La batalla de huamachuco raimundo valenzuela

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LA BATALLA DE

HUAMACHÜCO POR

RAIMUNDO DEL R. VALE1TST/SLA

SANTIAGO IMPBEUrTA

B8

& TT T :E 3Sr -B E :ei a-

ESTADO— 28

188C


p,;fc myoj


.A.

SE-ra-ORIHJS

LOS

Jefes, Oficiales, alases i Solbaóos he r,oa

CUERPOS OE LINEA I DE ll GOIHII BI3BIL

El 21 de mayo, Prat, desde la cumbre de su i de su sacrificio os señaló la ruta que

gloria

debiais

seguir.

Al aliento vivificante de

ese nuevo

sol, cuyos

rayos alumbran el

patriotismo de la humanidad os fortalecisteis, i ni las penali

entera, vosotros dades del desierto ile

seres

queridos

os os

asustaron, ni la ausencia

obligó

a

retroceder, ni las

cumbres de la puna i del soroche

os

hicieron

acobardar, e impávidos desafiasteis las tormen tas del plomo en los campos de batalla. jA quiénes sino a vosotros podria yo dedicar estas pajinas de heroísmo, cuando Huamachu-


co es

el lazo de

preciosas

cintas del ramillete a la patria., la abnegación, la llave

de victorias que habéis ofrecido última

prueba- de

de sacrificios

con

vuestra

que cerrasteis la guerra con a la vez la corola en que

tra el Perú i Bolivia i

ofrecisteis la paz Pobre

osfrenda, mi

es

mi

mas

patriota

a

la América del Sm*?

ofrenda, pero que del

no

espíritu,

tan amante

de

su

la rechacéis': del

corazón

patria

ea

de

como vo

sotros.

Setiembre de

1885.

Raimundo

del

R Valenzüela.


INTRODUCCIÓN. Nó sé si es una fortuna o una fatalidad para Chile el que nuestros conciudadanos sean en estremo olvi dadizos. Son mui pocos los que investigan el pasado i en las pajinas de sus sinsabores o do sus alegrías, de sus flaquezas o de sus glorias, buscan inspiración i consejo para juzgar a ¡os hombres del presente i prever íos acontecimientos del porvenir. Individualidades que un dia fueron merecedoras del desprecio público, al siguiente se elevan como el corcho en la superficie de las aguas, i la espuma po pulachera las saca a flote i las exhibe revestidas de tantas virtudes cuantos colores forma el sol en cada

burbuja. En

cambio, personalidades que fueron base gra una idea, artífices valientes de un gran

nítica de

Erincipio patria,

social

o

político, abnegados

servidores de

i guerreros ilustres a quienes la jeneracion del presente debe su vida, su fortuna, sus honores i su gloria, suelen pasar entre la mayoría do eus

conciudadanos

como

por las calles de Hai

en

los botánicos

aplicarle, de Chile,

una

nuestro no

i que

pasa

cualquier viajero vulgar cosmopolita,

ciudad

arbusto al cual todavía nombre técnico que idioma criollo se llama: el pago

pais

un

encuentran

enen


6

¿Por qué el Diccionario de chilenismos que la Academia correspondiente debe presentar a la ilus Academia Española no le envia esta otra frase: el olvido de Chile7: Aquél es un arbusto sin flores; ésta es una flor sin hojas de verde esperanza, que tiene para unos la her mosura de la flor de nieve i para otros la realidad de algunas gotas de líquido evaporado. tre

Si la, flor del olvido se negara en Chile por algun botánico estranjero, haría yo esta pregunta: ¿Cuántos ríe los

iiue est;is

-

¡ajinas recorren

i

a

quiénes

supongo

ilustrados, recuerdan todos los nombres de los pa triotas ilustres de la guerra del Pacífico, que es un acontecimiento de ayer i tan glorioso para Chile? Si del millar me citan los lectores cuarenta, borro la introducción de este libro. Duele confesarlo, pero en esta patria querida, tron co de tan brillantes virtudes en el hombre que es su rama i en la mujer que es su flor, frecuentemente flor i rama no se acuerdan ni del rayo de sol que produce su aroma ni del gusano que roe sus fibras. Este librito, humilde i modesto, desea matar" para un puñado de heroicos defensores de la patria esa flor del olvido en el dia en que las autoridades, dan do el cúmplase a una lei del Soberano Congreso, siegan con la segur cubierta de flores de la grati tud nacional, el arbusto aborrecido del pago de Chile. Este folleto es parte do una obra inédita, que, con ol epígrafe de Talca cu lo, guerra del Pacífico, tengo escrita i publicaré mas tarde. Todos los datos que me sirvieron su elabo para ración, los recojí oyendo ajeles i subalternos, no solo del batallón Talca, sino también de todos los batallo nes quo tuvieron representación en el combate de


Huainachuco, que de

con

7

justicia

se

nombra: El golpe i Bolivia. que el

gracia en la guerra contra el Perú también he consultado los documentos

enemigo dejó

en su

fuga

i los que

publicó

mas

tar

de por sn prensa. la Al dar hoi anticipadamente a la publicidad a narración de la batalla de Huamachuco, lo hago mí fin de que el pueblo conozca hasta en sus mas nuestro nimos detalles ese episodio de las glorias de la Patria agradecida ya pais, en los instantes en que setecientos de sus hijos de mil a colocar en el .

pecho

una

distinción honrosísima, una medalla que repre el último sacrificio heroico de sus lejiones in

senta

vencibles i el último i todavía fresco laurel colocado en su corona.

Setiembre de 1885.

El Autoe



BATALLA DE HUAMACHUCO. I Lo qne

la. victoria de Huamachuco.—Prel ira ¡nares, -¡, ,¡: ion.— Divisiones de García, Canto i Ti-vijillo la primera columna do Go-

importa

Orij

■':■■ l.-i

i

Go rostíala.— Parte de

rostiaga:

su

itiucxi-io.

Iruy.il.Mtes del camino i sorpresas

intentadas por Cícera* i Recabárreu.—Contramarcha de bjijreito hacia Huamacbuco; ■)■ vi^i :„},i • ¡n,.- ! t ,'i-, k-¡i produce en la tropa. Dos compañías del Talca atacadas a pñ.-ils-is i c',::iln-tn!:ii-i, h.ir el pueblo de Pallasca. Ordenes de guerra ti mnerle llevadsis por lo-i emisarios de Gáceres.— Castigo qua aplica el comandante Cruz a los rebeldes de Pallaseis,. Tercera columna i su; roalula-r. -Gran peligro qne corre de ser despedazada por el ejército encango.— Los indios del Perú en el servicio do correos. La llegada de la columna Gonialez con e! Batallón Coucepcion salva a todos los expedicionarios.

nuestro

-

Huamachuco

la guerra del Pacífico la estocada de el corazón del adversario, la que lo impotencia, i, ya cstenuado i maci doblegó su altiva frente i lo hizo caer du es eu

muerte asestada

obligó lento,

en

a reconocer an

la que

rodillas

en

Arequipa.

T.ilvM por

S(-s-

I¡¡ i'iltiissa

l).it:ill;i,

como

ciertos enfermos

tienen mi instante do lucidez i de eucrjía antes de agoni zar, el Perú reseñó para la postre, antes de ver su honra de nación convertida en cadáver, todo el valor i heroísmo

de

sos

lejiones

mas

bravas.


10

huestes fueron débiles i cobardes en luchas ante riores, en Huamachuco pelearon como fieras a la sombra querida de su bicolor desgraciado. Esa acción dio fama inmarcesible a los dos combatien tes: al de Chile el lauro de la victoria, i al del Perú la

Si

sus

palma

del mártir.

cilió

los dos

¡Bendita victoria i bendito martirio; porque cu ITimmachuco reverdeció también la oliva de la paz que recon a

pueblos!

Pero antes de llegar al teatro donde debe trabarse la soberbia lucha, vahíos a espíicar al lector el motivo de ella, las jornadas de nuestros bii tallones i otras incidentes, dignos de ser tra/.ados en la pi-civm del presente como mi recuerdo de los patriotas de hoi i un dato curioso ¡jara los hombres de mañana. Después de la ocupación de Lima, los guerreros derro tados en Chorrillos i Miraflores, se reorganizaron en el interior i

en

las sierros :

míos eou

la resistencia i sacar partido i otros con iguales fines, en

E¡ira

ejercer venga irí;is negocio que no

acer un

do,

ni

con

en

el

se

la conciencia del

aviene

de sostener paz honrosa:

prepósito

favor de

apariencia, inicuas, esrpiilm con

una

pero ir a

en

los

realidad

pueblos

i

el honor del solda

patriota.

Unos i otros, procediendo de buena o mala fé, desmo ronaban los bordes del abismo para que mas fácilmente se desuñase el Peni. lírotó en aula provincia mi caudillo i en cada villorrio un jefe de montoneras. Chile, que quería llegar pronto a la paz, despachó varias divisiones a destruir a los rebeldes. El mas poderoso, por el número i calidad de sus tropas, era Cáceres, que se proclamó segundo vi ce-presidente del Peni i a quien fué preciso perseguir hasta en las cordille ras casi inaccesible para nuestros soldados i donde los es-


peraban

sufrimientos qne

II

ocuparán

muchas

■¡pajinas

en

la

leyenda de su heroica abnegación. Se despacharon dos divisiones al sur, una al mando del coronel graduado don Juan León García i otra al del jefe de igual categoría, don Estanislao del Canto. Mas tarde, el 18 de junio do 1883, se confió la direc ción suprema rio estas tropas, que se componían do 3,081 ■combatientes de l;is tres anoas. al coronel Arriagada. Se habia enviado también al norte otra división de mil hombres, a cargo del coronel graduado don Alejandro Gorostiaga, para destruir lia tropas de Fiecabán/en, lugar teniente de Cáccres, i le cup) a esta división la gloria de vencer

conjuntamente

a

los dos caudillos.

t La división Arrugada, dice la memoria del ministre de la guerra ríe l.SS'J, aunque no tuvo la fortuna de alcan zar al enemigo, la actividad con ijue le persiguió, su cons tancia para soportar las fatigas i privaciones, sus sufri mientos a causa del soroche i del hielo, la honran i la hacen digna ríe la consideración del pais. A pesar del cuidado de los jefes i de su empeño en aliviar la snerto de sus soldados, túvola división mas bajas que si hubiera dado una batalla: nt'iiiieniox setenta i cuatro enfermos ha bían sido enviarlos u los hospitales de Lima, i ciento c.iuamitn le ho li brís fallecieron di las cordilleras, helados por la nieve o muertos ríe emivinrioj, Mas feliz la división Cíorostíaga, con menos fuerzas, hizo bu va la victoria i no tuvo sino ciento setenta bajas. cutre ¿ilícitos i heridos ea el combate, i 30 o 40 enfer-

Los pasos de esta división son los que varaos a seguir por los departamentos de la Libertad i Aucael), eu la na rración do nuestro libro, que no C3 sino uní rama de la historia

jeneral

de la guerra.


Hacia

como

tres

meses

12

i que Gorostiaga

sus

bravos

la columna de Kccaliíureii en Trnjillo. Al fin, a i destruirla, qiic merodeaba eu el sur, partieron antes que las huestes de Ciíceies se lo mueran i fuese mas difícil la empresa La noche de la pulida fué de regocijo en el campa mento. La inacción, el deseo do terminar pronto la guerra i volver a sus lares, i la ambición de gloria rada dia on aumento en el soldado viotnvioso, liaeian i[iie ¡as tropas de Gorostiaga recibieran con júbilo el grito de combate. A las ó de la mañana cíel 10 de mayo de 188:} partió Clorostiaga al sur con ílii!) hombres de las tres armas i i pifias de' art i Hería, dejando hasta segunda orden el resto por componerse en su mayoría de reclutas. Iban con él todos los veteranos del Talca, algunas com

esperaban

supieron

pañías 2." na.

del

Concepción,

Eejimiento.de

dos de

Zapadores,

Artillería i

una

brigada

del

escuadrón de ( 'azado

un

(1)

El itinerario que debia

recorrer

era

el siguiente: de

Trnjido a Cabildo, a Pedregal, a Platanar, a Pachaeama, Fulcan, a Pachaehaea, a Santiago de 'buco, ii Tres Rios, Huamachuco, a Augasnsarcas, ¡i .ilollepat.a, a Pallasxa, a Santiago de Cabana, l.'orougo, Uroon, etc. '

a a

(1)

aquí

nn

Comandancia

estado oxacto de

en

jefe

Estado mayor Batallón Talca

'. .-,..

:

;

Id.

Concepción

H. Id. Irl.

Zapadores Artillería

Caballería

e

(Cazadores),


-

13

-

Hasta el 15 de mayo las jornadas

se

hicieron sin

mu

chas penurias i en los descansos sucesivos, oficiales i sol dados departían amigablemente, con esa noble fraternidad rpie impone el recuerdo de una patria querida i la |idea de un próximo combate, en el cual nadie puede prever si !e espera nna turnia de olvido o los laureles de ia victoria. A las 4\ de la tarde la división se detuvo a orillas del rio Pachachaca, porque principió a llover copiosamente i continuó la lluvia durante toda la noche. Solo habia dos pequeños ranchos para hospedarse, los que ocuparon los jefes. Los demás tuvieron que pasar la noche a pampa va sa. Por saerte, se encontraba en los alrededores nn pifio de ganado i los cueros sirvieron a oficiales i tropa para favo recerse de la llnvia. Esa noche fué una de las mas mortificantes para la di visión. Al dia siguiente a las 6 de la mañana partieron los es pedí cionar ¡os i llegaron el l'l por segunda vez a linamachuco, donde muchos de ellos habian estado el año anterior.

junio, después de 20 dias de descanso, abando ese pueblo i continuaron al sur hasta la hacienda Angasmarca, obedeciendo a instrucciones del Cuartel

El 9 de naron

de

Jeneral de Lima. ¡?e habia sabido que Cáceres marchaba al norte i se tra a fin de tomarlo entre el fuego do esta división, la del coronel Amagada, que estaba maa al su;- i (pie iba persiguiéndolo. Anticipadamente eí señor Gorostiaga habia ordenada que partieran de Tnijiílo 200 hombres para aumentar su división; pues le habia sido necesario enviar a la Costa

taba de Halirle a] encuentro,

muchos enfermos.

El 5 do

dida, a

junio

cargo

salió de Trujillo la segunda columna pe mayor de Cazadores, don Sofá-

¿el sárjente


ñor Parra, i sé" componía de 72 soldados del Talca al mando del subteniente don Juan Manuel Poblete, provee dor del mismo cuerpo, de 86 del Concepción, al mando del capitán don José del Rosario Figueroa, de 8 a 10 arti lleros i de 21 a 28 Cazadores. Este piquete llevaba 73 mnlas con municiones, pertrechos i capotes, i 40 cargas de botas. No tuvo otro incidente fatal en el camino que el de ha ber perdido nna mida, que cayó de lo alto de un puente, =;ili[¡i! incniTo M "lie] .uta i Pallasca, al fondo del rio. La columna de Parra se unió al grueso de las tropas en

el 11! de junio i de ahí continuaron juntas. recibidas en Corongo, después de recorrer 25 se tuvieron noticias del de sembarco de una división chilena en Casma, do la ocupa ción de lluaraz por nuestras fuerzas, ríe que Cocoree se habia atrincherado en Ynngay después de haberle tomado los chilenos una gran cantidad de municiones, i, por fin,

Mollepata El ->:\

leguas

eran

chilenas. En el camino

otra multitud de nuevas,

a coa! mas agradable; pero todas esparcidas por el jefe peruano para alentara loa a seguir tranrpiilaim-nte adelante. El es]>erto caudillo espedioionario no se dejó sorprender. Hizo apresar por la caballería al dueño de la hacienda de Urcon, un señor Terry, i lo obligó a que lo tuviera al co rriente de todos los movimientos de Cáceres, medida que produjo buen efecto. En este lugar se supo que el enemigo estaba mui cereaj habia destruido muchos pasos i puentes, i que habia que engrrrsad.i considerablemente sus fdas, por lo que Corostiaga despachó un propio a Trujillo con comunica ció ues

falsas i

nuestros

para el jeneral en jefe que residía en Lima, a fin de que ordenara rpie partiera en el acto la tercera columna, que habia quedado al mando del señor don Herminio González, eoma luíante del Concepción. Las dos primeras columnas, después de seis dias de es

pora,

avanzaron

hacia

Uuaylas;

pero el 25

supieron,

a me-


15

dia

jornada de Urcon, que era efectiva ejércitos de Cáceres i Ecbabárren i que era se

encontraban

con

4 mil hombres

en

la unión de Ion

casi seguro que la última hacienda,

i que

ocupaban magnificas posiciones. En efecto, Cáceres atajado en el sur por la división Amagada i viendo que por ese punto le era imposible la victoria, quiso salir de la guarida, abriéndose paso por el norte i contó seguro destrozar la

pequeña división Goros

tiaga. Este habia hecho i

sus

despachar otras partidas de enfermoB¡ tropas apenas llegaban a mi!, con reclutas i

todo. La tercera columna le era en ese momento indispensa ble, i envió uu segundo propio con orden de apresurar sti marcha. El, por su parte, no podia continuar su viaje sin come ter una imprudencia, i ordenó contramarcha r al norte, a fin de esperar al enemigo en posiciones ventajosas, en Corongo o Huamachuco, de manera que se ganara en esto lo que se perdiera en número (1). Gorostiaga se encontraba eu nna situación en extremo a ÜO o mas leguas de la costa separada por cordi lleras casi inaccesibles, escaso de municiones i con 900 o

difícil,

1,000 hombres para contrarrestar a 4,000. Le era necesa no Bolamente vencer al enemigo, si era atacado, sino también evitar que Cáceres pasara al norte i destruyera las fuerzas del jeneral peruano Iglesias, a quien se trataba

rio

(1) En una carta qne con fecha 30 de noviembre de 1884 es cribió al autor de est« libro el seQor Gorostiaga le decia lo si guiente, esplicando el efecto que habia producido en ana tro pas la orden de contramarcha: aCuandome encontré mas al sor con las tropas de mi man do, para segnir por la ruta de Signas, Pomabamba, etc., a Huaráz i que resolví regresar al norte, por datos recibidos a


de favorecer, porque

era

16

el único

con

quien

se

crcia hacer

batalla en aquel punto cuando nuestro había lle ejército tenia todas las desventajas, pues la tropa cerros gado a Urcon cansadísima con tan "largo viaje por de a uno en fondor1 La conti que solo permiteu el paso nuación de la isiarclia habria ucasionado un desastre segu i baratísimo i un triunfo la división chilena ro a completo

¿Cómo presentar

los peruanos. Volver atrás era una medida de prudencia, i fue tomada sin vacilación por nuestro jefe. Despachó en descubierta des conspafíias del 'laica sil mando del comandante Cruz i el 28 la vanguardia estaba en Pal lasca. a

Los cholos de ese pueblo celebraban a San Juan, fiestas se halla que duran hasta el fin del mes, i, enrr>¡i'ttfax como ban, recibieron a sus antiguos huespedes en actitud estraordinariamentc belicosa. Los soldados del señor Cruz habian ya armado pabello nes en el cuartel i preparaban el raticliu para el ívsro del ejército, cuando sienten una gritería atronadora: era el pueblo que se levantaba en nisisa, armado de garrotes, pie dras i ci,iibrii'.i,iriv.< i t rain lia ríe deseüaHi/.arloS. Tal actitud era incomprensible, pues ese mismo

pueblo

la 1 P. M. en momentos en que daba mi descanso a la tropa, que confirmaban mi modo de pensar de que el plan de Cáce res era pasarse al norte, interponerse de un modo n otro ontre mía fuerzas i les 300 liiiniíax.- i pío ili.liain salir de Tvujillo (que después resultaron sor i¡x]) ¡>;:¡-;s. batimos en detalle i sel'imv (.':■! i I ¡.;!i ■■;.-;■; dospuí-;. di ús-il ai para qin l.i va i:;:u;i 11 i la ijne iba a, cargo del mayor Sofanor Parra, hoi comandante, se con virtiese

en

oomo un

retaguardia

i ésta

en

vanguardia.

baño de nieve para la3 fuerzas. No

Esa orden fué

pudiéndose ha-


habia recibido antes burras.

a

17

la división

Gorostiaga

con

vítores i

¿Qué ocasionaba el trastorno? Lo siguiente: Cáceres, seguro de destruir con

sns tres mil i tantos hom bros la división Gorostiaga, habia enviado emisarios a to dos los pueblos, diciéndoles que la victoria estaba de parte del Perú, i que si algunos derrotados llegaban allí, no les dieran cuartel i los asesinaran como a perros, i si así no lo hacían, serian considerados traidores a la patria i confis cados sus bienes. Los habitantes de Pallasca creyeron que las componías al mando del señor Cruz eran fujitivos, i quisieron aplas

tarlos como a zapos, a garrote i con las enormes piedras que les enviaban sus finibrmhras. Mui caro les costó el error, porque el señor Cruz dio or den de hacer fuego, i quedaron mas de ciento sesenta ve cinos muertos en las calles, entre ellos seis de los cabeci

llas. Del Talca hubo tres heridos con arma blanca í un con tuso, el capitán ayudante de la comandancia, don Santia go Herrera, que recibió una pedrada al salir riel pueblo a dar parte de loque sucedía, al jefe déla división, Este alcanzó a oír los tiros i alijeró el paso. El castigo a los rebeldes debia ser ejemplar, a fin de que no se repitieran iguales hechos en otras poblaciones. Tan

el movimiento porque estábamos en un estrecliíaimo i lardesfiladero, pedí se me diciv. |>a-:" para diiijir el movimien en el ciMyijuif! atxiiic- a oir !¡í íea.-c Mi/iik-nte: «¡¡ ,V" jios habrán iraiil/i n ¡i- h'i'i-'.1.» que ai;: dolió mas qne un metralla za (In filfüm-o:-, i mi'.'-ets'ix t-isix, si no re^ieso, mi tropa cansada

oer

£0

to i

en Urcon o Siguas al enemigo en buenas sé lo que habría pasado con !aa fnorüía salidas al regreso tuvo una parte muí importante an la

babria encontrado

posiciones i de

Trajino:

falvnoion de es

no

s.ms

libro después, »

íuergis 1 por

conaigijiante

ea l¡»

bfttíllft qui


hizo fusilar a siete cabecillas i obligó a los habitantes mas robustos a cargar a los heridos i a los enfermos déla división. En la misma noche el ejército se puso en marcha i ae hospedó a orillas de un rio, en un sitio pantanoso, donde fué casi imposible dormir por el hielo i la humedad; pero era el único panto libre de nna sorpresa. En Mollcpata se le tenia preparado igual recibimiento el jefe, mandó decir al que en Pallasca. Previendo esto alcalde que si hacia resistencia, daria orden de bombardear

pronto como llegó,

la

población.

¡Buen cuidado

tuvo el alcalde

en

cumplir

las órdenes

recibidas!

jeneral Linch, desde Lima accediendo a los deseos Gorostiaga, impartió oportunamente sns órdenes para

El de

que la columna González partiera en protección de aquél. Le decia qne se pusiera en marcha con todas las fuerzas de Trujillo i aun las de San Pedro, entregando ambas po blaciones al pequeño ejército de Iglesias. Esta última orden fué recibida por el señor González el 2G de junio i el 27 a las doce del dia partió de Trpjillo. El ejército espere dos dias a la columna González en JIollepata i el 1.° de julio partió a acamparse en la cum bre de la quebrada Tablacacha, excelente posición, qne le permitiu dominar clcatniuo de Concharon, por donde fíe esperaba a Cáceres, ¡ a la cual era mui difícil el acceso a

los enemigos. Esta

ción de rio que océano

quebrada recordó a nuestras sufridas tropas Yungai i el glorioso tema que la inspiré,

la can pues el el mismo que va a perderse en el el nombre de Santa (e¡ rápido) i que en esa

corre con

por allí

es

se llama Tablacacha. El señor Gorostiaga buscó

parte que

a mas

tardar

on

la

aurora

aquel parapeto porque creia del % seria atacado; perq c«


19

dia snpo que las tropas de Cáceres principiaban a lle gar a Conchucos, dist.uite cinco leguas i ordenó partirá esperarlo en Huamachuco, que era una situación mas ven tajosa i donde debia reimirsele la tercera columna del se ese

ñor

González.

El ó

tigada

llegó i

la división a Huamachuco, excesivamente fa víveres.

con escasos

Preciso

nos es

retroceder

un

poco para dar cuenta del

viaje de la tercera columna. Esta se componía de 581 hombres, dirijidos por el teniente coronel don Herminio González, comandante del Concepción; 825 pertenecían a este cuerpo, 18 a la artillería, 17 a cazadores, 35 al bata llón

Victoria,

jeneral, i

a

191 al

los cuales se les confió después el parque al mando del capitán ayudante don

Talca,

Julio Zacarías Meza.

ademas, 80 mil tiros de repuesto para ¡a divi sión Gorostiaga i 3 reservas de municiones de artillería. Los soldados del Talca que conducía Meza eran todos reclutas, así como también los que en la columna de Pa rra iban a cargo del subteniente Poblete. Hacia once dias qne habian llegado de Chile. I tan reclutas eran, que no sabían ni manejar el fusil en los movimientos mas sencillos. Solo se les habia ejer citado en el tiro al blanco. Diariamente se les hacia dis parar ocho tiros en la mañana i diez en la tarde. Acompañaban a esa tropa siete oficiales que también se Llevaban

incorporaban

al

ejército,

i

eran

los señores: Ramón

Mimos,

Tndeo Ei veros, Luis Alberto Silva, Carlos Yávar, Luis Alberto Parot i Luis Labra. Chápiro, Sin embargo, mas adelanto veremos a estos oficiales no vicios i a esos milicianos tan reclutas pelear como veteranos i decidir la victoria. Cumpliendo las instrucciones recibidas, la columna Gon zález partió el 27 de junio de Trujillo. En Fnlcon recibió el emisario que llevaba la orden de que apresmaac la mar-


cha, porque el enemigo estaba cerca del resto del ejérci to (1). En Santiago de Chaco, uu teicer emisario le anunció que el peligro la amagaba a olla misma i que se proyecta ba cortarle el paso i destruirla, pues se sabia, qne puesta de reclutas recien llegados de Chile.

era com

de que se servía jeneralmente la espedi eran indios. Sobre esta clase de correos se espresa el se Gorostiaga como sigue en la carta que acabamos de citar; aLos indios o cholos son regularmente individuos de nna constitución fuerte i bastante pillos, aunque be oido a algu nos calificarlos de sumamente torpes e ignorantes; pero es por(|iií: smi mis! tv tea i i los. "No lacean palabra i es difícil sacar los ríe; «Ani ¡■■■'i-áa, ¡ttiit ¡o ilin,,: unía lo saürún, o un monosílavo que en nada [nirla ounipi.-oineterlos. A aquellos con quie nes he tenido que entenderme en confianza los he encontrado con natural despejo; lo que sí que son estremada mente des confiados i recelosos. Noloaereo cobardes, aunque les falta patriotismo, por culpa de los blancos o caballeros. Con un trago de cañazo son como nna llera despechada; en nada se detienen. Un coronel perua no así tamliien lo asegura en una carta que tengo en mi poder. La bebida favorita de ellos es la (¡hiena de maiz o jora, como la llaman ellos, pero para la palea usan el cafumazo o aguar diente ordinario, que es el único que conocen e introducen a la «erra. El indio es sumamente andador do a pié i puedo sin gran esfuerzo andar 26 i mas leguas al dia, llevando por único ali mento coca i por compañero nn mas nn bas-

(1) Los emisarios

cion fior

palo

En los

mandaba nos

quo

mi campaña al interior, cuando la costa le proporcionaba caballo i algu pero los alcaldes i vecinos me hicieron ver

un correo a

comestibles;

que de este modo demoraban ron

largo

primeros tiempos de

darles

un

par de yaques

mas

que; do

(ojotas)

a

pié

i

me

aconseja

i coca, lo qne puse

en

practica con gran ventaja para mí i contento para ellos. Como los aperos sobraban, los yaques servían para muchas dilneit. J pías i economías,


"

En efecto, en el punto llamado Tres lüos, adonde llegó el (i de julio, estaba el grueso de las fuerzas peruanas, i sino lo atacaron fué porque a Recabárren i Cáceres se les habrá desbando parte de su jen te i una división que espe raban no llegó en el momento deseado. Según so supo después, Cáceres vio desde un cerro pasar l.i columna González i se lamentaba de su mala suerte, que no le permitía conquistar una gloria tan fácil, anonadando a uu enemigo cinco veces inferior. La

tropa peruana

tuvo

repetidas

veces

ocasión de atacar

la columna González: la última caminaba por las que bradas i la peruana por las faldas de los cerros, llevando a la vi-:. i ¡íl enemigo i al alcance de sns fusiles. tí

Es.ta difícil situación manera

nn

olieial

nos

lo

distinguido

esplicaba de. la

de la

espe-lioinn

siguiente en

carta

remitió el 1." de setiembre de este año, en vísperas de dar a la prensa este libro. ('Saliendo de Santiago de Chuco se toma una dirección casi recia, al este i perpendicular al Marañon para ir a nuaniaciiueo. Hai un solo camino de salida que está si tuado -cu el fondo de una quebrada profunda, cuyas pa redes son absolutamente inaccesibles, de nna altura de onaíro a eineo cuadras i nueve leguas de ostensión próxi mamente. Termina esta quebrarla poco antes de llegar a Tres ltios, eu cuyo lugar se destaca un pequeño valle i mnt; mía en d¡;--x-am si 1 1 liamaelmco por una faja angosta i poco accidentada, teniendo a uno i otro lado rks cordi que

nos

lleras. «Cáceres oslaba eu Angassnsircas i es claro que podia cortarnos antes de tei minar la altura, sil [.ormino rio la que

brada,

i

encerramos

por

retagua vrlia

en

Santiago

de

Chuco;

porque de Angasmarca, parte un camino para Huamachu co por la altura do la quebrada, que va a caer al término de ella por el camino que nosotros seguíamos. «A ¡in do evitar esto, caminamos todo el dia 5 i toda Isi noche del misino «l ir» Eu la mañana del (i estábamos fuera de la quebrada i ya cu la altura, por la cual conti.


22

dia. Después de dos dias i nna noche de mar cha forzada, sin comer i sin dormir, conseguimos venus libres de una espantosa encerrada. lleca 1.-.irruí ¡indo atacar en este nos al salir de la quebrada, o en Tres liios; pero último punto podríamos haber reuhido el ataque i hatillonos en retirada, tomando la cumbre do la cordillera de la izquierda que va a terminar al pié de Huamachuco, mien tras que sorprendidos en el fondo de aquel largo precipicio no habria escapado uno solo de los espodicionarios.» La columna González se reunió con las otras dos en Huamachuco el 7 de julio. Los veteranos del Concepción con los reclutas que ]oa acompañaban, librándose ellos misinos de una muerte se gura, fueron los salvadores del resto de la división, que habria perecido aplastada por las fuerzas de Cáceres i líemiamos ese

'

eabárren, si aquellos

no

llegan

tan

oportunamente,

mas que la tercera col um na I ni biela permaneci de las dos primeras, habría bsistado pura que tres bubicran sido combatidas en detalle i tuviéramoshoi que bendecir la memoria de mil i tantos mártires,. muertos eu desesperada Inclín, en vez de colocar en el pe cho do otra lejion de victoriosos la medalla de la gratitud

Un dia

do las

separada

nacional

.

Los recién llegadus fueron recibidos con burras entu siastas por sns compañeros. Pronto en mil animados corrillos se contaban sns peri pecias i en cariñosa intimidad cada uno festejaba al amigocon lo mejor que tenia. La división González no tuvo en el camino otra nove dad que el magnífico recibimiento que le Isicninn los ha bitantes de Santiago de Chuco; le obsequiaron una sucu lenta comida preparada, nó para 50ü hombres, sino para mas de mil. Allí se bebió por la patria ausento i so renovaron Iosvotos de abnegación i de heroísmo.


II pueblos al pasar nuestras tropas. Arcos de triunfo, flores i vivas a Chile. Los espedicionarioa encuen tran hasta quienes los dicsn ],a¡i't. Barómetro para saber cuando el enemigo está cerca. Amores de dos que salvan a muchos. Enfermedades i epidemias. Terribles efectos de los ¡liquen. Estado da nuestras tropas al terminar sn ultima jornada áutes del combate.

Actitud de los

jeneral, con cscepcion de lo que sucedió en Patodos los pueblos las tres columnas eran recibíardorosas manifestaciones de regocijo. Sallan los habitantes, hombres i mujeres, a encontrarlos ¡ les llevaban diversos regalos. En algunas ln; hacían pasar debajo de áreos de triunfo j les arrojaban llores, al mismo Por lo

llasca, das

en

con

tiempo que hacían repicar en las iglesias. Habia viejitas qne no pudiendo bajar rápidamente des de los balcones, gritaban: ¡Viva. Chile! ¡Vivan los chilenos! Xo se entrañará esta actitud si se tiene presente que nuestras tropas habían estado otras veces en esas pueblos, i habían sido mui apreciadas por su excelente conducta i por la confraternidad de que habían dado repetidas prue bas. Volver a ver al amigo franco i jencroso, era una alegría para el dueño de casa i para el huésped.


En

papá

n

algunas aldeas i ciudades hasta habia a los recién ¡logados. (1 )

1-hi iluaimiehttco el recibimiento fué

en

quienes (lorian t

estremo cariño-

de los agasajos particulares, se hospedó a 11 tro buenos sitios i se le dio suculenta comida. pa La tropa del Talca llegaba por tercera vez a Huama chuco. Allí como en otras poblaciones, cctdal.au con sincera,1" amistades, (¡no en mas de 1111:1 ocasión sirvieron no solo para disminuir los sufrimientos de la vida del soldado, sitie también para el buen éxito de operaciones desleirás. El amor, que no reconoce patria i vence imposibles, fué para muchos de nuestros bravos éjida protectora i ánjcl tutelar de su existencia. En cierto pueblo el enemigo estuvo a punto de dar una sorpresa a parte de los espediciousirio.s i estos debieren su salvación al oportuno aviso que una dama, tan hermosa como amante, llevó sil o¡impaini-n!<> en pi-'-cij litada c:ir;,ei,:i, so.

A.

mas

en

tenn.Tiisa do

ver

despedazado

en

lacha

iie-xu.:.1

1

lernble

al dueño de su alma. Las manifestaciones de aprecio que recibía nuestra es pedicion en algo le hacia olvidar lo que por otras causas tenia que siiftir física i moea'iuclltc. Ademas de los rigores del ehma i de las asperezas del camino, varias enfermedades debilitaban sus fuerzas, aun que no disminuían su entusiasmo 1 su valor.

He _

jieos

i

aquí

lo que

mas

robustos de la

nos

En comunicación

(1)

escribía

uno

de los jefes

quo

recibimos sobre la

Gorostiaga, después LibtriadAs Talca fíi nos

decia lo que

mas encr-

espedicion Gorostiaga;

espedicion

de publicada en las columnas de La jubo de 1831 una parte de cate capitulo, signe:

en

«En la marcha de las fuerzas desde Trujillo al sur fuimos tratados en los pueblos con tola clase de atenciones i agasajos

salvo

en

Pallasen,

donde I03 veeiuos

a

la

pa>:ada

si

portaron


«Los enfermedades qite mas nos atacaron cu la campa ña fueron diarreas, ilesiutcrias i virnchi de mal carácter, A la conclusión tuvimos qne andar como judíos errantes sacando el cuerpo a la última eufermedad. En Cajabamba arreció lauto ls¡ diarrea con fuertes dolores, que creo no quedó nadie encentó del mal. «Como plaga extraordinaria tuvimos la de los Piquvs, Es éste un inscctillo que busca hos-ia.-daje principalmente en ¡as uñas de los pies, l-'u tres o cu: tro ,"', as roe, se interna i deposita una bnlsira con infinidad de hnoveeÜlos que son óleos tantos animal-ajos, ios que, si oportunamente no son

lis ais i de <e

si

¡v;rvvs-i i'.«-¡

bs-hídsc.-eu Labes i

'esta ssethad

tomar

a

sus

|i:edrs¡

i.

dsulo. qisi- ile.;ai-on

cueidu-hae

Pai

-.

hal.itardcs bahaisi

ti'a;pi. Ea ÍIi¡a.a..h»-.-d fie- iasi'a el agua ¡ÍL-l-.!J:tl'!l!l les lili tullí ::i C.¡, p;i ]-;i 1 j'jj'i-

SU::1

;s

IV

-idvev-

punido

fuerte

a

de olor i II

nos

que

1 Sil -ti el ÚltsiUO -iol-

de

cansado manco. En Cabana, aparto do las flores, habia arcos oobis calles i bsinñerilas eu las cusas i un buen almuerzo 'con servicio especial, que nos llamó muclio la atención. En Tanca fuera de lo ante-. rtor

as

dejaban

¡l

ver csi

a

nisn

las veai ;i:as,

na

puertas

i

terrados,

niilas

bastan te. confortables

cu figura., cosa que eu ningún otro pun visto, porque las mandaban guardar lejos, sisi por infundado minio si les r'u'.l »>/.■».■■■, como se nos lla maba i los agasajo;! lisa baeian hombro.* i ¡unieres viejas, man cas, cojas i tuertas. Los repiques d.: c;l-ii|>;l:i:ls i comisiones de vecinos no escaseaban en los pueblo. ■,, (.'siasuio regresa ha sis os del sur al norte, los mismos pueblos estiban casi solos i has: a,

to habíamos

duda

,\..

.■','-:

,.,".|X.',",.'l'e- lia!:.'-.'"'

Henal segura rb-1 barómetro de k guarní

era

que cuando les

pueblos estaban Enlos. el ci:emi-".o estaba cema o bien tjvic f:o nos esperaba en el punto inmediato algún golpe: ctiiuido no nos segnian los cholo.;, la cn;i se ponía mas seria i ora seguro que el enemigo fre aproximaba o por lo menos que nuestra situación para ellos se presentaba mal i no habia medio de hacerlos seguir ni ann ofreexmloics b!>:-rii|iiit:i:-¡, que sosi lau

apreciados

por todos los

tiaga al autor )

serranos. —

(Carta

del coronel Goros


26

/

invaden produciendo irritaciones i pequeños tu Yo no couocia tal enfermedad, por lo que cji los

estraidos, mores.

descansos que daba a las fuerzas me llamaba la nteuoioii i no dejaba d.0 ech-ir mis choreo* sil ver a los soldados qui tarse los zapatos i unos con otros abarrarse los pies, exa minarlos i maniobrar enseguida. Mas tarde siqie que lo que hacían era la operación para quitarse los tales piques. El ataqúese reduce a operar ron un alfilero navaja en tor no de toda la [sane horadada hasta sacar integra la bolsita con hueveeíllos, sin dejar ni uno, i a laven al pig lie, i luego taconear la cavidad con la ceniza del cigarro me/.clada con el tabaco a medio quemar, qne está próximo a la ceniza. Es preciso también no mojarse los pies en cuatro o seis dias. Uñando la bolsita con huevecillos se ha desarrollado, la operación es algo mas difícil. «Con la abundancia de los ¡tiques se hizo tan diestra la tropa para sacarlo?, que habiéndome atacado a mi, llamé a

cabo, que era reputado como el cirujano mas notable piquen i puedo a.-c^ararijue la operación me la hizo con admirable delicadeza. riHa habido individuos (pie lian estado mui mal, por no

un cu

haberse conocido la enfermedad; creyendo de diverso oríion los tumores o irritaciones, los curaban por otra enfer medad, con lo que tomaban nn carácter grave i hacían su frir Hincho.» (1). Por lo jeneral, los soldados en víspera de la batalla, su frían las consecuencias naturales a dos meses de cansancio, de fatigas i de sufrimiento;*, de marchas h r/.adus r u que era necesario dormir con un ojo i estar con el otro alerta, listos paro cuabuior ataque.

Entre los jefes que mandaban aquella lejion de bravos, el señor Cruz, comandante del Talca, ora victima de Us en fermedades reinantes en la tropa.

(!) trante

El o

pique no debe ser otro sino la llamada pulga pene nigua que abunda en ciertos países cálidos.


27

Una tenaz disenteria había aumentado para él las pena lidades de la campaña. Pero eso jeFe, que en apariencia es de una constitución tlébíl i delicada, posee un carácter enérjir'o e ¡ud ahle, cuando se trata de la defensa de su pais. Nunca sus solda dos lo vieron desfallecer ni en las asperezas del camino uí cu et fragor de los combates. Así enfermo, mas se cuidaba de atender a sus tropas que a sí mismo: el bizarro bata llón que mandaba oia con frecuencia fiases de cariño de su jefe i exhortaciones para no dejarse abatir ni por las priViicior.es i enfermedades ni por las balas del enemigo. La tropa, que veía que la palabra esta Isa confirmada con el ejemplo de su comandante, procuró siempre imitarlo i fué sufrida como él i como él valiente. Varios otros oficiales llegaban también a Huamachuco enfermos de disenteria i e.\eesivsiimmte débiles, En su mayoría los soldados de la división, con sus ros tros cadavéricos, mas parecían convaleseietites de un hos

que militares de quienes pudiera esperarse heroica con fuerzas superiores.

pital

una

lucha


III Plaza de Huamic'ineo.—Coloaacion de las tropas.—Efecto cañonazo. La-í bahía que ¡n-oduco eu lo; ehsieno.s el primer de boca hirereeju.adi; ¡mr las bala- de catión. TiroJ perdí—

Ocupación

par las

tropas

chilenas del

cerro

Sazón.

\ri reuní' el en Huamachuco do las t¡^.-- columnas, reani mó el espíritu de su jefe, que, ya libre de por lo que pudiera haber sucedido a la fuerza de podia esperar mas tranquilo a la lejion enemiga. Parte del ejercito hizo s-u rancho eu la Plaza de .«■ que tiene cuatro cuadras eu cuadro i es la mas gran e deí Perú, adornada, en el centro con un j irdiu. mal cu laclo, [a pesar de que hai abundancia de agua eu la pobl don) i una fuente de piedra, con una pirámide .sencilla de

zoz-obras] González^ ■

material.

mo

Al Talca le tocó hospedarse en el en la Plaza lie Anuas.

enlejío

de

San X

-(Jas,

situado

l'l día 7 tan del

en

que

!a columna <om:: doz supo el apidon Cesáreo Medina, por una siiora

llegó

Concepción,

que tenia su casa de comercio en la plaza, que habia rlo ii" Tres-f¡¡os un arriero Ira vendo la noticia de nui <'á'

liga

_

cere..

\

estaba allí.

MI ca-onel

(iorostíaga

mandó

a

Trc-íiios ij

homlres

.


29

de cabullería a informarse si era cierta la

noticia, pero vol

vió mui tarda sin descubrir al enemigo. Sin embargo se presumía i aun llegaron rumores por otros conductos de que éste estaba mui cerca. Se decia de que ('áceres i Recabárren se diríjian.a II lia machuco con cuatro mil quinientos hombres. Toco ese dia so pasó sin incidente ninguno notable. Despees del almuerzo se dio orden al batallón Concepción de nia'char al rio, que coree al costado del pueblo, a lavar su ropí, tarea qne desempeñaban los .soldados como lamas hábil 1; validare.

El una

aa 8, como a las dos i media de la tardo, dio aviso alanzada del Concepción que al mando del subtenien se encontraba al este, de que los cerros del frente

te

Otaste

se

veinn" cubiertos de enemigos. En tfocto, eran las tropas de Cáceres i Recabárren que

tiparectm

en

principaron

el a

cerro de Coynlyn, las que inmediatamente bombardear la plaza. un blanco espacioso i seguro i trataban

Se ta presenta ha de

aprovechar

sns

proyectiles.

tropas preparaban sn comida i naturalmente rec¡sorpresa. Sin embargo, ai sentir el primer caño nazo, iu grito atronador i unánime de ; (Ví.yi Chile! partió I ,s; hieroi

una

do toco el campamento i mas d ItoO qnepíes ajilados en el aireen señal de alegría manifestaron al enemigo que su prescrcia no acerba ni a 'na a guerreros acostumbrados a fracon la victoria. terniznI u-.ied i atañiente los soldados corrieron en busca de sus fusilo i a las tres de la tardo toda la división había aban dónalo el pueblo para tomar posiciones ventajosas en las alturs. Partieron sin otra novedad qne la pérdida de casi todo il equipaje, que no hubo tiempo de tomar, pues no llcjffóla caballada oportunamente para llevarlo i no era fácil resolverse a cargar con él al hombro. Solo los solda ■

dos (el Talca llevaron el suyo i

lara rnto

H

a

formar.

proveedor do

en

seguida fueron tranqui

cate cuerpo, sefior

Poblete,

tuvo hasta


de hacer que el ranchero Gaspar Zambranop: los fondos, lo que hicieron también ronchas Ib tros a fin de no dejar comida preparada al ene» En cuanto a los caballos, el único batallón de inl'aptería que salvó los suyos fué el Talca, gracias a la sangj, del subteniente don Federico líivera: la caballada demás batallones cayó eu poder do los peruanos. A las tres i cuarto de la tarde, las tropas chilenas, ale gres i entusiastas, se instalaban eu el cerro HaniadoBazon. Este cerro es mui escarpado i su tierra moved sa. El camino que conduce a él es una pantanosa pampa <b cerca

tiempo vuelta

a

'

soldados,

ile cuatro

cuadras,

de

muñera

que

cosió

grandes

s u

-¡'icios

subir los cañones. Se caían a veces las ruedas i e rio trasportarlas a hombro. Mientras tanto, el enemigo no paraba los fncg' Hería ni nn minuto en !a cumbre del frente i su infantería bajaba al pueblo i desde las calles i edificios dispaaba so bre las últimas tropas chilenas. Felizmente sus cañones no acertaban ningún las balas caian en nna laguna próxima i el único dato qne ocasionaban era cubrir de lodo a la cuarta compaña, del

jiro:

Talca. El sefior don Luis Dell 'Orto, capitán ayudante da Con cepción, fué uno de los últimos oficíales; que abaudmaron el pueblo. Al partir las tropas, montó en el caballo dll cor neta que le había trasmitido la orden do marcha I fné a a hacer que regresara a su batallón la avanzada dü sub

f

teniente Ofiate. En

ese

momento la división

Recabárren

se

desciigaba

prontitud de los corros i hacia su entrada a HÍaniachuco, pisándole casi los talones a Ofiate i sus soldajos. El intrépido Dell'Orto, a pesar de verse a pocos país del enemigo i casi solo, pasó al hospital a hacer partir al Ver con

subteniente Lillo del su Concepción, i al cuartel cuerpo habia ocupado, donde encontró otros dos solidos uno sobre el caballo del asistente di co-

me

enfermos. Subió

qle


31

maníante González i el otro lo tomó 41 a nnrso con sus

a

la grupa i

partió

compañeros.

Ptr fin, a las cinco i media de la tarde, toda la división chilena ocúpala sus posiciones del cerro Sazón i nuestra nrtileria principió ¡i contestar al enemigo, i tan hábilmen te, qie las balas, segnn confesión de él mismo, hacían des troza en sus filas. Sn emliargo, todavía no estaba empeñado el combate serioi definitivo: estos eran preliminares de la batalla,


*

IV primer muerto 0:1 ITuaiuaebex-i.-- ("n bellísimo epifOtio. l.di Diez soldados continué» la divi .ion Kcc¡ib;'.;i en. « Relíale candela róicos Zambiano i ITenianih;;!. hijih liceo de un herido i El grupo de I(.;¡ Leí na 'a.--. del campamento contrario. Vaha- heroico i virtud inhu

El

—■

'

-

Desesperante

me. — no

se

asaltó

a

situación de

niicsleas

jeneral es .—Víspera

núes tías

tropas el

Í.L\i;):i-.--p,r

U.— Consejo de

<¡u

ofcí:

'

del combate definitivo.

El primer muerto de Chile eu Ilutina chuco fué tía tal quino, el soldado Vicente Hernández. Su muerte es uno de los episodios mas sublimes cía batalla de Huamachuco. Hé aquí como se verificó: A la salida de la ciudad por el lado 11 ir-este se en tra el cemeurecio. i desde allí i oe¡i¡nn.l, la falda del norte estaban los batallones Talca i Con Las fuersisdehx.xl. ,--,., ...¡r. ,,,,, :; nquearlosp punto, i la primera i segunda conqt'íiiu: riel Talca a contentaban los fuegos, porque e-peraba (¡ue combatía- parapelado detrás de los nnros del co terio, saliera de sus posiciones para si. batirlo con

Pero una avanzada, compucsl:: de f; soldados mora i segunda compañías del Talos!, do dos Concepción 1 de dos de la primera compañía do

,,,

,,

eni-1'0

ese ms

as

,

soldadcslel

se

adelantaron

a

desafiar al enemigo, casi cuerpo

artilleS a

cneiV

'■


-

e

1 tcieron

enonigo

punterías

88

tan seguras, que bala que salia

era

que rodaba por tierra.

j¡ste piquete do temerarios sostuvo, solo, el combate por

de una hora, e impidió que Eeeu barren (.-mi hombres avanzara sobre el ala derecha de I03 nuestros. Lo dirjjian el soldado del Talca Gaspar üambrano i su segando, Vicente Hernández, Aquel era el mismo que dio vuelta a los fondos antes de sus

rota

partir

de la

'.ion

plaza.

A la media hora

cayó herido

de muerte el

segundo,

i

entonces Zambrano tomó el cadáver de

principió a arrastrarlo disparando siempre.

Daba

háeia el

su compañero i campamento de los nuestros,

cuatro pasos atrás, depositaba su preciosa reliquia bu fusil i decia ¡échale candela, hi-

el suelo, apuutaba

en

jito! Así avanzó i otras tantas

largo trecho: descansó ocho o diez voces disparó conjuntamente con sus compañeros,

nn

sobro el enemigo, repitiendo la sacramental frase de: ¡érlutU candela hijito! i cada candela eran sois u ocho hombros menos

ea

la división Recabán-en, que mataba el grupo

heroico, vez le tocó la candela al valiente Zambraqne cayo herido por una bala que le atravosó el pecho. No obstante, asi herido como estaba, sus compañeros le

La undécima

no,

oyeron csclamar por última voz: ¡éelníe auuleb.i, hiji/a! Este incidente gloriosísimo fuó el último también de la

jornada. Los fuegos se apagaron a las sombras de !a noche, i loa dos ejércitos amanecieron al siguiente dio, avistándose en las alturas i teniendo la ciudad por medio. Para los sobrevivientes del grupo de Leónidas, que con su heroísmo detuvieren soles la columna de Recabárren, los incidentes de la jomada no terminaron de la misma manera que para ol grueso de laa tropas,

Á. modia noche

consiguieron

aalir do

bu

oampaineuto.


/

-

otra "vez eu vida por desobedientes; penei rón al del enemigo i se robaron a sus dos compañeros. Felizmente, el heroico Zambrano vivia todavía, i caí

esponiendo ron

los dos cuerpos i los

entregaron

a

la ambulancia.

Zambrano, después, de algunos meses de dolores i de i operación, alivió, i hoi es uno de los soldados líe

difícil

eiados por inválido del Batallón

ti

a-

Talca,

que reside

ía

u-

en ¡sa

1 ciudad. lié ahí cu ese grupo de valientes representado todi el carácter del hijo de nuestro pueblo, jamas suficientemente amado. lié ahí al chileno de pura sangre: humilde i sufrido en :■! taller i la faena: indomable i heroico en la lucha; jeneroso en la paz, hasta ceder su único pan al hermano mas infeliz que él, i jeneroso en el peligro hasta arriesgar su existencia eu favor del compañero; i, por último, abnega do i patriota basta rendir por su querido Chile mil vidas si las tuviera.

I esto lo hace sin idea

de premio o gratitnd; sin naturalmente como el rio el sol dora las cumbres, como el niño feliü rie, como la madre besa a su hijo, como el ruiseñor canta, como las flores espiden perfume i como Dios bendice a los buenos.

alguna

ostentación; naturalmente,

se

desliza hacia el mar,

tan

como

VA día !). víspera .'de la batalla fué el de mayores vacila-

Dcsdc la mañana hasta la noche llegaron al campamento noticias contradictorias de toda especie i el enemigo puso en juego toda su astucia para engañar a las tropas chi lenas. A primera hora los nuestros temieron un asalto del ene migo; pero no se verificó, porque el célebre Puga, que inundaba una fuerza respetable, estaba en Cajabamba a cinco leguas de Huamachuco. lie allí no se movió, ni se


\ —

85

pRsentó al combate el dia siguiente. Según el alcalde de Cejabaraba, en ese punto sustrajo id caballos i esa fué la úrica acción distinguida de ese caudillo. Durante todo el dia, do uno i otro campamento se dis paraban tiros aislados que no llamaban la atención, i solo «por no peder la cost-mibre » La situación era un poco desesperante para los soldados, qne querían definirla pronto i si posible les hubiera sido a la, bayoneta calada. Se cita esta frase de algunos veteranos de nuestras hues tes qne habian peleado en Chorrillos i Miraflores: «esta mos peleando a la peruana, de cerro a cerro-, solo nos falta deshonrarnos.» El mismo dia se celebró en nuestro campamento mi consejo de oficiales jenerales: unos sostuvieron que se pre sentara el combate i otros qne

se emprendiese una retira vista del mayor número de tropas enemigas i de ejército era el mas escojido del Perú, el mas dis ciplinado i con mejores jefes qne todos los otros que habia

da,

qne

en

ese

presentado

antes.

La noche del 9

se

volcanes, precursora

pasó

en

silencio,

con esa

calma do los

de terribles i estruendosos estallidos,

efecto, al dia siguiente, al despertar la naturaleza, al primer ósculo de la luz, a la primera sonrisa de la ma ñanaba! primer arrullo de las palomas i también al primer rujido de las fieras, el corazón de cada combatiente era nn cráter, í pronto lo veremos espedir la lava de su ira sobre las cumbres de Huamachuco. (1) En

la situación de nuestro ejército el dia 9, de h batalla do Huamachuco, nos docia el valiente

(1) Ocupándose de

víspera


capitán del Talca (hoi espitan del 2," do línea, don Carlos lojas Arancibia, en carta de (Vcha 7 de Abril de l¡-'£i4:

En la mañana se snpo que Pinga con 000 hombre», no tardaría eu apavceer por nue.-ci-a retnguar i ya nuestra situación principiaba a hacerse nina critk cada momento se veían desfilar batallones enemigos qi la ai i. I.. í¡i |n ; vi tinos: mabuii rol.. sacion eu los ivi's-i no dejaba de funcionar, la infantería del pueblo (ambie: manifestaba sn presencia con continuos disparos, i milUnto Tio.~otro.-r. casi encerrados eu el (serio, sin víveres, pues no teníamos mas ene casase, sin sal. con el a;_oia a muellísima dislanc'a. con dos variolosos que no;; haeisiu temer el contajio,

mal arroados,

-

sin conecer a punto fijo el número de onemigos que teníamos ul frente, i por último, sin nna fácil retirada on caso de un il'-'a-ar.i. nos cucouu-ábainos en una situación mui poco envi diable; así es que deseábamos que cuanto ¿lites se resolviesen loa señores cholas a atacarnos i empellar una acción decisiva. Así pasnmos el din; eu ¡a noche, esperando una posible sor presa, las molestias fueron mayores. Sin embargo, no dejába mos de alimentar la idea do que Cáceres, no habiéndonos ata cado en todo el dia, ni la noche anterior, ora probable que a favor de la oieurid.iil se luoeiene coa su ejército hacia Cajamarca, tomándonos la delantera, a fin de concluir con I:/leíias, objeto que sabíamos lo traia por acá i una ves logrado nuh Seseos, escapar de nosotros rcüi-áudose al Slarafion, donde no era

fácil

seguirlo.

Ademas, pensábamos daría

en

tttaoaba

que la

expedición Arriagada

no

tar

aparecer i aun hubo momentos en que creímos que Cáceres por la ivi;e,oiai.\li,T, al notar que se sentían

a

cosí esa idea i cosiseeaiir bajáramos de nues posiciones en apoyo de nuestros compañeros. Terminado el cañoneo, 0 P. M. , pudimos observar, ayudaios por los anteojos, a unos cuantos soldados de caballería qne on la cumbre del Cuyulga pa-seaban una gran bandera chilena, con al objeto de hacernos la ilusión mas complota. 1 ":i vi«L;i di: torio ¡.-..lo, uuj-Lra'i iinpan ¡srd;a:i eu das.™ de

para engallarnos tras

1 ■■'..: ■■■•■'

i

e ■:■■-•■

para

protejer primeramente alosamigrai

com

pañeros de lis tlivinioa Ari'isiL'a'la, i después, creyendo i Os vic toriosos, para salii-les al encuentro, i hubo noceiidad do la los jefes i ofiolales para concluir oon ol entusiasmo d- los soldados,

enerjía de


Todas oslas

agrada' des siguiente al notar

leí dia ou íus

37

— .

i hi -'iones concluyeron que nuestros enemigos

con

la diana

permauéc-ian

campamentos;

Como

no

surtiera efecto este ardid, Car-eres

i

runió

un r-.n¡i-

guerra para tratar de la conveniencia de nú ataque en noche. Admitida esta resolución, no se Uevíi, sin embargo, a efecto, segan Pradito, por enfermedad del coronel Tafur, Jefe del

sejo de

esa

EsSado ilayor peruano.


V Dudas i vacilaciones.— Conflicto del

jefe de la división.— Su caíso de un f ¡sica so. —XÚ suero de comba tientes.— Pésimo estado de la caballada. —Provocación san recuerdo oportuno de los mártires responsabilidad eu

grienta del enemigo. El de la Concepción in.-pij-a —

m.x. valor a nuestros soldados.— Astucia de Cáccsvs burlada por Goi'ir¡t;;i¿ra. Una inlrcpida acometida de Canales provoca el combate.— Oportuna ocurrencia de un soldado. —

<Hubo plan de combate

en

la batalla de Iiuamac-hoco?

Los corresponsales de los diarios. ímioos historiadores liOi,ir¡ue escribieron desde lejos oor la impresión comunicad;], por personas ¡uni-ns, lian opinarlo 0110 «¡ El público, también fuerle i eariüryainonte impresiona do, lia creído desde los primeros momentos se debia, hasta

la victoria

ditarlo

a

plan

un

esrratejioo, bahíl

de combate.

que i peneeiamentc 1,¡

-n

me

Nosotros que escribimos un ¡iño después de la heroica «cotón, con la severa impareialid k1 do la justicia, sostene mos .mic no bulo plan de combate. :" '""i 1""'; ¡J.¡¿ por una sorpresa i el triunfo se debe

\-a

ofieiTr'-'f

1UT"J

?** Si i11"6 de tratándose IKhm,, Vi' i

i

su

»n"\*™U* de soldados, clases,

U:'¿ C"m"

*im>\>™<

propio honor

"'

"icrlio <le

i del .le Chil,

^™¿V^!£^;S;»;;ür:'

!

"

|,.„


89

El dia martes 10 de julio, todavía el consejo de oficiales jencrales no habia resuelto cuándo ni en qué forma se da ría la batalla. El jefe de la división se senfcia indeciso; no sabia que hacer. El enemigo era doble en número, bien disciplinado, con tropas escojidas, con excelentes jefes i ron abundantes mu niciones. Tan seguro estaba Cáceres de la victoria, que habia dejado dos cañanes en Huai-az por creerlos innece sarios i habia mandado órdenes a Trujillo para que le le preparara

una

soberbia

recepción.

a la división Gorostiaga i había dicho que tendría ñipan' almur-in¡Eran tan pocos los nuestros! Hé aquí el párrafo de una carta 'íntima, publicad:! eu loi diarios de la capital i que escribió desde Lima, aplau diendo al Coronel Gorostiaga í a sus huestes el entóuces

Despreciaba

con

ella

no

mayor, don José Antonio Nolasco, mas tarde se cretario de la inspección delegada que liquidó al Talca. «No exaj erara os: las huestes peruanas, en jeneral, llegr.ban a la respetable cifra de 4,900 combatientes, según el autorizado testimonio de los coroneles Prado i Luna. «Los nuestros alcanzaban apenas a un total de 1,600 hombre*!. «¡2,700 soldados de diferencia!

Earjento

«¡Esto es enorme, i en pampa rasa! «Los tercios peruanos contaban, ademas, con 11 cañones servidos eu todo: buenos arti lleros, buenas i abundantes municiones, map-uílieas ínulas. Era, pues, un poderoso elemento que debió anonadar a las fa(i-:ailas fuerzas del animoso Gorostiaga. «En aquella desventajosísima jornada, los nuestros te nían solo 7 cañones antiguos, sistema Krupp, con buenos artilleros, es cierto, pero no superiores a los de los contra rios: se sabe positivamente que estos contaban con algunos

Blackeley, perfecta mentes

diestros

estranjeros.


40

La división flui-ostiaír-i, que peleó cusí tres eternos d constaba de 1,000 hombres, en esta forma; k

«100

artilleros,

n„"2:) r!--! ihltulksil :lñ riel

id.

ríñSO del

id. id,

«

a',2'y del

«140 del

Zapadores, Victorisi, Talca, {'(incepción,

Rejimiento

i

de Cazadores.

«1,1100 Total.» En !a noche del Ü do julio es probable que el coronel (!oro,-(ia'j;i no haya podido dormir.. Veía al frente a un poderoso ciicniÍi;o; las tro'.isis chile nas se componían en usía, tercera parro ríe reclutas, estaban

fatigarlos i

su

con

caballada

L-neniie,'!!,

que

Lautos eu era

viajes,

teniau

¡soquísimas

esqueleto comparativamente soberbia,

numerosa

i

municione.1 con la del

cscojidí!. (1J

(l)Lc«! siguientes (latos revelan nías claramente el o- Lado de las cabal nad n vas con que enlras-osi en eouibate los Cazadores, «Tan ¡nal se esu-ouiraba la ealisllada por el largo i pesado soivicio que venia haciendo desde su estadía en la, cosía, qne un oficial en el acto de ir a dar la carea i-nsul.só el sisvo pinuu ehus,o Un caballo tordillo (¡lie llevaba otro de ai ti Hería i.uc :¡:r se: vi a para alt.r,ia.- en las mal-cha r. laníos en lo uí.aion i quedó con el sudor i tierra de color osean.) <■■ inconocible. Los debajeros que se n>al au in !.>■: caballos era necesario ha cerlos lavar por el estado del lom» de los animales i también para evitar unü epidemia i rjro \vn estómagos do los quo te nían que dormir eu la montura pe rm anecie ian tranquilos. A gran distancia del local <!e la caballería se percibía el mal .

I£n l'ajabaluba t-nir- :;i:.' ísl sd-aV,-- municipal para qne loa mandivsa pastar a li u ó b -ñas distantes de la población mas (le íí'Jl! animales de todas cIükcs, porque con mi rosado i blnn-

rpiiseo lomo iniVlabsin

ro^ijatütuiJor.)

l¡:

población.

(Curta './■■/■ rnruiirl Un-


Por otra

prciejido

parte,

no

41

polla abrigar, la esperanza do

ser

¡ir.ii- la división de tres mi! i tantos chilenos que

tenía orden del jeneral en jefe sino pura atacar a los 900 hombres de Iiecabárren i de súbito se habian unido estas tropas con las do Cáceres. ■Cómo ¡10 dudar? ¿Cómo no estar perplejo, por valiente qne sea nn jefe; I que Gorostiaga era un valiente, de sobra lo había pro bado a la cabcaa de su invencible batallón Coquimbo, dirijiendo el cual, las bulas habian abierto anchas heridas en

[lerseguian

a

Cáceres

en

el

sur.

Ademas

no

su

cuerpo. Una serie do circunstancias imprevistas, una serie de roiii":dcueias lo ponían (leíanle de lili enemigo mui supe rior en número. i:i -■■!-. si lir- o] una inmensa respousalsiliilsiil, Si uo venda, habría podido ser acusado de desobedien cia, de prccjpilacicm, de haber compromc-lidn i Uceado a la muerte a !,7<ki chilenos, aceptando un combate excesi vamente de.-' ventajoso. Se comprende, pues, su actitud indecisa i al afirmar i¡o■::■.-(¡lie no tenia plan de combate, reí tílic: uu S un hecho histórico i hacemos justicia ;• eu situación, :-;rn aminorar por ello en un ápiee, niel valor, ni la láctica, ni la pericia lie un jefe que durante todo el tiempo que estuvo a cargo de -■

Lis

¡rop;;s ,pse couiandaba, supo desplegar dotes admira

bles de administración, de i de caballerosidad.

orden,

de

disciplina,

de firmeza

Mientras mil ideas atormsiii.ibsvu el cerebro del jefe' nuestros lectores lo que pasaba en el corazón lie ceda de los lojlonaríos. La víspera déla batalla de Huamacluico el ejercito enemi".!! hizii ütisi ssuterirnta hurla de nuestras tropas,

vean

mió

Como

su

recordará,

el

U

i 10 de Julio del año

1882,


después

42

de 48 horas de combate,

buco pereció heroicamente en la ni

uu

sol"

soldado, ni

mía

plaza

compañía del 0h¡ de la Concepción

solo olieial; fueron ; bulados por las balas de todo un cjcrcho, i como I

escapó

uu

sobre el Huáscar, murieron al heroicos

jefes,

cuyos

de ¡viva Chile!

grito

coru.r.r.mes se conservan

hoi

en nn re

licario cu el templo de la Gratitud Nacional, rindicroá la vida alentando a sus soldados. Los enemigo--, verdaderos chacales en vez de hombres, prendieron fuego al cuartel en que ysician loa cuerpos mu tilados de los muribuudos de esa lcjion de íiíroes, i baila ban en derredor de la espantosa pira.. Pues bien, mi año mas tarde, el 0 de Julio de 1 883, víspera de la batalla de Huamachuco, el ejercito de (ace res celebraba frente al nuestro, con .salvas de fusil i catión, el aniversario del triunfo de la Concepción. Tan seguro estaría de la victoria, cuando asi tan cruel mente hería las fibras mas dehendas del sentimiento! Este acto ruin c infame produjo en nuestras tropas un encono difícil do espíicuc. Cada soldado i cada jefe sentía

fuego por sus arterias. El recuerdo de la horrible pira de la Concepción, allá el campo do batalla frente a los victimarios, suscitó uu ardiente deseo de morir como los 7;J héroes, o do vengar

correr

en

los de les

una manera

también horrorosa.

-

¡Peruanos imprudentes! hicieron cuanto la fatalidad pudo injerir- de mas espantoso para despertar la ira del

león acosado; no se quejen mas tárele si la venganza es tremenda, i si no se da cuartel ni se perdona \ ida. Por eso decíamos que la calma de la noche del dia ü era la calma de los volcanes apagados, próximos a cir

estrepitoso

estallido.

Esa noche, por otra parto, fué pira nuestras sufrimiento, física i moral mente.

cstrnordiuario

produ

tropas

de


Corria

un

viento

43

glacial que penetraba basta los huesos siquiera nn pobre capote con que abri

i muí pocos tenían garse, pues, como dijimos mas arriba, sus abrigos cayeron en poder de los peruanos al tocarse retirada al cerro de Sa zón.

Las caras de los oficiales como las de los soldados apa recían demacradas, tocituruas i sombrías. «.Eslo es intole rable*. «Es preciso que estoconcho/n». ",'líln,' i/in/.-i l< eh.;fo.s?» «¿Creerán que les leñemos miedo.'»— tales eran las palabras que prouunciabm todos, ■■■■;

Amaneció el dia 10. No habia plan de batalla, pero todos deseaban combatir.

¿Cómo? La casualidad

presentarla

la ocasión i el momento opor

tuno.

El mismo dia de las salvas i del fogueo cu celebración del aniversario del canibalismo de la Concepción, Cáceres intentó incitar a nuestro ejército a un ataque. Finjió mi simulacro de batalla como dando a entender qne el grueso del ejercito de Amagada que recorría el sur había llegado i con el se las habia por la retaguardia.

Supuso qno. encañada le. división (lorostiaga, iría a se cundar el ataque creyendo encerrarlo entre dos fuegos. Pero la astucia del jefe peruano falló otra vez ante la sagacidad de nuestro caudillo. Este contestó a cuantos le hablaron del pretendido ata■que, que eso era imposible, porque ni el jefe chileno del sur sabia lo que sucedía en el norte, ni tiempo habia teni do para ocurrir en su ayuda. Si el esperto jefe se hubiera dejado encañar por la astu cia peruana, habria perecido nuestro ejercito, porque ha bria dado la batalla fuera de sns posiciones. El 10 a primera hora, el campamento seguía tranquilo. A las seis de la mañana el comandante González llamó al ■capitán DeU'Orto i le dijo que preparara uua compañía


/

_«-

Conoepoion, pues el señor Gorostiaga habia. dado or den a los Zapadores de hacer un recome/miento ¡¡obre el ala, derecha peruana i esa compañía del Concepción debía se del

a los últimos. En medio ele las mil vacilaciones i dudas sobre ¡o qne en el campamento en oís! ¡31, algunos habían llega do a creer r pie Cace reí- hubiera partido t\ comba t.ir bis fuer zas de Iglesias en Cajamarca i huJeru dejudo 11:10*1 cuan

guir

pasaba

tos centinelas al frente de luí

cerros.

Las dos compañías de Zapadores 'lev:*. han orden de si mular un ataque para r¡ue el ene-migo descubriera sus fuer zas, i, conseguido el objeto deseado, debían replegarse a SUS

posiciones primitivas.

La primer:! la manda ha el capitán don Amador Moreira. la segunda el capitán don Juan Antonio Maldonado i to da la fuerza la dírijia el capitán ayudante don Ricardo Canales, hombre intrépido i audaí-,, que desaliaba el peli gro i que tenia

desprecio

hasta por ¡as

mas

aguerridas

tro

pas peruanas. Los soldarlos que coman latía este caudillo se i.! -iei"o:i interpretes de los deseos de toda la división, que qneria cas tigar pronto al peruano i salir de una actitud embarazosa i mortificante para el orgullo i el patriotismo chileno. No partieron con intención de inspeccionar, sino de atacar i 11 mediatamente que vieran al enemigo. Querían retí rio. para, así empeñar In acción. Ni los Zaprdores ni la comprimí dd señor Dell'Orto, que marchaba a retaguardia, (oniati orden de hacer fuego. Unos dicen que el ataque partió ríe un bal ilion reñimos pero nuestros dato:-, confinn-iti rpie partió rio los Zapado res i aun con el consentimiento i hasta el mandato do su

altivo jefe. Los Zapadores rompieron, pues, los fuegos i se vieron de repente acosados por las tropas eneinigas, (pie lujaron en gran número i oponían un batallón por cada compañía.

Tan cierto

era

que todavía

no

se

habia acordado

un


definitivo de batalla por loa nuestros, qne la acción de los Zapadores, sorprendió a jefes i tropa. Hubo un momento de confusión. Todos corrían a .nrmsirse i a ocupar sus respectivas posiciones, i no se pudo enviaren ausilio de los combatientes batallón por bata llón, sino compañía por compañía, a medida que iban or

^.plan

ganizándose.

Creemos necesario dar estos minuciosos detalles para se aprecie toda la importancia de la victoria de Ilua-

que

machucoi

Al romperse los fuegos, la división chilena preparaba su Se repartía carne cruda, que el soldadodebia asar, así, sola, sin aliño ni sal, pues carecían de ella desde que habian abandonado a Huamachuco. I a propósito, he aquí un rasgo qno revela la sangre fría, Isi audacia i el denuedo de nuestros soldados.

desayuno. cocer o

El comandante del Talca, señor don Alejandro Cruz. los demás jefes, abandonó el sitio que ocupaba el Estado Jlayor i voló a organizar la hueste. Al llegar al csinipaiiirnilu, vio varios montones de carne cruda, i terriblemente irritado, dijo & los encargados de como

distribuirla:

¿Por qué todavía no se ha repartido el desayuno a la tropa? Ya va a comenzar el combato i no alcanza a comer —

nada.

A lo que contestó Pedro

compañía del

Castro,

soldado de la

primera

Talca:

No queremos recibirla, mi comandante, dispense su merced. Arriba vamos a almorzar; los cholos nos tienen el almuerzo listo. En efecto, el pronóstico del soldado so cumplió, porque nuestras tropas comieron esa tarde las viandas que los pe ruanos tcijiaii preparadas en la cumbre del Ouynlga, —

-


Algunos pretenden acusar al capitán ayudante de Zapa dores ¡ al capitán DelI'Orto, de temerarios i desobedien tes; pero la verdad es qne al romper los fuegos sobre el enemigo, lo lucieron muí a tiempo, cuando la tropa ardía eu deseos de combatir.


VI del escer.uiio de la trajedssi.— Sotsiaeiosi de .--Jubos Ataque de los Zapadores.— La división chilena desprevenida. Se organiza compañía por compañía. Re VA enemigo se envalentona i nos tirada rio los Zsiprul.'ixr una compañía del cree perdidos.— Brillante despliegue de Concepción, VA ¡ apitan DeU'Orto.—El combate se hace jeneral en ambas lincas. Valor estraordinario de los peOrden de calacuerda. Soberbio ataque a la bayo rnanos. neta. Fraternidad del Concepción i el 'I*. dea.-- Actitud .'e los jefes enemigos i su fin desgraciado. Principia a decla rarse el triunfo por nuestras armas.

Descripción ejércitos.

.—

Antes de seguir adelante, vamos ción del teatro de la batalla, para

a hacer una descrip mejor intelijencia del

lector.

Huamachuco, capital es una

población

de 68

del

departamento de la Libertad, regulares i 3*2 irregula

manzanas

res, descuidada i vieja, que tiene 8,000 habitantes, i es también im importante asiento minero. Dista 32 leguas de Trujillo, i según un ilustrado militar i escritor, «se gloría de haber sido la cuna del esclarecido Sánchez Ca rdón, uno de los fundadores de la independencia peruana i ministro del libertados Simón Bolívar.» Por el lado norte limita con el cerro Sazón, por el sur con el Cuyulga, por el oriente el Río Grande i por el po niente con la estensa planicie de Purrapamba, principal escenario de la trajedia que describirnos. El dia de la batalla, nuestro ejército ocupaba el cerra

rje Sazón i estaba distribuido asi, formando

una

linea da


oriente

poniente; primero,

a

las

compañías

l." i 2.a

de]

Talca; segundo, una batería con tres cañones; tercero, el resto del Talca; cuarto, las dos compañías de Zapadores;

quinto,

otra batería de tres

sétimo,

Íor; atería

una

compañía

cañones; sesto, el Estado Madel

Concepción, octavo,

otra

cañón, i por último, el resto del batallón que terminaba la línea por el poniente. La

con un

Concepción,

caballería estaba a retaguardia, frente al centro de la línea. Las ambulancias quedaron mas arriba del cerro, El enemigo ocupaba el cerro contrarío de Cuyulga. Entre ambos cerros se halla la ciudad de Huamachuco háoia el oriente, i en el centro i el poniente la pampa ds

Purrapamba. Al desprenderse de la línea que 'acabamos de describir, las dos compañías de Zapadores alcanzaron a llegar basta b1

cerro del enemigo, i allí iniciaron el combate. El ataque fué impetuoso i las punterías mui certeras; pero el enemigo descendió también con fuerza avasalladui gruesos c irresistibles pelotones trataban do despedazar a los audaces. Astutos como siempre, los peruanos en los primeros momentos dejaron avanzara los Zapadores i cuando ya lo*1. tuvieron en medio de sus tropas, desprendieron sus bata llonas por uno i otro lado i procuraron encerrarlos* pero el jefo de los Zapadores dio órdenes tau oportunas i fue ron tan rápidamente ejüi-atadas, que ¡míos que los ponía nos cerraran su linea, él con los suyos se encontraba Cornado eu batalla freiste al cífrenlo, difijieudo lili seguro fuego graneado sobre el grupo. (1)

ra

(1)

El

pita '(-,,

iionv

a

mpit-an Hija* Aransibiaen la

bo

ios

oarta anteriormente es-presa así sobre el rosonoci miento mandado prao-

¿iipadorosi


49

el señor Dell'Orto momento no habia disparado un tiro, vio se desprendía del Centro i de iax-a a fin de paso ponerse (leíante de aquella i atacar a los Zapadores por la espalda, de manera que iban a quedar entre dos fuegos. Quebrantando : a orden que habia recibido de partir en observación tras 1 as Zapadores, el sei íor Dell'Orto no penbó sino en salvar i los últimos. Fué admirable cómo este perito, : utelijente i bravo capitan se presentó al combate con sn < ■ompañia del Concep-

La campaña

í que hasta

Isají

1

a

ese

batallón de peruanos

un

que

guerrillera que mandaba

a

eion.

Avanza tranqi: ¡lo, sereno, impávi do, ante mu nube de proyectiles; despl ega en guerrilla a su jente, la que ejecuta movimientos perfectamente co mbiuadosi hasta cie

gantes, como si i ic encontrara en i rna parada de tiestas cívicos; el sarjen to guia, Adolfo E mingue/, cae con sn

banderola,

hecho

pedazos

por

una

;

■-ranada i todavía los

no co: atestan con un solo tiro; manda el eapiDell'Orto al i ¡abo Pedro Moral* is que tome la bando-

guerrilleros tan

En la maííana del 10 se hacia ya necesario tomar una me dula decisiva pai-ss saber o qué atenernos, i a las 6 i media A. M. se ordenó que una compañía de Zapadores, seguida in mediatamente por otra. Palo 'Jiüj limsibiax. Iiieiese nn s-e-.-onocimiento sin cnipoíiar un ataque formal, poi la derecha ene miga, a fio de obligar a loa peruanos a descubrir su3 fuerzas. Estas compañías atraviesan tranquilamente una hermosa pampa que pe estendia a nuestra, izquierda, i principian el as del cerro de Cuyulga, que ocüpalssrn les poséanos, por poco a la derecha del can n mi nenio (¡ni- óstos tenían. Nuestras tropas están ya a mas de media falda cuando prin a descender los batallones peruanos para itnpodir ol

censo un

cipian

uva.síí!

de luí Zasiiilrsie-. Es toa siguen ascendiendo por mía hasta encontrarse sl coi-tísima distancia de los ene

quebrada,

que bajaban; se rompe el fuego a las ocho mas o menos i continúa el tiroteo hasta que la superioridad del enemigo lo obliga a retirarse.

migos


50

rola de Rodríguez i continiia avanzando hasta llegar casi a veinte pasos del enemigo i solo entonces da orden de fuego! Mientras tanto el jefe de la división habia mandado varias

se

veces

retiraron.

a

los

Zapadores

qne

se

retiraran i al fin éstos

La misma orden recibió el -capitán Dell'Orto, pero esta ba demasiado comprometido en la acción i peleaban sus soldados con d- ¡nasiada bizarría i buen éxito para resig narse a volver atrás. A la vez el resto del ejer-itu principiaba a organizarse con suma rapidez i compañía por compañía eran enviadas al campo de batalla. Su elegancia de maniobras le costó al señor Dell'Orto mui caro, porque el enemigo tuvo tiempo de ocasionarle muchas bajas, pero ana vez que principió el combate esta compañía hizo también destrozos en el ejército de avan-

Protejió perfectamente el retiro de los Zapadores i corté las tropas que habian partido de la ciudad. La caballería quiso tumi sien dar una carga, pero lo esca broso del terreno le impedía avanzar con la rapidez que deseaba. A las 9 A. M. el capitán Dell'Orto recibo un balazo en la pierna izquierda i su cometa de órdenes, Leonor Henriquez, un valiente muchacho de 14 años, otro en la mano derecha. Jefe i subalternos continúan peleindo desesperada mente, todavía solos en medio de batallones enemigos qne los estrechan; ya les han derribado todos sus guias i las municiones están por agotarse. Por fin, llega de refuerzo la segunda compañía del Con cepción, al mando del capitán don Marcos A. Otero, en los instantes en que el pobre corneta Henriqucz cae muer to de un segundo balazo. DcirOrto ha perdido como 25 hombres i él mismo recibe otra bala en la pierna izquierda, que le fractura el hueso. Al ver imposibilitado a su jefe, el sarjento 2.° del Coa-


51

"■■

cepcion, Tomas Pérez, con seis soldados, se avalanza sobre él, haciendo fuego sobre un grupo que iba a ultimarlo, i, a la rastra, lo retira del combate con ayuda del capitán Ote ro, que mientras ejecuta esta acción bienhechora recibe un balazo en un costado. El subteniente del Concepción, don P. Andros Mendoza procura protejer a los oficiales heridos i también cae enci ma del valiente Dell'Orto, herido de bala. Desde ese momento principian las horas mas crueles de la lucha. A continuación de laB compañías del sefior Dell'Orto i del

capitán

Otero

se

enviaron sucesivamente la l.:l. I.", :V eu destreza i enerjía con las después, todas las huestes chi

i G." del Talca, que rivalizaron del

Concepción, i,

lenas estaban

en

minutos

combate.

El Talca entró

(1)

este combate eon la siguiente oficialidad: (1 ) primera compartía, capitán don Carlos "Wilting, subtenientes Beleazar Lagos i don Marco Amonio Silva; de la segunda, ca don Bien rdn Torre/; tenientes don l.nillesmo ■_'." "Wliite a

pitán

don Ramón Muiloa; subteniente don Eomilio Pamplona; de la tercera, cnpitan don Víctor M. Pamplona, teniente don Edmundo Armas, subteniente don Luis Labra i don Alberto Parot; de la cuarta, capitán donAgustisi Donoso, teniente don Jacinto 2." Rojas, subtenientes don Juan Manuel Poblete, don Nicolás 2." Robles i don Luis Alberto Silva; quinta compañía, capitán don Luis F. Novoa. sidjtoüientc don Justo Ahumada i don Luis Chaparro; de la sosta. tenientes don Gre gorio Salgado, subtenientes don Federico Rivera i don Tadco Riveros Barceló. Del Concepción entraron en combate loa siguientes jefes i oficiales: Teniente coronel, comandante don Herminio González; sár jenlos mayores don Luis A. Saldes i don Pedro José Veras capitán ayudante don Luis Dell'Orto, herido; id. agregado don Míreos A. Otero, herido; id. id. don Cesáreo Medina; i

primera compañía, capitnn don José Antonio Pradeñas, te Barra, subteniente don Enrique Prado; segunda compañía, capitán don Bafael Benavente,

niente don Pedro A. M.


-

52

-

la retirad;*, de los Zapa había apoderado de los uhileuos i que huían. Descendieron de las alturas a la pampa todos los bata llones peruanos, i la lucha se trabó casi cuerpo a cuerpo, implacable i terrible entre la infantería, mientras que las dos artillerías vomitaban enormes masas de fuego. Los peruanos se portaron valientes, como jamas se les había visto. En medio de la lucha gritaban a nuestras tro pas: «¡avancen cobardes: hoi es el dia del castigo i de la venganza!» A fé qne tenian rozón los peruanos. Este reto era contestado con el mismo encono, con la misma ira, i con igual deseo de humillar al enemigo, de verlo a los pies, i aplastarlo al pedir perdón i misericordia, Nubes de humo ocultaban en esos momentos los rajos del sol; se peleaba casi eu tinieblas, no se veía bien a mas de treinta pasos de distancia. De un lado nuestros jefes animaban a sus subalternos, del otro- los jefes enemigos hacían otro tanto. Los jefes del Peni esta voz dieron pruebas de una in creíble bravura. Allí se veía a Salazar, comandante del Pisagua, perorando con denuedo a su batallón i momentos después morir gloriosamente; al jefe del bravo Zepita ha ciendo lo mismo; al comandante Luna, a Leoncio Prado, a los capitanes de artillería Osm i i Cáceres. sobrinos del je neral Cáceres, en lo mas recio de la pelea, sin inmutarse por las balas, sino por el contrario dirijicndo delante del

El

enemigo, envalentonado con dores, se imajinó que el pánico se

teniente don Waldo il-../,.i

don

.

Estrada, su liten ¡en! es don Pedro A. Menmuerto, i dosi .Vicanor Lillo s ti i-evr.i compañía, capitán

Alejandro Binimelis, ■¡isUesii.ente don Ramón Foutecilla;

cuarta compañía, c. .pitan don Emilio liio-e¡-o. herido; tenien tes don Ricardo M. Vi vaneo i don Alfredo Cruzat, subtenien tes don Amador Oíate i don Csirlos

ñía, don José del R.

Ossandon;

sesta

Lecoraec; quinta

Figueroa, subteniente compañía, tenientes don

don Juan Adamson.

compa don Justo Pastor Nicolás Gómez i


sus tropas; al anciano jeneral Silva con su grroa que servia do blanco a los tiradores, impulsando la quiera que fiaquoaban sus huestes. Todos estos distinguidos militares perecieron, menos Prado, en ese dia de liquidación do cucónos, do glorias i de sacrificios. Por nuestra parte, jefes, oficiales i trapa resistían heroi camente él empuje abrumador de aquellas gruesas masas de impertérritos enemigos. Eu una pequeña altura 83 veia entre otros al oficial talquino, señor Poblóte fine batis una banderola i gritaba enronquecido asas soldados; ¡Adelante, compañeros! ¡No

enemigo blanca,

lucha donde

nos

avergüencen

En to-.lsi In

lleros hacían Los

jefes

Foutecilla,

los cholos!

linea, tali*uiuos, panquistos, zapadores i arti prodijios de valor. Cruz, González, Canales,

de cuerpo, señores

en

entusiasmaban

medio de con

sus

a

los i ellos mismos

soldados, espida levantada,

euérjicas espresiones

combatían casi cuerpo

cuerpo.

Entre los ayudantes del coronel, se distinguió por su admirable arrojo, por su serenidad eu lo mas ardiente de Li lucha i por la lijei'e/i con que trasmitía ordeno.*- i reco rría toda la

linea,

el

capitán

don

Santiago Herrera, joven

instruido i de un grau corazón. Los del Talca con los del Concepción peleaban juntos; confundían su sangre los heridos i encendían mutuamente bu valor los combatientes 0011 palabras cariiíosas i varoni les, recordándose los nombres queridos de su pueblo i de la patria i de los seres mas amados que los esperaban vic

toriosos. SÍ el Talca i el Atacama

se hicieron hermanos en Cho en Huamachuco los del Talca i del Concepción con sangre su fraternidad eterna: unidos avanza ban en la lucha, unidos quedaban los moribundos i unidos se encontró a varios cadáveres en el campamento. Hacia ya cuatro horas que se combatió. He hablan dis tinguido casi todos los oficiales i soldad* s, pero el enemigo no cejaba i las municiones estaban por agotarse.

rrillos,

sellaron


El

04

capitán ayudante del Talca señor Meza habia recliasolo con dos Compañías un grupo cuatro veces mayor

zado de enemigos que querían arrollarlas, llón Pisagua i del batallón Taruni.

compuesto del

bata

de cuatro horas de tan encarnizada lucln, el todavía dudoso i mas bien podia presajiarse que anonadada nuestra pequeña división ¡or el mayor

Después

éxito era ¡ha a ser número. I sin municiones ,;quc hacer? Iba [mes ¡i dar |iríucipio la hora de la

desesperación

i In

suprema angustia. En esc instante, las 12 del dia, llama el coron el Goros tiaga al jefe de la caballería, comandante don Alberto Nouna nueva carga; veo que los caliallos pero es muí importante un esfuerzo de los cazadores, i ellos i sus cabillos se animarán cuando la calacuerda oigan que voi a hacer tocar a toda la línea.» Describiendo este momento de la batalla el teniente co ronel don José Antonio Nolasco en la carta íntima a que nos referimos mas arriba, dice: «Hai mí toque, toque militar qne electriza los corazones de nuestros veteranos: en todos nuestros combates se h.i dejado oír, siempre con éxito admirable, seguro, podríamos

■<Iiu necesario dar

se

cimbran,

bravos

decir. «El denodado Gorostiaga, en momento tan oportuno feliz, hizo sonar esta cuerda tan sensible i sonora pa ra el guerrero chileno. ii Un ¡burra! inmenso, atronador, le respondió. iAI bélico sonido del c<dacw-rd:t, qne tocaron todo' los cornetas, tambores i clarines (1) la división toda sin escep-

como

(1) No se oían otros instrumentos, porqne las bandas ds música no se encontraban on la batalla: habian que lado ea Trujillo.


tuar

55

enfermos, paisanos, etc.,

se

lanzó

en

masa

sobre el

enemigo. Habia

llegado

el instante de las heroicidades; el

mo

mento supremo.

desconcertado el enemigo ante tan impre vista audacia, el pánico se apoderó de sus filas. Los papeles se cambiaron 001110 por encanto. Los peruanos, quo envalentonados salieran momentos antes de sus trincheras, iliapneü/ni t< no d'-j'r un ¡'"i,, chile

Sorprendido,

el campo, cayeron allí por centenares, revueltos, con fundidos, destro/sulos [sor Isis luvoneísss, decapitados por los cortantes sables de los temblé- caziidoivs. En vano huían los peruanos háoia el norte, hacia el sur i sobre la cumbre del Cuyulga. Nuestros guerreros no les daban tregua...» Tuvo la gloria de principiar el ataque a bayoneta calada la 1.a compañía del Talca, al mando del capitán AViting. no en

Tudas las tropas que se encontraron cu Huamachuco hacen elojios ríe la intrepidez i del ímpetu irresistible con que el capitán Witiug i su compañero el subteniente Ni colás 2." Robles, casi un niño, que habia peleado en Cho rrillos ¡ Miraflores i que hoi está eu el Chacabuco, ca minaban delante de su compañía, haciendo pedazos al enemigo. La I .* con sus jefes fué la compañía del Talca que inas enemigos mató en Huamachuco. Así como tam bién la del capitán Dell'Orto fué la que tuvo mayor núme ro de bajas i de mártires. DI ataque a la bayoneta fué tan vigorosamente sostenido, como por la primera del Talca, por la 4.a i 5." del Concep ción, que se hallaban mas completas, puesto que habían entrado a última hora al combate. Se distinguió particularmente por el entusiasmo con que organizó la ciii'ga el sarjento mayor del Concepción, don Pedro José Vera, a quien se veía en diversos puntos de la linca de ataque inspirando bríos a la tropa. Xo hai nada que desconcierte rans al pcr.iano qne la carga a la bayoneta. Tirita, se le anublan I03 ojos i sus


óC

sienten el empuje de la electricidad para huir siempre, sin detenerse nunca, sino cuando una líala se les siri-.i \ iessi cu el camino. 8c lia notado que algunos de estos fujitivos daban vuelta a su fusil, disparaban hacia atrás tpor si acaso» i seguían corriendo.

piernas


VII La sorpresa dol ataque a la bayoneta, eu los peruanos. Su confusión i su fuga. «Los cholos huyen» adelanto. Ho nores en el campo de batalla. Victoria definitiva.—Vuelta délas tropas a Huamachuco. Crecida dos que habian co El mételo los ]),.-r¡!;¡r.i,.j.— !Je:s..-i*.-e,-:;o:i (le los fujilivoü. capitán Portugal. Sn triste fin i sus últimas varoniles pa labras. El esforzado jeneral perusm i Silva. Lo ..¡no lo impulsó a pelear con bravura i morir de los primeros. —

Todo hacia presumir

cu los primeros momentos qne la h¡ib¡ei:i perecido en Huama el mayor número de las huestes de (V.eeres, Elias, IteeubaiTeu i l'rado, ((lie se portaban escepijionalmonte varoniles i heióiesis i que tenisiu por inspira dores de esa actitud, primero la corteza de ser mas que los nuestros, i segundo, la retirada de los Zapadores impuesta por el jefe de la división como medida de prudencia, i para obligar asi al enemigo o salir de sus posiciones i a presen tar combate en la pampa, junto al atrincheramiento de las huestes chilenas. En efecto, los enemigos cayeron en la misma red en que Cáceres habia tratado de cazar a (Joros-tinga. IJajaron to dos del ccito de Cuyulga hasta su artillería, i tan mal se colocó ésta, que para disparar tenia que herir a las tropas peruanas, i no sabia o no se le ocurría tirar por elevación. El liecho de ponerse los dos ejércitos al liabla revela la bravura con que acometió el enemigo i su seguridad en la

pequeña división (¡oi'osiisiga

chuco, aplastada por

victoria.


Tan

desesperado creyó

el

jefe

de nuestro

ejército

el

combato, a pesar del heroísmo

con que se defendía, que re currió al espediente supremo i dio orden de calacuerda seguro de la resolución de vencer o morir de sus tropas i él mismo a morir envuelto en su estandarte in dispuesto maculado, eíe jogabsi el todo por el todo: el holocausto de l,70'.i luios de Chile o el anonadamiento Isis huestes vete ranas i aguerridas del Perú. ¡Feliz inspiración de nuestro caudillo! Era lo qne espe raban los chilenos i lo que temían los peruanos. Los últimos sintieron el ataque de repente i lo sintieron de esta manera: los de la primera filu cuando ya sus ]>echos i "s'siLsiu ¡'.travesados [sor ¡as ha vénetas; los de la segunda, cuando veían salir ensangrentados los relucientes aceros

para

sepultarse

cu sus corazones:

t da do nuestros soMssdos

a

la

tsin

voz

fu.' la embi-sde ealneuirdii.

rápida

nníjíca

Los de las otras lilas, que oían el estertor de sus cumpafieros moribundos i qne observaban aquel muro de hom bres lienza. los de piias, llevando en su vertijinoso avance la venganza i el cfleruiiuío, se sintieron débiles, Saquearon Jamas se tocó a nuestras a la bayoneta.

tropas

mes

oportunamente la

carga

Los

desesperadamente

audaces fueron pronto los victo

riosos;

tan cierto es que el valor acompañado riel deseo de s- ¡ criticarse por la psitria sin otra e-qieetutiva glori;;-

que

carla

c! martirio, vence los imposibles. imposible vencieron nuestros bravos

con

Un

del Talca, del i de Zapadores. I.a línesi del enemigo fué abierta, rota en cien puntos i los nuestros ya no tenian otro obstáculo para avanzar que los montones de cadáveres i el tiempo que perdían en sa

(."(incepción

car su

bayoneta i en volver a clavarla. huyen, ¡adelante!» era la

«.Los cholos

voz

de orden de

bravos i seguían, seguían esparciendo el terror i la muerte! lira inútil que los jefes enemigos pensaran tt sus huestes

aquellos


59

Era inútil qne invocaran los nombres sagrados de los manes del Perú. Jira inútil que con su ejemplo los incitasen a la lucha batiéndose denoda damente con nuestros oficiales i nuestros soldados i exha lando el último grito de ira i do dolor, cayesen despedazados i los

obligarau

a

hacer

cara.

por 20 o 30 bayonetas. lió, aquellas masas de invencibles, minutos antes alegres e insultativas, se descompajinaban i cubrían las faldas de los cerros i todos los puntos de es cape, como familia do_honostos castores sorprendidos por

el cazador. La caballería, a la vez que los infantes, destrozaba al enemigo, i, desafiando las bombas de los cañones, se apo deraba de ellos i a sablazos enviaban los abejos de los arti lleros a aumentar el número de proyectiles que tenían pron tos para la lucha. Las nubes de humo que momentos antes envolvían a los combatientes, se divisaban a lo lejos como las últimas sombras fatídicas que ocultaban la

vergüenza

de los

fuji-

tivos.

El campamento estaba sembrado de cadáveres. Los cazadores volaban por lo3 cerros persiguiendo a las huestes derrotadas pero no alcanzaban a ningún caudillo, pnrqne éstos iban en mejores cabalgaduras i ayudados por las alas del miedo. Así so esplica por qué no se capturó a Cáceres,

En el campo de batidla i ciando so pronunció la derro un estandarte del enemigo por el soldado de la 2.a comp.iñía del Concepción, Teodoro Eivero, quien lo entregó al coronel Gorostiaga.

ta, fué tomado


00

Mientras tanto, parte de nuestras tropas volvieron

a

ocupar a Huamachuco. lista población estaba desierta. Por haber estado allí tres veces las huestes talquinas i por haber sido espléndidamente tratadas desde el dia 8 en qne abandonó a Huamachuco nuestro ejército pura fortifi ca ríe en r-1 cerro de Susíou, al ocupar la ciudad los perua nos, cometieron infamias horrible**!. Nunca pueblo alguno snfrió gal i'l¡is mas odiosas ni crueldades mas torpes que en los momentos de h ocupación de sus hermanos. Madres, esposas i doncellas, se alejaron como de puebla maldito de su ciudad natal i huyeron a las aldeas de los alrededores. A la vuelta deles victoriosos principiaron también a tornar

a sus

hogares.

En las alturas seguía la Duró i'-sisi

como

caza de los fujitivos. nueve de la noche. el delirio de la persecución- i de

hasta las

Es inútil decir que

en

la victoria nuestros soldados

Enemigo alcanzado l Por

Porque

no perdonaban enemigo muerto,

a

nadie.

ellos acababan de cometer crueldades que

ficaban las

justi

represalias.

Cuando los

día 10,

era

qué? Zapadores llevaron el amago de ataque

el

quedaron en el campamento varios heridos, que fue imposible retirar oportunamente i los peruanos los ultima ron repasa miólos. Lo mismo hicieron, nó con un guerrero hábil para la lucha, sino eon un infeliz soldssdo riel Con cepción que yacía en el cerro de míos tras posiciones, enfer il¡; viruelas.

mo

¡Por qué, se nos pregunta de nuevo? ¿I ol aniversario de los mártires de la Concepción? ¿I los sentimientos de odio i de venganza que habia desper tado la burla del ejército enemigo? ¿ Por qué?


¡I

ei

aconsejaba el instinto conservación \ el mandato de los jefes! ¡robres de ellos si hubiesen perdonado a porque así

se

lo

de la

propia

los fujitivQS que de rodillas les suplicaban que no los matasen! Puga, el negociante Pnga, el para nosotros felizmente atrasado i cobarde Puga, estaba a cinco leguas de distan cia con (100 hombres de reserva, bien alimentados, biou

instruidos, tropa que parecía valiente i esa tropa i la que se agregaría con los fujitivos podía formar otra vez un ejército superior al nuestro i arrastrarnos a uu segundo combate. Ademas en lo de no dar cuartel al enemigo no se hacia cosa que corresponder a la orden de Cáceres, que, se guro de aplastarnos con el mayor número, habia mandado cu todos los pueblos de los alrededores que si llegaki algún soldado de Chile, lo mataraii a garrotazos si no podían de otra manera, porque la victoria de sus huestes la asegura ba como infalible i deseaba que ningún enemigo escapara «afín de dar mi escarmiento a loa invasores. otra

Pin embargo, algunos oficiales tuvieron compasión de ciertos jefes fujitivos i en vez de matarlos al tocar coli la

espada

su

cuerpo, la detenían i la levsiulaban Inicia el cielo

azul de la esperanza, donde lucia la estrella de la victoria i del perdón. Entre otros le tocó al subteniente Poblóte de la 4.a com pañía del Talca alcanzar a un capitán que huia por las

quebradas. Señor,

esclamó éste, no me mate, estoi rendido. Por mi parte, le contestó, te concedo la vida, pero son decidirán de ella. ¿Quién eres? Me llamo Florencio Portugal i soi capitán de arti llería. —

inis

jefes los que


Poblete tuvo piedad de él i ordenó que tomara adelante el camino de Huamachuco. En el tramito le preguntó Portugal: ¿Ustedes fusilan a los prisioneros? Cuando pertenecen a ejércitos regulares, nunca; pero si cuando son montoneros. ¿Cree usted que seré fusilado? —No me haga esa pregunta; lo sabrá pronto. El subteniente Poblóte presentó a Portugal al señor Cruz, comandante del Talca, quien le dijo que lo llevase ante el jefe de la división. Se encontraba el señor (loro.-! iaga en la Plaza de Armas, montado en su caballo de combate, junto a una acequia i entre los cuerpos ya frios de Osma i de otros jefes perua—

Poblete i dos soldados le presentaron al fujitivo, Portugal saltó la ancha acequia i poniendo una mano el cuello del caballo del coronel i otra cu el anca (lo que visto por Poblete sacó su revólver i apuntó sobre Por tugal-, teniendo una felonía) le dijo: en

Señor: soi na, Chorrillos i —

capitán

de

artliiona;

me

he batido

en

Tac

Mii-aflores; tráteme como a buen soldado, Yo lo califico como montonero, le contestó Gorostia ga, prepárese a morir. —

Dispense, su señoría, jiertcnezco a un ejército tan re gular como el que su sefunia manda. Gorostiaga dio una orden a su secretario i trató de irse. Una palabra, señor antes de que parta. ¿Voi a ser —

fusilado? ■—

Hi. sefior,

—Mas...

—Dispense, caballero;

mi

presencia

es

necesaria

en

otra

parte. Sefior: soi católico.

Le concedo

muera como

No

se

un

cuarto

tal.

vaya, señor;

de hora para que

óigame

so

otro momento.

prepare i


hable con mi —Es inútil, tengo otras cosas que hacer; secretario. don El secretario del coronel Gorostiaga era el capitán dando a

cumplimiento

cuatro soldados

,

..

,

Palacios, quien, tic su jefe, hizo avanzar fusilar al fujitivo. Isidoro

la orden

a

i se

dispuso

a

Este meditó nn momento i levantándose do subdito preguntó al capitán Palacios: —Señor, ¿lleva Ud. cartera?

Si, señor! —¿Me permite escribir —

las últimas

palabras

de

un

in

feliz guerrero?

Portugal escribió entonces en la cartera del secretario del jefe de nuestra división: Soi Florencio Portugal,— arequipeño i con hijos En seguida meditó otro —

instante frente

dados que debiau ni timarlo i de pronto se —

a

los cuatro sol

paró por segunda

Señor secretario, permítame morir de pié. le contestó Palacios; de rodillas, como todos loe

Nó,

montoneros.

Portugal se arrodilló, oré tres minutos con la frente inclinada sobre la mano derecha i luego, volviéndose a los tiradores, csciamó: Estoi listo: disparad. Cuatro balas dieron fin a la vida de ese valiente. Damos estos minuciosos detalles por respeto al heroís mo i para que se vea que nuestras huestes no vencieron a reclutas ui a cobardes, sino a lo mas florido del ejército del Peni, por la intelijencia, la táctica i el denuedo de sus jefes, como por la disciplina i el número de sus soldados. Huamachuco fué la única batalla en que el Perú díó a conocer verdaderas notabilidades. La mayoría de sus combatientes cedió al pánico de la —


-

a

la

64

-

pero allí tuvo el Peni heroísmos pro bados i glorías que deben esculpirse eu bronce, fl) Entre los mas valientes caudillos peruanos, sobresalió el jeneral don Pedro Silva, el anciano de la gorra blanca, tan

caiga

bayoneta,

respetable por su aspecto como por su corazón. Este jeneral habia sido infamado por la malediscencia de aquellos de

patria,

entre

las vueltas de

viejo

cobarde

sus

que. sin ir a defender a la su habano de sibaritas i de petimetres, decían que era un de ceñir la espada.

compatriotas

las bocsimsdas de

junco indigno

su

e

(1) El subteniente del Talca, don José Manuel Poblete, condujo prisionero si Poi*hi;;s¡l, pi-e-eneió sus úllinso* mo nos narró lo que acüissisnos (le c-cribir, recibió pocos

que

mentos i

después de la batalla de Huamachuco la carta, que si gue, que suponemos ha sido contestada satisfactoriamente; Mui señor mío: Contando en un establecimiento pálJieo don Luis Santiago Ramírez, telegrafista del ejército de Chile, algunos episodios de la guerra, referia la muerto de un capitán de artillería del i. j.-rcito peruano, don F. Antonio Portugal, ultimado como prisionero cu el cómbale ele Ileamaclmco. Esa historia, era In Listona del triste fin de tm hermano mío. El dueño del establecimiento con quien Bamirez con versaba, al o¡r un nunsbie conooido i ¡ssle'lov de que !"• ¿le en familia llora banios mí i!e-ap*srioion dc^de e>a memorable jornada, suplicó sil señor Iíainiíe/. .-o molestara en venir a dsunos ssollciaa de un hermano cuyo fin ignorábamos. Al oír de boca del mismo RamiiTK tan dolorosa historia, con todos sus detalles, Lomos adquirido, pues, la sonso;:;-! con vicción de la triste sssoríe qne cupo a mi infortunado herma no; i como Ramírez en su narración se refiere en todo a la que le Mío usted como testigo personal, me permito dirijirle i-'ta, sii[ liesoidole s¡e sirva usted eoníimiai- la verdad de tan doloroso a contad miento. Ya puede usted suponer el interés que tenemos en recojer el escrito que mi hirmano dejó nioiui utos íntts de morir, re comendado a nn jefe que Ramiros nos asegura conoce usted, Ese legado es sin duda el postrer adiós qne nos dirije desde el meses


El

(55

cruelmente mortificado por la cafummancha que se !e atribuía i probar qne cubierta de arrugas, daba animación un espíritu

jeneral Silva, nia, quería lavarla a eu

tez

fuorto i ardoroso. Este caudillo avanzó

con

ímpetu

i

no

retrocedid nn

mo

mento.

Se le mató el hermoso caballo desde el cual combatía i siguió peleando a pió, espada en mano, basta qne cayó herido i muerto. (1) Somos jnstos con amigos i enemigos i creemos gire si d! Perú consagra un monumento a sns huestes, debe inscri bir en él el nombre del jeneral Silva, do Portugal i de Leoncio Prado.

borle de la

tumba; i justo ei que nosotros lo recojamos pnra como la última prenda de un ser tan qaeridoi ot>el postrer recuerdo que deja a su desolada familia. No dudo quo movido ptr los nobles sentimientos que los acontecimientos de este jénero in<pir.m. se sirva usted buscar al jefe quu guarda esa prenda, i properaionarlo la de Henar nno de eaos deberes que se cumplen siempre en nombre de ia humanidad. Al suplicar ¡i usted so sirva disculpar las molestiai qna pnedo ocasionarle, le snpltco también dar mis agradecimientos al jefe espresndo, aceptando usted los reconocimientos de mi ¡[Bardarlo mo

opoitnnidaá

familia agradecida.

Esperando

su contestación i ofreciéndole mi ol honor de suscribirme Su afmo. S. S.

titnd, tengo

J. Eusebia

Calle de h

Merceí, esquina

Arequipa,

uua

del

t-*ünpló,

particular garPortugaT.

núm. 28.

Octubre 5 de 1883.

mana jn.

opúsculo qne con el título de : Recuerdo de la

.«.-,*,'.


ttt Patria en la guerra de a las ilcf- /mores de el 64." aniversario de la latk/ienduicia del Perú, Lima en 1885, el escritor peruano don Enrique E. Carrillo, dice lo que sigue: Enrolado en el ejército del jeneral Cáceres, después de la ocupación de Lima, no obstante su elevada investidura, aceptó ¡ la jefatura jeneral de las guerrillas, i en la difícil retirada hacia Hnamachuco, aprovechando el jefe superior del norte de J sn experiencia i conocimientos, lo nombró aposentador jene ral de las fuerzas. Su comportamiento en Huamachuco, lo patentizan los ni- 1 guientes conceptos que emite el jeneral Cáceres en su ya reeordado parte: «El jeneral Silva, sin reparar en sn alta clase, pidió el primer dia (8 de Julio) una compañía, que le fué concedida, 1 al mando del mayor López, i con ella tomó parte de la caba llada enemiga, i fuá el primero qne entró a la ciudad, (Hua machuco) portándose siempre con el mayor denuedo, hasta que a nna bala cortó sn existencia. ti Es leído con interés en el ejército un tratado relativo a | maniobras i al manejo de los fusiles modernos, que redactó \ el jeneral Silva pocos años antes de su muerte, 1 Habia comenzado su correrá a los 19 años i susumbió a los 63; sirvió a su pais curca do 44 añ03, habiendo permanecido 1 sin colocación einco únicamente. i de la

¡879 se

Espoeicio,,

a

ÍSS'A

publicó

ea

en

-

| j


VIII Vuelta del resto de la tropa

a

Huamachuco.

Aspecto jeneral

del campamento después de la victoria. Tratamiento de loa heridos. Soldados, eastres i carpinteros.— Reminiscen cias. Un almuerzo en medio de las balas. Tütima espresion de un Boldado. Telegrafistas que pelean como sarjentos mayores. Los asistentes no obedecen a otro mandato qne al de morir por su patria.— -Un soldado que se hace cortar nn dedo para pelear mas cómodamente.-- El señor don José F. Gana. Valor heroico de un corneta. Felicitación a un oficial que por audaz se creyó que debia ser fusilado. Derrota anunciada por los peruanos como ■triunfo.—Se ofrece una dama en premio al qno presente la cabe za del jefe de la división chilena. Injeniosa manera de conseguir que fueran bien tratados los enfermos. —

Por esponer algo que honra al la hebra de nuestra narración.

enemigo,

Continuemos. Como a las 12 i media la victoria el

campamento i solo a los fujitivos. Algunos volvían

se

hemos cortado

confirmó en todo ocupaban los batallones en persese

gnir

Huamachuco i escoltaban la am bulancia que conducía los heridos eu brazos de los victoa

Cada batallón ocupó su cuartel del día de la partida i se a los heridos en las mejores habitaciones de las ca

instaló sas.

En la ciudad i

en

los

cerros

se

oian burras entusiastas


68

el último estertor de los Chile, moribundos. Nuestros soldados hambrientos, que entraron a la bata lla sin desayunarse, comieron opíparamente la comida que en mas de treinta fondos habian preparado los proveedo ■

vivas

mezclados

a

con

enemigos para sus compatriotas. Parte de! campo de batalla ero desolación i

res

parte algazara

i

regocijo. Purrapamba

La planicie de dos de cadáveres. Pos* fin, el últi

aquelii o plañida Los

pencgaMi

De.; juce

a su

de la

™n¡,i,j„:'

cerros

muerte,

i

estaban sembra

luz "rojiza tras calillas aun por vencidos i el entusiasmo de los vietc-

crepúsculo destiñó su ;npapadas en sangra i

>

la ver¿ iüeuís de 1 riosos. rampa mentó

i los

9

tornaban

a

su

campamento i de

.ntiguos cuarteles. sha, el reposo; después del ataque [talla, el descanso i la satisfacción

sn

i el del

Las ¡.ni»™.

ibras de la noche envolvieron en su el sitio de la muerte i el sitio de la nueva vi Ja puede llamarse la de ios victoriosos de la división Gorostiaga. Eu la noche se mataron dos bueyes para dar de comer al resto de la tropa. Se dio lio a la. jornada con las mas cariñosas i oportunas nueva

vida; porque

atenciones a nuestros heridos. Se mandó a los oficiales a buscar telas a los almacenos ¡para abrigar i vendar a esos ilustres patriotas; i se ocupó a los soldados que sabían coser en cada cuerpo en la elabo ración de camisas para los mismos. Eu eadi cuartel habia seis o siete máquinas de coser, manejadas por soldados que así sabian ser fuertes con sus bayonetas en el campo de batalla, como hábiles e injeuiosos en

las labores de campamento.

,

.


69

No terminaremos la narración de los sucesos del dia 10, sin dar cuenta de otros incidentes aislados de la batalla. En lo mas encarnizado de ésta, muchos tuvieron que admirar el desprecio por la muerte i la estraordinaria se renidad del capitán de la segunda compañía del Talco, don Ricardo Torres. Antes del combate no alcanzó a tomar desayuno, ¡ pro bablemente seria tan buen gastrónomo como era buen guerrero. Se habia echado al bolsillo algunos pedazos de pan, i a las diez i media, en lo mas nutrido del combate, se sentó fatigado en una loma en que caia una lluvia de proyecti les, i se puso a comer con la serenidad de uu padre pro vincial en su refectorio, los pedazos de pan, ennegrecidos por la tierra que habia salpicado la lucha sobre ellos. Mi capitán, quítese de ahí, que pueden matarlo le decía su tropa. Déjenme tomar unrel'iij. lin, hijiíns, i si g-an adelante, contestaba él, luego los acompañaré! I por momentos, al llevar su pedazo de pan a la boca, una bala de cañón que caia junto a él lo cubría de tierra i tenia que escupir tres o cuatro veces para salvar su pedacito de pau. Después de robustorse un poco con este desayuno, con tinuó con la misma serenidad al frente de su compañía, i satisfizo en las huestes del adversario el hambre de su espada, como habia satisfecho la de su estómago. Este hombre inmutable hoi no existe. No murió en la batalla, sino de una enfermedad del —

pulmón

que

contrajo

eu su

campamento.

Al volver el batallón Talca al pueblo de este nombre, él permiso psira ir a medicinarse a Jauja i allí falleció

obtuvo el 6 de

junio

do 1883.

Otra anédota del día 10. Al

principiar

sus

primeros disparos

la

compañía

que


intrépido capitán Witing, la mayor parte de tropa hacia fuego tendida en la altura en que se encon traba, ya sea para aceitar mejor, ya por burlar los pro yectiles de los adversarios. mandaba el la

El soldado Rodolfo Loyola era uno de los mas distros la puntería i de los mas animosos en la batalla. A cada cañonazo contestaba con un ¡viva Chile! i con bala de su fusil. Al vijésimo disparo le tocó su turno en la muerte. Una bala le entró por la tetilla izquierda i le salió por la espal da. Sin embargo, disparó su proyectil diciendo: <¡ Adelan te, compañeros, a rengarme!» i murió. a Hechos éste, se repitieron muchos en varios en

una

parecidos

cuerpos; los héroes anónimos rran

sino

son

infinitos,

pero

no se na

algunos.

Entre los individuos particulares no pertenecientes al se distinguió de una manera digna de todo aplau telégrafos del norte, don Demetrio

ejército,

so, el sub -inspector de

Tobar.

Desempeñó

el rol de

ayudante

de estado mayor i

se

le

veia llevar las órdenes a todas las filas con lo mayor rapi dez que podia exijirse i con el mas absoluto desprecio por los disparos del enemigo. Oía con tanta indiferencia el tictic, tlc-tac, de las balas, especie de primer canto do dincas, como si fuera el tac-tac de su máquina telegráfica. El señor Tobar fué el que llevó a las dos compañías de Zapadores la orden de regresar haciendo fuego en retirada ¡ parapetarse al pié de la colina de Sazón. El señor Tobar andaba en un caballo del coronel Gorostiaga. Ese particular, honra i prez del gremio de telegrafistas, no ha recibido hasta hoi premio alguno, i se encuentra en Iquique olvidado de la nación i de las cámaras, cuando debia ^habérsele concedido una recompensa digna de su denuedo i de sus servicios.

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Otro telegrafista estuvo a la altura del anterior, el señor don Wenceslao Rivera J. que figuraba como ayudante dét parque i repartía municiones sin intimidarse absolutamen te por las balas del enemigo.

El coronel Gorostiaga en carta confidencial contaba lo que sigue después del combate de Huamachuco:

«Los asistentes, que activa en los combates,

jencmlmeute

no

toman

una

parte

en Huamachuco hicieren todo lo porque no pudieron sufrir su papel pasivo i se la pelea de los primeros: entre otros, debo hacer cabo ordenanza un mío que era del Talca (José

contrario, lanzaron notar

a

a

del Carmen Flores, de la li." compañía que actualmente Birve en la guardia especial de la Penitenciaría de Talca) el que desde los primeros tiros dejó atrás las cacharpas de su

coronel.»

«Hasta hace poco tiempo recordaba a un soldado del Concepción, cuyo nombre lo tengo apuntado entre mis pa peles, a quien durante la batalla de Huamachuco se le vio desprenderse a toda prisa de ¡a linca de combate hacia el lado qne servia de hospital de sangre, i que herido de bala en una mano, traía un dedo pendiente de un pedazo de carne labras:

o cuero

i

dijo

al doctor

mas o

menos estas pa

«Córteme luego este dedo para seguir peleando »-. lo que se hizo en el acto i regresó contenió i lijero al campo del plo mo i de la bayoneta. Recuerdo que dias después busqué al valiente soldado en el hospital de Oajabamba para darle

pequeña gratificación de dinero i abundantes cigarros, preguntándole cómo le habia ido en el combate, me con

nna

i

contestó: «Solo dos tiritos adormeció el brazo.»

mas

pude

tirar porque

se me


«El dia de la batalla i en lo mas recio mandé al joven don José Francisco Gana, qne hacia de cajero fiscal, que recorriera el cerro Sazón, liasta la derecha en que nna compañía nuestra se batía, para ver si la tropa habia deja do municiones en la línea que habia ocupado los dias 8 i 9 Cuando regresó me dijo: «balas babia muchas.» Yo tomé esto como que habia cápsulas sueltas; pero bien pronto comprendí por otra orden dada al capitán don Santiago Herrera G. que la espresion de Gana se referia a abun dancia de balas que arrojaba el enemigo sobre él. En esc instante solo quedaban cuatro cajones de reserva en el

Parque.» Sobre la muerte del corneta del capitán Dell'Orto, La Libertad Católica de Concepción publicó el 10 de julio de este año lo qne sigue en una edición es tra ordinaria en que aparecian los retratos do los señores Alejandro Gorostiaga, Herminio Gonzalos, Juan Deü'Orto i ¡íafael Bena vente: «El corneta Henriqucz, del Concepción, que salió a las

órdenes del

capitán Dell'Orto, recibió un balazo en la ma derecha, i, pasándose la corneta a la izquierda, prosiguió la mayor sangre fría, i hasta recibir un tercer ba-lazo tpie lo derribó, no cesó de prestar sus servicios como cor

no

con

neta de órdenes.

«El valor

que

espartano del denodado corneta es uu hecho todos sus compañeros di' I b-.itaüou.»

pueden atestiguar

El coronel Gorostiaga, después de haber comprometido el combate laR dos compañías de Zapadores, naturalmente estaba irrihulo i su disgusto ¡uimeiitó cuando la compa ñía del señor Dell'Orto quedó combatiendo i desobedeció las órdenes qne so le trasmitían. En esos instantes dijo al jefe del Concepción que Dell' Orto merecía ser fusilado por desobediente.


73

En la tarde, cuando terminaron las horribles peripecias del día con la victoria de nuestro ejército, i el capitán Dell'Orto era llevado a la plaza de Huamachuco en una camilla i con dos heridas graves, perdonó al desobediente subalterno i felicitó al denodado defensor de la patria.

El último

disparo

que

abandonar las piezas desmontó la gos

en sus

mas

se

hizo por nuestra artillería a! municiones, fué el qne del enemigo c hizo mas estra

por falta de

importante

infantes.

No terminaremos esta parte de incidentes i episodios de la batalla, sin dar cuenta de uno que se refiere a la manera córao se preparaban los peruanos para celebrar el resultado favorable que esperaban en Huamachuco. En la guerra del Pacífico siempre las derrotas fueron anunciadas en el Perú como victorias espléndidas. En el último combate no se quebrantó la consigua. A fin de no quitar a la narración el sabor especial de campamento que tiene, damos en seguida un capítulo de carta escrito por uno de los jefes chilenos al autor de este libro: «Para la segura victoria que. el enemigo creía obtener sobre las fuerzas chilenas debían organizarse nna comida, ya que con nosotros «no tenían ni para almorzar», i un baile. Un buen número de bauderitas, algunas con ins cripciones, servilletas nuevas, pavos ya desplumados i otros artículos que encontramos, sirvieron para proporcionarnos

regular comida el dia 11. «Las primeras noticias que llegaron a la costa (Trujillo) fueron en la mañana del 1 2, en que se anunciaba nuestra derrota i el único que habia con vida era el jefe de las fuerzas chilenas, que estaba herido i prisionero. El nna

completa

oríjen

de esta noticia

se

debo

a un error

de Cáceres í los


74

interpretaron la retirada de las compañías de Zapadores, que en las primeras horas de la mañana lleva

suyos que

el ataque, como una derrota, i por esto hicieron tocaí música i mandaron un correo a Trujiüo anunciando nues tra pérdida completa; las familias apuraron la desplumadura de los pavos, que sirvieron después para nosotros, i el enemigo se lanzó en masa i con mucho arrojo a la lu ron

cha. «Al recibirse la noticia en Trujillo, hubo estraordinario entusiasmo, copas a tutiplén i reunión de notables en lo plaza principal. Un señor Benjamín Tafur, hermano del coronel jefe de Estado Mayor Jeneral del ejército dcCáeeres, entusiasmado por las copas i la victoria alcanzada, inspiración de ofrecer en plena plaza i en ple no público una rica medalla i el premio de una de bus hi jas por la cabeza del jefe de las fuerzas chilenas, que se decía estaba prisionero i herido. También en Trujillo so trató de baile i comida que no alcanzó a tener lugar. Se reunieron para esto en la primera noche mil soles de plata que se le entregaron al alcalde. «En la noche del 12 ya se corrían noticias de ser el triun fo de los chilenos, i el 13 se pronunció mas; pero se dudó porque no habia parte oficial » Como se vé, no fué insiga ¡ficante el chasco que sufrie ron los fervorosos amigos de los jefes peruanos. ¡Quien sabe si no fué mayor el de la dama ofrecida en prenda de tan importante trofeo! tuvo la feliz

i

El 11 lo pasó nuestro ejército recojiendo heridos, pertrechos de guerra.

El día 12

se

hicieron camillas para los heridos i

orden

a una

el dia

siguiente.

parte de

la división de estar

dispuesta

a

fusiles

se

dio

partir


Se ocuparon todos los carpinteros de la tropa en 1i fa bricación de camillas i so buscó a los peruanos mas robus tos para que cargaran a los heridos i a ¡os enfermos. A propósito de esto, vamos a hacer una reminiscencia que revela la excelente administración i las sabias medidas

del coronel Gorostiaga. Este jefe no impouia contribuciones forzosas, si no co mo castigo a aquellos pueblos rebeldes que hostilizaban a nuestros lejionarios. Eu los demás se dirijia al alcalde i le

pedia la cantidad de víveres o de dinero que necesitaba, como nn empréstito que debia satisfacer la caja del cuartel jeneral. Para la cancelación de esas deudas emitía vales al por tador, que recibían como buen dinero los comerciantes de los pueblos de toda la provincia de la Libertad. Se valia de los dueños de estos vales para que conduje sen a los enfermos al lugar de su destino i ponía al respal do de cada vale lo siguiente: «Esta letra no se pagará mientras no se presente tal número de enfermos.» Así nuestros lejionarios eran perfectamente atendidos ¡ cuidados en su traslación de un punto a otro. En Trujillo había un comerciante por mayor, don Mar cial

Acharan, chileno, hijo de

Valdivia i residente por

mu

chos años en el Perú. Este descontaba todos los vales qne le llevaban délas aldeas i pueblos vecinos i los cobraba en la caja fiscal.de la división del norte. El capitán Meza, que era ayudante del batallen Talca i que estaba po

en

a

cargo de la fuerza que

Trujillo,

cuenta al

le hizo pasar

un

quedaba

susto

de este

cuer

mayúsculo, dando

fiscal que faltaban tres soldados de su cuerpo remitidos por enfermos. Adiarán presentó letras por valor de dos mil i tantos pesos, i no aparecía el núme ro de enfermos que se esjiecificaba eu el respaldo. El chileno Acharan se tomó la cabeza con las dos ma nos; no se acordaba del nombre de los arrieros a quienes se habia encomendado los enfermos, ¡ creyó que por lo me nos iba a ser fusilado. Después de muchas idas i venidas i

cajero


de muchos

trajines

e

7C

indagaciones, recorrió

sns

libros de

cuentas i halló la partida de los tres enfermos que faltaban. Estos habian muerto en la travesía i su muerte estaba per

fectamente justificada con testigos. El a su vez justificó la exactitud de estos datos, i así evitó la tormenta i recibió sus dos mil i tantos pesos.


IX la división a salir de Huamachuco. Premio a los soldados que encontraban armas del enemigo. Se encuen tra eu el campo al caudillo Prado. Últimos instantes de este heroico jefe. Su fusilamiento. Muere tomando nna tasa de café. Las instrucciones qne tenia Gorostiaga sobre los montoneros.

Principia

El dia 15 de julio, parte del ejército con sns heridos se dirijió a Coehabnmba i la otra quedó en Huamachueo. Los que quedaron tuvieron ocasión de pi-esenciar el faBÍlamiento do otro valiente caudillo del Perú, de Leoncio Prado. Hé aquí cómo se hizo a éste prisionero: El coronel Gorostiaga habia dado orden de abonar nn premio a ¡os soldados, de cincuenta centavos por cada fu sil i de dos jiesos por cada canon, qne encontrasen en lea campos próximos, perten oneciente a los fujitivos. En esta rebusca de hormiga se encontró a Leeneie

Prado. Entre otras comisiones que recorrían los 'cerros, ándala una de artillería compuesta de 20 soldados, que mandaba el teniente don Aníbal Fnenzalida. AI llegar a una quebrada, sintió uno de los artilleros va rios quejidos, e instintivamente hizo los puntos hacía el lugar de donde partían, creyendo que alli hubiera algún grupo de dispersos. Minutos después oyó una voz que le decía:


¡Adelante!

no

78

tengas miedo, -soi el coronel Prado ¡

estoi solo i herido. El artillero se acercó i rió recostado en tierra a un hom bre joven, color moreno, herido en una pierna i con el ros demacrado. Estaba vestido con traje de particu

tro mui

lar. Mientras el artillero examinaba

a

aquel joven,

él le

dijo

con voz entera: —

Acércate mas, pon el cañón de tu rifle

en

mi frente i

dispara.

Él soldado le contestó que él no podia hacer otra cosa que presentarlo a su jefe. Llamó al oficial Fucnzalida i Prado suplicó también a éste que lo hiciera fucilar. Fuenealida le contestó lo mismo que el soldado. Guando se le preguntó por qué estaba vestido de paisa no, contestó sonriendo: Los candidos de mis compatriotas me han puesto este traje, al huir, con el propósito de volver después a buscar me i para que mientras tanto no fuera reconocido. El único ser qne acompañaba a Prado con la fidelidad de un perro, era un chino, su asistente. No lo abandonó hasta sus últimos momentos. El mismo dia 14 fué Prado conducido al cuartel jeneral de Huamachuco; habia recibido nn balazo i tenia una pierna hecha astillas. Según confesión de él mismo, no fué tanto una bala lo que lo imposibilitó para continuar la luga, sino una caída del caballo. Inmediatamente se dio orden de fusilarlo i estuvo un dia en capilla, c[ue pasó en alegre conversación con los —

oficiales, como si se encontrara en su propio campamento. El esperaba esta muerte i aun dijo que era mui justo su fusilamiento, porque habia faltado dos veces a su palabra al caer prisionero i ser puesto en libertad 'ñor el * gobierno de Chile.

en

Al llegar sus últimos instantes, exijió qne se le fusilara la plaza de Huamachuco con los honores de su

grado,


pero el señor Gorostiaga se negó con justicia a acceder a su petición i lo trató como a montonero. Pidió que le permitiera morir en su camilla para evitar se nuevos dolores al ser trasladado a otro punto, i en esto fué complacido. Cuando se le preguntaba por qné habia faltado a su pa labra de caballero, volviendo a tomar armas contra Chile i enrolándose en partidas de montoneros, contestaba que él hasta entonces no habia dudado de que el Perú arrojara al invasor i volviera por su honra. Agregaba que aunque ha bia dado su palabra de caballero, había creído un debar faltar a ella para defender a su pais, i que si otra vez lo pusieran en libertad, volvería a tomar las armas contra Chile. En mui poco aprecio tenia Prado su palabra de caballe ro, tratándose de cuestiones de guerra; pero no so puede* negar que peleó como un valiente i murió como tal. Hijo del mas cobarde de los mandatarios del Perú, del residente que después de la derrota de Tacna huyó de ima al estranjero con la disculpa de buscar elementos de guerra, dejando a su patria en el caos de la derrota i de la descomposición social i política, no imitó a su padre i en nada manifestó ser descendiente de ese árbol carcomido, ui de esa alma débil i apocada. Sus últimos momentos fueron los de un fanático que moría por su fe patriótica; pidió una taza de café i al pro barlo dijo: Esta bebida es deliciosa; hacia mucho tiempo que notomaba un café tan esquisito. Después preguntó a! señor don Gumersindo Fontecill» mandaba los tiradores a qué hora seria despachada que rpara el otro mundo.» En pocos minutos mas, se le contestó. Pues bien, dijo él, pido una gracia i es que se me permita mandar la fuerza. Concedido. ¿Hai en el pueblo algún sacerdote?

E


TSot señor,

al menos nosotros

no

hemos visto

a

nin-

gnno. —

¿Tampoco

tienen

capellán

las fuerzas chilenas?

Tampoco.

En íiu! qué hacerle! lie hecho lo que he podido por mi patria i moriré contento. En seguida pidió que en lugar de dos tiradores, se colo caran 4 i que le apuntaran dos al corazón i dos a la cabe za, porque sufría mucho i quería morir en el acto. También se accedió a este indicación. De súbito, volviéndose al chino que lo acompañaba ¡ señalándole al teniente Fuenzalida, esclamó: Desde ahora ese va a ser tn patrón; sírvele durante toda tn vida tan bien como me has servido a mí. Al mismo oficial regaló un par de anteojos; se quedó un momento pensativo, i, haciendo uso de ia gracia que se le concediera, de mandar hacer fuego, dijo: Al concluir de saborear esta taza de café, se me harán ios puntos i al pasar la cuchara delante de mi rostro i dar con ella un golpe en el pocilio, se disparará sobre mi Concedido, contestó el oficial. Prado continuó tomando reposadamente su café. Ningu na idea triste anublaba su semblante: veía sin sorpresa ni ■sobresalto que el dulce líquido se agotaba i sabia que ea el último sorbo estaba la amargura. Las últimas gotas de aquel café tenían qne ser para el —

■*b*sí**r*¡*_-i;.(lo reo ¿i<jt¡*s de jiiuiiiíi. Bebió tranquilo el último trago; tocó con enerjía la cu chara en el pocilio, i cuatro balas diestramente dirijidas lo lucieron dormir el sueño eterno. Así murió Leoncio Prado, el abnegado patriota primero i el implacable montonero en seguida, que mas dio que baeer a Chile, i que había recibido su educación cu las muelles habitaciones de de la aristocracia corrompida de

nA

alustres

hijos

dencia de

esa

de la pobre Cuba, isla desgraciada.

guerrera

su padre, ni -palacio, sino

peleando

por la

en

medio

entre

lofi

indepen

i


Habrá talvez

alguien

81

que

califique

de cruel

a

Goros-

¡tiaga. Respecto a Prado i demás jefes que habian faltado a su palabra de vencidos i de caballeros, hé aquí cómo termina una nota que envió a aquel jefe el jeneralisimo de nuestro ejército, fechada de Lima el 10 de junio de 1883, í eu la cual le mandaba que no atacase a todo el ejército vencido después de Huamachuco, sino esclusivamente a las fuerzas de Recabárren. £Las facultades de US. son amplias para obrar prudencia i circunstancias lo exijan.

como

la

ePara no omitir nada qne importe mayores seguridades, convendrá que US. incorpore a sus fuerzas las del mayor Parra i entonces persiga resueltamente a Recabárren, a fin de destruirlo, evitando su reunión con Cáceres. Si por des gracia esto llégale a efectuarse antes que US. hubiese dis persado al primero, deberá US. retirarse Ieuta i tranquila mente, en perfecto orden, disponiendo en el acto que todas las fuerzas del norte vengan a reunirse con US. eu un punto dado i si hubiese necesidad de mas fuerzas aun, des pachará US. el vapor aviso que al efecto tongo apostado en la costa en estos momentos, solicitándome el envío de refuerzos. Esta retirada sed calculando c!

tiempo

necesa-

sario para que el coronel Amagada, qne pica la retaguar dia del enemigo con tres mil hombres, caiga sobre el. Acaecido ésto, volverá US. frente i entonces lo despedaza rán entre dos fuegos hasta estcrminarlo. Ese grupo de

montoneros, i tratado toda lei i

patria

i

a

paz i por

sin mandato ni

la

satisfacción

cacion de US. que le con

debe

ser

considerado

humanidad, son la remora permanente de consiguiente de la reconstitución de su pais.

«Con gran cluir

propósito,

una bandeóla de pirata* Urri-nír^. fuera ib: dereclto; pues olvidando lo que deben a su propia

como

Elias,

la

recibirá el ¡iifniscriio h. ■'kuiiuísaber que US. ha logrado con Prado, este último digno del

haga

Recabárren i


82

por haber faltado a su palabra empeñada de militar i de hombro de honor. «Trasmita a cada jefe, oficiales i soldados la palabra de aliento i fé en sn comportamiento que le envía su jeneral. kDc US. mucho espera la patria i el infrascrito,

mayor

castigo

«Dios

guarde

a

US. Patricio Lynch.

■Al coronel ñon

Alejandro Gorostiaga.»

Al fusilar a los montoneros, el victorioso de Huamachu hizo bien i cumplió órdenes superiores. Su conducta está perfectamente justificada. co


X Horrores de los montoneros del Cojo García.—Epidemia en Hnamachucho. Lista nominal de muertos i heridos. La Re peruana Juanita i su noble acción con un soldado. parto de diez mil pesos al ejército, —

Después de la batalla de Huamachuco, nuestras tropas podían permanecer en ese pueblo sin inminente peligro de que las epidemias les ocasionaran mas muertos que el mismo combate. Las cumbres i las faldas de los cerros de Cuyulga i de Sazón i la planicie del valle de Purrupamba se veían cu biertos de cuerpos en putrefacción que habian corrompido el aire i despedían un hedor mortífero. En la ciudad sucedía otro tanto. En cada casa había, uno, dos, cuatro i hasta seis cadáveres. Al volver a Hua machuco nuestras tropas, después del combate decisivo, no hallaron otros habitantes en el pueblo que difuntos espar cidos, ya en los comedores, ya en los pasadizos, ya en los dormitorios, ya en los salones. Allí se veia cadáveres de ancianos jefes de la casa, de esposas muertas i abrazadas de un pequeño niño; de hermosas doncellas con su traje despedazado, tendidas en los sofaes o alfombras del salón o dormitorio, i de infelices domésticos en los patios o des

no

pensas.

El aspecto de aquella ciudad, antes alegre i festiva, era horrible í desesperante. ¿Quiénes habian cometido tantas i tan horrorosas mal dades?


7*$ —

84

Los mismos peruanos, i hé

aquí

de

qué pueblo i por qué

Al llegar el ejército de Cáceres a Santiago de Chuco, se le recibió por esa población con fiestas i con banquetes i ao solemnizó anticipadamente el seguro estermiilio délos

lejionarios

de

tloiv^tíiíga.

El alcande de Santiago de Chuco, hombre torpe i cruel, que tenia mas defectos morales que físicos i a quien se conoce en el Perú con el apodo del Cojo García, porque verdaderamente es tal i se ayudaba de un botín de madera para

equilibrar sus piernas, quiso

tener

participación

en

la

segurísima victoria i reunió

a trescientos bravos de su ín de acompañar al ejército unido de Elias i Prado. Cuando nuestras tropas abandonaron a Huamachuco el

sula

Barataría, o fin (díceres, Uecahárren,

8 para esperar al enemigo en el cerro de Sazón, el ejército peruano se hizo dueño i sefior del pueblo i la hueste de! Cojo García se distinguió por sus infamias con los habi tantes de Huamachuco. Con el protesto de que habian tratado bien a nuestro ejército en otras épocas, saquearon los almacenes, infama

los bogares mas puros, asesinaron a madres, hijas i ancianos i cometieron atrocidades que la pluma tiene ver ron

güenza de describir. Del

ejército de Cáceres i demás caudillos era la columna Cajo (,'iiri-ia la venl;i']ci;i lejion de montoneros, i mas montoneros, de ladrones ¡ de infames presidarios. Esos vándalos regaron de lágrimas los hogares de Hua-

del

que de

A la vuelta de nuestros victoriosos, Huamachnco era un despedia ini;isin;¡s iiisripurbibk's. Ya habia principiado a declararse la virnela i fué nece

oeuienfcno que

sario abandonar inmediatamente desierta i mancillada.

Después nuestras

de! fusilamiento i

aquella población triste,

castigo de Prado,

tropas tomó el camino de

Cajabamba

el resto de i allí demo-


pó catorce días curando

órdenes del

jeneral

en

a sus

gloriosos heridos

i

esperando

jefe.

'

La victoria de Huamachuco costó al enemigo mas de mil muertos, i a nuestras huestes ciento sesenta i una bajas entre muertos i heridos. Damos a continuación las que corresponden al batallón Talca. MUERTOS

De la

primera compañia,

al mando del

capitán Witing

i de los subtenientes Lagos i Silva soldados Bautista Henriqucz, Manuel Jesús Muñoz, Bafael Rioseco, que mu rió al ir agazapado con su compañia el 8 de Julio (1) pro—

tejiendo

a

un

piquete

de cazadores; Víctor

Ramos,

Ro

dolfo Loyola, muerto por nna bala que le penetró por la tetilla izquierda i Juan Rojas. De la segunda compañia, mandada por el capitán don

Ricardo Torres, teniente don Guillermo 2.° "Wahite i sub teniente don Romilio Pamplona, solo murió el soldado Vicente Hernández. De la tercera compañia, mandada por el capitán don Víctor M. Pamplona, teniente don Edmundo Armas i sub-

(1) La manera cómo moriá este solSado es un episodio que podemos omitir en este libro, tanto mas, cuanto que en él da a conocer el cariño í la admiración de una peruana por las glorias chilenas. A cierta distancia de Cazadores, el comandante Cruz envió

no se

piquete del Talca, comandado por el capitán Witing. Este grupo de infantería marchaba, como era natural, agazapado para no ser descubierto por el enemigo. un


■'■*

86

V3Í.'

tenientes don Luis Labra i don Alberto Parot, también murió un solo individuo, el soldado Rosauro Muñoz. Déla cuarta compañía, mandada por el capitán don Agustín Donoso, teniente don Jacinto 2.° Rojas, i subte nientes don Juan Manuel Poblete, don Nicolás 2." Robles i don Luis Alberto Silva; José Miguel Núñez, que recibió un balazo en la garganta; José María Mareira; Miguel Aliste; Pedro Nolasco Valenzuela, de una bala que le atra vesó el rostro; Belisario Castillo, i Ciríaco Jiménez. El úl timo no murió en el combate, sino que después de éstededel campamento i se supone que en la persecu ción de los fujitivos hoya sido muerto por alguno de éstos. De la ñ." compañia, mandada por el capitán don Luis

sapareció

F. Novoa i subtenientes don Justo Ahumada i don Luis Chaparro, no murió un solo individuo. De la ti.* compañía, mandada por el teniente don Gre gorio Salgado i subteniente don Federico Bivera i don Tadeo Biveros Barceló, falleció el cabo 1.* Lúeas Onnazábal.

Así caminando dijo el soldado Rioseco, uno de los valientes fundadores del Talca i que habia peleado con fortuna en Chorrillos i Miraflores: «no tengamos cuidado, compañeros; la Vírjeii del Carmen nos protejerá i escaparemos de las balas enemigas»... Al terminar esta frase una bala de fusil le entra por la boca, i recorriendo todo sn abdomen, lo dejó muerto i en el interior horriblemente quemado. La compañía del Talca continuó avanzando, pero una pe ruana llamada Juanita Kamirez que habia sido fiel admira dora de nuestros triunfos i qne desde el 81 acompañaba al Talca, en un puesto parecido al de cantinera, se separé de la compañía, avanzó hacia el bajo, entre una granizada de pro yectiles, quitó bu ropa al soldado muerto, so la presentó al jefe de la compañía i le dijo: «vea mi capitán, si ese valiente lleTa algún papel de importancia que sea una reliquia para eu espo madre hermana.» o

sa,

Juanita, eso

pueblo

la fiel compañera del i lo qne menos desea

Talca, es

se

encuentra hoi en

volver al Perú.


HERIDOS

De In 1."

cabo l." Pedro Flores, herido leve mente en una pierna; cabo 1 .• Amador Mondes, herido en nn pié, i soldados Juan Manuel Moreno, que recibió un balazo en el hombro derecho, por lo cual hubo que ampu tarle el brazo, José Mercedes Barahona, i Juan González Segundo, que también recibió una herida en un brazo, i

compañía,

éste. De la segunda

perdió

compañia, Gaspar Zambrano, De la tercera, José Manuel Sárate. De la cuarta, José Fuentes; Manuel Bodriguez Castro, que perdió el dedo pulgar de la mano derecha; José del Rosario Moya; Santos Lata, que recibió un balazo en el abdomen; José Poblete, herido en una pierna; Juan Bau tista Rebolledo, herido también en una pierna, i Juan Jo sé Méndez, gravísima mente herido en el pecho, por lo cual murió pocos dias después en Cajabamba. De la quinta compañía apenas hubo dos contusos, el ca bo 1." Pantaleon Biquelme i el soldado Pedro Nolasco Lo zana.

De la sesta compañía el sárjente 2.° Pablo Salas, que dos dedos de la mano derecha; el cabo 2.'' José Ma nuel Aroca, que perdió en la batalla la mano derecha, i tos soldados Mateo Cáceres; José Luis Villar, que recibió balazos en las dos piernas i hubo que desgarrarle las botas con "cuchillo para hacerle la primera curación, porque es taban llenas de sangre; Pedro Antonio Sepúlveda; Pedro Pablo Ibáñez; José Francisco González i José Rojas (1).

perdió

(1) Hé aquí la relación nominal de las bajas que ha tenida el Batallón Concepción en la batalla de Huamachuco el 8, 0 i 10 de julio de 1683. Plana Mayor. Capitán ayudante, don Lnis Dell'Orto, he rido. —


88

Bu Cajsbamba nuestro ejército pasó los catorce dias que allí estuvo, en reponer sus fuerzas i en cuidar a sus heridos. De allí so dirijió a Otuzco donde se le repartió un pe queño aguinaldo. El coronel Gorostiaga habia esijido diez mil pesos al vecindario de Santiago de Chuco por haber accedido a las instancias del cojo García, por haber acom pañado a Cáceres i sobre todo por haber cometido tantas depredaciones en Huamachuco i haberse robado parte del equipaje de nuestro ejército. Esta suma fué distribuida entre oficiales í tropa.

i.'

Compañía. Capitán, Agregado .—Capitán don —

don Emilio Rioseco, herido. Marcos A. Otero, herido. don Pedro A. Mendora,

2." Conipaííia.—Subteniente, muerto.

1.*

Compañía.

Sarjonfco l." don Adolfo Kodrignez,

to; cabos primeros, Cornelio Sepúlveda, herido;

muer

Pedro J.

Alarcon, herido; Pedro Holgado, herido; Jacinto Sanlmeai, muerto; cabo 2.", Jerónimo Prieto, herido.— Soldados: Mar celino Ulloa, muerto; Belarmino Bivera, herido; José Grego rio Preboste, herido; L ore to Valen znela, herido; IVonceiJao Darocb, herido; Dauu-l Suva, Imrido; Gregorio Neira, muerto; Joaú Mercedes Flores, herido; José Mercedes Villanueva, he rido; Emilio Can-asco, herido; Manuel José Salinas, herido; Lorenzo Cárcamn. l»:n<!<>; .F¡ oís lino Rivera, muerto; Lorenzo Bustos, herido; Zenoii Carrasco, herido; Daniel Espejo, muer to; José María liandujauo, herido; Rosendo Villagra, herido; Hanion Ksuckir, ht-riJn: .M;i!-,i.lino Fuentes, herido; Clemen te

Finían, muerto; Luis Mulla, hni-ulo. Compañía. Cabos i.'*' .l.i.<- fí I ¡n'-Iito Conti-cras,

2.1

imiovlo; cabo 2.*> José Antonio Barros Luco, Soldados: Juan de la Cruz Ortega, herido; Eleuterio Luna, muerto; CelinMcndibor, herido; Tomas Barra, herido; Seferino Avila, herido; José Nieves Valladares, herido; Li berato González, muerto; Pedro Vaides, muerto; Alejandro Barrera, hundo; Pablo Castro, muerto; Luis Muñoz, herido;. Juan de Dios Arce, herido; José Mercedes Uribe, muerto; Ramón Sánchez, herido; José Anjel Flores, muerto. —

Santiago Aburto, muerto; herido.


Le tocaron de cada cada

a

85 pesos

89

cada comandante, de 40 a cada capitán, de

a

a

G4

a

a 24 n mayor, de a de a 20 a cada subteniente, de a 9 a cada sarjento 1.°, de a 6 a cada id. 2.°, de a 5 a cada cabo 1.", de a 4 pesos cincuenta centavos a cada cabo 2.° i do 4 pe sos a cada soldado 0 corneta. Aunqne escasa fué la recompensa acordada por el jefe de la espedicion, soldados i oficiales tuvieron por lo menos con qne beber una copa a la solad de la patria. En este reparto le tocó al Talca la suma de tres mil ochocientos noventa o siete pesos.

3.'

sarjento teniente,

Compañía.

Sarjento

2.° José María

Inojosa, mnerto;

cabo 2.° Adolfo Gómez, mnerto. Soldados: Juan Sorgos, he rido; Juan de la Crnz Pinto, muerto; José del Carmen Mu ñoz, herido; José Tomas Medina, muerto; Baldomero Rebo lledo, herido; Nicómedes Troncoso, muerto; Juan González, —

4.° Compañía.—Sarje ntos 2.™ Alfredo Concha, herido; Al fredo Rodríguez, herido. Soldados; José María Jara, herido; Lorenzo Mendoza, muerto; Jorje Pérez, muerto; José Santos Vargas, muerto; Vicente Mesa, herido; Nicolás Vencgas, he—

5.* Compañía. Sarjento 2." José Sebastian Vergara, mner Soldados; Tránsito Lorcn, herido; Exoquiul ' nbeza, ho ndo; Severo Albornoz, herido; Benigno Mardonez, muerto; —

to.

Manuel Jesús

Negrete,

mnerto.

C* Compañía. Cabo 2.' Nieves Paredes, herido. Solda dos: Anastacio Paredes, muerto; Onofre Toro, herido; Fran —

cisco

Alarcon, herido; Matías Canto, herido; Corneta Leonor Henriquez, muerto.—Soldados: Fidel Luna, herido; Rómnlo Inznnza, herido; Juan Emilio Campos, muerto. Total de

bajas,

82.


XI Cuidado de los heridos.— Recomendaciones de Lynch.— Cua trocientos cholos cargadores. Marcha a Salaverri. Li quidación del combate.— Resultado de la espedicion Go rostiaga. Cuenta de este jefe. Felicitaciones i medalla —

especial.

Los medios de restablecer pronto la salud de los heridos fué uno de los asuntos que mas preocuparon al coronel

Gorostiaga. A este propósito le escribía el jeneral Lynch desde Lima fecha 19 de julío: «Confia este Cuartel Jeneral en que US. con la previ sión i celo que le caraoteri^ui habrá tomado cuanta medi da quepa para aliviar i salvar a nuestros bravos heridos, A pesar de esto recomendaré especialmente a US. que nin gún gasto se omití! para llenároste sagrado deber, como asimismo en su conducción a la costa. «El trasporte Amazonas lleva al norte cirujanos, prac ticantes, mozos i menesteres en suficiente número para atender a todas las emerjencias de la división de US. i aguardar, como el trasporte mismo las instrucciones de con

_

US.

«Podrá US. entregar al jeneral dente i correlativo a lo tomado al nores

i municiones.

Iglesias un numera

enemigo,

de

armas

«El Amazonas conduce asimismo, para que US. ga de ello, víveres, vestuarios,

calzoncillos, etc.,

en

pru me

dispon capotes, botas, camisas,

suficiente cantidad para abastecer las


91

necesidades de la tropa de US. los

"heridos,

advirtieudo

a

camillas para el comandante del

igualmente

US.

que

especial encargo de embarcar para el Ca preferencia, con el mayor esmero i atención

Amazonas tiene

llao con toda durante el viaje, a los heridos que US. envié.» En nota de 20 de julio dirijida por el sefior Lynch al comandante del Amazonas, agregaba: tEl itinerario e instrucciones que en ésta se hagan a usted deberán modificarse completamente si usted adqui riese noticias seguras del arribo a alguu pnerto de la costa, de los heridos de Huamachuco, pues, en tal caso, se diriji rá usted a toda prisa a dicho puerto, donde les tomará a sn bordo i hará cuidar allí con el mayor esmero, para que esos bravos no sufran sino lo indispensable i en seguida loa conducirá al Callao.» Merece encomio esta solicitad del jeneral en jefe del ejército; pero ya el coronel Gorostiaga habia tomado toda las medidas para la atención de enfermos i heridos. Estos eran trasportados cómodamente en camillas fabríbricadas ex- profeso i que cargaban sobre sus hombros cua tro cientos i tantos peruanos. Cada camilla estaba a cargo de ocho de los últimos qne se turnaban en el camino i de cada batallón se nombraron comisiones que los vi j ¡lasen. Desgraciadamente apesar del celo desplegado por loa cirujanos señores González, Vargas Clark i Rencoret, des pués de la batalla no podían atender con el esmero que deseaban a los heridos, por falta de medicinas, que no se encontraban en ningún panto de los alrededores. Los heridos del Talca se encomendaron a la solicitud del capitán ayudante don Julio Zacarias Meza. Los heridos faeron enviados desde Otusco a Trujillo i los cuatro cientos cholos iban custodiados por las dos com pañías de Zapadores. En Trujillo loa esperaba un tren espreso que los condujo a Salaverri i ahí se embarcaron para el Callao. En esos dias Trujillo estaba ocupado ya por las fuerzas


de Iglesias, la Libertad

quien

92

tenia de

prefecto del departamento de García i García, actual ministro

a don Vidal del Perú en Chile. A] llegar nuestros heridos, éste hizo formar al batallón

Cajamarca [frente al tren i tan pronto como los cuatro cientos cholos cargadores se desoenparon, fueron enrolados |)or la fuerza en el batallón Cajamarca, lo que los hizo llo rar a

gritos.

El batallón Talca

jió después,

donde

se

diri

dias

en

Otuaco;

ae

quedó

un

mes; en

seguida

pasó algunos

Huacho,

a

días antes de la desocupación por todo el ejército chileno, i, por últi mo, el 23 de octubre se dirijió al campamento de Villa, en Chorrillos.

partió

a

la

capital

del

Poní, llegando allí

once

La espedicion Gorostiaga ha sido la mas importante por buenos resultados después de Chorrillos i Miraflores. La victoria de Huamachuco deshizo la última esperanza de los rebeldes i afianzó el gobierno del jeneral Iglesias. Hé aquí la liquidación i el resumen de esa gloriosísima acción de guerra. El enemigo era tros veces mayor (1) que nuestras tropas i sin embargo fué deshecho i vencido.

sus

(1)

El

capitán Rojas Arancibia, a quien

nos

hemos referido

se usurean así sobre el número exacto de indivüliin- ,1c I.l:, ("in* cjr-ivitos que combatieron en Huamachuco. En el campamento peruano enconti-amos ademas una can tidad de fondos para su rancho, i los documentos i papeles do

anteriormente,

Segnn tomaron

esos

papeles

parte

ea esa

Batallón b »

parece que los batallones enemigos qne acción fueron los siguientes:

Tarapaeá Zepita Juni"

núm. n{¡la_ núm.

1 <¿

3


Segnii el parte oficial de don I. Abel García, jefe del parque jeneral, se consumieron hasta el fin de la batalla ciento veinticuatro mil quinientos tiros Comblain i Grass. Segnn el jefe de la artillería, eeSor don (5. Fontecilla,

dispararon en los tres dias quinientas sesenta granadas, quedándole solo ocho granadas ¡ vciutiocho tarros a metra con igual número de soquetes, lo que prueba cuan oportunamente se dio orden de carga a la bayoneta.

se

lla

Batallón Pucará -

» b

Concepción Jauja Tam.ii San Francisco

■» o b

4 (i

1 3

núm. 11 núm. 1*2

1.' Canta.

Colnmna

guerrilleros del Riniac.

Hnatlaga núm. » Haallaga núm. Batallón Pisagua. -

núm. núm. núm. núm.

;

Marcavalic

1 2

» Cazadores do Apata. Escuadrón Cazadores del Perú. Escuadrón Escolta. Batallón Artillería de montaña.

I ademas nn refuerzo de ICO i tantos voluntarios que vinie de Santiago de Chuco. Faltan en la anterior lista los batallones que corresponden los números 5, 8 i 10, porque en los papeles que recojo*) el qne esto escribe, no ha encontrado dato alguno que le haga ■creer que cnerpos con esos números hayan estado en la batalh. Hasta la fecha creo que nadie ha publicado todavía el númsro esacto de las tropas peruanas qae tomaron parte en Huamachuco, variando los cálculos hechos entre 3,500 i 4,500 hombres. Sin desear imponer mi hnmilde opinión, pienso qne sn nú mero no ha bajado del mínimum qua se señala, pero al mismo tiempo creo que 3,500 es nna cantidad pradeníe para conce der al mjiimum de las fuerzas enemigas en esa batalla. ron

a


94

-

El

dice

jeneral Lynch

ria, pasada mente

al

impreso

en

gobierno en

la

en

el tomo

Lima:

segundo de su Memo582 pajinas i rica Bacigalupi i C.% de

1884, de

imprenta

de

«El enemigo dejó en el campo cerca de 500 muertos, algunos jefes prestijiosos i muchos oficiales, gran cantidad de armi,mento, municiones, banderas i ca ñones. De éstos 7 fueron inmediatamente tomados después de terminar la acción i 4 descubiertos al dia siguiente, Ademas, sus pérdidas de vidas deben estimarse en el doblo ¡ de la cantidad apuntada, porque los heridos, abandonados u ocultos en parajes inclementes, perecieron casi en su to- ~-! talidad. entre ellos

,

Si bien nos

i

aun

podido

es

cierto que

mas, que solo

conocer su

encontraron ahí 18 cuerpos perua

se

seis de ellos, únicos a quienes he efectiva, juntamos 1,845 hombres

en

fuerza

Tarapaeá., Concepción cambio

460.-1,845

por

todos,

en

no es

'"¡j

menos

cierto que habia algunos que no pasaban de 100 individuos i que las colomnas i escuadrones apenas alcanzaban a 80. De modo pues qne es un cálculo prudente estimar en 3,500 hombres el máximum de las fuerzas peruanas en el combate del 10 de julio de 1883.

Respecto a las tropas chilenas su número alcanzaba a 1 C74 individuos de tropa entre los batallones Talca, Concepnon, Zapadores, Artillería i Caballería i cerca do 100 oficiales. Del Talca se encontraron en Huamachuco 2 jefes 28 ofi ciales i 620 individuos de tropa, según el estado le acol*» que

i

.*) ]


«El

95

tuvo bajas mncho menores, pero por cnanto cada vida de nuestros sol

ejército vencedor

harto

dolorosas, significaba nn

mas

-

valor inapreciable: todos habian pe entusiasmo i denuedo dignos de admiración, Los muertos ascendieron a cincuenta i seis, los heridos a ochenta i tres i los contusos a veintiuno. Entre los heridos se encontraban los capitanes don Luis Dell'Orto, don Marco Antonio Otero, don Emilio Rioseco, i el teniente don Pe dro A. Mendoza (teniente del batallón Concepción), que apesar del esmero con que fué atendido, falleció después. i Según consta de los demás partes oficiales que comple tan la Memoria del jeneral Lynch i la del coronel Goros tiaga, se tomaron al ejército vencido de Cáceres de 500 a G00 rifles, mas de 100,000 tiros, muchos sables, gran número de instrumentos de música, 30 i tantos fondos de fierro para rancho i abundantísimo equipo. Entre los batallones derrotados, habia seis de línea. Nuestras bajas fueron de 161 individuos i llegaron ape nas a un diez por ciento. (1) Sin embargo, fueron majores qne las de la batalla de Gravelotte, la mas sangrienta de la última guerra franco-alemana i que, según lo prueba el jeneral ecuatoriano don Francisco J. Salazar, en nn folleto de 46 pajinas que publicó en Lima, con el titulo de Las batallas de Chorrillos, Miraflores i el arte de la guerra, batallas qne costaron al ejército chileno una pér-

dados

leado

con

(1) ponde

El a

siguiente estado manifiesta el número que cada cuerpo: MUERTOS.

Zapadores. Concepción Talca

Cazadores

Total

20 18 13 2

53

HERIDOS.

corres

COSTOSOS.

10 44

19

24 4

1

88

20


dida de

un

repetimos,

2G por

ciento;

96

según

ese

la batalla de Gravelotte

ocho por ciento de

escritor r-

ecuatoriano,

produjo

sino el

bajas personales.

'

El resumen jeneral de la espedicion Gorostiaga pueife hacerse en pocas lineas. Los espedicion arios hicieron mas de trescientas leguas do marcha a pié, por pésimos caminos. No tuvieron mas pérdidas de vidas que las ordinarias en guaní i;.-ion i en el combato. En uu folleto de 129 pajinas, publicado por el jefe déla espedicion, señor Gorostiaga, dando cuenta de todas las operaciones que ejecutó en el departamento de la Liber

tad,

dice:

«La campaña no ha impuesto gravamen alguno al era nacional, i antes bien deja nn saldo a su favor. «Las fuerzas de mi mando se han mantenido a espcnsiis de las poblaciones. «A lio d:¡ castigar a los vecinos i poblaciones que han hostilizado al ojcvciüi o lian desobedecido a sus mandatos, se han impuestos diversos cupos por un valor total de 30 mil 75 pesos, parte de los cuales se ha anticipado coa rio

buena cuenta

oficiales i tropa. ;* !:■ va lio dado cuenta a US. de (los cupos de Chuoo, uno de setecientos no-lR venta i dos pesos :i cuatro vecinos que ocultaban arma.", í el otro de diez mil al vecindario en jeneral por sn partici- ; pación en la batalla como auxiliares de I laceres. ■'

!

a

■.::'

¡nipnestos

■■*

en

a

I

'

Santiago

«Conjnntamonte

con este cupo so exijieron algunos ani a petición de ios vecinos se acolitaron eu cinco mil pesos como valor equivalente. «La ciudad de Caja bamba, guarida de Puga i de otros revoltosos, fué conipolida a pagar para gastos del ejército la cantidad de doce mil jii-s.w, IU;amaibu<-n ,..*] doscientos ochenta i tres i don N. Palacios, aliado de Pii"*a mil.

males de carga, i

reemplazo

\


3 Los gastos de la campaña ascienden, durante los tres meses, a dos rail setecientos pesos i centavos, con cuya cantidad se ha hecho el servicio de correos, espías, etc. «Parte del pago de los cupos se ha hecho en letras i plata pina, i se ha mandado entregar por ambas partidas n la comisaría jeneral la cantidad de seis mil ochocientos noventa soles plata. «El resto queda en la caja de la división, i de todo dará cuenta el delegado encargado de su administración. «No obstante la suma escasez de animales, a su arribo a la costa puede dejar sobrautesJa división de seiscientos a ochocientos de todas clases i condiciones que, a mi jui cio, deben ser aprovechados. «Cumpliendo instrucciones de US., he puesto a dispo sición del señor jeneral Iglesias doscientos cuarenta Tifies i mas de cuarenta mil tiros de los tomados al enemigo. «El servicio de correos se ha hecho por naturales con resultados completamente satisfactorios, mediante buenas

recompensas i fianzas

exijidas.

espías, se ha aprehendido a individuos de estar en intelijencia con los enemigos, i han buscado la libertad por medio de noticias opor

iPara tener buenos

sospechosos esos

tunas.

aPara remitir nuestros enfermos a la costa, exijí ante todo un empréstito de dinero, i entregué al cuidado de los acreedores la conducción i atención de aquellos como con dición de pago de las letras jiradas. Los enfermos fueron objeto de nna atención conveniente.. «Ni uno solo de esos acontecimientos imprevistos tan frecuentes eu estas campañas contra montoneros, ha ve nido a perturbar nuestra marcha por neglijencia o falta

de empeño.»

Los últimos laureles de nuestro ejército en la guerra produjeron en Chile el júbilo natural de

contra el Perú


m mi su

pueblo

ansioso de la paz i que

a

ella debe

su

enerjía

i

grandeza.

Autoridades i pueblos celebraron la victoria de Huama chuco como la aurora de la paz definitiva entre los dos bel ij eran tes. El jeneral Lynch, haciéndose intérprete de la gratitud de todo Chile, envió una nota al coronel Gorostiaga, cuya primera parte dice asi: «Lima, julio 19 de 1883. «El jeneral en jefe con la mas grata satisfacción felicita a U.S. calurosamente por el bri llante combate que en las alturas de Huamuchuco lihr-j US. al frente de pequeña división contra la mayor fuerza reunida, del enemigo, **''e existe en los países aliados. «La vi crecía alc.iuzsi.-la por US., sábelo este cuartel jene ral, se varificó en las condiciones mas desventajosas para nuestras fuerzas, pues el número de ellas era en estreñía reducido, comparado con el crecido délas del enemigo; pero la intelijente dirección de US. i la bizarría de bu división, de jefe ;i S'iitlailo. borró la desigualdad. «Mucho ha alcanzado US. ya, pero quédale todavía com pletar el glorioso triunfo, concluyendo con todos los restos del enemigo que escaparon de la feliz jornada de Huamaclinco i estorba ;- <|iu; puedan reorganizarse i ser todavía la remora de la paz i de la reconstitución de su propia na tria. —

Dios

guarde

a

US. l'airicio

Li¡i>eh.i>

El presidente de la república felicitó también particulamiente al caudillo de la lejion victoriosa i el soberano

-j

i congreso por su parte aprobó una lei que concede una me dalla especial a esos lejionarios. Por último, el gobierno i envió la siguiente nota al jeneral en jefe: «Santiago, octubre 13 de 1883. Ordene US. a los jefes /j de los cuerpos del ejército que, para llenar las vacantes ,¡ —


99

los oficiales de la guardia na cional movilizada que tomaron parte en la batalla de Hua machuco. íLas propaostan deberán hacerse con el mismo grado que tengan los favorecidos en la fecha en que se les pro

qne tuvieren, prepongan

a

ponga.

«En efecto, acompaño

ciales

a

que

Dios

se

a US. una relación del hace referencia.

guarde

a

jefe

i ofi

US. Carlos E. Castdton.t

Desgraciadamente

esta

orden ha tropezado

con

muchas

lüficultades para ser cumplida. Son mui pocos los oficiales que han conseguido obtener el premio que eu la hora del entusiasmo le acordaran la gratitud i la justicia.

Los resultados políticos de la batalla de Huamachuco fueron de trascendencia. Sin la derrota de Cáceres, Eecabárren, Elias i Prado, el Perú habria mantenido una efímera esperanza de reha cerse i la guerra habria continuado contra los montoneros en las sierras, en donde nuestro ejército, andando i an dando siempre, sin pelear i sufriendo toda clase de sinsa bores, indudablemente tenia que sentir, por una parte, los efectos desmoralizadores del cansancio i de la perscucion infructuosa a un enemigo que no presentaba batalla i se hacia invisible; i, por otra, los efectos de las epidemias, del clima i de las marchas forzadas, que eran peores que el rifle i el cañón del enemigo. La victoria de Huamachuco la paz

con

permitió

a

Iglesias

firmar

todo el

Perú,

Chile.

Desde entonces

principió

el desaliento

en


100

i la realidad de ante sus

sus

desastres

se

-

presentó desnuda

i

ojos.

Se recordará que Arequipa se llamaba la invencible ¡ ] que, al principio de la guerra, hasta sns mujeres elevaroiy una solicitud para que se les permitiese formar llon i probar su patriotismo en los campos de batalWal Ese entusiasmo continuó después de Chorrillos í Mir*! dores. Arequipa tenia gran fé en los esfuerzos de Cicerasj i de sus caudillos, fé que poco a poco llegó a i esa ciudad, que se creia la Sagunto de América i las T mópilas del heroísmo, mas tarde, desalentada, se entrego sin condiciones al ejército de Chile, mientras Montero, | desalentado también, huia de su patria. La ingratitud, la ignorancia o la envidia pueden deefl lo que quieran; pero la historia confirmará lo que afiín^H mos nosotros: que la batalla de Huamachuco, la última en la guerra del Pacifico, fué el golpe de gracia que asestó cM

un'ljay

ejército

de Chile al

Esa victoria sus

ejercito

produjo

peruano.

la paz i

permitió

a

Chile retirar

tropas, i, por consiguiente, eviUr la pérdidas de

cenr-.j-iLives

otros

de vidas i de muchos otro3 millones de pesos.

,

:■


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