Una niña llamada Ana Paula…
Había una vez una niña llamada Anita Paula, cuyo amor por los caballos era inmenso. Todos sus juegos y actividades estaban relacionados con esos majestuosos animales que tanto le fascinaban. Aunque Anita no tenía un caballo propio, su imaginación y creatividad eran tan poderosas que podía convertir cualquier objeto en un corcel y vivir emocionantes aventuras.
Durante el día y en muchas oportunidades, la pequeña tomaba los cintos de su papá para hacer riendas imaginarias y Con sus manos aferradas a los extremos, galopaba por toda la casa, saltando obstáculos imaginarios y compitiendo en carreras vertiginosas. Era una jinete valiente y decidida; su imaginación la llevaba a lugares maravillosos.
Cuando llegaba el momento de dormir, transformaba las almohadas en caballos suaves y mullidos. Se acomodaba sobre ellas y, cerrando los ojos, soñaba con grandes praderas y paseos al atardecer. En su mente, podía sentir la calidez de su pelaje y el agradable balanceo del trote. Sus hermanos, que compartían la misma pasión, y cuando ellos podían, se acurrucaban junto a ella y juntos emprendían aventuras nocturnas llenas de fantasía.
Una mañana, Alejo y Agustín decidieron sorprenderla
llevándola a un día de campo, un lugar donde había varios caballos. Al llegar, Los ojos de la niña se iluminaron de emoción cuando vio a los imponentes corceles en el prado.
Ese día, Anita Paula disfrutó al máximo. Montó en un caballo, sintiendo la fuerza y la elegancia del animal bajo ella. Pasearon juntos por senderos arbolados, galoparon por amplias praderas y hasta participaron en una pequeña carrera improvisada. Fue un día mágico, lleno de risas y de la realización de un sueño.
Ella no tenía su propio caballo, pero sus hermanos le demostraron que siempre habría oportunidades para disfrutar de su pasión, la apoyaban y estaban dispuestos a compartir esos momentos especiales con la pequeña. Prometieron volver al campo y, en algún momento, cumplirle el sueño de tener su propio caballito.
Con el corazón lleno de felicidad Anita Paula regresó a su casa. Sabía que algún día llegaría su corcel y, mientras tanto, su imaginación seguiría siendo su fiel aliada. Continuaría galopando en su mundo de fantasía, creando lazos indestructibles con sus hermanos y preparándose para el día en que finalmente su deseo se cumpla.
Y así, el cuento de Anita Paula nos enseña que los sueños pueden hacerse realidad, incluso si no los alcanzamos de inmediato. Con amor, dedicación y la ayuda de aquellos que nos rodean, podemos seguir disfrutando de nuestras pasiones y preparándonos para el momento adecuado en el que nuestros deseos se hagan realidad.
¿Colorín, colorado? ¡¡¡¡¡Este cuento ha finalizado!!!!!