La falda

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JORGE SANCHEZ


La Falda, mas que una ciudad, parece un pueblo grande, dividida y atravesada por la ruta provincial 38, nos permite distinguir desde su llegada dos atracciones muy diferentes y típicas de toda Córdoba. Hacia la derecha de la ruta, encontramos el centro comercial ubicado en la falda del cerro, con la calle principal que cuesta arriba, desemboca en el Antiguo Hotel Edén y el cerro La Banderita. Hacia la izquierda, podemos ver como se aglomeran diferentes cadenas hoteleras y siguiendo los diferentes senderos podemos perdernos

en

sus

paradisíacos

cerros,

hasta

llegar

al

complejo

“Las

7

Cascadas”.

Aquella primer mañana de vacaciones, en pleno Enero, con algo de neblina matutina, nos levantamos muy temprano para iniciar guiados por un experto de montaña, el ascenso al cerro hasta llegar a la Banderita; recorrimos a pie la veintena de cuadras comerciales, en su mayoría con los negocios aún cerrados, aspirando el suave aire serrano, hasta llegar al imponente e histórico Hotel Eden, donde se alojaran tantos importantes e ilustres personajes de nuestra historia y de la historia mundial. Este hotel hoy funciona solo como museo y exhibe orgulloso sus mas de cien años de historia, siguiendo cuesta arriba, a tan solo unas cuadras, encontramos la fuente de los Patos. Antigua parada de mensajeros y viajantes en la época de la colonia, hoy convertida en una fuente con gran cantidad de patos. Algo más arriba y ya casi entrando en el cerro, para iniciar el verdadero ascenso, encontramos el tan mencionado “Chorrito”, pequeña vertiente de agua de montaña, a la que todos llegan en busca de refrescarse. Durante el ascenso, totalmente a pie, pudimos no solo admirar lo espectacular de la flora, que se mezcla y convive entre árboles, enredaderas, plantas y las cada vez menos hierbas medicinales, sino también deleitarnos con los sonidos que la naturaleza puede brindarnos


si sabemos respetarla. El guía nos fue mostrando como a nuestro paso, mientras hacíamos silencio, se abrían las puertas

a toda una orquesta de pájaros y animales que en

acompañados por el viento, daban el recital más indescriptible y nunca antes escuchado por nosotros. Llegar a la cima nos llevó algo más de hora y media, poder sentir la brisa del viento y ver todo tan pequeño desde allá arriba, nos hizo comprender la sensación impagable que un alpinista puede sentir al alcanzar montañas elevadas. Mientras nos maravillábamos por el espectáculo que Dios nos ofrecía en nuestra propia tierra y al que hasta entonces no le habíamos prestado atención; también nos mostró lo peligroso y común que suele ser dejar botellas plásticas vacías, que por efecto de lupa, con un poco de sol y algo de yuyo seco, producen incendios como los

que después vemos en

televisión. Para regresar, nos llevó por otro camino de bajada que nos introdujo rápidamente en un paraje armado por una vertiente cubierta de árboles y llena de rocas, que daban al lugar un aspecto mágico y como sacado de un documental. Era impensado desde abajo, que el cerro pudiera esconder tantas sorpresas y maravillas. Por la tarde y luego de una espléndida comida serrana, emprendimos como baquianos el camino hacia el otro lado, para llegar al complejo “Las 7 Cascadas”. En este caso, luego de pasar frente a algunos hoteles con pileta bastante grandes, siguiendo una callecita, fuimos a dar frente al Retiro Betania, una casa de retiro espiritual que está ubicada casi en medio de la montaña y que puede apreciarse perfectamente desde la ciudad. A su derecha, han construido una pequeña y sencilla gruta, con la imagen de la Virgen rodeada por pinos y árboles en la que el viajero puede detenerse para descansar y meditar. Siguiendo nuestro camino, desde allí por los senderos del cerro, pudimos llegar sin dificultad y en pocos minutos hasta el enorme dique del complejo que se extiende majestuoso en un pequeño valle entre los cerros. El complejo, que cuenta con todas las comodidades turísticas (camping, pileta, buffet, etc.) fue construido y es mantenido por la empresa proveedora de agua potable y va recorriendo un pequeño riacho que hace las delicias de grandes y chicos, ya sea en el agua, como entre las rocas. Pero sin dudas, la mayor atracción del lugar, son las siete cascadas artificiales que le dan su nombre y que nada tienen que envidiarle a las más pequeñas cascadas perdidas en medio de la maleza, que nos ofrece nuestra imponente Cataratas del Iguazú.


En síntesis, un solo día en La Falda, nos dejó una acuarela de energía, aventura e historia impagables, habiendo gastado

casi nada porque el guía de montaña era de la

Secretaria de Turismo y la entrada al complejo es muy económica. Sin lugar a dudas, nuestro país ofrece muchos lugares semejantes, solo es necesario ponerse en camino para encontrarlos.


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