ENTRADA de BLOG
1 Mayo 2012
www.hambreyderechoshumanos.blogspot.com
El hambre en la literatura joseluisvivero@gmail.com Activista contra el hambre y por los derechos sociales Doctorando de la Universidad de Lovaina, Bélgica
Prólogo del libro “Cuentos del Hambre” Editorial Alfaguara, Centroamérica. 2012
Presentación del libro en Guatemala (27 Abril 2012). http://www.s21.com.gt/centroamerica/2012/04/30/cuentos-hambre-libro-para-sensibilizar http://www.prensalibre.com/escenario/cultura/Cuentos-alimentan_0_689331136.html http://www.sntca.com/eventos/20120427/ http://losbucbuc.blogspot.com/2012/04/presentacion-del-libro-cuentos-del.html
El hambre mata en Guatemala más personas que las balas cada año. El hambre es una violación de un derecho humano recogido en la Constitución y en una Ley específica en Nicaragua. El hambre es una vergüenza nacional en un país moderno, ilustrado, económicamente desarrollado y perfectamente integrado regional y globalmente como Panamá. Y, sin embargo, el hambre campa a sus anchas en la región centroamericana, afectando a más de cinco millones de personas, el 15% de la población total, en su mayoría niños, niñas y ancianos, y produciendo pérdidas económicas que representan el 6.5% del producto interior bruto de la región. La desnutrición crónica infantil es una cadena perpetua que hipoteca el futuro de nuestra juventud, y que afecta al 48% de la población en Guatemala y está por encima del 20% en Panamá, Nicaragua y Honduras. El hambre es la consecuencia de la negación más absoluta de los medios de vida necesarios para subsistir, y el escalón final de la pobreza extrema. Pasas hambre cuando ya no tienes nada para comer o comprar. Miseria en su estado más puro. El ser humano, “el animal más perfecto de la creación”, está habituado a convivir con el hambre, uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis según la mitología cristiano-judaica. Y es el hambre, como ya señaló con singular maestría Pablo Neruda, la medida del hombre. Si un extraterrestre llegara a la Tierra y viera que, a pesar de tanto adelanto tecnológico, tantos avances en medicina, tantas democracias con paz, tanto dinero gastado en lujos banales, tantas guerras costosas y tanto desarrollo intelectual, filosófico y astronómico, seguimos teniendo un sexto de nuestra gente muriéndose de hambre, a pesar de tener la capacidad y los recursos para evitarlo, pensarían con razón que seguimos sumidos en un estadio primitivo de desarrollo, que apenas hemos salido de la barbarie y que somos una civilización inferior. El hambre es la vara de medir de la sociedad humana y, lamentablemente, todavía no damos la talla. El Gran Mantel (Pablo Neruda) Tener hambre es como tenazas, es como muerden los cangrejos, quema, quema y no tiene fuego: el hambre es un incendio frío.
El hambre es uno de los indicadores objetivamente verificables del proyecto de vida de la sociedad humana en este planeta. De hecho, es un indicador de los famosos Objetivos de Desarrollo del Milenio, objetivos que no cumplimos por mucho que los burócratas de Naciones Unidas se empeñen en hacernos creer que vamos bien con 1000 millones de hambrientos y dos crisis alimentarias en menos de cinco años. El hambre indigna y sobrecoge cuando la vives de cerca. Indigna en ese sentido de “indignación motivadora” que menciona Stephane Hessel en su conocido libro que ha servido de manifiesto revolucionario para los Indignados españoles. Y también sobrecoge el corazón cuando se ve el hambre en los rostros de los hambrientos, cuando miras al hambre a la cara y te devuelve tristeza, perdición, apatía. Citando al Steinbeck periodista “Hay una expresión que se aprecia en todos los rostros. No se trata de preocupación: es el terror absoluto al hambre”. El hambre, por otro lado, es un tema esencialmente político, con enormes implicaciones sociales y de seguridad. Se habla del hambre como una enfermedad tratable desde la medicina nutricional o como un problema de producción, que se puede afrontar desde la agricultura, o incluso como un problema económico por falta de acceso a los alimentos y, por tanto, tendría una solución económica. Es todo eso y mucho más, pero esencialmente es un tema político, cuya solución sólo llegará desde lo político. De nuevo, citando a Steinbeck, “los hambrientos (temporeros norteamericanos) pueden ser ciudadanos ejemplares, pero también pueden convertirse en un ejército espoleado por el sufrimiento y el odio que termine tomando por la fuerza aquello que necesite”. Este tema de la relación entre hambre, la paz social y los conflictos, ya ha subido a lo alto de la agenda política internacional, pues tanto la Unión Europea, como el Foro Económico Mundial de Davos o el Gobierno Británico han situado a la seguridad alimentaria mundial como uno de los grandes focos de inestabilidad y conflicto en el siglo XXI. Adicionalmente, el cambio climático que hará cada vez más difícil producir alimentos para los 9 mil millones de habitantes de la Tierra en 2050. El hambre, como el sexo y la guerra, forman parte de la naturaleza primigenia del ser humano, de su ethos como especie de Homo sapiens. Es por eso que aparece en el imaginario colectivo de todos los pueblos, estando presente en todas las tradiciones, culturas y mitologías de la sociedad humana. Todo ser humano está familiarizado con el hambre, ese viejo compañero de viaje a lo largo de nuestra evolución de cazadores, recolectores, agricultores y obreros hasta llegar a los tecnócratas modernos, globales y científicos. Miguel Hernández decía acertadamente que “el hambre es el primero de los conocimientos”. Cuando venimos al mundo, lo primero que aprendemos es a llorar para pedir alimento a nuestra madre. En Guatemala, a los niños se les han secado los ojos de tanto llorar por un alimento que nunca llega. El Hambre (Miguel Hernández) El hambre es el primero de los conocimientos: tener hambre es la cosa primera que se aprende. Y la ferocidad de nuestros sentimientos, allá donde el estómago se origina, se enciende. Tan cerca la tenemos, tan bien la conocemos que nos hemos acostumbrado a mirarla como consustancial a la vida. Tanto es así que hoy que podríamos erradicarla, nuestra visión sigue condicionada por ese largo transcurso en que hemos sobrellevado el hambre como inevitable. Máximo Gorki, en su novela “La Madre” mencionaba que el “hambre sigue al hombre como la sombra al cuerpo”. Eso parece ser así desde hace miles de años, y sigue siendo así a finales del 2011. La acumulación de riquezas y conocimientos que hoy tiene la humanidad no podría ser medida, ni entendida por ninguno de nuestros antepasados de hace cinco mil años. Mandamos hombres al espacio, rescatamos mineros a cientos de metros bajo tierra, aceleramos quarks a velocidades de la luz para que choquen entre ellos, gastamos billones de dólares en salvar bancos y empresas, pero seguimos
compartiendo con los Neanderthales un montón de gente con hambre sobre este planeta. Tenemos los conocimientos, tenemos los recursos, tenemos el dinero, pero no queremos hacerlo. Los políticos no le dan al tema la importancia que debe, no le asignan los recursos suficientes, no priorizan su erradicación en los países donde campa a sus anchas. Las élites políticas y económicas lo ven como algo normal, o natural, o inevitable o un mal menor porque “siempre habrá ricos y pobres, como siempre habrá sol y luna”. Tras este preámbulo aclaratorio, y considerando la crudeza, la vulgaridad y la amplitud del hambre en el mundo, resulta un poco sorprendente que no haya sido más ampliamente tratada en la literatura, que no haya inspirado a más poetas, escritores, pintores o ensayistas. Sin ánimo de pretender ser exhaustivo, y sabiendo de antemano que me dejaré muchos autores en el tintero, me atrevería a decir que el hambre no ha sido una fuente de inspiración recurrente para la literatura a lo largo de la historia. Ni la literatura con vocación social, ni la literatura puramente estética han encontrado en el hambre una musa sobre la que inspirarse. Será que el hambre en el cuerpo del escritor produce poca inspiración, como crudamente retrata Knut Hamsun en su libro titulado Hambre, el único texto literario encontrado en internet con ese título. Ya Cervantes se aproximó al tema con su relato de la picaresca española, muy asociada a la pobreza extrema, en el clásico “El Lazarillo de Tormes”, pero el hilo argumental iba por otro lado. No obstante, pesar de esta pobreza literaria, muy en consonancia con toda la pobreza que suele acompañar al hambre, tenemos dos excelentes ejemplos de literatura con mayúsculas, hecha por grandes escritores que han recibido el Premio Nobel teniendo dos novelas sobre el hambre como sus libros más conocidos, y que suponen una luz para guiar a futuros escritores sobre el tema: Las uvas de la ira de Steinbeck y Hambre de Knut Hamsun. John Steinbeck, entonces un prometedor escritor, retrató a los trabajadores temporeros y a sus familias en una serie de reportajes aparecidos en 1936 en The San Francisco News. Estos agricultores pobres, se vieron obligados a dejar sus tierras de labor en el cinturón del maíz del Medio Oeste debido a la crisis y migraron hacia California para trabajar en empleos temporales y mal pagados. Eran decenas de miles y su vida de nómadas forzados era muy precaria. El trabajo realizado para preparar estos artículos le permitiría publicar, poco más tarde, su novela más lograda: Las uvas de la ira (1939). Un año después fue llevada al cine por John Ford y ganó el óscar al mejor director, y posteriormente a Steinbeck le dieron el Premio Nobel en 1962. Las bases del libro nos resultan tan familiares que estremece pensar en las similitudes entre los Estados Unidos de 1930 y la Guatemala del 2011: tenemos otra crisis económica global y tuvimos una sequia en 2009 que destruyó las cosechas; los campesinos pobres tienen que dejar sus granjas o milpas para buscar trabajo como temporeros porque con su propia producción no tienen suficiente para comer a lo largo del año; su trabajo es fundamental para mantener la economía nacional (cítricos en California y café y caña en Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador), pero están muy mal pagados, son tratados con deprecio y tienen escasa capacidad de negociación como colectivo. Misma situación pero 80 años de diferencia. Con esos mimbres, Steinbeck hizo literatura. Hamsun, por otra parte, narra en “Hambre” las sensaciones y peripecias de un escritor pobre y hambriento de Oslo, que vive en la más absoluta miseria pero sigue manteniendo unos ideales y una cordura sorprendente. La novela sirvió de guía para otros escritores posteriores como Thomas Mann, Henry Miller o Herman Hesse, y el autor recibió el Nobel de Literatura en 1920. El protagonista no tiene historia, ni nombre ni referencias que permitan situarlo, pero sabemos que masca madera para aplacar el hambre, al igual que la anciana de Gioconda Belli mascaba papel mojado y los niños de Haití comen galletas de barro para aplacar al hambre. Ese hambre que ha sido denominada como “incendio frío” por Pablo Neruda o “boca de lobo” por uno de los escritores presentes en este libro. Ya más cerca de nosotros es inevitable referirse al abuelo del realismo mágico latinoamericano, Miguel Angel Asturias, y su libro más conocido “Hombres de Maíz”. Aunque no trata específicamente del hambre, sí que destaca el conflicto entre los indígenas que valorizan la naturaleza y los maiceros que arruinan la tierra sagrada con la comercialización. La milpa de maíz es cosa sagrada para los indios,
porque fue el centro del cosmos para el mundo indígena tradicional. Nosotros, los no-indígenas, nunca lo hemos visto así, y de aquellos barros vienen estos lodos. Me gusta la definición holística del maíz que hizo Asturias: “Sembrado para comer es sagrado sustento del hombre que fue hecho de maíz. Sembrado por negocio es hambre del hombre que fue hecho de maíz". Profundizando en algunos libros ya “clásicos” de la literatura centroamericana, me gustaría traer a colación una cita de Sergio Ramírez, por boca del comandante sandinista Manco Capac en su libro “Sombras nada más”, donde indicaba que la revolución debía ser humanista, y que “el primer humanismo va a ser que los pobres no se nos mueran de hambre”. Tampoco podemos olvidarnos del poema del nicaragüense Carlos Martínez Rivas “A quienes no perdieron nada porque nunca tuvieron” o la poética referencia de Joaquin Pasos en su poema “India caída en el mercado”. India caída en el mercado (Joaquín Pasos) Ella se desmayó, la desmayaron. Al lavarle el estómago los médicos lo encontraron vacío, lleno de hambre, de hambre y de misterio. Una vez repasados algunos acercamientos de los escritores al hambre, resulta curioso comprobar cómo la literatura, que se nutre naturalmente de las miserias del ser humano para generar bellas obras clásicas y duraderas, ha manifestado una despreocupación evidente por el hambre, muy parecido al caso de los políticos. ¿Será que muchos escritores han pasado hambre y no quieren usar esos recuerdos para crear arte? ¿O, tal vez, el hambre se considera vulgar, normal y poco estética? Siendo la literatura un excelente vehículo para contar ideas y transmitir valores que remuevan conciencias ¿puede la escritura en tiempos de crisis permitirse el lujo de ser sólo estética o debería ser también ética? En esta época de crisis generalizada, de decadencia de una cultura, la neoliberal globalizada, nuestra literatura debería ser más comprometida, más ilustrativa, más reflexiva, y más prospectiva. Necesitamos más Saramagos, Sábatos y Sartres, por citar sólo a los que empiezan por la S. Incluso, nos vendría bien algún otro Asturias 2.0 para reivindicar el valor que tiene el maíz para los centroamericanos, mucho más allá de su valor económico en el mercado, que es lo único que considera el CAFTA. Ya Antonio Machado nos ilustraba con tino sobre el tema, pues “es de necios confundir valor y precio”. A lo largo de toda la enormemente larga pre-historia, cuando todavía no había escritura, través de los cuentos, el ser humano transmitió la cultura, las creencias, los mitos de fundación, el lenguaje y los valores a través de los cuentos. Y todavía seguimos contándoles cuentos a nuestros hijos. En esta línea, la organización no gubernamental Acción contra el Hambre lanzó en mayo del 2011 un concurso regional de relatos cortos sobre hambre y alimentación, para estimular el pensamiento y la construcción literaria en torno a este tema y que, a través de los cuentos, se transmitan valores y mensajes que lleguen a lo más profundo de nuestro corazones y se enraícen en el cerebro.
Para erradicar el hambre se necesita una política de Estado con objetivos claros, suficientes fondos y apoyo constante de los Gobiernos y de todos los estamentos de la sociedad. Y para conseguir esto necesitamos que la sociedad en su conjunto reconozca el problema y apoye y demande las soluciones. Desde Acción contra el Hambre creemos que la sensibilización de la sociedad civil y de los ciudadanos y ciudadanas es clave para mantener la lucha contra el hambre en la agenda política nacional. Con ese fin, debemos usar los medios que lleguen a un público amplio, con lenguaje sencillo, no especializado y utilizando el arte como vehículo. Y creemos que la literatura puede ser ese vehículo para contar, sensibilizar y movilizar. El sólo hecho de pensar y escribir sobre este problema, muchas veces oculto, contribuye a crear conciencia social, tanto en quién escribe como en quién lee.
Recibimos más de 300 relatos, de los cuales seleccionamos a tres ganadores, que recibieron un premio en metálico, y luego hubo seis menciones especiales más 16 finalistas. También conseguimos entusiasmar a reconocidos escritores de la región, que han escrito un cuento sobre el tema alimentario. Contar en este volumen con escritores y escritoras de la talla de Sergio Ramírez, Gioconda Belli, Mendes Vides, Claribel Alegría, Carmen Naranjo o Enrique Jaramillo es no sólo un honor para Acción contra el Hambre sino una prueba más de que la literatura tiene que ser ética además de estética. Al igual que hay diversos tipos de desnutrición en Centroamérica, también tenemos diversidad de relatos y enfoques del tema, como pueden ver en este libro. Tenemos cuentos realistas, imaginarios, actuales o futuristas, con dialogo o narrativa, personales o de terceras personas, de niños y de mayores, de ricos y de pobres, tristes o esperanzadores, relativos a un país o de la región en su conjunto, pero siempre literarios, alejados de todo academicismo objetivo, y todos ellos anclados en la realidad centroamericana, lo que se detecta al leer la riqueza y variedad de expresiones locales. Estos relatos no terminarán su vida al ser publicado el libro, pues muchos de ellos prolongarán su misión sensibilizadora y servirán como instrumento educativos, serán usados en las universidades, colegios, comunidades; o como guiones para producción de cortometrajes; como obras de teatro social y uno de ellos está siendo ilustrado y se convertirá en un libro para niños. Este libro es la prueba de que la crudeza de la desnutrición infantil, la miseria y la violación de los derechos sociales pueden ser reflejadas con sensibilidad y belleza desde la literatura. De esta manera, el mensaje llega hasta el espectador sin recurrir a conceptos técnicos ni datos complicados. Desde Acción contra el Hambre quisimos comunicar unos mensajes sencillos y que llegaran a la máxima audiencia posible: hay hambres que matan y otras que representan una cadena perpetua, comer es un derecho humano y el hambre una vergüenza para nuestra humanidad, pero tiene solución. Espero que alguno de estos mensajes quede en su memoria. Ojalá que disfruten del libro y que lloren con algún capítulo, pues eso significará que han sido sensibilizados de por vida. Ya para acabar, les dejo con una frase sobre el Concurso de Cuentos recogida de nuestra página facebook y que me impactó sobremanera. Creo que refleja de manera preciosa lo que he contado arriba. "El mejor resultado del concurso no es la cantidad de dólares que te dan por sentarte a escribir, eso es comercio; lo que se busca es calar en el alma de las personas, de las que escriben y de las que leen, y de esta forma las que sufren de hambre real podrán tener una esperanza mañana. Hay que seguir escribiendo, no por unos cuantos dólares, sino por los millones de estómagos que rugen en silencio, vacíos." (Gabriel Solís en el Facebook ACF-E Centroamérica).
Managua, Noviembre 2011