Saltar a ciegas

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NARRACIÓN ESCRITA/Profesor Nicolás Alonso/Josefa Soto.

Saltar a ciegas Alejandro Arellano es el único atleta paralímpico chileno que practica salto largo. Tuvo un desprendimiento de retina que lo hizo pasar por más operaciones de las que puede recordar y que lo dejaron prácticamente ciego. Hoy sólo puede ver el 10% del mundo.


Alejandro

Arellano

estaba

en

posición

para

comenzar

la

carrera: rodillas flectadas, una mano en el suelo, esperando el sonido de partida. Sintió nervios y miró a un lado para ver a su guía, pero no vio nada. Todavía tenía esa costumbre, a veces se le olvidaba que había perdido el 90% de su vista. Partió, corrió y ganó. Hizo una marca de un minuto con cuatro segundos,

suficiente

para

clasificar

a

los

Juegos

Parapanamericanos de 2011. Dice que esa fue la primera vez que se sintió exitoso desde que había quedado ciego. Venía corriendo desde que tenía cinco años. Destacaba en competencias escolares, corría y también hacía salto largo y alto. Para ese entonces, Arellano podía ver perfectamente sus zapatillas, la pista, el foso, la arena y la colchoneta. Cuando cumplió 17 llevaba una carrera prometedora. Un día se dio cuenta de que no veía bien la pizarra y lo llevaron a la clínica. La sorpresa fue grande, Arellano había tenido un desprendimiento de retina del ojo izquierdo. Tuvo más de 15 operaciones en dos años, dice que no las cuenta ni las contó, que tiene bloqueados esos dos años. Los resultados no fueron favorables, perdió la vista total de su ojo izquierdo. Trató de comenzar a hacer su vida, volver a la rutina.

Ingresó

a

estudiar

Ingeniería

en

Informática

e

incluso aprendió a manejar. Eso, hasta que todo volvió a


empezar: ahora era su ojo derecho. Hoy tiene un campo visual tan reducido que dice, es como ver por una bombilla. Pasó meses encerrado en su casa, hasta que conoció la Escuela de Ciegos Hellen Keller. En ese lugar se reencontró con el atletismo. Lo vieron algunos entrenadores y le dijeron que era bueno, que era rápido, que se entrenara. Lo hizo y clasificó a los Juegos Parapanamericanos de 2011. Sintió

que

le

habían

devuelto

la

vida.

Eso

le

dio

la

confianza para hacer lo que realmente le apasiona: el salto. Es el único atleta paralímpico en Chile que practica esa disciplina. El salto es otra historia. Arellano puede ver el foso de arena hasta un segundo antes de comenzar a correr. Mientras corre, su guía le cuenta los pasos y la bombilla se va cerrando. Luego todo se vuelve negro. Una vez que cae al foso, Arellano trata de imaginarse cuántos metros saltó. Ahora está sentado en un restorán y reflexiona: “Es súper fuerte decir que quizás me ha ido bien sólo porque soy ciego. A veces no sé si cambiaría lo que me pasó, ¿Volvería a quedar ciego?” Pero no termina la frase. Lo interrumpe un mesero que le pregunta si quiere algo más. Arellano escucha su voz y voltea su cabeza para mirarlo. Le dice que no, y después


sonríe. Todavía se le olvida. “Sólo cuando no puedo hacer algo, me acuerdo que soy ciego”, dice.


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