1 minute read
Nadie en menos de cuarenta
Sebastián Lohengrin y Niet Nom se reúnen en un viejo café. Se sientan en la terraza, al alero de un techo de tejas. El cielo da muestras de otoño en sus nubes altas que tientan cubrirlo y en las hojas que alfombran la calle. Oscurece.
El mesero trae dos cafés sin preguntar. Sonríe levemente, los conoce. La noche será larga y profunda, llena de frases que él seguirá repitiendo hasta que regresen con nuevas palabras.
Advertisement
Por unos instantes, el silencio entre ambos es absoluto, no así en la ciudad, siempre bulliciosa. En el centro de la mesa titila la llama de una pequeña vela cuya luz danza sobre las añejas facciones de los hombres.
El mesero, dedicado calígrafo defenestrado por la modernidad, ha pedido autorización a los dos hombres para transcribir las palabras que escuche. Ellos han aceptado.