Reflexión 11 enero 2015 bautismo del señor ciclo b

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REFLEXIONES DOMINICALES LIC. JORGE ARÉVALO NÁJERA ________________________________________________________

REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 11 DE ENERO DE 2015 BAUTISMO DEL SEÑOR 1. LECTURAS Is 42,1-4.6-7: << Así dice el Señor: «Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará. Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.» >> Sal 28: << Hijos de Dios, aclamad al Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, postraos ante el Señor en el atrio sagrado. La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas torrenciales. La voz del Señor es potente, la voz del Señor magnífica. El Dios de la gloria ha tronado. En su templo un grito unánime: « ¡Gloria!» El Señor se sienta por encima del aguacero, el Señor se sienta como rey eterno. >> Hch 10,34-38: << En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: «Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.» >> Mc 1,7-11: << En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.» Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto.» >>

EL BAUTISMO, PRIVILEGIO Y RESPONSABILIDAD . Jorge Arévalo Nájera La Iglesia nos invita a contemplar y meditar el misterio bautismal en su doble significación: por un lado, como acontecimiento cristológico (algo sucedido a la persona de Cristo) y por otro lado, como suceso eclesiológico (algo que sucede a los discípulos del Maestro en todas las épocas y lugares). En Cristo ocurre como acto teológico fundacional (y en este sentido es un acto único e irrepetible) mediante el cual Dios, fiel a su designio de salvación, revela a su Hijo como alianza liberadora y

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REFLEXIONES DOMINICALES LIC. JORGE ARÉVALO NÁJERA ________________________________________________________ definitiva, él es el Hijo amado en el cual el Padre se complace, él es la Palabra divina, la única digna de ser escuchada. Él es el poseedor plenipotenciario del Espíritu. Sin embargo, el bautismo del Señor no queda por así decirlo, encerrado sobre sí mismo como misterio arcano inaccesible y vedado para los hombres, muy por el contrario, el Espíritu recibido por el Hijo en el Jordán se derrama sin medida sobre el mundo “para hacer brillar la justicia sobre las naciones” como dice bellamente Isaías. Ya aquí, el profeta nos invita a rechazar toda clase de reduccionismos fanáticos y sectarios que pretender ver el bautismo como la puerta de entrada a un ghetto religioso en el cual, por decreto se adquiere la salvación. El bautismo cristiano es ciertamente “una puerta de entrada” a la comunidad eclesial y a la participación en la filiación de Cristo, es una gracia absolutamente inmerecida, un don que compromete, un privilegio que exige una responsabilidad de cara al mundo. Si se recibe el Espíritu de Cristo, entonces se recibe el Espíritu del que no aplasta ni vocifera, del que no impone despóticamente su verdad ni amenaza con el castigo a los que no escuchan su mensaje, sino que es firme en su promoción de la justicia (la justicia según Dios es dar a todos los hombres lo que necesitan para ser plenamente hombres) sin importar lo que diga el mundo sobre dar solamente lo que corresponde a los meritos de cada quien. ¡Cuántas veces contenemos la mano para no dar al hambriento un pedazo de pan o una moneda con la justificación de que paliando su necesidad inmediata solo promovemos la mendicidad y la holgazanería! Es verdad que el cristiano debe comprometerse en la creación de una estructura social y económica más justa y con oportunidades para todos, pero esto no obsta para comprometernos en remediar la apremiante necesidad que clama ser satisfecha. Ni más ni menos, lo uno y lo otro son exigencias evangélicas. Solo así, con el testimonio de una vida movida por el Espíritu, al mismo tiempo suave y firme del resucitado, podrá el mundo escuchar la voz del Señor que “se deja oír sobre las aguas torrenciales” (Sal). Pareciera que se contradicen Isaías y el Salmo, pues el primero afirma que el siervo del Señor “No gritará, no clamará, no hará oír su voz por las calles” mientras que el salmista declara que “La voz del Señor es poderosa, la voz del Señor es imponente”. Pero la contradicción solo es aparente, pues en Isaías, el grito y el clamor ausentes en el ungido mesiánico hacen referencia a un tipo de poder, el poder que se impone por la fuerza y en contra de la libre opción, mientras que el Salmista se refiere al poder eficaz de la Palabra divina, poder que se realiza en el respeto a la libre acogida por parte del que escucha el mensaje divino. Son los hijos de Dios los que descubren y actualizan la imponente voz del Señor, que en el crucificado es al mismo tiempo silencio y voz clamorosa que se abre paso a través del bullicio de las aguas torrenciales (símbolo de las fuerzas maléficas que pretenden acallar la elocuencia prístina de la Palabra) hasta llegar al corazón enamorado del que alaba y glorifica al Señor. El libro de Los Hechos interpreta la incapacidad de los hombres para “ver” el conjunto de la realidad como la ve Dios y por lo tanto descubrir el proyecto de Dios revelado en Cristo (la ceguera de la que habla Isaías) y la cautividad de los aprisionados en las tinieblas, como opresión diabólica (“Ya saben Ustedes lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan: cómo Dios ungió

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REFLEXIONES DOMINICALES LIC. JORGE ARÉVALO NÁJERA ________________________________________________________ con el poder del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret, y cómo éste pasó haciendo el bien, sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”) Jesús mismo interpretó su misión como una lucha abierta en contra de Satanás y sus milagros como la prueba de que el reino de Dios vencía ya, liberando a los cautivos de las garras demoníacas. Aquí toma fuerza la dimensión eclesiológica de los textos hoy día proclamados; el bautismo es ante todo capacitación para entablar una lucha sin cuartel contra todas aquellas realidades opositoras al Evangelio (personificadas por la mítica figura del Satán), ideologías de poder, de riqueza, de gloria y honor mundanos, de religiosidad alienante y bobalicona que en nada compromete y si que aquieta las conciencias para poder sentirse suficientemente buenos y tranquilos ante el juicio divino, ideologías hedonistas que todo lo sacrifican en pos del dios placer, etc. La vida cristiana poco tiene de romántica o tranquila, es una constante y permanente tensión entre los valores del Reino y los del Satán, una vertiginosa toma de decisiones en el aquí y el ahora cotidiano, en todos los campos de la vida humana la fe tiene que ver y se juega cada día la vida definitiva. El “Por mí o contra mí” al que Cristo apremia se decide a cada instante y por ello se nos invita a la oración y a la vigilancia continua para descubrir y acatar la voluntad de Dios revelada en la historia. En el Evangelio según San Marcos, se nos pinta todo un itinerario espiritual del discípulo: En primer lugar, la visión que tiene Jesús del Espíritu de Dios y la apertura de los cielos, acontece cuando sale del agua: “Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: "Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto." Evidentemente que para salir, primero hay que entrar, y en este caso la realidad en la que se sumerge Jesús (bautismo quiere decir inmersión total y no simple salpicadura con líquido) es el agua. Hemos dicho líneas arriba, que uno de los simbolismos de este elemento es el habitáculo de las fuerzas demoníacas que se oponen al proyecto salvífico de Dios o dicho de otra manera, simbolizan el pecado. Pues bien, lo que afirma el texto de Marcos es algo muy fuerte: el Hijo de Dios se ha sumergido por completo en el pecado, ha asumido todas las nefastas consecuencias que el pecado ha introducido en la vida humana. Es evidente que se hace alusión a la encarnación de la Palabra, del Verbo. ¿Qué es lo que el hombre necesita para ser pleno? ¿Cómo puede ser rescatado de su ceguera y su opresión diabólica? ¡Solo mediante la entrega de uno capaz de solidarizarse con el hombre de una manera inaudita e impensable, asumiendo la naturaleza caída y condenada a la absurdidad eterna, al vacío que jamás será llenado y desde allí, desde el abajamiento del que no se aferra a su prerrogativa divina, levantar al caído y llevarlo a las alturas de la filiación y la contemplación del rostro de Dios! Así pues, el discípulo es invitado a la locura del despojamiento de sus “privilegios”, hay que morir para volver a nacer, hay que dar la vida por los enemigos y desde allí vencer a las fuerzas caóticas del mal. Sí, el arma del discípulo es la entrega, la debilidad de la cruz, fuerza eficaz de Dios aunque locura para los hombres. Desde la profundidad del fracaso surge la victoria.

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REFLEXIONES DOMINICALES LIC. JORGE ARÉVALO NÁJERA ________________________________________________________ El lamento del pueblo de Dios, expresado por los profetas inmediatamente anteriores al período intertestamentario (lapso de tiempo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento) clamaba porque Dios rompiera el silencio que había impuesto sobre su pueblo, rasgara los cielos y volviera a dirigirles su Palabra para volver a encontrar su identidad y el sentido de su existencia. Pues bien, en Cristo, Dios rompe el silencio, rasga los cielos y no solo dirige una palabra mediatizada por los profetas, sino que su Palabra encarnada habita en medio de su pueblo. ¿No es verdad que en el rito bautismal se nos ha ungido con el óleo santo sobre los oídos y la boca para poder escuchar y pronunciar la misma Palabra que es Cristo? ¡Gloriosa misión se nos ha dado, la de rasgar permanentemente y para todos, los cielos que parecen cerrados e inaccesibles, ser otros cristos para el mundo!

Gracia y paz.

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