HERNÁN CARRERAS CARRERAS -- HERNÁN -- BRIAN BRIAN JANCHEZ JANCHEZ ANITA MORRA MORRA -- ANITA -- JUAMPA JUAMPA HERNÁN CASTELLANO CASTELLANO -- JORGE JORGE G. G. PALOMERA PALOMERA -- HERNÁN BRUNO PALERO PALERO -- BRUNO -- MARÍA MARÍA MAGDALENA MAGDALENA JUAN CAMINADOR CAMINADOR -- JUAN
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Brian Janchez
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Pelotazo es una publicación gratuita de historietas, podés descargarla, imprimirla, recortarla y regalarla a la chica que te gusta, porque sobre todo es una revista para compartir.
RESPONSABLES - Jorge G. Palomera - Brian Janchez - Juampa Camarda
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COLABORADORES - María Magdalena - Hernán Carreras - Anita Morra - Hernán Castellano - Bruno Palero - Juan Caminador
ra BLOG: revistapelotazo.blogspot.com MAIL: revistapelotazo@ymail.com
Revista Pelotazo
EDITORIAL
Mostros en la Casa - Juampa Camarda
Es Junio y empezó el mundial. Empezamos a comprar banderas, posters y cornetas. Las chicas se pintan la cara con los colores azules y blanco, los chicos van a la escuela con la bandera como si fuera la capa de algún superhéroe. Muchos hacen promesas para que Argentina gane cada partido. Algunos prometen estudiar más, otros portarse mejor. Pero la mayoría promete cosas sabiendo que pase lo que pase jamás lo va a cumplir. La recomendación que les hacemos desde Pelotazo es que no falten a la escuela para ver a Argentina o un otro partido en sus casas. ¿Qué mejor que poder verlo en la escuela? Rodeados de amigos, compañeros más grandes o más chicos. Maes-
tros o profesores y directivos de la Institución. Poder cantar todos juntos cantitos a favor de la selección y en contra del rival. Tirar papelitos como decía Clemente hace varios mundiales atrás. Se puede meter una corneta de contrabando y hacerla sonar en medio del partido, se puede aprovechar para darle un abrazo a la persona que nos gusta cuando la selección mete un gol. Se puede dejar escapar algún insulto si nos expulsan algún jugador. Mi relación con el fútbol siempre fue lejana. Lejana porque cada vez que pateaba, la pelota se iba bien lejos del arco. Dejé de jugarlo a los doce años y no fue hasta terminada mi adolescencia que empecé a encontrar escritores argentinos que escribían sobre
fútbol y me hacían reír mucho o emocionar igual que al ir a la cancha. Los textos de Dolina, o los cuentos de Sacheri y Fontanarrosa hicieron que juntara esas dos pasiones: el de la lectura y el gol. ¡¡Hasta el próximo número!
El Monstruo Topati - Brian Janchez
Revista Pelotazo
Tali en la torre: El Regalo - Jorge G. Palomera / Hernรกn Castellano
Revista Pelotazo
El viaje de Evaristo - Juampa Camarda
Revista Pelotazo
Continuarรก
¡¡Pipi Sp
ósito!!
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Un Cuento de Jorge G. Palomera Ilustrado por Juan Caminador mañana; a toda hora las baldosas rebalsan de agua escondida en su parte inferior. Cuando era chico, era moneda corriente que la gente apurada, fuera o no de la zona, pisara alguna de éstas y se salpicara en los momentos menos oportunos. Hombres de traje y corbata, mujeres en minifalda, chicas en vestidos hermosos recién comprados; todos, sin excepción, terminaban mojados luego de pasar por esa esquina. Ahora bien, el agua se seca, pero lo complicado es cuando las baldosas expelen barro. Así no queda superficie limpia.
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En mi barrio existe una esquina llena de baldosas flojas. Están a lo largo del frente de una vieja casa abandonada. Son más grandes que lo normal. De color negro. La mayoría están rotas. Y allí reside su peligro. No importa si llueve a cántaros, si apenas garúa o si una vecina decidió regar la vereda esa
Los negocios de la zona solían advertir cada mañana sobre esta calamidad a los vecinos. - “Mire donde pisa” o “Esta mañana la vi a Doña Teresa baldeando” y otras frases por el estilo eran moneda corriente en aquella época. Incluso el verdulero, de buen tipo nomás, había escrito un cartel indicando el advenimiento de tal disgusto y lo había colocado en medio de la esquina. Pero al poco tiempo el cartel ya no estaba. Las viejas suponen que algún pibe de la zona se lo robó, sólo para molestar. Aunque debo confesar que fui yo, junto a mis amigos de la cuadra. Nos gustaba mirar a nuestros vecinos caminar por esa esquina. Resulta que al doblar la esquina se acordaban del inminente peligro pero como no sabían cuales eran las baldosas flojas, adoptaban raros pasos y seguían caminos imaginarios que nos hacían recordar a los soldados en un campo minado. ¡Cómo reíamos! Los pasitos chiquitos que daba Don Juan, los saltitos que daba Luisa o el caminar sin levantar los pies del suelo de la tía de Facundo. ya nos sabíamos de memoria la estrategia de cada vecino. Algunas veces lo lograban. Pasaban indemnes y limpitos, pero la mayoría de las veces terminaban empapados y sentados en el suelo, lamentando por qué no habían dado vuelta la manzana por la otra esquina.
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Y nosotros, sentados en el cordón de la otra esquina, apostábamos alfajores o helados: “Que Don Raúl se cae” o “que Laurita baja a la calle”. Pero todo cambió la mañana en que mi abuela Rosa salió a comprar el pan. Caminaba ligero porque se le había hecho bastante tarde para cocinar. Quizás por eso no recordó las benditas baldosas y ahí nomás ¡PLAF! Metió la pierna hasta el tobillo y se salpicó todo su calzado y la mitad del vestido. Por suerte no se fue al suelo, que sino capaz se quiebra la cadera. Así llegó a la panadería. Todavía medio mareada del susto, chapoteando con sus alpargatas empapadas y con una bronca que a duras penas podía contener. El panadero, que tenía fama de mal tipo, se rió cuando la vio y le preguntó si después de tantos años de vivir en la zona no sabía de la existencia de la esquina en cuestión. Mi abuela que es muy educada se mordió la lengua para no mandarlo a la mierda. Y para colmo de males, se enteró que ya no quedaba el pan especial que ella comía en ese entonces. Salió del negocio hecha una furia. La puerta de vidrio no estalló de milagro. Volvió por la misma vereda y a pocos metros de la esquina vio como una chica preciosa y muy jovencita con un vestido de color turquesa, caminaba apurada unos cuantos metros por delante de ella. Hablaba por su celular y sonaba muy preocupada.
Mi abuela, que seguía enojada, tenía la cabeza en otro lado y no se dio cuenta de lo que estaba a punto de ocurrir. Unos pocos segundos más tarde, la chica yacía sentada en el suelo toda salpicada de barro y llorando desconsolada. Se había convertido en una nueva víctima de la fatídica esquina. Entre sollozos mi abuela consiguió entender que la chica estaba perdida y por eso había doblado por ahí. Buscaba una calle, para llegar a una entrevista laboral aunque ya era demasiado tarde. “¡Pobrecita! Tan linda que estaba…” pensó mi nona. Le ofreció su casa, que estaba a unos pocos metros de allí para que la chica pudiera lavarse, cambiarse o lo que necesitara, pero la joven, todavía con lágrimas en los ojos se fue corriendo sin agradecerle siquiera el gesto. Mientras veía a la chica alejarse, mi abuela Rosa ya no pudo contenerse más y se dio vuelta hecha una furia y se acercó hacia el conjunto de baldosas y con el puño en alto empezó a gritarles que eran una vergüenza para el barrio. Que sólo ellas arruinaban el paisaje, que eran capaces de ensuciar a una niña que buscaba su primer trabajo como de hacer caer a una señora mayor o a un hombre que recién salía de su casa. Ahora las señalaba con el dedo. Una por una. Y era tal el enojo y el volúmen de los gritos que algunos vecinos salieron a ver que pasaba. Incluso el señor de la panadería salió a la vereda.
Algunos se rieron, otros pensaron que Doña Rosa había enloquecido. Pero todos pensaron que era verdad lo que vociferaba mi abuela. Y que ya era hora que alguien retara a esas malditas. A partir de aquel día, las baldosas de esa esquina han implementado un nuevo sistema. Ya no salpican. Pero cada vez que alguien las pisa, éstas le gritan al transeúnte una cantidad enorme de insultos de todo tipo. Creo entender que ellas sienten que si las pisan tienen el derecho a quejarse. Por eso son capaces de utilizar tales insultos y palabrotas como jamás escuché en mí vida. Es otro tipo de suciedad, no cabe duda. Aún así los vecinos son felices, al fin y al cabo con un par de tapones en los oídos o un poco de música fuerte se soluciona.
Barrilete - Hernรกn Carreras / Anita Morra
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Tali en la torre: Se busca - Jorge G. Palomera / Hernรกn Castellano
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Zupi - Bruno Palero
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Soy L. A. Ventura - Brian Janchez
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¡¡VISITANOS!! SI ESTE NÚ M TE VOLÓ LA ERO PELUCA, NI TE IMAG INÁS LO QUE VIE NE EN LAS VA CACIONES DE INVIERN O...
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