Mvd3kmh caminando la periferia de Montevideo

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MVD3KMH. Caminando la periferia de Montevideo. Juan Alves Zapater & Guzman Morales 1. Sopesando periféricos. Uruguay tiene una densidad de población de apenas 19 hab/km² y una matriz económica que, lejos de ser industrial y asociada a ciudades, se basa en la producción de materias primas de origen agrícola-granadera generadas en el medio rural, no obstante es uno de los países con mayor concentración de habitantes en entornos urbanos. Según el censo realizado por el Instituto Nacional de Estadísticai (INE) en 2011, el 94,7% de los uruguayos viven en ciudades. La ciudad de Montevideo, no sólo es la capital política y administrativa del país, los tres poderes del Estado se centran en ella, además reúne una gran cantidad de capacidades logísticas y de servicio, destacándose el puerto. Con aproximadamente sólo 210km², se da la mayor concentración de habitantes en el país, 1.305.000 personas. Representando el 39,7% del total de la población uruguaya, que producen presiones y competencias sobre el recurso territorial. La ilusión de que la ciudad tiene la capacidad de impulsar la diversidad y las oportunidades ha generado un magnetismo especialmente enfocado hacia la capital. Sin embargo, la actualidad ha demostrado que aquella idealización no tiene asidero. Lejos de ser un lugar en el cual es posible el ascenso social y la convivencia, el Montevideo contemporáneo, y especialmente su periferia, se ha convertido en una placenta donde se reproduce la exclusión. El análisis de los datos aportados por el INE permite apreciar que los niveles de carencia residencial, así como de niños pobres, se concentran en los barrios periféricos, observándose enormes diferencias socioeconómicas entre sus habitantes y los de la zona costera esteii. En la periferia montevideana se aglutinan los sectores sociales de menor nivel de ingreso, muchos de ellos expulsados de las áreas centrales desde fines de los años sesenta, cuando se desarrollan procesos de involución urbanaiii asociados a la crisis del sistema de acumulación capitalista en el país. Entendemos la periferia como al territorio que se encuentra en las márgenes de la Ciudad de Montevideo, espacio intersticial entre la ciudad consolidada, los entornos urbanos satélites de la zona metropolitana y el área rural, alberga una diversidad de paisajes heterogéneo: zonas rurales, ecosistemas de gran importancia biótica, asentamientos de diferentes carácter, espacios degradados y abandonados, así como algunas industrias y centros logísticos. Es espacio dinámico y complejo, en donde acontecen las mayores transformaciones en períodos de tiempo breves, permitiéndose observar, el devenir urbanoiv. Sus configuraciones espaciales como su dinámica social, son dos dimensiones del territorio que ratifican la idea instintiva de contraste entre el centro y la periferia. La importancia que tiene la periferia montevideana es actualmente tema de agenda política a nivel nacional y departamental. En ese sentido son


diversas las estrategias utilizadas para atender esta problemática, desde el Programa de Integración de los Asentamientos Informales, hasta el Plan Juntos que declaró la problemática socio-habitacional como emergenciav, pasando por las políticas desplegadas por varios ministerios. 2 Explorar y jugar; el método. Existen numerosos trabajos académicos, la mayoría con abordajes sociológicos, así como diversas experiencias de extensión realizadas por la Universidad de la República en la periferia montevideana. Sin embargo, la bibliografía académica con enfoques territoriales es insignificante. Como excepciones deben destacarse el trabajo de Jack Courielvi, donde se analizan las políticas públicas desplegadas en el territorio en cuestión, y la investigación encabezada por Salvador Schelottovii que se enfoca en la relación centro periferia de las políticas públicas habitacionales. Menos aún son los trabajos que se sumergen directamente en el espacio-tiempo periferia, transformando el objeto de estudio en su propio medio de acción. MVD3KMH se propuso la exploración directa de la periferia montevideana mediante un abordaje lúdico. Apoyados en las actuales experiencias de derivas urbanas, y considerando la dinámica ideada por Guy Deboardviii, como una forma válida de indagar en el espacio y su significado, haciendo énfasis en los efectos que el entorno tiene sobre los sentimientos, las emociones individuales y colectivas. Se realizaron 7 derivas, atravesando de oeste a este la periferia montevideana. En primera instancia se elaboró un calendario de salidas de campo y se extendió una invitación abierta con el fin de asegurar la multiplicidad de miradas. Participaron personas de diferentes edades y formaciones, se contó además con la visita de integrantes del Observatorio Nómadeix de Italia. Cada jornada comenzaba por la mañana desde un lugar de encuentro acordado previamente, pero con destino final incierto. El recorrido se realizaba enteramente a pie, dejándose llevar por las solicitaciones propias del lugar, con tiempo y ánimo para entablar conversaciones espontáneas y discusión participativa con la población. Cada recorrido se iniciaba en el punto final del anterior hasta completar el arco, iniciado en Santa Catalina y concluido en los bañados de Carrasco. Las actividades fueron retratadas y luego divulgadas a través de internetx mediante textos y registros audiovisuales, exponiendo los múltiples actores y los paisajes encontrados. Este tipo de abordaje tiene la potencialidad de describir con crudeza la realidad de la ciudad informal y de las áreas deterioradas por el déficit de infraestructuras y espacios públicos calificados. Al mismo tiempo incorpora elementos lúdicos de improvisación y exploración, permitiendo una participación transdisciplinarias. Se plantea como proceso planificado pero imprevisible, de continuo descubrimiento, donde el ensayo y el errorxi forman parte importante del modo de abordar la problemática. 3 Lo evidente en lo oculto; relatos de la experiencia. Los recuerdos, las experiencias y las miradas se mezclan y se multiplican en cada uno de los participantes, todavía queda en nosotros las impresiones que dejaron los paisajes, y los aromas, los rostros y palabras vividos.


Sin embargo, estos relatos son con suerte la sinopsis de todo el recorrido, un fragmento, un hecho, una anécdota.

Figura 1. Mapa sicogeográfico. Elaboración propia. 3.1 La ciudad de enfrente. Primer deriva. Santa Catalina, 4 de julio de 2009. El intrincado camino que iniciamos en el ómnibus de la línea 124 fue como haber cruzado una enorme calle. Por alguna razón que no se explica sólo con mapas, Santa Catalina queda enfrente al Montevideo de todos los días. Javier argumenta que esa sensación la da el sol, porque sale del otro lado de la ciudad; puede ser, aunque no me convenzo. La bahía recortada por el río- y el perfil del la Ciudad Vieja se vuelven icono; ese lugar que es tan conocido ahora parece ajeno. Aunque la mirada se tienta con enfocar siempre para ese lado, le damos la espalda y decidimos caminar hacia el oeste. Atravesamos el campo evitando los huertos y los viñedos —ahí los perros te sacan corriendo— y cruzamos descampados sin andar por los caminos. No fue difícil, sobra espacio en ese Montevideo de sábado. 3.2 Lejos como la cachimba del Piojo. Segunda deriva. Terminal del Cerro, 22 de agosto de 2009. Después del cruzar el arroyo Pantanoso nos metimos por unos barriales —que pretendían ser calles— con viviendas desparramadas a sus alrededores. El caserío parece intentar salir a la superficie y asomar al costado


de la Ruta 1. Como una señal, el puñado de casas se hace visible aún para los que pasan zumbando dentro de sus autos. A las “tanas” que nos acompañaban les llamaba la atención la predisposición y la generosidad que muestran los vecinos para contar sus historias. La fragilidad de sus viviendas y la precariedad de sus realidades contrastan con la dureza de los relatos. En esa zona fue imposible, aunque sea por un momento, perder la orientación. Sin importar la dirección en la que camináramos, el Cerro —omnipresente— nos recordaba dónde estábamos. 3.3 En la cara. Tercer deriva. Av. Luis Batlle B. y Ruta 5, 5 de setiembre de 2009. Para no ser guiados por la trama ortogonal de las calles, decidimos seguir la trayectoria del arroyo. Los taludes que encausaban el agua tenían en ambas márgenes un espacio verde bastante amplio. En algunos trayectos esa zona era ocupada por los fondos de las casas, mientras que otras estaban simplemente vacías. Las bolsas de nylon —algunas todavía llenas con la basura de gente que vive muy lejos de allí— se apoderan de muchos rincones. Después de un rato nos detuvimos en una especie de plaza, con bancos de hormigón y juegos para niños que los pastizales apenas dejaban ver. Desde el fondo de una casa, un hombre nos preguntó qué hacíamos por allí, si estamos perdidos. Le explicamos de qué se trataba nuestra búsqueda y enseguida se puso a contar la historia del lugar. Nos dijo que él vivía allí desde niño, pero enseguida aclaró que el barrio había cambiado mucho. Contó que antes era un lugar de casas con huertos y pequeñas chacras con árboles frutales; inmediatamente recordé el comienzo del primer recorrido, donde habíamos visto exactamente ese paisaje. Con cierta melancolía explicó que entonces, en el barrio, vivía menos gente que ahora, que se conocían entre todos y que él todavía recordaba cuando los niños se bañaban en el arroyo durante el verano. Después nos relató —con tono más jocoso, pero con la misma voz cascada— varios de los vaivenes de su vida, esos que están estampados en los pliegues de su rostro y que hacen que parezca de sesenta cuando apenas tiene cuarenta y ocho. 3.4 Jóvenes y oxidados. Cuarto deriva. Br. Propios y Av. Eugenio Garzón, 19 de setiembre de 2009. Anduvimos primero por las vías del tren, luego atravesamos el barrio Peñarol y fuimos a parar a un enorme espacio de pastizales y árboles. Ahí, recortado en el verde, había una planta industrial de esas que convierten largos troncos en pequeños trozos de madera; desde lejos vimos las enormes montañas de madera que parecen granos. Rodeamos el cerco que lo limita y nos metimos nuevamente en los pastizales. ¿Por qué todo lo que no somos se parece tanto a lo que fuimos? La pregunta había surgido cuando pasamos frente a la playa de maniobras de trenes de la estación Peñarol. Un buen rato después, sentados en el descampado, la cantidad de óxido —marca ineludible del paso del tiempo y de la desidia— que habíamos visto en cada pedazo de metal de aquel lugar todavía nos alimentaba la


charla. “No creo que eso sea así” —dijo uno respondiendo a la pregunta inicial—. “Este es un país de viejos, y sobre todo de jóvenes que piensan como viejos, eso es lo peor. Son los viejos los que tienen esa nostalgia, ese sentimiento de que siempre lo pasado fue mejor, eso sienten quienes están mucho más cerca del final del camino que de su principio, ese no debiera ser un sentimiento de personas jóvenes”. 3.5 Acá no. Quinta deriva. Av. Instrucciones y Cno. Durán, 3 de octubre de 2009. Instrucciones es una avenida tan increíblemente transitada como angosta. La variedad y el tamaño de los vehículos que circulan abarcan todo lo imaginable. Con cuidado caminamos algunas cuadras al costado de la calzada, entre el pavimento y la cuneta; a esa altura de Montevideo, las veredas no existen. Luego nos metimos en medio de unos chircales, donde había una vía de tren a medio desmantelar. A poco de caminar por allí nos topamos con un cerco; del otro lado el césped estaba perfectamente cortado y más allá había una serie de edificios. Seguimos el recorrido del cerco para averiguar de qué se trataba aquel lugar hasta que se nos apareció un militar, quien luego de decirnos que no podíamos caminar por ahí, nos invitó a hacerlo por la calle. Le explicamos que era justamente eso, andar por las calles, lo que intentábamos evitar. El uniformado respondió que le parecía muy bien, pero que por ahí no se podía. Inmediatamente le preguntamos qué era aquel predio, pero dijo no estar autorizado a revelar esa información. Caminamos un poco y un cartel nos sacó la duda: “Base Aérea Capitán Manuel Boiso Lanza”. 3.6 Cantó la chicharra. Sexta deriva. Cno. Domingo Arena y Av. José Belloni, 17 de octubre de 2009. Anduvimos un buen rato por caminos vecinales, entre chacras. Al llegar a la intersección con un camino, nos metimos en una de ellas. Nos salió a recibir un grupo de tres o cuatro muchachos; era un sitio para recuperarse de adicciones. Un momento después apareció el encargado, quien nos invitó a conocer las instalaciones. Recorrimos el lugar mientras charlábamos con los muchachos, que contaban las actividades que realizan allí. Antes de irnos, a modo de despedida, uno de los jóvenes nos rapeó un texto que él mismo había escrito, acompañado por la improvisada base de hip hop que otro de los muchachos hacía con su boca. […] Tratan de llenar vacíos con aquello que lastima / Puede ser aquello de la droga o tal vez la delincuencia / Pasar un rato contento con la esposa del sargento / Creen que están disfrutando de la vida loca y sin darse cuenta están en la cuerda floja. / Sin darte cuenta, sin darte cuenta / el Satán les predica y la gente ya no piensa / Sin darte cuenta, sin darte cuenta / viene Jesucristo así que estate alerta. Como esa prostituta que entrega su cuerpo / y sin darse cuenta se enamora de la plata / Como dice mi hermano: dinero y más dinero / es lo que quiere el mundo entero / No te importa nada, solo guita y más guitarra / Yo si fuera tú, me arrimo a la salida / él se llama Jesucristo, es el camino y la vidaxii.


Mientras escuchaba el vigoroso rap, me pregunté si ese sería el futuro de aquellos niños que habíamos visto, jugando a la pelota en la calle, un rato antes. 3.7 Hasta las rodillas. Séptima deriva. Cno. Maldonado km 16, 31 de octubre de 2009. Era el último tramo; cerraríamos el recorrido que había comenzado en Santa Catalina. El día no invitaba, de manera que éramos apenas un puñado. El cielo tenía mil tonalidades, pero todas eran grises o negras. En el comienzo nos topamos con un hombre que nos dio charla un buen rato. Dijo que aquella era una zona olvidada de Montevideo y nos sugirió que no anduviéramos por el bañado porque había llovido y podía ser peligroso. No le hicimos caso y fuimos directo por el corazón del bañado, a sabiendas que existían viejos caminos para explorar. Al principio eran unos charcos en el suelo; poco a poco los pies se nos fueron mojando y al rato el agua nos llegaba a los tobillos. La vegetación era más alta que cualquiera de nosotros y no nos dejaba ver más allá de nuestros pasos, pero la exuberancia del paisaje nos animaba a continuar. Cuando el agua nos llegó a las rodillas la situación se volvió un tanto más complicada. Al comprobar que caminar estaba resultando difícil nos planteamos seriamente desandar el camino, volver al punto de inicio e ir en otra dirección. En ese momento, como caído del cielo, apareció un cazador al que le preguntamos si sabía cómo podíamos salir de allí. El hombre apoyó el arma en su hombro y con amabilidad nos indicó cuál era el camino más corto, aunque nos advirtió que con el agua hasta la cintura necesitaríamos al menos dos horas para volver a caminar en suelo seco; justo en ese instante empezó a llover. 4 Camino oportuno; conclusiones y recomendaciones. Las zonas rurales de producción familiar, los asentamientos, los vacíos con potencialidades de re-significación y las áreas ecológicas trascendentes son algunas de las piezas que conforman la periferia montevideana. En ellas, así como en cada uno de sus habitantes, está la información que necesitamos para construir el verdadero mapa genético del Montevideo contemporáneo. Entendemos que es allí donde se encuentran las pistas estratégicas de trabajo para enfrentar la pérdida de resiliencia socioambiental que acompaña los cambios globales. En primer término porque en estos lugares es donde se despliegan las estrategias más innovadoras y trasgresoras de supervivencia, desde sus políticas cooperativas hasta la tradición del “hágalo usted mismo” reflejado en los modos de autoconstrucción y reutilización de desechos. En segundo término por sus estrechos vínculos con la naturaleza, al encontrarse situados en áreas geográficas asociadas a recursos naturales significativos, tienen la potencialidad de servir de contrapeso a la frenética antropización de la faja costeraxiii. Por ello es que entendemos preciso promover el fortalecimiento y la continuidad de los trabajos transdisciplinarios que permitan seguir construyendo caminos alternativos, desde la inclusión y la participación social. Por otro lado, reivindicamos la función removedora que tienen los métodos de exploración directa. Investigar desde la participación y el contacto


con la realidad deja al descubierto las relaciones entre los aspectos socioeconómicos y la forma de producción de ciudad. Hoy la cantidad de información disponible nos astilla las retinas. La tentación de creer que tenemos —Google mediante, claro— la posibilidad de conocer el mundo sentados cómodamente en nuestras casas, nos vuelve conservadores y escépticos. El pensamiento de un colectivo, es un proceso dinámico que puede, al mismo tiempo, ampliarse en algunos aspectos y degradarse en otros. Asistimos a una especie de dictadura de lo visual en detrimento de los demás sentidosxiv. Esta predominancia de la forma en la vida urbana ha pauperización la capacidad sensorial de percibir los espacios que nos rodean con todas sus riquezas. Es fundamental generar alternativas que logren torcer esta tendencia y permitan ahondar, desde un enfoque multi-sensorial, en las virtudes, los problemas y las contradicciones de la ciudad. Nuestro abordaje, que ondula entre la exploración territorial, la performance artística y la intervención estética, coloca al individuo en un escenario inusual, esto hace que la persona que participa se vea envuelta en una situación nueva y ajena, induciendo la reflexión y promoviendo el cuestionamiento de sus propios valoresxv. Asimismo se ve enfrentando a reconocer los límites de su propia tolerancia, quedando cara a cara con sus condicionamientos personales. Existen dos formas de intervenir el espacio: la primera es material y tiene que ver la construcción física de los lugares; mientras que la otra es espiritual y se trata de alterar la forma en que ese espacio es percibido. Los prejuicios construidos en torno a la periferia montevideana depositan en las espaldas de sus habitantes el peso de la estigmatización. Los clichés, siempre reduccionistas y jamás enriquecedores, son dulces que terminan por arruinar nuestros dientes y que luego no son capaces de masticar ninguna idea que esté fuera de lo previsible. Alimentar la experiencia propia y el conocimiento directo de nuestro territorio como manera de contrarrestar la mirada simplista y prejuiciosa que la sociedad actual construye —y que los medios de comunicación reproducen y amplifican de manera temeraria— debiera ser un eje central de la formación universitaria actual. i

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