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El milagro de Pentecostés

EL MILAGRO DE PENTECOSTÉS SEGÚN HECHOS 2:1–47

Cincuenta días después de Pascua, en Pentecostés, los Apóstoles se reunieron en una casa en Jerusalén junto con las mujeres y los hombres que seguían a Jesús. Esperaban que llegara a ellos el poder del Espíritu Santo, como Jesús les había dicho.

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De repente vino del cielo un estruendo como de una fuerte tormenta y llenó toda la casa. Lenguas, como de fuego, se asentaron sobre cada uno de ellos y los discípulos fueron llenos del Espíritu Santo. El Espíritu les permitió hablar en diferentes lenguas sobre las grandes proezas de Dios. Al mismo tiempo había peregri nos de la Mesopotamia, Asia, Egipto, Libia y Roma en la ciu dad. Habían venido a Jerusalén para ofrendar en el templo. Muchos peregrinos llegaron hasta la casa donde estaban los discípulos llenos del Espíritu Santo, que les hablaban. Comprobaron algo notable. Cada uno oía hablar en su propia lengua. Los oyentes se preguntaron: “¿Cómo es posible algo así? Estos hombres vienen de Gali lea. ¿Cómo pueden hablar de repente en otras lenguas?”. Algunos dijeron que tal vez ha bían bebido mucho. Entonces Pedro tomó la palabra. Dijo: “Aquí nadie está ebrio. Hoy sucedió un gran milagro. Dios derramó su Espíritu Santo, así como prometió por los profe tas”. Después contó de Jesús, cómo fue crucificado y resucitó de la muerte. La prédica de Pedro llegó al co razón de la multitud. Les preguntaron a los Após toles: “¿Qué tenemos que hacer?”.

Pedro les dijo: “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros para perdón de los pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo”. Muchos creyeron a Pedro y se dejaron bautizar. Así se añadie ron 3.000 personas a la comunidad de los cristianos. A partir de ese momento se mantuvieron en comunión, oyeron la palabra de los Apóstoles, oraron y partieron el pan unos con otros. Todo lo que poseían, lo compartieron.

17 ■ Fuente: Revista Mi Mundo, edición 06/19; ilustración: Mirella Fortunato

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