Analisis de las primarias del psoe

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. Socialistas contra el PSOE, José Moisés Martín Carretero, 16/05/2017 En un lúcido artículo de José Moises Martín Carretero en El País se radiografiaban las dos almas del PSOE que Susana Díaz y Pedro Sánchez representan, y la necesidad de que sigan conviviendo y colaborando para que el PSOE pueda seguir siendo una alternativa realista de gobierno que concite grandes mayorías electorales. He dejado deliberadamente fuera de esta selección los artículos de Agenda Pública. Mi valoración del seguimiento de las primarias realizado por Agenda Pública no puede ser más positiva. Los distintos posts publicados han contribuido de manera clarividente a proporcionar la principales claves para entender el proceso de primarias y la victoria de Sánchez, aportando la serenidad, ecuanimidad y profundidad que faltó en muchos otros medios (estos cinco podrían haber sido incluidos perfectamente en la selección: aquí, aquí, aquí, aquí, aquí). Pau Marí-Klose es Profesor de Sociología de la Universidad de Zaragoza.


¿ASPIRA EL PSOE CONVERTIRSE EN EL PARTIDO DEL SUR? La oferta de Rajoy al PSOE para formar un pacto de legislatura de largo alcance trata de fijar, desde el primer momento, unos márgenes amplios que hagan posible un acuerdo entre los dos grandes partidos. La respuesta del PSOE tendrá en cuenta en qué medida esos márgenes puede ser transitados sin derrumbarse definitivamente ante Podemos. La mayoría de politólogos y analistas coinciden en señalar que el PSOE puede languidecer debido a la sangría de votantes jóvenes, urbanos, formados y de izquierda que Podemos le está infringiendo. Si el PSOE acaba adoptando una posición de orden, de rigor económico y de mantenimiento de medidas de austeridad (una política económica difícil de cambiar en el corto plazo) se expone a perder el liderazgo que aún mantiene como partido de izquierda. Pero también existe otro eje de competencia en el que el declive del PSOE puede acabar siendo irreversible: la disputa en torno a la geografía de la representación. Sugerir que los partidos de ámbito nacional o estatal representan territorios específicos puede parecer un sacrilegio que solo cometen los partidos nacionalistas o regionalistas. Pero, en realidad, todos los partidos tienen su base electoral sesgada territorialmente, de tal modo que sus estrategias electorales y, aún más importante, sus programas políticos y de gobierno dependen de ello y obran en consecuencia.

En democracias multinacionales, este es, de hecho, el factor esencial que estructura el sistema de partidos. Aunque aquí nos empeñemos en disimularlo. Que España es


endiabladamente diversa y plural lo muestra la insistencia de los grandes partidos de ámbito estatal en reiterar que poseen un único discurso nacional (“y no diecisiete”) y que dicen lo mismo en todas partes, cuando en realidad hacen más bien lo contrario: se adaptan al contexto político, social y cultural de cada autonomía, a fin de representar mejor y ser más atractivos para sus electores. Obviamente. Y con diferentes grados de éxito. Por contra, quien ha tratado de aplicar la homogeneidad doctrinaria a sus propuestas y discursos políticos en toda España ha acabado relegado a la escena madrileña antes de desaparecer por la puerta de atrás. Debemos tener en cuenta esta lógica territorial en la competición entre partidos, combinada con el eje izquierda-derecha –por supuesto-, para entender los dilemas y la estrategia de los partidos en este inicio de legislatura. También para anticipar las posibles divisiones o faccionalismos internos en los próximos meses. Para captar de forma sintética y plausible la geografía política española, podemos identificar tres ejes territoriales que se distinguen por sus dinámicas políticas, aparte de otros aspectos más idiosincráticos: el eje del sur (Andalucía, Extremadura y Castilla la Mancha), el eje del centro (Madrid, Castilla León, La Rioja y Murcia) y el eje del NorteMediterráneo (que comprende la periferia del norte, desde Galicia hasta Baleares y la Comunidad Valenciana), dejando ahora al margen a Canarias, Ceuta y Melilla. Aunque esta división es forzosamente discutible y arbitraria, creo que refleja bastante bien las Españas políticas (y electorales, que diría el profesor Josep Maria Vallès) y las dinámicas de cambio que se están dando en ella.

¿Existen diferencias entre partidos en cada una de estas ‘Españas’? ¿Están alterando los nuevos partidos la geografía representativa? El Gráfico 1 muestra el peso de cada eje territorial en el grupo parlamentario de los cuatro principales partidos. La primera lectura quizá no es sorprendente pero es clara: cada área regional tiene un peso distinto en cada partido. Mientras que la España del sur está claramente sobrerrepresentada entre los diputados del PSOE, la España del norte y mediterránea lo está entre los nuevos diputados de Podemos y sus aliados. En cambio, para PP y Ciudadanos la España del centro es la que más pesa en sus respectivos grupos parlamentarios.

Este gráfico nos sugiere un aspecto interesante en cómo los nuevos partidos están disputando los feudos territoriales de PP y PSOE. Mientras que Ciudadanos le está ganando votos al PP adoptando su misma lógica territorial, Podemos irrumpe comiéndose el terreno del PSOE en el norte de España (claramente infrarrepresentado


en el nuevo grupo parlamentario socialista), relegando a su adversario hacia los distritos del sur. ¿Se está convirtiendo el PSOE en el partido del mezzogiorno español?

Los diputados socialistas del sur siempre han estado sobrerrepresentados. La novedad en esta ocasión es la caída del peso de la España del norte y mediterránea. El Gráfico 2 muestra el peso de cada eje territorial en el grupo parlamentario socialista desde 1977. La España del norte aporta aproximadamente un 45% de los diputados del Congreso. Este era el peso que tenía también en el grupo socialista en los primeros años de la democracia, y en las legislaturas de máxima competitividad con el PP: la ‘dulce derrota’ de 1996 y el retorno al poder con Zapatero se forjaron sobre el apoyo de las regiones del norte y del Mediterráneo. Las derrotas de Rajoy en 2004 y 2008 provinieron de un fuerte apoyo en Cataluña y la Comunidad Valenciana (1 de cada cuatro diputados socialistas, aunque luego se traducían solo en uno de cada seis ministros en el gobierno). Si añadimos Galicia o País Vasco, estas cuatro regiones con hechos diferenciales representaban 1 de cada 3 diputados socialistas. Hasta el día de hoy, la buena salud electoral del PSC y las opciones de gobernar la Moncloa para el PSOE han sido una y la misma cosa. Sin embargo, las derrotas de 2011 y 2015 no solo evidencian la pérdida de apoyos al PSOE en la izquierda, en los jóvenes y en el electorado urbano. También alteran la geografía interna del grupo socialista en el Congreso. Por primera vez desde 1977, el número de diputados socialistas elegidos en Andalucía, Extremadura y Castilla la


Mancha es igual al de catalanes, valencianos, gallegos, vascos, asturianos, cántabros, aragoneses e insulares de las Baleares. Por el contrario, esta España del norte y mediterránea aporta el 60% de los diputados de Podemos y sus aliados. Esta transformación de la geografía parlamentaria en la izquierda del Congreso tendrá poderosos efectos sobre esta legislatura y sobre la evolución de ambos partidos, como nos recuerda Óscar Barberà en su imprescindible post sobre la política valenciana. La España del norte representa, junto con Madrid, la mayor parte del PIB español y en ella se encuentra la mayoría de ciudadanos favorables a una mayor descentralización o federalización del Estado. También posee la competencia partidista más compleja, porque en todas sus Comunidades existen al menos uno o dos partidos de ámbito no estatal, completamente ausentes en la España del centro y del sur. Todo ello conforma un mapa de enorme complejidad: aunque solemos pensar en vascos y catalanes cuando imaginamos una España distinta nacionalmente, es esta España periférica en su conjunto la que impugna por completo una definición homogénea de la España constitucional. Esta complejidad es la que deberá afrontar Podemos cuando trate de consolidar su organización sobre la nueva base parlamentaria obtenida. En ese aspecto, los acuerdos con los nuevos liderazgos periféricos (y en especial con Ada Colau y Mónica Oltra) comportarán concesiones organizativas y programáticas. Desde ese punto de vista, la apuesta de Podemos por un referéndum en Cataluña es completamente lógica. Y arriesgada. También Pedro Sánchez experimentará el peso de la facción del sur: Susana Díaz, Guillermo Fernández Vara y Emiliano García Page apenas han tardado horas en manifestar su posición respecto a la política de pactos y, más importante, en las posibles reformas territoriales que puedan negociarse en esta legislatura. Sin duda, es mucho más fácil y cómodo construir un discurso nacional que sacrifique al PSC y relegue a sus camaradas valencianos, gallegos o vascos. El problema para Sánchez es que ejercer como partido del sur también significa abandonar la España mediterránea y del norte a la nueva política de Podemos. Y con ello, incluso perder el liderazgo de la izquierda.


LOS NÚMEROS DE LAS PRIMARIAS DEL PSOE El declive electoral al que asiste el PSOE desde que Zapatero ocupase el gobierno queda patente. Desde entonces, el Partido Socialista se encuentra lejos de los resultados de antaño. En este artículo repasaremos su evolución. La caída durante la segunda legislatura de Zapatero (2008-2011) Se ha creado cierto relato, también en el seno del PSOE, donde prevalece la idea de que el descredito y el abandono por parte de los que hasta entonces eran votantes socialistas se produjo a partir de mayo de 2010, cuando el gobierno de José Luís Rodríguez Zapatero anunció un paquete de recortes y ajustes que suponía un giro de 180º grados a lo que habían sido sus políticas hasta el momento. Pero la realidad es otra. Tras las elecciones de 2008 en las que el PSOE obtuvo el 43,8% y más de once millones de votos, comenzó la caída con la negación de la crisis y el descrédito que esto le produjo entre la ciudadanía, aunque posteriormente, en mayo de 2010, tuvo lugar la pérdida de un votante ideologizado que consideraba que ese giro dado no se correspondía con lo que debía ser el programa de un partido de izquierdas. Así, cuanto más se negaba el gobierno de Zapatero a reconocer la crisis mientras la opinión pública ya la percibía, más se producía el divorcio entre ambos, en una errónea estrategia de comunicación. Teniendo en cuenta además, que la primera reacción del ejecutivo supuso llevar a cabo políticas contracíclicas. Por lo tanto, cabe diferenciar dos etapas en la pérdida de apoyo electoral del Partido Socialista: la primera va desde las elecciones de marzo de 2008 hasta mayo de 2010, mientras que la segunda tiene lugar desde esta fecha hasta el final de la legislatura.


Se debe tener en cuenta, que la propia crisis económica que tiene lugar en España, donde los anhelos de progreso y prosperidad que para buena parte de la población encarnaba el PSOE quiebran, al quebrar precisamente el sistema político que el propio Partido Socialista vertebraba. Por lo tanto, la crisis del sistema político surgido de la transición, no se entiende sin la crisis del PSOE y viceversa. La comodidad que le ofrecía el marco de juego y la alternancia en el que se desarrollaba la política española, permitía al PSOE presentarse como la única alternativa al Partido Popular y a la derecha, a la vez que legitimaba ese sistema y esos límites en los que si estaba de acuerdo con el PP. Todo enfrentamiento político ocurría en ese terreno de juego delimitado. Pero el 15 de mayo de 2011, la brecha en el sistema se abrió al comenzar el retroceso de la legitimación de las élites políticas del momento y al buscar buena parte de la población, la solución a sus problemas y sus expectativas frustradas, fuera de ese marco de juego. Con todo ello, se llegan a las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011 con Alfredo Pérez Rubalcaba como candidato socialista a la presidencia del gobierno, tras haber sido Ministro del Interior en el ejecutivo de Zapatero. En ellas, el PSOE pasa de once millones de votos a siete, quedándose con 110 escaños, 59 menos que en la anterior legislatura.


Los datos del CIS postelectoral mostraron que solamente el 56,8% de quienes habían optado por el PSOE en 2008, lo habían vuelto a hacer en las elecciones generales de 2011. Un 15% se fue al Partido Popular, un 9,2% a la abstención, un 5,3% a Izquierda Unida y un 4,3% a UPyD. Dos congresos fallidos y el surgimiento de Podemos como competencia electoral (20122016) Después de la derrota electoral de 2011 comenzaron las oportunidades perdidas del PSOE. La elección de Alfredo Pérez Rubalcaba como Secretario General en el Congreso de Sevilla en 2012, tras haber sido candidato a la presidencia del gobierno en 2011, supuso un intento de controlar el partido en un contexto donde los cambios políticos y sociales ya estaban desbordando al PSOE. Durante el mandato de Rubalcaba al frente del PSOE, el descenso no se frenó. Si en abril de 2012 tras ser elegido líder del partido, la intención directa de voto se situaba en más de un 20%, en vísperas de las elecciones europeas de mayo de 2014 (que a la postre provocarían que Rubalcaba convocase el Congreso Extraordinario para dar el relevo), obtenía una intención de voto ligeramente superior al 13%, lo que suponía una pérdida de siete puntos porcentuales durante el tiempo que ocupó el liderazgo del PSOE.


Tras Rubalcaba llegaría el Congreso de 2014, donde las formas para elegir el Secretario General cambiaron por unas primarias entre los militantes, pero que las dinámicas internas del propio partido, hicieron que lo determinante en la elección de Pedro Sánchez fuese el apoyo de los líderes territoriales. Cuando Pedro Sánchez ocupó la dirección del PSOE en julio de 2014, este se encontraba en una intención directa de voto del 10,6%, por detrás del PP y de Podemos, quien ya había irrumpido en las elecciones europeas de mayo. En el último dato del CIS, antes de la campaña electoral de las elecciones generales de 2015, el PSOE había recuperado siete puntos y desde abril de ese mismo año, se encontraba por encima de Podemos. En esas elecciones generales, el PSOE perdió millón y medio de votos y 20 escaños, quedándose en 90 y el 22% de los votos, pero evitando el sorpasso que ansiaba Podemos. La situación se volvería a repetir en la elecciones generales de 2016. El surgimiento de Podemos por la izquierda del PSOE, con la fuerza con la que lo hizo, acabó por descolar a los socialistas, mostrando por primera vez en la democracia, un competidor electoral a su izquierda, que en muchos segmentos de la sociedad le ha ganado la partida.


Atendiendo al recuerdo de voto en las elecciones de 2011 que nos ofreció el CIS, observamos cómo sólo el 54,1% de los votantes que cuatro años antes había optado por el PSOE, lo volvieron a hacer en 2015. El 23% de ellos lo hizo por Podemos, mientras que el 8% se decantó por Ciudadanos, cifra a tener también en cuenta. El 6,1% optó por la abstención, el 1,9% por Izquierda Unida y el 1,7% por el PP. Queda así en evidencia, la magnitud de trasvase de votos hacia Podemos de filas socialistas, a los que habría que sumar quienes ya habían abandonado al PSOE con anterioridad a 2011 y que acabaron también respaldando a Podemos. Descenso continuado en el ámbito autonómico (2007-2016) En el plano autonómico el declive electoral también se ha producido, si bien es cierto, que tras las elecciones autonómicas de 2015, el PSOE recuperó varios gobiernos de las Comunidades a través, la mayoría de ellos, de pactos parlamentarios para la sesión de investidura. Tras las elecciones autonómicas celebradas en 2007, los socialistas gobernaban en Galicia, Asturias, Aragón, Cataluña, Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía. A partir de 2009, también lo harían en Euskadi. En 2010 dejarían de hacerlo Cataluña y en las autonómicas de 2011, perderían todos los gobiernos autonómicos a excepción de Andalucía, Euskadi y Galicia, con elecciones en 2012, tras las cuales sólo conservaron el gobierno andaluz, junto al asturiano, recuperado tras la convocatoria electoral extraordinaria que tuvo lugar ese año.


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Entre los años 2007 y 2015, el PSOE ha perdido en Aragón 20,9 puntos porcentuales; en Asturias 16,1; en Castilla-La Mancha 15,8; en Canarias 14,7; en Cataluña 14,6; en la Comunidad Valenciana 14,1; en La Rioja 13,9; en Andalucía 13,4; en Castilla y León 11,9; en Cantabria 11,8 y en Extremadura 11,5. En todas ellas, el electorado perdido supone más del 10% del total. También en Galicia, entre 2009 y 2016, los socialistas perdieron más de 13 puntos. Por otra parte, conviene destacar, que solamente en las Comunidades de Andalucía, Extremadura y Castilla-La Mancha, el PSOE sigue estando por encima del 30% de apoyo, lo que dibuja grandes diferencias territoriales, en cuanto apoyo electoral, entre las regiones del norte y las del sur del país.


En las elecciones autonómicas de 2011 el PSOE cosechó un total 256 escaños (sin contar los de Andalucía, Euskadi, Galicia y Cataluña). Cuatro años después, los socialistas vieron reducida esa cifra a 225 diputados. Pese a todo, este declive tiene una parte positiva, ya que los socialistas recuperaron poder institucional, al hacerse con los gobiernos de Extremadura, Castilla la Mancha, Baleares, Asturias, Aragón y la Comunidad Valenciana, además del gobierno de Andalucía que ya había logrado. El PSOE logró así siete gobiernos autonómicos, uno más que en 2007 y se convirtió en socio minoritario de gobierno en Cantabria y Canarias (aunque este lo abandonaría posteriormente). También lo serían en 2016 en Euskadi al entrar en el gobierno del PNV, tras perder 16 escaños en otra debacle electoral. En definitiva, tras todos estos años de declive electoral, el PSOE ya no es capaz por sí solo de tener una mayoría alternativa al PP, tampoco ha conseguido, como ocurriese en varias de las Comunidades Autónomas donde ahora gobierna, liderar pactos con otras fuerzas de izquierda a nivel estatal. Además, el PSOE sigue siendo incapaz de convertirse en el partido que de respuesta a a los anhelos de transformación que demanda gran parte de la población. Así, los acontecimientos ocurridos en el seno del Partido Socialista a lo largo de 2016 sólo han aumentado su parálisis, a la espera de que se celebren las primarias del 21 de mayo. Que de esas primarias, gane quien gane, salga un proyecto político que pueda recuperar el terreno perdido, está aun por ver.


SOCIALISTAS MUTANTES ¿VIAJE DE IDA Y VUELTA? Llegamos a la semana final de las primarias del PSOE y todo está por dilucidar. La distancia en avales parece remontable por Sánchez cuando los ciudadanos pueden emitir su voto sin el constreñimiento de hacer público su apoyo, pero nada permite descartar que Susana Díaz logre mantener su apoyo y aguar las expectativas de los sanchistas. Mucho está en juego. Lo que se decide en las primarias es trascendente para el futuro del partido. Los militantes van a decantarse por opciones que propugnan dos estrategias políticas completamente distintas para recuperar la confianza del electorado, que se evidencian claramente en las manifestaciones de los candidatos. Una busca situar al partido en unas coordenadas inequívocamente de izquierdas, propone alianzas con fuerza progresistas, y formula planteamientos más audaces en la cuestión territorial. La otra candidatura afea a la primera su deriva izquierdista, que considera que aleja al PSOE de una centralidad “ganadora”, y parece más proclive a participar en acuerdos que favorezcan la gobernación con fuerzas situadas a su derecha. Es también más cicatera en la cuestión territorial, evitando salirse de consensos en torno a un mínimo común denominador aceptable por todos dentro del partido. Determinar cuál de las candidaturas es electoralmente más competitiva es una ambición que trasciende cualquier capacidad analítica. Los futuros están siempre por escribir. Mi objetivo es más modesto. Pretendo presentar solo unos datos que muestran dónde existe un caladero significativo de votos “recuperables” por el partido socialista, cuáles son sus características sociodemográficas y sus preferencias ideológicas. Utilizo para ello la encuesta postelectoral de 2016 del Centro de Estudios Sociológicos (Estudio


3126). Entiendo, en consonancia con una larga tradición politológica, que la probabilidad de que los votos perdidos puedan ser recuperados finalmente depende de que el partido pueda volver a resultar atractivo y percibido como próximo entre ese tipo de votantes. Los votos “recuperables” en que me voy a centrar son votantes que declaran que votaron al PSOE en 2011 y a Unidos Podemos en junio de 2016. Es posiblemente una fracción reducida de los votantes que han abandonado el PSOE, puesto que la gran pérdida de votantes se produjo entre 2008 y 2011 (el voto pasó de 43,8 a 28,8%), pero análisis realizados en otros lugares revelan que las conclusiones extraídas aquí posiblemente sean extrapolables a muchos de esos votantes que abandonaron el PSOE anteriormente. Si atendemos a los datos de recuerdo de voto de la encuesta postelectoral del CIS, entre las elecciones de 2011 y las de 2016, un 20,2% de los votantes del PSOE se pasaron a Unidos Podemos o alguna de las confluencias (en adelante UP). Esta cifra es muy superior a los ex -votantes socialistas que ahora votan Ciudadanos (7,6%), o que había transitado a otras opciones (casi insignificantes). Es decir, UP se nutre en 2016 de un voluminoso contingente de votantes que venían de votar al partido socialista en 2011. En realidad era el origen más común de los votantes de UP. Si desagregamos la composición de su voto, nos encontramos que un 34,3% del voto viene del PSOE, un 30,7% de IU y un 4,9% del PP. Cerca de un 20% no votó, ya fuera porque se abstuvo, no tenía edad de votar o no tenía derecho. Los votantes del PSOE son el principal caladero de votos de UP. Los de IU no le van muy a la zaga. El propósito de este post es comparar los perfiles sociológicos e ideológicos de estos dos grupos de apoyo a UP (llamémosles “votantes mutantes” si venían del PSOE, y “votantes enraizados” si venían de IU) y con los votantes que siguieron votando al PSOE (“leales”). No incluiremos toda la información obtenida, presentada recientemente en un seminario en el European Studies Centre de la Universidad de Oxford, remitiendo al lector a publicaciones posteriores. El primer plano en que se puede realizar esta comparación es el socio-económico. Mucho ya se ha dicho sobre los perfiles socioeconómicos de los votantes de Podemos en comparación a los del PSOE ¿pero qué sucede con los votantes mutantes en relación a los leales? Una proporción mayor de votantes mutantes que leales han perdido su empleo en los últimos cuatro años (40,8% frente a 34,9%) y una proporción más alta han experimentado recortes salariales (49% frente a 39%). Pero estas diferencias obedecen a la menor edad de los primeros, y en un mercado de trabajo dual como el nuestro, a su menor vulnerabilidad laboral. Cuando en un modelo multivariante se tiene en cuenta este factor, no hay evidencia de que exista un efecto estadístico que no se deba exclusivamente a la composición edataria diferenciada de ambos grupos. Los votantes


socialistas mutantes son más jóvenes. Tienen de media 46,8 años, ocho menos que los votantes leales (54,8), y son solo ligeramente mayores que los votantes de UP que provienen de IU (45). De hecho, existe algo más evidencia de que los votantes mutantes tienden a vivir en hogares ligeramente más adinerados que los votantes leales, y su perfil económico se aproxima más a los votantes enraizados en IU.

En sintonía con estos datos, los votantes que han abandonado el PSOE para apoyar a UP presentan un nivel más alto de estudios que los votantes leales (el 28,2% tiene estudios universitarios frente al 15,3% de los leales) y tienden a pertenecer a segmentos de las clases medias y medias altas (19% y 12 respectivamente). En contraste, entre estos socialistas mutantes hay un porcentaje más bajo de trabajadores no cualificados (13,9% frente a 17,2%) o personas sin estudios o nivel de estudios primarios (16,7% frente a 35,8%). Como resultado de estos flujos de salida, por tanto, la composición socio-económica de los votantes del PSOE ha cambiado sensiblemente. Las pérdidas de voto del PSOE en beneficio de UP se produjo en toda España, pero los socialistas mutantes son especialmente numerosos en el País Vasco (donde el 45% de los votantes del PSOE se pasan a UP), las islas (32,2% en las islas Baleares y 32,8 en Canarias), la Comunidad Valenciana (27%) y Madrid (25,7%). UP arrebata votantes al PSOE especialmente en las áreas más pobladas. En las metrópolis de Madrid y Barcelona, los votantes mutantes están claramente sobrerepresentados (27%). Pero quizás más interesante que la comparación de perfiles socioeconómicos y sociodemográficos de los votantes perdidos, ya identificados acertadamente en la ponencia política del PSOE y artículos de sociólogos afines a la Gestora y Susana Díaz, es contratar los contornos ideológicos de lo que aquí llamamos votantes leales, mutantes y enraizados.


Cómo puede advertirse en el gráfico, los votantes mutantes presentan un perfil que los sitúa a medio camino entre los leales al PSOE y los enraizados en IU. El 40% se sitúa en el punto 3, y un nada desdeñable 29% en el 1 y 2. Es decir, casi tres de cada cuatro son genuinamente de izquierdas, escorados hacia este lado del eje bastante más que los votantes leales. Mientras los votantes mutantes se sitúan en el 3,0 de media, los leales lo hacen en el 3,8 de media. Los votantes de UP enraizados en IU lo hacen en el 2,6. La posición intermedia de los votantes mutantes se confirma cuando examinamos su ubicación sobre cuestiones que vertebran otros ejes de autoposicionamiento político. El primero de ellos es la escala de libertad-seguridad y el segundo una escala de preferencias por un modelo multicultural/nativista.



En ambos casos, el perfil de los votantes que abandonaron el PSOE presenta diferencias notables con el de los votantes leales, y tiende a acercarse al de los votantes de UP enraizados en IU. En la escala sobre importancia otorgada a la libertad personal frente a la seguridad, los votantes mutantes se sitúan, de media, en el 2,6, más cerca del 2,0 de los votantes enraizados en IU que en el 3,8 de los votantes leales. En cuanto a preferencias por el multiculturalismo/nativismo, los votantes mutantes se ubican en el 4,3, de nuevo más cerca de los votantes enraizados que el 5,4 de los leales. Lo mismo ocurre si se analizan las diferentes preferencias sobre la organización territorial del Estado. Aunque predominan los partidarios del statu quo, los antiguos votantes del PSOE que dejan de votarlo en 2016 tienden a mostrarse mucho más favorables que los leales a opciones que contemplan un mayor grado de autonomía o autodeterminación.


El debilitamiento electoral del PSOE responde a dinámicas claramente perfiladas. Los flujos de salida atraen a UP a un contingente de votantes socialistas que tanto por su perfil sociológico como sus preferencias pueden sentirse ubicados en la izquierda del PSOE, en un espacio próximo al que ha representado tradicionalmente en España Izquierda Unida o partidos de izquierda de ámbito autonómico. Es ahí donde el PSOE tiene su boquete electoral. La cuestión clave es si estos votantes son rescatables. Evidentemente poco puede decirse al respecto porque resulta imposible anticipar las estrategias de los actores o fenómenos imprevisibles que pueden alterar los efectos de cualquier iniciativa encaminada a recuperarlos. Una aproximación a esta cuestión exige, por tanto, mucha cautela. Ahora bien, la encuesta del CIS permite capturar la predisposición subjetiva al retorno con una pregunta que interroga sobre la probabilidad de que el entrevistado vote a un partido (en este caso el PSOE) en una escala de 0 a 10. En el siguiente gráfico mostramos el porcentaje de quienes sitúan esa probabilidad por debajo de 5.


Mientras los votantes de Unidos Podemos enraizados en IU rechazan muy mayoritariamente la posibilidad de votar al PSOE, los votantes mutantes parecen mucho más proclives. Podríamos decir que aproximadamente 2 de cada 3 le otorgan una posibilidad significativa (igual o mayor que 5 en la escala). A tenor de los datos, parece justificado pensar que ampliar la masa de apoyo al PSOE pasa por convencer a estos votantes de que vuelvan. Son votantes con un perfil claramente ideológico, de izquierdas y con valores profundamente liberales en lo social, que en muchos sentidos se parecen más a los votantes de UP que proceden de


Izquierda Unida que a los socialistas leales que siguen votando al PSOE. Pero tradicionalmente, en los buenos momentos, el PSOE había sido capaz de arrebatárselos a IU, ya fuera porque se sintieran incómodos con los planteamientos ideológicamente maximalistas de IU o porque percibieran al PSOE como una opción útil para intentar aupar al gobierno un partido que llevara a cabo políticas progresistas. En el nuevo contexto político, buena parte de la debilidad electoral del PSOE deriva de la incapacidad de tejer complicidades con ese electorado. La ponencia política que ha promovido la Gestora del PSOE ha preferido ignorar la dimensión ideológica de ese segmento electoral perdido. Prefiere reconocer solo sus perfiles sociológicos, descuidando la relevancia de otras dimensiones. A partir de ahí, señala que para concitar mayorías hay que recuperar la credibilidad y coherencia del mensaje del PSOE, sin entrar en muchos detalles sobre cómo se hace esto. Es un diagnóstico que parece haber comprado Susana Díaz, lanzada en el debate a criticar la volatilidad ideológica de Sánchez como causa principal de la debilidad electoral del PSOE. Los mecanismos por los que la credibilidad y la coherencia deben transformarse en apoyos de votantes con perfiles sociológicos y preferencias ideológicas alejadas de su candidatura no han sido explicitados. Quedan cuatro días, y si está a tiempo de presentar un programa, seguramente también lo está de explicar cómo va a conseguir que vuelvan los socialistas mutantes. PAU MARI-KLOSE Profesor de Sociología en la Universidad de Zaragoza. Becario de "la Caixa" Doctor en Sociología en la Universidad Autónoma de Madrid, Máster en la University of Chicago y en el...


EDUARDO BAYÓN Politólogo, editor de Debate21.es y analista de Agenda Pública.

Los que se fueron del PSOE

Entre los menores de 25 años los socialistas han perdido en ocho años el 80% de los apoyos que tenía cuando Zapatero logró su segundo triunfo electoral VIERNES, 19 DE MAYO DEL 2017 - 18:50 CEST

Si en ‘Los números de las primarias del PSOE’ analizamos la evolución electoral de los socialistas y el declive de estos en términos absolutos y también a dónde habían ido dichos votos, en el presente artículo analizaremos esa pérdida por segmentos poblacionales. Así, observaremos la evolución de votos del PSOE entre las elecciones del 2008 y del 2016, con el objetivo de poner de relieve que tras la caída en las elecciones del 2011 han existido sectores de la sociedad en los que el PSOE ha continuado descendiendo, mientras que en otros ha conseguido estabilizarse y frenar la caída. Posteriormente analizaremos hacia qué partidos se han ido los votantes en esos segmentos en las últimas elecciones del 2016.


LOS 'ROBOS' DE PODEMOS

El voto por edad del Partido Socialista ha descendido de tal forma que segmentos que en los triunfos electorales de Zapatero, tanto en el 2004 como en el 2008, fueron claves, a día de hoy se han alejado enormemente de los socialistas. La disminución de los apoyos en el 2011 fue similar en todos los segmentos de edad, pero destaca de forma sustancial la posterior caída a partir de ese momento. Mientras que entre los mayores de 55 años el porcentaje de voto se mantiene, en todos los restantes segmentos de edad, es decir, todos los que incluyen a los menores de 55 años, en las elecciones del 2016 se vuelve a producir una nueva caída que ronda en muchos casos una pérdida del 50% de los apoyos del 2011 y que también deja datos como por ejemplo, que entre los menores de 25 años el PSOE ha perdido en ocho años el 80% de los apoyos que tenía cuando Zapatero logró su segundo triunfo electoral.

Es precisamente en aquellos segmentos poblacionales de edad en los que más ha descendido el PSOE entre el 2011 y el 2016, donde los nuevos actores políticos han encontrado mayores apoyos. Así, Podemos es capaz de captar más del 30% del electorado socialista del 2011 menor de 45, y un 22,1% de ese electorado que tiene entre 45 y 54 años. Por su parte, Ciudadanos ha logrado atraer para sí, más del 10% del electorado del PSOE de 2011 menor de 55.


MENOS DEL 20% EN MADRID Y BARCELONA La pérdida de votantes del PSOE según el tamaño del municipio deja menos diferencias significativas que el voto por edad. Aun así, el descenso es de más de la mitad en todos los segmentos entre el 2008 y el 2016. Los datos de las ciudades de más de un millón de habitantes, Madrid y Barcelona, dejan al PSOE bastante por debajo del 20% en estos municipios. Donde más porcentaje de votantes se ha ido a Podemos y Ciudadanos son los municipios entre 10.000 y 100.000 habitantes (en los que Podemos supera el 20% de antiguos votantes socialistas) y las ciudades de más de un millón.


FORMACIÓN Y FIDELIDAD En lo que se refiere al electorado según el nivel de estudios con el que cuentan, el PSOE ha conseguido mantener un mayor número de votantes fieles entre aquellos que tienen una menor formación (estudios de primaria o sin estudios), además el descenso se frenó en el 2011 y se ha mantenido el mismo porcentaje de apoyo en el 2016. Conviene tener presente, que los segmentos de población que menos estudios tienen, tanto porque en su momento la educación era obligatoria en un nivel más inferior que al del presente, así como las dificultades que tenía gran parte de los ciudadanos para formarse, coinciden con los votantes de mayor edad, en los que los socialistas mantienen aún un mayor apoyo. Este electorado además está menos informado de la actualidad política que el resto, por lo que todo ello le hace estar más alineado en su voto.


La caída entre los que tienen estudios de secundaria o superiores, supera los 25 puntos porcentuales entre el 2008 y el 2016, superando los 30 puntos entre los que cuentan con estudios de Formación Profesional. Como ya hemos visto, las cifras de votantes con estudios de primaria o sin estudios que optaron por el PSOE en el 2016 son similares a las del 2011, esto también se ve reflejado si atendemos a los datos de trasvase de votantes, donde en ambos sectores los socialistas mantienen altas tasas de fidelidad de voto entre un electorado más alineado. En cambio, según aumenta el nivel de formación, mayor descenso de fidelidad de voto socialista existe y mayor capacidad de captarlo tienen tanto Podemos como Ciudadanos, que entre los que cuentan con estudios de FP o superiores superan respectivamente el 30% y el 10% de votantes del PSOE del 2011 que optaron por ellos en la última cita electoral. ESTABILIDAD OBRERA El PSOE logró desde el 2011 estabilizar el porcentaje de apoyo electoral entre los obreros, tanto cualificados como no cualificados, tras perder en ambos más de 20 puntos en el 2011, quedándose desde entonces en torno al 30%. Tanto en ambas clases medias como en la alta, la caída electoral ha proseguido desde el 2008, superando en todas ellas los 25 puntos y encontrándose tras las últimas elecciones generales en menos del 20%.


Es precisamente entre las clases medias y la alta donde el PSOE pierde más votantes en favor de Podemos y Ciudadanos. Entre los obreros, los socialistas conservan tasas de fidelidad de voto superiores al 65%. PÉRDIDAS EN LA IZQUIERDA MODERADA El PSOE sigue manteniendo su cifra de mayores apoyos entre los votantes que se autoubican en la izquierda moderada (3 y 4 en una escala de 10, donde 1 es extrema izquierda y 10 extrema derecha), aunque en ocho años ha perdido más de 30 puntos de este segmento, lo que les ha dejado por encima del 40%. Entre los votantes de extrema izquierda (1 y 2) el apoyo al PSOE descendió más de 40 puntos en ocho años, quedándose por debajo del 20%. Conviene recordar, que en estas posiciones se encuentraN menos votantes que en otras posiciones más moderadas, por lo que cuantitativamente en el cómputo global de votos tiene menor impacto. En cambio, entre los votantes de centro, el apoyo a los socialistas se mantuvo estable a partir del 2011, aunque tan solo con poco más del 10% de votos. TRANSFERENCIA DE VOTO La transferencia de voto en las posiciones relativas al 1 y 2 de la escala de autoubicación entre las elecciones del 2011 y del 2016 muestran el amplio trasvase hacia Podemos que supera en más del 40% los votantes socialistas del 2011 que habían optado por ellos. Por Podemos también opta un 30,9% de los electores que se autoubican en el centro de la izquierda (3) y un


16,9% de quienes ocupan la posición 4. Es precisamente en esta posición donde el PSOE es capaz de retener un mayor porcentaje de votantes, ya que casi un 75% de quienes les votaron en el 2011 lo volvieron a hacer en el 2016. Como era también de esperar, es en las posiciones centristas (5) y de centroderecha (6) donde Ciudadanos arrebata el mayor porcentaje de votantes a los socialistas, aunque esta última posición, en términos absolutos no resulta significante, ya que apenas optaban por el PSOE

En definitiva, tras la desbandada generalizada de votantes socialistas producida en las elecciones del 2011, la caída de 2016 se focaliza en cambio en diferentes segmentos del electorado que han abandonado al PSOE gradualmente. Así, los votantes menores de 55 años, los que tienen estudios de FP o superiores, los que cuentan con un estatus socioeconómico medio o alto, y quienes se posicionan ideológicamente en la izquierda radical o el centro han dejado de confiar y optar por los socialistas en ese periodo electoral. Coinciden todos ellos, con un trasvase electoral a Podemos y Ciudadanos, que como era de esperar, captan más antiguos votantes socialistas del 2011 en aquellos sectores donde el PSOE menos logra retener, a los que habría que sumar los votantes socialistas del 2008 que en el 2011 ya no optaron por el PSOE y que en el 2016 lo podrían haber hecho por las formaciones de Iglesias y Rivera.


PEDRO SÁNCHEZ VUELVE…. PERO SUSANA DÍAZ NO SE IRÁ (TODAVÍA)

Lejos de ser un déja vu, el regreso triunfal de Pedro Sánchez a la secretaría general altera todos los relatos políticos que se han venido elaborando desde que su defenestración abriera el paso a la actual legislatura bajo gobierno de Rajoy. Muchos analistas han sido tentados por la imagen de una victoria de las bases contra el establishment socialista. Hay precedentes que parecen evocar esa lucha entre contra los de arriba. Quizá referirse a la victoria de Obama ante una Hillary Clinton, que en 2007 daba por segura su nominación como candidata demócrata a las presidenciales, pueda sugerir paralelismos inadecuados. Es más fácil recordar la victoria de Borrell en 1998. No obstante, esta imagen de ‘revuelta contra las elites’ es poco ajustada a la realidad: cuatro de cada diez afiliados a corriente de pago han dado su confianza a Sánchez, el mismo porcentaje que ha preferido apoyar a los otros dos candidatos. La fractura no es vertical, sino horizontal. Esa polarización extrema se ha manifestado con una participación extraordinaria, sin apenas precedentes en otras primarias para líder de partido en España o Europa en partidos de gran tamaño. En diez federaciones (y Melilla) fue a votar más del 80% de la militancia (ver gráfico 1). Nadie podrá discutir la legitimidad que confiere al resultado. Realmente podemos decir que la militancia ha hablado… aunque su voz no resuelva toda la cuestión: ¿cómo debe utilizar el ganador ese amasijo de legitimidad? Si aplica la misma lógica mayoritaria que hemos visto en Podemos y en otros partidos, relegando los perdedores a la oposición interna, Sánchez pronto se topará con ella en los grupos parlamentarios de Congreso y Senado, donde no tiene mayoría, o en los congresos regionales de otoño. En estas horas, todos los analistas deben de estar recetando enormes dosis de integración al secretario reelegido. Todos ellos saben que Sánchez I (2014-2016) no fue suficientemente eficaz en fomentar esa integración en su primer mandato, y tienen dudas. Pero no olvidemos que la integración de facciones en


un partido se facilita a través de dos mecanismos: cuando hay verdaderas expectativas de volver al gobierno, o cuando los jefes de los perdedores se van realmente a casa. Ninguno de estos dos mecanismos estará operativo en los próximos meses para Sánchez. De modo que deberá dejar entrar en escena a Patxi López para que este ejerza como palanca de legitimación de la mayoría ganadora.

Pero si el problema inmediato del PSOE es evitar la ruptura definitiva del desgarro entre la militancia, el problema de fondo son las razones que han alimentado esa división interna, y que se reflejan en la distribución territorial del voto en estas primarias. La primera razón es obvia. Las primarias han permitido expresar el rechazo generalizada de la mayoría de las bases del PSOE a lo que sucedió en octubre: la caída del secretario general y la posterior abstención del partido en la investidura de Rajoy. Generalizado significa que Sánchez solo ha sido superado por Díaz y López en sus respectivos territorios, Andalucía y País Vasco (ver gráfico 2). Además, si tenemos en cuenta que Susana Díez era la candidatura que representaba el desenlace ocurrido en octubre pasado, la desautorización es patente: solo supera el 40% de los votos (es decir, un 30% del censo en cada comunidad) en Andalucía, Aragón, Extremadura, Castilla la Mancha y Murcia. Se trata de una desautorización con connotaciones de largo alcance para buena parte del aparato del PSOE. Si los partidarios de aquella abstención ante Rajoy (y de la maniobra política que la propició) podían tener poderosas razones de interés general o particular para apoyarla, estas no han sido aceptadas por una parte muy importante


de las bases (y, como también sabemos, de su electorado). Las consecuencias más importantes son para el futuro: este tipo de maniobras internas van a dejar de son aceptables, porque hay reglas formales que permiten para pasar cuentas por ello. En aquel momento, muchos pudimos haber pensado que la inercia de la real politik aplicada por una parte del aparato acabaría imponiéndose porque siempre había sido así en el pasado. La historia nos enseña que las conspiraciones internas son un medio privilegiado para deponer a los líderes en los partidos.

Pero quizá olvidamos que si algo permite el método de primarias es incrementar la rendición de cuentas de los dirigentes. Primarias significa también que los magnicidios solo podrán acometerse cuando estén legitimados por una parte relevante de las bases. Se ha acabado la impunidad ante decisiones de calado que no cuentan con el apoyo de la mayoría interna. Así, el caso de Pedro Sánchez nos ilustra hasta qué punto la consolidación de la democracia interna ya está produciendo una restricción del margen de decisión de las elites en operaciones controvertidas en un partido acostumbrado a delegar el poder real en manos de los dirigentes territoriales. Este poder conferido por la elección con sufragio directo y secreto queda patente en la diferencia entre los avales (símbolo del poder tradicional de los aparatos) y los votos finalmente recibidos (gráfico 3). En muchas autonomías, el equipo de Susana Díaz recogió más avales que los votos finalmente recibidos, con Andalucía como caso de manual. No todos los que decían que les votarían les han votado. Lo contrario sucede con Pedro Sánchez: sus avales solo eran el indicador de un apoyo popular aún mayor. Algunos de estos votantes de Sánchez quizá incluso avalaron a Díez (y esto solo se puede entender pensando mal acerca de cómo se obtuvieron esos avales). En


definitiva, el voto directo y secreto, a veces, cuestionará a los dirigentes y sus tácticas. Ahora lo saben.

No obstante, hay una segunda razón detrás de estos resultados que es clave para anticipar algunos problemas que afrontará la nueva dirección. Sánchez ha forjado su victoria allí donde el PSOE está dejando o ha dejado de ser el partido de referencia de la izquierda: Cataluña, Madrid, Galicia, la Comunidad Valenciana (ver gráfico 4). Y allí los militantes saben adónde se les han ido los votos y quieren evitar ser substituidos definitivamente por Podemos. Además, son los territorios donde las confluencias autonómicas están consolidándose como referente de la izquierda ante el PP: las Mareas, los Comunes de Ada Colau, el Compromís de Mónica Oltra (con la extraña situación del PSPV, donde Ximo Puig defendía a la candidata que más se alejaba de lo que él mismo trata de representar). Estos territorios nos sugieren que también se ha votado contra la incapacidad de Díez de representar la pluralidad territorial en España. Ha ganado el candidato que hablaba explícitamente de la nación de naciones que Zapatero y González reivindicaron en su momento (quizá con el mismo grado de convicción de Sánchez). Las primarias también pueden hacer emerger temas incómodos en la agenda, si uno de los candidatos sabe aprovecharlo. Puede que Sánchez no tenga claro cómo definir una nación (nada sorprendente en ese chapapote conceptual que suele generar el debate sobre identidades y naciones). Pero ha sabido personalizarlo con eficacia, y esta será su arma de doble filo en los próximos meses, cuando la cuestión catalana alcance la máxima temperatura.


En las próximas semanas, Sánchez acabará de calibrar el alcance de su victoria. Ha ganado con rotundidad, pero su principal opositora sabe ahora que representa, al menos un tercio del partido. Demasiado para dar el brazo a torcer. Susana Díaz seguirá ejerciendo de cabeza interna de la oposición en el partido mientras pueda mantener esa condición. En realidad, las primarias son el primer paso de un proceso que continuará con el Congreso Federal en unas semanas, y las correspondientes asambleas territoriales en los próximos meses. Y luego vendrán las primarias para candidato, que solo serán relevantes si Sánchez ha flaqueado. (Como se explica aquí, el PSOE tiene esa rara idea de hacer votar de nuevo a los secretarios generales para que sean candidatos: un resultado de la forma improvisada en que se ha desarrollado la democracia interna en muchos partidos españoles). Quienes han perdido saben que las derrotas políticas solo lo son cuando se repiten en el tiempo. Con paciencia, muchas se pueden revertir. Pero Sánchez ha recuperado la agenda y con ello cierta capacidad de iniciativa. Y aunque no tiene sillón en el Congreso, estamos viendo cómo eso puede ser un aspecto menor en un parlamento debilitado. Paradójicamente, ahora Pablo Iglesias es el representante institucional en el parlamento, y el secretario general del PSOE el líder que haga oposición desde la calle. Si le dejan.



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