Explotación Laboral Infantil

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La Explotación Laboral Infantil En México, como sucede en muchas partes del mundo, un sector de la población infantil, en el ámbito familiar o fuera de él, participa en muy diversas actividades que pueden ser consideradas como trabajo infantil. Esta realidad obedece a múltiples factores que van desde las estrategias de la población de escasos recursos para sostener la economía familiar, hasta las prácticas criminales de trata de personas. La utilización de la fuerza de trabajo de niños y niñas en actividades que producen beneficios económicos puede, en algunos casos, contribuir a su formación, pero también en muchas ocasiones, puede perjudicar su sano desarrollo. Entre las primeras se pueden incluir las que llevan a cabo los niños y niñas para el cuidado de la vivienda o el negocio familiar o los quehaceres remunerados fuera de las horas de escuela o durante las vacaciones escolares, siempre y cuando no signifiquen la perdida de ninguno de los derechos que les han sido reconocidos. Son actividades que pueden contribuir al bienestar de sus familias y al mismo tiempo estimulan el aprendizaje, disciplina, responsabilidad, independencia y todas aquellas capacidades, aptitudes, valores y actitudes que preparan a las niñas y niños para ser miembros productivos de la sociedad durante su vida adulta. Las prácticas que preocupan, sean remuneradas, productivas o no, son las que se caracterizan por ser nocivas para el sano desarrollo físico, psíquico y social de los niños y niñas, así como las que entorpecen su inserción, desempeño y/o continuidad educativa o violentan sus derechos. Entre ellas se incluyen los trabajos en los que los niños y niñas son obligados a cubrir horarios prolongados, con bajos o nulos salarios, sin protección legal, expuestos a condiciones difíciles o peligrosas, que afectan su integridad o que implican la privación de algún derecho como la educación, la salud o la recreación. Generalmente existen situaciones de violencia, dominio, abuso psicológico y amenazas. En sus formas más extremas, existen prácticas donde los niños, niñas o adolescentes son esclavizados, separados de sus familias, expuestos a graves riesgos y enfermedades y/o abandonados a valerse por sí mismos, a menudo a muy temprana edad. Los efectos negativos de este tipo de actividades no pueden relativizarse, bajo la denominación de trabajo. Se trata de formas de explotación que se generan en el marco de una cultura de dominación, que abusa de la vulnerabilidad física, afectiva, familiar, social o económica de un grupo que, en situaciones de desamparo, acepta su propia explotación, y permite así relaciones económicas ventajosas para unos y desventajosas para otros. También están latentes situaciones de comisión de delitos. La explotación implica relaciones de desigualdad, una interacción vertical entre una persona que se asume como superior frente a otra, considerada inferior, diversas formas de violencia física y/o psicológica, la violación de derechos humanos o con frecuencia la realización de conductas consideradas delictivas. Muchas veces la explotación puede ser percibida como natural porque obedece a construcciones sociales aceptadas por un grupo en un determinado contexto social. La explotación puede convertirse así, en parte de las normas, valores y estilos de comportamiento en las relaciones familiares, laborales, sociales y económicas. En las relaciones de explotación infantil no se puede dejar de mencionar la violencia de género, mediante la cual se discrimina, ignora, somete y subordina a las niñas. Gran parte de las acciones de explotación infantil permanecen ocultas y se resguardan en un sistema que las consiente. Esta tolerancia la observamos en los medios de comunicación, en nuestras relaciones comunitarias y en los hogares. Una sociedad que tolera la explotación no tiene espacio para los diferentes, rechaza, invisibiliza o niega a los excluidos, provoca la competencia entre sus ciudadanos y los divide. Se trata de una cultura que beneficia a un grupo por encima de otro u otros. Cuando en una sociedad no se puede ver al otro, ni sentir su dolor, es ineludible el cambio en las actitudes, valores, creencias y prácticas que la caracterizan. La explotación infantil, no es un fenómeno aislado o que se presente sólo en ciertos sectores sociales o regiones, desafortunadamente es parte de un sistema que no ha querido develar la red de intereses económicos y políticos que la soportan. En el mejor de los casos se caracterizan las situaciones de


explotación y violación de derechos que enfrentan los niños y niñas, pero poco se dice de quiénes se benefician, de las ganancias que obtienen, de quiénes los protegen y de porqué no son sancionados. En la actualidad se abusa de los señalamientos que afirman que la explotación laboral infantil es un fenómeno sumamente complejo, que es necesario seguir profundizando en su estudio, que se trata de un problema de tipo estructural, o que pensar en erradicarla implica la construcción de otro país. Todos estos argumentos funcionan como una forma de relativizar el problema. En realidad lo que consiguen, es ocultar la falta de voluntad política para establecer compromisos amplios de los diversos sectores sociales, por erradicar la explotación laboral infantil. El Estado tiene responsabilidad sobre las condiciones sociales que llevan a las personas a la miseria, a la falta de un trabajo digno y a condiciones que las obligan a aceptar o someterse a situaciones de explotación para poder subsistir. Debe por tanto construirse un Estado que garantice el ejercicio de todos los derechos humanos y que deje de encubrir a aquellos que se benefician de este tipo de relaciones de explotación. Proniño: Una aproximación a la Erradicación Laboral Infantil en México Compiladores: Minerva Nava, Alfonso Poiré, Cintli León, Allan Gomez Fundación Telefónica, Save the Children.


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