Memorias de Alfonso Cantero

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Memorias de Alfonso Cantero

diciembre 2.012



Tabla de contenidos HOJAS SUELTAS............................................................... 7 UN

PATO QUE PARECÍA UN PAVO................................................

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PRIMERA PARTE............................................................... 13 1

LA

NOCHE DE LOS TIROS....................................................... 15

2

CUANDO

ESTALLÓ LA REBOMBA............................................ 17

3

DESLICES

DE COCINERO......................................................... 19

4

BAJO

5

MITIGANDO

6

CONSECUENCIAS

7

PATURRO............................................................................... 29

8

LAS

9

ENTRE

UNA LINDE....................................................................21 EL HAMBRE........................................................ 23 DE UN SUSTO.............................................. 25

ANDANZAS DE MI PADRE................................................ 31 COMPARSAS, CANALES Y ROMANAS...........................

33

10

Y

LLEGÓ EL HAMBRE...........................................................35

11

Y

EN UNA NOCHE OSCURA.................................................. 37

12

EN

13

ANDANZAS

MILITARES.

DE

14

ANDANZAS

MILITARES.

GALONES

LA CÁRCEL DE

ANDÚJAR............................................... 41 NOVATO................................... 43 DE CABO........................

45 5


Memorias de Alfonso Cantero 15

ANDANZAS

MILITARES.

CABO

PICADOR..............................

47

16

ANDANZAS

MILITARES.

DIVAGACIONES............................... 49

SEGUNDA PARTE.............................................................. 55 1

ANDANZAS

MILITARES.

GALANTEOS...................................... 57

2

ANDANZAS

MILITARES.

TRAPICHEOS..................................... 61

3

LA

4

CASADO

5

HIJOS

6

COMPRANDO

7

LA

8

ANÉCDOTAS

9

CONCURSO

10

NUEVA COMPARSA............................................................63 Y NEGOCIANTE.........................................................65

Y TRABAJO.................................................................. 67 GANADO........................................................... 69

TIENDA............................................................................. 71 DE LOS HIJOS.................................................... 73

DE VILLANCICOS..................................................75

AMIGOS............................................................................... 77

FOTOS......................................................................................79

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Hojas Sueltas



Hojas Sueltas Un pato que parecía un pavo

E

ra un día de primavera, entre claros y nubarrones la tarde empezaba a declinar y las cabras y algunas ovejas se aplicaban a comerse la hierba que por allá había, porque barruntaban que el día se acababa y tenían que volver al pueblo a encerrarse en los corrales y ya no comerían hasta el día siguiente. “¡Illo!”

Era mi padre que me llamaba porque yo llevaba toda la tarde con las bragas a rastras. Parece que estuve todo el día comiendo teticas de vaca – una hierba silvestre – y que me dañó. “Vamos, que nos vamos ya para el pueblo”

A todo esto las cabras se afanaban sobre la hierba no queriendo dejar el prado, el borrico que llevaba mi padre para llevar la botija y la talega rebuznaba de contento que se ponía cuando se acercaba la hora de volver al pueblo. Ya en el camino de vuelta entre el polvo del camino provocado por el rastreo de las patas del ganado, mi padre se cantaba aquel fandango que yo gravé en mi memoria a fuerza de escuchárselo y que decía así: “No me salen a la cara tengo penas más de mil no me salen a la cara un sabio me dijo a mí que el tiempo yo lo tomara como lo viera venir” Durante el trayecto hasta el pueblo en mi mente se mezclaba el resonar de ese fandango con el rinrin de los grillos que ya empezaban a resonar anunciando que

Con mis hermanos, Pedro y Manuel, hacia 1933 9


Memorias de Alfonso Cantero la noche se acercaba. Ya en el río donde íbamos de seguido para que el ganado bebiera agua antes de encerrarse hasta otro día, se veía la luna reflejada en las aguas cristalinas. Yo la miraba a una y otra, a la del río y a la del cielo fijándome que las dos se movían al mismo tiempo, colándose entre los nublos. “¡Vamos nene, trae el burro, que nos vamos!”

A todo esto las cabras ya subían el sendero arriba, y yo con mi burro de reata un poco rezaguero, sentía a los chiquillos cómo jugaban; unos que decían “¡Avance mi columna!”; otro contestaba “¡Avance la mía que corre más!”. Yo sentía una necesidad de salir corriendo al encuentro de aquellos nenes y nenas que también se encontraban jugando al corro y cantando “Yo soy la viudita / del conde Laurel” Así con esos pensamientos llegaba hasta la puerta del postigo donde encerrábamos el ganado. Después teníamos que amamantar a los chotos, poner el ramón, cenar y, a renglón seguido, a la cama que, por cierto, la cogías con ganas. Los días poco se llevaban unos con otros, sólo se cambiaba de dirección y de sitio. “¡Para dónde vamos hoy?”

“Tira para la Incosa”­ otro Pozo Viejo – Hoy hemos llegado hasta la raya de la cumbre ­

El campanario y el río Guadalquivir

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Esto quería decir hasta el límite del término de Villanueva con Fuerte del Rey. Las satisfacciones más grandes que apercibías era cuando andando y andando te encontrabas un nido, bien que tuviera huevos o guacharros, como se decía. Entonces ponías una señal para días después ir a verlos, que ya se veía como las plumas le crecían, y cuando estaban para echar a volar, te los traías y recriabas como si se tratara de algo tuyo, y que al final, la mayoría de las veces terminaban muriéndose, lo que te causaba un gran disgusto, otras veces te salía y cuando menos lo esperabas de entre los hierbazales una perdiz con su reala de perdigones, y que tú querías cogerlos a todos y que al final no cogías ninguno. Una vez nos cayó una nube que nos pusimos hasta el pellejo. Un arroyo que


Hojas Sueltas teníamos cerca, bajaba lleno de agua, y recreándose en ella, unos patos chiquitines. Yo como que estaba chorreando me tiré a por ellos, y esta vez sí que tuve suerte y cogí uno. Este pato lo criamos y estuvo en mi casa mucho tiempo. Se puso que parecía un pavo, pero al cabo del tiempo se fue de la misma manera que vino, porque resulta que un día cayó una nube que las calles del pueblo venían llenas de agua; el pato se salió y se fue río abajo derecho al río que era su paraíso. Así día tras día fue pasando parte de mi infancia, que poca diferencia tenía un día con otro. Mi madre enferma desde poco antes de yo nacer, poco la veíamos. Por la mañana se quedaba en la cama y a la noche, como volvíamos tarde, ya estaba acostada. Sólo recuerdo momentos desagradables al darle el ataque epiléptico, que era su enfermedad y que la llevó a la tumba el 22 de julio de 1936, momentos trágicos y desoladores por todos los sitios que miraras, no cabía más desdicha. Mi madre murió en esos momentos de confusión y dramatismo como era el comienzo de la guerra civil española. Fue el primer entierro que se hizo sin curas y con las banderas colorás, sin campanas. Era que las habían tirado de la torre al suelo, algo incomprensible para mí en aquellos momentos grises y de total holocausto. Entre el año 1931 y 1935 alterné días de escuela con el ganado. La escuela era una casa particular donde su dueña habilitaba una habitación para ese menester con el fin de ganarse unas perrillas para ayuda del jornal de su marido, aparte, claro está, de ser una señora aventajada en cultura, y que ella trataba de enseñarnos a fuerza de tirones de orejas y palmetazos, que yo particularmente era el más aventajado en llevármelos. La maestra se llamaba Antonia Mº Saez, en calle el Romancero nº 1, y estaba casada con Luis Leon – alias Legañica – Era pastor, y después terminó su vida haciendo pleita. Aquella época en color es lo único que puedo contar y lo único que dediqué a la enseñanza aparte de lo que después la vida me ha ido enseñando, y que cada cual recoge según sus facultades.

Aquella época en color es lo único que puedo contar y lo único que dediqué a la enseñanza aparte de lo que después la vida me ha ido enseñando

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Primera Parte



Primera Parte 1 La noche de los tiros

H

abía una vez un niño que tendría sobre siete años y corría el año treinta y dos de este siglo veinte por la tierra humedecida y verde de los campos, me figuro que sería primavera. Mi padre me decía: “¡Corre y vuelve las cabras pa tras!”

Yo iba zarpeando por entre los surcos que dejaban los arados de aquel tiempo y no acababa nunca de llegar a coger de delantera de las cabras para volverlas para atrás. El final era que mi padre tenía que echar a correr y volver él las cabras. Yo me bajaba los pantalones y me ponía a hacer caca. Mi padre me sugería: “¡El que tanto caga pronto acaba!”

y yo que quería entenderle me quedaba pensativo, ¿Qué será eso? Pero yo ya no me bajé más los pantalones. Después yo, cuando llegaba la hora de regresar a casa, lo hacía montado en el borrico que mi padre llevaba siempre para, en los aguarines, llevar la botija y la talega con la comida. En casa estaba mi madre ya enferma de perlesía, o sea, que le daban ataques epilépticos y cada vez más fuertes y más a menudo, hasta que murió el año 36 en el mes de julio, día 22. acababa de empezar la guerra civil española, así que lo que puedo contar de mi madre sólo es los recuerdos de verla enferma y con los ataques. Recuerdo que me enseñó una monona que decía:

Mi madre y mi hermano Pedro

“Como vives enfrente de la botica, tocan los almireces cuando repican” Poco puedo contar sobre mi madre ya que estaba más en cama que otra cosa. Mis hermanos y yo a veces queríamos acostarnos con ella, pero mi padre y la

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Memorias de Alfonso Cantero

Paula Molina, mi madre

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mujer que nos apañaba nos decían que no podíamos acostarnos con ella porque se nos podía pegar la enfermedad, cosa que después llegamos a saber que no era cierto (y sin embargo), después nosotros supimos que eso no era cierto, y que por ese motivo mi madre sufría en silencio y algunas veces solía decir “¡Ya ni siquiera mis hijos me quieren!” Y no era eso, sino que no nos dejaban hacerlo, y con la edad que teníamos no podíamos decidir. Antonia María era una maestra sin título que daba clases por el día, y a las que asistíamos los días que no íbamos con las cabras. Allí aprendí mis primeras letras, por cierto que se pasaba el día tirándome de las orejas – seguramente sería muy bueno. La mujer que tenía mi padre para llevar la casa era de Andújar, y de una edad avanzada. Recuerdo una noche que estaba contándonos cuentos para que nos durmiéramos pronto. El cuento se llamaba El castillo de irás y no volverás, y cuando estábamos embebidos en el orengen de aquel cuento llegó hasta nosotros el estampido de un tiro, y no habíamos salido de nuestro asombro cuando oímos otro y así se fueron sucediendo hasta que se formó un tiroteo. Era la famosa noche que ahora contamos como la noche de los tiros. De alguna forma fue el principio de la guerra civil. Entre tiro y tiro oímos a mi tía Ana Teresa dar gritos en mitad de la calle, mi padre que la oye desde su cama se levantó y como no tenía armas de fuego cogió lo que tenía, que eran los cuchillos de la carnicería, y se plantó en medio de la calle. Nosotros que lo sentimos corrimos detrás de él y nos agarramos a sus brazos para que se volviera a casa. Después él nos decía que al sentir a su hermana gritar creyó que habían matado a su sobrino Pedro, que por suerte no fue así al tener el acierto de meterse debajo de un banco de la plaza, cosa que se supo a otro día cuando él lo contó. La cosa no llegó a mayores porque mi padre al vernos a los tres enganchados a él se volvió a la casa y ahí quedó la cosa. Al día siguiente sólo se veían milicianos recogiendo y llevando gente a la cárcel. Era la guerra, que por ella se llegó a sufrir tantas y tantas calamidades como sufrimos, mis hermanos y yo y el pueblo en general, cada cual por su sitio y en sus casas.


Primera Parte 2 Cuando estalló la rebomba

E

l día 18 de julio de 1936 yo venía con el borrico a por el cocido desde terreras a mi casa. Tenía nueve años cumplidos y cuando entré calle alante me di cuenta del movimiento que había en el pueblo, los milicianos con gente por delante con los fusiles encañonándoles. Le pregunté a un niño como yo que qué pasaba a lo que me contestó con cara aterrorizada: “¡Ha estallado la rebomba!”

Yo no entendía bien la palabra, pero sí lo que quería decir. Cuando volví con la olla de cocido al río de Terreras donde me esperaba mi hermano Pedro y demás cabreros sesteando a pie del río Guadalquivir me faltaba la respiración para contarles lo que había visto y oído en el Pueblo. “¡Sabéis lo que ha pasado? Que ha estallado la rebomba!”

Ellos que todos eran mayores que yo, se pusieron a reír, como quitándole importancia a lo que, ni elllos ni yo, sabíamos comprender las consecuencias que la guerra nos iba a acarrear a todos. Mi madre murió el día 22 de julio y entonces yo ya tuve que ir solo con las cabras porque mi hermano Pedro tenía que llevar la casa, hacer la comida y demás cosas de la casa.

le pregunté a un niño como yo...

Cuando recuerdo mi infancia se agranda la pena mía, mi madre se me murió, yo nueve años tenía 17



Primera Parte 3 Deslices de cocinero

U

n día de los primeros puso habichuelas, y en vez de echarle sal azúcar, y cuando mi padre los probó dijo

le echó

“¿Esto qué es habichuelas o gachas?” Y mi hermano respondió:

“¡Como que yo voy a estar en tó!”

A los dos o tres días hizo arroz y cuando fuimos a comer, en vez de arroz parecían cañamones, porque mi hermano cuando puso la sartén con el aceite lo primero que vació en la sartén fue el arroz y claro, después de echar el arroz y freírlo, entonces echó el agua y claro, el arroz frito ya no se coció y parecía que estábamos comiendo cañamones. Otro día mi padre convidó a comer a un pariente que era comandante del ejercito – comandante casado ­. Aquel día mi hermano quiso poner otra cosa diferente. Había en aquellos tiempos unos paquetes de harina de algarroba, y él cogió, frió carne, y después, para que huviera más comida, echó agua, y cuando estaba apunto de hervir le vació el paquete de algarroba. Claro, él después apartó la sarten y lo dejó enfriar, y que pasó, pues que la harina de algarroba se cuajó como si fuera yeso y al meter la cuchara se quedaba clavada y el comandante dijo: “Esta comida no la probé nunca. Como se llama?” A lo que mi padre contestó:

Así que de la noche a la mañana mi hermano se hizo cocinero a puñetazos

“¡Esto es como la carne de oveja, que el que quiere la come y el que no la deja!”. Y el comandante contestó:

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Memorias de Alfonso Cantero “¡Primo, eso es una buena filosofía!”

Al otro día no fue a comer y cuando mi padre se lo encontró le dijo:

Si es que en la vida quieres llegar a algo tienes que conseguirlo siempre luchando

“¿Que pasa que no has ido a comer?”. A lo que contestó este:

“Primo, yo no puedo con los engrudos que hace tu hijo”.

Así que de la noche a la mañana mi hermano se hizo cocinero a puñetazos.

Yo me asustaba mucho de los aeroplanos...

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Primera Parte 4 Bajo una linde

Y

o me asustaba mucho de los aeroplanos que venían a ametrallar y le temía a ir con las cabras solo, pero mi padre me decía: “Tú cuando sientas el ruido de los aeroplanos dejas las cabras y te vienes”.

Pues claro, el primer día que vinieron ametrallando, yo salí corriendo y dejé las cabras. Cuando llegué a mi casa había mucho jaleo en el pueblo porque habían ametrallado en todo el pueblo. Mi padre cogió la yegua y me montó atrás y nos fuemos a buscar las cabras que estaban esturreás en medio de los trigos. Otro día iba yo con mi primo Antonio el injerto porque yo no quería ir solo y mi padre arregló que fuéramos juntos. Él me llevaba cuatro años y ya era un hombrecillo. Bueno, pues estábamos en la vega con las cabras todas careás a la altura del disco viejo. Estábamos esos cristales eran del descarrile que el año 35 hubo entre los expresos de Madrid­Sevilla mirando unos cristales que al mirarlos se veia todo de colores – esos cristales eran del descarrile que el año 35, osea un año antes, hubo entre los expresos de Madrid­Sevilla y esos cristales eran reliquias de ese descarrile ­. Bueno pues cuando estábamos embelesados mirándolos se oye el ruido de aeroplanos que es como los llamábamos nosotros. Venían tres. Por lo visto las cabras se les antojó personas y comenzaron a ametrallarnos. Mi primo, como era mas grande, salió corriendo hasta alcanzar las olivas del tamojar. Yo,

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Memorias de Alfonso Cantero como no podía correr tanto, me tiré bajo una linde y allí estuve hasta que se fueron. Vaya susto y mal rato que me hicieron pasar. Así pasamos los días hasta llegar al mes de octubre. El día 16 de ese mes se efectuó una batalla de aeroplanos entre Andujar y Villanueva. Resulta que en Andujar estaba el campo de aviación de los rojos y los facistas vinieron a bombardearlo. Pero había unas cuantas avionetas rojas que levantaron vuelo como pudieron y ametrallaron a los aviones que estaban bombardeando Andujar. Uno de ellos cayó en la carretera de Espeluí, sobre la carretera, pero el aviador no se encontró. Seguro que cuando pudeo aterrizar no le pasó nada y se perdió corriendo por la alameda de la Cencerrilla.

No sabes tú la pena que yo me aguanto, inundado mi pecho está de llanto

Así pasamos los días hasta llegar el mes de octubre 22


Primera Parte 5 Mitigando el hambre

A

sí pasamos el año 1936. El 1937 fue muy parecido en cuanto a bombardeos y sustos de aeroplanos. En 1938 mi padre nos llevó a la Sierra a casa de Paulillo Navas. Él creía que allí estaríamos mas protegidos de los aeroplanos. Sólo nos fuimos mi hermano Manuel y yo con las cabras y los marranos. Yo iba con las cabras y mi hermano con los marranos. Allí nos presento mi padre en unas condiciones extremas de aseo porque íbamos comidos de piojos. Aquella mujer, Manuela que se llamaba, nos puso en pelota mientras la ropa la hervía en una caldera de agua para que los piojos murieran. Pero lo que pasaba era que cuando mi padre iba, se acostaba con nosotros y ya estábamos otra vez llenos de piojos y de nuevo otra vez a hacer la misma operación. De comida teníamos lo justito, no había mas. Yo que iba con las cabras me entretenía en hacer tomiza de torobico hasta juntar 6 o 7 metros. Entonces cogía y ataba una punta de la tomiza a una colmena y yo me iba a la otra punta y comenzaba a tirar de la colmena cuesta abajo y conforme me iba alejando con la colmena arrastras las abejas se iban quedando atrás y cuando ya no quedaba ninguna yo Yo iba con las cabras y mi hermano con los marranos. cogía, abría la colmena, cogía los panales de la miel y comía hasta que me hartaba y después escondía lo demás entre una mata de lentisco y ya todos los días comía hasta que se acababa. Entonces vuelta a hacer 23


Memorias de Alfonso Cantero la misma operación y así mitigaba el hambre que pasaba hasta llegar la noche que volvía a la casería a cenar el puchero, bien cocido o bien potaje o lo que aquella mujer podía poner para que comiéramos todos. Al mediodía no había comida, solo sobre las 12 del día mandaba a una de sus hijas a llevarme un pedazo de pan y unas pocas aceitunas y yo me pasaba la mañana mirando la verea por donde tenía que aparecer la niña con el pan y la lata de las aceitunas. Otros días me los pasaba mirando al cerro de cabezo a ver cómo los aeroplanos echaban suministros a los sitiados que estaban en el santuario, pero siembre pensando en la comida. Una noche Paulillo Navas me quiso pegar porque en cuanto nos sentábamos a comer yo empezaba a cantar y él nos decía que comiendo no se canta y yo cuando veía la comida no podía aguantarme y me ponía a cantar. Paulillo Navas entonces tenía 5 hijos. Ana, la mayor, Manuela, Paula, Quico y Lola, la mas pequeña. Por la noche como estábamos todos en casa, cuando se ponía la madre a darle las miguillas a la más pequeña, que era Lola, pues las que le sobraban nos daba una cucharadita a cada uno y nos antojaba un manjar. Mi padre iba a vernos de un mes a dos y me pasaba los días mirando la verea por donde tenía que asomar montado en su El 1937 fue muy parecido en cuanto a bombardeos y sustos de aeroplanos caballo, pues los días que él estaba con nosotros comíamos bien porque él llevaba comida para unos días. Pero por el contrario él se acostaba con nosotros y como iba del pueblo lleno de piojos pues nos los pegaba a todos, y otra vez vuelta a desnudarnos y a hervir la ropa para matar los dichosos bichitos.

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Primera Parte 6 Consecuencias de un susto

R

etrocederemos un poco el tiempo para otras cosas que también son dignas de contar. Mi madre tenía tres hermanos, Leonor, Juaquín y Fernando. Su padre, Alfonso, era viudo desde que nació mi tío Fernando, pues (***) murió de ese parto. Estaba en el quinto Magaillas, una dehesa que está frente a Baños de la Encina pasando el pantano y allí se criaron. Mi abuelo Alfonso era el guarda de la dehesa y mi padre era pastor de ovejas de otra dehesa cercana. Pues se puso novio con mi madre y cuando podía iba a verla. Contaba mi padre que él cuando iba a verla siempre se vestía de blanco y le decía a mi madre que cuando le preguntaran el oficio que tenia les dijera que era confitero y así lo hacia mi madre y así estuvieron hasta que se casaron. Entonces mi abuelo buscó una mujer para que los apañara, porque mi tía Leonor no tenía edad para hacer frente a las cosas de la casa. Mi tía nos contaba que aquella mujer era sorda y soltera y ellos la oían decir a solas y creyendo que no la oía nadie: “¡Si este hombre me quisiera a mí, toquitico toquitico lo que tengo se lo daba yo!”.

Mi tía se lo dijo a mi abuelo y entonces cogió y la despidió y se despidió a él también de la dehesa y se vinieron a Villanueva a la calor de su hija Paula, que era mi madre. Mi hermano Pedro nació el 20 de noviembre de 1922, yo nací el 25 de diciembre de 1925 a las 7 de la tarde y mi hermano Manuel en abril de 1928. Pero después de nacer yo a mi madre empezó a darle los ataques y según lo que me contaba mi padre fue a consecuencia de un susto. Resulta que la vecina que tenían – que vivía donde vive ahora Vargas – hacía poco tiempo que se había puesto en el tren y la mató. Entonces las Tapias estaban medio caídas y mi madre se levantaba de madrugada para ordeñar las cabras y

Manuel Cantero León, mi padre

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Memorias de Alfonso Cantero

Leonor Molina, mi tía

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después vender la leche, pero aquella noche se habían terminado de caer y mi madre cuando se levantó y se fue para el corral se encontró que no había tapia, y a oscuras se le antojó que se le presentó la vecina que se había puesto en el tren y cayó al suelo del susto. Y resulta que era una palmera que tenía la vecina en medio del patio. Pero ya el mal estaba hecho. Desde entonces, según cuentan, mi madre empezó con los ataques epilépticos, que primero le daban de tarde en tarde y después cada vez mas a menudo hasta que murió no sin antes haber tenido otra niña que murió con unos meses y que la enterraron en la casa en vez de en el cementerio. Mi abuelo Alfonso y mis tíos se vinieron a Villanueva y trabajaban en el campo en lo que les salía. Mi abuelo arrendaba viñas y sembraba melones y así iban viviendo. Mi tío Fernando, el mas pequeño, se casó pronto con Mariana la Cholea y era muy negociante y vivía bien. No tuvo hijos, pero una enfermedad se lo llevó en poco tiempo sobre el año 1942. Mi hermano Manuel, al morir mi madre, estaba con mi abuelo más que con nosotros. Sobre el año 1930 mi padre tuvo que operarse de una fistula en el ano y tuvo que desplazarse a Madrid. Entonces como mi madre estaba enferma estuvimos durante la operación repartidos entre la familia. Yo me fui con mi tía Ana Teresa Cantero – la mina – hasta que volvió mi padre. Después de operarle se le reprodujo otra vez y ya no quería operarse porque le temía al cloroformo que era con lo que operaban en aquellos tiempos. Según nos contaba él se fue a ver a Don Fermín Palma y convino con él que lo operaba si él quería sin darle cloroformo. Y así lo hizo. Le ataron de pies y manos y a lo vivo se operó y ya no volvió mas a reproducirsele. En plena guerra civil el pan escaseaba tanto que sólo lo comíamos, o mejor dicho, lo probaba muy poca gente. El pan que se podía comprar era de maíz, y particularmente yo no podía tragarlo. El dinero que se hacia de la leche era para coger el caballo e ir a Mengibar a buscar pan de estraperlo. Valía en aquellos tiempos 15 pesetas un pan y un jornal eran 10 pesetas. Así íbamos tirando. Yo era el que iba a Mengibar y cuando llegaba con él mi padre hacia las partes, para


Primera Parte cada uno el suyo, pero siempre quedaba alguno y cuando podía cogía el pedazo de pan, me lo metía dentro de la camisa y se lo llevaba a mi abuelo que no lo podían probar porque no tenían con qué comprarlo. Así fuimos pasando la guerra civil hasta que mi padre nos llevó a la sierra a casa de Paulillo Navas donde anteriormente ya he relatado parte de nuestra estancia allí y que ahora continúo.

Mi abuelo Alfonso y mis tíos se vinieron a Villanueva 27



Primera Parte 7 Paturro

Y

a se aproximaba el fin de la guerra cuando un día se presentó mi padre con mis primos Pedro Moya Cantero y Pedro Borrego Cantero, y también Francisco Sevilla el Quino. Todos menos mi padre estaban en los diferentes frentes de la guerra. Pero o le dieron permiso o sea que ellos viendo que la guerra estaba perdida se vinieron por su cuenta y riesgo, el caso es que se presentaron los cuatro en casa de Paulillo Navas, pero antes de llegar pasaron por entre una manada de ovejas y, el pastor, ellos sabían que era de Villanueva y lo conocían. Cogieron un borrego bueno y grande y cuando llegaron a la casa de Paulillo lo mataron y comenzaron a comer y beber vino. Y cuando estaban bien alegres se presentó el pastor, que era Paturro, buscando el borrego. Le dieron la bota de vino y un pedazo de carne y le dijeron: “¡Come que de lo tuyo comes!”

“¡Granujas!”, respondió Paturro, “Teneis que pagarme el borrego o os denuncio”

Paturro iba con unas barbas de un mes. Cogieron y lo sentaron en una silla y con una brocha de blanquear, echaron en un cubo agua y jabón y empezaron a darle con la brocha y con la navaja de comer la carne lo afeitaron. El pobre daba unos gramíos hasta que lo afeitaron y dándole vino hasta que el pobre pilló la borrachera. Lo llevaron a la majá, o sea donde estaban las ovejas, y lo acostaron y allí terminó la historia. Ya se oía decir que la guerra había terminado. Por cualquier sitio te encontrabas soldados con los fusiles a cuestas y otro que no los llevaba. El 29 de Abril de 1939 nosotros nos venimos al pueblo con el ganado. Cuando entramos calle adelante se oía por todos sitios cantando “Cara al sol” y “Falangistas hoy”. Ya había cambiado todo. El alcalde era Don Carmelo el maestro de escuela, que

...en el pueblo nuevamente y sin guerra...

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Memorias de Alfonso Cantero En la Crujía yo tuve mi amor primero, qué ojos y qué carita mis ojos vieron

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quiso meter en la cárcel a mi hermano Pedro abusando del poder que tenia en esos momentos. Pero nosotros teníamos quien nos defendiera y la cosa no quedó en nada. Bueno ya estamos en el pueblo nuevamente y sin guerra, pero si mala era la guerra la posguerra fue casi peor para todos, y para algunos familiares fue fatal. Sólo hacía once días que la guerra había terminado cuando fusilaron a un primo hermano de mi madre – Miguel Molina, álias Chiripa­ con otros diez más que no voy a nombrar, pero todos del pueblo. Al poco tiempo, sería ya a primeros del año cuarenta, mi padre me mandó al Toledillo que era una finca de olivos frente a Espeluí. Allí no había nadie en la casa nada más que yo y mi primo Ignacio Suarez, él con sus cochinos y yo con los míos. Cuando nos acostábamos de noche las chinches no nos dejaban dormir. Como la casa estaba deshabitada las chinches se apoderaron y nos comían vivos. Veníamos todas las semanas a vestirnos de limpios cruzando el río, a nado, con la ropa en la cabeza, y después andando hasta Villanueva.

...una finca de olivos frente a Espelui...


Primera Parte 8 Las andanzas de mi padre

R

etrocederemos un poco para contar las andanzas de mi padre. Se puso novio con Ana Lorente, para mas señas la del Alperacete. Y teníamos por las mañanas que llevarle los cubos de leche a su casa para que la vendiera. Ya estaba la boda señalada hasta el punto de lavar la lana que era entonces lo mejor que había para los colchones y, no sé muy bien los motivos, la verdad fue, que de la noche a la mañana y seguidamente de la noche a la mañana muere mi abuelo Alfonso Molina Ramírez y entonces mi tía Leonor se quedó desamparada y sin saber que hacer, todos los días llorando. Mi padre le dijo: “Si te parece nosotros nos casamos y os venís a la casa con nosotros y todos saldremos ganando”

Y dicho y hecho, se casaron, y ya vivíamos todos juntos. También no puedo dejarme atrás al chacho Pepe y la tía Potencianica, que mi padre los recogió en mi casa, cuando viviendo en una casa alquilada a Girón, al terminarse la guerra, como venían como fieras, pilló y les puso los trastes en la calle. Entonces vino el chacho Pepe a contárselo a mi padre y entonces fue y se los trajo a mi casa con nosotros. El chacho Pepe, aunque ya era viejo, se venía con nosotros con las cabras montando en un burro que teníamos, y la chacha Potencianica hacía las comidas. Pero el chacho Pepe murió al poco tiempo y entonces la chacha Potenciana se la llevó una sobrina suya que estaba en Córdoba porque mi chacho Pepe era hermano de mi abuela materna y ella, la chacha Potencianica, era tía política. Por eso al quedar sola vinieron a por ella. Yo ya tenía 14 años y tenía una novieta que era la madre de la Paqui Quitapenas, Filomena Ponce Lara, pero sólo fue un verano pero cosa de chiquillos.

En este tiempo se casaron mi padre y la chacha Leonor...

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Memorias de Alfonso Cantero

Mira el futuro y encontraras lacon valentia con tres cosas felicidad trabajo, trabajar cada dia y trabajar

Ya en el año 42 murió el tío Fernando, después de estar un año ingresado en el Neveral, en Jaén. Murió de Tuberculosis. En aquellos tiempos hizo muchos estragos esa enfermedad y otros llegaron a curarse y viven todavía. Este tiempo mi misión era coger el ganado por la mañana y soltarlo ya de noche. Ahí no había ni domingos, ni sábados, ni días festivos, solamente tenías la noche libre y si querías ir de baile con los amigos era quitándote horas de dormir porque al llegar la mañana ya tenías que estar en la cuadra apañando el ganado y después desayunabas y otra vez al campo. En este tiempo se casaron mi padre y la chacha Leonor. Ya la cosa cambió en cuanto a gobernación de la casa, aunque la tónica de trabajo era la misma.

En aquel tiempo no había nada para divertirse la juventud

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Ahí no había ni domingos, ni sábados, ni días festivos, solamente tenías la noche libre y si querías ir de baile con los amigos era quitándote horas de dormir...


Primera Parte 9 Entre comparsas, canales y romanas

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n el año 41, por carnaval, una mujer que la llamaban la Lagarta sacó una comparsa en la que yo fui tocando el acordeón. Fue mi primera fiesta. Recuerdo una canción. “Venimos un día de campo de comernos un borrego que se lo hemos comprado al señor Manuel Cantero” De ahí en adelante ya la gente se enteró de que tocábamos el acordeón y hablaba con mi padre para que nos dejara ir a tocar a las caserías en el tiempo de la recogida de las aceitunas, y también simplemente para hacer baile. Porque en aquél tiempo no había nada para divertirse la juventud. Entonces se hacía baile y las muchachas asistían al baile pero acompañadas de sus madres. Algunas más atrevidas iban solas. Así fue pasando el tiempo hasta primeros de 1943 en que mi hermano Pedro se fue al servicio militar y mi padre ya me puso a la carnicería a matar los borregos y a vender la carne. Pero por la tarde tenía que salir al campo con los animales. Un día terminé de vender y recogí la caja del dinero y me fui a por una cabra para matarla, y por el camino perdí la caja del dinero de la venta de ese día. Cuando me presenté en mi casa y dije que había perdido el dinero mi padre se puso de muy mal humor y me dijo que tenía que trabajar para pagar el dinero que había perdido. Así que habló con el capataz de los canales que entonces estaban empezando a hacerlos y me fui ganando 11 pesetas al mes. Así estuve un año, pero cuando hacía falta ir a la sierra a pesar ganado yo tenía que ir. El sábado en

Un día terminé vender y recog de caja del dineroí la me fui a por un y a cabra para matarla, y por camino perdí lael caja del dinero la venta de ese de día 33


Memorias de Alfonso Cantero cuando terminaba el trabajo, cogía el Burro que teníamos y me marchaba a la sierra por llegar a las tres o cuatro de la madrugada para pesar el ganado al amanecer. Una noche de tantas me pasó lo siguiente: como en aquellos tiempos andaban por la sierra los Maqui, que así se los llamaba a los hombres que tuvieron que irse a la sierra para que no les fusilaran, pues resulta que en una viña que yo tenia que pasar muy cerca de la casa, y aquella noche estaba allí el Capitán de la Guardia Civil y tenia rodeada la casa de guardias en cuando yo pasaba, ellos los guardias en el silencio de la noche me sintieron aproximarme y, ni cortos ni perezosos, empezaron a disparar. Yo me tiré al suelo diciendo que qué pasaba, entonces se acercaron dos guardias a donde yo estaba y, apuntándome con los fusiles, preguntándome que a dónde iba a esas horas y solo. Yo les dije que no iba solo, que llevaba mi burro, y a lo que iba, que si querían podían venirse conmigo y les daría las explicaciones convenientes. Miraron al burro y vieron la romana que llevaba para pesar los animales, y ya me dejaron irme, pero vaya rato que me hicieron pasar. Así seguí trabajando todo ese año y yendo de noche a pesar el ganado.

...hablaba con mi padre para que nos dejara ir a tocar a las caserías

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Primera Parte 10 Y llegó el hambre

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n ese tiempo ya tenía novia formal, que era Ana Huertas Casado. Estuvimos todo el año 43, después rompimos el compromiso. En el año 44 fue cuando yo empecé a darle clases de acordeón a Diego Perrinchín, y fue tan buen alumno que al poco tiempo ya tocaba mejor que todos nosotros y empezamos a ir casi todas las noches de baile a las caserías del campo, porque en aquellos tiempos todas las casas del campo estaban habitadas, y lo más que nos daban era de comer y algunas que otras pesetillas. Así llegamos al año 45, que fue el año llamado “año del hambre”. España estaba bloqueada por todos los países y ni entraba ni salía nada. La única nación que mantenía relaciones con España era Perón, también dictador de Argentina. Y lo único que mandaba era leche en polvo para los niños de los colegios, pero como yo mi colegio era el campo, allí no llegaban esas cosas. Ese año 45 el 50% del pueblo pasaba mucha hambre y las personas ya de cierta edad empezaron a hincharse de comer toda clase de hierbas del campo cocidas porque no tenían otra cosa que llevarse a la boca. Uno de los primeros que murieron de hambre fue el padre de Diego Perrinchín, así que casi todos mis amigos pasaban hambre.

...y empezamos a ir casi todas las noches de baile a las caserías del campo...

Quién no ha vivío en esta vía las inclemencias del tiempo, con alegría y con pena, con dolor y sentimiento 35



Primera Parte 11 Y en una noche oscura...

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i tía Leonor todos los días gruñía mucho porque una mujer de esta calle le ponía los huevos muy caros, y eso a mí de alguna manera se me metió en la cabeza, y una noche que íbamos dando serenatas a eso de las 12 de la noche, todos con mucha hambre, se me ocurrió decirles: “¿Queréis que nos hartemos de comer carne?”,

Claro, todos dijeron que sí. Yo le dije a Quico Candelas “Vente detrás de mi”. También se vino el tito Pedro, el hermano de mama, y a los demás les dije: “No paréis de tocar y cantar”.

Así lo hicieron y nosotros nos fuimos por detrás de la casa y yo salté el primer, subiéndome en los hombros de Quico candelas. Después él hizo lo mismo, subiéndose en los hombros del tito Pedro Mariscal, y éste se quedó esperando hasta que nosotros le fuimos dando gallinas, hasta ocho. Solo quedó el gallo porque al querer cogerlo daba mucho jaleo, entonces desistimos y le dejamos solito. Entonces las cogimos entre los tres y nos fuimos a casa del tito Pedro, a casa de la abuela Paca, que entonces yo no estaba ni siquiera novio con mama, ella tenía entonces 14 o 15 años. Bueno, pues allí las arreglamos y nos dimos el banquete. Después ya le tomamos el gusto a darnos banquetes... Después ya le tomamos el gusto a darnos banquetes y cuando pasó un poco de tiempo pusimos el punto de mira en los borregos de

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Memorias de Alfonso Cantero Ceferino Gallego, que tenía ganado en el mismo sitio que ahora está, sólo que en aquellos tiempos no existían los grupos escolares y la calle San Marcos era más corta y muy poca gente vivía allí, que fue por donde entramos. Pero Ceferino Gallego tenía, y los tiene todavía su familia, unos perros que nadie podía entrar pero el secreto estaba en que los perros me conocían a mi. Bueno esta vez nos fuimos a las viñas de Terreras y éramos, Perrinchin, Cristobal Arenas, Quico Candelas, Pedro Mariscal, Vicente Suarez, Francisco León Morales “Monjino” y yo, y los matamos y arreglamos en la huerta de la Morala. Estuvimos todo el día comiendo carne, porque pan no teníamos. Cristobal Arenas, “Chinicas” que le decíamos, como estaba desmayado y además muy ansioso, de tanto como comió se puso malo y lo tuvimos que cargar en el borrico que llevamos y vino devolviendo desde las viñas hasta el pueblo y después estuvo muchos días malo de la tripotá que se dio de comer echaba las tajás enteras con hueso y todo. Una noche nos juntamos y decidimos que necesitábamos pan. Nos pusimos a analizar cómo y dónde podíamos cogerlo y el único lugar apropiado era en casa de Luciano Blanco porque las ventanas de la casa de al lado daban a la calle San Cristobal y podiamos colarnos por esa ventana sin rejas al corral que daba con las tápias de Luciano Blanco. Pero tropezábamos con el mismo obstáculo que en el ...en aquellos tiempos no existían los grupos escolares corral de Ceferino con las ovejas, que tenía unos perros que no se podía entrar. Empezamos a pensar y a buscar quien podía conocer bien los perros, y claro, en seguida pensamos en los panaderos que Luciano Blanco tenía trabajando, y uno era el “Herrerete” o Antonio Castilla Pérez, y como era amigo mío le llamé y le conté la propuesta que teníamos a lo que de momento se negó rotundamente, pero yo que iba mucho a su casa por las noches, porque ellos 38


Primera Parte habían estado en la escuela hasta los catorce años y yo no la había pisado, por eso me iba todas las noches a su casa y ellos me enseñaron todo lo que habían aprendido. Una noche yo me puse en combinación con los otros de la pandilla para que a las once de la noche fueran a por mi a casa del “Herrerete” y así lo hicieron. Se presentaron como que iban buscándome para ir de baile. Entonces yo le dije al “Herrerete” que se viniera conmigo y él no lo pensó ni un momento sino que se vino con nosotros y de verdad formamos un baile donde lo más que hicimos fue beber vino y claro cuando vimos que el “Herrerete” estaba a punto y la hora era apropiada nos fuimos para la calle San Cristobal y empezamos la faena. Cuando él quiso darse cuenta estaba en el corral de al lado y quiso volverse pero yo no le dejé de la mano y le dije: “Tu no vas a hacer nada, solo saltas la tapia y llamas por su nombre a los perros y ya no se mueven de tu lado y mientras, nosotros cogemos el pan y de momento salimos y no pasa nada”

Como estaba un poco calentito accedió a lo que yo le propuse y así lo hicimos. Él saltó primero y amansó a Estuvimos todo el día comiendo carne, porque pan no teníamos. los perros y nosotros detrás. Llevamos dos sacos de pan y una saca de harina de 100 quilos y entre todos trepamos los sacos por las tapias. Nos los llevamos a casa de Juan Pedro el padre de Periquito el que está en Valencia en la Malvarosa y que nosotros hemos parado en su casa una de las veces que fuimos a Barcelona y en una de esas veces él se vino aquí al pueblo conmigo y después se marchó. El pan lo dejamos en los sacos y la saca de harina hicimos en el corral que era terrizo un agujero y lo enterramos. Pero cual no sería nuestra sorpresa que cuando nos hizo falta y fuimos a desenterrarlo, se lo habían llevado y nunca pudimos aclarar quien pudo ser quien se lo llevó. Nos figuramos que serían los 39


Memorias de Alfonso Cantero mismos donde lo enterramos. Después hicimos algunas cosas más pero de poca importancia.

Pero cuál no sería nuestra sorpresa que cuando nos hizo falta y fuimos a desenterrarlo, se lo habían llevado y nunca pudimos aclarar quién pudo ser quien se lo llevó

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Siempre ¿dónde y juntito a tu ve Permítam o quisiera esta ra r e serrana, nDios del cielo?, o pi do m ás


Primera Parte 12 En la cárcel de Andújar

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n aquel tiempo no fuimos nosotros solos los que hicimos aquello, había otras pandillas que también lo hicieron, pero no se llegó a saber nunca exactamente quienes fueron porque nadie les acusó, pero nosotros sí nos delataron. Porque resulta que una de esas pandillas se llevaron de casa de Don Pedro Blanco “Pelayo” unos sacos de garbanzos y le echaron la culpa al cuadrero, que era un hombre que de noche guardaba las cuadras de mulos de la labranza. Se lo llevaron al cuartel de la guardia civil y le pegaron. Este hombre tenía una tía suya que a sus oídos llegó que nosotros estábamos haciendo algo y pilló y nos declaró. Un día que estábamos de baile en casa de María la Pepa llegó la guardia civil y nos detuvo a mi y a Diego Perrinchin, y en el cuartel nos dieron pelos y señales de lo que habíamos hecho y además de lo que habían hecho otras pandillas, a lo que nosotros nos negamos y contamos todo lo que nosotros habíamos hecho y dimos los nombres de todos los de nuestra pandilla. Y así fue como nos detuvieron a todos, nos tuvieron aquí tres días, después pasamos a Andújar y en los días que estuvimos ahí nació el primo Lolo. En Andújar estuvimos quince días. Las pandillas de Andújar que se enteraron que nos habían encerrado, iban por una ventanilla que daba a una callejuela y nos echaban de todo lo que ellos robaban como caramelos, chorizos y cosas así. Allí estuvimos quince días, yo me entretuve en sacar coplas sobre lo que nos había pasado, que después nosotros cantábamos y el pueblo también las cantó.

yo me entretuve en sacar coplas sobre lo que nos había pasado

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Primera Parte 13 Andanzas militares. De novato

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espués ya vino la mili o el servicio militar. Un mes antes me puse novio con Manuela Mariscal Tapias, mi mujer que lo es hasta estos momentos en que escribo este relato. Estuve treinta meses de servicio militar. Los tres meses primeros pensé que no resistiría de hambre que pasaba y de lo que nos hacían trabajar. A los pocos días de llegar al cuartel me quitaron los veteranos toda la ropa interior que me dieron, y cuando pasaban revista tenía que presentar toda la ropa que me habían dado. No me quedó más remedio que levantarme a media noche y burlar al centinela que había en el almacén de la ropa. Subí como pude a una ventanilla muy pequeña que tenía el almacén y por ella me introduje en el almacén, me quité la ropa y me puse cuatro pares de calzoncillos y cuatro camisas, y encima mi ropa que llevaba puesta. Me vi negro para poder salir por la ventana que era muy pequeña, pero no me quedaba otro remedio si quería presentar la ropa a otro día para que no me arrestaran. El día que llegamos a Madrid me sucedió otro chasco. Cuando ya nos bajaron de los vagones del tren, que nos llevaban como si fuéramos cerdos, pues nos formaron y se hizo cargo de nosotros un sargento que después supe que era de Córdoba. Pues después de formar salimos marchando y yo vi que nos metieron por unas escaleras para abajo y después otras más abajo todavía, y ya por fin nos meten en un tren apegados unos con otros y cuando por fin ya nos bajan y empezamos a subir escaleras más que habíamos bajado, y yo ya llego arriba, leo Tetuán de las Victorias. Y yo dije para mi:

Un mes antes me puse novio con Manuela...

“!Hay que ver cuanto adelanto, hemos pasado el mar por debajo de tierra¡”

Mira que civilización llevaba yo. Pero como sería la de los demás que a los tres meses ya me hicieron cabo porque un amigo veterano del cuarenta y cinco

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Memorias de Alfonso Cantero me dijo:

“Canterillo” si te puedes hacer cabo lo haces enseguida porque si no aquí te van a matar”

Porque nos levantaban a las cuatro de la mañana a limpiar las cuadras de los caballos y después a limpiar a los caballos mismos. Cuando llegaba la hora de desayunar se nos tambaleaban las piernas y después el desayuno era una taza de café que era agua sucia. Este amigo veterano me puso la cama junto a la suya para cuando llegaban los cabos a levantarnos a las cuatro de la mañana, la mayoría de las veces conseguía que no me levantara. Así seguimos hasta la jura de bandera, que por culpa de una niña que se metió dentro de las filas de los soldados, nos tuvieron una hora a paso ligero. Muchos de los soldados iban cayendo desmayados. Yo resistí hasta el final y después nos dieron una paella y ya pudimos recuperarnos.

Escudo de Villanueva de la Reina

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Si el amor de tu vida te trajo suerte gracias a Dios tú tienes que darle siempre


Primera Parte 14 Andanzas militares. Galones de cabo

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los pocos días nos dijo el sargento que presentáramos un escrito dirigiéndonos a nuestra familia y después los nombres de cabos, sargento, brigadas, tenientes, etc. Así se hizo y a los dos o tres días me llamó el teniente y me dijo: “Dentro de una hora le quiero ver con los galones puestos de cabo”.

Yo me fui y pregunté que tenía que hacer. Me dijeron que me fuera al Rastro y los comprara y después yo mismo me los cosí en las mangas y a partir de ahí ya no tenía que levantarme a las cuatro a limpiar cuadras, pero sí tenía que hacer los servicios como responsable de los soldados que me tocaban, y eso tampoco me gustaba mucho. Un día dieron una orden de aquel que quiera apuntarse a picador ( esto quería decir domar caballos) estaría libre de servicios y además nos darían setenta y cinco pesetas al mes. Pues me apunté el primero y ya era cabo picador. Antes de seguir adelante, diré, que al mismo tiempo que yo también se hizo cabo Guillermo Sanchez Sanchez, que después del servicio militar se hizo guardia civil – que es donde hemos ido dos veces, una siendo guardia y otra ya jubilado, en Coria (Cáceres)­. Este no se apuntó a picador, y cuando se licenciaron los del 45 lo pusieron a él de furrier, o sea para repartir el pan y nombrar los servicios, y ahí las cosas mejoraron mucho para él y para mi, que era su amigo. Él me dio una llave de donde tenia el pan, y cuando tenía gana habría y cogía un bollo y cosillas que él y yo comprábamos y las teníamos siempre a mano. Además también nombraba las comisiones, que era llevar caballos de un lado para otro, y tenía la ventaja de que el pienso que subministraban para los caballos lo vendías y cogías algún dinero, además de ir viendo ciudades que no conocías y pasarte unos días buenos fuera del cuartel. Así que toda comisión que salía el

A los tres meses ya me hicieron cabo 45


Memorias de Alfonso Cantero primero me preguntaban a mi si quería ir yo, y de esa forma vi, en aquellos tiempos, que sólo había visto Villanueva y Andújar, capitales como Valencia, Logroño, Cádiz, Jerez de la Frontera, Melilla, Málaga y La Coruña. También Burgos. Así lo pasábamos lo mejor que podíamos dentro de lo malo que estaban las cosas. En medio de todo esto un día fuimos de maniobras y al mismo tiempo al tiro, que se le llamaba a tirar tiros sobre unos blancos que previamente se ponían.

...y de esa forma vi, capitales como Valencia, Logroño, Cadiz, Jerez de la Frontera, Melilla, Málaga y La Coruña. También Burgos. Así lo pasábamos lo mejor que podíamos dentro de lo malo que estaban las cosas.

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Tiro pied r sin intenacs al aire Al que l iones. e de de l le que me p erdone no


Primera Parte 15 Andanzas militares. Cabo picador

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uando llegamos al sitio indicado el teniente me dijo que como yo era cabo picador tenía que quedarme con tres soldados al cuidado de los caballos y que los pusiéramos por parejas atados de dos en dos. Así lo hicimos y cuando empezaron a pegar tiros los caballos dieron la estampida y salieron corriendo por mitad de la sierra, y como iban atados unos con otros, por parejas, cuando cogían un árbol por medio los dos caían al suelo, pero se levantaban y seguían corriendo. Yo cogí uno que pude echarle mano y corrí tras de ellos, y al llegar a San Sebastián de los Reyes se metieron en el pueblo y entre los guardias y yo pudimos meterlos en la plaza de toros y allí, ayudándome los guardias, pude coger 12. Entonces cogí 6 a cada lado de mi caballo y así me los llevé hasta donde estábamos en el tiro. A todo esto se pasó medio día y ...como yo era cabo picador tenía que quedarme con tres soldados al cuidado de los caballos... cuando me presenté con los caballos resulta que faltaban todavía otros tantos, así que en cuanto comí un poco tuve que salir de nuevo otra vez a buscar caballos. Pero esta vez vinieron tres 47


Memorias de Alfonso Cantero soldados más conmigo y estuvimos hasta las 12 de la noche buscando caballos, y sólo nos faltaba uno que por fin lo vimos tirado en el suelo, porque corriendo se dio con la cabeza sobre un árbol y estaba atontinado, y no lo pudimos llevar. Cuando llegamos al cuartel eran las 12 de la noche y cuando bajamos del caballo no podía andar. Esto me lo reflejaron en la cartilla militar cuando me licencié. A pesar de tener a lo largo de 30 meses de servicio 63 arrestos, de estos arrestos no me reflejaron en la cartilla militar ninguno, porque todos eran considerados faltas leves.

Qué bonito es en la vida el saber pedir perdón al tiempo que perdonar con todo tu corazón. Pues nadie está libre y exento de percances ni de errores, ni tampoco podemos tener en esencia los mismos valores. Por eso quiero pedirte en estos cuatro renglones y con cariño decirte que quiero que me perdones. 48


Primera Parte 16 Andanzas militares. Divagaciones

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os fines de semana que podía y no tenía servicio, o me iba al puente Vallecas, que vivía María la Patillera con su hijo Diego, que era de mi edad, Y aunque no tenía sitio para mi pasábamos la noche como podíamos, hasta que María habló con una vecina ya de edad avanzada que estaba sola, y me prepararon una cama en esa casa, y ya casi todos los fines de semana, lo pasaba allí con ellos. Teníamos nuestras amigos. Yo que me llevé el acordeón pues lo pasábamos muy bien, las primeras navidades que pasé en Madrid. Porque hacían dos expediciones de permiso, la primera era desde el 15 de diciembre hasta el día 26 y des del 26 hasta el día 7 de enero, y a mi me tocó la segunda expedición. Y la noche buena la pasé en Vallecas con los amigos y amigas que ya tenía. Nos pasamos toda la noche sin acostarnos y a otro día, cuando yo me levanté, me dijo María la Patillera: “Ahí está la Lola esperándote, que dice que a noche le dijiste que hoy ibais a salir juntos”. Yo no me acordaba de nada, pero seguí la corriente y la recibí y me dijo: “¿No te acuerdas de lo que me dijiste anoche?”.

Durante el día solían ir gente a espigar, o sea recoger las espigas de trigo que caían al suelo, y un día yo estaba allí adormilado cuando siento gritos de mujer. Me levanté del camastro y salí a ver qué pasaba.

Yo le contesté : “Pues claro que me acuerdo”.

Y ella insistió: “Que fue pues que íbamos a ir al cine y a pasear y en donde quisiéramos”. Ella volvió a insistir: “Tu me dijiste que me querías”.

Y yo le contesté: “Pues claro que te quiero, por qué no te voy a querer”. 49


Memorias de Alfonso Cantero Así seguimos unos pocos meses hasta que María le dijo claramente que yo estaba novio en el pueblo, y que ella no iba a consentir lo que estaba pasando. Entonces ella cogió un día y fue a mi cuartel y preguntó por mi, y preguntó por mi, y me llamaron a la puerta que me buscaban, y cuando salí me encontré que era ella, y entonces me contó lo que le había dicho María, pero con muy mal gesto y disposición de romper el compromiso. Yo le dije que era verdad lo que le había contado María, pero que en mí no mandaba nadie y podía decidir por mí mismo y sin pedirle explicaciones a nadie. Y que yo me sentía a gusto y feliz con ella, y lo que viniera después no se podía saber. En fin que ella se aplacó, nos dimos un beso y se marchó no muy convencida. Cuando fui al fin de semana no me esperó y se fue con su amiga Alicia al paseo, donde me la encontré, y ya la cosa había cambiado. Y yo me enfrié y estuve todo este verano sin aparecer, porque pidieron voluntarios para ir a segar a una finca que tenía la Remonta fuera de Madrid, a unos cinco kilómetros por la parte de Fuencarral. Yo me apunté y allí comíamos y dormíamos. Cuando amanecía nos poníamos a segar y a las once de la mañana dábamos de mano y ya hasta otro día. Durante el día solían ir gente a espigar, o sea recoger las espigas de trigo que caían al suelo, y un día yo estaba allí adormilado cuando siento gritos de mujer. Me levanté del camastro y salí a ver que pasaba. Cuando me presento y resulta que era una muchacha a recoger espigas con un hermanillo suyo, y uno de los soldados que estaban conmigo se fue donde estaba esta muchacha y quiso meterse con ella con muy malas mañas. Entonces yo me presenté y le dije: “Vete para el cortijo y después hablaremos”. “¿Qué te ha hecho?” le dije.

“Pues que quería cogerme, y como no le he dejado me ha esturreado todas las espigas. Con el calor que hace ahora tenemos mi hermano y yo que recogerlas”. “Bueno vamos que yo os ayudaré y os marcháis, no sea que venga otra vez 50


Primera Parte y tengamos jaleo”.

Así lo hicimos y cuando las recogimos y se las até bien y con que le dije “Anda iros ya” y cual no fue mi sorpresa cuando me dijo. “¡¿Por qué no vienes con nosotros un poco?! No vaya que venga otra vez y me quite las espigas” “Bueno pues vamos y os sacaré fuera de la finca”.

Cuando salimos de la finca, y ya puestos en el camino, me sugiere que les acompañe otro poco mas, por que le daba miedo, yo le dije: “Es que tengo que trabajar y ya tengo que volverme”.

“Bueno” dijo ella, pero dame un beso y dime donde te puedo llamar.

“Le di el teléfono del cuartel y ella me dio el suyo”. Entonces volvió a insistir: “¿Por que no vienes hasta mi casa y te presento a mis padres y mis amigos?”

Yo ya me comí la partida, y como en realidad no tenía que hacer nada hasta otro día al amanecer, pues lo pensé y le dije:

...fuimos a ver la plaza toros donde tomó la de alternativa Manolete manos de Marcial La L de a Esa plaza estaba ya nda. abandonada, sin puert as...

“Bueno como yo soy el jefe de la expedición, no creo que haya problemas”. Pero me exponía a que se presentara el sargento y yo no estuviera. “Bueno vamos” le dije.

Y al pasar por un puente de la vía, y hacía mucha calor, le dije que descansáramos un rato a la sombra. Así lo hicimos, y ella le dijo a su hermano que siguiéramos que ya íbamos nosotros. En el tiempo que estuvimos allí a la sombra. Me dijo que se llamaba Felisa Monreal y sus padres Antonio y Felisa, en fin después seguimos y efectivamente llegamos a su pueblo que se llama Las Ventillas – que hoy está dentro de Madrid­ 51


Memorias de Alfonso Cantero

Muy fuert e que me coera el burro y lo mató mpraron que ellos l la carga e echaron

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como bien me dijo me presentó a sus padres y vecinos y amigos y amigas. Cuando terminamos la siega y regresamos al cuartel me dijeron los telefonistas que me llamaba casi todos los días a ver si había regresado. Con las mismas yo la llamé y dije quien era, y me contestaron: “Espere que la llamo”, y por el teléfono se sentía una voz, “¡Felisa que te llama tu novio!”. Dije para mi “ya tenemos otra”, y después estuvimos hablando y quedamos en ir aquella noche al cine. Así lo hicimos varias noches, y una de ellas, después de salir del cine, fuimos a ver la plaza de los toros donde tomó la alternativa Manolete de manos de Marcial La Landa. Esa plaza estaba ya abandonada, sin puertas, podías entrar por donde quisieras. Se llamaba plaza de toros de Tuetán de las Victorias. Hoy ya no existe porque han edificado bloques de pisos. Después tenía que llevarla a su pueblo que estaba a unos cuatro kilómetros de mi cuartel. Ella se venía sola, pero después tenía yo que llevarla. Así estuvimos sobre un año hasta que un grupo de la Remonta, osea de mi cuartel, fueron un día a su pueblo, Las Ventillas, y en el bar de su padre liaron una tangana que rompieron botellas, vasos y demás utensilios. Tuvo que intervenir la policía y tomar nota de los que fueron y de dónde eran, y ella por eso supo que eran de la Remonta, entonces me llamó muy enfadada, dándome las quejas, y diciendo que todos éramos unos brutos, cosa que a mi no me gustó nada siempre y cuando yo no había intervenido para nada, y si lo supe fue por que todos los que participaron fueron arrestados. Así que a partir de ese suceso la cosa se enfrió y aunque ella vino después varias veces, la cosa no marchaba igual, hasta que ya dejó de venir y todo acabó. Antonio Castilla Pérez, padre de Juan y de Amparo, que también le dicen “Herrerete”, resultó que aunque me llevaba un año, se fue con mi quinta, y le tocó Algeciras, en el mismo cuartel donde estaba de sargento el tío de mama, Juan Manuel Tápia Campos, hermano de la abuela Paca. Cuando se dieron a conocer pues ya visitaba la casa todos los días y yo me escribía con él y no sé de qué forma ni manera que una carta mía fue a parar a manos del sargento, tío de mama. Como yo le contaba mis aventuras al


Primera Parte "Herrerete", el tío cogió la carta y se la mandó a vuestra madre, y ya se enteró de todas mis aventuras. Entonces me escribió la señora Manuela y me dijo que estábamos fuera trato.

di e a n a o t n e le cu oy pasando o n o y e u Q ue est erra q s a t i n e p que las o contaré a la ti ndo erra se l t n e n é t s e cuando me

...no sé de que una ca qué forma ni mane manos del rta mía fue a par ra ar a sargento, tío de mam Como yo le a. contaba m aventuras is a l " H e r r erete", el cogió la ca r vuestra m ta y se la mand tío adre, y ya óa s e enteró d todas mis e aventuras .

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Segunda Parte



Segunda Parte 1 Andanzas militares. Galanteos

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omo termino diciendo en el libro anterior la Manuela se enfadó y quedamos en suspense. A finales del verano de 1942 me fui de comisión a Jerez de La Frontera a llevar caballos y me encuentro allí al tito Alonso que hacía la mili en un destacamento de la Remonta en Jerez, en ese caso me estuve unos dias mas con él y en esos días recibió una carta en la que le mandaban una foto de su hermana y ya estuvimos comentando los sucesos que habían pasado. Cuando regresé a Madrid me pasé por el pueblo y nos encontramos sin decirnos ni palabra. Al llegar a Madrid le escribí, ya se le había pasado el enfado y ya volvimos a continuar hasta hoy. Después de todo esto volví otra vez los fines de semana a Vallecas y una tarde nos juntamos Diego el Patillero, su primo Pedro Patillero, que hacia la mili en Conde Duque, Madrid, y yo. Nos pusimos en la boca del metro del Puente Vallecas y dijimos, “¡Las tres primeras muchachas que salgan juntas nos vamos con ellas!” Dicho y hecho al cabo de un rato salían tres juntas “¡ Hola!”, dijimos nosotros, “¿Vais al cine?”

“¡No lo hemos pensado todavía!” contestaron ellas,

“Pues si queréis podemos ir con vosotras, y lo pasaremos bien”

Que sí, que no, el caso fue que nos fuimos con ellas y cuando llegamos al cine no había entradas correlativas, nosotros dijimos, “Si os parece nos vamos a Sol y allí hay muchos cines y seguro que encontraremos para todos juntos”

Manuela se enfadó y quedamos en suspense... 57


Memorias de Alfonso Cantero “Pues bueno vamos”

iste d e m a r b la a p Ni una cumplirás, así no la ré la mía mas yo cumpliarte jamás de no olvid

Ya cada uno hizo pareja sin pensar esta ni aquella. El caso fue que en el cine nos sientan unos cada uno con la nuestra. La mía se llamaba Raquel, que era pueblerina que se vino con una familia que eran farmacéuticos con el fin de que tuvieran mucho cuidado con ella. Volvimos so bre la una de la noche pero ya cada uno con su pareja. La llevé a su casa en el Puente de Vallecas y nos despedimos hasta el fin des semana siguiente. Cuando éste llegó, y viendo que no estaba en el sitio indicado, cogí y fui a su casa. Llamé y pregunté por ella. Me dijeron que no estaba, que se había marchado a su pueblo. Yo no me lo creí y seguí rondando por los alrededores. Hasta que al fin la vi salir, y me fui tras de ella hasta alejarnos un poco de ese lugar. Cuando nos vimos, estaba muy disgustada por ir yo a su casa, que por ese motivo no la querían dejar salir, pero al fin la dejaron, por que tenia que hacer un encargo imprescindible a Madrid, eso es lo que ella me contó cuando le acompañé en ese mandado, por fin llegamos al sitio indicado y me dijo: “¡Espera que enseguida salga!”.

Yo esperé hasta que la hora me lo permitió pues tenía que regresar al cuartel ese día. A la mañana siguiente volví a buscarla, lo que no me fue muy fácil hablar con ella porque, pero ello en cuanto pudo salió muy asustada porque le dijeron que si seguía conmigo la mandaría a su pueblo inmediatamente así que me pidió que no me hiciera visible por allí y que la dejara por que ella no quería regresar a su pueblo y que ella intentaría verme aunque fuera yendo al cuartel a verme así que nos despedimos a lo que saliera. Yo ante las dificultades que ella tenia para vernos le prometí que no seria un obstáculo para ello y que no volvería por su casa si ella no me buscaba. Pasaron diez o quince días y un día se presentó en la puerta del cuartel preguntando por mí. Cuando me avisaron salí y lo que menos esperaba era que fuera ella. Entonces después de saludarnos y llegada la hora del paseo, acordamos de ir al cine, donde lo pasamos muy bien. 58


Segunda Parte Cuando el cine acabó era temprano todavía, yo le dije si quería que diéramos un paseo y fuéramos a casa de mi tía. “¿Y dónde es en casa de tu tía?” Yo le dije:

“¡Sé por donde está pero no me acuerdo del nombre de la calle!” “Bueno pues vamos”

Yo me dije para mi “¿Y ahora por dónde tiro?”

De momento se me vino a la cabeza : “Lo mejor es tirar por un sitio donde no halla mucho bullicio y después decir que no doy con la calle”. Así lo hice y al cabo de mucho rato y ya en las afueras cerca del campo de fútbol Atlético de Aviación, hoy “El Calderón”, me dijo: “¿Y por aquí vive tu tía?” Yo le contesté

“Me parece que me he perdido un poco, pero no pasa nada, como ya es la hora de que vuelva cogemos el metro y te llevo a puente Vallecas y otro día iremos a casa de mi tía” “Bueno vamos, dijo ella, pero me parece que me has engañado” “¡No seas tonta!” le dije yo

Cogimos el metro en Legazpi y fuimos a Atocha, hicimos transbordo hacia el Puente de Vallecas y de allí ya se fue sola hasta su casa que estaría a un kilómetro, no antes sin despedirnos y quedar en que ella me buscaría, y si no aparecía es que se iría a su pueblo. Seguramente se iría a su pueblo porque ya no volví a verla ni yo la busqué.

...y de allí ya se fue sola hasta su casa que estaría a un kilómetro, no sin antes despedirnos y quedar en que ella me buscaría, y si no aparecía es que se iría a su pueblo. Seguramente se iría a su pueblo porque ya no volví a verla ni yo la busqué.

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Segunda Parte 2 Andanzas militares. Trapicheos

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urante los treinta meses de mili que estuve me pusieron 63 arrestos todos de origen leve como: marcharme sin permiso al cine, si estaba de cuadra tenerla sucia, pelearme con un compañero, saltarme por la ventana de la cocina a hincharme de comer porque no podía dormir de la hambre que tenía, cosas así. Pero también las contrarrestaba con mi bien hacer en el picadero domando caballos, pues siempre me entregaba en el más difícil de domar y esto me lo consideraban. Además de entregarme 75 pesetas mensuales por mi trabajo y los alferez picadores estaban por mí y cuando me arrestaban siempre me intercedían para que el arresto quedara en lo mínimo y a veces en nada. Al licenciarse la quinta del 45 quedamos en el cuartel sólo la quinta del 46 y faltaba personal en todos sitios y había que doblarse en los trabajos. A mí me pusieron del capitán, o sea de asistente del capitán veterinario, pero como tenías que tener dos empleos además de asistente tenía que estar por la mañana despachando en víveres. O sea que víveres era como una tienda grande donde se subministraba los cocineros diariamente para poner de comer, y también a los jefes y oficiales del cuartel, y estábamos yo, Antonio Jimenez Moreno de Almonte, Antonio Camacho de Bailén, que está en telefónica, ya supongo que estará jubilado. Bueno, nosotros subministrábamos a los asistentes y si les pertenecían un kilo de café les poníamos dos y ellos vendían uno de estraperlo y partíamos el dinero. Lo mismo de café o azúcar o cualquier alimento que se estraperlaba por entonces. Así nos hacíamos de un poco de dinero, que buena falta nos hacía. Así estuvimos seis o sietes meses y lo pasábamos bien. En vez de comer en el cuartel comíamos en un bar lo que nos gustaba. Cuando salimos de allí ya faltaba poco para licenciarnos, que fue en setiembre del 48.

Nosotros suministrábamos a los asistentes y si les pertenecía un kilo de café les poníamos dos y ellos vendían uno de estraperlo y partíamos el dinero. Así nos hacíamos de un poco de dinero, que buena falta nos hacía.

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Segunda Parte 3 La nueva comparsa

T

erminada la mili, de vuelta al trabajo cotidiano de nuestro ganado y nuestro campo, alternando con la carnicería. El tito Pedro se casó en el 45, y a los pocos días nació el primo Lolo. Mientras yo estuve en la mili el tito Pedro llevaba la carnicería, pero como estudió por correspondencia electrónica, cuando yo me licencié a él le salió trabajo en Andújar y al mismo tiempo hacía radios en su casa, y así se buscaba la vida. Y ya quedamos el tito Manolo y yo para llevar la carnicería y el campo. Uno iba con las cabras y otro con los marranos, y al mismo tiempo matar en el matadero y vender por la mañana en la carnicería. No teníamos tiempo libre para nada. Solo teníamos la noche. Si queríamos ir de baile tenía que ser a costa de no dormir porque al ser de día ya teníamos que estar trabajando, si no en una cosa en otra, y no teníamos descansos, ni domingos, ni nada. Todos los días eran iguales referente al trabajo. Cuando llegó febrero del cuarenta y nueve dijimos de formar una comparsa entre Diego Perrinchín y yo, y todo había que hacerlo de noche porque por el día había que trabajar. Así que buscamos las muchachas y los muchachos y todas las noches a ensayar y de día en el trabajo. Sacando la música en esa comparsa fue cuando yo inventé “Villanueva de la Reina, que bonito nombre tienes”, que después se ha seguido cantando y se canta cuando formamos alguna fiesta entre los de aquel tiempo. Los hombres íbamos vestidos de mejicanos y las mujeres de mejicanas, las que encabezaban la comparsa, en la calle, en una fila, iba tu madre con unas trenzas largas, y en la otra fila la encabezaba Lucía que era novia de Ricardo.

hacía radios en su casa

Villanueva de la Reina qué bonito nombre tienes pero lo que más me gusta el color de tus mujeres 63


Memorias de Alfonso Cantero el color de tus mujeres y el río Guadalquivir, las barandillas del puente la estación del ferrocarril Ole, tres veces ole. Las muchachas qué guapas que son...

Tocando íba Gaspar con bandurria, Francisco el de la Catorla con el clarinete, el primo António, el de la mina, con el saxofón alto, y un sargento amigo de Gaspar, que también vino de Córdoba, tocaba el saxofón tenor, el mismo que ahora toca Juan Pablo, y que yo toqué mientras estuve en la banda en el cuarenta y el cuarenta y uno. Pues aquella comparsa salió todo muy bien en aquellas fechas o hasta aquel año fue la mejor que había salido en este pueblo. Después de esta comparsa fue cuando Diego Perrenchín se fue a las minas de Asturias y en el año cincuenta yo caí enfermo con la nefritis que me tuvo enfermo y delicado durante dos años y después reliquias durante mucho tiempo.

A lo lejos se oyen cerca se sienten, cantando la monona van los de siempre

Mi pueblo es lo más bonito de mi blanca Andalucía. ...aquella comparsa fue la mejor que había salido en este pueblo... 64

Es Villanueva de la Reina mucho garbo y simpatía


Segunda Parte 4 Casado y negociante

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n el año cincuenta y dos en septiembre día veintidos nos casamos y las cosas cambiaron porque de momento no teníamos nada para subsistir. El abuelo me dijo que siguiera con él y él me pagaría según se ganara en la carnicería, a lo que yo me negué y preferí hacer la vida por mi cuenta. Recogimos en la boda mil novecientas pesetas y nos fuimos a Madrid en viaje de novios, y para volver tuve que pedir dinero, así que entramos en casa sin una perra y teniendo que pedir fiado para comer ese día. Y ese mismo día me fui a la taberna del Manco ( hoy Bar León) y tomando unas copas de vino me dijo Bisojo, padre de los Bisojos, que tenía una marrana muy grande que nadie se la quería comprar, y yo le dije que iba a ver qué encontraba. Fue cosa fácil para mi, le dije: “Vamos a verla, y si nos entendemos te la compro y te la pago cuando la venda” “Pues vamos ahora mismo” dijo él.

Cuando llegamos y yo vi la marrana me dije “Esto no es una marrana, es un burro”, pero yo no podía dejar escapar la ocasión por nada, y le dije: “Como no hay romana para pesar este bicho dime cuanto te tengo que dar, y si me parece bien yo me la llevo, la mato, y cuando la venda te la pago”.

El vio el cielo abierto, y yo también. No recuerdo lo que ajustamos pero a mi me pareció muy bien, y aquella misma tarde maté la marrana ayudado por varios amigos. La verdad es que tuve muy bien principio por que le saqué tres veces más de lo que valía, y allí empezó la cosa.

Recogimos en la boda mil novecientas pesetas y nos fuimos a Madrid en viaje de novios...

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Memorias de Alfonso Cantero Después me hizo el carpintero ( abuelo de Plácido) una mesa que es la que tuve durante todo el tiempo que fui carnicero. Después de los marranos vinieron los borregos, que teníamos que ir a la sierra por ellos y traerlos andando. Porque no había camiones ni carreteras, todo tenía que ser andando. Pero a pesar de todo y trabajando mucho salíamos adelante con holgura comparándonos con la mayoría del pueblo que lo pasaban bastante peor.

...a pesar de todo y trabajando mucho salíamos adelante con holgura...

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...que si juntos hemos recorrido casi una vida entera, cómo puedo yo olvidarme que tú te llamas Manuela. Y esperando que este año sea para nosotros feliz te felicito con un beso de los que nunca te di. Que nuestro amor nunca termine ni le podamos ver el fin,

pues todo lo que acaba es triste y alegría es vivir. Por eso con estos versos me propongo reforzar nuestro cariño y amor para que no muera jamás Así que deja las tonterías tan carentes de sentío, que nadie te quiere a tí como te quiere tu marío.


Segunda Parte 5 Hijos y trabajo

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l día doce de febrero nació mi hija Paula, año 1953, la cuna nos la prestó mi prima María Borrego Cantero y fue el único accesorio pediátrico que usamos a parte del pelargón que es con lo que se crió ella y Manolo, que nació en el año siguiente en el mismo mes de febrero y el día 23. Yo cada diez o quince días tenía que marchar a la sierra a por ganado, bien que fueran borregos o chotos, según el tiempo, los borregos empezaban en abril y los chotos en el mes de junio. Así íbamos tirando y trabajando mucho para, entre los dos, ir sacando todo adelante. Cuando nació la Paqui en el año cincuenta y cinco, en noviembre, buscamos una muchacha, que le dábamos veinticinco pesetas al mes y mantenida. era Isabel la de la Mulica, tenía nueve años y ella se encargaba de cuidar de los niños y de darles los biberones de pelargón. Hasta estas fechas comprábamos en la Sierra Morena junto a la Virgen de la Cabeza y alrededores, pero después nos fuimos metiendo hasta llegar a Puerto Llano. Primero hay un pueblo que le llaman el Ollo, después avanzamos a Solana del Pino, más allá Mestanza y después ya viene Puerto Llano.

...tenía nueve años y ella se encargaba de cuidar de los niños...

Jaén olivarera tú eres la reina de aceitunas y aceite en toa la tierra 67



Segunda Parte 6 Comprando ganado

E

n aquellos tiempos toda la sierra estaba llena de maquis, y nosotros, lo mismo yo que el tito Manuel, porque uno iba una vez y otro otra, pero solos porque no podíamos pagar un hombre para que viniera acompañándonos. En aquel tiempo sólo había carretera hasta el kilómetro cincuenta, o sea que la Virgen de la Cabeza está a treinta kilómetros de aquí y veinte kilómetros mas allá de la virgen nos dejaba una furgoneta que iba todos los días des de Andújar, y después, andando entre el monte por veredas estrechas que no se podía ver nadie por dónde iban. El dinero lo llevábamos en un bolsillo puesto en los calzoncillos por si acaso alguien salía a nosotros. Anocheciendo llegábamos al pueblo de Solana del Pino, entonces te ponías a lavarte, después cenabas, y seguidamente ibas en busca del que tenía ganado, y entre copa y copa tratabas el precio del ganado, y al día siguiente al ser el día lo pesábamos y terminado el peso se les pagaba y cogíamos el ganado por delante y, camino por delante, hasta Villanueva. Eran cuatro días lo que tardábamos en llegar. Si habíamos comprado mucho ganado buscábamos un hombre para que nos ayudara hasta llegar al pueblo. La primera noche parábamos a dormir en una finca que se llamaba El Dontanon, la segunda etapa era en el tomujor, la tercera en la casa El Perro, y la cuarta ya procurábamos llegar al pueblo y si no podíamos dormir en La Parrilla, una casa que ya está en ruinas, en todas estas paradas o etapas además de darnos parada, también nos daban de comer, pero de la siguiente forma. En esos tiempos, como los hombres trabajaban de sol a sol, pues las comidas fuertes se hacían en la cena, comidas que consistían en un cocido o un potaje de

...los hombres trabajaban de sol a sol...

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Memorias de Alfonso Cantero garbanzos y cosas así. Esas comidas las servían en un lebrillo y allí comían todos. Te daban una cuchara y un pedazo de pan y a comer todos en el lebrillo y a dormir. Si hacía frío dormías junto al fuego y si era buen tiempo dormíamos en el pajar encima de la paja. Esa era nuestra vida hasta el año 65 que ya habían unas comunicaciones y que empezamos a usar camiones para traer el ganado aunque a veces también veníamos andando, pero ya era de mas cerca como eran Cardeñas, Fuencaliente, Villanueva de Córdoba, Ventos del Charco. Todos estos pueblos estaban comunicados unos con otros por carreteras y ya íbamos con el auto M.V. que compramos en Madrid, por medio de Diego que trabajaba en ese tiempo en Comisaria de Abastecimiento y Transportes.

Esas comidas las servían en un lebrillo. Te daban una cuchara y un pedazo de pan y a comer todos en el lebrillo y a dormir. Si hacía frío dormías junto al fuego y si era buen tiempo dormíamos en el pajar

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Nadie tiene la culpa de lo que pasa ni grandes capitales ni democracia


Segunda Parte 7 La tienda

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sí seguimos hasta el año 1969 que fue cuando el tito Pedro se fue a Madrid y tratábamos de que yo me quedara con la tienda que tenían de electrodomésticos. Entonces yo ya no viajaba a por el ganado sino que empecé a matar cerdos que los tenía mas cerca y aquí en el mismo pueblo los compraba. En esos tiempos ya me ayudaban cuando podían el Manolo y Alfonsito, que aunque estaban estudiando, cuando podían me ayudaban a matar los cerdos. Pero yo iba alternando la carnicería con los electrodomésticos, así que por la mañana temprano nos íbamos a vender a la Plaza tu madre y yo. Cuando se pasaban un poco las ventas ella se venía y yo me quedaba hasta la hora de cierre. Después nos íbamos al matadero y después del matadero hacía los encargos que tenía de frigoríficos o cualquier encargo de otro terreno. Como a lo primero no tenía mucho género, casi todos los días tenía que ir a Linares o Jaén o Úbeda que era dónde yo me surtía y me daban las cosas en depósito. Como después de merendar me daba sueño me ponía la comida en el asiento del coche y así iba comiendo y no me daba sueño. Cuando volvía me iba a colocar los géneros que traía. Si era algún dormitorio, como no las había visto más gordas casi siempre lo poníamos al revés y tenía que desmontarlo otra vez y volverlo a ponerlo. Así que algunas veces volvía a las tantas de la noche y si los amigos me esperaban porque teníamos que tocar con la rondalla pues me arreglaba un poco y me iba para volver ya de madrugada casi a la hora de levantarme para vender y así íbamos tirando. En el año 74 hice la nave del almacén y puse un poco de Exposición de muebles porque yo apuntaba a todos los sitios para poder salir adelante un poco airoso. En el año 70 estuve a punto de ir a Alemania. Ya tenía el pasaporte preparado y todo preparado para marcharme, pero en Noviembre del 69 fue cuando me

Tú piensas que la vida es tuya y bella, pero nadie ha salido vivo de ella

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Memorias de Alfonso Cantero Y yo que te quiero tanto hermoso pueblo del sur sólo le canto a la ausencia del emigrante andaluz

quedé con la tienda del tito Pedro y las bombonas de gas y yo había vendido en los dos meses que llevaba bastantes géneros como televisores, frigoríficos, lavadoras y cosas todas de electrodomésticos, y las daba a 24 meses. Entonces pensé que si me iba a Alemania posiblemente no me pagarían lo que me debían, eso fue lo que me hizo recapacitar y pensar que ya no me convenía irme y después de todo creo que atiné con no irme, porque ahí empezó el despegue de nuestra economía y el sosiego del trabajo, que aunque tenía que atender muchas mas cosas el trabajo era más amable y más llevadero. A últimos del año 71 vino el cura Don Domingo y nosotros los de la rondalla le dimos serenatas en Nochebuena, y por ahí se inició la formación del coro, que después de muchos ensayos debutamos en Semana Santa del año 72 y con esto empezamos una época de más sosiego referente a salir casi todos los domingos al campo, donde lo pasábamos muy bien y nos hacía la vida mas alegre y mucho más llevadera.

Entonces pensé que si me iba a Alemania posiblemente no me pagarían lo que me debían, eso fue lo que me hizo recapacitar y pensar que ya no me convenía irme

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Segunda Parte 8 Anécdotas de los hijos

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etrocedamos un poco la máquina del tiempo para contar acontecimientos que forman parte del relato de mi vida. Mi Alfonsito nació el día 3 de Agosto del 57. Por cierto que cuando tenía 3 o 4 meses estuvo muy enfermo pero al fin salió adelante con ayuda del médico Don Manuel Marín de Reyes, buen amigo mio que fue y que los es, sólo que él está en Sevilla y yo aquí. Continuando con Alfonsito cuando ya tenía 4 o 5 años se iba con su abuelo, “mi padre” a las olivas de la dehesa a coger los higos de una higuera que había en medio de las olivas y cuando ya venían de vuelta no sé qué pasaría, lo cierto fue que Alfonsito cayó por las orejas del borrico, y no sé cómo se las compuso que el burro le pisó la oreja y medio se la arrancó, y el pobrecico se presentó con la oreja en la mano y tuvieron que echarle un pespunte para poder sujetársela. Mi padre pilló y vendió el burro. En el año 60, el día once de Setiembre, nació Juan Carlos, y éste se crió con menos polémicas, no dio mucho que hacer, sólo cuando tenía 3 años se le ladeó el pescuezo para un lado y lo llevé al médico a Andújar y con lo que le mandó el médico se le quitó, sólo era un poco nervioso. Se subía encima de la cómoda y se tiraba de cabeza a la cama, y en la Peña que teníamos por entonces había en el Patio una barra que sujetaba el porche del patio, pues allí se subía y cuando tenía 3 o 4 años y los socios que se dieron cuenta por verlo gatear la barra arriba, le decían: ¡Juan Carlos! Si te subes por la barra te doy una peseta. Y allá que iba Juan Carlos la barra arriba gateando hasta que subía. También era un poquito comilón y a media noche se levantaba a devolver porque no le cabía en el estómago lo que había comido. En la calle no había que preocuparse mucho de él porque sabía defenderse

Familia numerosa... 1961

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Memorias de Alfonso Cantero ante los niños de su edad y no tenía problema a la hora de enfrentarse con alguno de ellos, siempre salía ganando. En cambio Manolo y Alfonsito no eran pendencieros y solían procurar dar de lado a cualquier riña o desavenencia que pudiera meterlos en un fregao. A Manolo, cuando llegaba la hora de tener que pelarse teníamos que juntarnos dos o tres para sujetarlo porque si no no podía pelarlo ningún Peluquero. Y que en aquellos tiempos “Pescaito” gastaba una chaqueta blanca para vender camarones por la calle, y cuando el Manolo lo veía vender se creía que era el barbero y salí corriendo y se metía debajo de la cama, huyendo y creyendo que venía a pelarlo. Y en la feria no quería salir, porque era sentir un cohete y salir corriendo a meterse debajo de la cama, prefería quedarse sólo en la casa a pasar por el mal rato de sentir los cohetes. La Paula también fue muy revoltosa y más de una vez se cayó y se escalabró, y antes de llegar a curarse volvía a caerse y a darse en el mismo sitio y siempre estaba con las vendas puestas. La Paqui era más pacífica, pero con la cabeza más dura que un adoquín, y muy independiente y absoluta y contestataria. Para peinarla había que estar medio día detrás de ella para poderlo hacer. También estuvo muy enferma cuando tenía dos años con el estómago sucio y también después con acetona que mas de una vez le repetía hasta que por fin se desterró. Familia numerosa... 1970

De tanto como te quiero tengo el corazón jerío, ni los más sabios doctores me curan este mal mío 74


Segunda Parte 9 Concurso de villancicos

A

hora hablaremos un poco de lo que fue la rondalla, a la que al ir a Linares a concursar nos pusimos “Los trobadores”. Fuimos a concursar sobre villancicos y quedamos los segundos, y “Los campanilleros” de Vilchez fueron los primeros. En aquella época fue lo mejor que la rondalla llegó a tocar, porque el director de la banda de música era el que nos dirigía y todo salía muy bien. Estábamos Don Andrés, que era el maestro de música y tocaba el violín en la rondalla. Francisco Gallego tocaba el laúd, Gaspar la bandurria, Juanito Arevalo el laúd, el Ratón la guitarra y yo otra guitarra. Con lo que nos dieron como premio segundo fuimos un día de campo, al cortijuelo. Ya cantaba Matías el Marqués conmigo y salía todo de maravillas y daba gusto sentirnos cuando cantábamos las mejicanas acompañados por “la rondalla” que parecía una banda de mariachi.

En aquella época fue lo mejor que la rondalla llegó a tocar, porque el director de la banda de música era el que nos dirigía y todo salía muy bien

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Segunda Parte 10 Amigos

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aro era el día que no nos salía compromiso para algún sitio además de bodas y bautizos, onomásticas, cumpleaños, todo cosas así, pero a nosotros como nos gustaba, pues lo pasábamos bien. Tengo que decir que me he dejao a Blas atrás, pues era otra guitarra a tener en cuenta como las demás. Una vez Gaspar nos llevó a la Membrilla su pueblo y era en el invierno, pues cada uno se echó lo que tenía de abrigo y Blas no tenía nada y pilló y le pidió a un primo suyo una gabardina blanca que tenía, y allá que nos fuimos a Membrilla. Llegamos y fuimos a casa de varios amigos de Gaspar y estando en casa de uno de ellos tomamos unas copas. Pues Blas se sintió mal y cogió y se salió a la calle a que le diera el fresco y al salir dice que se mareó un poco y se cayó en medio de un charco, con la gabardina blanca que le había prestado su primo. Haceros una idea qué cuerpo se le puso a Blas cuando vio la gabardina llena de barro: “¿Qué digo yo ahora cuando llegue a mi casa? “­ decía Blas.

...como nos gustaba, pues lo pasábamos bien “No te preocupes – decía el ratón – ya veremos qué se puede hacer, si no entre todos podemos comprar una nueva y se la damos”.

Pero Blas no se conformaba, no sólo por su primo, sino por su madre, que no quería que se la pidiera. El resumen fue que cuando volvimos Gaspar se la llevó a Andújar a limpiar, y asunto resuelto.

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Fotos



Fotos

1956

Una vida en comĂşn...

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Memorias de Alfonso Cantero

...Y van llegando...

82


Fotos Familia

1962

1957

Numerosa 1961

1970

1975

1976 83


Memorias de Alfonso Cantero

Van creciendo...

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Fotos

En compaùía de amigos y familiares....

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Memorias de Alfonso Cantero

FAMILIARES Y AMIGOS

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Fotos

...Y AMIGOS

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Memorias de Alfonso Cantero

AMIGOS Y VECINOS

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Fotos

FESTEJOS

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Memorias de Alfonso Cantero

VIAJES

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Fotos

AFICIONES

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Memorias de Alfonso Cantero

Paso

92

a paso


Fotos

Día

tras

día 93


Memorias de Alfonso Cantero

Avanzamos...

...hacia el futuro

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Todos los textos y poemas del presente libro fueron escritos por Alfonso Cantero. Los capitulos provienen de dos cuadernos autógrafos y los poemas de un fajo de poesías que fue acumulando a lo largo del tiempo.

Las fotografías pertenecen en su mayoria al álbum familiar, otras han sido cedidas por familiares y amigos. Han colaborado:

Juan antonio Peinado aportando imágenes de época de Villanueva Leonor Cantero en la recopilación de textos e imágenes

Juan Carlos Cantero en el retoque y restauración de imágenes Josep M Solé y Francisca Cantero en el diseño y el montaje.

Elena Solé Cantero en el diseño de Portada y Contraportada

Villanueva de la Reina 2012



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