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Libro: Curiosidades hist贸ricas


Juicios de Dios en la Edad Media europea Se llaman «ordalías» o «juicios de Dios» a aquellas pruebas que, especialmente en la Edad Media occidental, se hacían a los acusados para probar su inocencia. El origen de las ordalías se pierde en la noche de los tiempos, y era corriente en los pueblos primitivos, pero fue en la Edad Media cuando tomó importancia en nuestra civilización. En el lento camino de la sociedad hacia una justicia ideal la ordalía representa el balbuceo jurídico de hombres que se esfuerzan por regular sus conflictos mediante otro camino que no sea el recurso de la fuerza bruta, y en la historia del derecho es un importante paso hacia adelante. Hasta entonces lo que imperaba era la ley del más fuerte, y si bien con la ordalía la prueba de la fuerza continúa, se coloca bajo el signo de potencias superiores a los hombres. Varios eran los sistemas que se usaban en las ordalías. En Occidente se preferían las pruebas a base del combate y del duelo, en los que cada parte elegía un campeón que, con la fuerza, debía hacer triunfar su buen derecho. La ley germánica precisaba que esta forma de combate era consentida si la disputa se refería a campos, viñas o dinero, estaba prohibido insultarse y era necesario nombrar dos personas encargadas de decidir la causa con un duelo. La ordalía por medio del veneno era poco conocida en Europa, probablemente por la falta de un buen tóxico adecuado a este tipo de justicia, pero se utilizaba a veces la curiosa prueba del pan y el queso, que ya se practicaba en el siglo II en algunos lugares del Imperio romano. El acusado, ante el altar, debía comer cierta cantidad de pan y de queso, y los jueces retenían que, si el acusado era culpable, Dios enviaría a uno de sus ángeles para apretarle el gaznate de modo que no pudiese tragar aquello que comía. La prueba del hierro candente, en cambio, era muy practicada. El acusado debía coger con las manos un hierro al rojo por cierto tiempo. En algunas ordalías se prescribía que se debía llevar en la mano este hierro el tiempo necesario para cumplir siete pasos y luego se examinaban las manos para descubrir si en ellas había signos de quemaduras que acusaban al culpable. El hierro candente era muchas veces sustituido por agua o aceite hirviendo, o incluso por plomo fundido. En el primer caso la ordalía consistía en coger con la mano un objeto pesado que se encontraba en el fondo de una olla de agua hirviendo; en el caso de que la mano quedara indemne, el acusado era considerado inocente. En 1215, en Estrasburgo, numerosas personas sospechosas de herejía fueron condenadas a ser quemadas después de una ordalía con hierro candente de la que habían resultado culpables. Mientras iban siendo conducidas al lugar del suplicio, en compañía de un sacerdote que les exhortaba a convertirse, la mano de un condenado curó de improviso, y como los restos de la quemadura hubiesen desaparecido completamente en el momento en que el cortejo llegaba al lugar del suplicio, el hombre curado fue liberado inmediatamente porque, sin ninguna duda posible, Dios había hablado en su favor. En algunos sitios se hacía pasar al acusado caminando con los pies descalzos sobre rejas de arado generalmente en número impar. Fue el suplicio impuesto a la madre del rey de Inglaterra Eduardo el


Confesor, que super贸 la prueba. La ordalia por el agua era muy practicada en Europa para absolver o condenar a los acusados. El procedimiento era muy simple: bastaba con atar al imputado de modo que no



pudiese mover ni brazos ni piernas y después se le echaba al agua de un río, un estanque o el mar. Se consideraba que si flotaba era culpable, y si, por el contrario, se hundía, era inocente, porque se pensaba que el agua siempre estaba dispuesta a acoger en su seno a un inocente mientras rechazaba al culpable. Claro que existía el peligro de que el inocente se ahogase, pero esto no preocupaba a los jueces. Por ello, en el siglo IX Hincmaro de Reims, arzobispo de la ciudad, recomendó mitigar la prueba atando con una cuerda a cada uno de los que fuesen sometidos a esta ordalía para evitar, si se hundían, que «bebiesen durante demasiado tiempo». Esta prueba se usó mucho en Europa con las personas acusadas de brujería. En todas las civilizaciones, las ordalías que tuvieron un origen mágico estaban encargadas a los sacerdotes, como comunicadores escogidos entre el hombre y la divinidad, y cuando la Iglesia asumió junto a su poder espiritual parcelas del poder temporal, tuvo que pechar con la responsabilidad de una costumbre que era difícil de hacer desaparecer rápidamente, y no pudiendo prohibiría bruscamente se esforzó en modificar progresivamente su uso para hacerle perder el aspecto mágico que la Iglesia consideraba demasiado vecino a la brujería. La ordalía fue, pues, practicada como una apelación a la divina providencia para que ésta pesase sobre los combates o las pruebas en general, y los obispos se esforzaron en humanizar todo lo que en ella había de cruel y arbitrario. Durante la segunda mitad del siglo XII el papa Alejandro III prohibió los juicios del agua hirviendo, del hierro candente e incluso los «duelos de Dios», y el cuarto concilio Luterano, bajo el pontificado de Inocencio III, prohibió toda forma de ordalía a excepción de los combates: "Nadie puede bendecir, consagrar una prueba con agua hirviente o fría o con el hierro candente.» Pero, no obstante estas prohibiciones, la ordalía continuó practicándose durante la Edad Media, por lo que doce años después, durante un concilio en Tréveris, tuvo que renovarse la prohibición. Los defensores de la ordalía basaban su actividad en ciertos versículos del Ahtiguo Testamento, en los que algunos sospechosos de culpabilidad eran sometidos a una prueba consistente en beber una pócima preparada por los sacerdotes y de cuyo resultado se dictaminaba si el acusado era culpable o no. Las ordalías a base de ingerir sustancias venenosas eran poco usadas en Europa debido a la dificultad de encontrar pócimas adecuadas debido a la escasez de sustancias venenosas, pero en pueblos de Asia o Africa, especialmente en este último continente, se usaron con profusión hasta nuestros días. Muchas veces las autoridades coloniales tuvieron que intervenir prohibiendo este tipo de actuaciones, pero sin gran resultado. Ignoro si hoy, con la independencia de las antiguas colonias y la subsiguiente de los tribunales coloniales, continúan practicándose ordalías con el veneno, tan frecuentes en otro tiempo. El Ghetto de Varsovia. Surgimiento, Vida, Lucha y Rebelión El plan alemán, para la exterminación de la población judía, era sencillo: primero establecer ghettos, para vigilar a los judíos y luego enviarlos a los campos de concentración. Durante la Segunda Guerra Mundial, uno de los ghettos más importantes fue el Ghetto de Varsovia, en Polonia. El 12 de octubre de 1940 se dio


lectura por la radio polaca, un comunicado por el cual todos los jud铆os de Varsovia, ten铆an que concentrarse hasta el 31 de octubre, en un s贸lo sector. Al vencerse el plazo, los portones del ghetto fueron cerrados y vigilados por guardias alemanes. El ghetto recibi贸 constantemente nuevos refugiados, por lo tanto fue necesario construir



más casas, pero los alemanes lo que hicieron fue reducir cada vez más la superficie del ghetto. La desproporción entre la población del ghetto y su superficie, ocasionó una serie de epidemias, hambre y miseria. De este modo, la población judía se transformó en una población agonizante. Los cadáveres reposaban en el suelo, desnudos o envueltos en papeles sucios. Incluso los judíos más piadosos se vieron obligados a no honrar a sus muertos, y depositarlos en la noche sobre la calzada. Los muertos anónimos fueron arrogados en fosas comunes. En el ghetto, un solo hombre de cada 138 tenía trabajo. La mayoría de los judíos trabajaban en fábricas alemanas, confeccionando trajes militares y fabricando armas. Algunos judíos trabajaban en el sector " ario ", en las vías férreas, en fábricas de armamento o establecimientos militares. Algunos de estos obreros se transformaron en contrabandistas de mercancías. Los judíos del ghetto tenían una estructura de clases, basada en el número de calorías consumidas. El estrato social más deprimente fue el de los mendigos, que pedían algo de comida en las calles del ghetto. Los principales mendigos fueron niños. Dentro del ghetto, los judíos debían llevar obligatoriamente un brazalete con la " Estrella de David ", la estrella de seis puntas. Estos brazaletes eran muy demandados, porque si los alemanes veían a algún judío portando un brazalete sucio o arrugado, lo golpeaban despiadadamente. En el ghetto, se formaron una serie de centros de protección social, para ayudar a los más necesitados, sobre todo a los enfermos, a los huérfanos y a los niños. También se crearon establecimientos educacionales clandestinos, para que los jóvenes continuaran sus estudios. Los partidos y movimientos del ghetto publicaron periódicos clandestinos. Esta prensa contrarrestaba las campañas alemanas para crear confusiones entre los judíos del ghetto. Esta prensa, levantó el ánimo de sus lectores y los estimuló para resistir y enfrentar al enemigo. Pero poco a poco, los movimientos que habían surgido para realizar actividades educacionales, decidieron preparar una lucha armada. Esta decisión fue tomada después de la " Gran Acción " del 21 julio, donde fueron deportados a Treblinka, un campo de concentración alemán, más de trescientos mil ( 300.000 ) judíos. La " Gran Acción " culminó el 21 de septiembre. De esta manera, se formaron la Organización Combatiente Judía ( Z.O.B. ) y la Organización Militar Judía ( Z.Z.W. ) , las siglas están en polaco. Para estas dos organizaciones, lo más difícil fue conseguir armas, las cuales adquirieron por medio de la resistencia polaca, de comerciantes polacos y de desertores alemanes, pero como las armas que encontraban no siempre estaban en buen estado, decidieron fabricar ellos mismos granadas de mano y bombas Molotow. El primer enfrentamiento entre los judíos, comandados por Mordekhai Anielewicz , y los alemanes, dirigidos por el general Jurgen Von Stroop, fue en enero de 1943 . El 18 de enero de 1943, los alemanes irrumpieron en las calles del ghetto y alrededor de los muros y de las casas se colocaron guardias, para controlar las entradas. La lucha duró cuatro días, y culminó cuando el último alemán salió del ghetto. Pero los judíos sabían que los alemanes volverían, así que


construyeron refugios, con entradas secretas, que comunicaban con el sector " ario ". También comprendieron que el único camino que tenían era LUCHAR CONTRA EL ENEMIGO. El verdadero levantamiento estalló el 19 de abril de 1943. Este levantamiento se divide en dos períodos: el primero del 19 de abril hasta el 21 de abril, cuando los alemanes utilizaron



por primera vez el fuego y el segundo el de los incendios. En este levantamiento, los alemanes tuvieron ventajas en hombres, armas, libertad de movimientos y elección del momento de combatir. En cambio los judíos, tenían que estar alerta las veinticuatro horas del día, porque no sabían el momento en que aparecerían los alemanes. El enemigo reemplazaba a los heridos, los combatientes judíos no tenían reemplazos. El enemigo podía pedir refuerzos, mientras los judíos estaban solos en la lucha. Los alemanes usaron aviones para detectar la ubicación de los combatientes. Pero hubo un elemento contra el cual los judíos no pudieron hacer nada: EL FUEGO. Los alemanes incendiaban manzanas de edificios completas, la mayoría de los judíos morían quemados, pero otros se arrojaban de las ventanas, preferían saltar y no entregarse a los alemanes. Este levantamiento terminó el 16 de mayo, cuando los alemanes dinamitaron la gran Sinagoga judía. Los alemanes habían destruido el ghetto, reduciéndolo a un montón de escombros. Las Hazañas de Mongomery No recuerdo cuándo ni dónde leí por primera vez eso de que "las democracias no producen epopeyas", pero desde entonces lo he meditado muchas veces. Y mi mejor conclusión es simplemente retrucar "... ¡cuando funcionan!". Tal cosa no ocurría por cierto en el Sur de los Estados Unidos tan sólo cuarenta años atrás. El estigma del prejuicio y la discriminación racial se hallaba grabado en el cuerpo de la sociedad con la violencia indeleble del hierro candente. En la ciudad de Montgomery, Alabama, una de las tantas paradigmáticas comunidades donde la tradición marcaba el paso, existían leyes segregacionistas aprobadas. Los negros no sólo eran relegados económica y laboralmente, sometidos a una condición de inferioridad permanente, reprimidos por las autoridades y marginados de derechos fundamentales como el voto o la libre expresión, sino que debían sufrir la humillación cotidiana de no poder compartir con los blancos los mismos lugares públicos: escuelas, restaurantes, salas de espera; incluso los baños y bebederos lucían ominosos letreros de "blancos solamente" o "negros no". Era imposible que ciudadanos de las dos razas compartieran un taxi, puesto que los conductores blancos sólo servían a pasajeros blancos, y los negros tenían un sistema especial para ellos. Los autobuses, por ejemplo, estaban divididos con una línea, pero si el sector blanco se completaba, los pasajeros de color debían levantarse para acomodar a los que ascendían. Es llamativo cómo grandes revoluciones pueden comenzar con gestos aparentemente minúsculos y sin importancia. Nunca mejor dicho que en este caso. El 1º de diciembre de 1955, Rosa Parks, una modesta y tranquila costurera, subió al autobús en la Avenida Cleveland camino a casa luego de una larga jornada de trabajo. Tomó asiento detrás del departamento reservado a los blancos, y a medida que recorría las calles observaba cómo el vehículo se llenaba lentamente; al poco tiempo, el chofer se acercó a ella y le ordenó, junto a otros tres negros, que dejaran sus lugares a los pasajeros blancos que acababan de ingresar. No había otros asientos libres, así que tendría que ceder su sitio a un varón blanco y proseguir de pie el resto del trayecto. En una reacción sin precedentes para la comunidad de


Montgomery, la señora Parks, serena pero firmemente, se negó. El resultado inmediato fue su detención. La noticia circuló como reguero de pólvora por la ciudad, y la imagen de la policía arrestando a una mujer de porte humilde y equilibrado, de la que no podía imaginarse ni sombra de provocación, causó su impacto. Pronto los líderes negros se pusieron en campaña, y la circunstancia hizo surgir en la escena al joven pastor de una iglesia bautista local, quien, desconocido hasta ese momento, sería luego admirado en todo el mundo como uno de los máximos paladines de los derechos civiles del siglo XX:



el Reverendo Martin Luther King Jr. El clérigo no sólo traía consigo el carisma y la voluntad inquebrantable, sino también un método de lucha: la resistencia pacífica concebida por el Mahatma Gandhi para expulsar al Imperio Británico de la India. Determinaron llevar a cabo un boicot a los autobuses. Clandestinamente diseminaron un panfleto instando a la comunidad negra a abstenerse de usar el servicio a partir de la mañana del 5 de diciembre. Y el efecto fue fulminante. Puesto que dos tercios de los usuarios eran de color, los autobuses viajaban vacíos como fantasmas; la gente caminaba hasta sus lugares de trabajo, a veces recorriendo ocho o nueve kilómetros, o se organizaba colectivamente en taxis y autos particulares. Todo se realizó en silencio, sin incidentes y con la cabeza alta. Cuando se les preguntaba cómo se sentían, algunos negros contestaban: "Mis pies, cansados; mi alma: ¡liberada!". La protesta atrajo la atención de todo el país, pero lo que comenzó siendo una acción casi espontánea acabó en un movimiento prolongado que puso a prueba la madurez de toda una colectividad. Los blancos no relegarían fácilmente sus privilegios; habría arduas negociaciones, procesos legales, amenazas telefónicas y personales, arbitrariedades y represión manifiesta, y la aparición siempre cobarde e intimidatoria del ominoso Ku Klux Klan. El propio Martin Luther King fue encarcelado, su casa bombardeada y su reputación jaqueada con calumnias. Sin embargo, no cejó, y la comunidad negra tampoco. Fueron once meses de paciencia y orgullo tenaz, hasta que la resistencia dio sus frutos: el 13 de noviembre de 1956 la Suprema Corte de la Nación declaró inconstitucionales las leyes referentes a la segregación de los autobuses en Alabama. Lejos de festejar una victoria, el reverendo King proclamó una toma de conciencia general para evitar todo tipo de euforia y mantener las normas de cordialidad y no violencia durante el proceso de integración de los vehículos públicos. El triunfo estaba asegurado, pero la lucha por liberar al país del racismo y la opresión apenas comenzaba. El epílogo de la gesta de Montgomery aún pone lágrimas en los ojos de algunos viejos. Vencido moral y legalmente, el Ku Klux Klan reinició las hostilidades mediante una política sistemática de amenazas. Cuarenta coches repletos de encapuchados con sus distintivos atavíos se propusieron recorrer las avenidas del barrio negro. Esperaban que, como siempre, el miedo metiera a las víctimas en sus casas. No hubo tal cosa. Hallaron al pueblo volcado en las calles, cientos de miradas calmas pero resueltas que los enfrentaban en cada acera y cada esquina; hombres, mujeres y niños confiados en el nuevo respeto a sí mismos que habían ganado a pulso... Sin saber cómo reaccionar ante la sorpresa, la caravana del terror dio la vuelta y se marchó por donde vino. Historia de Globos y Aviones en el Gran Buenos Aires El hombre siempre sintió admiración por las aves y quiso volar como ellas. En muchas épocas esto estuvo mal visto incluso bajo el cristianismo se lo tildó de hechicería. Hubo muchos intentos de ponerse alas con plumas en los brazos, y muchas cosas más. Hasta que, finalmente, se llega a los experimentos de los hermanos José y Esteban Montgolfier. Ellos inventaron la Mongolferiana, primer globo aerostático, que era inflado


con aire caliente. El 5 de junio de 1783 concretan su triunfo haciendo volar un globo aerostático en la plaza mayor de Annonay. Pilatre de Rozier y el mayor Arlandes, tuvieron la gloria de ser los primeros hombres en surcar los aires en un globo Montgolfier el 21 de octubre de 1783. En nuestro país llegó más tarde la novedad, y se la comenzó a utilizar en diferentes festejos, pero solo con pequeños globos de papel llenos de aire caliente. Las primeras noticias datan



del 26 de mayo de 1809, en ese día se elevó desde la plaza de la Victoria un globo bastante grande, no tripulado, en honor al cumpleaños del rey Fernando VII. Luego se lanzaron muchos globos pero solo en días festivos, y ninguno con intenciones de ser tripulado. Le corresponde al francés de apellido Lartet el honor de ser el primer hombre en surcar los aires porteños y de nuestra patria. Lartet llegó con una compañía francesa que inauguró el Teatro Porvenir (en la calle Piedras), el 12 de octubre de 1856. El teatro lanzaba globos anunciando sus funciones. Pero finalmente se anunció en los diarios de Buenos Aires que el jueves 19 de octubre de 1856 tendría lugar la "Gran Ascensión Aerostática por el señor Lartet, aeronauta francés. En el terreno del Molino de Viento, calle de la Federación, a las tres en punto de la tarde". Se realiza efectivamente el primer vuelo tripulado en Buenos Aires, Lartet programa el ascenso con su globo desde el terreno del Molino de Viento, ubicado en Callao, entre Rivadavia, cercano a la Plaza Lorea. Ese terreno se llamaba así porque en 1850 un genovés había instalado un molino harinero en ese lugar. Se coloco una empalizada rodeando al lugar donde se calentaba el aire para inflar el globo, y se cobraba 20 pesos los primeros asientos y 10 los segundos, para presenciar tan extraño acontecimiento. Una banda tocaba música, y una multitud coronaba los edificios circundantes al terreno. Los periódicos informan que el día era tormentoso. Llegado el momento, el globo se elevó serenamente, pero fue desplazado por el fuerte viento reinante. Este, lo fue deslizando lateralmente hasta chocar con una casa, el globo reventó a consecuencia de los desgarros. Lartet cae y resulta ileso. El teatro organiza una segunda ascensión, esta vez para el 30 de octubre del mismo año. Se repiten los preparativos del 19, y esta vez el globo se eleva, pero la mala suerte o la poca pericia de Lartet hacen que el globo se vaya contra el Molino, tropezando con una de las aspas, como dice el diario La Tribuna del 31 de octubre. El globo se golpeo contra varios techos hasta que Lartet salió de la cestilla de goma que le servía de nave y tirándose al techo de una casa, el globo se elevó nuevamente, y luego calló en una casa de la actual calle Sarmiento (antes Cuyo). Lartet, como cuenta Fitte (4), fue reducido a prision. Pide repetir la prueba, y lo hace el domingo 16 de noviembre de 1856, a las tres de la tarde, esta vez desde la Plaza Lorea, que estaba colmada de público. Es conducido al lugar por un vehículo de la policía. En el diario El Nacional del 17 de noviembre, se cuenta que las azoteas estaban cubiertas de curiosos para ver "dando tumbos en las nubes a un pobre diablo que nunca ha subido a un globo", lo tratan muy mal al pobre Lartet, que solo quería ganarse su pan. El globo recorrió media cuadra hasta la "la calle Lorea Nº 53 y en la azotea tropezó con una pared haciendo saltar de la barquilla a Mr Curiosidades sobre Juan Manuel de Rosas El 30 de marzo de 1793 nacía en Buenos Aires, una de las figuras mas controvertidas de nuestra historia, Juan Manuel Ortiz de Rozas (él lo cambió luego a Rosas). Se crió en la pampa, utilizaba las boleadoras muy bien y era buen domador. Fue llamado el Ilustre Restaurador de las Leyes debido a sus "dotes de orden y unificación". Se casó con Encarnación Ezcurra y Arguibel a los 20 años, pero


como sus padres se oponían, tramaron una hábil estratagema: Encarnación se hizo pasar como embarazada y le mandó una carta a su amante (Rosas obviamente) tratando de que la carta cayera en manos de Agustina López Osornio, la madre de Rosas. La madre de Rosas encontró la carta, y unos días después, el 16 de marzo de 1813, los dos jóvenes se casaron. Algunos dicen que la madre de Rosas se oponía al casamiento por la juventud de su hijo, 20 años, pero otros apuntan a la pobreza de la novia y la posición incierta de Juan Manuelito. Realizo varias



campañas de lucha contra los indios al sur de la actual provincia de Buenos Aires. Subió al poder en 1832 y se bajó rápidamente de él luego de la batalla de Caseros en 1852. Partió exiliado, para no volver, hacia Inglaterra, donde murió el 14 de marzo de 1877. Cuenta el historiador Alonso Piñeiro que Rosas era aficionado a recomendar medicamentos caseros a sus amigos. Una vez le comento un remedio a Facundo Quiroga para el reumatismo. Se tenia que pelar unos ajos y pulverizarlos con polvo de mercurio dulce sobre un lienzo de camisa usada, el que debía ser cosido hasta formar una bolsa. El tema es que todo esto daba un aceite que se frotaba en las partes doloridas. Rosas le mando esta receta por carta, pero Quiroga no la pudo probar, ya que lo habían asesinado hacía nueve días en Barranca Yáco. Al parecer Rosas tenia muchas manías. Tenia manías por los pequeños detalles, por cosas increíblemente minuciosas. Un ejemplo es el decreto del 8 de noviembre de 1832, refrendado por Victoriano García de Zúñiga. El primer artículos dice así "Toda comunicación oficial tendrá a la izquierda el margen de la tercera parte del papel. En su encabezamiento se pondrá a la izquierda el título del que la dirige, y a la derecha el lugar, la fecha y el año que marque el periodo corrido desde el de la Libertad y el de la Independencia de la República, principiando a medio margen el título y nombre de la autoridad o corporación a quienes se dirige". Y sigue así, que conste que el texto entre comillas es un decreto oficial. También se especificaba el margen de la vuelta, el saludo final de práctica, la alternativa de escribir en primera o tercera persona y la prohibición de que no se diera curso a las notas que no respetaran este decreto. Siguen y siguen las minucias una atrás de la otra en este decreto. Tenía un raro sentido del humor y, como los reyes medievales, tenia para entretenerle y divertir a sus invitados unos pobres bufones, payasos a sueldo. Su bufón favorito se llamaba Eusebio. De este bufón, que según parece, era mentalmente anormal, Rosas solía bromear diciendo que era novio de su hija Manuelita, que se irritaba mucho por eso. Otra rareza es que nunca usó zapatos, siempre calzo botas. Cuenta él mismo en una carta a su amiga Josefa Gómez (estando en Inglaterra), que se afeitaba cada ocho días, para poder ahorrar (iba al barbero). "Y por la misma necesidad de economizar lo posible, no fumo, no tomo vino ni licor de ninguna clase. Ni tomo rapé, ni algo de entretenimiento". Se le han atribuido muchos hechos heroicos que jamás ocurrieron, como su presunta intervención en las Invasiones Inglesas, "peleó junto al cañón" dice un historiador. Esta probado documentalmente que Rosas no se presentó al servicio en junio de 1806, diciendo que estaba enfermo, pero por supuesto que siguió cobrando su sueldo. La lista de pagos del mes siguiente aclara al margen: "Juan Manuel de Rosas se apartó del servicio el 1 de julio". Por esto, no tubo ocasión de tomar las armas en la bravía defensa de Buenos Aires. Los antirrosistas también son creadores de algunos fraudes de la historia. Uno es, que Rosas habría suprimido la vacunación antivariólica por razones de presupuesto. Solo basta para desmentir esto la existencia de las listas de vacunados, en las que se constata que hubo mas de dos mil en 1838. Otro mito es el de que habría


decretado la destitución del santo patrono de Buenos Aires, San martín de Tours. La mentira se remonta a la época de Rosas, cuando en 1839 circulo ese presunto documento, que era totalmente falso. La festividad del santo patrono porteño se celebró con gran festividad bajo los gobiernos de Rosas No fue, como muchos suelen decir, un defensor de la soberanía nacional. Lo fue durante el bloqueo al que nos sometieron los ingleses y franceses, pero solo porque no podía hacer



otra cosa. En cambio en 1829 Rosas colaboro moral y materialmente con el vizconde francés Venancourt, cuando este ataco a la escuadra argentina en represalia a la acción del Gobierno argentino de hacer cumplir el servicio militar a los ciudadanos franceses residentes en nuestro territorio. Durante su gobierno los ingleses ocuparon las Islas Malvinas (1833), desalojando a la guarnición argentina. Rosas solo las reclamó mediante anuales notas rutinarias de protesta diplomática. Según el historiador Alonso Piñeiro, existen incontables pruebas "documentales en el Archivo General de la nación sobre el ofrecimiento que hizo a Inglaterra del archipiélago, a cambio de que se dejara sin efecto la deuda nacional con la firma Baring Brothers & Co. de Londres", a esta empresa se le había pedido un controvertido préstamo durante el gobierno de Rivadavia. Otra curiosidad de Rosas es que usó dentadura postiza, al menos durante su estadía en Inglaterra. Este hecho se constato, cuando sus restos fueron repatriados en 1989. El 27 de septiembre ante la presencia de los descendientes, se abrió el cajón en el que había sido enterrado Rosas. Cuando se levanta su cráneo, se desprendió la mandíbula y detrás de ella una dentadura postiza. Esta pieza era de muy buena calidad y probablemente hecha en Inglaterra. Al parecer Rosas sufrió toda su vida de problemas con los dientes, perdiendo muchos de ellos, ya que se los extractaban, no los arreglaban como hacen hoy en día. Partió hacia Inglaterra sin varios de sus dientes, pero según los especialistas, es en esta isla donde se habría precipitado su problema con los dientes, perdiendo la gran mayoria. Al parecer Rosas aparte de maniático, era coqueto, ya que se hizo enterrar con su dentadura puesta, también lo acompañó en su viaje eterno su plato favorito, que era de porcelana. Muchos años mas tarde los enemigos del dirigente radical y presidente argentino Hipólito Yrigoyen presentarían a Rosas como padre del prócer radical, algo totalmente infundado, fue solo un rumor. Los espías de Los Andes La campaña de los Andes que estaba preparando San Martín en 1816 no se podía imaginar, había que manejarse sobre terreno seguro, por eso mismo San Martín contó con los profesionales del secreto a fin de rastrear pasos desconocidos en la cordillera que le permitieran una marcha tranquila en su cruce de los Andes. No solo esto, sino que los espías le permitieron saber las claves militares del enemigo, guardias y hasta el estado psicológico de los pueblos a los que iba a liberar. El propio gobierno de Buenos Aires le recomendaba a San Martín la utilización de espías. El Director supremo Ignacio Álvarez Thomas le decía a San Martín el 10 de mayo de 1815, que "en acuerdo de esta fecha he resuelto que los oficiales D. Diego Guzmán y D. Ramón Picarte pasen al Estado de Chile con el importante fin de promover en él la insurrección contra el gobierno español, y que a usted de cuantas noticias crean interesantes...". Este Diego Guzmán, bajo el seudónimo de Víctor Gutiérrez, fue uno de los mejores agentes de San Martín en Chile y logró enviar al Libertador una lista muy completa de la tropa, armamento y disciplina del enemigo. También le pasaba los nombres de los oficiales enemigos de mayor influencia, como también el panorama general de Chile, en cuanto a organización política. Como no


había muchos agentes capacitados, San Martín adopto dos sistemas clásicos de inteligencia: el celular y el radial. Con el sistema celular podía encarar operaciones en áreas grandes y flexibles Se utilizaba para buscar información sobre el ejército hispano. El segundo sistema solo lo aplicaba para misiones muy especiales en lugares distantes o de difícil acceso. Un ejemplo del sistema radial es, las operaciones de Juan Pablo Ramírez alias Antonio



Astete, que informó a San Martín sobre varios detalles de sumo iteres sobre el terreno donde se pelearía la batalla de Chacabuco. El sistema celular o de células, fue el mas usado, y consistía en centros de espionaje divididos en células, las cuales se situaban en las casas de patriotas chilenos que tenían la confianza de los españoles. En ciudades como Santiago, Coquimbo, Consepción, Talca y Curicó. Los agentes eran por lo general emigrados chilenos, muchos de los cuales pertenecían a familias de clase alta, y eran voluntarios en estos trabajos. Esto facilitaba la infiltración. Grandes espías fueron Manuel Rodríguez alias El Español o Alemán, Antonio Merino alias El Americano, Jorge Palacios alias El Alfajor, y muchos mas, los cuales no tuvieron un lugar en los manuales de historia, pero gracias a ellos se llevó a cabo el gran cruce de los Andes con todo éxito. Manuel Rodríguez fue tal vez el mejor de los espías de San Martín, era abogado, en su desempeño como espía se encargó de enviar informes sobre la formación y actividad de los ejércitos hispanos, organizaba células de espionaje y subversión. Su cabeza tenia precio, y bastante alto. Participo en la batalla de Maipú, murió asesinado por un oficial español el 26 de mayo de 1818. Otro de los grandes agentes de San Martín fue Domingo Pérez, el cual se encargaba, bajo la cobertura de un hombre de negocios que viajaba entre Chile y Mendoza, de los enlaces entre el mando de San Martín y las células infiltradas en territorio enemigo. No solo se organizaban redes de espionaje con el fin de conseguir información, sino que también se engañaba al enemigo, mediante señales e informaciones falsas. La intriga política. Un ejemplo curioso de la intriga política, es el del Dr. Antonio Garfias. El 23 de enero de 1816 se fuga de Buenos Aires este doctor, que era una agente pro realista. El gobierno se entero que se dirigía a Chile. Los conocimientos que tenia Garfias sobre el estado de las Provincias Unidas del Plata era muy bueno, así que por eso el gobierno temió su divulgación. Por carta se dan instrucciones a San Martín de que desprestigie a Garfias en Chile mediante sus agentes. "Haga usted esparcir la voz -dice el comunicado- por medio de sus agentes en Chile, de que este individuo lleva comisión reservada de este gobierno y oportunamente remita V. S. al mismo algunas cartas con instrucciones aparentes, a fin de que caigan en manos de Osorio (el enemigo). Garfias arrojara contra sí la presunción de ser americano y esta circunstancia puede favorecer el proyecto...". No necesito aclarar que paso con el pobre Garfias. San Martín también enviaba correspondencia trucha (desinformación) sobre sus propias informaciones. Esto se hacía enviando correos, bajo la estricta orden de no resistirse ante el enemigo, con planes falsos de invasión. De esta forma Marcó del Pont dudó del lugar desde donde iba a llegar la invasión del Ejercito de los Andes, ya que muchos correos capturados marcaban la parte sur de la cordillera como la mejor para el cruce. San Martín también utilizaba a los indígenas para su campaña de informaciones falsas. Ya que estos estaban en contacto con los españoles y eran incapaces de mantener un secreto. Se les contaba detalles de los planes sabiendo que en pocos días estarían a oídos de Marcó del Pont. También estaban los famosos agentes dobles. Eran espías


españoles que respondían al mando del sacerdote hispano Francisco López, que era espía de Marcó del Pont. Pero San Martín cuidadosamente los había dado vuelta, y les mandaba escribir informes que él mismo redactaba. De esta forma Marcó del Pont recibía cartas falsas a través de sus propios agentes.



La seguridad y el contraespionaje estaban bien cuidados por San Martín. Tenia todos los pasos a Chile vigilados, y no se podía ir a Chile sin tener un salvoconducto firmado por el mismo. Logró detener y ubicar a muchos espías enemigos de esta forma, entre ellos al célebre padre López. Un caso de contra espionaje lo tenemos en Miguel Castro, un sospechoso detenido en un puesto avanzado de la cordillera. Castro se hacia pasar por minero, pero no pudiendo justificar esa profesión, se lo mandó a Buenos Aires. Allí fue interrogado y se constató que no era ningún minero. ¿Le habrán aplicado el suero de la verdad? Los espías eran casi todos voluntarios ad honorem, eran muy pocos los mercenarios que lo hacían por dinero, la gran mayoría lo hacía por puro patriotismo. Igual San Martín les mandaba dinero para comprar soplones y para gastos. No se sabe si utilizaban códigos, claves, cifrados o alguna otra forma de disimular el mensaje, pero no sería extraño que lo hicieran. Los españoles lo hacían, utilizaban un sistema simple, que consistía en remplazar las letras por números, separando las palabras con comas, y poniendo puntos en cualquier lado solo para despistar. La correspondencia se llevaba por medio de caballos y mulas, pero también existen pruebas de que utilizaban palomas mensajeras: "...vuestra correspondencia ha de continuar si no por esa vía será por los aires..." dice el agente Segovia en una carta enviada a San Martín. Los españoles también tenían espías, y los utilizaban con abundancia. En 1814 Belgrano identificó uno, un tal Ramón quien se había hecho pasar por enfermo y había conseguido un pasaporte firmado por el mismo creador de la bandera. San Martín arrestó también a varios espías. Gracias a todos estos héroes anónimos se evitaron muertes innecesarias, campañas fracasadas y el predominio del poder español en estas latitudes. Sarmiento, el Mujeriego Sarmiento cuenta en "Recuerdos de provincia" que durante su época juvenil lideraba una patota que se enfrentaba, con piedras y palos, a los pibes de otros barrios de San Juan. Esta es una estampa lejana de la que dice que nunca falto a clase y que era un alcahuete de escuela, que el mismo Sarmiento pinta también, en "Recuerdos de provincia". En su vida hizo de todo: política, educación, fue escritor, periodista, sociólogo, militar. Pero la realidad es que Sarmiento era un revoltoso, y le gustaban mucho las mujeres. Por ellas sufrió mucho, ya que tubo mas de un desdén amoroso, si bien era un buen conversador su apariencia no ayudaba mucho ya que era feo, torpe y mal aliñado. El mismo Sarmiento dice "En París compré una copia de la Venus de Milo, en cuya base puse esta inscripción: «A la grata memoria de las mujeres que me amaron y me ayudaron en la lucha por la existencia»", y agrega "Hay las mujeres de la Biblia, hay las mujeres de Shakespeare, hay las de Goethe. ¿Por qué no he de tener mí las mujeres de Sarmiento?". Su vida amorosa se abre, con una joven de 20 años llamada Jesús del Canto. Ella era una chilena de buena familia. Se conocen durante el exilio de Sarmiento en Chile, al cual parte en 1831. Sarmiento se establece como maestro en San Francisco del Monte, y era tan joven como ella. Ese amor fugaz le dejó una hija. No se casaron, pero Sarmiento reconoció a la niña y le puso de nombre Faustina,


luego la envió a San Juan para que su madre, doña Paula Albarracín, y sus hermanas la hicieran vivir con ellas y la educaran. Aparentemente la madre de la niña desaparece de la vida de Sarmiento, pero su hija Faustina va a seguir con él durante toda su vida; junto con ella y sus nietos va a pasar sus últimos días de vida en el Paraguay. A fines de 1845 parte de Chile en un viaje que lo llevara por Europa, Estados Unidos y


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