AMADA MONTAÑA Album de fotos

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A M A D A M O N TA Ñ A

Carlos Acuña FOTOGRAFÍAS DEL CORNIÓN ALBUM 1






Amada Montaña es el título de una serie de fotografías de los paisajes y las majadas del Cornión, el macizo montañoso más occidental de los Picos de Europa, situado en el norte de España a orillas del mar Cantábrico. Este macizo montañoso fue declarado parque nacional en 1918, el primero de España, y denominado hasta hace poco con el nombre de Parque Nacional de la Montaña de Covadonga. En la actualidad esta zona protegida ha ampliado sus límites y ha pasado a llamarse Parque Nacional de los Picos de Europa. La palabra Cornión proviene de cuerno y con ella se referían los antiguos pobladores de los valles circundantes a las afiladas y verticales cumbres calizas que coronan estos parajes y que superan en ocasiones los 2.500 mts. Rodeadas de profundos cañones y pequeños ríos salvajes estas laberínticas formaciones rocosas están salpicadas por pequeñas y preciosas vegas que, desde tiempos neolíticos, han sido utilizadas como zonas de pastoreo estival de alta montaña. Actividad secular que ha modelado, humanizado y embellecido, si cabe, este paisaje. Estas fotografías de la serie Amada Montaña, tomadas entre los años 2005 y 2012, son la expresión del reencuentro y el amor que por estas montañas siento desde que era niño. Carlos Acuña


Amada montaĂąa Ya tus senos amamantaron Mi primera infancia



CARLOS ACUÑA: LA LUZ EN SU MOMENTO Carlos Acuña ama, desde siempre, la montaña: estos picos de Europa que separan y unen tantas cosas; sin ir más lejos, su infancia y este mismo instante. Carlos Acuña ama el Cornión, esa montaña con un idioma propio que él tan bien conoce, ama la niebla y las nubes que lo acarician, ama este paisaje inclinado, misterioso y salvaje, aún sin adulterar a pesar de la huella imprecisa del hombre, que descubrió cuando niño: las aguas del Dobra desmayándose por sus laderas, la crudeza de las formaciones rocosas de los Urrieles, la nieve reluciendo en Los Lagos que baja la cabeza humildemente ante el sol, los caminos con delirios de serpiente que comunican valles y majadas, el andar sin titubeos del pastor mudándose a los puertos altos de Onís. Porque no hay camino monótono cuando el destino no está en lo más alto de la montaña, cuando la propia montaña es el destino: sus valles, sus picos, sus majadas; las vegas verdes donde brillan las cabañas que humean la mezcla cuajada de las leches de vaca, cabra y oveja antes de llevarla a la cueva que hará de este queso un milagro. No hay camino monótono cuando no cabe la monotonía en los ojos de quien lo transita, lo contempla y lo retrata, cuando uno sabe, y entiende, que un día, no muy lejano, nadie lo recorrerá salvo el crepúsculo. Carlos Acuña ama la montaña. Y por eso la recorre, suavemente, como si fuera el cuerpo desnudo de una mujer, ajustando bien la dosis de su veneno, y la asciende y la desciende con entusiasmo, y la fotografía para afianzarla en la memoria. Esta memoria que nos duele y consuela al mismo tiempo, que corta y abriga, que es soledad pero también refugio. Carlos Acuña fotografía la montaña con la mirada serena y despejada del amante que ama porque no puede evitarlo, que entrega su amor sin pedir nada a cambio. Y eso es lo que le hace capaz de capturar ese preciso instante en que la luz le arranca las ropas al paisaje. La luz en su momento, en su justa medida. Esa luz que, para todos los demás, es luz inesperada. Carlos Acuña ama, desde siempre, la montaña. Y, ahora, sus fotografías nos desvelan que es un hombre con suerte: se trata de un amor correspondido. Julio Rodríguez Gijón, mayo de 2013



El Cornión en Asturias - Sariego, marzo de 2012 Los Picos de Europa, y especialmente el macizo Occidental también conocido como Cornión, están presentes en muchos paisajes de la geografía asturiana. Buen ejemplo de ello es el valle de Sariego, que en esta imagen aparece con la iglesia románica de Sta. María de Nárzana (s. XII) en primer término.

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El río Dobra - Ceremal, julio de 2007

El acceso a estas montañas no es empresa fácil, pues se encuentran rodeadas de ríos, gargantas profundas y obstáculos formidables que la ingeniería moderna apenas nos hace olvidar. El río Dobra desciende rápido y salvaje desde los grandes bosques de Sajambre, hasta entregarse finalmente al río Sella. A lo largo de su curso, solo en contadas ocasiones se toma un descanso.

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Las nubes - Porra de Enol, noviembre de 2010

La vida de las montaĂąas estĂĄ unida a la de las nubes; no en vano, ambas comparten el mismo reino, el de las alturas. La presencia de estas nubes, tanto como su ausencia, enriquece sus paisajes, matizando luces, colores y texturas.

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El lago de La Ercina y la majada de Las Reblagas - La Tiese, febrero de 2011

Fulgor solar sobre azogue de hielo En la majada nieve y silencio Es el invierno

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Cumbres del Cornión - Porra de Enol, noviembre de 2010

Torre de la Canal Parda, Peña Santa, Torre de Sta. María, Torres de Cebolleda, los Argaos y la Altiquera, Porru Bolu, Porru Llagu, el Requexón y los Poyones, vistas desde las proximidades de los lagos de Covadonga, sobresalen en un desierto de nubes, nieve, hielo y frío.

Cuanto más alto Se ve más lejos Pero no mejor Aunque hay excepciones

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El CorniĂłn por el Noroeste - Cordal de Covadonga, marzo de 2011

PeĂąas, picos, torres, agujas, jous, jorcaos, seos, canales, cuenyes, porros, cembas, desventios, playes, llambries, travieses, simas, manantiales, surgencias, jaedos, mazos, mayaes... Es la toponimia del CorniĂłn.

El exceso de luz A menudo Impide ver con claridad

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El deshielo - El río Dobra en la Olla de San Vicente, marzo de 2005 El amante calor de los rayos del sol primaveral insufla vida al agua petrificada en las cumbres que, en un gotear incesante, mana de multitud de rincones en los heleros y busca afanosamente su destino. Las aguas, desmayándose por las laderas, pronto se filtran por las múltiples oquedades y simas del karst. Para reaparecer de nuevo en pequeños manantiales, o brotando impetuosamente en las grandes surgencias de las zonas más bajas. Es la Primavera. 7


La Vega de Enol - mayo de 2009

La nieve fundida empapa los suelos y la acción tonificante del sol hace surgir, como por arte de magia, multitud de flores. Miríadas de brotes despliegan sus alas en las ramas de los árboles y el verdor exquisito de los pastos tiernos brota con fuerza de nuevo. Esta llamada de la naturaleza es poderosa, y hace que el ganado experimentado espere impaciente la inminente orden del pastor para mudarse a los puertos altos, y así disfrutar de los más agradables y suculentos pastizales.

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El mazu de Redimuña - Camino de Vegarredonda, mayo de 2009

Cuando nuestro destino no está definido Ni está al final del todo... O todavía más alto... Ni más allá aún... Entonces la monotonía del camino Se desvanece

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La majada de Las Bobias - Collado Jondón, junio de 2009

Las Bobias y Parres iluminadas por el sol, Brañarredonda y Vega Espines en la sombra, y ocultas pero próximas La Güelga, Belbin, Camplengo, Arnaedo... Son algunas de las majadas en los puertos altos de Onís. Por detrás, la cuenca del río Casaño.

Vegas como esmeraldas Cabañas como rubíes

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Covadonga - Carretera de los lagos, octubre de 2011 El valle por el que corre el río Reinazo termina estrechándose en Covadonga. Guardado por las torres centinelas de su basílica, es lugar de devoción para unos, puerta sagrada para otros y referente épico para casi todos. Al fondo, en el mar de niebla, los resplandores de Cangas de Onís y Arriondas, y, más allá, la cordillera del Sueve.

Los cantos vibrantes de vida De los pájaros del bosque Rasgan el silencio de la noche Anunciando la proximidad del amanecer ¡Chisss! Silencio. Escucha 11


Peña Santa al amanecer por el norte - Collada del Jou Santu, agosto de 2009 Unas pocas nieves perpetuas, vestigio de las antiguas glaciaciones, sobreviven al calentamiento global en lo más alto y recóndito de las montañas, en la umbría de unos pocos jous que actúan como auténticas neveras naturales. El Neverón de la Forcadona, en el Jou Santu, es uno de los mayores de los Picos de Europa, y, a decir de los expertos, no durará mucho más de 20 años. Otro de los ”frutos” de un modo de vida tan excesivo como inapropiado. Cemba es el nombre que los pastores dan a una acumulación aislada de nieve, o a un nevero. Cemba Vieya es el nombre que se daba a un nevero al pie de la Torre de Santa María, visible desde los lagos y desparecido no hace muchos años.

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¡Adiós, Cemba Vieya!


Crepúsculo en los Urrieles - Collada del Jou Santu, agosto de 2009 Bañadas por la suave luz crepuscular y enmarcadas por El Boquete en sombras, destacan las cumbres de Torre Cerredo, Picu los Cabrones, Dobresengos... Muy, muy abajo entre los dos macizos, el río Cares acaricia los huertos de Caín y se interna en la Garganta Divina.

Al final del día Tras extinguirse el fuego en las cumbres más altas Una luz cenicienta y mortecina lo envuelve todo Luego sucede el milagro 13


El lago Enol y la majada de SohornĂ­n - Octubre de 2009

Empieza a clarear Los tonos dorados del sol bajo el horizonte Cobran fuerza por momentos Y ponen en fuga a los azules profundos de la noche Este combate entre opuestos Crea la deliciosa paleta de colores De la luz crepuscular

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La mecedura los ríos - Cordal de Amieva, agosto de 2008 La palabra mecedura hace mención a la confluencia de ríos. En este caso singular, el río Pelabarda, por la izquierda, junta sus aguas con las del Junjumia, que desciende recto desde las alturas, e inmediatamente las entrega al río Dobra, que discurre oculto y encañonado en primer término. Estos son lugares salvajes, solitarios y alejados de toda ruta. El Junjumia, como muchos otros cauces de ríos en Picos, es una trampa para aquellos montañeros poco advertidos que al extraviarse creen resolver su problema “tirando río abajo”.

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Vegarredonda, la majada y el refugio viejo - Collado Gamonal, septiembre de 2009

Verde como una piedra preciosa en un ocĂŠano de roca Caminos tantas veces recorridos Lugares tantas veces visitados Que en ecos de la memoria Vuelvo a descubrir

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Majada de Belbin - julio de 2010

Los pastores de tradición trashumante que aún se mudan con sus rebaños de vacas, cabras y ovejas, incluidos cerdos y gallinas, se pueden contar con los dedos de la mano. Y eso a pesar de que algunas majadas disponen de acceso rodado y otras ventajas que facilitan la estancia. Esta práctica poco tiene que ver con la de aquellos, los más abundantes hoy en día, que se dedican a la ganadería extensiva, que les permite vivir en el valle todo el año, limitándose a subir al puerto, de cuando en cuando, a vigilar sus vacas.

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La majada de Ostón - abril de 2011

La majada de Ostón Cabraliega y asomada al río Cares No está solitaria Pues hay un joven pastor, amante de la montaña Que cuida como si fueran suyas ería y cabañas Es el primero en subir Y baja con la nieve en los talones Mujer ¡anímate! Y dale nuevos hijos a la montaña

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Los caminos del puerto comunican los pueblos del valle y las majadas, o unas majadas con otras. Muchas de estas sendas son adecuadas para el paso del ganado, mientras que otras, con pasos más difíciles y verticales, solo las utiliza el pastor a modo de atajo en sus desplazamientos. Con anterioridad a la existencia de la actual senda del Cares, que hizo fácil lo imposible, unas pocas trochas con trazados inverosímiles permitían el acceso a pequeños pastizales colgados del abismo a lo largo de la garganta. Así mismo, estas sendas hacían posible la comunicación de Caín, en zona leonesa, con algunas majadas y pueblos de Asturias.

La senda del Cares - Collado Torno, junio de 2011

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Acónitum vulparia, vulgarmente conocida como acónito, o matalobos de flor amarilla, y su hermana de flor azul Acónitum napellus, se encuentran frecuentemente en estas montañas. El acónito es la planta más tóxica de Europa, y la segunda en el mundo después de su pariente el acónito indio Aconitum ferox. De 3 a 6 miligramos de sus alcaloides licaconitina, o aconitina, entre 2 y 4 gramos de tubérculo, son la dosis mortal para un hombre.

Como si de un potente veneno se tratase Así es para mí la montaña Su efecto beneficioso Depende de la dosis

Rama en flor de acónito amarillo - El Jondón, Vega Ceñal, Julio de 2010

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La niebla, Siempre la niebla Todo en ella es Magia y misterio

Niebla cerrada en el lago de La Ercina - junio de 2008 21


Las partidas de caza pudieron ser las precursoras de la actividad humana en estos parajes. El pastoreo en Picos es una actividad secular que, a decir de algunos, podría incluso remontarse hasta épocas neolíticas. Las primeras habitaciones se produjeron probablemente al abrigo de cuevas, algunas todavía utilizadas hasta no hace muchos años, o, a falta de ellas, al arrimo de paredes verticales. Y por su parte, el ganado se protegía en pequeños cercados de piedras amontonadas llamados cuerrias.

Cuerria al abrigo de un paré - Majada de la Canaleta, Junio de 2008 22


Collau Jermosa y los puertos bajos de Cangas en el Cordal de Covadonga se funden en oro con los lejanos valles centrales de Asturias.

El Cordal de Covadonga - Porru Llaguiellu, junio de 2012

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Las tinieblas se apoderan de Cuesta Duja y del río Cares, que discurre en lo más profundo del tajo que hay entre los dos macizos. Mientras, Torre Cerredo, Torre de los Cabrones y otras cumbres de los Urrieles gozan aún de los últimos vestigios del día. La majada de la Vega de Ario es una de las más altas de los puertos de Onís y es famosa por los espectaculares paisajes de alta montaña.

Paisajes de Ario - Ario, agosto de 2010

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En lo más profundo de la noche El alma Sobrecogida, extasiada y agradecida Funde en uno solo Lo próximo y lo lejano El uno con el todo

Un océano de estrellas se despliega a lo largo de la costa asturiana. En la lejanía, los resplandores de Gijón, Colunga detrás del Sueve y, más proximas, Arriondas y Cangas de Onís. Un mundo naufragando en la inmensidad del universo que ahuyenta sus miedos avivando más y más fuegos en un vano intento de evitar enfrentarse a la realidad de su existencia.

El Jito - Ario, octubre de 2011

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El Macizo Central - Ario, julio de 2009

La técnica digital, mediante ajustes tonales, permite “calar” la atmósfera interpuesta como si de una película infrarroja se tratase, y de ese modo revelar en toda su crudeza las asombrosas formaciones rocosas del Macizo Central, también conocido como los Urrieles.

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Otro día de duro trabajo en la majada. El fuego calienta la cabaña y ahuma el queso en su primera fase de curación. Pocos días después habrá que llevarlo a la cueva orientada al norte donde, en una atmósfera húmeda, fría y estable, se completará su maduración y se conservará en óptimas condiciones.

Amanecer en la majada - Picu Llucía, septiembre de 2009 27


La majada de Ceñal - junio de 2009

La ruina avanza inexorable sobre las cabañas. En las majadas dominan la soledad y el silencio solo rotos por los esquilones de las vacas y el sonido del viento. Un patrimonio cultural secular que, si algo no lo remedia, terminará siendo tema de otro museo inanimado más.

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VegabaĂąo - Octubre de 2010

Un claro de terciopelo verde en los extensos bosques de Sajambre, cuyos colores otoĂąales anuncian la proximidad del fin de un ciclo, abriendo de nuevo las puertas a los rigores del invierno.

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La majada de Gumartini - Noviembre de 2011 Las noches se alargan hasta lo interminable y el pastor, en la soledad de su cabaña, espera paciente el aliento del nuevo día. Mientras, con el oído atento a cualquier alarma de la reciella, se emboza con las mantas para protegerse del polvo y el frío que las ráfagas de aire introducen por las rendijas de las paredes y la teya vana.

Pronto llegarán las nieves La hora de buscar refugio en el valle esta próxima Pero hoy llueve Llueve Como si nunca fuera a parar

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La Brañona - Vis, diciembre de 2010 Donde la garganta del río Dobra pierde su mayor angostura, al pie del porru Viscoba, unas praderías que la nieve rara vez oculta, con grandes cabañas de cuadra y tenada, son el abrigo que el ganado busca como refugio para pasar el invierno.

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El Mazu la Redondiella - Camino de Ario, abril de 2011

En ocasiones la niebla se vuelve tan densa Que los sonidos se apagan Los ojos apenas alcanzan unos pocos metros Y el resto del mundo desaparece Como si jamĂĄs hubiera existido 32

La mente, solitaria y privada de estĂ­mulos Intenta reconstruirlo Con imĂĄgenes creadas en su interior Y rescatadas de la memoria Que con frecuencia son tortuosas y equivocadas


Claro de luna - Porru Llaguiellu, junio de 2012

En las alturas Como un ĂĄngel exterminador La niebla bate sus alas Acariciando con intenciones dudosas a la Torre de Sta. MarĂ­a Mientras, agazapado en las sombras El Cantu Llimpou contempla impasible el misterio 33


Antonio - Octubre de 2011 En la intimidad de su humilde cabaña, donde solo hay lugar para lo imprescindible, la mezcla recién cuajada de las leches de vaca, cabra y oveja escurre las últimas gotas de suero y coge forma en el arniu. En una soleada mañana, Antonio comprueba que los leños sigan ahumando sobre las brasas, mientras lleva a la cueva unos quesos ya curados por el humo.

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Dicen los pastores de tradición que para poder hacer su trabajo, por su dureza, hay que nacer en ello. A Antonio su familia le encomendó la dura tarea del trabajo en el puerto y para ello fue entrenado desde muy niño. Hoy en día sigue haciendo majada, como su padre y su abuelo, desde que tenía seis años.

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Amanecer - Octubre de 2011

El mundo tiembla El alma tambiĂŠn Solo queda seguir

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En memoria De todos los hombres de la montaĂąa Y sus familias Que a lo largo de generaciones Dieron forma, color y calor A estos parajes

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OBRAS EN CONTRAPUNTO

Sin título - De la serie Piedras, 2001

Sin título - De la serie Piedras, 2002

Dicen que la vida empezó en el mar Y que en su orilla murió el último neandertal ¡Ay, homo sapiens sapiens!

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Sin título - De la serie Piedras, 2002

Al lado de nada Poco Es mucho

Sin título - De la serie Piedras, 2001

Sin título - De la serie Naufragio, 1999

Plegarias de bronce ascienden por la ladera Que solo un espino solitario escucha Mientras ve salir el sol Tras las cumbres del Cornión

Canción de un náufrago Ve al pecio Recoge lo que puedas Y empieza de nuevo Bis

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A MODO DE CURRICULUM Quisiera contar algunos hechos de mi vida pasada que, según creo, son fundamento del trabajo que aquí presento. Para ello, debo empezar contando que mi relación con las montañas se remonta a los primeros años de mi vida, pues, aunque nací en una ciudad, mis veranos transcurrieron al sur de la Cordillera Cantábrica, en el límite de las grandes masas calizas con la incipiente llanura castellana. La situación de la aldea en que pasaba esas temporadas propició que mis primeros pasos fueran, a menudo y cada vez más, por terrenos abruptos, rocosos e inclinados, a los que parece que pronto fui cogiendo el gusto. Al mismo tiempo, según iba creciendo, tuve la oportunidad de presenciar y participar, como otros niños, en diferentes actividades agrícolas de la temporada estival en esa zona de los altos valles leoneses. Estar cerca de los vecinos, de sus animales y de las labores diarias del campo, ayudar-jugar en la era con la trilla, o esperar el regreso del pastor, que, ausente con los rebaños desde el amanecer hasta la caída del día, era para mí tan atractivo como enigmático. Esas experiencias, que me ponían en contacto con nuestro pasado remoto, con lo primitivo y no adulterado, fueron adquiriendo progresivamente estatus de normalidad, y acercándome a ese mundo, con un gusto que nunca me abandonó. También, y según crecía, crecían los paseos que con frecuencia daba con mi abuelo por los alrededores, que pronto se convirtieron en largas marchas por las entonces remotas aldeas de montaña próximas, y que a menudo nos tenían alejados de casa durante todo el día.

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Estos paseos, que de la mano de mi abuelo en ocasiones se convertían en auténticas aventuras, fueron aproximándome más y más y de una manera inadvertida hacia la naturaleza. Manantiales, arroyos, bosques, cuevas, rocas, cimas y todas aquellas pequeñas cosas que a diario frecuentaba terminaron por ser parte indeleble de mi ser. A esto habría que añadir la afición al excursionismo y la acampada por parte de mis tíos maternos, a los que tenía la suerte de acompañar a menudo, a las que también se sumaron mis padres, y que terminaron por hacer que, con muy pocos años, para mí cosas como montar una tienda de campaña, encender un fuego, manejar un infiernillo de petróleo, hacer una mochila, etc. no tuvieran apenas secretos. Esta fue mi iniciación infantil a la montaña, sencilla pero muy intensa, que se vio definitivamente reforzada por la experiencia de la alta montaña cuando con apenas 10 años tuve la fortuna de participar en una excursión escolar que a lo largo de un par de semanas me dio la oportunidad de conocer los sitios más significados del Cornión. En esos días, impresionado por todo lo que me rodeaba, quedaron grabadas en mi retina, como al recién nacido el rostro de su madre, la belleza idílica de la Vega de Enol o los sobrecogedores paisajes de la alta montaña en el Jou Santu. Paralelamente, pero esta vez en la ciudad, comienza mi relación con la fotografía en el laboratorio y estudio de mi padre, donde el olor de los productos químicos, el calor de la esmaltadora, las luces rojas de seguridad o las sobrevoltadas de los focos del estudio penetraban por mis sentidos sin apenas darme cuenta. Pronto comencé a ayudar jugando en pequeñas tareas, que se fueron complicando según crecía y adquiría al-


gunas destrezas del oficio. Luego, las ayudas al salir de clase y en tiempo de vacaciones se hicieron cada vez más frecuentes, adquiriendo poco a poco un grado de obligación que me llevó a dejar los estudios y a dedicarme profesionalmente durante años al trabajo como fotógrafo industrial y publicitario. A pesar de eso, mis primeros afanes creativos nacieron con una cámara de cine de ocho milímetros, que luego se convirtieron en dieciséis, y que durante unos años fueron mi auténtica afición. Así, años antes de cumplir los veinte, un gran proyecto de cine documental me hizo soñar a diario con planos, enfoques, secuencias, sonidos y todos los recursos del lenguaje fílmico que permitieran reflejar la naturaleza y la vida de las gentes de estas montañas a lo largo de las estaciones del año.

si no más bien porque, a mi modo de ver, este conjunto de vivencias personales son el sustrato que alimenta el trabajo que aquí muestro. Son pequeños aportes a un todo, como el entramado de raicillas que absorbe los nutrientes en el subsuelo, y que la ósmosis empuja convergiendo hacia un punto, donde salen a la luz como un único elemento. Y brota como un brinzal que, en un rodal del bosque, a pesar de sequías, inundaciones, heladas y ventiscas, sobrevive, y de cuando en cuando da una flor. José Carlos Acuña Fernández Gijón, mayo de 2013

Estos sueños e ideas, primera fase de cualquier actividad creativa, apenas pudieron tomar cuerpo en unos pocos metros de película sin importancia, demostrándose, así, mi excesiva juventud y falta de preparación para llevar a cabo un proyecto de esa envergadura. Solo ahora, después de muchos años, esos sueños frustrados se materializan y encuentra alguna satisfacción en esta exposición que, aunque de un modo inesperado y mucho más humilde, sigue la idea básica de aquel proyecto de juventud. En esa época y también de la mano de mi abuelo David Fernández, poeta de baladas asturianas, soñador y ebanista, di mis primeros pasos por los senderos de la madera. Todo esto que cuento no deja de ser otra cosa que las anécdotas, pequeños sucesos, vivencias y emociones que tejen la vida de cualquiera de nosotros. Y si lo cuento aquí no es porque considere que sean algo por sí mismo notable o reseñable,

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AMADA MONTAÑA, UNA MIRADA QUE HABLA Cuando acepté, agradecido y honrado, la invitación de Carlos Acuña a escribir unas líneas sobre su última obra Amada Montaña, no me imaginé la dificultad de hacerlo bajo los efectos de una avalancha de sugerencias, resonancias, evocaciones, emociones… A medida que me internaba en su complejidad más entraba en un dialogo subjetivo con ella. Consentí en escribir estas letras a partir de ello aun a riesgo de distanciarme del lector. Si así sucediera me disculpo por adelantado. Si la mayoría de las creaciones artísticas parten de la historia del arte, de las obras de otros creadores y organizan sus componentes de manera nueva y diferente, me parece que en este caso la originalidad, el origen, surge de una experiencia enigmática. Se me representa el trabajo de elaboración de esa experiencia enigmática bajo la forma de un viaje, librado al encuentro y la aventura, por múltiples niveles espacio-temporales. Un recorrido en banda de Moebius que pone en continuidad y simultaneidad: la travesía solitaria de la montaña, la experiencia subjetiva, única y particular, de la propia vida, y la relación del hombre con su entorno durante los cien mil años de su existencia. La rememoración de determinadas formas de intercambio entre hombre y naturaleza a lo largo de la historia cobra todo su relieve precisamente por encontrarse casi sepultadas en la actual sociedad: saturada, abrumada, desbordada y dependiente de todo tipo de cachivaches tecnológicos. Mediante dicha evocación la naturaleza parece ofrecer refugio a la inquietud y desamparo crecientes de los humanos en una sociedad de soledades. Las formas de vida no extinguidas y menos violentadas por la civilización industrial y urbana se refugian en rincones cada día más reducidos. Hemos pasado en muy poco tiempo de protegernos y defendernos de las inclemencias y desastres naturales a crear las condiciones para causarlos. La huella ecológica de nuestra civilización supera los límites soportables por la Tierra. ¡Adiós, Cemba Vieya! Si bien Covadonga ya ocupó un lugar destacado en el origen de la novela nacional española, desde que la Montaña de Covadonga fue declarada Parque Nacional, el primero de España en 1918, el imaginario colectivo no ha dejado de crecer, reforzado por millones de visitas y sus correspondientes fotografías de todo tipo.

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Parecería difícil en las circunstancias mencionadas crear algo nuevo. Amada Montaña es lo nuevo inesperado, construido desde otro lugar y con otros elementos. Un poderoso deseo en la mirada caza y elabora imágenes inéditas e insólitas que logran apaciguar su voracidad. Estas imágenes captando las sutiles relaciones entre la tierra, el agua, el aire, el fuego solar en forma de luz y las huellas de la acción humana fabrican un imaginario tan potente que no sólo se hace mirar sino también oír. Por ello el autor se ve empujado a poner palabras. Lo hace con un decir doble: por un lado un decir que ordena, describe, nombra los rasgos diferenciales con nombres comunes: peñas, porros, jous…muchos de ellos del habla local; las singularidades con nombres propios: Peña Santa, Collau Jermosa…Antonio. Por otro lado un decir poético, palabras inspiradas, para decir lo indecible, lo real que afecta y hasta estremece cuerpo y alma. Entre este doble decir y el prevalente imaginario, los goces del autor (como veneno cuyo efecto beneficioso depende de la dosis) trenzan la relación que da consistencia a la Obra.

nos diga hasta lo imposible de cualquiera y aun a sabiendas de lo abusivo de la pretensión no dejamos de emitir un juicio aunque sea íntimo. ¿Por qué el paisaje atrae irresistiblemente a los humanos? Además de conjurar las amenazas de la naturaleza y reconciliarnos con ella, quizás una de las razones principales radique en su heterogeneidad. Disfrutar de la diversidad y la diferencia no resulta fácil y sencillo, enseguida algo de los otros o de nosotros mismos nos contraría, molesta, no encaja en nuestros goces o ideales y el mal humor, pequeño o grande, aparece. Cuando en el paisaje los diversos elementos encajan proporcionadamente, sugieren en nosotros una posible conciliación de nuestra propia división y logra la siempre anhelada paz de espíritu. Nos acercamos a la montaña, en un rincón de aguas en calma, el grabador de luz nos desvela algunos de sus secretos. Descubre a la luz, a la vegetación y al agua en calma jugando a reflejarse y dispersarse entre sí, entra al juego mediante la adicción y sustracción de colores para entregarnos una explosión de exquisitos y matizados verdes que ocupan el centro del espectro visible de nuestros embelesados ojos.

Introduzcámonos en la Exposición, acompañemos al explorador, cazador- recolector en su viaje por la montaña. Justo de equipaje y armado con su cámara, desde la lejanía y al primer disparo cobra una magnifica pieza, un delicioso paisaje. Caben en la profundidad espacial de esta imagen multitud de elementos que parecen estar posando pacientemente a la espera de que Carlos nos regale con su contemplación. Adoramos la figura humana, especialmente la propia, no dejamos de mirar para ella, para gusto o disgusto, para satisfacción o tormento, aprobación o reprobación, esperamos que

Ya en la soledad de las cumbres, los seductores juegos de la luz y el agua transmutada en nieve y nubes visten de blanco a la amada haciéndola visible desde lejanas distancias para quienes la buscan con la mirada. Pero tras la belleza desvelada se muestran las duras aristas, lo abrupto, lo inhóspito, el frio y la soledad del invierno en las cumbres. Audaz metáfora de un deseo congelado. El deshielo primaveral reinicia el ciclo de la vida en la montaña. Evoca a su vez el deshielo de un deseo de juventud del

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autor, realizar una película sobre esta montaña amada desde la infancia. La montaña se hace acogedora y habitable. En un recodo del camino, al pie de un frondoso árbol, el destino aparece entre interrogantes ¿Qué he hecho de mi vida, que dejaré en el mundo, como me recordarán? La respuesta se produce en el acto de creación de la obra. La obra, cobrando vida propia, generará a su vez nuevos amores, deseos y satisfacciones. Así, en acto, se define y labra un destino. El camino continúa entre majadas cada vez más habitadas y escarpados picos. Los fecundos momentos de despertar engendran paisajes oníricos en los que se escucha el canto de los pájaros entremezclado con murmullos lejanos. El viajero, atento, no descuida los delicados detalles. El grabador de la luz, rozando los límites de los rayos infrarrojos y ultravioleta, muestra cielos, luces y colores invisibles para el habitante de la ciudad. El paisaje se transforma en pura poesía bucólica. Entre luces y sombras, tras los arboles dorados por el otoño, durante un instante que atraviesa seis siglos, creemos vislumbrar la imagen indeleble creada por el poeta: Moza tan fermosa non vi en la frontera como una vaquera…Después en la niebla privados de estímulos nos percatamos de que el exceso de los mismos nos extravía tanto como su ausencia. Al final del camino y de la obra nuestro viajero se reencuentra con el pastor que modela estas montañas. Ambos se reconocen en el amor por esta montaña y en sus respectivas obras construidas con todo el ser. Al despedirse Antonio regala a Carlos su palo de pastor. Quizás en ese momento Carlos recordó el mástil troceado, signo y símbolo de su anterior obra Naufragio y que figura en

la presente exposición. Quizás en el instante en el que -durante la travesía- se le ocurrió una canción, se dio cuenta de que ya no canturreaba, desde hacía tiempo, la canción de un náufrago. Quizás no haya sucedido así, poco importa cómo ha sido. En un nuevo amanecer talmente parece que nuestro caminante sigue haciendo camino adentrándose en la mar. Muchas gracias, Carlos, por tu obra y amistad. Gijón, mayo de 2013 Eduardo Fernández Sánchez

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DATOS TÉCNICOS Páginas: 1,4, 7, 11, 13, 19, 20, 23, 24, 25, 31, 32, 33, 34, 35 y 36: Fotografía digital en papel de algodón y tinta pigmento. Páginas: 2, 3, 5, 6, 8, 9, 10, 12, 14, 15, 16, 17, 18, 21, 22, 26, 27, 28, 29 y 30: Fotografía digital, montaje panorámico, en papel de algodón y tinta pigmento. Páginas: 38 y 39 (1 y 2): Fotografía - Emulsión de gelatina y sales de plata sobre piedra, virada al selenio Página: 39 (3): Escultura en madera, acrílico DATOS BIOGRÁFICOS 1951 - Año de nacimiento 1972 - Participo con mi padre Jose Luis Acuña en la exposición Variaciones, en la Caja de Ahorros de Asturias de Gijón 1975 - Exposición individual en la Galería Tantra de Gijón 1995 - Exposición individual en el Museo Evaristo Valle de Gijón 1998 - Exposición individual en el Museo Antón de Candás

© CARLOS ACUÑA Fotografías y textos Edición, maquetación e impresión www.jousantu.com © JULIO RODRÍGUEZ, Carlos Acuña: La Luz En Su Momento © EDUARDO FERNÁNDEZ, Amada Montaña, Una Mirada Que Habla Este Album de Fotografías incluye todas las obras (fotografías, fotografías sobre piedra, escultura y textos) presentadas en el año 2013 en la Galería Cornión de Gijón. Edición rústica en papel fotográfico mate y tinta pigmento. Gijón, marzo de 2015

EJEMPLAR Nº:

DEPÓSITO LEGAL: AS-01554-2013




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