Javier del Santo

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POESÍA

J AV I E R D E L S A N T O


“Yo soy palabra – Aquí os dejo las voces que se vinieron a mí, me traspasaron y continuaron su viaje”


1 En la noche oscura, negra la luna, las mariposas clarean desde mi cuna, y amarillean. Y dicen al viento: ¡A este niño no! , que este niño es del alba, y está despierto.


2 Sólo por amor harás ceniza de tu miedo ¿Te dejarás caer? ¿Sinceramente desmayada? Y le preguntaré al mar: ¿quién ha sido? ¿Quién te llevó a la playa sin querer y te dejó olvidada?


3 Poema, mi pequeñito rincón de violetas y azucenas. Enamorado balcón para cantar mis penas. Poema, Siempre dices cosas buenas -sin traiciónTe vas cantando en las venas Canciones del corazón.


4 Esperanza Eres la sangre más allá de nuestras venas El beso de la rana El tren que pasa destino a los ríos paraíso.

Todo en ti es ánimo de ausencia: aliento sin aliento, voz sin voz, promesa sin promesa… y, a veces, se nos parte el corazón.

Dorado jamón de los hambrientos Estrella fugaz en el destino Pequeña canción de los ungüentos Sandalia solar del peregrino. Y no hay plaza, ni pueblo, ni gente…


pero hay una fuente Y no hay carne, ni beso, ni presente… pero hay suficiente

A los hijos de la luz dejas al nacer una semilla, en los ojos al santo las auroras, al tullido la dulzura de tu alcoba, al sabio tu cáscara vacía.

Tumba que retumba como adiós haces tú que suene como vida. Unas fresas y un tambor… ¡Mis viejas cicatrices son palomas de color! Y eres flor, piel nueva de la mente. Eres yo, un grano de mostaza ante la muerte.


Eres tú, la crónica que hierve ideales moribundos que se mueven, La metamorfosis del huevo de las suertes. Mis lágrimas de cera, venidas de los cirios encendidos, y en tantos templos, reposan a tus pies y esperan tu nombre cubrir y descansarme. Mientras llega consolarme, Vivo para sólo tu silbido. Tu silbido… látigo querido, silbando entre los hoyos del camino. Virgen pura que nunca dio mordisco y al Adán salvas. Todo volverá, y en eso espero cristalino al río que nos lleve, correrá. La casa que me guardas es hoy zaguán de voz, sombra de tus ecos, los ojos fundidos de los viejos


como pรกginas del cielo Y que prometen: Vanidad de vanidad, el mundo pasarรก, sรณlo mi promesa quedarรก.


5 Entre sombra con sombra, mi luz. Entre el sol y la luna, el viento arde.

Dos nardos blancos, mis ojos negros, tus besos hartos de fuego y cobre. Y yo desnudo en el horizonte.

Mis manos acarician las aguas Y enciendo la calma, como mi alma, que corre y corre.

Y estando quieta y adentro, se enciende grieta, Espacio en lumbres, visiones. La penetrando.


Sue単os, molinos, esperas dando trigo. Bocas abiertas, leve dormido, noches de alambre, Presagios. Cuentos, nativos, brazos Voces, cantos.

El puro, en los rubores. En ese olvido que el ser conoce.

Vestido de oro, sin lunas, y sin figura.


6 Ella es la flor del jardín Y yo el jardín de la flor. Somos la flor y el jardín Y el jardinero el amor

Y yo he nacido en un río Y a mí me tira la mar. Ella nació en un trigal Y me enamora con trigo

Rubia de rayo de sol Es mi alegría Ella es mi día Cada noche de amor

Y yo soy su profecía Y ella es la mía


Dos almas juntas que Dios les prometi贸 que reunir铆a.


7 Si Castilla no fuera Castilla ¿quién la querría?

Si nostalgias no fueran saudades ¿qué sentido habría, Rosalía?

¿Por qué llamaste desierto a una tierra que acogía al vivo, cuando era muerto, y a los sudores del día?

¿Por qué miraste de espaldas esa acequia que llevaba versos de remolacha y que al desierto cantaba: metido un odio en la entraña


la tierra parece muerta y sus caminos arañas.? Rosalía…. en un momento de olvido se clava un puñal al alma.

Rosalía, te encontraste con Castilla: una tragedia viva, una secuela mágica.

Lloraste con nuestras lágrimas.


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