Pedro Shimose

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Pedro Shimose

Pedro Shimose Kawamura (Riberalta, Provincia Vaca Díez del departamento del Beni, 30 de marzo de 1940) es un escritor, poeta y compositor boliviano.

Biografía Nació en Riberalta. Hijo de Laida Kawamura Rodríguez, riberalteña, y Ginkichi Shimose, inmigrante japonés, estudió primaria y secundaria en la escuela fiscal Nicolás Suárez y en el colegio fiscal Pedro Kramer. Comenzó sus estudios universitarios en la Universidad Mayor de San Andrés, La Paz y los terminó en Universidad Complutense de Madrid, España, país donde actualmente reside desde 1971. Allí contrajo matrimonio con una mujer andaluza, con quien tuvo tres hijos que le han dado varios nietos. Es también dibujante y compositor de música popular. Por algún tiempo se dedicó al periodismo -ha trabajado en el diario Presencia- y fue docente en la Universidad Mayor de San Andrés, La Paz. En 1972, obtuvo el Premio Casa de las Américas por su poemario Quiero escribir, pero me sale espuma, un año después de irse a vivir a Madrid. También ha sido distinguido con el Premio Nacional de Cultura de Bolivia 1999. Es miembro correspondiente de la Academia Boliviana de la Lengua y miembro de la Asociación Española de Críticos de Arte. Dirigió el periódico cultural Reunión, la colección titulada Letras del exilio y la colección de poesía del Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI), institución que lo ha tenido como asesor de Publicaciones. Shimose es notorio por su poesía políticamente inspirada, que trata sobre temas de identidad nacional y liberación social. Algunos de sus libros y poemas fueron traducidos a otros idiomas al inglés, alemán, francés, ruso, árabe, turco, holandés, etc.

Obras 

Triludio en el exilio (1961)

Sardonia (1967)

Poemas para un pueblo (1968)

Quiero escribir, pero me sale espuma(1972), Premio Casa de las Américas

Caducidad del fuego (1975)


Al pie de la letra (1976)

El Coco se llama Drilo (cuentos, 1976)

Reflexiones maquiavélicas (1980)

Diccionario de Autores Iberoamericanos (1982)

Bolero de caballería (1985)

Poemas (1988; reúne sus libros anteriores)

Historia de la literatura hispanoamericana (1989)

Riberalta y otros poemas (1996)

No te lo vas a creer (2000)

Canciones 

Sombrero de Saó (Taquirari)

Yesca enamoraó (Taquirari)

Siringuero (Polca beniana)

Lucero triste (Cueca)

Me voy pa’ Guayará (Taquirari)

Pedro Shimose (1940 - ) Nacido en Riberalta (Beni), en 1940, y radicado en Madrid (España) desde 1971, Shimose es uno de los grandes poetas actuales de Bolivia, además de ser narrador, ensayista y periodista. En 1972 obtuvo en Cuba el premio latinoamericano Casa de las Américas por su libro Quiero escribir, pero me sale espuma. Ha publicado otros siete libros de poesía: Triludio en el exilio (1961), Sardonia (1967),Poemas para un pueblo (1968), Caducidad del fuego (1975), Al pie de la letra (1976), Reflexiones maquiavélicas (1980), Bolero de caballería(1985) y Riberalta (1997), además de Poemas (1988) que reúne sus libros anteriores. Es autor de un libro de


cuentos, El Coco se llama Drilo (1976) y de un Diccionario de Autores Iberoamericanos (1982). Es Asesor de Publicaciones del Instituto de Cooperación Iberoamericana y dirige la colección de poesía del mismo ICI.

Poemas

Ribera Alta En la alta ribera un hombre espera volver a Riberalta. En su tierra colorada todo es alborada. No hace falta la melancolía de la tarde en el barranco. El cielo arde y el amor fermenta su melaza. Junto a un banco de la plaza el tataí cuenta lo que fuimos y el bibosi lamenta lo que no hicimos. En la alta ribera: el sol y la palmera. En la ribera alta sólo tú prevaleces en forma de alegría. A veces, te llamas Riberalta; otras, Poesía.

Fax Nada Urgente Después de tres cafés me sobran las alquimias. Curado del estrés, supero lipotimias. Mis dolencias, ya ves, son afecciones nimias. Males de la vejez: insomnios y bulimias.


El sístole aburrido y el diástole cansado repiten el maullido De un gato enamorado. (Largo y hondo quejido de un macho engatusado).

La Vida Me Está Matando Ya no me persigue el terror político con su rayo láser, ni los prójimos me aman con su palo y su picana eléctrica. Ya no me ofende la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ni la bomba me quita el sueño, ni siquiera los disparos de una guerrita en Africa o Europa, ¡qué más da! Caen los muros, crecen los lamentos. Y el odio vuelve con sus ángeles violentos. El Sur sigue donde estaba. No nos portamos mal (es evidente) y todos tan contentos, constitucionalmente. Esta vida me sobra con su nicotina, con su infarto y su cáncer, con su miedo al sida y las jeringas. Sólo el amor y la poesía pueden ser míos cuando a nadie parece ya importarle el amor y la poesía.


Poema de Amor La mujer de mi vida se acuesta con un tipo que la hace sufrir cada vez que llega con un ramo de rosas al amanecer; que le ha robado sus horas más preciosas y no puede devolvérselas. La mujer de mi vida comparte su belleza con un ciego que, a menudo, tropieza en la misma piedra de escándalo; que la trae por la calle de la amargura y la lleva a la punta de un cuerno de la luna. Sordo ausente, no le presta atención cuando ella le habla de las horas muertas. Todo le entra por un oído y le sale por otro en la consulta del otorrinolaringólogo. Harta de tanta sombra en una habitación cansada, la mujer de mi vida sigue ocupándose de la declaración de la Renta y de las pólizas de seguro de vejez; sigue haciendo cuentas para que las bombillas no se fundan este fin de semana. Ella sigue hermosa y puede que ese patán la siga viendo hermosa y le diga que la quiere (a lo mejor, es cierto) y puede que la siga seduciendo como cuando sus miradas se cruzaron hace mil años. La mujer de mi vida.

La patria Moxitania

India vegetal tallada en esmeralda, cuando la noche sacudió sus alas y las estrellas cayeron en tus cuencas, en tus ojos se miraron la selva antes de ser selva, la pradera antes de ser pradera y el río cuando no era más que una gota suspendida en el aire.


Antes de la luz y después de los crepúsculos, jaguares afilaban su rugido en las cachuelas; antes del fruto y después de la semilla, despertaba la flor junto al lago dormido; antes del silencio y después del silencio, la garza corregía su vuelo melancólico: antes de conocerte yo te amaba con mi corazón hecho de luna.

Pero Dios te hizo leyenda para que el hombre te soñara y el hombre te soñó desnuda de aguaceros, olorosa a molienda y madrugada, amanecida con el pelo suelto en el incendio de los pajonales.

Ahora que estoy lejos del instante en que te conocí, lejos del fuego que ignoraba el metal y lejos del metal que ignoraba la flecha de chonta y canoa, recuerdo tu rostro de otro tiempo, antes de la almendra como almendra y después del ambaibo como ambaibo.

Hija del viento que deja su apellido en cada rosa, pese a que el tiempo te redujo a escritura, pese a que la orquídea te cambió por otra ciudad sin flores y sin pájaros, pese a que el árbol se murió de pura tristeza, pese a todo, ¡cómo te sigue amando mi corazón lleno de cielo!


Riberalta

Me han cambiado el país, pero tú sigues intacta. Cuando vuelvo a ti, converso con mis muertos y mi amor siempre sale ganando. No hay nada más lindo que contemplar tus crepúsculos, soñar sueños que soñaron nuestros padres, circular por el color violeta del aire anochecido y terminar echándote de menos; renacer en tu fragancia húmeda, buscándome en la niebla de los arroyos más recónditos, lejos de mí mismo, en los ríos y curichis, en el naufragio de la isla que descubrimos juntos cuando tus barcos de vapor recorrían mi infancia.

No quiero ser la herida que llora en el siringo ni acabarme en esta almendra amarga, en este estruendo de árbol derribado, dolor de cielo oscurecido entre relámpagos y truenos.

Llueve

Llueve y combato esta dulce costumbre en las hamacas.

Llueve y me pierdo en borracheras que no acaban nunca,


allá donde mi madre sigue, la pobre, regando sus petunias.

Llueve y mis amigos cantan a la vida que se va, mientras los peladitos corren por la calle detrás de una pelota.

Llueve y llueve sin parar, afuera, lejos, en un paisaje con canoas que bogan río abajo.

Hasta el arco iris sigue lloviendo en mí.

¿Qué es el exilio?

Es mirar que el polvo y la ceniza caen sobre nuestros ojos y una bruma lenta se eleva entre tú y el pasado; es saber cómo se llama la tristeza y no atrevernos a nombrarla; es decir: no me acuerdo del vestido que llevabas la noche que nos amamos bajo un limonero; es guardar para otro día la risa que traías bajo el brazo; es dolerte los recuerdos en los bolsillos de tu vieja chaqueta; es vivir tu muerte a media voz, ahogándote en un grito sofocado, lejos, muy lejos de ti mismo,


rogando que tu patria no se acabe nunca, pidiendo a tus amigos que te protejan del olvido, que te digan que volverás un día y que ese día está a la vuelta de la esquina; es encontrar un compañero y quererlo como si fuera tu propio hermano; es encontrar a un viejo amigo que te tiende su mano y te hospeda en su casa: es luchar contra el tiempo cuando el amor se aleja como un buque fantasma y tú no puedes sino llorar el bien perdido.

Inflorescencia en Corimbo

Antílope de fuego: llévame por la llanura malva, traspasado de lluvias silenciosas. Derrámame en la flor del chocolate, en el guapurú y su llama oscura, en el sueño de la tierra. Arde mi soledad en el tallo de la noche. ¡Ven!

Zona negra (fragmento), de El Coco se llama Drilo " El agua seguía cayendo sobre los cerros pardos. Algo la puso más nerviosa que nunca. Era como


si rodaran barriles llenos de piedras. Sacudió al marido, pero el Nemesio gruñó, le dio la espalda y siguió durmiendo su borrachera. Se acostaban sin hablarse, sin contarse nada, sin recordar nada. Hacía tiempo que no lloraban ni se reían juntos. Casi nunca comían juntos y cuando comían sólo se oía el ruido de las cucharas en los platos. Cuando sus miradas se cruzaban sólo veían la sombra de un viejo rencor y el desprecio que mata callando. Un torrente de agua sucia descendió, furioso, por las calles inclinadas. Tronó el cielo encapotado y el estruendo reverberó en el aire de la cordillera, trepidó la tierra y todo pareció hundirse. La mujer se asomó a la ventana y vio cómo se deslizaba la riada, rabiosa y rugiente, arrastrando postes de luz, alambres, fierros y maderas. El aluvión de cieno bramaba, sepultaba casas, avanzaba arrasándolo todo como lava de volcán. De un salto, sin saber cómo, la mujer voló a la puerta y reforzó la cerradura. El Nemesio roncaba. "

De Quiero escribir, pero me sale espuma Las hienas, siempre las hienas Buscan tu papagayo, una chequera, algún discurso. Exhuman tu uniforme, lo descuelgan del ropero, fotografían tus huesos y analizan tus cenizas; buscan un helicóptero con alambres chamuscados, con jabalíes escondidos en tus botas, con buitres y petunias florecidas en tus charreteras. Registran tus mariposas, examinan tus radiografías, hurgan tu basilisco, tu calavera y tus medallas; revuelven tu gorra, tus calcetines, en busca de un poema, buscan una llamarada y un paracaídas con nubes y aguaceros. Pasan lista en los cuarteles, revisan los retretes, registran parques zoológicos en busca de una espada, mueven cántaros de chicha, remueven genealogías, Dios los cría y tú los juntas, los reúnes y complotan en congresos celestiales y conspiran, marchan a la catedral, imprimen manifiestos contra el sueño. No ha sido suficiente. Las cacatúas alaban tus virtudes en violas paranoicas. Tus queridas te recuerdan montando en nubes de amor y margaritas. Los periódicos se suenan las narices con sus pañuelos sucios; piden que vuelvas, ¿dónde estás portador de la paz, regidor del orden, patriota virtuoso? Las hienas piden al cielo que tú vuelvas del infierno; los gorilas piden al cielo que tú vuelvas del infierno; los cuervos piden al cielo que tú vuelvas del infierno, pues tu muerte no ha sido suficiente. Te buscan debajo de las liendres, en las alcobas y los supositorios. Profanan tumbas, rompen espejos, patean puertas, desflecan cortinas, rasgan alfombras, derriban monasterios, hurtan tus galones, buscan tu papagayo, una chequera, algún discurso...


Los camaleones invaden las catedrales Conciben la vida como una partida de ajedrez. La existencia es un cálculo. No duermen; no aman. Nacieron con el corazón manchado, sin luz en la mirada, y viven al acecho, welcome mister, congratulations! y viven acosados por el color de las circunstancias. Les sobra astucia, saben elegir el momento oportuno, las palabras adecuadas, el tono conveniente, el ademán preciso, halagan, mienten, se desprecian, estudian, aparentan, buscan el fulgor de las cámaras, la estridencia, flash sonríe flash posa flash resplandor efímero okey! trepan peldaños, se van por las ramas, buscan las lentejuelas de la fama, leen informes reservados, sonríen, visten a la moda, buscan sus nombres en las crónicas sociales, corren, husmean el aire, por las dádivas trotan, escriben en los diarios, avanzan, retroceden, sonríen, son discretos, solicitan audiencias, dan consejos, afinan la puntería, disparan, van a misa, son como los gatos, saludan, dan la mano, siempre caen de pie, aclaran la voz, ejem, la impostan, la modulan, piensan dos, cien, mil veces, no duermen, como los búhos, piensan, viven agazapados en el color, en catedrales sombrías y vacías. A su paso se abren las grandes puertas de la nada. Epigrama Después de impresionar a las muchachas con nuestro ingenio; después de quemar lirios, enterrar nubes e incendiar templos; después de degollar vacas sagradas y asesinar dioses; después de escribir sin mayúsculas y sin signos de puntuación; después de dinamitar museos y bailar en los cementerios; después de perseguir la gloria y soñar que nos acostamos con ella; después de pelear con dragones, imperios y quimeras; de gemir porque publiquen nuestro nombre en los periódicos y de reunirnos por la madrugada para derribar pirámides, ¿qué nos queda? un sillón en la academia y una chequera. Manifestación Con la rabia en el ají, salgo con mi cóndor bajo el brazo, cruzo la calle con una piedra en la mano,


camino con un policía vigilándome el hambre, busco el oído y el ojo de la noche, pego carteles, corro por las plazas, grito con una brasa en la lengua, pinto las paredes: viva el Che me dan agua en manguera, soy el fuego; me dan relámpago en humo, soy la tierra; me abren una herida donde sea, soy el pueblo; me persiguen, me encarcelan, me torturan. Canto mi libertad, muevo adoquines, rompo maderas y cristales, canto, voy a la huelga con mi miedo natural y un sorbo de café caliente; vuelo por la ciudad, rasgo el aire, trizo las vitrinas, golpeo las páginas de los periódicos, derribo puertas, venzo máscaras y cachiporras, traspaso los umbrales de la historia, ¡soy!

SEÑORA DE LAS HAZAÑAS PRELUDIO DE ALABANZAS Acallados están los sones de la discordia, Señora de las Hazañas. Te gobierna el espanto con sus lanzas y cuchillos. El odio se derrite en tus hogueras, se funde en tus metales rencorosos (escucha el chisporroteo de tu sangre resentida quemándose en la madrugada).


A caballo, por la espada, llega la muerte con su escalofrío, Baila en el ayllu, conversa con los curacas y nos hunde en la piedra, con el sullu y las tinieblas del pasado. Alabado sea tu nombre, Señora de las Hazañas; Alabados sean tu lago, tu ciudad, tu sol, tu luna, tus bosques y tus ríos.

APARICIÓN DE LA PIEDRA Tu soledad, tu nombre, tus abismos, tu sombra dolorida y tu estatura, tu reino de profundos ostracismos y tu arduo solsticio de amargura me llevan a la oscura raíz de tus mutismos: el tiempo indescifrable de la altura.

ALTURA DE LA PIEDRA Sueño del cóndor, sueño exacto del aire en vuelo azul, tu luz perfecta estalla en el espacio (la soledad me duele en tu hermosura) y la palabra crea, canta, augura la realidad sin tiempo que me espera. La realidad sin tiempo es su trabajo, tu pan y tu salario. Su música me exilia en la poesía,


fundida a precipicios y horizontes. Vuela en tu quietud la geometría Tan alta como un claro pensamiento, tan diáfana como un diamante herido por un lejano fuego. Arde tu forma en silencioso incendio.

Caes y ruedas, sonora, por el silencio pensativo. Tu voz en el altiplano resuena como un vivo eco humano. Caes y ruedas, sonora. Caes y ruedas, sonora, por los paisajes devastados. Tu oscuridad me destruye. Por los cielos callados la luz huye. Caes y ruedas, sonora. Caes y ruedas, sonora, por los círculos del fuego. Sordo a tu reticencia. A tu número, ciego. Tu verdad es mi impaciencia. Caes y ruedas, sonora.


LA PIEDRA Y LOS ESPEJOS Este es el país de los espejos. Desde la cordillera veo sus horizontes líquidos, veo cómo la noria del tiempo carga y descarga la lluvia y los granizos. (Se derrama en la noche tu silencio, aroma de infinito). Piedra azul inmensa en los espejos, el hombre te llevó por sus caminos a lomo de vicuñas y en alas de cóndores. ¡Ah, por fin, el agua de la aurora prometida! Pequeño y dulce mar donde el hombre de los ojos lánguidos contempla su abandono. Te hundes en la espiral del tiempo, piedra de sol y luna, pero nada puede rescatarte del fondo de las aguas. Desde el rencor y el cierzo veo tus cristales congelados. Salido de mi cuerpo al contemplarte, desciendo a los espejos con los hombres que no saben lo que quieren, con los hombres que no saben si te amas o te odias soltándote en carrera de guanacos, ¡ay, los cristales de la nieve! Ojos de llamas en la piedra, balsera en los espejos de la tarde, ¡ay, los cristales de la lluvia! ¡Oh poesía de caminar sobre la nieve, de navegar tus lagos y cosechar las rosas del crepúsculo! A la oración me elevo hasta las nubes, sobrevuelo el totoral


vencido por el sueĂąo y regreso a combatir contra las fuerzas oscuras de la vida, sufriendo entre las piedras mi ignorancia, mientras la luna desentierra los fuegos de la noche.


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