2016
Historia Latinoamericana Contemporaรก nea
Revista Histรณrica
Índice Después de la Independencia: Las repúblicas sin Estado………......1 Soria Ricardo Tipos de Estado ………………………………………………………………4 Chipolari Alexia Yianina La construcción del Estado en Argentina……………………………….11 Cortez Jesica del Valle La Era Liberal…………………………………………………………………19 Bustos Karina Daniela La Inmigración……………………………………………………………….31 Soria Ricardo David El Modelo Agro-Exportador……………………………………………….34 Vega María de los Ángeles Historia Local: El Obispo Colombres…………………………………..37 Barros Silvia Roxana Surgimiento de la Clase Obrera………………………………………….42 Palomino Juana Karina El populismo en América Latina………………………………………..51 Toledo Mónica La economía Argentina entre 1914-1945……………………………….64 Herrera Martín Alejandro El Gobierno de Perón……………………………………………………..87 Ávila Caterina del Valle Golpes de Estado en Argentina…………………………………………92 Díaz Claudia Marisa La Revolución Mexicana………………………………………………….100 Gutierrez Sabrina Florencia El Ciclo de la Revolución: los años sesenta y setenta……………..108 Gómez Saavedra Sebastián Gabriel La Mujer en el mundo del trabajo………………………………………122
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Desarrollo
Después de la independencia en Latinoamérica: Repúblicas sin Estado
Introducción Los años posteriores a la independencia se caracterizaron por un grado elevado de inestabilidad política y por un escaso desarrollo económico. En lo político hubo fragmentación del poder y de los despojos del imperio español, surgieron republicas que estaban desgarradas por conflictos entre capitales y provincia.
La independencia de América latina no fue una marcha triunfal, en la política había inestabilidad e imposibilidad por parte de las nuevas autoridades de imponer el orden de su constitución. En cuanto a la estancación económica la producción de comercio se vio resentida por la guerra de independencia y la ruptura de la madre tierra, sin comercio con la colonia y sin alcanzar a sustituirlo hubo reducción de la finanza pública, los nuevos estados tuvieron privaciones de los recursos necesarios para construir sus propias Estructuras, una clase política débil que fue directamente a la inestabilidad sin la corona en el poder había una pluralidad de regiones. Los principios liberales fueron fuertes para socavar el viejo orden orgánico, pero se encontraron lejos de cambios sociales y culturales.
Liberales y conservadores Antecedentes
Al quedar las colonias americanas desvinculadas de España por la vacancia del trono después de la invasión francesa, los criollos que desde hacía tiempo deseaban disponer de un poder efectivo, acorde con su peso social y económico. Protagonizaron un movimiento emancipador en toda América hispánica.
Ambos nacieron en el seno de la elite criolla si se puede decir que fuera relevante el enfrentamiento de los intereses económicos a la adhesión mayor o menor a los principios del libre comercio en el siglo XIX conoció poco quebranto. Los liberales creían en el federalismo y el parlamentarismo para el derrumbe del viejo orden político, los conservadores 3
favorecieron el centralismo y los gobiernos fuertes juzgando que cuando más se salvara del antiguo orden más estabilidad del nuevo orden político. La iglesia católica en el estado los liberales buscaban reducir el poder de la iglesia y los conservadores en proteger, esta fue la causa ideológica que desato las guerras civiles en el siglo XIX. Hubo contradicciones entre los bandos aunque favorable a la iglesia por ser elemento clave del orden social, los conservadores debieron hacer propio el constitucionalismo liberal y la soberanía popular por la caída de la monarquía, impulsaron una sociedad formada por individuos iguales y libres, propietarios e independientes. Los liberales recurrieron a la fuerza para extirpar el corporativismo e imponer la libertad en terrenos poco fértiles para sus ideas de la soberanía de los pueblos, no hubo gobierno que no lo invocara como fundamento de su legitimidad sin embargo estas constituciones fueron una buena medida meros instrumentos políticos para legitimar poderes conquistados por la fuerza y mantenido a través de un método muy distinto de lo sostenidos por los principios liberales. En un mismo país hubo diversas constituciones que fueron textos elegantes desprovistos de toda consecuencia práctica o letra muerta. Mientras el poder real se organizaba por fuera de aquella constitución, se fragmentaba y ruralizaba. La autoridad política caía en manos de los caudillos que estaban en condiciones de ejercer el poder con mano dura sobre un territorio. Las constituciones de las primeras olas coetáneas con la independencia y con la lucha por
conseguirla en muchos casos expresaron un liberalismo romántico optimista, doctrinario, por padecer ajeno a la realidad social que estaba llamada a regular. Al temor del absolutismo español, esas primeras constituciones no se limitaron a introducir las libertades civiles individuales y abolir algunos de los legados corporativista, como la esclavitud y los impuesto a las comunidades indias, sino que además previeron un poder ejecutivo débil parlamento con poderes amplios, estados federales y un extendido derecho al voto. Una segunda ola constitucional, que había durado más o menos desde las declaraciones americanas de independencia hasta mediado del siglo. Expreso principios conservadores y centralistas. Esta se adaptó al principio liberal de la constitución a las tradiciones y realidades sociales locales se atendía al orden que a las libertades, limitaron el acceso al voto sobre la base del Celso y dejaron olvidada las ambiciones de limitar el poder eclesiástico. En definitiva establecieron gobiernos fuertes y estados centralistas y sucumbió el entusiasmo federalista de la vida independiente. Esto no basto para volverlos más eficaces que los precedentes sino por breve periodo durante los cuales algunas áreas como Venezuela, chile y la vasta provincia de buenos aires bajo la dictadura de Juan Manuel de rosas, vivieron momentos de relativa estabilidad, aun bajo la constitución el poder lo ejercían los caudillos es, decir por los jefes políticos y militares de perfil social heterogéneo, ejercido por las 4
fuerzas garantizaba protección a cambio de lealtad, revendas a cambio de obediencia. Dado que su autoridad estaba por encima de leyes y normas y era arbitraria y personal.
Sociedad y economía de transición
En lo social de relación económica y desvinculo con el mundo exterior se transformaron en la segunda mitad del siglo. Se abolió lentamente la esclavitud como en México, chile, y América central que era masivo la esclavitud y desapareció gradualmente por los crecientes obstáculos a la trata de esclavos, por su escasa productividad y porque a menudo fue precio a pagar para enrolarlo en las fuerzas armadas. Hasta el siglo XIX la esclavitud seguía vital solo en las costas del mar Caribe y en Brasil donde continuo hasta 1888. En comunidades indias se desmantelo los derechos y deberes corporativos, empezando por el tributo indio para empezar a ser ciudadanos iguales y libres en la nueva república. Dicho objetivo con frecuencia quedo entrampado en los problemas fiscales, lo que indujo en especial en Perú y Bolivia, a mantener un largo tiempo los tributos indios, esto causo reacciones contra la liberación del yugo corporativo y en defensa de la republica de indios. En México y en Guatemala por una parte y en los andes sudamericanos, las comunidades indias no desaparecieron aunque desde la mitad del siglo la presión sobre ellos y sobre sus tierras se
acrecentaron en todas partes. En la economía y en las relaciones con el mundo exterior empezaron a cambiar después de la independencia, introdujeron la libertad de comercio o las potencias europeas, gran Bretaña, ya que los estados se endeudaron con los ingleses en quienes la revolución industrial proporciono un dinamismo comercial para nuevos mercados y materias primas para sus industrias sin causar aun el boom comercial que solo la revolución tecnológica en los transportes hizo posible en la segunda mitad del siglo, aunque no tanto en términos de expansión económica que todavía estaba por venir en esa época de estancación. La nueva relación con la potencia económica europea imprimió una orientación más nítida a la economía regional atraída por ganancias prometidas por nuevos y más intensos intercambios comerciales, también es que lo inhibió el desarrollo interno pero abrió la perspectiva de financiar el balance público, que muchos países era el fruto de los tributos pagados por los indios, a los que se le sumaban los impuestos al comercio exterior. Estos nuevos intercambios establecieron las premisas de la creciente influencia política y económica tanto del extracto comercial en crecimiento en ciudades portuarias, como de los terratenientes propietarios capaces de producir para los mercados externos
Caudillismo
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Rebosa de historia América latina desde la mitad del siglo XIX, desde López de santa Ana que gobernó México 11 veces, a veces como liberal, y otras como conservador. Hasta rosas que dómino argentina desde 1829 al 1852, con el título de restaurador de las leyes, y el paraguayo José Gaspar rodríguez, hasta el guatemalteco carrera que se proclamó presidente vitalicio, la mayoría se elegían gobernantes con la violencia, así uso privado de los recursos públicos y gobernaban por encima de las leyes y constituciones, los caudillos ejercían una autoridad de tipo carismático. Algunas veces eran clientes de caudillos más poderosos que entregaban sus feudos por protección y favores.
a América latina tanto al crecimiento como a la diferenciación productiva. En este sentido el capitalismo británico mucho más vigoroso que el hispánico, habría abierto perspectivas inéditas para las economías locales, acompañaron con su inmensa fuerza a los bancos de inversión y las empresas ferroviarias. En general los desarrollos variaron de zona a zona. Por cierto desde entonces empezó a cobrar forma aquello que suele llamarse la división internacional del trabajo, inducida por la revolución industrial, en el seno de la cual le toco a América latina el papel de proveedora de materias primas minerales y agropecuarias.
Conclusión El siglo británico
El progreso en transporte y vía de comunicación en el atlántico sur más lento pero revolucionario el atlántico norte, y aunque las guerra civiles latinoamericanas retrasaron el comercio y las inversiones en las décadas del siglo 19, por el creciente poderío económico de gran Bretaña comenzó pronto a hacer sentir su efecto en América latina, los productos británicos llegaban en forma relevante a los centros urbanos y expulsaron fuera del mercado al sector artesanal local, creció el mercado interno de los productos y favoreció la producción de materia prima requerida por el mercado inglés y europeo. Los británicos en virtud del libre comercio, asfixiar al monopolio español responsable por inhibir
Las independencias de los territorio coloniales españoles del siglo XIX, trajeron grandes cambios políticos, la creación de nuevos estados fuertes, y economías más sólidas y sociedades más justas e iguales un ideal por conseguir en el tiempo.
BIBLIOGRAFIA AUTOR, LORIS ZANATTA. LIBRO, HISTORIA DE AMERICA LATINA DE LA COLONIA AL SIGLO XXI. EDITORIAL, SIGLO VEINTIUNO.
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Tipos de Estado en Argentina Autor: Chipolari Alexia Yianina Introducción Los especialistas en la problemática del estado sostienen que el estado, además de ser un instrumento de dominación política, es un ordenador de la sociedad; un articulador social, un estructurante de la sociedad que impone determinado tipo de orden. Si bien el estado surge con el orden político del capitalismo adopta distintas formas que se vinculan con determinados contextos históricos. Cuando hablamos de la crisis de una forma de estado se hace referencia a un punto de inflexión, implica una transformación; lo que cambia es la forma de éste, manteniéndose invariable la relación fundamental de dominación, sea éste capitalista o socialista. Teniendo en cuenta que el estado no es algo inmutable, es un producto histórico, En la siguiente monografía se repasaran diversas formas que ha adquirido el estado en la historia reciente de Latinoamérica, más específicamente de la Argentina, fruto de distintos tipos de articulación Estadosociedad Desarrollo: Analizar los distintos tipos de articulación Estado-sociedad que se han conformado desde la constitución del estado moderno en la Argentina nos lleva a situarnos en un proceso que comienza en el siglo XIX. Desde entonces se han sucedido distintas formas de relación Estado-sociedad. Si bien se podrían reconocer tres grandes modelos: el constituido a mediados del siglo XIX con el estado liberal oligárquico;
el que se conforma a partir de los ’40 con el Estado social, nacional-popular, y el que comienza a conformarse a fines desde fines de los ’70, y la crisis del estado de bienestar, el estado neoliberal podrían distinguirse, además, otras formas intermedias lo que nos permitiría identificar los siguientes tipos de estados: 1el modelo constituido a mediados del siglo XIX, que sería identificado como el liberal oligárquico. 2el que comienza a conformarse a partir de la década del ’40, nacionalpopular o social 3el Estado desarrollista, en la década del ‘60. 4el tipo de Estado burocráticoautoritario que se ubican en la década del ‘70 5el modelo que comienza a delinearse a fines de la década del ’70 a partir de la crisis del Estado de bienestar, y queda configurado a fines de los ’80 y comienzos de los ’90 con las políticas de ajuste y la nueva integración al mercado mundial, el estado neoliberal. El Estado emergente de las luchas por la emancipación A partir de las luchas por la independencia se produce la desestructuración del estado colonial. Si bien estas luchas favorecen la formación de la conciencia nacional, sin embargo la constitución efectiva de un estado nacional fue retrasada por los enfrentamientos internos y por la falta de un proyecto político y económico que integrase los intereses de Buenos Aires, el Litoral y el 7
interior. Recién a partir del período de la Organización Nacional comenzó a vislumbrarse la posibilidad de articular y compatibilizar los diferentes intereses regionales con un sustento material, político y de valores compartidos. Recién entonces podríamos hablar de un estado nacional en la Argentina. La etapa que comienza en 1852 es la de la construcción de un nuevo estado-nación y en 1880 puede considerarse que esta etapa está cerrada en la medida en que ha culminado con éxito la instauración del estado nacional. A partir de esa fecha podemos distinguir los tipos de estado que caracterizaremos a continuación. Los modelos de Estado en la Argentina 1-El Estado liberal-oligárquico Una de las características del estado que se configuró a partir de la segunda mitad del siglo XIX es que se constituyó con la fuerza de un gobierno central, que se impuso ganando el control del espacio social y territorial. Esa centralización del poder político no hubiera sido posible sin el concurso de una fuerza militar. Por otra parte a este dominio del territorio contribuyó la formación de un mercado nacional, que unificó el espacio interior para integrarlo en la economía internacional. El ingreso de capitales extranjeros, además, se llevó a cabo a través del modelo agroexportador. El modelo agroexportador imperante en nuestro país en el siglo XIX se apoyaba en una clara división internacional del trabajo por la cual Gran Bretaña era la proveedora de productos manufacturados mientras que Argentina era la proveedora de materias primas. En ese contexto el estado
argentino promovió la plena inserción al mercado mundial. La conformación del estado nación en la Argentina tuvo, además, características particulares en tanto coincidió con la incorporación de una gran masa inmigratoria proveniente de Europa occidental. El proceso de organización nacional terminó a partir de los ’60 con las autonomías provinciales a través del ejército nacional, llevando a cabo obras de infraestructura y comunicaciones y extendiendo las relaciones capitalistas a todo el territorio nacional. El elemento productivo central de este modelo de acumulación agroexportador fue la estancia, que terminará simbolizando el sistema de autoridad económica y política cultural de la clase dominante. Se constituyó un régimen político censitario, centralizado en la presidencia bajo la forma del “unicato”, de control de las provincias. El gobierno y los asuntos nacionales se estructuraban de tal forma que servían y satisfacían a un círculo restringido de intereses y de individuos privilegiados de la oligarquía. El sistema político se caracterizó por la constitución de un régimen de partidos de notables, con fuertes restricciones en la participación, en tanto se restringía el acceso a la mayoría a las decisiones. Se trató de un modelo de amplias libertades civiles y restringidas libertades políticas. El Estado adoptó un rol modernizador y portador de un progreso identificado con el mundo cultural europeo occidental. Se promovió la integración social mediante el amplio acceso al sistema educativo. La constitución de la identidad nacional fue desarrollada a través de la educación pública. El período que corresponde a este 8
modelo de relaciones estado - sociedad fue destacado, desde una perspectiva modernizadora, como una etapa de crecimiento y ascenso en el contexto mundial y, desde una perspectiva democrática, ha sido criticado por su carácter elitista y autoritario. Este estado liberal oligárquico cambia de régimen político en 1916 donde se produciría el pasaje del estado liberal oligárquico al democrático liberal, momento en el cual de la democracia restringida se pasaría a la ampliada, lo que beneficia la democracia y las libertades políticas a partir de la irrupción del radicalismo irigoyenista y la incorporación de los sectores medios con su exigencia de participación en el sistema. El Estado entonces, se ubica como armonizador de los diferentes interese en juego. No obstante no hubo ruptura con la clase dominante en tanto había consenso sobre la forma de entender el progreso económico. El modelo de acumulación agroexportador continuó en tanto se aunaba el consenso sobre los beneficios de ese tipo de división internacional del trabajo. Luego, el impacto de la crisis del ’30, el golpe militar de ese mismo año, y la misma conflictividad presente en el partido gobernante, la declinación del comercio internacional y la reducción nacional de la capacidad de compra contribuirán a la declinación del estado liberal y el surgimiento de una mayor intervención del estado en la economía.
2-El Estado nacional-popular o social Este modelo de estado es producto de la crisis del capitalismo del ’30 y la sustitución
de importaciones en los países periféricos. El estado comienza a adquirir nuevas características al tiempo que pierde hegemonía el sector oligárquico; la sociedad civil ha sufrido transformaciones con el advenimiento de nuevos actores, el empresariado industrial y el proletariado urbano. La necesidad de superación de la recesión y el estancamiento que generaba el capitalismo del laissez faire dieron una respuesta de carácter estatista. La incorporación de los trabajadores y la desarticulación de relaciones que se arrastraban del tipo de dominación oligárquica se realizaron a través de líneas nacional-populares. Es el contexto de surgimiento de lo que se conoció como el estado benefactor, momento de incorporación de grandes masas y de necesidad de contrarrestar las grandes crisis del capitalismo. El estado deja de concebirse como gendarme y exclusivo protector de los derechos individuales para convertirse en garante de los derechos sociales. Surge la imperiosa necesidad política de atender las demandas de los nuevos sectores sociales constituidos en actores en la escena política. Es un modelo que se caracteriza por la intervención, por su acción en forma de prestaciones sociales, dirección económica y distribución del producto nacional. El modelo de acumulación característico de este tipo de relación Estado-sociedad en la Argentina se basó en un modelo de industrialismo sustitutivo que reemplazó al agroexportador. En lo social se producirá una profunda transformación demográfica y social en la que resultarán de significativa importancia las migraciones internas de zonas del interior hacia las regiones del 9
litoral industrializadas. Este modelo está asociado en nuestro país con el peronismo. Basa su legitimación en la respuesta del estado a las demandas populares, en el distribucionismo y el liderazgo carismático como articulador de la movilización popular. El reto consistía, en que en n inédito contexto político y social de masas, el Estado debía adaptarse al mismo con nuevas alianzas y con la ampliación efectiva del régimen político sobre la base de una mayor participación. Esta nueva articulación Estado-sociedad significó el tránsito de una política de incorporación restringida a otra con participación ampliada de nuevos sectores. En lo económico el estado pasó a tener un papel activo en la producción de insumos básicos y en la aplicación de instrumentos de políticas, cuotas de importación, crédito industrial, promoción sectorial, etc. El estado adquirió así un rol protagónico en la promoción del crecimiento económico.
3-El Estado desarrollista Luego de la Revolución Libertadora cambia el régimen político, pero la intervención del estado en el desarrollo continúa con un nuevo subtipo del estado social: el estado desarrollista. Este tipo de estado, impulsado como idea fuerza por la CEPAL, dominó la escena latinoamericana hasta la segunda mitad de los años sesenta. El estado desarrollista era intervencionista más que estatista y, aunque preconizaba un fuerte sector público el orden económico seguía basado en el mercado, pero en un mercado regulado por la
planificación. Invierte la dirección del movimiento y cambia la conexión populista fundamental, centrándose primariamente en la promoción del crecimiento económico. Ello implicaba la postergación del estado benefactor. En Argentina se desarrolla en el marco de una democracia con proscripción, con una estrategia económica que amplía las estructuras tecno burocráticas, distinguiéndose de la estrategia nacional popular en cuestiones de énfasis: mientras la última consideraba al estado en función de la distribución y la autonomía nacional, la desarrollista lo hizo a favor del aumento de la inversión y la integración a este proceso del capital extranjero. Este modelo otorgaba un rol mayor al empresariado, a la racionalidad del sector público y menor para los sindicatos y la movilización popular. El énfasis fundamental del estado desarrollista estuvo orientado al crecimiento económico mientras que en el populista éste era esencialmente de redistribución. 4-El Estado burocrático autoritario Posteriormente, en 1966 –y en la década del ‘70-se inicia la fase burocráticoautoritaria del estado Esta se caracterizó por la exclusión política y la presencia de corporaciones industriales al poder. Suponía que la única restricción al proyecto de desarrollo y modernización del país residía en el alto nivel de conflictividad social de la época, la forma en que se había realizado la incorporación de la clase obrera y la ineficacia de la política demoliberal. Este régimen autoritario estaba fundado en la 10
hipótesis de una guerra interna de carácter ideológico, articulada en torno al conflicto entre capitalismo y comunismo, y asentada en le retórica de la modernización y la inserción en la civilización occidental y cristiana. El diagnóstico en el que se asentaban era el de una situación donde prevalecía una creciente movilización de masas que desbordaban al estado, con el riesgo de una amenaza incontrolable para el orden social vigente. Adopta la forma inédita de un estado militar que no dependía de un caudillo sino que es producto de operaciones planificadas por los estados mayores de las FF.AA. En el mismo las posiciones superiores de gobierno estarán ocupadas por personas que accedían provenientes de organizaciones complejas y altamente burocratizadas (fuerzas armadas, grandes empresas). Este era un sistema de exclusión política y económica, despolitizante, que se corresponde con la etapa de profundización del capitalismo periférico y dependiente pero también dotado de una extensa industrialización Estos regímenes militares eran partidarios del libre juego del mercado, al que concebían como el ámbito por excelencia de la libertad individual. En tanto la esfera de responsabilidad del estado debía ser subsidiaria. El estado autoritario era un estado gendarme entre cuyas funciones ese encontraba garantizar y resguardar el mercado como órgano regulador económico y social básico. 5-El Estado neoliberal Desde fines de la década del ’70
Comienza a dejarse atrás un modelo basado en la industrialización sustitutiva, la política de masas y el desarrollo industrial; se asiste a la crisis de ese modelo de industrialización sustitutiva basado en le demanda interna. El impacto del endeudamiento y de la necesidad de políticas de ajuste se impone junto a la necesidad de lograr una nueva inserción a nivel internacional. Desde las posturas neoconservadoras se diagnosticó la crisis del estado de bienestar señalando el excesivo tamaño adquirido por el sector público, la necesidad de reducir los costos del Estado y fomentando el desarrollo de un amplio sector privado de servicios. En los ’80, con la democracia, explota la crisis de la deuda y al fin de la década se produce la profundización de la crisis del Estado, que hace eclosión con la hiperinflación. Este modelo se inserta en un contexto internacional impactado por la globalización de la economía y por la difusión a nivel mundial de las pautas de la economía de libre mercado. Desde fines de los ’80 predomina, entonces, el enfoque neoliberal del estado que se expresa en términos económicos como lucha contra la inflación y a favor de una separación estado sociedad civil para alcanzar la estabilidad económica. Este modelo destaca el excesivo tamaño adquirido por el sector público, crítica al exceso de burocracia y la descontrolada expansión del gasto fiscal, promueve mayor libertad para el mercado. En los ’90 se encara un proceso de redimensionamiento del estado y del papel prestado por el sector privado, delineándose un nuevo modelo de acumulación. El eje del proceso económico deja de ser el trabajador y su organización 11
pasa a ser el mercado, el consumidor y el management. En muchos casos se apeló a la privatización de empresas públicas prestadoras de servicios, a la descentralización y a la reducción del papel del estado en aspectos vinculados con la función social del estado. Esta modelo impulsa además, la flexibilización laboral y da lugar a la precarización de las relaciones laborales. Se asiste al pasaje de un modelo cultural vinculado a lo público estatal, de solidaridades nacionales hacia otro vinculado al mercado, a la sociedad civil y la competencia. En este contexto se verifica el pasaje de la centralidad que adquiría la figura del “trabajador” a la del “consumidor”. La relación Estado-sociedad se modifica y el estado se reestructura tanto en relación con los factores internos como con los externos, emergiendo un nuevo modelo: el estado neoliberal. El mismo se constituye en garante de las nuevas reglas de juego, de los equilibrios macroeconómicos, la competencia y la diferenciación estado y sociedad civil, en un marco de un modelo de acumulación orientado al mercado externo.
búsqueda de la eficiencia económica por sobre todas las cosas. Todo ello produce una crisis de representación, sintetizada en: 1 Declinación en la forma de hacer política y de una ética pública 2 Modificación drástica de las relaciones de fuerza entre política y economía 3 Importancia comunicación
de
los
medios
de
Bibliografía: http://www.academia.edu/5797998/Estado_ y_Educaci %C3%B3n_en_Argentina._Desde_los_inici os_del_estado_nacion_al_estado_neoliber al https://es.scribd.com/doc/72836853/LINEAde-TIEMPO-Historia-Argentina-1810-1880 http://www.elhistoriador.com.ar/historia_arg entina/historia_argentina.php https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_de_la _Argentina
Conclusión A modo de conclusión se puede afirmar que los cambios ocurridos, modificaron las relaciones entre sociedad y estado. Estas relaciones se refieren a la consolidación de la democracia liberal y el modelo de economía de mercado .Dichas realidades produce una transformación del paradigma anterior, de donde surgen problemas y desafíos que deben ser enfrentados. La pérdida de la integración social, la
La construcción del Estado en Argentina Introducción A partir de 1810 el país intenta organizarse para poder ser una argentina libre. En lo 12
cual haya democracia y tenga su propio gobierno. Con la primera junta comienza el primer cambio argentino, en 1853 se crea la constitución nacional. Desarrollo A partir de 1810 hubo variaciones en el gobierno del antiguo Virreinato. En algunas ocasiones cambiaron las personas que integraban los organismos políticos; en otros fueron estos los renovados. Desde los primeros tiempos se intento separar las funciones propias del poder ejecutivo de las del legislativo. Así se paso de la junta formada por muchos miembros a un ejecutivo integrado por tres (triunvirato) y de este al ejercido por uno (directorio). En 1813 se reunió el congreso o asamblea de diputados de los pueblos rioplatenses, cuyas deliberaciones se interrumpirán en abril de 1815. Asamblea de 1813: La revolución de 1810 produjo cambios profundos en el orden político al establecer un gobierno criollo, pero tres años después este debate seguía instalado “quería independizarnos de España “así fue como en el año 1813 se llamó a una asamblea general constituyente con representantes de todo el territorio para declarar la Independencia y sancionar una constitución que organizara el nuevo País. Si bien la asamblea no cumplió con los objetivos principales, fue ahí cuando comenzó a debatirse la cuestión social. Fue así que en 1816 el directorio llamó a participar de un nuevo congreso. Esta vez en la ciudad de San Miguel de Tucumán.las condiciones no eran
favorables, ya que la revolución había fracasado en todos los otros países de América del sur, menos en nuestro territorio. A su vez en Europa, derrotado Napoleón Bonaparte, el rey de España había vuelto al trono y quería recuperar sus colonias americanas. Pese a todas las dificultades, el congreso se reunió con los representantes de las provincias, excepto las del litoral, que estuvieron ausentes. Luego de 4 meses de debate el 9 de julio. El congreso declaro la independencia de España. Y de cualquier otra potencia extranjera de las provincias unidas del rio de la plata, que era como nos llamábamos, poco después aprobó como símbolo patrio la bandera nacional. Sin embargo, no coincidían el cual debía ser la forma de gobierno del nuevo país. Algunos, como Manuel Belgrano, quería establecer una monarquía otros querían establecer un gobierno votado periódicamente por los ciudadanos, es decir una república. Entre los partidarios de la república algunos, llamados más adelante unitarios, querían un gobierno centralizados que tomara todas las decisiones, incluso nombrar a los gobernadores. Otros llamados federales. Querían que los habitantes de cada provincia pudieran votar a sus gobernadores y el gobierno central solo se ocupara de algunos temas, como la defensa o las relaciones con otros países. Algunas provincias partidarias de formar una república federal, como las provincias del litoral y la banda oriental, no enviaron representantes a Tucumán, porque sostenían que en el congreso predominaban los monárquicos y los unitarios. 13
A pesar de todo en 1816 se declaro la independencia. Y las diferencias entre las provincias no se resolvieron y la unidad se mantuvo solo para enfrentar la amenaza Española. Gobierno, duración e integrantes: Primera junta (Mayo a diciembre, 1810) Cornelio Saavedra, Mariano Moreno, Juan José Paso, Manuel Alberti, Miguel de Azcuénaga, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Domingo Matheu y Juan Larrea Junta grande (diciembre 1810 a noviembre 1811) Presidente: Cornelio Saavedra .otros 21 miembros, muchos de la primera junta. Primer triunvirato (noviembre de 1811 a octubre de 1812) Feliciano Chiclana, Juan José Paso y Manuel de Saavedra (luego reemplazado por Pedro Medrano) Segundo triunvirato (octubre de 1812 a enero de 1814) Nicolás Rodríguez Peña, Antonio Álvarez Jonte y Juan José Paso (los dos últimos luego reemplazados por Gervasio Posadas) Director supremo (enero 1814 a febrero 1820) Gervasio Posadas, Coreas María de Álvarez, Ignacio Álvarez Thomas, Antonio Gonzales Balcarce, Juan Martín de Pueyrredón y José Rondeau.
En 1819, el congreso que dos años antes se había trasladado de Tucumán a Buenos Aires, sanciono una constitución que otorgaba amplios poderes al gobierno nacional ( recordemos que nos gobernaba un director supremo) para decidir sobre el resto del territorio. Esto origino una situación muy tensa entre el gobierno central y del resto de las provincias. Los gobernadores federales del litoral, Estanislao López De Santa Fe y Francisco Ramírez de Entre Ríos, decidieron derrocar al gobierno central que funcionaba en Buenos Aires y establecer la libre navegación por los Ríos Paraná y Uruguay En adelante, las provincias se rigieron por sí sola, con autoridades designadas por sus vecinos y gobiernos con división de poderes (legislativos, ejecutivos y judicial) Muchos de los gobernadores fueron caudillos lideres que surgieron durante la lucha por la independencia hombres que comandaban milicias rurales, o estancieros que tenían el respeto de sus seguidores porque peleaban no solo por el poder político , sino también por obtener beneficios económicos para su región. Dos proyectos de país comenzaron a debatirse: El proyecto federal, liderado por la mayoría de los caudillos de las provincias que deseaban. • Establecer una forma republicana de gobierno
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• Unir a las provincias en una confederación, es decir en una alianza que permitiese que toda provincia tuviera un gobierno propio y se administrase económicamente •
Repartir los ingresos de la aduana
• Permitir que hubiese otros puertos abiertos al exterior, además de la ciudad de buenos aires y proteger la producción artesanal local de la competencia de productos extranjeros El proyecto unitario, en cambio se basaba en un gobierno central fuerte que asegurará la unidad política y económica de todo el país. Pretendía, además que ese gobierno tomara decisiones en nombre de todos y que, incluso, designara a los gobernadores. La mayoría de los unitarios provenían de los grupos de mayor peso económico y prestigio social de buenos aires y de las principales ciudades del interior del país, muchos de ellos habían sido educados en Europa. En 1824 se llamó a un nuevo congreso para sancionar una constitución. Mucho de los constituyentes eran unitarios y estaban liderados por Bernandino Rivadavia. Mientras se ponían de acuerdo Buenos Aires y el resto de las provincias, estallo una guerra contra Brasil. Para hacer frente a esta situación, el congreso sanciono la ley de presidencia y nombro presidente a Rivadavia. Esta decisión no fue aceptada por la provincia, Rivadavia renuncio y se reanudaron los enfrentamientos entre
unitarios y federales, que produjeron grandes pérdidas económicas para ambos bandos. Hasta 1827, los intentos de organizar un gobierno central para todas las provincias habían fracasado. Con la renuncia de Rivadavia, el cargo de presidente y el congreso nacional desaparecieron. Las provincias continuaron gobernándose a sí misma, como lo habían hecho desde 1820 En 1827, Manuel Dorrego, un estanciero del partido federal, fue elegido gobernador de la provincia de Buenos Aires luego de asumir el cargo, firmo la paz con Brasil. En el tratado de paz se estableció la independencia de la banda oriental (actual Uruguay). Esto beneficiaba a las provincias del rio de la plata porque la banda oriental, por ser un estado independiente, impedía el avance de los portugueses sobre el rio de la plata. A pesar de las ventajas, la firma del tratado de la paz provoco un gran descontento. Las provincias del rio de la plata habían ganado la guerra, pero en el tratado de paz se consideraba un empate. El descontento de las tropas que venían de la guerra contra Brasil fue aprovechado por el partido unitario. Las tropas comandadas por Juan Lavalle se sublevaron y ocuparon. Buenos Aires en diciembre de 1828.devocarona Dorrego, eliminaron la legislatura y nombraron gobernador a Lavalle, posteriormente, este ordeno el fusilamiento de Dorrego, decisión que el mismo Lavalle lamentaría por el resto de sus días. Ya que el enfrentamiento entre unitarios y federales se agravo. 15
Ya posesionado Lavalle del gobierno de Buenos Aires, hasta aquí llegó otra división de las tropas que habían luchado contra los imperiales. Al frente de estos soldados se puso el general José María Paz, quien en Córdoba venció al gobernador Bustos y en abril de 1829 asumió el poder político. Mientras el general paz lograba imponer el unitarismo en varias provincias, en Buenos Aires el general Lavalle cedió terreno a las tropas federales dirigida por López y Rosas. Tras ser vencido en el puente de Márquez (junio 1829) Lavalle firmo en cañuela un pacto con Rosas para poner fin al enfrentamiento. Como algunos unitarios porteños no quisieron aceptar el acuerdo, la lucha estaba por reiniciarse cuando se hizo en barracas una nueva entrevista entre los dos jefes allí acordó que el general Juan José Viamonte asumiese el gobierno provincial, que Rosas continuase como comandante general de campaña y que Lavalle se marcharse a la banda oriental. Poco después volvió a funcionar la junta de representantes y esta, el 6 de diciembre, eligió gobernador a Rosas, a quien se le otorgo facultades extraordinarias, o sea podres especiales en materia judicial. Por ellas, el gobernador estaba autorizado a tomar las decisiones que creyera más conveniente sin tener en cuenta a la legislatura y suspender algunos derechos, como la libertad de prensa. Mientras tanto, El General Paz dispuso formar una coalición de provincias en el
interior del país y entonces envió una serie de expediciones militares para deponer a los gobernadores federales. Consolidado el movimiento unitario, las Provincias de Córdoba, Catamarca, Santiago del Estero, Salta, Tucumán, La Rioja, Mendoza, San Luis y San Juan adhirieron en una alianza defensiva y ofensiva, denominada liga unitaria o liga del interior, cuyos convenios fueron firmados en la Ciudad de Córdoba, el 31 de agosto de 1830. El movimiento unitario tenía ramificaciones en la banda oriental y en Entre Ríos. Esta última estallo el primero de noviembre de 1830 una revolución destinada a derrocar a las autoridades federales, pero el movimiento fracaso (al cabo de 4 meses) debido a divergencia entre sus dirigentes. Las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corriente, habían entablado negociaciones amistosas, ante la revuelta estallada en Entre Ríos y la creación del supremo poder militar en Córdoba, se apresuraron a firmar el 4 de enero de 1831, en la ciudad de Santa Fe el llamado pacto federal o liga del litoral. Con esta la república quedo dividida en dos ligas antagónicas. El general Paz era la figura más destacada del partido unitario, mientras los federales del litoral estaban representados por Juan Manuel de Rosas y Estanislao López, gobernadores de Buenos Aires y Santa Fe respectivamente. Los federales lograron recuperar el poder en varias provincias dominadas por Paz. Este se disponía a atacar a López en 16
Santa Fe cuando inesperadamente fue tomado prisionero en mayo de 1831. En su lugar intento continuar la lucha Gregorio Aráoz de Lamadrid, pero fue vencido en Tucumán por Quiroga. La liga unitaria se deshizo y los federales asumieron el gobierno de todas las provincias. Al pacto de 1831 se adhirieron todas las provincias, que así quedaron unidas para defenderse de posibles ataques realizados desde el extranjero o internamente. Entre sus disposiciones estaba la de reunir un congreso general federativo para organizar el gobierno del país según la forma federal. Juan Manuel de Rosas fue gobernador de Buenos Aires desde 1829 hasta 1832. En este año lo sucedió el general Juan Ramón Balcarce, que renuncio en octubre de 1833 al ser desacatado por los federales, que lo acusaban de mantener tratos con los unitarios. Al renunciar sobrevino un periodo de crisis que culmino al conocerse en Buenos Aires la noticia del asesinato de Juan facundo Quiroga, hecho ocurrido en Córdoba el 16 de febrero de 1835, en medio de gran conmoción, la junta de representantes eligió otra vez de gobernador a Rosas, al que dio la suma del poder público, o sea poderes casi ilimitados en lo legislativo (o sea podía dictar leyes) y administrativo, además de tener facultades extraordinaria en lo judicial. Cuando Rosas comenzó su segundo mandato estaba convencido de que todos debían apoyarlo, durante su gobierno fueron comunes los encarcelamientos, la censura de la prensa y la prohibición de libros que propusieran ideas distintas a las
suyas. El gobierno de Buenos Aires aplico severas leyes a sus opositores, a los que llamaba “traidores”, “salvajes” o “subversivos”. Además de utilizar la violencia, rosas buscaba que las ideas federales fueran aceptadas por la población a través del voto. Periódicamente se realizaban elecciones para la legislatura con lista de candidatos elegidos por él. De esta manera, el gobierno se aseguraba que se votaran diputados Rosista para la sala de representantes. Durante su largo gobierno, Rosas también se opuso a organizar un estado nacional y dictar una constitución. En 1851 el gobernador de Entre Ríos, justo de Urquiza publico un pronunciamiento. En él expresaba la decisión de volver a asumir el manejo de las relaciones con los países extranjeros. Hasta ese momento, esa tarea había estado a cargo del gobernador de Buenos Aires. Urquiza se oponía al gobierno de Rosas y busco apoyo en Brasil y Montevideo para derrocarlo. En Buenos Aires, Rosas no creía que Urquiza fuera una amenaza importante durante su gobierno se habían producido diversos levantamiento y todos habían sido sofocados. En 1852, el ejército reclutado por Urquiza avanzo sobre Buenos Aires y derroto a Rosas en Caseros. Luego Rosas debió exiliarse. Urquiza llego a Buenos Aires al frente de su ejército y nombro a Vicente López y Planes como gobernador de esa provincia en un intento de lograr el apoyo de los federales porteños, López y Planes puso a 17
hombres que habían sido aliados de rosas para que lo ayudaran en su gobierno. Una de las primeras medidas que tomo Urquiza fue la que Rosas había postergado por casi 30 años; convocar una reunión para dictar una constitución, la cual fue sancionada en 1853, ley fundamental de la Argentina. A la que se ajustan todas las normas que forman el orden jurídico de la nación. Entre sus disposiciones más importantes, la constitución establece la adopción de la forma representativa, republicana y federal de gobierno. Cita a los gobernadores de Las Provincias a La Ciudad De San Nicolás De Los Arroyos, el norte de la Provincia De Buenos Aires, en mayo 1852 allí firmo un acuerdo en el que se decidió: designar como director provisorio de la confederación Argentina, a Urquiza. Nacionalizar los ingresos de la aduana, convocar un congreso en la ciudad de Santa Fe entre otros. Sin embargo, Buenos Aires no estaba de acuerdo con la concentración del poder en Urquiza; Luego de un fracasado intento de Urquiza por retomar el control de Buenos Aires estallo una revolución en la provincia, que se declaro un estado independiente de la confederación, reasumió la conducción de las relaciones exteriores y no asistió al congreso de Santa Fe. Desde entonces y durante 10 años, el país estuvo dividido en dos; la confederación Argentina por un lado y el estado de Buenos Aires por otro.
Urquiza sabía que la única forma que tenia la confederación Argentina para salir adelante era incorporar a buenos aires al resto del país, y que esa incorporación debería hacerse a cualquier otro costo incluso por medio de la guerra. El asesinato en la cárcel del desplazado gobernador de San Juan, atribuido a los porteños, fue excusa para desatar el enfrentamiento entre Buenos Aires y la confederación. La primera batalla se desarrolló en 1859 en cepeda, en ella, los ejércitos de Urquiza vencieron a los de Buenos Aires comandado por Bartolomé Mitre. Tras la victoria, Urquiza no ingresa en Buenos Aires, pero firmo con sus representantes el pacto de san José de flores, que estableció la incorporación de la provincia porteña a la confederación Argentina y jura de la Constitución Nacional luego de examinarla la provincia de Buenos Aires no estaba de acuerdo en que la ciudad se convirtiera, como la constitución lo estableció, en la capital federal del país, porque eso implicaba que todos sus ingresos ya no le corresponderían en forma exclusiva a la provincia de Buenos Aires, sino que tendrían que ser repartidas entre todas Las Provincias Argentinas. Esta diferencia y un nuevo problema en San Juan produjeron otro enfrentamiento armado entre Buenos Aires y el resto de la confederación; la batalla de pavón en 1861. Si bien no hubo un resultado cierto acerca de quién fue el vencedor, ya que Urquiza se retiro del campo de batalla, Bartolomé Mitre se atribuyo el triunfo y, en 18
las elecciones, fue proclamado presidente de la nación. Las nuevas autoridades nacionales residirían en Buenos Aires, sin que esta fuese nombrada capital de la Argentina, sino simplemente sede del gobierno en forma provisoria por un lapso de 5 años. Durante el mandato Mitre debió enfrentar levantamientos armados ocurridos en el noroeste donde se constituyo en caudillo Ángel Vicente Peñaloza, llamado “el chacho” Por este tiempo se formo la corte suprema de justicia y se encomendó a Dalmacio Vélez Sarsfield la redacción del código civil. La acción gubernativa de Mitre se vio complicada por la llamada guerra de la triple alianza o guerra del Paraguay. Sarmiento gobernó desde 1868 hasta 1874 realizo una intensa obra que abarco todos los aspectos de las vida cotidiana y que tuvo su centro en la extensión en la educación escolar primaria. Entre 1874 y 1880 presidio la república el tucumano Nicolás Avellaneda que tuvo por vicepresidente al porteño Mariano Acosta. En este lapso se produjeron sucesos de trascendencia nacional, como fueron la ocupación de las regiones sureñas, un intento revolucionario promovido por el gobierno bonaerense y la solución del antiguo problema originado en la falta de una capital federal La presidencia de Julio A. Roca se caracterizo por la alianza entre los sectores
dirigentes provinciales y el gobierno nacional. Estos grupos integraron EL PARTIDO AUTONOMISTA NACIONAL, conocido por sus reglas, PAN, que dominarían la política Argentina durante más de 30 años. Conto además con el respaldo de los mandatarios de las provincias nucleadas en la liga de gobernadores. A estos apoyos políticos, roca sumo el del ejército, hecho que le permitió regresar a la presidencia de la nación en el periodo 1898 -1904. Además de Roca, otros miembros de las pocas familias porteñas y provincianas que integraban el pan se alternaron en el gobierno, ya que todos a los que luego se llamo conservadores recurrieron al fraude electoral para ganar las elecciones y conservar el poder. Conclusión Con los cambios (que no dependemos más de los españoles) surgieron transformaciones importantes y división de partidos entre unos habitantes y otros, entre una provincia y otras. Pero a pesar de eso se pudo establecer un estado Argentino hacia 1880.
“La Era Liberal (Argentina-MexicoBrasil)” Autor: Bustos Karina Daniela 19
-Presentación: La transformación consistió en el inicio de un largo período durante el cual se consolidaron las estructuras de los estados-nación y se atenuó el caudillismo; se produjo el boom de la economía de exportación de materias primas hacia los mercados europeos; los ferrocarriles comenzaron a surcar los inmensos espacios latinoamericanos, favoreciendo la movilidad territorial y social; y millones de inmigrantes europeos llegaron a las costas latinoamericanas revolucionando la composición demográfica de algunos países. En los regímenes liberales que se establecieron en varios países se produjo una momentánea tregua entre las ideologías irreconciliables de liberales y conservadores. los efectos de la agitada modernización promovida por esos mismos regímenes no tardaron en generar desorden que los pusieron en crisis.
-Antecedentes: El nacimiento del estado moderno coloco el acento sobre los factores sociales y económicos o bien enfatizar los de carácter más ideológico o cultural, todo hace pensar que los elementos que habían causado inestabilidad política y estancación económica en las primeras décadas posteriores a la independencia comenzaron a atenuarse en América Latina, en algunos casos, directamente desaparecieron hacia fines de siglo. Este
fue el preludio de las profundas conmociones que atravesaron todo el período comprendido entre la década de 1870 y la Primera Guerra Mundial, porque allí donde la economía se hallaba en un estado de estancación se inició un largo período de crecimiento, y donde dominaban los caudillos comenzó a ganar vigencia la estabilidad, y a surgir y consolidarse las modernas estructuras del estado-nación.
-Desarrollo: Las vías transitadas por cada uno de los nuevos estados latinoamericanos se habían ido separando, en las décadas a caballo entre los siglos XIX Y XX se apartaron con una velocidad aún mayor a medida que toda la región ingresó en un radical proceso de modernización, del cual ningún país quedó excluido. Dicho proceso tuvo, sin embargo, tanto en términos de crecimiento y desarrollo económicos como de consolidación política, de riqueza y dinamismo culturales. Así, algunos países quedaron a la cabeza, la Argentina el primero de todos, y México, Brasil y Chile inmediatamente después- y muchos otros, en especial en el área andina (incluidos Colombia y Venezuela) y en América Central, quedaron por detrás, presos aún de la violencia y el caudillismo. Por primera vez los gobiernos se vieron en situación de imponer la ley sobre el territorio nacional entero o sobre buena parte de este, al menos en los países más ricos y poderosos, los cuales pudieron garantizar 20
la unidad política, es decir, unificar la soberanía y obligar a la obediencia tanto a caudillos como a territorios rebeldes. En este sentido, por primera vez en América Latina cobraron forma estados modernos, con las funciones que les son típicas, empezando por el ejercicio del monopolio legal de la violencia, que adquirieron imponiéndose a los ejércitos privados y locales, o a través de la profesionalización de los ejércitos nacionales con el auxilio de las misiones militares alemanas y francesas. A esto le siguió la creación de una administración fiscal, judicial y escolar nacional, premisas necesarias para recaudar impuestos, impartir justicia, formar ciudadanos y construir la nación a través de las escuelas. Las constituciones se volvieron entonces más duraderas y eficaces, y el horizonte de la acción pública se amplió de un modo antes impensable, gracias también al boom de la prensa y de los ferrocarriles, lo que ocurrió en América Latina no fue tan distinto de lo que tuvo lugar en el resto de Occidente, aunque con sus peculiaridades. No obstante, la pregunta que se impone es por qué empezó a producirse en esos años aquello que antes había sido imposible. En principio, tanto la Revolución Industrial europea como la revolución tecnológica instalaron las condiciones para que América Latina se integrara a la economía mundial pronto y a fondo, con lo cual el comercio y las inversiones aumentaron, y con ellos, los ingresos de los estados, que contaron con los recursos para consolidar su propia autoridad. En segundo término, aunque no menos importante, tuvo lugar un implícito compromiso entre liberales y
conservadores (y sus respectivas concesiones políticas y sociales) basado en el común interés por el orden social, la estabilidad política y el progreso económico. Así, entre los grandes sueños liberales de transformación social y el viejo orden corporativo finalmente se alcanzó un pacto. Construir el estado no fue en América Latina como en ninguna región un proceso breve y sencillo, sino más bien, largo y erizado de obstáculos. Lo mismo vale para la construcción de la nación, es decir, para el proceso a través del cual la población de un determinado territorio llega a sentirse e imaginarse como parte de una misma comunidad. A este propósito, la heterogeneidad étnica y la fragmentación social y territorial resultaron barreras muchas veces insuperables. El primer e ineludible paso cumplido por gran parte de los estados interesados en sentar sus bases y puntos de partida fue conocer el propio territorio y su población. Para las elites que tomaron en sus manos las riendas del poder, resultaba claro que sin ese conocimiento no había ley que pudieran adoptar para crear la nación. Fue entonces que, en varios países, se realizaron los primeros censos nacionales y floreció la avidez estadística por cuantificar, medir, catalogar a la población y los bienes naturales comprendidos entre los confines de la nación, premisas de leyes científicamente fundadas y, por lo tanto, más racionales. A este cambio quedó enlaza la educación pública y, más tarde, el envío hacia las zonas más remotas de cada país de un gran número 21
de funcionarios públicos encargados de censar a los habitantes, armar padrones electorales o dar fe de los datos del registro civil y otras actividades similares. Con mayor o menor éxito según los casos, y con mayores dificultades en los países más heterogéneos, empezó a configurarse una arena pública nacional que tendió a atenuar el peso de los localismos e incluso a horadar la impermeabilidad de las barreras étnicas y sociales. Tanto en la progresiva unificación del espacio nacional como en la concreta ocupación del territorio, en muchos casos los militares desempeñaron funciones clave, que por ello mismo asumieron un espíritu de cuerpo y una imagen de sí mismos y de su propio papel que en el futuro estaban destinados a tener una importante gravitación sobre los destinos políticos de la región. Así como en la administración de la justicia y en la tutela de los derechos constitucionales fue decisivo el papel del poder judicial tanto a nivel central como local. Por entonces, en muchos países se sancionaron nuevos códigos civiles y penales, y la magistratura se volvió un cuerpo más autónomo y profesional. El modelo primario exportador. Desde mediados del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, una ola de globalización envolvió con fuerza a América Latina. Impulsado por la revolución comercial e industrial, y hecho posible en dimensiones antes impensables por las innovaciones tecnológicas –en especial por la navegación a vapor en el océano Atlántico y por los ferrocarriles-, aquel fenómeno tuvo consecuencias enormes en las naciones latinoamericanas.
Sobre esas naves y trenes viajaron mercancías a precios más bajos, en tiempos más rápidos y en condiciones de mayor seguridad, a tal punto que el comercio alcanzó ritmos constantes y potentes, y los capitales llegaron en abundancia. En aquellos nuevos vehículos marítimos y terrestres transitaron también millones de hombres, que dejaron Europa por América. Con ellos arribaron historias, culturas, costumbres, ideas, ideologías, tradiciones que enriquecieron y volvieron aún más compleja la ya intrincada trama social latinoamericana. En pocas palabras, fue como si las olas levantadas por los extraordinarios cambios producidos en Europa llegaran a las orillas del Nuevo Mundo, arrastrándolo consigo hacia la modernidad que Occidente estaba creando. América Latina se encaminó desde entonces hacia un turbulento proceso de transformaciones económicas, causa de cambios sociales radicales, que pronto hicieron sentir su efecto sobre la política, la cultura, la religión, las costumbres. En términos económicos, se integró como la periferia de ese arremolinado centro, del cual era necesario complemento, a tal punto que el nexo que se creó entre ambos ha sido definido muchas veces como un pacto neocolonial. Eje de dicho nexo fue el modelo económico primario exportador, basado en el libre comercio, en el que América Latina se especializó en la exportación de materias primas hacia Europa -minerales para la industria y agropecuarias-o En sentido contrario, viajaron hacia América las manufacturas europeas, en especial británicas; al mismo 22
tiempo, arribaron capitales europeos y norteamericanos, necesarios para crear las infraestructura. Se trataba de capitales destinados a proyectos que implicaban excavar puertos de agua profunda, tender miles de kilómetros de vías férreas, sentar las bases de un moderno sistema crediticio, realizar túneles en los lugares más inhóspitos, explotar las mina. Los capitales fueron el lubricante y el carburante de aquel modelo y, por lo general, obtuvieron ganancias gigantescas. Como todas las grandes transformaciones, también esta tuvo sus luces y sombras. Hay quienes ven allí el emblema de un nuevo y letal dominio colonial, que distorsionó y volvió estructuralmente dependiente a la economía local, sometiéndola a las potencias del extranjero. Otros, en cambio, perciben el inicio de una prometedora modernización que, aunque atravesada por fragilidades, le permitió a América Latina salir de una producción encallada en el autoconsumo, y sostener y consolidar el orden constitucional liberal. Por otro lado, ese tipo de crecimiento fue también causa de distorsiones y vulnerabilidades: como las economías fueron inducidas a especializarse en la producción de los bienes requeridos por el mercado mundial, (en general no más de uno o dos por país), cada economía nacional se volvió dependiente de la fortuna de esos pocos bienes, lo cual incentivó la concentración de la riqueza y de la propiedad de la tierra, y agudizó aún más las ya profundas fragmentaciones sociales. Al respecto, el caso de la Argentina fue único y no conoce parangón. Tanto en sí mismo –porque
ningún otro país se integró tanto con la economía internacional ni fue tan revolucionado por sus efectos- como que asumió como proveedora de carne y grano para la gran potencia mundial de la época, Gran Bretaña, de cuyo imperio informal la Argentina fue parte fundamental. El crecimiento de los ferrocarriles en México fue, por ejemplo, igualmente impresionante, dado que en 1910 superaba los 19.000 kilómetros, algo nada desdeñable en un país con una geografía tan enrevesada, donde las vías férreas favorecieron, entre otras cosas, el nacimiento de un auténtico mercado nacional, cuya vigencia impulsó el gran crecimiento económico de la década y media que transcurre entre los siglos XIX y XX, cuando el PBI mexicano creció más del 50%. Si la Argentina enlazó su economía con los capitales británicos, México se vinculó con los de los vecinos Estados Unidos, que pronto monopolizaron la industria minera. Locomotora de los ferrocarriles mexicanos, en el trayecto que une Ciudad de México y el puerto de Veracruz, entre 1873 y 1925. Relatos semejantes pueden construirse en casi todos los otros países, cada uno con sus peculiaridades. Empezando por Brasil, donde el boom exportador se debió al café y se concentró en los estados de San Pablo y Minas Gerais. Las inversiones británicas y norteamericanas crecieron allí con prisa y más que nunca antes, y se multiplicaron por siete entre 1880 y la gran crisis de 1929. El resultado fue que el área cultivada se elevó en forma exponencial y Brasil terminó por dominar el mercado mundial del café, del que hacia 1929 23
poseía cerca de los dos tercios de todos los cultivos existentes. Como el café también proporcionaba las tres cuartas partes de las ganancias producidas por las exportaciones, se comprende que la entera economía nacional dependiera de los ciclos de sus precios. Esta exposición panorámica podría continuar de un punto a otro del continente: desde el Perú, donde la llegada hasta los Andes de los ferrocarriles dio nuevo impulso a la vocación minera del país, pero donde la explotación de cobre, zinc y plomo -dados los ingentes capitales y las modernas tecnologías que requería- acabó por quedar bajo el control de las grandes empresas norteamericanas; hasta Bolivia, donde al nuevo boom de la plata sucedió el del estaño y donde la elite local que controlaba la producción se asentó en el vértice de la escala social del país, que vivió entonces un período de relativa estabilidad. Cabe agregar, además, que el café y otros productos típicos de las áreas subtropicales, como cacao, azúcar de caña y bananas -en cuya producción ingresaron no sin prepotencia las grandes empresas norteamericanas-, estuvieron en la base del boom de las exportaciones en América
implicó la brusca aceleración de algunos fenómenos destacables: ante todo, el crecimiento demográfico, en ciertos casos debido a la inmigración europea, pero en realidad extendida a la región entera, incluso a los países donde fue fruto del incremento natural de la población; la urbanización, particularmente intensa en la Argentina, Chile y Venezuela, que afectó a una o pocas ciudades erigidas en nudos clave del enlace con el mundo exterior, las cuales -como Ciudad de México o Buenos Aires- pasaron, en pocos años, de ser una gran aldea a devenir vibrantes metrópolis. A ello se sumó la escolarización, al menos en los centros urbanos y donde el estado más avanzó en su proyecto de crear sistemas educativos nacionales; la tercerización, por la proliferación de nuevas profesiones, tanto en el ámbito público como en el privado, vinculadas a las necesidades de una economía y una sociedad más articuladas; por último, una incipiente industrialización, al menos en países como Brasil, México o la Argentina, donde las elites dirigieron hacia la industria los capitales acumulados, y en aquellos donde el crecimiento de la producción minera y a la conformación de importantes centros industriales.
Tanto los efectos de la modernización económica como los cambios sociales que suscitaron tuvieron profundidad diversa de país a país o de región en región; extensos y veloces en los que más se integraron a la economía mundial, y más limitados en los que lo hicieron en forma más tardía o lenta, es decir, en países como Colombia y Venezuela, y en vastas áreas de las repúblicas andinas y centroamerica. Esto
En síntesis, las sociedades de América Latina comenzaron a diferenciarse y se volvieron más complejas, aunque en todas sobrevivió la sociedad tradicional, en especial en las regiones que permanecieron ajenas o menos afectadas por la apertura al mundo .exterior y al mercado mundial. Si en un comienzo se habían visto polarizadas hacia los extremos de la escala social, con una 24
limitada elite criolla en la cima de la pirámide y una indistinta masa rural en su base (autóctona o mestiza), ahora esto empezaba a cambiar, en especial donde la inmigración masiva revolucionó las jerarquías sociales tradicionales. Aun con estos límites, los cambios fueron profundos. Se transformaron las elites, surgieron otras nuevas, más atraídas por los valores burgueses. No obstante, estas también se hallaron -como las elites anteriores- vinculadas a la propiedad de la tierra, de la que en esta época se produjo, en general una enorme concentración, no entendida ya como mera fuente de estatus social, sino como fuente de progreso y riqueza, cuando no base de incursiones, para sus dueños, en el comercio, las finanzas y la industria. Cambiaron los estratos populares, en especial en los centros urbanos, o en sectores como los ferrocarriles y los transportes en general, las plantaciones y las empresas mineras, donde con frecuencia surgieron sólidos y combativos núcleos proletarios, sobre los cuales cayeron las primeras represiones violentas; también tuvieron lugar transformaciones en parte de las áreas rurales, al menos donde declinó la vieja hacienda y el trabajo se volvió más libre, es decir, sujeto al mercado y a sus intemperies. Asimismo, crecieron las capas medias de la sociedad, con frecuencia conformadas por mestizos o por migrantes, diferenciadas y distribuidas en oficios, empleos y profesiones que iban desde el comercio y la administración pública hasta los bancos, la escuela y el ejército. Capas medias muchas veces próximas al proletariado urbano -por sus ingresos y sus condiciones de vida-, pero formadas
también, en número creciente, por profesionales e intelectuales deseosos de afirmación, prestigio e influencia, bien dispuestos a moverse en la arena política. Las grandes migraciones mundiales que desde mediados del siglo XIX hasta la crisis de 1929 transformaron gran parte de mundo. En la era liberal, aunque en distinta medida, todos los estados latinoamericanos buscaron atraer inmigrantes, exhibiendo razones económicas. También acudieron al típico arsenal racista tan caro a muchos positivistas y científicos de la época. La Argentina y Uruguay, entonces, y luego el Brasil meridional y en parte también Chile fueron los países que se vieron más revolucionados con la recepción masiva de migrantes europeos. En primer lugar la Argentina, donde, según algunas estimaciones, entre 1857 y 1930 ingresaron hasta 6 millones de migrantes. Brasil estuvo dirigida a alterar el perfil étnico de la población, en gran parte negra o mulata, y a reemplazar el trabajo esclavo con el de europeos asalariados. En buena medida, consiguió sus objetivos, atrayendo una enorme cantidad de italianos y portugueses, los cuales tendieron a concentrarse en el área de más rápido crecimiento: San Pablo. " La ilusión de las oligarquías: Los regímenes políticos de la era liberal eran denominados "oligárquicos", concepto a la vez correcto y engañoso. Es correcto en el sentido de que se trataba de regímenes políticos donde la participación estaba limitada y donde el poder político y el económico, concentrados en una elite restringida, tendían a superponerse. Además, de este 25
modo se alude al hecho de que, más allá de la pertenencia a un partido u otro, los miembros de la elite constituían una oligarquía social, casi siempre blanca y culta, en la cima de una sociedad fragmentada sobre bases étnicas. En cambio, es engañoso si no se tiene en cuenta que así era la política en Occidente antes del advenimiento de la sociedad de masas: una actividad desarrollada por personajes notables y prósperos; y que la violencia, la corrupción y los fraudes que solían caracterizar a las elecciones en América Latina eran por entonces fenómenos comunes en Europa. Dicho esto, es preciso añadir que, con todas sus diferencias -a veces enormes-, los regímenes de la época fueron modernizadores en el campo económico pero conservadores en el político, ya que procuraron mantener el monopolio del poder hasta el punto de convertir con frecuencia a las constituciones en pactos entre oligarquías y a las elecciones en ficciones democráticas, donde legitimar órdenes políticos poco o nada representativos de los diversos estratos sociales. Se trataba, en verdad, de pactos entre las mismas elites que se habían combatido entre sí en los tiempos del caudillismo y que ahora encontraban en las oportunidades económicas y en el común interés por la estabilidad política y la paz social un sólido punto de encuentro. Se producía así una convergencia entre liberales y conservadores, y entre sus imaginarios políticos y sociales, el más racionalista e individualista de los primeros, y el más religioso y organicista de los segundos. Una concordancia de la cual fue emblema la ideología de estos regímenes:
el positivismo (cuyas palabras clave están todavía inscritas en la bandera brasileña, "Orden y Progreso"), que desde México hasta la Argentina, pasando por el istmo centroamericano y las naciones andinas, se expresó en la invocación de Paz y Administración. En efecto, el positivismo se prestó a conjugar las dos tradiciones políticas y filosóficas que hasta entonces habían intentado suprimirse y anularse recíprocamente. Si es cierto que los positivistas eran cultores de la razón y el progreso, y por lo tanto distantes de la primacía del espíritu y la fe cara a los conservadores, ambos concebían la sociedad como un organismo natural. El organicismo cientificista encontró así un sólido punto de contacto con el católico. De la sociedad entendida como un organismo, los primeros encomiaban el conocimiento de las leyes científicas que lo animaban, y los segundos, el del plan divino al cual se correspondía. Así, la ideología positivista legitimó el pacto implícito entre liberales y conservadores, y la progresiva suspensión de los furibundos ataques de los primeros contra las corporaciones tradicionales, las cuales -con la iglesia y el ejército a la cabeza- se tornaron aliadas de la estabilidad política y social. Al transformar a fondo la sociedad y la cultura, la modernización creó el terreno para que nuevas capas sociales y nuevas ideologías se asomaran a la vida pública: contestando el orden conservador, exigiendo una distribución más equitativa de cargas y honores, o pretendiendo introducir la política donde las oligarquías la habían prohibido. Desde fines del siglo XIX, el nacimiento de nuevos partidos 26
políticos en diversas partes de América Latina, e incluso de numerosos y combativos movimientos obreros – anarquistas y socialistas en su mayoría, pero también católicos, desde México hasta Chile, desde la Argentina hasta Cuba-, fue síntoma de las primeras y profundas grietas que estaban abriéndose sobre la superficie estable de los regímenes liberales. Época de asentamiento de los estadosnación, de ocupación y delimitación de sus territorios y definición de las jerarquías entre los países más y menos poderosos, la que se extiende entre los siglos XIX y XX se vio sujeta a fuertes tensiones en las fronteras. En muchos puntos, los límites internacionales habían quedado indefinidos desde la Independencia: entre la Argentina y Chile, Perú y Ecuador, Colombia y Venezuela, y así en gran parte del continente, por no hablar de casi todos los límites de Brasil. En algunos casos, tanto los problemas de límites como los precarios equilibrios entre las potencias desembocaron en cruentas guerras entre vecinos, que causaron drásticos cambios territoriales. Este fue el caso de la guerra del Paraguay, combatida de 1865 a 1870 entre los ejércitos de la Argentina, Brasil y Uruguay de un lado, y el ejército paraguayo del otro. No fueron menores las consecuencias sobre el mapa de América del Sur de la Guerra del Pacífico, que se libró entre 1879 y 1883, desencadenada por el control de los ricos yacimientos de salitre del desierto de Atacama, en la que Chile reveló su mayor fuerza militar y solidez
estatal, y derrotó a los ejércitos de Perú y Bolivia, ampliando así su territorio. Los derrotados, en cambio, perdieron zonas conspicuas y, en el caso de Bolivia, incluso la salida al mar a través del océano Pacífico, que reivindica aún hoy.
Juntos pero diversos: México, Brasil y Argentina. En las décadas que conducen de un siglo al otro, América Latina vivió procesos análogos, aunque en modos e intensidad tan variables como para configurar historias muy diversas. Desde entonces, las historias nacionales comenzaron a distinguirse de manera cada vez más nítida de la historia de la región en su conjunto, y se volvieron tan diferentes como múltiples eran los países nacidos de su unidad política originaria. En México, el período estuvo dominado por Porfirio Díaz, a partir del cual se lo denomina Porfiriato. Fue un régimen longevo, que se extendió desde 1876 hasta 1910, salvo un paréntesis breve. En términos políticos, se trató de una autocracia: un régimen personalista y autoritario que impuso el orden después de largas guerras civiles. Una vez depuestas las banderas de la reforma liberal que tantas reacciones había causado, Porfirio Díaz volvió a pacificar el país para explotar a pleno las oportunidades de progreso económico ofrecidas por la rápida apertura de los mercados. Para hacerlo, suturó las relaciones con la iglesia y se ganó el apoyo de los grandes terratenientes, beneficiados por el despegue de las exportaciones y por las tierras sustraídas a las comunidades indias, contra las cuales -como contra las 27
primeras agitaciones anarquistas en las minas- Díaz no titubeó en usar la fuerza, aunque la represión no fue el único instrumento de su gobierno, para el cual empleó en abundancia también métodos bien probados: las redes familiares y territoriales. En el campo económico, el suyo fue -como otros de la época- un régimen modernizador, capaz de atraer inversiones ingentes, hacer subir las exportaciones agrícolas y mineras, hacer crecer la economía y los ingresos fiscales, y promover la difusión de los ferrocarriles. No por azar se produjo entonces un gran boom demográfico, incluso a pesar de que los bajos salarios y otros factores inhibieron la inmigración de masas. En términos ideológicos, el Porfiriato fue un típico régimen positivista, hasta el punto de que sus brillantes intelectuales eran denominados "los científicos". Con el tiempo, tantas transformaciones lo sometieron a una dura prueba, a medida que las reivindicaciones sociales y las demandas de democracia política se volvieron más intensas y acuciantes. Además, con la vejez de Díaz se impuso el problema de la sucesión: dado que la suya era una dictadura desprovista de canales representativos, la crisis asumió formas traumáticas; para hacerlo caer fue preciso una revolución. Porfirio Díaz (a la izquierda), durante los festejos del Centenario de la independencia de México en 1910. Análogo aunque diverso fue el caso del Brasil, donde Pedro II, sometido por un lado a la hostilidad de los republicanos y por el otro a la de los grandes latifundistas contrarios a su decisión de abolir la
esclavitud, cayó en 1899 debido a un golpe de estado militar. También el Brasil se volvió entonces una república y los militares heredaron el rol de poder moderador que hasta entonces había encarnado el monarca. Nació así la República Velha, que se extendió hasta 1930. Se trató de un régimen cuya naturaleza encontró expresión política en la Constitución de 1891, que sancionó la naturaleza federal del estado y, con ella, la amplia autonomía de los estados que lo integraban. Un eje que sustentó aquel régimen fue la regular alternancia en el poder entre los dos estados más ricos, San Pablo y Minas Gerais. En este sentido, el de Brasil fue un pacto entre oligarquías, en el cual las más débiles aceptaron la guía de las más fuertes a cambio de la libertad de acción en el ámbito local, donde las estructuras sociales cambiaron poco. La clave económica de aquel régimen que a la larga resultó estable (también impregnado de positivismo) fue el café, un bien del cual Brasil llegó a controlar gran parte del comercio mundial y sobre el cual fundó su modernización económica, a la que dieron gran impulso los capitales ingleses y los inmigrantes, que arribaron en gran número y proveyeron mano de obra abundante y un gran aporte al nacimiento de una nueva burguesía. De por sí elitista en un país todavía en gran parte rural y atrasado, con el tiempo el régimen sufrió los coletazos de la rápida modernización, algo perceptible en la incipiente agitación de los trabajadores urbanos, en la insubordinación de los jóvenes oficiales del ejército, los tenientes, ante ese régimen al que faltaba un baricentro nacional, pero sobre todo en el ascenso de un nuevo 28
estado, Rio Grande do Sul, que acabó por descompaginar las reglas y hacer emerger las grietas. Entre todos, el caso de la Argentina es el más impresionante. La Transformación que vivió en aquellos años tiene en verdad pocos paralelos en la historia -o acaso ninguno- o No tanto por su régimen político, que encontró expresión en el Partido Autonomista Nacional, y que fue también un pacto entre oligarquías, es decir, entre las poderosas elites de la capital y las del interior del país, a las que las primeras impusieron su propia hegemonía, poniendo fin a los añosos conflictos del pasado. Tampoco por su ideología, no menos positivista que la de otros regímenes coetáneos. La transformación se debió a la profundidad sin parangón con la que la nación fue revolucionada por la inmigración y por la intensidad impar de su integración al capitalismo británico. Todo ello produjo importantes cambios sociales y económicos, que hicieron de la Argentina uno de los países más ricos del mundo, al cual todos pronosticaban un gran futuro. Dado que los inmigrantes europeos le confirieron una elevada homogeneidad étnica y cultural, ausente en otras partes, y dada la civilización mayormente urbana que nació allí, no sorprende que sus elites cultivasen cierto "destino manifiesto", es decir, un espíritu misionario y una vocación al liderazgo regional. Tampoco que los efectos de la modernidad se sintieran allí en primer lugar, y con más fuerza, por ejemplo, en el precoz nacimiento de los modernos sindicatos y partidos políticos. Por eso, cuando en 1912 la Ley Sáenz Peña introdujo el voto secreto y obligatorio,
el argentino parecía haber sido el único régimen de un gran país latinoamericano a punto de pasar de una oligarquía a una democracia sin excesivas trauma.
-Conclusion: En el plano político, el crecimiento de la escolarización y la ampliación de la ciudadanía política sometieron a una dura prueba al elitismo de los regímenes liberales y se expresaron en el crecimiento de nuevos movimientos políticos decididos a combatirlos. En el plano social, volvieron más evidente la urgencia del conflicto moderno entre el capital y el trabajo, y la importancia del rol del estado para hacerle frente. En el plano económico, el extraordinario crecimiento de las décadas precedentes hizo emerger su lado oscuro: la vulnerabilidad y el desequilibrio de un modelo de desarrollo basado en el comercio exterior. Por último, en el plano ideológico, el clima comenzó a cambiar en forma rápida; el mito del progreso tendió a sustentar una vasta reacción nacionalista declinación de la civilización europea en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. La historia de la región durante varias décadas. Por ello, en los años comprendidos entre la Gran Guerra y la mañana siguiente a la caída de la Bolsa de Wall Street es ante todo una convención. Basta anticipar, por un lado, que la guerra hizo sonar los primeros toques de alarma para el sostenimiento tanto de los regímenes oligárquicos como del propio modelo económico. Por otro lado, que la Gran Depresión se inició en América Latina 29
no sólo con el colapso del modelo económico imperante durante varios decenios, sino también con una imprevista ráfaga de golpes de estado en los principales países, en los que comenzó entonces una larga era militar. Tanto es así que el año 1930 suele ser señalado como un momento clave de la historia política de la región. En suma, todos saldaron cuentas con el delicado tránsito a la modernidad, que tanto en América Latina como en Europa generó largas y a menudo trágicas crisis políticas, sociales, espirituales y culturales. La segunda premisa es que la creciente dificultad de los regímenes oligárquicos para gobernar la cada vez más compleja sociedad surgida tras décadas de modernización reveló su incapacidad de ampliar las bases sociales, es decir, de construir consenso.
-Bibiografia: Loris Zanatta “Historia de America Latina – De la Colonia al Siglo XXI”.
insertarse en el mercado europeo, cuyas necesidades eran esencialmente que se los proveyera de materias primas, como la lana, carne, cereales, etc. Para llevar a cabo éste objetivo era indispensable cambiar la estructura económica Argentina, y nada mejor para ello que tomar como ejemplo a Estados Unidos. El plan consistía en poblar el campo para poder desarrollar la industria agrícolaganadera. Fue así que a partir de 1856 comenzaron a llegar a nuestro país miles de europeos que salieron de su tierra en busca de una vida mejor; no fueron precisamente anglosajones como querían nuestros gobernantes, pero sí esencialmente españoles e italianos quienes transformaron la sociedad tradicional con nuevas pautas culturales. La mayoría de estos se hacinaron en las grandes ciudades y no en el campo, ya que los grandes latifundistas no permitieron la distribución de las tierras.
Desarrollo PRINCIPALES GRUPOS ETNICOS
La Inmigración Introducción A partir de la segunda mitad del siglo pasado Argentina estaba en la etapa de organización y consolidación como estado, y su clase dirigente decidió que había que
Italianos: Estos conformaron el grupo más numeroso. Por su número, sus industrias, sus comercios, sus capitales y sus profesionales; éstos ocupaban un lugar prominente en la vida económica y social de la ciudad de Buenos Aires. También era 30
muy importante este grupo en Santa Fe y Rosario. Hasta 1894 vinieron fundamentalmente del norte de Italia y luego en su mayoría del sur. Españoles: Siguen en importancia a los italianos, este grupo lega más tardíamente pero es muy numeroso. En vísperas de la guerra, los españoles tienen ingresos superiores a los italianos. Vinieron fundamentalmente de Galicia, Asturias, El País Vasco, Cataluña y Castilla.
largos años. A pesar de su inclinación a lo europeo, no vieron con agrado el gran aluvión de inmigrantes toscos y laboriosos. Clase media: Se podían distinguir dos subdivisiones: Media alta: Integradas por comerciantes y profesionales de grandes recursos económicos. Representaban el 8% del total de la población. En esta figuraba el rudo estanciero criollo que se había enriquecido de repente debido a la rápida valorización de las tierras y a la especulación.
Ingleses, franceses, alemanes o suizos:
Media baja: Tenían menor alcance financiero. Representaban el 24% de la población.
Numéricamente, la más débil, pero desempeñó un importante papel económico. Tuvieron generalmente calificación profesional, cierto grado de instrucción, y medios capitales que invirtieron en el campo y la industria.
Clase Inferior: Eran la mayoría, pues había recibido el grueso del aporte inmigratorio. Estos se hacinaban en las antiguas mansiones coloniales de Barrio Sur, que ya ruinosas se transformaron en "conventillos".
Rusos, sirios, libaneses y armenios:
EL DESARROLLO ECONOMICO
Se distinguen de los otros grupos por su ingreso tardío y por las diferencias de lenguas (árabe, ruso) y de religión (judía, musulmana, ortodoxa) y sus costumbres.
A partir de 1880 se inicia una etapa de expansión económica en la Argentina, que se prolonga hasta la 1ra. Guerra Mundial, con excepción de la crisis de 1885 - 1890. La expansión se debió fundamentalmente al desarrollo económico ganadero, ya que Argentina era proveedora esencial de materias primas para Europa, particularmente de Gran Bretaña, quién invertía en nuestro país capitales, como por ejemplo, en 1880 la inversión fue de 25 millones de libras esterlinas, y en 1885 45 millones. Estos capitales se utilizaron para pagar deudas contraídas con empréstitos
TRANSFORMACION SOCIAL Sociedad Integrada por propietario de latifundios dedicados a la ganadería, sólo representaban el 1% de la población. Generalmente unidos por lazos de parentesco con familias patricias de provincia, de ésta clase surgieron los hombres que gobernaron el país durante
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anteriores, la extensión de vías ferroviarias y la creación de bancos. El ferrocarril y la mano de obra de la inmigración aumentaron la superficie cultivada en Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba y Buenos Aires. Así aumentó la producción y posterior exportación de trigo, maíz y lino. El surgimiento de los frigoríficos organizados con capitales británicos creó una industria que llegó a ocupar el primer puesto en el año 1910.
CONSECUENCIAS DE LA INMIGRACION EUROPEA El aporte inmigratorio tuvo algunas consecuencias directas e indirectas en la Conformación de la Argentina actual. Algunas de las más importantes y Visibles son: • Contribuyeron al proceso de rápida urbanización de la población, y aportaron mano de obra para el desarrollo industrial, potenciado fuertemente luego de la crisis económica de 1930. • Los extranjeros, sin proponérselo, produjeron cambios en el lenguaje y las costumbres de los argentinos. • La inmigración ayudo al crecimiento en gran escala de la población. • La propagación del socialismo y el anarquismo, por los inmigrantes llegados con formaciones políticas, y la creación de sindicatos.
• Lo anterior llevó a una política antiinmigratoria generando leyes represivas como la "Ley de residencia" de 1902, y la "Ley de defensa social" de 1910. • La sobrepoblación de las zonas urbanas llevó a la desocupación con sus posteriores huelgas. • La creación de "conventillos", que eran grandes mansiones coloniales en ruinas, en las cuales se amontonaban los que no tenían dónde vivir. Conclusión La inmigración cambió profundamente la historia argentina, puesto que por la organización que tenían los dirigentes y latifundistas no tuvieron ningún problema social grave, vivían en un "paraíso"; pero de repente, con la llegada de los inmigrantes, para realizar un plan de explotación de ellos en el campo, las cosas no salieron como lo esperaban, y los inmigrantes se adueñaron de las zonas urbanas como Buenos Aires, y produjeron desocupación, que con las formaciones políticas que éstos inmigrantes tenían (socialistas y anarquistas), crearon sindicatos, boletines del trabajador, entorpeciendo la "vida fácil" de los latifundistas, los cuales, ante éstos problemas crean leyes de represión. Tampoco se cumplió el objetivo de que inmigraran anglosajones a nuestro país, sino que vinieron en mayor medida españoles e italianos, de pocos recursos económicos y que eran toscos para los trabajos.
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De todas maneras, estos inmigrantes contribuyeron al progreso del país y a llegar a ser "El país europeo de Latinoamérica". Con la inmigración se da por finalizada la llamada "Era criolla" argentina para ingresar en la Argentina moderna.
El modelo Agro-exportador Introducción Hacia 1880 Argentina se incorporó definitivamente al mercado mundial, según el esquema de división internacional del trabajo vigente, basado en los principios del librecambio. El mismo poseía uno de sus polos en Gran Bretaña, y el otro, en la mayoría de los países periféricos. Con respecto al librecambio, su reinado se extendió entre la eliminación del proteccionismo británico en 1846 y la “Gran Depresión”, la primera crisis general del capitalismo, que va de 1873 a 1896. Ello implicó una importante caída de los precios principalmente en productos primarios, para recuperarse a partir de 1896, lo que explica el “boom” económico de muchos países agroexportadores. Particularmente, Gran Bretaña sustituye las exportaciones que antes provenían de los Estados Unidos acelerando la incorporación al mercado mundial de nuevos países proveedores, como la Argentina. Para estos países, la inserción en los mercados mundiales asumía características de una relación
“asimétrica”. Los ciclos económicos de las economías periféricas estaban subordinados a los de los países desarrollados, lo que impedía el propio manejo de los instrumentos económicos y financieros, llamado “coyuntura inversa”. Internamente, se fue afirmando el rol hegemónico de la provincia de Buenos Aires, poseedora del puerto de ultramar. La economía estaba basada en la “pampa húmeda”, productora de cueros y carnes saladas para exportación. En este periodo 1852-1880, denominado “de transición”, se establecen las bases políticoinstitucionales y económicas del proceso. Desde la sanción de la Constitución Nacional en 1853, el país empezó a darse el marco institucional y la estructura política propia de un Estado nacional. También en esta época surgen las ideas que darán forma al “proyecto del 80”. Quienes dieron forma a dicho proyecto conformaron la “generación del 80” (sectores dominantes: políticos, intelectuales, empresarios, comerciantes y militares identificados con el librecambio) y aseguraban que Argentina poseía recursos naturales para asegurar crecimiento económico sostenido, pero carecía de mano de obra y capitales. Y además, debía insertarse en el mercado mundial a través de la especialización en actividades agrícola-ganaderas donde contaba con “ventajas comparativas naturales” y establecer una economía complementaria con Gran Bretaña. A su vez, la “generación del 80” diagnosticó tres problemas estructurales que se debían superar: 1. Carencia de capital y mano de obra. 33
2. Expansión de la frontera agropecuaria. 3. Unificación del mercado interno. El Modelo Agroexportador A partir de 1880 impusieron el modelo de desarrollo económico para el país basado en las exportaciones crecientes de la producción agropecuaria de las praderas templadas de La Pampa. Se produjo una transformación de la sociedad argentina. A su ves se fue organizando un régimen político oligárquico. La economía comenzó a organizarse como complemento de la economía industrial europea, y particularmente inglesa. Esto formaba parte del auge de la economía capitalista mundial. La economía mundial produjo cambios en la organización de producción, en la sociedad y en la política. Se lo denomina así por que el sector productivo más importante fue el agrícolaganadero. Las Carnes, fueron el factor dinámico del desarrollo. Pero los motores del crecimiento económico fueron los ferrocarriles y los frigoríficos.
modelo. Lo más importante era, garantizar la libre circulación de bienes capitales, favorecer la expansión de la red de transportes y otras obras, facilitar la puesta en producción de las nuevas tierras de frontera, estimular la inmigración extranjera para obtener fuerza de trabajo, y organizar un sistema jurídico y monetario. * La participación de capitales extranjeros: Obras que facilitaban el transporte y la comercialización de los productos argentinos en el mercado internacional. La inmigración extranjera: Entre 1857 y 1914, del saldo inmigratorio neto de 3.300.000 personas, se radicó en la región pampeana, pero solo 1/4 (800 mil) quedaron en las zonas rurales.
Características:
* Desequilibrio regional: Las regiones del país, las economías extra pampeanas, cuyas producciones no se destinaban al mercado internacional, comenzaron a depender de la economía pampeana. Este fue el caso de la producción de azúcar en Tucumán y de vinos en Mendoza, destinada al abastecimiento del mercado interno.
* La dependencia económica del mercado externo: centros industrializados europeos tuvieron poder de decisión sobre la organización de la producción Argentina.
Los terratenientes exportadores, se fueron constituyendo en el grupo de capitalistas agrarios, y actuaron asociados con capitalistas extranjeros.
* El latifundio como unidad de producción agropecuaria: Casi toda la producción destinada a la exportación, se obtenía en grandes propiedades rurales de la región pampeana.
Producción agropecuaria: En 1874, Argentina importaba trigo, en 1880, las colonias agrícolas abastecían totalmente el mercado nacional, y a fines de siglo hubo un excedente de trigo.
* La intervención del Estado tuvo un papel decisivo para el funcionamiento del 34
La expansión de producción de cereales comenzó con la expansión de la línea de la frontera y el avance del FF.CC. incorporaron más tierras para cultivo. Mano de obra por inmigrantes que llegaban. El gobierno, tomó medidas para favorecer el desarrollo agrícola. En 1890, técnicas para que mejorarlo. Las empresas comercializadoras de cereales, tendieron a la concentración y llegaron a formar monopolios. Después de 1890 se expandió. Tuvo lugar en un período en que los precios internacionales de los productos agrícolas tendían a bajar. Pero, el volumen físico de las exportaciones aumentó y compensó la tendencia descendente de los precios.
Conclusión Como se pudo ver a lo largo del informe este periodo en la Argentina fue de grandes transformaciones en la dimensión política, económica social y cultural del país. Donde resalta la incorporación de la economía argentina al mercado mundial, el aporte inmigratorio europeo y el fortalecimiento del estado. Sin duda esta monumental transformación marco el inicio de la Argentina Moderna.
Historia Local: El Obispo Colombres y la Industria Azucarera Introducción: En el marco de los festejos del bicentenario de la revolución de mayo y de la consolidación independencia, San Miguel de Tucumán se trazó el objetivo de recuperar su propia historia como cuidad, para entender más su presencia y proyectarse hacia el futuro. El azúcar desde las plantaciones del Obispo Colombres y su posterior desarrollo industrial, las implicancias socio – culturales y económicas en torno a esta ciudad y la provincia toda, merecen sin duda un espacio que relate la evolución y trascendencia de este tan preciado recurso renovable. El museo de la industria azucarera, casa de Obispo Colombres, se actualiza incorporando nuevos recursos y servicios creados especialmente para acercar al público la historia de una de las producciones fundamentales para San Miguel de Tucumán y todo nuestro país.
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Su relación con la industria azucarera
José Eusebio Colombres José Eusebio Colombres (San Miguel de Tucumán, 6 de diciembre de 1778 - Salta, 11 de febrero de 1859) fue un político y obispo argentino. Fue diputado por Catamarca durante el Congreso de Tucumán en 1816. Era hijo de José Colombres y Thames, español, y de María Ignacia Córdoba, tucumana. Se convirtió pronto en clérigo, en agosto de 1803 y posteriormente Doctor en Ley con título de la Universidad de San Carlos en Córdoba. Fue electo como diputado por Catamarca para el Congreso de Tucumán, tras haber servido como clérigo en dicha provincia por varios años. Tras el proceso independentista, formó parte de la llamada Liga del Norte, lo que le valió tener que exiliarse tras la segunda asunción de Juan Manuel de Rosas como gobernador de Buenos Aires. Hasta 1852 permaneció en Tupiza, Potosí, Bolivia, volviendo en dicho año a Tucumán tras la caída del rosismo. Luego de su regreso, fue nombrado Monseñor de la Diócesis de Salta, que no tenía obispo desde 1830. En diciembre de 1858 fue nombrado obispo de dicha diócesis con el apoyo de Justo José de Urquiza. Como obispo impulsó la creación de una nueva Catedral de Salta, pero murió tan sólo dos meses después de haber asumido. Sus restos yacen en la Catedral de San Miguel de Tucumán, aunque se encuentran reliquias en la Catedral de Salta.
Luego de la Independencia, Colombres regresó a Tucumán, donde además de tareas clericales desempeñó un importante papel como impulsor de la industria azucarera en dicha provincia. Tal es así, que en 1821, inauguró una extensa plantación en tierras propias, importando maquinarias extranjeras y nuevas técnicas, como los molinos. En la actualidad, la industria de caña de azúcar sigue siendo la mayor producción en Tucumán. La casa de Colombres en el Parque 9 de Julio es ahora un Museo de la Industria Azucarera y Monumento Histórico Nacional. El lugar donde nació es ahora un Museo de Folklore.
Un poco de historia El primer trapiche azucarero José Eusebio Colombres se instaló en Tucumán, origen de la poderosa industria que se desarrolló posteriormente en la provincia. La construcción de aquel primitivo molino de quebracho, accionado por mulas, fue obra del obispo JOSÉ EUSEBIO COLOMBRES, quien plantó también los primeros surcos de caña en la propiedad que hoy forma parte del Parque 9 de Julio de la capital provincial. En realidad, la caña de azúcar, originaria de Nueva Guinea, ya había sido introducida en el país por los jesuitas, durante el siglo XVII. Pero cuando fueron expulsados, en 1767, las plantaciones quedaron abandonadas. Las excelentes características del clima y el suelo favorecieron el desarrollo de la caña de azúcar, y pocos años después los 36
cañaverales reemplazaron otros cultivos como el arroz, el trigo y la alfalfa. Surgieron también los primeros ingenios, donde trabajaban numerosos indígenas, que fueron formando pequeños pueblos. Con el paso de los años llegó el ferrocarril y las posibilidades de expandir el comercio. El ferrocarril jugo un rol trascendente en la expansión de la industria azucarera. El 28 de septiembre de 1876 llega el primer convoy ferroviario de la línea del Central Córdoba a la ciudad de Tucumán El Presidente Nicolás Avellaneda. Nativo de Tucumán, inauguró el ferrocarril el 31 de octubre en una imponente ceremonia a la que asistió el Presidente anterior, Domingo F. Sarmiento. El ferrocarril permitió, además, trasladar fácilmente hasta Tucumán las maquinarias importadas y, con ello, completar la revolución tecnológica. A principios de este siglo la ciudad de Tucumán tenía ya cuatro estaciones de ferrocarril, desde Buenos Aires llegaban por distintos ramales tres empresas ferroviarias el Central Córdoba, el Central Norte y el Buenos Aires-Rosario. Desde la capital tucumana, el ferrocarril Noroeste Argentino recorría, por el piedemonte de la sierra del Acoriquila, paralelo a la actual ruta 38, la principal área azucarera de esta zona hasta Villa Alberdi. En 1907, el ferrocarril Oriente a Bolivia ya conectaba la estación Perico, del ferrocarril Central Norte que unía Buenos Aires con Jujuy, con las estaciones del ramal, como desde ahora se llamaba a toda el área de La Mendieta, San Pedro y Ledesma.
En 1913 el ramal ya Ilegaba hasta Embarcación y, como su nombre lo indicaba, estaba proyectado para seguir hasta Yacuiba en Bolivia y desde Pichanal tender otra vía hasta Orán. La antigua maquinaria fue reemplazada y los trapiches de hierro permitieron una completa extracción del jugo de la caña. El valor de las tierras se multiplicó y la producción aumentó de tal forma que sustituyó las importaciones de azúcar, que hasta principios de siglo venían de Cuba y Brasil. La mayor parte de las tierras cultivadas y de los ingenios estaba en manos de una elite social, económica y políticamente poderosa. A comienzos de siglo empezaron las primeras protestas obreras y los conflictos se agudizaron. Al mismo tiempo aumentaban los problemas causados por el excedente de producción, muy superior a la demanda.
En la política
Pero las preocupaciones de Colombres no se agotaban en la caña de azúcar. Actuó resueltamente en la política de su tiempo. En 1840 se adhirió a la Liga del Norte contra Rosas y fue ministro de Gobierno de Bernabé Piedrabuena.
Al ser derrotada la Liga en la batalla de Famaillá (1841) debió exiliarse en Bolivia, donde pasó difíciles años de pobreza y privaciones. Entretanto, los oficiales rosistas embargaron sus bienes de 37
Tucumán. Describían la propiedad del actual parque como “una chacra con una cuadra de frente y su fondo desde la calle de Ronda hasta la quinta del finado Serafín Sorol, con una casa del altos de ocho habitaciones”. Luego se embargó la quinta del frente, donde había “como trescientos naranjos plantados, un rancho de paja en mal estado, dos tablones de caña de una cuadra poco más o menos en mal estado”. Según el acta de embargo, la casa de altos estaba, en esos momentos, ocupada por una partida de soldados federales “al mando del sargento Olivera”. Regreso y muerte
En 1845 pudo regresar a Tucumán. Se le restituyó su cargo de Cura Rector, al que sumó –por disposición del Vicario Capitular- la Vicaría Foránea. En 1846, fue nombrado Visitador, en Tucumán y Catamarca. Luego debió trasladarse a Salta, como Canónigo Magistral y Vicario Apostólico, hasta 1858. Mientras desempeñaba esos cargos, el Gobierno de la Confederación Argentina lo propuso a la Santa Sede para Obispo de Salta.
El Papa Pío IX lo designó en tal carácter, el 23 de diciembre de 1858. Pero las bulas que contenían la decisión nunca llegaron a sus manos, por las dificultades de la distancia. El doctor Colombres falleció en su casa (ubicada en 24 de Setiembre 565, hoy Museo Folklórico), el viernes 11 de febrero de 1859 a la una de la tarde, sin saber que había sido elevado a la dignidad episcopal. Era el último sobreviviente de
los congresales de 1816 y sus restos reposan en la Catedral de Tucumán.
El histórico edificio de José Eusebio Colombres estuvo en riesgo de demolición por las obras del parque 9 de Julio
En el corazón del parque 9 de Julio, se alza la “Casa del Obispo Colombres”, que actualmente cobija al “Museo de la Industria Azucarera”. Es “una construcción sencilla, de muros lisos revocados y encalados, con una arquería simple de arcos de medio punto, en donde una moldura apenas insinúa el remate de los pilares. Una estructura de madera a la vista, tanto en el entrepiso como en el techo, demuestra que este edificio, aun cuando haya sido construido en la primera mitad del siglo XIX y ya en el período independiente, es totalmente deudor de la arquitectura del período virreinal”. Así la describe un artículo del arquitecto Diego Lecuona.
Su profunda significación histórica reside en que era el casco de la hacienda donde Colombres fundó la industria azucarera tucumana, recuperando así una experiencia interrumpida a fines del siglo XVIII, por la expulsión de los jesuitas. Esto es generalmente conocido por la mayoría de los tucumanos. Lo que no está muy difundido, es que la casa se salvó, como de milagro, de la demolición.
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Corría el año 1912 cuando se ejecutaban – costeados gracias a las cuatro leyes nacionales que proyectó el senador Alberto de Soldati- una serie de trabajos para ir “parquizando” la vasta extensión del flamante parque 9 de Julio. Este había sido inaugurado el 23 de setiembre de 1908, pero todavía faltaba mucho para que tuviera aspecto de paseo público.
Los trabajos incluían, aparte de las tareas de relleno, nivelación y plantación de ejemplares, la demolición de las construcciones que estaban diseminadas por esa área. Y ocurría que, entre las casas condenadas al derrumbe, estaba el vetusto edificio de dos plantas que perteneció al obispo Colombres. Era la época en que el Gobierno y el público tenían poca conciencia del valor de las casas antiguas, por históricas que fueran. Tanto, que en 1904 se demolió la Casa de la Independencia, y en 1908 se abatió el Cabildo para reemplazarlo por la Casa de Gobierno, sin que nadie lo lamentara. Proceso de fabricación: Desde los canchones en las fábricas donde se almacena, la caña es Ilevada por cintas transportadoras hasta cuchillas que la reducen a trozos menores. Enseguida la reciben los trapiches que la muelen, produciendo por una parte el jugo y por otra el bagazo. El bagazo es el residue seco y fibroso del que se separó el jugo y puede utilizarse para quemar, generando energía para el proceso de elaboración del azúcar, o
seleccionar las fibras largas para fabricar papel El jugo es sometido a varias operaciones de purificación y luego se procede a la cristalizar el azúcar, mediante un proceso que evapora su contenido de agua. Una vez cristalizado el azúcar debe ser lavado con agua y vapor, y luego centrifugado para separar los cristales de la miel madre, luego estos se secan pare obtener azúcar de primera calidad. A partir de la miel madre el proceso de concentración por evaporación, centrifugado y lavado puede repetirse dos veces sucesivas, obteniéndose azúcar cada vez de inferior calidad. Finalmente, el ultimo resto del azúcar madre, Ilamado melaza, se aprovecha para la producción de alcoholes (potables, medicinales o para usos industriales); en esta parte del proceso se generan subproductos como levaduras y anhídrido carbónico. Esta descripción permite dar una idea del íntegro aprovechamiento que puede lograrse de la caña de azúcar. Conclusión:
Al desarrollar el presente trabajo quise ampliar mi campo de visión sobre los diferentes temas con respecto a la quién era el obispo José Colombres y la producción azucarera. Personalmente me pareció un tema muy interesante de investigar sobre el origen 39
del ingenio azucarero de José Colombres, son muy importantes.
Surgimiento de la Clase Obrera INTRODUCION Los cambios recientes en América Latina se expresan no sólo en movimientos sociales y populares cada vez más originales y activos sino también en un nuevo escenario político marcado por la existencia de gobiernos de centroizquierda bajo una fuerte presión de la sociedad civil y de movimientos de masa. Esta nueva coyuntura está redefiniendo el escenario político en la región y está abriendo un proceso histórico que presenta elementos nuevos que van a influir profundamente en la dinámica económica, política, cultural y social inmediata, pero también en el mediano y largo plazo. En este trabajo, con la recopilación de datos, mostramos con nacieron los movimientos obreros en américa latina y específicamente en argentina, como así también mostramos difíciles enfrentamientos que tuvieron estos con el sector más poderoso que junto con el estado ofrecieron mucha resistencia para acceder a los pedidos de mejoras en todos los ámbitos para los trabajadores. AMERICA LATINA
América latina, hasta 1930, estuvo ligada a la demanda europea, como exportadora de materias primas y alimentos e importadora de productos de la industria. La existencia de estas actividades, generó un mercado que expandió la producción artesanal o industrial de alimentos y otros medios de vida, en mayor medida en algunos países, casi inexistente en otros. Aunque relaciones serviles, esclavistas o patriarcales pudieron persistir en mayor o menor medida en algunas regiones, lo hicieron generalmente estrechamente ligadas y subordinadas a las relaciones capitalistas.
En ese contexto surgió la clase obrera. Aunque hubo intelectuales que adhirieron al socialismo utópico, pocas relaciones tuvieron con los movimientos populares. Recién en la década de 1870 la llegada de socialistas alemanes y franceses perseguidos por Bismark y la derrota de la Comuna de París, dio lugar a pequeños grupos vinculados con la Asociación Internacional de Trabajadores, que sólo tuvieron cierta permanencia en Argentina, México y Uruguay. La actividad política de los trabajadores como tales era muy escasa, y todavía nos son casi desconocidas las primeras espontáneas manifestaciones de su lucha económica. La primera huelga registrada se produjo en Río de Janeiro (Brasil) en 1858, hubo protestas de mineros en México, una huelga de los cigarreros en Cuba en 1866 y otra de tipógrafos en Buenos Aires en 1878. A partir de la década de 1880, con las inversiones de 40
capital en minería, ferrocarriles, frigoríficos y puertos se desarrolló el movimiento huelguístico con diferentes pesos según los países. Las relaciones capitalistas en la producción se expandieron más en Argentina, Uruguay, México y Cuba. En el resto la producción era casi exclusivamente artesanal, en un mundo campesino. Los primeros sindicatos nacieron entre los obreros artesanos (panaderos, cigarreros, carreros, albañiles, herreros y tipógrafos) pero también entre los de industria: los ferroviarios.
Claramente el desarrollo del movimiento obrero tuvo más que ver con la expansión de las relaciones capitalistas que con el origen nacional de los trabajadores. Sin embargo, también las malas condiciones de los trabajadores fomentaron a acelerar dichos movimientos. Las jornadas extenuantes (de 10 hasta 16 horas diarias y 7 días a la semana), los salarios bajos y la ausencia de derechos laborales, acompañaron al nacimiento del capitalismo en América Latina. Las pésimas condiciones de vida urbana y de trabajo, provocaron el surgimiento de gremios, mutualidades y sindicatos, que pronto enfilaron contra los patronos, con demandas por la elevación de salarios, disminución de las jornadas, seguridad, indemnizaciones, etc. Y penetraron influencias políticas del obrerismo mundial, derivadas del triunfo proletario de 1917 en la URSS, donde nació el primer Estado socialista.
Las reivindicaciones obreras, frecuentemente tenidas como “comunistas”, fueron constantemente rechazadas por patronos y gobiernos defensores de sus intereses.
EJEMPLOS DE ALGUNOS ENFRENTAMIENTOS MAS SIGNIFICATIVOS DE LA LUCHA POR LOS DERECHOS DE LOS TRABAJADORES Matanza de la Escuela de Santa María de Iquique: el levantamiento comienza el 21 de diciembre de 1907 en un centro de explotación llamado San Lorenzo, en Iquique, Chile y luego se propagó al de Alto San Antonio. Estos centros de explotación se dedicaban a la producción de salitre, por lo que constituía un sistema de producción de enclave. El conflicto finalizó con la matanza de la mayoría de los obreros huelguistas, quienes fueron asesinados en la Escuela Domingo Santa María y en la plaza aledaña Movimiento obrero de Valparaíso: este movimiento obrero tuvo lugar en Valparaíso, Chile, el 3 de mayo de 1903, en el puerto de esta ciudad. En él, se produjo la quema de la Compañía Sudamericana de Vapores, con lo que se inició una huelga general, aunque la actividad económica en la que se inició el levantamiento fue la portuaria. Finalmente, la disputa fue solucionada en forma favorable a los huelguistas puesto que el 4 de agosto una Comisión Arbitral falló 41
haciendo plena justicia a los reclamos de los mismos. Huelga textil en San Pablo: este movimiento obrero tuvo sus inicios en el año 1917, en la ciudad de San Pablo, Brasil; y se expandió luego a los territorios de Niteroi y Petrópolis. Estos centros de explotación se dedicaban a la producción textil. La particularidad de este levantamiento es que no sólo se produce como una consecuencia de las malas condiciones de trabajo sino también como un reflejo ideológico de la revolución rusa ocurrida ese mismo año. Finalmente, la huelga general concluyó con la reprimenda de los huelguistas por parte del ejército y significó el comienzo del fin del anarquismo brasilero. Patagonia Rebelde: es un movimiento obrero que se produce en la provincia de Santa Cruz, durante los gobiernos democráticos de Hipólito Irigoyen y Marcelo T. de Alvear y entre los años 1920-1923. Los trabajadores que se levantaron eran, en un primer momento de la esquila, pero, más tarde, este levantamiento se fue expandiendo a otras actividades, como la hotelera y el fogonero. Por otro lado, los dueños de estos sistemas productivos eran principalmente extranjeros. La situación sería en última instancia resuelta en beneficio de éstos últimos, sin poder los huelguistas obtener los beneficios que deseaban para ellos. LA CLASE OBRERA EN ARGENTINA
Durante el siglo XX se desarrollaron grandes y poderosos sindicatos de
industria que pusieron a la clase obrera como protagonista de la historia argentina y al mismo tiempo fue objeto de grandes persecuciones y matanzas. A partir de 1943 los sindicatos influyeron fuertemente en la formación del peronismo, accediendo al poder político en varias ocasiones. Desde fines del siglo XX, la globalización ha afectado al movimiento obrero argentino e impulsado nuevas iniciativas y debates con el fin de reorganizarse para enfrentar los nuevos desafíos que enfrentan los trabajadores en el siglo XXI. Los orígenes del movimiento obrero en la Argentina se sitúan en la época de la organización nacional, con la inmigración masiva, con el desarrollo de industrias vinculadas al modelo agro-exportador nacido en la generación del 80. Para fines del siglo XIX la Argentina agroexportadora se encuentra en plena expansión, y necesita mano de obra Muchos de los recién llegados se trasladan al ámbito rural. Allí, la variedad de tareas y los frecuentes desplazamientos reducen las posibilidades de asociación. Los incipientes conflictos se resuelven en forma local. Cuando en el campo se requieren menos brazos, los inmigrantes comienzan a trasladarse al ámbito urbano. El crecimiento genera una gran demanda de bienes y el desarrollo de actividades manufactureras. Los ferrocarriles y puertos concentran grandes cantidades de trabajadores. Pero en la próspera Argentina las condiciones laborales son precarias y las leyes obreras inexistentes. 42
Una de las primeras medidas de fuerza del movimiento obrero organizado que se registran es la de la Unión Tipográfica Bonaerense, de 1878: en la que se resisten a la rebaja de salarios que impone una imprenta y que otras empresas pretenden imitar. Más de mil trabajadores reunidos en asamblea se pronuncian por la huelga. Los grandes diarios de la época, La Prensa y El Nacional, intentan contratar tipógrafos en Uruguay, pero los trabajadores uruguayos, en solidaridad, se niegan. Las patronales vuelven a los sueldos originales y reducen la jornada laboral a10 horas en invierno y 12 en verano. Los inmigrantes que llegaron a la Argentina a fines del siglo XIX traían las ideologías en boga en Europa. En 1864 se había creado la Primera Asociación Internacional de Trabajadores en la que participaban tanto anarquistas como socialistas. Pero en 1876 se disolvió a raíz de la derrota de la Comuna de París. Muchos dirigentes obreros de ambos signos buscaron entonces refugio en la Argentina dando origen a diversas organizaciones sindicales. La gran mayoría de ellos eran italianos y españoles. En 1894, el médico Juan Bautista Justo, preocupado por la situación de los trabajadores y ligado al socialismo internacional, funda el diario La Vanguardia. Dos años más tarde, organiza el Partido Socialista Obrero Argentino, liderado por profesionales de clase media como Nicolás Repetto, Adolfo Dickman y Alfredo Palacios, entre otros.
El primer diputado socialista de toda América es elegido en1904 por el barrio de La Boca. Se trata de Alfredo Palacios, que logra unos años después la aprobación en el Parlamento de la Ley de Descanso Semanal. Tanto el socialismo como el anarquismo dan un paso significativo en los reclamos de ampliación de la participación política de las mujeres. Si bien existen militantes feministas y socialistas anteriores, Alicia Moreau, la segunda esposa de Justo, se convierte en un ícono de este movimiento. El grupo de choque es el anarquista, que desde mediados de 1880 comienza a tener difusión y peso, especialmente entre los inmigrantes italianos. Los anarquistas proponen la eliminación de toda forma de opresión: del Estado, de los patrones, de la Iglesia. Algunos promueven la organización sindical y la huelga general revolucionaria, y otros son partidarios de la acción directa: sabotaje, colocación de bombas. La consigna es destruir la sociedad injusta y construir una nueva sin patrones, gobiernos ni religiones. La mujer cumple un rol activo. En1897, fundan el periódico La Protesta y logran la creación de los sindicatos de albañiles, cigarreros, carreros, yeseros, ebanistas y mar moleros. En 1901, la Federación Obrera Argentina es la central que nuclea a la mayoría de los gremios del país. La clase dirigente reacciona. Explican la conflictividad por la presencia de extranjeros malintencionados, y organiza la represión. En 1902 se aprueba la Ley de Residencia, que permite 43
expulsar sin juicio previo a los extranjeros considerados peligrosos.
jefe de policía es el coronel Ramón Lorenzo Falcón.
El movimiento obrero decreta, a través de la Federación Obrera Argentina, la primera huelga general de la historia argentina. Los socialistas se oponen, porque consideran que la huelga general es un acto desmesurado. Las divergencias provocan la fractura de la central sindical: la Federación Obrera queda en manos anarquistas, y los socialistas fundan la Unión General de Trabajadores. La huelga tiene un alto acatamiento. En respuesta, el gobierno decreta el estado de sitio y lanza una gigantesca redada sobre las barriadas obreras. A los argentinos se los encarcela, y a los extranjeros se les aplica la Ley de Residencia.
En otro 1º de Mayo, esta vez en 1909, son convocados dos actos obreros. Uno lo organiza la Unión General de Trabajadores, de los socialistas, donde hablará Alfredo Palacios. El otro es el de la Federación Obrera Regional Argentina, de los anarquistas. En la esquina de Avenida de Mayo y Salta se detiene un coche. Es el del coronel Ramón Falcón. Los manifestantes lo reconocen. Le gritan: ¡Abajo el coronel Falcón! El tiroteo se desata. Tras media hora de enfrentamientos, quedan 8 obreros muertos y 105 heridos, la mayoría: españoles, italianos y rusos. Entre los rusos, Simón Radowitzky es testigo de la masacre.
La Federación Obrera Argentina -llamada ahora Federación Obrera Regional Argentina- convoca al acto del 1 de mayo de 1904, por el aniversario del ahorcamiento de los mártires de Chicago, ocurrido en 1886. A poco de iniciada la marcha comienza la represión policial, que deja un saldo de varios muertos. Las dos centrales sindicales decretan la huelga general y piden el encarcelamiento de los responsables. A pesar del estado de sitio decretado por el presidente Manuel Quintana, las centrales sindicales deciden conmemorar en forma conjunta un nuevo aniversario del 1º de Mayo. El acto se realiza frente al Teatro Colón. Un escuadrón de 120 policías a caballo se lanza contra la multitud mientras los bomberos policiales atacan por otro frente. En la plaza Lavalle quedan 4 muertos, más de 50 heridos y cientos de detenidos. El
En 1904, sucede un hecho histórico muy especial. El gobierno conservador gobernante había decidido modificar el sistema electoral para establecer la elección de diputados por circunscripciones uninominales. Sucede entonces que, en el barrio de La Boca (Buenos Aires), que contaba con la mayor proporción de obreros del país, es elegido diputado nacional el candidato del Partido Socialista, Alfredo Palacios. Se trata de la primera vez en América. Palacios impulsará la sanción de una serie de leyes laborales que constituyen el inicio del Derecho del Trabajo Argentino. La primera de las leyes laborales será la Ley 4661 de descanso dominical (1905). Palacios fue el único parlamentario con preocupaciones sociales hasta 1912, cuando se sanciona la ley de voto secreto y universal. 44
A partir de esa fecha ingresarán otros diputados socialistas y radicales que lograrán sancionar una cantidad considerable de leyes laborales, entre ellas: • Ley 9688 de Accidentes de Trabajo (1907) • Ley de prohibición del trabajo infantil •…….. La década del "40 será escenario del surgimiento de un fenómeno político que marcará profundamente la historia argentina y especialmente la de la clase obrera hasta nuestros días, el peronismo
EL PERONISMO Y LA CLASE OBRERA El peronismo fue resultado de un complejo proceso que implicó cambios en la relación del país con el imperialismo y entre las clases sociales dentro del país. Como fenómeno de “nacionalismo burgués”, el peronismo buscó fortalecerse ofreciendo una cierta resistencia a la penetración del imperialismo norteamericano en el país (aprovechando para esto la rivalidad entre este imperialismo, que se encontraba en pleno avance, con el inglés, que venía perdiendo influencia en la región, contradicciones estas que se agudizaron con la Segunda Guerra Mundial). Perón encontró para esta política una base de apoyo social clave: la clase obrera. Las transformaciones que la clase trabajadora vivió en la década del "30 se profundizaron en los años 40 e implicaron un importante aumento del peso social de
la clase y un crecimiento de sus organizaciones, los sindicatos industriales. Perón advirtió el peligro que para las clases dominantes implicaría un ascenso obrero en las condiciones de explotación y exclusión política que vivían los trabajadores en aquellos años. Su política se propondrá consolidar a la clase obrera como base de apoyo, al tiempo que controlarla y “domesticar” sus organizaciones. Sin embargo, parte de esta política de ganar el apoyo de la clase obrera, implicó diseñar una política social que significó importantes conquistas que mejoraron en gran medida la calidad de vida de los trabajadores. La oposición de importantes sectores de las clases dominantes a esta política reforzó el acercamiento de Perón a la clase obrera. Este rol jugado por Perón, que mientras actuaba en resguardo del sistema capitalista de conjunto, arbitraba entre las clases sociales, apoyándose fundamentalmente en la clase obrera -mientras controlaba sus organizaciones-, y ofreciendo cierta resistencia al imperialismo dominante, es lo que Trotsky ha definido como “bonapartismo sui generis”.
La mayoría de los trabajadores dieron a Perón su apoyo desde su acción en el gobierno iniciado en 1943. Este apoyo se expresó abiertamente en la movilización del 17 de octubre de 1945 y en las elecciones de febrero de 1946 que dieron comienzo a la primera presidencia peronista 45
Con el impulso del gobierno, tuvo lugar un importante fortalecimiento de las organizaciones sindicales. Este proceso se dio junto con un salto en la burocratización y estatización de los sindicatos. El proceso de sindicalización fue rigurosamente reglamentado por el gobierno. Según el decreto de octubre de 1945 el Estado era quien daba la personería y habilitaba al sindicato con más afiliados a ejercer con exclusividad la representación de los trabajadores. Esto permitió también a Perón apuntalar a los sindicatos favorables a su política y desplazar a sus opositores. Además, se creó una estructura sindical centralizada desde las ramas locales hasta una única central, la CGT. El Estado podía intervenir cualquier sindicato opositor y condicionaba la concesión de beneficios a los que renunciasen al derecho de huelga. La Ley de Asociaciones Profesionales consolidó esta situación y afirmó el derecho del Estado a supervisar amplias áreas de la actividad sindical y reguló los mecanismos de conciliación y arbitraje obligatorios. Así, la estatización de los sindicatos buscaba asegurar el control de la clase obrera a través de sus organizaciones y evitar el surgimiento de tendencias independientes o revolucionarias, integrando al movimiento obrero al régimen. Por otro lado, durante estos años se consolidó una de las conquistas más
importantes del movimiento obrero: las comisiones internas y los cuerpos de delegados. Estos organismos tuvieron gran permanencia como forma de organización de las bases obreras en las fábricas y empresas. Como organismo elegido directamente por los trabajadores en las plantas, estaban bajo su control y actuaban en función de sus necesidades. Asumieron gran cantidad de funciones de control de la organización del trabajo y de las condiciones laborales y actuaron como una garantía para la puesta en práctica de la legislación laboral y los acuerdos colectivos negociados por los sindicatos. Algunas de sus funciones, por ejemplo en la industria metalúrgica, eran la presentación y discusión de los reclamos, la supervisión de la implementación de la legislación y de los acuerdos, de las condiciones de seguridad, etc. Por el rol que en ellas tenían las bases obreras, “la implantación de las comisiones internas fue resultado directo de las presiones ejercidas por los obreros y por sus organizaciones y no se vio beneficiada por un respaldo legal proveniente del régimen de asociaciones profesionales”. Así mismo, fueron duramente combatidas por la patronal por los límites que ponían a su poder dentro de las plantas y por esta razón, su liquidación será un objetivo permanente en los años siguientes.
Este proceso de subordinación de la clase obrera al Estado a través de sus organizaciones reforzó en la conciencia de los trabajadores la posibilidad de lograr sus 46
demandas a través de la acción del Estado y de la negociación como vía para lograrlas. Esta conciencia fue reforzada por la difusión de una ideología de colaboración de clases: un poderoso aparato de propaganda acompañó la política social del gobierno grabando a fuego en la conciencia de los trabajadores los principios peronistas.
Será en la década del "70 cuando la agudización de la lucha de clases planteé para sectores de la clase obrera los límites del peronismo abriendo la perspectiva de la ruptura de los trabajadores con su dirección peronista.
EL POPULISMO EN AMÉRICA LATINA GOLPE MILITAR: Introducción Después del golpe militar de 1955 Perón partirá al exilio y no retornará hasta comienzos de la década del "70. En esos años, la clase obrera dará una formidable lucha en defensa de sus conquistas contra el ataque patronal e imperialista que buscará liquidarlas para avanzar en la política de penetración del capital extranjero en el país. El peso de la clase obrera en la economía y en la sociedad y la conciencia de los trabajadores del lugar que ocupaban, junto con el poder de las organizaciones sindicales construidas en los años previos, otorgará a la clase obrera una gran combatividad en esta lucha. Sin embargo, lo hará cargando el peso de unas organizaciones sindicales burocratizadas y ligadas al partido peronista y una ideología que le propondrá, no la transformación de la sociedad capitalista, sino el regreso a las condiciones vividas durante el gobierno peronista, haciendo que su principal objetivo de lucha fuera la “vuelta de Perón”.
Este trabajo contiene en primera instancia el contexto en que se desarrollaron los populismos latinoamericanos; luego una conceptualización y caracterización del populismo. Por último, la representación del populismo en Argentina como Peronismo y en Brasil como Varguismo.
Desde la crisis de 1930 y luego de la Segunda Guerra Mundial, América Latina sufrió profundas transformaciones en los planos económico, social y político. Las políticas estatales encararon planes de nacionalizaciones —en particular de los recursos naturales considerados claves para el desarrollo de cada país—. Estos cambios fueron acompañados por transformaciones en la estructura social. Se consolidaron los sectores de la burguesía industrial y se amplió la masa de trabajadores urbanos. En México, Brasil y Argentina se desarrollaron procesos 47
políticos de carácter populista, aunque en cada uno de estos países este proceso adquirió modalidades diferentes. Los estudios sobre el peronismo coinciden en destacar que se trató de un movimiento sustentado en un amplio apoyo popular. Algunos autores lo califican como un movimiento popular, o como un nacionalismo popular, mientras que otros utilizan el concepto de populismo. Algunas características son: • el policlasismo: la base social del peronismo estuvo constituida por una alianza entre obreros, sectores de la burguesía industrial y un grupo nacionalista del ejército. • programa económico industrialista, nacionalista y distribucionista: el Estado asumió un papel decisivo en el desarrollo de la actividad industrial, creando fuentes de trabajo, generando una redistribución de los ingresos favorable a los trabajadores y ampliando el mercado interno. El Estado —planificador de la economía— impulsó una política de nacionalizaciones de sectores claves como el comercio exterior, las fuentes de energía, las comunicaciones y los transportes. Estas políticas intentaron resolver las necesidades de muchos países latinoamericanos frente a la gran depresión de los años ‘30 y a las dificultades económicas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. • oposición de intereses entre pueblo y oligarquía: los intereses de la alianza gobernante —el pueblo— se identificaron con los intereses de la Nación, mientras
que los opositores —la oligarquía— fueron considerados como representantes de proyectos antinacionales y aliados del imperialismo. Al plantear la oposición entre pueblo y oligarquía, el populismo no considera central la diferencia de intereses entre la burguesía y la clase obrera. • liderazgo carismático: el liderazgo político del movimiento populista lo ejerce un líder carismático —que establece un fuerte vínculo afectivo con el pueblo—. Este jefe político conduce al movimiento en su conjunto, intentando armonizar los distintos intereses de los sectores sociales que integran la alianza populista.
Desarrollo
Contexto de latinoamericanos
los
populismos
Desde la crisis de 1930 y luego de la Segunda Guerra Mundial, América Latina sufrió profundas transformaciones en los planos económico, social y político. Hacia mediados de los años ‘30, en la mayoría de los países latinoamericanos se produjo un incremento generalizado de las exportaciones. En algunos el ritmo fue intenso y creciente, como en Brasil, México, Chile y Venezuela, y en otros hubo períodos de rápido crecimiento seguidos de agudas crisis, como en Argentina, Uruguay y Bolivia. Hacia los años ‘40, en un grupo de estos países —como resultado de la retracción mundial de las 48
importaciones de bienes de consumo— se desarrolló un intenso proceso de sustitución de importaciones. El crecimiento industrial más importante tuvo lugar en la Argentina, México y Brasil. En los casos de Bolivia y Perú, por ejemplo, sus alcances fueron más limitados. El desarrollo industrial de este período se caracterizó por una destacada presencia del Estado, que actuó como impulsor de las actividades económicas. Las políticas estatales encararon planes de nacionalizaciones —en particular de los recursos naturales considerados claves para el desarrollo de cada país—. Estos cambios fueron acompañados por transformaciones en la estructura social. Se consolidaron los sectores de la burguesía industrial y se amplió la masa de trabajadores urbanos. En México, Brasil y Argentina se desarrollaron procesos políticos de carácter populista, aunque en cada uno de estos países este proceso adquirió modalidades diferentes.
que alcanzó mayor difusión en el campo de las ciencias sociales y ha sido utilizado con distintos sentidos. Para algunos historiadores, populismo significa un conjunto de políticas que realizan las clases propietarias desde el Estado, tratando de obtener el apoyo pasivo de las masas. Para otros, el populismo es el resultado de la alianza entre una burguesía que busca impulsar un proyecto industrialista y una clase obrera organizada que se moviliza para lograr satisfacer sus propias demandas. En esta segunda interpretación, el protagonismo popular tiene más importancia que en la primera. Pero el análisis del populismo no se agota en estas dos interpretaciones. Existe un conjunto de características que describen al peronismo como un movimiento populista y en las que coinciden muchos autores. No obstante, los estudios difieren según el énfasis que cada autor pone en uno u otro rasgo del populismo. Algunas de esas características son:
El populismo
• el policlasismo: la base social del peronismo estuvo constituida por una alianza entre obreros, sectores de la burguesía industrial y un grupo nacionalista del ejército.
Los estudios sobre el peronismo coinciden en destacar que se trató de un movimiento sustentado en un amplio apoyo popular. Algunos autores lo califican como un movimiento popular, o como un nacionalismo popular, mientras que otros utilizan el concepto de populismo. La expresión populismo, asociada al estudio del peronismo — y de otros movimientos latinoamericanos como el cardenismo en México o el varguismo en Brasil— fue el
• programa económico industrialista, nacionalista y distribucionista: el Estado asumió un papel decisivo en el desarrollo de la actividad industrial, creando fuentes de trabajo, generando una redistribución de los ingresos favorable a los trabajadores y ampliando el mercado interno. El Estado —planificador de la economía— impulsó una política de nacionalizaciones de sectores claves como 49
el comercio exterior, las fuentes de energía, las comunicaciones y los transportes. Estas políticas intentaron resolver las necesidades de muchos países latinoamericanos frente a la gran depresión de los años ‘30 y a las dificultades económicas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. • oposición de intereses entre pueblo y oligarquía: los intereses de la alianza gobernante —el pueblo— se identificaron con los intereses de la Nación, mientras que los opositores —la oligarquía— fueron considerados como representantes de proyectos antinacionales y aliados del imperialismo. Al plantear la oposición entre pueblo y oligarquía, el populismo no considera central la diferencia de intereses entre la burguesía y la clase obrera. • liderazgo carismático: el liderazgo político del movimiento populista lo ejerce un líder carismático —que establece un fuerte vínculo afectivo con el pueblo—. Este jefe político conduce al movimiento en su conjunto, intentando armonizar los distintos intereses de los sectores sociales que integran la alianza populista.
En Argentina el populismo representado por el Peronismo
El 17 de octubre de 1945: los orígenes del peronismo
Ante la profundización del enfrentamiento social entre las organizaciones obreras y
empresariales, se aceleró el acercamiento político entre Perón y el sindicalismo. Además, Perón iba ganando cada vez más poder dentro del gobierno, llegando a ejercer simultáneamente la Secretaría de Trabajo, el Ministerio de Guerra y la Vicepresidencia. Sin embargo, el panorama en 1945 no se presentaba del todo favorable para la nueva alianza social liderada por Perón. A la oposición de los industriales y terratenientes se sumaron la casi totalidad de los partidos políticos, asociaciones profesionales, gran parte de la comunidad universitaria y aquellos sindicatos que no acordaban con las propuestas de Perón y que re clamaban la democratización del país. También tuvo una activa participación el secretario de Asuntos Latinoamericanos de la Embajada de los Estados Unidos, Spruille Braden, quien reclamó el apoyo de la Argentina a los Aliados y denunció al gobierno como simpatizante de los países del Eje. Ante la ofensiva de la oposición, la mayoría de los militares que integraban el gobierno de Farrell creyeron que era necesario deshacerse del sector político liderado por Perón, considerado el más irritante por la oposición y muy peligroso por su avance sobre distintas áreas del Estado. Para ello exigieron a Perón la renuncia a sus cargos y lo llevaron detenido a la isla Martín García. Frente a estos hechos, la agitación creció en el seno del movimiento obrero. Entre los trabajadores existía la convicción de que la caída de Perón significaría el triunfo de los sectores capitalistas y la posibilidad de perder las conquistas sociales obtenidas. Por ello, el 17 de Octubre de 1945, al conocerse la renuncia de Perón, los obreros comenzaron a 50
movilizarse en distintos lugares del país. No sólo hubo paros y manifestaciones espontáneas, sino que muchos gremios — en el Gran Buenos Aires, Rosario, Tucumán— declararon en los hechos una huelga general, desbordando a la Conducción de la CGT que la había convocado para el 18 de octubre. La movilización de las masas obreras consiguió la liberación de Perón y aseguró la continuidad de sus conquistas sociales.
Las elecciones de 1946
Las demandas de la oposición y los cambios sociales que comenzaba a protagonizar la clase obrera llevaron al gobierno de Farrell a acelerar la convocatoria a elecciones para principios de 1946. El clima político, en esos meses, estuvo influenciado por los debates que generaba en la Argentina el desarrollo y la finalización de la Segunda Guerra Mundial. El Partido Laborista había elegido como su candidato presidencial a Juan Domingo Perón y como vice a Hortensio Quijano, perteneciente a la UCR Junta Renovadora, un sector escindido del partido radical, algunos de cuyos miembros participaron en el gobierno de Farrell y se acercaron al peronismo. Este acuerdo político reflejó la alianza entre los trabajadores y el sector nacionalista del Ejército representado por Perón y también contó con el apoyo de pequeños y medianos empresarios, que veían en esta fuerza política la posibilidad de obtener mejoras para la actividad industrial y conseguir un lugar —en caso
de que el laborismo ganase— en el futuro gobierno. El 24 de febrero de 1946, finalmente se realizaron las elecciones. La ciudadanía dio a la alianza encabezada por Perón la mayoría suficiente como para ser consagrado presidente. A partir de estos hechos se inició una nueva etapa en la historia argentina.
EL PRIMER GOBIERNO DE PERÓN (1946—1952)
El Primer Plan Quinquenal: un nuevo modelo económico El modelo económico iniciado en 1946 intentó dar respuesta a las demandas de los sectores que integraban el bloque social peronista — los trabajadores y sectores de pequeños y medianos empresarios—. El Estado asumió un claro papel de intervención en la actividad económica, en particular a través de la implementación del Primer Plan Quinquenal. Se trataba de un programa con el que el Estado planificaba la economía, fijando los objetivos generales que se deseaban lograr al cabo de cinco años. La planificación económica del Estado procuró una mayor justicia social, a partir de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores y alentar el desarrollo industrial reclamado por los empresarios. La política económica procuró una redistribución de la riqueza, ya que elevó el poder adquisitivo de los trabajadores, aumentando el nivel de empleo y los 51
salarios. Al mismo tiempo, incentivó con subsidios —créditos— la actividad industrial, favoreciendo la creación de nuevas industrias, además de la ampliación de las ya existentes. Este modelo industrialista se basó en el aumento del consumo interno, incentivado por las mejoras salariales otorgadas.
funcionaban con barras de hielo y se extendió el uso de las heladeras eléctricas. También se generalizó la utilización de radios y máquinas de coser. Algo semejante ocurrió con las industrias textiles, registrándose un aumento notable en el consumo de indumentarias. Trajes y vestidos de aceptable calidad comenzaron a ser adquiridos por amplios sectores de la sociedad.
El Estado peronista y las transformaciones sociales
La expansión del consumo: los cambios económicos fueron acompañados por importantes reformas en el plano social. La llamada euforia económica se basó en el aumento de la capacidad adquisitiva de los salarios. La participación del sector asalariado en la distribución del ingreso nacional creció entre 1946 y 1950, del 45,2% al 56%. Los salarios experimentaron un notable aumento, por lo que los trabajadores — obreros y empleados pertenecientes a los sectores medios— vieron crecer espectacularmente su nivel de vida. En 1944-45, algunos sectores empresariales habían resistido a los aumentos de sueldo impuestos por Perón desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, e incluso realizaron protestas en 1946. Pero a los pocos años advirtieron que esta nueva situación económica generaba un aumento en las ventas de sus productos y ampliaba el mercado interno. Los bienes de uso doméstico elaborados por las industrias livianas comenzaron a venderse en grandes cantidades. Se abandonaron las antiguas refrigeradoras que
La política social: al mismo tiempo que se producían las transformaciones económicas, desde el Estado se impulsó una amplia legislación social que contribuyó al mejoramiento de las condiciones de vida del conjunto de los trabajadores. Así, se estableció el control estatal de los precios de los alquileres, se otorgaron nuevas viviendas a partir de planes populares de financiación, y se mejoraron las inversiones en salud y educación. En la política social del primer gobierno peronista se destacó la esposa del presidente, María Eva Duarte de Perón, quien no ocupó el papel pasivo de “primera dama” y, desde el principio, desarrolló una intensa actividad pública. No se sujetó a las reglas del protocolo ni a las convenciones socia les de la época, que no aceptaban que una mujer ocupara un lugar protagónico en el plano político —un espacio reservado a los hombres—. La actuación pública de Eva Perón generó fuertes polémicas en la sociedad de su época. Su discurso enérgico y las encendidas críticas a sus enemigos políticos —la “oligarquía”, los “vendepatria”— la convirtieron en un 52
personaje odiado por un sector de la sociedad, que la llamó despectivamente la Eva. Para los sectores más desprotegidos, la acción social impulsada por Eva Perón —a la que llamaron familiarmente Evita— la transformó en la abanderada de los humildes. Detrás de la polémica en torno a su figura, había una valoración diferente y enfrentada acerca del significado de la política social del gobierno peronista. Para quienes se habían beneficiado por la política de redistribución, la acción social del gobierno era un elemento de dignificación, un justo reconocimiento de sus derechos sociales. Para los opositores a Perón, se trataba sólo de una actitud demagógica para conformar a los más pobres y así ampliar la base electoral del peronismo.
El desarrollo de una democracia de masas: la llegada del peronismo al gobierno significó el advenimiento de nuevos sectores sociales a la escena política. Las masas obreras se incorporaron plenamente a la vida política, porque al ejercicio del sufragio le agregaron otras formas de participación: por medio de sus organizaciones se convirtieron en un factor que influyó sobre las decisiones del gobierno. Además, el movimiento obrero obtuvo un conjunto de derechos sociales que no sólo mejoraron sus condiciones de vida, sino que también le permitieron obtener su dignificación como trabajadores. También pudieron participar por primera vez en la política nacional las mujeres —que hasta entonces habían sido excluidas del sufragio universal—, cuando
en 1947 se consagró el derecho al voto femenino. Esta medida, impulsada principalmente por Eva Perón, fue la culminación de una larga lucha que habían iniciado los socialistas a principios de siglo. El sistema político argentino de los años ‘40 adquirió los rasgos propios de una sociedad de masas. La participación política abarcó integralmente a todos los sectores de la sociedad y se realizó no sólo a través del voto popular sino también del desarrollo de organizaciones intermedias como los sindicatos, las unidades básicas y diversas asociaciones barriales y entidades vecinales. También las concentraciones públicas —las más importantes se realizaron en la Plaza de Mayo— se constituyeron en una nueva y frecuente forma de participación política directa de los sectores populares.
EL SEGUNDO GOBIERNO DE PERÓN (1952—1955)
La reelección de Perón (1952—1955). A pesar de las dificultades económicas, en las elecciones realizadas en 195l el peronismo obtuvo un triunfo arrollador. La fórmula Perón—Quijano obtuvo el 62% de los votos, contra el 32% de la fórmula de la Unión Cívica Radical, encabezada por Ricardo Balbín. El resto de los Partidos — Socialista, Comunista, Demócrata— sumaron en conjunto el 4% de los votos. Estos resultados permitieron al peronismo inaugurar un nuevo período gubernamental, contando con una sólida mayoría en ambas cámaras legislativas. 53
La crisis económica de 1952: los límites del modelo industrialista: hacia 1952 el modelo industrialista implementado por el peronismo comenzaba a dar muestras de debilidad. Una gran influencia tuvo la recuperación económica de los países europeos, ya que éstos disminuyeron sus compras a la Argentina y se produjo, además, una baja en los precios de las materias primas. Las dificultades económicas habían comenzado varios años antes. En 1949, una prolongada sequía redujo al mínimo los saldos exportables y, hacia la década del ‘50, el rendimiento del campo argentino había bajado aproximadamente en un 18% respecto de 1946. A pesar de que la Argentina había desarrollado en forma notoria la actividad industrial, la base de la economía continuaba dependiendo del nivel de las exportaciones agrarias, ya que una disminución importante en este sector alteraría —como finalmente ocurrió— al resto de las actividades económicas. Corno consecuencia de la disminución del ingreso rural proveniente de las exportaciones, el gobierno ya no pudo recurrir a la transferencia de recursos para la actividad industrial y el mantenimiento de altos salarios. Los empresarios tuvieron dificultades para la obtención de créditos del Estado y el rendimiento de sus industrias disminuyó. Esta situación provocó que los salarios no continuaran con un sostenido ascenso y que en algunas áreas disminuyeran. Por ello, desde 1949 y hasta 1952, comenzaron a surgir reclamos salariales no satisfechos. La mayoría de las huelgas tuvieron como
centro de la crítica a los empresarios —los sindicatos decían que éstos querían salvarse de la crisis bajando sus salarios— y no al gobierno de Perón, a quien consideraban víctima de las presiones oligárquicas. El equilibrio buscado por Perón entre los intereses de los obreros y de los empresarios —la armonía entre el capital y el trabajo— comenzaba a presentar signos de inestabilidad. El gobierno peronista se encontró entonces ante la crisis más profunda desde que Perón llegó a la presidencia en 1946
El Segundo Plan Quinquenal: para abordar los problemas estructurales de la economía, el gobierno propuso en 1953 un Segundo Plan Quinquenal, Durante el primer gobierno peronista la Argentina casi no dependía del abastecimiento externo de bienes de consumo. La dependencia se había trasladado a los combustibles — petróleo—, los bienes de capital — maquinarias y tecnología— y los insumos y las materias primas que la actividad industrial requería. El Segundo Plan Quinquenal se propuso resolver estas deficiencias. La estrategia consistía en impulsar el desarrollo del sector agrario, incrementar las industrias de base —en especial las de bienes de capital y combustibles— y modificar la ley de Inversiones Extranjeras, con la finalidad de favorecer la entrada de capital del exterior. El nuevo plan significó el abandono de la política de nacionalizaciones y del IAPI— como ente regulador del comercio exterior —, característicos del primer plan. Estos cambios en la orientación de la política 54
económica generaron un profundo debate dentro del peronismo. Los empresarios se mostraron, en general, satisfechos con estas nuevas medidas. El movimiento obrero, si bien continuó dando muestras de respaldar incondicionalmente a Perón, comenzó a tomar distancia de algunas de las decisiones económicas tomadas por el gobierno.
EL DERROCAMIENTO DE PERÓN (1955)
Además de la crítica situación económica, durante el segundo gobierno de Perón se acentuaron los problemas políticos. Los partidos políticos opositores centraron sus críticas en las medidas económicas y en la dureza con que Perón trataba a quienes disentían de la política oficial. La Iglesia, que en un principio mantuvo buenas relaciones con el gobierno de Perón, se fue distanciando de él y, hacia 1954, pasó decididamente a integrar el bloque social y político antiperonista. A comienzos de 1955, la actividad conspirativa de los sectores liberales y nacionalistas católicos dentro de las Fuerzas Armadas se había incrementado y era cada vez más reducido el número de militares aliados de Perón. Estos grupos de oficiales contaron con el apoyo de amplios sectores políticos (radicales, conservadores y socialistas). Se produjeron levantamientos contra el gobierno en diversas bases militares que culminaron el 16 de junio, con un bombardeo en horas del mediodía a la Plaza de Mayo —como saldo del ataque quedaron cientos de civiles heridos y
muertos—. El gobierno logró detener el intento de golpe de Estado, pero la tensión política no cesó. A partir de estos hechos se inició la cuenta regresiva para el gobierno de Perón. El bloque antiperoista se había ampliado y consolidado. El único sector social que parecía decidido a sostener a Perón era la clase obrera. Luego de las jornadas de junio la CGT convocó por radio —en varias oportunidades— a los trabajadores, para que acudieran a defender al gobierno. Una multitud de trabajadores se reunió en Plaza de Mayo —el 31 de agosto de 1955— para escuchar lo que fue el último discurso de Perón, en el cual remarcó la necesidad de defender las conquistas populares a cualquier precio. El 16 de setiembre, un nuevo alzamiento militar se autodenominó Revolución Libertadora—encabezado por los generales Eduardo Lonardi, Pedro E. Aramburu y el almirante Isaac Rojas destituyó a Perón y estableció un gobierno provisional encabezado por el general Lonardi. En las décadas siguientes el peronismo sería proscrito, iniciando de esta forma un largo período de gobiernos semidemocráticos y militares que durarían hasta 1973. Ese año y en elecciones libres el peronismo, por amplia mayoría volvió a ser gobierno por tercera vez desde su nacimiento en 1945. En 1976, un nuevo golpe de estado interrumpió la democracia e instaló una dictadura militar.
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El Populismo brasileño representado por el Varguismo
Con el gobierno de Getulio Vargas. El 1930 marca un punto de ruptura en la historia brasileña; la llamada «Revolución del 30», que acabó con la Primera República o «República Velha», dio lugar a un período que Aspacia Camargo llama la «era Vargas», período donde se establece una nueva forma de organización del estado; los primeros años bajo la influencia del «tenentismo» conformando una república unitaria, nacionalista y reformista, en oposición al federalismo oligárquico de las elites regionales. Esto fue favorecido por las situaciones de la década anterior: la 1º Guerra Mundial, la presión industrialista, la crisis de sobreproducción del café, el aumento de la población urbana y de los sectores medios y el hartazgo de un sistema político fraudulento. El nuevo estado dejó de representar los intereses de un sector de la sociedad, la burguesía del café, que había sido dislocada del centro de la escena, por la crisis. Por su parte los sectores medios no eran suficientemente fuertes y el «tenentismo» había fracasado en sus intentos de movimiento político autónomo, frente a este empate de fuerzas, el gobierno de Getulio Vargas asumió el papel de árbitro y mediador de las disputas internas. A partir de ahora hay una redefinición del rol y la función del Estado, a la luz de la ideología nacionalista que dominará el pensamiento político y económico de los años 30. Las ya viejas discusiones sobre la extensión territorial que habían alimentado al nacionalismo en
el siglo anterior, dieron paso al desarrollismo. La idea de una Amazonia vista como un espacio vacío, como una reserva que despertaba la codicia del extranjero, estará presente en las nuevas políticas públicas, donde la vieja idea de «gobernar es construir caminos», pondrá en marcha un proyecto nacional desarrollista que fue capaz de superar la fase oligárquica. La primera gran preocupación, de la administración de Vargas, fue la constitución de nuevo estado capaz de mantener la unidad nacional y el equilibrio de las diferentes fuerzas sociales, dirigir la nación por encima de las oligarquías estaduales y promover a la industrialización. En el 32, frente a la «Revolución Paulista», último intento de recuperación del poder oligárquico en el Estado, Vargas se coloca como mediador entre la oligarquía y el tenentismo, fortaleciendo su posición conciliadora. Había comprendido -ademásque sería imposible reorganizar el país en hostilidad con las oligarquías. Finalmente, en 1933 reunida la Asamblea Constituyente, promueve la conciliación entre el federalismo oligárquico y el centralismo tenentista. Entonces prevaleció la «coordinación de las grandes representaciones» dirigidas por los principales liderazgos tradicionales: São Paulo, Minas Gerais, Rio Grande do Sul y Bahía. En 1934 fue aprobada la nueva constitución -definida por algunos estudiosos como «híbrida»-, ya que era a un mismo tiempo, intervencionista en lo económico y liberal en lo político. Por un lado, decretaba las autonomías estaduales y fortalecía el Congreso, por otro, imponía un fuerte control a través de elecciones 56
indirectas para presidente, mientras implementaba los derechos sociales. En el 1935 se produjo lo que se ha conocido como la «Intentona Comunista»; suceso que le prestará, al presidente, argumento para, dos años más tarde, instaurar el «Estado Novo» y entonces, establecer su pleno dominio político. Hasta ahora había tenido que maniobrar con una coalición sumamente compleja de fuerzas contradictorias. Fue un golpe comandado por el propio Vargas, cuyo objetivo principal era crear instituciones capaces de imponer el poder del Estado y mostrarse con la capacidad suficiente para combatir el comunismo y el caudillismo. Fue silenciosamente preparado, pero estridentemente presentado, se suspendió la Constitución del 34 y simbólicamente se quemaron las banderas estaduales en ceremonia pública, para no dejar lugar a dudas: habría, a partir de ahora un solo Estado, el nacional. El fortalecido poder central, se ocupó de nombrar interventores para las administraciones estaduales, controlar los recursos energéticos nacionales, organizar el servicio público, la siderurgia y acelerar la industrialización. Para esto, había sido preciso suspender el Congreso, las Asambleas Estaduales y la Constitución Nacional. Esta experiencia unitaria se extendió hasta el año de 1945, cuando cae la dictadura del «Estado Novo» tras un movimiento militar. El dictador tuvo plenos poderes, tanto legislativos como ejecutivo y si algo caracterizó al nuevo régimen, fue el máximo grado de participación del Estado en todos los asuntos. Tal vez la más drástica medida haya que colocarla en el congelamiento de la deuda externa, que no
había parado de crecer como consecuencia del déficit en la balanza de pagos, por la disminución de las exportaciones y de los ingresos reales en la economía. Otra novedad fue la creación de autarquías especiales que atendían todos los rubros de la economía: el IAA (Instituto do Açúcar e do Álcool), el IBC (Instituto Brasileiro do Café), el Consejo Nacional del Café, el Departamento Nacional del Caucho, el Instituto del Cacao, el Instituto Nacional de Estadística y Censo, el Consejo Federal de Comercio Exterior, el Consejo Brasileño de Geografía; al mismo tiempo se promulgaba el Código de Minas, el Código de Aguas, se implementaba la industria Siderúrgica (Cia. Siderúrgica Nacional, la Usina Siderúrgica de Volta Redonda, la Companhía do Vale do Rio Doce, la Fábrica Nacional de Motores), se desarrollaba la industria Petrolera (Petrobras), la energía eléctrica y la industria automotriz. Con respecto al problema social, el Estado incorporó una legislación muy próxima al estado corporativo, pero atendiendo a viejas reivindicaciones laborales que se arrastraban desde las huelgas del 1919. Con la creación del Ministerio de Trabajo, Industria y Comercio, el gobierno reglamentó los sindicatos, creó la Junta de Consolidación y legisló sobre el régimen de trabajo de hombres, mujeres y niños, otorgando la jornada de 8 horas., el salario mínimo, vacaciones, estabilidad laboral, indemnizaciones por despido, convenciones colectivas de trabajo y la creación del Instituto de Jubilaciones y Pensiones, además de la Justicia del Trabajo. Pero acabó con la autonomía 57
sindical, sólo existiría un sindicato por cada profesión, con la debida autorización ministerial; además se fijaba el descuento de una jornada por año y por trabajador que iría a constituir el «fondo sindical», que canalizado vía Ministerio del Trabajo se distribuiría entre los sindicatos. El impuesto sindical se convirtió así, en una fuente de dependencia política y un camino para la burocratización y corrupción del sindicalismo. Por otra parte, Vargas implementó una política internacional altamente pragmática aunque no siempre ética, coqueteó con la Alemania nazi en los primeros años y finalmente en el año 1940 firmó un pacto con Estados Unidos cuando Roosevelt visitó el país (Conferencia de Rio de Janeiro) por el cual, a cambio de la utilización de las costas del noreste, como base para las naves y la aviación aliada, Brasil recibiría una ayuda por 200 millones de dólares en armamentos y créditos blandos, que le permitieron financiar el codiciado proyecto de industrialización. El «Estado Novo» fue fundamentalmente un estado autoritario que se transformó en el principal instrumento de acumulación capitalista al servicio de la burguesía industrial brasileña. Vargas no logró nunca ser el líder de un movimiento unificado y homogéneo, como lo fue Perón, pero sí un articulador de fuerzas heterogéneas sobre las que estableció su dominio personal a través de un complicado sistema de alianzas. En las regiones más modernas del país consiguió firmes bases de apoyo en los sectores obreros y medios, pero en el interior, rural y arcaico, deberá buscar su sustentación en las viejas maquinarias políticas clientelísticas de la oligarquía rural. De allí que no consiguió construir un
partido político único, sus fuerzas de apoyo se organizaron en dos facciones, el Partido Social Democrático (PSD) que agrupó a los sectores conservadores y el Partido Trabalhista Brasileiro (PTB) donde se congregaron los sectores urbanos, medios y obreros progresistas. Pero el populismo brasileño nunca consiguió construir un lenguaje político de dimensiones nacionales –afirma Laclau- como sí lo conseguirá Cárdenas y Perón aunque por diferentes circunstancias.
Conclusión
Los movimientos populistas en América Latina surgen a partir de la crisis económica de 1930 y finalizada la Segunda Guerra Mundial, donde se dieron profundas transformaciones en lo económico, social y político. En Argentina el populismo en sus comienzos estuvo representado por el Peronismo y en Brasil por el Varguismo. Existe un conjunto de características que describen al peronismo como un movimiento populista y en las que coinciden muchos autores. Algunas de esas características son: el policlasismo; programa económico industrialista, nacionalista y distribucionista; oposición de intereses entre pueblo y oligarquía; liderazgo carismático. El gobierno de Getulio Vargas asumió el papel de árbitro y mediador de las disputas internas. Se produjo una redefinición del rol y la función del Estado, con base en la 58
ideología nacionalista que dominará el pensamiento político y económico de los años 30. Las viejas discusiones sobre la extensión territorial que habían alimentado al nacionalismo en el siglo anterior, dieron paso al desarrollismo. La primera gran preocupación, de la administración de Vargas, fue la constitución de nuevo estado capaz de mantener la unidad nacional y el equilibrio de las diferentes fuerzas sociales, dirigir la nación por encima de las oligarquías estaduales y promover a la industrialización. Estos modelos podemos decir que constituyen una de las bases de las políticas actuales, aunque en sus inicios estuvieron ligadas a interrupciones debidas a intervenciones militares.
Bibliografía
• http://www.fhuc.unl.edu.ar/olimphistoria/pa ginas/manual_2009/alumnos/2da_Seccion/ texto04.pdf. HISTORIA 2. ARGENTINA Y EL MUNDO CONTEMPORANEO. AIQUE. • Myriam Stanley. Profesora de Historia Latinoamericana y Argentina. http://www.rephip.unr.edu.ar/bitstream/han dle/2133/306/Stanley_Anuario_5.pdf? sequence=1.
La economía Argentina entre 1914-1945
El siguiente trabajo tratará de describir a grandes rasgos y detallando aspectos importantes como fue cambiando o manteniéndose la economía argentina durante los años de las guerras mundiales, tratando de explicar los distintos modelos económicos puestos en marcha y si estos funcionaron en la economía argentina o no. Para comenzar podemos decir que, en los treinta y seis años que siguieron a 1880, mientras la población se triplicaba, la economía se multiplicó nueve veces. El producto bruto interno creció, en ese período, a una tasa del 6% anual. Más aún, el producto per cápita lo hizo a aproximadamente un 3%, un dato todavía más revelador dada la cantidad de inmigrantes que llegaron, por entonces, al país. Estas cifras resultaban inusuales para esa época, en que la economía mundial crecía a un ritmo más modesto que lo que hemos estado acostumbrados a ver desde la segunda posguerra. En efecto, el crecimiento del producto per cápita en la Argentina superaba, aunque levemente, al de los Estados Unidos —el ejemplo más llamativo de prosperidad de la época— y holgadamente al de Francia, Gran Bretaña y Japón. En 1908, la Argentina vivía uno de sus momentos de mayor esplendor económico. El escritor Octavio Batolla pensaba que la economía había ido demasiado lejos; más allá de los ferrocarriles, puertos, estancias y chacras, que se mostraban como los logros de un país pujante, lamentaba que el crecimiento 59
económico hubiera producido un cambio de tal profundidad en las costumbres como para barrer con los rasgos virtuosos de un pasado que no era completamente negativo.
INVERSION EXTRANJEROS
DE
CAPITALES
Si bien el grueso de la inversión ferroviaria fue realizada por los británicos, la primera vía de tren la construyó el estado de Buenos Aires en 1857, cuando estaba separado del resto del país. Los británicos ya habían realizado importantes inversiones directas en compañías ferroviarias. Entre ellas, se destacaban el Gran Sud, que se extendía por el sur de la provincia de Buenos Aires transportando lana con destino a la estación Constitución; el Central Argentino, que se transformó en el eje de los transportes en la región a partir de su línea madre que iba de Córdoba a Rosario; y el Ferrocarril Argentino del Este, que atravesaba la Mesopotamia. En la década del ochenta las inversiones ferroviarias se multiplicaron y, hacia el fin de ella, la fiebre generada por ese tipo de actividad hizo que la red ferrocarrilera pasara de los 2.500 a los 9.000 kilómetros. Esta red, que continuó extendiéndose en las tres décadas siguientes, posibilitó la puesta en producción de nuevas tierras, así como la explotación de nuevos
productos exportables. Capitales franceses invirtieron principalmente en dos ramales, uno que iba de Rosario a Bahía Blanca y otro en la región central y norte de la provincia de Santa Fe. El Estado nacional, por otro lado, continuó construyendo ferrocarriles en las zonas donde el capital privado no quería aventurarse, como ocurría en buena parte del Noroeste, de la región chaqueña y de la Patagonia. Dado su carácter "de fomento" (como entonces se los llamaba), estos ferrocarriles se construían con la más económica trocha angosta, que hacía los viajes más lentos y fatigosos, pero cuya extensión representaba, hacia 1916, un 20% del total. En esa fecha, el sistema ferroviario había superado los 34.000 kilómetros, una cifra mayor que los 25.000 de México y los 22.000 del Brasil, aunque mucho menor que el estadounidense, que alcanzaba los 350.000 kilómetros. Desde entonces, la expansión ferroviaria se desaceleró y entró en el estancamiento. El capital privado no se aventuró más, pues el fin de la expansión ferrocarrilera mostraba que se había llegado a los límites de la frontera productiva rentable. También invirtieron, aunque en un grado mucho menor que Gran Bretaña, otros países europeos como Francia (además de los ferrocarriles mencionados, lo hizo en el puerto de Rosario), Alemania (que ejercía una posición dominante en la provisión de electricidad), Bélgica e Italia. A principios de siglo comenzaron a llegar capitales norteamericanos. Aunque todavía en 1914 sus inversiones eran cuarenta veces menores que las británicas, mostraron un dinamismo que las iba a llevar a 60
convertirse, avanzado el siglo XX, en las principales del país. En un principio, el grueso de ellas se centró en bonos estatales, repitiendo lo que había sucedido con los ingleses varias décadas atrás y mostrando la precaución con que el capital se maneja frente a un mercado nuevo. A la vez, los norteamericanos invirtieron en una operación más riesgosa, aunque potencialmente más prometedora: los frigoríficos. Estas empresas permitían el procesamiento de vacunos con destino a la exportación, pero de unos animales que eran muy distintos de los que habían poblado las pampas desde la época colonial. A fines del siglo XIX comenzó a exportarse ganado vacuno en pie para su faena en el lugar de consumo. Esta línea de exportación se desvaneció ante la invención del buque frigorífico que, por la acción del frío, permitía transportar la carne conservada hasta los mercados europeos. El principal comprador de carne argentina era Gran Bretaña, donde este alimento se fue popularizando cada vez más gracias a los bajos costos con que el producto salía de las pampas. Esta orientación hacia la venta externa transformó las razas bovinas utilizadas por los productores. El vacuno criollo, flaco y con cuernos, fue reemplazado por animales refinados —como los de la raza Shorthorn— que se importaban de Inglaterra pues su carne era más tierna y grasosa y, por ende, más apta para el consumo europeo. En un principio la carne se enviaba refrigerada, resultado de un proceso con mucho nivel de frío que conservaba la frescura del producto pero
que, al descongelarse, le quitaba parte de su sabor y poder nutritivo. El perfeccionamiento de las técnicas llevó al enfriado, por el cual la carne se mantenía a un frío menor, pero lo suficiente como para cruzar el Atlántico y mantenerse más cerca del sabor y las virtudes originales. Las técnicas más modernas fueron empleadas en los frigoríficos argentinos cuando los norteamericanos desembarcaron con sus capitales, compraron algunas de las empresas en manos de los ingleses y abrieron otras nuevas como Swift y Armour, levantando instalaciones donde empleaban a varios miles de trabajadores y aplicaban los métodos más modernos de organización de la producción que se utilizaban en las firmas similares de Chicago. En los primeros años del siglo XX, la Argentina ya había delineado un perfil productivo y exportador que continuaría por muchos años: cereales y carne con destino a los mercados europeos. El número de productos que formaban el grueso de la exportación —trigo, maíz, lino, carne vacuna y lana— no era alto. Pero la cantidad exportada era tal que los ingresos provenientes del exterior diluían los efectos de la falta de diversificación. En 1910, el país se había convertido en el tercer exportador mundial de trigo del mundo, lejos del primero —Rusia—, pero no tanto del segundo —los Estados Unidos—. En otros productos, como la carne y el lino, su posición en el mercado mundial era todavía más significativa. Fueron las épocas en que la Argentina comenzó a ser llamada "el granero del mundo" y en que 61
su carne se convirtió, junto con su fama, en una verdadera marca del país.
LA ECONOMÍA PAMPEANA
Las transformaciones ocurridas en la esfera macroeconómica se correspondieron con cambios en las unidades productivas. La producción de cereales con destino a la exportación comenzó, como se ha dicho, en las colonias agrícolas. Allí, la regla era que los agricultores fueran propietarios de una parcela de tierra que, en promedio, alcanzaba unas 50 hectáreas. Los colonos trabajaban junto con sus familias, pero se veían en la necesidad de emplear mano de obra adicional (así como de intensificar la explotación de la familiar) para las tareas que, como la cosecha, eran trabajointensivas. El costo de la contratación de peones era significativo para estos colonos que no tenían mucho más capital que su tierra. Por ello, no resulta casual que la primera "fábrica" de maquinaria agrícola (ahorradora de mano de obra) del país fuera un pequeño establecimiento en la colonia de Esperanza. En las "estancias mixtas", el estanciero se dedicaba al engorde (o invernada) de este ganado. El negocio de la invernada era muy lucrativo, siempre que se asegurara que el forraje para los animales tuviera costos bajos. La forma que estos estancieros encontraron para abaratar esos costos fue la asociación económica
con un grupo de gran importancia, tanto cuantitativa como cualitativa, en el agro pampeano: el de los chacareros. Los chacareros explotaban una fracción de tierra, generalmente para producir cereales, pero no eran dueños de la propiedad sino que la arrendaban. Su beneficio estaba en vender sus cultivos, pagarle un arriendo al propietario —un estanciero o una compañía colonizadora que alquilaba tierra rural— y obtener una diferencia. En el caso de que el contrato fuera con un estanciero invernador, los chacareros se comprometían a dejar el campo alfalfado al finalizar el contrato. El mundo de los estancieros mostraba su propia complejidad. Los invernadores estaban al tope de la estructura económica de la región pampeana, aunque no eran ellos los únicos miembros del universo de los dueños de grandes porciones de tierra. Una buena parte de los estancieros eran "criadores", que se ocupaban de la primera etapa de la vida de los terneros, la previa al engorde. Los campos de cría eran de peor calidad que los de invernada por lo que, generalmente, los criadores eran menos ricos y prósperos que los invernadores. Más aún, la relación entre invernadores y criadores estuvo, no pocas veces, teñida por el conflicto (y llevó, en la década de 1920, a una lucha abierta por el control de la Sociedad Rural Argentina). Este choque se debía a los espacios de diferente jerarquía que ambos grupos ocupaban en la cadena de producción y comercialización del agro pampeano; mientras que los criadores quedaban (comercialmente) presos de los invernadores que les compraban sus 62
novillos, los segundos tenían vinculaciones directas y fluidas con los frigoríficos, que constituían el lugar donde se concentraba la parte más rentable del negocio de la carne y con quienes podían negociar precios, pues eran sus proveedores.
MERCADO NACIONAL
INTERNO
Y
MERCADO
Con ser rápido e intenso, el crecimiento económico que originó el boom exportador se desplegó de manera desigual en la geografía argentina. La región pampeana, de donde salía el grueso de la producción exportable, fue la que experimentó las mayores transformaciones y cosechó los mayores beneficios. El resto del país tuvo una evolución económica no sólo menos impresionante que la pampeana sino también más heterogénea, de acuerdo con la profundidad y la modalidad en que se integraba al mercado mundial. Ciertas áreas lograron una ligazón directa con este mercado a través de un producto específico, como ocurrió con el tanino del norte de Santa Fe y con la lana de la zona patagónica orientada al Atlántico, pero constituyendo economías de enclave que generaban pocos efectos multiplicadores. La posibilidad de vender algún producto a la expansiva región pampeana (y de esa manera vincularse, aunque de manera indirecta, al mercado internacional) se transformó en la alternativa más provechosa y en la llave del éxito para un
par de economías regionales. Los casos más sobresalientes fueron los del azúcar —cultivado principalmente en Tucumán y, en menor medida, en Jujuy— y del vino — producido en Mendoza y San Juan—. Varias provincias, sin embargo, no lograron producir en gran escala bienes que fueran atractivos ni para el mercado interno ni para el externo por lo que tuvieron que contar, como fuente de supervivencia, con la realización de algún emprendimiento del Estado central —que iba desde un puente hasta un colegio— o directamente en los subsidios que éste les enviaba. El crecimiento del mercado interno fue paralelo al de la economía exportadora. Es que, a diferencia de las economías de enclave donde predominaba el proceso extractivo, el desarrollo agrario pampeano generó efectos multiplicadores sobre el resto de las actividades. De cada divisa ingresada vía exportaciones, una proporción más o menos importante iba a algún sector o a alguna persona fuera de las "industrias madres", que era como entonces se llamaba a la agricultura y la ganadería. El mercado argentino se abastecía parcialmente de importaciones, que crecieron a la par del conjunto de la economía. Una buena parte de la demanda interna, sin embargo, fue provista por la oferta local. La importancia que adquirió esta producción dentro del conjunto del consumo nacional puede verse no sólo a través del aumento del producto industrial sino también a partir del espacio creciente que las importaciones dejaban de abastecer; mientras éstas no llegaban a 63
sextuplicarse entre 1881 y 1916, el producto —tomado como medida de la demanda interna— se multiplicó por nueve. Parte de este mercado interno estaba en la zona rural, donde el crecimiento de la agricultura, más que el de la ganadería, proveyó los grandes números de la demanda; la producción agrícola, en efecto, requería una cantidad mayor de mano de obra integrada por trabajadores que eran, a la vez, consumidores. En este mercado rural sobresalían los colonos de la provincia de Santa Fe, que comenzaron a ser objeto de la seducción por parte de las fábricas de Buenos Aires; más aún que los arrendatarios y aparceros del corazón de la zona pampeana, cuya capacidad de ahorro parecía ser (por lo menos si atendemos al fenómeno del consumo) menor. Siendo alta en las zonas agrícolas, la demanda se hacía más visible y dinámica en las ciudades. La urbanización fue un fenómeno paralelo al del crecimiento exportador. Las ciudades que crecían como hongos demandaban cada vez más bienes y servicios. La actividad de la construcción se desarrolló a ese mismo ritmo y llegó, a principios del siglo XX, a ocupar un lugar significativo dentro del producto total. Esta actividad movilizaba capital y mano de obra a través de sus herrerías, yeserías, marmolerías, zinguerías, aserraderos, carpinterías y de las empresas (llamadas "de construcción") dedicadas a varias de estas actividades al mismo tiempo. Desde los pequeños pueblos hasta la homérica Buenos Aires, el esfuerzo por crear el entramado urbano tuvo efectos tanto transformadores cuanto multiplicadores. El clima de pujanza que
imprimía ver edificios en construcción en cada cuadra era, sin duda, uno de los elementos que más llamaron la atención de aquellos visitantes extranjeros que no dudaron en considerar a la Argentina como una naciente potencia económica. La demanda para la construcción (desde los clavos hasta los tirantes) se convirtió en uno de los mercados más atractivos para la naciente industria. Las fábricas se concentraban en la ciudad de Buenos Aires, donde llegaron a emplear (en conjunto con los pequeños talleres) un tercio de su población económicamente activa. Esta localización no les impedía tener como uno de sus objetivos la conquista de un mercado que fuera más allá de los límites de la capital y coincidiera con las fronteras del país. Al lograrlo, crearon un mercado nacional de productos que se desarrollaba junto con la formación de una nación argentina, concebida como una comunidad de vivencias. La formación de un mercado nacional fue una trabajosa construcción tanto para el Estado cuanto para el sector privado. Sobre el primero, sin embargo, recaía la tarea de proveer el contexto legal necesario para que el segundo pudiera desplegar sus estrategias. La Constitución argentina había prohibido de manera expresa la existencia de aduanas internas. A pesar de ello, las obstrucciones provinciales al comercio continuaron existiendo, de manera más o menos velada, y se convirtieron en uno de los temas que más sensibilizaba a los comerciantes de Buenos Aires. Después de aprobada la Constitución Nacional, sin embargo, varias provincias continuaron 64
con sus viejas tarifas al comercio interior o implantaron otras nuevas, a veces con el objetivo expreso de afectar la entrada de bienes de otra provincia y otras para generar ingresos adicionales en sus modestas finanzas. La Suprema Corte de la Nación intervino en la cuestión e interpretó la existencia de tales trabas como anticonstitucionales, obligando a dar marcha atrás a las provincias que habían hecho uso de esta medida.
La economía argentina entre 1914 y 1930
La consideración del período que media entre el estallido de la Primera Guerra Mundial y la crisis de 1930 ha generado algún debate entre los historiadores económicos. Para la perspectiva de la continuidad, este período, en el que la producción agropecuaria sigue siendo el sector más importante de la producción nacional y en el que la exportación de productos primarios sigue constituyendo el elemento dinámico del desarrollo, pertenece claramente a la etapa de la economía primario- exportadora o del "crecimiento hacia fuera", que se había inaugurado con la inserción del país en el mercado mundial a mediados del siglo anterior y no se interrumpe sino hasta la crisis de 1930. En estos años, tanto la naturaleza del crecimiento como su signo son los mismos que antes de 1914 y sólo puede percibirse un cambio en el ritmo del desarrollo que responde, más que a acontecimientos locales, a un crecimiento más lento de la economía mundial en su
conjunto. El estallido de la Primera Guerra es una etapa en la que las fuerzas integradoras de la economía mundial —el movimiento internacional de capitales, las corrientes migratorias y el comercio— pierden el impulso expansivo de la etapa anterior, con lo que el crecimiento sufre alguna desaceleración y se hace más errático. El producto bruto interno de la Argentina crece en promedio en el período a una tasa anual del 3,5%, frente al 6,3% de los 40 años anteriores a 1914, mientras que las exportaciones lo hacen al 3,9% anual frente al 5% previo a la guerra. Pero esa desaceleración no implicó una interrupción de la prosperidad, ya que todos los índices relevantes de la actividad económica, de hecho, crecen —y algunos de ellos mucho— entre 1910-14 y 1925-29. Se considera a los años que van de 1914 hasta 1930 como un período definido en la historia económica argentina, que es necesario considerar separadamente. Si así no se ha hecho hasta ahora es porque, al considerarlo la última expresión de una época, los historiadores económicos le han quitado identidad al período, dejándolo encerrado entre los de "gran expansión" (1880-1914) y "estancamiento" (luego de 1930), aparentemente más definidos para el análisis. Para esta perspectiva, la Primera Guerra Mundial representa el primer gran shock externo del siglo veinte y un corte fundamental en la historia económica argentina —más aún que la crisis de 1930, entre los más extremos—, aunque no inaugure un nuevo modelo de crecimiento. 65
En primer lugar, porque por su intensidad no se trata de una crisis más entre otras. La paralización del comercio y los flujos de capitales y mano de obra fue tan drástica que hizo necesario un importante proceso productivo destinado a sustituir importaciones, que muchos vieron luego como decisivo en la formación de la industria nacional. Esta crisis, por otro lado, hizo tambalear el sistema monetario internacional y fue necesario el intervencionismo estatal para reencauzar las economías nacionales, al punto de generar en todo el mundo una reflexión sobre el rol del Estado en la economía que, si no era nuevo, venía ahora de la mano de una justificada desconfianza en "la mano invisible" del mercado. Pero además, la crisis de 1914 es importante en tanto cristaliza ciertos procesos que ya venían anunciándose en los años previos y que iban a cambiar el escenario económico mundial de manera decisiva al final de la contienda. Por un lado, cambios en la composición de la riqueza hacen que los mercados para las materias primas se estrechen y se vuelvan más volátiles de ahí en más; por el otro, la hegemonía británica en la región, ya debilitada por el rezago de su propia economía, recibe con la guerra un golpe de gracia y será reemplazada inexorablemente por la de los Estados Unidos, que se convertirá en estos años en el centro de las finanzas mundiales y el principal proveedor de crédito. Este hecho, lejos de ser el simple reemplazo de una potencia hegemónica por otra, significó para los países latinoamericanos un cambio radical en la modalidad de inserción al mercado mundial, en particular para aquellos cuyas
economías estaban estrechamente ligadas a Gran Bretaña, como era el caso de la Argentina. La "gran expansión", el período que inaugura la guerra es claramente uno de transición entre una época y otra, que a la vez que sigue viviendo del "crecimiento hacia fuera", convive también con los elementos del mundo que viene. Indicios inequívocos de la nueva etapa son el límite de la expansión horizontal de la agricultura; el gradual incremento de la participación relativa de la industria en el producto bruto nacional; el estancamiento de las inversiones británicas y el aumento exponencial de las norteamericanas; la reorientación del comercio exterior; la creciente importancia del petróleo respecto del carbón y el consecuente desarrollo de los caminos y de los automotores, en detrimento del ferrocarril. Cualquiera sea la perspectiva que se adopte para estudiar este período, un hecho parece innegable: con la vuelta de la paz nadie quedó en la Argentina en el mismo lugar en el que estaba antes de la guerra, más allá de que esto haya sido advertido por los protagonistas de entonces —y son muchos los indicios de lo contrario—. Y esto, por el hecho fundamental de que "el mundo", tal como se lo conocía en la Argentina antes de la guerra, ya no iba a ser el mismo. Inglaterra —el Sol de ese universo— se apagaba inevitablemente haciendo tambalear todo el orden que ella sostenía. Con su irremediable decadencia, lo que se pierde luego de la guerra en países como la Argentina es, para usar una 66
expresión tomada de la psicología, la "confianza básica" en un sistema en el que el crecimiento parecía indefinido y sin fisuras, y los mercados, ilimitados y previsiblemente alcistas. El período 1914-29 tiene dos subperíodos definidos: uno de depresión, que se inicia antes de la guerra, y otro de rápida recuperación y expansión, de 1917 a 1929. Más específicamente, a uno de depresión, entre 1913 y 1917, le sigue uno de breve recuperación entre 1918 y 1921; una nueva recesión entre 1921 y 1924 y una renovada expansión entre 1925 y 1929, para caer luego en la crisis mundial desatada en ese último año.
LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Y SUS EFECTOS
La crisis que se desata en 1914, en efecto, venía a superponerse a otra crisis, apenas más antigua, que reconocía otras causas. En 1913, el Banco de Inglaterra elevó los tipos de interés para corregir un déficit de la balanza de pagos británica y contener la incertidumbre financiera causada por las guerras de los Balcanes, actitud que será imitada paulatinamente por el resto de los países europeos. Esta restricción monetaria en Europa redundó en una salida neta de capitales de ese origen de Latinoamérica, tanto por la suspensión de la exportación de capitales, como por medio del reembolso de intereses y amortizaciones. Esta situación afectó directamente a los países que, como la Argentina, dependían fuertemente de
inyecciones constantes de capital externo —especialmente europeo— para mantener equilibrada su balanza de pagos. Para empeorar la situación, la caída de los precios mundiales de los cereales y la carne y la mala cosecha de 1913-14 en la Argentina, hacen descender drásticamente los ingresos por exportaciones (en 1914 eran ya un 25% menores que los de los años previos), profundizando aún más la crítica situación de la balanza de pagos del país. El dislocamiento del sistema bancario y crediticio provocó la paralización del comercio y numerosas quiebras de empresas, lo que terminó de decidir al gobierno a suspender la convertibilidad en el mes de agosto de 1914, para evitar que siguiera el drenaje de divisas. De manera tal que, aun antes del estallido de la guerra, la crisis ya se había desatado en la Argentina en toda su dimensión, haciendo caer, en 1914, el producto bruto en un 10%, el comercio exterior en más de un 20% y la inversión externa en más de un 30%, respecto del año 1913. Si bien la desinversión externa y la depresión general continuarían hasta el fin de la guerra y se profundizarían, la caída del comercio exterior se revierte al año siguiente, aunque sin alcanzar los niveles de preguerra hasta 1918. La drástica caída de las importaciones tuvo otros efectos no menos importantes. Uno de ellos —el que pudo tener sobre el desarrollo de una industria sustitutiva de importaciones— sigue generando hoy algún debate. Por un lado, es evidente que la guerra tuvo un efecto proteccionista para 67
la industria en toda Latinoamérica, dada la protección "natural" que significó el drástico aumento de precio de las importaciones provenientes de Europa. Ese solo hecho no bastaba, sin embargo, para desarrollar, de la noche a la mañana, una industria que pudiera proveer al mercado interno de los países latinoamericanos los productos industriales que antes se compraban en el exterior. Por lo tanto, sólo pudieron aprovechar esta circunstancia aquellos países que gozaban de un desarrollo previo de la industria y exhibían una capacidad instalada considerable. Esas instalaciones sirvieron en países como Brasil, Chile y, en menor medida, Uruguay. El caso argentino es contradictorio. Su industria podía exhibir, en 1914, uno de los mayores desarrollos en Latinoamérica y una considerable capacidad instalada. Por otro lado, los saldos comerciales favorables durante la guerra servían de efectivo sostén de la demanda de productos industriales. Según una visión tradicional, uno y otro hecho bastaron a la industria local para expandir su producción, sustituyendo las importaciones súbitamente escasas a un ritmo vertiginoso durante la guerra, especialmente en los rubros de alimentación, vestido, metalurgia liviana y reparación. Según un observador de la época, el capital patrimonial de la industria creció durante la contienda un 22,5%, y el valor de la producción un 50%. Durante la contienda, Estados Unidos adquirió ciertas ventajas relativas tanto en el aspecto comercial, debido a su posición geográfica relativamente aislada de la conflagración, como en el financiero, dada
la solidez de su creciente economía, comparativamente indemne a los daños que la guerra estaba ocasionando en Europa. Paralelamente, los países europeos de mayor influencia comercial y económica en América Latina tenían enormes obstáculos para atender adecuadamente esos mercados: a las dificultades de Gran Bretaña para comerciar por la guerra submarina se sumaba la suspensión de los lazos comerciales y financieros de Alemania con Latinoamérica, todo lo cual provocaba un importante vacío de importaciones. Por otro lado, el dislocamiento del sistema bancario y crediticio y la crisis de liquidez que generó la guerra, especialmente en Europa, creaban otro nicho que Estados Unidos supo aprovechar. Como resultado, la balanza comercial de este país se invirtió durante los años de la guerra, mientras que sus inversiones privadas en el exterior casi se duplicaron. En Latinoamérica, el resultado fue el estancamiento de las inversiones británicas y el enorme crecimiento de las norteamericanas, proceso que se iría consolidando en la década de 1920, en la que Latinoamérica va a absorber el 44% de las inversiones directas de Estados Unidos en el extranjero. También sus inversiones indirectas —en especial, financiamiento a gobiernos por medio de los bancos— aumentaron enormemente y asimismo el comercio, de la mano de las ventajas competitivas de sus productos, en especial de los más dinámicos y modernos (el mejor ejemplo, el automóvil). En la Argentina, con la paz, vuelve la prosperidad. Las inversiones retornan 68
decididamente al país, los precios se recuperan, se normaliza el comercio y las arcas públicas encuentran estabilidad. Sin embargo, lo que mejor define a los años veinte en la economía argentina es la inestabilidad del ciclo económico y una gran volatilidad en los precios. La tasa de crecimiento tiene algunos años notables, iguales o superiores a los de la preguerra, seguidos de otros de baja o estancamiento. Si para todo el período 1914- 1929 la tasa de crecimiento del PBI arroja un promedio anual claramente inferior a la del anterior período, esto se debió a la fuerte caída de la época de la guerra, pero también a que la recuperación duró muy poco, ya que fue interrumpida por sucesivas crisis, antes de que se desencadenaran los factores que condujeron a la de 1930. Si, en cambio, la medición se realiza dejando de lado los años de la guerra, se obtiene que la tasa de crecimiento del PBI real entre 1917 y 1929 fue muy alta—del 5,9% y del 3,4% per cápita—aun considerando la breve pero profunda depresión de posguerra (1921 - 23). Las cifras de inmigración neta vuelven a revertirse y los salarios reales se recuperan ampliamente, doblando en 1929 la cifra de 1918. La base de esa renovada prosperidad sigue siendo el sector rural, aunque el industrial crece notablemente, aumentando su participación relativa en el producto bruto interno, de la mano de importantes inversiones del capital norteamericano. Por su parte, el gasto público vuelve a aumentar, pasando del 8,5% al 13% del PBI entre 1920 y 1929, con el consiguiente efecto expansivo sobre la demanda
interna. Considerado en forma comparativa, el crecimiento de la Argentina tampoco es despreciable: durante los años veinte, el país crece más que los Estados Unidos, Canadá o Australia.
Comercio exterior e inversiones El principal motor de esta reactivación fue la drástica recuperación del comercio exterior, cuyo volumen era en 1929 casi el doble que el de fines de la guerra. Las exportaciones, tanto en números totales como medidas per capita, mostraban en el período uno de los mayores índices de crecimiento del mundo. Esto, sin sufrir grandes modificaciones en su composición ni en su destino. A fines de los años veinte, el 95% de esas exportaciones todavía consistía en productos agropecuarios, mientras que el 85% de ellas seguía teniendo como destino a Europa occidental, concentrándose aún más en Gran Bretaña: las exportaciones a ese país pasaron del 26,1% en 1911-13 al 32,5% en 1928-30. Las exportaciones a los Estados Unidos, en cambio, se incrementan muy modestamente, pasando del 6,3% del total durante 1911-13 al 9,3% en 1928-30. Por el contrario, el gran cambio se dará en el origen de las importaciones. El incremento de las importaciones provenientes de los Estados Unidos es constante: de 43 millones de pesos oro en 1914, pasan a 169 millones en 1918, a 310 en 1920 y a 516 millones en 1929. Durante la guerra, este crecimiento de las importaciones norteamericanas se da sobre todo a expensas de Alemania, pero 69
en los años veinte crecen a costa de las británicas, cuya participación en el mercado argentino desciende del 30% en 1911-13 al 19% en 1929-30, al tiempo que la norteamericana aumentaba del 15% al 24%. Los ingleses mantuvieron y aumentaron su participación en las importaciones de carbón y material ferroviario, pero no pudieron competir con Estados Unidos en rubros de gran crecimiento como los automóviles y otros bienes de capital para la agricultura y la industria, cuya demanda crecía rápidamente.
El sector agropecuario Con la vuelta de la paz, el sector rural en los años veinte también trataba de volver a sus cauces del período anterior a la guerra. La producción agrícola retoma la preeminencia que había perdido durante la contienda, mientras que la carne enfriada (chilled) termina de imponerse definitivamente como principal producto de exportación. Ambos procesos se dan en un contexto más estrecho en oportunidades, con una frontera productiva que alcanza el límite de su expansión horizontal hacia el final de la década y con una gran volatilidad en los precios internacionales de los productos primarios. Durante la contienda, el aumento en el precio de las carnes, las ventajas relativas que tenían para los embarques internacionales y la inversión del signo en el saldo migratorio —que afectaba especialmente la oferta de trabajadores para la agricultura— habían favorecido a la
ganadería por sobre los cultivos. Por estas razones, si bien el área total sembrada en el país se había mantenido estacionaria, los cereales y el lino habían reducido la suya en favor de la alfalfa —forraje por excelencia en la región pampeana— mientras que las existencias de ganado vacuno durante esos años crecían en once millones de cabezas. El ascenso vertiginoso del enfriado, iniciado en el país en 1908, había sido interrumpido por la contienda, ya que la guerra submarina importaba un serio riesgo para los embarques de ese producto, que sólo tolera un mes y medio en las cámaras antes de perder sus condiciones óptimas de frescura. Con el advenimiento de la paz, el chilled desplaza definitivamente a la carne congelada como principal producto ganadero de exportación: entre 1919 y 1924, la exportación de enfriado pasó de 2.500 a 365.000 toneladas, superando en forma definitiva al congelado y las conservas. Esta consolidación iba a sellar una división entre los ganaderos, que iba a tener importantes repercusiones tanto económicas como políticas en los años siguientes. El sector industrial creció en forma gradual y sostenida durante los años veinte, tanto en términos absolutos como relativos. Si bien el auge de la guerra había sido de corto aliento y en buena medida artificial, debido a la protección que las dificultades en el transporte suponía para ciertos productos locales, especialmente textiles, el crecimiento del sector en su conjunto no sólo se mantiene después de la contienda sino que su ritmo se acelera notablemente. Los índices de la producción industrial 70
(1950=100) son, para 1914, 20,3; para 1918, 22,1, y para 1929, 45,6, mientras que la tasa anual de incremento del índice fue de 0,36 durante la guerra y de 2,1 después. Como resultado, la industria aumenta su participación relativa como porcentaje del PBI en estos años, creciendo más que la agricultura, tanto que algunos ubican en esta década a los orígenes de la industrialización argentina. Testigos de este crecimiento vertiginoso son el importante aumento del consumo de energía eléctrica y el alto nivel de importaciones de maquinaria y equipos industriales. Luego de la guerra, se duplica el número de usinas (de 320 en 1921 a 620 en 1927, que producen 350 mil y 870 mil HP), con una producción de 1.500 millones de Kw/h. Según el Censo de la Industria del año 1935, la fuerza motriz se triplica en ese año, respecto de la disponible en 1914 (de 16 HP por establecimiento a 50,2). Más allá de las cifras, en estos años se dan procesos importantes en la industria que la van a transformar radicalmente, como la consolidación del sistema del petróleo — que reemplaza al del carbón— y la incorporación definitiva del motor de explosión, que van a provocar un giro copernicano en las técnicas productivas.
Las vísperas de LA CRISIS de 1930 Salvo para algunos sectores específicos, como los productores trigueros, los años finales de la década de 1920 fueron muy auspiciosos para la economía argentina. En 1929, la Argentina había llegado a tener
reputación mundial como un país con futuro próspero, que estaba llamado a representar un papel cada día más importante en la economía mundial. En ese año, la economía argentina seguía dando signos de una excepcional vitalidad, exhibiendo una tasa anual de crecimiento que había sido, durante los veinte años anteriores, superior a la mayoría de los llamados "países nuevos" (un promedio de 4,8% frente al 2,5% de Australia, por ejemplo). La Argentina seguía siendo el mayor exportador mundial de carne vacuna refrigerada, así como de maíz, lino y avena, y el tercero de trigo y harina, mientras que sus exportaciones per cápita, de $ 90 anuales en 1928-29, la ubicaban en el undécimo lugar en el mundo. Su sector industrial seguía creciendo de la mano de un auge renovado del consumo (que hacía, entre otras cosas, que hubiera en el país veintiséis habitantes por automotor, lo que implicaba más vehículos per cápita que en Gran Bretaña) y creaba una buena base para la sustitución de importaciones que las décadas posteriores hicieron necesaria. Las reservas de oro, por su parte, alcanzaban en 1928 un nivel saludable que servirían más tarde para afrontar mejor las estrecheces monetarias que impuso la Gran Depresión. Por fin, la tasa de analfabetismo, que siempre había sido baja en el contexto latinoamericano, seguía su rumbo descendente y Buenos Aires se había convertido en uno de los grandes centros culturales del mundo de habla hispana. Sin embargo, esta prosperidad de la posguerra tenía bases muy endebles. Las lecciones que había dejado el desarreglo 71
de la Primera Guerra Mundial fueron rápidamente olvidadas y el mundo entero se dispuso a seguir creciendo de la manera acostumbrada, como si esa crisis no hubiera sido más que un tropiezo en la marcha normal de la economía mundial. La crisis de la guerra había provocado situaciones específicas como el aliento de la producción industrial de la mano de un proteccionismo circunstancial o la necesidad de la intervención estatal para regular las economías en guerra, lo que a su vez generó cierta incipiente reflexión crítica sobre la salud y las proyecciones futuras del sistema. Con el alza de las tasas de interés en los Estados Unidos en 1928, para revertir el boom especulativo en ese país, la dirección de este flujo de capitales se invierte, llamados ahora por las más atractivas tasas de retorno que prometía ese mercado, a diferencia de las inversiones en el exterior. Las economías latinoamericanas, que necesitaban ese flujo constante de inversiones para balancear sus cuentas externas, comenzaron entonces a registrar graves problemas en su capacidad de pago. En la Argentina, la balanza de pagos se debilita fuertemente y las reservas de metálico disminuyen a 424 millones, el nivel más bajo de la década, lo cual obliga al presidente Yrigoyen a abandonar definitivamente el patrón oro en las vísperas de 1930. Para agravar las cosas, con el desplome de Wall Street de octubre de 1929, los precios de los commodities se desplomaron, más aún que el nivel general de precios, con el consiguiente deterioro de los términos del intercambio.
Algunos señalan las dificultades de los Estados Unidos, convertidos en el nuevo centro económico y financiero mundial en reemplazo de Gran Bretaña, para reaccionar adecuadamente ante las señales de la crisis. Para muchos de ellos, sus orígenes se encontraban en los problemas generados en la economía norteamericana. De acuerdo con algunas interpretaciones, fue producto de las políticas monetarias seguidas por las autoridades norteamericanas, en tanto que para otros autores se debió a la incapacidad del mercado norteamericano para absorber la creciente producción allí volcada. Los efectos de la crisis fueron claros rápidamente. Implicaron el derrumbe de los precios de los principales productos de exportación de la Argentina —cereales, lino y carnes—, tal como puede apreciarse en la siguiente tabla:
Precio promedio de argentinos (1926=100) AÑO
los
productos
Cereales y lino Carnes
1929
100,8
111,8
1930
82,5
109,7
1931
55,9
90,3
A esta fuerte disminución de los precios obtenidos por las exportaciones se unía el 72
deterioro de los términos del intercambio, tal como puede apreciarse en la siguiente tabla. Este deterioro de los precios de las exportaciones, superior a la disminución de los precios de las importaciones, sumado al mantenimiento de los pagos de la deuda pública y a las dificultades para obtener nuevas inversiones de capital, implicó saldos totales negativos en el balance de pagos que, con alguna excepción, sólo tendieron a revertirse a partir de mediados de la década. Este saldo negativo presionaba a su vez sobre el valor de la moneda.
Tal situación implicaba una disminución de la actividad económica y, por consiguiente, el aumento de la desocupación. El PBI (Producto Bruto Interno) de la Argentina descendió cerca de un 14% entre 1929 y 1932, pero luego se expandió hasta 1940. En 1939, el PBI era un 15% más alto que el de 1929, y estaba un 33% más alto que en 1932, en tanto que en los Estados Unidos el crecimiento fue de sólo 4% entre las primeras fechas mencionadas. De todas maneras, la situación que planteaba la crisis requería respuestas inmediatas. Aunque los dirigentes argentinos pensaban que el país estaba enfrentando una crisis cíclica, y que luego de ella se restablecería la situación previa, los problemas eran suficientemente evidentes como para demandar una acción rápida por parte del gobierno.
EL SECTOR EXTERNO Y LOS CAMBIOS EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL
Desde la Primera Guerra Mundial se hizo cada vez más evidente la pérdida paulatina del lugar hegemónico que Gran Bretaña ocupaba en el mundo. Sus productos perdían competitividad en comparación con los norteamericanos y Nueva York reemplazaba progresivamente a Londres como centro financiero mundial. Con frecuencia, los productos industriales norteamericanos, desde los automóviles hasta la maquinaria agrícola, se adaptaban mejor a las necesidades de la Argentina; sin embargo, la producción agraria de los Estados Unidos competía con la argentina, a lo que se sumaban las crecientes actitudes proteccionistas norteamericanas de la década de 1920. La Argentina, por su parte, elegiría mantener su larga alianza estratégica con Inglaterra, al tiempo que atravesaba durante la década de 1920, y en especial entre 1922 y 1927, por una cierta bonanza económica. En 1928, esta situación comenzó a revertirse. Las exportaciones declinaron y el capital comenzó a salir del país, mientras los gastos del Estado aumentaron y cayeron las tasas de interés. Al no reducirse las importaciones, el valor del peso inició una declinación. Como consecuencia, el gobierno de Yrigoyen debió interrumpir la convertibilidad en 1929. Así, algunos de los elementos de la crisis estaban presentes en el país aun antes de que ésta estallara. A partir de 1932, la amenaza por parte de 73
Inglaterra de recurrir a una política de preferencia por los productos de sus dominios se renovó como consecuencia del acuerdo alcanzado en ese año en Ottawa entre los representantes de la corona y los países miembros de la comunidad británica. Este acuerdo ponía en peligro las exportaciones argentinas de carne congeladas y envasadas y cereales, que competían con la producción de Australia y Nueva Zelanda. El único rubro en el que esos países no podían competir con la Argentina lo constituían las carnes enfriadas, que por razones de tiempo y distancia no podían llegar adecuadamente desde aquellos países al mercado británico. La respuesta argentina consistió en buscar los medios para mantener la relación comercial con Gran Bretaña. Para lograrlo, se envió una comisión especial a ese país, al frente de la cual se encontraba el vicepresidente de la Nación Julio A. Roca, que concluiría un tratado con el representante del Board of Trade británico en 1933. Conocido como el tratado RocaRunciman, el convenio establecía que Gran Bretaña se comprometía a permitir la importación de la misma cantidad de carne que en 1932, a menos que se produjera una nueva y significativa baja de sus precios en Inglaterra. También establecía que el pool de frigoríficos anglo-norteamericanos se reservaría el 85% de las exportaciones de carne, mientras el 15% restante sería cubierto con la producción de los frigoríficos argentinos. Este cupo fue resultado de un intento de desmentir las
denuncias que señalaban que los frigoríficos extranjeros presionaban mediante su poder de compra para mantener bajo el precio pagado a los ganaderos por las reses. A cambio de estas concesiones, la Argentina se comprometía a su vez a reducir las tarifas de importación de un amplio número de productos británicos al nivel que tenían en 1930 y no establecerlas en algunos otros, que, como el carbón, se importaban libremente. También se asumía el compromiso de mantener un trato benévolo hacia las compañías británicas y a facilitar el acceso a las divisas que éstas requerían para enviar sus ganancias a Gran Bretaña. Otros puntos del tratado protegían los intereses de los ferrocarriles y el transporte marítimo británico. El pacto tenía una vigencia de tres años y los principales acuerdos logrados se prorrogaron por un nuevo tratado, conocido como Eden-Malbrán, firmado en 1936. Como consecuencia de ambos tratados, las exportaciones argentinas de carne se mantuvieron entre 1935 y 1938 en un nivel cercano al 90% de las 390.000 toneladas de carne enfriada exportadas en 1932. Éste había sido el nivel al que se había llegado luego de la crisis. En definitiva, los acuerdos alcanzados permitían a la Argentina seguir accediendo al mercado británico, a cambio de importantes concesiones a los intereses de ese origen.
LAS RESPUESTAS A LA CRISIS 74
La primera respuesta a la crisis por parte del gobierno de Uriburu consistió en afirmar la vigencia de políticas ortodoxas. Se trataba de equilibrar el presupuesto del Estado, al mismo tiempo que se mantenía el pago de la deuda pública. Dado que en el contexto de una reducción del comercio internacional era natural que los recursos del Estado disminuyeran, puesto que la mayor parte de ellos provenía de los impuestos al comercio exterior, la solución buscada fue doble. Por una parte, se redujeron los gastos del Estado disminuyendo los salarios de los empleados públicos, en un 0,05% los más bajos y en una proporción que llegaba a superar el 22% en los más altos. Por otra parte, se trató de incrementar los ingresos a través de nuevos impuestos internos y de aumentos en los aranceles a las importaciones. En el contexto de la crisis varios países latinoamericanos habían decidido suspender los pagos; la Argentina, sin embargo, los mantuvo. Esto le permitió al gobierno, al conservar la credibilidad de los inversores, establecer un "empréstito patriótico" mediante bonos colocados en el mercado local, dada la imposibilidad de obtener fondos externos. El gobierno de Uriburu mantuvo la inconvertibilidad del peso; en 1931, estableció el control de cambios intentando mantener el valor de la moneda, para lo cual permitió la salida de oro. Al mismo tiempo, durante los primeros años posteriores a la crisis, decrecía el circulante, con la excepción de 1932, cuando la utilización de los fondos del
empréstito por parte del gobierno llevó a su aumento. A partir de 1933, cuando Federico Pinedo asumió como ministro de Hacienda. El gobierno continuó, luego de la fundación del Banco Central, con el esquema ya iniciado de reestructuración de la deuda pública, tanto interna como externa. El esquema se sostenía en el cambio de los bonos a corto plazo por bonos que requerían un pago anual menor, pero que se prolongaba en el tiempo. Esto permitía disminuir los costos anuales para el Estado, y contó con la aceptación de los acreedores. El sistema de control de cambios implicaba la creación de un mercado oficial, donde las divisas obtenidas de las exportaciones tradicionales se vendían al gobierno y éste las revendía a las empresas favorecidas, que contaban con un permiso previo de importación, a un precio más alto. Aquellos importadores que no podían acceder al mercado oficial debían comprar las divisas en el mercado libre, lo que significaba un sobreprecio cercano al 20%. Aunque en principio las divisas del mercado libre provenían de exportaciones no tradicionales y algunas otras fuentes, el gobierno podía intervenir vendiendo divisas de un mercado en el otro, lo que le proporcionaba una fuente importante de ingresos así como la posibilidad de incidir fuertemente en los productos importados y en la definición de los países desde los cuales podían ser importados. Una de las consecuencias del tratado Roca-Runciman consistía, precisamente, 75
en las prioridades que se les otorgaban a las empresas británicas. Pero el sistema también funcionaba para restringir importaciones e impulsar la producción local de productos antes adquiridos en el exterior. Las ganancias que el gobierno podía obtener por las diferencias entre los precios de compra y de venta de las divisas sirvieron, además, para permitirle al ministro Pinedo establecer un precio sostén para el trigo, el maíz y el lino entre 1933 y 1936. A estas medidas se agregó la creación de juntas reguladoras, que abarcaron distintos aspectos de la producción agrícola y ganadera de la región pampeana y de las economías regionales. A partir de 1933, se fueron organizando la Junta Reguladora de Granos, la Junta Nacional de Carnes, la Junta Reguladora de Vinos, la de la Industria Lechera, la Comisión Reguladora de la Producción y Comercio de la Yerba Mate y la Junta Nacional del Algodón.
Comienza la II Guerra Mundial En 1939 estalló la guerra en Europa; entre esa fecha y 1945. Los Estados Unidos se sumaron al bando aliado en 1941 y el conflicto terminó por afectar a la mayor parte de los países del mundo. Incluso la Argentina, donde se profundizaron las divisiones entre los defensores de la neutralidad y los partidarios de los aliados, decidió declarar la guerra al Eje poco antes del fin del conflicto. El gobierno militar inaugurado con el golpe de 1943, debió
soportar las continuas presiones de los Estados Unidos, las que finalmente lo llevaron a la declaración de guerra. Los desencuentros entre la Argentina y los Estados Unidos, que miraban con suspicacia el surgimiento de Juan Domingo Perón y sus presuntas simpatías fascistas, tendrían profundas consecuencias en la posguerra. Entre ellas, se contaron las limitaciones impuestas a los países europeos beneficiarios de la ayuda norteamericana concretada en el Plan Marshall, para la utilización de esos fondos en la compra de productos agropecuarios argentinos. Los efectos de la guerra fueron en la Argentina menos adversos que lo esperado. La economía del país creció y hacia el fin del conflicto, la Argentina contaba con un importante saldo de libras a su favor acumuladas en Londres como resultado del comercio con Inglaterra. No obstante, el crecimiento ya no estaba basado en las exportaciones agropecuarias, sino en el desarrollo industrial. Por otra parte, aunque importante, ese crecimiento había sido menor que el que caracterizó al país en sus años más expansivos, y también era menor si se lo compara con el de otras naciones que habían participado plenamente en la guerra, como los Estados Unidos y Canadá. Incluso era menor que el logrado por otros países latinoamericanos que, como Brasil, habían participado, aunque no centralmente, en el conflicto armado. La política de los gobiernos anteriores a 1930 no incluía un plan específico de 76
desarrollo industrial; sin embargo, las necesidades de financiamiento del Estado se satisfacían con los gravámenes aplicados al comercio exterior, en particular a las importaciones. El impacto de estos gravámenes en el crecimiento industrial, es decir, su efecto indirectamente proteccionista, es difícil de estimar dada la compleja estructura impositiva. De allí las diferentes perspectivas sobre el tema. El aumento de los aranceles y el sistema de control de cambios, combinado posteriormente con el requerimiento de permisos de importación, son parte de la explicación del crecimiento industrial de la década de 1930. A pesar de la caída de la producción industrial que tuvo lugar entre 1929 y 1931, el crecimiento que se produjo si se considera el período 1930-1934 alcanzó el 8% anual, según las recientes estimaciones de Roberto Cortés Conde, que corrigen hacia arriba las anteriores de la CEPAL que indicaban un crecimiento de 2,3% para el mismo período. Finalmente, la guerra provocó el inicio de una etapa de mayor crecimiento. El aumento de la producción industrial permitió incluso acceder a mercados externos, especialmente de los países latinoamericanos que se encontraron con las mismas dificultades que la Argentina para mantener la importación de productos provenientes de los Estados Unidos y Europa. La participación de los productos manufacturados no tradicionales representaba el 2,9% del total de las exportaciones en 1939. En 1943, el momento de su pico más alto, llegó a ser
del 19,4%. El fin de la guerra cambió nuevamente las condiciones, con la vuelta de proveedores tradicionales, y esa participación bajaría al 5,5% en 1947. Parte del crecimiento industrial del período se relacionó con la instalación en el país de empresas norteamericanas, en especial en ramas como la textil, las fábricas de neumáticos y de productos eléctricos. El fenómeno no era nuevo: ya a principios de siglo se habían instalado frigoríficos de capitales norteamericanos. La tendencia se reforzó durante la década de 1920, cuando buscaban eludir las barreras arancelarias elevadas en esos años. Durante la crisis, la presencia de capital extranjero, que según algunas estimaciones superaba el 50% del capital invertido en la industria, implicaba la existencia de un nuevo actor que el gobierno debía tomar en cuenta en el diseño e implementación de sus políticas y en especial en el acceso a las divisas que permitieran la provisión de insumos. El producto del crecimiento industrial al finalizar la guerra tendría como destino principal el mercado interno. La importancia de ese mercado también creció para los productos agropecuarios, en la medida que aumentaba la población urbana y por lo tanto disminuían las exportaciones agropecuarias, cuya producción había comenzado un proceso de estancamiento que se reflejaba en su participación en el PBI. En agosto de 1944 el presidente Farrell nombra a Perón director del recién creado Consejo Nacional de Posguerra. Establecido con el fin de preparar al país para las perturbaciones económicas que 77
muchos empresarios consideraban inevitables tras el fin de la guerra, el consejo incluía a representantes de las empresas, así como del gobierno, las Fuerzas Armadas y los sindicatos. Aunque insatisfechos con los planes de Perón en favor de una mayor intervención estatal en la economía con el objeto de promover la "justicia social", muchos integrantes de las filas empresarias reconocían, al menos en principio, la utilidad de un organismo oficial que coordinara los ajustes necesarios para la marcha de la economía de posguerra. A esta iniciativa se sumaron otras medidas importantes del gobierno militar, como la creación, a fines de 1944, del Banco de Crédito Industrial, que en sus primeros años fue una fuente de financiamiento no sólo para la industria sino para las empresas en general e incluso la agricultura. Cuando a fines de 1945 Perón convenció al presidente Farrell de que estableciera el aguinaldo por decreto, toda la comunidad empresarial cerró filas. El 27 de diciembre, miembros de la UIA, la SRA y otros grupos patronales se reunieron en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y decidieron realizar un lockout de tres días como protesta contra el decreto y para oponerse, implícitamente, a la candidatura de Perón a la presidencia. Aunque el lockout fue exitoso, no sucedió lo mismo con su oposición, y Perón y sus seguidores obtuvieron una resonante victoria electoral el 24 de febrero de 1946. Conclusión
Como conclusión acerca de la economía de la Argentina en el periodo de (1914 – 1945), se puede decir que Argentina en la década de 1880 se veía desde afuera como un país económicamente prometedor y próspero, asentando sus cimientos en los ferrocarriles y en la agricultura y ganadería, y llegando a ser, por qué no?, un país en potencia, convirtiéndose por un tiempo en uno de los 10 países mas económicamente rentables del mundo, compitiendo de igual a igual ante potencias como EE.UU., Francia, y Gran Bretaña, pero gravemente afectado por los periodos de guerras mundiales y crisis económicas como la del ’29, aunque teniendo un leve crecimiento luego de esta crisis, pero sin volver a ser ese país económicamente prometedor de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, y finalmente llegar a un fuerte estancamiento económico durante la II Guerra.
BIBLIOGRAFIA: Nueva Historia Argentina – “El Progreso, La Modernización y sus Límites (1880 - 1916)”– Tomos: 5 – Mirta Zaida Lobato Nueva Historia Argentina – “DEMOCRACIA, CONFLICTO SOCIAL Y RENOVACION DE IDEAS (1916 - 1930)” – Tomo 6 – Ricardo Falcón Nueva Historia Argentina – “CRISIS ECONOMICA, AVANCE DEL ESTADO E INCERTIDUMBRE POLITICA (1930 1943)” – Tomo 7 – Alejandro Cattaruzza 78
Nueva Historia Argentina – “LOS AÑOS PERONISTAS (1943 - 1955)” – Tomo 8 – Juan Carlos Torre
El Gobierno de Perón introducción El 4 de junio de 1946 asumió la primera magistratura el coronel Juan Domingo Perón apoyado por el voto de las masas obreras de la clase madis y de cuantos vieron en el la esperanza de un resurgimiento nacional. Perón logro conseguir un vasto movimiento político en torno a su persona que le permitió ganar las elecciones de 1946 . Completo su periodo de 6 años y fue reelecto 1951 para ser derrocado por un golpe militar en 1955.En esos doce años en que la figura central de la política al punto de dar su nombre a movimiento que lo apoyo, Perón y el peronismo imprimieron en la vida de país un giro sustancial.
Desarrollo
El peronismo surgió en los años de guerra y la inmediata posguerra en el marco de un fuerte conflicto social, alimentado desde el mismo estado, con el correr del tiempo. Hubo por una parte un fuerte enfrentamiento político que separa el oficialismo de la oposición y por otro en un conflicto que mas que social era cultural. El triunfo de Perón fue de 300 mil votos de
ventaja equivalente al 10% de la población, en las ciudades urbanas el enfrentamiento fue grande entre agrupamientos de trabajadores y los de clase media alta, el resto del país tuvieron un significado más tradicional vinculados al peso de ciertos caudillos, al apoyo de la iglesia y sector conservadores que respaldaban a Perón El estado había trabajado para encuadrar los conflictos nacionales e un concepción mas general de armonía de clases que Perón arbitraba y a la vez había desplazado el conflicto al campo del imaginario de la sociedad.
mercado interno y el empleo
el nuevo gobierno mantenía la retorica de antinorteamericanismo distanciarse tanto del comunismo como del capitalismo pero estableció relaciones diplomáticas con URRSS y mejorar las relaciones con Washington. La hostilidad norteamericana por viejas razones económicas ( competencia de los granjeros ) y motivos políticos recientes no disminuyo, EEUU siguió dispuesta a hacer pagar a la ARGENTINA por su independencia durante la guerra. El boicot fue sistemático el boqueo de armamento e insumos vitales no pudo mantenerse en la posguerra pero el comercio exterior era vulnerable. Las exportaciones industriales de los países limítrofes que crecieron mucho durante la 79
guerra empezaron a retroceder en a competencia norteamericana.
presente en esta propuesta y en los planes quinquenales.
Las exportaciones agrícolas a Europa fueron obstaculizada por EEUU restringiendo los transporte o vendiendo a precios subsidiados .Los países maltratados por la guerra lo cual compraban , Argentina cosecho beneficios modestos. Con el fin de la guerra lo cual suscito un vacío de poder en el mundo esto permitió el crecimiento de sectores industriales marginales como en la Argentina
La política peronista se caracterizó por un fuerte impulso a la participación del estado en la dirección y regulación de la economía desarrollo tendencias de la década anterior bajo administraciones conservadoras pero la extendió y profundizo según una corriente de inspiración keynesiana difundida durante la posguerra. una generalizada nacionalización de los inversores extranjeros particularmente de empresas controladas por capital británico en proceso de repatriación que formularía una independencia económica. Se sumaron ferrocarriles, teléfonos, empresas de gas y compañía de electricidad del interior fuerte impulso del gas de estado construyendo gasoductos. El estado comienza con las fabricas militares también con empresas alemanas nacionalistas. La reforma de nacionalismo del banco central se maneja la política monetaria y la acreditación y el comercio exterior y todos los bancos fueron nacionalizados.
Abandonando definitivamente la idea de una vuelta a la normalidad previa de 1930 a 1914 vinculados a grupos empresarios más tradicionales ubicados en el sector de exportación o adoptar la idea de Pineda 1940 estimulando las industrial naturales capaces de enfrentarse y competir con el mercado externo asociados con el estado unidos para sustentar su crecimiento mantener equilibrio entre sector industrial y el agropecuario. Esto era difícil por la necesidad de reponer una relación con EEUU está muy deteriorada y recuperar los mercados de los productos agropecuarios. Esto depuraría el sector industrial eliminando los segmentos menos eficientes creados durante la guerra y aportar a la vez los cortes de absorción de la mano de obra que quedaría desocupada. Otra alternativa que se planteaba e grupo de militares durante la guerra era arraigada n el nacionalismo profundizar extender la producción de insumos básicos, el acero el petróleo y la decidida intervención dl estado asegurar la autarquía. La imagen de la URSS estaba
La nacionalización de la economía y su control por el estado fueron clave en la política económica y la otra que ver con los trabajadores, el mantenimiento del empleo y con la elevación de su nivel de vida. La migración interior habían venido modificando profundamente la fisonomía de los sectores populares .La crisis de la agricultura pampeana opero tan fuertemente como la oferta de trabajo industrial, fue la atracción de la vida en las ciudades que reflejaban los procesos de la 80
modernización generalizada por la radio y televisión. Durante los años finales de la década del 30 y periodo de la guerra predominio los migrantes del interior tradicional conocidos como cabecitas negras ( gran Buenos Aires, gran Rosario y gran Córdoba) con la novedad de los planes sociales de la vivienda y el esfuerzo para urbanizar el lugar. El estado comenzó a invertir hacia 1949 los precios de los cereales y las carnes volvieron a ser normales los mercados se contrajeron las reservas acumuladas se agotaron. La crisis llego 1949 cae Miranda y lo reemplaza un grupo de financieros iniciaron los ajustes esto se agravo con la crisis de dos sucesivas sequias y su vez muere Eva Perón representaba símbolo de la prosperidad. La reforma constitucional propiciada por Perón le permitió presentarse como candidato para un periodo inmediato al anterior en los comicios generales del 11 de noviembre 1951. Instrumento de su triunfo fueron los partidos peronista masculino y femenino ya que se le dio el voto a la mujer. Pero el efectivo controlador que ejercía el gobierno en todos los medios de difusión le resulto al fin perniciosos, por cuanto le permitió captar la realidad nacional y el poder de las fuerzas opositoras que cada día crecían más algunas medidas económicas desacertadas por completo produjeron una inflación que no pudo ser frenada y esto se le unió las dificultades con la iglesia católica que se agravaron .
Perón soporto durante su periodo varios intento de revolución los cuales ogro sofocar En 1952 un nuevo rumbo económico el segundo plan quinquenal el cual restringió el consumo interno, eliminaba subsidios a distintos bienes populares veda de consumo de carne se levantó el congelamiento de los alquileres. Empezó a estimular a los productores rurales con precios retribuidos seda prioridad a la importación de maquinaria agrícola. Esta política aumentaba la disponibilidad de divisas para seguir impulsando el desarrollo del sector industrial clave para el andamiaje del peronismo. El estancamiento industrial fue evidente un amparo de política proteccionista en las grandes fábricas. El principal problema del sector industrial era su reducida eficiencia oculta por el proteccionismo y los subsidios que recibía de parte del estado. Maquinarias obsoletas y deterioro de servicios transporte escaso de electricidad. En 1953 sanciona la ley de radiación de capitales establece repartición de utilidades o reenvió de ganancias esto sucede como reconciliación con EE..UU. La fundación del partido democrático cristiano marca el comienzo de conflictos entre Perón y la iglesia que llevo su caída. La iglesia era sensible a los avances en el terreno del beneficio a través de la fundación y en la educación el desagrado por crecimiento culto laico y se agravaba la preocupación por el avance del estado en la organización de los estudiantes secundarios que eran sombrías sospecha de corrupción. El gobierno le turbaba la 81
intromisión de la iglesia en la política, democracia cristiana y en el campo gremial. A mediados de 1955 un grupo de oficiales organizo un levantamiento con apoyo de grupo civiles que estaban en un clima d descontento y movilizaciones gremiales. el gobierno reprimió con violencia y fusilamiento de civiles y jefes militares uno de ellos el general José valle. Se dio un tajante división de gobierno de peronismo y antiperonismo. el 13 de noviembre un golpe de estado lo obliga a renunciar asumiendo el general Pedro Aramburu con el fin de llegar al normalidad constitucional lo que convoca a elecciones generales. los partidos tradicionales se dividieron y subdividieron así aprecio la unión cívica radical del pueblo, la unión cívica radical intransigente, la federación de partidos del centro el partido conservador popular el socialista argentino el socialista democrático y surgieron nuevos partidos como democracia cristiana la unión federal el partido cívico independiente y otros el 1 de mayo 1958 el candidato triunfa de la UCRI, Arturo Frondizi como presidente.
conclusión
en 1946 Asumió el coronel Juan Domingo Perón apoyado por el voto de las masas obreras de la clase media y de cuantos vieron en él la esperanza de un resurgimiento nacional. sus opositores se
nuclearon en la unión democrática que presento la fórmula presidencial Tamborini -mosca. el presidente a quien acompaño Hortensio Quijano expuso su futuro acción de gobierno por medio de un plan quinquenal al cual se dio amplia difusión. Efectivamente durante los primeros años de su gestión gubernativa se llevo a cabo innumerables obras edilicias, se nacionalizaron servicios públicos y se aprobaron numerosas leyes que llenaron un vacio que existía a todas luces la legislación laboral. Sin embargo muchas de esas leyes y numerosas obras fueron realizadas siguiendo os dictados de una tónica demagógica. Así se rodeo a Bs. As. de un verdadero cordón industrial en función de un plan electoral preestablecido lo cual aumento de manera alarmante la concentración excesiva de gente en torno a la ciudad de ellos vinieron grandes problemas económicos y sociales. su segundo gobierno a pesar de que gano con el voto de la mujer. Pero el efectivo controlador que ejercía el gobierno en todos los medios de difusión le resulto al fin perniciosos, por cuanto le permitió captar la realidad nacional y el poder de las fuerzas opositoras que cada día crecían mas.
bibliografía: Romero , Luis Alberto. Breve historia contemporánea de la argentina .Fondo de cultura económica, 2007 82
Golpes de Estado en Argentina INTRODUCCION: Este trabajo pretende mostrar los hechos, sus causas y consecuencias que provocaron los golpes de estado en nuestro país durante el siglo XX, y el miedo y dolor, que produjo la violenta represión al pueblo, ya que los denominados golpistas violaron las garantías y derechos humanos e influyeron negativamente en la economía de la población. En nuestro país hubo seis golpes de estado: en 1930,1943, 1962, 1955,1966 y 1976. Los cuatro primeros establecieron dictaduras provisionales en tanto que los dos últimos establecieron dictaduras de tipo permanente según el modelo de Estado burocrático-autoritario. El último impuso un Terrorismo de Estado, en el que se violaron masivamente los derechos humanos y se produjeron decenas de miles de desaparecidos. En los 53 años que transcurrieron desde el primer golpe de Estado en 1930, hasta que cayó la Última dictadura cívico-militar en 1983, los militares gobernaron 25 años, imponiendo 14 dictadores con el título de «presidente», uno cada 1,7 años en promedio. En ese período todas las experiencias de gobierno elegidas democráticamente (radicales, peronistas y radical-desarrollistas) fueron interrumpidas mediante golpes de Estado.
El primer golpe: 6 de septiembre de 1930 Fue liderado por el general José Félix Uriburu y derrocó al presidente Hipólito Yrigoyen de la Unión Cívica Radical, quien había sido elegido democráticamente para ejercer su segundo mandato en 1928. Paradójicamente el general Uriburu había sido uno de los organizadores de la Revolución de 1890, un levantamiento cívico-militar que dio origen a la Unión Cívica Radical. El 10 de septiembre, Uriburu fue reconocido como presidente Provisional de la Nación por la Corte Suprema mediante la acordada que dio origen a la doctrina de los gobiernos de facto y que sería utilizada para legitimar a todos los demás golpes militares. Uriburu designó a un civil en el cargo de Ministro de Economía, José S. Pérez, vinculado a los grandes terratenientes y a los sectores más conservadores. El gobierno militar se proponía establecer un gobierno de inspiración fascista y le encargó la redacción de su proclama inicial al escritor Leopoldo Lugones, quién había adherido a las ideas fascistas en 1924, al pronunciar ante los jefes militares un difundido discurso « La hora de la espada», donde el escritor anunciaba el deterioro de la democracia, su inestabilidad y su devenir hacia la demagogia. Una de las primeras medidas de Uriburu fue establecer una estructura estatal represiva ilegal, creando una "sección especial" de la policía para utilizar sistemáticamente la tortura contra los opositores, siendo la 83
primera en utilizar la electricidad con tal fin, mediante las picanas diseñadas para el ganado. Al no poder instaurar el régimen político que se proponía ante la falta de apoyo político, Uriburu llamó a elecciones pero dispuso proscribir la participación en ellas de la Unión Cívica Radical. La reinstauración democrática fue falaz, restringida y controlada por las Fuerzas Armadas que dio origen a una serie de gobiernos conservadores fraudulentos y corruptos que fueron conocidos como la El 20 de febrero de 1932, el general José Félix Uriburu le entregó el poder al general Agustín P. Justo, verdadera fuerza material del golpe de Estado; que si bien proponía este, pretendía un gobierno democrático conservador y restringido.
El segundo: 4 de junio de 1943
Arturo Rawson, Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrell, los tres dictadores sucesivos de la Revolución del 43. La Revolución del 43 originada en el golpe militar del 4 de junio de 1943 tuvo características distintivas a todos los demás: Ramón Castillo, el presidente derrocado, era parte del régimen conservador conocido como década infame, originado en el golpe militar de 1930 y apoyado en el fraude electoral generalizado, la represión y la corrupción.
• Único golpe militar que se desenvolvió en medio de una guerra mundial. •
No mantuvo relaciones de alianza con los grandes terratenientes y empresarios. • Su desencadenamiento estuvo vinculado a las presiones de Estados Unidos para que la Argentina abandonara su tradicional neutralismo frente a la Segunda Guerra Mundial, con el fin de afectar los intereses británicos en el país y reemplazar a Gran Bretaña como poder económico dominante en la Argentina. • Fue el único golpe de Estado en Argentina que fue pura y exclusivamente militar, sin apoyo civil • Acabó a todo un sistema de gobierno conservador y de fraude instaurado desde 1930 y que tenía intenciones de permanencia. • Al igual que todo quiebre institucional de la República Argentina, fue muy nocivo en términos de democracia, ya que aún eliminando el «fraude patriótico» de la década anterior, continuó a futuro la nefasta línea de sucesiones de facto al frente del Gobierno. La Revolución del 43 fue un confuso proceso político durante el cual diversos grupos, muchos de ellos sin protagonismo anterior en la historia argentina, se disputaron el poder. El golpe no tenía pretensiones de permanencia en el poder, por lo que fue una dictadura de tipo transitoria. 84
Todos los grupos militares que lucharon por el poder durante la Revolución del 43 eran marcadamente anticomunistas y mantenían estrechas relaciones con la Iglesia Católica que recuperó una sólida presencia (perdida desde el siglo XIX), sobre todo en el ámbito de la educación. Las luchas internas desencadenaron dos golpes de palacio, sucediéndose en el poder tres dictadores que llevaron el título de «presidente»: Arturo Rawson, Pedro Pablo Ramírez y Edelmiro Farrell.[7] Durante este período los sindicatos argentinos, principalmente los socialistas y los sindicalistas revolucionarios (pero también algunos pocos comunistas), realizaron una alianza con un sector de oficiales jóvenes del ejército liderado por el coronel Juan Perón, constituyendo una exitosa corriente laborista-nacionalista, que finalmente terminó predominando y ganando el apoyo de la clase obrera en ese momento en plena expansión y adquiriendo el nombre de peronismo. El período se caracterizó por una extrema polarización de las clases sociales, y llevó también a la conformación de un gran bloque social fuertemente antiperonista, mayoritariamente integrado por los sectores medios y altos.
triunfó Juan Domingo Perón, quien asumió el 4 de junio de 1946. Perón sería derrocado por un golpe militar en 1955 antes de finalizar su segundo mandato.
Económicamente la Revolución del 43 se caracterizó por continuar la política de industrialización por sustitución de importaciones que venía de años anteriores.
El grupo golpista se dividió en dos sectores: un sector nacionalista-católico liderado por el general Eduardo Lonardi, que tomó el gobierno al comienzo, y un grupo liberal-conservador liderado por el general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas. Este último sector terminó predominando y dando un golpe palaciego, por el cual Lonardi fue
La dictadura finalizó con un llamado a elecciones democráticas realizadas el 24 de febrero de 1946, que todos los sectores aceptaron como impecables, en las que
El tercero: 16 de septiembre de 1955
Generales Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu, los dos dictadores sucesivos de la «Revolución Libertadora». La llamada «Revolución Libertadora» fue una dictadura militar de tipo transitoria, originada en el golpe de Estado que derrocó al presidente Juan Domingo Perón entre el 16 y el 23 de septiembre de 1955, día éste último en que el jefe de la insurrección juró con el título de «presidente», a la vez que disolvió el Congreso. Al día siguiente designó como «vicepresidente» al almirante Isaac Rojas. La Revolución Libertadora contó con la Junta Consultiva Nacional integrada por la mayor parte de los partidos políticos: Unión Cívica Radical, Partido Socialista, Partido Demócrata Nacional, Partido Demócrata Cristiano y Partido Demócrata Progresista.
85
reemplazado «presidente».
por
Aramburu
como
La dictadura impuso la proscripción del Partido Peronista y persecución de sus simpatizantes, que se mantendría por 18 años, y la intervención de los sindicatos. También, en un caso sin precedentes en la historia argentina moderna, fusiló a opositores, en algunos casos en forma pública y en otros clandestinamente. El gobierno militar asignó el Ministerio de Economía sucesivamente a Eugenio Folcini, Eugenio A. Blanco, Roberto Verrier y Adalberto Krieger Vasena, que llevaron adelante una política inspirada en los criterios de los sectores socialmente más acomodados y poderosos económicamente. Una de las medidas institucionales más importantes de la dictadura militar fue emitir una proclama derogando inmediatamente la Constitución Nacional vigente, conocida como Constitución de 1949, para reemplazarla por el texto de la Constitución de 1853. Esta medida sería luego avalada por una Convención Constituyente elegida con proscripciones, que sesionó bajo el régimen militar y le agregó el artículo 14 bis. En 1958 la Revolución Libertadora convocó a elecciones limitadas y controladas por las Fuerzas Armadas, con proscripción del peronismo que fueron ganadas por la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), un sector de la fracturada Unión Cívica Radical, liderado por Arturo Frondizi, quien había realizado un pacto electoral y político con Perón con
el fin obtener el apoyo del decisivo voto peronista a su candidatura. El presidente Frondizi sería a su vez derrocado por los militares cuatro años después
El cuarto: 29 de marzo de 1962
José María Guido, único dictador civil de la serie de golpes de Estado en Argentina. El golpe militar del 29 de marzo de 1962 tuvo elementos tragicómicos que determinaron que no fuera un militar, sino un civil, quien accediera al gobierno luego de derrocar al presidente Arturo Frondizi (radical intransigente). Frondizi soportó durante su gobierno reiterados planteos e insurrecciones militares, mediante los cuales llegaron a imponerle incluso al ministro de Economía (Álvaro Alsogaray) y terminaron en el golpe del 29 de marzo de 1962, liderado por el general Raúl Poggi. El hecho que precipitó el golpe fue la amplia victoria del peronismo en las elecciones realizadas once días antes, en diez de las catorce provincias existentes en aquel momento, incluyendo la estratégica Provincia de Buenos Aires, donde triunfó el dirigente sindical textil Andrés Framini. El peronismo había sido proscrito por la dictadura militar de 1955, pero Frondizi volvió a habilitarlo electoralmente, aunque manteniendo la prohibición a Juan Perón de presentarse como candidato y volver al país. Frondizi inmediatamente intervino las 86
provincias en las que había ganado el peronismo, pero el golpe era indetenible. Producido el levantamiento militar el 29 de marzo de 1962, el presidente Frondizi, detenido por los militares en la Isla Martín García, se negó a renunciar («no me suicidaré, no renunciaré y no me iré del país»). Eso llevó a interminables movimientos, amenazas y gestiones que agotaron a los líderes de la insurrección, quienes se fueron a dormir antes de asumir formalmente el poder. En la mañana del 30 de marzo, el general Raúl Poggi, líder de la insurrección victoriosa, se dirigió a la Casa Rosada para hacerse cargo del gobierno, y se sorprendió con el hecho de que los periodistas le comentaban que un civil, José María Guido, había jurado esa mañana como presidente en el palacio de la Corte Suprema de Justicia. Guido era un senador radical intransigente que presidía provisionalmente la Cámara de Senadores, debido a la renuncia del Vicepresidente Alejandro Gómez. Teniendo en cuenta esto, la noche del golpe, algunos abogados relacionados con la Corte Suprema de Justicia de la Nación, entre ellos Julio Oyhanarte, resolvieron que el derrocamiento de Frondizi era un caso de acefalía y le propusieron a Guido asumir la presidencia por encontrarse en la línea sucesoria, algo que éste hizo jurando ante la Corte Suprema la mañana del 30 de marzo. Entre incrédulos, sorprendidos e indignados, los militares golpistas terminaron aceptando a regañadientes la situación y convocaron a Guido a la Casa Rosada para comunicarle que sería
reconocido como presidente, en tanto y en cuanto se comprometiera por escrito a ejecutar las medidas políticas indicadas por las Fuerzas Armadas, siendo la primera de ellas anular las elecciones ganadas por el peronismo. Guido aceptó las imposiciones militares, firmó un acta dejando constancia de ello y recién entonces fue habilitado por estos para instalarse con el título de «presidente», pero con la obligación de clausurar el Congreso Nacional e intervenir las provincias. Efectivamente Guido cumplió las órdenes militares, anuló las elecciones, clausuró el Congreso, volvió a proscribir al peronismo, intervino todas las provincias y designó un equipo económico de derecha que incluía a figuras como Federico Pinedo y José Alfredo Martínez de Hoz. Finalmente en 1963 volvió a convocar a elecciones limitadas, con proscripción del peronismo, en las que resultó elegido presidente Arturo Illia (radical del pueblo), saliendo segundo el voto en blanco que muchos peronistas utilizaron como forma de protesta. El Presidente Illia asumió el 12 de octubre de 1963 y también sería derrocado por un golpe militar el 28 de junio de 1966.
Golpe del 28 de junio de 1966
Generales Juan Carlos Onganía, Marcelo Levingston y Alejandro Lanusse, los tres dictadores sucesivos de la autodenominada «Revolución Argentina». 87
El 28 de junio de 1966 un levantamiento militar liderado por el general Juan Carlos Onganía derrocó al presidente Arturo Illia perteneciente a la Unión Cívica Radical del Pueblo. El golpe dio origen a una dictadura autodenominada «Revolución Argentina», que ya no se presentó a sí misma como «gobierno provisional», como en todos los golpes anteriores, sino que se estableció como un sistema de tipo permanente. Este tipo de dictaduras militares permanentes, se instalaron por entonces en varios países latinoamericanos en esos años (Brasil, Chile, Uruguay, Bolivia, Paraguay, etc.) y fue analizado detalladamente por el destacado politólogo Guillermo O'Donnell quien lo denominó con la expresión de Estado burocrático autoritario (EBA). La Revolución Argentina dictó en 1966 un Estatuto que tenía nivel jurídico superior a la Constitución y en 1972 introdujo reformas constitucionales, algo que también la distinguió de las dictaduras anteriores. En general la dictadura adoptó una ideología fascista-católicaanticomunista, apoyada abiertamente tanto por Estados Unidos como por los países europeos. La alta conflictividad política y social generada durante la Revolución Argentina y las luchas entre los diversos sectores militares produjeron dos golpes internos, sucediéndose en el poder tres dictadores militares: Juan Carlos Onganía (19661970), Marcelo Levingston (1970-1971) y Alejandro Agustín Lanusse (1971-1973). Onganía entregó el Ministerio de Economía a los sectores civiles más conservadoresliberales, cuyo máximo exponente fue
Adalberto Krieger Vasena, quien ya había sido ministro de la Revolución Libertadora. Sin embargo durante la dictadura de Levingston, predominó un sector nacionalista-desarrollista de las Fuerzas Armadas, que nombró Ministro de Economía al radical Aldo Ferrer. Acosada por una insurrección popular creciente y generalizada, la dictadura organizó una salida electoral con participación del peronismo (aunque impidiendo la candidatura de Perón), en 1973, en la que triunfó precisamente el candidato peronista Héctor J. Cámpora, con el 49,53% de los votos, asumiendo el 25 de mayo de 1973. Cámpora renunció para permitir elecciones libres, en las que ganó Juan Perón con el 62% de los votos, quien moriría menos de un año después de haber sido electo, y el gobierno peronista, en manos ahora de la Vicepresidenta María Estela Martínez de Perón, sería también derrocada por un golpe militar en 1976.
Golpe del 24 de marzo de 1976
El 24 de marzo de 1976 una nueva sublevación militar derrocó a la Presidenta María Estela Martínez de Perón instalando una dictadura de tipo permanente (Estado burocrático autoritario) autodenominada «Proceso de Reorganización Nacional», gobernada por una Junta Militar integrada por tres militares, uno por cada fuerza. A su vez la Junta Militar elegía a un funcionario 88
con el título de «presidente», con funciones ejecutivas y legislativas. Al igual que la dictadura anterior, la Junta Militar sancionó en 1976 un Estatuto y dos Actas de carácter complementario con jerarquía jurídica superior a la Constitución. El Proceso fue gobernado por cuatro juntas militares sucesivas: • 1976-1980: Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera y Orlando Ramón Agosti • 1980-1981: Roberto Eduardo Viola, Armando Lambruschini y Omar Domingo Rubens Graffigna • 1981-1982: Leopoldo Fortunato Galtieri, Jorge Isaac Anaya y Basilio Lami Dozo • 1982-1983: Cristino Nicolaides, Rubén Franco y Augusto Jorge Hughes En cada una de estas etapas, las juntas designaron como «presidentes» de facto a Jorge Rafael Videla, Roberto Eduardo Viola, Leopoldo Fortunato Galtieri y Reynaldo Benito Bignone respectivamente, todos ellos integrantes del Ejército. Bignone, fue el único "presidente" que no perteneció a la junta. El «Proceso de Reorganización Nacional» llevó adelante una guerra sucia en la línea del terrorismo de Estado que violó masivamente los derechos humanos y causó la desaparición de decenas de miles de personas. Internacionalmente, la dictadura argentina y la violación de derechos humanos contó
con el apoyo activo del gobierno de Estados Unidos (salvo durante la administración de James Carter) y la tolerancia de los países europeos, la Unión Soviética y la Iglesia Católica. Asimismo, en ese momento se instalaron con apoyo estadounidense dictaduras militares en todos los países del Cono Sur de Sudamérica (Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Paraguay, Perú y Uruguay) que coordinaron entre sí y con Estados Unidos la represión, por medio de una organización terrorista internacional denominada Plan Cóndor. En materia económica, la dictadura entregó formalmente los ministerios económicos a las asociaciones empresarias más conservadoras que impulsaron una política económica abiertamente desindustrializadora y neoliberal, con máxima expansión de una deuda externa En 1982 el gobierno militar emprendió la Guerra de las Malvinas contra el Reino Unido, en un acontecimiento sobre el cual siguen siendo muy oscuras las causas desencadenantes. La derrota infligida provocó la caída de la tercera junta militar y meses más tarde la cuarta junta llamó a elecciones para el 30 de octubre de 1983, en las que triunfó el candidato de la Unión Cívica Radical, Raúl Alfonsín, quien asumió el 10 de diciembre de 1983. Los jefes militares fueron enjuiciados y condenados, y muchos de ellos llevados a prisión, en complejos procesos que se extendieron en el tiempo.
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La dictadura militar llamada «Proceso de Reorganización Nacional» fue la última. Si bien entre 1987 y 1990 se produjeron varias insurrecciones militares, denominadas carapintadas, ninguna de ellas logró derrocar a los gobiernos democráticos.
Conclusión Gracias a esta monografía pude profundizar e interiorizar mis casi escasos conocimientos acerca del tema tratado. Llegue a la conclusión de que los golpes militares se produjeron por crisis económicas, políticas y sociales propias de los distintos momentos históricos y que se caracterizan por quebrar el orden constitucional, eliminar el parlamento, y suprimir los derechos y garantías constitucionales. Los militares llegaron al poder para restaurar la estabilidad política, económica y social, pero terminaron instaurándose como gobiernos de facto, haciendo imperar el autoritarismo, que no respeta los derechos de nadie. Sin embargo caen ante la férrea resistencia del pueblo, que busca vivir en un gobierno constitucional y democrático donde se respeten sus derechos.
Bibliografía: Historia 5. Juan A. Bustinza. Editorial AZ BsAs, 1995 – Sexta edición.
Historia Argentina. Lucas J. Luchel, Otros. Editorial Santillana BsAs, 1995
La revolución Mexicana Introducción: La primera de las grandes revoluciones sociales del siglo tuvo lugar en la América Latina. México estaba bajo el férreo control del dictador Porfirio Díaz y aunque su política económica favoreció el progreso comercial y la producción mexicana, los beneficios se repartían entre los miembros de una oligarquía excluyente. Para 1910, el 85% de la tierra mexicana le pertenecía a menos del 1% de la población. Los campesinos se quedaron sin tierras y sin trabajo y sufrían a diario los efectos del hambre y la pobreza. Luego de más de 30 años en el poder, Díaz hizo un simulacro de apertura democrática y llamó a elecciones ese año. Surgió un oponente poderoso, Francisco Madero, que simpatizaba con la causa de la reforma agraria, contaba con el apoyo del campesinado y postulaba el principio de la no-reelección. Madero fue encarcelado y Díaz obtuvo una victoria electoral por la vía del fraude. Las protestas y la insurrección campesina no le permitieron al viejo dictador mantenerse en el poder y optó por exiliarse a Francia. Las esperanzas que muchos mexicanos tenían cifradas en Madero se vieron frustradas por su incapacidad para mantener el orden. Su asesinato en 1913 fue el detonante que sacudió al país y desató un torrente de pasiones y cruentas 90
pugnas por el poder que se extendieron por varios años. De los ejércitos campesinos surgieron grandes líderes militares como Francisco "Pancho" Villa y Emiliano Zapata que se hicieron famosos por sus hazañas. En 1917 se redactó una nueva constitución que promulgaba el control público de los recursos naturales, la educación gratuita y compulsoria y la formación de uniones laborales. México recuperó su estabilidad en 1920 con el gobierno de Álvaro Obregón. La revolución mexicana tuvo muchos caudillos, se garantizó el 20 de Noviembre, pero ya se había iniciado el día 17 en la casa de los hermanos Serdán, dentro de la revolución brillaron infinidad de planes, uno de los que más eco tuvo dentro del grueso de la población campesina fue la frase de Emiliano Zapata, tierra Y libertad , dicha frase se puede decir que fue el himno de muchos de los campesinos que tomaron parte en la lucha contra la dictadura, se puede localizar dentro del famoso plan DE AYALA, formulado por Emiliano Zapata, que en su punto cinco dice: "En virtud de que la inmensa mayoría de los pueblos y ciudadanos mexicanos, no son dueños ni de la tierra que pisan, y sin poder mejorar en nada su condición social, ni poder dedicarse a la industria o la ganadería por estar monopolizadas por unas cuantas manos las tierras, montes y aguas, por esa causa, se expropiarán previa indemnización de la tercera parte de esos monopolios, a los poderosos propietarios de ellas, a fin de que los pueblos y ciudadanos de México, obtengan
ejidos, colonias, feudos legales para pueblos o campos de sembradíos o de labor, y se mejore en todo y para todo la falta de prosperidad para los mexicanos. Desarrollo El Detonante: Porfirio Díaz había dicho inicialmente que ya no se presentaría a una séptima reelección en 1910, lo que comenzó a generar iniciativas por parte de la clase acomodada para organizar el recambio del dictador. Sin embargo, no se encontraba a la persona indicada para el reemplazo, así que el Porfirio Díaz fue convencido para continuar en el poder mediante una nueva reelección (la séptima). En ese ínterin, apareció a la luz pública Francisco I. Madero, un personaje desconocido hasta ese entonces que, tras haber publicado un libro en el que se cuestionaba el sistema democrático en México por las continuas reelecciones del general Díaz, lanzó su candidatura a la presidencia de la República conformando el Partido Anti-reeleccionista en clara disputa al dictador. En un comienzo no se tomó en serio al repentino aspirante a la presidencia y como se consideraba que no tendría oportunidad alguna de vencer al aparato releccionista de Porfirio Díaz se le permitió llevar adelante su campaña electoral. Conforme la campaña electoral avanzaba, Madero y su Partido Anti-reeleccionista convocaban cada vez a más personas a sus actos proselitistas hasta convertirse en verdaderas concentraciones de masas. 91
Madero, en ese momento, ya era una amenaza para Díaz que se mostraba cada vez más irritado con los discursos encendidos de Madero que entusiasmaban al pueblo. La campaña electoral se tornó entonces violenta y varios agitadores maderistas fueron encarcelados por "subvertir el orden público", hasta que le llegó el turno al propio Madero en Monterrey donde fue detenido. De este modo, se realizaron las elecciones en las que, una vez más resultó ganador, el general Díaz. De nada sirvieron las impugnaciones realizadas por el Partido Anti-reeleccionista en las que se demostraban fehacientemente las irregularidades cometidas para dar la victoria al general. Entonces, Madero escapó de su prisión en San Luís (a donde se lo había llevado) y antes de partir hacia su destierro, hizo público su célebre Plan de San Luís el 5 de octubre. El Plan de San Luís, documento histórico que daría inicio a la revolución mexicana, denunciaba el fraude cometido en las elecciones y declaraba nula la elección de Porfirio Díaz. Llamaba a la población mexicana a sublevarse contra la dictadura e incluso daba fecha (el 20 de noviembre) para el inicio del levantamiento armado. Adicionalmente declaraba la necesidad de restituir a los propietarios originales sus tierras usurpadas por los acaparadores de tierras y el régimen de P. Díaz. El documento había tocado la misma médula del problema pues relacionaba el régimen político con la usurpación de las
tierras. Los acontecimientos posteriores demostrarían que Francisco Madero no estaba plenamente consciente de esto, pero había encendido la llama que arrollaría todo el sistema. Lo importante en ese momento era que el documento mostraba nítidamente que ya no era posible una salida pacífica de la angustiante situación de México y que se hacía necesaria la revolución armada. El estallido de la Revolución y la caída de Porfirio Díaz.:
Cuando llegó la fecha indicada para la sublevación, naturalmente el régimen había tomado sus precauciones y movilizado a su ejército en las principales ciudades. No parecía en un primer momento haber tenido alguna repercusión el llamamiento del Plan de Madero. Pronto comenzaron, sin embargo, a llegar los informes de las primeras sublevaciones campesinas en Chihuahua, Coahuila, Yucatán. Porfirio Díaz había esperado una sublevación en las ciudades y por ese motivo, no había tomado medida alguna para evitar el brote de rebelión en el campo. Cuando su ejército llegó a los brotes de la insurrección, ya no era posible sofocarlas pues surgían como hongos en todos los puntos cardinales del inmenso territorio nacional. Muy pronto se sumaron a la revuelta manifestaciones de obreros en las ciudades, complicando aún más la situación para el régimen. En eso Madero entró a México (en febrero del año 1911) con un pequeño pero aguerrido ejército de 92
voluntarios que se sumaron a su causa, ocasionando gran expectativa por todo el país.
pié de guerra tuvieron que retirarse a zonas alejadas de los centros neurálgicos del país.
Madero y sus huestes, después de duros combates con el ejército del régimen, tomaron ciudad Juárez, demostrando que sus fuerzas ya tenían posibilidades reales en la guerra que se había iniciado.
Porfirio Díaz renunció el 25 de mayo concluyendo su larguísimo régimen y México pudo entrar nuevamente en una etapa de proselitismo electoral que culminó con el triunfo de Madero que se posesionó como nuevo presidente en noviembre de 1911.
Ante el peligro que las acciones de Madero se conviertan en una guerra campesina generalizada, Porfirio Díaz, convencido por sus allegados terratenientes temerosos del posible curso de los acontecimientos, tuvo que ceder. Envió a sus emisarios para firmar un acuerdo con Madero. El acuerdo implicaba la renuncia de Porfirio Díaz, así como la celebración de nuevas elecciones en el curso de ese mismo año. A cambio de eso, Madero se comprometió a desmovilizar a sus milicias y pacificar el país. El acuerdo no decía nada sobre la promesa de Madero de restituir las tierras a los campesinos. Es precisamente en este momento que se puede apreciar que Madero, como terrateniente, no tenía interés en solucionar el problema de la tierra. Su promesa, inmersa en el plan de San Luís, no había sido más que una propuesta demagógica para encender la revuelta contra Porfirio Díaz. Muchos campesinos, que habían seguido entusiasmados a Madero, se sintieron naturalmente desilusionados. De este modo, si bien muchas de las milicias se desmovilizaron, otras continuaron en armas negándose a abandonar la lucha. Pero ya la guerra entró en un reflujo y las guerrillas campesinas que continuaron en
Golpe de Estado contra Francisco I Madero y el gobierno de Victoriano Huerta El 9 de febrero de 1913 ocurrió un golpe de Estado contra el gobierno de Francisco I. Madero, promovido por los militares Bernardo Reyes y Félix Díaz. Luego del triunfo del golpe de estado, el general Félix Díaz entraría en acuerdo con el general Victoriano Huerta para formar un gobierno provisional. El derrocado gobernante, Francisco I. Madero seria encarcelado y luego asesinado. Este nuevo gobierno sería dominado por Victoriano Huerta, luego de deshacerse de Félix Díaz.
El Gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, no reconocería el nuevo gobierno y daría inicio a una movilización contra Victoriano Huerta. Lo mismo haría el revolucionario Pancho Villa en el Norte y Emiliano Zapata en el Sur. Venustiano Carranza formaría el ejército constitucional que pretendía restablecer el maderismo (políticas de Francisco I. Madero), mantener el orden constitucional del país. 93
Esto propiciaría la renuncia de Victoriano Huerta.
La caída de Huerta contradicciones.
y
las
nuevas
Para el año 1914, la rebelión del ejército constitucionalista se había generalizado por varios puntos en el país. Durante los primeros meses ya se habían apoderado de Torreón y de San Luis; en mayo lo hicieron en Tepic y en junio, después de fuertes batallas, tomaron Zacatecas. Las fuerzas rebeldes avanzaban resueltamente sobre la ciudad de México. Una de sus columnas, comandada por Pancho Villa, estaba ya en las puertas de la ciudad cuando recibió la orden de Carranza de retirarse para apoyar a otra de las columnas de su ejército. En realidad, Carranza no deseaba que sea Pancho Villa el que toma la ciudad de México, puesto que era demasiado radical y deseaba evitar que tuviera influencia preponderante en la conformación del nuevo orden una vez que se derrocara a Huerta. De este modo, Carranza daba tiempo a su general Obregón para que tome la ciudad. Villa comprendió que lo que intentaba Carranza era hacerlo a un lado y se negó a realizar la retirada, a lo que Carranza respondió suspendiéndole el suministro de municiones y demás pertrechos. Esto disgustó naturalmente a los campesinos del ejército constitucionalista y, después de amagos serios entre las dos fracciones, llegaron a un acuerdo, el pacto
de Torreón. Según este acuerdo, se debía combatir hasta hacer desaparecer al ejército federal de Huerta y substituirlo por el ejército constitucionalista. Villa aceptó que Carranza sea el nuevo presidente, dentro de un nuevo orden democrático, pero impuso su condición de jefe de la división del norte, además de una distribución de tierras a los campesinos. De esta manera, ya solucionado el conflicto dentro de las filas del ejército constitucionalista, Huerta tuvo que renunciar (15 de julio de 1914) ante el inminente embate de sus opositores. La restauración conservadores.
del
poder
de
los
El golpe de estado contra Madero resultó ser una restauración del porfiriato (aunque sin Porfirio Díaz), pues las fuerzas conservadores habían tomado nuevamente el control político en la capital del país. Esta vez la dictadura mostró su verdadero rostro anulando todo tipo de libertades democráticas formales, asesinando al expresidente Madero y disolviendo el parlamento. La represión contra las protestas y huelgas obreras se hizo patente apenas posesionado el nuevo dictador. Sin embargo, la situación estaba muy lejos de estabilizarse. Las guerrillas campesinas, comprendiendo claramente que eran las fuerzas conservadoras que habían retomado el poder, arreciaron su actividad subversiva, principalmente en Morelos, al mando de Zapata que ya se perfilaba como uno de los líderes campesinos de mayor relevancia. La 94
guerra campesina, conforme a lo proclamado por el plan de Ayala, había comenzado una revolución agraria en la que los campesinos guerrilleros distribuían tierras entre las comunidades e imponían impuestos a los hacendados. El dictador Huerta embistió ferozmente contra la rebelión campesina quemando y saqueando los pueblos indígenas con su ejército.
por el norte y por el sur, no tenía posibilidades de mantenerse en el poder por mucho tiempo, así que comenzaron a apoyar económicamente al gobierno provisional que Carranza había instalado al norte del país. Naturalmente, preferían a Carranza antes que a Zapata que era mucho más radical.
Por otro lado, al norte del país, se gestó otro terrible foco de oposición. El gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza, se negó a reconocer a Huerta como nuevo gobernante y lanzó su Plan de Guadalupe. En esta nueva proclama, Carranza y sus adherentes se declaraban defensores de la Constitución, que había sido quebrantada por el golpe militar que hizo dictador a Huerta, y llamaron a la lucha armada para derrocar a la dictadura creando el ejército Constitucionalista. El plan de Guadalupe no incluía las reformas agrarias que eran requeridas por los campesinos. Sin embargo y pese a esto, Carranza logró adherencias de campesinos del norte del país, comandados por el célebre Pancho Villa, que constituyó la fracción radical del bando constitucionalista.
Fin de la Revolución.
Esta nueva tendencia, dentro de la guerra civil mexicana, tenía sus claras divergencias internas. Esto puede ser claramente ilustrado mediante los factores externos que comenzaban a manifestarse en el conflicto. El gobierno de Estados Unidos que inicialmente había apoyado el golpe militar, pudo percibir desde muy temprano que la nueva dictadura, acosada
La guerra entre villistas y Constitucionalistas en el norte continuó a lo largo de 1916. Al fin, Carranza entró a un acuerdo con Estados Unidos, según el cual los constitucionalistas se comprometían a respetar la propiedad privada y la vida de los ciudadanos norteamericanos, amnistía general, libertad de cultos y solución del problema agrario sin expropiaciones. Entonces Carranza pudo obtener ayuda incondicional de Estados Unidos para su lucha contra Villa. Estados Unidos encontró pretexto para su intervención, cuando campesinos villistas fusilaron a 18 ingenieros estadounidenses que viajaban en un tren tomado por Villa y además el hecho de que Villa había penetrado en el poblado de Columbus en Estados Unidos en busca de carrancistas que tenían paso libre por ese territorio. El comandante Pershing del ejército norteamericano entró en más de 500 kilómetros con 6 mil hombres persiguiendo a Villa. Un clima nacionalista y anti-norteamericano se alzó por todo México y Carranza exigió a Estados Unidos que retire sus tropas y abandone el territorio mexicano. (Incluso hubo algunos choques entre fuerzas carrancistas y soldados estadounidenses). 95
En este momento existió el peligro inminente de una intervención militar estadounidense en gran escala (El presidente Wilson había ya convocado al congreso para solicitar su autorización). Sin embargo, Estados Unidos estaba ya al borde de entrar en la primera guerra mundial y naturalmente no deseaba abrirse otra guerra al sur de sus fronteras. Los contingentes norteamericanos abandonaron México en enero de 1917. Los alemanes, por su parte, intentaban atar a Estados Unidos en una guerra en México para impedir su intervención en la guerra europea. Con este propósito instaron a Carranza a una alianza con Alemania, ofreciéndole que si ganaban la guerra le devolverían Texas, Arizona y Nuevo México. Carranza no se dejó atraer por la oferta alemana y declaró su neutralidad en la guerra mundial. Durante la guerra civil entre convencionalistas y constitucionalistas, Zapata denunció que los antiguos latifundistas del tiempo de Porfirio Díaz habían sido desplazados por los generales de Carranza Carranza, por su parte, luchaba contra los revolucionarios campesinos y se enfrentaba a los Estados Unidos declarando su independencia frente a ellos y a la inversión extranjera. En febrero de 1917, Carranza logró ganar ventaja en la correlación de fuerzas y tomó ciudad de México. Se hizo elegir Presidente y promulgó la constitución de Querétaro. Mientras tanto Villa y Zapata, bastante reducidos en fuerzas, continuaron peleando hasta que Zapata fuera asesinado en 1919 y Villa depuso las
armas en 1920. Pese a que Estados Unidos desconoció al gobierno de Carranza, éste pudo estabilizarse en el poder. Con la promulgación de la Constitución de Querétaro, muchos historiadores dan por terminada la Revolución Mexicana, puesto que es el legado que esta célebre revolución dejaría a la posteridad. En esta constitución se declara el derecho de los campesinos a poseer tierras; se establece el derecho de la nación a expropiar el capital extranjero. Finalmente, se comenzaba a realizar un reparto de tierras a los campesinos, dando así inicio a la Reforma Agraria. Conclusión: La Revolución Mexicana fue el movimiento social de mayor envergadura en el mundo latinoamericano, y uno de los más importantes del mundo occidental por su magnitud y violencia. La Revolución Mexicana que comenzó como un cuestionamiento al régimen autoritario de Porfirio Díaz, terminó sacudiendo todos los órdenes de la sociedad. Luego de ella nada permaneció como antes: Toda la sociedad se vio afectada por un conflicto que asumió los ribetes de una verdadera guerra civil, en el que ninguno de los sectores sociales pudo permanecer indiferente o al margen. Luego de ella, México consiguió salvar la brecha entre la violencia revolucionaria y la institucionalización, construyendo un orden que haría posible la estabilidad política y la modernización dentro de un nuevo marco 96
de ideales y de propósitos, con un nuevo y mucho más amplio grupo de participantes en el sistema político.
Introducción
La reorganización del Estado permitió la profundización de los procesos de industrialización y urbanización, mientras aparece el nacionalismo como sentimiento generalizado. La Revolución Mexicana fue un factor decisivo en la pregunta por la nacionalidad, en una etapa en la que descubre que la identidad no es única, y en el que a partir de ella se asiste a un proceso de revisión y reconstrucción de una nueva nacionalidad.
La revolución cubana de 1959 abrió un ciclo revolucionario que se prolongaría durante veinte años. Amplificado por la Guerra Fría y el conflicto ideológico comunismo capitalismo que la caracterizaba, generó efectos a menudo traumáticos de las rápidas transformaciones sociales de la posguerra y la ruptura de las instituciones democráticas bajo el peso del militarismo o del populismo alimentaron, en la década de 1960, un clima imbuido de utopías revolucionarias y violentas reacciones contrarrevolucionarias. En muchos casos, el camino del nacionalismo y el socialismo confluyeron en el terreno político e ideológico, inspirados por el régimen de Fidel Castro y la teoría y práctica revolucionarias de Ernesto “Che” Guevara -influyendo en el nacimiento de numerosos movimientos guerrilleros-, y en el terreno económico, donde la Teoría de la Dependencia propició un desenlace socialista de las injusticias y contradicciones de la economía global. También incidió en el terreno religioso, en el que la Teología de la Liberación -uno de sus representantes en nuestro país fue el padre Carlos Mugica- teorizó el diálogo y la colaboración entre cristianismo y marxismo. Finalmente, en el plano internacional, el antiamericanismo se robusteció y se extendió a gran parte del continente, creando serias preocupaciones en los Estados Unidos acerca de su hegemonía en el hemisferio.
Bibliografía: Grigulevich Iósif. "Luchadores libertad de América".
por
la
Silva Herzog, Jesús. "Breve Historia de la Revolución Mexicana".
Hamilton, Nora. "México: Los límites de la autonomía del Estado".
Personajes Hispano América Grandes bibliografías.
El ciclo revolucionario Los sesenta y los setenta en América Latina
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Este estallido revolucionario fue sofocado por una violenta oleada contrarrevolucionaria, que condujo al nacimiento de numerosos regímenes militares, incluso en países de sólida tradición democrática. La Guerra Fría y la Doctrina de la Seguridad Nacional, funcionaron como legitimación de la acción militar, que se injertó en la ya consolidado militarismo latinoamericano. Quienes tomaron el poder por la fuerza no se limitaron a restablecer el orden, sino que se propusieron desbaratar la coalición populista y transformar la estructura económica de los respectivos países, favoreciendo la acumulación del capital necesario para el despegue industrial. Estos regímenes se caracterizaron por el elevado grado de represión indiscriminada y por la decisión de dejar atrás el modelo desarrollista e invocar las reformas neoliberales.
El tiempo de la revolución
Entre el período de veinte años que va desde la revolución cubana de 1959 hasta la sandinista, en Nicaragua, América Latina vivió un largo proceso revolucionario. La revolución era el horizonte hacia donde parecía estar dirigida la nación entera. La revolución, socialista pero nacional, fue invocada tanto por los revolucionarios como por los reformistas, para mostrar que ellos también intentaban remover las raíces del orden existente. Además, y por paradójico que
pueda parecer, la invocaban incluso quienes tanto hicieron por combatirla, en especial los regímenes militares que surgieron hacia mediados de los años sesenta, los cuales no se limitaron a la contrarrevolución, sino que se propusieron transformar el orden político y social. La revolución indicó varios aspectos en la época: el primero, fue que las grandes transformaciones sociales y económicas que tuvieron lugar durante y después de la Segunda Guerra Mundial (y continuaron a un ritmo acelerado a lo largo de gran parte de los años sesenta) exigían respuestas que no llegaron, no lo hicieron a tiempo o fueron insuficientes. La segunda es que, una vez más, como ya había sucedido en los años treinta e incluso luego de 1945, en la mayoría de los casos las instituciones democráticas no parecían ofrecer respuestas ni a los revolucionarios ni a quienes combatían la revolución. En la mayoría de los casos quedó demostrada su ineficacia. Ya sea porque la demanda de participación acumulada y por tanto tiempo comprimida tendió a abrumarla, y en el segundo porque la lógica de la confrontación amigoenemigo, típica de los populismos, la había reducido a escombros. La tercera razón es que la fuerza del horizonte revolucionario señalaba la gran vitalidad, en amplias franjas de la población, de un imaginario político palingenésico, es decir, de ideologías que aspiraban a crear una comunidad cohesionada y armónica, para las cuales la democracia era un concepto social, más allá de la forma política que se le diera. Así, si prometían curar las profundas heridas sociales, no lo harían 98
con las contundentes herramientas de la democracia parlamentaria, sino con la fuerza de la violencia revolucionaria; a través de una suerte de catarsis religiosa. La revolución llevada a cabo en Cuba tuvo diversas causas. Entre ellas se destaca el nudo irresuelto de la independencia cubana y las relaciones con los Estados Unidos a partir de 1898, cuando la isla fue emancipada de España, sólo para caer bajo una suerte de protectorado político, económico y militar estadounidense. A dicho panorama se sumaba la grave cuestión social: mientras disfrutaba de discretos indicadores de niveles de vida en América Latina, la expansión del cultivo de caña de azúcar y de las relaciones de producción capitalistas en el campo había convertido a la mayoría de los campesinos en braceros, desocupados durante gran parte del año, cuando el trabajo en los cultivos se detenía. Podría decirse que la revolución fue facilitada por los efectos de los profundos cambios de la estructura social cubana. El peso del capital estadounidense en la economía de la isla transformó la cuestión social y la cuestión nacional en caras de una misma moneda. A tales causas se añadió, a partir de 1952, una explosiva cuestión política, cuando el golpe de Fulgencio Batista clausuró los ya frágiles canales de la democracia representativa y empujó a la insurrección a la generación de jóvenes nacionalistas que se enfrentaba en la escena política. Puesto que, en los años sucesivos, Batista se constituyó en uno de los más sólidos aliados de a administración Eisenhower en la región
La figura carismática del joven Fidel Castro tuvo el efecto de un fósforo encendido. Las principales y célebres etapas que hasta 1959 constelaron la marcha triunfal de la revolución estarán ligadas al nombre de Fidel Castro: desde el fallido asalto al cuartel Moneada en 1953 a la sucesiva fundación del Movimiento 26 de Julio y desde la expedición del Granma en noviembre de 1956 a la creación del foco guerrillero en la Sierra Maestra, donde él y otros revolucionarios, entre los cuales se destacarían el comandante Raúl Castro, Ernesto "Che" Guevara y Camilo Cienfuegos, echaron las bases del éxito militar junto al nuevo orden revolucionario. A la victoria de la revolución contribuyeron también otras numerosas fuerzas y factores, en particular la extrema polarización causada por el gobierno autoritario de Batista y su brutal violencia. Esto les permitió a los guerrilleros de la Sierra (hábiles en la invocación de un programa político y una serie de ideales nacionalistas y democráticos) reunir, en torno a la inevitabilidad de la vía insurreccional y a la preeminencia de la guerrilla rural sobre la lucha de masas en la ciudad, a las fuerzas más variadas y dispares. Muchos de ellos, sin embargo, abandonaron el proceso o fueron marginados y acabaron por combatir la revolución cuando Castro, tras una fase inicial en la cual consintió la formación de un gobierno moderado, se comprometió con decisión en el camino de la revolución social y del antiimperialismo militante, en la patria y en el extranjero, dejando de lado el 99
compromiso de restablecer la democracia parlamentaria y el imperio de la Constitución de 1940. El gobierno surgido de la revolución adoptó reformas económicas, sociales y políticas que con el tiempo se asemejaron al modelo socialista, coronadas con la explícita adhesión a los principios del marxismo-leninismo y aliado soviético en la Guerra Fría tras el intento de invasión patrocinado en abril de 1961 por los Estados Unidos en Bahía Cochinos. En el terreno económico, el gobierno revolucionario procedió a la nacionalización de la industria y los servicios, y a la realización de una reforma agraria radical: en pocos años el estado asumió el control de los medios de producción. No obstante, el proyecto de industrializar la isla y diversificar la economía no dio los resultados esperados y, debido a la complicidad del embargo estadounidense, a Cuba no le quedó más opción que integrarse al Consejo de Ayuda Mutua Económica (COMECON) y confiarse a la generosa subvención soviética. En lo social, la revolución actuó movida por una radical inspiración igualitaria, ya sea en la política salarial y ocupacional, ya en el esfuerzo, en gran parte exitoso, de mejorar y universalizar el acceso a la educación pública y a los servicios sanitarios. En lo político, los revolucionarios cubanos imaginaron una democracia popular o directa, alimentada por la fuerza moral del "hombre nuevo" surgido de la catarsis revolucionaria, nada distinta, en sustancia, de aquella democracia hostil al pluralismo propia de
los otros populismos latinoamericanos. A tal fin, hilvanaron un sistema de participación política alternativo a la aborrecida "democracia burguesa". Sin embargo, muy pronto, con el debilitamiento fisiológico del espíritu revolucionario y ante la necesidad de hacer funcionar la maquinaria del estado y la economía, los organismos del denominado "poder popular" perdieron el brillo para convertirse, en su mayor parte, en órganos a través de los cuales se ramificaba el poder y el control social del Partido Comunista de Cuba, el único permitido. El régimen político de la revolución cubana asumió los rasgos típicos de los regímenes socialistas de partido único e ideología de estado. Esto fue sancionado por la Constitución de 1976. La revolución cubana encendió un polvorín puesto que, en especial en los primeros años, trató de exportar su modelo de guerrilla armada, financiando o adiestrando grupos, aunque sería erróneo suponer que era el único foco de un fenómeno que en verdad tenía antiguas raíces endógenas en todas partes. La revolución se llevó adelante mientras la oleada autoritaria iniciada un decenio antes estaba en pleno reflujo; cuando la mayor parte de los países en los que había golpeado había vuelto a gobiernos constitucionales: de Perú a Colombia, y de Venezuela a la Argentina. Caído Fulgencio Batista en Cuba, quedaban pocas dictaduras verdaderamente tales, y sólo perduraban en países pequeños y poco desarrollados.
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Pronto, una larga y poderosa oleada de convulsiones políticas y sociales tumbó gran parte de estas democracias, incluso algunas antiguas y sólidas como las de Chile y Uruguay. Estas convulsiones no se expresaron sólo por medio de las guerrillas armadas, punta de un iceberg con una base más amplia, conformada por grandes movilizaciones y luchas sociales. De todas ellas fueron protagonistas los estudiantes y los trabajadores urbanos, obreros y empleados, y en ciertos casos también se sumaron los campesinos sin tierra. De hecho, las primeras guerrillas fueron rurales y estaban inspiradas en lo ocurrido en Cuba, a través de la doctrina del foco guerrillero elaborada por Guevara, sobre la base de la cual la voluntad y motivación ideológica de un núcleo de combatientes decididos y disciplinados serían suficientes para provocar en el campo, sujeto a tan graves injusticias, la chispa capaz de encender el incendio revolucionario. Surgidas en países donde los movimientos populistas no habían hallado salida y la integración social y política de las masas había permanecido bloqueada, estas guerrillas no obstante fallaron en todas partes: en Guatemala y Perú, en Venezuela y Bolivia (donde en 1967 fue asesinado el Che Guevara). Fue así por varias razones, diversas de país en país, entre las cuales cabe enunciar la dura reacción de los gobiernos y de los militares locales apoyados por los Estados Unidos; las condiciones a menudo distintas de las vividas en Cuba y, por tanto, la dificultad de hacer pie entre la población; las divisiones entre los revolucionarios, en muchos casos adversos a los partidos comunistas locales, que repudiaban una estrategia considerada
aventurera, prenuncio de violentas represiones. Sólo en Nicaragua se crearon, en los años setenta, las condiciones para el triunfo de una guerrilla de aquel tipo, cuando la dictadura de la familia Somoza acabó por aislarse de sus aliados externos e internos, hasta caer bajo los golpes del vasto frente opositor conducido por los sandinistas en 1979. En los setenta, nacían nuevos movimiento, esta vez en los países más desarrollados de la región, en los que predominaban las bases urbanas y estudiantiles. En algunos casos nacieron de las costillas de los viejos movimientos populistas y en lucha contra los regímenes militares, como los Montoneros argentinos o los grupos surgidos en Brasil entre los años sesenta y setenta, ligados al Partido Comunista; en otros, debido a la desilusión ante el reformismo de los partidos tradicionales, como los Tupamaros uruguayos. Sin embargo, ni siquiera estos tuvieron éxito o, si lo tuvieron en un primer momento, lo pagaron luego con intereses, sufriendo violentas represiones. Este escenario indicaba, en general, la fuerza y persistencia de los populismos porque, en diversas dosis y en forma más radical que en el pasado. En este marco, es posible identificar numerosos ejemplos de la vitalidad del populismo (iniciado por líderes políticos como Joao Goulart, Getulio Vargas o Juan Domingo Perón) , como respuesta a las transformaciones en curso. De tendencia análoga, aunque expresada de diversas formas, fueron los numerosos populismos militares -dictaduras imbuidas de nacionalismo y 101
defensoras de la integración social de las masas- que tendrían cabida en muchos países donde antes el populismo había sido frustrado. Tales fueron los casos del Perú del general Velasco Alvarado, que aplicó la reforma agraria, o el Panamá del general Ornar Torrijos, quien se propuso mejorar las condiciones de la población reapropiándose de la soberanía sobre el Canal y de la riqueza que producía.
El desarrollo que no fue
Durante estos años, las luchas sociales rompieron a menudo los diques institucionales y los modelos de desarrollo fueron en muchos casos impuestos manu militan. El crecimiento económico continuó siendo bastante débil: un poco más alto que en los dos decenios precedentes, en términos absolutos, pero insatisfactorio dado que creció también la población (que recién dio sus primeras señales de modernización demográfica, con una ligera reducción, en la segunda mitad de los años setenta). En síntesis, el nivel medio de crecimiento de la economía continuó rondando e1 2% anual: demasiado poco para una región en la cual las masas presionaban en busca de ocupación y la expectativa de ascenso social de los sectores recientemente urbanizados permanecía frustrada. Como en el pasado, avanzaba la industria pero se estancaba la agricultura, reduciendo la población de la campaña.
El desarrollo no se verificaba en los sectores productivos, lo cual dice mucho tanto acerca del déficit estructural de aquellas economías como sobre su incapacidad de absorber mano de obra, ya sea la no calificada (que, junto a la proveniente de las regiones rurales, se amontonaba en las villas en los márgenes de la ciudad) o la especializada y escolarizada (que poblaba las universidades, en muchos países al alcance de gran parte de las clases sociales urbanas, donde nacieron los conflictos más violentos y las ideologías más radicales). Se consolidó en América Latina un perfil social peculiar, más semejante al de las áreas periféricas que a la típica pirámide de la sociedad europea; un perfil en el cual el proletariado urbano no ocupaba los escalones más bajos de la pirámide social, donde en cambio yacían las muchedumbres del subproletariado, incrementado por doquiera y con rapidez a partir de 1960. Se trataba de multitudes de marginados que no se caracterizan por su sustancial ajenidad a las instituciones públicas, por lo cual suele ser llamado a menudo el sector informal. En lo que respecta a los estudiantes, en cambio, aunque las diferencias de país a país sean enormes, es posible identificar algunas tendencias comunes, dado que la población escolar creció a un ritmo mayor que la población en general, y que tal crecimiento contempló la enseñanza secundaria y superior, universitaria. La urbanización no se detuvo: incluso se volvió más impetuosa, vaciando la campaña y sobre poblando peligrosamente la ciudad. Tanto que, si en 1960 la 102
población urbana se calculaba en alrededor del 50%, veinte años más tarde alcanzaba el 63%. También hay que agregar que el caudaloso flujo de capitales extranjeros invertidos en aquellos años en la economía de la región -más del doble respecto de las dos décadas precedentesacrecentó la dependencia, lo cual, a pesar de sus efectos virtuosos en términos de ocupación y transferencia de tecnología, alimentó el nacionalismo antiimperialista de las corrientes revolucionarias. A todo esto se agrega el hecho de que, en el campo, las numerosas reformas agrarias introducidas a comienzos de los años sesenta, en buena medida por el empuje de la Alianza para el Progreso lanzada por la administración Kennedy, crearon expectativas que se empantanaron ante la resistencia de los grandes propietarios territoriales. Finalmente, la concentración de la riqueza, lejos de reducirse, creció aún más, y en algunos casos alcanzó extremos sin igual, como ocurrió en el Brasil de los años setenta, donde el 5% más rico de la población detentaba poco menos de la mitad de la riqueza nacional, contra apenas el 3,4% en manos del 30% más pobre. En este marco, surgieron distintas detonaciones sociales en las mayores ciudades de América Latina: desde Córdoba, en la Argentina, donde en 1969 las protestas cumplieron un rol clave al poner de rodillas al régimen militar del general Onganía, hasta Ciudad de México, donde las reivindicaciones abrieron una brecha en la coraza del régimen instaurado desde la revolución, que insistió, no obstante, en la utilización de la violencia.
También se produjeron conflictos rurales por la recuperación de tierras comunitarias o por la distribución de grandes propiedades parasitarias. A estos se sumaron conflictos protagonizados por nuevos y amplios movimientos campesinos, a veces guiados por líderes sindicales o dirigentes comunistas; más a menudo por sacerdotes o laicos a cargo de movimientos católicos, incluida la Acción Católica. A este panorama es preciso agregar los conflictos industriales aparecidos, en especial, en la industria minera en Chile, Perú y Bolivia, donde los sindicatos habían crecido a la sombra del estado en la era de los populismos, como en la Argentina, Brasil y México. No obstante, todos estos movimientos fueron doblegados por la oleada contrarrevolucionaria que barrió la región en aquellos años.
Desarrollismo, teoría de la dependencia y la salida socialista
Entre fines de los años cincuenta y los años setenta cobraron forma y comenzaron a establecerse las premisas intelectuales y maduraron las consecuencias políticas del pensamiento económico elaborado en la posguerra por Raúl Prebisch y la CEPAL. Dichas concepciones señalaban la estructura del mercado mundial como el principal obstáculo para el desarrollo de la periferia, de la que América Latina era parte, y al que suele referirse como estructuralismo. 103
En un primer momento, la corriente estructuralista asumió en América Latina la forma del denominado "desarrollismo", teoría del desarrollo económico que inspiró a varios gobiernos, entre los cuales se destacan el de Juscelino Kubitschek en Brasil entre 1956 y 1961 y el de Arturo Frondizi en la Argentina entre 1958 y 1962, y que habían dejado una huella profunda en los primeros esfuerzos de integración comercial realizados hasta ese momento: la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) y el Mercado Común Centroamericano (MCCA), o la Comunidad Andina de Naciones (CAN), entre otros. Fundaban el desarrollo sobre la base de la industria, el papel motor del estado y la protección y expansión del mercado interno. No obstante, a diferencia de aquellos, que habían hecho de la distribución de la riqueza el foco de la propia ideología, al punto de sacrificar a veces la sustentabilidad económica, el desarrollismo inscribía su principal objetivo político y fuente de su legitimidad en el desarrollo, dejando de lado la típica sumisión populista de la economía a la política y profesando la virtud de la tecnocracia. El desarrollismo fue sometido a numerosas críticas. De parte de los liberales, se lo fustigó por doblegar y distorsionar las leyes del mercado con el fuerte intervencionismo público, pero la voz liberal era tan débil en aquellos años que tuvo escasa incidencia. La crítica marxista, le imputaba en primer lugar su permanencia plena en el ámbito de la economía capitalista, ya que el desarrollismo se proponía aprovechar lo
más posible las oportunidades del mercado mundial, en lugar de volverles la espalda en nombre del socialismo. Trataba de atraer la mayor cantidad posible de capitales del exterior para ampliar la industria nacional y volver más autónomo el mercado interno, como sucedió con la instalación de las grandes empresas automotrices en la mayor parte de los países latinoamericanos. A la crítica marxista se superponía la nacionalista, que acusaba al desarrollismo de replicar los lineamientos del desarrollo occidental sin proponer una vía adecuada a América Latina. A partir de estas críticas, en los setenta surgió la teoría de la dependencia, en la cual de un modo u otro abrevaron todas las corrientes revolucionarias de la época, algunas más ligadas a la tradición marxista clásica, otras -como la personificada por el sociólogo brasileño Fernando Henrique Cardoso-, más eclécticas y con reminiscencias del estructuralismo. Los teóricos de la dependencia condujeron ásperas batallas contra los intelectuales de otras escuelas, en especial contra los liberales, a quienes criticaban la teoría de las ventajas comparativas, en la medida en que inhibía la industrialización de la región. Pero si bien fueron tan eficaces sobre el terreno de la crítica que impregnaron con su pensamiento el clima intelectual de la época, lo fueron mucho menos en el plano propositivo, puesto que, al llegar a la conclusión de que el socialismo era la única vía de salida de las injustas estructuras de la economía mundial, no fueron tan específicos en aclarar de qué 104
modo se haría ni qué socialismo tenían en mente, por lo que su pensamiento se prestó a salidas utopistas y numerosas vulgarizaciones.
La guerra civil ideológica
En los años sesenta y setenta, América Latina se vio desgarrada por una suerte de guerra civil ideológica, es decir, por una violenta confrontación entre visiones del mundo inconciliables. En términos generales, para los revolucionarios de la época la nota dominante fue la apelación al marxismo (aunque a un marxismo "latinoamericanizado", y la difusión, a partir de los años sesenta, de la obra de Antonio Gramsci. Todo ello agudizó la obsesión por la difusión del comunismo en la región que, cómplice de la Guerra Fría, indujo a sus enemigos al cada vez más brutal recurso a la violencia represiva. Tal mezcla radical de marxismo y nacionalismo reprodujo, aunque en forma inédita y de un modo inconsciente, una antigua y profunda esencia del universo ideal latinoamericano, rastreable en la tendencia al monopolio del poder y en la aversión al pluralismo político en nombre de la homogeneidad del pueblo, y, por último, en la prevalencia de un imaginario ético no pragmático, fundado en la fe y la voluntad más que en la razón y la convicción, aspectos ya observados en los
populismos y a su vez herederos de la antigua concepción social organicista en su esencia holística. Típico en tal sentido fue el guevarismo, es decir, la corriente marxista que, inspirándose en el Che Guevara, tuvo incidencia en buena parte de la región y que, más que cualquier otra, encarnó la vía latinoamericana a la revolución. Dicha corriente era distinta tanto del marxismo científico soviético como del marxismo rural chino, con el que sin embargo tenía mayor afinidad. Lo que de hecho la distinguió de la ortodoxia marxista no fueron sus elementos fundamentales (la socialización de los medios de producción, la planificación económica, la dictadura del proletariado, el antiimperialismo, etcétera), a lo que Guevara adhería, sino la apelación a la ética y a la voluntad como principales motores de la revolución, para superar las limitaciones impuestas por la realidad y la razón. Todo esto hizo de él el apóstol del hombre nuevo, un hombre que la revolución purificaba de egoísmos e imperfecciones. Múltiples ideologías de origen marxista y nacionalista hallaron numerosos puntos de contacto en el boom de la sociología y en su enorme influencia en América Latina, ejercida de modo directo e indirecto a través de los sociólogos católicos o marxistas de Europa y los Estados Unidos. A la par de la teoría de la dependencia y de la distinción entre democracia formal y democracia sustancial, el auge de la sociología validó la firme convicción de que el mal y las soluciones de los conflictos y las injusticias 105
que plagaban América Latina residían en las estructuras sociales y que las instituciones eran meras superestructuras, apenas un reflejo de las relaciones de dominación social.
La iglesia
Las convulsiones que sacudieron a la iglesia y el catolicismo de América Latina entre los años sesenta y los ochenta son un factor clave para comprender el panorama político e ideológico, así como las más profundas fibras y los perdurables traumas. Los elementos que las provocaron fueron varios, comenzando por los conflictos originados por la modernización, la cual, al sacar a la superficie las violentas grietas sociales de la región, interpelaba a la iglesia, que por su unidad y armonía se había erigido siempre en mentora y defensora de los débiles. El Concilio Vaticano II, realizado en Roma entre 1962 y 1965, vino a catalizar los cambios en curso; de hecho, fue un poderoso detonante para las transformaciones en este continente católico. La población, los gobiernos e incluso las iglesias de América Latina fueron dándose cuenta de su importancia. En 1968, fue seguido por el gran estrépito que causaron los documentos aprobados por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) en la asamblea de Medellín, los cuales, de lenguaje inédito y tono radical
(en especial en materia social), tuvieron un enorme impacto sobre los estados y las sociedades de la región. Finalizado el Concilio, buena parte del clero latinoamericano confluyó en la ola de renovación planteada por aquel, tratando de quebrar la obstinada resistencia de las jerarquías eclesiásticas. Se trataba de jóvenes prelados imbuidos de estudios sociológicos o de religiosos movilizados por el contacto cotidiano con ambientes obreros y estudiantiles, o en condiciones sociales intolerables. El Concilio legitimó en buena medida los cambios, otorgando un nuevo rol al laicado católico y compartiendo el espíritu de muchas iniciativas sociales anteriormente consideradas casi como herejías, lo cual no anuló la resistencia ni detuvo la radicalización del catolicismo progresista. Más aún, la iglesia se halló a menudo dividida entre ambas trincheras en la guerra ideológica y política en curso. Los religiosos progresistas no representasen la mayoría del clero; tampoco todos concebían la renovación del mismo modo: los había más radicales, más moderados, más políticos o más espirituales. Pero su impulso reformador creció en sintonía con el que se ocultaba en aquellas sociedades en transición, a tal punto que impregnaba los documentos del episcopado continental. Se produjeron así documentos que, hasta fines de los años setenta, es decir, hasta que comenzó a manifestarse la reacción de la Santa Sede y del clero moderado, revelaron una peculiar y selectiva lectura de la renovación conciliar. 106
En ese contexto nació la Teología de la Liberación, en la que la refutación del orden social y la condena del capitalismo se hizo más dura, la deuda con las ciencias sociales más directa, el recurso a la crítica marxista más abierto y el enlace entre teología y praxis más orgánico. Muchos de sus seguidores asumieron la búsqueda de justicia social como una cruzada revolucionaria imprescindible para fundar un orden terrenal coherente con el del Evangelio. Al énfasis en la creación de una sociedad justa y desprovista de opresiones no correspondió sin embargo una reflexión equivalente sobre la democracia y el pluralismo, temas prácticamente ausentes del panorama ideológico de la época. La onda expansiva de la renovación católica abrió una etapa de dramáticos conflictos en la iglesia y en la sociedad latinoamericana. Se trataba de conflictos doctrinarios, en los cuales el clero conservador acusó a los renovadores de renegar de la misión sobrenatural de la iglesia identificándola con una particular clase social (el proletariado) o con una ideología. Se produjeron conflictos disciplinarios que, sumados a los rápidos cambios en las costumbres sociales, se reflejaron en el fulminante incremento del abandono del sacerdocio y en la caída de las vocaciones eclesiásticas. Los conflictos políticos e ideológicos trascendieron el terreno religioso e invistieron el ámbito social y político. Todo ello se reveló inevitable, dado el poder y enraizamiento social de la iglesia y la profesión de catolicidad de la mayor parte de los regímenes políticos, que se vieron
conmovidos en sus fundamentos cuando la controversia se manifestó en forma radical y masiva en el propio seno de la institución católica.
El fracaso del reformismo
El reformismo había fracasado en América Latina. Sin embargo, a su existencia y crecimiento apostó el presidente John F. Kennedy al entrar en la Casa Blanca en 1961, quien lanzó el más ambicioso proyecto de cooperación con América Latina concebido en los Estados Unidos: la Alianza para el Progreso. Era lo que se esperaba después de la guerra, pero que nunca había llegado; sin embargo, en sustancia fracasó. Las razones que indujeron al joven presidente estadounidense a anunciarla fueron varias. Una de las principales fue el imperativo impuesto por la Guerra Fría y la Doctrina Monroe, de prevenir el nacimiento de una "nueva Cuba", es decir, de regímenes comunistas en el área, cosa que la Alianza para el Progreso se proponía lograr promoviendo el desarrollo y el mejoramiento de las condiciones de vida, lo cual se llevaría a cabo por medio de una cuidadosa estrategia contrarrevolucionaria. El espíritu de la Alianza se basaba en la teoría de la modernización que, partiendo de la identificación de las etapas del desarrollo social en los países más 107
avanzados, se proponía estimular su reproducción en los de la periferia, en este caso, en América Latina. Dicho enfoque fue objeto de duras críticas por parte de los teóricos de la dependencia, para quienes la estructura misma de las relaciones entre centro y periferia impedía a esta última replicar el camino recorrido por el primero. En cambio, los teóricos de la modernización sostenían que nada impedía a los países de la periferia -si eran ayudados y encaminados- emprender un virtuoso proceso de desarrollo, que no estaría privado de violentas desgarraduras, pero cuyos frutos superarían largamente los sacrificios. Se concebía entonces un proceso orgánico, no limitado a la esfera económica, sino antes bien dirigido a crear las condiciones sociales favorables a la democracia política. Sin embargo, la Alianza para el Progreso fracasó. Sobre ello no hay dudas, aunque acerca de la responsabilidad de dicho fracaso existen variadas versiones. Algunas de ellas acusan a Lyndon B. J ohnson -quien sustituyó a Kennedy después de su asesinato en 1963- de haber traicionado su espíritu, mientras otras extienden el juicio a su recorrido entero y a sus premisas erradas. No obstante, es preciso señalar que obtuvo algunos resultados, en particular en el campo educacional y sanitario, donde en cualquier caso sus éxitos se vieron en gran medida frustrados por el rápido crecimiento demográfico de la población latinoamericana. En cuanto al crecimiento económico, si bien efectivo, no fue ni tan veloz ni tan vigoroso como se esperaba. En lo que respecta a la reforma agraria y
fiscal, que debía servir para crear condiciones de mayor equidad social, se encontraron en la mayor parte de los casos con la resistencia de los potentados locales y la ineficacia administrativa de los gobiernos latinoamericanos, por lo que el resultado fue en general decepcionante. Donde más se evidencia el fracaso de sus ambiciosos objetivos es en el hecho de que los sectores medios actuaron tal como los teóricos de la modernización habían previsto, puesto que, asustados por las movilizaciones de la clase obrera y el crecimiento del subproletariado, tendieron a privilegiar el orden a la democracia y a sostener a los nuevos regímenes autoritarios; en este contexto, la democracia política no se amplió y pronto fue eliminada en gran parte de la región.
Allende y el caso Chile
En 1970, el socialista Salvador Allende fue electo presidente de Chile al frente de una coalición llamada Unidad Popular, compuesta de partidos en su mayoría marxistas -aunque también en parte "burgueses"-, entre los cuales se contaba el Partido Comunista Chileno. La historia de aquellos tres años que duró el gobierno de Allende hizo de Chile el mayor emblema del punto muerto entre revolución y contrarrevolución, y también ocupó durante mucho tiempo el centro de la atención mundial, encarnando esperanzas y temores. Varios fueron los factores que concurrieron a hacer del gobierno de la 108
Unidad Popular un caso mundial. El primero y más evidente era que por primera vez un gobierno marxista nacía por la vía electoral y afirmaba querer construir el socialismo con métodos democráticos, lo cual volvía a Chile un caso único, distinto de todos aquellos en los que el modelo socialista se había impuesto con la revolución, como la Unión Soviética, Europa oriental, China y Cuba. Se trataba de un caso que ponía a todos ante un desafío teórico y práctico de enormes dimensiones. El segundo factor a tener en cuenta como un desafío radical era que Chile se destacaba por su antigua y sólida democracia. Era, por lo tanto, uno de los países menos sensibles a las sirenas del comunismo, cuya capacidad de conquistar el gobierno de modo legal era percibida como un terremoto. El tercer motivo es que el éxito de Allende en un país democrático del hemisferio occidental era en sí mismo una delicada crisis en el marco de la Guerra Fría. Fue un shock para los Estados Unidos, que no sólo lo vieron como una afrenta a su liderazgo y un excelente instrumento propagandístico para los soviéticos, sino también como el potencial detonante de un efecto dominó capaz de extender su influencia a Europa. Tanto es así que Richard Nixon, quien llegó a la Casa Blanca en 1969, se decidió desde el principio a acabar con él. ¿Cuáles fueron las causas que permitieron el triunfo de Allende? En principio, Chile es el ejemplo típico de cómo las transformaciones sociales se habían llevado a cabo con excesiva rapidez. Crecimiento demográfico,
escolarización, urbanización, etc., cambiaron de hecho con gran velocidad el panorama social del país, aunque el esfuerzo del gobierno democristiano de Eduardo Frei, entre 1964 y 1970, a través de la reforma agraria y las ambiciosas reformas escolar y urbanística, no obtuvieran los efectos esperados. La víspera de las elecciones de 1970, el partido de Frei no sólo había perdido el apoyo de los católicos más radicalizados, que se pasaron a la coalición de Allende, sino que se vio constreñido al centro de un sistema político dividido en tres partes, a la cabeza de las cuales emergió precisamente Allende, aunque sin mayoría en el Parlamento. La escisión entre la derecha y el centro fue crucial para su victoria, así como su acuerdo se revelaría decisivo para su caída. Allende, además de nacionalizar el cobre (la reserva clave del país) con el voto de todos los partidos, el gobierno de la Unidad Popular llevó a cabo una radical reforma agraria, tomó el control de numerosas industrias y nacionalizó el sistema financiero, le imprimió un impulso a la economía mediante el crédito y el gasto público, y sostuvo las reivindicaciones salariales de los trabajadores. Tres años después de asumido el gobierno de Salvador Allende, fue destituido y el presidente inducido a suicidio por un violento golpe de estado conducido por el general Augusto Pinochet, dando curso a una brutal represión e instauró una larga dictadura.
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La caída de Allende dividió a Chile y al mundo tanto como los divide aún hoy la memoria de aquello que lo causó. Bibliografía
Zanatta, L. (2012). Historia de América Latina. De la Colonia al siglo XX1. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores. Ansaldi, W. y Giordano V. (2012). América Latina. La construcción del orden: De las sociedades en masa a las sociedades en proceso de reestructuración. Buenos Aires: Editorial Paidós SAICF.
acciones de ser contadas y transmitidas a través de generaciones. Muy poco, por tanto se habló, o se sabe del protagonismo que tuvo la mujer en el tiempo, por causas que intentaremos ir fragmentando para poder brindar un conocimiento más acabado y global de este ser, contribuyendo de ésta manera con una específica mirada en el pasado, para comprender el presente y deparar una mirada sobre el futuro. La temática central del presente trabajo se propone analizar críticamente la historia laboral argentina, desde una mirada sensible a las diversas temáticas suscitadas en las relaciones de género.
Presentación
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LA MUJER EN EL MUNDO DEL TRABAJO Una mirada sobre el pasado y el presente
A partir de una problematización de la visión androcéntrica prevaleciente en la historiografía más tradicional, se hace necesario hacer un abordaje sobre la temática seleccionada para dar un recorrido histórico sobre el protagonismo de la mujer en el mundo laboral.
Introducción Cuando estudiamos la historia, aprendemos y comprendemos nuestro pasado conformado por diversos hechos históricos importantes a través de sus antecedentes, causas y consecuencias que se dieron en diferentes momentos en su proceso de civilización, crecimiento y expansión en la política, la economía, en la cultura, en las artes y se engloban dentro de la mirada del hombre, ese ser superior o que se consideró como el predecesor de
En este trabajo se hace una breve reseña histórica de los inicios de la mujer en el trabajo, para luego hacer un abordaje más profundo en el estudio del mundo laboral femenino de la primera mitad del Siglo XX en la Argentina. En tal sentido, se realiza una síntesis historiográfica sobre el problema del trabajo femenino en sus dimensiones económicas, sociales y culturales. Para ello tiene en cuenta aquellas interpretaciones que han 110
abordado las tensiones generadas alrededor de los estereotipos de las mujeres trabajadoras a través del estudio del género pues estas son indicativas de las conflictividades que atravesaban a las relaciones sexo-genéricas de la historia de las mujeres trabajadoras.
que requiere un nuevo modo de pensar, en el cual los estereotipos sobre mujeres y varones dejen lugar a una nueva filosofía que reconozca a todas las personas, independientemente de su sexo, como agentes imprescindibles para el cambio.
La situación en Argentina Categoría de género y trabajo femenino La historia de las mujeres estuvo estrechamente relacionada con el movimiento feminista y ésta fue su marca de origen y desarrollo. La categoría de género surgió en el movimiento feminista como un intento de visibilizar los aspectos relacionales de la opresión femenina respecto de la masculina. . El feminismo supuso un cambio fundamental en la comprensión del género como construcción social. La frase de Simone de Beauvoir “No se nace mujer, se llega a serlo” inaugura una nueva época del feminismo moderno La labor del movimiento feminista permitió que se abrieran nuevas perspectivas en el desarrollo y en los estudios de género; que se ofrecieran nuevas posibilidades al protagonismo de las mujeres en nuestra sociedad buscando reivindicar la condición de sujeto de la mujer y a luchar por sus derechos con el propósito de modificar el orden social resultante del dominio patriarcal. Debemos reconocer que el camino hacia la igualdad de género es un proceso político
Durante las dos primeras décadas del Siglo XX, la mayoría de las mujeres siguió trabajando en las explotaciones de tipo familiar y en las pequeñas empresas artesanales. Las modistas y costureras realizaban trabajo a domicilio, encargado por las incipientes fábricas textiles. El Censo de 1914, realizado en Argentina, comprobó la existencia de las siguientes ocupaciones femeninas: costureras 142.644, lavanderas 79.059, modistas 45.127, tejedoras 28.088, mucamas 28.088, cocineras 49.200, maestras 21.961, parteras 2.140, empleadas de comercio 9.240, telefonistas 1.101. En esa fecha habían surgido las primeras profesionales: médicas 59, abogadas 6, periodistas 41 y 1.502 profesoras secundarias. Las condiciones de trabajo en general no eran las mejores. Por el contrario las mujeres tuvieron que soportar pésimas condiciones laborales. Como testimonio de la vida miserable que sufrían esas mujeres la luchadora feminista argentina, Mirta Henault, transcribe un informe que el Dr. Bialet Massé elevó al gobierno de Buenos Aires:
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“No eran pocas las mujeres que cargaban con el sostén de la familia, con la rudeza de la vida; de aquí que acepten resignadas que se pague su trabajo de manera que sobrepasa la explotación y con tal de satisfacer las necesidades de los que ama prescinde de las suyas hasta la desnudez y el hambre (...) La clase más numerosa la constituyen las costureras. Trabajando fuerte ganan 80 centavos a un peso; las de trabajo superior, de un peso 20 centavos hasta un peso con 40 centavos excepcionalmente; pero como en algunas casas trabajan varias, ayudándose unas a otras, no puede saberse bien lo que ganan (...) El ramo de las planchadoras en Tucumán está tan malo como en las otras ciudades del país. Muchas mujeres trabajan en sus casas, y hay varios conatos de taller con una oficiala y dos o tres aprendices. Trabajan de 6 de la mañana a las 6 de la tarde, teniendo un descanso de media hora para el mate, mañana y tarde, y hora y media a mediodía, de modo que la jornada efectiva es de diez horas y media (...) otro oficio era la lavandera. Estas son unas desgraciadas; flacas, enjutas, pobres hasta la miseria. Visité algunas lavanderas y planchadoras y me enteré cómo efectúan estos trabajos de modo primitivo. En una batea, debajo de un árbol o de unas ramas, unos tarros de petróleo, en el que hacen hervir la ropa, puestos en un fogón, que son tres o cuatro piedras en el suelo (...) La mujer del artesano tucumano es la bestia de carga sobre la que pesa toda la familia; ella es la que revendiendo frutas o amasando o lavando o recibiendo pensionistas para darles de comer,
consigue economizar unos centavos para vestir a sus hijos y no pocas veces para alimentarlos (...) ¿Cómo vive la mujer del peón? En medio de la inmundicia; el agua sólo entra en el rancho para la alimentación, nunca para la higiene. La mujer del peón, la lavandera, la que hace la comida con destino a las cárceles, la amasadora, llevan una vida de trabajos y sufrimientos; trabajan durante el tiempo de la gestación; trabajan en cuanto abandonan el lecho en donde han alumbrado y trabajan mientras dan de mamar y continúan haciéndolo hasta que la tuberculosis las consumen”. El desarrollo de la Industria liviana, acelerado a partir de la década 1930-40, exigió una mayor demanda de mano de obra femenina. Estas fábricas - textiles y alimentación, en particular - requerían personal llamado “no especializado”, con el fin de pagar salarios más bajos. Según el censo de 1947, en el sector secundario (industria, especialmente) trabajaban 408.087 mujeres y 1.387.167 hombres. En el sector terciario (comercio, comunicaciones, etc.) trabajaban 115.633 mujeres y 1.901.245 hombres. En la industria azucarera en Tucumán, las mujeres representaban aproximadamente el 20% de la fuerza laboral estable de los ingenios, desempeñándose como cocineras y costureras que cosían las bolsas de azúcar. Su salario era el más bajo de las demás ocupaciones que exigía el complejo azucarero y no recibían la ración que se entregaba a los trabajadores varones, incluso a los aprendices. Las mujeres trabajaban también en los campos 112
junto a sus maridos, compañeros o padres, que eran contratados a destajo en las labores de cosecha. Las oportunidades de empleo para las mujeres siguieron siendo las tradicionales: el servicio doméstico, la costura, el lavado y planchado de ropa y la contribución al trabajo a destajo en la cosecha de la caña. Solo un pequeño porcentaje se integró a los ingenios como fuerza laboral estable, pero desarrollando tareas de cosido de bolsas y cocineras. Durante la década del veinte se ampliaron las oportunidades del trabajo extradoméstico de las mujeres, aunque muchísimas siguieron produciendo en el propio seno del hogar. Las menos preparadas salían para cumplir funciones en el servicio doméstico, y las más calificadas se empleaban en el magisterio, en los otros servicios públicos o en el comercio. (Barrancos, Dora) Dentro de la política represiva implementada por el gobierno frondizista, una táctica para desactivar la militancia del personal bancario consistió en aumentar el número de mujeres, consideradas menos problemáticas que los varones. Además las mujeres, destinadas a trabajos administrativos y auxiliares, presentaban un menor riesgo de deserción, esto favoreció la incursión laboral de la mujer en otro nuevo campo de trabajo. En relación con las características de los trabajos que realizan las mujeres, podemos sostener que el ritmo de inserción laboral tiende a ser más activo en períodos de crisis. En Argentina, existe una elevada desigualdad de retribuciones horarias entre varones y mujeres, así como de lo
remunerativo por el trabajo. Esta situación afecta más a las mujeres cuando su situación de vulnerabilidad está sostenida por su condición de pobreza, sus bajos niveles educativos y por su “responsabilidad” en el trabajo reproductivo. A lo largo del periodo analizado, la brecha salarial fue permanente, la segmentación de las tareas por sexo casi no varió y el reconocimiento de las mujeres en el campo laboral permaneció como una reserva de derechos a conquistar. Con respecto a la fase peronista se destaca, con este gobierno unas ventajas económicas concretas para la clase trabajadora, impulsada por incentivos estatales y una situación económica internacional favorable a los trabajadores (hombres) los cuales se sintieron beneficiados, entre 1946 y 1949 los salarios reales de los trabajadores industriales aumentaron un 53 por ciento. Al mismo tiempo en ese periodo se advierte, la confirmación de la mujer en los papeles tradicionales de esposa y madre. Pues seguía en curso la declinación de la incorporación de la mujer al mundo laboral, debido en parte al incremento del nivel de vida en general y el aumento salarial de los jefes de familia. En 1943 Juan Perón accede a la Secretaría de Trabajo y Previsión Social y se retoma la cuestión de los derechos políticos de las mujeres, que no se limitan al sufragio, sino que se extiende al trabajo extradoméstico. Se comienza a diseñar una política dirigida a las mujeres y se crea la Dirección de Trabajo y Asistencia a la Mujer. La mujer adquiere un protagonismo social y político 113
que la legítima socialmente como ciudadana y trabajadora. Pero, en un régimen marcadamente patriarcal, con el culto al líder-hombre, se sigue priorizando el rol tradicional con respecto a la maternidad y a una subjetividad femenina cuya principal realización como mujer es ser esposa y madre. Para el peronismo la clase trabajadora (hombres y mujeres) constituyó su base de sustentación y las mejoras en las condiciones de trabajo negaron o taparon durante un tiempo el conflicto entre el capital y el trabajo, aunque la igualdad en el salario no fue considerada. Desde mediados del siglo XX se asiste a un cambio notable del patrón de actividad productiva femenina que va desde la inscripción en la manufactura a la inserción en las actividades terciarias. En lo que respecta a la participación de las mujeres en el mercado laboral, la aplicación del modelo de industrialización por sustitución de importaciones generó un desplazamiento progresivo de las mujeres de la industria, las cuales se habían incorporado en altas proporciones a los primeros esfuerzos fabriles de finales del siglo XIX y comienzos del XX. En efecto, a lo largo de la década de los cincuenta, la participación femenina en la industria, y especialmente en la gran industria moderna, se reduce, quedando confinada a los segmentos más artesanales, a la pequeña y mediana industria, o a sectores considerados femeninos como las confecciones, el comercio, servicios y el sector informal.
El censo industrial de 1948 permite cuantificar esta participación: la industria del tabaco contaba con un 65.4% de mujeres, la industria textil 51%, la confección de prendas 67.6% de trabajadoras y la industria del papel un 39.2%, productos químicos y caucho un 42.8% y 38.6% respectivamente
En los diferentes campos de trabajo la mujer ha buscado tener protagonismo, según se registra en un informe realizado en el año 2003 – 2007 En algunos de estos sectores, la tasa de feminidad ha aumentado notablemente en estos periodos. Uno de ellas es la rama de Intermediación financiera, que ha atravesado un proceso de feminización sostenido en el período, fenómeno que no sólo se observó en la Argentina sino que también se ha registrado en otros países de América Latina. La participación del empleo femenino pasó de 38,1% en 1996 a 45,8% en 2006, subsistiendo una brecha salarial entre varones y mujeres mayores que en el promedio de los servicios. Otra rama en la que las mujeres han ganado participación en el período es Hoteles y restaurantes, donde la participación femenina en el empleo era apenas superior al 33% a inicios del período y se incrementó al 40,1% en 2006 El incremento en la participación del empleo industrial, sector donde es baja la proporción de mujeres, aportó a la disminución de la tasa de feminidad agregada
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Conclusión Resumiendo, como hemos analizado aquí la temática, vemos como la mujer ha tenido que atravesar por un largo proceso de subordinación en el ámbito, no solo laboral en donde sus derechos se han visto relegados y ha tenido que enfrentarse hasta con tratos inhumanos y con desventajas respecto del hombres, en puestos de trabajos y con ingresos insuficientes en los salarios y siempre por debajo de los masculinos. Gracias a la persistencia de la misma y a las necesidades, ha tenido que abrirse camino a través de luchas pacíficas, de formación de movimientos, de postulaciones sobre igualdad de sus derechos y oportunidades, es lo que ha permitido que se conocieran y reconocieran como seres con derechos, y esto no se ha logrado de un día para el otro, sino que ha llevado su transcurso en el tiempo y a dejado en el camino a personalidades celebres, como Alicia Moreau de Justo (1885-1986) entre otras muchas mujeres.
los puestos políticos de más alto nivel y en todos los campos de la cultura.
Bibliografias http://ar.tuhistory.com/hoy-en-lahistoria/se-descubre-el-esqueleto-de-lucyel-eslabon-perdido-de-32-millones-deanos-de http://www.claseshistoria.com/movimientos sociales/m-sufragismo.htm http://www.bantaba.ehu.es/formarse/fichero s/view/Historia_del_Movimiento_feminista. pdf?revision_id=53767&package_id=33304
Desde las últimas décadas, la mujer está gozando de un papel más activo en la vida social, política, económica y también en la vida eclesial. Este fenómeno supone, sin duda, un avance social, y en donde aún queda mucho por recorrer. Actualmente, las mujeres tienen pleno protagonismo, invaden las universidades y compiten con los hombres en todas las áreas de la sociedad; tanto en los puestos de trabajo de jerarquía, como en las investigaciones científicas y la medicina; 115
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