2
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
Sobre o autor Sou uruguaio, de Montevidéu, onde passei a primeira metade da minha vida, estudando direito, carreira que não cheguei a completar e trabalhando como músico. A outra metade começa em 1982,quando decidi morar no Brasil para não voltar mais ao meu país. Aqui já trabalhei como artesão antes de me dedicar a lecionar Inglês e Espanhol, que é o que faço até hoje. Alguns anos atrás, eu diria que de maneira totalmente imprevisível, comecei a escrever relatos curtos sem nenhum outro propósito que ordenar certos conceitos que eu recolhi de alguns documentários científicos à respeito da origem do universo e a vida, temas pelos quais sou totalmente obcecado desde criança. De forma inconsciente de repente percebi que a experiência ficava muito mais divertida e amena se eu acrescentasse uma história, um enredo, a essas anotações técnicas frias e entediantes. Eu senti que tinha muito mais jeito como narrador do que como comentarista científico, comecei a me envolver mais com os enredos do que com a verdade puramente objetiva. Daí a esboçar meus primeiros contos foi só um passo. Um dia eu me peguei escrevendo um conto atrás do outro e tirando desse fato uma experiência lúdica que me provocava um enorme prazer. Eu me sentia como uma criança com seu brinquedo novo, só querendo desfrutar sem me importar com mais nada. Cada novo conto eu já sentia por antecipado que era a chance de mais uma viajem fantástica. Não parei mais e hoje tenho uma boa coleção de histórias esparramadas a través de meus dois blogs. Este livro é uma seleção de alguns desses relatos. Todos eles são independentes e não seguem uma linha cronológica determinada, podendo ser lidos em qualquer ordem, com exceção dos dois últimos, que estão vinculados e exigem ser lidos tal como aparecem no livro, "Un reflejo en el aire" antes do que "Luna negra de Lilith ",já que o segundo contém referencias que não serão entendidas sem conhecer o primeiro. Todos os contos transitam por esse misterioso caminho entre a realidade e a fantasia, e os suportes obsessivos apontam para dimensões paralelas, paradoxos de tempo, planos da realidade que se cruzam com outros planos aparentemente impossíveis de juntar. Minhas fontes de inspiração, minhas paixões literárias, ficam então ao descoberto. Nem precisaria citar Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, García Márquez ou meu conterrâneo Mario Benedetti. O livro todo está escrito em espanhol, porque em não sei escrever em português correto. Desenvolver este prólogo já foi sacrifício demais para meu limitado conhecimento da língua.
3
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
En una silla de plástico azul
Altrovent 150 mg directo en la vena, escuché desde lejos la voz de la doctora, y enseguida la máscara de oxígeno, no puede moverse, está muy debilitado. Sentía mi cuerpo temblando como consecuencia de los medicamentos después de un terrible ataque de asma que me había mantenido sin dormir durante toda la noche, hasta que, al rayar el sol, bajé la calle de mi casa hasta el pronto socorro. Fui colocado en una sala pequeña, llena de mangueras de oxígeno e instrumentos sofisticados que denotaban una apurada tecnología. Dentro, en el silencio de las primeras horas del día,sólo había un niño de unos cinco o seis años, respirando con alguna dificultad y señales de abatimiento muy parecidos a los que yo presento cada vez que una crisis me mantiene despierto durante la noche.
El nene, frente a mí, semejaba padecer problemas muy similares a los que me afectan de una forma tan apremiante desde mi niñez, pero no usaba máscara, una de las enfermeras le introducía en su boca a intervalos regulares, un líquido viscoso y marrón que yo interpreté en principio como un jarabe y que el nene sorbía con avidez, a pesar del asco que eso obviamente le provocaba. El nene bebía con sus ojos semicerrados, enclinado sobre el regazo de su madre preocupada.Yo creí reconocer vagamente la cara del chiquilín, creí acordarme que al doblar la última esquina y ya casi medio desmayado, me había cruzado con alguien que, ahora deduje, debía ser el nene con su madre, que también venía para el ambulatorio. Pero la extraña sensación de familiaridad me venía de un punto mucho más secreto y lejano, sentí que había algo que me ligaba misteriosamente con aquel gurí medio esmirriado, de aspecto frágil, que disputaba en silencio su batalla angustiosa contra la misma enfermedad que yo conocía tan bien de toda mi vida.
4
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
Alguien debía haberme recogido medio inconciente para traerme hasta aquí, porque yo no podía acordarme cómo había sido la entrada en aquella sala, cómo me había sentado en aquella silla de plástico azul, y mucho menos cómo había llegado a colocarme aquella máscara que ahora aliviaba poco a poco mis pulmones exhaustos y cansados, mientras el efecto narcotizante del Altrovent y el fortísimo Birotec me hacían caer por momentos en un sueño difuso, donde yo me veía otra vez en el pequeño sofá del consultorio del Dr Goldie, mi madre diciéndole al médico el nene está sufriendo otro ataque de asma, doctor, déjelo recostarse contra mí y tráigale un cuchara grande de miel con própolis, por favor, es lo único que lo alivia, y yo apretado contra mi madre bebiendo con repugnancia aquel líquido salvador y mirando al otro frente a mí, al otro, un hombre ya entrado en años que acababa de entrar en la sala medio tambaleante como si fuese una patética ventana al futuro de lo que yo sería un día, un viejo perseguido por el asma. A pesar de exhausto y bastante debilitado,vi que el señor había llegado valiéndose de sus propias fuerzas y se mostraba confiante y tranquilo, mismo abatido,como si viniera de un largo camino de batallas interminables contra la enfermedad y ya estuviese acostumbrado a ella. Después los doctores colocaron cuidadosamente al chico en una camilla y lo transportaron hacia afuera del cuarto. Me quedé a solas con la madre, que parecía ahora bastante más tranquila y confiante. Todavía se atropellaban en mi cabeza pedazos de frases que yo asociaba vagamente con el momento más crítico de mi ataque, que ocurrió en la calle, cuando yo estaba todavía a un par de cuadras del ambulatorio. Éste parecía un lugar diferente, más reducido, que yo atribuí a la distorción natural producida en mi cerebro como consecuencia de la crisis, sujételo por los brazos, que yo me encargo de las piernas, mi coche está aquí cerca, vamos a llevarlo hasta el pronto socorro volando, martillaba el diálogo entrecortado de mis salvadores, que yo escuché con lo últimos restos de mi conciencia que se desvanecía. Volviendo ahora poco a poco en sí, feliz por la respiración recuperada, mi conciencia comenzó a resurgir en fragmentos, hasta animarme a intercambiar algunas palabras con la señora, que tenía unos bonitos ojos verdes asomando por detrás de su pelo ondulado de un anaranjado zanahoria: - Entonces yo venía por la calle y creo que desmayé porque alguien me recogió y dos personas me auxiliaron y me arrastraron y justo cuando me metían en el auto yo la ví a usted y a su hijo........ - Yo no me acuerdo de haberlo visto en la calle antes de llegar aquí, me interrumpió la señora sorprendida, además eso es imposible, nosotros llegamos dentro del coche particular del doctor..... de repente ella pareció olvidar el nombre del doctor al que se refería, quedó muda y miró alrededor asustada, ahí fue ella que sintió la extrañeza del lugar, que no tenía nada de la quietud apacible de la clínica particular de Goldie, más parecía un área con espacios enormes y salas llenas de gente de blanco que se movían con mucha prisa en todas direcciones mientras los altoparlantes gritaban números y cifras y mensajes en código...... y mi hijo venía todo envuelto en mantas y frazadas para
5
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
evitar que un enfriamiento agravase todavía más la situación, continuó, sólo por decir decir algo sin convicción para acabar su pensamiento. - Está bien, vamos a decir así, que yo estoy aquí con un fuerte ataque de asma y en mi delirio me pareció verla a usted con un niño y por coincidencia.......preferí quedarme callado, no podía dar ninguna explicación coherente para justificar mi convicción de lo que yo había visto....luego me vi bajando por la calle y me imaginé que dos personas me auxiliaban y me traían hasta aquí ....en fin, debe haber sido una situación de esas que llaman de precog, ¿sabe?, como en aquella película de Tom Cruise ,están aquellas personas que pueden ver las cosas por anticipado........o puede usted considerarlo um deja vu, ¿no le parece? ¿usted cree en ese tipo de cosas? - yo sentí que a cada intento de explicarme estaba dejando a la pobre mujer cada vez más confusa - bueno, de todos modos, su hijo está mejor? - le pregunté, como para desviarme de la situación embarazosa. - Sí, parece que le van a dar unos remedios y ya podremos volver para casa. Y a usted, ¿siempre le dan esos ataques? - Sí, y lo peor es que me dan esos baches mentales, me parece ver cosas, debe ser consecuencia de los remedios......la noche sin dormir... Yo trataba de referirme discretamente de nuevo al chiquilín, no sé por qué él ejercía aquella fascinación sobre mí, pero no quería que ella percibiera nada. - Claro, ahora entiendo, dije como para calmarla, lo que ocurrió fue que justo en el momento en que los enfermeros sacaban a su hijo de la ambulancia, que coincidió con el momento en que aquellos señores me bajaban del coche, cosa que usted no percibió, claro, porque estaba demasiado preocupada, la frazada se abrió y yo conseguí ver rápidamente su rostro, él es muy parecido con usted, especialmente me llamó la atención que tiene los mismos ojos verdes. - Sí, dijo la mujer - dándole fingidamente la razón al ver que el hombre hablaba cosas desconexas - ¿su madre también tiene ojos verdes como los suyos? Yo sentí un escalofrío. - Bueno mi madre.....er.....tenía,sí, unos bonitos ojos verdes que parecían dos esmeraldas brillando bajo el sol de mediodía. -Tenía? -Sí, ella murió hace ya unos años, en Buenos Aires. - Buenos Aires, dijo ella- y su vista pareció perderse en un futuro distante, en una niebla sin forma. Yo nunca conocí Buenos Aires. Cuando nuestro hijo era recién nacido,
6
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
habíamos programado con mi marido una visita, pero al final, los problemas de la vida, usted sabe, eran tiempos difíciles, después de la guerra, había mucha inseguridad entre las personas, mi esposo decidió no realizar el viaje para asegurar un trabajo y después nunca tuvimos una nueva oportunidad. Debe ser bonito Buenos Aires. -Sí,- le respondí. Mi madre prefería Buenos Aires a Montevideo, una ciudad hermosa pero sin muchas posibilidades de trabajo. Principalmente después de la muerte de papá, las cosas se volvieron muy complicadas, una pensión que apenas daba para comer, y encima con la influencia de mi hermana, diez años menor que yo, y que vivió con ella hasta su muerte, que adoraba aquel lugar y no quería volver para Uruguay ni que la matasen. - Su hermana? Qué curioso, nuestro hijito tiene también una hermana menor si, pero es muy pequeña todavía, ella ni sabe lo que es Buenos Aires. - Tal vez un día sabrá, dije yo, y usted también, quién sabe, la vida es muy imprevisible - yo me asusté al percibir que ni sabía por qué había pronunciado aquellas palabras. Él sintió la cara de la mujer girando, sus grandes ojos verdes fijos escrutando en lo ojos de él, como preguntando. - ¿Cómo? - me preguntó ella sorprendida. - Sí, bueno usted sabe, todos los jóvenes de Montevideo sueñan con conocer BuenosAires un día, es como el deseo de conocer la ciudad grande, expliqué, sin saber por qué estaba dando aquella ridícula justificación a mis palabras. - Ah, claro, dijo ella como distraída.....la ciudad grande, y volvió a perderse en un tiempo y un lugar del que parecía tener una anticipación imposible de definir, como si fuese un recuerdo del futuro, una paradoja del tiempo. Y así continuó doña Hilda contándole al Doctor Goldie los detalles de su alucinación después que su hijo fue transportado para otra sala. Ella cayó en un estado de semi-vigilia en el que creía hablar con un desconocido pero la escena se desarrollaba en el futuro,tal vez unos cuarenta o cincuenta años después según ella calculó, en una ciudad extraña, porque él usaba una máscara para respirar, un tipo de instrumental que parecía cosa de otro mundo, ella nunca había visto algo así antes. - Ese tipo de equipaje está todavía en fase experimental, señora Macadar, y sólo es usado en un sección reservada de mi clínica. Por eso la medicación aplicada a su pochito debía ser totalmente diferente y en un lugar diferente. Doña Hilda Macadar quedó entonces flotando en una niebla informe y densa, que le había mostrado cosas que tal vez nunca llegaría a ver en vida, sin entender las coincidencias aterradoras que le traían a su hijo directamente desde un futuro lejano bajo la apariencia misteriosa de un hombre desconocido respirando con una máscara de oxígeno, el mismo hombre que ahora, hablando con el doctor de guardia, juraba haber visto a aquella señora llegando
7
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
con su hijo que tomaba algo en una cuchara, y cómo después se quedó a solas con la señora y mantuvo una charla de varios minutos que le había traído destellos de su propio pasado. Y en el medio de esa rueda misteriosa donde el tiempo iba y venía como un fantasma impredecible, el niño había espiado por la rendija de un futuro desolador, secreto y silencioso como un camino abandonado de un bosque por el que nunca nadie había pasado. El doctor lo miró perplejo y procuró ordenar sus pensamientos. - No, dijo, aquí no había ningún niño, la sección infantil, donde efectivamente había un señora con su hijo asmático, que usted no pudo ver porque entraron por la parte de atrás del hospital, queda en la otra ala, donde no usamos respiradores, los niños sólo reciben un tratamiento basado en miel con hierbas aromáticas y própolis, que de todas formas usted nunca podría haber visto, y aparte de todo, usted llegó aquí solo y caminando sin ayuda, yo mismo lo vi con mis propios ojos entrando por la puerta principal, y después permaneció en una sala individual haciendo una inhalación combinada con un choque intravenoso, er....está sintiéndose bien, señor Macadar?
8
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
La presencia secreta
Estimado Señor Gómez: en virtud de haber pasado por ciertas circunstancias psicológicamente deprimentes que me arrastraron al borde de la desesperación antes de llevar a cabo la ejecución de nuestro último contrato, y viéndome así impedido de cumplir con mi parte en el mismo,ruégole aceptar mis disculpas y espero que entienda las razones de mi desistencia. Dejo junto un sobre con el cheque por U$ 5000,00 - que no llegué a depositar - que había recibido como adelanto por la realización del servicio atentamente Alberto Macadar Así,escuetamente y sin dar ningún tipo de detalles,me absolví de llevar a cabo mi última misión como matador profesional. Última bien digo,literalmente,porque a raíz de esa extrema e inesperada experiencia llegué a comprender cosas a respecto de la existencia humana y de nuestros semejantes sobre las que nunca había reflexionado antes y que harán imposible,de aquí en adelante,la continuación de mi trabajo. Las dificultades de la vida me llevaron a convertirme en lo que soy hoy,lo que he sido hasta hoy,un mercenario.Después de una serie de vicisitudes que es mejor ni mencionar para no ser acusado de querer ganarme la compasión de quien pueda llegar a leer un día estas memorias,viéndome solo y abandonado en el mundo y sin tener un techo bajo el cual refugiarme,una mañana topé con un anuncio en la página de clasificados de "El País" que me pareció,como mínimo,extraño,y atizó mi curiosidad.Él decía:
9
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
"Hombre maduro se necesita para ejecución de trabajo confidencial.Garantidos excelente pago y total reserva". Después de un breve contacto telefónico donde el empleador,que se identificó como Alejandro Gómez,me hizo una serie de preguntas intrigantes a respecto de mi vida particular,si era soltero,si tenía hijos o familiares,entre otras cosas,yo quedé todavía más absorto,al punto que exigí marcar un cita para discutir los pormenores. El señor Gómez en cuestión resultó ser un importante empresario,dueño de una prestigiosa multinacional localizada en un barrio céntrico de Montevideo,unos cincuenta y tantos años,casado,tres hijos,canoso y alto y un poco abatido,por lo que me pareció,debido a cierto problema serio que le preocupaba y que tenía que ver con su vida personal.Entonces fue que vine a saber de su relación amorosa con una de las domésticas de la empresa,encargada del servicio nocturno,que por las fotos que me mostró justificaba que el hombre hubiera perdido la cabeza.El caso es que don Alejandro se había cansado de la situación,le había insinuado a la moza acabar con el flirt y ella,obviamente interesada en la parte financiera,se había negado repetidamente.Las insinuaciones se volvieron pedido,de ahí ya fue exigencia,y la negativa de la mujer se mantuvo cada vez más firme. Viendo que por las buenas no iría a llegar a nada,y ante la insistencia de su amante de requisitar cada vez más dinero con amenazas de abrir la boca para todo el mundo,el empresario,viendo comprometida su situación social y familiar decidió poner un fin a la aventura de manera drástica.El servicio confidencial era,como usted ya se imaginó,la muerte de la muchacha,y para eso había decidido contratar los servicios de un matador profesional.Discutimos largamente el asunto,yo intentando hacerle entender que de profesional no tenía nada,que siempre había sido un persona de elevados principios morales,que la propia idea me repugnaba,y por ahí fuimos,entró la madrugada después de mucho café y finalmente el hombre me hizo un propuesta irrecusable: - ¿Cuánto quiere ganar? -me dijo,imperturbable.Usted me dice la cantidad y le firmo el cheque ahora. Yo sentí que la voluntad de mi contratante era tan firme que no saldría de aquel encuentro sin aceptar el trabajo.Dije un número absurdo,para disuadirlo,ni me acuerdo,era mucho dinero.Para mi sorpresa,él firmó el cheque delante mío sin esbozar la menor sorpresa. - Contará con todo el apoyo necesario,no se preocupe.Tengo la influencia suficiente para borrar todas las pistas,-dijo lacónicamente. Mi primera experiencia como asesino a sueldo fue terrible.Maté aquella bonita mujer con la mayor frialdad de que fui capaz,en realidad me obligué a odiarla como nunca había odiado a nadie en mi vida para hacer más justificable mi crimen bárbaro.Le hice la guardia una noche a la salida de su trabajo,esperé que se despidiera de un grupo
10
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
de amigas y la seguí por un paraje solitario donde quise forzarla a hacer sexo conmigo allí,en plena calle,mientras la insultaba y la trataba de lo peor al tiempo que forcejeaba para quitarle la ropa.La mujer,entre asustada y furiosa,amenazó llamar a la policía,lo que acabó de desatar mi furia criminal.La golpeé con una violencia completamente desproporcionada para volverme todavía más insensible,ella cayó desmayada en un charco donde la pateé hasta hacerla sangrar.Después de mirar alrededor y verificar que estábamos completamente solos,disparé dos veces en la cabeza,hasta ver literalmente saltar su masa encefálica en pedazos que volaron por varios metros a la redonda. El arma,que me había sido suministrada por don Alejandro,era perfecta,dotada de un magnífico silenciador.Alguien a cinco metros de distancia no habría sido capaz de oír los disparos. Después de confirmar a mi mecenas que el trabajo estaba consumado,caí en una profunda depresión.Pasé un mes dentro de casa,perseguido por todo tipo de fantasmas,no comía,sentía náuseas todo el tiempo,cuando el cansancio me vencía tenía pesadillas horribles,siempre con aquella mujer de belleza incomparable desnuda en mi cama y rogándome para hacer sexo,implorando por su vida y yo siempre loco de celos,porque sentía que ella era la amante de Alejandro y no podría ser nunca mía,culpándola por eso y volviendo a matarla una y otra vez después de poseerla al final de cada sueño diabólico. Algunos meses pasaron y yo creí que había superado las traumáticas consecuencias de mi acto injustificable,cuando un día encontré en mi teléfono un mensaje de don Alejandro.Él me agradecía por el trabajo perfecto que había llevado a cabo y me invitaba para tomar un café en su escritorio,aparentemente sin ningún otro objetivo que felicitarme por la perfecta eficiencia y discreción que yo había demostrado. El resultado de la amena conversación acabó siendo el acuerdo para una nueva encomienda.Esta vez mi patrón se mostró más desesperado que en ocasión de nuestro primer encuentro.El motivo era ahora su propia mujer,que según él, lo estaba traicionando con varios de su empleados y hasta había practicado un aborto secretamente después de quedar grávida de uno de ellos. Apoyándose en que ella estaba programando su propia muerte para heredar su fortuna y huir con el fulano,no tardó en convencerme para la realización de un nuevo "trabajito",como él mismo lo definiera.Esta vez mis escrúpulos fueron menores.Me parecía de una vileza incalificable lo que aquella mujer estaba tramando y ante una nueva oferta financiera que en mucho superaba a la anterior,inmediatamente acepté y algunos días después llevé a cabo mi segunda misión,en circunstancias que no viene al caso detallar.Apenas puedo decir que no sentí ningún remordimiento, y a partir de ahí mi vínculo con Alejandro se volvió natural y acabé aceptando mis dos muertes como circunstancias rutinarias de la vida de cualquier persona.
11
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
Poco a poco yo fui descubriendo que mi nuevo ángel de la guardia no era ningún santo,que estaba metido hasta el pescuezo en las peores confusiones y rodeado de enemigos,por lo cual había recurrido a medidas extremas como la de contratar un matador a sueldo para librarse de sus angustias.Cada vez me sentía más suelto en mi nuevo trabajo,él me llamaba tan sólo para acertar las circunstancias y el precio,que,debo ser justo,siempre superaba mis expectativas. Comencé a pasar por alto aquellas minucias de cargo de conciencia que me habían atormentado en los primeros días de nuestra parcería. Así la serie siguió con un gerente de banco a quien maté bien delante de su propio hijito de cinco años,por razones que ni me tomé el trabajo de indagar, un vendedor fraudulento que estaba robando clientes de la empresa en su propio beneficio,un primo lejano que había iniciado un proceso con la finalidad de quedarse con parte de las acciones de la sociedad anónima a la que pertenecía la firma,y algún otro caso menos notorio que ni vale la pena acordarme,de tan trivial que había resultado en su ejecución.Me acuerdo que uno de los enemigos de mi jefe murió ahogado en su propia bañera después que coloqué unas gotas de arsénico en su comida. Trivialidades como esa ya ni me preocupaban. Así estaban yendo las cosas en aquel comienzo de un frío invierno montevideano y yo cada vez más adaptado a mi nueva vida,flotando en dinero,coche cero kilómetro,vacaciones en las Bahamas,mujeres para elegir,siempre bajo el mecenazgo pródigo de mi millonario anfitrión,cuando algo ocurrió que vino a cambiar en un segundo nuevamente el curso de mi vida.Esta vez la conversación previa que siempre manteníamos con don Alejandro antes de la realización de cada trabajo,no había arrojado ninguna luz a respecto de la identidad de la víctima.Mi socio me afirmó que le resultaría imposible revelar cualquier tipo de información sobre edad,sexo o cualquier otro detalle personal,como había sido su costumbre hasta este momento.Nunca lo había visto tan asustado. A regañadientes,lo único que conseguí sonsacarle fue que el problema ahora era dentro de su propio apartamento-donde vivía solo después de la muerte de su esposa.Temblando, me confesó que él venía sintiendo una presencia extraña dentro de su habitación,algo que no conseguía llegar a definir,una cosa irreal y fantasmagórica que producía algunos ruidos casi inaudibles por las noches y lo tenía en un total estado de pavor.Me preguntó si yo creía en espíritus,parecía sentir pesados remordimientos por las muertes de que era obviamente responsable.Sentí que el pobre hombre estaba al borde de la locura y me decidí a ayudarlo,mismo que yo ni sabía lo que me esperaba esta vez.
12
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
Dominado por una irreversible paranoia,él había decidido abandonar el apartamento,optando por trasladarse provisoriamente a una suite del Mofarrej Hotel en plena Plaza Independencia,en el centro mismo de la ciudad.Dejó el piso por mi cuenta,rogándome que mantuviera contacto diario para contarle cualquier novedad.Obviamente no había nadie en aquel lugar,mi amigo debía estar siendo perseguido por alucinaciones y remordimientos y yo lo llamaba todos los días para tranquilizarlo,dándole detalles de las cosas más banales,contándole cómo el hijo del vecino había dejado caer la pelota en la terraza,la visita de un repartidor de pizza que había tocado timbre por equivocación,el crepitar de la lluvia por la noche durante una tormenta. Así pasaron los tres o cuatro primeros días,yo me estaba aburriendo en aquel lugar solitario.Hasta que una noche ocurrió algo inesperado que yo atribuí a una pesadilla. Me pareció sentir un ruido en la buhardilla,un ruido que me despertó pero que no volvió a repetirse.Parecía un tictac de pasos de un cuerpo muy leve.Me quedé inmóvil,petrificado en mi cama con todos mis sentidos alerta.Nada más ocurrió aquella noche,por eso yo deduje que había sido apenas producto de un sueño y no quise alarmar a don Alejandro con un acontecimiento sin fundamento que sólo habría servido para dejarlo más nervioso de lo que ya estaba.Sin embargo,durante todo aquel día y los dos o tres que se siguieron,no pude separarme de la impresión de estar siendo observado. Y quien me observaba estaba dentro del apartamento,no en ningún otro lugar.Creí que estaba comenzando a ser contagiado por las alucinaciones de mi mentor,porque no creo en espíritus,no tengo religión y nunca he pasado por esas experiencias extrañas de paranormalidad que las personas adoran contar.El juego de la copa me parece cosa de chiflados,las cartas del tarot una completa pérdida de tiempo,siempre fui un materialista empedernido y no sería ahora,después de viejo,que esas ideas absurdas irían a meterse en mi cabeza por causa de que alguien próximo había decidido enloquecer.Pero a pesar de toda la fuerza racional de mis argumentos, la posibilidad de un acompañante invisible dentro del apartamento se había adueñado de mí como una idea perturbadora. Una noche estaba yo atravesando las horas de insomnio de la madrugada,como venía ocurriendo con cierta frecuencia últimamente,escuchando el golpetear de la lluvia en el ventanal delantero del edificio y el fuerte viento que hacía temblar las puertas pareciendo querer arrancarlas de sus visagras,cuando repentinamente mi oído agudo y entrenado del músico que yo había sido en mis años jóvenes se sintió atizado por un
13
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
ruido insignificante que estaba totalmente fuera de contexto con los otros sonidos que llenaban el lugar en aquel momento. Era otra vez el sonido provocado por los pasos irregulares de un cuerpo diminuto,como que no tuviera peso,que por momentos parecía correr algunos centímetros,después súbitamente paraba por algunos segundos para entonces hacer una carrera corta en otra dirección,aparentemente sin un plan determinado,a veces alejándose,a veces volviendo atrás,tictac tictac,diríase que los diminutos pies,si fuesen pies realmente, estuvieran provistos de alguna sustancia sólida,tal vez uñas o púas,pensé y hasta me sentí ridículo porque mi conclusión era totalmente absurda.Era,bien digo. Hasta que la sangre se me heló en las venas cuando ya no tuve dudas de que el imposible visitante estaba bien allí,dentro del cuarto,conciente de mi presencia y estudiándome con toda premeditación. Con el mayor sigilo de que yo era capaz en aquel momento de terror puro por el que estaba atravesando,deslicé mi brazo de forma casi imperceptible por debajo de la frazada,hasta sentir en mi mano el cuerpo de la linterna que siempre,por costumbre,dejo cerca del colchón, para el caso de tener que levantarme en plena noche y evitar así andar chocándome contra los muebles.Mi otra mano se aferró rápidamente al pequeño revólver que siempre me ha acompañado como objeto personal desde que me inicié en mi profesión de matador. Dirigí el foco hacia mi derecha y simultáneamente apunté el arma en la misma dirección,guiado por el preciso sentido de localización de mi oído que nunca falla.La pequeña portátil,que no había llegado a encender,yacía caída al borde del colchón fino sobre el cual yo dormía,apoyado directamente sobre la alfombra. Entonces lo ví.Ví primero sus ojitos pequeños y tristes mirándome llenos de miedo,fijos en el caño del revólver.Parecía haber en aquellos ojos una súplica más elocuente que todas las palabras que pudiesen ser pensadas por mi cerebro atormentado. El revólver tembló en mi mano y yo supe en ese momento que nada en este mundo sería capaz de obligarme a apretar el gatillo.Porque en aquella mirada yo vi reflejándose en mí como en un espejo,la propia fragilidad de mi propia vida,de todas las vidas que se multiplican en este universo,de esa vida tan pujante y al mismo tiempo tan delicada, que necesita ser cuidada como una flor secreta y frágil,pidiéndome perdón por interrumpir mi descanso,buscando mi clemencia y mi simpatía con un abrazo que envolvía mi corazón como un manto cariñoso y suave. Estoy seguro que él entendió mi mensaje,las palabras que no llegué a pronunciar,las lágrimas que inconteniblemente rodaron por mi rostro mientras lo miraba sintiendo su miedo que atravesaba ahora su cuerpecito tenue e impotente como un rayo de luz.Lo saludé en silencio,bajé el arma en mi brazo ya totalmente inerte y lo seguí con el foco de la linterna mientras él se escurría asustado y agradecido a través de una grieta abierta en el zócalo.Me quedé sentado en la cama envuelto en la frazada hasta el amanecer,sintiendo el flujo y reflujo de mi respiración,que era lo único que existía en el mundo,sin fuerzas para moverme.Fue entonces que rasguñé aquellas palabras finales
14
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
para mi antiguo patrón,a quien nunca volví a ver y de quien nunca más tuve noticia alguna.
15
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
Daisy a través del espejo
La construcción abovedada tiene una única puerta circular que lleva directamente al campo energético del holograma, situado en el medio de una cúpula toda de vidrio. En realidad no es una estructura convencional, en el sentido propio del término. Las paredes son segmentos de energía cuántica estabilizados por campos de fuerza invisibles, lo que le da al conjunto un cierto carácter de masa o de solidez solamente en el sentido figurado de la palabra. Más allá de la barrera de cristal líquido del holograma, se entra en una realidad completamente diferente, donde en hipótesis todos los planos temporales pueden existir simultáneamente. Dentro del mundo plastificado de aquella maravilla futurista, los controles en tercera dimensión son capaces de activar las imágenes guardadas en una memoria holográfica conectada a nuestras neuronas y manipular efímeros mundos transparentes como si fuesen pensamientos materializados que podemos cambiar a nuestro capricho. Pasando de un cuarto para otro el laberinto se bifurca y se estira, las personas se cruzan a través de estas estructuras vitrificadas y mezclan las diferentes realidades, todo acontece al mismo tiempo. Aquí dentro se puede sentir intensamente el hecho de que nuestras vidas se mueven en un plano de existencia que no es tan estable como parece, porque vea usted, bastaría que uno sólo de esos parámetros fuese alterado para que nuestra realidad entera, quiero decir, la realidad tridimensional, se desmoronase. Las paredes, sensibles a las sutiles corrientes bioenergéticas de nuestro cerebro, abren las primeras noticias de los periódicos, afuera llueve, pero para quien está aquí dentro eso es indiferente, las pantallas hacen el papel de ventanas donde puedo proyectar un sol tan intenso como el que chorrea en las fotos digitales enormes, en tercera dimensión, que anuncian la visita a la Plaza de la Paz Celestial, la excursión virtual programada para esta semana que promete recorrer los laberintos del palacio real donde el emperador Hao-Li dio los últimos pasos antes de ser derrocado por las fuerzas revolucionarias que acabaron con la época de los Zares y dieron inicio a la Rusia comunista.
16
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
Las paredes falsamente materiales escupen mensajes fosforecentes reflejados en las marquesinas de acrílico por medio de rayos infrarrojos, los pronósticos del tiempo y el tráfico son copiados en tiempo real para los telemóviles. Entonces el rostro del emperador irrumpe de repente en la pantalla con una expresión de incredulidad lindante con el pavor, mientras los bolcheviques revientan las enormes puertas de la Ciudad Prohibida y se desparraman como sanguijuelas ávidas de sangre a lo largo y ancho de la enorme Plaza. Aquí es donde la realidad se parte y ya no consigo más acompañar el orden lógico de los recuerdos reales mezclados con la otra dimensión donde yo no sé si esas cosas existieron, o hasta dónde todo no pasa de una pesadilla alimentada por el calor terrible que me mantiene semi-despierto mientras la película avanza en una dirección totalmente independiente de mi comprensión conciente. Sentí de repente que aquel rostro inexpresivo del soberano en un palacio de laberintos infinitos me llevaba a una tarde de domingo en alguna sala del centro de San Pablo que posiblemente ya no existe más, y mismo si existiese, para mí es como si no, porque ha desaparecido de mi memoria para siempre y no puedo asociarla, nunca más podré, con la verdadera sala donde estos hechos podrían haber ocurrido. Yo sentí un escalofrío. ¿Y si la conexión pudiese extenderse a otras realidades paralelas que también deben haber estado presentes en aquel momento? Quiero decir,si por algún tipo de puente secreto entre mis neuronas yo fuera capaz de recordar con qué ropa estábamos vestidos, si hacía calor o estaba nublado, de qué estaríamos hablando mientras nos dirigíamos al cine. ¿Y si todos esos pedazos de otras realidades simultáneas continuasen vivos en alguna otra dimensión, en otros compartimientos de tiempo que pudiesen ser activados y ordenados de forma diferente por causa de sus relaciones inseparables con las imágenes que iban siendo projectadas? ¿Sería posible reconstruir todo el pasado a partir de un puñado de signos tangibles extraídos del hecho concreto de cuatro personas encontrarse una tarde de domingo para disponerse a cumplir un programa rutinario que incluía Bertolucci más un café con tostadas en un bar de la Ipiranga y São João, más el ómnibus lleno de gente que salía del estadio, más el boletero que me mira con cara de pocos amigos porque no tengo cambio y quiero pagarle con una nota de cien reales? ¿Cuántas serían esas otras realidades formando parte de la realidad total? ¿Y cuál sería más importante? ¿La cola en la entrada que tiene más de una cuadra y que fue la causante de Miguel y yo ir a parar a los incómodos escalones de la sala o el quiosco de golosinas en el hall del cine que no tiene garrapiñada y por eso acabó siendo pop corn? ¿Las limpias superficies brillantes con alimentos concentrados en embalajes de nylon esterilizado? ¿Daisy reclamando del viento que le desacomoda el peinado qué verguenza, tener que entrar así toda desarreglada al cine lleno de señoras importantes o la peluca enorme de la mujer en el asiento de adelante que perturba la visión de Neusa y la hace reclamar con rabia, diciendo que después de todo habría sido mejor ir a Ibirapuera o cualquier otro lugar al aire libre donde no tendríamos que preocuparnos
17
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
con esos detalles insoportables que siempre acaban complicándonos la vida en lugares cerrados? Por eso odio ir al cine, no entiendo nada de esas películas intelectuales y ese Bertolotti o Bertolucio, que para mí da lo mismo, lo máximo que aguanto es la sesión de la tarde en la TV Globo y.......Miguel me mira como preguntándome qué estamos haciendo allí sentados en los escalones del corredor, a pocos metros de donde nuestras mujeres están cómodamente reclinadas comiendo pop corn o tal vez maní con azúcar con los ojos clavados en la pantalla, completamente ajenas a nuestro sufrimiento de espectadores marginales, sin un respaldo donde apoyarnos y luchando contra las cabezas de otros que delante nuestro se empeñaban en un esfuerzo similar procurando ver lo que apenas podíamos escuchar. Miguel me mira con los ojos desorbitados y me dice algo que podría ser como bueno, preparate, ahora la cosa va a comenzar y yo me río entre las caricias de las amantes del emperador y Daisy y Neusa hacen como que no ven, todas ruborizadas y como disimulando. Es curioso como en aquel momento, lo mismo que ahora, dos realidades se apoyan mutuamente, parecen estar amarradas por una sucesión de causas y consecuencias que no podrían existir separadamente. Y es más notable todavía el hecho de que ese vínculo no se ha roto a través de los veintitantos años que han pasado, mismo que yo no pueda acordarme de los detalles, porque si no, cómo podría saber que en determinado momento el paquetito de pop corn va a caer de las manos de Daisy y ella toda avergonzada haciendo todo aquel alboroto, justo en un momento de climax, cuando están todos concentrados y no se oye el volar de una mosca y la Neusa mirándola como diciendo quedate quieta, dejá de hacer barullo, no te muevas, pero Daisy no escucha, mira como a través de un vidrio para otro abismo que puede ser la muchacha del asiento a la derecha acomodándose y tomando silenciosamente la mano de su novio que lentamente la acaricia, la levanta hasta su boca y la besa silenciosamente como para que nadie se de cuenta, es claro que esa es una precaución inútil, ahora que en medio de la explosión erótica las esposas del emperador se encuentran en un penetrarse interminable y el acomodador apunta hacia dos asientos vacíos justo en el medio de la fila, dos asientos que nadie ocupa porque nadie se atreve a moverse, sólo Daisy y su maldita bolsa ruidosa de plástico, entonces será ahora que Neusa le va a decir quedate quieta, dejá de hacer barullo, no te muevas, y Daisy se vuelve como quien viene de una larga jornada en otro mundo y no dice nada, apenas mira a Miguel preocupado porque algunas personas alrededor comienzan a ponerse nerviosas, mejor nos vamos, eso va a dar problema, todo por causa de una película idiota, sólo vine por la Daisy que hace una semana no habla de otra cosa, yo detesto a Bertolucci,vos sabés, tiene razón la Neusa,vámonos para otro lugar más tranquilo, los relés en la consola de programación disparan ante la resonancia de estas
18
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
palabras,vámonos para otro lugar más tranquilo dijo Miguel, dijo Neusa, ya no importa, porque ahora todos concordamos y decidimos cambiar los planes para irnos a pasar una tarde bajo los árboles en el parque soleado. En esta nueva realidad yo nunca vi la película, entonces percibí que de repente no consigo más asociar la cara del emperador con cuatro personas dentro de un cine repleto un domingo de tarde en el centro de la ciudad. A partir de este momento, la idea de un film que no vi, o del que sólo ví la primera parte cuando relata los años de infancia, la idea que quedó en proyectos porque al final desistimos y decidimos ir a pasar la tarde al aire libre, vendrá conectada a los patos en la laguna del parque,o al nene que tomó mucho helado e insiste frente a su madre preocupada que quiere hacer caca entre los árboles. En esa continuidad inestable entre dos mundos incomunicados, el rostro del hombre en la pantalla gigante comienza a asumir infinitos significados, a veces es una pura superficie blanca donde yo puedo colocar pedazos de otras cosas, la lluvia interminable sobre las tiendas de la Plaza República, el olor a aceite caliente del acarajé preparado por mujeres de blanco pareciendo figuras irreales flotando en la llovizna de la tarde de domingo, a veces el nene me recuerda al emperador en su niñez, guardando bichitos en cajas secretas en escondites que sólo él conoce, jugueteando en el amanecer soleado de verano por las avenidas de piedra pulida donde hay fuentes moldeadas en un plástico puro y transparente de donde sale un agua tan cristalina que da la impresión de ser etérea. Ahora el emperador tiene la cara del nene. El emperador tiene un grillo verde oscuro en una cajita de metal oculta detrás del trono. El nene quiere hacer caca y la culpa es de Miguel que lo tentó con el chocolate. El nene y Miguel pertenecen a dos mundos que se tocan momentáneamente para separarse de nuevo para siempre y un día Miguel mirará de frente a la cara del emperador y no se acordará del nene ni del parque ni de los árboles ni de los patos, en una realidad que transcurre del otro lado de sus anteojos empañados por el rocío de San Pablo, la bruma de San Pablo que anuncia el comienzo del otoño. Dentro de la cúpula, los comandos son tan sensibles que un pensamiento puede alterar pedazos enteros de tiempo virtual, borrar situaciones reales y crear otras que nunca existieron con la facilidad con que un niño pinta su cuaderno escolar. Fue sólo pensar en la posibilidad de que nunca habíamos entrado en aquel cine y de repente un ruido de bobinas que parecían sirenas antiaéreas comenzó a inundar el cuarto, al tiempo que la realidad circundante se deformaba, las paredes se arqueaban y parecían querer aplastarme con un peso intangible, vi los edificios del centro siendo tragados por agujeros negros irresistibles abiertos como bocas monstruosas en las plazas y en los parques, la vieja Estação da Luz se hundió y el edificio de la Sala Saõ Paulo emergió como de la nada ocupando un tercio de la pantalla. Ahora Miguel y yo estamos conversando animadamente al lado del carrito de pop corn. Y después de todo, ¿quién es ese tal de Bertolucci? - dice mi amigo,que en realidad era un tanto lego en materia cinematográfica. Hacía ya una media hora que
19
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
esperábamos a Neusa y Daisy, que habían decidido dar una vuelta por el shopping antes de venir para el cine, ustedes nos esperan en la puerta, no demoramos, dijo Neusa por el videofone, te mando las imágenes desde el probador,¿te parece que llegarán a tiempo? no jodas, Miguel, vos siempre pesimista,hoy es domingo y el centro está casi vacío, entrá en el GoogleMaps por las dudas, ¡huy! el puente para el centro está bloqueado por la niebla, accidente en el cruce de la Francisco Morato con la Marginal, un camión cargado de productos químicos desbarrancó en la margen derecha del río, 45 kilómetros de embotellamiento, utilice rutas alternativas, Avenida Rebouças tránsito normal, quince minutos de atraso en la Paulista, en las esquinas son activados los gps dentro de torres de vidrio con forma de bóvedas transparentes, y es necesario recargar los celulares con las últimas noticias escupidas por medio de comandos invisibles. Aparte de eso, los probadores son muy rápidos hoy en día, la modelo es otro tipo de holograma 3D que podés cambiar en fracción de segundos y como es en tamaño natural, te ofrece inmediatamente la imagen de tu propia figura vista desde todos los ángulos, con acompañamiento continuo de los detalles y sugestiones dados por los modistos de la tienda y vertidos por los diminutos altoparlantes embutidos en las cortinas y en las paredes, agregar un poco de rojo al marrón claro de la camiseta, la modelo viene para el primer plano y gira, Daisy pide otro ángulo y se ve a sí misma en todas las posiciones, es como decir Daisy a través del espejo, Miguel se ríe, la cintura parece estar un poco estrecha, ¿puede aumentar un número? Con un toque elimina la cremallera que la hacía demasiado gorda, mejor un cinto blanco más estrecho dice Neusa,vamos que la película ya debe estar por empezar, Miguel se comunica con la tienda hubo un accidente, parece que un camión con detergente químico pero ustedes vienen por la otra margen, no se preocupen y me pregunta mi opinión pasada directamente para mi celular ahora mostrame el perfil izquierdo, no, Neusa, el perfil de Daisy, está bien, ese te queda perfecto apúrense que ya están pasando los cortometrajes, sí, pueden descontar directo de mi tarjeta de crédito, Miguel dice que el pantalón verde te queda estrecho y la blusa está muy escotada, claro, con un fondo oscuro se adapta más a tu cuerpo, colocá un poco más de sombra, listo, las estamos esperando junto al carrito de pop corn no tomen el metro, está congestionado en Santa Cecilia, se van a atrasar, un taxi es mejor, no deben atravesar la Plaza, hubo un accidente con un motociclista y el tránsito está un caos, mejor bajar en la Estación Luz y venir a pie bordeando la plaza, hay una parada gay en la rotonda central, por eso usen la escalinata lateral. De repente todo se estaba poniendo confuso y fuera de control, yo tuve la pavorosa sensación de que estaba saltando entre momentos y lugares diferentes sin saber exactamente para dónde me dirigía, cómo haría para volver a mi realidad,¿mi realidad? ¿cuál de ellas? Intenté el botón azul en el medio de dos palancas aparentemente desactivadas. Era el botón con el que había comernzado este juego inocente que ahora comenzaba a helarme la sangre en las venas. Es un sábado de mañana. Estoy dando el rutinario paseo matinal con mi perro, a unas dos o tres cuadras de donde vivo, con Neusa y nuestros hijos, que parecen no sospechar lo que está ocurriendo, cuando mi celular toca. Yo
20
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
parecí presentir la tragedia que se avecinaba, antes de oír la voz de Daisy que me invitaba que nos invitaba para ir a ver la última película de Bertolucci, "El último emperador", sí, nosotros ya la vimos la semana pasada, es preciosa, pero Miguel, bueno, ya sabés, él tiene una adoración toda especial por Bertolucci, y yo ni te cuento, quedamos tan confusos con algunas partes que no pudimos entender que decidimos verla de nuevo, y ya de paso ¿por qué no le decís a la Neusa que podría acompañarme a dar una vuelta por el shopping primero, mientras ustedes, que detestan shoppings, podrían esperarnos en la entrada del cine, creo que el más a mano es el Marabá, sí, en la Ipiranga con São João, parece que en las otras salas las colas son interminables, y yo le diré que no, que habrá un accidente, pero qué decís, no seas malo, yo sé que no te gusta el cine y que no conocés a Bertoluccci, pero hacelo por la Neusa, pobre, trabaja tanto durante toda la semana y es tan loca por las películas históricas, especialmente esas películas que hablan de reyes y conspiraciones, ella siempre tan intelectual, vamos, dice Miguel que ustedes se pueden encontrar en la puerta del metro y de ahí van para el cine, compran las entradas y nos esperan,¿sí? La rabia que tengo, me dice Miguel, es haber llegado tarde porque esas dos se demoraron en el shopping, sabés que soy un espectador exigente, que ya me ví todo Bergman y Antonioni y ya ví varias veces algunas de las más complicadas, como "El silencio" y "El desierto rojo", que me parece genial, y él sigue explicándome para que yo entienda que esa escena ocurre muchos años después de la invasión de los bolches, con el emperador que ya no es más emperador porque está en el exilio transformado en un gentleman decadente queriendo ser Frank Sinatra cantando Am I blue en una payasesca escena de karaoké en un lujoso night club de Chicago, mientras sus dos esposas se entregan a un orgía de opio y lesbianismo, yo ajeno al drama de la bolsita de papel que ya sabía que sería inevitable y entonces levantarnos entre la protesta de los otros espectadores y Neusa procurando calmar a Daisy que no para de comer pop corn, quedate quieta no te muevas, esto va a dar problema dice Miguel, o dirá en algún momento,y sin embargo para mi sorpresa él insiste en quedarse hasta la escena final, cuando el emperador con la cara más de bobo que nunca va a buscar la cajita escondida detrás del trono para mostrar el grillo y la Neusa que no entendió nada, cómo es posible que el emperador que ya es viejo y el grillo todavía vivo después de todos esos años, que película tan complicada, mejor podíamos haber ido a Ibirapuera, que debe estar tan bonito en esta tarde de sol, y yo callado, pensando qué vinimos a hacer a este parque solitario donde busco alguna cosa que me sujete a una realidad que se me escapa, donde no hay ningún niño queriendo hacer caca y la laguna está vacía y sin patos y nosotros de todos modos siempre así, fingiendo que todo es una rutina asfixiante porque al fin de cuentas el domingo ya se ha ido, y mañana tendremos que levantarnos muy temprano para trabajar y la vida continuará, siempre igual, escurriéndose previsible como
21
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
cualquier novela de la televisión, repitiéndose día tras día sin variantes, repitiéndose, repitiéndose, repitiéndose....
22
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
Para volver a encontrarte en Marienbad
Siempre me extraviaba en los corredores que no llegaban a ningún lugar,porque se abrían a puertas que daban a otros corredores.Era como un juego donde siempre perdía me perdía buscándote y veía los cipreses del parque,cuidadosamente cortados en formas que nunca entendía,veía desde los anchos ventanales las puntas triangulares de los cipreses que no proyectaban ninguna sombra a pesar del sol de media tarde y tú y yo tomados de la mano atrás del hombre en primer plano y yo giro la cabeza pero tú no me miras,estás como congelada en un tiempo que nos había sido robado.Sólo entonces percibo que el hombre tampoco proyecta ninguna sombra, como los cipreses,y no nos mira,se mantiene de espaldas a nosotros y a la ancha avenida que se abre en una fuente redonda para seguir después por la alameda ahora vacía,bordeada por los robles con sus cabelleras estáticas y frondosas. Y no tendría cómo decirte,porque todavía no habías llegado a mi vida,que esa imagen se funde con las fotos ahora amarillentas del parque Retiro,en Madrid,donde Nuria insiste en mirar a la derecha, hacia la pareja que ahora contorna uno de los canteros floridos y viene en nuestra dirección,y yo como ausente a su lado sin quitar los ojos de la cámara que María José sostiene entre sus manos sin entender que en ese momento las líneas se cruzan,que ahora le pediré que mire para mí porque el sol está alto y hay una sombra a la izquierda que debo ser yo mismo pidiéndole que mire que me mire así como nunca me había mirado, porque ella ya se movió y ahora el foco se centra en los cipreses cortados como dos obeliscos,María José nos mira y tú miras de frente de nuevo escapándote de mis ojos en ese momento yo te diré acércate que el sol ya bajó atrás de la alameda y te arrancaré del cuadro para estrecharte entre mis brazos y recuperarte y traerte despacio ya con las primeras sombras de la noche cayendo en los canteros de violetas. Entonces tendré que comenzar la historia de nuevo desde el momento en que llegamos a Madrid y yo decidí buscarte en aquel parque que no sé por qué se me ocurrió que era el jardín de Marienbad donde te habías borrado de mi mente varias veces,tendré
23
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
que volver a los laberintos del palacio forrados con espesos tapices rojos y las alfombras rojas que ahogan los pasos del visitante y me hacen perder una y otra vez tu rastro para mirar de nuevo desde los amplios balcones las estatuas de piedra a ambos lados de la alameda y el hombre en primer plano siempre de espaldas y sin sombra, un holograma plantado en uma imagen sin memoria que puede ser cualquier día o cualquier otro lugar,donde el balcón sería el mirador desde donde observaba la calle vacía en las tardes de verano en Montevideo y todavía no sabía tu nombre,por eso lloré aquella tarde en el ómnibus viajando de Madrid a Barcelona y María José quería volver para San Pablo porque yo peleaba con Nuria,porque sabía que no era ella,eras tú que yo buscaba y giré mi cara hacia la ventanilla para que los otros pasajeros no vieran mis lágrimas y lloré hasta llegar a Barcelona donde ella me esperaba como me esperaba siempre,sin verme,sin preguntarme nada,y eran por tí mis lágrimas,aunque no te conocía,no sabía que estabas en otro sueño que no era Madrid ni el parque Retiro porque era siempre Marienbad,donde tú estabas dentro de una película y yo no podía alcanzarte,porque era todo silencio y vacío entre los corredores y yo pasaba una y mil veces por el mismo lugar y perdía tu imagen en cada vuelta,en cada puerta abierta a otros patios vacíos donde tú nunca esta bas. Tendré que volver más atrás todavía,hasta una noche de San Juan cuando el ómnibus que me trae para San Pablo está cruzando la frontera y yo veo los cerros que parecen gigantes dormidos en la niebla,tendré que juntar por pedazos todos los poemas que escribí y que un día quemé porque no podía encontrarte y se me ocurrió que no eran para nadie,y Nuria me esperaba y yo sabía que no era para ella que yo escribía,no era con ella que yo subí un día las escaleras de la facultad para comenzar una historia que ya estaba acabada desde siempre,sería Mariana entonces,con quien me confundí cuando le recitaba los versos de Artaud y pensaba que el amor era eterno el amor que duró lo que un lirio en invierno porque los versos decían no es posible que al fin el milagro no estalle y yo pensé que era allí pero no era,entonces sólo entonces tú me dirás llévame hasta tu infancia,muéstrame como eras antes que yo llegara,y yo te mostraré todo de nuevo como le mostré a Mariana porque fue con ella que vimos l´année dernière à marienbad,me acordaré que detestaba francés y por eso le digo el año pasado que suena tan bobo y sin gracia cuando uno es así un adolescente lleno de sueños entrando en facultad y ella esperaba que yo dijese l´année dernière porque sonaba más intelectual,tendré que aprender a pronunciar las erres como gs casi me ahogaba para decir así degnié,qué odio,no sé por qué los franceses son tan cursis y pronuncian casi como rascándose la garganta,degnié. Nuria tampoco sabía de esas cosas cuando llegamos aquella noche a Roma y nos alojamos en un hotelcito justo atrás de Termini, a ella no le contaba esas historias porque de todos modos no me habría creído,imagínate,yo que ni conseguía hablar portugués hablando así,paguís,guenolt,no,ella no me habría creído que eras tú a quien
24
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
yo buscaba cuando salimos aquella misma noche bajo la llovizna de Roma y dimos de repente de cara con el coliseo todo iluminado,el coliseo que parecía un titanic fantasma colgado en la llovizna de Roma y eso ya era después del parque Retiro y sin María José que se había vuelto para San Pablo porque no aguantaba más que yo repitiera hasta el cansancio otro nombre que no era Nuria por las noches cuando Nuria se ponía furiosa y me insultaba y yo mentía para esconderte porque no sabía tu nombre sólo sabía que no era Nuria,por eso ni me había importado si en la foto ella miraba a la pareja que bordeaba el cantero o al hombre de espaldas parado como una figura inútil porque el hombre sólo puede ser visto desde los balcones de Marienbad pero nunca desde atrás de los rosales del parque Retiro,que proyectan unas sombras larguísimas sobre la alameda porque ya es casi el fin del verano y no me importa a ella no le importa. Una noche soñe que seguía tus pasos en Venecia y tuve fiebre y mi mujer se asustó porque yo deliraba y decía nombres sin sentido y el sueño me llevó por los canales que formaban nuevos laberintos pero no podía seguirte entre las aguas sucias surcadas por las góndolas y las calles son tan estrechas que sólo se puede andar a pie y el mar se ve de lejos y más allá otra vez la pensión en Termini con las sirenas y los carabinieri que tocan toda la noche no se puede dormir en Roma de tantas bocinas tocando hasta que hacia el amanecer se puede pegar un poco los ojos cuando las sirenas se confunden con el barullo del tránsito y cómo iría a encontrarte de esa forma si yo necesitaba llegar de nuevo al silencio de los corredores siempre vacíos por donde nunca pasa nadie, a las cortinas que están siempre cerradas y no dejan ver las fuentes,creo que fue por eso por las fuentes que te busqué en Grenoble y la Nuria que otra vez se puso furiosa conmigo porque vos debés estar loco el paquete turístico no pasa por Grenoble entonces yo inventé la historia de mi tío enfermo en Lyon porque sabía que Lyon me llevaría hasta Grenoble donde yo iré solo porque ella se va a quedar en Roma,claro, y yo pasaré por Lyon casi sin ver París en dirección a los Alpes para ver los jardines y las fuentes que son iguales a como yo los vi en el sueño o en un film de Alain Resnais que se llamaba Marienbad l´année dernière o algo así los jardines bajo el sol porque esa era mi única chance de encontrar los extensos parques de Marienbad donde por algún motivo las figuras no proyectan sus sombras los jardines perfectos y sus rosas podadas pareciendo dibujos donde tu nombre pudiese estar escondido pero yo no sabía que en invierno las fuentes quedan sin agua por causa de la nieve y así fue que descubrí Grenoble cercada por los Alpes, desde cualquier lugar que se mire hacia arriba siempre serán los picos blancos de los Alpes y el teleférico que sube y baja sin parar. Caminé entre las viejas casas de piedra rústica y era todo nieve y borrasca y los jardines se me escaparon de nuevo y los carrouseles estaban clausurados porque no había nadie en las calles. Por eso me conformé con la idea de que Roma era el comienzo forzoso para seguir tus huellas,Roma que se ve tan linda desde arriba,desde Monte Compatri o cualquiera de las otras colinas,porque desde allí la perspectiva es mayor y el arco de mi mirada puede abarcar desde la via Apia hasta el mármol quebrado de la escalera del Foro por donde César subió aquel día antes de recibir la cuchillada mortal,entré más de diez veces en el coliseo para buscarte en las jaulas de los leones
25
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
donde agoté el film de mi vieja kodak porque esperaba que pudieras aparecer en cualquier rincón oscuro,y como desde arriba no podía verte,un día decidí ser un legionario romano y caminé kilómetros por la via Apia hasta que cansé mis pies y volví al hotel con las manos vacías y un montón de mentiras para ella que no entendía y me preguntaba de dónde venís así todo sudado y con esa cara de russell crowe,pero yo no dije nada y la llevé para Londres,donde ella discutirá conmigo y me abandonará una noche en plena calle,cerca de Clapham North porque quería comer comida china y yo tuve la pésima idea de convidarla a un restaurante tailandés donde el picante le quemó la boca,por eso esa noche juntó sus cosas en el hotel llamó un taxi y se fue a dormir sola en una pensión de Hampton Court y el taxista la llevó para otro lado de nombre parecido porque ella no hablaba inglés y él entendió mal entonces otra vez para atrás,cuando volvimos para España y estuve casi seguro de encontrarte en la Alhambra,porque el patio de los leones es tan parecido a Marienbad y las estatuas de los leones dejan salir agua por la boca para lavar la sangre de los torturados en el atrio de los sacrificios,y si no era la Alhambra tendría que ser algún otro lugar parecido que me recordase Marienbad,claro,yo dije Sevilla y Nuria preguntó por qué Sevilla,porque quiero ver el Real Alcázar yo le dije,porque se parece a la Alhambra pero era mentira,era porque se parece al palacio de Marienbad y pasé por sus puertas bajitas donde hay que escurrirse agachado y salí a un jardín florido dentro de un patio interior que olía a madreselvas.
Para poder encontrarte,te llevaré más atrás todavía,hasta Montevideo,caminarás conmigo por toda la curva de la playa hasta las rocas y después subiremos por una calle cualquiera hasta el baldío que cuando era niño atravesaba en las tardes de invierno para llegar a la casa de mis abuelos,sentirás el aroma de la dama de noche abriéndose a las ocho,nunca antes,y verás con mis ojos la vieja fábrica de fósforos con sus ruidosas máquinas que retumban como el paso de un tren,tocarás los adoquines de las oscuras callejuelas con mis manos para que yo sea capaz de arrancarte del pasado y ya dentro de la vieja casa verás el patio en la noche con una tina y una higuera bajo la luna llena,tendrás que entender mi miedo por las abejas cuando veas a mi abuelo aquel día todo hinchado debajo de su traje protector pareciendo un astronauta y la tarde de enero en que abuela me dio la noticia leyendo en el diario y que me llevó a mis primeras clases de solfeo,porque será la única forma que puedas entender por qué muchos años después aparece Pink Floyd,sentirás mi furia con mis primeros pantalones largos,que eran muy anchos mis padres me obligaban a usarlos y yo lloraba y me hacían morir de envidia de aquellos estrechos y elegantes que mis colegas comenzaban a vestir por esa época y que aparte eran de aquel beige que ya de niño detestaba,me verás de la mano de
26
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
mi padre bajando por la avenida Doctor Soca hasta el estadio cuando jugaba Nacional y antes todavía disfrazado de diablo en un carnaval que no permanece ni en las fotos porque hasta la tinta se borró con los años.Te recitaré las páginas de Platero,el primer libro que amé hasta las lágrimas cuando todavía no tenía lágrimas para llorar por mi primer perro que murió de tristeza,como me dijo el veterinario,y las viejas historias del tío Remus que seguía en las páginas de "El Plata". Entonces,un día,llegaremos de nuevo a Marienbad para que empieces el camino conmigo,para que me veas buscándote entre los laberintos que se abren como grietas monstruosas en las ruinas del tiempo,entre las esquinas pobladas por fantasmas que me extienden sus manos vaporosas y fláccidas cargadas de recuerdos imposibles. Tú me dices que no,que no es posible pasear por las amplias avenidas dejando aquellas sombras y al mismo tiempo saber que los cipreses puntiagudos no hacen sombra,te parece que el cuadro fue pintado por un loco y te me escapas de nuevo sobre aquellas alfombras acolchadas donde no puedo seguirte porque no puedo escuchar el ruido de tus pasos. Llegado ese momento cambiaré todo y te buscaré hasta que no tengas un nombre para que yo pueda inventarte y llamarte cualquier cosa, atardecer, sol, lluvia, tormenta de hielo, santorini, o simplemente baby, y ahora sólo tú sabrás que eras tú a quien busqué entre mis sueños y nadie más sabrá y continuaré diciendo para que sólo tú entiendas, sol del desierto, invierno de San Pablo, iceberg rajado, bichito de terciopelo...........
27
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
Un reflejo en el aire
Mary deja correr sus dedos finos por el papel lustroso de la última edición de Vogue, tan suave como el pelo increíblemente amarillo y leve de la modelo de rasgos nórdicos cuyo nombre no consigue pronunciar. Mary puede casi palpar la piel pálida y sentir los rasgos delicados, el soplo cálido del mar, el instinto reprimido de un toque. Acomodada bajo la cúpula brillante del secador, deja que Cybele desenrede su pelo con gestos pausados para sentir la otra piel, la piel oscura de Cybele que le trae ensueños de un mundo diferente, la piel brillante y ardiente que la roza como un llamado inevitable a la caricia, la respiración de Cybele en su oreja. El sol que se cuela por la ventanilla entreabierta junto con el calor agobiante de la tarde de verano la envuelve en un sopor pesado, la trae de vuelta al asiento en el lado derecho del avión, su lugar preferido porque es desde allí que justo al mediodía ella puede ver la punta de la playa bajo el ala, puede sentir la arena caliente a más de diez mil metros de altura, como ahora, cuando el avión se acerca al aeropuerto bajo una extensión ilimitada de cielo azul sin nubes para un aterrizaje rutinario. Las velas blancas de los barcos de pesca le parecen hilos de seda flotando en un agua que, desde lo alto, se ve de un verde casi transparente. Media entredormida, siente el rumor sordo de la turbina a su derecha, y juega con la idea de estar otra vez con Cybele bajo el secador, porque el secador tiene el mismo ronronear sordo que la adormece. A través del corredor puede ver el cuadro vacío de la otra ventanilla sin una nube, apenas con alguna gaviota perdida en busca del bando. De repente pensó cómo sería divertido estar ahora en la playa bajo todo aquel sol. Ella podría ser cualquiera de aquellos puntitos oscuros sobre la arena de la playa y sería como estar siendo vista por ella misma desde lo alto. Y Cybele estaría acostada a su lado y ella podría sentir el calor de la piel, como sentía cada vez que pasaba sus dedos delicados por el cuerpo de las mulatas en el cuadro que Cybele le había traído de París. Había embarcado en San Pablo, acompañada en el otro asiento por un señor adulto muy bien vestido que ocupaba el lugar del lado del corredor y que distraídamente
28
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
le había preguntado la hora antes de despegar. El vuelo hizo una escala corta en Río de Janeiro y Mary percibió que el señor de la izquierda no había vuelto para continuar el viaje, por lo que se estiró cómodamente ocupando los dos asientos, reclinó la cabeza en el respaldo próximo a la ventanilla y se vio allá abajo, tostándose bajo un sol vertical que la asfixiaba y la excitaba y la hacía delirar de goce a través de los laberintos del sueño, soñando con su amante, acostada con su amante cerca de las rocas redondeadas que forman un semicírculo donde las olas llegan mansas y se quiebran en un rocío de espuma blanca. Ahora sentía claramente el ruido de las olas y el cuerpo de Cybele durmiendo a su lado, y la playa estaba casi vacía ya que el sol es muy fuerte a mediodía y el calor de la arena solo se aguanta encima de una estera porque quema pero quema tanto que acaba provocando úlceras en la piel y del resplandor del sol uno sólo puede protegerse con aquellas gafas oscuras casi opacas. La voz de Cybele venía traída por el romper de la espuma en la orilla, y a Mary le gustaba escuchar las historias que hablaban de hechiceros y dragones y otros animales fabulosos que existían sólo en su imaginación. Cybele le hablaba de aviones y para Mary, que sólo conocía el puente aéreo Río-San Pablo, viajar a Miami, como lo estaba haciendo últimamente una vez cada quince días, era parecido a un viaje a la luna. Había conocido a Cybele en la hacienda de los tíos, en un pueblito perdido del interior de San Pablo donde ella pasaba todos los años sus vacaciones, ya antes de conocer a Enrique, su marido, un arquitecto amigo de la familia. Se había impresionado con la piel negra como ébano de Cybele y en realidad ya se había sentido atraída por ella antes de proponerle la gerencia del nuevo atelié de belleza que estaba a punto de lanzar junto con su esposo en Florida. Cybele le había revelado que era proveniente de la Costa de Marfil, que había sido raptada por bandidos y vendida como esclava en las minas de oro de Kuala Lumpur, donde un rico comerciante de pieles de California la había comprado y la había hecho su esposa. Cansada de tanto maltrato de parte de su amo, había huído una noche en un bote cubano de transporte clandestino de inmigrantes para desembarcar apenas con la ropa que tenía en el cuerpo, en algún punto del caribe que, después supo, era una playa colombiana cerca de Cartagena. De ahí había viajado, siempre escondida por temor al vengativo marido, hasta venir a parar en algún lugar del interior paulista, donde Mary la había conocido en una de sus visitas a la hacienda.
29
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
Cybele le decía cosas bonitas, le decía que su piel quemada por el sol se parecía con la piel de las mulatas de Gauguin, y Mary, que no tenía la menor idea de quién podría ser ese tal de Gauguin, había pasado de repente a adorar las obras de los impresionistas y así acabaría un día mostrándole a Enrique el cuadro de la danza de las nativas en la noche, alrededor de las hogueras, que Cybele le había regalado, y Enrique estaba pasmado de ver cómo su mujer, que nunca había entrado a una exposición, ni siquiera a aquellas de divulgación con precios reducidos, ahora se pasaba las horas frente al cuadro y tocaba los cuerpos y los sentía arder en frenesí y los acariciaba igual que ahora Cybele la acariciaba y distraídamente le rozaba la nuca con el dorso de la mano y dejaba resbalar un puñado de arena fina sobre sus senos. Cybele le susurró al oído que se estaba haciendo tarde, pero Mary no quería oír, se dejaba acariciar por las manos suaves de la africana y la excitación le devolvía el sol que picaba en la piel, la arena caliente lastimándole los pies, su cabello tan fino enroscado graciosamente y cubriéndole los ojos, el cuerpo negro de Cybele que parecía moldeado por un artesano, brillando bajo el sol y mostrándole las formas de las ondas en mares que ella nunca había visto y la convidaba a visitar costas de tierras extrañas arrulladas por el canto de las sirenas. Desde algunos meses atrás, Mary hacía regularmente la travesía entre San Pablo y Miami, cuidando de todos los detalles de la inauguración. Un detalle casi imperceptible la trajo de vuelta a la realidad, a su lugar en el avión como siempre del lado derecho y en la ventanilla; llegaría al aeropuerto de Florida en algunos minutos y de allí iría directamente para el atelié, donde pasaría otra vez por todas las etapas del tratamiento de belleza de la morena y después sería sólo el arrullo de las olas en la playa desierta, en la villa privada que Enrique había comprado el último verano. Una playa privada sólo para mí y Cybele, pensó con anticipado regocijo. No dio la mínima importancia a la voz de la azafata,que por los altoparlantes anunciaba a la tripulación que la tormenta estaba desviando para el norte y no había ninguna posibilidad de cruzar la ruta del avión.
30
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
Creyó ver el techo de tejas rojas de la mansión, mientras el boeing se volcaba levemente hacia la izquierda enderezando de cara para el aeropuerto. Pero no fue ese el detalle que le llamó la atención y la dejó confusa. Ella tenía los ojos fijos en un destello plateado que aparecía cerca de la punta del ala.
Primero pensó en lo más obvio. Como el avión estaba ya volando bajo aprestándose a aterrizar, no sería tan imposible después de todo que algún pájaro perdido pudiese estrellarse contra él; de historias como ésa estaban llenos los diarios todos los días. O podría ser una cometa de las tantas que escapan al control de los niños en las playas vecinas a cada momento, o que ellos simplemente sueltan, por puro placer. Pero lo que iba descaradamente en contra de las dos posibilidades era el hecho curioso de que el resplandor estaba ahí quieto, y de esto hacía ya unos treinta segundos, calculó. Vio a la azafata caminando en su dirección, diciéndole algo que ella no entendió porque había personas levantándose de sus asientos y discutiendo, un moreno fuerte con pinta de boxeador la tomó con urgencia por el brazo y le dijo algo en una lengua extraña, algo que tenía que ver con el cinturón, sí, el boxeador le decía probablemente lo mismo que la azafata le habría dicho si hubiera podido, había que ajustar el cinturón, pero eso ella se lo imaginó, porque antes de que se escuchara una palabra, vio a Cybele arrodillada a su lado contra el fondo del embarcadero, sacudiéndola preocupada pensando que su amiga podía estar sufriendo algún principio de insolación, porque gemía y llorisqueaba y decía que estaba muy asustada. Cybele le indicó el reflejo en el aire, que Mary sólo pudo ver bajando lentamente los lentes oscuros de protección. El reflejo ahora aparecía mucho más nítido en un cielo sin nubes, con el sol de las doce brillando como un bracero bien encima de sus cabezas y ya era fácilmente identificable como un nítido rastro de humo blanco. Confundiendo el brillo del sol que se colaba por la veneciana con la tijera que Cybele usaba para emparejar las puntas antes de la fase del peinado, Mary literalmente saltó en el sillón y su cabeza fue a chocarse violentamente con la boca del secador, que de inmediato comenzó a jalar de su pelo con insistencia. La luz era ahora muy brillante,
31
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
la encandilaba. Mary tuvo la impresión de que no era su pelo, sino el pelo de la modelo nórdica que parecía estar siendo arrancado del papel y venir todo en su dirección, una masa de pelo que primero comenzó a enredarse alrededor de su cabeza, le quitó la visión y poco a poco fue apretándole el pescuezo y la boca. Tanto se debatía Mary en su lucha por respirar que en un esfuerzo desesperado por ganar aliento golpeó violentamente con el puño en la boca de Cybele, que, medio inconciente, todavía tuvo fuerzas para incorporarse y buscar el interruptor que pararía el funcionamiento de la máquina enloquecida. Pero el interruptor estaba totalmente fuera de su alcance, en la pared opuesta. Mary sintió manos abriéndole la boca, al tiempo que con un resto de conciencia alcanzó a ver una escena que la dejó paralizada de terror. Las velas blancas estaban ahora en la otra ventanilla, y tan cerca que hasta tuvo la impresión de que podría tocarlas con sólo estirar el brazo. Y aparte, parecían venir en su dirección. En su ventana, en cambio, brillaba redondo un sol que no debería estar ahí a esa hora. El sol se transformó en cielo vacío otra vez desplazando los barcos de nuevo para la otra ventana. No podía moverse, la cabeza le daba vueltas con un dolor intenso que le nublaba cada vez más la conciencia. La azafata procuraba inútilmente incorporarse, apuntando para las máscaras de oxígeno. Mary se abrazó a su compañera y vio el pico del avión ir directamente a clavarse en el mar, a unos doscientos metros de la costa. Vio las llamas subiendo alucinadas desde el lado derecho mientras algunos pasajeros se debatían desesperadamente y se zambullían por las ventanillas y por la puerta de emergencia. Como estaba ya casi ahogada y no tenía ni fuerzas para moverse, se dejó caer pensando que morir por el impacto sería menos doloroso que morir por asfixia en un avión donde ni las máscaras de oxígeno podían a esta altura dar alguna esperanza de sobrevivencia a sus agonizantes pasajeros. Sintió la explosión y su conciencia se apagó por completo.
Un sentimiento muy vago le dejó percibir que estaba siendo arrastrada por los brazos fuertes de la africana en dirección a la costa, nadando sin aliento entre las llamas que las rodeaban. Cybele la depositó en la arena y Mary empezó a recobrar lentamente
32
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
la conciencia, mientras manos ansiosas arrancaban los últimos jirones de pelo de dentro de su boca. Pronto comprendió que estaba totalmente engañada, tal vez porque su cerebro no respondía más a los estímulos o porque los estímulos estaban todos cambiados y pertenecían a realidades diferentes que ella no conseguía combinar. Cybele sabía que no alcanzaría nunca el interruptor, especialmente porque su cuerpo estaba recibiendo las descargas eléctricas directamente del cuerpo de Mary y en poco tiempo ella misma acabaría electrocutada por el secador. Entonces hizo lo único que se podía esperar de un moribundo: ya desfalleciente, jugó su última carta al ver que su amiga estaba siendo estrangulada cada vez más por su propio pelo, todo anudado y llenándole la boca. De un manotazo arrancó el cable del secador que paró inmediatamente su enfurecido rumor y soltó a su víctima casi muerta encima del sillón. La conciencia fue volviendo lentamente traída por la respiración, casi imperceptible al comienzo, y poco a poco más aire estaba entrando en los pulmones a medida que los últimos restos de pelo y agua salada eran escupidos en cada espasmo, que traía a Mary poco a poco de vuelta a la vida. Los gritos de Cybele alertaron a un grupo de pescadores y los murmullos nerviosos le llegaban a Mary desde el mar pero a una distancia que no podía precisar, venían junto con el aletear de las velas de los barcos parados todos en la orilla porque la tormenta estaba ahora más próxima y sería muy aventurado navegar, especialmente con todo aquel combustible derramado y las llamas que parecían hogueras de aceite hirviendo alrededor del avión, apenas una cruz brillante clavada boca abajo en la costa. La respiración boca a boca continuó arrancando el resto de agua de sus pulmones y Mary comenzó lentamente a revivir, y continuó así por unos buenos minutos, el agua saliendo y la respiración volviendo, y Cybele le acariciaba los cabellos para calmarla y Mary continuaba contándole su sueño y se reía y se deliciaba respirando por anticipado el aire caliente del mar. Vamos, dijo Cybele, se está haciendo tarde y tendremos que apurarnos si queremos agarrar el sol de mediodía.
33
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
Luna negra de Lilith
La frase había reverberado en su cabeza como una llama mientras acompañaba fascinado los movimientos de la bailarina, que él interpretó como fuegos fatuos embrujados y magníficos pasando tal cual flechas ardientes de una punta a otra del palco. El lápiz había caído de su mano sin que él lo percibiera, tomado de sorpresa al descubrir en su mente algo que no podía estar allí, como un intruso que había acechado durante mucho tiempo esperando el momento oportuno para apoderarse de la escena. Procuró recordar algo más, quería saber cómo era que había empezado todo, pero ¿empezar qué?, empezar ese sentimiento indefinible que lo agarraba y lo mantenía como hipnotizado frente a una cosa que debía venir de mucho tiempo atrás, y sin embargo estaba presente ahora de una forma casi incorpórea, un cuerpo sin peso girando en una danza alucinada. Eso había ocurrido durante aquella madrugada de domingo y lo había mantenido despierto hasta el amanecer, de eso sí se acordaría después, fijo en el monitor, pasando y revisando el film innúmeras veces, procurando repetir la experiencia. Pero la experiencia no se repitió, lo que lo dejó todavía más confuso. Eso es lo que Alain le está contando a la doctora Klein, ya de espaldas en el pequeño sofá del consultorio mientras las luces van oscureciendo lentamente acompasadas por los acordes de Pink Floyd y él va entrando poco a poco en una somnolencia plácida, el estado ideal desde donde tal vez podrá atisbar todas las respuestas. Él piensa que la situación es, por lo menos, bizarra. Acostado en el sofá de una sala de psicoanálisis donde había ido a buscar explicaciones sobre sí mismo, abriendo su vida para alguien de quien no conocía ni el rostro, porque esa era una de las condiciones para poder ser admitido en la clínica. Según la recepcionista le había explicado durante la entrevista telefónica, esa era la única forma de garantir un tratamiento totalmente objetivo, evitando la interferencia siempre distorsionante de los sentimientos personales. Lo máximo que conseguía era escuchar la voz en off de la
34
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
médica, que le llegaba como un susurro a través de los diminutos altoparlantes camuflados por todos lados alrededor del cuarto, que le daban la misma impresión extraña de sonido envolvente, cuatridimensional, que él había adorado cuando fue a asistir Titanic en la sala ultramoderna y recién equipada que quedaba cerca de su casa. Ya apenas a un paso de penetrar en el estado pre-hipnótico, oyó de nuevo la voz de la doctora pidiéndole insistentemente que regresase a los momentos previos a aquella madrugada que él había reservado para la realización de un trabajo rutinario: alguien había llegado al estudio de grabación donde trabajaba, con un CD en el cual debía cumplir una tarea aún más trivial y que conocía de memoria después de tantos años de práctica. Su cliente ocasional quería borrar la banda sonora de un número de baile y substituírlo por un tema del folklore venezolano que le había sido entregado junto con el original. Preparó un termo de café para encarar una larga jornada y puso manos a la obra. Enseguida notó que la encomienda tenía sus buenos motivos. La música hindú que acompañaba aquel video era realmente deprimente, parecía querer amarrar los movimientos graciosos de la bailarina. En ese momento el aún no pudo percibir que ya estaba siendo atrapado por la magia de la mujer, que desarrollaba con una armonía espantosa una especie de danza exótica que se le antojó sensual, pero no prestó atención al detalle, profesional como era y encargado de realizar apenas un trabajo de tipo técnico. Alain recuerda que pasó horas cortando y agregado cuadros, aquí y allá, según fuese necesario, para acoplar los movimientos de la bailarina al ritmo frenético del polo margariteño. Se necesitaba una gran precisión de detalle para acompañar cada flexión de los brazos y piernas con los delicados detalles de las manos y las caderas, Alain pensó que había algo de tai-chi-chuan en aquel bordado mágico y sumamente preciso de la mujer, que vestía un hermoso vestido rojo ceñido con adornos orientales. Se acordó de ese detalle inmediatamente antes de echar a andar por milésima vez la película. Quiso resistirse a reconocer que poco a poco estaba envolviéndose con el clima sugerente y casi afrodisíaco del baile. Como para distraerse, llenó otra taza de café y automáticamente abrió el email para contarle a su amigo en Madrid a respecto del nuevo trabajo. Medio vencido por el cansancio de la dificilísima tarea, buscaba en su mente las palabras exactas para dar idea de la leveza de la danza, ahora perfectamente sincronizada con el ritmo salvaje del charango, cuando tuvo el sobresalto. De reojo le pareció percibir un destello brillante en la seda roja divinamente sutil del traje de la danzarina. En el afán de transmitir a su amigo la fantasmagórica impresión, no reparó que la expresión que había usado coincidía exactamente con el título de uno de sus cuentos, escrito un buen tiempo atrás y sin conexión posible con el espectáculo al que asistía ahora casi hipnotizado. Le había dicho que el cuerpo de la mujer era tan etéreo que parecía un reflejo en el aire. En vano intentó repetir el mismo pasaje varias veces, buscando localizar el misterioso resplandor. La grabación no mostraba ni rastros de la existencia del fenómeno, no había ningún efecto perceptible de
35
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
luz en el video. En ese primer momento y luego de pasado el susto inicial, no le dio mayor importancia al asunto atribuyéndolo tal vez al cansancio y el exceso de café, actuando sobre su percepción saturada. Sin embargo, a partir de ahí ya no pudo librarse de la inquietante impresión que sus propias palabras le habían causado. Se asustó al pensar que tal vez podía haber una enigmática relación entre su historia y la bailarina vestida de rojo.
La doctora Debora Klein era una renombrada psicoanalista que había ganado notoriedad como consecuencia de su trabajo nada convencional dentro de esa área. Sus sesiones incluían el uso de ciertos elementos prácticamente despreciados por la mayoría de sus colegas, como música de rock (ella adoraba Pink Floyd y King Crimson especialmente), técnicas corporales vinculadas al concepto de chakras o canales de energía, que venían directamente del budismo zen, mantras y otros criterios nada tradicionales. Para ilustrar más claramente sus conceptos, muchas veces ella misma se transformaba en actriz o cantora durante las sesiones, debido a su dominio natural de esas disciplinas. Desde el día en que Alain había aparecido en la clínica buscando una explicación para su extraño vislumbre, ella sintió que tendría que apelar a todos sus recursos para ayudar a aquel hombre obsesionado por una idea de anticipación psicológica que no conseguía entender. Durante los primeros días había orientado a su paciente en el sentido de buscar respuestas dentro del material grabado que éste tenía, o sea, la película en cuestión. Como después de casi un mes de insistencia los resultados fueron prácticamente nulos, decidió cambiar totalmente el foco de su trabajo. Ahora ella misma comenzó a interesarse por los cuentos de Alain, especialmente aquél que tenía relación con la singular experiencia. El cuento se llamaba realmente “Un reflejo en el aire” y había sido escrito por su paciente alrededor de un año atrás, cuando ellos todavía no se conocían.
36
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
Comenzó a subrayar todos los pasajes que tuviesen relación con brillo, con luces, con colores. La historia estaba llena de esos detalles, prácticamente había sido construída encima de elementos visuales que estaban vinculados a la idea genérica de luz. El autor parecía obcecado por algún elemento que quedaba fuera del relato, como si éste fuese apenas la disculpa para indicar esa otra cosa que a Debora se le escapaba una y otra vez, tal como ocurría con Alain y su frustrada búsqueda de respuestas dentro del video. Y había algo más inquietante: la historia apuntaba vagamente para el film de una forma imprecisa, imposible de definir. Comenzó a sentirse atraída por el misterio oculto que por momentos despuntaba del cuento, a veces leía y releía pasajes hasta la madrugada buscando explicar intuitivamente lo que su mente racional se negaba a aceptar y que iba de encuentro contra todos sus años de arduo trabajo científico: era cada vez más obvio que había alguna cosa que la vinculaba a la narración, pero eso no estaba en las palabras, ella no conseguía indicar con exactitud ningún pasaje que tuviese relación al menos indirectamente con su propia persona.
Debora era también pintora y escultora, actividades que desarrollaba paralelamente a su trabajo profesional como psicoanalista. Una noche en que se había quedado dormida leyendo algunos fragmentos de la historia, soñó con aquellos cuerpos magníficos bronceados por el sol de las islas, cual diosas negras que se contorneaban alrededor de las hogueras en una noche sin luna. En su sueño, repitió varias veces la experiencia de dejar correr sus dedos por el papel liso y suave de los cuadros para poder así sentir el calor agobiante del trópico, las esculturas le parecían hechas de la misma materia que tantas veces había moldeado con sus propias manos durante sus trabajos de las figuras de Lilith, la luna negra formada de polvo negro que era la emanación de la luz pura, la luz creadora del mundo. Después buscó las respuestas en Gauguin y de ahí se dejó llevar hasta las leyendas druídas de las mujeres-lobo que se alimentaban de la sangre de hermafroditas vírgenes, era siempre la luz o la ausencia de luz, la danza, las puestas de sol en los
37
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
claros recónditos de los bosques, Debora juntaba pedazos y volvía una y otra vez al pasaje del cuento que retrata las llamas de un avión hundido de punta en la playa en medio de una mancha de gasolina, las llamas, los destellos fulgurantes que chispeaban, y antes aún, el reflejo en el ala justo encima del extremo norte de la isla,momentos antes del accidente, todo se cerraba en enigmas de los cuales ella era siempre el centro, hasta que no le quedó la menor duda de que para encontrar la clave tendría que encontrarse a sí misma. Durante los varios días en que estuvo analizando, leyendo y releyendo el cuento de su paciente, varias veces conversó con él por teléfono haciendo preguntas, con la disculpa de dar orientaciones cuando en realidad estaba buscando una dirección para ella misma porque sentía que los pedazos no encajaban, que el contexto total del cuadro se le estaba escapando de las manos. Al principio disimuladamente evasiva e imparcial, pronto comenzó sin percibir a hacer preguntas extrañas, que dejaban más perplejo aún a Alain, ya de por sí confuso y desnorteado a esta altura de los acontecimientos. Ella quería saber cosas imposibles, que él no podía responder, si su pintor favorito era Van Gogh entonces por qué Gauguin, le preguntaba al agobiado escritor acerca de RobeGrillet cuando en realidad debía ser Cortázar, ¿usted leyó Le jeu avec le feu? y así continuaban hasta la alta madrugada, viendo los dos cómo los nexos se multiplicaban, los sentidos posibles se abrían a nuevos sentidos, tejiendo una trama que ahora los envolvía y los mantenía siempre a distancia pero al mismo tiempo atrayéndolos como una fuerza demoníaca . Cuando Debora preguntó un día directamente si él creía que en el cuento podía ser anticipada la aparición de la bailarina, Alain no respondió nada, fue hasta la agencia de correos más próxima y envió para su doctora un sedex con el video, sin una palabra, sin ningún comentario. Entonces ella descubrió súbitamente la dirección que iría a tomar de aquí en adelante. Ya que el minucioso estudio del cuento no había arrojado ninguna luz sobre el video, ahora intentaría el camino contrario, comenzaría con la película para tal vez conseguir descubrir las claves dentro de las palabras. La misma tarde en que recibió la remesa postal con un CD cuidadosamente envuelto en una cobertura de nylon transparente, que sólo decía “Dra Klein” escrito en letras rojas y grandes, oscureció el salón y se dedicó totalmente a la tarea de encarnar a la bailarina del video, como quien penetra en una realidad prohibida, sintió que estaba profanando un secreto que no le era dado descubrir y al mismo tiempo comenzó a experimentar una excitación casi perversa por saber lo que había del otro lado, si es que había algo, el secreto de Alain que el propio Alain no conocía. Sintió los primeros acordes cayendo como relámpagos y enseguida se entregó al frenesí de un ritual que parecía conocer desde siempre. Llevada por el éxtasis de aquel ritmo perturbador, ni percibió cuando, sin parar de girar en medio de aquel torbellino, tomó su móvil, encontró a Alain perdido entre el humo tardío de un bar cualquiera un viernes a la noche y le pidió que viniera inmediatamente para el consultorio, sin dar ninguna otra explicación. La puerta estaba destrancada,tal como Debora le había dicho por teléfono,él tendría que empujar hasta
38
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar
sentir el chirriar de las visagras mal aceitadas y después esperar algunos segundos hasta acostumbrar la vista a la oscuridad total del vestíbulo.
Cuando él puso el pie en el primer escalón de la estrecha escalera curva que lleva al primer piso, donde queda la pequeña sala de atendimiento, sintió el aroma del sándalo y la música que conocía de memoria. Empujó la puerta entreabierta con hesitación y entonces vio la noche estrellada penetrando por la pequeña ventana abierta en la pared opuesta y los destellos brillantes de las filigranas carmesí del traje de Debora, cayendo como cascadas de galaxias. Alain entendió por fin que su vida entera había sido una preparación para este momento, que todos los caminos confluían, y así como los cuerpos de las mulatas en el cuento parecían haber sido arrancados de un cuadro cualquiera de Gauguin, de la misma forma supo que la bailarina no era más que la consecuencia natural e inevitable de un sueño ya visitado antes innúmeras veces en otras noches sin luna, a la luz de las hogueras, arrullado por el canto de los shamanes en las densas selvas de un tiempo que no tenía memoria, el principio femenino feroz e irresistible en el amor y en el odio, entendió que la fascinación es gloriosa y terrible porque tiene la misma esencia encantadora de una entrega lindante con lo demoníaco. Buscó una posición más próxima del centro del cuarto, hasta sentir el roce de la seda como una brisa tenue en su rostro, para entregarse completamente y sin ofrecer resistencia a aquella mujer tentadora y al mismo tiempo secreta y silenciosa como una diosa, que lo llamaba desde antes mismo de la aparición del deseo, antes de la propia existencia, ella convertida en un pájaro nocturno desapareciendo en la oscuridad, dejando para atrás sólo aquel reflejo que él conocía tan bien, un reflejo en el aire de la silenciosa noche de verano.
39
Un reflejo en el aire, por Alberto Macadar