Monumento a la mujer

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NUESTRAS HERMANAS, DESDE EL PRINCIPIO LA MUJER Y LAS ESCRITURAS HIJAS DE DIOS LA IMAGEN DE LA MADRE VUESTRO PAPEL COMO MUJERES JUSTAS "LA CARIDAD NUNCA DEJA DE SER" APRENDED PARA ENSEÑAR


NUESTRAS HERMANAS, DESDE EL PRINCIPIO por el élder Bruce R. McConkie del Consejo de los Doce Apóstoles (Discurso pronunciado durante la dedicación del monumento a la mujer, en Nauvoo, Illinois.)

"He aquí, herencia de Jehová son los niños." (Salmos 127:3.) "Cualquiera que comparta los momentos de gozo de la vida con los niños ... ayuda a que éstos llenen los primeros años de su vida con recuerdos de amor." Hermana. Barbara B. Smith.

A todas las madres en Israel, las hijas en Sión: Siento una gran humildad ante esta oportunidad de dirigirme a vosotras; me siento honrado, y, al mismo tiempo, deseo someterme al Espíritu Santo para recibir de El guía y elocuencia, a fin de que lo que diga sea lo que el Señor desea. Quiero hablar de lo que han sido nuestras hermanas, desde el principio de los tiempos, y he tomado mi tema de las siguientes palabras de Alma: "Y El comunica su palabra a los hombres por medio de ángeles; sí, no sólo a los hombres, sino a las mujeres también. Y esto no es todo; muchas veces les son dadas palabras a los niños que confunden al sabio y al instruido." (Al. 32:23.) En todas las cosas espirituales, en todo lo relativo a los dones del Espíritu, en lo relacionado con la revelación, la obtención de un testimonio y las visiones, en todo lo concerniente a la santidad y a lo divino como resultado de una conducta recta y justa, hombres y mujeres ocupan una posición de absoluta igualdad ante el Señor. El no hace acepción de personas o de sexo, sino que bendice a todos los hombres y mujeres que lo busquen, lo sirvan y guarden Sus mandamientos.

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El Señor es misericordioso e imparte de Su gracia a todos aquellos que lo aman, y se deleita en honrar a los que le sirven en justicia hasta el fin, sean hombres o mujeres. A ellos les ha prometido revelarles todos los misterios de Su reino; la comprensión de éstos irá más allá del velo, y a ellos El les revelará cosas que el ojo mortal no ha visto, ni el oído ha escuchado, ni han entrado en el corazón del hombre. (Véase D. y C. 76:5-10.) Y al hablar así, me refiero tanto a hombres como a mujeres; desde luego, no vacilo en afirmar que desde el principio, éstas han poseído grandes talentos espirituales. El Señor, en su infinita bondad y sabiduría, siempre ha estimado altamente a la mujer, la ha honrado y dignificado en Su reino terrenal y en Sus tratos con el hombre en una forma que algunos de nosotros quizás no podamos siquiera imaginar. Desearía ahora invitaros a repasar conmigo algunas escenas que muestran a nuestras hermanas, en el presente, el pasado y el futuro, escenas que se encuentran o se encontrarán registradas en las Escrituras o en nuestra historia.

MARÍA, LA VIRGEN BENDECIDA Encontramos a María en Nazaret de Galilea, una joven de alrededor de dieciséis años, que recibe la visitación del ángel Gabriel, el ministro angélico que sigue a Miguel en importancia en la jerarquía celestial. Gabriel ha venido para anunciarle: " . . .concebirás... y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS. . . .será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre. El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. . . será llamado Hijo de Dios." (Lu. 1:30-35.) En mi opinión, María es una de las mujeres más grandiosas que haya vivido sobre la tierra, la hija espiritual de Dios, nuestro Padre. Ella fue escogida para proveer un cuerpo para su Hijo, que debía nacer en la carne como cualquier otro mortal. Vemos a María trasladándose de Nazaret de Galilea a Belén de Judea, a fin de estar en el lugar donde, de acuerdo con la profecía, había de nacer el Hijo de Dios.

"Instruye al niño en su camino ..." (Proverbios 22:6.) "¿Se dará cuenta ella de que siempre veo su ejemplo y trato de imitarla en todo lo que hace?" "Alarga su mano al pobre." (Proverbios 31:20.) "Aprenderemos algunas de nuestras más grandes experiencias mientras damos de nosotras mismas con amor." Hermana Barbara B. Smith.

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La vemos llegar con el vientre hinchado y fatigada después de la larga jornada, y dirigirse a la posada, que consiste de un gran patio central para los animales, rodeado de cuartos donde duermen los viajeros. Todas las habitaciones están ocupadas, y la vemos ir con José a acostarse en un pesebre. Esa noche, Dios envía a su Hijo al mundo, y se oye cantar a los coros celestiales y a los ángeles rendir alabanzas. La vemos después atravesar un largo período de dificultades, pruebas y agitación; viaja a Egipto con José y el Niño, y, sin duda, se quedan allí con parientes o amigos. La vemos de regreso en Nazaret, en su papel de madre que influye en los años de desarrollo del Hijo de Dios, que le enseña a caminar, a hablar, a aprender el credo principal del judaísmo y todos los demás requisitos religiosos que prevalecían entre los judíos. La vemos en Cana de Galilea, ejerciendo cierta influencia en una fiesta de bodas, e invitando a su hijo a hacer algo que daría comienzo a su ministerio de milagros. Finalmente, la vemos de pie frente a la cruz, cuando su hijo le dice señalando a Juan, el discípulo amado: "He ahí tu hijo", y a él, señalando a Marta: "He ahí tu madre" (Juan 19:26, 27). Desde aquel instante, Juan la lleva a su propio hogar.

"Y también han de enseñar a sus hijos a orar y a andar rectamente delante del Señor." (D. y C. 68:28.) "El espíritu de los hijos de Dios llega a la unidad familiar investido de mortalidad por sus padres terrenales, con todo el derecho de pensar que tendrá un lugar lleno de amor en el cual crecer hasta llegar a la madurez. Quizás no haya en el mundo un laboratorio mayor para expresar el amor de Cristo como el que existe en la familia." Hermana Barbara B. Smith.

Creo que en la conducta de María podemos ver un modelo de devoción y sumisión a la voluntad del Señor, que es ejemplo perfecto para todas las mujeres.

EVA, LA MADRE DE TODOS LOS MORTALES A Eva también la coloco entre una de las mujeres más grandiosas que haya vivido o viva sobre la tierra. Como madre de todos los mortales, ella ha sentado el ejemplo en cuanto a criar a los hijos en la luz

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y la verdad. Eva recibió todas las bendiciones del Evangelio, disfrutó de los dones del Espíritu y preparó a su posteridad para que pudiera disfrutar de las mismas bendiciones. Deseo llamaros la atención a la ocasión en que "Adán y Eva, su esposa, invocaron el nombre del Señor; y oyeron que les hablaba la voz del Señor"; la oyeron, ambos (Moisés 5:4). A la ocasión en que Adán ofreció sacrificios; a la visita del ángel; y al momento en que Adán, el primer hombre, profetizó todas las calamidades que destruirían a su posteridad. La escritura nos dice: "Y Eva su esposa oyó todas estas cosas y se regocijó, diciendo:" —y en esta simple cláusula está el resumen de todo el plan de salvación y uno de los sermones más cortos, pero más grandiosos que se conocen— "Si no hubiese sido por nuestra transgresión, jamás habríamos tenido simiente, ni hubiéramos conocido jamás el bien y el mal ni el gozo de nuestra redención, ni la vida eterna que Dios concede a todos los obedientes." (Moi. 5:11.) Y a continuación el registro nos dice: "Y Adán y Eva bendijeron el nombre de Dios" —no solamente el hombre, sino el hombre y la mujer—, "e hicieron' ' —ambos—'' saber todas las cosas a sus hijos e hijas. Y Adán y Eva, su esposa, no cesaron de invocar a Dios." (Moi. 5:12, 16.) En esta forma, desde el principio de los tiempos se estableció el modelo ideal para ayudar a las familias a perfeccionarse: hombre y mujer se unen para adorar al Señor, se unen para enseñar a sus hijos y para establecer una unidad familiar que se espera sea eterna, y pueda brindar la vida eterna a todos los que la merezcan. A partir de este momento seleccionaré, en cierta forma puedo decir "arbitrariamente", escenas que me complacen especialmente porque describen a la perfección el papel que tiene la mujer en el plan eterno.

REBECA, LA AMADA DE ISAAC Creo que Rebeca es uno de los más grandes ejemplos que hay en las Escrituras, de lo que puede hacer una mujer para inspirar a su familia a la rectitud. Examinemos algunos de los acontecimientos de su vida: "Yo oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová, y concibió Rebeca su mujer." La pareja tenía un gran problema: deseaban descendientes. En este caso se puso en práctica la fe de los dos, unida. " Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová." Fijaos que ella no le dijo a su marido: "Isaac, pregúntale al Señor tú, que eres el patriarca, el jefe de familia", lo cual era él, sin duda alguna. Pero ella misma fue a consultar con el Señor, y obtuvo una respuesta: "Dos naciones hay en tu seno, y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas; el un pueblo será más fuerte que el otro pueblo, y el mayor servirá al menor." (Gen. 25:21-23.) Esto era como decir: "Yo, el Señor, te revelo a ti, Rebeca, el destino de naciones futuras, cuya simiente todavía está en tu vientre". Luego, "cuando Esaú era de cuarenta años, tomó por mujer a Judit hija de Beeri heteo y a Basemat hija de Elón heteo; y fueron amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca." (Gen. 26:34-35.)

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O sea, que Esaú se había casado con mujeres que no eran de la Iglesia, y no se había sellado en el convenio sempiterno que había sido revelado a Abraham; Esaú había decidido vivir de acuerdo con las normas del mundo, en lugar de cumplir las reglas de justicia que el Señor les había dado. Por este motivo, más adelante dice el registro: "Y dijo Rebeca a Isaac: Fastidio tengo de mi vida, a causa de las hijas de Het. Si Jacob toma mujer de las hijas de Het, como éstas, de las hijas de esta tierra, ¿para qué quiero la vida?" (Gen. 27:46.) Lo que en realidad quiso decir era:'' Si Jacob se casa con mujeres como las que Esaú ha tomado, ¿de qué me sirve vivir?" E Isaac, habiendo recibido el aliento y el estímulo para enfrentar el problema y asumir su responsabilidad en el mismo, hizo lo siguiente: "Entonces Isaac llamó a Jacob, y lo bendijo, y le mandó diciendo: No tomes mujer de las hijas de Canaán." Esto significa, "No te cases con mujeres que no sean de la Iglesia." "Levántate, vé a Padan-aram, a casa de Betuel, padre de tu madre, y toma allí mujer de las hijas de Labán, hermano de tu madre." A continuación, le dio una bendición patriarcal, en la que le prometió todas las bendiciones de Abraham, su padre: "Y el Dios omnipotente te bendiga, y te haga fructificar y te multiplique, hasta llegar a ser multitud de pueblos; y te dé la bendición de Abraham, y a tu descendencia contigo . . ." (Gen. 28:1-4.) Todo esto, por inspiración de Rebeca. ¡Ciertamente, una de las más nobles y gloriosas entre las mujeres!

LA VIUDA DE SAREPTA Encontramos a la viuda de Sarepta sufriendo hambre en la época del profeta Elias. Este ha cerrado los cielos, y durante tres años y medio no hay lluvia ni rocío. El Señor le dice un día a su Profeta: "Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente." Al llegar a Sarepta, Elías ve a una viuda recogiendo leña, la llama y le dice: "Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba." Al alejarse ella para hacerlo, él vuelve a pedirle: "Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano." Y la mujer responde: "Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir." A pesar de lo que la viuda ha dicho, el Profeta insiste: "No tengas temor; vé, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y traemela; y después harás para ti y para tu hijo. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite, de la vasija disminuirá, hasta el día que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra."

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Con esto, se pone a prueba la fe de la mujer; ella pasa la prueba, y la escritura dice: "Entonces ella fue e hizo como le dijo Elias; y comió él, y ella, y su casa, muchos días. Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elias." (1 Reyes 17.) Un tiempo después, el hijo de la viuda cae enfermo y muere, y Elias lo resucita. Es extraordinario el ejemplo de fe y devoción al Señor que vemos en la vida de esta mujer, cuyo nombre ni siquiera conocemos. Cuando Jesús fue rechazado por los suyos en Nazaret, comparó la incredulidad de sus coterráneos con la fe de aquella desconocida israelita de la antigüedad: "Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elias, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elias, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón." (Lu. 4:25-26.)

LAS DOS HERMANAS DE BETANIA María y Marta, eran dos hermanas que hicieron un gran banquete en honor de Jesús, en el cual María ungió la cabeza y los pies del Señor con costoso perfume; Jesús visitaba su casa a menudo, donde se le atendía con gran solicitud. En una de esas ocasiones, mientras Marta se dedicaba a los preparativos para atender al Señor, María fue y se sentó a los píes del Maestro escuchando con atención Sus palabras. Entonces, Marta se quejó: "Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude." A lo cual Jesús respondió con dulzura: "Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada." (Lu. 10:40-42.) Marta y María eran dos maravillosas hermanas, cuyo hermano Lázaro fue resucitado de la muerte por el Señor. Fue Marta quien salió a recibir al Señor y le dijo: "Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará." Fue también Marta quien, con un fervor aún mayor que el de Pedro en Cesárea de Filipo (véase Mat. 16:13-16), testificó diciendo: "Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo." (Juan 11.) ¿Qué más podemos decir de estas dos extraordinarias mujeres, cuya fe era tan grande?

DELANTE DE LA TUMBA Los autores de los evangelios, nos dicen que María Magdalena y otras mujeres acompañaron a Jesús y a los Doce Apóstoles en sus viajes misionales por Galilea. Encontramos este grupo, escuchando lo siguiente de labios del Maestro: "El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; mas al tercer día resucitará. . ." (Mat. 17:22-23.)

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Volvemos a hallar a estas mismas mujeres delante de la tumba abierta, con la intención de ungir el cuerpo del Señor con especias aromáticas; allí encuentran mensajeros angélicos que las tranquilizan: "No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día. Entonces ellas se acordaron de sus palabras, y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás. Eran María Magdalena, y Juana, y María madre de Jacobo, y las demás con ellas, quienes dijeron estas cosas a los apóstoles." (Lu. 24:6-10.) Además, fue a María Magdalena a quien apareció por primera vez el Señor resucitado. (Véase Marcos 16:9, y Juan 20:11-18.)

LAS MUJERES DE ISRAEL EN NUESTROS TIEMPOS Al igual que en tiempos antiguos, también en nuestra época las hermanas en el reino son firmes pilares de fortaleza espiritual, servicio al prójimo, devoción a la verdad y rectitud personal. Lo mismo que sus hermanas de la antigüedad, han provisto cuerpos para los hijos espirituales del Padre; y en igual manera que ellas, crían a sus hijos en la luz y la verdad, y les enseñan a tener fe en el Señor y a guardar Sus mandamientos; su servicio a la humanidad no se limita a las paredes de su hogar, sino que su influencia llega a las altas esferas de la Iglesia, del gobierno, y de todo tipo de organización progresista que haya en el mundo.

" .. .ni el varón es sin la mujer.. ."(1 Cor. 11:11.) "La exaltación, y finalmente la divinidad, no son posibles a menos que un hombre y una mujer sean unidos y se presenten ante el Señor como si fueran uno, .. .porque la gran obra creativa de la exaltación necesita tanto al hombre como a la mujer... Un buen matrimonio requiere que cada uno dé al otro lo mejor de lo que es, y lo mejor de lo que puede llegar a ser." Hermana Barbara S. Smith. 7 bibliotecasod.blogspot.com


En una revelación que el Señor dio a Emma Smith por intermedio de su esposo, el Profeta, estableció un ejemplo de lo que puede hacer la mujer de la Iglesia por ayudar a que se cumplan los propósitos de Dios en la tierra: "Y tu llamamiento será el de consolar en sus aflicciones a mi siervo José Smith,. hijo, tu marido, en espíritu de mansedumbre, con palabras consoladoras. Serás ordenada bajo sus manos para exponer las Escrituras, y para exhortar a la Iglesia, según las impresiones de mi Espíritu. Porque te impondrá sus manos y recibirás el Espíritu Santo, y dedicarás tu tiempo a esribir y aprender mucho. Deleítese tu alma en tu marido y la gloria que él recibirá." (D. y C. 25:5, 7-8, 14.) El lugar de una mujer casada es su hogar donde ella puede apoyar y sostener a su marido; el lugar de la mujer es la Iglesia, donde puede exponer las Escrituras, escribir y registrar, y aprender muchas cosas que la beneficiarán; su lugar es aquel donde esté su prójimo, sea o no de la Iglesia, al cual puede prestar servicio; es donde pueda predicar el Evangelio y hacer obra misional. Su llamamiento es hacer el bien y enseñar la rectitud, dondequiera que se encuentre y bajo cualquier circunstancia. Así es como vemos a las madres en Israel y a las hijas de Sión en nuestros días. Nuestras hermanas de hoy son como las mujeres fuertes y valerosas de antaño. Ellas luchan en contra de las influencias que tienden a destruir a la familia; están presentes en oficinas gubernamentales, e influyen en el voto para elegir a sus dirigentes; y asedian al Señor rogándole por la preservación de su familia y porque su mano misericordiosa guíe los destinos de las naciones. Los poseedores del Sacerdocio no están solos para edificar el reino del Señor en estos últimos días. Y aun después que nuestras fieles hermanas abandonan este mundo, continúan su labor entre los oprimidos y afligidos, hasta que la obra del gran Jehová alcance su gloriosa consumación.

NUESTRAS HERMANAS CELESTIALES Finalmente, contemplamos la escena de las madres e hijas en Israel una vez que han alcanzado el reposo celestial, después de haber vencido al mundo, de haberse sobrepuesto a grandes tribulaciones, de haber hecho todas las cosas para las cuales fueron llamadas; entonces la voz del Señor les dirá: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo." (Mat. 25:34.) Es un principio eterno: el hombre y la mujer no pueden estar el uno sin el otro; en el Señor, ni el hombre puede estar sin la mujer, ni la mujer sin el hombre. Las mujeres son llamadas, al igual que lo fue Rebeca, para ser guías y faros para la rectitud en la unidad familiar, y para organizar y disponer todo de manera que el resultado sea la salvación de un número mayor de hijos de nuestro Padre Celestial. Alabado sea Dios por el infinitamente maravilloso y glorioso sistema de unidad familiar que El ha provisto para el género humano; este es el sistema mediante el cual el hombre y la mujer, pueden unirse y preparar cuerpos para los hijos de nuestro Eterno Padre, criarlos luego en la luz, la verdad y la rectitud, y prepararlos a fin de que sean dignos de volver a la presencia del Padre y ser herederos de vida eterna. Cuan extraordinario es saber lo que sabemos, tener la seguridad que tenemos y el profundo sentimiento en nuestra alma, originado por el Santo Espíritu de Dios, de que juntos el hombre y la mujer pueden llegar a ser como Dios, nuestro Padre Eterno. Le ruego a El que así sea para todo nosotros.

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LA MUJER Y LAS ESCRITURAS por Marianne C. Sharp

"Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí." (Juan 5:39.) Es factible que alguien se pregunte: "¿Por qué debe una mujer conocer las Escrituras? ¿Qué significado pueden tener para ella en el presente?" Las respuestas parecen ser por demás obvias: una hija del Señores tan preciosa ante Su vista como lo es uno de Sus hijos; más aún, la función divina de la mujer en este mundo mortal, no es sólo ser responsable de su propia salvación, sino que también debe apoyar a su esposo y servir de ejemplo y guía para sus hijos, a toda hora, todos los días del año. Por esto es necesario que estudie las Escrituras. Hay muchas mujeres que han formado el habito de leer las Escrituras, aunque también hay muchas que no ven la necesidad de hacerlo. SÍ una persona no puede vivir mejor que lo que sus conocimientos le permitan, entonces, toda madre debe familiarizarse con el contenido de la sección 68 de Doctrinas y Convenios. Esa sección contiene el mandamiento que el Señor ha dado a los padres, en cuanto a aquellas cosas que tienen la responsabilidad de enseñar a sus hijos antes de que éstos cumplan los ocho año de edad. La madre necesita enseñar la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, del bautismo y el don del Espíritu Santo por la imposición de manos. Debe también enseñar a sus hijos a orar y a andar rectamente delante del Señor. (Véase D. y C. 68:25, 28.)

"SI, buscad palabras de sabiduría de los mejores libros..." (D. y C. 88:118.) "Debemos aprender todo lo que podamos acerca de la tierra y sus funciones, y sobre ¡as leyes de la mortalidad, a fin de alcanzar el conocimiento suficiente sobre el cual basar las decisiones de la vida, apartando la ignorancia de nuestro camino." Hermana Barbara B. Smith.

La madre del presidente George Albert Smith conocía la voluntad del Señor. Fue el mismo presidente Smith quien relató el siguiente incidente emotivo sobre la forma en que ella le enseñó a orar: "Recibí enseñanzas arrodillado junto a mi madre, fiel miembro de la Iglesia. Una de las primeras cosas que recuerdo, es la ocasión en que me tomó de la mano y me llevó escaleras arriba al dormitorio. En el cuarto había dos camas; aquélla en la que dormían mis padres y otra más pequeña de una plaza, que era la mía. 9 bibliotecasod.blogspot.com


"Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, y no dejes la enseñanza de tu madre." (Proverbios 6:20.)

"No puede haber una obra mayor, para aquellos que tienen la oportunidad, que la de traer al mundo a los hijos de Dios y enseñarles los principios de justicia, para que ellos puedan elegir la felicidad y aprender..." Hermana Barbara B. Smith. "Buscad diligentemente los mejores dones." (D. y C. 46:8.)

"Debemos educar a nuestros hijos y brindarles el ambiente más cálido y provechoso que podamos ofrecer." Hermana Barbara B. Smih. "Todo lo que tengo para dar a los pobres, lo daré a esta sociedad..." (Relief Society Minutes, 17 de marzo, 1842, pág. 13.) " 'Y ahora declaro organizada esta sociedad...'

Tengo la convicción de que estas palabras y las que pronunció el profeta José Smith en la sexta reunión de la Sociedad de Socorro cuando dijo 'Y ahora doy vuelta la llave en vuestro beneficio en el nombre del Señor...' son quizás las palabras más significativas pronunciadas exclusivamente en beneficio de la mujer en esta dispensación." Hermana Belle S. Spafford.

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Lo recuerdo como si hubiera sido ayer; cuando llegamos al cuarto se sentó al borde de mi cama e hizo que me arrodillara frente a ella. Juntó mis manos dentro de las suyas y me guió en mi primera oración; jamás lo olvidaré, y no quiero olvidarlo. Es uno de los recuerdos más queridos que tengo en mi vida, cuando mi angelical madre me enseñó a orar. Esa oración abrió ante mis ojos la ventana de los cielos y me enseñó a buscar la guía del Padre, pues ella me explicó la importancia de orar, tanto como mi mente de niño me permitía entender..." (Sharing the Gospel with Others, Deseret Book Co., págs. 14748.) El presidente Wilford Woodruff dijo: "Considero que nadie podría ejercer mayor influencia que una madre sobre su posteridad. A menudo se formula la pregunta: '¿Cuándo comienza esta educación?' La respuesta de nuestros profetas ha sido: 'Cuando el espíritu que viene de Dios entra en el tabernáculo carnal'. La condición de la madre en ese momento tendrá sus efectos sobre el fruto de su vientre; y desde el nacimiento mismo del niño, y a lo largo de toda su vida, las enseñanzas y el ejemplo de la madre gobiernan y controlan al niño en gran medida, y su influencia se siente a través del tiempo y la eternidad." (The Discourses of Wilford Woodruff, Iaed., Bookcraft, 1946, pág. 269.) Esta cita del presidente Woodruff cobra mayor significado en la actualidad, ante la tragedia de muchas mujeres embarazadas que abusan de sus cuerpos. Se sabe a ciencia cierta que las criaturas nacidas de madres que han sido adictas a drogas de cualquier tipo, padecen los mismos efectos de la droga que se manifiestan en la madre. Si tiene tanta influencia sobre la criatura por nacer, ¡cuan vital será aquella que ejerza sobre el niño después de su nacimiento, cuando éste puede ver, oír, sentir e imitar las acciones de la madre! Una mujer que es consciente de las responsabilidades que le fueron dadas por Dios, y que se ha preparado para instruir a sus hijos, tiene una gran ventaja sobre aquella madre que ignora sus deberes espirituales. La madre que cuenta con cierto grado de conocimiento, habrá de pesar cuidadosamente toda sugerencia que reciba tendiente a separarla de su hijo durante los años en que éste está creciendo y formando su carácter. Es conmovedor saber que para enfrentar y vencer las tentaciones diarias, no es suficiente leer sólo aquellas escrituras que se encuentran en la Biblia y en el libro de Mormón; la mujer también necesita tener la guía y dirección de las escrituras que el Señor ha dado a Sus profetas en esta dispensación. Tales escrituras no se han dado con frases desconocidas ni significado confuso; están a nuestra disposición en los idiomas y dialectos de la época actual. "Si hay algo.. .digno de alabanza, aesto aspiramos." (13° Artículo de Fe.) "El Señor nos ha mandado desarrollar nuestros talentos para que podamos embellecer la vida de nuestra familia y el hogar que formemos." Hermana Barbara B. Smith. " . . .Alábenla en las puertas sus hechos." (Proverbios 31:31.) "En sus años de madurez, la mujer se encontrará con nuevas perspectivas y oportunidades." Hermana Barbara B. Smith.

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Ante los esfuerzos frenéticos de Satanás por menoscabar lo justo, y debido a que la segunda venida del Salvador está cerca, la mujer Santo de los Últimos Días necesita fortalecerse con el entendimiento de la santidad del convenio matrimonial y el elemento básico y eterno que es la unidad familiar, y debe escuchar atentamente las palabras de los profetas modernos. Si una mujer se sintiere desorientada frente a los distintos puntos de vista que están en pugna en la actualidad, tocantes al lugar de la mujer en la sociedad, tal inseguridad se disipará si busca consejo en las palabras de los profetas. Las instrucciones del plan del Evangelio con respecto a la función de la mujer, jamás sufrieron modificación desde los días de Adán hasta el presente. Como ser individual que es, la mujer cultivará y alimentará un testimonio que tenga como cimiento la verdad revelada. Mientras aumenta su fortaleza espiritual, se preparará para cumplir la obra para la que fue preordenada. Como ser individual debe guardar los mandamientos; como esposa y madre, debe prestar oído al consejo inspirado; y para poder vivir los mandamientos, debe conocerlos. Las Escrituras enseñan sobre el glorioso destino de la mujer; los profetas la enaltecen. El presidente Joseph F. Smith declaró: "Hay personas que se complacen en decir que las mujeres son más débiles que el hombre. Yo no lo creo. Físicamente, podrán serlo; pero espiritual, moral y religiosamente, y en cuanto a fe, ¿qué hombre hay que pueda compararse a una mujer realmente convencida? Daniel tuvo la fe para ser protegido en el foso de los leones; pero las mujeres han visto a sus hijos descuartizados y han aguantado todo tormento que la crueldad satánica pudo inventar, porque creían. Siempre están dispuestas a hacer sacrificios, y sobrepujan a los hombres en estabilidad, piedad, moralidad y fe." {Doctrina del Evangelio, pág. 345.) A medida que la mujer lea, estudie e incorpore las verdades a su propia vida, será bendecida y guiada por medio de la inspiración del Espíritu Santo. El camino derecho y angosto que se extiende delante de ella la conducirá a la vida eterna.

"Fuerza y honor son su vestidura; y se ríe de lo por venir." (Proverbios 31:25.) "Espero que cada mujer que vea la figura central, Mujer, .. .se vea a sí misma... sabiendo que ella representa la capacidad de progresar eternamente, de resolver todas las situaciones que se le presenten en la vida, y el derecho de elegir el rumbo que dará a su vida." Hermana Barbara B. Smith. 12 bibliotecasod.blogspot.com


HIJAS DE DIOS Presidente Gordon B. Hinckley Primer Consejero de la Primera Presidencia

"Todos estamos aquí como parte de un plan divino diseñado por un Padre amoroso, quien está interesado en nuestra inmortalidad y vida eterna."

Quisiera comenzar diciendo que cada una de vosotras, sean cuales fueren las circunstancias en que os encontréis, sois muy especial. Vosotras ocupáis un lugar sagrado en el plan eterno de Dios, nuestro Padre Celestial. Sois Sus hijas; sois de gran valor e importancia para El y os ama. Sin vosotras, el gran plan celestial fracasaría. Hace pocos días llegó a la oficina una carta dirigida al presidente Benson. Desearía leeros parte de ella y después hacer algunos comentarios al respecto. No usaré el nombre de quien la envió, pues tal vez ella estéescuchando esta conferencia en algún lugar y no desearía que se avergonzara. La llamaré Virginia. Permitidme leer ahora parte de su misiva: "Estimado presidente Benson: "Me llamo Virginia y tengo catorce años. Hay algo que me ha estado preocupando últimamente, y es el hecho de que no he podido encontrar en las Escrituras nada que me diga que la mujer entrará en el reino celestial si es digna. Además, cuando alguien como José Smith tuvo una visión del reino celestial, sólo pareció ver hombres allí. He orado al respecto pero sentí que necesitaba su consejo... En las Escrituras se habla de mujeres que serán bendecidas si son justas; sin embargo, no dice que heredarán la gloria celestial. Esto me molesta mucho. Si todos somos hijos de nuestro Padre Celestial, entonces, ¿por qué dicen las Escrituras que el hombre se enseñoreará de la mujer? y ¿por qué en las Escrituras dice que Eva fue creada de Adán? Tal vez no tenga la capacidad de comprender estas doctrinas, pero me siento confusa. Amo el evangelio y estoy aprendiendo sus verdades. Tengo un testimonio y sé que tengo un propósito divino en la vida. Creo que mi pregunta es: ¿Son los hombres más importante que las mujeres? Y, ¿pueden también las mujeres heredar el reino celestial? "Todavía soy muy joven, estoy aprendiendo y necesito consejo en cuanto a esto. Con todo respeto y amor, se despide de usted, Virginia". Como el presidente Benson no puede hablarnos, trataré de responder a tu carta y, al hacerlo, hablaré a todas las hermanas que se han congregado en esta gran conferencia. Tu carta ya la contestó el secretario de la Primera Presidencia, pero como fue tan sincera, merece que se le dé una respuesta aún más completa. Además, puede ser que las preguntas que tú haces en ella las tengan muchas mujeres, tanto jovencitas de tu edad, como mujeres de la edad de tu madre y de la edad de tu abuela, ya sean solteras o casadas o cualesquiera sean sus circunstancias. Tu primera pregunta es si las mujeres pueden entrar en el reino celestial. Por supuesto que sí. Tienen tanto derecho de entrar en él como los hombres, siendo la dignidad el factor determinante. 13 bibliotecasod.blogspot.com


El 16 de febrero de 1832, José Smith y Sidney Rigdon recibieron una extraordinaria visión en la que el Señor habló con palabras maravillosas. Escucha lo que dijo: "Porque así dice el Señor: Yo, el Señor, soy misericordioso y benigno para con los que me temen, y me deleito en honrar a los que me sirven en justicia y en verdad hasta el fin. "Grande será su galardón y eterna será su gloria" (D. y C. 76:5-6). Estoy convencido de que aquí El se está refiriendo tanto a Sus hijas como a Sus hijos. Infinita será la recompensa que recibirán y eterna su gloria. En esa misma revelación, José Smith y Sidney Rigdon expresan un elocuente testimonio sobre el Salvador del mundo, el Hijo de Dios. Escucha estas palabras: "Y ahora, después de los muchos testimonios que se han dado de él, éste es el testimonio, el último de todos, que nosotros damos de él: ¡Que vive! "Porque lo vimos, sí, a la diestra de Dios; y oímos la voz testificar que él es el Unigénito del Padre; "que por él, por medio de él, y de él los mundos son y fueron creados, y sus habitantes son engendrados hijos e hijas para Dios" (D. y C. 76:22-24). Fíjate que en esta extraordinaria declaración se mencionan a ambos, a los hijos e hijas de Dios. Aunque es cierto que en los versículos siguientes se habla del hombre, estoy seguro de que el uso de la palabra hombre es genérico, o sea, que incluye tanto al hombre como a la mujer. La revelación habla entonces de los que reciben el testimonio de Jesús, que son bautizados a manera de Su sepultura y que guardan los mandamientos, y les promete que "...morarán en la presencia de Dios y su Cristo para siempre jamás" (D. y C. 76:62). "Estos son aquellos cuyos cuerpos son celestiales, cuya gloria es la del sol, sí, la gloria de Dios, el más alto de todos, de cuya gloria está escrito que tiene como tipo el sol del firmamento" (D. y C. 76:70). ¿Se incluye a las mujeres entre los que heredarán esa gloria? No hay duda de ello. De hecho, para heredar el grado más alto de gloria en el reino celestial, el hombre no puede entrar en él sin la mujer, ni la mujer puede entrar sin el hombre. Los dos son inseparables como esposos para poder heredar el grado más alto de gloria. Si ella vive dignamente, la gloria que reciba será tan celestial y eterna como la de él. Nunca dudes esto, Virginia. Sólo vive digna de esa gloria que está tanto al alcance tuyo como al de todos los varones. Quienes no se han casado por razones ajenas a sus propios deseos preguntan si se les negará el grado más alto de gloria en ese reino. Estoy seguro de que bajo el plan de un Padre amoroso y un Redentor divino, no se les negarán las bendiciones eternas de las que son dignos. Además de las hermosas y descriptivas palabras que se encuentran en las secciones 76 y 137 de Doctrina y Convenios, es poco lo que sabemos sobre el reino celestial y sobre los que allí morarán. Por lo menos, ahí aparecen algunas de las reglas que nos hacen elegibles para entrar en ese reino, pero aparte de eso, no se nos ha dado mucho más al respecto. Mas vuelvo a repetir: estoy seguro de que las hijas de Dios tendrán tanto derecho de entrar en este reino como Sus hijos varones. 14 bibliotecasod.blogspot.com


Esta debería ser una maravillosa meta para todas las mujeres de la Iglesia, y una motivación constante de vivir con honor, integridad, virtud y amor, prestando servicio a nuestros semejantes. No te preocupes, mi querida amiguita, por el hecho de que las palabras hombre y hombres se usan en las Escrituras sin que se mencionen las palabras mujer y mujeres. Vuelvo a repetir que éstos son términos genéricos, que incluyen a ambos sexos. Así es como se han utilizado por siglos, tanto en las Escrituras como en otros escritos. Por ejemplo, la Declaración de Independencia, que dio paso a la formación de los Estados Unidos de América, incluye las palabras: "Creemos que estas verdades son de por'sí obvias, que todos los hombres fueron creados iguales..." Observa que quienes escribieron esta declaración utilizaron la palabra hombres. ¿Tienes la menor duda de que en esta declaración ellos no querían incluir a la mujer? Tal vez hubieran podido decir: "todos los hombres, las mujeres y los niños". Sin embargo, simplemente utilizaron la palabra hombres en un sentido genérico. La siguiente pregunta que hiciste fue que por qué Eva fue creada de Adán. Sólo puedo responder que nuestro gran Creador, quien todo lo sabe, así lo hizo. Pero, como lo he indicado anteriormente, en esta situación hay algo muy interesante. En la secuencia de sucesos como aparecen en las Escrituras, Dios creó primero la tierra "y la tierra estaba desordenada y vacía" (Génesis 1:2). Luego El separó la luz de las tinieblas y las aguas de la tierra. Después creó toda clase de vegetación, dándonos la belleza de los árboles y el césped, las flores y los arbustos; luego siguió la creación de la vida animal, tanto en el mar como en la tierra. Al mirar todo lo que había creado, vio que era bueno. Entonces creó al hombre a Su propia imagen y semejanza. Luego, como Su obra sublime y última creación, la culminación de Sus esfuerzos, creó a la mujer. Me gusta considerar a Eva como a Su obra maestra después de todo lo que había creado, lo último que hizo antes de descansar de Sus labores. No la considero en segundo lugar al de Adán, pues se le colocó junto a él, para ser su compañera y ayuda idónea. Juntos estuvieron en el jardín, juntos fueron expulsados de él y juntos trabajaron en el mundo a donde se les mandó vivir. Virginia, tú mencionas que en las Escrituras dice que Adán se enseñorearía de Eva y preguntas por qué motivo. No lo sé. Lamentablemente reconozco que a través de los siglos algunos hombres se han valido de esta declaración como una justificación para maltratar y degradar a la mujer. Pero estoy seguro de que, al hacerlo, se han degradado a sí mismos y han ofendido a nuestro Padre, quien, estoy seguro, ama a Sus hijas de la misma forma en que ama a Sus hijos. En una ocasión estuve con el presidente David O. McKay mientras él analizaba esa declaración en Génesis. Sus ojos reflejaban indignación al hablar de esposos déspotas que tendrían que dar cuenta de sus viles acciones cuando se presentaran ante Dios para ser juzgados. El indicó que la esencia misma del espíritu del evangelio demanda que cualquier tipo de gobierno mutuo que se ejerza en el hogar, debe hacerse justamente. La forma en que yo interpreto esa frase es que el esposo deberá tener la responsabilidad primordial de proveer, proteger, fortalecer y amparar a la esposa. Cualquier hombre que humille, 15 bibliotecasod.blogspot.com


maltrate o aterrorice o que gobierne injustamente, merecerá y, en mi opinión, recibirá la reprimenda de un Dios justo, quien es el Padre Eterno tanto de Sus hijos como de Sus hijas. Preguntas si el hombre es más importante que la mujer. Permíteme contestarte con otra pregunta. ¿Estaríamos aquí, hombres y mujeres, el uno sin el otro? Las Escrituras dicen que Dios creó al hombre a su imagen,... varón y hembra los creó. Les mandó que se multiplicaran e hinchieran la tierra. Cada uno de nosotros somos creación del Todopoderoso, dependiendo el uno del otro e igualmente necesarios para la continuación de la raza. Cada nueva generación en la historia de la humanidad es un testimonio del papel imprescindible del hombre y de la mujer. En tu carta decías: "Tengo un testimonio y sé que tengo un propósito divino en la vida". En verdad tienes un propósito divino y en ti y en tus hermanas existe el mismo elemento de divinidad que existe en todos tus hermanos. Todos estamos aquí como parte de un plan divino diseñado por un Padre amoroso, quien está interesado en nuestra inmortalidad y vida eterna. La esfera mortal en la que vivimos nos prepara para la que seguirá cuando regresemos a morar con Dios nuestro Padre, siempre y cuando hayamos vivido dignamente de recibir tan glorioso privilegio. Dices que la mayoría de las Escrituras están dirigidas a los hombres. Sí, hay partes que hacen referencia específica a los deberes y obligaciones del sacerdocio, mientras que la otra parte se expresa en un sentido genérico, como lo expliqué anteriormente. Quiero que recuerdes la maravillosa revelación dada por medio del profeta José Smith a su esposa Emma y que se puede aplicar a toda mujer en la Iglesia, porque al concluir esta revelación, el Señor dijo que "...esta es mi voz a todos" (D. y C 25:16). En el primer versículo de esta revelación, el Señor declara que "...todos los que reciben mi evangelio son hijos e hijas en mi reino" (D. y C 25:1). Estas palabras de promesa divina son maravillosas y verdaderas. La revelación que sigue a estas palabras iniciales está repleta de consejos, alabanza, instrucción y promesas para Emma Smith y para toda mujer que escuche la palabra del Señor según El lo ha establecido. Por lo tanto, mi querida amiguita, espero que no pierdas la calma en lo que respecta a estos asuntos, sino que más bien, continúes viviendo dignamente, esforzándote por conocer la voluntad del Señor para seguirla, fortaleciendo a los demás por medio de tu servicio y testimonio y comunicándote incesantemente con el Padre de todos nosotros. Nunca dudes que El te ama y que todos te amamos. Que siempre te acompañen las bendiciones más especiales mientras continúas viviendo una vida digna y justa. Permite que tu Padre Celestial sea tu amigo a quien siempre puedas acudir en oración. Y ahora, hablando de la oración, quisiera tratar otro tema. En la última conferencia de abril, me dirigí a los Representantes Regionales de la Iglesia, como lo he hecho por muchos años cada vez que vienen a la conferencia general. En estas reuniones de capacitación estos líderes reciben información que se espera lleven consigo por toda la Iglesia. De manera que lo que allí se hace o se dice no es ni secreto ni oculto. Sin embargo, recientemente me enteré de que alguien había adquirido una copia de mi discurso, considerando esta acción como una proeza, como si se hubiera dado en forma secreta o de manera siniestra, con el propósito de mantener oculto su contenido. ¡Es inverosímil!

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De manera que aprovecharé esta ocasión para volver a leer esa parte del discurso que hace referencia a un punto, sobre el cual algunas de las mujeres de la Iglesia se encuentran bastante disgustadas. Lo expreso ante vosotras porque existe evidencia de que algunas hermanas están tratando de persuadir a otras a seguir sus pasos. Me refiero a aquellas que promueven el concepto de ofrecer oraciones a nuestra Madre Celestial. Citaré parte de mi discurso: "Esta práctica se inició en oraciones privadas, pero está comenzando a surgir en oraciones que se ofrecen en algunas reuniones. "Eliza R. Snow fue quien escribió las palabras: 'La verdad eterna muestra madre hay también allí'. "Se ha dicho que el profeta José Smith no hizo corrección alguna a lo que la hermana Snow había escrito, dándonos el conocimiento de que tenemos una Madre Celestial. Por lo tanto, algunos opinan que podemos dirigirnos a ella en oración. "La lógica y la razón ciertamente parecen sugerir que si tenemos un Padre Celestial, también tenemos una Madre Celestial. Esta doctrina tiene sentido. "Sin embargo, en vista de la instrucción que hemos recibido del Señor mismo, considero inapropiado que alguien en la Iglesia se dirija en oración a nuestra Madre Celestial. "El Señor Jesucristo nos enseñó la forma en que debemos orar. En el Sermón del Monte, El declaró: 'Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre' (Mateo 6:9, cursiva agregada en ésta y en referencias sucesivas). "Cuando el Señor resucitado se le apareció a los nefitas y les enseñó, les dijo: 'De esta manera, pues, orad: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre' (3Nefil3:9). "Mientras moró entre ellos, les enseñó aún más por medio del ejemplo y del precepto en cuanto a esta práctica. Las Escrituras dicen que '...se arrodilló él mismo también en el suelo; y he aquí, oró al Padre, y las cosas que oró no se pueden escribir, y los de la multitud que lo oyeron, dieron testimonio' (3 Nefi 17:15). "Además, El dijo: 'Orad al Padre en vuestras familias, siempre en mi nombre, para que sean bendecidas vuestras esposas y vuestros hijos' (3 Nefi 18:21). "En otra ocasión: 'Jesús se apartó de entre ellos, y se alejó de ellos un poco y se inclinó a tierra, y dijo: " 'Padre, gracias te doy porque has dado el Espíritu Santo a éstos que he escogido; y es por su fe en mí que los he escogido de entre el mundo. " 'Padre, te ruego que des el Espíritu Santo a todos los que crean en sus palabras' " (3 Nefi 19:19-21. Cursiva agregada). "Y podría continuar mencionando otros ejemplos específicos de las Escrituras; pero, a pesar de que he buscado, no pude encontrar en ninguna parte en los libros canónicos que Jesús hubiese orado a alguien que no fuera Su Padre o donde El nos haya instruido a orar a alguien que no fuera nuestro Padre Celestial. "He buscado en vano algún ejemplo en donde alguno de los Presidentes de la Iglesia, desde José Smith hasta Ezra Taft Benson, haya ofrecido una oración a 'nuestra Madre Celestial'. "Supongo que los que utilizan esta expresión y tratan de expandir su uso no lo hacen con malas intenciones, pero están equivocados. El hecho de que no oremos a nuestra Madre Celestial de ninguna manera disminuye su importancia ni la denigra". 17 bibliotecasod.blogspot.com


Este es el fin de la cita, a la que me gustaría agregar que ninguno de nosotros puede añadir ni quitar a la gloria de nuestra Madre Celestial de quien no tenemos un conocimiento revelado. Ahora, para concluir, permitidme expresar mi gratitud a vosotras, mujeres Santos de los Últimos Días, cuyo número asciende a millones y que os encontráis en más de cien naciones de la tierra. El poder que tenéis para hacer el bien es extraordinario, y vuestros talentos y devoción son maravillosos. Vuestra fe y amor por el Señor, por Su obra y por Sus hijos e hijas son conmovedores. Continuad viviendo el evangelio y magnificadlo ante todos los que os rodean. Vuestras buenas obras serán de mayor importancia que las palabras que podáis hablar. Andad en virtud y en verdad y con fe y fidelidad. Sois parte de un plan eterno, un plan diseñado por Dios, nuestro Padre Celestial, y cada día es parte de esa eternidad. Sé que muchas de vosotras estáis apesadumbradas con cargas terribles. Que vuestras compañeras y amigas en la Iglesia, vuestros heimanos y hermanas, os ayuden para que vuestras cargas se aligeren. Que vuestras oraciones asciendan a El que es Todopoderoso, que os ama y quien puede cambiar las cosas a vuestro favor. Esta es una obra de milagros, vosotras lo sabéis, y lo sé yo. Es fácil que yo os diga que no os desaniméis, pero de todos modos os lo digo, y al hacerlo, os insto a perseverar con fe. Que seáis bendecidas con fortaleza para que trabajéis con dedicación y amor por aquellos que se os han encomendado. Sabéis, como yo lo sé, que esta obra es verdadera. Sé que Dios nuestro Padre Celestial vive, y que Su Hijo Jesucristo, nacido de María, como el Unigénito del Padre, fue y es el Redentor del mundo. Sabéis que Su obra ha sido restaurada en esta dispensación por medio del profeta José Smith. Vosotras podéis testificar de esto como puedo hacerlo yo, al dejaros todo mi amor y mis bendiciones, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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LA IMAGEN DE LA MADRE por el presidente N. EIdon Tanner

Hermanas, debo deciros que es inmenso el respeto, así como el afecto, que merece a mis ojos la mujer, la madre de los hombres; y no me cabe la menor duda de que el Señor dispensa grandes gracias a todas las mujeres, y en especial, a aquellas que viven de acuerdo con las enseñanzas del evangelio. Cuando yo era consejero del presidente David O. McKay, y después que él tuvo el ataque de parálisis, me encomendó que en todos los lugares a que yo fuera, recordara a los miembros de la Iglesia que son hijos espirituales de Dios, y que vivieran de conformidad con ese conocimiento, sin olvidar que éste envuelve una responsabilidad individual. Esta noche se nos ha repetido esta verdad, y quisiera hacer hincapié en el hecho de que como tales, es decir, como hijos espirituales de Dios, nuestras posibilidades son infinitas; El anhela que progresemos constantemente y está siempre presto a contestar nuestras oraciones, así como a guiarnos por el sendero de la verdad y la rectitud. Si como miembros de la Iglesia de Jesucristo tenemos esto siempre presente, y vivimos en conformidad con dicho conocimiento día a día, de hecho, nuestra influencian se desplegará sobre nuestros familiares, repercutirá en la comunidad en que vivimos y se extenderá por el mundo entero. Con el fin de ilustrar más claramente la importancia de lo que acabo de deciros con respecto a nuestra responsabilidad individual, os relataré una experiencia referente al tema que venimos tratando: Un joven ex misionero, entusiasmado por lo que la obra misional había significado para él, al reanudar sus estudios en la Universidad de Utah decidió continuar en la obra proselitista como misionero de estaca; por lo tanto, él y otros jóvenes fueron llamados a servir como tales. En una ocasión en que él y su compañero se encontraban enseñando las charlas misionales a una familia, al llegar ellos al punto de exponerles la aparición del Padre y el Hijo a José Smith, el jefe de la familia los interrumpió, diciendo: "Eso es ridículo, absurdo, les ruego que no nos hablen más del asunto''. Desde luego, dada tal petición, ellos no regresaron; pero aquel señor tenía una hija de unos diecinueve años de edad que sí creyó lo que los misioneros les habían enseñado y que solicitó a su padre permiso para ser bautizada. Como podéis imaginar, aquél le negó la autorización, alegando que no se la daría y que tendría que esperar a ser mayor de edad para decidir por sí misma. Por aquel entonces la muchacha acostumbraba salir con un joven, el cual no era miembro de la Iglesia, y al que comenzó a hablarle del evangelio. Una noche, él le dijo " .. .quisiera pedirte que no me hablaras más de tu Iglesia; y más aún, de una vez por todas, quiero que escojas entre tu Iglesia y yo". Desde luego, la muchacha debe de haber sentido que el mundo se le venía al suelo ante semejante encrucijada. Continuaron hablando del tema durante unos momentos, hasta que por fin, lamuchachale dijo en tono categórico: "Escojo la Iglesia, porque sé que es la Iglesia verdadera". Cuando la joven llegó a su casa, llorosa y visiblemente alterada, al verla el padre, le preguntó qué le había sucedido, a lo cual ella contestó: "Nada, papá"; él insistió: "Vamos, sé que algo desagradable te ha ocurrido porque nunca te he visto así''. Y de ese modo, ella lo puso al tanto de todo lo ocurrido. Entonces, él le dijo: "Hija, si esa Iglesia significa tanto para ti como lo has demostrado, te doy mi permiso para que te bautices en ella''.

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Unas semanas más tarde, la jovencita se bautizaba, y acudieron a presenciar su bautizo nada menos que sus padres, y el muchacho que la había cortejado hasta que ella optó por elegir la Iglesia. Tiempo después, todos ellos se unieron a la misma, los referidos jóvenes se casaron y hoy forman un matrimonio feliz. Os confieso que muchas veces me he preguntado qué hubiera ocurrido si aquella joven hubiera escogido al muchacho que amaba y dejado a la Iglesia de lado, aun sabiendo que ésta es verdadera. Mis queridas hermanas, somos en verdad sumamente afortunados al contar con las enseñanzas de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, las que nos brindan la pauta para guiar nuestro vivir. Entre muchas otras, tenemos la palabra de Sabiduría, de la cual me gustaría hablaros durante unos momentos. Hay muchas, muchísimas gentes en el mundo que consideran ridículo el que nos abstengamos del uso del tabaco, las bebidas alcohólicas, el té, el café; y la tentación de violar este mandamiento puede ser muy grande, si no es contrarrestada por las enseñanzas del evangelio, afianzadas y ejemplificadas en el hogar. Os contaré un suceso que tal vez pueda serviros para comprender mejor la importancia primordial de guardar la Palabra de Sabiduría y de que los padres enseñen a sus hijos a observarla en la debida forma. Se trata del triste relato de una pareja de jóvenes que murieron en un accidente automovilístico. Cuando el padre de la muchacha llegó al sitio del accidente, al ver el coche volcado y una botella de whisky todavía con la mitad de su contenido, que yacía junto a los cuerpos sin vida de los jóvenes, cegado de ira, dijo: "¡Mataría al individuo que dio esa botella de licor a estos jovencitos!" Aquella noche, cuando llegó a su casa, al abrir la vitrina en que guardaba el licor, encontró dentro de aquélla una nota escrita del puño y letra de su hija, la cual decía: "Papá, espero que no te enfades porque esta noche me he llevado tu botella de whisky''. Podréis imaginar los sentimientos que habrá experimentado aquel hombre. Una tragedia de esa magnitud no podría suceder nunca en una familia de miembros fieles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de las Últimos Días. Cuando yo presidía las misiones occidentales de Europa, habré entrevistado a unos dos mil varones jóvenes que salían a la misión, y recuerdo que la mayoría de ellos me hacían la misma pregunta: "Presidente, ¿qué clase de profesión me recomendaría usted que siguiera yo una vez que termine mi misión?" Mi consejo era invariablemente el mismo: "Élder, en realidad, la carrera que siga no es tan importante como el que tenga usted siempre presente que en todo lo que haga busque 'primeramente el reino de Dios y su justicia' " (Mateo 6:33). En esta oportunidad, mis hermanas, quisiera instaros a todas las que me escucháis, a que busquéis primeramente el reino de Dios y su justicia, lo cual no es ni más ni menos que vencer el mal y guardar los mandamientos de Dios. Cuando yo presidía una rama en Alberta, Canadá, un día fue a verme una hermana joven que hacía un año había contraído nupcias; pero su casamiento no se había efectuado en el templo porque no había sido digna de entrar en la Casa del Señor. En aquella ocasión fue a verme porque deseaba saber si podría para entonces entrar en el templo, y ser allí sellada a su marido. Puesto que la joven provenía de una muy buena familia, le pregunté, curioso, por qué razón había caído en tan triste transgresión. A mi interrogación, ella contestó lo que sigue: ''Presidente Tanner, le diré que si bien mis padres me enseñaron a observar la Palabra de Sabiduría así como a cumplir con mis deberes para con la Iglesia, nunca me recalcaron la importancia de que me conservara 20 bibliotecasod.blogspot.com


moralmente limpia... y no culpo a mis padres, ya que yo sabía lo que era correcto y lo que no lo era; pero sucumbí a la pasión, porque no estaba preparada para controlar mis instintos". Después añadió: "Presidente Tanner, puede usted relatar esta lamentable experiencia mía a todas las personas que desee, a fin de que pueda servir de ayuda a las jovencitas que lleguen a conocerla, y se preparen para resistir la tentación". Vosotras, madres, vivid en estrecho contacto y comunicación con vuestras hijas, manteniendo conversaciones personales con ellas, valiéndoos de las noches de hogar para enseñarles la forma de resistir las tentaciones del mundo. La madre debe darse cuenta de que todos sus actos, todo lo que ella dice, así como todas las respuestas que proporciona, todos sus movimientos, aun su apariencia personal y su modo de vestir, afectan la vida de sus hijos en el hogar. De hecho, la madre, lo es todo. Y para corroborar esto, os narraré la siguiente anécdota: Una maestra de escuela, después de haber enseñado a sus alumnos de segundo año de primaria una lección sobre el magnetismo, a fin de repasar lo enseñado repartió entre los niños copias de mimeógrafo en las cuales aparecían frases para completar, tales como: "Mi nombre comienza con ''M'', y tengo la propiedad de atraer. .. ¿sabes quién soy?" Y para la gran sorpresa de esa maestra, diez de los alumnos escribieron como respuesta la palabra "mamá". La mujer goza del grandioso privilegio de ser copartícipe con Dios, por el papel que le toca de traer los hijos espirituales del Padre Celestial a esta vida mortal; por lo tanto, es de suma importancia que las jovencitas entiendan qué gran bendición y privilegio significa ser madre, y se preparen consiguientemente, siendo puras y dignas para cuando lleguen a serlo. Tal como se ha mencionado dos o tres veces esta noche, las gentes del mundo ridiculizan muchas de las cosas que significan tanto para nosotros. Y en base a esto, yo os digo: no os avergoncéis jamás de lo que os enseña la Iglesia de Jesucristo. Vosotras, jovencitas, tomad la firme determinación de vivir de tal manera, que cuando lleguéis a ser madres podáis mirar a vuestras hijas a los ojos y hacerles saber que sois limpias y puras. Satanás se ha propuesto destruirnos y frustrar el Evangelio de Jesucristo, y en estos tiempos está desplegando sus esfuerzos con mayor empeño que nunca; no olvidéis jamás que él puede lograr sus propósitos si consigue haceros ceder a las tentaciones por medio de las pasiones y el orgullo. Más que cualesquiera otros males, el alcohol y las pasiones humanas han arruinado la vida de millares de personas jóvenes, constituyendo la causa de la pérdida de la virtud. El Señor ha dicho: "No cometerás adulterio... y la fornicación es una abominación a mi vista". Por esto, hermanas, aun cuando las gentes del mundo puedan mofarse de nosotros por lo que creemos, lo que enseñamos y la forma en que vivimos, recordad en todo momento que sois hijas de Dios, y que sois miembros de la Iglesia de Jesucristo. Mis queridas hermanas, sois muy afortunadas porque contáis con las enseñanzas de Jesucristo, ya que ellas os guiarán en la vida. Ruego humildemente que siempre recordéis quiénes sois y que tengáis la fortaleza y el valor, el deseo y la determinación de vivir dignamente. Vosotras pertenecéis a la Iglesia de Jesucristo, la cual tiene el verdadero plan de vida y salvación; recordad constantemente la escritura que dice: "Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en El cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (Juan 3:16.) 21 bibliotecasod.blogspot.com


Que el Señor os bendiga para que os deis cuenta con mayor claridad de quiénes sois, así como para que viváis como El anhela que lo hagáis, de manera que os preparéis para volver a Su presencia con vuestros seres queridos, los cuales habrán sido sellados a vosotras en el Templo de Dios, y gocéis todos de la vida eterna; lo ruego humildemente, en el nombre de Jesucristo. Amén

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VUESTRO PAPEL COMO MUJERES JUSTAS por el presidente SpencerW. Kimball (Este discurso fue leído por la hermana CamillaE. Kimball, esposa del Profeta)

Mis amadas hermanas, durante meses he esperado con ansiedad el momento de poder reunirme con vosotras una vez más, en esta conferencia mundial de las mujeres de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Desafortunadamente, me encuentro internado en un hospital y no podré estar en persona con vosotras; pero os acompañaré en espíritu y estaré mirando por televisión y escuchando la conferencia desde mi lecho de enfermo. Todos los consejos que os dimos el año pasado, en una ocasión similar, continúan en vigencia. Cada vez que reflexiono sobre las gloriosas verdades del evangelio, lo cual es a menudo, me pregunto si llegaremos a comprender algún día las implicaciones de esas verdades. Permitidme mencionar algunos ejemplos. Las Escrituras y los profetas nos han enseñado claramente que Dios, quien es perfecto en cuanto a Su justicia, "no hace acepción de personas" (He. 10:34); también sabemos que El es perfecto en Su amor por cada uno de nosotros, que somos Sus hijos espirituales. El conocer estas verdades, mis hermanas y compañeras en esta divina causa, nos ayudará grandemente al tener que enfrentarnos al mundo, con su amor muy por debajo de lo perfecto, y su justicia que deja mucho que desear. Si en nuestro corto paso por la vida somos heridos por la falta de sensibilidad o de consideración de hombres y mujeres imperfectos, esto nos causará dolor; pero ese dolor y desilusión serán pasajeros, pues las vías del mundo no prevalecerán, sino que triunfarán las vías del Señor. Como hijos espirituales Suyos que somos, todos gozamos de igualdad, e iguales nos considera El al darnos Su perfecto amor. El élder John A. Widtsoe escribió lo siguiente: "El lugar de la mujer en la Iglesia es junto al hombre, no detrás de él, ni delante de él. En la Iglesia, hombres y mujeres son iguales, y el evangelio fue ideado por el Señor para mujeres y hombres por igual." (Improvement Era, mar. de 1942, pág. 161.) Sin embargo, dentro de esa igualdad, nuestros papeles difieren. Esas diferencias son eternas: a la mujer se le ha dado la enorme responsabilidad de la maternidad y el compañerismo, y al hombre la enorme responsabilidad de la paternidad y el sacerdocio; pero, en el Señor, ni el hombre es sin la mujer, ni la mujer sin el hombre (véase 1 Cor. 11:11). Tanto un hombre como una mujer justos, son una bendición para todos aquellos en quienes influyan. Recordad que en el mundo preexistente, a las mujeres fieles se les dieron ciertas asignaciones, y a los hombres fieles se los preordenó para determinados deberes en el sacerdocio. Aunque no recordemos estos detalles, ello no altera la gloriosa realidad de que en una oportunidad estuvimos de acuerdo con ese plan. Y todos somos responsables del cumplimiento de todo lo que se esperaba de nosotros en aquella etapa, en la misma forma en 23 bibliotecasod.blogspot.com


que aquellos a quienes sostenemos como apóstoles y profetas son responsables del cumplimiento de sus obligaciones como tales. A pesar de que nuestros papeles eternos difieren, todavía tenemos mucho para hacer en lo que respecta a nuestro desarrollo paralelo... tanto el hombre como la mujer. En este sentido, deseo recalcar una vez más la gran importancia que tiene el estudio de las Escrituras para cada mujer. Deseamos que los hogares de la Iglesia sean bendecidos con mujeres eruditas en las Escrituras, ya sea que seáis solteras o casadas, jóvenes o ancianas, divorciadas o viudas, o que todavía estéis viviendo con vuestra familia. Sean cuales sean vuestras circunstancias particulares, al familiarizaros más con las verdades de estos libros, os resultará cada vez más fácil vivir el segundo gran mandamiento de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Lograd un conocimiento perfecto de las Escrituras . . . no para disminuir a los que no lo tienen, sino para elevarlos. ¿Quién podrá tener mayor necesidad de atesorar las verdades del evangelio (a las que pueden recurrir en momentos difíciles), que las mujeres y madres, que son quienes nutren el espíritu y enseñan? Procurad la .excelencia en todos vuestros justos afanes y en todos los aspectos de vuestra vida. Recordad siempre, queridas hermanas, que las bendiciones eternas que podéis obtener por ser miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, son muchísimo mayores que cualquier otra que podáis recibir en el mundo. No podéis aspirar a un honor más alto que el de ser reconocidas como dignas hijas de Dios; no podéis anhelar nada más grande que el ser hermanas, esposas, hijas y madres, e influir para el bien en la vida de los que os rodean. Existen, por supuesto, algunas diferencias pasajeras y algunas circunstancias restrictivas entre vosotras. Hay aquellas que han perdido a su esposo, ya sea porque han quedado viudas o porque se han divorciado; otras no han tenido todavía la oportunidad de casarse. Pero en la escala de la eternidad, la falta de estas bendiciones "no será más que un momento" (D. y C. 121:7). Hay algunas mujeres que experimentan angustia al envejecer; otras que están pasando por la incertidumbre y las dudas de la juventud, al tratar de encontrar su lugar en el plan eterno. No obstante lo reales que estos problemas puedan ser para vosotras, tenéis que beber ansiosamente las verdades del evangelio concernientes a vuestra real identidad y lo exclusivo de vuestra personalidad. Es necesario que sintáis cada día más, el amor perfecto que nuestro Padre Celestial tiene por vosotras, y el valor que tenéis ante Sus ojos como personas. Reflexionad sobre estas verdades, hermanas, especialmente en los momentos de duda y perplejidad. Recordad, también que, aunque damos mucho énfasis a la gloria y la importancia de la vida familiar en la tierra, todos pertenecemos a la familia eterna de nuestro Padre Celestial. Y quiero aseguraros que todas aquellas de entre vosotras que sean fieles, y que durante éste, su segundo estado, no tengan la oportunidad de ser selladas a un hombre digno, tendrán esa bendición en la eternidad. Cada vez que os sintáis afligidas y anheléis el afecto y el calor propios de una familia terrenal, recordad que vuestro Padre que está en los cielos conoce vuestra angustia y que un día os bendecirá en una forma que ha de sobrepasar vuestros mas caros sueños. A veces, a fin de ser probados, es necesario que se nos prive transitoriamente de lo que más anhelamos; pero los justos, nombres y mujeres, recibirán algún día todo —¡pensad en ello,

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hermanas!— todo lo que posee nuestro Padre. ¡No sólo vale la pena esperarlo, sino que vale la pena vivir para lograrlo! No es necesario ser casada o ser madre para guardar los dos grandes mandamientos, de los cuales Jesús dijo que dependen toda la ley y los profetas: amar a Dios y a nuestros semejantes. Pasando a otra cosa: Sabemos que hay mujeres que por circunstancias ajenas a su voluntad, deben trabajar; comprendemos estas situaciones; también comprendemos que una vez que habéis criado vuestra familia, los talentos con que Dios os ha bendecido pueden ponerse al servicio de la humanidad. Sin embargo, no cometáis el error de ser arrastradas a efectuar tareas secundarias, que os harán descuidar vuestros deberes eternos, como el de la maternidad y el de enseñar a los hijos espirituales de nuestro Padre Celestial. Orad siempre fervorosamente con respecto a todas vuestras decisiones. Deseamos que tratéis de obtener una educación académica, que os prepare para la eternidad, así como para ser útiles en la vida mortal. Además de todas las habilidades esenciales que debéis poseer como dueñas de casa, también están las que podéis cultivar con el fin de aumentar vuestra eficacia en el hogar, en la Iglesia y en la comunidad. Es necesario que apliquéis sabiduría a todas vuestras decisiones. No queremos que las mujeres de la Iglesia estén ignorantes de lo que las rodea, ni que se dejen anular. Seréis mucho mejores como esposas y madres, tanto en esta vida como en la eternidad, si tratáis de cultivar las habilidades que tenéis y los talentos con que Dios os ha bendecido. No puede haber promesas más gloriosas ni más grandes para la mujer, que las que recibe por medio del evangelio y la Iglesia. ¿En qué otro lugar podríais llegar a saber quiénes sois en realidad? ¿Dónde más encontraríais las explicaciones y la seguridad sobre la naturaleza de la vida? ¿En qué otro lugar podríais aprender sobre el glorioso plan para la felicidad que nos reserva nuestro Padre? Las respuestas que da el evangelio, son las únicas verdaderas a todas las preguntas que, durante siglos, hombres y mujeres se han hecho sobre sí mismos, sobre la vida y el universo. Dios ha sido extremadamente bondadoso con nosotros al darnos esas respuestas, aun cuando el conocerlas coloque sobre nuestros hombros graves y eternas obligaciones. Es un privilegio para las mujeres Santos de los Últimos Días el haber recibido las elevadas asignaciones que nuestro Padre les ha dado, especialmente la bendición de haber nacido en esta parte de la última dispensación. Dejad que otras mujeres corran imprudentemente detrás de sus intereses egoístas; vosotras podéis convertiros en una fuerza de amor indispensable en este planeta. Dejad de buscar valores falsos; Dios os ha dado a vosotras la inmensa tarea de nutrir espiritualmente a vuestra familia, amigos y conocidos, así como ha dado al hombre el deber de proveer lo material. Finalmente, mis hermanas, quisiera deciros algo que no se ha dicho hasta ahora, o por lo menos no en esta forma. Gran parte del progreso y crecimiento que tendrá la Iglesia en estos últimos días, se deberá a que habrá muchas mujeres en el mundo que, teniendo un gran sentido de espiritualidad, se sentirán atraídas a la Iglesia. Pero esto sólo puede suceder si las mujeres de la Iglesia viven en forma justa y prudente, hasta el punto de que las consideren diferentes de las del mundo.

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Entre aquellas que son verdaderas heroínas y que se unirán a la Iglesia, están las mujeres a quienes les interesa más lograr la rectitud que satisfacer sus deseos egoístas. Estas son las que tienen verdadera humildad, la cual hace que valoren más la integridad que el aspecto exterior de las personas. Los grandes hombres y las grandes mujeres siempre tendrán mayor interés en servir que en dominar. Repito, las mujeres de la Iglesia que sean ejemplos de vida recta, constituirán una influencia significativa en el desarrollo de la Iglesia, tanto desde el punto de vista numérico como del espiritual. Ese es el motivo por el cual el adversario lucha más que nunca para evitar que esto suceda. Sea quien sea el objeto de su interés en el momento, él siempre procura que todas las personas "sean miserables como él" (2 Nefi2:27). Ciertamente, él desea "la miseria de todo el género humano" (2 Ne. 2:18), y es tenaz en sus propósitos, y hábil e incansable en su empeño por lograrlos. Al acercarnos a la Conferencia General, quiero deciros que en la sesión del sacerdocio, seremos tan directos con los hermanos como lo, hemos sido con vosotras, pues nuestro consejo para ellos será similar. Os amamos, hermanas, y tenemos confianza en vosotras. Vuestra devoción nos causa gozo. Nos sentimos reanimados y optimistas con vuestra presencia, no sólo aquí, en esta reunión, sino también en esta etapa de la última dispensación, en la cual necesitamos tan desesperadamente de vuestros talentos y fortaleza espiritual. Que Dios os bendiga a fin de que todas las promesas que El os ha hecho se hagan realidad en esta vida, y en la vida venidera. Sé que Dios vive, que Jesús es su Hijo Unigénito y el Redentor del mundo, y que ésta es la Iglesia de Jesucristo, con El a la cabeza. Y dejo mi testimonio con vosotras, junto con mi amor y bendición, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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"LA CARIDAD NUNCA DEJA DE SER" Presidenta Elaine L. Jack Presidenta General de la Sociedad de Socorro "Estamos unidas en nuestra devoción a nuestro Padre Celestial y en nuestro deseo de ejercer una buena influencia en los demás. Servimos como compañeras de nuestros hermanos de la Iglesia en la edificación del Reino de Dios."

Esta es una ocasión espléndida para celebrar con ustedes, mis queridas hermanas de la Sociedad de Socorro. ¡Cuánto las amamos y las apreciamos! Les damos una cordial bienvenida. Willkomen in der Frauenhilfsvereinigung. Bienvenu. Ni men nao. Bienvenidas. Esta es ciertamente una extraordinaria reunión de hermanas. Nunca se han reunido en el mundo tantas mujeres como en esta ocasión para orar, cantar y hablarnos las unas a las otras de los sentimientos de nuestro corazón: para comunicarnos en las formas en que el Señor nos bendecido como mujeres y como miembros de su Iglesia. "Alzad vuestros corazones y regocijaos" (véase D. y C. 25:13), nos dice el Señor, y nosotras nos regocijamos. La Sociedad de Socorro cumple 150 años, pero hoy nos sentimos como nuevas y llenas de vigor. Nos sentimos llenas de optimismo por nuestras hermanas de todo el mundo: desde las Filipinas hasta el Japón, desde Inglaterra hasta Nueva Zelanda y desde París hasta San Petersburgo. Nuestras vidas, nuestras circunstancias y nuestros problemas son tan diversos como los países y las culturas de las cuales somos originarias. Sin embargo, nuestro cometido es el mismo. Hoy, todas nos regocijamos por ser mujeres de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Estamos unidas en nuestra devoción a nuestro Padre Celestial y en nuestro deseo de ejercer una buena influencia en los demás. Servimos como compañeras de nuestros hermanos de la Iglesia en la edificación del Reino de Dios. Somos mujeres que nos hemos convertido en una fuerza poderosa para hacer el bien en un mundo que necesita nuestra comprensión y nuestra espiritualidad. Hace ciento cincuenta años, las hermanas de Nauvoo, Illinois (Estados Unidos), la ciudad llamada "La Hermosa", sintieron la necesidad de organizarse. Ellas deseaban, al igual que nosotras en el día de hoy, constituir una organización para hacer el bien. La finalidad de las hermanas en aquel entonces era prestar asistencia en la edificación del Templo de Nauvoo y extender una mano de ayuda: confeccionando camisas, preparando alimentos, escribiendo poesía, aliviando la fiebre de un pequeño. Nuestras raíces se encuentran en esa pequeña comunidad que aún hoy prospera como un hito de restauración histórica. Hay mucho más que compartimos con nuestras hermanas de la antigua Nauvoo. En las riberas del río Misisipí, tras desecar los pantanos, los santos edificaron una ciudad importante en la que deseaban quedarse. Aquí, entre bien cuidadas casas y fértiles terrenos, hubo un modelo de Sión, un lugar donde todos podían ser uno de corazón. Como los nefitas de

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antaño, deseaban "entrar en el redil de Dios y ser llamados su pueblo..." estando "dispuestos a llevar las cargas de unos y de otros para que [fueran] ligeras" (Mosíah 18:8). Con ese espíritu nació la Sociedad de Socorro cuando unas pocas hermanas se reunieron en la tienda de ladrillos de José Smith para aunar sus fuerzas. La primera presidenta, Emma Smith, dijo a las hermanas: "Vamos a realizar una labor extraordinaria; cuando un barco repleto de gente se quede encallado en el río... será para nosotras un urgente llamado de socorro. Esperamos sucesos extraordinarias y llamadas urgentes" (actas de la Sociedad de Socorro de Damas de Nauvoo, 17 de marzo de 1842). Y los recibieron, y atendieron a todo, desde partos difíciles hasta ayudar a los indigentes conversos que llegaban a Nauvoo. Las hermanas eran resueltas y brindaban su afecto y su trabajo cuando nada más mitigaba el dolor. Reunían mercancías y fondos que repartían entre los necesitados. Muchas labraban la tierra y construían sus propias casas. Atendían a los enfermos, pedían inspiración divina y recibían y ejercían poder de lo alto. Sí, esas hermanas respondieron a las necesidades de entonces. Sin duda, su fortaleza provenía de su buena voluntad al responder: "Heme aquí; envíame" (Abraham 3:27). Y salían a cumplir el mandato del Señor. Una de las más jóvenes que asistió a aquella primera reunión fue Bathsheba [Betsabé] Smith, que muchos años después fue la cuarta presidenta general de la Sociedad de Socorro; había tenido una buena preparación en aquellos años de Nauvoo, y, posteriormente, se caracterizó por terminar sus visitas sociales y caritativas diciendo: "Que la paz reine en esta casa" (Woman's Exponent, septiembre de 1910, pág. 18). Hay muchas Betsabés Smith en este mundo, muchas mujeres pioneras que hablan paz y dan vida al lema de la Sociedad de Socorro: "La caridad nunca deja de ser". En tiempos pasados, muchas de las hermanas recogían las espigas de trigo a mano y lo guardaban en graneros, para usarlo cuando surgiera la necesidad. Y ésta surgió. Otras hermanas se dedicaron a la atención médica y establecieron un hospital. Hoy, se une lo antiguo con lo nuevo al brindar las dedicadas hermanas su apoyo y su afecto fraternal, yendo a sus visitas a caballo y a pie, en autobús y en automóvil. Durante décadas y a través de continentes, las hermanas han aprendido a dar prioridad a su fe y a su religión, dejando a un lado su comodidad personal. Nuestras hermanas son firmes, abundando siempre en buenas obras. (Véase 1 Corintios 15:58.) Ellas comprenden que el mandamiento es llegar a tener una buena actitud y poner manos a la obra. " [Sean] constantes" (D. y C. 31:9): inamovibles en la rectitud, humildes, solícitas, ingeniosas, bondadosas, generosas, consideradas, mesuradas, tiernas, diligentes, francas. ¡La mujer posee todas esas cualidades y todas esas facultades! ¡Y poseen tanta fe! Pese a las aflicciones, a la confusión del mundo y a las voces mordaces, podemos confiar en el Señor y seguir adelante con alegría, sabiendo que, frente a cada escollo y dificultad, tendremos fortaleza para salir adelante. ¿Por qué? Porque sabemos que el Señor cumple Sus promesas, que El nos conoce por nuestro nombre y que tiene un plan para cada una de nosotras. El nos hará saber qué es, y el realizarlo nos dará felicidad. Las experiencias de las hermanas de Nauvoo y las de la Sociedad de Socorro de toda la Iglesia han demostrado que cada mujer, individualmente, constituye una gran fuerza. Alma describe el 28 bibliotecasod.blogspot.com


valor de nuestra aportación al decir: "...por medio de cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas" (Alma 37:6). Las cosas pequeñas y sencillas abundan en la vida de toda mujer: el saludo a las vecinas, el visitar las escuelas, el reír espontáneamente por algo cómico durante un quehacer de casa, el trabajo en sus diversas facetas, el jugar con los niños, el llevarles al médico, cuidar el huerto, cocinar, enseñar una lección en la Iglesia, ayudar al prójimo, prestar servicio en la comunidad, compartir con una hermana una lección aprendida. Cosas pequeñas y sencillas que definen las relaciones humanas y forman un testimonio; cosas pequeñas y sencillas que fortalecen a hombres y a mujeres. Cuando se organizó nuestra hermandad en Nauvoo, el profeta José Smith dijo: "Este es el principio de mejores días..." (History ofthe Church, tomo 6, pág. 607). Ha habido muchos mejores días gracias a la labor de mujeres como ustedes. En hogares grandes y pequeños, rurales y urbanos, la mujer Santo de los Últimos Días cambia las cosas para bien. Y en toda clase de familia, la mujer da consuelo y renueva la dedicación. Brindamos sabiduría y conocimiento. Alentamos y enseñamos a nuestros familiares. Las hermanas de Sión nos hemos fortalecido unas a otras. Vemos nuestra hermandad en acción en las reuniones de los domingos y en las reuniones de economía doméstica. ¿Cuál de nosotras no ha recibido el consuelo que nos ha brindado una hermana en el momento preciso? ¿O las ocasiones en que hemos recibido una nota de una hermana o las veces en que una de ellas nos ha llamado por teléfono para saber cómo nos encontrábamos cuando nuestro mundo se venía abajo? Como hermanas, nos conocemos, nos comprendemos, nos tenemos mutua compasión. Lucy Mack Smith, la madre del profeta José Smith, dijo a las hermanas de la Sociedad de Socorro, allá, en 1842: "Debemos estimarnos las unas a las otras, velar las unas por las otras, consolarnos mutuamente y adquirir conocimiento para que todas lleguemos a estar juntas en el cielo" (actas de la Sociedad de Socorro de Damas de Nauvoo, 24 de marzo de 1842). Reparemos en que habló de unirnos un día en la morada de nuestro Padre. Pero, por ahora, estamos aquí y tenemos una obra que efectuar. Hace un año, al prepararnos para este gran acontecimiento, pedimos a las hermanas de todo el mundo que nos enviaran ilustraciones de mujeres viviendo el evangelio en el diario vivir. ¡La respuesta fue extraordinaria! Llegaron sobres de todo el mundo: ilustraciones envueltas en papel de seda; fotografías históricas de valor incalculable; hojas enteras de álbumes; fotografías, algunas profesionales y otras sacadas en casa. Muchas venían con notas escritas en su propio idioma. Fuera el país que fuese, los mensajes de todos ellos eran parecidos a éste de Japón: "Gracias por brindarnos la oportunidad de ser parte de esta gran hermandad. Las queremos a todas". O esta nota de África: "Ustedes han encendido la luz de la alegría en nuestra alma". Somos parte de un gran todo. Nos necesitamos unas a otras para hacer que nuestra hermandad sea completa. Al tomar de la mano a nuestras hermanas, llegamos a todo continente, puesto que somos de todas las naciones. Nos unimos al procurar comprender lo que el Señor tenga que decirnos, lo que El hará de nosotras. Aunque hablamos idiomas diferentes, somos una familia y podemos ser de un corazón. Trabajamos, nos recreamos, tenemos hijos, los criamos y soñamos; lloramos,

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oramos, reímos y a veces nos regocijamos y descubrimos que esta vida terrenal nos enseña cuánto necesitamos a nuestro Salvador Jesucristo. El Señor nos ha dicho: "...alegraos, porque yo estoy en medio de vosotros" (D. y C. 29:5). El está con todas nosotras y Su Espíritu nos une aún más al estrechar nosotras los lazos de nuestra hermandad. Las hermanas de Sión todavía recibimos llamadas urgentes, llamados para enseñar el evangelio, para edificar a nuestros familiares, para ser una bendición para nuestros semejantes, para ayudar a nuestros amigos, para dar el ejemplo, para dar a conocer lo que sabemos y traer almas a Cristo por la forma en que vivamos y nos amemos las unas a las otras. Sí, hermanas de Sión, vamos a realizar una labor extraordinaria.

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LA CARIDAD NUNCA DEJA DE SER THOMAS S. MONSON President of the Church

En vez de ser prejuiciosos y críticos los unos de los otros, ruego que tengamos el amor puro de Cristo hacia nuestros compañeros de viaje en esta jornada por la vida. Nuestra alma se ha regocijado esta noche y se ha elevado hacia el cielo. Se nos ha bendecido con música hermosa y mensajes inspirados. El Espíritu del Señor está aquí. Ruego que Su inspiración esté conmigo al compartir con ustedes algunos de mis pensamientos y sentimientos. Comienzo con una breve anécdota que ilustra un punto que quisiera exponer. Lisa y John, una pareja joven, se mudaron a un nuevo vecindario. Una mañana, mientras desayunaban, Lisa miró por la ventana y observó cómo la vecina de al lado colgaba la ropa lavada. “¡Esa ropa no está limpia!”, exclamó Lisa. “¡Nuestra vecina no sabe cómo lavar la ropa!” John continuó observando pero permaneció en silencio. Cada vez que su vecina colgaba la ropa lavada para que se secara, Lisa hacía los mismos comentarios. Algunas semanas después, Lisa se sorprendió al mirar por la ventana y ver ropa lavada, prolija y limpia, que colgaba en el patio de la vecina. Le dijo a su esposo: “¡Mira, John, finalmente ha aprendido a lavarla bien! Me pregunto cómo lo hizo”. John respondió: “Bien, yo te contestaré, querida. Quizás te interese saber que esta mañana me levanté temprano y lavé nuestras ventanas”. Esta noche quisiera compartir con ustedes algunas ideas concernientes a cómo nos vemos los unos a los otros. ¿Miramos por una ventana que debe limpiarse? ¿Juzgamos a pesar de no conocer todos los hechos? ¿Qué vemos cuando miramos a otras personas? ¿Qué juicios emitimos sobre ellas? Dijo el Salvador: “No juzguéis” (Mateo 7:1). Continuó: “Y ¿por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, mas no te fijas en la viga que está en tu propio ojo?” (Mateo 7:3). Parafraseando: ¿Por qué miras lo que crees que es ropa mal lavada en la casa de tu vecina, mas no te fijas en la ventana sucia de tu propia casa? Ninguno de nosotros es perfecto. No sé de nadie que profesaría serlo. Y sin embargo, por alguna razón, a pesar de nuestras propias imperfecciones, tenemos la tendencia de hacer notar las de otras personas. Emitimos juicios concernientes a sus acciones o inacciones.

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En verdad no hay modo en que podamos conocer el corazón, las intenciones o las circunstancias de alguien que podría decir o hacer algo para lo cual hallemos razones para criticar. Por ello el mandamiento: “No juzguéis”. En esta conferencia general se cumplen cuarenta y siete años de que se me llamó al Quórum de los Doce Apóstoles. En ese momento, prestaba servicio en uno de los comités generales del sacerdocio de la Iglesia así que, antes de que se presentara mi nombre, me senté con los otros miembros de dicho comité del sacerdocio, como se esperaba que hiciera. Mi esposa, no obstante, no tenía idea de adónde ir ni nadie con quien sentarse; de hecho, no podía hallar asiento en ninguna parte del Tabernáculo. Una querida amiga nuestra, quien era miembro de una de las mesas de organizaciones auxiliares y estaba sentada en el área designada para los integrantes de éstas, le pidió a la hermana Monson que se sentara con ella. Esta mujer no sabía nada sobre mi llamamiento, el cual se anunciaría en breve; pero vio a la hermana Monson, reconoció su consternación y le ofreció gentilmente un asiento. Mi querida esposa se sintió aliviada y agradecida por este amable gesto. Al sentarse, sin embargo, oyó un fuerte murmullo detrás de sí conforme una de las miembros de la mesa expresaba su desagrado a quienes le rodeaban porque una de sus compañeras tuviera la audacia de invitar a una “extraña” a sentarse en el área reservada sólo para ellas. No había excusa para su conducta desconsiderada, sin importar a quién se hubiera invitado a sentarse allí. Sin embargo, me imagino cómo se habrá sentido esa mujer cuando se enteró que la “intrusa” era la esposa del apóstol más nuevo. No sólo tendemos a juzgar las acciones y palabras de los demás, sino que muchos de nosotros juzgamos las apariencias: la ropa, el cabello, el tamaño. La lista podría ser interminable. Hace muchos años se publicó en una revista nacional un clásico relato sobre el juzgar por las apariencias. Es una historia verdadera; quizás la hayan escuchado, pero vale la pena repetirla. Una mujer llamada Mary Bartels tenía una casa directamente enfrente de la entrada de un hospital clínico. Su familia vivía en la planta principal y rentaba los cuartos de los pisos superiores a los pacientes de la clínica. Una tarde, un hombre mayor de aspecto verdaderamente horrible llegó a la puerta y preguntó si había algún lugar para que él pasara la noche. Estaba encorvado y arrugado, y su rostro, más grande de un lado a causa de una inflamación, estaba rojizo y sin piel. Dijo que había estado buscando un cuarto desde el mediodía, aunque sin éxito. “Supongo que es por mi rostro”, dijo. “Sé que se ve terrible, pero mi doctor dice que es posible que mejore después de más tratamientos”. El hombre indicó que estaba dispuesto a dormir en la mecedora del porche. Al conversar con él, Mary comprendió que el pequeño anciano tenía un corazón enorme atrapado dentro de ese diminuto cuerpo. Aunque los cuartos estaban ocupados, le dijo que aguardara en la mecedora, y que ella le hallaría un lugar donde dormir. A la hora de acostarse, el esposo de Mary colocó un catre de campaña para el hombre. Cuando Mary fue a ver por la mañana, la ropa de cama estaba cuidadosamente doblada y él estaba fuera, en el porche. Declinó el desayuno, pero antes de partir para tomar el autobús preguntó si podía regresar la próxima vez que recibiera tratamiento. “No le molestaré en lo más mínimo”, prometió. “Puedo dormir bien en una silla”. Mary le aseguró que estaba invitado a venir otra vez.

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Durante los varios años que viajó para recibir tratamiento y se quedó en casa de Mary, el anciano, que era pescador de profesión, llevaba siempre mariscos o verduras de su jardín como presentes. Otras veces enviaba encomiendas por correo. Cuando Mary recibía estos considerados presentes, a menudo pensaba en un comentario que su vecina de al lado le había hecho después de que el desfigurado y encorvado anciano se había retirado de su hogar esa primera mañana. “¿Anoche le diste lugar a ese hombre de aspecto tan feo? Yo le dije que se fuera. Uno puede perder clientes con esa clase de personas”. Mary sabía que quizás ellos habían perdido clientes una o dos veces, pero pensó: “Oh, si tan sólo pudieran haberle conocido, quizás sus enfermedades habrían sido más fáciles de sobrellevar”. Después de que el hombre falleció, Mary visitó a una amiga que tenía un invernadero. Al observar las flores de su amiga, notó un hermoso crisantemo dorado, pero la desconcertó el que éste estuviera plantado en un viejo cubo abollado y oxidado. Su amiga explicó: “Me quedé sin macetas y, sabiendo cuán bella sería, pensé que no le importaría comenzar en este viejo balde. Es sólo por un corto tiempo, hasta que pueda colocarla fuera, en el jardín”. Mary sonrió al imaginar la misma escena en el cielo. “Aquí tenemos a alguien especialmente hermoso”, pudo haber dicho Dios cuando llegó al alma del pequeño anciano. “No le importará comenzar en este cuerpo pequeño y deforme”. Pero eso fue hace mucho, y en el jardín de Dios, ¡cuán alta ha de ser este alma adorable! (Adaptado de Guideposts, junio de 1965, pág. 24). Las apariencias pueden ser muy engañosas, y un parámetro pobre para juzgar a una persona. El Salvador amonestó: “No juzguéis según las apariencias” (Juan 7:24). Una miembro de una organización de mujeres se quejó una vez cuando se seleccionó a cierta mujer para representar la organización. Jamás había conocido a la mujer, pero había visto una fotografía de ella y no le agradó lo que vio, ya que consideraba que tenía sobrepeso. La mujer comentó: “De seguro podría haberse escogido una mejor representante entre los millares de mujeres de esta organización”. Es cierto, la mujer que se había seleccionado no era “delgada como una modelo”; pero quienes la conocían a ella y a sus cualidades veían en la mujer mucho más de lo que se reflejaba en la fotografía. La fotografía sí mostraba que tenía una simpática sonrisa y confianza en sí misma. Lo que no mostraba era que era una amiga leal y compasiva, una mujer de inteligencia que amaba al Señor y que amaba y servía a los hijos de Él. No mostraba que servía voluntariamente en la comunidad ni que era una vecina considerada y que se preocupaba. En resumen, la fotografía no reflejaba quien ella era en verdad. Yo pregunto: Si las actitudes, actos e inclinaciones espirituales se reflejaran en los rasgos físicos, ¿sería el rostro de la mujer que se quejó tan adorable como el de la que ella criticó? Mis queridas hermanas, cada una de ustedes es única. Ustedes son diferentes entre sí en muchas formas. Hay algunas de ustedes que son casadas. Algunas se quedan en casa con sus hijos, mientras otras trabajan fuera del hogar. Algunas de ustedes se quedaron con el nido vacío. Hay otras que están casadas, pero no tienen hijos. Hay algunas que están divorciadas y otras que son viudas. Muchas de ustedes son solteras. Algunas tienen títulos universitarios, y otras no. Hay algunas que pueden permitirse ropa de última moda y hay quienes son afortunadas si poseen un 33 bibliotecasod.blogspot.com


atuendo dominical apropiado. Tales diferencias son casi innumerables. ¿Nos tientan dichas diferencias a juzgarnos los unos a los otros? La Madre Teresa, una monja católica que trabajó entre los pobres de India la mayor parte de su vida, dijo una profunda verdad: “Si juzgan a las personas, no tendrán tiempo de amarlas” (Madre Teresa, en R. M. Lala, A Touch of Greatness: Encounters with the Eminent, 2001). El Salvador nos ha amonestado: “Éste es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado” (Juan 15:12). Yo pregunto: ¿Podemos amarnos los unos a los otros si nos juzgamos unos a otros? Y respondo, junto a la Madre Teresa: No; no podemos. El apóstol Santiago enseñó: “Si alguno… se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana” (Santiago 1:26). Siempre me ha encantado su lema de la Sociedad de Socorro: “La caridad nunca deja de ser” (1 Corintios 13:8). ¿Qué es la caridad? El profeta Mormón nos enseña que “la caridad es el amor puro de Cristo” (Moroni 7:47). En el mensaje de despedida que dirigió a los lamanitas, Moroni declaró: “A menos que tengáis caridad, de ningún modo seréis salvos en el reino de Dios” (Moroni 10:21). Yo considero que la caridad o “el amor puro de Cristo” es lo opuesto a criticar y juzgar. Al hablar de la caridad, no tengo en mente en este momento el alivio del sufrimiento mediante el dar de nuestros bienes. Ello, por supuesto, es necesario y apropiado. Esta noche, sin embargo, tengo en mente la caridad que se manifiesta cuando somos tolerantes con otras personas e indulgentes con sus acciones, la clase de caridad que perdona, la clase de caridad que es paciente. Tengo en mente la caridad que nos impele a ponernos en el lugar de los demás, a ser compasivos y misericordiosos, no sólo en tiempos de enfermedad, aflicción y tribulación, sino también en tiempos de debilidad o error de parte de otras personas. Hay una gran necesidad de la caridad que presta atención a quienes pasan inadvertidos, que da esperanza a quienes están desalentados y que brinda ayuda a quienes están afligidos. La verdadera caridad es el amor en acción. La necesidad de la caridad está en todas partes. Se necesita la caridad que rehúsa hallar satisfacción al oír o repetir los relatos sobre infortunios que sobrevienen a otras personas, a menos que al hacerlo el desafortunado pueda beneficiarse. El educador y político estadounidense Horace Mann dijo una vez: “Compadecerse de la tribulación es meramente humano; aliviarla es divino” (Horace Mann, Lectures on Education, 1845, pág. 297). La caridad es tener paciencia con alguien que nos ha defraudado. Es resistir el impulso de ofenderse con facilidad. Es aceptar las debilidades y los defectos. Es aceptar a las personas como realmente son. Es ver, más que las apariencias físicas, los atributos que no empalidecerán con el tiempo. Es resistir el impulso de categorizar a otras personas. La caridad, ese amor puro de Cristo, se manifiesta cuando un grupo de jóvenes mujeres de un barrio de solteros viaja cientos de kilómetros para asistir a los servicios del funeral de la madre de una de sus hermanas de la Sociedad de Socorro. La caridad se demuestra cuando maestras visitantes dedicadas regresan, mes tras mes, año tras año, a la misma hermana que no muestra 34 bibliotecasod.blogspot.com


interés y es algo crítica. Es evidente cuando se recuerda a una anciana viuda y se la lleva a las reuniones del barrio y a las actividades de la Sociedad de Socorro. Se percibe cuando la hermana que se sienta sola en la Sociedad de Socorro recibe la invitación: “Venga, siéntese con nosotras”. En cientos de pequeñas formas, todas ustedes llevan el manto de la caridad. La vida no es perfecta para ninguno de nosotros. En vez de ser prejuiciosos y críticos los unos de los otros, ruego que podamos sentir el amor puro de Cristo hacia nuestros compañeros de viaje en esta jornada por la vida. Que podamos reconocer que cada una está haciendo lo mejor que puede para enfrentar los retos que surgen en su camino, y que nos esforcemos por hacer lo mejor que nosotros podamos para ayudar. Se ha definido a la caridad como “el amor más elevado, más noble y más fuerte” (Bible Dictionary, “Charity”), el “amor puro de Cristo…; y a [la que] la posea en el postrer día, le irá bien” (Moroni 7:47). “La caridad nunca deja de ser”. Que este lema perdurable de la Sociedad de Socorro, esta verdad imperecedera, las guíe en todo lo que hagan. Que impregne el alma de cada una de ustedes y que encuentre expresión en todos sus pensamientos y acciones. Les expreso mi amor, mis hermanas, y ruego que las bendiciones del Cielo sean suyas siempre. En el nombre de Jesucristo. Amén.

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APRENDED PARA ENSEÑAR No hay mujer que haya sido como tú. El Señor te ha hecho única y no puede haber otra como tú. La posibilidad de que haya alguien idéntico a ti debe compararse a un número tan alto que ni siquiera tiene un nombre; sería como agregar 9.031 ceros al número 1, y pretender darle un nombre. No hay otra persona que pueda hacer lo que el Señor te ha enviado a hacer aquí en la tierra. El valor de lo que tú tienes para aportar se manifestará por medio de la expresión de tu personalidad, ese destello particular de lo divino que te hace exclusiva, diferenciándote de toda criatura viviente. La impresión que tú dejas en el mundo, en el corazón y la mente de otros, es tan distinta, tan exclusiva y tan única como tu propia huella digital. Un día, Jesús se encontraba rodeado y acosado por mucha gente cuando de repente dijo: "¿Quién es el que me ha tocado?" Sus discípulos se extrañaron de que hiciera tal pregunta, ya que muchos lo habían tocado, tirando de sus ropas y tratando de llamar su atención. Pero hubo alguien que lo tocó de una manera diferente. Fue una mujer que levemente tocó sus ropas tratando de obtener su bendición. "¿Quién es el que me ha tocado?" Dentro de toda una multitud, fue el toque de una fiel mujer el que Jesús pudo percibir distintamente; el Salvador lo sintió y percibiéndolo, respondió. Así es en la vida. Somos acosados e impulsados; conocemos a miles de personas, pero es el toque de amor y de interés de pocas de ellas que cambia nuestra vida. Sólo un número reducido de personas cuya influencia, al igual que el sol, se siente mucho después de haber desaparecido. ¿Cómo puedes tú ser como el sol, y ser la mujer cuya buena influencia ayude a los demás y perdure? Tú, como mujer, puedes ayudar a aquellos que necesitan alimento espiritual y a aquellas almas que están sedientas de verdad y conocimiento. ¿Pero cómo puedes ayudar a otros si no tienes el alimento necesario para dar? El bendecir a otros consta de dos partes: Para enseñar, es necesario primero aprender. Para dar, es necesario tener algo para ofrecer. Para escribir una melodía, es preciso haber oído una canción. Una mujer que nutre su espíritu y su mente, que expande su comprensión y su capacidad, tendrá una rica cosecha con la cual alimentar a otros. No nos maravilla el que de un solo grano de trigo florezcan miles de ellos, miles de atados de tan sólo un puñado de semilla del sembrador. No deberíamos maravillarnos de que el espíritu y la mente de una mujer puedan tener influencia y bendecir miles de vidas. Al igual que un campo sembrado de trigo, una mujer crece para dar de

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sí misma a los demás. Tú debes crecer y desarrollarte, y hay mucho a tu alrededor para ayudarte en tu esfuerzo por lograrlo. En 1842, las buenas mujeres de Nauvoo, Illinois, se dieron cuenta de que a su alrededor eran comunes el hambre y el sufrimiento. Entre ellos había pobres, enfermos y afligidos; y sabían que ellas podían hacer más y llevar a cabo una mejor obra para aliviar el dolor y para aliviar a otros si se organizaban y se ayudaban unas a otras para identificar y ayudar a los necesitados. Ellas comunicaron sus deseos y sentimientos al profeta José Smith, quien organizó la primera Sociedad de Socorro, una sociedad con el propósito de proporcionar alivio dondequiera que fuera necesario, de estar al tanto de las necesidades, de las frustraciones y opresiones de otros-una sociedad que velara por las necesidades de todos los seres humanos. Al organizar la Sociedad de Socorro, José Smith dijo: "Este es el comienzo de mejores días para los pobres y necesitados, quienes habrán de regocijarse y derramar bendiciones sobre vosotras." Se sembró una semilla teniendo fe y esperanza en la cosecha. En la actualidad, con la fortaleza de un millón de mujeres, la Sociedad de Socorro continúa su obra de consuelo ante las vicisitudes que a veces nos ofrece este mundo. Las hermanas de la Sociedad de Socorro pueden organizarse y unir sus esfuerzos vara enseñar a un niño lisiado, vara cuidar a los enfermos, juntar alimentos para una familia necesitada, así como proporcionar casa y comida para un refugiado. Cada mujer que trabaja en unión y en armonía con sus hermanas está aprendiendo la manera de amar mejor al Señor, y así, amar mejor a sus semejantes. De esta manera se multiplican sus fuerzas y fortalezas. En la Sociedad de Socorro las mujeres comparten sus habilidades y conocimiento y se enseñan nuevos talentos entre sí. Por medio de las lecciones acerca de las responsabilidades de ser madre, desarrollo espiritual, vida providente, salud emocional y social, y cultura en general, la Sociedad de Socorro enseña a la mujer la manera de nutrirse espiritualmente, de llegar a conocer la verdad y adquirir conocimiento. La Sociedad de Socorro es como un prisma que refracta su luz en la vida de una mujer, y le ofrece una variedad de oportunidades para desarrollarse en muchas maneras diferentes, de acuerdo con su deseo personal. La mujer que se une a la Sociedad de Socorro crece en forma individual; y en forma colectiva, es un nuevo poder para bendecir a otros. Las mujeres de la Sociedad de Socorro se llaman entre sí hermanas, porque todas sienten el mismo amor por su Padre Celestial. Es un lazo familiar que une a toda persona que haya vivido. Una hermana, una guatemalteca que perdió su hogar en un terremoto; un hermano, el vecino viudo que no puede hacerse cargo totalmente de sus hijos; hermanos y hermanas que necesitan amor de acuerdo con sus distintas necesidades. Debemos aprender para poder enseñar, y el límite para esto no lo determina un salón de clase, sino solamente nuestro deseo de hacerlo. Debemos dar con el máximo de nuestra generosidad y amor; debemos enseñar porque hemos aprendido. Debemos ser fuertes para fortalecer a otros en su debilidad; debemos nutrir nuestra mente con luz, para poder disipar la obscuridad de la ignorancia y el pecado. El dar consta de dos partes: Ea primera comienza con nosotras y tiene que ver con lo que en la actualidad sabemos y con el desarrollo de nuestros talentos. Ea deseos más Sociedad de

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Socorro puede ayudarnos a expandir nuestros talentos, ayudarnos a realizar los íntimos de nuestro corazón. La Sociedad de Socorro puede ayudarnos a cambiar y bendecir la vida de otras personas. . "El interés mayor de la Sociedad de Socorro es el de cada mujer en particular. No se considera a ninguna mujer como una simple estadística. La Sociedad de Socorro es una organización para enseñar a la mujer el esencial papel que ocupa en el plan del evangelio, para que tenga el conocimiento y la inteligencia para extender su influencia y bendecir la vida de otros en estos días y en esta época. La Sociedad de Socorro es un don de Dios para toda mujer." Presidenta Barbara B. Smith La Sociedad de Socorro: "La caridad nunca deja de ser."

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