

Casi todos recordamos nuestro plato favorito de infancia o la primera vez que intentamos prepararlo. El mío era el Pancake Aunt Jemima con harta miel de abejas, y recuerdo las mañanas de domingo en que me sentaba sobre el mesón de la cocina y preparaba la mezcla con ayuda de mi madre, quien me enseñaba cómo revolverla y presionarla insistentemente para deshacer los grumos de harina y así evitar comérmela cruda cuando estuviera lista.
Sin embargo, la primera vez que me enfrenté a la cocina sin la presencia y la supervisión de un adulto responsable, fue cuando tenía siete u ocho años. En ese entonces mis padres me dejaban ir de vacaciones a la casa de mi tía, y yo me la pasaba jugando videojuegos con mi primo Iván todo el santo día, o hasta que la PlayStation se recalentaba y nos tocaba ir a la cocina por hielo para enfriar el CD, o para comer algo mientras matábamos el tiempo de la espera.
En una de esas ocasiones mi primo y yo bajamos a la cocina a desayunar, pero como mi tía no nos había dejado nada sobre la estufa se nos ocurrió la idea de cocinar algo.
—¡Hagamos huevos fritos! — le dije a Iván.
—¡Bueno, hagámosle!
Pero rápidamente nos enteramos de que no sabíamos cómo fritar un par de huevos…
—¿Les echamos aceite o mantequilla? —me preguntó.
—Jum, yo creo que no necesitan. Echémoslos así —le dije mientras estrellaba un huevo y lo abría sobre la cacerola.
—¡Si se le revienta la yema se lo come usted!
—¡Chito, no me desconcentre…!
Y así eché los huevos. Al instante le dije a Iván que me
alcanzara una tapa para cubrirlos porque así estarían más rápido, pero no supe qué responderle cuando me preguntó cuánto demorarían en estar.
—Primo, yo creo que eso ya está —dijo Iván un poco serio.
—Esperemos otro poquito; yo no quiero comer huevo crudo…
Un poquito después algo debajo de la tapa tronó en señal de alarma y la cocina se inundó de humo.
Le apagamos al fuego y esperamos a que se enfriara la cacerola. Cuando la abrimos sólo vimos una costra chamuscada donde habían estado los huevos.
—¡Yo le dije que tocaba echarle aceite o mantequilla!
—Como que sí necesitaban…
—¡Ahora le toca a usted lavar bien esa cacerola antes de que mi mamá llegue y nos pille! —