COMO DEBE SER UN SIERVO DE DIOS. Por el Apóstol Mayor Streckeisen.
Un siervo de Dios debe ser Completamente grande y completamente pequeño, de noble sentir por su linaje de realeza, sencillo y simple como peón de campo. Un héroe que se ha vencido a sí mismo, un hombre que ante Dios luchó. Un manantial de vida santa. Un pecador, a quien Dios perdono, Un Señor que domina sobre sus propios deseos. Un servidor para el débil y el angustiado. Ante su enviador postrado, hacia el más pequeño inclinado, un aprendiz ante su maestro, un conductor en la lucha con los espíritus del mal. Un mendigo con manos que suplican, un heraldo que reparte oro, un varón en el campo de lucha una madre frente al lecho del que sufre. Como un anciano en su forma de ver, como un niño en su modo confiar. Buscando lo más elevado, pero prestando atención a lo considerado insignificante. Animado con alegría, confiado en el sufrir, apartado de todo en vidia. En su modo de pensar claro, verdadero en su hablar, amigo de la Paz, enemigo de la ociosidad, bien firme en sí, sin confiarse en su “Yo”.
Completamente grande y completamente pequeño Tenemos en esto el testimonio del Apóstol Mayor Streckeisen. Debemos reconocer como Siervos, que el amado Dios nos hizo Sus Siervos nos capacita para poder cumplir, nos ha dado un Ministerio y nos equipo como siervos en Su casa. Y hasta donde podemos reconocerlo, si quedamos agradecidos y humildes ante el Señor, recién entonces podremos ser un poquito grandes. Jesús dijo “al que se ensalza yo lo humillo, al que se quiere hacer grande yo lo hago pequeño”. Pienso que, en el fondo del corazón, todos llevamos ese sentimiento ¿Cómo podría ser un Pastor cada vez mejor en la Casa de Dios? Debemos empezar por ahí; si queremos ser un Siervo de bendición, siendo humildes de corazón. ¡No sé si debería leer simplemente el escrito y dejar que cada uno saque luego sus conclusiones! Recapitulando un poco para que pueda quedar bien asentado todo esto en nosotros, lo primero dice: “Completamente grande y completamente pequeño” entonces no es “una parte grande y una parte pequeña...” Es decir, es un concepto absoluto, no debemos ser grandes en algunas cosas y diminutos en otra. Y cuando íbamos al colegio, al darnos un ejemplo, las explicaciones luego serian solo redundancia, tenemos claridad de cómo se puede ser completamente grande y completamente pequeño y esto se consigue siendo una sola cosa con nuestro Enviador. Es el secreto para todos nosotros. Así todo lo grande que podamos obrar en el envío divino, viene de Aquel que nos ha enviado y luego, Siervos inútiles somos, no podríamos atribuirnos el merito de haber hecho algo.
De noble sentir por su linaje de realeza. Porque somos hijos del Rey de Reyes, que nos hizo sus Hijos a través del Espíritu Santo. ¡Por eso tiene que haber un noble sentir en nuestro corazón, por nuestro linaje de realeza! Y ese noble sentir, tiene que ser el resultado de la educación que recibimos en la Casa del Rey. El niño que nace en un palacio recibirá una educación completamente distinta a los demás niños, pues las funciones que tendrá que cumplir al llegar a la mayoría de edad, serán también superiores a la de los otros hombres. Estamos siendo preparados en la Casa del Rey y recibimos una educación muy elevada, completamente distinta a los hombres del mundo. Y el que nace de linaje real, aunque vaya a la escuela con los demás niños, cuando regresa al palacio, continua con su educación, tiene profesores que los demás no tienen. Y cuando salimos nosotros de la Casa de Dios, debemos convivir con los demás, pero cuando volvemos a entrar en ella, tenemos un Maestro perfecto que es el Santo Espíritu,
que nos prepara como Hijos del Rey para ocupar la posición de Reyes y Sacerdotes en un Milenio de Paz. Se espera de nosotros que podamos llevar un sentir noble, porque así es el Rey de Reyes: manso y humilde de corazón. Debemos obrar en esta forma. Luego se mencionó que somos hijos de realeza: ¡es éste un estado que no se consigue sólo con desearlo, sino depende de haber nacido en una familia real! A veces quienes pertenecen a la realeza y aunque caigan en la indigencia (ya no tienen mas bienes ni dinero) pero vemos que conservan su distinción, se notan sus condiciones de realeza. A la inversa, otros que de pronto se han enriquecido, les falta las aptitudes que le jerarquicen como aquel que viene de una estirpe distinguida. Nosotros somos propiedad de Dios, mas aún somos Siervos, Pastores en la Casa de Dios, tenemos ese linaje, todo lo necesario para demostrarnos en lo que ha sido colocado en nosotros por el activar divino.
Sencillo y simple como peón de campo Así como en el caso de Jesús: cuando le dijeron “Tú dices que eres Hijo de Dios”, el solo respondió “Tú lo has dicho”. No queremos predicar en vanagloria o grandeza, sino en mansedumbre y sencillez, debemos ser como “peones de campo”. Aunque sea menospreciado, porque cumplen una tarea dura el que trabaja en el campo, es sólo un peón. Pero yo he dicho muchas veces que hay trabajos que yo seguramente no los haría, y sin embargo sino se encontrase quien los haga, no seria posible la vida... Pensemos nada más en los recolectores de residuos en la ciudad, ¿podríamos vivir en ella? Plagas y epidemias se propagarían muy pronto. Y esos hombres que a veces son menospreciados, están haciéndonos un gran beneficio con su trabajo…… Así como Siervos de Dios, debemos ser sencillos como un peón de campo. Y esa sencillez demostrarla como lo hizo el Hijo de Dios, que no tuvo necesidad de usurpar nada a Dios porque era su hijo y sin embargo habitó entre los hombres, quedando manso y sencillo, al tomar forma en la carne del hombre (Filipenses 2:5-11) Y mientras por un lado nacimos en la Casa de un Rey, debemos demostrar un sentir de realeza, por el otro lado, tenemos que quedar sencillos como peón de campo…“Sencillo y simple como peón de campo” y como hemos escuchado, estos cumplen tareas que son fundamentales. Porque todo está muy bien: lo que alcanzo el hombre por la técnica, el confort es muy agradable, nos alegra ver el progreso de la edificación, poderosas maquinas que surcan el cielo y profesionales que ayudan a los demás. Todo esta muy bien, pero sino se cumpliesen las labores del campo, nada existiría sobre la tierra, en ultima instancia, todo lo demás pasa a ser secundario. El peón en el campo realiza un trabajo fundamental y sin embargo pasa desapercibido en la evaluación que los hombres hacen de las cosas… Los hombres pueden ver que nos reunimos frecuentemente y piensan “a perder el tiempo...” Sin embargo estamos cumpliendo una tarea para nuestro Señor, quien hará la evaluación final de cada cosa, según la escala de valores que Él establezca y no según los pensamientos humanos. Por eso hacemos nuestro trabajo con alegría y con entrega por que sabemos que del Señor recibiremos la recompensa….
Un héroe que se ha vencido a sí mismo Esta es una de las cosas más difíciles, porque el camino al propio corazón es el más largo es la lucha más ardorosa, pero a la vez la victoria más hermosa, es el vencerse a sí mismo. Por eso es un héroe el Siervo de Dios. ¿Cómo debe ser entonces un Siervo de Dios? ¡Un héroe capaz de vencerse a sí mismo! Que no lucho primero contra los demás, sino primero contra sí mismo. Se ha vencido a sí mismo, porque es “severo consigo mismo e indulgente con los demás” puede comprender a los demás en sus insuficiencias y amarlos, llevarlos en brazos de Oración, cubrirlos y tolerarlos. ¡Pero el siervo de Dios debe vencerse a sí mismo!
Un héroe que se ha vencido a sí mismo, la condición básica para que alguien pueda ser un héroe, es desinteresarse de sí mismo. Y como ha dicho el Apóstol Kraus en un Sermón en el que acompaño al Apóstol Mayor: “Nosotros no nos preocupamos por nuestra vida, sino nos preocupamos por la misión de toda nuestra
vida, que es el trabajo para el cual Dios nos ha llamado!” Queremos velar para llevarlo a cumplimiento, porque cada uno de nosotros es una consecuencia del llamamiento divino y está colocado allí, donde el Señor ha decidido, justamente porque esa es su voluntad. Entonces nuestra preocupación no es nuestra vida, sino la misión que debemos cumplir!
Un hombre que ante Dios luchó, un manantial lleno de vida santa, un pecador, a quien Dios perdonó! ¿Hará falta agregar algo a esto? Sigo pensando que es suficiente con leerles lo que dice aquí y quedarme callado. Deberíamos meditar juntos: “Un hombre que ante Dios luchó, un manantial lleno de vida santa!” y cuando nos inclinamos a beber de un manantial es la primera agua que sale la que tomamos, porque la que salió no vuelve a salir y la que saldrá después la beberán otros. Entonces cada alma que viene a beber, debe encontrar agua fresca en el Pastor, no un agua estancada, sino un manantial de vida santa, porque para esto ha sido educado en la casa del Rey, porque tiene Maestros que el mundo no tiene, para esto se ha vencido así mismo!
Que a luchado con el Señor y es un manantial de vida santa donde lo material ha quedado relegado a un segundo término. Un Pastor debe ser un manantial de fe infantil, es un manantial de amor entrañable hacia las Almas inmortales, un manantial de alegría y de paciencia, y cuando alguien se inclina a beber es porque tiene sed, y espera calmar esa sed y cuando un alma se inclina a beber de su Pastor, esta esperando que su palabra calme su sed, reponiendo las fuerzas que había perdido. Lo digo por segunda vez, espero que todos nosotros queramos ser buenos Pastores en la casa de Dios, porque yo también quiero ser un Pastor entre vosotros. Quisiéramos tenerlo siempre muy en cuenta: quedar siempre como un manantial de agua fresca y decir como Jesús: “El que bebe del agua que yo le daré no volverá a tener sed, mas el agua que le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:14). Jesús era un santo manantial de agua viva y quien a El se acercaba era saciado en su sed. ¡Que hermoso que fuera así también en nosotros! “Un manantial lleno de vida santa” – Sabemos que un manantial siempre tiene un riesgo potencial; que se mezcle con una corriente extraña, que haya filtraciones de agua contaminada y surge de ahí ya no el agua cristalina y pura, sino otra que produciría un efecto contrario.
Un pecador a quien Dios perdonó Si miramos los cálices en el Altar y que en la Santa Cena están corporificados el Cuerpo y la Sangre de Cristo y que Él dijo “cada vez que la festejáis, hacedlo en mi memoria”, no pensamos que ayer hemos recibido el perdón de nuestros pecados, sino una Gracia del Padre que quiere perdonarnos los pecados que hemos hecho de ayer a hoy. No lo consideramos como algo sobre entendido, sino como una Gracia que cae sobre nosotros en el amor inmerecido de nuestro Padre. Como pecadores hemos venido, no como perfectos. “Un Pecador a quien Dios perdonó” y lo que por Gracia se sigue cumpliendo siempre, de esa Gracia vivimos y si uno de nosotros nació apostólico y recibió desde el comienzo el perdón de los pecados, al llegar a los noventa años, seguirá necesitando del perdón de los pecados... y así nos mantiene en esa pureza, para que podamos presentarnos como un manantial limpio y puro y vuelve a perdonarnos una y otra vez, con la condición “¡No vuelvas a caer en lo mismo!” “¡no consideres que porque una y otra vez te he perdonado, puedes entonces recaer en tus viejos errores!” si llevamos ese intento, seria mejor no participar del perdón de los pecados, como el Apóstol Mayor señalo en un Sermón no hace mucho.
Un Señor que domina sobre sus propios deseos, Un servidor para el débil y el angustiado. Porque dominó antes sus deseos, pudo colocarse en la situación de un verdadero servidor ante el angustiado. Y esto entonces demuestra otra vez que el Espíritu Santo gobierna en nosotros y somete los deseos que podrían levantarse. Hay deseos lógicos y naturales en la vida del hombre, pero hay otros que un Siervo de Dios debe
someterlos bajo su voluntad, de todas maneras, porque queremos ser buenos y fieles Siervos de Dios, porque queremos trasladar bendición al Pueblo del Señor. “Un Señor que domina sobre sus propios deseos” es fundamental, no podemos dar lo que no tenemos y para servir a débiles y angustiados no podremos ir a socorrerlos si previamente no hemos vencido en lo que estamos, en la debilidad o angustia o en los espíritus bajo los que estamos dominados. ¡Si estamos atados de manos, no liberaremos a otro que también está atado!
Ante su enviador postrado, hacia el más pequeño inclinado Debe poderse arrojar a los pies de su Enviador, pero también debe saber inclinarse ante el más pequeño. Es una demostración de nuestra completa humildad pero también de nuestro elevado reconocimiento hacia Aquel que nos ha enviado. Porque no nos hemos colocado a nosotros mismos, sino fuimos enviados y colocados por Jesús para llevar al Pueblo de Dios a una perfección y terminación, conducirlo hacia una gloria eterna. Para esto nos dio el Señor un Ministerio, dones, aptitudes para obrar como sus siervos, para preparar a los Reyes y Sacerdotes entre los Hijos de Dios. “Ante su Enviador postrado y ante el más pequeño inclinado” y como dijera una vez un Siervo: “Extendemos una mano hacia arriba hacia nuestro bendecidor, pero extendemos la otra hacia aquellos que esperan de nosotros la bendición. Porque cada vez que podemos postrarnos ante el Enviador, tendremos Gracia y bienaventuranza y si no queremos hacerlo, sería más práctico que no viniésemos a la iglesia. Porque es este un secreto, la estrecha unión espiritual con nuestro vaso de bendición. Pero luego dice que debemos poder inclinarnos hacia el más pequeño, porque si nos postramos ante nuestro enviador pero somos altivos con el más pequeño, toda la bendición que hubiésemos adquirido, queda cortada en nosotros. Y nuestro trabajo (somos solo un medio para hacer llegar esa bendición al Pueblo de Dios) es en vano, porque somos altivos con quienes nos siguen.
Un aprendiz ante su Maestro ¿Quién es el Maestro? El Espíritu Santo, del que queremos aprender, pues ninguno pensará que ya lo sabe todo, tampoco creerá que estamos capacitados para hacerlo mejor. Sólo el Espíritu Santo es perfecto y no hay capacidad humana que lo pueda superar. Por esto podemos postrarnos delante del Altar del Señor con agradecimiento y alegría, porque allí recibiremos todo lo necesario para ser un buen Siervo de Dios! “Un aprendiz ante su Maestro” no hace falta decir como tiene que ser un aprendiz. El peligro es que el aprendiz al haber adquirido algunos conocimientos, ya quiere corregir a su maestro o cree poder hacer las cosas mejor que él, hacer las cosas más breves o perfeccionar técnicas, pero resulta que también el Maestro hizo hace mucho esas experiencias, ahora ya está “de vuelta” y sabe cual es el mejor camino, aunque parecería ser el más largo. Entonces el aprendiz tiene éxito cuando se mantiene como en el primer día, sólo así podrá ser un día como su Maestro. Tomando solo esta última frase: “un aprendiz ante su Maestro!” Quiero referirme a la palabra del Apóstol Mayor (Sermón 30-04-1978): “Aquí seremos solo aprendices, después seremos Reyes” ¿Hacia donde enfoca nuestro aprendizaje? ¡Llegar a ser reyes y sacerdotes para el Milenario Reino de Paz! Para esto no podía darnos el Señor un Maestro más perfecto, para realizar ese trabajo como es el Espíritu Santo; no hay hombre (ni todos los hombres juntos) que podría cumplir es tarea. Trabajar en las almas inmortales para consecuencias eternas, solo lo puede hacer el Espíritu Santo, no es tarea humana. Por eso puedo agradecer en nombre de todos “Amado Padre, como tus hijos y hermanos en Cristo, te alabamos y agradecemos que nos hayas concedido tal Gracia, de poder ser portadores del Espíritu Santo, que nos has permitido atravesar la puerta del renacimiento y nos hiciste tus Hijos por la Gracia que una vez un Apóstol haya puesto su mano sobre nuestra cabeza. ¡Te agradecemos de poder percibir que el Espíritu Santo da testimonio a nuestro Espíritu que somos tus Hijos!”. Ese es nuestro Maestro, que nos lleva a la Perfección para el día del Señor, para que como una Novia digna y preparada podamos entrar con Él a la gloria eterna. Después podremos activar en el Milenio de Paz, como Reyes y Sacerdotes. No estamos siendo preparados para tareas importantes en lo
material; el Señor nos prepara para tareas mucho más elevadas, para poder seguir sirviendo a Dios en el reino de paz. Para esto en el “palacio” (en la Casa de Dios) tenemos el mejor Maestro, que nos esta instruyendo y formándonos a la imagen de aquel que nos hizo sus hijos por gracia, no por méritos. El Inmenso amor escapa a todo razonamiento! Por eso queremos hacer de cada hora en la casa de Dios, la hora de aprendizaje en la escuela Divina. Para servir a las almas inmortales, por encima de todo, hacemos un repaso y nuestro mejor servir a Dios es volcando sobre las Almas un profundo amor, humilde de corazón y como aconsejo Jesús: “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón y tendréis el descanso para vuestras Almas.” También de Jesús queremos aprender y aprendemos asimismo del amado Apóstol Mayor; lo hemos podido vivir, su servir ejemplar en Humildad y amor, como está llevándonos a la perfección para el Día del Señor. Estos son los Maestros de enseñanza para nuestras almas. Cuando estuvo en esos días maravillosos entre nosotros él nos dijo: “Yo puedo ver el hermosos crecimiento de la obra de Dios, pero me doy cuenta que puede ser logrado aún más”, ahí el maestro nos quiere llevar a la perfección. Así lo queremos hacer, como un aprendiz ante su Maestro Atraeremos de ese modo sobre nuestra Alma todos los dones y virtudes que sean necesarios, multiplicados para servir al amado Dios. Mas nosotros no hacemos solo un aprendizaje teórico, leyendo la Biblia o por libros; el Señor coloca en nuestras manos las alma’s para que hagamos además trabajos prácticos, al dolorido llevarle consuelo y el bálsamo para sus heridas, al triste alegrarle en la fuerza del Espíritu a los desanimados y abatidos, darles la fortaleza para seguir adelante. Ese no es un trabajo teórico sino una practica y cuando aquí practiquemos el amor, más fácilmente obraremos en el amor, cuando más nos ejercitemos en la paciencia y en la humildad, más creceremos en tal sentido. Esas almas tienen que sentir el amor de la eternidad a través nuestro y así nos preparamos como reyes y sacerdotes para el Milenio de Paz. Ese es el aprendizaje que queremos hacer. Ayer pude decir a dos Diáconos que fueron colocados como Pastores y que seguramente estarán aquí por primera vez, que como pastores en la Casa de Dios recuerden siempre las palabras de Jesús: “Mis ovejas oyen mi voz”, entonces son la ovejas propiedad de Jesús, no son nuestras. Él las coloca en nuestras manos con la esperanza, que podamos cuidarlas, amarlas y llevarlas en hombros cuando estén cansadas y abatidas, que las cuidemos del maligno. Ellas sentirán así el deseo de quedar en el rebaño, de compartir el amor del Señor en la comunidad y de poder pertenecer a la gran familia de Dios. Ahí no solo nos ejercitaremos como aprendices adelantados, podremos llegar a ser a lo mejor un medio oficial o un buen oficial especializado... después podremos ser un Maestro en ese trabajo maravilloso, en el cuidar las ovejas de Cristo. El Apóstol Mayor en ese mismo Sermón: “Si todavía el viejo Adán se mueve en nosotros, debe ser dominado” por ahí empieza el aprendizaje, porque está contenido en las palabras antes mencionadas “un señor que domina sobre sus propios deseos”. Ante lo escuchado del Apóstol de distrito: “un aprendiz ante su maestro”, sabemos como debe ser un aprendiz. En otro tiempo, el aprendiz, o mejor aún, el discípulo aprendía toda su vida, seguía su aprendizaje mientras vivía su Maestro; no era un alumno con un determinado periodo de aprendizaje hasta alcanzar un grado suficiente de conocimientos. El discípulo era un seguidor de su Maestro y nos toca igualmente a nosotros, pues nuestro Maestro nos antecede en el camino e indica cual es su voluntad. Queremos ser un aprendiz no solo teóricamente sino en la practica, como en el orden natural lo vemos: muchos se han detenido al adquirir la teoría y aunque llegaron a completar una carrera, han de fracasar inexorablemente pues la teoría debe adecuarse a los elementos concretos y ahí vienen las dificultades. Otros solo han adquirido practica en una profesión u oficio y hacen muchas tareas que les resultan muy difíciles pues carecen de los conocimientos necesarios para dominarlas. La teoría les facilita mucho cumplir su tarea. Entonces lo ideal es aun ambas, adquirir la teoría pero a la vez haciendo la practica correspondiente. Allí habrá un equilibrio y todo se resolverá de la mejor forma posible. Nos apropiamos la teoría, lo que el Espíritu Santo nos da como enseñanza divina, pero también tenemos como campo de practica todo aquello que el Señor nos permite obrar en medio de Su pueblo. Pero ¿quién quisiera decir: “Hasta aquí ya aprendí bastante, ahora puedo obrar solo, puedo
acreditarme por mí mismo?” Desecharía lo que el Señor quisiera seguir enseñándonos, pues es necesario seguir recibiendo todo esto. Y tampoco estaría bien quedarnos detenidos en la practica y conformarnos con solo el oír de la palabra. Debemos seguir en el camino pues todo nos es necesario para ser útiles en el Milenario Reino de Paz. Entre otras cosas sabemos que para esa época somos llamados como reyes y Sacerdotes, para dar testimonio a todos aquellos que no estarán bajo la potestad de Satanás, porque estará atado en su potestad. Será nuestra tarea especifica testimoniar y por eso no es suficiente con saber que el Apóstol Mayor espera un gran progreso en la obra, si nosotros nos marginamos y quedamos solo con el conocimiento, con la teoría en ultima instancia, será esa nuestra profesión futura en el Milenario Reino de Paz: Ser testimonio de todo el obrar de nuestro Dios a través de su Plan de Redención. Y en esta noche él nos ha dicho: “¡Buscadme con más fuerza aún, la última oveja, que ella esta entre vosotros!” Hemos escuchado muchas veces del peligro de la superficialidad, del habituarse, no sea que ese espíritu quiera entrar en uno y otro. Queremos acompañar al Apóstol de Distrito en ese ruego y fomentar el don que esta en esas Almas en todas las comunidades hay algunas en especial que han llevado muchas otras Almas a la Casa de Dios. Sin embargo ese don de dar testimonio está en todos los Hijos de Dios, pero a veces hace falta despertarlo, llevarlo al ejercicio para que pueda desarrollarlo. Será entonces nuestro gozo, cuando siguiendo lo que nos indica, podamos ver cumplida Su voluntad y cuánta alegría nos tocará por ello. Yo me alegraba tanto de escuchar al Apóstol de Distrito sobre las palabras que hablo a los Pastores que eran instituidos en el día de ayer; me permitió comprobar que estoy en un mismo Espíritu, porque al tener que cumplir esa tarea en el lugar donde por Gracia me toco servir, empleaba las mismas palabras. Eso confirma y me da la tranquilidad que estoy en el sentir de mi vaso de bendición y puedo decir “¡Gracias Señor, porque eres tú el que realiza todo en tu obra!” Como siervos de Dios nos sentimos agradecidos cuando hemos podido cumplir lo que El ha pedido de nosotros. De él podemos esperar luego el galardón, cuando cumpla la hermosa promesa, es algo que apenas podemos imaginar lo que significa, pero que su cumplimiento es seguro porque viene el Señor.
Un conductor en la lucha con los espíritus del mal. Antes de seguir adelante, coloco todo mi corazón, en el significado del encabezamiento de este escrito: “¿Cómo debe ser un siervo de Dios?”; entonces al decir “Conductor”, no pensemos ahora en el Apóstol de Distrito. También el obispo esta siendo un conductor de su obispado, el Prelado o el Evangelista de su distrito y los Pastores de su comunidad. Estamos hablando de cómo debe ser un Siervo, entonces también el Subdiácono y el Diácono son siervos de Dios. No se refiere específicamente a uno, sino a todos. Los espíritus de mal existen, porque existe el diablo, padre de mentiras desde el principio; engendra hijos de mentira, para que vayan contra los Hijos de la Verdad, que somos nosotros. Los Pastores de la Casa de Dios predican la verdad de Cristo a través de Espíritu Santo y de ese Espíritu dijo Jesús “Os guiará a toda verdad y os enseñara todas las cosas” (Juan 16:13). Ese espíritu del mal, el mismo que engaño a los primeros hombres en el paraíso, es el que quiere engañar ahora a los Hijos de Dios que escuchan los Sermones. Ayer hemos dicho a la comunidad: “No temáis manada pequeña, porque al padre ha placido daros el reino” (Lucas 12:32). Y a las almas’ que fueron Selladas con Espíritu Santo pudimos decirles las mismas palabras, “no temáis”, porque es muy probable que en alguno quiera asentarse el temor: “¿Será verdad en el camino en el que me encuentro?” cuando hemos comenzado a concurrir, no había tantas capillas hermosas como tenemos ahora; entrábamos en pequeños locales alquilados, con falta de comodidades y a veces ni alcanzaba para pagar el alquiler. Allí podría haber entrado ese temor: “¿Será el camino verdadero?” pero ahora debería ser más fácil, pues es más evidente el desarrollo de la iglesia, pero igual pueden venir temores “Yo tengo que dejar a toda mi familia y comienzo con estas cosas distintas, nuevas...” Y a estas almas, les fue dicho ayer, que el que así piensa, escuche por el altar del Señor: “No temáis!”.
Queremos entonces así combatir el espíritu del mal, que quiere entrar en el corazón y a veces también lo logra. Porque el campo de batalla para esa lucha contra el espíritu del mal, es el corazón. Entonces el siervo debe conducir la lucha contra aquel que quiere destruir, trayendo duda, criticas, disconformidad; cada uno tiene el deber como Siervo, de sentirse un conductor en esa lucha y a través del Espíritu Santo, derrotar al maligno, y cuando podemos devolver la alegría al que esta triste y fortificamos al débil, haciendo que mire confiado hacia el Día del Señor a aquel que no podría creer, el Espíritu Santo se ha levantado como conductor llevando a la victoria en el corazón contra aquel espíritu de abajo. Eso debe ser un siervo de Dios un conductor en esa lucha. Y Aquí no se trata de tener contemplaciones, pues el diablo no tiene misericordia Jesús dijo “No tengas temor a los que matan el cuerpo; tened temor al que puede llevar el Alma al infierno” (Mateo 10:28) Esa lucha está en cada corazón y como conductor de la misma debemos llevar a las almas a la claridad completa, pero que debe estar antes en nuestro corazón. Esa claridad de la certeza que soy un Hijo de Dios, renacido para vida eterna. Y solo en esa posición de corazón saldrán adelante como vencedores. Hermosamente nos fue explicado: “un conductor en la lucha contra los espíritus del mal”, nosotros sabemos como debe ser un conductor. Primero necesito el aprendizaje para luego saber conducir a otros, guiarlos y no será colocado ante una responsabilidad si antes no se ejercito en ello. Clásicamente, el conductor va siempre adelante, pensemos en un tren, en un avión o un automóvil, va siempre en la parte delantera. Tiene que tener como condición especial, el de la atención; se puede ser un eximio conductor, un gran conocedor de todas las técnicas, por ejemplo para conducir un automóvil, pero él debe estar constantemente atento, en cuanto se desvía su atención por algo puede producirse un accidente. Si se dormita a veces unos segundos sobre el volante, pierde el dominio, la conducción. Espiritualmente, fuimos capacitados, equipados por el Señor para llevar la responsabilidad en que Él nos ha colocado. Pero se requiere esa condición esencial, estar siempre atentos porque dormitándose un poco la superficialidad, la indiferencia y la duda (hemos aprendido) serán la tumba de la Fe. Y como hemos escuchado el Satanás busca de destruir siempre lo que el Señor construye y quiere empezar por destruir la Fe. Después puede destruir todo lo demás, cuando ya no tenemos mas seguridad. A ese espíritu no queremos darle lugar porque, nada bueno quiere para nosotros sino solo quiere destruir la construcción divina.
Un varón en el campo de lucha Nuestra lucha no es contra carne ni sangre sino contra los espíritus de las tinieblas, potestades espirituales y de los aires allí en ese campo de lucha queremos ser un Varón de Dios. Nos comportaremos varonilmente en la fe y contra esos espíritus, sin tregua, lucharemos hasta vencer, llegando a la meta con los vencedores. Pues solo así alcanzaremos la Corona de la Vida Eterna que ha prometido a los vencedores, como ha dicho nuestro Señor Jesucristo “Yo te haré columna en el templo de mi Dios y nunca mas saldrás afuera!” (Apocalipsis 3:12). El Señor nos da las armas en las manos para que luchemos contra el padre de toda mentira: un arma es la Verdad del Eterno que es desde siempre y para siempre, Verdad contra la mentira, el amor contra el odio, la esperanza contra los que van en el mundo sin esperanzas, desesperanzados. Los dones y virtudes del Espíritu Santo debemos emplearlos en esa lucha sin igual. Así debe ser un Siervo de Dios. “Un Varón en el campo de lucha”, sabemos como se distingue (aunque con el tiempo se borro un poco) pero originalmente se distingue el carácter masculino del femenino. El hombre se destaca por la fortaleza con que esta construido su cuerpo por los elementos que lo hacen físicamente una figura distinta a la femenina, por los atributos que lo individualizan, en una palabra porque es un varón. Espiritualmente es pedido a nosotros que nos comportemos varonilmente en el campo de la lucha. Lo femenino tiene sus condiciones; hemos escuchado por ejemplo que la madre que consuela a su hijo. Como siervos de Dios tenemos que actuar como una madre también y cuando tenemos que obrar varonilmente, en la fortaleza contra los espíritus, queremos estar así bien plantados donde el Señor nos colocó. El Apóstol de Distrito dijo en una reunión que no se trata de hablar una palabra fuerte, con mucha firmeza pero sin amor. Y recordó lo que nos decía a menudo el Apóstol Martón: Cuando hay que ser firmes seremos firmes, pero siempre dentro del amor. Es decir, que siempre obraremos en el amor y cuando se requiere una mano firme, también debemos tenerla. Porque una palabra llena de
amor pero con firmeza, no será una palabra dura siendo fundamental que hagamos como el Señor hace con nosotros y Él es lleno de amor. Porque seremos aceptados por las Almas por el hecho de que somos Siervos de Dios pero mejor es que seamos amados; luego por ese amor vendrá la aceptación de lo que el amado Dios coloca en nosotros.
Una madre junto al lecho del que sufre Tengo que mencionar aquí un sermón del Apóstol Mayor que fue colocado en manos de los Dirigentes de Distrito. Allí él dijo que el padre esta corporificado en los Apóstoles y desde los Pastores hasta el Obispo, como la madre. Recordando este sermón el Apóstol Fiore menciono de una niña que entro corriendo a su casa y dijo: “¿Que sucede, no hay nadie en esta casa?” el padre y los hermanos le dijeron: “¿Pero y nosotros qué somos?”, ella buscaba a la madre que en ese momento había salido. La presencia de la madre llena la casa! Y eso son los Pastores en la Casa del Señor es como una madre junto al lecho del que sufre. Y una madre no le importa por ejemplo, que el hijo tenga una enfermedad infecciosa; todos se alejaran pero ella no, se queda al lado del hijo. Su amor esta por encima de todo, esta por encima de la enfermedad y cuando el enfermo, a lo mejor después de unas horas entreabre los ojos y ve a la madre a su costado se queda más tranquilo, porque sabe que ella vigilara su sueño. El amor de una madre le ayuda a velar por el hijo, hasta que llegue la luz del día.
Así tiene que ser cada siervo de Dios, así tiene que ser el obispo, el Anciano o el Primer Pastor, una madre junto al lecho del enfermo. “Una madre junto al lecho del que sufre”, no dice allí como un amigo, como un conocido, ni siquiera como un medico. Tomemos el caso del medico junto al lecho del enfermo, puede ayudar más que una madre. El tiene muchos conocimientos sobre la enfermedad y sobre la forma de curarla para eso puede ayudar mucho más que la madre para eso fue preparado, aunque siempre existen ciertos limites. Pero si llegara la alternativa de decir: “¡Para salvar al enfermo hay que dar la vida...!” entonces el medico hasta allí llegaría, la madre en cambio daría con todo gusto la vida para salvar al hijo. Y un Siervo de Dios debe ser como una madre junto al lecho del que sufre, dispuesto a darlo todo, calor, aliento, ayuda y como cualquier madre dispuesto a dar su vida por el hijo. Por eso no se compara con un amigo o un medico, sino menciona aquí una madre, porque ella puede llegar a hacer lo que ningún otro haría.
Como un anciano en su forma de ver Y aquí me apresuro a decir el conocido proverbio: “No desperdicies los concejos de los sabios y los viejos”. Porque es el espíritu de moda rechazar lo que puedan decirnos las personas de mas edad; tenemos varones que están marcándonos el camino correcto desde hace mas de cuarenta años en la obra de Dios, estos son los ancianos a quienes debemos oír. También exporto Pablo: “respeta a los ancianos y llévalos en el corazón”. Y un Siervo de Dios tiene que ser un anciano en su forma de ver, que aprovecha la experiencia que los años han traído. Cada uno debe mirar lo bueno en su Hermano, aunque yo en presencia de todos los siervos puedo confesarme una vez mas, como hombre pecador y falto de toda la vida. Y si hubiere alguno que podría condenarme, que se levante... Pero pensad que el primero en tomar la Santa Cena seré yo, como también quiero ser el primero en aceptar la Gracia que nos será ofrecida. ¿Qué queremos ver como ancianos? Yo les aconsejo mirar las virtudes y dones de cada Hermano; aquí somos mas de setecientos, cuan grande sería el beneficio que nos reportaría llevarnos un poquito de las virtudes de cada uno. Quisiéramos tener un poco de la Fe de un Pastor, la bondad del otro Pastor, el reconocimiento, del Evangelista. Pero si quisiéramos mirar las faltas de todo, no iríamos muy lejos. Y cuando vengamos bajo la palabra: “En el nombre de Cristo tus pecados son perdonados”, ya de nada y por nadie podremos ser acusados. Queremos entonces colocar los ojos sobre lo bueno. El Señor nos ve constantemente, pero también el diablo está atento.
Animado con alegría, confiado en el s u f r i r Se pueden tener las dos cosas: la alegría y el sufrimiento. Alegría por el hecho de ser Hijos de Dios y eso es suficiente motivo para ser alegres. Si bien es cierto que no debemos hacer como el payaso, que hace reír a los demás aunque llora por dentro; no queremos ser payasos, sino Pastores en la casa de Dios y cuando tenemos que llorar interiormente lo haremos en silencio, pero también reiremos con los que ríen, porque a lo mejor un día ellos tendrán que llorar. ¡Cuánto bien hace el saber que el Apóstol Mayor ruega por nosotros todos los días y nos apoya! Del mismo modo, hace tanto bien a las almas cuando pueden sentir a aquel que es su Pastor, que esta cerca suyo. Y como luego sigue diciendo: “Animado con alegría, confiado en el sufrir, apartado de toda envidia” así lo queremos hacer aunque a veces con lagrimas en los ojos. El querido Apóstol el jueves pasado dio el ejemplo de un Siervo que produjo tanta alegría en las Almas durante un Sermón, punto que una de esas almas se maravillaba conociendo las circunstancias amargas que ese Siervo tenia que soportar en su vida y sin embargo, dejaba tanta alegría en las almas. Ello da testimonio que en el Siervo se manifiesta lo que está acuñado en su alma, no lo del payaso, sino que de nuestro rostro puede emanar la alegría que esta asentada en Como un niño en su modo de c o n f i a r Así debe ser un Siervo de Dios. “Si no os volviereis y fuereis como niño no entrareis en el reino de los cielos” ...” Dejad los niños venid a mí y no los estorbéis porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 18:13 y 19:14) En relación a la confianza de un niño en ese mismo sermón del Apóstol Mayor, cuando fue llamado al altar el Apóstol Schumacher (de Bremen) contó algo que quiero leerles: “Permitidme contaros una pequeña experiencia; después de largos, duros años de guerra pude regresar a casa. Yo sabia que había nacido un hijo, aunque no lo había visto aún; desde hacia cuatro años faltaba de mi casa pero por fin llego la hora de la libertad. Dando rodeos subí a la improvisada vivienda de mi esposa, alrededor del medio día, un día muy caluroso. Entre en esa vivienda pobre y la alegría que el encuentro produjo, lo podéis imaginar. El pequeño fue sacado por la madre que le dijo: ¡Tú padre tu papi, esta aquí! De inmediato vino corriendo a mis brazos y ya éramos carne y uña. ¡eso fue para mi vida tan importante e impresionante que nunca lo olvidaré! Pero tampoco olvidaré jamás todo lo que había puesto en esos años la amada “mami” en el corazón de su pequeño para que pudiese reconocerme y que no me considerase un tío extraño en la casa. Ese fue el trabajo de la madre”. Ese niño confió en la madre por completo y por eso, cuando el padre llego lo conocía y lo acepto, porque la madre había formado la imagen de su padre en el curso de esos pocos años de su vida. Así debe ser un Siervo de Dios, tiene que poder confiar como un niño en sus padres. Yo puedo confiar plenamente en el Apóstol Mayor, ciento por ciento, no puedo siquiera hablar de dudas. ¡Seria eso algo tremendo! Desastroso, si habría alguna chispa de dudas hacia el amado Apóstol Mayor! Allí esta la figura de nuestro Padre, como el primer Siervo de Dios sobre la tierra: podemos confiar en él como niños, él no tiene segundas intenciones, no obra jamás con doble sentido y quiere para nosotros absolutamente lo mejor. Y así debería ser cada uno de nosotros, siempre mirando hacia arriba. Como una vez dijo el Apóstol Mayor en un sermón que desde el Pastor hasta el Obispo corporifican a la madre y los Apóstoles, al padre.
Los que cuidamos al pueblo de Dios entonces queremos ser: “como un anciano en su forma de ver, como un niño en su modo de confiar”. El niño confía ciegamente, y ayer hemos dicho a los hijos de Dios, lo que dijo el Salmista: “Encomienda al Señor tus caminos y espera en Él; y Él hará” (Salmos 37:5). En forma semejante dijo Dios a Moisés: “Dile al pueblo que se quede quieto; yo pelearé por él” (Éxodo 14:13-14). Los Siervos de Dios confían en la fe infantil hacia el Padre celestial. “Un anciano en su forma de ver”: yo recordaba que en mi casa paterna, teníamos un cuadrito que decía “Cuando la vista se acorta recién comenzaremos a ver...” Aunque ya sus ojos no vean muy bien, su experiencia le permite ver las cosas en una forma distinta a como lo hacia en años juveniles. Y así es en nuestra actividad como Siervos. Los Pastores que hoy asisten por primera vez, tiene de antigüedad en el Ministerio de Pastor, los días que transcurrieron desde que fueron instituidos. Podría decirse que son jóvenes, muchos de ellos también por su edad; pero el Ministerio con el cual están equipados no tiene “juventud” sino la edad procedente de la institución divina y ese Ministerio puede manifestarse como un “anciano en su forma de ver” con la madurez y sensatez necesaria, con sabiduría.
Buscando lo mas elevado pero prestando atención, a lo considerado insignificante El Siervo de Dios siempre busca lo más elevado, pero tiene en cuenta también lo considerado insignificante. Dice la Escritura: “Hermanos míos, tengáis la fe de nuestro Señor Jesucristo glorioso en acepción de personas. Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y de preciosa ropa y también entra un pobre con vestidura vil y tuvieses respeto al que trae la vestidura preciosa y le dijereis: Siéntate tú aquí en buen lugar, diciendo al pobre: estate tú allí de pie; o siéntate aquí, debajo de mi estrado: ¿no juzgáis en vosotros mismos y venís a ser jueces de pensamientos malos?” (Santiago 2:1-4). Buscad siempre lo de arriba, porque de arriba viene la bendición; pero lo que esta abajo, no lo consideres insignificante. El Espíritu Santo nos recuerda las palabras: “Tu Hermano es tan bueno como Tú” “Buscando lo mas elevado, prestando atención a lo considerado insignificante”. Vemos que entre los hombres, en procura de los fines se justifican todos los medios. Defendiendo determinados ideales o en procura de dar cumplimiento a determinadas consignas, no interesa después los medios de los que hay que valerse, no se tiene en cuenta el mínimo escrúpulo. Buscando lo elevado, ellos consideran insignificante lo del medio a eso no se le da valor. Pero no es nuestro caso porque nuestra meta es la mas alta. Buscando lo mas elevado que el Señor ha colocado en perspectiva para nosotros. Pero hay que tener presente que debemos prestar atención a lo considerado insignificante. Un Alma tiene que tener el correspondiente reconocimiento, que todo lo material ayudará a su preparación espiritual, pero todo quedara atrás un día, por eso nada debería detenerla. Pero cuando esa Alma viene a nosotros en el momento en que le toca dar su prueba de acreditación, para nosotros ello puede parecer algo insignificante, que es normal que cada uno tenga que enfrentar algo; sin embargo para el que lo está viviendo, eso no es insignificante, en ese momento está peligrando el seguir adelante, como vencedor o quedar como vencido. Por eso queremos prestar atención también a lo que pueda parecer insignificante. Porque mirando el fin, la meta Eterna, sabemos que son todas las demás cosas de poca importancia; pero no debemos subestimar ni menospreciar las circunstancias, diciendo superficialmente “Hay que pasarlo por alto y seguir adelante”. Tenemos en es momento que apuntalar la fe de aquel que esta siendo probado.
nuestra Alma. ¡Pero yo puedo Aclarar! que ese Siervo era justamente nuestro Apóstol de Distrito! No estamos para proclamar las circunstancias, pero sí para decir que los que van adelante no nos “hablan” solamente; Jesús no dibujo el camino sino dijo: “Yo soy el camino”. ¡Los que van adelante no nos señalan el camino con las palabras, sino más bien predican con el ejemplo!
“Apartado de toda envidia” ¡Cómo carcome la envidia! No pensamos aquí solo en lo terreno. El Apóstol Mayor en uno de sus Sermones lo menciono, que las circunstancias no tienen que ser siempre por lo material a veces
pueden ser cosas que pasan por el Alma. Y entre ellos mencionaba la envidia. Espiritualmente, esto tiene que ser por completo desarraigado y desterrado, de ninguna manera ese espíritu tiene que tener cabida en el corazón de un Siervo de Dios. Y si alguno tiene envidia en su corazón, ¿De donde procede eso, quien lo coloca? Envidia puede existir cuando hay algo que envidiar, cuando se desea poseer algo que uno no tiene, entonces aquí viene la pregunta: ¿Qué podríamos nosotros envidiar? ¿ Y a quien podríamos envidiar? Si tenemos lo supremo: ¡Ser hijos de Dios y herederos de la Vida Eterna, esto no necesitamos envidiarlo a nadie! Hay otros que lo tienen y que son nuestros Hermanos, pero no hay siquiera posibilidad de envidia en un siervo, pues no habría nada que envidiar...Y si hubiera algo, lo profundizamos un poco más y pensemos: ¿Quién me coloca este sentimiento?
En su modo de pensar claro y verdadero en su hablar Como Pastores en la Casa de Dios, nuestros pensamientos tienen que ser claros, porque son inspirados del Espíritu Santo porque no los queremos mezclar con los pensamientos de abajo. Y ya estarán pensando en Isaías “Mis pensamientos son más altós que tus pensamientos, como son también más altos mis caminos”. Así deben ser los pensamientos del Pastor, serán siempre frutos de la Revelación del Espíritu Santo y verdadero en su hablar: en la boca del Siervo de Dios tiene que haber tan solo Verdad“ El Espíritu Santo os conducirá a toda Verdad” Y si dejamos obrar y hablar el Espíritu Santo en la potencia del Ministerio de Pastor, de nuestra boca solo eso podrá salir: ¡Verdad! La palabra de Verdad trae libertad y alegría para el Alma, edificar para Vida Eterna.
Amigo de la Paz Pero si a veces no tenemos paz con nosotros mismos ¿Cómo podremos tener paz con los demás? Y esa paz resulta del maravilloso servir de nuestro Padre, cuando nos dice: “En el Nombre de Jesucristo, tus pecados son perdonados”, porque la paz se pierde por causa del pecado. ¡El Siervo de Dios tiene que ser amigo de la paz! Debemos buscarla primero en nosotros mismos y luego será fácil lograrla con los demás. Seguramente todos pensamos en las palabras de Jesús: “Vuestra Paz os dejo, mi Paz os doy, no como el mundo la da” (Juan 14:27). Como Hijos de Dios somos amantes de la paz y nos gozamos en ella, la buscamos y eso tiene que reflejarse en nuestro rostro, todos debemos poder verlo.
Enemigo de la ociosidad Esto lo simplificare con cuatro palabras: “La mies es mucha y los obreros pocos”, quiere decir que trabajo hay para todos. “En su modo de pensar claro, verdadero en su hablar, amigo de la paz, enemigo de la ociosidad”. Para hablar claro uno debe estar antes lúcido; si estamos un poco dormidos o hemos tomado alguna bebida o algún medicamento en mayor dosis que la que correspondía o no se está suficientemente descansado, entonces no se puede pensar con claridad. Y en el pensar claro espiritual no debemos estar adormecidos, ni habiendo tomado lo que no corresponde de espíritus extraños o remedios en exceso que quisiera colocar el maligno en nosotros, pues podríamos confundirnos, no dándonos cuenta que verdaderamente antes que Siervos somos Hijos de Dios. El pensamiento claro hará que le demos siempre el primer lugar al Señor, para que Él sea obrante y manifiesto, exclusivamente.
Bien firme en sí, (en sus convicciones), sin confiar en su yo Estamos en el ultimo tiempo en que predicamos: “¡El Señor Viene!” y no puede admitirse otra cosa, que la fe del siervo de Dios sea firme, que tenga firmeza en su reconocimiento y esperanza. Pero ahora coloco toda mi Alma en las ultimas palabras: “pero sin confiar en su propio yo”. La escritura dice: “Maldito el varón que confía en la fuerza de su brazo”. Así que queremos ser firmes en nuestras convicciones pero no confiar en las fuerzas propias.
“Bien firme en sí, sin confiarse en su yo”, cada uno debe estar firme en si, no en el otro, pero confiando en le Señor. Aquellos discípulos que fueron enviados por el Señor también se sentían seguros, sin embargo, después lo abandonaron. Y a los que quedaron fieles, Jesús les dijo: “No os alegréis de lo que podéis hacer, alegraos que vuestros nombres están escritos en el cielo”. Por eso cuando vemos que el Señor prospera nuestro trabajo en Su Obra, queremos seguir firmes en eso, pero agradecidos a El que lo ha permitido diciendo “Siervos inútiles somos” pero como siempre dice nuestro Apóstol de Distrito, queremos luego volver a ser utilizados. Amén
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