REFLEXIONES DOMINICALES LIC. JORGE ARÉVALO NÁJERA ______________________________________________________________________
REFLEXIÓN SOBRE LAS LECTURAS DEL 4 DE ENERO DE 2015 EPIFANÍA DEL SEÑOR_CICLO B 1. LECTURAS Is 60,1-6: << ¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti. Y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Entonces lo verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos. Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor. >> Sal 71, 1-2.7-8.10-11.12-13: << Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud. Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra. Que los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo. Que los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones; que se postren ante él todos los reyes, y que todos los pueblos le sirvan. Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres. >> Ef 3,2-6: << Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro. Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio. >> Mt 2,1-12: << Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: - « ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.» Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: - «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta: "Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel."» Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles:
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- «ld y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.» Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.
2. REFLEXIÓN Un Dios que al manifestarse causa sobresalto o provoca adoración Jorge Arévalo Nájera Hoy la Iglesia celebra la festividad de la Epifanía del Señor, es decir, la manifestación central (epi=centro, fanos=manifestación) de la gloria de Dios en la historia de los hombres. Podríamos decir que es la festividad de la Kabod del Señor. Y entonces es muy conveniente aclarar el significado teológico del término Kabod o gloria de Dios. Para Israel, Dios no es una realidad marginal o secundaria, es el centro mismo del ser y del existir, es el sentido esencial de todas las cosas, es el polo de atracción totalizador del hombre. Dirigirse hacia Dios, vivir por Dios y para Dios es la única posibilidad que tiene el ser humano de descubrir la valencia trascendente de su existir. Todo esto, es expresado en la imaginería simbólica de Israel con la imagen de la luz. La luz es un símbolo arquetípico universal de la supervivencia, nuestros antepasados homínidos muy pronto descubrieron que el día era su espacio de crecimiento, en él podían cazar y más tarde sembrar la tierra, en él se sentían seguros y a salvo de los depredadores pues los podían ver llegar y así crearon armas y se organizaron para defenderse de ellos. Por el contrario, la noche es símbolo de la muerte, del peligro, de la incertidumbre. En ella los enemigos se hacen más fuertes y aprovechan el sueño para atacar y matar. Por eso el descubrimiento del fuego fue un hito en la historia humana pues la noche de algún modo empezó a ser dominada y se hizo posible pasar de ser una presa a convertirse en depredador nocturno. La clave está en el poder ver para dominar. Cuando entramos a un lugar desconocido lo primero que hacemos es desparramar la mirada por todo el sitio para ubicarnos en la posición que más seguridad nos dé, tal vez cerca de la salida de
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emergencia o de algún conocido que nos inspire confianza. Ver nos proporciona una cierta sensación de dominio y por lo tanto de seguridad. Para Israel, Dios es todo lo anterior; es el “espacio” de realización humana, en él descubre el sentido profundo de su existencia como pueblo más allá de la apariencia a veces absurda de los acontecimientos, en él se siente seguro y a salvo de los enemigos, con él es posible aventurarse durante la noche por los escarpados y sinuosos caminos de la vida para dirigirse hacia la tierra prometida donde mana leche y miel. Es por ello que Israel considera a los hombres que construyen su historia sin referencia a Dios como inmersos en la noche, destinados a la perdición, presas fáciles de sus propios demonios interiores. Su única posibilidad de supervivencia –en el sentido espiritual/ trascendente claro está- es adherirse con todo su ser al Dios que ha hecho alianza con Israel, pueblo que es constituido como punto de inflexión de la entrada de Dios en la historia y como foco de irradiación universal de la luz salvadora del Señor. Ahora los pueblos de la tierra tienen un punto de referencia claro, la oscuridad y las tinieblas se han disipado, la divinidad no es más una teoría o una simple especulación teosófica, en la historia de un pueblo concreto, perfectamente datado en el tiempo y el espacio, Dios se manifiesta esplendoroso –aunque todavía parcialmente- mediante una relación de amor personal y una ley positiva que erradica las ambigüedades y es faro seguro, luz para los pasos, conducción inequívoca hacia la libertad definitiva. El profeta Isaías imagina una situación escatológica en la que la humanidad entera participa de las promesas y dones con los que Dios ha bendecido a Israel, una humanidad reconciliada que vive en adoración perpetua, en reconocimiento permanente de la potestad divina sobre la vida humana en virtud de su poder amoroso (el oro como símbolo de la realeza y el incienso como símbolo de la divinidad). El Salmo 71 es evidentemente un Salmo mesiánico de realeza en el que Israel manifiesta su esperanza en que llegará un día en que acabarán los reinados espurios y se levantará con poder y plena autoridad un rey de justicia que protegerá a los humildes y a los pobres, consolará al afligido y será por ello salvador del mundo entero. La luz, el Kabod de Yahvé empieza a personificarse en la figura mesiánica. El autor de la carta a los Efesios, escrita alrededor de los años 80s por algún discípulo de Pablo, hace alusión al << misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos…>> y que consiste en la inserción de los gentiles en el proyecto salvífico de Dios que se ha revelado en plenitud en la persona y obra de Jesús de Nazaret. La Solemnidad de la Epifanía es la declaración formal de la Iglesia acerca de la universalidad de la salvación. Nada de sectarismos ni fanatismos. Fijémonos que ni el texto de Isaías, ni el
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Salmo, ni la carta a los Efesios, ni mucho menos el evangelio, dicen nada de que los pueblos paganos se conviertan en Israelitas o cristianos, pero sí en adoradores del Dios verdadero. Finalmente el evangelio según Mateo, a propósito del nacimiento histórico de Jesucristo nos presenta una catequesis teológica maravillosa sobre el encuentro de la Iglesia y los pueblos paganos. Veamos con algún detenimiento este maravilloso texto. Mateo inicia su perícopa con una doble precisión, una de índole teológico (Jesús nació en Belén) y otra de talante histórico (en tiempos del rey Herodes). Sabemos que lo más verosímil históricamente hablando es que Jesús haya nacido en Nazaret de Galilea, pero Mateo hace suya la tradición teológica de la profecía betlemita que conecta a Jesús con la dinastía davídica anunciada desde antiguo. Pero por otro lado, interesa sobremanera al evangelista ubicar históricamente a Jesús en tiempos de Herodes para dejar bien en claro que las promesas veterotestamentarias se incardinan en un tiempo y un espacio perfectamente definidos; en la persona de Jesús y en la tierra de Palestina en el siglo I de nuestra era. Aparecen unos magos de Oriente que preguntan a las autoridades judías por el nacimiento del Rey de Israel porque han visto salir su estrella y vienen a adorarlo. Los magos eran sabios paganos, escrutadores de las estrellas, buscadores de los signos que los dioses daban a los hombres para que estos pudieran caminar con rumbo. Eran por ello, altamente apreciados en su cultura porque ayudaban a los hombres a descubrir el sentido de los acontecimientos. Mateo invierte los papeles, ahora los guías se convierten en seguidores, los maestros en discípulos que han descubierto el lenguaje de los astros que apunta hacia el único capaz de dar sentido trascendente a la historia, al Rey de los judíos. Ellos se han puesto en camino abandonando sus lejanas tierras, sus seguridades, su prestigio, para encaminarse al encuentro con Dios. La vida espiritual conlleva irremediablemente una actitud de éxodo, de salida, de búsqueda. En contraposición, se encuentra Herodes que al escuchar la noticia del nacimiento del Rey de los Judíos se sobresalta, se inquieta, entra en crisis. Son muchas las razones para ello; en primer lugar, no puede haber dos reyes de los judíos porque no pueden haber dos criterios que determinen la vida humana. Herodes es símbolo del poder humano – y bien sabemos de la crueldad y despotismo de este reyezuelo- mientras que el pequeño neonato es símbolo del poder de Dios, el poder del servicio y de la entrega por amor. Los
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escuchas o lectores del evangelio debemos ponernos alertas, Mateo nos invita a ir tomando postura. Es paradójica la ignorancia de Herodes que siendo judío desconoce el nacimiento del Mesías y al enterarse se siente amenazado y elucubra su plan deicida, mientras que los magos paganos han sabido escrutar los signos de los tiempos y han sido dóciles al llamado de Dios. Los escribas y sumos sacerdotes se muestran conocedores teóricos de las profecías que anuncian el nacimiento del Mesías, pero no se han dejado interpelar por la voz de los profetas y existencialmente se han mantenido quietos, inamovibles en sus posturas y teologías preconcebidas, no han sido capaces de dejarse sorprender por Dios, siempre imprevisible, siempre retador, siempre inasible y libre. Resulta irónico que sea el mismo Herodes quien llame a los magos y les dé a conocer el lugar indicado del nacimiento del niño. Es como si Mateo nos quisiera decir que de un modo misterioso Dios cumple sus promesas a pesar de la insidia de los que se oponen a su proyecto salvífico. Los magos ahora saben el lugar del nacimiento y se ponen en camino. Sin embargo, Mateo nos dice que de pronto la estrella comenzó a guiarlos hasta que se posó sobre el lugar donde estaba el niño. Durante la estancia de los magos en Jerusalén la estrella se oculta. Los signos de Dios desaparecen donde reina la soberbia, el poder despótico, los criterios de grandeza, la violencia y la muerte. Otra vez lo paradoxal aparece en el relato mateano; supuestamente son los paganos los que se encuentran en oscuridad y tinieblas, pero en ellos brilló la estrella mientras que en la ciudad santa se oculta y las tinieblas invaden Jerusalén. El clima de la narración va in crescendo, los magos por fin llegan a su destino después de su largo viaje en búsqueda del Rey de los judíos… ¿y qué encuentran? ¡A un pequeño niño con María, su madre! ¡Jesús con su pequeña y frágil comunidad, la Iglesia! Pura pequeñez, todo lo contrario a lo que uno pudiera esperar de un Rey, nada de palacios suntuosos ni de ropajes carísimos, sólo una pobre comunidad cuya grandeza radica en haber dado –y seguir dando- a luz al Mesías para el mundo. En Jesús se derogan todas las diferencias, en él se abrazan los irreconciliables y se logran los imposibles, en él todos los hombres, de todas las razas y credos, de todas las condiciones y pensamientos pueden por fin adorar al mismo Dios que brilla en el pequeño niño de Belén que habita junto a su madre. Usted y yo amable lector podemos decidir ahora mismo que actitud tomaremos ante Él, ¿La de Herodes y las autoridades judías que se quedan quietos y se escandalizan o la de los magos que se alegran y se ponen en camino para adorar la Kabod de Yahvé hecha hombre? Gracia y paz.
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