aleación de hierro de extrema dureza y la fórmula química correcta para ello se ha encontrado en objetos de acero provenientes de las excavaciones en Ras Shamra que datan del siglo XIV a.C.46 Si trazáramos retrospectivamente el asunto hasta su lugar y tiempo de origen, con toda probabilidad nos encontraríamos en la tierra de los Jareditas, ya que la suya fue también la tierra de Tubal-Caín, “el extremo noroeste de Mesopotamia,” del que Weinwright señala en apoyo a lo registrado en Génesis 4:22, que es “la región mas antigua en la que sabemos existían tiendas en las que el hierro fabricado era guardado y distribuido al resto del mundo.”47 Es en esta región y no en Egipto que debemos buscar los primeros y mejores ejemplares de los antiguos trabajos en hierro, incluso a pesar de que los egipcios conocieron el hierro por lo menos desde el año 3500 a.C. Los ejemplos del hierro, del acero y del bronce son significativos. No evolucionaron en grados imperceptibles para conquistar el mundo mediante el triunfo progresivo y estable a través de las diferentes épocas, sino que aparecieron completamente desarrolladas para emplearse en un lugar y pasar completamente desapercibidos en otro; prosperando en una era y menguando en la siguiente.48 Lo mismo es válido para otro producto atribuido a los Jareditas y del que hasta hace poco se creía que era una invención relativamente tardía. En los días de José Smith y mucho después no había erudito que no aceptara el relato de Plinio sobre el origen del vidrio sin cuestionamientos.49 Yo solía quedarme perplejo por la alusión registrada en Eter 2:33 a “ventanas que se harían pedazos,” de modo que solo podían ser ventanas de cristal, ya que ningún otro material podría colocarse en una ventana y al mismo tiempo ser tan quebradizo como para ser hecho “pedazos.” Es más, Moroni al referirse al cristal como “transparente” en Eter 3:1, parece estar siguiendo a Eter. Esto haría de la invención del vidrio un evento mas antiguo de lo que cualquiera soñó hasta el reciente hallazgo de tales objetos como cuentas de vidrio egipcias que datan del “finales del tercer milenio antes de Cristo”50 así como “placas de cristal azul turquesa de excelente calidad” que poseía una de las primeras reinas de Egipto.51 “Se conoce muy poco,” escribe Newberry, “sobre los inicios de la historia del vidrio,” si bien esa historia puede remontarse a tiempos prehistóricos, ya que las cuentas de vidrio se han encontrado en entierros prehistóricos.”52 No debe sorprendernos si la aparición de objetos de cristal de antes del siglo sexto es escasa y fragmentaria,”53 porque el cristal se degrada como la madera y es una maravilla que algo de ello halla sobrevivido desde las mas remotas épocas. Hay una diferencia muy grande además, entre encontrar unos cuantos objetos de cristal o no encontrar ninguno. Un fragmento de una lámina sucia es todo lo que tenemos para demostrar que los Mesopotámicos usaban navajas de hierro a inicios del tercer milenio a.C. --pero es todo lo que necesitamos. De igual manera las primeras piezas de cristal fechadas provienen de la época de Amenothep I; pero bajo el régimen de sus sucesores inmediatos, los vasos de cristal parecen indicar una avanzada técnica en el trabajo del vidrio: “revelan el arte en un alto estado de eficiencia que debe ser el producto de la experiencia largamente acumulada,” escribe Newberry.54
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El hallazgo de los cristales y de toda obra en Egipto no es un tributo a la superior civilización de los egipcios, sino a las cualidades superiores de sus resecas arenas. Hemos visto que los egipcios tenían en poca estima al hierro, el cual encajaba como anillo al dedo en la tierra de Tubal-Caín. Lo mismo parece ser verdad para el vidrio. Los mitos y el folclore de los estratos más antiguos de las leyendas asiáticas (por ejemplo, la doncella-cisne y el flechador del cielo) están repletos de montañas, palacios y ventanas de cristal. En una leyenda sumamente antigua y ampliamente difundida, el pájaro Shamir (que aparece en muchas ocasiones), intentando entrar a los aposentos de la reina del inframundo, se rompe las alas al golpearse contra el cristal de la ventana al intentar cruzarla volando. Las montañas de cristal de las leyendas del norte y los palacios de cristal de la inmensa region de Sheba son variantes de lo expresado anteriormente, y que he demostrado en otro estudio. “Una pasta brillante y vidriosa,” tan parecida al cristal que su ausencia en la misma region es sorpresiva, ya que “era conocida y ampliamente usada en Egipto y Mesopotamia desde el cuarto milenio a.C. en adelante.”55 Esta pasta, aplicada a los objetos fabricados a base de arcilla, tendría mayores probabilidades de dejar un rastro mas perdurable que el simple cristal que se desintegra fácilmente en tierra húmeda –un proceso que a menudo he tenido la oportunidad de observar en los antiguos montones de basura griega. Esto explicaría fácilmente la permanente escasez de vidrio fuera de Egipto. Ahora nos damos cuenta que los eruditos que rechazaron la afirmación de Marco Polo en el sentido de haber visto ventanas con cristales de colores en la corte del Gran Khan se apresuraron en sus conclusiones. Un contemporáneo de Marco Polo “menciona que las ventanas de algunas barcazas o navíos en China tenían cristales plateados,” pero el autor que cita a esta autoridad agrega que “su manufactura probablemente era europea.”56 Es interesante el hecho de que el empleo del vidrio en las primeras ventanas en el Lejano Oriente fuera en ventanas de barcos, pero el hecho de que el vidrio fuera escaso en China no significa que el vidrio al que se hace referencia necesariamente fuera de manufactura europea, ya que no era Europa sino el Asia Central quien detentaba la supremacía en la producción del vidrio. Un observador chino en el Asia Central en 1221 se mostró impresionado por la gran industria nativa, que producía entre otros productos ventanas de cristal transparente.57 Hemos notado que le gran Khan tenía un particular interés en los orfebres y en los artesanos del vidrio. Si el hierro y el vidrio se deterioran, ¿qué decir de la seda? El “fino lino tejido” de los Jareditas (Et. 10:24) no ofrece un serio problema, ya que, como se indicó en una carta anterior, restos del lino mas fino han sobrevivido en sitios prehistóricos del mundo antiguo. Pero el mismo versículo habla de la seda. Debido a que pocos materiales sufren una mayor degradación que la seda, no es una sorpresa que la única evidencia que tenemos de su existencia en tiempos antiguos sea a través de registros escritos. Pero estos son lo suficientemente abundantes como para concederles a los Jareditas el lujo de sus prendas de seda; si algo ha de mencionarse a favor de lo anterior es lo citado en la enciclopedia británica que refiere que la seda empezó a usarse en China en la primera mitad del tercer milenio a.C. y en la India aproximadamente en el año 4000 a.C.58 La preeminencia de la India sobre China sugiere un punto central de distribución equidistante de ambos países que naturalmente estaría ubicado en el Asia Central, y en realidad la región de Khotán en el Asia Central fue el gran centro de distribución en épocas intermedias. La fabricación de la seda en las Islas Griegas se remonta a fechas muy
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antiguas y una leyenda sobre el Minoan Dedalus documentada por Apolodoro solo puede referirse al cultivo de la seda; un fuerte indicativo de que Asia y no China era el centro prehistórico de distribución del conocimiento de la seda en el mundo.
El Reino Animal Al igual que los metales y el cristal, los animales de antaño durante mucho tiempo han sido erróneamente catalogados debido a las arraigadas y anticuadas preconcepciones. No fue sino hasta hace cinco años –y tal vez aun– que los mejores arqueólogos estaban convencidos que el camello fue un animal desconocido en Egipto hasta la época de Griegos y Romanos, calificando el episodio bíblico de los camellos de Abraham (Gen. 12:16) como el peor absurdo histórico, hasta que J. P. Free fue capaz de demostrar la existencia y uso continuo en Egipto del noble animal que se remonta directamente desde tiempos prehistóricos hasta el presente a partir de evidencia al alcance de cualquier investigador concienzudo.59 Sabemos que el caballo, como el hierro, con el que a menudo se le asocia en la historia convencional, no apareció en escena en un único sitio para diseminarse gradual y consistentemente por todo el mundo, sino que fue introducido en repetidas ocasiones en la primitiva area cultural Indo-germánica, filtrándose, por decirlo de algún modo, una y otra vez.60 Mientras que ciertos pueblos prehistóricos (p. ej. Anau) tuvieron el buey y el caballo antes que el perro o la cabra, otros (como el Ertobeliano) tuvieron al perro mucho antes que otros. “Es algo excepcional,”señala McGovern, “que no encontramos una alusión específica al camello entre los Escitas y los Sarmatianos, aunque…su existencia y uso debieron conocerse.”61 La moraleja de todo esto es que nunca podremos estar lo suficientemente seguros al respecto. Cualquier naturalista supondría que el elefante se habría extinguido en el Asia Occidental hacia cientos o quizá miles de años por toda la evidencia que la misma criatura habría dejado tras de sí: solo por medio de los registros históricos nos enteramos que grandes manadas de elefantes vagaban por las templadas tierras de Siria y del Alto Eúfrates en épocas tan tardías como la de la décimo octava dinastía egipcia, época en que los faraones los cazaban por deporte y que los elefantes fueron empleados por los líderes guerreros del Asia Central en otras épocas.62 En la antigüedad muchas especies de animales salvajes desaparecieron sin dejar rastro, debido tal vez a un cambio climático global. Creo que es tremendamente significativo el que el Libro de Mormón asocie a los elefantes únicamente con los Jareditas, ya que no hay una razón aparente para suponer que no hubieran sido tan comunes en el siglo quinto como en el décimoquinto a.C. Todo lo que sabemos es que se extinguieron en extensas partes de Asia en algún momento comprendido entre ambas fechas, así como sucedió también en el Nuevo Mundo de acuerdo a lo registrado en el Libro de Mormón, quedando únicamente los registros de hombres que testificaron de su existencia. Tienen gran cantidad de hierro, accarum y andanicum,” dice Marco Polo al referirse al pueblo de Kobián. “Aquí se fabrican espejos de un acero sumamente pulido, de gran tamaño y muy hermosos. Lo que hay que hacer notar aquí no es principalmente el adelanto en la manufactura del acero en el Asia Central, que como hemos visto es de sumo interes, sino el hecho de que nadie sabe a ciencia cierta que eran el accarum y el andanicum. Marco Polo por supuesto lo sabía, pero dado que no existían en Europa, no había un vocablo europeo para describirlos, de manera que lo único que podía hacer era llamarlos por su nombre. De igual manera 153
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sucede con los curelomes y cumomes de Eter 9:19. Estos animales eran desconocidos para los Nefitas, de manera que Moroni dejó sin traducción esas palabras, o tal vez eran conocidos para los Nefitas pero desconocidos para nosotros, de manera que no había un nombre en nuestro lenguaje con el cual designarlos. Eran simplemente especies de “muchas otras clases de animales que eran útiles para el sustento del hombre” (Et.9:18). La historia sobre la crianza de “animales útiles para el hombre” es extremada compleja; incluso tratar de trazar los orígenes de la crianza de animales tan característicos como el caballo árabe, el dromedario o el buey sigue siendo hoy día completamente imposible.63 Los viajeros procedentes de Europa y el Lejano Oriente que han recorrido el Asia Central siempre comentan sobre las peculiares especies que allí habitan –camellos de dos jorobas (que no son en realidad tan diferentes de los camellos árabes o de lo que una llama puede serlo de una oveja), ovejas de gran alzada y extrañas variedades de caballos y bueyes para ninguno de los cuales existe un sinónimo en el lenguaje de dichos viajeros con el que sea posible designarlos.64 Así que a los dromedarios y a los camellos bactrianos les llaman simplemente “camellos” y a los kulanos “caballos,” de la misma forma en que indudablemente el Libro de Mormón designa como ‘ovejas’ y ‘especies de ganado’ a ejemplares que nosotros difícilmente reconoceríamos. Me parece sumamente tranquilizador el hecho de que el libro de Eter, al llevarnos de regreso a épocas arcaicas, no insista en complicar las cosas al hablarnos de animales prácticamente extintos para la época de los Nefitas, así como de especies que no podemos identificar. La descripción sobre la manera en que la gente fue expulsada de la tierra por una plaga de serpientes que en aquel entonces “obstruyeran el camino para que la gente no pudiera pasar” (Et. 9:31-35) pudiera parecerte un episodio carente de credibilidad desde el punto de vista científico. Es por ello que me apresuré a investigar sobre el particular. Pompeyo el Grande, se nos dice, no pudo entrar con su ejército en Hircana debido a que la ruta estaba infestada de serpientes hasta el río Araxes; un caudal en el que aun se aglomeran estos reptiles.65 Una de las principales actividades filantrópicas del rey mago Persa consistía en hacerles la guerra a las serpientes –un cometido que se remonta a épocas inmemoriales en que la raza humana se veía en problemas a causa de ellas.66 Los Abursitanos decían haber sido expulsados de su país por las serpientes y Esarhadón de Asiria recuerda el horror y el peligro de la marcha de su ejército a través de “una tierra de serpientes y escorpiones tan abundantes que la planicie se encontraba cubierta por ellos como si se tratara de hormigas.”67 En el siglo XIII d.C. el Sha Sadrurín estaba empeñado en construir una ciudad que sobrepujara al resto en esplendor, aunque el proyecto tuvo que ser abandonado tras haber realizado un gasto cuantioso, debido a que durante un periodo de sequía, el lugar fue invadido por tal cantidad de serpientes que lo hacían completamente inhabitable.68 En este sentido, es interesante señalar que la plaga de serpientes descrita en el libro de Eter también fue precedido por un periodo de intensa sequía (Et. 9:30). En el capítulo diez del libro de Eter leemos como grandes expediciones de cazadores en los días del rey Lib se internaron en las fértiles tierras del sur “con el objeto de procurar alimento para la gente del país” (Et. 10:19). Los occidentales tienen la predisposición a considerar el arte de la caza como una actividad netamente de carácter individual; efectivamente, Oppenheimer insiste que los cazadores siempre operan “en pequeños grupos o en solitario.” Pero esa no era la
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forma de proceder de los antiguos cazadores asiáticos. De acuerdo con Odoric y William, los Mongoles siempre cazaban en grandes grupos, miles de soldados dirigían a la presa hacia el centro de un enorme círculo en el que el rey y su corte seleccionarían a sus animales.69 Esa era la forma normal de aprovisionamiento de un ejército y de una nación en Asia y que Jenofonte describe diecisiete siglos antes que Carpini.70 Miles de años antes que Jenofonte, un egipcio de la época predinástica talló en roca una escena que representa a un grupo de cazadores formando un círculo alrededor de un grupo de asustados animales que permanecen en el centro del mismo. Es la cacería de los reyes, al mas puro estilo jaredita, en los albores de la historia.71 En estas grandes cacerías, el rey siempre era el líder, igual que en el caso de los Jareditas: “y el mismo Lib llegó a ser un gran cazador” (Et. 10:19). “Los reyes deben ser cazadores,” y toda corte real debe tener su área de caza a la usanza de los primeros gobernantes de Asia, quienes invariablemente destinaron vastas extensiones de terreno despoblado como refugio exclusivo para la fauna.72 En este punto el Libro de Mormón nos confronta con una primicia verdaderamente asombrosa: “y reservaron la tierra del sur como despoblado para la caza. Y toda la faz de la tierra del norte se hallaba cubierta de habitantes” (Et.10:21) El cuadro del antiguo procedimiento asiático de caza es completo en todos sus detalles y es correcto en todos sus puntos.
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Capítulo 5 Y Alzaron la Espada Los Grandes Espacios Abiertos1 Estimado Prof. F: Si mi insistencia con relación al Asia Central te fastidia, permíteme recordarte que el libro de Eter nos deja sin alternativa. No olvidemos que lo que los reyes Jareditas hicieron fue una imitación consciente y un ejercicio interrumpido de las costumbres de “los antiguos,” de la “gente de antaño” que había vivido en el mundo antiguo. Este hecho, por cierto, es otra indicación de que la migración jaredita no se llevó a cabo inmediatamente después del diluvio, ya que con la caída de la torre, también se estaba presenciando la caída del antiguo orden establecido. Los Jareditas abandonaron su tierra natal llevando grandes rebaños de ganado consigo a la antigua usanza asiática e incluso en el caso de que nunca hubieran sido un pueblo nómada con anterioridad, ciertamente vivieron a la manera de la vida en las estepas durante los muchos años que transcurrieron antes de cruzar las grandes aguas (Et. 3:3) y cuando se hicieron a la mar, llevaron cuanto animal les fue posible introducir en sus pequeños navíos, “sus rebaños y hatos,” y cualquier bestia (Et. 6:4) por lo que una vez que llegaron al Nuevo Mundo continuaron con la crianza de “todo género de ganado, de bueyes, y vacas, y de ovejas,” tal y como sus ancestros en el mundo antiguo (Et. 9:18). Nada podría haber sido mejor calculado para mantener vivas las costumbres del mundo antiguo que esas cautelosamente notorias sociedades secretas a las que Eter siempre califica como originadas por “los antiguos juramentos” y que desde siempre han ejercido una atracción fatal sobre los hombres de Asia. Ya hemos reparado en el hecho de que tales abominaciones secretas son el producto necesario de una sociedad en la que las relaciones sociales pueden ser fácilmente deshechas. La historia política de los Jareditas claramente revela en todos sus aspectos las costumbres de la “gente de las estepas.” La historia de los Jareditas en el Nuevo Mundo fue formalmente inaugurada en una asamblea general y un censo de la nación (Et. 6:19); una típica práctica asiática que se remonta a los días de los cazadores prehistóricos y que subyace en la raíz de toda organización política de la antigüedad, tal y como lo he demostrado en una serie de artículos.2 En estricta concordancia con el antiguo patrón, esta asamblea fue la ocasión inmejorable para efectuar la elección de un rey y el establecimiento de una dinastía, circunstancia que, como el hermano de Jared vislumbró con toda claridad, solo podía conducir directamente al abismo de intriga y agitación propios del mundo antiguo del cual los Jareditas no hacía mucho habían sido liberados (Et. 6:23). El hermano de Jared estaba en lo cierto, ya que casi de inmediato un tal Corihor “se rebeló contra su padre, y fue y habitó la tierra de Nehor; y…se atrajo a muchos en pos de él” (Et. 7:4). Entonces regresó a la tierra de Morón y tomó cautivo a su padre, pero fue sometido por su decente hermano Shule, quien consiguió hacer realidad el sueño de todo monarca jaredita de “extender su reino sobre toda la faz de la tierra” (Et. 7:11).3 Shule entonces le dió a su competitivo hermano y alguna vez rival, “autoridad en su reino” (Et. 7:13), un detalle sorpresivo
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pero auténtico ya que al igual que en Asia, parece ser que los Emires compartieron la inmensa tarea de gobernar el imperio. El nieto de Shule “se sublevó contra su padre, y fue y habitó en la tierra de Het,” lisonjeando a muchos hasta que hubo logrado la mitad del reino (Et. 8:2). Su depuesto padre “se alejó de la tierra con su familia, y viajó por muchos días” hasta alcanzar el lugar en el que los Nefitas mas tarde fueron destruidos; de ahí continuó hacia el Este hasta que llegó a orillas del mar (Et. 9:3), en donde vivió en tiendas y encontraron cobijo otros refugiados procedentes de su trastornado reino (Et. 9:9) en el que la guerra civil había reducido la población casi a cero –otro detalle asiático como se verá mas adelante. Años mas tarde, cuando los hermanos de sangre real Shared y Coriántumr lucharon por el reino, este último derrotó al hermano del primero “persiguiéndolo hasta el desierto de Akish,” en donde los dos ejércitos chocaron durante la noche y “puso sitio en el desierto,” hasta que Coriántumr emergió victorioso; perseguido por los descendientes de su hermano hasta la orilla del mar para luego regresar al desierto de Akish, tomando “a todo el pueblo mientras huía de Lib” (Et. 14:15). Mas batallas y otra persecución hacia la costa (Et. 14:26), y de allí hasta las aguas de Ripliáncum y entonces hacia el sur para acampar en Ogat, luego al cerro de Rama para la confrontación final. Estos ejemplos deberían de darte un panorama del peculiar estilo de lucha de los Jareditas; una guerra en movimiento y sin el establecimiento fronteras, ejércitos integrados por un gran número de efectivos que barren el continente entre huidas y persecuciones, convirtiendo la mayor parte del espacio en la vía adecuada para los continuos repliegues a tal o cual “desierto,” se establecen campamentos por periodos de uno o dos años, mientras que grupos de disidentes o individuos se adhieren a uno u otro ejército. Todo esto es la presencia de Asia una vez más y, para comprender plenamente estas peculiaridades, se precisa un apunte de carácter geográfico. El continente Americano es prácticamente una copia del continente Asiático, con tundra y bosque en el Norte que dan paso a vastas praderas, desiertos y finalmente selvas en la parte Sur. La principal diferencia es que en Asia todo es mas grande: los bosques y las planicies parecen no tener fin; los desiertos son mas extensos, calurosos y secos; las cumbres son mas elevadas y peligrosas; las selvas mas inexpugnables y riesgosas; los ríos mas profundos y anchos. Y aun así tan portentosas e impresionantes barreras naturales han sido incapaces de detener la rápida e incesante marcha de poderosos ejércitos de todas las épocas. Uno de los primeros textos de Arian es una súplica:”que transitemos a salvo por los caminos, que encontremos senderos favorables en las montañas, que podamos atravesar sin dificultad todo bosque y crucemos felizmente todo río.”4 Durante una campaña, se nos dice, que al ejercito de Juji “estaba separado ‘solamente’ por 1,200 millas de distancia” del cuerpo principal de los mongoles.5 Esto nos da una idea de las distancias cubiertas por estas hordas de combate que sin problema alguno podrían pasar el invierno en las planicies de Francia o Hungría y plantar su campamento base de verano en el Altai o el río Onon casi con vista de frente al Océano Pacífico Norte. No todo el espacio era una planicie, ya que en su momento los reyes de las estepas extendieron su dominio hasta China, India, Persia, Asia Menor, Europa y Siberia debiendo regularmente atravesar los desiertos más grandes, las montañas más altas y los ríos más caudalosos de la tierra.
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Todo Estado asiático esta integrado por dos elementos principales; en primer término tenemos una población sedentaria asentada en lo que podemos calificar como ciudades-oasis que llevan las artes, la industria y ocasionalmente a la agricultura a niveles sorprendentes de perfección y, por otra parte, tenemos a un gobernante nómada moviéndose a la cabeza de sus hordas de guerreros –un ejército tribal de conquistadores cuyo núcleo lo constituye su propia tribu y familia– que marcha inexorablemente de ciudad en ciudad y de castillo en castillo salvando ardientes yermos o gélidos pasajes montañosos para intimidar al mundo, sofocar rebeliones y sobretodo para detener la carrera de cualquier ambicioso rival en pos de la conquista del mundo.6 Este ejército es prácticamente una nación nómada que incluye esposas e hijos –cuando los Mongoles dejaron a sus familias en casa se inauguró un cambio táctico radical de la guerra en las estepas, ya que adquirían una movilidad, rapidez y autonomía que dejaban rápidamente paralizadas a las hordas de sus rivales, quienes aun observaban la tradicional costumbre de marchar con sus familias y efectos personales. Los Hiksos en el siglo VIII a.C. y la Gente del Mar quinientos años mas tarde eran este tipo de naciones –un ejército devastador, pero un ejército que traía todos sus bienes y familias consigo siempre que buscaban nuevas tierras para establecerse, “exterminando a todos los habitantes delante de ellos, todos lo que no querían unirse a ellos,” exactamente al mas puro estilo jaredita (Et. 14:27).7 En todas las épocas, entre la gente de las estepas, “la nación y el ejército son uno y lo mismo; el señor del clan o el rey se convierte en duque o general” en la batalla.8 Ciertamente este es el caso de los Jareditas, cuyos reyes son ante todo líderes en el campo de batalla que se presentan a ella ”con sus esposas y sus hijos –habiendo armado a los hombres, así como a las mujeres y niños, con armas de guerra, con escudos y petos, y cascos, y estando vestidos para la guerra” (Et. 15:15). La armadura merece mención especial, ya que ahora se sabe que la armadura es una muy antigua invención originada en el Asia Central que Europa y el Lejano Oriente tomaron prestada tiempo después, pero que alcanzó un alto grado de perfección en las estepas prehistóricas.9 Debido a que los reyes Jareditas y sus ejércitos nómadas estuvieron constantemente moviéndose en la acostumbrada forma asiática ¿habría alguna razón para asumir que no hicieran lo mismo con respecto a las distancias? Si así fue, entonces, ¿por qué tanto alboroto con relación al cerro de Cumorah? De la ‘estrecha faja de tierra’ al estado de Nueva York hay una distancia que para nosotros es causa de asombro, pero que para Juji o Timur sería pan comido. Esto se debe a que nosotros cuando pensamos en viajes lo hacemos en términos de horas o a lo sumo días, lo cual no permite que nos percatemos que los pueblos nómadas no piensan en función del tiempo sino de etapas; de modo que cuando la jornada mas larga de la tierra se divide en cierto número de etapas, esta se vuelve factible incluso empleando los mas rudimentarios medios de transporte –en otras palabras, la distancia no es factor. Un vistazo al mapa mostrará que la vasta extensión de territorio posiblemente cubierta por los Jareditas es en realidad moderada de acuerdo con los estándares asiáticos. La expedición de la Academia Brigham Young en el año 1900 viajó desde Provo hasta Panamá en un periodo de tiempo excepcionalmente corto, aunque escasamente equipado para los estándares de la época.10 Cuando el rey Omer fue destronado por su hijo Jared, tuvo que viajar durante “muchos días” para quedar fuera del alcance del usurpador, quien se había
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apropiado de un reino que se “extendió sobre la faz de la tierra” (Et. 9:3; 7:11) De hecho Omer huyó lo mas lejos que pudo, a las regiones que mas tarde se convertirían en las tierras clásicamente empleadas como escondite y para llevar a cabo las últimas batallas Jareditas. Es en este campo, y no en sus ciudades, en el que debemos buscar los huesos y los entierros Jareditas. Así como las grandes construcciones de los Mongoles, que se encuentran entre las mas interesantes de la tierra, se encuentran al Sur y al Oeste, lejos de las tierras principales en las que se practicaba la caza y la guerra, así también los grandes monumentos de la civilización jaredita abundan en las tierras del sur en las que primeramente se establecieron en lugar de las áreas en las que se llevaron a cabo las últimas grandes batallas. Una de las extrañas paradojas de la historia es que los nómadas de las estepas fueron tal vez, los más grandes constructores de todos los tiempos, a pesar de que su tipo ‘normal’ de “ciudad” “sugiriera más la idea de una especie de ciudades de tiendas que la de una aldea en ese sentido.”11 En las tierras que los Mongoles conquistan se construyen Taj Mahales y Jeholes, pero en sus propias tierras el “viento limpia el lugar que han ensuciado y los pastos que sus rebaños han consumido ahora crecen mas verdes que nunca y la madre naturaleza pronto repara todo el daño causado y restablece el orden,”12 y de esta forma “el poderoso imperio nómada parte del lugar y desaparece” sin dejar rastro.13 El punto a destacar es que el patrón asiático del acantonamiento, que se levanta sin dejar huella, y las costumbres citadinas han sido característicamente emuladas por las mismas tribus y gobernantes desde el inicio de la historia. Que esa gente que debiendo vivir como nómadas tuviera que construir ciudades no es más contradictorio que el hecho de que tuvieran que ser cazadores y campesinos o pastores y comerciantes al mismo tiempo. Pero desde que el primer hombre prefirió practicar la caza, el pastoreo y la agricultura en áreas especiales apartadas específicamente para ese propósito, eso es una costumbre observada por los Jareditas, como ya lo hemos visto (Et. 10:1921). Un estudio sobre el antiguo sistema asiático obtendrá una explicación inmediata para las aparentes dificultades para ubicar al cerro de Cumorah lejos del area cultural jaredita. La típica vida en Asia es una llena de caos, violencia e inseguridad producidos por las constantes pugnas entre las tribus y las rivalidades entre hombres ambiciosos. De cuando en cuando un hombre físicamente superdotado aparece y primeramente toma por completo el control de una tribu aplastando despiadadamente a las tribus vecinas una por una, forzando a los sobrevivientes a abrazar una causa común (sus propios intereses) formando una gran coalición; en algún momento se presenta una confrontación final en la que esta coalición triunfa o fracasa en una gran “lucha de naciones” que decide el destino de generaciones subsecuentes. Si este ‘superhombre’ gana, el mundo conoce un periodo de paz y unidad forzadas bajo el dominio absoluto de una tenaz y férrea voluntad. En cualquier momento de su carrera el conquistador tendrá que enfrentar a un rival en particular, su rival en turno más peligroso, en quien ha puesto su entera atención con apasionado odio personal e incontrolable ira. Esto puede encontrarse casi en cualquier página de la vida de todo conquistador, desde Sargón hasta Hitler. Esto es el punto central de la historia jaredita en sí, siempre cristalizándose coherentemente en la persona de un despiadado pero competente gladiador enfrentado con otro rival igualmente hábil. En tanto que “Coriántumr moró con su ejército en el desierto por el término de dos años,” Shared, su oponente, “recibió gran fuerza para su ejército” mediante la operación de las “combinaciones
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secretas.” Mas tarde Coriántumr plantó sus tiendas en el cerro de Rama y pasó cuatro años “recogiendo a toda la gente” (Et. 14:7-8; 15:11-14). De la misma manera Genghis Khan se ocultó en el desierto durante dos años para formar un ejército y luchar contra su pariente Wang Khan, quien en su momento había hecho lo mismo, y mas tarde invirtió cuatro años construyendo un ejército para retar al emperador de Khwarizm, quien a su vez trabajó fervientemente para construir el suyo, cada uno haciendo lo humanamente posible para engrosar sus filas “reclutando” en su bando a la mayor cantidad posible de disidentes de su enemigo.15 El sistema de “reclutamiento” es, como ya se ha mencionado, una práctica muy antigua en Asia. Incluso existe una palabra árabe para definirlo –jadhab. “¿a quien he de arrebatar la soberanía?” pregunta Mitra en el Avesta, el cual esta lleno de héroes legendarios que reclutaban seguidores de entre sus propios adherentes.16 El reclutamiento de fuerzas rivales regularmente esta acompañada, como en el Libro de Mormón, por el intercambio de comunicados militares entre los jefes en los que se desafían formalmente: “que Sanyú venga al sur y presente batalla al emperador o se sujete a él y rinda tributo y gloria al trono imperial” es un típico ejemplo.17 La envidia y la ambición, dice Jenofonte, son la esencia de un reinado asiático, lo cual es un asunto intensamente personal; describiendo a continuación la forma en que Cresos y Ciro destinaron tiempo y recursos para reunir en conjunto un enorme conglomerado de ejércitos que le permitiera a alguno de ellos lograr el objetivo de conquistar y gobernar Asia.18 Con cuanto apasionamiento e intensidad se relata esta rivalidad en las inolvidables páginas escritas por Heródoto. En los registros egipcios, faraón es el único ganador y único héroe; y el recuento de cada guerra emprendida son simplemente sus discusiones con el monarca rival.19 Todos lo reyes de Babilonia o Asiria hacen gala de sus tremendas hazañas, como lo explican los monumentos, al grado de afirmar que el monarca personalmente despachó a su real contrincante: “En medio del fragor de la batalla con mis propias manos capturé a Kashtilash, el rey Kassita.” “En contra del rey mismo, al filo de la muerte, y hasta la puesta de sol me mantuve en batalla.”20 Esto último nos remite con total claridad al episodio de Shiz y Coriántumr que combaten hasta el anochecer (Et. 15:20-29). Las proezas de Sargón, Ciro, Totmés III o Ramsés II, por otra parte, nos permiten comprender que los enfrentamientos personales entre reyes no son presunción fantasiosa, sino que tales encuentros efectivamente tuvieron lugar. Dado que toda guerra era un combate entre dos reyes, era común para ellos desafiarse a entablar una lucha cuerpo a cuerpo. El rey de los Escitas le lanzó un reto al rey de Massagetae; el rey de los Visigodos desafió a un combate al emperador Honorio igual que el rey Lázaro de Servia hizo con Amurarath el Turco y así sucesivamente.21 Esta por demás señalar que todo este sistema de caballerosa etiqueta se originó en las estepas de Asia. Cuando sus rivales eran capturados en batalla, los grandes Khans personalmente los decapitaban, así como los generales chinos todavía lo hacen con otros generales chinos.22 La reina Tomiris no solamente decapitó a Ciro, de acuerdo con la leyenda, sino que presa de un odio demencial descarnó el cráneo para llenarlo con sangre y brindar por la victoria bebiendo en el.23 Era común entre los gobernantes de las estepas convertir el cráneo de un enemigo en una copa para beber, como lo hizo el emperador de los Búlgaros con el cráneo del emperador Nicéforo y el rey de Hiung-nu hizo un magnífico trabajo con la
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cabeza del gobernador de Irán. Los antiguos Ucranianos pactaban sus juramentos bebiendo sangre en tan singulares recipientes.24Los gobernantes Asirios coleccionaban los cráneos de los monarcas rivales, igual que el Ja-Lama en nuestra propia época.25 Hemos realizado un recuento desagradablemente extenso de estos sangrientos detalles porque es necesario explicarlo en el contexto presentado en el libro de Eter. La tremenda ferocidad con la que los gobernantes de Asia dirigen su cólera contra un rey rival pertenece a la tradición jaredita: “y aconteció que Coriántumr estaba irritado en extremo contra Shared, y marcho a la batalla contra él… y con gran ira tuvieron un encuentro” (Et. 13:27). Y “cuando Shiz hubo recibido su epístola, él escribió una epístola a Coriántumr, que si se entregaba, a fin de que él pudiera matarlo con su propia espada, perdonaría las vidas del pueblo” (Et. 15:5). Durante la batalla subsecuente, “Shiz,…juró en su ira que mataría a Coriántumr o perecería por la espada” (Et. 15:28). Lo que estos hombres buscan por encima de todo no es el poder o la victoria, sino exterminar por completo a un némesis personal.
Guerras de Exterminio Tanto Shiz como Coriántumr se movían incesantemente en sus respectivos frentes “exterminando a todos los habitantes delante de ellos, todos lo que no querían unirse a ellos” (Et. 14:27). Este es el clásico método asiático para obtener un reclutamiento forzado: “si la provincia vecina invadida no se aliaba,” dice un testigo ocular de la aplicación de la técnica tártara, “la arrasaban, llevándose a sus habitantes para pelear contra otra provincia. Inmediatamente procedían a colocar a sus cautivos en el frente de batalla, y si no peleaban valerosamente eran pasados a filo de espada.”26 Esa es la forma en la que los señores de la guerra desde el principio “barren la tierra” como Shiz (Et. 14:18) y como los grupos comunistas de nuestros días fuerzan a todo aquel que encuentran en su camino a formar parte de ellos. “Fueron contados entre los de mi pueblo,” dice el conquistador asirio al vencer una ciudad tras otra, y por esta antigua fórmula parece ser que estamos en deuda con nuestro viejo amigo Nimrod, a quien una popular superstición vió reencarnar en Genghis Khan “cuando llegó a ser un poderoso cazador,” de acuerdo con Carpini. “Genghis Khan aprendió la técnica del secuestro y tomaba a los hombres como presa; invadía otros países tomando tantos cautivos como podía y los obligaba a unírsele,” así como Nimrod lo había hecho antes a través de los temibles juramentos.27 Este sistema de “arrasar la tierra” explica en gran medida como fue posible que insignificantes y obscuras tribus asiáticas se erigieran repentinamente como conquistadores de toda Asia y de parte de Europa: La tribu que le daba su nombre a las temibles hordas conquistadoras era simplemente el núcleo de un ejército que había crecido rápidamente como un cuerpo militar debidamente ordenado gracias al reclutamiento forzado de cuantos se cruzaban en su camino. Se ha escrito una gran cantidad de material sobre los grandes conquistadores, especialmente de Genghis Khan, cuyas prácticas han sido aprobadas por sus biógrafos mas recientes sobre la base de que no existe mejor arma que el terror para debilitar a la oposición, provocar su rendición inmediata y, por lo tanto, salvar vidas. Ciertamente el terror es la tónica de toda guerra asiática, en la que su “desprecio por la vida humana,”28 y la jactancia de un rey asirio bien pudieran ser el eco de conquistadores antiguos y modernos: “marché
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victoriosamente, como bestia embravecida, sembrando el terror y jamás encontré contrincante alguno a mi paso.” Adjudicarse un comportamiento similar al de una bestia embravecida nos parece muy poco pretencioso como para jactarse de ello, pero el terror producido sí estaba perfectamente calculado. Shiz habría entendido esto último mientras se encontraba en persecución de Coriántumr, ya que “mataba tanto a mujeres como a niños, e incendiaba las ciudades. Y el temor de Shiz se esparció por toda la tierra; sí, por toda la tierra se oía el grito: ¿quién puede resistir el ejército de Shiz? ¡He aquí, barre la tierra por donde pasa!” (Et. 14:17-18). Cuando Coriántumr resultó victorioso, fue su turno para sembrar el terror sobre la faz de la tierra y “la gente empezó a tener miedo, y comenzaron a huir ante los ejércitos de Coriántumr” (Et. 14:27). Un subproducto importante del sistema asiático-jaredita al integrar una fuerza militar mediante la absorción de países enteros es el florecimiento y auge de bandas de ladrones sobre toda la faz de la tierra. Todos aquellos que se resistían a unirse a los grandes ejércitos eran ejecutados, pero ¿qué pasó con aquellos que lograron escapar? Naturalmente se convirtieron en proscritos, ya que al no mostrar lealtad a alguno de los reyes, carecían de derechos y se encontraban inhabilitados para solicitar protección. Para sobrevivir, este grupo de gente se mantenía unida y dado que a todo desertor se le había puesto precio a su cabeza, su conducta empezó a ser muy peligrosa ya que no tenían nada que perder. Asia siempre ha contado entre sus pobladores con bandas de ladrones, exactamente como sucedió en este continente entre los Jareditas, y de cuando en cuando estas bandas han formado coaliciones lo suficientemente fuertes para derribar a naciones y tronos por igual. Después que las guerras entre Mongoles y Mamluques habían agotado sus recursos y traído ruina y desolación a muchas regiones, los soldados de ambos bandos se aliaron para mutar en un ejército de ladrones, que se ocultaba junto con otros proscritos en desiertos y montañas y que estuvo a punto de conquistar todo el oeste de Asia.30 Las páginas del Bar Hebraeus están abarrotadas con referencias a estas bandas de ladrones, así como de descripciones detalladas de la forma en que operan. Cada vez que los gobiernos centrales empezaban a debilitarse victimas de la guerra y la corrupción, las bandas de ladrones aparecían prácticamente de la nada, como cuando a inicios del siglo nueve un ladrón de nombre Omar llego a convertirse en el azote del Cercano Oriente y unió sus fuerzas con las de Nasir (otro ladrón) en el norte “para empezar a destruir el mundo.”31 Así como las bandas de ladrones frecuentemente formaban el núcleo de ejércitos conquistadores globales (algunos emperadores chinos tenían ejércitos integrados por “chicos malos”), esos ejércitos, una vez derrotados, se fragmentaban nuevamente en bandas de ladrones, en tanto que su líder, el hasta hacia poco gobernante imperial volvía a encontrarse a si mismo como el líder de una simple banda de ladrones.32 Los años que Justiniano y Crostes pasaron enfrascados en una mortal rivalidad por el control del mundo vieron surgir en el occidente de Asia a un grupo heterogéneo de bandas de ladrones cuyo número de efectivos ascendía a 12,000 hombres que sembró la destrucción y ruina en buena parte del mundo civilizado; en esta época de pánico e inseguridad “se verificó un gran cisma entre los árabes y en toda región se manifestaban los efectos de una gran anarquía.”33 Esta situación recurrentemente típica nos recuerda vívidamente los espantosos días de los
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ladrones de la época jaredita, cuando “todo hombre conservaba el puño de su espada…en defensa de su propiedad” (Et. 14:1-2). No necesitamos explorar los aspectos patológicos de las guerras asiáticas –las espantosas truculencias, los sangrientos juramentos, los espeluznantes alaridos, los montones de cabezas violentamente separadas de sus cuerpos y todo eso. En el Taras Bulba, Gogol describe que las hordas Kazakianas, presas de un insano deseo de sangre, se dirigen a la batalla, o como lo expresa Eter (Et.15:22): “estaban ebrios de ira, así como el hombre que esta borracho de vino.” Un desagradable aspecto del asunto digno de mencionar consiste en la universal costumbre de coleccionar el cuero cabelludo de las víctimas; tal práctica se ha llevado a cabo con sumo entusiasmo desde siempre, tanto en las estepas de Asia como en América.34 De hecho ha sido la costumbre de los conquistadores asiáticos de todos los tiempos considerarlas como encarnaciones del diablo.35 Las guerras demenciales de los reyes jareditas terminaron en la aniquilación total de ambos bandos, siendo los reyes los últimos en morir. Lo mismo ya había sucedido en los dias de Akish, cuando una guerra civil desatada entre él y sus hijos redujo la población a únicamente treinta peronas (Et. 9:12). Esto nos puede parecer improbable, pero existen dos particularidades de la forma de luchar en Asia que explican la razón del fenómeno y muestran que estos hechos han tenido paralelos: (1) Dado que la guerra era una confrontación personal entre los reyes, la batalla debía continuar hasta que uno de los reyes muriera o fuera hecho prisionero. (2) Y como la estrategia militar de la batalla estaba planeada para que el rey fuera el último en caer, la consigna del ejército consistía únicamente en defenderlo. Un buen ejemplo de esta estrategia es el ajedrez, en el que todas las piezas son prescindibles menos el rey, que nunca se puede tomar. “En el ajedrez,” escribe M. E. Moghadam, “al rey no se le puedee matar ni puede morir. El juego termina cuando al rey se le acorrala en una posición de la que no puede escapar. Esto va de acuerdo con la tradición del juego de ajedrez y se deriva de la práctica de tomar cautivo al rey en la batalla en lugar de matarlo, siempre que esto pudiera ser posible.”36 Recordarás cuantas veces el libro de Eter nos relata como a los reyes se les dejaba en prisión durante muchos años, pero nunca se les daba muerte. En el código de las batallas medievales, tomado de las tradiciones del Asia Central, la persona del rey era sagrada y todos los demás debían perecer en su defensa. Después de la batalla, el vencedor podía hacer lo que quisiera con su rival –y a veces se ideaban torturas infinitamente ingeniosas para el ajuste de cuentas final– pero mientras la lucha seguía, el rey no podía morir, pues si moría terminaba la guerra, sin importar lo fuerte que continuara siendo su ejército. Aun así, Shiz estaba dispuesto a perdonar a todos los súbditos de Coriántumr si éste se entregaba para que pudiera decapitarlo con su propia espada. En ese caso, naturalmente los súbditos pasarían a ser suyos. El círculo de guerreros, “grandes y fuertes en cuanto a la fuerza del hombre” (Et. 15:26) que pelearon alrededor de su rey hasta que el último cayó a tierra, representaba a la misma institución antigua, la sagrada “muralla hermana,” que los Sajones y otros pueblos copiaron del Asia y que se manifestara tantas veces en las luchas de clanes, en las que en mas de una ocasión el rey verdaderamente fue el último en morir. De manera que nadie piense que el capítulo final del libro de Eter es fantasioso o irreal. Las guerras de exterminio son una realidad en la historia de Asia.
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Mencionemos algunos ejemplos; cuando Genghis Khan venció a la gran nación de Merkit, únicamente dejó a un hombre con vida –el hermano de su esposa favorita.37 Los reyes asirios sistemáticamente aniquilaron a todo ser viviente en las tierras que conquistaron esparciendo sal en ellas, como hicieran los Romanos, o inundando los sitios de las ciudades que destruyeron para convertirlas en yermos inhabitables.38 En ciudades con una población de un millón de habitantes, los Mongoles ni siquiera dejaron a un perro o gato con vida, y convirtieron vastas provincias en completos desiertos.39 La gran isla de Chipre era un páramo despoblado siete años después que los Turcomanos la tomaron.40 Los Godos en una sola batalla exterminaron por completo a los Sirios, así como los Hunos hicieron lo propio con los Escitas y los Alanos y los Mongoles con los Tártaros.42 Los Mongoles fueron retribuidos en la misma forma en 1732, cuando su propio líder, el Manchú, aniquiló al noventa por ciento de los Mongoles en un proyecto chino de limpieza étnica encaminado a la destrucción de ambos bandos.43 El exterminio mutuo de naciones nunca fueron hechos insólitos: Kin y Hsia Hsia, los mas grandes emperadores de su tiempo y con un parentesco similar al de Shiz y Coriántumr, trabaron una batalla que se prolongó por el espacio de quince años y que costó la vida de dieciocho millones de personas; cifra que hace palidecer los dos millones reportados por Eter (Et. 15:2). Vale lapena mencionar que las guerras encabezadas por Genghis Khan solo a China le costaron la pérdida de ¡cuarenta millones de vidas!44 La dinastía Jao de los Hunos del Norte y el imperio Dsin del Sur casi consiguen ‘silenciarse’ mutuamente durante una guerra civil en la que “ningún bando estaba dispuesto a declarar la paz hasta que el otro fuera totalmente aplastado.” En el siglo I a.C. los Hunos se dividieron siguiendo a dos hermanos, Jiji y Huán. Tras veinte años de conflicto, la situación se destrabó en el año 43 a.C. cuando las fuerzas de Jiji emprendieron una desesperada huida final hacia el Oeste al mas puro estilo jaredita, dejando tras ellos “una gran extensión de tierra muerta y desolada.”45 Este tipo de relatos debería ser suficiente para convencer hasta al mas escéptico que el libro de Eter no exagera con respecto al tipo y escala de los eventos presentados. El panorama total coincide conservadoramente con los estándares asiáticos y en forma completamente auténtica. Lo que los Jareditas dejaron a su paso fue una tierra literalmente cubierta de huesos, debido a que “tan rápida y acelerada era la guerra,” que “toda la superficie de la tierra se hallaba cubierta de cadáveres” (Et. 14:21-22), “cuyos huesos,” una generación mas tarde, “se hallan esparcidos en las tierras del norte” (Omni 1:22). Un viajero medieval, que cruzaba Kiev años después de la guerra entre los Mongoles y las fuerzas rusas, reporta lo siguiente: “mientras viajábamos a través de este país, encontramos una innumerable cantidad de huesos y cráneos que yacían a flor de tierra.” Un poco mas lejos, en Comania y Cangle, “encontramos una gran cantidad de huesos y cráneos amontonados como si se tratara de estiércol de ganado.” Los sobrevivientes, refiere este cronista, fueron esclavizados.46 Debido a que después de esas titánicas batallas la inhumación de tantos cuerpos era impensable, el único procedimiento práctico era reunir los cuerpos en grandes montones y cubrirlos superficialmente con tierra, “erigiendo montículos de ellos.” Toda la nación Naimana fue sepultada de esta manera después de ser exterminada.47 Joinville, quien viajó un año entero a través de Asia para presentarse ante la corte del gobernador tártaro,” vió a lo largo del camino “grandes montículos
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de huesos”48 Una cuidadosa comparación de los montículos prehistóricos de Asia y América se encuentra en marcha, aunque los resultados de este estudio solo podrán conocerse con el transcurso del tiempo.
¿Jareditas Sobrevivientes?49 El primer mandamiento de la crítica histórica con respecto al Libro de Mormón o a cualquier otro texto antiguo es nunca simplificar excesivamente. A pesar de su estilo narrativo simple y directo, esta historia esta repleta como pocas de una riqueza en los detalles que escapan completamente a la vista del lector común. El Libro de Mormón es una compilación, y una realizada con maestría; por lo tanto tomará años simplemente desentrañar las miles de inferencias e implicaciones envueltas en la mayoría de sus afirmaciones. La pereza y la vanidad únicamente conducen al estudiante a la creencia inicial de que posee un conocimiento completo con respecto al contenido del Libro de Mormón. “Es la disposición natural de la humanidad,” decía José Smith, “de establecer límites a las vías y a las obras del Todopoderoso…¿por qué estas tan seguro de comprender los propósitos del Señor, cuando tu conducta y todo lo demás en tí es tan incierto?”50 Estas palabras se aplican igualmente al más salvaje existencialista y al científico más capaz. Tertuliano enseñaba que cualquier cosa del pasado que no estuviera específicamente registrada en la Biblia debería asumirse en el sentido de que nunca existió. Incluso el estudiante bíblico mas apasionado no se limitaría a sí mismo en una forma tan estricta, pero consideraría que hemos ido un poco mas lejos que Tertuliano, ¿cuánto mas? Nada ha resultado más ofensivo del Evangelio Restaurado para el mundo cristiano contemporáneo que su insistencia en ir mucho mas allá de lo que el mundo cristiano lo ha hecho y hablar osadamente de doctrina y eventos que no se encuentran registrados en la Biblia. Por ejemplo, con respecto a la interpretación errónea de Génesis 1:14 que ha permanecido a través de los siglos, Brigham Young dijo: “Cuanto tiempo han existido los cielos, no podemos decirlo; cuanto tiempo mas existirán, tampoco podemos decirlo; cuanto tiempo existirán aire, agua, tierra y otros elementos (físicos) en su estado actual no lo sabemos. Nuestra religión nos enseña que nunca ha habido una época en que estos elementos físicos no existieran y tampoco habrá una época en la que dejen de existir; siempre han existido y existirán por siempre.”51 Obviamente las implicaciones de tales afirmaciones son altamente ofensivas para muchos buenos y devotos cristianos. Seis meses antes de su muerte, el profeta José Smith declaró: “He intentado durante muchos años preparar las mentes de los Santos para recibir el conocimiento de Dios, pero frecuentemente vemos que algunos de ellos, incluso después de sufrir lo que han sufrido por la Obra del Señor, volarían en pedazos como un cristal si enseñara cualquier cosa que fuera contraria a su tradiciones.”52 ¿A que tradiciones se refiere? No se refiere a la doctrina del pecado original, ni al bautismo por aspersión o a las ideas neoplatónicas sobre la naturaleza de Dios, ya que los Santos ya han superado tales cosas. El tradicionalismo al cual se refiere es claro desde otro punto de vista expresado por el profeta casi en esa misma época, cuando declara: “Me supongo que no me es permitido investigar cualquier otro asunto que no se encuentre registrado en la Biblia. Si así lo hiciera, creo que hay gran cantidad de hombres mejor instruidos que yo que gritarían ¡traición! y me condenarían a muerte. De manera que me remitiré a la Biblia y me limitaré a comentarla el día de hoy.”53 Resulta notable el hecho de que 165
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los buenos miembros de la Iglesia estuvieran alineados en dos grupos: (1) los que consideraban la Biblia como la única fuente de conocimiento y (2) aquellos que interpretaban la Biblia a la luz de su propia y limitada experiencia. Regresando al libro de Mormón, ¿sería posible que también aquí estuviéramos cayendo en el antiguo vicio sectario de simplificar excesivamente? ¿No son muchos los Santos de los Ultimos Días que insisten en que todo americano autóctono de ascendencia precolombina debe ser lamanita por que una vez existieron tanto Nefitas como Lamanitas y los primeros fueron destruidos? Sin embargo, el libro de Mormón por sí mismo dice que esta interpretación es imposible. Los nefitas fueron destruidos, se nos informa, pero es pertinente en el caso de los Jareditas preguntarnos ¿Qué intenta decir el libro de Mormón con “destruidos”? El vocablo se debe tomar, como otras tantas palabras claves del texto, en su sentido primario y original: “derribado, separado violentamente en sus partes constituyentes; quebrar la estructura.” Destruir es romper la estructura, no aniquilar las partes. Por lo tanto, en 1er. Nefi 17:31 leemos sobre el pueblo de Israel en los días de Moisés que, “según su palabra los destruyó; y según su palabra los guió,” juntándolos después que habían sido “destruidos” es decir, quedaron esparcidos y sin un líder que los guiara. “Y así como una generación ha sido destruida entre los judíos,” de acuerdo con 2 Nefi 25:9, “han sido destruidos de generación en generación, según sus iniquidades.” Una completa matanza de cualquier generación sería naturalmente el fin de su historia, pero esos no es lo que significa “destruidos”. De los judíos que moraban en Jerusalén Nefi dice (1 Ne. 17:43), “sé que ciertamente vendrá el día en que deben ser destruidos, salvo unos pocos solamente.” Mas tarde Nefi dice: “después que el Mesías haya resucitado…he aquí, Jerusalén será destruida otra vez” (2 Ne. 25:14). En estos dos casos que realmente acontecieron los judíos fueron dispersados “salvo unos pocos” que permanecieron en su tierra. Los israelitas, una vez que entraron a la tierra prometida, se nos dice que “arrojaron a los habitantes de esa tierra, sí, para esparcirlos hasta su destrucción” (1 Ne. 17:32). Aquí se establece con claridad que la destrucción de los Cananitas consistió en su dispersión –como se ha descubierto que ese fue el caso. Igual que los Nefitas: “ y después que tu posteridad sea destruida y degenere en la incredulidad, lo mismo que la de tus hermanos, he aquí que estas cosas serán escondidas” (1 Ne. 13:35), lo que demuestra que tanto Nefitas como Lamanitas degeneraron en la incredulidad después que fueron destruidos. Solamente una vez leemos en el libro de Mormón de un caso de aniquilamiento, cuando se nos dice específicamente que “toda alma viviente de los Ammoniahitas fue destruida” (Al. 16:9), en donde no solo la estructura social, sino cada persona fue arrasada. En otros casos el Señor promete que no destruirá totalmente a los descendientes de José, el hijo menor de Lehi (2 Ne. 3:3), ni de Lemuel (2 Ne. 4:9) e incluso a Nefi se le dice que “Dios el Señor no permitirá que los gentiles destruyan completamente a los de la mezcla de tu descendencia que se hallan entre tus hermanos” (1 Ne. 13:30), aunque la promesa y su cumplimiento fuera que los Nefitas debían ser “destruidos” (Et. 8:21), y aunque Moroni diga: “no queda nadie, sino los Lamanitas” (Et. 4:3). De manera que cuando leemos que los Jareditas “fueron destruidos por la mano del Señor sobre la superficie de este país del norte” en el primer versículo del libro de Eter, debemos entender que la nación fue fragmentada y dispersa, pero no
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que la catastrófica batalla final fuera necesariamente el final de la historia. La primera idea que ocupó la atención del rey Mosíah con respecto al descubrimiento de las veinticuatro planchas de oro era que “tal vez nos harán saber de este mismo pueblo que ha sido destruido; y deseo saber la causa de su destrucción” (Mos. 8:12), mostrando que, hubiera sobrevivido alguien o no, al menos para Mosíah era perfectamente posible la existencia de sobrevivientes después que el pueblo había sido “destruido.” Pero ¿no profetizó Eter “que toda alma sería destruida, salvo Coriántumr”? (Et. 13:21). ¿ A que se refiere con “toda alma”? específicamente toda alma de “su reino y su casa.” Eter mismo, escondido en una cueva, no estaba incluido en la trágica cifra, así como tampoco otros habitantes del continente – Nefitas, Lamanitas y Mulekitas que se encontraban ya viviendo ahí en la época de la destrucción jaredita. Tampoco se contabilizaban a los fugitivos Jareditas que vagaban lejos de los confines del reino. La existencia de tales fugitivos Jareditas se revelará ante nuestros ojos tras considerar algunas particularidades.
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Capítulo 6 Una Herencia Imperecedera Nefitas con nombres Jareditas En primer lugar, tenemos que un número considerable de nombres de incuestionable origen jaredita aparecen de cuando en cuando entre el pueblo nefita. Tan increíble coincidencia es digna de investigación, ya que difícilmente puede ser de naturaleza accidental. Del Libro de Mormón aprendemos que Nefitas y Jareditas hablaban lenguas totalmente diferentes e incluso una pesquisa superficial mostrará que los nombres Jareditas suenan muy diferente a los Nefitas. Su característica mas notable es la terminación –m. Esto es conocido como mimación y de hecho se encuentra formando parte de los lenguajes mas antiguos del Cercano Oriente, en donde se encuentra en importancia solo por debajo de la nunación o terminación – n, la característica mas notable tanto del lenguaje árabe como de los nombres nefitas, como se ha anotado en un apartado posterior.1 El uso y secuencia correctas de la mimación y la nunación en el Libro de Mormón sugieren fuertemente la autenticidad del registro, debido a que las reglas son un descubrimiento relativamente reciente de la filología. Ello puede ser ilustrado en los únicos sustantivos Jareditas que conocemos, curelom y cumom, así como el único adjetivo, shelem, otorgado a una montaña “debido a su extremada altura” (Et. 3:1). Es interesante el hecho de que el significado original de las raíces semíticas mejor conocidas, SALAM, quiera decir “un lugar elevado” (elevación, ascenso o altura) con la idea de un lugar de refugio y por lo tanto de paz como una derivación secundaria. Pero lo que nos importa aquí son los sustantivos. Cuando de la breve lista de nombres Jareditas preservados, un respetable porcentaje aparecen también como nombres Nefitas cabe preguntarse si en este punto el autor del Libro de Mormón cometió un craso error o si hay algo significativo en los Nefitas que ostentan nombres Jareditas. La respuesta es verdaderamente sorprendente: ¡Virtualmente todos esos hombres tienen una ascendencia Mulekita y encabezan movimientos subversivos en contra del Estado y Religión nefita! La importancia de esto se revela si consideramos que el único caso de un encuentro definitivo entre Jareditas y Nefitas se da en el episodio de Coriántumr y los Mulekitas. Coriántumr, el último rey jaredita, pasó los últimos nueve meses de su vida entre los Mulekitas. Estos Mulekitas habían dejado Jerusalén once años después de que Lehi lo hiciera y por lo tanto tres años después de que Lehi se había asentado ya en tierras del Nuevo Mundo. Se nos informa que “Coriántumr fue descubierto por el pueblo de Zarahemla” (Om. 1:21). Debido a que Coriántumr habría quedado mal herido y sin un alma que le ayudara, seguramente no pudo haber ido muy lejos; el hecho de que haya sobrevivido únicamente nueve meses después de su rescate implica mucho, aunque no necesariamente lo prueba. Sin embargo, la evidencia sugiere fuertemente que los Mulekitas “descubrieron” a Coriántumr casi inmediatamente después de la última batalla jaredita y que ya habrían habitado en el continente, aunque durante algunos años menos que los Nefitas. El encuentro ente las culturas Mulekita y Jaredita tuvo un periodo de duración de al menos nueve meses y quizá se extendió por un periodo de tiempo mayor. De cualquier manera
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tenemos prueba de que los Jareditas influenciaron culturalmente de manera permanente a los Nefitas a través de Mulek, ya que siglos después de la destrucción de la nación jaredita nos topamos con un nefita de nombre Coriántumr del que aprendemos era un descendiente de Zarahemla, el ilustre líder de los Mulekitas. Esto demuestra que la influencia jaredita llegó a los Nefitas a través de los Mulekitas, tal y como habría de esperarse. El nombre habría sido preservado a través del linaje real (el Coriántumr jaredita habría sido huésped del líder del pueblo mulekita) o en anales –de origen antiguo, ya que la gente no tiene por costumbre escribir, mientras que, por otra parte, nada es mas persistente que los nombres, la mayoría de los que aun usamos se remontan a miles de años de antigüedad. La primera tierra colonizada por los Jareditas fue Morón, nombre ostentado por uno de los últimos reyes Jareditas. La tierra nefita “en las fronteras por las costas del mar que colinda con el desierto fue llamada por ellos Moroni,” y cualquiera con un conocimiento rudimentario sobre el Cercano Oriente de inmediato reconocerá que el vocablo Moroni significa “perteneciente a Morón” o “de Morón;” la antigua terminación –i resulta ser el mas familiar e inalterable sufijo presente tanto en los antiguos idiomas egipcio y babilonio como en el árabe moderno y siempre empleado con la misma invención de relacionar significados, tanto el tiempo –el final de la historia jaredita– como el lugar –la frontera mas lejana– coinciden en traernos los nombres Morón y Moroni juntos como producto de una transculturación. Un caso paralelo es el de Moriantón, nombre de uno de los primeros reyes Jareditas así como de una región costera habitada por los Nefitas aproximadamente en el año 72 a.C. En este caso el Moriantón nefita habría tomado su nombre de la tierra que colonizaba, como lo acostumbraban los antiguos conquistadores (p. ej. Africanus, Germanicus, etc.), tomándolo de la antigua faja costera jaredita que repobló. La supervivencia de los nombres Jareditas esta adicionalmente indicado en el cerro de Shim. Al joven Mormón, quien en ese entonces contaba con diez años de edad, se le dijo que sería capaz de hallar dicho cerro cuando creciera, aunque viviera en alguna otra parte del pais por que sería llamado Shim, lo cual muestra que en realidad su nombre jaredita se encuentra en esa época presente entre los Nefitas. Es por ello que Moroni lo menciona empleando su nombre jaredita en Eter 9:3, ya que habitualmente emplea los nombres Jareditas para describir itinerarios de viaje e indudablemente ese nombre de nuestra lista es jaredita. Nehor, otro nombre jaredita, se identifica tanto con el desierto al que los primeros rebeldes Jareditas se retiraron así como a una ciudad construida en esa región y que era habitada por nefitas claramente apóstatas. Noé2 fue un rey jaredita, y otro Noé fue un rey nefita. El nombre quizá sea auténticamente jaredita, ya que aparte del Noé bíblico, “no se tiene registro de este nombre; ni en solitario ni formando parte de otros nombres,” de acuerdo con C.L.Wooley, pero es “hurrian,” proveniente de la parte norte de Babilonia;3 el primer hogar de los Jareditas. El nombre de Alma, el sacerdote del rey Noé, revela una mezcla de culturas si no es que también de sangre; sus raíces se encuentran entre los Mulekitas y dos de sus nietos llevan los nombres jareditas de Shiblón y Coriantón (Al. 31:7). Aunque Corihor fue el nieto del primer rey jaredita, el nombre fue llevado por un jaredita de la última generación, del cual los nefitas lo tomaron como Korihor.
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Considerando la escasa cantidad de nombres jareditas que tenemos parece claro entonces que tenemos aquí una mezcla de dos culturas. Lo que confirma el asunto es el hecho de que nuestros nefitas con nombres jareditas tienen todos relacion y antecedentes mulekitas. Que el trasfondo jaredita-mulekita representara una tradición cultural definitiva entre los Nefitas y fuera cultivada conscientemente es, en mi opinión, sumamente claro observando la conducta de los hombres con nombres jareditas. Al menos cinco de los seis hombres cuyos nombres son definitivamente jareditas manifiestan fuertes inclinaciones anti-nefitas y el sexto, Shiblón se salvo de formar parte de la estadística solo por que un ángel convirtió a su rebelde padre. Del resto, Moriantón intentó conducir a un gran grupo de gente de regreso al desierto; Coriántumr fue un destacado apóstata y ente subversivo; Korihor se rebeló contra la Iglesia y el Estado e intentó fomentar una revuelta en masa; Nehor consolidó exitosamente un sistema religioso y de gobierno alterno y en oposición de los gobernantes nefitas y solo fue detenido cuando se le ejecutó por asesinar a un juez; el rey Noé, tal vez de una mezcla de descendencia mulekita, aterrorizó a los Nefitas introduciendo las prácticas de los antiguos reyes jareditas – impuestos excesivos, fornicaciones y abominaciones, “elegantes y espaciosos edificios,” la persecución de sus oponentes, ritos y sacerdotes falsos, etc. Aquí tenemos no estilos de vida totalmente opuestos, con fuertes indicaciones de que el apoyo popular de ninguna manera esta de parte de los Nefitas. Que el nombre mas destacado de todos ellos, Gadiantón, no se encuentre en nuestra lista de nombres jareditas no debe preocuparnos, solo basta compararlo con nombres como Moriantón o Coriantón para darnos cuenta que es jaredita. No hay nada en el Libro de Mormón que muestre en forma clara un contacto directo entre los Nefitas y los Jareditas. Siempre hay algo entre ellos –los Mulekitas, quienes, como lo muestra la historia del Coriántumr jaredita, fueron los vecinos mas cercanos y separados, como aprendemos del relato del rey Mosíah, por una considerable distancia de los Nefitas. Todo parece apuntar a la absorción de una buena parte de la cultura jaredita por parte del pueblo de Zarahemla poco después de su arribo al continente. La tradición de un mismo patrón jaredita de comportamiento y repudio contra las instituciones nefitas por hombres de ascendencia mulekita que tenían nombres jareditas confirma la tesis que hemos estado exponiendo con suma claridad. El uso de los nombres jareditas por parte de la mezcla de sus descendientes tiene paralelos históricos. Por lo tanto los hurrians perdieron su nombre tan rápida y completamente cuando se mezclaron con los Hititas que hasta hace pocos años se dudaba que ese pueblo hubiera existido; no es sino hasta ahora que sabemos que los hurrians, desplazándose desde la parte norte del país, implantaron su clase gobernante y su tradición de imperio. Un papel que los esparcidos y nómadas jareditas de los últimos días han interpretado al entrar en contacto con el mas civilizado pero menos agresivo pueblo de Zarahemla, perdiendo enteramente su identidad jaredita pero recordados aun, igual que los hurrians, por los extraños nombres de sus gobernantes. Por cierto, el hecho de que el sistema de pesos y medidas ostente nombres jareditas indica un amplio y largo contacto cultural.
Los Fugitivos Al determinar el destino final de los jareditas es decisivo, creo yo, el hecho de que fueran consumados maestros en el arte del engaño y la desaparición. Su historia comienza con Nimra y Omer ocultándose en el desierto y concluye con
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Shiz, Coriántumr e incluso Eter haciendo lo mismo. ¿Nos resulta difícil creer que entre ”parte de los que huyeron al ejército de Shiz y parte de los que huyeron al de Coriantumr” (Et. 14:20), no hubiera algunos que no hubieran intentado huir al desierto o que nadie intentara huir cuando “por toda la tierra se oía el grito” de que Shiz pasaba barriendo la tierra (Et. 14:18) o que nadie logró escapar cuando “la gente empezó a tener miedo, y comenzaron a huir ante los ejercitos de Coriantumr” (Et. 14:27)? Cuando leemos que los terribles ejércitos “exterminaban a los habitantes delante de ellos, todos los que no querían unirse a ellos” (Et. 14:27), el cuadro que se revela ante nuestros ojos es el personas haciendo lo mejor que pueden para escapar del arrollador y mortífero paso de los ejércitos, este es el típico cuadro de aquellos que “huyeron a las montañas o se perdieron entre los bosques ante la inexorable llegada de los ejércitos del rey de Asiria, las hordas de Mongoles o los ejércitos de la china roja contemporánea.4 En Asia los fugitivos a menudo se convierten en feroces tribus guerreras para sobrevivir (los modernos Goloks son un buen ejemplo) con tradición y estilo de combate muy parecido al desplegado por los Indios de Norteamérica.5 La gente de Asia, tras siglos de guerras de exterminio, “ha desarrollado un instinto y capacidad para esconderse, cuyo uso y desarrollo les han sido útil para evitar su exterminio.”6 Como hemos visto, este invaluable instinto fue celosamente cultivado entre los Jareditas, además de que en ninguna parte existen indicios que nos permitan siquiera suponer que nadie logró escapar durante la guerra o en épocas anteriores a la misma. Cuando Shiz y Coriantumr intentaron una confrontacion total no fue cuestión de cuatro meses de trabajo el alistar sus ejercitos, sino una tarea que requirió de cuatro años debido primeramente a la notable ausencia en términos generales de fervor patriótico entre la gente como fue también en los casos de Genghis Khan y el rey de Khwarazm y en segundo término por que la gente obviamente se encontraba ampliamente esparcida, desconectada del gobierno central, reacia a cooperar en una empresa en la que no tenían nada que ganar. La misma situación se sugiere con claridad en Eter 15:14 “De manera que durante cuatro años estuvieron recogiendo al pueblo, a fin de juntar a todos los que se hallaban sobre la superficie de la tierra, y para poder recibir cuanta fuerza les fuera posible lograr.” Esta última frase resulta notable: no nos es dicho si lograron su objetivo, únicamente que así lo intentaron; en el siguiente versículo la frase “cuando todos se hubieron unido” es simplemente un apunte general (y una expresion favorita de Homero) que podría haberse hecho de cualquier grupo independientemente de su tamaño. Pero sobretodo, destaca la completamente establecida práctica jaredita de reusarse a unirse a cualquier ejército y vivir como ladrones o “bandas de marginados” que habrían dificultado el mantener a la gente en orden incluso después de que los grandes ejércitos los hubieran absorbido. Eter encuentra digno de mencionar el hecho de que gran parte del pueblo en realidad esta dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias y solo puede atribuir ese abandono total –no desertar y huir de regreso a los bosques– al poder de Satanás (Et. 15:19). ¿Y los ladrones? ¿fueron barridos? ¿se reformaron? A medida que la nacion paulatinamente se hundía cada vez mas una guerra sin esperanza, los bandidos podían operar con creciente impunidad, incrementar sus fuerzas a costa de oportunistas y desertores, de manera que sus actividades y prácticas ilícitas en Asia perdurarían durante muchas generaciones. No debe sorprendernos entonces, encontrar las prácticas y sujetos mas execrables en la historia nefita, hombres
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diestros en la maldad entre cuyas habilidades se encontraba la de “llevar a cabo la obra secreta de asesinato y robo” (Hel. 2:4) y cuyas bandas secretas acechaban en el desierto operando como una peligrosa subcultura bajo el nombre jaredita de Gadiantón. Es claro que el área jaredita de reclutamiento no abarcaba en continente entero, ya que no puede pasarse por alto el hecho de que los Nefitas, Lamanitas y Mulekitas tambien vivían ahí, por lo que ¿quién nos asegura que tras siglos de deambular, además de su gran tradicion como nómadas y cazadores, algun jaredita no llegó hasta las regiones mas remotas del continente? Eter escribe únicamente el relato de una nación y Moroni nos presenta menos del uno por ciento de esa historia (Et. 15:33) –circunstancia que a algunos fugitivos les tiene sin cuidado. Aquellos que lograron escapar simple y sencillamente desaparecieron de la historia de Eter y de cualquier otra. Sin embargo, deberíamos estar agradecidos por que en el Libro de Mormón se encuentre registrada una palabra que puede mostrarnos que en realidad sí existian grupos de ladrones y proscritos en el Nuevo Mundo. Como si tuvieran el propósito específico de asegurárnoslo, existen escuetos versículos en el libro de Omni con relación al pueblo de Zarahemla, cuya historia se ofrece de forma lacónica y desprovista de significado. Aunque esa gente desempeña un papel protagónico una vez que han entrado en la esfera nefita, todo su pasado se resume en solo tres versículos (Om. 15-17). Esto nos muestra como los editores del Libro de Mormón se apegaban estrictamente a la consigna establecida por Nefi (1 Ne. 6:6), rechazando cualquier tipo de disgresión y negándose obstinadamente a hablar tocante a cualquier otra gente que no sea la protagonista de su historia. El pueblo de Zarahemla solo es mencionado por que así debe ser –ya que posteriormente se vuelven nefitas. Pero el breve y forzado recuento de su pasado es una evidencia clave para nosotros. Se recordará que habíamos concluído que el hecho de que el grupo de Lehi hubiera sido guiado fuera de Jerusalén mediante la guía divina no tenía porque ser exclusiva o que otros hombres no hubieran gozado de esa misma experiencia. De forma similar, que los jareditas fueran traídos a la tierra de promisión al tiempo de la confusión de lenguas no nos da derecho para concluir que nadie más lo fuera antes o después que ellos. Incluso en ninguna parte se dice o implica que los Jareditas fueran los primeros en llegar aquí, e incluso que fueran los primeros o los únicos en ser guiados desde la torre de Babel. Mucho después de la publicacion del Libro de Mormón, José Smith citó desde el púlpito ciertas leyendas toltecas que aparentemente parecían señalar que esta gente había llegado procedente del Cercano Oriente en la época de Moisés;7 independientemente de que tal migracion se haya efectuado o no, resulta significativo el hecho de que el Profeta no fuera reacio a reconocer la posibilidad de otras migraciones además de las mencionadas en el Libro de Mormón. El silencio guardado al respecto es un argumento de cierto peso a favor cuando se considera la posibilidad de la existencia de “otras ovejas.” Cuando los Jareditas se dirigieron a aquella región en la ningun hombre “jamás había estado,” nuestra historia se encuentra con un hecho digno de mención, incluso aunque el grupo solo la haya cruzado. En el Libro de Mormón se encuentra registrada gran cantidad de información del pasado y futuro de la tierra prometida, pero nunca se le describe como una tierra deshabitada. Los descendientes de Lehi no fueron los únicos habitantes del continente y los jareditas nunca reclamaron serlo.
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Con relacion a lo anterior, no puedo resistir la tentacion de citarte un pasaje notable de la obra “Los Primeros Principios” de Orígenes en el que el celoso erudito cita a Clemente que, como bien sabes, llegó a ser uno de los primeros escritores cristianos despues de la muerte de los Apóstoles: Clemente, el discípulo de los Apostoles, se dirige a todos aquellos que los Griegos llaman “extranjeros,” a las otras partes de la esfera terrestre que no pueden ser alcanzados por nadie que habita en las regiones que le son conocidas, así como a esos habitantes que son incapaces de venir a su encuentro; él se refiere a esas otras partes de la tierra como “mundos” cuando dice: “El oceáno no puede ser cruzado por los hombres, pero esos mundos que se encuentran al otro lado del mar son gobernados por las mismas ordenanzas (preceptos) de Dios que nos son familiares”8 Aquí tenemos una clara afirmación que nos muestra que entre los primeros cristianos se enseñaba que había gente que vivía al otro lado del mundo que disfrutaba de la guía y dirección divinas aunque se encontraran completamente aisladas del resto del mundo civilizado. Este precepto, así como otras “cosas claras y preciosas” se perdieron muy pronto y nunca se volvieron a aprobar después de la muerte de Orígenes (San Agustín definitivamente era un opositor); sin embargo, ilustra a la perfeccion como los santos de todas las épocas han tenido en cuenta a toda la humanidad en sus tratos con el Todopoderoso y se reúsan a considerar su limitada experiencia como la única medida de valor de la presencia de la divina providencia entre los hombres. En el año de 1898, mientras se encontraba deshierbando su terreno cercano al pueblo de Alejandría en el estado norteamericano de Minnesota, un granjero desenterró una piedra labrada con lo que aparentemente eran caracteres rúnicos. Al igual que con el Libro de Mormón, el asunto rápidamente fue declarado como fraude y el consenso general de los expertos era un indiferente desprecio sobre la supuesta falsificación durante acumulado durante cuarenta años. Pero ahora resulta que la piedra Kensinton, como se le conoce, no es un fraude sino que con toda probabilidad se trata de un objeto auténtico (¡mucho mas que la autoridad de los eruditos!). Las inscripciones en la piedra una vez interpretadas nos cuentan de grupos de vikingos que vagaban por el Medio Oeste al menos 130 años antes de la llegada de Colón. Cierto o no, ¿tiene algo que objetar el Libro de Mormón sobre el particular? Por supuesto que no. La piedra Kensinton además nos informa que estos vikingos tuvieron un horrible y sangriento final –de hecho, completamente acorde con el patrón presentado en el Libro de Mormón.9 Ofrecemos lo siguiente como caso de estudio: se ha admitido que no todos los remanentes de los Indios Precolombinos pertenece a la gente del Libro de Mormón, el asunto es claro para el antropólogo y el problema para todo arqueólogo del Libro de Mormón, cuando aparece, consiste mas en tratar de encontrar cosas que tengan relación con el Libro de Mormón que intentar probar que todas o algunas cosas que aparecen constituyen una evidencia a favor del Libro. Yo hice mención sobre este hecho obvio en un artículo de la revista Improvement Era publicado en su edición del mes de abril de 1947.10
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No hay ni una sola palabra en el Libro de Mormón que insinúe la imposibilidad de que otras personas, procedentes de cualquier otra parte del planeta y de cualquier otra época, llegaran a este hemisferio; únicamente estipula y acota que aquellos cuya historia registra entre sus páginas lo hicieron siempre de la mano del Señor; e incluso esta condición no debe ser interpretada estrictamente, ya que el pueblo de Zarahemla “no había llevado anales consigo, y negaban la existencia de su Creador” (Om. 17); es decir, eran todo menos una colonia profundamente religiosa. Nadie negaría que antiguamente “esta tierra” no llegaba “al conocimiento de otras naciones” (2 Ne. 1:8), pero eso no significa que la tierra estuviera vacía, sino que el flujo migratorio se llevaba a cabo en una sola dirección –del viejo al Nuevo Mundo; por que incluso para la época en que Lehi menciona que esta región se le había dado como una herencia, los Jareditas ya la habían habitado, y en sus palabras, el padre de Nefi se refiere a otras naciones que habrían de llegar, “todos aquellos que la mano del Señor conduzca de otros paises.” (2 Ne. 1:5)
Hombres que partieron de Asia11
Querido Prof. F: Seguramente te estarás preguntando ¿porqué tanta insistencia con respecto a la posible supervivencia de algunos fugitivos jareditas ocultos en los bosques? Por que no se necesitaría un gran número de ellos para perpetuar “sobre la superficie de esta país del norte” las prácticas de los cazadores nómadas jareditas. Ya se ha dicho que cuando los hombres de Asia se esconden en las montañas y en los bosques, su estilo de vida se vuelve muy similar a la de los Indios Americanos. Es mas, el profesor Grousset cree que no hay estilo de vida que se asemeje con mayor perfección a la de las desorganizadas y esparcidas tribus de Asia después de la destrucción de grandes naciones que la de los Indios de Norteamérica en la época en que fueron descubiertos por el hombre blanco.12 ¿Qué podría ser mas natural que el que las condiciones de brutalidad y salvajismo que han caracterizado la escena en Asia tras el paso de las hordas conquistadoras se repitieran en el país del norte –atestado de huesos y habitado por cazadores salvajes– tras el paso de la nación jaredita? Con el paso del tiempo muy probablemente los descendientes de los ladrones y cazadores jareditas se podrían haber mezclado con los Lamanitas así como sus ancestros lo habían hecho con los Mulekitas y las viejas prácticas jareditas habrían sobrevivido, como en el caso de los Nefitas y Lamanitas, únicamente bajo la forma de una “mezcla” (1 Ne. 13:30). Pero las costumbres de los cazadores jareditas, perfectamente adaptadas, al igual que ellos, a las condiciones de vida ofrecidas en este país del norte, no únicamente sobrevivirían sino que serían predominantes. Esto complica el panorama considerablemente, y como consecuencia de ello, los antropólogos ahora empiezan a detectar tales complicaciones en sus propias pesquisas, tal y como Gladwin lo ha planteado con agudo ingenio y elocuencia.13 No necesitamos discutir las bien conocidas afinidades entre los Indios de Norteamérica y los cazadores de Asia –chamanes, tótems, pipas de la paz, desprender el cuero cabelludo de sus víctimas, tiendas indias, etc. Los encuentros entre nativos asiáticos y americanos en las playas de ambos continentes bañadas por las aguas del Oceáno Pacífico Norte continúan dándose, pero lo anterior es un fenómeno de carácter estrictamente local.14 Es el trasfondo asiático antiguo
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presente en los Indios de Norteamérica lo que en realidad me interesa. En un estudio reciente sobre el ascenso del antiguo Estado en el Asia Central, encontré evidencia de ello, tanto de los etnólogos como de fuentes provenientes del mundo antiguo y todo parece encajar perfectamente en un solo cuadro. Pero cualquier conexión que pudiera haber existido entre la gente de Asia y los Indios de Norteamérica –salvo por aquellas exageradamente obvias que emparentan con el Cercano Oriente y sobre las cuales Gladwin llama la atencion– deben haber sido muy antiguas, ya que las lenguas asiáticas se encuentran entre las mas antiguas y mas difundidas de la tierra, y si estos dos mundos han estado en contacto en algún punto cercano como recientemente algunos eruditos han llegado a creer, la naturaleza asiática de las lenguas indias debería reconocerse de inmediato. Hasta el momento nadie ha sido capaz de reconocer esas lenguas como las de las estepas Asiaticas. Ahora bien, todo esto es lo que el libro de Eter trata. Anales que nos informan que en los albores de la historia, hace muchos miles de años, un grupo de cazadores nómadas y criadores de ganado del Asia Central cruzaron el oceáno – muy probablemente el Pacífico Norte– hacia el Nuevo Mundo en el que conservaron las costumbres de sus ancestros, incluyendo ciertas prácticas salvajes y degeneradas que derivaron en una modalidad de la guerra de las estepas aderezada con auténtica crueldad y ferocidad asiáticas; nos informa que esa gente se movió grandes distancias en el desierto, que edificaron imponentes ciudades y que a través del tiempo produjeron consistentemente grupos de “forajidos.” Un cuidadoso estudio de los desplazamientos de Nefitas, Jareditas, Mulekitas y Lamanitas debería corregir la ligereza con que el Libro de Mormón siempre ha sido juzgado en el sentido de ser una historia excesivamente simplificada. Esto mostraría con diáfana claridad que el mismo Libro de Mormón sugiere el origen asiático de al menos algunos de los rasgos culturales presentes en los Indios de Norteamérica mucho antes de que los antropólogos se percataran de ello. Los científicos han dejado de sostener que una migración y una ruta expliquen todo sobre los indios. El Libro de Mormón nunca ha propuesto una idea tan ingenua. Aunque ha llegado hasta nosotros en forma breve y concisa, no deja de ser una historia tan intrincada y compleja que tú mismo lo has podido constatar y en sus complejas y trágicas páginas nada es mas desafiante que la siniestra presencia de esa fiera y sangrienta mentalidad de los “hombres que partieron de Asia” y que fueron conocidos en sus propios días como los Jareditas.
El Panorama Completo Ha llegado el momento de establecer algunas conclusiones. Como recordarás, me propuse demostrar “que ciertas cosas extrañas y poco familiares descritas en el libro de Eter realmente suceden como se dice que sucedieron, porque sucedieron –particular y repetidamente—en aquellas áreas culturales en las que, de acuerdo con el Libro de Mormón, los Jareditas adquirieron su cultura y civilización.” (pág. 111) Entre esas cosas extrañas y poco familiares mencionamos el valle de Nimrod, la confusión de lenguas, fenómenos meteorológicos, deseret y las inundadas planicies del mundo antiguo, mientras que en el Nuevo Mundo nuestra lista incluye tópicos como la gran asamblea del pueblo jaredita, la obtención de seguidores mediante el soborno, juramentos por los cielos y la tierra, sociedades secretas, reyes cautivos, artículos finos elaborados en prisión, docellas danzantes,
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especies animales desconocidas, plagas de serpientes, cazadores notables así como lugares reservados para la práctica de la misma, guerras internas, tácticas y estrategias peculiares, conformación de ejércitos mediante el reclutamiento forzado, terrorismo sistemático, procedimientos observados por las bandas de ladrones, guerras de exterminio como metáfora de un duelo personal entre reyes antagónicos. La lista de los puntos clave es larga y si no es mas larga que la pudiera haberse hecho de la parte correspondiente a Lehi en el desierto es debido a que Eter describió menos hechos en su relato (1er. Nefi cubre por lo menos ocho años y por lo tanto se ha puesto mucho mayor atencion a los detalles) y porque se centra en un objetivo, si tal cosa es posible, aun mas difícil. A pesar de ello, su porcentaje en relación a la descripcion de eventos corroborados como auténticos no es menos sorprendente. Uno a uno voy encontrando paralelos entre los Jareditas y los primeros hombres de Asia muy impresionantes, pero en conjunto su valor se triplica exponencialmente. En el libro de Eter los Jareditas forman parte del tramado que conforma el tejido social; una imagen consistente de un tipo de sociedad cuya única existencia ha llegado a conocerse únicamente en años recientes y que es completamente diferente de la cultura de los Indios de Norteamérica de la que posteriormente esta última se desarrolló. ¡Qué hermosamente integrada se encuentra esta historia! Se presenta un gran cataclismo, una confusión y la confunsión de lenguas y pueblos; una dispersión general en diferentes direcciones desde algún punto al Norte de Mesopotamia.15 Como resultado de lo anterior, se pone en marcha una migración hacia tierras desconocidas cubiertas de lagos y pantanos, remanentes de la última era glacial y entonces se desatan vientos de una furia terrible que toman por sorpresa al grupo justo después de hacerse a la mar. Algunos años después de su desembarque en playas del Nuevo Mundo se realiza una reunión general y la elección de un rey; su hijo eventualmente se rebela inaugurando con ello siglos de enconadas luchas que derivan inexorablemente en una gigantesca guerra de exterminio que como consecuencia secundaria resulta en la aparición de proscritos que acechan en los bosques y desiertos. Cifras, distancias y épocas juntas encajan perfectamente, pero lo único que puede revisarse completamente de una historia y que por lo tanto no es posible falsificar es, como frecuentemente he insistido, lo que se hizo y como se hizo. Este es el cuadro final que resulta verdaderamente impresionante. Pero el propósito principal al escribir estas cartas, si recuerdas el contenido de la primera, era refutar la “teoria antropocéntrica” de un origen único de los Indios Americanos, debido a que reclamaste que el Libro de Mormón era una historia excesivamente simpificada. Creo que a estas alturas debería resultar obvio que el Libro de Mormón no es tan simple como podría parecer. Por sí solo el libro de Eter presenta una lista formidable de posibilidades, algunas de las cuales deberían ser consideradas seriamente. Entre ellas destaca la probabilidad, por no decir la certeza, de que numerosos jareditas hubieran sobrevivido en las regiones inexploradas del norte perpetuando así un elemento de carácter fuertemente asiático en la cultura y en la sangre de los Indios Americanos. Escribir una historia sobre lo que pudo haber sucedido en los albores de la historia escrita habría estado tan lejos del alcance de cualquier erudito de la época de José Smith como la posibilidad de que pudiera construir una bomba atómica. La
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descripción de los antiguos Estados solo empieza a tomar forma en nuestros días y la idea de un núleo original asiático a partir del cual se desarrollaron el resto de las naciones era algo inimaginable algunos años atrás. Nuestras propias ideas tendrán que ser revisadas continuamente en muchos puntos, pero los trazos principales del cuadro son firmes y claros –y es el mimsmo cuadro que nos encontramos en el libro de Eter. Uno de los descubrimientos mas sorprendentes de los últimos años ha sido el hecho de que no importa si los ivestigadores se encuentran explorando Babilonia, Tebas, Ras Shamra, el Asia Central o el Cercano Oriente, inevitablemente en cada periodo histórico siempre encuentran evidencias de una increíble mezcla de tipos físicos y linguísticos. Y a medida que el cuadro biológico se vuelve mas complejo, el cultural se vuelve mas simple; el mundo entero en algún momento de su historia parece que habría compartido en general una relación con una civilización universal. Esto es lo que también tenenos en el libro de Eter, cuando se nos informa que las naciones y tribus ya estaban completamente “confundidas” en los días de Jared, mientras que ciertas costumbres y prácticas comunes se describen como pertenecientes por completo a “los antiguos” mientras florecen entre todas las naciones. En concordancia con este panorama se encuentra el hecho de que un número importante de nombres jareditas también son nombres bíblicos. Tú preguntaste en tu última carta que ¿como podía ser posible eso si el lenguaje jaredita era el desaparecido lenguaje Adámico? En primer lugar, dejemos en claro que el lenguaje de Jared no era el lenguaje Adámico: Jared suplicó que su lenguaje no fuera confundido, de modo que su gente pudo continuar entendiéndose unos a otros, no por que se tratara de un único o perfecto lenguaje o el lenguaje sagrado de Adán, circunstancia que seguramente habría mencionado si así hubiera sido. En realidad, despues que los Jareditas salieron y su lenguaje se conservó intacto, el Señor le dijo al hermano de Jared: “he confundido el idioma que escribirás” (Et. 3:24). Cuando Moroni nos habla sobre el extraordinario poder de los escritos del hermano de Jared, él atribuye esas poderosas palabras no al idioma, sino a un don especial del Señor dado al escritor (Et. 12:24). Con respecto a la antigüedad del lenguaje escrito, dicho sea de paso, no hemos discutido el asunto porque todavía esta cuestión se encuentra en el aire. En Uruk, donde aparecen “formas similares” de escritura, no son el producto de algún proceso gradual de evolución, sino que “repentina e inadvertidamente ahí aparecen ciento quince signos y pictogramas grabados en un plato. Estos símbolos parecen haber sido escritos y empleados sin mostrar algún signo de vacilación,”16 mostrando que la escritura ya estaba consolidada en algun lugar del mundo y que ese sitio parece estar ubicado en la región norte de Mesopotamia.17 Con relacion a los nombres jareditas en la Biblia, la confusión de lenguas no únicamente lo permitía sino que además lo requería; se recordará que la mayor parte de gente que hablaba originalmente el lenguaje jaredita fue confundida y su lenguaje contaminado, así que las palabras no conservaron su significado (Et. 1:34). Era de esperarse entonces, hallar palabras jareditas esparcidas por todo el mundo. La única forma que tenemos para rastrearlas, es, por supuesto, en los sustantivos. Poca gente en nuestra sociedad sabe el significado de su nombre (a pesar de que la mayoría de ellos lo tiene o al menos alguna vez lo tuvo), porque nuestros nombres son casi sin excepcion remanentes de lenguas muertas hace mucho y que
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detrás de ellos se esconden complicadas y pintorescas historias. Tal ha sido siempre el caso de los nombres propios. No es una sorpresa que tres de las ciudades más antiguas del mundo, una de las cuales es descrita como la primera ciudad construida despues del diluvio, lleven el nombre jaredita Kish, aunque esas ciudades estan distantes unas de otras. Tampoco sorprende el hecho de que el padre del primer rey de Israel también se llamara Kish. Mucho menos sorprende el que una ciudad que rivalizaba con Kish en antigüedad e importancia se llamara Lagash y que una de las ciudades de Palestina fuera Lakish, ambos términos traen a la memoria al nombre jaredita Riplákish, que podría significar en babilonio “Señor de Lakish.” Una coincidencia aun mas sorprendente es que el rey jaredita Ahah fue el hijo de Set (Et. 1:10; 11:10), ya que Menes, el legendario fundador de la primera dinastía egipcia, llevaba el nombre de Aha (que significa guerrero) y se supone que sucedió a su padre, quien también se llamaba Set, como gobernador de la tierra.18 Un buen ejemplo sobre la forma en que se han mezclado las cosas quizá pueda encontrarse al considerar el nombre de Corihor. Ya se ha mencionado con anterioridad que fue el nombre de un sumo sacerdote que en el año 1085 a.C. usurpó el trono de Tebas (por cierto, ambas ciudades, la mas antigua de Egipto y la mas antigua de Europa se llaman Tebas ¿cómo fue posible?) y que es prácticamente idéntico con el del arribista Korihor nefita. ¿Cuál es la relacion? No es Egipto, para sorpresa de todos, el origen de Hur-hor, Herier o cualquiera de sus variantes, sino que es posible una adopción tardía del Hurrian a través de los Cananitas, es decir, ¡procede de la cuna nativa de los Jareditas! 19 Los Nefitas entonces podrían haberlo obtenido de los Jareditas a través de Mulek o haberlo importando de su frecuente contacto con el imperio egipcio en donde gozaba de una notoria popularidad entre los seguidores de Amón. No hay nombre o evento en la historia de los Jareditas que no sea digno de un largo y concienzudo estudio. Al igual que la historia de Lehi, si esta historia es ficticia se trata de una ficción muy bien montada con aspectos históricos que no eran conocidos en 1830. Nadie es capaz de producir una hábil ficción de la historia del Imperio Romano, por ejemplo, a menos que en realidad domine una buena cantidad de información sobre el Imperio Romano. De modo que si el libro de Eter se trata de una falsificación ¿de dónde obtuvo el autor el sólido conocimiento necesario para realizar un trabajo que pudiera soportar al menos cinco minutos de investigacion documental? Yo únicamente he tratado estas cosas superficialmente en estas cartas, pero si mis dotes de investigador son limitadas, el terreno que exploro tambien es delicado. Cada página esta llena con material que merece una seria investigación –investigación que podría esfumarse si se presentara algun absurdo palpable en el. Pero nada podría ser más injusto que tratar al libro de Eter como una simple historia. Después de nuestro largo y sórdido encuentro con el lado secular de la historia jaredita quizá es tiempo de recordarnos a nosotros mismos que este texto, del que arbitrariamente hemos seleccionado para comentar ciertos versículos en específico que presentan similitud con otros documentos de crónicas antiguas, es uno de los mas grandes tesoros que generacion alguna de hombres ha recibido. La conmovedora historia de los Jareditas es ante todo un soporte para las inspiradas interpolaciones de Moroni, así como un poderoso recordatorio para nuestra propia generacion y para las generaciones venideras.
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Estimado Prof. F:20 Moroni nos asegura que es el Señor quien controla todo evento y circunstancia y que los hombres pierden de vista el propósito de su vida cuando reúsan reconocer el hecho: “de mi boca han salido los vientos, y también he enviado yo las lluvias y los diluvios” (Et. 2:24); el hermano de Jared dice –aunque los hombres no lo ven de esa manera, que el Señor constantemente esta mostrando “gran poder, que parece pequeño al entedimiento de los hombres” (Et. 3:5). Los hombres simplemente carecen de fe y así se niegan a sí mismos las bendiciones y el poder que podría pertenecerles – el “conocimento de todas las cosas” el cual se ha “ocultado por causa de la incredulidad” (Et. 4:13). Si ejercemos la fe, el Señor pondrá a nuestra disposición el conocimiento de todas las cosas. Irónicamente, un buen número de hombres saben que se debe tener fe antes de esperar recibir recompensa alguna; por tanto, “hablan de Jesús, y los persuaden a hacer el bien” (2 Ne. 33:4). Se empieza con un anhelo –“el hombre debe tener esperanza, o no puede recibir una herencia” (Et. 12:32), porque “fe es las cosas que se esperan y no se ven; por tanto, no contendáis porque no veis, porque no recibis ningun testimonio sino hasta despues de la prueba de vuestra fe” (Et. 12:6).”Porque si no hay fe entre los hijos de los hombres, Dios no puede hacer ningún milagro entre ellos” (Et. 12:12), porque El obra “con los hijos de los hombres según su fe” (Et. 12:29). Nada resulta más difícil que intentar convencer a un hombre de algo que él jamás ha experimentado: “Eter profetizó al pueblo cosas grandes y maravillosas, las cuales no creyeron, porque no las veían” (Et. 12:5). Aquellos que viven sin fe, lo hacen en un mundo que a ellos les parece lógico y racional; adoptan la poco inteligente postura de que todo aquello que se encuentre fuera del alcance de su propia y sumamente limitada experiencia ¡no existe! Las gloriosas obras de Dios parecen pequeñas a su vista y nunca serán rescatados de su miopía hasta que estén dispuestos a enfrentar los hechos y someterse a una prueba que solo el de corazón honesto es capaz de considerar sin estremecerse repulsivamente. La prueba consiste en esto: “Y si los hombres vienen a mí, les mostraré su debilidad. Doy a los hombres debilidad para que sean humildes; y basta mi gracia a todos los hombres que se humillan ante mí; porque si se humillan ante mí y tienen fe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertes para ellos” (Et. 12:27). ¿Qué ‘hombre natural’ que ostentara un doctorado podría considerarse a sí mismo “débil”? El hombre natural busca las cosas del mundo; las realidades que les son familiares –y las mas grandes son “poder y riqueza.” A través de siglos de historia, el libro de Eter nos asegura que los hombres siempre han convertido estas cosas en sus más altas aspiraciones e invariablemente y trágicamente han descubierto que la clave para controlar al resto de los hombres, es decir, alcanzar riqueza y poder, descansa en tres puntos: secretos, organización y disolucion de anacrónicos escrúpulos morales, especialmente con respecto al asesinato. Moroni habla con respecto a estas tres cosas: “Porque el Señor no obra por medio de combinaciones secretas, ni quiere que los hombres viertan sangre, antes lo ha prohibido en todas las cosas, desde el principio del hombre” (Et. 8:19). Estas cosas, explica el profeta, han destruido una civilización tras otra y continuará destruyendo a “cualquier nación que favorezca tales combinaciones secretas” (Et. 8:22). Cuando leemos los comentarios de Moroni sobre la historia nefita, parece evocar a Tucídides, quien hace lo propio sobre el Mundo Griego: Los hombres que viven exclusivamente para
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alcanzar las cosas de este mundo eventual e invariablemente se convierten en peligrosos psicóticos que se destruyen a sí mismos y a todo lo que les rodea. Pero los Griegos nunca nos mostraron esa otra cara de la moneda. En ese sentido, el libro de Eter supera por mucho lo registrado en otros documentos de la historia humana. El más grande de los Griegos nos ha enseñado, escribió Goethe, que “la vida en este mundo es como el infierno.” Algo peor que eso no existe. Sin embargo el libro de Eter nos enseña que vivir en este mundo puede ser como estar en el cielo; que en realidad ha habido muchos “aun antes de la venida de Cristo, que no se les pudo impedir penetrar el velo, sino que realmente vieron por sus propios ojos las cosas que habían visto con el ojo de la fe, y se regocijaron” (Et. 12:19). No estamos tratando aquí con las típicas perogrulladas y clichés moivacionales que afirman, palabras más palabras menos, que si los hombres se comportan correctamente y ayudan a su prójimo les irá bien –los hombres siempre lo han sabido y demasiado bien. Eter nos muestra una humanidad dividida en dos grupos; no se trata de la típica división de “los buenos” y “los malos”, sino de aquellos que tienen fe y aquellos que no la tienen. Ambos grupos viven en mundos completamente diferentes; un primer grupo en un verdadero cielo y el otro en un verdadero infierno. No se nos ha mostrado en términos imprecisos el mundo que los incrédulos han elegido para vivir. Esta es la advertencia de Moroni para nuestra propia época. Hace mucho que los hechos de una horda de sangrientos y espantosos desquiciados de las estepas asiáticas fueron removidos de la conciencia y experiencia del hombre occidental de forma tan profunda que el abismo mas profundo del oceáno queda corto. Hoy la siniestra pesadilla se revela en nuestra propia época y la encontramos plasmada en los diarios que exhiben fotos de soldados americanos en actitudes deleznables portando enormes orejeras y acolchadas chaquetas tan características de los Khan de las estepas ¿quién podría haberse imaginado tal cosa? La otra cara de la moneda la tenemos con el Señor dirigiéndose “con sencilla humildad” (Et. 12:39) (¡vaya disertación sobre la humildad!) a todo aquel que este dispuesto a recibirle. Los Jareditas no eran Israelitas, ni de la descendencia de Abraham; fueron simplemente seres humanos sin afinidad en particular con alguna raza identificable. Tiempo y lugar cesaron en esta historia, ya que muchos hombres de quienes no tenemos registro alguno hablaron cara a cara con el Señor mucho antes de que este cumpliera su mision terrenal. Esta sorprendente indiferencia a cualquier otra cualidad que no sea la fe es extrapolada por Eter incluso en la otra vida, ya que aprendemos que el Señor tiene preparada “entre las mansiones de [su] padre” una morada para el hombre (Et. 12:32), en donde los fieles de este y otros mundos recibirán su galardón. Por tanto, las fronteras de tiempo y espacio son disueltas por completo en la teologia de Moroni y las mismas advertencias y promesas que en momento se ofrecieron a los Jareditas continúan vigentes en nuestra propia época. Para terminar, quisiera señalar que es en el Libro de Mormón y específicamente en el libro de Eter en donde leemos sobre cosas mas allá del velo, de otros mundos como este –muchas mansiones, entre las cuales los fieles de esta tierra heredarán una– así como de hombres que en visiones hablaron cara a cara con Jesucristo. Todo esto se publica en 1830, cuando José Smith tenía menos de
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veinticuatro años y la Iglesia aun no se organizaba. Todavía algunos de mis amigos eruditos estan envueltos en una crusada inútil por demostrar que esas ideas fueron el producto del pensamiento posterior de José Smith y que el asunto concerniente a La Primera Visión fue planeado por un comité en Nauvoo en 1843. Nada como la historia de los Jareditas para mostrarnos que el Evangelio es verdadero y es atemporal. Si la parte histórica del libro de Eter se hubiera presentado al mundo como la traducción de algún texto hallado, digamos en la Cueva de los Mil Budas, los expertos en las cuestiones del pasado de Asia habrían supuesto que se trataría de una obra de ficción y no se hubieran tomado la molestia de buscar evidencias de tipo cultural, dejando de lado los extraños nombres que podrían hacerlos dudar, al menos en forma razonable, de que se tratara efectivamente de una auténtica cultura antigua. Si deseas ser extremadamente cauto, quizá dirás que hay poco en ello que pudiera cambiar la opinión de un experto. En descargo de lo anterior, quisiera llamar tu atención al hecho de que las investigaciones sobre Asia estan todavía en una fase embrionaria y teniendo en cuenta la circunstancia bajo la cual fue publicada esta obra así como la fabulosa y remota probabilidad de que su autor acertara en todo si se tratara de una falsificacion, creo que no es necesario presentar mayores cartas credenciales para establecer la autenticidad del libro, que en innumerables ocasiones reclama estar reportando las costumbres de los antiguos pobladores de Asia. El libro de Eter, al igual que el libro de 1er. Nefi, superan con creces el desafío impuesto a la luz de las investigaciones científicas lo que metafóricamente hablando supondría el que un hombre acertara en el blanco disparando de manera aleatoria una sola bala en la oscuridad.
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Notas del Capítulo 1: El Ocaso de una Civilización 1. La parte 1 de "The World of the Jaredites," IE 54 (September 1951): 628-30, 67375, inicia aquí. 2. Richard Andree, Die Flutsagen (Braunschweig: Bieweg, 1891); Franz von Schwarz, Sintfluth undVölkerwanderungen (Stuttgart: Enke, 1894), 358 & passim. 3. Emil G. Kraeling, "The Earliest Hebrew Flood Story," JBL 66 (1947): 290, 280-85. 4. Ibid., 285. 5. Albrecht Götze, Hethiter, Churriter und Assyreer (Oslo: Aschehoug, 1936), 11. 6. Bruno Meissner, Babylonien und Assyrien, 2 vols. (Heidelberg: Winter, 1926), ilustra la dependencia permanente de toda civilización posterior de origen babilónico en la cultura de los primeros pobladores del valle; p.ej., en literatura, 2:154-55; también Alexandre Moret, Histoire de l'Orient, 2 vols. (Paris: Presses Universitaires, 1929-36), 1:130. 7. I. A. Richards, quoted by A. C. Bouquet, Comparative Religion, 6th ed. (Baltimore: Penguin, 1962), 24. 8. Siegfried Schott, Mythe und Mythenbildung im alten ägypten (Leipzig: Hinrich, 1945; reprinted Hildesheim: Olm, 1964), 10-11. 9. "La finesse des fils est telle qu'avec nos machines les plus récentes, nous ne l'avons gèure dépassée." Lacasine, quoted by Moret, Histoire de l'Orient 1:66. La vestimenta más antigua conocida presenta un alto grado de perfección, F.-M. Bergounioux and André Glory, Les Premiers Hommes (Paris: Didier, 1952), 388-90. 10. La superioridad de las flechas con punta de piedra ha sido demostrada completamente por Saxton Pope, Hunting with the Bow and Arrow (New York: Putnam, 1947). 11. Wilhelm Schmidt, "The Injury Done to the Study of Primitive Man by Evolutionary Preconceptions,"in Edward Eyre, ed., European Civilization, 7 vols. (Oxford: Oxford University Press, 1934-38), 1:36-51."Los artistas del periodo paleolítico," dice Moret, Histoire de l'Orient 1:23, "deben haber vivido en una época en que pudieron desarrollar su trabajo sin interrupciones, con seguridad y comfort." ¡Qué envidia! 12. P. van der Meer, The Ancient Chronology of Western Asia and Egypt (Leiden: Brill, 1947), 13. 13. La parte 2 de "The World of the Jaredites," IE 54 (October 1951): 704-6, 752-55, iniciaba en este punto. 14. Alfred Jeremias, Handbuch der altorientalischen Geisteskultur (Leipzig: Hinrich, 1913), 33-34, 48, 51, 55-57, 92, 128.
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15. Hugh W. Nibley, "The Hierocentric State," WPQ 4 (1951): 226-53. 16. Para estudios clásicos sobre la Torre de Babel, véase Jeremias, Handbuch der altorientalischen Geisteskultur, 44-47, 85-86, 149-50, 230, 236, 275, 286-89, 319, citing many authorities; Alfred Jeremias, Das Alte Testament im Lichte des Alten Orients, 3rd ed. (Leipzig: Hinrich, 1916), 168-80; Theodor Dombart, Der Sakralturm (Munich: Beck 1920); Dombart, "Der Babylonische Turm," Das Alte Orient 29 (1930), Heft 2; Eric Burrows, "Some Cosmological Patterns in Babylonian Religion," in Samuel H. Hooke, ed., The Labyrinth (London: Society for Promoting Christian Knowledge, 1935), 45-70, and below, n. 19. 17. 1 Enoc 6:2-8; El Libro de Jaser 9:20-39; E. A. Wallis Budge, The Chronography of Bar Hebraeus, 2 vols. (Oxford: Oxford University Press, 1932), 1:3-4. 18. Hugh W. Nibley, "The Arrow, the Hunter, and the State," WPQ 2 (1949): 339-40. 19. Ibid., 339-43; cf. Wilhelm Nestle, "Legenden vom Tod der Gottesverächter," ARW 33 (1936): 246-69. 20. La frase "ante el Señor" de la versión Reina-Valera de Genesis 10:9 ha sido cotejada con los rabinos judíos y con los escritos de los primeros cristianos y su verdadero significado es "contra el Señor;" con relacion al tema, véase Kart Preisendanz, "Nimrod," in RE 17:624. Sobre los crimenes cometidos por Nimrod, véase Nibley, "The Arrow, the Hunter, and the State," 339-41. 21. Persuadidos por las palabras de Nimrod, los hombres decían, "Ascenderemos al cielo y lo castigaremos (a Dios) con dardo y jabalina; y dios conocía todas sus obras,. . . y contempló la ciudad y la torre que estaban edificando," Jaser 9:20; también. G. Sale, The Koran (Philadelphia: Lippincott, 1870), 269. La misma costumbre y arrogancia se reporta que era observada por los antiguos Tracianos, Herodotus, Histories IV, 94. 22. Véase el artículo "Nimrod," JE 9:309-11; también 1 Enoc 10:7-10 sobre Azazel el cazador loco quien es “descrito como lleno de todo pecado" y que "encabezó a los ángeles que persiguieron a las hijas de los hombres," etc. Preisendanz, "Nimrod," 624. 23. Clement of Rome, Homilia (Homily) IX, 3-5, in PG 2:241-44. 24. Chronicon Paschale 36, in PG 92:145. Koran 16:5, 66; 33:70-72; 40:79 habla de la comida de los animales. También Chronicon Anonymi 3, in PL 3:680. 25. Mahbub (Agapius) of Menbij, Alexandre Vasiliev, ed., Kitab al-Unwan, in PO 5:631; Budge, Chronography of Bar Hebraeus 1:8; sobre Nimrod el usurpador, quien "asesinó a su padre y tomó a su madre por esposa," Charles M. Doughty, Travels in Arabia Deserts (New York: Random House, 1937), 2:32, 657. 26. W. St. Chad Boscawen, "The Legend of the Tower of Babel," TSBA 5 (1876): 303-12.
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27. A. J. Carnoy, Indian/Iranian Mythology, vol. 6 of Mythology of All Races (Boston: Marshall Jones, 1917), 321. 28. De acuerdo con el anticuario persa Thaclabi, Kitab Qisas al-Anbiyya (Cairo: Mustafa al-Babli al-Halabi wa-Awladuhu, A. H., 1345), 33. 29. Ad-Diyarbakri, Tarikh al-Khamis (Cairo, A. H., 1283), 1:67; Clément Huart and Louis Delaporte, L'Iran antique (Paris: Michel, 1952), 454-55. 30. Preisendanz, "Nimrod," 626. Kraeling, "The Earliest Hebrew Flood Story," 289, n. 28; Eduard Meyer, Geschichte des Altertums, 5 vols. (Stuttgart: Cotta, 1925-58), vol. 2, pt. 2, pp. 31-32. 31. O. Emin, Izsledovania i Statyi (Moscow, 1896), 301-3. 32. He tratado este tópico con mayor amplitud en mi artículo "The Hierocentric State," WPQ 4 (1951): 226-253. Para un resumen de algunas montañas notables, Theodor H. Gaster, Thespis (New York: Schuman, 1950), 184-85, 169-71; H. R. Hall, "Notices of Recent Publications," JEA 10 (1924): 185-87. 33. C. J. Gadd, Ideas of Divine Rule in the Ancient East (London: Oxford University Press, 1948), 1-3; Dahhad-Jemshid es un ejemplo típico de esto, Carnoy, Indian/Iranian Mythology, 321-22. 34. Jaser 7:39-46. 35. Jeremias, Das Alte Testament im Lichte des Alten Orients, 159-60, citando a bin Gorion and the Pirke d' R. Eliezar; "Nimrod," JE 9:309; Preisendanz, "Nimrod," 627. 36. La cita es Jaser 7:24-30; se ofrecen algunas mas en "Nimrod," JE 9:309-11, tambien véase Jeremias, Das Alte Testament im Lichte des Alten Orients, 159-60. 37. August F. von Gall, Basileia tou Theou (Heidelberg: Winter, 1926), 330, citando 2 Enoc 22:8. 38. Robert Eisler, Iesous Basileus ou Basileusas, 2 vols. (Heidelberg: Winter, 192930), 2:33-38. Eisler, 33, cita la tradición consistente en que Juan el Bautista usó el garment de piel rústica (cor, Genesis 3:21) en lugar del garment original (cor) empleado antes de La Caída; varios cultos antiguos que prohibían el sacrificio de animales, sustituyeron el garment de piel por uno confeccionado con el pelo de los mismos, ibid., 2:16, 34, 118-19, cf. Friedrich Dieterici, ed.,Thier und Mensch vor dem König der Genien (Leipzig: Hinrich, 1879; reprinted Hildesheim: Olms, 1969), 22, 97. 39. John Chrysostom, Commentarius in Sanctum Matthaeum Evangelistam (Commentary on Matthew) 10, 4, in PG 57:188-89; esta obra y de autor anónimo Life of John the Baptist se mencionan en Eisler, Iesous Basileus 2:36, n. 6. De acuerdo con R. H. Charles, Book of Jubilees (Jerusalem: Makor, 1972) 3:30-31 (escrito en el siglo II a.C., citado de aquí en adelante como Jubileo), "que dió Dios a Adán para cubrir su desnudez”. . . . Sobre este asunto, se prescribia en las tablas de la ley escritas por el dedo de Dios que todos aquellos que habían pactado
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observar la ley, deberían cubrir su desnudez, y no descubrirse como los gentiles lo hacían." 40. Eisler, Iesous Basileus, 2:78-81; Josephus, Antiquities, 3:182-87, también Eusebius, Historia Ecclesiastica (Ecclesiastical History ) I, 6, in PG 20:533-36. 41. Eisler, Iesous Basileus, 2:35, 78, 109-10; von Gall, Basileia tou Theou, 330-32, cit. Greek Baruch Apocalypse (3 Baruch) 4:16; 1 Enoc 62:15; 2 Enoc 22:8; Revelaciones 3:4-5; 6:11; los Mandaeanos creían que el garment de Juan el Bautista le sería otorgado a todo aquel heredero de la salvación, Eisler,Iesous Basileus, 2:33, también Odes of Solomon 25:8; and the 2nd-century Apostolic writing published by Carl Schmidt, Gespräche Jesu mit seinen Jüngern nach der Auferstehung (Leipzig: Hinrich, 1919), 72. Con relación a la vestimenta bautismal (baptismi vestamentum) de los primeros cristianos, Tertullian, De Baptismo (On Baptism) 13, in PL 1:1323 (1215). 42. Véase arriba no. 7; también Joseph Poplicha, "The Biblical Nimrod and the Kingdom of Eanna," JAOS 49(1929): 304-5. 43. La negativa de Abraham a realizar el intercambio fue el motivo real de su expulsión de Egipto de acuerdo con los escritores apócrifos. Dieterici, Thier und Mensch, 112; A. Wünsche, Salomons Thron und Hippodrom Abbilder des Babylonischen Himmelsbildes, Ex Oriente Lux 2, 3 (Leipzig: Pfeiffer, 1906), 26. Hay una buena cantidad de material egipcio con respecto a un intercambio de vestimentas y honores, pero no hay tiempo para tratarlo con mayor amplitud aquí – solo quiero llamar la atencion al hecho de que en realidad nos movemos en un mundo de patrones establecidos y conceptos que nos son familiares, sin embargo resulta extraño que no parecen estar al tanto. 44. "Nimrod," JE 9:309: "cuando los animales lo vieron [Nimrod] que se vestiría con su piel, se echaron a sus pies de modo que no tuvo ninguna dificultad para atraparlos." 45. Jaser 27:2-13. 46. Véase arriba no. 29; los sacerdotes egipcios, la realeza y los muertos eran vestidos con el clásico garment de piel del sacerdocio egipcio; también T. J. C. Baly, "Notes on the Ritual of Opening the Mouth," JEA 16 (1930): 173-86. El kaunake de los Sumerios era un pesado garment de piel que era totalmente inadecuado dadas las condiciones climáticas imperantes en Babilonia y por esa razón lo exhibían como prueba de que los Sumerios habían venido del Norte, Moret, Histoire de l'Orient 1:21, n. 81; vs. George A. Barton, "Whence Came the Sumerians?" JAOS 49 (1929): 263-64. Montague R. James, The Apocryphal New Testament (Oxford: Clarendon, 1924), 414; también p. 412, con respecto al garment usado por el rey de reyes. En 1939 se encontró una estatua hecha con ámbar que mostraba al rey de Asiria usando la insignia del sumo sacerdote judío, "A Unique Example of Assyrian Sculpture: A Portrait in Amber," ILN (7 January 1939): 25. 47. En épocas posteriores los sacerdotes egipcios dejaron de usar "auténtica piel de leopardo, sustituyéndola por un manto de fino lino tejido con la forma y estampado
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de piel de leopardo" H. R. Hall, "The Bronze Statuette of Khonserdaisu in the British Museum," JEA 16 (1930): 1, tambien T. J. C. Baly, "Notes on the Ritual of Opening the Mouth," 178. Los cristianos sirios afirmaban que el garment dado a Adán era de algodón, la “piel” del árbol, Eisler, Iesous Basileus, 2:34; esta doctrina decían que solo había sido dada a conocer a Moisés, "quien le dió el nombre de “piel” de algodón, debido a que en los árboles tiene la misma función que la piel"; de ahí la idea de que Juan el Bautista tomaba su ropa del material disponible en los árboles. Los judíos guardaban trozos del antiguo garment en sus filactelias y en el sisith, las cuatro cuerdas que todo judío alguna vez tuvo en el borde de su garment, Ferris J. Stephens, "The Ancient Significance of Sisith," JBL 50 (1931): 59-70. Compare the Irham of the Moslems in John L. Burckhardt, Travels in Arabia, 2 vols. (London: Colburn & Bently, 1831), 1:104-05; 163-64. 48. Eisler, Iesous Basileus, 2:34, n. 11 for references.
Notas del Capítulo 2: La Partida 1. Entre las tradiciones escritas sobre la confusión de lenguas, esa historia sobre el hombre justo cuyo lenguaje no es confundido no es inusual. Algunos rabinos, dice Bar Hebraeus, in E. A. Wallis Budge, The Chronography of Bar Hebraeus, 2 vols. (Oxford: Oxford University Press, 1932), 1:8-9, enseñan que el "lenguaje hebreo. . . fue preservado a través de Abher (Heber), quien fue un hombre justo y no estuvo de acuerdo con la construcción de la torre." Esta teoría es necesaria para defender la creencia, tan popular entre los judios, de que el hebreo es el lenguaje que se hablaba en el jardin de Edén. El libro de Eter es mucho más realista. 2. Jubilees 8:8. 3. La parte 3 de "The World of the Jaredites," IE 54 (November 1951): 786-87, 83335, empezaba aqui. 4. John de Pian de Carpini da inicio a la crónica de sus viajes en el Asia Central en el siglo XIII con una descripción de esos vientos en, Manuel Komroff, ed., Contemporaries of Marco Polo (New York: Liveright, 1928), 4. Exploradores modernos como G. N. Roerich, Trails to Inmost Asia (New Haven: Yale University Press, 1931), 49, hacen referencia a ellos frecuentemente, como p. ej., "nos acercamos al gran desierto interior de la cuenca asiática, y cada bocanada de los furiosos vientos arrastraba consigo la arena de la vasta expansión que teníamos frente a nosotros" 110, 193-95, 404, etc. 5. Se pueden encontrar buenos trabajos de investigación sobre los cambios climaticos globales de la antigüedad en C. E. P. Brooks, Climate Through the Ages (London: Benn, 1926); A. R. Burn, Minoans, Philistines, and Greeks (New York: Knopf, 1930); Christopher Dawson, The Age of the Gods (London: Murray, 1928); J. L. Myres, "The Ethnology and Primitive Culture of the Nearer East and the Mediterranean World," in Edward Eyre, ed., European Civilization, 7 vols. (Oxford: Oxford University Press, 1934-38), 1:94-95, 103; J. B. S. Haldane, "A Biologist Looks at England," Harpers 175 (August 1937): 284, 286; V. Gordon Childe, New Light on the Most Ancient East (New York: Praeger, 1953), ch. 2.
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6. Aurel Stein, Serindia, 5 vols. (Oxford: Clarendon, 1921; reprinted Delhi: Matilal Banarsidass, 1980-83), 1:369-449; Aurel Stein, Innermost Asia, 3 vols. (Oxford: Clarendon, 1928), 1:214-16. 7. Henning Haslund, Men and Gods in Mongolia (New York: Dutton, 1935), 106-10. 8. Ibid., 176-77. 9. Ibid., 177. 10. Ibid., 106. 11. Eusebius, Chronicorum I, 4, in PG 19:116. 12. Teófilo de Antioquía, Ad Autolycum II, 31, in PG 6:1101; prácticamente es el mismo texto que se encuentra en the Sibylline Books 3:98-107, in R. H. Charles, Apocrypha and Pseudepigrapha of the Old Testament, 2 vols. (Oxford: Clarendon, 1912), 2:380-81. La idea de que la torre fue construida expresamente para unificar a la raza humana que presentaba una tendencia a dispersarse se encuentra en Sibylline Books 5:423: "tocando las nubes y a la vista de todo, de manera que todo hombre fiel y justo pudiera contemplar la gloria del Dios invisible." Con respecto a esta idea Emil G. Kraeling, "The Earliest Hebrew Flood Story," JBL 66 (1947): 283, dice, "Aquí encontramos, en efecto, una primitiva aunque profunda filosofía sobre la naturaleza y aspiración de esta ciudad oriental”. Que Babel fuera una torre o una ciudad, ibid., 280-83, es totalmente intrascendente, ya que normalmente ambas van juntas. A pesar de todo, Dios maldijo el proyecto porque los hombres lo planearon sin consultarlo: "¡Ay de ti, Babilonia, que te sientas en trono de oro y te calzas con sandalias de oro, tú que eras reina de las desoladas extensiones, única soberana del mundo y de tantas ciudades antiguas, grandes y cosmopolitas!" Sibylline Books 5:434-5. 13. Jubilees 10:26. 14. Thaclabi, Qisas al-Anbiyya, 43. 15. Budge, Chronography of Bar Hebraeus, 1:8. 16. For 'Ad and Thamud, R. A. Nicholson, A Literary History of the Arabs (Cambridge: Cambridge University Press, 1930), 1-3; Herodotus, Histories II, 31-32. La repentina y súbita caída de la Babilonia gobernadora del mundo causó una impresión imborrable en la mente de los hombres, quienes aplicaron el nombre de esa ciudad a manera de trágico epíteto a toda gran metropolis con un nefasto destino desde entonces, p.ej., Roma, Alejandría, etc. 17. En el artículo publicado en la revista a partir de este punto puede leerse lo siguiente: "Supongo que Io unico que se tendria que hacer es encontrar evidencias de un cataclismo de grandes dimensiones antes del año 2300 a.C. para ubicar cronológicamente a la torre de Babel con cierto grado de precisión. Mientras tanto, debo insistir nuevamente en el hecho de que estamos interesados solo en eI tipo de coas que sucedieron. No solo la Biblia no hace mención de los vientos, sino que el
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Libro de Mormón solo lo hace casualmente, aunque de manera muy específica para explicar el asunto de la propulsión de las naves jareditas. Esta circunstancia es un fuerte argumento a favor de la autenticidadd del registro. Como hemos mencionado desde el principio, el libro de Eter nos conduce a través de extrañas regiones. Ahora demostraremos el sorprendente hecho de que incluso contra toda probabilidad, nuestra historia nunca pierde su cohesión con respecto a la realidad histórica. Esto tomará una buena cantidad de tiempo así como de papel y tinta, por lo que hasta aquí es suficiente por el momento." IE 54 (1951): 835. 18. "Este domo era el símbolo ('alam) de Bagdad, y la joya del país, así como el principal y mas importante logro de los hijos de Abbás." tambien. Génesis 11:4. La cita se encuentra en E. Harder, Arabische Chrestomathie (Heidelberg: Goos, 1911), 166. 19. La parte 4 de "The World of the Jaredites," IE 54 (December 1951): 862-63, 94647, iniciaba aqui. Originalmente, esta entrega iniciaba con el párrafo siguiente; básicamente el contenido del último párrafo de la sección precedente: "Así que te parece que mi teoría sobre los grandes vientos te suena inverosímil. No reclamo que ello fuera la causa de la caída de la torre, solo intento señalar el hecho de que los antiguos hombres tenían la realmente antigua, difundida y persistente tradición de que su caída estuvo acompañada de fuertes vientos. Esto concuerda con la descripción de los vientos presentado en el libro de Eter. Para demostrarte que tal cosa es posible, sin embargo, permíteme ofrecerte un paralelo histórico. Qazwini en su Cosmografía menciona que el gran domo de Bagdad era signo y símbolo del poder y unidad de la tierra. Los eruditos con frecuencia han señalado que la torre de Babel tambien tenía esa función. Qazwini posteriormente nos informa que esta imponente estructura fue destruida por terribles vientos –al menos eso es lo que reporta y queda en nosotros sacar las conclusiones correspondientes." 20. Alexandre Moret, Histoire de l'Orient, 2 vols. (Paris: Presses Universitaires, 1929-36), 1:306. 21. See appendix 1. 22. See Charles E. Chapman, A History of California: The Spanish Period (New York: Macmillan, 1926), 21-30. 23. The quotation is from Louis Marin, foreword to G. N. Roerich, Trails to Inmost Asia (New Haven: Yale University Press, 1931), ix. 24. V. Altman, "Ancient Khorezmian Civilization in the Light of the Latest Archaeological Discoveries (1937-1945)," JAOS 67 (1947): 81-85. 25. George Vernadsky, Ancient Russia (New Haven: Yale University Press, 1943), 15-16. En el siglo XII fue posible evitar la invasión del gran reino centro-asiatico de Khwarazm inundando el país, Karl A. Wittfogel and Fêng Chia-Shêng, "History of Chinese Society Liao," TAPS 36 (1946): 647. 26. Raphael Pumpelly, Explorations in Turkestan, 2 vols. (Washington: Carnegie Institution, 1908), 2:286; cf. 1:66, 70-75.
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Notas del Capítulo 3: Jared en las Estepas 1. Hugh W. Nibley, "The Hierocentric State," WPQ 4 (1951): 245-46. 2. Ammianus Marcellinus, Rerum Gestarum XXXI, 2, esp. sections 18-22. 3. See the vivid description in Priscus Rhetor, De Legationibus Romanorum ad Gentes, in PO 113:7-9. written in 433 A.D. 4. William of Rubruck, ch. 12, in Manuel Komroff, ed., Contemporaries of Marco Polo (New York: Liveright, 1928), 76. 5. Raphael Pumpelly, Explorations in Turkestan, 2 vols. (Washington: Carnegie Institution, 1908), 2:260. 6. David D. Luckenbill, Ancient Records of Assyria and Babylonia, 2 vols. (Chicago: University of Chicago Press, 1926-27), vol. 1. 7. La sensación de estar perdido y en búsqueda de una tierra prometida o de un hogar ancestral siempre ha prevalecido entre los nómadas de Asia, como lo demuestra en forma elocuente un reciente estudio de Kirghiz, Semen I. Lipkin, Manas Vyelikodushnyi (Moscow: Sovietski Posaty, 1947). 8. William M. McGovern, The Early Empires of Central Asia (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1939), 73-78. Cf. Pumpelly, Explorations in Turkestan 1:39, 41, 67-69. 9. Henning Haslund, Men and Gods in Mongolia (New York: Dutton, 1935), 264. 10. William of Rubruck, ch. 2, in Komroff, Contemporaries of Marco Polo, 59. 11. T. Wright, ed., The Travels of Marco Polo (London: Bohn, 1854), 129 (bk. 1, ch. 47). 12. Xenophon, Cyropaedeia VI, 1, 52, 29, describe enormes carretas-torre usadas en la guerra. 13. For sources, Alexandre Moret, Histoire de l'Orient, 2 vols. (Paris: Presses Universitaires, 1929-36), 2:584, n. 150. 14. M. A. Czaplicka, Aboriginal Siberia (Oxford: Clarendon, 1914), pl. 16. 15. Xenophon, Cyropaedia VI, 1, 27, menciona que "en la antiguedad Medos, Sirios, Arameos y todos los habitantes de Asia solían emplear este tipo de carretas que hasta el día de hoy sobreviven entre los Cirenaeanos." 16. Gertrud Hermes, Anthropos 31 (1925): 365-94, cf. 32 (1926): 105-27. For Tel Agrab chariot, discovered after Hermes' authoritative study appeared, see Henri
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Frankfort, "Revelations of Early Mesopotamian Culture," ILN (6 December 1937): 794-95. 17. McGovern, The Early Empires of Central Asia, 47; Bruno Meissner, Babylonien und Assyrien, 2 vols. (Heidelberg: Winter, 1926), 1:93. 18. La parte 5 de "The World of the Jaredites," IE 55 (January 1952): 22-24, inicia aquí. 19. See generally Moret, Histoire de l'Orient, vol. 1. 20. Ibid., 1:173. 21. Alan H. Gardiner, Egyptian Grammar (Oxford: Oxford University Press, 1950), 73-74. El juncia es el símbolo del Alto Egipto y la abeja el símbolo del Bajo Egipto. Este tópico se desarrolla con mayores detalles en Hugh W. Nibley, Abraham in Egypt (Salt Lake City: Deseret, 1981), 225-45. 22. See the speculations of W. Pleyte, "Le Guepe," ZASA 4 (1866): 14-15; Kurt H. Sethe, "über einen vermeintlichen Lautwerth des Zeichens der Biene," ZASA 30 (1892): 113-19; Karl Piehl, "La Lecture du Signe (Abeille)," ZASA 36 (1898): 85. 23. Sethe, "über einen vermeintlichen Lautwerth des Zeichens der Biene," 117. 24. Adolf Erman and Hermann Grapow, Aegyptisches Handwörterbuch (Berlin: Reuther & Reichard, 1921), 223. 25. Gardiner, Egyptian Grammar, 504. La "t" final en deseret es el sufijo femenino regular, no es parte de la raíz, que vendría siendo dsr. Sin embargo, no puede omitirse si el término intenta designar a la abeja, la corona roja o la región del Bajo Egipto, sustantivos que son femeninos. El texto original en este punto decía, "La sustitución era algo natural, debido a que tanto la abeja como la corona roja representaban igual majestad que el Bajo Egipto." 26. Erman and Grapow, Wörterbuch der aegyptischen Sprache, 1:435. 27. Theodor H. Gaster, Thespis (New York: Schuman, 1950), 364-67. En sus apuntes sobre el mito de Telepinu, Gaster señala ciertas relaciones que conectan a los ritos de la abeja con todo el mundo antiguo. Con relación a la abeja en los ritos cristianos, véase L. Duchesne, Origines du culte chretien, 5th ed. (Paris: Boccard, 1920), 266; for an English translation, see L. Duchesne, Christian Worship: Its Origin and Evolution (London: Society for the Promotion of Christian Knowledge, 1910), 253. 28. Moret, Histoire de l'Orient, 1:175-180, 189, 207-22, 230-37, especially 257-58. 29. En Egipto "los reyes del norte encarnaron en el tótem de Bouto: una abeja (bit)"; ibid., 1:178.
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30. Eduard Meyer, Geschichte des Altertums, 2nd ed. (Stuttgart: Cotta, 1928), vol. 2, pt. 1, p. 36. 31. Erman and Grapow, Wörterbuch der aegyptischen Sprache, 1:434. 32. Sethe, "über einen vermeintlichen Lautwerth des Zeichens der Biene," 118; "Als Determinativ steht es aber, was zu beachten ist, stets allen anderen voran." 33. Moret, Histoire de l'Orient, 1:12. 34. Henri Frankfort, Cylinder Seals (London: Macmillan, 1939), 311. 35. G. N. Roerich, Trails to Inmost Asia (New Haven: Yale University Press, 1931), 123. 36. Un tratamiento geeral de este tema puede verse en la obra de Ellsworth Huntington, Mainsprings of Civilization (New York: Wiley, 1945), 187-207. 37. C. J. Gadd, Ideas of Divine Rule in the Ancient East (London: Oxford University Press, 1948), 1. 38. George Vernadsky, Ancient Russia (New Haven: Yale University Press, 1943), 27. 39. McGovern, The Early Empires of Central Asia, 116-17, 124. 40. La parte 6 de "The World of the Jaredites," IE 55 (February 1952): 92-94, 98, 100, 102, 104-05, iniciaba aquí. Esta entrega iniciaba originalmente así: "Estimado Prof. F: Continúo con el tema de mi carta: de la misma forma en que los fugitivos reunían fuerza en el desierto “reclutando” gente de su rival, así lo hizo Lu Fang en el siglo I a.C." 41. McGovern, The Early Empires of Central Asia, 224-26. 42. C. C. Mierow, The Gothic History of Jordanes (Princeton: Princeton University Press, 1915), 101-3; ch. 35. 43. They were Dinzio, ibid., 129-31; ch. 53, and Mundo, ibid., 137-38; ch. 58. 44. B. Ya. Vladimirtsov, The Life of Chingis-Khan (New York: Houghton Mifflin, 1930), 3. 45. Fikret Isiltan, Die Seltschuken-Geschichte des Akserayi, Orientalistischer Arbeiten 12 (Leipzig: Harrassowitz, 1943), 88.
Sammlung
46. The first quotation from E. S. Creasy, History of the Ottoman Turks, 2 vols. (London: Bentley, 1854-56), 1:5, the second from Sven Hedin, The Flight of Big Horse, trs. F. H. Lyon, (New York: Dutton, 1936), 16. Cf. Mildred Cable, The Gobi Desert (New York: Macmillan, 1945), 222-32.
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47. F. E. A. Krause, Cingis Han (Heidelberg: Winter, 1922), 13. Michael Prawdin, The Mongol Empire (London: Allen & Unwin, 1940), 47-49. Una descripción de la técnica de “reclutamiento” de otros conscriptos se encuentra en Al-Fakhari's AlAdab al-Sultaniah wal-Daula-l-Islamiah (Cairo), 5. 48. Prawdin, The Mongol Empire, 86. 49. Menander Protector, De Legationibus Romanorum ad Gentes 8, in PG 113:888. 50. De acuerdo con Odorico of Pordennone, ch. 18, in Komroff, Contemporaries of Marco Polo, 249-50 "la antigua regla " de los Khans era, "No aparecerás en mi presencia con las manos vacías," y el colofón era "ningun Mongol, este día, ingresó a la tienda de su Señor y soberano sin salir abundantemente recompensado," Prawdin,The Mongol Empire, 86. La naturaleza estrictamente mercenaria de todo trato esta magistralmente descrita por Pietros Patricius en el año 230 a.C., in PG 113:665-68, y Priscus, en 449 a.C., in PG 113:748-52. E. A. Wallis Budge, The Chronography of Bar Hebraeus, 2 vols. (Oxford: Oxford University Press, 1932), 1:505, menciona que cuando Baidú el mongol intentó suplantar a su hermano en el trono de Asia "convirtió a hombres en individuos ricos con suntuosos presentes y los hizo poderosos mediante exquisitos ropajes reales." Y de esta manera los sometió a sus deseos. Al igual que el anterior, se podrían citar una gran cantidad de paralelos. 51. Vernadsky, Ancient Russia, 80. 52. Fritz Hommel, Ethnologie und Geographie des alten Orients (Munich: Beck, 1926), 22-23. 53. I am following the text of René Labat, Le poème babylonien de la création (Paris: Maisonneuve, 1935), 98-101. 54. Ibid., 24. 55. Memoirs of Louis IX, King of France, in Lord John de Joinville, Chronicles of the Crusades (London: Bohn, 1848), 482. La biografia completa de Genghis Khan es una larga e inniterrumpida sucesión de juramentos, destacandose que los más sagrados se pactaban y sellaban bebiendo de una bolsa de cuero llena de sangre. Krause, Cingis Han, 17-18, 23-24, etc. Herodotus, Histories IV, 64, describe los juramentos bebiendo sangre de los Escitas dos mil años antes. 56. Moritz Hoernes, Natur- und Urgeschichte des Menschen, 2 vols. (Vienna: Hartleben, 1909), 1:582, discussing conditions in pre-agrarian societies generally. 57. James Darmesteter, The Zend-Avesta, 3 vols. (Oxford: Oxford University Press, 1895), 2:135, 140(Yasts 15:63; 21:82). 58. Hoernes, Natur- und Urgeschichte des Menschen 2:418. Se le recuerda al lector que las bandas y sociedades secretas han sido siempre el fundamento del gobierno y religión asiáticos, tanto chamanista (p.ej., el Bn), lamista o budista, desde Pekín hasta El Cairo.
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59. Clément Huart and Louis Delaporte, L'Iran antique (Paris: Michel, 1952), 399. 60. Tengo un largo apunte al respecto en mi articulo, Hugh W. Nibley, "Sparsiones," CJ 40 (1945): 526, n. 70.
Notas del Capítulo 4: Esplendor y Ruina 1. Ether 11:9, 18-19, 23; también 10:14, 31; 7:7; 8:3-4; 10:15, 30. 2. E. A. Wallis Budge, The Chronography of Bar Hebraeus, 2 vols. (Oxford: Oxford University Press, 1932), 1:495, 500. 3. Benjamin of Tudela, Travels, ch. 56, in A. Asher, ed., The Itinerary of Rabbi Benjamin of Tudela, 2 vols. (New York: "Hakesheth," n. d.), 1:95 (italics added); también ibid., 1:96: siguiendo el desenlace de una rebelión el autor nos informa que "una vez sofocada, toda la familia del Califa fue encadenada, con la finalidad de domar sus intenciones rebeldes. Sin embargo y por increíble que parezca, cada uno de ellos residía en un palacio;. . . comían, bebían y disfrutaban de los placeres de la vida." 4. Michael Prawdin, The Mongol Empire (London: Allen & Unwin, 1940), 424. 5. Ibid., 448. 6. Fikret Isiltan, Die Seltschuken-Geschichte des Akserayi, Sammlung Orientalistischer Arbeiten 12 (Leipzig: Harrassowitz, 1943), 41-42. For some picturesque dethronements, see Budge, Chronography of Bar Hebraeus 1:147, 163, 176, 178. 7. N. Martinovitch, "Another Turkish Iron Cage," JAOS 62 (1942): 140, citing a number of instances. 8. Budge, Chronography of Bar Hebraeus, 1:471. 9. David D. Luckenbill, Ancient Records of Assyria and Babylonia, 2 vols. (Chicago: University of Chicago Press, 1926-27), 2:155. 10. Ibid., 2:314. 11. A. B. Cook, Zeus, 3 vols. (Cambridge: Cambridge University Press, 1914-40), and C. J. Gadd, Ideas of Divine Rule in the Ancient East (London: Oxford University Press, 1948) trata este tema ampliamente. 12. Luckenbill, Ancient Records of Assyria and Babylonia, 1:270-71, 288; 1:182. 13. Ibid., 1:50. 14. William M. McGovern, The Early Empires of Central Asia (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1939), 73. También Herodotus, Histories IV, 20.
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15. Claudian, Bellum Geticum 11, 364-68; C. C. Mierow, The Gothic History of Jordanes (Princeton: Princeton University Press, 1915), 128-29; ch. 52. 16. Henning Haslund, Men and Gods in Mongolia (New York: Dutton, 1935), 4. 17. Marco Polo, Travels. 18. B. Ya. Vladimirtsov, The Life of Chingis-Khan (New York: Houghton Mifflin, 1930), 147-48; la cita esta en la pág. 148. En teoría "el conquistado es propiedad del conquistador, quien se convierte en el legítimo dueño de todo; de sus tierras, de sus bienes, de su esposas e hijos. Tenemos derecho a hacer lo que nos plazca," E. S. Creasy, History of the Ottoman Turks, 2 vols. (London: Bentley, 1854-56), 1:21. 19. Prawdin, The Mongol Empire, 131, 142, 175, 476. Luckenbill, Ancient Records of Assyria and Babylonia, 1:182. 20. G. N. Roerich, Trails to Inmost Asia (New Haven: Yale University Press, 1931), 232. 21. Prawdin, The Mongol Empire, 374; Gadd, Ideas of Divine Rule in the Ancient East, 6. 22. Prawdin, The Mongol Empire, 374. 23. Bajo el subtítulo de "Mountain and Palace," in Hugh W. Nibley, "Hierocentric State," WPQ 4 (1951): 235-38. Ningún imperio era concebible sin un palacio y una ciudad como su centro fundamental; como se lee en Jubileos 4:9; 7:14. Desde la mas remota antiguedad "todo rey se edificaba un nuevo palacio en el cual colocar su trono," dice Eduard Meyer, Geschichte des Altertums, 2nd ed. (Stuttgart: Cotta, 1909), vol. 1, pt. 2, p. 145, ya que la costumbre era que " todo rey posee su propia ciudad. " 24. A. Wünsche, Salomons Thron und Hippodrom (Ex Oriente Lux 2:3), 9ff, 22-25. Thaclabi, Qisas al-Anbiyya, 11-12. 25. La parte 7 de "The World of the Jaredites," IE 55 (March 1952): 162-65, 167-68 , iniciaba con esta frase. 26. Budge, Chronography of Bar Hebraeus, 1:500. 27. Clément Huart and Louis Delaporte, L'Iran antique (Paris: Michel, 1952), 367; Adam Mex, The Renaissance of Islam, Salahuddin Khuda Bukhsh and D. S. Margoliouth, tr. (London: Luzac, 1937), 19-20. Este trono de oro fue colocado sobre una plataforma del mismo metal, ante el cual era colocada una plataforma hecha de plata pura en la que sus doncellas se sentaban en sillas doradas; algunos dicen que mas tarde estas últimas fueron sustituídas por tronos hechos de plata. 28. Carpini, ch. 28, in Manuel Komroff, ed., Contemporaries of Marco Polo (New York: Liveright, 1928), 45.
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29. Eduard Meyer, Geschichte des Altertums, 2nd ed. (Stuttgart: Cotta, 1928), vol. 2, pt. 1, p. 235; Hugh W. Nibley, "Hierocentric State," WPQ 4 (1951): 240. La ‘sella curulis’ era una silla temporal de color dorado que era usada por el emperador romano, pero su nombre muestra que originalmente estaba montada sobre ruedas, al mas puro estilo asiático. 30. Un encuentro en las costas del Oceáno Pacífico en 1940, ARAHA (1940): 90. 31. Hugh W. Nibley, "Sparsiones," CJ 40 (1945): 541-43. 32. Ibid., para un tratamiento preliminar. 33. Budge, Chronography of Bar Hebraeus, 1:182, "La hermana del Califa tenía a cierto escriba, un egipcio, en Siria, que fue y se quejó de ella ante Abú Thair (el gobernador de Siria). . . . y debido a que su hermano el Califa siempre le había dispensado grandes favores a ella fue y lloró ante él. Entonces recibió de su hermano el Califa el mandato y fue y mató a Abú Thair y su cabeza fue llevada a Egipto." 34. Quotation is from P. Van der Meer, The Ancient Chronology of Western Asia and Egypt (Leiden: Brill, 1947), 13. La cita no es con relación al vidrio, pero es relevante en cuestiones de prejuicio histórico. 35. Gerald A. Wainwright, "The Coming of Iron," Antiquity 10 (1936): 7. 36. Ibid., 7. 37. Ibid., 8-9. 38. Ibid., 7, 23. 39. Ibid., 22. 40. Ibid., 14; emphasis added. 41. Ibid., 18. 42. Friedrich Spiegel, Ernische Alterthumskunde (Leipzig, 1873), 2:152. James Darmesteter, The Zend-Avesta, 3 vols. (Oxford: Oxford University Press, 1880-87), 1:93. 43. Este tema recibió alguna consideracion en Hugh W. Nibley, "Lehi in the Desert," IE 53 (1950): 323-25. 44. Sadr al-Din Abi al-Hasan 'Ali b. Nasir b. 'Ali al-Husayni, Akhbar al-Dawla alSaljuqiyya (Lahore: University of the Panjab, 1933), 1. Esto pudiera estar relacionado con un simple epíteto ornamental, ya que el nombre flecha de hierro es muy común y en realidad se refiere mas a un tipo de arma, Semen I. Lipkin, Manas Vielikodushnyi (Moscow: Sovietski Posaty, 1947), 24-25. Las implicaciones con
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relación a los arcos de acero son por supuesto sumamente significativas en relación con 1 Ne. 16:18. 45. T. Wright, ed., The Travels of Marco Polo (London: Bohn, 1854), 53 (bk. 1, ch. 14). Traveling through central Asia in 568 a.d., Menander se topó en mas de una ocasión con tribus primitivas de las montañas que intentaron venderle sus artículos nativos de hierro; Menander Protector, De Legationibus Romanorum ad Gentes 8, in PG 113:884. 46. T. J. Meek, "The Challenge of Oriental Studies to American Scholarship," JAOS 63 (1943): 92, n. 73, proporciona la fórmula del acero de Ras Shamra. 47. Wainwright, "The Coming of Iron," 16. 48. "El arte de la forja en hierro debió haberse conservado en secreto durante mucho tiempo por parte de esta clase social, a fin de preservar sus privilegios." George Vernadsky, Ancient Russia (New Haven: Yale University Press, 1943), 43. 49. D. B. Harden, "Ancient Glass," Antiquity 7 (1933): 419; Pliny, Natural History XXXVI, 191. 50. Harden, "Ancient Glass," 419. 51. P. E. Newberry, "A Glass Chalice of Tuthmosis III," JEA 6 (1920): 159. 52. Ibid., 158-59. 53. Harden, "Ancient Glass," 419. 54. Newberry, "A Glass Chalice of Tuthmosis III," 158; Harden, "Ancient Glass," 420, cf. 426. 55. Harden, "Ancient Glass," 419. 56. Wright, The Travels of Marco Polo, 179, n. 1 (bk. 2, ch. 6). La existencia de tales ventanas se ha disputado vigorosa y acaloradamente, sin una buena justificación. Un antiguo viajero "menciona que las ventanas de algunas embarcaciones y navios tenían vidrios plateados" en Oriente, ibid. Resulta interesante que el único uso probado de ventanas de vidrio era en embarcaciones. 57. Karl A. Wittfogel and Fêng Chia-Shêng, "History of Chinese Society Liao," TAPS 36 (1946): 661. 58. "Silk and Sericulture," Encylopaedia Encyclopaedia Britannica, 1960), 20:661.
Britannica,
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vols.
(Chicago:
59. Joseph P. Free, "Abraham's Camels," JNES 3 (1944): 187-93. 60. Fritz Flor, in Harentz, ed., Germanen und Indo-Germanen (Heidelberg, 1934), 1:111ff, 122.
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61. McGovern, The Early Empires of Central Asia, 77, cf. 27; Raphael Pumpelly, Explorations in Turkestan, 2 vols. (Washington: Carnegie Institution, 1908), 1:41-43. 62. James H. Breasted, A History of Egypt (New York: Scribner, 1909), 304; Wittfogel & Chia-Shng, "History of Chinese Society Liao," 669. 63. La máxima autoridad en este tema es Max Hilzheimer. Véase Max Hilzheimer, "Dogs," Anitquity 6 (1932): 411-19; and Max Hilzheimer, "Sheep," Antiquity 10 (1936): 195-206. 64. Véase por ejemplo Wittfogel & Chia-Shng, "History of Chinese Society Liao," 662, Haslund, Men and Gods in Mongolia, 73. 65. Darmesteter, Zend-Avesta, 1:5, n. 3. 66. Herodotus, Histories I, 140. 67. James A. Montgomery, Arabia and the Bible (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1934), 50. 68. Isiltan, Die Seltschuken-Geschichte des Akserayi, 97-98. 69. Odoric ch. 13, and William of Rubruck ch. 7, in Komroff, Contemporaries of Marco Polo, 241, 68. On Oppenheimer, see Nibley, "Hierocentric State," 251. 70. Xenophon, Cyropaedeia II, 4, 16-26. 71. E. A. Wallis Budge, The Mummy (Cambridge: Cambridge University Press, 1925), plate 2, center. 72. Nibley, "Hierocentric State," 238-44; and Hugh W. Nibley, "The Arrow, the Hunter, and the State," WPQ 2 (1949): 343-44.
Notas del Capítulo 5: Y Alzaron la Espada 1. La parte 8 de "El mundo de los Jareditas," IE 55 (April 1952): 236-38, 258, 26065, inicia aquí. 2. Hugh W. Nibley, "The Hierocentric State," WPQ 4 (1951): 238-44. 3. Ibid., 226-30. 4. James Darmesteter, The Zend Avesta, 3 vols. (Oxford: Oxford University Press, 1880-87), 2:265 (Din Yast 1:3). 5. Michael Prawdin, The Mongol Empire (London: Allen & Unwin, 1940), 162. 6. Los primeros reyes siempre son descritos de una manera que parecen “actuar recurrentemente” de manera perpetua. Por lo tanto el faraón en los textos de las
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pirámides “va recorriendo una y otra vez” tanto las dos regiones como los cielos; los dioses babilonios van de santuario en santuario, o de castillo en castillo como Apolo, Iliad I, 37-42, y Poseidon, Odyssey V, 381, lo hicieran en un principio. 7. Anton Jirku, "Aufstieg und Untergang der Hyksos," JPOS 12 (1932): 51-61; William F. Albright, "Egypt and the Early History of the Negeb," JPOS 4 (1924): 134; Eduard Meyer, Geschichte des Altertums, 2nd ed. (Stuttgart: Cotta, 1928), vol. 2, pt. 1, p. 72. For dates see William F. Albright, The Archaeology of Palestine (Baltimore: Penguin, 1960), 84-85, 108-9. 8. Moritz Hoernes, Natur- und Urgeschichte des Menschen, 2 vols. (Vienna: Hartleben, 1909), 2:396. 9. E. A. Speiser, "On Some Articles of Armor and Their Names," JAOS 70 (1950): 47-49; Hurrian palabras para describir la armadura indican orígenes centroasiáticos, ibid., 49. 10. See Appendix 2. 11. Karl A. Wittfogel and Fêng Chia-Shêng, "History of Chinese Society Liao," TAPS 36 (1946): 663; Henning Haslund, Men and Gods in Mongolia (New York: Dutton, 1935), 236-37. 12. Mildred Cable, The Gobi Desert (New York: Macmillan, 1945), 264. 13. E. Nelson Fell, Russian and Nomad (New York: Duffield, 1916), 9-10. 14. Este tópico es tratado mas ampliamente en mis dos artículos, Hugh W. Nibley, "The Hierocentric State," WPQ 4 (1951): 226-53; y "The Arrow, the Hunter, and the State," WPQ 2 (1949): 328-44. 15. F. E. A. Krause, Cingis Han (Heidelberg: Winter, 1922), 14-27; Prawdin, The Mongol Empire, 147-50. 16. Darmesteter, Zend-Avesta, 2:148 (Yasts 27:111). Una descripción sobre la técnica de “reclutamiento” se encuentra en Al-Fakhri's Al-Adab al-Sultaniah walDawla-l-Islamiyah (Cairo), 5. 17. William M. McGovern, The Early Empires of Central Asia (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1939), 143; tambien Nibley, "Hierocentric State," 244-47. 18. Xenophon, Cyropaedeia IV, 2. 19. Max Pieper, Die ägyptische Literatur (Wildpark-Potsdam: Akademische Verlagsgesellschaft Athenaion, 1927), 74. 20. David D. Luckenbill, Ancient Records of Assyria and Babylonia, 2 vols. (Chicago: University of Chicago Press, 1926-27), 1:57, 60, 40; también 2:124: "Lo capturé vivo con mis propias manos," etc., hablando con respecto al rey enemigo.
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21. Herodotus, Histories IV, 11, 126; Jordanes, in C. C. Mierow, The Gothic History of Jordanes (Princeton: Princeton University Press, 1915), 93-95; ch. 30; E. S. Creasy, History of the Ottoman Turks, 2 vols. (London: Bentley, 1854-56), 1:46. 22. Krause, Cingis Han, 26; Haslund, Men and Gods in Mongolia, 155. 23. Herodotus, Histories I, 214. 24. George Vernadsky, Ancient Russia (New Haven: Yale University Press, 1943) , 298-99; G. N. Roerich, Trails to Inmost Asia (New Haven: Yale University Press, 1931), 368; C. R. Beazley, The Dawn of Modern Geography, 2 vols. (London: Murray, 1901), 2:267. 25. Bruno Meissner, Babylonien und Asyrien, 2 vols. (Heidelberg: Winter, 1926), 1:112; Haslund, Men and Gods in Mongolia, 155. 26. Carpini, ch. 16, in Manuel Komroff, ed. Contemporaries of Marco Polo (New York: Liveright, 1928), 26. 27. Carpini, ch. 6, in ibid., 12. 28. R. Grousset, L'asie orientale des origines au XVe siècle (Paris: Presses Universitaires, 1941), 304-5, 307; quote on 305. 29. Luckenbill, Ancient Records of Assyria and Babylonia, 2:99. 30. E. A. Wallis Budge, The Chronography of Bar Hebraeus, 2 vols. (Oxford: Oxford University Press, 1932), 1:465. 31. Ibid., 1:124. 32. Este es un tópico principal de Arabshah's Life of Timur, Kitab cAja;prib alMaqdur (Cairo, A. H. 1335); los príncipes mientras se encontraban en la defensa de su tierra regularmente se convertían en ladrones de acuerdo con los anales chinos, Krause, Cingis Han, 24. Los descendientesde Atila llegaron a ser jefes de bandas de ladrones aunque heredaron un vasto imperio, Jordanes, in Mierow, The Gothic History of Jordanes, 137-38; ch. 58. Esta es la situación que prevalece para Darmesteter, Zend-Avesta 2:171. 33. Budge, Chronography of Bar Hebraeus, 1:103, 111. 34. Herodotus, Histories IV, 64, 66, 70; Pliny, Natural History VII, 2, 10; Ammianus Marcellinus, Rerum Gestarum XXXI, 2, 14 and 2, 22; Luckenbill, Ancient Records of Assyria and Babylonia, 2:396 (No.1050); Budge, Chronography of Bar Hebraeus, 1:465; McGovern, The Early Empires of Central Asia, 54. 35. Arabshah, 4-6, enlista los nombres de los grandes conquistadores que propagaron la creencia entre el pueblo que eran demonios.
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36. M. E. Moghadam, "A Note on the Etymology of the Word Checkmate," JAOS 58 (1938): 662; cf. L. Thorndike, "All the World's a Chessboard," Speculum 6 (1931): 461-65. 37. Krause, Cingis Han, 26; Grousset, L'asie orientale des origines au XVe siècle, 291. 38. Luckenbill, Ancient Records of Assyria and Babylonia 2:310-11 (No. 811); 152 (No. 340). 39. Prawdin, The Mongol Empire, 191-93, 469, 472. 40. Constantine Porphyrogenitus, De Administrando Imperio 47, in PG 113:365. 41. Jordanes, in Mierow, The Gothic History of Jordanes, 131; ch. 53. 42. Eunapius, De Legationibus Gentium ad Romanos 6, in PG 113:656-57; McGovern, The Early Empires of Central Asia, 366. 43. Haslund, Men and Gods in Mongolia, 206-7. 44. Prawdin, The Mongol Empire, 221, 329. 45. McGovern, The Early Empires of Central Asia, 335-36, 189-91. 46. Carpini, chs. 13, 21, in Komroff, Contemporaries of Marco Polo, 22, 37. 47. Krause, Cingis Han, 17. 48. Lord John of Joinville, Memoirs of Louis IX. King of France, in Lord John of Joinville, Chronicles of the Crusades (London: Bohn, 1848), 476. 49. La parte 9 de "The World of the Jaredites," IE 55 (May 1952): 316-18, 340, 342, 344, 346, iniciaba aquí. 50. Joseph Fielding Smith, Teachings of the Prophet Joseph Smith (Salt Lake City: Deseret, 1938), 320. 51. Quoted in N. B. Lundwall, Temples of the Most High (Salt Lake City: Lundwall, 1941), 301, from Journal of Discourses 3:367-68. 52. Smith, Teachings of the Prophet Joseph Smith, 331. 53. Ibid., 348.
Notas del Capítulo 6: Una Herencia Imperecedera 1. Ejemplos de mimación se pueden encontrar en la obra de William F. Albright, The Vocalization of Egyptian Syllabic Orthography (New Haven: American Oriental Society, 1934), 7-8, 14-15. See above, p. 200
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2. En este punto del texto original se lee: "Noé fue un rey jaredita y otro Noé fue rey nefita, no obstante, este último no era de sangre exclusivamente nefita, ya que su padre Zeniff fue el último líder de la colonia mulekita." Esta última parte fue borrada de la edición del año 1952. La informacion sobre Zeniff es sumamente vaga e imprecisa. 3. Leonard Woolley, Abraham (London: Faber & Faber, 1936), 175. 4. "Huir a las montañas" es la fórmula asiria, David D. Luckenbill, Ancient Records of Assyria and Babylonia, 2 vols. (Chicago: University of Chicago Press, 1926-27), 1:79. "Hay que abandonar Balac," dice Marco Polo, citado en la obra de T. Wright, The Travels of Marco Polo (London: Bohn, 1954), 79 (bk. 1, ch. 23), "estás atravesando un pais que carece casi por completo de signo alguno de sus habitantes; toda la gente ha huido a las montañas para ponerse a buen recaudo de los depredadores ataques de forajidos y merodeadores que han invadido estas regiones." En los valles del norte "todos intentaron escapar hacia los bosques," al empezar a aproximarse las hordas de rufianes, B. Ya. Vladimirtsov, The Life of Chingis-Khan (New York: Houghton Mifflin, 1930), 20. 5. René Grousset, L'asie orientale des origines au XVe siècle (Paris: Presses Universitaires, 1941), 305. 6. Mildred Cable, The Gobi Desert (New York: Macmillan, 1945), 278. 7. Joseph Fielding Smith, Teachings of the Prophet Joseph Smith (Salt Lake City: Deseret, 1938), 267. 8. Origen, Peri Archon (On First Principles) II, 3, 6 in PG 11:196. 9. Para conocer el relato completo de la piedra Kensington, véase S. M. Hagen, "The Kensington Runic Inscription," Speculum 25 (1950): 321-56. 10. Hugh W. Nibley, "The Book of Mormon as a Mirror of the East," IE 51 (1947): 202-4, 249-51. 11. La parte 10 de "The World of the Jaredites," IE 55 (June 1952): 398-99, 462-64 , inicia aquí. 12. René Grousset, L'asie orientale des origines au XVe siècle, 305. 13. Harold S. Gladwin, Men Out of Asia (New York: McGraw-Hill, 1947). 14. M. A. Czaplicka, Aboriginal Siberia (Oxford: Clarendon, 1914), 69, 79, 114-16, 203-27. 15. Si los lectores tuvieran la oportunidad de examinar el mapa cultural de Asia publicado en la revista TIME LIFE en su edición del 31 de diciembrre de 1951, págs. 8-9, advertirán que los editores han colocado el “inicio de la civilización” en las montañas que se ubican al Norte y al Este de Mesopotamia, con el punto de origen
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principal colocado sobre los grandes valles que se ubican al norte inmediatamente después de cruzar la planicie de Sinar. Esto concuerda en estricto apego con nuestras conclusiones basadas en la informacióon presentada en el libro de Eter. 16. W. Andrae, "The Story of Uruk," Antiquity 10 (1936): 141-42. Sobre la igualmente súbita aparición de la escritura egipcia, Siegfried Schott, Mythe und Mythenbildung im alten ägypten (Leipzig: Hinrich, 1945; reprinted Hildesheim: Olm, 1964), 3. 17. He disertado sobre este tema en "The Arrow, the Hunter, and the State" WPQ 2 (1949): 328-44. 18. Philip K. Hitti, History of Syria (New York: Macmillan, 1951), 149. 19. Ibid., para un examen de los elementos arcaicos Hur-, Hor- presentes en los nombres egipcios, véase Schott, Mythe und Mythenbildung im alten ägypten, e.g., p. 5. 20. El epílogo de "The World of the Jaredites," IE 55 (July 1952): 510, 550, inicia aquí.
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Tercera Parte Hubo Jareditas
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Capítulo 1 La Era del Heroísmo1 “Así que realmente crees que hubo Jareditas,” dijo el profesor F con una ligera expresión de escepticismo mientras aspiraba profundamente de su pipa de ébano. Detestaba fumar, pero su profesión y el “stablisment” requerían tabaco y una pipa, inequívocamente prescritas junto con una actitud relajada y el aire intelectual con los que confrontaba a su visitante. “Así que realmente crees que había Jareditas. Bueno, bueno y ¿qué es lo que te hace creerlo? Por supuesto que leí todas tus cartas, pero me parece que estas trabajando en algo nuevo.” “Sí, es nuevo,” respondió su interlocutor, “y sin embargo es muy antiguo. Es el ambiente épico lo que me hace creer que había Jareditas.” “¿Ambiente épico? ¿Ambiente épico? ¿Qué rayos es eso?” replicó el profesor. Para ofrecer una respuesta, el Dr. Justino♣ (un nombre lo suficientemente bueno para su interlocutor) se dirigió al amplio librero que estaba adosado a la pared. Después de un minuto de búsqueda, en el que amablemente declinó la ayuda ofrecida por su anfitrión, regresó a su sillón retirándole el polvo con un soplido a un texto de Homero. “¿Recuerdas algo de esto o necesitaré refrescarte la memoria?” preguntó al profesor. “¿Sobre qué? ¿Unas simples 1000 páginas de investigaciones?” "Me refiero a este pueblo," dijo Justino mientras sostenía solemnemente el libro (una elegante edición de Munro impresa en papel de la India), “sus guerras, sus viajes, sus intrigas y discusiones, su comida, vestido, diversiones –lo que eligieron hacer y como eligieron hacerlo.” “Bueno,” dijo el profesor F, rascándose pensativamente la cabeza, “todavía tengo una vaga idea en general de lo que era el Mundo Homérico, ya que…” “Esa es una expresión brillante; ‘El Mundo Homérico’. Homero nos ha legado una imagen completa del pasado con todo detalle. Pero ahora parece que eso es mas que el mundo de fantasía del poeta: es el verdadero ambiente en el que la poesía épica tiene su ascenso.” “¿Quieres decir que en realidad hubo alguna vez un mundo como el que Homero describe?”
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En la versión original en inglés, el Dr. Nibley dió el nombre de Mr. Blank a este nuevo personaje como un medio para intentar crear en la mente de sus lectores la idea de un investigador en busca de la verdad. En ese sentido y tratando de recrear exactamente la misma imagen mental en los lectores hispanoparlantes se le ha bautizado a nuestro ficticio personaje como Justino.
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“Aparentemente así es. Tu pregunta, por cierto, es básica para la solución de la cuestión sobre Homero en sí.” “Ah, sí,” dijo el profesor, intentando desesperadamente recordar algo sobre la “cuestión Homérica.” “Existe una difícil rama de la crítica literaria o del análisis histórico, que incluye la crítica mas especializada de la Biblia,” repuso Justino, “que no despuntó en la cuestión homérica.” “Efectivamente,” agregó su anfitrión. “La cuestión Homérica en sí es simple. ¿Cómo llegaron a existir esos poemas?” Justino manipula el tomo de manera impresionante, ¿un genio creativo los tomó de la nada o las escenas y personajes retratados fueron tomados de la vida real? ¿Tú que piensas? ¿Hubo una horda Acadiana? ¿Hubo un asalto a una verdadera Troya? ¿Los héroes del relato, Aquiles y Héctor, realmente vivieron?” “En realidad no lo sé,” murmuró el profesor tocándose la barbilla pensativamente, “pero entonces ahí estaba Schleman y todo eso. Me atrevo a decir que hay maneras para averiguarlo. Por cierto, ¿Qué tiene que ver todo esto con los Jareditas? Por que todavía no me has dicho qué es el entorno épico.” “¿Me permites el diccionario Webster? Gracias. Ah, sí, aquí está la definición: entorno: ambiente, medio. Un entorno es un ambiente completo junto con sus propios orígenes y raíces; y un entorno épico es el mundo real en el que los eventos descritos en los poemas épicos se supone tuvieron lugar: es ese mundo, y no la imaginación del poeta, el que se nos describe junto con imágenes y personajes. Hoy se está de acuerdo en que el entorno épico descrito por Homero es real.” “Y ahora me dirás que tiene que ver los Jareditas con todo esto,” dijo el Prof. F. “Con todo gusto. Los Jareditas también tienen un entorno. Si hay un mundo Homérico que desapareció hace miles de años, entonces también hay un mundo Jaredita; y si la realidad del primero actualmente puede demostrarse después de tantos años transcurridos, ¿Por qué no el otro?” “Permíteme decirte el porqué,” dijo el Prof. F., “porque el problema arqueológico es completamente diferente. Si consideramos que todo estudiante…” “Discúlpame que te interrumpa, pero el problema no es de tipo arqueológico.” “¡Oh, por favor!” “En serio. Los estudiantes al estilo de los clásicos nunca ignoran evidencia física, naturalmente…” “¿Estas bromeando?”
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“…pero sucede que el entorno épico ha sido investigado exitosamente desde otra perspectiva. Veo que estás suscrito a la RAA (Revista Americana de Arqueología). Muy conveniente. ¿Dónde está esa edición que fue dedicada enteramente a Homero? Creo que era la edición de 1948. Sí, aquí está. Deberías haber leído este artículo de Robert Wood. Era uno de los “grandes” en su momento; de hecho a las órdenes del Secretario de Estado. Mas de cien años antes de Schlieman, éste hombre fue en búsqueda de Troya; acompañado por sus amigos, recorrió el terreno en el que supuestamente los héroes de Homero pelearon y huyeron, y entonces trazaron las rutas recorridas por los héroes hacia Troya.2 A partir de ese momento se convenció, y fue capaz de convencer a otros, que las historias de Homero al menos tenían un trasfondo histórico.” “¿Y crees que puedes hacer lo mismo con respecto a los Jareditas?” interrumpió el profesor. “Por supuesto que no. Nadie ha identificado jamás un artefacto de manufactura Nefita, ¡mucho menos un vestigio Jaredita! Pero ése no es nuestro problema, tampoco la aplicación de la solución de Wood a la cuestión Homérica. De hecho su importancia radica en que se trata solo de un paso preliminar.” “¿Y qué hizo después el citado Sr. Wood?” “Lo siguiente fue ir a Siria y entrar en contacto con ‘un tipo de comunidad extrañamente remota del mundo de los eruditos contemporáneos,’ pero al fin y al cabo, un mundo real y exactamente el mismo referido por Homero. Tú sabes cuántos relatos clásicos de viajes han dado sustancia al misterioso mundo del Beduino desde los días de Wood. Bien, pues el ojo crítico de Robert Wood detectó la ‘misma combinación de salvajismo y caballerosidad en los Arabes que también caracterizara a los héroes de La Ilíada.’ ¿Era solo una coincidencia, se preguntaba, o se podrían emplear las costumbres de los Arabes para verificar entre otras cosas la validez de los relatos de Homero? “La metodología de Lehi en el Desierto ¿no es así?” “Tú lo has dicho. De cualquier modo Wood creía que había una conexión y, como lo afirma en el libro, ‘intentó escribir una relación detallada de tales similitudes encontradas entre las culturas del Nuevo Testamento, en Homero y en el Cercano Oriente de sus propios días para probar que “la Era del Heroísmo” es un tipo real y recurrente en la sociedad humana y que el cuadro descrito por Homero de la Grecia de su época es auténtico’” 3 “Y ¿consiguió su objetivo?” “Desafortunadamente falleció antes de completar su proyecto, pero alcanzó a publicar un ensayo sobre la naturaleza de la poesía épica que causó una gran impresión en los Alemanes. Fue la época, como tú sabes, cuando los novelistas alemanes estaban ocupados reconstruyendo el maravilloso y místico mundo de bosques y montañas del que ingenuamente suponían que su propia poesía épica se había nutrido hasta lograr su ascenso. En Inglaterra, el obispo Percy estaba trabajando vigorosamente en otro entorno épico. Dos años antes de que el ensayo
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de Wood fuera publicado, él ya había sacado a la luz y sometido a la consideración de la crítica, la primera edición de sus Reliquias de la Antigua Poesía Inglesa.” “Ese material está justo detrás de ti,” dijo el profesor, “tercera fila superior.” “Muchas gracias; nota el reconocimiento a ‘el último caballero, el Sr. Shenstone,’ quien en realidad fue quien dio inicio a todo. Aquí en la introducción, Percy dice que los antiguos juglares ‘tenían ante ellos demasiados monumentos recientes de la nación anglosajona, sin saber si eran acordes con las costumbres de aquella gente, y por lo tanto suponemos que sus relaciones prueban al menos la existencia de hábitos y costumbres que atribuyen a nuestros ancestros antes de la conquista, independientemente de los eventos e incidentes suscitados.’4 Nota la manera en que va al punto: como fuente histórica de ‘eventos e incidentes particulares,’ estos antiguos poemas quizá valgan un comino, pero la clase de cosas que describen, las cosas que suceden recurrentemente, las escenas familiares y los patrones de comportamiento aceptados pueden ser confiablemente reportados y cuidadosamente confirmados entre sus versos. En otras palabras; es posible detectar en las primeras baladas inglesas, un entorno cultural como el que se descubre en los poemas de Homero.” “¿Y eso a donde nos lleva?” “A nuestro siguiente punto, que consiste en que no solamente pueden encontrarse auténticos entornos épicos hurgando entre la antigua literatura, sino que cuando comparas diferentes entornos épicos ¡siempre son exactamente iguales!” “¿Intentas decirme que le Era del Heroísmo del obispo Percy o entorno épico o como le llames es exactamente igual al de Homero que es dos mil años mas antiguo?” “Eso es a lo que iba. Durante mucho tiempo los Germanos, por ejemplo, insistieron en que tenían un mundo épico exclusivo y particular. Pero Schneider, el líder en la materia, ha demostrado como empiezan a reconocer gradualmente que el mundo épico descrito en sus poemas es exactamente igual al descrito en los poemas de otras naciones: de manera que finalmente han llegado a la conclusión de que la poesía épica en general no es el producto de un espíritu nacionalista o de una mente fantasiosa del poeta, sino ante todo del Völkerwanderungszeit –la época de las grandes migraciones.”5 “Así que los Teutones fueron como los Griegos. Eso no es demasiado sorpresivo.” “Pero eso es solo el comienzo. Durante el transcurso de este siglo, Hugo Winckler en su antiguo clásico Die Keilinschriften und das Alte Testament –veo que aquí lo tienes– escribió lo siguiente: Ahora sabemos que las oleadas de gente, como los Germanos al principio de la “Edad Media,” la expansión del Islam…y los movimientos Turcos, Tártaros y Mongoles (las grandes migraciones a las que hacía referencia)…no fueron eventos extraordinarios y la historia del mundo antiguo esta compuesta, de igual manera, por una cadena continua de tales eventos migratorios.6
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“Este autor señala un hecho que empieza a ser apreciado cada día, a saber, que las grandes migraciones por ningún motivo estaban confinadas a un único período de la historia del mundo, sino que ha sido un evento recurrente que ha involucrado a Europa y Asia desde tiempos inmemoriales.” “Pero si estas grandes migraciones generan epopeyas ¿no deberían existir mas poemas épicos de los que existen?” “Una conclusión natural, si no es que precipitada. Una deducción más correcta sería inferir que la literatura épica debería ser mas vasta; no de lo que hasta ahora es, sino de lo que hasta la fecha suponemos debería ser. De hecho las investigaciones ahora van a mostrar que los eruditos habían estado lidiando con toda clase de material épico todos estos años debajo de sus narices sin saber que lo era.” “¿Hablas en serio?” “De hecho ha sido desde 1930 que el alcance y la naturaleza real del mundo épico ha comenzado a ser apreciado. Han sido los estudios de H. Munro Chadwick y Milman Parry, en nuestra propia época, los que primeramente mostraron la auténtica naturaleza de la epopeya. Regresando a la RAA: La poesía es épica solo debido a que es creada por gente que vive en cierto modo y que le permite tener una perspectiva de la vida; nuestra comprensión de la epopeya solo llegará cuando aprendamos esa forma de vivir y dominemos esa perspectiva. Encontramos, por ejemplo, que el abigeato es un tema común en los antiguos poemas europeos, pero se encuentra ahí no porque no exista regla temática en la poesía que se lo impida, sino porque esa gente vive de una manera en la que se ven forzados por un lado a robar ganado y por otro lado a practicar la poesía. El elemento heroico en los primeros poemas no es un problema del dominio público, sino propio de la antropología y la historia, y los estudiantes de la poesía heroica han realizado una gran cantidad de esfuerzo para demostrar como el entorno social esta reflejado en la poesía.7 “No importa cuándo y dónde se produce, la poesía épica genuina solamente puede ser el producto de un estilo de vida particular y ese estilo de vida es nuestro entorno épico o heroico –que aparece en las ideas e imágenes reflejadas en los poemas.” “Un concepto sumamente majestuoso esto del trasfondo épico en la literatura antigua. Pero ¿se encuentra en todas partes?” “Por supuesto que no, pero gracias a que lo hemos hallado en algunas partes, ahora nosotros empezamos a conocer en que punto nos encontramos.” “¿Y me podrías explicar a que te refieres con ‘nosotros’?” “Vamos, tú sabes a que me refiero. Existen expertos en diversos campos del conocimiento que están descubriendo el hecho de que una era heroica global es de gran valía porque les ayuda en gran medida a interpretar sus estudios. En muchos
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casos, éste es un factor decisivo, y creo que también será decisivo en el caso de los Jareditas.” “¿Podrías darme un ejemplo concreto?” “Naturalmente. Esperaba que lo pidieras. Me encantan los ejemplos concretos. Bueno, aquí tenemos al profesor Samuel Kramer escribiendo en el mismo volumen de la RAA…” “Un experto en cuestiones del Oriente, ¿no es así?” “En efecto, es nuestro máximo erudito en la cultura de los Sumerios y su capacidad como arqueólogo le permite ser el director del museo de la Universidad de Pensilvania. En su artículo nos dice que nuestro entorno épico suministra las únicas evidencias descubiertas para intentar reconstruir la historia de los primeros Sumerios.” “A ver, a ver, un momento. Cuado hablas de un entorno épico ¿te refieres a Homero y a los hombres del Norte?” “Exacto, es a partir de la literatura épica de esta gente lo que le permite a Kramer interpretar la nueva evidencia sobre los Sumerios.” “¿Nueva evidencia?” “Kramer afirma que la nueva evidencia esta contenida en los fragmentos de nueve poemas épicos que indican ‘que a través de su historia mas antigua, los Sumerios han pasado a través de una etapa cultural ahora conocida comúnmente como una Era Heroica…La determinación de la existencia de una Era Heroica hizo posible deducir, tanto su patrón cultural como sus antecedentes históricos, y compararlos con la de Griegos, Indios y Teutones.’ Kramer sostiene que la realidad del entorno épico ha ‘permitido una reinterpretación de las primeras escenas de la historia de Mesopotamia que ha probado acercarse mas a la verdad de lo que hasta ahora se había supuesto.’”8 “¿Qué hay con respecto a sus actividades arqueológicas?” “Inexistentes. ‘Afortunadamente esta nueva evidencia nada tiene que ver con el material altamente ambiguo de la Mesopotamia prehistórica; se trata de evidencia de carácter puramente literario e histórico.’”9 “¡Caramba!, eso sí que suena interesante. ¿Así que en realidad él cree que las eras épicas de Griegos, Indios y Teutones pueden explicar los hechos de los primeros Sumerios?” “E incluso mas que eso; él cree que son la clave ‘de los primeros episodios de la historia del antiguo Cercano Oriente’”10 “Eso incluye a los Jareditas ¿no es así? Sin embargo tu libro de Eter no es un poema épico.”
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“Eso está por verse, quiero decir, que lo que Moroni compiló es un material con forma de un poema épico es eso lo que está por verse. Pero por favor recuerda que los relatos épicos no siempre toman la misma forma; sin embargo, sí hablan siempre de las mismas cosas. Y son exactamente esas mismas cosas de las que el libro de Eter habla. En todo sentido es una producción épica.” “Lo que, como has dicho, aun esta por verse,” replicó el profesor. “Desde luego que esta por verse. Hay tres cosas que están por verse: (1) ¿el entorno épico es lo suficientemente antiguo y su realidad esta suficientemente bien fundamentada y definida para considerarse una prueba válida para el libro de Eter? (2) ¿el entorno épico esta retratado fiel e indudablemente en el libro de Eter? (3) ¿puede ser falsificado? Notarás que en mucho depende de la última interrogante que no se había mencionado hasta este preciso momento.” “Pero insistes en hablar de un entorno épico como si solamente existiera uno ¿no puede haber tantos entornos como ejemplos de literatura épica?” “Es el mismo patrón por doquier; los mismos efectos siempre como consecuencia de las mismas causas. Es cierto que se pueden establecer lazos históricos entre varias culturas –incluso entre aquellas que parecerían estar distantes unas de otras. Pero cualquiera que sea su causa, es el hecho de la uniformidad lo que justifica el hablar del entorno épico como un fenómeno único. No se trata de coincidencias entre aspectos vagos y generalizados de varias culturas, o entre sorprendentes y extraordinarios aspectos como pueden ser el comportamiento o el vestido; lo que tenemos aquí es un elaborado y complejo catálogo de prácticas y tradiciones que siempre aparecen juntas en la impresionante complejidad del panorama.” “Implicaría una horrible cantidad de trabajo intentar probar eso,” observó el profesor. “Y una horrible cantidad de trabajo ya se ha realizado para probarlo. Chadwick es el hombre indicado para ello.” “¿Cómo logró hacer eso?” “Comparó tres cuerpos de poesía o literatura épica (no todo era poesía), colocándolos uno al lado del otro. Aquí, déjame mostrarte…” El incansable Justino buscó entre las filas de libros tomando la obra de Beowulf, una edición de Jonsson de la Egils Saga y un pequeño tomo finamente empastado de Dun Cow. “Hay debilidad en la sección sobre los Celtas,” comentó, mientras dejaba los tres libros sobre el escritorio junto con el de Homero, “–un crimen y también un escándalo, ya que la mitad de la población de este país es de sangre Celta. Traducciones también –en realidad no es admisible el uso de traducciones, ya sabes; los desatinos de los novelistas, así como las preconcepciones victorianas y el romanticismo del siglo diecinueve tuercen cada línea, omiten los puntos
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principales y ni que decir de los puntos finos. Sin embargo, tendrá que ser así por el momento.” Justino colocó los libros formando una hilera. “ahí están cuatro obras en fila, cuatro de cientos posibles, seleccionadas al azar, escritas en diferentes partes del mundo, cronológicamente distantes casi 2000 años entre la obra mas antigua y la mas moderna y aun así son tan similares como ¡dos gotas de agua!” “Exageras, como siempre,” fue el comentario del profesor. “Por el contrario, cualquiera que los compare quedará impresionado a causa de las semejanzas que rara vez llaman la atención si se leen por separado y –puedo garantizártelo– jamás llaman la atención del lector ¡aunque los lea juntos! ¿Cuánta gente supones que se habrá tomado la molestia de comparar los textos originales de, digamos, media docena de epopeyas?” “Tú sabes la respuesta a eso. ¿En algún lado se habrá hecho por lo menos con una, o tres?” “Aparentemente nadie lo hizo, hasta que Chadwick se percató de ello. Aunque comparó solo tres epopeyas, lo hizo de manera exhaustiva –como sabrás, era profesor en la Universidad de Oxford– y fue capaz de mostrar cuán detalladas y fundamentales eran en realidad las semejanzas. Posteriormente se dedicó al estudio de las fuentes no literarias en cada caso –historias, crónicas, genealogías, restos físicos y fácilmente demostró que describían o retrataban el mismo mundo del que los poetas habían hablado. No únicamente demostró que las tres epopeyas contaban la misma historia; sino además que en cada caso esa historia parecía tener un sólido trasfondo.” “Pero tres no son muchas,” interpeló el profesor. “¡Muy cierto! Pero solo son necesarios tres puntos para establecer una curva en un gráfico. Esa curva representa, digamos, una norma, y por supuesto que entre más puntos podamos encontrar, mayor certeza tendrá nuestra curva y la regla que ésta representa. Docenas de otros puntos ‘épicos’ han sido identificados o determinados a partir de los tres puntos originales detectados por Chadwick, y todos caen exactamente en la curva original. Por lo tanto, cuando el Dr. Kramer encontró evidencia que colocaba a sus proto-Sumerios en concordancia con la curva de Chadwick, no vaciló en proyectar su limitada información junto con las líneas de una regla general.” Justino subrayó la primera curva con un gis y entonces leyó del libro: “’Una vez que la existencia de una era heroica fue determinada,’ --la pequeña ‘x’ que dibujamos en la línea,-- ‘fue posible deducir su patrón cultural y su trasfondo histórico comparándola con eras heroicas conocidas hace mucho’ –que representaban la curva original.11 Kramer le otorga todo el crédito a Chadwick por el establecimiento de la curva original: ‘Chadwick merece todo el crédito por haber notado que las así llamadas Eras Heroicas que vemos aparecer de cuando en cuando, y aquí y allá en la historia de la civilización, no son simples productos de la imaginación literaria, sino que representan un real y significativo fenómeno social.’”12
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“¿Alguien mas ha empleado la curva?” preguntó el profesor F. “Quizá hayas escuchado del sumamente reciente descifrado de al menos veinte de los ochenta y ocho misteriosos símbolos del llamado Manuscrito Minoico B. Algo así como 4000 tablillas escritas con esos símbolos aguardan sean interpretadas y a la fecha, la Era Heroica de Chadwick se ha constituido como una guía útil en la reconstrucción del mundo de la que esas tablillas hablan.” “¿Cómo funciona eso?” “Una vez que la situación heroica ha quedado establecida, el investigador sabe lo que esta buscando –se tranquiliza cuando se encuentra tras la pista y se previene cuando las cosas no van bien. El profesor Nilsson emplea los descubrimientos de Chadwick en la misma manera, trabajando en esta área. En otra área totalmente diferente, Cyrus Gordon recientemente ha detectado en la Era Heroica o el entorno épico, una guía segura para restaurar los antecedentes históricos y culturales de Abraham y su pueblo, cuya naturaleza auténtica, él cree, ha escapado al escrutinio de los eruditos. Le otorga todo el crédito al trabajo de Chadwick como el precursor necesario para el desarrollo de su guía.” “Y ahora mi querido amigo,” dijo el profesor, “si esta discusión va a continuar como así parece, ¿serías tan amable de decirme como podría reconocer tu entorno épico cuando lo vea?” “Con todo gusto. Debido a una afortunada coincidencia me previne trayendo a Chadwick conmigo. Podemos continuar y realizar un listado de algunas de las características de las eras heroicas en el pizarrón.” Acto seguido saca de su maletín un grueso ejemplar con algunas de sus páginas marcadas. “Inicialmente,” dijo, mientras escogía un pasaje marcado particularmente de manera llamativa y empezaba a darle lectura, “la Era Heroica coincide con el período de agitación social…el período conocido generalmente como la Era de las Migraciones Nacionales.13 Ese es un primer punto. Kramer aquí dice la misma cosa: Los factores primarios responsables de las características mas notables de…las eras heroicas son dos. En primer lugar esas Eras Heroicas coinciden con un período de migraciones nacionales, es decir, un Völkerwanderungszeit. En segundo término –y por mucho el factor mas significativo– estas gentes…tenían contacto con una fuerza social en proceso de desintegración.14 “Es muy malo que no tengamos en nuestro idioma una palabra que remotamente se refiera la rica y suculenta Völkerwanderungszeit. Los términos ‘época de dispersión’,’migración de gentes’ y ‘migraciones nacionales’ entre otros son imprecisos y faltos de fuerza expresiva.” “Sí,” asintió el profesor F., “es una palabreja rimbombante pero, ¿Qué significa? “Un Völkerwanderungszeit es uno de esos períodos de vasto y compulsorio nomadismo que de cuando en cuando ponen al mundo en conmoción. Un fenómeno histórico tremendamente importante y desde luego el mas significativo de
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los mas de cien tipos diferentes. La mayoría de los nómadas no guardan registros, pero un antiguo y buen Völkerwanderungszeit es un evento titánico que involucra a tal cantidad de gente que difícilmente pasaría desapercibido como para no quedar registrado: los reportes proceden de ambos lados –las víctimas describen en sus crónicas las desgracias ocasionadas por la forma en que los bárbaros los arrasaron, mientras que los invasores glorifican esas mismas cosas en un poema épico. De cualquier forma la poesía épica siempre describe las condiciones prevalecientes en tiempos de agitación social y migración en masa.” “Puedes apuntarte un punto a favor del libro de Eter,” admitió el profesor. “Y uno sumamente importante,” agregó Justino. “El libro de Eter empieza con el pie derecho. Pero dejemos a Eter fuera de esto hasta que tengamos una clara imagen del entorno épico en sí. Entonces podremos realizar las comparaciones si así lo deseamos.” “Entonces pasemos al punto número dos,” dijo el profesor F. “Ese es el punto en el que se explica qué es lo que conforma una Era Heroica.15 Ahora consideremos la segunda característica.” Justino dibujó una segunda figura en el pizarrón y retomó la lectura del trabajo de Chadwick: “’con respecto al carácter nacionalista,’ dice nuestra guía, ‘no hay saga o poesía heroica que no lo registre. El amor por la patria y el deber cívico de su defensa naturalmente son reconocidas de inmediato. Pero el interés…siempre se concentra en los hechos o experiencias de los individuos.’16 Kramer describe la situación de manera sucinta: Ahora la característica más notable de nuestras cuatro Eras Heroicas es esta: representan una etapa cultural bárbara en la vida de una gente que efectivamente ha salido del primitivismo pero que aun no ha alcanzado la madurez y estabilidad propias de una sociedad civilizada. Su elemento dominante es una clase militar numerosa…para quienes el grueso de la población subyacente cuenta muy poco. Es esa aristocracia caballerosa quien los ha liberado de las obligaciones e ideas tribales que gobiernan a gente mas primitiva. Al mismo tiempo, no han desarrollado una organización nacional y los inspira poco el afán de un sentimiento nacionalista; su éxito o fracaso depende de la habilidad personal de los reyes y líderes que ellos siguen…pero a quienes están listos para abandonar si estos tienden a disminuir su belicosidad o a ser cada vez menos generosos en sus recompensas.17 “Parece una lista de puntos a favor de Eter,” observó el profesor y Justino modestamente admitió que era una extraordinariamente buena descripción de las mismas condiciones descritas en el libro de Eter y que él había señalado en un tratado menor sobre el mundo de los Jareditas. Y agregó, “pero ¿no es extraordinario que este complejo y peculiar –por no decir anormal– estado de las cosas se convierta en literatura épica que encontramos por doquier?” “Hay un cabo suelto,” dijo el profesor. Kramer menciona que son gente ‘que aun no ha alcanzado la madurez y la estabilidad de una sociedad civilizada’ y se supone que tus Jareditas ya tenían todo aquello que supone parte de un mundo sumamente sofisticado, incluyendo una biblioteca.”
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“Bueno, ¿sabe Kramer o alguien mas algo sobre esta gente antes de que empezara su migración? Unicamente se sabe esto: que algo en cada caso los obligó a moverse; si llegaron a esta etapa pobremente equipados, no es por que ellos empezaran a vivir de esa forma, sino por que algo sucedió que los hizo levar anclas de manera apresurada y solo con lo suficiente para sostener una marcha forzada. Recuerda que esa gente habitualmente no era nómada –se mueven porque tienen que hacerlo, y en cada caso están buscando tierras en las cuales asentarse. Han sido completamente desalojados de sus antiguos hogares y de sus tierras de pastoreo. Actualmente se acepta la idea de que esta gente siempre formará una civilización ‘en el proceso de desintegración,’ si citamos a Kramer –esta es una época de catástrofe global. Por lo tanto ¿qué razón tenemos para dudar que fuera la desintegración de su propia y menos estable civilización lo que en primer término los obligó a moverse? Si se mueven en un mundo colapsado, puedes estar completamente seguro de que dejaron otro atrás –ya que de otro modo no hubieran emigrado.” “¿Hay alguna evidencia de eso?” “Las epopeyas están repletas de ellas. El simple hecho de que nuestros héroes no disfrutan lo que hacen sino que intentan resolver el asunto y asentarse lo más pronto posible debería ser una indicación suficiente. La mayoría de los poemas épicos son poco menos que una prolongada agonía. ¿Recuerdas el comentario de Goethe sobre La Ilíada? Eso nos enseña una cosa: ‘que la vida en esta tierra es un infierno,’ pero nota lo que Kramer dice aquí: esa gente esta ‘liberada de…obligaciones tribales.’ Eso significa el rompimiento de antiguos órdenes y el resquebrajamiento de viejos moldes. Esta gente ha visto el colapso de su orden antiguo y tradicional, y con ello toda sensación de seguridad. El humor épico es uno de absoluta desesperación, como lo ha señalado E. V. Gordon. ¿Te suena conocido? Bueno, ‘una buena resistencia contra las probabilidades se convirtió en la situación característica de la literatura heroica…Los dioses mismos sabían que al final sería aplastados por los poderes del mal, pero estaban preparados para resistir hasta el fin. Todo hombre de cierta religiosidad pagana creía que debía su existencia a la permanencia de esa causa sin esperanza,’ y así por el estilo.18 Eso no es, lo admito, un permanente, estable o incluso tolerable estado de las cosas. ¿Y el asunto de su organización militar? ¿Recuerdas cómo se pusieron las cosas en el concilio de los jefes en el relato de Homero?” “Creo recordar,” mientras el profesor cierra sus ojos, “al glorioso Agamenón y a Aquiles yendo juntos como un par de gatos de callejón. . . "
“Exacto, y eso es típico. Tú tienes una cierta jerarquía militar, un ejército heterogéneo en una campaña forzada de sobrevivencia con jefes que discuten ferozmente entre sí, siempre intentando ver quién supera a quién. Es una situación tensa e incómoda de principio a fin con los nervios tensos de todos los presentes hasta el límite mientras que la gente alrededor va corriendo y preguntando ‘¿quién esta a cargo aquí?’ y ahora te pregunto ¿puede esta caótica organización en la que ninguno esta seguro de su puesto ser el resultado de un crecimiento ordenado, de una tradición establecida o de un cuidadoso planeamiento? Esto es una condición de desesperación temporal que a nadie agrada. Como Aquiles acertadamente dice
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en un principio, lo que pasó no fue idea suya y había dejado mucho mejores cosas de lado. Así que Andrómana tuvo que dejar un mundo feliz de lado –y hecho cenizas. Los Jareditas no viajaron con pocas cosas, pero nunca consideraron su propia civilización como cualquier cosa a pesar de que no era mas que el pálido reflejo del artículo original que habían dejado atrás.” “Vayamos al tercer punto,” dijo el profesor. “Nuestro tercer punto consiste en que la epopeya involucra a individuos, pero no a cualquier tipo de individuos, sino concretamente a individuos que son príncipes: los personajes principales, se nos dice, ‘son casi en su totalidad príncipes y sus seguidores de ascendencia militar.’19 Entre esos ‘usualmente existe un personaje cuyas aventuras forman el principal tema de interés.’”20 “Eso supongo explica el porqué le llaman Heroico –porque esta centrado en un héroe.” “Efectivamente, toda epopeya tiene héroes y además tiene al Héroe.” “Una especie de super-hombre.” “Este personaje siempre es humano y mortal y siempre ocupa una posición subordinada, recibiendo órdenes de un relativamente oscuro rey o comandante. Nuestro héroe es casi un super-hombre, pero nunca es sobrehumano; es fuerte y frecuentemente recibe ayuda sobrehumana. ¡Una figura totalmente extraña e impresionante!”21 “Discúlpame,” dijo el profesor, “si me permito sugerir que has estado describiendo al hermano de Jared en persona.” “Su arrolladora importancia es entendible si se considera que durante la migración la total preponderancia de un personaje de peso es una necesidad. ¿Has visto la nueva obra de C. S. Coon? Yo la tengo aquí, por cierto. Al inicio nos ofrece una interesante perspectiva de la raza humana viviendo al menos el noventa por ciento de su vida en la tierra como cazadores nómadas. Debo admitir que lo anterior coincide estrictamente con la tradición de H. G. Wells, pero de ningún modo imagina que esos ‘cazadores vivían en grupos de entre 2 y 20 integrantes o en familias de igual número de integrantes formando conglomerados que regularmente estaban emparentados entre sí. En cada banda, mientras que las familias son independientes, el liderazgo estaba depositado en un solo hombre que se distinguía por su habilidad para obtener alimento, prevenir y resolver conflictos de intereses y solucionar asuntos externos.’22 Si hay algo como eso, entonces la organización de las migraciones épicas fue una simple reversibilidad de un estilo de vida normal. En función de ello, el retrato del hermano de Jared como un gran héroe primario y líder de la migración es asombrosamente similar –recuerda que la versión del libro de Eter que ha llegado hasta nosotros se supone que esta compuesto de tradiciones y materiales manejados durante miles de años.” “En cierto sentido,” musitó el profesor, “es realmente digno de considerar que la única figura heroica en el Libro de Mormón la hallamos en el libro de Eter. Lehi,
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Nefi, el rey Benjamín y algunos otros ciertamente fueron grandes hombres, pero finalmente todos eran seres humanos comunes enfrentando situaciones de prueba. Con el libro de Eter es diferente –ahí se encuentran algunos héroes de verdad en el sentido de un carácter legendario– überlebensgross, dirían los alemanes: las imágenes sobredimensionadas de gente real elevadas a la estatura de los héroes.” “Y aun así,” agregó su amigo mientras localizaba otro párrafo en la obra de Chadwick, “hay algo de sumamente interesante en ellos. Chadwick hace notar que incluso los mas feroces y depravados personajes ocupan un lugar en la epopeya; ‘no hay personaje que parezca homogéneo a la luz de una crítica desfavorable.’23 Encontrarás que eso es también cierto con respecto a los brutales Jareditas –no es posible sentir un mínimo de admiración y simpatía por Shiz y Coriántumr, y los licenciosos tiranos como Noé y Riplákish no son los seres humanos decentes y ejemplares que tomaríamos como prototipos de la conducta humana, pero tienen un pequeño toque de magnificencia. Chadwick establece el punto anterior con acierto cuando dice que: ‘el comportamiento de los héroes a menudo aparece a la vista de sus lectores como pueril o brutal.’”24 “Totalmente de acuerdo,” dijo el profesor. “En sus tratos,” continuó Justino, “prevalece ‘un tono solemne y fastidioso,’ incluso entre enemigos recalcitrantes.”25 “Reglas de caballería y todo eso.” “Efectivamente; como es bien sabido, las reglas y el culto de la caballería se originó entre esta gente. La lucha se apegaba estrictamente a lo establecido en el libro, con desafíos formales e intercambio de misivas. Cuando un héroe se rinde ante otro, sus seguidores son perdonados. La confrontación termina formalmente al caer el sol respetando la tregua durante la noche…” “¿Realmente crees que esa gente respetaba completamente las reglas? Me parece recordar que Aquiles y Ayax no estaban enterados de esto último.” “¿Y no recuerdas que por esto Aquiles fue reprendido por su madre? ¿No recuerdas que en presencia de Ayax se sentía tan humillado por ello que estaba dispuesto a suicidarse? Por supuesto que se rompen las reglas, pero las reglas ahí están. ‘Incluso es sumamente extraño,’ dice Chadwick, ‘que hasta los héroes mas grandes en ocasiones consiguen sus triunfos mas notables empleando medios que nos parecerían ilícitos.’”26 “Me parece correcto.” “Nuestros héroes pelean abundantemente. Creo que Gordon esta en lo cierto cuando dice que es errónea la idea de que a los héroes les fascina combatir –ellos pelean solo cuando tienen y deben de hacerlo.” “Lo cual parecería ser que es la mayor parte del tiempo.”
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“Cierto, y sobre el particular Chadwick escribe que la guerra es, mas que un accesorio, ‘una parte esencial’ de la vida de los héroes.27 Ello nos conduce a nuestro siguiente punto: el escenario de la acción esta confinado única y exclusivamente al campo de batalla o a algún otro lugar propicio para la aventura; generalmente un lugar deshabitado.”28 “¡Ajá! Dijiste un lugar despoblado para traer a colación el libro de Eter; sin embargo, creo que actúas sin premeditación.” “No se trata de eso, sino que estoy pensando en ciertas epopeyas clave en las que un lugar despoblado es el trasfondo normal. Por supuesto tenemos a Siegfried, vibrando entre los bosques y la campiña –me atrevo a decir que el mundo heroico de Wagner de cuevas y bosques no se trata de un juego. Pero es válido traer al libro de Eter hasta aquí y no objetaré tu proposición. De hecho el punto siguiente te hará pensar en ello: ‘El combate es propenso a tomar la forma de una lucha individual entre los héroes rivales.’29 A manera de comentario, yo diría que ese es, con toda certeza, el aspecto mejor conocido de las historias épicas.” “Y completamente conocido en los días de José Smith,” comentó el profesor. “Por tal razón,” continuó Justino “se hace necesario distinguir entre simples y esporádicos episodios llamativos y el entorno épico completo; algo que no era conocido en los días del Profeta.” “Pero a final de cuentas, él pudo haber leído a Homero o Robin Hood o algo así por el estilo.” “Homero sí, pero Robin Hood no es literatura épica. Te sorprendería saber la magra cantidad de textos épicos que han sido publicados. Homero, de hecho era el único escritor real disponible –la gente creía, por supuesto, que Dante, y Camoens y Vergel eran literatura épica, pero esas obras solo muestran lo poco que cualquiera entendía lo que era literatura épica genuina. En mis años de estudiante de preparatoria, los eruditos creían firmemente que la poesía épica era el producto de la imaginación poética simple y llanamente de un gran genio individual, o la expresión espontánea del Volksgeist. En esa creencia muchas almas ingenuas en el pasado se han basado para componer auténticos poemas épicos de su propia autoría –con resultados verdaderamente catastróficos.” “Pero ¿y la perspectiva científica?” “Hasta hace poco el consenso general entre los eruditos era que la poesía épica tuvo su origen en los mitos de la naturaleza y que los héroes en realidad eran dioses venidos a menos. Algunos eruditos reacios aun lo aceptan.” “Pero ¿y el obispo Percy y el resto de los eruditos del siglo diecinueve? “En su momento, cada uno de ellos fue simple y sencillamente estudiante de la literatura nacional. Hasta las comparaciones de Robert Wood solo arrojaban luz sobre las composiciones de Homero –simples apuntes al respecto. El mundo ha
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tenido que esperar hasta nuestros propios días para conocer la verdadera esencia del entorno épico.” “Retomando el asunto ¿qué es lo que sigue?” “Esas sociedades heroicas se mantenían unidas por completo por medio de juramentos. El juramento es una relación social de pies a cabeza y este mundo épico es el caldo de cultivo ideal para tales juramentos y combinaciones secretos. Los juramentos pactan asuntos estrictamente personales entre los individuos y ¿necesito decir que la violación de un juramento era considerado un crimen imperdonable?30 En esta turbulenta sociedad ‘las virtudes cardinales de un héroe son coraje, lealtad y generosidad.’31 El coraje es estrictamente de naturaleza física – valentía en el campo de batalla; la ‘lealtad es puramente personal,’ dice Chadwick, ‘e involucra la venganza, tanto como deber y como forma de protección.’ En lo que respecta a la generosidad, esta es siempre un asunto de carácter político, –la generosidad del jefe hacia sus simpatizantes; un principesco soborno con el intento franco de comprar o involucrar a sus adeptos mediante regalos.”32 “Una nueva alusión la libro de Eter,” dijo el profesor. “Vamos a mantener por el momento fuera de esto al libro de Eter,” respondió su amigo, “pero de cualquier modo es altamente significativo que toda esta generosidad es retribuida mediante la comisión sistemática de saqueos e incursiones organizadas. Chadwick dice: El saqueo es una necesidad para todo héroe que desea mantener una fuerza activa de partidarios armados…las incursiones para saquear, parecen ser una constante de la Era Heroica por todas partes –en efecto, pudiéramos decir que se trata de una característica esencial. El botín derivado de ello habilita a los ambiciosos y activos príncipes para atraer y mantener amplios grupos de adherentes sin los cuales estarían a merced de sus vecinos.33 “Si no es por que lo estoy viendo, diría que estas leyendo un resumen de El Mundo de los Jareditas. Chadwick hasta menciona que los trofeos normales de toda empresa heroica ‘consisten usualmente del equipamiento o las cabezas del…enemigo…como invaluable evidencia de…poder.’34 Esto no es válido para todas las Eras Heroicas de todas partes, pero se presenta en un sorprendente número de casos –especialmente entre las regiones del norte de Asia y Europa. Las formas de riqueza mas codiciadas por esa gente –objetos ansiados y largamente descritos en casi todos los poemas épicos– son armas, caballos, carretas, joyas, artículos tejidos y bellas damiselas; eso último adquirido mediante el intercambio por cabezas de ganado. Toda esta riqueza portátil –cosas normalmente apreciadas y cultivadas por los nómadas– de la que recordarás se habla en las primeras líneas de Beowulf, es lo que la gente de las epopeyas siempre esta acumulando y repartiendo: la economía del saqueo requiere una vigorosa rotación en sus inventarios.” “Pero tu dijiste que esa gente eran renuentes y transitorios nómadas.”
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“Sí, en todos los casos esta gente sueña con asentarse en un lugar tan pronto como les sea posible; pero mientras no se han adueñado de la tierra sembrándola con castillos y fortificaciones, continúan una existencia cuasi-nómada –un divertido ciclo de guerras feudales y ‘abominaciones.’” “¿Exactamente que quieres decir con eso?” “El período de migraciones es seguido de inmediato por otro que Chadwick ha llamado ‘el receso.’ Es un juego de fuerza por el poder entre las grandes dinastías. La dinastía es el centro de todo ¿Qué te viene a la mente después de la epopeya y la elegía si estas leyendo a los poetas Griegos?” “La tragedia, desde luego.” “Y recordarás que Aristóteles dice que las tragedias lidian con los hechos de las dinastías porque son ‘naturalmente trágicos.’ Ciertamente lo son: sórdidas batallas por el poder, odio demencial, asesinatos brutales –y todo esto dentro del seno familiar. ‘La historia de la familia,’ escribe Chadwick con respecto a un típico ciclo de horror, ‘efectivamente es poco menos que un catálogo de crímenes cometidos entre sus miembros.’35 Todo es llevado a un nivel personal, e invariablemente los antagonistas son parientes y en esas circunstancias particulares es donde las mujeres toman una posición destacada en el trabajo sucio.36 Para hacerlo incluso mas parecido al mundo pintado por Eter después de la migración, abundan las abominaciones: historias de incesto y el depravado acto de servir en un banquete a los comensales la carne de sus propios hijos ocurre con sorprendente frecuencia.37 Este tipo de cosas generan conspiraciones y alianzas que culminan en guerras de exterminio en las que no solo dinastías, sino naciones enteras son barridas. Todo esto queda atrás ante la extraña y trágica figura de ‘el sobreviviente solitario.’”38 “Eso es algo que jamás había escuchado,” dijo el profesor F. “E incluso sucede con sorprendente frecuencia en el mundo épico.” “Podrás hablarme de ello mas tarde.” El profesor observaba su reloj. “Me supongo que podrías pasarte toda la noche citando el material de investigación del Dr. Chadwick.” “Definitivamente, pero antes de despedirnos, déjame señalar algunas cosas mas. Hay un abrumador predominio del ganado en cada retrato heroico; hay predominio de grandes celebraciones con comida y bebida –y siempre es la misma comida: pan, cerveza y carne de res. Celebran fastuosos banquetes que terminan en colosales riñas. “Por supuesto, una población campesina subyacente siempre se encuentra como fondo, y en el centro de toda epopeya aparece algún lugar poderosa y fabulosamente fortificado; una combinación de castillo, fuerte y ciudad, como Camelot o Troya. En coincidencia con el patrón caballeresco encontramos por todos lados la subyugante influencia de una misteriosa dama a quien se profesa una lealtad incondicional. Como efectivamente Chadwick lo establece, un antiguo sustrato del matriarcado aparece a menudo. Algunos eruditos insisten hoy en que el
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concepto del matrimonio romántico solo se encuentra en el entorno épico –y completamente fuera de lugar en otras sociedades. La gente de las epopeyas generalmente vive en tiendas, aunque siempre están edificando y saqueando portentosas ciudades: esa paradoja puede fácilmente explicarse…” “Pero no ahora,” interrumpió precipitadamente el profesor. “Dado que esta gente emigra,” Justino ha empezado a colocar sus cosas en su portafolio, “en las primeras epopeyas aparecen viajando en carrozas y carretas; y a caballo en las posteriores. Bueno, así parece. Tenemos un patrón infalible: creo que no hay mayor posibilidad de confundir el entorno épico como no hay posibilidad de confundir a un guerrero Sioux de un campesino Europeo.” “Ah, me parece que empiezo a ver claramente a donde quieres llegar,” dijo el profesor con acento enfático, “pero en mi opinión, aun te falta un largo camino por recorrer.” “Admito que fuimos mas lejos de lo que pensé, pero ahora que hemos llegado a este punto ¿no crees que deberíamos llegar hasta el final?” “Sí, pero no esta noche,” dijo el profesor F con cierto pánico reflejado en el rostro – intentando a toda costa decir algo que pudiera poner en marcha nuevamente a su incisivo interlocutor. “Ciertamente no. De hecho con los limitados recursos que tenemos aquí de cualquier manera no iríamos muy lejos. ¿Qué te parece si nos vemos el jueves por la noche en la oficina del Dr. Schwulst?” “¿Por qué ahí?” “Por que creo que podría brindarnos algo de ayuda, aparte de que tiene la única colección egipcia que se encuentra entre aquí y Puffer Lake.” “Todo esto es tan complicado…” “Y ese es precisamente el motivo de nuestra sorpresiva visita al Dr. Schwulst, el próximo jueves. Como bien sabes, él acostumbra trabajar hasta tarde. Estará encantado –patéticamente ansioso por ayudar a cualquiera que se interese.” “Eres una amenaza para la sociedad,” dijo el profesor F en el porche de su casa, “pero nos vemos el jueves a las ocho en punto en el 315 de Gohira Hall.”
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Capítulo 2 Egipto Revisitado “Recibí tu nota,”1 dijo el profesor Schwulst mientras los tres nos acomodábamos en el sofá del amplio estudio, “pero debes explicarme mas completamente que es lo que quieres saber.” “Fue idea de Justino,” explicó el profesor F. “Creo que él quiere mostrarme que los primeros egipcios fueron de alguna manera amigos de un pueblo que él llama Jareditas.” “Eso no es del todo cierto,” interpuso rápidamente Justino. “No son Jareditas lo que estamos buscando esta noche. Yo simplemente quiero mostrarle a nuestro escéptico amigo, el profesor F, mi estimado Dr. Schwulst, que el entorno épico es tan antiguo como la historia misma. Tú sabes la forma en la que la Era Heroica ha sido empleada por algunos investigadores contemporáneos para ayudarles a reconstruir una imagen plausible del mundo.” Schwulst asintió benevolentemente con la cabeza. “Bueno,” continuó Justino, “deseamos saber si esto también es válido para la civilización egipcia.” “¿Lo que tu quieres saber es si los egipcios empezaron con una Era Heroica igual que Griegos y Germanos?” preguntó Schwulst. Ha sido una cuestión de debate entre los eruditos; un erudito se preguntaba si su acento al hablar era tan grueso como el vidrio que fabricaban sin importar qué lengua hablaran –y como experto en cuestiones de Oriente conocía muchas lenguas– ya que siempre afirmó que parecía en todos los casos ser similar a su nativa lengua Estonia. “Eso es exactamente,” replicó Justino. “Ya hemos notado esa misma peculiaridad en los trabajos desarrollados por Chadwick, pero su evidencia involucra única y exclusivamente a Griegos, Teutones y Celtas. Lo que no nosotros queremos saber es si el fenómeno del entorno épico es una constante en todas las antiguas civilizaciones. Kramer cree que el bosquejo histórico implícito en los trabajos de Chadwick encaja como anillo al dedo en los inicios de la civilización Sumeria, pero no ha ido mas allá, de modo que nos deja con algunos cabos sueltos. De manera que, por ejemplo, en el caso de los Egipcios, ¿tenemos ejemplos de literatura épica egipcia?” “Existe un número importante de piezas literarias que siempre hemos llamado epopeyas,” dijo Schwulst, mientras se rasca la cabeza pensativamente. “Tenemos, por ejemplo, a Isis y el Nombre de Re, El Mito del Ojo Solar, La Revuelta contra Re o la famosa historia de Isis y Osiris…sí, puede decirse que existen epopeyas egipcias.” “¿De donde provienen?” preguntó el profesor F., es decir, ¿cronológicamente hablando, en que período fueron compuestas?” “En todos y en ninguno,” fue la enigmática respuesta. “Son epopeyas prehistóricas.”
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“Siempre pensé que si algo se escribía necesariamente sería considerado de tiempos históricos. ¿No es un concepto contradictorio referirse a estas composiciones como ‘epopeyas prehistóricas’?” “No necesariamente. La literatura egipcia es como un pastel de frutas o un estofado de res: A primera vista, lo único que puedes apreciar es un cúmulo de elementos mezclados, pero si observas con mayor cuidado y atención podrás identificar muchos de los ingredientes. Si por ejemplo, tuvieras que seleccionar con gran cuidado todos los trozos de zanahoria del estofado, con toda seguridad, y poniendo empeño de tu parte podrías armar con los trozos, como si fuera un rompecabezas, la zanahoria en la misma forma y condición antes de que fuera cortada y agregada al estofado. Ahora bien, a partir de que los primeros eruditos fueron capaces de reconocer ciertos elementos distintivos en la literatura egipcia y catalogarlos fue posible reconocer más fácilmente a los elementos más antiguos. Si todos los ingredientes son nuevamente reunidos y reensamblados nos darán patrones convincentes de historia y cultura. Hasta el día de hoy, los Germanos están sumamente ocupados reconstruyendo textos literarios de rituales e historias que posiblemente sean algunos siglos más antiguos que la aparición de la primera dinastía egipcia. Desde hace cuando menos cien años el elemento heroico o épico en la tradición egipcia ha sido reconocida como entre las mas antiguas de la historia.” “Algo sumamente gratificante,” murmuró Justino. “¿Exactamente en dónde empieza su historia?” “Es mas antigua de lo que nos podemos imaginar; Egipto siempre ha sido una tierra no solamente de una, sino de dos culturas esencialmente conflictivas.” El Dr. Schwulst entonces tomó de uno de los estantes de su estudio un volumen que lucía la típica encuadernación en negro y oro de Otto Handbuch. “Este es el trabajo de investigación de Herman Kees, considerada la obra estándar sobre la economía de Egipto. Kees nos dice aquí cómo siempre uno se puede encontrar en Egipto a sus pastores de cabello largo y ropajes rústicos que habitan en tiendas porque rechazan la vida citadina y perciben al resto de la población con una mezcla de desdén y recelo. Al igual que los cazadores profesionales, Kees dice que estos pastores vivían en un mundo propio, reteniendo ‘algo de la antigua independencia de los nómadas.’”2 “Eso suena como si todos los Egipcios alguna vez hubieran sido nómadas,” señaló el profesor F. “Bueno, para averiguarlo tendrías que emigrar a Egipto, como Maspero lo señaló hace mucho tiempo. Ahora se sabe que los Egipcios no eran nativos de esa región; sus asentamientos mas primitivos parece que surgieron poco antes de la gloriosa aparición de las Eras dinásticas.” “¿Nada de períodos evolutivos subsecuentes?” preguntó el profesor F. “Si hubo alguno, no es el caso de Egipto. Justamente estaba leyendo lo que T. E. Peet escribió hace treinta y dos años: ‘Uno de los fenómenos mas inquietantes de Egipto, y que supera por mucho nuestro conocimiento actual a fin de explicarlo
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satisfactoriamente, lo constituye el hecho de que existe un truncamiento entre la Era del Paleolítico y la Era Predinástica; en la que esta última aparece de forma totalmente súbita con una civilización completamente formada en la que incluso se presupone el uso del cobre. La investigación futura quizá pueda llenar este hueco, pero mientras tanto, la moneda esta en el aire.’3 La ‘investigación futura’ a la que aquí se hace referencia a lo único que ha contribuido es a hacer el hueco aun mas grande y mas profundo. Veamos lo que Siegfred Schott dice al respecto: ‘Una y otra vez en el desarrollo de la antigua cultura egipcia encontramos que los monumentos de una nueva época presentan un súbito y enteramente sin precedentes estado de perfección de las formas.’ Menciona como ejemplos los Textos de las Pirámides – una completa y magnífica colección de textos que aparecieron de la nada; la imprevista aparición de una completa arquitectura de los templos, los relieves colocados en sus muros con sus estilo artístico completamente convencional; el gran complejo de pirámides de Sakkareh, las pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos; las catacumbas de Zoser y sus maravillosas decoraciones murales. Todo esto aparece sin tanteos, experimentaciones o cambios de estilo.4 Si estas cosas algunas vez evolucionaron, nadie sabe en donde ocurrió; lo que sí es seguro es que no fue en Egipto.” “¿Entonces, como se inició la civilización egipcia?” “Algunos creen que los asentamientos mas antiguos son los de los Tasianos, descritos como ‘ni mas ni menos que campamentos de cazadores o campamentos de naturaleza temporal.’ Incluso con toda probabilidad esas personas eran agricultores y lo que es mas, hasta fabricaron hermosas piezas de alfarería –y la alfarería es un arte propio del sedentarismo.5 La misma combinación de las actividades del nomadismo y las propias de la agricultura caracterizan a los Badarianos, la primera civilización real de Egipto. La señorita Baumgartel escribe: ‘no podemos decir si los Badarianos ya eran pobladores sedentarios en el valle del Nilo o si continuaban siendo nómadas…cultivando sus pequeñas parcelas en un lugar durante una temporada y en otro lugar durante otra.’6 El problema aquí es que los emigrantes pueden ser sumamente civilizados y aun así llevar relativamente poco de sus artefactos, como por ejemplo los pioneros del oeste norteamericano. Oleada tras oleada de gente entró en Egipto como grupos nómadas y terminaron como agricultores, pero nómadas siempre hubo ahí. Kees, por ejemplo, escribe lo siguiente: ‘el cuasi-salvaje agricultor de las márgenes pantanosas fue catalogado por los Egipcios como el famélico pastor de las tribus nómadas.’7 Bueno, entonces ¿era agricultor o nómada? Esto es una constante en todo el Cercano Oriente.” El profesor Schwulst entonces se zambulló entre un mar de papeles y revistas apiladas sobre una gran mesa y apareció con un documento en la mano. “Aquí, en este estudio sobre los inicios de la historia, Waechter nos dice que con la desecación del Cercano Oriente, la gente fue forzada a abandonar el estilo de vida nómada; ‘el período nómada había llegado a su fin,’ nos dice, con la fundación de las primeras aldeas agrícolas –Jamo, Jericó, Sauna, etc.– ya que la caza y recolección se volvieron actividades inadecuadas.’”8 “¿Significa que ya nadie mas fue nómada?” preguntó el profesor F.
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“No, solo significa que llegó el tiempo en que la mayoría dejó de serlo. Muchos cazadores y nómadas sobrevivieron como hasta el día de hoy, de modo que en Sauna, por ejemplo, convivían armónicamente caza, agricultura y pastoreo.”9 “Sumamente versátiles para ser primitivos, ¿no te parece?” señaló el profesor F. “No necesariamente, ya que una de las cosas que se ha descubierto en años recientes es el alto grado de especialización de la actividad humana en esas sociedades y que se remonta mas atrás de lo que la historia tiene registrado.10 Hasta el día de hoy las variadas y contradictorias economías convergen y se mezclan en el Cercano Oriente y tanto ahora como siempre, tales contactos casi invariablemente significan problemas.” “Pero ¿el gran conflicto se da entre nómadas y agricultores? Preguntó F. “En el caso de Egipto, así es,” respondió Schwulst. “Estudios recientes de la arquitectura egipcia han arrojado alguna luz sumamente interesante sobre el tema. Ricke escribe que ‘la arquitectura del Egipto histórico surgió del choque de la arquitectura del Alto Egipto de origen nómada con la del Bajo Egipto de origen agrícola.’ Ricke encontró que los sepulcros de los reyes o jefes en Abidós, en el Alto Egipto, no son mas que simples montículos mortuorios propios de los reyes nómadas y que el santuario nacional de Egipto en tiempos dinásticos no era mas que la elaboración de una tienda real, en tanto que los palacios de los faraones no eran mas que una reproducción ‘a una monstruosa escala de las tiendas de los jefes nómadas.’ De modo que la conclusión a la que llegó Ricke es que, en el caso de los Egipcios, su arquitectura no tiene un origen único; es el producto de la polarización entre el nomadismo y la agricultura.11 El famoso egiptólogo Eberhard Otto recientemente ha escrito con respecto a esta polarización, mencionando que aparece en el alba de la civilización, como la de Nakada I, en la que encontramos una población agrícola con costumbres propias de un matriarcado conviviendo con grupos cuya cultura era nómada y patriarcal.”12 “Eso ciertamente nos coloca en la etapa para el desarrollo de una Era Heroica,” señaló el profesor Justino con cierta satisfacción. “Otto va aun mas allá al sugerir que las bien conocidas luchas entre los reinos del Norte y Sur de Egipto, el rojo y el blanco, no fue una lucha por el dominio territorial, sino un conflicto de culturas, de la que los nómadas resultaron triunfantes, ‘forzando a los agricultores a adoptar su estricto orden político.’”13 “Sumamente gratificante,” señaló Justino. “Esas son las mas mismas palabras que usé en un artículo que publiqué hace cinco años.14 Pero advertí que esta etapa es lo mas adecuado para la aparición de la Era Heroica; ¿te parece bien si continuamos?” “Con todo gusto,” contestó el Dr. Schwulst. “Como V. Gordon Childe escribe en su mas reciente libro, la historia de los faraones da inicio con ‘evidencias definitivas en el ámbito del registro arqueológico de una lucha por la adquisición de ganado, botín y tierras.’15 ¿No es eso tu tradición heroica? No debe haber la mas mínima duda sobre el papel desempeñado por el faraón. Como lo señala Kees, aunque Egipto
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era una tierra de agricultores, la clase gobernante siempre se mantuvo marcadamente distante de los asuntos que tuvieran que ver con el cultivo de la tierra y las políticas agrarias.16 Salvo en breves ocasiones de naturaleza ritual, los reyes fantaseaban imaginándose como guerreros, cazadores y abigeos. En los primeros días de Egipto presentaba lo que Kees llama ‘un asombroso contraste’ entre lo que había sido una zona de cultivo intensivo y amplias zonas de pastoreo con esporádicas y dispersas áreas de cultivo.17 ‘El incremento de la ganadería, especialmente vacuno, se convirtió en el eje rector de la economía’ y el evento mas importante de entre los que se tienen registrados, era el conteo del ganado.18 Naturalmente que los campos debían estar cultivados y debido a la atención prestada a los ritos antiguos de la tierra, que incluso se mencionan en los Textos de la Pirámide, era el lugar, registrado en cada página, en el que desfilaba el ganado ante nosotros.” “¿Qué son los Textos de la Pirámide?” cuestionó F. “¿son epopeyas?” “Los Textos de la Pirámide,” dijo el profesor Schwulst mientras le daba unas suaves palmaditas a dos gruesos volúmenes que estaban sobre la mesa, “se hallaban grabados en los muros de las pirámides que servían como tumbas a los reyes de las decimoquinta y decimosexta dinastías. Eso significa que estos textos –y aquí tengo unas fotografías de ellos– por lo menos datan del año 2175 a.C. Sin embargo, si no en su totalidad, al menos una gran parte de ellos deben haber sido muy antiguos, ya que fueron copiados por los escultores reales –incluso si estos últimos no fueran tan viejos como nuestro autor cree que son. Aquí tienes, encontrarás esto sumamente práctico; esto es casi una traducción literal de dichos textos.” Acto seguido le entregó al profesor F una traducción de los textos, realizada por el profesor Mercer, quien de inmediato comenzó a leer en la primera página: “…’el cuerpo de material escrito mas antiguo del mundo.’ Esto es lo que queremos. ¿Aquí se menciona algo con respecto a nuestros reyes-héroes?”19 “En efecto,” respondió Schwulst, señalando ciertos pasajes en el libro (pasajes que nosotros llamamos, al igual que Mercer lo hiciera, números Sethe). “Aquí vemos, por ejemplo, que el rey se jacta de la inmensidad de sus rebaños de ganado y que la forma en que incrementa sus números es a través de constantes y fructíferas incursiones.20 Al mismo tiempo, no esta menos orgulloso de su habilidad como cazador. Los monumentos mas significativos del Egipto predinástico son los extraordinarios implementos de caza que nos muestran que la caza real era como – un enorme lugar con grandes encierros o parques a los que los animales salvajes eran conducidos. El monumento mas antiguo de escritura egipcia, la famosa Tabla de Narmer, describe tal encierro.21 La zona de caza y pastoreo por excelencia era el Delta: ‘durante el antiguo reino el delta aun era un lugar en el que la nobleza egipcia practicaba la caza deportiva así como el lugar al que enviaban a pastar a sus innumerables cabezas de ganado.’22 Lugar que parece ya habían reservado para tal propósito.” “Una costumbre jaredita,” musitó casi de forma inaudible el profesor Justino. “Hasta en la totalmente sedentaria civilización predinástica, la cacería se encontraba entre una de sus fuentes principales de abastecimiento, lo cual es claro al examinar los implementos empleados, así como las pinturas y grabados
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sobrevivientes. El arma real era el arco, en cuyo manejo era instruido personalmente por los dioses Horus y Set, los tradicionales primeros soberanos de Egipto y se creía firmemente que nadie sino el faraón era lo suficientemente poderoso para tensar el arco real –una clara indicación de las cualidades originales necesarias para reinar, así como el tipo de cultura que los reyes representaban.23 Los dioses mas antiguos de los Egipcios, tanto del género masculino como del femenino, eran cazadores y sus emblemas eran las flechas. Los Egipcios siempre se refirieron a otras naciones en función del tipo de arco que éstas usaban, y su descripción convencional de la raza humana era conceptualizada como ‘los nueve arcos.’” “Pero una Era Heroica requiere no únicamente de simples cazadores, sino también de invasores. ¿Los tenemos?” “Desde luego,” dijo el profesor, “se trata de un texto clásico que ha llegado a ser conocido como el ‘Himno Caníbal’ del cual Faulkner ha realizado un estudio, así que seguiremos su estudio…en este aparece un rey de la quinta dinastía, de nombre Unis o Wenis, quien se describe a sí mismo traspasando las esferas celestes en su papel de gran invasor. Las imágenes de la situación que describe obviamente no son inventadas. ‘Aquí podemos apreciarlo,’ dice Faulkner, ‘como un poderoso cazador, asesinando y devorando a los dioses para alimentarse,’ toda la situación se traslada al cielo, pero sigue los mismos convincentes patrones terrenales. Conforme la escena se desarrolla, nos encontramos en una época de grandes cataclismos naturales y desordenes sociales de escala mundial…” “¡Un Völkerwanderungszeit!” gritó el profesor F. “Así parece. Escuchen los siguiente: ‘el cielo derrama el agua, las estrellas se obscurecen, los Arcos (es decir, los habitantes de la tierra) se apresuran a buscar refugio, los huesos de los dioses de la tierra tiemblan…’ Hombre y naturaleza en conmoción y confusión; los Egipcios frecuentemente se refieren a su dios Re llegando a Egipto montado en las ráfagas del viento del Norte. En esos momentos su rey principal, ‘el toro del cielo,’ aparece en escena y pareciera que también él habría sido guiado hasta ahí por la necesidad, ya que es descrito como alguien ‘que quiso sufrir y decidió vivir en el ser de todo dios.’26 Habiendo tomado en sus manos las riendas de la situación, este terrible invasor es ‘el ambicioso de élite,’ que aniquila y somete a los otros señores; que arrasa a sus oponentes; que extermina a todo lo que se interpone en su camino.27 Sus mensajeros avanzan a la vanguardia en todas direcciones, demandando sumisión inmediata, ordenando a todos que le sirvan `quien me ha hecho poderoso en éste lugar: N. (el rey) es el que ordena, la eternidad se presenta ante él y el conocimiento cae a sus pies. Clamad con júbilo por N.: él alcanzó el horizonte.'28 `El casco de león de N. está sobre su cabeza, su terror a ambos lados, ¡su magia le precede!29 Los juncos de los pantanos, la regiones Horitas, las regiones de Set —todo le pertenece a N.'30 Hay mucho mas de esto en los textos." “¿Entonces la autoridad de faraón descansaba en realidad en la violencia?” “En la práctica así era, pero en teoría los faraones constantemente reclamaban su legitimidad, su llamamiento divino, su legítima descendencia y ese tipo de cosas. De
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hecho, reclamaban tanto que cualquiera supondría que algo andaba mal. Todas estas leyendas contradictorias y elaboradas, así como las ficciones legales y doctrinales, estaban destinadas a despejarle el camino al faraón para que reclamara el derecho de gobernar. La famosa justificación de Osiris, parece remontarse en el tiempo hasta el fundador de la dinastía que reclama que el gobernador del reino debe ser examinado mediante un ritual que nunca es explicado satisfactoriamente. Anthes recientemente ha publicado un estudio de la fórmula machrw, que establece que el derecho de un rey a gobernar ha sido aclarado mediante la corte prehistórica de Heliópolis.31 Resulta obvio el hecho de que faraón estaba grandemente preocupado de que fuera cuestionada su autoridad divina.” “…’bendecido con las bendiciones de la tierra y con las bendiciones de sabiduría, pero maldecido en cuanto al sacerdocio’” (Abr. 1:26) mencionó Justino ante el desconcierto de sus amigos. “Pero si el primer faraón llegó como un invasor,” dijo el profesor F., “¿Quién es la gente expulsada?” “Obviamente los remanentes o descendientes de los primeros invasores. Recordarás que Otto dijo que los grupos nómadas patriarcales sojuzgaron a los agricultores de costumbres matriarcales. Sin embargo, bien pudiera ser que la primera invasión parecería haber sido guiada por una mujer, quien encontró la tierra despoblada y bajo el agua cuando ella llegó allí.” “La inundación anual, ¿eh?” sugirió F. “Eso es incierto. La mayor parte de los investigadores actualmente creen que la tierra estaba bajo el agua cuando los primeros pobladores se asentaron ahí. Las primeras aldeas brotaron en los bancos que ahora son desierto y no en el valle en sí. Aquí, por ejemplo, tenemos un texto en el que el primer rey describe que ‘la tierra estaba inundada después que salió del océano; se trata de N quien escribió el papiro; es N quien reconcilió a las dos tierras;…es N quien esta unido a su madre, la gran vaca salvaje.’32 Esta dependencia materna del primer rey, quien aquí aclara el papiro que es quien retira la maleza y hace la tierra cultivable, es una característica muy llamativa de los textos.” “La dama-vaca era Hathor, ¿cierto?” “La dama poseía una habilidad camaleónica para cambiar de nombre. En el Libro de los Muertos, que es el mejor comentario sobre los Textos de la Pirámide, aparece ‘cortando las cabezas de los líderes rebeldes bajo el nombre de Tepahet,’ pero también se le conoce con el nombre de Hathor; la dama del agua roja, y con el nombre de Neith.33 Debido a tantos nombres que adopta, la mujer que se estableció por vez primera en las tierras de Egipto hasta el día de hoy permanece como una figura misteriosa y enigmática.”34 “¿Qué es lo que te hace suponer que ella se estableció en Egipto? Preguntó Justino con interés.
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“Ella es la protagonista de la primera epopeya egipcia identificada como tal. Esa es la historia de la Destrucción de la Humanidad o la Revolución contra Re –se le conoce con varios nombres. Fue hallada hace muchos años escrita en los muros de la tumba de Seti I y años mas tarde en la tumba de Ramsés III.” “Ambos fueron reyes notables, ¿no es así? Preguntó Justino. “La historia debió haber tenido un prestigio considerable.” “En efecto, parece haber sido una tradición muy antigua; propia de los grandes arcanos y reservada para las tumbas reales. Esto es el tipo de cuestión que fue velada a las miradas profanas: la historia medular, por decirlo así, de la fundación de Egipto.” Mientras decía esto último, el profesor Schwulst saca una reproducción litográfica de los textos y empieza a explicarlos. “La historia da inicio con el gran dios, ‘el dios que existe en sí mismo,’ llamando ante su presencia a todos aquellos a quienes él llama ‘los padres y madres que existían conmigo cuando aun estaba en Nun,’ es decir, la eternidad pre-existente. Todos llegan ante su augusta presencia y postrándose a sus pies preguntan cual es la razón por la que han sido convocados. Naville, la persona que descubrió el texto, señala atinadamente que la escena es propia de la vida real; un ensayo de una escena de una corte pre-dinástica: ‘Re,’ escribe, ‘no es mas que la divinidad creadora del mundo con la cabeza de carnero al frente de su embarcación; él es un rey, una especie de Júpiter romano que ha gobernado durante mucho tiempo a hombres y dioses; además también da órdenes a su padre y parentela,’35 aspecto típicamente feudal y, si tu quieres, heroico. Eso se observa en la respuesta de Re: él menciona que la raza humana se ha vuelto en su contra y desea obtener de ellos algún consejo sobre cómo proceder con los humanos. Después de discutirse ampliamente el asunto, se decide que la rebelde humanidad debe ser aniquilada.” “Hasta ahora todo apunta hacia el entorno épico,” comentó F. “Se acordó que la encargada de realizar el exterminio de la raza humana tomaría el nombre de Hathor, la Dama del Cielo. Ella lleva a cabo su labor destructiva, regresa y le reporta lo acontecido a Re, quien la felicita por el exitoso cumplimiento de su tarea. Hay una vívida descripción de la raza humana pereciendo en medio de una mezcla de agua y sangre, lo cual trae a la mente otro nombre y título de Hathor; la Dama del Agua Roja. Sin embargo, acto seguido, Re envía por sus mensajeros con gran prisa y ordena la presentación de una gran ofrenda propiciatoria para una asamblea universal en Heliópolis. Se presentan mas ofrendas de agua y sangre, así como ofrendas a base de frutas y Re, complacido con estas ofrendas alza su mano y jura que jamás volverá a destruir a la humanidad; al mismo tiempo, ordena que la tierra sea inundada con agua…” “Eso parece una contradicción,” observó Justino, “reminiscencias de la historia del diluvio universal.” “Los textos egipcios están contaminados, son confusos y paradójicos desde el principio. Nota este texto: en cualquier parte en que veas la fórmula ky j.t está escrita con tinta roja; eso significa que otra versión o explicación de un pasaje se ofrece a continuación. Como lo señalaron frecuentemente los escritores griegos, los
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sacerdotes egipcios no estaban de acuerdo en casi la totalidad de sus costumbres. Así que no vayas a creer ni por un momento que esto es la antigua versión auténtica de lo que ellos creían. Lo verdaderamente antiguo está implícito en el texto, pero tienes que excavar en él para averiguarlo: recuerda lo que dijimos sobre el pastel de frutas o el estofado de res.” “Pero ¿Qué pasó después del diluvio?” preguntó Justino. “Fue precisamente el momento en que nuestra misteriosa dama se estableció en la tierra.” “’Por la mañana,’ se lee en el texto egipcio,36 ‘la diosa llegó y encontró que toda la tierra se hallaba bajo el agua y en su rostro se notaba la complacencia; ella bebió abundantemente y quedó saciada su sed. Pero percibió que no había seres humanos.’ Claramente esta es la situación que habrían encontrado los primeros inmigrantes. Unicamente Re le dio la bienvenida a esta nueva tierra diciendo ‘ven en paz, graciosa dama.’ Entonces Re procedió a establecer el nuevo rito de las sacerdotisas de Amón-Rá que toda la gente celebraba, pero especialmente las mujeres año tras año para conmemorar ese evento. Por otras fuentes sabemos que el hijo de esta mujer fue Horus, el primer faraón.” “¿Existe alguna otra indicación de que el linaje real inició a partir de una mujer?” preguntó Justino, con sumo interés. “Sethe, en su Urgeschichte, ha tratado el tema ampliamente. De acuerdo con él, la clave para descifrar todo el asunto es la abeja y la corona roja Dsrt: la abeja, según él, es el signo de la dama Neith –que ya hemos identificado con Hathor– llamada ‘la dama gobernante del universo’; él cree que esta figura se remonta al ‘gobierno matriarcal de Egipto.’37 El hallazgo realizado hace treinta y cinco años de una perfecta representación de la corona de la abeja en un jarrón prehistórico en Nakada ahora es considerado como un indicativo de que el gran santuario de Koptos, que se encuentra siguiendo el río en línea recta desde Nakada que solamente es un cementerio, podría haber sido la ciudad-capital fundada por la dama. Ese fue el lugar en el que se encontraba el santuario de Min, el dios más antiguo de Egipto, quien mas tarde se convirtió en Ammón y cuyo símbolo era una flecha, como era también de Neith. Wainwright ha demostrado que Neith fue la prehistórica dama de Koptos”38 “¿Y de dónde proviene la abeja? “Preguntó un perplejo profesor F. “Los reyes de Egipto de hecho emplearon el título de ‘la abeja,’ pero de acuerdo con Sethe, después de que habían usurpado la autoridad de la dama Neith. Sethe sugiere que el nombre de la dama de hecho es le título N.t dado a la corona roja prehistórica, si bien es usualmente llamada la corona Dsrt.”39 “¿Es específicamente la posesión de la corona Dsrt lo que hace al rey elegible para autonombrarse ‘la abeja’?” preguntó Justino con gran ansiedad. “Eso es lo que Sethe sostiene,” contesto el orientalista, “encuentra ‘tentador’ como él lo llama, atribuir el título formal de abejas-reina a las mujeres que fueron las
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primeras gobernantes de Egipto.40 Sin embargo recientemente otros investigadores han ofrecido una explicación diferente. Ellos dicen que fueron invasores quienes trajeron consigo el símbolo de la abeja, uniéndolo con la corona roja y otros accesorios de la dama de Koptos cuando estos invasores la encontraron gobernando el país al que arribaron.”41 ”Particularmente prefiero esta última interpretación,” dijo Justino a un sorprendido profesor Schwulst, “debido a que yo había ya sospechado que la abeja pertenecía a los emigrantes.” El profesor Schwulst, quien nada sabía sobre los Jareditas y su abeja llamada Deseret, continuó su disertación: “Sethe además señaló que siendo un sustantivo femenino, ‘abeja’ en egipcio no encaja en un rey como su poseedor original y que el título de ‘el junco y la abeja’ de los faraones no los designaba de hecho como abeja sino mas particularmente como ‘perteneciente a la abeja’ o ‘descendiente de la abeja.’ Sethe ofrece evidencia de ello al afirmar que tanto Geb, el padre de los dioses, y Osiris fueron culpables de usurpar la corona abeja de la dama de Koptos, así como su trono. También encuentra significativo el hecho de que el título h.b.t ‘perteneciente a la abeja’ y la corona Dsrt ambos sean ‘símbolos de gobierno’ asociados a tiempos prehistóricos, cuando el santuario real era tanto ‘la casa de la abeja’ como ‘la casa de la corona roja.’ Fue específicamente, como él dice, en su dignidad de ‘el que pertenece a la abeja’ que el gobernador de éste reino protohistórico usó la ‘corona Dsrt.’”42 “Lo que sea que esté detrás de esto,” interrumpió Justino con un aire de inusitada emoción, “hay cuatro cosas que en definitiva van de la mano en el principio de la historia de Egipto; la abeja, la corona Dsrt; la autoridad de faraón proveniente originalmente de una mujer y la identificación de esa mujer como la dama de Koptos y del cual Egipto tomó su nombre.” “¿Eh?” dijo Schwulst, quien en cierta forma se hallaba sorprendido por el fervor así como por lo novedoso de ese último comentario. “Si ustedes me perdonan, he realizado una pequeña investigación sobre el tema por cuenta propia. Fitian-Adams ha argumentado, como tú quizá sabrás, que Egipto obtiene su nombre no de Kmt, como tradicionalmente se ha considera, sino de Koptos que, como tú has sugerido, es el santuario mas antiguo y capital de Egipto.43 Por tanto, ¿no es completamente común en tiempos antiguos que los países tomen el nombre de sus capitales –Roma, Babilonia, etc. por no mencionar México?” “Totalmente común,” apuntó el profesor, “pero ¿a qué quieres llegar?...” “Una pregunta mas: ¿ese nombre podría ser también el de una persona?” “Muchas ciudades antiguas tiene nombres de personas –de hecho cientos de ellas– pero solamente cuando esa persona es el fundador de la ciudad.” “Exactamente. Es de consenso general actualmente que las grandes invasiones de Egipto en tiempos prehistóricos llegaron por el camino del Wadi (valle) Hammamat. Y ¿cuál es el primer lugar en el que se asientan después de alcanzar el valle?
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Evidentemente es Koptos, el mismo lugar en donde el valle Hammamat penetra en el valle del Nilo. Muchos eruditos han notado este hecho. (Justino busca entre un mar de apuntes) Koptos no es únicamente tradicional sino además es lógicamente el asentamiento más antiguo de Egipto y justamente es lo que le habría dado el nombre a todo este territorio; territorio que habría obtenido su nombre de la persona que dirigió la riesgosa aventura.” “En efecto, así podría haber sido,” dijo Schwulst, con un gesto de impaciencia, “pero nadie sabe de donde proviene el nombre de Koptos. ¿Por qué te importa tanto? “Por un texto que esta charla trae en este momento a mi mente. Permíteme leerlo. La tierra de Egipto fue descubierta primeramente por una mujer, quien fue hija de Cam e hija de Egiptus, que en caldeo significa ‘aquello que está prohibido.’ Cuando esta mujer la descubrió, la tierra estaba inundada y posteriormente estableció a sus hijos en ella. Ahora bien, el primer gobierno de Egipto fue establecido por faraón, el hijo mayor de Egiptus, la hija de Cam y fue a la manera de Cam que era un gobierno patriarcal (Abr. 1:23-25). “Me gustaría saber una cosa: ¿qué tienen que ver los Caldeos en esto?” preguntó el profesor F con un resoplido despectivo. Fue el profesor Schwulst quien respondió: “Hace algunos años la mención de los Caldeos en el pasaje lo habría desacreditado, pero actualmente las cosas han cambiado. Hay distinguidos egiptólogos que han llegado a creer que en el principio Egipto y Mesopotamia fueron partes de un vasto imperio gobernado por un hombre. Los lazos entre Egipto y Babilonia se demuestran con mayor fuerza cada día, como lo muestra el artículo de la señorita Cantor.44 Mas recientemente, Vycichl ha argumentado sobre la base lingüística, que los Camitas llegaron a Egipto desde el Este cuando Egipto ya estaba habitada por una densa y numerosa población de raza blanca que hablaba un lenguaje semítico.45 Incluso los estudiantes de la prehistoria ahora sostienen que todas las culturas prehistóricas de Egipto representan sucesivas oleadas de gente que hablaban dialectos de un lenguaje semítico.46 Y ahora se nos informa que el lenguaje de los antiguos Libios, del que todos siempre habían creído que representaba un elemento prehistórico nativo africano o bere-bere en el egipcio, es prácticamente idéntico, en todos sus detalles, con el Acadiano.”47 “¿No es el Acadiano el lenguaje semítico de Mesopotamia?” preguntó el profesor F. “Afirmativo,” fue la respuesta. “Hace algunos años se le conocía como Caldeo. De modo que por todos lados convergen lazos lingüísticos y raciales entre los Egipcios y los ‘Caldeos’ cada vez mas fuertes.48 El ganado y los granos de los primeros Egipcios ahora se cree que definitivamente se originaron en el Oeste de Asia y la ceremonia de coronación mas antigua que encontramos en Egipto es como la de Mesopotamia, aunque ninguna versión deriva de la otra.”49 “¿Entonces de dónde provienen?”
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“Nadie lo sabe. Aquí hay un erudito que nos dice que el hogar nativo de la gente de Nakada (sus egipcios predinásticos) ‘no estaba lejos del de los Sumerios de Mesopotamia,’ pero del que quizá queden restos por descubrir.50 Aquí encontramos un indicativo de cuán emocionante era la situación en los primeros días de Egipto: antes de la aparición de la primera dinastía llegaron visitantes asiáticos a Egipto. Sin embargo, llegaron de forma numerosa al momento de su fundación, trayendo consigo una alta civilización; eran parientes de gente que se esparció hasta Chipre y el Mar Egeo. Después de esto, de acuerdo con este erudito, ‘gente nueva y altamente competente llegó a Egipto. Ese grupo de gente fue rápidamente sucedido también por otro grupo de gente que impuso su…civilización en Egipto durante la cuarta dinastía,’ solo para ser reemplazados por algunos otros grupos mediante un proceso de infiltración largo y profundo.’51 Y las mismas ondas expansivas que trajeron a estos grupos a Egipto se mueven en la misma forma en que las ondas producidas en un estanque de agua; desde un misterioso centro y origen de la perturbación ubicado al Norte, desde donde también se proyectaban nuevos grupos invasores hacia Mesopotamia. Las tumbas del llamado cementerio real de Ur de los Caldeos muestran un asombroso parecido con las tumbas egipcias de la primera dinastía –esos ‘montículos nómadas’ de los que habla Ricke. Por otra parte, el culto prehistórico de Heliópolis muestra innumerables signos de origen asiático, especialmente de carácter semítico.”52 “Mi cabeza esta dando vueltas,” dijo el profesor F. “Volvamos al asunto de faraón y el entorno épico; ¿de acuerdo?” “El faraón mencionado en los Textos de la Pirámide siempre parecer ser de naturaleza itinerante: ‘Oh gran Horus, preparad la tienda para el rey’53 –esa costumbre es típica; faraón pasa sus días en el camino y sus noches en las tiendas.54 Cuando al igual que el sol él ha completado su diaria jornada, ‘los Grandes del lado Norte de los cielos le preparan el fuego’ y le ‘cocinan una comida en sus enseres nocturnos.’55 Esto es un clásico ejemplo de ‘llegar y conseguir,’ por no decir: ‘su cocinero le prepara una comida; el rey corre, sus pastores corren.’”56 “Suena como los viejos tiempos en la pradera,” comentó el profesor F. “No estas tan equivocado en ello,” contestó el profesor. “Esa gente pastoreaba al ganado, con el mismo faraón descrito usualmente como ‘el gran toro salvaje’. Tomemos como ejemplo lo siguiente: ‘Te agradecemos, buey de bueyes, que habéis ascendido al cielo… [la totalidad de la idea aquí es transferida al rey en sus exequias fúnebres]. Oh vosotras vacas lecheras, vosotras vacas guardianas, vayan a su alrededor.’57 Faraón es ‘adornado con los cuernos de Re, su delantal es como el de Hathor.’58 Al escuchar esto, uno piensa de inmediato en los famosos toros de Apis, y en efecto, en el Texto de la Pirámide 286e, el rey atrapa la sagrada Apis con un lazo. Por supuesto que en sus viajes, faraón en mas frecuentemente comparado con el sol, como quien se mueve por toda la tierra, inspeccionando sus dominios en un curso que es un giro eterno: ‘he aquí, vos sois grande y hacéis “el gran giro”; he aquí vos os inclináis y sois como el anillo que circunda el nb.nt [el universo]; he aquí vos dais vuelta y sois como el “gran círculo que describes.’”59 “¿No eran el sol mismo y su desplazamiento a través del cielo lo que los egipcios llamaban shenen?” preguntó Justino.
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“Efectivamente, así es,” contestó Schwulst. “En tiempos remotos se representaba por medio de un círculo que mas tarde se convertiría en el símbolo, que era dibujado alrededor del nombre de todo faraón. Esto es lo que Gardiner dice sobre el particular: ‘los egipcios llamaron el símbolo al término shnw que proviene de la raíz verbal shni “rodear o encerrar en un círculo,” y no parece improbable que tuviera por objeto representar al rey como soberano de todas las cosas “que son rodeadas por el sol;” un concepto frecuentemente expresado.’60 La raíz shni sin lugar a dudas es la misma raíz semítica universal empleada para expresar ‘año.’ Sea como sea, el faraón es un explorador del mundo y todo lugar hermoso que el sol visita, el rey ya lo ha visitado antes.61 Durante la noche se le prepara una tienda cuando se detiene a pasar la noche en sus lugares favoritos.62 Tiene por costumbre fijarles fronteras a las naciones; se aproxima al mar; avanza de un punto a otro y se asegura que todos los caminos le sean propicios para viajar. Incluso realiza expediciones a través del agua: ‘cuando él atraviesa el espumoso océano, destruyendo los muros de Shu.’63 ‘Vos no serás resistido en ningún lado al que vayáis; vuestro pie no será estorbado en cualquier lugar en el que vos deseéis estar.’64 Lo peor que podría sucederle a un gran jefe sería ser incapaz de viajar. Por tanto, cuando Re vence a un rival, le dice: ‘replegaos a vuestro lugar, vuestros caminos están llenos de obstáculos, vuestras sendas están bloqueadas, ¡confinaos en vuestro lugar de antaño!’ y entonces pronuncia una maldición: `sus decretos se han establecido; quizá no haga caminos sobre la tierra de acuerdo a su voluntad.'65 Su jornada está a punto de terminar, pero la inspección del mundo por parte de faraón jamás cesa: `aquí viene, aquí va de nuevo; aquí viene con Re. Sus casas son visitadas por él. El rey toma cautivo a Kas [espíritus o gente]; él libera a Kas; él destruye el mal; él desbarata el mal; él ve pasar el día; él ve pasar la noche,' y entonces reanuda su marcha: `nada se opone a su paso; nada atemoriza su corazón.'66 Esto último no solamente es una buena descripción de un progreso real, sino que también explica el propósito de ello; es correcto extirpar el mal y poner el reino en orden, reparando los daños y castigando al insolente. Aquí también podemos apreciar con claridad la gran antigüedad de la costumbre religiosa de la parusía de ‘la venida del Señor,’ que deja su estela de influencia primeramente en una comunidad y después en otra. Deissmann percibió la fuente de la doctrina de la parusía cristiana en el Egipto Helenístico, pero aquí podemos ver que es más antiguo que eso.67 Cuando el rey o el gran señor visitaban un distrito, todos disfrutaban de un día de fiesta; todos mostraban buen comportamiento y recibían obsequios y donativos del señor. Puede advertirse fácilmente cómo la figura en sí misma se prestaba como un vehículo para la expresión de ideas judías y cristianas por igual.” “Además es ‘heroico’,” apuntó Justino. ¿Quién es el arquetipo de todos los héroes itinerantes y benefactores de la raza humana? Es Hércules y sus doce tareas –y seguramente no tengo que recordarte de su identificación con el sol pasando a través de las doce casas del zodíaco. Es una idea sumamente antigua; te darás cuenta que goza de plena aceptación entre Persas, Babilonios, Chinos o Teutones. Consulta el libro de Bernhard Schweitzer sobre este tema en particular.” “Ahora que lo mencionas, hay algunas interesantes descripciones del progreso solar y real en el Libro de los Muertos; por ejemplo, cuando Re visita cada uno de los doce santuarios de los dioses, las puertas se abren y Re les trae alegría, ‘y cuando
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atraviesa las puertas y estas se cierran, los dioses en el interior se duelen y lamentan su partida.’68 Eso ciertamente suena como una auténtica parusía; y también lo es este viejo himno: ‘cuando vos viajasteis, fuisteis aclamado por nosotros; chispas de vida nos llegaron de la nada….proclamadlo poderosamente sois vosotros en el circuito.’”69 “¿Realmente crees que faraón pasó la mayor parte de su tiempo viajando?” “Parecer ser que así fue. Quizá recuerdes la magnífica recámara de la reina HetepHeres, la madre del rey que construyó la Gran Pirámide: está provista de mobiliario para campo –todo es ligero, portable y puede engancharse. Eso también es válido para el mobiliario real, como el del rey Tutankamón. Muchos reyes egipcios parecen haber sido definitivamente invasores asiáticos y algunos eruditos sospechan que muchos reyes ‘nativos’ en efecto tenían muy poco de sangre egipcia; sus descripciones, sus nombres, su conducta, los usos y costumbres, sus amigos y alianzas, la amarga oposición en su contra organizada y dirigida por el grupo sacerdotal, sus ideas de imperio y su gusto por las armas y el vestido, esos faraones traicionaron una heroica tradición asiática directamente hasta las últimas dinastías.70 De la historia de Sinuhé, escrita aproximadamente en el año 2000 a.C. podemos ver cuan fácilmente la gente del desierto y de la estepa pudo invadir Egipto al momento en que el gobierno perdió su dominio. Uno no tiene que imaginar –hay un cuerpo completo de literatura egipcia que nos habla de ello– la llamada literatura de la Lamentación.” “¿De manera que nunca se careció de una literatura heroica?” “Nunca. Todo este recorrido e inspección no era un viaje real de placer: Es el típico sistema empleado para mantener el control sobre las tierras conquistadas.” “¿Significa que los súbditos de faraón no eran como él?” “Al principio tuvo que ser severo. Mantenía corredores, mensajeros y espías trabajando noche y día reportándole cualquier signo de desaprobación.71 Era el super-administrador: ‘su peor abominación es dormitar, odia estar cansado.’ Visitaba sus palacios armado con un látigo en la mano y un cetro en su brazo y todos le mostraban sumisión. La guerra terminó y ahora llega la ocupación: ‘los mensajeros del ojo azul de Horus salen; sus corredores se aprestan a informarle quién esta levantándose en armas en el Este.’72 Cualquier signo de descontento es inmediatamente reportado. ‘Ponedle atención a Geb,’ dice este interesante texto. ‘Si no le ponéis atención, ¡su hierro de marcar que esta sobre vuestra cabeza lo hará!’73 Esto es ciertamente suficientemente severo y aun hay mas: cualquiera que llegara a fruncir el ceño en señal de desaprobación sería instantáneamente muerto, ‘su cabeza no será incluida.’”74 “Pero no puedes encontrar un orden permanente empleando la violencia,” protestó el profesor F., “y la sociedad egipcia fue la mas estable de la historia.” “Una vez logrado su objetivo, faraón se sentó a gobernar –exactamente en la misma forma en la que muchos reyes usurpadores lo hicieran en tiempos históricos. Las revueltas cesaron después de que vieron el alba de N.,’ menciona el “himno
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caníbal.”75 Ahora faraón se ha convertido en el subordinado civilizador de su divino padre, cuya autoridad y aprobación reclama tener; ahora es ‘quien va y viene para reportar sus actividades a su padre; desea ser justificado en lo que ha hecho…le pone término a la batalla; castiga al revoltoso. Se consagra desde ese día en adelante como protector de la verdad.’76 Pero tan benefactora actividad se ganó la animadversión nativa: ‘aquellos que estaban furiosos estaban ocupados en ver su caída.77…Oh dioses del Sur, Norte, Este y Oeste respeten a N., témanle,…quienes quizá vieron a N. como a un adversario, vengan a él como un amigo;…78 él traerá la verdad.’79 Nuestro faraón, como pueden ver, es un sagaz político. Reclama ser el hijo de Geb; el antiguo dios nativo de los egipcios y estar actuando bajo sus expresas órdenes. El ahora ‘juzga como un dios después de haber escuchado como un príncipe.’80 En lugar de derogar autoridad, reúne a los dioses de las cuatro regiones para que sean ellos mismos quienes reporten sobre su desempeño a Re y hablen favorablemente de él ante Horus, quien habita en el horizonte.’81 Convoca a una gran asamblea local y lleva a cabo un censo general de la población.82 Se vuelve accesible con todos, declarando que sería contraproducente rechazar ‘la llegada de los hombres del rey, el hijo de dios,’ así como prohibirle a él la entrada a la asamblea de los dioses.83 Se complace cuando los hombres llegan ante él de común acuerdo: ‘ ante ti se presentan el sabio y el entendido,’ y le invitan a visitarlos en posterior ocasión: ‘habeis sido invitado al palacio ‘Irt.t del Sur; a vos vendrá [toda la gente del] palacio ‘Irt.t del Norte con saludo y bienvenida.’ El mundo entero no solamente reconoce su autoridad de buena gana: ‘miles le sirven; cientos se le ofrecen. Como si una autorización de gran poder le hubiera sido obsequiado por Sah, el padre de los dioses.’” “Esta particularidad de ir de castillo en castillo84 para visitas de fin de semana ciertamente cae dentro de la tradición heroica,” observó Justino. “Eso fue identificado hace tiempo,” dijo Schwulst; “el primer egiptólogo lo llamó el sistema feudal. Incluso en sus más mínimos detalles parece tener una relación estrecha con los relatos de Homero.85 El mismo tremendo y multitudinario banquete con pan, cerveza y grandes porciones de carne de res: ‘levantaos, O N., sentaos entre los miles de panes, los miles de barriles de cerveza; el asado en el fuego…del lugar de la matanza, el pan rth de las amplias salas;…venid entre los dominios de los espíritus poderosos, protegidos por el Ennead en la casa del gran príncipe.’”86 “Positivamente Germánico,” murmuró el profesor F., “hasta incluye el nueve sagrado.” “Y sin pasar por alto el hecho de que el menú es idéntico al que, de acuerdo con Chadwick, se halla presente en todas sus sociedades épicas,” agregó Justino, “independientemente del clima y situación geográfica.” “Aquí tenemos mas,” dijo Schwulst. “Gran señor de los alimentos en Heliópolis, dignaos a ofrecer pan a N., cerveza…para refrescar el lugar de la matanza de N.’87 Y también: ‘ oh Wr-ka-f gran copero de Horus, jefe de la carpa-comedor [o tienda] de Re, chef [o cocinero] de Ptah, ofrecedle generosamente viandas a N.; N. comerá ¡todo lo que vos estéis dispuesto a servirle!’88 ¡Hasta un barón medieval instruiría a su maestresala a que agasajase a su noble invitado! La hospitalidad es la primera regla de cualquier sociedad heroica. ¿Qué podría ser mas ‘Homérico’, por ejemplo,
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que el agradecimiento de un noble viajero mostrado a una doncella a la puerta del palacio quien observa que las apropiadas jarras de agua para el baño sean suministradas convenientemente a su fatigado invitado, o la forma en que ese invitado después de ser bañado y perfumado, es vestido con finos atavíos e invitado a ocupar el lugar de honor?89 O consideremos la manera en que formalmente es recibido en el gran salón: las dos grandes puertas se abren de par en par para dar paso al distinguido visitante y a los familiares de la casa –especialmente las doncellas jóvenes, quienes parecen, igual que en los relatos de Homero, ser el comité oficial de bienvenida– de manera completamente formal pero alegre bienvenida al estilo de ‘venid en paz,’ mientras la dama de la casa se acerca al visitante y tomándole de las manos le conduce al interior,90 o quizá el mismo gran señor ‘a quien habéis visitado; el mismo os conducirá del brazo hasta la sala del trono.’91 Como un acto formal de aceptación dentro del núcleo familiar, el invitado es ‘presentado’ e invitado a la mesa a comer.”92 “¡Exactamente igual que lo relatado en el libro séptimo de La Odisea!” gritó alegremente el profesor F. “Y en el sexto de La Ilíada,” agregó Justino. “¿recuerdas cuando Graco y Diómedes mencionan que sus ancestros solían visitarse mutuamente en sus castillos así como la historia de los románticos vagabundos de Belerofón? ¿Tenemos en Egipto algo similar al sistema de alianzas feudales que se describen en la historia de Belerofón, profesor Schwulst?” “Vaya que si lo tenemos,” respondió. “Toda sociedad es un sistema de tales alianzas entre grandes casas –relaciones personales y familiares. Una red de atareados mensajeros lleva invitaciones, cartas de recomendación, reclamaciones y felicitaciones que mantienen a las grandes casas en contacto de manera continua entre sí. Toda la gente importante se encuentra ligada por lazos de sangre y consume gran cantidad de su tiempo pagando visitas formales en palacios aquí y allá. En este círculo aristocrático uno debe ser aceptado: no hay manera de forzar o sobornar para ser aceptado en una gran casa: `no repudies a N., oh, dios; ya que vos le conocéis y él os conoce…N. no viene en persona. Es un mensajero quien se ha presentado [con una invitación];…el palacio del gran señor no puede rechazarle… Contemplad, por tanto, que N. ha alcanzado las alturas del cielo.'93 Aquí encontramos que el patrón social establecido es transferido a los reinos celestes, pero por todos lados su contraparte terrenal se manifiesta.94 ‘Los mensajeros de vuestro padre ha venido por vos, seguid vuestro camino; purificaos a vosotros mismos…para que quizá podáis estar del lado de vuestro dios; para que quizás podáis heredar vuestra casa a vuestro hijo.’95 Para ser aceptado se debe ser miembro de la familia de cepa pura: ‘Horus ha sido generoso con vos; debéis permanecer unido a vuestra familia a quienes deberéis amar…Geb ha notado vuestro carácter, os ha colocado en el lugar que ahora ocupáis. Geb ha traído a vuestras dos hermanas a vuestro lado…Horus ha ocasionado que los dioses os favorezcan, para fraternizar con vosotros bajo el nombre de ‘el de los dos palacios snw-t.’96 Ser identificado con tal o cual palacio es haberse forjado como hombre, ya que se tiene la responsabilidad de defenderlo de sus enemigos;97 si uno desea autonombrarse ‘uno perteneciente al castillo real,’ debe ser contado entre los ‘hijos de Horus’ para pelear sus batallas.98 El principal de la casa ordena que toda su casa
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deberá respetar a quien él respete: ‘hijos de Horus, poneos bajo las órdenes de Osiris N., que ninguno de vosotros sea quien se retire. Síganlo.’”99 “Esa particularidad del ‘retiro’ me interesa,” dijo Justino, mientras pensaba en numerosos episodios del libro de Eter. “¿Existe evidencia de que la gente retiraba su apoyo a un señor y se iba en pos de otro?” “Muchísima. Como toda sociedad feudal, esta era una sociedad crónicamente inestable; las grandes casas lucharon competitivamente por conseguir adeptos y apostaron que su gente se quedaría con ellos.100 Se menciona constantemente el tema de las alianzas rotas y sangrientas enemistades. Tomemos como ejemplo esta advertencia: ‘cualquier dios que levante su brazo (amenazadoramente)…cuando N. os llame en su nombre…no le dará pan; no repartirá provisiones entre sus hermanos los dioses; no les enviará mensajeros;…las puertas…no se abrirán para éstos.’101 Adviértanse los sentimientos de tensión y envidia.” “Un extraño castigo,” musitó el profesor F. “Se retira todo aquello que un caballero considera deseables: postres, parasoles, efectos para el aseo personal, carne y el indeseable destino como agricultor.”102 “¡Igual que los Faecianos de Homero!” sonrió Justino. “¡Los ciudadanos modelo de la Era Heroica! Nunca serían granjeros.” “Hay actividad agrícola por todos lados en cualquier mundo heroico, pero la gente importante no toma parte en ello. El caballero es mostrado en su tumba en el acto de inspeccionar la labor desarrollada por sus trabajadores agrícolas, pero nunca osaría tomar una herramienta para tales menesteres.103 Por otra parte, todo caballero orgullosamente toma el liderazgo en la caza y la cría de ganado. Un noble desea que se hable favorablemente de su persona ante el rey ‘para que sus provisiones abunden en la tierra –esto es por él, no para él. El rey mismo en su inagotable progreso, se digna a tomar en consideración la cosecha, pero sigue moviéndose: ‘la tierra ha sido preparada por su majestad, la ofrenda wdn.t se ha realizado en tu honor; vosotros iréis por el mismo camino que los dioses recorren, tornaos y ved la ofrenda.’”104 “De modo que los Egipcios se comportan como cualquier héroe.” “Efectivamente. El combate destaca llamativa y exactamente como en otras sociedades heroicas, siguiendo estrictamente las reglas de caballería. Todo gran jefe debe estar listo en todo momento para defender su rango y su honor: ‘se aceptó el reto de su oponente y se levantó; el gran jefe en su gran reino,’ para defender su derecho a sojuzgar;105 el retador se jacta de sus habilidades superiores al aceptar un estilo épico de combate: ‘él viene ante vos, diciendo que os matará. No os ha matado, sois vos quien le ha dado muerte. Os habéis sostenido con firmeza ante él, sobreviviendo como lo hace el toro líder de la manada.’106 Dentro de la mas pura tradición épica, cuando un héroe es vencido por otro, sus seguidores se rinden: ‘sus seguidores se han dado cuenta que vuestra fuerza es superior a la de su caudillo, de modo que han dejado de ofrecer batalla.107 De hecho, el prototipo clásico de todos los combates es egipcio: el combate entre los hermanos Set y Osiris (Horus
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en algunas otras versiones) por la posesión del reino. Desde que los señores quedaron ligados por juramentos de apoyo mutuo, una lucha lleva a la otra: ‘he matado por vos como vos sois el toro salvaje,’ jactándose de héroe al vengar a su señor como Horus en su momento lo hiciera con su padre Osiris.108 ‘Thoth ha peleado con el enemigo por vos, de modo que ha sido decapitado junto con todos sus seguidores ; no ha quedado uno solo con vida.’109 Esto claramente ilustra la forma en que estos juramentos y alianzas conducen a guerras de exterminio: ‘Horus a causado que Thoth traiga al enemigo ante vos; os ha colocado a su espalda, de modo que no se atreve a resistiros. Sentaos sobre él,… porque vos sois mas poderoso que él; causadle daño.’110 No es una descripción agradable, pero sí una sumamente convincente.” “Y típicamente Jaredita,” dijo Justino, “pero ¿el culto al rey no puso a faraón en aprietos, por así decirlo?” “¡Al contrario! Desde tiempos remotos el rey tenía que compartir su poder con otros, primeramente por que así lo acordaron y en segundo término por que necesitaba de ayuda para la administración de sus dominios extraterritoriales. Recientemente el profesor Helck ha llamado la atención al hecho de que en el ejemplar mas antiguo de escritura egipcia, la famosa tablilla de Narmer, hay una figura que usa, entre otros accesorios, un garment de pieles; el distintivo inconfundible, de acuerdo con Helck, de su real autoridad y sacerdocio, ya que esta persona no es el rey y por lo tanto se intuye que es uno a quien la autoridad real le ha sido conferida. En el principio, dice el Dr. Helck, ‘únicamente el rey podía dar órdenes en virtud de su poder para gobernar en todas las cosas como el altísimo Weltgott,’ es decir, solo él poseía toda autoridad y sacerdocio. Por lo tanto, cualquiera a quien le fuera conferido parte de ese poder disfrutaba de una autoridad única, ‘mas poderoso que otros príncipes,’ de modo que por todo el antiguo reino los hombres procuraron adquirir ese poder para sí mismos.”111 “¿Cómo pudieron obtenerlo?” preguntó Justino. “A través de una peculiar ordenanza que es objeto de estudio de un notable trabajo del Dr. Helck titulado ‘Rpct sobre el trono de Geb.’” “¿Cuál es mas importante, el estudio o la ordenanza?” “Ambos. Geb ‘representa al antecesor primario de quien el rey recibe su investidura,’ y de quien en el último de los casos se deriva su autoridad, en tanto que ‘Rpct define al hijo del rey que recibe la investidura real de su padre como su legítimo sucesor al trono.’ En la tradición prehistórica, Horus es el Rpct de Osiris y en los primeros tiempos Geb mismo fue el Rpct de Atum.112 Pero esta no era la tradicional relación filial de padre-hijo, sino mas bien una ordenanza de adopción. Helck cree que el título Rpct fue en un principio ‘la designación de un rey sustituto en el festival Sed,’ y del que mas tarde derivaría, aparentemente al comienzo de la tercera dinastía, la idea del hijo del rey como Rpct, el cual, en particulares circunstancias, podría dar órdenes reales como sustituto del rey.’”113 “¿Y de donde proviene la parafernalia del trono?”
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“Aparentemente el acto de sentarse en el trono del rey es lo que convertía a una persona en un Rpct. De acuerdo con una bien conocida fórmula, Osiris coloca a cada hombre sobre el trono de su padre exactamente como su padre Re lo colocó en su propio trono en el principio.114 Quien se sentara en el trono de Geb llegaba a ser, por tanto, el heredero, representante y encarnación de ‘los padres’ o ‘los ancestros.’115 El hombre que se sentaba en el trono es idéntico a su predecesor y a su sucesor –no simbólicamente, sino de hecho.”116 “Entonces en realidad no hay sucesión en lo absoluto,” espetó sorprendido el profesor F. “Esta particularidad de identificar personajes es difícil de entender para nosotros, pero era básica entre los Egipcios. En el Libro de los Muertos el fallecido que tenía su resurrección asegurada llega a ser Osiris, no simplemente como Osiris. En el caso de Rpct en el trono, por ejemplo, esa persona ‘no era posible que se le representara,’ de acuerdo con Helck, debido a que la única persona que podía sentarse en el trono era el rey mismo, por tanto ‘en su lugar el rey mismo debía ser representado, quien por supuesto, preparaba el trono como su propio sucesor.’117 De modo que no estás tan errado al decir que no había sucesión en absoluto en el sentido en que nosotros lo entendemos: el Rpct es el rey mismo y cualquier otro sería un usurpador. Hay una cosa que incomoda a Helck en buena medida y es el que la autoridad del Rpct parece provenir estrictamente de líneas femeninas. Para él resulta difícil creer que faraón debía recibir su autoridad de manos de una mujer y aun no se ha descubierto evidencia que demuestre que era de otra manera.”118 “¿No era el título de netby, ‘las dos damas,’ lo que le daba al rey su autoridad después de todo?” preguntó Justino. “Sí, ese era un título indispensable para gobernar. De acuerdo con Gardiner ese título ‘muestra al rey completamente identificado en su persona con las dos principales diosas del período inmediatamente precedente de la primera dinastía.’119 Si bien el Rpct era un varón, el oficio en sí era el ‘poder de Ibis’ que pertenece estrictamente a las mujeres.”120 “Encuentro esto sumamente significativo,” dijo Justino. “¿Cómo presentarías a faraón permitiendo que alguien mas se siente en su trono y disfrute de su autoridad a la manera de Geb?” “Se podría responder eso desde la perspectiva de las escenas de la coronación. El artículo de Bonnet sobre las coronaciones egipcias dice que el rey es representado ‘a veces de pie, otras veces sentado en el trono y a veces arrodillado ante el.’121 Lepsius posee una hermosa reproducción de un nuevo faraón coronado sentado en un trono ubicado inmediatamente debajo de Atum e idéntico al de él.122 En muchos sentidos, los artistas han acertado en transmitir con claridad y majestad la idea de la dignidad del rey en su trono con el dios tribal a su lado. ‘Vos haréis lo que Osiris hace,’ dice el Texto de la Pirámide, ‘porque vos sois quien estáis en su trono.’”123 “Aquí hay un dibujo,” dijo Justino presentando con considerable nerviosismo un estropeado ejemplar de la Perla de Gran Precio abierto en el facsímile No. 3 del Libro de Abraham, “que algunos dicen representa a un hombre que no es faraón –lo
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que lo convierte, supongo yo, en el Rpct– sentado en el trono real ‘por una cortesía del rey’ y que ostenta los emblemas de autoridad real. Faraón y su hijo, el legítimo Rpct, están de pie y siendo instruidos sobre temas de su interés para mostrar respeto al hombre sentado en el trono.” Schwulst tomó el dibujo y lo observó detenidamente. “El hombre en el trono está usando la corona de Atef,” mencionó Schwulst, “la mas antigua y sagrada de todas las coronas de faraón.124 Los dos grandes plumajes colocados en ella son los emblemas del espíritu y la verdad, los símbolos de Shu, el mas antiguo y mas ‘espiritual de los dioses, y de Maat, quien encarna la verdad en sí misma.125 El cetro Herat que sostiene en su mano es efectivamente ‘el cetro de justicia y juicio,’ que Osiris debe tener en su mano siempre que se sienta para juzgar. El trono en sí es típicamente egipcio y concuerda en todo detalle, y la flor de loto ante el trono significa, como frecuentemente se ha comprobado, que la escena tiene lugar en Egipto.126 ¿Lo que he explicado se ha hecho recientemente?” “Esto es bastante pintoresco,” comentó el profesor F. “Cualquier tonto puede ver, por ejemplo, que las figuras identificadas como faraón y su hijo son mujeres.” “Sí,” refutó Justino, “hasta un imbécil (sic) con miopía puede ver eso y ello explica el porqué es tan excepcional. El hecho es obviamente intencional: cuando un faraón se vestía como mujer y aparecía como ‘uno en cuyo cuerpo vestido de mujer, se honraba a su dios; la madre que había concebido el universo.’127 Un emperador romano que adoptara las costumbres egipcias tendría que presentarse vestido como una diosa-madre, ‘una situación que para la mente moderna [incluida la tuya] sería catalogada como ridícula, pero que no es tan ajena o poco familiar en las cuestiones del misticismo o gnosticismo,’ esto último de origen egipcio y de lo cual no necesitas mayor explicación.128 La confusión de sexos en las ceremonias reales es una característica sumamente pronunciada en las costumbres egipcias. Ten en mente que ahora en su dignidad de legítimos herederos al trono, faraón y su hijo eran completamente identificados como las ‘Dos Damas,’ quienes nunca están ausentes en una escena de coronación, sin importar que alguien mas falte. ¿Cuál fue la cita de Gardiner que hace apenas unos instantes mencionó el profesor Schwulst? El rey era ‘identificado en su persona con las dos damas.’ En este caso, es algo que puede apreciarse claramente.” “Pero ¿no se trata simplemente de la bien conocida escena de un enjuiciamiento egipcio que frecuentemente se han encontrado en los textos funerarios?” protestó el profesor F. “Si quieres llamarle ‘típica’ a una escena en la que algunos de los elementos esenciales se han suprimido y en la que figuras altamente llamativas pero inusuales se han agregado, entonces tienes un dilema,” refutó Justino. “De acuerdo, sin embargo, se pueden encontrar esas figuras en cualquier colección de dibujos egipcios – y me refiero a todas ellas–“
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“Esa es la clave de todo el asunto, creo yo. Es un hecho que tenemos aquí una serie de figuras convencionales dispuestas en un orden y situación poco convencionales. Obviamente fueron dibujadas por un egipcio; incluso el rústico trazo no puede disimular el auténtico e inimitable estilo egipcio; es un escriba egipcio el que nos cuenta una historia desconocida empleando las figuras convencionales que él estaba acostumbrado a dibujar. Puedo ilustrar mejor mi tesis con otro dibujo del mismo libro.” Entonces Justino mostró el facsímile No. 1. “¿Qué ves aquí?” “Obviamente un embalsamador trabajando,” dijo orgullosamente el profesor F., pero el profesor Schwulst negó con un ligero movimiento de cabeza. “Aquí hay algo extraño. Como ya se ha mencionado, los cánones o reglas del dibujo egipcio son extremadamente estrictas y formales.129 Eran especialistas en dibujar escenas fúnebres en las que había una manera apropiada para representar hasta el mas mínimo detalle; pero esta es una escena altamente inusual, aunque debo admitir que coincido con Justino cuando éste señala que con toda seguridad esto fue dibujado por un egipcio. Estoy intentando descubrir que es lo que esta mal aquí.” Justino intentó ser útil: “Estarás de acuerdo que la única forma en que un artista egipcio hubiera podido dibujar esta escena es colocando figuras que había aprendido de memoria. Ahora, supongamos que alguien le pide a este artista dibujar una escena completamente original. ¿Qué es lo que hubiera hecho? Simplemente arreglar las figuras de su repertorio mental en una nueva e inusual composición y eso es exactamente lo que tenemos aquí. Coloca en posición vertical el dibujo y el Dr. Schwulst reconocerá de inmediato lo que está haciendo el hombre colocado en el diván.” “Esta orando,” respondió Schwulst sin dudarlo. “Guarda la apropiada y convencional actitud y postura de adoración –la pierna derecha adelante y las manos a la altura del rostro– sin lugar a dudas, la correcta representación de un concepto gestual de súplica.” “De modo que al artista le fue indicado que dibujara a un hombre orando y lo hizo en la forma apropiada. Pero también se le indicó que representara al mismo hombre atado en un altar. La víctima no podía parecer atada si el artista fuera a mostrarle suplicando, pero al menos podía ponerlo boca arriba. De manera que aquí se presenta una extraña incongruencia de un hombre que asume la actitud para orar en posición supina. ‘Elevé mi voz,’ dice (Abr. 1:15)…y el Angel del Señor se presentó ante mí e inmediatamente soltó mis ataduras.’ Si un artista egipcio tuviera que representar un ángel ¿Qué haría, profesor Schwulst?” “Seguramente dibujaría un ave. Los egipcios siempre representaban el ir y venir de los espíritus como aves, incluso aunque creyeran que debían tener forma humana. La razón para ello es obvia: las aves son las únicas criaturas visibles que pueden dejar la tierra. Pero hablando mas específicamente, hay un círculo completo de leyendas egipcias que se relacionan con el ave mensajera de Ammón, que es el halcón; en algunas ocasiones es Ammón mismo quien va hasta el santuario (quien jamás es representado por alguna otra forma que no sea la humana), pero también
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toma la forma de un halcón. En los relatos es difícil distinguir si el mensajero o ángel es una forma humana o de ave. Pero seguramente ningún artista egipcio elegiría para representar a un mensajero divino, algo que no fuera cualquier otra figura que no fuera la de un ave –preferentemente un halcón.”130 “Siéndole requerido mostrar a un sacerdote a punto de ofrecer un sacrificio humano,” continuó Justino, “nuestro artista dibuja una figura parecida a la de un embalsamador sosteniendo en la mano un cuchillo, pero es cuidadoso de mostrar que su actitud y garbo no corresponden a las de un embalsamador.” “Podríamos continuar con esto toda la noche,” farfulló con impaciencia el profesor F. “¿Qué tal si regresamos al tema original? Este rito del Rpct del que el profesor nos ha estado hablando como medio que abría la puerta para que príncipes ambiciosos pudieran alcanzar el trono y que por lo tanto significaría problemas para faraón ¿no era ese el tema?” “Cierto,” dijo el profesor Schwulst. “Faraón no podía permitirse confiar demasiado, como Amenemhet I alguna vez le dijera a su hijo. Ya en los Textos de la Pirámide el rey deja en claro una terrible circunstancia: ‘Preséntate ante N. con temor, adora a N. quien te ha honrado, incluso la raza humana por entero así lo hace.’131 ‘Tomará su lugar N. Trono hecho por los dioses;…los dioses del horizonte vendrán a él y las estrellas se inclinarán con reverencia.’132 (¡Recordemos con relación a José que las estrellas también se inclinaron ante él como gobernador egipcio!) El trono mismo es digno de asombro, hecho completamente de cobre o de hierro.”133 “Suena como la corte del gran Khan,” opinó Justino. “Si eso piensas, escucha esto: ‘Abrid las puertas, que quizá vos estéis a la cabeza;…entrad, permaneced con miedo; salid, alzad vuestras cabezas…vuestro hermano esta de pie junto a vos, vuestros parientes también.’134 ¿No es esto de Ibn Batuta? Y cuando el rey levanta su mano todos se ponen de pie, ‘y si N. baja su mano, se sienta,’ y cuando les manda a llamar así sean miles, deben apresurarse a postrarse ante él.135 ‘Se sienta en trono imponente cuyos descansabrazos tienen forma de leones y cuyo escalón está formado por pezuñas de animales salvajes… “Un príncipe de príncipes es éste,” se dice de él y señalan a N. entre los dioses.’136 Hay gran cantidad de lo mismo y aunque el cuadro pudiera estar adaptado a un contexto funerario, está completamente dibujado a partir de observaciones de la vida de la corte real.” “En otras palabras, ¿un ‘entorno épico’ tangible y real detrás del cuadro completo?” “Sí, tales escenas de la corte real abundan en las epopeyas. No son solamente reales, sino también típicamente heroicas.” “¿Dirías que el conflicto entre hombres y serpientes tan frecuentemente mencionado en los textos egipcios se refiere a eventos reales o es meramente simbólico?” Preguntó repentinamente Justino. “No es necesariamente simbólico,” replicó Schwulst, abriendo un manual de antigüedades egipcias del que leyó: ‘Para proteger su vida, los Egipcios tuvieron
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que enfrentar constantemente una ardua y hostil lucha contra serpientes y escorpiones.’137 Pero ¿cuál es la relación con el tema? Veo que has traído muchas notas que deseas discutir. Examinémoslas.” “Bueno,” dijo Justino con renovado entusiasmo, “durante mucho tiempo supuse que hubo una gran plaga de serpientes en los días de los primeros faraones y las circunstancias registradas en los anales egipcios son tan similares a los descritos en el libro de Eter que quiero que escuches ambas descripciones y juzgues por ti mismo. Aquí tengo los versículos claves del Libro de Mormón. En los albores de su historia y después de que menos de media docena de reyes habían reinado surgió una época de gran escasez en la tierra, y los habitantes empezaron a ser destruidos con suma rapidez por razón de la carestía, pues no había lluvia sobre la faz de la tierra. Y también aparecieron serpientes venenosas sobre la superficie de la tierra, y envenenaron a mucha gente. Y sucedió que sus rebaños empezaron a huir de las serpientes venenosas hacia la tierra del sur,…y aconteció que muchos de ellos perecieron en el camino; no obstante, hubo algunos que huyeron a la tierra del sur (Et. 9:30-32). “¿Captaste el panorama general de la situación? Una gran sequía, una migración al sur del ganado en busca de mejores pastos, ¡gente y ganado amenazados por serpientes! Parte del ganado alcanzó las ‘tierras del sur,’ aparentemente una región en la que las lluvias tropicales podían encontrarse, pero a una distancia considerable, ya que la mayor parte del ganado no consiguió su objetivo. Fue la ‘sequía’ de hecho lo que destruyó al pueblo, no las serpientes. Los animales, desde luego, buscaban pastos y la gente los seguía: ‘el pueblo siguió el rastro de los animales, devoró los cuerpos muertos de los que caían por el camino hasta que los consumieron todos’ (Et. 9:34). Después de eso, se dice que las serpientes ‘no los persiguieron más,’ pero presentaron una barrera definitiva a la migración hacia el sur del pueblo, que fue capaz de regresar a un estado que podríamos definir como estabilidad económica, cuando finalmente las lluvias hicieron su aparición, ‘y empezó a haber frutos en las tierras del norte, y en todas las tierras circunvecinas’ (Et. 9:35). Doscientos años mas tarde ‘las serpientes venenosas fueron destruidas’ y la gente pudo desplazarse hacia la tierra del sur. Naturalmente eso significa que este evento no fue de naturaleza local o de carácter temporal. Se trató de una invasión de miles de serpientes que mantuvieron a toda una nación aislada de las tierras del sur durante dos siglos por lo menos. Durante sus años de aislamiento la tierra del sur se habría convertido en un paraíso para la práctica de la cacería, además de que siempre había sido un lugar ideal de pastoreo para los rebaños (Et. 10:19). Se nos informa que fue en los días del rey Lib, ‘quien llegó a ser un gran cazador,’ cuando las serpientes venenosas fueron destruidas,’ y la tierra del sur quedó libre –pero no para poblarla: ‘reservaron la tierra del sur como despoblado para la caza. Y toda la faz de la tierra del norte se hallaba cubierta de habitantes’ (Et. 10:21). Mas aún, ‘construyeron una ciudad grande cerca de la estrecha lengua de tierra, cerca del paraje donde el mar divide la tierra’ (Et. 10:20) –para ser precisos con la idea, diremos que es el paraje en donde el mar es tomado como punto de referencia para dividir la tierra en la tierra del norte y la tierra del sur, es decir, la tierra en donde había ciudades y la tierra en la que no las había por
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completo. Toda esta actividad parece haber sido parte de un gran período de expansión y colonización en los días de Lib.” “Ahora permíteme llevarte a Egipto138 y ante todo debes recordar todo lo que se ha hablado esta noche con respecto a que en los primeros días de Egipto la región del delta fue reservada tanto para el pastoreo como ‘despoblado para la caza,’ con la presencia de faraón mismo como el Poderoso Cazador.139 Después que la lluvia había caído en la tierra y las serpientes se habían ‘acobardado,’ el gran Menes, el primero en la línea genealógica de los faraones, ‘construyó una ciudad grande cerca de la estrecha lengua de tierra’ –solo que en este caso se trataba de un estrecho pasaje que comunica el valle con la parte derecha del delta; en el punto en el que en esa época ‘dividía la tierra’ entre la tierra del norte y la tierra del sur. Antes de que la ciudad fuera construida, era necesario drenar amplias extensiones de la tierra del norte que en ese momento eran pantanos inhabitables.140 La ciudad en sí fue conocida como ‘la balanza de las tierras’ y ‘la ciudad del muro blanco’ porque controlaba el tránsito entre ambas regiones, permitiendo o restringiendo el paso de una a otra región.141 El fundador de otra gran dinastía en fecha posterior construyó otra ciudad al otro extremo de Egipto a la que llamó ‘la puerta del norte’ ya que bloqueaba el avance del imperio del sur. La típica distinción entre la tierra del norte y la tierra del sur que encontramos registrada con gran persistencia primeramente en el Libro de Mormón era mas que una conveniencia de tipo geográfico para los egipcios: una dicotomía ritual en el asunto de las Dos Tierras, la roja y la blanca, que siempre fue considerada sumamente importante. Eberhard Otto ha escrito sobre el tema.142 El filólogo Joseph Karst ha argumentado que la palabra egipcia empleada para referirse a la tierra del norte, que todos saben es Mekhi, es igual que México, con igual significado.143 Desde luego que no nos interesan especulaciones como ésa, pero personalmente sostengo que algunos aspectos de la vida e historia egipcias demuestran que las cosas descritas en el libro de Eter simplemente podrían haber sucedido en la tierra.” “¿Te refieres a cosas tales como plagas de serpientes?” preguntó el profesor F. “Justamente hace unos momentos te referías a que las serpientes egipcias se ‘acobardaron.’ ¿Cómo es eso? Explícate. “Precisamente estaba por explicarlo. Si Menes es el primer rey históricamente hablando, el primer rey legendario y líder de la gran migración hacia Egipto ciertamente es Horus. Siempre fue recordado, entre sus muchas proezas, por haber vencido a las serpientes. ‘Horus fue pastor de bueyes siempre que emigraba.’ En este punto el cuadro se fragmenta, pero cientos de representaciones de Horus andando entre serpientes y cocodrilos nos permiten reconstruirlo. Todo esto termina bajo la típica forma de un encantamiento en contra de las serpientes: ‘Oh, deja a la bestia, Oh desierto, desaparece.’144 Teniendo en cuenta lo registrado en el libro de Eter de que ‘sus rebaños empezaron a huir de las serpientes venenosas,’ me parece que es algo significativo que Horus luche contra las serpientes siendo un pastor de bueyes; aquí tenemos un pasaje que rememora la lucha: ‘el toro ha caído a causa de la serpiente-sdh; la serpiente-sdh ha caído a causa del toro. Caer, desaparecer.’145 Esas últimas palabras se constituyen como otro encantamiento contra las serpientes; si bien los egipcios emplearon incontables e ingeniosos artefactos para eliminar a las serpientes, la protección más común contra ellas era el encantamiento o el hechizo de los cuales se han encontrado innumerables
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ejemplos; generalmente hacen referencia a la guerra de Horus con las serpientes.146 En los Textos de la Pirámide encontramos que es la serpiente-flama quien se encarga de retener el alimento –sequía, calor, hambruna y serpientes van de la mano, como en el libro de Eter. ‘Llenaos de agua, oh desierto, no de arena. Además dice: la serpiente que surgió de la tierra ha caído; la flama que fue enviada por Nun ha caído. Cae, desaparece.’147 Este hechizo busca desaparecer la sequía y las serpientes en una sola operación, al igual que este: ‘Oh Sesha-w, lluvia, que acobardaste a las serpientes.’148 El antídoto mas potente contra las serpientes es la imagen de Horus pasando por encima de serpientes y cocodrilos, sosteniendo serpientes en una mano y un león y un escorpión en la otra –siempre por la cola, ya que él no es su creador, sino su enemigo.” “Pero ¿no significó la llegada del cocodrilo igual castigo que la serpiente-flama?” preguntó el profesor F. “Eso, creo yo, es una clara indicación de que había una campaña regular contra las serpientes porque había una contra los cocodrilos. En los lugares en los que se aglomeran hasta el día de hoy, constituyen una amenaza real y efectiva para los pobladores. El Libro de los Muertos describe al dios cocodrilo como un ser ‘voraz, peligroso, que mora en un lugar aterrador y a quien se le rinde culto y reverencia en Letópolis,’ lugar en el que se practicaban originalmente actos de pacificación en lugar de actos de veneración.149 Aquí tenemos un pequeño y vívido episodio de una antigua epopeya en donde una diosa dice, ‘avanzo en solitario, me abro paso entre los matorrales. Un enorme cocodrilo esta ante vuestro hijo.’150 Este relato no es un mero simbolismo. Cuando Cleomenes fue enviado por Alejandro para ser el primer gobernador de Egipto, su sirviente fue devorado por un cocodrilo y los sacerdotes tuvieron que pagar un terrible precio.151 Serpientes, cocodrilos leones y escorpiones vencidos por Horus son las criaturas mas peligrosas que merodean entre la maleza y la pradera. Aquí tenemos un encantamiento típico: ‘rechazado es el cocodrilo…su alma es cortada en pedazos y su espinazo desmembrado…los hijos de Horus se preparan para golpearte –destruyéndote en su momento. Atrás, atrás, retírate…Horus hace retroceder a la bestia…los hijos de Horus le clavan sus lanzas.’”152 “Esto último menciona claramente que los reptiles fueron destruidos por los hijos de Horus ‘en su momento’” observó Schwulst. “Creo que tienes razón –todo parece indicar una operación a gran escala de carácter definitivo. Esto me recuerda un episodio en el que las protagonistas son las serpientes en la historia de la dama y la fundación de Egipto –episodio que ya antes te había mencionado: Re le encarga a Geb que vaya de inmediato y se acabe con las serpientes que le temen y obedecen ‘y entonces irás al lugar de mi padre Nun,’ le ordena ‘y le dirás: observa cuidadosamente los reptiles de tierra y agua…’ a continuación se describe un hechizo contra las serpientes.”153 “Debió tratarse de una confrontación total,” dijo Justino. “Un texto describe a la serpiente y al rey mordiéndose mutuamente, en tanto que ‘el ciempiés es castigado por el poblador y viceversa.’154 Y todo esto parece una lucha llevada hasta las últimas consecuencias: ¿quién prevalecerá? dice el texto, mientras procede a describir una pelea entre el rey y la serpiente; ¡el rey prevalecerá!”155
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“¿Y quien es el rey?” preguntó F. “En este caso se trata de un lince que salta sobre el cuello de la serpiente cuando esta se levanta para atacar y la deja malherida. Los primeros escritores clásicos reportan que los sacerdotes egipcios atribuían una santidad singular al gato, al halcón y al ibis debido a que son enemigos naturales de las serpientes y aliados de los hijos de Horus para vencerlas.156 Y hablando de las serpientes que infestan el camino, hay muchos relatos sobre cómo Alejandro el Grande casi fracasa en su intento por alcanzar el oasis de Ammón debido a las serpientes que obstruían el camino a través del desierto.157 En el Libro de los Muertos, el camino entre este mundo y el siguiente se supone que esta bloqueado por serpientes, de tal suerte que el alma solo puede pasar auxiliado por protección y orientación especiales. En cierto lugar, tres serpientes impiden el libre tránsito de Re en persona, con lo cual los dioses locales, quienes son el equivalente de los habitantes locales, se unen a él en una campaña de exterminio en la que se aplastan las cabezas de las serpientes y se pronuncian hechizos contra ellas hasta que finalmente Afu-Re puede pasar.”158 “En resumen, tenemos algunas reales descripciones del grupo de cazadores de serpientes, con atención especial a la colocación de fuego en la maleza y los pantanos –lo cual es una práctica desarrollada desde una fecha muy temprana: ‘el ojo de Horus…te devora, el poderoso fuego te consume, el ojo de Re prevalece sobre tí, la flama te devora… ¡vuélvete! Eres cortada en pedazos, tu vida es quemada, tu nombre sepultado,… ¡regresa! ¡Vete! Eres despedazada,…eres diezmada,…Apepi…el fuego te devora; te desgarra el alma, etc.’159 Apepi o Apopi, fue la gran serpiente que mantuvo activos a Horus y a Re mientras ocuparon el delta: siempre se le representa como una serpiente enorme. Uno de los relatos egipcios clásicos mejor conocidos es el derrocamiento de Apopi: se habla de antorchas, de acuchillar y despedazar golpeando el espinazo y cosas por el estilo `os quemarán,…la flama os devorará. . . . Set pone su jabalina justo sobre vuestra cabeza.'160 `Sus flamas de fuego vienen prontamente contra vos; retrocede, ¡da marcha atrás de las flamas de fuego! Oh serpiente, retorcida, enemiga de Ra que se retira, habéis caído en este momento. . . . Vuestros restos son desechados; fuisteis vencida, desmembrada, brutalmente sacrificada, el cocodrilo es destruido,. . . vos sois perforado, derrocado, vos jamás volveréis a salir de vuestra madriguera para siempre.' "161 “Parece claro que el uso del fuego es en definitiva un arma empleada en gran escala para hacer la tierra habitable. La mención de las antorchas prueba que todo el proceso y la disposición sanitaria final de los restos es realmente convincente.” Dijo el profesor Schwulst. “Y no es poco el material al respecto. Escuchen esto: `vos sois dominado y vencido por esforzados rivales. . . . Vosotros, cocodrilos, sois forzados a regresar. . . . Un gran fuego viene contra vos; su llama es mortal para vuestra alma, las maldiciones para vuestro cuerpo, vuestro espíritu. La dueña del fuego prevalece sobre vosotros, la flama engancha vuestra alma; conduciéndoos al final.'162 Y además: `. . . . Fuego se pone sobre todos vuestros caminos. Pechit os hace estragos, ella arde, la gran llama, dama del sacrificio, mujer del resplandor, ella os arranca vuestra carne, ella lastima vuestra alma; la flama os consume.'163 Y por último esto: `el fuego te
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macera, quemándose te quema. . . . Te destruye en nombre de Set. ¡Atrás! ¡Regresad a Sebau!' "164 “¡Basta!” gritó el profesor F, crispando las manos. “Ya captamos la idea…” “Pero lo irónico es que después de todo este alboroto, fue la llegada de las lluvias y los vientos del norte lo que acabó con las serpientes –las ‘acobardó’ como ya se ha mencionado. ‘La brisa fresca del norte sopló y al compás de los truenos que rugen,’ las serpientes fueron barridas.165 Las serpientes fueron exterminadas, la tierra fue habitada y el rey de ahora en adelante usaría el emblema de la serpiente Uraeus en su rostro para causar un terror mortal en sus enemigos: ‘El calor del flamígero aliento de su serpiente Uraeus es como la de la serpiente Rnn-wt-t de su frente. N. ha puesto miedo en sus corazones haciendo que entre ellos se masacren.’166 Advierte la combinación de calor, sequía, serpientes y masacre. La serpiente Uraeus fue una vívida y pavorosamente realista reproducción de la serpiente mas venenosa conocida; siempre lista para atacar –se suponía que paralizaba de miedo al observador. Los Textos de la Pirámide nos dicen que su propósito no era solamente aterrorizar a los enemigos humanos, sino también eliminar serpientes de verdad –e insignia del primer faraón en su dignidad de destructor de serpientes.”167 “Bueno, bueno,” dijo F. mientras se levantaba del sofá para estirar las piernas, “supongo que tenemos un mundo épico o algo muy parecido en la historia temprana de Egipto.” “Hasta en el primitivo estado agrícola del antiguo reino,” agregó el Dr. Schwulst, “todos los elementos están ahí. Por supuesto que aun estamos lejos de conocer cómo fueron las cosas realmente –es tan fácil reconstruir cuadros convincentes y vívidos en la imaginación, aderezándolos con evidencias arqueológicas por aquí y por allá, solo para darnos cuenta algún día que lamentablemente hemos estado equivocados en los puntos principales. La idea de un elemento nómada o ‘épico’ en la cultura egipcia es nueva, aunque está recibiendo una mayor atención.” “¿Estarías de acuerdo en que nadie hace ciento veinte años hubiera sido capaz de imaginar algo como esto?” preguntó Justino. “Nadie hubiera sido capaz de tal cosa hace cincuenta años,” fue la respuesta. “Pero ¿A dónde nos ha conducido esto?” preguntó el profesor F mientras se ponía su abrigo. “Justamente a un primer e importante paso en el camino,” dijo Justino, “y el próximo paso debería llevarnos a Mesopotamia.” “Creí que ya estábamos de acuerdo,” dijo su amigo, “los orígenes babilónicos fueron heroicos.” “Pero aun no hemos explicado las razones de ello,” Schwulst se apresuró a recordarle, “y sería verdaderamente lamentable pasar por alto toda esa hermosa poesía épica sumeria. Hay mucho más de ello que lo que pudiera encontrarse en Egipto. ¿Qué te parece si lo discutimos uno de estos días?
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Capítulo 3 El Antecedente Babilónico Dos semanas mas tarde1 los tres amigos se reúnen en la oficina del Dr. Schwulst. Ningún orientalista de respeto delimita sus estudios a una sola cultura y Schwulst es tan capaz y solvente en su relación con la cultura babilónica como con la egipcia. Agradecido por el auditorio cautivo, ha preparado para este evento una pila de textos extraídos de una docena de epopeyas mesopotámicas que se encuentran aquí en esta mesa. Y ahora trabajando rápidamente en la pila de arriba abajo, virtualmente monopolizó el resto de la noche. El lector debe tener siempre en mente que lo que hacemos aquí es simplemente una perorata académica; un collage de temas y áreas de investigación que no tiene la mas mínima intención de llegar hasta el final de la posible discusión. “Se ha afirmado,” el profesor Schwulst inicia en su mejor tono doctoral, “que Babilonia es de hecho la cuna de toda la literatura épica, y que los verdaderos forjadores de La Ilíada y La divina Comedia no fueron el Génesis y el Exodo, sino las leyendas de Etana y Gilgamesh.’2 El material épico siempre se encuentra en los textos babilónicos, incluso en la literatura ritual. El gran himno de año nuevo conocido como el Enuma Elish por ejemplo, es ‘una mezcla de epopeya heroica y poesía dogmática.’3 De manera que para no pasar toda la noche con esto, únicamente examinaremos las epopeyas mas antiguas y mas puras.” “Caballeros, en primer término tenemos el poema épico de Enmerkar y el Señor de Aratta. En este texto encontramos que el último de estos dos grandes señores le envía un mensaje al otro demandando le rinda homenaje, solo para recibir como arrogante respuesta que el Señor Enmerkar no es vasallo del Señor de Aratta. Se presenta la inevitable confrontación y Enmerkar es derrotado, pero el vencedor le permite continuar ejerciendo su autoridad en Uruk como su coaligado. Pero mas tarde Enmerkar se rehúsa a pagar tributo a su nuevo señor debido a que el Gran Señor de Aratta, un tal Ensukhkeshdanna, ha hablado despectivamente de cierta gran dama a quien Enmerkar siempre ha profesado lealtad.4 ¿Sabes que sigue?” “No,” dijo el profesor F. “No importa,” rió Schwulst, “ya que existen interpretaciones contradictorias de la historia. Simplemente les presento esto para mostrarles que iniciamos con el complicado sistema de alianzas feudales que es característico de toda Era Heroica. El Señor de Aratta es descrito en el texto como un señor entronizado con gran pompa e inexpugnablemente seguro en su espléndido castillo en la montaña; la ‘gran dama’ vive en un no menos espléndido castillo que brilla como el sol.5 El Señor de Aratta declara a los cuatro vientos que él es el elegido y solo soberano de
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las estepas; ¡que no hay nadie como él!’ y envía una gran caravana de mulas que se mueve al compás de la música festiva ofrecida por las flautas para ofrecer ricos presentes ‘como carnada’ para incrementar su poderío comprando el apoyo popular. Un mensajero llega ante él enviado por otro gran Señor para rogarle humildemente le conceda el privilegio de comprarle materiales de construcción para su feudo, ya que su tierra produce madera, piedra y metales; el mensajero regresa ante su Señor con temor y temblor. Este es el mensaje del Señor de Aratta para el Señor de Uruk (frecuentemente llamada la ciudad mas antigua del mundo): ‘decid al rey de Uruk que debe someterse a mí, debe pagarme servicios y canonjías,…entonces solo así bien pudiera continuar viviendo en el templo de Ishtar como yo vivo en el mío.’ Adviertan que ambos hombres son vasallos de la gran dama. Si Enmerkar dimite, le será permitido ‘brillar como el Señor de la Ciudad, el príncipe de la Ciudad, como Señor y Príncipe de las Tormentas, como Señor y Príncipe de toda Furia.’”6 “Estos no son ciertamente los títulos de pacíficos campesinos y jueces,” señaló Justino. “En absoluto,” dijo Schwulst, “y todo esto es enteramente típico. Enmerkar entonces reta a su rival: ‘ya que no tienes la intención de respetar a mi dama, destruiré tu casa.’ Como en toda época heroica, el centro de todo lo constituye la gran casa y esas grandes casas son orgullosas y susceptibles de su honor y constantemente intentan alcanzar mayor poderío entre ellas. Aun más, todas se encuentran ligadas por lazos de sangre y comprometidas entre sí por terribles juramentos. En este caso, cuando el Señor de Aratta es vencido, sus súbditos rápida y lealmente se someten al vencedor, al que aclaman por haber probado su superioridad ganando ‘la joya del cielo,’ es decir, la preferencia de la dama de Ishtar sobre su rival.” “Cuán medieval suena todo esto,” murmuró el profesor F. –los castillos, los retos, los fieles emisarios, los vasallos, los juramentos, el culto por la dama…” “Con reminiscencias en los Textos de la Pirámide,” agregó Justino. “Incluso aun mas importante que la presencia de estos elementos en los Textos de la Pirámide, es la constante insistencia de los Sumerios en la naturaleza de los dioses, héroes y reyes como invasores y abigeos. El rey es ‘el toro magnífico, su nombre es glorioso hasta los cabos de los cielos…hermano gemelo del señor del buey divino del cielo y de la tierra…padre Iskur, señor que rige la tormenta, cuyo nombre es conocido en los confines del cielo…su nombre cubre toda la tierra.’”7 “¡Exactamente igual que en el Himno Caníbal!” gritó Justino, tras lo cual el profesor Schwulst continuó: “ ‘…el pastor exaltado, soy la vaca sagrada [la confusión del género al mas puro estilo egipcio] y la mujer que dirigió todo el asunto.’8 El rey es ‘el pastor justo,’ pero no es un pastor bondadoso; reclama el gobierno del mundo por medio de la fuerza y demanda la sumisión de todos los habitantes; envía a sus ágiles mensajeros para que ejerzan estricta vigilancia y control e inclusive él mismo recorre la región de lugar en lugar, haciéndose acompañar de una belicosa multitud: ‘dejen que el buen Utukku me dé alcance en el camino, dejen que el buen Lmassu viaje conmigo.’9 En
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la famosa Estela de los Buitres, Ningirsu es aclamado como ‘Señor de la corona de abundancia, ¡bestia y presa de las estepas!’10 En referencia al sol y su curso así como al horizonte, ‘los términos del cielo’ son cosa común: “Desde la salida hasta la puesta del sol los he subyugado, y durante la bajamar;… hasta la pleamar el camino me guió directamente hasta él. Desde la salida hasta la puesta del sol Enlil el rival lucho infructuosamente.’11 Sin el nombre de Enlil como clave ¿quién no supondría que estamos leyendo los Textos de la Pirámide? Bueno, existen volúmenes enteros de este material. Pero es más que una invención literaria. Aquí, por ejemplo, un rey sumerio dice que Enlil, rey de las tierras, le ha asignado una misión consistente en cobrar venganza de los Gutis, quienes han ‘salido airosos del dominio sumerio dirigiéndose hacia las montañas.’12 Por cierto, si están interesados en la genealogía del entorno épico, existe una buena cantidad de eruditos que insisten en identificar a estos Gutis ¡con nuestros propios ancestros Góticos!13 De cualquier modo, el rey guti Tirigan tuvo la decencia de enviar al mas puro estilo heroico un desafío formal a los Sumerios e insinuando jactanciosamente de no quedaría un solo hombre en pie delante de él: Tirigan fue derrotado, sin embargo, huyó a uno de sus castillos en donde, al mas puro estilo clásico de las sagas, fue traicionado y capturado.” “¿Qué tan antiguo es todo este material heroico y feudal?” preguntó F. “Es tan antiguo como el tiempo mismo,” fue la respuesta. “Es particularmente en los textos arcaicos que encontramos que todos se ligan a alguien mas a través de juramentes y lazos familiares, así como otorgando una posición valorada cuidadosamente a la heráldica familiar dentro de la jerarquía aristocrática. Aquí, por ejemplo, en lo que Deimel llama ‘la inscripción real mas antigua conocida,’ el rey es mostrado recibiendo su dignidad de manos de Enlil, el rey de las tierras, quien lo entroniza como rey de Uruk, rey de la tierra, sacerdote de Anu, profeta de Nisaba, hijo de Ukush (el patesi de Gish-khu y profeta de Nisba), aprobado por Anu, rey de las tierras, gran patesi de Enlil, dotado con entendimiento por Enki, cuyo nombre es mencionado por Babbar, primer ministro de En-zu, shakkanakku (es decir, vasallo) de Babbar, agente de Innina, hija de Nisaba, quien fue alimentada con leche sagrada por Nin-har-sag,…hija adoptiva de Nin-a-bu-kha-du, la dama de Uruk, etc. etc.14 Parentesco familiar, calificación personal, reconocimiento formal –todo ello sumamente elaborado y exacto. En otro texto arcaico tenemos que Gimil-Sin, en su dignidad de sacerdote de Anu, a quien Enlil ha escogido como el bien amado de su corazón, efectúa una ofrenda a Shara, señor del cielo (que no es mas que otro título de Anu) que es amado de Ninni.15 O este otro: ‘Dungi, el poderoso de Ur’…sirve a su señor Ningirsu, quien a su vez es ‘el poderoso guerrero de Enlil.’ En esta jerarquía de lealtades siempre, se encontrará la heroica combinación de lealtad personal y valor guerrero. Como en Egipto, el favorecido es aceptado entre la nobleza, otorgándole todas las marcas de reconocimiento concebibles y proveyéndole de un ingreso adecuado.” “Una vida de altura en lugares de altura; siempre y por todos lados,” señaló en profesor F. “¿Qué hay sobre los banquetes?” "La Epopeya de Nergal y Erishkegal te dirá todo al respecto,” dijo el profesor Schwulst, mientras abría el texto adecuado. “La historia inicia cuando los dioses se
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reúnen para celebrar uno de sus tradicionales y opíparos banquetes; envían un mensajero a lady Erishkegal; una doncella resuelta, quien desde su austero castillo gobierna los amplios, pero no menos distantes dominios de toda la familia. Dado que ella nunca abandona el castillo para visitar a los otros dioses, se le indica al mensajero que le informe que puede enviar a alguien de su propia gente para llevarle una porción del festín. Bien, cuando la dama, como era de esperarse, fue enviada y entró al recinto en donde se efectuaba el banquete para recibir la porción prometida para su señora, los dioses la convirtieron en el blanco de sus bromas. Cuando su señora se enteró de la falta de respeto del que había sido objeto su enviada, la gran dama montó en cólera y demandó la vida del individuo que se había atrevido a tratar a su mensajera tan a la ligera: constituía un insulto a una gran dama y tal actitud era intolerable. Se le pidió a la mensajera afrentada que identificara al culpable, pero nuevamente los dioses trataron el asunto como una gran broma y el señalado quedó completamente turbado. Eso fue el colmo: lady Erishkegal privó de ahí en adelante todo acceso al agua de vida que brotaba únicamente de su palacio subterráneo y mandó edificar fuertes muros alrededor para que ninguno de los dioses pudiera entrar. Esto significaba la muerte para todos y era urgente que un héroe rescatara a los dioses de su predicamento. Ese héroe era el joven Jergal, hijo de Ea, el líder de los dioses. Acompañado por un grupo de catorce leales sirvientes, lograron entrar al castillo mediante un ardid, sorprendieron a la dama y amenazaron con decapitarla, a lo que ella respondió que a cambio de respetar su vida le ofrecía su mano en matrimonio y ‘dominio sobre todo el país,’ así como las Tablas de la Sabiduría con la cuales podría gobernar el universo.”16 “¡Reminiscencias de una docena de cuentos de hadas!” gritó el profesor F. “Siempre pensé que todo esto era estrictamente europeo –el rey Arturo y todo eso.” “Así es,” dijo Justino, “y también es clásico, porque es parte del entorno épico: Los banquetes y los héroes bohemios divirtiéndose a costa de sus hermanas mayores, el constante ir y venir de mensajeros con invitaciones, retos formales y quejas, las visitas recíprocas en los castillos, el hada ofendida que arruina la fiesta, o si lo prefieres, la dama siniestra en su tétrico castillo, el joven héroe romántico con su grupo de aventureros que se encuentra con la mujer fatal exactamente como Odiseo lo hace con Circe. Ciertamente esto no es parte una cultura de agricultores, sino gestos propios de grandes señores y sus damas.” El Dr. Schwulst tomó otro texto de la pila que tenía frente a él. “La Epopeya de Irra,” dijo, “es mas de lo mismo. Al igual que los Textos de la Pirámide, relata la invasión y pacificación de la tierra y es un relato muy antiguo. Pero lo más destacado aquí es el hecho de que parece haber sido compuesta y cantada por un juglar que fue de castillo en castillo ¡a la usanza de los trovadores de la época medieval! La epopeya divide la sociedad en ‘dioses, reyes, guerreros, religiosos e intelectuales,’ sin hacer mención del humilde agricultor: Que [dios] bendiga este canto acumulando riquezas en el almacén…que el rey que lleva el nombre [del poeta] famoso gobierne [mas allá de] los [cuatro] extremos [de la tierra]. Que el guerrero [o noble rubú] que recita…la oración del valor, no encuentre rival en la batalla. El sacerdote que la canta no morirá en un shiptu, que sus palabras sean presentadas ante reyes y nobles. “¿Se puede pedir una declaración de valores mas ‘heroica’ que esta?”17
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“¿Qué es un shiptu?” preguntó Justino. “Siempre que había una traición-rebelión en contra de un gran señor, en lugar de castigar a individuos, los gobernadores tomaban venganza sobre comunidades enteras; tal represalia en masa era llamado un shiptu. Este método en particular refleja una situación realmente desesperada.” “Nada de sentimentalismos entre el señor y sus súbditos, ¿eh?” “Rebelión, oposición subrepticia y salvajes represalias eran la orden del día. Aquí dice que un rey menciona que su dios ‘no presta atención a las aflicciones de la gente común.’ De manera que cuando un gran señor maldice a otro, siempre dice: ‘que la gente de su ciudad, habiéndose sublevado, le den muerte en la plaza central.’18 Los señores tienen a sus ‘atalayas’ ocupados en todas partes.19 Aquí hay otro poema épico que ilustra a la perfección sobre la manera en que la situación se desarrolla. Se le conoce como la Epopeya de Ninib y de acuerdo con su autor ‘pudo haber sido compuesta inmediatamente después de la victoria y sometimiento de esas montañas de las que provienen algunas de las piedras aquí mencionadas.’20 El gran señor se sienta junto con sus seguidores y procede a recompensarlos por sus servicios otorgándoles tierras y dominios. ‘¡Dolerita!’ grita para llamar a uno de sus hombres –y eso recuerda la característica de ‘ser llamado por el nombre’ o ‘el llamado’ y la honra obtenida que leemos en tantos textos Sumerios y Egipcios– dolerita desde luego, es una piedra, pero como lo señala el editor, ‘actos y hazañas como esas no son realizadas por piedras, sino por seres humanos.’ El señor habla favorablemente con respecto a la valiente y gallarda disposición de Dolerita: ‘tú que te has portando como héroe en todas mis batallas….que durante rebeliones has proclamado “nuestro señor, ¡él es el único héroe!... Yo, el señor, el brazo de mi heroísmo me adorna.” Posteriormente le alaba llamándole su mano derecha, ya que se ha mantenido leal mientras que otros se rebelaban y lo colma con ricos presentes.21 La era feudal es, en efecto, violenta; el rey es llamado ‘el real señor, el soberano de las tormentas sobrecogedoras de furia.’ A otro fiel seguidor le dice: ‘¡piedra Eliel! Hombre sabio, de la montaña, el vencedor, mi presencia inspira terror y con ella serás vestida la gente te mirará de buena gana y te reverenciarán en gran manera.’22 Esta epopeya nos ofrece además el punto de vista del derrotado: ‘cuando enemigos asolaron como si la tierra se hubiera cubierto con la oscuridad de la destrucción…cuando nos hicieron llevar el pico y la pala, cuando la exención de los impuestos fue tomado como nuestra recompensa.’ 23 algún comentario adicional sobre el orden social es completamente innecesario.” “¿Entonces la civilización babilónica no fue el producto del crecimiento normal de una primitiva cultura agrícola?” preguntó F. “La típica descripción de Mesopotamia como un valle entre ríos conlleva a imaginar a sus habitantes como una raza de aldeanos y cultivadores de productos agrícolas. Algunos se dedicaban al cultivo de vegetales con toda seguridad, pero no era la gente importante. Una segunda lectura al ensayo clásico de Hugo Winckler sobre la naturaleza esencialmente nómada de la civilización babilónica de toda época, debería bastar para corregir tales nociones, al igual que la obra de Kramer lo hace en el presente. Recientemente Delaporte ha descrito a la población del valle como
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habitantes sedentarios en pueblos y nómadas acampados a lo largo del borde del desierto.24 Pero al igual que en Egipto, había un constante ir y venir entre ambos. Después de todo, desde el principio la gente importante de sumeria pertenecía a dos clases, la militar y los comerciantes –los sacerdotes eran simples secretarios de un codicioso y astuto rey-sacerdote que mantenía el oficio y generalmente observaba cuidadosamente el desarrollo de las circunstancias. Ahora que Winckler ha señalado y otros han confirmado que una red de vías comerciales de comunicación de vasta extensión de hecho envolvía a todo el mundo antiguo en una especie de nomadismo crónico. Los bienes no pasaban de mano en mano, de granja en granja, de aldea en aldea, como se podría pensar, sino que desde tiempos remotos de hecho eran trasladados a través de inmensas distancias por caravanas y barcos con propósitos comerciales específicos. ‘Es un grave error,’ escribe Winckler, ‘creer que las tribus no sedentarias del antiguo oriente no se vieran afectadas por el estilo de vida y perspectivas civilizadoras…debemos abandonar por completo el concepto, por ejemplo, de que los Arabes vivieron y viven en su propio mundo…los Beduinos todavía viajan las distancias entre antiguas ciudades que conservan hasta el día de hoy el trazo y el perfil de las ciudades babilonias –mostrando con ello que están como en casa en este mundo planeado al estilo babilónico.’ Por otra parte, se encarga de recordarnos que es igualmente erróneo imaginarnos a los moradores de las ciudades como fanáticos irredentos del sedentarismo.25 Los antiguos babilonios siempre representaron en sus pinturas a sus dioses diligentemente ocupados en dos actividades principales, 1) pastoreando el ganado, y 2) viajando en carretas.26 Recientemente Oppenhiem ha señalado ‘la existencia de eruditos itinerantes en Mesopotamia’ en tiempos muy remotos y otros han advertido que en cualquier época Asia ha sido invadida por peregrinos, intelectuales, misioneros –es decir, viajeros movidos a la acción por razones militares, comerciales así como religiosas, quienes ingenuamente creen que imitan los vagabundeos de los dioses, cuando en el principio éstos iban de santuario en santuario.”27 “¿Cómo Gilgamesh?” preguntó Justino. “Gracias por llevarnos de regreso a nuestro tema principal de un modo tan discreto. La Epopeya de Gilgamesh, como ustedes saben, es la epopeya babilónica más grande, pero es más de carácter ritual y no tan notoriamente ‘herioca’ como muchas otras. Aun Gilgamesh mismo es innegablemente idéntico al prototipo de todos los caballeros errantes y héroes ambulantes que siguen la trayectoria del sol – Schweitzer, Farnell, Cook y otros han demostrado que es nuestro propio Heracles." “Hice mención de esta epopeya con un propósito muy claro,” dijo Justino. “Todos sabemos que en sus correrías el héroe Gilgamesh visitó a Ut-Napishtim, el Noé babilonio, quien le contó la historia del diluvio.” “Por cierto, la historia original,” comentó el profesor F con énfasis devastador. Pero el profesor Schwulst movió negativamente la cabeza. “Durante cuarenta años,” dijo, “los eruditos sostuvieron que la historia babilonia del diluvio hallada por Layard en la biblioteca del rey Asurbanipal en Nínive era justamente lo que dices –la versión original de la historia del diluvio relatado en el libro de Génesis, pero estaban equivocados. Muchos de los textos hallados en esa
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biblioteca del siglo sexto contenían la advertencia de que simplemente se trataban de simples copias de manuscritos originales más antiguos que reposaban en una antiquísima biblioteca religiosa en Nippur. Cuando la Universidad de Pensilvana finalmente contó con los permisos para llevar a cabo la exploración arqueológica en Nippur, casi de inmediato descubrieron una versión de la historia del diluvio por lo menos ciento cincuenta años mas antigua que la versión del rey Asurbanipal y ésta versión hallada en Nippur ‘difiere fundamentalmente de las dos versiones halladas en Nínive, mientras que por otra parte, coincide de manera extraordinaria con el relato bíblico en sus detalles esenciales, tanto en contenido como en el lenguaje.’28 A una generación se le había inculcado con voz sonora y estridente que los hallazgos en Nínive habían desmitificado la historia del diluvio de una vez por todas, pero cuando los descubrimientos posteriores a su vez desmitificaron las premisas anteriores, todos en la comunidad científica guardaron un respetuoso silencio. No te culpo por tus conclusiones apresuradas, amigo mío, ya que todos los expertos supusieron lo mismo.”29 Para tratar el siguiente tópico, el profesor Justino colocó juntas dos descripciones de un excepcional tipo de embarcación: en primer término tenemos la descripción tomada del libro de Eter y en segundo término tenemos el estudio del ‘arca’ realizado por el Dr. Hilprecht desarrollado a partir de tres versiones babilonias de la historia del diluvio y a la que el autor ha agregado, por si fuera poco, una cuarta versión. “Con su permiso30 me gustaría, para fines de comparación, presentarles juntas dos descripciones de un tipo de embarcación excepcional; una es la proporcionada por el libro de Eter y la otra es resultado del estudio del ‘arca’ realizado por el Dr. Hilprecht y desarrollado a partir de tres versiones babilonias de la historia del diluvio y a la que nosotros le agregaremos una cuarta versión. Primeramente permítanme presentarles una lista de al menos una docena de características peculiares de una nave Jaredita más o menos en el orden en el que están dispuestas en los capítulos dos y seis del libro de Eter: “Primero; dichas naves fueron construidas ‘a semejanza de los que hasta ahora habéis hecho’ (Et. 2:16). Es decir, salvo algunas escasas particularidades, estos barcos esencialmente no presentaban un diseño nuevo o innovador, sino que seguían un patrón familiar y ya establecido –realmente existieron tales barcos. “Segundo; se construyeron ‘de acuerdo con las instrucciones del Señor’ (Et. 2:16). “Tercero; ‘…se construyeron de una manera sumamente ajustada, de modo que podían contener agua semejante a un vaso; y el fondo de los mismos estaba ajustado como un vaso; y los costados estaban ajustados de la misma manera’ (Et. 2:17). “Cuarto; ‘…y los extremos terminaban en punta’ (Et. 2:17). “Quinto; ‘…y también la cubierta estaba ajustada como un vaso’ (Et. 2:17). “Sexto; ‘…y su longitud era la de un árbol’ (Et. 2:17), ‘Y eran pequeños, y eran ligeros sobre las aguas, así como la ligereza de un ave sobre el agua’ (Et. 2:16).
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Queda totalmente claro por el énfasis mostrado, que el tipo usual de embarcación en aquellos días era cierto tipo de balsa, diseñada simplemente para flotar, para no dejar entrar el agua. “Séptimo; ‘…y la puerta, al cerrarse, quedaba ajustada como un vaso’ (Et. 2:17). “Octavo; ‘Y el Señor dijo…harás una abertura en la cubierta, y también en el fondo, y cuando te falte aire, destaparás la abertura y recibirás aire. Y si…entra el agua…cerrarás la abertura para que no perezcáis en el mar’ (Et. 2:20). “Noveno; ‘…seréis como una ballena en medio del mar; porque las inmensas olas estallarán contra vosotros’ (Et. 2:24). “Décimo; ‘…el Señor hizo que las piedras brillaran en las tinieblas para dar luz a los hombres, mujeres y niños, a fin de que no atravesaran las grandes aguas en la oscuridad’ (Et. 6:3). “Undécimo; ‘…sus rebaños y hatos, y cualquier bestia, animal o ave que llevasen consigo…abordaron sus naves o barcos’ (Et. 6:4). “Duodécimo; ‘…el Señor causó que soplara un viento furioso’ (Et. 6:5). ‘…fueron impelidos por el viento sobre las olas el mar’ (Et. 6:5). ‘…el viento no dejó de soplar…y de este modo fueron impelidos ante el viento’ (Et. 6:8). “Décimo tercero; ‘…muchas veces fueron sepultados en las profundidades del mar’ (Et. 6:6). ‘…cuando eran sepultados en el abismo, no había agua que pudiera dañarlos, pues sus barcos estaban ajustados como un vaso, y también estaban ajustados como el arca de Noé’ (Et. 6:7). ‘…y ningún monstruo del mar podía despedazarlos, ni ballena alguna podía hacerles daño’ (Et. 6:10). “Ahora, con todo esto en mente, revisemos nuevamente nuestros trece puntos en el mismo orden, pero esta vez comparándolos con las descripciones babilónicas del maravilloso navío que Ut-Napishtim construyó para sobrevivir durante el diluvio. Durante todo el proceso, nos limitaremos a citar textualmente el trabajo de Hilprecht con la finalidad de que no alarguemos uno u otro asunto. Cada característica en la lista siguiente guarda una correlación exacta con su contraparte de la lista anterior. “Uno; ‘esta clase de barcos [estamos citando a Hilprecht], de acuerdo con la versión de Nippur [la mas antigua; aprox. 2100 a.C.] era de uso común antes del diluvio.’ En tiempos históricos la embarcación fue preservada solo en los ritos; los dioses ‘en sus barcos…se visitaban unos a otros en sus templos durante ciertas celebraciones,…los canales de Babilonia servían como vías fluviales de comunicación para los espléndidos botes de los dioses entre sus varios templos en ciertos días de festividad… Billerbeck y Delitzsch muestran que una cierta clase de barcos en realidad tenían esa forma.’ “Dos; ‘En las tres versiones de la historia del diluvio, Ut-Napishtim recibió instrucciones especiales con respecto a la construcción de la cubierta o techo del navío.’ La forma en la que recibió la instrucción es interesante: la voluntad del padre Anu, el Señor del cielo, fue transmitida a nuestro Noé babilonio a través de una
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cortina o mampara de estera; un kikkisu, tal y como era empleada en los ritos de los templos. En la versión sumeria traducida por Gadd el mandamiento es: ‘colocaos ante mi muro… a través del muro te hablaré…al único puro, al único prudente, porque por nuestra mano un diluvio [será enviado],’ etc. “Tres; ‘había, desde luego, una parte sólida, lo suficientemente fuerte para soportar un peso importante y para resistir la fuerza del oleaje y las tormentas.’ “Cuatro; ‘Jensen identifica el vocablo sumerio MA-TU como un “navío del diluvio,”…y agrega que cuando era visto de lado, probablemente su perfil evocaba la imagen mental de la luna en cuarto creciente…Es mas, las representaciones de las embarcaciones realizadas por habitantes de las ciudades de Tiro y Sidón…muestran que una cierta clase de barcos realmente tenían esa forma. “Cinco; ‘…la principal característica distintiva de los barcos (era)…el techo o cubierta…Es importante hacer notar que tanto en la versión bíblica como en su contraparte babilónica se pone un especial cuidado en la fabricación de una “cubierta” o “techo,”…”cúbrelo con un techo fuerte,” (versión de Nippur, línea 9). “Con una cubierta tan fuerte como la tierra misma” o “dejad su cubierta tan fuerte como la bóveda celeste”’ (versión segunda de Nínive, líneas 2 y 3). “Seis; las líneas que contenían ‘un breve comentario con respecto a las dimensiones del arca’ habían sido borradas en la versión de Nippur. La primera versión de Nínive simplemente dice: ‘sus dimensiones son proporcionales, su largo y ancho corresponden.’ Dado que solamente un arca fue construida, a diferencia de las ocho naves Jareditas, es difícil esperar que las dimensiones de ambas embarcaciones sean las mismas. “Siete; ‘además en la primera versión de Nínive la embarcación…tiene una puerta que puede cerrar durante las tormentas.’ Los varios nombres para el barco ‘designan “una nave que posee una puerta que puede cerrarse,” es decir, prácticamente un “barco-casa,” expresada en la historia hebrea con el vocablo tevah, “arca” que originalmente significa “caja, estuche, cofre,” elementos en los que una parte básica y esencial en ellos lo constituye su “cubierta” o “tapa.”’ “Ocho; ‘…el barco tiene…una puerta que puede cerrarse durante la tormenta y al menos un “respiradero” o “ventana” (nappashu, línea 136).’ “Nueve; ‘la embarcación construida por Ut-Napishtim podría considerarse un “barcocasa” o magur; este vocablo pudo posteriormente derivar ideográficamente como MA-TU; un “navío del diluvio.”…de manera que entonces un navío magur es un “barco-casa” en la que dioses, hombres y animales pueden vivir confortablemente, completamente protegidos de las olas, la lluvia y las inclemencias ocasionadas por el viento y el clima.’ “Diez; ‘…el barco magur de Sin se le conoce como “una casa brillante” (esh azag), en donde mora, como lo hacen otros dioses…en sus barcos, cuando se visitan unos a otros en sus respectivos templos…el dios lunar mismo es representado como “navegando en un brillante barco magur en medio de los cielos.”’
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“Once; en un barco magur ‘tanto hombres como animales conviven confortablemente…’ la versión dos de Nínive reporta que Ut-Napishtim lleva consigo ‘toda clase de animales, tanto domésticos como salvajes y lo necesario para su sostén.’ Hermann ha señalado recientemente que pensamos en los barcos más antiguos en términos de vehículos únicamente empleados para el transporte de ganado. La versión de Nippur hace una clara alusión a ‘las bestias del campo, las aves del cielo.’ “Doce; ‘los terribles vientos relacionados con el diluvio, la poderosa tempestad…y el poderoso barco sobre las grandes aguas empujado por los furiosos vientos…’ En la versión sumeria, ‘Jensen explica el vocablo MA-TU no solamente en términos de un “navío del diluvio,” sino en términos de “un navío impulsado por el viento,” es decir, “una embarcación que navega.” Pero una embarcación magur fue descrita ideográficamente como MA-TU, literalmente “un navío del diluvio,” no porque fuera una embarcación que navegara impulsada por el viento o el huracán (abubu, shubtu), sino porque poseía ciertas cualidades que se convierten en especialmente efectivas durante el diluvio, cuando su propósito exclusivo es preservar la vida de hombres y bestias protegiéndolos de las aguas marinas que están a sus pies y de las torrenciales lluvias que se proyectan sobre sus cabezas.’ Aunque el que un barco fuera impulsado por una tormenta no tenía ‘nada en común con el término navegación tal y como ahora lo entendemos…se menciona independientemente de que tales técnicas hubieran sido ineficaces ante las titánicas dimensiones de la tormenta que se describe…aunado a lo anterior, podemos observar que las representaciones de las naves de Tiro y Sidón, ya referidas aquí, carecen de velamen.’ Una embarcación magur era impulsada por el viento, pero sin emplear velas para tal efecto. “Trece; ‘será un barco-casa que salvará todo aliento de vida,’ dice la versión de Nippur; su propósito es preservar la vida y ofrecer una protección total ‘contra las amenazantes aguas’”31 “En mi opinión, nada es mas notable,” dijo Justino, “que la referencia específica de Eter sobre la naturaleza submarina de sus naves, que fueron hechas ‘a semejanza del arca de Noé,’ ya que ese aspecto del arca nunca ha sido correctamente entendido.” “Totalmente de acuerdo,” interpeló el Dr. Schwulst. “Los ilustradores antiguos, medievales y modernos de la Biblia han dejado perfectamente en claro que no tienen ni la mas remota idea de cómo era realmente el arca. La ventana y la puerta son las únicas peculiaridades mencionadas en los tres breves versículos del Génesis (6:14-16). Las antiguas pinturas muestran al arca ni más ni menos que como una gran caja o arcón, o bien como un barco convencional: los intentos por combinar armónicamente ambas formas conducen a formas cómicas o grotescas que demuestran perfectamente la insuficiente información que se posee al respecto. Me parece notable que la palabra nappashu, traducida como ventana en los textos babilonios, signifique literalmente respiradero o ventila. Es la misma interpretación ofrecida en el libro de Eter, en tanto que la ventana en el arca es llamada tsohar en el Génesis bíblico; lámpara o iluminador.”
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“¿Cuál crees que sea la versión mas antigua, el iluminador o el respiradero?” preguntó el profesor F. “Es difícil decirlo,” fue la respuesta, “ya que ambas versiones están basadas en los textos babilonios. Por si eso no fuera suficiente, los rabinos nunca han podido ponerse de acuerdo en que era exactamente el vocablo tsohar.” “¿Qué dicen que era?” “Algunos dicen que era una ventana, pero otros sostienen que era algún tipo de objeto luminoso mediante el cual Noé podía distinguir la noche del día.”32 “¿Por qué necesitaría un artefacto que le indicara la noche y el día?” preguntó Justino con interés. “Porque de acuerdo con algunos, el arca estaba completamente cubierta como si se tratara de una caja, y de acuerdo con otros porque estaba bajo el agua la mayor parte del tiempo.” “¡Momento!” dijo el profesor F. sonriendo. “¿no estaremos mezclando esto con las naves del Sr. Jaredita?” “¿Por qué no?” respondió Justino. Eter mismo menciona que ambos tipos de embarcación seguían un mismo modelo.” “De hecho,” dijo el profesor Schwulst, en parte para sí mismo, “quizá haya algo de eso ahora que lo pienso, ya que el objeto luminoso en el arca se suponía que era alguna clase de piedra brillante.” “¡De manera que esa es la fuente de tu propia historia jaredita!” gritó el profesor F. con satisfacción. “No totalmente,” dijo el profesor. “Me parece que la versión del libro de Eter es mas completa que la de la tradición rabínica y contiene material verdaderamente antiguo y significativo que no se encuentra en la otra. Fue hace muchos años, pero estoy seguro que alguna vez leí algunos estudios importantes sobre piedras brillantes.” “Desearía que pudieras recordar dónde fue,” dijo Justino, “hace mucho tiempo perdí toda esperanza de encontrar un paralelo para la historia en cualquier parte, además de que nunca había encontrado hasta ahora a alguien que pudiera ayudarme un poco en esto. Este episodio del libro de Eter ha originado demasiados comentarios sarcásticos que me han impulsado a investigar todo esto a fondo. Debo admitir que es un poco fantástico. “En el estudio de las cosas antiguas,” dijo Schwulst mientras levantaba categóricamente el dedo índice para apoyar lo que estaba por decir a continuación, “es justamente lo fantástico y lo inverosímil lo que abre la puerta al descubrimiento – nunca olvides eso. En la erudición como ciencia, cada paradoja y anomalía es en realidad una pista que nos conduce a nuevo conocimiento que nos aguarda si tan solo estamos dispuestos a seguirla. Ahora, con respecto a esas piedras brillantes,
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creo recordar algunos de los mas ambiciosos estudios comparativos sobre el tema, están inspirados en el material épico sumerio –la historia de Gilgamesh ¡eso es!” “¿Quieres decir que el episodio de la piedra brillante se encuentra en la epopeya de Gilgamesh?” preguntó Justino con sorpresa. “¡No, no! Bueno, al menos no directamente. Recuerdo claramente que había versiones en Griego, Sánscrito y Sirio de la historia además de la babilonia.” El Dr. Schwulst frunció el ceño ligeramente enfadado de que su jactanciosa memoria le hubiera fallado tan solo por un momento. Tras unos momentos, se dirigió con un gesto de ansiedad grabado en su rostro a su amigo: “si me dan solo un par de horas, estoy seguro que puedo ponerme al tanto con respecto al tema en cuestión.” “Bueno, no te preocupes,” dijo el profesor F.; pero se equivocaba al decirlo. “¿Qué quieres decir con ‘no te preocupes’? Algo como esto no es una cosa que deba tomarse a la ligera. La historia de las piedras que brillan es demasiado rara y extraña como para pasarla por alto. ¿Qué estamos haciendo si no somos lo suficientemente curiosos en estas cosas, sino darle a jóvenes holgazanes la oportunidad de que se gradúen sin siquiera haberse ensuciado las manos? De modo que ahora voy a ocuparme de este asunto y si ustedes tienen a bien regresar mañana, tal vez tenga un poco de información para ustedes.” Veinticuatro horas más tarde33 el orientalista recibía a sus amigos sonrientemente y con una mesa atiborrada de antiguos textos y un buen número de publicaciones periódicas. “Caballeros,” dijo Schwulst mientras invitaba a sus amigos a tomar asiento en torno a la mesa, “tengo algo para ustedes. No mucho, desde luego –ya que eso tomaría mas tiempo– pero al menos lo suficiente. Empecemos examinando las fuentes judías que nos aburrieron el día de ayer, desde las más recientes hasta las más antiguas. El Midrash Rabbah nos dice que las opiniones contradictorias de los rabinos con respecto a la verdadera naturaleza de tsohar, la luz del arca, simplemente demuestran que ninguno de ellos sabía en realidad lo que era.34 El rabino Akiba ben Kahmana, por ejemplo, dice que significa luz celeste, mientras que R. Levi dice que significa piedra preciosa. R. Phineas, citado por R. Levi, explica que ‘durante los doce meses que Noé estuvo en el arca, no requirió la luz solar del día o la luz de la luna durante la noche porque tenía una gema pulida que colgaba: cuando disminuía su brillo sabía que era de día y cuando aumentaba su brillo era de noche.’35 Para ilustrar mejor este extraño arreglo, el rabí Huna relata una historia: ‘en cierta ocasión, mientras buscábamos refugio de las tropas [Romanas] en las cuevas de Tiberias teníamos lámparas: cuando dejaban de brillar sabíamos que era de día y cuando se incrementaba su resplandor sabíamos que era de noche.’36 La alusión hecha con respecto a estarse ocultando de los Romanos demuestra que al menos esta tradición tiene una antigüedad de dos mil años. Pero todas éstas historias parecen converger en un origen único; un breve apunte en el Jerushalmi o Talmud Palestino reporta que Noé fue capaz de distinguir el día de la noche mediante ciertas piedras preciosas que él poseía y que de día se opacaban y de noche brillaban.”37
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“¿Es completamente posible que alguien pudiera adornar con estos relatos la historia jaredita? Preguntó F. “No hay límite alguno para los adornos que pueden ser colocados en un relato, supongo, pero sucede que la peculiar elaboración de la historia del libro de Eter sigue versiones mucho mas antiguas y completas –de hecho, tan antiguas, que cualquier otra en el Talmud y ninguna de esas versiones era conocida cuando yo era niño. Eso es lo que me impresiona. Lo que es mas, me parece completamente impensable que quien escribió el Libro de Mormón en aquella época explotara las fuentes judías o siquiera supiera de ellas.” “¿Por qué impensable?” preguntó F. “Bueno, primero con respecto a la posibilidad de usar el material, puedes estar seguro que quien tuviera acceso a estas antigüedades judías, bien fuera de primera o segunda mano, tendría una mina de oro de información útil a su disposición. Sin embargo, nunca se hace uso de ella, salvo una pequeña alusión. Agregado a eso, las posibilidades de que alguien se tope con este artículo es infinitamente remota cuando se considera en donde fue encontrado, a saber, en el Talmud Palestino.” “¿Qué es lo que hace tan inaccesible al Talmud Palestino?” “Todo. Quizá se haya leído algo en el Talmud Babilonio, pero en el Talmud de Jerusalén… ¡nunca! –solo los rabinos eminentes lo leen o lo citan.38 ¿Ves estos cuatro modestos volúmenes? son todas las ediciones impresas del Talmud Palestino que han aparecido. Dos de ellas son posteriores a 1860 y obviamente no habrían sido usadas por el autor del libro de Eter; las otras dos son las ediciones Bomberg de 1523 y 1524 que como puedes ver no contienen comentarios y la edición Cracow de 1609 solamente tiene un breve comentario sobre el margen.” “¿Y las traducciones?” preguntó Justino. “Aun peor. En 1781 una pequeña sección fue traducida al alemán –pero no es la sección que ocupa nuestra atención, por cierto– y de ahí no hay nada hasta la traducción al alemán de 1880. La traducción al francés de Schwab fue realizada entre 1871 y 1890 es la mas conocida; Schwab además emprendió la tarea de la traducción al inglés en 1886, pero solo consiguió completar el principio. De modo que ninguna traducción en un lenguaje moderno estaba disponible en 1830 y ¿quién podía leer el original?39 ¿quién puede leerlo en la actualidad? Está escrito en el difícil dialecto Arameo Occidental –no el Arameo Oriental del Talmud Babilonio que es muy parecido al Hebreo actual– en el que la mayoría de las palabras son términos que nadie de cualquier manera sabe que significan.40 Esta obra es más pequeña, pero también es mas complicada que el Talmud Babilonio –¿y quien puede leer eso? Ahora mismo el profesor Zeitlin orgullosamente declara que de la multitud de eruditos que trabajan en los estudios sobre los Rollos del Mar Muerto solo uno de ellos está calificado para leer Hebreo Medieval –lo cual significa que este erudito es ¡el único hombre en América que puede leer esta obra! Los intelectuales y eclesiásticos que estudiaron Hebreo en América durante la primera mitad del siglo XIX no conocían el Hebreo rabínico mejor de lo que se le conoce hoy en día; por otra parte, su interés residía totalmente en el estudio del Antiguo
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Testamento y si cualquiera de ellos hubiera estudiado el Talmud, pueden estar seguros que no sería el Jerushalmi. Por tanto, tampoco debemos dejar pasar por alto el hecho de que los registros judíos no dicen que Noé utilizara las gemas para iluminar el arca, sino que únicamente las empleaba para distinguir entre la noche y el día.” “Eso parece una extraña sutileza,” dijo el profesor F. “Sin embargo todas las fuentes insisten en ello. No dicen que Noé usara las piedras como lámparas, sino que únicamente le indicaban cuándo era de día y cuándo era de noche. Eso sin duda debe parecerte extraño, pero ha sido un tema de considerable interés y de debate entre los antiguos eruditos, tanto judíos como musulmanes. Tenían mucho que decir con relación a la forma de distinguir entre la noche y el día empleando para ello ingeniosos y peculiares métodos, como por ejemplo, colgar un hilo blanco y un hilo negro juntos o distinguiendo ciertas formas u objetos de cierto tipo y perfil. Se puede deducir, por su forma de pensar, que es extremadamente importante por razones de carácter ritual saber cuándo es de día y cuándo es de noche. Había una rama completa de lo que llamaríamos ‘cienciadivina’ entregada devotamente a la investigación del tema, y este asunto de las piedras brillantes –no el problema de la iluminación del interior del arca– naturalmente era un aspecto que debió interesar a cualquier rabino. Te puedo asegurar que ningún rabino en América había leído este pasaje hace cien años. Como lo he mencionado, es un descubrimiento casi contemporáneo, pero que es producto del estudio de una fuente muy antigua; por ejemplo, su libro de Eter dice que el hermano de Jared hizo unas piedras transparentes ‘fundiéndolas’ de la roca – por cierto, la palabra está en perfecto español, aunque es un término arcaico. ¿De donde piensas que obtuvo la idea?” “Leí el libro sutilmente obligado por Justino,” dijo el profesor F. “Y que yo recuerde, se supone que fue el Señor quien le dijo lo que debía hacer.” “¡De ninguna manera!” gritó Justino. “El construir las naves suponía tres problemas que el hermano de Jared consideró insalvables por medios convencionales: el problema de la navegación soportando constantemente condiciones climáticas extremas; el problema de la ventilación y el problema de la iluminación (Et. 2:19). Con relación a éste último, el Señor le dijo que los métodos usuales de iluminación mediante ventanas y el fuego eran imprácticos –la interpretación de Eter 2:23 deja completamente claro que ambos eran métodos usados ordinariamente. Pero en lugar de resolverles el problema a los Jareditas dándoles la tan ansiada luz o indicándoles como obtener una, el Señor pone la responsabilidad en el hermano de Jared respondiendo su pregunta ¿vas a permitir, oh Señor, que crucemos estas grandes aguas en la oscuridad? con otra pregunta: ¿qué quieres que yo haga para que tengáis luz en vuestros barcos?” (Et. 2:22,23) “Y viéndose obligado a apelar nuevamente a sus propios recursos ¿qué habría hecho nuestro hombre?” preguntó Schwulst con una sonrisa. “Haría lo que anteriormente ya había hecho –seguir el ejemplo de Noé. Así que procedió a conseguir algunas piedras diáfanas con la esperanza de que pudieran brillar en la oscuridad.”
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“¿Noé hizo eso?” preguntó un asombrado profesor F. “Eso es algo que estoy a punto de explicar si me tienes un poco de paciencia. Entonces, primero que nada, el hermano de Jared hizo algunas piedras transparentes ‘fundiéndolas’ de la roca, un proceso que, en efecto, requeriría necesariamente de la generación de altas temperaturas. Actualmente los escritos mas antiguos de la India que reportan sus tradiciones mas antiguas, tienen mucho que decir particularmente sobre una piedra que brilla en la oscuridad;41 tal piedra, se nos dice, puede producirse únicamente sometiendo una piedra o el corazón de una persona que muriera envenenada a una temperatura elevada –de hecho, debe mantenerse a una temperatura excesivamente alta durante no menos de ¡nueve años! Este procedimiento la convertiría en un cristal completamente transparente y diáfano que, se nos dice, ‘iluminaría inclusive la más profunda oscuridad y en ocasiones sería tan brillante como el sol.’42 Meyer y Printz han rastreado esta extraña creencia desde India hasta China e incluso en Occidente, donde es mencionada por algunos de los mas importantes eruditos de la Edad Media. Inclusive en Europa se tenía la creencia de que el Santo Grial compartía también esa característica y que el Ave Fénix había sido consumido por el tremendo poder de la piedra, consiguiendo con ello la virtud de renacer, ya que entre otras cosas, la piedra poseía el poder de la regeneración.”43 “¿Y que tenía eso que ver con las piedras brillantes del arca?” dijo el profesor F. “Mucho, si me permites la expresión. La piedra fue conocida por los Griegos y durante la Edad Media se le identificaba con el vocablo pirófilo o ‘amigo del fuego’ y se describe con mayor amplitud en las fuentes de información provenientes de la India que registran su existencia en términos de un cristal perfectamente transparente que también se conocía con el nombre de ‘amigo de la luna’ o Jalakanta, que significa ‘lo que divide las aguas.’ Poseía muchas propiedades maravillosas, tales como la capacidad de proteger a su poseedor de los venenos, los rayos, el fuego, así como de cualquier enemigo, y su poder y virtud mas importante era que permitía a su portador atravesar las grandes aguas sin sufrir daño alguno.”44 “¡Válgame!” interrumpió Justino, “eso sí que es una coincidencia: una piedra transparente fundida a altas temperaturas, que brilla en la oscuridad y que ¡guía y preserva a su propietario de las embravecidas olas! ¿De dónde crees que los cronistas de la India sacaron todo eso?” “Eso ha sido motivo de una amplia y profunda reflexión,” respondió Schwulst, “y queda perfectamente claro que esa tradición no se originó en la India, aunque bien pudo haber sido llevada ahí en épocas muy remotas por una rama de la misma raza Indo-europea cuyas reminiscencias históricas han sido identificadas mas hacia el norte. Pero esto ha sido posible siguiendo un curso que nos conduce a los registros babilonios más antiguos, los que a su vez, adivina a dónde nos conducen: ¡al diluvio! Escritores posteriores citaron una carta del filósofo Escolapius dirigida al emperador Augusto, en la que éste describe al pirófilo como el corazón de un hombre envenenado que se convirtió en piedra tras pasar nueve años en un horno; menciona también que Alejandro el Grande poseyó tal gema que cargaba siempre
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en su cinturón, pero que en cierta ocasión, mientras se encontraba en batalla, perdió el cinturón y una serpiente robó la piedra que mas tarde vomitó en el Eúfrates.45 Aristóteles narra la misma historia trescientos años antes y otros escritores griegos ya la conocían muchos años antes del nacimiento del gran conquistador.46 En esas versiones mas antiguas, la piedra cede su lugar a una planta de vida –era una piedra que daba vida, como en el caso del Ave Fénix– o el ‘elíxir de la inmortalidad.’47 Modificada en esta forma, la historia es idéntica al relato prehistórico Sumerio de Gilgamesh y la planta de vida, que los eruditos se apresuraron en señalar tan pronto como fue publicada hacia finales del siglo XIX. Printz señala que esta relación ilustra tanto ‘el inmenso período de tiempo’ que estas tradiciones pudieron sobrevivir, así como el grado de distorsión sufrido en el proceso de su transmisión y, a pesar de ello, preservan rasgos claramente reconocibles.48 Esta historia, de hecho, parece remontarse a ese entorno épico sumerio del que Kramer habla. En la versión babilonia mas antigua solo a una persona se le puede considerar un héroe siempre y cuando posea la planta de vida, y esa persona es Ut-Napishtim, el Noé babilonio. El es quien posee la planta de vida que desde tiempos antiguos parece ser que fue confundida con una piedra brillante.”49 “¿En dónde podemos encontrar la piedra?” “En Siria; ahí encontramos una serie sumamente interesante de textos rituales que por su complejidad y detalles es difícil determinar su origen geográfico. Los registros cubren un período de dos mil años y lo registrado en ellos es sumamente antiguo, como un breve estudio comparativo lo mostrara. Aunque abarcan todo ese período de tiempo, los textos narran esencialmente la misma historia, el ahora bien conocido ‘Año-Drama’ en el que se relata la muerte y resurrección del héroe, su victoria sobre los poderes del inframundo y su matrimonio con la diosa-madre son los episodios principales. El héroe mismo es llamado por varios nombres, pero en particular los que nos importan aquí son Attis y Humbaba; nombres que Stocks ha demostrado que son de una misma persona.50 Todo el mundo sabe que este Attis es idéntico al personaje sirio Adonis, quien a su vez es el Osiris egipcio, pero Humbaba es menos familiar.” “Un nombre realmente extraño,” comentó el profesor F. “Es un nombre Hurrita, como Noé,” respondió Schwulst; “eso ilustra mi comentario con respecto a que todo apunta a la misteriosa gente del Norte. Eso da pie a una buena cantidad de investigación y conjeturas, pero ahora pasemos a considerar a nuestro héroe sirio. El lugar sagrado más famoso en Oriente en la época clásica era el centro de culto de este héroe y su esposa la diosa siria que se ubicaba en Aphek. Lucio visitó el santuario que describió como el centro de culto más grande del mundo. La leyenda principal del lugar, y que era invocada a menudo para explicar los ritos y costumbres observadas, era la historia de Deucalión y el diluvio, que Lucio recuenta en detalle, mostrando un parecido casi idéntico con el relato bíblico.51 Las vastas multitudes de peregrinos que llegaban de visita a Aphek procedentes de todas partes del mundo, observaban la enorme grieta por el que las aguas del diluvio se decía se retiraron, y escuchaban la historia de la manera en que Deucalión construyó en ese lugar el primer templo; el primer edificio construido después del diluvio.52 El objeto mas extraordinario del templo era, de acuerdo con
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Lucio, ‘una piedra llamada lychnis y el nombre es completamente apropiado; durante la noche emitía una gran cantidad de luz que iluminaba el templo como lo haría una lámpara encendida, si bien el fulgor durante el día disminuía. Su aspecto era semejante a la de una llama.’ Esta piedra se convirtió en la imagen de la mujer en su dignidad de la diosa lunar.53 Nada podía ser mas natural que asociar a la luna con una piedra que brilla durante la noche y esconde su fulgor durante el día. Recordarás que el calificativo principal del cristal luminoso en los textos hindúes es ‘amigo de la luna’” “Eso también nos recuerda,” comentó Justino, “que el barco magur del Noé sumerio era comparado con la luna, no solo porque parecía la luna en cuarto creciente y estuvo vagando durante doce meses, sino especialmente porque estaba iluminado por una luz de origen milagroso.” “Entonces, la historia de un arca milagrosamente iluminada ¿no podría haberse derivado de un primigenio culto lunar?” señaló el profesor F. “Ciertamente un barco podría recordarle a cualquiera la forma de la luna,” contestó Justino, “pero la luna nunca podría ser considerada como el patrón para el diseño de un barco. La luna siempre esta ahí para el observador, pero uno solamente puede compararla con una embarcación hasta después de haber visto no solamente la luna, sino también los barcos. Puedes ver que nuestra historia debe iniciar con un barco. Sabes al igual que yo que los templos más antiguos del mundo contienen bellos y precisos modelos de barcos y ocasionalmente barcos enteros. Cualquiera que pudiera ser el simbolismo, siempre son barcos reales o modelos a escala de los mismos. Actualmente los expertos acarician la idea de que tales embarcaciones bien pudieran representar algún tipo de gran migración primigenia del que el arca de Noé es el arquetipo. En adición al tema de los barcos, los antiguos tenían la libertad de agregar cualquier adorno ritual o mitológico que les dictara la imaginación, siendo el motivo mas obvio la luna que todo poeta independientemente alguna vez ha descubierto. Pero a fin de cuentas, todo el asunto se inició con un barco real y no a partir de los ‘mitos de la naturaleza’ alguna vez tan populares entre los eruditos, pero que ahora han sido desechados por completo.” “Con respecto a ello,” dijo el profesor Schwulst, “debemos insistir en que el matiz babilonio de estas y otras historias de gran antigüedad no implica ni por un momento que la historia en sí tiene un origen babilonio. Tomemos, por ejemplo, las historias griegas del diluvio de Deucalión: se remontan a épocas prehistóricas y a fuentes, cronológicamente hablando, de mayor antigüedad que los manuscritos bíblicos que poseemos. Incluso nadie se atrevería a sugerir que la historia del diluvio se hubiera originado con los griegos. ¿Por qué no? simplemente porque las versiones griegas de la historia se han conocido desde siempre y no necesitaron ser confirmadas por las excavaciones de los arqueólogos. Si hubieran sido descubiertas en el siglo diecinueve, puedes estar seguro que hubieran sido empleadas inmediatamente para desacreditar a la Biblia; pero mejor regresemos a nuestra piedra siria.” “Jirku ha señalado que el culto lunar en Siria se remonta a tiempos prehistóricos, de modo que lo que Lucio describe es parte de la gran era –aunque exageradas, como
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siempre son las antiguas tradiciones, debido a toda clase de explicaciones racionalizadas y mitificadas.54 Macrobius, por ejemplo, dice que la imagen de la dama fue coronada con un arreglo diseñado para representar un haz de rayos ‘que simbolizan la forma en la que la madre tierra recibe los fructíferos rayos dadores de vida desde el cielo.’ En su época, la piedra aparentemente no funcionaba, pero la corona de la imagen fue pintada de manera que aparecía emitiendo la luz dadora de vida.55 Carl Clamen cree que el reporte de que una de las joyas que adornaban la imagen de la diosa todavía brillaba en la oscuridad es ‘naturalmente imposible.’”56 “¿Crees que en realidad dichas piedras pudieron haber existido?” preguntó F. “Creo que encontrarás en la obra de Athanasius Kirchner el comentario de que los antiguos estaban familiarizados con las propiedades de minerales fluorescentes como la barita, que brillará durante algún tiempo en la oscuridad si se le expone a los rayos solares o se le coloca en un lugar cerca del fuego. La pregunta requiere de mayor investigación para ser respondida; sin embargo, es notable el hecho de que todas las fuentes describen las piedras brillantes solo como fuentes temporales de luz: parece que se apagaban completamente durante el día. Pero después de todo, con lo que estamos tratando aquí no son hechos históricos o científicos, sino coincidencias literarias que deben interpretarse en su particular contexto. Aquí, por ejemplo, tenemos que Stocks señala que la imagen del arca en el gran templo sirio era representada por un altar con una llama ardiendo que parecía flotar en el centro de un lago, de modo que el creyente solo podía llegar hasta el altar zambulléndose.”57 “Una especie de bautismo ¿no?” dijo el profesor F. riendo. “No es algo inverosímil,” repuso Schwulst; “recuerden, que tenemos cosas como esta gran y entremezclada riqueza simbólica –una cosa representa otra. En tiempos muy antiguos la piedra brillante era confundida con la planta de vida, como ya hemos visto; y ahora tenemos que Macrobius describe la luz de la corona de la dama como dadora de vida.” “Recuerdo,” dijo Justino, “que en el Libro de Mormón, Lehi recibió el equivalente de la piedra brillante del hermano de Jared que era la Liahona y se nos dice que era ‘una representación’ (Al. 37:39-46) “Eso es absolutamente característico del pensamiento oriental,” señaló Schwulst; “en un reciente estudio sobre el Urim y Tumim, Schoneveld ha enfatizado la idea de que el vocablo Urim proviene de la raíz Or- que significa ‘luz’ e implica que era alguna clase de piedra luminosa; la gema principal del grupo de doce piedras preciosas colocadas en el efod del sumo sacerdote que era ni mas ni menos que ‘el símbolo de la presencia de Dios.’ Según Schoneveld, esas piedras no fueron introducidas por Moisés, ‘sino que ya eran conocidas en tiempos anteriores a la introducción de la vestimenta ceremonial del sumo sacerdote.’58 Recientemente también ha quedado demostrado que las peculiares terminaciones de los nombres Ur[im] y Tum[im] no son terminaciones en plural Hebreo, sino terminaciones mas antiguas.”59
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“Resulta verdaderamente extraño el que todo apunte hacia otro pueblo,” subrayó Justino. “Sí, Lucio ya nos ha dado una pista cuando dice que el Deucalión o Noé reverenciado en el templo Sirio no era Griego u oriental, sino un Escita o un Indoeuropeo del Norte.”60 “¿De donde provienen los Sumerios si trajeron con ellos su cultura y leyendas a Mesopotamia?” preguntó F. “Ninguna otra pregunta ha sido mas abundantemente discutida que esa,” fue la respuesta, “pero hoy en día lo mejor que podemos hacer para responderla es seguir a Speiser, quien ha buscado el hogar original de los Sumerios larga y diligentemente, para finalmente llegar a la conclusión de que: ‘los Sumerios llegaron a la zona del Golfo Pérsico…desde el Este, probablemente por mar; además su hogar original…debe buscarse mas allá de la provincia Iraní,’ es decir, muy lejos de la parte media de Asia –Speiser ofrece tres opciones: ‘Transcaucasia, Transcaspia o algún lugar lejos de Asia.’”61 “¿Entonces alguien sabe lo que puede estar detrás de todo esto?” gritó un perplejo F. “Una cosa es cierta: no se trata de un mundo fabricado por la fantasía. Si la historia de los barcos del hermano de Jared no es verdadera, aun así es un relato sumamente perspicaz; increíblemente ingenioso como para haber sido planeada por alguien en 1830.” “Hagamos un resumen de todo lo que tenemos con respecto a las piedras brillantes,” sugirió Justino. “Me parece buena idea,” contestó el orientalista, “especialmente si consideramos el tortuoso camino por el que los he conducido. Bien, entonces tenemos en primera instancia que encontramos oculto en el mas profundo rincón de un antiguo, obscuro y completamente olvidado texto judío, un pasaje breve que sugiere, con sus conjeturas correspondientes, que Noé tenía joyas o piedras brillantes en el arca, las cuales le servían mas como un instrumento para saber si era de noche o de día mas que como una fuente de iluminación. Esto es todo lo que los judíos nos dicen, al menos lo que yo he podido averiguar, y no es mucho. Enseguida encontramos algunas leyendas sobre la formación de las piedras brillantes mediante un proceso calorífico y evidenciamos que la amplia difusión en el mundo antiguo de estas tradiciones sería indicativo de su gran antigüedad. A continuación encontramos que la piedra brillante en todos lados era conocida con el mismo nombre y poseía los mismos maravillosos poderes y propiedades, de entre los cuales, el mas extraordinario era el permitirle a su propietario atravesar las aguas. Después es una actividad sumamente placentera identificar y correlacionar esta piedra con la misma que perdiera Alejandro el Grande en las aguas del Eúfrates en un episodio que muchos eruditos señalan es similar al presentado en la epopeya de Gilgamesh: la pérdida de la planta de vida que alguna vez perteneciera a Ut-Napishtim, el Noé babilonio, quien era la única persona que podía decirle a Gilgamesh dónde y cómo obtenerla. Entonces volvemos al mas famoso vestigio de un culto de Noé en el
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mundo antiguo y encontramos que el objeto mas excepcional en ese templo era una maravillosa piedra que brillaba en la oscuridad –Lucio de hecho afirma haberla visto funcionando.” “Un monumento a la ingenuidad humana,” interrumpió el profesor F. “Perdiste por completo la perspectiva del asunto,” respondió Justino; “este asunto no tiene importancia en términos de su precisión histórica, sino por su significado.” “De acuerdo ¿qué es lo significativo del asunto, entonces?” “Es significativo porque ilustra bellamente una cosa que hemos señalado insistentemente, a saber, que la fantasiosa, exótica y brillante imaginación oriental de la que siempre se ha hablado tanto, simplemente no existe. ¿Dónde podrías encontrar, por ejemplo, una mayor ausencia de imaginación creativa? Los mismos antiguos argumentos se suceden una y otra vez durante miles de años; los únicos cambios son las adecuaciones de las igualmente insípidas influencias locales y las inevitables imprecisiones de la transmisión. ¡Ni la más remota chispa de imaginación! siempre las mismas cosas repitiéndose una y otra vez.” “En otras palabras, ¡los salvajes excesos de la imaginación oriental son el perenne efecto de los salvajes excesos de la imaginación occidental!” dijo Schwulst mientras reía a carcajadas. “Creo que eso es extremadamente importante, ya que demuestra que cuando abordamos un tema como el de las piedras brillantes, podemos estar seguros de que no se trata del producto de la mente de algún novelista pueblerino altamente imaginativo, sino que estamos ante un evento real o bien ante un acto único y olvidado de creación literaria.” “A modo de información,” comentó Schwulst, “ha quedado demostrado una y otra vez que tu ‘novelista pueblerino’ (Eter) es uno de los albaceas mas confiables del conocimiento antiguo que ha preservado intacto a través de los siglos: ¡nadie podría ser menos culpable de imaginar cosas!” “Pero ¿y si la historia de Eter es únicamente creación literaria?” preguntó F. “Eso no establece diferencia alguna en su valor como evidencia. Porque la pregunta correcta no es ‘¿cómo pudo el autor de ese libro saber sobre esos eventos? sino simplemente ¿cómo fue posible que supiera ‘algo’ de esas historias?’ Recuerda, la clave de todo el asunto era la epopeya de Gilgamesh, que no fue descubierta mucho después de que muchas ediciones del Libro de Mormón habían aparecido; sin esa fuente de información, todos los otros materiales de Oriente y Occidente permanecen completamente sin sentido. Pero tan pronto como los eruditos tuvieron acceso a esa obra empezaron a señalar los plagios y las relaciones en ambos lados, todo apuntando hacia un origen común. Aunque sin saber nada del libro de Eter, los eruditos han hecho el favor de demostrar, entre otras cosas, que el maravilloso pirófilo que poseía todas las propiedades de las piedras dadas al hermano de Jared, se encontró en algún momento en posesión de Noé. De esas mismas piedras el Talmud conserva un ligero pero incontrovertible recuerdo, un
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simple rastro sin el cual los detalles en el libro de Eter nunca hubieran podido reconstruirse, pero que a manera de testigo coloca un sello final de autenticidad en el antiguo relato; eso es mas de lo que puedo decirte ahora.”
Capítulo 4 El Entorno Epico en el Antiguo Testamento Habiendo considerado Egipto1 y Mesopotamia, los amigos realizaron un inexorable viaje a través de los mundos épicos de Ugarit y los Hurritas, los Hititas, los Fenicios, los Griegos, los Persas, los Romanos, los Celtas, los Germanos y los Escandinavos, los Eslavos, así como las culturas heroicas del meridiano de los tiempos, quienes tomaron las influencias de Arabes y Persas, así como las tradiciones heroicas de las naciones modernas. En algunas de estas áreas, el profesor F. y su amigo Justino contaron con la inestimable ayuda del profesor Schwulst, prolongándose tanto el análisis que es imposible que podamos reseñarlo aquí. Además debemos, en aras de la justicia, dar paso a otras épocas y epopeyas heroicas mas recientes, algunas de las cuales son sumamente significativas en el estudio del libro de Eter por lo que al menos debemos darles un repaso en nuestro camino de vuelta a los Jareditas. “En primer lugar, hay un nuevo y sorprendente avance que involucra a los patriarcas del Antiguo Testamento. Recientes estudios sobre Abraham han hecho énfasis en la doble responsabilidad que el gran patriarca tenía, por un lado, como el líder de un grupo de nómadas y, por el otro, como el representante de las grandes y sofisticadas civilizaciones de Egipto y Babilonia. El hallazgo de que Abraham vivía tanto en una casa como en una tienda llegó sorpresivamente durante los años treinta: “nos hemos acostumbrado a pensar en Abraham como en un simple morador de tiendas,” escribe Sir Leonard Woolley, “cuando con toda seguridad se encuentra ocupando una sofisticada casa de mampostería en la ciudad.”2 Lo anterior es un recordatorio de que la vida en tiendas y la vida en la ciudad, lejos de ser mutuamente excluyentes, normalmente van aparejadas durantes las épocas heroicas. Y, de acuerdo con Cyrus Gordon, la época de Abraham ciertamente fue épica. “Abraham tuvo un origen mesopotámico,” escribe Gordon, “y su hijo y su nieto se casaron con mujeres de su familia en Mitanni. Al mismo tiempo, la sangre egipcia corría por las venas de sus parientes…Los patriarcas hebreos disfrutaron de tiempo y medios para engendrar herederos del rico y variado patrimonio del antiguo Cercano Oriente, cuando Egipto y Babilonia estaban estrechamente relacionados…La vena pastoral y seminomádica de la vida patriarcal salvó a los Hebreos de la decadencia de esa época cosmopolita.”3 La época en cuestión, de acuerdo con Gordon, fue el período Amarna, la ‘era-pivote’ del antiguo Cercano Oriente. En esa época se entremezclaron las civilizaciones de Mesopotamia, Anatolia, Canaán, Caftor y Egipto.”4 Gordon coloca a Abraham, cronológicamente hablando, seiscientos años después de lo que la mayoría de los eruditos lo hacen. Pero el período histórico mas antiguo, alrededor del año 2000 a.C. también fue una Era Heroica, como el período Amarna, una época en la que todo el mundo antiguo fue invadido por grandes hordas de etnias mezcladas bajo el liderazgo de caudillos que viajaban en carretas tiradas por caballos, portando formidables y novedosas
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armas y perfil racial Ario, es decir, Indo-europeos. Ambas épocas fueron típicos períodos migratorios; épocas de agitación y colapso de grandes civilizaciones. Un erudito que coloca a Abraham en el período histórico mas antiguo, nos reporta que su padre Taré era miembro de “una población nómada y heterogénea,” que se movía entre las ciudades de Mesopotamia y asegura que “no fue ninguna sorpresa” descubrir en Mari (una ciudad situada al norte de la región mesopotámica) un registro que da cuenta de la forma en que “Taré solicitó a Zimrilim su permiso para ¡atravesar sus territorios!”5 Las sociedades “heterogéneas,” aclaremos, no son el producto de una larga evolución o de condiciones estables; son el resultado de alianzas de los pueblos arrojados de sus tierras o migraciones forzadas en épocas de crisis. Las hordas humanas que conquistaron y ocuparon tanto Egipto como Mesopotamia a inicios del segundo milenio y la ‘Gente del Mar’ y sus parientes que hicieron lo propio en el siglo IV a.C. eran precisamente hordas heterogéneas. Abraham tiene lazos familiares cercanos con la gran civilización contemporánea de los Hurritas, pero lo que coloca el sello de auténtico heroísmo en sus hechos, de acuerdo con Gordon, es primero que nada, el auténtico carácter de saga de la narrativa bíblica. Ciertas cosas en esa narrativa, como el matrimonio y las contiendas entre hermanos, solo se encuentran en la literatura y época heroicas. “Así como las costumbres sociales presentes en la narrativa tienen paralelo en los Textos Nuzu, los adornos literarios de la narrativa clara y frecuentemente en las leyendas… de Ugarit.”6 Los Textos Nuzu refieren tener un antecedente Hurrita, en tanto que los textos de Ugarit, aunque de naturaleza ritual y litúrgica, están llenos de auténtico material épico. Por tanto, en la historia de Baal ‘ugarítica’ hallamos que el héroe declara apasionadamente: "Si el rey o su representante están investidos con la soberanía de toda la tierra, no le serán presentados respetos al dios Mot, ¡ni aun saludos!"7 Esta es la vieja historia del gran señor que se rehúsa a presentar sus respetos a otro gran señor para que no parezca un acto de sumisión. Mientras tanto la postura de Mot, su enconado rival es clara; “medita para sus adentros: ‘yo soy el único que gobierna por encima de los dioses, sí, sojuzgo a dioses y hombres e incluso domino a las multitudes de la tierra’”8 A esta declaración le sigue un fútil intento por apoderarse del trono de Baal. En términos amenazantes, el mundo es obligado a rendirse ante Mot: “a los pies de Mot inclínense y arrodíllense; ¡póstrense y hónrenlo!” Mot tiene un magnífico trono de oro hecho para él, así como un tazón de oro, objetos cuya descripción es semejante a la de los que han sido desenterrados en Tepe Garra, de acuerdo con Gordon, y que se remontan a mediados del cuarto milenio antes de Cristo; cerca de la época jaredita.9 A continuación se menciona un castigo contra el héroe por haber golpeado a “Lotán, la serpiente enroscada, destruyó la serpiente retorcida, maldita una de sus siete cabezas.”10 Una vez más esto nos trae a la mente los innumerables sellos mesopotámicos arcaicos que muestran al héroe luchando en contra de una serpiente flamígera. ¿Sería esto el origen de la leyenda de Hidra, la serpiente de siete cabezas que se multiplicaban tan pronto como eran cortadas? La única reflexión sugerida aquí, es el intento de eliminar a las alimañas que abundan. A los pioneros les parecía que cada langosta que mataban se convertía en otras siete. Cada vez que uno se sumerge en las epopeyas más antiguas inevitablemente observa la misma clara y vívida alusión a una gran plaga de serpientes, de las que el libro de Eter nos ofrece la mejor y más completa descripción.
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A continuación nuestra epopeya de Baal reporta una gran asamblea de los dioses en Hmry, que Gordon ubica como el monte Hermón.11 Esta asamblea se menciona a menudo en los escritos judíos apócrifos como la asamblea de los caídos que tiene lugar en el monte Hermón después del diluvio. En ese relato se nos dice que formaron un orden mundial que imitaba y se oponía al orden establecido por Dios, pero que triunfó al oprimir a la raza humana bajo los pies de su falsa autoridad.12 Estos escritos apócrifos siempre han sido considerados como simples fantasías, invenciones medievales producto de una imaginación oriental desequilibrada, pero fragmentos del Ras Shamra validan ahora su antigüedad. Al final, de acuerdo con el Ras Shamra, todos los dioses finalmente van y se rinden ante Mot, quien es el diablo en el monte Hermón (Hmry), mientras que Aliyan Baal también se somete al altivo y glorioso Mot.13 La rendición es presentada formalmente a través de un mensajero, como en las otras crónicas épicas ya analizadas anteriormente. A la luz de estos nuevos textos épicos hallados, nuestra idea de los orígenes hebreos debe cambiar. “La magnífica estructura crítica articulada con relación al Antiguo Testamento no debe ser hecha a un lado,” escribe Gordon, “pero sus resultados individuales ya no pueden ser aceptados a menos que coincidan con el texto hebreo como ahora lo entendemos a la luz de los paralelos literarios de los precursores paganos y de los contemporáneos de los Hebreos en tierras bíblicas.”14 Si los hombres han pasado por alto la perspectiva presentada en el libro de Eter enteramente, también han pasado por alto la perspectiva de la narrativa patriarcal presente en la Biblia, ya que ambas fuentes nos remiten al mismo mundo épico De particular interés para los estudiantes de los Jareditas y del entorno épico es la recientemente descubierta inscripción fenicia de Karapete, fechada entre 800 y 725 a.C. la inscripción fue ordenada por el rey Azitawaddu, quien se conduce ‘a la manera de los Asirios,’ aunque su pueblo son los Dananeanos. “Yo restauré a los Dananeanos,” se jacta. “Yo extendí la tierra de la planicie de Adana desde la salida del sol hasta su puesta…pacté paz con todo rey… y construí fortalezas en las fronteras mas remotas, en los lugares en donde había forajidos, jefes de bandas de ladrones que no se han sometido a la casa de Mupshu.” Es la vieja y familiar historia, incluyendo la clasificación de los que se rehusaban a adherirse a Shiz o a Coriántumr como proscritos: A mí, Azitawaddu, me ha complacido ponerlos debajo de mis pies [p. ej., las bandas de bandidos], y construí fortalezas en esos lugares que los Dananeanos habitan…y humillé a los reinos de occidente…los derribé; los arrojé hacia el Este. Establece un centro de operaciones para todas sus conquistas y le da su propio nombre: “construí esta ciudad y le dí por nombre Azitawaddiya, por que Ba’al y Refesh me mandaron construirla…que fuera un puntal para la planicie de Adana y para la casa de Mupshu…así que he construido esta ciudad y la he llamado Azitawaddiya. Entronicé al hijo de Ba’al…e instituí el sacrificio.”15 Nótese que la ciudad no crece gradualmente, sino que es fundada por un gran jefe que le da su nombre, al mas puro estilo jaredita. “Y en esta ciudad habrá grano y vino, y esta gente, cuyos hijos morarán aquí poseerán hatos y rebaños y grano y vino…y serán muy poderosos, y servirán vigorosamente a Azitawaddu y a la casa de Mupshu por el bien de Ba’al y los dioses.”16
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Una exposición más clara del sistema y propósito de la fundación de una ciudad como se explicó en ‘El Mundo de los Jareditas’ no podría ofrecerse.17 Pero lo que evoca un tinte heroico en nuestra inscripción es el nombre mágico de “la casa de Mopshu,” ya que este Mopshu no es mas que el Mopsus que tan frecuentemente aparece en las leyendas griegas que eruditos “científicos” siempre han creído que son mitos sobre la naturaleza. “En nuestro texto,” escribe Gordon, “tenemos evidencia tangible a este héroe de la saga griega quien nació de Manto, la hija de Teiresias y llegó a Cilicia un año antes de la caída de Troya.”18 En el sureste del Asia Menor el legendario Mopsus edificó tres famosas ciudades y aquí, en una tangible inscripción hallamos a uno de sus descendientes construyendo y dedicando otra ciudad; una muy real. La metodología crítica alemana desde hace mucho tiempo dictaminó que la idea de los héroes construyendo ciudades (un tema obvio en el libro de Eter) no era mas que pura fantasía mitológica, ya que las ciudades, como todo lo demás requería el apoyo de la imperante teoría científica de la evolución, que insidiosamente sostiene que todo es producto de un lento y constante desarrollo.19 Pero, regresando a nuestros textos ‘ugaríticos,’ quinientos años más antiguos que los textos griegos, tenemos lo siguiente. En ellos, la corriente del mundo semítico y la del mundo Indo-europeo se cruzan. Los elementos culturales semíticos…incluían un fuerte componente de Mesopotamia. Los elementos indo-europeos incluían los Hititas y especialmente los Minoicos.”20 Desde el día que se escribieron esas palabras y hasta el día de hoy, hemos aprendido que los Minoicos eran nuestros primos, los Griegos. Todas las grandes razas y culturas de la antigüedad parecen aquí estar mezcladas todas juntas en una heroica “época-aglomeración.” Y las figuras del Antiguo Testamento también forman parte de la mezcla: La importancia de la tradición subyacente en la prosa bíblica de la historia hasta el reinado de David, aunque largamente supuesto, esta empezando a tomar una forma concreta. …Ahora somos capaces de ver que una influencia épica (si no una clara etapa épica) subyacente en nuestros registros escritos en prosa ha afectado el contenido de la historia hebrea pre-salomónica. En la redacción de esta historia, Gordon encuentra “una actitud épica distintiva,” que en las historias le otorga prioridad a aquellas cosas que “estarían incluidas en el repertorio épico;” eventos de un atractivo épico que disfrutan de un lugar llamativo en las historias pre-salomónicas.21 Hasta la década de los veintes, todo lo que se conocía de los Hititas era que Abraham tuvo tratos con ellos. Ahora los conocemos como los representantes más antiguos de las lenguas y costumbres Indo-europeas y como un pueblo tan antiguo como egipcios y babilonios. Su sociedad era marcadamente heroica. El rey vivía en un estado de constante migración, durante el verano se entregaba por completo a sus sagrada misión de conquistar y someter al mundo; en invierno iba de ciudad en ciudad en un avance sagrado que era simplemente considerado como un prolongado festival llamado nuntariiashhash.22 El rey era el gobernador del mundo;
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el conquistador siempre victorioso que se movía entre el trueno,23 aunque su oficio se ejercía “entre los Anglosajones y otras tribus Germánicas.”24 Como resultado de esto, la historia hitita comienza con la penosa rivalidad entre dos reyes que habían sido colocados a la cabeza de grupos antagónicos de grandes señores y la subsecuente historia del reino esta cargada de alborotos y rebeliones de parte de los hombres del rey.25 ¡La vieja historia jaredita nuevamente hace su aparición! Los reyes hititas, al igual que los Jareditas, intercambiaban mensajeros y cartas con sus rivales que invitaban al duelo personal y cuyos seguidores intentaban “reclutar.” Entonces el mas grande gobernante hitita escribía a su contraparte hurrita igualmente poderosa: “la gente de Kizzuwatna es rebaño hitita y ha elegido su establo, habiendo desertado de los Hurritas al servicio de mi majestad.”26 Entre los Hititas, “los hombres del rey, llamados la ‘gran familia,’ disfrutaban de privilegios especiales, de los cuales constantemente abusaban.”27 En estas circunstancias, sucedían cosas que nos son familiares: cuando un rey hitita conquistó Babilonia aproximadamente en el año 1600 a.C., su hijo el príncipe heredero encabezó una conspiración en su contra en su tierra natal; el infiel hijo fue desterrado, pero su sucesor inmediato fue asesinado por su cuñado cuando regresaba a casa después de haber encabezado una exitosa campaña bélica. Esto abre la puerta a “un sórdido período de intrigas y asesinatos en el palacio real…que se mantuvo durante algunas generaciones y redujo al reino a una condición de incipiente anarquía.”28 Leemos en una carta de un noble que llegó como fugitivo ante el rey hitita huyendo de la opresión del gran señor Attarissiyas (identificado por Forrer con el héroe griego Atreus). El rey hitita le confirió un ducado en su propia corte y lo rescató de la miseria dándole un lugar en sus propios dominios de la montaña; lugar hasta el que llegó Attarissiyas tras seguir su rastro para atacarlo. ¿Y que hizo nuestro noble para mostrar su agradecimiento a su bienhechor? Unió sus fuerzas a las del terrible Attarissiyas y ¡asaltaron las tierras de su benefactor hitita!29 ¿Qué pudo hacer posible una alianza entre estos hombres? Lazos establecidos mediante matrimonios (todas las grandes dinastías hititas se casaban entre ellos mismos), y ¡juramentos! El juramento es casi una obsesión para los Hititas. Todo vasallo juraba fidelidad eterna a su señor así como su apoyo incondicional en contra de sus enemigos, y cada año el juramento de lealtad eterna era renovado (solo para jugar limpio) mediante el pago de un tributo. Cualquiera que fallaba en cumplir con el juramento y el tributo era llevado al palacio y mantenido dignamente como prisionero ahí, ya que en teoría, a ningún noble se le podía dar muerte, siendo él mismo un ciudadano libre.30 Nadie mas en ese Estado era libre; el resto del pueblo necesariamente consagraba su existencia a servir y apoyar a los nobles. La clase baja estaba ligada a la tierra y no podían contraer matrimonio fuera de la región en que vivían.31 “El Estado hitita era el resultado de una casta exclusiva impuesta sobre la población nativa del país.”32 Leemos de un rey que castigó a un perjuro por haber tomado su espada y haber osado investirlo como agricultor.33 Con príncipes intrigantes por todos lados, las revoluciones estaban a la vuelta de la esquina y el rey era de hecho el líder de un ejército de ocupación. Nos es dicho que el primer rey hitita, después de subyugar toda la tierra, envió a sus hijos “a todas las regiones de la tierra…y gobernaron en la tierra y las grandes ciudades de la tierra les fueron asignadas.”34 El imperio era una red de ciudades fortificadas, esas ciudades de hecho no eran sino permanentes campamentos fortificados en los que el rey hacía reunir a sus vasallos para tomarles juramento antes de iniciar su campaña bélica
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primaveral.35 Cada ciudad controlaba la misma actividad comercial y de negocios del imperio (porque los Hititas fueron grandes hombres de negocios) a través de sus “mensajeros urbanos” y comisionados especiales. Los centros urbanos más importantes tenían un príncipe y un palacio, mismo que servía como templo, fortaleza y “un centro de transmisión y control para el paso de mercancías.”36 Así que, no nos atrevamos a pensar que la civilización hitita era de algún modo “primitiva”: era rica, sofisticada, inquieta, dinámica, brutal, codiciosa, enérgica y de carácter militar; por todo ello, el lector se ve obligado a evocar en su mente a los Jareditas. De varias cartas de los Hititas, aprendemos que sus grandes casas tenían extensas relaciones políticas, económicas y familiares con los señores de Ahhiyawa ubicados al Oeste. Ahora queda perfectamente claro que esos eran nada menos que los Acaeanos mencionados por Homero. Teniendo presente lo anterior, regresemos con Chadwick: dado que Homero establece el criterio con el que otras Eras Heroicas han de ser cuantificadas, carece de relevancia el demostrar que el mundo de Homero es heroico. Ya que estamos tratando con aspectos muy antiguos, no está por demás señalar que en esos pasajes de Homero que se consideran los más arcaicos, estamos ante un mundo con el entorno épico idéntico al de los primeros Egipcios y Sumerios. El Apolo de las primeras escenas de La Ilíada no es el joven brillante de la tradición clásica, sino un terrible guerrero de las estepas, que viene de las lejanas regiones del norte, la tierra de los Hiperboreanos, barriendo como un vendaval la planicie con una lluvia de flechas –“¡y su llegada es como la de la noche misma!” “Escúchame, arco de plata,” grita sus sacerdote a modo de súplica, “tú que viajaste a las regiones de Crisos [uno de sus muchos castillos o templos], y que gobiernas poderosamente en Killa y Tenedos, oh, Sminteus [otro título]: si alguna vez traje ofrendas de paz a tu templo o quemé la grosura de ovejas y vacas en el altar en tus banquetes, concédeme ahora lo que te pido: ¡haz que estos Danaeanos paguen por mis lágrimas con tus flechas!” Por todo el mundo ésta es la típica petición hecha por todo vasallo Hitita o Hurrita a su señor. Y cuando Apolo responde, se oculta a cierta distancia del campamento griego como un cazador indio y desde su indetectable posición arroja flechas al campamento, que aparentemente no provienen de lugar alguno: él es un auténtico verdugo de las planicies. Y así es con el padre de Zeus, Nefelegerites, “el dios del ‘cumulusnimbus,’” quien siempre se mueve entre el trueno. El trueno es el sonido de su carroza, y “todas las deidades supremas de los Griegos tienen una carroza a su disposición.”37 Llega como conquistador y se establece como tirano: “tú eres quien gobierna ahora,” le recuerda Prometeo por medio de su arrogante mensajero, “y como todo nuevo conquistador, piensa vivir despreocupadamente en su nuevo castillo, ¿no has visto ya caer a dos tiranos? Puedo asegurarte que el tercero no solo es el peor de todos, sino que su gobierno será también será el mas breve.”38 Aristóteles menciona que los poetas de la tragedia se concentraron en los hechos de ciertas grandes casas de la Era Heroica porque sus circunstancias eran naturalmente trágicas; eran historias reales, transmitidas por la tradición, sin importar cuán libremente los poetas hayan manejado los detalles.39 Las obras de Esquilo nos muestran el sórdido y voraz choque de voluntades y ambiciones en las grandes familias reinantes después de la conquista. Las atrocidades cometidas en el castillo en la montaña parecen ser morbosamente emocionantes para el resto de nosotros –constituyen la gran materia prima para la literatura. La historia no es
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menos hija de la Era Heroica, y sus escritos han llegado hasta nuestra época concordando estrictamente con la tradición heroica, con “príncipes que actúan y monarcas que observan la creciente escena.” Tiempo después nuestros amigos pasaron una noche conversando con el profesor Sindh y escucharon sobre la sociedad prehistórica de esos invasores indo-iraníes que siguieron a sus primos al Asia Central y se esparcieron ampliamente con suma rapidez aproximadamente en el año 2000 a.C. Los Yasht son los libros antiquísimos que describen su modo de vida; el que se acostumbraba al principio del tiempo: “los yasht están saturados con el espíritu de las tradiciones de caballería”; en ellos “nos encontramos inmersos en la era épica de los antiguos Iraníes.”40 Ahí está el rey a la cabeza de su victoriosa horda de emigrantes, mata a la gran serpiente y encuentra agua. Su real sucesor es el “jefe perfecto: su rostro es el de aquel que mira por encima de las siete Karshvares de la tierra; el mas veloz de todos, el mas liberal de los liberales, el mas fuerte de todos, jefe de jefes, proveedor, magnánimo y protector.”41 Al igual que Mitra, es el “rey, gobernante e inspector en jefe del mundo entero.”42 Es el “dios amo de los diez mil espías, poderoso, omnisciente, infalible” que transita en su carroza rodante.43 Era el pastor en jefe y el cazador en jefe del reino y todo aquel que no lo desafíe debe necesariamente someterse a él.44 Incluso sus parientes, los grandes nobles, siempre estaban tramando la forma de arrebatarle el trono; incluso en una ocasión Ciro reclutó a los enemigos del rey Cyaxares, quien gritó: “ahora eres grande y glorioso ¡gracias a mis enemigos! Preferiría seguir el camino de toda la tierra que parecer débil…pero tú estás ahora encumbrado y mis propios seguidores me han dado la espalda.”45 Hasta Mazda, el héroe divino, “tomó de Daevas riqueza y provisiones, rebaños y manadas, poder y gloria. Entonces Mitra arrebató esa gloria…la segunda ocasión que la gloria salió de Yim…entonces…Treatona tomó esa gloria… quien mató a la serpiente Srvara."46 "De quien yo tomara, sin su consentimiento, la horrible soberanía," grita Mitra, “. . . quien siente morir. . . quien ordena el castigo. . .y su orden es obedecida en el acto."47 El es "el señor de los amplios pastos. . . fuerte, despierto y siempre alerta; a quien los jefes de las naciones ofrecen sacrificios, siempre que va al campo, contra las hordas hostiles. . .a manera de un viento embravecido."48 Todos sus adherentes están ligados a él mediante terribles juramentos, y cualquiera que quebrante el juramento pierde sus ojos y oídos y “Mitra envía rodando las cabezas de aquellos que le fueron infieles y destruye sus casas.”49 Se recordará que los Jareditas se juramentaban por su cabeza. Incluso si un rey pasaba por alto una afrenta a su honor o un desacato a su autoridad, tal circunstancia sería interpretada como una confesión de debilidad y absolvería a sus partidarios de su juramento de lealtad si es que éstos decidían unirse a su adversario.50 Por lo tanto, la cuestión importante para un rey era concertar una confrontación única con sus enemigos. Pero antes de atacar a cualquiera de ellos, el rey debía enviar un mensaje formal invitándolo a someterse a Mazda y convertirse en su súbdito.51 La corte persa, con el gran trono dispuesto en su centro, fue hábilmente copiado en todos sus dramáticos detalles y adoptado como el modelo de las cortes y catedrales europeas.52 De acuerdo con los Iraníes, el primer hombre también fue el primer rey, el asesino de serpientes, seguido inmediatamente por ocho gobernantes que ostentaban el título de kavi y esos, dice Christensen, “eran puramente figuras humanas cuyas hazañas…no tenían en absoluto un carácter mítico.”53 “Esos hombres…son reyes de reinos,” dice el yasht, “ricos en caballos, con grandes tributos, con caballos
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bravíos, poderosos carros, relucientes espadas, ricos en alimentos y en tiendas de provisiones;…tienen casas desarmables, son ricos en ganado,…tienen mujeres que los esperan,…tienen hijas…de juncal talle, de cuerpo armónico, de manos con largos y hermosos dedos,…y reservas de plata y oro traído de distantes regiones, así como ropas de hechura exquisita.”54 En el castillo, “donde tanto hombres como ganado estaban a salvo, hay un gran banquete y generosas porciones para todos.”55 Este bagaje de caballería, ancestros culturales y espirituales de los caballeros de Europa, fueron la forma usual de “despotismo templado por los destronamientos y los asesinatos.”56 Esos son solo algunos de los puntos mas notables de la civilización Indo-europea, pero suficientes para indicar que sin excepción son la regla general de un trasfondo épico. Recientemente se ha mencionado que las primeras olas de emigrantes que llegaron a Egipto hablaban lenguas semíticas, que habrían sido habladas ahí sin interrupción hasta nuestros días.57 Los Amoritas, Cananitas, Fenicios, Hebreos, Babilonios y Asirios hablaban lenguas semíticas y esto ha sido tomado como referente para indicar una tierra natal común de todos ellos en la “cuna árabe.” Los eruditos han sostenido durante mucho tiempo que hay dos fuentes o centros principales de migración en el mundo antiguo, dos áreas de las que, de cuando en cuando, oleadas de invasores se han movido en todas direcciones hasta inundar las áreas periféricas revitalizando a las antiguas civilizaciones sedentarias de esas regiones con sangre fresca. Los dos centros en cuestión son Asia central y el Desierto de Arabia. Resulta sumamente significativo que Hrozny considere que la clave para entender las mas antiguas de las migraciones mundiales sea el ya conocido vocablo jaredita kish, cuya distribución tan amplia por el mundo antiguo le indica a este gran filólogo el esparcimiento de la civilización madre en un momento y desde una región en particular, tal vez ubicada en la región centro-occidental de Asia, al Norte o al Este del Mar Caspio o lo que siempre hemos llamado “el país jaredita”58 Ambas regiones son polvorientas cuencas que sostienen una amplia población de pastores, cazadores y agricultores semi-nómadas. En estas condiciones, no es necesario un violento cataclismo de la naturaleza para enviar a esta gente en todas direcciones en una búsqueda desesperada de pastos: bastarían algunos imprevistos años de sequía y la dispersión se pondría en marcha, invadiendo y avasallando las civilizaciones más prósperas y seguras de la periferia. Abraham fue a Egipto porque: “había grano en Egipto,” y la subsistencia marginal para sus hatos y rebaños había desaparecido. Recordemos que Robert Wood fue el primero en advertir un genuino entorno heroico detrás de los escritos de Homero cuando visitó a los beduinos del desierto, que le recordaron también a los patriarcas de Israel. Aquí encontramos la cuna y origen de la cultura heroica; este es un entorno épico permanente, esta gente siempre esta vagando y luchando; son héroes de tiempo completo, expertos y especialistas en las conquistas, tal y como lo demuestra su fenomenal número de victorias.59 Sería difícil decir si los pobladores del Asia Central o los árabes son los mejores exponentes de este juego; en lo que a nosotros concierne lo mas relevante es que constituye el elemento mas esencial en la cultura de los Jareditas y Nefitas, respectivamente. La historia de Roma da inicio, de acuerdo con Livio, con la entrada en escena de una banda de emigrantes, guiados por el héroe Aeneas, “que buscaba un lugar en
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donde establecerse.” En su primera escala, arrojó a los nativos y construyó una ciudad a la que le dio el nombre de su esposa. Sus nietos Rómulo y Remo vivieron de la caza, el robo y el abigeato y el hecho de haber sido amamantados por una loba es el resultado de haberse escondido en el bosque para escapar de las manos de un gran señor y familiar que había determinado mantener el gobierno del lado de su rama familiar. Formaron una banda de ladrones, no una comunidad de piadosos agricultores, y después de matar a su hermano, Rómulo fundó una ciudad a la que dio su propio nombre y que con el tiempo llegaría a ser un santuario y un centro de dominio. Todo esto, dice Livio, se logró simplemente siguiendo las costumbres de otros héroes pastoriles y cuatreros –todos ellos forajidos y aventureros.60 Ancus Martius, el tercer rey de Roma, capturó la ciudad de los Latinos y transplantó en ella “a toda la multitud Romana,” al mas puro estilo asiático, retomando el pastoreo y la agricultura en sus tierras. Exactamente en el centro de su nueva ciudad y con vista al foro, construyó lúgubre castillo, “una mazmorra para desalentar cualquier inconformidad creciente.”61 De ahí en adelante, Roma evoca un mundo de cárceles, y la historia de los reyes es típicamente heroica y completamente llena de abominaciones. Peleando de la manera más formal y caballerosa, los ganadores se apropiaban del ganado de los perdedores. En ocasiones un gran señor, acompañado por un enorme ejército de sirvientes iba de un campamento a otro y recibía títulos nobiliarios y tierras.62 Cuando una familia quebrantaba su juramento a Roma, sus príncipes eran decapitados, los muros de su propiedad derribados y sus tierras eran puestas en venta.63 Los reyes solían distribuir todo el botín entre sus partidarios como recompensa por sus fieles servicios.64 En tiempos de Sulla, de acuerdo con Sallust, las grandes casas “en su totalidad empezaron traicionarse, saquearse entre ellas mismas y a codiciar las tierras y riquezas de los de su misma clase…toda clase de parricidios, sacrilegio y porque no decirlo”65 cuando, por ejemplo, un gran señor hizo que sus sirvientes bebieran sangre para pactar mediante juramentos terribles que serían fieles copartícipes de sus crímenes.66 Con el correr del tiempo y la formación del imperio, leemos que el emperador “arrojará su jabalina hacia las estrellas y su curso seguirá el camino del sol…impondrá la paz, será magnánimo con quienes se sometan y le hará la guerra a todo aquel que permanezca altivo e insolente –¡ese es el emperador!”67 ¡Pareciera que el primer faraón es quien habla!
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Capítulo 5 Nuestro propio Pueblo De todas las culturas épicas1 que nuestros tres amigos analizaron en sus largas diatribas, las más notables e interesantes eran aquellas que tenían que ver con nuestros propios ancestros. Evidentemente, sus anales no se remontan al tercer o cuarto milenio antes de Cristo; aunque están estrechamente relacionados racial y lingüísticamente a gente cuyos registros sí poseen tal antigüedad; por ejemplo, los Hititas y los Hurritas parecen estar muy estrechamente relacionados con los Celtas, cuya literatura épica y su civilización auténticamente heroica han sido examinadas por Chadwick con gran detenimiento. Sin embargo, ese erudito esta interesado solamente en ofrecernos la evidencia encontrada en los escritos celtas; mil años antes los escritores clásicos describen la misma cultura heroica celta en términos mucho más claros y objetivos. Uno solo necesita recordar los alguna vez familiares retratos de las guerras Galias de César: en ellas encontramos a grandes naciones; heraldos de grandes casas constantemente yendo y viniendo con proposiciones y retos; las traiciones, conspiraciones, coaliciones y conjuros eran la orden del día; impresionantes hordas de seres humanos con sus utensilios y armas amontonadas en carretas de madera atraviesan las montañas e inundan las planicies. En opinión de los escritores clásicos, los Celtas son gente que esta moviéndose constantemente en sus carretas decoradas. En tiempos prehistóricos, el latín tomó prestado de los Celtas un vocabulario “relacionado mayormente con las siguientes categorías semánticas: cabalgar, conducir,…guerra,…vestido,…” y jerarquía social; vocablos romanos sinónimos de siervo, y nuestro propio vocablo, embajador (del alemán Amt: oficio u oficial) son accesorios prestados de los Celtas.2 Se trataba estrictamente de un vocabulario heroico. El mas grande de los héroes celtas, el Rey Arturo, construyó su cuerpo de caballeros mediante regalos y recompensas, y “era tan generoso en sus obsequios…que empezaron a escasear las cosas que distribuía entre la enorme cantidad de caballeros que se presentaban.”3 Al menos un siglo antes del rey Arturo, un escritor clásico narra el antiguo relato de la forma en que un héroe viajó entre todas las tribus de Gaul dando regalos tan espléndidos que la gente seguía su carreta por todos lados y lo eligieron rey de las tribus.4 Debido a que la generosidad debía unirse con la destreza guerrera y la sangre de noble para que surgieran reyes, no es una sorpresa que los ciclos mitológicos celtas estén llenos de horribles actos sangrientos y de intriga entre las grandes casas. El aspecto más interesante de esos ciclos es la forma en que cada gran casa o nación es completamente exterminada –con la excepción de un solo sobreviviente– por la siguiente casa o nación dominante y así sucesivamente. Uno de estos sobrevivientes deambuló por el mundo durante cincuenta años, viviendo de recuerdos, como en un febril sueño.5 Esas guerras de exterminio se llevaron a cabo con formalidad ritual.
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Por lo tanto, cuando el Tuatha De Danaan se rehusó dividir a Irlanda en dos partes con el Fir Bolg, su paladín retó formalmente al mas fuerte de los del Fir Bolg a enfrentarse en combate cara a cara mientras ambos ejércitos se encontraban en Mag Tured y acordaron una tregua de cien días para preparar la batalla. Para la batalla “se acordó…que no habría una confrontación general, sino que ¡una cantidad de guerreros determinada de ambos bandos irían y lucharían diariamente!”6 Entre los Celtas encontramos la historia de dos hermanos que luchan en un duelo a muerte y en el que el vencedor se convierte en el único gobernante de la tierra. El rey-héroe de los Celtas es una curiosa mezcla de crueldad y paternalismo.7 Un buen rey “haría lo que lo que los hombres de Byrgwin acostumbraban,…ofrecer comida y bebida a todo aquel que viniera,” mientras que un rey malo “recorre Irlanda, demandando las esposas y tesoros de sus súbditos,” a quien se ha pactado honrar ya que, al igual que los caballeros del rey Arturo, se ha hecho juramento ante el rey.8 Tenemos el cuadro descrito de Joinville de San Luis que, como rey, iba de un lugar a otro en una avanzada real y se sentaba al pie de un roble, en ese momento cualquiera podía acercarse para solicitarle que corrigiera injusticias y castigara al malvado.9 Al igual que en otras sociedades épicas, la reina era independiente y tenía su propio palacio, así como sus propias citas y acuerdos, exactamente igual que el rey.10 En numerosas leyendas que cuentan como sucesivas oleadas de invasores llegaron a las islas, los invasores siempre son descritos como provenientes de la Gran Planicie del Este, la Tierra de los Vivos e imponían opresivos tributos a los habitantes de la tierra –los descendientes de los invasores anteriores, demandando un tributo de todo cuanto poseían incluyendo niños que debía pagarse en la noche del banquete de Samhain: dos terceras partes de todos sus productos debían llevarse anualmente a Mag Cetne, el gran templo ubicado exactamente en el centro de la tierra.11 El rey concedía que se consideraran como refugio los caminos . . . que conducían a ciudades y templos, y en especial lo que conducían a su real persona, como en Persia.12 En la leyenda, el feudo real es descrito como una grande y fabulosa torre que esta en contacto con el otro mundo.13 El gran Merlín describe la forma en que se apoderan de la tierra en términos que bien podrían haber sido tomados de los Textos de la Pirámide, cuando dice que “con el favor del dios del trueno…los asentamientos de los bendecidos serán…renovados en todas las tierras,…y los pastores serán ubicados en lugares convenientes.”14 Todo parece señalar a las epopeyas egipcias o babilonias, y en efecto, los eruditos desde hace mucho y con frecuencia han señalado las asombrosas similitudes entre la literatura épica celta, especialmente la saga Grail, y los rituales y leyendas babilonias y egipcias.15 ¿Qué persona cuando era niño no se colocó entre dos espejos y vio su imagen repetirse con perfecta precisión pero al mismo tiempo disminuir su brillo hasta perderse entre las verdes y misteriosas profundidades en donde “nada es lo que parece”? La cualidad siniestra y perturbadora de tal experiencia es lo más cercano que se puede experimentar al leer las epopeyas germánicas y los relatos nórdicos. La mayoría de las sagas del norte deben interpretarse en un número de diferentes niveles de tiempo en uno solo. Los juglares de lo que los Germanos llaman la “alta”
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Edad Media, viven en un completamente auténtico mundo heroico de cortes y campamentos, cantando las hazañas de Ricardo y Taillefer; tiempos de romanticismo que se han ido. Pero Taifeller, al mando de una cargada en Hastings, “en alta voz animaba a sus compatriotas con cantos de elogio a Carlomagno y a Rolando.”16 Carlomagno y Rolando a su vez, como los héroes de las historias que les sucedieron, habían escuchado los relatos heroicos, pero no los de su propia época, sino los de una totalmente diferente época de migración efectuada 500 años antes. Pero la tradición heroica germana no empieza con Atila y Ermanrich, ya que existe evidencia de una tradición heroica Frakish mas antigua, y una tradición Gótica antes de ésta, mientras que la mas antigua de las sagas escandinavas enfáticamente evoca en todos sus detalles ¡a Troya!17 En todo momento nuestros ancestros del Norte se han encontrado a sí mismos viviendo envueltos en condiciones heroicas de migración y agitación mundial, se han encargado de revivir una auténtica literatura heroica, pero siempre han tomado como tema, no las hazañas de su propia época, sino las de un período migratorio anterior. Sin embargo, los cantos heroicos de esos tiempos se remontan a otras migraciones anteriores y así sucesivamente. De ahí la confusa impresión de repetición y duplicidad, así como la sensación de estar perdido en un laberinto del tiempo o, como lo habíamos mencionado, en una sala de espejos. Regresemos a los textos nórdicos más antiguos, por ejemplo Edda, escrito en prosa y echémosle un vistazo a Othinn, el gran prototipo de los primeros reyes.18 Othinn llega con la tormenta, especialmente en medio de un viento terrible, y sin importar si es una lanza o una jabalina lo que sostiene en su mano, inmediatamente se dedica a la destrucción; él es Einherja –el gran destructor; es Sig-fadhir, siempre victorioso y que habiendo subyugado la tierra construye su castillo, Sigtun, la fortaleza victoriosa en donde puede sentarse en una torre elevada sobre su elevado trono, el Hlithskialf, y a través de una ventana especial observa todo lo que sucede en la tierra. Al menor signo de inconformidad, sus flechas son las encargadas de vencer la oposición más distante en unos instantes. Su reinado fue obtenido por la fuerza y por la fuerza se mantendrá, como Loki les recordó en una ocasión a los dioses cuando en sus copas en un gran banquete los desafió tachándolos a todos de usurpadores e invasores. En la leyenda Othinn es el Cazador Salvaje que dirige las terribles hordas a través del cielo. Los campesinos le temen como guerrero y nómada de la tierra;20 en ocasiones viaja disfrazado para espiar la tierra con un impermeable y un sombrero, un báculo y un parche en el ojo –ya que literalmente ha ofrecido su ojo derecho a cambio de conocimiento y poder. Como dios de runes él trae anales consigo, magia, conocimiento oculto y un gobierno autocrático. “Hay algo peligroso y siniestro” en él, se nos dice, que sugiere que se trata de un “osado aventurero autocrático.” La gente no lo quiere: él es su padre y su gobernante, pero justamente los mismos que le temen –“también temen su superioridad intelectual y su aristocrática osadía.” Ningún juramento o súplica popular de las muchas que han sobrevivido esta dedicada a él: la gente común le teme y lo evita.21
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Cuando Othinn llega a invadir la tierra, encuentra que Thor, Frey y Njord ya la han ocupado: ellos la invadieron antes y se han establecido para convertirse en residentes y dioses populares. Pero un examen más minucioso ha mostrado que en su momento ellos también hicieron todo lo que Othinn esta haciendo. Tyr, por ejemplo, se remonta al tiempo de la expansión Indo-europea al menos mil años antes de la época de Othinn. Como Zio, él es idéntico a Zeus como director de las guerras. Su símbolo, al igual que el de Othinn, era la lanza, que condujo a los emigrantes prehistóricos de la misma forma en la que la vara de Moisés guiara una vez a los hijos de Israel.22 La fascinante y aterradora figura de Othinn, que nos recuerda tan fuertemente a los reyes prehistóricos de Egipto y Babilonia de los que se ha hablado tanto, no es, sin embargo, una invención de una imaginación calenturienta. De hecho hubo tales hombres y uno de ellos fue Atila el Huno, el héroe de la mitad de las epopeyas germánicas y el villano de la otra mitad. Para los Francos, Atila es un peligroso tirano, “de la mejor cepa ‘asiática,’” mientras que para los Bávaros y los Ostrogodos es el modelo del benevolente protector.”23 Las epopeyas germanas más antiguas se remontan a la época en que Atila “tomaba a los hijos de los príncipes de las tierras y los mantenía como rehenes en su corte, de la que siempre intentaban escapar.”24 Este tema novelesco era más que imaginación de los poetas: el embajador romano Pricus que visitó la corte de Atila tenía mucho que decir sobre estos rehenes. Con relación a las sangrientas y sórdidas circunstancias entre las casas reinantes, Schneider dice, “no hay nada ficticio en la descripción de estas iniquidades; ofrecen una absolutamente convincente impresión de haber sido de hecho experimentadas…la tiranía asiática es real.” Y otro erudito escribe: “creemos que los eventos de la era épica frecuentemente expresan una trágica perspectiva de la vida. Mucha sangre valiosa fue derramada, valientes naciones desaparecieron sin dejar rastro después de realizar portentosas hazañas, los fundamentos de los grandes imperios colapsaron, lo virtuoso pereció y la vileza se alzó triunfante.” Hasta la fabulosa historia de Sigifredo y Brunilda, se nos dice, podría provenir de una típica crónica Merovingia en la que los odios mortales entre las damas de la realeza, el asesinato de los vasallos de esas damas, las traicioneras emboscadas perpetradas durante las cacerías y cosas por el estilo, están tan ricamente atestiguadas.” No se trata de historia, en efecto, pero se trata de “un retrato del auténtico mundo contemporáneo de los Francos.”25 Y si vamos de regreso a los escritos de Tácito, aun encontramos esos elementos: las pugnas entre las grandes casa por los feudos sin heredero, los banquetes desenfrenados, la lucha, el juego y los juramentos sangrientos. Debido a que el autor ha leído sagas al menos una vez a la semana durante treinta años, se siente profundamente tentado a explotar la inmensidad de esta área negligentemente atendida. Sin embargo, desde que con el progreso de la educación las revistas de historietas han reemplazado al resto de los libros, debemos contentarnos con presentar el mundo épico de al menos una saga representativa. Hablamos de la Thithriks-saga af Bern, una gigantesca obra y “un gran almacén de leyendas germánicas, redactada en un nuevo estilo literario similar al del
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romanticismo francés, pero que registra antiguas tradiciones.” El gran héroe de esta saga, como podríamos esperar, no es Teodorico el Godo, sino Atila. Y es el Atila históricamente auténtico. En la saga Thithriks, Europa es descrita como un apéndice de Asia –y es exactamente como Jordano, un Godo que atestiguó los eventos de la época, la describe.27 Atila establece su stah, o centro de operaciones, en Susam y ahí recibe un flujo constante de embajadas de toda la tierra, mientras que, por otra parte, envía a sus mensajeros al extranjero para que proclamen y ejecuten su voluntad.28 Pricus, que de hecho visitó la corte de Atila en las estepas, la describe como una ciudad de tiendas y madera, dominada por la enorme empalizada y los edificios del palacio central –todo edificado de madera.29 Nuestra saga30 continúa reportándonos que los grandes castillos de esa época eran de madera. En la economía real, la cantidad de objetos que cambian de manos bajo la forma de obsequios es enorme: adquiridos a través de enormes asaltos a las poblaciones –destacando el abigeato.31 Atila es el prototipo de la generosidad, pero tiene sus razones: “para ganar la lealtad de un hombre debía proveerle vestido, armas y un caballo.”32 “Tomó la riqueza y el ganado de sus enemigos y la repartió entre sus amigos”33 es una fórmula que fue tomada directamente del Avesta. En agradecimiento sus amigos fueron ligados a él mediante terribles juramentos.34 Anteriormente un caballero podía “cabalgar,” es decir, podía ir libremente en pos de la aventura; recibía una anuencia real después de haber explicado primeramente y con exactitud a dónde y que iba a hacer; al regresar, su deber inmediato era ir lo mas pronto posible la castillo real y reportarse.35 Los obsequios recibidos eran proporcionales al valor de los servicios prestados y podían incluso incluir el clásico ofrecimiento de la mano de la hija del rey con la mitad del reino como dote.36 En la saga Thithriks, los admiradores de Atila admiten abiertamente que su intención era conquistar el mundo;38 Atila cultivó vigorosamente el mito de que nadie podía hacerle frente39 y para paralizar toda oposición practicaba una deliberada política de Schrecklichkeit,[terror] con sus rivales.40 Cuando decidía encabezar una expedición, llamaba a todos sus partidarios y adherentes desde una torre de madera, exactamente de la misma forma en la que los emperadores Romanos y los reyes Hititas solían hacerlo. Los estudiantes del Libro de Mormón evocarán instantáneamente sendos paralelos Jareditas y Nefitas. La conquista no era desordenada, sino planeada y sistemática, siguiendo celosamente el procedimiento atribuido a Othinn en Edda: en toda región recientemente ocupada era establecido un stah o centro de operaciones, se construía un castillo y quedaba a cargo un pariente de confianza del rey, generalmente uno de sus hijos. La saga establece con claridad que esos héroes no hacían distinción entre la cacería y la guerra; y cuando no estaban ocupados en una u otra cosa, se la pasaban entretenidos en sus interminables veitzla; los banquetes que se ofrecían recíprocamente en sus castillos.41 Todos los nobles de Europa y Asia estaban invitados al gran veiztla de Ermanrich, evento en el que solía obsequiar vestidos finos de oro y púrpura, anillos, oro y otros tesoros, exactamente como actuó el emperador Justiniano para entretener a los jefes Hunitas mientras se esforzaba al máximo para adoptar sus costumbres de acuerdo con la versión de un testigo ocular.42
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De los reyes en general, la saga nos menciona que debían ser ricos en ganado, buenos jinetes y repartidores generosos de riquezas.43 Para conseguir esto último, un rey necesariamente era astuto y codicioso.44 Los grandes jefes eran por derecho propio grandes comerciantes y hombres de negocios –virtud que no en pequeño grado era el responsable de su poder. El mercado o torg disfrutaba de su especial protección,45 siendo especialmente importante la feria del caballo;46 y en la saga podemos observar a las caravanas de mercaderes moviéndose entre Europa y Asia exactamente de la misma manera en que lo habían hecho durante las épocas heroicas mas antiguas.47 La actividad apropiada de un rey es asaltar e invadir las tierras de otros reyes, tomar tantos borgir (castillos, fuertes, etc.) como sea posible,48 y regresar con multitud de ganado.49 Las novias eran compradas con cabezas de ganado, como en las crónicas de Homero, y rechazar una oferta matrimonial era un insulto fatal: “si no das a tu hija a Atila por esposa,” dice su mensajero al gran rey, “arrasará tus dominios.”50 Cuando Osantrix se convenció de que Atila iba en pos de la conquista del mundo, “reunió en su contra a toda la gente de su reino y nadie pudo hacerles frente a dondequiera que iban."51 Debido a que los dos reyes estaban determinados a enfrentar una guerra de exterminio al mas puro estilo jaredita, sus asuntos fueron regulados con gran formalidad: las cartas apropiadas de desafío fueron debidamente intercambiadas y los preparativos de los dos ejércitos fueron llevados a cabo con ritual decoro.52 Cuando los ejércitos se encontraron frente a frente, ambos reyes colocaron sus landtiolds o pabellones reales uno frente al otro a manera de un reto lanzado a su enemigo.53 Estos combates mano a mano entre los reyes eran comunes y las reglas de caballería eran escrupulosamente observadas, como por ejemplo, “no atacar por debajo del escudo.” Los héroes lucharían durante todo el día hasta la caída de la noche, entonces se retirarían a sus tiendas para descansar durante la noche y reanudarían el combate a la mañana siguiente.54 En cierta ocasión, los reyes estaban tan resueltos a terminar la lucha que ésta se prolongó incluso durante la noche hasta que ambos cayeron desmayados por la pérdida de sangre.55 El rey que era vencido en uno de estos combates era, o bien decapitado por el vencedor, o caía a sus pies invocando horribles juramentos de sumisión.56 Un tributo regular de ganado era exigido por el vencedor.57 Como en otras culturas heroicas, es muy importante para un noble “que todos los hombres escuchen su nombre.”58 Se debe hablar de él en las grandes casas y debe ser conocido en todo lugar en el que se detenga para pasar la noche, recibir la hospitalidad de los de su propia clase, familia y orden después del consabido intercambio de credenciales.59 El caballero viajaba con su escudo de armas e insignias de la nobleza a la vista, para que pudiera ser reconocido por un amigo o un enemigo a la distancia.60 Vestían a la usanza asiática, los pantalones y la armadura inventada por los jinetes de las estepas.61 Los castillos en la saga son los mas interesantes: son grandes estructuras de madera62 empleadas principalmente como lugares de refugio – refugios nocturnos y retenes militares.63 El castillo era una necesidad en un mundo atestado por bandas de ladrones, forajidos solitarios y aventureros;64 incluso eran
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en gran parte responsables de la existencia de este tipo de gente, ya que su propósito primario era servir como cuarteles para la explotación tanto de agricultores como de comerciantes.65 En la saga Thithriks, las grandes casas como las de los reyes, siempre estaban tratando de reclutar seguidores disputándoselos entre sí.66 El mutuo saqueo e incendio de castillos, como en Froissart, viene siendo casi una formalidad.67 Poner a un rival en fuga e incluso respetar su vida mediante el convincente recurso de la mutilación era algo común,68 así como la costumbre de señores rivales de mantener al otro “en cadenas”69 después de haber logrado el control del rival mediante alguna ingeniosa estratagema como un gesto de hospitalidad.70 Ocasionalmente algún aventurero, habiendo sido desposeído de su castillo o siendo demasiado pobre para construirse uno, buscaba alguna región agreste, alguna extensión boscosa en donde poder reunir a sus seguidores para efectuar una serie de incursiones que le reditúen la edificación de un estado de fuerza.71 En batalla y cuando reunía o recuperaba sus fuerzas de ataque, el jefe ondeaba su bandera.72 Todo vasallo juraba no regresar de la batalla hasta que el rey en persona lo hiciera: el rey debía ser de acuerdo con las reglas del juego, el último en morir.73 Y debido a las mismas reglas, el oponente adecuado tenía que ser un rey rival quien, como se ha visto, lanzaría un reto para realizar un combate personal. La saga Thithriks se publicó por primera vez en 1853. No se ha publicado alguna traducción al inglés y hasta donde sabemos, nunca se ha traducido a ningún otro idioma.
El libro de Eter como Epopeya “¡Así que regresamos con los Jareditas!” gritó Justino una noche un año después de que los tres amigos habían iniciado sus disertaciones. “Ha sido un viaje muy interesante,” admitió el profesor F., “pero me pregunto si era realmente necesario ir tan lejos. Analizar veintidós epopeyas es un trabajo extenuante.” “Me parece que era necesario,” dijo el profesor Schwulst amablemente. “Cuando estamos tratando con eventos matemáticamente incuantificables, es difícil saber en qué punto podemos decir que algo ha sido demostrado. La única manera en que podemos estar seguros es sobrepasando las probabilidades.” “E incluso algo mas que eso,” agregó Justino. “¿Quién, por ejemplo autorizó a Chadwick o a alguien mas para decidir justamente los elementos que deberían considerarse como evidencia auténtica de la poesía épica? ¿Cómo sabemos que en su lista no hay más que sus propias ideas? Solo podemos averiguarlo leyendo las epopeyas nosotros mismos. Cada una es como un ente y no se fragmentan arbitrariamente en asuntos colaterales. Más importante que cualquier revisión estadística de temas recurrentes es la impresión de que cada epopeya engloba un todo. Y esa impresión solo puede experimentarse si se lee cada obra de principio a fin.”
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“Planteado de esa forma, parece como si tu herramienta mas poderosa para demostrar la autenticidad del libro de Eter es una que nadie puede usar” apuntó el profesor F. con una sonrisa. “Bueno, casi nadie,” reconoció Justino. “Pero dado que nosotros tres hemos ido tan lejos ¿puedo pedirles como nuestra última tarea que leamos nuevamente el libro de Eter una vez mas –no como epopeya, porque ha sido despojado de su forma épica, sino como un rico depósito de material épico?” “¿Qué quieres decir con ‘despojado de su forma épica’?” dijo el profesor F. Moroni, nuestro editor, admite el daño ocasionado,” respondió Justino; “él dice que los hombres de su época eran notoriamente carentes de las peculiares dotes literarias que poseían aquellos que escribieron el libro de Eter original: ‘he aquí, no nos has hecho fuertes en escribir, como al hermano de Jared;’ nos confiesa, ‘porque le concediste que las cosas que él escribiera fuesen tan potentes como tú lo eres, al grado de dominar al hombre al leerlas’ (Et. 12:24). Sin embargo, esto no solo se aplica para el caso de estos dos hombres, sino también al legado de ambas civilizaciones: ‘…Señor, nos has hechos fuertes en palabras por la fe, pero no nos has hecho fuertes para escribir; porque concediste que todos los de este pueblo pudiesen declarar mucho,…y tú has hecho que no podamos escribir sino poco,…así que, cuando escribimos, vemos nuestra debilidad, y tropezamos al colocar nuestras palabras’” (Et. 12:23-25). Como Matthew Arnold ha demostrado en su extraordinario ensayo sobre la traducción de los textos de Homero (la obra mas grande de crítica literaria en inglés, de acuerdo con Housman), el aspecto mas excepcional de una auténtica epopeya es la forma en que sobrepasa a otros géneros literarios en fuerza y franqueza; la fuerza e impacto peculiares que caracterizan a una epopeya genuina son imposibles de imitar o traducir. Solo un entorno épico genuino puede producirlos. Cualquier otro escrito en comparación resulta pálido, tortuoso, laborioso e inefectivo. Al realizar la edición del libro de Eter, Moroni está profundamente consciente de su incapacidad para hacerle justicia, en términos literarios, al registro que tiene ante sus ojos. Es una tarea imposible, nos dice, y tiene razón al decirlo. Con abierta franqueza nos dice que el libro de Eter original es un tipo de composición literaria desconocida para los Nefitas, “quienes, al igual que nosotros, obviamente carecían de auténtica literatura épica.” “¿Por qué dices literatura épica ‘auténtica’?” preguntó el profesor F. “Porque se han encontrado falsificaciones,” declaró el prof. Schwulst. “Recordemos que escritores sagaces de todas las épocas se han esforzado al máximo intentado producir poesía épica. Dado que siempre se pensó que esa poesía era simplemente el producto de genios de la pluma, no habría razón alguna para suponer que genios con la determinación suficiente no pudieran producir un relato épico. De modo que Virgilio, Dante, Camoens, Longfellow, Apollonius Rhodius, Tegner, Tennyson y Milton, por mencionar solo a algunos, consumieron barriles enteros de aceite en sus lámparas para producir lo que ingenuamente pensaban que era auténtica poesía épica: no importa cuán grande sea el poeta o cuán majestuoso sea el verso; la artificialidad de su trabajo aparece instantáneamente. Hay algo completamente falto
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de sustancia en todo caso, pero hasta nuestros propios días nadie sabía qué era. Simplemente es el hecho de que las epopeyas genuinas dicen la verdad. Podemos agradecer a Milman Parry por haber demostrado que ‘una epopeya auténtica solo puede ser producto de un entorno épico genuino.’” “En otras palabras,” concluyó Justino, “la literatura épica no puede ser falsificada.” “Quizá con lo que actualmente conocemos sobre el entorno épico se puedan realizar mejores trabajos de investigación. No debería ser demasiado difícil ahora, ya que en el caso de las grandes epopeyas ‘literarias’ no se limitaría simplemente a seguir el rastro en sus detalles épicos y a verificar la autenticidad del lenguaje épico; las epopeyas, cada una de ellas, son increíblemente complejas, toscas y difíciles de manejar –así de pueriles. Son poemas grandiosos, pero como fieles retratos de los mundos que representan, son comúnmente malinterpretados. El mejor exponente de los escritores cuasi-épicos era Sir Walter Scott ¿y quién ahora ignora que sus obras están saturadas de imprecisiones? La razón de este fatal defecto presente en todas sus obras estriba en que ninguno de esos grandes escritores estaba consciente de la fundamental diferencia entre una epopeya genuina y cualquier otro tipo de escritos; una epopeya auténtica describe un mundo real, mientras que lo segundo insiste en describir mundos imaginarios.” “Inclusive,” dijo el profesor F., “el autor del Libro de Mormón parece estar consciente de esa diferencia –debe haberlo estado para hacer que Moroni diga las cosas que dijo.” “Y ya que Moroni se había tomado la libertad de cambiar la forma y lenguaje del registro jaredita, mucho me temo que nuestra fuente ya no puede ser leída como una epopeya,” agregó Schwulst. “Debió haber sido tremendo,” dijo suspirando Justino, “como ’para dominar al hombre’ al leerlo.” Y todo lo que ahora tenemos es el breve resumen de Moroni tomado de la traducción e intercalado con sus propias notas y comentarios. Eso significa que todo lo que nos queda es un esbozo del material épico.” “Aun así debería ser suficiente material para un minucioso examen,” dijo el profesor Schwulst; “hay cuarenta páginas de material disponible y algunas de ellas son sorprendentemente compactas. Así que revisemos nuevamente la lista de Chadwick y esta vez veamos cómo encaja en el libro de Eter.” “Una idea excelente,”74 dijo Justino, tomando su portafolios exactamente en la misma forma en que lo había hecho durante la noche de su primer encuentro con el profesor F. “Empecemos por el principio.” “El libro de Eter inicia con la misma tónica de todas las epopeyas; dos factores que de acuerdo con Kramer son ‘primariamente responsables del resto de las características de…toda época heroica,’ la desintegración de una civilización mundial y el esparcimiento y vagabundeo de los pueblos resultantes.75 Y aquí los tenemos a ambos: ‘Jared…vino con su hermano…en la época en que el Señor…juró en su ira que serían dispersados por toda la superficie de la tierra, y…fue dispersada la gente’ (Et. 1:33). Avanzaron con sus hatos y rebaños, amigos
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y familiares (Et. 1:41), arrancados de raíz y esparcidos por toda la tierra (Et. 1:38), pero conservando todavía la esperanza, como todo pueblo épico, de convertirse en ‘una gran nación’ e igualar o superar a otros” (Et. 1:43). "Philip de Comines nos ofrece un interesante comentario sobre este último punto,” interrumpió el profesor F., “cuando nos dice que por las leyes de caballería era el deber solemne de toda nación y monarca llegar a encumbrarse mas alto que los demás –una regla que hace de la guerra el estado natural de las cosas. Una condición crónica de lucha fue, por tanto, la herencia recibida por la Edad Media desde las épocas de migración.”76 “En estricto apego a la tradición épica,” continuó Justino, “la historia de los Jareditas es presentada bajo la forma de una genealogía de los reyes; el libro de Eter es de hecho un comentario sobre la base genealógica como plataforma y Moroni haciendo la mayoría de los comentarios. La historia inicia con una larga lista de los nombres de los reyes y todo lo que sucede es una continuación y expansión de esa lista. En apego a sus héroes, la mayoría de ellos son figuras sobredimensionadas ya sea para bien o para mal, al mas puro estilo épico; el libro de Eter observa escrupulosamente la regla de que en una auténtica epopeya ‘no hay un personaje que aparezca uniformemente desfavorecido.’ ¿Quién fue el peor de los Jareditas? ¿Akish?¿Riplákish?¿Coriantumr?¿Shiz? sin importar cual se elija, eventualmente uno se encontrará igualmente inclinado a compadecerlo o a odiarlo; tampoco se negará sentir una renuente admiración por la ferocidad y el abandono mostrados por estos terribles guerreros que, aunque se saben condenados continúan, como el Lucifer de Milton, persiguiéndose con indomable ferocidad e implacable energía hasta el fin.” La conducta de los héroes en las epopeyas es “frecuentemente pueril y brutal,” como hemos visto, e incluso para el mas noble de ellos, no es indigno sacar ventaja por medio de una sucia treta. La actuación de Akish, registrada en los capítulos del ocho al diez del libro de Eter, es una perfecta ilustración de esto; aunque hay otros personajes igualmente malos. Por otra parte, en una epopeya genuina prevalece “un matiz sobrio y quisquilloso” en los tratos que estos hombres sostienen con otros, y se observan estrictamente las reglas de caballería, especialmente en los duelos y en la guerra. De manera que en el libro de Eter se nos informa que Shiz y Coriántumr establecen sus respectivos campamentos “invitando” al ejército del rival, al son de la trompeta, al combate (Et. 14:28); intercambian cartas en un intento por evitar derramar tanta sangre innecesariamente (Et. 15:4-5, 18) y descansan durante la noche sin intentar asaltos sorpresivos, luchando únicamente dentro de los períodos de tiempo pactados y apropiados para ello (Et. 15:8,21-26). Como en toda epopeya, incluida la del libro de Eter, “declarar la guerra no es un acto incidental, sino esencial para el estilo de vida épico.” Un gran jefe “consigue dominio sobre toda la tierra” solo después de haber “conquistado muchas ciudades,” y haber “incendiado muchas ciudades,” (Et. 14:17) al mejor estilo descrito por Homero. Una vez mas, como en toda epopeya, todo episodio registrado en el libro de Eter se desarrolla en el campo de batalla (como en los capítulos del 13 al 15), en la corte (como en las historias de intriga de los capítulos 7 al 12) o en parajes despoblados, donde como lugar para esconderse y practicar la cacería eran desempeñaban un papel casi tan importante como el combate (Et. 2:6-7; 3.3; 14:4, 7; 10:21). La lucha
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toma la apropiada figura heroica del combate mano a mano entre los héroes, con la defensa y conservación de su feudo como principal motivo; el combate se realizaba de acuerdo con las reglas establecidas de caballería. Esto está perfectamente ilustrado en la actuación de Coriántumr, quien resultó herido tras salir victorioso de su refriega con Shared (Et. 13:27-31); entonces luchó mano a mano con Gilead (Et. 14:3-8) y a continuación contra Lib (Et. 14:12-16). Finalmente con Shiz, su rival más peligroso, traba una serie de combates cara a cara (Et. 14:30; 15:30). Dado que en las épocas heroicas uno llega a ser líder exhibiendo sus habilidades en abierta competición, la rivalidad y ambición personales son los motivos ordinariamente aceptados para la guerra y no es necesaria otra excusa. Durante toda la historia jaredita, la perenne fuente de conflictos y derramamiento de sangre es simple y sencillamente la rivalidad entre grandes líderes, y así es también en toda la literatura épica. La sociedad jaredita, como cualquier otra sociedad heroica, es una organización feudal cuyos elementos se encuentran ligados entre sí por medio de un elaborado sistema de juramentos. Esto es indispensable para la supervivencia de una sociedad en la que los seguidores de un jefe son hombres libres; nobleza que posee la facultad de escoger a quien servir. El juramento es el único medio de control posible para esos hombres. Se nos dice claramente en el libro de Eter que los terribles juramentos y conjuros que estaban detrás de cada ambicioso proyecto destinado a obtener poder y riqueza fueron importados directamente del mundo antiguo (Et. 8:9, 15-18, 22-26; 9:5, 26-27; 10:33; 11:7, 15, 22; 14:8). Al mismo tiempo, la lealtad debía ser comprada por un precio. Para atraer y retener adeptos todo gran señor debía ser pródigo con sus obsequios y en sus promesas. En el libro de Eter, la lealtad se compra mediante “palabras lisonjeras” (Et. 8:2) y presentes (Et. 9:10-11; 10:10). Empleando tales medios, en las sociedades heroicas los grandes jefes intentan “reclutar” a los seguidores de sus rivales. Esto es una práctica común en el libro de Eter (Et. 7:14, 15; 9:11; 10:32). Las bandas se formaban y disolvían con la misma rapidez y cada una de ellas se consideraba a sí misma como una sociedad independiente cuya única ley era el engrandecimiento de todos lo que formaban parte de ella, “cada cual, con su banda, luchando por lo que deseaba.” (Et. 13:25). Incluso un impopular profeta podía buscar y encontrar refugio bajo la protección de un gran rey (Et. 11:2), y un líder impopular podía ser liquidado por una revuelta, sin importar su derecho al trono, “y echaron a sus descendientes de la tierra” (Et. 10:8). Para sufragar los costos de la generosidad y el necesario reparto de bienes, los señores de todas las épocas heroicas se enrolaban en un sistemático y totalmente honorable negocio del saqueo y el cobro de impuestos. Es su prerrogativa intentar apoderarse de cualquier cosa que aun no les pertenezca, y eso incluye el secuestro de personas para reclamar el pago del rescate. Los hermanos Shez y Riplákish, nos muestran esta economía de libre competencia en acción: Shez se encaminaba a tomar el reino de su padre gracias a sus “inmensas riquezas,” cuando esas mismas riquezas fueron la causa de que fuera asesinado por un ladrón que intentó apropiarse de ellas (Et. 10:2-3). Riplákish logró su magnificencia real mediante un opresivo sistema tributario y la extorsión, con lo que lo único que consiguió fue que también él fuera asesinado (Et. 10:5-8). Todos se apropiaban de lo que podían y nada estaba a salvo (Et. 14:1), ya que todo hombre encabezaba su propia banda de saqueadores. (Et. 13:25-26). Con respecto a la forma en que las personas retenían
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a otras en honorable cautividad, nada es mas característico en las épocas heroicas o mas familiar para los lectores del libro de Eter (Et. 7:7; 8:3-4; 10:4, 15, 30-31; 11:9, 18-19, 23). El contrato feudal presente en toda sociedad feudal se basa ante todo en una mutua obligación de vengar los agravios recibidos. El libro de Eter está repleto de ejemplos de este tipo. Los hijos del rey Omer, por ejemplo, “estaban enojados en extremo” contra Jared por haber usurpado el trono de su padre, y “reunieron un ejército” con el que lo obligaron a devolver el reino (Et. 8:2-6). En la misma forma, “los hijos de Coriántumr vencieron a Shared, y de nuevo entregaron el reino a su padre” (Et. 13:19); proceso en el cual “combatieron mucho y se desangraron mucho (Et. 13:24). Pero este Coriántumr habría aceptado gustosamente igual devoción hacia su persona en la época en que el hermano de Lib “había jurado vengarse…de la sangre de su hermano” (Et. 14:24), al que Coriántumr había dado muerte en un combate mano a mano durante una batalla. Vengar la sangre derramada es obviamente la regla en ésta, así como en el resto de las sociedades épicas; lugar en el que se dan cita esas añejas y trágicas enemistades que abundan en la literatura épica, especialmente en aquellas que conforman el "período de la saga." Las confrontaciones en el libro de Eter son casi todas producto de enemistades familiares, sórdidas disputas entre reyes guerreros, hijos ambiciosos y hermanos en busca de venganza (Et. 8:2-6, 9-12; 7:4, 13-16; 12; 10:3-4; 11:4), aunque son complicaciones típicamente asiáticas, éstas debieron haber sido introducidas por la poligamia, una costumbre reportada de forma completamente casual por Eter (Et. 14:2) y totalmente típica de los primeros períodos heroicos. La peor de las conspiraciones registradas en el libro de Eter es urdida por una mujer, que emplea como su propia guía “hágalo usted mismo” en el arte del asesinato, ciertos libros que los antiguos habían traído del viejo mundo (Et. 8:9-10). Como hemos visto, nada es más típico de las épocas post-heroicas, en que los pueblos se han establecido después de la migración, que esas nefastas mujeres y sus ambiciones criminales –las tragedias griegas, al igual que las sagas nórdicas, están llenas de ellas y no están ausentes en cualquier ejemplo de literatura heroica genuina.77 Cuando Chadwick describe un típico ciclo épico como “poco mas que un catálogo de crímenes cometidos por un pariente [de la familia reinante] contra otro,” y posteriormente describe esos crímenes como particularmente horribles en su naturaleza, no necesitamos disculpar al libro de Eter por descuidar o por exagerar ese tipo de cosas. Una guerra de extermino toma lugar relativamente temprano en la historia jaredita, dejando como resultado solo trece sobrevivientes “y aquellos que huyeron con la familia de Omer” (Et. 9:12). Una confrontación general de ‘todos contra todos’ al estilo asiático casi barre por completo al pueblo nuevamente “en los días de Shiblom” (Et. 11:7), y la “completa destrucción” fue prometida por los profetas a menos que la gente enderezara sus sendas (Et. 11:20). Finalmente, en la última gran batalla, la destrucción fue sistemática y completa; la gente actuaba bajo el influjo de lo que los Griegos llamaban Ate, como si estuvieran determinados, sin importar que sucediera, a completar su propia aniquilación (Et. 14:19-25). La población entera fue reducida a tan solo cincuenta y nueve almas (Et. 15:25), y esos cincuenta y nueve se mataron entre sí al mas puro estilo heroico dejando a los dos reyes como los únicos sobrevivientes. Esto no es una fantástica coincidencia en lo absoluto. Ya hemos visto que la regla comúnmente establecida de la época heroica
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demandaba que el rey fuera el último sobreviviente en cualquier conflicto. Dado que todos sus súbditos habían prestado juramento de morir en defensa de su persona, en teoría, el rey debía ser el último en perecer, y en la práctica en ocasiones realmente lo era. En ocasiones, la única forma de evadir las consecuencias de ésta inconveniente regla era que otro noble disolviera automáticamente a la nación tras la muerte del rey, como si todo el pueblo hubiera sido destruido junto con él. En tales casos, los activos humanos de un rey pasaban a formar parte de las fuerzas del rey vencedor.78 “Sin embargo, hay algo que me intriga,” dijo el profesor F. en esta última ocasión en que se habían reunido. “¿En donde está la evidencia arqueológica de todo esto?” “Me alegra que hayas preguntado eso,” respondió Justino. “La gente tiene la propensión a esperar que cualquier civilización descrita en los textos como grande y poderosa deje tras de sí vestigios arqueológicos majestuosos. Los imponentes pilares de las construcciones egipcias y babilonias nos han engañado al hacernos creer que la grandeza e incluso la existencia de una civilización pueden ser juzgadas a partir de sus vestigios materiales. Nada podría estar más lejos de la verdad. La grandeza de una civilización radica en sus costumbres, y como el Dr. Coon ha señalado recientemente, ‘las costumbres no generan restos arqueológicos que puedan fácilmente detectarse.’79 Esto ha conducido incluso a expertos a pasar por alto la importancia y en ocasiones la existencia de mundos heroicos o épicos.” “O mas aun,” corrigió el profesor Schwulst, “siempre se había asumido que no había otra opción en la historia antigua entre un completo estado salvaje o la vida sedentaria de aldeas y ciudades. De hecho los antiguos no estaban comprometidos totalmente con alguno de los dos tipos de vida. Sin embargo, debido a que los agricultores y los moradores de las ciudades dejan restos y los nómadas no, aquellos siempre recibían el crédito de haber aparecido primero. Como lo ha señalado Childe: ‘la naturaleza de la evidencia arqueológica es susceptible de favorecer esta perspectiva excesivamente; los pastores de viven en tiendas y utilizan herramientas hechas de hueso y recipientes fabricados con piel, dejan pocos restos detrás de ellos, de manera que dondequiera que aparezcan restos de las primeras civilizaciones existe una probabilidad de cien a uno de que esos restos hayan sido dejados por aldeanos o agricultores, quienes se llevan todo el crédito al ser considerados los fundadores de las civilizaciones.’80 De hecho, una sencilla reflexión mostrará que ellos no pudieron haber sido los primeros, y ahora los eruditos están de acuerdo en describir a las primeras civilizaciones mas en términos heroicos que en términos agrícolas. Nilsson advierte a sus colegas arqueólogos que están perdiendo el tiempo buscando evidencias genuinamente heroicas –es decir, la época de la migración de los Griegos: ‘ninguna evidencia arqueológica está preservada,’ dice; ‘…algunos arqueólogos ha intentado encontrar la cerámica de los griegos invasores. Mucho me temo que incluso esta esperanza es susceptible de causar desilusión, ya que las tribus nómadas no usan recipientes fabricados con un material que puede romperse fácilmente, como ha quedado demostrado mediante el estudio de los recipientes empleados por las tribus nómadas modernas. Este fue un período histórico de gran importancia y actividad, y de la realidad de una elevada civilización, aun no se han encontrado evidencias.”
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“¿No se trata de algo inusual?” preguntó el profesor F. “Por el contrario,” contestó Schwulst, “es la norma cuando estamos tratando con pueblos y épocas heroicas. Al igual que los primeros agricultores, su cultura y sus costumbres pueden ser muy antiguas, ‘raramente permanecen en un sitio lo suficiente como para producir un montículo funerario’”81 “Tal vez la mas grande82 y con toda certeza una de las civilizaciones que mas perduraron fue la de los Iraníes del Este,” continuó diciendo el profesor F., si bien esa gente ‘ya había aprendido a vivir en habitaciones permanentes’ (el Avesta tiene mucho que decir con respecto a sus espléndidos castillos), la arqueología aun no ha traído a la luz un solo inmueble construido en esa época.83 Uno puede enlistar cientos de grandes y poderosas naciones de la antigüedad, cuya existencia y hechos son indiscutibles, ya que la evidencia histórica y literaria de tales hechos es abundante, incluso de los hechos y construcciones para los que no existe la mas mínima evidencia física. “Desde luego que los pueblos heroicos construyeron mucho, tal y como nos lo reportan su registros, pero el problema es que nada de ello puede ser identificado. La situación es por lo tanto planteada por Chadwick: “la evidencia arqueológica es abundante, aunque no como una regla enteramente satisfactoria. Todavía existen grandes cantidades de raths o fortalezas terrenas, usualmente mas o menos de estructura circular, y muchas de ellas son mencionadas en las historias de la época heroica.’84 El problema es identificarlas. En ningún otro lado han sido mas exhaustivamente estudiados estos montículos y carros durante años que en Inglaterra; los expertos todavía no se ponen de acuerdo si tal o cual montículo es de origen Celta, Romano, Normando, de la Era Paleolítica, Sajón, Danés o incluso de la Edad Media tardía. Se ha especulado sobre el particular durante cientos de años y la discusión aun continua.”85 “¿Me permites hacer un apunte?” interpuso Justino, “esas ‘fortalezas terrenas, usualmente mas o menos de estructura circular’ son exactamente iguales a las que solían encontrarse en gran abundancia por toda la región oriental de Estados Unidos; e incluso ahí tenemos la misma historia: un montículo puede ser casi cualquier cosa y toda época y fecha que es posible atribuírsele oscila entre los proto-humanos y los Españoles. Bien podría ser que aun existan restos Jareditas: el problema es, como con todos los restos de naturaleza heroica, lograr su identificación.” “Esto es lo que Chadwick dice aquí,” agregó Schwulst, “’la evidencia arqueológica puede demostrar la existencia de las condiciones requeridas para una historia épica en cierto lugar y época, aunque no puede aportar nombres a menos que se encuentren registros,’86 –y a menos, podríamos agregar, que los escritos pudieran ser leídos. Sin eso, todo lo que podemos esperar es una idea general de lo que se señala –nada específico. La ilustración clásica para esto es, desde luego, el descubrimiento de Troya por Schliemann. Actualmente, todo párvulo de escuela primaria sabe que la ciudad que Schliemann identificó como la Troya de Homero no lo era en realidad; de lo que a menudo no se ha tomado conciencia es que ninguna ciudad de la colina de Hissarlik ha sido identificada como Troya, y hasta el día de
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hoy las ruinas de Hissarlik todavía siguen siendo arqueólogos como ‘el presunto sitio de Troya.’87 ciudad de Troya con mayor amplitud y detalle que de cualquier ciudad. En vista de ello ¿podemos América?
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conocidas propiamente por los Incluso Homero ha descrito la lo que el Libro de Mormón dice esperar tener mejor suerte en
“El problema principal parece residir en que ésta gente no construía con piedra. En todas las epopeyas que hemos mencionado, los grandes castillos indirecta o específicamente se muestran como construidos con madera. Incluso pocos edificios de piedra que han sobrevivido, como las primeras tumbas reales de Egipto, muestran, como lo señala Ricke, el carácter nómada de sus constructores; cada detalle de su construcción es una cuidadosa imitación de las vigas y tableros de madera, así como de las paredes colgantes de estera que constituían los modelos originales. Esto es igualmente cierto con respecto a los palacios y a las tumbas de la realeza heroica, independientemente de su origen Egipcio, Persa o Babilonio: son fieles reproducciones de los originales fabricados con madera y tela.88 Una vez mas, los pocos templos sobrevivientes de Grecia son, naturalmente, de piedra e incluso ellos preservan en el mármol todo el meticuloso detalle de las tablas, vigas, perchas y junturas de un templo griego normal, que era de madera.89 Pero salvo honrosas excepciones, los antiguos (a excepción del Cercano Oriente) parecen casi haber olvidado construir en piedra; pero debido a que esas excepciones fueron los únicos edificios sobrevivientes, han dado al mundo la impresión de que los antiguos nunca construyeron algo que no fuera de piedra. Plinio, al igual que San Jerónimo, incluso menciona que era inmoral construir con piedra, y ciertamente antes de su época había pocos edificios de piedra en Roma.90 “Por supuesto, si no había madera, eso era otra cuestión. En el Cercano Oriente sabemos de muchas fuentes que la escasez de madera era aguda en épocas antiguas: por lo tanto tuvieron que edificar con piedra.91 Pero, en contraste, consideremos Europa. Los Bogs escandinavos tenían una abundancia de artículos de metal, piel, seda y madera que ‘evidenciaban la presencia de una alta, incluso brillante civilización, en tanto que los registros hablan de las mas maravillosas ciudades y castillos, como el fabuloso castillo Jomsborg; aun no se han encontrado ni vestigios de tales ciudades y castillos salvo terraplenes y montículos. Los relatos Welsh están llenos de descripciones de imponentes castillos; aun tras una larga y minuciosa búsqueda no ha podido hallarse evidencia de una sola ruina de piedra anterior a la época de Eduardo I, quien trajo a Bretaña la moda de los castillos de piedra del Cercano Oriente, lugar en donde había estado tomado parte en las Cruzadas. “Un relato oficial de los castillos romanos de la época de Justiniano enlista quinientas fortalezas o baluartes imperiales, sin embargo, mientras los templos y anfiteatros de piedra construidos en la misma época y lugar continúan en pie, ni un fragmento de piedra de alguno de esos castillos ha sido encontrado.92 La explicación es obvia: hasta el final de la Edad Media, los edificios de piedra eran enteramente desconocidos en Europa. Un embajador del mismo Justiniano en la corte de Atila describe la gran ciudad imperial y el enorme castillo del poderoso conquistador hechos totalmente con madera.”93
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“¡Pero seguramente hubo grandes edificaciones heroicas de piedra!” gritó el profesor F. “¡Piensen en Troya y Micenas!" “Las poderosas obras ciclopeas de los Micenios y las instalaciones tipo fortalezapalacio de los Hititas son la excepción que confirma la regla,” respondió Schwulst, “ya que la albañilería ciclopea no es decididamente un estilo de construcción empleado por gente acostumbrada por largo tiempo a trabajar con piedra. Se trata de un hábil cambio, un paso inteligente en la adopción de un medio novedoso, o quizá, como recientemente se ha sugerido, un deliberado intento de construir al estilo ‘megalítico,’ manteniendo las piedras deliberadamente de forma irregular. Pero este estilo de edificación es extremadamente laborioso, difícil y costoso y cayó en desuso. Nunca llegó a ser un estilo de construcción propiamente.”94 “¿No es mas extraño que los nómadas construyeran ciudades?” preguntó el profesor F. “No si ellos estaban involucrados en el tipo de nomadismo que hemos estado describiendo en estas disertaciones. De hecho, lo extraño es que la construcción de ciudades nunca se hubiera atribuido a los agricultores, quienes ni las necesitaban ni les gustaban, como lo demostrará el estudio de las civilizaciones agrícolas. Las ciudades son fundamentalmente centros comerciales y administrativos, bases de operación para gobernantes, soldados y comerciantes; no así mercados para el expendio de productos agrícolas. Hay un creciente y general consenso entre los estudiosos de hoy en el sentido de que las antiguas ciudades no evolucionaron a partir de villas campesinas como alguna vez se pensó que era la regla invariable. Los nombres de las antiguas ciudades son en sí mismos, evidencia suficiente de que eran fundadas por grandes colonizadores: la mayoría siempre ostentan nombres de personas –humanos o dioses.”95 “Desde el Egipto prehistórico hasta Babilonia y desde las mas remotas regiones del Norte hasta las mas recónditas planicies de Asia es la misma historia: los grandes conquistadores son los grandes constructores de ciudades, y estas ciudades no son mas grandes que sus imperios. Efectivamente, hay gran cantidad de evidencia al respecto, ya que la costumbre requería que todo rey inaugurara su reino con la edificación de una capital –un sistema que agrega mucho a la complejidad de los comienzos de la historia egipcia.” “Existen algunos centros perennes, como Babilonia, Tebas y Roma, pero ¿dónde están los otros? En el centro de todo gran ciclo épico se vislumbra un super-centro con su fabuloso castillo y su ciudad amurallada cuyas puertas están orientadas hacia los puntos cardinales –Camelot, Tara, Susat, Troya, Sitgun, Heliópolis, Liere, Asur, etc.; después de años de búsqueda, ninguno de esos poderosos centros ha podido ser localizado con certidumbre. Ya hemos mencionado Troya, pero no menos persistente ha sido la búsqueda de las ciudades de On o Heliópolis en Egipto. Los registros mas antiguos constantemente mencionan a Heliópolis como el centro político y religioso global durante largos siglos; a tal grado las búsquedas mas exhaustivas habían fracasado rotundamente en la intentona de presentar al menos un botón o la cuenta de un collar para mostrar donde se ubicaba Heliópolis, que hasta antes del reciente descubrimiento de un cementerio predinástico en el área, algunos de los mas avezados investigadores, como Miss Baumgartel, insistían
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con fervor y convicción que ahí no podía haberse encontrado tal lugar, ¡aunque los escritos abundantemente así lo indicaban!. Podría darles infinidad de ejemplos como éste.”96 “¿Estarías de acuerdo entonces en que el aspecto mas significativo con respecto a las ciudades Jareditas no era su número, ni su tamaño, ni su grandeza, sino que fueron construidas ex profeso en lugar de que evolucionaran gradualmente? preguntó Justino, porque, por ejemplo, leemos que Coriántumr ‘construyó muchas ciudades,’ (Et. 9:23) y mas adelante Shez ‘construyó muchas ciudades por toda la superficie de la tierra conforme el pueblo crecía y ‘nuevamente empezó a esparcirse por toda la superficie de la tierra’ (Et. 10:4). Moriantón, un descendiente de Shez, no solo tuvo poder sobre muchas ciudades (Et. 10:9), sino que también ‘construyó muchas ciudades’ (Et. 10:12) al restaurar la tierra tras el colapso total y su renacimiento consecuente; de la misma forma, después de una caída y su correspondiente ascenso, la gente bajo el gobierno del rey Lib ‘construyó una gran ciudad cerca de la estrecha faja de tierra’ (Et. 10:20), exactamente lo mismo que, como hemos visto, hizo el primer faraón para establecer un nuevo orden en Egipto. Además también encontramos que esas ciudades podían desaparecer tan rápidamente como habían surgido, como cuando Shiz ‘destruyó muchas ciudades…e incendiaba las ciudades’ (Et. 14:17). Ahora demos por sentado el hecho de que si bien pudieron existir sobre la tierra ciudades que crecieron siguiendo el patrón evolutivo de solar-aldea-villa-pueblo y así sucesivamente, se debe admitir que las ciudades mencionadas en el libro de Eter no pertenecían a ese tipo. Estas ciudades son, en definitiva, del tipo ‘heroico;’ ese tipo de ciudades que han ascendido y caído en todas partes del mundo antiguo, pero que solamente dejan tras sí un monótono e inidentificable tipo de ruinas, si es que llegan a dejar algo.” “El profesor Nilsson nos ha dado una buena descripción de los acontecimientos posteriores,” dijo Schwulst mientras buscaba un párrafo: Para llevar a cabo las grandes expediciones mediante las cuales los Griegos fundaron colonias y alcanzaron tierras cada vez mas hacia el Este, era importante no desligarse de las incursiones de pequeñas bandas de vagabundos, pero éstas células debían necesariamente ser respaldadas por alguna fuerza, aunque se tratara de una organización feudal libre. El asiento de esta fuerza de apoyo era Micenas, al menos en el comienzo de la última Era Micénica, cuando una gran actividad constructiva se estableció y un gran palacio, la gran muralla circular con la Puerta del León, la Tumba Circular y los sepulcros mas imponentes de los Ptolomeos fueron erigidas.97 “Ahí está: los invasores se esparcen en los nuevos territorios y se apoderan de ellos, pero lo hacen de forma sistemática, sus movimientos son controlados y dirigidos desde un centro principal, lugar en el que se construye un magnífico complejo de edificios que, por así decirlo, sirven como cuartel general. Esto es lo que siempre hemos encontrado en todas y cada una de nuestras pesquisas.” “Pero ¿es seguro generalizar al mundo antiguo como un todo?” preguntó el profesor F. sensiblemente perturbado.
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“La cuestión es que todos los hombres con liderazgo siguen el mismo patrón,” replicó Schwulst, “y parecen saberlo.” La mejor descripción de esa particularidad hasta el día de hoy es la que ha presentado Claude Schaeffer, el eminente investigador de Ras Shamra-Ugarit, el antiguo centro en el que convergen todas las líneas culturales y lingüísticas del antiguo Oriente. Schaeffer comparó cuidadosamente y correlacionó los hallazgos arqueológicos de todos los principales centros de civilizaciones de la antigüedad, desde Asia Menor hasta el corazón de Asia (tanto como los materiales disponibles se lo permitieron), y apareció con los bosquejos mas consistentes y significativos. Schaeffer descubrió que los principales centros urbanos del mundo antiguo fueron destruidos en seis ocasiones entre los años 2400 y 1200 a.C. y en cada ocasión todos fueron incendiados y fueron convertidos en ruinas a causa de los terremotos. Terremotos, hambrunas, plagas y factores climáticos fueron culpables de esta serie de catástrofes de alcance global, de acuerdo con Scheaffer, quien pone como mayores responsables a los terremotos. Después de cada uno de esos colapsos mundiales, encontramos una aguda disminución de la población, mientras que la gente por todos lados regresa a un estilo de vida nómada generando con ello grandes hordas invasoras formadas por la mezcla de seres humanos de los mas variados antecedentes raciales y lingüísticos que se mueven desde las áreas mas afectadas hacia las mas fértiles –la incertidumbre que les espera es menor que ola que han dejado atrás. De la primera de esas oleadas de seres humanos afectados, Schaeffer escribe: ‘tal vez el vasto movimiento que acompañaba a los pueblos era generado por cierto aire belicoso que, gracias a la superioridad de sus armas y a su vigor físico, fue capaz de extender sus conquistas sobre vastas áreas del Asia Occidental a pesar de su inferioridad numérica.’”98 “En otras palabras,” dijo Justino, “Schaeffer, empleando exclusivamente evidencia no literaria da inicio a su descripción con una migración típicamente heroica, exactamente como lo hace Kramer usando ‘evidencia exclusivamente literaria’ mientras que deliberadamente deja de lado las evidencias arqueológicas.” “…y exactamente como lo hace Rocín, que no emplea ni evidencias arqueológicas, ni evidencias literarias, sino exclusivamente evidencias de naturaleza lingüística.” Agregó el profesor F. “Es notable cómo todos los tipos de evidencia empiezan a fusionarse en una sola imagen del pasado,” señaló el Dr. Schwulst, “¡y una imagen muy diferente de lo que solía ser! En lugar de una evolución lenta y gradual, encontramos retrocesos y avances, ¡y no hay garantía alguna de que la suma de todos esos retrocesos sea menos considerable que los avances! Esos contratiempos, como lo señala Schaeffer con gran pesar, son el resultado de fuerzas que se encuentran totalmente fuera del alcance del control humano. ‘Comparado con el alcance de ésas crisis generalizadas,…dice, las hazañas del conquistador y los logros de los líderes de Estados son completa y patéticamente intrascendentes. La filosofía de la historia, en lo que respecta al antiguo Oriente, nos parece que ha sido singularmente distorsionado por la sumamente conveniente adopción de patrones dinásticos; sin embargo, son convenientes para una clasificación de tipo cronológico.’99 En otras palabras, no es el hombre quien hace historia antigua; aun incluso en asuntos estrictamente humanos aparecen curiosos altibajos, con retrocesos tan normales
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como parte del cuadro como el progreso. Tomemos por ejemplo, el caso del hierro. Al respecto, Scheaffer escribe: Un fenómeno sumamente curioso e intrigante sería la desaparición de éste metal después de emplearse por primera vez a finales de la Era Antigua del Bronce, y su eclipsamiento total durante toda la Era Media del Bronce. Parecería que fue redescubierto en el curso de la Era Final del Bronce y, a juzgar por toda la evidencia, exactamente en la misma región –de Asia Menor.100 “¡Aquí tenemos un paso importante en la historia humana que ha sucedido una vez mas!” “Y al decir eso,” dijo el profesor F. “¿Cómo sabes que no ha sucedido ya antes docenas de veces?” “No lo sabes,” contestó Schwulst. “No debes suponer, por ejemplo, que la primera de las grandes calamidades de Scheaffer, con sus migraciones correspondientes, fue el primer evento de esa naturaleza. Hace mucho tiempo los filólogos fueron capaces de trazar con certeza los flujos migratorios de pueblos de los que se carece de la mas mínima evidencia arqueológica,101 y ese patrón se repite retrospectivamente hasta la migración mas antigua de todas, época en la que, de acuerdo con el mas notable de los filólogos, los ancestros de todas las culturas y lenguas del mundo se esparcieron en todas direcciones desde un punto común, buscando desesperadamente pastos para sus rebaños.” “Entonces podemos sumarlo todo,” dijo Justino, “con la seguridad y prudente observación de que, independientemente de cuán particular sea, con toda certeza ahora tenemos una nueva perspectiva para estudiar el libro de Eter, un cúmulo de antecedentes cuya existencia nadie había soñado hace treinta años; y la historia de los Jareditas encaja en ellos como anillo al dedo. ¿Quién puede decir que esto es simplemente un afortunado accidente? Considérense los nuevos materiales heroicos hallados, el alcance y detalles de las fuentes épicas, leyéndose con una nueva comprensión y sentido de la realidad: entonces colóquenlas junto a la breve y poderosa narración de Eter que presenta todas las notables características de las épocas heroicas migratorias y las épocas feudales que les siguen, sin que se omita nada vital o se incluya algo trivial o contradictorio –de inmediato se reconocerá que hay poco ahí que pueda acreditarse como propio de la suerte o la casualidad. Alguna vez los hombres negaron categóricamente que Atreus o Arturo o Mopsus o incluso Moisés hubieran vivido, pero ahora sabemos que estaban equivocados: hubo una horda de Acaeanos de la misma forma en que hubo una horda de Hebreos en el Exodo,102 y las mismas pruebas que lo han puesto de relieve ahora pueden aplicarse completa y rigurosamente para mostrar que hubo Jareditas.”
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Notas de la Parte 3 Notas del Capítulo 1: La Era del Heroísmo. 1. La parte 1 de "There Were Jaredites," IE 59 (January 1956): 30-32,58- 61, iniciaba en este punto. 2. H. L. Lorimer, "Homer and the Art of Writing: A Sketch of Opinion between 1713 and 1939," AJA 52(1948): 12-13. 3. Ibid., 14-15. 4. Thomas Percy, Reliques of Ancient English Poetry, 3 vols., ed. Henry Wheatley (London: Allen & Unwin, 1885), 1:350. 5. Hermann Schneider, Germanische Heidensage, 2 vols. (Berlin: De Gruyter, 192833), 1:14,3-4. 6. H. Winckler, in Eberhard Schrader, Die Keilinschriften und das Alte Testament, 3rd ed. (Berlin: Reuther & Reichard, 1903), 4. 7. A. B. Lord, "Homer, Parry, and Huso," AJA 52(1948): 39. 8. Samuel N. Kramer, "New Light on the Early History of the Ancient Near East, " AJA 52(1948): 157. 9. Ibid. 10. Ibid., 159. 11. Ibid., 157. 12. Ibid., 158. 13. Véase H. Munro Chadwick, The Growth of Literature, 3 vols. (Cambridge: Cambridge University Press, 1932-40), vol. 1 para una amplia disertación de la Era Heroica. 14. Kramer, "New Light on the Early History of the Ancient Near East," 159. 15. La parte 2 de "There Were Jaredites," IE 59 (February 1956): 88-89,106, 108, iniciaba aquí. 16. Chadwick, Growth of Literature, 1:94. 17. Kramer, "New Light on the Early History of the Ancient Near East," 158-59. 18. E. V. Gordon, An Introduction to Old Norse (Oxford: Clarendon, 1927), xxx i. 19. Chadwick, Growth of Literature, 1:64. 296
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20. Ibid., 1:82. 21. Ibid., 1:80-95; ch. 5. 22. Carleton 5. Coon, The Story of Man (New York: Knopf, 1954), 6. 23. Chadwick, Growth of Literature, 1:82. 24. Ibid., 1:77. 25. Ibid., 1:78. 26. Ibid., 1:87. 27. Ibid., 1:95. 28. Ibid., 1:79. 29. Ibid., 1:95. 30. Ibid., 1:77, 88. 31. Ibid., 1:74. 32. Ibid. 33. Ibid., 1:95,92. 34. Ibid., 1:95, 92-94. 35. Ibid., 1:184. 36. Ibid., 1:90-91. 37. Ibid., 1:185. 38. Ibid., 1:106.
Notas del CapĂtulo 2: Egipto Revisitado 1. "II Egypt Revisited," IE 59 (March 1956): 150-52, 185-87, began at this point. 2. Hermann Kees, Aegypten (Munich: Beck, 1933), 18-19. 3. T. Eric Peet, "Notices of Recent Publications," JEA 10 67. 4. Siegfried Schott, Mythe und Mythenbildung im alten Ă„gypten (Leipzig: Hinrich, 1945; reprinted Hildesheim: Olm, 1964), 10-11.
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5. V. Gordon Childe, New Light on the Most Ancient East (New York Praeger, 1953), 42-43: "Pottery vessels. . . exhibit a perfection of technique never excelled in the Nile valley." 6. Elise J. Baumgartel, The Cultures of Prehistoric Egypt, 2 vols. (London: Oxford University Press, 1947,1960), 1:23. 7. Kees, Aegypten, 19. 8. John Waechter, "The Beginning of Civilization in the Middle East," PEFQ 85(1953): 129,131. 9. El Prof. Schwulst está recordando un buen panorama general de todo el cuadro dado por Stuart Piggott, Prehistoric India (London: Cassell, 1962). 10. Con respecto a los últimos descubrimientos sobre la especialización de los primitivos, véanse los primeros cinco capítulos de la obra de Carleton S. Coon, The Story of Man (New York Knopf, 1954). 11. Herbert Ricke, "Bermerkungen zur ägyptischen Baukunst des alten Reichs I," Heft 4 of Beiträge zur ägyptischen Bauforschung und Alter- tumskunde (Zürich: Borchardt Institute für ÄgyptischeBauforschung und Altertumskunde in Kairo, 1944) , 25-27, 36-38, 109-10. 12. Eberhard Otto, "Ein Beitrag zur Deutung der Frühgeschichte," Die Welt des Orients 1(1952): 431-53.
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13. Ibid., 452. 14. Lo que Justino (Nibley) había escrito era que la "amplia variedad de las tribus de las estepas... obligaron a los indispuestos habitantes de la tierra a cooperar para de ahí en adelante formar un gran Estado." Hugh W. Nibley, "The Arrow, the Hunter, and the State," WPQ 2(1949): 328. 15. Childe, New Light on the Most Ancient East, 78. 16. Kees, Aerypten 18. 17. Ibid., 18-19,8-9,31,34,43. 18. Ibid., 22, and Alan H. Gardiner, Egyptian Graininar (Oxford: Oxford University Press, 1950), 204: "Un evento que ocurría bienalmente era el censo del ganado y este llegaría a ser el evento estándar por medio del cual los años eran contabilizados." 19. Samuel A. B. Mercer, The Pyramid Texts in Translation and Commentary, 4 vols. (New York: Longmans, Green, 1952), 1:vii. Kurt H. Sethe, Die Altaegyptischen •Pyramidentexte 4 vols. (Leipzig: Hinrich, 1908- 22); and Kurt H. Sethe, Ubersetzung und Kommentar zu dell altägyptischen Pyramidentexten 4 vols. (Glueckstadt: Augustin, 1935-39).
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20. Entonces el rey Merekere habla de los Asiáticos: "Traje cautivos a sus habitantes; robé sus rebaños," Alan H. Gardiner, "New Literary Works from Ancient Egypt," JEA 1(1914): 31. 21. Véase la disertación de Alexandre Moret, Histoire de l'Orient, 2 vols. (Paris: Presses Universitaires, 1929-36), 1:95-96. 22. Baumgartel, Cultures of Prehistoric Egypt 1:3-18; quote from 3. 23. A. Wiedemann, Das alte Ägypten (Heidelberg: Winter, 1920), 235. 24. Carl Fries, Studien zur Odyssee L Das Zagmuklest auf Scheria (Leipzig: Hinrich, 1910). 25. Raymond O. Faulkner, "The `Cannibal Hymn' from the Pyramid Texts," JEA 10(1924): 102. Sethe's number is Pyr. 393a-414c. 26. Faulkner tiene duda sobre el pasaje, que Mercer menciona: "N. es el toro de los cielos, quien (una vez) sufrió miseria y decidió (lit. dió su corazón) vivir en el ser de todo dios," Mercer, The Pyramid Texts in Translation and Commentary, 1:93 (Pyr. 397a). 27. Ibid., Pyr. 401a, 402a. 28. Ibid., Pyr. 306c-307c. 29. Ibid., Pyr. 940b-c. 30. Ibid., Pyr. 943a-c. 31. Rudolf Anthes, "The Original Meaning of Ma Hrw," JNES 13 (1954): 21-51. 32. Mercer, The Pyramid Texts in Translation and Commentary, Pyr. 388a- c. 33. E. A. Wallis Budge, The Book of the Dead: The Papyrus of Ani, 2 vols. (New York: Putnam, 1913), 1:185-87; 2:495-97. 34. Ibid., 1:185-86: "Un gran número de diosas del mismo nombre se desarrollaron a partir de ella, y fueron identificadas con Isis, Neith, Iusaset, y muchas otras diosas cuyos atributos absorbieron. Un grupo de siete Hathors también es mencionado." 35. Edouard Naville, "La destruction des hommes par les dieux," TSBA 4 (1875): 119; quotes from 4-5, 16; el texto mas reciente está en Edouard Naville, "L'Incription de Ia destruction des hommes dans Ie tombeau de Ramses III," TSBA 8(1884): 41220. 36. "III Egypt Revisited," IE 59 (April 1956): 244-45, 256, 258, 260, iniciaba con esta frase.
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37. Kurt H. Sethe, Urgeschichte und älteste Religion der Ägypter, in vol. 18, pt. 4 of Abhandlungenfür die Kunde des Morgenlandes (Leipzig: Deutsche Morgenländische Gesellschaft, 1930), 68. 38. Gerald A. Wainwright, "The Red Crown in Early Prehistoric Times," JEA 9(1923): 26-33. 39. Sethe, Urgeschiehte und älteste Religion der Ägypter, 68-70. 40. Ibid., 69. 41. Baumgartel, Cultures of Prehistoric Egypt, 1:44-47. 42. Sethe, Urgeschichte und älteste Religion der Agypter, 64, 43. William J. Phythian-Adams, "Alguptos: A Derivation and Some Suggestions," JPOS 2(1922): 94-100. 44. Helene J. Kantor, "Further Evidence for Early Mesopotamian Relations with Egypt," JNES 11(1952): 23950. 45. Werner Vycichl, "Notes sur Ia préhistoire de Ia langue égyptienne," Orientalia 23(1954): 222. 46. Thus Zyhiarz, cited by Baumgartel, Cultures of Prehistoric Egypt, 1:48-49. 47. O. Rössler, "Akkadisches und libysches Verbum. I," Orientalia 20 (1951): 101-7. 48. Sobre "los antepasasdos comunes de Semitas, Camitas, e Indo- Europeos," véase J. J. Gelb, "A Contribution to the Proto-Indo-European Question," Jahrbuch für kleinasiatische Forschung 2 (1951): 23-36; sobre "el lenguaje prehistórico familiar, que podría ser llamado camita-semítico," véase Cyrus H. Gordon, Ugaritic Handbook (Rome: Pontifical Biblical Institute, 1947), 25; también Henri Frankfort, The Birth of Civilization in the Near East (Bloomington: Indiana University Press, 1951), 109. 49. Baumgartel, Cultures of Prehistoric Egypt, 1:49-51; Moret, Histoire de l'Orient 1:186. 50. Baumgartel, Cultures of Prehistoric Egypt, 1:49. 51. T. Burton-Brown, Studies in Third Millennium History (London: Luzac, 1946), 93. 52. Moret, Histoire de l'Orient, 1:12,200-201. 53. Mercer, The Pyramid Texts in Translation and Commentary, Pyr. 607a- b. 54. Thus ibid., Pyr. 2100a-c: "O. N., Horns has woven his tent over thy head; Set has stretched out thy canopy; be enclosed, O father, by the divine tent; thou art brought there in thy beloved places.
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55. Ibid., Pyr. 405a-b, 403b. 56. Ibid., Pyr. 1113a-b. 57. Ibid., Pyr. 547a, 550a-b. 58. Ibid., Pyr. 546a-b. 59. Ibid., Pyr. 629a-c. 60. Gardiner, Egyptian Grammar, 74. 61. Mercer, The Pyramid Texts in Translation and Commentary, Pyr. 919c. 62. Ibid., Pyr. 2100a-c. 63. Ibid., Pyr. 1121b. 64. Ibid., Pyr. 625c-d. 65. E. A. WalIis Budge, "On the Hieratic Papyrus of Nesi-Amsu, a scribe in the Temple of Amen-Ra at Thebes, about B.C. 305," Archaeologia 52(1890): 535-63. 66. Mercer, The Pyramid Texts in Translation and Commentary, Pyr. 310c- 311d. 67. Adolf Deissmann, Light from the Ancient East (New York: Doran, 1927), 368-73. 68. Budge, The Book of the Dead: Papyrus of Ani, 1:152. 69. Budge, "On the Hieratic Papyrus of Nesi-Amsu," 461-64. 70. El tema es desarrollado por Moret, Histoire de l'Orient, 2:502-6. 71. Mercer, The Pyramid Texts in Translation and Commentary, Pyr. 400b- 402c. 72. Ibid., Pyr. 253a-d, 260b. 73. Ibid., Pyr. 675a-b. 74. Ibid., Pyr. 682d-e. 75. Ibid., Pyr. 393c-394a. 76. Ibid., Pyr. 316a-d, 319a-b. 77. Ibid., Pyr. 319c. 78. Ibid., Pyr. 321a-322a.
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79. Ibid., Pyr. 323c. 80. Ibid., Pyr. 347b. 81. Ibid., Pyr. 348a-c. 82. Ibid., Pyr. 615c. 83. Ibid., Pyr. 1438b-c. 84. "IV Egypt Revisited," IE 59 (May 1956): 308-10,334,336,338-40, iniciaba aquí. 85. La tardía historia de Petubastis, llamado "La Lucha por los Derechos de Amón," tiene un increíble similitud con una epopeya Indo-Europea que Pieper encontraba francamente sospechosa hace veinticinco años, si bien ninguna evidencia ha sido encontrada para probar que no era de origen nativa egipcia; veäse Max Pieper, Die Ägyptische Literatur (Wildpark-Potsdam: Akademische Verlagsgesellschaft Athenaion, 1927), 90-92. 86. Mercer, The Pyramid Texts in Translation and Commentary, Pyr. 214b- 215c. 87. Ibid., Pyr. 695b-696b. 88. Ibid., Pyr. 560a-c; 566a-c. 89. Ibid., Pyr. 1180b-1182d. 90. Ibid., Pyr. 1343c-1345b. 91. Ibid., Pyr. 1472a-1477d; 654a-657e; 1291a-1293a. 92. Ibid., Pyr. 1356a-1357b. 93. Ibid., Pyr. 327a-335a. 94. Re aparece desde un principio "en su fabuloso castillo con una corte cuyo esplendor refleja la gloria de las cortes de los reyes terrenales, y transplanta al cielo la vida de un rey del Viejo Reino, con sus archivos, mensajeros, ceremonias y todo lo demás," véase Schott, Mythe und Mythenbildung im alten Agypten, 17-18. 95. Mercer, The Pyramid Texts in Translation and Commentary, Pyr. 136b- 137c. 96. Ibid., Pyr. 609b-610b, 576c-577d. 97. Ibid., Pyr. 648d-650a. 98. Ibid., Pyr. 640b; 643b-c; 651b-653d. 99. Ibid., Pyr. 1338b-c. 100. Ibid., Pyr. 645c-647d.
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101. Ibid., Pyr. 484a-485c. 102. Ibid., Pyr. 1322-1323. 103. La población egipcia es descrita por los escritores clásicos como compuesta por únicamente tres clases sociales: sacerdotes, guerreros y artesanos; véase Plato, Timaeus III, 22A; Diodorus, Bibliotheke I, 74. Los agricultores están emparentados con la tierra y todo lo relacionado a ella; también James H. Breasted, Ancient Records of Egypt, 5 vols. (Chicago: University of Chicago Press, 1906), 1:285 (No. 630). En algunas partes de los Textos de la Pirámide (declaración 422, renglón 761), Faraón cultiva la tierra de forma ritual, pero esos fragmentos destacan notablemente del resto en contenido y estilo. 104. Mercer, The Pyramid Texts in Translation and Commentary, Pyr. 817a-818a. 105. Ibid., Pyr. 202a-203b. 106. Ibid., Pyr. 944a-c. 107. Ibid., Pyr. 588b-c. 108. Ibid., Pyr. 1544b-1550b. 109. Ibid., Pyr. 635c-d. 110. Ibid., Pyr. 651b-652b. 111. W. Helck, "Rpt auf dem Thron des Gb," Orientalia 19(1950): 417-18. 112. Ibid., 430-31. Debe señalarse que algunos egiptólogos, particularmente Moret, han identificado a Atum con Adán. 113. Ibid., 418-19,432-33. 114. Gardiner, Egyptian Grammar, 169. 115. Helck, "Rpt auf dem Thron des Gb," 433,430. 116. Mercer, The Pyramid Texts in Translation and Commentary, Pyr. 757- 764. 117. Helck, "Rpt auf dem Thron des Gb," 430-32. 118. Ibid., 422-25,433. 119. Gardiner, Egyptian Grammar, 73; cf. Moret, Histoire de l'Orient, 1:185. 120. Helck, "Rpt auf dem Thron des Gb," 424-25.
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121. Hans Bonnet, Reallexikon der aegyptien Religionsgeschichte (Berlin: De Gruyter, 1952), 397. 122. R. Lepsius, Denkmäler aus Ägypten und Athiqpiat, 17 vols. (Berlin & Leipzig, 1849-59,1897-1913), 3:169; reprinted in Bonnet, Real lexikon der aegyptischen Religionsgeschichte 399, fig. 102. 123. Mercer, The Pyramid Texts in Translation and Commentary, Pyr. Text, 625a; cf. 622a-625d. 124. Bonnet, Reallexikan der aegyptischen Religionsgeschichte, 57-58. 125. Ibid., 685-89,430-34. 126. Así como el papiro simboliza al Bajo Egipto y la sedge (shema) al Alto Egipto, el loto representa toda la tierra, como en una escena de la corte real dibujada en el papiro de Hunefer, en el que un loto, brota delante del trono, exactamente como en el facsímile 3 del Libro de Abraham; esto se supone son los dioses de las Cuatro Regiones; reproducido en Budge, The Book of the Dead: Papyrus of Ani, 1:241, fig. 1. 127. Moret, Histoire de l'Orient, 2:528. 128. C. H. V. Sutherland, "The Historical Evidence of Greek and Roman Coins," Greece and Rome 9 (1940): 73-74. 129. Se pueden encontrar interesantes comentarios sobre los rígidos cánones del arte antiguo en Kees, Aegypten, 265; E. Douglas Van Buren, "Ancient Beliefs and Some Modern Interpretations," Orientalia 18(1949): 498-99. 130. Schwulst probablemente está pensando en el relato de los Necaneos y los Pseudo-Calístenes y algunos otros relatos de Oriente of the wooing of Olympia, o hasta de A. B. Cook, Zeus, 3 vols. (Cambridge: Cambridge University Press, 191440); vol. 2. 131. Mercer, The Pyramid Texts in Translation and Commentary, Pyr. 272c-273a. 132. Ibid., Pyr. 1154b-1155c; 1535b-c. 133. Ibid., Pyr. 1992c, 2012a. 134. Ibid., Pyr. 255a-256b. 135. Ibid., Pyr. 1563a-c. 136. Ibid., Pyr. 1124a-1127c. 137. A. Wiedemann, Das alte Ägypten (Heidelberg: Winter, 1920), 138. "V Egypt Revisited," IE (June 1956): 390-91,460-61, iniciaba aquí.
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139. Baumgartel, Cultures of Prehistoric Egypt, 1:3. 140. Kees, Aegypten, 8. 141. El tema ha sido tratado por Moret, Histoire de l'Orient, 1:185-87. 142. Otto, "Ein Beitrag zur Deutung der ägyptischen Vor- und Frühgeschichte." 143. Joseph Karst, Die vorgeschichtlichen Mitteimeervölker (Heidelberg: Winter, 1931), 286, quien insiste en que la capital Otomana de Mamemhi es asombrosamente similar al nombre egipcio Menfis--Momenfis. 144. Mercer, The Pyramid Texts in Translation and Commentary, Pyr. 244b, 245b. 145. Ibid., Pyr. 430a-b. 146. Wiedemann, Das alte Ägypten, 247-49. 147. Mercer, The Pyramid Texts in Translation and Commentary, Pyr. 236a-237b. 148. Ibid., Pyr. 426b-c. 149. Budge, The Book of the Dead: Papyrus of Ani, vol. 1, ch. 88, pl. 27. La traducción es del autor. Este texto también puede ser encontrado en, ibid., 2:54546. 150. Budge, "On the Hieratic Papyrus of Nesi-Amsu," Archaeologia 52(1890): 469. 151. Aristotle, Oeconomica 2,33. 152. Budge, "On the Hieratic Papyrus of Nesi-Amsu," 515-16. 153. Edouard Naville,"La destruction des hommes par les dieux," TSBA 8(1884): 1314. 154. Mercer, The Pyramid Texts in Translation and Commentary, Pyr. 425a-c. 155. Ibid., Pyr. 438c. 156. Cicero, De Natura Dearum I, 36, dice que el Ibis de hecho libró a Egipto de una plaga de serpientes; también Budge, "On the Hiratic Papyrus of Nesi-Amsu," 57879. El Dr. Justino posee muchas otros apuntes sobre el tema, los cuales no puede encontrar en este momento: una buena cantidad de ellos son con relación a los gatos como depredadores de serpientes. 157. Thus Nigidius Figulus, cited in Theodorus Hopfner, Fontes Historiae Religionis Aegyptiaeae (Bonn:Marx & Weber, 1922), 83-84, véase también Plutarch, Alexander XXVI, 6. 158. Budge, The Book of the Dead: Papyrus of Ani, 1:152; cf. 256.
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159. Budge, "On the Hieratic Papyrus of Nesi-Amsu," 519-20. 160. Ibid., 576-78. 161. Ibid., 516-17. 162. Ibid., 518-19. 163. Ibid., 569-79. La declaración es la 579. 164. Ibid., 523-27. 165. Ibid., 603-4,507. 166. Mercer, The Pyramid Texts in Translation and Commentary, Pyr. 302a-d. 167. Ibid., Pyr. 238a-b; 244a-b; 442a-c; 443a-c; 444a.
Notas del Capítulo 3: El Antecedente Babilónico 1. "Babylonian Background I," IE 59 (July 1956): 509-11,514,516, iniciaba aquí. 2. T. Eric Peet, A Comparative Study of the Literatures of Egypt, Palestine and Mesopotamia (London: Oxford University Press), 26. Si el Prof. Schwulst estaba citando de memoria o leyendo el texto no se puede determinar en este momento. 3. Ren Labat, Le poeme babylonien de la création (Paris: Malsonneuve, 1935), 2. 4. M. Witzel, "Zu den Enmerkar-Dichtungen," Orientalia 18(1949): 273. 5. Ibid., 265,268; el texto completo se ha traducido de las páginas 275-80. 6. Ibid., 271-73. 7. C. J. Gadd, A Sumerian Reading Book (Oxford: Clarendon, 1924), 145. En vez de atiborrar el texto con referencias de libros que nunca hemos leído, nos apoyaremos en los conocimientos de Gadd y Deimel para nuestras ilustraciones. 8. A. Deimel, Sumerische Grammatik der archaistischen Text (Rome, 1924), 151. Deimel reproduce por completo el texto arcaico. 9. Ibid., 159; también Gadd, A Sumerian Reading Book, 147: "Let the lightning, thy messenger, go before thee." Las alusiones a los reyes como pastores de ovejas y vacas son extremadamente numerosas. También Deimel, Sumerische Grammatik der archaistischen Text, 243, 246, 243, 144, 151, etc. Gadd, A Sumerian Reading Book, 55,111. 10. Deimel, Sumerische Grammatik der archaistischen Text, 143; he is also "the lion of the Desert," ibid., 324.
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11. Gadd, A Sumerian Reading Book, 105; completamente indistiguible de los Textos de la Pirámide, es el Himno Sumerio al Sol, No. 21, ibid., 148-49; es el paralelo literario mas perfecto imaginable. 12. Deimel, Sumerische Grammatik der archaistischen Text, 278; Gadd, A Sumerian Reading Book, 65,71. 13. H. V. Hilprecht, The Earliest Version of the Babylonian Deluge Story and the Temple Library of Nippur, vol. 5, fasc. 1 of The Babylonian Expedition of the University of Permsylvania (Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1910), 32, n. 4. Los Guti no tenían reyes propiamente hablando, sino únicamente caciques íderes de la migración; Deimel, Sumerische Grammatik der archaistischen Text, 271. 14. Deimel, Sumerische Grammatik der archaistischen Text, 133. 15. Ibid., 243-44. 16. A. Leo Oppenheim, "Mesopotamian Mythology III" Orientalia 19 (1950): 147-54. The full text in P. Jensen, Assyrisch-Babylonische Mythen und Epen (Berlin: Reuther & Reichard, 1900), 74ff. 17. Oppenheim, "Mesopotamian Mythology III," 155-58; quote from 156-57. 18. Deimel, Sumerische Grammatik der archaistischen Text, 316. 19. Ibid., 238. Exactamente igual que el conquistador en los Textos de la Pirámide, el jefe Sumerio "no permite que el sueño llegue a sus ojos," ibid., 161; él es "el único con el ojo del vidente," ibid., 162. En el Enuma Elish los cuatro ojos y orejas de Marduk le informan de lo que sucede en los cuatro rumbos de la tierra, Labat, Le Poème Babylonien de la Création, 30-31, n. 43. 20. Hugo Radau, Nin-ib the Determiner of Fates, according to the Great Sumerian Epic Lugal-e Ug Me-Lám-bi Ner-gál from the Temple Library of Nippur (Philadelphia: University of Pennsylvania, 1910), 28. 21. Ibid., 27,36-38. 22. Ibid., 42,44. 23. Ibid., 24, en donde el rey aparece como el "Salvador" de su pueblo de la esclavitud, ibid., 26. 24. Louis Delaporte, Le proche-orient asiatique, Les peuples de l'orient mediterranéen (Paris: Presses Universitaires, 1948), 1:11. 25. Paráfrasis de Hugo Winckler, in Eberhard Schrader, Die Keilinschriften und das Alte Testament, 3rd ed., (Berlin: Reuther & Reichard, 1903), 169-70, 22-23 . Mas recientemente Sir Leonard Woolley ha escrito: "Esto trae a la memoria el
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asomobroso cuadro de un hombre antediliviano ocupado en actividades comerciales que envía sus caravanas atravesando miles de millas entre montañas y desiertos desde el valle de Mesopotamia hasta el corazón de la India." Leonard Woolley, Digging up the Past (Baltimore: Penguin, 1961), 132; también A. Leo Oppenheim, "The Seafaring Merchants of Ur," JAOS 74 (1954): 6-17; Samuel N. Kramer, "Sumerian Historiography," IEJ3 (1953): 228-32; Andre Parrot, Mari une ville perdue (Paris: Je Sers, 1945), 36. 26. En general, véase, Bruno Meissner, Die Babylonisch-Assyrische Literatur (Wildpark-Potsdam: Akademische Verlagsgesellschaft Athenaion, 1927), 34-35. 27. Oppenheim, "Mesopotamian Mythology III," 158. 28. Hilprecht, The Earliest Version of the Babylonian Deluge Story and the Temple Library of Nippur, 61. 29. Tan recientemente como nuestra década el periodista C. W. Ceram diría de la versión Assurbanipal en su enormemente popular libro: Dioses, Sepulcros y Eruditos (New York: Knopf, 1967), 277, que es "imposible cuestionar el hecho de que la primera versión de la leyenda bíblica del Diluvio había sido encontrada." ¡Nada mas alejado de la verdad! 30. "The Babylonian Background II," IE 59 (August 1956): 566-67,602, iniciaba aquí. 31. Las refrencias en la comparación de arriba son todas de Hilprecht, The Earliest Version of the Babylonian Deluge Story and the Temple Library of Nippur, 52-55. 32. Georges Contenau, Le Deluge Babylonien (Paris: Payot, 1952), 84- 87. 33. "The Shinging Stones, Cont.," IE 59 (September 1956): 630-32, 672-75, iniciaba aquí. 34. Los rabinos "no podían explicar [el significado de Zohar]." H. Freedman & M. Simon, trs., Midrash Rabbah, 10 vols. (London: Soncino, 1939), 1:244. 35. Ibid. 36. Ibid. 37. Taljnud Jerushalmi, Pesahiin 1:1,5:2, cited in E. Mangenot, "Arche de Noé," in F. Vigouroux, Dictionnaire de la Bible, 5 vols. (Paris: Letouzey et Ane, 1894), 1:923. La conclusión de Mangenot es que "ies ridículo decir como el Rabino Ahia-ben-Zeira que en medio de la oscuridad del Arca, Noé pudiera distinguir el día de la noche con la ayuda de perlas y piedras preciosas, cuyo brillo menguara durante el día y aumentara durante la noche." 38. Moses Mielziner, Introduction to the Talmud (New York: Bloch, 1968), 62. 39. Ibid., 92.
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40. El Talmud Babilonio, "tan rico en matices dialécticos, y tan lleno de tecnicismos y elipsis, ofrece al traductor dificultades casi insuperables. . . . Algunas veces se requeriría de todo un volumen con comentarios para complementar la traducción de un simple capítulo del original. . . . Esto explica el porqué los varios intentos de traducir todo el Talmud Babilonio han fracasado, de modo que, comparativamente hablando, poco texto masorético de este Talmud ha sido traducido, y esas traducciones, en la mayoría de los casos, no son lo suficientemente inteligibles como para ser comprendidas completamente por el lector, que la mayoría de las veces no esta familiarizado ni con el texto original ni con el espíritu del Talmud," ibid., 89-90. ¡Aun así, este Talmud es mas simple e inifinitamente mejor conocido que el Talmud Palestino! 41. "La antigua literatura India es ta llena del tema en cuestión,” de acuerdo con J. J. Meyer, "Das unverbrennbare Herz und der Edelstein Pyrophilus," ZDMG 86(1932): 97. Aunque se han sugerido muchas piedras preciosas como la original piedra brillante --zafiro, esmeralda, etc., el candidato favorito de la sabiduría popúlar india para ocuapr tal puesto es el rubí, llamada ‘piedra del sol’ debido a su color rojo encendido. Ibid., 95-97. 42. Independientemente de la substancia original, era la acción purificadora del fuego lo que lograba tan milagrosa transformación: se creía que hasta el granizo, las bolitas de hielo cristalino, ¡podían emplearse para crear joyas mediante la aplicación del fuego! Ibid., 95-97. El resultado siempre eran cristales diáfanos, ibid., 99. 43. Ibid., 97. Con respecto a los poderes sobrenaturales de tales gemas, véase Wilhelm Printz, "Gilgamesh und Alexander," ZDMG 85 (1931): 196-206. 44. Meyer, "Das unverbrennbare Herz und der Edelstein Pyrophilus," 99; Printz, "Gilgamesh und Alexander," 200. 45. Printz, "Gilgamesh und Alexander," 196-204, menciona pasajes relevantes de Albertus Magnus, Thomas Cantimpratensis, Conrad de Megenberg, Vincent du Beauvais, Volmar, y otros, todos ellos ofrecen versiones con ligeras variaciones. 46. El pasaje de Aristóteles esta perdido, aunque es mencionado como referencia por escritores posteriores y citado por un escritor anónimo del siglo XIV en un pasaje reproducido por Printz, ibid., 197. Una versión más antigua de la historia de Alejandro el Grande es ofrecida por A. Nauck, Tagicorum Graecorum Fragmenta, 2nd ed. (Leipzig, 1889; reprinted Hildesheim: Olms, 1964), 209-10. 47. Es llamado un phannakon agerasias o "concretamente contra la época antigua" en el fragmento citado en la nota precedente; véase abajo, n. 49. 48. Printz, "Gilgamesh und Alexander," 198-200. 49. Peter C. A. Jensen, Assyrischbabylonische Mythen und Epen, 11 vols. (Berlin: Reuther & Reichard, 1900), 6:250-53. Lines 282-93,302-7 de la 9a. Tablilla de la Epopeya de Gilgamesh se tomará un ejemplo para ilustrar la extraordinaria mezcla de adornos familiares presentess en esta epopeya tan antigua:
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I will disclose, O Gilgamesh, a hidden thing and... tell it to you. That plant is like a thorn in the field. Its thorn will pierce thy hand like a thorny vine; it will pierce through thy hand. When thy hands grasp that plant, thou canst return again to thy land. When Gilgamesh heard this He opened the... He tied heavy stones on his feet, And they dragged him down into the cosmic ocean and he found the plant. He took the plant and it pierced through his hand. He cut the heavy stones loose, and... A second one he cast down to his... Then Gilgamesh [on the way home] saw a pool of water, which was cold, He went down into it and washed himself with water. A serpent smelled the fragrance of the plant, came up...and took the plant away. Then when he came back he mocked and taunted [Gilgamesh], Then Gilgamesh sat himself down and wept... Aunque las piedras en los pies son la clave de la historia, de acuerdo con Printz, se identifica la planta de vida en definitiva con la piedra brillante de pirófilo que Alejandro el Grande extravió de la misma manera; incluso el lector casual notará en este breve extracto varios sorprendentes paralelos con el relato de La Caída del Hombre. 50. H. Stock, "Studien zu Lukians `De Syria Dea,' " Beyrutus 4(1937): 12. 51. Lucian, De Syria Den 12-13. Stock, "Studien zu Lukians `De Syria Dea'," 7-8, señalando que la historia del diluvio de Lucio no es ni Babilonia ni Griega Babylonian nor Greek. Sostiene, 10, que Lucio se refiere directamente a Deucalión, el Noé local, como un Escita. El amigo de Gilgamesh and doble de Hurnbaba es obviamente el Kombabus cuya leyenda Lucio recuenta aquí: es una versión del tema del sacrifico y la resurrección. 52. Lucian, De Syria Dea 13. 53. Ibid., 32. 54. Anton Jirku, "Der Kult des Mondgottes im altor. Palästina-Syrien," ZDMG 100(1951): 202-4, muestra que el culto fue importante tanto en Ras Shantra como en Jericó en épocas muy antiguas. La preeminencia de Kombabus en el templo Sirio es evidencia suficiente para garantizar la gran época que se vivvió bajo su ritos. 55. Macrobius, cited in Stocks, "Studien zu Lukians `De Syria Dea,'" 15. 56. Carl Clemen, Lukians Schrift uber die syrische Göttin, Heft 3-4, Der Alte Orient, No. 37 (Leipzig: Hinrich, 1938), 42. 57. Stocks, "Studien zu Lukians `De Syria Dea'," 6.
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58. J. Schoneveld, in Orientalia Neerlandica, 222 [no se dispone de mayor información bibliográfica - ed.]. 59. Anton Jirku, "Die Mimation in den nordsemitischen Sprachen und einige Bezeichnungen der altisraelitischen Mantik," Biblica 34(1953): 78-80. 60. Véase arriba no. 51. 61. E. A Speiser, "The Sumerian Problem Reviewed," HUCA 23(1952): 355.
Notas del Capítulo 4: El Entorno Epico en el Antiguo Testamento 1. "Epic Milieu in the Old Testament," IE 59 (October 1956): 710-12, 745-51, iniciaba aquí. 2. Leonard Woolley, Digging Up the Past (Baltimore: Penguin, 1961), 76. 3. Cyrus H. Gordon, "The Patriarchal Narratives," JNES 13(1954): 58-59. 4. Ibid., 59. 5. André Parrot, Mari une ville perdue (Paris: Je Sers, 1945), 208-9. 6. Gordon, "Patriarchal Narratives," 56. 7. Baal and Anat, Text 51: V1I:41-45, in Cyrus H. Gordon, Ugaritic Literature (Rome: Pontifical Biblical Institute, 1949), 36. 8. Ibid., 36-37, lines 50-52. 9. Ibid., 37, Text 51:VIII:27-29, 28, n. 2. 10. Ibid., 38; Text 67:I:1-3. 11. Ibid., 39; Text 67:II:10-15. 12. Véase Hugh W. Nibley, Lehi in the Desert and the World of the Jaredites (Salt Lake City: Bookcraft, 1952), 155-60; this volume, above pp. 163-68. 13. Baal and Anat, Text 67:2:2-20, in Gordon, Ugaritic Literature, 39-40. 14. Ibid., 7. 15. Roger T. O'Callaghan, "The Great Phoenician Portal Inscription from Karatepe," Orientalia 18(1949): 174-83 en el texto; las citas están en las págs. 175-79. 16. Ibid., 179. 311
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17. Nibley, Lehi in the Desert, 205-6; above, pp. 208-9. 18. O'Callaghan, "The Great Phoenician Portal Inscription from Karatepe," 199-200. 19. Guglielmo Ferrero y Corrado Barbagallo tienen un interesante comentario al respecto en A Short History of Rome, 2 vols. (New York: Putnam, 1918), 1:5-6. 20. Cyrus H. Gordon, "Notes of the Legend of Keret," JNES 11(1952): 212. 21. Ibid., 213. 22. O. R. Gurney, The Hittites (Baltimore: Pelican, 1952), 65-66; Albrecht Götze, Kleinasien, vol. 3, pt. 1, #3c of Handbuch der Altertumswissenschaft (Munich: Beck, 1933), 85-86. 23. Götze, Kleinasien, 58,80-89, 124-38. 24. Albrecht Götze, Hethiter, Churriter und Assyrer (Oslo: Aschehoug, 1936), 60-63. Quote is from Gumey, The Hittites, 63. 25. Götze, Hethiter, Churriter und Assyrer, 53-54; Gurney, The Hittites, 24. 26. Gurney, The Hittites, 78. 27. Ibid., 67. 28. Ibid., 24. 29. Ibid., 47-52. 30. Götze, Kleijjasien, 91-95. 31. Ibid., 98. 32. Gurney, The Hittites, 68. 33. Para una disertación sobre la relación entre el rey y su vasallo, véase Götze, Kleinasien, 89-102. 34. Ibid., 115, 80-81. 35. Ibid., 90-95. 36. Ibid., 110-14. 37. A. B. Cook, Zeus, 3 vols. (Cambridge: Cambridge University Press, 1914-40), 1:333-35; 2:830-33. 38. Aeschylus, Prometheus Bound 955-59.
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39. Esto es discutido por H. C. Baldry, "Aristotle and the Dramatization of Legend," CQ 48(1954): 151-57. 40. Arthur Christensen, Die Iranier, vol. 3, pt. 1, #3c of Handbuch der Altertumswissetschaft (Munich: Beck, 1933), 218-19. 41. James Damlesteter, The Zend-Avesta, 3 vols. (Oxford: Oxford University Press, 1880-87), 2:295 (Zamyad Yast 7:40); 2:19394 (Farvardin Yast 14-15). 42. Fr. Spiegel, Eranische Altertumskunde (Leipzig, 1873), 2:80. 43. Darmesteter, Zend-Avesta 2:131, 135, 140 (Mihir Yast 10:46; 15:63; 21:82). 44. Ibid., 2:148 (Mihir Yast 27:111). 45. Xenophon, Cyropaedia V, 5, 8. 46. Darmesteter, Zend-Avesta 2:293-94 (Zamyad Yast 7:32-44). 47. Ibid., 2:148 (Mihir Yast 27:111). 48. Ibid., 2:121-22 (Mihir Yast 2:7-9). 49. Christensen, Die Iranier, 218. 50. Xenophon, Anabasis II, 4,3-4. 51. Véase Eduard Meyer, Geschichte des Altertums, 4th ed. (Stuttgart: Cotta, 1944), vol. 4, pt. 1, pp. 21-22; Darmesteter, Zend-Avesta 2:136 (Mihir Yast 16:66; 17:6768). 52. Hugh W. Nibley, "The Hierocentric State," WPQ 4(1951): 243 44. 53. Christensen, Die Iranier, 217. 54. Dannesteter, Zend-Avesta 2:272-73 (Ashi Yast 2:7-14). 55. Christensen, Die Iranier, 218-19. 56. Clement Huart and Louls Delaporte, L'Iran antique (Paris: Michel, 1952), 399. 57. Véase Hugh W. Nibley, "There Were Jaredites, Part 3 Egypt Revisited," IE 59 (April 1956): 245; above, p. 320. 58. Bedrich Hrozny, Uber die älteste Völkerwanderujig und uber das problnn der Proto-Indischenzivilisation, in Monografis Archivu Orientálniho 7 (Prague: Orientallsches Institut, 1939), 5-7.
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59. A. Muller, Der Islam im Morgen- und Abendland, 2nd ser., pt. 4,2 vols. of Allgemeine Geschichte in Einzeldarstellungen (Berlin: Historischer Verlag Baurngärtel, 1885), 1:219-23. 60. Livy, History of Rome I, 4-7. 61. Ibid., I, 33. 62. Ibid., II, 16. 63. Ibid., II, 17. 64. Ibid., II, 5; II, 9; II, 43. 65. Sallust, Bellum Catihjiae 11,14. 66. Ibid., 22. "Toda la tierra estaba llena de ladrones." Ibid., 28. 67. Vergil, Aeneid VI, 791-92,852-53.
Notas del Capítulo 5: Nuestra Propia Gente 1. "Our Own People," IE 59 (November 1956): 818-19, 857-58, iniciaba aquí. 2. L. R. Palmer, The Latin Language (London: Faber & Faber, 1954), 52-53. 3. Geoffrey of Monmouth, Historia Regum Britanniae 9,1; cf. 3,7. 4. This was Luernius, in Athenaeus, Deipnosophists 4,152. 5. H. D. Jubainville, The Irish Mythological Cycle and Celtic Mythology (Dublin: Hodges, Figgis, 1903), 19-21, 71-72, 76-78, 84-94, 146-55; H. Munro Chadwick, The Growth of Literature 3 vol. (Cambridge: Cambridge University Press, 1932), 1:106; Henry Morris, "The Partholon Legend," JRSAI 67(1937): 57-71. 6. Jubainville, The Irish Mythological Cycle and Celtic Mythology, 91-92. Geoffrey, Historia Regum Britanniae 9, 11. 7. Jubainville, The Irish Mythological Cycle and Celtic Mythology, 147. 8. Geoffrey, Historia Regum Britanniae 3,7. 9. Lord John of Joinville, Memoirs of Louis IX. King of France, in Lord John of Joinville, Chronicles of the Crusades (London: Bohn, 1848), 36364. 10. Geoffrey, Historia Regiori Britanniae 9. 11. John Rhys, Celtic Heathendom (London: Williams & Norgate, 1898), 608,584,412; Jubainville, The Irish Mythological Cycle and Celtic Mythology, 15,5758,60-62.
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12. Geoffrey, Historia Regum Britanniae 3,5; Rhys, Celtic Heathendom, 13. 13. También es idéntico con un tumulus y palacio subterráneo –el mundo de los muertos con el que los antiguos Celtas se sentían tan identificados. Véase Jubainville, The Irish Mythological Cycle and Celtic Mythology, 146-55. 14. Geoffrey, Historia Regum Britanniae 6,3-4 for this and a great deal more to the same effect. 15. Rhys, Celtic Heathendom, 155-58,160-75,562; Mary Williams, "An Early Ritual Poem in Welsh," Speculum 13 (1938): 38-51; A. H. Krappe, "Who Was the Green Knight?" Speculum 13(1938): 206-17; Richard Heinzel, "Über die französischen Gralromane," Denkschriften der Kaiserlichen Akademie der Wissenschaft 40, pt. 3 (1892), esp. 155-71; and especially Leopold von Schroeder, "Die Wurzeln der Sage vom heiligen Gral," in vol. 166 of Sitzungsberichte der kaiserliche. Akademie der Wissenschaft in Wien. Philosophisch-Historische Klasse (Vienna: Hölder, 1910), pt. 1. 16. Thomas Percy, "Essay on the Ancient Minstrels in England," in Reliques of Ancient English Poetry, 3 vols. (London: Allen & Unwin, 1885), 1:354. 17. Este tema es tratado con amplitud por Hermann Schneider en dos obras que ilustran claramente el completo cambio de pensamiento que se ha manifestado sobre el tema del entorno épico entre las dos fechas de publicación. Las obras en cuestión son Hermann Schneider, Germanische Heidensage, 2 vols. (Berlin: De Gruyter, 1928-33), 1-42; y Heldendichtung, Geistlichendichtung, Ritterdichtung, vol. 1 of Julius Petersen & Hermann Schneider, Geschichte der deutschen Literatur (Heidelberg: Winter, 1943), 1-37. 18. La descripcion es de Formali, la introducción original al relato en prosa Edda. 19. In the Lokasenna, the eighth poem of the Poetic Edda. 20. Jacob Grimm, Teutonic Mythology, James S. Stallybrass, ed., 4 vols. (London: Bell, 1882-88), 3:918-50. 21. La descripción de Othinn es de D. Nathan Sönderblom, TieleSöderbloms Kompendium der Religionsgeschichte, 5th ed. (Berlin-Schöneberg: Theophil Biller, 1920), 486-89,483. 22. Ibid., 481-86. 23. Schneider, Heldendichtung, Geistichendichtung, Ritterdichtung, 12. 24. Ibid., 26-32. Quote from 31-32. 25. Ibid., 30. 26. E. V. Gordon, Introduction to Old Norse (Oxford: Clarendon, 1927), liv.
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27. Hugh W. Nibley, "The Hierocentric State," WPQ 4 (1951): 247- 49. 28. C. R. Unger, ed., Saga Didriks Konungs af Bern (Christiania: Feilberg & Landmarks, 1853), chs. 47,48. 29. Priscus Rhetor, De Legatianibus Romanorum ad Gentes, in PG 113:724, 73233,737. 30. Unger, Saga Didriks Konungs af Bern, ch. 282. 31. Ibid., ch. 51. 32. Ibid., ch. 132. 33. Ibid., ch. 185. 34. Ibid., ch. 268. 35. Ibid., ch. 139. 36. Ibid., ch. 154. 37. "Our Own People," IE 59 (December 1956): 906-7, ininaba aquĂ. 38. Unger, Saga Didriks Konungs af Bern, ch. 134. 39. Ibid., ch. 249. 40. Ibid., ch. 45. 41. Ibid., ch. 49. 42. Procopius, Anecdota 8,5. 43. Unger, Saga Didriks Konungs af Bern, ch. 39. 44. Ibid., ch. 182. 45. Ibid., chs. 68, 300. 46. Ibid., ch. 83. 47. Ibid., ch. 109. 48. Ibid., ch. 39. 49. Ibid., ch. 3. 50. Ibid., ch. 44.
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51. Ibid., ch. 136. 52. Ibid., ch. 322. 53. Ibid., chs. 45, 204. 54. Ibid., chs. 118, 212, 215, 219, 312. 55. Ibid., ch. 214. 56. Ibid., ch. 48. 57. Ibid., ch. 278. 58. Ibid., ch. 122. 59. Ibid., chs. 90, 94. 60. Ibid., chs. 172, 92. 61. Ibid., ch. 81. 62. Ibid., ch. 282. 63. Ibid., chs. 54, 88, 273. 64. Ibid., chs. 88, 102. 65. Ibid., ch. 102. 66. Ibid., chs. 39-40. 67. Ibid., ch. 282. 68. Ibid., ch. 72. 69. Ibid., ch. 144. 70. Ibid., ch. 54. 71. Ibid., ch. 47. 72. Ibid., ch. 308. 73. Ibid., ch. 324. 74. "Our Own People," IE 60 (January 1957): 26-27,41, iniciaba aquĂ.
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75. Samuel N. Kramer, "New Light on the Early History of the Ancient Near East," AJA 52(1948): 159. 76. El halago mas alto que Philippe de Commynes puede hacerle a su maestro, Luis XI de Francia, es que "as for peace, he could hardly endure the thought of it." Philippe de Commynes, Memoirs I, 10. 77. Chadwick, Growth of Literature, 1:90-91. 78. Albrecht Götze, Hethiter, Churriter, und Assyrer (Oslo: Aschehung, 1936), 12832. Un buen número de ejemplos de esto se han dado en el transcurso de estos artículos. 79. Carleton S. Coon, The Story of Man (New York: Knopf 1954), 103. 80. V. Gordon Childe, New Light on the Most Ancient East (New York: Praeger, 1953), 24-25. 81. Coon, The Story of Man, 142. 82. "Our Own People," IE 60 (February 1957): 94-95,122-24, iniciaba aquí. 83. William M. McGovern, The Early Empires of Central Asia (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 1939), 78. 84. Chadwick, The Growth of Literature, 1:173. 85. Typical are O. G. S. Crawford, "Burrows," Antiquity 1(1927): 413- 34, and E. C. Curwen, "Neolithic Camps," Antiquity 4(1930): 22-54. 86. Chadwick, The Growth of Literature, 1:134. 87. Winifred Lambe, "The Site of Troy," Antiquity 6(1932): 71-81. 88. Nibley, "Hierocentric State," 238-41. 89. Leonard Whibley, A Companion to Greek Studies (Cambridge: Cambridge University Press, 1931), 261. 90. Pliny, National History XXXVI, 1, 3-XXXVI, 2,6. 91. Robert J. Braidwood, The Near East and the Foundations for Civilization, Condon Lectures (Eugene, Oregon: Oregon State System of Higher Education, 1952), 13. 92. Esos puntos son enumerados por Edward King, "Observations on Antient [sic] Castles," Achaeologia 4 (1777): 364-413; Daines Barrington, "Observations on the Welsh Castles," Archaeologia 1(1774): 278-91. 93. Priscus Rhetor, De Legationibus Romanorum ad Gentes, in PG 113:73233,737.
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94. Para una buena descripción de este tipo de arquitectura, véase O. R. Gurney, The Hittites (Baltimore: Pelican, 1952), 145-50, 210, with interesting illustrations. 95. Un ejemplo perfecto de esto lo constituyen las operaciones de construcción de la ciudad del rey Azitawaddu que se describen en la Inscripcion Karatepe, nuevamente descubierta: "Y construí fortalezas en todas las fronteras mas remotas, en lugares en donde había forajidos, jefes de bandas de ladrones,... Yo Azitawaddu, las consideré hazañas, y construí fortalezas en esos lñugares de modo que los Dananianos pudieran habitarlas. ... Y construí esta ciudad, y determiné que se llamara Azitawaddiya [como él mismo],... que pudiera ser un baluarte para la planicie de Adana y para la casa def Mupshu.... Así que he construído esta ciudad, llamada Azitawaddiya,... e instituí sacrificios." Adviértase que la ciudad fue fundada por el gran jefe, dándole su nombre como medio de control, un “baluarte”, "y esta ciudad poseerá grano y vino, y los hijos de la gente que aquí morará poseerá ganado y ovejas y grano... y serán sumamente poderosos." ¡Adviértase como exactamente este sistema corresponde con el descrito en el libro de Eter! La inscripción fue citada y discutida en Nibley, "There Were Jaredites: Epic Milieu in the Old Testament," IE 59 (October 1956): 711-12; above, pp. 384-85. El texto con fotografías se puede encontar en Roger T. O'Callaghan, "The Great Phoenician Portal Inscription from Karatepe," Orientalia 18(1949): 173-205, plates 22-25. 96. Elise J. Baumgartel, The Cultures of Prehistoric Egypt, 2 vols. (London: Oxford University Press, 1947, 1960), 1:3-9. El eminente Lord Ragian ha afirmado recientemente que ¡Troya nunca existió! El Jomsborg es un ejemplo clásico. "Lyonesse" es otro, para ello, véase O. S. G. Crawford, "Lyonesse," Antiquity 1(1927): 5-14. 97. Martin P. Nilsson, The Minoan-Mycenaean Religion and Its Survival in Greek Religion (Lund: Gleerup, 1950), 11-17, la cita es de la pág. 15. 98. Claude Schaeffer, Stratigraphie comparie et chronologie de l'asie occidentale (London: Oxford University Press, 1948), 537. 99. Ibid., 565. 100. Ibid., 546. 101. Werner Vycichl, "Notes sur la préhistoire de la langue égyptienne," Orientalla 23(1954): 218. 102. Cyrus H. Gordon, "Notes of the Legend of Keret," JNES 11 (1952): 213: "El Exodo es la epopeya del nacimiento de una nación, incluso aunque la mayoría del texto está en prosa. Afortunadamente, el capítulo 15 del Exodo preserva un fragmento poético de dimensiones importantes.... La narrativa contiene episodios épicos incluídos."
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Apéndice A ¿La Costa Este o la Costa Oeste? Dilucidar si los Jareditas cruzaron el océano Atlántico o el océano Pacífico no es fundamental para sostener la tesis de su origen asiático, ya que en todo caso su cultura estaba completamente desarrollada al momento de abandonar su lugar de origen. El presidente Milton R. Hunter ha llamado poderosamente la atención de quien esto escribe con relación a ciertas declaraciones en los escritos de Don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl y fray Bernardino de Sahagún que parecen ofrecer una luz con relación al tema del sitio de desembarco jaredita en tierras del Nuevo Mundo. Los pasajes en cuestión se encuentran en la obra de Hunter y Ferguson, El Libro de Mormón y la Antigua América:1 Sahagún comenta sobre el trabajo del historiador nativo Ixtlilxóchitl lo siguiente: “Es la opinión común y generalizada de los nativos de toda esta tierra Chichimeca…que sus ancestros vinieron de partes de Occidente, y todos los que ahora son conocidos como Toltecas, Acolhuas, Mexicanos; y otros pueblos que habitan en esta tierra manifiestan que son descendientes del linaje de los Chichimecas, y están orgullosos de ello; y la razón es, de acuerdo a lo que aparece registrado en sus historias, que el primer rey que tuvieron fue llamado Chichimécatl, que fue quien los trajo a este Nuevo Mundo en que se establecieron, quien, como se habrá deducido, vino de la gran Tartaria, y fueron parte de la división de Babilonia…Y dicen que viajaron durante 104 años a través de diferentes partes del mundo hasta que llegaron al Huehue Tlapallan, su país.”2 Posteriormente, Sahagún dice: “Con respecto al origen de estos pueblos, el reporte de los antiguos [de la región central de México –en donde Sahagún vivió muchos años] consiste en que llegaron por mar desde el norte [es decir, bordeando la costa del Golfo de México]…se supone que llegaron de las siete cuevas, y que esas siete cuevas son las siete naves o galeras en las que vinieron estos primeros colonizadores de estas tierras…La gente que llegó primero a establecerse en esta tierra venía de La Florida, y llegó bordeando la costa y desembarcando en el puerto de Pánuco, que ellos conocen como Panuco, que significa ‘lugar al que arribaron los que cruzaron las aguas.’ Esta gente vino en búsqueda de un paraíso terrenal, y entre ellos había una familia conocida como Temoanchan, que significa ‘buscamos nuestro hogar’”3 Y nuevamente tenemos: “y este…rey que viajó con ellos a través de gran parte del mundo, llegó a esta tierra.”4 En estos pasajes están indicadas dos distintas fases de la migración Jaredita. Primeramente, está el éxodo original de los ancestros de las partes de Occidente bajo el liderazgo de su primer jefe, “Chichimécatl, que fue quien los trajo a este Nuevo Mundo en que se establecieron, quien…vino de la gran Tartaria, y fueron parte de la división de Babilonia.” Tartaria es definida en el diccionario Oxford como “la región del Asia Central que se extiende al Este del Mar Caspio,”5 es decir, la misma área que hemos asignado como la de la migración Jaredita en el Mundo Antiguo. Cuando Sahagún, escribiendo en México durante el siglo XVI, habla de
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‘partes de Occidente’, se refiere a las regiones del Oeste. En aquellos días el vocablo Occidente era empleado en su sentido literal, y los misioneros jesuitas, escribiendo sus reportes desde México en la época de Sahagún, se refieren a Asia como el Occidente, ya que eran Asia y no Europa la que se ubicaba al Oeste de su posición. El autor quedó perplejo cuando, en un prematuro intento por traducir ciertas cartas jesuitas, le llamó la atención primeramente este natural pero poco familiar uso del vocablo Occidente. Sahagún remueve toda ambigüedad sobre el tema al mencionar específicamente Babilonia y la gran Tartaria, ninguna de las cuales era “Occidental” en un sentido europeo, como las “partes de Occidente de las que los colonizadores partieron. Acto seguido hay un segundo punto de desembarque; el de la gente que llegó al Huehue Tlapallan después de 104 años de andanzas. Esa gente, específicamente descrita como los primeros colonizadores de México, llegó “por mar desde el Norte,” bordeando el Golfo de México “desde Florida.” No se nos dice de dónde vinieron ni se nos dice que cruzaron el océano, sino que se nos dice que desembarcaron en México aproximadamente cien años después de que la gran migración se había puesto en marcha, es decir, mucho después de que los Jareditas habían llegado al Nuevo Mundo. Es mas, una reflexión más minuciosa pondrá de relieve que el desembarco en Panuco difícilmente puede ser el desembarque Jaredita original. Después de 344 días terribles en el mar los Jareditas, o cualquier otro, no se hubieran tardado en desembarcar en la primera tierra que encontraran. Efectivamente, está claramente implicado en Eter 6:12-13 que ellos hicieron justamente eso, y mas tarde continuaron su expansión y exploración (Et. 7:4-11). Pero la gente de Panuco “llegó bordeando la costa,” navegando, tal vez durante muchos días, teniendo la tierra a la vista. Sea que no hubieran estado en el mar tanto tiempo o que ya habían desembarcado en algún lugar, mas su urgente necesidad de carne, agua fresca y frutas, habrían desembarcado de inmediato en lugar de “bordear la costa.” Habiendo navegado hacia el Golfo de México desde el Océano Atlántico, difícilmente hubieran evitado el contacto con las islas y un eventual desembarque en ellas. No hay mención alguna de una terrible tormenta que les hubieran impedido desembarcar, y de todos modos es imposible “bordear la costa” bajo los efectos de una terrible tormenta. Las declaraciones vertidas con respecto a que ellos “vinieron del Norte,” y “de Florida” están extrañamente localizadas. Si la gente de Panuco hubiera cruzado el océano, ciertamente lo habrían sabido y hubiera sido la parte principal de su leyenda, pero ningún cruce por mar es mencionado. El desembarque en México obviamente es uno de los resultados posteriores de la gran migración Jaredita, que, como ya hemos mencionado, no terminó con el desembarque en el Nuevo Mundo sino que continuó en muchas direcciones. Sabemos que los Jareditas en sus andanzas cruzaron muchos cuerpos de agua y de este modo se verificaron muchos desembarques como el de Panuco, que no era necesario fuera descrito en el Libro de Mormón. Además Sahagún nos dice que los migrantes originales bajo el liderazgo de su primer dirigente habían viajado “a través de gran parte del mundo,” mientras que los que desembarcaron en México habían “viajado durante 104 años a través de diferentes partes del mundo.” Si pasaron del Cercano Oriente al valle situado al norte, atravesaron Asia y el Océano Pacífico, y entonces cruzaron este continente
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para alcanzar la costa del golfo en Florida o en la desembocadura del río Mississippi, y de ahí por toda la costa hasta México, esto ciertamente sería cierto. Por otra parte, un viaje en dirección Oeste desde Babilonia hasta el Mediterráneo y saliendo hasta el Océano Atlántico no lo lleva a uno a través de gran parte del mundo y es por mucho mas difícil de visualizar que la ruta en dirección Este. En la opinión de quien esto escribe, la interpretación más atractiva de la evidencia es ésta: en la época de la gran dispersión llegó procedente de Babilonia un grupo de nómadas bajo la dirección de su primer rey. Vagaron “a través de diferentes partes del mundo” (eso es importante para nuestro trasfondo del Mundo Antiguo) y entonces dejaron “la gran Tartaria” (Asia) y cruzaron “desde partes de Occidente” hacia el Nuevo Mundo, en donde a partir de ese momento continuaron su exploración (Eter 7) por mar y tierra; una familia o tribu de entre ellos, la Temoanchan, bordeó cautelosamente la costa del Golfo de México, mas de cien años después de la dispersión de la torre, en el Este de México. Esto no es necesariamente el único panorama posible esbozado a partir de la evidencia recolectada por Sahagún, pero parece conciliar todos los hechos conocidos; en tanto que la suposición de que el desembarco original fue en Panuco deja de lado algunos aspectos importantes, es decir, (1) que los colonizadores originales llegaron al Nuevo Mundo del Oeste, no del Este, (2) que aparentemente habían estado en la gran Tartaria, o la región de Asia al Este del Mar Caspio, (3) que habían viajado por muchas tierras –de hecho, a través de la mayor parte del mundo, (4) que ansiaban desembarcar, mientras que la gente de Panuco estaba bordeando la costa, (5) que el grupo Mexicano no dice haber cruzado el océano en esta ocasión –un hecho que ciertamente habría sido registrado de haber sido el caso– sino haber venido “de Florida” y desde el Norte –lo que en definitiva consolida el cuadro, y sobretodo (6) que la gente que desembarcó en Panuco llegó al lugar 104 años después del inicio de la gran migración, en tanto que los Jareditas desembarcaron aproximadamente una generación después de haber dejado la torre. El problema es fascinante, pero no de carácter vital. La opinión del autor sobre el particular, considerando que carece de un conocimiento mas profundo del tema debido a la completa ignorancia de alguna de las lenguas nativas de Centroamérica, debe continuar entendiéndose como pura especulación con una partícula infinitesimal de verdad –no un artículo de fe.
Notas del Apéndice A 1. Milton R. Hunter and Thomas S. Ferguson, Ancient America and the Book of Mormon (Oakland, Ca:Kolob, 1950). 2. Ibid., 25.
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3. Ibid., 30-31. 4. Ibid., 38. 5. Oxford English Dictionary, 12 vols. (Oxford: Clarendon, 1953), 11:100; s.v. "Tartar."
Apéndice B ¿Qué tan Lejos de Cumorah? Estamos en deuda con el Sr. Eugene L. Roberts y la Sra. Eldon Reed Cluff por los capítulos del 7 al 12 de su fascinante libro Benjamín Cluff que hablan sobre la expedición de la Academia Brigham Young a Centro y Sudamérica. En sus páginas el lector quizá encuentre una clara respuesta a la pregunta: ¿Qué barreras
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geográficas definitivamente impedirían a un ejército pasar de América Central al norte del continente? La respuesta es: ninguna. El 17 de Abril de 1900, una tropa compuesta por veinticinco hombres con mulas y carretas salió de Provo, Utah con el propósito de recabar información sobre el Libro de Mormón en tierras australes. Tras alcanzar la frontera con México, el grupo expedicionario fue disuelto (12 de Agosto de 1900) por orden expresa de las Autoridades Generales –no porque hubieran llegado a un terreno inexpugnable, sino porque la empresa involucraba gastos propios de una operación a gran escala. Internándose en México con una reducida fuerza de nueve hombres desprovistos de carretas, el grupo expedicionario encontró mucho más fácil y placentero el viaje que lo que habían experimentado hasta Arizona. A Oaxaca la describieron como el mismo jardín de Edén y un paraíso para la cacería; durante el recorrido fueron capaces de viajar un promedio de 20 millas al día. Incluso las terriblemente escarpadas montañas de la Sierra Madre fueron cruzadas en tres semanas. Ya que el objeto de la expedición era recabar información, la misma se movía muy lentamente. Cada uno de los nueve hombres integrantes de la expedición era un especialista en su campo de investigación y a cada uno se le permitió realizar un trabajo concienzudo. Por lo tanto C. Van Buren realizó una de las mas completas colecciones de aves sudamericanas del mundo, J.B. Fairbanks “a menudo permanecía en algún campo o ciudad para pintar” y realizó largos viajes a la costa para enviar por barco sus pinturas de regreso a casa, Cluff y otros tres especialistas hicieron un recorrido de cuatrocientas millas para inspeccionar las ruinas de Palenque, y tras pasar por la ciudad de México, el grupo escaló el Popocatépetl. Fueron más las actividades desarrolladas que los peligros de la ruta, los que ocasionaron que se progresara con lentitud. Cuando el profesor Wolfe abandonó en Guatemala al grupo, no se debió a que la ruta se hubiera vuelto un imposible, sino porque nunca comulgó con la idea de ir mas allá de Nogales y había sido persuadido solo con gran dificultad de acompañar al grupo tan lejos. En ninguna parte del relato se describe a la jungla como una barrera impenetrable: siempre había rutas y antiguos caminos para continuar. Los ríos parecen haber presentado el único serio obstáculo al viaje, aunque todos fueron cruzados en forma exitosa, y de no haber sido el grupo lo suficientemente imprudente para internarse en América Central durante la época de lluvias, hubieran podido ser evitadas casi por completo. Cuando el hermano Magelby cayó enfermo en El Salvador, el resto del grupo a excepción de Cluff y Kienke permanecieron con él. En algún momento todos y cada uno de los miembros de la expedición fueron víctimas de la fiebre –pero todos sobrevivieron. De haber sido capaces Cluff y Kienke de costear los servicios de una escolta de diez hombres (extremadamente moderada para los estándares de las exploraciones), habrían mejorado su tiempo de viaje hasta Panamá. Como era de esperarse, alcanzaron Panamá sin serios contratiempos, y lo que demoró su entrada a la ciudad de Panamá no fue la jungla, sino una revolución que además los obligó a realizar parte del viaje en bote. En la ciudad de Panamá se reunieron con el resto de los miembros de la expedición (lejos de estar desmoralizados), y entonces algunos de los hombres tomaron las mulas para cruzar el istmo hacia Colón en solo tres días, a pesar de que únicamente tenían “rutas inciertas e indefinidas” por delante. De Colón el grupo partió a Colombia por barco –únicamente debido a problemas con los nativos y no por causa de obstáculos geográficos, ya que lo peor de la jungla y los ríos había quedado ya atrás. En Bogotá la expedición finalmente
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llegó a su fin, no por que el país fuera intransitable, sino porque el gobierno colombiano les advirtió que desistieran en su intento de ir mas allá debido a que “en el sur de Bogotá era mas probable que todas las posesiones de los americanos fueran confiscadas por la guerrilla antes de que pudieran pasar, además de que con toda seguridad serían asesinados.” Dos aspectos de la expedición de la Academia Brigham Young deben ser puestos de relieve con relación a la logística del Libro de Mormón: el tiempo de viaje y la naturaleza de los obstáculos que los detuvieron. En primer término, si restamos el tiempo empleado en la obra misional, días de reposo, viajes de exploración, la infinita y exuberante hospitalidad recibida de parte de los Santos y los nativos durante todo el trayecto (cuyo agradecimiento requería de una actividad sumamente demandante y consumidora de tiempo), reposo durante las enfermedades, recolección, preparación y envío de especimenes, negociaciones de tipo migratorio, etc., encontramos que el tiempo real en el camino debe ser considerado en términos de semanas en lugar de meses. Si uno escoge detenerse en Elko durante tres semanas en un viaje de Salt Lake a San Francisco, uno no puede correctamente describir el viaje como de tres semanas –y los exploradores de Provo deliberada y constantemente demoraban su viaje. Incluso aunque el grupo no se esforzó por moverse rápidamente –establecer un record de velocidad era algo que estaba muy lejos de sus pensamientos. A pesar de todo esto que lo hacía andar a paso de tortuga, el grupo alcanzó la primera “estrecha faja de tierra” en 16 de Febrero de 1901; menos de diez meses después de haber dejado Provo. Cuatro de esos diez meses se habían consumido en Utah y Arizona, mientras que un mes mas se había desperdiciado en negociaciones migratorias en la frontera mexicana. La “segunda estrecha faja de tierra” fue conquistada el 13 de Abril de 1901, en menos de un año, y la faja más estrecha de todas fue traspasada solamente dos semanas mas tarde –fue una revolución lo que demoró el arribo a la ciudad de Panamá hasta entrado el año. Vista la naturaleza de los obstáculos, se podrá ver de inmediato que no son lo que cualquier ejército Jaredita o Lamanita pudiera encontrar. Retrasos oficiales, ríos, reposo durante las enfermedades, obligaciones sociales, desconocimiento del país, nativos hostiles, revoluciones, falta de guías, pérdida y mal empaquetado de animales, el trabajo de preparar colecciones científicas –tales estorbos podrían evitarse con el despliegue de ejércitos temporales. La expedición de la Academia Brigham Young ocasionalmente recorrió antiguos caminos, algunos de los cuales bien podrían ser nefitas. Resulta innecesario decir que los caminos a través de la jungla habrían sido infinitamente mejor reparados en los días de los antiguos. La marcha de ejércitos establecería en corto tiempo un sistema claramente marcado y fácilmente transitable de caminos estratégicos, y esto mejoraría año tras año después de cada campaña. Fuertes tropas nativas, adecuadamente equipadas con medios para lograr rápidas marchas forzadas, podrían fácilmente pasar la estrecha faja de tierra hacia el norte del continente en cuestión de días. Durante la Segunda Guerra Mundial, los japoneses demostraron que las “impenetrables junglas” de Malasia, en las que descansaba gran parte de la estrategia Británica, eran simplemente un mito. Como el profesor Spear señala en su libro Desiertos Marchando, no existen “junglas impenetrables” en la naturaleza. De acuerdo con la famosa máxima militar de Suvorov, “donde un venado puede ir, un hombre puede ir,
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y donde un hombre puede ir un ejército puede ir.” Esto ha sido probado una y otra vez. Sin comprometernos con alguna geografía del Libro de Mormón en particular, el notable viaje de la expedición de la Academia Brigham Young, realizado hace mas de cincuenta años por una compañía pobremente equipada durante la temporada de lluvias a través de territorios plagados de nativos hostiles y guerrilleros, prueba que ejércitos Lamanitas o Jareditas pudieron haber seguido los patrones antiguamente establecidos de llevar a cabo incursiones anuales de alcance continental.
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