Castillos de Sabiote y Lopera

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FORTIFICAÇÕES E TERRITÓRIO NA PENÍNSULA IBÉRICA E NO MAGREB

APOIOS

Fundação para a Ciência e a Tecnologia MINISTÉRIO DA CIÊNCIA, TECNOLOGIA E ENSINO SUPERIOR

Direcção Regional de Cultura do Alentejo

UNIÃO EUROPEIA

PROGRAMA OPERACIONAL FACTORES DE COMPETITIVIDADE

Fundo Europeu de Desenvolvimento Regional

FORTIFICAÇÕES E TERRITÓRIO NA PENÍNSULA IBÉRICA E NO MAGREB

(SÉCULOS VI A XVI) Coordenação de

Isabel Cristina F. Fernandes

Vol. II

A obra colectiva Fortificações e Território na Península Ibérica e no Magreb (séculos VI a XVI) oferece aos investigadores e ao leitor comum interessado nestas maté­rias, distintas leituras do castelo, algumas com claro cariz monográfico, algumas tocando as transformações dos períodos de transição, a montante e a jusante, outras preferindo trabalhá-lo na dimensão do território, valorizando os contribu­tos das fontes escritas ou os da arqueologia, outras ainda conduzindo o enfoque para questões de restauro, gestão e valorização patrimoniais. Isabel Cristina F. Fernandes Coordenadora científica da edição

II

ISBN 978-989-689-374-3

FORTIFICACOES VOL.2(6-10-2014).indd 1

23-10-2014 15:54:56


Biblioteca Nacional de Portugal – Catalogação na Publicação

FORTIFICAÇÕES E TERRITÓRIO NA PENÍNSULA IBÉRICA E NO MAGREB (SÉCULOS VI A XVI)

Fortificações e território na Península Ibérica e no Magreb (séculos VI a XVI) / coord. Isabel Cristina Ferreira Fernandes. – (Extra-colecção) 2º v. – 380 p. – ISBN 978-989-689-374-3 I – FERNANDES, Isabel Cristina F., 1957CDU 904

Título: Fortificações e Território na Península Ibérica e no Magreb (Séculos VI a XVI) – Volume II Coordenação: Isabel Cristina Ferreira Fernandes Edição: Edições Colibri/Campo Arqueológico de Mértola Capa e separadores: DCCT – Câmara Municipal de Palmela Revisão dos textos: I. C. Fernandes; J. F. Duarte Silva; Patrice Cressier Depósito legal: 368 239/13

Lisboa, Dezembro de 2013


Sabiote y Lopera, dos fortificaciones calatravas en la frontera del Alto Guadalquivir: nuevas aportaciones desde la investigación arqueológica JUAN CARLOS CASTILLO ARMENTEROS Área de Historia Medieval. Grupo de Investigación del Patrimonio Arqueológico de Jaén. Universidad de Jaén

JOSÉ LUIS CASTILLO ARMENTEROS Excmo. Ayuntamiento de Alcaudete

MIGUEL RUIZ CALVENTE Instituto de Enseñanza Secundaria María Bellido, Bailén, Jaén

JOSÉ LUIS PANTOJA VALLEJO Excmo. Ayuntamiento de Lopera

1. Introducción

E

N el Congreso sobre castillos celebrado en Palmela (FERREIRA, 2002) presentábamos algunos ejemplos de las transformaciones que sufrieron varias fortalezas de la Provincia de Jaén a tenor de los resultados de las investigaciones arqueológicas realizadas en sus recintos (CASTILLO Y CASTILLO, 2002), en esta ocasión ampliamos la nómina, incorporando los últimos resultados de dos nuevas actuaciones, actualmente en vías de ejecución, que nos están ofreciendo nuevas interpretaciones e hipótesis de trabajo que han cambiado sustancialmente lo hasta el momento publicado sobre las mismas. El territorio del Alto Guadalquivir (Fig. 1-A) se caracteriza por un importante nivel de fortificación, una cualidad que hunde sus raíces en épocas prehistóricas dado el carácter estratégico de esta zona, particularidad que se revitalizó a lo largo de la Edad Media como consecuencia del establecimiento de una frontera territorial entre los reinos de Castilla y Granada entre los siglos XIII-XV. Esta situación de frontera territorial permitió la continua y compleja transformación de las estructuras defensivas allí edificadas, lo que ha supuesto la conservación de fortalezas que muestran claramente los cambios introducidos, los cuales están siendo registrados gracias a distintas actuaciones arquitectónicas y arqueológicas bajo la dirección y coordinación de los miembros del Área de Historia Medieval de la Universidad de Jaén. Prueba de ello son los resultados obtenidos en los castillos de Sabiote y Lopera, dos fortalezas edificadas por la Orden de Calatrava en sus demarcaciones señoriales del Alto Guadalquivir (Fig. 1-B, C, D), cuya estructura y organización militar primigenia fue ampliamente transformada en varios momentos cronológicos, proceso que culminaría en los albores del siglo XVI, lo que determinó que las mismas quedaran enmascaradas tras numerosos elementos arqui-

tectónicos, que ahora vuelven a realzarse e interpretarse, permitiéndonos volver a definir su estructura original, así como determinar otros aspectos importantes como su capacidad defensiva, su cronología, la funcionalidad de sus habitáculos, etc pero de forma paralela, el análisis de las fuentes escritas está facilitando interrelacionar estos cambios con determinados episodios y acontecimientos históricos. 2. Localización geográfica Las fortalezas que analizamos en este trabajo se ubican en dos puntos distantes dentro de las demarcaciones territoriales que la Orden de Calatrava poseía en la actual Provincia de Jaén (Fig. 1-C). El primero de ellos, el Castillo de Sabiote ocupa el sector central de la Campiña Jiennense, más concretamente en la zona conocida como Loma de Úbeda. Emplazándose en un punto de gran valor estratégico al contactar visualmente con amplios territorios del Valle del Guadalimar, la Campiña Norte y las estribaciones montañosas de Segura, Cazorla y Sierra Morena. El segundo ocupa un emplazamiento limítrofe con la Provincia de Córdoba, situándose en el extremo Noroeste del señorío que consolidó la Orden en el sector occidental del antiguo Reino de Jaén (Fig. 1-D), junto a una de las vías de comunicación más importantes que discurría por el cauce del río Guadalquivir. 3. El señorío de la Orden de Calatrava en el Alto Guadalquivir Una vez finalizada la conquista del Alto Guadalquivir Fernando III emprendió la reorganización de los territorios conquistados, para ello diseña una nueva organización territorial apoyándose en dos modelos de articulación del espacio ya experimentados: el realengo y los señoríos (Fig. 1-C). Con ella

Fortificações e Território na Península Ibérica e no Magreb (Séculos VI a XVI), Lisboa, Edições Colibri & Campo Arqueológico de Mértola, 2013, p. 495-516.


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acomete el dominio político y militar del territorio conquistado, a la vez que promueve su repoblación y su explotación económica (CASTILLO, 1998; CASTILLO Y ALCÁZAR, 2006). Una de estas amplias demarcaciones territoriales convertidas en señorío fue entregada a la Orden Militar de Calatrava en un sector fronterizo de vital importancia para los conquistadores castellanos dada su proximidad a las tierras de Granada y Córdoba (RODRÍGUEZ, 1974-75: 65; RODRÍGUEZ, 1978: 7-8; MONTES, 1993: 39-40), y a las principales vías de comunicación de la zona. Donación efectuada con el objetivo de garantizar la seguridad de la frontera y asegurar las posiciones cristianas más avanzadas, lo que permitirá repoblar los territorios conquistados (GONZÁLEZ, 1993). El origen del patrimonio de la Orden de Calatrava en el Alto Guadalquivir surge en la primera mitad del siglo XIII, al convertirse la milicia calatrava en una de las vanguardias de las tropas castellanas durante las campañas desarrolladas por Fernando III en este territorio (MENÉNDEZ, 1955; GONZÁLEZ, 2000; CASTILLO Y ALCÁZAR, 2006). Gracias a su activa colaboración el monarca castellano les hizo entrega de numerosas donaciones. Así en 1228 les concede la fortaleza de Martos con todos sus términos, junto con Porcuna, Víboras y veinte yugadas de tierra en Arjona, cuando las mismas fueran conquistadas (A.H.N., 1228; ORTEGA et alii, 1761; GONZÁLEZ, 1980). Las posesiones de la Orden se incrementarían gradualmente a medida que avanzó la conquista, así en 1240 se le concedió las fortalezas de Locubín y Susana, en 1245 Alcaudete y Priego de Córdoba. Patrimonio que fue completado por el rey Alfonso X con la cesión en 1257 de la villa de Sabiote y en 1272 Alcalá la Real (RODRÍGUEZ, 1974-75: 63; MONTES, 1993: 41; GONZÁLEZ, 1993: 545), incrementándose temporalmente en 1300 con la incorporación de Santisteban del Puerto, donada por el rey Fernando IV (MERCADO, 1997: 183, 327-331, 331-332) (Fig. 1-C). Un mapa territorial que fue transformándose a lo largo del siglo XIV, debido fundamentalmente a los frecuentes avances y retrocesos de la frontera, con la continua perdida y recuperación de algunos núcleos situados en ella, o bien, con las adhesiones obtenidas gracias a donaciones, o incluso a través de nuevas adquisiciones e intercambios (RODRÍGUEZ, 1974-75: 66). De esta manera la Orden de Calatrava adquirió un extenso territorio situado en el extremo Suroeste de la actual provincia de Jaén (Fig. 1 – C,D), controlando amplias zonas de la Campiña y buena parte del piedemonte de las Sierras Sur, desde el cual ejercía un exhaustivo control de las principales vías de comunicación que unían Jaén con Córdoba y Granada. Tras la configuración de su espacio señorial, la Orden emprendió una significativa labor de fortificación (CASTILLO Y CASTILLO, 2003), con el objetivo de controlar militar y administrativamente este amplio territorio fronterizo1. Prueba de ello, son las numerosas atalayas, torres y castillos rurales edificados en las demarcaciones de las Encomiendas, conformando una sólida barrera defensiva-ofensiva2

que obstaculizaba el acceso al epicentro de su señorío emplazado en la villa de Martos. Tras la formación y organización del señorío, resultaba vital su repoblación y explotación económica, lo que le permitiría generar las rentas necesarias para el funcionamiento de esta institución feudal. De ahí que para poder emprender esta labor, era indispensable ofrecer una mínima organización territorial y una relativa seguridad a los nuevos colonos y repobladores. Para cubrir este objetivo la Orden de Calatrava, siguiendo una costumbre, ya ejecutada en el Campo de Calatrava (RODRÍGUEZ-PICAVEA, 1994), estructura el territorio en encomiendas (MENDOZA, 1996; AYALA, 1999) o circunscripciones asignadas a un miembro de la institución con el fin de que lo administrase económica y jurídicamente, a la vez que garantiza su defensa. Creando un modelo de ocupación muy jerarquizado (CASTILLO Y CASTILLO, 2003) en el cual el núcleo de población que presidía la encomienda y ocupaba la cúspide de la pirámide, era por lo general una población que identificamos como un antiguo in, emplazado sobre importantes posiciones estratégicas y dotados de significativas estructuras de fortificación, como es el caso de Sabiote, o bien establecidos sobre estratégicas alquerías (Qarya), como ocurrió con Lopera.De esta manera el castillo se convirtió para la Orden en la base de su organización territorial (VILLEGAS, 1991; AYALA, 1993; 1996, RODRÍGUEZ-PICAVEA, 2001). Todas estas fortalezas no solo jugaron un importante papel fronterizo como consecuencia de la expansión territorial emprendida por los ejércitos castellanos durante los siglos XIII y XIV, si no que en la segunda mitad del siglo XV, volvería a adquirir protagonismo, como consecuencia de los enfrentamientos nobiliarios desarrollados durante el reinado de Enrique IV, que enfrentó a los partidarios del monarca castellano contra los seguidores de una coalición nobiliaria encabezada por D. Pedro Pacheco, Marqués de Villena y D. Pedro Girón, Maestre de Calatrava participando activamente en el conflicto los miembros de la Orden (CARRIAZO, 1940; CUEVAS, DEL ARCO Y DEL ARCO, 2001; RODRÍGUEZ, 1996). 4. Las transformaciones introducidas en las fortificaciones islámicas. aportaciones desde la investigación arqueológica Tras la conquista de la mayor parte del territorio del Alto Guadalquivir en el siglo XIII, la actividad constructora de elementos defensivos continuó dada la proximidad del reino Nazarí de Granada, y los conflictos nobiliarios que caracterizaron la Baja Edad Media. A pesar de ello, fueron muy pocas las fortificaciones construidas de nueva planta, que por lo general siempre se erigieron en las proximidades de dicha frontera, entre ellas la fortaleza de Lopera. Mientras que la mayor parte de las obras emprendidas, se limitaron a transformar las antiguas fortalezas islámicas, adaptándolas a las nuevas necesidades defensivas, como consecuencia de la generalización de las armas de fuego.


Sabiote y Lopera, dos fortificaciones calatravas en la frontera del Alto Guadalquivir…

Los resultados obtenidos en recientes investigaciones arqueológicas efectuadas en las fortificaciones de varios de los principales centros de las encomiendas calatravas del Alto Guadalquivir confirman la transformación que sufren las primitivas fortificaciones islámicas tras su incorporación al señorío calatravo. Pero al mismo tiempo muchas de estas fortificaciones también fueron transformadas durante los siglos XIV y XV por los propios comendadores convirtiéndolas en emblemáticas residencias rurales, en unos casos dotándolas de altas torres de homenaje y de otras dependencias, mientras que en otros, junto a los sectores defensivos surgen un área residencial, que se articula en torno a un patio porticado, que transforma la antigua plaza de armas3. La desaparición del reino nazarí de Granada, y por tanto de la frontera a finales del siglo XV, trajo consigo el fin de la actividad edilicia en los elementos fortificados en el Alto Guadalquivir, circunstancia que incluso se acentúa durante el reinado de los Reyes Católicos, que con el objetivo de acabar con los conflictos nobiliarios, ordenan la inutilización de algunas fortalezas, al tiempo que prohíben la construcción de otras nuevas y la reparación de las antiguas. Pese a ello, en el Alto Guadalquivir, algunos señores omitiendo las prohibiciones reales edificaron nuevas fortalezas dotadas de novedosas innovaciones técnicas de carácter militar, a la vez que las convierten en cómodas residencias palatinas (COOPER, 2001; COBOS, 2002), como ocurrió con el castillo de Sabiote, mandado reformar por Francisco de los Cobos, Secretario de Carlos V. Cambios de función y reformas que están siendo clarificadas a partir de actuaciones arqueológicas lo que está permitiendo conocer con detenimiento la gran transformación que sufren estos edificios, cambios que prácticamente no aparecen recogidos en las fuentes escritas, o lo hacen de manera muy limitada, como se desprende de las referencias recogidas en los libros de visitas de los siglos XVI, Actas Capitulares o incluso las Relaciones Histórico-Geográficas de Felipe II (VILLEGAS Y GARCÍA, 1976; CASTILLO, 2000). En todas estas fuentes se recogen datos muy escuetos sobre la propiedad, su pésimo estado de conservación, su abandono definitivo, su destrucción y utilización de sus materiales constructivos, los costes de su reparación, etc., pero prácticamente nada sobre su estructura interna y como su nuevo uso, si lo tuvo, transforma la fortificación. 5. El castillo de sabiote Han sido varias las actuaciones arqueológicas desarrolladas en esta fortaleza (CASTILLO et alli, 1999; CASTILLO et alli, 2010). Lo que ha permitido determinar en profundidad cual ha sido su evolución histórica y arquitectónica. La posición estratégica que ocupa el municipio de Sabiote dentro de la Loma de Úbeda, fue determinante para que los musulmanes, una vez conquistada la Península Ibérica establecieran en ella un pequeño asentamiento.

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in abiyuo Las fuentes árabes de principios del siglo XII y más concretamente Yaqut al-Hamawi cita la fortaleza de ibyaw o abiyū como perteneciente al distrito de Ubbada (Úbeda) (AGUIRRE, 1982) o incluso como in abiyuo (VALLVÉ, 1969). Estos datos indican que tras la conquista en Sabiote se asentó una comunidad islámica, dando lugar a un pequeño núcleo que con toda posibilidad ocuparía una zona que comprendería el sector más oriental de municipio (Fig. 2A, C). Los sondeos practicados tanto fuera como dentro del actual castillo-palacio han verificado la existencia de una ocupación antigua, adscribirle al periodo Emiral – Califal (HORNOS et alii, 1987; SALVATIERRA Y CHOCLÁN, 1986; CASTILLO Y CASTILLO, 1997; 1999; 2003), sin que pudiera confirmarse su relación concreta con estructuras de hábitat o fortificación, pudiendo pertenecer a un in refugio emplazado en un punto elevado y de fácil defensa. Se trataría por tanto de un lugar de refugio dotado de una cerca o muralla de tapial de tierra (Fig. 2A, B), que sería utilizado, como lugar de defensa común para todas las comunidades de aldea que habitaban en las alquerías emplazadas en sus inmediaciones, principalmente las distribuidas por las vertientes que descienden al valle del Guadalimar (CASTILLO Y CASTILLO, 1999; 2003: 194, Fig. 19). El desarrollo de este núcleo de población se acelerará a medida que los ejércitos cristianos se aproximan al valle del Guadalquivir, y sobre todo una vez que se producen las conquistas de Toledo y la zona de la Mancha. Este hecho determina que numerosos pobladores procedentes de esta zonas se asienten en la Cora de ayyn (Jaén), generando un significativo desarrollo de los centros urbanos y otros núcleos estratégicos. El centro urbano de Sabiote experimentó una notable expansión hacia el Sur y Suroeste, ampliándose su lienzo amurallado hasta englobar las nuevas áreas de ocupación (CASTILLO Y CASTILLO, 1999) (Fig. 2A, B). A este momento también pertenecen las reformas efectuadas en el antiguo recinto de muralla, sobre todo en el sector Nororiental, donde a los lienzos de tapial se les adosa varias torres, que no solo incrementan la capacidad defensiva de este sector, sino que pretendían mejorar notablemente la estabilidad de las obras, paliando los daños y fracturas que ocasionaba en ellos los desplazamientos de la base geológica (Fig. 2D; Fig. 3A, C, D; Fig. 5). Se trata de tres torres macizas de mampostería que se adosan a un grueso lienzo de muralla que las enlazaba (Fig. 5C, D, E, H). Todas estas estructuras fueron edificadas en mampostería irregular, aunque dado que en el lienzo Oeste durante los trabajos de restauración y análisis paramental, se documentaron restos de tapiales de tierra revestidos en época cristiana de mampostería, cabe la posibilidad, que los paños de muralla documentados sean tan solo las cimentaciones de las mismas, que sirvieron de base sobre los que se alzaron muros de tapial de tierra, y que dada su escasa resistencia fueron revesti-


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dos en mampostería en época calatrava, y posteriormente destruidos en la fase renacentista con el fin de ampliar las zonas residenciales, o bien para sustituirlos por otros muros maestros que configuraban el armazón principal de los espacios palatinos (Fig. 5E, H). La fortaleza calatrava Este núcleo de población fue conquistado por Fernando III entre1227 y 1229, durante las operaciones militares desarrolladas en la Loma de Úbeda (AGUIRRE Y JIMÉNEZ, 1979). A partir de estos momentos se le otorga al municipio el Fuero de Cuenca (PORRAS, 1994). En el año de 1257, Alfonso X entregó la villa a la Orden Militar de Calatrava en compensación por la villa y castillo de Almoguera (SOLANO, 1978). La conquista del municipio trajo consigo transformaciones significativas, tanto en su retícula urbana como en numerosos edificios. De esta manera su trama urbana fue enormemente transformada, abandonándose amplios espacios intramuros, algunos de los cuales fueron convertidos en áreas de necrópolis (SALVATIERRA Y CHOCLÁN, 1986; HORNOS et alii, 1987), a la vez que se produce una ampliación del casco urbano hacia las vertientes Norte, Oeste y Suroeste, que inmediatamente quedaron englobadas dentro de una nueva cerca de muralla (Fig. 2A, B) (CASTILLO Y CASTILLO, 1999). Finalmente los calatravos acometen la construcción de una sólida fortificación en el extremo Norte del antiguo in, lo que supuso la destrucción del hábitat musulmán de esta zona, a la vez que aprovecha parte de las antiguas defensas reforzándolas y edificando varias torres que configuran un espacio cuadrangular (CASTILLO Y CASTILLO, 2003: 195, Fig. 20 y 21) (Fig. 2E; Fig. 3A, B). Las actividades arqueológicas han permitido documentar de que manera la Orden Militar edificó un castillo sobre el punto más estratégico del antiguo núcleo islámico. La nueva fortaleza tenía planta rectangular y perimetralmente la formaban lienzos horizontales de mampostería jalonados por siete torres macizas edificadas con el mismo material, cuatro de ellas se emplazaron en sus correspondientes esquinas, mientras que el resto se situaron en los espacios intermedios (Fig. 3B, D). Adosada a la misma, en el sector Este, se configuró un espacio irregular formando un amplio patio cerrado con un lienzo de muralla proyectado desde la Torre de la Puerta hasta la Torre del Baluarte (Fig. 3A, B). Entre sus defensas cabe destacar la gran Torre de Homenaje que ocupaba buena parte del frente Sur (Fig. 3A, C). Asimismo, los elementos recuperados en las campañas de excavación más recientes han modificado la hipótesis de organización interna que presentaba la fortaleza, la cual fue argumentada en anteriores trabajos (CASTILLO et alii, 1999; 2003: 195). Las nuevas propuestas se encaminan a situar la puerta principal en el extremo Sureste, protegida por dos torres, una de ellas la gran Torre del Homenaje (Fig. 3A, B). Desde ella, y accediendo al interior (dirección

Norte), se podía ingresar directamente al patio de Armas o bien a un segundo recinto anexo a la fortaleza, habilitado entre el castillo y la muralla de la población, que pudo ser utilizado como establo o albacar (Fig. 3A). Internamente el castillo se organizó entorno a un pequeño patio que fue pavimentado con losas de piedra dispuestas de forma irregular, que fue muy alterado con la construcción de las estructuras renacentistas, y del cual se han conservado diversos restos, tal y como se ha constatado en algunos de los sectores de los sondeos (Fig. 4B, E, F). Este pavimento se relaciona con las estructuras que configuraban las dependencias internas del castillo y sobre todo con una gran plataforma formada por mampostería irregular y mortero asentada sobre la base geológica que formó parte de la Torre del Homenaje del castillo calatravo (Fig. 4A, B, E). Esta gran torre que jerarquizaba y controlaba toda la fortaleza y el propio municipio, fue construida en el lienzo Sur, de ella apenas se han conservado restos, ya que fue parcialmente desmantelada con el objetivo de ampliar el patio renacentista. Como ya hemos señalado, de ella tan solo se conserva los restos de la cimentación de su frente Norte. Se trata de una obra edificada en mampostería irregular rejuntada con mortero de cal. Su localización ha permitido redefinir la organización de esta fortaleza cambiando anteriores hipótesis sobre su distribución. Sin embargo, su destrucción nos ha impedido estipular cuales fueron sus proporciones y su configuración interna (Fig. 4). A pesar de todo, la misma si que aparece identificada en la documentación que describe el estado de conservación de la fortaleza con anterioridad a las grandes obras renacentistas4. Adosado al extremo oriental de la Torre del Homenaje apareció una amplia estructura formada por un murete de piedra que con dirección Oeste-Este discurría en paralelo al frente Norte de la gran torre (Fig. 4E), este muro estaba edificado tan solo con su espejo exterior, manteniendo entre éste y la propia torre un espacio de 2 m. de anchura, relleno de piedra y argamasa, conformando el patín de acceso a la primera planta de la Torre del Homenaje (Fig. 4A, B, E). Por otro lado, en la zona Oeste de la Torre del Homenaje se adosó otro muro con dirección Sur-Norte, fracturado por los elementos edificados en este sector en el siglo XVI (podio del patio porticado y caballeriza Oeste). Este muro formaría parte de una dependencia medieval que ocuparía buena parte del sector Oeste del castillo. La misma tendría grandes dimensiones, puesto que uno de sus muros perimetrales tiene una longitud de 10 m. Adosada a ella, en el lateral Sur, aparece otra pequeña dependencia rectangular, de la que tan solo se conserva los restos de un muro con dirección Oeste-Este, que fue destruido por la cimentación del muro de pórtico renacentista. En su interior se ha localizado una pileta o reposatinajas de planta circular, que podríamos asociar al almacenaje de alimentos (Fig. 4A, B, G).


Sabiote y Lopera, dos fortificaciones calatravas en la frontera del Alto Guadalquivir…

La dimensión y la posible organización de esta dependencia, estructurada en dos naves a partir de dos pilares de mampostería de sección rectangular, que soportarían una techumbre a dos aguas, nos lleva a determinar una hipotética función de almacén o depósito de este espacio, interpretándose con los exiguos restos conservados de una hipotética casa Tercia que pudo edificar la Orden en el interior de la fortaleza (CASTILLO et alii, 2010) (Fig. 3B; Fig. 4A). Entre esta amplia estancia y el lienzo Oeste se configura un pasillo que discurre paralelo a este último, en el que se edificó una escalera que permitía alcanzar la parte superior de la torre de la esquina Suroeste, así como los adarves Sur y Oeste. Por otro lado, en la zona Norte, se documentó los restos de una estructura que presenta una dirección Este-Oeste, en la cual que se ha identificado el vano de una puerta (Fig. 4H). Esta estructura conforma una esquina tras la cual gira en dirección Norte, aunque fue destruida por el muro de las caballerizas. Esta estancia ocuparía buena parte de la zona Norte del patio, adosándose a la propia muralla, dejando entre ésta y la zona de almacenaje un amplio pasillo que permitía alcanzar los elementos defensivos de este sector. Las proporciones de esta nueva estancia, su privilegiado emplazamiento y su evidente orientación Este-Oeste, nos lleva a plantear pudo utilizarse como la capilla u oratorio del castillo (Fig. 4A, B, D, H). De ella también hemos localizado los restos de la puerta que permitía su ingreso a su interior, que fue prácticamente destruido al edificarse en el siglo XVI la caballeriza Norte y las escaleras principales del Palacio. No obstante, la construcción de las caballerizas renacentistas y de los patios inferiores (Fig. 6F), provocaron la destrucción de la mayor parte de las estructuras y estancias internas de la fortaleza medieval para adaptar su interior a la nueva función residencial, estas transformaciones nos impide establecer con exactitud las dimensiones de las mismas y concretar el uso para las que fueron edificadas. Finalmente, adosada a la muralla islámica se constató la existencia de dos muros de grandes dimensiones y grosor, realizados en mampostería irregular aglomerada con mortero de cal, con un grosor de 2 m., que discurrían paralelos a ésta, y se extendía por los espacios delimitados por las torres de la zona Norte (Fig. 5). Los identificamos como refuerzos de la primitiva muralla islámica realizados durante las reformas calatravas con la intención de acrecentar la solidez de las defensas en esta zona de la fortaleza (Fig. 4). Las grandes reformas del siglo XVI Sabiote perteneció a la Orden Militar de Calatrava hasta finales del S. XV o principios del XVI, momentos en los que es vendida por Don Alonso de Baeza a Don Francisco de los Cobos. A partir de este momento, el nuevo propietario encarga a Andrés de Vandelvira la reforma del castillo para transformarlo en un majestuoso palacio renacentista (CHUECA, 1971; RUIZ, 1987),

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contando con la colaboración en dichas obras de Benedetto de Ravena (COOPER, 1991) (Fig. 6). Estas transformaciones, no solamente afectan al espacio interior, sino también a sus sistemas defensivos, ampliándose en gran medida las torres de los ángulos con sólidos baluartes, engrosándose los lienzos de muralla al revestirse con refuerzos de mampostería regular y bloques de sillarejo en las esquinas (Fig. 6A, B, D, E) (CASTILLO et alii, 2010). El paramento Norte se anula utilizándose como cimentación de un muro interior del palacio (Fig. 6A, D), edificándose un amplio cuerpo palatino delante de éste, lo que obliga a abrir huecos en las torres para facilitar el tránsito en las estancias que se crea en la nueva zona residencial. Al Sur se abrirá la entrada principal del palacio, construyéndose una portada monumental con un gran foso delantero (Fig. 6B, C), que trajo consigo la destrucción de todos los restos arqueológicos de fases anteriores existentes en esta zona. Por otro lado, el extremo Sureste de la fortaleza, se unirá a la muralla de la villa con un cuerpo nuevo del palacio organizado en 4 plantas. De esta forma, con las reformas descritas, los accesos al interior de la fortaleza calatrava desaparecen y cambian. Así pues, junto a la puerta principal, en la planta sótano de este nuevo cuerpo palatino, se crea una puerta de servicio, que comunica el exterior con la planta sótano dedicada a caballeriza y almacén (Fig. 6B), y desde la cual se alcanzaba un pequeño patio (Patio Este), y a partir de él nos adentramos en las caballerizas, siendo una zona reservada para el acceso de los servidores del palacio y para animales (Fig. 6). Como ya hemos señalado, la puerta principal, ubicada en el lienzo Sur, estaba precedida de un foso dotado de puente levadizo (Fig. 6-C), y la formaba un arco de medio punto monumental coronado con el escudo del linaje de Cobos. Este vano facilitaba el acceso a un pequeño patio-vestíbulo, sólidamente fortificado (Fig. 6B). El conjunto fue ampliamente restaurado durante la segunda mitad del siglo XX. Esta puerta da paso a otro nuevo vestíbulo (Fig. 6A, B), en este caso completamente cerrado, de planta rectangular. Originalmente estuvo cubierto con un artesonado adintelado de madera, en la actualidad desaparecido. Este nuevo espacio servía como eje de distribución, ya que desde el mismo podía accederse tanto a los patios interiores como a las áreas residenciales (Fig. 6). En el espacio interior se crearon distintas dependencias en torno a un gran patio porticado con arcos sobre columnas (en tres de sus frentes, quedando sin porticar el frente Sur), que ocupaban en gran medida todo el antiguo patio de armas (Fig. 4C; Fig. 6B). Para su construcción hubo de desmontarse y demolerse buena parte de la Torre del Homenaje y el patín, así como los edificios calatravos que configuraban la estructura interna de la fortaleza cristiana (almacenes, capilla u oratorio, etc.). A su destrucción también contribuyó la excavación de varios subterráneos que fueron utilizados como áreas de servicio, y más concretamente a caballerizas (Fig. 6B, F).


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J. C. Castillo Armenteros, J. L. Castillo Armenteros, M. Ruiz Calvente, J. L. Pantoja Vallejo

Las excavaciones han documentado el podio de cimentación de los pórticos del patio, construido en mampostería irregular unida con mortero de cal (Fig. 4C, D, E, F), cuya construcción trajo consigo la destrucción de las estructuras medievales, principalmente las islámicas, al buscar éste como punto de apoyo y estabilidad la propia Base Geológica. Finalmente entorno al gran patio se construyen dos grandes caballerizas que ocupan los sectores Norte y Oeste (Fig. 6B). Como ya hemos señalado, su edificación supuso la excavación y destrucción de los niveles y estructuras pertenecientes a épocas anteriores, se concibieron como espacios subterráneos, sobre los que se levantaron las áreas residenciales del Castillo palacio. Al interior de estas caballerizas se accedía desde el patio Este, creando previamente dos estancias que fueron utilizadas como áreas de tránsito, y permitían la comunicación entre las caballerizas y las áreas de representación (escalera monumental, patio principal, etc.). El Palacio se estructura en varios niveles de hábitat, es decir, cuatro pisos de los cuales el inferior se dedicó a caballerizas y bodegas (Fig. 6A, B); el espacio intermedio se utilizó como zona de tránsito para acceder por medio de galerías o vestíbulos a las dependencias de los niveles inferiores y superiores, en éstos últimos se situaron los núcleos residenciales. 6. Conjunto fortificado de Lopera El municipio de Lopera está enclavado en la cuenca del río Guadalquivir, al Oeste de la Provincia de Jaén, en una zona que viene denominándose la Campiña Norte o Baja (Fig. 1B). Han sido varios los investigadores que han trabajado en el análisis histórico de Lopera, su castillo, y de su rico patrimonio histórico (CAZABÁN, 1927; ESPANTALEÓN, 1955; ESLAVA, 1999; RUIZ, 1990; OLIVARES, 1992; MEDINA Y PANTOJA, 1996). La mayor parte de estos estudios se han efectuado analizando una mínima documentación escrita depositada en diferentes archivos5, a la vez que recuperando una serie de datos registrados en diversas crónicas, principalmente la del Condestable de Castilla Don Miguel Lucas de Iranzo6. Por este motivo las estructuras “mejor” conocidas son aquellas que aparecían relacionadas en estos textos, pero sobre todo, las que muestran unas claras características arquitectónicas, que evidencian su construcción durante el periodo feudal7. La ausencia de elementos arquitectónicos de características islámicas, referencias textuales de este periodo y de investigaciones arqueológicas, determinó que la mayor parte de los historiadores mostraran un escaso interés por profundizar en un hipotético origen islámico de la fortaleza y del núcleo de población (CASTILLO, 1997). No obstante, se aceptaban los postulados tradicionales que defendían, sin evidencias, que la población de Lopera, tenía un origen islámico, por lo que prácticamente había permanecido sin cambios hasta la conquista feudal. Y por tanto se reconocía la existencia de una fortaleza islámica que casi nunca fue explicada.

Por el contrario, los primeros estudios están poniendo de manifiesto la compleja evolución que la estructura interna de la fortificación sufrió a finales de la Edad Media. Transformación que afectó de forma significativa a las estructuras del Alcazarejo y especialmente a los patios de armas. El origen del Castillo de Lopera: De alquería islámica a fortificación calatrava Del pasado medieval de Lopera se han conservado numerosos indicios. Los trabajos arqueológicos han localizado varios asentamientos del Bajo Imperio Romano que permanecieron ocupados hasta época visigoda (MONTILLA Y SERRANO, 1993; MORENA et alii, 1987; CASTILLO, 1998), así lo atestiguan los numerosos hallazgos documentados en las proximidades de la localidad, entre los que destacan el Cerro del Morrón del que proceden diversas piezas de época visigoda (ESPANTALEÓN, 1955). Junto a este núcleo, en 1989 a través de una excavación arqueológica de urgencia llevada a cabo en el Polígono Industrial de Lopera (CHOCLÁN Y SERRANO, 1991), se analizaron los restos de una necrópolis visigoda, que sin lugar a dudas estaría relacionada con la población que habitaba el cercano asentamiento de Cerro de San Cristóbal (CASTILLO, 1998: 269). Estas mismas investigaciones arqueológicas confirman la existencia entorno a la localidad de varios asentamientos rurales época Emiral, y entre ellos quizá la propia Lopera, que utilizaron como in (castillo-refugio) el antiguo asentamiento ibero-romano de Cerro de San Cristóbal, principalmente por la posición que ocupa dentro del territorio, ya que ejerce un amplio control de la Campiña Baja y del Valle del Guadalquivir, y sobre todo por la conservación de antiguas estructuras defensivas (CASTILLO, 1997). Sin embargo, tras el Emirato la mayor parte de estos pequeños asentamientos fueron abandonados, concentrándose su población a una zona más próxima al Arroyo Salado, lo que favoreció el desarrollo y la consolidación del actual solar del municipio de Lopera. En su casco histórico apenas se han efectuado estudios arqueológicos, constatándose algunos hallazgos que le relacionen con una ocupación islámica. No obstante, si aceptamos esta hipótesis, podríamos indicar que la población islámica se concentró a lo largo de los siglos IX y X en este pequeño núcleo rural, constituyendo una alquería, que explotaba los recursos agrícolas de la zona (CASTILLO, 1998), un núcleo que fue identificado hipotéticamente por J. Vallvé (1969) con el lugar de Bayyra8, y aunque el mismo autor duda en identificarla con Lopera o Villa del Río, parece inclinarse finalmente por relacionar este topónimo con Lopera, dada la relativa vecindad que existe entre esta población con la localidad cordobesa. No obstante, las crisis internas de al al-Andalus, y sobre todo la protagonizada por los almohades, que culminó con la derrota de la batalla de las Navas de


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Tolosa (1212), supuso la extensión de los dominios cristianos por el Alto Guadalquivir, especialmente a partir de 1225, cuando al-Bayysī rey de Baeza entrega a Fernando III las poblaciones de Andújar, Martos, Baños, Salvatierra, Capilla, así como el Alcázar de Baeza, ciudad que paso definitivamente a manos cristianas en 1226 (GONZÁLEZ, 1980: 305; MARTÍNEZ, 2000: 620-624; RODRÍGUEZ, 2000: 24). La inseguridad reinante en todo este territorio, evidenciaba la necesidad de llevar a cabo un exhaustivo dominio del espacio, que se plasmaría a través de numerosas fortificaciones levantadas en puntos estratégicos, con el objetivo de llevar a cabo el control de caminos y vías naturales, a través de las cuales se comunican los distintos núcleos de población de la Campiña, a la vez que se encargarán de proteger a los habitantes de los pequeños núcleos rurales. En este marco de inseguridad la antigua alquería de Lopera pudo ser fortificada y consolidaría, al igual que lo hicieron otras aldeas del Valle del Guadalquivir (CASTILLO, 1998) entre los siglos XI y XIII. Según algunos autores existió una antigua muralla que pudo circundar su casco histórico y que fue destruida en 1930 (OLIVARES, 1992; VALDECANTOS, 1998). Muralla o barreras a las que alude también la crónica del Condestable Iranzo (CARRIAZO, 1941; 326). También podría corresponder a este momento la construcción de un pequeño recinto situado en el emplazamiento del actual castillo, que posteriormente fue muy modificado por los cristianos, creándose un elemento que posibilitara la defensa de la población y sus bienes, siendo esta fortaleza la que en teoría conquistó Fernando III durante las campañas desarrolladas entre 1229 y 1242. La guerra en la Campiña de Jaén fue un enfrentamiento por el control del espacio, lo que determinó que buena parte de las operaciones militares giraran entorno a la conquista y la defensa de las ciudades, plazas fuertes y fortalezas diseminadas por este ámbito fronterizo, que eran las que articulaban el territorio (GARCÍA, 1999: 92). Ante esta situación de frontera activa, durante toda la primera mitad del siglo XIII, tanto musulmanes como cristianos emprendieron una exhaustiva fortificación de sus líneas, construyendo nuevas fortalezas o acondicionando las existentes (CASTILLO et alii, 1989; CASTILLO, 1998: 165-169; CASTILLO Y CASTILLO, 2003: 183-188). La Iglesia-Castillo del Conjunto Fortificado de Lopera De forma semejante que a su vecina Porcuna, una vez conquistada, también Lopera fue entregada en 1240-1241 (MONTES, 1993; PANTOJA, 1993; MEDINA Y PANTOJA, 1996) a la Orden Militar de Calatrava, constituyéndose la Encomienda de Lopera. A partir de estos momentos, los cristianos transforman el castillo, para ello modifican las antiguas estructuras de fortificación, construyendo una nueva fortaleza que se convertiría en el centro político y económico de la Encomienda.

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La Iglesia-Castillo de Lopera se localiza en el interior del centro histórico del municipio, ocupando una amplia manzana que se organiza en dos recintos claramente diferenciados (Fig. 7A, B) (CASTILLO Y CASTILLO, 2003: 193-194): 1. El primer recinto defensivo (Recinto Externo) presenta planta de pentágono irregular, construido en mampostería. Los lienzos que lo forman están terminados con adarves, cuyo antepecho se corona con almenas y merlones cuadrangulares. Formando parte de este recinto y emplazadas en sus esquinas, localizamos cinco torres macizas, tres de planta semicircular y dos cubos rectangulares (Fig. 7A, B). Todas ellas están coronadas con una terraza a la que se accede a través de los adarves y antepechos similares a los del recinto externo. Este primer recinto estuvo defendido por un antemuro o una barbacana, configurando entre ambos lienzos una estrecha liza. Esquema de defensa que incluso pudo estar precedido de un foso, del que no se han conservado restos más evidentes. Al interior se accedía por dos puertas, la primera o principal se situaba en el lienzo Oeste, defendida por dos torres que flanquean esta entrada (PANTOJA, 1993: 98; CASTILLO Y CASTILLO, 2003: 193). Asimismo, existía una hipotética Poterna emplazada en el lienzo Este, que fue trazada con arco de medio punto, pero fue sustituida por un gran portón de acceso a la plaza de armas (PANTOJA, 1993: 193). Esta sería de menor tamaño, que la principal, siendo utilizada para uso privado de la guarnición. Una puerta que fue ennoblecida en el siglo XVI al ser utilizada como uno de los accesos directos del Palacio. 2. El interior se organiza en torno a un amplio Patio de Armas, en cuyo centro se construyó una Iglesia fortificada (Recinto Interior) configurado por dos grandes torres unidas por dos lienzos de murallas flanqueantes (Fig. 7). Según testimonios documentales, en el interior de este patio se localizaban diversas dependencias que eran utilizadas en el siglo XV como cocinas, almacenes, cuadras, etc. (RUIZ, 1990: 141-142; PANTOJA, 1993: 38-40). El sistema defensivo de sus lienzos consiste en un matacán o largo antepecho voladizo sobre el adarve, soportado por arcos de medio punto y contrafuertes, con suelo aspillerado para el control de la vertical del pie del muro (MORA, 1996: 128). Este adarve tiene una coronación de similares características al recinto externo, es decir antepecho almenado y reforzado por saeteras. No obstante, los dos elementos que destacan dentro de esta Iglesia son dos esbeltas torres. Una de estas torres, la denominada de San Miguel (Fig. 7B, C, D, E), se ubica en el extremo Oeste, fue utilizada para defender el acceso al interior de la Iglesia, tiene planta rectangular (Fig. 7A), y fue construida con mampostería irregular, reforzando sus esquinas con sillarejo a soga y tizón. Interiormente se organiza en varias estancias, comunicándose las dos primeras por una angosta escalera empotrada en uno de sus muros laterales. La primera se define como una sala rectangular cubierta con bóveda de cañón de piedra, mientras que la segunda sala, de igual planta, estaba cubierta por bóveda de cañón apuntada (Fig. 7B).


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Frente a ella, y ocupando el extremo Este, se localiza la torre de Homenaje, conocida como Torre de Santa María (Fig. 7), que tiene planta rectangular con laterales flanquantes (Fig. 7G, H, I), estando defendida por antepechos almenados y aspillerados, elementos que se completan con balcones amatacanados. Interiormente se organiza en dos niveles, el primero se identifica con un oratorio construido por el Comendador de Lopera D. Juan Pacheco9 en 1535 (PANTOJA, 1993: 48-49) (Fig. 7B; Fig. 8A, C). Presenta bóveda esquifada con una pequeña zona absidal. Esta capilla formó parte de un edificio de mayor envergadura, la iglesia, que citan las fuentes documentales (RUIZ, 1993: 142)10, utilizada para el culto por los habitantes y miembros que de la Encomienda. A la segunda planta de esta torre se accedía a través de una escalera de caracol embutida en uno de sus muros laterales, estuvo cubierta con una bóveda de cañón actualmente destruida, pero de la que todavía se conservan algunas zonas y salientes que formaban parte de la misma. También a su interior se ingresaba a través de una puerta ubicada en lateral Oeste, que conducía a una balconada o cadalso (Fig. 7C, D), lo que permitía a la guarnición desplazarse rápidamente a los adarves laterales. Finalmente a la terraza de esta torre, se subia gracias a una escalera adosada en uno de los muros laterales. Como hemos señalado en el interior de este recinto y ocupando los niveles inferiores, se erigió una iglesia que ocuparía todo el espacio existente entre las torres de Santa María y San Miguel, utilizando la planta baja de la Torre de Santa María como zona absidal y cabecera (Fig. 7B). Hasta el momento desconocemos cual sería su cubierta, si una bóveda de cañón rebajada o un artesonado de madera (Fig. 7C, D, E), una cuestión que tendrán que resolver futuros estudios arqueológicos en los que se apliquen técnicas propias de la estratigrafía muraría. No obstante esta hipótesis tiene su fundamento en el emplazamiento y altura que presentan las ventanas aspilleras existentes en los muros perimetrales del recinto, así como en una serie de huellas documentadas hasta el momento, de forma par y paralela en estos lienzos, consistentes en tres piezas regulares de arenisca muy bien trabajadas sobre las que se documenta una hueco, actualmente relleno de mampuestos (Fig. 7F, I, J, K, L), o bien una perforación obtenida del expolio de una ménsula, la que podría soportar el peso de un gran arco, utilizado como sostén de la hipotética bóveda de cañón, o bien donde encajaba una gran viga que formaría parte del armazón de una techumbre de madera (Fig. 7I, L). La hipótesis de la existencia de una iglesia o edificio de culto en el interior del alcázar se refuerza aún más con la presencia extramuros de una necrópolis medieval que podría estar estrechamente relacionada con este espacio religioso (CASTILLO et alii, 2009) (Fig. 9E, G, H). Pese a ello, nuevas modificaciones serían introducidas en esta fortaleza en el marco de los conflictos nobiliarios que encumbraron a Isabel en el trono de

Castilla, y que afectaron de forma importante a las tierras del Alto Guadalquivir. En estas luchas desarrolladas durante el reinado de Enrique IV, se enfrentaros los partidarios del rey que conformaba una coalición comandada por Miguel Lucas de Iranzo, Beltrán de la Cueva y la Orden de Santiago, apoyados por los Concejos de Jaén y Andújar, frente a la cual se configuró otro gran bloque nobiliario encabezado por D. Pedro Pacheco, Marqués de Villena y D. Pedro Girón, Maestre de Calatrava. Durante el conflicto la fortaleza de Lopera fue atacada y saqueada en 1466 por los aliados del Condestable de Castilla, capitaneados por el Alcalde de Andújar, Pedro de Escavias11 (CARRIAZO, 1941: 326). Las transformaciones renacentistas Entre los siglos XV y XVI, se produce la adaptación de la fortaleza medieval a castillo-palacio, lo que introdujo importantes cambios que afectaron a la Iglesia y a los patios que le circundan. Así pues, el espacio inferior de la primera, aquel que estaba situado entre ambas torres, y había sido utilizado como zona de culto, deja de cubrir esa función, reduciendo drásticamente sus dimensiones para albergar en su interior buena parte de los espacios palatinos. Con ese fin se elimina su cubierta, edificándose en su interior un pequeño patio porticado, que serviría como eje articulador de la residencia nobiliaria, en torno al cual se distribuyen diversas dependencias (Fig. 8A, B, F). Las obras consistieron en la edificación de dos grandes cuerpos que discurren paralelos al lateral Este de la Torre de San Miguel y del lienzo Sur, conformando un edificio de tres crujías organizado en torno a un pequeño patio porticado en dos de sus frentes (Fig. 8A, B, E), configurado por dos grandes arcos carpaneles o rebajados, que descansan sobre ménsulas de arenisca decoradas con motivos geométricos. La clave de uno de los arcos está decorada con un escudo heráldico de D. Juan de Pacheco, principal artífice de estas reformas. Junto a estas obras se abrieron varios vanos en la muralla y las torres, a la vez que se amortizaba inutilizando buena parte del sistema defensivo de la Iglesia fortificada. Otra de las intervenciones se llevó a cabo en la planta baja de la Torre de Santa María en 1535, ya que al abandonarse el uso como Iglesia de toda la planta baja, el Comendador de Lopera D. Juan de Pacheco, decide convertir este espacio en una pequeña capilla u oratorio (PANTOJA, 1993) (Fig. 8A, B, C). Para ello, cerró de manera definitiva el gran arco que separaba la zona absidal de la antigua iglesia del resto del edificio, a través de un grueso muro de mampostería, con lo cual vetó el acceso a ese espacio desde el interior de las nuevas áreas residenciales. Esta actuación determinó la apertura de una nueva puerta de acceso al interior de la pequeña capilla emplazada en el lateral Norte. Con el fin de ennoblecer más aún este acceso, se edificó un cobertizo o pórtico, con artesonado de madera, soportado por columnas y ménsulas de arenisca decoradas (Fig. 7H).


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Toda la capilla fue cubierta con una bóveda de cañón esquifada, decorándose sus frentes con yeserías renacentistas en las que se alternan la heráldica y motivos vegetales y geométricos, junto a ellas en la propia bóveda aparecían diversas inscripciones pintadas, conmemorativas de las obras, desafortunadamente desaparecidas (PANTOJA Y MEDINA, 1997) (Fig. 8C, D). Con respecto a los patios circundantes, ha sido el situado en el sector Sur el que mejor ha conservado indicios de su transformación en esta época. Las excavaciones arqueológicas confirman su utilización como área residencial, levantándose un espacio ajardinado o de recreo, organizado en torno a un amplio patio, en el que destaca la presencia de una pequeña balsa que recogería el agua de una noria. En los márgenes de este patio se disponen varias estancias con usos diversos (CASTILLO et alii, 2009) (Fig. 9A, B, C, F). Los nuevos usos de la fortaleza: La gran bodega de los Sotomayor Finalmente entre los siglo XIX-XX la fortaleza calatrava fue utilizada como bodega, un nuevo uso que transformó sensiblemente la estructura original de este conjunto defensivo. En 1856 el castillo es adquirido por la familia Valenzuela – Sotomayor, pero no será hasta 1945 cuando Alfonso Sotomayor

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consolide con sede en el castillo la bodega que llevaba su mismo nombre (Fig. 8I). Este hecho dejó una marca imborrable en el monumento, porque no sólo fue acondicionado como residencia temporal, sino que se fueron modernizando sus instalaciones e introduciendo cambios casi irreversibles en el castillo. Entre ellos la construcción de una gran edificio en el patio Norte, cuyo fin era albergar los elementos necesarios para el almacenamiento de la uva (torva), su molienda (piletas), su prensado (prensas) y obtención del mosto. Una edificación que discurría paralela al lienzo exterior de la fortaleza que cierra este sector, lo que se tradujo en la destrucción de todas las estructuras históricas que fueron levantadas en esa zona. Junto a ello en los sectores Oeste y Sur, en las inmediaciones de la Torre de San Miguel, se crea varios espacios de almacenamiento, soterrándose bajo su pavimento diversas estructuras, entre las que destacan varios silos, trujales y numerosos conos para el almacenamiento del vino, lo que provocó la destrucción de los niveles arqueológicos de estos amplios espacios. De estas actuaciones cabe destacar la destrucción de la antigua poterna para conformar una gran puerta de entrada a la bodega, la construcción de varios cobertizos adosados a los lienzos Sur y Este para acoger maquinarias y otros elementos empleados en la elaboración, almacenamiento y comercialización del vino.

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NOTAS 1

Esta función administrativa, política, organizadora del espacio desarrollada por las fortalezas de la Orden de Calatrava ha sido puesta de manifiesto por Carlos de AYALA “Las fortalezas castellanas de la Orden de Calatrava en el siglo XII”. En la España Medieval, nº 16, Madrid (1993), p. 9-35. 2 El papel ofensivo-defensivo de las fortificaciones medievales que quedado constatado en los estudios de GARCÍA FITZ, Francisco, Castilla y León frente al islam. Estrategias de expansión y tácticas militares (siglos XI-XIII). Sevilla (1998); “Pora acreçentamiento de nuestros regnos. Las funciones ofensivas de los castillos de frontera”. En Barrio, Juan Antonio y Cabezuelo, José Vicente (Eds.), La fortaleza medieval. Realidad y símbolo. Murcia (1998), p. 75-89; “Guerra y fortificaciones en contextos de frontera. Algunos casos ibéricos de la Plena Edad Media”. En Isabel Cristina Ferreira (Coord.), Actas do Simpósio Internacional sobre Castelos.Mil anos de fortificaçoes na Península Ibérica e no Magreb (500-1500). Palmela, 2000, Ediçoes Colibri – Câmara Municipal de Palmela, Lisboa, 2002, p. 519-532. 3 Una prueba evidente del proceso de aristocratización que experimenta el sector dirigente de la Orden, encabezado por los propios comendadores, tal y como ha puesto de manifiesto Enrique Rodríguez-Picavea Matilla, “El proceso de aristocratización de la Orden de Calatrava (siglos XIII-XV)”. Hispania Sacra, LIX, Madrid, 2007, p. 493-535. 4 El castillo de Sabiote sufrirá restauraciones en 1533 y 1535, un poco antes de la gran transformación que se realizará en la fortaleza, tras ser comprada por Francisco de los Cobos. Las obras fueron programadas y financiadas por el Consejo de la Orden de Calatrava, siendo encarga su ejecución al alcaide del castillo y fortaleza de Sabiote, Frey Juan de la Tovilla, para realizar las obras más necesarias. La inspección de los trabajos la efectúa el 14 de julio de 1535 el Comendador Frey Hernando Chacón, quedando reflejado en el informe de la misma los nombres de las diferentes torres que la componen. Así pues en el libro de visita de 1533 se especifica lo siguiente: “... 1. Primeramente el lienço questa caydo a la parte del campo a se de derribar lo que quedo/ por caer y tambien lo aran bolado hasta que quede en lo firme de los vancos y des-/de allí fondar su adarve de torre a torre… 2. ay otro adarve questa caydo a la parte de dentro de la dicha fortaleza a se descubrir/ el fundamento de dicho adarve hasta lo firme y desde alli tornillo a empeçar…y es condición quel que este adarve finiere revoque otro pedazo de lienço…3. Yten se ha de reparar la torre del omenage que se dize la torre del Leon/ desta manera… y acabar de cerrar un poco de la bovedaquesta por fazer y fazer una/ escalera para subir a la dicha boveda de piedra o yeso… 4. Iten se ha de reparar un lienço questa entre la torre el Leon y la puerta/ de la fortaleza… 5. Otro sy se a de echar petril y almenas a la torre questa ençima de la puerta y la almenas y petril que faltan en el lienço questa entre dicha torre de ençima de la puerta y la torre que se llama del Espolon… 6. Iten una torre questava cayda a la parte de dentro de dicha fortaleza a/ de subir lo questava caydo…” (RUIZ, 1989, 22).

Junto a ello, en el libro de visita de 1535 se vuelve a insistir en las necesidades de reparar algunas de las zonas señaladas durante la anterior visita: “… en la torre encima de la puerta se manda hacer el petril, almenas y caños y arreglar una garita, en el muro que está entre esta torre y la torre del Espolón hacerle su petril y almenas, labrar las almenas y petril de la torre del Espolón, en las dos torres que hay entre la torre del Espolón y la torre cubierta encima de la puerta de la Canal colocar solería y caños y en un muro que existe desde la torre del Espolón (se dice también Ispolón) hasta la torre del patio colocar un petril llano sin almenas. Todos estos reparos se tasaron por Martín de Vera en 60 ducados. Se manda rehacer completamente la barrera, que estaba toda caída, con 50.000 maravedís, acabar el baluarte del campo (150.000 maravedís) y cubrir la iglesia de San Benito (100 ducados)” (RUIZ, 1989; 22). 5 RUIZ CALVENTE, Miguel, “Aportación documental sobre las fortalezas calatravas de Porcuna, Lopera, Arjona, Arjonilla e Higuera de Arjona. Años 1459 y 1494”. Aspectos geográficos de históricos de la ciudad de Andújar y su comarca. Granada, p. 140-142; PANTOJA VALLEJO, José Luis, “El castillo-fortaleza de Lopera. Apuntes para su historia”, IV Jornadas sobre historia de Lopera. Jaén (1993), p. 47-50; MEDINA, Manuel, Y PANTOJA, José Luis, Apunte histórico de Lopera. Jaén (1996) p. 23-26; PANTOJA VALLEJO, José Luis, “Nuevas fuentes documentales para la historia del castillo fortaleza de Lopera, siglos XV-XX”. XII Jornadas de Historia, Cultura y Sociedad. Jaén (2001) p. 23-71; PANTOJA VALLEJO, Antonio, “Usos y abusos del castillo de Lopera. Propuestas para una recuperación y explotación por el pueblo”. XII Jornadas de Historia, Cultura y Sociedad. Jaén (2001) p. 110-129; MEDINA CASADO, Manuel, “El castillo de Lopera en la Edad Contemporánea (1850-2000)”. XII Jornadas de Historia, Cultura y Sociedad. Jaén (2001) p. 219-228; MARÍN MUÑOZ, Antonio, “Vestigios de la Guerra Civil en Lopera”. XII Jornadas de Historia, Cultura y Sociedad. Jaén (2001) p. 240. 6 CARRIAZO ARROQUIA, Juan de Mata, Hechos del Condestable Don Miguel Lucas de Iranzo; p. 325-326; CUEVAS, Juan; DEL ARCO, Juan; DEL ARCO, José, Relación de los hechos del muy magnífico e más virtuoso señor Don Miguel Lucas muy digno Condestable de Castilla. Jaén, 2001, p. 263-264; RODRÍGUEZ MOLINA, José, La vida de la ciudad de Jaén en tiempos del Condestable Iranzo. Jaén, 1996, p. 346-347. 7 CAZABÁN, Alfredo, “Una visita a Lopera de los Calatravos”. Senda de los Huertos. Jaén (1927), p. 329-333. MORALES, Santiago de, “Castillos y murallas del Santo Reino de Jaén”, p. 26; CEREZO MORENO, Francisco Y ESLAVA GALÁN, Juan, Castillos y Atalayas del Reino, Jaén, 1989, p. 184-185; OLIVARES BARRAGÁN, Francisco, Castillos de la Provincia de Jaén. Jaén (1992), p. 165-168; VALDECANTOS, Rodrigo, Castillos de Jaén. León (1998) p. 36-37; ESLAVA GALÁN, Juan, Los castillos de Jaén. Granada,


Sabiote y Lopera, dos fortificaciones calatravas en la frontera del Alto Guadalquivir… 1999, p. 230-233; CASTILLO ARMENTEROS, Juan Carlos Y CASTILLO ARMENTEROS, José Luis “Organización militar del espacio de la Orden de Calatrava: El Castillo de Lopera”. IX Jornadas sobre Historia de Lopera. Jaén (2000), p. 21-26; CASTILLO ARMENTEROS, Juan Carlos Y CASTILLO ARMENTEROS, José Luis “La organización militar de la Orden de Calatrava en el Alto Guadalquivir a través de las investigaciones arqueológicas”. Arqueología y Territorio Medieval, 10.2, Jaén (2003), p. 192-194; LÓPEZ MURILLO, José Y UREÑA PORTERO, Gabriel, Jaén, tierra de castillos, tierra para soñar. Jaén, 2004, p. 95-98. 8 Indicándose que “A diez millas de Porcuna estaba Bayyara sobre la antigua calzada romana y con puerto sobre el Guadalquivir”, ésta población “todavía conserva un castillo árabe, restaurado por Fernando III y donado a la Orden de Calatrava”. VALLVÉ BERMEJO, Joaquín, “La división territorial en la España Musulmana. La Cora de Jaén”. Al-Andalus, 34, Madrid (1969) p. 62. 9

La capilla fue construida por el Comendador Juan Pacheco y Torres, tal y como recogía una inscripción de las paredes laterales donde se podía leer que mandó hacer la Capilla don Juan Pacheco, comendador de Porcuna y Castilsera, hijo del Adelantado Mayor de Castilla, junto a ello se hacía mención, a la fecha famosa a la gran victoria de Carlos V sobre Túnez en 1535 (CAZABÁN, 1927).

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Identificación que aparece recogida en los libros de visitas del siglo XV. Entre 1459 y 1495 el castillo presentaba un lamentable estado de conservación, como manifiestan varios documentos redactados por los freyres visitadores de la Orden de Calatrava, Entre ellos destaca, por su riqueza en detalles, el elaborado por Frey Bartolomé de Almodóvar y Frey Juan Mora el día 23 de Marzo de 1459 (A.H.N., 1459; CALVENTE, 1990; PANTOJA, 2001) y los informes redactados por Frey Juan de Almagro y Frey Pedro de Aguayo en 1492 y 1495 (PANTOJA, 2001): “… E a la mano yzquierda en el dicho çircuito esta la/ otra torre que tienen debaxo una capilla de yglesia/ de boveda en questa un altar con sus imajenes e en-/çima desta otra boveda en la dicha torre” (AHN, 1459;

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RUIZ, 1993: 142; MEDINA Y PANTOJA, 1996: 25). “…. e vos man- /do façer e obrar lo que fasta agora teneys fecho que es una /casa arrimada con el adarve de la yglesya que se man/da por la dicha yglesya a la qual aún no está cubierta /lo qual myrado e visto por nosotros no nos paresçio /cosa honesta que en casa de oraçión especialmente donde / tanta devoçión ovymos y formación que el pueblo tenya e / tyene que della fuese hecha morada e aposentamyento de / cavallero porque sy asy pasase se seguyria muchos /ynconvenyentes donde Dios fuese de servido e aún de otra /parte considerando que sy en tiempo de neçesydad se ovyese /de servyr de fortaleza ny más ny menos nos pareçió /gran ynconvenyente facerle arrimadizo de tapias al mismo /adarve della donde de fuera la façe flaca…” (AHN, 1492; PANTOJA, 2001: 26). “ficyeron vos fue por ellos mandado façer un cuarto que /fuese de la largura de esquina a esquina de la yglesia con sus rafas de la- /drillo en que ovyese alto e bajo con su corredor delante asimismo alto e /bajo con sus recamaras e chimenea /tachado: y quando este) el qual aposen- /tamiento se mandase por la parte de fuera e no por la yglesia e /cuando esta obra por nosotros fue visytada fallamos solamente /hecho un arrimadizo a la yglesia que no llevaba la horden que la dha /visytación vos fue mandada paresçianos que la obra ally no /estaba honesta y por esta razón vos mandamos sesase” (AHN, 1495; PANTOJA, 2001: 32). 11 Buena muestra de lo ocurrido fue descrito en la Crónica del Condestable, señalando que “E otro día, martes siguiente, los cavalleros de Andujar corrieron Arjona e Arjonilla. E ese mismo día, martes, antes del día, con fasta setenta roçines e tresçientos peones de la dicha ciudad de Andujar dieron sobre la villa de Lopera, e entraron por las barreras e robaron e metieron a saco mano la dicha villa, de donde troxieron grande despojo e cavalgada de muchas joyas e alhajas e ganados e bestias e otras cosas e vinieron con todo ello a la ciudad de Anduxar” (CUEVAS, DEL ARCO Y DEL ARCO, 2001; 266).


Juan C. C. Armenteros, José L. Castillo Armenteros, Miguel R. Calvente, José L. P. Vallejo

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Fig. 1 – Localización Gográfica del Señorío de la Orden de Calatrava en el Alto Guadalquivir. A – Localización Geográfica B – Localización de los municipios de Lopera y Sabiote C – Organización jurisdiccional del Alto Guadalquivir tras las conquistas de Fernando III (siglo XIII) D – Señoríos de las Órdenes Militares en el Alto Guadalquivir


Sabiote y Lopera, dos fortificaciones calatravas en la frontera del Alto Guadalquivir…

Fig. 2 – Municipio de Sabiote. A – Evolución urbana de Sabiote a lo largo de la Edad Media B – Evolución Histórica de Sabiote desde época islámica hasta la conquista castellana C – Panorámica de la evolución urbana de Sabiote D – Restos de las defensas islámicas en el solar del Castillo de Sabiote E – Transformación de un sector de Hisn Sabiyuto en Castillo de la Orden de Calatrava

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J. C. Castillo Armenteros, J. L. Castillo Armenteros, M. Ruiz Calvente, J. L. Pantoja Vallejo

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Fig. 3 – Castillo de Sabiote. A – Evolución de las estructuras medievales documentadas en el Castillo de Sabiote B – Reconstrucción de la fortaleza calatrava de Sabiote a partir de la documentación escrita (1533-1537) y la documentación arqueológica. C – Reconstrucción de Castillo de Sabiote (Sector Norte) D – Reconstrucción de la Planta del Castillo de Sabiote


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Fig. 4 – Castillo de Sabiote en época calatrava (Patio de Armas). A – Superposición de estructuras del Castillo de Sabiote desde la Edad Media hasta época Renacentísta. B – Planta de la excavación arqueológica del patio de armas del Castillo de Sabiote (Castillo et alii, 2010) C – Patio de Armas del Castillo-Palacio de Sabiote D – Restos de los muros perimetrales del hipotético oratorio, y de los muros que conforman el podio del pórtico del patio renacentista y el muro perimetral de las caballerizas renacentistas E – Cimentaciones de la Torre del Homenaje y de la escalera de acceso al interior de la torre en el Patio de Armas del Castillo-Palacio F – Panorámica del Patio de Armas del Castillo-Palacio de Sabiote

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J. C. Castillo Armenteros, J. L. Castillo Armenteros, M. Ruiz Calvente, J. L. Pantoja Vallejo

Fig. 5 – Castillo de Sabiote sector Norte. A – Planta de la excavación arqueológica realizada en la fortaleza (CASTILLO et alii, 2010) B – Planta de los restos arqueológicos de los refuerzos calatravos adosados a las defensas islámicas C – Superposición de estructuras medievales en el sector Norte de la fortaleza D – Refuerzo calatravo adosado a las defensas islámicas del sector Norte E – Refuerzos calatravos en las defensas del sector Norte F y G – Reconstrucción de la fortaleza de Sabiote, resaltando los refuerzos del Sector Norte H – Detalle del refuerzo calatravo entre las estructuras islámica y renacentistas


Sabiote y Lopera, dos fortificaciones calatravas en la frontera del Alto Guadalquivir…

Fig. 6 – Castillo-Palacio de Sabiote en época Renacentista. A – Primera Planta del Castillo – Palacio de Sabiote B – Reconstrucción de la Planta Baja del Castillo – Palacio C – Puerta Principal y Foso defensivo del Castillo – Palacio D – Torre de la Puerta de la Canal y sector Norte E – Torre del Espolón y Baluarte Calatravo F – Caballerizas del Sector Norte G – Superposición de estructuras en el sector Noroeste de la fortaleza

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J. C. Castillo Armenteros, J. L. Castillo Armenteros, M. Ruiz Calvente, J. L. Pantoja Vallejo

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Fig. 7 – Castillo de Lopera. A – Ubicación y planta del Castillo de Lopera B – Planta y Alzado de la Iglesia – Castillo de Lopera C, D y E – Reconstrucción de la Iglesia – Castillo de Lopera F – Lectura paramental del Muro Norte del Patio de Castillo de Lopera con huellas de su sistema de cubierta G y H – Panorámicas exteriores del Alcázar del Castillo de Lopera I – Adarves y reconstrucción de las estructuras que soportaría la cubierta del castillo J – Huellas del sistema de cubierta y ventanales del muro Sur del Alcázar K – Huella en la mampostería del sistema de cubierta L – reconstrucción hipotética del sistema de cubierta


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Fig. 8 – Castillo-Palacio de Lopera. A – Planta del Castillo-Palacio B – Alzado del Castillo-Palacio C – Cartelas conmemorativas de las obras llevadas a cabo en el Castillo-Palacio por el Comendador Juan Pacheco en 1535. D – Bóveda del Oratorio y de la zona ábsidal de la Iglesia del Castillo de Lopera E – Arquería del patio porticado F – Organización interna del Castillo-Palacio G – Estancias con elementos Decorativos del Catillo-Palacio H – El castillo convertido en Bodega por la familia Valenzuela-Sotomayor

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J. C. Castillo Armenteros, J. L. Castillo Armenteros, M. Ruiz Calvente, J. L. Pantoja Vallejo

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Fig. 9 – Excavación de los exteriores del Castillo de Lopera. A – Planta de la excavación arqueológica (CASTILLO et alii, En prensa) B – Planta de las estructuras documentadas en el Patio Sur C – Pozo de Noria D – Estructuras del Patio Sur E – Panorámica General del Castillo de Lopera F – Planta del Sondeo 3: Necrópolis Medieval G – Panorámica del Sondeo 3 H – Inhumación Medieval


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